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Guerra Contra los Santos Jessie Penn Lewis –Versión Integral–

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Page 1: Guerra Contra Los Santos - Jessie Penn-Lewis

Guerra Contra los Santos

Jessie Penn Lewis

–Versión Integral–

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Guerra Contra los Santos

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Índice

¿Por qué versión Integral? .................................................................... 2

Carta del traductor al portugués ............................................................ 4

Reseña ............................................................................................... 6

Prefacio a la Edición Inglesa ................................................................. 11

Capítulo 1: Un Análisis Bíblico Sobre el Engaño Satánico ......................... 16

Capítulo 2: La Confederación Satánica de Espíritus Perversos .................. 41

Capítulo 3: El engaño por espíritus malignos hoy en día .......................... 57

Capítulo 4: Pasividad: la principal base para la Posesión .......................... 78

Capítulo 5: Engaño y Posesión .............................................................. 103

Capítulo 6: Imitaciones de lo Divino ...................................................... 131

Capítulo 7: El Terreno y los Síntomas de Posesión .................................. 158

Capítulo 8: El Camino a la Libertad ........................................................ 182

Capítulo 9: La voluntad y el espíritu del Hombre .................................... 207

Capítulo 10: Victoria en el Conflicto ...................................................... 223

Capítulo 11: Guerra contra los Poderes de las Tinieblas ........................... 250

Capítulo 12: El comienzo del Avivamiento y el Bautismo del Espíritu ......... 274

Apéndice ............................................................................................ 295

El verdadero obrar de Dios y las falsificaciones de Satanás ..................... 320

Tabla .................................................................................................. Final

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¿Por qué versión Integral?

Tal vez no hayan llamado mucho su atención las palabras “versión integral” en la portada del libro. O, tal vez ellas le hayan despertado la curiosidad: “¿Será que existe otra versión de ese libro; una versión condensada o algo así? En in-glés sí, existen versiones condensadas de Guerra contra los santos, mas existen también ediciones que, a pesar de ostentar la frase “versión integral” no contie-nen, de modo alguno el texto original tal como Jessie Penn-Lewis lo publicó.

¿Qué significa esto?

Hace muchos años oímos hablar de esta obra y tuvimos acceso, primero a una versión en español. Ella nos impresionó, pero nos parecía incompleta. Así, después de algún tiempo de investigación, en catálogos de editoras y en inter-net, descubrimos que Guerra Contra los Santos, publicado por primera vez en 1912, ya sufrió muchos ataques, inclusive de colaboradores del círculo más pró-ximo de la Sra. Penn-Lewis. Esa obra ya fue descrita como “el trabajo cristiano definitivo en todos los tiempos sobre guerra espiritual”. Pero muchos no estaban de acuerdo con la posición doctrinal de la Sra. Penn-Lewis sobre la “posesión” de creyentes. (Hay también muchos libros sobre guerra espiritual que indican Guerra Contra los Santos como fuente, los cuales, sin embargo, distorsionan el pensamiento de la autora y mezclaban sus principios con enseñanzas contrarias a la Biblia). Por esa razón esas versiones condensadas extirparon del libro todos los pasajes en que eso es enseñado; algunas, sustituían la palabra “creyentes” por “personas” en casi todas (si no en todas) las veces que aparecía! En algunas de tales versiones, usted seguro encontrará hasta capítulos que no formaban parte de la versión original! ¿Qué significa eso?

Todo ese cuadro debe servirnos de alerta. Hoy, mucho se habla sobre gue-rra espiritual y asuntos relacionados. Más hay algo especial en Guerra Contra los Santos. Este libro denuncia las obras de engaño de Satanás y su ejército, en tanto la mayoría de los libros da atención apenas las manifestaciones “maravi-llosas” de los demonios. Jessie Penn-Lewis denuncia la posibilidad de que los más sinceros y maduros cristianos sean engañados y poseídos por demonios. En otro extremo, están los cristianos que sinceramente buscan la absoluta ren-dición a Dios para que Él tenga toda la libertad de usarlos. Más por ser esta una

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entrega pasiva, desprovista del uso sabio de las facultades dadas por Dios, los cristianos que a ella se someten, lo hacen, sin saber, a espíritus malignos. No es, por lo tanto, difícil entender por qué tanto ha sido hecho para mutilar este libro. Si deseamos, de hecho, la madurez cristiana y la plena victoria en nuestra lucha contra las tinieblas, necesitamos saber que podemos ser controlados por demonios igualmente después de la conversión.

Nos parece claro que hay una actitud, un empeño deliberado en impedir que esas verdades lleguen al conocimiento del pueblo de Dios. Hay alguien que desea aprovecharse de la ignorancia de los hijos de Dios para subyugarlos y engañarlos, a fin de obtener lo que siempre deseó: ser aclamado como Dios. Por desconoci-miento de los hechos presentados por Jessie Penn-Lewis, muchas obras satánicas están siendo aplaudidas como “manifestaciones poderosas de Dios”.

Nos sentimos honrados por poder traer al pueblo cristiano de lengua portu-guesa la versión integral de Guerra Contra los Santos. Su título, antes simple-mente un versículo en la Biblia o un clásico de la literatura cristiana, se tornó en la perfecta descripción de los dolores de parto que sufrimos –todo el equipo- para publicar esta preciosidad. Cuanto más vemos que el retorno de Nuestro Señor se aproxima, más urgente y vital se torna la necesidad de que el pueblo de Dios sea alertado. No es sin importancia el hecho de que, preguntando sobre las señales de Su venida, el Señor haya iniciado Su respuesta diciendo: “Mirad que nadie os engañe…” (Mt.24:4). Es el gran riesgo de los tiempos del fin: ser engañados. He aquí una herramienta que, utilizada en dependencia del señor junto con su palabra, es indispensables: guerra contra los Santos.

Alfenas, MG

Octubre de 2001

Los Editores

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Carta del Traductor al Portugués

Luego de una experiencia tremenda por la que pasé –en que el Señor, por instrumento de uno de Sus siervos fieles y disponibles, me dio la liberación del yugo de espíritus malignos que me impedían caminar en el Espíritu Santo–, lle-gué al libro Guerra Contra los Santos, de Jessie Penn-Lewis.

Luego de la lectura de algunos capítulos, comencé a sentir que la Señora Penn-Lewis había recibido una unción especial del Señor para exponer asuntos que yo ya había experimentado amargamente en mi vida. Asuntos polémicos que la teología a veces tiende a tratar de forma taxativa y fría, los cuales, sin embargo, la práctica nos revela ser reales y urgentes para el Cuerpo de Cristo!

En mi nuevo caminar con el Señor, libre de tormentos antiguos, el Espíritu Santo me fue guiando a desear traducir el libro a fin que el público de lengua portuguesa también pudiese ser bendecido por la claridad cortante como espa-da de dos filos de la obra.

Entré en contacto con algunas editoras, mas vi las puertas cerrarse una a una y no conseguía entender lo que Dios quería con eso. Hasta que entré en con-tacto con la CCC Ediciones y descubrí que la obra ya estaba en proceso de tra-ducción. Insistí para que los editores examinasen lo que yo ya había traducido y me dejaran participar del proyecto, pues veía que el Señor me dirigía a eso y comprendía que todo el conocimiento de la lengua que Él mismo me había dado debería ser puesto al servicio de Aquel que me libertara de forma tan tremenda.

Con mucha oración y ayuno constante, luego de la aprobación de los editores, di continuidad al proceso de traducción y fui, día a día, entendiendo lo que yo te-nía en mis manos: una “bomba atómica” espiritual que los poderes de las tinieblas ciertamente no querrían ver disponible para los ataques que el Cuerpo de Cristo, de poseer tan precioso conocimiento, podría lanzar contra las puertas del infierno.

En ese período de traducción y revisión, enfrentamos dificultades sobrena-turales. Luego de concluir todo el primer tomo, descubrí que los archivos que yo había conseguido con el original estaban incompletos, lo que me daría casi el doble de trabajo. A la computadora en que trabajaba se le quemó el disco rígi-do, con riesgo de pérdida de todo lo que estaba grabado (Dios intervino y el trabajo de traducción fue salvo, más la pieza fue inutilizada). Un espíritu de

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desánimo se abatió sobre mí ya en la fase final, de aquella forma sutil y artera que solo el enemigo de nuestras almas sabe producir, más la batalla fue ganada con oración y ayuno. Los envíos de material para la editora frecuentemente pre-sentaban problemas inexplicables (el editor siempre me consolaba con las pala-bras: “Calma, hermano; es parte de la guerra”).

Más el Señor es Dios Poderoso y “es galardonador de aquellos que Le bus-can” (He. 11:6) durante el proceso de traducción, pude usar, juntamente con el grupo cristiano con el cual me reúno, los principios enseñados para libertar al-gunas personas esclavizadas por el engaño, pude evangelizar llevando el men-saje de liberación del reino de las tinieblas para “el reino del Hijo de Su amor” (Col. 1:13), reprender espíritus de engaño y mentira que intentaban volver para ver si encontraban la “casa vacía” (Mt. 12:43-44); comprender el concepto de pasividad de espíritu, de mente y de cuerpo y ayudar a otros a encontrar el ca-mino libre de vuelta al Padre; tener el discernimiento espiritual agudizado cada día para no más engullir cualquier “viento de doctrina” (Ef. 4:14) y mucho más.

Todo eso envuelto por una comunión incomparable con la dirección de la CCC, en que cada contacto reflejaba más edificación mutua y conversación de hermanos dedicados al servicio de Aquel que nos redimió, más que de una rela-ción puramente profesional. ¡Gloria a Dios por esos hermanos!

Amigo lector, usted tiene en sus manos un trabajo que fue hecho con hu-mildad, unción, dedicación, oración, ayuno y amor al Dios de toda verdad y luz, un trabajo que, habiendo fructificando incluso antes de ser leído por usted, puede traer poder vivificador a su vida.

El profeta Oseas declaró que el pueblo del Señor “fue destruido, porque le fal-tó conocimiento” (Os. 4:6). Declaramos aquí que más que un poco de conocimien-to del Eterno y de las huestes enemigas es traído al Cuerpo de Cristo por medio de esta obra, y que este conocimiento será auxilio en las manos del Señor para librar al pueblo de la destrucción diaria a la que está expuesto por su ignorancia.

¡Que el Señor derrame fresca unción en su vida!

Alex Magno Breder Vila Velha-Es

Primavera de 2001

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Reseña

“Guerra contra los santos es una discusión muy detallada de la realidad co-tidiana de nuestra vida: y cómo esas realidades indican nuestro nivel de suje-ción a los espíritus malignos y a doctrinas heréticas. Se mete en cada área de nuestras vidas interiores; nos llama a considerar nuestros sueños, nuestros há-bitos sociales, nuestros pensamientos recurrentes, nuestros miedos persisten-tes, el estado de nuestra salud, las cosas que nos provocan a ira, etc.

Este es el único libro que he leído que apruebo y recomiendo, mientras que, al mismo tiempo, siempre me acerco a él con miedo: pues cada vez que lo leo, me veo en la obligación de darme cuenta de algo que está pasando en mi vida que me asusta. Ella no hace acusaciones, ni maldice a nadie por tener es-tos problemas; sino que hace al lector 100% responsable de cada ruptura de la paz o santidad en su vida. Ejemplo: si tienes un sueño maligno, es porque toda-vía aprecias algunos pensamientos y consideraciones en tu corazón sobre los cuales se construye dicho sueño. Los demonios juegan con tus prejuicios y ape-lan a tus propios juicios con el fin de imponerte algo que finalmente rechazarías, apelando a las raíces de esas cosas que aún no has rechazado. No puedes estar dispuesto, finalmente, a cometer adulterio; pero aún en secreto aprecias un po-co el “mirar con lujuria”; tal vez sólo un poquito. [Nota del Editor: La Sra. Lewis llama a estas concesiones “terreno”]. Los demonios se adhieren a esa concesión al pecado y, a partir de ahí, con aquello que tu VOLUNTAD permita, se crea un escenario que conduce siempre hacia adelante al pecado principal. Al ser con-frontado en el sueño con el pecado principal, te rebelas (con suerte) y te des-piertas: pero la pequeña raíz a la cual la apelación fue hecha todavía está conti-go, por lo que, en otro momento tendrás un sueño algo similar, el cual, aunque tome un camino algo diferente, todavía te lleva al pecado principal. Te revelas y te despiertas, pero aún no has renunciado y rechazado el pequeñísimo pecado en aquella área que permitiste. Así que tienes otro sueño en algún momento, con un escenario diferente… y así sucesivamente.

La Sra. Penn-Lewis afirma que eres tanto víctima como responsable de ca-da intrusión del mal en tu vida de pensamiento, y se vuelve a cada piedra en tu psiquis y expone todos los pequeños “parásitos” que difícilmente tratamos de ignorar. Ella postula que el aferrarse con la mente y confesando con la lengua las verdades particulares de la Palabra de Dios es nuestra principal arma de

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defensa contra estas influencias, y que una ausencia de escape de los proble-mas que ella describe es el principal síntoma de estar abrazando una falsa doctrina . Por tanto, a diferencia de la mayoría de las otras personas que tratan estas cosas; ella no te condujo SOLAMENTE “apelar a Dios” para librarte de di-chos problemas, sino a los medios de alivio que Dios ha provisto en La Palabra; y que los que piensan “saltar” más allá de esto y demandar que Dios pruebe Su propia fidelidad al ordenar la liberación, sólo están adquiriendo desesperación; pues si Dios haría caso omiso de su ignorancia de Su Palabra, sería equivalente a negar Su propia justicia y fidelidad. Ergo: El niño con hambre dice: “Papá, tengo hambre”. Papá dice: “Hay una bolsa de pollo frito en la cocina; ve a co-mer eso”. El niño responde: “Papá, estoy muy hambriento”. Papá repite sus ins-trucciones. El niño, entonces, dice: “Papá, estoy tan hambriento, ¿por qué no me amas?”. La siguiente respuesta es el silencio o la reprensión.

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Prefacio a la 9ª edición inglesa

¡Guerra contra los Santos! ¿No es increíble que la mayoría de los cristianos ni siquiera sepan que una guerra está aconteciendo? La Iglesia no ha lidiado con los poderes de las tinieblas como un cuerpo iluminado y unido. Aquí y allá, individuos han sido levantados por Dios para hacer significativas incursiones en el vasto territorio sobre el cual el diablo tiene dominio tan indiscutiblemente. Jessie Penn-Lewis fue uno de esos guerreros aislados.

Hoy en día, casi cincuenta años después de su muerte, sus libros todavía son ávidamente leídos por los cristianos, y con toda la razón, pero hay una excepción significativa: su libro más importante, Guerra Contra los Santos, escrito en cola-boración con el famoso precursor del avivamiento de Gales, Evan Roberts, sólo está disponible [en inglés] en una versión condensada. Hay muchos libros que pueden ser condensados sin que se pierda su contenido, pero en el caso de Gue-rra contra los Santos, la Palabra “condensado” es ciertamente errada, simplemen-te porque la parte más importante de ese libro tan vital fue eliminada en la ver-sión “condensada”. Los editores basaron su decisión de no publicar más la ver-sión original “primero y prioritariamente” debido a su rechazo a la importante enseñanza sobre la influencia demoníaca sobre cristianos.

En este siglo, Dios restauró para la Iglesia una buena medida de poder y autoridad pentecostales que fueron demostrados de forma tan vívida en la Igle-sia primitiva. Innumerables fieles recibieron el bautismo en el Espíritu Santo y los dones del Espíritu. A medida que entraban en conflicto con los poderes de las tinieblas, comenzaban a descubrir la presencia y actividad de espíritus ma-lignos, no sólo en no creyentes, sino –para su sorpresa y hasta espanto –, tam-bién en cristianos. Cuando Jessie Penn-Lewis hizo este descubrimiento, ella fue mal entendida y su enseñanza, interpretada de forma equivocada. Sin embar-go, ella no dio marcha atrás en nada en relación con la luz que había recibido, pero continuó en su conflicto directo con las huestes del mal y, a través de su sufrimiento, experiencia y batallas espirituales, forjó el arma de su trabajo, Gue-rra Contra los Santos, en colaboración con Evan Roberts.

Desde su primera edición, dos guerras mundiales dejaron sus efectos de-vastadores sobre las instituciones de nuestra civilización, y nos encontramos hoy en medio de la disolución de las estructuras de nuestra sociedad. Mientras

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estas estructuras se mantuvieron estables, la Iglesia, como una de las institu-ciones de la sociedad, parecía estar sólida y en su total operación. Hoy, sin em-bargo, la Iglesia institucional se muestra espiritualmente derrotada porque fue incapaz de discernir los muchos engaños de Satanás en sus ministros y miem-bros. El proceso degenerativo, iniciado hace mucho tiempo, se acerca a un pun-to culminante en nuestro tiempo, cuando muchos líderes y miembros de las iglesias terminan luchando, y convirtiéndose en campeones, en las causas ma-lignas levantadas por el enemigo.

El cristiano espiritual, esto es, maduro, entiende que son Satanás y sus es-píritus malignos que se mueven poderosamente por detrás de los eventos de nuestro tiempo. ¿Los cristianos se atreven a creer que están exentos de la in-fluencia de los demonios?

¿Qué acontece con un hombre que nació de nuevo? ¿Será que las Escritu-ras enseñan que el nuevo nacimiento incluye una expulsión automática de de-monios? Efesios 2:1-3 enseña de forma clara que todos los seres humanos es-tán bajo la influencia del maligno y que su influencia sobre la humanidad es ejercida por espíritus malignos. Todos nosotros estábamos en esa situación. Mas en el nuevo nacimiento, el nuevo convertido tiene sus pecados perdonados. Su espíritu –antes muerto en transgresiones y pecados– es vivificado por el Es-píritu de Dios y recibe poder para volverse hijo de Dios. Él ahora tiene el poder para vencer las mismas cosas que antes lo esclavizaran. ¡Qué cambio maravillo-so, de víctima del pecado a vencedor, vencedor unido a Cristo! Pero en ningún lugar la Escritura o la experiencia enseñan que el nuevo nacimiento elimina au-tomáticamente la influencia de demonios o la esclavitud a ellos, o, como ocurre con todas las características del viejo hombre, tales como el temperamento, mal humor, lascivia, envidias, egoísmo, preconceptos, y muchas más. El hombre na-cido de nuevo tiene que aprender a llevar su cruz, negarse a sí mismo y morir diariamente; él tiene que andar en el Espíritu para no dar lugar a las concupis-cencias de la carne. Y es de esperarse que el venga a descubrir su lugar de de-recho en el plan de Dios y en el funcionamiento efectivo en el Cuerpo de Cristo. El proceso de crecimiento en Cristo es generalmente doloroso, sin embargo el resultado será glorioso. La parte más dolorosa es el descubrimiento de ciertas áreas en que el creyente fue engañado. Cómo entender y lidiar con el engaño es exactamente el punto principal de Guerra Contra los Santos.

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Si el creyente coopera con Dios de forma inteligente y obediente, se torna-rá, en el debido tiempo, más maduro y espiritual. Experimentará por sí mismo el tremendo versículo que dice: “Si, pues, el Hijo os libertare, seréis verdadera-mente libres” (Jn. 8:36), lo que para la mayoría de los cristianos, es apenas teo-logía y no realidad en su experiencia.

La expulsión de demonios debe ser una de las señales que siguen a los cristianos en su ministerio (Mc. 16:17). Pero, ¿expulsar los demonios de quién? ¿Solamente de los no regenerados? No solamente; sino que los demonios pue-den ser expulsados también de los creyentes esclavizados y engañados para que experimenten también la liberación. Apegarse a ciertas doctrinas o gloriarse en su creencia en la infalibilidad de la Biblia no ofrecen refugio al creyente con-tra las incontables artimañas del enemigo. Todos los hombres son objeto de la astucia de Satanás, pero luego de la conversión, sus tentativas de engañarlos y, si es posible, controlarlos, aumentan mucho.

Mucha de la actividad espiritual de nuestra época emana del infierno. Si los cristianos en todas las partes de la tierra comprendiesen con precisión lo que está aconteciendo espiritualmente, tomarían sus armas para prepararse para el asalto final que el enemigo está preparando y así escaparán del gran engaño final. Ya es hora de que muchos guerreros –no más aislados– levanten la batalla hasta las puertas y que un gran batallón de creyentes se levanten para enfren-tar abiertamente el desafío del engañador.

Para promover la preparación de los creyentes para esa guerra, la versión completa de Guerra Contra los Santos está siendo publicada en esta novena edición. Con certeza, este libro no es un método fácil del tipo “diez pasos” para lidiar con el diablo. Es, antes, un manual que debería ser leído con mucho cui-dado y mucha oración por aquellos que desean ser libertados de toda forma de engaño y obra de las tinieblas y por aquellos que ansían ver la liberación de otros creyentes que hoy están bajo esclavitud y engaño. Mucho terreno tiene que ser reconquistado del enemigo y Guerra Contra los Santos será un auxilio vital para los santos guerreros y vencedores.

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Prefacio a la Edición Inglesa

Aunque ha sido publicado hace 60 años, Guerra Contra los Santos se torna cada vez más contemporáneo con el pasar de los años, pues Jessie Penn-Lewis escribió la obra con visión profética precisa. Las obras de Satanás que ella per-cibió tan claramente en su época, cuando todavía no eran aparentes para la mayoría, ya tenían las marcas inconfundibles del fin de los tiempos. Muchas de las situaciones que ella previó en aquella época, se están cumpliendo en nues-tros días.

Existen otros libros sobre el asunto de la influencia demoníaca, más con puntos de vista diferentes. Ellos relatan casos específicos y la cura o las tentati-vas de cura que tuvieran. Guerra Contra los Santos, en tanto, lidia con la natu-raleza de la obra de los demonios y sus métodos y tácticas. Es el único libro so-bre ese importante asunto. Los casos registrados pueden ser esclarecedores como ilustración, pero sin el debido conocimiento básico del asunto –una cien-cia: demonología– no ayudarán al creyente a lidiar de forma eficiente con el enemigo. No hay dos casos que sean idénticos.

Guerra Contra los Santos, como una obra única en su categoría, no tiene comparación. Este libro equipará al lector consciente para dos cosas: cómo no ser ignorante en cuanto a los planes del diablo y cómo ser más que vencedor sobre él. “Por tanto, tomad la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef. 6:13).

Introducción a la 7ª Edición en Inglés

De la misma forma que acontece en el dominio físico y mental de nuestra existencia humana, el mundo espiritual tiene sus anomalías y dolencias, y este libro es un “Manual sobre la obra de los espíritus engañadores entre los hijos de Dios, y el camino de la liberación”.

El lector común se sentirá tan cómodo con este libro como se sentiría con un tratado médico sobre el cáncer o sobre problemas mentales. No es el tipo de libro que debe ser leído por curiosidad o por un interés meramente académico. En prefacio a la primera edición, la Sra. Penn-Lewis escribió:

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Para el hombre natural, que tiene a lo sumo una comprensión mental de las cosas espirituales, el lenguaje usado [en este libro] puede no tener sentido alguno, pero cristianos de todas las etapas de crecimiento espiritual, que simplemente “beben” lo que consiguen entender y dejan lo restante para aquellos que tienen una necesidad más profunda –hasta que ellos mismos lleguen a este nivel de ne-cesidad profunda– recibirán mucha luz sobre asuntos dentro de sus horizontes.

El libro atraerá principalmente dos clases de lectores. La primera está com-puesta por aquellos que ya se involucraron en algún sistema falso de enseñanza religiosa que tenga inspiración en las mentiras de Satanás y no en la verdad equilibrada y sana de la Palabra de Dios, y, por tanto, se hayan abierto a expe-riencias espirituales anormales que casi siempre resultan en posesión demonía-ca. El sufrimiento soportado por esas verdaderas marionetas de los poderes de las tinieblas es intenso, y, desde que la primera edición de este libro fue publi-cada en 1912, ha habido muchos testimonios, dados por esos lectores, sobre liberación y auxilio recibidos por intermedio de sus páginas. Sólo la eternidad podrá revelar el ministerio que este libro ya tuvo y todavía tendrá, por la miseri-cordia de Dios, de restauración de esperanza, paz y sanidad para personas así.

El segundo tipo de lector, para el cual este libro es de valor inestimable, es el obrero cristiano que se ve frente a frente con casos de anormalidad espiritual, que por señal, parecen ser cada vez más numerosos en estos tiempos de inten-sa actividad satánica. Para tales lectores, estas páginas traerán luz y dirección, y es tal vez espantoso para la obra cristiana en muchos países como The Alliance Weekly of America haya tenido la necesidad de publicar algunos artículos tre-mendos del Rev. J. A. Macmillan sobre posesión demoníaca. Un párrafo de uno de esos artículos dice así:

Sobre pastores y evangelistas está la mayor responsabilidad que es la ense-ñanza del rebaño de Dios. Y una de las responsabilidades que es especialmente de ellos es la de discernir las señales de obras del enemigo y liberar a sus ovejas. Es de ellos también la responsabilidad de enseñar y avisar en cuanto a los peligros que amenazan a los que tienen mente espiritual. Se debe tener en mente que las “regiones celestiales”, en las cuales los santos son introducidos por la sabiduría y gracia divinas, son habitadas en esta dispensación actual por las “potestades del aire”. El creyente que busca las experiencias más profundas de la vida espiritual puede caer en el engaño, a menos que él sepa que “el propio Satanás se disfraza

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de ángel de luz” a veces, y que nuestro archienemigo se siente a gusto en reunio-nes cristianas donde los líderes serios son ignorantes respecto a sus artimañas.

La completa “entrega a Dios”, a menos que esté protegida por el conoci-miento de los métodos por los cuales el Espíritu de Dios se revela, puede abrir la vida del creyente a la invasión de los espíritus de las tinieblas. Se debe ponderar sobre eso con mucho cuidado cuando se tiene el deseo de recibir dones o pre-senciar manifestaciones. La distribución de dones y manifestaciones es función única y exclusiva del Espíritu Santo, que da “repartiendo a cada uno, como Él quiere” (1 Co. 12:11). El creyente que busca a Dios debe tener los ojos fijos en el Trono, no ambicionando dones específicos (a menos que ellos sean revelados como cosas que debería “ambicionar” -1Co.12:31; 14:1). Lo que el alma rendida debe buscar es la voluntad de Dios como su principal y único objetivo, vigilando siempre para que su mente no se prenda a cosas que puedan promover carnali-dad y ser asunto de voluntad propia. Muchas, muchas son las almas serias que inconscientemente desean, con envidia no reconocida, tener lo que ven en otros.

La posesión demoníaca es una regla claramente entendida por los obreros en tierras impías; y nosotros debemos tener en mente que los países más civili-zados hoy se tornaron fortalezas de paganismo. No es, por tanto, irracional es-perar que fenómenos espirituales generalmente asociados a los impíos se mani-fiesten cada vez más en medio de la así llamada cultura y del paganismo pseu-do-cristiano de nuestro mundo moderno.

En nuestra era mecánica, en que la libertad y el juicio de cada uno son sa-crificados con tanta frecuencia, es en que dictaduras y propagandas masivas se están tornando fuerzas tan poderosas, el capítulo que habla sobre pasividad de-bería ser leído repetidas veces. Dice un pasaje de ese capítulo:

“Los poderes de las tinieblas harían del hombre una máquina, una herra-mienta, un robot; el Dios de santidad y amor, no obstante, desea hacer de él un soberano inteligente y libre en su propia esfera de acción –una criatura racional pensante creada a Su propia imagen (Ef. 4:24). Por tanto, Dios nunca dice a nin-guna facultad del hombre: ‘permanece inactiva’. No me parece posible exagerar el peligro del pensamiento descuidado en cuanto a las cosas espirituales y de la entrega irracional a experiencias no fundamentadas en una comprensión clara de

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los amplios principios de las escrituras. Una enseñanza clara sobre eso es necesa-ria si esperamos un avance saludable en la vida de la Iglesia Cristiana”.

Guerra Contra los Santos podría hasta mostrarse innecesario si Dios derra-mase un verdadero avivamiento espiritual en respuesta a muchas oraciones que Sus hijos hacen en todo el mundo. A veces, la oposición satánica se atasca y muchas obras ocultas del mal son traídas a la luz. Allí entonces, los que tienen la responsabilidad de lidiar con almas necesitarán de toda la luz que pudieran obtener sobre las anormalidades causadas por el control de espíritus malignos iniciadas por la aceptación de falsas doctrinas o por contactos indebidos con lo sobrenatural.

Un párrafo de un artículo reciente escrito por un misionero con calificacio-nes médicas trabajando en China, y familiarizado con casos de posesión por es-píritus malignos, puede sernos útil para que mantengamos una visión equilibra-da respecto de ese difícil asunto:

Una palabra de alerta sobre diagnósticos errados y falta de equilibrio en la guerra espiritual. El ejercicio de nuestra autoridad en Cristo no es una cura para todos los males. Ha sido dicho que “guerra es 99% esperar”. No se espera que el soldado de Jesucristo pase todo el tiempo en las trincheras del frente de batalla. Hubo tiempos en los que no estaba Moisés manteniendo el cayado de Dios en alto, sino que se entregaba al trabajo arduo de la intercesión, y tiempos en que su tra-bajo era caminar con el pueblo en el camino difícil del desierto. Una mujer llamada Sra. Yellow era llevada por sus parientes impíos todos los días a las instalaciones de la Misión porque decían que ella se tornaba más tranquila allí. (Creemos en lo que decían, pero fuimos a ver como ella estaba en casa!). En aquella ocasión, la rotulamos de “poseída por demonios” y nos pusimos a guerrear contra el enemigo sin lograr que ocurriese nada. Meses pasaron hasta que conocimos la historia completa y ¡descubrimos que ella tenía un tipo común de locura temporal! Atribuir problemas indiscriminadamente al diablo no crea una atmósfera saludable. Necesi-tamos de equilibrio y, por encima de todo, estar en comunión tan profunda con el Señor que Él nos pueda dar discernimiento espiritual.

Finalmente, queremos citar nuevamente el prefacio de la primera edición:

Con la publicación del libro, seis años de prueba de la verdad con mucha oración y tres años de trabajo escribiendo estas verdades, enfrentando los ince-

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santes ataques del reino invisible, llegan ahora a su fin. El asunto está ahora con Dios. Aquel que ha sostenido y dado incontables pruebas de Su mano pro-tectora hasta aquí en relación al ataque de las huestes de las tinieblas llevará Su propósito a buen término. La luz protectora alcanzará a aquellos que de ella ne-cesiten. ¡Que Dios cumpla Su voluntad!

Quienes somos responsables del lanzamiento de esta séptima edición de Guerra Contra os Santos solo podemos decir “Amén” a esa oración final. No osaríamos dejar de publicar un mensaje que, como ya lo hizo en el pasado, irá, sin duda alguna, a libertar de las amarras torturantes del maligno a muchos que lo necesitan. Que el Espíritu de Dios, al Cual “todos los corazones son revelados, todos los consejos conocidos, y de Quien ningún secreto puede ser escondido” así nos guíe; que cada ejemplar caiga en las manos precisas, y que Él también de a todos los que leen discernimiento para aprehender la verdad, que satisfará la necesidad, sin que se envuelvan a sí mismos y a otros en un laberinto de complicaciones innecesarias.

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Capítulo 1

Un Análisis Bíblico Sobre el Engaño Satánico

“Pero el Espíritu dice claramente que, en los postreros tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de de-monios”. (1 Timoteo 4:1)

Todo tipo de verdad liberta; las mentiras, entre tanto, aprisionan en cadenas. La ignorancia también aprisiona, porque cede terreno a Satanás. La ignorancia del hombre es condición primaria y esencial para el engaño por espíritus malignos. La ignorancia del pueblo de Dios respecto de los poderes de las tinieblas ha facilitado la obra de Satanás como engañador. El hombre no caído, en su estado puro no era perfecto en conocimiento. Eva era ignorante en relación al bien y al mal, y su ignorancia fue condición propicia para el engaño de la serpiente.

El gran propósito del diablo, por el cual él lucha incesantemente, es mante-ner el mundo en la ignorancia a su respecto, sobre su manera de actuar y sobre sus asociados, y la Iglesia acaba estando de su lado cuando decide ser ignoran-te acerca de él. Todo hombre debe mantenerse abierto a toda verdad y recha-zar el falso conocimiento que ha derrotado a decenas de millares y mantenido a las naciones bajo el engaño del maligno.

Un Ataque Violento de Espíritus Engañadores Sobre la Iglesia

Hoy en día, los espíritus engañadores atacan de forma especial a la Iglesia de Cristo. Ese ataque es el cumplimiento de la profecía que el Espíritu Santo re-veló expresamente por medio el apóstol Pablo: que un gran ataque de engaño acontecería en los “últimos tiempos”. Desde que esa profecía fue entregada, más de mil ochocientos años ya pasaron1, pero la manifestación especial de es-píritus malignos para engañar a los creyentes hoy en día apunta, sin duda algu-na, al hecho de que estamos en los “últimos días”.

El peligro de la Iglesia en el fin de esta dispensación fue predicho como siendo especialmente en el campo sobrenatural, de donde Satanás enviaría un ejército de espíritus enseñadores (1 Ti. 4:1) para engañar a todos los que estu-

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viesen abiertos a enseñanzas por revelación espiritual y, así, alejarlos, aunque ellos no quieran, de la plena alianza con Dios.

Sin embargo, a pesar de esta clara previsión sobre el peligro de los últimos tiempos, encontramos a la Iglesia en casi total ignorancia sobre las obras de es-te ejército de espíritus malignos. La mayoría de los creyentes es muy rápido en aceptar todo lo que sea “Sobrenatural” como viniendo de Dios, y experiencias sobrenaturales son indiscriminadamente aceptadas porque se acredita que to-das ellas son divinas.

Por falta de conocimiento, la mayoría de las personas, incluso las más espi-rituales, no luchan de modo completo y continuo contra ese ejército de espíritus malignos, y muchas hasta huyen del asunto y llamado para esta guerra, dicien-do que, si Cristo es predicado, no es necesario dar tanto destaque a la existen-cia del diablo ni entrar en conflicto directo con sus huestes. Sin embargo, un gran número de hijos de Dios se están tornando presa fácil para el enemigo por falta de este conocimiento, y por medio del silencio de los maestros respecto de esta verdad vital, la Iglesia de Cristo está marchando para el peligro de os últi-mos días, no preparada para el ataque violento del enemigo. Por causa de eso, y en vista de las palabras proféticas claras en las Escrituras, la afluencia ya ma-nifiesta de las huestes malignas entre los hijos de Dios y las muchas señales de que estamos realmente en los “últimos días” a los que se refiere el apóstol, to-dos los creyentes deberían recibir abiertamente tal conocimiento sobre los pode-res de las tinieblas, pues les permitirá pasar por la prueba terrible de esos días sin ser derrotados completamente por el maligno.

Sin tal conocimiento, cuando piense que está luchando por la verdad, es posible que un creyente luche, defienda y hasta proteja espíritus malignos y sus obras, creyendo que está defendiendo a Dios y Sus obras; pues si piensa que algo es divino, él lo protegerá y defenderá. Es posible que, por ignorancia, un hombre llegue a estar contra Dios, atacar la verdad misma de Dios, y hasta para defender al diablo se oponga a Dios –a menos que tenga conocimiento.

1 Teniendo en cuenta que la primera edición de este libro es de 1912.

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Conocimiento adquirido por la letra de la Escritura y por la experiencia

La Biblia arroja mucha luz sobre los poderes satánicos, que no pueden de-jar de ser discernidos por todos los que buscan las Escrituras con la mente abierta. Mas aquellos que buscan no obtendrán tanto conocimiento del asunto a partir del Registro Sagrado como aquellos que tienen comprensión por expe-riencia, interpretada por el Espíritu Santo, y demuestran compromiso de vida con la verdad de la Palabra de Dios. El creyente puede tener un testimonio di-recto en su espíritu en relación con la Palabra Divina, mas por la experiencia ob-tiene un testimonio personal en relación con la inspiración de la Escritura para su testimonio sobre la existencia de seres sobrenaturales, sus obras y la manera por la cual ellos engañan y conducen al error a los hijos de los hombres.

La Obra de Satanás como Engañador en el Jardín del Edén

Si todo lo que la Biblia contiene sobre los poderes sobrenaturales del mal pudiese ese exhaustivamente tratado en este libro, descubriríamos que hay más conocimiento revelado sobre las obras de satanás y sus principados y potesta-des de lo que muchos imaginan. Desde Génesis hasta Apocalipsis, podemos ver la obra de Satanás como engañador de la tierra habitada, hasta que el clímax sea alcanzado y los resultados completos del engaño en el Jardín del Edén son revelados en Apocalipsis. En Génesis, tenemos la historia simple del jardín, con la pareja sin malicia y desapercibida del peligro de los seres malignos en el mundo invisible. Podemos ver registrada ya la primera obra de Satanás como engañador y la forma sutil de su método de engaño. Lo vemos trabajando sobre los deseos más elevados y puros de una criatura inocente, ocultando su propio propósito de ruina bajo el disfraz de querer ayudar al ser humano a llegar más cerca de Dios. Lo vemos usando los deseos puros de Eva en relación con Dios para producir cautiverio y aprisionamiento de ella. Vemos que usa el “bien” para obrar el mal; sugiere que el mal haría surgir el supuesto bien. Sorprendida con el sebo de ser “sabia” y “como Dios”, Eva fue cegada en cuanto al principio de obediencia a Dios y, consecuentemente, engañada (1 Ti. 2:14).

La bondad no es, por tanto, garantía de protección contra el engaño. La manera más inteligente por la cual el diablo en aña al mundo y a la Iglesia es

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cuando viene como alguien o algo que, aparentemente, los lleva en la dirección de Dios o del bien. Él le dijo Eva: “Seréis como Dios” (Gn. 3:15), pero no le dijo: “y seréis como los demonios”. Los ángeles y los hombres solamente conocieron el mal cuando cayeron en un estado de mal. Satanás o dijo eso a Eva cuando amplió: “conociendo el bien y el mal”. Su verdadero objetivo al engañar a Eva era llevarla a desobedecer a Dios, pero su artimaña fue decir: “Seréis como Dios”. Si ella hubiese razonado, habría visto que la sugestión del engañador era falsa en sí misma, pues colocada de forma clara quería decir que Eva debería desobedecer a Dios para ser más semejante a Dios!

La Maldición que Dios Lanzó sobre el Engañador

En la historia del Jardín del Edén nada se habla sobre la existencia de una altamente organizada monarquía de seres espirituales malignos. Hay solamente una “serpiente” allí, pero Dios habla a la serpiente como a un ser inteligente, que tiene un propósito establecido de engañar a la mujer. El disfraz de serpien-te usado por Satanás es desenmascarado por Jehová, cuando revela Su deci-sión, la del Dios Triuno, en relación a la catástrofe que había acontecido. Un “Descendiente” de la mujer engañada iría finalmente a pisar la cabeza del ser sobrenatural que había usado la forma de serpiente para ejecutar su plan. De ahí en adelante, la palabra “serpiente” es siempre ligada a él, el propio nombre que, a través de los tiempos, describe el punto culminante de su revuelta contra su Creador: el engaño de la mujer en el Edén es la destrucción de la raza hu-mana. Satanás triunfó, mas Dios reinó sobre todo. La víctima se tornó el vehícu-lo para la venida de un Vencedor que destruirá, por fin, las obras del diablo y purificará cielos y tierra de cualquier vestigio de trabajo de las manos de él. La serpiente fue maldecida, mas, con afecto, la víctima engañada fue bendecida, pues por medio de ella el Descendiente que triunfaría sobre el diablo y su si-miente, y, por medio de ella, se levantaría una nueva raza por medio del Des-cendiente prometido (Gn. 3:15), que sería antagónica a la serpiente del final de los tiempos, gracias a la enemistad implantada por Dios. Desde aquel momento en adelante, la historia de las eras consiste en el registro de una guerra entre esos dos descendientes: el Descendiente de la mujer –Cristo y sus redimidos– y el descendiente del diablo (ver Jn. 8:44; 1 Jn. 3:10), hasta el punto final en que Satanás será lanzado al lago de fuego.

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A partir de aquel momento, Satanás declara guerra también contra todas las mujeres del mundo, como venganza maligna por causa del veredicto del Jardín. Guerra por pisar y menospreciar mujeres en todas las tierras donde el engañador ejerce dominio. Él también guerrea contra las mujeres en tierras cristianas, dando continuidad a su método usado en el Edén de torcer la inter-pretación de la Palabra de Dios, insinuando en la mente de los hombres por to-das las épocas que se seguirán que Dios lanzó una “maldición” sobre la mujer, cuando en verdad ella fue perdonada y bendecida; e instigando a los hombres de la raza caída a ejecutar esa supuesta maldición que era, en verdad, una mal-dición contra quién engañó, y no contra quien fue engañada (Gn. 3:14). “Pon-dré enemistad entre ti y la mujer”, dijo Dios, bien como entre “tu descendencia y su descendiente”, y esa enemistad vengativa de la jerarquía del mal contra la mujer y los creyentes no disminuyó en intensidad desde entonces.

Satanás como Engañador en el Antiguo Testamento

Cuando aprendemos con claridad la noción de la existencia de una hueste invisible de seres espirituales malignos –todos activamente ocupados en enga-ñar y conducir al hombre hacia el mal–, la historia del Antiguo Testamento se revela delante nuestro en una visión clara de las obras de las obra de las tinie-blas, hasta ahora oculta para nosotros.

Podemos ver su operación en relación a los siervos de Dios por toda la his-toria y discernir la obra de Satanás como engañador penetrando en todos los lugares. Veremos que David fue engañado por Satanás para hacer el censo de Israel, pues no consiguió reconocer la sugestión que vino a su mente como siendo de fuente satánica (1 Cr. 21:1). Job también fue engañado, así como los mensajeros que vinieron a él, cuando creyó en el relato de que el fuego que había caído del cielo era de Dios (Job 1:16), y de que todas las otras calamida-des que sobrevinieron contra él, como la pérdida de sus bienes, casa e hijos, venían directamente de la mano de Dios, mientras que la parte inicial del libro de Job claramente muestra que Satanás fue la causa principal de todos los pro-blemas de Job. Como príncipe de la potestad del aire, Satanás usó los elemen-tos de la naturaleza y la impiedad del hombre para afligir al siervo de Dios, en la esperanza de que, a fin de cuentas, consiguiese forzar a Job a renunciar a su fe en Dios, el cual parecía estar injustamente castigando a Job sin razón alguna.

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Las palabras de la mujer de aquel patriarca, que acabaran tornándose en una herramienta en las manos del Adversario, sugieren que ese era el objetivo de Satanás. Ella aconsejó a aquel hombre sufriente que maldijese a Dios y muriese, lo que muestra que ella también había sido engañada por el enemigo en el sen-tido de creer que Dios era la causa principal de todos los problemas y del inme-recido sufrimiento que había venido sobre él2.

En la historia de Israel, durante el tiempo de Moisés, el velo acerca de los poderes satánicos fue más claramente ilustrado, pues el mundo es presentado como fundado en idolatría –lo que, en el Nuevo Testamento, es declarado como siendo obra directa de Satanás (1Co 10:20)– y teniendo experiencias directas con espíritus malignos, con toda la tierra habitada estando, así, en un estado de engaño y control por el poder del engañador.

Encontramos también algunos del propio pueblo de Dios que, por el contac-to con otros bajo dominio satánico, son engañados en el sentido de comunicar-se con “espíritus familiares” y usando la “adivinación” y otras cosas afines, in-culcadas por los poderes de las tinieblas, aunque conocían las leyes de Dios y ya habían visto Sus juicios manifiestos entre ellos (Lv. 17:7; 19:31; 20:6,27; Dt. 18:10,11).

2 Lea las consideraciones de Charles Spurgeon sobre este asunto en El Hombre que Dios Usa.

En el libro de Daniel, encontramos una fase de revelación todavía más avanzada en relación con la jerarquía de los poderes de las tinieblas, cuando, en el capítulo diez, somos informados de la existencia de los príncipes de Satanás en oposición activa al mensajero de Dios enviado a Daniel para hacerlo enten-der los consejos de Dios para Su pueblo. Hay también otras referencias a la operación de Satanás, a sus príncipes y a las huestes de espíritus malignos que ejecutan su voluntad, en todo el Antiguo testamento, mas, de forma general, el velo todavía es mantenido sobre sus obras, hasta que la gran hora llegue cuan-do el Descendiente de la mujer, que iría a pisar la cabeza de la serpiente, sería manifestado en la tierra bajo forma humana (Gál. 4:4).

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Satanás como Engañador Revelado en el Nuevo Testame nto

Con la venida de Cristo, el velo que había ocultado las obras activas de los poderes sobrenaturales del mal por siglos desde la catástrofe del Jardín es un po-co más removido, y su engaño y poder sobre el hombre son más claramente re-velados. El propio archi-engañador aparece en el desierto en conflicto con el Se-ñor para desafiar al “Descendiente de la mujer”, de una forma como no se tiene relatado desde el tiempo de la Caída. El desierto de Judea y el Jardín del Edén son períodos paralelos para la prueba del primer y del último Adán. En ambos períodos, Satanás actuó como engañador, no obteniendo, la segunda vez, éxito alguno en engañar a Aquel que había venido para ser Vencedor sobre él.

Trazos de la obra característica de Satanás como engañador pueden ser discernidos entre los discípulos de Cristo. Él engañó a Pedro y lo llevó a hablar palabras de tentación para el Señor, sugiriendo que él debería desistir del ca-mino de la cruz (Mt. 16:22,23) y, más tarde, llevó al mismo discípulo al patio del sumo sacerdote a mentir: “no conozco a ese hombre” (Mt. 26:74), con el mismo propósito de engañar. Otros rasgos de la obra del engañador pueden ser vistos en las epístolas de Pablo, en sus referencias a los “falsos profetas”, a los “obre-ros fraudulentos”, a la actuación de Satanás como “ángel de luz” y la de sus mi-nistros que transforman “en ministros de justicia” entre el pueblo de Dios (2Co. 11:13-15). También en los mensajes a las iglesias, dados por el Señor elevado a los cielos a Su siervo Juan, se habla de falsos apóstoles y falsas enseñanzas de varios tipos. Se hace mención de una “sinagoga de Satanás” (Ap. 2:9), com-puesta de engañados, y “las profundidades de Satanás” son descritas como existentes en la iglesia (v. 24).

La Plena Revelación del Engañador en Apocalipsis

Finalmente, el velo es removido –la revelación completa de la confedera-ción satánica contra Dios y Su Cristo e dada al apóstol Juan. Luego de los men-sajes a las iglesias, la obra mundial del príncipe engañador es completamente revelada al apóstol y él es el encargado de escribir todo lo que le es mostrado, para que la Iglesia de Cristo pudiese conocer el pleno significado de la guerra contra Satanás en la cual los redimidos estarían participando, cuando de la re-velación del Señor Jesús en los cielos, en el juicio contra esos grandes y terri-

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bles poderes llenos de malignidad astuta y de odio contra el pueblo de dios, verdaderamente operantes por detrás del mundo de los hombres, desde los días de la historia del Jardín hasta el fin.

A medida que leemos el Apocalipsis, es importante recordar que las fuerzas organizadas de Satanás allí descritas ya existían en la época de la caída en el Edén y sólo fueron parcialmente reveladas al pueblo de Dios hasta la venida del prometido “Descendente de la mujer” que iría a pisar la cabeza de la serpiente. Cuando la plenitud del tiempo vino, Dios manifestado en carne encontró al ar-cángel caído y líder de la hueste de ángeles malignos en combate mortal en el Calvario y, exponiéndose a la ignominia, expulsó de delante de sí a las grandes masas de huestes de las tinieblas que se juntaban en torno a la cruz, venidas de los dominios más distantes del reino de Satanás (Col. 2:15).

Las Escrituras nos enseñan que la revelación de las verdades respecto al pro-pio Dios y de todas las cosas en el mundo espiritual que necesitamos saber son todas dadas por Él a su tiempo de acuerdo con lo que Su pueblo puede soportar. A revelación completa de los poderes satánicos presentada en Apocalipsis no fue da-da a la Iglesia de los primeros tiempos, pues aproximadamente cuarenta años pa-saron luego de la ascensión hasta que el libro de Apocalipsis fuese escrito. Proba-blemente, era necesario que la Iglesia de Cristo primero aprendiese plenamente las verdades fundamentales reveladas a Pablo y a los otros apóstoles, antes que pudiese recibir con seguridad toda la revelación de la real naturaleza de la guerra contra los poderes sobrenaturales del mal de la cual ella se tenía que ocupar.

El Último de los apóstoles fue escogido para transmitir la Revelación

Cualquiera que sea la razón de aquella demora, es muy interesante notar que fue el último de los apóstoles el escogido para transmitir a la Iglesia, en los últimos días de su vida, el mensaje completo sobre la guerra, que serviría como anticipación de la batalla hasta su cierre.

En la revelación dada a Juan, el nombre y el carácter del engañador son presentados de forma más clara, juntamente con el poder de sus ejércitos y la extensión de la guerra y sus asuntos finales. Vemos que, en el mundo invisible, hay una guerra entre las fuerzas del mal y las fuerzas de la luz. Juan dice que

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“el dragón luchó juntamente con sus ángeles” (Ap. 12:7-17), siendo el dragón explícitamente descrito como la “serpiente antigua” –por causa de su disfraz en el Edén– “que se llama diablo y Satanás”, que engaña a toda la tierra habitada. Su trabajo como engañador en el mundo entero, la guerra en toda la tierra cau-sada por su obra de engaño de las naciones y los poderes del mundo que ac-túan bajo su instigación y control son enteramente revelados. La más altamen-te organizada confederación de principados y potestades, que reconoce el lide-razgo de Satanás tanto como su “poder sobre toda tribu, lengua y nación”, to-dos engañados por las fuerzas sobrenaturales e invisibles del mal, que hacen “guerra contra los santos” (Ap. 13:7), son también reveladas.

El Engaño Mundial Revelado en Apocalipsis

Guerra es la palabra clave de apocalipsis: guerra en una escala nunca so-ñada por el hombre mortal, guerra entre los tremendos poderes angelicales de la luz y de las tinieblas, guerra de los mismos poderes mundiales engañados contra los santos, guerra de los mismos poderes mundiales contra el Cordero, guerra del dragón contra la Iglesia; guerra en muchas fases y formas, hasta el fin, cuando el Cordero y todos los que están con Él –los llamados, elegidos y fieles– vencerán (Ap. 17:4).

El mundo está ahora aproximándose al “tiempo del fin” caracterizado por el engaño descrito en Apocalipsis como siendo mundial, cuando habrá naciones e individuos engañados, en una escala tan completa que el engañador tendrá prácticamente la tierra entera bajo su control. Antes de ese clímax, habrá eta-pas preliminares de la obra del engañador, marcados por el engaño ampliamen-te diseminado de individuos, tanto dentro como fuera de la Iglesia, más allá de la condición común de engaño en que el mundo no regenerado vive.

A fin de comprender por qué el engañador es capaz de producir el engaño mun-dial descrito en Apocalipsis, que permitirá que los poderes sobrenaturales ejecuten su voluntad y conduzcan a las naciones y hombres a una rebelión activa contra Dios, necesitamos aprender con claridad lo que las Escrituras dicen sobre los hombres no regenerados en su condición normal y sobre el mundo en su estado caído.

Si satanás es descrito en Apocalipsis como el engañador de la tierra, es porque él ha sido así desde el inicio. “El mundo entero está bajo el maligno” (1

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Jn. 5:19), dice el apóstol, a quien fue dado el Apocalipsis, describiendo el mun-do como ya profundamente sumergido en tinieblas por medio del engaño del maligno y ciegamente conducido por él por intermedio de las huestes espiritua-les del mal bajo su control.

Engañado: Descripción de Todo Hombre No Regenerado

La palabra “engañado” es, de acuerdo con las Escrituras, la descripción apropiada de todos los seres humanos no regenerados, sin distinción de raza, cultura o sexo. “También éramos (…) engañados (Ti. 3:3 – NVI), dice Pablo el apóstol, aunque en su condición de “engañado” él hubiese sido un hombre reli-gioso, andando según la justicia de la ley, irreprensible (Flp. 3:6).

Todo hombre no regenerado es, ante todo, engañado por su propio cora-zón engañoso (Jer. 17:9; Is. 44:20) y por el pecado (He. 3:13). El dios de este siglo añadió a eso el cegar el entendimiento para que la luz del evangelio de Cristo no ilumine las tinieblas (2Co. 4:4). Y el engaño del maligno no termina cuando la vida regeneradora de Dios alcanza al hombre, pues el cegar del en-tendimiento sólo es removido cuando las mentiras engañadoras de Satanás son desalojadas por la luz de la verdad.

Si bien el corazón está renovado y la voluntad se ha vuelto a Dios, la dispo-sición profundamente enraizada para el autoengaño y la presencia, hasta cierto punto, del poder del engañador de cegar el entendimiento se acaban revelando de muchas formas, como las siguientes declaraciones de las Escrituras nos muestran. El hombre:

a. Es engañado si sólo es oidor y no practicante de la Palabra de Dios (Stg. 1:22); él es engañado si dice que no tiene pecado (1Jn. 1:8);

b. Es engañado cuando piensa que es “alguna cosa”, cuando, en verdad, no es nada (Gál. 6:3).

c. Es engañado cuando, aparentando ser religioso, su lengua descontrolada re-vela su verdadera condición (Stg. 1:26);

d. Es engañado si piensa que va a sembrar sin recoger lo que siembra (Gál. 6:7); e. Es engañado si piensa que los injustos heredarán el reino de Dios (1Co. 6:9). f. Es engañado si piensa que el contacto con el pecado no trae consecuencias

sobre él (1Co. 15:33).

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¡Engañado! ¡Cuánta repulsión produce esa palabra y cómo cada ser hu-mana involuntariamente se resiente de verla aplicada a sí mismo, no sabiendo que la propia repulsión ya es obra del engañador, con el propósito de mantener a los engañados lejos del conocimiento de la verdad y de la consecuente liber-tad del engaño! Si los hombres pueden ser tan fácilmente engañados por el en-gaño que surge de su propia naturaleza caída, cuán ávidamente las fuerzas de Satanás intentarán “ayudar” a la naturaleza acrecentando más engaño y no disminuyendo su influencia ni en una “jota”! con qué placer ellas trabajarán pa-ra mantener a los hombres presos de la vieja creación, de la cual diversas for-mas de autoengaño brotarán, capacitándolas para dar continuidad a su obra engañadora. Sus métodos de engaño pueden ser viejos o nuevos, adaptados para adecuarse a la naturaleza, al estado y a las circunstancias de la víctima. Instigados por el odio, maldad y mala voluntad llena de amargura en relación a la humanidad y a toda forma de bondad, los emisarios de Satanás no fallarán en la ejecución de sus planes, con una perseverancia digna de imitar por cual-quier persona que está deseosa de alcanzar sus metas.

Satanás, es Engañador también de los hijos de Dios

El gran engañador no es solamente el engañador de todo el mundo no re-generado, sino también de los hijos de Dios, con esta diferencia: en los engaños que practica en los santos, él cambia sus tácticas y trabaja por medio de las más precisas estrategias, en artimañas de error y engaño respecto de las cosas de Dios. (Mt. 24:24; 2Co. 11:3, 13-15).

La principal arma en que el príncipe engañador de las tinieblas se apoya para mantener al mundo bajo su poder es el engaño. El enemigo planea enga-ñar al hombre en cada fase de su vida, las cuales son: 1) engaño de los no re-generados que ya son engañados por el pecado; 2) engaño adaptado para el creyente carnal y 3) engaño ajustado para el creyente espiritual, que ya pasó por las etapas anteriores y llegó a un plano donde estará abierto para artimañas más sutiles. Que el engaño sea removido todavía en los días de su condición no regenerada o en la etapa de la vida cristiana carnal, pues cuando el hombre emerge para los lugares celestiales, descritos por Pablo en la Epístola a los Efe-sios, él se encontrará envuelto por las obras más intensas de las artimañas del

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engañador, donde los espíritus engañadores trabajan activamente para atacar a aquellos que están unidos al Señor resucitado.

El Engaño: El Peligro del Final de los Tiempos

En Apocalipsis, tenemos la plena revelación de la confederación satánica en el control integral de toda la tierra y de la guerra contra los santos como un to-do; pero la obra del engañador entre los principales santos de Dios es descrita de forma especial en la carta del apóstol Pablo a los Efesios, donde, en 6:10-18, el velo es removido y los poderes satánicos son vistos en su guerra contra la Iglesia de Dios y la armadura y las armas para que el creyente individual venza al enemigo son descritas. En ese pasaje, podemos aprender que en el plano de la experiencia más elevada del creyente en su unión con el Señor y en los “luga-res elevados” de la madurez espiritual de la Iglesia, las batallas más feroces e intensas contra el engañador y sus huestes son libradas.

Por tanto, conforme la Iglesia de Cristo se aproxima al tiempo del fin y va siendo madurada para su transformación por el poder interior del Espíritu Santo, más el engañador y sus huestes de espíritus engañadores dirigen su fuerza total contra los miembros vivos del Cuerpo de Cristo. Una vislumbre de ese ataque de espíritus engañadores sobre el pueblo de Dios en el final de los tiempos es des-crito en el Evangelio de Mateo, donde el Señor usa la palabra engañar para des-cribir algunas de las señales especiales de los últimos días. Él dice: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y a muchos engañarán (…) se levantarán falsos profetas y engañarán a muchos (…). Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si es posible, aún a los es-cogidos…” (Mt. 24:4-5, 11, 24).

El engaño relacionado con el mundo sobrenatural

La forma especial de engaño también es presentada como relacionada con cosas espirituales, y no terrenas, lo que muestra que el pueblo de Dios, en el fin de los tiempos, estará esperando la venida del Señor y, por eso, estará bastante abierto a todos los movimientos venidos del mundo sobrenatural, a tal punto, que los espíritus engañadores serán capaces de tomar provecho de ese hecho y

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anticipar la venida del Señor con falsos cristos y falsas señales y maravillas, o de mezclar sus imitaciones con las verdaderas manifestaciones del Espíritu de Dios. El Señor dice que los hombres serán engañados:

1. Respecto de Cristo y Su parousía, o venida; 2. Respecto de profecías, o sea, enseñanzas venidas del mundo espiritual

por mensajeros inspirados. 3. Respecto a la presentación de pruebas en relación a que las “enseñan-

zas” son de Dios, por medio de señales y maravillas tan semejantes a las de Dios y, por tanto, tan exactas de la obra de Dios que serían indistin-guibles de las verdaderas por aquellos descriptos como “sus escogidos”, los cuales necesitarán utilizar alguna otra prueba adicional al juicio de las apariencias, para saber si una señal es de Dios, si quieren discernir lo fal-so de lo verdadero.

Las palabras del apóstol Pablo a Timoteo, conteniendo la profecía especial dada por el Espíritu a la Iglesia de Cristo en los últimos días de la dispensación, coinciden exactamente con las palabras del Señor registradas por Mateo.

Las dos cartas de Pablo a Timoteo son las últimas epístolas que él escribió antes de su partida para estar con Cristo. Ambas fueron escritas en la prisión, que fue para Pablo como Patmos fue para Juan, cuando él, “en espíritu” (Ap. 1:10)3 Vio las cosas que estaban por venir. Pablo estaba dando sus últimas orien-taciones para Timoteo para el orden de la Iglesia de Dios hasta sus últimos días en la tierra; él estaba dando las directrices para orientar, no sólo a Timoteo, sino a todos los siervos de Dios, de cómo lidiar con la casa de Dios. En medio de to-das esas instrucciones detalladas, su visión precisa se vuelve hacia los “últimos tiempos” y, por orden expresa del Espíritu de Dios, él describe en breves senten-cias, el peligro de la Iglesia en esos tiempos finales, de la misma forma que el Espíritu de dios había dado a los profetas del Antiguo Testamento algunas profe-cías “en gestación”, que sólo serían completamente comprendidas después que los eventos viniesen a acontecer.

3 “Él estaba en el Espíritu en condiciones totalmente sueltas de la tierra –transportado por medio del Espíritu en el día del Señor–”. Seiss.

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Un análisis bíblico sobre el engaño satánico

El apóstol dice: “Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiem-pos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doc-trinas de demonios, por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia…” (1Ti. 4:-2).

El relato de pablo en 1 Timoteo 4:2-2: la única declaración específica Sobre la causa del peligro

La declaración profética d Pablo parece ser todo lo que es dicho en palabras específicas sobre la Iglesia y su historia en el fin de la dispensación. El Señor ha-bló en términos generales sobre los peligros que Su pueblo tendría que enfrentar en el fin de los tiempos, y Pablo escribió a los tesalonicenses más específicamen-te sobre la apostasía y los engaños malignos del Corrupto en los últimos días, pe-ro el pasaje en Timoteo es el único que muestra de forma explícita la causa es-pecial del peligro que la Iglesia enfrentaría en sus últimos días en la tierra y cómo los espíritus malignos de Satanás se lanzarían sobre los miembros de ella y, por medio del engaño, alienarían a algunos de la pureza de la fe en Cristo.

El Espíritu Santo, en el breve mensaje dedo a Pablo, describe el carácter y la obra de los espíritus malignos, reconociendo: 1) su existencia, 2) sus esfuer-zos dirigidos a los creyentes con el objetivo de ganarlos y, por medio del enga-ño, apartarlos del camino de la fe simple en Cristo y de todo lo que está incluido en la “fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3).

Se puede entender, a partir del original griego, que es el carácter de los espíritus que está descrito en 1 Timoteo 4:1-3, y no el de los hombres que ellos, a veces usan en su obra de engaño.4

4 Pember dice que el v.2 se refiere al carácter de los espíritus engañadores y debe ser leído de este modo: “en-señanzas directas de espíritus impuros, que, a pesar de acarrear una marca en su propia conciencia, como un criminal es desfigurado –pretenden santificar (i. e., santidad) para ganar crédito por sus mentiras” (N. del E.)

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El peligro de la Iglesia en el final de los tiempos es, por tanto, proveniente de seres sobrenaturales hipócritas, que fingen ser lo que no son, que dan ense-ñanzas que aparentan producir mayor santidad, por medio de la severidad ascé-tica para con la carne, más son, en sí mismos, malignos e impuros, y traen toda clase de maldades de su propia presencia a aquellos a quienes engañan. Donde ellos engañan, ganan posesión; y donde el creyente engañado piensa estar más santo y más santificado, esos espíritus hipócritas defraudan al engañado con su presencia y sobre una cubierta de santidad toman posesión de su terreno legal y ocultan sus obras.

El peligro de los espíritus engañadores afecta a todos los hijos de Dios

El peligro dice respecto a todos los hijos de Dios, y ningún creyente espiri-tual osa decir que está libre de peligro. La profecía del Espíritu Santo declara que:

1. “Algunos” apostatarán de la fe;

2. La razón de la apostasía será obedecer a espíritus engañadores, esto es, la naturaleza de la obra de ellos no será declaradamente pero, sí, engaño, que es una obra disfrazada. La esencia del engaño es que la obra sea vista como sincera y pura.

3. La naturaleza del engaño será doctrinas de demonios, esto es, el en-gaño será en la esfera doctrinaria;

4. El engaño se dará por el hecho de que las doctrinas serán entregadas con hipocresía, o sea, serán habladas como si fueran verdades.

5. Dos ejemplos del hecho de esas doctrinas de espíritus malignos son mostrados: la prohibición del casamiento y la abstinencia de alimen-tos; ambos, dice Pablo, creados por Dios. Por tanto, la enseñanza de ellos es marcado por la oposición a Dios, hasta en Su obra como Creador.

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Los poderes satánicos descritos en Efesios 6

Doctrinas demoníacas ha sido generalmente consideradas como pertene-ciendo también a la Iglesia de Roma, debido a los dos resultados de las ense-ñanzas demoníacas mencionadas por Pablo, que caracterizan esa Iglesia, o las “sectas” posteriores al siglo XX, con su omisión de la idea de pecado y de la ne-cesidad del sacrificio redentor de Cristo y de un Salvador Divino. Más hay un vasto dominio de engaño doctrinal por medio de espíritus engañadores pene-trando e interpenetrando la cristiandad evangélica, por medio del cual los espíri-tus malignos, en mayor o menor grado, influencian la vida hasta de hombres cristianos, ejerciendo dominio sobre ellos; hasta cristianos espirituales son así afectados en el plan descrito por el apóstol, en que los creyentes unidos al Cris-to resucitado encuentran “fuerzas espirituales de maldad en las regiones celes-tes”. Los poderes descritos en Efesios 5:12 son presentados divididos en:

1. Principados: poderes y dominaciones que lidian con naciones y gobiernos;

2. Potestades, con autoridad y poder de acción todas las esferas abiertas a ellas;

3. Gobernadores del mundo, gobernando las tinieblas y cegando al mundo en forma general.

4. Fuerzas espirituales del mal en los lugares celestiales, que dirigen sus fuerzas contra la Iglesia de Jesucristo, en artimañas, dardos inflamados, ataques vio-lentos y todo engaño imaginable sobre doctrinas que sean capaces de planear.

El peligro para la casa de Dios no es, por tanto, para pocos, sino para to-dos, pues, obviamente, para comenzar ninguno puede apostatar de la fe a no ser aquellos que estuvieren verdaderamente en la fe. El peligro tiene su origen en un ejército de espíritus engañadores derramados por Satanás sobre todos los que estén abiertos a las enseñanzas provenientes del mundo espiritual y, por medio de la ignorancia al respecto de tal peligro, sean incapaces de discernir las artimañas del enemigo.

El peligro asalta la Iglesia viniendo del mundo sobrenatural y viene de seres espirituales sobrenaturales que son personas (Mc. 1:25) con capacidad inteli-gente de planear (Mt. 12:44-45), con estrategia (Ef. 6:11), el engaño de aque-llos que les obedecieren.

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El peligro es sobrenatural. Y los que están en peligro son los hijos espiritua-les de Dios, que no serán engañados por el mundo de la carne, más están abiertos a todo lo que puedan aprender de las cosas “espirituales”, con deseo sincero de ser más “espirituales” y más avanzado en el conocimiento de Dios. Pues el engaño por medio de doctrinas no preocuparía tanto al mundo cuanto preocupa a la Iglesia. Lo espíritus malignos no intentarían atraer a los cristianos espirituales a pecados declarados, como asesinato, borracheras, juegos de azar, etc., mas planearían el engaño en la forma de enseñanzas y doctrinas, aprove-chándose del hecho de que el creyente no sabe que el engaño por medio de las enseñanzas y doctrinas permite a los espíritus malignos “poseer” al engañado tanto como por medio del pecado.

Cómo los espíritus malignos engañan por medio de “doctrinas”

La manera por la cual los espíritus malignos, en calidad de maestros, llevan a los hombres a recibir sus enseñanzas puede ser resumida en tres puntos específicos:

1. Dando sus doctrinas o enseñanzas a aquellos que aceptan todo lo que es sobrenatural como divino simplemente porque es sobrenatural –y cierta clase desacostumbrada con el mundo espiritual, que es “sobrenatural” co-mo proveniente de Dios. Esa forma de enseñanza es directa a la persona, por medio de “flashes” de luz sobre un texto, “revelaciones” por medio de visiones de Cristo o secuencia de textos aparentemente dados por el Espí-ritu Santo.5

5 Los requisitos previos para el engaño de los espíritus malignos en esta forma y la manera de distinguirlos de la verdadera enseñanza del Espíritu Santo, será desarrollado en el capítulo 6.

2. Mezclando sus pensamientos con el propio raciocinio del hombre, para que él piense que llegó a sus propias conclusiones. Las enseñanzas de los es-píritus engañadores en esta forma aparentan ser tan naturales que parecen venir del propio hombre, como fruto de su propia mente y consideración. Los espíritus de engaño imitan la obra del cerebro humano e introducen pensa-mientos y sugerencias en la mente humana, pues se pueden comunicar direc-tamente con la mente, sin la necesidad de poseer, en cualquier grado, la

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mente o el cuerpo. Los que son así engañados acreditan que llegaron a sus propias conclusiones por medio de sus propios raciocinios, ignorando el he-cho de que los espíritus de engaño nos incitan a “razonar” sin datos sufi-cientes o basados en una premisa errada y, así, llegar a falsas conclusiones. El espíritu de enseñanza alcanzó su propio objetivo colocando una mentira en la mente del hombre por medio de un raciocinio falso.

3. Indirectamente usando maestros humanos engañados, que suponen estar enseñando la “verdad” divina más pura, a quien las personas implícita-mente creen por causa de su vida y carácter piadosos. Los creyentes di-cen: “Él es un hombre bueno y es un hombre santo, y yo creo en él”. To-man la vida del hombre como garantía suficiente para su enseñanza en vez de juzgar la enseñanza por medio de las Escrituras, independiente-mente el carácter personal de quién enseña. El fundamento de eso es la idea comúnmente aceptada de que todo lo que Satanás y sus espíritus malignos hacen es manifiestamente malo. La verdad que no se percibe, es que ellos operan bajo el disfraz de la luz (2 Co. 11:14), o sea, si consiguen que un “hombre bueno” acepte algunas de sus ideas y las lleve a delante como “verdad”, él se torna un instrumento mucho mejor para los propósi-tos de engaño que un hombre malo, que no tendría credibilidad alguna.

Falsos maestros y maestros engañados

Hay una diferencia entre falsos maestros y maestros engañados. Hay mu-chos maestros engañados entre los más dedicados a maestros hoy en día, por-que no reconocen que un ejército de espíritus enseñadores se están presentan-do para engañar al pueblo de Dios y que el peligro especial para la parte más espiritual de la Iglesia está en el campo sobrenatural, de donde los espíritus en-gañadores, con enseñanzas, están susurrando sus mentiras a todos los que son “espirituales”, esto es, abiertos a cosas espirituales. Los espíritus enseñadores con sus doctrinas harán todos sus esfuerzos para engañar a aquellos que tienen que transmitir “doctrina”, y buscan mezclar sus “enseñanzas” con la verdad, pa-ra lograr ser aceptados. Hoy en día, todo creyente debe probar a sus maestros por sí mismo, por la Palabra de Dios y de acuerdo con la actitud de ellos en re-lación a la redentora cruz de Cristo y a otras verdades fundamentales del evan-gelio, y no ser llevados a probar la enseñanza por el carácter del maestro. Bue-

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nos hombres pueden ser engañados, y Satanás necesita de buenos hombres para hacer que sus mentiras pasen por verdad.

El efecto de las enseñanzas de espíritus malignos sobre la conciencia

La manera por la cual los espíritus malignos enseñan es descrita por Pablo co-mo el hablar mentiras en hipocresía, esto es, hablar mentiras como si fueran verda-des. Pablo también dice que el efecto de sus obras es la cauterización de la concien-cia, o sea, si un creyente acepta las enseñanzas de los espíritus malignos como siendo divinos, porque ellas les vienen sobrenaturalmente, y obedece a tales ense-ñanzas y las sigue, la conciencia queda sin utilización, de forma que se torna entor-pecida y pasiva –o endurecida–, llevando al hombre a hacer cosas bajo la influencia de “revelación” sobrenatural que una conciencia activamente despierta prontamente rechazaría y condenaría. Tales creyentes prestan atención a esos espíritus, oyéndo-los y, después, obedeciéndolos, pues son engañados por aceptar pensamientos erróneos sobre la presencia de Dios y sobre su divino amor, y, sin saber, se entre-gan al poder de espíritus mentirosos. Trabajando en la línea de enseñanza, los espí-ritus engañadores introducirán sus mentiras habladas en hipocresía, en las ense-ñanzas sobre santidad y engañarán a los creyentes en cuanto a sí mismos, al peca-do y a todas otras verdades relacionadas con la vida espiritual.

Las Escrituras son generalmente usadas como base de esas enseñanzas y son hábilmente torcidas como la tela de una araña para que los creyentes caigan en la trampa. Textos aislados son retirados de su contexto y de su lugar sobre la perspectiva de la verdad; frases son retiradas de sus párrafos correspondientes o textos son escogidos con inteligencia y colocados juntos de forma tan convincen-te que aparentan ser una revelación completa de la mente de Dios; pero los pa-sajes que impregnan esos textos y dan el escenario histórico, las acciones y las circunstancias ligadas con lo que aquellas palabras dicen, y otros elementos que traen luz a cada texto por separado, son habilidosamente ignorados.

Una amplia tela es, así, tejida para los incautos y los que tienen poca prác-tica en los principios de las Escrituras, y muchas vidas son así desviadas y per-turbadas por ese uso falso de la Palabra de Dios. Debido a que la experiencia de cristianos comunes con relación al diablo está limitada a conocerlo como tenta-

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dor o acusador, ellos no tienen idea de las profundidades de malignidad ni de la perversidad de los espíritus malignos, y tienen la impresión de que ellos no van a citar las Escrituras –lo que no saben es que esos espíritus citarían todo el Li-bro si pudieran engañar una sola alma.

Algunas maneras por las cuales los espíritus engañadores enseñan

Las enseñanzas de espíritus engañadores que están siendo promulgados por ellos actualmente son demasiadas para citarlas aquí. Ellos son generalmente conocidos solamente en “falsas religiones”, pero los espíritus enseñadores con sus doctrinas e ideas religiosas sugeridas a la mente de los hombres están ope-rando incesantemente en cualquier lugar, procurando asaltar el instinto religioso del hombre, ofreciéndole un sustituto para la verdad.

Por tanto, solamente la verdad –la verdad de Dios y no meras “visiones de la verdad”– puede deshacer las doctrinas engañadoras de los espíritus enseña-dores de Satanás: la verdad con respecto a todos los principios y leyes del Dios de la Verdad. Las “doctrinas de demonios” consisten simplemente en lo que un hombre piensa o cree como resultado de sugestiones hechas a su mente por espíritus engañadores. Todo “pensamiento” y “creencia” pertenece a un de los dos reinos: a al de la verdad o al de la falsedad, teniendo ellos fuente en Dios o en Satanás, respectivamente. Toda verdad viene de Dios y todo lo que es con-trario a la verdad, de Satanás. Hasta los pensamientos que, aparentemente, se originan en la mente del propio hombre, vienen de una de esas fuentes, pues la mente en si misma o es entenebrecida por Satanás (2Co. 4:4) y, por tanto, solo fértil para sus enseñanzas, o es renovada por Dios (Ef. 4:23) y esclarecida en cuanto al velo de Satanás y abierta a recibir y transmitir la verdad.

El principio básico para probar las enseñanzas de espíritus enseñadores

Ya que el pensamiento o la creencia se origina o en el Dios de la Verdad o en el padre de mentira (Jn.8:44), sólo puede haber un principio básico para probar la fuente de todas las doctrinas o pensamientos y creencias, de creyen-tes o no creyentes, el cual es: el test de la Palabra de Dios revelada.

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Toda “verdad” está en armonía con el único canal de verdad revelada en el mundo: la Palabra escrita de Dios. Todas las “enseñanzas” que se originan en espíritus engañadores:

1. Debilitan la autoridad de las Escrituras; 2. Distorsionan la enseñanza de las Escrituras; 3. Añaden pensamientos de hombre a las Escrituras o 4. Colocan las Escrituras totalmente de lado.

El objetivo principal es ocultar, distorsionar, utilizar mal o colocar de lado la revelación de Dios respecto a la cruz del Calvario, donde Satanás fue vencido por el Dios-Hombre y donde la libertad fue conquistada para todos los cautivos.

El test de todo pensamiento o creencia, por tanto es:

1. Su armonía con la Palabra escrita en todo el cuerpo de verdad de ella, y 2. Su actitud con relación a la cruz y al pecado.

Algunas doctrinas de demonios, probadas por esos dos principios primarios, pueden ser mencionadas tales como:

En el mundo no cristianizado

Ciencia Cristiana No hay pecado, ni Salvador, ni cruz

Teosofía No hay pecado, ni Salvador, ni cruz

Espiritismo No hay pecado, ni Salvador, ni cruz

Teología moderna No hay pecado, ni Salvador, ni cruz

En el mundo pagano

Islamismo Confusionismo Budismo, etc.

No hay Salvador ni cruz; son religiones “mora-les”, con el hombre como su propio salvador.

Idolatría como adoración de demonios

No hay conocimiento de un Salvador o de Su sa-crificio en el Calvario, pero hay conocimiento verdadero de los poderes malignos, a los cuales intentan aplacar, pues probaron su existencia

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En la Iglesia Cristiana

Incontables pensamientos y creencias, opuestos a la verdad de Dios, son in-troducidas en la mente de cristianos por espíritus enseñadores, volviendo a esos cristianos ineficientes en la guerra contra el pecado y Satanás, y sujetos al poder de los espíritus malignos, aunque sean salvos para la eternidad por medio de su fe en Cristo, de aceptar la autoridad de las Escrituras y de conocer el poder de la cruz. Todos los pensamientos y creencias deben, por tanto, ser probados por la verdad de Dios revelada en las Escrituras, no meramente por textos aislados o porciones de la Palabra, sino por los principios de verdad revelados en la Palabra. Ya que Satanás endosará sus enseñanzas con “señales y maravillas” (Mt. 24:24; 2 Ts. 2:9; Ap. 13:13), fuego del cielo, poder y señales no son pruebas de que la “enseñanza” viene de Dios, ninguna “buena vida” es la prueba infalible, porque los ministros de Satanás pueden ser ministros de justicia (2 Co. 11:13-15).

La cúspide de la oleada de espíritus engañadores descrito en 2 Tesalonicenses 2

La cúspide de la oleada de espíritus engañadores que barrerá a la Iglesia es descripto por el apóstol Pablo en su segunda carta a los tesalonicenses, donde él habla de la manifestación de aquel que engañaría a tal punto a los cristianos que conseguiría entrar en el santuario de Dios, “tanto que se sienta en el templo de Dios, como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2Ts. 2:4), siendo su presencia pa-recida como la de Dios; mas sin embargo, en realidad “es obra por de satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño” (vv. 9-10).

La confirmación de las palabras del Señor registradas por Mateo se da en la revelación dada por Él a Juan en Patmos: que en el fin de los tiempos, la princi-pal arma usada por el engañador para obtener poder sobre el pueblo de la tie-rra será señales sobrenaturales de los cielos, cuando un falso cordero hará grandes señales, y hasta “hará caer fuego del cielo” para engañar a los habitan-tes de la tierra y, así, ejercer tal control sobre todo el mundo que “ninguno po-drá comprar ni vender, sino aquel que tenga la marca, o el nombre de la bestia” (Ap. 13:11-17). Por medio de ese engaño sobrenatural, el propósito completo de la jerarquía engañadora de Satanás alcanza su consumación, con la autori-dad mundial ya profetizada.

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El engaño del mundo con tinieblas más profundas y el engaño de la Iglesia por medio de enseñanzas y manifestaciones alcanzarán el auge en el final de los tiempos.

El alerta especial a la iglesia dado por el autor d e Apocalipsis

Es espantoso notar que el apóstol escogido para transmitir el Apocalipsis a la Iglesia, como preparación para los últimos días de la Iglesia militante, fuese el mismo que escribiera a cristianos de su época: “No creáis a todo espíritu” (1Jn. 4:1-6), y sinceramente alertó a sus “hijitos” que el “espíritu del anticristo” y el “espíritu de error” (engaño) ya estaban trabajando activamente entre ellos. La actitud de ellos debería ser de “no creer” o sea dudar de toda “enseñanza” o “maestro” sobrenaturales, hasta que se probase que fueran de Dios. Ellos de-berían probar las enseñanzas para que, en caso de que provengan de un espíri-tu de error, no se volviesen parte de la campaña del engañador como anticristo, o sea, contra Cristo.

Si aquella actitud de neutralidad y duda en relación a las enseñanzas so-brenaturales era necesaria en los días del apóstol Juan –más o menos cincuenta y siete años después de Pentecostés–, cuánto más debe ser en los “últimos días” predichos por el Señor y por el apóstol Pablo, días que serían caracteriza-dos por un clamor de voces de “profetas”, esto es –en términos del siglo XX–, “predicadores” y “maestros” que usan el nombre sagrado del señor; días en que enseñanzas recibidas sobrenaturalmente del mundo espiritual serían abundan-tes, enseñanzas acompañadas por pruebas tan maravillosas de su origen “di-vino” que dejarían perplejos hasta a los más firmes dentro del pueblo del Señor y, así mismo, por algún tiempo, los engañarían.

La profecía de Daniel de que maestros caerían en el tiempo del fin

Daniel, describiendo sobre el mismo “tiempo del fin”, dice: “algunos de los sabios caerán para ser depurados, limpiados y emblanquecidos, hasta el tiempo del fin” (11:35). Si, la verdad tiene que ser enfrentada! Los “elegidos” pueden ser engañados y, por las palabras de Daniel, aparentemente será permitido por un tiempo determinado, para que, en la prueba de fuego, puedan ser refinados (palabra que se refiere a la expulsión de la escoria por el fuego de la fundición),

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purificados (la remoción de la excoria ya expulsada) y emblanquecidos (el puli-miento emblanquecimiento del metal luego de ser liberado de sus impurezas)5. Probablemente hay una conexión entre esa palabra solemne y una extraña de-claración sobre la guerra en el final de los tiempos, cuando se dice sobre el ata-que de la bestia semejante al leopardo que “le fue permitido hacer guerra con-tra los santos, y vencerlos” (Ap. 13:7).

Daniel también habla sobre la misma victoria del enemigo por un tiempo: el cuerno “hacía guerra contra los santos y prevalecía contra ellos” (Dn. 7:21). Daniel añade: “hasta que vino el Anciano de Días (…) y vino el tiempo en que los santos poseerían el reino” (v. 22). Parece, por tanto, que en el “tiempo del fin”, Dios per-mitirá que Satanás prevalezca por un tiempo contra Sus santos. De la misma for-ma que él prevaleció contra Pedro cuando fue entregado para ser zarandeado (Lc. 22:31), como aparentemente prevaleció contra el Hijo de Dios en el Calvario, cuando “la hora y el poder de las tinieblas” se abatieron sobre Él en la cruz (Mt. 27:38-46) y como es mostrado que hará los “dos testigos” descriptos en Apocalip-sis 11:7, y en la última gran manifestación del triunfo del dragón engañador sobre los santos y su poder sobre toda la tierra habitada, en Apocalipsis 13:7-15.

Todos esos ejemplos acontecerán en diferentes períodos en la historia de Cristo y Su Iglesia, y en el cuadro pintado en Apocalipsis, el prevalecer de la bestia semejante al leopardo puede ser una referencia a los santos en la tierra luego del arrebatamiento de la Iglesia, pero ellos muestran el principio de que los triunfos de Dios son, a veces, ocultos en aparente derrota. Los escogidos de Dios deben, por tanto, estar atentos, en todos las etapas de la guerra contra Satanás como engañador para no ser agitados de un lado a otro o movidos por apariencias, pues el aparente triunfo de los poderes sobrenaturales que aparen-tan ser divinos puede ser, en verdad, satánico, y las apariencias de derrota ex-terior, que parece ser la victoria del diablo, puede ocultar el triunfo de Dios.

El éxito o la derrota exteriores no son criterio confiable para juzgar

El enemigo es un engañador y, como engañador, trabajará y prevalecerá en los últimos días. “Éxito” o “derrota” no se constituyen en criterio para juzgar una obra como siendo de Dios o de Satanás. El Calvario permanece para siem-

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pre como la revelación de la manera en que Dios alcanza Sus objetivos de re-dención. Satanás trabaja en relación al tiempo, pues él sabe que su tiempo es corto, pero Dios trabaja en relación a la eternidad. De la muerte a la vida, de la derrota al triunfo, del sufrimiento a la alegría: esa es la manera de Dios.

El conocimiento de la verdad es el principal salvavidas contra el engaño. Los escogidos tienen que conocer y aprender a probar los espíritus hasta que sepan lo que procede de Dios y lo que procede de Satanás.

Las palabras del Maestro: “Mirad, se los he dicho” claramente sugieren que el conocimiento personal del peligro es parte de la manera en que el Señor guarda a los Suyos, y los creyentes que ciegamente dependen del “poder guar-dador de Dios”, sin procurar entender cómo escapar del engaño, cuando son alertados por el Señor a mirar, ciertamente se verán presos en la trampa del enemigo sutil.

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Capítulo 2

La Confederación Satánica de Espíritus Perversos

La realidad de la existencia de espíritus perversos por medio de los cuales Satanás, su príncipe, ejecutaba su obra en el mundo caído de los hombres no puede ser evidenciada con más fuerza que por el hecho de que los estatutos fueron dados por Jehová a Moisés en el monte en llamas.

La Iglesia de Dios en la antigua dispensación (el pueblo de Israel) incorpo-raba estrictas medidas para hacer frente a los intentos efectuados por los seres espirituales malignos para hallar puertas de entrada hacia el pueblo de Dios. Moisés fue instruido por Jehová para mantener el campamento de Israel libre de las interferencias de aquellos espíritus malignos, ordenando la drástica pena de muerte para todos los que, de cualquier forma, se envolviesen con ellos. El pro-pio hecho de que Jehová haya dado estatutos respecto de ese asunto y la ex-trema punición dada por la desobediencia a Su ley muestran por sí mismo:

1. La existencia de espíritus malignos;

2. Su perversidad:

3. Su habilidad de influenciar seres humanos y comunicarse con ellos, y

4. La necesidad de hostilidad sin concesiones a ellos y a sus obras.

Dios no daría leyes en relación a peligros que no fuesen reales ni ordenaría la pena capital si el contacto del pueblo con seres espirituales malignos del mundo invisible no necesitase de un tratamiento tan drástico.

La gravedad de la pena obviamente sugiere, también, que los líderes de Is-rael deben haber recibido de Dios discernimiento espiritual preciso y tan claro que no tendrían duda en la decisión d los casos traídos delante de ellos.

En cuanto Moisés y Josué vivieron y pusieron en práctica las fuertes medi-das decretadas por Dios para mantener a Su pueblo libre de las interferencias del poder satánico, Israel permaneció en alianza con Dios, en el punto más ele-vado de su historia; mas cuando aquellos líderes murieron, la nación se hundió en tinieblas, causadas por los poderes espirituales del mal, llevando al pueblo a

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la idolatría y al pecado –la situación de la nación en los años que vendrían, le-vantándose en alianza con Dios y cayendo en idolatría (Jue. 2:19; 1R. 14:22-24; comparar con 2 Cr. 33:2-5, 34:2-7), y todos esos pecados resultantes de la substitución de la adoración a Jehová por la adoración a Satanás– que es el sig-nificado real de la idolatría.

Cuando la nueva dispensación se abre con la venida de Cristo, podemos verlo, el Dios-Hombre, reconociendo la existencia de los poderes satánicos del mal y mostrando hostilidad sin concesiones a ellos y a sus obras –Moisés en el Antiguo Testamento, Cristo en el Nuevo: Moisés, el hombre que conoció a Dios cara a cara; Cristo, el Hijo unigénito del Padre, enviado de Dios al mundo de los hombres, cada uno reconociendo la existencia de Satanás y de los seres espiri-tuales del mal, cada uno lidiando de forma drástica con esos espíritus que en-tran y poseen a los hombre, cada uno guerreando contra esos seres que están en franca oposición a Dios.

Mirando nuevamente en perspectiva, del tiempo desde el tiempo de Cristo, pasando por la historia inicial de la Iglesia, hasta la revelación de Apocalipsis y la muerte del apóstol Juan, el poder manifestado de Dios operaba (en diferentes niveles) entre Su pueblo, y los líderes reconocían y lidiaban con los espíritus ma-lignos –un período correspondiente al período mosaico en la vieja dispensación.

La Iglesia en la Edad Media

Fue en ese período que las fuerzas de las tinieblas ganaron espacio y, salvo algunos intervalos intermitente y algunas excepciones, la Iglesia de Cristo se hun-dió bajo el dominio de esas fuerzas, hasta la hora de mayor oscuridad, que llama-mos Edad Media, en que todos los pecados tuvieron su auge por intermedio de las obras engañadoras de los espíritus malignos de Satanás y eran tan abundantes como en el tiempo de Moisés, cuando escribió por orden de Dios: “No sea hallado en ti quien (…) practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni en-cantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.” (Dt. 18:10-11).

Ahora, en el fin de la dispensación, víspera de la era del milenio, la Iglesia de Cristo sólo se levantará nuevamente y alcanzará el poder que Dios tiene para ella cuando los líderes reconozcan, como lo hizo Moisés en la Iglesia del Antiguo Testamento y Cristo y Sus apóstoles, en la del Nuevo, la existencia de poderes

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espirituales malignos de las tinieblas y tuvieran para con ellos y sus obras la misma actitud de hostilidad y combate agresivo sin concesión alguna.

La Iglesia en el Siglo XX

La razón por la cual la Iglesia en el siglo XX todavía no reconoció la exis-tencia y las obras de fuerzas sobrenaturales del mal sólo puede ser atribuida a su situación deficiente en términos de vida y poder espirituales. Hoy en día, en que la existencia de espíritus malignos es reconocida hasta por los impíos, la existencia de espíritus malignos es generalmente descartadas por los misione-ros como “superstición” e ignorancia, en cuanto la ignorancia se da casi siem-pre por parte del misionero, que fue cegado por el príncipe de las potestades del aire para que no vea la revelación dada en las Escrituras sobre los poderes satánicos.

La ignorancia por parte de los impíos es, en su actitud conciliatoria en rela-ción con los espíritus malignos, debida a no conocer el mensaje del evangelio sobre un Libertador y Salvador enviado para “proclamar libertad a los cautivos” (Lc. 4:18), que, cuando estaba en la tierra, curaba a todos los que estaban “oprimidos por el demonio” (Hch. 10:38) y envió a sus mensajeros para abrir los ojos de los encadenados, “para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios” (Hch. 26:18).

Si los misioneros a los gentiles reconociesen la existencia de espíritus malignos y que las tinieblas en las tierras impías fueron causadas por el prín-cipe de la potestad del aire (Ef. 2:2; 4:18; 1 Jn. 5:19; 2 Co. 4:4), y proclama-sen a los impíos el mensaje de liberación de las huestes del mal, ellos cono-cerían tan bien a los adversarios como siendo reales y malignos, así como co-nocen la remisión de pecados y la victoria sobre el pecado por medio del sa-crificio expiatoria del Calvario, un gran cambio acontecería en el campo mi-sionero en pocos años.

Mas el Espíritu Santo ya está trabajando, abriendo los ojos del pueblo de Dios, y muchos de los líderes en la Iglesia están comenzando a reconocer la existencia real de los poderes satánicos y procurando saber cómo discernir sus obras y cómo lidiar con ellas en el poder de Dios.

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Los creyentes pueden recibir equipamiento para lidiar con los poderes satánicos

La hora de la necesidad siempre trae la correspondiente medida de poder de Dios para satisfacer esa necesidad. La Iglesia de Cristo debe echar mano del equipamiento del período apostólico para lidiar con el flujo de huestes de espíri-tus malignos entre sus miembros. El hecho de que todos los creyentes pueden recibir el poder del Espíritu Santo, por el cual la autoridad de Cristo sobre las huestes de demonios de Satanás es manifestada, está demostrado no sólo en el ejemplo de Felipe, el diácono, en Hechos de los Apóstoles, sino también en los escritos de los “Padres” en los primeros siglos de la era cristiana, lo que muestra que los cristianos de aquella época:

1. Conocían la existencia de espíritus malignos;

2. Reconocían que esos espíritus malignos influencian, engañan y poseen a los hombres, y

3. Que Cristo dio a Sus seguidores autoridad contra ellos por Su Nombre.

El Espíritu de Dios ha revelado de varias maneras diferentes que esa autori-dad a través del nombre de Cristo ejercida por el creyente que anda en unión vital y viva con Cristo, está disponible para los siervos de Dios en este final de los tiem-pos. Dios nos da lecciones objetivas, por intermedio de un cristiano nativo como el pastor Hsi2, en la China –que actuó de acuerdo con la Palabra de Dios con fe sim-ple, sin el cuestionamiento del cristianismo occidental–, o despierta a la Iglesia de Occidente, como en el Avivamiento del País de Gales, con un derramar tremendo del Espíritu de Dios, hechos estos que no sólo manifestaron el poder del Espíritu Santo, en operación en el siglo XX como en los días de Pentecostés, sino también revelaron la realidad de los poderes satánicos en franca oposición a Dios y a Su pueblo, así como la necesidad de los hijos de Dios llenos del Espíritu de recibir po-der para lidiar con esos poderes. El Avivamiento del País de Gales acabó también arrojando luz sobre algunas partes de las Escrituras, mostrando que el punto más alto de la manifestación del poder de Dios entre los hombre se constituye también, invariablemente, en oportunidad para manifestaciones paralelas de la obra de Sa-tanás. Fue así también con el Hijo de Dios, cuando volvió del conflicto en el desier-to con el príncipe de las tinieblas y daba con los demonios, antes ocultos en mu-chas vidas, que ahora, sin embargo, se levantaban en actividad maligna, y de to-

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das partes de Palestina multitudes de víctimas venían al Hombre, delante de Quien los espíritus que las poseían temblaban con odio impotente.

2 El pastor Hsi Shengmo era contemporáneo de Hudson Taylor y fue un instrumento de Dios para establecer una expresión autén-ticamente chinesca de la fe cristiana. Su biografía fue escrita por la nuera de Taylor, Geraldine, que conocía a ambos muy bien.

La confederación satánica de espíritus perversos

La parte de la Iglesia actual que está despierta no tiene duda alguna en cuanto a la existencia real de los seres espirituales del mal y de que hay una mo-narquía organizada de poderes sobrenaturales en franca oposición a Cristo y a Su Reino, deseando la ruina eterna de cada miembro de la raza humana. Y esos cre-yentes saben que Dios los está llamando para obtener el mejor equipamiento disponible para enfrentar y resistir a aquellos enemigos de Cristo y de Su Iglesia.

A fin de comprender la obra del príncipe engañador de esta potestad del ai-re y discernir, con precisión, sus tácticas así como sus métodos para engañar a los hombres, tales creyentes deben investigar las Escrituras con ahínco, a fin de obtener el conocimiento de su carácter y sobre la capacidad de los espíritus ma-lignos de poseer y usar el cuerpo de seres humanos.

Distinción entre Satanás y espíritus malignos

Debe haber una clara distinción entre Satanás y sus obras como príncipe de los demonios y sus espíritus malignos, para que entendamos sus métodos en los tiempos actuales, pues para muchos el adversario es meramente un tentador, pero ni siquiera sueñan que él tiene poder como engañador (Ap. 12:9), como alguien que impide acontecimientos (2 Tes. 2:18), como asesino y mentiroso (Jn. 8:44), como acusador (Ap. 12:10) y como falso ángel de luz, y menos to-davía saben sobre las huestes de espíritus que están bajo su comando –constantemente cercando los caminos de estos creyentes, a fin de engañar, im-pedir acciones y llevarlos a pecar–, una gran hueste completamente entregada a la maldad (Mt. 12:43-45), que tiene placer en hacer el mal, matar (Mc. 5:2-5), engañar y destruir (Mc. 9:20) y tiene acceso a hombres de todo tipo, llevándo-los a toda clase de impiedad y satisfaciéndose solamente cuando se cumplen sus planes malignos de arruinar a los hijos de los hombres (Mt. 27:3-5).

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Satanás Desafía a Cristo en el Desierto

Esa distinción entre Satanás, el príncipe de los demonios (Mt. 9:34), y su legión de espíritus perversos es claramente reconocida por cristo y puede ser vista en muchas partes de los Evangelios (Mt. 25:41). Vemos a Satanás en per-sona desafiando al Señor en la tentación del desierto, y Cristo respondió al él como a una sola persona, palabra por palabra, pensamiento a pensamiento, hasta que él se retiró, frustrado por el hecho de que el Hijo de Dios haya dis-cernido con precisión cada una de sus tácticas (Lc. 4:1-13).

Leemos al Señor describiendo a Satanás como el “príncipe de este mundo” (Jn. 14:30), reconociendo que él gobierna un reino (Mt. 12:26), usando lengua-je imperativo como una persona, diciendo: “Quítate de delante de mí”, mientras que para los judíos describe el carácter de Satanás como un pecador desde el principio: homicida, mentiroso y “padre de mentira”, que “no ha permanecido en la verdad” (Jn. 8:44), al cual tuvo un día como un gran arcángel de Dios. Es llamado también “el maligno” (1 Jn. 3:12), el “adversario” y la “serpiente anti-gua” (Ap. 12:9).

Con relación al método de trabajo del diablo, el Señor dice que él siembra la cizaña, que son los hijos del maligno, entre el trigo, los hijos de Dios (Mt. 13:38-39), revelando así, al Adversario como alguien que tiene la habilidad de un maestro, que dirige, con capacidad ejecutiva, su trabajo como príncipe del mundo en toda la tierra habitada, con poder para colocar hombres, que son llamados sus hijos, donde él quisiera.

Leemos también sobre Satanás mirando a escondidas para robar la semilla de la Palabra de Dios de todos los que la oyen, lo que nuevamente evidencia su poder ejecutivo en el control mundial de sus agentes, a quienes el Señor llama “aves del cielo” en Su propia interpretación de la parábola (Mt. 13:3-4,13,19; Mc. 4:3-4,14-15; Lc. 8:5,11,12), dejando claro que cuando dice “aves del cielo” tenía en mente al “maligno” (gr. poneros, Mt. 13:19), “Satanás” (gr. satana, Mc. 4:15) o “diablo” (gr. diabolos, Lc. 8:12), que, sabemos, debido a la ense-ñanza general de otras partes de las Escrituras, realiza esa obra por medio de los espíritus perversos que tiene bajo su comando, pues, aunque sea capaz de transportarse con velocidad semejante a la del relámpago para cualquier parte de sus dominio en el mundo entero, no es omnipresente.

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La Actitud del Señor con Relación a Satanás

El Señor siempre estaba pronto para reencontrar al adversario que Él había frustrado en el desierto, el cual, sin embargo, Lo había dejado solamente hasta el “tiempo oportuno” (Lc. 4:13 LBLA). En Pedro, Jesús rápidamente discernió a Satanás en acción y lo expuso por medio de una frase rápida y rastrera, men-cionando su nombre (Mt. 16:26). En los judíos, Él retiró la máscara del enemigo oculto diciendo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Jn. 8:44), y con pa-labras cortantes y directas habló de él como siendo el homicida y el mentiroso, como alguien que los estaba incitando a matarlo y les mentía sobre Él y Su Pa-dre en los cielos (Jn. 8:40-41).

En el lago durante la tempestad, estando profundamente dormido y siendo despertado de repente, Jesús estaba alerta para encontrar al enemigo, ponién-dose de pie con majestad serena para reprender la tempestad, que el príncipe de la potestad del aire había levantado contra Él. (Mc. 4:38-39).

En resumen, vemos al Señor, poco después de la victoria en el desierto, desenmascarando los poderes de las tinieblas a medida que avanzaba en firme y agresiva superioridad contra ellos. Por detrás de lo que parecía natural, Él, a veces, discernía un poder sobrenatural que exigía Su representación. Él repren-dió la fiebre de la suegra de Pedro (Lc. 4:39), de la misma forma que reprendió los espíritus malignos en otras formas más claramente manifiestas, mientras que, en otras ocasiones Él simplemente sanaba al enfermo con una palabra.

La diferencia entre la actitud de Satanás para con el Señor y la de los espí-ritus malignos debe también ser observada. Satanás, el príncipe, tienta al Señor, busca detenerlo, induce a los fariseos a que se le opusieran, se esconde detrás de un discípulo para desviarlo y, finalmente, se apodera de un discípulo para entregarlo, y, después, influencia a la multitud para entregarlo a la muerte; pe-ro los espíritus malignos, a su vez, se inclinan delante de Él, implorándole que no los atormentase y no los mandase al abismo (Lc. 8:31).

El dominio de este príncipe engañador es específicamente mencionado por el apóstol Pablo en su descripción de él como “príncipe de la potestad del aire” (Ef. 2:2), siendo los “lugares celestiales” o aires la esfera especial de acción de Satanás y de su jerarquía de poderes. El nombre Belcebú, el príncipe de los demonios, sig-nificando “señor de las moscas”, sugestivamente habla del carácter aéreo de las

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potestades del aire, así como la palabra “tinieblas” describe su carácter y sus obras. La descripción que el Señor hace de la operación de Satanás por medio de las “aves del cielo” corresponde, de forma espantosa, a esas otras declaraciones, juntamente con la declaración de Juan de que “el mundo entero está bajo el ma-ligno” (1Jn. 5:19); así, los aires son el lugar de operación de estos espíritus aéreos, la propia atmósfera en que toda la raza humana se mueve: en el maligno.

Espíritus malignos en el registro de los Evangelios

Los Evangelios están llenos de referencias a las obras de los espíritus ma-lignos, mostrando que donde quiera que el Señor iba, los emisarios de Satanás se manifestaban activamente en el cuerpo y la mente que ellos habitaban, y mostraban que el ministerio de Cristo y de Sus apóstoles estaba abiertamente direccionado contra ellos, como vemos.

Cristo siempre trató con enemigos invisibles

Es espantoso ver que el Señor no intentó convencer a los fariseos de que Él era el Mesías ni aprovechó la oportunidad para ganar a los judíos cediendo a sus deseos por un rey terreno. Su única misión en este mundo era vencer de forma manifiesta al príncipe satánico del mundo por la muerte en la cruz (He. 2:14), libertar a los cautivos de su control y lidiar con las huestes invisibles del príncipe de las tinieblas que milita detrás de la humanidad (1Jn. 3:8).

La comisión que Él dio a los doce y a los setenta estaba alineada con la Su-ya propia. Él los envió y “les dio autoridad sobre los espíritus impuros, para que los echaran fuera” (Mt. 10:1), para primero atar al hombre fuerte (Mc. 3:27) y después robarle los bienes, para tratar con las huestes invisibles de Satanás primero y, después, predicar el evangelio.

De todo esto podemos aprender que existe alguien llamado Satanás, un diablo, un príncipe de los demonios, dirigiendo toda la oposición a Cristo y Su pueblo, y que hay miríadas de espíritus malignos llamados “demonios”, espíritus mentirosos, espíritus engañadores, espíritus inmundos, trabajando subjetiva-mente en los hombres. Quienes son ellos exactamente y de donde vienen, nadie puede decirlo con certeza. Lo que está encima de toda sombra de duda es que

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ellos son seres espirituales malignos; y todos los que son libertados del engaño y de la posesión de ellos se vuelven testimonios, por experiencia propia, de su existencia y poder. Estas personas saben que seres espirituales actuaron en ellas y que esta acción era maligna; por tanto, ellas reconocen que hay seres espirituales que hace el mal, y saben que los síntomas, efectos y manifestacio-nes de posesión demoníaca son fruto de agentes activos y personales. A partir de su propia experiencia, ellas saben que son impedidas por seres espirituales y, por tanto, saben que esto es hecho por espíritus malignos que tienen el poder de evitar. Siendo así, considerando a partir de hechos experimentales y del tes-timonio de la Palabra, ellas saben que esos espíritus malignos son asesinos, ten-tadores, mentirosos, acusadores, falsificadores, enemigos, odiosos y capaces de una maldad que está más allá de todo conocimiento humano.

El nombre de estos espíritus malignos describe su carácter, pues ellos son llamados “abominables”, “mentirosos”, “inmundos”, “malignos” y “engañado-res”, ya que están completamente entregados a todo tipo de obras malas, de engaño y mentira.

Características de los espíritus malignos

A partir de un examen cuidadoso de los casos específicos mencionados en los Evangelios, veremos cuáles son las características de estos espíritus perver-sos y cómo ellos son capaces de habitar en el cuerpo y en la mente de los seres humanos. Veremos también, en referencias hechas a estos espíritus en otras partes de la Palabra de Dios, sobre el poder que ellos tienen de producir y en-gañar hasta a los siervos de Dios, y de interferir con ellos.

Los espíritus malignos son generalmente tenidos como “influencias”, y no como seres inteligentes, pero su personalidad, entidad y diferencia en carácter como inteligencias distintas pueden ser notadas en las órdenes directas del Se-ñor a ellos (Mc. 1:25; 5:8; 3:11-12;9:25), en su capacidad de hablar (Mc. 3:11), en sus respuestas al Señor, dadas en lenguaje inteligible (Mt. 8:29), en sus sen-timientos de miedo (Lc. 8:31), en su expresión definida de deseo (Mt. 8:31), en su necesidad de lugar de descanso (Mt. 12:43), en su capacidad de entrar en acuerdo con otros espíritus y en sus grados de maldad (v. 45), en su capacidad de odiar (Mt. 8:28), en su fuerza (Mc. 5:4), en su capacidad de poseer un ser

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humano, siendo sólo uno (Mc. 1:26) o siendo millares (Mc. 5:9), en su uso de un ser humano como vehículo para la adivinación o predicción del futuro (Hch. 16:16), o como alguien que hace milagros a partir de ellos (Hch. 8:11).

La ira y perversidad de los espíritus malignos

Cuando los espíritus malignos actúan con odio, ellos lo hacen en una com-binación de lo que es más loco y malo en el mundo, pero todo es hecho con in-teligencia no común y un propósito en mente. Ellos saben lo que hacen y saben que es malo, terriblemente malo, pero lo harán de todos modos. Ellos actúan con odio y con toda malicia, enemistad y odio posibles. Ellos actúan con furia y bestialidad, como un toro embravecido, como si no tuviesen inteligencia alguna, sin embargo actuando en toda inteligencia ellos ejecutan sus obras mostrando toda la perversidad de que son capaces. Ellos actúan con una naturaleza abso-lutamente depravada, con furia diabólica y con una perseverancia, persistencia y con métodos llenos de habilidad, lanzándose sobre la humanidad, sobre la Iglesia y, todavía más, sobre el hombre espiritual.

Manifestaciones variadas de espíritus malignos en l as personas

Sus manifestaciones en las personas en las cuales consiguen actuar son va-riadas en carácter, dependiendo del grado y del tipo de base legal que ellos ha-yan conseguido para la posesión. En un caso bíblico, la única manifestación de la presencia del espíritu maligno fue la mudez (Mt. 9:32), con el espíritu posi-blemente localizado en los órganos del habla. En otro caso, la persona domina-da por el espíritu era sorda y muda (Mc. 9:25), y los síntomas eran echar espu-marajos por la boca, crujir los dientes –todo ligado a la cabeza–, mas el dominio del espíritu se daba hacía tanto tiempo (v.21) que él conseguía agitar a su víc-tima con violencia y hacerla caer por tierra (vv. 20-22).

En otros casos, vemos simplemente un “espíritu inmundo” en un hombre en una sinagoga, probablemente tan oculto que ninguno podría decir que el hombre estaba poseído, hasta que el espíritu gritó de miedo al ver a Cristo y dijo: “¿Has venido a destruirnos?” (Mc. 1:24); o un “espíritu de enfermedad” (Lc. 13:11) en una mujer de quien se podría decir que pidió apenas la cura de

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una dolencia o que estaba siempre cansada y precisaba apenas descanso, como algunos pudieran decir usando el lenguaje moderno.

Después, encontramos un caso muy avanzado en el hombre con una “le-gión”, mostrando que la posesión de espíritus malignos había llegado a un pun-to tan fuerte que hacía a la persona parecer loca, pues su propia personalidad estaba tan dominada por los espíritus malignos que la poseían que ella perdía todo sentido de decencia y autocontrol en la presencia de otros (8:27. La uni-dad de propósito en los espíritus del mal para ejecutar la voluntad de su prínci-pe es demostrada de forma especial en ese caso, pues de común acuerdo, pi-dieron que Jesús les permitiese entrar en los cerdos y, todavía en acuerdo, pre-cipitaron toda la manada en el lago.

Diferentes tipos de espíritus malignos

Todos los ejemplos dados en los Evangelios dejan claro que hay diferentes tipos de espíritus. Su manifestación fuera de los casos presentados en los Evangelios puede ser vista en la historia de la muchacha en Filipos, poseída por un “espíritu de adivinación”, y, también, en Simón, el mago, que era energizado por el poder satánico para hacer milagros al punto de ser considerado “el gran poder de Dios” por el pueblo engañado (Hch. 8:10).

Los espiritistas, en los días de hoy, son tan engañados que piensan que se están realmente comunicando con los espíritus de los muertos, pues es fácil pa-ra los espíritus malignos imitar a cualquier muerto, hasta el más dedicado y pia-doso cristiano. Ellos observaron a los que hoy están muertos durante toda su vida (Hch. 19:15) y pueden fácilmente imitar sus voces o decir cualquier cosa sobre ellos y sus acciones cuando estaban en la tierra.

Espíritus malignos prediciendo por medio de médiums

De la misma manera que el espíritu de adivinación hace, los espíritus enga-ñadores pueden usar a los que practican la quiromancia y la cartomancia para engañar, pues en su obra de observar seres humanos, ellos inspiran a los mé-diums para predecir, no lo que ellos saben en cuanto al futuro –pues sólo Dios tiene ese conocimiento–, sino cosas que ellos mismos pretenden hacer, y si

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ellos pudieran llevar a la persona a quien tales cosas son dichas a cooperar con ellos, por aceptar o acreditar sus “predicciones”, ellos intentarán, por fin, hacer que esas cosas realmente acontezcan. Por ejemplo, el médium dice que algo va a acontecer, la persona lo aprueba y, al aprobar, se abre al espíritu maligno pa-ra que él realice aquella cosa o, también, admite al espíritu o da libre oportuni-dad a alguien ya poseído para hacer lo que fue predicho. Ellos no siempre tie-nen éxito, y esa es la razón de tanta incertidumbre respecto de la respuesta da-da por los médiums, porque muchas cosas pueden impedir las obras de los se-res espirituales malignos, principalmente las oraciones de amigos o intercesores en la Iglesia Cristiana.

Estas son algunas de las “profundidades de Satanás” (Ap. 2:24) menciona-das por el Señor en Su mensaje a Tiatira, refiriéndose de forma clara a obras mucho más sutiles entre los cristianos de aquella época de las que los apóstoles hayan visto en los casos registrados en los Evangelios. “Ya está en acción el mis-terio de la iniquidad”, escribió el apóstol Pablo (2Ts. 2:7), demostrando que es-quemas de engaño profundo por medio de doctrinas (1Tm. 4:1) –profetizados como teniendo su auge en los últimos días– ya estaban operando en la iglesia Dios [en aquel tiempo]. Los espíritus malignos están operando hoy en días, tanto dentro como fuera de la Iglesia, y el “espiritismo”, con respecto a tratar con espí-ritus malignos, puede ser encontrado dentro de la Iglesia y entre los creyentes más espirituales, sin usar su nombre verdadero. Los hombres cristianos creen que son libres del espiritismo porque nunca estuvieron en una sesión espiritista, no sabiendo que los espíritus malignos atacan y engañan cada ser humano y no confinan sus obras a la Iglesia o al mundo, sino que actúan en cualquier lugar en que pueden encontrar condiciones satisfechas para su manifestación de poder.

El poder de espíritus malignos sobre el cuerpo huma no

El control de los espíritus malignos sobre el cuerpo de aquellos a quienes poseen es claramente visto en casos relatados en los Evangelios. El hombre que tenía la legión no tenía control sobre su propio cuerpo y mente: los espíritus se apoderaban de él y lo impelían (Lc. 8:29), lo llevaban a herirse con piedras (Mc. 5:5), le daban fuerza para quebrar las cadenas y despedazar todos los grillos (v. 4), a clamar en alta voz (v. 5) y a atacar furiosamente a otros (Mt. 8:28). El muchacho con el espíritu mudo era arrojado al suelo (Lc. 9:42) y convulsionado;

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el espíritu lo forzaba a gritar y lo tiraba por tierra al punto de que su cuerpo quedaba lesionado y herido (v. 39). Podemos notar que dientes, lengua, órga-nos del habla, oídos, ojos, nervios, músculos y respiración son afectados por espíritus malignos cuando poseen a alguien. Tanto debilidad como fuerza son producidas por sus obras, y hombres (Mc. 1:23), mujeres (Lc. 8:2), niños (Mc.9:17) y niñas (Mc. 7:25) están igualmente expuestos a su poder.

El hecho de que los judíos estaban familiarizados con la posesión por espíri-tus malignos es evidente en sus propias palabras cuando vieron al Señor expul-sar el espíritu ciego y mudo de un hombre (Mt. 12:24). Es evidente también que había algunos hombres entre ellos que conocían algún método de lidiar con es-tos casos (v. 27). “¿por quién los echan vuestros hijos?, dijo el Señor. Reunien-do algunos ejemplos dados en la Biblia, vemos que estos métodos de tratar con espíritus malignos no tenían eficacia alguna, sino que sólo aliviaban los sufri-mientos infligidos por la posesión y eso era lo máximo que podían hacer. Tene-mos, por ejemplo, el caso del rey Saul, que era calmado por el harpa tocada por David (1 S. 16:23), y el de los hijos de Esceva, que eran exorcistas profesiona-les y, sin embargo, reconocían un poder e el nombre de Jesús que su exorcismo no tenía (Hch. 19:13-16). En ambos casos, el peligro del intento de alivio y exorcismo y el poder de los espíritus malignos están claramente demostrados en contraste con el control completo manifiesto por Cristo y Sus apóstoles. David tocando para Saul de repente se da cuenta de la lanza arrojada por la mano del hombre a quien estaba tratando de calmar, y los hijos de Esceva se vieron con los espíritus malignos sobre ellos dominándolos, en cuanto ellos, los hijos de Es-ceva, usaban el nombre de Jesús sin tener la cooperación que es dada a todos los que ejercitan fe personal en Él. También entre los impíos que conocen el ve-neno de estos espíritus perversos, propiciación y aplacar su odio por la obedien-cia a ellos es lo mejor que saben.

El exorcismo de espíritus malignos en contraste con el poder de la palabra de cristo

Es impresionante el contraste entre todo aquello y la serena autoridad de Cristo, que no dependía de súplicas o de métodos de exorcismo o de prolonga-da preparación antes de tratar con un hombre poseído por un espíritu. “¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder mandar a los espíritus impuros, y

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salen?” (Lc. 4:36) era el testimonio maravillado de personas respetuosas y tam-bién el testimonio de los setenta que habían sido enviados por Él para usar la autoridad de Su Nombre, cuando veían que los espíritus se sujetaban a ellos de la misma forma que a Su Señor (Lc. 10:17-20).

“…y salen…”, decía el pueblo. Ellos –los espíritus malignos que el pueblo sabía que eran entidades reales gobernadas por Belcebú, su príncipe (Mt. 12:24-27). El dominio completo del señor sobre los demonios obligaba a los lí-deres a encontrar una manera de explicar Su autoridad sobre aquellos seres y, así, por aquella sutil influencia de Satanás –con la cual todos los que tienen al-guna percepción de sus engaños están familiarizados–, repentinamente sugie-ren que el Señor tenía, en realidad, poderes satánicos, diciendo: “Este no echa fuera los demonios sino por Belcebú, príncipe de los demonios”, queriendo decir que la autoridad de Cristo sobre los espíritus malignos era proveniente del jefe y príncipe de aquellos seres.

La referencia al reino de Satanás y a su posición de gobierno en tal reino no fue desmentida por el Señor que, simplemente, declaró la verdad, enfren-tando la mentira de Satanás, diciendo que expulsaba demonios “por el dedo de Dios”, y que el reino de Satanás luego caería si él actuase contra sí mismo y ex-pulsase sus emisarios de su lugar en los cuerpos humanos, único lugar donde pueden alcanzar su mayor poder y hacer el mayor mal posible entre los hom-bres. El hecho de que Satanás aparentemente lucha contra sí mismo es verdad, pero cuando él hace esto es solamente con el propósito de encubrir alguna es-tratagema que traerá mayor ventaja para su reino.

La autoridad de los apóstoles sobre espíritus malig nos después de Pentecostés

Por los registros de Hechos de los Apóstoles y de otras referencias en las epístolas, es evidente que los apóstoles luego de Pentecostés reconocieron y lidiaron con los habitantes del mundo invisible. Los discípulos fueron preparados por el entrenamiento de tres años con el Señor para el Pentecostés y para la apertura de un mundo sobrenatural por la venida del Espíritu Santo. Ellos Lo habían visto lidiar con los espíritus malignos de Satanás y habían aprendido a lidiar con ellos también, para que el poder del Espíritu Santo pudiese ser dado

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con seguridad en Pentecostés a hombres que ya conocían las obras del enemi-go. Vemos con qué rapidez Pedro reconoció a Satanás en Ananías (Hch. 5:3) y cómo los espíritus inmundos eran expulsados de su presencia, de la misma for-ma que lo hacían con el su Señor (v. 16). Felipe también vio las huestes malig-nas subordinarse a la palabra de su testimonio (8:7), cuando proclamó a Cristo al pueblo, y Pablo también conocía el poder del Nombre del Señor resucitado (19:11) al lidiar con los poderes malignos.

Es, por tanto, evidente en la historia registrada en la Biblia que la manifes-tación del poder de Dios invariablemente significaba una forma agresiva de li-diar con las huestes satánicas, que la manifestación del poder de Dios en Pente-costés y por medio de los apóstoles significaba nuevamente una actitud agresi-va contra los poderes de las tinieblas y, por tanto, que el crecimiento y madurez de la Iglesia de Cristo en el fin de la dispensación significará el mismo recono-cimiento y la misma actitud respecto de las huestes satánicas del príncipe de la potestad del aire, con el mismo testimonio del Espíritu Santo a la autoridad del nombre de Jesús que ocurrió en la Iglesia Primitiva. En resumen, la Iglesia de Cristo alcanzará su ápice cuando sea capaz de reconocer y lidiar con la posesión demoníaca, cuando sepa cómo “atar al hombre fuerte” (Mt. 12:29) por medio de la oración, ordenar a los espíritus malignos en Nombre de Jesús y libertar a hombres y mujeres del poder de ellos.

La iglesia en el Siglo XX debe reconocer los poderes de las tinieblas

Para eso, la Iglesia de Cristo tiene que reconocer que la existencia de espí-ritus engañadores y mentirosos es tan real en el siglo XX como lo era en el tiempo de Cristo, y la actitud de ellos para con la raza humana continúa siendo la misma; que el único propósito para el cual trabajan sin cesar es engañar a todos los seres humanos; que ellos están completamente entregados a la mal-dad el día entero, la noche entera, y están incesante y activamente derramando un torrente de perversidad en el mundo y sólo se satisfacen cuando tiene éxito en sus planes malignos de engañar y arruinar a los hombres.

Entretanto, los siervos de Dios han estado preocupados apenas en destruir las obras de esos espíritus y lidiar con el pecado, no reconociendo la necesidad

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de usar el poder dado por Cristo para resistir, por la fe y oración, y oración y fe, a esta continua inundación de poder satánico entre los hombres, que lleva a hombres y mujeres, jóvenes y viejos, y hasta cristianos y no cristianos a ser en-gañados y poseídos por medio de sus artimañas y por causa de la ignorancia sobre ellos y sus designios.

Estas fuerzas sobrenaturales de Satanás se constituyen un impedimento verdadero al avivamiento. El poder de Dios derramado en el País de Gales, con todas las señales de los días de Pentecostés, fue impedido de continuar hasta alcanzar su completo propósito por el mismo fluir de espíritus malignos enfren-tados por el Señor Cristo en la tierra y los apóstoles de la Iglesia primitiva; con la diferencia de que los poderes de las tinieblas encontraron a los cristianos del siglo XX, con pocas excepciones, incapaces de reconocerlos y lidiar con ellos. La posesión por espíritus malignos siguió a todos los avivamientos similares a lo largo de los siglos desde Pentecostés, y debemos entender y lidiar con esas co-sas si la Iglesia quiere avanzar a la madurez. Se tiene que entender no sólo el grado de posesión registrado en los Evangelios, sino también las formas espe-ciales de manifestaciones del final de la dispensación, bajo la apariencia del Es-píritu Santo, sin embargo, con algunas de las señales muy características de los síntomas físicos relatados en los Evangelios, cuando todos los que veían las ma-nifestaciones sabían que era obra de los espíritus de Satanás.

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Capítulo 3

El engaño por espíritus malignos hoy en día

En el ataque violento del engañador, que vendrá sobre toda la verdadera Iglesia de Cristo en el final de los tiempos por medio de espíritus engañadores, existen algunos que son más atacados por otros por los poderes de las tinieblas y necesitan de luz sobre las obras engañadoras del enemigo, para que puedan pasar por la prueba de la última hora y ser tenidos por dignos de escapar de ese tiempo de grandes provocaciones que vendrá sobre la tierra (Lc. 21:34-36; Ap. 3:10).

Debido a que entre los miembros del Cuerpo de Cristo hay niveles de creci-miento y, por tanto, niveles de pruebas permitidas por Dios, el cual siempre con-cede una salida para aquel que reconoce su propia necesidad y, velando y orando, se afirma para no caer (1Co. 10:12-13). Dios es el Señor Soberano del universo, y Satanás tiene sus límites con relación a todo creyente redimido (ver Job 1:12; 2:6; Lc. 22:31). Algunos de los miembros de Cristo todavía están en la etapa de la pri-mera infancia y otros ni siquiera conocen la recepción inicial del Espíritu Santo. Pa-ra ese tipo de cristiano, este libro no tiene mucho que decir, ya que ellos están en-tre los débiles que precisan de la “leche de la Palabra”. Pero hay otros, que pue-den ser descritos como la milicia avanzada de la Iglesia de Cristo, que ya fueron bautizados con el Espíritu Santo, o que están buscando ese bautismo; creyentes honestos y serios, que lloran y sufren por causa de la falta de poder de la verdade-ra Iglesia de Cristo y por ver que el testimonio de ella es tan ineficaz; sufren por-que el espiritismo y la Ciencia Cristiana, y otros “ismos”, están atrayendo millares hacia sus errores engañosos, no viendo, a medida que avanzan hacia adentro del reino espiritual, el engañador, que ya engañó a muchos, tiene artimañas especia-les preparadas para ellos, de forma que pueda debilitar cualquier poder que venga a estar contra él. Estos cristianos son los que están en peligro en relación al enga-ño especial de los falsos “Cristos” y falsos profetas, y de la deslumbrante mentira de las “señales y prodigios” y del “fuego del cielo”, planeados para satisfacer el an-sia que ellos tienen de ver la interferencia poderosa de Dios en las tinieblas que envuelven a la tierra –lo que ellos no reconocen es que los espíritus malignos pue-den realizar tales obras, y, así, se encuentran desprevenidos para discernirlas.

Estos también son aquellos que están imprudentemente listos a seguir al Señor a cualquier precio y, al mismo tiempo, no perciben su falta de prepara-

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ción en relación a los poderes espirituales del mundo invisible, a medida que se alistan a obtener experiencias espirituales más profundas. Son creyentes que están tan llenos de preconceptos mentales formados en ellos en los primeros tiempos que impiden al Espíritu de Dios prepararlos para todo lo que ellos ten-drán que enfrentar a medida que avanzan hacia el objetivo al que apuntan; conceptos que también impiden que otros les den la enseñanza de la Palabra que ellos necesitan para conocer el mundo espiritual, dentro del cual ellos tan ciegamente avanzan; conceptos que pueden engañarlos con una falsa promesa de seguridad y dan base legal –y asimismo producen– el propio engaño que permite al engañador tenerlos como presa fácil.

Será que las “almas sinceras” pueden ser engañadas?

Una idea que es muy fuerte en la mente de tales creyentes es que aquellos que “buscan a Dios con sinceridad” no serán jamás engañados. Esta es una de las mentiras de Satanás para engañar a tales creyentes con una falsa posición de seguridad. Tenemos prueba de esto en la historia de la Iglesia en los últimos dos mil años, pues cada artimaña de error que dio su triste fruto durante todo ese período tomó primero el corazón de los creyentes fervorosos que eran “al-mas sinceras”. Los errores de los grupos de estos creyentes, algunos de los cua-les bastantes conocidos por la actual generación, comenzaron entre hijos de Dios “sinceros”, bautizados con el Espíritu Santo, que tenían plena certeza de que, conociendo las fallas de aquellos que vinieron antes de ellos, no serían ellos mismos capturados por las artimañas de Satanás. Sin embargo, ellos mis-mos fueron engañados por espíritus mentirosos que imitaron las obras de Dios en los niveles más elevados de la vida espiritual.

Espíritus mentirosos trabajaron entre estos creyentes fervorosos para que ellos, con determinación obedezcan literalmente las escrituras y, por el mal uso de la letra de la Escritura, nos conducirían a fases de verdad desequilibrada, lo que resultó en prácticas erróneas. Muchos de los que han sufrido por su adhe-sión a tales "ordenanzas bíblicas" creen firmemente que son mártires que sufren por Cristo. El mundo llama a esos fervorosos “locos” y “fanáticos”; en tanto ellos presentan evidencias de la más elevada devoción y amor a la persona del Se-ñor. Ellos podrían ser libertados si tan solamente comprendiesen por qué los poderes de las tinieblas los engañan, y el camino de liberación de ese poder.

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Los resultados del Avivamiento del País de Gales, que fue una verdadera obra de Dios, revelaron varias “almas sinceras” siendo llevadas y seducidas por poderes malignos sobrenaturales, que ellas fueron incapaces de discernir como no siendo obra de Dios. E, incluso después del Avivamiento galés, ha habido otros “movimientos”, con un gran número de siervos de Dios serios, todos “al-mas sinceras”, engañados por el enemigo sutil, que corren el riesgo de ser lle-vados a engaños todavía mayores, sin importar su sinceridad y seriedad, si no fueran despertados para volver a la sensatez y “escapar del lazo del diablo” en que cayeron1 (2 Ti. 2:26).

1 La autora habla en tiempo presente, pues ese Avivamiento ocurrió entre 1904 y 1905, y este libro fue publicado en 1912; por tanto, todavía había muchos influenciados por los acontecimientos del Avivamiento.

La fidelidad a la luz no es protección suficiente contra el engaño

Los hijos de Dios necesitan saber que el hecho de tener motivación verda-dera y ser fieles a la luz no es protección suficiente contra el engaño y que no es seguro para ellos que se apoyen en su “sinceridad de propósito” como pro-tección y garantía contra las artimañas del enemigo, en vez de prestar atención a los alertas de la Palabra de Dios y vigilar en oración.

Los cristianos que son verdaderos, fieles y sinceros pueden ser engañados por Satanás y sus espíritus engañadores por las siguientes razones:

1. Cuando un hombre se vuelve hijo de Dios, por el poder regenerador del Es-píritu –que le da nueva vida cuando cree en la obra redentora de Cristo–, él no recibe inmediatamente plenitud de conocimiento de Dios, de sí mismo o del diablo.

2. La mente, que, por naturaleza está oscurecida (Ef. 4:18) y cegada por Sa-tanás (2 Co. 4:4), sólo es renovada y tiene su velo removido hasta el punto en que la luz de la verdad penetra en ella y de acuerdo con la medida de entendimiento del hombre sobre eso.

3. “Engaño” tiene que ver con la mente y significa pensamiento errado admiti-do en la mente, bajo el engaño de ser verdadero. Ya que el “engaño” se basa en la ignorancia, y no en el carácter moral, un cristiano que sea “ver-

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dadero” y “fiel” al conocimiento que posee está abierto al engaño en la es-fera de su ignorancia de los ardides del diablo (2 Co. 2:11) y de lo que él es capaz de hacer. Un cristiano verdadero y fiel está propenso a ser engañado por el diablo a causa de su ignorancia.

4. La idea de que Dios protege al creyente de ser engañado si este fuera ver-dadero y fiel es, en sí misma, un “engaño”, pues derriba al hombre de la posición de “estar en guardia” e ignora el hecho de que existen condiciones por parte del creyente que tienen que ser satisfechas para que Dios opere. Dios no hace cosa alguna en lugar del hombre, sino por la cooperación del hombre con Él, ni se responsabiliza por compensar la ignorancia del hom-bre, cuando ya puso a su disposición el conocimiento que le impedirá ser engañado.

5. Cristo no habría advertido a Sus discípulos: “Mirad (…) que nadie os enga-ñe”, si no hubiese el peligro del engaño o si Dios hubiese tomado la respon-sabilidad de protegerlos contra el engaño independientemente de que ellos estuvieran atentos y tuviesen conocimiento de tal peligro.

El conocimiento de que es posible ser engañado mantiene la mente abierta

a la verdad y la luz de Dios es una de las condiciones primordiales para mante-ner el poder de Dios; en cuanto que una mente cerrada a la luz y a la verdad es garantía certera de engaño por parte de Satanás en la primera oportunidad.

El bautismo en el Espíritu Santo

Al rever la historia de la Iglesia y observar el surgimiento de varias herejías y falsas creencias –como fueron a veces llamadas–, podemos identificar el inicio del período de engaño con alguna gran crisis espiritual, como la que, en los úl-timos años, denominamos “el bautismo en el Espíritu Santo”, una crisis en que el hombre es llevado a entregarse completamente al Espíritu Santo y, al hacer así, se abre hacia los poderes sobrenaturales del mundo invisible.

La razón para el peligro de esa crisis es que, hasta aquel momento, el cre-yente estaba usando sus facultades de raciocinio para juzgar lo cierto y lo erra-do y obedecía a lo que acreditaba ser la voluntad de Dios desde el principio. Pe-ro ahora, en su entrega al Espíritu Santo, él comienza a obedecer a una Persona invisible y a someter sus facultades y su poder de raciocinio en obediencia ciega

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a aquello que él acredita ser de Dios. En un capítulo posterior trataremos lo que el bautismo en el Espíritu Santo realmente significa. Por ahora, sólo nos es ne-cesario decir que él representa una crisis en la vida de un cristiano que ninguno, a no ser quien pasó por la experiencia, puede realmente comprender.

Significa que el Espíritu de Dios se torna tan real para el hombre que su supremo objetivo en la vida es, a partir de entonces, la implícita “obediencia al Espíritu Santo”. La voluntad es entregada a fin de ejecutar la voluntad de Dios a toda costa, y todo su ser se sujeta a los poderes del mundo invisible; el creyen-te, por supuesto tiene el propósito de que esa sujeción sea solamente al poder de Dios, no tomando en consideración que existen otros poderes en el mundo espiritual y que lo sobrenatural no proviene solamente de Dios, y no percibe que esa entrega total de todo el ser a fuerzas invisibles, sin saber cómo discer-nir entre los poderes antagónicos de Dios y los de Satanás, se constituye en el más grande riesgo para el creyente inexperto.

El cuestionamiento sobre esa entrega a “obedecer al Espíritu” está real-mente de acuerdo con las Escrituras debe ser examinado considerándose el ca-mino por el cual tantos creyentes sinceros fueron conducidos al engaño, pues es extraño que una actitud que está en las Escrituras pueda ser, tan dolorosamen-te la causa del peligro y, frecuentemente, del naufragio completo de muchos hijos de Dios fervorosos.

La expresión “obedecer al Espíritu”, ¿es realmente bíblica?

“…el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que lo obedecen” (Hch. 5:32) es la principal frase que hace surgir la expresión “obedecer al Espíritu”. Ella fue usada por Pedro delante del Concilio de Jerusalén, pero no aparece en ningún otro lugar de las Escrituras. Es necesario leer cuidadosamente el pasaje completo para llegar a una conclusión clara: “Es necesario obedecer a Dios” (v. 29), Pedro dice al Sanedrín, pues “somos testigos (…) y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen”. ¿Será que el apóstol quiso decir “obedecer al Espíritu” u “obedecer a Dios”, de acuerdo con las primeras palabras del pasaje? La distinción es importante la colocación de las palabras solamente puede ser en-tendida por la enseñanza de otras partes de las Escrituras: el Dios Triuno en los cielos debe ser obedecido por medio del Espíritu de Dios que habita en los que

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creen. Pues colocar al Espíritu Santo como el objeto de la obediencia, en vez de ser Dios, el Padre, por medio del Hijo, por el Espíritu Santo, crea el peligro de lle-var al creyente a confiar en un “Espíritu” dentro o alrededor de él y a Él obedecen en lugar de confiar en Dios en el trono de los cielos y obedecerlo a Él, Aquel que debe ser obedecido por el hijo de Dios que fue unido a Su Hijo; o sea, el Espíritu Santo es el medio por el cual Dios es adorado y obedecido.

La verdadera obra del Espíritu Santo en el creyente

El bautismo en el Espíritu2, por su parte, trae al Espíritu Santo como una Persona hasta los límites de la conciencia del creyente de una forma tal que, por un momento, las otras Personas de la Trinidad, en los cielos, pueden ser como ocultadas por un eclipse, y el Espíritu Santo se torna el centro y el objeto de pen-samiento y adoración y recibe un lugar que Él mismo no desea y que no es el propósito del Padre en los cielos que Él ocupe. “El Espíritu (…) no hablará por su propia cuenta” (Jn. 16:13), dijo el Señor antes del Calvario, cuando habló de Su venida en Pentecostés. El Espíritu debería actuar como Maestro (14:26), pero en-señaría las palabras de Otro, no de Sí mismo; Él debería dar testimonio de Otro, no de Sí mismo (15:26); Él debería glorificar a Otro y no a Sí mismo (16:14); Él debería hablar lo que Le fue dado por Otro (16:13); en resumen, toda Su obra sería conducir a las almas a la unión con el Hijo y al conocimiento del Padre en los cielos, mientras Él mismo direccionaría y operaría en segundo plano.

Más la apertura del mundo espiritual, que acontece con la llenura y la obra del Espíritu, que ahora ocupan la atención del creyente, representan apenas la oportunidad para que el archi-engañador comience con sus artimañas de una nueva forma. Si el hombre es ignorante respecto de las declaraciones en las Es-crituras sobre la obra del Dios Triuno, “obedecer al Espíritu” es ahora su supre-mo propósito, y falsificar la dirección del Espíritu y al propio Espíritu es ahora la estrategia del engañador, pues él debe, de alguna manera, tener nuevamente pode sobre ese siervo de Dios, a fin de tornarlo inútil en el combate agresivo contra las fuerzas de las tinieblas, llevarlo de vuelta al mundo o, de alguna for-ma, colocarlo a parte del servicio activo a Dios.

2 La autora aquí se refiere al concepto erróneo del bautismo del Espíritu (o en el Espíritu) y al énfasis desequilibrado dado a Él.

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El peligro del tiempo del bautismo en el Espíritu Santo

Es exactamente aquí que la ignorancia del creyente sobre el mundo espiritual ahora abierto para él, sobre las obras de los poderes malignos en este mundo y sobre las condiciones sobre las cuales Dios opera en él y a través de él, da oportunidad al enemigo. Es el tiempo de mayor peligro para todo creyente, a menos que sea instrui-do y preparado, como los discípulos lo fueran por tres años por el Señor. El peligro está en la orientación sobrenatural, porque este creyente no conoce la condición de cooperación con el Espíritu Santo y cómo discernir la voluntad de Dios, y por las mani-festaciones falsas (imitaciones), porque este cristiano no conoce el discernimiento de espíritu necesario para detectar las obras del falso ángel de luz, que es capaz de pro-ducir falsos dones de profecía, lenguas, sanidades y otras experiencias espirituales, relacionadas con la obra del Espíritu Santo.

Aquellos que tienen los ojos abiertos para las fuerzas opositoras del mundo es-piritual entienden que muy pocos creyentes pueden garantizar que están obede-ciendo a Dios, y solamente a Dios, por orientación sobrenatural directa, pues existen muchos factores que pueden interferir, tales como la propia mente del creyente, su espíritu, su voluntad y la intrusión engañadora de los poderes de las tinieblas.

Ya que los espíritus malignos pueden imitar a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, el creyente necesita también conocer claramente los principios sobre los cuales Dios opera, para distinguir entre las obras divinas y las satánicas. Hay un discernimiento es un don espiritual, capacitando al creyente a discernir espíritus, pero este también requiere conocimiento de la doctrina (1Jn. 4:1), a fin de que pueda discernir entre la doctrina que es de Dios y las doctrinas o enseñanzas de los espíritus enseñadores.

Hay que detectar, por el don de discernimiento de espíritus, cuál espíritu está ope-rando, y existe una prueba de espíritus, que es doctrinaria. Primeramente, por el espíri-tu de discernimiento, un creyente puede decir que los espíritus engañadores están en operación en una reunión o en una persona, pero él puede no tener el entendimiento necesario para probar las doctrinas enseñadas por un maestro3. Necesita el conoci-miento en ambos casos: conocimiento para “leer” su espíritu con seguridad incluso an-te todas las apariencias contrarias, y ver si las obras sobrenaturales son de Dios, y co-nocimiento para detectar la sutileza de las enseñanzas que acarrean ciertas indicacio-nes infalibles de que emanan del infierno, mientras parecen provenir de Dios.

3 Refiriéndose tanto a una persona que enseña como a un espíritu enseñador.

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En obediencia personal a Dios, el creyente puede detectar si está obede-ciendo a Dios en alguna orden por el juicio de los frutos de la orden y por el co-nocimiento del carácter de Dios, tales como la verdad de que Dios siempre tiene un propósito en Sus órdenes y Él no dará orden alguna sin armonía con Su ca-rácter y Su Palabra. Otros factores necesarios para un conocimiento claro serán tratados más tarde.

Otra cuestión de suma importancia surge exactamente aquí. Puesto que luego del bautismo en el Espíritu Santo el creyente está tan especialmente abierto a las obras del engañador –pues el enemigo tiene que tener base legal para actuar–, ¿cómo, con el Espíritu Santo actuando el creyente de forma tan manifiesta, puede haber esa base legal o el creyente estar abierto a la aproxi-mación del engañador?

Por qué el bautismo en el Espíritu es un tiempo especialmente peligroso

Esto puede ocurrir, posiblemente, porque en el pasado, por causa de la en-trega al pecado, un espíritu maligno pudo haber obtenido acceso al cuerpo o a la mente y, escondido en lo más profundo de la estructura del hombre, nunca haber sido detectado o desalojado. La manifestación de este espíritu maligno es, posiblemente, siempre de apariencia tan natural o tan identificada con el ca-rácter de la persona que haya tenido siempre libre acción en su ser. Puede ser alguna idea peculiar en la mente que se considera sólo una manía que todos tienen, o algún hábito físico que trae desde la cuna y, por tanto, “tolerado” por los demás e ignorado por el creyente, pues lo considera como algo legítimo o de menor importancia. Este espíritu maligno puede también ser admitido por algún pecado secreto conocido solamente por la persona o por intermedio de alguna disposición que le dio dominio al espíritu.

En el bautismo en el Espíritu, el pecado será necesariamente tratado, esto es, las obras del diablo serán tratadas, pero el espíritu maligno manifiesto en las manías del hombre permanece sin ser notado. El bautismo del Espíritu sucede y el Espíritu Santo llena el espíritu del hombre; el cuerpo y la mente están entre-gados a Dios, pero escondido secretamente en el cuerpo o la mente, o en am-bos, está el espíritu maligno, o espíritus, que entraron años antes, pero ahora

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comienzan a entrar en franca actividad, ocultando sus manifestaciones bajo la cubierta de ser verdaderas obras del Espíritu de Dios que habita en el santuario interior del espíritu del hombre.

El resultado de esto es que, por algún tiempo, el corazón se llena de amor, el espíritu se llena de luz y alegría, la lengua es liberada para dar testimonio, pero no mucho después de esto, un “espíritu fanático”, o un espíritu de orgullo sutil, o de importancia exagerada de sí mismo o de jactancia propia, puede ser notado entrar en forma subterránea, eso en paralelo con los frutos puros del Espíritu, que son innegablemente de Dios.

Cuál es exactamente la base legal sobre la cual el engañador actúa para poner en práctica sus estratagemas, cuáles son esas estratagemas y por qué tan a menudo tienen éxito contra los creyentes dedicados son asuntos que se-rán tratados más tarde en este libro. El hecho a ser enfatizado ahora es que creyentes “honestos” y dedicados pueden ser engañados y hasta “poseídos” por espíritus engañadores, de modo que por cierto período ellos salen “del camino” y se ven en un atolladero de engaño o son mantenidos engañados hasta el fin, a menos que la luz de la liberación los alcance.

La necesidad de examinar algunas teorías

A la luz de las obras de los espíritus engañadores y sus métodos de enga-ño, está claro que debemos analizar minuciosamente las teorías, conceptos y expresiones del siglo XX respecto de las cosas de Dios y de Su obra en el hom-bre, pues solamente la verdad de Dios, y no las “visiones” de la verdad, tendrá alguna utilidad en la protección o en esta guerra contra los espíritus malignos en los lugares celestiales.

Todo lo que, cualquier grado, es resultado de la mente del hombre natural (1 Co. 2:14) se mostrará como “armas de paja” en esta gran batalla. Si nos apoyamos en las “visiones de la verdad” de otros o en nuestras propias ideas humanas sobre la verdad, Satanás usará exactamente esas cosas para enga-ñarnos y, hasta nos hará crecer y profundizar en esas teorías y visiones a fin de que, encubierto por ellas, pueda lograr sus objetivos.

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No podemos, por tanto, en este tiempo, dejar de sobrestimar la importan-cia de que los creyentes tengan la mente abierta a “examinar todas las cosas” que ya pensaron o examinaron con relación a las cosas de Dios y al mundo es-piritual: todas las “verdades” que han sustentado, todas las frases y expresiones que usaron en sus “enseñanzas sobre santidad” y todas las “enseñanzas” que absorbieron por medio de otros. Pues cualquier interpretación errónea de la verdad, cualquier teoría o frases que son concebidas por el hombre y pueden profundizarse cada vez más en dirección al error, tendrán consecuencias peli-grosas para nosotros mismos y para otros en el conflicto que la Iglesia o el cre-yente individual están ahora enfrentando. Ya que en los “últimos días” los espíri-tus malignos vendrán a ellos con engaños de forma doctrinal, los creyentes de-ben examinar con cuidado lo que aceptan como “doctrina” para probar si, en verdad, ellas no son de los emisarios del engañador.

El creyente espiritual es exhortado a “juzgar todas las cosas”

El deber de examinar las cosas espirituales es fuertemente recomendado por el apóstol Pablo repetidas veces. “[El hombre] espiritual juzga (examina, o como está en griego, investiga y decide) todas las cosas…” (1 Co.2:15). El cre-yente espiritual debe usar su juicio, que es una facultad renovada si es un hom-bre espiritual. Este examen o juicio espiritual es mencionado en relación con las “cosas del Espíritu de Dios” (v.14), lo que nos muestra cómo el propio Dios hon-ra la personalidad inteligente del hombre que Él creó en Cristo, invitándolo a juzgar y a examinar las obras de Su propio Espíritu, de modo que ni siquiera las “cosas del Espíritu” deben ser recibidas como provenientes de Él sin ser exami-nadas ni espiritualmente discernidas como siendo de Dios. Cuando, sin embar-go, se dice, respecto de las manifestaciones sobrenaturales y anormales que vemos hoy en día, que no es necesario ni es la voluntad de Dios que los creyen-tes entiendan o expliquen todas las obras de Dios, esto no está de acuerdo con la declaración de que el “[hombre] el espiritual juzga todas las cosas…” y, con-secuentemente debe rechazar todo lo que su juicio espiritual fuera incapaz de aceptar, hasta que venga un tiempo en que sea capaz de discernir con claridad lo que es realmente de Dios y lo que no lo es.

Además de esto, el creyente no debe simplemente discernir o juzgar las co-sas del espíritu –o sea, todas las cosas en el mundo espiritual–, sino que debe

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también juzgarse a sí mismo. Pues “…si nos juzgáramos a nosotros mismos…” (la palabra griega traducida como juzgar significa una investigación completa), no deberíamos necesitar la disciplina del Señor para traer a la luz las cosas en noso-tros mismos, que hemos fallado en discernir por la discriminación (1 Co. 11:31).

“Hermanos, no seáis niños en la manera de pensar; más bien, sed niños en la malicia, pero en la manera de pensar (“juicio”) sed maduros” (1 Co. 14:20), escribió el apóstol nuevamente a los corintios, cuando les explicaba sobre la obra del Espíritu entre ellos. El creyente debe tener una “mente” “madura” en el juicio, esto es, ser capaz de examinar, “ponerlo todo a prueba” (griego: probar, demostrar, examinar (2 Ti. 4:2)), y “Sometedlo todo a prueba” (1 Tes. 5:21). El creyente debe tener conocimiento abundante y “todo discernimiento” para “probar las cosas excelentes”, para que pueda ser “sincero e irreprensible” has-ta el día de Cristo (Flp. 1:10)

Las expresiones, “visiones” y doctrinas necesitan s er examinadas

De acuerdo con estas direcciones de la Palabra de Dios y en vista del tiem-po crítico por el cual la Iglesia de Cristo está pasando, toda expresión, “visión”, o teoría que tenemos en relación a las cosas en general debe ser ahora exami-nada cuidadosamente y puesta a prueba, con un deseo abierto y honesto de conocer la pura verdad de Dios, así como toda declaración que oímos de la ex-periencia de otros que pueda traer luz a nuestro propio camino. Cada crítica, justa o injusta, debe ser recibida con humildad y examinada para descubrir su base legal, si es aparente o real. De la misma forma, hechos respecto de verda-des espirituales de todas partes de la Iglesia de Dios deben ser analizados, in-dependientemente del parecer o del dolor que nos traigan personalmente, tanto para nuestro propio esclarecimiento como para prepararnos para el servicio a Dios. Pues el conocimiento de la verdad es la primera cosa esencial en la guerra contra los espíritus mentirosos de Satanás, y la verdad debe ser ardientemente buscada y enfrentada con deseo sincero de conocerla y de obedecerla a la luz de Dios: verdad sobre nosotros mismos, discernida por investigación imparcial; verdad de las Escrituras, sin colorido extra, distorsiones, mutilaciones, dilucio-nes; verdad al encarar los hechos de la experiencia de todos los miembros del Cuerpo de Cristo y no sólo de una parte del Cuerpo.

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El Lugar de la Verdad en la Liberación

Hay un principio fundamental envuelto en el poder que la verdad tiene para libertar de los engaños del diablo: la liberación de haber creído en mentiras, se debe dar por medio de creer en la verdad. Nada consigue remover una mentira a no ser la verdad. “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32) se aplica a todos los aspectos de la verdad así como a la verdad en particular a la cual se refería el Señor cuando dijo esta palabra llena de significado.

En la primera etapa del a vida cristiana, el pecador tiene que conocer la verdad del evangelio para que pueda ser salvo. Cristo es el salvador, pero él salva por medio de instrumentos o medios, y no independiente de ellos. Si el creyente necesita libertad, debe pedirla al Hijo de Dios. ¿Cómo liberta al Hijo? Por medio del Espíritu Santo, y el Espíritu Santo liberta por medio de la verdad o, podemos decir, en resumen que la libertad es el don del Hijo por medio del Espíritu Santo por medio dela verdad.

Hay tres etapas de comprensión de la verdad:

1. Percepción de la verdad por el entendimiento;

2. Percepción de la verdad para utilización propia y aplicación personal, y

3. Percepción de la verdad para enseñanza y testimonio a otros.

La verdad que aparentemente no fue aprendida puede permanecer en la mente y, en la hora de necesidad, emerger de repente en la experiencia y, así, por medio de la experiencia, tornarse clara para la mente en la cual permanecía en estado latente. Es solamente por medio de la aplicación y asimilación conti-nuas de la verdad en la experiencia que ella se torna clara en la mente y puede ser enseñada a otros.

La gran necesidad de todos los creyentes es buscar ardientemente la ver-dad para su liberación progresiva de todas las mentiras de Satanás, pues sólo el conocimiento y la verdad pueden darnos victoria sobre los engaños y mentiras de Satanás. Si los oyentes de la verdad se resisten a ella o se rebelan contra ella, esto puede ser dejado bajo el cuidado del Espíritu Santo de la verdad. Esto significa que, incluso en caso de resistencia a la verdad, por lo menos ella llegó a la mente, y en cualquier hora puede fructificar en la experiencia.

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Las tres actitudes de la mente en relación con el conocimiento son:

1. Suponer que sabe algo

2. Estar neutra , esto es “no sé”, y

3. Demostrar certeza de verdadero conocimiento.

Esto es ejemplificado en la vida de Cristo. Algunos dijeron de Él: “es un falso profeta”, suponiendo tener el conocimiento; otros dijeron: “no sabemos”, tomando una posición de neutralidad hasta saber con certeza; mas Pedro dijo: “Sabemos…”, y él tenía el verdadero conocimiento.

La seguridad de una actitud neutra en relación con todas las manifestaciones sobrenaturales

Cuando los creyentes oyen por primera vez sobre la posibilidad de que exis-tan imitaciones de Dios y de las cosas divinas, casi siempre preguntan: “¿Cómo vamos a saber, entonces, lo que es verdadero y lo que es imitación?” En princi-pio, es suficiente saber que tales imitaciones son posibles; luego, a medida que maduran o buscan la luz de Dios, aprenden a saber por sí mismos, ya que nin-gún ser humano puede explicarles esto.

Pero ellos comienzan a decir: “No sabemos hacer distinción. ¿Cómo pode-mos saber?” en este caso, deben permanecer neutros en relación a todas las obras sobrenaturales hasta que sepan discernirlas. Hay entre muchos una errada ansiedad de saber, como si el conocimiento por si sólo pudiese salvarlos. Piensan que tienen que estar a favor o en contra de ciertas cosas que no consiguen deci-dir si son de Dios o del diablo, y quieren saber infaliblemente lo que proviene de Dios y lo que es engaño para poder declarar su posición; mas los creyentes pue-den tomar la actitud de “a favor” o “en contra” sin saber si las cosas sobre las cuales tienen duda son divinas o satánicas, y mantener la sabiduría y la seguri-dad de la posición neutra en relación a ella, hasta que, de una forma que no puede ser completamente explicada, sepan lo que querían entender.

Uno de los efectos de desear demasiado obtener conocimiento es una an-siedad febril e impaciencia inquieta, preocupación y enojo, lo que provoca una pérdida de equilibrio y poder morales.

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Es importante que, al buscar una “bendición”, no se destruya otra. Al bus-car conocimiento de las cosas espirituales, el creyente no puede perder la pa-ciencia, la calma y la fe; él debe vigilar para que el enemigo no tome ventaja y le robe el poder moral, en cuanto el creyente busca obtener luz y verdad sobre cómo tener victoria contra el enemigo.

Algunos conceptos erróneos:

1. Concepto erróneo en relación con la protección de la Sangre

Antes de proceder a discutir las bases legales para la obra de los espíritus engañadores en los creyentes, haremos una breve referencia a algunas inter-pretaciones erróneas de la verdad que están dando terreno a los poderes de las tinieblas actualmente, las cuales necesitan ser examinadas para que se descu-bra si están de acuerdo con las Escrituras.

Un concepto erróneo sobre la “protección de la sangre”, que es usada como garantía absoluta de protección a una asamblea contra las obras de las tinieblas

La “proporción de la verdad” del Nuevo Testamento respecto del uso de la Sangre, por el Espíritu Santo, puede ser brevemente descrita así:

1. La sangre de Jesús nos purifica del pecado • “si andamos en luz” y • “si confesamos nuestros pecados” (1Jn. 1:7-9);

2. La sangre de Jesús nos da acceso al Lugar Santísimo por causa del poder purificador en relación al pecado (He. 10:19);

3. La sangre de Jesús es la base legal de la victoria sobre Satanás, debido a la purificación que ella trae de todo pecado confesado y porque, en el Calvario, Satanás fue vencido (Ap. 12:11).

Pero no leemos que cualquier persona puede ser puesta “bajo la sangre” independientemente de su propia voluntad o de su condición individual delante de Dios. Por ejemplo, si la “protección de la sangre” se reclama en una asam-blea de personas y uno de los presentes está dando terreno a Satanás, la “reivindicación de la sangre” no tiene valor alguno para impedir la obra de Sata-nás sobre la base legal que tiene en aquella persona.

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En reuniones con personas en distintas etapas de crecimiento y experiencia espirituales, el efecto real de ese reivindicar el poder de la sangre sólo se da en la atmósfera en que los espíritus malignos están, y el Espíritu Santo testifica y actúa inmediatamente y allí con su efecto purificador, como es ejemplificado en Apocalipsis 12:11, donde la guerra de la cual se habla se da en los “cielos”, con-tra un enemigo espiritual actuando como acusador. 4

Un concepto erróneo, por tanto, sobre el poder protector de la sangre es muy serio, pues aquellos que están presentes en una reunión donde tanto Sa-tanás como Dios están obrando pueden creer que están personalmente protegi-dos contra las obras de Satanás, independientemente de su condición individual de vida con Dios, mientras que, por medio de la base legal que dieron –aún sin saber– al adversario, están abiertos a su poder.

4 La autora parece indicar que, a pesar de que la sangre de Cristo es eficaz delante de Dios, ante Quien fue presentada (He. 9:11-12), es necesario que, para disfrutar de esta eficacia, estemos en una atmósfera espiritual adecuada, identificados con el Señor. Por eso, si en una reunión hubiera personas que dieran base legal para la acción de Satanás, es inútil intentar colocar la asamblea entera bajo la protección de la sangre. El poder de la sangre es reconocido por los demonios apenas en la esfera espiritual, pero eso no les impide actuar sobre cristianos que les dieran acceso.

2. Conceptos erróneos en relación a “esperar por el Espíritu”

Conceptos erróneos sobre esperar el descenso del Es píritu.

Aquí nuevamente encontramos expresiones y teorías erróneas que abren la puerta al os engaños satánicos. “Si queremos una manifestación pentecostal del Espíritu, tenemos que ‘esperar’ como los discípulos hicieron antes de Pentecos-tés” hemos dicho unos a otros, nos apoyamos en textos como Lucas 24:49 y Hechos 1:4, y seguimos adelante ministrando eso. “Sí, tenemos que esperar” hasta que, compelidos por las invasiones del enemigo en esas “reuniones de espera”, tengamos que escudriñar las Escrituras nuevamente a fin de descubrir que la expresión del Antiguo Testamento “esperar en el Señor”, tan utilizada en los salmos, ha sido retirada de la proporción de verdad del Nuevo Testamento y exagerada en el sentido de “esperar en Dios” por el derramamiento del Espíritu, que ha superado incluso a los "diez días", anteriores a Pentecostés y llegaron a cuatro meses o hasta cuatro años, lo que, por lo que sabemos, termina en un fluir de espíritus engañadores que conducen a un grave desconocimiento de al-

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gunas almas que están "esperando". La verdad de las Escrituras con respecto al “esperar por el Espíritu” puede ser resumida así:

1. Los discípulos esperaron diez días, pero no tenemos indicación alguna de que ellos esperaron en un estado pasivo, mas, sí en oración simple y súplica, has-ta que la plenitud del tiempo viniese para el cumplimiento de la promesa del Padre.

2. La orden de esperar, dada por el Señor en aquella ocasión (Hch. 1:4), no fue más seguida en la dispensación cristiana luego de que el Espíritu Santo fue da-do, pues no hay un solo ejemplo en Hechos o en las Epístolas en que los após-toles hayan ordenado a los discípulos que esperasen el don del Espíritu Santo, sino que ellos usaban la palabra “recibir” en todas las ocurrencias (19:2).5

5 La palabra griega usada para recibir el Espíritu Santo transmite la fuerza de “agarrar”, exactamente la condición opuesta de pasividad.

Es verdad que actualmente la Iglesia está, como un todo, viviendo experimen-talmente del lado errado de Pentecostés, mas al lidiar con Dios individualmente en cuanto al recibimiento del Espíritu Santo, no podemos colocar a los creyentes de nuevo en la posición de los discípulos antes de que el Espíritu Santo fuera dado por el Señor ascendido. El Señor resucitado derramó el torrente del Espíritu varias veces después del día de Pentecostés, pero en cada ocasión fue sin la “espera” que los primeros discípulos tuvieron (Hch. 4:31). El Espíritu Santo que procede del Padre a través del Hijo para Su pueblo, está ahora entre ellos, esperando para darse incesantemente a todos los que se apropien de Él y Lo reciban (Jn. 15:26; Hch. 2:33, 38-39). La actitud de “esperar por el Espíritu”, por tanto, no está de acuerdo con la verdad general comunicada en Hechos y en las epístolas, que, en lugar de eso, muestran el llamado imperativo a que el creyente, no sólo se identi-fique con el Señor Jesús en Su muerte, sino que también reciba el poder de testifi-car, el cual vino para los discípulos en el día de Pentecostés.

Por parte el creyente, podemos decir, entre tanto, que existe una espera por Dios, en cuanto el Espíritu Santo trata con aquel que clamó por Él y lo pre-para, hasta que esté en la actitud correcta para el fluir del Espíritu Santo dentro de Su espíritu; pero esto es diferente de “esperar que Él venga”, actitud tal que abrió la puerta tan frecuentemente a manifestaciones satánicas del mundo invi-sible. El Señor toma en serio la petición del creyente de compartir el don pente-

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costal, pero la "manifestación del Espíritu" –la evidencia de Su habitación inte-rior y de Su obra exterior– puede no estar de acuerdo con cualquier idea pre-concebida de aquel que busca.

Por qué las reuniones de espera son tan provechosas para los espíritus malignos

La razón por la cual las “reuniones de espera” –esto es, “esperar por el Es-píritu” hasta que Él descienda en algún tipo de manifestación– han sido prove-chosas para los espíritus engañadores, es porque ellas no están de acuerdo con la Palabra de escrita, donde vemos que:

1. No se debe orar al Espíritu Santo o pedir a Dios por Su venida, pues Él es el Don de Otro (Lc. 11:13; Jn. 14:16)

2. No se debe esperar por el Espíritu, pero sí, tomarlo o recibirlo de la mano del Señor resucitado (Jn. 20:22; Ef.5:18), de Quien está escrito “Él os bauti-zará en Espíritu Santo y Fuego” (Mt. 3:11). Es, por tanto, contrario a las Es-crituras orar al Espíritu, “confiar en el Espíritu”, “obedecer al Espíritu”, “aguardar al Espíritu” hasta que descienda. Todo esto puede muy bien transformarse en oración, confianza y obediencia a espíritus malignos, cuando ellos imitan las obras de Dios, como veremos más tarde.

3. Otros conceptos erróneos sobre la verdad espiritual se centran en frases como estas:

a. “Dios puede hacerlo todo. Si yo confío en Él, Él me guardará” , lo cual revela que quien declara no entiende que Dios actúa de acuerdo con leyes y condiciones propias y que aquellos que confían en Él deben pro-curar conocer esas condiciones bajo las cuales Él puedo actuar en res-puesta a la confianza de ellos;

b. “ Si yo estuviese equivocado, Dios no me usaría ” . Quien dice esto, no comprende que si un hombre estuviera bien en el centro de Su voluntad, Dios irá a usarlo en la medida más completa posible, mas ser “usado” por Dios no garantiza que un hombre esté completamente correcto en todo lo que habla o hace.

c. “Yo no tengo pecado” o “el pecado fue enteramente removido de mí” . La persona que hace estas afirmaciones no sabe cuán profundamente

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la vida pecaminosa de Adán está arraigada en la creación caída y como la idea de que el “pecado” fue eliminado de todo el ser permite al enemigo impedir que la vida natural sea tratada por el continuo poder de la cruz.

d. Decir: “Dios, que es amor, no permitirá que yo sea engañad o” ya es, por sí mismo, un engaño basado en la ignorancia de las profundidades de la caída y de la idea errónea de que Dios actúa en forma independiente de las leyes espirituales.

e. Decir: “Yo no creo que sea posible que un cristiano sea en gañado” es un cerrar de ojos a todos los hechos que están a nuestro alrededor.

f. “Ya tengo bastante experiencia: no preciso la enseñ anza” o “Debo ser enseñado solamente por Dios en forma directa, p ues está escri-to, ‘No es preciso que nadie os enseñe’ ” . Quien dice esto, usa de for-ma errada ese pasaje de las Escrituras, que algunos creyentes interpretan como significando que ellos deben rechazar toda enseñanza espiritual pro-veniente de otros creyentes. Pero debemos notar que la palabra del após-tol: “No tenéis necesidad de que nadie os enseñe” (1Jn.2:27) no excluye la enseñanza de Dios por medio de maestros ungido, pues “maestro” está in-cluido en la lista de creyentes con dones para la Iglesia, para la “edifica-ción del Cuerpo de Cristo” el cual es “unido entre sí por todas las coyuntu-ras que se ayudan mutuamente” (Ef. 4:11-16). Dios, a veces, enseña a Sus hijos más rápidamente por medios indirectos –o sea, por medio de otros– que indirectamente, porque los hombres son tan lentos en com-prender la enseñanza directa del Espíritu de Dios.

Muchos otros conceptos erróneos similares de cosas espirituales predica-dos por los creyentes de hoy dan oportunidad al engaño del enemigo, porque llevan a los creyentes a cerrar la mente a las declaraciones de la Palabra de Dios, a los hechos de la vida y al auxilio de otros que pudieran darles luz para el camino (1P. 1:12).

El peligro de acuñar frases para expresar verdades espirituales

Otros peligros están relacionados a la creación de frases para describir ex-periencias especiales y de palabras en uso común entre los hijos de Dios fervo-rosos que van a reuniones de avivamiento6, tales como “poseer”, “controlar”,

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“entregar”, “liberar”. Todas ellas contienen verdades relacionadas con Dios, mas pueden ser interpretadas en la mente de muchos creyentes de forma que aca-ban dando condiciones para que espíritus malignos de Satanás “posean” y “con-trolen” a aquellos que se “entregan” y se “liberan” a los poderes del mundo es-piritual, no sabiendo cómo discernir entre la obra de Dios y la de Satanás.

6 Este asunto se tornó especialmente grave en los tiempos más recientes, como resultado de la profunda mezcla de ense-ñanzas y prácticas esotéricas o cristianismo profeso, incluyendo regresión, uso de sueños para sanidad interior y otros similares. Muchos movimientos cristianos –impregnados, sin embargo de enseñanzas no bíblicas– son fácilmente identifica-dos por su lenguaje muy peculiar, que se vuelve un “código secreto”, cuyo significado exacto solamente los miembros del grupo conocen.

Muchas ideas preconcebidas sobre el modo en que Dios actúa también dan lugar a espíritus malignos, como, por ejemplo, la de que cuando un creyente es sobrenaturalmente llevado a actuar, eso es evidencia especial de que Dios lo está guiando, o la de que si Dios trae todas las cosas a nuestro recuerdo (Jn. 14:26) no necesitamos más usar la memoria.

Otros pensamientos que tienden a causar pasividad –aquella que los espíri-tus malignos necesitan para realizar sus obras de engaño– pueden darse gracias a los siguientes conceptos erróneos de la verdad:

1. “Cristo vive en mí” , esto es, “yo no vivo más de forma alguna” ;

2. “Cristo vive en mí” , esto es, “yo perdí mi personalidad, porque Cristo ahora está personalmente en mí” , basado en Gálatas 2:20;

3. “Dios actúa en mí”, esto es, “yo no preciso actuar más, sólo me entrego a obedecer” , basado en Filipenses 2:13;

4. “Dios es Quien tiene voluntad, yo no” , o sea, “yo no poseo más mi voluntad de modo alguno” ;

5. “Dios es el único que juzga” , esto es, “yo no puedo usar mi capa-cidad de juicio” ;

6. “Tengo la mente de Cristo” , por eso, “no puedo usar mi propia mente” , basado en 1 Co. 1:16;

7. “Dios habla conmigo” , siendo así, “yo no puedo pensar o usar el razonar, solamente debo obedecer lo que Él me manda hacer” ;

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8. “Espero en Dios” , y “no puedo actuar hasta que Él me lleve a ha-cerlo” ;

9. “Dios me revela Su voluntad por medio de visiones” ; entonces, “no preciso decidir y usar mi razón o conciencia” ;

10. “Estoy crucificado con Cristo” ; por tanto, “estoy muerto y tengo que “poner en práctica” la muerte, que “de acuerdo con mi con-cepto es la pasividad de todo sentimiento, raciocin io, etc.” .

Para poner en práctica todos estos conceptos de verdad, el creyente apaga toda acción personal de su mente, juicio, razón, voluntad y actividad, para que la “vida divina pueda fluir” a través de él. Pero la verdad es que Dios necesita que todas las facultades del hombre estén libres para que puedan cooperar con Él activa e inteligentemente y por voluntad propia, en la transformación de to-das esas verdades espirituales en experiencia.

La tabla de más abajo, muestra algunas otras interpretaciones erróneas de la verdad que necesitan ser esclarecidas en la mente de muchos hijos de Dios.

¿Cuál es, entonces, la condición segura para protegernos contra el engaño de espíritus malignos?

1. Conocimiento de que existen;

2. Conocimiento de que pueden engañar hasta a los más honestos creyen-tes (Gá. 2:11-16);

3. Comprensión de las condiciones y de las bases legales necesarias para las obras de ellos, a fin de no darles lugar u oportunidad de actuar, y, por último,

4. Conocimiento inteligente de Dios y de cómo cooperar con Él en el poder del Espíritu Santo.

Esclarecer cada uno de esos puntos será nuestro propósito en los siguien-tes capítulos.

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Verdad Interpretación

Correcta Interpretación

Incorrecta “La Sangre de Jesús purifi-ca”.

Purifica a cada momento. Deja al hombre sin pecado.

“No sois vosotros los que habláis”

La fuente no es el creyen-te.

El hombre no puede hablar, debe estar pasivo.7

“Pedid y recibiréis” Pida de acuerdo con la voluntad de Dios y usted recibirá

Pida cualquier cosa y usted la re-cibirá.8

“Es Dios quien opera en vo-sotros tanto el querer como el hacer”

El hombre tiene que “que-rer” y también hacer.

Dios tiene voluntad por usted (o en vez de usted) y Dios obra en vez de usted.7

“No tenéis necesidad de que nadie os enseñe”

Usted no precisa cual-quier hombre para ense-ñarlo sino que necesita de maestros enseñados por el Espíritu, dados por Dios.

No se puede recibir enseñanza al-guna que venga de hombres, sino apenas la que es “directa”9

“Él os guiará a toda verdad” El Espíritu de Dios guiará, pero yo tengo que ver cómo y cuándo.

El Espíritu de Dios ya me guio a toda la verdad, esto es, soy infali-ble.

“Un pueblo Suyo” Propiedad de Dios. Ser “poseído” por Dios que habita interiormente, que mueve y contro-la un autómata pasivo.

“Para uso del Maestro”.

Dios, en el espíritu del hombre, usa su mente, en el sentido de dar luz para la cooperación inteligente del creyente.

“Usado” por Dios como una herra-mienta pasiva, que requiere sumi-sión ciega.

7 Estos dos pasajes erróneamente interpretados son la base de la pasividad

8 Conduce a una oración descuidada y poco inteligente, sin buscar conocer la voluntad de Dios.

9 Por estas actitudes, el “añadir a la fe…conocimiento” se dificulta en gran medida, y los que asumen estas acti-tudes toman una maligna posición infalible, y su avance en la vida espiritual se ve impedido.

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Capítulo 4

Pasividad: la principal base para la Posesión

El hecho de que creyentes –o hijos de Dios verdadera y completamente en-tregados a Él– pueden ser engañados y, después, dependiendo del nivel de en-gaño, “poseídos” por espíritus engañadores ya fue presentado en los capítulos anteriores. Esclareceremos ahora la causa primaria y las condiciones para el en-gaño y la posesión que de ella resultan, ejecutándose la posesión que es resul-tado de la entrega a los pecados de la carne o a cualquier otro pecado que da a los espíritus malignos un dominio en la naturaleza caída.

Es importante, primeramente, definir el significado de la palabra “posesión”, ya que generalmente se utiliza sólo en los casos de posesión en grado agudo, completamente desarrollados, descritos en los Evangelios. Pero aun así se ignora el hecho de que diferentes grados de posesión son relatados en los Evangelios, tales como la mujer con espíritu de enfermedad (Lc. 13:11), el hombre que era, aparentemente, sólo ciego y mudo (Mt. 12:22), la pequeña con el demonio que la atormentaba terriblemente (Mt. 15:22), o el niño que crujía los dientes y, a ve-ces, era arrojado en el fuego (Mc. 9:17-25) y el hombre con la legión, tan com-pletamente dominado por los poderes malignos que moraba lejos de toda habita-ción humana (Mc. 2:5-9).

Definición de posesión

Casos como estos ocurren hoy en día hasta en creyentes verdaderos en Eu-ropa, tanto como en la china pagana, pero la “posesión” está mucho más ex-tendida de lo que se piensa, si la palabra “posesión” fuera usada en el sentido real del término, esto es: un dominio e espíritus malignos sobre un hombre, en cualquier grado. Decimos esto porque un espíritu posee cualquier punto que venga a dominar, aunque sea en grado infinitesimal, y a partir de aquel punto, como una araña, inicia su tela a partir de un pequeño punto, el intruso intenta obtener dominio de todo el ser.

Los cristianos están tan expuestos a posesión por espíritus malignos tanto como cualquier otro ser humano, y se vuelven poseídos por tener, en la memo-ria dos casos, llenando sin querer todas las condiciones bajo las cuales los espí-

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ritus malignos operan, y, fuera del caso de pecado voluntario, por haber dado base legal para los espíritus engañadores por medio de:

1. Aceptación de sus imitaciones de las obras divinas, y

2. Cultivar la pasividad y la no utilización de las facultades, y esto por causa de mala comprensión de las leyes espirituales que gobiernan la vida cristiana.

Este problema de base legal es el punto crucial de todo. Todos los creyen-tes conocen que el pecado conocido es la base legal para el enemigo, y así mismo el pecado oculto, pero no perciben que cada pensamiento sugerido a la mente por espíritus malignos, cuando acepto, es base legal dada a ellos, y cada una de las dificultades naturales no utilizada es como una invitación para que ellos hagan uso de ella.

Pasividad: la principal base para la posesión

La causa principal del engaño en creyentes que hicieron “entrega” de sí mismos puede ser resumida en una sola palabra: pasividad, o sea una pausa en el ejercicio activo de la voluntad en el control sobre el espíritu, el alma y el cuerpo, o sobre cada una por separado, según sea el caso. Es, prácticamente, una imitación de la “entrega a Dios”. El creyente que entrega sus miembros o facultades a Dios y para que Él mismo los use cae en “pasividad”, lo que permi-te a los espíritus malignos engañar y poseer cualquier parte de su ser que haya vuelto pasiva.

El engaño sobre la entrega pasiva puede ser ejemplificado así: un creyente entrega su brazo a Dios. Permite que el brazo se vuelva pasivo, esperando que “Dios lo use”. Le preguntamos “¿Por qué no usas el brazo?”, a lo cual responde: “Lo entregué a Dios. No puedo usarlo ahora; Dios es quien va a usarlo”. Pero, ¿será que Dios va a levantar el brazo del hombre? No, el propio hombre debe levantarlo y usarlo, procurando entender de manera inteligente la mente de Dios al hacer eso1.

1 Ver Marcos 3:5. El Señor no estiró la mano atrofiada del hombre. El hombre mismo tuvo que actuar, a pesar de parecer algo naturalmente imposible.

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La Palabra Pasividad Describe lo Opuesto a Activida d

“Pasividad” simplemente describe lo opuesto de actividad y, en la experien-cia del creyente, eso significa, resumidamente:

1. Pérdida de autocontrol, en el sentido de la propia persona no controlar cada uno o todos los aspectos de su personalidad, y

2. Pérdida de la voluntad propia, en el sentido de la propia persona no ejer-cer su voluntad como el principio maestro de control personal en armonía con la voluntad de Dios.

Todo el peligro de la pasividad en el cristiano que hace su entrega está en el hecho de que los poderes de las tinieblas se aprovechan de la condición pasi-va. Fuera de estas fuerzas malignas y sus obras a través de la persona pasiva, la pasividad es meramente inactividad u ociosidad. En la inactividad normal, es-to es, cuando los espíritus malignos no ejercen dominio, la persona inactiva está siempre preparada para la actividad, en cuanto en la “pasividad” que dio lugar a los poderes de las tinieblas, la persona pasiva es incapaz de actuar por su pro-pia voluntad.

La condición principal, por tanto, para la obra de espíritus malignos en un ser humano, más allá del pecado, es la pasividad, en oposición directa a la con-dición que Dios requiere de sus hijos para actuar en ellos. Una vez entregado a la voluntad de Dios, con la elección activa para hacer su voluntad, a medida que fuera revelada al que se entregó, Dios requiere la cooperación con su Espíritu y el pleno uso de todas las facultades del hombre entero. En resumen, los pode-res de las tinieblas tienen por objeto la obtención de un esclavo pasivo, o cauti-vo a su voluntad, mientras que Dios desea un hombre regenerado que, inteli-gente y activamente, quiera, escoja y haga Su voluntad, liberando, de este mo-do, espíritu, alma y cuerpo de la esclavitud.

Los poderes de las tinieblas desean hacer del hombre una máquina, una herramienta, un robot; el Dios de santidad y amor desea hacerlo un soberano libre e inteligente en su propia esfera de acción –una criatura pensante, racional y renovada, creada a Su propia imagen (Ef. 4:24). Por lo tanto, Dios nunca dice a cualquier facultad del hombre: “Sé inactiva”.

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Dios no necesita ni exige la inactividad del creyente para realizar Su obra en él y por medio de él; pero los espíritus malignos exigen la más completa inactividad y pasividad. Dios pide acción inteligente (Ro. 12:1-2 –“vuestro culto racional”–) en cooperación con Él. Satanás exige pasividad como condición para su acción obligatoria, a fin de someter, de forma dominadora, al hombre a su voluntad y a su propósito. Dios requiere que los creyentes abandones sus obras, más, primeramente porque son pecaminosas y, después, porque ellas impiden la cooperación con Su Espíritu.

La pasividad no debe ser confundida con tranquilidad o con un espíritu manso y quieto, que, para Dios, son de gran valor. La tranquilidad de espíritu, de corazón, de mente, de manera de actuar, de voz y de expresión pueden existir con la más eficiente actividad en la voluntad de Dios (1Ts. 4:11; gr. “am-bicionar estar tranquilos”).

El tipo de creyente que está abierto a la pasividad

Las personas abiertas a la “pasividad”, de quien los espíritus malignos se aprovechan, pues tienen base legal para su actividad, son aquellas que se en-tregan completamente a Dios y entran en un conflicto directo con el mundo so-brenatural al recibir el bautismo del Espíritu Santo. Hay algunos que usan la pa-labra “entrega” y piensan que se entregaron completamente para ejecutar la voluntad de Dios, más sólo lo hicieron en sentimiento y propósito, pues, en ver-dad, caminan en la razón y en el juicio del hombre natural –aunque sometan todos sus planes a Dios– y, por causa de esa sumisión, sinceramente creen que están ejecutando la voluntad de Dios. Pero aquellos que están realmente “en-tregados”, lo hicieron a obedecer implícitamente y a llevar a cabo a toda costa, lo que se revela a ellos en forma sobrenatural como de parte de Dios, y no lo que ellos mismos planean y entienden ser la voluntad de Dios.

Los creyentes que entregan su voluntad y todo lo que son y poseen a Dios y, en tanto, camina por su propia mente natural son los que están abiertos a la “pasividad” que da base legal a los espíritus malignos, aunque puedan (y a ve-ces lo hacen) dar base legal a estos espíritus de otras maneras. A estos los po-demos llamar ‘Categoría 1’, como rebela la tabla siguiente:

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Tres Categorías de Creyentes

I No entregados

II Entregados, engañados,

poseídos

III Entregados pero no engañados,

Dispuestos y Victoriosos

Estos usan la palabra “en-trega”, pero no la conocen de hecho ni la practican.

Estos proceden más “ton-tos” que los de la categoría 1, pero en realidad son más avanzados.

La mente es liberada y todas las facultades están en franca opera-ción.

Creyentes en esta etapa son más racionales que los de la categoría 2, porque sus facultades no fueron entregadas a la pasividad.

Para comprender las ac-ciones de la categoría 2, es necesario leer su inte-rior, pues para ellos todo lo que hacen parece cierto.

Estos están abiertos a la luz y a todo lo que es divino, pero procuran con toda vigilancia estar cerrados a todo lo que es satánico.

Estos creyentes llaman a los de la categoría 2 “des-equilibrados”, “llenos de manías”, “fanáticos”, etc.

Estos están abiertos tanto al poder divino como al satánico

La categoría 3 puede discernir las otras dos de forma inteligente.

Tienen la tendencia a es-tar “hinchados de orgullo”

Los creyentes de la categoría 1 están entregados en voluntad, pero no son entregados de hecho, en el sentido de estar prontos a ejecutar la “obediencia al Espíritu Santo” a toda costa. Ellos, consecuentemente, conocen poco del conflic-to y nada del diablo, a no ser que él es tentador o acusador. No entienden a aquellos que hablan de “ataques violentos de Satanás”, pues, como ellos dicen, no son “atacados” de esta manera. Pero el diablo no ataca siempre que puede. Él espera hasta que el ataque le sea útil. Si el diablo no ataca a un hombre, esto no prueba que no tiene capacidad para hacerlo.

Otra categoría de creyentes –la número 2– representa los que se entregaron en tal medida de abandono que están prontos a obedecer al Espíritu de Dios a cualquier costo y, así, quedan abiertos a la pasividad que cede terreno al engaño y a la posesión por espíritus malignos.

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Los creyentes que se entregan a Dios (categoría 2) caen en la pasividad después del bautismo en el Espíritu Santo:

1. Por causa de su determinación en cumplir su “entrega” a cualquier precio;

2. Por causa de su relación con el mundo espiritual, que les abre comunicacio-nes sobrenaturales, que creen ser todas de Dios;

3. Porque su “entrega” los lleva a someterse, subyugarse y hacer todas las co-sas subordinadas a este plano sobrenatural.

El origen de la pasividad maligna que da a los espíritus malignos oportunidad de engañar y luego, poseer es generalmente una interpretación errada de las es-crituras o pensamientos o creencias erradas sobre las cosas divinas. Algunas de estas interpretaciones de las Escrituras o conceptos erróneos que hacen que el creyente de lugar a la pasividad ya fueron tratadas en el capítulo anterior.

La pasividad puede afectar al hombre todo, en el espíritu, en el alma y en el cuerpo, cuando se torna muy profunda y se extiende por muchos años. El progreso de ella es, generalmente, muy gradual y traicionero en crecimiento y, consecuentemente, la liberación es también gradual y lenta.

Pasividad de la Voluntad

Existe pasividad de la voluntad, la voluntad que es, por así decir, el timón del navío. Y el origen de este problema es un concepto erróneo sobre lo que significa la plena entrega a Dios. Pensando que una “voluntad entregada” a Dios significa que la voluntad deba ser completamente puesta de lado, el creyente deja de es-coger, determinar y de actuar por su propia voluntad. El creyente se vuelve, en-tonces, imposibilitado por los poderes de las tinieblas de descubrir las serias con-secuencias de esto, pues, al principio, todo aparenta ser de forma normal, no siendo notada cosa alguna realmente extraña. De hecho, al principio parece que Dios será grandemente glorificado. La persona que tenía “voluntad fuerte” de re-pente se torna pasivamente obediente. Ella piensa que Dios está demostrando Su voluntad en lugar de ella en las circunstancias y por medio de las personas y, así, se trona pasivamente impotente en sus acciones. Con el pasar del tiempo, ya no se puede esperar más que esa persona tome decisiones en asuntos del día a día; no toma más decisiones ni tiene iniciativa en asuntos que exijan acción; tie-ne miedo de expresar un deseo y, mucho más, una decisión. Otros tienen que

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escoger, actuar, conducir, decidir, ya que “flotan” como un corcho en el agua. Más tarde, los poderes de las tinieblas comienzan a aprovecharse de este creyen-te “rendido”, y a hacer todo tipo de mal a su alrededor, enredándolo por medio de su pasividad de voluntad. Él ahora no tiene más poder de voluntad para pro-testar o resistir. Errores obvios en una situación así florecen y crecen cada vez más fuertes y flagrantes, pues solamente el creyente tiene derecho de lidiar con ellos. Los poderes de las tinieblas fueron lentamente ganando terreno en la vida del creyente, tanto personalmente como en las circunstancias, por causa de la pasividad de la voluntad, que, al principio, era simplemente una sumisión pasiva a situaciones, bajo la idea de que Dios estaba ejerciendo el querer en lugar de él en todas las cosas a su alrededor.

El texto que estos creyentes interpretan erróneamente es Filipenses 2:13: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. La persona pasiva lee así: “Dios es quien opera en mí el querer como el hacer” esto es, “Él ejerce el querer en mi lugar”. El texto en verdad significa que Dios opera en el alma hasta el punto de acción de la voluntad, y la interpre-tación errónea asume que es Dios, y no el creyente, que realmente tiene la vo-luntad de actuar. Esa interpretación errada da terreno para no usar la voluntad, por causa de la conclusión: “Dios quiere en mi lugar”, lo que termina por traer pasividad a la voluntad.

Dios no “desea” en lugar del hombre

La verdad a ser enfatizada es que Dios nunca desea en lugar del hombre, anulándole la voluntad, y el hombre, sin importar lo que haga, es él mismo res-ponsable por sus acciones.

El creyente cuya voluntad se tornó pasiva tiene, luego de cierto tiempo, una grandísima dificultad de tomar decisiones de cualquier tipo y pasa a buscar, fuera y en torno de sí, algo que lo ayude a decidir hasta las cuestiones más simples. Cuando él se concientiza de su situación pasiva, tiene la dolorosa sensación de incapacidad de enfrentar algunas situaciones de la vida común. Si hablan le ha-blan, él sabe que no puede “decidir” escuchar o prestar atención hasta que la frase esté completa; si se le pide juzgar un asunto, sabe que no puede hacerlo y si se le exige “recordar” o utilizar su imaginación, él sabe que no es capaz, y se

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aterroriza ante cualquier curso de acción propuesto por estas demandas. La tácti-ca del enemigo ahora, puede ser, ponerlos en dichas situaciones a fin de tortu-rarlo o avergonzarlo delante de otros.

Lo que el creyente ignora es que puede acabar, sin darse cuenta, obtenien-do ayuda de los espíritus del mal que causaron esta pasividad exactamente con este propósito. La facultad que no se utiliza se adormece y se torna muerta bajo el control de los espíritus malignos, pero si se utiliza se convierte en una ocasión para que se manifiestan a través de él. En verdad, están siempre dispuestos a hacer uso de la voluntad del hombre, en lugar de él y pondrán a su alcance mu-chos apoyos “sobrenaturales” que le ayuden en tal “decisión”, especialmente en forma de versículos usados fuera de contexto y dados de forma sobrenatural, a los cuales el creyente, buscando ardientemente hacer la voluntad de Dios, se afe-rra firmemente, como un hombre que está ahogado se agarra de una cuerda, cegado, por el auxilio aparentemente dado por Dios, para no exagerar, el princi-pio de que Dios solamente opera por intermedio de la voluntad activa del hom-bre, y no en lugar de él, en cuestiones que exijan la acción humana.

Pasividad de la Mente

La pasividad de la mente es producida por un concepto errado sobre el lugar que la mente ocupa en la vida de entrega a Dios y de obediencia a Él en el Espíri-tu Santo. El hecho de que Cristo llamó a los pescadores se utiliza como una excu-sa para la pasividad del cerebro, ya que algunos creyentes dicen: “¡Dios no nece-sita que usemos nuestro cerebro y se puede prescindir de él!”. Pero la elección de Pablo, que tenía el mayor intelecto de su época, nos muestra que cuando Dios buscó un hombre por el cual pudiese sentar las bases de la Iglesia, escogió una mente capaz de raciocinio inteligente y con vasto conocimiento. Cuanto mayor es el poder del cerebro, mayor uso Dios puede hacer de él, siempre y cuando, sea sumisa a la verdad. La causa de la pasividad de la mente a veces se halla en la idea de que la utilización del cerebro es un impedimento para el desarrollo de la vida divina del creyente. Pero la verdad es que: 1) la no utilización del cerebro es lo que impide esto, 2) la manipulación maligna del cerebro también dificulta pero, 3) la utilización normal y pura del cerebro es esencial y útil para la cooperación con Dios. El capítulo 6 trata de este asunto de forma más completa y presenta también varias tácticas de los poderes de las tinieblas en su esfuerzo para llevar

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a la mente a una condición de pasividad que la torne incapaz de discernir sus ar-timañas. Los efectos de la pasividad de la mente pueden ser: inactividad cuando debería haber acción, o bien, en la actividad más allá del control –como si un ins-trumento fuera liberado de repente en acción ingobernable–; vacilación, o teme-ridad; indecisión (como también un pasivo lo hará); falta de vigilancia, falta de concentración, falta de juicio, fallas de memoria.

La pasividad no cambia la naturaleza de una facultad, sino que dificulta su funcionamiento normal. En el caso de la pasividad que impide la memoria, la persona será vista buscando fuera de sí misma, cualquier posible “ayuda memo-ria”, hasta que se torne un verdadero esclavo de cuadernos, agendas u otros auxilios, que acaban fallando en un momento crítico. Además de esto, está también la pasividad de la imaginación, la cual sitúa a la imaginación más allá del control personal y a merced de los malos espíritus que destellan en ella lo que les plazca. Un peligro es tomar esas imaginaciones y llamarlas visiones. El estado pasivo puede acontecer sin hipnosis, o sea, si una persona mira fijamen-te cualquier objeto por un período prolongado, la visión natural se embota, y los espíritus engañadores pueden presentar cualquier cosa a la mente.

En una inactividad normal, la mente puede ser usada por la voluntad de la persona, pero cuando la mente está en pasividad maligna, la persona se vuelve perdida y simplemente dice: “No consigo pensar. Siente como si la mente estu-viera presa por una corriente o inmovilizada por una presión sobre la cabeza.

Pasividad del Juicio y de la Razón

Pasividad de juicio y de razón expresa la situación en que el hombre cierra la mente a todos los argumentos y conceptos contrarios a aquellos que lo lleva-ron a conclusiones establecidas. Todos los esfuerzos para darle más verdad y luz son tenidos como interferencia y la persona que intenta hacerlo es tenida como ignorante o entrometida. El creyente que está en esta etapa de pasividad acaba cayendo en un estado de positivismo maligno y de infalibilidad; de la cual nada es capaz de liberar el “juicio” a no ser el choque violento de descubrir que fue engañado y poseído por espíritus malignos. Cuestionar el engaño de un cre-yente en esa condición es casi como intentar lanzar nuevamente los propios fundamentos de su vida espiritual. Esto nos ayuda a comprender por qué hay

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pocos –de los llamados “fanáticos” o “locos” por el mundo– que fueron liberta-dos de ese grado de engaño del enemigo.

Pasividad de la Conciencia

En cuanto a la pasividad de los poderes de razonamiento, cuando estos cre-yentes han tomado las palabras dichas a ellos de manera sobrenatural, como la voluntad expresa de Dios, se convierten en ley para ellos, por lo que no pueden ser llevados a razonar sobre ellas. Si reciben un “mandamiento” (sobrenaturalmente) sobre cualquier cosa, no lo examinan ni razonan o piensan sobre aquello, y deciden con firmeza cerrarse absolutamente a cualquier luz adicional que pueda ser dada a ellos sobre esa “dirección” particular. Esto trae consigo, lo que puede ser descrito como, la pasividad de la conciencia. La conciencia se convierte en pasiva a través de la falta de uso, cuando los creyentes piensan que están siendo guiados por una ley superior, como proveniente de Dios, que les dice que deben hacer esto o aque-llo, es decir, por una orientación directa mediante voces o versículos.

Cuando los creyentes se hunden en la pasividad de la conciencia, hay una mani-festación de degradación moral en algunos y, en otros, estancamiento o retroceso en la vida espiritual y en el servicio. En vez de usar la mente o la conciencia para distinguir lo que es bueno de lo que es malo, lo que es cierto de lo que es errado, caminan, como creen, de acuerdo con la “voz de Dios”, que ahora pasa a ser el factor decisivo en todo. Cuando esto tiene lugar, ya no escucharán a su razón, a su conciencia o a las palabras de los demás y, habiendo decidido de acuerdo con lo que creen ser la dirección de Dios, la mente de ellos se torna como un libro cerrado en relación a aquel asunto.

Cuando dejan de usar su verdadera capacidad de raciocinio, los cristianos se abren a todo tipo de sugestiones de espíritus malignos y a falsos raciocinios. Por ejemplo, en relación a la venida de Cristo, algunos llegan al razonamiento falso de que, como Cristo está volviendo luego, no necesitan continuar con su trabajo nor-mal, ignorando las palabras del Señor en cuanto a esto: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle ha-ciendo así” (Mt. 24:45-46).

A causa de lo que ganará a través del creyente, el diablo hará cualquier co-sa para generar pasividad de cualquier tipo posible, en el espíritu, en el alma o en el cuerpo.

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Pasividad del espíritu

La pasividad del espíritu está íntimamente ligada a la pasividad de la men-te, pues hay una relación íntima entre la mente y el espíritu. Un pensamiento errado generalmente significa un espíritu errado, y un espíritu errado, produce un pensamiento errado.

El espíritu humano es frecuentemente mencionado en las Escrituras como teniendo actividad y es descrito estando en varias condiciones. Él puede ser movido o estar inactivo; puede ser liberado, preso, deprimido, desanimado, libre e influenciado por tres fuentes: Dios, el diablo o el propio hombre; él puede ser puro o “contaminado” (2 Co. 7:1), o mezclado, en el sentido de estar puro hasta cierto punto, con otros grados de impureza a ser tratados.

Por el poder purificador de la sangre de Cristo (1Jn. 1:9) y por la habitación in-terior del Espíritu Santo, el espíritu es traído a la unión con Cristo (1 Co. 6:17) y de-bería dominar de forma activa al hombre en completa cooperación con el Espíritu Santo. Pero la pasividad del espíritu puede ser introducida por tantas causas que los creyentes pueden hasta no ser conscientes de ningún “espíritu” en absoluto o bien, por el bautismo en el Espíritu Santo, que libera al espíritu humano hacia la libertad y alegría –como si flotara–, el hombre puede tornarse muy consciente de la vida del espíritu por un tiempo y, luego, hundirse en la pasividad de espíritu sin saberlo. Es-to, entonces, significa absoluta falta de poder (impotencia) en la batalla contra los poderes de las tinieblas; pues la plena libertad y el uso del espíritu en cooperación con el Espíritu Santo que habita en el creyente son hechos supremos y esenciales para la victoria persona y para el uso de la autoridad de Cristo contra los poderes de las tinieblas (ver el ejemplo de Pablo en Hechos 13:9-10).

Causas de la pasividad de espíritu

La pasividad del espíritu por lo general sigue al bautismo en el Espíritu, si la voluntad y la mente se tornan pasivas por no ser usadas; el creyente se pregun-ta entonces, por qué ha perdido la flotante luz y la libertad de su experiencia gozosa. Esto puede ocurrir debido a:

1. Ignorancia sobre las leyes del espíritu y sobre cómo permanecer en la liber-tad del espíritu;

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2. Conclusiones mentales o pensamientos erróneos: mezcla de sentimientos fí-sicos, anímicos2 y espirituales, no distinguiendo cuál es cuál, esto es, reba-jando lo que es espiritual al plano anímico o físico, o atribuyendo ser espiri-tual lo que es natural y físico.

3. Una tendencia a la vida anímica en lugar de la vida del espíritu por falta de conocimiento de la diferencia entre ellos, y también por sofocar el espíritu al ignorar el sentido3 del espíritu, pues la mente debe ser capaz de leer el sen-tido del espíritu de forma tan clara como lo hace con el sentido de la visión, del oído, del olfato y con todos los otros sentidos del cuerpo. Hay un cono-cimiento de la mente y un conocimiento en el espíritu; por tanto, un sentido del espíritu que debemos aprender a comprender. Él debe ser leído, usado y cultivado, y, cuando hubiere un peso en el espíritu del creyente, éste debe ser capaz de reconocerlo y saber cómo hacer para librarse de él.

4. Drenaje y agotamiento del cuerpo o de la mente, por la actividad constante de la mente, cuando es utilizada en exceso. En resumen, la mente y el cuer-po deben ser liberados de las presiones antes que el espíritu pueda ser usado de forma completa (ver la experiencia de Elías en 1 Reyes 19:4-5, 8-9).

2 El vocablo corresponde al término griego ‘psyquicos’ usado en 1 Co. 2:14; 15:44, 46, donde es traducido como natural; en

Stg. 3:15, es traducido como animal y en Jud. 19, es traducido sensual. Ninguno de los tres, sin embargo, transmite toda la idea del vocablo griego.

3 No indicando “aspecto” sino capacidad, como el sentido de la vista mencionado más abajo.

Preocupaciones o problemas con el pasado o el futuro impiden la libre ac-ción del espíritu, haciendo que el hombre exterior y asuntos exteriores ejerzan dominio, en vez del hombre interior estar libre para hacer la voluntad de Dios en aquel momento.

El resultado de todas estas causas es que el espíritu se bloquea, por así de-cir, de modo que no puede actuar o luchar contra los poderes de las tinieblas, ya sea en sus ataques indirecto a través del medio ambiente, o en la guerra de agresión contra ellos. La rapidez con que un creyente puede caer en la pasivi-dad, en cualquier momento, cuando la actitud de resistir cesa, puede ser com-parada con el hundimiento de una piedra en el agua.

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Pasividad del Cuerpo

Cuando la pasividad del cuerpo ocurre, ella prácticamente se da como una cesación de la conciencia, por medio de la pasividad que afecta la visión, la audi-ción, el olfato, el paladar, los sentimientos, etc. Si la persona está gozando de salud normal, ella debe ser capaz de enfocar los ojos en cualquier objeto que es-coja, tanto para ver como para trabajar, y debe tener el mismo control sobre to-dos los otros sentidos, como si fuesen avenidas de conocimiento para la mente y el espíritu. Pero con todos o algunos de estos sentidos en condición pasiva, la conciencia se torna inoperante o embotada. El creyente está “inconsciente” res-pecto de las cosas para las cuales debería estar vivo y con acciones automáticas. Hábitos inconscientes, repulsivos o peculiares, se manifiestan. Es más fácil para personas que están en esta condición, ver estas cosas en otros que saber lo que realmente está aconteciendo dentro de sí mismas, mientras pueden ser hiper-conscientes de cosas externas que afectan su propia personalidad.

Cuando la condición pasiva provocada por los espíritus malignos llega a su clímax, la pasividad de otras partes del cuerpo pueden resultar, tales como de-dos rígidos, pérdida de flexibilidad del esqueleto al caminar, letargo, sensación de cuerpo pesado, flexión de las costillas y de la columna4. El apretón de manos es flácido y pasivo; los ojos no miran directamente a los ojos de los demás, sino que se mueven de lado a lado, indicando pasividad, provocada por la profundi-zación de la interferencia de los poderes de la oscuridad con todo el hombre, como resultado de la primera condición pasiva de la voluntad y de la mente, en que el hombre dejó: 1) su autocontrol, y 2) el uso de su voluntad.

4 Sin duda alguna, la autora no está afirmando que estas son siempre y necesariamente síntomas de ataques de espíritus malignos. Sirve apenas como una referencia derivada de su larga y seria experiencia espiritual.

Pasividad del Hombre Completo

En esta etapa, cada parte del hombre completo es afectada. El hombre ac-túa sin usar, o no usando completamente, la mente, la voluntad, la imaginación y la razón, esto es, sin pensar (voluntariamente), sin decidir, sin imaginar, sin razonar. Los afectos parecen estar inactivos, así como todas las facultades de la mente y del cuerpo. En algunos casos, las necesidades corporales también es-

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tán latentes, o de lo contrario, el hombre las suprime y se priva del comer, del dormir y de la comodidad o confort del cuerpo según el control de los espíritus malignos, actuando así con un “duro trato del cuerpo” que no tiene valor alguno contra los apetitos de la carne (Col. 2:23). La parte animal del hombre puede también ser despertada, y mientras es tan estoico en cuanto a la sensibilidad y a los sentimientos, se vuelve un verdadero “glotón” al atender las demandas de sus necesidades físicas; esto es, la máquina del cuerpo continua trabajando in-dependientemente del control que él ejerce sobre la mente y la voluntad, pues el cuerpo ahora domina el espíritu y el alma. Los hombres pueden vivir 1) en el espíritu humano, 2) en el alma o 3) en el cuerpo. Por ejemplo, el glotón vive en el cuerpo o de acuerdo con él; el estudiante vive en la mente o en el alma y el hombre espiritual vive en el espíritu. Los “espiritistas” no son espirituales o ver-daderos hombres del espíritu, pues, de forma general, viven en el reino de los sentidos y sólo lidian con el “espíritu” por medio de sus experiencias con las fuerzas espirituales del mal, por medio de la comprensión de las leyes por las cuales operan y de la obediencia a esas fuerzas.

El sentido del espíritu perdido en las sensaciones del cuerpo

Cuando el creyente está poseído, en cualquier grado, por espíritus malignos, es propenso a vivir en el cuerpo, a dar lugar a las sensaciones físicas y a ser domi-nado por esa esfera. Este puede ser el caso, por ejemplo, de las experiencias “es-pirituales” sentidas en el cuerpo físico, que no son, en verdad, espirituales, pues no provienen del espíritu. Una sensación de “fuego” en el cuerpo, “brillo”, “escalo-fríos”, y todas las sensaciones físicas exquisitas con origen aparentemente espiri-tual, realmente alimentan los sentidos y, en cuanto viven esas experiencias, los creyentes, todavía inconscientes en cuanto a eso, viven bajo el dominio de las sen-saciones, prácticamente andando en la carne, a pesar de llamarse a sí mismos “es-pirituales”. Por esta razón, practicar el “golpeo mi cuerpo” (1 Co. 9:27), es prácti-camente imposible bajo posesión demoníaca, incluso en su forma más refinada, o en el más débil grado, porque la vida dominada por sensaciones del cuerpo es vivi-da en todas sus manifestaciones, y las sensaciones físicas son impuestas a la con-ciencia del hombre. El sentido de espíritu prácticamente se pierde debido a la per-cepción de todas las sensaciones en la conciencia física. Un hombre, por ejemplo, con salud normal no está prestando atención a su respiración continua ocurriendo en su cuerpo. De la misma forma, un creyente bajo dominio del espíritu para pres-

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tar atención a sus sensaciones física, sino todo lo contrario, cuando los espíritus malignos han ganado un pie de igualdad y despierta el sentido vital a una acción anormal, ya sea por experiencias hermosas, o al contrario.

El creyente entregado puede fomentar esta forma de pasividad sin saberlo, durante años, de manera que, con el tiempo, el dominio de ella sobre el creyen-te se profundiza hasta alcanzar niveles increíbles. Cuando alcanza su nivel máxi-mo, el hombre puede encontrarse aprisionado de tal forma que, aunque perciba algo, tiende a pensar que ocurre por “causas naturales” o puede explicar de al-guna manera inexplicable, que perdió su sensibilidad en relación a Dios y a las cosas divinas y que esto no puede ser renovado o restaurado. Las sensaciones físicas se vuelven dementes o atrofiadas y los afectos parecen petrificados e im-pasibles. Este es el momento en que los espíritus engañadores sugieren que él ofendió a Dios de forma imperdonable, y el hombre, entonces, pasa por las ago-nías del buscar la Presencia que él piensa haber perdido o haberla aborrecido.

El cultivo de la pasividad puede ocurrir debido a la dependencia de los mu-chos dispositivos (ayudas artificiosas) usados (sin saber) por la persona para contrarrestar o evitar los inconvenientes del estado pasivo, tales como la provi-sión o dependencia de auxilios exteriores a los ojos para ayudar a la memoria pasiva, la necesidad de hablar en voz alta para ayudar al “raciocinio” de la men-te pasiva y todo lo que podemos llamar “muletas” de todos los tipos, que sola-mente el individuo conoce, todo eso elaboradamente montado y multiplicado para entender sus diferentes necesidades, pero, al mismo tiempo, impidiéndole reconocer su verdadera condición, aun cuando él podría hacerlo basado en el conocimiento que ya tiene.

Manifestaciones de la influencia de espíritus malig nos tenidas como características naturales

Pero esta verdad sobre el funcionamiento de los malos espíritus entre los creyentes, y las causas y síntomas de su poder sobre la mente o el cuerpo, ha sido tan velada en la ignorancia, que multitudes de hijos de Dios se mantienen en cautiverio a su poder sin saberlo. Las manifestaciones suelen tener las carac-terísticas naturales o enfermedades. La obra del Señor es puesta de lado o, in-cluso, nunca es iniciada porque el creyente está “demasiado cansado” o, enton-

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ces, “sin dones” para hacerla. Él es “nervioso”, “tímido”, no tiene el “don de la palabra” o “poder de raciocinio” para hacer la obra de Dios; además, en la esfe-ra social esas “deficiencias” son olvidadas y los “tímidos” brillan en todo su es-plendor. No se les ocurre preguntar por qué es que sólo en el servicio a Dios son tan incapaces –pero es sólo con respecto a “ese” servicio que las obras de Satanás interfieren.

El choque del creyente con la Verdad

Es grande el choque que se produce cuando el creyente comprende por primera vez la verdad de es posible que él sea engañado o poseído; pero cuan-do esto sucede, la alegría de aquel que se aplica a entender y a luchar por la completa liberación es mayor de lo que las palabras pueden expresar. La luz es derramada en problemas que llevan años sin haber podido ser resueltos, tanto en la experiencia personal y en las perplejidades del ambiente, como sobre las condiciones en que se encuentran la iglesia y el mundo.

A medida que busca la luz de Dios, las invasiones sutiles de espíritus enga-ñadores en su vida, poco a poco se vuelven cada vez más claras para el creyen-te que ahora posee una mente abierta, y varias artimañas del maligno para en-gañarlo son reveladas, conforme la luz de la verdad penetra en el pasado5, re-velando la causa de las inexplicables dificultades en la experiencia y en la vida, y en muchos sucesos misteriosos que habían sido aceptados como “la inescru-table voluntad de Dios”.

5 Es importante resaltar que la autora no defiende, bajo ningún concepto, la práctica de la regresión, instrumento este tomado de las religiones ocultistas y espiritistas y tan en boga, hoy en día entre los cristianos. La clara enseñanza de la Sra. Penn-Lewis, que está de acuerdo con la Biblia, es que sólo la Palabra de Dios puede iluminar nuestro pasado e indicar lo que es o no según Dios y sus consecuencias.

¡Pasividad! ¡Cuántos caen en ella sin tener conciencia de su estado! Por causa de la pasividad de sus facultades, mucho tiempo valioso es perdido en la dependencia de circunstancias externas y del ambiente. En la vida de muchos hay tanto “activismo” y tan pocas realizaciones; tantos comienzos y tan pocas conclusiones. Estamos familiarizados con las palabras : “Sí, puedo hacer eso”, y el impulso inicial es dado, pero cuando el momento en que se necesita la acción

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llega, el hombre pasivo pierde su interés momentáneo. Esta es la clave para mucho que se reclama como “apatía” y como poco interés de cristianos respecto a las cosas realmente espirituales, mientras están tan interesados en la vida so-cial mundana a su alrededor. El mundano se puede agitar en el sentimiento más agudo de los sufrimientos de los demás, pero muchos de los hijos de Dios se abrieron, sin saberlo, a un poder sobrenatural que les cauterizó sus pensamien-tos, su mente y sus intereses. Siempre buscando confort, felicidad y paz en las cosas espirituales, muchos cristianos entraron en una pasividad, esto es, un es-tado pasivo de “descanso”, “paz” y “alegría”, que dio oportunidad a los poderes de las tinieblas para encerrarlos en sí mismos y, de este modo, hacerlos casi in-capaces de entender claramente las necesidades de un mundo que sufre.

Pasividad causada por interpretaciones erróneas de la verdad sobre la “muerte”

Esta condición de pasividad puede darse también por interpretaciones equi-vocadas de la verdad, incluso la verdad de la “muerte con Cristo” descrita en Romanos 6 y en Gálatas 2:20, cuando se la lleva más allá del verdadero equili-brio de la Palabra de Dios. Dios llama a los verdaderos creyentes a “considerar-se” a sí mismos “muertos” al pecado y también para la maligna vida del yo, que se expresa inclusive en una forma de “santa” o religiosa, es decir, la vida prove-niente del primer Adán, la vieja creación. Pero esto no significa una muerte de la personalidad humana, pues Pablo dice que, por un lado “…yo ahora vivo en la carne…”, aunque, “…Cristo vive en mí…” (Gá. 2:20). Esto significa que hay una retención todavía del ser personal, del ego, de la voluntad, de la personalidad, que debe ser dominada por el Espíritu de Dios, a medida que Él energiza la indi-vidualidad del hombre, que la mantiene bajo el “dominio propio” (Gá. 5:23).

A la luz del concepto erróneo sobre la “muerte con cristo” –concebida como pasividad y supresión de las acciones de la personalidad del hombre–, ahora es fácil ver por qué la percepción de las verdades relacionadas con Romanos 6: 6, y Gálatas 2: 20, han sido el preludio, en algunos casos, a las manifestaciones sobrenaturales de los poderes de las tinieblas. El creyente, por causa de la aceptación de estos conceptos erróneos, en realidad cumple las condiciones bá-sicas para la operación de los espíritus malignos; las mismas condiciones que los médiums espiritistas comprenden ser necesarias para obtener las manifestacio-

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nes que desean. En estos casos, podríamos decir que la “verdad” es el punto de apoyo para que el diablo lance sus mentiras.

Hasta el momento, Romanos 6 se entiende como la declaración de una ac-titud hacia el pecado momentáneo; Gálatas 2:20, como la declaración de una actitud hacia Dios y que, tanto 2 Corintios 4:10-12 como Filipenses 3:10, descri-ben la obra del Espíritu de Dios para conformar al creyente a la muerte de Cris-to a medida que él mantiene su actitud declarada. podemos decir, entonces, que los poderes de las tinieblas están derrotados, pues la actitud declarada momento tras momento requiere voluntad activa y cooperación activa con el Señor resucitado y, aceptación activa del camino de la cruz. Pero cuando estas verdades se interpretan en el sentido de (1) la pérdida de la personalidad, (2) la falta de voluntad y autocontrol, y (3) la pasiva liberación del “yo” a una condi-ción de obediencia mecánica, automática, como si fuese una máquina, con un entorpecimiento y una sensación de peso que el creyente piensa ser “mortifica-ción” o “la obra de la muerte [de Cristo]” en él, esto hace que la verdad de la muerte de Cristo se transforme en el cumplimiento de las condiciones para que los espíritus malignos actúen y en la falta de las condiciones únicas sobre las cuales Dios puede actuar, de forma que las manifestaciones sobrenaturales que ocurren con base en la pasividad no pueden tener otra fuent e que los espí-ritus mentirosos , aunque sean bellas y semejantes a las de Dios.

Esta falsificación de la “muerte” espiritual puede tener lugar en relación con el espíritu, el alma o el cuerpo. La manera por la cual la verdad de la muerte con Cristo puede ser mal interpretada y, así, transformarse en oportunidad para que los espíritus malignos obtengan el terreno legal de la pasividad puede ser demostrada de las siguientes formas:

1. Pasividad causada por el concepto erróneo de negarse a sí mismo.

Bajo el concepto de entrega de sí mismo a Dios, como significando auto-negación, auto-renuncia y, prácticamente, auto-aniquilación, el creyente desea no tener más conciencia de (1) la personalidad, (2) las necesidades personales, (3) los estados personales tales como sentimientos, deseos, apa-riencia exterior, circunstancias, disconfort, opiniones de los demás, etc. para tener “conciencia” solamente de Dios moviéndose, operando y actuando por medio de él. Con este objetivo en mente, él entrega su auto-conciencia a la

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muerte, y ora pidiendo no tener más conciencia de cosa alguna en el mundo a no ser la presencia de Dios; y luego, para hacer esa entrega absoluta de sí mismo a la muerte y realizar esa completa auto-negación, “entrega a la muerte” todo rastro del movimiento del “yo” de que sea consiente, y esta-blece su voluntad de manera constante a renunciar a toda conciencia de los deseos, gustos, necesidades, sentimientos personales, etc. Todo esto real-mente aparenta ser “auto-sacrificio” y “espiritual”, mas resulta en la entera supresión de la personalidad y da base legal a espíritus malignos por medio de la pasividad de todo su ser. Esto permite que los poderes de las tinieblas operen y lleven a cabo una “falta de consciencia” que se transforma con el tiempo en una falta de vitalidad y cauterización de la sensibilidad, así como en una incapacidad de sentir, no sólo por sí mismo, sino por otros, de modo que ya no es capaz de saber cuándo ellos están sufriendo y cuándo ellos mismos causan sufrimiento a otros. Conceptos erróneos sobre la parte verdadera de las “Enseñanzas” de espíritus engañadores

Ya que este concepto de auto-negación y pérdida de la conciencia es contra-rio al uso pleno de las facultades del cristiano –las cuales el Espíritu de Dios re-quiere en la cooperación con Él–, los espíritus malignos acaban ganando te-rreno basados en este engaño sobre la “muerte”. El concepto erróneo sobre lo que la muerte significa en la práctica era, realmente, parte de las enseñanzas de ellos, sutilmente sugeridas y recibidas por el hombre que ignoraba la posibi-lidad de engaño sobre lo que parecía ser una entrega santa y de todo corazón a Dios. Las “doctrinas de demonios” pueden, por tanto, basarse en la verdad, con el pretexto de malos entendidos o de mala interpretación de la verdad, mientras que el creyente está sosteniendo honestamente la verdad misma.

El efecto del engaño en el creyente es, a su debido tiempo, una “inconciencia” (o falta de conciencia) producida por espíritus malignos, que es difícil de rom-per. En ese estado de inconsciencia pierde la capacidad de discernir, reconocer, sentir o conocer las cosas a su alrededor o en sí mismo. Es “inconsciente” de sus acciones, modos y maneras, junto con una exacerbada auto-consciencia –de la cual está inconsciente– que lo hace ser fácilmente herido, a la vez que es-tá “inconsciente” en cuanto a herir a otros. Prácticamente se volvió “estoico” (impasible) y es incapaz de ver que sus acciones hacen sufrir a los demás. Él

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actúa “inconscientemente”, sin ejercitar su voluntad en pensar, razonar, imagi-nar, decidir lo que dice y hace. Sus acciones son consecuentemente, mecánicas y automáticas. El creyente está “inconsciente” de ser a veces un canal para la transmisión de palabras, pensamientos, sentimientos que pasan a través de él, sin que él use su voluntad o su conocimiento de la fuente. La “inconsciencia” como efecto de la posesión demoníaca, se convierte en un obstáculo formidable en el camino de la liberación, pues los espíritus malig-nos pueden tomar, impedir, atacar, distraer, sugerir, impresionar, atraer o hacer cualquier otra cosa igualmente ofensiva y dañosa en la persona o por medio de ella, mientras ella está “inconsciente” de sus obras.

2. Pasividad causada por la aceptación errónea del sufrimiento

El creyente decide aceptar “sufrir con Cristo” en el “camino de la cruz” y, para cumplir su designio con relación a eso, a partir de entonces, pasivamente se entrega al sufrimiento en cualquier forma que éste pueda llegar, al creer que “el sufrimiento con Cristo” significa (a) recompensa y, (b) fructificación. Lo que el creyente no sabe es que los espíritus malignos pueden dar falsos “sufrimien-tos”, los cuales él acepta, creyendo que vienen de la mano de Dios y, al hacerlo de este modo, les cede terreno para la posesión. La posesión explica tanto el pecado que no se consigue dejar como el sufrimiento que no puede ser expli-cado. Al entender la verdad de la posesión, el creyente puede abandonar el primero y explicar el último. El sufrimiento es una excelente arma para contro-lar y forzar a una persona a seguir cierto curso en su caminar y también para que espíritus malignos controlen a los hombres, ya que, por el sufrimiento, los espíritus pueden llevar a un hombre a hacer lo que él no haría naturalmente. No sabiendo eso, el creyente puede interpretar de forma completamente errónea el sufrimiento por el cual pasa. Los creyentes son frecuentemente engañados con respecto a lo que piensan ser sufrimiento “vicario” en sí mismos, por los demás o por la Iglesia. Ellos se consideran “mártires” cuan-do en verdad, son “víctimas”, no sabiendo que el sufrimiento es uno de los principales síntomas de posesión. Al colocar a un hombre en sufrimiento, los espíritus malignos descargan en él su enemistad y odio por el ser humano.

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Marcas del sufrimiento causado por espíritus malign os

El sufrimiento directamente causado por espíritus malignos puede ser dife-renciado de la verdadera comunión en los sufrimientos de Cristo por una comple-ta ausencia de resultados, tanto en frutos y en victoria como en madurez espiri-tual. Si se observa con cuidado, se puede ver que el sufrimiento causado por es-píritus malignos es totalmente sin sentido. Por otra parte, Dios no hace nada sin un objetivo definido. Él no siente placer en causar sufrimiento por el sufrimiento en sí, pero el diablo, sí. El sufrimiento causado por espíritus malignos es intenso y diabólico en carácter y no hay ningún testimonio interior del Espíritu que le dice al creyente que el sufrimiento es de la mano de Dios. Para quien tiene discerni-miento, ese tipo de sufrimiento puede ser tan claramente diagnosticado como viniendo de un espíritu maligno como cualquier dolor físico puede ser diferencia-do de uno mental, por un médico competente.

El sufrimiento causado por espíritus malignos puede ser:

1. Espiritual, causando sufrimiento intenso en el espíritu, con sugestión de “sentimientos” repugnantes o dolorosos;

2. Anímico, causando densas tinieblas, confusión, horror y dolor angus-tiante en la mente, como si fuese un puñal en el corazón o en otras partes vitales más profundas del ser; o

3. Físico, en cualquier parte del cuerpo.

El terreno legal dado a los espíritus malignos para producir la falsificación del sufrimiento en grado tan intenso como ese, puede haberse originado en la oca-sión en que el creyente, en su entrega absoluta a Dios para el “camino de la cruz”, deliberadamente se dispuso a aceptar sufrimientos provenientes de Dios. Luego, para cumplir tal entrega, el cristiano dio terreno legal al enemigo al acep-tar algunos sufrimientos específicos como siendo de Dios, los cuales en verdad, eran provenientes de espíritus malignos, abriendo así la puerta a ellos por:

1. Aceptación de las mentiras de ellos;

2. Aceptación del poder real de esos espíritus, manifestado en el sufrimien-to, para luego ceder más terreno legal al creer la interpretación que ellos dan del sufrimiento en cuestión y,

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3. Aceptación de todo eso como la “voluntad de Dios”, hasta que su vida entera se vuelve una continua “entrega al sufrimiento”, los cuales pare-cen irracionales, inexplicables en su origen y sin propósito en sus resul-tados. El carácter de Dios es, así, frecuentemente distorsionado a los ojos de Sus hijos como siendo maligno, llevando a los espíritus malignos a hacer lo máximo que pueden para gestar rebelión contra Él por aquello que ellos mismos están haciendo.

3. Pasividad causada por ideas erradas sobre humildad6

y auto-humillación.

El creyente decide aceptar la “muerte”, dejando que ella se manifieste como un “no ser nada” y una “auto-negación” que derriba toda posibilidad de cualquier trazo de la verdadera y apropiada autoestima (compare 2 Co. 10:12-18). Si el creyente acepta el auto-desprecio, sugerido a él y producido por espíritus malignos, se crea una atmósfera de desesperanza y debilidad a su entorno y él trasmite a los demás un espíritu de tinieblas y peso, tristeza y sufrimiento. Su espíritu es fácilmente aplastado, herido o deprimido. Él puede atribuir eso a algún “pecado”, sin ser consciente de algún pecado es-pecífico en su vida o hasta puede considerar su experiencia de “sufrimiento” como siendo un sufrimiento “vicario” por la Iglesia, mientras que esa sensa-ción de sufrimiento anormal es uno de los principales síntomas de posesión. La falsificación de la verdadera eliminación del orgullo, y todas las formas de pecado que en él tienen su origen, que es causada por posesión, puede ser reconocida por: 1. La explosión de auto-desprecio en los momentos más inoportunos, causan-

do dolor en aquellos que lo escuchan;

2. El rechazo inicial a servir a Dios, con la incapacidad para reconocer los in-tereses del reino de Cristo;

3. La tentativa forzada de mantener el “yo” fuera de la vista, tanto en conver-saciones como en acciones –lo que, en tanto, consigue exactamente lo con-trario: lo evidencia todavía más de forma ofensiva–;

6 Un profundo análisis bíblico sobre la humildad, puede ser encontrado en el libro homónimo de Andrew Murray.

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4. La manera despreciativa de actuar, como siempre disculpándose por ser lo que es, que da oportunidad a los “gobernadores de las tinieblas de este si-glo” de llevar a sus siervos a masacrar y depreciar a esa persona –del tipo “yo no”– en momentos de importancia estratégica para el reino de Dios;

5. Por una atmósfera alrededor de tal persona de debilidad, de tinieblas, de tristeza, de sufrimiento, de falta de esperanza, de susceptibilidad fácilmente herida, todo lo cual puede ser el resultado de que el creyente haya desea-do en determinado momento “entregarse a la muerte” para aceptar una negación de la verdadera personalidad, la cual Dios requiere como un vaso para la manifestación del Espíritu de Cristo, en la vida de plena cooperación con el Espíritu de Dios. El creyente, por medio de sus conceptos erróneos y sumisión a espíritus malignos, entregó a la pasividad una personalidad que no podría y no debería morir y, por esa pasividad, abrió la puerta a los po-deres de las tinieblas y les cedió el terreno legal para la posesión.

4. Pasividad causada por pensamientos errados sobre la debilidad

El creyente acepta una condición de perpetua debilidad, bajo una idea erró-nea de que es un estado necesario para la manifestación de la vida y la fuerza divina. Se basa generalmente, en las palabras de Pablo “cuando soy débil, en-tonces soy fuerte” (2 Co. 12:10), el creyente no comprende que se trata de una declaración hecha por el apóstol de un simple hecho de que cuando él era débil, veía que el poder de Dios era suficiente para el cumplimiento de to-da Su voluntad, y que eso no es una exhortación para que los hijos de Dios deliberadamente deseen ser débiles y, por tanto, inútiles para el servicio de Dios de muchas formas. Los cristianos aprenden eso, en lugar de decir “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp. 4:13). La idea de buscar ser débil a fin de poder reivindicar la fuerza de Cristo, es un pensamiento erróneo que puede ser visto, de forma práctica, en muchas vidas que aceptan pasivamen-te la debilidad como una carga y preocupación por los demás, lo que es evi-dencia de que tal actitud no está de acuerdo con el plan y la provisión de Dios. La “voluntad” de ser débil en realidad impide que el creyente reciba el fortalecimiento de Dios y, por este sutil engaño del enemigo en la mente de muchos, Dios acaba perdiendo mucho servicio activo que.

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Pasividad con actividad satánica

Eso no significa que la pasividad, en su plenitud, signifique ausencia total de actividad, pues una vez que el hombre se vuelve pasivo en la voluntad y en la mente, él es destituido por espíritus engañadores, de su poder de actuar o es llevado a actividades satánicas, o sea, actividades incontrolables del pensamien-to, falta de descanso en el cuerpo y acción salvaje y desequilibrada en todos los niveles. Las acciones son irregulares e intermitentes: la persona, a veces avanza velozmente y otras, se torna lenta y perezosa, como una máquina en una fábri-ca, que sigue funcionando sin necesidad alguna, pues el botón de control está fuera del alcance del operario. El hombre no consigue funcionar, aunque vea que hay tantas cosas por hacer, y se torna angustiado por no conseguir hacerlo. Durante el tiempo de la pasividad, parece feliz, pero cuando se ve obligado a la actividad satánica, se torna agitado y fuera de armonía con todo a su alrededor. Cuando el ambiente debería llevarlo a un estado de completo contentamiento, algo (¿o será que es “alguien”?) hace que le sea imposible estar en armonía con las circunstancias externas, aunque sean agradables para él. Él es consciente de una agitación y una actividad que son inquietantemente incoherentes o de la pasividad y el peso de hacer un “trabajo” y sin embargo no producir nada. To-das las manifestaciones de una destrucción demoníaca de su paz.

Liberación de la Pasividad

El creyente que necesita liberación de la condición de pasividad precisa, en primer lugar, procurar entender cuál debería ser su condición normal o correcta y, entonces, probarse o examinarse a la luz de esa normalidad a fin de discernir si los espíritus malignos están interfiriendo. Para hacer eso, debe acordarse de un momento en su vida que considere como su mejor etapa, tanto en el espíri-tu, como en el alma y en el cuerpo, o sea, en todo su ser; entonces, debe con-siderar ese momento como su condición normal, que él debe tener la posibilidad de mantener y nunca satisfacerse con menos que aquello.

Ya que la pasividad surgió de forma gradual, ella sólo puede terminarse de forma gradual también, a medida que es detectada y destruida. La plena coope-ración del hombre es necesaria para la remoción de la pasividad y es a causa del largo período necesario para ser de ella liberado. El engaño y la pasividad

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solamente pueden ser removidos a medida que el hombre entiende y coopera por el uso de su voluntad en la negación al terreno legal y al engaño que vino por medio de él. Esa es también la razón por la cual, en ese aspecto de “pose-sión”, los espíritus malignos no pueden ser “expulsados”, pues lo que les dio la entrada es un factor a ser resuelto para su expulsión.

Un punto importante en la liberación de la pasividad es mantener conti-nuamente en mente el patrón de la condición normal y, si en cualquier momen-to el creyente cae debajo de este estándar, encontrar la causa que lo llevó a esto, para poder quitarla. Cualquiera que sea la facultad o parte del ser que ha-ya sido entregada a la pasividad –y, por tanto, dejada fuera de uso–, debe ser retomada por el ejercicio activo de la voluntad traída de vuelta al control perso-nal. El terreno legal dado, el cual llevó cualquier facultad a caer en la esclavitud al enemigo, debe ser detectado y renunciado y, a partir de ahí, negado con per-sistencia, con resistencia firme a los espíritus malignos que tengan el control de él, recordando que los poderes de las tinieblas luchan contra la pérdida de cual-quier parte de su reino en el hombre, de la misma forma que cualquier gobierno en la tierra lucharía para proteger su propio territorio y sus súbditos. El “más fuerte” es el Vencedor y fortalece al creyente para la batalla y para recuperar todo lo que estaba bajo dominio del enemigo.

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Capítulo 5

Engaño y Posesión

Ser engañado por espíritus malignos no significa necesariamente que el cre-yente está poseído por ellos, así como es verdad que una persona puede ser “po-seída” sin haber sido engañada. Por ejemplo: un creyente puede ser orientado en el engaño o ser engañado por visiones y manifestaciones falsas, sin que eso lo lleve a la posesión; y donde hubiera entrega al pecado, consciente o inconscien-te, incluso por un creyente, puede haber posesión de la mente o del cuerpo por un espíritu maligno, sin que haya experiencia de engaño alguna (1 Co. 5:5)

Las facultades pueden llegar a ser severamente cautivas o poseídas por es-píritus malignos por medio de: (1) entregarse al pecado de pasividad –que es el pecado de omisión, pues Dios no da una facultad para usarla incorrectamente o para que no sea utilizada–, o (2) entregarse a pecados de acción, como, por ejemplo si la lengua se presta a la calumnia o a lenguaje obsceno, ella se entre-ga al pecado y se torna abierta a la posesión. Y ocurre lo mismo con los ojos, los oídos y otras partes del cuerpo: los deseos de los ojos, es mirar cosas viles; la de los oídos es por escuchar de forma errada –oír por detrás de la puerta, por ejemplo, es prestar los oídos a los emisarios de Satanás–. Los espíritus malignos pueden también apoderarse de los nervios auditivos para que la persona no consiga oír lo que debería, al tiempo que continúa atenta lo suficiente para oír lo que no debería.

No es posible definir cuánto terreno legal es neces ario para que haya posesión por espíritus malignos

cuánto terreno legal dado a un espíritu maligno para que haya posesión es algo que no puede ser definido con claridad, pero es incuestionable que hay: (1) pecado sin posesión por espíritus malignos; (2) pecado que abre la puerta para la posesión y (3) pecado que es, sin duda alguna, resultado de la posesión satánica (Jn. 13:2). Si un hombre, sea creyente o no creyente, peca de modo que admite un espíritu maligno, el terreno legal dado puede ser profundizado sin medida. (1) El terreno legal dado permita la entrada del demonio, (2) la “manifestación” del espíritu maligno acontece y entonces (3) la mala interpreta-

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ción de la manifestación cede nuevamente más terreno legal, pues la persona cree y admite (recibe) aún más las mentiras del maligno.

Es posible también que el engaño y la posesión ocurran y cesen sin que el hombre esté consciente de ello. Él puede entregarse al pecado que da acceso al espíritu maligno y, después, posicionarse como “muerto al pecado” (Ro. 6:6-11) o a su terreno legal, cuando, sin consciencia propia de lo que ocurrió, la pose-sión cesa.

Multitudes de creyentes son “poseídos” en diferentes niveles sin saberlo, pues atribuyen las manifestaciones a “causas naturales”, al “ego” o al “pecado”, y piensan que son realmente esas causas, pues no aparentan tener las caracte-rísticas de posesión demoníaca.

Hay también un grado de engaño por espíritus engañadores, en relación con las Imitaciones de Dios y de las cosas divinas, que lleva a la posesión, y esto también depende de la extensión de las falsificaciones que han sido acep-tadas por el creyente. A través de la “posesión” por aceptar la falsificación de las obras del Espíritu Santo, los creyentes pueden sin saber ser llevados a: (1) poner su confianza en espíritus malignos, (2) depender de ellos, (3) entregarse a ellos, (4) dejarse guiar por ellos, (5) orar a ellos, (6) escucharlos, (7) obede-cerlos, (8) recibir mensajes de ellos, (9) recibir versículos de las Escrituras da-dos por ellos, (10) ayudarlos en sus designios y obras, (11) apoyarlos y (12) trabajar por ellos. Todo esto creyendo que están en una actitud correcta en re-lación con Dios y obrando para Él.

En algunos casos, las falsas manifestaciones son aceptadas con entrega tan descuidada y sin discernimiento que el engaño se transforma en posesión en una forma aguda, aunque sutil y altamente refinada; sin dar ninguna huella aparente de la presencia del mal, sin embargo la doble personalidad peculiar, característica de la plenamente desarrollada “posesión demoníaca”, es fácilmen-te reconocible para el discernimiento espiritual ejercitado; aunque puede ocul-tarse bajo la más bella manifestación de un “ángel de luz”, con toda la fascinan-te atracción de un “brillo de gloria” en el rostro, exquisita música en el canto y un poderoso efecto en el habla.

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La doble personalidad de la posesión demoníaca

La doble personalidad que caracteriza la posesión demoníaca completamen-te desarrollada, sólo se reconoce cuando toma la forma de manifestaciones inaceptables, como cuando otra forma de inteligencia oscurece la personalidad del poseído y habla por intermedio de sus órganos vocales, en un tono de voz completamente alterado, expresando pensamientos o palabras que no se que-rían decir o sólo parcialmente deseados por la persona. La víctima es forzada a actuar de forma contraria a su personalidad natural y el cuerpo es manipulado por una fuerza extraña: los nervios y músculos se retuercen y entran en convul-sión, como la descripción dada en las Escrituras (Lc. 9:39).

Una característica de la doble personalidad de la posesión demoníaca es también que las manifestaciones son, generalmente, periódicas y la víctima se vuelve relativamente natural y normal en el periodo entre lo que se describe como “ataques”, pero que en realidad son los períodos de manifestaciones del poder intruso.

La doble personalidad en la posesión por espíritus malignos en cristianos

Hay evidencias ahora1 que prueban que esta doble personalidad en su grado más completo acontece en creyentes que no son desobedientes a la luz ni se entre-gan a cualquier pecado conocido, pero que llegan a estar poseídos por causa del engaño en su entrega al poder sobrenatural, que ellos creen ser de Dios. Estos ca-sos presentan todos los síntomas y manifestaciones descritos en los Evangelios: el demonio responde a preguntas con su propia voz y habla palabras de blasfemia contra Dios por medio de la persona, mientras la persona está, en su espíritu, en la paz y comunión con Dios, evidenciando así que (1) el Espíritu Santo está en el espí-ritu y (2) el demonio o los demonios, en el cuerpo, usando la lengua y agitando el cuerpo de acuerdo a su voluntad. 1 La autora probablemente se esté refiriendo a lo que observó haber ocurrido entre cristianos luego del avivamiento del País de Gales.

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Esta misma doble personalidad, bajo manifestaciones completamente dife-rentes, y fácilmente reconocibles por cualquier persona que tenga “discernimien-to de espíritus”. A veces el entorno o ambiente de la víctima es más favorable que otros para manifestaciones de espíritus y, entonces, ellos pueden ser detec-tados tanto en la forma “bonita” como en la detestable.

El hecho de que los cristianos también pueden sufrir posesión demoníaca destruye la teoría de que solamente personas en países paganos o personas profundamente envueltas en el pecado pueden ser poseídas por espíritus malig-nos. Esta teoría sin probar, que habita en la mente de los creyentes es, sin duda alguna, utilizada por el diablo como un medio para esconder sus obras, a fin de ganar posesión de la mente y del cuerpo de los cristianos en los días de hoy. Pero el velo está siendo retirado de los ojos de los hijos de Dios por el duro ca-mino de la experiencia, y está amaneciendo sobre una parte despierta de la Iglesia el conocimiento de que un creyente bautizado en el Espíritu Santo y ha-bitado por Dios en lo recóndito de su espíritu puede ser engañado para admitir la entrada de espíritus malignos en su ser, y ser poseído, en diferentes niveles, por demonios, aun siendo en su ser interior un santuario del Espíritu de Dios: Dios actuando en su espíritu y por medio del espíritu, y los espíritus malignos trabajando en su cuerpo y mente o en ambos, o por medio de ellos.

Los dos tipos de fluir de poder

De tales creyentes poseídos pueden proceder alternadamente, torrentes de dos fuentes de poder: una del Espíritu de Dios en el centro, y la otra de uno o más espíritus malignos en el hombre exterior, con dos resultados paralelos para los que entran en contacto con los dos torrentes de poder. En la predicación, toda la verdad hablada por tal creyente puede ser de Dios y, de acuerdo con las Escrituras, correcta y llena de luz –el espíritu del hombre está correcto–, mien-tras que los espíritus malignos que trabajan en la mente o en el cuerpo hacen uso de la fachada de la verdad para ocultar sus manifestaciones, con el fin de encontrar aceptación tanto por el predicador como por los oyentes. Es decir, puede brotar de un creyente en un momento un torrente de verdad de la Pala-bra, dando luz, amor y bendición a los que están receptivos entre los oyentes, y, en el momento siguiente, un espíritu extraño, escondido en la mente o en el cuerpo, puede fluir por la parte física o por el alma del hombre, produciendo

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efectos correspondientes en el alma o en el cuerpo de los oyentes, que respon-den en su parte anímica o física a la corriente satánica, ya sea por las manifes-taciones emocionales o físicas, o en espasmos nerviosos o musculares. Uno u otro “torrente” de poder –del Espíritu Santo en su espíritu, o del espíritu de mentira en su mente o cuerpo– puede predominar en momentos diferentes, con lo que el mismo hombre parece tener personalidad doble en cortos intervalos de tiempo en diferentes períodos. “¡Miren cómo habla! ¡Cómo busca glorificar a Dios! ¡Qué cuerdo y razonable que es! ¡Qué pasión tiene por las almas!”, puede ser dicho de este hombre con verdad, hasta que, algunos momentos después, algún cambio peculiar puede ser visto en él y en la reunión. Un elemento extra-ño entra en escena, posiblemente sólo reconocible por algunos con visión espiri-tual aguda o, otras veces, claramente visible para todos. Tal vez el predicador comience a orar en silencio, con calma, con pureza de espíritu, pero de repente eleva su voz, que suena “hueca” o tiene un tono metálico, la tensión de la reunión aumenta, una fuerza dominadora y poderosa cae sobre ella y ninguno piensa en resistir lo que aparenta ser una “manifestación tan poderosa de Dios”.

Manifestaciones mezcladas

La mayoría de los presentes en una reunión así pueden no tener la menor idea de la mezcla que se en ella se ha introducido. Algunos caen al suelo por no conseguir soportar la emoción hasta entonces contenida o el efecto de aquello sobre la mente, y algunos son derrumbados por algún poder sobrenatural; otros gritan o lloran de éxtasis; el predicador sale del púlpito, se dirige a un joven, que se encuentra consciente de un sentimiento de alegría embriagante que no sale de sus sentidos por un tiempo. Otros ríen debido a la exuberancia de la alegría intoxicante. Algunos realmente fueron grandemente bendecidos por la Palabra de Dios que había sido expuesta antes de aquel clímax y durante el fluir puro del Espíritu Santo. Consecuentemente, ellos aceptan tales obras extrañas como de Dios, porque en la primera parte de la reunión sus necesidades fueron realmente satisfechas por Dios, y ellos no consiguen discernir las dos manifesta-ciones separadas ¡viniendo por medio de un mismo canal! Si dudaran de la úl-tima parte de la reunión, ellos temen ser infieles a su convicción interna de que la primera parte era de Dios. Otros tienen consciencia de que las manifestacio-nes son contrarias a su visión y discernimiento espiritual, pero debido a la ben-

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dición de la primera parte, reprimen sus dudas y dicen “No podemos entender las manifestaciones “físicas”, pero no debemos esperar entender todo lo que Dios hace. Sólo sabemos que el derramar maravilloso de amor, verdad y luz del inicio de la reunión era de Dios y satisface nuestras necesidades. Ninguno pue-de dudar de la sinceridad y de la motivación pura del predicador. Por tanto, aunque no consiga entender o decir que ‘me gustan’ las manifestaciones físicas, todo debe ser de Dios”.

Verdad e Imitación Juntamente Aceptadas

En resumen, ese es el panorama de las “manifestaciones” mezcladas que han sobrevenido a la Iglesia de Dios desde el avivamiento en Gales pues, casi sin excepción, en todos los lugares donde el avivamiento ha comenzado desde entonces, al poco tiempo la imitación se mezcla con la verdad y, casi sin excep-ción, lo verdadero y lo falso son igualmente aceptos, por el hecho de que los obreros desconocen la posibilidad de los “torrentes” rivales fluyendo juntos o, entonces, son igualmente rechazadas por aquellos que no consiguen detectar cuál es la falsa y cuál es la verdadera, o incluso, fue creído que no hubo mani-festación verdadera alguna, por el hecho de que la mayoría de los creyentes no entendieron que puede haber “mezclas” de:

(1) divino y satánico, (2) divino y humano, (3) satánico y humano,

(4) alma y espíritu, (5) alma y cuerpo, (6) cuerpo y espíritu

Las tres últimas se relacionan con los sentimientos y la consciencia; las tres primeras, con la fuente de poder.

Debe haber más de un ingrediente para hacer una mezcla; por lo menos dos. El diablo mezcla sus mentiras con la verdad, pues él debe utilizar una ver-dad para comunicar sus mentiras. Por tanto, el creyente debe discernir y juzgar todas las cosas. Él debe también ser capaz de ver tanto lo que es impuro como lo que él puede aceptar.

Satanás es un “mezclador”. Si él encuentra una pureza del 99% en cual-quier cosa, él va a intentar introducir allí 1% de su torrente venenoso, hasta que, si no fuera detectado, crecerá invirtiendo las proporciones originales. En

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las reuniones donde ocurren manifestaciones sobrenaturales que se evidencian como mezcladas, debe haber discernimiento y, si los creyentes fueran incapaces de discernir claramente, deben mantenerse lejos de estas “mezclas” hasta que sean capaces de discernirlas.

Al aceptar las imitaciones de Satanás, el creyente cree que está atendiendo a las exigencias divinas para alcanzar un nivel más alto en su vida espiritual, pe-ro lo que acontece es que él acaba cumpliendo con las condiciones para que Sa-tanás opere en su vida, y con ello, desciende a un pozo de engaño y sufrimien-to, aunque tenga pureza en su espíritu y motivación.

La próxima cuestión que debe considerarse es cómo los espíritus malignos ganan acceso al creyente. En la presente obra se dan, en forma de columnas, seis listas concisas sobre: (1) cómo ellos engañan; (2) el terreno legal dado pa-ra el engaño; (3) por dónde ellos entran; (4) las excusas que el espíritu da para ocultar el terreno legal obtenido y mantener al creyente en ignorancia en cuanto a su presencia y la base que tienen; (5) el efecto en el hombre engañado de esta forma y (6) los síntomas de posesión.

Cómo engañan los espíritus malignos.

Examinando las columnas una por una, podemos ver cuán sutil es la opera-ción del espíritu maligno, primero para engañar y, luego, para ganar acceso a la mente y al cuerpo (o a ambos) del creyente. Un principio gobierna la obra de Dios y a obra de Satanás cuando se trata de ganar acceso al hombre. En la creación de un ser humano con libre albedrío, Dios, que es el Soberano Señor del universo y de todos los poderes angelicales, se limitó cuando estableció que no violaría la libertad del hombre para tener alianza con él, de la misma forma, los espíritus malignos de Satanás no pueden entrar y poseer cualquier parte del hombre sin tener el consen-timiento de él, dado consciente o inconscientemente. De la misma forma que cuando el hombre desea algo bueno, Dios hace que ello acontezca, cuando el hombre desea algo malo, los espíritus malignos hacen eso acontecer. Tanto Dios como Satanás necesitan la voluntad del hombre para operar en él.

En el hombre no regenerado, la voluntad está esclavizada a Satanás, pero en el hombre regenerado y liberado del poder del pecado, la voluntad es libre

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para escoger las cosas de Dios. En aquel que fue, así, traído a la comunión con Dios, Satanás sólo puede ganar terreno por estratagemas o, en el leguaje bíbli-co, por “maquinaciones” (2 Co. 2:11), pues él sabe que nunca conseguirá que un creyente deliberadamente consienta en dejar a espíritus malignos entrar en él y controlarlo. La única esperanza del engañador es obtener ese consentimien-to por astucia, es decir, fingiendo ser Dios mismo, o un mensajero de Dios. Sa-tanás sabe también que tal creyente está determinado a obedecer a Dios por encima de todas las cosas en la tierra. No hay, por tanto, ningún otro modo de engañar a tal creyente a no ser por la falsificación de Dios mismo, Su presencia y su funcionamiento y, bajo la pretensión de ser Dios, obtener la cooperación de la voluntad del hombre en la aceptación de otros engaños, con el fin de “po-seer” alguna parte de la mente o del cuerpo del creyente y, así, anular o impe-dir su utilidad para Dios, así como la los demás, que serán influenciados por él.

Distinción entre la Persona y la Presencia de Dios.

La imitación de Dios en el interior del creyente y también a su alrededor es la base sobre la cual es construida toda estructura posterior de posesión por medio del engaño. Los creyentes desean y esperan que Dios esté con ellos y en ellos. Ellos esperan la presencia de Dios con ellos y esto es imitado. Ellos espe-ran que Dios esté en ellos como una Persona, y los espíritus malignos esperan falsificar las tres Personas de la Trinidad.

Para entender los métodos de imitación de los espíritus malignos, tenemos que hacer distinción entre la Presencia y la Persona de Dios: la Presencia, como una influencia y la persona como manifestación del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Poniéndolo de forma simple, podemos decir que sería como la diferencia entre Dios como Luz y tener la luz de Dios o entre Dios como amor y tener amor de Dios. Por un lado tenemos la propia Persona en Su Naturaleza y, por el otro, la demostración o su manifestación de lo que Él es.

La idea que muchos tienen es de que la persona de Cristo está en ellos, pe-ro, en verdad, Cristo, como una persona no está en hombre alguno. Él habita en los creyentes por Su Espíritu –el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9)–, cuando reciben la “provisión del Espíritu de Jesucristo” (Flp. 1:19; Hch. 16:7).

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Es necesario también entender la enseñanza de las Escrituras sobre la Tri-nidad y los diferentes atributos y la obra de cada Persona de la Trinidad para discernir la obra de imitación del engañador.

Dios el Padre, como una persona, está en el más alto cielo. Su presencia es manifestada en los hombres como el “Espíritu del Padre” (Jn. 15:26; Hch. 1:4; 2:33). Cristo, el Hijo, está en los cielos como una persona y Su presencia en los hombres se da por Su Espíritu. El Espíritu Santo, como Espíritu del Padre y del Hijo, está en la tierra por medio de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, y mani-fiesta al Padre o al Hijo a los creyentes, en el interior de ellos, a medida que son enseñados por Él a comprender al Dios Triuno (Jn. 14:26). Cristo dijo “Yo me manifestaré…” a aquellos que lo amaran y Le obedecían, y, más tarde, dijo “ven-dremos a él y haremos una morada en él” (v. 23), esto es por el Espíritu Santo dado en el día de Pentecostés.

La Persona de Dios en los cielos y Su Presencia en la tierra por Su Espíritu.

La persona de Dios está en los cielos, pero Su presencia es manifestada en la tierra en el interior de los creyentes, así como a su alrededor, por medio del Espíritu Santo al espíritu humano, en su interior, siendo el espíritu del hombre el lugar que el Espíritu Santo usa para manifestar la presencia de Dios.

Los conceptos erróneos del creyente en cuanto a la manera por la cual Dios puede estar en él y con él, y su ignorancia sobre el hecho de que los espíritus malignos pueden imitar a Dios y las cosas divinas, forman el terreno legal por el cual él puede ser engañado a fin de aceptar las obras falsificadas de los espíri-tus malignos y darles acceso, posesión y control de su ser interior.

Si Dios, que es Espíritu, puede estar en el hombre y con él, los espíritus malignos también pueden estar en los hombres y con ellos si obtuviesen acceso por el consentimiento. El objetivo y el deseo de ellos son la posesión y el control de los seres humanos. Estos términos son normalmente usados en relación con la obra de Dios en los Creyentes, pero no tienen base en las Escrituras, en el

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significado que les es dado hoy en día, esto es, Dios “posee” un hombre en el sentido de propiedad y, entonces, Él pide cooperación, no ejerce control. El cre-yente es el que debe tener control de sí mismo, por cooperación en su espíritu con el Espíritu de Dios, mas Dios nunca controla al hombre como una máquina es controlada por otra o por una fuerza dinámica.

Distinción entre Dios y las Cosas Divinas

Debemos también hacer distinción entre Dios y las cosas divinas: todo lo que es divino no es el propio Dios, así como todo lo que es satánico no es el propio Satanás y todo lo que es humano no es el propio hombre; cosas divinas, satánicas y humanas son aquellas que emanan de Dios, de Satanás y del hom-bre respectivamente.

Esas tres fuentes deben siempre ser consideradas en todo. Por ejemplo: la orientación puede ser divina, satánica o humana; la obediencia puede ser dada a Dios, a Satanás o a los hombres; las visiones pueden tener su origen en Dios, en los espíritus malignos o en el propio hombre; los sueños pueden venir de Dios, de espíritus malignos o de la propia condición del hombre; el acto de es-cribir puede tener su origen en Dios, en los espíritus malignos o en las propias ideas del hombre. Las imitaciones hechas por los espíritus malignos pueden, por tanto, ser de Dios y de las cosas divinas, de Satanás y de las cosas satánicas o del ser humano y de las cosas humanas.

Para tener posesión y control de los creyentes que no serán atraídos por el pecado, los espíritus engañadores deberán primero, imitar la manifestación de la presencia de Dios, para que bajo el disfraz de esa “presencia”, puedan sugerir cosas a la mente y sus imitaciones ser aceptadas sin cuestionamiento. Esa es su primera y, a veces, la más prolongada de sus obras. No es una tarea siempre fácil, especialmente cuando el alma está bien fundamentada en las Escrituras y enseñada a caminar por la fe en la Palabra de Dios o cuando la mente está bien entrenada, guardada en sus pensamientos y ocupada de forma sabia.

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Imitaciones de la Presencia de Dios

De la imitación de la presencia viene la influencia que hace que la imitación sea aceptada. Los espíritus malignos deben hacer algo para imitar la presencia de Dios, ya que la “presencia” de ellos no consigue eso. La presencia falsificada es una obra de ellos, hecha por ellos, pero no es la manifestación de la propia persona de ellos; por ejemplo: ellos dan sentimientos dulces o suaves, o senti-mientos de paz, amor, etc., con la sugerencia susurrada, adaptada al ideal de la víctima de que todo eso indica la presencia de Dios.

Cuando una presencia o influencia imitada es aceptada, ellos van un paso más allá e imitan una “Persona”, como una de las Personas de la Trinidad, nue-vamente adaptada a los ideales o deseos de la víctima. Si el creyente es más atraído por una de las Personas de la Santa Trinidad más que por las otras, la imitación será exactamente de esa Persona: del Padre, para aquellos que se sienten atraídos más por Él; del Hijo, para aquellos que piensan en Él como el Novio y desean amor; y del Espíritu Santo, para aquellos que desean poder.

La presencia imitada, como una influencia, procede de la imitación de la persona de Dios, por medio de la cual ellos obtienen mucho terreno legal.

El período de peligro está, como ya mostramos en el capítulo 3, en la oca-sión en que se busca el bautismo en el Espíritu Santo, cuando mucho es dicho sobre manifestaciones de Dios a la consciencia o algunas “visitaciones” del Espí-ritu son percibidas por los sentidos. Esa es la oportunidad para los espíritus que están observando todo.

¿Qué creyente no desea la presencia consciente de Dios y no daría todo pa-ra obtenerla? ¡Qué difícil es caminar por fe, cuando se tiene que pasar por los lugares tenebrosos de la vida! Si la “presencia consciente” debe ser obtenida por el bautismo en el Espíritu y puede haber efectos sobrenaturales sobre los sentidos –de modo que se puede sentir de hecho que Dios realmente parece estar a la mano– entonces, ¿quién no estaría tentado a buscarla? Ella parece ser un equipamiento absolutamente necesario para el servicio, y se desprende de la historia de la Biblia sobre el Pentecostés, donde los creyentes de entonces de-ben haber sentido físicamente esa presencia consciente.

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La obra de Satanás en las Sensaciones

Aquí está el punto peligroso que abre, por primera vez, la puerta a Satanás. La obra sobre los sentidos en el campo religioso ha sido, durante mucho tiem-po, la manera especial por la que Satanás engaña a los hombres en todo el mundo, del cual es el dios y el príncipe. Él sabe cómo calmar los sentidos, mo-verlos y trabajar en ellos en todas las formas posibles, y en todas las formas de religión conocidas hasta hoy, engañando a los hombres no regenerados con una forma de piedad, pero negándoles al mismo tiempo el poder. Entre los creyen-tes verdaderamente convertidos e incluso los más consagrados, las sensaciones son todavía la manera en que Satanás se acerca a ellos. Si el alma admite un deseo de hermosas emociones, sentimientos de felicidad, alegría inmensa, y el concepto de que las manifestaciones o “señales” son necesarias para mostrar la presencia de Dios, especialmente en el bautismo del Espíritu, el camino está abierto para que los espíritus de mentira de satanás comience a engañar.

La verdadera Manifestación de Cristo

El Señor dijo, en la víspera de ir a Su cruz, respecto a la venida del Espíritu Santo al creyente: “…[yo] me manifestaré a él” (Jn. 14:21), pero el no dijo có-mo cumpliría Su promesa. A la mujer en el pozo Él dijo: “Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren” (Jn. 4:24). La manifestación de Cristo es, por tanto, al espíritu y no al campo de los senti-dos o del alma. Por tanto, el deseo por la manifestación de los sentidos abre la puerta a los espíritus engañadores para que imiten la presencia real de Cristo; pero el consentimiento y la cooperación de la voluntad al control de ellos, con todo, deben ser obtenidos y eso ellos buscan obtener bajo el disfraz de un “án-gel de luz”, como un mensajero de Dios aparentemente vestido de luz, no de tinieblas, pues la luz es la propia naturaleza y carácter de Dios.

La base de este engaño es la ignorancia por parte del creyente sobre los princi-pios por los cuales Dios opera en el hombre, sobre las verdaderas condiciones para la manifestación de Su presencia en el espíritu del hombre y sobre las condiciones por las cuales los espíritus malignos operan por medio de una entrega pasiva de la voluntad, de la mente y del cuerpo a poderes sobrenaturales. Eu su ignorancia sobre la verdadera obra de Dios, el cristiano espera que Él se mueva en el cuerpo físico,

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para manifestarse a los sentidos, y use sus facultades a parte de él, como prueba de Su presencia y control; mientras que Dios, en verdad, solamente se mueve en el hombre y por medio de él por la cooperación activa de su voluntad –la voluntad es el ego o el centro del hombre–. Dios no usa las facultades del hombre dejando de la do la unión con el hombre, por medio de la voluntad de él. No obra en lugar del hombre, sino con él (cf. 2 Co. 6:1).

La imitación de la presencia de Dios: una influencia sobre el creyente

La imitación de la presencia de Dios es una influencia sobre el creyente y puede comenzar, en algunos casos, no sólo en el momento del bautismo del Espíritu, sino por la “práctica” de la “presencia de Dios”, si el creyente toma esa presencia como como una sensación consciente de Dios, el cual debe ser cono-cido y reconocido por la intuición del espíritu, no por sensaciones del cuerpo. La verdadera presencia de Dios no es percibida por sentidos físicos, sino en el espí-ritu, y lo mismo se da en relación con el sentir la presencia de espíritus malignos o de Satanás. Solamente la intuición del espíritu puede discernir la presencia de Dios o de Satanás, y el cuerpo sólo siente de forma indirecta.

Es importante reconocer claramente la distinción entre “obsesión”, o in-fluencia de la presencia falsificada, y la “posesión”, o el acceso obtenido que viene luego de la obsesión o influencia exterior.

La distinción y las características pueden ser brevemente descritas así:

1) Obsesión : una influencia exterior, una imitación de la presencia de Dios como una influencia sobre la persona, que se abre a ella en la mente y en el cuerpo;

2) Posesión : Imitación de una persona en el interior del hombre (luego de obtener una base), generalmente como amor, generando una com-pleta entrega de las emociones y de la voluntad a esa imitación, con be-llos sentimientos en el dominio del cuerpo y del alma, sin tocar en el es-píritu. El hombre piensa que todo eso es espiritual, cuando, en realidad, es la vida de las sensaciones de una forma espiritual.

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La palabra obsesión ha sido exagerada en el uso actual, y algunos síntomas o manifestaciones que, en verdad, pertenecen a la posesión son frecuentemente atribuidas a la obsesión.

Obsesión y su causa

El término “obsesión” es usado para describir a uno o más espíritus malignos, ro-deando e influenciando a un hombre con el objetivo de obtener una base en él y de venir a poseerlo, aunque sea en grado mínimo. Si esas influencias son aceptadas, puede haber posesión. Por ejemplo: si un espíritu maligno imita la presencia de Dios y viene sobre el hombre como una influencia solamente, podemos describir eso como obsesión; pero cuando el espíritu obtiene una base en el hombre, eso es posesión, pues los espíritus que hacían obsesión consiguieron obtener acceso y poseer la base legal que obtuvieron en un grado que depende de cuánto terreno les fue dado.

El significado de la palabra obsesión dado en el diccionario comprueba eso. Signi-fica “sitiar”, y se describe como “un ataque persistente, especialmente de un espíritu maligno en una persona”, y “el estado de ser molestado desde el exterior, en lugar de ‘posesión’ o control por un espíritu maligno desde adentro”. De acuerdo con esta des-cripción de obsesión, es evidente que se trata de una forma muy común de ataque de los poderes de las tinieblas sobre los hijos de Dios, por no hablar de los no regenera-dos que ya son, de acuerdo con las Escrituras (Efesios 2:2), controlados desde dentro, es decir, “el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.

Manifestaciones exteriores del carácter de la obses ión

Los espíritus malignos “se obsesionan” o, persistentemente molestan y asedian al hombre, para lograr la posesión. Ellos llevan a la mente del hombre la obsesión con al-guna idea dominadora que le destruye la paz y oscurece su vida, o imitan alguna expe-riencia divina, que parece venir de Dios y el creyente acepta sin cuestionamiento. Esta es la forma peligrosa de obsesión de nuestros días, cuando los espíritus malignos procu-ran ganar acceso al creyente imitando alguna manifestación exterior de Dios, tal como una “presencia” llenando el local de reuniones y percibida por sensaciones físicas y “ondas de poder” derramándose sobre el cuerpo físico y por medio de él, o una sensa-ción de viento, aire o soplo sobre el hombre exterior, aparentemente venidos de fuen-tes divinas. En resumen, todas las manifestaciones exteriores al creyente, venidas de

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afuera y derramadas sobre el cuerpo, tienen características de “obsesión”, pues pueden venir de espíritus engañadores procurando tener acceso a la mente o al cuerpo.

La liberación de personas bajo posesión de cualquier tipo o grado se da por la verdad, o sea:

1. Comunicándoles conocimiento de cómo detectar lo que es de Dios o del diablo, por la comprensión de los principios que distinguen la obra del Espíritu Santo de la obra de los espíritus malignos;

2. Mostrándoles que no deben aceptar cosa alguna que venga de afuera, tanto bajo la forma de sugestiones a la mente como influencias de cual-quier tipo que vienen sobre el cuerpo, ya que Dios el Espíritu Santo actúa desde el interior del espíritu del hombre, iluminando y renovando su men-te y colocando el cuerpo bajo control del propio creyente;

3. Enseñándoles cómo permanecer en Cristo y resistir todos los ataques asediadores de los poderes de las tinieblas.

Mucho conocimiento de Dios y de cosas espirituales es necesario para la li-beración de almas bajo la esclavitud de espíritus malignos en posesión, esto es, cuando estas ganaron acceso en cualquier grado después de la obsesión.

Generalmente pensamos que expulsar el espíritu o los espíritus es el único método de lidiar con la situación, pero debido a que el terreno legal que ellos obtuvieron para tener acceso al creyente y habitar en él no se puede “echar fuera”, es evidente que, aunque la expulsión pueda ser de algún valor en algu-nos casos, ella no es la única manera de obtener la liberación.

Algunas formas de liberación de la posesión

La causa de la posesión es factor decisivo aquí, en China, entre los paga-nos, los demonios son expulsados inmediatamente luego de una simple oración de fe hecha por los cristianos. En Alemania, un evangelista de larga experiencia nos cuenta de hombres liberados de posesión demoníaca luego de una oración, pero también de otros que llevaron “semanas, meses o años antes de ser li-

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bres”, y esto solamente luego de mucha lucha en oración por hombres de Dios, poderosos en la fe.

Pero para creyentes que fueron poseídos por espíritus malignos como resul-tado del engaño, el principio maestro de la liberación es que ellos pasen por un proceso de rechazar el engaño. Lidiar con la posesión que es fruto del engaño por medio de la expulsión de los espíritus inmundos es lidiar con el efecto, en vez de hacerlo con la causa, es traer alivio apenas temporal (si hubiera alivio alguno), corriendo el riesgo de que el espíritu maligno retorne rápidamente a su casa, o sea, al terreno legal que le dio derecho de posesión.

Creyentes que descubran que fueron poseídos debido al engaño deben, por tanto, buscar luz sobre el terreno legal por medio del cual los espíritus malignos entran y renunciar a él. Es por la obtención del terreno legal que ellos tienen ac-ceso al creyente y es por la remoción de tal terreno que ellos salen. Es por eso que en este libro damos énfasis en la comprensión de la verdad y no al aspecto de expulsión de demonios, ya que fue escrito para la liberación de creyentes en-gañados y poseídos por causa de la aceptación de imitaciones de la obra de Dios.

Creyentes que fueron engañados y poseídos deben también ser enseñados sobre el principio fundamental de la actitud de la voluntad humana en relación con Dios y con Satanás y sus espíritus engañadores. La Palabra está llena de esta verdad. “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá…” (Jn. 7:17); “El que quiera, tome…” (Ap. 22:17).

Que sea enfatizado una vez más: los espíritus engañadores están obligados a obtener el consentimiento de la voluntad del hombre antes de poder entrar y establecer qué tan profundo será el grado de posesión. Esto lo hacen por medio de la imitación y el engaño. Ellos sólo consiguen obtener la rendición del cre-yente a su poder fingiendo ser Dios. En verdad, la obsesión y la posesión, en todos los casos, tanto de regenerados como de no regenerados, son basadas en engaño y artimañas, pues es solamente después de estar totalmente bajo el poder de Satanás que un hombre se entrega completamente a él por su propia voluntad y sabiendo lo que está haciendo.

La liberación, por tanto, requiere el ejercicio activo de la voluntad, que de-be, confiando en el poder de Dios y enfrentado todos los embelesamientos y

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sufrimientos, mantenerse firme contra a los poderes de las tinieblas, para anular el consentimiento previo a la operación de ellos.

Los espíritus engañadores también imitan a Dios en Su santidad y justicia. El efecto en este caso es hacer que el creyente tenga miedo de Dios y sienta aversión a las cosas espirituales. Ellos intentan aterrorizar a los que son tímidos y miedosos, influenciar a aquellos que tienen sed de poder o atraer a su domi-nio a los que son abiertos al atractivo del amor y de la felicidad.

Los sentidos físicos no deberían sentir la presenci a de Dios

Podemos decir deliberadamente que nunca es seguro sentir la presencia de Dios con los sentidos físicos, pues, casi sin duda alguna, eso será una presencia falsificada –una trampa sutil del enemigo para obtener una base de acción en el hombre. Esa es una de las razones por las cuales algunos que quieren conven-cer a otros creyentes sobre la necesidad de una “percepción de Dios” –lo que significa una presencia sentida en el ambiente alrededor del cristiano o en el in-terior de él – perderán, para su tristeza y miedo, la “percepción” que ellos mis-mo tengan y se hundirán en las tinieblas y el entumecimiento de los sentimien-tos. Lo que esos creyentes no saben es que este es el resultado directo –inmediatamente o en un futuro distante– de todas las manifestaciones sobrena-turales de los sentidos; la víctima busca la causa de la crisis o “falta de vida” para las cosas espirituales que atraviesan, en el “exceso de tensión” o en el “pecado”, y no en la experiencia de percepción en la cual se regocijaron.

La condición normal de las facultades para que éstas sean usadas, es clara-mente vista en todos los registros de la Biblia que describen hombres en comuni-cación directa con Dios. Pablo en un “éxtasis” o “trance” (Hch. 22:18), tenía ple-na posesión de sus facultades y uso inteligente de la mente y de la lengua. Esto puede ser visto de forma especial en Juan, cuando estaba en Patmos. Su ser físi-co estaba postrado debido a la debilidad del hombre natural en la presencia reve-lada del Señor glorificado, pero después del toque vivificante del Maestro, su ple-na inteligencia fue utilizada y su mente actuó con claridad, a fin de comprender y retener todo lo que le estaba siendo dicho y mostrado (Ap. 1:10-19).

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La diferencia entre los registros de la Biblia sobre las revelaciones de Dios y las condiciones de los hombres a quienes ellas fueron dadas y los registros de muchas manifestaciones sobrenaturales de hoy en día está en un principio que revela la distinción en marcado contraste, entre la obra divina pura y las imita-ciones que Satanás hace de Dios: es decir, los principios contrastantes

1. De la no utilización de la voluntad y de las facultades;

2. De la pérdida de control personal por medio de la pasividad.

Podemos tomar como ejemplo lo que es llamado clarividencia y clariaudien-cia, esto es, el poder de ver y el poder de oír, lo primero significando la visión de cosas sobrenaturales y lo segundo, la audición de palabras sobrenaturales. En relación con las cosas sobrenaturales, existe visión y audición verdaderas y visión y audición falsas, y ellas resultan tanto un don divino que es verdadero (Ap. 1:10-12), como de un estado pasivo maligno, que da lugar a la imitación.

Clarividencia y clariaudiencia: su causa

Se dice que los poderes de clarividencia y de clariaudiencia son dones natu-rales, pero, en realidad, son el resultado de un estado maligno en el cual espíri-tus malignos son capaces de manifestar su poder y su presencia. Ver por medio de la bola de cristal es apenas una manera de inducir ese estado pasivo y así, por medio de todos los diferentes métodos tan en boga en Oriente y en otros lugares, traer las manifestaciones y obras de los poderes sobrenaturales. El principio es el mismo. La llave para todo eso, y para otras obras satánicas en el cuerpo humano, es la necesidad de suspensión de la actividad mental; en con-trapartida, en todas las revelaciones divinas, las facultades y poderes mentales no son afectados y se encuentran todos en plena operación.

Las personas que estaban al pie del monte Sinaí “vieron a Dios”; en tanto no estaban pasivas. La visión –tanto mental como física– es, en realidad, activa y no pasiva, o sea, no separada de la voluntad y de la acción personales; y las visiones pueden ser físicas, mentales o espirituales.

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La Escritura y el habla sobrenaturales

En la escritura bajo el control de espíritus malignos, el mismo principio es manifestado, es decir, la suspensión de la acción volitiva y mental:

1. La persona escribe lo que oye ser dictado audiblemente de forma sobrena-tural;

2. Ella escribe lo que ve ser presentado a su mente de forma sobrenatural, a veces con una rapidez como si fuese forzada a hacerlo;

3. Ella escribe automáticamente, a medida que su mano es movida, sin cual-quier acción mental o volitiva.

Si está describiendo algo, si escribe a partir de algo presentado de forma sobrenatural a la mente, las palabras pueden pasar delante de la visión mental de forma tan clara como si estuviesen siendo vistas por los ojos físicos, a veces en letras de fuego o de luz. Lo mismo puede acontecer cuando la persona habla en público. La persona que habla puede describir lo que es presentado a la vi-sión mental – esto es si su mente estuviera en un estado pasivo–, pensando que todo aquello es una iluminación del Espíritu Santo.

Esto puede suceder con algunas personas de forma tan refinada que son engañadas y llevadas a pensar que aquello es apenas fruto de una “mente bri-llante”, de “dones de imaginación” o de la “delicada habilidad de descripción poética”, en cuanto nada de aquello es realmente producto real de su propia mente, pues no es resultado de pensamiento, sino de juntar “cuadros” sutilmen-te presentados en el momento de la escritura o del habla. Todo esto puede ser probado por sus frutos, que son (1) vacíos de resultados tangibles y, a veces, (2) sugerencias maliciosas; ciertas frases mezcladas con palabras de verdad que subvierten la pureza del Evangelio, mientras que el todo no tiene sustancia espi-ritual detrás de las bellas palabras o cualquier resultado permanente en la sal-vación de los no regenerados, así como en la edificación de los santos.

Predicación a partir de presentaciones mentales

Es posible que esta sea la causa oculta del carácter evanescente de algu-nas misiones de gran alcance, que parecen ser bastante fructíferas en su

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inicio, mas desaparecen, como la nube de la mañana, en pocas semanas. Los predicadores hablarán verdades del Evangelio, pero pueden haber predicado a partir de presentaciones mentales, y no a partir de su espíritu en cooperación con el Espíritu Santo. Los poderes de las tinieblas no tienen miedo alguno de las palabras –aun de las palabras de verdad del evangelio– si en ellas no hu-biera vida fructificante proveniente del Espíritu de Dios en aquellos que hablan. No hay duda, por ejemplo, que hay conversaciones falsas en gran escala que son permitidas, tal vez realizadas, por espíritus malignos. Es fácil para ellos de-jar sus cautivos aparentemente libres por algún tiempo cuando eso atiende a sus intereses de engañar al pueblo de Dios, y hay muchas cosas en los movi-mientos religiosos de hoy en día que absorben la energía de los cristianos y parecen extender las fronteras del reino de Dios, pero no causan perturbación alguna al reino de las potestades del aire.

En el caso de la escritura automática y en las presentaciones mentales refi-nadas citadas aquí, la mente está pasiva, en mayor o menor grado, y el hombre escribe o habla, no lo que proviene de la acción normal de la mente, sino lo que ve al serle presentado.

Ignorando la existencia de espíritus malignos y sus artimañas incesantes para engañar a cada uno de los hijos de Dios, así como el peligro de cumplir las condiciones para sus obras, un gran número de creyentes no saben que, en las circunstancias comunes de la vida, ellos pueden estarse exponiendo a los enga-ños de seres sobrenaturales, que están observando muy atentamente para ob-tener acceso y usar a los siervos de Dios. Por ejemplo: un predicador que pro-cura depender del “auxilio sobrenatural” y no usa activamente su cerebro en “pensamiento espiritual” atento prácticamente, alimenta una condición pasiva que el enemigo puede usar en el más alto grado y, así, sin que él lo sepa, ejer-cer influencia en su vida por medio de incontables ataques de todos los tipos sin haber, aparentemente, terreno legal alguno dado en su vida o en sus acciones.

Lo mismo puede ser verdad en la vida de un autor que, de alguna forma, sin saber, se tornó pasivo –o, colocado de forma directa, mediumnico– en rela-ción con alguna facultad o parte de su vida interior y, por tanto, se expuso a “presentaciones” sobrenaturales de espíritus malignos para sus conferencias o escritos, que él considera como iluminaciones venidas de Dios.

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Verdadera escritura bajo orientación de Dios

En la escritura bajo orientación divina, tres factores son necesarios:

1. Un espíritu habitado y movido por el Espíritu Santo (2P.1:21);

2. Una mente alerta y renovada, agudizada en su poder activo de aprehensión y de pensamiento inteligente (ver 1 Co. 14:20);

3. Un cuerpo bajo el control total del espíritu y de la voluntad del hombre (ver. 1 Co. 9:27).

Al escribir o hablar bajo el control de espíritus malignos, una persona no es verda-deramente espiritual, pues su espíritu no está siendo usado, y lo que parece espiritual es simplemente, la obra de los poderes sobrenaturales manifestando su poder espiritual en la mente pasiva del hombre y por medio de ella, aisladamente de su espíritu. Pero al escribir bajo la guía de Dios –ya que no es dictado a un robot, sino por el mover del Espíritu Santo en el espíritu del hombre–, el hombre debe ser verdaderamente espiri-tual, teniendo como fuente el espíritu y no la mente, como ocurre cuando los hombres escriben lo que es producto de sus propios pensamientos. Las Escrituras tienen en sí mismas la señal de haber sido escritas de esta forma; “los santos hombres de Dios ha-blaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:21). Ellos hablaron de parte de Dios, pero como hombres recibieron y hablaron o escribieron la verdad dada en el espí-ritu, transmitiéndola por medio del uso total de sus facultades divinamente inspiradas.

Todos los escritos de Pablo muestran el cumplimiento de las tres exigencias mencionadas: de su espíritu estando abierto al mover del Espíritu Santo, de su mente siendo totalmente utilizada y su cuerpo siendo un instrumento obediente bajo el control de su espíritu. Sus cartas revelan también la capacidad de su mente renovada de captar las cosas profundas de Dios.

El poder de discernimiento espiritual de Pablo

En Pablo, podemos ver también el discernimiento claro que un hombre es-piritual posee, que lo hace capaz de reconocer en su espíritu lo que viene de Dios y lo que es producto de su propio pensamiento en ejercicio de su juicio como siervo de Dios3. 3 Note el lenguaje variado en 1 Co. 7:6, 8, 10, 12, 25, 40: “yo digo, no el Señor” y “no yo, sino el Señor”

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Casi todos los registros de la mayoría de las “revelaciones sobrenaturales” de hoy en día muestran, por un lado, la ausencia de las exigencias para verda-deras manifestaciones divinas y, por el otro, el cumplimiento de las condiciones para que espíritus malignos operen, esto es, la suspensión de las facultades mentales, con el consecuente vacío y, a veces, el entusiasmo infantil por las pa-labras que supuestamente fueron habladas por Dios, así como la falta de propó-sito de las “visiones” y de otras manifestaciones

Si las condiciones necesarias para que los espíritus malignos operen en el ser humano fueran cumplidas, ninguna experiencia del pasado, ninguna posición social, ningún entrenamiento intelectual o conocimiento protegerán al creyente de las inter-pretaciones falsas. Consecuentemente, el engañador hará cualquier cosa para generar pasividad en lo hijos de Dios, de todas las maneras posibles, ya sea en el espíritu, en el alma o en el cuerpo; pues él sabe que, tarde o temprano, poseerá el terreno legal que le fue dado. Por tanto, se puede decir sin vacilar que si la ley para que los espíri-tus malignos operen se cumple, en lo que dice respecto de la no utilización de la men-te y de las demás facultades, con certeza esos espíritus operarán y engañarán a los propios escogidos de Dios.

¿Por qué los espíritus malignos quieren el cuerpo?

Alguien puede preguntar: ¿por qué los espíritus malignos quieren el cuerpo del ser humano y por qué trabajan con tanta persistencia para obtener acceso a él y poseerlo?

1. Porque en el cuerpo encuentran “reposo” (Mt. 12:43) y, aparentemente, son aliviados de sí mismos de alguna forma que no conocemos con certe-za. Pero aún más que esto,

2. Porque el cuerpo es la manifestación exterior del alma y del espíritu, y si ellos pudieran controlar el exterior, podrán, entonces, controlar al hom-bre interior en el centro del ser, impidiéndole actuar a favor del hombre, aunque no puedan impedir que se comuniquen con Dios.

En el caso del creyente, ellos no destruyen la vida interior, pero pueden apri-sionarla, de forma que el hombre interior, habitado por el Espíritu Santo, sea inca-paz de atacar y destruir el reino y las obras malignas de ellos. Cuando los espíritus malignos poseen el cuerpo y la mente de un creyente, en cualquier grado que sea,

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todo el crecimiento espiritual anterior no tiene prácticamente valor alguno. En la sección espiritual de la Iglesia de Cristo, un gran número de creyentes necesitan luz para la liberación de su hombre exterior. Su crecimiento espiritual es frenado e impedido por el embotamiento de sus facultades, por el enredo de conceptos erróneos y engaños en la mente, o por debilidad y dolencias en el cuerpo. Esas condiciones también impiden el fluir del Espíritu Santo que habita interiormente en su espíritu, de modo que la vida de Jesús no puede ser manifestada por medio de ellos, por la utilización de la mente en la transmisión de la verdad o por el fortale-cimiento y utilización del cuerpo en servicio activo y eficiente.

Por tanto, cuando el hombre exterior es “liberado” de tales influencias, no trae la vida interior a la existencia, sino que le da libertad de acción. Todo esto se puede dar en varios grados diferentes, pues cada creyente tiene un grado diferente de esclavitud. Hay grados diferentes de:

1. Crecimiento espiritual interior;

2. “Mezcla” en la vida entre las obras de Dios que surgen a partir del espíri-tu y las que surgen de los espíritus malignos en el hombre exterior;

3. Pasividad del hombre en el espíritu, en el alma y en el cuerpo, resultando en,

4. “posesión”.

En el momento en que el terreno legal es dado a espíritus malignos, en cualquier grado que sea, las facultades son embotadas por ellos o se tornan pa-sivas por no ser utilizadas. El objetivo de ellos, entonces es substituir a la per-sona por ellos mismos en todas sus acciones y, así, obtener acceso a ella, pa-sando por encima, por así decirlo, de sus facultades, de su voluntad, etc. pasi-vas, hasta entrelazarse en la estructura interior su ser y, de ese modo, controlar y usar a la persona para sus propios propósitos. Por su parte, la persona cree estar recibiendo sustituciones divinas de sí mismo –es decir, que Dios está tra-bajando en lugar de él–y por eso, se está tornando en “poseída por Dios”.

Los creyentes que están en este grado de posesión por espíritus malignos, tienen, entonces, “poder sobrenatural”, y pueden, de una manera sobrenatural, obtener eso de los espíritus que los controlan y hacer, como sus transmisores, muchas obras sobrenaturales o manifestaciones tales como:

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1. Recibir y transmitir “revelaciones” (ver capítulo 6);

2. Poder de profecía;

3. Poder de adivinación (ver capítulo 7);

4. Recibir y entregar impresiones de forma sobrenatural (ver. Capítulo 7);

5. Recibir orientación específica de forma sobrenatural (ver capítulo 6);

6. Predecir eventos;

7. Poder escribir de forma “automática” o de otra forma;

8. Recibir y dar informaciones;

9. Recibir interpretaciones, y

10. Recibir visiones (ver capítulo 6).

Un creyente poseído en este grado puede también recibir poder para:

1. Oír seres espirituales;

2. Concentrarse de modo necesario para oír;

3. Obtener conocimiento de forma sobrenatural;

4. Tener comunicación y comunión de forma sobrenatural;

5. Interpretar, criticar, corregir, juzgar;

6. Obtener sugestiones;

7. Recibir y entregar mensajes;

8. Lidiar con obstáculos de forma sobrenatural;

9. Recibir y dar los significados para actos e imaginaciones;

10. Dar explicaciones sobrenaturales para hechos naturales y explicaciones naturales para hechos sobrenaturales, y

11. Ser conducido y controlado.

Muchas de estas obras manifiestas de espíritus malignos en creyentes por ellos poseídos parecen ser obra del espíritu del hombre, pero él es incapaz de ha-cerlas por su propia naturaleza. Por ejemplo: él puede no tener poder natural de interpretar, criticar, etc.; mientras que los espíritus que lo poseen pueden darle el

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poder para hacerlo, creando así, una falsa personalidad a los ojos de otros, que piensan que él naturalmente tiene este o aquel don y se decepcionan cuando no los usa. Lo que ellos no saben es que él es incapaz de manifestar o usar esos su-puestos dones, a no ser por la voluntad de los espíritus que lo controlan. Además de eso, cuando el creyente engañado descubre que tales manifestaciones son fruto de posesión y se rehúsa a continuar siendo esclavo de espíritus mentirosos de Satanás, tales dones dejan de existir. Es en esa hora que el hombre, libre del engaño, es perseguido por los espíritus vengativos del mal, por medio de la su-gestión a otros de que aquel creyente “perdió el poder” o “retrocedió” en la vida espiritual, cuando, en verdad él está siendo liberado de las obras malignas y crueles de ellos.

Espíritus malignos sustituyendo a Dios

Los ejemplos siguientes muestran como los espíritus engañadores pueden disimularse a sí mismos y a su obra en la vida del creyente por medio de las ideas erróneas sobre verdad espiritual.

1. Sustitución en el habla. El texto usado es “no sois vosotros los que ha-bláis” (Mt. 10:20). Los creyentes piensan que eso significa que su hablar será sustituido por el hablar divino, que Dios hablará a través de ellos. El hombre dice: “Yo no debo hablar; Dios es quien va a hacerlo”, y “entre-ga” su boca a Dios para ser el portavoz de Dios, trayendo pasividad a los labios y órganos vocales, que son abandonados por el uso del poder so-brenatural que él piensa ser Dios.

Resultado: (a) el propio hombre no habla; (b) Dios no habla, pues Él no hace del hombre un robot; (c) los espíritus malignos hablan, ya que la condición de pasividad para ellos actuar fue cumplida. El resultado final es la acción substitutiva de los espíritus malignos que poseen y controlan al creyente, particularmente en la forma de “mensajes” sobrenaturales que cada vez más exigen su obediencia pasiva y, a su debido tiempo, crean una condición “mediúmnica” que él no había previsto.

2. Sustitución en la memoria. El texto usado es “…el Espíritu Santo…os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn. 14:26). Los creyentes piensan

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que eso significa que ellos no necesitan usa la memoria, pues Dios traerá todas las cosas a su mente.

Resultado: (a) el propio hombre no usa la memoria; (b) Dios no la usa, pues él no lo hará sin la colaboración del hombre; (c) los espíritus malig-nos la usan y sustituyen el uso volitivo de la memoria por parte del cre-yente por sus obras malignas.

3. Sustitución de la consciencia: el texto usado es “Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: «Este es el camino…” (Is. 30:21). Los creyentes ven la orientación sobrenatural en la forma de una voz o texto que les da dirección como una forma de orientación superior a la consciencia. El hombre, entonces, piensa que él no necesita razonar o pensar, sino simplemente obedecer. Él sigue esa llamada “orientación superior”, que usa como sustituto para su consciencia.

Resultado: (a) él no usa su consciencia; (b) Dios no habla con él para que él Le obedezca como un robot; (c) los espíritus malignos aprovechan la oportunidad y sustituyen la acción de la consciencia por voces sobrena-turales. El resultado final es la sustitución de la consciencia por orientacio-nes dadas por espíritus malignos en su vida.

A partir de entonces, el hombre no es más influenciado por lo que siente o ve o por lo que otros dicen, y él se cierra a todos los cuestionamientos y no razona más. Esa sustitución de la acción de la consciencia por la orientación sobrenatural explica el deterioro del estándar moral en personas con expe-riencias sobrenaturales, pues ellas, en verdad, sustituyen su consciencia por la orientación de espíritus malignos. Ellos están absolutamente inconscien-tes de que su nivel moral bajó; pero su consciencia fue cauterizada por el hecho de que, deliberadamente, no dio más oídos para oír su voz, y tam-bién por oír las voces de espíritus enseñadores en asuntos que deberían ser decididos por la consciencia, sean ciertos o errados, buenos o malos.

4. Sustitución en la decisión. El texto usado es: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer…” (Flp. 2:13). El creyente entiende que eso significa que él no debe usar su propia voluntad, pues Dios querrá por medio de él.

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Resultado: (a) el propio hombre no ejercita su voluntad; (b) Dios no lo hace tampoco, pues el hombre dejaría de ser un agente libre; (c) los espí-ritus malignos se apoderan de la voluntad pasiva y la mantienen en una condición de parálisis e incapacidad de actuar o, entonces, la hacen domi-nadora y fuerte. La aparente “sustitución divina” de la voluntad del hom-bre por la voluntad de Dios se revela como sustitución satánica y, de ese modo, los emisarios de Satanás obtienen dominio del propio centro de la vida, consecuentemente haciendo del creyente una víctima de la indeci-sión y de la debilidad en términos de voluntad o energizando la voluntad hasta que tenga fuerza de dominio, aún sobre otros, lo que acarrea mu-chos resultados desastrosos.

Espíritus malignos sustituyendo el “ser” del hombre .

De la misma forma, los espíritus malignos no solamente harán todo para susti-tuir a Dios en la vida de un hombre por sus propias obras, teniendo como base la idea errónea del creyente sobre la verdadera forma de actuar en colaboración con Dios, sino que buscarán también sustituir todas las facultades mentales del hombre (la mente, la razón, la memoria, la imaginación, el juicio) por sus obras. Esta es una falsificación del ser por medio de sustitución. La persona piensa que es ella misma todo el tiempo.

Esa sustitución de sí mismos por espíritus por espíritus malignos con base en la entrega pasiva de cualquier parte de la vida, interior o exterior del creyente es la base para el engaño y la posesión profundos entre los más consagrados hijos de Dios. El engaño y la posesión toman una forma enteramente espiritual al prin-cipio, como, por ejemplo, el hombre que tiene un sentido exagerado de su impor-tancia en la Iglesia, de su “ministerio mundial”, pero su posición arrogante de in-fluencia tiene origen en su “llamado divino”, en su estatura anormal de espiritua-lidad y en su “experiencia” definida y casi sin precedentes, que lo hace sentirse muy encima de los demás hombres. Pero una caída tremenda e inevitable le es-pera. Él asciende a su pináculo, empujado por el enemigo, sin ningún tipo de energía para controlar el descenso inevitable que debe seguir cuando sea libre del engaño. El resultado es un choque que sacudirá todo lo que en él puede ser sacudido. Entonces, él experimenta tinieblas terribles y los efectos de los resulta-

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dos reales de la posesión. El efecto de la posesión demoníaca en su más máximo clímax son tinieblas, nada más que tinieblas. Tinieblas en el interior, tinieblas en el exterior; tinieblas intensas; tinieblas sobre el pasado; tinieblas envolviendo el futuro. Tinieblas envolviendo a Dios y todos sus caminos.

En este punto, muchos se hunden bajo el horror de haber cometido el “pe-cado imperdonable” (Mt. 12:31). Algunos, en tanto, descubren que su más amarga experiencia puede ser transformada en luz para la Iglesia en su lucha contra el pecado y contra Satanás, y, como aquellos que ya estuvieron en el campamento del enemigo y oyeron todos sus secretos, se convierten en un te-rror para las fuerzas del mal cuando son libertados y pasan, entonces, a ser asaltados con maldad intensa debido al conocimiento que tienen del enemigo,

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Capítulo 6

Imitaciones de lo Divino

Procurando ejercer control total sobre el creyente, el primer gran esfuerzo de los espíritus malignos es hacer que el hombre acepte sus sugestiones y obras como si fuesen palabras, obras y direcciones de Dios. La artimaña inicial de ellos es imitar una “presencia Divina”, bajo la cual ellos acaban dirigiendo a la víctima al segundo de sus malos designios. La palabra “imitar” aquí significa sustituir lo verdadero por lo falso.

La condición por parte del creyente que da lugar a los espíritus engañadores y que es base para su obra de imitación es la ubicación equivocada de Dios sea (1) en ellos (conscientemente), o (2) a su alrededor (conscientemente). Cuando oran, ellos piensan en Dios u oran a Dios dentro de ellos, o de lo contrario, a Dios a su alrededor, en el local donde están o en el ambiente. Ellos usan la imaginación e intentan percibir la presencia de Dios y desean sentirla en ellos o sobre ellos.

La ubicación de Dios por parte del creyente

Esta ubicación de Dios, en el creyente o a alrededor de él, generalmente ocu-rre en el momento del bautismo en el Espíritu Santo, pues hasta aquella época de cri-sis en su vida, él vivió más por aceptación de hechos declarados en las Escrituras, como entendidos por su inteligencia; pero con el bautismo en el Espíritu, el creyen-te se tornó más consciente de la presencia de Dios por el Espíritu y en el espíritu y, así, comienza a posicionar la persona de Dios como estando dentro de él o a su alrededor, o sobre él. Luego, se vuelve hacia adentro, y comienza a orar a Dios en su interior, lo que, al final de cuentas, realmente termina en oración a los espíritus malignos, si ellos tuvieran éxito en engañar al creyente en su imitación.

La secuencia lógica de la oración al Dios que está “dentro del creyente” puede ser llevada a un extremo absurdo, el cual es: si el alma ora a Dios dentro de sí misma, ¿por qué no orar a Dios en cualquier otro lugar? La limitación de Dios como una persona dentro del creyente y los posibles peligros que surgen a partir de esta concepción errónea de la verdad son obvios.

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Algunos creyentes viven tan ensimismados en términos de comunión, ado-ración y visión que llegan a tornarse espiritualmente introvertidos, con visión limitada y reducida, como resultado de que su capacidad espiritual y sus pode-res mentales se tornan raquíticos y sin poder1. Otros se vuelven víctimas de la “voz interior” y de la actitud introvertida de dar oídos a esa voz, que es el resul-tado final de percibir a Dios como una persona que está dentro del creyente, para que, por fin, la mente esté fija en la condición de introversión sin esbozar cualquier reacción externa.

1 ver apéndice.

En verdad, toda introspección que lleve a una percepción subjetiva de Dios como alguien que habita el interior del ser humano, que habla, con quien se tiene comunión y que orienta, en un sentido material o consciente, está abierto al más grave peligro, pues sobre ese pensamiento y creencia, diligentemente cultivados por los poderes de las tinieblas, los más serios engaños y obras exte-riores de espíritus engañadores ya acontecerán.

El resultado final de la ubicación errónea de Dios

Basados en el principio de la percepción errónea de dónde Dios está –usada por los espíritus malignos como el terreno legal para manifestaciones que vengan a profundizar y apoyar tal creencia–, vinieron los delirios de los creyentes de épocas antiguas (y también recientes), que afirmaban ser “Cristo”. Basado en este mismo principio, vendrán también los grandes engaños y apostasías del final de los tiem-pos predichos por el Señor en Mateo 24:24, sobre los falsos cristos y falsos profe-tas, y el “yo soy el Cristo” de los líderes de creyentes desviados, y otros miles que fueron mandados a manicomios, aunque no son locos en absoluto. La cosecha más rica del diablo proviene de los efectos de sus imitaciones e, inconscientemente, muchos maestros sobrios y fieles de la “santidad” han ayudado al diablo en sus engaños, gracias al uso de un lenguaje que presenta cosas espirituales de forma materialista y es ávidamente aprendida por la mente natural.

Aquellos que posicionan a Dios personal y completamente en ellos mismos hacen de sí, por sus afirmaciones, prácticamente personas “divinas”. Dios no habita, de forma completa, en hombre alguno. Él habita en aquellos que lo reci-ben por medio de Su propio Espíritu comunicado a ellos. “Dios es Espíritu”, y la mente y el cuerpo no pueden tener comunicación con el espíritu. El uso de los sentidos por medio de sentimientos o disfrute físico “consciente” de alguna pre-

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sencia supuestamente espiritual no se constituye en la verdadera comunión de espíritu con Espíritu que el Padre requiere de aquellos que lo adoran (Jn. 4:24).

Dios está en los cielos. Cristo, el Hombre Glorificado, está en los cielos. La localización del Dios que adoramos es de suma importancia.

Si pensamos en nuestro Dios como alguien que está en nosotros y a nues-tro alrededor para nuestra adoración y para nuestro “disfrute”, inconsciente-mente abrimos la puerta a los espíritus malignos que están en el ambiente que nos rodea, en vez de pasarnos, en espíritu por los cielos inferiores2 (He. 4:14; 9:24; 10:19-20) e irnos al trono de Dios, que está en el cielo superior3, “encima de todo principado y potestad, (…) y de todo nombre que se nombre, no sólo en este siglo (o mundo), sino también en el venidero” (Ef. 1:21).

2 Refiriéndose al “primer cielo”, llamado también firmamento (Gn. 1:8), y al “segundo cielo”, llamado “aires”, don-de están los ángeles caídos (Ef. 2:2).

3 Al cual la Biblia llama “tercer cielo”, lugar de la habitación de Dios (cf. 2 Co. 12:2).

La verdadera habitación de Dios

La Palabra de Dios es muy clara en este punto; precisamos apenas ponde-rar en pasajes como Hebreos 1:3; 2:9; 4:14-16; 9:24, y muchos otros, para ver esto. El Dios a Quien adoramos, el Cristo a Quien amamos, está en los cielos, y a la medida que nos acercamos a Él allí, y por la fe en es, es que comprende-mos nuestra unión con Él en espíritu allí, que nosotros también, somos resucita-dos con Él y nos sentamos con Él encima del plano de los cielos inferiores, en el cual los poderes de las tinieblas reinan, y, sentados con Él, podemos entonces ver esos poderes bajo Sus pies (Ef. 1:20-23; 2:6).

Las palabras del Señor registradas en el Evangelio de Juan, capítulos 14, 15 y 16, muestran claramente la verdad respecto de Su habitación en el creyente. El “en Mí” del estar con Él y en Él en Su posición celestial (Jn. 14:20) es el he-cho para la fe y la comprensión del creyente; y el “Yo en vosotros” –hablado a la compañía de discípulos, y por tanto al Cuerpo de Cristo en su conjunto– sigue como el resultado de la vida individual del creyente. La unión con la Persona en la gloria, resulta del fluir de Su Espíritu y Su vida en el creyente aquí en la tierra (ver Flp. 1:19). En otras palabras, lo “subjetivo” es el resultado de lo “objeti-vo”.4 Lo “objetivo” Cristo en el cielo es la base de fe para la afluencia subjetiva de Su vida y poder, por el Espíritu Santo de Dios.

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4 Objetivo es el hecho que tiene existencia en sí mismo, independiente de nuestra relación con él. Un ejemplo de esto es el hecho de que Cristo está en los cielos. Ese es un hecho objetivo, aparte de nosotros e independiente de nosotros. La experiencia subjetiva es, a su vez, nuestra respuesta y experiencia del hecho. Si creemos y experimen-tamos las implicaciones prácticas de estar con Cristo en los cielos, tendremos, por tanto, una experiencia subjetiva.

Cristo como una Persona en el cielo

El Señor dijo “Si permanecéis en Mí (esto es, en la gloria), y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis…” (Jn. 15:7). Cristo permanece en nosotros por Su Espíritu y por medio de Sus palabras, pero Él Mismo, como una persona, está en los cielos, y es solamente cuando permanecemos en Él por allí que Su Espíritu y Su vida, por medio de Su Palabra, pueden ser manifes-tadas en nosotros aquí.

“Permanecer” significa una actitud de confianza y dependencia de la Persona que está en los cielos, pero si la actitud fuera transformada en confianza y depen-dencia de un Cristo que está dentro de nosotros, ella está realmente basándose en una experiencia interior y en un desvío de Cristo en el cielo, lo que, en realidad, bloquea el fluir de Su vida dentro de nosotros y disocia al creyente de la coopera-ción con Cristo por el Espíritu. Por tanto, cualquier manifestación de una “presen-cia” en el interior del creyente no puede ser una manifestación verdadera de Dios si quita el foco del creyente de su actitud correcta en cuanto a Cristo en los cielos.

Existe un verdadero conocimiento de la presencia de Dios, el cual se da en el espíritu por medio de una comunión con Aquel que está dentro del velo; es un conocimiento de unión espiritual y de comunión con Dios que levanta al creyente, por así decirlo, fuera de sí mismo y lo lleva permanecer con Cristo en Dios.

La presencia falsificada de Dios es casi siempre manifestada como amor, al cual el creyente se abre sin dudarlo, pues el amor llena y satisface su ser más profundo; pero el que es engañado no sabe que, en realidad, se abrió a espíri-tus malignos en la necesidad más profunda de su vida interior.

Presencia falsificada de Dios

La manera en que los poderes de las tinieblas falsifican la presencia de Dios para los que ignoran sus artimañas puede ser más o menos como sigue. En al-gún momento, cuando el creyente está deseoso de sentir la presencia de Dios, estando solo o en una reunión, y ciertas condiciones se cumplen, el enemigo sutil se aproxima y, envolviendo los sentidos con un sentimiento calmo y tierno –a veces llenando la sala con una luz o provocando lo que aparenta ser un “so-

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plo de Dios” moviendo el aire–, susurra: “Esta es la presencia real que has an-helado”, o lleva al creyente a inferir que esto lo que él deseaba.

Entonces, con la guardia baja y aceptando la seguridad engañosa de que Satanás está lejos, algunos pensamientos son sugeridos a la mente, acompaña-dos por manifestaciones que parecen ser divinas: una voz dulce habla o viene una “visión” que es inmediatamente recibida como “orientación divina”, dada en la “presencia divina”, por tanto, incuestionablemente venidas de Dios. Si se aceptan como provenientes de Dios, cuando en realidad son provenientes de espíritus malignos, el primer terreno legal está ganado.

El hombre ahora está muy seguro de que es Dios quien está diciéndole que haga esto o aquello. Él se llena de la convicción de que Dios lo favoreció gran-demente y lo escogió para una posición tremenda en Su reino. El amor propio que está escondido en su interior es alimentado y fortalecido de esta forma, y se siente capaz de soportar todo por el poder de esa fuerza secreta. En definitiva, él ¡oyó la voz de Dios! ¡Él fue escogido para recibir una gracia especial! Su apoyo está ahora dentro de sí, sobre su experiencia más que sobre el propio Dios o so-bre la Palabra escrita. Debido a esa confianza secreta de que Dios habló con él de forma especial, tal hombre se torna cerrado a la enseñanza y con una seguridad inflexible con tendencia a la infalibilidad. Él ya no puede escuchar los demás aho-ra, pues ellos no han tenido esta revelación “directa” de parte de Dios como él. Él está en comunión directa, especial y personal don Dios, y cuestionar cualquier dirección dada él es un pecado grave. Debe obedecer, aunque la dirección dada sea contraria a todo buen juicio iluminado y la ordenanza se oponga frontalmente al espíritu de la Palabra de Dios. En resumen, cuando un hombre en esta etapa cree que tiene una orden proveniente de Dios, no va a usar su razón, pues cree que sería “carnal” hacerlo –considera el buen sentido como “falta de fe” y, por tanto, pecado–, y la “consciencia” por el momento, ha dejado de hablar.

Algunas de las sugerencias hechas al creyente por espíritus engañadores en esta etapa pueden ser:

1. “Eres un instrumento especial para Dios”, para alimentar su amor propio;

2. “Estás en un nivel más avanzado que los demás”, para cegarle el alma en cuanto al conocimiento sobrio de sí mismo

3. “Eres diferente a los demás”, para hacerlo creer que necesita un trata-miento especial de parte de Dios;

4. “Debes tomar un camino independiente”, una sugerencia para fomentar un espíritu de independencia;

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5. “Debes renunciar a tu empleo y vivir por fe”, para llevar al creyente a lanzarse bajo dirección falsa, lo que puede acabar en ruina de su casa y, a veces, de la obra de Dios en la cual haya sido contratado.

Todas estas sugerencias son hechas para dar al hombre un falso concepto de su estado espiritual, pues él es llevado a creer que está más avanzado de lo que realmente está, de forma que, puede actuar más allá de su medida de fe y conocimiento (Ro. 12:23) y, consecuentemente, estar más abierto a los enga-ños del adversario seductor.

Sobre la base de la supuesta revelación de Dios, de la manifestación espe-cial de Su presencia y de la consecuente posesión completa del creyente por Dios, los espíritus mentirosos pueden, más tarde, elaborar sus imitaciones.

La presencia falsificada apela a los sentidos

Las imitaciones del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo son reconocibles por las manifestaciones que son dadas a los sentidos, o sea, en el dominio físico, pues la verdadera habitación interior de Dios se da apenas en el santuario del Espí-ritu, y el vaso del alma, o personalidad del creyente, es puramente un vehículo para la expresión de Cristo, que está entronizado en el interior del creyente por Su Espíritu, mientras que el cuerpo, vivificado por el mismo Espíritu, es gobernado por Dios desde las profundidades centrales del espíritu humano, a través del do-minio propio del hombre1, que actúa por medio de su voluntad renovada.

1 Ver esto de forma más detallada en el capítulo 9

La imitación de la presencia de Dios es dada por los espíritus engañadores que están en acción en la esfera física o dentro del cuerpo, sobre los sentidos. Ya vimos cómo inicia esto y cómo la primera base legal es ganada. La experien-cia se profundiza por la repetición de las manifestaciones a los sentidos tan gen-tilmente, que el hombre se va entregando cada vez más a ellas, pensando que eso es verdadera comunión con Dios –pues los creyentes frecuentemente ven la comunión con Dios como algo que apela a los sentidos y no al espíritu–, y aquí comienza a orar a espíritus malignos completamente convencido de que está orando a Dios. El dominio propio todavía no está perdido, pero a medida que el creyente responde o se entrega a esas manifestaciones “conscientes”, él no sa-be que su voluntad está siendo lentamente minada. Finalmente, por medio de tales experiencias sutiles y deliciosas, establece la fe de que el propio Dios está

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conscientemente poseyendo su cuerpo, siendo estimulado por temblores y esca-lofríos llenos de vida o inundando de calor y calidez o, hasta de “agonías” que se asemejan a la comunión con los sufrimientos de Cristo y “dolores de parto” por las almas, o la experiencia de la muerte con Cristo con la sensación de cla-vos siendo introducidos en el cuerpo, etc. A partir de ese punto, los espíritus mentirosos pueden trabajar de la forma que deseen y no hay límite para lo que ellos pueden hacer a un creyente que fue engañado hasta ese punto.

Falsas manifestaciones de obras divinas en el cuerp o

Las falsas manifestaciones de la vida divina siguen ahora rápidamente, los movimientos del cuerpo, estremecimientos agradables, toques, un calor como de fuego en diferentes partes del cuerpo o sensaciones de frío o temblores, to-das aceptadas por el creyente como provenientes de Dios, pero en realidad, demostrando de qué forma completa el espíritu engañador invadió el cuerpo de ese creyente; pues hay una distinción entre las manifestaciones de espíritus ma-lignos “con” y “en” el cuerpo o la mente, ya que, aunque están realmente en el interior, pueden hacer parecer como si estuvieran del lado de afuera, tanto en influencia como en acciones.

Cuando los espíritus malignos están realmente fuera, y deseosos de entrar, ellos trabajan por sugestión repentina, lo que no es el funcionamiento normal de la mente, sino sugestiones que vienen de afuera: “flashes de memoria” nue-vamente, contrarios al funcionamiento normal de la memoria, pues vienen de afuera; toques o espasmos en los nervios, sensaciones de viento soplando y co-rrientes de aire, etc.

Los efectos de la entrada de espíritus malignos en el cuerpo

Cuando los espíritus malignos están dentro de la persona, todo el cuerpo es afectado, a veces con las sensaciones agradables ya citadas, pero otras veces con dolores de cabeza o en el cuerpo sin causa física o bien, actuando de forma tan “natural” que lo sobrenatural no puede ser claramente notado, como acelera-ción del ritmo cardíaco que aparenta se palpitaciones y, otras veces actuando con las causas físicas de modo que, en parte tienen base natural y en parte provienen de fuerzas malignas. La depresión, entonces, se sigue en proporción exacta al gozo anterior; el cansancio y la fatiga, como resultado de la extrema demanda del sistema nervioso debido a las horas de éxtasis o, inclusive, una sensación de agotamiento de las fuerzas sin haber causa evidente; sufrimiento y alegría, calor

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y frío, risa y lágrimas, todos se suceden en rápidos cambios y grados variados –en resumen, las sensibilidades emocionales parecen estar en franca operación.

Los sentidos están en alerta y controlan totalmente a la persona, indepen-dientemente de su voluntad o, entonces, ellos aparentan estar bajo control, pa-ra que la presencia del espíritu maligno pueda ser oculta del creyente, siendo sus obras cuidadosamente medidas para que se adecuen a la víctima que fue tan bien estudiada, pues él sabe que no debe hacer nada más allá de lo pro-gramado, para no levantar sospecha sobre la causa de las anormalidades en las emociones y en las partes sensibles del cuerpo.

Es perfectamente comprensible que, tarde o temprano, la salud de quien es engañado por ese juego en el cuerpo y en la mente será afectada; de ahí el agotamiento que tan frecuentemente sigue a experiencias normales o, enton-ces, un alivio rápido de la tensión por una parada repentina de todos los senti-mientos conscientes y la aparente retirada de la “presencia consciente de Dios” seguida por un completo cambio de táctica por parte de los espíritus engañado-res en el cuerpo, que pueden ahora volverse contra su víctima con terribles acu-saciones y la acusación de haber cometido el “pecado imperdonable”, produ-ciendo una angustia y un sufrimiento tan reales como la alegría celestial que había experimentado antes.

Confesiones compulsivas de pecado

En este punto, los espíritus malignos pueden forzar al hombre a hacer con-fesiones de todo tipo, incluso públicas y dolorosas, lo que él espera que resulte en el retorno a la experiencia anterior de gozo aparentemente perdida –pero es todo en vano–. Esas confesiones, instigadas por espíritus engañadores, pueden ser reconocidas por su carácter “compulsivo”. El hombre es forzado a confesar pecados y, frecuentemente, pecados que ni siquiera existieron, a no ser en las acusaciones del enemigo. Ya que ese cristiano no tiene conocimiento de que espíritus malignos pueden llevar a un hombre a hacer lo que aparenta ser más meritorio, aquello que las escrituras declaran ser la única condición para la ob-tención de perdón, él se sujeta a esa dirección sobre sí, simplemente para obte-ner el alivio. Exactamente aquí está el peligro de las confesiones de pecado du-rante tiempos de avivamiento, cuando algo como una “onda de confesión” se abate sobre una comunidad y las profundidades de vidas pecaminosas son ex-puestas a la vista de todos. Eso, en realidad, permite a los espíritus mentirosos diseminar el propio veneno del infierno en el aire y en la mente de quien oye tales confesiones.

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La verdadera confesión de pecado

La verdadera confesión de pecado debe venir de una convicción profunda y no por compulsión, y debe ser hecha solamente a Dios, si el pecado es conocido solamente por Dios; al hombre personalmente y en particular, cuando el pecado es contra el hombre, y al público solamente cuando el pecado es contra toda la Iglesia. La confesión nunca debe ser hecha bajo el impulso de cualquier emoción compulsoria, sino que debe ser el acto deliberado de la voluntad, escogiendo lo que es cierto y poniendo las cosas en orden de acuerdo con la voluntad de Dios.

El hecho de que el reino de Satanás lucra con confesiones públicas es evi-dente por las artimañas que el enemigo usa para forzar a los hombres a hacer-las. Los espíritus malignos llevan a un hombre a pecar y, luego, lo impelen a confesar públicamente su pecado que ellos mismos forzaron a cometer –en oposición al carácter de ese hombre– con la finalidad de tornar ese pecado un estigma sobre él por el resto de su vida.

Frecuentemente los pecados confesados surgirán en el interior del creyente a partir de la sugerencia, por parte de espíritus malignos, de sentimientos tan conscientemente abominables y repulsivos cuanto eran los anteriores sentimien-tos de pureza y amor celestiales, cuando el hombre que los experimentó declaró que no sabía de “ningún pecado a confesar a Dios” o cualquier “impulso ma-ligno” que fuese, lo que lo lleva a creer en la completa eliminación de todo pe-cado de su ser.

En resumen, las manifestaciones falsas de la presencia divina en el cuerpo, por medio de sentimientos agradables y celestiales pueden ser seguidas por sentimientos falsos de cosas pecaminosas, completamente repugnantes a la bondad y pureza central del creyente que, ahora, es tan fiel a Dios en su odio al pecado cuanto en los días en que se deleitaba en la sensación de pureza dada conscientemente a su cuerpo.

El espíritu engañador que está poseyendo el cuerpo del creyente puede, aho-ra, revelar su malignidad por ataques de aparente dolencia o dolor agudo sin cau-sa física alguna, falsificando o produciendo (1) adelgazamiento patológico, (2) fie-bre, (3) colapso nervioso, y otras enfermedades por la cuales la vida de la víctima puede ser perdida, a menos que las obras de los “homicidas” que están actuando bajo la orden de Satanás sean discernidas y tratadas por medio de la oración con-tra ellos, mientras el cuerpo físico recibe el tratamiento natural que necesita.

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Orientaciones falsas

La orientación falsa es uno de los frutos de la posesión del cuerpo que el en-gañador obtiene a través de la astucia. Muchos creyentes piensan que la “orienta-ción” o “dirección” de Dios es sólo una voz diciendo “Haz esto” o “Haz aquello”, o por un movimiento o impulso compulsorio, sin tener en consideración la acción o la voluntad del hombre. Para eso, ellos señalan la expresión utilizada acerca del Se-ñor “el Espíritu lo impulsó al desierto” (Mc. 1:12), pero eso fue anormal en la vida de Cristo, pues la declaración sugiere el intenso conflicto espiritual en que el Espíri-tu Santo se apartó de su dirección normal. Tenemos otro ejemplo de ese mover intenso en el Espíritu del Señor Jesús en Juan 11:38 cuando “profundamente con-movido” (gr. embrimáomai: ‘estremecerse o conmoverse’ -Vine- y ‘suspirar con disgusto’ –strong-), Él fue a la tumba de Lázaro. En ambos ejemplos, Él avanzaba hacia un conflicto directo con Satanás –en el caso de Lázaro, con Satanás como el príncipe de la muerte. La agonía en Getsemaní era también del mismo tipo.

Pero normalmente el Señor era guiado o conducido en simple comunión con el Padre, decidiendo, actuando, razonando, pensando como Aquel que co-nocía la voluntad de Dios y la ejecutaba de forma inteligente –diciendo esto úl-timo con reverencia. La voz venida del cielo era rara y, como el propio Señor dijo, era por causa de los demás y no por Sí mismo. Él conocía la voluntad del Padre y, con cada una de las facultades de Su ser como hombre, Él la cumplió (ver Jn. 12:30; 5:30; 6:38).

Siendo Cristo un modelo o ejemplo para sus seguidores, demostró en Su vida la dirección y la orientación en su forma verdadera, y los creyentes sólo pueden esperar la cooperación del Espíritu Santo cuando andan en conformidad con el modelo de su ejemplo. Al actuar fuera del Patrón, dejan de tener la obra del Espíri-tu Santo, y se exponen a las obras falsas y engañadoras de los espíritus malignos.

Si el creyente deja de usar la mente, la razón, la voluntad y todas sus otras facultades como persona, y depende de voces o impulsos para la dirección en cada detalle de su vida, será llevado u orientado por espíritus malignos que fin-girán ser Dios.

Falsos impulsos interiores

Al principio, luego del bautismo en el Espíritu, el creyente conoce en gran me-dida la verdadera guía del Espíritu de Dios. Él conoce la verdadera restricción inte-rior para actuar, y la moderación de la acción, como cuándo hablar a otros so-

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bre su alma y cuando levantarse y dar testimonio en una reunión etc.… Pero luego de cierto tiempo, él deja de observar ese mover interior puro del Espíritu, gene-ralmente debido a la ignorancia sobre cómo interpretar las instrucciones del espíri-tu, y comienza a esperar algún otro incentivo o manifestación que lo guíe a la acción. Esa es la hora que los espíritus engañadores estaban esperando. Porque en este punto, el creyente dejó, sin saber, de cooperar con la acción interior del espíritu, de usar su voluntad y de decidir por sí mismo, él ahora está esperando otra indicación sobrenatural del camino a seguir o de la dirección a tomar. Él de-be tener la “orientación” de alguna manera, algún “texto”, alguna “indicación”, alguna “circunstancia providencial”, etc. Esta es la gran oportunidad para que un espíritu engañador gane la fe y la confianza del cristiano y, entonces, alguna pa-labra o palabras le son susurradas suavemente, exactamente de acuerdo con el impulso interior que él tuvo, el cual, sin embargo, fue incapaz de reconocer que provenía de una fuente que no era el Espíritu Santo, el cual actúa por medio del impulso o la restricción interiores profundos en el espíritu. El suave susurro del espíritu engañador es tan delicado y gentil que el creyente lo oye y recibe sin cuestionamiento alguno y comienza a obedecer a este susurro suave, entregán-dose más y más a él, sin siquiera considerar la idea de ejercitar su mente, su jui-cio, su razón o su voluntad.

Los “sentimientos” se encuentran ahora en el cuerpo, pero el creyente no está consciente de que está dejando de actuar a partir de su espíritu y por la acción li-bre y pura de su voluntad y de su mente, las cuales, bajo la iluminación del Espíri-tu, están siempre de acuerdo con el espíritu. Ese es un tiempo de gran peligro si el creyente falla en discernir la fuente de tales sentimientos “que lo impulsan” y se entregan a ellos sin averiguar su origen. Él debería examinar en qué principio basa su decisión, especialmente cuando tiene que ver con sentimientos, para no ser lle-vado por cualquier sentimiento sin ser capaz de decir de dónde viene o si es segu-ro seguirlo. Debe saber que existen sentimientos físicos, sentimientos anímicos y sentimientos en el espíritu, que pueden ser divinos o satánicos en cuanto a su ori-gen. Por tanto, confiar en sentimientos –como sentirse llevado a hacer algo, por ejemplo– es una fuente de gran perturbación en la vida cristiana.

A partir de este punto, los espíritus engañadores pueden ampliar su con-trol, pues el creyente dio inicio a la actitud de oír. Esta actitud puede ser desa-rrollada y agudizada a tal punto, que el creyente esté siempre esperando “una voz interior” o una “voz audible”, que es una imitación exacta de la voz de Dios en el espíritu y, así, el creyente se mueve y actúa como un esclavo pasivo de la dirección sobrenatural.

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Imitación de la voz de Dios

Los espíritus malignos son capaces de imitar la voz de Dios debido a la ignoran-cia por parte de los cristianos de que tales espíritus pueden hacerlo y de la ignoran-cia del principio verdadero de la forma en que Dios se comunica con Sus hijos. El Señor dijo refiriéndose a sus ovejas “y las ovejas… conocen su voz” (Jn. 1:4b), esto es “la manera de hablar a mis ovejas”. Él no dijo que esa voz sería audible o que esa voz daría direcciones que deberían ser obedecidas sin ser analizadas por la inteligen-cia del creyente, sino que, por el contrario, la palabra “conocen” indica el uso de la mente, pues aunque haya conocimiento en el espíritu, el mismo debe alcanzar la inteligencia del hombre para que el espíritu y la mente estén de acuerdo.

La cuestión de si Dios habla hoy en día por Su voz directa de forma audible a los hombres debe ser considerada en este punto. Un estudio cuidadoso de las epístolas de Pablo –que contienen un compendio exhaustivo de la voluntad de Dios para la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, como los libros de Moisés contenían la voluntad y la ley de Dios para Israel– parece dejar eso muy en claro: que Dios habiendo “hablado por el Hijo” (He. 1:2), ya no habla más por Su propia voz directa a Su pueblo. Parece claro también que, desde la venida del Espíritu San-to para guiar a la Iglesia de Cristo a toda la verdad, Él ya no emplea más con frecuencia a los ángeles para guiar o hablar a Sus hijos.

El ministerio de los ángeles

Los ángeles son “enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (He. 1:14), pero no para tomar el lugar de Cristo o del Espíritu Santo. El Apocalipsis parece mostrar que esta ministración de los ángeles a los santos en la tierra es una ministración de guerra en el mundo espiritual contra las fuerzas de Satanás6, pero hay poca indicación dada sobre el ministerio de los án-geles en cualquier otra forma. Luego de la primera venida de Cristo, cuando hubo gran actividad angelical sobre el maravilloso evento del Padre trayendo al Primo-génito de la nueva raza (Ro. 8:29) a la tierra habitada (He. 1:6) y, nuevamente, en la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés a fin de iniciar Su obra de formar un Cuerpo semejante a la Cabeza Resucitada –y durante los primeros años de la Iglesia–, el uso de ángeles en comunicación directa y visible con los creyentes parece haber dado lugar a la obra y ministerio del Espíritu Santo.

Toda la obra de testificar sobre Cristo y conducir a la Iglesia a toda verdad fue delegada al Espíritu Santo. Por tanto, toda intervención de “ángeles” o vo-ces audibles del mundo espiritual, aparentando ser de Dios, pueden ser conside-radas como imitaciones de Satanás, cuyo supremo objetivo es sustituir la obra

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de Dios por las obras de sus propios espíritus perversos. En todo caso, es mejor y más seguro en estos días de peligro, mantenerse en el camino de fe y con-fianza en el Espíritu Santo de Dios, actuando por medio de la Palabra.

6 Ver capítulo 11 para alcanzar plena luz sobre eso.

Cómo discernir el origen de una voz

A fin de discernir cuál es la voz de Dios y cuál es la voz del diablo, necesi-tamos entender que solamente el Espíritu Santo tiene el encargo de comunicar la voluntad de Dios al creyente y Él actúa a partir del interior del espíritu del hombre, iluminándole el entendimiento (Ef. 1:17-18), a fin de llevarlo a la cooperación inteligente con la mente de Dios.

El propósito del Espíritu Santo es, en resumen, la completa renovación del redimido, en el espíritu, en el alma y en el cuerpo. Él, por tanto, dirige toda Su operación a liberar cada facultad y nunca, de forma alguna, procura dirigir al hombre como una máquina pasiva, ni siguiera para el bien. El Espíritu opera en el hombre para que pueda escoger lo bueno y lo fortalece para actuar, pero nunca –ni siquiera para el bien– lo embota o lo vuelve incapaz de una acción libre. De lo contrario, Él estaría anulando el propósito mismo de la redención de Cristo en el Calvario, y el propósito de Su propia venida.

Cuando los creyentes comprenden esos principios, la voz del diablo se torna reconocible:

1. Cuando viene desde afuera del hombre o de su ambiente y no de las pro-fundidades centrales de su espíritu, donde el Espíritu Santo habita;

2. Cuando es imperativa y persistente, exigiendo acción urgente sin tiempo para razonar al respecto o sopesar de forma inteligente el asunto en cuestión.

3. Cuando es confusa y llena de exigencias, de forma que el hombre es im-pedido a pensar, pues el Espíritu Santo desea que el creyente sea inteli-gente, un ser responsable con una elección, y no desea confundirlo ha-ciéndolo incapaz de tomar una decisión.

El hablar de los espíritus malignos puede también ser una imitación del ha-blar interior del propio hombre, como si él mismo estuviese “pensando” y, sin embargo, sin acción concentrada de la mente; por ejemplo: un comentario per-sistente e incesante sucediendo en algún lugar de su interior, independiente de

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su voluntad o de la acción de la mente, acerca de sus propias acciones o las ac-ciones de otros, diciendo cosas como: “Estás equivocado”, “Eres malo”, “Nunca tienes razón”, “Dios te rechazó”, “No puedes hacer eso”, etc.

Cómo discernir el origen de textos hablados de forma sobrenatural

La voz del diablo como un ángel de luz es más difícil de discernir, especial-mente cuando viene con secuencias maravillosas de textos que hacen que ha-cen aparecer como la voz del Espíritu Santo. Las voces exteriores, venidas como de Dios o de ángeles, pueden ser rechazadas; sin embargo el creyente puede ser engañado por “inundaciones de textos”, que él cree que son de Dios.

En este caso, el discernimiento necesita del conocimiento de más hechos, como los que siguen:

1. ¿Se apoya el creyente en estos “textos” a parte del uso de su mente o de la razón? Esto indica pasividad.

2. ¿Son estos textos como una “muleta” para él, la cual (a) afecte su con-fianza en Dios mismo y (b) debilite su poder de decisión y (correcta) au-tosuficiencia?

3. ¿Estos textos lo influencian de las siguientes formas?:

a. ¿Lo hacen sentirse superior y engreído como siendo “especialmente guiado por Dios”? o

b. ¿Lo aplastan y condenan, llevándolo a la desesperación y a la con-denación, en vez de llevarlo a relacionarse con el propio Dios en el curso de su vida, con un conocimiento profundo y creciente de lo co-rrecto y lo incorrecto obtenido de la Palabra escrita de Dios por la luz del Espíritu Santo?

Si estos y otros resultados semejantes son el fruto de los textos dados, el cre-yente debe rechazarlos por ser obra del Engañador o tener, por lo menos, una ac-titud de neutralidad en relación con ellos, hasta que se pruebe cuál es su origen.

La voz del diablo, diferenciable de la voz de Dios, puede también ser conoci-da por su propósito o resultado. Obviamente, si Dios habla directamente con un hombre, aquel hombre debe estar infaliblemente correcto respecto a la materia en cuestión. Por ejemplo: un creyente puede decir que está “siendo guiado” a invitar a otro a una reunión. El invitado tiene que aceptar la invitación o, de lo

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contrario, revelará la mentira de la orientación recibida por el creyente. Si aquel que creía haber sido guiado a hacer aquello todavía se mantiene firme en su po-sición, considerará a aquel que recibió su invitación como engañado o, entonces, deja la cuestión de lado sin consideración, no percibiendo que lo que aconteció muestra que él mismo se engañó o fue engañado por espíritus engañadores.

Cómo los espíritus malignos adaptan su orientación a su víctima

Los espíritus engañadores adaptan cuidadosamente sus sugestiones y orien-taciones a las idiosincrasias del creyente para que no sean descubiertas, o sea, ninguna orientación será sugerida si fuera contraria a cualquier verdad fuerte de Dios firmemente enraizada en la mente o si fuera contraria a cualquier tendencia especial de la mente. Si la mente tuviera una inclinación “práctica”, ninguna orientación que sea visiblemente insensata será dada; si las Escrituras son bien conocidas, nada contrario a ellas será dicho; si el creyente tiene sentimientos fuertes en relación con algún punto, las orientaciones serán armonizadas para adecuarse a aquel punto y, donde fuera posible, serán adaptadas a cualquier orientación verdadera dada anteriormente por Dios, de modo que parezca que son como una continuación de aquella orientación.

Aquí vemos claramente la manera por la cual el enemigo opera. El alma co-mienza en la voluntad de Dios, pero el propósito del espíritu maligno es atraerla a un desvío por medio de la imitación de la orientación de Dios de modo que la lleva a ejecutar su voluntad. La orientación satánica altera los objetivos de la vida y desvía las energías del hombre, disminuyendo su valor de servicio. Para frustrar ese artificio del enemigo, el creyente debe saber que existen dos actitudes distintas en relación a la orientación que tienen serios resultados si su diferencia no fuera comprendida: una es confiar en que Dios va a guiar, y otra es confiar en que Dios está guiando.

La primera significa confianza en el propio Dios y la segunda es una suposición de estar siendo guiado, de la cual los espíritus engañadores pueden aprovecharse. En la primera situación, Dios realmente guía, atendiendo a una confianza definida deposi-tada en Él, y Él guía por medio del espíritu del hombre que continúa cooperando con Su Espíritu, dejando cada una de sus facultades libres para actuar y la voluntad libre para escoger inteligentemente el andar correcto en el camino delante de él.

En la segunda, cuando los espíritus malignos se aprovechan de una suposi-ción de que Dios está guiando, independientemente de la momentánea atenta cooperación con el Espíritu Santo, una leve compulsión puede ser notada, cre-ciendo lentamente en fuerza, hasta que el creyente diga “fui forzado a hacer así y así”, y “tuve miedo de resistir” –la compulsión siendo tomada como una evi-

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dencia de la orientación de Dios en vez de ser reconocida como contraria al principio por el cual Dios se relaciona con Sus hijos.

El creyente engañado: un esclavo de espíritus malig nos

Si el creyente se entrega y cree que un poder sobrenatural es de Dios, el resultado es que él se torna esclavo de ese poder que destruye toda su libertad de escoger y de juicio. Él comienza a temer actuar por sí mismo, temiendo no obedecer fielmente a lo que cree ser la voluntad de Dios. Él comienza a pedir permiso para hacer hasta las tareas más obviamente simples de la vida diaria y teme dar cualquier paso sin ese permiso. Tan pronto como los espíritus engañadores han obtenido un control total –y el creyente estuviera actuando de forma tan automática en su pasividad que sea inca-paz de percibir su real situación–, no precisarán actuar más de modo tan cubierto. Ellos insidiosamente comienzan a dirigir al cristiano a las cosas más absurdas o tontas, actuando cuidadosamente dentro de la esfera de acción de su obediencia pasiva a la voluntad de ellos, a fin de evitar el peligro de despertar sus poderes de razonamiento. Como cuestión de “obediencia” y no de cualquier convicción o principio verdadero, él es llevado a dejarse crecer el cabello, de forma de ser como Sansón, un nazareo, y a salir sin su gorro, para probar su disposición en obedecer hasta en las más mínimas cosas; él debe usar ropas deslucidas o descoloridas como una “prueba” de “ausencia de orgullo” o de “crucifixión del ego” como marca de obediencia implícita a Dios.

Esas cosas pueden parecer nimiedades para otros, que usan sus poderes de razonamiento, pero tienen gran importancia en el objetivo de los espíritus engañadores, que por esas direcciones, pretenden hacer del creyente un mé-dium pasivo, sin pensamiento o raciocinio, fácilmente influenciable por la volun-tad de ellos; que, por la obediencia hasta en cosas triviales, permita que el con-trol de los espíritus engañadores sea cada vez mayor sobre él.

Cuando estas acciones tontas y absurdas son públicamente visibles, los espí-ritus de engaño saben que consiguieron destruir el testimonio del hombre enga-ñado a los ojos de las personas sobrias, pero hay una gran cantidad de creyentes fervoroso, conocidos en la Iglesia en general, que no son llevados a tales “extre-mos” de acción exterior; pero que son igualmente engañados de forma errada o esclavizados por mandamientos “sobrenaturales” sobre cuestiones de alimenta-ción, vestido, manera de actuar, etc., que ellos piensan haber recibido de Dios. El espíritu de juicio de otros y la autoestima secreta por su consagración a Dios que acompaña a su obediencia, revelan las obras sutiles del enemigo.

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El creyente usado como una tabla Ouija 7 por los espíritus malignos

Cuanto más el creyente cree que es Dios quien lo está dirigiendo, tanto más los espíritus engañadores estarán a salvo de la exposición y podrán conducirlo a más engaños. Cuando el hombre alcanza un alto grado de engaño satánico y de posesión, él se ve incapaz de actuar, a menos que los espíritus que están en con-trol se lo permitan, por lo que ya ni siquiera pide “permiso” para hacer esto o aquello. En algunos casos incluso establecen una forma de comunicación con el hombre actuando en su propio cuerpo. Si este creyente desea saber si debe ir a un lugar o a otro, se vuelve a su interior para obtener orientación de la voz dentro de sí –supuestamente la voz de Dios–, y la respuesta “Sí”, por ejemplo, puede ser un

7 Pequeña tabla que contiene números y letras, usada por los espiritistas para contactar con personas fallecidas durante las sesiones. Los participantes se sientan a la mesa alrededor de la tabla Ouija y colocan las manos en la “flecha”, movida alrededor de la tabla hacia varias letras, por medio del espíritu que se encuentra presente en la sesión. El mensaje resultante de la unión de las letras es la comunicación deseada por el mundo sobrenatural de los espíritus. (MATHER, George A. y NICHOLS. Larry A., Diccionario de Religiones, creencias y Ocultismo, Edi-torial Vida, 1ª edición. 2000).

movimiento de la cabeza, hecho por el espíritu que lo posee, y el “No” puede ser la ausencia de cualquier movimiento. Los espíritus malignos usan el cuerpo de la misma forma en que lo hacen cuando responden a aquellos que los consultan por una tabla Ouija, mostrando su completo control sobre los nervios del cuerpo y de todo el ser, llevando a la víctima a creer que cada movimiento sobrenatural en su cuerpo tiene significado, pues puede haber sido dado por Dios que ahora la posee.

La posesión por espíritus engañadores en esta etapa es tan grande que nin-gún argumento, razonamiento o consideraciones externas de ningún tipo in-fluencian las acciones del creyente así engañado ni lo llevan a desobedecer la orientación o el permiso de la voz interior, que él piadosamente cree ser de Dios. En verdad, si él intentaría ir contra esa voz en las mínimas cosas, el senti-miento de condenación y de sufrimiento es tan grande que él queda aterrorizado de solo pensar en cualquier tipo de “desobediencia”, y preferiría ser condenado y juzgado de forma errada por todo el mundo que ir contra la “voz”. Su gran te-mor es “desobedecer al Espíritu Santo”, y los espíritus malignos que lo están en-gañando se aprovechan de cada oportunidad para profundizar ese miedo, a fin de poder mantener su control sobre el creyente.

Ya que obedece en cada detalle la voz del espíritu que lo controla, el cre-yente ahora depende cada vez más del auxilio sobrenatural, pues en el momen-

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to en que hace algo fuera de la orientación recibida, él es acusado, aparente-mente por el Espíritu Santo, de actuar separado de Dios.

Es en esta etapa que todas las facultades caen en una pasividad que se profundiza cada vez más, a medida que el hombre se entrega enteramente a la voz “guía” y a la confianza en el hablar divino mantiene el cerebro en completa inactividad.

En este punto, las manifestaciones falsificadas de dones milagrosos, profe-cía, lenguas, sanidades, visiones y experiencias sobrenaturales de todo tipo posi-ble por parte de las fuerzas satánicas pueden ser dadas al creyente, con abun-dantes textos y pruebas para confirmar su origen divino. Él experimenta una lige-reza en cuerpo que lo hace sentir como si estuviese siendo sostenido por manos invisibles; es elevado de su cama, en lo que los espiritistas conocen como levita-ción; él consigue cantar o hablar y hacer lo que nunca fue capaz de hacer antes. El contacto constante con poderes espirituales da al hombre una apariencia “mís-tica”, pero todos los trazos de fuerza, que vienen de conflictos interiores de do-minio propio, desaparecen de su rostro, pues la vida de los sentidos está siendo alimentada y satisfecha de forma espiritual a la vez que por hábitos carnales, aunque estos, como el tabaquismo, etc. estén por un tiempo inactivos.

La personificación falsificada de otras personas

Pero las imitaciones de Dios y de las cosas divinas no son las únicas imitaciones que el ángel de luz tiene a su disposición. Hay también falsificaciones de lo humano y de las cosas humanas, tales como la personificación de otras personas incluso, el propio creyente. Los demás son “representados” en una idea o imagen visual como diferentes de lo que realmente son: celosos o enojados, críticos o crueles. El ego de alguien es representado, en “otro” de forma ampliada, donde existe realmente la manifestación opuesta de generosidad y amor. Motivaciones erradas parecen gober-nar a los demás, lo que en verdad no existe; las acciones simples son como desvir-tuadas y las palabras, torcidas para significar o sugerir lo que no estaba en la mente de quien las habló, y, a veces parecen confirmar el supuesto pecado de los demás.

Personas del sexo opuesto pueden ser personificadas para un creyente en tiempos de oración o de ocio, tanto en una forma repulsiva como bella, con el objetivo de despertar diversos elementos latentes en el cuerpo humano, cuya existencia era desconocida por el creyente inocente, a veces la razón presenta-da para la personificación es que ella es “para la oración” o “compañerismo” o “comunión espiritual” en las cosas de Dios.

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Cuando la base de acción que los espíritus mentirosos tienen, está en el cuerpo, la representación falsa de otras personas que ellos hacen, puede darse en el campo de las pasiones o afecciones, procurando despertar y alimentar es-tos sentimientos en la persona poseída. Las expresiones faciales, la voz, la pre-sencia de ellos parecen haber sido afectadas de la misma forma. Esto es acom-pañado por un falso amor o atracción hacia el otro, juntamente con un deseo doloroso por estar en su compañía, que casi domina a la víctima.

Ese asunto (sujeto) de amor y su surgimiento doloroso y la comunicación o imitación por espíritus malignos afecta a multitudes de creyentes de todas clases. Muchos son llevados a sufrir terribles agonías en su deseo ardiente por amor, sin que una persona específica esté envuelta; otros son tan trabajados en sus pensa-mientos que ni siquiera pueden oír la palabra “amor” sin que haya manifestaciones embarazosas de rubor, todo eso obra de espíritus malignos dentro del cuerpo, y ninguna de tales manifestaciones está bajo el control de la voluntad del creyente.

La imitación del propio hombre

En la imitación del propio creyente, el espíritu maligno le da puntos de vista o representaciones exageradas, casi visiones, de su propia personalidad. Así, él tiene “dones maravillosos” y está, por tanto, totalmente “hinchado”; él es “miserablemen-te incapaz” y, entonces, entra en desesperación; él es “increíblemente inteligente” y, así, se propone a hacer lo que no tiene condiciones para realizar; él está “desampa-rado”, “desanimado”, “demasiado adelantado” o “muy atrasado” –en resumen, un sinnúmero de imágenes de sí mismo o de otros es presentado a la mente del hom-bre cuando el espíritu mentiroso obtiene una base en su imaginación.

8 El hombre interior se refiere al espíritu regenerado del hombre, donde mora el Espíritu de Dios. El carácter del hombre interior es fruto del espíritu enumerado en Gálatas 5:22-23. Tal fruto es el verdadero carácter cristiano. Cuando la persona anda en el espíritu, se evidencia por este carácter, que es la verdadera personalidad del creyente. (N. del T.).

La identidad del espíritu engañador en la individualidad del creyente se da de forma tan sutil que otros ven lo que puede ser descrito como una “falsa per-sonalidad”. A veces, la persona parece estar “llena de sí”, cuando en realidad, el hombre interior8 es profundamente abnegado, o “llena de orgullo” cuando el hombre interior es sinceramente humilde. De hecho, toda apariencia la externa del hombre en maneras, voz, acciones y palabras es generalmente contrario de su verdadero carácter, y él está pensando por qué los demás lo entienden mal, lo juzgan mal y lo critican. Algunos creyentes, por otro lado, no están conscien-

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tes de la manifestación de este falso ego y continúan felizmente satisfechos con lo que ellos mismos saben de sus propios motivos internos y de la vida del cora-zón, sin saber de la manifestación totalmente contraria que los otros observa, en una mezcla de compasión y condenación.

La falsa personalidad causada por espíritus malignos en posesión puede también darse en forma bella, a fin de atraer o desviar a otros de varias mane-ras, todas sin que la persona o la víctima sepan. Esto se describe a veces como “fascinación9 inexplicable”, pero si fuera reconocida y rechazada como obra de espíritus malignos, esa “fascinación” simplemente acabaría. Todo esto se da de forma tan independiente de la voluntad de las personas envueltas, que la obra de espíritus malignos puede ser claramente reconocida, especialmente cuando el supuesta “fascinación” se da luego de experiencias sobrenaturales; el resulta-do es la posesión debido a la aceptación de lo que es falso.

9 La autora utiliza el término inglés infatuation que, literalmente se traduce ‘enamoramiento’, ‘encaprichamiento’ y ‘apasio-namiento’. Sin embargo, ninguno de ellos describe el sentido correcto cuya traducción sería ‘infatuación’. Este término signi-fica “estado caracterizado por el dejarse llevar por una pasión irracional, tratándose de un amor adictivo” (Wikcionario. Dis-ponible online en http://es.wiktionary.org/wiki/infatuación), por tal motivo, lo tradujimos ‘fascinación’ ya que es un término que tiene un significado similar, aunque es más conocido.

Imitación del pecado

Los espíritus malignos pueden también imitar el pecado por medio de alguna aparente manifestación de la naturaleza pecaminosa, y los creyentes maduros deben discernir si tal manifestación es realmente el pecado de la vieja naturaleza o si es una manifestación de espíritus malignos. El objetivo en este caso es con-seguir que el creyente acepte lo que viene de ellos como si viniese de sí mismo, pues cualquier cosa proveniente de espíritus malignos que fuera aceptado les da acceso y poder. Cuando un creyente conoce la cruz y su posición de muerte al pecado y, por medio de su voluntad y en la práctica, rechaza firmemente todo pecado conocido y, aun así, una manifestación de pecado acontece, él debe in-mediatamente tomar una posición de neutralidad en relación a ella hasta que se-pa la fuente, pues si considera esta manifestación como su propio pecado cuan-do, en realidad no lo es, acaba creyendo una mentira como cualquier otra; y si él confiesa como pecado lo que, de hecho, no provino de él mismo, trae sobre sí el poder del enemigo que lo conducirá al propio pecado que él acabó de confesar como suyo. Muchos creyentes son oprimidos de esta forma por supuestos “peca-

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dos asediantes” que creen ser suyos, los cuales, sin embargo, ninguna “confesión a Dios” remueve, pero de los cuales serían libertados si atribuyesen tales pecados a su verdadero origen. No hay peligro de minimizar el pecado al reconocer estos hechos, pues en ambos casos el creyente desea liberarse de un pecado o de pe-cados, de otro modo no se incomodaría con ellos.

Auto condenación falsificada

Nuevamente, el creyente está tan agudamente consciente de un ego al cual odia y desprecia, que nunca se libera completamente de la sombra de auto-condenación, auto-acusación o auto-desesperación; que ninguna apropiación de la identificación con Cristo en Su muerte, hace desaparecer; o bien existe una autoconfianza que continuamente lleva al hombre a entrar en situaciones de las cuales él tiene que salir avergonzado y decepcionado. Una falsa personalidad envuelve al verdadero hombre interior, lo que pocos se imaginan ser posible, lo cual, sin embargo, es una triste realidad entre multitudes de hijos de Dios.

Viendo su alma asediada por esas constantes presentaciones mentales de su propia personalidad, el cristiano piensa que es producto de su “gran imagina-ción”, o incluso que alguna de estas cosas son “visiones de Dios” y que él es fa-vorecido por Dios, especialmente en el caso de que la visión sea de “grandes planes para Dios” o amplias visiones de lo que Dios va a hacer, ¡siempre con el creyente como centro e instrumento especial de ese servicio!

Muchos de los planes para movimientos, que llegan hasta a ser publicados, en relación con avivamientos son de este tipo; planes dados por “revelación”, que resultaron en ganancia apenas para los pocos que están presos a ellos y ninguno más. De este tipo fue el resultado del Avivamiento en que los hombres dejaron de lado su vocación normal y siguieron una revelación del tipo “fuego fatuo” de “lanzarse osadamente en Dios”, con planes de alcance mundial concebidos y disi-pados en pocos meses. Creyentes así engañados se vuelven ultra devotos, con exceso de celo que los ciega en cuanto a todas las cosas que no sean el mundo sobrenatural y les roba el poder de atender sabiamente a otras necesidades de su vida. Todo esto proviene del acceso de un espíritu maligno a la mente y a la imaginación, por medio del engaño de la imitación de la presencia de Dios.

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Imitaciones del propio Satanás

A veces, imitaciones del propio Satanás también sirven a sus propósitos, cuando él desea aterrorizar a un hombre a fin de impedirlo de actuar u orar de forma contraria a los intereses de él, el maligno. Hay ocasiones en que Satanás parece luchar contra sí mismo, solamente para financiar acciones más profundas, a fin de obtener más plena posesión de una víctima o alguna ventaja mayor que él sabe cómo conseguir. Tener miedo del diablo puede siempre ser considerado como algo proveniente del diablo, con el objetivo de ejecutar sus planes de im-pedir la obra de Dios. De esa naturaleza puede ser también la actitud de evitar, lleno de temor, oír hablar de él y de Sus obras, así como el embotamiento pasivo de la mente respecto a toda verdad de las Escrituras con relación a las fuerzas del mal. De la misma forma, el miedo causado por la referencia al nombre del diablo, que es causado en los creyentes a fin de asustarlos e impedir que conoz-can los hechos sobre él, mientras que otros que desean la verdad pueden recibir impresiones exageradas de la presencia de él y de “nubes de conflictos”, “barre-ras”, “tinieblas”, etc., hasta que pierden de vista la claridad de la luz de Dios.

La obra del engañador es manifiesta especialmente en sus esfuerzos para hacer que los hijos de Dios crean que él no existe y que es necesario oír y cono-cer solamente sobre Dios, como si fuese una protección contra cualquier forma de poder del enemigo. Por otro lado, un creyente engañado puede ser engaña-do más profundamente hasta que no vea más cosa alguna que las imitaciones de Satanás en todo lugar.

Visiones y manifestaciones sobrenaturales son una fuente fructífera de lucro para los espíritus engañadores, pues ellos ganan una base fuerte en algún lugar de la mente o del cuerpo cuando tales visiones acontecen, especialmente cuando confía en tales experiencias y las cita más de lo que confía en la Palabra de Dios y la cita, pues el objetivo del espíritu maligno es derribar la Palabra de Dios del lugar de roca firme en la vida del creyente. Es verdad que ellos hacen referencia y citan las Escrituras, pero generalmente sólo lo hacen como garantía para las experiencias y fortalecer la fe –no en Dios, sino en las manifestaciones aparen-temente suyas–. Este intercambio secreto de la fe en la Palabra de Dios por la fe en las manifestaciones de Dios, como si fuesen más confiables, es un engaño

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muy sutil y eficiente del maligno y es fácilmente reconocido en un creyente que haya sido engañado de esa forma.

Imitaciones de visiones

Cuando los espíritus malignos son capaces de dar visiones a un hombre, es evidencia clara de que ellos ya obtuvieron en terreno legal en él, sea cristiano o no. El terreno legal puede no ser, necesariamente, algún pecado conocido, sino algún tipo de pasividad, de inactividad de la mente, de la imaginación y de otras facultades. Esta condición esencial de inactividad pasiva como medio para obte-ner manifestaciones sobrenaturales es bien comprendida por médiums espiritis-tas, clarividentes, personas que usan bola de cristal y otros, que saben que la menor actividad mental rompe inmediatamente el estado de clarividencia.

Los creyentes que no conocen tales principios esenciales puede, sin querer, cumplir las condiciones para que los espíritus malignos operen en su vida e, ig-norantemente, inducen el estado pasivo por acoger conceptos erróneos de las verdaderas cosas de Dios. Por ejemplo, estos creyentes pueden:

1. En tiempos de oración, hundirse en un estado de pasividad mental en el que piensan estar esperando en Dios;

2. Deliberadamente desear la interrupción de toda actividad mental, a fin de obtener alguna manifestación sobrenatural que creen ser de Dios;

3. Practicar, en la vida diaria, una actitud pasiva que piensan ser la sumi-sión a la voluntad de Dios;

4. Entregarse a un estado de negación del yo en que tienen más anhelos, deseos, necesidades, esperanzas y planes, lo que, para ellos representa una total entrega a Dios, con su voluntad depositada en Dios.

Los creyentes pueden desarrollar condiciones mediúm nicas sin saberlo

En resumen, los creyentes pueden desarrollar condiciones mediúmnicas sin saber, y los espíritus malignos aprovechan esa oportunidad para actuar. Ellos to-man todo el cuidado para no asustar al creyente con cosa alguna que le puede

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abrir los ojos, pero están atentos para echar mano de cualquier cosa que él acep-te sin cuestionamiento. Ellos pueden personificar al Señor Jesús de la forma que más atraiga a la persona; por ejemplo, como el Novio para algunas, o sentado en el trono para otros, o, inclusive, viniendo en gran gloria. Ellos pueden personificar también a los muertos para aquellos que sufren la pérdida de sus seres queridos, y ya que los observaron durante su vida y saben todo sobre ellos, darán “prue-bas” incontestables para confirmar a los engañados en el engaño.

Las visiones pueden venir de tres fuentes: la divina, de Dios; la humana, ta-les como alucinaciones e ilusiones por causa de dolencia, y la satánica; siendo las dos últimas, falsas. La visiones dadas por espíritus malignos describen también cualquier cosa sobrenatural presentada a la mente o a la imaginación o vistas por ellas, siempre de adentro hacia afuera, tales como cuadros terribles del futuro, textos presentados como si fuesen anuncios luminosos, visiones de “movimien-tos” con alcance mundial, todo imitando las visiones verdaderas del Espíritu San-to dada a los “ojos del entendimiento” o la actitud saludable y normal de usar la imaginación. La Iglesia es transformada, así, en un gran caldero de división por medio de creyentes que confían en “textos” para orientar sus decisiones, en lugar de confiar en el principio de verdad y error establecido en la Palabra de Dios.

Cómo detectar si las visiones son de Dios o de Sata nás

Aparte de las visiones que pueden surgir venidas de dolencias, discernir si las visiones son divinas o satánicas dependerá grandemente del conocimiento de la Palabra de Dios y de los principios fundamentales de la obra de Él en Sus hijos. Podemos resumir esos principios de la siguiente forma:

1. Ninguna visión sobrenatural en cualquier forma puede ser tomada como siendo de Dios si requiere una condición de inactividad mental o viene cuando el creyente está en tal condición.

2. Toda visión de esclarecimiento o iluminación del Espíritu Santo es dada cuando la mente está en pleno funcionamiento y todas las facultades es-tán despiertas para comprenderla –es la condición opuesta a la requerida para las obras de los espíritus malignos.

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3. Todo lo de Dios está en armonía con las leyes de operación de Dios des-critas en las Escrituras; por ejemplo, “movimientos de alcance mundial” por los cuales multitudes serán ganadas no están de acuerdo con las le-yes de crecimiento de la Iglesia de Cristo mostradas en la parábola del grano de trigo (Jn. 12:24), en la ley de la cruz de Cristo (Is. 53:10), en la experiencia por la cual Cristo pasó, en la experiencia de Pablo (1Co. 4:9-13), en la “manada pequeña” de Lucas 12:32 y en el fin de la dispensa-ción profetizado en 1 Timoteo 4:1-3; 6:20.

Muchos creyentes ya abandonaron su camino de “multiplicación al grano de trigo”, llevados por una visión, dada por Satanás, de cosecha mundial de almas, pues el odio maligno y el antagonismo incesante de Satanás son dirigidos contra la verdadera simiente de Jesucristo, que, en unión con Él, aplastará la cabeza de la serpiente. Retrasar el nacimiento (Jn. 3:3-5) y el crecimiento de la “Simiente San-ta” (Is. 6:13b) es el propósito del diablo. Con este fin, fomentará cualquier obra su-perficial de gran alcance, sabiendo que este tipo de obra no toca su reino ni acele-ra el nacimiento completo para la vida del Trono de la simiente vencedora de Cristo.

El camino seguro para los creyentes en el tiempo del fin es la fe arraigada en la Palabra escrita como la espada del Espíritu, para abrir caminos por entre todas las interferencias y tácticas de los poderes de las tinieblas hasta el fin.

Imitación de sueños

Todos los sueños también, de la misma forma que las visiones, pueden ser clasificados, en cuanto a su origen en tres categorías: (1) divinos, (2) humanos o (3) satánicos, debiendo cada una ser discernida, primero, de acuerdo con la condición de la persona y, luego con los principios que distinguen la obra de Dios de la obra de Satanás.

Si la persona estuviera bajo cualquier grado de posesión, no se puede decir con certeza si los sueños que tiene de noche son de causa natural o son “comu-nicaciones divinas”, pero, normalmente, son presentaciones nocturnas del mis-mo tipo que las visiones traídas a la mente durante el día, o bien, imitaciones hechas por espíritus malignos que causan ambas.

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La pasividad del cerebro es condición esencial para que espíritus malignos presenten cosas a la mente. Por la noche, el cerebro está pasivo y, si bien la actividad de la mente durante el día les impide actuar, durante la noche ellos tienen oportunidad debido a la pasividad más pronunciada durante el sueño.

Los creyentes que están luchando contra la posesión y por retomar el uso normal de sus facultades mentales pueden “rechazar” esas presentaciones noc-turnas por espíritus malignos de forma tan definitiva como rechazan sus obras durante el día, hasta que, a su debido tiempo, ellas cesen por completo.

Los sueños que provienen de la condición normal de la persona y son atri-buibles a causas puramente físicas pueden ser reconocidos como naturales (1) cuando no hay posesión y (2) cuando esas causas físicas realmente existen y no son usadas por espíritus malignos como disfraz para esconder sus obras.

Más allá de la condición de la persona, el principio que distingue lo que es divino de lo que es satánico en relación a sueños es, en el primer caso, su im-portancia o valor excepcional (Gn. 37:5-7; Mt. 1:20; 2:12) y, en el último, el misterio, la absurdidad, el vacío, la locura de ellos, etc., así como los efectos que causan en la persona. En los sueños de origen divino, el receptor queda normal, calmo, tranquilo, razonable y con una mente abierta y clara. En los de origen satánico, la persona queda orgullosa o aturdida, confusa y sin raciocinio.

Las presentaciones nocturnas de los espíritus malignos son frecuentemente la causa de que la mente esté “embotada” y el espíritu pesado por la mañana. El sueño no trajo descanso por causa del poder de los espíritus malignos, a tra-vés de la pasividad de la mente durante el sueño, para influir en la totalidad del ser. El sueño normal renueva y vigoriza las facultades y todo el ser. El insomnio es, en gran parte, obra de espíritus malignos adaptando sus obras a la condi-ción sobreexcitada de la persona a fin de esconder y disfrazar sus ataques.

Los creyentes que están abiertos al mundo sobrenatural deben guardar es-pecialmente sus noches con oración y rechazo definitivo de las primeras señales de obras de espíritus malignos en esa línea de acción.

Cuántos dicen: “¡El Señor me despertó!” y colocan su confianza en las reve-laciones dadas durante un estado de inconsciencia cuando la mente y la volun-

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tad son sólo parcialmente alertas para discernir las “guías” o “revelaciones” da-das a ellos. Si tales creyentes observan los resultados de su obediencia a esas revelaciones nocturnas, descubrirán muchos trazos de la obra de engaño del enemigo. Descubrirán también cómo su fe está, con frecuencia, basada en una linda experiencia dada en las primeras horas de la mañana o, al contrario, como ella es sacudida por acusaciones, sugestiones, ataques y conflictos claramente dados por el maligno, en vez de confiar inteligentemente en el propio Dios, en Su carácter inmutable de fidelidad y amor para aquellos que son Suyos.

Todas las obras del enemigo a la noche pueden cesar cuando reconocemos que provienen de él y definitivamente rechazamos cada una de ellas en el nom-bre del Señor, cancelando todo terreno legal dado, aun sin saber, a tales obras en el pasado.

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Capítulo 7

El Terreno y los Síntomas de Posesión

En la columna 2 del resumen adjunto, las diversas formas en que se da terreno para el engaño y la posesión de los espíritus malignos se resumen brevemente. Es posible la comunicación con el creyente sin haber terreno cedido, pero los espíri-tus malignos no pueden interferir en las facultades del cere bro o del cuerpo, sin haber obtenido suficiente terreno para lograr l a posesión . Satanás tenía po-der para comunicarse con Cristo en el desierto, pues el diablo hablaba y Cristo res-pondía; sin embargo, el Señor mismo dijo más tarde (Jn. 14:30) que, aunque el príncipe de este mundo venía a Él, no halló nada en Él para trabajar.

El diablo también se comunicaba con Eva en un estado de inocencia. Por lo tanto, no es prueba de terreno ni de pecado en la mente o en la vida, que Sa-tanás sea capaz de comunicarse con los creyentes. Pero hay un cierto tipo de “comunicación” que no se puede realizar sin haber terreno cedido.

También hay diferencia entre “comunicación” y “comunión”: la comunicación es con la mente, cuando los espíritus malignos sugieren pensamientos; pero la “comunión” es a través de los sentidos, los cuales responden a los “sentimientos” dados por ellos. Las deliciosas, arrulladoras o exquisitas sensaciones del cuerpo provenientes de causas espirituales, pueden siempre atribuirse a espíritus enga-ñadores, porque ellos alimentan lo sensual, y nada de lo que viene de Dios en pureza hace esto. Ninguna de Sus manifestaciones en ningún grado ministra au-to-indulgencia, auto-satisfacción, condiciones sensuales de la mente o del cuerpo en Sus redimidos. Todo lo contrario. Las manifestaciones de dios en el hombre se dirigen a la eliminación de todo lo que alimenta los sentidos, y a fortalecer el es-píritu, el alma y el cuerpo para las actividades más fervientes de la vida.

La saciedad de los sentidos que provocan los espíritus malignos, sin embargo, tarde o temprano cambia su manifestación, y el verdadero carácter de su origen se levanta revelado, cuando sentimientos irritables y desagradables reemplazan a las suaves influencias que el creyente tenía hasta el momento, al horror de quien se había deleitado con las “olas” exquisitas de paz, –las cuales creía venidas de Dios– y que ahora es convencido de que ha perdido la presencia y el poder de Dios.

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Donde lo desagradable tiene lugar hoy, pudo haber sido el mismo donde se produ-jo una manifestación agradable en el pasado.

Terreno dado a los espíritus malignos en la mente

En la lista de las maneras en que se da terreno legal a los espíritus malignos, la primera es por medio de sugerencias o pensamientos ingresados a la mente. Los pensamientos manifiestamente de Satanás deben ser rechazados por el cre-yente, a medida que toma conciencia de ellos. Pero miles de “pensamientos” vie-nen a la mente sin ninguna intervención de la voluntad de la persona, ya que po-cos entienden cómo controlar su mente y cómo “llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Co. 10:5). Uno de los síntomas de posesión demonía-ca es la incapacidad absoluta –incluso luego de decidirlo voluntariamente–, de cambiar el curso del pensamiento, o el sujeto de pensamiento, pues la mente pa-rece rígida y laboriosa en su acción. El hombre no logra que un pensamiento es-pecífico se vaya de su mente, incluso luego de que él lo desee.

La principal facultad abierta al acceso de los espíritus engañadores es la men-te. Sobre todo antes de que el creyente capte la necesidad de una “mente renova-da” (Ef. 4:23), y se dé cuenta de que su mente puede ser abierta a los espíritus malignos y utilizada por ellos, a pesar de la operación divina en el santuario más íntimo de su ser. También antes de darse cuenta de que lo que ha admitido como terreno para los espíritus malignos en su vida pasada, para todos los “pensamien-tos” insertados por el dios de este siglo cegando la mente (2 Co. 4:4; Ef. 2:2), constituye el material para sus trabajos posteriores, tales como: “pensamientos” presentados inconscientemente, tal vez hace años; concepciones mentales admiti-das sin examen; ideas flotantes que han derivado en terrenos en la mente, que el creyente no sabe de dónde; una frase en un papel, una palabra que llegó a su oí-do; restos y desechos del mundo mental, dejando impensables efectos sobre él, coloreando Escrituras y colocando la mente casi a merced de cualquier sugerencia de los espíritus malignos en ciertas condiciones, más adelante.

Cómo detectar la interferencia de los espíritus mal ignos con la mente

Para detectar la operación de los espíritus malignos sobre la mente, el creyen-te debe notar la forma en que sus “pensamientos” vienen. Si la mente está traba-

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jando con facilidad, quietamente, en la acción normal correspondiente al deber del momento y, repentinamente, “flashes”, “sugerencias” o aparentes “pensamientos” surgen, no en secuencia o en ordenada conexión con el trabajo que se tiene en mano, entonces el enemigo puede estar falsificando el funcionamiento de la mente de la persona y tratando de insertar sus sugerencias en él como si fueran el resul-tado del propio pensamiento del hombre, pues cuando él está en proceso de pen-samiento, los espíritus mentirosos buscan inyectar algún pensamiento, sugerencia o sentimiento –el primero, en la mente y el último, en el espíritu.

El peligro en este punto es que el creyente sea atrapado por el funciona-miento simultáneo de su propia mente, y la presentación a la mente de “imáge-nes” o visiones inyectadas por los espíritus malignos, que él piensa provenir de su propia “imaginación”, o sugerencias muy sutilmente refinadas, las cuales no aparentar ser sobrenaturales ni distintas de la persona en absoluto. Muchos piensan que todo lo que es “sobrenatural” es por necesidad sorprendentemente maravilloso e impresionante, mientras que la obra del enemigo es muy “normal” –tan común que no es reconocido–, y las operaciones sobrenaturales parecen tan “naturales” que no son consideradas sobrenaturales. La declaración de la Escritura que dice “el mundo entero está bajo el maligno” es tan cierta que su hablar y sus obras son aceptadas y seguidas con sumisión como las cosas “normales” de la vida, y como las operaciones normales de las facultades men-tales. El reino de las tinieblas es cercano y “natural” a todo el mundo bajo el reinado del príncipe de las tinieblas.

Síntomas de interferencia con la mente

Lo mejor es desconfiar de lo anormal en todas sus formas. Dios no interfie-re con las operaciones naturales de las facultades. Una detención repentina del pensamiento, o una secuencia en la acción de la mente, en el pensamiento o en la memoria, así como la incapacidad aguda de utilización de cualquiera de los dos, pueden indicar la interferencia de los espíritus malignos. Los espíritus ma-lignos en posesión de alguna facultad de la mente, pueden impedirla o bien, li-berarla de repente para la acción. La “retención” o la liberación del poder de explicar mucho lo que es inexplicable en forma repentina, o el “cambio de men-te” son, como tantas otras cosas, dejados en la oscuridad como “inexplicables”.

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“Puedo” en un momento, y luego “no puedo” al siguiente, generalmente siendo considerado como debido a un “temperamento errático” o a otras causas. El creyente, sin embargo, puede ser incapaz de actuar, a causa de la interrupción o interferencia del enemigo, pero él realmente tiene la capacidad para la acción si las facultades estuvieran libres.

Otros cuyas vidas se gastan en la esclavitud de un “espíritu de enferme-dad”, solo son conscientes de la sensación de incapacidad, que siempre están “muy cansados” y que están “sin espíritu”, “sin energía” para las demandas or-dinarias de la vida, pero sin que exista una enfermedad o terreno físico razona-ble para su inercia crónica y debilidad.

Una repentina incapacidad para escuchar, calificada como “distracción” o “preocupación”, cuando la persona se ve obligada a seguir algún “pensamiento” sugerido, o la imagen presentada a la mente, o a seguir las palabras de otro, son todos indicios de la interferencia de espíritus malignos –las compulsiones son especialmente una marca de sus operaciones– cuando la persona está en un estado normal de salud y su cerebro no está enfermo.

Por ejemplo, en las reuniones espirituales, cuando la gente parece incapaz de escuchar una verdad vital, ¿cuántas reconocen la labor del príncipe de la po-testad del aire quitando la Palabra (Mt. 13:19), por la sugerencia de otras cosas no apropiadas para el momento, y por la incapacidad de que la mente siga las palabras del orador, las comprenda y aprehenda? Secuencias de “textos” a veces fluyen a través de la mente, independientemente de la concentración y la acción volitiva de la mente, los cuales prevalecen a lo que el orador dice, “conducen” al oyente en lejanos pensamientos y “sueños diurnos”, que parecen tan hermosos y “divinos”. Sin embargo, después que la reunión finaliza, no tienen ningún resul-tado sólido en la vida práctica. Cualquier ingreso de estas sugerencias repentinas o pensamientos pasajeros, debe identificarse como terreno dado al enemigo.

Dos maneras en que el enemigo coloca pensamientos e n la mente

El impostor tiene dos maneras de colocar pensamientos en la mente: (1) mediante la comunicación directa con la mente, y (2) indirectamente, por los ataques contra el espíritu provocando sentimientos indeseables en él, tales como

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impaciencia por medio de ataques que producen pensamientos impacientes en la mente, seguidos de palabras impacientes. El creyente tiene la sensación de ser estorbado persistentemente por algún obstáculo invisible. Los espíritus malignos le sugieren realizar cierta acción y luego, cuando lo intenta, se ve obstaculizado, lo que provoca en él un sentimiento de irritación por el cual no puede responder. Nada de lo que hace perece “ir derecho” y su vida parece estar “aguijoneada” por problemas, que exceden lo que puede soportar. Esto causa una sensación de mal humor y descontento que crece sobre él, a pesar de sí mismo.

Actividad febril que no logra nada se manifiesta en ocasiones; o una ocupa-ción perpetua que no le deja ni un momento de descanso; dificultad con el tra-bajo durante el día, “sueños” durante la noche, sin ningún sentido de descanso u ocio. En todo momento, el sufrimiento, la confusión, la dificultad de acción, la vergüenza, la perplejidad, todo emana directamente, en forma maliciosa y deli-berada de los espíritus malignos, no reconocidos por el hombre.

Los creyentes cuyas circunstancias y medio ambiente deberían darles todas las causas para una mente contenta y tranquila, son acosados con ansiedad te-rrible, y raramente libres de pensamientos turbulentos. La mente sobreestima todo, porque la imaginación y las facultades mentales están en servidumbre; los hormigueros parecen como montañas para ellos. Todo es exagerado, de mane-ra que se acobardan de ver a otros; hasta una conversación es terriblemente difícil para ellos. Se imaginan que están solo “pensando” en un sentido ordina-rio, pero no son ellos “pensando”, cuando un pensamiento “capta” su mente, sino cuando su mente capta algo. Su “pensamiento” va más allá de la línea de acción puramente mental.

Causas de la depresión, a parte de la condición fís ica

Aquí radica la verdadera causa de la depresión experimentada por muchos creyentes, además de las condiciones puramente físicas. La víctima de la depre-sión y la melancolía ha admitido pensamientos sugeridos por los espíritus enga-ñadores, hasta que la mente no es capaz de quitárselos de encima o bien de los que el enemigo ha obtenido una base tal, que tiene las facultades mentales en un control de la pasividad, de modo que ellos no puedan actuar. Se siente como

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si estuvieran en un vicio, o de forma ponderada, con un poco de fuerte presión que oscurece toda luz, y le impide comprender los hechos a su alrededor o el uso de su razón en absoluto. Los poderes malignos de las tinieblas tienen éxito a me-nudo para mantener bajo su control a aquellos que les han dado la oportunidad, y los colocan bajo las más acosadoras nubes y sombras. Se regocijan en sus pro-pias malas acciones y aman obligar a sus víctimas y mantenerlas en cautiverio.

Esta es verdaderamente la “opresión de los enemigos” (Sal. 42:9), y es el resultado de las etapas anteriores de los ataques de los espíritus engañadores sobre la mente, los cuales podrían haber sido inactivados si hubieran sido trata-dos desde el principio.

Terreno cedido a los demonios a través de malos ent endidos

Concepciones erróneas de las cosas espirituales ceden terreno a los espíri-tus malignos, y estas concepciones son cultivadas hábilmente por el adversario, preparándolas para su uso en ocasiones posteriores. Imaginaciones en cuanto a cómo Dios obra en el poder de Avivamiento y en la “medida pentecostal”, es especialmente un terreno fructífero para los malos espíritus. Es decir, una con-cepción de que Dios se mueve en una reunión y lo hace como cuando el viento balancea el maíz, y que Dios se mueve en el hombre físico, en lugar de hacerlo solamente desde el centro del espíritu del hombre. Estas imaginaciones prepa-ran al creyente para los engaños de Satanás en estas mismas formas.

Esta entrada de “pensamientos” provenientes de cualquier fuente se debe a la causa más profunda: la pasividad de la mente que, como hemos señalado, es el objetivo principal que el adversario debe alcanzar antes de tener éxito en su esfuerzo para obtener el control de la voluntad del creyente. Las palabras del Se-ñor en Mateo 13:23 de que el oyente “buena tierra” es “el que oye la palabra y la entiende”, muestran que la mente es el vehículo a través del cual la verdad de Dios llega a los hombres para ganar su afecto, y traer de vuelta la voluntad en cooperación inteligente y leal a Dios. De la misma manera, la mente es un impe-dimento para que Satanás ejecute sus planes de volver a ganar el control del creyente. Para el éxito de sus planes, el enemigo sabe que la mente debe ser arrullada en la inacción y el desuso de una manera u otra, ya sea por una estra-

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tagema o un ataque. El engañador es muy consciente de que cualquier “ense-ñanza” de los espíritus engañadores, acompañada por signos sobrenaturales puede ser percibida por el creyente si su mente se deja llevar por la pasividad de modo que él no ponga en duda o razone inteligentemente lo que las enseñanzas son o lo que implican en su acción final.

Pasividad del cuerpo como resultado de la pasividad de la mente

La pasividad del cuerpo es la siguiente etapa en el desarrollo de la pasividad de todo el ser, y es la última consecuencia de la pasividad de la mente; porque la mente embotada suprime su acción alerta de la estructura física. En el “soñador”, la mente pasiva es vista en un caminar de ensueño y un letargo de acción en to-dos las áreas de su ser. Todo esto profundiza el terreno para los espíritus engaña-dores. Las facultades no son utilizadas, hay ausencia de control mental, ausencia de poder de razonamiento, un cese del poder de juicio, seguido finalmente de una renuencia a utilizar la voluntad. El creyente pierde poco a poco el poder de deci-sión, se vuelve más y más “zarandeado” por dejar que todo su entorno decida por él, y a veces, piensa y cree que es Dios quien elige y decide por él mediante “Pro-videncias”; él, por tanto, no elige o decide por sí mismo, sino que se desplaza de forma pasiva y acepta la elección o decisión hecha por “circunstancias”, o bien está lleno de impulsos sin equilibrio central de ningún tipo.

Pero Dios no elige en lugar del hombre, de lo contrario éste se convertiría en una máquina; tampoco decide en su lugar. Dios elige una herencia eterna para él, pero incluso esta elección de Dios para el hombre, no puede ser cumplida sin la cooperación inteligente del creyente.

Ceder pasivamente al entorno

Por tanto, el ceder pasivamente al ambiente y lo que el hombre llama a ve-ces “Providencia”, realmente significa dejar que los espíritus malignos decidan por él, pues son “los gobernadores de las tinieblas de este siglo” y aprovechan rápidamente la oportunidad de controlar su voluntad pasiva. Así es engañado por ellos y piensa que está dando su voluntad a Dios.

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De esta manera hombres buenos se han convertido en víctimas del pecado de otros, por temor a “resistir el mal”, para no “desobedecer los mandamientos de Dios”, y no entendiendo inteligentemente que, de esa manera, fallan en cooperar con Dios en la lucha contra el pecado (He. 12:4; 1Ti. 5:20) y en la conquista del “espíritu del siglo” en su entorno. Dios ha dado al hombre una vo-luntad y una voz decisiva; todo el propósito de Su obra en el hombre es restau-rar esa voluntad a su trono de la voluntad inteligente, en la elección de lo co-rrecto en vez de lo que está mal, y de Dios en lugar de Satanás. Pero todo el propósito de Satanás consiste en volver a arrastrar la voluntad a la cautividad –y así cautivar al hombre mismo– hasta convertir al hombre en pasivo, aunque inconscientemente esclavo de los gobernadores de las tinieblas de este siglo, que están a su alrededor y, por tanto, sujeto a Satanás, el dios de este mundo, gobernando a través de su jerarquía de los podes malignos.

Las acciones del creyente que ha sido recapturado por Satanás, mediante sus emisarios de espíritus malignos, son el resultado del control sutil y desconocido del adversario y otra vez sus acciones ceden más terreno al enemigo. Las palabras son habladas y los hechos son realizados casi a ciegas, ya sea por impulso, o en la confusión de la súbita repulsión de la sensación; y muchas veces sin que el hom-bre aprehenda inteligentemente las consecuencias de las palabras y acciones. Los viejos hábitos que habían dejado de ser manifestados, ellos mismos se muestran una vez más y los pecados que habían sido conquistados, reafirman su poder.

Columna 3: Dónde los espíritus malignos ingresan

Dónde los espíritus malignos pueden ingresar el tema de la tercera colum-na. Y la lista es muy breve, ya que sus ramificaciones más amplias de sus labo-res pueden ser cubiertas por las palabras espíritu, alma y cuerpo, pues ellos se incrustan en la estructura misma del ser humano. Algunos actúan directamente sobre los órganos y apetitos del cuerpo; otros en la mente o el intelecto; otros en las sensibilidades, las emociones y los afectos; y otros más inmediatamente de encima del espíritu. En el cuerpo, ellos se localizan especialmente en la co-lumna espinal, en el sistema nervioso y en los centros nerviosos más profundos, a través de los cuales, controlan la totalidad del ser desde el punto neurálgico ganglionar situado en las entrañas, las sensibilidades emocionales, y todos los

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órganos afectados por él, hasta el centro nervioso cerebral en la cabeza, los ojos, los oídos, cuello, mandíbula, lengua, músculos faciales y los tejidos nervio-sos delicados del cerebro.

Pueden obtener acceso, gradual e insidiosamente, coma ya se ha demos-trado, pero hay caso en los que hacen un asalto repentino, a fin de apresurar a la víctima a la rendición involuntaria.

Columna 4: Síntomas de la presencia de espíritus ma lignos

Cuando los espíritus malignos han logrado entrar al creyente a través del terreno cedido, como ya se ha descrito, los síntomas de su presencia son reco-nocibles, según el grado de posesión y el lugar donde se encuentren, ya sea profundamente, en la estructura interna de la persona, o en la mente y las fa-cultades que están más visiblemente afectadas por ellos.

Muchos de los síntomas ya se han abordado en los capítulos anteriores, so-bre todo “La pasividad: la principal base para la posesión” (Capítulo 4), y “Imi-taciones de lo Divino” (Capítulo 6) en experiencias espirituales, y no necesita ser recapitulado.

Aquí, sin embargo, sí necesitamos resumir algunas de las características de la posesión aguda y plenamente desarrollada en la mente y en el cuerpo, cuan-do la rendición pasiva a espíritus engañadores es muy completa, y todo el hom-bre exterior está abierto a su uso en cada parte de su ser. Debe, no obstante, ser claramente entendido que (1) todos los síntomas pueden estar presentes en un grado muy pequeño, por lo que resulta casi indistinguible de causas natura-les, (2) sólo pueden ser manifestados en la parte de la estructura humana en la que los intrusos se encuentran, o (3) que pueden aparecer y desaparecer a tra-vés de diversas causas, SIN EL CONOCIMIENTO de la víctima.

Características de la “posesión” aguda de mente y c uerpo

Cuando la posesión es muy pronunciada, estos intrusos dominan completa-mente el hombre exterior. Pueden usar o interferir la acción de los órganos voca-les, la lengua, las mandíbulas, los ojos, los oídos, el olfato, el gusto, los músculos,

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las manos y los pies, a veces con movimientos incontrolables e inconscientes. Ellos interfieren con la cabeza y la mueven a su antojo; y cono los cinco sentidos del cuerpo, debido a que son las avenidas del conocimiento de la mente.

Ellos tratan de embotar y verificar el uso agudo de los sentidos de modo que puedan tener más oportunidad de controlar a su víctima, y cuando lo hacen, hay mayor o menor dificultad en todas las operaciones de los sentidos y facultades.

Órganos vocales con “interferencia”

Cuando los espíritus malignos afectan los órganos vocales, pueden interferir con las operaciones vocales como la lectura audible, el hablar, el cantar o incluso, la oración. Al hablar, la enunciación puede ser pesada, borrosa, lenta o rápida; las palabras pueden parecer correr de uno a otro, la pronunciación variable, y el acento o el énfasis incorrecto, pues cualquier énfasis al hablar que sea puesto sin el control de la mente, puede ser efecto de posesión.

El poder sobrenatural que afecta la mente pasiva confunde, por así decirlo, las palabras en la mente que luego son expuestas en el discurso; evita que la mente se aferre a pensamientos y hace que la memoria falle en acción. Las pa-labras vienen a la mente y no permanecen el tiempo suficiente para el habla; o, por el contrario, torrentes de “pensamientos” vienen, los cuales “apresuran” los órganos vocales en acción fuera de control. Para ellos es más fácil hablar que escuchar a los demás. La lengua actúa independientemente de la mente o la voluntad. Las palabras se hablan sin ser pensadas por la mente, o decididas por la voluntad; a veces, diciendo todo lo contrario a lo que había en la mente y la intención, asombrando al orador cuando es recordado de lo que dijo.

Locuacidad en los cristianos

Mucho de lo que se ha llamado “palabrería”, “locuacidad” y uso irresponsa-ble de la lengua entre los cristianos, se puede atribuir a la causa aquí nombra-da; pues muchos cuyas lenguas son incontrolables en el chisme, la calumnia y la difamación, son sinceramente inconscientes de lo que hacen o, si son cons-cientes, son incapaces de controlar o verificar su penoso hablar irresponsable.

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Los espíritus malignos pueden “poseerlos” sólo en los órganos del habla, o prác-ticamente tienen control de la lengua a través del canal de una mente pasiva.

Este puede ser el caso de los oradores de plataforma, que tienen un flujo vo-luminoso de palabras que vierten a través de los labios, o bien un discurso apresu-rado, o en forma entrecortada, sin ningún tipo de concentración o verdadera ac-ción de la mente. La predicación desde el púlpito es también posible de esta ma-nera, los espíritus malignos no son afectados por la “predicación” que no proclama el sacrificio expiatorio de Cristo, y no es hecha en el poder del Espíritu Santo.

La voz afectada por espíritus malignos

La voz de un hombre es mucho más fácilmente afectada por el poder so-brenatural de lo que muchos han pensado. Cuando los espíritus malignos tocan el espíritu del hombre, puede ser a veces reconocido por un sonido áspero y metálico en la voz, o una gravedad ronca y áspera. Estos mismos efectos se pueden notar en un ambiente que está muy densamente cargado por los pode-res de las tinieblas; mostrando su efecto sobre las delicadas cuerdas vocales.

En la interferencia con los órganos vocales o con el uso de ellos, se puede colocar el “don de lenguas” falsificado o el exquisito canto que se ha denomina-do “música celestial”, debido a su origen sobrenatural manifiesto y a que está más allá del propio poder natural del cantante.

En la posesión demoníaca pronunciada, los espíritus malignos pueden afec-tar la voz de una manera tan aparentemente natural, que se atribuye a causas naturales. Por ejemplo, en el canto, el hombre puede estar haciendo lo mismo con poder y con una enunciación tan clara como una campana, pero de pronto llega la debilidad a los músculos de la garganta, una tos seca y lágrimas en los ojos, y el canto cesa. La concentración de los ojos en el libro de música se vuelve más y más débil, una sensación de pesadez afecta el cuello y la columna verte-bral, el canto continúa, pero sin prestar atención, sin espíritu, abatido y pesado. El cantante se aleja considerando que todo se debe a “la dificultad de la respira-ción” y al impedimento físico, cuando se trató enteramente de una manifestación de los espíritus malignos en posesión.

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Interferencia con la cabeza

En la interferencia con la cabeza, las mandíbulas se pueden mover por los espíritus del mal, y los nervios de la cara pueden ser manipulados en la produc-ción de sonrisas que aparecen en momentos inapropiados, manifiestamente aparte del conocimiento de la persona. De tal naturaleza es la sonrisa mecánica, cuando los músculos faciales parecen hechos de elástico, o un endurecimiento del semblante hace que la cara parezca dura o cruel, seca y marchita, o doloro-samente miserable.

La posesión demoníaca afecta la cara y hace que las expresiones de ella puedan ser opuestas al verdadero carácter de la persona. Otros efectos sobre la cara producidos por los espíritus controladores pueden ser repelentes o hermo-sos, y parecer naturales y físicos, tales como: rubor rojo, apariencia impura, o una apariencia angelical de belleza celestial, con sonrisas exquisitas y luz como de gloria… que de repente puede cambiar en una apariencia inflexible y severa, con los labios fijos y el ceño fruncido; o en una nube oscura como de repentina tormenta y tempestad.

En la pérdida de vitalidad causada por las garras de los espíritus malignos, las sienes pueden estar hundidas y el pelo se vuelve prematuramente gris. En una manifestación repentina de los intrusos, las fosas nasales pueden volverse apretadas; el aroma, amortiguado y la respiración, jadeante y corta, con ahogo, sentimientos de asfixia y ruidos en la cabeza.

Interferencia con los ojos

Ninguna parte de los nervios de la cabeza es más afectada que los ojos, porque puede venir de una pasividad de los ojos, lo que permite que sean mo-vidos por los espíritus malignos, obligando a ver los objetos visibles, sin inter-vención de la voluntad. En la lectura, los ojos se pueden mover para ver las pa-labras impresas y, rápidamente hojear las páginas en cuestión, sin que ninguna palabra entre en la mente y deje alguna huella en la memoria. Es importante, en relación con el uso de los ojos, notar si la acción mental siempre gobierna sus movimientos o si miran los objetos independientemente de la voluntad inte-ligente, pues la interferencia de los espíritus malignos es más marcada cuando

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los ojos vagan mientras el hombre está hablando con otra persona, o mira hacia arriba o hacia abajo o en cualquier dirección sin ninguna causa, a menudo de una manera indecorosa o descortés.

Particularmente es el uso de los ojos por los espíritus malignos que se ma-nifiesta en una mirada definida o fija en varias cosas, o en los rostros de los demás, esto último especialmente peligroso, cuando la persona se ve obligada por esta fijación de la mirada a tomar, sin saberlo, una actitud mediúmnica para los demás. Cualquier giro persistente de los ojos hacia la cara de otro, se debe resistir al instante.

Especialmente en las reuniones donde los poderes sobrenaturales están manifiestamente presentes, una “mirada fija” al escuchar al orador debe ser evi-tada, si tiene el efecto de provocar la falta de acción de la mente y un estado de aturdimiento, ya que abre al oyente para la operación de espíritus malignos a través de su pasividad. De la misma manera, los oradores en este tipo de reuniones deben tener cuidado de que los espíritus malignos hallen la oportuni-dad de usar sus ojos, cuando fijan su concentración sobre el pueblo, para “in-fluenciarlos por el poder” y, por tanto, obstaculizar la apertura inteligente de sus mentes a las palabras que están siendo habladas.

En la posesión aguda la interferencia de los ojos e s muy marcada

En la posesión demoníaca aguda, los ojos están bastante afectados. Se ven obligados a ver cosas perversas y cosas malas, hasta el punto en que afectan a la persona, y lo tornan nervioso y quejumbroso; los ojos no pueden mirar directa-mente a la cara del otro ni, de hecho, mirar sin un “ataque” de algún tipo produci-do por espíritus del mal. Estos ataques pueden causar que la persona parezca cul-pable a los ojos de los demás, cuando no hay motivo para estarlo.

Hay dos tipos de concentración: (1) Física, a través de los ojos, y (2) men-tal, por la visión mental. El hombre mismo sólo está actuando en cualquier ac-ción del cuerpo, cuando la concentración de la mente y de la voluntad está de-trás de cada una de sus acciones. Las visiones pueden ser físicas, mentales o espirituales. En la visión física, se necesitan los ojos; en la mental, los ojos de la mente, y en lo espiritual, la visión interna del hombre espiritual.

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Cuando los espíritus controlan los ojos físicos, visiones sobrenaturales y se-res naturales, y cosas aparecen ante ellos y en los asuntos ordinarios de la vida, las cosas parecen diferentes de lo que realmente son. Las impresiones que el hombre recibe de cosas son contrarias a la realidad, como el panel de una puer-ta que aparece como una cruz, luces en el cielo en diversas figuras, etc. El hombre declara que “ve” estas cosas, pero él no sabe que los espíritus malignos pueden presentarlas en visión.

La visión de necesidades es afectada por esta manipulación de los ojos, y hay una sensación general de debilidad. Las cosas se ven brumosas y nubladas, e indefinidas. Puede haber falta de visión e incapacidad para concentrarse en cualquier objeto pequeño, la concentración de los ojos es dolorosa y difícil, el hombre se queja de la luz, el cansancio de los ojos, y manchas oscuras apare-cen delante de ellos, ya sean estables o en movimiento, cercanas o lejanas. Es-tos síntomas pudieran estar considerados puramente físicos, si no fuera por el elemento sobrenatural que los acompaña.

Afección de los oídos y de la audición

En la interferencia con los oídos, toda sordera puede ser causada por un espíritu maligno localizado en los nervios del oído, o puede haber grados de in-terferencia con la audición, tales como la pérdida de las palabras, de modo que en la escucha hay momentos en que las frases o palabras no se oyen en lo ab-soluto, o hay una incapacidad de comprender claramente lo que otros dicen, porque la persona oye en parte lo que dice el orador, y en parte lo que los espí-ritus malignos insertan o sugieren a la mente. Por tanto, se generan “malos en-tendidos” de tales instrucciones o en el lenguaje claramente expresado de los demás. Esto también causa una indisposición de escuchar a otros hablar y una impaciencia inquieta que no puede esperar a que se completen las frases o las comunicaciones, debido a que los intrusos están metiendo sus propias sugeren-cias en la mente y reclamando la atención a su discurso. El creyente tiene un sentido de doble escucha, por así decirlo, que es una escucha interior y exterior, simultáneamente. Es decir, pueden estar tratando de “escuchar” a los sentimien-tos de adentro, mientras escuchan las voces de otras personas afuera. Esto pro-voca dificultades para escuchar música, hablar y leer en voz alta. También hay

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una incapacidad hacia los sonidos exteriores, a causa de un zumbido en los oí-dos, y el sonido en los oídos es más fuerte que el sonido exterior, con el efecto de una distracción evidente. El hombre necesita ser liberado de escuchar el “ha-blar sobrenatural” dentro de él, antes de ser libre de escuchar aquello que es externo.

Los espíritus malignos que interfieren en los órganos sensoriales de las ore-ja, ejecutan agudos sonidos exteriores, forzando la conciencia hacia ellos, pro-duciendo confusión e irritación; el exagerado sentido del sonido representa con-centración difícil.

También hacen ruidos extraños por interferencia con los nervios senso-riales, por ejemplo, el hombre declara que oye voces, truenos, el crujir como de un vestido, etc., los cuales nadie a su alrededor de él oye.

El “zumbido” del hablar de los espíritus malignos

Este “zumbido” persistente en los oídos, hace preocupar a la víctima y, casi inconscientemente, sacudir la cabeza como si hubiera algo que le molesta. Es tan molesto que está obligado a hablarse a sí mismo en voz alta para hacer una impresión en su propia mente: debe leer en voz alta con el fin de captar el sen-tido de lo que está leyendo, o hablar en voz alta para aprehender su propio dis-curso, debido a la confusión causada en su mente por el “zumbido” interior de los espíritus perseguidores. Esta confusión causa que se otorgue terreno fresco a los poderes de las tinieblas para una posesión más profunda a través de la distracción causada por su interferencia.

La causa de esto es que, sin saberlo, el creyente ha prestado oídos a los espíritus malignos, escuchando sus palabras y sugerencias, muchas veces porque creía que estaba escuchando a Dios o escuchándose a sí mismo. Es-to viene especialmente cuando ha crecido el hábito de escuchar una voz in-terior o una alerta dentro “escuchando”, las cuales permiten al espíritu ma-ligno aliviar el oído externo y agudizar la atención a las comunicaciones ex-ternas; o un “escuchar” hacia adentro, a los “sentimientos” sensaciones, movimientos, “tirones” y al mismo tiempo escuchar voces, textos y mensajes desde el exterior.

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Descripción del hablar de los espíritus malignos

El hablar de los malos espíritus se puede describir como sigue:

1. No es como la voz hablante del ser humano, que siempre debe ser más fuerte que el hablar de los espíritus, pues los espíritus no tienen fuerza para respirar, por lo que si un hombre habla en voz alta, siempre puede ahogar el hablar de los demonios. Por el mismo principio, un hombre puede ahogar también la voz del Espíritu Santo, porque Él es Espíritu y Su hablar siempre es en el espíritu o por medio de la conciencia.

2. Se asemeja más al “pensamiento” de una persona, o al hablar en uno mismo, cuando las palabras no se pronuncian a través de los labios. Cuando los de-monios están hablando al oído interno, su voz parece un zumbido incesante de palabras internas, que el oyente piensa ser pertenecientes a sí mismo, aunque no provienen de su propia mente ni son el resultado de su acción mental ni de su voluntad, ni siquiera expresan sus propias ideas o deseos personales.

Cuando este “zumbido” es de palabras desagradables, molestas o irrespon-sables está reclamando de manera indefinida la atención interior del hombre, mientras él tiene asuntos exteriores que atender, la víctima comienza a hablar en voz alta, con una voz fuerte, a fin de dominar u opacar el clamor interior, sin ser consciente de que está levantando su voz o por qué lo está haciendo.

Uso inconsciente de la voz

Sin saberlo, el hombre está haciendo mella en su propia mente, a través de su oído, mediante el uso de una gran voz, de lo contrario su mente embotada no sería capaz de captar o retener lo que está diciendo; o tener la impresión en su mente.

El creyente puede no ser consciente del “zumbido” interno del hablar de los demonios, y no es consciente de que su voz se alzó para expresar sus propios pensamientos en voz audible, o de saber por qué se encuentra en la obligación de hablar para conseguir pensar claramente. La inconsciencia es un síntoma de la profundidad de la posesión por espíritus malignos, y la inconsciencia de los hechos concernientes a sí mismo es tan perjudicial para la persona, como el in-

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tento de que extraños entren a su casa lo sería para el padre de familia que no es consciente de todos los sonidos.

La conciencia de todas las cosas relacionadas con la vida interior y con el ambiente es perentoriamente necesaria por el creyente, y debe ser cultivada por él, como la consciencia de todos los asuntos exteriores relacionados con los deberes de la vida. La inconciencia de los hombres acerca de la manera que ellos mismos actúan y hablan, piensan o aparecen, en el olvido de todo lo que es patente a otros o, de otra manera, un “inconsciente” de su auto-consciencia, o una ultra-consciencia de las propias acciones, pueden todos atribuirse a las obras de los espíritus engañadores.

Algunos síntomas de haber escuchado voces sobrenaturales, se pueden describir como:

1. Dificultad para escuchar a los demás.

2. Enfrentar la “metida de pata” en la dificultad de comprender lo que se dice.

3. Una sensación de torpeza o pesadez en un oído o en ambos.

La distinción entre la sordera causada por la interferencia demoníaca con los oídos y aquella que es resultado de causas físicas, depende de si la persona tiene otros síntomas de posesión por espíritus malignos o si está en una condi-ción normalmente “natural”.

Síntomas variados

Hay otros síntomas variados que muestran alteración de todo el sistema del hombre cuando está dominado por espíritus malignos en posesión. Al afectar los músculos, las manos y los dedos o los pies, los nervios están tomados y estos actúan sin el control de la mente o de la voluntad, a veces en la acción convul-siva o contracciones nerviosas y postración, o bien en la paradoja de ser muscu-larmente débil y fuerte consecutivamente y en rápida sucesión. Hay muchos ac-cidentes a través de la posesión, los cuales son llamados “la visitación de Dios”, “resbalarse de las manos”, irresponsables “fallos de la mente” que quedan sin explicación, pero estos “sucesos” en realidad no son “accidentes” –están de he-

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cho cumpliendo los designios reales de los espíritus invisibles estando maligna-mente interesados en el mundo de los hombres–.

Los espíritus insidiosos han preparado a la persona para esta manipulación o interferencia mediante el lento embotamiento de la mente; el debilitamiento de los poderes de razonamiento, lo que les impide ver el resultado de un de-terminado paso o acción; el no usar el juicio; la imperceptible pérdida de la de-cisión y la acción independiente de la voluntad, de modo que “encaje” por así decirlo, en un momento crítico, con resultados fatales. Porque sin esta pasividad de la mente y de la voluntad, los emisarios de Satanás no pueden tener el con-trol total del cuerpo, tan profundamente deseado.

Con respecto al cuerpo, las huestes del mal también interfieren con todas sus funciones en distintos momentos y en diferentes grado, como en el comer y beber, y la ingestión de alimentos. La masticación de los alimentos, la saliva, la flema, el aliento y la respiración, la debilidad física o la resistencia, rigidez de las extremidades, sensación de pesadez, calor y frío, sentimientos agradables o des-agradables, insomnio, sueños, inquietud nocturna, todo puede ser irritado, pro-ducido o exagerado por la presencia y la voluntad de los espíritus malignos.

Manipulación del cuerpo

La forma en que los espíritus malignos manipulan el cuerpo a través del sistema nervioso, está claramente definida en las Escrituras; pero no encontramos un solo caso en que el Espíritu Santo opere de la misma manera. Ni una sola vez en Hechos de los apóstoles hallamos “sacudidas”, “contorsiones”, “convulsiones” u otros efectos de poder sobrenatural sobre el cuerpo humano, registrados como resultado de ser lleno del Espíritu Santo. Pero sí leemos que los espíritus malignos pueden convulsio-nar el cuerpo, rasgarlo, triturarlo (Lc. 9:39), causa que se consuma (Mc. 9:18), o darle fuerzas (Mc. 5:4); pueden hacer que el hombre clame de repente con un fuer-te grito (Lc. 9:39), o hacerlo enmudecer, rechinar los dientes, rodar por el suelo, arrojarlo al fuego para quemarlo, o al agua para ahogarlo (Mt. 17:15).

De esta forma aguda, los síntomas de posesión demoníaca y los de la locu-ra son casi indistinguibles. La diferencia radica en el hecho de que en la pura posesión demoníaca no se deteriora la mente , aunque sea pasiva o suspendi-

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da en su acción; pero en la locura, los demonios se aprovechan de una condi-ción física, la gente “insana” es más “sana” de lo que la gente cuerda piensa que es, y hay más verdad en lo que ellos dicen de lo que se cree. Lo que ellos “ven” no siempre es una ilusión, sino hechos reales de espíritus malignos.

Es necesario distinguir entre:

1. La “locura” pura,

2. La “posesión” pura,

3. La “locura” con “posesión”.

Antes de declarar demente a una persona, debido a causas físicas y natura-les, el médico debería averiguar si hay alguna causa sobrenatural. La locura puede ser causada por una alteración natural y por interferencias sobrenatura-les de los poderes del mal. La verdadera locura también puede ser el resultado de posesión, y ser (humanamente) irrecuperable.

En resumen, bajo el poder de un espíritu de mentira, el hombre pierde el con-trol de su cuerpo, y es, mientras el intruso se manifiesta, irresponsable de sus actos.

Los espíritus en posesión del cuerpo varían en carácter y en manifesta-ción, tanto como cuando se encuentran en posesión de la mente o el espíritu, en las manifestaciones espirituales. Algunos son malignos y algunos son más suaves en sus acciones, como el “espíritu de enfermedad” o impotencia des-crito en Lucas 13:11, o el espíritu ciego y mudo en Mateo 12:22. Estas escri-turas muestran que hubo casos de posesión que parecían casos de curación, pero las palabras y las acciones del Señor probaron que la mujer encorvada por dieciocho años no requería curación, sino liberación. La flexión de la es-palda es uno de los síntomas de posesión demoníaca, cuando el cuerpo está profundamente afectado.

Éxtasis profético e inspiración

Otra manifestación de los espíritus malignos se puede describir como éxta-sis profético o “inspiración”. Esto fue manifestado en la niña con un “espíritu de adivinación”, que Pablo echó fuera (Hch. 16:16-18). El peligro de este tipo de espíritu es que las manifestaciones son más parecidas a las del Espíritu Santo,

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que las de aquellos que operan en el sistema nervioso o en la estructura corpo-ral. Para que la iglesia en Corinto pudiera distinguir entre las manifestaciones verdaderas y las falsas, el apóstol escribió los capítulos 12 y 14 de su primera carta a esta iglesia: “No quiero hermanos que ignoréis acerca de lo inspirado1”, escribió para proceder a mostrarles cómo detectar la diferencia entre las mani-festaciones de espíritus engañadores en “inspiración” demoníaca o éxtasis, y la verdadera inspiración del Espíritu Santo.

1 La palabra dones no se encuentra en el original griego, la frase sería “No quiero hermanos que ignoréis acerca de lo espiritual”, por lo tanto, inspirado. El énfasis no está puesto en los dones sino en quién los inspira. No todo lo espiritual o inspirado es manifestación del Espíritu de Dios, de ahí la advertencia de no ser ignorantes.

El Espíritu de Dios en un creyente está en armonía con la manifestación de Su poder en los demás y el espíritu demoníaco produce “cisma” o “rebelión” de los miembros del Cuerpo de Cristo poniendo a uno contra el otro. El Espíritu Santo causa interdependencia y honra de Sus obras en unos y en otros, el espí-ritu demoníaco causa desorden y confusión. “Armonía” y “confusión” son res-pectivamente el sello distintivo del origen del poder sobrenatural: Dios o Sata-nás, en la asamblea del pueblo de Dios.

Columna 5: Excusas utilizadas por los espíritus mal ignos para ocultar su presencia

Las excusas de los espíritus malignos para encubrir el terreno tomado abre de nuevo un amplio campo de estudio. Una vez que es tomado el terreno, y la mente es embotada en su capacidad de discernimiento crítico, el espíritu de mentira está listo para sugerir “excusas” al creyente para cubrir su ubicación, y el terreno que ocupa. La lista de “explicaciones” variadas es detallada en la co-lumna 4. Si la mente trabaja activamente, “es natural” o “es hereditario” le su-gieren. Si está implicado todo el sistema nervioso, sugieren que “es una enfer-medad” o que “es puramente físico”, “Es fatiga” o “es espiritual”. Puede haber y hay generalmente, algunas bases para las “excusas” pues los engañadores son agudamente inteligentes en trabajar junto a condiciones naturales, ya sea en las circunstancias, en el temperamento o en la perturbación de las funciones

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corporales. Es decir, el ataque puede estar en el ámbito natural y físico, pero la fuente ser espiritual. Les gusta tener y procuran que haya alguna dolencia física o mental que les sirva como cubierta o “excusa” para su manifestación.

Atacan a una persona porque están en posesión, pero le hacen pensar y creer que es un ataque indirecto; es decir, a través de otra persona. La culpa se coloca sobre la propia víctima o sobre otra persona, o en cualquier cosa que no sea la verdadera causa, para que el intruso no pueda ser descubierto y expulsa-do. Por tanto, es importante que todas las “excusas” sean examinadas, es decir, las “razones” de tal o cual manifestación inexplicable. Las causas siempre deben estar dentro; pues al creer una mala interpretación de la manifestación, más te-rreno es dado a los espíritus mentirosos. El creyente puede estar negando el te-rreno por una “venda”, y añadiendo nuevo terreno al otro, a menos que él exa-mine todas las sugerencias que vienen a su mente concernientes a su condición.

Las siguientes tablas muestran las etapas de avance en la posesión

y cómo la interpretación equivocada cede nuevo terreno

1. El creyente cede algún terreno,

2. Se produce la posesión,

3. Se manifiesta en (por ejemplo), “Espasmos nerviosos”,

4. Los espíritus malignos dan una interpretación errónea de la causa del tem-blor, la cual al ser aceptada por el creyente, admite nuevas mentiras de ellos y les cede más terreno.

Cuatro secuencias deben tenerse en cuenta al respec to:

1. El terreno debido a (a) ignorancia, resulta en (b) engaño;

2. Se sigue por posesión a causa del terreno;

3. Ocurre la manifestación por la posesión;

4. Hay peligro de interpretación errónea de la manifestación.

Los espíritus engañadores también se esfuerzan constantemente para man-tener al creyente ocupado con otra cosa que llene la mente, por lo que no puede descubrir su propia necesidad de liberación. Los obreros están casi obsesionados

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con la idea de “Avivamiento” o la “necesidad de los demás”, mientras están cie-gos sobre su propia condición. La devoción, el canto, la predicación, el culto –todas las cosas legítimas– pueden así poseer la mente hasta cerrarla a todo co-nocimiento personal de la necesidad de liberación del engaño del adversario.

El efecto sobre el creyente demonizado, ya lo hemos tratado en el aspecto de la inactividad mental y corporal. A esto le sumamos, la debilidad general de todo el hombre, espiritual, mental y físico. Éste se vuelve errático en el tempe-ramento, espasmódico en el estudio, vacilante en la lealtad, e indeciso en la ac-ción. Es fácilmente movido por (1) impulsos, es decir, un fuerte movimiento ha-cia adelante sin decisión de su voluntad, o por (2) repulsión sin razón, es decir, un movimiento brusco hacia atrás, sin decisión de su voluntad.

La vida llena de contradicción

La vida se vuelve cada vez más llena de contradicciones. El hombre parece fuerte y todavía es débil, es estoico, sin embargo busca el afecto, es espasmódi-co en sus acciones, errático y dogmático en sus creencias e ilógico en sus razo-namientos. Todos estos síntomas pueden ser visibles o invisibles, y se manifies-tan a intervalos, y en diferentes grados, al mismo tiempo o consecutivamente.

Después de un tiempo, el creyente puede llegar a ser consciente de su condición, y entonces él tiene una contradicción dolorosa, no sea que estos sín-tomas puedan ser leídos por otras personas causando que estas lo ataquen. Cuando se vuelven demasiado evidentes para ser ocultados o ignorados, enton-ces él dice a menudo que sufrió un “colapso nervioso” pues los síntomas coinci-den con todas las características de neurastenia, y sólo pueden ser distinguidos de esta por un examen de experiencias espirituales pasadas y descubriendo la obra de poderes sobrenaturales.

Si la aparente “neurastenia” es realmente posesión de espíritus malignos, no hay descanso prolongado o medios naturales que liberen a la persona, aunque tales medios pueden dar al cuerpo una renovación que permita a la víctima en-frentar la verdad a su debido tiempo.

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Esta debilidad cada vez mayor del hombre exterior también debilita la vida espiritual, al evitar su crecimiento a la madurez vigorosa en Cristo, porque el hombre espiritual interno necesita al hombre exterior para su expresión y desa-rrollo. Pero en la posesión a través del engaño, la mente es demasiado pasiva para actuar y expresar la vida interior –la expresión de la cara es pasiva y sin brillo, los ojos son de ensueño y lentos. En resumen, el hombre exterior se con-vierte en una “prisión” por así decirlo, de la vida espiritual en el centro. Otro efecto muy manifiesto es que a medida que pasa el tiempo, el hombre vive más en el cuerpo que en el alma y en el espíritu, los apetitos legítimos reafirman su control y la vida espiritual es más reconocida y menos seguida, mientras que las variaciones e inconsistencias en la vida, en el estado, en las acciones, todos muestran cada vez más las marcas de “posesión”.

Efecto general de las experiencias sobrenaturales e n el hombre

Una pequeña consideración de las características de los involucrados en ex-periencias sobrenaturales anormales, conducirá al diagnóstico. El efecto invaria-ble de tales creyentes es el debilitamiento de la fuerza mental, el razonamiento y la capacidad de juzgar; un debilitamiento de la fuerza moral y la voluntad y, fre-cuentemente, una sensación inquietante de miedo –miedo al futuro, miedo a las personas de modo tal que no pueden soportar hablar de ellos, o hablar con ellos– y un debilitamiento general gradual del cuerpo físico. Con el tiempo, llega un efecto involuntario sobre el sistema nervioso, y hay impaciencia –manifiestamente “nerviosa” y no moral– y la inquietud, y a menudo espasmos involuntarios actúan sobre los nervios.

En el ámbito moral, toma una actitud de infalibilidad, afirmación positiva e in-docilidad2 con pérdida de la potencia real de elección, y del control personal de la mente, del habla, de la forma y de las acciones –pues las personas así “poseídas” no pueden elegir o actuar porque no podrán– y tienen un sentido agudo de que “no saben qué hacer” a causa de que los espíritus malignos se apoderaron de ellos.

2 No existe en castellano un término más exacto. La palabra original ‘unteachableness’ significa literalmente “incapacidad de ser enseñado”. Describe la actitud general de una persona que piensa saberlo todo en relación a la vida cristiana y, consecuentemente nadie (según él) tiene la experiencia espiritual necesaria para corregirlo.

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Columna 6: Efectos de la posesión sobre el creyente

Los efectos de la demonización enumerados en la columna 6 ya han sido más o menos indicados en las columnas anteriores y sólo es necesario comparar las columnas 4 y 6 para tener un resumen.

La astucia del engaño ha sido que, en multitudes de casos, todos estos “síntomas” se cree que son física o moralmente el resultado de la personalidad individual, es decir, el “temperamento” de la persona, que debe cargarse hasta la liberación del cuerpo de barro en la tumba. El “yo”, declaran, es su problema, que ninguna aceptación de la “Llenura del Espíritu” ni luz sobre la “identificación con Cristo” ha alterado. Mente errante en la oración, inquietud, locuacidad o extrema reserva, y muchos otros problemas que obstaculizan al hombre exte-rior, se mantienen y se toleran o sufren sin esperanza de cambio.

Pero qué diferente es la perspectiva, cuando mucho de lo que preocupa es atribuido a la verdadera causa. “Un enemigo ha hecho esto”. En muchos no es el “yo” después de todo, sino el terreno dado sin querer a espíritus engañado-res, que podrían ser desalojados por el conocimiento de la verdad y por la ne-gativa del terreno.

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Capítulo 8

El Camino a la Libertad

Se ha pensado en casi todo el mundo que la única manera de lidiar con la posesión demoníaca es por la expulsión del espíritu maligno, realizada por algún creyente divinamente equipado. Pero los hechos demuestran que este método no siempre es exitoso, pues aunque el diagnóstico de la presencia del intruso pueda ser correcto, el “terreno” que posibilitó la posesión no puede ser echado fuera; y a menos que el terreno sea tratado, ningún alivio completo se puede obtener o cambios ser vistos en la mayoría de los casos.

En otros casos, cuando el espíritu maligno aparentemente sale, no debe llegarse a la conclusión de que la persona está completamente libre, porque puede ser

que lo que ha ocurrido es que sólo una manifestación particular ha cesado, y no es improbable que pueda aparecer otra manifestación; posiblemente no visible o

fácilmente percibida o detectada, pero reconocible por cualquiera que haya aprendido a discriminar entre la obra de los demonios y aquellas que son huma-

nas o divinas. Es posible también que cierta manifestación se suprima por un tiempo sin deshacerse de ella, y que la misma manifestación pueda volver una y otra vez en diferente apariencia, a menos que el terreno sea abordado. En algu-nos casos, cuando la posesión es tan manifiesta que la verdadera personalidad interior de la víctima se ha perdido de vista por completo, el alivio puede ser in-mediato: pero donde el intruso se esconde tan sutilmente en la mente o en el

cuerpo, en cuanto a ser indistinguibles de las operaciones de la persona –oculta en algún estado o forma aparentemente natural o física– la liberación no se ob-

tendrá con sólo “echar fuera”, sino por la verdad que es dada a la mente y por la voluntad de la persona activamente rechazando el terreno y renunciando a él.

El primer paso hacia la libertad es el conocimiento de la verdad sobre el origen y la naturaleza de las experiencias que el creyente puede haber tenido desde su entrada en la vida espiritual. Tales experiencias posiblemente pudieron haber sido sorprendentes, o de las cuales piensa tener la profunda seguridad de que son de Dios. No hay liberación del “engaño” sino por el reconoci mien-to y aceptación de la verdad. Y este enfrentamiento de la verdad en lo que

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respecta a ciertas experiencias espirituales y “sobrenaturales”, significa un cu-chillo agudo y afilado que hiere al hombre en su dignidad y orgullo.

La humillación del período de desengaño

Se requiere una profunda lealtad a la verdad que Dios desea que reine en lo más íntimo de Sus hijos, para que un creyente acepte la verdad que corta y humilla de la misma manera que acepta lo que es agradable. El “desengaño” es doloroso para los sentimientos y el descubrimiento de que ha sido engaña-do es uno de los más agudos golpes a un hombre que una vez pesó ser tan “avanzado”, tan “espiritual”, y así, “infalible” en su certeza de obedecer al Es-píritu de Dios.

“¿No era avanzado?” Sí, hasta cierto punto por encima del “hombre del al-ma”, pero no había llegado a la meta como él pensaba, aunque había comenza-do el viaje en el plano espiritual. El final del estándar uno es el comienzo del estándar dos. Así que, después de todo el creyó una mentira acerca de sí mis-mo y de su experiencia. No era tan “avanzado” como pensaba. Por lo tanto, la verdad explota en su mente y su entrada no es agradable. No es fácil dejar de creer absolutamente, lo que antes se creía tan profundamente.

Entonces, “¿Él era ‘espiritual’?” Él pudo haber tenido experiencias espiritua-les, pero esto no hace que un hombre sea “espiritual”. El hombre espiritual es un hombre que vive en y se rige por y entiende su espíritu, y la cooperación con el Espíritu de Dios. Una gran experiencia acompaña la entrada en el plano del espíritu no hace a un cristiano “espiritual”.

El descubrimiento de la verdad acerca del engaño

El engañado creyente, reclamaba posiciones a las que no tenía derecho, ya que con la entrada de la verdad descubre que no era tan avanzado ni tan espiri-tual ni tan infalible como había pensado. Había construido su fe respecto de su propia condición espiritual, basado en suposiciones, y no dejando lugar a dudas, esto es, verdaderas dudas, como dudar de una declaración que luego pasa a ser una mentira; pues la duda a su debido tiempo encuentra una entrada a su mente

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y trae su “casa de infalibilidad” al terreno. Ahora sabe que lo que él pensaba ser una experiencia “avanzada”, era sólo el comienzo y que él está sólo en la periferia del conocimiento. Esta es la operación de la verdad. En el lugar de la ignorancia se da el verdadero conocimiento; en lugar del engaño, la verdad. Ignorancia, false-dad y pasividad: sobre estos tres el enemigo acumula en silencio sus castillos y discretamente los guarda y los utiliza. Pero la verdad arroja sus baluartes al suelo.

Por la entrada de la verdad, el hombre debe ser llevado al lugar donde re-conoce su condición francamente, de la siguiente manera:

1. Creo que es posible que un cristiano sea engañado y poseído por demonios.

2. Es posible que yo sea engañado.

3. Soy engañado por espíritus malignos

4. ¿Por qué soy engañado?

Luego viene el enfrentamiento del hecho de que:

1. Existe un “terreno”, y

2. Debe obtener conocimiento en cuanto a lo que dicho terreno es.

Con el fin de descubrir el terreno, el creyente debe primero, en un sentido ge-neral, obtener una idea clara de lo que es el terreno, porque es susceptible de ser engañado en (1) diagnosticar como “posesión” lo que pertenece a otra cosa, y (2) atribuir a otras cosas lo que en realidad es posesión. Se puede confundir conflicto ordinario, es decir la batalla perpetua en espíritu contra los poderes de las tinieblas, con los conflictos que vienen de la posesión. Y cuando el engaño y la posesión son de larga data, los espíritus malignos pueden hacer que el creyente se engañe a sí mismo para defender sus obras en él y, a través de él, luchan tenazmente para que la causa de su engaño no sea llevada la luz y se revele como obra suya.

De este modo los demonios consiguen que el creyente mismo se ponga de su lado, y luchan para mantenerlo bajo control, incluso después de haberse enterado de su condición, y honestamente desee la liberación. Uno de los mayores obstácu-los son el efecto de una posición asumida relativa a experiencias espirituales que los creyentes son reacios a examinar y entregar.

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La base espiritual de la liberación en la Victoria del Calvario

La base bíblica para obtener liberación es la verdad acerca de la victoria completa de Cristo en el Calvario. A través de esta verdad, el creyente puede ser librado del poder de ambos, el pecado y Satanás; pero en realidad, la victo-ria conseguida en el Calvario sólo puede ser aplicada ya que está en conformi-dad con las leyes Divinas. A medida que se reconocen los engaños de Satanás y la voluntad de la persona se establece en rechazarlas, puede, sobre la base de la obra de Cristo en el Calvario como se establece en Ro. 6:6-13; Col. 2:15; 1Jn. 3:8, y otros pasajes, reclamar su liberación de estos.

Al igual que existen diferentes grados de engaño y posesión, existen grados de liberación de acuerdo con el entendimiento del creyente y su disposición a en-frentar toda la verdad sobre sí mismo y sobre todo el terreno cedido al enemigo.

Al hacer esto, el creyente necesita tener un conocimiento constante de su posición en Cristo como identificado con Él en Su muerte en la Cruz, y su unión con Él en espíritu en Su lugar en el Trono (Ef. 1:19-20; 2:6) y debe “asir” con el agarre firme de su fe, la “cabeza” (Col. 2:19) como Aquel que está, por Su Espí-ritu, dándole la gracia (He. 4:16) y la fuerza para recuperar el terreno que el adversario produjo en la mente y en el cuerpo. Pues el hombre mismo debe ac-tuar para liberarse de la pasividad y debe revocar el consentimiento con el que permitió entrar a los espíritus malignos y, por su propia voluntad insistir en que se retiren del lugar (Ef. 4:27) que han obtenido de forma fraudulenta. Puesto que Dios no actuará en lugar del creyente para que este recupere la condición normal de su hombre exterior, ni decidirá en su lugar, la persona debe estar en la posición ventajosa de la victoria del Calvario de Cristo y reclamar su libertad.

Suponiendo que el creyente ha descubierto que es víctima de los engaños de los espíritus engañadores, ¿cuáles son los pasos subjetivos en el camino de la li-bertad? Brevemente:

1. Reconocer el engaño;

2. Rechazar el terreno;

3. Luchar firmemente contra todo lo que sea posesión;

4. Estar en guardia, contra excusas;

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5. Detectar todos los efectos de la posesión; y

6. Discernir el resultado de estas acciones.

Pues el creyente debe aprender a leer los signos de la “desposesión”, así como los síntomas de la “posesión”, para que no se deje engañar de nuevo por el Adversario.

Damos en forma de columna un complemento a las listas de las columnas de la tabla adjunta. La primera trata de la manera en que el creyente ha sido en engañado; esta es una de las formas de liberación.

Columna 1: Duda de la experiencia

Considerando primero la lista de la columna 1.

(1) Dudas de que la experiencia o “manifestación” sea de Dios. No pode-mos enfatizar con demasiada fuerza la necesidad de no extinguir y no ignorar la primera duda, pues la “duda” es en realidad la penetración inicial de la verdad en la mente y por tanto, el primer paso para la liberación. Algunos han extin-guido al instante la primera duda, por temor a “dudar de Dios” y, al hacerlo, ce-rraron la puerta al primer rayo de luz que les habría llevado a la libertad. Han tenido dudas acerca de la tentación y se resistieron, ignorando la distinción en-tre dudas verdaderas y malignas; y entre las correctas e incorrectas. Esto tiene su raíz en la mente de la mayoría de los cristianos, que dan connotaciones ma-lignas a ciertas palabras tales como “juzgar”, “criticar”, “duda”, y “enemistad”, “odio”, “incredulidad”, etc. Todas estas disposiciones y acciones ellos piensan que son malas y solamente malas, mientras que son malas o buenas depen-diendo de su origen –el alma o en el espíritu–, y en relación con su objeto. Por ejemplo, la “enemistad” contra Satanás es dada por Dios (Gn. 3:15), el “odio” al pecado es bueno y la “incredulidad” hacia las manifestaciones espirituales es ordenada hasta que el creyente esté seguro de su origen (1 Jn. 4:1).

Dudar de Dios –lo que significa no confiar Él– es pecado, pero una duda con

respecto a las manifestaciones sobrenaturales es simplemente un llamado a ejer-cer las facultades que todos los creyentes deben utilizar para discernir “el bien y el mal”. La profunda duda relativa a algunas experiencias espirituales, por tanto, no es una “tentación” sino realmente el Espíritu Santo moviendo las facultades espiri-

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tuales a la acción de acuerdo con 1 Co. 2:15, “el espiritual juzga –es decir, exami-na– todas las cosas”, las “cosas de Dios” son así “discernidas espiritualmente”.

No hay “Contradicciones” en la obra del Espíritu de Dios

Una “duda” generalmente penetra primero en la mente, ya sea (1) procedente de la verdad señalada por otros, o (2) surgida de alguna falla en la experiencia que detiene la acción del creyente. En el caso de alguna manifestación sobrena-tural, por ejemplo, que tenía la apariencia de ser divina, hubo una ligera contradic-ción que dejó perpleja el alma. Y como no hay contradicciones posibles que pue-dan ocurrir en las obras del Espíritu de Dios, que es el Espíritu de Verdad, una única contradicción es suficiente para revelar un espíritu de mentira en dicha obra. Este axioma no debe ser ignorado. Por ejemplo, un creyente declara bajo “poder” sobrenatural –que asume ser de Dios– concerniente a uno que está en-fermo, que el propósitos de Dios es su restauración, sin embargo, el enfermo mue-re. Esta es una “contradicción” que debería ser plenamente examinada, y no de-jarse de lado como una de las cosas que “no deben entenderse”, pues el elemen-to sobrenatural en la declaración no podría ser del Espíritu de Dios, que no puede apartarse de la verdad en Su revelación de la Voluntad de Dios.

“Probar los espíritus” (1 Juan 4:1), con el fin de discernir entre el “Espíritu de Verdad” y el “espíritu de error” es una orden clara a los hijos de Dios, así como “examinarlo todo” y retener lo que es “bueno” (1 Ts. 5:21); “poner en evidencia…con toda paciencia” (2 Ti. 4:2 Gr.). Cuestionar hasta que todas las cosas hayan pasado la prueba del examen completo es el camino más seguro, y está muy lejos de los que dudan de Dios mismo, en Su fidelidad y amor, cual-quier duda sobre esto, es pecado.

Admisión de la posibilidad de engaño

(2) La admisión de la posibilidad de engaño es la segunda etapa del impacto de la verdad en la mente, aunque a veces pueda preceder a la duda. Admitir la posi-bilidad de ser engañado –o de estar equivocado– en cualquier aspecto de nueva experiencia o acción, incluso a la vista de la verdad, es realmente una posibilidad que debe ser admitida por todos los creyentes. Sin embargo, es tan sutil el engaño

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del enemigo, que casi siempre la actitud de cada uno es que “los demás” pueden estar abiertos al engaño, mientras que él o ella son una excepción a la regla.

Esta excepción personal está tan profundamente arraigada en la persona más visiblemente engañada, que la larga batalla es simplemente para lograr la entrada a la mente del pensamiento de un posible engaño, en algún punto en absoluto. El creyente parece armado con la garantía inquebrantable de que si otros de dejan engañar, él ciertamente no; “considera la paja” en el ojo de su hermano, y es ciego –ciego a la “viga”– en el suyo propio. Pero una actitud abierta a la verdad dice, “¿Si los demás pueden ser engañados, por qué yo no? ¿No será que mi “garantía de seguridad” es un engaño del enemigo, tanto como el engaño que veo en los demás?”

Por qué todos los creyentes deben admitir la posibilidad de engaño por par-te de los espíritus engañadores, puede considerarse justo aquí.

El hecho básico de la Caída

El hecho primordial a ser reconocido por todos los seres humanos es la ruina total y absoluta de la primera creación en la Caída, cuando el Primer Adán admi-tió el veneno de la serpiente, el cual impregnó y corrompió todo su ser irrepara-blemente. Este hecho de la corrupción absoluta de la raza humana como conse-cuencia de esto es declarado sin lugar a dudas en el Nuevo Testamento:

• “…el viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos.” (Ef. 4:22)

• “teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios” (Ef. 4:18)

• “Entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, andando en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamien-tos; y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Ef. 2:3)

Así, el apóstol describe toda la raza humana, el gentil y el judío, el fariseo y el publicano –en todos, dijo “el príncipe de la potestad del aire” está forjado como “el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.

Estos hechos declarados por la Palabra de Dios y la realidad de la mente cegada (2 Co. 4:4), y el estado arruinado de todo ser humano, es la única base

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sobre la cual las verdades consideradas en este libro pueden ser entendidas, y resultar verdaderas en la experiencia y en la práctica.

La admisión de posible engaño es lógicamente razona ble

El segundo hecho fundamental –y el resultado lógico del primero– es que, a menos que la regeneración por el Espíritu Santo y la morada del Espíritu, signifi-que (1) impecabilidad, y (2) la actual posesión de un cuerpo de resurrección, cada parte de un creyente que todavía no esté renovada y liberada por la redención del Calvario de los efectos de la Caída, significa terreno para la posible entrada y po-sesión de espíritus engañadores. Dado que la impecabilidad absoluta y la posesión ahora de un cuerpo de resurrección no es una enseñanza de las Escrituras, como alcanzable mientras estamos en la tierra, la admisión de un posible engaño y la entrada de los espíritus malignos al hombre exterior de la mente o el cuerpo es lógica y razonablemente posible para todos; incluso mientras el espíritu y el cora-zón del hombre es renovado por el Espíritu Santo. Si llegamos a hechos de la ex-periencia, las pruebas son tan abundantes que exceden nuestro poder de tratarlos todos en el limitado espacio de este libro; no sólo en el mundo no regenerado, sino en aquellos que sin duda son hijos de Dios e, incluso creyentes espirituales.

Si nos conociéramos a nosotros mismos y nuestra actual condición como pecadores, simplemente como se muestra en la Palabra de Dios, estaríamos más seguros del enemigo. Es la ignorancia de nuestra verdadera condición, esa parte nuestra que no es la vida de Dios implantada en nosotros, y nuestra con-fianza ciega de seguridad, sin una base inteligente para nuestra fe, que nos dis-pone abiertos a ser engañados por Satanás a través de nuestra propia seguri-dad de estar libres de su engaño.

Luego de admitir la posibilidad de engaño en las cosas sobrenaturales, y una duda ha venido a la mente acerca de si ciertas “experiencias”, ya sean personales o de otra manera, fueron de Dios después de todo, la siguiente etapa es,

(3) El descubrimiento del engaño. La luz y la verdad por sí solas pueden hacer libre, y cuando, al entrar la duda, el hombre abre su mente a la verdad de que él es tan susceptible de ser engañado como cualquier otra persona, enton-ces a la mente y actitud abiertas, la luz es dada (Juan 3:21). A veces el engaño

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específico se ve de una vez, pero más a menudo el descubrimiento es gradual, y se necesita paciencia mientras la luz amanece lentamente.

Ciertos hechos en relación con las diversas experiencias del pasado, que el creyente no ha podido notar, ahora pueden salir a la luz, y las medias verdades del Adversario que había utilizado para engañar, se hacen claramente visibles –la torsión de las palabras, el arrancar frases de su contexto en las Escrituras, todos vienen a la vista cuando la luz es dada. Luego viene:

(4) El reconocimiento del engaño. Esto es ahora un imperativo. La verdad no sólo debe ser enfrentada sino poseída, por lo que las cosas son llamadas por su nombre, y el “padre de mentira” es derrotado por el arma de la verdad.

Columna 2: El rechazo del Terreno

Esto nos lleva a la cuestión crucial de la columna 2 de la manera en que el “terreno” ocupado por los espíritus malignos debe ser tratado. Pensamientos ingresados a la mente, pasividad de la mente o el cuerpo, facultades que se de-jan de usar, falta de control mental, del empleo de la voluntad, del poder de decisión o de juicio, etc. Ahora el creyente debe rechazar deliberadamente y de manera constante todo este terreno cedido al enemigo. Sobre, sobre todo y específicamente el terreno en los puntos en que ha sido engañado, pues es de vital importancia que el que es engañado conozca el terreno y renuncie a él.

Ya que hay posesión por causa del terreno cedido, debe haber “despose-sión” al negarle el terreno al enemigo. El engañado debe orar por luz hasta que la causa o causas del engaño se revelen y, sinceramente desear y estar dis-puesto a aplicar la luz a cada punto (Juan 3:21). El creyente debe obtener luz de Dios para detectar los síntomas y sus causas, y reconocerlos, pero sin caer en la ‘introspección’1, es decir un volverse hacia sí mismo, lo cual es contrario a la simple denegación del terreno expuesto a la luz.

1 La introspección es mencionada por Watchman Nee en su libro “El hombre espiritual”. La describe en los si-guiente términos: “Cuando prestamos atención a la vida interior, tendemos a caer en un análisis excesivo de nuestros propios pensamientos y sentimientos y de las actividades de nuestro hombre interior. De esta manera, podemos avanzar externamente, pero en realidad, será más difícil rechazar la vida del yo. Si nos encerramos en nosotros mismos, perderemos la paz”.

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El peligro de ceder nuevo terreno

Se puede decir en general, que si una persona rehúye de escuchar cosas acerca de algo en ella, o si se aflige cuando se hace referencia a ella, estas reacciones puedes revelar en el examen el terreno dado en ese punto. Si el creyente tiene miedo de examinar algo que evita tratar, es seguro que al exa-minar esa cosa en particular, lo más probable es que el enemigo tenga algún cierto terreno allí. Lo que el creyente no puede soportar oír, es probablemente la misma cosa que él es culpable de hacer, o de alguna forma está mal en su relación con ella. Entonces el terreno –y la causa o las causas del mismo– cuando es revelado, se quitar de nuevo a los espíritus engañadores, por medio de la oposición y del rechazo de estos puntos sobre los cuales el terreno ha sido dado, hasta que el terreno haya cesado. Pues el terreno que admite los espíritus malignos es aquel que mantienen en posesión. Hay también un te-rreno cedido que causa que el creyente, sin saberlo, se apodere de espíritus malignos; y hay cosas y terrenos cedidos, que permiten a los demonios tomar al creyente y sus facultades. También existe la probabilidad de ceder un nuevo terreno, al aceptar la interpretación que dan los espíritus mentirosos acerca de sus manifestaciones. Esto es, por parte del creyente el aceptar las mentiras de ellos en el presente tanto como en el pasado2, cuando el terreno fue dado pa-ra admitirlos.

2 Es decir, en el momento en que la “manifestación sobrenatural” tuvo lugar. Al aceptar la “manifestación” como de Dios, se cedió terreno; ahora cuando aceptan la “interpretación” dada por los demonios acerca de dicha mani-festación, ceden terreno otra vez. (N. del T.).

La “lucha hasta el final”

El significado de “luchar hasta el final” se puede explicar con un caso específi-co. Por ejemplo, si el creyente descubre que se ha hundido en la pasividad, y que un espíritu maligno se ha sujetado a las facultades pasivas, y mientras estaban en estado pasivo, actuaron por, o en conjunto con ellos; al haber cedido el terreno, les resulta difícil actuar por sí mismos de nuevo, y recuperar el uso de sus faculta-des. Si el creyente ha estado a la deriva en la pasividad en materia de decisión, y, rechazando este terreno al enemigo, decide ahora “decidir” por sí mismo,

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1. Él no puede actuar y decidir por sí mismo, y

2. Los espíritus malignos no lo dejan actuar, es decir, cuando su víctima les niega el permiso de controlarlo, entonces ellos no dejarán a su cautivo actuar sin su permiso.

Por tanto, el hombre tiene que elegir entre “no actuar” en absoluto o dejar que el espíritu maligno siga actuando en su lugar. Como él se rehúsa a esto, en-tonces, durante un tiempo no será capaz de utilizar su propio poder de decisión, a pesar de negarse a que el enemigo lo use. Se convierte en una lucha por el uso de su “libre albedrío” y por la liberación de la pasividad de la voluntad –que destruyó su poder de decisión y dio a los malos espíritus de las tinieblas control sobre él.

¿Por qué la posesión y sus efectos no cesan directamente si el hombre nie-ga todo terreno en su conjunto, a los espíritus engañadores? Porque todos los detalles del terreno deben ser detectados; el hombre debe descubrir el engaño en cada punto; y los espíritus malignos deben ser despojados de cada sitio. Pa-ra obtener liberación, debe obtenerse todo lo opuesto a aquello que provocó la posesión: la verdad de Dios en lugar de las mentiras de Satanás; actividad en lugar de pasividad, conocimiento en lugar de ignorancia; resistencia en lugar de rendición al enemigo; rechazo en lugar de aceptación.

Las acciones son el resultado del pensamiento y la creencia. El terreno siempre se remonta a su causa radical, que es un pensamiento y creencia. Los pensamientos y creencias erróneas que dan terreno a los espíritus malignos pa-ra la posesión, deben ser detectados y abandonados. La base de la aceptación o rechazo debe ser el conocimiento y nunca un pensamiento pasajero o impre-sión. Es por esta razón que la comprensión es un factor tan importante en la liberación y en la guerra subsiguiente.

En busca del terreno de cualquier dificultad en la vida espiritual, los creyen-tes en general se remontan sólo hasta la primera manifestación del error cons-ciente, en lugar de buscar la causa raíz de las manifestaciones.

Los hombres que buscan la raíz de un árbol no se contentan con el descu-brimiento de su manifestación sobre la tierra. Ellos saben que la causa del cre-cimiento que ven se encuentra a mayor profundidad. Es MUY IMPORTANTE que los creyentes diagnostiquen la causa de su dificultad como una fase anterior a

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la primera manifestación consciente, es decir, algún pensamiento o creencia que ha dado ocasión al enemigo para el engaño.

Ejemplo en materia de “inconsciencia”

1. Descubrimiento de los síntomas de la “inconsciencia” (posiblemente a través de la luz de otro).

2. Acto de rechazo y elección (rechazar la inconciencia maligna).

3. Búsqueda de la luz sobre el terreno en el pasado.

4. Descubrimiento de la causa; un “pensamiento y creencia que “la incons-ciencia de sí mismo” era el verdadero significado de la muerte y la condi-ción para ser “sólo consciente de Dios”.

Resultado : desde que el creyente admitió esos “pensamiento” y “creen-cia”, quedó sujeto a las consecuencias de los mismos, y todo lo que los espíritus malignos obtuvieron por ellos; pues vinieron a su alrededor e hicieron realidad aquello que la víctima deseó; es decir, “inconsciencia” la cual formó la base de la pasividad para las manifestaciones satánicas.

Si el creyente resiste y rechaza cualquier causa específica para la posesión, y no puede deshacerse de él, tiene que buscar la luz sobre la causa, es decir, el terreno en el pasado en el pensamiento y las creencias. Cuando se constate y se rechace, la “posesión” por necesidad cesará.

El rechazo de todo terreno

Por esta razón, hay que decir que cada punto debe ser pacientemente “lu-chado hasta el final”, es decir, el rechazo de todo terreno para que los espíritus malignos sean mantenidos, porque rechazar todo terreno, y deshacerse de él, son dos cosas diferentes. No todo terreno es necesariamente eliminado en el momento del rechazo. El rechazo debe por tanto ser reafirmado, y el creyente rechazar persistentemente, hasta que cada punto del terreno sea detectado y re-chazado y las facultades gradualmente liberadas para actuar libremente en virtud de la voluntad del hombre. Las facultades hundidas en pasividad deben recuperar su estado de funcionamiento normal, tales como el funcionamiento de la mente

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guardando el pensamiento puro y verdadero, para que cualquier tema tratado se domine y no domine fuera de control. Asimismo con la memoria, la voluntad, la imaginación y las acciones del cuerpo, tales como cantar, orar, hablar, leer, etc. todos deben ser devueltos a sus condiciones normales de funcionamiento, desde el estado pasivo en el que han caído, bajo la obra sutil del enemigo.

Rechazo de la obra de los espíritus malignos

El rechazo, también, de la operación de los espíritus engañadores en pose-sión, es necesario, tanto como el rechazo del terreno sobre el cual hayan logra-do la posesión.

El creyente puede decir como su declaración de la decisión:

1. Rechazo la “influencia” del e. m.* 2. Rechazo el “poder” del e. m. 3. Me niego a ser “conducido” por e. m. 4. Me niego a ser “guiado” por e. m. 5. Me niego a “obedecer” a e. m 6. Me niego a “orar” a e. m. 7. Me niego a “preguntar” algo a e. m. 8. Me niego a “rendirme” a e. m. 9. Rechazo todo “conocimiento” de e. m.

10. Me niego a escuchar a e. m. 11. Rechazo las “visiones” de e. m. 12. Rechazo el “toque” de e. m. 13. Rechazo los “mensajes” de e. m. 14. Rechazo toda “ayuda” de e. m.

El creyente debe revocar el consenti-miento que, sin saberlo, le dio a la obra de los engañadores. Ellos han tratado de trabajar a través de él.

“yo mismo, DECIDO hacer mi propio trabajo”.

“En el pasado DECIDÍ no hacer mi trabajo”.

“Pero AHORA LO REVOCO para siempre”

El período de “luchar hasta el final” es un momento muy doloroso. Hay malos

momentos de sufrimiento agudo y una intensa lucha, que surge de ser consciente de la resistencia de los poderes de las tinieblas en su contienda por aquello que el creyente se esfuerce en reclamar. En el momento en que comienza a avanzar de la debilidad hacia la fuerza, se da cuenta que la fuerza de los espíritus malignos le resis-

*e. m. significa espíritus malignos.

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ten, en consecuencia, se siente peor cuando combate hasta el final. Esta es una muestra de “liberación”, aunque el creyente no pueda pensar o sentir que sea así.

El orden de liberación no es necesariamente el orden en que la posesión se llevó a cabo. La última cosa dada a los espíritus del mal es generalmente la pri-mera en ser eliminada, porque la lucha se da en la experiencia del momento, y la liberación de la esclavitud del momento es la necesidad más urgente. A veces es la etapa avanzada de posesión, con su terrible cautiverio, lo que revela su condición al hombre mismo. Y no es hasta que empieza, punto por punto, a lu-char para volver a su condición normal, que descubre la profundidad de la fosa en que ha caído, y el lento trabajo de recuperación de la liberación de todo su ser, del poder del enemigo engañoso.

Efectos inmediatos de la liberación

El creyente que lucha hacia la libertad no debe ser engañado por los efec-tos inmediatos de la liberación, ya que puede parecer, a medida que avanza, que se está deslizando hacia atrás. Por ejemplo, cuando el hombre está en un estado pasivo bajo la esclavitud del enemigo, él puede no darse cuenta de lo que es, de lo que siente, y como aparezca: y por lo tanto no puede ser tocado en estos puntos; pero a medida que lucha para recuperar su posición normal, , estas cosas se hacen realidad para él de nuevo, y piensa que ha retrocedido. Pero el hecho de lo que siente acerca de estos asuntos, demuestra un grado de liberación, pues sus sentimientos, de los cuales se había hecho insensible, son recuperados nuevamente a su estado normal.

El creyente no debe estar con la guardia baja cuando sabe mucho acerca de “desposesión” pues hay nuevos reinos de engaño y debe prestar atención para no confundir lucha ordinaria con los poderes de las tinieblas, con manifes-taciones de su funcionamiento a través de la posesión.

Las tácticas del enemigo durante la lucha hasta el final

Cuando los espíritus del mal ven que su dominio llega a su fin, nunca dejan ir hasta que la causa se elimina completamente, y ellos siguen atacando la cosa acerca

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de la cual habían atacado, todavía existe en algún grado. Cuando se “lucha hasta el final”, el enemigo tiene varias tácticas para impedir la liberación del hombre, y pon-drá una cosa delante de la mente que no es la verdadera causa de la posesión, con el fin de hacer que el creyente se ocupe de ella, mientras está ganando todo el tiempo, vertiendo acusaciones sobre su víctima, hasta que queda desorientado y confundido. Demandas, acusaciones, culpa, remordimiento, directamente del enemigo o indirectamente, a través de otros. Al acusar, los espíritus pueden decir “Te equivocas” cuando no está equivocado, y viceversa, y también decir que está equivocado cuando se equivoca, y “bien” cuando se está bien, pero es muy impor-tante que el creyente no acepte la culpa hasta que esté absolutamente seguro de que la merece y que no proceda de los espíritus mentirosos de Satanás, los cuales no han sido designados por Dios para hacer la obra de convicción del Espíritu Santo.

Cuando al final la verdad ha amanecido sobre la víctima de los poderes de las tinieblas y ya no esperan ganar por medio del engaño, el único gran ataque final, desde el momento en que el creyente se libra del engaño para ser total-mente libre, es la acusación perpetua, “Estás equivocado”, a fin de mantener al hombre en condenación incesante. El pobre creyente entonces va a Dios y trata de obtener victoria sobre el “pecado”, pero es en vano. Cuanto más ora, más pa-rece hundirse en un pantano irremediable. Se ve a sí mismo como una masa de “pecado” y sin esperanza de libertad. Pero es victoria sobre los poderes de las tinieblas lo que él necesita, y rápidamente probará cuando reconozca la verdade-ra causa de su dificultad y se aferre a la Victoria del Calvario sobre Satanás.

La Escritura como arma

En su lucha hacia la libertad, el creyente debe hacer uso de la Escritura como el arma Divinamente provista para la victoria sobre los espíritus inmundos. Los ver-sículos utilizados con efecto inmediato y dando pruebas de alivio, indican la natura-leza específica de cualquier ataque, mostrando la eficacia del arma utilizada la cau-sa inmediata del conflicto, el creyente razonando nuevamente de la efectividad del arma para la causa de la guerra. Por ejemplo, si el texto esgrimido es que Satanás es el “padre de mentira” y el creyente declara que rechaza todas sus mentiras, trae libertad de la opresión del enemigo, esto indica que el enemigo está atacando con algo de sus obras engañosas. Entonces el creyente no sólo debe rechazar todas sus mentiras sino orar: “Señor, destruye todas las mentiras del diablo contra mí”.

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Todo esto simplemente significa que en el camino hacia la libertad, el creyen-te engañado debe actuar con inteligencia. Él debe conocer la verdad y debe saber que en la verdad que recibe y ejerce está la libertad. Al descender hacia el engaño, la inteligencia no se usa, pero al recuperar la libertad, se debe actuar con conoci-miento intencional; es decir, desciende “pasivamente”, pero debe emerger hacia la libertad activamente, es decir, por la acción conjunta de todo su ser.

La fuerza debe ser usada contra la fuerza. Hay dos aspectos del uso de la fuerza en la lucha contra los poderes de las tinieblas; uno es usando la fuerza del espíritu contra la fuerza del espíritu cuando el creyente es libre de la posesión, y el segundo, de la fuerza física puesta en acción contra el poder o agarre del cuerpo. Cualquiera de estos el Impostor puede sugerir como “esfuerzo propio” y engañar al hombre a asumir una actitud pasiva, y por lo tanto, cesar su resistencia contra él.

Cuando el creyente está luchando libre de posesión, debe poner en acción todas las fuerzas de su ser tripartito, y debe conocer el lugar del espíritu, el al-ma y el cuerpo, en el conflicto. Por ejemplo, si los espíritus malignos se aferran a los músculos de la estructura corporal, debe haber esfuerzo y uso de los músculos para desalojarlos, y así, en cualquier otra parte del ser. El creyente, por lo tanto, no debe tener miedo de usar la fuerza –fuerza pura, que significa el uso activo del espíritu, el alma y el cuerpo en sus diversas acciones. Los espí-ritus malignos, por posesión, causaron que las fuerzas del hombre tripartito se volvieran inactivas y pasivas, y ahora estas deben ser despertadas a la acción contra las fuerzas que los poseen. Debe haber liberación del ser físico de la pa-sividad, así como de la mente y del espíritu.

El peligro de una “lucha” errónea

Pero la resistencia, es decir, la acción del espíritu, el alma o el cuerpo, no de-be tomar el lugar del rechazo por la voluntad. Un hombre puede “luchar” sin nin-gún resultado, si primero no “rechaza”. Hay una lucha maligna, es decir, una resis-tencia en el cuerpo o en el cerebro debido a la posesión. Si existe debe ser recha-zada. Para que quede claro que esta fuerza maligna no está en funcionamiento, el creyente puede decir “Rechazo toda lucha maligna ahora en el espíritu, el alma o el cuerpo”. El creyente puede estar resistiendo algo en sí mismo, que es el fruto de

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su elección en el pasado y que solo su “rechazo” o revocación de su elección pasa-da puede afectar en el presente. Luchar por la fuerza o la resistencia, por lo tanto, siempre debe seguir a la misma actitud voluntaria de rechazo. Por ejemplo: (1) en la etapa de rechazo para recuperar el uso de la memoria, el hombre dice “yo quie-ro recordar” y, por así decirlo, por la acción de su voluntad, echa mano de la liber-tad y luego sigue (2) la etapa de la lucha real donde se ocupa de la libertad que ha tomado por el rechazo y activamente, insiste sobre el enemigo que cede, hasta que la memoria se torna realmente libre de su posesión.

Unas breves sugerencias para la actitud y acción pueden añadirse aquí, en forma condensada, para la orientación de cualquiera que busca la libertad del poder del enemigo:

1. Manténgase reclamando el poder de la sangre (Ap. 12:11).

2. Ore por luz y enfrente el pasado.

3. Resista al diablo persistentemente en su espíritu.

4. Nunca pierda la esperanza de que se le ha puesto en libertad.

5. Evite toda forma de auto-introspección.

6. Viva, y ore por otros, y así mantenga su espíritu en el poder agresivo y resis-tente.

Una vez más se puede decir:

1. Párese a diario en Ro. 6:11; como la actitud hacia el pecado.

2. Resista al enemigo (Stg. 4:7) todos los días en el terreno de la sangre de Cristo (Ap. 12:11).

3. Viva todos los días los demás; es decir, hacia el exterior y no hacia adentro.

Pararse en Romanos 6:11: Un arma de victoria

Posicionarse en Romanos 6:11 significa la actitud del creyente reconociéndose a sí mismo “muerto al pecado… en Cristo Jesús”. Es una declaración de muerte –un abismo de muerte– a los espíritus malignos, así como al pecado; a los espíritus ma-lignos que trabajan en, a través, para, en lugar de, o junto con el hombre.

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Resistir al enemigo sobre el terreno de la sangre de Cristo, significa blandir el arma de la obra terminada de Cristo, por la fe, es decir, su muerte por el pe-cado, liberando de la culpa del pecado al creyente que confía; Su muerte al pe-cado en la Cruz y la muerte del creyente juntamente con Él, liberando al hom-bre del poder del pecado, y Su muerte victoriosa en la Cruz del calvario libera al creyente del poder de Satanás.

Una forma condensada de los principios y las condiciones para la liberación del engaño y la posesión de espíritus malignos en cualquier grado, se puede dar de la siguiente manera:

1. Conocimiento de la posibilidad del engaño y la posesión.

2. Admisión del engaño real y de posesión.;

3. Actitud de neutralidad hacia todas las experiencias pasadas (espirituales) hasta que la verdad que les concierne se determine;

4. Denegación de todo terreno a los espíritus malignos;

5. (en algunos casos) la expulsión de los espíritus inmundos por la autoridad del Nombre de Cristo.

6. El creyente tomando posición de muerte al pecado (Ro. 6:11).

7. La comprensión del criterio de la verdadera condición normal con el fin de evaluar los signos de liberación;

8. El uso activo de las facultades para que lleguen a la condición normal.

En otra forma breve, un resumen de los pasos para la liberación se puede dar de la siguiente manera:

1. Reconocer persistentemente la verdadera causa de la esclavitud, es decir, la obra de uno o varios espíritus malignos.

2. Elegir no tener absolutamente nada que ver con los poderes de las tinieblas. 3. No hablar ni preocuparse por sus manifestaciones. Reconocerlas, rechazar-

las y luego ignorarlas. 4. Negar y rechazar todas sus mentiras y excusas, a medida que son reconocidas. 5. Observar los pensamientos y la forma en que vienen, y cuando, e inmedia-

tamente declarar la actitud de Ro. 6:11 contra todas las interferencias del enemigo.

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Los obstáculos para la liberación del engaño y la posesión pueden ser nue-vamente dados aquí brevemente, como:

1. No saber que es posible ser engañado;

2. Pensar que Dios no permitirá que un creyente sea engañado;

3. Decir “estoy seguro bajo la Sangre”, sin conocimiento inteligente de las condiciones para estarlo;

4. Decir “No tengo ningún pecado” abriéndole la puerta a un “espíritu maligno”;

5. Decir “estoy haciendo todo lo que Dios quiere, por lo que todo debe ser co-rrecto”, sin tratar de entender cuál es la voluntad del Señor.

Algunos consejos sobre cómo superar la pasividad, son los siguientes:

1. Actúe en la medida que pueda, haciendo lo que puede.

2. Tome la iniciativa, en lugar de esperar pasivamente dependiendo de otros.

3. Viva momento a momento, vele y ore paso a paso.

4. Que su mente y pensamientos piensen sobre todo lo que hace, dice y es.

El lento debilitamiento de la posesión mientras el cre-yente mantiene la resistencia

Columna 3: La posesión por el enemigo se debilita ahora lentamente a me-dida que el terreno ocupado se niega de manera constante, y cesa. El Engaña-dor luchó durante mucho tiempo para obtener el terreno, y el creyente puede tener que luchar mucho antes de estar completamente liberado. El debilitamien-to de la posesión, también está de acuerdo con el grado en el que se retira el terreno y si el hombre, por su parte, no cede más terreno al adversario. Esto hace que la liberación sea gradual, es cierto, pero en la mayoría de los casos, la trampa pudo haber sido tejida gradualmente por él durante muchos años. Capa tras capa puede lentamente haber venido a la mente, preparando el engaño que se producirá años después.

Columna 4: Luego de la actitud constante de rechazo del terreno, la luz empieza a entrar, con el descubrimiento de las “excusas” que el enemigo está dando para ocultar la verdadera ubicación. Pues se esfuerza persistentemente

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por hacer que el hombre crea que las manifestaciones se deben a alguna otra causa. Las principales excusas sobre la manifestación de la posesión se centran alrededor de las sugestiones de que se trata de algo “divino”, “natural”, “físico”, o bien el temperamento, las circunstancias, malas acciones ajenas, con el fin de cubrir u ocultar el terreno obtenido. Pero a medida que las excusas son recono-cidas, el creyente las resiste y llama a las excusas por el nombre correcto de las mentiras de Satanás.

Luego de deshacerse de las falsificaciones de las obras divinas, la etapa di-fícil es la de reconocer y liberarse de las falsificaciones del hombre mismo. A medida que las “excusas” o mentiras son reconocidas, el creyente se torna más agudo en la detección y menos dispuesto a aceptar las causas “físicas” o “natu-rales como verdaderas explicaciones, sin examinación y certeza, por ejemplo, si él “no puede soportar” oír o hablar acerca de una persona, se preguntará ¿Por qué? Si un ataque no cesa en cierto punto, se pregunta ¿Por qué?

La verdad es que un creyente no puede soportar cosas a causa de un ata-que a través de la posesión, y no puede hacer cosas debido a la posesión.

Nombrar el ataque es un factor en la victoria

Asignar un nombre al “ataque” es un gran factor de victoria. Por ejemplo, un ataque puede hacerse para obstaculizar, entonces el creyente debe estar en guardia contra todos los obstáculos, visibles o invisibles, los cuales el Entorpe-cedor está colocando en su camino; quizás para hacerlo perder la paciencia, en-tonces el creyente debe estar en guardia sobre todas las cosas que puedan po-ner a prueba su paciencia. Cuanto antes el ataque es reconocido y nombrado, más rápido el arma puede ser utilizada para destruirlo.

Puede ser una avalancha de acusaciones de haber hecho algo mal, la cual debe ser reconocida o probada en cuanto a su verdad. Cuando el Acusador carga al creyente con algo específicamente malo sobre determinada cosa, y él rinde esa cosa a Dios, si la acusación no cesa, se demuestra que la acusación no es verda-dera, sino que se debe alguna otra causa oculta a la vista. El creyente debe en-tonces buscar la luz de Dios sobre las causas ocultas, de acuerdo con Juan 3:21; y rechazar la causa de la acusación, aunque no sepa bien lo que es, diciendo:

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“Rechazo la causa de este ataque, sea cual sea, y confío en el Señor para la des-truirla”. Pero a menudo, cuando el creyente es acusado de estar equivocado so-bre una cosa determinada, aunque lucha una y otra vez de esta manera, el ata-que no cesa. Entonces, la verdadera causa del ataque es la posesión y no una “cosa” en absoluto. El asunto a ser luchado es la posesión en su conjunto.

La verdadera ubicación del espíritu de mentira a menudo se encuentra en la dirección opuesta de la que es aparente, ya que saben que están siendo ex-puestos y desalojados, por lo que ejecutan vigorosamente un ataque sobre al-gún otro logar para desviar la atención.

Los síntomas lentamente cesan

Columna 5: El efecto de los pasos anteriores pueden ahora ser vistos. Los sín-tomas lentamente cesan y el creyente, al regresar a las condiciones normales, en-cuentra sus facultades utilizables y sus pensamientos cada vez más bajo el control de su voluntad. Es una resurrección espiritual desde una sepultura satánica.

Ahora el que está siendo liberado debe estar en guardia y no pensar que es la victoria final, o que el espíritu de mentira ha sido totalmente desalojado por-que las manifestaciones han cesado. Tampoco debe pensar que, cuando el in-truso ha sido “echado fuera” –en aquellos casos en que echarlo fuera sea posi-ble y exitoso–, el enemigo ha sido totalmente despachado, debido a que no hay manifestaciones reales. Es necesario velar y orar como nunca antes. El espíritu maligno ha sido expuesto, el alma ha sido libre del engaño, pero el engaño más grave y más extendido es el momento en el que la cubierta de Satanás sobre la mente es removida, y la pasividad de varias facultades, del espíritu, el alma o el cuerpo son destruidas. Ser “libre del engaño” no significa estar totalmente libe-rado. Por tanto, el creyente debe tener cuidado con la trampa de dejar la lucha contra la posesión cuando llegue el alivio.

Es aquí que el creyente debe conocerse a sí mismo, de modo que sea capaz de juzgar la magnitud de su liberación, y esto lo hace por tener un criterio claro sobre su verdadera condición normal, a fin de detectar si está por encima de ella, y por tanto extendido más allá de su normal equilibrio y medida, o por de-bajo de ella, y por tanto menos capaz en todas la áreas de su ser.

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La importancia de conocer la verdadera normalidad

Por estas razones es esencial e indispensable para la plena liberación del poder de los espíritus malignos, que el creyente conozca el nivel de su estado normal y, con este indicador delante de él, pueda juzgar su grado de liberación física, intelectual y espiritualmente, con el fin de luchar hasta el fin, con volun-tad constante y fe, hasta que cada facultad sea libre y él se levante como un hombre liberado en la libertad con que Cristo le ha hecho libre.

Mientras se juzga a sí mismo con este criterio él puede decir: “Las cosas no son las mismas que fueron” y luego luchar hasta el fin por la oración hasta recuperar su condición normal. Los espíritus engañadores sugerirán todo tipo de excusas para detener el avance del hombre hacia la libertad. Por ejemplo, si tiene cuarenta años de edad, se le sugerirá que “la mente no puede ser tan vigorosa como a los veinte”, o que el “exceso de trabajo” es la causa de que su ser esté por debajo de lo que debería ser. Pero no hay que aceptar las ra-zones que parecen ser “naturales”, si han sido un tema de posesión. El cre-yente debe conocer la más alta medida que alcanzó, para espíritu, alma y cuerpo y resistir todos los intentos de los poderes de las tinieblas para man-tenerlo por debajo de ellos en todo momento. Si él está vigilante, sabrá que los espíritus mentirosos se esforzarán por engañarlo al respecto y debe resis-tir sus mentiras.

Recuperación de la normalidad

Algunas formas prácticas de mantener la mente en su estado normal de trabajo, se pueden sugerir brevemente a continuación:

a) Actitud hacia el pasado. No debe haber “remordimientos” o melancolía sobre las cosas hechas o no hechas. Esta es una operación común de la mente al pensar sobre el pasado, involucrada en una forma de pensar fu-nesta, la cual es generalmente descripta como “melancólica”. El creyente debe asegurarse de discernir por sí mismo cuándo no es más que un simple “pensamiento” o cuándo es arrastrado a un estado de “lamentación” o me-lancólico. Pues la victoria en la vida, debe ser la victoria en lo que se refiere al pasado, con todas sus fallas. Lo bueno del pasado no causa problemas

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en la mente sino sólo lo malo, sea real o supuesto. Esto debe ser tratado por el trato con Dios, sobre la base de 1Juan 1:7 y así, el creyente ser libre de él.

Al recuperar el funcionamiento normal de la mente, es necesario primero ponerla en acción y luego en acción equilibrada. Esto es muy difícil y a veces imposible, mientras haya espíritus malignos en posesión. Por lo tanto, la posesión debe cesar antes de que se restaure la actividad equi-librada. Este principio se aplica a todo.

b) La actitud hacia el futuro. Lo mismo puede decirse de la acción de la mente en relación con el futuro. Es lícito pensar en el pasado y pensar en el futuro, siempre y cuando el estado maligno de “melancolía” provocada por el pecado y satanás, no fue cedido.

c) La actitud hacia los espíritus malignos. No se debe permitir que inter-fieran. El creyente debe procurar no ceder nuevos terrenos, ya sea para posesión o para interferencia.

d) La actitud hacia el momento presente. Debe haber un estado de concentración constante de la mente en los deberes del momento, manteniéndola en activa preparación para usarla como la ocasión lo requiera. Esto no significa una actividad incesante, pues la actividad de la mente de modo que nunca está en reposo, puede ser un síntoma de posesión.

e) La firme actitud o acción de la voluntad. Al mantener la mente en condiciones normales de funcionamiento, libre de interferencia del enemigo, el creyente debe conservar una actitud de la voluntad firme constantemente. Es decir “Quiero que mi mente no sea pasiva”; “Voy a tener control total de mis facultades y usarlas”; “Voy a reconocer todo lo que viene de la posesión demoníaca”; todas ellas declarando la elec-ción del hombre, más bien que su determinación de hacer estas cosas. Los poderes de las tinieblas no son afectados por meras determinacio-nes –es decir, resoluciones–, pero son reducidos a la impotencia por el acto de la voluntad definitivamente eligiendo, en la fuerza dada por Dios para estar contra ellos.

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El arma de la Palabra de Dios

El creyente debe entender que la recuperación del uso simple de sus facul-tades y el mantenimiento de la mente en condiciones saludables, luego de haber-las rendido pasivamente a los espíritus malignos, significarán luchar constante-mente con los poderes de las tinieblas, la cual requerirá el uso de las armas que figuran en la Palabra de Dios, como probadas y comprobadas por la experiencia. Armas, por ejemplo, como la verdad del texto “basta a cada día su propio mal”, para resistir las cavilaciones el pasado o imágenes sobre el futuro; “Resistid al diablo y huirá de vosotros”, cuando la presión del enemigo es grave, y muchos otros textos “de combate” que demuestran que son realmente “la espada del Es-píritu” para empujar al enemigo, en el día malo, de su ataque sobre el creyente.

Los resultados de la experiencia cuando se entregó

Columna 6. El creyente se encuentra ahora con los siguientes resultados en la experiencia. Él tiene una visión clara a la luz de Dios, del obrar del enemigo, sin temor; una mente clara, inteligentemente en ejercicio en todas sus acciones; una decisión tranquila de la voluntad, con un fuerte espíritu puro para resistir, al instante, todo lo que sea del Adversario. En lugar de aceptación del obrar del enemigo, hay una actitud de rechazo establecido, en lugar de una mentira en la mente hay verdad; en lugar de ignorancia hay conocimiento.

El creyente entregado ahora tiene un profundo anhelo por la liberación de los demás que él ve atrapados en la red del cazador; tiene una visión aguda del verdadero carácter del diablo en su amarga enemistad hacia Cristo y sus redi-midos; las confusiones pasadas en las experiencias espirituales son ahora cla-ramente entendidas, y el adversario detectado al mínimo pensamiento que tiene lugar: uno que es libre del engaño ahora ve con asombro la “naturalidad” de sus obras sobrenaturales. Este hombre nunca tiene la guardia baja, sino que está siempre alerta, vigilando contra los poderes de las tinieblas, mientras confía en la fuerza de Dios, y hay un desarrollo manifiesto de fuerza de resistencia contra los espíritus malignos que lo atacan en los lugares celestiales, en lugar de la ac-titud débil y pasiva del pasado, que lo obstaculizaba y engañaba en el pasado.

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Los pasos para la liberación que se han dado, tratan del aspecto práctico de las acciones del creyente. En el lado divino, la victoria ha sido ganada y Satanás y sus espíritus engañadores fueron conquistados; pero la verdadera liberación del creyente pide su cooperación activa con el Espíritu Santo, y el ejercicio constante de la voluntad, la libertad de elegir en vez de esclavitud, y el uso normal de todas las facultades de su ser, puesto en libertad de la esclavitud del enemigo.

“El que practica la verdad, viene a la luz” (Jn. 3:21) dijo el Señor. Los espí-ritus de las tinieblas odian el escrutinio, y así trabajan bajo la cubierta del enga-ño y las mentiras. El creyente debe venir a la luz de Dios buscando Su Luz sobre todas las experiencias espirituales, así como todas las demás áreas de la vida, si es que quiere “desechar las obras de las tinieblas” (Ro. 13:12) y ponerse la ar-madura de Dios –las armas de la luz–.

La Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado, si ca-minamos en la luz, pero la luz debe brillar en el alma para caminar en ella. Los espíritus malignos pueden ser echados fuera en el Nombre del Señor Jesús, pe-ro el terreno que ellos ganaron sólo puede ser removido por la elección de la voluntad negando el terreno cedido, y apropiándose de la liberación por la muerte de Cristo en el Calvario.

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Capítulo 9

La voluntad y el espíritu del Hombre

Ahora hay que ver en las escrituras la verdadera forma en la que Dios obra en el creyente, en contraste con la manera de Satanás sus huestes espirituales de maldad; pues el principio de la cooperación con Dios y no el control pasivo por Él, debe ser entendido, no sólo como base de la liberación del engaño y la posesión, sino también como base para la guerra que se tratará en el próximo capítulo.

En pocas palabras, se puede decir que el Espíritu Santo que habita en el es-píritu humano regenerado, energiza y trabaja a través de las facultades del alma y de los miembros del cuerpo, sólo en y con la cooperación activa de la voluntad de los creyentes. Es decir, Dios en el espíritu del hombre, no utiliza la mano del hombre aparte del “voy a usar mi mano” decidido por el hombre mismo.

Colaboración con Dios no significa trabajo automáti co

Cuando Pablo dijo, “la cual actúa poderosamente en mí” (Col. 1:29), lo pri-mero que dijo fue: “yo trabajo de acuerdo con” Su trabajo. “Trabajo” no signifi-ca que las manos y los pies trabajaron automáticamente en respuesta a la “energización Divina”, como el motor trabaja en respuesta al vapor, sino al con-trario, “trabajo” fue la acción completa de Pablo, diciendo: “Elijo trabajar”, y “lu-chando según la fuerza de él, la cual actúa poderosamente en mí”; por lo que es “yo, que vivo y me muevo y trabajo”, y “sin embargo no yo, sino Cristo –el ‘Espíritu de Cristo’ en mi”. (ver. Gál. 2:20; Flp. 1:19).

Lo mismo sucedió con el Mayor que Pablo, quien dijo: “No he venido a ha-cer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”, “El Hijo no puede hacer nada por sí mismo”, y sin embargo, Él también dijo: “Mi Padre hasta ahora tra-baja, y yo trabajo”; “Las obras que Yo hago, vosotros las haréis también”. Tenía una voluntad independiente, pero vino no para hacer Su voluntad sino la volun-tad del Padre, y Él estaba haciendo la voluntad del Padre cuando dijo a la per-sona que solicitó Su poder sanador: “Quiero, sé limpio”.

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Así también debería ser en la vida del creyente. Por supuesto la unión esencial de su voluntad con la voluntad de Dios y el poder energético del Espíri-tu Santo, por su propia elección deliberada en armonía con la Santa Voluntad, el creyente usa activamente su voluntad para gobernarse a sí mismo en espíritu, alma y cuerpo. Dios morando en su espíritu colabora con él por medio de su vo-luntad ejercida.

Dios gobierna al hombre renovado mediante su voluntad cooperante

Para la liberación del poder del pecado y la protección contra espíritus en-gañadores en operación, es importante tener una clara comprensión del propó-sito de Dios en la redención. Dios creó al hombre con dominio sobre sí mismo. Este dominio era ejercido por acción de su voluntad, al igual que lo era el de su Creador. Pero el hombre cayó, y, en su caída, cedió su voluntad al gobierno de Satanás, quien a partir de ese momento por la agencia de sus espíritus malignos ha gobernado el mundo, a través de la voluntad esclavizada del hombre caído. Cristo, el Postrer Adán vino, y tomando el lugar del hombre, escogió la obedien-cia a la voluntad del Padre, y ni por un momento se separó de Su perfecta cooperación con esa voluntad. En el desierto se negó a ejercer el poder divino en la voluntad de Satanás, y en Getsemaní, en sufrimiento, Su voluntad nunca falló en la elección de la voluntad del Padre. Como Hombre Él escogió la volun-tad de Dios hasta el final, haciéndose obediente hasta la muerte, recuperando para el hombre regenerado, no solo la reconciliación con Dios, sino la libertad de la esclavitud de Satanás y la restauración de la voluntad del hombre renova-da y santificada, a su lugar de acción libre, deliberada e inteligentemente ejerci-da en armonía con la voluntad de Dios.

Cristo obró para el hombre, en la cruz del Calvario, la salvación del espíritu, el alma y el cuerpo, a partir del dominio del pecado y de Satanás; pero la salva-ción completa es obrada en el creyente a través de la acción central de la volun-tad, a medida que él elige deliberadamente la voluntad de Dios para cada parte de su naturaleza tripartita.

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La voluntad del hombre unida a la voluntad de Dios –y por tanto, teniendo el poder energético de Dios operando en su voluntad– es para que el hombre gobierne (1) su “propio espíritu” (ver Pro. 25:28; 1Co. 14:32), (2) sus pensa-mientos o su mente (Col. 3:2), incluyendo todos los poderes del alma, y (3) su cuerpo (1Co. 9:27), y cuando, por la apropiación del poder liberador de Dios de la esclavitud del pecado y de Satanás, el creyente recobra la acción libre de su voluntad para que él gustosa y espontáneamente, desee la voluntad de Dios, y como un hombre renovado, recupera el dominio sobre el espíritu, el alma y el cuerpo, él reina en vida “por medio de Jesucristo” (Ro. 5:17).

Pero el hombre natural no llega a esta etapa de renovación y de liberación de su voluntad, sin conocer primero la regeneración de su propio espíritu hu-mano. Dios no habita en el hombre caído hasta el momento de su nuevo naci-miento (Ef. 2:12; 3:16; Jn. 3:5-8). El hombre tiene que ser “nacido de Dios”; el mero hecho de que se necesite ser regenerado de tal manera declara la no exis-tencia de la vida divina en él con anterioridad. Luego de renacer, el hombre también debe comprender que ser regenerado no lo hace, por lo general con-vertirse inmediatamente en un hombre espiritual, es decir un hombre comple-tamente dominado por el Espíritu y que camine conforme a Él.

El “Hombre Natural” versus el “Hombre Espiritual”

Al principio, el hombre regenerado no es más que un “niño en Cristo”, el cual manifiesta algunas características del hombre natural, como celos, contiendas, etc., hasta que capta la necesidad de una recepción más plena del Espíritu Santo morando en el espíritu regenerado como Su santuario. El hombre no regenerado está totalmente dominado por el alma y el cuerpo. El hombre regenerado tiene su espíritu (1) vivificado, y (2) habitado por el Espíritu Santo, y sin embargo, puede ser gobernado por el alma y el cuerpo pues su espíritu está comprimido y unido. El hombre espiritual tiene su espíritu liberado de la esclavitud del alma (He. 4:12) para ser el órgano del Espíritu Santo en la mente y el cuerpo.

Es entonces que, por el poder del Espíritu Santo, su voluntad es puesta en armonía con Dios en todas Sus leyes y propósitos, y todo el hombre exterior en autocontrol. Así está escrito: “El fruto del Espíritu es… dominio propio” (Gá. 5:23).

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No es sólo amor, gozo, paz, paciencia, mansedumbre, manifestadas a través del canal del alma –la personalidad– sino un verdadero dominio sobre el mundo de sí mismo, donde (1) cada pensamiento es llevado cautivo, en la misma obediencia a la voluntad del Padre como fue manifestada en Cristo (2 Co. 10:5), (2) su espíri-tu es “gobernado”, también desde el recinto de la voluntad, de modo que man-tiene un “espíritu fresco” y puede “guardar” o pronunciar a su voluntad lo que está en su mente (Pr. 17:27), y (3) su cuerpo obedece al timón de su voluntad, que es un instrumento disciplinado y alerta para que Dios lo dinamice y potencie. El cuerpo es un instrumento para ser inteligentemente manejado y no el gran amo del hombre o la mera herramienta de Satanás y de deseos incontrolables.

Todo esto está totalmente claro en las Epístolas del Nuevo Testamento. “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él” se dice de la obra de Cristo en el Calvario, pero por parte de la persona que desea que este hecho potencial sea una realidad en su vida, debe declarar su actitud de elección con una acción decisiva, tanto en posiciones positivas como en las negativas. El apóstol apela una y otra vez al creyente redimido para que actúe de manera de-cisiva con su voluntad, como los siguientes pocos pasajes muestran:

Negativo Positivo

“Desechemos… las obras de las tinieblas.” Ro. 13:12.

“despojaos del viejo hombre.” Ef. 4:22.

“despojado del viejo hombre con sus hechos.” Col. 3:9

“haced morir vuestros miembros terrenales” Col. 3:5

“al despojaros del cuerpo carnal” Col. 2:11 (NT-Recobro)

“vistámonos las armas de la luz” Ro. 13:12 (RV95)

“vestíos del nuevo hombre”. Ef. 4:24 (RV95)

“y revestíos del hombre nuevo”. Col. 3:10 (RV95)

“vestíos del Señor Jesucristo y no satisfagáis los de-seos de la carne”. Ro. 13:14 (RV95)

“revestíos de tierna compasión”. Col. 3:12 (LBLA)

“tomad toda la armadura de Dios” Ef. 6:13 (RV95)

“Vestíos de toda la armadura de Dios”. Ef. 6:11 (RV95)

Todos estos pasajes describen un acto decisivo de la voluntad, no hacia co-sas exteriores sino hacia cosas en una esfera inmaterial e invisible, incidental-mente mostrando el efecto en la esfera espiritual de la acción volitiva del hom-bre. También enfatizan el efecto del uso decisivo de la voluntad del hombre,

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cuando actúa en armonía con la fuerza liberadora de Cristo. Cristo consumó su obra en la cruz del Calvario, pero aquella obra es aplicada en realidad, a través de la acción de la propia voluntad de los creyentes, actuando como si él mismo tuviera el poder de “desechar” las obras invisibles de las tinieblas, y hallar con esta acción de su voluntad, la cooperación del Espíritu de Dios haciendo que las amarras se suelten eficazmente.

Al salvar al hombre, Dios lo llamó a la acción conjunta con Él mismo, a “trabajar por su propia salvación”, pues Dios es el que trabaja con y en él, para que pudiera tanto querer como hacer Su beneplácito.

Dios llama al hombre a colaborar para su propia sal vación

En el momento de la regeneración Dios da al hombre la libertad decisiva de la voluntad para que se gobierne a sí mismo, mientras camina en comunión con Dios. Y mediante esta restauración de una voluntad libre para actuar en la elec-ción de Dios, Satanás PIERDE SU PODER. Satanás es el dios de este mundo, y el gobierna el mundo a través de la voluntad de los hombres esclavizados por él, esclavizados no sólo directamente, sino indirectamente por medio de incitar a los hombres a esclavizar a otros, y a codiciar el poder de la “influencia”, consi-derando que ellos deben trabajar con Dios para restaurar a cada uno la libertad de su propia voluntad personal, y el poder de elección de hacer lo correcto por-que es correcto, obtenida para ellos en el Calvario.

En este sentido, podemos ver el trabajo de los gobernadores de las tinie-blas de este siglo en el reino que ellos gobiernan, directamente en la influen-cia atmosférica, e indirectamente a través de los hombres, en (1) sugestión hipnótica, (2) lectura del pensamiento, (3) control de la voluntad, y otras formas de fuerza invisible, a veces empleadas por el supuesto bien de los demás.

El peligro de todas las formas de curación por “sugestión”, y todos los mé-todos afines de tratar de beneficiar a los hombres de forma física o mental, ra-dica en el logro de una pasividad de la voluntad y de las facultades mentales, lo que los deja abiertos a influencias satánicas más tarde.

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El derecho del creyente a la decisión voluntaria

La liberación de la voluntad desde su condición pasiva, y el control por parte del príncipe de este mundo, se llevan a cabo cuando el creyente ve su derecho de elección y comienza a colocar deliberadamente su voluntad del lado de Dios, y así elegir la voluntad de Dios. Hasta que la voluntad es totalmente liberada para la ac-ción, es útil para el creyente afirmar su decisión con frecuencia, diciendo “Elijo la voluntad de Dios, y rechazo la voluntad de Satanás”. El alma n puede incluso ser capaz de distinguir cuál es cuál, pero la declaración está teniendo efecto en el mundo invisible, es decir, Dios obra por medio de Su Espíritu a medida que él elige Su voluntad para negarse continuamente a las pretensiones del pecado y de Sata-nás; y Satanás se vuelve así más y más impotente, mientras que el hombre pro-gresa en la salvación obtenida potencialmente para él en el Calvario, y Dios está ganando cada vez más un súbdito leal en un mundo rebelde.

Por parte del creyente la acción de la voluntad se rige por la comprensión de la mente, es decir, lamente ve lo que debe hacer, la voluntad decide hacerlo, y luego desde el espíritu viene el poder para cumplir con la elección de la volun-tad y el conocimiento de la mente. Por ejemplo, el hombre (1) considera que debería hablar, (2) escoge o decide hablar, (3) se basa en el poder de su espíri-tu para llevar a cabo sus decisiones. Esto significa que conocimiento de cómo usar el espíritu, y la necesidad de conocer las leyes del espíritu, a fin de coope-rar plenamente con el Espíritu Santo.

El espíritu activado por el Espíritu Santo detrás d e la voluntad

Pero el creyente así cooperando con Dios usando su voluntad, debe en-tender que la elección de la voluntad no es suficiente por sí sola, como vemos por las palabras de Pablo en Ro. 7:18. “el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”. A través del espíritu, y por el fortalecimiento del Espíritu Santo en el “hombre interior” (el espíritu humano regenerado –Ef. 3:16–), es la volun-tad liberada deseosa y determinada a hacer la voluntad de Dios, con el poder para llevar a cabo su elección. “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer…”, es decir habilitar al creyente para decidir o elegir. Entonces es “Dios es el que en vosotros produce… por su buena voluntad” (Flp. 2:13), es decir, da energía al creyente con poder para llevar a cabo la elección.

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Esto es, Dios da el poder para hacer, desde el espíritu, donde Él mora, y así el creyente entiende la utilización de su espíritu, tan claramente cómo entiende el uso de (1) su voluntad, (2) su mente, o (3) su cuerpo. Él debe saber discernir el sentido de su espíritu, a fin de comprender la voluntad de Dios, antes de po-der hacerlo.

El organismo distinto del espíritu

Que el espíritu humano es un organismo distinto como algo separado del alma y del cuerpo, es muy reconocido claramente en las Escrituras, como estos pocos versículos muestran.

• “El espíritu del hombre…” 1Co. 2:11. • “El espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu…” Ro. 8:16. • “Mi espíritu ora…” 1Co. 14:14. • “…mi espíritu…” 1Co. 5:4. • “…reposo en mi espíritu…” 2Co. 2:13.

También hay una separación de “alma y espíritu” requerida y realizada por la Palabra de Dios –la espada del Espíritu– dada a conocer en He. 4:12, porque a través de la caída, el espíritu en unión con Dios, el cual una vez gobernó alma y cuerpo, cayó de la posición predominante en el vaso del alma y ya no podía regir. En el “nuevo nacimiento” el cual dijo el Señor a Nicodemo que era necesa-rio para todos los hombres, la regeneración del espíritu caído se lleva a cabo. “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6), “pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros” (Ez. 36:26), y a través de la aprehensión de la muerte de la vieja creación con Cristo como es establecido en Ro. 6:6, el espíritu nuevo es liberado, dividido desde el alma y unido al Señor Resucitado.

“…muerto a la Ley… unidos a otro… por haber muerto… para que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu” (Ro. 7:4-6).

Por tanto, la vida del creyente es un andar “según el espíritu” ocupándose de “las cosas del espíritu” (Ro. 8:4-5). En el texto griego la palabra “espíritu” no se escribe con mayúscula, como designando al Espíritu de Dios, sino con minúscula, refiriéndose al espíritu del hombre. Pero el creyente sólo puede así

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andar “en el espíritu” si el Espíritu de Dios mora en él (Ro. 8:9 Gr.), el Espíritu Santo levanta su espíritu al lugar donde rige sobre el alma y el cuerpo –la “carne” tanto ética como físicamente– al unirse al Señor resucitado, y hacién-dolo “un espíritu” con Él (1Co. 6:17).

Que el creyente mantenga el control volitivo sobre su propio espíritu es el punto importante a destacar, y a través de la ignorancia él puede retirar su es-píritu de la cooperación con el Espíritu Santo, y por lo tanto, “andar” tras el al-ma, o tras la carne sin saberlo. Una voluntad entregada a hacer la voluntad de Dios, por tanto, no es garantía de que está haciendo esa voluntad –debe enten-der cuál es la voluntad del Señor (Efesios 5:17) – y para hacer esa voluntad, procurar ser lleno en el espíritu al máximo de su capacidad.

El reconocimiento de que el Espíritu de Dios ha venido a morar en el santuario del espíritu, no es suficiente para garantizar que el creyente continuará caminando en el Espíritu y no satisfará los deseos de la carne (Gá. 5:16). Si “vive” por el Espí-ritu tiene que aprender a andar en el Espíritu, y para ello entender cómo “combi-nar” y “comparar” lo espiritual con lo espiritual (1Co. 2:13), a fin de interpretar verdaderamente las cosas del espíritu de Dios, ejerciendo la facultad del espíritu con la que es capaz de examinar todas las cosas y discernir la voluntad del Señor.

Tal creyente debe saber cómo andar conforme al espíritu, de modo que no apague sus acciones, movimientos o advertencias, a medida que es movido o ejercitado por el Espíritu de Dios, cultivando su fuerza por el uso, de modo que se “forta[lece] en espíritu” (Lc. 1:80), y surge un verdadero hombre espiritual “mayor de edad” en la Iglesia de Dios (1Co. 2:6; He. 6:1).

Cómo los creyentes ignoran el espíritu humano

Muchos creyentes no son inteligentemente conscientes de que tienen un “espí-ritu” o de lo contrario se imaginan que cada experiencia que tiene lugar en los senti-dos es el espíritu o “espiritual”. Si buscan un Bautismo del Espíritu Santo, y se vuel-ven conscientes de Su morada, los creyentes a veces piensan que entonces sólo Él actúa en ellos, y que son infalibles o especialmente guiados por Él, con el resultado de que todo lo que ocurre en su vida interior es necesariamente Su trabajo.

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En estos tres casos, el espíritu del hombre se deja fuera de considera-ción. En el primero, la vida religiosa de los creyentes es, si se puede decir así, “espiritualmente mental”, es decir que la mente se ilumina y disfruta de la verdad espiritual, pero qué significa “espíritu” no lo sabe con claridad. En el segundo caso, el creyente es realmente “anímico”, aunque él piensa que es espiritual, y en el caso donde el creyente piensa que “ser morada del Espíritu Santo” significa que todo movimiento percibido procede de Él, se vuelve es-pecialmente abierto al engaño de los espíritus malignos que falsifican al Espí-ritu Santo, porque sin discriminación atribuye todos los “movimientos” inter-nos o experiencias a Él.

En este caso, el espíritu del hombre entra en acción, y en su conocimiento a través de la recepción del Espíritu Santo, pero los creyentes necesitan, enton-ces, comprender que el Espíritu Santo no actúa a través de ellos como un canal pasivo, sino que les obliga a saber cómo colaborar con él en espíritu, de lo con-trario su “propio espíritu” –el espíritu humano– puede actuar sin él, mientras que puede pensar que sólo Él es la fuente de la acción.

El espíritu humano colaborando con el Espíritu Sant o

Andar “según el espíritu”, y “ocuparse del espíritu” no sólo significa subor-dinar la mente y el cuerpo al espíritu, sino que el propio espíritu del hombre co-labora con el Espíritu Santo en la vida de cada día, y en todas las ocasiones de la vida. Para ello, el creyente necesita conocer las leyes del espíritu, no sólo las condiciones necesarias para la obra del Espíritu Santo, sino las leyes que rigen su propio espíritu, para que pueda mantenerse abierto al Espíritu de Dios.

Cuando el Espíritu Santo toma el espíritu del hombre como su santuario, los espíritus malignos atacan el espíritu para evitar que colabore con Dios. consi-guen el primer acceso a la mente o al cuerpo, su objetivo es cerrar la salida del Espíritu de Dios que mora en el centro; o cuando el hombre es “espiritual”, y la mente y el cuerpo están subordinados al espíritu, las fuerzas espirituales de Sa-tanás pueden entrar en contacto directo con el espíritu, y luego sigue la “lucha” a la que se refiere Pablo (Ef. 6:12).

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Si el hombre llega a ser “espiritual” mediante el bautismo del Espíritu Santo, y sin embargo, es ignorante de las leyes del espíritu, sobre todo las tácticas de Sata-nás, él es responsable de ceder ante una arremetida de espíritus engañadores, los cuales (1) fuerzan su espíritu en éxtasis violentados o euforia, o (2) lo empujan, por así decirlo, en un vicio. En el primer caso el creyente recibe “visiones” y revela-ciones que parecen ser divinas, pero luego resultaron provenir del enemigo, por su desaparición sin resultados; en el segundo, el hombre se hunde en oscuridad y fal-ta de vida, como si hubiera perdido todo el conocimiento de Dios.

El control del creyente sobre su espíritu

Cuando el creyente entiende estos ataques directos de los espíritus malig-nos, se vuelve capaz de discernir la condición de su espíritu, y de mantener el control sobre él, rechazando toda euforia y tensión forzadas, y resistiendo todos los pesos y presiones que lo empujan por debajo del equilibrio normal, en el que es posible la cooperación con el Espíritu de Dios.

El peligro de que el espíritu humano actúe fuera de la cooperación con el Espíritu Santo, y se torne impulsado o influenciado por espíritus engañadores es muy grave, y puede detectarse cada vez más por los que andan suave y humil-demente con Dios, por ejemplo: un hombre es susceptible de pensar que su es-píritu autoritario es una evidencia del poder de Dios, porque en otras direccio-nes él ve al Espíritu Santo usándolo para ganar almas; otro puede tener un to-rrente de indignación insertado en su espíritu, que derrama pensando que pro-viene de Dios, mientras que los demás se encogen y son conscientes de una no-ta áspera que, claramente no es de Dios.

Esta influencia sobre el espíritu humano por espíritus malignos falsificando el obrar Divino, o incluso el obrar del propio hombre, porque está fuera de colaborar con el Espíritu Santo, tiene que ser entendido y detectado por el creyente que bus-ca caminar con Dios. Necesita saber que debido a que es espiritual, su espíritu está abierto a dos fuerzas del reino espiritual, y si piensa que sólo el Espíritu Santo le puede influir en la esfera espiritual, seguramente será engañado. Si así fuera, se convertiría en infalible, pero él tiene que velar y orar, y tratar de que los ojos de su entendimiento sean iluminados para conocer las verdaderas obras de Dios.

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Algunas leyes que rigen la verdadera vida del espír itu

Algunas de las leyes que rigen la vida del espíritu pueden resumirse breve-mente como sigue:

(1) El creyente debe saber lo que es espíritu, y cómo dar atención a las exi-gencias del espíritu, y no apagarlo, por ejemplo, un peso viene sobre su espíritu, pero él sigue con su trabajo, aguantando la presión; encuentra que el trabajo es duro, pero no tiene tiempo para investigar la causa, hasta que por fin el peso se vuelve insoportable, y él se ve obligado a parar y ver qué es lo que pasa, mientras que debería haber prestado atención a las demandas del espíritu al principio, y en una breve oración entregar el “peso” a Dios, rechazando todo presión del enemigo.

(2) Deberá ser capaz de leer su espíritu, y saber al mismo tiempo cuándo está fuera de la cooperación con el Espíritu Santo, rechazando rápida-mente todos los ataques que está trazando su espíritu fuera del equili-brio de la comunión con Dios.

(3) Debe saber cuándo su espíritu es tocado por el veneno de los espíritus del mal; mediante la inyección, por ejemplo, de tristeza, dolor, queja, murmu-raciones, manía de criticar, susceptibilidad, amargura, sensación de dolor, celos, etc., todo directamente del enemigo al espíritu. Debe resistir toda tristeza, abatimiento y quejas inyectadas en su espíritu, por la vida victo-riosa de un espíritu liberado que significa regocijo (Gá. 5:22). Los creyen-tes piensan que la tristeza tiene que ver con su disposición, y ceden a ella sin pensar en resistirla o razonar la causa de ella. Si se les pregunta si un hombre con una fuerte disposición para robar debe ceder a ella, responde-rían que “no” al unísono, sin embargo, ceden a otras “disposiciones” me-nos manifiestamente erróneas, sin siquiera cuestionarlas.

En la tensión del conflicto, cuando el creyente encuentra que el enemigo tiene éxito en alcanzar su espíritu con alguno de estos “dardos de fuego”, debe saber cómo orar inmediatamente contra el ataque pidiendo a Dios que destruya las causas del mismo. Cabe señalar que este “contacto” del espíritu con las diversas cosas que acabamos de mencionar no es la mani-festación de las “obras de la carne”, cuando el creyente es uno que conoce

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la vida en el espíritu; aunque llegará rápidamente a la esfera de la carne si no reconoce el ataque y lo trata con rechazo agudo y resistencia.

(4) Debe saber cuándo su espíritu está en la posición correcta de dominio sobre el alma y el cuerpo, sin excitarse más allá de su propia medida por las exigencias del conflicto o del medio ambiente. Hay tres condicio-nes del espíritu que el creyente debe ser capaz de discernir y enfrentar:

a. El espíritu deprimido, es decir, aplastado o “hundido”.

b. El espíritu en la posición correcta, en equilibrio y control calmo.

c. El espíritu sacado más allá del “equilibrio”, estando en tensión o con-ducido o en “vuelo”.

Cuando el hombre camina según el espíritu, y discierne que se encuen-tra en alguna de estas condiciones, sabe cómo “levantarlo” cuando está deprimido, y cómo verificar el exceso de acción, mediante un tranquilo acto de su voluntad, cuando está fuera de equilibrio por un exceso de entusiasmo o conducido por enemigos espirituales.

Alguna luz sobre la verdadera guía en el Espíritu.

En la “guía”, el creyente debe entender que cuando no hay acción en su espíritu, él debe utilizar su mente. Si en todo debe haber el “Amén” en el espíri-tu, no sirve para nada el cerebro en absoluto, pero el espíritu no siempre habla. Hay momentos en que parecería quedar en suspenso. En toda orientación la mente decide el curso de acción, no sólo por la sensación en el espíritu, sino por la luz en la mente.

Al tomar a una decisión, el “decidir” es un acto de la mente y de la volun-tad, basado en cualquiera de los procesos mentales de razonamiento, o en el sentido de espíritu, o en ambas, es decir:

1. Decisión por proceso mental, razonamiento, o

2. Decisión por el sentido del espíritu: es decir, el movimiento o impulso; halando o restringiendo; el espíritu como si estuviera “muerto”, no res-ponde. Contracción del espíritu, apertura del espíritu; plenitud del espíri-

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tu, comprensión del espíritu, carga sobre el espíritu; lucha en el espíritu; resistencia en el espíritu.

Dios tiene tres maneras de comunicar su voluntad a los hombres.

1. Visión a la mente, la cual es muy rara, y puede ser dada sólo a los hom-bres espirituales muy maduros, como Moisés;

2. Comprensión por parte de la mente; y

3. Consciencia del espíritu, es decir, por la luz a la mente y a la conciencia en el espíritu. En la verdadera guía, el espíritu y la mente están de acuerdo, y la inteligencia no está en rebelión con el liderazgo en el espíritu, ya que es muy frecuente la dirección falsificada por los espíritus malignos, cuando el hombre está obligado a actuar en obediencia a lo que piensa “que es de Dios”, recibido sobrenaturalmente, y teme desobedecer.

Todo esto se refiere a la orientación desde el punto de vista subjetivo, pero es preciso subrayar, además, que todas las orientaciones verdaderas de Dios están en armonía con las Escrituras. La “comprensión” de la voluntad de Dios por parte de la mente, depende de que la mente esté saturada con el conoci-miento de la Palabra escrita, y la verdadera “consciencia en el espíritu” depende de su unión con Cristo a través del Espíritu de Dios.

La mente nunca está en desuso. El espíritu humano puede ser influenciado por la mente, por lo tanto, el creyente debe mantener su mente en pureza, e im-parcial, así como una voluntad objetiva. La pasividad puede ser producida me-diante la búsqueda de una “dirección” en el espíritu durante todo el día, cuando puede no haber ninguna acción percibida en el espíritu. Cuando no hay movi-miento o “impresión” o “guía” en el espíritu, la mente debe ser utilizada en la confianza de la promesa de Dios, “Encaminará a los humildes en la justicia…” (Sal. 25:9). Un ejemplo de este uso de la mente, cuando Pablo no tenía cons-ciencia de su espíritu de alguna orientación especial de Dios, está claramente da-da por él cuando escribió a los corintios que de una cuestión él tenía mandamien-to (1Co. 7:10), pero de otra, dijo, “no tengo mandamiento del Señor, pero doy mi parecer” (1Co. 7:25); en un caso tenía la orientación a través de su espíritu, en el otro utilizó su mente, y claramente lo dijo –versículo 40– “pero, a mi juicio…”.

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Por ignorancia, una gran mayoría de creyentes caminan “en el alma”, es decir, su mente y sus emociones, mientras piensan estar andando “en el espíri-tu”. Las fuerzas satánicas conocen muy bien esto, y utilizan todos sus ardides para llevar al creyente a vivir en su alma o cuerpo, a veces parpadeando visio-nes a la mente o dando exquisitas sensaciones de alegría, fortaleza vital, etc., al cuerpo, y el creyente “anda en pos del alma” y “en pos del cuerpo”, al seguir tales cosas, creyendo que está siguiendo al Espíritu de Dios.

Dependiendo de cosas sobrenaturales dadas desde afuera, o experiencias espirituales en el reino de los sentidos, prueba la vida espiritual interior a través del espíritu. Por la experiencia de los sentidos, en vez de vivir en la esfera del espíritu, el creyente es extraído a vivir en el hombre exterior de su cuerpo; y al dejar de actuar desde su centro, es capturado por trabajos exteriores de lo so-brenatural en su “circunferencia” , y pierde la cooperación interna con Dios. El esquema del diablo es, por lo tanto, hacer que el creyente cese de caminar se-gún el espíritu y sacarlo hacia el reino del alma o del cuerpo. Entonces, el espíri-tu, que es el órgano del Espíritu Santo en el conflicto contra el enemigo espiri-tual, cae en desuso y es pasado por alto, pues el creyente se ocupa de la expe-riencia sensorial. Se encuentra entonces, prácticamente fuera de combate, ya sea para ser guiado, para potencia en el servicio o en el conflicto.

La falsificación del espíritu humano

Los espíritus malignos buscan crear una falsificación del espíritu, y hacen es-to para conseguir un punto de apoyo en la persona, así como para producir otros sentimientos que los procedentes del espíritu. Es entonces, cuando consiguen un asimiento lo suficientemente fuerte como para silenciar o dominar la verdadera acción del espíritu, o los sentidos espirituales. Si el creyente es ignorante de las tácticas del enemigo de esta manera, dejará ir la verdadera acción del espíritu –o permitirá que se hunda en desuso– mientras sigue sentimientos espirituales falsi-ficados, pensando que está andando en el espíritu todo el tiempo.

Cuando la verdadera acción del espíritu cesa, los espíritus malignos sugie-ren que ahora Dios lo guía a través de la “mente renovada”, que es un intento de ocultar su funcionamiento y el desuso del espíritu por parte del hombre. Por

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el cese de la cooperación el espíritu con el Espíritu Santo y la falsificación del “espíritu” con sentimientos que tienen lugar en el cuerpo, falsifican la luz de la mente, el razonamiento, el juicio, etc. sigue el hombre así andando en pos de la mente y el cuerpo, y no en pos del espíritu, con la verdadera iluminación de la mente la cual proviene de la plena operación del Espíritu Santo.

A fin de interferir con la verdadera vida espiritual, los espíritus engañadores tratan de falsificar la acción del espíritu en cargas y angustia. Esto lo hacen al principio dando un ficticio “amor divino” a la persona, recibiéndolo por medio del afecto. Cuando estos afectos son captados plenamente por los engañadores, el sentimiento de amor pasa, y el hombre piensa que ha perdido a Dios y toda la comunión con Dios. Luego siguen sentimientos de limitación y restricción, que se desarrollarán en sufrimiento agudo, que el creyente piensa que está en el es-píritu y que es de Dios. Ahora él va por estos sentimientos, que califica de “an-gustia en el espíritu”, “gemir en el espíritu”, etc., mientras que los espíritus enga-ñadores, mediante sufrimientos dados por ellos en los afectos, obligan al hom-bre a hacer su voluntad.

Toda conciencia física de cosas sobrenaturales, e incluso la conciencia in-debida de cosas naturales, debe ser rechazada, ya que esto distrae la mente de caminar según el espíritu, y la coloca en las sensaciones corporales. La concien-cia física es también un obstáculo para la concentración continua de la mente, y en un creyente espiritual un “ataque” de la “conciencia” física utilizada por el enemigo, puede romper la concentración de la mente y colocar nubes sobre el espíritu. El cuerpo debe mantenerse en calma bajo control total; la risa excesi-va debe evitarse, así como toda “agitación” que despierta la vida física en la medida de dominar la mente y el espíritu. Los creyentes que desean ser “espiri-tuales” y “maduros” en la vida de Dios, deben evitar el exceso, la extravagancia y los extremos en todas las cosas (véase 1 Co. 9:25-27).

Debido a la dominación de la parte física del hombre, y al énfasis puesto en las experiencias sobrenaturales en el cuerpo, el cuerpo es puesto a hacer el trabajo del espíritu, y es forzado a un protagonismo, el cual oculta la verdade-ra vida espiritual. Se siente la presión, se siente el conflicto, y así se vuelve al SENTIDO EN LUGAR DE AL ESPÍRITU. Los creyentes no perciben dónde sien-ten. Si les preguntan desde dónde “sienten”, no pueden responder. Deben

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aprender a discriminar, y saber discernir los sentimientos del espíritu, que no son ni emocionales (anímicos), ni físicos. (Véase, por ejemplo, Mc. 8:12; Jn. 13:21; Hch. 18:5).

Algunas descripciones del espíritu

El espíritu puede compararse a la luz eléctrica. Si el espíritu del hombre está en contacto con el Espíritu de Dios, está lleno de luz; aparte de Él, está en oscuridad. Habitado por Él, el “lámpara de Jehová es el espíritu del hombre” (Pr. 20:27). El es-píritu puede compararse con elástico; cuando está atado o presionado o con un “peso”, cesa de actuar o de ser la fuente de poder o del “saltar” por así decirlo, a la vida. Si un hombre se siente “cargado”, debe averiguar cuál es el peso que carga. Si se le pregunta “¿Es tu cuerpo?”, probablemente diría “No”, pues se “siente ama-rrado por dentro”. Entonces, ¿qué es lo que está “amarrado” o “cargado”? ¿No es el espíritu? El espíritu puede ser comprimido o expandido, subido o bajado, ence-rrado o colocado fuera, amarrado o libre. Las posibilidades y potencialidades del espíritu humano sólo se conocen cuando el espíritu está en Cristo, y unido a Él se hace fuerte para oponerse a los poderes de las tinieblas.

La gran necesidad de la Iglesia consiste en conocer y comprender las leyes del espíritu, a fin de colaborar con el Espíritu de Dios en el cumplimiento del propósito de Dios por medio de Su pueblo. Pero la falta de conocimiento de la vida espiritual ha dado a los espíritus engañadores de Satanás la oportunidad para los engaños a los que nos referimos en las páginas de este libro.

Nota –Los hijos de Dios pueden discernir más fácilmente las verdaderas obras de Dios a partir de las falsificaciones de Satanás.

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Capítulo 10

Victoria en el Conflicto

En el capítulo anterior hemos visto el camino de la liberación de la posesión por los espíritus malignos. La gran pregunta aquí es, cómo ser victorioso sobre los poderes de las tinieblas en su conjunto. Cómo tener la autoridad y la victoria sobre las huestes espirituales de maldad en lugar de su dominio sobre el creyente, el cual, luego de haber aprendido los dispositivos del enemigo, y el camino de la libe-ración, ahora se preocupa profundamente de que otros también deben ser puestos en libertad, y se ponen en el lugar de victoria “sobre toda fuerza del enemigo”.

Para esto el creyente debe ahora entender que el grado de “autoridad” de Cristo que el Espíritu de Dios lo energizará para ejercer sobre los espíritus del mal, será acorde al grado de victoria que tiene sobre ellos en el conflicto perso-nal, en el cual debe ahora establecerse para hacer frente en el ámbito de la vida espiritual que ha surgido.

Los grados de liberación y la victoria

El creyente debe tener un conocimiento profundo y comprensión de sus caminos y obras, y de las leyes del espíritu, y de cómo mantener el dominio del espíritu en todas las vicisitudes de la vida. Debido a que hay (1) grados de en-gaño y grados de posesión y liberación de la posesión; también hay (2) grados de victoria sobre el diablo; (3) grados de tentación y de victoria sobre la tenta-ción. El poder para cooperar con el Espíritu Santo blandiendo la autoridad de Cristo será también en grados, y ganado según la fuerza espiritual agresiva ob-tenida venciendo al diablo en sus diversas obras; del mismo modo la victoria sobre el pecado se profundiza en su fuerza a medida que el hombre supera la tentación al pecado; y la victoria sobre el mundo (1Jn. 5:4-5) es conocida cada vez más en la fe del Hijo de Dios. Estos grados de poder vencedor con el conse-cuente grado de recompensa, se puede ver claramente en el llamado del Señor a las iglesias registradas en el Apocalipsis. También los grados de autoridad fu-tura en el reinar con Cristo se indican en Sus palabras en una parábola: “…tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lc. 19:17-19).

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El creyente liberado del engaño y la posesión por los espíritus del mal, aho-ra debe aprender a caminar en victoria personal sobre el diablo en cada punto, si es que quiere tener mayor victoria sobre los poderes de las tinieblas. Para ello, al igual que tiene que conocer al Señor Cristo en todos los aspectos de Su Nombre y carácter, con el fin de aprovechar Su poder en unión viva con Él, así el creyente debe aprender a conocer al adversario en sus diversas obras, como es descripto en sus nombres y carácter, para ser capaz de discernir su presencia y a todos sus espíritus malvados, dondequiera que se encuentren, ya sea en los ataques sobre sí mismo, en otros, u operando como “gobernadores mundiales” de las tinieblas en el mundo.

Victoria sobre Satanás como tentador

La victoria sobre el diablo como un Tentador, y todas sus tentaciones perso-nalmente, directas o indirectas, debe ser aprendida por el creyente en la expe-riencia real; recordando que todas las “tentaciones” no son reconocibles como tentaciones, y no siempre son visibles, ya que su poder radica en que permanez-can ocultas. Los creyentes piensan que serán tan consciente de la tentación como lo es de una persona que entra en la sala, de ahí que los hijos de Dios sólo están luchando contra una pequeña proporción de las obras del diablo, es decir, sólo contra aquellas a las que pueden reconocer como obras sobrenaturales del mal.

Debido a que su conocimiento del carácter y de los métodos de trabajo del diablo es limitado y circunscrito, muchos verdaderos hijos de Dios sólo recono-cen la “tentación” cuando la naturaleza de la cosa presentada es visiblemente maligna, y de acuerdo con su conocimiento limitado del mal, no reconocen al Tentador y sus tentaciones cuando vienen bajo la apariencia de algo natural o físico, o aparentemente lícito y “bueno”.

Cuando el príncipe de las tinieblas y sus emisarios vienen como ángeles de luz, ellos se visten en luz, lo cual, en su caso es sinónimo de maldad. Se trata de una “luz” que en realidad es tinieblas. Vienen en el disfraz del bien. La oscu-ridad se opone a la luz, la ignorancia se opone al conocimiento, la mentira se opone a la verdad. Oscuridad es un término que se aplica a la moralidad malig-na y a la oscuridad moral. El creyente necesita discernir a los espíritus malignos

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en la esfera de los “supuestamente bueno”. Lo que viene de ellos como “luz” puede ser tinieblas. Lo aparentemente “bueno”, puede ser malo; la aparente “ayuda” a la que se aferran puede ser realmente un obstáculo. Por ejemplo, una dificultad en el trabajo puede surgir de la aceptación de un grado de debilidad, que es realmente el resultado de posesión demoníaca; así, mientras el creyente desea fortaleza, puede estar cumpliendo las condiciones que lo hacen débil. El diablo entonces lo tienta porque es débil, y sucumbe.

Es necesario que haya una elección entre el bien y el mal constantemente por todos los hombres, y los sacerdotes de la antigüedad fueron especialmente llamados a discernir y enseñar a la gente la diferencia entre “lo santo y lo pro-fano”, lo “impuro y lo puro” (Ezequiel 40:23). Sin embargo, ¿Podrá discernir la Iglesia de Cristo hoy en día lo que es bueno y lo que es malo? ¿No cae ella con-tinuamente en la trampa de llamar a lo bueno malo y a lo malo bueno? Debido a que los pensamientos del pueblo de Dios se rigen por la ignorancia y el cono-cimiento limitado, llaman a las obras de Dios obras del diablo; y a las obras del diablo, obras de Dios. Y no se les enseña la necesidad de aprender a discernir la diferencia entre lo “inmundo y lo limpio”, ni la forma de decidir por sí mismos lo que es de Dios o lo que es del diablo, aunque sin saberlo, están obligados a ha-cer una elección a cada momento del día.

Tampoco todos los creyentes saben que tienen que elegir entre el bien y el mal, es decir entre el menor y el mayor bien, y el diablo a menudo les enreda aquí.

Varios tipos de tentaciones

Hay tentaciones que no se ven y tentaciones en lo invisible. Tentaciones fí-sicas, tentaciones anímicas, tentaciones espirituales; tentaciones directas e indi-rectas, como con Cristo cuando fue tentado directamente en el desierto, o indi-rectamente a través de Pedro. El creyente no solo debe resistir al diablo cuando lo tienta visiblemente o lo ataca de manera consciente, sino por la oración constante debería sacar a la luz sus tentaciones oc ultas y cubiertas , sa-biendo que es un “Tentador”, y por tanto siempre está planeando tentaciones para el creyente. Aquellos que así, mediante la oración, sacan a la luz estas obras ocultas, están por experiencia, ampliando sus horizontes en el conoci-

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miento de su obra como tentador, y tienen mejores condiciones para colaborar con el Espíritu de Dios en la liberación de otros del poder del enemigo; pues a fin de ser victoriosos sobre los poderes de las tinieblas, debe ser capaz de reco-nocer lo que están haciendo. Pablo, en una ocasión no dijo “circunstancias”, sino que “Satanás me estorbó” (1Ts. 2:18), porque fue capaz de reconocer cuándo las circunstancias, o el Espíritu Santo (Hch 16:6), o Satanás, lo estorbó o lo contuvo en su vida y servicio.

Hay también grados en los resultados de la tentación. Luego de la tentación en el desierto, la cual estableció vastas y eternas cuestiones, el diablo se apartó de Cristo, peor él volvió a él una y otra vez con otros grados de tentación (Jn. 12:27; Mt. 22:15), tanto directas como indirectas.

Diferencia entre “tentación” y “ataques”

También hay una diferencia entre las “tentaciones” y los “ataques” del Ten-tador, como puede verse de nuevo en la vida de Cristo. La “tentación” es un es-quema o un diagrama, o una compulsión por parte del tentador para causar que otro haga el mal, ya sea consciente o inconscientemente, pero un ataque es una ataque a la persona, ya sea en la vida o en las circunstancias, por ejemplo, el diablo lanzó un ataque violento contra el Señor a través de los lugareños, cuan-do quisieron lanzarlo desde la cumbre del monte (Lc. 4:29); cuando Su familia lo acusaron diciendo que estaba loco (Mc. 3:21); y cuando fue acusado de po-sesión demoníaca por sus enemigos (Jn. 10:10; Mt. 12:24).

La tentación, por otra parte, significa sufrimiento, como vemos de nuevo en la vida de Cristo, porque está escrito: “El mismo padeció siendo tentado” (He. 2:18), y los creyentes no deben pensar que llegará un momento en el que no sentirán el sufrimiento de la tentación, ya que esta es una concepción equivoca-da, la cual da al enemigo el terreno para atormentarlos y atacarlos sin causa.

La oración saca las tentaciones ocultas a la luz

Para obtener la victoria completa, por tanto, el creyente debe estar ince-santemente en guardia contra el Tentador, orando para que sus tentaciones

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ocultas sean reveladas. El grado de comprensión de sus obras estará determi-nado por el grado de victoria experimentada, pues “En vano es extender la red ante los ojos de cualquier ave”. Hemos dado en los capítulos anteriores mucho conocimiento que necesita el creyente, si es que quiere obtener la victoria sobre cada aspecto de las obras del Tentador, pero especialmente se requiere el po-der de discriminación entre lo que es la tentación del Tentador operando sobre el “viejo hombre” no crucificado; la tentación de las cosas del mundo (1Jn. 2:15-16; 5:4-5), y la tentación directa de los espíritus del mal.

En la tentación el punto crucial es para el que es tentado saber si la tenta-ción es la obra del espíritu maligno que tiene acceso ganado a él, o si se trata de la naturaleza pecaminosa. Esto sólo puede ser discernido por el conocimiento ex-perimental de Romanos 6 como la base de la vida. La tentación procedente de la naturaleza caída, debería tratarse sobre la base de “también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús…” (Ro. 6:11), y la obe-diencia práctica a la orden resultante “No reine, pues, el pecado en vuestro cuer-po mortal”. En la hora de la tentación a pecar –el pecado visible y conocido– el creyente debe tomar su posición sobre Romanos 6:6, ya que su deliberada posi-ción de fe y, en obediencia a Romanos 6:11, declarar su invariable elección y ac-titud de muerte al pecado, en unión con la muerte de Cristo. Si esta elección es la expresión de su verdadera voluntad y la tentación al pecado no cesa, entonces debe tratar con los espíritus malignos, que pueden estar buscando despertar los deseos pecaminosos (Stg. 1:4), o falsificarlos. Pues ellos pueden falsificar la vieja naturaleza en el deseo del mal, los malos pensamientos, las malas palabras, pre-sentaciones malignas, y muchos creyentes honestos creen que están luchando con las obras de la vieja naturaleza, cuando estas cosas son dadas por los espíri-tus malignos. Pero si el creyente no está posicionado activamente en Romanos 6, las “falsificaciones” no son necesarias, porque la vieja creación caída está siempre abierta para ser utilizada por los poderes de las tinieblas.

Victoria sobre Satanás como acusador

La diferencia entre la acusación del enemigo y sus tentaciones, es que es-tas últimas son un esfuerzo para obligar o conducir al hombre a pecar; y la pri-mera es una imputación de la transgresión. La tentación es un esfuerzo para

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hacer que el hombre transgreda la ley, la acusación es un esfuerzo para poner al hombre en la posición de culpable por haber transgredido la ley. Los espíritus malignos quieren que el hombre se equivoque, para poder acusarlo y castigarlo por haberse equivocado. La “acusación” puede ser una falsificación de la convic-ción –la verdadera convicción del Espíritu de Dios–. Es importante que el cre-yente sepa cuando siente una “culpa”, si se trata de una convicción Divina o de una acusación satánica. El diablo:

1. Puede acusar cuando el hombre es verdaderamente culpable;

2. Puede acusar cuando el hombre no es culpable, y hacerle pensar y creer que lo es.

3. Puede esforzarse en transmitir sus acusaciones como una condena, y ha-cer que el hombre piense que se trata de la naturaleza pecaminosa, cuando éste no es culpable en absoluto.

Los espíritus malignos son capaces de infundir un sentimiento de culpa. El pecado en sí proviene de la naturaleza maligna interna, pero no es forzada en la personalidad desde el exterior, aparte de la persona. ¿Cómo puede el creyente decir si los espíritus malignos se encuentran detrás del pecado invo-luntario? Si el hombre está bien con Dios, posicionado en Romanos 6, sin ce-der deliberadamente a pecados conocidos, entonces, si cualquier manifesta-ción de pecado regresa inexplicablemente, puede ser tratada como prove-niente de los espíritus malignos.

Por tanto, el creyente no debe nunca aceptar una acusación –o una culpa sobrenaturalmente imputada, de que ha transgredido– a menos que esté completamente convencido por el conocimiento inteligente y una clara deci-sión de que lo ha hecho, porque si el acepta la culpa siendo inocente, sufrirá tanto como si realmente hubiera transgredido. También debe estar en guar-dia para rechazar cualquier impulso compulsivo de “confesión” de pecado a otras personas, el cual puede ser forzado por el enemigo para transmitir sus acusaciones mentirosas.

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El creyente debe mantener neutralidad a las acusaci ones hasta probar la fuente

El creyente debe mantener la neutralidad a las acusaciones, hasta estar se-guro de su origen real, y si el hombre sabe que es culpable, debe ir a Dios, en el terreno de 1Juan 1:9, y negarse a ser azotado por el diablo, ya que no es el juez de los hijos de Dios ni es delegado como mensajero de Dios para hacer la acusación de error.

Los pasos en el obrar de los espíritus malignos en sus acusaciones y falsas imputaciones, son estos, cuando el creyente acepta sus acusaciones:

1. El creyente piensa y cree que es culpable;

2. Los espíritus malignos hacen que se sienta culpable,

3. Ellos lo acusan de ser culpable;

4. Hacen que él sea realmente culpable de creer en sus mentiras, no impor-ta que sea culpable o no en primera instancia.

Los espíritus maliciosos tratan de hacer que el hombre se sienta culpable por sus acusaciones persistentes, con el fin de hacerle actuar o aparecer culpa-ble ante los demás, al mismo tiempo que les muestran rápidamente o sugieren a los demás las mismas cosas sobre las que le acusan, sin ninguna causa. Todos estos “sentimientos” deben ser investigados por el creyente. Sentirse mal no es suficiente para decir que un hombre está equivocado o para que el Acusador le acuse de haber errado. El hombre dice que se “siente” mal. Se debe preguntar “¿Es esta sensación verdadera?” Puede que se sienta mal, y haber actuado co-rrectamente y puede “sentirse” bien, estando equivocado. Por lo tanto, se debe investigar y examinar la cuestión honestamente, “¿Realmente he pecado?

“Sentimientos” inyectados por los espíritus maligno s

Hay “sentimientos” físicos, anímicos y espirituales. Los espíritus malignos pueden inyectar sentimientos en cualquiera de estos recintos. Su objetivo es mover al hombre por los “sentimientos” al sustituir estos por la acción de su mente, para que el creyente se rija por espíritus engañadores a través de sus

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sentimientos. Además sustituyen la conciencia por sentimientos en el reconoci-miento de lo correcto o incorrecto. Si los creyentes “sienten” que pueden hacer algo, lo hacen, sin preguntar, ya sea correcto o incorrecto, si no es visiblemente pecaminoso. Para obtener la victoria sobre el enemigo engañoso, es esencial que los hijos de Dios dejen de ser guiados por “sentimientos” en sus acciones.

Una vez más: si los creyentes en cualquier curso de acción “sienten alivio” ellos piensan que la sensación de alivio es una señal de que ellos han estado haciendo la voluntad de Dios. Sin embargo, un hombre consigue descansar cuando su trabajo está hecho, no sólo en lo espiritual sino en la vida ordinaria. Una “sensación de alivio” en cualquier línea de acción, no es un criterio de que se está haciendo la vo-luntad de Dios. La acción debe ser juzgada por sí misma y no meramente por sus efectos sobre el que la realiza. Por ejemplo, un creyente dice que “se sintió feliz” luego de hacer tal y tal cosa, y que eso era “una prueba de estaba haciendo la voluntad de Dios”, pero la paz y el descanso y el alivio no nos ninguna prueba de estar en la voluntad de Dios. Los creyentes también piensan que si hacen algún tipo de acción que el diablo quiere que hagan, “se sentirán condenados” inmedia-tamente, pero pasan por alto que Satanás puede dar sensaciones agradables.

Existen innumerables variaciones de sentimientos causados por espíritus malignos, de incontables ataques y un sin número de sugerencias falsas, los cuales requieren todo el discernimiento espiritual del creyente y su comprensión de las cosas espirituales para reconocerlos.

Necesidad de discernir la acusación de la verdadera convicción

El diablo como Tentador se convierte muy rápidamente en el Acusador, in-cluso si no tiene éxito en conseguir que el hombre ceda a sus tentaciones. Como hemos visto, los espíritus engañadores pueden causar “pecado” aparente que se manifiesta a la conciencia del creyente y luego atacar y acusar al hombre por sus propias obras. Falsifican algún pecado que puede ser llamado tristemente “mi pe-cado dominante”, en la vida del creyente; y si se considera que es un pecado cometido por la naturaleza maligna, ninguna “confesión” o búsqueda de la victo-ria sobre él, hará que cese. También pueden esconderse detrás del pecado real.

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Un sentido de inocencia no conduce necesariamente a la felicidad absoluta, porque incluso con la tranquilidad de la inocencia consciente puede haber sufri-miento, y el sufrimiento tiene su origen en algún pecado desconocido. Andar por la luz conocida y medir su inocencia por su conocimiento del pecado conoci-do es muy peligroso para quien desea una paz insondable, pues ello conduce a un reposo superficial, que puede ser alterado en cualquier momento por los ataques del acusador, que dirige sus dardos a una articulación en la armadura de la paz, oculta a la vista del creyente.

Para obtener la victoria sobre los espíritus acusadores del Engañador, los creyentes espirituales deben, por tanto, tener claro si una conciencia de pecado es resultado de una transgresión real o si es acusado por espíritus malignos. Si el creyente acepta la conciencia de pecado como procedente de sí mismo, cuando no lo es, de inmediato deja su posición de muerte al pecado, y se consi-dera vivo a él. Esto explica por qué muchos de los que verdaderamente han co-nocido la victoria sobre el pecado por el “considerarse” de Romanos 6:11, re-nuncian a su base y pierden la posición de victoria; pues el Acusador ha falsifi-cado alguna manifestación del “yo” o del “pecado” y, a continuación, acusó al hombre de lo mismo, burlándose de que “Romanos 6 no funciona”, y por este recurso le hizo entregar su base de victoria, haciéndole caer en confusión y condenación, como en un pozo de lodo cenagoso y oscuridad.

La necesidad de una inquebrantable guerra contra el pecado

Por otro lado, si el creyente en el más mínimo grado tiene la tentación de tra-tar el pecado a la ligera, o lo atribuye a los malos espíritus cuando proviene de él mismo, está igualmente en terreno falso, y se coloca a sí mismo abierto a la vieja naturaleza caída recobrando el dominio sobre él con fuerza redoblada. La guerra contra Satanás debe ir acompañada de una vigorosa lucha resuelta contra el peca-do. Cualquier pecado conocido no debe ser tolerado ni por un momento. Ya sea que se trate de la naturaleza caída, o de los espíritus malignos forzando al hombre, el pecado debe ser desechado y repudiado, sobre la base de Ro. 6:6 y 12.

Dos ideas falsas que dan una gran ventaja al enemigo alerta, son los pen-samientos en las mentes de muchos creyentes, que si un creyente comete un pecado, inmediatamente (1) él lo sabrá por sí mismo, o (2) Dios se lo dirá. Ellos

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esperan por tanto que Dios les diga cuándo están bien o mal, en lugar de bus-car la luz y el conocimiento de acuerdo con Juan 3:21.

Los creyentes que buscan la victoria sobre todos los engaños del enemigo, deben tomar parte activa en el trato con el pecado. Basados en una concepción erró-nea de la “muerte” pueden haber pensado que Dios quitaría el pecado de sus vidas en lugar de ellos, con el resultado de que no han podido colaborar activamente con Él en el trato con el mal interno y en su ambiente, en los demás y en el mundo.

Para obtener una vida de victoria perpetua sobre Satanás como acusador, es muy importante que el creyente comprenda y detecte cualquier inconsistencia en-tre la actitud de la voluntad y las acciones de su vida. Él debe leerse a sí mismo, interpretando tanto sus acciones como su voluntad y motivaciones. Por ejemplo, una persona es acusada de hacer una cosa determinada, la cual inmediatamente niega, porque la acción no está de acuerdo con la actitud de su voluntad, y por tanto, él dice que es imposible que hubiera actuado o hablado de la manera seña-lada. El creyente se juzga a sí mismo por su propio punto de vista interno de la vo-luntad y los motivos, y no por sus acciones así como por su voluntad (1Co. 11:31).

En el lado de Dios se necesita el poder limpiador de la Sangre de Cristo (1Juan 1:7) de forma continua para los que tratan de caminar en la luz, lim-piándose de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santi-dad en el temo de Dios (2Co. 7:1).

El diablo como Acusador también trabaja indirectamente a través de otros, incitándoles a hacer acusaciones que quiere que el hombre acepte como verda-deras, y así abrirles la puerta para que sean verdaderas; o acusa al creyente an-te los demás mediante “visiones” o “revelaciones” acerca de él, lo cual provoca que lo juzguen mal. En cualquier caso, todo lo que venga al creyente, sea del hombre o del diablo, debe ser usado por él para orar, y por la oración convertir todas las acusaciones en pasos hacia la victoria.

Victoria sobre Satanás como mentiroso

“Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, pues es mentiroso y pa-dre de mentira” (Juan 8:44). Esto no quiere decir que el enemigo nunca dice la

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verdad, sino que su verdad tiene el objetivo de conseguir que el creyente se involucre con el mal; por ejemplo, cuando el espíritu de adivinación decía la verdad, que Pa-blo y Silas eran siervos de Dios, fue para sugerir la mentira de que Pablo y Silas deri-vaban su energía de la misma fuente que la chica bajo el poder del espíritu maligno. El diablo y sus huestes espirituales de maldad hablarán o utilizarán noventa y nueve partes de la verdad para introducir una parte de mentira, pero Pablo no se dejó en-gañar por el testimonio de una profetisa de adivinación que reconocía su autoridad divina. Él discernió el espíritu malvado y su propósito, lo expuso y lo echó fuera.

Incluso es necesario que el creyente sea capaz de triunfar sobre Satanás como mentiroso, y que sea capaz de reconocer sus mentiras y las de los espíri-tus mentirosos, en cualquier forma en que se le presenten. Esto lo hace por co-nocer la verdad y utilizando el arma de la verdad.

Victoria sobre la falsedad mediante la verdad

No hay forma de victoria sobre la mentira, sino por la verdad. Para tener victoria sobre el diablo como mentiroso, y sobre sus mentiras, el creyente debe estar determinado siempre a conocer la verdad, y a decir la verdad sobre cada cosa, en sí mismo, en los demás y en torno a él.

Satanás el mentiroso, a través de sus espíritus mentirosos, vierte constan-temente mentiras sobre el creyente todo el día; mentiras en sus pensamientos acerca de sí mismo, sus sentimientos, su condición, su entorno; mentiras malin-terpretando cada cosa en sí mismo y alrededor de él; acerca de aquellos con quienes está en contacto; mentiras sobre el pasado y el futuro; mentiras acerca de Dios; y mentiras acerca de sí mismo, magnificando su poder y su autoridad. Para tener victoria sobre esta corriente persistente de mentiras del padre de mentira, el creyente debe luchar con (1) el arma de la verdad de Dios en la Pala-bra escrita, y (2) la verdad sobre hechos sobre sí mismo, sobre otros y sobre cir-cunstancias. Cómo “rechazar” persistentemente todas las mentiras del mentiroso y sus emisarios, se explica en otras partes del libro. A medida que el creyente triunfa cada vez más sobre el diablo como mentiroso, crece en mayor capacidad para distinguir sus mentiras, y equipado para despojar el velo de los demás.

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Victoria sobre Satanás como Falsificador o falso “á ngel de luz”

“Porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz”, y sus “ministros” (“falsos apóstoles, obreros fraudulentos” 2Co. 11:13) se disfrazan como “minis-tros de justicia” (2Co. 11:14-14). Este aspecto de la victoria sobre Satanás se ejecuta en la misma línea que los anteriores, es decir, por el conocimiento de la verdad, permitiendo al creyente reconocer las mentiras de Satanás, cuando él se presenta bajo la apariencia de la luz.

La luz es la naturaleza de Dios mismo. Para reconocer las tinieblas cuando se visten de luz –luz sobrenatural– se necesita un profundo conocimiento de la ver-dadera luz, y un poder para discernir las fuentes más internas de las cosas que en apariencia lucen como Dios y se ven hermosas. La forma en que el Adversario falsifica la luz misma, a fin de presentarse como Dios, ya se ha expuesto en el capítulo 6. La actitud principal de este aspecto de la victoria sobre el adversario es una posición establecida de neutralidad a todas las obras sobrenaturales, has-ta que el creyente conozca lo que es de Dios. Si alguna experiencia se acepta sin discusión, ¿cómo se puede garantizar su origen Divino? La base de la aceptación o rechazo debe ser el conocimiento. El creyente debe conocer, y no puede cono-cer sin examen, ni “examinará” a menos que mantenga una actitud de “no creáis a todo espíritu” hasta que haya “probado” y demostrado que es de Dios.

Victoria sobre Satanás como un Entorpecedor

“…quisimos ir a vosotros… pero Satanás nos estorbó” (1Ts. 2:18), escribió Pablo, que era capaz de discernir entre la obstaculización de Satanás y la res-tricción del Espíritu Santo de Dios (Hch. 16:6). Esto, otra vez, significa conoci-miento, y poder para discernir las obras y estratagemas de Satanás, y los obs-táculos que coloca en los caminos de los hijos de Dios; obstáculos que parecen tan “naturales” y como una “Providencia”, que muchos inclinan la cabeza y le permiten al Entorpecedor prevalecer.

El poder para discernir viene (1) por el conocimiento de que Satanás puede obstaculizar, (2) mediante la observación del objetivo de los obstáculos, y (3) mediante una observación de sus métodos a lo largo de esta línea; por ejemplo, ¿Está Dios o Satanás reteniendo el dinero de los misioneros que predican el

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Evangelio del Calvario, y dando abundancia a aquellos que predican el error y las enseñanzas que son resultado del espíritu del anticristo?

¿Está Dios o Satanás impidiendo que un creyente, por “circunstancias” o “enfermedad”, ejerza un servicio de vital importancia para la Iglesia de Dios? ¿Está Dios o Satanás instando a una familia a retirar su residencia, sin motivos razonables, a otro barrio, cuando implica la eliminación de otro miembro de una posición estratégicamente ventajosa de servicio a Dios, sin ningún otro obrero que ocupe su lugar? ¿Está Dios o Satanás llevando a los cristianos a poner en primer lugar su (1) salud, (2) comodidad, (3) posición social, en sus decisiones en lugar de las necesidades y exigencias del reino de Dios? ¿Es Dios o Satanás quien “entorpece” el servicio a Dios a través de los miembros de una familia ha-ciendo objeciones; o problemas en los negocios que no dan tiempo para realizar dicho servicio; o a través de propiedades perdidas, etc.? El conocimiento del En-torpecedor significa la victoria por la oración sobre sus planes y obras. Por tan-to, el creyente debe conocer sus artimañas.

Victoria sobre Satanás como Asesino

(Juan 8:44): Satanás como príncipe de la muerte, vigila cada ocasión para tomar la vida de los siervos de Dios, si en alguna manera puede conseguir que se cumplan las condiciones que le permitan hacerlo. (1) Por su insistencia deli-berada en ir hacia el peligro sin ser enviado por Dios, (2) Por atraparlos en pe-ligros mediante visiones, o guía sobrenatural, conduciéndolos en acciones que le permita trabajar detrás de las leyes de la naturaleza para destruir sus vidas. esto es lo que Satanás trató de hacer con Cristo en la tentación en el desierto: “tírate de aquí abajo”, le dijo; y luego le citó las Escrituras para mostrar que el Señor tenía la orden bíblica de creer que las manos angélicas Lo sostendrían (Lucas 4:11), y no permitirían que se cayera. Pero el Hijo de Dios reconoció al Tentador y al Asesino. Él sabía que su vida terminaría como un Hombre, si Él hu-biera dado un paso fuera de la voluntad de dios; y que el Engañador no pro-pondría nada, sin embargo, aparentemente inocente, o aparentemente para Glo-ria de Dios, a menos que algún plan para sus propios fines esté profundamente escondido en su proposición.

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Cristo ahora tiene las “llaves de la muerte y del Hades” (Ap. 1:18), y “aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo” (He. 2:14 LBLA), no puede ejercer poder sin permiso; pero cuando los hijos de Dios, a sabiendas o no, cumplen las condiciones que le dan a Satanás el terreno para atacar sus vidas físicas, el Señor con “las llaves de la muerte” opera de acuerdo con la ley, y no los salvará, salvo por el arma de la oración , que permite a Dios in-terponerse y darles las victoria sobre la ley de la muerte, así como la ley del pecado, mediante “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” (Ro. 8:2).

“Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte”. Por lo tanto, la muer-te es un enemigo, para ser reconocido como un enemigo y ser resistido como un enemigo. El creyente puede legítimamente tener “deseo de partir y estar con Cris-to” (Flp. 1:23), pero nunca desear morir meramente como un fin a los “problemas” o permitir que el deseo legítimo de “estar con Cristo”, le hagan ceder el paso a la muerte cuando es necesario para el servicio de la I glesia de Dios. “…pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros”, escribió el apóstol a los filipenses, por tanto, “sé que quedaré” (Flp. 1:24-25).

Los creyentes deben resistir la muerte como un ene migo

La voluntad del creyente “dispuesta” a la muerte física, le da al Adversario poder de la muerte sobre aquél, y ningún creyente debe ceder ante un “deseo de morir” hasta saber que más allá de toda duda que Dios le ha liberado de servicios adicionales prestados a Su pueblo. Que un creyente esté “dispuesto a morir” no es un asunto pequeño, él debe estar listo para vivir, hasta estar seguro de que su trabajo se acaba. Dios no cosecha su maíz hasta que esté maduro y sus hijos re-dimidos deberían ser “cosechados como una mata de maíz en su tiempo”.

A menudo el príncipe de la muerte es como un Asesino, trabajando a través de la ignorancia de los hijos de Dios en cuanto a, (1) su poder, (2) las condicio-nes en le dan poder, y (3) la victoria de la oración por la cual resisten su poder, que corta los soldados de Dios del campo de batalla. Satanás es como un Ase-sino, quien da “visiones de gloria”, “deseos de morir”, a los obreros de valor pa-ra la Iglesia de Dios, a fin de que obtengan la muerte, incluso en días de servi-cio activo, y poco a poco se desvanezcan.

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Los creyentes que tengan victoria sobre Satanás en cada punto, deben re-sistir su ataque sobre cuerpo, así como sobre el espíritu y la mente. Deben bus-car el conocimiento de las leyes de Dios para el cuerpo, así como obedecerlas, no dando ocasión a Satanás para que los mate. Ellos deben saber el lugar del cuerpo en la vida espiritual; (1) su importancia, y sin embargo, (2) su oscuridad. Pablo dijo, “golpeo mi cuerpo”. Deben entender que cuanto más conocimiento tienen de los artilugios y el poder del Adversario, y de la plenitud de la victoria del Calvario a su alcance para la victoria completa sobre él, más planificará para dañarlos. La totalidad de sus planes contra los hijos de Dios se pueden resumir bajo tres lemas: (1) Hacerlos pecar, como tentó a Cristo en el desierto, (2) Ca-lumniarlos, como Cristo fue calumniado por sus familiares y enemigos; (3) Ma-tarlos, como Cristo fue muerto en el Calvario, cuando, por el permiso directo de Dios, la hora y el poder de las tinieblas se reunieron alrededor de Él, y por ma-nos de hombres inicuos fue crucificado y muerto (Hch. 2:23).

A medida que el creyente obtiene victorias sobre Satanás, y sus espíritus engañadores y mentirosos, de este modo reconociéndolos, resistiéndolos y triunfando sobre ellos en sus diversas obras, su fortaleza de espíritu para con-quistarlos se hace cada vez más fuerte, y él se volverá más y más equipado pa-ra dar la verdad de la obra finalizada del Calvario como suficiente para la victo-ria sobre el pecado y Satanás, en el poder y la autoridad de Cristo por el Espíritu Santo, que hará libres a otros de su poder.

Conflicto y ataque

Deberá, por supuesto, reconocerse claramente que la victoria sobre Sata-nás en estos aspectos no será sin grandes embestidas de él y agudo conflicto, que bien puede llamarse “el día malo” (Ef. 6:13). En estos ataques y conflictos, hay algunos puntos que necesitan ser entendidos. En primer lugar, que siempre es esencial saber si el ataque y los conflictos se deben a algún terreno en uno mismo o en otros. Pues una razón por la que los creyentes tienen ataques y no consiguen atravesar el conflicto en victoria, es porque la causa de la agresión y el conflicto reside en ellos mismos.

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Posibilidad de ceder terreno fresco

El creyente debe entender que a pesar de haber sido libertado del engaño y la posesión en que había caído, todavía, en la vida sucesiva de la guerra agresiva contra los poderes de las tinieblas, de nuevo puede ceder terreno fresco al enemi-go a través de la falta de conocimiento, mediante la aceptación de alguna mentira de espíritus mentirosos o tomando sus malas interpretaciones de las experiencias, condiciones, etc. Pues nunca hay que olvidar que la interpretación equivocada de cualquier experiencia, cede nuevo terreno a los espíritus malignos –terreno que es algo en una persona que los espíritus malignos ganan–. El creyente puede atribuir el ataque y el conflicto a una causa equivocada, es decir, (1) a una causa exterior, o (2) a la malicia del demonio, o (3) al conflicto “local”; lo que significa el obrar de los enemigos a su alrededor en su entorno, o por medio de otros.

Cuando los ataques y conflictos, no por dar terreno fresco al enemigo, el creyente debe saber por qué vienen, y en la oración pedir luz a Dios. En los ataques, dos o más pueden entrar en acción de forma simultánea, por lo tanto, debe inmediatamente disponerse a entender, y mirar y observar todas las obras del enemigo en el nuevo conflicto, o cualquier cosa que pueda arrojar luz sobre la situación, y le muestren qué rechazar y cómo orar.

Posibilidad de usar armas equivocadas

Cuando hay terreno o la causa del conflicto o ataque está en el mismo cre-yente, si él toma el ataque como puro conflicto, es decir, como parte de la gue-rra por la Iglesia, luchará con las armas equivocadas y no conseguirá la victoria hasta que la verdadera causa sea descubierta y el terreno abandonado y recha-zado. Pues lo que cree que es un “ataque” desde afuera, puede ser un síntoma o manifestación de un espíritu maligno en el interior, que ha recuperado una posición desconocida para el creyente, o se ha quedado en algún lugar oculto, cuando piensa que se han ido del todo. Cuando el creyente, por tanto, se en-cuentra en conflicto, debe a la vez preguntarse “¿Hay terreno?, en los siguientes tres aspectos del obrar de los espíritus malignos:

1. En los ataques. ¿Hay terreno, o es puramente un ataque?

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2. En conflictos. ¿Hay terreno o es puramente conflicto?

3. En la comunicación (es decir, sugerencias, pensamientos, susurros del enemigo). ¿Hay terreno o es puramente desde afuera, como Satanás se comunicaba con Eva?

El creyente debe entonces declarar su actitud en los tres casos de la si-guiente manera: “Rechazo todo terreno y la causa y las causas de ellos”.

La última palabra hablada altera, ratifica o anula las anteriores. Por ejemplo: el creyente puede “rechazar” en el momento presente lo que puede ser el producto del obrar de los espíritus malignos de algo que pidió en el pa-sado. El creyente puede decir: “A pesar de que pedí, creí y acepté tal y tal cosa en el pasado, ahora la rechazo”. Su actual negativa anula su aceptación previa.

El valor y propósito de “rechazar”

Es esencial que los creyentes mantengan el valor del acto de rechazo y la expresión del mismo. En pocas palabras, RECHAZO ES LO CONTRARIO DE ACEPTACIÓN. Los espíritus malignos han obtenido por el creyente haberles da-do (1) terreno, (2) derecho de paso, (3) uso de sus facultades, etc., y pierden todo esto cuando les es quitado. Lo que se le dio al enemigo por equivocación e ignorancia, y se le otorgó con el consentimiento de la voluntad, se erige como terreno para que obre en y a través de él, hasta que por la misma acción de la voluntad, el “dar” se revoca en general y en particular. La voluntad en el pasado fue puesta sin saberlo, hacia el mal, y ahora debe ser puesta incesantemente en oposición a él.

Una vez entendido, el principio es muy simple. La elección de la voluntad da: la elección de la voluntad retira total o parcialmente la entrega anterior. El valor y el propósito de rechazar son los mismos hacia Dios y hacia Satanás. El hombre da a Dios o se niega a dar. Da a los espíritus malignos –sabiendo o no– y se niega a dar. Así, al hallar que ha cedido algo a ellos, sin saberlo, puede anularlo por un acto de quitar y rechazar.

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La relación del terreno fresco cedido y la victoria en el conflicto

La relación con la guerra agresiva y el “terreno” fresco cedido a los espíritus engañadores, es que cada nuevo terreno descubierto como cedido que se re-chaza, significa una liberación renovada del espíritu, con un acceso a la enemis-tad profunda con el enemigo a medida que sus sutiles engaños son cada vez más expuestos, y en consecuencia, más guerra se genera contra Satanás y sus secuaces. Significa más liberación de su poder y menos base de apoyo para su posesión, o terreno en el creyente a medida que éste se da cuenta de que los “síntomas”, “efectos” y “manifestaciones” no son “cosas” abstractas, sino reve-laciones de entes personales activos, contra los cuales deberá guerrear persis-tentemente.

Además, todo el crecimiento en el conocimiento experimental significa una mayor protección contra el enemigo engañoso. A medida que un nuevo camino es revelado, así como la fresca verdad acerca de los poderes de las tinieblas y el camino de victoria sobre ellos es conocido, la verdad libera de sus engaños, y por lo tanto, protege al creyente hasta la medida de sus conocimientos, de un mayor engaño. Del mismo modo, se encuentra en la experiencia directa de que, cuando la verdad cesa de operar a través de usarla activamente, el creyente queda abier-to al ataque que el enemigo vigilante incesantemente planea contra él. Por ejem-plo, que el creyente libre del engaño y de la posesión deje de usar la verdad acerca de: (1) la existencia de los espíritus malignos, (2) su persistente vigilancia para procurar engañarlo de nuevo, (3) la necesidad de resistencia y lucha perpe-tua contra ellos, (4) el mantenimiento de su espíritu en pureza y fuerza, en cola-boración con el Espíritu de Dios, y otras verdades paralelas a estas –el conoci-miento que él ha ganado a través de mucho sufrimiento– se hundirá de nuevo en pasividad y posiblemente en las más hondas profundidades del engaño.

El persistente rechazo del terreno a los espíritus malignos

La forma de rechazar y qué rechazar, es de importancia primordial a la ho-ra del conflicto. Como hemos visto, el creyente tiene que mantener una actitud activa y, cuando sea necesario, la expresión de rechazo continuo y persistente,

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esto presuponiendo que el hombre está parado en la fe sobre el fundamento de su identificación en la muerte con Cristo en el Calvario.

En la hora del conflicto, podría haberse cedido, sin saberlo, un nuevo te-rreno a los espíritus malignos, al aceptar algo de ellos, o creer una mentira dada a la mente, el creyente debe rechazar todas las cosas mediante las cuales pue-de haber adquirido una nueva base; el conflicto o ataque, inmediatamente pa-sará o cesará cuando se aborden los medios por los cuales el enemigo ha recu-perado el terreno.

El creyente mismo conocerá, por su experiencia pasada, la mayoría de las formas por las cuales los espíritus engañadores han ganado, hasta ahora, ven-taja sobre él; y él, instintivamente, se volverá a los puntos de rechazo que más le han servido en su lucha por la libertad. El rechazar de esta manera recupera el terreno de ellos en muchas direcciones. El mayor alcance cubierto por el acto y la actitud del rechazo, el más completo, es el creyente separándose, POR SU ELECCIÓN, de los espíritus engañadores, que solamente pueden mantener sus posiciones por el consentimiento de su voluntad. Al rechazar todo lo que una vez aceptaron de ellos, el creyente puede llegar a estar relativamente claro del terreno que les cedió, hasta donde su elección y su actitud lo permitan.

El “rechazo” es un arma de gran alcance en el confl icto

A la hora del conflicto, cuando las fuerzas de la oscuridad están presionan-do sobre el creyente, la expresión de su rechazo activo se convierte en una gue-rra agresiva contra ellos, así como un arma defensiva. Es entonces como si la voluntad en el centro del “alma humana”, en vez de hundirse en el miedo y la desesperación cuando el enemigo ataca la ciudad, surge en adelante en resis-tencia agresiva contra el enemigo, declarando su actitud contra él. La batalla gira entorno a la elección de la voluntad en la fortaleza mantenida, en el recha-zo inquebrantable a ceder o a admitir cualquiera de los ataques de los espíritus del mal. Todo el poder de Dios, por el Espíritu Santo, estará detrás de la resis-tencia activa del hombre en su actitud de rechazo al enemigo.

Es importante que el creyente liberado del engaño comprenda la eficacia del rechazar mediante voluntad, como una barrera contra el enemigo, porque el

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hombre exterior, en sus “sentimientos” y en su sistema nervioso, conserva las cicatrices mucho tiempo después de su liberación del pozo de engaño en el que ha sido engañado. De esta manera, lo agresivo se convierte en una acción de-fensiva. El creyente en conflicto puede decir con efecto:

“Rechazo toda la autoridad de los espíritus malignos sobre mí: su derecho sobre mí; su poder en mí, su influencia en o sobre mí…”.

La misma arma del “rechazar” obra en muchas fases del conflicto, por ejemplo, al hablar o escribir, si el creyente es consciente de las dificultades, obstáculos o la interferencia en lo que está haciendo, debe a la vez rechazar to-das las ideas, pensamientos, sugerencias, visiones (es decir, imágenes a la mente, palabras, impresiones, que los espíritus malignos pueden estar intentan-do insertar o presionar sobre él) para que él pueda ser capaz de cooperar con el Espíritu Santo, y tener una mente aclarada por la realización de Su voluntad.

Es decir, el creyente por su rechazo y resistencia de todos los intentos so-brenaturales para interferir con su hombre exterior, está activamente resistien-do los poderes de las tinieblas, mientras trata de colaborar con el Espíritu Santo dentro de su espíritu. Al principio esto significa mucho conflicto, pero a medida que él mantiene activa resistencia y se cierra cada vez más todo su ser a los es-píritus del mal, y está alerta para reconocer y rechazar sus obras, su unión con el Señor Resucitado se profundiza, su espíritu crece fuerte, su visión se purifica, sus facultades mentales se aclaran para hacer realidad la perpetua victoria so-bre los enemigos que una vez lo tuvieron en su poder.

Especialmente está en guardia contra lo que puede ser descripto como las “dobles falsificaciones” de los espíritus engañadores. Esto es, las falsificaciones del enemigo en conexión con sus ataques sobre él. Por ejemplo, el diablo lo ataca manifiesta y visiblemente, por lo que él sabe que se trata de una embes-tida de los seres espirituales del mal. Él ora, resiste, se prepara para la victoria en su voluntad y su espíritu. Entonces viene un gran “sentimiento” de paz y descanso, que puede ser tanto un “ataque” como una arremetida, pero más su-til y responsable de confundir al creyente si no está en guardia. El enemigo, de repente se retira y deja el furioso ataque, esperando que, por esto último, logre obtener la ventaja que no pudo lograr por lo primero.

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Luchando por principio

Es esencial entender cómo “pelear”, por así decirlo, “a sangre fría”, es decir, totalmente aparte de los sentimientos de ningún tipo; pues el creyente puede “sentir” que es “victoria” lo que es derrota y viceversa. Toda dependencia de sen-timientos, y todo actuar por “impulso” deben ser puestos de lado en esta guerra. Antes de que el hombre reciba el Bautismo del Espíritu, actuaba desde el princi-pio en el reino natural, y ahora debe volver a la misma posición como un hombre espiritual. Algunos sólo pueden reconocer el “conflicto” cuando son conscientes de ello, por así decirlo; ellos luchan espasmódicamente, o por accidente, cuando son forzados a ello por necesidad; pero ahora, la “lucha” debe ser permanente y parte de la misma vida. Hay un reconocimiento incesante de las fuerzas de la os-curidad en “sangre fría”, debido al conocimiento de lo que son, y una consecuen-te “lucha” por principio. Una lucha contra los enemigos invisibles donde no hay nada para ver de su presencia, u obras, recordando que ellos no siempre atacan cuando pueden, es decir, si fueran a atacar en algunas ocasiones, ellos perderían por ellas, pues revelarían el carácter de la cosa y la y su origen.

El creyente sabe que el diablo, como Tentador, está siempre tentando, y por tanto, resiste por principio. En resumen, quien desea la victoria perpetua, debe entender que se trata de una cuestión de principios versus sentimientos y concien-cia. Sólo puede ser una victoria intermitente si la batalla estuviera gobernada por los últimos en lugar serlo por los primeros. Por ejemplo, cuando el enemigo lo ata-ca, el creyente encontrará un arma fuerte y principal de la victoria al declarar de-liberadamente su posición básica hacia el pecado y Satanás, como parado sobre el terreno del Calvario de Romanos 6:6-11. El hombre se estima en el presente mo-mento “muerto al pecado y vivo para Dios”, se niega a ceder al pecado y a Sata-nás, en cualquiera o todos los puntos, o causa o causas, del ataque o del conflicto.

A medida que el creyente declara así su posición a la hora del conflicto y la embestida del enemigo, se encontrará a menudo obligado a luchar en un com-bate real contra el enemigo invisible. De pie en la obra terminada de Cristo en la muerte al pecado, el espíritu del hombre se libera para la acción, y con energía se enfrenta a las huestes jerárquicas de Satanás, los principados y potestades, los gobernadores del as tinieblas de este siglo y las huestes espirituales de mal-dad en la esfera celestial (o espiritual).

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La lucha y lo que ella significa

Sólo es posible luchar contra los poderes de las tinieblas, por el espíritu. Se tra-ta de una guerra espiritual, y sólo puede ser entendida por el hombre espiritual, esto es, un hombre que vive por y es gobernado por su espíritu. Los espíritus ma-lignos atacan al creyente, pelean contra él y lo resisten. Por tanto, él debe luchar contra ellos, pelearse contra ellos y resistirlos. Esta lucha no es con el alma o con el cuerpo sino con el espíritu; pues lo inferior no puede pelear con lo superior. El cuerpo lucha contra el cuerpo en el plano físico; en el intelectual, alma contra alma; y en lo espiritual, espíritu contra espíritu. Pero los poderes de las tinieblas atacan la naturaleza tripartita del hombre, y a través del cuerpo o el alma buscan alcanzar el espíritu del hombre. Si la lucha es mental, la voluntad debe ser usada en acción decisiva, silenciosa y de constantemente. Si se trata una batalla espiritual, todas las fuerzas del espíritu deben ser traídas para unirse a la mente. Si el espíritu está hundido y es incapaz de resistir, entonces debería haber una lucha mental continua cuando la mente, por así decirlo, extiende su mano para levantar el espíritu.

El objetivo de los espíritus malignos es hundir el espíritu, y así volver al creyente impotente para tomar la agresión contra ellos; o bien tratan de impul-sar al espíritu más allá de su equilibrio y medida, en una efervescencia que lleva al creyente más allá del control de su voluntad y mente, y por tanto despreve-nido contra el enemigo sutil; o incapaz de ejercer el debido balance en palabra, acción, pensamiento, de modo que bajo la cubierta pueden recuperar el te-rreno, o alguna ventaja para ellos mismos. Una gran victoria significa gran peligro , ya que cuando el creyente está ocupado con ella, el enemigo está ma-quinando cómo robársela. La hora de victoria, por lo tanto, requiere sobriedad de mente y velar en oración, pues una pequeña sobre excitación puede signifi-car su pérdida y una larga y dolorosa lucha para volver a la victoria completa.

Cuando el espíritu triunfa en el combate y gana la victoria, estalla, por así decirlo, una corriente del espíritu, de triunfo y resistencia contra el invisible, pe-ro muy real enemigo; pero a veces en el conflicto el enemigo tiene éxito en blo-quear el espíritu a través de su ataque al cuerpo o al alma.

El espíritu necesita al alma y al cuerpo para la expresión, de ahí el ataque del enemigo para encerrar el espíritu, con el fin de hacer que el hombre no pueda ac-

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tuar en resistencia contra él. Cuando esto se lleva a cabo el creyente piensa que “es reservado” porque se siente “callado”, o que “no tiene voz para rechazar”; en la oración audible las “palabras parecen vacías”, “que no surten ningún efecto”, que parecen una “burla”, pero en realidad es que el espíritu está encerrado porque el luchador enemigo lo aprisiona, lo contiene y lo enlaza. El creyente debe insistir en expresarse audiblemente, hasta que el espíritu se abra paso hacia la liber-tad. Esta es “la palabra del testimonio”, de la que habla Apocalipsis 12:11, para ser parte del poder vencedor sobre el dragón. El creyente luchador: (1) está posicio-nado en el terreno de la Sangre del Cordero, la cual incluye todo lo que la obra fi-nalizada del Calvario significa en la victoria sobre el pecado y Satanás; (2) da la palabra de su testimonio al afirmar su actitud hacia el pecado y Satanás, y de la segura e indefectible victoria a través de Cristo; y (3) vive en el espíritu del Calva-rio, con su vida rendida para hacer la voluntad de Dios, incluso hasta la muerte.

Oración y conflicto personal

Estrechamente ligada a la lucha del espíritu está la necesidad de la oración. No tanto la oración de petición a un Padre, como la oración de uno que está unido en Espíritu con el Hijo de Dios, con la voluntad fusionada con la Suya, de-clarando al enemigo la autoridad de Cristo sobre toda su fuerza (Ef. 1:20).

A veces el creyente tiene que “pelear” con el fin de orar; y otras veces orar con el fin de luchar. Si no puede “luchar” él debe orar, y si no puede orar, debe “luchar”. Por ejemplo, si el creyente es consciente de un peso en su espíritu, debe deshacerse del peso al rechazar a todas las “causas” del peso; pues es ne-cesario mantener el espíritu sin carga para luchar, y para mantener el poder de percepción. El delicado sentido del espíritu se embota bajo “pesos” o presión sobre él, por tanto, las incesantes tácticas del enemigo para mantener “cargas” o presión sobre el espíritu, no reconocidas como provenientes del enemigo, o bien reconocidas y autorizadas a permanecer.

El hombre puede sentirse “atado” y la causa estar en otros, es decir: (1) no hay en el otro un espíritu abierto o una mente abierta para recibir del espíritu y la mente de quien se siente atado; (2) falta de capacidad en el otro para recibir

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cualquier mensaje de la verdad; (3) algún pensamiento en la mente del otro, controlando el fluir del espíritu.

Si por la mañana el creyente encuentra un “peso” o pesadez en su espíritu, y lo deja sin tratar, seguramente perderá su posición de victoria a través del día. Al abordar el peso en el espíritu, al momento en que es reconocido, el cre-yente debe inmediatamente actuar en el espíritu, y (1) estar firme (Ef. 6:14); (2) resistir (Ef. 6:13); oponerse (Stg. 4:7 gr.) los poderes de las tinieblas. Cada una de estas posiciones significan acciones del espíritu, pues estas palabras no describen un “estado” o una “actitud” (la cual es fundamentalmente una actitud de la voluntad), o un acto realizado por alma o por cuerpo.

“Estar firme” es una acción del espíritu repeliendo un agresivo movimiento del enemigo; “oponerse” es hacer un movimiento agresivo contra ellos; y “resis-tir” es lucha activa con el espíritu, como un hombre “resiste” con su cuerpo a otro que lo ataca físicamente.

Las asechanzas del diablo

La palabra “artimañas” en el original significa “métodos” y tiene en sus va-riadas formas la idea de “arte” o artificio; “trabajar por método”, extralimitarse, ser más astuto, ir en persecución; también la idea de sistema o una forma, o un método de hacer las cosas.

La guerra de Satanás contra los santos, se puede resumir en una sola frase: “acechanzas del diablo”. Él no trabaja a la intemperie sino siempre detrás de una cubierta. Los métodos de los espíritus engañadores están adaptados a cada uno, con una habilidad y astucia acumulada por años de experiencia. generalmente las artimañas se dirigen principalmente contra la mente o “pensamientos”, y además de ceder a pecado conocido, la mayoría de las obras de Satanás en la vida del creyente puede remontarse a un pensamiento o una creencia equivocados, admi-tidos en la mente y no reconocidos como procedentes de espíritus engañadores, por ejemplo, si un creyente sólo piensa y cree que todo lo que Satanás hace es manifiestamente malo, Satanás no tiene más que vestirse con “algo bueno” para ganar la completa credibilidad de aquel hombre. La guerra, por tanto, es una guerra de engaños y falsificaciones, y sólo aquellos que puedan mantenerse fir-

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mes contra todas las acechanzas del engañador, que buscan la máxima verdad de Dios, acerca de Dios, de Satanás, y de ellos mismos.

Conocer las acechanzas del diablo

El apóstol dijo que el creyente debía ser capaz de permanecer firme contra las acechanzas del diablo, y que debía colocarse toda la armadura para hacer esto. ¿Cómo puede un hombre permanecer firme contra una acechanza, si él no sabe qué es una acechanza? Hay una diferencia entre tentación y acechanzas; entre los principios y las obras de Satanás y sus emisarios, y sus artimañas; es decir, ellos mismos son tentadores. La tentación no es una artimaña. Una arti-maña es la forma que ellos traman para tentar. Pablo no dijo que el creyente debe permanecer firme contra “tentaciones” o mentiras, o alguna otra caracte-rística específica mencionada de los espíritus malignos; pero debe ser “capaz de mantenerse firme” contra sus acechanzas. El hombre espiritual debe estar en guardia para no ser atrapado por sus artimañas. Si pueden ser detectadas, en-tonces su objetivo puede ser frustrado y destruido. El hombre espiritual necesita la máxima concentración y sagacidad de la mente para leer rápidamente su sen-tido espiritual, y detectar las operaciones activas del enemigo; además requiere vigilancia en el uso del mensaje que su espíritu le transmite. Un creyente espiri-tual debe ser capaz de leer el sentido de su espíritu, con la misma destreza ins-tintiva con la que una persona reconoce la sensación física de frío, cuando sien-te una corriente de aire, e inmediatamente usa su inteligencia mental para acti-vamente protegerse de ella. Así, el hombre espiritual necesita utilizar su sentido espiritual en ubicar y desalojar al enemigo mediante la oración.

Una vez más, un “objetivo” y una “artimaña” son muy diferentes. La arti-maña es un medio utilizado por el enemigo para ganar un objetivo. Los espíritus malignos deben usar “artimañas” para llevar a cabo su objetivo. Su objetivo es la posesión, pero sus “artimañas” serán las falsificaciones. Son mentirosos, pero ¿cómo pueden tener éxito en lograr sus mentiras en la mente de un hombre? No necesitan artimañas para hacerse mentirosos, pero necesitan astucia para conseguir que la mentira sea aceptada por el creyente.

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Las artimañas del diablo y sus emisarios son incontables, y adaptadas al creyente. Si él no es movido por sufrimiento de algún curso de acción en detri-mento de sus intereses, entonces actuarán por su simpatía por el sufrimiento que ellos causan a alguien cercano y querido; o si rehúye del sufrimiento que le causan, entonces obrarán sobre esto para hacerle cambiar su rumbo. Para quienes son naturalmente simpáticos, utilizarán una falsificación del amor; los que pueden ser atraídos por cosas intelectuales serán sacados de la esfera espi-ritual al ser conducidos a largo estudio o darse a atracciones mentales de mu-chos tipos. Mientras otros, que tienden a ser más sensibles y conscientes, pue-den ser constantemente cargados de culpa por el fracaso aparentemente conti-nuo. Los espíritus mentirosos azotan a la persona por lo que ellos mismos ha-cen, pero si el creyente entiende cómo rechazar toda la culpa de ellos, puede utilizar sus propias obras como arma contra ellos.

La armadura para el conflicto

Para este conflicto con los poderes de las tinieblas el creyente debe aprender experimentalmente cómo tomar y usar la armadura para la batalla, descrita por el apóstol en Efesios 6. El objetivo de Efesios 6 claramente no es la victoria sobre el pecado –esto se supone– sino la victoria sobre Satanás. El llamado no es para el mundo, sino para la Iglesia. Un llamado a resistir en la armadura; a resis-tir en el día malo; a resistir contra los poderes de las tinieblas; a resistir luego de haber llevado a cabo la obra de vencerlos –“después de haber vencido todo” ver-so 13 (Versión de la Universidad de Jerusalén)– por la fuerza dada de Dios.

La armadura en detalle como se establece en Ef. 6 es provista para que el hijo de Dios pueda ser “capaz de resistir” contra las asechanzas del diablo; mostrando claramente que un creyente puede hacerse capaz de conquistar a todos los principados y poderes del infierno, si cumple las condiciones necesa-rias y usa la armadura provista para él.

Debe ser una armadura real si se proporciona para encontrarse con un enemigo real, y debe exigir un conocimiento real acerca de ella por parte del creyente; para quien el hecho de la provisión, el hecho del enemigo, y el he-cho de la lucha, deben ser hechos reales como cualquier otro hecho declarado

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en las Escrituras. El creyente vestido y el no vestido con la armadura pueden ser contrastados brevemente como sigue:

El cristiano con Armadura El cristiano sin Armadura

Blindado con la verdad.

Justicia de vida.

Hace y mantiene la paz.

Auto preservación y control.

Fe como escudo.

Escrituras en la mano.

Oración sin cesar.

Abierto a las mentiras, mediante la ignorancia.

Injusticia a través de la ignorancia.

Causa divisiones y rencillas.

Falta de vigilancia imprudente y temeraria.

Duda e incredulidad.

Se basa en la razón en lugar de en la Palabra de Dios

Se basa en las obras sin oración.

El creyente que toma toda la armadura de Dios como una cubierta y pro-tección contra el enemigo, debe él mismo caminar en victoria sobre el enemigo. Debe tener: (1) su espíritu habitado por el Espíritu Santo, para fortalecerse con el poder de Dios para permanecer inamovible, y ser suministrado continuamen-te por una “suministración del Espíritu de Jesús” para mantener su espíritu dul-ce y puro; (2) su mente renovada (Ro. 12:2) para tener su entendimiento lleno de la luz de la verdad (Ef. 1:18) desplazando las mentiras de Satanás, y destru-yendo el velo con el cual Satanás le retuvo; la mente aclarada de manera que inteligentemente entienda cuál es la voluntad del Señor; (3) su cuerpo subordi-nado al Espíritu (1Co. 9:25), y obediente a la voluntad de Dios en la vida y el servicio.

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Capítulo 11

Guerra contra los Poderes de las Tinieblas

En el camino hacia la libertad del engaño y la posesión, el creyente descu-bre la necesidad de hacer guerra contra los poderes de las tinieblas , pues la liberación del engaño y la subsiguiente liberación de la posesión, le revela las profundidades de la maldad de Satanás y de sus huestes de espíritus perversos.

El creyente ve que debe hacer guerra contra:

1. su posesión.

2. Todas sus obras, y

3. El engaño y la posesión de otros, así como la necesidad de una lucha diaria perpetua contra todos sus ataques, que recaen sobre él, más allá de que les ceda el terreno.

El creyente que es liberado de la posesión nace en la guerra y es obligado a luchar para mantener su libertad. Al igual que un niño que ha nacido en el mundo natural y debe respirar para mantener la vida, así es un nacimiento en la guerra a través de los sufrimientos y dolores de ser liberado del engaño y de la esclavitud de Satanás.

Por medio de su guerra agresiva contra el enemigo, el creyente comprende el funcionamiento sistemático de las fuerzas de Satanás. A través de los conoci-mientos adquiridos mediante la lectura de los síntomas de engaño y posesión en su propio caso, ahora es capaz de leerlos en otros y ver su necesidad de libera-ción, y se ve obligado a orar por ellos y a trabajar para conseguir ese objetivo.

Guerra agresiva y defensiva

En la guerra, ya sea natural o sobrenatural, hay dos principios que rigen el conflicto, a saber: el agresivo y el defensivo, es decir, la fuerza atacante debe ser capaz de defenderse, así como de tomar la ofensiva contra el enemigo.

Entre el periodo de la liberación del engaño y el de la liberación de la posesión, el creyente aprende a conocer sus puntos débiles y sus partes vulnerables; y llega

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a ser capaz de reconocer los ataques metódicos, planeados y sistemáticos de las fuerzas del enemigo sobre tales puntos. Mediante estos ataques, el conocimiento de las activas operaciones de los espíritus mentirosos y de la necesidad de hacer guerra incesante contra ellos, se profundiza en él. Él sabe que debe estar firme contra ellos diariamente, u otra vez será atrapado por sus artimañas, y caerá víc-tima de sus malvadas estratagemas; pues descubre que incluso los ataques más pequeños, los cuales antes del tiempo de su engaño y posesión, serían impercepti-bles, lo oprimen rápidamente y le hacen perder el equilibrio o el balance espiritual inmediatamente. Él sabe, por tanto, por las lecciones de su lucha por la libertad, que debe siempre estar en guardia, y vigilar contra los ataques del enemigo sutil, ya sea que vengan a través de cosas a su alrededor, o directamente –o indirecta-mente– a través de otros, los ataques indirectos suelen ser más violentos.

Durante el periodo de liberación del engaño, los ojos del creyente se abren también a las operaciones sobrenaturales de las fuerzas del mal; porque así co-mo Dios es visto por Sus obras (Jn. 14:10-11), así los poderes de las tinieblas son reconocidos por sus actividades. Tanto las obras divinas como las satánicas son invisibles para los ojos físicos, pero los efectos son perceptibles al que tiene el poder de leer las señales. Aquel que ha sido liberado de la posesión, puede ver cuánto de lo que otros atribuyen a la soberanía de Dios no es otra cosa que los resultados del obrar de los gobernadores satánicos del mundo. Él ve que la prin-cipal causa de apatía y falta de vida de la Iglesia es satánica, y que mucho de lo que se atribuye al pecado o a la naturaleza maligna, no es más que el obrar de los espíritus malignos. Por tanto, debe hacer guerra contra las falsas enseñanzas, que se establecen para aceptar las obras de Satanás en el mundo como las “ope-raciones de Dios”. A través de su propia liberación del engaño, sus viejos pensa-mientos acerca de cosas relacionadas con Dios y con Satanás, caen al suelo co-mo teorías no probadas, y él recibe dos bendiciones a través de su liberación; es decir: (1) una “teología” purificada, (2) una verdadera demonología.

Algunos resultados de la liberación del engaño

El creyente liberado del engaño y la posesión se convierte también en in-tensamente práctico. Descubre que Dios es “práctico”. El diablo es práctico, y el hombre debe ser práctico para unirse con el Uno contra el otro. El creyente ve

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que una de las formas en que el Hijo de Dios destruye las obras del diablo, es mediante el instrumento de la oración, y que debe ahora vivir una vida de ora-ción, ya que la oración es el arma más poderosa contra el enemigo.

A través de su liberación del engaño, el creyente liberado ha sido hecho consciente de la fuerza real que los espíritus de las tinieblas ejercen sobre él y con-tra su ser tripartito, y así aprende que todos sus poderes redimidos, renovados y liberados –mentales, espirituales y físicos– deben establecerse en contra de ellos con el fin de poder mantenerse en libertad. En la experiencia que ha tenido que pasar, se ha vuelto más y más consciente de su propio espíritu, y la necesidad de usarlo en fuerza, pureza y poder contra ellos. También ha descubierto que en la perpetua guerra que los espíritus engañadores libran contra él, ningún tiempo, lu-gar u ocasión están exentos de sus ataques. Por lo tanto, esté donde esté, haga lo que haga, cualquier estado en que se encuentre, debe librar la misma guerra persistente contra ellos. Si se encuentra en agudo sufrimiento y angustia, sabe que es “la hora y el poder de las tinieblas”, y aprende por el sufrimiento que cusan que ellos son inmisericordes, así como malignos; intensamente malignos; nada más que malignos; con objetivos nada más que malignos, y con todo el poder que son capaces de manejar, tratan de atraerlo hacia la maldad, tenazmente, silenciosa-mente, persistentemente, perversamente, siempre trabajando; activados por odio y maldad eternos hacia la raza humana. Son enemigos y lo seguirán siendo. Lo que ellos son es lo que fueron, y lo que fueron lo son todavía –malignos y solamente malignos–. Así aprende y sabe que debe resistirlos y que la lucha para mantener su espíritu fuerte, puro y prosperado para la victoria sobre ellos, necesita toda la fuerza de su ser, en el poder de Dios, para lograr salir victorioso.

El creyente descubre que está en guerra contra todo el infierno

En el descubrimiento de la perversidad y el odio de los poderes sobrenatu-rales del mal contra él, el creyente descubre que no está luchando contra la in-teligencia de un ser sobrenatural, sino contra principados y potestades, con vas-tos recursos bajo su comando, y que si mantiene la victoria contra sus es-tratagemas, habrá conquistado, no sólo un espíritu maligno sino a todo el infierno . Encuentra que los poderes de las tinieblas no permitirán que un sim-ple creyente sea victorioso sobre ellos, hasta que en su conjunto (Ef. 6:12) ha-

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yan fallado en conquistarlo. De ahí su ataque sobre aquel que decide ser victo-rioso sobre ellos, en unión vital con el Victorioso Señor, quien los puso en ver-güenza a través de Su muerte en la Cruz del Calvario.

El creyente es llamado a triunfar sobre todos los poderes de las tinieblas, pero para alcanzar la meta, debe vestirse con toda la armadura de Dios, y echar mano de (1) la fuerza divina, (2) la verdad, (3) la justicia, (4) la paz, (5) la fe, (6) la espada poderosa de las Escrituras, (7) la vigilancia y (8) la oración. Esta armadura, y las armas pertenecientes a ella, le permitirá “estar firmes contra todas” las artimañas de Satanás. Si se mantiene firme, todo el cielo lo ve, y si es derrotado, todo el infierno lo sabe. Si triunfa, las huestes de las ti-nieblas no sólo son conquistadas, sino desanimadas y se vuelven menos efica-ces en sus planes. El creyente que vence a un enemigo tan disciplinado y per-tinaz, nunca se atreverá a ponerse la armadura o a entregarse a trabajar de forma descuidada, pues considera que el enemigo es tan tenaz y deseoso de conquistar como él mismo lo es. Pues él conoce plenamente al enemigo y la guerra, y sus cuestiones eternas, encuentra su gozo en el gozo de la guerra contra un enemigo devastando la tierra, y el gozo de la victoria, como un anti-cipo del triunfo futuro del Señor Jesucristo sobre todos Sus enemigos. (He-breos 10:13; 1Co. 15:25-26).

Es esencial estudiar los poderes de las tinieblas desde el punto de vista de su naturaleza depravada. Ser conquistados, o perder un punto, es un tor-mento para ellos, pues la naturaleza caída, tanto de los hombres como de los ángeles, se rebela en contra de confesarse vencida. En los días de Cristo, ser expulsados de sus escondrijos, mandados a irse y por lo tanto, ser privados de descanso, era para los demonios un “tormento” antes de tiempo (véase Mt. 8:29). Así están siendo atormentados por cualquier verdad dada a cono-cer acerca de ellos hoy en día. La verdad concerniente a ellos y sus trabajos, con su consecuente liberación de los hombres de sus poderes, está pertur-bando su descanso en el momento actual, y lo que sucedió cuando Cristo es-taba en la tierra, sucederá otra vez cuando la expulsión de espíritus malignos sea reconocida como parte de todo el Cristianismo y de la actividad ministe-rial. Los Evangelios registran cómo Satanás y sus secuaces se opusieron a la

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presencia de Cristo en la tierra, pues Él se movía como el Victorioso y ellos resultaron ser los vencidos.

El uso de la Autoridad de Cristo sobre el poder del enemigo

El creyente que ha aprendido así, a través del fuego, los verdaderos planes y obras de las fuerzas satánicas, y se da cuenta que debe hacer guerra contra ellos para su propia defensa, así como para la liberación de otros, ahora descubre que cristo ha dado autoridad sobre “todo el poder del enemigo” (Lc. 10:19) para todos aquellos que echan mano de ella, como parte de la redención finalizada en el Cal-vario. Que en unión con Él, Él da poder al creyente para hacer uso de Su Nombre, y en Su nombre tener autoridad para expulsar demonios. Este fue uno de los efec-tos de la investidura de poder sobre los creyentes de la Iglesia primitiva. Cristo dijo en la víspera de Su Cruz: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre”. Pero después de Pentecostés ellos ejercieron Su Nombre y hallaron que el Espíritu de Dios testificaba de su autoridad. “…lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.”, dijo Pedro (Hch. 3:6). “Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella”, dijo Pablo al espíritu maligno (Hch. 16:18). “En mi nombre echarán fuera demonios…” dijo Cristo a Sus seguidores (Mc. 16:17)1. “…que los espíritus se os sujetan…” (Lc. 10:20) debe ser cierto para todos aquellos que tienen la experiencia real de ser “…un espíritu…” (1Co. 6:17) con el Señor.

1 Este pasaje de Marcos se ha dicho que es dudoso, pero las evidencias son tales que, con seguridad se puede tomar como autoritativo al igual que cualquier otra parte de las Escrituras.

La autoridad de Cristo es, por tanto, abierta a la fe de todos Sus hijos, los cuales están unidos a Él en espíritu, a pesar de que no puedan ser totalmente libres, por causa de la ignorancia, del poder de los espíritus engañadores en su hombre exterior.

La autoridad de Cristo no es inherente al creyente

Esto es razonablemente así, porque la autoridad de Cristo como conquista-dor sobre las huestes malignas de Satanás, no es inherente al creyente, sino que la obtiene a través del poder del Espíritu Santo, y es testimoniado por Él

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sólo en respuesta a la fe. No obstante, si un creyente por fe ordena así que sal-gan los espíritus malignos, éstos van a sacar el mayor provecho de cualquier ocasión que obtengan, luego de que el creyente se atrevió a reivindicar la auto-ridad del Nombre de su Vencedor.

Esto se explica por los hechos tratados en las páginas anteriores de este li-bro, que es posible para el creyente que esté totalmente unido a Cristo en espí-ritu, y en cuyo espíritu mora el Espíritu Santo, tener espíritus extraños ubicados, sin saberlo, en la mente y el cuerpo, los cuales han obtenido base mediante el engaño. El Espíritu Santo no renuncia a Su puesto en un hijo de Dios que le ha re-cibido por el hecho de que un intruso, contra el verdadero deseo del hombre y por el engaño, ha ganado su admisión. La entrada de un demonio a un hombre, en cualquier parte de él, no lo convierte en un demonio, así como la entrada del Espíritu Santo no hace a un hombre Dios. Es cuando el creyente sabe la verdad, y no toma una actitud de rechazo al terreno dando lugar al enemigo, y con ello se aferra a pecado conocido y da terreno conocido a los espíritus malignos, que su vida íntima se vuelve seriamente afectada, al igual que el pecado conocido que un hombre no aparta, coloca una nube entre él y Dios. Dios usa a un hombre, siempre y cuando él es sinceramente fiel a la luz conocida, mientras que noto-rias inconsistencias –desconocidas para él mismo– pueden hacer tropezar a otros.

Grados en los resultados del uso de la autoridad de l Nombre

Hay grados en la manifestación de la autoridad de Cristo por medio del cre-yente, sobre los espíritus malignos, según el grado de su victoria personal des-crito en el capítulo anterior. Dos creyentes pueden tener fe para ejercer la auto-ridad de Cristo, y tener diferentes resultados debido a la diferencia en su cono-cimiento de las obras de los poderes de las tinieblas, y por tanto, una diferencia en su discernimiento y el consecuente diagnóstico del caso ante ellos; esto es, si un creyente aprende que puede echar fuera los espíritus malignos por “orde-narles” solamente, y no sabe cómo el TERRENO debe ser tratado, no hallará los mismos resultados como uno que sabe que el terreno debe ser tratado, antes de que los espíritus malignos sean realmente expulsados.

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El conocimiento y el discernimiento capacitan al creyente para ver dónde el Espíritu de Dios quiere que echen mano de la autoridad de Cristo y cuándo ha-cerlo. Por ejemplo, la autoridad sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, no sirve para nada en encontrar sus mentiras. La verdad es el arma de autori-dad entonces. La verdad de Dios, que se habla con la autoridad del conocimien-to de que es la verdad, hará libre al alma.

El conocimiento: un factor de autoridad

El grado de autoridad sobre los espíritus inmundos, entonces, no sólo de-pende de la victoria personal sino también del conocimiento, y el creyente que desea saber cómo tomar posesión de la plena autoridad sobre los espíritus ma-lignos para la liberación de otros, debe disponerse a entender sus obras, así como para ser victorioso en todo y sobre todo lo que atraviesa . Que note lo mucho que se dice en las Escrituras acerca del conocimiento y la comprensión. El apóstol escribió a los Colosenses acerca de ser “llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Col. 1:9), y el Señor dijo “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti…” (Juan 17:3); “Pero si andamos en luz… tenemos comunión”. Caminar en la luz es conocer a Dios, y conociendo a Dios, en grado relativo conocemos los poderes de las tinieblas; pues la luz ha-ce manifiestas las obras de las tinieblas (Ef. 5:11-13). Los maduros en la vida espiritual, tienen por la razón o el uso, sus “sentidos ejercitados en el discerni-miento del bien y del mal” (He. 5:14).

El creyente debe estar dispuesto a pagar el precio del conocimiento necesa-rio para el discernimiento, pues no puede tomar una actitud de resistencia a al-go que cree que es de Dios, o es bueno, o hacia lo que él es neutral. Debe co-nocer si una cosa es de Dios o no lo es, por tanto, el grado de conocimiento que tiene acerca de las obras de los espíritus inmundos determina el grado de su (1) discernimiento, (2) resistencia, y (3) autoridad sobre ellos esgrimiendo el Nombre de Cristo, tanto ejercida “expulsando”, mandando dejar una persona , o dispersándolos por la luz de la verdad. El creyente debe saber conocer sus ardi-des, planes, métodos y acusaciones, pesos en el espíritu y sus causas, y cuando son provocados impedimentos y obstáculos por el enemigo, con el fin de ser ca-paces de discernir todas estas cosas, y resistirlas.

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Los espíritus malignos sujetos al creyente unido al Cristo Vivo

El conocimiento también afecta la fe. El creyente debe saber que es la voluntad de Dios que los espíritus malignos sean, no solo en potencia, sino en realidad sujetos a él como uno que está unido en comunión vital con el Santo de Dios, Quien como Victorioso sobre ellos cuando anduvo en la tierra, y dio a Sus mensajeros autoridad sobre ellos mediante el uso de Su Nombre (cf. Lc. 10:17-24).

Algunas expresiones usadas en las Escrituras describen la actitud de la Iglesia, y de los miembros individuales de Cristo hacia los poderes de las tinie-blas, muestran claramente la voluntad y propósito de Dios para su pueblo. Pa-blo dijo que Dios “aplastará” a Satanás bajo los pies de Sus hijos (Ro. 16:20); los principados y poderes se deben “luchar contra” (Ef. 6:12) –seguramente no con miras a su triunfo sobre el cristiano–; ser “resistido” por una firme actitud de fe (1 P. 5:8-9) –seguramente no haciendo caso de su presencia y obras–; “resistir” (Ef. 6:13) en sus embestidas –seguramente no por ignorancia de es-tos ataques–; y “echarlos fuera” con voz de mando por la autoridad del Nom-bre de Jesús (Mc. 16:17), como aquellos que fueron obligados a salir cuando un creyente se identifica con su Conquistador, y actúa en confianza sobre la autoridad de Su Nombre.

El conocimiento una vez más afecta el uso de la voluntad, en resistencia al enemigo. ¿Cómo puede el creyente tomar una actitud de resistencia a los espíri-tus malignos en una reunión, a menos que tenga conocimiento para diferenciar si el poder de tal reunión es divino o satánico? Los sentidos también, cuando se agudizan, son factores en el conocimiento. Si están embotados por la posesión, se dificulta el conocimiento necesario para leer y discernir el funcionamiento de los poderes de las tinieblas.

El conocimiento rige la oración . Abraham estaba buscando conocimiento en cuanto a las condiciones en que Dios podría perdonar a Sodoma, cuando re-verentemente interrogó al Señor sobre la ciudad condenada. Quería saber las condiciones de Dios, antes de ser capaz de orar por Sodoma.

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Conocimiento necesario para la oración eficaz

Es fundamental que el creyente entienda el funcionamiento de los poderes de las tinieblas para la oración eficaz contra ellos. Sin conocimiento pueden es-tar trabajando activamente alrededor de suyo sin que el creyente sea capaz de detenerlos por la oración, pues es inconsciente de su presencia o de lo que están haciendo. Que esto es verdad puede verse por la forma en que el diablo está trabajando entre el pueblo de Dios pese a la mucha oración. Ellos no son capaces de derrotarlo por la oración en contra de sus obras porque no son ca-paces de reconocerlos.

En la guerra contra los poderes de las tinieblas, la oración es el arma prin-cipal y más poderosa, tanto en (1) la guerra agresiva contra ellos y sus obras; (2) en la liberación del hombre de su poder, y (3) en contra de ellos como una jerarquía de poderes opuestos a Cristo y Su Iglesia; pues el creyente debe orar contra ellos, no sólo por sí mismo, sino por toda la Iglesia (Ef. 6:18), y por todo el mundo, los cuales a su debido tiempo serán absolutamente liberados de su presencia y poder. (2 P. 3: 13; Ap. 19: 20, 20: 10).

Hay una guerra sistemática de oración posible contra el reino de las tinie-blas, lo que significaría la cooperación con el Espíritu de Dios en la liberación de la Iglesia, y acelerar definitivamente que la gran serpiente sea encadenada y arrojada al pozo (Ap. 20:1). Una “cadena” material no podría atar a un ser so-brenatural, y puede ser que el “gran ángel fuerte” tipifique el “Cristo” místico; que consiste en la Cabeza y los miembros –el “hijo varón” que fue arrebatado al Trono– cuando los miembros habrán sido liberados del poder del enemigo, y luego encargados de tomar posesión del Engañador para arrojarlo al abismo, y encerrarlo por mil años.

La ministración de los ángeles de guerra para los s antos

Cuánta oración tiene que ver con la puesta en marcha de las huestes de la luz contra las huestes del mal, no lo sabemos del todo. Hay muchos pasajes en las Escrituras que muestran que los ángeles no caídos tienen un ministerio de guerra a favor de los santos en la tierra; esto existe, pero es débilmente recono-cido. En el Antiguo Testamento la compañía celestial se muestra en derredor de

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Eliseo como en orden de batalla, y en el Nuevo Testamento, en Apocalipsis 12, Miguel y sus ángeles son vistos combatiendo contra el Dragón y sus ángeles, la Iglesia en la tierra participa en esta guerra. Las fuerzas unidas de las huestes an-gélicas y la Iglesia en la tierra, son manifiestamente unidas contra las huestes satánicas: la última “batalla” por la “palabra del testimonio” y la fe en la preciosa Sangre, no sólo como individuos aislados, sino como una compañía unida –“ellos le han vencido…”– reconociendo su unión contra un común enemigo.

La ministración de ángeles de guerra contra las potestades de las tinieblas, a favor de los santos en la tierra, se revela sorprendentemente en Daniel 10, donde Miguel, el arcángel, se resiste a la interferencia del “príncipe de Persia” y el “prín-cipe de Grecia” con el mensajero de Dios, cargado con una entrevista con Daniel. De la misma manera que luchan en contra de Satanás y sus ángeles, como se muestra en Apocalipsis 12. El Señor se refirió también a las “legiones de ángeles” que podía llamar en Su ayuda, para protegerlo y asistirlo en la hora y el poder de las tinieblas (Mt. 26:53), pero Él eligió pelear la batalla solo, no aceptando ningún auxilio celestial, sino el de aquel ángel enviado para fortalecerlo en Getsemaní.

Entrenamiento en la guerra de oración

Si una sistemática guerra de oración contra las fuerzas de las tinieblas es posible para el creyente, por medio de la cual Dios podría acelerar la liberación de la Iglesia de Cristo, en preparación para la aparición del Señor, y su destino futuro; semejante guerra por la oración debe ser aprendida como cualquier otro objeto de conocimiento en el mundo de los hombres.

Si comparamos la guerra por oración, llevada a cabo sistemáticamente en contra de las fuerzas de la oscuridad, con una guerra en la esfera natural, aque-llos que toman la delantera deben estar dispuestos a ser entrenados, y a adop-tar la misma actitud de aprendiz como un recluta en la esfera natural. Tales creyentes no sólo necesitan entender el uso inteligente del arma de la oración, sino obtener conocimiento de los ejércitos organizados de la oscuridad, y cómo ejercitar su visión espiritual para que “por el uso” se agudice en el discernimien-to de las operaciones del enemigo en la esfera espiritual. El creyente debe

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aprender a observar y a aprender mediante la observación de sus métodos en la guerra contra el pueblo de Dios.

La Iglesia de Dios ahora necesita “líderes” entrenados en el conocimiento de las campañas mundiales del enemigo; creyentes capaces de prever sus “ar-timañas”, así como orientar a las tropas de la Iglesia en la agresión contra él. Líderes capacitados en el conocimiento de la armadura y las armas de guerra provistos en la Palabra de Dios, a fin de detectar posibles puntos débiles en el uso, sobre todo en la oración como una sistemática y agresiva contra campaña inteligente contra los métodos estratégicos de la jerarquía de Satanás , en contra de la Iglesia.

El creyente que hace guerra contra Satanás, debe aprender tanto las face-tas agresivas como las defensivas de la guerra; pues para tomar la agresiva contra un enemigo tan astuto, sin entender completamente la forma de mante-ner la posición defensiva, significa que el enemigo pronto termina la agresiva guerra de oración por semejantes ataques a los lugares indefensos en su vida o ambiente, lo que rápidamente obligará a que retrocedan en defensa de su pro-pia posición. Por ejemplo, el creyente hace guerra al enemigo y lo presiona al descubierto con un testimonio audaz a la manera que el arma de la oración tra-jo alguna fortaleza al terreno, pero no pasa mucho tiempo antes de que el tes-timonio es desafiado por algunos embates en su círculo interno, y el guerrero ansioso, encuentra que él ha fallado en guardar por oración su dominio propio.

La guerra defensiva de Efesios 6

La importancia del aspecto defensivo de la guerra contra los poderes de las tinieblas y del poder de permanecer del creyente siendo hecho inconmovible, se muestra en Efesios 6, donde se dan siete versículos para describir la armadura y la posición defensiva, con un solo versículo incorporando la guerra agresiva por la oración (Ef. 6:18).

El guerrero de oración completamente armado debe estar alerta en la posi-ción defensiva, listo para enfrentarse a todas las asechanzas del diablo, o las huestes de espíritus perversos, ya sea que vengan como “poderes” o con tinie-blas, o en una avalancha numerosa sobre él. Debe saber cómo resistir en el “día

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malo” (Ef. 5:13) de las embestidas satánicas, y “habiendo acabado todo”, cómo mantenerse firme en la hora de la victoria, por discernir todos sus nuevos ata-ques sobre él en un cambio de las tácticas adaptado al momento de triunfo.

Para mantener su posición defensiva el creyente necesita saber que los es-píritus malignos tienen muchos “quehaceres” para él y mediante él, y estar es-pecialmente en guardia para no ceder a sus obras, pensando que se somete a Dios. Debe saber que los espíritus mentirosos pueden “cargar” a otros cristianos acerca de él; darles visiones, y hacer que malinterpreten las cosas acerca de él; hacer que estos “cargados” escriban acerca de él a otros, y sugerir pensamien-tos a otros en su perjuicio; en resumen, utiliza todos los dispositivos posibles para moverlo de su posición de victoria sobre ellos en su vida personal y am-biente. Cuanto mayor sea su posición de triunfo –“habiendo acabado todo” (Ef. 6:13)– más agudas serán las nuevas acechanzas del enemigo astuto para desa-lojar al victorioso de su posición revestida con la armadura. Si por cualquiera de estos medios pueden hacer que se aparte de la guerra agresiva contra ellos, o que sea perturbado por aparentes errores de juicio de los demás, o que enga-ñado a mirar estas cosas como una “cruz” que debe asumir, habrá fallado en discernir las tácticas del enemigo astuto.

Pero cuando el creyente sabe lo que los espíritus malignos pueden hacerle a él y por medio de él, puede distinguir sus obras a través de otros, y permane-cer firme en su defendida posición, se protege por medio de la guerra agresiva contra ellos mientras ellos obran en estas formas especiales, y no se relaja a aceptar todo esto como “la voluntad de Dios”, sino que propone acabar con ellos por una sistemática y persistente campaña de oración.

Oración contra las obras del diablo

En la guerra contra los poderes de las tinieblas, la oración puede ser persis-tente y especialmente directa contra las obras del diablo, mientras el creyente se mueve en sus ocupaciones ordinarias y ve sus obras. Puede ser breve y fer-vorosa, pero es eficaz. Sólo debe ser “¡Señor, destruye tal obra del diablo!” o “¡Dios, abre los ojos de ese hombre para que pueda ver los engaños de Satanás a su alrededor!”.

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Existe también la oración por los demás, dirigida específicamente contra los espíritus malignos en ellos; pero esto primeramente necesita conocimiento para discernir los síntomas de sus presencia, y la capacidad de distinguir entre el hombre mismo y el espíritu maligno (sea uno o varios!). Cualquier incertidumbre aquí debilitará la fuerza de la oración. Si el guerrero de oración duda acerca del origen de ciertas características en otros, las cuales hacen que el hombre actué como si fueran dos personas, una contradictoria a la otra, y una manifiestamen-te no es el verdadero carácter, puede orar que algún espíritu presente sea ex-puesto, así el hombre mismo lo reconocerá, o que el guerrero de oración pueda estar seguro de la fuente de ciertas cosas para que pueda dirigir la oración a la causa correcta.

Una marca especial de la presencia de un espíritu maligno en, con, o a tra-vés de otro, en cada grado de posesión, por insignificante que fuera, es el anta-gonismo a toda verdad en relación con los poderes de las tinieblas, especial-mente acerca de los espíritus malignos; el antagonismo que sea irracional o irrazonable. Pues un hombre que no es tocado por ellos, puede abrir calmada-mente su mente al conocimiento acerca de ellos, con tanta facilidad como acer-ca de las cosas de Dios. También hay resistencia en tales creyentes, en la men-te o en el espíritu, a otros aspectos de la verdad; ya sea la verdad de las Escri-turas que se aplican a sí mismos personalmente; o la verdad en relación con los hechos de su experiencia espiritual, o de ellos mismo o de sus acciones, que los espíritus mentirosos no quieren que sepan. Así como una marca especial de la Presencia del Espíritu Santo operando en o a través de otros es una apertura a la verdad ; un deseo e incluso un hambre agudo por la verdad, independiente-mente de las consecuencias, o de la sensación de dolor. Los creyentes de todos los grados de la vida espiritual se colocan del lado del Dios de la Verdad cuando declaran específicamente “Me abro a toda la verdad”, y al hacerlo permiten que el Espíritu de Verdad haga Su obra.

Es importante que el guerrero de oración discrimine las obras de los espíri-tus malignos en posesión de otros, como “EN”, pero no “DE” la persona; para no ser desviado del trato directo con el enemigo culpando a la persona que le otorgó la base para sus manifestaciones.

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Cómo los espíritus malignos causan que los creyente s resistan la verdad que necesitan

El creyente que busca ayudar a otro que se encuentra poseído por malos espíritus, debe estar preparado pues los espíritus engañadores le tergiversan al cautivo la misma verdad que desea y necesita para su liberación, así como falsi-fican aquello que busca para ayudarle en su libertad. A veces la verdad que pre-tende y entrega el engañado, a pesar de todo lo que parece, al contrario, es usada como un látigo para vencerlo, por los espíritus en posesión. El pobre cau-tivo tiene la sensación real de ser azotado con varas, tan real como si las mar-cas estuvieran sobre su cuerpo, y se ve como si las palabras del otro dándole la luz que necesita y él mismo desea, fueran las varas que lo golpean. Pero si el creyente engañado se niega a ser movido por el dolor de los azotes, se aferra a la verdad que le dijeron, y al mismo tiempo la convierte en oración y lucha contra el enemigo, tomará así el arma de victoria. Por ejemplo, si a un hombre se le dice “el enemigo ahora te está engañando” y de inmediato responde: “Va contra de mi voluntad. ¡Que Dios revele todos los engaños de Satanás hacia mí, y hacia toda la Iglesia!”, él a su vez se aferra de un arma para la victoria.

Toda verdad impartida a un creyente engañado debe inspirar el antagonis-mo hacia los espíritus mentirosos de Satanás, en lugar de provocar desespera-ción o resistencia a la verdad, o intentar laboriosas explicaciones para probar otras causas para tal o cual manifestación. El creyente que desee libertad debe alegremente recibir toda la luz que expondrá al enemigo, diciendo “¿Cómo pue-do usar esto como un arma contra el enemigo?”.

Pero en el estrés y muchas veces la confusión del período de la liberación, la persona engañada y poseída inconscientemente, lucha contra su liberación al cubrir y ponerse del lado de los espíritus que lo han engañado. La voluntad puede estar determinada y declarada para su liberación, sin embargo, cuando la verdad es dada, los espíritus malignos manifiestan su presencia en el alma y el cuerpo de la persona –o donde quiera que estén ubicados–, despertando senti-mientos de rebelión en contra de la verdad, o contra el mensajero de la verdad, que el hombre en su voluntad ha decidido recibir. En breve, se ponen en juego todos los recursos que tienen a su disposición. Vierten una avalancha de pen-samientos confusos en la mente con sugerencias totalmente extrañas a los de-

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seos de la persona y, a veces, sentimientos furiosos en el cuerpo, como si la co-lumna vertebral y los nervios le estuvieran siendo arrancados con dolor.

Parecen estar atormentados por la irritación, y la cabeza como si les fuera a estallar por la presión –nada de esto debido a cualquier causa física–. Por el momento, el mensajero de la verdad para la liberación de este creyente cautivo, parece haber hecho más daño que bien a la víctima de Satanás; pero si la ver-dad ha sido dada, y el guerrero de oración permanece inconmovible a través de la tormenta exterior, silenciosamente resistiendo por la oración a los espíritus malignos que se levantan, tarde o temprano, el cautivo emerge hacia la liber-tad, y un mayor grado de liberación, si no a la victoria completa.

Echando fuera los espíritus malignos

La oración contra los espíritus malignos en los demás puede ser acompa-ñada por una orden inaudible de que ellos dejen a la persona, o bien echar fuera al demonio o los demonios de forma directa y audible. Hay varias con-diciones para hacerlo, que necesitan una cuidadosa consideración y oración, antes de que dicho curso sea tomado. La persona poseída puede necesitar primero (1) la verdad sobre su condición y el terreno en el cual el espíritu maligno ha hallado alojamiento. Esto requiere conocimiento y discernimiento por parte del obrero, y a veces, enfrentar exhaustivamente al poseído; (2) el terreno que ha sido descubierto debe ser abandonado definitiva y específica-mente por la víctima o el “echar fuera” puede fallar; (3) oración definida a Dios para que Su voluntad concerniente a todo asunto sea revelada, y cómo el Espíritu de Dios querría abordarlos, es necesaria sobre todo; (4) la autori-dad de Cristo necesita ser específicamente tomada por aquel que es llamado a tratar con el hombre, y (5) la oración de lucha que llega a “ayuno” pude ser necesaria si el caso es muy difícil.

El ayuno, que es de efecto espiritual en este caso, significa que la persona que se ocupa de la persona poseída, entra tanto en un conflicto mano a mano, con el espíritu o los espíritus en posesión, que el sentido de cualquier necesidad física cesa hasta que se alcanza el triunfo.

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El verdadero ayuno de alimentos durante el conflict o.

El conflicto del Señor en el desierto arroja luz sobre esto, ya que parece que no fue hasta después de que Satanás le había dejado y la tensión del con-flicto había terminado que sus necesidades físicas se afirmaron, y “tuvo ham-bre”. El verdadero “ayuno”, por tanto, parece ser no tanto el resultado de una elección del creyente y la determinación de ayunar de comida, como el resulta-do del espíritu cargado, o conflicto, lo cual lo constriñe a ayunar debido al do-minio del espíritu sobre el cuerpo y sobre cualquier sentido de necesidad física en absoluto. Pero cuando el conflicto ha terminado y el espíritu es “desconecta-do”, los requisitos del organismo se hacen sentir una vez más.

También hay una actitud permanente hacia el cuerpo, que puede ser des-crita bajo la palabra “ayuno”, que es una condición necesaria para la victoria sobre los espíritus inmundos. Especialmente para la expulsión de espíritus ma-lignos, es imperativo que el creyente tenga completo dominio sobre su cuerpo, capaz de discriminar entre sus demandas legítimas y los espíritus del mal que buscan obtener un pie detrás de sus necesidades legales, y detectar todas las asechanzas para robarle la victoria sobre ellos.

La voz en el expulsar

En la expulsión de espíritus malignos, la voz puede ser fuerte o débil, ya que se rige por las circunstancias de la ocasión. Si es débil, la debilidad puede ser causada por el miedo, la ignorancia, un espíritu inmaduramente desarrolla-do, o puede ser el resultado del espíritu de oposición. El Espíritu Santo que energiza al hombre para el acto de “echar fuera”, es de necesidad obstaculizado en Sus operaciones por estos factores en el creyente. Sobre todo un espíritu po-co desarrollado es una limitación, pues este demuestra el no uso del espíritu en el conflicto general. El espíritu se fortalece en la resistencia mantenida y en el conflicto con los poderes de las tinieblas y mediante la obtención de un comple-to dominio sobre el alma y el cuerpo, al igual que Juan el Bautista en el desierto (Mt. 3:4), porque “todo aquel que lucha” (1Co. 9:25) por el dominio sobre sí mismo, adquiere una capacidad de espíritu por la energización del Espíritu San-to, que no se puede obtener de ninguna otra manera.

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El influjo especial del Espíritu Santo, que equipa a los creyentes para cooperar con Él en esgrimir la autoridad de Cristo sobre los espíritus malignos, se trata en el capítulo anterior (Hch. 13:8-10). El Espíritu Santo en el espíritu del creyente, es el poder detrás del acto de echar fuera, y el siervo de Dios debe mirar profundamente para no moverse a ningún paso agresivo sin Él. Pablo so-portó durante muchos días el ataque del espíritu maligno sobre él, a través de la mujer que tenía espíritu de adivinación, pero hubo un momento en que, “turba-do”, el Apóstol “se volvió” (Hch. 16:18) y, hablando directamente al espíritu y no a la chica, ordenó que saliera de ella. El creyente que puede discernir el sen-tido del espíritu conoce aquel momento, y colaborando con el Espíritu de Dios moviéndose en su espíritu, encuentra el poder del Nombre de Jesús sobre los demonios de Satanás, tan eficaz hoy como en el tiempo de los apóstoles y de los Primeros Padres de la Iglesia.

El factor principal en el expulsar u ordenar a los espíritus inmundos que salgan de un hombre, es la fe en el poder del Nombre de Jesús. Esta fe se basa en el conocimiento de que los espíritus malignos deben obedecer a la autoridad de Cristo, ejercida por Él a través de aquellos que están unidos a Él. Cualquier duda sobre este punto hará infructuosa la orden.

El echar fuera siempre se hace hablando directamente con el espíritu en posesión, y en el Nombre de Cristo, el creyente dice: “¡Te mando en el Nombre de Jesucristo que salgas…” (Hch. 16:18b).

¿Pueden ser transmitidos los espíritus malignos?

No hay peligro de que los espíritus malignos cuando fueron expulsados, en-tren o se trasmitan a la persona que ha tratado con ellos, a menos que haya motivos para que lo hagan, o que hayan obtenido consentimiento para entrar mediante alguna trampa del enemigo. Los creyentes llamados a enfrentar a los espíritus malignos en otros deben declarar deliberadamente su posición sobre la base del Calvario en Romanos 6:6-11, antes de hacerlo, como la única manera segura de tratar con el terreno básico de la vieja creación, la cual puede dar lu-gar al enemigo.

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La expulsión de un espíritu maligno de otro puede ser también una ocasión para la manifestación de uno oculto, sin saberlo, en el creyente que se ocupa de la otra persona poseída. Si esto es así, cuando encuentra una manifestación in-mediata de las obras del enemigo en sí mismo, es susceptible de atribuirlo a una transmisión o un ataque sobre sí mismo del espíritu expulsado.

A través de esta interpretación errónea, él creyente busca ahora la libera-ción de la supuesta “transmisión” y por tanto da un nuevo terreno al espíritu de mentira, porque no busca la causa de la manifestación en su vida pasada, es decir, se ocupa de ella como si fuera un “ataque”, en lugar de un síntoma, y por lo tanto la causa o terreno se deja sin tratar y sin descubrir.

Tampoco la imposición de manos por una persona que sin saberlo está po-seída, trasmite espíritus malignos. Si parece ser así, no es más que una ocasión para que el espíritu maligno que estaba oculto en la persona se manifieste, y luego sugiera una causa equivocada para la manifestación, con el fin de con-fundir en el descubrimiento del terreno. En resumen, si hay espíritus engañado-res en posesión, las condiciones son favorables para su manifestación, pues to-da manifestación de espíritus malignos en una perso na significa terreno para su ocupación, que debe ser tratado inmediatamente. Si una manifestación sintomática es llamada “ataque” desde afuera, ninguna liberación será posible hasta que se reconozca la verdadera causa.

Se puede decir en este punto que cualquier significado que pueda haber en la “imposición de manos”, el resultado debe ser espiritual, y en el espíritu, no en sensaciones físicas o en cualquier sentimiento consciente en los sentidos.

El don de discernimiento de espíritus.

Gran parte de los conocimientos necesarios para el “discernimiento de espí-ritus” puede ser obtenido por una cuidadosa lectura de los capítulos anteriores, pero hay un don de “discernimiento de espíritus” mencionado en 1 Corintios 12, como una manifestación del Espíritu Santo en os miembros del Cuerpo de Cris-to. Al igual que todos los dones del Espíritu, este necesita la plena cooperación del creyente para su uso, y se vuelve más claro y más fuerte a medida que se utiliza. Por tal razón, puede parecer tan normal en su ejercicio, y por lo tanto

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como el uso de una facultad del sentido espiritual que pertenece al hombre y que escapa a la atención de los demás. Es decir, puede no parecer sobrenatu-ral, ni operar de una manera milagrosa. También como todos los demás dones, no es para hacer un show con fines de lucro, y sólo es reconocible cuando está en funcionamiento, e incluso entonces, es posible que un hombre espiritual dis-cierna su presencia y manifestación.

El poder de discernimiento de espíritus procede del espíritu del creyente, como el lugar desde donde el Espíritu Santo manifiesta Su Presencia y poder, y se desarrolla en manifestación a través de la mente, a medida que el hom-bre crece en conocimiento y experiencia de cosas espirituales, y aprende a mirar y observar los caminos de Dios y las obras de los poderes sobrenatura-les malignos. El discernimiento es un “don del Espíritu”, pero se manifiesta como fruto de la vigilancia, y la vigilancia es el fruto del agudo estado de alerta por parte del creyente. Se necesita mucha paciencia, gran habilidad y una gran perseverancia para llegar a ser competente en la discriminación y el discernimiento.

La fe necesaria para echar mano de la autoridad de Cristo sobre los espí-ritus malignos y ejercitarla no puede ser hecha; y si hay algún esfuerzo en su ejercicio, el creyente debe saber que hay algo en falta que necesita exa-minarse; y buscar entender los obstáculos para la verdadera fe. Cuando un guerrero de oración tiene dificultades para “creer”, debe encontrar la causa, si se trata de (1) oposición de los poderes de las tinieblas o (2) inacción del Espíritu Santo con él en el sentido del tema que nos ocupa. (Cf. Mc. 16:20).

Existe lo que se podría describir como una fe “maligna”, es decir, una com-pulsión a “creer” que proviene de los espíritus malignos. El hecho de que el dia-blo pelea contra el ejercicio de la fe no es una prueba de que “la fe” sea una verdadera fe o viceversa. Es cierto que el diablo trata de apagar la verdadera fe, y el creyente debe luchar para mantenerla viva, pero debe examinar y conocer la naturaleza de la fe que está en él. ¿Es de Dios en el espíritu, o se trata de la mente o voluntad, y basada en un deseo personal? En pocas palabras, ¿se ori-gina en el hombre mismo o en Dios?

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Otros aspectos de la guerra de oración

Hay muchos aspectos de la guerra de oración contra los poderes de las ti-nieblas, que el espacio impide tratarlos plenamente, como lecciones de la ley de Moisés, levantando las manos en la cima del monte, que era una expresión ex-terna de un hecho espiritual. El resultado de su acción era visto en la llanura, cuando las fuerzas de Israel triunfaron. La causa de la victoria era invisible. Algo en el reino espiritual se logró por la actitud externa, visible del hombre sobre el monte, lo cual fue manifiesto a él y a los hombres con él, cuando él bajaba sus manos cansadas.

Los poderes del mal atacando a Israel a través de Amalec son las mismas fuerzas contra la Iglesia de Cristo hoy en día. Moisés no pudo haber mantenido la afirmación de la fe en Jehová como Victorioso, audiblemente expresada sin interrupción a lo largo de la lucha prolongada; y que ninguna interrupción en el acto de fe era vital, se puede ver en que cuando sus manos de bajaban, el enemigo triunfaba, y mientras subían, Israel prevalecía.

Hay veces en una lucha prolongada contra las huestes de Satanás, cuando es claro a la visión espiritual que el enemigo gana terreno cuando la “palabra del testimonio” decae, y que las fuerzas de Dios conquistan cuando los intercesores del Señor mantienen el grito de victoria. En tales horas, un acto físico expresando que se mantiene la actitud de victoria, para aliviar la mente y el cuerpo de la ten-sión puede ser admisible, y levantar las manos o extenderlas hacia afuera, instin-tivamente puede darse en la “cima” del conflicto da la Iglesia de Cristo.

Hay horas también, cuando el batallón de los espíritus perversos da un paso atrás y el mismo príncipe de las tinieblas se para contra los creyentes, como en Zac. 3:2. Entonces las palabras “El Señor te reprenda, Satanás”, nunca fallan.

Cuando la oración, además, debe enfocarse sobre alguna fortaleza del enemigo, en paciente oración persistente por un período prolongado; o una lu-cha en espíritu durante una gran crisis batallando contra las fuerzas de la oscu-ridad, manteniendo una posición que ellos han tomado; hay muchas armas dis-ponibles para el creyente vestido de la armadura, mientras está en Cristo, so-portando las huestes de los espíritus malignos en las regiones celestes. No so-lamente las manos levantadas de Moisés y las palabras de Miguel, sino el soste-

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ner la maldición de Dios sobre el Príncipe de las tinieblas, y todas sus huestes –esa maldición sobre el gran ser espiritual, vestido de la apariencia de una ser-piente, la cual el Señor pronunció sobre él en la tragedia de la Caída del Edén. Esa maldición, que no ha sido revocada y la cual Satanás sabe que está delante de él en su clímax final en el lago de fuego. El recordatorio de esta maldición es a menudo un arma efectiva contra el enemigo.

Oración y acción

El creyente que ha sido paciente y persistentemente obrando en la oración, y el conflicto con el enemigo, para otros, debe mantenerse listo para la acción, pues dios puede usar a aquel que ha orado para ser un instrumento de libera-ción del quién ha orado. Es esencial que haya acción así como oración. Muchos piensan que es más que suficiente orar porque Dios es omnipotente, pero Dios necesita que el hombre ore y que también esté listo para actuar. Cornelio oró y luego actuó al enviar a buscar a Pedro (Hch. 10:7-8). Ananías oró acerca de Pa-blo, y luego fue enviado a hablar con él (Hch. 9:11). Moisés oró por la liberación de Israel, pero él mismo fue llamado a ser un gran factor en la respuesta a sus oraciones (Ex. 3:10).

Hay también un tiempo para la oración contestada (Lc. 2:26), y hay obs-táculos para la oración contestada (Dn. 10:13). Aquellos que oran por la libera-ción de otros, deben tener paciencia para caminar lentamente en oración por muchos días. Hay a veces un pensamiento equivocado en espera de un “flujo” de oración, si verdaderamente es en el espíritu. Debido a que los creyentes no encuentran un flujo fácil, cesan de perseverar en la oración, mientras que la oración, cuando se opone al enemigo, a menudo significa forjar palabras las palabras en una lucha real contra los obstáculos a la oración. Los creyentes no deben esperar que los que están profundamente engañados, sean entregados en unas pocas semanas; pues pueden pasar meses e incluso años de oración. El contacto con quienes están siendo orados puede acelerar su liberación, por la razón de que Dios puede obrar más rápidamente cuando Él puede usar a otros para ayudar a los cristianos inmaduros, cuando ellos no entienden. Indirecta-mente, respondemos a nuestras propias oraciones, cuando vemos a aquellos por los que estamos orando y les damos la luz que necesitan.

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Se necesita paciencia y perseverancia, ya que, como hemos visto, los cre-yentes que necesitan liberación la entorpecen debido a su ignorancia, cuando ellos se ponen del lado de los espíritus malignos creyendo sus sugerencias y ex-cusas; incluso mientras ellos desean sinceramente ser liberados de su poder.

Oración y predicación

El que ora puede ser llamado a actuar por la transmisión de la verdad mediante la predicación. Si es así, tendrá que entender el lugar de la oración en su predicación: que él necesita de las oraciones de otros para que su ex-presión sea efectiva (Ef. 6:19); y que debe realizar la guerra él mismo, expe-rimentalmente cuando está trasmitiendo la verdad que afecta al reino de Sa-tanás. Si por la oración se ocupa de los poderes de las tinieblas antes de pre-dicar, el flujo a través de su espíritu puede ser sin obstáculos; pero si los es-píritus malignos están obstaculizando su mensaje, puede tener que “luchar” sus palabras con dificultad, pues su espíritu está al mismo tiempo resistiendo los obstáculos en el plano espiritual. Esto puede hacer que su voz suene ás-pera debido a la resistencia en la atmósfera; la voz abriéndose paso se torna clara cuando la resistencia cede. Y cuando el espíritu está así inmerso en un conflicto, el hombre exterior es afectado y poco calmo en su acción o discur-so. Mientras el creyente está realmente predicando, los espíritus engañadores pueden procurar interferir con su discurso mediante una corriente de “comen-tarios”, por así decirlo, cargándolo con las obras de ellos, es decir, estarán susurrándole cualquier causa sobre la verdadera condición de la reunión, ver-tiendo acusaciones en su mente mientras está hablando, desafiando las pala-bras que salen de su boca. Si está hablando sobre la santidad de vida que necesitan los hijos de Dios, se le dice lo lejos que se encuentra o lo corto que se queda de lo que está predicando a los demás; el desafío puede ser tan persistente que el predicador puede insertar de repente en sus mensajes ex-presiones despectivas sobre sí mismo, y mediante estas palabras sugeridas por los malos espíritus, y que el orador piensa que proceden de sí mismo, vierten un torrente en la atmósfera de la reunión que trae una nube oscura sobre el pueblo.

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Oración como arma de destrucción

La oración cumple alguna ley que permite a Dios obrar, y hace que Le sea posible llevar a cabo Sus propósitos. Si no existiera una ley de este tipo, y Dios no tuviera necesidad de las oraciones de Sus hijos, entonces la oración es un tiempo perdido; pero de hecho, la oración es la mayor arma concebible de des-trucción disponible para el creyente, destruyendo obstáculos a la obra de Dios, sean procedentes del pecado o de las obras del diablo.

La oración es destructiva tanto como constructiva, pero para este fin de-be ser radical, penetrando hasta la fuente misma de las cosas, destruyendo la causa o causas de los obstáculos a las operaciones de Dios. La oración debe ser específica y radical, primero en el ámbito personal, luego pasar de lo local a lo universal. La actividad en la oración debe estar en el orden de (1) Oración per-sonal, cubriendo necesidades personales; (2) Oración familiar, cubriendo nece-sidades familiares; (3) Oración local, cubriendo las necesidades del entorno; (4) Oración universal, cubriendo las necesidades de toda la Iglesia de Cristo y el mundo entero (1 Ti. 2:1; Ef. 6:18).

Oración universal

Si el guerrero de oración ora por lo universal, sin antes haber tratado con las necesidades personales y locales, el enemigo tocará estas esferas más pequeñas y así, por la fuerza de ataque personal y local, quitará al creyente de la perspecti-va universal. Por tanto, el orden de oración es, en primer lugar la oración ex-haustiva por todas las esferas personales y locales, orando a través de estas ha-cia el amplio rango de lo universal. Oración no solo exhaustiva, sino persistente . El creyente necesita para todo esto (1) Fuerza para orar, (2) Visión para orar, (3) conocimiento de qué orar; pues hay una secuencia en la oración que necesita ser entendida inteligentemente, y una obra de oración demandando tanto entrena-miento y equipamiento como el que se necesita para la predicación.

El guerrero de oración entrenado sabe algo de los diversos aspectos de la oración, por ejemplo:

• La oración de petición (Jn. 14:13);

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• La oración de intercesión (Ro. 8:26); • “Decir” (Mt. 21:21; Mc. 11:23); • La oración de carga, la cual puede ser una carga en el espíritu o en la mente (Col. 2:1, 2; 4: 12).

Él sabe que las cargas de la oración pueden ser conscientes, pero no debe esperar una carga consciente para cada oración ni esperar a “sentirse movido a orar”. Sabe que ver una necesidad por la cual orar, es un llamado suficiente pa-ra la oración, y si él espera un “sentimiento” de que debe orar cuando tiene la visión de orar, está pecando. Entiende, también, en la esfera de lo universal, la unidad de todo el Cuerpo de Cristo, y que en esa esfera de unión, puede decir “Amén” a las oraciones de toda la Iglesia, en la medida en que son del Espíritu Santo, en la voluntad de Dios.

Todo esto pues, toca el borde de la guerra mediante la oración que podría ser librada sobre las fuerzas de las tinieblas, para la liberación del pueblo de Dios, que es el verdadero objetivo del Avivamiento.

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Capítulo 12

El comienzo del Avivamiento y el Bautismo del Espíritu

Hemos visto que el período en la vida del creyente en que se recibe el bau-tismo del Espíritu Santo es el tiempo de especial peligro proveniente del mun-do sobrenatural maligno, y el bautismo del Espíritu es la esencia del avivamiento. El comienzo del Avivamiento es, por tanto, el gran momento en que los espíri-tus engañadores encuentren la entrada al creyente por medio del engaño a tra-vés de falsificaciones, lo cual resulta a veces en la posesión tratada en páginas anteriores.

La hora del avivamiento es un tiempo de crisis y de posible catástrofe. Una crisis en la historia de cada individuo, así como en la historia de un país, una iglesia o un distrito. Una crisis para el hombre no regenerado, en la cual resuelve su destino eterno, al aceptar o rechazar la conversión a Dios; una cri-sis para los que reciben la llenura del Espíritu Santo, y para aquellos que lo re-chazan; pues para el creyente que se inclina y recibe el Espíritu Santo, es el día de la visitación del Altísimo, pero para otros significa la decisión de si van a ser hombres espirituales o permanecer carnales (1 Co. 3:1); si van a optar por permanecer en derrota en su vida personal, o determinarán empujar como vencedores.

Pocos pasan por la crisis sin ser engañados por el enemigo en mayor o menor grado, y sólo aquellos que se aferran al uso de sus facultades de razo-namiento en este momento, pueden esperar ser salvados de la catástrofe de convertirse en una víctima para las obras sutiles de los poderes sobrenatura-les. Si el creyente llega a ser engañado por los espíritus malignos en el mo-mento en que es bautizado con el Espíritu, casi inmediatamente después del punto más alto de su experiencia, comienza, a través del engaño a descender a un pozo que, en última instancia significa la profundidad de la oscuridad, servidumbre y miseria, hasta que pueda ser libre del engaño y vuelva a la senda normal. Aquellos que no descubren los engaños, se hunden en el en-gaño más profundo y se convierten prácticamente en inútiles para Dios y pa-ra la Iglesia.

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Avivamiento: la hora y el poder de Dios

El avivamiento es la hora y el poder de Dios, y del diablo, pues el descen-so del poder Divino viene aparejado de una avalancha de poderes sobrenatu-rales malignos. Significa movimiento en el reino espiritual . El avivamiento en sí es la hora de Dios, cuando el cielo es abierto, y el poder de Dios obra entre los hombres, pero cuando el poder divino parece cesar, y los poderes sobrena-turales malignos manifiestan sus obras en un hombre, o una iglesia o un país, entonces los hombres se maravillan de que las obras del diablo estén donde Dios había estado tan manifiesto, sin saber que el diablo estaba plantando sus semillas y haciendo su trabajo, desde el comienzo del avivamie nto . La de-cadencia del avivamiento comenzó con su fluir, pero totalmente sin ser vista.

En la hora y el poder de Dios, en el avivamiento, el “Tentador” parece estar ausente, pero él está presente como el Falsificador. Los hombres dicen que “no está el diablo”, y sin embargo, es su mayor época de cosecha. Está cosechando a sus víctimas mezclando sus labores con las obras de Dios, y seduciendo a los santos con mayor eficacia de la que pudo ser capaz con sus tentaciones a pe-car. Como un falsificador y engañador, el siempre vigilante enemigo usa sus vie-jos métodos de engaño y astucia en los nuevos conversos, quienes, teniendo la victoria sobre el pecado conocido, piensan que el Tentador les ha dejado, sin conocer sus nuevas formas. Su ausencia es sólo aparente y no real. Satanás nunca estuvo más activo entre los hijos de Dios.

¿Por qué se detiene el avivamiento?

El gran propósito del diablo es detener el avivamiento del poder de Dios, y cada avivamiento que ha sido dado por Dios para despertar a Su pueblo, ha cesa-do luego de un tiempo, más o menos corto, debido a (1) la ignorancia de la Iglesia acerca de las leyes del espíritu para colaborar con Dios; y (2) el arrastrarse mali-cioso de los poderes de las tinieblas, inadvertido y el rendirse a ellos por parte del pueblo de Dios a través de la ignorancia. Los que han nacido del Espíritu en un pe-ríodo de poder manifiesto del Espíritu Santo emergen al mundo espiritual, donde entran en contacto con seres espirituales del mal, de cuya existencia no tienen

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conocimiento experimental . Llegan a ser conscientes de las fuerzas espirituales y cosas que creen que deben ser de Dios, e ignoran la posibilidad de obras mez-cladas por espíritus perversos con las cosas de Dios. Esta es la razón por la cual el avivamiento, que da vida a la Iglesia, y que por un tiempo manifiesta al mundo el poder regenerador y edificante de Dios, produce una cantidad importante de au-ténticos creyentes nacidos del Espíritu de los cuales se dice que tienen “manía reli-giosa”, o son llamados “chiflados”. Y por esta razón el “avivamiento” es, tarde o temprano probado y desacreditado; el testimonio al mundo, destruido; la sección sobria de la Iglesia, abatida, y hecha temerosa de sus efectos.

Para ponerlo en un lenguaje más contundente, la hora del avivamiento es la ocasión para que los espíritus malignos obtengan “posesión” de creyentes es-pirituales, y el avivamiento cesa debido a dicha posesión . Los creyentes más espirituales, bautizados con el Espíritu Santo y los más aptos para ser usados por Dios en el servicio del avivamiento, pueden llegar a ser engañados y poseí-dos por espíritus malignos en su ser exterior por medio de aceptar las falsifi-caciones de Satanás . Los creyentes que no están tan abandonados al Espíritu escapan de la posesión “aguda”, pero en su contacto con obras hasta ahora desconocidas de la esfera espiritual, están igualmente abiertos al engaño que se manifiesta en una forma menos reconocible.

Lo que es llamado espíritu “fanático”, que en cierta medida sigue al aviva-miento, es sólo obra de los espíritus malignos. Al comienzo del avivamiento los ignorantes son enseñables, pero, a través de sus “experiencias espirituales”, más adelante se convierten en “in-enseñables”, si se permite el término. La simplici-dad anterior al avivamiento da lugar a la satánica “infalibilidad” o un espíritu no enseñable. La testarudez, terca obstinación en un creyente después del aviva-miento no se origina en el hombre mismo, sino que procede de espíritus malig-nos engañando su mente, capturando su espíritu en sus garras y haciéndolo in-flexible y poco razonable.

El plan de los podes de las tinieblas al comienzo del avivamiento, es condu-cir o empujar al extremo lo que es verdad. Su “empujar” es muy leve e imper-ceptible al principio, al sugerir pensamientos, o impulsar a acciones sutilmente contrarias a la razón, pero en cuanto se cede a tal “empuje”, y se silencia el uso de la razón, aquellos que son así engañados, en su momento llegan a volverse

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fanáticos. El juicio de tales creyentes impulsados a acciones irracionales, puede estar en contra, e incluso resistir las cosas que sobrenaturalmente se les insta a hacer; sin embargo, son incapaces de oponerse al poder sobrenatural que los conduce, el cual piensan y creen que procede de Dios.

El avivamiento y la guerra contra Satanás

Todo esto, y todo lo demás que ya fue tratado en las páginas anteriores, junto con la historia posterior de todos los avivamientos del pasado, demuestra que el avivamiento sin guerra contra Satanás y sus espírit us perversos , siempre parece terminar en una falla parcial mediante lo frutos mixtos, como consecuencia de las falsificaciones satánicas a la obra del Espíritu Santo. La Igle-sia, por tanto, necesita urgentemente creyentes dotados de conocimiento y dis-cernimiento, para enfrentar los engaños satánicos que invariablemente siguen a la llegada del avivamiento, conociendo los síntomas de engaño y posesión satáni-cos, y capaces de resistir los poderes de las tinieblas, y enseñar a los hijos de Dios el camino de la victoria sobre ellos, así como la guerra agresiva contra ellos. La guerra contra los atacantes espíritus del mal es indispensable para mantener la salud, la cordura y el poder espiritual de aquellos que fueron avivados.

Un avivamiento puro –libre de las usuales consecuencias– es posible si la Iglesia entiende la verdad acerca de los poderes de las tinieblas, así como el camino de la colaboración con el Espíritu Santo. A parte de este mismo conoci-miento de las obras de Satanás y sus espíritus perversos, de modo que sea ca-paz de reconocer su presencia bajo cualquier disfraz, nadie puede aceptar con seguridad todas las manifestaciones que acompañan el avivamiento, o creer que todo lo que parece “poder pentecostal” sea de Dios. Un avivamiento puro es el poder divino en plena operación, menos pecado y satanás. No es una “fe” fría, sino vida, y esta tiene que ver con el espíritu, no con el intelecto.

Oración por avivamiento

Sin de este mismo conocimiento, aquellos que oran por avivamiento no en-tienden claramente lo que ellos piden, ni cómo actuar cuando se contestan sus ora-ciones; pues no están dispuestos a enfrentar la oposición satánica a sus oraciones; ni siquiera los peligros concomitantes de la oración por avivamiento. ¿Por qué no hay

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todavía un avivamiento mundial en respuesta a la oración mundial? Por la misma razón que el avivamiento desaparece cuando se ha iniciado y las reuniones de ora-ción por avivamiento pueden terminar en una catástrofe o falta de poder. El freno al avivamiento, tanto cuando ha comenzado y en la oración anterior a su llegada, es causada por los espíritus del mal engañando u obstaculizando a quienes oran.

El obstáculo para el avivamiento, en la actualidad se encuentra, no solo en esta oposición de los poderes de las tinieblas, sino en el estado actual de la sección más espiritual de la Iglesia , por medio de la cual Dios puede trabajar en el poder del avivamiento. Estos son los creyentes que conocen el bautismo del Espíritu Santo, y que fueron liberados en espíritu en los avivamientos de la última década, pero que ahora son encerrados de nuevo en sí mismos por la presión del enemigo en la atmósfera, o bien se encuentran en cautividad del enemigo a través de sus falsificaciones.

Que estos creyentes tibios o engañados sean liberados una vez más, y aquellos que ahora son inútiles serán inestimables para enseñar y fortale-cer a los demás cuando el avivamiento sea dado nuevamente.

Instrumentos para el avivamiento

El Espíritu Santo está aún en aquellos que fueron bautizados en el Espíritu en los últimos avivamientos. El error al momento del avivamiento en Gales en 1904 fue ocuparse de los efectos del avivamiento y no velar y orar para proteger y guardar la causa del avivamiento. El Espíritu bautizó almas, cuyo espíritu ac-tualmente está encerrado, o que fueron desviados por engaños satánicos. Estos todavía serían instrumentos mediante los cuales Dios podría trabajar, si fueran puestos en libertad. Inútiles ahora, pero de valor incalculable en madurez, expe-riencia y conocimiento para orientar y vigilar una Iglesia avivada, una vez que sean liberados para colaborar verdaderamente con el Espíritu Santo de Dios.

¿Cómo deben los intercesores del Señor orar en el momento actual? Deben orar:

1. Contra los espíritus que ahora bloquean e impiden el avivamiento. 2. Para la limpieza y entrega de aquellos que fueron poseídos durante el

tiempo de los últimos avivamientos.

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3. Que cuando se produzca otro avivamiento pueda mantenerse puro, y 4. Para la preparación de instrumentos para el avivamiento, entrenados y en-

señados por Dios para proteger contra nuevas incursiones de los poderes de las tinieblas.

En resumen, que todos los que oran por avivamiento, oren para que la luz llegue a aquellos que están atrapados en la esclavitud de los poderes engañado-res de la oscuridad a fin de que sean puestos en libertad y una vez más sean útiles al servicio del avivamiento; entonces las fuerzas del mal serán nuevamen-te repelidas del terreno que habían ganado, que todavía le pertenece a Dios.

El bautismo del Espíritu Santo es la esencia del avivamiento, pues el aviva-miento viene de un conocimiento del Espíritu Santo, y la forma de colaborar con Él, la cual Le permite trabajar en el poder del avivamiento. La primera condición para el avivamiento es, por tanto, que los creyentes individualmente conozcan el Bautismo del Espíritu Santo. Este término se utiliza como una expresión ade-cuada para describir un influjo definitivo del Espíritu Santo, que miles de creyen-tes a través de la Iglesia de Cristo han recibido como una experiencia definida. Tal llenura del Espíritu fue la causa no sólo del avivamiento en Gales en 1904-1905, sino de todos los avivamientos en la historia del mundo.

El hecho de que la obra de falsificación de Satanás siga al avivamiento a través de una abertura semejante del mundo espiritual, permitiendo a los seres espirituales malignos hallar acceso a los creyentes, bajo el disfraz del Espíritu Divino, no debe detener a los hijos de Dios de buscar el verdadera oleada del espíritu, para el logro del avivamiento puro y la emancipación de la Iglesia de Cristo de las ligaduras del pecado y de Satanás.

¿Qué es un verdadero Bautismo del Espíritu?

Es de vital importancia entender lo que es un verdadero bautismo del Espíri-tu, las condiciones para su recepción y los efectos de su obtención. En los capítu-los previos se ha arrojado mucha luz sobre lo que no es, y de los peligros que hay que evitar en la búsqueda de la experiencia. No es una influencia que viene sobre el cuerpo, ni produce, de acuerdo a los registros del libro de Hechos de los Apóstoles, manifestaciones físicas tales como convulsiones, espasmos, contorsio-

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nes del cuerpo humano; como tampoco priva al hombre de la plena acción inteli-gente de la mente, o lo hace irresponsable de sus palabras y acciones.

En resumen, el lugar de la morada del Espíritu de Dios en el hombre, da la cla-ve de todas las manifestaciones verdaderas relacionadas con el bautismo del Es-píritu, así como las condiciones para recibirlo y los resultados en la experiencia per-sonal y servicio. Ese lugar es el espíritu humano. Una vez que el creyente entien-de que su espíritu es el órgano a través del cual el Espíritu Santo lleva a cabo to-das Sus acciones en y a través de él, será capaz de discernir el verdadero signifi-cado de ser lleno del Espíritu Santo, y de detectar las obras falsificadas de Satanás en el reino de los sentidos. El bautismo del Espíritu Santo se puede describir como una afluencia repentina o gradual, del Espíritu de Dios en el espíritu del hombre, que lo libera de la vasija del alma, y lo eleva a un lugar de dominio sobre el alma y el cuerpo. El espíritu liberado se convierte en un canal abierto para que el Espíritu de Dios derrame a través de él un flujo de poder divino. La mente recibe, al mismo tiempo, una claridad vivificada, y los “ojos del entendimiento” se llenan de luz (Ef. 1:18). El cuerpo se vuelve enteramente bajo el control completo del hombre, como el resultado del dominio del espíritu, y con frecuencia recibe una fuerza vivificada para resistir en el servicio de la guerra que descubre que ha surgido.

Que el Espíritu de Dios opera a través del órgano del espíritu del hom-bre , como se muestra en las epístolas de Pablo, necesita tenerse en mente al leer los registros de la obra del Espíritu Santo en los Hechos de los Apóstoles.

La entrada del Espíritu Santo en Pentecostés

En el día de Pentecostés, los 120 discípulos –hombres y mujeres– fueron lle-nos en el espíritu, a medida que el Espíritu de Dios llenaba la atmósfera, y sus lenguas fueron liberadas, para que ellos mismos como personas inteligentes, puedan hablar de las poderosas obras de Dios como el Espíritu les daba que ha-blasen, es decir, les dio el poder de hablar. El registro no da ningún indicio de que se convirtieron en autómatas o de que el Espíritu hablaba Él mismo a través de ellos o en lugar de ellos. Desde el espíritu revestido de, e insuflado por el Es-píritu de Dios, ellos mismos recibieron una inteligente percepción y expresión so-bre las cosas maravillosas de Dios, mientras eran “movidos” en espíritu por Él.

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Este influjo del Espíritu Divino en sus espíritus, no solamente dejó sus po-deres mentales en plena acción, sino que se los clarificó, e incrementó su agu-deza de discernimiento y poder de pensar, como se ve en la acción y las pala-bras de Pedro, que habló con tal poder convincente a través de sus palabras –inspiradas por el Espíritu, pero habladas por él en inteligente claridad mental– que tres mil fueron compungidos y salvados; la verdadera influencia de Dios el Espíritu Santo siendo manifestada a través de él, no en “control” de aquellos que lo escuchaban, sino en una profunda convicción en sus conciencias que les volvió a Dios, no conquistados por el terror de Dios sino por un temor reverente que los llevó a una piadosa tristeza y arrepentimiento.

El “caer sobre” por parte del Espíritu (Hch. 10:45) es, por tanto, sobre el espíritu, revistiéndolo con la luz divina y el poder, y elevándolo a la comunión del espíritu con el Señor glorificado en el cielo; al mismo tiempo, bautizando al creyente en un mismo espíritu con todos los demás miembros del Cuerpo Místi-co de Cristo, unidos a la Cabeza en el cielo.

Todos los que son así liberados y revestidos en el espíritu “se [les] dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13) –el Espíritu Santo– Quien entonces, a través de la capacidad espiritual de cada miembro del Cuerpo, es capaz de distribuir a cada uno los dones del Espíritu, para un testimonio efectivo de la Cabeza Resucitada, “repartiendo a cada uno en particular como Él quiere”. (Véase 1 Co. 12:4-11).

El Espíritu Santo revela a Cristo en el cielo

Otro aspecto del verdadero Bautismo del Espíritu, que tiene un peso impor-tante en las experiencias de los creyentes de hoy, se encuentra fundado en las palabras de Pedro en el Día de Pentecostés, mostrando que la revelación e Cristo dada por el Espíritu Santo en ese momento, era de Cristo como el Hombre glorifi-cado en el cielo (Hch. 2:33-34), y no en alguna visión o manifestación como una Perona adentro del creyente. La misma actitud hacia Cristo como sentado a la derecha de Dios, es uniformemente visto en todos los registros posteriores de la obra del Espíritu en Hechos de los Apóstoles1. El mártir Esteban ve “al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch. 7:56), y Pablo en el camino a Damasco

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es detenido por una luz del cielo (Hch. 9:3; 22:6; 26:13), desde donde el Señor Ascendido vestido de luz le habló diciendo: “Yo soy Jesús…”.

1 Véase Hechos 3: 15, 21; 4: 10; 5: 27, 30.

El Espíritu Santo llena el espíritu humano del creyente, y le comunica el mismo Espíritu de Jesús, uniéndolo en un mismo espíritu al Espíritu del Señor glo-rificado, impartiéndole la vida y naturaleza de Cristo para la edificación de una nueva creación a Su semejanza (Ro. 8:29; He. 2:2-13). En lugar de estar ence-rrado en sí mismo en una aprehensión egocéntrica de Cristo, es, por el influjo del Espíritu de Dios en su espíritu, ascendido, por así decirlo, fuera del estrecho límite de sí mismo, a una esfera espiritual donde se encuentra en un espíritu con otros que están unidos a la Cabeza Viviente formando un mismo Cuerpo –u organismo espiritual– para derramamiento y el fluir del Espíritu del Señor2.

2 Cf. 1 Cor. 12: 127; Efes. 4: 15, 16; Col. 2, 18-19.

El avivamiento depende de la comprensión verdadera del Bautismo del Espíritu

Este aspecto del verdadero significado del Bautismo del Espíritu y su efecto espiritual, tiene una importantísima relación con el Avivamiento y la razón de porqué el avivamiento no llega. El avivamiento es un derramamiento del Espíri-tu de Dios a través del órgano del espíritu humano liberado para su uso . Cuando el fluir del Espíritu tiene lugar en los espíritus de muchos creyentes, y en-cuentra salida a través de todos, la unidad que fue tan marcada en la Iglesia primitiva es vista, y el poder unido se vuelve lo suficientemente fuerte como para desbordar a través de todos estos creyentes liberados hacia los demás.

Pero si el creyente se vuelve hacia adentro, ya sea (1) a través de la presión de la oposición, (2) por los poderes de las tinieblas en la atmósfera, o (3) por adorar y orar de manera egocéntrica; o está ocupado en algún grado con una experiencia interna, el fluir del Espíritu Santo es obstaculizado, y la unidad con otros creyentes liberados está marcada por una barrera invisible, que se interpo-ne; y el espíritu liberado, que dominaba sobre el alma y el cuerpo siempre y

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cuando el hombre se volviera hacia el exterior como un canal para el fluir y el de-rramamiento del Espíritu Santo, se hunde en la vasija del alma, y se vuelve un “espíritu en prisión” por así decirlo, una vez más.

El “avivamiento” es entonces comprobado en su nacimiento, porque los cre-yentes que buscan y obtienen un Bautismo del Espíritu, no entienden claramente las condiciones en que el fluir fue dado, ni la forma de cooperar con el Espíritu Santo en el propósito de Su venida; lo cual es para que sean canales para el de-rramamiento de los ríos de agua viva.

La verdadera revelación de Cristo

El derramamiento del Espíritu de Dios al espíritu del hombre, significa amor, alegría y libertad, optimismo, luz y poder. Significa una revelación de Cristo como el Resucitado y Ascendido Señor, que trae gozo inefable y glorio-so, y un sentido profundo de su cercanía en compañerismo y comunión, lo que hace del “Yo en vosotros” un poder viviente. Si el creyente no entiende que todo esto es un efecto que es interior como resultado de la unión c on Cristo en el cielo , y un efecto que continuará sólo en la medida en que él permanezca en la actitud correcta hacia el Cristo glorificado en el cielo, se vol-verá hacia adentro y se hundirá en el alma, es decir, en sí mismo; y entonces, los espíritus engañadores falsificarán en la esfera de los sentidos, las verdade-ras experiencias que tuvo en espíritu por la entrada del Espíritu Santo.

Estas “experiencias” entonces tienen pocos resultados más allá de la circunfe-rencia del creyente. Cuando el verdadero fluir del Espíritu Santo al espíritu tuvo lugar, había (1) unidad con los demás en el mismo espíritu, (2) alegría, (3) libertad de expresión, (4) poder para testificar de Cristo, (5) resultados efectivos y per-manentes en las vidas de otros, y un “fuego” celestial de Dios en una abrasadora, consumidora e incandescente intensidad del espíritu (Ro. 12:11) en el servicio a Dios. Pero cuando el sentido falsificado tiene lugar, las “experiencias” sobrenaturales frecuentemente ocurren al mismísimo tiempo en que un espíritu erróneo es dis-cernible, como la dureza, la amargura, el orgullo, la presunción, la desunión, etc., demostrando (1) que las “experiencias” no son del espíritu, o (2) que el espíritu

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no está colaborando con el Espíritu Santo, y (3) que el Espíritu Santo ya no es capaz de producir el fruto puro del Espíritu a través del espíritu y la vida del creyente3.

3 Esto sólo puede ser temporal, hasta que el creyente llega a ser consciente de que algo está mal, y toma medidas para recuperar su condición de normal de espíritu, cuando el Espíritu Santo se manifiesta una vez más su presencia y poder.

El después de la falsificación de lo verdadero también se caracteriza por: (1) incapacidad para reconocer y unirse con el Espíritu de Dios en los demás, esto es contrario a la pauta de unidad del Cuerpo mostrada en 1Co. 12, donde el mismo Espíritu en cada miembro está en armonía con el Espíritu en otro; (2) el espíritu de separación y división a causa de no ser del mismo parecer en asuntos no esenciales, pues la unión de espíritu, donde el Espíritu Santo está gobernando y obrando, es posible aparte de la unidad de la fe, que sólo puede darse de acuerdo con el grado de conocimiento (Cf. Ef. 4: 3 y 13.).

¿Por qué algunos creyentes no obtienen el Bautismo del Espíritu? Los creyentes que saben que un Bautismo del Espíritu es posible, y dispo-

nible para ellos, pueden no recibir tal Bautismo debido a muchos conceptos erróneos acerca de experiencias.

La recepción del Espíritu Santo, y la medida Pentecostal de la investidura o ropa del Espíritu, varían en la manifestación y el resultado de acuerdo a la prepa-ración y el conocimiento del creyente. Muchos no reciben el Bautismo del Espíritu porque tienen conceptos erróneos que les impiden la cooperación con el Espíritu de Dios en Sus labores, a causa de estos hechos diversos en conexión con el mismo y las aparentes contradicciones consecuentes de las enseñanzas al respecto.

La recepción del Don del Espíritu Santo

Según la forma en que el Señor trató con Sus discípulos y que es confir-mada por muchos en el presente, es evidente que hay una recepción del Espí-ritu Santo respondiendo a la experiencia de la Pascua, como la etapa inicial de la manifestación del Espíritu Santo en la investidura de poder, por el fluir del Espíritu de Dios en el espíritu humano, el cual libera al hombre para la expre-

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sión y el dar testimonio. La recepción del Espíritu Santo en su forma inicial re-quiere de ciertas condiciones que el creyente debe ser capaz de cumplir rápida y sencillamente: (1) quitar todo pecado conocido en la vida; (2) confiar defini-tivamente en el poder de la Sangre de Cristo para limpiarnos de toda maldad (1 Jn. 1:9); (3) obediencia hasta el filo de la luz por la Palabra de Dios; (4) rendición total a Dios como Suyo enteramente, sin ninguna cosa aferrada para retenerla de Él; (5) el acto de fe en el cual el creyente, cumpliendo estas con-diciones, tiene el don del Espíritu, como simplemente recibir el don de la vida eterna por medio de Cristo.

Los creyentes deben entender que estas simples condiciones pueden llevarse a cabo por la acción de la voluntad sola, sin ningún sentimiento consciente de nin-gún tipo. Una vez realizada la transacción, debe mantenerse persistentemente y de manera constante, sin preguntas ni desviación de una voluntad fija. En algunos casos, la entrada del Espíritu Santo en el espíritu renovado en la manifestación del fruto del Espíritu (Gá. 5:22) sucede muy rápidamente tras el cumplimiento de las condiciones. Pero el creyente debe estar en guardia para no recurrir a ninguna ex-periencia como base de la fe constante, o de que esto cesará rápidamente. La transacción con Dios en base a Su Palabra está hecha, ya sea que se manifieste la presencia del Espíritu Santo en la consciencia del espíritu o no. Una vez hecha, la operación debe declararse, con la experiencia o sin ella, por el creyente rendido.

Es a partir de este momento que el Espíritu de Dios trabaja ahora para dis-ciplinar y dirigir al creyente en el conocimiento del mayor fluir de Su poder, que es la investidura para el servicio, y para la guerra agresiva contra los principa-dos y potestades de Satanás.

La investidura para el servicio y sus condiciones

Algunos dicen que han orado por horas para tener este equipo necesario, para ningún propósito; otros han pasado semanas o meses esperando en Dios por alguna experiencia que piensan debe acompañar este Bautismo, con los gravísimos resultados al brotar de ellos poderes falsificados, con manifestacio-nes posteriormente reconocidas como provenientes de los espíritus engañadores de Satanás. Otros han recibido cierto influjo del Espíritu, pero a través de la ig-

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norancia y los conceptos erróneos, han dado lugar al mismo tiempo a las obras de los espíritus malignos en el cuerpo físico. Esto ya lo hemos tratado en capítu-los anteriores y ahora se necesita solamente establecer las condiciones para co-nocer la investidura para el servicio y los efectos que siguen.

El sentido de la necesidad despierto

En primer lugar debe haber una seguridad definida de que la investidura de poder es posible, y una profunda convicción y sentido de necesidad. Esto puede ocurrir en el creyente por su descubrimiento de que no tiene efectivi-dad en su vida y servicio, a pesar de haber conocido durante años al Espíritu Santo en Su poder de habitar. Especialmente, el sentido de la necesidad pue-de ser agudo en ausencia de expresión y poder para testificar por Dios; y la ausencia casi total del poder agresivo contra las fuerzas de la oscuridad tan marcados en la iglesia primitiva.

A veces aquellos que están así siendo movidos por el Espíritu para sentir la necesidad, que precede a una mayor afluencia de Su poder, se desvían o lo im-piden presionados por otros que no están en la misma etapa de la vida espiri-tual, y que dicen que esta investidura no se puede obtener. Un creyente en este caso, debe dejar de lado las voces de los hombres y tratar con Dios directamen-te, poner a prueba por sí mismo si Dios suplirá su necesidad desesperada.

Esto significa una transacción definitiva con Dios que, (1) Dará al que pi-de lo que Él entiende por un “Bautismo del Espíritu Santo”; y (2) lo hará a Su propia manera, concediendo a Su redimido la libertad de expresión y po-der para el servicio efectivo, el cual debe tener para cumplir con su parte co-mo miembro del Cuerpo de Cristo.

Esta debería ser una transacción con Dios en un acto deliberado de la volun-tad, en el cual no deben hacerse excepciones, sea cual sea la experiencia posterior que pueda haber. Esto es tomar la investidura del Espíritu por la fe, sobre la base de la Palabra de Dios. “Cristo nos redimió… haciéndose maldición por nosotros… a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu…” (Gá. 3:13-14).

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Como hemos visto, no hay un mandato dado a la Iglesia luego de Pentecos-tés de “esperar” por una investidura personal para el servicio. El Espíritu del Se-ñor cayó sobre los de la casa de Cornelio sin “esperar”, y lo hará aún sobre cual-quier creyente que directamente esté en la actitud correcta y cumpliendo las condiciones para que el Espíritu de Dios inunde su espíritu con Su poder. La es-pera por parte del creyente, es realmente una espera paciente de que el Espíritu de Dios haga la obra que se requiere en él, luego de que ha tratado definitiva-mente con Dios para tal investidura de Su Espíritu. Una “espera” que es consis-tente con el fiel cumplimiento de los deberes de la vida ordinaria, en la que aprende la obediencia minuto a minuto a toda la voluntad conocida de Dios, la cual es necesaria cuando se le da un servicio más definido posteriormente.

Los obstáculos para el Bautismo del Espíritu.

Durante este período el trato de fe del creyente con Dios debe seguir siendo activo, confiando en que el Espíritu de Dios lo prepara para la investidura necesa-ria para su esfera de servicio. El peligro ahora es el uso de excusas para encubrir la falta de poder, o bien el dejar de examinar los puntos en la vida con los cuales el Espíritu de Dios está tratando, o incluso apagar el Espíritu al negarse a rendir a Dios lo que está demandando, o acobardarse de algún sacrificio, sobre el cual gira la liberación del espíritu de quien busca el fluir de la mayor medida de poder.

En la recepción inicial del Espíritu, las condiciones necesarias trataron con una esfera estrecha. Significaba simplemente el trato con el centro del hombre, en voluntad y corazón, la primera en la rendición a Dios, y el segundo limpio del amor al pecado. Pero en la investidura de poder el alcance de la relación con Dios se amplia. El espíritu del hombre tiene que ser separado de los enredos del alma, y las cosas legítimas pertenecientes a lo natural, o al hombre aními-co, debe ser entregado, para llegar a ser un hombre espiritual, regido sólo por su espíritu. Debe eliminar toda traza4 de espíritu inflexible, para que su espíritu

4 Es en este sentido que se usa la palabra impureza en la página 86, en relación con el espíritu humano. La im-pureza de la mezcla de alma y espíritu, en contraste con el espíritu puro que se une con el Espíritu de Dios es básicamente esencial. El espíritu humano debe ser liberado del elemento inflexible del alma, para moverse en correspondencia flexible con el Espíritu Santo.

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pueda cooperar con el Espíritu santo con flexibilidad; debe perder toda pizca de espíritu no perdonador, a fin de no dar entrada a los espíritus malignos, cuando, por el mover del Espíritu Santo, puede ser cargado para reprender el pecado, o sufrir rechazo por causa de Cristo; y ser liberado de un espíritu estrecho tenaz, si ha de ser un canal ancho para la salida de la gracia del vivificante Espíritu de Dios.

Por otra parte, el hombre que busca una investidura de poder debe estar dispuesto a que el Espíritu de Dios trate profundamente con su vida, y remueva de ella todo obstáculo para su inmediata disposición a cumplir toda la voluntad de Dios; debe ser indagado en motivo, y enseñado en los principios de justicia, pues la investidura del Espíritu que busca conocer, significa una guerra agresi-va contra el pecado y los poderes de las tinieblas, y ¿cómo podrá el Espíritu Santo convencer de pecado por la predicación de justicia si el hombre que Él equipa como mensajero de Dios es ignorante de la ley de justicia? Debe apren-der que la actitud de Dios hacia el pecado tiene que estar en su propia vi-da, antes que pueda ser testigo de Dios contra el pecado en otros.

¿Por qué hay retraso en el Bautismo del Espíritu Sa nto?

Si un creyente ha hecho el acuerdo con Dios para el Bautismo del Espíritu, y lo ha tomado por la fe, y por un período prolongado no hay evidencia en la expe-riencia, debería renovar su oración a Dios para que Él elimine todos los obstáculos tan pronto como sea posible, y estar alerta para cooperar con Dios en cada pe-queño rayo de luz dado por Él. Conceptos erróneos acerca de la forma en que el Espíritu obrará pueden impedir que el creyente reconozca la evidencia de que su oración ha sido contestada. Puede estar esperando una experiencia similar a algún otro creyente; o tener algún pensamiento en su mente gobernada por sus deseos o plegarias, le ciega al obrar del Espíritu Santo de una manera opuesta.

Es aquí donde la ventaja es dada a los espíritus malignos. Si el creyente se inclina sobre una señal especial como evidencia del bautismo, los espíritus en-gañadores utilizan todos los medios posibles para dar al solicitante la falsifica-ción. La entrada del Espíritu de Dios en el espíritu del creyente lleva su propia evidencia, en la liberación del espíritu en luz, libertad y poder, resultando en li-

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bertad de expresión para ser testigo y el colaborar en la convicción a otros por el Espíritu Santo, que es el último propósito de Su venida.

Los creyentes que están siendo disciplinados y entrenados por el Espíritu Santo para la investidura de poder, deben continuar en el actual servicio de Cristo, en la más aguda fidelidad a la luz, usando la plena medida de gracia ya recibida, pues es en el camino de servicio fiel que se puede dar garantía de la investidura de poder. Es la ley de Dios que Sus hijos usen todo lo que Él les ha dado antes de darles más. El creyente debe demostrar su obediencia a Dios al máximo grado de su conocimiento actual, aprendiendo a prestar atención al sentido de su espíritu, y usar su mente y juicio dependiendo del iluminar del Es-píritu de Dios, mientras él busca conocer la mente de Dios en Su Palabra5.

5 Tres palabras de advertencia se pueden dar en este punto de la experiencia: (1) No obedecer a ninguna “voz” exterior o (aparentemente) interior; (2) No pensar que Dios está en o alrededor de él; (3) No orar a Dios como estando dentro o alrededor, en la atmósfera, sino como estando en el cielo.

El hablar en lenguas

Aquí surge una pregunta en cuanto a si los creyentes ahora pueden hablar en lenguas desconocidas, como hicieron los discípulos en el momento de la llenu-ra del Espíritu Santo en Pentecostés. Hay quienes dicen que sí, pero las verdades expuestas en los capítulos precedentes muestran que hasta la sección espiritual de la Iglesia de Cristo está más familiarizada con los métodos falsificados de los espíritus del mal, y las leyes que les dan poder de acción, que cualquier testimo-nio de tal experiencia tan cierta no puede ser creída con seguridad6.

6 El tema de hablar en lenguas no se trata ampliamente pues las falsificaciones en relación con el mismo son sólo una fracción de las incontables falsificaciones siendo impuestas sobre los hijos de Dios en la actualidad, muchas de los cuales no son referidas en estas páginas. Un creyente no engañado por el falso hablar en lenguas puede ser engañado y poseído por aceptar otras falsificaciones. La comprensión de los principios generales que muestran las diferencias básicas entre el camino y las obras de Dios y las imitaciones engañosas de Satanás, permitirá a los creyentes espirituales discernir por sí mismos todas las falsificaciones que encuentren hoy en día.

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Debe ser repetido: avivamiento es un derramamiento del Espíritu de Dios a través del órgano del espíritu humano , y el Bautismo del Espíritu es el influjo del Espíritu de Dios hacia el espíritu del hombre, mediante el cual es libe-rado de todos los obstáculos y ataduras que oprimen o lo mantienen subyuga-do, y cierra o reduce su capacidad de ser un canal para la salida del Espíritu Santo. Estos obstáculos pueden regresar por las obras engañosas del Adversa-rio, y el creyente tornarse bloqueado en espíritu otra vez, o prácticamente inútil para Dios y Su pueblo.

Los objetivos de las verdades sobre los poderes de las tinieblas

Hay dos objetivos para las verdades que han sido expuestas en las páginas anteriores. El primero es la remoción de estos obstáculos, para que el poder del Avivamiento que permanece encerrado en muchos, pueda surgir una vez más, y la Iglesia de Cristo presione, en madurez y poder, victoriosa sobre los poderes de las tinieblas que dificultan su progreso. Estos han logrado su propósito de detener el avivamiento mediante la ignorancia del pueblo de Dios, pero pueden ser derrotados y obligados a retroceder del territorio que han ganado, por el conocimiento de sus obras y por la oración agresiva contra ellos. Las verdades acerca de ellos, una vez puestas en operación, no sólo harán libres a los creyen-tes individuales, sino que dispersará el bloqueo en la atmósfera en una iglesia, o una ciudad o un país.

Si se demuestra que un espíritu maligno puede volverse impotente por la oración, entonces todas las huestes de Satanás en su ataque a la Iglesia se pueden conquistar, si los hijos de Dios usarían las armas de victoria. Si todo el infierno ha sido conquistado por Cristo, las fuerza s de Satanás pueden hacerse retroceder y la Iglesia de Cristo liberada de su poder .

¿Por qué Dios permite los ataques de Satanás?

El obstáculo para la guerra agresiva contra el enemigo se encuentra en la falta de voluntad de la Iglesia para enfrentar la verdad, no en la falta de ar-mas para la victoria. Los creyentes están contentos porque son ignorantes de su estado. Lo bueno que tienen les impide ver el bien mayor y la gran nece-

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sidad dela Iglesia. Por tanto, para despertarlos de su condición satisfecha de sí misma, Dios ha permitido que Satanás zarandee a Su pueblo, pues Satanás no puede ir ni una pizca más allá del permiso de Dios. Los creyentes aprende-rán la verdad acerca de sí mismos sólo por experiencia, por eso Dios permite la experiencia. La Iglesia de Cristo debe ser madura y estar preparada para la Venida del Señor, por lo tanto, Dios permite la embestida del enemigo, pues sólo por el fuego del zarandeo el pueblo de Dios será urgido a avanzar en la batalla y la victoria que empujará a las fuerzas de Satanás de su lugar en los cielos, dejando el paso para que la Iglesia ascienda a su lugar de triunfo con el Señor.

Concepciones erróneas de las cosas divinas sólo pueden ser destruidas por la experiencia. Muchos de los hijos de Dios son engañados mientras piensan que son protegidos por Dios. Cumplen con las condiciones para el obrar de Dios, al margen del entendimiento inteligente de por qué Él lo hace, y no se dan cuenta que esto sólo es posible al ignorantemente cumplir las condiciones para que obren los espíritus malignos , por la ignorancia de las leyes que ri-gen las obras divinas y las satánicas.

Las manifestaciones sobrenaturales de hoy en día, están siendo forzadas pa-ra advertir a la Iglesia de Cristo, por el resto de la obra de Dios, y de los creyen-tes individuales devotos. Otros hijos de Dios andan en medio de estas manifesta-ciones en una confianza ciega de que Dios los protegerá, aunque frecuentemente no son protegidos, porque no entienden las condiciones para dicha protección. A veces su confianza cubre una condición errada en sí mismos, que está oculta de su conocimiento, es decir, (1) tienen una secreta autoconfianza de que son capa-ces de juzgar lo que ven y oyen, que no se basa en la verdadera confianza en Dios por una profunda conciencia de su ignorancia; (2) un secreto espíritu de cu-riosidad, de desear ver lo que es “maravilloso”; (3) un secreto deseo de ir a este tipo de reuniones, sin antes buscar con una mente imparcial, un claro conoci-miento de la voluntad del Señor; o pueden tener (4) un propósito real de obtener más bendición de Dios, la cual cubre un orgullo profundamente escondido, o am-bición propia de estar entre los primeros del Reino de Dios. Cualquiera de estas razones ocultas puede frustrar la protección de Dios. Pero donde hay una verda-dera, pura y honesta dependencia de que Dios proteja de las artimañas de Satanás,

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con un agudo velar en oración y una mente dispuesta a la verdad como Dios la da, junto con una fidelidad sin prejuicios a la voluntad de Dios –aunque, para pro-pósitos mayores que el bien personal, la previsora sabiduría de Dios puede permi-tir al creyente descubrir por el dolor de la experiencia las, obras engañosas del En-gañador– el tal será capaz de decir: “de todas ellas me libró el Señor” (2Ti. 3:11).

Víctimas de Satanás hechas victoriosas

El segundo y mayor resultado final de la operación de las verdades relativas a las obras engañosas de Satanás y el camino de la victoria, se relaciona con la posición dispensacional de la Iglesia, en vista de los últimos días de la era, y la Aparición Milenial del Señor Ascendido. Esta Aparición Milenial del Cristo Glorifi-cado significa para Satanás y su jerarquía de poderes, el triunfo de sus víctimas de antaño y la ascensión de estas al trono de Cristo, donde, reinando con su Señor, habrán de “juzgar a los ángeles” (1Co. 6:2-3). Significa, para el ángel caído, una profunda copa de humillación que él habrá tenido que beber, cuando el hombre redimido, que por un tiempo fue hecho menor a los ángeles (He. 2:7), y arrojado por su caída, cercano al nivel de la bestia, es levantado otra vez, y hecho sentar con los príncipes; levantado por encima de la alta posición que Satanás ocupaba como el gran arcángel de Dios; levantado a una naturale-za y a una vida y posición con el Hijo de Dios, como un heredero de Dios y coheredero con Cristo (Ro. 8:17; He. 2:11-12); levantado con el Señor Reden-tor, por encima de todo principado y poder y todo nombre que es nombrado en el cielo, o en la tierra, o debajo de la tierra; levantado hasta el costado del Triunfante Señor, al lugar del juicio al enemigo. Para Satanás espera el abismo –el pozo sin fondo– el lago de fuego. Para sus víctimas –el compartir el trono del Hijo de Dios, sobre los ángeles y arcángeles de Dios.

El Nombre del Vencedor del Calvario y Su poder

¿Es una maravilla, entonces, que al cierre de la Era, y en víspera del triunfo Milenial de la Iglesia, toda la jerarquía de los poderes malignos intenten sumer-gir a los futuros jueces de los ejércitos de Satanás? ¿Es una maravilla que Dios permita el ataque, pues ha sido Su forma, a lo largo de la Edad, utilizar este

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planeta como campo de batalla y escuela de formación de Su pueblo? El mismo Hijo de Dios tuvo que hacerse obediente hasta la muerte y muerte de cruz, an-tes de que Se le dé el Nombre, que es sobre todo nombre; ese Nombre que se pronuncia a todos los ángeles caídos y cada espíritu maligno entre la escoria del mundo espiritual, de la conquista del Calvario . Y cada miembro de Cristo, que reinará con Él, y participará del juicio de los ángeles caídos debe, individualmen-te, mientras esté en el planeta Tierra, aprender primero en persona, no sólo a caminar en victoria sobre el pecado, sino a pisotear bajo los pies a la raza de víboras del infierno, en el Nombre del Conquistador (Cf. Lc. 10:19). Deben ven-cer como Él ha vencido (Ap. 3:21; Col. 3:4), para que puedan compartir Su trono y conquista. Él abrió el camino. Ellos deben seguirlo. Él pasó por la hora y el poder de las tinieblas en el Calvario, y pasó a través de éste al lugar de victo-ria. Unidos a Él en espíritu, ellos pasan a través de la misma atmósfera oscura llena de las huestes del mal, a su lugar de triunfo en Él. (Ap. 19: 34, 20: 4-6)

Esta embestida final de las huestes de las tinieblas es sobre la Iglesia. Nin-gún miembro viviente de la Cabeza Resucitada puede escapar del ataque si es una verdadera “coyuntura” en el Cuerpo (Ef. 4:16). Algunos lo sabrán antes que otros, en función de su lugar en el Cuerpo. “Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído?” (1Co. 12:17). Los que son “pies” sabrán al final, pero lo sabrán, pues aquellos que son los “pies” también deben ascender, aunque el pie sea la última parte en moverse al cielo, y la más cercana a la tierra del Cuerpo ascen-dido. Algunos de los “escogidos” del Cuerpo –sí, muchos– pueden “caer” vícti-mas de las artimañas engañosas de Satanás, pero a pesar de que puedan pare-cer sumergidos durante un tiempo, y –a su propia visión– sin utilidad para su Señor, si ellos pues vieran cómo todos los engaños de Satanás pueden conver-tirse en pasos para la victoria y en el equipo para la liberación de otras perso-nas de su poder, surgirán de nuevo, y se convertirán como si fueran “ojos” (Nm. 10:31) para el Cuerpo de Cristo, en su avance a través de las huestes aé-reas de tinieblas contendiendo el camino. Pueden surgir de nuevo cuando des-cubren que lo que Satanás intente para abrumarlos, puede ser cambiado por la luz de la verdad en una gloriosa liberación del poder del enemigo, y así conver-tirse en testigos, no sólo a los hombres sino a los principados y potestades en las regiones celestes (Ef. 3:10) de la multiforme sabiduría de Dios.

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La jerarquía del poder satánico puede tener la esperanza de retrasar su jui-cio por un tiempo, pero los propósitos de Dios finalmente deben concretarse. Él conducirá a Su Iglesia hacia la unión con la Cabeza Resucitada a su tiempo, aunque la hora y el poder de las tinieblas ahora la rodean. La última llamada a la guerra contra los poderes de la oscuridad es el Avivamiento! Pero el fi-nal de ese avivamiento que vendrá como resultado de la victoria sobre Satanás es la Ascensión Triunfal: la Aparición Milenial del Crist o y la expulsión de Satanás y sus poderes malignos al Abismo .

Aun así, ven Señor Jesús.

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Apéndice

La actitud de los Padres de la Iglesia hacia los espíritus malignos

Tertuliano, dice en su Apología dirigida a los gobernantes del Imperio Romano:

“…permitan que una persona sea llevada ante sus tribunales, la cual está claramente bajo posesión demoníaca. El espíritu maligno, ordenado a hablar por un seguidor de Cristo, tan fácilmente hará la sincera confesión de que es un demonio, como en otros lugares había afirmado falsamente ser un dios. O, si se quiere, permite que sea producido por un poseído de dios, como se supone –si no confiesan, en su miedo de mentir a un cristiano , que son demonios, y en el mismo momento derramar la sangre del más descarado seguidor de Cristo.”

“Toda la autoridad y poder que tiene sobre ellos es de nombrar el Nombre de Cristo, y evocar a su memoria las aflicciones con las que Dios los amenaza por mano de Cristo su juez, y que esperan que un día los alcanzará. Temiendo a Cristo en dios y a Dios en Cristo, ellos se sujetan a los siervos de Dios y de Cristo. Así, con un solo toque y aliento, abrumados por la idea y la realización de tales fuegos de juicio, dejan a nuestra orden los cuerpos que habían poseí-do, reacios y angustiados, y ante tus ojos, expuestos a vituperio…”

Justino Mártir, en su segunda Apología dirigida al Senado Romano, dice:

“Innumerables endemoniados a través de todo el mundo y en tu ciudad, muchos de nuestros hombres cristianos –exorcizándolos en el nombre de Jesu-cristo, que fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato– han sanado y aun lo están, haciendo impotente y empujando al demonio que lo poseía, fuera del hombre, aunque no podían ser curados por el resto de los exorcistas y aquellos que usan encantamientos y drogas”.

Cipriano se expresó con igual confianza. Luego de haber dicho que son espíritus malignos los que inspiran a los falsos profetas de los gentiles, y entre-gan oráculos siempre mezclando la verdad con la mentira para probar lo que dicen, añade:

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“Sin embargo, estos espíritus malignos conjurados por el Dios viviente, in-mediatamente nos obedecen, sometiéndosenos, nuestro propio poder, y se ven obligados a salir de los cuerpos que poseen…”

Los síntomas de la posesión demoníaca

Pasajes de “La posesión demoníaca” por el Dr. J.L. Nevius.

1. Uno bajo el poder del demonio es una víctima involuntaria. (El alma dispuesta se conoce como un médium)1.

2. La principal característica de demonomanía es claramente “otra persona-lidad” en su interior. (esto es diferente que la influencia demoníaca, pues estos hombres siguen su propia voluntad, y conservan su propia perso-nalidad).

3. Los demonios tienen un anhelo por poseer un cuerpo (Mt. 12:43; 8:31), ya que parece que les da un poco de alivio, y entran en cuerpos de ani-males así como de hombres. Hay peculiaridades netamente individuales de los espíritus.

4. Conversan a través de los órganos del habla y dan evidencia de perso-nalidad, deseo, miedo.

5. Dan pruebas de conocimiento y poder que el sujeto no posee. En Alemania, el Pastor Blumhardt da ejemplos de demonios hablando en todas las len-guas europeas y en algunos idiomas irreconocibles. En Francia hubo algu-nos casos teniendo el “don de lenguas” hablando en alemán, latín, árabe.

6. El demonio en posesión del cuerpo, cambia por completo el carácter mo-ral de los poseídos, obligándoles a actuar totalmente contrario a su com-portamiento normal. Hombres reservados y reticentes llorarán, cantarán, reirán, hablarán; almas mansas rabiarán, normalmente los hombres y las mujeres de lengua pura, hablarán cosas que no deben ser nombradas por los hijos de Dios, y actuarán en forma y conducta contraria a su nor-mal dignidad y comportamiento –todos los cuales no son responsables de ello mientras están bajo el “control” de estas otras personalidades dentro de ellos–. En resumen, exhibirán rasgos de carácter completa-mente diferente de los que pertenecen a ellos normalmente.

7. Hay también síntomas nerviosos y musculares propios de la posesión del cuerpo.

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8. También hay un soplo del pecho, la cual es una marca especia de la po-sesión demoníaca.

9. Oráculos son dados en sacudidas y oraciones, muy diferentes a la se-cuencia calma del lenguaje visto en las palabras de los apóstoles en Pentecostés.

10. Hay “levitación” del cuerpo –bien conocida por los espiritistas– cuando el sujeto dirá que es absolutamente inconsciente de poseer un cuerpo –e invariablemente hay una mente pasiva–. A menudo hay una voz distinta que habla a través de los labios de los sujetos expresando pensamientos y palabras sin intención.

Actividad demoníaca en tiempos posteriores

De “Manifestaciones espirituales” por Sir Robert An derson.

“Los Evangelios testifican de la actividad de los demonios durante el ministe-rio de Cristo en la tierra, y las Epístolas nos advierten de una renovación de la acti-vidad demoníaca en los “últimos tiempos” antes de Su regreso. “Toda Escritura es inspirada por Dios”; pero parecería que en ocasiones la revelación fue hecha con definición especial, y esta advertencia particular está precedida por las palabras: “el Espíritu dice claramente…”. Y no se refiere a cualquier nuevo desarrollo moral maligno en el mundo, sino a una nueva apostasía en la Iglesia profesante, un cul-to promovido por los “espíritus engañadores” de una espiritualidad muy sensible, y una moral más exigente que el cristianismo mismo sanciona (1Ti. 4).

La narrativa del Evangelio indica que algunos demonios eran vulgares y su-cios espíritus que ejercían una influencia embrutecedora sobre sus víctimas. Pe-ro el Señor indicó claramente que se trataba de una clase aparte (“este género” Mc. 9:29). Todos ellos eran “espíritus inmundos”, pero en el uso hebreo de la pa-labra ‘akatharios’ connotaba contaminación espiritual . Que eso no implicaba contaminación moral se demuestra por el hecho de que el Señor Jesús fue acu-sado de tener un demonio, aunque ni siguiera Sus enemigos más malignos lo acusaron jamás de mal moral. Fue sólo por la oración que estos espíritus inmun-dos podían ser expulsados, mientras que los demonios piadosos reconocieron a Cristo, y salieron cuando Sus discípulos les ordenaron hacerlo en Su Nombre…”

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La Fisiología del espíritu

Pasajes de “El hombre original revelado”. Por James Gall.

“El cuerpo natural tiene sus sentidos, el espíritu también tiene sus senti-dos…”

“Hay sentidos activos adentro, examinando y juzgando, aprobando y con-denando, con alegría o aflicción, con esperanza o con temor, en cierto modo por sí mismos, los cuales ningún sentido corporal puede imitar…”

“Hay un espíritu dentro del cual nos identificamos, y es perfectamente dis-tinto del cuerpo que habitamos…”

“Si nuestros espíritus, que son generados en o con nuestros cuerpos, son elaborados a partir de sustancias inmateriales en existencias separadas, consti-tuyendo espíritus individuales… estos espíritus individuales se debe presumir que están compuestos de sustancia o sustancias espiritual/es, y poseyendo di-ferentes facultades…”.

“Nuestro lenguaje mismo implica que el espíritu humano es un organismo compuesto de partes mutuamente relacionadas, que, aunque individualmente diferentes, son genéricamente las mismas…”

“Es una bien establecida doctrina de las Escrituras, que el cuerpo es ani-mado por un espíritu inteligente e inmortal, que siente y actúa por medio de su mecanismo material, sin ser en sí mismo material…”

La posesión demoníaca entre cristianos.

El caso de una Dama cristiana –extractos de cartas privadas, por un Evangelista de reputación en Alemania–.

“…En la primavera de este año (1912) [este siervo de Dios] que estaba poseído, vino aquí, y los espíritus que la poseían hablaron a través de ella en voces totalmente diferentes a la suya. Ellos pronunciaban a través de ella las más horribles blasfemias contra Dios y contra nuestro Señor Jesu-cristo, y profetizaban concerniente a la Iglesia…”

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“Mucha oración se ha hecho por ella y con ella. Cuando el frenesí viene sobre ella, es terriblemente sacudida, corre sobre la habitación, hecha aullar como un perro, y sus manos apretadas, su rostro sumergido con horribles con-torsiones, etc. Pero la maravilla de esto es que, si bien el frenesí está sobre ella todos los días, y a veces, una vez, dos, o más en el mismo día, su salud es per-fecta, duerme bien y en el intervalo es la más agradable y vivaz cristiana …”

Más adelante: “…Esta hermana no es una que no tiene fe. Ella está bien fundamentada en la misma fe, y tiene la misma luz que tenemos; pero aquí tenemos un caso relacionado con un demonio, como nunca había conocido antes, ni leído sobre el mismo…”

También sería un error si uno pensara que la oración y el ordenar no ha-bían sido de alguna utilidad, ya que en estas últimas tres semanas que Dios ha hecho cosas grandes y gloriosas, por lo que estamos llenos da adoración. El demonio sigue ahí, es cierto, pero se ha quebrado poderosamente, por lo cual no puede atormentar más a la hermana. Es un habitante impotente en ella, y ella se ve tan radiantemente feliz con un gozo celestial, dulce y fuerte. También el demonio ha sido despojado de todo poder sobre sus labios.

“En lugar de las blasfemias y los delirios, sólo hay un aullido desespera-do y quejumbroso… y que dura todo el tiempo que oramos”

Más adelante: “Durante unos quince días el demonio ha estado en silen-cio. Por ocho días no pronunció una sola palabra, sólo gritó dos veces: ‘¡La autoridad me echa fuera!’ La única cosa que hace es aullar y crujir los dien-tes. Hace unos días oramos por cerca de una hora y media. De esta mane-ra continua por diez o catorce días –hay sólo este terrible llanto, como si estuviera en gran temor–. No hay ninguna blasfemia, ni maldición a Dios, no más proferir amenazas, ni todas las palabras que saldrían si no estuvie-ran sujetos –todo esto ha cesado–. En vez de delirios terribles y arrebatos de ira, hay ahora el aullido desesperado, a menudo un grito horrible como de miedo, y la hermana es casi libre de su tormento…”

El demonio debe haber recibido un golpe terrible de Dios, de modo que sus blasfemias han sido silenciadas. Fue así que la noche anterior, cuando oramos, el grito desesperado empezó de inmediato, y sentí una vez más el impulso de ordenar al demonio que se vaya en el Nombre del Señor Jesús.

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Entonces él tuvo un gran comienzo, se puso a temblar, aulló, extendió ambas manos como implorando misericordia y pidiéndonos que no lo hicié-ramos, pero no le fue permitido pronunciar una sola palabra. Sino que le siguió la fuerte reacción y vomitando, y esto fue repetido cada vez que yo hablaba ordenando que salga en el Nombre del Señor Jesús.

“Por supuesto que tenemos que seguir orando igualmente con fervor, pe-ro a medida que Dios haga grandes cosas, y si continuamos orando, tam-bién el último golpe le será dado. El demonio tendrá que salir”.

Nota: Más detalles de este caso se den en “El Hombre Fuerte Estropeado” por A. R. Habershon. (id. Morgan & Scott, London). La señora se halla ahora casi en total libertad, y ha sido capaz de volver a su trabajo misionero. Se afir-ma claramente que sus facultades mentales están intactas y ella fue capaz de preparar todas las cuentas y balances de la misión a la que se dedica, no mu-cho antes de que los ataques se manifestaran.

En este libro, el por parte del demonio del poder y la autoridad concedida a quienes le ordenaban a él y a los otros espíritus salir, es sorprendente. El espí-ritu en posesión dijo:

“¡Oh, esta autoridad, esta autoridad que ahora han reconocido, es una cosa terrible para el infierno!”

Pidiendo misericordia en otro momento el espíritu maligno dijo, “Dejen de mandarme. Por tres semanas he sufrido tormentos insoportables a causa de esto. No le digas a nadie que hemos tenido que ceder a la autoridad… Oh, es-tas oraciones de creyentes… que siempre oran, que ya no tienen miedo…”.

El obrar de los espíritus malignos en las reuniones cristianas.

1. Supuesta “convicción de pecado” por espíritus en gañadores. 2

“…Me uní con un número de hermanos y hermanas una semana entera cada mes, en oración para que Dios derrame más de Su Espíritu, dones y poder. Luego de hacer esto por algún tiempo con gran seriedad, tales ma-nifestaciones poderosas y maravillosas de Dios y Su Espíritu Santo (apa-rentemente) tuvieron lugar, por lo que no dudamos de que Dios había es-cuchado nuestra oración, y Su Espíritu había descendido en medio de no-

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sotros, y venido a nuestro encuentro. Entre otras cosas este espíritu, que nos pareció ser el Espíritu Santo, usó a una muchacha de 15 años de edad, como su instrumento, a través de quien todos los presentes en nues-tra reunión y que tuvieran algún pecado o peso de consciencia, eran reve-lados a la reunión. Nadie podía permanecer en la reunión con una carga de conciencia sin que se pusiera de manifiesto por este espíritu. Por ejemplo: un caballero de estima y respeto del barrio llegó a la reunión, y todos sus pecados fueron expuestos en la presencia de la reunión por la muchacha de 15 años de edad. Entonces él me llevó a una habitación contigua, muy quebrantado, y me confesó con lágrimas que había cometido todos esos pecados que la niña había expuesto. Confesó este y todos los demás pe-cados conocidos por él. Luego se acercó de nuevo a la reunión, pero ni si-quiera había acabado de entrar, cuando la misma voz le dijo: “¡Ja! Todavía no has confesado todo, has robado $10 que no has confesado”. En conse-cuencia, me llevó de nuevo a la habitación contigua y dijo: “Es cierto, tam-bién he hecho esto…” Este hombre nunca había visto a esta chica de 15 años en su vida, ni ella a él.

Con este tipo de eventos, fue sorprendente que un espíritu de santo te-mor se apoderara todos en la reunión, y hubo una nota de ‘control’ que sólo puede expresarse en los siguientes términos: “¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eter-nas?” El temor había sobrecogido a los hipócritas. Había un espíritu más ardiente de adoración, y ¿quién podría dudar de que incluso los fuertes fueran derribados, y nadie se atrevía a permanecer en la reunión si fuera un estorbo.

Y, sin embargo, hemos tenido que desenmascarar a este espíritu que había dado lugar a estas cosas –y que nos llevó a pensar que era el Espíri-tu Santo– como un terrible poder de las tinieblas. Tuve una sensación tan incómoda de desconfianza que no pudo ser superada… cuando hice saber esto por primera vez a un hermano mayor y amigo… él dijo: “Hermano Seitz, si continúa fomentando incredulidad, puede cometer pecado contra el Espíritu Santo, el cual nunca será perdonado”. Fueron días y horas terri-bles para mí, porque yo no sabía si se trataba del poder de Dios o de un espíritu de Satanás disfrazado, y sólo una cosa era clara para mí, a saber, que esta reunión y yo no debíamos dejarnos conducir por un espíritu cuan-

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do no teníamos luz clara ni confirmación de si este poder era de arriba o de abajo. Entonces llevé a los principales hermanos y hermanos a la habita-ción más alta de la casa y les hice conocer mi posición, y les dije que de-bemos llorar y orar para que seamos capaces de probar si se trataba de un poder de la luz o de las tinieblas.

A medida que volvimos abajo, la voz de este poder dijo, usando a la mu-chacha de 15 años como su instrumento, “¿Qué es esta rebelión en medio de ti? Serán muy castigados por su falta de fe.” Le dije a esa voz que era verdad que no sabíamos con quién estábamos tratando. Pero queríamos estar en aquella actitud, que si era un ángel de Dios o el Espíritu de Dios, no pecaríamos contra Él, pero si era un demonio no nos dejaríamos enga-ñar por él. “Si eres el poder de Dios, estará de acuerdo que apliquemos la Palabra de Dios, ‘probad los espíritus si son de Dios’.” Todos nos arrodi-llamos y oramos a Dios con tal seriedad que Él tenga misericordia de noso-tros y nos revele de alguna manera, con quién hemos tenido trato. Enton-ces el poder tuvo que revelarse en su propio acuerdo. A través de la per-sona que había estado utilizando como instrumento hizo unas muecas abominables y terribles y gritó en un tono tan penetrante, ‘Ya estoy descu-bierto, ya estoy descubierto’…

2. Supuesta unidad para el “Avivamiento”.

Desde hace algún tiempo ha estado en mi mente tratar de poner en pala-bras algunas de las cosas que han sido mi experiencia dolorosa para testificar, y que atravesé, en conexión con las obras de Satanás como un “ángel de luz”, pero todo parecía muy complicado y confuso…

En primer lugar, sus ataques parecen ser hechos a las almas más espiri-tuales –aquellos que han hecho la mayor entrega a Dios y que reconocen una afinidad espiritual, que creen que si la rompen, se estropea todo el propósito de Dios (1 Co. 1:10). El espíritu de mentira insiste en una misma mente y juicio y en una expresión. Estas almas así “unidas” forman la así llamada “Asamblea”, y reclaman el Salmo 89:7. Todo es traído a la “Asamblea” para ser decidido, afir-mando que ningún alma individual puede tener la mente del Señor, basado en Pr. 11: 14; 5: 22 y 20: 18. Pasaba horas en traer los más pequeños detalles de la vida cotidiana ante el Señor. El líder difundió cada asunto, pidiendo que todos

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pudieran ser llevados ante un mismo propósito. La respuesta era dada por cada una en alguna palabra de la Escritura. La actitud adoptada para recibir la su-puesta “palabra del Señor”, fue la resistencia a cualquier pensamiento o razón, y dejar que la mente quedara en blanco. Si alguien se atrevía a dar una opinión –o cualquier juicio– eran excluidos de la comunión; el hecho de razonar es la prueba de la “vida de la carne”.

La disciplina ministrada a tal efecto, fue grave. No se les permitía hablar con nadie, o realizar ningún tipo de trabajo. En algunos casos esto se prolongó durante semanas, e incluso meses. El efecto sobre la mente era demasiado te-rrible. El único camino de regreso era por hacer una declaración a la “Asam-blea”, que la convenza de que había verdadero arrepentimiento.

Pr. 21:4 e Is. 59:3 son las palabras dadas para no trabajar y Ro. 8:8. La oración y la lectura de la palabra –todo añade pecado– consecuentemente el alma es encerrada en tormento y desesperación, siendo excluida de todas las reuniones.

Segundo. La “manifestación del Espíritu” significaba profecía, oración y es-fuerzo. Una persona frecuentemente ora por una hora y a veces por dos, sin descanso. Los mensajes también frecuentemente duraban dos horas y toda la reunión por ocho o nueve horas. Cualquiera que cedía a dormirse o al agota-miento, era declarada “en la carne” y un obstáculo para la reunión.

El “esfuerzo” se manifestaba por lágrimas, gemidos y torsión del cuerpo; y con algo que era exactamente igual a un ataque de histeria, y duraría ho-ras. Esto era en gran medida alentado como el medio por el cual Dios obraría para la liberación de las almas –y aquellos que no están bajo esta manifesta-ción, eran juzgados como los que preservaban su propia vida, no dispuestos a “perderla”– amadoras de sí mismas; y se creía que cuando la totalidad de la comitiva se uniera así bajo la así llamada “manifestación del Espíritu”, en-tonces Dios rompería en un Avivamiento. Podría decir aquí, que todo esto comenzó como una oración nocturna para Avivamiento, sin límite en cuanto a tiempo.

El temor paralizante de resistir a Dios por cualquier falta de sumisión, y a evadir la cruz por una falta de voluntad para sufrir, es lo único que influencia el

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alma; y ésta no se atrevería a dar un paso contrario a la “mente de Cristo” en la “Asamblea”…

3. Supuestas manifestaciones del Espíritu Santo. 3

De un libro recientemente publicado se dice que contiene las verdaderas palabras del Señor Jesús, habladas a través de Sus hijos, y escritas como ha-bladas en primera persona, el siguiente breve extracto es tomado, mostrando el control mediumnico por espíritus engañadores, los cuales algunos creen ser la obra del Espíritu Santo.

El Señor Jesús se supone que dijo:

“Las manifestaciones del Espíritu, en algunas cosas son muy extrañas. A veces Él tuerce el cuerpo de esta manera, y aquella, y el significado es os-curo para ti. Quiero que sepas algunas coas acerca de esta parte de la obra del Espíritu. Quiero que veas que no sirven para nada.

Si hubieras hablado en tu propia lengua, cuando el Espíritu vino, habrías sido grandemente bendecido; pero tal vez habrías pensado que eras tú mismo como muchos lo tienen. Así el Espíritu viene y habla en una lengua desconocida para ti, para que sepas que no eras tú mismo hablando …

Él ha levantado tus manos muchas veces, y una vez más ha elevado tus dedos en varias maneras. Tus ojos se abren y cierran por el Espíritu ahora, como no lo hacían antes. Tu cabeza ha sido sacudida por el Espíritu, y tú no has sabido por qué Él hizo esto. Has pensado a veces que era sólo para mostrarte que Él vive allí, y es cierto, pero hay más que eso, y Él te mostrará tanto como Él pueda, en pocas palabras, lo que algunas de estas cosas son…

Algunas cosas en las manifestaciones son muy peculiares en su caso. Has ido preguntando por ellas. No pienses que es extraño que el Espíritu obre en ti en muchas maneras. Su obra es más que una obra doble. Es múltiple. Esto desconcierta muchas cabezas. Ven al Espíritu temblar. Escuchan lo que Él canta. Sienten Su risa, y a veces son tratados con diversas torsiones y sacudidas, como si Él los romp iera en peda-zos .

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A veces parece que Él está imitando a los animales en diferentes so-nidos y acciones. Esto ha sido un misterio para los santos. Su obra, digo, es múltiple. Él busca en algunos, demostrarles que ellos son uno con los demás, en toda la creación… si Él te muestra, haciendo un ruido como de algún animal salvaje, que eres cómo él, no hay que despreciar Su forma de trabajar, pues el Espíritu Santo sabe por qué lo hace. Él hace esos ruidos en los animales, no los puede hacer en Ti?

Luz sobre experiencias “anormales” 4

Extracto de un libro publicado en Alemania por el p astor Ernest Loh-mann, traducido del alemán.

Al igual que en una caricatura las características sobresalientes de la ima-gen real son halladas, por las que una semejanzas es inconfundible, así los fe-nómenos que encontramos en los sistemas paganos, en la así llamada teoso-fía, o nuevo budismo, espiritismo, etc., se parecen en cierta medida a las mani-festaciones divinas producidas por el obrar del Espíritu Santo sobre el espíritu del hombre. También producen revelaciones y profecías, hablar y cantar en lenguas, sanidades y milagros. Es de importancia que estudiemos este tema para encontrar una respuesta a la pregunta de cómo estos fenómenos son pro-ducidos. Es evidente que no son manifestaciones del Espíritu Santo. Las nume-rosas y exactas investigaciones que están siendo realizadas en nuestros días sobre el tema nos dan cada vez mayor entendimiento en este reino oscuro. Po-deres y posibilidades se han descubierto en el hombre, que hasta ahora habían sido totalmente insospechados. Son denominados “poderes subliminales”, y nos hablan de “subconsciencia” ¿Qué hechos físicas acompañan a estos fenó-menos? Los centros nerviosos inferiores (sistema ganglionar, o los nervios “ve-getativos”, como se les llama), que tienen su sede principal en la región alrede-dor de la boca del estómago, son excitados a incrementar su actividad. Al mis-mo tiempo, la región central del sistema nervioso superior (el sistema cerebral), que en un estado normal es el medio de la percepción y de la acción conscien-te, se paraliza. Hay una inversión del orden de la naturaleza. Los nervios infe-riores se apoderan de las funciones de los superiores (una especie de compen-sación). Este estado de cosas viene a pasar negativamente al perder su su-premacía natural el órgano superior, bajo la presión de la enfermedad, o artifi-

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cialmente por hipnotismo, autosugestión, etc.; y positivamente por los nervios inferiores que son de alguna manera excitados artificialmente al aumento de la actividad, mediante la cual obtienen la delantera. Estos nervios entonces, muestran las habilidades que nuestros órganos de los sentidos ordinarios no poseen, reciben impresiones de un reino usualmente cerrado para nosotros, tales como la clarividencia, presentimientos, profecía, hablar en lenguas, etc.

El adivino mahometano, Dschalal-Ed-Dinrumi, describe el estado de trance de la siguiente manera: “Mis ojos están cerrados y mi corazón está con la puer-ta abierta”. Anna Katharina Emmerich (1774-1824): “veo la luz, no con mis ojos, sino como si la viera con mi corazón, (con los nervios que tienen asimiento en la boca del estómago)… lo que está en realidad a mi alrededor lo veo vagamen-te con mis ojos como una dosis y el empezar a soñar; mi segunda vista me conduce por la fuerza, y es más clara que mi vista natural, pero no ocurre a tra-vés de mis ojos…”. Cuando se está en un estado de sonambulismo, el sentido interno aumentado en su actividad, percibe las cosas exteriores como claras y más que cuando está despierto, cuando reconoce objetos tangibles con los ojos bien cerrados y absolutamente incapaz de ver, tan bien como por la vista; esto tiene lugar, de acuerdo con la declaración unánime de todos los sonámbulos, a través de la boca el estómago, es decir, a través de los nervios que tienen su sede en esta región… y es desde esta región que los nervios se ponen en ac-ción para mover los órganos del habla (hablar en lengua, etc.)…

Innumerables casos de falso misticismo a través de todos los siglos de la Historia de la Iglesia muestran las mismas características, el subconsciente es siempre el medio de dicha percepción y funciones. Son morbosidades, venidas bajo el disfraz de manifestaciones divinas para guiar a las almas por mal ca-mino. Ahora bien, es muy significativo que, según las afirmaciones de sus líde-res, es una actividad del subconsciente la que encontramos en el así llamado “Movimiento Pentecostal”.

Leemos en un informe de una “Conferencia Internacional Pentecostal”.

“El martes, un pastor inició el debate. El tema principal fue el trabajo de la mente subconsciente en los mensajes y la profecía. Mucha confusión prevaleció sobre la relación de nuestra consciencia en nuestro subcons-ciente. El buen criterio de las Escrituras era preferible (1Co. 14:14-15), donde ellas hablan de ello como ‘entendimiento’ y ‘espíritu’.

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“Cuando Cristo vive en nosotros, Él está en nuestros corazones y en el corazón están las dos cavidades. En una habitación vive el consciente y a través de la consciencia puedo saber que Cristo vive en mí. En la otra habi-tación de mi corazón está el subconsciente, y allí también Cristo vive. Ve-mos en 1 Co. 14:14, “Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto”.

Note la expresión “mi espíritu” (mi mente subconsciente), y también la ex-presión “mi entendimiento”, es decir, “cuando mi espíritu ora en lenguas, ¡mi mente subconsciente ora!”.

En la Declaración de la Segunda “Conferencia Pentecostal” de Mulheim, 15 de septiembre, 1909, leemos:

“En 1 Co. 14:14 de la traducción de Lutero, Pablo hace una distinción en-tre la comprensión y el espíritu del hombre. Por la palabra entendimiento él designó al consciente, y por la palabra espíritu el inconsciente, la vida espi-ritual, la vida del hombre. En esta vida espiritual inconsciente –en lenguaje moderno también denominado ‘subconsciente’– Dios ha puesto el don de hablar en lenguas y la profecía…”

De acuerdo con esto, la vida espiritual del creyente es sinónimo del sub-consciente de un sonámbulo. Y el más alto desarrollo de este subconsciente, es en cualquier individuo, el más alto desarrollo de la vida espiritual. Sólo se trata de sustituir la palabra subconsciente en aquellos pasajes donde la Escritura ha-bla del espíritu del hombre, por ejemplo Sal. 51:17, 77:6; Is. 66:2; Hch. 7:59; 18:5; 20:22; Ro. 1:9; 2:29; 8:16; 1 Co. 4:21; 5:5; Gá. 6:1, 18; Ef. 4:23; 1Ts. 5:23.

Aquellos en los que el subconsciente se vuelve activo en la forma descrita anteriormente, sienten como una corriente eléctrica que pasa a través del cuer-po, que es excitante de los nervios, que tienen su sede en la boca del estóma-go. Es desde allí que las mandíbulas son movidas al hablar en lenguas.

Uno de los líderes del “Movimiento Pentecostal”, al describir el proceso del así llamado Bautismo del Espíritu en su cuerpo, hizo uso la curiosa compara-ción que le parecía como si hubiese en su cuerpo una botella invertida. El símil era incomprensible para mí, pero esta forma de expresar fue más sorprenden-temente iluminada cuando encontré una expresión casi idéntica usada por un adivino mahometano. Tewekkul Beg, un alumno de Mullah Schah, recibía ins-

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trucciones de su maestro en cuanto a cómo podría entrar en estado de éxtasis. Le dice: “Luego de que él había atado mis ojos… vi algo en mi interior siendo semejante a un vaso caído… cuando este objeto se coloca en posición vertical un sentimiento de felicidad ilimitada llena mi ser”.

Este sentimiento de felicidad es otro rasgo característico de esta clase de sucesos. Por excitar el sistema nervioso menor un sentimiento de éxtasis inten-so se produce con regularidad… en primer lugar encontramos conectadas con él usualmente, la contracción muscular involuntaria y el movimiento de las ex-tremidades, en consecuencia de la inversión artificial del sistema nervioso.

El pastor Pablo vuelve a decir:

“Si alguien está profetizando en la forma en que he descrito, Dios debe ser capaz de mover la boca del que profetiza, como anteriormente movió la boca del asna de Balaam. El asna no entendía ninguna de las pala-bras que decía, sólo decía lo que iba a decir. Hay un peligro en pronun-ciar las cosas que entendemos. Es tan fácil mezclar los propios pensa-mientos y entonces pronunciar lo que uno piensa. Esto ocurre sin nues-tra intención en lo más mínimo. Esta es la razón de por la cual Dios ca-pacita a Sus profetas en la preparación de lo que pronuncien exactamen-te lo que el Espíritu les da. Hablar en lenguas es una buena escuela pre-liminar. Uno aprende a hablar a medida que mueve la boca. Se habla sin saber lo que uno está diciendo por el simple seguir la posición de los la-bios. Hablar en lenguas y profetizar están ambos basados en el mismo principio”.

“Es evidente que en estos fenómenos tenemos lo exactamente opues-to a lo que las Escrituras entienden por la comunicación del Espíritu. Cuando el Espíritu de Dios toma posesión del espíritu del hombre, este es llevado de nuevo a la condición normal ; el espíritu adquiere la plena autoridad que le otorga el Creador sobre las potencias del alma y, a través del alma, sobre todo el cuerpo. La vida personal consciente es nuevamente puesta totalmente bajo la autoridad del espíritu. La depen-dencia de Dios, que el hombre trató de romper en su manía por exaltarse a sí mismo mediante el establecimiento de su razón, sus emociones o la carne en el trono, es de nuevo restaurada. El Espíritu de Dios puede ejercer una vez más Su poder vivificante y controlador. Las obras de la

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carne son llevadas a la muerte por el Espíritu, los poderes y los dones del Espíritu son desarrollados, el hombre se convierte en espiritual, lleno del Espíritu Santo”.

Nota de la Sra. Penn-Lewis (Editora de El Vencedor) .

La luz emitida por el señor Lohmann abrirá los ojos de muchos creyentes perplejos, y les dará comprensión inteligente de mucho que les ha afligido y que causó división entre los hijos más devotos de Dios. También confirmará las de-claraciones que hemos hecho concernientes al obrar de los espíritus malignos en la circunferencia del creyente, en el mismo momento que, hasta el punto de su conciencia, no pueda saber nada en contra de sí mismo delante del Señor; pues Satanás y sus emisarios están bien al tanto de las leyes del cuerpo hu-mano, y trabajan a lo largo de su línea, despertando y excitando la vida natural, con el pretexto de ser espiritual.

La falsa concepción de la “rendición”, como cediendo el cuerpo al poder sobrenatural, con la mente dejando de actuar, es la misma sutileza del enemigo, y es expuesto tal como se explica en este documento, ya que pro-duce –como Herr Lohmann explica– la parálisis del sistema “cerebral”, es de-cir la acción de la mente, y permite a los “nervios vegetativos” el pleno control y actividad, excitados por los espíritus malignos, pues el Espíritu Santo mora adentro, y actúa a través del espíritu del hombre, y no a través cualquiera de los centros nerviosos, los cuales deben estar bajo el control del espíritu.

También hemos señalado una y otra vez que “reclamar la Sangre” no puede protegernos del enemigo si de alguna manera se le cede algún terreno, por ejemplo, si los nervios cerebrales dejan de actuar por “dejar la mente en blanco” (!) y los nervios vegetativos son despertados para actuar en su lugar, de modo que estos últimos sean excitados para dar “estremecimientos” y “ríos de vida” a través del cuerpo, ningún clamor a la Sangre de Cristo evitará que las leyes físicas actúen cuando las condiciones para la acción se cumplen. De ahí, el extraño hecho que ha dejado perplejos a muchos, de que las experien-cias anormales manifiestamente contrarias al Espíritu de Dios, han tenido lu-gar mientras la persona estaba repitiendo palabras con seriedad acerca de la “Sangre”.

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Además, el despertar de los “nervios vegetativos” a este tipo de actividad anormal que “inunda de vida”, que apareció para fluir por todo el cuerpo –el enemigo susurrando al mismo momento, “esto es divino”– (1) embota la mente y hace que sea inerte en la acción, (2) causa ansiedad en el receptor para ob-tener más de esta vida “divina”, (3) conduce al peligro de la ministración de la misma a otros, y todo lo que sigue esta vía es perseguido en fe honesta y con-fianza de ser “especialmente avanzado” en la vida de Dios.

En caso de que alguna lectura de este descubrir su propio caso representa que agradezcan a Dios por el conocimiento de la verdad, y (1) simplemente re-chazar por una actitud de la voluntad, todo lo que no es de Dios; (2) el consen-timiento a confiar en Dios en Su palabra sin ninguna “experiencia”; (3) pararse en Ro. 6:11, con Santiago 4:7, en relación con el Adversario. Juan 16:13, “Por medio del Espíritu Eterno”.

¿Cómo los demonios atacan a los creyentes avanzados ?

Extractos de un artículo contribuido por un periódico norteamericano y reim-presos en “El Cristiano” hace algunos años. No sabemos el nombre del escritor.

1. La manifestación del poder demoníaco La operación de los demonios siempre se torna más notable a la aten-ción, en proporción a la manifestación y el poder de la obra de Dios entre las almas. Cuando el Hijo de Dios fue manifestado en la carne, esto des-pertaba la actividad y la operación abierta de demonios más que nunca.

2. Varios tipos de demonios Los demonios son de una variedad multiplicada. Son de varios tipos, en una mayor diversidad que los seres humanos, y estos demonios siem-pre buscan poseer una persona afín a ellos en alguna característica. La Biblia nos habla de demonios inmundos, demonios de hechicería y adi-vinación, de locura, de borrachera, de glotonería, de ociosidad, de obras de milagros y maravillas, de demonios despóticos, demonios teo-lógicos, de demonios chillando y gritando. Hay demonios que actúan más particularmente en el cuerpo o en algún órgano o apetito del cuer-po. Hay otros que actúan de forma más directa sobre el intelecto o la sensibilidad y las emociones y afectos. Hay otros de orden superior que

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actúan directamente sobre la naturaleza del hombre espiritual, en la conciencia o en las percepciones espirituales. Estos son los que actúan como ángeles de luz, que desvían y engañan a muchos que son verda-deros cristianos.

3. Cómo los demonios atan a los seres humanos. Buscan a aquellos cuyos temperamento y apariencia es más afín a ellos mismos y luego tratan de sujetarlos en alguna parte del cuerpo o cere-bro, o algún apetito, o alguna facultad de la mente, ya sea la razón o la imaginación, o la percepción; y cuando consiguen el acceso, se encie-rran en la estructura misma de la persona, con el fin de identificarse con la personalidad que ellos poseen. En gran número de casos no obtienen la posesión del individuo, sino el control de alguna parte de la mente co-mo para atormentar a la persona con ataques periódicos de algo extraño y anormal, fuera de toda proporción con el carácter general y la forma de la persona.

4. El objeto que persiguen los demonios en los seres h umanos Estos demonios se alimentan de la persona con la que están aliados… hay alusiones en la Escritura y en los hechos de la experiencia, suficien-tes para demostrar que ciertas variedades de demonios viven en los flui-dos de la sangre humana…

5. La clase de demonios que atacan cristianos avanzado s Hay demonios religiosos, no santos, pero sin embargo religiosos, y lle-nos de una forma diabólica de religión que es la falsificación de la ver-dadera, profunda espiritualidad. Estos demonios pseudo religiosos muy rara vez atacan a jóvenes principiantes, sino que rondan las personas que avanzan en experiencias más profundas, y buscan cualquier opor-tunidad para sujetarse sobre la conciencia o las emociones espirituales de las personas de altos estados de gracia, y sobre todo si son de tem-peramento vivo y lleno de energía. Estos son los demonios que causan estragos entre muchos maestros de la santidad. Una forma en la que se apoderan de las personas es la siguiente: Un alma pasa por una gran lucha y es maravillosamente bendecida. Inundaciones de luz y emoción recorren todo su ser. Las orillas están todas cortadas. El alma es lan-zada hacia un mar de experiencia extravagante. En semejante situación

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estos demonios se ciernen en torno al alma y le hacen sugerencias ex-trañas a la mente de algo raro o extraño, o contrario al sentido común o al sabor decente. Ellos realizan estas sugerencias bajo la profesión de proceder del Espíritu Santo. Avivan las emociones y producen una ex-traña euforia ficticia, la cual es simplemente su cebo para entrar en al-guna facultad del alma…

6. Algunos ejemplos de cómo los demonios se apoderan d e cristianos llenos del Espíritu.

Una mujer muy santa y útil dice que, poco después de recibir el bautismo del Espíritu, le sobrevino una noche en la iglesia un impulso anormal sal-vaje de lanzar el himnario al predicador, y correr por la iglesia gritando; y tomó toda su fuerza de voluntad para contener su mano de lanzar ese li-bro, pues tenía sentido común para saber que el Espíritu Santo no era el autor de tal sugerencia. Si ella hubiera cedido a esa sensación repentina, habría probablemente dado admisión al demonio fanático a su naturaleza emocional, y arruinado el trabajo de su vida. Ella es una persona que co-noce las manifestaciones poderosas del Espíritu Santo, y entiende a Dios lo suficiente como para saber que no es la fuente de la conducta salvaje e indecente…

Otra persona dijo que se sentía como rodando por el suelo, y gimiendo y arrojando las sillas alrededor, pero claramente percibió que el impulso pa-ra hacerlo tenía algo salvaje en sí mismo; y un toque de auto-exhibición en contra de la mansedumbre y dulzura de Jesús; y, tan rápido como vio que era un ataque de un espíritu falso, lo entregó. Pero otro hombre tenía el mismo impulso, y cayó al suelo gimiendo y rugiendo, batiendo el suelo con las manos y los pies, y el demonio entró en él como el ángel de luz, y consiguió que pensara que su conducta era del Espíritu Santo, y se con-virtió en un hábito en las reuniones a las que asistía, hasta que arruinaría toda reunión religiosa en la que estaba…

7. La clase más peligrosa de demonios. Se requiere gran humildad para tratar estos espíritus y detectar los falsos. Otros demonios que existen son aquellos pseudo-piadosos que planean rondar las grandes alturas de la vida espiritual , como águilas alrededor de las grandes cimas de las montañas, y tratan de fijar sus garras sobre la

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elevada y llamativa presa. Estos son los demonios del orgullo espiritual, de la ambición religiosa, de la visión profética falsa, de iluminaciones forzadas y rebuscadas, de las nociones fantásticas salvajes. Estos son los demonios que revolotean sobre las regiones soleadas en la tierra de Canaán, y ata-can muy pocas veces alguno, sino a creyentes avanzados.

8. Algunos efectos de la influencia demoníaca. Los efectos de ser influenciados por esta clase de demonios son múlti-ples, y claramente legibles para una mente bien preparada. Causan que las personas corran hacia las cosas que son extrañas y absurdas, irra-cionales e indecentes. Les lleva a adoptar una voz peculiar o acento, o a gritos antinaturales, o algún temblor del cuerpo, o que tal influencia se manifieste por herejías peculiares en la mente, de las cuales hay una va-riedad innombrable. Produce un cierto salvajismo en el ojo y dureza en la voz. Tales personas siempre rompen la ley del amor, y condenan seve-ramente a las personas que no se ajustan a ellos mismos. Por regla ge-neral estas personas pierden su carne, pues la posesión demoníaca es muy desgastante sobre las fuerzas vitales y produce una terrible tensión en el corazón y el sistema nervioso.

La base bíblica para la “Guerra” contra los poderes de las tinieblas 6 Por Evan Roberts

“para que el hombre de Dios sea… enteramente preparado para toda bue-na obra” (2 Timoteo 3:17).

Me preguntan si en el Nuevo Testamento está implícito que podemos orar contra (a) el ambiente, (b) los espíritus malignos, (c) Satanás, (d) el enemigo, (e) la maldad espiritual, (f) las fuerzas de la oscuridad. ¿Es esta una posición bíblica y espiritualmente correcta de la verdad y los hechos?

Orar “contra” los poderes de las tinieblas es bíblico, está de acuerdo con la verdad y es atestiguado por los hechos de la experiencia cristiana. Se puede ver claramente en las Escrituras y en la historia de la iglesia cristiana que:

1. La oración debe ser hecha “contra” todo mal, y “para”

2. Dios necesita la cooperación de Su iglesia para llevar a cabo la destruc-ción del pecado y de Satanás.

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Las “cosas de Dios” se deben “discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14), y sólo aquellos que son “espirituales” pueden entenderlas; y tales palabras como “estar firmes”, “resistir”, “luchar” (Ef. 6:12), “oponerse” (Stg. 4:7), “esforzarse” en la ora-ción, etc., necesitan discernimiento espiritual y experiencia para interpretarlas, pues describen hechos en un reino espiritual, no comprendidos por el hombre na-tural. Quien pregunta debe preguntarse: “¿Soy espiritual?” (Gá. 6:1). Si no es “es-piritual” no puede entender o interpretar en un sentido espiritual, el lenguaje utili-zado por el apóstol en relación con la guerra contra las fuerzas de las tinieblas.

Que cualquiera que pregunte, lleve a Dios todo asunto, y pida que lo guíe a toda la verdad al respecto; entonces se le mostrará el verdadero significado de las palabras, no desde el razonamiento intelectual sino de la iluminación divina, por las experiencias de vida.

Hay un punto de vista “natural” y una interpretación de la batalla de la fe, a la que tan a menudo se hace referencia en las epístolas de Pablo, que tiene su fuente en la sabiduría natural, y que es parte de “viejo hombre” no crucificado. Esto dificulta la recepción del conocimiento espiritual dado por el Espíritu Santo, pero el hombre natural enseñado por el Espíritu Santo “juzga todas las cosas” (1Co. 2:15).

Tomemos la palabra “luchar”. ¿Cuál es el significado de lucha física en el ámbito natural? El objetivo de la persona que está luchando contra otra es de-rribar a su adversario y mantenerlo sometido. Esta es la lucha cuerpo a cuerpo. Lucha espiritual significa también el derrocamiento de los poderes de las tinie-bla y el mantenerlos sujetos, y hacerlo por cualquier medio legal que se pueda utilizar. Y en esto ¿no es la oración un factor en el derrocamiento del Diablo?

La palabra “oponerse” –no es una oposición física como cuerpo contra cuerpo–. Puede significar una resistencia intelectual, como sucedió con Cristo en el desierto al responder al Diablo, de mente a mente: mentira con verdad, tentación con victoria, Escritura con Escritura y una cita errónea de las Escritu-ras con una cita correcta de la Escritura. La oposición puede ser también por la mente, en representación del cuerpo, como lo hizo Cristo en la primera tenta-ción del diablo, cuando el Tentador dijo “Haz que estas piedras se conviertan en pan” para así satisfacer tu necesidad física; Y Jesús respondió, “Escrito está”.

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También existe un oponerse por el espíritu, no mediante la fuerza física ni contra pensamientos expresados sino puramente contra las fuerzas espirituales del mal.

No hay lugar para la lucha física en el reino espiritual, pues el cuerpo es ese reino no domina sino que es dominado. Pero hay una lucha espiritual e in-telectual, y esta puede ser una lucha para el cuerpo y para el alma y para el es-píritu, y hacia todo lo que pueda ser contendido por el diablo, ya sea dentro o fuera del hombre.

El espíritu y la mente del hombre deben cooperar en la resistencia contra el diablo, para la protección del cuerpo, de modo que el cuerpo no haga que el hombre peque.

Así también deben combinarse en la resistencia para proteger a la mente del enemigo, como cuando Cristo fue tentado a arrojarse desde el templo resistió al Tentador usando la espada del Espíritu. Esta tentación no fue sugerida para satisfacer una necesidad física, sino para causar una posible respuesta del alma.

El oponerse puede ser por el espíritu de la misma manera. Todo depende de lo que esté atacando el diablo. Todo el ser debe actuar como uno –espíritu alma y cuerpo– en la defensa del hombre y confiando en el Espíritu Santo.

La oración es un arma indispensable en cada aspecto de la resistencia y la lucha contra el enemigo

Usted no puede resistir o luchar o mantenerse firme u oponerse sin la ora-ción. Es una poderosa arma defensiva y ofensiva contra el enemigo espiritual. La iglesia en su conjunto no experimenta victoria sobre el diablo de esta mane-ra porque no ora contra el enemigo. Cuando está comprometido en la batalla contra el enemigo usted se vuelve muy consciente de la existencia del enemigo y se da cuenta de que necesita armas para utilizarlas contra él.

En cuanto a la oración contra los espíritus malignos, lo hemos indicado en las palabras del Señor “este género no Sale, sino con oración y ayuno”.

En 1 Juan 3:8 está escrito: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para des-hacer las obras del diablo”, pero ¿cómo los destruirá, cómo los destruye y cómo

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los destruyó? ¿Han sido todos destruidos? ¿Han sido algunos destruidos? ¿Hay todavía algunos que deben ser destruidos?

Dios necesita la colaboración de Su iglesia para llevar a cabo el derroca-miento del pecado y de Satanás, así como Dios necesitó la colaboración de Is-rael en su trato con los cananeos.

Cristo dijo que en primer lugar el hombre fuerte debe ser atado. Esto impli-ca y consiste en orar contra el hombre fuerte. ¿Cómo se lleva a cabo el atar y qué es lo que lo hace, sino la oración?

Al decir que el enemigo “no está atado” al reclamar la victoria en el Nombre de Jesús, usted admite una mentira de Satanás, pues Dios no le diría eso. No debe confundir la fe con la realidad. Cuando reclama la victoria el diablo está “atado” por fe, pero hay que dejar que Dios tome Su tiempo para hacerlo reali-dad. Si usted se guía por la apariencias, admitirá las obras del Adversario como realidad, en lugar de las declaraciones de Dios en Su Palabra.

Notas Breves.

1. Pensamientos de impaciencia: es decir directamente físicos, no mora-les, y resultan de la posesión demoníaca. El remedio es recobrar la con-dición normal y rechazar la posesión demoníaca como causa. Ro. 6:11.

2. Fantasías en las reuniones: resista por un rechazo activo de las interfe-rencias y por decidir concentrarse en la atención.

3. La Garantía de seguridad puede ser engaño: Entonces ¿cómo puede un creyente tornarse seguro? Sólo mediante la búsqueda de la luz de Dios, constantemente en todas las cosas y una absoluta dependencia de Él, aparte de las experiencias.

4. Debilidad: la debilidad no es dada por el espíritu satánico, sino que se produce por ellos, al contrarrestar las fuerzas el hombre o al forzarlo a entrar en acción.

5. Terror de Dios; temor servil: el “pavor” y el terror son distintos. Dios inspira temor y reverencia, así como el temor filial, pero nunca terror.

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6. El objetivo de la afirmación: el creyente debe contrarrestar las mentiras con la verdad y decir algo en voz alta para contrarrestar las impresiones en su propia mente.

7. “Ansias”: se puede decir en general que todos las ansias, ya sean en el ámbito físico, es decir, de beber, o en el reino del alma, es decir, de amar, de compañerismo, etc., no son de Dios.

8. Auto-discriminación: cada creyente debe discriminarse o “juzgarse” a sí mismo; el verdadero “yo” o persona, tiene que venir al estrado del jui-cio del hombre. La base del juicio no sólo debe ser el propósito de la vo-luntad de los deseos del corazón, sino las acciones y la vida. Discrimina-ción perpetua o auto juicio no es introspección.

9. Cesación de acción: el creyente nunca debe detener su acción para que “Dios actúe”, es decir, detener la memoria para que Dios recuerde. Los hombres dejan de actuar para que actúen los espíritus malignos, pe-ro Dios nunca lo hará, sino energiza al hombre para que actúe.

10. Cargas: las cargas falsas pueden ser el resultado de posesión demonía-ca y no cesan como las cargas espirituales puras. Por el contrario, se desarrollan y crecen, especialmente si el hombre se siente orgulloso de sus “cargas”, demostrando la maldad de su carácter. Si se produce alivio después de deshacerse de una carga, no debe inferirse siempre que la misma era de Dios, porque el enemigo puede dar la carga y cuando se cede la obediencia a la pretensión de la carga, esta se va.

11. Identidad de espíritus malignos con la personalidad del creyente: una carta habla de una obrera cristiano con una “sensación particular de no darse cuenta de su propia identidad, pues se siente como en un sueño”. A veces sería arrojada en “convulsiones”, sin embargo es una obrera dedi-cada a Cristo. Los que tienen esta sensación de no “identidad”, sin duda deben reafirmar su experiencia personal. Los espíritus malignos en pose-sión mueven a estas personas a decir constantemente “nosotros” en lugar de “yo”. Deben rechazar la tentación a la pluralidad en el pensamiento y la palabra. Esta sensación de pérdida de la identidad personal puede surgir por decir constantemente “No yo” sino Cristo, hasta tal punto que al cre-yente le resulta difícil utilizar el pronombre personal en absoluto. La su-presión de la personalidad en pensamiento y lenguaje, da lugar a que los

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espíritus inmundos se identifiquen con la persona, ya que Dios no Se identifica con los creyentes de una manera tal que los haga autómatas.

12. Síntomas indistinguibles entre locura y posesión de moníaca: a cau-sa de esto la persona puede estar constantemente acusada de “volverse loca”. Esta idea debe rechazarse a toda costa. Si hay un terreno natural, existe la esperanza de su eliminación si son resistidos en sus intentos de conducir a la persona a que acepten –o prácticamente al permitir–, dar consentimiento a sus sugerencias. Lo mismo puede ser dicho respecto a la tentación al suicidio.

13. Curación por “sugestión”: lo que fue curado por sugestión fue causado por sugestión.

14. Miedo a echar fuera: el rechazo de todo temor a los espíritus malignos es absolutamente esencial para la victoria sobre ellos. No hay motivo de verdadero temor al ver la victoria completa de Cristo en el Calvario, y Su autoridad sobre los emisarios de Satanás. Cualquier temor que no puede ser descartado fácilmente, es el resultado de la obsesión o posesión.

15. Sometimiento del cuerpo: en algunos casos la posesión demoníaca dominan las manifestaciones “anímicas” y en otros, las corporales. Una forma expresa todas las formas de apetitos de la carne, la otra máxima austeridad y sobriedad en la comida, el sueño y la comodidad ordinaria del cuerpo. Inclusive en estos casos el hombre es engañado a pensar que todo está bajo control, porque las manifestaciones espirituales ali-mentan los sentidos en otra forma.

16. Locuacidad: la mudez o silencio maligno es un síntoma de posesión demoníaca con el efecto de periódicas faltas de control en la expresión, causada por pasividad del habla humana para permitir que Dios hable.

Falsificaciones del hablar de Dios: Cómo falsifican los espíritus mentiro-sos el hablar de Dios, fue visto en una hija de Dios que estaba sufriendo de lo que fue un “colapso en la salud”, pero que ella y su familia después supie-ron que era posesión. Orando una noche para saber si era la voluntad de Dios que ella se recuperara, una voz suave y gentil dijo, “Hoy estarás con-migo en el Paraíso”. Respondiendo tan rápido a su oración ella lo tomó co-mo la “Voz de Dios” y se rindió a ella, cuando oyó la sugerencia de beber un poco de veneno que tenía a la mano. Bajo el poder sobrenatural su juicio y

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consciencia se tornaron pasivos y ella estaba fundamentada al momento de beber el veneno y restringida. Esta señora es ahora libre.

Notas Apéndice:

1 En el caso del creyente el consentimiento se obtiene por astucia.

2 Por Herr Seltz. Un evangelista de renombre en Alemania.

3Este libro está circulando entre los creyentes profundamente devotos, y se considera por algunos como de igual

valor que la Biblia.

4 de El vencedor de 1910.

5 Grasset, "Le psychisme inferieur", 1906, Escribe: "los procesos psíquicos se dividen en dos grupos :(1) los de

orden superior –consciente, volitivo, libre–, (2) los de una clase inferior --inconscientes, mecánicos, voluntarios–". Sobre el tema, el Dr. Naum Kotik dice en “The Emanation of Psychophysical Energy”: “En condiciones norma-les en la actividad del cerebro, el subconsciente apenas se hace sentir, y por esta razón no tenemos sospecha de su existencia. Hay condiciones de la psiquis, sin embargo, como el sonambulismo, en la cual el subconscien-te se adelanta tomando el control total, y fuerza al super-consciente a retroceder a la posición que a aquel (el subconsciente) le corresponde. Las acciones que prueban la actividad del subconsciente, independientemente del super-conscinete, generalmente se llaman automáticas.

6 De El Vencedor.

7 La oración es un gran factor para mantener el cuerpo así en su lugar correcto, es decir, dominado por lo espiritual.

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El verdadero obrar de Dios y las falsificaciones de Satanás

“…en conocimiento y en toda comprensión para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprochables…”

(Filipenses 1:9-10)

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1. El bautismo o llenura del Espíritu: un influjo del Espíritu de Dios dentro del espíritu humano, que libera al espíritu del alma (He. 4:12), con el fin de convertirse en un órgano flexible o canal para el flujo de salida del Espíritu a través del creyente, manifestado en el testimonio de Cristo y en el servicio de oración agresiva contra los poderes de las tinie-blas. Es un verdadero bautismo en el Cuerpo de Cristo y unidad con todos los miembros del Cuerpo. Su marca especial y resultado, puede ser reconocido en el poder para testificar de Cristo, y en la convicción de pecado en los demás, y su conversión a Dios. La manifestación más alta de la Llenura del Espíritu es co-existente con el uso de las facultades y el autocontrol. No hay más que una recepción del Espíritu Santo, con mu-chas sucesivas experiencias, acontecimientos o nuevas crisis que resultan en nuevos actos de fe o aprehensiones de la verdad; varios creyentes tienen diversos grados de la misma plenitud del Espíritu, de acuerdo a las condiciones individuales. La investidura de poder para el servicio es, a menudo, una experiencia definida en algunas vidas (Ver: Cap. 3: El bautismo del Espíritu Santo; Cap. 12: Avivamien-to y el Bautismo del Espírtu, y, El hablar en lenguas).

2. La presencia de Dios: conocida en y por el espíritu hu-

mano, a través del espíritu Santo. Cuando Él llena la at-mósfera de una habitación, el espíritu del hombre es cons-ciente, no sus sentidos. Las facultades de los presentes están alertas y claras, y conservan la libertad de acción. El espíritu se vuelve tierno (Sal. 34:18), y la voluntad se hace dócil a la voluntad de Dios. Todas las acciones de una per-sona movida por la presencia verdadera y pura de Dios están de acuerdo con los más altos ideales de armonía y gracia.

1. Las obras falsificadas de los espíritus malignos pueden

acompañar a una verdadera recepción de la Llenura del Espíritu Santo, si el creyente “deja ir” su mente “en blan-co” y cede su cuerpo en pasividad al poder sobrenatural. Como una “mente en blanco” y un “cuerpo pasivo” son contrarios a la condición requerida para ser usado por el Espíritu Santo, y es la primera condición necesaria para el obrar de los espíritus malignos, la anomalía se encuen-tre en que el Espíritu Santo llena el espíritu del hombre en respuesta a la ley de la fe, al mismo tiempo que los poderes sobrenaturales malignos responden a la ley de la pasividad cumplida en mente y cuerpo. Entonces se pue-den producir manifestaciones en los sentidos, que pare-cen ser el resultado de la entrada del Espíritu Santo al espíritu. Los resultados de las manifestaciones falsificadas son va-riados y amplios en sus ramificaciones, de acuerdo a las condiciones individuales. El resultado concreto es grandes “manifestaciones” con poco fruto real; “posesión” por los espíritus malignos de la mente y el cuerpo en diversos grado; un espíritu de divi-sión respecto de los demás, en lugar de unidad, etc.

2. La falsificación de la presencia de Dios se hace sentir principalmente en el cuerpo, y en los sentidos físicos, co-mo un “fuego”, “estremecimiento”, etc., conscientes. La fal-sificación de la “Presencia” en la atmósfera, es percibida por los sentidos físicos como “aliento”, “viento”, etc., mien-tras que la mente está pasiva o inactiva. La persona afec-tada por esta falsificación de la “presencia” será movida casi automáticamente a acciones que no realizaría de su propia voluntad, y con todas sus facultades en funciona-miento. Ni siquiera puede recordar lo que ha hecho cuando estaba “bajo el poder” de esta “presencia”, al igual que un sonámbulo no sabe nada de sus acciones realizadas mientras duerme. La inacción de la mente puede ser vista, a menudo, por la mirada vacía en los ojos.

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3. Dios en y con el hombre en el espíritu: (Jn. 14:23). El Padre en el cielo es un Padre real (Gá. 4:6); El Hijo, un Sal-vador real; el Espíritu Santo, una Persona real, manifestados como Uno en el espíritu del creyente, por el Espíritu Santo, cuyos efectos resultantes son los de Romanos 8:9-11.

4. Cristo manifestado en el creyente por Su Espíritu, para qué Él sea conocido como una Persona Viviente en el Trono en el cielo, y que el creyente se una en espíritu con Él allí, lo cual da como resultado que la vida y naturaleza de Cristo se imparte a Él, formando y edificando en él una “nueva creación” (Gá. 1:16; 4:19; Col. 1:27), el creyente crece en todo en Aquel en todas las cosas.

5. La Conciencia de Dios: Es sentida en el espíritu y no por

los sentidos físicos.

6. La Santidad de Dios: cuando es experimentada por el creyente produce adoración y temor reverente, con un odio hacia el pecado. En el terreno de la Sangre del Calvario Dios se acerca a los hombres, pero Su presencia no aterro-riza.

7. La entrega a Dios: del espíritu, el alma y el cuerpo, es un sencillo rendirse o someter a Él todo el hombre, para hacer Su voluntad y estar en Su servicio. Dios pide la plena cooperación del hombre con el uso inteligente de todas sus facultades.

8. La comunión de los sufrimientos de Cristo: resulta del

fiel testimonio para Él, y en tal “sufrimiento”, el gozo del Espíritu irrumpe en el espíritu (Hch. 5:41). El fruto de la verdadera conformidad con la muerte de Cristo en la “parti-cipación de Sus padecimientos” se ve en vida para los de-más y en el crecimiento en ternura de espíritu y en la se-mejanza de Cristo en carácter (2 Co. 4:10-12).

9. Confiar en Dios: Una verdadera fe dada por Dios en el espíritu, teniendo su origen en Él, sin hacer ningún esfuer-zo sobre Él, para cumplir Su Palabra escrita. Esta confian-za coexiste con el pleno uso de todas las facultades en acción inteligente. La “fe” es un fruto del Espíritu y no pue-de ser forzada (Gá. 5:22, 2 Co. 4:13).

3. La falsificación cada Persona de la Trinidad efectuada

por los espíritus malignos, según las circunstancias pro-vistas, les permite tener acceso y actuar en y con un hombre en manifestaciones dadas a los sentidos, en las cuales el verdadero sentido del espíritu no tiene lugar.

4. Cristo aparentemente manifestado dentro como una “Persona”, a quien el alma ora, o con la que se mantiene en comunión, pero no hay evidencia real de la expresión de la naturaleza divina, o del verdadero crecimiento de la vida de Cristo, con una comunión más profunda con el Cristo en el cielo. Al contrario, el Cristo en el cielo parece muy lejano. El engaño se centra y termina en una “expe-riencia” que mantiene a la persona introvertida o egocén-trica (espiritualmente).

5. “Conciencia” de “Dios” en sensaciones corporales, que ali-mentan la “carne” y vencen el verdadero sentido espiritual.

6. Los espíritus malignos falsifican esto dando un terror de

Dios, que impulsa a los hombres lejos de Él, o los obliga a acciones de temor servil, totalmente al margen del uso de la mente y la voluntad, en alegre obediencia voluntaria a Él.

7. Rendimiento pasivo del espíritu, el alma y el cuerpo al poder sobrenatural, que se mueve automáticamente, en pasiva obediencia ciega, sin que el hombre utilice su vo-luntad o su mente.

8. El “sufrimiento” causado por los espíritus malignos se caracteriza por una agudeza diabólica y es infructuosa en resultado –la víctima se endurece, en lugar de ser suavi-zada por la experiencia–. Los demonios pueden causar sufrimiento angustiada el en espíritu, el alma o el cuerpo. La “posesión” manifestada en el sufrimiento anormal, puede ser el fruto de aceptación (inconsciente) de los su-frimientos causados por los espíritus malignos, a menudo bajo el nombre de la “voluntad de Dios”.

9. El “confiar” de los espíritus malignos, se produce por confiar ciegamente en algunas palabras sobrenaturales o revelaciones, que se supone provienen de Dios y que producen una “fe” forzada, o fe más allá de la verdadera medida del creyente. El resultado son acciones que con-ducen a sendas de dificultad nunca planeadas por Dios.

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10. Depender de Dios: es un actitud de la voluntad, que confía y depende de Dios, tomándolo en Su Palabra y de-pendiendo de Su carácter de fidelidad.

11. La comunión con Dios: es la comunión en el Espíritu con Cristo en la gloria como un espíritu con Él. La con-ciencia de tal comunión está en el espíritu (Jn. 4:24), y no en los “sentimientos” de los sentidos. Para las condiciones de la verdadera comunión con Dios, 1Jn. 1:5-7.

12. Esperar en Dios: el espíritu en tranquila cooperación con el Espíritu Santo, esperando el tiempo de Dios para actuar y esperando que Él cumpla Sus promesas. La verdadera espera en Dios puede ser coexistente con la actividad más aguda de la mente y el servicio.

13. La oración a Dios: Tener acceso al Lugar Santísimo, sobre el terreno de la Sangre (He. 10:19). Penetrando en espíritu a través de los cielos inferiores hasta el Trono de la Gracia (He. 4:14-16). La verdadera “oración” no se dirige hacia Dios como estando dentro del creyente, sino a un Padre en el Cie-lo, en el Nombre del Hijo, por el Espíritu Santo.

14. Pedir a Dios: es un acto de la voluntad con fe sencilla,

haciendo una transacción con Dios en el cielo, sobre la base legal de Su Palabra escrita. Las “respuestas a la oración” de Dios son por lo general tan poco sensaciona-listas y tan discretas que el que pide, a menudo, no reco-noce la respuesta.

15. Dios habla: A través de Su Palabra, por Su Espíritu, en el espíritu y la consciencia del hombre, iluminando la mente para entender la voluntad del Señor.

16. La voz de Dios: es escuchada y conocida en el espíritu del hombre, en donde el Espíritu de Dios habita. Dios también habla a través de la consciencia y por medio de la Palabra escrita (ver “Textos”), nunca confundiendo o embotando las facultades del hombre, o desconcertándo-lo, con el fin de obstaculizar la claridad de juicio y la ra-zón. La verdadera voz de Dios no hace una demanda de obediencia irracional a la misma, independientemente de la voluntad libre del hombre.

10. La “dependencia” de los espíritus malignos significa una

tendencia pasiva hacia la ayuda y experiencia sobrenatu-ral, que retrae a la persona de la fe en Dios mismo y de la colaboración activa con Él.

11. La “comunión” con espíritus malignos puede tener lugar

por la “introversión” para disfrutar de sentir la comunión, en “exquisitos sentimientos” que absorben y tornan al al-ma incapaz de los deberes de la vida. La “carne” se ali-menta de esta espuria “comunión” espiritual tan real co-mo en las formas más groseras.

12. Un “esperar que venga el Espíritu”, en horas de oración,

reuniendo a aquellos que “esperan” en pasividad, que fi-nalmente llega a un punto de las condiciones de “sesión de espiritismo”, seguido de una influencia de espíritus engañadores en manifestaciones.

13. La oración a los espíritus malignos se produce mediante la

oración a “Dios” en el ambiente, o adentro del creyente, o posiblemente a “imágenes” de Dios en la mente, en lugar de acercarse al Trono de la Gracia de acuerdo con Hebreos 10:19.

14. “Pedir” a los espíritus malignos, consiste en hablar con alguna presencia sobrenatural dentro o alrededor de la persona. Las “respuestas” son generalmente “dramáti-cas”, sensacionales, calculadas para producir un excesi-vo temor a la persona, para que se sienta que es un ma-ravilloso receptor de gracia de lo alto. Por este medio, los demonios ganan control sobre él.

15. Los espíritus malignos hablan, debilitan inflando, acusan-do, condenando o confundiendo a la persona, de manera que es desconcertada o distraída y no puede ejercer su razón o juicio. El “hablar” de los espíritus acusadores se asemeja a “pensamientos” o hablar con uno mismo, cuan-do las palabras no se pronuncian audiblemente.

16. La “voz” de Dios falsificada es usualmente fuerte y viene

desde afuera de la persona. Puede venir desde adentro, cuando la persona está profundamente poseída. Con fre-cuencia es imperativa y persistente, instando a la acción repentina. Confusa o clamorosa, o sutil en la sugerencia; produciendo miedo a través de sus insistentes deman-das, haciendo al hombre un esclavo del poder sobrenatu-ral. También se puede distinguir de la voz de Dios por sus (algunas veces) objetivos triviales, y por los resulta-dos infructuosos cuando se la obedeció.

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17. La guía Divina: A través del espíritu y la mente; es decir, en “impresiones” en el espíritu, luz en la mente: el espíritu y la mente puestos de acuerdo en armonía con los principios de la Palabra de Dios (Ef. 5:17; Flp. 1:9-11)

18. La “dirección” Divina: está en el espíritu; demandando la cooperación del hombre en todas sus facultades de la mente y de la inteligencia espiritual en correcta apertura a las adver-tencias del Espíritu. La voluntad siempre es libre de elegir y actuar. La verdadera “dirección del Espíritu” nunca está en desacuerdo con los principios de la Palabra de Dios.

19. Las “Visiones” Divinas: cuando se dan, vendrán (1) sin buscarlas; (2) con un propósito definido; (3)nunca son fa-llidas; y (4) son coexistentes con el uso de la mente y las facultades.

20. La obediencia a Dios: es un acto de la voluntad delibe-rada, eligiendo hacer la voluntad de Dios, cuando es co-nocida por el creyente. Un examen completo de la fuente de la orden, anterior a la decisión inteligente de obedecer, es coexistente con la verdadera obediencia.

21. Dios da poder: por el Espíritu Santo en el espíritu del hombre, para fortalecerle en espíritu, con el fin de dinami-zar su mente y todas las facultades de su ser al máximo uso, y permitiéndole resistir y lograr lo que él no soporta-ría o haría aparte de Dios (Ef. 3:16).

22. Dios dando influencia: significa que el creyente atrae a otros a Dios, no a sí mismo. La verdadera “influencia” Di-vina no “controla” a otros de forma automática, sino que les obliga a recurrir a Dios.

23. Dios dando “impresiones”: significa un movimiento suave en el espíritu, el cual deja a la persona en libertad para actuar por su propia voluntad, y no le obliga a la ac-ción. Las “impresiones de Dios” se encuentran en el san-tuario del espíritu; y no proceden de un “poder” exterior, por ejemplo, en “toques” en el cuerpo, o una fuerza con-vincente exterior.

17. La orientación satánica por voces sobrenaturales, visiones, guías, conducciones, todas son dependientes de la pasivi-dad de la mente y la razón, y tiene lugar en el reino de los sentidos como una falsificación de la verdad en el espíritu.

18. Las “direcciones” satánicas e impulsos, exigen la rendición

pasiva de la mente y el cuerpo. Son obligatorias en efecto; y toda “compulsión” y “coacción” procedentes del reino sobre-natural, indican el trabajo de los espíritus engañadores.

19. Las visiones satánicas: (1)exigen un estado pasivo; (2)se “desvanecen” por la acción mental; (3) son frecuente-mente contrarias a la verdad; y (4) son de resultado in-fructuoso. Destruyen toda dependencia de la fe en Dios.

20. La falsificación de la “obediencia” es un ceder pasivo, automático y ciego, al poder sobrenatural o a voces, to-talmente al margen de la aprehensión inteligente de re-sultados o consecuencias. La persona teme cuestionar o examinar la fuente de la orden.

21. Los espíritus malignos dan poder en una energía sobre-natural –generalmente espasmódica y poco fiable– la cual depende de que el hombre sea pasivo en espíritu, alma y cuerpo. Este “poder”, cuando cesa, deja al hom-bre aturdido y agotado, por lo general el efecto se atribu-ye a causas naturales.

22. Los espíritus malignos dan “influencia”, lo que significa un control o poder sobre los demás que los lleva a actuar al margen de su voluntad o razón. Este “poder” puede ser ejercido por personas que, sin saberlo, son utilizadas por los demonios de esta manera.

23. Las “impresiones” de los espíritus malignos son de afuera, sobre la persona, y se requieren condiciones para recibir-las –es decir, permanecer quieto y esperando, etc. –. Es-tas condiciones también se pueden cumplir inconsciente-mente por el cultivo de la pasividad de todo el ser

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24. La vida Divina procedente de Dios: se conoce, no por la “conciencia” sino por los resultados, permitiendo al creyente soportar y sufrir lo que él no podría soportar o sufrir huma-namente. Rara vez hay un “sentimiento” de la fuerza o de la vida, porque la conciencia de la vida apartaría al hombre del camino de la fe para confiar en su experiencia.

25. El amor Divino: es derramado en el corazón por el Espíritu Santo y es coexistente con un agudo y fiel trato con el peca-do; odio agudo al pecado y a Satanás y a todo lo que es con-trario a la justicia. El amor de Dios no embota, sino que ener-giza todas las facultades para cumplir la acción para la cual fue destinado en la creación. No produce un “ansia” ni debili-ta a aquellos a los que fluye.

26. Fuego de Dios: es una purificación a través del sufrimien-to (Mt. 3:11-12), o un celo consumidor en el espíritu, que profundiza en una clara intensidad para hacer la voluntad y la obra de Dios, que no hay pruebas u oposición que sea capaz de extinguir. El fuego de Dios es espiritual, no literal, y por tanto desciende en el espíritu, no en el cuer-po.

27. Textos de Dios: estos se dan a través del órgano del espíritu a la mente, cuando el espíritu está (1) calmo, (2) no desviado, (3) en libertad, (4) abierto al Espíritu de Dios. Tales textos no confunden, y cuando se actúa sobre ellos, son confirmados en Providencia, y siempre están de acuerdo con el uso agudo de las facultades. Se necesita conocimiento inteligente de los principios generales de la Escritura para la verdadera interpretación de “textos” que surgen en el espíritu, para que no sean mal utilizados a través de concepciones humanas de las cosas divinas, por ejemplo, la mente puede tomar literalmente lo que pa-ra Dios dice espiritualmente.

28. El pecado de la naturaleza caída: es desde el interior,

arrastra la voluntad hacia él o bien obliga a la voluntad por al presionarla. El hombre sabe que el movimiento hacia el pe-cado es pecado, y sin embargo, se rinde a él. Romanos 6:6,11-12 es la manera en que Dios trata con la naturaleza caída y sus obras, mientras el creyente se encuentra en el terreno de la Cruz, y ejerce la obra terminada de Cristo como un arma para la victoria. El Espíritu Santo da testimonio de la Cruz en respuesta a la liberación del pecado, cuando es re-sultado de la naturaleza maligna.

24. La “vida” en las emociones, etc., dada por los espíritus

malignos es conocida por estar en los sentidos, dando sensaciones agradables, en lugar de verdadero poder. Cuando cesa, la persona está embotada o debilitada, y puede entrar en oscuridad espiritual a través del adorme-cimiento de la sensibilidad, por ejemplo, dice que es “co-mo una piedra”.

25. La falsificación del “amor de Dios” hace que el receptor

cubra el pecado, el compromiso con él, le embota el filo agudo de la justicia; le hace incapaz de verdadero odio a las cosas que Dios aborrece, pues la facultad con la cual “ama” es la facultad con la que odia. La falsificación del amor, ya sea humano o divino, dada por los espíritus ma-lignos, se apodera de la sensibilidad, con una irresistible y dolorosa “ansia” por su objeto.

26. El “fuego” causado por los espíritus malignos es gene-

ralmente un fulgor en el cuerpo, que el creyente piensa que es una manifestación de “Dios” en “posesión” del cuerpo, pero después se traduce en oscuridad, apatía y debilidad sin causa razonable; de lo contrario continúa engañando al creyente en experiencias falsificadas.

27. Los textos procedentes de los espíritus malignos, “deste-llan” en la mente: se precipitan con fuerza; vienen desde afuera (audiblemente), o en la esfera mental. Ellos ale-gran o aplastan, condenan o hinchan, confunden o son infructuosos, llevando a acciones vanas a quienes los obedecen, o los introducen en circunstancias ruines. Los espíritus malignos dan una falsa “experiencia”, y luego “textos que para confirmarla”, mientras que la verdadera experiencia confirma la veracidad de las declaraciones de la Palabra escrita. Los espíritus malignos hacen uso de todos los conceptos erróneos de la verdad.

28. El pecado causado por espíritus malignos, aparte de la tentación, ocurre también en el interior, pero es forzado en el espíritu, la mente o el cuerpo, contra el deseo del hombre, y debe reconocerse claramente que no procede de sí mismo ni es propio, por ejemplo, pensamientos blasfemos y sentimientos “inexplicables”. Si el “pecado” infundido por los demonios se intenta tratar como si fuera la naturaleza pecaminosa, aunque la persona se posicio-ne en Romanos 6:6,11 y lo rechaza, la liberación no ven-drá; pero cuando se reconoce que tal “pecado” es obra de demonios, y se resiste en el terreno de la Cruz, la li-bertad es dada rápidamente.

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Guerra Contra los Santos

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Verdadero Falsificación

29. Autoexamen a la luz de Dios: es una discriminación de las propias acciones ejercida por el hombre espiritual, que no produce “desesperación”, “decepción”, un “sentimiento aplastado”, etc., pero conduce a la toma de acción rápida y a una fe gozosa en el trabajo cooperativo del Espíritu en la liberación de todo lo que no soporte el veredicto de la luz de Dios (Juan 3:21).

30. La convicción de pecado: viene de la Palabra de Dios, o por la acción directa del Espíritu Santo, a la conciencia, en los momentos de oración silenciosa o al leer. Nunca es “vaga” o confusa, y cesa directamente cuando el hombre decide obedecer la Palabra, o ir a Dios para buscar lim-pieza en la Sangre de Cristo. La verdadera convicción es también una experiencia profunda, como la luz de Dios brilla en la conciencia y la vida.

31. La confesión de pecados: a Dios y al hombre, debe ser el acto deliberado de la voluntad en obediencia a la Pala-bra de Dios y a la consciencia. Debe ser seguida por arrepentimiento sincero y quitar el pecado confesado, y tener el testimonio del Espíritu a la consciencia de que el pecado ha sido quitado a través de la eficacia de la San-gre de Cristo.

Notas Sin excepción la manifestación del Espíritu Santo se carac-teriza por (a) un espíritu de amor como el de Cristo, (b) so-briedad de la visión espiritual, (c) agudeza de visión, (d) profunda humildad de corazón y mansedumbre de espíritu, con el coraje de un león contra el pecado y Satanás, y (e) claridad de las facultades mentales con una “mente sana”. “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor…” Ef- 5:17

29. La auto-introspección, procede de los espíritus malignos

que arrojan al creyente en la autoacusación y la desespe-ración. Esta seca a la persona introspectiva y decaída, para aplastarla en impotencia y falta de fe. Dios nunca aplasta a Sus hijos. Él convence sólo para revelar el re-medio. Los espíritus malignos tratan de hundir las almas en la introversión egocéntrica mientras que Dios se mue-ve en ellos para vivir y cuidar a los demás.

30. Las acusaciones de los espíritus malignos, las cuales son una falsificación de la convicción de pecado, son de fuera del creyente, en el oído (audiblemente), o en la mente, en un “regaño” persistente, una manera confusa de “hablar”, a menudo sin un propósito definido o razón específica. Nin-guna “confesión” o “paso de obediencia” afecta a estas acusaciones, y vienen una y otra vez sobre las mismas co-sas. Muchos viven bajo una nube perpetua a través de los ataques de los espíritus acusadores. Están bajo la sombra de estar “siempre equivocados”.

31. Confesiones obligatorias, son impulsadas por la potencia de acción de los espíritus malignos en la mente, median-te acusación o remordimiento; o son realizadas para si-lenciar las voces acusadoras. El hombre es así impelido a “confesar” “pecados” que no tienen existencia real.

Notas Hablando en general, la prueba de que las “manifestaciones en los sentidos” proceden de espíritus engañadores, se puede hallar en que el espíritu se equivoca acerca de ciertas “manifestaciones”. Por ejemplo: (1) espíritu de condenación y espíritu de juicio; (2) visión espiritual embotada, no pueden ver las marcas de Dios en otras formas de trabajo; (3) au-sencia del verdadero Espíritu de poder en: (a) convicción de pecado, (b) liberación de las almas, o (c) la salvación de las almas; (4)O el espíritu es “dulce” en un sentido débil, con la mente embotada, y no puede trabajar con claridad.

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1. Cómo los espíritus En-gañan.

2. El terreno cedido para el engaño.

3. Dónde Entran.

4. Síntomas de la presencia de espíri-tus malignos en el

hombre.

5. Las excusas usadas por los espíritus ma-lignos para cubrir el

terreno.

6. Efectos en y a través del creyente.

Por la primera obtención del consentimiento de la voluntad. Por falsificar la presencia de Dios como una influencia. Por falsificar la persona de Dios adentro. Por sugestiones a la mente Por falsa “guía”. Por falsificar

1. Cosas Divinas 2. Cosas humanas 3. Cosas satánicas 4. Cosas angelicales

Por doctrinas de demonios, Por visiones sobrenaturales y voces. Por llevar los extremos. Su objetivo es engañar para obtener (1) comunicación con, (2) entrada en, (3) confianza del creyente, en que todos sus obras son de Dios

Pensamientos admitidos en la mente.

Se entierran en la estruc-tura misma del cuerpo y entran en la mente o en el sistema nervioso en particular

Actitud de “infalibilidad”. Antagonismo hacia la verdad sobre los espíri-tus malignos. Intranquilidad. Incapacidad de razonar o escuchar las palabras de otros. “Flashes” de memoria. Pérdida de memoria. Locuacidad o reserva anormales. El cuerpo se abre a los espíritus malignos. sus ojos, cabeza, órga-nos vocales, lengua, mandíbula, músculos, manos, pies, manifiestan movimientos incontrola-bles

Esto es algo “Divino” Esto es “Pecado”. Esto es “enfermedad”. Esto es “físico”. Esto es “natural”. Es tu “temperamento”. Es algo “hereditario”. Es sólo “fatiga cerebral”. Sólo es tu “imaginación”. Esto es “espiritual”. Es una “visión de Dios”. Esto es una “revelación”. (Ver capítulo 7 “Excusas”)

Debilidad general Letargo mental y corporal. Irritación nerviosa evidenciada en agitación impaciente. Falta de docilidad. Positividad. Pérdida del poder de elec-ción. Espíritu de división. Prejuicios sin razón. Juicio distorsionado. Visión exagerada de sí mis-mo, dolorosa o placentera. Ausencia de visión moral y equilibrio judicial. Risa no santa. Excesiva disposición a llorar Depresión y opresión, etc.