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Geografía Humana Desafíos y horizontes Alicia Lindón Daniel Hiernaux og ANTHI/OPOS rUUNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA ,„ , - _ UNIDAD IZTAPALAK [MIDA de Camas sociales y Hurnandades

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Geografía Humana Desafíos y horizontes

Alicia Lindón Daniel Hiernaux

og

ANTHI/OPOS rUUNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA ,„ , - _ UNIDAD IZTAPALAK [MIDA de Camas sociales y Hurnandades

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LOS GIROS DE LA GEOGRAFÍA HUMANA

Desafíos y horizontes

ALICIA LINDÓN DANIEL HIERNAUX

(Dirs.)

Gerardo Bocco Paul Claval

Béatrice Collignon Daniel Hiernaux Jacques Lévy Alicia Lindón

Liliana López Levi Rocío Rosales Ortega Pedro Sunyer Martín Paula Soto Villagrán

Angelo Turco Pedro S. Urquijo

ANTHROPOS gla UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA

UNIDAD IZTAPALAPA DivisitA che Olidas Sociales y ~Jades

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LOS GIROS de la Geografía Humana : Desafíos y horizontes / Alicia Lindón y Daniel Hiernaux, directores. — Rubí (Barcelona) : Anthropos Editorial ; México : Universidad Autónoma Metropolitana. Iztapalapa, 2010 303 p. ; 24 cm. — (Obras Generales)

Bibliografías ISBN 978-84-7658-993-9

1. Geografía humana I. Lindón, Alicia, dir. II. Hiernaux, Daniel, dir. In. Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Div. Ciencias Sociales y Humanidades (México) IV. Colección

Primera edición: 2010

© Alicia Lindón Villoria et al., 2010 • UAM-Iztapalapa. División de Ciencias Sociales y Humanidades, 2010 • Anthropos Editorial, 2010 Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona)

www.anthropos-editorial.com En coedición con la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad

Autónoma Metropolitana. Iztapalapa, México ISBN: 978-84-7658-993-9 Depósito legal: B. 26.839-2010 Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial

(Nariño, S.L.), Rubí. Tel.: 93 6972296 / Fax: 93 5872661 Impresión: Novagráfik. Vivaldi, 5. Montcada i Reixac

Impreso en España - Printed in Spain

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquimico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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APRENDIZAJE COLECTIVO, REDES SOCIALES E INSTITUCIONES:

HACIA UNA NUEVA GEOGRAFÍA ECONÓMICA

Rocío Rosales Ortega Universidad Autónoma Metropolitana, lztapalapa, México

La geografía económica en particular está inmersa en el giro institucional (Amin y Thrift, 1993; Amin, 1999; Amin, 2001; Jessop, 2001; Cumbers, McKinnon y McMaster; 2003) y en el giro evolucionista (Boschma y Frenken, 2005). Ambos están trayendo el resurgimiento de debates que habían quedado inconclusos tiempo atrás, sobre la articulación entre las estructuras y la subjetividad de los actores, al mismo tiempo que retoman las tradicionales preocupaciones de vinculación del territorio, la economía y la sociedad (Granovetter, 1990; Swedberg, 1997, Dalziel e Higgins, 2006; Thrift y Kris, 1996). 1 En este contexto, la geogra-fía económica nuevamente encuentra un ámbito fructífero para replantear novedosas for-mas en las que el espacio interviene en la articulación de la acción económica. La reflexión sobre los nuevos caminos de la interrelación entre la geografía y la economía requiere cada vez más una discusión de mayor profundidad teórica que permita comprender los supues-tos epistemológicos y ontológicos, que tanto una como otra han compartido dentro de los debates en las ciencias sociales. Y estos dos giros están contribuyendo a ello notoriamente.

El surgimiento de nuevos conceptos en la geografía económica actual sólo se puede comprender cabalmente en el contexto de la discusión teórica sobre los giros epistemo-lógicos y ontológicos que han ido conformando las ciencias sociales. Éste es el caso de conceptos tales como el de aprendizaje colectivo, redes sociales, instituciones, gober-nanza industrial y empresarialidad.

En este sentido, el presente capítulo organiza toda su argumentación con base en la compleja configuración que se produce entre el análisis epistemológico del mercado —esto significa la explicación de los supuestos que lo conforman—, el análisis ontológi-co de los sujetos que configuran ese mercado y la epistemología espacial que se vincula a esas nociones de mercado e individuos.

1. Desde la sociología económica, el trabajo de Granovetter y las investigaciones más recientes de Swedberg han elaborado una reflexión mayor sobre la vinculación entre la sociedad y la economía. Por parte de la economía institucional y evolucionista, los trabajos de Hodgson han elaborado una propuesta más interdisciplinaria desde la perspectiva de estudios de la complejidad. Esta propuesta se ha apoyado en la teoría de la evolución, ahora denominada darwinismo generalizado como una forma de diferenciarse del evolucionismo social que predominó en las ciencias sociales durante las primeras décadas del siglo XX (Aldrich, Hodgson et al., 2008).

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Rocío Rosales Ortega

Los giros epistemológicos, ontológicos y espacial configuran así el mapa concep-tual a través del cual se presenta la forma en que la geografía económica de hoy en día se interesa crecientemente en la comprensión de las motivaciones, los hábitos, las rutinas, las normas, las prácticas y los contextos que fomentan la innovación, el aprendizaje y, por lo tanto, la organización y el cambio de las instituciones económico-sociales que definen la vida de los territorios.

En este sentido, el primer apartado del capítulo realiza una muy breve presentación de las principales características que consolidaron la presencia del giro positivista en la geografía económica analítica a partir de los años cincuenta del siglo pasado. Ésta es una referencia a un cambio previo pero que se requiere revisar para presentar la situa-ción actual. En un segundo apartado se presentan los debates y el diálogo entre la socio-logía económica y la geografía a fin de mostrar la presencia del giro cultural actual, que ha llevado a la redefinición de los temas de estudio de la geografía económica a través de conceptos como el de embedckdness, capital y redes sociales. En el tercer apartado se explican y analizan los debates producidos por el giro institucional y evolucionista que se está presentando en las ciencias sociales y a los que la geografía económica no puede mostrarse ajena.

En el cuarto apartado se analizan dos de las problemáticas que ha abordado la geografía económica, y en las cuales el papel de los actores y su contexto histórico-social adquiere mayor relevancia. Así, se estudia por un lado la empresarialidad entendida como la acción de los actores emprendedores capaces de transformar su entorno y, por otro, la gobernanta industrial como una forma de articulación de la cooperación y la asociación entre productores en diferentes escalas. En un quinto apartado se presentan las reflexiones finales sobre los cambios más importantes que está experimentando la geografía económica en comparación con los temas y metodologías que se abordaban a mediados del siglo pasado.

1. El giro positivista en la geografía económica

El fortalecimiento de la geografía económica como disciplina científica que superaría la tradición descriptiva, representada por la geografía económica estadística y comercial, se produjo cuando los geógrafos se apropiaron de los principios que sustentan el positi-vismo que largamente dominó en las ciencias sociales (Claval, 1981, 1998).

Cabe recordar que los principales fundamentos filosóficos que nutrieron al positi-vismo indicaban: a) que la naturaleza es fija y estable, b) que la misma podía conocerse por medio de principios de comprensión igualmente fijos, estables y universales, así como c) la separación entre la mente y la materia. Como propuesta filosófica social incluye diversas tradiciones como el empirismo, el racionalismo y el naturalismo, los cuales han convivido en una tensa interrelación entre las exigencias de la comprobación empírica y la elaboración de explicaciones universales con base en la lógica racionalista (Hughes y Sharrock, 1999).

En la búsqueda de la separación de la ciencia y la filosofía, el positivismo desarrolló la idea de que la realidad estaba al alcance de los sentidos, y por lo tanto era posible estable-cer una clara diferencia entre el hecho y el valor como principal argumento a favor de la objetividad de la investigación científica (Rosales, 2006). Como se mencionó anteriormen-te, el positivismo reconoce dos formas de conocimiento, el empírico y el lógico, ambos

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Aprendizaje colectivo, redes sociales e instituciones: hacia una nueva geografía económica

representados por las ciencias naturales y la lógica matemática. Para aplicar la propuesta positivista al ámbito geográfico, las actividades económicas fueron reducidas a fenóme-nos susceptibles de localización y representación en modelos matemáticos y gravitaciona-les con ayuda de la física. En este camino, los geógrafos se encargarían de argumentar a favor de la investigación empírica y causal (Ortega Valcárcel, 2000; Barnes, 2001).

De esta forma, el positivismo se constituyó en la visión epistemológica predominante en la geografía en general y en la geografía económica como su mejor expresión. Esto permitió unificar a la geografía en torno a los siguientes elementos comunes: a) la percep-ción de la realidad como elemento externo e independiente del sujeto cognoscente, b) la relación directa entre la validez, el conocimiento y la verdad, c) y el distanciamiento entre el lenguaje de sentido común y de la cotidianidad de los sujetos para constituirse en un lenguaje objetivo, neutral y científico, d) la búsqueda del conocimiento a través del recono-cimiento de leyes universales o explicaciones generales (Gregory, 1984; Rosales, 2006).

La geografía económica que surgió en los años cuarenta y cincuenta compartió los supuestos ontológicos y epistemológicos de la economía neoclásica que se había ido con-formando en el seno del positivismo. En términos ontológicos, se apropió del concepto del Homo oeconomicus y explicó el comportamiento humano con base en el principio de la racionalidad maximizadora, así como también el supuesto del intercambio contractual entre individuos autónomos (al menos parcialmente), manteniendo de igual forma el su-puesto del individualismo metodológico (Strassman, 2004). En términos epistemológicos entendió el mercado como el ámbito por excelencia del encuentro entre la oferta y la demanda, un mercado que funciona en términos abstractos y universales ya que las leyes de la oferta y la demanda, así como de la libre competencia, eran concebidas de manera libre de la política, del contexto histórico y por lo tanto independientes de los intereses de los diversos grupos sociales. Al elaborar analíticamente con tal nivel de abstracción los procesos económicos, el tiempo y el espacio desaparecieron en toda la explicación.

En gran medida resulta paradójico que la geografía económica recurriera a la eco-nomía espacial y a la sofisticación de los métodos cuantitativos para asegurar su carác-ter científico cuando, simultáneamente al apropiarse de esos principios teóricos, el cos-to de ello era la desaparición del espacio del horizonte analítico o, en el mejor de los casos, adquiría un estatus menor.

2. El giro cultural: diálogos entre la sociología y la geografía económica

En los debates sobre la explicación de las formas de organización del mercado en la socie-dad y del papel de los individuos en el mismo, dos perspectivas han sido fundamentales para la sociología y la geografía económica: la tradición marxista (y neomarxista) y el trabajo fundacional de Karl Polanyi mediante su clásica obra La gran transformación, que ha enriquecido el bagaje conceptual de las ciencias sociales con el desarrollo y reflexión del concepto embeddedness (Ettlinger, 2003; Hess, 2004; Gómez, 2004), conocimiento tá-cito (Gertler, 2001) y el estudio de las instituciones en el funcionamiento del mercado. 2

2. Desde la sociología económica, el concepto de embedcledness (incrustamiento) desarrollado por Polanyi ha sido ampliamente recuperado en los trabajos clásicos de Mark Granovetter (1985, 1990). En cambio, en el estudio de las instituciones, aun cuando Polanyi ya observaba el mercado como una institución, tanto sociólogos como economistas ubican en primer lugar la obra de Thorstein Veblen (Gallino, 2008; Pearce, 1999).

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Aunque ambas perspectivas coinciden en el papel fundamental de la historia para la explicación de los cambios que experimentan las sociedades en sus formas de organi-zación de la vida económica, Polanyi se diferencia de la tradición marxista en la medida en que presta mayor atención a las formas de interrelación entre el mercado, los actores y el papel de las instituciones en la regulación de la actividad económica. Se debe tener en cuenta que esta última cuestión hoy en día es uno de los principales temas de discu-sión en las ciencias sociales. En gran medida, Polanyi (1992) desarrolló explícitamente una argumentación mayor sobre los hombres y su organización social ante las nuevas formas de configuración de la vida económica representada por el capitalismo.

A partir de estas dos tradiciones, la geografía económica se desarrolló en dos direc-ciones principales. Por un lado, encontramos la geografía radical que se fundamentó en los principios del materialismo histórico, principalmente durante los años sesenta y setenta. Mientras que en la década de los años ochenta y noventa, la geografía económi-ca se acercó más a las discusiones sobre la interrelación de la sociedad y la economía a través del análisis de las redes sociales y las instituciones, temas que este campo de la geografía fue profundizando de manera paralela a lo que ocurría en la sociología econó-mica (Thrift y Olds, 1996; Ettlinger, 2003; Hess, 2004).

La geografía económica conformada con base en el materialismo histórico inclu-yó la perspectiva temporal y, en consecuencia, fue posible reconocer la diversidad de formas de expresión de la relación entre el espacio, la economía y la sociedad. Debido al carácter histórico de la propuesta marxista fue posible reconocer la combinación de diferentes formas de organización de la producción, con diversas estructuras espa-cio-temporales (Ortega, 2000). Sin embargo, en el proceso de cuestionamiento de la epistemología del mercado elaborada desde la economía espacial, el materialismo histórico geográfico (Soja, 1989), continuó sobredimensionando el papel de la econo-mía sobre la sociedad y el espacio, de tal manera que las conformaciones territoriales devenían en simples reflejos de las estructuras económicas. En otros términos, se desarrolló una concepción del espacio como reflejo de la economía (Santos, 1990): de esta forma el espacio quedaba reducido a un elemento determinado y configurado por la economía.'

En su intento por incorporar la diversidad socio-espacial de los procesos económi-cos, dos tendencias contribuyeron de manera importante en la conformación de una geografía económica con carácter crítico: 4 la propuesta de sistema-mundo de Immanuel Wallerstein y el estudio de la división espacial del trabajo impulsado por Doreen Massey (1984). Ambas perspectivas de estudio prestaron atención a los cambios en la organiza-ción de la producción, que generaban nuevas formas de división espacial del trabajo (Santos, 2000; Méndez, 1997).

Una línea de investigación que se derivará del análisis de los procesos estructurales y sus expresiones territoriales y por lo tanto particulares, será el desarrollo de las po-

3. Una excepción a esta tendencia se observa en los trabajos de Milton Santos (1996, 2000) quien desde la geografía crítica destacó por su argumentación a favor de una relación interdisciplinaria entre el espacio, la sociedad y la economía, para contribuir en la conformación de una visión del espacio como producción social, que desarrolló en el estudio de la diversidad latinoamericana.

4. A diferencia de la geografía radical que recuperó el carácter político del marxismo dentro de la disciplina, la geografía crítica se nutrió más profusamente de tradiciones filosófico-humanistas que permitieron elaborar debates epistemológicos sobre el papel del espacio en la conformación de los procesos sociales.

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Aprendizaje colectivo, redes sociales e instituciones: hacia una nueva geografía económica

tencialidades metodológicas del concepto de escalas.' En este sentido, el concepto de escalas deja de entenderse como una noción de carácter técnico (la relación proporcio-nal entre la realidad y la representación cartográfica) para constituirse en una expresión de la interrelación de diferentes instancias de organización territorial de una economía organizada a nivel mundial (Méndez, 1997; Nogué y Rufi, 2001: 20). A partir de esta propuesta, la escala es considerada más como una expresión teórico-metodológica de las interrelaciones de los procesos económico-espaciales que como una representación proporcional de un recorte territorial. En este sentido, el estudio del proceso de confor-mación e interrelación de las escalas proporciona mayor flexibilidad a las variadas for-mas de interrelación que los territorios pueden tener en diferentes etapas del tiempo. 6

En síntesis, el materialismo histórico geográfico presentó un cambio fundamental en la explicación sobre la organización del mercado y el papel de los individuos en la constitución de la vida económica. La incorporación del eje temporal permitió com-prender la diversificación de las formas y las características que los mercados adquirie-ron en los diversos momentos históricos. De esta manera se abrió un margen de re-flexión sobre el papel político y cultural de los actores sociales, que la geografía econó-mica crítica intentó desarrollar.

La geografía económica de los años ochenta y noventa (influida por la llegada del posmodernismo a las ciencias sociales)' se interesará en profundizar el estudio de la espacialidad de las interacciones sociales que configuran y particularizan los territorios, de tal manera que asume una actitud más abierta ante las demás disciplinas sociales y en particular se involucra en el análisis de las implicaciones espaciales de conceptos tales como embeddedness , capital social y redes sociales, entre otros (Thrift y Olds, 1996). Así es como también se genera un interesante debate acerca del carácter cultural o eco-nómico de la misma geografía económica (Thrift y Olds, 1996; Amin y Thrift, 2000; Yeung, 2001; Martin y Sunley; 2001).

De esta forma, la geografía económica establece un estrecho diálogo con la sociolo-gía de Mark Granovetter, quien no sólo continuó desarrollando la reflexión que Polanyi había iniciado con relación a la vinculación de las formas de vida social y la organiza-ción de la economía a través del concepto de embeddedness , sino que también recuperó la tradición del constructivismo' social que impulsaron dentro de la sociología del co-

5. En el contexto de la crisis económica mundial de los años setenta y ochenta, la geografía econó-mica, a través del estudio de la división internacional del trabajo, consideró que el nivel local —en relación con la escala global— podía proporcionar elementos para la comprensión de las variadas formas de organización económica que los grupos sociales recreaban en sus territorios. De esta forma se conformaron los locality studies o estudios de localidades.

6. Para una breve revisión de los debates sobre el tema de las escalas, véase Brenner (1998, 2001), Howitt (1998), Marston (2000) y Paasi (2004).

7. Harvey (1998) analiza el posmodernismo como una lógica cultural del capitalismo tardío, en la medida en que éste surge en el contexto de la crisis del fordismo y de la organización del sistema de acumulación flexible en donde los mercados de trabajo, los productos y las formas de consumo se vinculan de manera más compleja. Por otra parte, Ortega (2000) reconoce que la llegada del posmodernismo implicó el cuestionamiento de las seguridades teóricas de la modernidad, así como un mayor acento en lo local, lo individual, en la diferencia, aspecto que contribuyó a replantear el discurso geográfico en las ciencias sociales.

8. Los antecedentes del constructivismo parten desde el idealismo de Kant y el neokantismo así como desde su forma historicista con Vico y Hegel. Sus características principales se encuentran definidas por algunos resultados de la psicología de la percepción, por la epistemología genética de

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nocimiento, Peter L. Berger y Thomas Luckmann con su obra clásica La construcción social de la realidad. Así se llegó a afirmar que el estudio de la economía es una construc-ción social (Swedberg, 1997). Esta veta de investigación que se desarrollará en la socio-logía económica, y que la geografía económica compartirá, se apoya en un cambio epis-temológico sobre la explicación del mercado, así como en un cambio ontológico sobre el papel de los actores en la organización de la vida económica. A diferencia de la económi-ca ortodoxa, la sociología económica argumentará que la actividad económica es una de las diversas formas de acción social que realizan los individuos y, de esta forma, también considera la existencia de múltiples racionalidades y motivaciones que dirigen el actuar de los mismos.

En esta misma dirección, el trabajo de Arnaldo Bagnasco (1988), titulado El merca-do como construcción social, finalmente termina de vincular las reflexiones sociológicas con las expresiones territoriales que implicaron el estudio de los distritos industriales italianos. En general, los trabajos desarrollados por sociólogos (Bagnasco y Triglia) y economistas italianos (Beccatini, Garófoli), coinciden en la explicación de la experien-cia de los distritos italianos a través de la particularidad de los elementos no-económi-cos que se expresan en la estructuración de un territorio. De esta forma, los distritos italianos, los sistemas productivos locales y los procesos de innovación se convierten en el principal eje de investigación de la geografía económica desde una perspectiva multi-disciplinaria en donde las formas de organización económica se analizan con base en los cambios en las relaciones socio-territoriales.

La extensión del paradigma constructivista en las ciencias sociales y también permeará la geografía económica: los mercados se explican así con base en la diversi-dad histórico-cultural en la que se configuran. Se abandona la visión atomizada del individuo y el espacio. La relación entre el individuo y el espacio comienza a ser concebida como el producto de la construcción de formas de interacción socio-espa-cial contextualizadas. El estudio de las formas en las que la acción económica se estructura en cada territorio se convertirá en el tema central de la geografía económi-

Jean Piaget, de las ciencias cognitivas y la sociología del conocimiento representados por el programa fuerte de David Bloor y Barry Barnes (Abbagnano y Fomero, 2008) así como el trabajo de Peter Berger y Thomas Luckmann ([1968] 2001). La diversidad de fuentes que alimentan esta tradición ha dado lugar a un continuo debate sobre el peso que debe darse a las percepciones generadas por los indivi-duos, ya sea debido a la relevancia de los procesos cognitivos o a los marcos institucionales (marcos materiales según Hacking, 2001) en donde se contextualizan las percepciones de los individuos. El trabajo que desarrolla John R. Searle (1997), La construcción de la realidad social, parte precisamente de analizar la forma como a través de la historia y la acción colectiva se definen instituciones que enmarcan o circunscriben las percepciones y formas de actuar de los individuos. Searle argumenta en contra de la idea de que todo es socialmente construido (lo que define como construccionismo univer-sal) y establece la diferencia entre procesos que son ontológicamente subjetivos y los que se pueden denominar epistemológicamente objetivos. Una de las más importantes criticas que se dirigen al constructivismo consiste en el carácter relativista del conocimiento (Hughes y Sharrock, 1999, Hacking, 2001). En este sentido, para el realismo crítico de Bhaskar es necesario recuperar para las ciencias sociales el análisis de la dirección de la causalidad en la explicación.

En gran medida, el auge del giro institucional y evolucionista en las ciencias sociales se encuentra engarzado con los debates filosóficos del realismo crítico impulsado por Bhaskar, y que Geoffrey Hodgson retorna, para continuar preguntándose sobre la dirección causal de los procesos sociales y por lo tanto acerca de la relación entre las instituciones y los individuos que dirigen el cambio social. En la geografía económica uno de los problemas de investigación clave consiste en comprender y explicar la interrelación entre los procesos individuales y colectivos que generan aprendizaje e innovación.

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Aprendizaje colectivo, redes sociales e instituciones: hacia una nueva geografía económica

ca y se desarrollarán las implicaciones espaciales del concepto embeddedness, capital y redes sociales.

El concepto de embeddedness (usualmente traducido al español como incrustado o insertado)9 que utiliza Polanyi surge en el contexto de explicación de la forma en que las relaciones económicas se encuentran inmersas en un contexto histórico social como la economía pre-capitalista. En el proceso de explicación de la forma en que la economía capitalista parece convertirse en un sistema con reglas propias, el mismo Polanyi llega a utilizar el concepto de disembedded, para referirse a la posibilidad de que el mercado y la organización del trabajo, en el capitalismo, adquieren para generar sus propias reglas.

Así también, el concepto de capital social comienza a tomar un papel destacado en las ciencias sociales por su potencialidad para abordar aspectos que no habían sido analiza-dos durante el auge del positivismo en las ciencias sociales, tales como la confianza, las normas de reciprocidad, la cooperación (acción complementaria orientada al logro de objetivos compartidos de un emprendimiento común), las redes y las formas de participa-ción civil, las reglas formales e informales o las instituciones (Ostrom, 2003: 155).

Este concepto de capital social fue previamente elaborado por Bourdieu (1997) y Coleman (1990). Bourdieu fue quien primero identificó tres tipos de capital que los actores sociales se esfuerzan por controlar y acumular, el capital económico, el capital cultural y el capital social. Para este autor, el capital social puede entenderse como el conjunto de redes sociales que un actor puede movilizar en provecho propio. El con-cepto de capital social continúa generando múltiples debates en torno a su definición, explicación y tratamiento metodológico. Gran parte de las diferencias en torno a su definición parten del carácter más individual o bien más estructural, así como de las dificultades para identificar las relaciones causales que lo generan (Herreros, 2002; Ostrom, 2003). Parte del problema teórico y social que se expresa en la comprensión y análisis del capital social se produce principalmente por la dificultad en encontrar un equilibrio entre el mercado y la sociedad en el contexto de las sociedades capitalistas, en donde su definición sustantiva se apoya en la desigualdad y por lo tanto en la com-petencia por los recursos.

Por otra parte el análisis de las redes y los flujos en la geografía se ha convertido en un camino metodológico imprescindible para comprender la unidad del mundo y la diversi-dad de los lugares.'° El estudio de las redes sociales tiene diversos antecedentes y caminos para la investigación geográfica. Por un lado, se encuentran las referencias al carácter predominantemente material de las mismas, que se expresa por ejemplo en la organiza-ción del transporte. Por otra parte, se encuentran las aproximaciones que destacan el carácter virtual o intangible de las redes sociales (Johnston, Gregory y Smith, 2000: 480; Santos, 2000). Tanto las redes materiales como las sociales son interdependientes y se transforman en el tiempo y el espacio de acuerdo con el medio técnico-científico. De ma-nera tal que las redes han transformado sus formas de expresión de un tiempo lento y un espacio quizás más acotado, a un tiempo rápido y un espacio más extenso que se impulsa

bajo la globalización. En el proceso de configuración de las redes se combinan sus carac-terísticas, demostrándose que puede generarse una gran heterogeneidad de interrelacio-

9. Para una revisión más detallada de las múltiples connotaciones que se le pueden dar a la palabra embeddedness y, sobre todo, para las implicaciones teóricas del mismo, véase Gómez (2004).

10. Según Jacques Lévy, la mundialización debe considerarse una topogénesis, esto es, una fábrica de lugares (Lévy, 2006).

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nes materiales (infraestructura, tecnología, productivas y comerciales) y sociales (viejos y nuevos grupos sociales de pertenencia) que fomenten la conformación de la diversidad espacial, que también es expresión de relaciones de poder.

Así también las redes pueden clasificarse como redes fuertes y redes débiles. Las primeras son el resultado de una fuerte convivencia de larga duración en un mismo lugar, que al mismo tiempo que favorece la comunicación y el logro de objetivos comu-nes, dificulta la apertura y vinculación con otros grupos de interés. Según Granovetter (1973), las redes débiles se pueden observar como una vinculación con otros grupos sociales que proporcionan mayor fluidez y flexibilidad a las relaciones sociales.

Para el análisis espacial de las redes, los conceptos de horizontalidades y verticalida-d in han contribuido a una reflexión más detallada acerca de las interrelaciones que se establecen entre los procesos de producción, los grupos sociales y los lugares. Las verti-calidades dan cuenta de las formas jerárquicas de relación, de las formas de subordina-ción y en ocasiones del sometimiento que se establece entre los procesos, los grupos y los lugares distantes. En tanto que las horizontalidades se refieren a las relaciones de coope-ración, cercanía y compatibilidad de formas de vida (Santos, 2000: 241). Además de la estructura vertical u horizontal, las redes variarán según su composición, tamaño y dispersión, las dos últimas con una fuerte expresión territorial.

Las redes territoriales pueden ser resultado de una integración regional que aprove-che las ventajas de la proximidad física o bien redes asociativas que articulan territorios dispersos. Al igual que las redes sociales, las redes territoriales favorecen la cooperación entre los territorios en la medida en que sus interrelaciones se fortalecen dentro de un contexto regional. Dentro de la perspectiva del análisis de redes, el territorio se define y se reproduce como una red, o un conjunto de ellas, constituida por nodos —institucio-nes, empresas, organizaciones— entre los que se registran flujos que definen determina-das estructuras que evolucionan. En toda red existen variadas posiciones —competen-cia y complementariedad— ocupadas por los diversos espacios contenidos en el territo-rio (Semitiel y Noguera, 2003: 7). En gran parte, el estudio de las cadenas globales de mercancías (Global Commodities Chains), de las cadenas de valor (Global Value Chains) y de la gobernanza industrial, expresa las diversas conformaciones de redes producti-vas, comerciales y sociales entre empresas globales y locales.

3. El giro institucional y evolucionista

El interés por el estudio de las instituciones tiene una amplia trayectoria de discusión en la geografía económica. De hecho, es posible identificar tres principales vertientes. Una de ellas es la teoría del regulacionismo francés, adoptada por la geografía económica para estudiar los diferentes modos de regulación social que se producen en distintos territorios (Jessop, 2001). Esta teoría parte del análisis de tres aspectos sustantivos de la regulación de la actividad económica, a saber: a) el paradigma industrial, que significa el predominio de las formas de organización del trabajo, b) el régimen de acumulación, relacionado con la organización de la estructura macroeconómica, y c) el modo de regu-lación que se refiere a las normas y reglas institucionales para articular el funcionamien-to económico, social y político (Lipietz y Leborgne, 1990). Aunque la propuesta regula-cionista no logró ofrecer un análisis detallado de las características y evolución de la regulación socioeconómica más allá de las características del Estado, tuvo el mérito de

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Aprendizaje colectivo, redes sociales e instituciones: hacia una nueva geografía económica

incorporar el estudio de las instituciones como producto de la interrelación entre los intereses económicos y los sociales, reconociendo así la diversidad de formas de articu-lación territorial de los modos de regulación social (Martin, 2000).

Una segunda vertiente de análisis institucional se desarrolló con el reconocimiento de la importancia de lo «socio-cultural» en la geografía económica. A partir del giro cultural efectuado en la geografía y con los planteamientos de Thrift y Olds (1996) res-pecto al proceso económico replanteado como un proceso socio-cultural, fue posible reconocer que las instituciones son un aspecto central en la construcción de la econo-mía. Así también, los estudios sobre los distritos industriales italianos dirigieron la aten-ción al estudio del contexto socio-cultural para la comprensión de las formas de organi-zación de la producción y del trabajo en distintos territorios.

Finalmente, una tercera vertiente sobre el estudio de las instituciones se ha produ-cido en los últimos 20 años por la relación que la geografía económica ha desarrollado con la economía y la sociología." De esta forma, encontramos que la economía institu-cional, a diferencia de la economía neoclásica, ha desarrollado un gran interés por las instituciones como un elemento clave en todos los niveles de funcionamiento de la eco-nomía, desde la estructura y el funcionamiento de las empresas, hasta el funcionamien-to de los mercados. Así también, el institucionalismo sociológico se nutre de la reinter-pretación de la acción económica entendida como una acción social, y así estudia, me-diante los aportes de Granovetter y Swedberg, las múltiples interrelaciones de las instituciones sociales en la vida económica.

El institucionalismo sociológico con su estrecha relación con el constructivismo social ya había sido incorporado en el estudio del espacio económico, según lo que mencionamos anteriormente. De esta forma, su extensa discusión y utilización en el análisis geográfico económico permitió encontrar nuevas y variadas críticas a la econo-mía neoclásica.

Ante este conjunto de múltiples y variadas propuestas de análisis institucional, es necesario reconocer que todavía hoy en día no contamos con una geografía económica institucional y evolucionista completamente articulada. Por lo tanto, asumimos que es necesario prestar mayor atención a las discusiones que se han producido sobre las insti-tuciones para así comprender las diferencias epistemológicas, ontológicas y metodoló-gicas sobre el concepto de institución. Según Jessop (2001), a partir del esclarecimiento de los supuestos ontológicos y metodológicos que definen las instituciones es como se puede evaluar el tipo de geografía económica-institucional que se está planteando.

En este sentido, encontramos que la economía institucional se puede diferenciar entre un «viejo» y un «nuevo» institucionalismo. Esta diferencia se fundamenta en la explicación que cada propuesta tiene sobre las instituciones. En el caso del «viejo insti-tucionalismo», que se fundamenta en el trabajo de T.B. Veblen y que Hodgson recupera, las instituciones se explican como sistema de reglas sociales que estructuran las interac-ciones sociales y que se encuentran en continuo proceso de conformación (Hodgson, 2006). En cambio, el «nuevo» institucionalismo continúa basándose en el individualis-mo metodológico que define una naturaleza humana dada, y por lo tanto estática, que

11. Otra vertiente de institucionalismo que se desarrolla desde la ciencia política también está teniendo cierta presencia en la geografía económica. Desde la perspectiva desarrollada por la econo-mía política espacial, también es necesario estudiar la organización institucional de la política así como las relaciones de poder que se expresan en las instituciones económicas. Véase Martin (2000), Amin (2001), Cumbers, McKinnon y McMaster (2003).

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precede a la existencia de instituciones sociales (Hodgson, 2007). En pocas palabras, el neo-institucionalismo aborda el estudio de las instituciones como estructuras dadas di-rigidas principalmente a disminuir los costos de transacción y aumentar la eficiencia económica. 12

Junto con la economía institucionalista se ha producido un importante desarrollo de la economía evolucionista" que comparte con el institucionalismo histórico evolu-cionista (Martin, 2000) el interés por analizar y explicar la conformación y cambio de las instituciones. Al proporcionar una mayor flexibilidad en la interrelación entre la estruc-tura y la agencia, las formas de transformación institucional se han analizado de mane-ra más compleja. Así se ha podido comprender que la evolución incremental no es la única forma en la que el cambio institucional puede generarse. Al encontrar que algunas instituciones persisten aun cuando ya no responden a las necesidades sociales y requisi-tos de desarrollo económico, fue necesario teorizar las diversas formas o combinaciones entre estructuras institucionales lentas y dependientes de su trayectoria histórico-eco-nómica junto con las transformaciones coyunturales, que dan lugar a importantes cam-bios en la trayectoria que se venía produciendo en un territorio.

En cuanto a las aportaciones del estudio de las instituciones, Jessop (2001: 1.216) considera que este concepto expresa una destacada propuesta de reflexión de antino-mias ontológicas que han caracterizado el análisis social durante varias décadas: a) la relación entre la determinación estructural y la agencia, b) la relación entre el holismo y el individualismo (la vinculación macro y microsocial); así como antinomias epistemoló-gicas, tales como: a) la relación abstracto y concreto (por ejemplo, la explicación de los procesos que caracterizan el capitalismo y sus formas particulares de expresión social), b) la relación entre lo simple y lo complejo (acciones económicas simples y su vincula-ción con procesos económicos complejos), c) los problemas de vinculación entre la des-cripción empírica y la teoría, d) la diferencia entre las perspectivas ideográficas y las nomotéticas; y finalmente los dilemas antinómicos metodológicos , tales como: a) las rela-ciones anascópicas (de abajo arriba) y katascópicas (de arriba abajo), y b) el análisis de las escalas mediante el estudio de la relación global-local.

Según lo anterior, la geografía económica institucional que se está formando tiene varios ejes de discusión relevantes. En primera instancia, se interesa en el estudio del papel de los diferentes tipos de instituciones en la definición del espacio económico y para ello se apoya en los conceptos de ambiente institucional y arreglos institucionales. El análisis del ambiente institucional se refiere tanto al sistema de convenciones informa-

12. Aunque Hodgson debate en varias ocasiones con el neo-institucionalismo, al mismo tiempo menciona que existen varias ocasiones en las que el mismo North ha ampliado el concepto de institu-ciones que definió inicialmente. A pesar de los posibles cambios elaborados por North, los principios epistemológicos del análisis económico no se alejan lo suficiente de la escuela neoclásica.

13. La economía evolucionista a su vez tiene muy diversas líneas de interpretación, sin embargo Hodgson (2007) propone prestar atención a los supuestos ontológicos de esas propuestas para de esta forma comprender la manera en que los supuestos evolucionistas (relación entre la ontogénesis y la filogénesis) han ido cambiando la explicación del ámbito social. El evolucionismo social de principios del siglo XX explicó y justificó las diferencias entre los individuos con base en la estructura genética de cada uno (ontogénesis) mientras que el evolucionismo que recupera Hodgson y al que a su vez deno-mina «darwinismo generalizado» compagina las disponibilidades biológicas y el contexto social para plantear las múltiples habilidades que pueden desarrollar las personas (filogénesis), de tal manera que pueden crear y transformar hábitos, rutinas y reglas que, a su vez, pueden influir en la transformación de las prácticas sociales que constituyen a las instituciones.

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les, costumbres, normas y rutinas sociales (consumos culturales, prácticas de trabajo socializadas, etc.) como a las estructuras formales de reglas y regulaciones. El concepto de arreglos institucionales se utiliza para denotar las formas particulares de organiza-ción (tales como los mercados, las empresas, los sindicatos, etc.) que surgen como con-secuencia del ambiente institucional. Es importante considerar que los arreglos institu-cionales no sólo reproducen sino también pueden transformar el ambiente institucional (Martin, 2001).

Un segundo aspecto a considerar en la conformación de la geografía económica institucional es el énfasis en la evolución de la organización económico-territorial. Las instituciones se caracterizan por ser dependientes de una trayectoria histórica y al mismo tiempo que reproducen acuerdos sociales, también son susceptibles de promo-ver sus cambios. Si la trayectoria histórica (path dependence) es importante en la confor-mación de las instituciones, el lugar también juega un papel relevante. Esto significa que las instituciones también son dependientes del lugar en el que se constituyeron (place dependent). Junto a la reflexión de la evolución económico-territorial, el estudio de la innovación (tecnológica y social) tiene un papel relevante, y de hecho es uno de los temas más estudiados en la geografía económica actual.

Finalmente, tanto los procesos socio-culturales que funcionan en las diferentes es-calas de la organización económica territorial, como la consideración de las formas de regulación social y la gobernanza de las economías regionales y locales son aspectos que la geografía económica institucional está estudiando. De manera tal que, para los geó-grafos económicos institucionalistas, el panorama económico de un territorio se pro-yecta mucho más allá que el mercado (Jessop, 2001).

Todavía son numerosos los temas con los que la geografía económica sigue contri-buyendo al estudio de la interrelación entre el espacio económico y la configuración institucional. Siguen elaborándose nuevas preguntas de investigación: por ejemplo, ¿cómo se constituye y se transfiere el conocimiento tácito?, ¿cómo y por qué se producen inno-vaciones sociales y tecnológicas en algunos territorios y no en otros?, ¿por qué y cómo sobreviven instituciones y prácticas que no son favorables para el desarrollo económi-co?, ¿de qué manera pueden transformarse trayectorias histórico-económicas que pro-ducen un encierro de los territorios? Estas y muchas otras preguntas son las que contri-buyen a articular los fundamentos del institucionalismo y evolucionismo geográfico.

4. Caminos de la geografía económica: empresarialidad y gobernanza industrial

Para el estudio de la acción económica como proceso contextualizado espacial y tempo-ralmente, se ha requerido del desarrollo de nuevos temas de investigación en los cuales la capacidad de los actores en relación con su entorno social genera importantes trans-formaciones en la organización económica de los territorios. En este sentido, los con-ceptos de empresarialidad y gobernanza industrial han profundizado en el estudio de la forma en la que los actores reproducen su acción económico-social, dando lugar así a diversas transformaciones territoriales.

El interés por el estudio de la empresarialidad se debe en gran medida a dos aspec-tos: 1) al creciente debilitamiento de la noción del sujeto racional guiado por la relación costo-beneficio, así como 2) al reconocimiento de la complejidad de motivaciones, razo-nes y contextos que constituyen las decisiones y las formas de vida de los emprendedo-

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res (Vigo, 2004). En este sentido, las condiciones socio-económicas, las interacciones y vinculaciones que se establecen cada día en un territorio se consideran elementos fun-damentales para el desarrollo de las habilidades que conforman una personalidad em-prendedora (Steyart y Katz, 2004).

Actualmente existen diversos enfoques para el estudio de la empresarialidad (Kan-tis, 2002). Uno de ellos es el enfoque neoclásico, que insiste en prestar mayor atención a la conducta individual y el desempeño en la toma de decisiones, mientras que por otra parte se ha desarrollado un enfoque societal,' 4 en el que se brinda mayor atención al estudio de las redes como herramientas metodológicas para reconstruir y analizar la interrelación entre la acción individual, la acción colectiva y las instituciones, vinculán-dose con la creación de capital social además del material (Chell, 2007; Cope et al., 2007). 15 Los conceptos de capital social y redes se convierten en importantes ejes de análisis de las interrelaciones de la vida económica y social que recrean los emprendedo-res. Si concebimos al capital social como el conjunto de redes sociales que un actor puede movilizar (Bourdieu, 1985), el estudio de las características de las redes se con-vierte en una de las herramientas metodológicas para comprender la forma en que el emprendedor vincula sus habilidades y potencialidades individuales con el contexto eco-nómico y social en el que se encuentra. En oposición a la concepción atomizada de los individuos, el estudio de las redes proporciona una visión estructural de la acción indivi-dual y en este sentido propone: a) analizar los actores y sus acciones de manera interde-pendiente, b) las relaciones entre los actores permiten trasferencias materiales e inmate-riales, c) los modelos elaborados mediante grafos estudian la estructura relacional de los agentes entre condicionamientos y oportunidades, d) finalmente, muestra visiones rela-cionadas de los procesos sociales, políticos y económicos (Simitiel y Noguera, 2004).

En interrelación con la constitución del capital social (que no necesariamente siem-pre es positivo) previamente mencionamos que las redes pueden ser muy diversas (fuer-tes, débiles, horizontales, verticales) así como también pueden cambiar en el tiempo. La forma de acceso a las redes sociales también puede indicar el nivel de exclusión o inclu-sión que las caracteriza y de la misma forma, constituir un capital social de carácter excluyente o incluyente. Así también, la forma y la potencialidad de las redes sociales podrán estar definidas por la etapa de desarrollo del emprendimiento y por la reputa-ción del emprendedor (Cope et al., 2007). El territorio es el ámbito en donde se define y reproduce una red social, de tal manera que revela su importancia a través de tres di-mensiones: 1) las economías de aglomeración, 2) la confianza, y 3) los procesos de inno-vación. Las economías de aglomeración consisten en el ahorro de costos en la actividad económica debido a la cercanía entre las empresas. Este tema forma parte del estudio de

14. Bajo esta clasificación pueden ubicarse tanto el enfoque del estructuracionismo con base en el trabajo de Giddens (Chell, 2007), así como las aportaciones de la sociología económica de Granovetter y Swedberg, que recuperan la tradición del constructivismo social de Berger y Luckmann, en esta subdisciplina.

15. El tema de la empresarialidad también está siendo estudiado desde el enfoque neo-institucionalista que se desarrolla en la economía, en donde la acción empresarial está sujeta a la normatividad que se expresa en instituciones. Desde la historia económico-social, la cultura se analiza como elemento diferenciador de los significados y prácticas empresariales. Estas dos perspectivas, con diferentes énfasis, se interesan por comprender y explicar, junto con la sociología económica, la compleja interrelación que se produce entre los agentes y las estructuras sociales. El énfasis en el elemento explicativo de esta relación marca sus diferencias.

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la economía espacial que posteriormente y desde la perspectiva de los distritos indus-triales marshallianos o los sistemas productivos locales, ha sido profundizado a través del estudio de la proximidad, no sólo como una cuestión meramente física sino también socio-cultural.

Así, la empresarialidad se ha vinculado estrechamente con la capacidad de innovar. De esta forma, el tema de la innovación, inicialmente impulsado por Schumpeter, como también las transformaciones tecnológicas que generan la continua renovación del capi-talismo, ha adquirido múltiples modificaciones al ampliarse a las formas de organiza-ción social e individual vinculadas con los contextos territoriales que favorecen el desa-rrollo territorial. En este sentido, la innovación se define como la capacidad de generar e incorporar conocimientos y condiciona no solamente el dinamismo económico sino también el territorial. De esta manera, Caravaca et al. (2005) desagregan el análisis de la innovación de la siguiente forma: a) innovación empresarial, ya sea en el interior de la empresa o también innovaciones de productos y gerencial, b) el proceso innovador como transmisión de conocimientos codificados, susceptibles de intercambio en el mer-cado, y c) la innovación más como un proceso colectivo que individual, en donde el entorno juega un papel muy importante. La innovación parte de la difusión del conoci-miento tácito que se transfiere a través de las relaciones interpersonales y no sólo en el mercado, de tal manera que se caracteriza como innovación social.

Ante este panorama de enfoques, las explicaciones sobre la empresarialidad 16 han cambiado: de colocar la clave explicativa en conductas orientadas a un objetivo, se ha pasado a considerarla como la habilidad para reconocer e instrumentar oportunidades, la disponibilidad para crear organizaciones, la responsabilidad para llevar a cabo nue-vas combinaciones de métodos, productos, insumos y mercados (el empresario innova-dor de Schumpeter), así como la capacidad para afrontar la incertidumbre. Todas estas cualidades han hecho comprender a los emprendedores como actores que generan in-novaciones y cambios, no solamente en el mundo económico sino también en el social (Winn, 2005; Chell, 2007).

Por otra parte, y siempre teniendo presente la articulación de las características locales con el contexto global, la geografía económica también se involucró en el estudio de las interrelación entre los recursos locales y globales por medio de la integración de redes globales de producción y/o comercialización (Helmsing, 2002; Justo, 2004; Bosch-ma, 2005; Giuliani, Petrobelli y Rabellotti, 2004). En este sentido, desde la economía, la sociología y la geografía se han desarrollado los conceptos de cadenas globales de mer-cancías'' (Global Commodities Chain), cadenas globales de valor y gobernanza indus-trial, para mostrar las múltiples formas de articulación entre los elementos locales y globales que definen y diferencian la organización económico-social de los territorios, así como los mecanismos de coordinación globales de las diversas actividades de una industria o sector específico (Gereffi, Humphrey y Sturgeon, 2005; Sturgeon, 2008).

El concepto de CGM tiene sus orígenes en los aportes que Hopkins y Wallerstein elaboraron sobre el estudio de los sistemas de producción globales, para analizar los

16. De hecho, el cambio de enfoques de análisis se refleja en el cambio de conceptos. Tradicional-mente se define al empresario como el creador de nuevas organizaciones, en cambio, el concepto de empresarialidad quiere añadir la posibilidad de creación de organizaciones dentro de organizaciones ya existentes, en donde lo primordial es el reconocimiento de nuevas posibilidades, escenarios u oportuni-dades, instrumentación y gestión de las mismas. Véase Winn (2005) y Shane y Venkataraman (2000).

17. De aquí en adelante CGM.

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flujos de bienes y servicios que se presentaban en una escala global (Sturgeon, 2008). Posteriormente, Gereffi (2001) complementó los aportes de estos autores para definir las CGM como redes globales de producción coordinadas por una empresa líder, que articulan múltiples escalas territoriales en la integración de las actividades complemen-tarias de producción en tomo a una industria o sector específico (Sturgeon, 2008: 6). Este concepto manifiesta, principalmente, que las cadenas globales de producción son desarrolladas y coordinadas por grandes empresas multinacionales, que buscan aprove-char las ventajas y capacidades técnico-productivas localizadas en los sistemas produc-tivos locales, por medio de la articulación funcional de estos sistemas.

En esta línea de argumentación, Gereffi (2001) propuso dos categorías de análisis para entender las formas de coordinación y organización de las CGM. Por un lado, propuso las CGM dirigidas por el productor, en donde las redes globales de producción son coordinadas por empresas intensivas en tecnología (como empresas de fabrica-ción de componentes automovilísticos y maquinaria pesada), que controlan todos los eslabones de la red mediante la externalización de sus actividades productivas. Por otro lado, se encuentran las CGM dirigidas por los compradores, que consisten en redes productivas globales coordinadas y articuladas por empresas de diseño y/o comerciali-zación que establecen redes de descentralización productiva y territorial en los países subdesarrollados (Gereffi, Humprhey y Sturgeon, 2005; Gereffi, 2001).

Desde esta perspectiva, las CGM se caracterizan por una relación vertical con res-pecto a las empresas locales establecida a través de la subcontratación que ejercen las primeras sobre las segundas. Esa relación vertical es lo que les permite externalizar sus operaciones y así obtener formas flexibles de producción, que les permitan reducir sus costos de operación y adaptarse de una mejor forma a los constantes cambios del mercado (Sturgeon, 2008; Helmsing, 1999).

A pesar de que el enfoque de las CGM expresa una forma de articulación entre redes globales y redes locales mediante una relación de gobernanza, casi siempre se concentra en el estudio de las redes verticales. No se profundiza en el análisis de los intercambios tecnológicos y los procesos de involucramiento de las empresas de los eslabones más bajos de la red, que pueden producir muy variadas formas de articulación. Desde esta perspectiva, la inserción de las empresas locales en las redes globales de producción se presenta de forma pasiva, dando la impresión de que no movilizan sus recursos territo-riales en la formación de las ventajas competitivas de la red, sino más bien se integran a la misma a través de mecanismos de innovación y producción impuestos por las empre-sas líderes (Gereffi, Humphrey y Sturgeon, 2005; Sturgeon, 2008; Giuliani, Petrobelli y Rabellotti, 2004; Justo, 2004).

A partir de las limitaciones del concepto de CGM, Gereffi, Humphrey y Sturgeon (2005), desarrollaron el concepto de cadenas globales de valor (CGV) con el fin de mos-trar las múltiples formas de coordinación que se construyen en los contextos territoria-les que articulan las cadenas globales de producción. Este concepto reconoce la horizon-talidad de las redes globales de producción, que es producto de una participación más activa de las empresas de todos los eslabones de la red no sólo en términos de gobernan-za, sino también en cuanto a la transferencia y codificación del conocimiento que fluye por la misma. Las CGM y las CGV son diferentes ya que en las primeras la transmisión del conocimiento se presenta casi siempre en una sola dirección, de la empresa líder al resto de la cadena. En las segundas, si bien se acepta que existe una empresa líder que coordina la organización y transferencia del conocimiento, existe el reconocimiento de

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que en cualquier eslabón de la cadena productiva puede desarrollarse un conocimiento específico valioso para la elaboración del producto final (Sturgeon, 2008; Gereffi, Hum- phrey y Sturgeon, 2005).

Los teóricos de las CGV proponen diversas formas de abordar las relaciones de coordinación y gobernanza en las redes globales de producción. En primer lugar, hacen referencia a las relaciones de jerarquía por medio de las cuales las empresas líderes de la red dominan la organización de la misma, proporcionando a los proveedores de la red instrucciones detalladas y específicas sobre los procesos de producción. La segunda forma de coordinación que proponen es la gobernanza relacional, mediante la cual las empresas líderes mantienen relaciones de reciprocidad organizacional con los provee- dores de la red. Por último, proponen las relaciones de conocimiento entre las empresas líderes y los proveedores, para analizar los intercambios de conocimiento codificado dentro de la red (Gereffi, Humphrey y Sturgeon, 2005; Sturgeon, 2008).

En esta línea de argumentación, el concepto de CGV pone un gran énfasis en la articulación y complementariedad de los elementos locales y globales que definen los procesos de aprendizaje colectivo en las cadenas globales de producción. Desde esta perspectiva, el conocimiento que circula por las cadenas globales de producción se produce tanto por la transferencia del conocimiento global (descontextualizado) que las empresas líderes transfieren a la red, así como por la asimilación, codificación y procesamiento que realizan los actores de los sistemas de producción locales integra-dos en las mismas. Esto da lugar al surgimiento de un conocimiento territorialmente contextualizado que define el valor agregado de la cadena global de producción (Jus-to, 2004; Sturgeon, 2008; Gibbon, 2000; Giuliani, Petrobelli y Rabellotti, 2004; Bosch- ma, 2005).

Por consiguiente, el concepto de gobernanza industriar' se refiere a las formas de regulación o coordinación socioterritorial distintas al Estado, que dan lugar a la for-mación de relaciones interempresariales. A su turno, estas últimas posibilitan la inser-ción de los sistemas de producción locales en las CGV. En gran medida la GI se intere-sa por el estudio de los procesos de gobernanza que desarrollan las grandes empresas dentro de los sistemas productivos locales, que promueven las creación de modos de cooperación entre las pequeñas empresas locales, que les permiten la creación y utili- zación de los recursos territoriales locales a fin de insertarse en redes amplias de pro-ducción y comercialización (Benko, 2006; Pérez, 2004). Así, estas redes empresariales se convierten en mecanismos de gobernabilidad por medio de los cuales las empresas grandes desarrollan mecanismos de control, sistemas de reglas, procedimientos y nor-mas de coordinación y asignación de recursos e información para las empresas de menor tamaño (Humphrey y Schmitz, 2001).

De esta forma, los conceptos de CGM, CGV y GI permiten entender la articula- ción socio-productiva de los sistemas productivos locales en la globalización. Sin em-bargo, los dos últimos conceptos son los que expresan con mayor riqueza la compleji-dad que caracteriza las múltiples formas de inserción de estos sistemas dentro del contexto de la globalización, en donde las particularidades territoriales adquieren mayor relevancia.

18. De aquí en adelante GI.

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5. A manera de conclusión

En comparación con las preguntas de investigación y análisis de la realidad de la geografía económica analítica de los años cincuenta del siglo pasado, la geografía eco-nómica institucionalista y evolucionista ya no sólo se interesa por reconocer patrones de localización e intentar comprender la «racionalidad» que guía la decisión de la localización. Aun cuando el tema de la aglomeración de las actividades económicas sigue estudiándose, ya no es suficiente explicarla como una relación tautológica. En la búsqueda de nuevas explicaciones, las relaciones socio-territoriales están adquiriendo mayor relevancia.

Desde finales del siglo >a, la geografía económica se interesa por comprender la complejidad de los procesos que articulan la vida económico-social desde una perspec-tiva definitivamente más interdisciplinaria. El giro epistemológico y ontológico experi-mentado en las ciencias sociales con respecto al estudio del mercado y de los actores sociales, ha contribuido a la reconstrucción de una geografía económica que ha podido revalorar el papel del espacio en la constitución del mundo económico-social. De esta forma, los conceptos de redes, aprendizaje colectivo e instituciones han adquirido ma-yor presencia en la medida en que son conceptos que se recrean en los debates interdis-ciplinarios que configuran el estudio actual de la relación entre el territorio, la economía y la sociedad. Ejemplo de lo anterior es el estudio de la empresarialidad, entendida como la capacidad de iniciativa que desarrollan los actores sociales en todos los ámbitos de la vida social y particularmente en el mundo económico. Por su parte, el concepto de gobernanza industrial expresa la confluencia entre el concepto de redes sociales y esca-las que expresan la multidireccionalidad de las relaciones socio-espaciales, que estudia la geografía humana.

En este sentido, el giro espacial que se expresa en la geografía económica contem-poránea, a través del concepto de espacio como construcción social, funciona como eje articulador entre las diversas perspectivas disciplinarias que se interesan por estudiar los procesos económicos, al contextualizar histórica y socialmente las características del mercado y de los actores sociales que lo conforman.

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ÍNDICE

Una geografía dando giros... A manera de introducción, por Alicia Lindón y Daniel Hiernaux 7

PARTE PRIMERA

Los giros teóricos: texto y contexto, por Alicia Lindón 23 La geografía hoy: giros, fragmentos y nueva unidad, por Daniel Hiernaux 43 La geografía en recomposición: objetos que cambian, giros múltiples.

¿Disolución o profundización?, por Paul Claval 63 Actores, objetos, entornos: inventar el espacio para leer el mundo,

por Jacques Lévy 83 Figuras narrativas de la geografía humana, por Angelo Turco 91

PARTE SEGUNDA

Aprendizaje colectivo, redes sociales e instituciones: hacia una nueva geografía económica, por Rocío Rosales Ortega 123

La geografía histórica y las nuevas tendencias de la geografía humana, por Pedro Sunyer Martín 143

Invirtiendo el punto de vista: las geografías urbanas holográficas del sujeto habitante, por Alicia Lindón 175

De las virtudes de los espacios domésticos para la geografía humana, por Béatrice Collignon 201

Los giros de las geografías del género: re-pensando las diferencias, por Paula Soto Villagrán 217

Ciberespacio, mundos virtuales y territorios del saber, por Liliana López Levi 241 La geografía ambiental como ciencia social, por Gerardo Bocco y Pedro Urquijo 259 Compartir el espacio: encuentros y desencuentros de las ciencias sociales

y la geografía humana, por Alicia Lindón y Daniel Hiernaux 271

Sobre los autores 297

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