francisco asensi - el secreto de sant'angelo

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  • 5/21/2018 Francisco Asensi - El Secreto de Sant'Angelo

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    EELLSSEECCRREETTOODDEE

    SSAANNTT''AANNGGEELLOO

    FFrraanncciissccooAAsseennssii

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    SSIINNOOPPSSIISS

    En 1903, poco despus de la muerte del papa Len XIII, un talSerafino Cattani escribi una carta en la que aseguraba que aqul,en su lecho de muerte, haba afirmado: Io non sono il Papa.

    La misiva, que durante un siglo haba permanecido oculta, llega amanos de monseor Bergonzi, aficionado a desentraar losmisterios de la Iglesia durante las meriendas que organiza en suresidencia junto a otros tres prelados del Vaticano.

    El divertimento inocente de cuatro miembros de la curiadesembocar en una trama de espionaje y muertes, que acabarevelando oscuros secretos de la Iglesia.

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    AMaria Borrs Blancafort,Carmen Daz lvarez,

    Francisco Jos Lpez Alfonso y

    Eva Mariscal de Graciapor su colaboracin inestimable

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    Il y a le roman, et il y a l'histoire.

    D'aviss critiques ont considr le roman comme de

    l'histoire qui aurait pu tre, l'histoire comme un roman

    qui avait eu lieu.

    El faut bien reconnatre, en effet, que l'art du

    romancier souvent emporte la crance, comme l'vnement

    parfois la dfie.

    Hlas! certains sceptiques esprits nient la fait dsqu'il tranche sur l'ordinaire.

    Ce n'est pas pour eux que j'ecris.

    ANDR GIDE, Les caves du Vatican

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    Captulo 1

    Monseor Bergonzi haba ledo la carta por lo menos tres veces. Se levant y seacerc a la ventana. Su mirada tropez con el Braccio Nuovo y con las otras galerasde ladrillo que delimitaban el pequeo cortilede la Biblioteca Apostlica. Tuvo unavaga sensacin de claustrofobia.

    Io non sono il Papa repiti la frase que tanto le haba impresionado.Deliraba Len XIII, como afirmaba el cardenal espaol que le haba asistido en sulecho de muerte, o acaso el que agonizaba no era el autntico papa?

    En un principio, semejantes pensamientos le haban parecido descabellados y sinningn fundamento.

    Giuseppe, Giuseppe se dijo, despus de un rato de cavilacin, has vividolo suficiente para ver con tus propios ojos acontecimientos tan increbles quepondran los pelos de punta a cualquiera. En el Vaticano es posible lo msinverosmil... Ah, si las paredes de los aposentos apostlicos pudieran hablar!

    Monseor Bergonzi se acordaba, sin duda, del malhadado Juan Pablo I. Una vezms, volvi a leer la carta.

    Si el sacerdote Cattani la escribi en estos trminos es porque algo de lo quepresenci le pareci muy extrao... Muy extrao...

    Para hacerse una composicin de lugar exacta del aposento pontificio, monseorBergonzi busc el grabado de Gerlach publicado en elIllustrirte Zeitung,de Leipzig.En l apareca el Papa acostado en su cama, con las manos entrelazadas sobre elpecho y un crucifijo entre ellas, y el cardenal camarlengo de pie, empuando unmartillo de plata y dispuesto a golpear tres veces la frente del muerto y a llamarlopor su nombre otras tantas. Tambin se vean hincados de rodillas alrededor de la

    cama a algunos cardenales y guardias suizos con las alabardas enhiestas.Su vieja amiga mademoiselle Dubouch le haba enviado la carta, escrita haca

    cien aos por un tal Serafino Cattani. La encontr, segn le contaba, por casualidad,dentro de un devocionario que haba pertenecido al abate Pierre Guibert, confesor deIsabel II y frecuentador de los saraos y tertulias que la reina de Espaa organizaba ensu residencia del palacio Basilewski, en la avenida Kleber de Pars.

    El cardenal Vives y Tut, el abate Guibert de Pars, el sacerdote Cattani... Unaconspiracin alrededor del moribundo Len XIII? Quin sabe? Sea como fuere, es

    un buen tema para las reuniones de los viernes.Cmo dice? le pregunt un joven con alzacuello, que andaba rebuscando

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    en unos ficheros del despacho.

    T a lo tuyo, muchacho le contest monseor.

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    Captulo 2

    Desde haca algn tiempo, se reunan dos viernes al mes en la Piazza Navona, enel apartamento que monseor Bergonzi haba alquilado a la Congregacin para laDoctrina de la Fe. La vista desde los ventanales del saln era privilegiada: la Fontanadei Fiumi con su obelisco, la iglesia de Sant'Agnese in Agone... Les una su muchotiempo libre y su comn aficin por la historia de la Iglesia. Sobre todo, les gustabadesentraar esas otras pequeas historias hechas de rumores y ancdotas que noaparecen en los grandes tratados y que, quiz, determinaron los grandes

    acontecimientos del Vaticano. Todo un arte, casi una ciencia!, decan jactndose.Algunas veces, monseor Bergonzi y sus amigos discutan sobre lo que a cualquierale hubiesen parecido banalidades, y se enzarzaban en disputas y acaloramientosnada buenos para unos corazones que deban evitar las excitaciones. Por esa razn,haban establecido normas no escritas para sus tertulias, as como reglas que sereferan a otros asuntos ms prosaicos. Por ejemplo: desde Todos los Santos hasta lafiesta de San Jos, se servan grandes tazas de chocolate en mitad de la tertulia; ydesde San Jos hasta la fiesta de San Juan, se suprima el chocolate por la meriendaslida: panecillos de corteza crujiente y miga esponjosa, que la panadera amiga de

    Giuliana, la hermana de monseor, horneaba para ellos, y que acompaaban con losmejores fiambres y embutidos que cada uno traa de su terruo. Del vino se ocupabamonseor, que era un experto, y, en opinin de su hermana, debera beber menos.Desde San Juan hasta las vacaciones de verano tomaban horchata de chufa, brebajeque en Roma y en los palacios vaticanos introdujeron los Borgia, y que uno de loscontertulios haba conseguido implantar en casa de monseor.

    Aquel primer viernes de enero, festividad de San Benito abogado contra el malde orina, se reunieron alrededor de la mesa monseor Bergonzi, anfitrin habitual;el padre Luigi Toniolo, teatino; Felice Ubaldini, jesuita; y Jos Benavent, un monseor

    valenciano afincado en Roma.Traigo buenas noticias para esta docta asamblea dijo monseor Bergonzi, sin

    poder ocultar su satisfaccin.

    Dicho lo cual, abri su carpeta y con gran parsimonia fue entregando a cada unouna fotocopia de la carta de Serafino Cattani.

    En el silencio ms absoluto del aposento, o las ltimas palabras de SuSantidad como un lamento casi imperceptible: Io non sono il Papa. Io non

    sono il Papa.... Das antes se le haba administrado el Santo Vitico y laExtremauncin.

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    La vspera, el cardenal Mariano Rampolla, secretario de Estado delVaticano, haba telegrafiado a los nuncios de todo el mundo, ponindoles alcorriente del grave estado en el que se encontraba el Papa. Les deca que elSanto Padre daba por concluida su carrera en esta vida y esperaba con

    serenidad la llegada de su hora. Esa misma noche perdi el conocimiento,recobrndolo de nuevo al da siguiente. El penitenciario mayor, a peticin delos dems purpurados, imparti al egregio enfermo la postrera bendicininarticulo mortis. Acabada la ceremonia, sus eminencias pasaron a la capillaPaulina, donde se haba expuesto el Santsimo Sacramento, y se arrodillaronen unos bancos de madera demasiado incmodos para quienes estabanacostumbrados a blandos almohadones de terciopelo.

    Durante veinticinco aos, el pontfice agonizante haba regido la IglesiaCatlica impidiendo con su largo reinado que otros, que haban soado con

    sentarse en la ctedra de Pedro, alcanzasen tan alto honor y gustasen,aunque fuese por breves aos, las mieles del poder. Rezaban? Sopesabanlas probabilidades que todava tenan? Al fin y al cabo, los cardenales msviejos podan pensar para animarse, que Len XIII haba ceido la triplecorona a los sesenta y ochos aos. No era fcil averiguar, vindolosensimismados y con los ojos cerrados, si rezaban por el moribundo oechaban clculos sobre las propias posibilidades de sucederle. No todos, sinembargo, estaban reconcentrados. En la ltima fila se haba arrodillado elcardenal Silvio Corsini que, visiblemente inquieto, miraba hacia atrs

    continuamente como si dudara entre permanecer en la capilla o volver a lahabitacin. Por qu tanto desasosiego?

    En el dormitorio pontificio ya slo quedbamos el cardenal espaolVives y Tut y yo, aunque muchos en el Vaticano me vean como unadvenedizo. Fue entonces cuando Len XIII repiti una y otra vez laenigmtica frase Yo no soy el Papa, que a m se me qued profundamentegrabada.

    El cardenal Vives y Tut y yo la omos con claridad, aunque cada vezms dbil y silabeada. Cuando me volv al seor cardenal, preguntndolecon la mirada qu era lo que el moribundo intentaba decirnos, me respondien un aparte:

    El Santo Padre delira.

    Avisados de que haban comenzado los estertores de la muerte, loscardenales acudieron de nuevo junto al lecho papal. De rodillas, rezamos lasletanas de los agonizantes, mientras las campanas de San Pedro anunciabana la ciudad de Roma el supremo trance en que haba entrado Su Santidad. Acontinuacin, el penitenciario mayor recit la oracinProficiscere:

    Sal, alma cristiana, de este mundo, en nombre de Dios Padreomnipotente que te cre Emocionado, el prelado continu leyendo el

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    texto hasta el punto que dice: Seor, ten piedad de sus gemidos, tenmisericordia de sus lgrimas.

    Mientras pronunciaba estas ltimas palabras, Len XIII entreg suespritu a Dios. Eran las cuatro de la tarde del 20 de julio de 1903.

    El dormitorio de Len XIII, convertido ahora en cmara mortuoria,contaba con muy pocos muebles: tan slo la cama y una mesilla. Ladesnudez de la habitacin recordaba ms bien a una celda franciscana, sinevocar en absoluto el lujo de la vida de un papa.

    Todos los presentes se concentraron en el papel que tenan delante, como si se leshubiese servido un apetitoso plato. Lean con atencin, tratando de intuir qudemonios se traa entre manos Bergonzi.

    Io non sono il Papa. Io non sono il Papa... repitieron en voz alta, sorprendidos ycasi al unsono, esperando una explicacin.

    Bien, ahora que habis ledo este documento, podis preguntar lo que querisdijo Bergonzi.

    Es autntica esta carta? inquiri en primer lugar el padre Benavent,mientras echaba la silla hacia atrs y meta sus manos regordetas en el fajn rojo.

    No me cabe la menor duda asegur monseor Bergonzi. Aunque lafiabilidad del autor y el sentido exacto de su contenido sea harina de otro costal.

    Nunca le que Len XIII dijese tal cosa antes de morir coment el padreLuigi Toniolo, el ms viejo de la reunin, que pasaba por ser uno de los msdocumentados en el anecdotario de los ltimos pontfices.

    Y t, Ubaldini, qu tienes que decir? le anim monseor.

    Estoy sorprendido, muy sorprendido le contest el jesuita. Creo que es ungran tema. No slo por el personaje, nada menos que el papa de la Rerum Novarum; ypor la poca, intrincada y revuelta, que tiene como contexto, sino por el hecho en s.Eso de que Len XIII, moribundo, dijese que no era el papa... Me parece algo

    sugerente..., apasionante. .. aadi entusiasmndose.Qu hay de sugerente y de apasionante en esta carta? espet el padre

    Benavent, cortndole las alas.

    Te parece poco sugerente lo que relata el tal Serafino Cattani, testigopresencial, segn afirma, de los ltimos momentos del papa Len XIII?

    Pero es que alguien de los aqu presentes se ha credo semejante patraa? Meparece le replic el padre Benavent que, en esa misma carta, el cardenal Vives yTut, tambin testigo presencial de la escena, da cumplida respuesta: el Papa

    deliraba, como tantos enfermos al morir, y punto. No hay por qu sacar las cosas dequicio.

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    El considerando de monseor Benavent fue certero, pero no logr poner eldeseable punto final.

    Si no disponemos de ms datos intervino el teatino, ninguno de nosotrospodemos resolver el problema ahora. El dilema que plantea la carta del tal Cattani, a

    mi entender, es el siguiente: el Papa que muere en los palacios apostlicos el 20 dejulio de 1903, fue el verdadero Len XIII o se trataba de un impostor que lo habasuplantado y que, arrepentido en el ltimo momento, confes la verdad? Y,dirigindose a monseor Bergonzi, continu: se, creo yo, es el tema de debate quenos propone monseor.

    Padre Toniolo, seamos serios! le reprendi el padre Benavent, como elprofesor al alumno que acaba de decir una estupidez. sta es una reunin dehistoriadores acreditados. Aunque estudiemos temas per divertimento, eso no quitaque lo hagamos con rigurosidad; debemos ser objetivos... Quin iba a secuestrar aun papa y poner a un doble en su lugar? Los cardenales? Y qu hicieron con elverdadero? Lo asesinaron? Esa carta, en mi opinin, habra que tomarla a broma, sino fuera porque resulta sacrlega y macabra...

    Calmaos, calmaos intervino monseor Bergonzi. Vuestro acaloramiento,cuando ni tan siquiera hemos comenzado a trabajar, me demuestra que el tema valela pena. Si es bueno o no, ya se ver. Lo que est claro es que es polmico,apasionante... Y, como empezaba a llegar el olorcillo a chocolate, pens que noestara de ms echar mano a la tregua que su hermana le brindaba en bandeja.

    Haced sitio, que viene Giuliana con la merienda.El humeante chocolate y la exquisita bollera, que en otras ocasiones llenaban las

    bocas y apaciguaban los nimos, no pudieron serenarlos esta vez.

    Me parece que el spagnoletto dijo el padre Toniolo, refirindose al padreBenavent ha perdido los estribos, y, a fuerza de pedirnos seriedad, coarta nuestrainvestigacin. Un mtodo poco cientfico. Qu nos impide estudiar el contenido deesa carta? Por qu considerarla de entrada una broma macabra? Es que la historiade la Iglesia no encierra casos patticos, peores que ste...? Con ese prejuicio, pocarigurosidad vamos a conseguir.

    El padre Benavent se atragant con las palabras del teatino y a punto estuvo desalpicar a su contrincante con las sopas que andaba masticando en su boca.Monseor, que lo tena a mano, tuvo que darle unas cuantas palmaditas en laespalda.

    Come o habla, pero no hagas las dos cosas a la vez, que nos vas a ponerperdidos.

    Por qu insinas que tengo prejuicios apriorsticos? Es que podemos poneren entredicho la verdad histrica de ese largo pontificado, porque a un tal Cattani,

    que Dios sabr quin es, se le ocurri escribir una carta y poner en boca de Len XIIIuna frase tan fantstica como desacertada? Cuidado, amigos, que no estamos

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    hablando de un papa de la oscura Edad Media, sino de anteayer, como quien dice,sobre el que hay escrita una amplsima bibliografa.

    Nadie ha puesto nada en cuestin dijo monseor, blandiendo en el airemedio bollo chorreante de chocolate. Pero quin o qu nos impide pensar, al

    menos como mera hiptesis, que el papa Len XIII pudo haber utilizado un doble enalguna ocasin? Eran tiempos revueltos los que l vivi...

    Hasta el extremo de suplantarlo en la mismsima hora de su muerte? insisti el padre Benavent, erre que erre.

    Y por qu no? le desafi monseor con un nuevo bollo que haba tomadode la bandeja y se dispona a mojar en su taza.

    De verdad crees que pudo ser posible? pleg velas el padre Benavent,viendo que su posicin no era compartida.

    Yo, caro amico,ni creo ni dejo de creer. No se trata de eso, y t lo sabes muybien. Slo digo que esta carta, sea o no cierto su contenido, constituye un buen temade estudio, y aceptar lo que dice, al menos como hiptesis, no me parece tandescabellado como para echarse las manos a la cabeza. Rechazar a priori, como thaces, tal posibilidad, es partir de un prejuicio. Tu actitud, y no la curiosidad delpadre Felice, es la acrtica.

    Viendo que los nimos no acababan de calmarse, el padre Toniolo intervino:

    No es por nada, pero en medio de estas discusiones, bastante bizantinas, no

    estis saboreando el riqusimo chocolate de Giuliana. Hoy tiene un toque devainilla...

    Todos, con las servilletas prendidas de los alzacuellos para evitar que elchocolate salpicase sus sotanas, se volvieron hacia la hermana de monseor, queestaba dndole al ganchillo junto a la ventana. La sonrisa que le ofrecieron conaquellos carrillos hinchados, les daba cierto aire bobalicn. Ella les devolvi lasonrisa por encima de sus gafas.

    Giuliana, la hermana de monseor, tena un pronto de mandona muy propio

    de las solteronas que se le haba acentuado con el paso de los aos; sin embargo,nunca se haba entrometido en los asuntos de su hermano. Tan slo cuando habavisto que algn cura de los que frecuentaba su casa rondaba a alguna mujer habaintervenido como leal gobernanta vigilante y defensora de las buenas costumbres delclero. Sentada en su silln, ganchillo en ristre, teja unas puntillas para un altar,mientras escuchaba con atencin las discusiones del hermano y sus amigos.

    Muy bueno el chocolate, Giuliana. El padre teatino se quit la servilleta delcuello y se limpi los labios.

    A los seores contertulios no se les caeran los anillos si me echasen una

    mano... Esto ltimo, subrayado con un cierto retintn, lo deca Giuliana por elpadre Benavent, que luca uno muy ostentoso en su mano derecha.

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    Expedita la mesa y convertida de nuevo en mesa de trabajo, monseor desplegcon mucho cuidado la carta original de Serafino Cattani. Sobre el amplio tablero caaun cono de luz procedente de la tulipa de cristales de colores ms propia de unacantina del Misisip que del saln de un clrigo, que penda del techo. En qu

    estara pensando Giuliana para colgar semejante lmpara en el despacho de suhermano? De todos modos, haba que reconocerlo, daba una luz esplndida.

    La carta de Serafino Cattani fue pasando de mano en mano como si fuese unavenerada reliquia. El padre Benavent, que no era graflogo, como tampoco lo eraninguno de los presentes, jug a serlo tratando de interpretar los rasgos de laescritura. Los otros le dejaron hacer sin prestarle demasiada atencin, permitindoleque aventase su vanidad de aficionado. Todos eran zorros viejos y saban bien de qupie cojeaba cada uno, y cuando vieron que el spagnolettocomenzaba a extralimitarse:que si el corte de las g, que si las m estiradas como gusanillos, que si las

    maysculas parecan capitulares rubricadas... Filosofando sobre todo ello y a puntode extraer sus personales conclusiones, el jesuita no pudo contenerse y leinterrumpi con brusquedad:

    De todo lo cual se deduce que el tal Serafino Cattani fueun homme bien lev...

    El padre Benavent, que haba tratado de pergear, inventar ms bien, lapersonalidad del autor de la carta, a partir de los rasgos de su escritura, dej sobre lamesa el papel amarillento que haba monopolizado.

    Cmo dices? se sorprendi.

    Con slo ver ese tipo de caligrafa se deduce a la legua que Serafino Cattaniera francs; al menos educado en Francia, y si me apuris, os puedo decir incluso enqu colegio.

    Cmo? Ahora eran los dems quienes estaban sorprendidos, porque sabanque el padre Ubaldini no habra dicho tal cosa de no estar seguro.

    A los apremios de los contertulios, el jesuita les cont con todo lujo de detallescmo haca muchos aos, a propsito de una cuestin muy controvertida surgida enFrancia acerca de la formacin caligrfica de los alumnos, tuvo que documentarse a

    conciencia sobre el tema, razn por la cual lleg a conocer a la perfeccin lascaractersticas de las diversas escrituras y mtodos que se utilizaban en los distintoscolegios.

    Tanto es as concluy su larga exposicin que, entre mil cuadernos, sdistinguir en qu colegio aprendi a escribir el estudiante. Y, en el caso que nosocupa, puedo afirmar sin el menor temor a equivocarme que Serafino Cattani fuealumno de los sulpicianos.

    Bueno dijo monseor muy animado, veo que, apenas propuesto el tema,ya tenemos alguna lnea de investigacin abierta. Segn nos acaba de afirmar elpadre Ubaldini, Serafino Cattani fue educado a la francesa. Qu digo! El padre Felice

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    se atreve a asegurarnos que estudi en el seminario de Saint Sulpice de Pars...

    Cmo se compagina, sin embargo, esa aseveracin del padre Ubaldini con elnombre y apellido italianos de nuestro hombre? apunt el teatino, seguro de que elpadre Benavent, a quien se volvi en busca de su aprobacin, estaba pensando lo

    mismo.Monseor, sin dejar que el jesuita respondiera, se adelant a hacer uso de la

    palabra.

    Ah tenemos una incgnita a despejar, y no ser la nica. No os parece queesto se pone interesante desde el principio?

    Ya deca yo que este tema era sugerente y apasionante ratific el jesuita suprimer parecer, mirando con malicia alspagnoletto.

    El padre Benavent, sin haber digerido an la poca consideracin que habanmerecido sus elucubraciones grafolgicas, no tena la cabeza clara para ver lospuntos dbiles de todo aquel andamiaje que el jesuita haba levantado en unsantiamn, y menos para desmontrselo.

    Oyendo la argumentacin de Ubaldini dijo mosqueado, me inclino a darleun voto de confianza. Esperemos que los hechos no le desbaraten sus brillantesintuiciones.

    A esas horas, ya haca un rato que Giuliana, tras dejar sobre el silln sus laboresy echar una ltima mirada a todos los rincones de la plaza, donde con el fro que

    haca deambulaban muy pocos turistas, haba corrido las cortinas y pasado a lacocina a preparar la cena. Scrates,el perro, que todo el tiempo estuvo echado a suspies, la haba seguido. La tertulia de aquel viernes, con tema nuevo, se alargaba msde lo habitual.

    Se nos presenta dijo monseor Bergonzi, clausurando la reunin unemocionante prolegmeno: quin fue ese Serafino Cattani? A quin le escriba lacarta? Qu haca en la cmara mortuoria del pontfice...? Y si el principio es yaemocionante, qu decir del fin que nos hemos propuesto: tuvo el papa Len XIII undoble?

    No cantes victoria, monseor dijo muy serio y contrariado el padreBenavent. No emitas la conclusin antes que las premisas... Demostraciones,pruebas, hechos...

    He hablado en condicional, caro amico. He dicho si eso fuese as... Comocomprenders, no tengo ningn inters en crear problemas a nuestra Santa MadreIglesia...

    Que no est el horno para bollos aadi el jesuita.

    Sabis cuntos aos tena Len XIII cuando muri? pregunt de sopetn, ysin venir a cuento, el padre Toniolo para desviar la conversacin y evitar roces

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    innecesarios.

    El verdadero o el falso? quiso puntualizar, socarrn y un tanto soberbio, elpadre Benavent, mientras con la punta de su pauelo quitaba una mota de chocolateque le haba salpicado el anillo doctoral.

    No, lo pregunto en serio.

    Si mal no recuerdo, ochenta y seis aventur el spagnoletto, que ya habadejado de jugar con su anillo y haba guardado el pauelo.

    El que vivi ochenta y seis aos fue Po IX le rectific el jesuita. Len XIIIalcanz ms de noventa, pero no s con exactitud cuntos.

    El padre Toniolo, disimulando su satisfaccin por haber puesto en compromiso alos presentes, contest a su propia pregunta.

    El ms viejo de los dos papas dijo fue Len XIII, que vivi noventa y tresaos; lo que pasa es que Po IX, aunque muri a los ochenta y seis, tuvo elpontificado ms largo. Nada menos que treinta y un aos, superando al propio sanPedro. No habis ledo la lpida que, para conmemorar tal acontecimiento, se pusoen la Baslica de San Pedro?

    El padre Toniolo se refera al medalln de mosaico que en 1871, siete aos antesde su muerte, el clero de la baslica vaticana coloc en el pilar donde estaba la estatuade bronce de San Pedro, como acta notarial que diera fe pblica de que Po IX habaigualado los aos del Apstol.

    Los sobrepas con creces, desmintiendo la leyenda de que ningn papaalcanzara jams los veinticinco aos de pontificado apostill monseor.

    Y el Papa actual lleva idntico camino... coment el jesuita sin disimular suantipata.

    Bueno, pero a cuento de qu viene ahora la edad de Len XIII? intervino elpadre Benavent, dirigindose al teatino.

    Viene a cuento de lo difcil que debi de resultarles a los seores cardenalesbuscar un doble de un anciano con tantos aos y achaques.

    Todos se rieron.

    Os habis dado cuenta de que esta carta est cortada en su cabecera? Como sialguien con un cortaplumas hubiese querido suprimir el membrete...

    El jesuita Ubaldini haca rato que haba retomado la carta y, mientras se hablabasobre los aos del pontfice, haba estado observando ese borde, pasando yrepasando las yemas de sus dedos. Todos reclamaron de nuevo la carta paracerciorarse de ello. Convinieron por unanimidad que as era.

    Qu cabra deducir de ese hecho? pregunt intrigado el padre Benavent,molesto consigo mismo por no haber sido l quien descubriera el detalle.

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    No lo s. De momento, lo constato. Puede que a posteriori tenga algn interso puede que no respondi con naturalidad el jesuita.

    Contino pensando que hemos sobrevalorado el contenido de esta carta dijoel padre Benavent, retomando su posicin inicial y, ahora, nos entretenemos en

    analizar el papel, como si se tratase de un resto arqueolgico de valor incalculable. Yomismo, no me da vergenza reconocerlo, he cado en esa trampa.

    Cmo es posible que no te hayan llamado de la Congregacin para la Causade los Santos? Hubieras sido un buen abogado del diablo. No he visto a nadie queponga tantas pegas salt el padre Toniolo sin poder evitarlo, nervioso por ver loscontinuos reparos del valenciano.

    Desde la cocina llegaron unos carraspeos que los contertulios supieroninterpretar muy bien.

    Giuliana tiene a punto la cena de monseor coment el teatino. Habr queir replegando velas.

    No le hagis demasiado caso tranquiliz monseor a sus amigos, aunque sehaba dado por aludido.

    Acto seguido pas a tratar de cmo se iba a llevar a cabo la investigacinpropuesta y de cmo se repartiran los trabajos y las intervenciones.

    La tarea para las prximas reuniones dijo nervioso y apresurado esrecopilar todos los indicios relativos al doble de Len XIII. Algunos habr, digo yo...

    A partir de ah, ya iremos diseando las dems lneas de estudio segn como se nosvaya dando. Creo que el tema no es slo sugerente, sino de suma importancia. Mir al padre Benavent, obligndole a que diese tambin su asentimiento inextremis, cosa que hizo con una imperceptible inclinacin de cabeza. Aunquenosotros tomemos esta cuestin histrica como simple pasatiempo, no por eso lavamos a tratar de maera frvola. As pues, y para evitarnos molestias que nospudieran venir vete t a saber de qu congregacin, lo mejor ser que guardemossecreto de lo que aqu hablamos...

    Difcil va a ser. Si hemos de investigar, quirase o no, algn rastro dejaremos

    de lo que andamos buscando coment el padre Ubaldini.

    Menudos alcahuetes son todos los de la Vaticana aadi el padre Toniolo.

    Monseor le mir con reproche.

    En la Biblioteca Vaticana hay alcahuetes como en todas partes: ni ms nimenos.

    Monseor se levant de la mesa camilla a por su agenda, y se sent de nuevo enel silln que cruja cada vez que se aposentaba en l.

    Me parece dijo, consultndola que la prxima reunin la podemos tener elda 26. Qu menos que quince das para conseguir algn dato sobre el tema! De

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    acuerdo?

    Todos asintieron y tomaron nota.

    De la cocina llegaban discretos ruidos de platos y cubiertos. Monseor estabaacostumbrado a estas seales, y saba que era urgente poner fin a la reunin si noquera ver a su hermana con cara larga a la hora de la cena.

    Quin empieza? pidi concrecin el padre Benavent, consultando la horaen su reloj de pulsera, uno de esos enormes de oro, cargado de intiles esferas yagujas que no haba aprendido a manejar.

    Lo echaron a suertes y recay en el padre Toniolo.

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    Captulo 3

    El padre Luigi Toniolo perteneca a la orden de los teatinos, y viva en la casageneralicia que stos tenan junto a Sant'Andrea della Valle. Como muchos miembrosde su orden, haba perdido la ilusin primera. A sus casi ochenta aos, cnico ydesencantado, reparta su tiempo entre la biblioteca y el altar. Todos los das, vestidocon una sotana impecable y peinado con la raya a la izquierda, bajaba a la iglesia de

    buena maana. Conservaba la costumbre de levantarse al alba a pesar de que lamayora de sus correligionarios, con menos achaques que l, la haban arrinconado.

    Deca la primera misa para las pocas personas que acudan a aquellas horas y, acontinuacin, se sentaba en el confesonario a esperar que algn penitente solicitaselos auxilios espirituales. Era un clrigo puntual y cumplidor, y las horas muertas quepasaba en el confesonario las empleaba en leer su breviario, prctica que tambinhaba cado en desuso. Si la claustrofobia o la impaciencia por desayunar no leapremiaban, se sumerga en libros o revistas de historia, lo que constitua suverdadera pasin.

    Al da siguiente de la reunin, despus de tomarse un buen tazn de caf negrobien cargado, con rebanadas de pan con mantequilla, subi a la biblioteca que haba

    en la parte alta de la casa. All no llegaba el guirigay de los alborotadores peregrinos,casi siempre grupos de muchachos y muchachas de colegios religiosos, que iban aRoma en viaje de fin de curso para ver al Papa. El padre Toniolo, resguardado en susanctasanctrum, lea con tranquilidad los peridicos de la maana entre los queno faltabaL'Osservatore Romano, aunque haba subido con la intencin de estudiarel tema que haban acordado investigar en casa de monseor.

    Vio que el hermano Osvaldo Gonzlez una de las conquistas apostlicas que sehaba trado de Mxico rondaba por la sala, y no pudo evitar preguntarle:

    Qu sabes t de Len XIII?El joven sudamericano, si bien nunca haba dado muestras de una vocacin

    religiosa acendrada, s haba demostrado ser un empedernido lector y un autodidactaen muchas materias, aunque era, sobre todo, un fuera de serie en temas deordenadores y negocios hosteleros. Se qued pensativo un momento.

    Pues, a decir verdad... Pero a qu viene esa pregunta?

    Sin responderle, el padre Toniolo le lanz otra.

    Tuvo Len XIII un doble?

    Es que esta maana se dedica usted a contestar cuestionarios de revista?

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    No, te lo pregunto en serio.

    Como todos los das, el hermano Osvaldo subi a alimentar la estufa de lea y lapuso al rojo vivo; sa era la nica manera de hacer habitable aquella inhspita salaadonde, paradojas de padre general, no llegaban las caeras de la calefaccin.

    Cuando el padre Toniolo crea que el hermano haba olvidado la pregunta, oy que lecontestaba desde la otra esquina de la sala.

    No s si Len XIII tuvo un doble, pero, segn he averiguado por Internet,Andr Gide trat ese tema en su novelaLos stanos del Vaticano.

    Ests seguro?

    Sin contestarle, el hermano Osvaldo fue a los anaqueles de literatura que tan bienconoca, busc entre los libros prohibidos y, al momento, le puso encima de la mesala edicin original de la novela.

    Ecco. Vol.

    Hasta ese momento, el padre Toniolo slo conoca de Andr Gide que haba sidopremio Nobel, adems de lo que haba escrito sobre l Charles Moeller en su obraLittrature du XXe. Sicle et christianisme. Recordaba vagamente que haba sido unautor maldito y un hombre muy angustiado por su condicin de homosexual... Ypoco ms. Esa misma maana comenz a leer la novela, lectura que prosigui al dasiguiente en el confesonario de Sant'Andrea della Valle, con mayor atencin ydevocin de la que prestaba a su breviario. La trama le dej tan absorto, que se

    olvid incluso del desayuno.En la novela, una banda de estafadores con tenebrosas ramificaciones se hace

    pasar por clrigos durante el pontificado de Len XIII, y extienden por Francia elrumor de que la Santa Sede ha sido usurpada por las logias masnicas y que elverdadero papa ha sido secuestrado y sustituido por un doble. Aseguran haberrecibido una misin secreta de un cardenal de Roma para recaudar fondos yorganizar una cruzada para liberar al Papa, encarcelado en el castillo de Sant'Angelo.La trgica nueva se difunde por Francia y algunos catlicos ultramontanos se dirigena Roma para liberar al augusto prisionero. Finalmente, se descubre que se trata de

    una gigantesca estafa, tramada con el nico fin de obtener dinero de fieles ingenuos.Los que se alistan a esta ridcula cruzada son catlicos ultraconservadores, a quienesGide califica de fantoches jactanciosos y bobalicones y fustiga con irona.

    Terminado el librito, el padre Toniolo se qued pensativo.

    Qu dirn mis contertulios cuando les diga que he comenzado misinvestigaciones partiendo de una novela?

    Se imagin, sobre todo, al padre Benavent. Hasta dnde llegaran suscarcajadas? Qu burlas no le dedicaran el jesuita y el mismo monseor Bergonzi? Y,

    aunque estuvo tentado de desechar este punto de partida, la novela tena algo que leseduca. En la ficcin se tocaba el tema de un papa secuestrado, suplantado por un

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    doble... Lo mismo que haba referido el sacerdote Cattani en su carta, y ste no era unnovelista sino un testigo presencial...

    La novela no puede ser tan estrafalaria como parece a primera vista sejustific. En algn dato histrico, por dbil que fuera, debi de fundamentarse

    Gide. De todos modos, por qu no seguir este camino si, al fin y a la postre, se tratade un divertimento?

    Tras un largo rato sin saber muy bien por dnde abordar la cuestin, se levant aconsultar una gran enciclopedia.

    Por alguna parte habr que comenzar se dijo, dndose nimo.

    Busc la biografa del novelista francs y fue anotando en una cuartilla los datosque le parecieron interesantes. Andr Gide haba nacido en 1869 y, al morir Len XIIIen 1903, tena treinta y cuatro aos. Haba sido contemporneo del Papa y, aunque no

    lo hubiese conocido en persona, seguramente habra tenido noticias de su poltica,que tanta incidencia tuvo en Francia, de su famosa encclicaRerum Novarum...Segnla enciclopedia, Los stanos del Vaticano no era una obra maestra, pero haba quecontarla entre sus novelas ms significativas. Fue publicada por ditions Gallimarden 1914. El padre Toniolo comprob que el ejemplar que estaba utilizando pertenecaa esa primera edicin.

    1914, once aos despus de la muerte del Papa garrapate en el papel.

    Alborozado, ley que Andr Gide se haba inspirado para su novela en un folleto

    de la poca, que haba circulado de mano en mano y que se titulaba Relato de laliberacin de Su Santidad Len XIII, prisionero en los calabozos del Vaticano, impreso enSaint-Malo en 1893, en la imprenta de Y. Billois, Rue de l'Orme, 4.

    Al menos existe un panfleto, contemporneo del Papa, que habla del tema peror en voz alta, como si se estuviera dirigiendo a un auditorio que siguiera atentolas elucubraciones que pasaban por su cabeza. Ahora bien, qu grado decredibilidad pudo otorgar Gide a un libelo de estas caractersticas? Ninguna?Crey que se trataba de un hecho real o, por el contrario, que era pura fbula? Dej que sus imaginarios oyentes reflexionasen un momento, y, como no pusieron

    objecin alguna, prosigui: Algn fundamentoin rehabr, no les parece?Desde el fondo de la biblioteca le llegaron unas risas que le sonaron a las del

    padre Benavent, y se volvi. Era el hermano Osvaldo, que vena en su busca, y alorle hablar solo, se haba quedado un rato escuchndolo.

    Ha ledo ya la novela? Ha encontrado en ella lo que buscaba?

    Osvaldo le anunci que acababa de llegar la hermana Ins. Aunque la llam as,haca ya aos que haba abandonado el convento. El padre Toniolo dej sus libros y,siguindole, baj a recepcin.

    El padre Toniolo haba sido confesor y director espiritual de la hermana y, segnlas malas lenguas, algo ms... No faltaban quienes afirmaban haberlos sorprendido

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    juntos en la celda del teatino, y no precisamente en actitud de orar. Algunos aadanque de aquella relacin naci un hijo. Quiz se fuera el verdadero motivo por el quela antigua monja vena a Roma con tanta frecuencia. Cuando ella decidi colgar loshbitos, el padre Toniolo no se atrevi a seguirla, aunque le proporcion la ayuda

    econmica que sus hermanas de religin le negaron. La antigua monja seguamanteniendo muy buena amistad con el fraile. Aunque esta digresin no atae alcaso, retrata bien a uno de susprotagonistas.

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    Captulo 4

    El da 26 de enero, a la hora convenida, concurrieron los tertulianos a casa demonseor con la puntualidad que les caracterizaba; al ver que su anfitrin lesesperaba acompaado de un joven clrigo, se quedaron muy sorprendidos.

    He pensado que no nos vendra mal un secretario para que tome nota de loque hablamos en nuestras reuniones. Sabe taquigrafa y est preparando sudoctorado de historia en la Gregoriana. Qu os parece?

    A ninguno se le ocurri cuestionar la conveniencia de tal decisin. El jovensacerdote, de nombre Miguel Orovay y valenciano como el padre Benavent, fueestrechndoles las manos a medida que monseor les iba presentando.

    No s qu explicacin darle, pero desde los Borgia siempre ha habidovalencianos merodeando por aqu coment monseor, mirando hacia el padreBenavent, que, como siempre, vena con su atuendo de gran prelado.

    No creo que merodear sea la palabra ms adecuada puntualiz, rindose,sin darle demasiada importancia a la pulla.

    Se sentaron alrededor de la mesa, con el brasero elctrico encendido a pesar deque la calefaccin general estaba dada. Giuliana, como de costumbre, se apoltron ensu silln junto a la ventana, y Scrates,que la segua a todas partes, se tendi a suspies. Monseor tom la palabra para hacer una breve introduccin a la que iba a serla primera tertulia sobre Len XIII y su doble. Con un gesto, sin dejar de hablar,hizo que el reverendo, como desde entonces tambin llamaran al joven Orovay,tomase nota en su cuaderno del ttulo provisional que se daba a aquellasinvestigaciones. A continuacin, cedi la palabra al padre Toniolo, que, muy a pesarsuyo, se puso nervioso.

    Andr Gide trata en su novela Los stanos del Vaticano justo el tema que noshemos propuesto investigar aqu.

    No le fue posible conocer la impresin que haban causado sus primeraspalabras en el auditorio, pues todos estaban con la cabeza gacha. Slo el reverendo lemiraba atentamente para no perderse algo importante que debiera anotar. Acontinuacin, expuso los indicios histricos que podan deducirse del texto. Desdeque haba odo pronunciar el nombre de Gide, el padre Benavent haba empezado agolpear la mesa con su bolgrafo.

    Padre Toniolo, seamos serios le espet, sin poder aguantar ms. A quinse le ocurre coger una novela, aun en el supuesto de que se trate de una del gnero

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    histrico, para llevar a cabo una investigacin como la que nos hemos propuesto? Esque Len XIII no cuenta con bigrafos competentes para tener que acudir a unliterato anticlerical?

    Aunque a un extrao estas palabras le hubiesen parecido duras o, al menos,

    desabridas, en realidad no lo eran, y el tono responda, como el de los diputados enel Congreso, al papel que cada uno haba elegido representar. Los tertulianos sabande sobra que el padre Benavent siempre ejerca de abogado del diablo, de fiscalmeticuloso. En el fondo, como monseor haba sentenciado antes, uno elige el papelcon el que se siente ms identificado. De todos modos, fuera cual fuese la discusin yla temperatura que alcanzase, no era de prever que la sangre llegase al ro.

    Hombre, me gusta que me hagas ese reproche le respondi, dispuesto autilizar contra su adversario el argumento esgrimido. Si los bigrafos de Len XIII,que sin duda t conoces bien, hubiesen escrito sobre su doble, t lo sabras y nos lohubieses dicho. Pens, pues, que era una prdida de tiempo consultar para esteasunto las biografas autorizadas, ms o menos oficiales. Una cosa que pertenece almundo del rumor hay que rastrearla en otras fuentes menos convencionales, no teparece? Y, a propsito, no enseas t que los grandes hechos, los imprevisibles, losque revolucionan la historiografa, se descubren en documentos menores, mediocresen apariencia, en los que nadie hubiese reparado que estaban?

    Monseor se sinti obligado a asentir, sin decir una palabra que le involucrase enel fondo de la cuestin. El gesto fue suficiente para que el teatino se sintiera

    respaldado. Envalentonado, pues, y sin dar ms explicaciones, abri la novela deGide por la parte que traa sealada y ley con entonacin maliciosa:

    Ciertos crticos sagaces han definido la novela como la historia que pudoser, y a la historia como una novela que haba sucedido. Forzoso es, enefecto, reconocer que el arte del novelista alcanza a menudo la verosimilitud,mientras que lo ocurrido, en ocasiones, parece inverosmil. Por desgracia,ciertos espritus escpticos niegan los hechos en cuanto se salen de locorriente.

    El texto citado interrumpi la lectura para glosarla me viene como anilloal dedo, y no hubiese podido encontrar otro mejor para definir mi postura. Elobjetivo de la investigacin que nos hemos propuesto es, cierto, ms propio de unanovela que de la historia; por eso, en este caso concreto, el historiador necesita, talvez, del arte y la sensibilidad del novelista para rastrear con acierto lo inverosmil.

    Acab su exordio repitiendo, casi deletreando, la ltima frase de Gide,mientras miraba al padre Benavent, a quien, sin duda, se la dedicaba: Ciertosespritus escpticos niegan los hechos en cuanto se salen de lo corriente.

    Tras una breve pausa, continu con su exposicin:Que el Papa fuese secuestrado y suplantado por un doble es un planteamiento

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    temerario y muy espinoso. Quiz, una broma macabra. Pero es un hecho, comoreconoce el mismo Andr Gide, que, a finales de 1893, corri tal rumor. Algunosperidicos que hablaron del caso fueron silenciados. El folleto sobre el asunto queapareci en Saint-Malo fue retirado enseguida... Por qu? Ni al partido francmasn

    le convena que se difundiera semejante villana, ni el partido catlico se atreva apatrocinar las colectas que se organizaron para liberarlo...

    El padre Toniolo interrumpi de nuevo su discurso, consciente de que enaquellas pocas reflexiones de Gide en Los stanos del Vaticano quedaba centrado elproblema, y mir a sus contertulios para ver qu tenan que alegar.

    Lo que acabas de exponer es tuyo o de la novela? inquiri el jesuita.

    De la novela, claro se apresur a contestarle, satisfecho al ver que susamigos iban cambiando de actitud y, poco a poco, le empezaban a tomar en serio.

    Les anunci que iba a leerles una escena de la novela muy ilustrativa al respecto,pero opt por relatrsela primero.

    No os inquietis; ser muy breve. Slo quiero que os deis cuenta de cmoGide, apenas unos aos despus de la muerte de Len XIII, refleja en su novela eltema del doble papal. Por lo menos habremos de admitir que el rumor y elambiente que se respiraba en la Francia catlica de la poca eran reales. Comoejemplo de todo ello, os contar la entrevista del clrigo estafador con la condesa, aquien embauca para sacarle fondos pro liberatione papae,que supuestamente ha sidosuplantado y encarcelado.

    Un ejemplo de la verosimilitud de lo inverosmil, supongo apostilldesabrido el padre Benavent.

    El teatino, ignorndolo, comenz el relato.

    Protos, el sacerdote estafador, intenta convencer a la condesa de Saint-Prix,monrquica hasta los tutanos, de que el verdadero papa ha sido secuestrado ysustituido por un doble. Para ello le recuerda las dos cartas escritas por Len XIII endiciembre de 1892: en la dirigida al pueblo italiano, el Papa reivindica su poderabsoluto y exige que se le devuelvan los territorios pontificios usurpados; en la

    dirigida a Francia, por el contrario, abandona la causa de la monarqua y pide a loscatlicos franceses que acaten la Repblica... Una repblica anticlerical, enemiga dela Iglesia! En ninguna cabeza cabe que dos cartas tan contradictorias fuesen escritas yfirmadas por la misma mano, y de ah la sospecha de que existan dos papas...

    Y, sin poderse resistir, abri la novela y ley uno de los textos que traasealados:

    No tener papa es espantoso, seora, pero tener uno falso lo es ms an.La Logia ha instalado en el trono pontificio en lugar de Len XIII a unmaniqu que se parece a su santa vctima, a un impostor a quien, por no

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    perjudicar al verdadero papa, hemos de fingir acatamiento y ante el que qu vergenza! se ha inclinado la cristiandad entera durante el jubileo. Elprimer acto del falso papa fue la encclica dirigida a Francia. S, s, s muy

    bien, seora, cunto sufri su gran corazn de condesa al or cmo la Santa

    Iglesia abandonaba la sacrosanta causa de la monarqua, cmo el Vaticano,insisto, aplauda a la Repblica. Tranquilcese, seora condesa! Piense en loque habr sufrido el cautivo Santo Padre al or cmo aquel impostor seproclamaba amigo de la Repblica!

    El padre Toniolo cerr la amarillenta novela y la dej sobre la mesa, como si conlo expuesto pudiera sacarse ya una conclusin definitiva.

    Desde luego, hay que reconocer una gran perspicacia y sagacidad en Gide seadelant a exponer su interpretacin personal el padre Ubaldini, sin esperar a que el

    teatino diese la suya. En Len XIII se dio esa ambigedad, esa doble actitud de laque habla el novelista. An hoy, los historiadores no se explican muy bien cmo unmismo papa pudo escribir encclicas tan distintas y contrapuestas...

    Su biografa no se puede comprender si no tenemos en cuenta el dificilsimomomento histrico que le toc vivir salt el padre Benavent, indignado de que suscontertulios tomasen tan en serio a Gide. No olvidemos que Italia acababa dearrebatar al Papa los Estados Pontificios, que se remontaban a los tiempos delemperador Constantino.

    El Papa, por una parte continu el jesuita, ignorando el comentario,defendi a ultranza sus derechos de monarca absoluto y seor temporal, reclamandoa Italia la devolucin de los Estados Pontificios y el pleno reconocimiento de susprerrogativas y prohibiendo a los catlicos italianos cualquier participacin enpoltica o colaboracin con el gobierno usurpador. Por otra parte, en sus encclicas Nobilissima gallorum gensyAu milieu des sollicitudes,exhort a los catlicos franceses aque acatasen una repblica que despojaba a la Iglesia de sus privilegios ancestrales.

    Eso ya lo ha dicho el padre Toniolo le record monseor.

    El padre Ubaldini se detuvo dubitativo.

    No estar de ms que enunciemos algunas de aquellas leyes... Y, tomando sumano izquierda como un baco y cada uno de sus dedos como cuentas, prosigui:Disolucin de los jesuitas. Separacin de la Iglesia y el Estado.

    Libertad de culto. Retirada de toda proteccin al culto catlico. Laicidad de laescuela. Secularizacin de todos los bienes eclesisticos. Ley del divorcio... Hizouna breve pausa y dej de contar. Mientras muchos catlicos, con sus obispos a lacabeza, oponan una radical resistencia a tales provocaciones, Len XIII no ces derecomendar la unnime colaboracin con el rgimen republicano. Calm a los

    prelados y cardenales belicosos, y hasta les exigi la adhesin leal a la Constitucinfrancesa y la aceptacin pblica y sin reservas del statu quo. Es cierto que la poltica

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    de Len XIII monrquico intransigente en Italia, republicano connivente enFrancia fue muy ambigua y mostr una doble vara de medir. Eso, en una poca tanconfusa y revolucionaria como aqulla, pudo haber dado pie, pienso yo, a eseextravagante chisme de que Len XIII haba sido suplantado por un doble.

    Me alegra saber que no soy slo yo quien piensa as salt eufrico el padreBenavent. Chisme, extravagancia, superchera... Todo eso y mucho ms es lanovela de Gide, y me extraa que una persona tan culta como el padre Toniolo lehaya concedido algn crdito.

    Tampoco te pongas as con Gide sali en su defensa el teatino. l ya dejbien claro que su novela era una farsa.Sotiees la palabra exacta que emplea.

    Giuliana serva la merienda cuando vea que los tertulianos se acaloraban ysuban el tono de voz, por lo que dej el punto sobre su silln y se fue a la cocina. El

    padre Orovay se levant y la sigui. El reverendo, que no haba cumplido los treinta,era barbilampio, lo que aniaba an ms su rostro, y tena una sonrisa abierta eingenua. Giuliana se prend de l desde el primer momento, no slo por su atractivofsico, sino por lo servicial, simptico y zalamero que era. Al rato, volvi elreverendo, portando en alto la bandeja con las tazas y la chocolatera y movindosecon la habilidad y el garbo de un camarero de la Via Veneto.

    Dejen libre la mesa, que voy dijo, pronunciando el italiano con una fonticatan valenciana, que a todos, incluido al padre Benavent, les hizo mucha gracia.

    Con ese mismo dejo cataln debieron de hablar los Borgia coment el padre

    Ubaldini.

    No s si cerraran las vocales tanto como lo hace Orovay le corrigi el padreBenavent, que hablaba el italiano con mejor acento que muchos prelados de la Curia.

    El extrovertido padre Orovay se senta a gusto en aquella tertulia de venerablesy, aprovechando la pausa informal de la merienda, se atrevi a formular su opinin,como quien no quiere la cosa. A pesar de la espontaneidad con que la expuso, nocaba la menor duda de que llevaba rato dndole vueltas.

    La novela de Gide, que no he ledo confes con sinceridad, atribuye a dos

    personas distintas la poltica de la Santa Sede con respecto a Italia y Francia. Si esto,como recurso de ficcin, es correcto, no resistira, como argumento histrico, la crticams elemental. A mi entender e hizo varios ademanes para fingir humildad, noes necesario acudir a la extravagancia de un doble. Basta con pensar que Len XIII,cuyo pontificado fue uno de los ms largos de la historia, tuvo distintos secretariosde Estado o se dej manipular por camarillas curiales contrapuestas. Miren, si no, loque est pasando en nuestros das...

    Qu mana con el Opus Dei y las camarillas curiales! le cort el padreBenavent. Como si los papas fuesen tteres que se dejasen manejar por loscardenales... Amigo Orovay, mal vas si piensas que el Vaticano funciona como un

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    estado cualquiera, con miras tan rastreras...

    A los presentes les pareci una salida fuera de tono, pero al ver que aquel pipiolose atreva a decir lo que ellos se callaban, hicieron un esfuerzo por no exteriorizar susatisfaccin.

    O no me he explicado bien o habis sacado las cosas de quicio intervino denuevo el padre Toniolo. He citado la novela de Gide como exponente de que en lapoca de Len XIII existi algn rumor sobre un posible doble. Con ello slo querareforzar la tesis que se desprende de la carta de Serafino Cattani. Nada ms.

    Es que se puede hacer historia a partir de un rumor? insisti con maliciosaingenuidad el padre Benavent. No has encontrado mejores fuentes?

    Hasta el momento slo he encontrado indicios le contest con sequedad, altiempo que les reparta unas fotocopias.

    Qu es esto? inquiri monseor que, antes y durante el chocolate, habapermanecido callado y neutral.

    Lee, muchacho orden el teatino al padre Orovay, que, obediente, se puso ala tarea.

    Po IX dej dicho que quera ser enterrado en San Lorenzo Extramuros,pero estaban los tiempos tan revueltos y soplaban vientos tan contrariospara la Iglesia y la Santa Sede, que su sucesor fue demorando el

    cumplimiento de su ltima voluntad. Viendo Len XIII que si esperaba aque llegasen das ms tranquilos, no acabara de dar sepultura definitiva asu santo predecesor, decidi, sin ms dilacin, proceder al traslado de losrestos. Haban pasado cinco aos desde la muerte de Po IX.

    Se fij la noche del 12 al 13 de julio de 1883 para trasladar sus restosmortales a la baslica citada. Para evitar tumultos y alborotos, Len XIIIhaba decidido que el traslado se hiciese en secreto, en mitad de la noche ycon un reducido squito. Pero de repente, a la hora en que el coche fnebreiba a partir de San Pedro, sin que nadie se explicase cmo se haba corrido la

    voz, se congreg en la plaza un gento inmenso con antorchas encendidas.

    El padre Toniolo par la lectura.

    Quiero que prestis mucha atencin a lo que sigue, por lo que luego veremose insisti. Ojo con lo que viene a continuacin. Sigue, sigue. Veamos qu pas.

    Parti el carruaje tirado por seis caballos, precedido por la cruz alzada ylos oficiantes vestidos con ornamentos negros. Acompaaba a la comitiva unpequeo grupo de clrigos con hachones encendidos. Detrs, presidiendo el

    duelo, iba el cardenal vicario de Roma y otros cardenales y dignatarios delos palacios pontificios.

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    No sin temor avanzaba la comitiva, que, con los fervientes catlicos quese le haban adherido, nada tena ya de secreta. Al llegar al puente deSant'Angelo, tropez con una numerossima muchedumbre que venavociferando y que amenazaba, airada, con arrojar los restos del Pontfice al

    Tber. Cinco aos no haban sido suficientes para aplacar el odio que el papamuerto haba suscitado contra s en la ciudad y en toda Italia.

    Crea dijo el joven sacerdote, interrumpiendo la lectura que elanticlericalismo era una comezn propia de los espaoles.

    El anticlericalismo, caro amico aprovech monseor para hacer una brevereflexin, no sabe de nacionalidades. En el caso italiano, fue la reaccin lgica delpueblo contra el autoritarismo de Po IX, que se atrevi a condenar el liberalismo, elprogreso, la civilizacin moderna... Quien siembra vientos, recoge tempestades.

    Sigue, sigue leyendo.

    El periodista radical Alberto Mario, refirindose a la alevosa actitud dela chusma, escribi por aquellos das: Aplaudimos este gesto y ms fuertelo hubiramos aplaudido si los restos de ese despreciable hubiesenterminado en el fondo del Tber.

    Qu deslenguado! exclam, indignado, el padre Benavent.

    Habra que preguntarse insisti monseor por qu Po IX concit tanto

    odio contra su persona. Pero sa no es ahora la cuestin.

    Atended, por favor, que viene lo ms importante les puso sobre aviso elpadre Toniolo.

    La banda anticlerical asalt, insult y maltrat a la comitiva, mientras lasfuerzas del orden callaban y dejaban hacer. En un momento determinado,alguien confundi a un fraile de San Francisco con el papa Len XIII puestal era el parecido entre ambos que se dira que eran la misma persona ygrit: Aqu est el Papa!. Y todos, arremetiendo contra l, daban voces detirarlo por el puente. Mal lo hubiese pasado el pobre fraile de no haber sidopor un cardenal que se interpuso ante la muchedumbre para defenderlo detanta ira desatada.

    Alto ah! El padre Toniolo detuvo la lectura, que todos haban seguido congran inters, incluso Giuliana, que haba dejado caer la labor sobre su regazo. Noos sugiere nada el hecho, narrado con espontaneidad y sin intencin preconcebida,de que alguien confundiera a Len XIII con un fraile, dado su gran parecido?

    No caba la menor duda, viendo la cara que ponan todos, de que su actitudrespecto al padre teatino ya no era la del principio, recelosa y burlona.

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    De dnde has sacado este documento? rompi el silencio monseor,mostrando mucha curiosidad.

    DelCompendio popolare della vita di Leone XIII,de Lovatelli, impreso en Turn en1925. Ahora bien, Lovatelli, como l mismo indica, copia laCronisteria della vita e del

    pontificato di Leo XIII,de Mancini, publicado en Mdena en 1887, y de laVita popolareaneddotica di Leo XIII,de Brunelli, aparecido en Roma en 1888.

    Estas crnicas de las que usted habla constat el reverendo conmeticulosidad de notario son, respectivamente, cinco y seis aos anteriores alfolleto de Saint-Malo, en el que parece inspirarse Andr Gide para escribir su novela.

    Bien por el muchacho! exclam el teatino. Veo que eres perspicaz. Ysigui, dirigindose a los dems: S muy bien que la novela de Gide no es ms queuna mera ficcin. No prueba nada, pero constituye un leve indicio que, sumado a los

    de otras fuentes, puede suscitar, al menos, la sospecha de que sucedi algo. Lacrnica de Lovatelli que acabamos de escuchar refuerza esta idea.

    El abogado del diablo no tiene nada que objetar?

    Monseor Bergonzi mir al padre Benavent, seguro de que pondra alguna pega.

    Hasta el momento, no se me ha dado argumento alguno para que cambie deopinin. Contino pensando que la idea del doble de Len XIII es grotesca, absurda...Ms an, si ese doble fue impuesto desde fuera, como se desprende de la novela, meparece pura fantasa. Una gran patraa.

    Y para subrayar lo que deca, dio un puetazo en la mesa.No admites, al menos, la sospecha? le pregunt monseor, intentando

    arrancarle esa mnima concesin.

    Ni un pice contest casi descompuesto, reafirmndose en su idea. Cmoun doble, suplantando al Papa, puede gobernar la Iglesia? Eso es metafsicamenteimposible... Va contra la constitucin divina de la Iglesia.

    Ah est, caro amico, lo que hace apasionante esta historia. Es la Iglesia unainstitucin divina, o humana y bien humana, igual que las otras?

    No hablars en serio, Bergonzi... Slo ortelo me causa pavor, me horroriza.

    A m, en cambio, ninguna duda me da miedo. Me asustan las certezas.

    Ya haca rato que los tertulianos haban encendido la luz. Giuliana no parecatener prisa alguna esa tarde, pues continuaba sentada en su silln, escuchando, comoconvidada de piedra, lo que se hablaba en la reunin. De vez en cuando, mirabahacia la plaza, iluminada por los reflectores y continuamente transitada por turistas.Ahora tena la vista fija en una pareja de jvenes enamorados que, sentados en un

    banco de piedra y de espaldas a la Fontana dei Fiumi, se besaban ajenos a todo lo que

    pasaba a su alrededor. Se levant, corri las cortinas y se sent de nuevo, atenta a loque los tertulianos discutan.

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    Es que hoy no tiene prisa tu hermana? coment en voz baja el padreUbaldini.

    Ya tendr la cena hecha le contest monseor.

    Viendo el jesuita que todava disponan de tiempo, quiso intervenir,redondeando un poco lo que haban discutido esa tarde.

    Creo, en contra de la opinin del padre Benavent y rectificando lo que yomismo dije antes, que hay indicios, aunque sean mnimos, que avalan la hiptesis deun doble papal.

    Quod est demonstrandum!Tiene que demostrarse! apostill enrgicamente envoz alta el aludido.

    No voy a demostrar nada, porque todava no tenemos datos fiables en los queapoyarnos...

    Todava, dices? le cort nervioso. Es que esperas encontrarlos?

    Si me dejas hablar, dir lo que pienso.

    El padre Ubaldini pidi con la mirada la intervencin de monseor, y bast ungesto de ste para restablecer el orden.

    El padre Toniolo continu el jesuita ha citado esas crnicascontemporneas de Len XIII en las que se hace referencia a un fraile de un granparecido con el Papa. El valor de esos documentos reside en que son testimonios

    espontneos, sin elaboracin alguna. Narran con total simplicidad las graves yextremas circunstancias que rodearon los pontificados de Po IX y Len XIII. Y ahorapregunto: Quin, examinando estos hechos de cerca, puede extraarse de quealgunos cardenales de la Curia pensasen en proteger al Santo Padre?

    Mediante un doble, no? salt de su silla el padre Benavent, con el rostrocongestionado.

    El padre Toniolo permaneca callado, eclipsado por unos y otros, pero terci sinprevio aviso, para evitar que sus horas de trabajo quedasen como baldas.

    Aqu traigo algunas de esas circunstancias. Y, abriendo su carpeta, extrajoun montn de fichas que coloc delante de s. Analicemos serenamente si seradescabellado que alguien hubiese pensado en un doble para proteger al Santo Padre,al menos en determinadas actividades:verbi gratia,en las audiencias pblicas.

    Aparte de referirse de nuevo a la escena del traslado de los restos de Po IX enla que la vida de Len XIII hubiese corrido serio peligro en el caso d haberasistido, el teatino coment minuciosamente otros sucesos no menos violentoscontra la persona del Pontfice: durante el centenario de las Vsperas Sicilianas, en laconmemoracin de Garibaldi, al erigirse el monumento a Giordano Bruno...

    Como muy bien ha dicho Ubaldini concluy su larga exposicin, guardandolas fichas, el Papa viva en circunstancias adversas, con el fundado temor de que su

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    vida corra serio peligro en todo momento. Adems, el Gobierno italiano se inhibadel tema, sin poner medios ni garantas... Por qu no iba a plantearse el Vaticano laconveniencia y utilidad de un doble? Claro est que, si lo hizo, no iba a pregonarlo,sino que lo llevara con el mximo secreto. Quiz slo uno o dos cardenales

    estuvieron en el ajo...Erre que erre con lo del doble! dijo el padre Benavent, contenindose a

    duras penas.

    El padre Ubaldini quiso ahondar an ms sobre lo dicho por el teatino,aduciendo otras circunstancias que a l le parecan de capital importancia.

    No hemos de olvidar que a Po IX le pusieron las cosas muy difciles. Tanto,que tuvo que huir a Gaeta por miedo al terror revolucionario desatado en Italia. Elmismo Len XIII tambin estuvo a punto de hacerlo en varias ocasiones.

    Cierto. En eso te doy la razn dijo el padre Benavent y complet los datosdel jesuita. El embajador espaol Martnez de la Rosa haba previsto la posibilidadde que Po IX se trasladase a Mallorca a bordo del buque Lepanto, que estaba ancladocon tal propsito en aguas de Civittavechia; aunque, al final, se refugi en Gaeta. Despus de una pausa, agreg: Pero, queris decirme, hablando con rigor yseriedad, qu tienen que ver todas esas circunstancias, por gravsimas que fueran,con lo del doble?

    Es decir quiso asegurarse monseor de que le interpretaba bien, piensasque todo lo expuesto y explicado aqu esta tarde no tiene pies ni cabeza.

    Ms o menos.

    Bueno, muchacho se dirigi monseor al joven Orovay, que conste en actalo dicho por el padre Benavent, por si algn da tenemos que recordarle sucabezonera.

    El padre Orovay, sin leer al pie de la letra los apuntes taquigrficos que habatomado, dijo:

    Resumiendo todo lo que se ha hablado en esta reunin, tenemos las siguientes

    premisas: 1) no resulta un despropsito inferir, al menos como hiptesis, que alguienpensase en un doble para proteger a Len XIII, debido a las violentas circunstanciasque se dieron contra l durante su papado; 2) el tema del doble haba aparecido ya enun panfleto contemporneo; y, 3) en las crnicas del pontificado de Len XIII se hablade un fraile de un extraordinario parecido con l. En esencia, eso es todo.

    Es evidente cerr monseor la sesin que no podemos sacar ningunaconclusin de las aportaciones hechas por el padre Toniolo. Son, como mucho,simples indicios; muy endebles, por cierto. Veremos si encontramos pistas de mayorcalado y recorri la mesa con su mirada por si alguien tena algo que aadir.

    Quin contina el turno y qu da se fija para la prxima reunin? pregunt el padre Orovay, antes de cerrar su cuaderno.

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    El padre jesuita se ofreci voluntario, y el siguiente encuentro se fij para elviernes 9 de febrero, festividad de Santa Apolonia, mrtir.

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    Captulo 5

    Mademoiselle Christiane Dubouch era bajita, de cara redonda y sonrosada, y nomuy agraciada, lo que quiz explicase su soltera y su entrega a las obras de religin.Era originaria de Montpellier, ciudad que alcanz renombre a partir del siglo XIII,gracias a su escuela de medicina. En ella estudiaron, entre otros, el sabio Arnau deVilanova, mdico de reyes y papas, y el proftico Nostradamus. El padre deMademoiselle haba estudiado tambin en esa ciudad y all abri su primeraconsulta, sin que su reputacin profesional llegase a traspasar los lmites del

    municipio. Monsieurle docteurvivi en Montpellier hasta que, por razones de salud,se traslad a Espaa con toda su familia.

    Christiane y su hermano George, dos aos menor, estudiaron en internadosreligiosos de Pars. La educacin cristiana que recibieron fue igual de estricta paraambos, pero tuvo efectos opuestos: mientras que George perdi la fe tan pronto comoingres en la universidad, Christiane estuvo incubando toda su vida una vocacinreligiosa que, por una u otra razn, nunca lleg a cuajar. Mlle. Dubouch no era, sinembargo, una mojigata; nada ms lejos de la realidad: todo le atraa, le encantaba y leinteresaba. Este afn de conocer la llev desde muy joven a frecuentar ambientes y

    movimientos culturales muy distintos al que le era propio, viajando sola ydesenvolvindose por su cuenta, con una autonoma e independencia que envidiarams de una estudiante de hoy en da. Ahora era profesora de espaol y de historia deEspaa en el colegio que las madres dominicas tenan en Neuilly.

    Mlle. Dubouch haba conocido en Roma a monseor Bergonzi con ocasin delConcilio Vaticano II. Aunque la connaissance no fue profunda, la correspondenciaepistolar que mantuvieron a lo largo de los aos siguientes fue fraguando una granamistad. Ella era una de las pocas personas que todava escriban cartas a mano y semostraba como una maestra en este arte con el que han dado al traste el telfono y elcorreo electrnico.

    Adems de las clases diarias y de mil ocupaciones ms en las que andabametida, an tena tiempo para organizar la biblioteca personal del abate PierreGuibert, prroco de Saint tienne-du-Mont a principios del siglo XX. Mientrasordenaba los libros de este eminente sacerdote, encontr metida en un devocionariola carta de Serafino Cattani que remiti a monseor Bergonzi, en virtud de su posibleinters histrico.

    Aquella tarde, despus de comer, instalada en su buhardilla del colegio de

    Neully y arropada por el reconfortante calorcillo de la calefaccin, mlle. Dubouchestaba abriendo su correo, mientras en el jardn los desnudos rboles tiritaban de

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    fro, zarandeados sin piedad por el viento. Se alegr mucho al tropezarse con unsobre con matasellos de Roma. No fue necesario darle la vuelta para saber quin erael remitente: conoca muy bien aquella letra, que despert en ella viejos recuerdos.Monseor Bergonzi le agradeca el envo de la carta de Serafino Cattani y alababa su

    buen olfato al descubrir un documento de indudable valor histrico. Pasaba luego atransmitirle sus impresiones en breves pinceladas. Segn monseor, el joven Cattanipareca saber ms de lo que escriba en su carta, por lo que consideraba de sumointers que, ya que estaba ordenando los archivos del prroco de Saint tienne-du-Mont, buscase y le hiciese llegar otros escritos que pudiesen aclarar la relacinexistente entre el abate Guibert y Serafino Cattani. Nada le deca, sin embargo, de lasreuniones de los viernes ni de las investigaciones que l y sus amigos habanemprendido.

    Mlle. Dubouch se desviva por hacer un favor, y encontraba su gratificacin

    personal en esos pequeos servicios con los que poda complacer a sus amigos. Losojos le brillaron de satisfaccin. An con la carta de monseor entre sus manos, seacerc a la ventana y, a pesar de la desapacible tarde que haca, decidi acercarse aSaint tienne.

    La iglesia de Saint tienne se encontraba en pleno Quartier Latin, no lejos de laSorbonne. Siempre haba contado con prrocos cultos, a juzgar por los autores ymaterias con los que haban nutrido sus bibliotecas personales, y el padre Guibertperteneca tambin a esta estirpe de ilustrados. Mlle. Dubouch llevaba catalogadacasi la totalidad de sus libros, pero no se haba metido a fondo en sus papeles

    personales, as que, estimulada por el inters que mostraba monseor, dej de lado lacatalogacin y se puso a registrar los cajones de su mesa y los archivos de sudespacho. Debi hacer mucho ruido sin darse cuenta, pues el padre Boussard, queestaba en la habitacin contigua, entr para ver qu ocurra.

    C'est le fin du monde? pregunt, entre burln y reprendedor, pero al ver cmose le suban los colores a Mlle. Dubouch, cambi de tono y se interes por las tareasque estaba llevando a cabo.

    sta, azorada, se las explic vagamente, y el padre, para tranquilizarla, se

    entretuvo unos instantes dndole conversacin.Usted sabe que el abate Guibert le dijo fue el prroco ms importante del

    pasado siglo. Fue un personaje influyente y decisivo en el Pars de su tiempo, en unapoca muy difcil para la Iglesia y para Francia. Es una lstima que nadie se hayadedicado a escribir una buena biografa suya. Como ve, hay material de sobra.

    Cuando el padre Boussard se retir, Mademoiselle no se atrevi a vaciar mscajones por miedo a hacer ruido, y se puso a hojear los cuadernos del padre Guibert,cuyas tapas eran todas de hule negro. Haba montones de ellos, escritos todos de supuo y letra, adems de fajos de cartas y borradores de las enviadas por l; por lovisto, tena la costumbre de guardarlo todo.

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    Despus de varias semanas de cuidadosa investigacin y tras haber ledo lasanotaciones de los cuadernos y las cartas enviadas y recibidas, mlle. Dubouch sehaba formado una idea del personaje por el que monseor haba mostrado tantointers. Se encontraba en disposicin de poder afirmar que el abate Guibert haba

    sido partidario de la poltica del non possumus, con la que Po IX y luego Len XIIIse negaron a aceptar la desaparicin de los Estados de la Iglesia. El abate defendisiempre que mantener la integridad de los Estados Pontificios era esencial paragarantizar la libertad de accin del papado, y rechaz con toda energa la ley degarantas del Gobierno italiano que otros admitieron como un mal menor. En lotocante a Francia, el abate Guibert, como monrquico de corazn y de convicciones,haba sido un enemigo acrrimo de la Repblica y de todas las ideas e ideales quedefendan quienes la apoyaban, y hubiese querido que la Santa Sede aplicara en supas la misma poltica del non possumus que emple con toda rotundidad en

    Italia.Entre la correspondencia del padre Guibert aparecieron unos billetes, cuyo

    inestimable valor bien sabra apreciar monseor Bergonzi cuando llegasen a suconocimiento. Se trataba de unas notas cruzadas entre el abate y la reina Isabel II deEspaa, su penitente. En una de ellas, el padre Guibert afirmaba haber recibido unasuma de dinero, sin especificar la cuanta, que Su Majestad le haba hecho llegar pormedio de uno de sus criados. Y, entre otras cosas, aada taxativamente:

    Les bijoux sont des souvenirs. Je risquerais de compromettre du mme coup et

    vous-mme et notre entreprise.(Las joyas son recuerdos. Yo correra el riesgo decomprometeros a la vez que nuestra empresa.)

    Qu quera decir el padre Guibert con este lacnico mensaje que, sin duda, erainteligible para la destronada reina de Espaa? De qu negocio o empresa hablaba?Slo conociendo el contexto se poda descifrar el sentido, por lo que mlle. Dubouchcontinu su bsqueda, cada vez ms intrigada. Se acomod en la poltrona de altorespaldo que haba detrs del escritorio, donde tantas veces se habra sentado elabate Guibert. Cuntas visitas habra recibido all y cuntas confidencias habra

    escuchado! Cerr los ojos para concentrarse mejor y reflexionar, y de repente,empez a imaginarse la escena.

    Monsieur l'abb, ha llegado un criado de la reina Isabel de Espaa leanunciara un ama de llaves, vestida de luto severo y con cara de no haber sonredoen toda su larga vida.

    Hgalo pasar le contestara l, con la solemnidad de un notario, colocndosesu birrete negro y recostndose en el alto respaldo.

    El criado de Isabel II, vestido con la distincin y elegancia que corresponda a un

    servidor de una casa principal y con la soltura de quien ha tratado a personajes decorte, entrara en aquel despacho que, a pesar de la luz que se filtraba por las

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    vidrieras, pareca demasiado oscuro y triste. El abate, sin hacerle sentar ni levantarsel, le preguntara con un ademn por el motivo que le traa all.

    La Reina, mi seora, me enva para que le haga entrega de esto. Y sacara desu faltriquera un sobre grande, plegado, atado con bramante y lacrado. El padre

    Guibert, como si ya supiera de qu se trataba, lo guardara sin apenas mirarlo en elcajn de su mesa.

    Qu obra de caridad o empresa trascendental era aqulla por la que la reina deEspaa se desprenda de una suma tan importante y estaba incluso dispuesta aempear sus propias joyas? Mlle. Dubouch abri los ojos y ech mano a uno de loscajones que tena a su derecha, tir de l y se puso a registrarlo.

    Habr estado cerrado desde la muerte del abate?

    Por la cantidad de polvo que haba tenido que quitar de la mesa y las estanteras,

    se dira que todo se haba mantenido intacto desde 1907, ao del fallecimiento de supropietario. El cajn era demasiado largo, y su fondo, inalcanzable si uno no seagachaba y meta el brazo; as lo hizo, y su mano tropez con un paquete.

    El paquete de los francos?

    Su corazn empez a acelerarse, mientras la curiosidad se apoderaba de ella. Elenvoltorio que extrajo del cajn era un fajo de cartas amarillentas atado con un

    bramante, un paquete casi idntico al que se haba imaginado haca un rato.

    Ha encontrado algo interesante?

    Se sobresalt. Era el padre Boussard, que le hablaba desde el vano de la puerta.

    No, nada respondi azorada.

    Ya veo que la he asustado. Vena a decirle que voy a salir. Cuando se vaya,asegrese de cerrar bien la puerta.

    Las cartas estaban en el interior de sus sobres, que haban sido abiertos con uncortaplumas. Mlle. Dubouch estuvo indecisa mucho rato, preguntndose si enconciencia poda violar la confidencialidad de aquellos escritos. Son cartaspersonales! se dijo. Con el bramante entre sus dedos, a punto de estirarlo ydeshacer el lazo que ataba tantas intimidades y secretos, se iba dando razones a favory en contra, sopesndolas una por una para decidir a qu atenerse.

    Han transcurrido muchos aos, y los protagonistas ya han muerto... concluy, considerando que esos argumentos eran de suficiente calado para que elcontenido de aquellas cartas fuera ya nicamente patrimonio de la historia. Simonseor Bergonzi estuviese aqu, seguro que no perdera el tiempo deshojando lamargarita. l ya hubiese tirado del cordelito, sin mayores contemplaciones.

    Al final, mlle. Dubouch decidi llevarse las cartas a casa. Tom el fajo y se lo

    guard en el bolso, cosa que no se hubiese atrevido a hacer en otra ocasin. Ya en subuhardilla de Neully, comenz a leerlas.

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    Ange plein de bonheur, de joie et de lumires, je n'implore de toi que tes

    prires...(Angel lleno de gozo, de alegra y de luz, yo no imploro ms que tusplegarias...)

    Ley la primera lnea de la primera carta, y tuvo la corazonada de que setrataban de cartas de amor. Acaso el abate haba tenido una amante? Rechazsemejante idea, como si se tratase de un mal pensamiento. La caligrafa era hermosa,de trazo varonil, y el papel, caro, elegido con sumo cuidado.

    Qu encabezamiento tan delicado y galante! suspir.

    No era necesario ser una experta calgrafa para darse cuenta de que el autor deaquel escrito no poda ser el anciano abate de Saint tienne, sino una persona joven.Quin? Su curiosidad fue creciendo por momentos. Continu leyendo.

    Que diras-tu, mon coeur, la trs belle, la trs bonne, la trs chre, dont le

    regar divin t'a refleuri?(Qu dirs t, corazn mo, a la muy bella, a la muybuena, a la muy querida, cuya mirada divina te ha hecho reflorecer?)

    La carta, poco a poco, fue subiendo de tono como una embriagadora meloda.Fuera quien fuese aquella Vronique de la Mouette, su destinataria, aquella misivano poda haberla dejado fra o indiferente, ya que estaba afectando incluso a la

    propia mlle. Dubouch.

    Mon enfant, ma soeur, songe la douceur d'aller l-bas vivre ensamble. (Minia, mi hermana, piensa en la dulzura de ir a vivir juntos.)

    Quin era ese Ange Gautier que firmaba la carta? Qu embrujo tenan suspalabras para que, a travs de tantos aos y sin estar dirigidas a ella, produjesen enMlle. Dubouch un cosquilleo que le recorra todo el cuerpo? Por qu, despus deleer la primera misiva, los escrpulos de horas atrs se haban tornado en curiosidad

    devoradora?

    Laissez, laissez mon coeur s'enivrer d'un mensonge, plonger dans vos beaux

    yeux comme dans un beau songe, et sommeiller longtemps l'ombre de vos cils!(Deja, deja que mi corazn se embriague con una mentira, que se sumerja entus bellos ojos como en un bello sueo, y que dormite largo tiempo a lasombra de tus pestaas!)

    Mlle. Dubouch, embebida en aquella lectura, se olvid por completo de los

    papeles del abate Guibert y decidi seguir esta inesperada pista. Adnde la llevara?No quiso preguntrselo por miedo a romper el encanto. El corazn tiene razones

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    que la razn no conoce. Le vino a la mente la sentencia de Pascal, el sabio filsofocuyas cenizas reposaban en la iglesia de Saint tienne, donde ella haba encontradoeste tesoro.

    Aquella noche casi no prob bocado durante la cena, cosa que extra a la

    religiosa que serva la mesa de los profesores.No te encuentras bien, Christiane?

    No me pasa nada. Lo nico es que no tengo apetito.

    Si no fuera porque la conoca bien, sor Agns hubiese jurado que tena aspectode estar enamorada. Cuntas veces haba visto la monja esa mirada perdida, esasmejillas arreboladas y esa prdida sbita de las ganas de comer en las chicas delinternado?

    Sin esperar a que los pocos profesores que vivan con ella en el liceo terminasende cenar, mlle. Dubouch se levant, pidi excusas y subi a su buhardilla. En eserefugio, recostada en los almohadones de la cama, acostumbraba a pasar largas horassumergida en la lectura, un placer al que no renunciaba con facilidad. Alis la colcha,palme los almohadones y tom una posicin cmoda, asegurndose de que ningncontratiempo pudiera distraerla. Por fin, como si todo lo que lo haba antecedidohubiese sido un ritual necesario para hacer ms placentero lo que vendra despus,tom las cartas que haba dejado sobre la mesilla y las puso sobre su regazo. Esanoche, su libro de cabecera poda esperar. Una morbosa curiosidad la quemaba. Fueabriendo los sobres uno tras otro, y ley cada una de las cartas como si Ange Gautier

    se las hubiese escrito a ella.

    Quin es ese ngel o diablo que ha sido capaz de despertar en msentimientos tan agradables? Cmo es posible que estas romnticas palabras, quelos aos ya han disecado, puedan llegarme tan frescas?]e t'aime,je t'aime. Il n'estpasune fibre en tout mon corps tremblant qui ne crie: O mon cher Ange, je t'adore! (Te amo, teamo. No hay una sola fibra en todo mi cuerpo tembloroso que no grite: Oh, miquerido ngel, te adoro!)

    Mlle. Dubouch se sorprendi a s misma leyendo en voz alta y con devocin

    tales palabras. Por un momento se imagin los mil juegos a los que se habranentregado Ange Gautier y Vronique de la Mouette. Cmo era posible que aquel serfantasmagrico hubiese despertado en ella, aunque fuese por un momento, unasensualidad que crea dominada? Estaba sufriendo una de esas acometidasdiablicas de las que hablaban los hagigrafos? Y record la vida de los hroes delsantoral, constantemente tentados por el demonio de la lujuria. Mlle. Dubouch tratde conciliar el sueo, lo que no consigui hasta bien avanzada el alba. Al dasiguiente se levant con dolor de cabeza, y tan prendada de Ange Gautier como sehaba acostado. Estaran embrujadas las cartas? De cualquier manera, decidi no

    cejar hasta averiguar quin era ese ngel o diablo que la haba perturbado de aquelmodo. Cuando termin sus clases, volvi a releer las cartas con ms calma. Aquella

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    caligrafa de rasgos seguros y hermosos no le era desconocida, como si ya la hubiesevisto en alguna otra parte. Se qued pensativa, exprimiendo su memoria, hasta queal fin se hizo la luz.

    Serafino Cattani! exclam, dndose una palmada en la frente. La letra de

    estas cartas es la misma que la de Serafino Cattani.Y fue corriendo a su escritorio, donde guardaba la fotocopia de la carta original

    de Serafino Cattani que haba remitido a monseor Bergonzi, en la que se deca queel agonizante Len XIII haba pronunciado la enigmtica frase: Io non sono il Papa.Se puso a comparar ambas escrituras y, tomando como referente una letra maysculao un grupo de slabas, acab concluyendo que eran obra de la misma mano.

    Ange Gautier es el sacerdote Serafino Cattani! exclam, sin salir de suasombro.

    A partir de este descubrimiento, mlle. Dubouch redobl su inters en perfilar lapersonalidad del hombre que tanto la haba bouleverse. A travs de sus cartas deamor ya conoca, o le pareca conocer, su apasionado corazn. Pero quin fue enrealidad? Quines fueron sus padres? Dnde haba pasado su juventud? Culesfueron sus gustos, sus aficiones? Por qu se haba ordenado sacerdote, si estabaenamorado? Quin fue Vronique de la Mouette, a la que dirigi cartas tan febriles yapasionadas? Qu estaba haciendo en el Vaticano? Quin le facilit el acceso a lacmara mortuoria del papa Len XIII, y por qu? Y, as, mil preguntas ms quesobrepasaban el puro inters histrico por su figura.

    Una de las tardes que estaba en Saint tienne, escudriando entre los papeles delabate Guibert, mlle. Dubouch ley en uno de sus cuadernos de tapas negras unanota que llam su atencin:

    Le he comunicado a Su Majestad el resultado de mis gestiones con elcardenal espaol Vives y Tut, y cmo este prelado no slo no ha puestoinconveniente alguno para que nuestro Ange vaya a Roma, sino que lotomar bajo su proteccin, nombrndolo secretario suyo. Con este cargo,Ange podr entrar en los palacios apostlicos y desenvolverse con mayorfacilidad en ellos.

    Veamos se dijo mlle. Dubouch, tratando de hacerse la composicin de loshechos. El abate Guibert comunica a la reina Isabel II de Espaa el resultado de susgestiones con el cardenal, tambin espaol, Vives y Tut, el que estuvo en la cmaramortuoria de Len XIII. Por el contexto, se deduce que dichas gestiones seencaminaban a que este cardenal acogiese en Roma y diese proteccin a AngeGautier, es decir, al sacerdote Serafino Cattani. Vives y Tut lo nombra secretariosuyo, gracias a lo cual podr desenvolverse con facilidad por el Vaticano.

    Le fue fcil interpretar la nota, pero an faltaban por resolver muchos enigmas

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    que mlle. Dubouch dej consignados en su cuaderno. Qu relacin exista entre elsacerdote Ange Gautier alias Serafino Cattani y la reina de Espaa, para que stase tomase tanto inters por l? Por qu se le envi a Roma? Cul era su cometido enlos palacios vaticanos? Luego, volvi a reflexionar en voz alta, como si conversando

    consigo misma pudiera alcanzar una mayor comprensin de la compleja trama.Serafino Cattani o Ange Gautier, como quiera que se llamase se dijo,

    escribi una carta al prroco de Saint tienne, dndole cuenta de la misteriosa fraseque Len XIII pronunci antes de morir. Por qu, en concreto, a l'abb PierreGuibert? Por qu un simple secretario de cardenal se encontraba en los aposentosprivados del pontfice agonizante? Tanta era la familiaridad que Serafino Cattanihaba adquirido con el Papa?

    Las preguntas se le amontonaban.

    Despus de mes y medio de intensas investigaciones no haba logrado sacarnada en claro; a pesar de todo, se impona hacer un pequeo balance de losresultados obtenidos y aventurar una hiptesis que facilitase la lnea de estudio aproseguir. Mlle. Dubouch, sentada ante su escritorio, redact un dossier paramonseor Bergonzi, donde le remita las siguientes conclusiones: 1) el padre PierreGuibert, prroco de Saint tienne, haba sido un acrrimo defensor de la devolucina la Santa Sede de los Estados Pontificios y del reconocimiento del Gobierno italianode la soberana y el poder absoluto del papa sobre stos; 2) la existencia de una causa,que por el momento no haba podido concretar ni definir, para la que el padre

    Guibert solicit fondos y colaboracin a la reina de Espaa; 3) la entrega por parte deIsabel II de una fuerte suma de francos, amn de la disposicin de enajenar tambintodas sus joyas; 4) la relacin del joven sacerdote con esta causa Serafino Cattani,pues simple coincidencia? parti para Roma por esas mismas fechas; 5) elcardenal espaol Vives y Tut, de la orden capuchina, haba sido el valedor deSerafino Cattani y quien lo introdujo en el Vaticano; y, por ltimo, 6) segn sededuca de ciertas cartas guardadas en el despacho del abate Guibert, el verdaderonombre de Serafino Cattani era Ange Gautier.

    En la exposicin de los hechos que mlle. Dubouch remiti a monseor Bergonzi

    nada dijo de las relaciones amorosas del sacerdote Serafino Cattani, y, todava menos,de los sentimientos que haba despertado en ella. Estuvo dudando entre enviar amonseor Bergonzi el dossier tal como estaba o esperar algn tiempo por si seproduca alguna novedad; ms, al fin, se decidi por lo primero, conociendo loimpaciente que era el viejo bibliotecario.

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    Captulo 6

    Monseor Bergonzi tuvo una gran alegra al recibir el sobre que le llegaba desdePars y, sin abrirlo, llam a su colaborador y secretario de tertulias, el padre Orovay,que trabajaba con l en la Biblioteca Vaticana.

    brelo t mismo le dijo, como muestra de confianza.

    El padre Orovay agradeci el gesto. Aparte del montn de fotocopias, todasnumeradas y ordenadas con meticulosidad, vena un resumen de varias hojas,

    escritas con pulcritud y letra clara.Lee, lee le dijo monseor, impaciente.

    El sacerdote valenciano, que conoca el francs pero que tena un acentoespantoso, comenz la lectura.

    Trae, que no me entero le interrumpi, quitndole las hojas de la mano, ysigui leyndolas, dando a la vez la traduccin al italiano.

    Qu te parece? pregunt a su colaborador, apenas terminada la lectura.

    El padre Orovay se qued indeciso un momento, sin saber qu opinin esperabamonseor de l.

    En la carta se plantean muchas cuestiones y se llegan a resolver pocas.

    Monseor Bergonzi concret ms su pregunta.

    Qu piensas de esa causa para la cual el cura Pierre Guibert peda dinero a lareina de Espaa?

    Como el otro continu sin aventurar ninguna respuesta, el mismo monseor leproporcion pistas:

    El padre Guibert, por lo que nos dice mlle. Dubouch, era de ideasmonrquicas.

    Eso, a todas luces, parece indiscutible.

    Monseor confi en que el padre Orovay fuese de su mismo parecer, por lo quecontinu:

    El cura Guibert fue un acrrimo partidario de los Estados Pontificios y delpoder temporal de los papas. Hubiese querido que Len XIII aplicara en la Franciarepublicana la misma poltica intransigente que emple en Italia. Las encclicas de

    Len XIII le decepcionaron. Y, despus de todo esto, me pregunto: si todo eso es as,para qu causa crees t que estara recaudando fondos? Qu causa poda apoyar

  • 5/21/2018 Francisco Asensi - El Secreto de Sant'Angelo

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    una reina destronada y en el exilio?

    A medida que monseor enumeraba estos interrogantes, el padre Orovay fuerecordando el argumento de la novelaLos stanos del Vaticanode Gide, con la que elpadre Toniolo haba inaugurado los debates. Pero quin haba dado alguna

    credibilidad a la novela? Acaso su mismo autor no la haba calificado como unafarsa?

    Quiz se aventur el joven Orovay a formular una hiptesis hay