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Kinetoscopio cineclub rinde homenaje a Ingmar Bergman realizando un ciclo con películas del director sueco.

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En el mes de julio se conmemora la fecha del nacimiento y muerte del director Ingmar Bergman. Kinetoscopio decide hacerle homenaje a su memoria de la mejor forma que puede hacerse: viendo su cine.

El conversatorio será dirigido por Fernando Arenas. Comunicador Social de la UPB de Medellín. Tiene un Ph.D. y M.A. en Cine y Video de la Universidad de Kansas, EEUU. Escrie para Kinetos-copio desde 1990.

Fresas salvajes Wild Strawberries. Suecia. 1957. 91 min

El manantial de la doncella TheVirgin Spring. Suecia.1960. 89 min

Como en un espejo Through a Glass Darkly.Suecia.1961. 89 min

Persona Persona. Suecia. 1966. 85 min

Julio 26

Agosto 9

Agosto 16

Agosto 2

INGMAR BERGMAN, Nació en Upsala, Suecia, en 1918, y murió en la isla sueca de Faro en julio de 2007. Sólo por su filmografía, Bergman, galardonado con cuatro Oscar y la «Palma de Palmas» de Can-nes, es sin duda uno los grandes creadores de nuestro tiempo, y la lista de películas que han dejado su impronta en la historia del cine, de Fresas salvajes a Fanny y Alexander o Persona, no tiene fin.

Sus inquietudes encontraron también expresión en otras formas artísticas: además de director de teatro y guionista, escribió memorias, como Linterna mágica (Andanzas 64 y Fábula 37); diarios de rodaje, como los titulados Imágenes (Andanzas 159 y Fábula 156); y las novelas Las mejores intenciones (An-danzas 176 y Fábula 88), Niños del domingo (Andanzas 221 y Fábula 64) y Conversaciones íntimas (Andanzas 340). Tusquets Editores ha publicado asimismo el guión de su célebre película Secretos de un matrimonio y de su continuación, titulada Saraband (Andanzas 626).

Ingmar Bergman (1918–2007)

BERGMAN SOBRE SÍ MISMO “Cuando yo nací en el mes de julio de 1918 mi madre tenía la gripe, mi estado general era malo y me hicieron un bautizo de urgencia en el hos-pital. El viejo médico de cabecera vino un día de visita, me miró y dijo: ‘Éste se está muriendo de hambre’. Entonces mi abuela materna me llevó a la casa de campo que tenía en Dalecarlia. Du-rante el viaje en tren, que en aquellos tiempos duraba un día, mi abuela me fue dando de comer bizcochos mojados en agua. Cuando llegamos estaba casi muerto. Mi abuela encontró, sin em-bargo, un ama –una buena muchacha rubia de un pueblo vecino- y, aunque me fui reponiendo, tenía muchos vómitos y me dolía el vientre con-tinuamente.

Sufrí además toda una serie de enfermedades indefinibles; era como si no acabara de decidir-me a vivir. Si me adentro en mi conciencia puedo evocar con exactitud lo que sentía: el hedor de las secreciones del cuerpo, las ropas húmedas y rasposas, la suave luz de la lamparilla de noche, la puerta entreabierta de la habitación contigua, la profunda respiración de la niñera, pasos sigi-losos, susurro de voces, los reflejos del sol en la botella de agua. De todo esto me acuerdo, pero no recuerdo haber pasado miedo alguno. El mie-do llegó más tarde…

… Día tras día me llevaban o me arrastraban, gri-tando de angustia, al colegio. Vomitaba encimade cualquier cosa, desfallecía y perdía el sentido del equilibrio. Intenté abrazar y besar a mi madre, pero me apartó con una bofetada. Las palizas brutales de mi padre eran su argumento favorito. Me pegó, y yo le devolví el golpe. Se tambaleó, y acabó sentado en el suelo. Llevaron a mi padre al hospital, para operarle de un tumor maligno en el esófago. Mi madre quería que yo fuese a visitarle. Le contesté que no te-

nía tiempo ni ganas. Mi hermano tenía escarlati-na... (naturalmente yo esperaba que se muriera, la enfermedad era peligrosa en aquellos días). Cuando mi hermano abrió la puerta, le golpeé con la garrafa en la cabeza. La garrafa se hizo pedazos y mi hermano se desplomó mientras la sangre brotaba de la herida. Alrededor de un mes más tarde, me agredió sin previo aviso, y me saltó dos dientes. Respondí pegándole fuego a la cama mientras dormía.

Una o dos veces en mi vida he acariciado la idea de suicidarme. La mayor parte de nuestra edu-cación se basaba en conceptos tales como el pecado, la confesión, el castigo, el perdón y la gracia. Este hecho bien pudo contribuir a nuestra sorprendente aceptación del nazismo. Se nace sin objeto, se vive sin sentido... Y al morir, no queda nada.

Ingmar: Madre, ¿qué pasó con nosotros?, ¿cómo nos arreglamos con el corazón partido, con el odio reprimido?… ¿Por qué salió todo tan mal?.. ¿Nos pusieron máscaras en lugar de ros-tros, nos dieron histeria en lugar de sentimientos, vergüenza y remordimiento en lugar de ternura y perdón?...No trato de buscar culpables…sólo quiero saber el porqué de tantas miserias tras la frágil fachada del prestigio social… ¿Por qué fui yo incapaz de mantener relaciones humanas normales? Madre: Hijo, debes hablar de eso con alguna otra persona. Yo estoy demasiado cansada.”

Ingmar Bergman, Linterna mágica, Tusquets editores, 1988

Premios Óscar Mejor Película de habla no inglesa1960 El manantial de la doncella1961 Como en un espejo1983 Fanny y Alexander

Globos de Oro Mejor película en lengua no inglesa1960 Fresas salvajes1961 El manantial de la doncella1975 Secretos de un matrimonio1977 Cara a cara1979 Sonata de otoño1982 Fanny y Alexander

Festival de Cannes Premio Especial del Jurado por El séptimo sello (1957)Palma de las Palmas (1997)Premio del Jurado Ecuménico (1998)

Premios César Mejor película extranjera1984 Fanny y Alexander

Por alguna razón en la que no había pensado an-tes, siempre he evitado volver a ver mis películas. Las veces en que me he visto obligado a hacerlo o he tenido simple curiosidad, sin excepciones y cualquiera que fuese la película, me he senti-do sobrexcitado, con ganas de mear, con ganas de cagar, inquieto, a punto de llorar, enfadado, asustado, desgraciado, nostálgico, sentimental, etcétera. A causa de este tumulto inoportuno he evitado mis películas. He pensado en ellas con benevolencia, también de las malas: hice lo que pude y en esa ocasión fue interesante. ¡Escucha y verás lo interesante que fue precisamente en esa ocasión!

ALGUNOS DE SUS PREMIOS

FRESASSALVAJES

Sinopsis

El profesor Isak Borg es un anciano que acude a la Universidad de Lund para recibir un homenaje. Tras un sueño en el que ve su propio entierro, inicia el viaje en coche, acompañado de su nuera, que se ha ido de casa de su hijo tras una discusión por su embarazo. Durante el viaje, se detienen en la casa en la que pasaba las vacaciones durante su infancia. En esa casa, en la que se encuentran las fresas silvestres, el profesor Borg descubrió el amor.

En las fotos del libro estamos bien peina-dos y nos sonreímos mutuamente con cortesía. Estamos, los cuatro, intensamente ocupados en un proyecto que se iba a llamar Bergman sobre Bergman (en español: Conversaciones con Ing-mar Bergman, Anagrama, 1975). La idea era que tres jóvenes periodistas, preparados hasta los dientes, me preguntasen sobre mis películas. Era el año 1968 y acababa de terminar La vergüen-za. Cuando hoy ojeo el libro lo encuentro falto de sinceridad. ¿Falto de sinceridad? Desde luego. Los jóvenes interlocutores eran portadores de la única opinión política verdadera. Sabían además que yo estaba pasado de moda, arrollado por la nueva, la joven estética. A pesar de ello nunca pude quejarme de su cortesía o atención. Lo que no entendí durante las sesiones fue que estaban reconstruyendo cuidadosamente un dinosaurio con la alegre ayuda del mismísimo Monstruo. Parezco poco sincero, continuamente en guardia y bastante tímido. Hasta las preguntas modes-tamente provocativas las contesto de manera acomodaticia. Me esfuerzo en dar las respues-tas que puedan despertar simpatía. Suplico una comprensión que no me iba a llegar de ninguna manera (...)

En todo caso, después de La vergüenza, del 68, siguieron muchos años y muchas películas. Y un día decidí dejar la cámara. Fue en el 83. Podía contemplar el conjunto de una producción terminada, y me di cuenta de que hablaba, de buena gana, de lo pasado. Los oyentes parecían interesados, no sólo por cortesía o para intentar buscare los puntos flacos: mi retirada era una ga-rantía de que era inofensivo.De cuando en cuando mi amigo Lasse Bergs-tröm y yo hablábamos de un nuevo Bergman so-bre Bergman –pero más sincero, más objetivo-. Bergström preguntaría y yo hablaría, era el único parecido formal con el precedente. Nos animá-bamos mutuamente y de pronto nos encontra-mos en plena faena (...)

Ingmar Bergman, Imágenes, Tusquets editores, 1992

EL MANANTIAL DE LA DONCELLA

Sinopsis

Como cada verano, una doncella debe hacer la ofrenda de las velas en el altar de la Virgen. El rey Töre envía a Karin acompañada de Ingrid, una muchacha acogida en casa de Töre que odia a Karin secre-tamente. Antes de cruzar el bosque, Ingrid se detiene y deja a Karin sola. Karin prosigue su camino encontrándose a unos pastores, aparentemente afables, que la invitan a compartir su comida. Confiada, se sienta con ellos pero en el transcurso de la comida la atacan salvajemente, violándola y asesiándola. Ingrid presencia la escena desde su escondite, Töre al enterarse de lo sucedido se venga matando a los pastoresy al levantar el cuerpo de su hija del lugar donde yace muerta brota un manantial de agua pura.

Un episodio insignificante me había causa-do cierta impresión. Una viuda de edad ma-dura que se llamaba Alla Petréus, de origen sueco-finlandés, era amiga de mi familia y participaba activamente en el trabajo de la iglesia. Debido a una epidemia ocasional que se abatió sobre la rectoría fui a pasar unas semanas a casa de tía Alla. Vivía en un piso enorme en la Strandvägen con vistas a la isla de Skeppsholmen y a una multitud de barcos de transporte de leña. El ruido de la calle no llegaba a las silenciosas y soleadas habita-ciones, que estaban profusamente decoradas en un derroche de art nouveuu, muy estimu-lante para la fantasía.

No se puede decir que Alla Petréus fuera her-mosa. Llevaba unas gafas muy gruesas y su andar era hombruno. Cuando se reía, y lo ha-cía con frecuencia, le salía saliva por las co-misuras de la boca. Se vestía con elegancia y llevaba grandes sombreros que tenía que quitarse en el cine. Tenía la piel fina, cálidos ojos castaños y manos suaves, varios lunares de formas y tamaños diferentes en el cuello y, además, olía muy bien a un perfume exóti-co. La voz era grave, casi varonil. Yo estaba encantado de vivir en su casa y, por si fuera poco, el camino del colegio se reducía a la

mitad. La doncella y la cocinera sólo habla-ban finlandés, pero me mimaban mucho y me pellizcaban en los carrillos y en el culo. Una noche iba a bañarme. La doncella llenó la ba-ñera y echó en el agua algo que olía bien. Me metí en el agua caliente y me quedé adorme-cido de placer. Alla Petréus llamó a la puerta y preguntó si me había dormido. Al no recibir respuesta, entró. Llevaba un albornoz verde del que se despojó en seguida.

Dijo que me iba a lavar la espalda, yo me di la vuelta y ella se metió en la bañera, me enjabo-nó, me frotó con un cepillo duro y me quitó el jabón con sus suaves manos. Luego me cogió una mano y se la metió entre sus muslos. Yo tenía el corazón latiéndome en la garganta, ella separó mis dedos y los apretó con fuerza en dirección a su sexo. Con su otra mano me cogió el pene, que reaccionó sorprendido y soñoliento. Ella separó con cuidado la piel y fue quitando una especie de amasijo blanco que se había acumulado debajo del prepucio. Todo era agradable y no asustaba lo más mí-nimo. Me mantenía sujeto entre sus fuertes y suaves muslos y me abandoné sin resistencia y sin miedo a un goce pesado, casi doloroso, que me acunaba.

Ingmar Bergman, Imágenes, Tusquets editores, 1992

COMO EN UN ESPEJO

Sinopsis

Durante un hermoso verano, un escritor, siempre demasiado ocupado y de temperamento frío y dis-tante, va a pasar unos días con sus hijos, un adolescente y una joven con problemas mentales, que está casada con un médico que la cuida con gran ternura. Su estancia en la isla donde viven sus hijos desencadena una crisis que los afecta a todos, pero especialmente a él, porque toma conciencia de su incapacidad para darle a su familia lo que espera de él.

“Así fue como ocurrió: en 1960 iba a hacer una película titulada Como en un espejo. Trataba de cuatro personas en una isla. En la primera ima-gen surgen de un agitado mar crepuscular. Yo quería, sin haber estado allí, que se rodase en las islas Orcadas. El productor, desesperado ante los gastos que se le avecinaban, puso un heli-cóptero a mi disposición para que inspeccionase rápidamente la costa sueca. Vi la costa y volví aún más decidido a rodar en las islas Oreadas. Una administración al borde de la desesperación mencionó Fårö. Fårö era una isla muy parecida a las Orcadas. Pero más ba rata. Más práctica. Más accesible.

Para terminar de una vez con las discusiones nos fuimos un tormentoso día de abril a Gotland para ver rápidamente Fårö y decidirnos definitivamen-te por las islas Orcadas. Un taxi desvencijado nos esperaba en Visby y nos llevó por entre llu-via y viento al muelle del transbordador. Tras una travesía movida llegamos a Fårö. Recorrimos la isla, envueltos en chirridos, por carreteras estre-chas y resbaladizas que bordea ban la costa.

En el guión había un buque naufragado encalla-do en tierra. Doblamos las rocas de un promon-torio y allí estaba el buque, un cúter ruso para la pesca de salmón, exactamente como lo había descrito. La vieja casa tenía que estar en un pe-

queño jardín de manzanos viejos. Encontramos el jardín, la casa podíamos construirla. Tenía que haber una playa pedregosa, y encontramos una playa pedregosa vuelta hacia la eternidad.

El taxi nos llevó finalmente a las «raukas», las singulares formaciones rocosas del norte de la isla. Allí estuvimos in clinados contra la tempes-tad, con los ojos clavados hasta las lágrimas en esos misteriosos ídolos que levantaban sus pe-sadas frentes hacia las olas y el horizonte que iba oscu reciéndose.

En realidad no sé qué pasó. Si uno quisiera po-nerse solemne se podría decir que había encon-trado mi paisaje, mi verdadera casa. Si se quiere ser divertido se puede hablar de flechazo.

Le dije a SvenNykvist que quería vivir en la isla el resto de mi vida, que quería edificar una casa exactamente donde estaba el decorado de la pe-lícula. Sven me propuso que mirase unos kilóme-tros al sur. Allí está la casa hoy. Se construyó entre 1966 y 1967.

Ingmar Bergman,

Linterna mágica, Tusquets editores, 1988

PERSONA

Sinopsis

lisabetVogler (LivUllmann) es una conocida actriz teatral que, durante una representación de Electra, se queda sin habla. Ingresada en un hospital, aunque no sufre ningún tipo de enfermedad continúa sin pronunciar sonido alguno. Para sacarla de su mutismo, se traslada junto con Alma (BibiAndersson), su enfermera, a una idílica casa de verano. Allí se establecerá una relación entre ellas que se convertirá casi en simbiosis. Alma sustituye el silencio de Elisabet con sus propios relatos, en los que confesará sus más íntimos secretos a la actriz. La aparición del marido de Elisabet acabará por materializar la intensa conexión que se ha establecido entre las dos mujeres.

“Persona me salvó la vida. No es una exagera-ción. Si no hubiese tenido fuerzas para termi-narla, probablemente hubiera quedado fuera de combate. Fue significativo que por primera vez no me preocupase de si el resultado sería po-pular o no. El evangelio de la comprensibilidad [‘a la americana’] que me metieron en la cabeza [en los comienzos como guionista en la industria] pudo irse al infierno (¡donde debía estar!).

Hoy tengo la sensación de que en Persona -y más tarde en Gritos y susurros he llegado al lími-te de mis posibilidades. Que, en plena libertad, he rozado esos secretos sin palabras que sólo la cinematografía es capaz de sacar a la luz.”

Mientras que del diario de Cara a cara transcribe: “Lo que ahora anhelo es seguir mi propio cami-no. En el teatro siempre he sido el de otros, en el cine quiero ser yo mismo”, de otro momento de su obra recogerá: “O esto o nada. No puedo abandonar una imagen que me ha obsesionado durante tanto tiempo y tan insistentemente. No puede equivocarse. Aunque mi razón, o como se llame este triste aparato, me diga que mande todo a la mierda.

Se reconocerá a sí mismo con gratitud y entraña-ble cariño para con sus colaboradores, revelando que varias de sus películas fueron madurando, a veces durante años, a partir de la concepción de un personaje entuido desde la personalidad de un autor. De Nykvist, su inseparable director de fotografía llegará a decir: “Sven es Sven. Si alguna vez echo de menos el trabajo cinemato-gráfico, lo que echo de menos es únicamente la colaboración con Sven.

A estas alturas, con reflexiones acerca de la im-postura de la actuación -que por varias razones nos remiten al personaje de Alexander, interpre-tado por Erland Josephson en El sacrificio, de Andrei Tarkovski- anda pensando en abandonar también el teatro. Quizá la decisión requiera de un proceso, como en el caso del cine, donde podemos observar, estos momentos: “un crítico francés escribió agudamente que ‘Bergman con Sonata de otoño [1977] ha hecho una película de Bergman’. Es una buena formulación aunque triste. Para mí, claro. Me parece bastante exacto eso de que Bergman había hecho una película de Bergman. ( ... ) Amo y admiro a Tarkovski y me parece que es uno de los más grandes.

Mi admiración por Fellini es ¡limitada. Pero me parece que Tarkovski empezó a hacer películas de Tarkovski y que Fellini últimamente ha hecho alguna que otra película de Fellini. Kurosawa nunca ha hecho una película de Kurosawa. Nun-ca me ha gustado Buñuel. Pronto descubrió que podía fabricar cosas raras, que eran exaltadas y convertidas en una especie de genialidad bu-ñuelesca, y después le bastó con repetir y variar sus trucos. Buñuel hizo casi siempre películas de Buñuel.

Ingmar Bergman, Imágenes, Tusquets editores, 1992