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Eduardo Hernández Cano, Giménez Caballero (Seminario Granada 2015) 1
EL FASCISMO COMO MODERNIZACIÓN CULTURAL EN LA TRAYECTORIA INTELECTUAL DE
ERNESTO GIMÉNEZ CABALLERO (1927-1935)
Eduardo Hernández Cano (New York University)
FASCISMO Y MODERNIDAD CULTURAL: UNA APROXIMACIÓN OBLICUA
Los estudios sobre Ernesto Giménez Caballero se han construido sobre la aparente
dicotomía entre una práctica cultural vanguardista —por lo general reservada a los
historiadores de la literatura— y una posterior afirmación política fascista —de la que se han
ocupado los historiadores de la política— que vendría a interrumpir el relato de modernidad
al que esa práctica cultural inicial respondía1. Esta lectura se basa tanto en una interpretación
política de la vanguardia europea como tradición de ruptura cultural, ritualizada en una serie
de prácticas cuyos referentes se encontraban en los ismos de preguerra, como en la valoración
de la vanguardia española como pieza clave en un proyecto de construcción de una cultura
nacional moderna de carácter liberal.
Desde mediados de los años setenta, esa lectura progresista de la vanguardia europea
en su conjunto ha sido puesta en cuestión, en trabajos que han explorado los modos en que la
vanguardia se habría mostrado intelectualmente solidaria con las catástrofes de la primera
mitad del siglo XX, particularmente el nacionalismo extremo y el fascismo. Desde los
estudios de George Steiner y Modris Ekstein, reflexiones generales sobre los posibles
horrores propiciados por la lógica intelectual de las vanguardias, hasta los trabajos de Furio
Jesi, Jeffrey Herf, Walter L. Adamson, Jean Clair, Roger Griffith, Mark Antliff y José-Carlos
Mainer, para el caso español, se ha explorado el modo en que en la Europa de entreguerras
1 El valioso trabajo de Enrique Selva: Ernesto Giménez Caballero. Entre la vanguardia y el fascismo, Valencia, Pre-Textos, 2000, sigue siendo la exploración más detallada de ambos aspectos.
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cultura modernista y fascismo se articularon2. Pero la mayor parte de estos trabajo abordan la
relación entre la modernidad cultural y el fascismo en el nivel de las ideas y la estética, a
través de intelectuales fascistas influidos por ellas o que participaron directamente en ellas a
través de prácticas creativas.
Al abordar la figura de Ernesto Giménez Caballero en este trabajo quiero acercarme a
las relaciones entre cultura moderna y fascismo desde otro aspecto de la modernidad cultural:
la autoconciencia de la posición y el papel social del intelectual en la cultura moderna. Y lo
haré fundamentalmente siguiendo el modo en que Giménez Caballero piensa sus diversos
proyectos y se piensa a sí mismo como intelectual dentro de las condiciones culturales de la
Europa de postguerra. En mi lectura, la interpretación política de la cultura moderna de
Ernesto Giménez Caballero no sólo tiene tanto que ver con su aproximación al fascismo,
como con una compleja respuesta a la crisis de autoridad intelectual que trajo consigo la débil
construcción de un mercado para esa cultura en España3.
En gran medida, esta lectura surge como respuesta inversa al ejemplar análisis
político de la obra de Martin Heidegger realizado por Pierre Bourdieu en L’ontologie
2 George Steiner: In Bluebeard's Castel. Some Notes Towards the Redefinition of Culture, New Haven, Yale University Press, 1971, Modris Eksteins: Rites of Spring. The Great War and the Birth of the Modern Age, New York, Anchor Books, 1990 [1.ª ed. 1989], Furio Jesi: Cultura di destra. Con tre inediti e un'intervista, Roma, Nottetempo, Roma 2011 [1.ª ed. 1979], Jeffrey Herf: Reactionary modernism. Technology, culture, and politics in Weimar and the Third Reich, Cambrige, Cambridge University Press, 1984, Walter L. Adamson: Avant-Garde Florence. From Modernism to Fascism. Cambridge: Harvard University Press, 1993, Jean Clair: La responsabilité de l'artiste. Les avant-gardes entre terreur et raison. París, Éditions Gallimard, 1997, Roger Griffin: Modernism and Fascism. The Sense of a Beginning under Mussolini and Hitler, New York, Palgrave MacMillan, 2007, Mark Antliff: Avant-Garde Fascism. The Mobilization of Myth, Art, and Culture in France, 1909-1939, Durham and London, Duke University Press, 2007, José-Carlos Mainer: La corona hecha trizas (1930-1960) Una literatura en crisis, Barcelona, Crítica, 2008. Merece la pena tener en cuenta también el libro de Boris Groys: The Total Art of Stalinism. Avant-Garde, Aesthetic Dictatorship, and Beyond, London, Verso, 2011 [1.ª ed. 1980] que estudia las vanguardias soviéticas en relación con el estalinismo. 3 Merece la pena apuntar, aunque sea imposible desarrollarlo aquí, el carácter marcadamente elitista de la cultura política de la cultura dominante en el campo intelectual en el primer tercio del siglo XX. En los casos en que los intelectuales asumían valores democráticos y liberales estos rara vez tocaban el discurso sobre la cultura u menos aún la posición de legitimidad social del intelectual como productor y gestor exclusivo de esa cultura.
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politique de Martin Heidegger4. Si Bourdieu leía en este estudio las posiciones políticas de
Martin Heidegger en las tomas de posición del pensador en el campo filosófico, lo que trataré
de hacer aquí es ver le modo en que la trayectoria política de Giménez Caballero en los años
veinte y treinta en gran medida traduce problemas específicos del campo cultural e
intelectual, relativos a la posición del intelectual en el mercado y su autoridad social, al
lenguaje de las soluciones políticas. La llegada al fascismo de Giménez Caballero no
resultaría tanto de una contradicción de la modernidad cultural como, precisamente, de la
respuesta a los problemas internos de la misma a partir de los elementos que, a su juicio, esta
ofrecía al intelectual moderno. El fascismo resulta ser así para Giménez Caballero un
elemento más de esa modernidad cultural, que le sirvió para tratar de redefinir su propia
posición en las relaciones de poder cultural y social en la España de entreguerras. A través
del análisis de sus libros de ensayo y crítica cultural trataré de mostrar la coherencia interna
de su práctica cultural durante casi dos décadas, desde la temprana apuesta por la
configuración crítica de un mercado cultural nacional a través de La Gaceta Literaria hasta
su teoría sobre las relaciones entre prácticas intelectuales y Estado, así como las soluciones
políticas que trataba de lograr a través de ella.
LA GACETA LITERARIA, PROYECTO NACIONALISTA
Desde un primer momento, el proyecto intelectual de Ernesto Giménez Caballero
tuvo lo que en 1929 describió, hablando de La Gaceta Literaria, como «un tono de política
cultural y joven”5. Como tantos intelectuales de su época, se aproximó a la cultura como un
modo de hablar legítimamente sobre la nación española, definiendo no sólo lo que constituía
la cultura nacional sino la forma que debía adoptar en el futuro6. Como bien ha analizado
4 Pierre Bourdieu: L’ontologie politique de Martin Heidegger, París, Les Éditions du Minuit, 1988. 5 E. Giménez Caballero: Circuito Imperial. Madrid, La Gaceta Literaria, 1929, p. 43. 6 El carácter nacionalista de los intelectuales españoles ha sido explorado, sin agotar el tema, por
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José-Carlos Mainer, el nacionalismo es una constante que acompaña toda la evolución
política de Giménez Caballero, pero también el rasgo fundamental de su toma de posición
frente a la cultura7. Basta para comprobarlo considerar en su complejidad política el proyecto
fundamental de Giménez Caballero en los años veinte y treinta, el periódico de letras La
Gaceta Literaria, cuya fundación podemos seguir gracias a las cartas enviadas al que sería su
secretario, Guillermo de Torre8.
Giménez Caballero planea la fundación de la revista como un proyecto nacional de
modernización cultural, que tiene en cuenta al menos tres factores: en primer lugar, un
proyecto de integración nacionalista bajo hegemonía española de distintas tradiciones
culturales de la órbita hispánica —Portugal, Cataluña, sefardíes—; en segundo lugar, la
configuración de un mercado nacional integrado para su proyecto, tanto en términos de
financiación como de circulación; y en tercer lugar, un intento de nacionalización de la
vanguardia. Se trataba de abarcar literatura, artes y política
bajo este común denominador que me parece el más vasto sueño de un español
ahora. (Ortega pensó en “España” y los que le acompañaban entonces). Nosotros en
Hispania o algo que así pudiera llamarse. La Gaceta literaria debe aspirar a tener
artículos en portugués, versos en catalán (y hasta en gallego), suramericanismo
radical —todo, todo mezclado— mezclado con una dosis suprema de español, base
de nuestro periódico. Como esto sería la labor mas afirmativa del país yo pienso ir a
Santos Juliá: Historias de las dos Españas, Madrid, Editorial Taurus, 2004. 7 José Carlos Mainer, «Ernesto Giménez Caballero o la inoportunidad», en Ernesto Giménez Caballero: Casticismo, nacionalismo y vanguardia Antología, 1927-1935], Madrid, Fundación Santander Central Hispano, 2005, pp. IX-LXVIII. 8 Las cartas están recogidas en Ernesto Giménez Caballero y Guillermo de Torre: Gacetas y meridianos. Correspondencia Ernesto Giménez Caballero / Guillermo de Torre (1925-1968), edición de Carlos García y María Paz Sanz Álvarez, Madrid / Frankfurt, Iberoamericana / Vervuert, 2012. Las citaré, sin embargo, por mi propia transcripción de los manuscritos originales conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid.
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ver a Primo para que no ponga dificultades en que se publiquen cosas literarias en
catalán, etc…9
En cartas sucesivas, vemos como, con ayuda de Pedro Sainz Rodríguez, la revista va
encontrando quien la financie, inicialmente miembros de la burguesía vasca y madrileña,
como Nicolás María de Urgoiti o Gregorio Marañón, al tiempo que busca el apoyo
económico de todos aquellos que espera representar en la revista, de Cataluña a Portugal
pasando por «los judíos»10. Guillermo de Torre debía incorporarse a la revista como factor de
modernización literaria, cumpliendo la función que desde la reseña que Giménez Caballero le
había dedicado a Literaturas Europeas de vanguardia tenía reservada como «un pioneer
cultural nuestro, en estos instantes que flaqueamos por los demás campos de la vida española
de originalidad, de fervor y de seriedad»11.
La confluencia de ese impulso de construcción nacionalista y de proselitismo
vanguardista será leída por Ernesto Giménez Caballero siguiendo una de las nociones clave
de la reconfiguración de la cultura artística moderna en la Europa de postguerra: la idea de
retorno al ordern12. Cuando casi al final de la publicación de La Gaceta Literaria Giménez
9 Carta de Ernesto Giménez Caballero a Guillermo de Torre (29 de abril de 1926) Biblioteca Nacional, Mss. 22. 823 / 71 (17) 10 Cartas de Ernesto Giménez Caballero a Guillermo de Torre (29 de abril de 1926) Biblioteca Nacional, Mss. 22. 823 / 71 (17), (junio de 1926), Biblioteca Nacional, Mss. 22. 823 / 71 (14), (12? de julio de 1926), Biblioteca Nacional, Mss. 22. 823 / 71 (20), (18 de octubre de 1926), Biblioteca Nacional, Mss. 22. 823 / 71 (31), (23? de octubre de 1926), Biblioteca Nacional, Mss. 22. 823 / 71 (34), (5 de noviembre de 1926), Biblioteca Nacional, Mss. 22. 823 / 71 (15). 11 Gecé [Ernesto Giménez Caballero]: Carteles, Madrid, Editorial Espasa Calpe, 1927, p. 133. 12 El marco general europeo fue analizado en Le retour à l'ordre dans les arts plastiques et l'architecture, 1919-1925, Saint-Étienne, Université de Saint-Étiene / CIEREC, 1975, pero los estudios más detallados son los dedicados a Francia: Christopher Green: Cubism and its Enemies: Modern Movements and Reaction in French Art, 1916-1928, New Haven, Yale University Press, 1987, Kenneth E. Silver: Esprit de Corps. The Art of the Parisian Avant-Garde and the First Worl War, 1914-1925, Princeton, Princeton University Press, 1989, y Romy Golan: Modernity & Nostalgia. Art and Politics in France Between the Wars, New Haven / London, Yale University Press, 1995. La exploración pionera de esta idea en España la hizó Juan José Lahuerta: Decir anti es decir pro. Escenas de la vanguardia en España, Teruel, Museo de Teruel, 1999.
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Caballero miró atrás sobre su historia lo hizo en un texto, «1918. Spanish Literature. 1930»,
encargado por Samuel Putnam para la antología The European Caravan, que al ser recogido
en su libro Trabalenguas sobre España iba significativamente dedicado —además de al
editor de la antología— a Guillermo de Torre13. En este texto no dudaba en colocar la
literatura española del periodo en paralelo con la europea como parte de un mismo
movimiento para el que «the glory of construction was superior to that of destroying»14.
Giménez Caballero no dudará en dar también sentido político a las distintas vueltas al orden,
uniendo el fascismo de Marinetti, el catolicismo de Cocteau y el aburguesamiento de Tzara a
la política de la NEP soviética, como parte de ese espíritu común de reconstrucción15. En esta
lectura de la cultura de entreguerras como vuelta al orden Giménez Caballero ve una práctica
común a distintas posiciones políticas que tratan de reorganizar culturas nacionales, ya sea a
través de la vuelta a valores de la Europa tradicional, buscando un público más amplio en la
burguesía o recurriendo a la autoridad constructiva del Estado para la reorganización de la
cultura moderna, ideas todas ellas que tendrán absoluta continuidad en el pensamiento de
Giménez Caballero sobre la cultura durante los años siguientes. «I was a university man,
which means a man with some intellectual discipline behind him, one actively and creatively
conscious of the forces of nationalism», añadirá Giménez Caballero, lo que a su juicio
propició que la revista cumpliese los postulados de la vanguardia al tiempo que se dirigía a
un destino «purely national and organic»16. Desde el espacio reservado a las culturas
regionales a la polémica del meridiano de Hispanoamérica, pasando por el censo de sefardíes
o el interés por la cultura popular a través de la tienda vinculada a la revista, La Galería, todas
sus actividades formaban parte de sus «constructive and nationally revivifying tendencies».
13 E. Giménez Caballero: Trabalenguas sobre España. Itinerarios de Touring-Car. Guía de Touring-Club. Baedeker espiritual de España. Madrid: [Ernesto Giménez], 1931, p. 325. 14 Ibid, p. 330. 15 Ibid. 16 Ibid. p. 335.
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Giménez Caballero era, sin embargo, muy consciente de los límites de este proyecto
nacionalista, que si bien trataba de realizar poner a España en sintonía con la cultura europea,
lo hacía tratando de socializar una cultura literaria y artística que era rechazada por el público
español17. A la altura de 1931, Giménez Caballero es plenamente consciente del fracaso en
términos de público de su proyecto nacionalista, que necesitaba ser replanteado, porque su
meta era, precisamente, construir un mercado cultural para la cultura moderna. Como bien
había señalado en su significatica «Contraseña biográfica del guía», sus orígenes familiares lo
dirigían a una carrera industrial que nunca ser realizó, lo que no le impidió serntir «un
constante prurito activo de organizar y construir. […] De ahí se explica el perfil que yo creo
haber ido adquiriendo en el panorama intelectual español. El de un empresario o contratista
de asuntos poéticos. O el de un poeta metido a empresas»18. En definitiva, su proyecto
nacional no era sólo un proyecto de cultura, sino también un proyecto empresarial, un modo
de vida viable para el intelectual, como requería la fidelidad que Ernesto Giménez Caballero
tenía a la cultura de su época, «la era industrial del Mundo»19.
EL INTELECTUAL EN LA SOCIEDAD INDUSTRIAL
El carácter industrial de su proyecto responde con absoluta fidelidad a la concepción
del intelectual como crítico y promotor cultural que Giménez Caballero presentó en su libro,
Carteles, aparecido precisamente el mismo año que La Gaceta Literaria, aunque recogiendo
trabajos publicados en años anteriores. Desde su imagen de cubierta, con un peculiar
autorretrato megáfono en mano, publicitando el libro y sus contenidos frente a un paisaje
industrial, y a lo largo del prólogo del libro, Giménez Caballero tratará de explicar qué
supone para un intelectual actuar en las condiciones productivas de la sociedad industrial. En
17 Ibid, p. 340. 18 Ibid, p. 448. 19 Gecé, Carteles, p. 7.
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primer lugar, el desarrollo de nuevos medios medios mecánicos de producción y
reproducción, empezando por la imprenta, y siguiendo por la fotografía o el cine, ha traído la
desestabilización de la autoridad tradicional del artista, al permitir la entrada al mercado
cultural, desde la crítica a la producción de imágenes, de muchos más trabajadores
intelectuales20. Frente a esta libre concurrencia en el mercado de la escritura crítica, al
intelectual no le queda sino aliarse a los nuevos medios que han desestabilizado su autoridad
y responder a las necesidades del mundo cultural moderno. En la España de 1927 la crítica
permanecía, a juicio de Giménez Caballero, inmovilizada en prácticas anticuadas, frente a las
cuales él se presenta como un crítico moderno, que reconoce la inviabilidad de las prácticas
individualistas de la práctica intelectual tradicional y se aproxima a nuevas prácticas
colectivistas «porque el medio, lo objetivo de hoy, lo exige plenamente así»21. Ese medio no
es sino la producción cultural industrial moderna, en la que Giménez Caballero se inserta a
través de su trabajo para El Sol, el «gran diario» en que había ideo publicando los textos
críticos que el libro recogía, pero también para la «gran editorial contemporánea española» en
la que el libro apareció, Calpe22. Además, una gran parte de los libros reseñados para El Sol
eran editados por la propia Calpe, lo que le lleva a celebrar la conversión del intelectual en
una pieza en la sinergia empresarial-cultural de la época, llegando en su afán de propaganda a
afirmar que el catálogo de Calpe «es la bandera más audaz de esfuerzos intelectuales y de
romanticismo editorial que ha conocido España»23. No hay que olvidar que, según afirma
Enrique Selva, Giménez Caballero entró además plausiblemente a trabajar para El Sol
ayudado por la relación personal de su padre —impresor y poseedor de una fábrica de papel 20 Ibid., p. 12. 21 Ibid, pp. 13-14. 22 Sobre el entramado editorial de La Papelera Española de Nicolás María de Urgoiti, al que ambas empresas pertenecían, ver Paul Aubert y Jean-Michel Desvois: «El Sol, un grand quotidien atypique (1917-1939) », en Daniéle Bussy Genevois (ed.), Typologie de la presse hispanique, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 1986, pp. 97-107, Mercedes Cabrera: La industria, la prensa y la política. Nicolás María de Urgoiti (1869-1951), Madrid, Alianza Editorial, 1994, y Juan Miguel Sánchez Vigil: Calpe. Paradigma editorial (1918-1925), Gijón, Trea, 2005. 23 Gecé, Carteles, p. 155.
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adscrita a la Papelera Española— con el entorno empresarial de Nicolas María de Urgoiti24.
La conciencia de Giménez Caballero de que el trabajo intelectual está sometido en el
presente a las condiciones de producción industrial va aún más lejos, cuando apunta, con
cierto regocijo, que sus textos aparecían en la segunda plana —no en la primera, donde lo
hacían los críticos tradicionales a los que se oponía—, «casi en forma de anuncio»,
confundidos entre otros tantos reclamos de productos comerciales25. Será este medio
comercial, la publicidad, el que articulará la voluntad de modernidad crítica de Giménez
Caballero, a través del uso del cartel, paradigma de la respuesta a las nuevas condiciones de
la producción industrial26. Cuando finalmente presente sus carteles al lector no dudará en
equiparar su funcionalidad a la de «la multiplicidad de los stands incitando el mercado”27.
Porque para Gecé, quienes habían atacado el cartel por industrial acertaban a definir la
creación cultural en el presente industrial, que
significaba mercantible, venal, impura.
Ha llegado el momento de restaurar a su grado positivo el adjetivo industrial
aplicado al arte nuevo. Es industrial porque está al servicio de la Industria, ¿verdad?
Pero, aceptando el postulado de que la Industria, lejos de ser fuente de negaciones, lo
es de afirmaciones —Esfuerzo, Belleza, Lucha, Torbellino, Poder, Amor, Producción,
Guerra—, aceptando la Industria como el nuevo Templo de la Vida, todo aquello que
se ponga a su servicio se tocará positiva y no peyorativamente.28
24 Enrique Selva, «Exaltación y profecía de una estética fascista», en Ernesto Giménez Caballero: Arte y Estado Madrid, Biblioteca Nueva, 2009, p. 24. 25 Gecé, Carteles, p. 14. 26 Ibid. p. 15. 27 Ibid, 243. 28 Ibid, p. 15.
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Giménez Caballero no tenía duda alguna a la altura de 1927 de que el intelectual debía
integrarse en un mercado cultural en el que vender sus productos y que era precisamente ese
mercado el que afirma netamente los valores vitalistas de la modernidad. La entrega de
Giménez Caballero a estos valores de la producción industrial es total, inventándose a sí
mismo como un nuevo tipo de intelectual cuya función principal es dinamizar el mercado
cultural a través de las posibilidades de los nuevos medios de masas, de la prensa al cartel.
Incluso el propio nombre con que firmaba sus reseñas, Gecé, era percibido polémicamente en
la época más como una marca que como un seudónimo de escritor29. Pero como veíamos esos
valores incluían elementos —Poder, Guerra— cuyo ambigüedad política se iría resolviendo
en los años siguientes al precipitarlos sobre su proyecto de un nuevo nacionalismo cultural.
ANTROPOLOGÍA CULTURAL Y NACIONALISMO COMO FORMAS DE MODERNIDAD
Veamos a continuación el modo en que ese proyecto nacionalista y su interés por la
cultura moderna confluyen en el espacio común del ensayismo cultural de Giménez
Caballero, que desde muy temprano había mostrado un interés por la antropología y el
folklore para dar forma a «una corriente de aglutinación nacional»30. La función de ese
enfoque antropológico era transparente en la reseña que dedicó en Carteles a Le Folk-lore de
A. van Gennep, libro que «puede ser fértil para España, donde hace falta destacar un impulso
que lleve a una de las tareas más nobles y más hondas que pueden hoy emprenderse, pues
sólo con esta luz nueva podrá la vieja palabra “patria” ofrecer otra vez caudal fresco en que
mojar los labios»31. El primer encuentro de esta antropología nacionalista y su interés por la
exploración del presente cultural nacional se dio en Los toros, las castañuelas y la virgen,
presentado simultáneamente como «3 ensayos folklóricos de España» y como “3
29 Selva, «Exaltación…», p. 28. 30 Gecé, Carteles, p. 127. 31 Carteles, 164.
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resucitamientos de España” al aparecer en 192732. El hecho de que intente explorar el
presente cultural desde la reevaluación de fenómenos de ocio tradicionales no es tanto una
paradoja como el modo de trabajo constante de Giménez Caballero, que buscaba siempre
articular el pasado nacional con las nuevas formas de modernización cultural, de un modo
que unía la socialización de la cultura moderna con su nacionalización simultánea.
Comienza Giménez Caballero evaluando la situación de crisis en que se encuentra la
tauromaquia, entre otras cosas por la llegada de nuevos medios de comunicación que
propician el abandono de esta tradición en favor del fútbol o el boxeo, abrazados ahora por
unos niños españoles dispuestos a «ejecutar lo que desde las películas y las revistas de
deportes, con sus fotos, han venido calentándoles la cabeza»33. Pero la modernidad cultural es
siempre ambivalente, minando y potenciando la cultura nacional simultáneamente. Los
deportes que ahora captan la atención de los niños hacen decir a Giménez Caballero al mismo
tiempo que cuando «la gran parte de los chicos de España tengan el suficiente vigor que
exige el deporte, pueden pasar cosas de cuantía. Por lo pronto, si hay una guerra no bajarán,
como a Marruecos estos años pasados, pachuchos, amilanados, irrisorios. Tal vez busquen
afirmar en otros órdenes la fortaleza que hoy sienten en el campo del deporte»34. De nuevo
esos valores lucha, poder y guerra que veía en la civilización industrial reaparecen con no
menor ambigüedad en su idea de los deportes.
La fiesta del toro debe ser conservada por razones simbólicas muy parecidas a las que
ofrecen los deporte. El toro significa «nobleza, arrogancia, fuerza. Virtudes que son hoy
difíciles de pronunciar, quizá, pero que no debemos olvidarlas nunca»35. Se sorprende por
tanto que un objeto «tan tradicional y noble», cargado además de esos valores simbólicos
32 Ernesto Giménez Caballero: Los toros, las castañuelas y la virgen, Madrid, Editorial Caro Raggio, 1927. 33 Ibid., p. 16. 34 Ibid, p. 17. 35 Ibid., p 33.
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pueda caer frente a los nuevos deportes. La clave para resolver esa paradoja consistirá en
«encontrar la fórmula que resuelva la ecuación entre la nueva sensibilidad del gusto por el
deporte internacional —una sensibilidad limpia, pulcra— y la vieja querencia —violenta,
encendida y trágica— de la lucha con el toro hispano36». Los valores de la mitología
tradicional del toro deben articularse con los nuevos valores del deporte, en una síntesis
simultáneamente moderna y nacional. Su solución vendrá dada por el ejemplo de las
becerradas burguesas y aristocráticas que ejemplifica en las que se realizan en Zumaya, a
escasos cuarenta kilómetros de San Sebastián, colonia de veraneo de la alta burguesía y cierta
aristocracia a la que solía acudir Giménez Caballero. Allí, reunidos en la finca propiedad de
Ignacio Zuloaga, se dan unas capeas de «aire escogido, fino, aristocrático», en las que
intelectuales y sociedad escogida practican o contemplan el rejoneo37. El horizonte del
proyecto de política cultural de Giménez Caballero es claro en este momento. Los deportes
que amenazan las tradiciones nacionales deben sumar sus valores a estas en un trabajo de
construcción nacional conjunto, en el que las élites intelectuales y sociales deben contribuir a
redefinir la cultura del ocio, en una verdadera «tendencia a rescatar la fiesta de las manos
plebeyas, a las que se dejaría sólo las capeas unas generaciones. Apuntando el conato a
volver a hacer deporte, lujo, exquisitez, lo que había caído en la vulgaridad más absoluta»38.
En su ensayo, Giménez Caballero refuerza la autoridad tradicional del intelectual frente a las
nuevas formas de práctica cultural en peligro de perderse en el uso descontrolado del pueblo,
señalando al mismo tiempo la dirección en que se deben articular socialmente esas nuevas
formas culturales en un proyecto nacional que reconozca simultáneamente una jerarquía
social.
Su ensayo sobre la «Resurrección y muerte de las castañuelas», menos focalizado,
36 Ibid., p. 34. 37 Ibid., p. 35. 38 Ibid., p. 36.
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insiste desde este punto de vista del antropólogo, ahora urbano, en analizar el juego como una
construcción significativa, en la que lo lúdico es una manera de interpretar la realidad, que
refleja además formas específicas de cultura nacional39. Para Giménez Caballero el baile
colectivo de unas niñas observadas en un paseo por Las Vistillas, constituye «una reacción
racial, castiza, auténtica, mediterránea, contra la fórmula nórdica, anglosajona, de la cultura
del cuerpo»40. En definitiva, un signo de «un agudizamiento nacionalista, con todas sus
consecuencias»41, que define la época presente. Las exploraciones antropológicas de Giménez
Caballero en 1927 no sólo exploraban en fenómenos contemporáneos tradiciones nacionales,
sino que al hacerlo tenían a su juicio un carácter plenamente moderno, «reflejo del general
movimiento nacionalista de Europa, incorporado a nuestras letras. [….] Todo un ovillo
procedente del mismo hilo. Nacionalismo. Hilo del momento que, como los telegráficos, deja
enviar un solo despacho a plurales estaciones»42.
ANTROPOLOGÍA DEL MUNDO MODERNO Y NUEVA POLÍTICA AUTORITARIA
Indudablemente, para Giménez Caballero nacionalismo y modernidad eran
indistinguibles, reunidos en un mismo proyecto de lectura política de la cultura. No resultaba
tan clara cuál debía ser la forma política que reuniese ambos en un proyecto social colectivo
unitario. Giménez Caballero buscará su respuesta en la exploración de las relaciones entre
cultura moderna y nacionalismo a través del elemento lúdico en la cultura contemporánea en
su libro Hércules jugando a los dados, aparecido en 1928. En él Giménez Caballero decidió
abordar los nuevos mitos, que constituyen una verdadera religión, de la época presente:
«atletismo, cinema, cornete de dados»43. Es necesario señalar una vez más la inteligencia de
39 Ibid., pp. 68-70 y 78-79. 40 Ibid., p. 86. 41 Ibid. 42 Ibid., p. 118. 43 Ernesto Giménez Caballero: Hércules jugando a los dados, Madrid. Ediciones «La Nave», 1928.
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Giménez Caballero para identificar objetos de análisis nuevos, con plena conciencia de la
necesidad de definir una nueva autoridad intelectual sobre ellos, en un momento histórico en
el que los fenómenos culturales sobre los que el intelectual había tenido tradicionalmente
legitimidad crítica —literatura, historia, pintura de caballete, etc.— iban perdiendo
significación social. Por esta razón se cuida mucho de especificar que el ensayo actual sobre
el deporte —y así define su trabajo, como ensayos— se dirige a la crítica del fenómeno, no a
«su exaltación ciega»; lo que opone su trabajo a la «confusión» de las publicaciones
deportivas, que constituyen «la “literatura primitiva” del deporte. Una literatura de juglaría.
Y ya va siendo hora de crear —frente a ésta— una culta: humanística: crítica.
Puramente intelectual»44. Se trata por tanto de hacerse con el control intelectual de un nuevo
fenómeno, de una ampliación de la autoridad intelectual del crítico sobre la cultura moderna
contra la escritura periodística. Esta voluntad del intelectual de aproximarse a la cultura
inscrita en la vida cotidiana, a explorarla epistemológica y taxonómicamente —en este caso
deportes como el boxeo—, muestra la conciencia de que en la época las verdaderas apuestas
sociales del mundo moderno se habían desplazado de las formas de alta cultura tradicionales
a otros espacios sociales y discursivos45.
Pero la apuesta final Giménez Caballero es, como siempre, la definición de una
cultura nacional, como muestra claramente su estudio de «las psicologías de las barajas
nacionales», para uso de artistas modernos46. La tendencia de Giménez Caballero a ofrecer
interpretaciones nacionalistas e históricas de fenómenos modernos, como hizo también en
Julepe de menta con el cine en relación con las aleluyas, acabaría por desaparecer para dejar
sólo el elemento tradicionalista, pero incluso en estos primeros momentos el significado
Existe una reedición en Ernesto Giménez Caballero: Hércules jugando a los dados, Zaragoza, Libros del Innombrable, 2000, con prólogo de Inocencio Galindo y Enrique Selva. 44 Ibid., pp. 29 y 31. 45 Ibid., p. 130. 46 Ibid., p. 173.
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político de esos mitos es equívoco47. Ningún fragmento más significativo que el análisis de
«Los ases», en el que a través del uso del término «as» para referirse a alguien
particularmente hábil en una práctica, llega a relacionar este naipe con el «culto heroico que
poseen todos los pueblos»48. Los ases aparecen entonces como origen de raza, como «los
primeros afirmadores en Occidente del derecho de la sangre para poder imperar sobre los
pueblos», lo que argumenta refiriéndose a la teoría racista de Gobineau, «profesor de
jerarquías»49. El as resulta ser además «Creador de estirpes regias», lo que le permite
centrarse durante todo un capítulo del libro en el «El rey de bastos»50. En él, Giménez
Caballero salta de esa lógica tradicionalista a un análisis del elemento lúdico basado en la
vida política contemporánea, pues para entender el rey de bastos hay que «contemplar la
nueva política del mundo. Rural. Silvana. Primitiva»51. Política que explorará en la sección
«Bajo el signo de Orestes», tras especificar que el «renacimiento de las tiranías en el área de
la nueva época no es un fenómeno político»52. Allí establece claramente un vínculo entre ese
primitismo y el carácter de la nueva política, cuyo horizonte autoritario comienza a ser
inequívoco:
Las tiranías no habrían podido nacer —renacer— si el mundo no hubiese
tornado a una infancia casi selvática.
Si las nuevas muchedumbres no hubiesen superado la caquexia de una etapa
histórica: republicana, dinástica, constitucional, parlamentaria, de sociedad
anónima industrial: esa etapa que, denominándose a sí misma liberal, poseía el
47 E. Giménez Caballero, «Trisagio de la aleluya», en Julepe de menta, Madrid, Cuadernos literarios, 1929, pp. 13-40. 48 Giménez Caballero, Hércules..., p. 180. 49 Ibid., pp. 183-184 y 186. 50 Ibid, p. 199. 51 Ibid., p. 208. 52 Ibid.
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máximo de los terrores a la máxima de las libertades: dejar suelto al individuo —
no en sus instintos gregarios, mediocres y relativos, sino en sus instintos
sublimes, absolutos y majestuosos: regios53.
La moderna cultura lúdica y deportiva que ha venido estudiando en relación a formas
míticas y tradicionales permite finalmente revelar el verdadero carácter político de la época
presente. Lo que importa en este caso no es tanto la verdad de este análisis como el aspecto
performativo del discurso de Giménez Caballero, es decir, su voluntad de hacer lo que está
enunciando, de crear un horizonte político autoritario como forma necesaria de la modernidad
cultural gracias a la autoridad del intelectual como intérprete de los nuevos objetos de esa
misma cultura moderna54.
Esa imagen del individuo regio se realiza en el presente en el «batidor de records para
la conquista del poder. (Terror del golpe de estado, de la revolución social, del episodio
nacional, de la sangre civil.) Maza de Hércules”55. Este voluntarismo político individualista
es el horizonte social de la modernidad «en las avanzadas de la novísima humanidad, que ya
no entiende de burgueses ni de proletarios, sino de regidores y regidos, de proas y de
masas»56. Esencialmente, Giménez Caballero continúa su teoría autoritaria de Los toros, las
castañuelas y la virgen, pero desplazando el sujeto de autoridad de las élites intelectuales y
sociales a la imagen del «Rey de la nueva vida del mundo [que] es el César político (dictador
o gran jefe de república)[,] la minoría cesárea o soviet, el inventor de laboratorio y gabinete,
el capitán de industria, el aviador, el motorista, el poeta y el plástico puros, el gran periodista,
53 Ibid., pp. 209-210. 54 Sobre el carácter performativo del lenguaje ver J. L. Austin: How To do Thing With Words, Cambridge, Harvard University Press, 1975, y Pierre Bourdieu: Langage et pouvoir symbolique, París, Éditions du Seuil, 2001. 55 Giménez Caballero, Hércules..., p. 211. 56 Ibid., p. 213.
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el cinemactor»57. La idea final no puede ser más transparente. Hasta aquí Giménez Caballero
ha creado una lectura política de la modernidad cultural que le lleva a acabar afirmando la
autoridad absoluta de aquellos que encarnan tanto las nuevas formas de política como las
nuevas formas de cultura, en un continuo autoritario que, sin embargo. No creo que pueda
calificarse ya este continuo de fascista, sino que es un desarrollo del autoritarismo inherente a
la labor del intelectual moderno, que debe legitimar la cultura moderna y a sí mismo como su
intérprete y creador al mismo tiempo58. Giménez Caballero buscaba en esta lectura de los
deportes legitimar una jerarquía de poder político y cultural en la sociedad, a través de la cual
se pudiese llevar adelante ese proyecto de ordenación de la cultura moderna gracias a la
autoridad de los especialistas en ella, tal y como venían realizando las distintas vueltas al
orden de la vanguardia europea. Y lo hacía a través de unos análisis de la nueva cultura del
ocio de masas en los que desarrollaba una teoría del poder social que permitía neutralizar el
poder potencial de esos medios, al legitimar al crítico como mediador, exegeta y, en último
término, como quien atribuía sentido político a la realidad cultural contemporánea.
DE LA DECEPCIÓN REPUBLICANA AL CIERRE DE LA GACETA LITERARIA
Los años siguientes a la publicación de Hércules Jugando a los dados verán a
Giménez Caballero alejado de la escritura de libros. Como él mismo señaló en el recuento de
sus actividades a la altura de 1931, su trabajo se centraba entonces en «el establecimiento de
La Galería en Madrid, salón de arte nuevo y arte popular de España. Y sobre todo, la
fundación del Cineclub Español, organismo que ha introducido en España el cinema
especializado. Ahora este organismo lo he ampliado a otro más vasto y nacional: al Cinema
57 Ibid., pp. 212-213. 58 Sin embargo, el libro contó con una recepción ya claramente posicionada, entre quienes como Esteban Salazar Chapela rechazaban sus conclusiones políticas y quien como Ramiro Ledesma Ramos lo recibía como un mensaje a la juventud universitaria. Citados en Giménez Caballero, Hércules…, segunda edición, pp. XX-XXI.
Eduardo Hernández Cano, Giménez Caballero (Seminario Granada 2015) 18
Educativo, en el que participa el Estado»59. Giménez Caballero ha reconocido para entonces
que la escritura tiene un mercado demasiado reducido para ejercer su autoridad como
intelectual y se ha desplazado hacia el mercado de las artes y, sobre todo, hacia el nuevo
medio por excelencia de estos años, para el que significativamente buscará la ayuda del
Estado, que durante algunos meses le ofrecerá el directorio60. Sin embargo el gran momento
de potencial institucionalización de su proyecto cultural fue la proclamación de la República,
como se ocupó de informar inmediatamente a los responsables políticos en su artículo «Ante
la nueva justicia española: La Gaceta Ltieraria y la República»61. Allí recordará sus muchos
méritos políticos y culturales, así como el hecho de que el «estar hoy La Gaceta Literaria
organizada bajo la gran editorial Ciap demuestra hasta qué punto este periódico se ha hecho
acreedor a respeto y vitalidad nacional»62. Pero este proyecto de mercado cultural nacional de
La Gaceta Literaria colapsará con el derrumbe de la CIAP, así como lo harán sus sueños de
integración en el nuevo Estado repúblicano, donde podría haber ocupado lo que en 1931
denominó el «verdadero puesto» del intelectual, «el de juglar o servidor de fuerzas políticas y
superiores, que no le despreciaban y utilizaban exactamente su servidumbre y su grandeza63».
Concluía así con La Gaceta Literaria todo un proyecto de ordenación de la cultura nacional
moderna a través del mercado.
Durante los años treinta años se producirán cambios en su pensamiento político y
59 Giménez Caballero, Trabalenguas…, p. 353. 60 Sobre Giménez Caballero y el cine edicativo ver Laura López Martín, «Origen y contenido del cine proyectado con fines educativos hasta 1960», Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, 11 (2013), http://ccec.revues.org/4851, y Fernando Redondo Neira, «Aproximación al conocimiento de las primeras realizaciones en el uso didáctico del cine en la universidad española. Noticias y testimonios», Quaderns de cine, 1 (2007), pp. 7-17. Versión digital en http://www.cervantesvirtual.com/obra/aproximacin-al-conocimiento-de-las-primeras-realizaciones-en-el-uso-didctico-del-cine-en-la-universidad-espaola-noticias-y-testimonios-0/. 61 Ernesto Giménez Caballero, «Ante la nueva justicia española: La Gaceta Ltieraria y la República», en Casticismo…, pp. 179-182. 62 Ibid., p. 181 63 Giménez Caballero, Trabalenguas…, p. 102. Sobre la CIAP ver José Esteban, «Editoriales y libros de la España de los años treinta», Cuadernos para el diálogo, Extraordinario XXXII (1972), pp. 298-301.
Eduardo Hernández Cano, Giménez Caballero (Seminario Granada 2015) 19
cultural, pero cabe preguntarse hasta qué punto supone una ruptura lo que podemos leer en
sus trabajos de contenido cultural de estos años64. Su breve libro de 1934, El Belén de
Salzillo en Murcia, ganador del Premio Nacional de Literatura, se presentaba de nuevo como
un estudio de «la cultura de lo popular en España»65, específicamente de la cultura popular
católica, pero ahora, indudablemente, como una argumentación reaccionaria66. En un
significativo pasaje, Giménez Caballero hablaba de la situación cultural de la postguerra de
nuevo, que ahora leía como el fracaso de «toda una civilización individualista: la liberal, la
industrial, la burguesa»67. Liberal, sin duda, en la circulación de ideas, industrial en su modo
de producción y burguesa en su público, precisamente los valores que había defendido apenas
unos años antes y sobre los que había tratado de poner orden. Frente a este fracaso surgía una
alternativa: «una nueva Contrarreforma, férrea, estoica, comenzó a levantarse en Europa: se
alza en estos instantes: brazo tenso y alto, para restablecer el orden de la jerarquía humana e
histórica»68. Giménez Caballero pasaba sin mediación del argumento sobre las artes al
fascismo como solución del fracaso de todo un sistema cultural y como vía de ordenación,
ahora sí jerárquica. Y a este tema dedicará todo un libro, Arte y Estado, publicado en 1935,
pero seriado un año antes en la publicación Acción Española, en el que podemos observar
como la que es considera la propuesta más seria de un modelo para el control de las artes en
un posible Estado fascista es, sobre todo, la definitiva respuesta a todos los interrogantes
sociales y culturales que habían asolado el proyecto de un nacionalismo cultural moderno en
Giménez Caballero.
64 Es necesario señalar que tanto Genio de España como La Niueva Catolicidad pueden ser leídos esencialmente como discusiones en torno a la autoridad del intelectual para definir el carácter de España y de Europa, discutiendo el trabajo de intelectuales precedentes., pero no puede detenerme en ello en la extensión que quisiera, así que centraré mi análisis en Arte y Estado. 65 E. Giménez Cballero: El Belén de Salzillo en Murcia (Orígenes de los Nacimientos en España), Madrid, Ediciones de la «Gaceta Literaria», 1934, p. 20 66 Ibid., pp. 36 y 92. 67 Ibid., p. 93 68 Ibid., p. 94.
Eduardo Hernández Cano, Giménez Caballero (Seminario Granada 2015) 20
CRISIS DE LAS ARTES: EL FRACASO EN EL MERCADO DE LA VANGUARDIA
No puede sorprendernos por tanto que Arte y Estado comience con un análisis de la
crisis de las artes contemporáneas. Por supuesto, Giménez Caballero había entendido bien
para entonces que la contemporaneidad de las artes pertenece a esos nuevos medios que
desde 1927 le venían preocupando: el cine, las artes gráficas y de propaganda —a través de
carteles y prensa gráfica—, el cine y la radio. Esto había propiciado una crisis de las artes
tradicionales cuyo resultado había sido «paro obrero» de los artistas, que explica por la
«tendencia a elaborar un arte de iniciados, de selectas minorías» y la consiguiente ausencia de
un mercado para este arte contemporáneo69. El resultado de este arte individualista había sido
la alienación de las masas, que se han dirigido como respuesta hacia esos nuevos medios en
busca de su consumo cultural70. Incluso aquellos artistas que como Le Corbusier imaginaban
un arte de masas acababan por circular exclusivamente entre minorías selectas71. Sin
embargo, Le Corbusier ofrecía ya un signo de recuperación en su atracción por el Estado
como cliente, que Giménez Caballero interpreta como vuelta a la jerarquía,al orden72. La
ordenación de la cultura contemporánea que no fue posible hacer a través del mercado al que
había lanzado La Gaceta Litearia, ni a través del Estado republicano, se haría ahora a través
del Estado fascista. Este arrojarse en «brazos del Estado, pidiéndole muros que llenar,
fracasada la Pintura purista, de caballete» de los pintores contemporáneos, es un rasgo
general de la época que afectaba incluso a España, como mostraba el ejemplo de la Sociedad
de Artista Ibéricos, que buscaron su institucionalización a través del Estado su republicano73.
Era, en definitiva, el mismo fracaso que había vivido el propio Giménez Caballero, como
reflejaba el capítulo «Primacía de lo visual: cinema contra libro», en el que se podía seguir en
69 Giménez Caballero, Arte y Estado, pp. 126 y 128. 70 Ibid.,pp. 129 y 131. 71 Arte y Estado, p. 145. 72 Arte y Estado, pp. 148-151. Bibliografía sobre Le Corbusier. 73 Ibid., p. 133. Sobre la SAI ver Javier Pérez Segura: Arte moderno, vanguardia y estado: la Sociedad de Artistas Ibéricos y la República (1931-1936), Madrid, CSIC, 2003.
Eduardo Hernández Cano, Giménez Caballero (Seminario Granada 2015) 21
su argumento principal su propia trayectoria, en la que la pérdida de importancia del libro
había sido compensada por el creciente interés en el cine, que ofrecía además un sentido
colectivo, religioso74.
ARTE DE ESTADO O LA NUEVA AUTORIDAD DEL INTELECTUAL
Y es que, contra el individualismo moderno, Giménez Caballero propone un arte que,
como el de la Edad Media, debe volcarse hacia lo colectivo. Corresponde al Estado llevar
este arte al público y deberá hacerlos a través del «ímpetu casi místico» de la propaganda75.
Esta conquista de las masas se debía hacer a través de un plan, de una ordenación de la
práctica cultural, que permitiese que las ideas del creador, del filósofo o el crítico pasasen
desde los libros, a través de la prensa, hasta el pueblo que las haría «carne, movimiento,
acción»76. La cuestión que debemos plantearnos aquí es si en esta propuesta el Estado es una
herramienta del intelectual para difundir sus ideas en forma de propaganda o, como suele
creerse, es el intelectual el que tiene una función instrumental para el Estado. Creo que en el
caso de Giménez Caballero el Estado debía ser fundamentalmente una herramienta para
articular su proyecto cultural. No puede sorprender, si lo consideramos así, que acabe su
argumentación sobre la propaganda con esta conocida demanda: «Yo os pido, fascistas de
España, que seáis piadosos conmigo cuando triunfemos. ¡Dadme ese ministerio! Sólo o lo
cambio pro un sillón de Gran Inquisidor»77.
Y es que esta reflexión sobre el Estado fascista como respuesta a la crisis de la cultura
moderna se construye sobre un claro intento de reconstrucción de la autoridad del intelectual,
que el fracaso en el mercado a minado. Muy claro en este sentido es el capítulo «Técnicas
intelectivas: Poesía, literatura: o drama de San Juan Bautista», donde Giménez Caballero
74 Giménez Caballero, Arte y Estado, pp. 206-207. Giménez Caballero, «Trisagio…». 75 Giménez Caballero, Arte y Estado, p. 160. 76 Ibid., pp. 164 y 167 77 Ibid., p. 163.
Eduardo Hernández Cano, Giménez Caballero (Seminario Granada 2015) 22
vuelve a la noción de movilización del pueblo a través del concepto de profecía, desarrollada
antes en Genio de España, con la que trataba de resolver la ruptura entre escritor y público
construyendo performativamente una teoría religioso-populista en la que el intelectual
quedaba legitimado para hablar en nombre del pueblo gracias a su capacidad profética78. Ese
populismo en el que parece articular su visión de la propaganda fascista no le impide definir
también su autoridad sobre el líder político, al que el poeta ofrece «el polen de toda
fecundación histórica», realizada al «dar con las entrañas maternales del alma de la acción,
del héroe político»79. Esta doble autoridad cristalizará en la imagen de San Juan Bautista, que
no sólo bautiza a Cristo, sino que refleja en su drama «el drama de todo poeta que llegue a la
más alta cima de la poesía: esa de la Profecía; esa de asumir los dolores y destinos de todo un
pueblo»80. Es posible leer de manera cruzada las teorizaciones sobre el intelectual como
profeta de Genio de España y esta identificación del intelectual con el Bautista como un
intento de definir un nuevo tipo de intelectual con autoridad para dar forma ya no sólo a la
cultura, sino también a la política y al Estado. Una autoridad que revierte en autoridad
cultural cuando el Estado acoge a su vez al intelectual que lo creó como propagandista,
liberándolo de la democracia del mercado cultural. Esta imagen del mercado como forma
liberal, democrática, incapaz de sostener al intelectual, frente a la idea del Estado fascista
como protector a través del trabajo de propaganda aparecerá claramente en su reflexión sobre
el artista como cofrade. Allí aparece claramente la idea de la necesidad de encontrar un
modelo político que controle el mercado cultural. Así, frente a un mercado de «partidos» y
«tendencias», que identifica con lo electoral, se requiere un espacio de protección sindical,
78 E. Giménez Caballero: Genio de España. Exaltaciones a una resurrección nacional y del mundo, Madrid, Ediciones de “La Gaceta Literaria”, 1932, pp. 9-10. Giménez Caballero, Arte y Estado, pp. 227-228. 79 Ibid., pp. 228-229. 80 Ibid., p. 232.
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gremial, legitimado por el Estado81. Gracias a esta nueva articulación de la vida artística y a la
intervención estata podrá el intelectual ocupar en la sociedad la posición orgánica que se le
debe: «El principio sindical tiende a recoger al artista de su posición marginal y encuadrarlo,
ligarlo a la vida de la nación.
Sólo así el Estado deja de ser «Mecenas». Y ayuda al artista, no arbitrariamente, sino
conforme a un plan general de justicia y eficacia»82.
Un Estado que, como el pueblo, como el líder político, debe su sentido último a la
capacidad de atribución de significado del intelectual. Para Giménez Caballero, el Estado
alude «a lo metafísico, a lo trascendente, a lo religioso. Y, por ende, a lo artístico»83. Y aún
iba más lejos, al afirmar que «sólo los grandes artistas de pueblos crean los grandes pueblos,
lo grandes estados de esos pueblos. Estadista equivale a Artista»84. Su ejemplo de este artista
creador de pueblos será Hitler, pero es demasiado evidente que cuando afirma que «lograr un
Estado es un Arte. Y un Arte supremo lograr aquel Estado que encarne el genio absoluto de
un pueblo, de una nación, de una cultura», el elemento articulador fundamental que el Estado
fascista debe realizar, el genio nacional, es precisamente aquel que el propio Giménez
Caballero había definido para España en su Genio de España85.
El proceso de mitopoisis fascista de Genio de España y La Nueva Catolicidad puede ser
leído por tanto como un proceso más sutil de creación de un metamito, un mito productor de
mitos: el intelectual fascistas en el que se realizan los deseos de autoridad del intelectual para
articular una cultura nacional moderna, que la cultura de vanguardia y el mercado liberal no
fueron capaces de ofrecerle a Ernesto Giménez Caballero. Sin embargo, los valores
nacionales y, sobre todo, los valores de autoridad, habían estado y seguían estando presentes
81 Ibid., p. 242. 82 Ibid., p. 246. 83 Ibid., 249. 84 Ibid., p. 262. 85 Ibid., p. 263