henríquez ureña, pedro. obras completas tomo ii

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  • o 011

  • @ 1977, Universidad Nacional Pedro Henrquez Urea

    Direccin de Publicaciones,Santo Domingo,Repblica Dominicana

  • Recopilacin y notasde

    Juan J acobo de Lara

  • NOTA PRELIMINAR

    Para amplia informacin sobre la vida y la obra de PedroHenriquez Urea vase mi libro sobre ese tema que acaba de publicarla prestigiosa UNIVERSIDAD NACIONAL PEDRO HENRIQUEZUREA.*

    Por este medio deseo expresar mi agradecimiento a dicha Casade Estudios, en la persona de su digno Rector, don luan Toms MejaFeli, por haber hecho posible dicha publicacin.

    [uan jacobo de Lara

    * PEDRO HENRIQUEZ UREA: SU VIDA Y SU OBRA, SantoDomingo, Universidad Nacional Pedro Henriquez Urea, 1976,244 pginas.

  • PROLOGO

    Este segundo volumen de las Obras Completas de PedroHenrquez Urea comienza con un grupo de trabajos cortosescritos en Mxico del 1906 al 1909 y que no aparecieron en elprimer volumen.

    La variedad de temas demuestra una vez ms la variedad deintereses del Pedro Henrquez Urea escritor. A continuacin deesos trabajos cortos aparece un extenso estudio con el ttulo de"Cuestiones Mtricas", en que don Pedro trata de "El versoEndecaslabo". Es ste su primer aporte serio a lo que iba a serun tema de primordial importancia en su carrera, la versificacinespaola. Ya veremos que la versificacin espaola fue el temade sus tesis del Master y del doctorado.

    Despus sigue una veintena de trabajos, unos cortos y otroslargos pero, nuevamente, de temas muy variados: hay temasmexicanos y temas dominicanos, temas espaoles y temashispanoamericanos y, adems, inclumos las "Tablascronolgicas de la Literatura Espaola" que l organiz para susalumnos de la Escuela Preparatoria de la Universidad de Mxicoen 1912 y que fueron publicadas repetidas veces en Mxico y enlos Estados Unidos y han sido de grandsima utilidad paramaestros y alumnos de literatura espaola desde entonces.

    Aparecen aqu algunos de sus extensos ensayos crticossobre importantes figuras, tales como el Maestro Hernn Prez deOliva, hijo de Salamanca y de brillante carrera; y tambin DonJuan Ruiz de Alarcn, dramaturgo mexicano que brill enEspaa en la poca de Lope de Vega y Tirso de Malina.

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  • Pedro Henrquez Urea no descuid su patria, ni en estapoca ni nunca. Aparecen dos trabajos, uno largo sobre la "VidaIntelectual de Santo Domingo" y el otro, corto, sobre "CulturaAntigua de Santo Domingo". El tema de ambos trabajos es lacultura y las letras en Santo Domingo durante la poca colonial.

    Otras figuras incluidas en los trabajos de esta poca son:J os Enrique Rod, en un bello y extenso ensayo crtico del"maestro que educa con sus libros"; Jos Joaqun Fernndez deLizardi, "El Pensador Mexicano", precursor del periodismo, lapolmica y la novela en el Mxico de los comienzos del pasadosiglo; el historiador Rafael Altamira, con motivo de su visita aMxico en 1910; y para contraste, aparece un trabajo sobreJaneAusten, la novelista inglesa precursora del realismo, quedescribi en sus novelas las costumbres dieciochescas de laInglaterra rural provinciana.

    El autor nos habla aqu de "Profesores de Idealismo", de"Las Ideas Sociales de Spinoza", y de "La Inglaterra deMenndez y Pelayo", y toca temas del Renacimiento en Espaa,que fue una poca en las letras y la cultura espaolas queinteres muchsimo a don Pedro siempre.

    Otro trabajo de especial inters que aqu aparece es sobre"La Universidad" que fue su tesis para optar el ttulo deabogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de laUniversidad de Mxico en 1914.

    Por ltimo, tambin nos habla de "La Cultura de lasHumanidades". Ya se destacaba el historiador de la cultura, quefue un tema que domin toda la carrera creativa de don Pedrocomo pensador y como historiador, a tal punto que su ltimolibro, su obra pstuma, fue la Historia de la Cultura en laAmrica Hispnica.

    Este segundo volumen nos lleva hasta el fin de esa primeraetapa mexicana de don Pedro, cuando sali de Mxico, sinesperar siquiera a recoger su diploma de abogado, debido a losdisturbios polticos del momento.

    Entonces volvi a La Habana con intenciones de seguir aEuropa para reunirse en Madrid con su fraternal amigo AlfonsoReyes, peIO estall la guerra mundial y tuvo que cambiar de10

  • planes. Seguiremos sus pasos en Washington y New York, susegunda etapa en los Estados Unidos, en el prximo volumen.

    Los aos del 1906 al 1914 que Pedro Henrquez Ureapas en Mxico fueron sumamente fructferos tanto en la vastaobra literaria y pedaggica que realiz como en experiencia yrealizacin de sus ideales y ambiciones. Ideales y ambicionesque ya hacia el 1913 y 1914 chocaron con las envidias y recelosde muchos y con una situacin poltica adversa a la juventudintelectual dentro de la cual el joven Pedro presida en su papelsocrtico. El fue el espritu creador e inspirador del grupo queculmin en la "Sociedad de Conferencias" de la cual naci el"Ateneo de la Juventud" que se fund en Mxico en 1909 contreinta socios, entre los cuales descollaron ms tarde los msilustres hombres de letras e intelectuales de Mxico. El Ateneotena por objeto el trabajar en pro de la cultura intelectual yartstica de Mxico.

    En su labor socrtica don Pedro despleg igual empujehacia la educacin superior, y l Y otros jvenes del grupo sehicieron cargo de las ctedras que de otro modo no se hubieranofrecido, por falta de fondos. Eso lo hicieron sin recibir ningunaremuneracin. Don Pedro ense e inspir entonces, comotantas veces en tantas partes, una generacin de jvenes vidosde aprender y ansiosos por desplegar sus alas en el infinitoespacio del saber. Muchos lo lograron, y muchos reconocieronluego cuanto deban a Pedro Henrquez Urea.

    Juan J acabo De Lara.

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  • V A R 1 A*

    La Leyenda de Rudel (1906)

    El Espritu Platnico (1907)

    Conferencias (1907)

    El Exotismo (1908) .

    La Moda Griega (1908)

    La Catedral (1908)

    Clyde Fitch (1909)

    Marginalia (1909)

    *Trabajos cortos, escritos en Mxico del 1906 al 1909 y no incluidos en elprime; volumen de estas Obras Completas.

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  • LA LEYENDA DE RUDEL

    UCHAS veces se ha discutido, lo mismo en laAmrica Latina que en la sajona, si el arte de esteNuevo Mundo necesita, para adquirir carcter

    original y propio, inspirarse en la vida, en la historia y hasta enel imperfecto arte de los indgenas. Esta tendencia"indigenista", despus que determin la produccin de obraspoticas tan admirables como el Hiawatha de Longfellow y elTabar de Zorrilla de San Martn, y aun de obras musicalesvaliosas, como lo son algunas composiciones cortas de msicosnorteamericanos y la pera El Guaran del brasileo CarlosGomes, va perdiendo terreno cada vez ms, a pesar de quetodava se la defiende, con relacin a la msica, en los EstadosUnidos.

    Hemos llegado a la conviccin de que la originalidadartstica la alcanzaremos con la evolucin de nuestra cultura yno mediante procedimientos artificiales, como lo es el quequiere tomar como principales fuentes de nuestro arte la vidaprimitiva y la tradicin lejana de una raza en vas de desaparecerpor extincin o por absorcin; y lo que nos urge es dominar latcnica que hemos aprendido de los europeos, y desarrollarideas nuestras, surgidas en nuestro ambiente y de nuestra vidaactual.

    Estas consideraciones me ha sugerido el estreno de la nuevapera del maestro Ricardo Castro. El compositor que, haceaos, di al pblico Atzimba, cuyos personajes eran indgenasmexicanos, hoy, despus de su larga residencia en Europa,presenta La leyenda de Rudel, cuyo argumento se desarrolla

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  • entre Provenza y Palestina, en la Edad Media. Ignoro si elcompositor mexicano lo ha pensado y convertido en propsito;en cuanto a m, creo que mayor servicio puede prestar a su pasel artista desarrollando libremente su personalidad queempendose en "hacer arte nacional" con elementos de intersya meramente arqueolgico.

    La leyenda de Rudel significa un servicio, a la vez que untriunfo, para el incipiente arte mexicano. No es aventuradoafirmar que la obra de Castro puede figurar en rango estimableentre la produccin musical europea; en Amrica indica unavance en la evolucin artstica. Podr objetarse que la obra noha sido escrita en Amrica ni es, en realidad, "obra paraAmrica" (ya se ve que el pblico de Mxico no ha sabidovaluarla): su verdadero escenario sera el de la Opera Cmicaparisiense, por el cual desfilan tantos delicados poemas lricosde los jvenes compositores de la escuela francesa, en la cual seha formado Castro. Pero, en cambio, el autor es y sigue siendoamericano (al contrario de Reinaldo Hahn, que, aunque hijo deVenezuela, es ya totalmente francs); ni siquiera artsticamenteha roto con Amrica: ah estn sus hermosas Danzas tropicales,en las que ha explotado hbilmente el ms valioso elementomusical nativo con que contamos en la Amrica espaola: losbailes populares.

    Encuentro en Ricardo Castro dos cualidades que, a miJUICIO, lo caracterizan psquicamente como mexicano: lasobriedad y la elegancia, que tambin distinguen a otroscompositores y ejecutantes de este pas. La elegancia, a vecesexquisita, es la cualidad que ms realza las composiciones deCastro para. piano; ~Y, si bien suele excederse en esa mismaelegancia, acercndose al margen de la frivolidad, es por logeneral sobrio en su tcnica.

    El hecho de que Castro fuese reconocido como genuinocompositor pianstico me habra hecho dudar de sus aptitudespara la msica dramtica, que interpreta la vida en accin ypasin, si no hubiese sabido de su anterior ensayo de pera y sien algunas de sus composiciones, como Appassionato, novibrasen acentos de emocin dramtica.

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  • Piedra de toque para el triunfo de una obra de arte es laimpresin de conjunto. Es difcil que una obra formada porvarios episodios de diverso carcter produzca impresin deunidad; ejemplo es creacin tan excelsa como La condenacinde Fausto de Berlioz. Con esto queda dicho que, si la unidad dela obra es elemento favorable para la impresin de conjunto, nopor ello es siempre necesaria.

    La leyenda de Rudel no me produce impresin de unidadcompleta. Consta de tres episodios de carcter totalmentedistinto, enlazados por una idea potica, no por una accindramtica. Esto depende, claro est, del libreto, en el cual haescrito el poeta francs Brody algunas pginas hermosas, perono ha condensado todo el inters de la leyenda de Jaufr Rudel,prncipe de Blaye y trovador provenzal de los ms antiguos: esaleyenda, repetida por cronistas y poetas (desde Petrarca, queconsagra un recuerdo a Rudel en su Trionfo d'amore}, hapasado a Heine, a Carducci, a Swinburne, ha llegado aconvertirse en la de la "princesa lejana".

    Pero si en la obra no hay drama, hay poesa, y ste es sumayor mrito. Castro, emplea aqu hermosamente su don demelodista sentido y elegante, y llega a ms: no slo hay en lapartitura gracia, en la "Cancin de las violetas", delicadeza yternura en el do entre Rudel y Segolena, sino tambinbrillantez de colorido en el intermezzo y el bailable del terceracto, pasin profunda y serena en el do de Rudel y la Condesa,y elocuencia sobria y grave en la escena de la tempestad.

    El compositor ha sido, adems, original, asimilndose losmtodos de los maestros, sin empearse en disfrazarlos parasimular originalidad completa. Su tcnica revela que haestudiado a Wagner, a los franceses e italianos contemporneos;pero su sello personal, nada rebuscado, aparece bien definido.

    Su manejo de la orquesta es magistral, sin pecar decomplicado, y obtiene de cada grupo instrumental efectosapropiados y brillantes. El tratamiento de las voces suele sermenos sencillo, y, si no tan perfecto como el de la orquesta, eshbil, sobre todo en la parte de tenor.

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  • Sobre la parte tcnica de La leyenda de Rudel puedeconsiderarse punto menos que definitivo el minucioso yconcienzudo juicio que acaba de publicar el compositor italianoEduardo E. Trueco (1). Mucho cabe decir, sin embargo, sobre lasignificacin de la obra como promesa de lo que el maestromexicano alcanzar a realizar ms tarde en el gnero dramtico.Aparte de sus dotes de sinfonista descriptivo, demostradas en laescena de la tempestad y en la doble joya oriental que forman elintermezzo y el bailable del tercer acto (donde el color local hasido labrado con sobriedad "verdiana", sin el recargo de efectosexticos que hay, por ejemplo, en la Iris de Mascagni), esta obrarevela en el compositor verdadero temperamento dramtico.Los dos pasajes de drama que contiene La leyenda son el do deRudel y Segalena y el del mismo trovador con la Condesa deTrpoli de Siria. En el primero, estn bien caracterizados lospersonajes, y su desarrollo es un aumento progresivo desentimiento y de belleza. El do del tercer acto constituye, conla romanza de la Condesa, que le precede, el momento mshermoso de toda la obra. Hay all pasin profunda, pero dulce yserena, expresada con nobleza en la majestad de un tiempolento. Quien ha escrito estas magnficas pginas posee talentodramtico indiscutible.

    Anotar, sin embargo, que, para m, el lunar de la obra esla escepa final. Despus del do y de la muerte serena de Rudel,la decorativa apoteosis resulta falsa, y hasta el comentarioorquestal me parece poco inspirado, montono, por larepeticin del tema de los violines. iCunto ms hermosohabra sido un final ntimo, de intimidad solemne, como el deTristn e IsoIda, un himno de amor y muerte cantado por laCondesa, por ms que sea terrible afrontar la comparacin conel divino Liebestod wagneriano!

    De todos modos, La leyenda de Rudel es una labor de granmrito; digna de: xito mejor que el obtenido. Esperemos que la

    (1) Despus de publicado este artculo, el compositor mexicano Gustavo E.Campa, hoy director del Conservatorio Nacional de Mxico, public un juiciotcnico, ms extenso todava que el del maestro Trueco, pero no esencialmentediverso en sus conclusiones. En l mencionaba este artculo mo.

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  • proXlma obra de Castro tenga ms vastas proporciones y msaCClOn dramtica, y que en ella podamos apreciar unamanifestacin an ms completa de su talento (2).

    Mxico, 1906.

    (2) Desgraciadamente Ricardo Castro muri a pnncrpros de 1908. Dejinditas dos peras de mayores proporciones que las de La leyenda de Rudel.

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  • EL ESPIRITU PLATONICO*

    L temperamento platnico, define Walter Pater, sep:=~Icaracteriza por la fusin de elementos espirituales!!1!! diversos y aun opuestos. PLATON es el amante: una

    naturaleza despierta a todos los halagos del sentido y de laimaginacin; un espritu seducido por la belleza y educado porel amor en la ms fina y variada percepcin del mundo externo,sin excluir su aspecto humorstico; una facultad potica queencierra en s la potencialidad de una Odisea, o de cantos comolos de Safo (la virgen apasionada que Otfried Muller compara aNusica); un hombre de escuela, vido de verdad y empeoso enel trabajo, y al mismo tiempo capaz de reconocer en su propioyo un primordial objeto de inters inagotable; un amante, enfin, de la templanza, que, por su propio esfuerzo y por lainfluencia de Scrates, se eleva a la austeridad, a lacontemplacin del mundo ideal, a la concepcin de lotrascendental y abstracto, llevando hasta all, a pesar de susexageraciones intelectualistas y ticas, toda su riqueza deimaginacin y sensibilidad, merced a la cual su filosofa estestimonio vvido de lo invisible y lo desconocido.

    El temperamento platnico se ve reproducido en la edadmoderna, no en los filsofas principalmente, sino en los poetas,porque, como dice Menndez y Pelayo, "Platn pertenece hoyms a la literatura que a la filosofa", a pesar de que sigueinfluyendo en las evoluciones de la especulacin moderna.

    La facultad potica descrita por Pater, hermanada con elamor a las ideas: he ah los elementos bsicos de esta clase de

    *Con el ttulo "Genus Platonis" en Listn Diario, Santo Domingo, 1907.Tambin en Horas de Estudio, 1910, Pgs. 253-58; y en Obra Crtica, 1960, Pgs.154-56.

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  • temperamentos. Curioso es observar, sin embargo, cmo lascualidades platnicas no siempre siguen, en los modernospoetas, la evolucin que en el maestro de los jardines deAcademo culmin en la armona perfecta de una vida y de unaobra. Goethe, que no fue precisamente un platnico, sino unnuevo y completo tipo temperamental, pero que tuvo con aqulbastantes puntos de semejanza, s realiza esa evolucin perfecta,en que el filsofo completa el artista, superando al mismoPlatn gracias a su desprecio de lo sistemtico. La realizatambin Shelley, dentro de la esfera potica, y la realiza icasoasombroso! desde la adolescencia casi: la admirable disciplinamental, sin la cual no sera explicable una obra como elPrometeo sin cadenas, influye ya en el poema de La Reina Mab,labor de los veinte aos, y se hace evidente en el Alstor, slodos aos posterior. Shelley posee, como pocos, el don de sentirel mundo externo: ser modelo inmortal de fuerza plstica, devigor y colorido (baste recordar el jardn de La Sensitiva, laimagen de la taedora de arpa en el Alstor, o cualquiera otra desus descripciones) y, a la vez, modelo de versificacin musical,llevada a la exquisitez en la cancin de la ninfa Aretusa y en elcanto a la Alondra. Pero posee tambin (yen estoscomplementos se reconoce su legtima filiacin platnica) unsincero amor a la verdad, que le hace dominar en corto espaciola ciencia y las literaturas, desde la griega hasta la castellana, yun apasionado amor al bien, que le convierte en precursor delsocialismo y le sublima en su aspecto moral. Su Prometeo esuno de los singulares poemas en que las ideas filosficas setransforman espontneamente (como en Platn, como enLucrecio, como en Dante, como en Goethe) en arte, en poesa,lrica y dramtica, en poesa pura.

    Dos artistas contemporneos son ejemplos de espritusplatnicos que no han logrado realizar la evolucin, acaso mssignificativa en lo moral que en lo puramente intelectual, delfilsofo ateniense: Osear Wilde y Gabriele D'Annunzio. En elltimo cuarto de siglo, nadie les iguala en el poder de reproducirformas, colores y sonidos, de concebir imgenes y de reflejarsensaciones; son, en una frase, y tomando los adjetivos en22

  • sentido noble, los ms perfectos "poetas sensuales", los msdelicados "naturalistas". (El insigne Georg Brandes, al hacer lahistoria del movimiento romntico ingls, derivndolo de los"lakistas" y personificndolo en Byron, intitula su estudio ElNaturalismo en Inglaterra). Pero si ese poder excluye otroselementos, ms nobles por esencia, del espritu ar1.stico,entonces el calificativo de sensual o naturalista (dejando apartela significacin de secta) implicar una limitacin: la de unnovelista como Zola, reducido a una psicologa inferior, y, enpunto de concepciones sociolgicas, a un organicismomecnico, y a una justicia socialista, generosa pero vulgar; o lade un poeta, como Zorrilla, cuya pompa lrica nunca sirve deropaje a una idea.

    No es esta, ciertamente, la limitacin de Osear Wilde yD'Annunzio: ambos frecuentan los reinos filosficos. Elprimero, "discpulo de Platn, a veces rebelde", pec por faltade conviccin: sus ideas luminosas, sus "hallazgos" estticos, espreciso buscarlos a travs del maremgnum de paradojas,hiprboles, "boutades", rasgos irnicos y humorsticos,afectaciones de depravacin o amoralidad, que llenan losdilogos de "Intentions" (platnicos por la animacin dramticay la viveza dialctica), las notas crticas, las comedias, loscuentos y novelas, hasta llegar al "De profundis", donde larealidad del dolor le alz a la cumbre de la sinceridad y de lapureza intelectual.

    Si las circunstancias obligaron a Osear Wilde a penetrar enla intrincada selva de su yo, en D'Annunzio, por el contrario,han producido una nocin falsa, a la vez abstracta y decorativa,de su propia personalidad, y le han inducido a difundirse en laimpersonalidad del drama, principalmente del drama histrico ode poca, y del canto pindrico: gneros en los cuales ha creadobelleza, sin duda, pero sin alcanzar la intensidad de su poesantima ni de las novelas en que reflej no poco de su vidainterior. Poesa y prosa, aquellas, que le sealaban, por lasutileza del anlisis espiritual, por la trmula delicadeza delsentimiento, por el variado caudal y el armnico enlace delestilo, corno el heredero de los poetas y humanistas del

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  • Renacimiento italiano, amantes de la cultura antigua y primerostipos del hombre moderno: Petrarca y su cohorte de secuacesilustres, finos psiclogos y profundos amadores; Boccaccio y laserie de amenos y lozanos cuentistas; los estilistas doctos ycortesanos, maestros de la historia y de la poltica; losplatonistas de la escuela florentina. Pero el pensamientofilosfico, al cual ha aspirado con obsesin, ha sido en. realidadsu taln vulnerable; y la misma avidez ideolgica lo ha llevadotormentosamente (Tde cun diverso modo recorra Wilde,sereno e irnico, el campo de las ideas filosficas! ) a travs deopuestas corrientes intelectuales, sin que haya logrado descubrirsi su "misin" definitiva es la aristocrtica, solitaria creacin dela belleza (como crea cuando el Triunfo de la muerte), o laproduccin de obras que levanten el nimo popular; como susodas "civiles" y sus tragedias histricas.

    Mxico, 1907.

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  • CONFERENCIAS*

    N esfuerzo consciente, una labor de estudio, unamanifestacin de personalidad: eso ha sido la serielI!~,~~~inaugural de conferencias, primicias de un vastoproyecto, organizadas por el grupo ms selecto de la juventudintelectual mexicana, constituido en "Sociedad", y celebradasdel mes de mayo al de agosto (1). Imposible medir, apenascerrado el primer ciclo, la importancia que haya podidoconcedrsele, pues en nuestra Amrica los pblicos son tanlentos para darse cuenta del valor de un serio empeo comorpidos para dejarse deslumbrar por el "esplendor sonoro". Elpblico que concurri a estas conferencias fue, sin duda,heterogneo, y lejos estuvieron de formar su mayora loselementos reconocidos como dirigentes en los diversos rdenesde la actividad nacional (acaso en Pars asisten los acadmicoscuando disertan Mauclair o Remy de Gourmont? ); pero errorsera no tomar en cuenta el otro pblico, el que comenta sinconcurnr.

    Se ha afirmado por voces autorizadas, y hasta ha llegado adecirse por la prensa, que ninguna otra generacin mexicana

    *Mxico: 1907,17 noviembre, La Gaceta de Guadalajara; 1910, El MundoIlustrado; Horas de Estudio. 1910, Pgs. 290-97; El libro y el pueblo, tomo 12,Nm. 5, mayo 1934; Pginas Escogidas, 1946, Pgs. 21-25; Obra Crtica, 1960, Pgs.171-74.

    (1) Las seis conferencias de esta primera serie fueron: "La obra pictrica deCarriere ", por Alfonso Cravioto; "Nietzsche", por Antonio Caso; "La evolucin de lacrtica", por Rubn Valenti; "Aspectos de la arquitectura domstica," por Jess T.Aceve.do: "Edgar Poe", por Ricardo Gmez Robelo, y "Gabriel y Galn", del queescribe. La segunda serie, en 1908, comprendi las cuatro siguientes: "Max Stirner",por Antonio Caso; "La influencia de Chopin en la msica moderna", por MaxHenrquez Urea; "D'Annunzio", por [enaro Fernndez Mac Gregor; y "Pereda", porIsidro Fabela.

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  • anterior habra podido presentarse "tan de sbito" revelandofacultades y cualidades que le eran desconocidas oinsospechadas. Por mi parte, debo declarar que, si me atrevo ahacer el elogio de las conferencias, habindoseme dadoparticipacin en ellas, lo arriesgo escudado en mi calidad deextranjero ("extranjero por cuestiones de geografa poltica",pues nunca me he sentido extranjero en la Amrica espaola,entre compaeros de esfuerzo y estudio), y claro est que, alreferirme al grupo homogneo de conferencistas, hablosolamente de los mexicanos.

    La principal facultad por ellos revelada es, a mi ver,espritu filosfico. Filosfico, si se quiere, en significacin msextensa de lo que es usual: espritu capaz de abarcar con visinpersonal e intensa los conceptos del mundo y de la vida y de lasociedad, y de analizar con fina percepcin de detalles, loscuriosos paralelismos de la evolucin histrica, y las variadasevoluciones que en el arte determina el inasible elementoindividual.

    Englobo, pues, la facultad artstica de los conferencistas,no en menor grado revelada, dentro de su espritu filosfico, noporque la considere subordinada, sino porque la estimo comoalgo ms que simple potencialidad creadora, de imaginacin ysensibilidad (que el vulgo suele juzgar casi subconsciente): comouna facultad elevada a la altura filosfica por el poder desintetizacin y desarrollada y afinada merced a la capacidadcrtica.

    No es axiomtica ya la verdad de que todo arte elevadoarraiga en la filosofa? No es evidente que el cultivo del arteexige percepcin crtica? Brillantemente expresa Osear Wildeque el espritu crtico es hijo del arte griego. Y recorriendo lahistoria de la crtica -por ejemplo, en la vasta y erudita obra delprofesor Saintsbury,- se advierte que muchos de los lugaresprominentes los ocupan artistas creadores: Aristfanes, Horacio,Dante, Lessing, Goethe, Coleridge...

    Adems, las disertaciones de los jvenes han ofrecidointers de novedad: han renovado en Mxico la conferencia,desligada del propsito inmediatamente didctico y del carcter26

  • oficial; y han tratado temas de actualidad o de intersinagotable: la personalidad de Carriere, singular como pocas enla pintura contempornea, fue estudiada por Alfonso Craviotoen Europa, frente a la obra viva y fresca todava para ladiscusin; la filosofa de Nietzsche, fuente de derivacionesproteicas y de controversias, fue presentada en hbil sntesis porAntonio Caso; el trabajo de Rubn Valenti sobre la evolucin dela crtica fue tanto ms oportuno cuanto que hasta estemomento pretenden aqu historiar esa evolucin los rezagadosen Taine, si acaso a l llegan; la arquitectura domstica, cuyodesarrollo recorri el arquitecto Jess T. Acevedo, es asuntoapenas desflorado en Mxico; y no el Edgar Poe fantaseador ysentimental que imaginan los lectores vulgares, sino el legtimoEdgar Poe, artista sabio y conquistador de un nuevo mundoesttico, fue exultado por Ricardo Gmez Robelo.

    Fcil es medir la suma de labor que representa el abordartales cuestiones desde tales puntos de vista, en quienes profesanla absoluta seriedad del esfuerzo intelectual, despectiva hacia lasimposiciones ambientes.

    Bien es cierto que este grupo juvenil ha logrado distrutarde las ventajas de la ms moderna y amplia cultura que ya seabre paso en Mxico. Lo anima el espritu de independencia, yno se aferra a ninguna secta literaria ni filosfica. Sin embargo,en una de sus tendencias tpicas puede reconocrsele comocontinuador de la mejor tradicin de la cultura mexicana. Elamor a la antigedad clsica, que se mantiene vivo en toda unaserie de intelectualidades mexicanas (Ignacio Ramrez,"Ipandro Acaico", Vigil, Pagaza, Casass, el mismo GutirrezNjera en su Odas breves, Othn, Urueta), reaparece en elloscon nueva fuerza, tan sincero y reverente hacia las obrasoriginales como atento a la portentosa labor de reconstruccinque, iniciada por los alemanes (con la enojosa demolicin previadel edificio de falsedad consolidado por casi quince siglos), hainteresado a los ms altos espritus de la poca. Y es justo haceraqu mencin de otros dos miembros de la falange juvenil quecomparten con los conferencistas mencionados las aficionesclsicas: Rafael Lpez, que ha dado excelente muestra de ello

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  • en la Elega en memoria de Othn; y Alfonso Reyes, que se hainspirado constantemente en asuntos griegos, desde la Oracinpastoral hasta los sonetos a Chnier que recit en la ltimavelada de esta "Sociedad de Conferencias."

    Acaso por ser este el primer ciclo, y sin que los autorespusieran en ello especial voluntad, las disertaciones abarcarondemasiado: as, Caso recorri toda la filosofa de Nietzsche;Valenti toda la historia de la crtica; Acevedo toda la evolucinde la arquitectura. La necesidad de exponer generalidades,cuando se abarca toda la extensin de un asunto, limita elcampo a la exposicin de conceptos propios. Esto no obstante,cabe asegurar que los trabajos de que hablo ofrecieron puntosde vista interesantes. Sealar brevemente dos: el final de laconferencia de Acevedo contiene en germen la solucin delproblema arquitectnico en la Amrica espaola, que debealcanzarse por el estudio de las condiciones de necesidad y gustoque determinan las formas de las construcciones domsticascomo tambin de los elementos aprovechables de la tradicincolonial, interrumpida ya en nuestros pases, por desgracia.Nada ms sugestivo que su credo de artista constructor:

    "El mejor elogio que de la vida podamos hacer, dadosnuestros citadinos modos de vivir, consistir desde luego en elaspecto y en el espritu de nuestra ciudad, que ser luminosa yalegre, variada, rica en color, expresiva y solemne, si nosotrossomos capaces de vivir luminosa, alegre y solemnemente. Ya veispues, seores, que cuando solicitaba de todos vosotros eldonativo cordial de vuestras almas para preparar eladvenimiento de nuestra mansin ideal, no haca ms quereclamar, como arquitecto, los materiales impalpables, y por lotanto los ms valiosos, con que las manos venerables de losartistas de otros tiempos solan trabajar en el silencio de sucorazn antes de pasar a la llanura o a la montaa que los dioseselegan para que en ella se edificase el rumoroso nido de loshombres."

    La explicacin dada por Ricardo Gmez Robelo delespritu de Edgar Poe, sealando en l los rasgos esenciales delidealismo trgico de los griegos, es un "hallazgo", aunque al28

  • principio parezca sobrado riesgosa. Nadie, en verdad, osaraafirmar que es un heleno el cantor de Ligeia, el cuentista deAssignation, en quien las cualidades ms extraordinarias de laimaginacin teutnica aparecieron sintetizadas por primera veztan exclusivas y plenas dentro de una sola personalidad, y dequien deriva toda una literatura; y no es esto lo que quisodemostrar Ricardo Gmez: la semejanza de Poe con el espritutrgico, tal como la entiende Nietzsche, consiste en la fuerzamoral que acepta el dolor y lo representa purificado, escapandoas al sentimentalismo egosta de gran parte de la lrica moderna.

    No continuar exponiendo cuanto me sugieren estasconferencias, pues hara interminable este rpido apunte. Lalabor iniciada es promesa de esfuerzo mayor: esperamos que lorealice la juventud mexicana.

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  • EL EXTISM*

    L amor a lo pintoresco y extico, que elromanticismo despert en las literaturas de laEuropa occidental -las nicas literaturas mundiales

    entonces, -ha sido fecundo en resultados. Si de una parte dioorigen a la invencin de artificiosos y socorridos moldes de"color local" -la Espaa de Rugo y Musset, la Turqua deThophile Gautier, la Rusia de Byron, la Persia de ThomasMoore, hasta dar en el ] apn de Pierre Loti y la nueva Espaade ] ean Lorrain, -en cambio suscit las reconstrucciones fielesy laboriosas, cuyo tipo es la Cartago de Flaubert. El exotismode mejor ley ha preferido las traducciones a las falsificaciones, lavisin directa a la fantstica, el ] apn de Lafcadio Hearn y laIndia de Kipling a cualesquiera ficciones asiticas de pamasianoso naturalistas; y habiendo recibido al nacer el influjo delredescubrimiento de Grecia, realizado por el genio alemn,influy a su vez en la reivindicacin de la Edad Media y eltriunfo del regionalismo, dejando como sedimento definitivo uninters permanente, aunque de intensidad variable, por todarevelacin de vidas y mundos diversos de los habitualmenterepresentados en las literaturas que todava sirven comonormadores en los pases de civilizacin europea.

    A veces, el gusto por lo extico produce el paradjicoefecto de renovar o despertar el amor a las letras antiguas; queas como Racine alegaba en defensa de su tragedia turca ladistancia como equivalente de antigedad, invirtiendo lostrminos algunos lectores contemporneos, cuya educacin

    -Horas de Estudio, 1910, Pgs. 259-262.Obro Crtico, 1960, Pgs. 157-58."Pqinas Escogidos, Mxico, 1946, Pgs. 19 y 20.

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  • clsica y bblica haba sido escasa o nula, saborean los poemashomricos, en las acrisoladas versiones francesas de Leconte deLisle, o las profecas hebraicas, en la spera traduccin espaolade Cipriano de Valera, con el mismo encanto de rareza quedescubren en el Tarass Boulba del ruso Gogol o en los Rubayatadel persa Ornar Khayam. Desde luego, semejante punto de vista-"punto de vista pintoresco," podra titulrsele, que prefiere enla lIada la descripcin del escudo de Aquiles a la despedida deAndrmaca, en la Odisea los primeros graciosos movimientosde Nusica al encuentro de Ulises con Telmaco, el punto devista, en suma, que representa, si con la distincin de unpersonaje platnico, el Ernesto de Osear Wilde en el dilogosobre La crtica y el arte, -implica una falsa concepcinesttica, cuya influencia slo puede darnos desnaturalizacionesde las pocas clsicas, como la criso-elefantina Alejandra dePierre Louys y la grotesca Roma neroniana de Sienkiewicz(contra las cuales habr que erigir siempre la severa Alejandrade Kingsley y la selecta Roma imperial de Walter Pater), ymodas ftiles como la momentnea boga potica de lasseudo-clsicas trivialidades siglo XVIII, pulverizadas la vsperapor los romnticos.

    Pero si es cierto que el punto de vista ms alto es el quenos descubre la significacin espiritual y profunda del arte,tambin lo es que el gusto de lo pintoresco y lo caracterstico, aldirigir sus preferencias hacia las descripciones y las imgenes(por ejemplo, a las recientemente popularizadas expresiones delos poemas homricos, los "clichs" distintivos de cadapersonaje) ha dado nueva vida "total" a las antiguas obras,demostrando que pueden subsistir ntegras tanto por su intershumano como por todos sus mil detalles accesorios, contra elpensar de los que, como Guyau, teman que el tiempo lasredujera a unos cuantos pasajes de universal e inagotablesugestin.

    Mxico, 1908.

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  • LA MODA GRIEGA*

    UANDO Urueta pronunciaba en la clsicaPreparatoria de Mxico sus memorablesconferencias sobre los poemas homricos y la

    tragedia tica (esas sorprendentes disertaciones que, a pesar desu erudicin barroca y su documentacin apresurada, evocanvvidamente aspectos del espritu griego, merced a la poderosaintuicin del autor, a punto tal que el Rector de la UniversidadSalmantina, "helenista y Unamuno", las juzg con singularrespeto), uno de los entonces discpulos del orador mexicanosala de cada conferencia segn refiere hoyhumorsticamente, - encendido en amor de las letras, y al llegara su casa se entregaba apasionadamente a la lectura de ... GmezCarrillo.

    Este salto desde las rapsodias homricas hasta las crnicasparisinas del autor de Entre encajes lo consider, al sermenarrado, prodigio acrobtico de la inconsciencia intelectual.

    Quin hubiera adivinando que el salto lo dara ms tarde, peroen sentido inverso, el propio Gmez Carrillo?

    y que lo dara, digo, sin grave desacato ni desconcierto. Elnuevo libro Grecia de Gmez Carrillo - el primero, si no meequivoco, en que un hispano-americano describe un viaje a laHlade no podr tomarse, no digo ya como obrafundamental, pero ni siquiera, si se insiste, como obra seria,como estudio detenido o meditada y sincera impresin; pero noes un libro pedante ni un libro irrespetuoso. Me figuro quepodra provocar las iras del severo Fernando Segundo Brieva

    La Cuna de Amrica, Santo Domingo, 1909,Horas de Estudio, 1910, pgs. 263-70.Obra Crtica, 1960, Pgs. 159-62.

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  • Salvatierra, el ilustre traductor de Esquilo, pero no irritar aMenndez y Pelayo. El gil cronista guatemalteco ha ido aGrecia llevado por imposicin de la moda, por exigenciaperiodstica, y, so capa de pintar la Grecia contempornea, hacolgado a las ligeras alas de sus crnicas discreto fardo dereminiscencias clsicas, porque a su perspicaz instinto no seescapa que, no importa cuanto aparentemos interesarnos por lacuestin balknica, lo que seduce al pblico literario, la modano agotada an, es la Grecia antigua.

    Desde el Renacimiento hasta nuestros das, es decir, desdeel platonismo florentino hasta la resurreccin del teatro al airelibre, no transcurre cuarto de siglo sin que en la Europaintelectual se suscite la cuestin helnica. En este momentopuede observarlo quienquiera que siga, aunque sea de lejos y aprisa, el movimiento mundial, - los grandes autores que estnen moda son Homero y Goethe. Shakespeare est sufriendocrisis; a Cervantes lo hemos olvidado, a pesar de las fiestas delQuijote; Dante apenas comienza a levantarse en una nuevaaurora. Pero el legendario padre de la poesa europea goza ahorade popularidad inusitada, corno lo muestran los cuentos deLemaitre, el Ulises de Stephen Phillips, los estudios del insigneBral y de los no menos eruditos Ferret y Brard (entre otrostantos), y hasta el proyecto de erigirle un monumento en Pars.En los crculos de gentes ledas, la Odisea se comenta confru'icin que no pudiera dar ninguna novela moderna y loseptetos homricos son gala frecuente de la conversacin: hastaen editoriales de peridicos norte-samericanos se hacenreminiscencias de las "palabras aladas". Ni es eso todo. Dentrode pocos meses, Sfocles ser autor de tanta actualidad comoOsear Wilde, gracias a la msica de Richard Strauss. Aristfanesinspira a los comedigrafos alemanes. Platn anda ya en lenguasde los nuevos pensadores. La musa campestre, el arte hesidicoy el arte buclico, reaparecen en D'Annunzio, en Guido Verona;en Francia, James, Abel Bonnard... En suma, el helenismodecadente de Pierre Louys y Jean Bertheroy, inspirado en lavida artificiosa de Alejandra y Bizancio, va cediendo el puesto ala faz genuina, ateniense, del helenismo.

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  • A maravilla lo prueba el libro de Gmez Carrillo. No se nosda aqu una Grecia uniforme, segn la frmula de serenidad deRenan o segn la frmula trgica de Nietzsche, sino aspectosvarios, rpidos, pero no incongruentes, del mundo helnico.Apenas si hay un captulo para las cortesanas (stas, que hace.diez aos le habran hecho llenar todo un volumen galante,ahora slo le merecen quince pginas un tanto duras), otro paralas estatuas de Tanagra, y uno, deplorable, sobre el parisianismode las mujeres de Atenas. Todo lo dems son evocaciones delmundo clsico o aspectos de la nueva Grecia, cuyo parentescocon la antigua, con "la Grecia eterna", es el retornelo de todadisertacin. Sin pedantera, antes bien con rebuscada sencillez,el cronista suele introducir nombres y citas de eruditos: alhablar de arte, Salomn Reinach y Maxime Collignon; al hablarde los misterios de Eleusis, el griego Demetrios Philios y hasta elvenerable Creuzer; sobre "el mar de la Odisea", Vctor Brard;sobre la cuestin homrica, Bral, la escuela Wolfiana, lasexcavaciones de Schliemann. No hay que ser muy avanzado encuestiones griegas para advertir los yerros de esa erudicin queGmez Carrillo crey necesaria para citas ocasionales. Cmo seatreve a aseverar, por ejemplo, que todos los eruditos alemanesvotan por el origen popular y fragmentario de los poemashomricos? Basta recordar a escritor tan universalmenteconocido, de tan prestigiosa autoridad y de tan larga escuelacomo Otfried Muller, para aplastar semejante ligereza.

    En cambio, las citas de autores antiguos tienen sabor yvienen siempre a cuento, con aparente facilidad, como si tuvierael autor familiaridad con ellos, No es, sin duda, que talfamiliaridad la poseyera de antao el modernista viajero, sinoque una frecuentacin constante, durante el viaje, impregn sudctil espritu de helenismo puro. Cabe suponer que para esteescritor la consulta erudita tiene que ser molesta ( iimaginad aGmez Carrillo estudiando la Simbolica de Creuzer o la Historiade Grote! ); Y al contrario, la lectura de los autores es fuenteinextinta de deleites. Porque, si a Gmez Carrillo le tienenmuchos por superficial incurable, lo cierto es que su ligereza esms impuesta que nativa, y que l es capaz de vencerla a ratos,

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  • muy de tarde en tarde, para no escandalizar demasiado alpblico que pide actualidades brillantes. No le hemos vistolanzar una condenacin enrgica de "lo bonito en las letras"?Condenacin que cae, se dir, sobre su misma obra; pero dictadaen un momento de sinceridad por el odio de algo peor que lobonito; "lo cursi". Aqu ha ido ms lejos. El aroma de la Greciaclsica llega a dar distincin a ms de una pgina; los ttulosmismos son sugestivos: El mar de la Odisea, Ciclo del Atice. Unpurista dir que recurre demasiado a la Antologa; pero noilustra la Antologa, ms que cualquier otro resto clsico,excepto las comedias de Aristfanes, - lo peculiar y lo menudoen las costumbres pblicas y privadas de Grecia? Hay por lodems, suficientes y atinadas reminiscencias de los autores de laspocas ureas, aun de los filsofos. No conozco pgina deGmez Carrillo que alcance la elevacin del cuadro trgico ElPalacio de Orestes, magistralmente escrito, vvidamentecompuesto e iluminado con los colores inagotables que ofrece ellenguaje de Esquilo y Sfocles, aunque sea plido el final, lamodernizacin del hijo de Clitemnestra: este cuadro vale por ssolo ms que el conjunto de todo lo restante.

    En lo que toca a la Grecia contempornea, Gmez Carrilloquiere conservamos la ilusin de que sus hijos son descendientesdignos de sus abuelos, son "hijos de Ulises". Pero el mundomoderno no se ha interesado por la Grecia viva sino una vez,hace un siglo. No s si a todos, en Amrica, nos ha interesado lalucha de su independencia. De m s decir que, cuando nio,aprend a amar las dos Grecias: a la segunda, la heroica de 1833,gracias a cierta novela histrica y al poema byroniano del buenNez de Arce. Despus la fui olvidando. En Bfalo conoc auna dama griega cuya nica distincin real, en sociedad, eradanzar admirablemente. En Nueva York trat a un descendientede griegos, "bulgarizado" hasta el apellido, pero antiguoresidente de Atenas, en donde, segn me hace sospechar GmezCarrillo, adquiri su verbosidad tpica. Pocas cosas de Greciaaprend por ellos. De la literatura neo-griega, algo nos hallegado en las traducciones de Bikelas (a quien, dada su fama, esraro no lo cite nuestro cronista), de Palamas, de Eftaliotis, de.36

  • Rhoidid; algo ms nos cuenta Gmez Carrillo, sobre todo de lapopular, interesantsima. Pero el mundo actual no se interesarvivamente por esta literatura, por ms que en ella se aspire acontinuar la tradicin clsica, mientras no se produzca all unaobra de genio. Por ahora, nos atrae la patria de Ibsen, reveladorde vida nueva. Si en la Grecia moderna apareciera un espritugenial, todas las miradas se convertiran hacia la tierra del Atica;y aunque no siguiera las rutas clsicas, ya nos encargaramos losadmiradores de demostrar su parentesco con sus divinosantepasados.

    Mxico, 1908.

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  • IIJ LA CATEDRAL (1):;r .. O hablis de reconstruccin! clamaba Ruskin, el, , . 'maestro de Las siete lmparas de la arquitectura,.\ Lo que fue, por obra y gracia de la fe de hombresya idos, de la fuerza y el saber de siglos ya muertos, no puede,en el flujo perpetuo de las cosas, tornar a ser jams.Lamentadlo, como Herclito; celebradlo, si os seduce la ilusindel progreso; pero no sois en reproducir el pasado. No visque, si fuera dable, reapareceran los mundos extintos, alesfuerzo animador de los espritus soberanos: los fecundosvolveran a vivir en Atenas, los superficiales repoblaranVersalles?

    Respetad lo antiguo! Conservadlo; hacedlo vivir contra lainvasin destructora de la vejez; hacedlo vivir con vida propia:para ello, debis ser sabios, en modo tal que cada toque vuestrosea tmidamente fiel a la inviolada armona del conjunto. No lomodernicis, queriendo colocar "Tb rbara labor! " sobre latragedia de los siglos la mscara irrisoria de una edad sin arte osin fe; no lo adicionis, pretendiendo completar la obra en quela edad pretrita dej caer la mano cansada, como el hroe deManzoni. iSabed amar lo incompleto! La Victoria de la TraciaSamas, la Afrodita de la roquea Milos, no os hablarn si nosabis amar su mutilacin gloriosa. Serfais osados a retocar laincorregida Eneida, a terminar, cuanto abandon, iniciadoapenas, la vida incalculable de Leonardo, cuanto dejinconcluso la juventud atormentada de Shelley o de Chnier?

    (1) La catedral de Santo Domingo, la ms antigua de Amrica, obra de AlfonsoRodrguez comenzada en 1516, qued sin torre, por quin sabe qu vicisitudes de lapoca de su construccin. Hoy, transcurridos cuatro siglos, se pretende agregarle unatorre.

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  • iAmad la Catedral sin torre! lSabed amar la Catedral deSanto Domingo! Grave, si no austera; solemne, si nomajestuosa, permanecer muda, en el abatido orgullo de suscuatro siglos, si no sabis admirar su vida profunda. Obratpica en verdad! Como el ms antiguo monumento deldominio espaol en Amrica, conserva en sus vigorosas lneas,en sus masas poderosas, en su ornamentacin severa, el sello delsiglo XVI. Cuando ella naca, a su alrededor germinaba elimpulso de las grandes conquistas; acaso recuerda el broanheloso de Corts, la piedad enrgica de Las Casas, la actividadmltiple de Oviedo. Pobre y desconocida, puede, sin embargo,decirse clara hija del gran siglo castellano fuerte y sobrio. iAy!No conserva ms prestigio pictrico que "La Virgen de laAntigua", con su rica tonalidad pardusca. Sus cuadros sagradosdeberan ser obras de los precursores de Velzquez; suinvocacin, el "Cantemos al seor", de Fernando de Herrera.No sufre deliquios msticos; no conoce la poesa gongorina; ni lafiesta de colores de la pintura veneciana; ni los derroches delestilo plateresco, ni las extravagancias del churrigueresco; ni laopulencia de oros y cedros que colm los templos de Mxico yel Per.

    Sus vicisitudes han sido las mismas de la tierra desdichadaque la sustenta. La prematura decadencia de la colonia la dejsin torre; los piratas le arrebataron sus esculturas; la barbariepiadosa borr la pintura sacra de sus columnas, destruy laclsica sillera de su coro, manch de amarillo sus murosexteriores y blanque su interior como sepulcro de fariseo; elfanatismo por la memoria del Descubridor la ha convertido enasilo de inartstica mole de mrmol.

    Queris infligirle nueva afrenta? [Detn la mano,Cliban: ya es tiempo! Eres acaso el misterioso arquitecto,sabio en estilos romnicos y gticos, evocador del viejo esprituespaol, capaz de erigir, tras luengos aos de meditar, una torredigna del siglo de la conquista? eEres acaso el artista que soRodenbach para restaurar a Brujas, desterrando de sus edificiospoblados de silencio las profanadoras reformas modernas?Eres acaso Viollet-Ie-Duc, prodigio de ciencia y de amor, que40

  • consagra toda su existencia a estudiar, ojiva tras ojiva, grgolatras grgola, y a completar, en los lmites de 1
  • CLYDE FITCH*

    I como a la muerte de Ibsen, emperador delK contemporneo drama psicolgico, sucedi la de~~~~ Giacosa, su ms distinguido secuaz en Italia, ahora,

    a la muerte de Sardou, seor de la tcnica artificiosa y enemigode la psicologa, acaba de seguir la desaparicin inesperada yprematura de Clyde Fitch, el ms connotado inventor desiuaciones dramticas, reales o falsas, en el teatromorte-americano.

    La comparacin aparecer como inexacta, si se atiende aque Ibsen y Giacosa trabajaban dentro del mismo ideal artstico,- el drama de problemas morales e intelectuales, a la vez queClyde Fitch no tena punto de contacto con el mtodo personalde Sardou. Ciertamente: el dramaturgo norte-americano nosegua las huellas del viejo escritor francs: su tcnica seasemejaba, precisamente, a la del teatro psicolgico de ltimahora. Pero la tcnica no es el drama; toda tcnica, inclusive ladel realismo psicolgico, tiene sus convencionalismos; y Fitchnunca vacil en aprovecharlos cuando quiso obtener un"efecto", aun violentando la lgica interna de la concepcindramtica. Imper, pues, gracias a la inescrupulosidad artstica, lomismo que Sardou; se hizo dueo del teatro norte-americano,y lo fue durante los diez aos ltimos. En los Estados Unidos,los aspirantes a dramaturgos le llamaban simplemente "l"; y no

    Con el ttulo "La Muerte de Clyde Fitch" en Actualidades, Mxico, 25octubre 1909.

    En Horas de Estudio, 1910, Pgs. 271-81.En Obra Crtica, 1960, Pgs. 163-67. Mxico, agosto 1908, Pgs. 361-62;

    "Horas de Estudio", 1910, Pgs. 177-181. "El Mundo Ilustrado", Mxico, 25 dejunio 1911, Pgs. 2 y 3; "La Nacin", Ciudad Trujillo, 30 de septiembre 1942; "ObraCrtica", 1960, Pgs. 122-23.

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  • hay duda de que muchos amantes del arte serio han sentidoalivio al saber su desaparicin, como ocurri en Francia, y aunfuera, al morir Sardou. Su triunfo suscitaba imitadores yahogaba esfuerzos de intenciones ms altas. Como de Sardoudeca perspicazmente Gustave Lanson, era "el obstculo".

    *

    **

    El dramaturgo que acaba de morir, joven an y yamillonario, con cuarenta y cuatro aos de edad y veinte decarrera, dejando ms de cincuenta obras, no siempre fue unobstculo para la amplitud del arte dramtico enNorte-Amrica; antes haba sido un estmulo. El teatronorte-americano, en puridad de verdad, no exista hace treintaaos. En los Estados Unidos, la poesa ascendi a regiones libresy luminosas desde principios del siglo XIX, y en ellas se sostienepor la labor de toda una serie de poetas que comienza en Bryanty llega hasta hoy con la juvenil y brillante musa de BlissCarman; y la literatura de imaginacin, en forma narrativa, quecomenz en Washington lrving, inici su apogeo hacia 1840,con los cuentos de Poe y las novelas de Hawthorne, para llegartriunfalmente a nuestros das, con el grupo de humoristas quepreside Mark Twain, el de regionalistas, que despert con lavisin poderosa de Bret Harte, y el de novelistas psicolgicos ysociales, que reconoce por maestros a Howells, espritu selecto yrico, y a Henry J ames, consumado estilista y psiclogo,presentando ya entre la juventud, como figura culminante, a laexquisita Edith Wharton. Pero hasta 1885, el teatro se hallabaen rudimento; escisin profunda separaba del arte teatral alverdadero arte literario. Los poetas, los literatos distinguidos, -Longfellow, Boker, Taylor, Howells, - haban compuesto obrasdramticas que rara vez suban a la escena. Para el teatroescriban gentes alejadas de la literatura, que ni siquieraimpriman sus obras. Entre estos surgi, por fin, un talento deobservador, un interesante regionalista: James A. Heme, autor yactor del drama Shore Acres, altamente valuado por hombrestan cultos como Howells y como el respetado crtico William44

  • Archer, jefe de la propaganda ibseniana en Inglaterra. Aparecipoco despus otra personalidad curiosa: Bronson Howard, conuna extraa concepcin del espritu norte-americano; escritorincongruente y vigoroso, oscilante entre la rudeza y la dulzura,inclinndose, unas veces, a imitar el realismo de Bret Harte, yotras a divagar poticamente, como bajo la influencia deLongfellow.

    Imperaron entonces, en el teatro de Norte-Amrica, lasdirecciones marcadas por Heme y Howard. El regionalismoencontr muchos cultivadores, ms o menos discretos; entreellos se ha distinguido Augustus Thomas, Pero Howard nopoda crear escuela que diera. buenos frutos. No supo ver elespritu de su pas sino a fragmentos, y nunca logr sorprendersu sntesis. Sus personajes, entre los que se mezclaban loshombres bravos de la California legendaria, con las finasdoncellas de la Nueva Inglaterra, constituan una humanidadinarmnica, inexplicable.

    En 1890, Clyde Fitch apareclO entre los dramaturgosjvenes. Conoci en seguida el xito fcil; pero aspir a lapopularidad mxima, y la obtuvo al fin, total y enorme. Fue unproductor fecundo, incansable. Ensay las traducciones, losarreglos de novelas, la comedia regional, el drama patritico; y,al cabo, dio con su forma: la comedia dramtica, que toma porasunto la vida de las gentes citadinas, lo mismo de la sociedadelegante que de la clase media.

    El impuso en su pas la tcnica del drama psicolgico almodo de los autores de Inglaterra y Francia. Entre aquellos dequienes aprendi, Pinero y Becque fueron los ms altos; esquivoal influjo de las concepciones trgicas de Ibscn, no lo recibisino tamizado a travs de Pinero.

    En realidad, Clyde Fitch posea mirada de psiclogo; enocasiones era penetrante; en general, era pintoresco; pero nuncaextenda su habilidad ms all de 105 detalles, de los cuadrosbreves, de los tipos limitados. "La idea de una comedia- dijo eralguna ocasin, - me viene casi siempre de reflexionar sobrealguna peculiaridad de carcter que he observado." Su teatro, enefecto, no triunfa por los "asuntos", sino por los tipos que

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  • presenta y por los detalles exteriores. Como ocurre con nopocos dramaturgos de hoy, su habilidad de psiclogo le llevaba apintar espritus de mujer: no de mujeres superiores, como laElena Alving y la Rebeca, de Ibsen, como la Magda, deSudermann, y la Agues, de Pinero, sino de la mujer usual, quenunca rompe los moldes de su educacin y de su ambiente. Eneste aspecto, su ms sealado triunfo es La nia de ojos verdes,donde el carcter de la celosa protagonista, dibujado condelicadeza, se destaca sobre el fondo gris de un asunto trivial.

    Creador de capacidad limitadsima, no pudo inventargrandes argumentos dramticos ni concebir, sino rara vez,protagonistas que fuesen personajes completos; en cambio, fuemaestro en cosas menores: los tipos secundarios, caractersticos;las peculiaridades de las costumbres; la stira social; el dilogohumorstico; las innovaciones atrevidas en las situacionesincidentales, y, a veces, en las mismas situaciones culminantes.Pocas obras suyas habr donde no se tropiece con algunasituacin desusada. Hoy la comedia se inicia sobre un barco enmovimiento; maana, aprovecha las curiosas circunstancias queorigina la estrechez de los "flats" neoyorkinos; luego, la escenase traslada al saln del Apolo, en el museo del Vaticano;despus, una confesin tremenda se hace a oscuras ...

    La obra de ms aliento que emprendi Fitch fue, quizs,Los trepadores. La stira social alcanza all extremos de dureza,no igualados por Henri Becque, superados apenas por GeorgesAncey. El primer acto se abre de modo inaudito: una familiaque aspira a "trepar", a relacionarse con los crculos msexclusivistas de la sociedad elegante, 1"egresa del entierro delpadre, y, despus de unas cuantas lamentaciones inarticuladas,madre e hijas declaran que el entierro fue un xito social ... Elproblema dramtico, sintetizado en el ttulo, es por todoextremo interesante. Pero la solucin se atropella, con crudezasal modo de Bronson Howard, y la obra desploma en el terceracto. Las posibilidades trgicas del conflicto resultan cargaexcesiva para el talento creador de Fitch, acaso para supaCIenCIa.

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  • Porque, en verdad, el mayor defecto de Clyde Fitch fue suimpaciencia por el triunfo. Apenas comenz su carrera, supreocupacin fue no perder nunca el dominio del pblico; acaza de auditorio, recorri todas las formas en boga, estudi lasmodas dramticas, ensay recurso tras recurso, apel asingulares osadas; y el pblico cedi, rendido por la tenazpersecucin, que se manifestaba en dos y hasta en cuatro obrasanuales. Y cuando se sinti dueo del teatro norte-americano(al principiar el siglo XX, l saba que ningn dramaturgo de supas tena tan seguro el porvenir inmediato), no descans:sigui produciendo dos o tres obras anuales; sigui ensayandoefectos novedosos, manteniendo viva la curiosidad pblica.

    Asegurado el xito, Clyde Fitch habra podido consagrarsea perfeccionar su labor dramtica. Cierto que sus mejores obrasLos trepadores, La nia de ojos verdes, La Verdad (celebradapor la crtica de Inglaterra y de Alemania) - fueron escritas enlos diez aos ltimos. Del perodo anterior, sus crticossolamente sealan las escenas de amor en Brbara Frietchie.Pero en todas ellas hay descuido, apresuramiento: junto a escenasde psicologa fina o de crtica social aguda, aparecen detallesfalsos, efectos rebuscados, desenlaces convencionales ... Mientrasescriba sus obras ms selectas, lanzaba a las tablas otrascomedias, producciones triviales que triunfaban en virtud deartificios: su adecuidad para las facultades de una actrizpopular, sus incidentes curiosos, sus escenas sensacionales ... Assurgieron a vida efmera multitud de obras: Capitn Jinks, Latestarudez de Geraldina, El pjaro enjaulado, El soltero y tantasms, de ttulos con frecuencia expresivos, casi intraducibles. Ycuando llegaba el momento de estrenarlas, el cuidado que no

    Ipuso en escribirlas, lo prodigaba Fitch en dirigir los ensayos,estudiando cada detalle. Cuentan las actrices que era unmaravilloso director de escena. Como Sardou...

    Si Clyde Fitch hubiera escuchado la Voz de la crtica yconcedido menos atencin al pblico, habra escrito, quizs, laprimera grande obra del teatro norte-americano. No habracompuesto dramas poderosos, pero s obras de psicologa sutil,armnicas y sugestivas; se habra acercado al rango que ocupan,

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  • en el contemporneo teatro psicolgico, Benavente o Donnay.Prefiri imponerse multiplicndose, y no logr salir de la fila enque se mueven Alfred Capus, Gerolamo Rovetta, Henry ArthurJones. De l no quedan "obras"; todos los crticos, al juzgarle,sealan fragmentos: las escenas centrales de La nia de ojosverdes; la primera mitad de Los trepadores; los dos primerosactos de La verdad... Podra agregarse alguna escena deMuchachas (inspirada en una comedia alemana), algn pasaje deLa nia y el juez... Con ocasin de algn estreno suyo,preguntaba humorsticamente un crtico: "Puede Mr. Fitch"pensar" durante tres actos seguidos? ".

    En suma, los primeros triunfos de Clyde Fitch fueronbenficos para el teatro norte-americano: la corrientecontempornea entr con ellos, franca y caudalosa. Pero slohaba entrado la tcnica: se necesitaba, adems, una corrientede ideas, que la animaran, que estimularan a imaginar altasconcepciones dramticas. Fitch no quiso trabajar para eso; y, asu ejemplo, el teatro norte-americano se llen de comediasseudopsicolgicas carentes de profundidad, se convirti enaminorado "pendant" del actual teatro francs.

    Mientras tanto, la juventud, con ideales nuevos, tocabaansiosa a las puertas de la escena norte-americana. Al frente deella, enarbolando como estandartes la exquisita prosa de suMater y los sonoros versos de sus Peregrinos de Cantorbery y desu Juana de Arco, apareci, severo y laborioso, Pery Mackaye.Su llamamiento, apoyado por la crtica, fue desatendido por elpblico. Clyde Fitch imperaba, sin abandonar nunca el cetro.Todava, despus de la muerte, persiste en sus manos. Quedanpor estrenar tres obras pstumas...

    Pero sern las ltimas. "El obstculo" desaparecer dentrode un ao. Los nuevos pueden confiar. .. iOjal, para bien de labreve. gloria de Clyde Fitch y del todava informe teatroamencano, surja, de entre las pstumas, una verdadera obradramtica!

    Mxico, 1909.

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  • 11- MARGINALIA*

    .1' - \.' - \

    < " VERTE fatal de los hombres superiores es el dar, .... s mate';a. a i~wpretaciones, no ya di:-ersas,sino

    . contradictonas y extravagantes. MIentras lasderivaciones de la obra genial no salen sino de los laboratoriosintelectuales, esto es, de los talentos seriamente consagrados alestudio, cabe la certeza de que la integridad prstina de la ideaexcelsa ser respetada: pero mala fortuna le espera cuando caensobre ella los sedicientes divulgadores, los crticos de peridico,los oradores populares, los profesores de liceo. La profanacines completa cuando el vulgo (que en nuestros das ha adquirido,como dijo Osear Wilde, el hbito fatal de la lectura) se entera,sin ms luz sobre los hechos, de que Esquilo profetiz la muertede los dioses y de que Platn defini el amor elevado, de queFlaubert tardaba aos en escribir sus novelas y de que Ibsentuvo una alta idea de la mujer, porque entonces resulta Esquiloun cristiano, Platn un petrarquista, Flaubert un retrico y unfeminista Ibsen.

    Si alguien entre los modernos ilustres debi escapar a lasinterpretaciones falsas, fue sin duda Goethe. Este portentosohombre de arte, de ciencia y de accin hizo cuanto saba porevitarlo, escribiendo sus incomparables Memorias. El estudio desu vida y de sus obras ha dado origen a toda una biblioteca, queest bien distante de ser tan confusa y contradictoria como lainmensa biblioteca shakesperiana. Sin embargo, los temiblesdivulgadores se han apoderado del Werther y del Fausto, sin leerlas Memorias, y gracias a ellos, el pblico negligente siguejuzgando la novela juvenil con el criterio del clebre editor"La Cuno de Amrica, Santo Domingo, 17 de enero de 1909.

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  • Nicolai y la obra maestra como un nuevo libro de los sietesellos. Grande sera el asombro de ciertos repetidores deconceptos si supieran que en vez de buscar la defensa delsuicidio en el Werther, podran encontrarla en Las Maravillas dela Vida, de Haeckel, el jefe del monismo cientfico (vulgopositivismo), y que para la crtica moderna, algo menos cndidaque la romntica, el Fausto ha dejado de ser oscuro.

    Pero estas falsas interpretaciones se quedan cortas ante lams extravagante que haya llegado a mi noticia: un maestro dela juventud acaba de afirmar (no en pblico, pero poco menos:ex-cathedra) que Goethe era un aptico: ms an, el tipopsicolgico del aptico. Difcil es concebir en qu se pretendefundar tal afirmacin, puesto que los ms sencillos manuales dehistoria y de literatura pintan a Goethe como uno de loshombres que ms han trabajado en nuestra poca, uno deaquellos alemanes que, en opinin de Taine, "fabricaron entre1780 y 1830 todas las ideas del siglo XIX".

    Acaso la explicacin se encuentra dando un rodeo. Desdeque Darwin formul su ley de la lucha por la existencia, esta hahecho estragos mucho mayores entre los pueblos latinos queentre los sajones. Apegados, como dice Ferrero, a unaconcepcin cesrea de la vida, los latinos se han esforzado porconvertir la ley biolgica en regla social y la nocin cientfica enfijo clis retrico, a pesar de cuanto despus de Darwin se hadicho y hecho por los pensadores y socilogos norteamericanos,pongo de ejemplo significativo. De ah ha surgido un cuitaabsurdo de la accin, que idoliza a Bonaparte, a Bismark y a losfacedores de millones. Es decir, que un hombre cuya actividadmental. no deja en reposo problema alguno de la ciencia o delarte o de la vida, .hasta el punto de que en Alemania yEscandinavia, cuando se quiere resolver una cuestin, sea dehigiene o de arquitectura, las gentes piensan: "Habr dichoGoethe algo sobre esto? "; un hombre que, al mismo tiempoque escribe la ms alta obra literaria de su siglo, domina toda laciencia y la filosofa y formula o presiente dos o tres de lasgrandes teoras modernas, es un aptico porque no responde alideal vulgar del hombre de accin. Por fortuna, aunque se50

  • acepte concepcin tan estrecha, no puede invocrsela paracensurar a Goethe. El autor del Fausto tuvo una vida socialsiempre activa, logr imponerse a su poca y fue consejero deEstado y i oh asombro! director de la hacienda pblica en elducado de Wemar. Era, convienen Heine y Mme. de Stael, ungran diplomtico. Y en ltimo caso recurdese la opininexpresada por el gran activo, por el propio Napolen: SOIS UNHOMBRE.

    Ya que no es posible tachar de aptico a Goethe en lo quese refiere a la vida activa, hay quienes lo tachan de aptico en suvida moral y lo juzgan el tipo de la frialdad egosta. Hombre tanperspicaz como Heine incurri en ese error, aunqueinconscientemente lo contradijo varias veces. La leyenda deGoethe-estatua se disipa con la lectura de sus "Memorias": qudigo! con recordar que fue el autor del Werther y del Egmont,que fue apasionado en sus amores, sincero en sus amistades yferviente en sus admiraciones. Walter Pater nos habla del"sincero entusiasmo que caracterizaba su maravillosa juventud,an no agitada por la presin y el torbellino de su primeramadurez". "Comprenda todo el universo, -afirm una vezSainte-Beuve, -exceptuando quizs dos cosas: el cristiano y elhroe"; pero ms tarde corrigi: "el cristiano lo admita comouna produccin social de las ms artificiales (puesto que en elcristianismo vea un renunciamiento): el hroe, lo admita, locomprenda: l mismo era, en su orden, un hroe",

    Goethe, que en su vida y en su obra dio tan alta leccinmoral, es el filsofo del herosmo moderno. Y es tambin supoeta: es el que en la inconclusa Aquileida concibe, como sueoirrealizable de Atenea, la transformacin del hroe antiguo, elde la guerra y de la accin, en el nuevo hroe de la inteligencia ydel trabajo civilizador.

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  • CUESTIONES METRICAS*

    El Verso Endecaslabo

    O es la mtrica, a pesar del desdn con que suelemirrsela desde la poca romntica, como parte dela destronada Retrica, asunto balad o estudio

    vaco, propio tan slo de la erudicin indigesta: es porcinesencial y efectiva de la tcnica literaria, a la cual consagraronsabio esmero los Griegos y los Latinos, y conocimientonecesario para integrar la "filosofa de la composicin", segnlo mostr Hegel en elocuentes pginas de su Esttica. Seriaatencin le ha concedido siempre la crtica de Alemania y deInglaterra, de Francia y de Italia, desde los escritores filosficoshasta los meros eruditos; y si en nuestro idioma su estudio estodava incompleto y escaso, al punto de que muchas cuestionesde mtrica castellana han sido estudiadas, antes que porespaoles, por extranjeros, se debe a la exigidad de lascorrientes de alta cultura en nuestro mundo intelectual. Sinembargo, las luces definitivas sobre la tcnica de la poesacastellana deben surgir de escritores de nuestra lengua; por esocuando el ms ilustre de los crticos espaoles anunci lapublicacin de su estudio sobre Juan Boscn, como parte de losprlogos a la vastsima antologa que dirige, todo estudianteserio de letras debi de sentir extraordinario inters ante la

    Revista Moderna de Mxico, marzo de 1909.Horas de Estudio, 1910, Pgs. 138-74. con el ttulo "El Endecaslabo

    Castellano": En Revista de Filologia Espaola, abril-junio 1919, tomo 6, Pgs.132-157, y en Boletfn de la Academia Argentina de la Lengua, tomo 13, Pgs.725-824. En oObra Crtica, 1,960, Pgs. 106-121.

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  • promesa implcita del estudio sobre los orgenes y la tcnica delverso endecasflabo.

    El endecasflabo ha llegado a ser, en los cuatro siglosltimos, a pesar de su aparicin nada remota en la PennsulaIbrica, el verso por excelencia clsico de las literaturascastellana y portuguesa, tanto como lo es en su legtima cuna,la italiana, y ms que en cualquier otra de las que lo han acogidoy explotado, excepto la de Inglaterra, donde entr antes que enEspaa. Su secreto est en ser el nico verso castellano mayorde ocho slabas que suena a nuestros odos como simple, comounidad perfecta. No lo es en rigor, si por versos simples seentiende los que no llevan ms acentuacin fija que la inevitablefinal, puesto que este necesita de la cesura; pero s es a todasluces unidad meldica no igualada por ningn verso mayor queel octosflabo, pues, dejando aparte los compuestos dehemistiquios regulares (alejandrino, decasflabo que Moratnllam "asclepideo", dodecasflabo derivado del viejo "artemayor", dodecaslabo derivado de la seguidilla), el mismodecasflabo anapstico tiene una triple acentuacin montonaque lo divide en tres clusulas idnticas (iguales desde el puntode vista francs, .que descuenta como sobrante la que es paranosotros slaba final tona: de ellas es fcil la transicin a lostres versos elementales, como en la clebre barcarola de laAvellaneda:

    Una perla en un golfo nacidaal bramarsin cesarde la mar...),

    y el eneaslabo, que en otro tiempo se us con ritmo libre, caydespus en la fijeza de cesuras, y apenas si se encuentra ahora enperodo de re-elaboracin no muy fructuosa.

    De propsito hablo del endecaslabo como de un soloverso. Bien es sabido, por toda persona culta en letras, que tienedos formas: la heroica o ymbica, cuyo acento rtmico caeprecisamente en la SIlaba central, la sexta:

    54

  • (Flrida para m dulce y sabrosa),

    y la sfica, acentuada en las slabas cuarta y octava,equidistantes de la central:

    (Ms que la frta del cercdo ajeno)

    Pero es lo cierto que, "en la lectura rpida", ymbicos y sficossuenan como unidades iguales al odo, y slo uno ejercitado losdistingue sin distraer la atencin del sentido de las palabras; dirms: poetas hay que componen endecasflabos sin darse cuentade que son dos, y no uno solo, los tipos que usan. No hay dudade que el resultado de ambas formas es idntico: la esencia delendecaslabo castellano, tal como lo ha fijado el uso de cuatrosiglos, es el ritmo fundado en la acentuacin central, obtenido,ya por el procedimiento simple de dar fuerza a la slaba sexta,ya por la combinacin de dos acentos equidistantes, queproducen, como por equivalencia mecnica, el mismo efecto.Tericamente, pues, cabe considerar este verso como derivacin"elstica" de una serie, cuya fuerza tiende a hacerse central, decinco "pies ymbicos" (nombre que se conviene en dar a laclusula de dos slabas acentuada en la segunda), modelo idealque se encuentra realizado a veces, como en este ejemplo deGarcilaso, acentuado en todas las sflabas pares:

    y oyndo el sn del mr que en lla hire...

    Las dos formas sealadas constituyen el endecasflabocastellano tpico, y todos los tratadistas que lo han estudiado,extensamente o de paso, estiman defecto la intromisin decualquier otra forma. Existe, es cierto, el endecaslabo que Bellollam "dactlico" y que Mil y Fontanals titul, con msexactitud, "anapstico", cuyos acentos rtmicos caen sobre lasslabas cuarta y sptima, no siendo obligatorio el de la primera:

    (Luego resrqen tan mgnos e/amores...-Juan de Mena);

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  • pero, si bien este es antiqusimo en la Pennsula Ibrica, y es,adems, forma fija, nunca desaparecida, del endecaslaboitaliano, el gusto espaol lo ha desterrado de la compaa de suhermano clsico, cuyo ritmo altera en modo visible, por laintroduccin de un acento en slaba impar, situada en medio delas dos slabas pares (sexta y octava) que debieran decidir laacentuacin ortodoxa y que permanecen inacentuadas. Sinembargo, mis observaciones sobre la mtrica de los siglos de oro,aunque rpidas e incompletas, me han inducido a creer que, noesta forma anapstica, sino otra que altera menos la armona deymbicos y sficos, ha sido tolerada en el endecaslabocastellano: el verso sin otro acento rtmico que el de la slabacuarta, como el "decaslabo a minori" de la antigua epopeyafrancesa y el endecaslabo provenzal

    (El alto cilo que en sus movimientos...-Boscn},

    endecaslabo "acentuado a medias", pues le falta elcomplemento de un acento en octava para ser sfico o el de unacento en. sptima para ser anapstico. Sobre esta cuestin, y apropsito de las innovaciones mtricas de los "modernistas"hispano-americanos, he escrito ya, en un ensayo anterior(Ruben Daro, nota al final de la seccin 1).

    *

    **

    Confieso que, cuando le el anuncio del nuevo libro del Sr.Menndez y Pelayo, mi mayor inters estuvo en ver si, en elnecesario estudio del verso de Boscn y sus fuentes, se hallabaexplicada esta acentuacin incompleta. Y ya ledas las ochentaeruditas e interesantes pginas que dedica el insigne crtico a lagnesis del endecaslabo (pginas que no debiera ignorarningn lector ilustrado), encuentro que, si bien nada diceexpresamente sobre el punto en cuestin, a mi modo de versugiere explicaciones probables. Mis observaciones se dirigan

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  • exclusivamente a la forma definitiva del endecasflabo castellano,y en manera alguna a sus antecedentes histricos, campo abiertoslo a la ms intrincada erudicin; y aunque Don Marcelinoestudia, no aquella forma definitiva (reservndose tal vez parahablar sobre ella de Garcilaso en adelante), sino estosantecedentes, su trabajo abre la va y trae todos los elementosdel estudio completo.

    Recapitulemos. Aunque se hayan discutido en otra pocalos ttulos de Boscn como introductor del endecasflabo enEspaa, todas las disquisiciones posteriores han dado estacertidumbre: antes de Boscn, slo el Marqus de Santillanahaba hecho ensayos conscientes de endecaslabo a la italiana(pues son muy imperfectos los de Micer Francisco Imperial), yesos fueron ineficaces en influencia y pronto olvidados; y todaslas formas de verso de once slabas usadas antes en la PennsulaIbrica pertenecan a otros rdenes mtricos, aunquepresentaran semejanzas frecuentes y aun raras identidades con elverso de Dante (como ocurre con los endecasflabos al modogallego, del Infante Don Juan Manuel y el Arcipreste de Hita, ycon los que entran en el "arte mayor", en Juan de Mena y lospoetas de su siglo (1).

    (1) Mi estimado amigo Andrs Gonzlez-Blanco, en su reciente librosobre Salvador Rueda, dice que en el Arcipreste de Hita se encuentra "elendecaslabo ntegro.. como en el momento culminante de superfeccionamiento por Garcilaso":

    "Quiero seguira t, flor de las flores...

    Pero esta opinin es hija de un excesivo entusiasmo por el talentomtrico de los poetas del perodo preclsico. En los pocos endecaslabosdel Arcipreste hay mucha imperfeccin; los versos se convierten a veces endodecas labos (a menos que nos arriesguemos a declarar mudas las "ees"finales de "guaresces" y "f'alece"}.

    y no se trata de apariciones "espordicas" del metro, merosprecedentes inconexos y rudos, sino de su implantacin definitiva. Si asno fuera, con exagerar, siquiera poco, el entusiasmo del joven y estimadocrtico, podra declararse que el endecaslabo, en su forma definitiva,exista en castellano desde el Poema del Cid:

    57

  • El endecaslabo castellano (ymbico y sfico) se ve, pues, que esobra de Boscn, suscitada por el ejemplo de Dante y Petrarca,siendo en este respecto detalle interesante la influencia que ensu decisin tuvieron las indicaciones de Andrea Navagero, en1526; y el poeta espaol (castellano en sus escritos, aunquebarcelons de origen) no ignoraba la diferencia entre este verso'y la forma provenzal, con su derivacin catalana. Y por ende, lasfuentes primitivas del endecaslabo espaol son las del italiano:el "sfico" y el "senario" de la poesa latina, fundidos yperpetuados en la corrupcin de la lengua de Roma, de dondepasaron a la toscana, probablemente con influenciasprovenzales, para convertirse en forma plenamente moderna. (El"origen trovadoresco", que deca el insigne Mil, delendecaslabo italiano, lo da todava por seguro, aunque slo depaso y tcitamente, el profesor francs Joseph Anglade, en susconferencias de 1908 sobre Los Trovadores.)

    Todo el que conoce los versos de Boscn (aunque sea porlas muestras exiguas de la coleccin Rivadeneyra) sabe que susendecaslabos son todava imperfectos, por notoria falta demaestra; y no slo en lo que atae a hiatos y sinalefas, a laaglomeracin de acentos prosdicos y a los finales agudos, sinoa los mismos acentos rtmicos, que, por constituir la esencia delverso, deberan haber sido bien colocados desde estosprincipios. El ejemplo ms terrible de este desorden mtrico esla cancin 1 (pgina 222 de la edicin de Knapp, ejemplarnumerado 106):

    "Fabl myo Cid de toda voluntad:Yo ruego a Dios e al padre spirital...

    (Versos 299 Y 300)

    Albar Albarez e Albar Saluadorez,Galin Garcia, el bueno de Aragn...

    (Versos 739Y 740)

    Madre e fijas las manos le besauan "...(Verso 1608)

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  • En tiempo que quanto tengo es perdido.Hombre tan triste, tan cuitado y tal...Si hay alguno que mis cuitas no alabe...Dadme un poco de alivio, porque puedeProbar a ver si dir lo que digo...

    Pensaba que todo fuera amistad.Vinieron luego unos sanos temores;Temprano an era para otros dolores.A veros iba, yen mitad del caminoQue entonces no era tiempo imaginaba...

    Senta yo sin mi consentimiento...

    Diego Hurtado de Mendoza, uno de los primeros a seguir lainnovacin de su amigo, comete, aunque no tantos, igualesyerros:

    Qu dices del que por subir padeceLa ira del soberbio cortesano...No la ira del cielo, que a la tierraHace tremer con terrible sonido...Ni se da tanto a la riguridadQue por seguilla olvide la blandura.Dexa a veces vencer la voluntadMezclando de lo dulce con lo amargoy el deleite con la severidad...Las sombras que al sol quitan sus entradasCon los verdes y entretejidos ramos...

    (Epstola a Boscn.]

    Cristbal de Castillejo, en sus versos de campaa contra lainvasin potica de Italia, exagera estos defectos:

    y ya que mis tormentos son forzados,Bien que son sin fuerza consentidos,Qu mayor alivio en mis cuidados

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  • Que ser por vuestra causa padecidos?y si como son en vos bien empleadosDe vos fuesen, seora, conocidos,La mayor angustia de mi penaSera de descanso y gloria /lena.

    ("Contra los que dexan los metros castellanos y siguen los italianos",segn el texto primitivo, no corregido, que cita Knapp, el editor modernode Boscn.)

    En apariencia, no lo haba hecho mucho mejor que estosinnovadores el Marqus de Santillana; pero se advierte, si semarcan bien los hiatos, que todos sus versos pertenecen a las dosformas ortodoxas y a las otras dos de que hablo (aun podradecirse que, para l, el acento esencial es el de cuarta slaba);

    Oy que dir de ti, triste emispherio,O patria mio, que veo del todoYa todas cosas ultra el recto modoDonde se espera inmenso lacerio?

    El andar suyo es con tal reposoHonesto manso, su continente,Que, libre, vivo en captividad.

    Vieron mis ojos en forma divina

    La vuestra imagen deal presencia...("Sonetos fechos al itlico modo.)"

    No todo lo de Boscn es tan excesivamente incorrectocomo la muestra dada arriba. Antes al contrario, buen nmerode sus sonetos y octavas reales ofrecen ya la armona regular deymbicos y sficos; y, en general, las poesas que, segn parece,60

  • compuso tras algn tiempo de prctica, son tolerablementecorrectas, con deslices no demasiado fecuentes. Pero a travs detoda su obra, persisten, junto con los ymbicos y los sficos, lasdos formas no ortodoxas: la anapstica (a cuyo uso deba desentirse autorizado por el ejemplo italiano) y la de acento encuarta slaba, sta sobre todo.

    As la primera:

    No me contento, pues tnto he tardado...(Soneto XII;)

    la segunda:

    La noche sigo, mas mi fantasa...(Soneto XVII,)

    Si por amor, por mi desconcierto...(Soneto XXXII.)

    El portugus hispanizan te S de Miranda, quien estuvo apunto de anticiparse a Boscn en la introduccin delendecaslabo italiano en la Pennsula Ibrica, y fue al fin suintroductor en Portugal, es ms correcto que el poetabarcelons, pero usa libremente de ambas formas no ortodoxas,dando la preferencia a la anapstica:

    Ojos tan tristes de lgrimas ciegos,Que tantos fuegos acendis llorando,Cuitado, y cuando pens que eran muertos,Siendo cubiertos de tanta y tanta agua,En la gran fragua alzse mayor fuego...

    Luego las Dras y las AmadrasIrnse paseando las florestas...

    (Egloga Nernoroso.]

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  • Garcilaso, que se apoder en seguida de la innovacinimplantada por su amigo Boscn, la perfeccion de singularmanera. Su procedimiento de "silabizar", como deca elpedante de la stira moratinesca, limpi de cizaa el campo,dejando el verso claro y puro en la mayora de los casos. Tienealguno que otro de acentuacin inaceptable:

    El fruto que con el sudor sembramos...(Elega 11);

    pero estos son rarsimos; no as los anapsticos:

    Cortaste el rbol con manos daosas...(Soneto XXV),

    y los provenzalescos, de acentuacin "a medias", que usacon hermoso efecto:

    All se halla lo que se desea...(Egloga 11)

    Pienso remedios en mi fantasa...(Soneto 111).

    A partir de Garcilaso, la forma del endecaslabo castellanose hace definitiva, regular y correcta. Suele alterrsela, tal cualvez; suele llevar acentuacin floja, que hace descansar la fuerzartmica en palabras de acento prosdico dbil; mas, paraencontrar un error grave de ritmo en los poetas importantes,hay que recorrer con frecuencia miles de versos. Sin embargo, atravs de todo el triunfal desarrollo del endecaslabo, leacompaa, como til auxiliar, el verso de acento en cuarta, queslo muy tarde en tarde entreabre la puerta al anapstico.Vayan ejemplos, escogidos al azar entre pocos o muchos de cadapoeta (cito casi siempre por la coleccin Rivadeneyra, por elParnaso de Sedano por la Floresta de Bohol de Faber);

    Yel verse lejos de su compaa...(Hernando de Acua, Fbula de Narciso)

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  • Con que las vengue muy a su contento...(Francisco de Castilla, Fbula de Aeten),

    Comiendo en ella a los enamorados...(Gonzalo Prez, La Ulixea, 11),

    La causa fuistes de mi devaneo...(Glvez de Montalvo, Cancin V),

    y lo intrincado y lo dificultoso...(Barahona de Soto, Stira 1),

    Vindolos solos, ejecutaran. ..(j uan de Castellanos, Nuevo Reyno de Granada, V),

    Responde y dice la desconfianza...(Sebastin de Crdoba, Soneto "Nuestra alma... ")

    Egipcia, y gloria de su confianza...(Herrera, Por la vitoria de Lepanto),

    En sus caballos y en la muchedumbre...(Herrera, Por la prdida del Rey Don Sebastin),

    Aura, templanza, ya las sonorosas...(Francisco de la Torre, Soneto "Vuelve Cfiro... "),

    y pues me dejan, por lo que llevaron...(Francisco de Figueroa, Estancias),

    Aquellos ricos amontonamientos...(Francisco de Aldana, Versos a Montano),

    Poned manzanas a mi cabecera...(Arias Montano, Parfrasis del Cantar, 11),

    Ver las causas, y de los estos...(Fray Luis de Len, A Felipe Ruiz),

    Traspuesto el sol de tu conocimiento...(Maln de Chaide, trad. de Paree mihi de Job),

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  • 64

    Dn el perdn al que los ofendiere...(Fr. Diego Murillo, Palabras de Cristo en la Cruz),

    Idea viva de mis pensamientos...(Fr. Jernimo Bermdez, Nise Laureada, /),

    La preeminencia del anticiparse...(Juan Rufo, La Austriada, 11),

    Puede tomar lo que le conviniere...(Ttmoneda, Octava a los Representantes),

    Yas, cual padre de misericordia...(Virus, Moserrate. 1).

    Bien lo han mostrado sus ofrecimientos...Miguel Snchez, La guarda cuidadosa, 1),

    Mi dama, pienso que con su presencia...(Trrega, El grado de Valencia, 1),

    Habrislo sido de mi desventura...(Damin de Vegas, Comedia jacobina, 111),

    Con sobresalto ni desconfianza...(Fr. Pedro de Padilla, Soneto "Felicidad ni gusto... "),

    Un nombre igual a su merecimiento...(Valdivieso, Vida de SanJos, /),

    Slo licencia, con que le promete...(Gmez de Huerta, Florando de Castilla),

    El triste da se le representa...(j uan de Arjona, Tebaida, /),

    Este lugar! de mis navegaciones...(Medrano, Cancin" iOh mil veces... JI),

    Haciendo en esto a la naturaleza...(Cairasco de Figueroa, Canto de la Curiosidad),

  • Con presupuesto de arrepentimiento...(Diego Velsquez de Velasco, Salmo XXXVI!),

    Esto te pido, por lo que aprovecha...(Dr. Garay, Epstola a Fabla},

    Si al cedro vieres ensoberbecerse...(Prez de Herrera, Menosprecio de las cosas caducas),

    Asperas, blandas con el aspereza...(Lope de Salinas, Cancin "Los claros ojos abre... "),

    Mozas de Lesbos, las que me incitastes...(Diego Meja, Safo a Fan),

    Luego caera en arrepentimiento...(Luis de Ribera, De la virtud heroica),

    Consigo raudos arrebataran. ..(Hernndez de Velasco, Eneida, 1),

    De la fiereza que representaba...(Villaviciosa, La mosquea, VII),

    Tienen los lobos arrebatadores...(Alonso de A cevedo, De la creacin, da 70 )

    Si dar queremos a los consonantes...(Juan de /a Cueva, Ejemplar potico, 11),

    La ansia y pasin que te desasosiega...(Rey de Artieda, Epstola sobre /a Comedia),

    Fingir palabras en su coyuntura...(Casca/es, trad. de Horacio, Tablas poticas),

    En el sagrario del conocimiento..,[Vitlamedlona, Sonetos amorosos, X),

    Los altas ondas en el Occidente...(Espinel. La casa de la memoria},

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  • 66

    La cruz, de yesca para sus enojos...(Ledesma, Soneto sobre Longinos),

    La alta cenefa lo majestuoso...El vello, flores de su primavera...

    (Gngora, Soledades, 1),Espa muda de los horizontes...

    (Anastasio Pantalen de Ribera, Fbula de Eco),Por propia insignia de tu simulacro...

    (Lupercio Leonardo, Cancin a Felipe 1/)Se acreditasen con la demasa...

    (Bartolom Leonardo, Epstola "Con tu licencia... "),y en todo aquesto, ni por pensamiento...

    (Lope, La discreta enamorada, 1),Siempre se olvida del matalotaje...

    (Quiones de Benavente, Los cuatro galanes),Si yo conozco en mi naturaleza...(Guilln de Castro, La piedad en la justicia, 1/),Dej por jueces y gobernantes...

    (Luis Vlez de Guevara, El ollero de Ocaa,l/l),Gracias al cielo, que por la justicia...

    Tirso, El vergonzoso en palacio, 1),Mis pensamientos, mis inclinaciones...

    (Alarcn, El Anticristo, 1),Fue en mis alforjas mi repostera...

    (Cervantes, Viaje del Parnaso, 1),De atormentados y atormentadores...

    (Fr. Diego de Hojeda, La Cristiada, VI),Tristes tragedias a los lastimosos...

    (Valbuena, Bernardo, 1),

  • De mi salud, pues la naturaleza...(juregui, Aminta, 11),

    De mis costumbres y de mis empleos...(Quevedo, Stira Riesgos del matrimonio),

    De tus sentencias y de tu vernica...(Castillo Solrzano, Epstola "la soberana gracia...),

    Monstruo te admira la naturaleza...(Salas Barbadillo, La estafeta de Momo, epstola XXXII),

    Que no entr en diosas arrepentimiento...(Licenciado Dueas, cancin "Qued conmigo ayer"),

    Que la disculpan si la desvanecen ...(Luis de Ufloa, Raquel),

    Igual, seor, a tu misericordia...(Cosme de los Reyes, Cancin "Viniste de la Altura... "),

    De amor no quita la correspondencia...( Pedro de Salas, Cancin "Vuela, afila tus alas... "),

    Con que luchabas y te defendas...(Francisco Manuel, Epstola a Licio),

    Silvestres galas de la primavera...(Mira de Mescua, Acten y Diana},

    Rompiendo leyes a naturaleza...(Cncer y Velasco, Fbula del Minotauro),

    Mas basten burlas, que si se ofreciera...(Prez de Montalvn, Como padre y como rey, 111),

    Aspid de celos a mi primavera...(Caldern, El mdico de su honra, 1),

    Por la lujuria en que se precipita...(Villegas, Elega IV),

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  • 68

    Al que hace el gusto el agradecimiento...(Mareta, El parecido en la corte, 111),

    Que de las costas de la Andaluca...(Juan Vlez de Guevara, El mancebn de los palacios,

    111),El alma aumenta sus melancolas...

    (Martnez Meneses, El tercero de su afrenta, 1),y entre sus ruegos y amonestaciones...

    (Juan de Salinas, Dilogo de Carilla y Bras),Que ni te culpen por desaliado...

    (Alvaro Cubillo, A visos "Fabio, tu carta... ''j,Que no permites en tu compaa...

    (Rebolledo, Trenos de jeremas, 1),Aquel abrazo de naturaleza...

    (Lpez de Zrate, Egloga de Silvia y Anfriso),Sino rigor, con que le solomnizas...

    (Trillo y Figueroa, Soneto IX),No tengas cuenta con los revoltosos...

    (Henrquez Gmez, El pasajero),Iba la ninfa que se las pelaba...

    (Jacinto Polo, Fbula de Apolo y Dafne),En ver las plazas, y le considero...

    (Diamante, El valor no tiene edad, 1),De dos esposos, y les coronaban...

    (Fettctono Enrtquez, Soneto),La ltima / de fa despreciado...

    (5')( Juana Ins, Soneto "Cuando in! error... "t.-s el induces de las tentaciones..,

    Hcrrnafrodit o v Samalcis \~

  • Hijo de Venus, y de sus maldades...(Agustn de Solazar, Silva de La Aurora),

    y no aqu solo mi supersticin...(Bancs Candamo, Las mesas de la fortuna.)

    Encuntrase tambin en las poesas castellanas de Camoens:

    Son las prisiones y la ligadura:(Soneto 283),

    lo mismo que en las portuguesas (1).

    No se trata, a mi juicio, de error que pudiera ser comn atantos versificadores maestros, puesto que no se descubren, sinomuy de tarde en tarde, otras acentuaciones que constituyandefecto, y la misma acentuacin "anapstica" esmaravillosamente rara en ellos, pudiendo citarse contadosejemplos:

    Oh muerte triste, que as me entristeces...(Fr. Jernimo Bermdez, Nise Lastimosa, 1),

    Fuera melindres, y cese la entena...(Cervantes, Viaje del Parnaso, 111),

    (1) "Nao soffre amores, nem delicadeza.:"(Os Lusladas, VI).

    Por no tener a mano en Mxico sino pocas obras de literatura lusitana, no hepodido comprobar si, desde la introduccin del endecaslabo itlico en Portugal, se hausado all, como una de sus formas, la que estudio. Sin embargo, aparte de que en elsiglo XVII la encuentro en Eloyo de Sa Soto Mayor:

    "Que quem ventura sem ventura iem .:"(Rlbeiras do Mondego, libro l. soneto).

    yen Francisco Manuel:"E como foste misericordioso.."

    (A viola de Talla, tercetos IV.)

    Tropiezo con ella en poetas portugueses y gallegos contemporneos:"E' liso o lago que nos desfeava(Eugenio de Castro, Soneto Multas annos depol"Os desleigados que te escarnece ron."(Curros Enrquez, lntrod. a los Aires d'o nia terra.}

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  • jaspe luciente, si plida insidia...(Gngora, Panegrico al Duque de l.erma},

    Porque otra cosa no fuera posible...(Prez de Montalvn, La toquera vizcana, IX).

    Se alegar la relativa rareza del mismo verso "acentuado amedias", por ms que sera fcil reunir centenares de ejemplos,y es cierto que no lo he encontrado en muchos poetassecundarios, de quienes slo he podido ver cortas muestras, nien otros mayores, como Ercilla, Pablo de Cspedes, Gil Polo,Arguijo, Esquilache, Pedro de Espinosa, Rioja, Rodrigo Caro, nien la Epstola moral, ni propiamente en Montemayor y Cetina,si bien suelen acercarse a l con versos de acentuacin floja:

    Porque algn tiempo no le responda...(Can"cin de la Diana),

    y con su Duque mal aconsejado...(Epstola I de Cetina).

    De todos modos, es mucho mayor el nmero de los poetasque lo usan que el de aquellos en quienes falta (1), Y su rareza seexplica por el hecho de ser poco frecuentes en el lenguajepotico las clusulas largas inacentuadas: