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Resumen de trabajos arqueológicos realizados en Patagonia, para estudiantes de arqueología o antropología

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EQUIPO DE EDICION

Alta Centro Literario - Patagonia Argentina

Director

Coordinador de Edición

Responsable de Administración

Diseño Gráfico

Coordinadoras Primera Parte

Coordinador Segunda Parte

Carlos J. Godoy Manríquez

Hugo J. Paileleo

Rosa A. Alam

Lic. Lourdes Turi

Dra. Susana Bandieri

Dra. Graciela Blanco

Hugo J. Paileleo

© Carlos J. Godoy Manríquez MMVII © De la presente edición BarcelBaires Ediciones S.A.

ISBN.-10: 987-21397-7-6 ISBN.-13: 978 -987-21 397-7-3

Impreso en CARGRAPHICS S.A - Printed in Colombia

"La presente publicación se ajusta a la cartografía oficial establecida por el Poder Ejecutivo Nacional, según la Ley

22.963, a través del Instituto Geográfico Militar aprobado por Expediente N° GG042323/5

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HISTORIAS DE LA PATAGONIA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS A LA CONSOLIDACION DEL ESTADO NACIONAL

La Patagonia central: poblamientos y culturas en el área de Chubut

Julieta Gómez Otero y Cristina Bellelli

La región y el paisaje actual La provincia del Chubut se encuentra en una posición central en Patagonia: al norte, el paralelo de 42° S la separa de la provincia de Río Negro; al sur, el paralelo de 46° S marca el límite con Santa Cruz; el océano Atlántico baña sus costas por el este; por el oeste, la cadena montañosa de los Andes ejerce de frontera con Chile. Como el resto de las provincias de la región, su geografía y su historia no pueden entenderse de manera separada. Esto es más evidente en el caso del período previo a fines del siglo XIX, cuando aún la Patagonia no había sido incorporada definitivamente al Estado nacional y al mercado mundial y los antiguos poblado-res no estaban separados por los actuales límites políticos. En líneas generales, su geografía es similar a la de Río Negro y Santa Cruz, sucediéndose de oeste a este diferentes ambientes: la cordillera, la precordillera, las mesetas interiores y la costa. Esto significa una gradación altitudinal, climática y vegetacional que se inicia en la montañosa, húmeda y boscosa franja cordillerana; continúa en el estepario ambiente de las mesetas interiores y culmina en las áridas planicies costeras. La provincia carece de ríos grandes: el río más importante y de cauce permanente es el Chubut, que nace en la cordillera y desagua en el Atlántico. Las mesetas ocupan la mayor parte del territorio chubutense, decreciendo en altitud hacia la costa atlántica, donde caen en forma de abruptos acantilados. Se trata de altiplanicies escalonadas, recortadas por amplios valles fluviales limitados por terrazas, por depresiones de hasta 40 metros por debajo del nivel del mar, por cañadones o por antiguos valles fluviales hoy secos. En el centro-norte de la provincia, las mesetas alcanzan alturas superiores a los 700 m s.n.m. y están cubiertas por afloramientos de basalto que suelen formar cerros aislados. Como los basaltos son reservorios de agua, es común encontrar vertientes, arroyos y lagunas. En el sur se destaca la presencia de dos grandes lagos -el Colhue Huapi y el Musters- alimentados por el río Senguerr. Predomina el clima templado, con temperaturas medias anuales entre 8° C y 13° C. Salvo en la cordillera, en el resto del territorio las precipitaciones son muy escasas:

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130 a 250 mm anuales. Los vientos son frecuentes y muy intensos -en especial los del oeste- aunque en la costa son también habituales e importantes los del norte. Estas condiciones climáticas determinan una vegetación adaptada a la aridez y a los vientos, que se caracteriza por matorrales y pastos duros. Algunas de esas plantas -entre ellas, dos variedades de algarrobo, el piquillín, el calafate, el macachín y cactáceas- ofrecen partes comestibles: raíces, tubérculos, semillas o frutos. En relación con los recursos faunísticos, el bosque cordillerano es el ambiente menos productivo: los vertebrados de mayor porte son el huemul, el pudu-pudu, el lobito de río y el puma. Por el contrario, la costa es el ambiente más rico, ya que no sólo están disponibles los recursos propios de las mesetas –choiques y otras aves, guanacos, carnívoros, maras, armadillos y roedores- sino también los del mar: moluscos, peces, aves y grandes mamíferos como los lobos y elefantes marinos y cetáceos. Por su parte, en los ríos y arroyos pueden obtenerse percas, bagres, aves y coipos.

Visibilidad y conservación del registro arqueológico Fuera de la cordillera, el resto del territorio de Patagonia está dominado por la vegetación de estepa. La escasa cobertura vegetal, los fuertes vientos y las lluvias cortas pero torrenciales permiten que los materiales arqueológicos queden al descubierto y puedan ser fácilmente visibles. Esto implica que el hallazgo de sitios a cielo abierto sea relativamente sencillo para los arqueólogos (aunque lamentablemente también lo es para los aficionados y coleccionistas). Una vez expuestos, esos sitios corren el riesgo de ser alterados o dañados por la acción de diversas fuerzas naturales (viento, lluvia, sol, temperaturas extremas, animales) y por la intervención del hombre. Esta situación es aun más grave en la costa donde los sitios se encuentran mayormente localizados en ambientes de dunas móviles -altamente sensibles a la erosión eólica- o apoyando sobre suelos arcillosos o limo-arcillosos sobre los que la erosión fluvial impacta fuertemente. Por otra parte, la franja litoral ostenta la mayor densidad poblacional de la provincia y además concentra gran parte de las actividades turísticas, lo que implica una alta presión humana sobre el registro arqueológico. La alta visibilidad de los materiales y sitios arqueológicos en la meseta y la costa contrasta con la baja visibilidad en la franja cordillerana: la densa cobertura vegetal del bosque -al que en muchos lugares se agrega un cerrado sotobosque- restringe el reconocimiento de los sitios arqueológicos. Los más visibles son los que están ubicados en lugares destacados del paisaje, como los farallones rocosos con paredones, aleros o cuevas, que los grupos humanos del pasado aprovecharon como reparo y también como soporte para realizar pinturas rupestres. Al igual que en otros ambientes, los sitios -especialmente los que poseen pinturas rupestres- suelen sufrir importantes daños: las precipitaciones q 0 mm anuales en el límite con Chile hasta los 400 mm en l el desvaído de las pinturas, el crecimiento de líquenes, h

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ue van desde los 300a estepa, producen elechos o musgos,

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la meteorización de las rocas que provocan desprendimientos y caída de las superficies pintadas, entre otros. Estos sitios también son objeto de acciones de tipo vandálico: ejecución de "graffiti", rayados, piqueteados o intentos de desprender trozos para "llevarse un recuerdo".

Las ocupaciones del holoceno medio (7000-5000 años AP) De acuerdo con los registros radiocarbónicos actuales, hace aproximadamente doce mil años Patagonia ya estaba ocupada por cazadores-recolectores. Eran tiempos de la transición entre el Pleistoceno o era de los Glaciares y el Holoceno o era actual. El Holoceno comenzó hace 10.000 años, cuando se instalaron (y aun perduran) condiciones climáticas más cálidas que en el Pleistoceno. Sin embargo, no fue ambientalmente homogéneo en todo su transcurso, reconociéndose tres períodos o fases: el inicial o temprano (10.000-8.000 años AP ), el medio (8000 - 4000 años AP) y el tardío (post 4000 años AP). Si bien Osvaldo Menghin, prehistoriador austríaco radicado en Argentina en la década del '50, estimó que el poblamiento en el Chubut -más precisamente en la costa del golfo San Jorge- se habría iniciado a fines del Pleistoceno, por el momento, y a diferencia de áreas vecinas al norte y al sur de la provincia (en las que se dataron sitios entre 12.000 y 10.000 años radiocarbónicos AP), el registro arqueológico de la sólo da cuenta de la presencia humana a partir de los últimos siete mil años. Esto no significa que tan extenso territorio haya sido ocupado recién entonces, sino -simplemente- que aun no fueron descubiertos sitios representativos del poblamiento inicial. El fechado radiocarbónico más antiguo -7400 años AP- fue obtenido en la costa atlántica en un sitio cerca de la desembocadura del Arroyo Verde (ver Mapa). Fuera de ese fechado se registraron cinco dataciones de cronología relativamente alta: Punta Pardelas C2 (5580 años AP) y Cormoranes 3 (4340 años AP) en Península Valdés; Campo Moncada 2 (5080 años AP y 4770 años AP) en el área de Piedra Parada (valle medio-superior del río Chubut) y la tercera -6070 años AP- proviene de un esqueleto humano rescatado en Veintiocho de Julio (valle inferior del río Chubut, a ochenta kilómetros del mar) (ver Mapa). Las de la costa y del valle inferior corresponden a sitios trabajados por Gómez Otero y colaboradores; las de Campo Moncada 2, a investigaciones iniciadas en la década del '80 por un equipo de arqueólogos de la universidad de Buenos Aires y de historiadores de la entonces Dirección de Cultura de la provincia (ver adelante). Como puede observarse, estas edades se inscriben en el rango temporal del Holoceno medio. En contraste con la temprana ocupación de los bosques del centro-sur de Santa Cruz, no se han registrado sitios arqueológicos correspondientes a este período en la zona cordillerana del Chubut, la cual parece haber sido ocupada más tardíamente, como se verá más adelante. Quizás esto se deba a las condiciones tan particulares de conservación y visibilidad en este ambiente, o bien a que los cazadores de aquellos primeros tiempos no lo consideraron atractivo para la ocupación.

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Según diversos estudios, entre siete mil años y cinco mil años atrás Patagonia central presentaba rasgos climáticos más heterogéneos y ligeramente diferentes a los del presente. Trabajos de las palinólogas Matilde Trivi de Mandri y Lidia Burry indicaron que en el centro-sur imperaba un clima muy seco (menos de 200 mm anuales de precipitación); mientras que en el centro-norte, la palinóloga Marta Páez determinó que el frío y la humedad eran mayores que en la actualidad. Por su parte, hace aproximadamente seis mil quinientos años, el nivel de los océanos -favorecido por el deshielo de los glaciares- había aumentado considerablemente, llegando la línea de costa a superar las alturas de nuestros días. Con posterioridad, el advenimiento de condiciones climáticas más áridas hacia fines del Holoceno medio, determinó que el nivel de los océanos comenzara a decrecer y se estabilizara en las cotas que hoy observamos. ¿Cómo vivían los grupos humanos de aquella época? Para la costa norte, los trabajos de Gómez Otero permitieron reconocer ocupaciones durante las cuales se cazaron, recolectaron y procesaron alimentos tanto de la tierra -guanacos, armadillos y pequeños roedores- como del mar: moluscos, crustáceos, peces, cormoranes y lobos marinos. Durante las mismas se fabricaron utensilios de piedra de tamaño mediano a grande mediante la talla de rocas o guijarros disponibles en las inmediaciones. Por el momento, los pocos datos disponibles no permiten estimar si los autores de esos sitios vivían a todo lo largo del año en la franja litoral o si se acercaban a ella ocasionalmente. Para el interior de la provincia, los vestigios más antiguos provienen del sitio Cam-

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po Moncada 2 ubicado en el área de Piedra Parada, en la cuenca de drenaje del valle del río Chubut (ver Mapa). Este y otros sesenta sitios fueron registrados a lo largo de veinte años de trabajo arqueológico en una extensión de aproximadamente 3.700 km entre Gualjaina al oeste, Paso del Sapo al este y las mesetas limitadas por serranías al norte y al sur. Las investigaciones comenzaron en la década del '80 y fueron realizadas por un equipo dirigido inicialmente por Carlos Aschero e integrado por Cristina Bellelli, Alfredo Fisher, Lidia Nacuzzi, María Onetto y Cecilia Pérez de Micou, agregándose luego Mariana Carballido y Pablo Fernández. El impulsor del proyecto fue el Prof. Raúl Scandroglio, de la entonces Dirección de Cultura de la provincia. Sus tareas fueron continuadas desde la actual Secretaría de Cultura por Mariel Paniquelli. Merece destacarse el rol que una pobladora y gran conocedora de la zona, la Sra. Amelina San Martín, cumple en el proyecto como guía e informante. Entre once sitios arqueológicos excavados y veintidós contextos arqueológicos datados, Campo Moncada 2 reveló la secuencia de ocupación humana más antigua y continua del interior de la meseta chubutense y mostró que hace cinco mil años esta área ya estaba ocupada. Según análisis de polen fósil realizados por Marta Páez, en esa época dominaba un ambiente de estepa arbustiva con mayores temperaturas y menores precipitaciones que en la actualidad, lo que habría determinado muy poca disponibilidad de agua.

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Las evidencias arqueológicas de los niveles más antiguos parecen sugerir una primera etapa de reconocimiento de la región y sus recursos por parte de pequeños grupos de cazadores-recolectores que dejaron escasos restos de su paso por el valle. Esos restos -principalmente raspadores, raederas y cuchillos de piedra de una morfología particular (muy alargados)- habrían estado destinados al procesamiento de carne y cuero de las presas de caza, en especial guanacos. Para su confección se aprovecharon rocas silíceas que estaban disponibles en las inmediaciones del sitio, aportadas por los guijarros del río o de los arroyos o por los afloramientos rocosos que forman las "bardas" o cerros de las mesetas interiores. Gracias a las excelentes condiciones de conservación que hay en los aleros del interior chubutense se preservaron los cueros trabajados con estos instrumentos de piedra. Paula Marchione los está analizando y determinó que son mayoritariamente de guanaco. Los hay con y sin pelo y de distintos espesores y flexibilidad. Han sido trabajados por medio de distintas técnicas: algunos están cosidos o sus bordes están recortados, otros son muy flexibles y delgados, lo que permite inferir que fueron sobados. También hay tientos, cordeles retorcidos y nudos entre tientos o entre cordeles. Algunos conservan restos de pintura. Este tipo de tecnología se prolonga en la región hasta épocas históricas. Sobre el aspecto físico de los grupos humanos más antiguos, poco se puede conocer: solamente se cuenta con el esqueleto de seis mil años rescatado en Veintiocho de Julio. Estudios realizados por la antropóloga bióloga Silvia Dahinten determinaron que corresponde a un adulto masculino de contextura ósea robusta. Análisis químicos especiales llevados cabo por el arqueólogo norteamericano Robert Tykot demostraron que la alimentación de sus últimos años de vida habría estado principalmente conformada por guanacos y otros recursos terrestres, correspondiendo a alimentos marinos una mínima parte.

El holoceno tardío: ocupaciones entre 4000 y 2000 años Para la costa hay un vacío en el registro de sitios entre 4300 años AP y 3300 años AP. Esto plantea varios interrogantes: si el ambiente litoral fue abandonado o poco usado durante el tiempo que el mar todavía estaba a alturas superiores a las del presente; si se trata de un problema de conservación o si aún no fueron encontrados contextos correspondientes a ese período. Lamentablemente, la información disponible no permite que estas preguntas puedan ser contestadas por el momento. Lo cierto es que la nómina de sitios costeros datados muestra un aumento progresivo a partir del 3300 AP. En la costa norte de la provincia, trabajos de Gómez Otero en colaboración con Juan Bautista Belardi y un equipo interdisciplinario, permitieron datar varios contextos arqueológicos entre 3300 y 2600 años AP. Corresponden a sitios ubicados entre dunas a pocos metros del mar y cerca de bancos fijos de moluscos. Los restos de alimentación asociados indicaron consumo de recursos terrestres –fundamentalmente guanacos- y también marinos: cholgas, mejillones, caracoles

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chicos, ocasionalmente lobos marinos y escasas aves y peces. Llamó la atención la diversidad de especies de peces en el conjunto de sitios: salmón de mar, mero, turco, anchoa de banco, pejerrey, merluza y hasta un tiburón gris- pero cada especie estaba representada por un solo ejemplar; esto sugiere que la pesca era una actividad infrecuente y poco especializada. Junto con los restos de fauna había utensilios de piedra que indicaron múltiples actividades: caza y faenamiento de presas, raspado de cueros y fabricación de utensilios mediante la talla de guijarros chicos de las playas cercanas. Una de las técnicas que se utilizó para trabajar estos guijarros es la llamada "talla bipolar", que consiste en apoyarlo sobre un rodado grande o una laja y luego golpearlo con un percutor para provocar su fractura y posterior extracción de productos de talla. En la costa sur de la provincia los trabajos arqueológicos se iniciaron a mediados de los 70, cuando los arqueólogos Luis Alberto Borrero, Sergio Caviglia y colaboradores realizaron estudios en Bahía Solano, en el golfo San Jorge. El contexto arqueológico más antiguo -2954 años AP- fue la capa Ill del sitio Bahía Solano 16, que mostró que allí se habían tallado guijarros, recolectado mariscos, cazado, faenado y consumido aves y mamíferos, y procesado pieles. Variedad de recursos habían servido como alimento: mejillones, peces, aves, huevos de choique, tres lobos marinos, un guanaco, un peludo y roedores. También se encontraron dos "bolitas" de ocre o pigmento mineral: una de color blanco y otra de color rojo, que podrían haber sido usadas para elaborar pinturas. En los sitios de esta costa se observó el uso de una materia prima de muy buena calidad: madera fósil que provendría del llamado "bosque petrificado de la costa", identificado años después por la arqueóloga Gloria Arrigoni. Mientras en el litoral se registraron varios sitios de esa edad, para el interior de la provincia sólo se cuenta con la secuencia de Campo Moncada 2, que permitió reconocer que el alero había sido ocupado varias veces entre 5080 AP y 3350 AP. En líneas generales, esas ocupaciones presentaron rasgos similares a las

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más antiguas, excepto por la aparición de una tecnología novedosa: la cestería. La arqueóloga Cecilia Pérez de Micou estudió un fragmento de una posible manija de una cesta de junco, vegetal que en esa época posiblemente crecía en las lagunas que se formaban en el valle del río Chubut. Tal pieza, datada en 3210 años AP, indicó que para ese entonces los cazadores de la zona ya dominaban la técnica de entrecruzar fibras vegetales. Esta es, por otra parte, la evidencia más antigua de cestería para toda la Patagonia. En otro sitio de la región (Campo Cerda 1) Bellelli recuperó dos fragmentos realizados con la técnica de espiral cerrado, que fueron datados en 2850 y 2260 años AP. La gran antigüedad de todos estos artefactos está fuera de toda duda ya que las dataciones se hicieron directamente sobre pequeñísimos fragmentos de cada una de las piezas, mediante el método de AMS (aceleración de masa por activación neutrónica).

Con respecto al poblamiento del bosque, los estudios de polen fósil de sedimentos de fondos lacustres efectuados por las palinólogas Vera Markgraf y Maria Martha Bianchi, mostraron que lentamente las condiciones climáticas de la franja boscosa occidental se habían ido tornando como las del presente y que el actual bosque de ciprés y coihue ya estaba instalado para esa época. En este escenario se registra el primer dato para la ocupación humana: el fechado más antiguo –y el único tan temprano para la cordillera chubutense- es de 3040 años AP y proviene de la excavación realizada por Gloria Arrigoni en el Alero del Shamán, en el Parque Nacional Los Alerces. El registro arqueológico no muestra diferencias en lo tecnológico ni en los modos en que los cazadores-recolectores afrontaron la subsistencia con las ocupaciones posteriores al 2000, que es el momento en que comienza a reconocerse una continuidad en el uso humano del bosque y el ecotono. Entre otras actividades, en el sitio se elaboraron utensilios de piedra y de hueso, se molieron pigmentos minerales blancos y rojos (quizás también plantas) y se faenaron y consumieron huemul y posiblemente guanaco. Las paredes del alero sirvieron asimismo como soporte para pinturas rupestres en épocas posteriores a esta datación.

Ocupaciones entre 2000 AP y el contacto con el europeo Según diversos estudios palinológicos, a partir de los últimos 2500-2000 años el clima y la vegetación adquirieron las características que se mantienen hasta la actualidad. En relación con el período anterior, el registro arqueológico muestra aspectos que parecen haberse mantenido sin grandes modificaciones, por ejemplo la dieta, y también algunos cambios observables a través de:

• La proliferación de sitios en los sectores ya ocupados y ocupaciones de nuevos ambientes, como las partes altas de las mesetas y de las áreas boscosas y ecotonales del Noroeste de la provincia que habían comenzado a explorarse mil años atrás. Justamente, la aplicación de Sistemas de Información Geográfica por parte de Vivian Scheinsohn y Silvia Matteucci colaboró en mucho para conocer las zonas aptas para los asentamientos humanos;

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• Modificaciones en el diseño, tamaño y función tallada; • Innovación y cambios tecnológicos: piedra pulida pde las técnicas cesteras en espacios y lapsos acotacerámica. • Circulación de materias primas y bienes a larga dista• Inhumaciones múltiples. • Expansión de manifestaciones artísticas grabadasparedones rocosos o sobre objetos muebles, entgrabadas.

La dieta Para este período, el registro arqueológico de la provcambios importantes respecto de momentos anteriorestudios de fauna arqueológica y análisis químicos remuestras óseas humanas, indicaron el predominio dela presa principal habría sido el guanaco, la segunmarino de un pelo, mientras que los moluscos y cumplido un papel complementario.

5. Parque Nacional Los Alerces.

oto: Rosana Garcia / Diana Gari

del instrumental de piedra

ara molienda, proliferación dos, tecnología en valva y

ncia.

y/o pintadas en abrigos o re ellos, hachas y placas

incia del Chubut no muestra es. Para la costa norte, los alizados por Robert Tykot a una dieta mixta, en la que da en importancia el lobo las plantas parecen haber

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En contraste, para la costa del golfo San Jorge los trabajos de Sergio Caviglia y Luis Borrero y de Gloria Arrigoni y María Clara Paleo sugieren que los recursos del mar fueron más relevantes que los de la tierra: en sitios cerámicos de este sector costero predominaron los lobos marinos sobre los guanacos. También se registró consumo de diversas aves marinas, variedad de moluscos y cetáceos. Estos sitios de la costa sur del Chubut presentan rasgos similares a los de la costa norte de la vecina provincia de Santa Cruz estudiados por el equipo coordinado por Alicia Castro y Eduardo Moreno. Un dato interesante proviene del sitio Loma Grande en el valle inferior del río Chubut (ver Mapa), donde Gómez Otero y Belardi ubicaron una concentración de varios pequeños fogones que contenían restos de percas y de coipos. La datación de uno de esos fogones dio una antigüedad de 1200 años AP. Por su parte, investigaciones iniciadas recientemente por Eduardo Moreno y colaboradores en el lago Musters permitieron registrar la presencia de cinco arpones de hueso en el museo Desiderio Torres de la localidad de Sarmiento y también artefactos que habrían funcionado como pesas de red o de línea. Los arpones -que se suman a otros siete hallados en la costa sur del golfo San Jorge y Puerto Deseado- podrían estar indicando la caza de coipos; las pesas de red, el aprovechamiento de peces de agua dulce. Para el interior de la provincia los análisis de los restos de animales consumidos por los cazadores-recolectores muestran la incorporación de pequeños animales en una dieta dominada por el consumo de guanaco y en menor medida, el choique. Pablo Fernández ha analizado las arqueofaunas de Piedra Parada donde comprobó que también se consumieron aves en general, chinchillón patagónico, zorro (no se sabe si formó parte de la dieta o se buscó aprovechar su cuero). Varias fuentes etnohistóricas citan el consumo de armadillos y roedores, pero la evidencia arqueológica no permite ser concluyentes al respecto. Análisis químicos realizados a huesos humanos provenientes de un enterratorio de la zona de Piedra Parada (ver adelante), señalaron que la dieta estuvo basada en el consumo de proteínas animales terrestres. Otros cuatro análisis realizados sobre pelos humanos recuperados en el sitio Campo Cerda 1, en niveles fechados entre 2000 y 1700 años AP, mostraron el mismo tipo de alimentación, pero en este caso con algún aporte de vegetales. En todos los casos se trata de una dieta continental, totalmente desprovista de alimentos de origen marino. Si bien es difícil recuperar en el registro arqueológico vegetales utilizados en la alimentación o como medicina, en contextos de Piedra Parada, Pérez de Micou pudo reconocer restos de plantas con probadas propiedades alimenticias y medicinales. En los sitios del bosque, a pesar de que el registro faunístico es escaso y está muy deteriorado por la gran humedad y la acidez de los sedimentos, Pablo Fernández pudo determinar que se aprovechó huemul, un cérvido autóctono, hoy en peligro de extinción. En el Alero Sendero de Interpretación excavado por Arrigoni, su consumo se habría dado desde 1670 años AP y en el Cerro Pintado (donde es minoritaria su presencia con respecto a la del guanaco), desde 1870

ambién se lo identificó en Risco de Azócar 1 (El Hoyo) y en

L

años AP (ver Mapa). T

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sitios de la provincia de Río Negro estudiados por el equipo de investigación que trabaja en la Comarca Andina del Paralelo 42°.

El bosque cordillerano debió proveer a los antiguos cazadores-recolectores recursos importantes y exclusivos de la zona, como maderas, caña colihue, resinas, frutos, hongos y plantas tintóreas, entre tantos otros. Sin embargo, el ambiente y el clima no permiten la buena conservación de los vegetales en los sitios arqueológicos. Un caso excepcional se verificó en el alero Sendero de Interpretación donde, para el lapso 1440-440 años AP, se conservaron abundantes restos de pequeños tubérculos -muchas veces quemados- en la proximidad de fogones. Estudios botánicos indicaron que no son plantas típicas de la región, lo que permitió inferir a Gloria Arrigoni, que fueron llevadas y conservadas en el alero para ser utilizadas como alimento.

16. Comarca Andina del Chubut.

Foto: Carlos J. Godoy

Innovación y cambios tecnológicos

La piedra tallada La tecnología de la piedra tallada sufrió notables cambios en diseño y métodos de fabricación. Con varios milenios de retraso respecto de Patagonia meridional, se aplica por primera vez la técnica llamada "de adelgazamiento bifacial", que consiste en golpes controlados dados sobre ambas caras de un fragmento de roca a los fines de rebajar su espesor para lograr una pieza simétrica. Estas piezas se denominan "bifaces": pueden utilizarse directamente o continuar su talla para obtener puntas de proyectil. Las dataciones más antiguas para contextos con puntas bifaciales son: 2110 años AP en Península Valdés y 1700 años AP tanto en el Alero de las Manos Pintadas como en el área de Piedra Parada (ver Mapa).

P

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La ausencia de puntas de proyectil en contextos anteriores puede deberse a limitaciones de muestreo, aunque también pudieron haberse usado puntas de madera o hueso que no perduraron, o haberse usado otras armas para cazar, como las boleadoras. En los contextos arqueológicos de todo el espacio chubutense se recuperaron puntas de proyectil con o sin pedúnculo y de distintos tamaños, lo que permite inferir que se usaron en diferentes armas: las medianas y grandes en dardos con propulsores y las pequeñas en arcos y flechas. Otras herramientas -como raspadores, raederas o lascas con filos sin modificar- que ya estaban en uso desde los inicios de la ocupación humana en la provincia sufrieron modificaciones en su diseño y en su tamaño, que se redujo notablemente. El estudio de estos instrumentos de piedra junto con el de los desechos producidos durante su proceso de fabricación ha dado importantes datos acerca de las tareas y actividades que se realizaron en los distintos sitios arqueológicos conocidos. Así, en la región de Piedra Parada, los análisis de Mariana Carballido mostraron que los raspadores y las puntas de proyectil -los artefactos más abundantes en los sitios- parecen haber sido reciclados en varias oportunidades. Otra novedad para este período es la incorporación de la obsidiana como materia prima, que se sumó a las rocas síliceas y caldedonias, que ya estaban en uso desde los primeros tiempos. El aprovechamiento de las obsidianas perduró a través del tiempo, como se verá más adelante.

También se distinguieron sitios llamados "canteras-tlos cazadores-recolectores se aprovisionaban de roctalla, dejando desechos de gran tamaño (algunos condificultan la talla), pero ningún instrumento totalmenteconfección final de los instrumentos se realizaban eParada, Bellelli estudió los

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17. Area de Piedra Parada

Foto: Gómez Otero J y Bellelli C

aller". En este tipo de sitios as de buena calidad para la defectos o inclusiones que formatizado. Las tareas de n otros lugares. En Piedra

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HISTORIAS DE LA PATAGONIA DE LOS PULRLOS ORIGINARIOS A I A I. N.)1. IDA(.ION DI I I SIND) NA.ONAI

materiales del sitio Don Segundo, de más de una hectárea, donde afloran grandes bloques de una roca sedimentaria con mucho contenido de sílice (limolita). La evidencia lítica de los sitios del bosque conocidos hasta el momento es semejante a la del interior en cuanto a las materias primas (incluida la obsidiana), diseño, tamaño y función de los instrumentos. La particularidad radica en que están muy alterados por el fuego. Los frecuentes incendios forestales afectaron la integridad del conjunto lítico. Esto se da en el sitio Cerro Pintado (Cholila) y en Risco de Azócar 1 (El Hoyo), que comenzó a ser ocupado hace 1690 años AP (ver Mapa). Ambos sitios están siendo estudiados en el marco de un proyecto de investigación llevado adelante por Bellelli, Carballido, Fernández, Mercedes Podestá y Vivian Scheinsohn en la Comarca Andina del Paralelo 42° (NO del Chubut y SO de Río Negro). En ambos lugares hay evidencia de que en ellos se confeccionaron y/o reactivaron filos de instrumentos como raspadores o puntas de proyectil. En la costa, además de los artefactos más "rústicos" provenientes de la talla de los pequeños guijarros, se registraron utensilios muy bien terminados elaborados con rocas silíceas, calcedonias y obsidianas, similares en diseño y tamaño a los que rescatados en los sitios de las mesetas interiores y el bosque. Artefactos de molienda También en numerosos sitios de la costa, fueron registrados utensilios de molienda y restos cerámicos. Estos sitios –todos de superficie- son en general extensos y muestran evidencias de múltiples actividades, lo que permite interpretarlos como campamentos base. Los artefactos de molienda observados son de dos tipos: molinos planos y morteros confeccionados sobre rocas locales y no locales. Entre las primeras se encuentran lajas de arenisca de antiguas restingas, pórfidos y también huesos de cetáceos fósiles que sirvieron para fabricar manos de molino; entre las alóctonas se usaron granitos y dioritas. Estos objetos -de peso y tamaño grandes- parecen no haber sido acarreados durante las mudanzas entre uno y otro asentamiento, sino dejados en cada lugar como equipamiento para futuras ocupaciones. Esta práctica explicaría también la presencia de molinos y manos en la excavación del Alero del Shamán y en un sitio de superficie vecino a la localidad de Cholila (confeccionado con una arenisca que aflora en el mismo lugar), ambos en ambiente de bosque. Este tipo de utensilios, por su tamaño y visibilidad fueron sistemáticamente recolectados por los coleccionistas y hoy es común verlos en las vitrinas de museos locales o en colecciones particulares, fuera del contexto en que se los confeccionó y/o utilizó. Este es el caso de muchas piezas recolectadas en el interior de la provincia, por ejemplo en la zona de Piedra Parada, donde los arqueólogos no han registrado la presencia de molinos (aunque sí de manos) en los sitios estudiados. La excepción la constituye una pieza recuperada en la excavación del sitio Campo Cerda 1: un bloque de basalto desprendido de las paredes del alero fue utilizado como molino para preparar la mezcla pigmentaria empleada en la realización de las pinturas rupestres. Esta mezcla estaba formada por una roca con alto contenido de hematita molida y mezclada, posiblemen-

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te, con algún tipo de grasa, lo cual dejó sobre el molino una capa de una pasta de varios milímetros de espesor de intenso color rojo. Cerámica

La tecnología cerámica sugiere que habría cumplido funciones relacionadas con la cocción y el almacenamiento de alimentos. La mayor parte de los recipientes son ollas de forma globular, de colores grises a pardos y terminación pulida o alisada. También se registraron jarras con y sin asas y piezas decoradas con incisiones geométricas simples. Estudios realizados por el geólogo Pablo Bouza y el técnico Roberto Taylor sobre tiestos cerámicos rescatados en Península Valdés, indicaron que fueron fabricados con arcillas locales que naturalmente contenían antiplásticos minerales, y que su cocción se habría realizado en fogones a cielo abierto. Análisis químicos especiales de residuos de alimentación adheridos a dos de esos tiestos, revelaron que se trataba principalmente de vegetales probablemente mezclados con proteínas y grasas de animales terrestres. De esto se deduce que la aparición de la cerámica -al igual que los instrumentos de molienda- parece haber estado relacionada con una intensificación en el aprovechamiento de plantas. Rasgos similares fueron identificados por Gloria Arrigoni en muestras cerámicas de la zona del lago Futalaufquen y de la costa del golfo San Jorge. En una monografía inédita, Osvaldo Menghin y Marcelo Bórmida consignaron la presencia abundante de cerámica y de artefactos de molienda en sitios costeros de la provincia.

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Se recuperaron tiestos en la mayoría de los sitios arqueológicos estudiados en el interior de la provincia. Algunos tenían decoración incisa y otros residuos de lo que contuvieron. Sus técnicas de fabricación y cocción, su decoración y posibles usos son semejantes a las descriptas para la costa. Una de las diferencias radica en que no son abundantes (muchas veces las excavaciones brindaron solamente uno o dos tiestos). Por esta razón la reconstrucción de formas es difícil (aunque todos los datos apuntan a señalar que no existía la gran variabilidad que se registra en la costa y que la mayoría era de formas globulosas). La única pieza entera, decorada, y asociada a un contexto arqueológico fue recuperada por Menghin en 1955 en Chacra Briones -sitio con arte rupestre que quedó bajo las aguas del Dique Ameghino- estudiado más de dos décadas después por Aschero, Bellelli y María Victoria Fontanella. Trabajos emprendidos por Gradin en el Cerro Shequen, un extenso farallón con arte rupestre ubicado al sur de la localidad de San Martín (ver Mapa), permitieron datar por primera vez un contexto con cerámica, que dio una antigüedad de 1210 años AR En la franja cordillerana se registró mayor cantidad de tiestos, pero están muy fragmentados y deteriorados por la acción del fuego y del agua. En contextos tardíos de los sitios de El Hoyo y de Cholila, se recuperaron además fragmentos de posibles "torteros", cuya forma circular se habría logrado mediante la abrasión y redondeo de trozos de vasijas rotas. La horadación que presentan en estas piezas en su centro habría servido para insertar el huso. La presencia de estos torteros sugiere que para esa época posiblemente ya se hilaba fibra de guanaco, a la que se habría agregado la de oveja luego del contacto con los europeos. Es probable que el desarrollo de la cerámica sea contemporáneo con el de la tecnología de la piedra pulida Diversas colecciones particulares y de museos contienen piezas -algunas de gran belleza- que evidencian mucha inversión de trabajo. Entre ellas se encuentran rompecráneos, hachas "en ocho", copas líticas, pipas y pequeñas esculturas que tendrían carácter simbólico o mágico, o atributos de poder, como los llamados "tokis" (o supuestos bastones de mando). Tecnología en valva y hueso En el área costera también se desarrolló un tipo de tecnología propia de este ambiente: la de valvas de moluscos. Así, las conchillas de caracoles grandes se modificaron para obtener recipientes y cucharas, mientras que las de caracoles pequeños o bivalvos se perforaron o tallaron para confeccionar cuentas que fueron enhebradas en collares, brazaletes y tobilleras. En un sitio enterratorio doble de 880 años AP hallado en Península Valdés, se recuperó una fibra torsionada y muy delgada de pelo de guanaco que podría haber servido para enhebrar estas cuentas de collar. Esta tecnología también está presente en los sitios del bosque, aunque limitada al uso de un bivalvo muy común en lagos y ríos cordilleranos (Dyplodon sp.). En el sitio Cerro Pintado (Cholila) se recuperaron cuentas y también fragmentos sin modificar de valvas, quizás como reserva de materia prima para futuros usos. De manera similar al resto de Patagonia extraandina, la tecnología sobre hueso

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tuvo escaso desarrollo: solamente se fabricaron sencillos instrumentos como retocadores para dar forma y terminación a filos de artefactos de piedra, espátulas, punzones y agujas. Estos dos últimos tipos de artefactos seguramente se han utilizado en el trabajo del cuero (para horadar y ayudar a pasar los tientos y

tendones usados para coser) y de la cestería (para entrecruzar las fibras vegetales que formaban la trama y la urdimbre)

Tecnología en vegetales La buena preservación de la evidencia arqueológica en Piedra Parada permitió que se recuperaran artefactos y macrovestigios vegetales. Ya se ha señalado la temprana aparición de la técnica cestera en la región, que se hace presente en este lapso a través de dos piezas de Campo Cerda 1 (fechadas por AMS en 1715 y 1870 años AP) y dos fragmentos del sitio Piedra Parada 1. De un fogón de este sitio, datado en 1330 años AP, se recuperó además una "pinza" o mango de instrumento de piedra elaborado en caña colihue. Por su parte, en la excavación de Campo Cretón 1 en Piedra Parada se halló un fragmento de caña decorado con incisiones escalonadas, semejantes a los grabados que se observan sobre las paredes del sitio. En museos regionales y colecciones privadas se conservan varios artefactos semejantes a estos, algunos recuperados en "chenques" saqueados en distintos lugares de la provincia. Como ejemplo, se destaca una estera decorada, casi completa, realizada con cañas largas y delgadas unidas por cordeles de pelo de guanaco y pelo humano hallada en una tumba de Paso del Sapo y actualmente depositada en el museo Gerhold de Ingeniero Jacobacci. En varios sitios de Piedra Parada -pero especialmente en Campo Cerda 1- se recuperaron abundantes fragmentos de artefactos realizados con técnicas cesteras que fueron datados entre 2850 y 1715 años AP. Entre ellos hay nudos de gramíneas, cordeles torsionados, haces de pastos anudados o atados y rollos de gramíneas. Es muy difícil, ante esta evidencia, no hipotetizar que estamos en pre-

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sencia de un "taller de artesanía cestera". Otro tipo de artefactos –que habrían sido usados para pintar- son los pequeños "hisopos" que se encontraron en el sitio Campo Nassif 1. El estudio que hizo Maria Onetto reveló que estos artefactos -de pocos milímetros de largo- estaban conformados por una zona interna de fibras vegetales ovilladas cubiertas por pelo de guanaco teñido de rojo. Posiblemente estén asociados a la realización de los motivos más pequeños ("miniaturas") que se observan en las paredes del alero. En la costa, solamente se registró un artefacto vegetal: se trata de un anzuelo de madera, que según estudios realizados por Gómez Otero, habría formado parte de una caña de pescar con la que se habrían capturado peces medianos a chicos al borde de pozones de marea. También aparecieron astiles de caña colihue -que crecen en sectores cordilleranos- en el enterratorio del Cerrito de las Calaveras (Península Valdés), estudiado por Félix Outes en 1915.

Circulación de materias primas e intercambios En numerosos sitios de todo el ámbito provincial se registraron diversas materias primas y bienes no locales que sugieren rangos de intercambio regulares en radios de hasta cuatrocientos kilómetros. El registro arqueológico mostró la circulación de pigmentos minerales, cuentas de valva y caracoles, cañas colihue, obsidianas, granitos, pizarras, hematita, basaltos vesiculares y calcedonias de filón. Algunas evidencias también señalan relaciones o contactos directos o mediatizados más allá de esos límites; incluso con regiones muy alejadas de Patagonia. Entre las materias primas que circularon de manera frecuente entre los indígenas entre la costa y el interior se encuentran diversas variedades de obsidiana, roca de origen volcánico, muy adecuada para la talla de puntas de proyectil, raspadores y cuchillos. Estudios geoquímicos realizados a muestras obtenidas por Cristina Bellelli, Fernando Pereyra y Mariana Carballido en Cholila y Piedra Parada y por Gómez Otero, Charles Stern y Belardi en la costa atlántica, valle medio e inferior del río Chubut y la meseta centro-norte, evidenciaron la circulación de nueve tipos diferentes de obsidianas en los últimos 3000 años. Cuatro de esos tipos provienen de fuentes conocidas: Telsen y Sacanana en la meseta centro-norte del Chubut, Pampa del Asador, en el centro-oeste de Santa Cruz y Portada Covunco, en Neuquén. La primera abasteció exclusivamente sitios costeros. En uno de estos sitios también se registró la obsidiana de Pampa del Asador, ubicada a 800 km de distancia lineal. La segunda es la que tiene el rol más importante, ya que fue utilizada por las sociedades que ocuparon todo el norte de la provincia, desde la costa a la cordillera. En la zona de Cholila, además de la fuente de Sacanana, se comprobó el uso de obsidianas de Portada Covunco, a 400 km en línea recta hacia el norte. Otras fuentes no han sido aun ubicadas, pero por la distribución de los artefactos correspondientes se presume que podrían estar loca-

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adas en distintos sectores rionegrinos de la meseta de Somuncurá, en el arque Nacional Los Alerces y en la zona de Piedra Parada. En la costa hay gistro de circulación de obsidianas entre 2600 años AP y 380 años AP, en iedra Parada entre 3200 y 500 años AP y en Cholila entre 1900 y 700 años AP.

n caso interesante lo plantea en Piedra Parada el Alero Don Santiago: a través e estudios de carbones arqueológicos, Bernarda Marconetto pudo determinar ue un fragmento de madera quemada de un fogón fechado en 740 años AP, ra de una variedad no determinada de Nothofagus (lenga, ñire o coihue), xclusiva del bosque andino patagónico a más de 150 kilómetros lineales.

a circulación e intercambio de bienes y materias primas parecen haberse tensificado a partir del 1000 AP Esto es muy notorio en enterratorios de la sta y valle inferior del río Chubut estudiados por Gómez Otero: en la mayoría

e los atribuibles al período entre 2600 años AP y 1000 años AP, no se hallaron ateriales asociados (salvo bolas de boleadora en algunos); los comprendidos ntre 1000 a 800 años AP ya evidenciaron la presencia de pigmentos minerales e color rojo, de delgadas plaquetas de bronce o latón y de cuentas de valvas o de rocas ornamentales como malaquita, turquesa, serpentina y crisocola, no riundas de Patagonia. Estas cuentas y los objetos de metal, podrían estar dicando relaciones con pueblos agroalfareros del Noroeste argentino y/o de hile central. Otros ejemplos son el enterratorio del "Cerrito de las Calaveras" enínsula Valdés) y el de Sierra Cuadrada (al noroeste de Comodoro ivadavia) descripto por Milcíades Alejo Vignati

in embargo, no solo materias primas y bienes habrían circulado: cabe aginarse que los contactos directos o indirectos entre los distintos grupos

abrían permitido el intercambio de ideas, creencias, diseños y, seguramente mbién, genes.

l arte rupestre

l arte rupestre es la manifestación del pasado humano más llamativa y visible n la meseta y en la franja cordillerana. Las manifestaciones artísticas realizadas bre soportes fijos (cuevas, aleros, paredones, bloques) se encuentran en toda

provincia y la técnica predominante fue la pintura aunque también se utilizó el rabado de las rocas. El primero en proponer una sistematización sobre el arte pestre de Patagonia fue Osvaldo Menghin. Sin embargo, fue el recientemente llecido Carlos Gradin, quien retomó y superó el modelo de Menghin. A él se ebe el conocimiento de múltiples sitios ubicados principalmente en el suroeste e la provincia, en las zonas de los lagos Musters y Colhué Huapi y de Río ayo, Alto Río Senguerr, Facundo, Sarmiento y General San Martín.

ace unos mil años aproximadamente, se dio un profundo cambio en el arte pestre patagónico: la composición figurativa de animales y humanos que había

revalecido desde épocas anteriores -fundamentalmente en los sitios ntacruceños- dio lugar a la aparición de un estilo dominado por las formas

eométricas simples y complejas. Carlos Gradin lo denominó "tendencia bstracta geométri-

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a compleja", ampliando conceptualmente la designación de "estilo de grecas" ue en la década del ´50 le diera Menghin. Este estilo se registró -con ariaciones regionales- en un área muy amplia que incluye las mesetas y las onas pre-cordilleranas y cordilleranas del norte y centro de la Patagonia. Por el omento, no hay suficientes elementos de juicio como para identificar en qué gar de tan vasta área pudo haber surgido inicialmente esta modalidad artística.

a denominación de este estilo se debe a que buena parte de los motivos se asan sobre la combinación de ángulos rectos que se articulan en formas scalonadas o almenadas ("grecas") que muchas veces se repiten rítmicamente. sí, se arman figuras complejas (laberintos, clepsidras, guardas, figuras en

orma de X, que suelen aparecer enmarcadas, y en estos casos han sido esignados "pañuelos", "placas", "hachas"). También hay figuras más simples zig-zags, cruces, cuadrados, rectángulos), combinadas con figuras de soles, írculos, puntos, líneas rectas. La representación de los animales está limitada a u pisada: tridígitos, líneas cortas paralelas, rosetas (que se interpretan como las isadas del ñandú, el guanaco o los felinos, respectivamente), aunque casionalmente se encuentran representaciones figurativas de ñandúes y uanacos o las estilizaciones de los cueros de felinos y de humanos. Esta

endencia artística incorporó el uso

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de la policromía en la realización de las pinturas: en un mismo panel es común encontrar muchos tonos de rojo y de ocre, blanco, negro y, en menor proporción, el verde, tonalidad que no era nada frecuente en épocas anteriores. En los momentos finales de desarrollo de este estilo, los mismos motivos se pintaron o grabaron en tamaños más pequeños, con trazos de milímetros de ancho, dando lugar al llamado "estilo de miniaturas". En esta época también aparecen en el registro arqueológico las primeras expresiones de arte mobiliar, o sea aquel realizado sobre soportes transportables tales como placas grabadas, hachas en forma de 8, vasijas y capas de cuero. Es muy posible que desde los primeros tiempos del poblamiento de la región se hayan también pintado los cuerpos de las personas. En la costa, el arte rupestre sobre soportes fijos no parece haber tenido desarrollo: solamente se registró un sitio -Cañadón Encerrado- al sur de Camarones y a escasos doce kilómetros del mar. Según estudios de Julieta Gómez Otero y Mirta Vallejo, se trata de dos paredones separados por un pequeño arroyo sobre los cuales se pintaron motivos abstractos y representativos en color rojo que corresponderían al estilo de grecas de Menghin.

La ausencia de manifestaciones rupestres sobre soportes fijos en la costa contrasta con la abundancia registrada en el interior. Esto podría tener relación con

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21. Fig. de cruces. Foto: Gómez Otero, J. y Bellelli, C.

2 Fig de cruces y rosetas Foto: Gómez Otero J y Bellelli C

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a escasez de afloramientos de rocas duras en la franja litoral: solamente existen ntre punta Clara al norte y Caleta Malaspina al sur. No obstante, no habría que escartar otro tipo de explicaciones, como la de una difusión tardía del arte upestre hacia la costa y/o un rechazo a su adopción por parte de poblaciones osteras. Sin embargo, el arte rupestre mobiliar sí fue identificado en la costa: lacas y hachas grabadas y a veces también cerámica decorada han aparecido n numerosos sitios de superficie. Las placas y hachas grabadas fueron laboradas sobre pizarras y otras rocas blandas, varias de ellas obtenibles en

uentes lejanas a más de cuatrocientos kilómetros de distancia.

ntre los sitios más representativos del arte rupestre chubutense se encuentra el lero de las Manos Pintadas, dado a conocer por Menghin en la década del '50 y studiado por Carlos Gradin y Carlos Aschero en la del '70. Allí se comprobó que ace por lo menos 2610 años AP ya se habían pintado sus paredes. La ecuencia estilística habría comenzado con los negativos de manos (los motivos ás frecuentes en el arte santacruceño donde su antigüedad es mayor);

ontinuado con la combinación de las técnicas de grabado y pintura para plasmar anos y pisadas animales y culminado con la representación de motivos ertenecientes al estilo de grecas y al de miniaturas.

tro sitio importante es el llamado Piedra Calada, en la localidad de Las Plumas valle medio del Chubut), estudiado por Menghin y Gradin. Se trata de un onjunto de unos cuarenta grandes bloques profusamente grabados con motivos bstractos curvilíneos, que se encuentran en el faldeo y al pie de un cañadón que esemboca en el río. Menghin y Gradin estimaron una antigüedad de proximadamente dos mil años.

l norte del lago Colhué Huapi, Gradin, Alfredo Fisher y Raúl Scandroglio elevaron una extensa localidad arqueológica denominada Cerro Yanquenao. Se istingue por ser uno de los pocos lugares donde con la técnica del grabado se ealizaron motivos típicos del estilo de grecas. En el paraje Puesto Blanco (Río ayo), Gloria Arrigoni identificó más de veinte sitios de superficie y un farallón de 00 m de extensión donde se observó la combinación de pintura y grabado: obre motivos geométricos complejos pintados y de gran tamaño se uperpusieron motivos grabados del mismo estilo.

n el mapa de distribución de la "tendencia abstracta geométrica compleja" o estilo de grecas" en la provincia del Chubut, Piedra Parada ocupa un lugar entral. Son alrededor de treinta los sitios con arte rupestre conocidos, entre los ue predominan los pintados (son muy escasos los que presentan grabados). Se

ocalizan tanto en el valle y en los cañadones tributarios como en las pampas ltas ubicadas al norte y sur del río, entre Gualjaina y Paso del Sapo. Sobre la ase de las superposiciones de los motivos, Carlos Aschero y Maria Onetto udieron distinguir tres momentos sucesivos a lo largo de aproximadamente 800 ños (1300 años AP a 500 años AP). El primer momento está caracterizado por untos y líneas irregulares y unos pocos motivos representativos: los negativos e manos en el alero Piedra Parada 1. Este sitio es el punto más septentrional onde se encuentran estas representaciones, típicas de momentos mucho más

empranos en la provincia de Santa Cruz (la Cue-

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va de las Manos, por ejemplo). En el segundo momento se realizaron grabados curvilíneos de surco ancho, de líneas rectas, paralelas y en zigzag de surco fino. También se pintaron puntiformes, dígitos y tridígitos ("pisadas" de guanaco y de choique). El momento final (fechado en Campo Nassif 1 en 480 años AP y en Campo Cerda 1 en 580 años AP), se distingue por los motivos complejos, almenados y escalonados y también cruciformes, rosetas y guardas.

En el corredor boscoso y ecotonal que se extiende desde el límite con Río Negro hasta el Parque Nacional Los Alerces, los estudios de Gloria Arrigoni en el parque nacional y de Mercedes Podestá y Elena Tropea en El Hoyo y en Cholila, permitieron reconocer similitudes estilísticas entre el arte de más de treinta sitios de esa área y el registrado en el interior chubutense y en ambientes similares en Río Negro, aunque con ciertas particularidades propias. En esta área los primeros motivos artísticos se habrían realizado hace aproximadamente 700 años. En el sitio Cerro Pintado (Cholila), donde se determinaron tres momentos de realización de las pinturas (aunque muy cercanos en el tiempo), se incorporan los motivos figurativos, especialmente de felinos y los enmarcados se complejizan. Es importante mencionar el apoyo de la comunidad de Cholila para que se iniciaran los estudios en este y otros sitios.

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Inhumaciones múltiples Numerosos sitios enterratorios fueron descubiertos en la costa norte chubutense y el valle inferior del río Chubut. Estaban localizados en médanos o albardones altos al amparo de las mareas o de las crecidas del río. Los sitios correspondientes al lapso entre 2600 AP y 800 años AP contenían solamente un individuo o a lo sumo dos; los posteriores a esa fecha (incluyendo el periodo del contacto con los europeos) estaban integrados por numerosos individuos. La mayor parte de los enterratorios múltiples fue ubicada en la desembocadura y valle inferior del río Chubut. Estudios bioantropológicos efectuados por Silvia Dahinten a diversos esqueletos humanos procedentes de esos sitios, mostraron que entre 2600 AP y 200 AP esta zona estuvo habitada por poblaciones humanas que compartían una misma morfología craneana, presentaban deformación no intencional del cráneo (probablemente por uso de cunas de transporte) y eran de alta estatura y corpulencia. Estas poblaciones estarían vinculadas genéticamente con los indígenas conocidos en el período histórico como "patagones" o "tehuelches". En la costa del golfo San Jorge también se registraron varios enterratorios: uno de 25 esqueletos en Bahía Solano (del que lamentablemente se carece de datos cronológicos) y otros en Punta Roja, Punta Tombo y uno en Rada Tilly, estudiado por Gloria Arrigoni y María Clara Paleo. Algunos de ellos correspondían a sepulturas del tipo chenque. En su monografía inédita Menghin y Bórmida destacaron asimismo el hallazgo de numerosos chenques y enterratorios en médanos en la costa chubutense. El aumento en el registro de inhumaciones múltiples a partir de los últimos ochocientos años podría indicar un crecimiento demográfico de las poblaciones locales para esa época o quizás también una menor movilidad residencial y concentración de grupos en determinados puntos del espacio con buenas condiciones ambientales. Algunos de los esqueletos rescatados mostraron marcas de violencia: puntas de proyectil clavadas en los huesos y lesiones en el cráneo, lo que podría indicar competencia por el espacio o determinados recursos. En el área de Piedra Parada se localizaron diversos chenques pero solamente un enterratorio no había sido saqueado y pudo ser rescatado con métodos arqueológicos. En el mismo se había sepultado una mujer de alrededor de 45 años, desprovista de ajuar. De acuerdo con los análisis de la bioantropóloga Livia Kozameh y la odontóloga Alejandra Benítez, presenta un fuerte y particular desgaste dentario compatible con el uso de la dentadura como herramienta de trabajo. Un fechado radiocarbónico realizado sobre uno de los huesos determinó que su muerte se produjo hace 830+ 41 años AP. Después del contacto con el europeo En este acápite solamente se tratará el registro arqueológico que abarca desde el primer contacto con los europeos en el siglo XVI hasta el siglo XIX inicial en que se iniciaron las campañas al Desierto que culminaron con la destrucción física y cultural de gran parte de las poblaciones indígenas de Patagonia. Por otra parte, tampoco se analizará la historia a partir de la ocupación definitiva de esta vasta región por parte de colonizadores europeos y criollos. Esto se debe a que aun no se han abordado estos períodos desde la subdisciplina de la arqueología llama-

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da "arqueología histórica" o "arqueología de momentos históricos". El primer contacto con europeos se produjo en las costas de la bahía de Camarones en 1535, cuando desembarcaron los miembros de la expedición de Simón de Alcazaba. El segundo encuentro tuvo lugar a fines del siglo XVIII en ocasión del viaje científico de Alejandro Malaspina. Sin embargo, fue recién a partir de la instalación del Fuerte San José en Península Valdés y su perduración durante treinta años cuando las relaciones entre indígenas y españoles se hicieron más frecuentes.

La arqueología pudo registrar evidencias directas de intercambios entre indígenas y españoles en algunos pocos sitios. Entre ellos se destaca el enterratorio múltiple de Rawson, rescatado en 1995 en un populoso barrio de la ciudad del mismo nombre. Un mínimo de catorce personas había sido sepultada: tres adultos, un subadulto de

aproximadamente 18 a 20 años y el resto, niños. El subadulto -datado en 270 años AP- se destacó por la variedad y riqueza de los materiales asociados, algunos de origen europeo, como cuentas de vidrio cilíndricas de color azul-verdoso y una pieza discoidal de bronce similar a una base de candil. Según el arqueólogo Adán Hajduk las cuentas de vidrio corresponderían a un tipo que estaba en circulación en Europa en los siglos XVI y XVII. Además de estos objetos, conformaban el ajuar fúnebre pigmentos minerales rojos, restos de un manto de cuero de guanaco, textiles, cuentas de valva, turquesa y malaquita y un hacha ceremonial de bronce decorada en ambas caras", También se registraron puntas de proyectil fracturadas que sugieren que el joven pudo haber tenido una muerte violenta. Llamó la atención la mayor riqueza en el ajuar fúnebre asociado con este individuo respecto de los otros: esto podría estar indicando la existencia de diferencias en rango social en algunas sociedades cazadoras-recolectoras de Patagonia para esa época. Asimismo, en algunos sitios de todo el ámbito provincial se reconocieron restos de caballos y ovinos. Análisis químicos realizados por Robert Tykot a muestras

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umanas de la costa norte del Chubut posteriores al contacto con los europeos, dicaron que en este periodo habría aumentado el consumo de carnes terrestres disminuido el de recursos marinos. Es probable que esto se deba a la adopción el caballo y a su utilización como alimento además de otros usos.

n distintos museos y colecciones privadas de la provincia pueden apreciarse anufacturas realizadas en vidrio, hierro y otras materias primas del mundo

riollo europeo. Esto indica no sólo que los indígenas los incorporaron ápidamente a su cultura sino también las transformaron y adecuaron a sus ecesidades e intereses.

modo de síntesis

n páginas anteriores hemos presentado y analizado información arqueológica roveniente de distintos trabajos que se iniciaron a principio del siglo XX. Esa vestigaciones permitieron reconstruir una historia de siete mil años en el ámbito e la actual provincial del Chubut.

sa historia muestra que las antiguas poblaciones indígenas supieron extraer rovecho de los distintos ambientes en los que se movían, pero que su cultura no

ue estática o conservadora. Con el transcurso de los milenios fueron corporando nuevos rasgos o cambiando ciertas estrategias. También se pudo onocer la existencia de contactos directos o indirectos con otras áreas de atagonia, que no sólo se habrían limitado al intercambio de materias primas y ienes, sino también de ideas, creencias, diseños y genes. Para los últimos mil ños se observó que esta red de intercambios trascendió ampliamente las

ronteras de la región ya que circularon manufacturas del Noroeste argentino y el otro lado de los Andes. Es probable que para ese entonces las sociedades dígenas de la zona hayan estado experimentando un crecimiento demográfico, ue pudo haber traído aparejados cambios en la composición social y política de s mismas.

nas pocas palabras para terminar: todos estos conocimientos pudieron ser lasmados en este capitulo gracias a la información aportada por un grupo de rqueólogos que está trabajando en la provincia desde hace varios años. Sin mbargo, de forma paralela el patrimonio arqueológico sigue siendo objeto de aqueos y destrucción por parte de personas que no comprenden que es un bien o renovable, público y de jurisdicción del estado de acuerdo con el espíritu de la ey Provincial 3559/90. Para que esto no suceda, es fundamental aplicar las yes, ejercer los controles necesarios, proteger y poner en valor los sitios. Sin mbargo, es más importante aun educar de manera formal y no formal, para que ada uno de quienes habitamos esta y otras provincias del país defendamos y uidemos este valioso patrimonio que nos permite de alguna manera conectarnos on aquellos hombres y mujeres que nos precedieron en la historia.

AP significa "antes del presente" y por convención se aplica a datos cronológicos nteriores al año 1950 de nuestra Era obtenidos por medio de análisis de Carbono 14. En ste trabajo, se mencionan dataciones radiocarbónicas sin calibrar (sin equivalente en ños calendáricos).

PATAGONIA TOTAL • 51