historia de la crisis mundial

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3 JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI Historia de la Crisis Mundial Conferencias (años 1923 y 1924) 8 “BIBLIOTECA AMAUTA” LIMA-PERÚ

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Historia de La Crisis Mundial. Mariátegui

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  • 3

    JOS CARLOS MARITEGUI

    Historia de la Crisis Mundial

    Conferencias (aos 1923 y 1924)

    8

    BIBLIOTECA AMAUTA LIMA-PER

  • 11 PROGRAMA DE LAS CONFERENCIAS EN LA UNIVERSIDAD POPULAR* La guerra europea.- Sus causas econmicas y polticas. La conducta de los partidos socialistas en los pases beligerantes. El fracaso de la II Internacional. La Triple Alianza y la Triple Entente. Mentalidad de ambos grupos belige-rantes. La Unin Sacr. La colaboracin socialista. Poltica de estadismo e intervencionismo. Caractersticas fisonmicas de la guerra. La intervencin de Italia. Primera y segunda fase de la guerra italiana. La intervencin de Estados Unidos. Wilson y su Programa Democrtico. Resonancia de la propaganda wilsoniana en el frente alemn. La Revolucin Rusa.- Kerensky. Lenin. Rusia y la Entente despus de la Revolucin. Proceso inicial de creacin y consolidacin de las instituciones rusas. La Tercera Internacional. De las conferencias de Kiental y Ziemmer-wald al Congreso de Mosc. La Revolucin Alemana.- El gobierno de la social-democracia. El esparta-quismo. Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Kurt Eisner. La disolucin de Austria-Hungra. La Revolucin Hngara. El Conde Karolyi. Bela Kun. Horthy. -------------- * Publicado en Claridad: Ao I, N 2. Lima, Julio de 1923.

  • 12 La Paz de Versalles.- El fracaso del programa wilsoniano. Fisonoma general y particular del Tratado. La Liga de las Naciones. La abstencin de los Estados Unidos. La agitacin proletaria en Europa.- Italia al borde de la revolucin. Las elecciones de 1919. La ocupacin de las fbricas. El cisma socialista. El d'annunzianismo. El fascismo. La tctica de la III Internacional. La Interna-cional centrista o Internacional dos y medio. El problema de las reparaciones.- Los dficits fiscales de Francia, Italia, Ale-mania, etc. El problema del cambio, el problema de la desocupacin y otros problemas de la paz. La poltica de reconstruccin europea. Los libros de Keynes, Cailleaux, Nitti, Walter Rathenau y otros. El hambre en Rusia. La Conferencia de Gnova. La crisis poltica en Alemania. Hugo Stinnes y el Partido Popular Alemn. Sus puntos de vista sobre los problemas de Alemania. La crisis de la democracia.- La dictadura fascista en Italia. La democracia cristiana. El Partido Popular Italiano. El Centro Catlico Alemn. La Segunda y Tercera Internacionales. El frente nico proletario. La paz de Svres.- La guerra greco-turca. Mustaf Kemal y el resurgimiento turco. La derrota griega. Los problemas de Egipto. La India. La cada de Lloyd George. La Conferencia de Lausana. La crisis filosfica.- La decadencia del historicismo, del racionalismo, del positivismo. El escep-

  • 13 ticismo, el relativismo, el subjetivismo. Einstein. Oswaldo Spengler. La repercusin de la crisis en Amrica.- Los Estados Unidos. La revolucin mexicana. Su obra constructiva. La situacin argentina. La situacin chilena. La situacin peruana. Sntesis de la situacin actual de Europa.- La ocupacin del Ruhr. Aspectos de la poltica internacional francesa. La funcin del fascismo en el gobierno italiano. La nueva poltica econmica de los Soviets.* -------------- * Por diferentes razones, este programa fue objeto de modificaciones en el curso de su desarrollo.

  • 15 PRIMERA CONFERENCIA* LA CRISIS MUNDIAL Y EL PROLETARIADO PERUANO EN esta conferencia -llammosla conversacin ms bien que conferencia- voy a limitarme a exponer el programa del curso, al mismo tiempo que algunas consideraciones sobre la necesidad de difundir en el proletariado el conoci-miento de la crisis mundial. En el Per falta, por desgracia, una prensa docente que siga con atencin, con inteligencia y con filiacin ideolgica el desarrollo de esta gran crisis; faltan, asimismo, maestros universitarios, del tipo de Jos Ingenieros, capaces de apasionarse por las ideas de renovacin que actualmente transforman el mundo y de liberarse de la influencia y de los prejuicios de una cultura y de una educacin conservadoras y burguesas; faltan grupos socialistas y sindicalistas, dueos de instrumentos propios de cultura popular, y en aptitud, por tanto, de interesar al pueblo por el estudio de la crisis. La nica ctedra de educacin popular, con espritu revolucionario, es esta ctedra en formacin de la Universidad Popular. A ella le toca, por consiguiente, superando el modesto plano de su labor inicial, presentar al pueblo la realidad contempornea, explicar al pueblo que est viviendo una de las horas ms trascendentales y grandes de la historia, contagiar al pueblo de la fecunda inquietud que agita actualmente a los dems pueblos civilizados del mundo. En esta gran crisis contempornea el proleta- -------------- * Pronunciada el viernes 15 de junio de 1923, en el local de la Federacin de Estudiantes (Palacio de la Exposicin), con el titulo de "La Revolucin Social en marcha a travs de los diversos pueblos de Europa". Con el ttulo que aparece en esta recopilacin se public en Amauta, N 30, Lima, abril-mayo de 1930, despus de la muerte de Jos Carlos Maritegui y cuando la histrica revista era dirigida por Ricardo Martnez de la Torre.

  • 16 riado no es un espectador; es un actor. Se va a resolver en ella la suerte del proletariado mundial. De ella va a surgir, segn todas las probabilidades y segn todas las previsiones, la civilizacin proletaria, la civilizacin so-cialista, destinada a suceder a la declinante, a la decadente, a la moribunda civilizacin capitalista, individualista y burguesa. El proletariado necesita, ahora como nunca, saber lo que pasa en el mundo. Y no puede saberlo a travs de las informaciones fragmentarias, episdicas, homeopticas del cable cotidiano, mal traducidas y peor redactadas en la mayora de los casos, y provenientes siempre de agencias reaccionarias, encargadas de desacreditar a los partidos, a las organizaciones y a los hombres de la Revolucin y desalen-tar y desorientar al proletariado mundial. En la crisis europea se estn jugando los destinos de todos los trabajadores del mundo. El desarrollo de la crisis debe interesar, pues, por igual, a los trabajadores del Per que a los trabajadores del Extremo Oriente. La crisis tiene como teatro principal Europa; pero la crisis de las instituciones europeas es la crisis de las instituciones de la civilizacin occidental. Y el Per, como los dems pueblos de Amrica, gira dentro de la rbita de esta civilizacin, no slo porque se trata de pases polticamente independientes pero econmica-mente coloniales, ligados al carro del capitalismo britnico, del capitalismo americano o del capitalismo francs, sino porque europea es nuestra cultura, europeo es el tipo de nuestras instituciones. Y son, precisamente, estas instituciones democrticas, que nosotros copiamos de Europa, esta cultura, que nosotros copiamos de Europa tambin, las que en Europa estn ahora en un perodo de crisis definitiva, de crisis total. Sobre todo, la civilizacin capitalista ha internacionalizado la vida de la humanidad, ha creado entre todos los pueblos lazos materiales que establecen entre ellos una solidaridad inevitable. El internacionalismo no es slo un ideal; es una realidad histrica, El progreso hace que los intereses, las ideas, las costumbres, los regmenes de los pueblos se unifiquen y se

  • 17 confundan. El Per, como los dems pueblos americanos, no est, por tanto, fuera de la crisis: est dentro de ella. La crisis mundial ha repercutido ya en estos pueblos. Y, por supuesto, seguir repercutiendo. Un perodo de reaccin en Europa ser tambin un perodo de reaccin en Amrica. Un perodo de revolucin en Europa ser tambin un perodo de revolucin en Amrica. Hace ms de un siglo, cuando la vida de la humanidad no era tan solidaria como hoy, cuando no existan los medios de comunicacin que hoy existen, cuando las naciones no tenan el contacto inmediato y constante que hoy tienen, cuando no haba prensa, cuando ramos an espectadores lejanos de los acontecimientos europeos, la Revolucin Francesa dio origen a la Guerra de la Independencia y al surgimiento de todas estas repblicas. Este recuerdo basta para que nos demos cuenta de la rapidez con que la transformacin de la sociedad se reflejar en las sociedades americanas. Aquellos que dicen que el Per, y Amrica en general, viven muy distantes de la revolucin europea, no tienen nocin de la vida contempornea, ni tienen una comprensin, aproxi-mada siquiera, de la historia. Esa gente se sorprende de que lleguen al Per los ideales ms avanzados de Europa; pero no se sorprende en cambio de que lleguen el aeroplano, el transatlntico, el telgrafo sin hilos, el radio; todas las expresiones ms avanzadas, en fin, del progreso material de Europa. La misma razn para ignorar el movimiento socialista habra para ignorar, por ejemplo, la teora de la relatividad de Einstein. Y estoy seguro de que al ms reaccionario de nuestros intelectuales -casi todos son impermeables reaccionarios- no se le ocurrir que debe ser proscrita del estudio y de la vulgarizacin la nueva fsica, de la cual Einstein es el ms eminente y mximo representante. Y si el proletariado, en general, tiene necesidad de enterarse de los grandes aspectos de la crisis mundial, esta .necesidad es an mayor en aquella parte del proletariado, socialista, laborista, sindicalista o libertaria que constituye su

  • 18 vanguardia; en aquella parte del proletariado ms combativa y consciente, ms luchadora y preparada; en aquella parte del proletariado encargada de la direccin de las grandes acciones proletarias; en aquella parte del proletariado a la que toca el rol histrico de representar al proletariado peruano en el presente instante social; en aquella parte del proletariado, en una palabra, que cualquiera que sea su credo particular, tiene conciencia de clase, tiene conciencia revolucionaria. Yo dedico, sobre todo, mis disertaciones, a esta vanguardia del proletariado peruano. Nadie ms que los grupos proletarios de vanguardia necesitan estudiar la crisis mundial. Yo no tengo la pretensin de venir a esta tribuna libre de una universidad libre a ensearles la historia de esa crisis mundial, sino a estudiarla yo mismo con ellos. Yo no os enseo, compaeros, desde esta tribuna, la historia de la crisis mundial; yo la estudio con vosotros. Yo no tengo en este estudio sino el mrito modestsimo de aportar a l las observaciones personales de tres y medio aos de vida europea, o sea de los tres y medio aos culminantes de la crisis, y los ecos del pensamiento europeo contemporneo. Yo invito muy especialmente a la vanguardia del proletariado a estudiar conmigo el proceso de la crisis mundial por varias razones trascendentales. Voy a enumerarlas sumariamente. La primera razn es que la preparacin revolucionaria, la cultura revolucionaria, la orientacin revolucionaria de esa vanguardia proletaria, se ha formado a base de la literatura socialista, sindi-calista y anarquista anterior a la guerra europea. O anterior por lo menos al perodo culminante de la crisis. Libros socialistas, sindicalistas, libertarios, de vieja data, son los que, generalmente, circulan entre nosotros. Aqu se conoce un poco la literatura clsica del socialismo y del sindicalismo; no se conoce la nueva literatura revolucionaria. La cultura revolucionaria es aqu una cultura clsica, adems de ser, como vosotros, compaeros, lo sabis muy bien, una cultura muy incipiente, muy inorgnica, muy desordenada, muy incompleta. Ahora bien, toda

  • 19 esa literatura socialista y sindicalista anterior a la guerra, est en revisin. Y esta revisin no es una revisin impuesta por el capricho de los tericos, sino por la fuerza de los hechos. Esa literatura, por consiguiente, no puede ser usada hoy sin beneficio de inventario. No se trata, naturalmente, de que no siga siendo exacta en sus principios, en sus bases, en todo lo que hay en ella de ideal y de eterno; sino que ha dejado de ser exacta, muchas veces, en sus inspiraciones tcticas, en sus consideraciones histricas, en todo lo que significa accin, procedimiento, medio de lucha. La meta de los trabajadores sigue siendo la misma; lo que ha cambiado, necesariamente, a causa de los ltimos acontecimientos histricos, son los caminos elegidos para arribar, o para aproximarse siquiera, a esa meta ideal. De aqu que el estudio de estos acontecimientos histricos, y de su trascendencia, resulte indispensable para los trabajadores militantes en las organizaciones clasistas. Vosotros sabis, compaeros, que las fuerzas proletarias europeas se hallan divididas en dos grandes bandos: reformistas y revolucionarios. Hay una Internacional Obrera reformista, colaboracionista, evolucionista y otra Internacional Obrera maximalista, anticolaboracionista, revolucionaria. Entre una y otra ha tratado de surgir una Internacional intermedia. Pero que ha concluido por hacer causa comn con la primera contra la segunda. En uno y otro bando hay diversos matices; pero los bandos son neta e inconfundible-mente slo dos. El bando de los que quieren realizar el socialismo colabo-rando polticamente con la burguesa; y bando de los que quieren realizar el socialismo conquistando ntegramente para el proletariado el poder poltico. Y bien, la existencia de estos dos bandos proviene de la existencia de dos concepciones diferentes, de dos concepciones opuestas, de dos concepciones antitticas del actual momento histrico. Una parte del proletariado cree que el momento no es revolucionario; que la burguesa no ha agotado an su funcin histrica; que, por el contrario, la burguesa es todava bastante

  • 20 fuerte para conservar el poder poltico; que no ha llegado, en suma, la hora de la revolucin social. La otra parte del proletariado cree que el actual momento histrico es revolucionario; que la burguesa es incapaz de reconstruir la riqueza social destruida por la guerra e incapaz, por tanto, de solucionar los problemas de la paz; que la guerra ha originado una crisis cuya solucin no puede ser sino una solucin proletaria, una solucin socialista; y que con la Revolucin Rusa ha comenzado la revolucin social. Hay, pues, dos ejrcitos proletarios porque hay en el proletariado dos concep-ciones opuestas del momento histrico, dos interpretaciones distintas de la crisis mundial. La fuerza numrica de uno y otro ejrcitos proletarios depende de que los acontecimientos parezcan o no confirmar su respectiva concepcin histrica. Es por esto que los pensadores, los tericos, los hombres de estudio de uno y otro ejrcitos proletarios, se esfuerzan, sobre todo, en ahondar el sentido de la crisis, en comprender su carcter, en descubrir su significacin. Antes de la guerra, dos tendencias se dividan el predominio en el proleta-riado: la tendencia socialista y la tendencia sindicalista. La tendencia socialista era, dominantemente, reformista, social-democrtica, colaboracio-nista. Los socialistas pensaban que la hora de la revolucin social estaba lejana y luchaban por la conquista gradual a travs de la accin legalitaria y de la colaboracin gubernamental o, por lo menos, legislativa. Esta accin poltica debilit en algunos pases excesivamente la voluntad y el espritu revolucionarios del socialismo. El socialismo se aburgues considerable-mente. Como reaccin contra este aburguesamiento del socialismo, tuvimos al sindicalismo. El sindicalismo opuso a la accin poltica de los partidos socialistas la accin directa de los sindicatos. En el sindicalismo se refugiaron los espritus ms revolucionarios y ms intransigentes del proletariado. Pero tambin el sindicalismo result, en el fondo, un tanto colaboracionista y reformstico. Tambin el sindicalismo estaba dominado por una burocracia

  • 21 sindical sin verdadera psicologa revolucionaria. Y sindicalismo y socialismo se mostraban ms o menos solidarios y mancomunados en algunos pases, como Italia, donde el Partido Socialista no participaba en el gobierno y se mantena fiel a otros principios formales de independencia. Como sea, las tendencias, ms o menos beligerantes o ms o menos prximas, segn las naciones, eran dos: sindicalistas y socialistas. A este perodo de la lucha social corresponde casi ntegramente la literatura revolucionaria de que se ha nutrido la mentalidad de nuestros proletarios dirigentes. Pero, despus de la guerra, la situacin ha cambiado. El campo proletario, como acabamos de recordar, no est ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en reformistas y revolucionarios. Hemos asistido primero a una escisin, a una divisin en el campo socialista. Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientacin social-democrtica, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientacin anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo. La divisin se ha producido, tambin, en la misma forma en el campo sindicalista. Una parte de los sindicatos apoya a los social-democrticos; la otra parte apoya a los comunistas. El aspecto de la lucha social europea ha mudado, por tanto, radicalmente. Hemos visto a muchos sindicalistas intransigentes de antes de la guerra tomar rumbo hacia el reformismo. Hemos visto, en cambio, a otros seguir al comunismo. Y entre stos, se ha contado, nada menos, como en una conversacin lo recordaba no hace mucho al compaero Fonkn, el ms grande y ms ilustre terico del sindicalismo: el francs Georges Sorel. Sorel, cuya muerte ha sido un luto amargo para el proletariado y para la intelectualidad de Francia, dio toda su adhesin a la Revolucin Rusa y a los hombres de la Revolucin Rusa. Aqu, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindi-calistas y socialistas clasificacin anacrnica sino en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformis-

  • 22 tas y maximalistas. Pero para que esta clasificacin se produzca con nitidez, con coherencia, es indispensable que el proletariado conozca y comprenda en sus grandes lineamientos, la gran crisis contempornea. De otra manera, el confusionismo es inevitable. Yo participo de la opinin de los que creen que la humanidad vive un perodo revolucionario. Y estoy convencido del prximo ocaso de todas las tesis social-democrticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucio-nistas. Antes de la guerra, estas tesis eran explicables, porque correspondan a condiciones histricas diferentes. El capitalismo estaba en su apogeo. La produccin era superabundante. El capitalismo poda permitirse el lujo de hacer sucesivas concesiones econmicas al proletariado. Y sus mrgenes de utilidad eran tales que fue posible la formacin de una numerosa clase media, de una numerosa pequea-burguesa que gozaba de un tenor de vida cmodo y confortable. El obrero europeo ganaba lo bastante para comer discretamente y en algunas naciones, como Inglaterra y Alemania, le era dado satisfacer algunas necesidades del espritu. No haba, pues, ambiente para la revolucin. Despus de la guerra, todo ha cambiado. La riqueza social europea ha sido, en gran parte, destruida. El capitalismo, responsable de la guerra, necesita reconstruir esa riqueza a costa del proletariado. Y quiere, por tanto, que los socialistas colaboren en el gobierno, para fortalecer las instituciones demo-crticas; pero no para progresar en el camino de las realizaciones socialistas. Antes, los socialistas colaboraban para mejorar, paulatinamente, las condi-ciones de vida de los trabajadores. Ahora colaboraran para renunciar a toda conquista proletaria. La burguesa para reconstruir a Europa necesita que el proletariado se avenga a producir ms y consumir menos. Y el proletariado se resiste a una y otra cosa y se dice a s mismo que no vale la pena consolidar en el poder a una clase social culpable de la guerra y destinada, fatalmente, a conducir a la humanidad a una guerra ms cruenta todava. Las condiciones de una

  • 23 colaboracin de la burguesa con el proletariado son, por su naturaleza, tales que el colaboracionismo tiene, necesariamente, que perder, poco a poco, su actual numeroso proselitismo. El capitalismo no puede hacer concesiones al socialismo. A los Estados europeos para reconstruirse les precisa un rgimen de rigurosa economa fiscal, el aumento de las horas de trabajo, la disminucin de los salarios, en una palabra, el restablecimiento de conceptos y de mtodos econmicos abolidos en homenaje a la voluntad proletaria. El proletariado no puede, lgicamente, consentir este retroceso. No puede ni quiere consentirle. Toda posibilidad de reconstruccin de la economa capitalista est, pues, eliminada. Esta es la tragedia de la Europa actual. La reaccin va cancelando en los pases de Europa las concesiones econmicas hechas al socialismo; pero, mientras de un lado, esta poltica reaccionaria no puede ser lo suficientemente enrgica ni eficaz para restablecer la desangrada riqueza pblica, de otro lado, contra esta poltica reaccionaria, se prepara, lentamente, el frente nico del proletariado. Temerosa a la revolucin, la reaccin cancela, por esto, no slo las conquistas econmicas de las masas, sino que atenta tambin contra las conquistas polticas. Asistimos, as, en Italia a la dictadura fascista. Pero la burguesa socava y mina y hiere as de muerte a las instituciones democr-ticas. Y pierde toda su fuerza moral y todo su prestigio ideolgico. Por otra parte, en el orden de las relaciones internacionales, la reaccin pone la poltica externa en manos de las minoras nacionalistas y antidemocrticas. Y estas minoras nacionalistas saturan de chauvinismo esa poltica externa. E impiden, con sus orientaciones imperialistas, con su lucha por la hegemona europea, el restablecimiento de una atmsfera de solidaridad europea, que consienta a los Estados entenderse acerca de un programa de cooperacin y de trabajo. La obra de ese nacionalismo, de ese reaccionarismo, la tenemos a la vista en la ocupacin del Ruhr. La crisis mundial es, pues, crisis econmica y

  • 24 crisis poltica. Y es, adems, sobre todo, crisis ideolgica. Las filosofas afirmativas, positivistas, de la sociedad burguesa, estn, desde hace mucho tiempo, minadas por una corriente de escepticismo, de relativismo. El racionalismo, el historicismo, el positivismo, declinan irremediablemente. Este es, indudablemente, el aspecto ms hondo, el sntoma ms grave de la crisis. Este es el indicio ms definido y profundo de que no est en crisis nicamente la economa de la sociedad burguesa, sino de que est en crisis integralmente la civilizacin capitalista, la civilizacin occidental, la civili-zacin europea. Ahora bien. Los idelogos de la Revolucin Social, Marx y Bakounine, Engels y Kropotkin, vivieron en la poca de apogeo de la civilizacin capitalista y de la filosofa historicista y positivista. Por consiguiente, no pudieron prever que la ascensin del proletariado tendra que producirse en virtud de la decadencia de la civilizacin occidental. Al proletariado le estaba destinado crear un tipo nuevo de civilizacin y cultura. La ruina econmica de la burguesa iba a ser al mismo tiempo la ruina de la civilizacin burguesa. Y que el socialismo iba a encontrarse en la necesidad de gobernar no en una poca de plenitud, de riqueza y de pltora, sino en una poca de pobreza, de miseria y de escasez. Los socialistas reformistas, acostumbrados a la idea de que el rgimen socialista ms que un rgimen de produccin lo es de distri-bucin, creen ver en esto el sntoma de que la misin histrica de la burguesa no est agotada y de que el instante no est an maduro para la realizacin socialista. En un reportaje a La Crnica yo recordaba aquellas frases de que la tragedia de Europa es sta: el capitalismo no puede ms y el socialismo no puede todava. Esa frase que da la sensacin, efectivamente, de la tragedia europea, es la frase de un reformista, es una frase saturada de mentalidad evolucionista, e impregnada de la concepcin de un paso lento, gradual y beatfico, sin convulsiones y sin sacudidas, de la sociedad individualista, a la sociedad colectivista. Y la historia nos ensea que todo nuevo estado social

  • 25 se ha formado sobre las ruinas del estado social precedente. Y que entre el surgimiento del uno y el derrumbamiento del otro ha habido, lgicamente, un perodo intermedio de crisis. Presenciamos la disgregacin, la agona de una sociedad caduca, senil, decrpita; y, al mismo tiempo, presenciamos la gestacin, la formacin, la elaboracin lenta e inquieta de la sociedad nueva. Todos los hombres, a los cuales, una sincera filiacin ideolgica nos vincula a la sociedad nueva y nos separa de la sociedad vieja, debemos fijar hondamente la mirada en este perodo trascendental, agitado e intenso de la historia humana.

  • 26 SEGUNDA CONFERENCIA* LITERATURA DE GUERRA Las notas del autor: LITERATURA de guerra. La prensa, instrumento blico. Su funcin txica. Su calidad de instrumento capitalista. Su carencia de altas direcciones mora-les. El mito de la guerra de la Civilizacin contra la Barbarie. "Concluye la novela; comienza la historia", dijo Bernard Shaw. In tempo di guerra pi bugie che terra. Causas econmicas de la guerra: el desarrollo del industrialismo britnico y el desarrollo del industrialismo alemn. La guerra econmica entre Inglaterra y Alemania. La lucha por los mercados, por las colonias. Efectos del pro-teccionismo en la economa de los pases europeos. La funcin de la finanza internacional. Las rivalidades de los grupos capitalistas. Entonces como ahora una poltica de cooperacin, de solidaridad econmicas, habra podido evitar la catstrofe. -------------- * Pronunciada en el local de la Federacin de Estudiantes (Palacio de la Exposicin), el viernes 22 de junio de 1923. Al no hallarse la versin completa, puede inferirse que Jos Carlos Maritegui no lleg a escribirla. Solamente redact las notas que le sirvieron de pauta para desarrollarla. De las versiones periodsticas que insertamos, a continuacin de los propios apuntes del autor, se colige claramente el plan que sigui Jos Carlos Maritegui en el desarrollo de esta conferencia. Al iniciarla, ofreci una visin panormica d lo que el autor denomina "literatura de guerra". Esta, a travs de la prensa, el libro, la ctedra, etc., nutre la mente del gran pblico de todos los pases. Maritegui disipa, metdicamente, tan densa "cortina de humo", para usar una expresin convencional de muchos periodistas de hoy. El conferenciante penetra en las races profundas de los acontecimientos mundiales y divide a las causas de la guerra en: econmicas, polticas y diplomticas. Llama poderosamente la atencin su vaticinio: Y que se diga el proletariado si vale la pena reconstruir la sociedad burguesa, para que dentro de cuarenta o cincuenta aos, antes tal vez, vuelva a encenderse en el mundo otra conflagracin y a producirse otra carnicera. Esto lo dijo Jos Carlos Maritegui el 22 de junio de 1923, cuando l tena 28 aos de edad. Diecisis aos despus (1939) estall la nueva conflagracin.

  • 27 El fenmeno demogrfico ocupa un puesto importante en los orgenes de la guerra. Palabras de Adriano Tilgher: pgina 106 de La Crisis Mundial. En un siglo la poblacin europea pas de 180 a 450 millones. El industrialismo, estmulo del crecimiento de la poblacin. Reduccin de las tres causas de despoblacin: peste, hambre, guerra. Alemania, incomunicada, no poda alimentar a 70 millones de habitantes. Italia no poda permanecer neutral. Causas polticas: El proceso de las causas de la guerra, segn Bernard Shaw. La poltica y la posicin tradicionales de Inglaterra, potencia insular. El desarrollo del poder naval de Alemania. Inglaterra, Francia y Blgica se entienden. La alianza franco-rusa. Secreta inteligencia militar anglo-francesa. La violacin de la neutralidad belga sac a Inglaterra de un embarazo. Pero hay noticias y antecedentes que establecen la clase de compromiso existente entre Inglaterra y Francia. Si Inglaterra hubiese realmente querido evitar la guerra, dice Shaw, no habra tenido sino que anunciar que combatira al lado de la nacin atacada. La hiptesis de un lazo, de una trampa. Ms verosmil es la hiptesis de la imposibilidad de que el gobierno ingls revelase su acuerdo militar con Francia. Luego, desde este punto de vista, la guerra resulta una consecuencia de la diplomacia francesa. Otra causa: el revanchismo francs, el Deuschland uber elles alemn. El nacionalismo europeo, en una palabra. Psicologa de la pequea burguesa francesa y de .la burocracia alemana. Alemania se senta desposeda al lado de naciones privilegiadas. Poincar. El Kaiser. El Zar. Palabras de Lloyd George en el Parlamento britnico; pgina 39 del libro de Cailleaux. Otra causa: la paz armada. El equilibrio de las potencias. Exista en Europa una atmsfera inflamable. La causa diplomtica: el asesinato del heredero de Austria. La guerra ha podido estallar antes. En ocasin de la guerra ruso-japonesa y del incidente de Agadir de 1912. Palabras de Viviani a Rapoport: pgina 33 del libro de ste.

  • 28 Contraste de la organizacin capitalista. Necesita de la solidaridad internacio-nal como condicin de vida y fomenta el nacionalismo en oposicin a la lucha de clases. Cmo se precipita a un pueblo a la guerra. La novela Clart. Guerra absoluta y guerra relativa. Guerra de naciones y guerra de ejrcitos. El mito de la guerra democrtica. La direccin de la opinin en Inglaterra, en Italia, Austria y Rusia, en tanto, no hubo un ideal que solidarizara al pueblo con la empresa militar de sus gobiernos respectivos. La conducta de los partidos socialistas y las organizaciones sindicalistas. La posicin de la Segunda Internacional. Las declaraciones de Stuttgart y Basilea. La cuestin tcnica de los medios de evitar la guerra fue dejada al Congreso de Viena que debi reunirse en 1914. Antes sobrevino la guerra. La misin de Miller en Francia. La muerte de Jaures. El caso de Gustavo Herv. Por encima de la contienda. El manifiesto de los 93 intelectuales alemanes. El contramanifiesto del fisilogo Nicolai, del fsico Einstein, del filsofo Buek, del astrnomo Foerster, sorprendido este ltimo por los 93 intelectuales. Romain Rolland. Medite el proletariado en las causas de esta gran tragedia. Piense en que unos cuantos hombres y unos cuantos intereses han podido desencadenar una guerra que ha causado quince millones de muertos, que ha sembrado de odios Europa, que ha destruido tanta riqueza econmica y que ha intoxicado deletreamente el ambiente moral de Europa. Y que se diga el proletariado si vale la pena reconstruir la sociedad capitalista, reconstruir la sociedad bur-guesa, para que dentro de cuarenta o cincuenta aos, antes tal vez, vuelva a encenderse en el mundo otra conflagracin y a producirse otra carnicera.

  • 29 La resea periodstica: EN LA UNIVERSIDAD POPULAR GONZLEZ PRADA SEGUNDA CONFERENCIA DE MARIATEGUI SOBRE LA CRISIS MUNDIAL* El viernes dio Jos Carlos Maritegui en la Universidad Popular Gonzlez Prada la segunda conferencia de su curso sobre la historia de la crisis mundial. Haba en la sala de la Federacin de Estudiantes un pblico ms numeroso an que en la conferencia anterior. El obrero Paredes, de la Federacin Obrera Local, evoc la figura de Kurt Wilkens, en nombre de esa organizacin trabajadora, y fue vivamente aplaudido. Luego, comenz Maritegui su disertacin. Habl primeramente de la litera-tura de guerra que, durante el perodo blico, haba sido utilizada por uno y otro grupo beligerante, a fin de asegurarse la solidaridad de la opinin popular interna y captarse a la opinin extranjera. La prensa, durante la guerra ltima, ha sido usada como instrumento blico: Los Estados beligerantes se han servido de ella para alimentar en las masas populares un estado de nimo agresivo, nacionalista, delirante. Y la prensa ha tenido as una intensa funcin de txico espiritual. Ha sido, en la gran guerra, una novsima arma de combate, una especie de gas asfixiante. Merced a la prensa, los Estados beligerantes han conseguido sofocar toda tentativa de indisciplina de la opinin popular, todo germen de protesta contra la guerra, toda reaccin de los ideales pacifistas. Y anloga funcin han tenido el libro, el folleto, la ctedra. La literatura, la ciencia, la inteligencia en una palabra, han estado absolutamente -------------- * El Tiempo, N 4166, pg. 3. Lima, martes 26 de junio de 1923. (Casi idntica versin periodstica fue publicada por el diario La Crnica, N 4054 del mircoles 27 de junio de 1923).

  • 30 a rdenes de los generalsimos. Por eso, Bernard Shaw en su libro "Peace Conferencia Hints" deca en 1919: Comienza la historia; concluye la novela. Porque hasta despus de la paz, en uno y otro grupo de naciones beligerantes, acerca de la guerra no se ha hecho historia sino novela. Y Nitti, en su libro "Europa sin Paz", denuncia el valor convencional de la literatura de guerra y recuerda un viejo aforismo italiano: "En tiempo de guerra ms mentiras que tierra". En el Per -dijo Maritegui- como en casi todo el mundo, nos hemos alimentado de la literatura de guerra de la Entente; hemos respirado el ambiente blico del frente aliado. La propaganda alemana fracas fuera de Alemania y fracas tambin, finalmente, dentro de Alemania. Mientras los aliados crearon el mito de la guerra de la Democracia contra la Autocracia, de la Civilizacin contra la Barbarie, los Imperios Centrales no dieron a la guerra alemana ninguna alta meta idealista. La guerra alemana no lleg a ser slida y verdaderamente popular en Alemania misma. Los pueblos aliados crean batirse por grandes ideales humanos. El pueblo alemn y el pueblo austraco crean batirse tan slo en defensa de la nacin alemana y de la nacin Aus-traca. Y fue principalmente, por esto, que Wilson, con su programa de paz sin anexiones ni indemnizaciones, quebrant la resistencia austro-alemana, min interiormente el frente austro-alemn. Continu Maritegui expresando que, nicamente despus de la paz, se ha empezado a escribir la historia de la guerra. nicamente despus de la paz se ha dispuesto de la suficiente cantidad de documentos, de testimonios y de serenidad intelectual para analizar objetiva e imparcialmente las causas de la guerra. Este examen objetivo e imparcial ha desvanecido el folletn de la guerra de la Democracia contra la Autocracia y la leyenda de la responsabili-dad exclusiva y feroz del militarismo prusiano. Los mitos del perodo blico an-

  • 31 dan ya totalmente desacreditados. Apenas si, de vez en cuando, reaparecen en uno que otro documento de literatura oficial. Entr Maritegui, en seguida, en la exposicin de las causas econmicas de la guerra. Habl del desarrollo pre-blico del industrialismo britnico y del industrialismo alemn, de la guerra econmica entre Inglaterra y Alemania, de la lucha por los mercados, por las colonias, por las materias primas. Y seal, asimismo, la importancia del fenmeno demogrfico en la historia de la guerra. Se ocup despus, de las causas polticas de la guerra y de su vinculacin con las causas econmicas. Hizo una sntesis rpida del estudio de Bernard Shaw sobre la forma como se gener el conflicto europeo. Seal la influencia del nacionalismo de uno y otro lado en este proceso de incubacin blica. Se refiri a la paz armada. Y lleg a la conclusin de que exista en 1914 en Europa una atmsfera inflamable, de que se haban juntado circunstancias destinadas inevitablemente a desencadenar la guerra. Record las palabras de Lloyd George en el Parlamento britnico, en diciembre de 1920: Cuanto ms se lee las memorias y los libros sobre los acontecimientos posteriores a agosto de 1914, ms se comprende que ninguno de los que ocupaban los puestos dirigentes en ese tiempo ha querido realmente la guerra. Pas al examen de la conducta de los partidos socialistas y de las organiza-ciones sindicales en uno y otro grupo de naciones beligerantes. Expuso algunos aspectos del ambiente de ofuscacin nacionalista que domin en Europa. Y tribut un homenaje a las voces aisladas que, en medio de ese ambiente, afirmaron su adhesin a elevados ideales de solidaridad humana. Se refiri, por una parte, a Romain Rolland, autor de las hermosas pginas de "Au dessus de la Mele"; y, por otra parte, a los cuatro intelectuales alemanes que protestaron contra el clebre "Manifies-

  • 32 to de los noventitrs": el fisilogo Nicolai, el fsico Einstein, el filsofo Buek y el astrnomo Foerster. Al terminar su disertacin Maritegui invit al proletariado a afirmarse en sus ideales de fraternidad universal. Sus palabras fueron vivamente aplaudidas. Y la concurrencia cant "La Internacional". La tercera conferencia sobre la historia de la crisis mundial tendr lugar el prximo viernes.

  • 33 TERCERA CONFERENCIA* EL FRACASO DE LA SEGUNDA INTERNACIONAL Las notas del autor: NO omitir la exposicin del movimiento anarquista. No traer ningn espritu sectario. Creo oportuno ratificarme en estas declaraciones. Algunos compaeros temen que yo sea muy poco imparcial y muy poco objetivo en mi curso. Pero soy partidario antes que nada del frente nico proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Causa comn contra el amari-llismo. Antes que agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola federacin. Cada cual tenga su filiacin, pero todos el lazo comn del credo clasista. Estudiemos juntos las horas emocionantes del presente. -------------- * Pronunciada el sbado 30 de junio de 1923 en el local de la F.E.P. (Palacio de la Exposicin), Lima. Debemos hacer hincapi, en primer lugar, en la importancia de la parte introductiva que figura en los apuntes de Jos Carlos Maritegui, y que ha pasado inadvertida en la versin periodstica. Poseen plena vigencia sus afirmaciones: Soy partidario antes que nada del frente nico proletario... Cada cual tenga su filiacin, pero todos el lazo comn del credo clasistas... Treinticinco aos despus de lanzada, esta voz de orden sigue ajustndose a una lnea justa, en el plano de las luchas reivindicativas del proletariado peruano. El autor, en viviseccin admirable, analiza las causas del fracaso de la II Internacional, el cual se gest en vsperas de la Primera Guerra Mundial y se desarroll en el curso de la misma. Pero, tambin, debemos insistir -si cabe este trmino antinmico- en las profecas cientficas del conferenciante. Este, al escudriar las caractersticas de la economa de las grandes potencias en el perodo blico 1914-1918, anticipa en varios lustros las caractersticas correspondientes a la segunda conflagracin mundial, en lo que a los pases capitalistas atae: trabajo abundante, salarios artificialmente elevados, control econmico del Estado, freno a la lucha de clases, espejismo sobre el porvenir que esperaba a la clase trabajadora, cuando se apagase el estruendo blico, etc. En la parte final, es justa su tesis de que las guerras son inevitables dentro del sistema capita-lista. Sin embargo, la aparicin de otros sistemas y el ascenso de la conciencia pacifista mundial, hoy da, hacen factible el hecho incomparable de que la guerra nuclear pueda ser evitada.

  • 34 Completaremos el examen de la conducta de los partidos socialistas y sindi-catos. Veremos cmo y por qu el proletariado fue impotente para impedir la conflagracin. La guerra encontr impreparada a la Segunda Internacional. No haba an programa de accin concreto y prctico para asegurar la paz. Congreso de Stuttgart. Mocin de Lenin y Rosa Luxemburgo: En el caso de que estalle una guerra, los socialistas estn obligados a trabajar por su rpido fin y a utilizar la crisis econmica y poltica provocada por la guerra para sacudir al pueblo y acelerar la cada de la dominacin capitalista. Pero en la II Internacional haba muy pocos Lenin y Rosa Luxemburgo. Tres aos despus, el Congreso de Copenhague. Vaillant y Keir Hardi propusieron la huelga general. Se dej la cuestin para Viena 1914. En 1912 la situacin grave oblig a la II Internacional a convocar un congreso extraordinario. Basilea 1912 noviembre. De este congreso sali un manifiesto. Y de nuevo se dej la cuestin tcnica para Viena, agosto de 1914. Antes, Sarajevo. El Bureau Internacional de Bruselas convoc de urgencia para el 29 de julio a los partidos socialistas de Europa. Por Francia, Jaurs, Sembat, Vaillant, Guesde, Loguet. Por Alemania, Haase, Rosa Luxemburgo. Apresurar el congreso. Pars 9 de agosto en vez de Viena 23 de agosto. Declaracin de la Oficina Internacional. Palabras de Jaurs en la noche del 29 de julio. Dos das despus Jaurs muerto. Muller en Pars, el 19 de agosto. Esterilidad de su misin. La guerra ya incontenible se desencaden. El Congreso del 9 de agosto no pudo efectuarse. Pginas de Claridad describen con vivo color el ambiente de delirante patriotismo y nacionalismo. La mayora ofuscada, contagiada por la atmsfera guerrera, marcial, agresiva. La prensa y los intelectuales instigadores. Por qu la Internacional no pudo oponer una barrera a este desborde de pasin nacionalista? Por qu la Internacional no pudo conservarse

  • 35 fiel a sus principios de solidaridad clasista? Veamos las circunstancias que dictaron la conducta socialista. Declaracin de los diputados alemanes en el parlamento el 4 de agosto. Catorce votos, contra. Declaracin de los socialistas franceses en el parlamento el 6 de agosto. En Francia, nacin agredida, la adhesin fue ms ardorosa, ms viva. La actitud de los dems partidos obreros. "De la Segunda a la Tercera Inter-nacional". La conducta de los socialistas italianos reclama especial mencin. Manifestaron mayor lealtad al internacionalismo. El 26 de julio, manifiesto socialista. Lucha entre neutralistas e intervencionistas. Los fautores socialistas del intervencionismo. Arturo Labriola. Benito Mussolini. Ancdota de ambos. Frmula de los socialistas italianos: "Ni adherirse a la guerra ni sabotearla": Declaracin socialista en la Cmara. La reunin de Zimmerwald en setiembre de 1915. Asistieron delegaciones alemana, francesa, italiana, rusa, polaca, balcnica, sueca, noruega, holandesa y suiza. Inglaterra neg los pasaportes. Lenin. El manifiesto de Zimmerwald primer despertar de la conciencia proletaria. Pero este llamamiento no repercuta en todas las conciencias proletarias. Los fieles, en minora. La unin sagrada. El frente nico nacional. Tregua de la lucha de clases. Un solo partido: el de la defensa nacional. Para asegurarse al proletariado, la burguesa le dio participacin en el poder. Algunas concesiones al programa mnimo. La guerra exiga la mayor disciplina nacional posible. Libertades restringidas. Esta poltica pareci la inauguracin de la era socialista. Guerra revolucionaria. El Estado subsidiaba a las familias de los combatientes, ofreca a bajo precio el pan y subvencionaba largamente a la industria. Trabajo abundante bien remunerado. Con esto se adormeca en las masas la idea de la injusticia social, se atenuaban los motivos de la lucha de clases. El proletariado no se fijaba en que esta prodigalidad del Estado acumulaba cargas para el por-

  • 36 venir. Concluida la guerra, los vencidos pagaran. Que el pueblo combatiese hasta el fin. Haba que vencer. Los aliados ms que prdica de intereses, prdica de ideales. El pueblo ingls, crea combatir en defensa de los pueblos dbiles. El pueblo francs contra la barbarie, la autocracia, el medioevalismo. El odio al boche. La fuerza de los aliados consisti, precisamente, en estos mitos. Para los austro-alemanes, guerra militar. Para los aliados, guerra santa, cruzada por grandes y sacros ideales humanos. Los lderes, en gran parte, prestaron su concurso a esta propaganda. Adhesin efectiva de gran parte del proletariado. No hablaban slo los polticos de la burguesa. En Austria y Alemania la adhesin era menos slida. Guerra de defensa nacional. Las minoras paci-fistas ms fuertes. Liebknecht, etc., disponan de mayor ambiente. Alemania rodeada de enemigos. Sensacin victoria. En nombre defensa nacional y esperanza victoria, Alemania dispona de argumentos suficientes. Todas estas circunstancias hicieron que durante cuatro aos los proletarios europeos se asesinasen los unos a los otros. As fracas la Segunda Interna-cional. La experiencia ensea, que dentro de este rgimen las guerras no son inevitables. La democracia capitalista, la paz armada, la poltica de equilibrio, la diplomacia secreta. Se incuba permanentemente la guerra. Y el proletariado no puede hacer nada. Ahora la experiencia del conflicto franco-alemn. Pesan an demasiados intereses y sentimientos nacionalistas. Conforme a estas duras lecciones para combatir la guerra, no basta el grito de abajo la guerra. Grito de la II Internacional, de todos sus congresos, hasta de los pacifistas tipo Wilson. El grito del proletariado: Viva la sociedad proletaria. Pensemos en construirla. Y la gran frase de Jaurs no debe apartarse de nuestro recuerdo: Hay que impedir que el espectro de la guerra salga cada seis meses de su sepulcro para aterrorizar al mundo.

  • 37 La resea periodstica: EN LA UNIVERSIDAD POPULAR GONZLEZ PRADA TERCERA CONFERENCIA DE MARIATEGUI SOBRE LA CRISIS MUNDIAL* Con motivo de la tercera conferencia de Jos Carlos Maritegui sobre la historia de la crisis mundial, la sala de la Federacin de Estudiantes donde funciona la Universidad Popular Gonzlez Prada, estuvo extraordinariamente concurrida. Hubo en ella numerossimo auditorio de estudiantes y trabajadores. Maritegui al iniciar su conferencia, record que en su anterior, examinadas las causas econmicas y polticas del conflicto, haba entrado en la exposicin de la conducta de los partidos socialistas y las organizaciones sindicales en la guerra mundial. La guerra -dijo- encontr impreparada a la Segunda Interna-cional. La Segunda Internacional no tena un programa de accin concreto y prctico para asegurar la paz. En 1907, en el Congreso Internacional de Stuttgart, se trat la poltica colonial y de las guerras imperialistas. Y se aprob una declaracin pacifista y revolucionaria de Lenin y Rosa Luxem-burgo. En 1910, en el Congreso de Copenhague, Vaillant y Keir Nardi, propusieron que, en el caso de la guerra inminente, los obreros proclamaran la huelga general, al menos en la industria de municiones. Pero se decidi dejar la cuestin al Congreso siguiente que deba reunirse en Viena en Agosto de 1914. El Bureau Internacional de Bruselas qued encargado, entre tanto, de abrir una encuesta entre los partidos socialistas sobre la forma de evitar la guerra. En 1912, las inquietudes y las amenazas reinantes exigieron la convocatoria de un -------------- * El Tiempo, pg. 7. Lima, 28 de junio de 1923. (La Crnica, N 4059, pg. 12 del lunes 2 de julio de 1923, reproduce esta versin con muy ligeras variantes formales).

  • 38 congreso extraordinario. Este congreso se reuni en Basilea en Noviembre, pero no sali sino de l un brillante manifiesto pacifista. Nuevamente la cuestin tcnica de los medios de defender la paz fue dejada al Congreso de Viena. Antes de que llegase la fecha de esta conferencia, sobrevino el incidente de Sarajevo. El 20 de julio, casi en vsperas de la guerra, la Oficina Internacional de Bruselas se reuni, convocada de urgencia, y resolvi apre-surar el congreso internacional celebrndolo en Paris el 9 de agosto en vez de celebrarlo en Viena el 23. Pero la guerra, ya incontenible, estall antes. El Congreso de Pars, que Jaurs aguardaba como una afirmacin de la voluntad de paz y de justicia del proletariado, no pudo efectuarse. Pas Maritegui a ocuparse de la actitud de los diversos partidos socialistas de Europa durante la guerra y de las condiciones polticas ambientales dentro de las cuales actuaron. Habl de la conferencia socialista internacional de Zimmerwald en 1915, primer gesto internacional de protesta proletaria contra la guerra. En ella no estuvieron representadas sino las pequeas minoras pacifistas de las naciones beligerantes. El estruendo de la guerra ahogaba las voces de fraternidad universal. Y ahogaba hasta las voces de unidad moral de Europa. En todas las naciones beligerantes se haba formado la "unin sagra-da", o sea el frente nico nacional contra el enemigo. Explic Maritegui las razones de la adhesin de los socialistas y los sindicatos a la "unin sagrada". El proletariado fue llamado a participar en el poder. Hubo algunas concesiones aparentes y otras concesiones reales al programa mnimo del socialismo. Las necesidades de la guerra exigan que el Estado asumiese o interviniese en todas las funciones sociales. La libertad de industria, la libertad de comercio fueron restringidas. Fueron indispensables muchos sacrificios del individualismo. Las doctrinas liberales anduvieron de capa

  • 39 cada. El Estado lo controlaba todo, lo fiscalizaba todo. Esta poltica de intervencionalismo, de estadismo, pareci a muchos la inauguracin de una era de realizaciones socialistas. Y se dijo que la guerra era una guerra revolucionaria. Adems, el Estado empleaba una parte del dinero de los emprstitos de guerra en subsidiar a las familias de los combatientes, al ofrecer al pueblo a bajo precio el pan y otros artculos de primera necesidad y en enriquecer a la industria, que, convertida en industria de guerra, no regateaba altos salarios a sus trabajadores. La caresta estaba, pues, limitada; la mano de obra, solicita-da; el trabajo, bien remunerado. Estas circunstancias adormecan en las clases trabajadoras la idea de la injusticia social, atenuaban, al menos, las causas y los estmulos de la lucha, de clases. El proletariado no se fijaba en que esta prodigalidad del Estado le acumulaba cargas para el porvenir; en que el Estado se endeudaba fantsticamente y, concluida la guerra, tendra que recurrir a una poltica de estricta economa fiscal; ni en que la industria, pasado el perodo de las pinges utilidades blicas, tendra que reducir los salarios. El proletariado no pensaba en las sombras del porvenir. Y, en todo caso, all estaban los gobiernos para decirles que los vencidos pagaran la deuda de los vencedores. Que, justamente por esto, haba que combatir hasta el fin. Para no sufrir las consecuencias econmicas de la guerra bastaba vencer, el vencedor se resarcira de sus gastos y sacrificios a costa del vencido. Los Estados aliados, por otra parte, se aseguraban la adhesin del proletariado a la guerra, ms que con una prdica de intereses con una prdica de ideales. Para los pueblos aliados la guerra fue una guerra santa, una cruzada caba-lleresca por grandes y sacros ideales humanos. Para los austro-alemanes la guerra no fue sino una guerra militar, una guerra de defensa nacional. Maritegui dijo, terminando, que dejaba ex-

  • 40 puestas sumariamente las circunstancias que dictaron la conducta de los socialistas durante la guerra. As fue como fracas la Segunda Internacional. Y agreg que, dentro del rgimen capitalista, se incuba permanentemente la guerra. Sus palabras finales fueron largamente aplaudidas. La cuarta conferencia sobre la crisis mundial tendr lugar el prximo viernes, que, como ya hemos anunciado, ha sido elegido el da para estas conferencias.

  • 41 CUARTA CONFERENCIA* LA INTERVENCION DE ITALIA EN LA GUERRA YO no olvido durante mis lecciones que este curso es, ante todo, un curso popular, un curso de vulgarizacin. Trato de emplear siempre un lenguaje sencillo y claro y no un lenguaje complicado y tcnico. Pero, con todo, al hablar de tpicos polticos, econmicos, sociales no se puede prescindir de ciertos trminos que tal vez no son comprensibles a todos. Yo uso lo menos que puedo la terminologa tcnica; pero en muchos casos tengo que usarla, aunque siempre con mucha parquedad. Mi deseo es que esta clase sea accesible no slo a los iniciados en ciencias sociales y ciencias econmicas sino a todos los trabajadores de espritu atento y estudioso. Y, por eso, cuando uso lxico oscuro, cuando uso trminos poco usuales en el lenguaje vulgar, lo hago con mucha medida. Y trato de que estos perodos de mis lecciones resulten, en el peor de los casos, parntesis pasaje-ros, cuya comprensin no sea indispensable para seguir y asimilar las ideas generales del curso. Esta advertencia me parece til, de una parte para que los iniciados en ciencias sociales y econmicas se expliquen por qu, en muchos casos, no recurro a una terminologa tcnica que consentira mayor concisin en la exposicin de las ideas y en el comentario de los fenmenos; y de otra parte, no obstante mi voluntad, por qu no puedo en muchos casos emplear un lenguaje popular y elemental. A los no iniciados debo recordarles tambin -------------- * Pronunciada el viernes 6 de julio de 1923 en el local de la Federacin de Estudiantes. Publicada en Amauta N 32. Lima agosto-setiembre de 1930. La Crnica en su edicin del 8 de julio de 1923 dio una resea periodstica.

  • 42 que stas son clases y no discurso. Por fuerza tienen que parecer a veces un poco ridas. En las anteriores conferencias, primero al examinar la mentalidad de ambos grupos beligerantes y, luego, al examinar la conducta de los partidos socia-listas y organizaciones sindicales, hemos determinado el carcter de la guerra mundial. Y hemos visto por qu sus ms profundos comentadores la han llamado guerra absoluta; Guerra absoluta, esto es guerra de naciones, guerra de pueblos y no guerra de ejrcitos. Adriano Tilgher llega a la siguiente conclusin: La guerra absoluta ha sido vencida por aquellos gobiernos que han sabido conducirla con su mentalidad adecuada, dndole fines capaces de resultar mitos, estados de nimo, pasiones y sentimientos populares, en este sentido nadie ms que Wilson, con su predicacin cuquero-democrtica* ha contribuido a reforzar los pueblos de la Entente en la persuasin inconmovible de la justicia de su causa y en el propsito de continuar la guerra hasta la victoria final. Quien, en cambio, ha conducido la guerra absoluta con menta-lidad de guerra diplomtica o relativa o ha sido vencido (Rusia, Austria, Alemania) o ha corrido gran riesgo de serlo (Italia). Esta conclusin de Adriano Tilgher define muy bien la significacin principal de la intervencin de los Estados Unidos, as como la fisonoma de la guerra italiana. Me ha parecido, por esto, oportuno, citarla al iniciar la clase de esta noche, en la cual nos ocuparemos, primeramente, de la intervencin italiana y de la intervencin norteamericana. Italia intervino en la guerra, ms en virtud de causas econmicas que en virtud de causas diplomticas y polticas. Su suelo no le permita alimentar con sus propios productos agrcolas sino, escasamente, a dos tercios de su poblacin. Italia tena que importar trigo y otros artcu- -------------- * Cuquero, secta protestante, fundada en Inglaterra en el siglo XVII, por Guillermo Fox; pero fue William Penn quien la introdujo en los Estados Unidos.

  • 43 los indispensables a un tercio de su poblacin, y tena, al mismo tiempo, que exportar las manufacturas, las mercaderas, los productos de su trabajo y de su industria en proporcin suficiente para pagar ese trigo y esos artculos ali-menticios y materias primas que le faltaban. Por consiguiente, Italia estaba a merced, como est tambin hoy, de la potencia duea del dominio de los mares. Sus importaciones y sus exportaciones, indispensables a su vida, dependan, en una palabra, de Inglaterra. Italia careca de libertad de accin. Su neutralidad era imposible. Italia no poda ser, como Suiza, como Holanda, una espectadora de la guerra. Su rol en la poltica europea era demasiado considerable para que, desencadenada una guerra continental, no la arrastrase. No habindose puesto al lado de los austro-hngaros, era inevitable para Italia ponerse al lado de los aliados. Italia era verdadera prisionera de las naciones aliadas. Estas circunstancias condujeron a Italia a la intervencin. Las razones diplo-mticas eran, comparativamente, de menor cuanta. Probablemente no habran bastado para obligar a Italia a la intervencin. Pero sirvieron, por supuesto, para que los elementos intervencionistas crearan una corriente de opinin favorable a la guerra. Los elementos intervencionistas eran en Italia de dos clases. Los unos se inspiraban en ideales nacionalistas y revanchistas y vean en la guerra ocasin de reincorporar a la nacin italiana los territorios irre-dentos de Trento y Trieste. Vean, adems, en la guerra, una aventura militar, fcil y gloriosa, destinada a engrandecer la posicin de Italia en Europa y en el mundo. Los otros elementos intervencionistas se inspiraban en ideales democrticos, anlogos a los que ms tarde patrocin Wilson, y vean en la guerra una cruzada contra el militarismo prusiano y por la libertad de los pueblos. El gobierno italiano tuvo en cuenta los ideales de los nacionalistas al concertar la intervencin de Italia en la guerra. Entre los aliados e Italia se suscribi el pacto

  • 44 secreto de Londres. Este pacto secreto, este clebre Pacto de Londres, publicado despus por los bolcheviques, estableca la parte que tocara a Italia en los frutos de la victoria. Este pacto, en suma, empequeeca la entrada de Italia en la guerra. Italia no intervena en la guerra en el nombre de un gran ideal, en el nombre de un gran mito, sino en el nombre de un inters nacional. Pero sta era la verdad oculta de las cosas. La verdad oficial era otra. Conforme a la verdad oficial, Italia se bata por la libertad de los pueblos dbiles, etc. En una palabra, para el uso interno se adoptaban las razones de los intervencionistas nacionalistas y revanchistas; para el uso externo se adoptaban las razones de los intervencionistas democrticos. Y se callaba la razn fundamental: la necesidad en que Italia se encontraba o se hallaba de intervenir en la contienda, en la imposibilidad material de permanecer neutral. Por eso dice Adriano Tilgher que, en un principio, la guerra italiana fue conducida con mentalidad de guerra relativa, de guerra diplomtica. Las consecuencias de esta poltica se hicieron sentir muy pronto. Durante la primera fase de la guerra italiana, hubo en Italia una fuerte corriente de opinin neutralista. No solamente eran adversos a la guerra los socialistas. Tambin lo eran los giolittianos, Giolitti y sus partidarios, o sea un numeroso grupo burgus. Justamente la existencia de este ncleo de opinin burguesa neutralista consinti a los socialistas actuar con mayor libertad, con mayor eficacia, dentro de un ambiente blico menos asfixiantemente blico que los socialistas de los otros pases beligerantes. Los socialistas aprovecha-ron de esta divisin del frente burgus para afirmar la voluntad pacifista del proletariado. La "unin sagrada", la fusin de todos los partidos en uno solo, el Partido de la Defensa Nacional, no era, pues, completa en Italia. El pueblo italiano no senta unnimemente la guerra. Fueron estas causas polticas, estas causas psicolgicas, ms que toda causa militar, las que ori-

  • 45 ginaron la derrota de Caporetto,* la retirada desastrosa de las tropas italianas ante la ofensiva austro-hngara. Y la prueba de esto la tenemos en la segunda fase de la guerra italiana. Despus de Caporetto, hubo una reaccin en la poltica, en la opinin italiana. El pueblo empez a sentir de veras la necesidad de empear en la guerra todos sus recursos. Los neutralistas giolittianos se adhirieron a la "unin sagrada". Y desde ese momento no fue ya slo el ejrcito italiano, respaldado por un gobierno y una corriente de opinin intervencionista, quien combati contra los austro-alemanes. Fue casi todo el pueblo italiano. La guerra dej de ser para Italia guerra relativa. Y empez a ser guerra absoluta. Comentadores superficiales que atribuyeron a la derrota de Caporetto causas exclusivamente militares, atribuyeron luego a la reaccin italiana causas militares tambin. Dieron una importancia exagerada a las tropas y a los recursos militares enviados por Francia al frente italiano. Pero la historia objetiva y documentada de la guerra italiana nos ensea que estos refuerzos fueron, en verdad, muy limitados y estuvieron destinados, ms que a robus-tecer numricamente el ejrcito italiano, a robustecerlo moralmente. Resulta, en efecto, que Italia, en cambio de los refuerzos franceses recibidos, envi a Francia algunos refuerzos italianos. Hubo canje de tropas entre el frente italiano y el frente francs. Todo esto tuvo una importancia secundaria en la reorganizacin del frente italiano. La reaccin italiana no fue una reaccin militar; fue una reaccin moral, una reaccin poltica. Mientras fue dbil el frente poltico italiano, fue dbil tambin el frente militar. Desde que empez a ser fuerte el frente poltico, empez a -------------- * El 23 de setiembre de 1917, el ejrcito italiano sufri un grave contraste militar frente al ejrcito alemn, al mando del General Otto von Bellow, en un frente de 25 kilmetros cuyo punto central era Caporetto, quedando en poder de ste 200,000 prisioneros italianos: 1800 caones y gran cantidad de pertrechos y municiones.

  • 46 ser fuerte tambin el frente militar. Porque, as en este aspecto de la guerra mundial, como en todos sus otros grandes aspectos, los factores polticos, los factores morales, los factores psicolgicos tuvieron mayor trascendencia que los factores militares. La confirmacin de esta tesis la encontraremos en el examen de la eficacia de la intervencin americana. Los Estados Unidos aportaron a los aliados no slo un valioso concurso moral y poltico. Los discursos y las proclamas de Wilson debilitaron el frente alemn ms que los soldados norteamericanos y ms que los materiales de guerra americanos, es decir, norteamericanos. As lo acreditan los documentos de la derrota alemana. As lo establecen varios libros autorizados, entre los cuales citar, por ser uno de los ms conocidos, el libro de Francisco Nitti Europa sin paz.* Los discursos y las proclamas de Wilson socavaron profundamente el frente austro-alemn. Wilson hablaba del pueblo alemn como de un pueblo hermano. Wilson deca: (Nosotros no hacemos la guerra contra el pueblo alemn, sino contra el militarismo prusiano. Wilson prometa al pueblo alemn una paz sin anexiones ni indemnizaciones. Esta propaganda, que repercuti en todo el mundo, creando un gran volumen de opinin en favor de la causa aliada, repercuti tambin en Alemania y Austria. El pueblo alemn sinti que la guerra no era ya una guerra de defensa nacional. Austria, naturalmente, fue conmovida mucho ms que Alemania por la propaganda wilsoniana. La propaganda wilsoniana estimul en Bohemia, en Hungra, en todos los pueblos incorporados por la fuerza al Imperio Austro-Hngaro, sus antiguos ideales de independencia nacional. Los efectos de este debilitamiento del frente poltico alemn y del frente poltico austraco tenan que manifestarse, necesariamente, a rengln seguido del primer quebranto militar. Y -------------- * Ver el ensayo de Jos Carlos Maritegui sobre F. Nitti en La Escena Contempornea.

  • 47 as fue. Mientras el gobierno alemn y el gobierno austraco pudieron man-tener con vida la esperanza de la victoria, pudieron, tambin, conservar la adhesin de sus pueblos a la guerra. Apenas esa esperanza empez a desaparecer las cosas cambiaron. El gobierno alemn y el gobierno austraco perdieron el control de las masas, minadas por la propaganda wilsoniana. La ofensiva de los italianos en el Piave encontr un ejrcito enemigo poco dispuesto a batirse hasta el sacrificio. Divisiones enteras de checo-eslavos capitularon. El frente austraco se deshizo. Y este desastre militar y moral reson inmediatamente en el frente alemn. El frente alemn estaba, no obstante la vigorosa ofensiva alemana, militarmente intacto. Pero el frente alemn estaba, en cambio, poltica y moralmente quebrantado y franqueado. Hay documentos que describen el estado de nimo de Alemania en los das que precedieron a la capitulacin. Entre esos documentos citar las Memorias de Ludendorff, las Memorias de Hindenburg y las Memorias de Erzberger, el lder del Centro Catlico alemn, asesinado por un nacionalista, por su adhesin a la Revolucin y a la Repblica Alemana y a la paz de Versalles. Tanto Ludendorff como Hindenburg y como Erzberger nos enteran de que el Kaiser, considerando nicamente el aspecto militar de la situacin, alent hasta el ltimo momento la esperanza de una reaccin del ejrcito alemn que permitiese obtener la paz en las mejores condiciones. El Kaiser pensaba: Nuestro frente militar no ha sido roto. Quienes lo rodeaban saban que ese frente militar, inexpugnable aparentemente al enemigo, estaba ganado por su propaganda poltica. No haba sido an roto materialmente; pero s invalidado moralmente. Ese frente militar no estaba dispuesto a obedecer a sus generalsimos y a su gobierno. En las trincheras germinaba la revolucin. Hasta ahora los alemanes pangermanistas, los alemanes nacionalistas afirman orgullosamente: Alemania no fue vencida militarmente. Es

  • 48 que esos pangermanistas, esos nacionalistas, tienen el viejo concepto de la guerra relativa, de la guerra militar, de la guerra diplomtica. Ellos no ven del cuadro final de la guerra sino lo que el Kaiser vio entonces: el frente militar alemn intacto. Su error es el mismo error de los comentadores superficiales que vieron en la derrota italiana de Caporetto nicamente las causas militares y que vieron, ms tarde, en la reorganizacin del frente italiano, nicamente causas militares. Esos nacionalistas, esos pangermanistas, son impermeables al nuevo concepto de la guerra absoluta. Poco importa que la derrota de Alemania no fuese una derrota militar. En la guerra absoluta la derrota no puede ser una derrota militar sino una derrota al mismo tiempo poltica, moral, ideolgica, porque en la guerra absoluta los factores militares estn subordinados a los factores polticos, morales e ideolgicos. En la guerra absoluta la derrota no se llama derrota militar, aunque no deje de serlo; se llama derrota, simplemente. Derrota sin adjetivo, porque su definicin nica es la derrota integral. Los grandes crticos de la guerra mundial no son, por esto, crticos militares. No son los generalsimos de la victoria ni los generalsimos de la derrota. No son Foch ni Hindenburg, Daz ni Ludendorff. Los grandes crticos de la guerra mundial, son filsofos, polticos, socilogos. Por primera vez la victoria ha sido cuestin de estrategia ideolgica y no de estrategia militar. Desde ese punto de vista, vasto y panormico, puede decirse, pues, que el generalsimo de la victoria ha sido Wilson. Y este concepto resume el valor de la intervencin de los Estados Unidos. No haremos ahora el examen del programa wilsoniano; no haremos ahora la crtica de la gran ilusin de la Liga de las Naciones. De acuerdo con el programa de este curso, que agrupa los grandes aspectos de la crisis mundial, con cierta arbitrariedad cronolgica, necesaria para la mejor apreciacin panormica, dejaremos es-

  • 49 tas cosas para la clase relativa a la paz de Versalles. Mi objeto en esta clase ha sido slo el de fijar rpidamente el valor de la intervencin de los Estados Unidos como factor de la victoria de los aliados. La ideologa de la intervencin americana, la ideologa de Wilson,* requiere examen aparte. Y este examen particular tiene que ser conectado con el examen de la paz de Versalles y de sus consecuencias econmicas y polticas. Hoy dedicaremos los minutos que an nos quedan al estudio de aquel otro trascendental fenmeno de la guerra: la revolucin rusa y la derrota rusa. Echaremos una ojeada a los preliminares y a la fase social-democrtica de la Revolucin rusa. Veremos cmo se lleg al gobierno de Kerensky. En la conferencia anterior, al exponer la conducta de los partidos socialistas de los pases beligerantes, dije cul haba sido la posicin de los socialistas rusos frente a la conflagracin. En Rusia, la mayora del movimiento obrero y socialista fue contraria a la guerra. El grupo acaudillado por Plejanov no crea que la victoria robustecera al zarismo; pero la mayora socialista y sindicalista comprendi que le tocaba combatir en dos frentes: contra el imperialismo alemn y contra el zarismo. Muchos socialistas rusos fueron fieles a la declaracin del Congreso de Suttgart que fij as el deber de los socialistas ante la guerra: trabajar por la paz y aprovechar de las consecuencias econmicas y polticas de la guerra para agitar al pueblo y apresurar la cada del rgimen capitalista. El gobierno zarista, es casi intil decirlo, conduca la guerra con el criterio de guerra relativa, de guerra militar, de guerra diplomtica. La guerra rusa no contaba con la adhesin slida del pueblo ruso. El frente poltico interno era en Rusia menos fuerte que en ningn otro pas -------------- * Ver el ensayo dedicado a Wilson por Jos Carlos Maritegui en La Escena Contempornea.

  • 50 beligerante. Rusia fue, sin duda, por estas razones, la primera vencida. Dentro de la burguesa rusa haba elementos democrticos y pacifistas in-conciliables con el zarismo. Y dentro de la corte del Zar haba conspiradores germanfilos que complotaban en favor de Alemania. Todas estas circuns-tancias hacan inevitables la derrota y la revolucin rusas. Un interesante documento de los das que precedieron a la Revolucin es el libro de Mauricio Paleologue, La Rusia de los Zares durante la Gran Guerra. Mauricio Paleologue era el embajador de Francia ante el Zar. Fue un explorador cercano de la cada del absolutismo ruso. Asisti a este espectculo desde un palco de avant scene.* Las pginas del libro de Mauricio Paleologue describen el ambiente oficial ruso del periodo de incubacin revolucionaria. Los hombres del zarismo presintieron anticipadamente la crisis. La presintieron igualmente los representantes diplomticos de las potencias aliadas. Y el empeo de unos y otros se dirigi no a conjurarla, porque habra sido vano intento, sino a encauzarla en la forma menos daina a sus respectivos intereses. Los embajadores aliados en Petrogrado trataban con los miembros aliadfilos del rgimen zarista y con los elementos aliadfilos de la democracia y de la social-democracia rusas. Paleologue nos cuenta cmo en su mesa coman Milukoff, el lder de los Kadetes,** y otros lderes de la democracia rusa. El rgimen zarista careca de autoridad moral y de capacidad poltica para manejar con acierto los negocios de la guerra. Cerca de la Zarina intrigaba una camarilla germanfila. La Zarina, de temperamento mstico y fantico, era gobernada por el monje Rasputn, por aquella extraa figura, alrededor de la cual se tejieron tantas leyendas y se urdieron tantas fantasas. El ejrcito se hallaba en condiciones morales y materiales desastrosas. Sus servicios de aprovi- -------------- * Palco del proscenio. ** Partido poltico burgus que anhelaba una Constitucin liberal para Rusia. Se llamaba Constitucional Demcrata.

  • 51 sionamiento, amunicionamiento, transporte, funcionaban caticamente. El descontento se extenda entre los soldados. El Zar, personaje imbcil y medioeval, no permita ni tampoco perciba la vecindad de la catstrofe. Dentro de esta situacin se produjo el asesinato del monje Rasputn, favorito de la Zarina, papa negro del zarismo. El Zar orden la prisin del prncipe Dimitri, acusado del asesinato de Rasputn. Y comenz entonces un conflicto entre el Zar y los personajes aliadfilos de la Corte que, avisadamente, presentan los peligros y las amenazas del porvenir. La nobleza demand la libertad del prncipe Dimitri. El Zar se neg diciendo: Un asesinato es siempre un asesinato. Eran das de gran inquietud para la aristocracia rusa, que arrojaba sobre la Zarina la responsabilidad de la situacin. Algunos parientes del Zar se atrevieron a pedirle el alejamiento de la Zarina de la Corte. El Zar resolvi tomar una actitud medioevalmente caballeresca e hidalga. Pens que todos se confabulaban contra la Zarina porque era extranjera y porque era mujer. Y resolvi cubrir las responsabilidades de la Zarina con su propia responsabilidad. La suerte del Imperio Ruso estaba en manos de este hombre insensato y enfermo. La Zarina, alucinada y delirante, dialogaba con el espritu de Rasputn y recoga sus inspiraciones. El monje Rasputn, a travs de la Zarina, inspiraba desde ultratumba al Zar de todas las Rusias. No haba casi en Rusia quien no se diese cuenta de que una crisis poltica y social tena necesariamente que explosionar de un momento a otro. Vale la pena relatar una curiosa ancdota de la corte rusa. Paleologue, el embajador francs, y su secretario, estuvieron invitados a almorzar el 10 de enero de 1917, el ao de la Revolucin, en el palacio de la gran duquesa Mara Pawlova. Paleologue y su secretario subieron la regia escala del palacio. Y al entrar en el gran saln no encontraron en l sino a una dama de honor de la gran duquesa: la seorita Olive. La seorita

  • 52 Olive, de pie ante la ventana del saln, contemplaba pensativamente el panorama del Neva, en el cual se destacaban la catedral de San Pedro y San Pablo y las murallas de la Fortaleza, la prisin del Estado. Paleologue interrumpi cortsmente a la seorita Olive: Yo acabo de sorprender, si no vuestros pensamientos, al menos la direccin de vuestros pensamientos. Me parece que Ud. mira muy atentamente la prisin. Ella respondi: Si; yo contemplaba la prisin. En das como stos no puede uno guardarse de mirarla. Y luego agreg, dirigindose al secretario: Seor de Chambrun, cuando yo est all, enfrente, sobre la paja de los calabozos, vendr Ud. a verme?. La joven dama de honor, probablemente lectora voluptuosa y espeluznada de la historia de la Revolucin Francesa, prevea que a la nobleza rusa le estaba deparado el mismo destino de la nobleza francesa del siglo dieciocho y que ella como, en otros tiempos, otras bellas y elegantes y finas damas de honor, estaba destinada a una trgica y sombra residencia en un calabozo de alguna Bastilla ttrica. Los das de la autocracia rusa estaban contados. La aristocracia y la burguesa trabajaban porque la cada del zarismo no fuese tambin su cada. Los representantes aliados trabajaban porque la transicin del rgimen zarista a un rgimen nuevo no trajese un perodo de anarqua y de desorden que invalidase a Rusia como potencia aliada. Indirectamente, la aristocracia divorciada del Zar, la burguesa y los embajadores aliados no hacan otra cosa que apresurar la revolucin. Interesados en canalizar la revolucin, en evitar sus desbordes y en limitar su magnitud, contribuan todos ellos a acrecentar los grmenes revolucionarios. Y la revolucin vino. El poder estuvo fugazmente en poder de un prncipe de la aristocracia aliadfila. Pero la accin popular hizo que pasara en seguida a manos de hombres ms prximos a los ideales revolucionarios de las masas. Se cons-

  • 53 truy, a base de Socialistas Revolucionarios* y de mencheviques,** el gobierno de coalicin de Kerensky. Kerensky era una figura anmica del revolucionarismo ruso. Miedoso de la revolucin, temeroso de sus extremas consecuencias, no quiso que su gobierno fuera un gobierno exclusivamente obrero, exclusivamente proletario, exclusivamente socialista. Hizo, por eso, un gobierno de coalicin de los Socialistas Revolucionarios y de los men-cheviques con los kadetes y los liberales.*** Dentro de este ambiente indeciso, dentro de esta situacin vacilante, dentro de este rgimen estructuralmente precario y provisional, fue germinada, poco a poco, la Revolucin Bolchevique. En la prxima clase veremos cmo se prepar, cmo se produjo este gran acontecimiento, hacia el cual convergen las miradas del proletariado uni-versal, que por encima de todas las divisiones y de todas las discrepancias de doctrina contempla, en la Revolucin rusa, el primer paso de la humanidad hacia un rgimen de fraternidad, de paz y de justicia. -------------- * Partido de tendencias utpicas y anrquicas que utilizaba el terrorismo como medio de accin. ** Despus del II Congreso de la Social-Democracia rusa, realizado en Londres, en 1903, se denomin mencheviques (minora) a quienes se opusieron a los partidarios de Lenin (bolcheviques: mayora) que vencieron en la eleccin de los organismos centrales del Partido. *** Sector poltico que bregaba por dar una Constitucin a la Rusia zarista.

  • 54 QUINTA CONFERENCIA* LA REVOLUCION RUSA CONFORME al programa de este curso de Historia de la Crisis Mundial, el tema de la conferencia de esta noche es la Revolucin Rusa. El programa del curso seala a la conferencia de esta noche el siguiente sumario: La Revolu-cin Rusa. Kerenski. Lenin. La Paz de Brest Litovsk. Rusia y la Entente despus de la Revolucin. Proceso inicial de creacin y consolidacin de las instituciones rusas. Antes de disertar sobre estos tpicos, considero oportuna una advertencia. Las cosas que yo voy a decir sobre la Revolucin Rusa son cosas elementales. Mejor dicho, son cosas que a otros pblicos les pareceran demasiado elemen-tales, demasiado vulgarizadas, demasiado repetidas, porque esos pblicos han sido abundantemente informados sobre la Revolucin Rusa, sus hombres, sus episodios. La Revolucin Rusa ha interesado y contina interesando, en Europa, a la curiosidad unnime de las gentes. La Revolucin Rusa ha sido, y contina siendo, en Europa, un tema de estudio general. Sobre la Revolucin Rusa se han publicado innumerables libros. La Revolucin Rusa ha ocupado puesto de primer orden en todos los diarios y en todas las revistas europeas. El estudio de este acontecimiento no ha estado sectariamente reservado a sus partidarios, a sus propagandistas: ha sido abordado por todos los hombres investigadores, por todos los hombres de alguna curiosidad intelectual. Los principales rganos de la burguesa europea, los ms grandes rotativos del capitalismo -------------- * Pronunciada el viernes 13 de julio de 1923 en el local de la Federacin de Estudiantes (Palacio de la Exposicin). La Crnica del mircoles 18 de julio de 1923 publica una breve resea periodstica.

  • 55 europeo, han enviado corresponsales a Rusia, a fin de informar a su pblico sobre las instituciones rusas y sobre las figuras de la Revolucin. Natural-mente, esos grandes diarios han atacado invariablemente a la Revolucin Rusa, han hecho uso contra ella de mltiples armas polmicas, pero sus corresponsales, no todos naturalmente, pero s muchos de ellos, han hablado con alguna objetividad acerca de los acontecimientos rusos. Se han com-portado como simples cronistas de la situacin de Rusia. Y esto ha sido, evidentemente, no por razones de benevolencia con la Revolucin Rusa, sino porque esos grandes diarios informativos, en su concurrencia, en su com-petencia por disputarse a los lectores, por disputarse la clientela, se han visto obligados a satisfacer la curiosidad del pblico con alguna seriedad y con alguna circunspeccin. El pblico les reclamaba informaciones ms o menos serias y ms o menos circunspectas sobre Rusia, y ellos, sin disminuir su aversin a la Revolucin Rusa, tenan que darle al pblico esas informaciones ms o menos serias y ms o menos circunspectas. A Rusia han ido corresponsales de la Prensa Asociada de Nueva York, corresponsales del Corriere della Sera,* del Messaggero** y otros grandes rotativos burgueses de Italia, corresponsales del Berliner Tageblatt,* * * el gran diario demcrata de Teodoro Wolf, corresponsales de la prensa londi-nense. Han ido adems, muchos grandes escritores contemporneos. Uno de ellos ha sido Wells. Lo cito al azar, lo cito porque la resonancia de la visita de Wells a Rusia y del libro que escribi Wells, de vuelta a Inglaterra, ha sido universal, ha sido extenssima, y porque Wells no es, ni aun entre nosotros, sospechoso de Bolcheviquismo. Urgidas por la demanda del pblico estudioso, las grandes casas editoriales de Pars, de Londres, -------------- * Correo de la tarde. ** Mensajero. *** Hoja del Da Berlinesa, peridico del Partido Demcrata alemn, dirigido por Walther Rathenau. Propiciaba un entendimiento con los socialistas moderados, sobre la base de impedir el cambio violento de la economa alemana.

  • 56 de Roma, de Berln, han editado recopilaciones de las leyes rusas, ensayos sobre tal o cual aspecto de la Revolucin Rusa. Estos libros y estos opsculos, no eran obra de la propaganda bolchevique, eran nicamente un negocio editorial. Los grandes editores, los grandes libreros ganaban muy buenas sumas con esos libros y esos opsculos. Y por eso los editaban y difundan. Se puede decir que la Revolucin Rusa estaba de moda. As como es de buen tono hablar del relativismo y de la teora de Einstein, era de buen tono hablar de la Revolucin Rusa y de sus jefes. Esto en lo que toca al pblico burgus, al pblico amorfo. En lo que toca al proletariado, la curiosidad acerca de la Revolucin Rusa ha sido naturalmente, mucho mayor. En todas las tribunas, en todos los peridicos, en todos los libros del proletariado se ha comentado, se ha estudiado y se ha discutido la Revolucin Rusa. As en el sector reformista y social-democrtico como en el sector anarquista, en la derecha, como en la izquierda y en el centro de las organizaciones proletarias, la Revolucin Rusa ha sido incesantemente examinada y observada. Por estas razones, otros pblicos tienen un conocimiento muy vasto de la Revolucin Bolchevique, de las instituciones sovietistas, de la Paz de Brest Litovsk, de todas las cosas de que yo voy a ocuparme esta noche, y para esos pblicos mi conferencia sera demasiado elemental, demasiado rudimentaria. Pero yo debo tener en consideracin la posicin de nuestro pblico, mal informado acerca de este y otros grandes acontecimientos europeos. Respon-sabilidad que no es suya sino de nuestros intelectuales y de nuestros hombres de estudio que, realmente, no son tales intelectuales ni tales hombres de estudio sino caricaturas de hombres de estudio, caricaturas de intelectuales. Hablar, pues, esta noche, como periodista, Narrar, relatar, contar, escue-tamente, elementalmente, sin erudicin y sin literatura. * * * En la conferencia pasada, despus de haber examinado rpidamente la intervencin de Italia

  • 57 y la intervencin de Estados Unidos en la Gran Guerra, llegamos a la cada del zarismo, a los preliminares de la Revolucin Rusa. Examinemos ahora los meses del gobierno de Kerensky. Kerensky, miembro conspicuo del Partido Socialista-Revolucionario, a quien ya os he presentado, tal vez poco amable-mente, fue el jefe del gobierno ruso durante los meses que precedieron a la Revolucin de Octubre, esto es a la Revolucin Bolchevique. Kerensky presida el gobierno de coalicin de los Socialistas Revolucionarios y los Mencheviques con los Kadetes y los Liberales. Este gobierno de coalicin representaba a los grupos medios de la opinin rusa. Faltaban en esta coalicin, de un lado los monarquistas, los reaccionarios, la extrema derecha y, de otro lado, los Bolcheviques, los Revolucionarios Maximalistas, la extrema izquierda. La ausencia de la extrema derecha era una cosa lgica, una cosa natural. La extrema derecha era el partido derrocado. Era el partido de la familia real. En cambio, la presencia en la coalicin, y, por lo tanto, en el ministerio presidido por Kerensky, de elementos burgueses, de elementos capitalistas, como los Liberales y los Kadetes, converta la coalicin y converta el gobierno en una aleacin, en una amalgama, en un conglomerado heterogneo, anodino, incoloro. Se concibe un gobierno de conciliacin, un gobierno de coalicin, dentro de una situacin de otro orden. Pero no se concibe un gobierno de conciliacin dentro de una situacin revolucionaria. Un gobierno revolucionario tiene que ser, por fuerza, un gobierno de faccin, un gobierno de partido, debe repre-sentar nicamente a los ncleos revolucionarios de la opinin pblica; no debe comprender a los grupos intermedios, no debe comprender a los ncleos virtualmente, tcitamente conservadores. El gobierno de Kerensky adoleca, pues, de un grave defecto orgnico, de un grave vicio esencial. No encarnaba los ideales del proletariado ni los ideales de la burguesa. Viva de concesio-nes, de compromisos, con uno y otro bando. Un da ceda a la derecha; otro da ceda a la izquierda. Todo esto cabe, repito,

  • 58 dentro de una situacin evolucionista. Pero no cabe dentro de una situacin de guerra civil, de lucha armada, de revolucin violenta. Los bolcheviques atacaron, desde un principio, al gobierno de coalicin, y reclamaron la constitucin de un gobierno proletario, de un gobierno obrero, de un gobierno revolucionario en suma. Ahora bien, las agrupaciones proletarias, obreras, eran en Rusia cuatro. Cuatro eran los ncleos de opinin revolucionaria. Los Mencheviques, o sea los minimalistas, encabezados por Martov y Chernov, gente de alguna tradicin y colaboracionista. Los Socialistas-revolucionarios, a cuyas filas pertenecan Kerensky, Zaretelli y otros, que se hallaban divididos en dos grupos, uno de derecha, favorable a la coalicin con la burguesa, y el de la izquierda, inclinado a los Bolcheviques. Los Bol-cheviques o los maximalistas, el partido de Lenin, de Zinoviev y de Trotsky. Y los Anarquistas que, en la tierra de Kropoktin y de Bakunin, eran, natural-mente, numerosos En las tres primeras agrupaciones, mencheviques, social-revolucionarios y bolcheviques, se fraccionaban los socialistas. Porque, como es natural, en la poca de la lucha contra el zarismo todas estas fuerzas prole-tarias haban combatido juntas. Haba habido discrepancias de programa; pero comunidad de fuerzas y sobre todo de esfuerzos contra la autocracia absoluta de los zares. Cul era la posicin, cul era la fisonoma, cul era la fuerza de cada una de estas agrupaciones proletarias? Los mencheviques y los socialistas revolucio-narios dominaban en el campo, entre los trabajadores de la tierra. Sus ncleos centrales estaban hechos, ms que a base de obreros manuales, a base de elementos de la clase media, de hombres de profesiones liberales, abogados, mdicos, ingenieros, etc. El ala izquierda de los socialistas revolucionarios reuna, en verdad, a muchos elementos netamente proletarios y netamente clasistas, que, por esto mismo, se sentan atrados por la tctica y la tendencia bolcheviques, pero no se decidan a romper con el ala derecha de la agrupacin.

  • 59 Los hombres de la derecha y del centro, como Kerensky, eran los que representaban a los socialistas revolucionarios. Ambos partidos, Menche-viques y Socialistas Revolucionarios, no eran, pues, verdaderos partidos revolucionarios. No representaban al sector ms dinmico, ms clasista, ms homogneo del socialismo: el proletariado industrial, el proletariado de la ciudad. Los maximalistas eran dbiles en el campo; pero eran fuertes en la ciudad. Sus filas estaban constituidas a bases de elementos netamente proletarios. En el estado mayor maximalista prevaleca el elemento intelectual; pero la masa de los afiliados era obrera. Los maximalistas actuaban en contacto vivo, intenso, constante, con los trabajadores de las fbricas y de las usinas. Eran del partido del proletariado industrial de Petrogrado y Mosc. Los anarquistas eran tambin influyentes en el proletariado industrial; pero sus focos centrales eran focos intelectuales. Rusia era, tradicionalmente, el pas de la intelectualidad anarquista, nihilista. En los ncleos anarquistas predominaban intelectuales, estudiantes. Por supuesto, los anarquistas combatan tanto como los bolcheviques, y en algunos casos de acuerdo con stos, a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios de Kerensky. Este era el panorama poltico del proletariado ruso bajo el gobierno de Kerensky. Conforme a esta sntesis de la situacin, la mayora era de los socialistas revolucionarios y de los mencheviques coaligados. Las masas campesinas y la clase media estaban al lado de ellos. Y las masas campesinas significaban la mayora en la nacin agrcola, en una nacin poco industrializada como Rusia. Pero en cambio, los bolcheviques contaban con los elementos ms combativos, ms organizados, ms eficaces, con el proletariado industrial, con los obreros de la ciudad. Por otra parte, los mencheviques y los socialistas-revolucionarios no podan conservar su fuerza, su predominio en las masas campesinas si no satisfacan dos arraigados ideales, dos urgen-

  • 60 tes exigencias de esas masas: la paz inmediata y el reparto de tierras. El gobierno de Kerensky careca de libertad para una y otra cosa. Careca de libertad para la paz inmediata porque las potencias aliadas, de las cuales era ahijado y protegido, no le consentan entenderse separadamente con Alema-nia. Y careca de libertad para el reparto de las tierras a los campesinos porque su alianza con los kadetes y los liberales, sus compromisos con la burguesa, sus miramientos con los propietarios de las tierras lo cohiban, lo coactaban para esta audaz reforma revolucionaria. Kerensky no haca, pues, en el gobierno la poltica de las masas socialistas que representaba; haca la poltica de la burguesa rusa y de las potencias aliadas. Esta poltica impacientaba a las masas. Las masas queran la paz. Y la paz no vena. Las masas queran el reparto de las tierras. Y el reparto de las tierras tampoco vena. Pero esta impaciencia de las masas campesinas no habra bastado para traer abajo a Kerensky si hubiera sido, efectivamente, slo impaciencia de las masas campesinas, en vez de ser, tambin, impaciencia del ejrcito. La guerra era impopular en Rusia. He explicado ya cmo el gobierno zarista condujo la guerra con mentalidad de guerra relativa, esto es con mentalidad de guerra de ejrcitos y no de guerra de naciones; y cmo, por consiguiente, el gobierno zarista no haba sabido captarse la adhesin del pueblo a su empresa militar. El pueblo y el ejrcito esperaban que de la revolucin saliese la paz. La incap