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Apunte 3 El régimen parlamentario a la chilena o pseudoparlamentario de gobierno: La República parlamentaria y la última fiesta de los caballeros. El régimen en aplicación y sus defectos, las reformas constitucionales. La cuestión Social y las leyes de intención social. En la presente lección estudiaremos el periodo que media entre la victoria parlamentarista en la guerra civil de 1891 y la elección de don Arturo Alessandri como último presidente parlamentario. Analizaremos igualmente las principales características constitucionales del periodo, con especial énfasis en las imperfecciones que caracterizaron su aplicación a la realidad chilena y los graves problemas y contradicciones sociales que surgieron durante el periodo que algunos llamarían la República Veneciana1. Durante los 33 años de preeminencia del régimen parlamentario la sociedad chilena evolucionó en medio de tremendos contrastes. Por una parte la brillante sociedad que había surgido tras la victoria sobre Balmaceda se desarrollaba con éxito en medio de los elegantes salones de los magnates santiaguinos y el oropel de los grandes bailes de gala y por el otra, el país comenzaba a experimentar las consecuencias sociales de un régimen de gobierno que carecía de toda sintonía con los apremiantes contrates socio económicos, propios de una sociedad que basaba su desarrollo en la riqueza minera que proveía una sola fuente: el salitre. Es difícil comprender el deslumbramiento de generaciones de nuestros líderes con el espejismo del régimen parlamentario. En alguna medida, puede atribuirse a factores como la admiración por las instituciones jurídico políticas de la Inglaterra victoriana, que extendía su imperio por los cuatro confines del globo. La oligarquía nacional sentía por el régimen británico una reverencia sin límites, al considerarla el perfecto ejemplo de la conducción de un país por parte de una asamblea representativa de las capas superiores y medias de la población. Además la figura de la reina Victoria, personaje de fama casi legendaria, motivaba el afán de emulación en la persona de Presidentes que fueran imparciales, verdaderos árbitros de la moralidad pública y situados en el límite de lo supra terreno, “más allá del bien y del mal”, como potencias celestiales o “que no pudieran hacer el mal” como se decía de la monarquía de las Islas. Asimismo a la tendencia de la aristocracia nacional al frondismo y a la anulación de la autoridad que le disputaba la completa 1

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Apunte 3

El régimen parlamentario a la chilena o pseudoparlamentario de gobierno:

La República parlamentaria y la última fiesta de los caballeros.El régimen en aplicación y sus defectos, las reformas constitucionales. La cuestión Social y las leyes de intención social.En la presente lección estudiaremos el periodo que media entre la victoria parlamentarista en la guerra civil de 1891 y la elección de don Arturo Alessandri como último presidente parlamentario. Analizaremos igualmente las principales características constitucionales del periodo, con especial énfasis en las imperfecciones que caracterizaron su aplicación a la realidad chilena y los graves problemas y contradicciones sociales que surgieron durante el periodo que algunos llamarían la República Veneciana1.Durante los 33 años de preeminencia del régimen parlamentario la sociedad chilena evolucionó en medio de tremendos contrastes. Por una parte la brillante sociedad que había surgido tras la victoria sobre Balmaceda se desarrollaba con éxito en medio de los elegantes salones de los magnates santiaguinos y el oropel de los grandes bailes de gala y por el otra, el país comenzaba a experimentar las consecuencias sociales de un régimen de gobierno que carecía de toda sintonía con los apremiantes contrates socio económicos, propios de una sociedad que basaba su desarrollo en la riqueza minera que proveía una sola fuente: el salitre.Es difícil comprender el deslumbramiento de generaciones de nuestros líderes con el espejismo del régimen parlamentario. En alguna medida, puede atribuirse a factores como la admiración por las instituciones jurídico políticas de la Inglaterra victoriana, que extendía su imperio por los cuatro confines del globo. La oligarquía nacional sentía por el régimen británico una reverencia sin límites, al considerarla el perfecto ejemplo de la conducción de un país por parte de una asamblea representativa de las capas superiores y medias de la población. Además la figura de la reina Victoria, personaje de fama casi legendaria, motivaba el afán de emulación en la persona de Presidentes que fueran imparciales, verdaderos árbitros de la moralidad pública y situados en el límite de lo supra terreno, “más allá del bien y del mal”, como potencias celestiales o “que no pudieran hacer el mal” como se decía de la monarquía de las Islas.Asimismo a la tendencia de la aristocracia nacional al frondismo y a la anulación de la autoridad que le disputaba la completa supremacía sobre la maquinaria del Estado, factor que tan bien ha retratado Alberto Edwards.“La revolución de 1891, como conflicto armado, fue un hecho accidental; el cambio que ella trajo, de todas maneras se habría producido. Bajo el gobierno de hombres como Pérez, Pinto o Barros Luco, la revolución que nos llevó del presidencialismo de partido, inaugurado en 1861, al dominio sin control de los círculos oligárquicos, habría sido gradual y pacífica. Balmaceda hubo de luchas, aun con menos fortuna que Montt, contra una ley histórica. La aristocracia, amedrentada por el desorden y el caudillaje, aceptó la reacción autoritaria de Portales; pero, sus intentos vizcaínos de independencia, sus hábitos feudales de dominación, después de dormitar por algunos lustros, había comenzado a despertar desde tiempo atrás.Ese poder oligárquico, que sacaba sus fuerzas de la organización misma de la sociedad chilena, era el único capaz de luchar contra la tradición monárquica, heredera de la Colonia, y que Portales restauró. La política de Chile, desde

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1849 hasta 1891, se sintetiza principalmente en el conflicto entre dos elementos espirituales orgánicos, ambos pertenecientes al pasado: la aristocracia y la monarquía. Por eso nuestras revoluciones, incluso la de 1891, fueron siempre frondas. Cuando en las angustias del combate final, Balmaceda, como los reyes de la antigua Europa en lucha con el feudalismo, quiso apelar al pueblo, al sentimiento democrático, los acontecimientos probaron que el infortunado Presidente había pedido amparo a algo que no existía.”2De las dos fuerzas en pugna una de ellas habría de lograr imponerse y los intentos de la “monarquía presidencial” que Portales había creado, no serían suficientemente fuerte como para darle el triunfo:“La revolución de 1891 no fue más popular que la de 1859. Tampoco lucharon en ella, precisamente la usurpación y la legitimidad, sino dos formas divergentes del último principio. La Marina, de formación europea y británica, empapada en el espíritu del constitucionalismo burgués del siglo XIX, y en íntimo contacto con los círculos oligárquicos monttvaristas o radicales, acompañó al Congreso; el Ejército, más criollo y tradicionalista, más fiel al espíritu de obediencia pasiva al Jefe visible del Estado, más español y monárquico, en una palabra, acompañó, no a Balmaceda, sino al Presidente de la República.Balmaceda, como don Manuel Montt, será siempre un gran recuerdo. Su nombre pone fin a un periodo histórico: el de la segunda etapa de la República “en forma”. Dos fuerzas tradicionales, hondamente arraigadas en la sociedad europea, habían sobrevivido en Chile al sacudimiento de 1810; el espíritu de jerarquía social, y el de obediencia monárquica. Sobre ellas pudo organizarse y durar un Estado “en forma”.Desde 1849, estas dos fuerzas unidas hasta entonces, comienzan a luchar entre sí y el equilibrio va haciéndose poco a poco menos estable. La aristocracia, de día en día más poderosa e independiente, quiere, al fin, dictar la ley al poder monárquico. En 1861, logra carta de ciudadanía, y entonces empieza un periodo de treinta años, en que el Presidente ya no está solo con su omnipotencia: los partidos, y las mismas fuerzas espirituales de la sociedad le hacen contrapeso. Una crisis sangrienta iba a decidir en forma trágica la vieja contienda.”3 La contienda sería la revolución de la que surgirá triunfante la aristocracia, para dar luz a un régimen que se amoldaba perfectamente a sus necesidades, pero no a las del país.Esa fronda de los caballeros sería la que protagonizaría la dirección (o falta de ella), de los asuntos públicos chilenos durante más de tres décadas. “Los hispanoamericanos que no han vivido en Chile, apenas pueden imaginar el espectáculo de esa política a la veneciana, con sus suaves luchas de salón, entre magnates del mismo rango, no divididos, ni por las ideas ni por los intereses, amigos o parientes en sociedad, dilettanti de la política, que distraían los ocios de la opulencia en el juego de los partidos y de las crisis ministeriales. Ningún odio de fondo, ningún principio fundamental que los dividiera, la paz más absoluta en la República, una total indiferencia en la masa de la opinión, y, entretanto, los gabinetes, como fantasmas de teatro, desfilaban a cortos intervalos, por el escenario de La Moneda. Este orden de cosas no se inició como algunos piensan, en 1891; tenía más antiguo origen, y en los primeros años del Gobierno de Balmaceda casi adquirió los caracteres de más tarde. Pero antes de la revolución existía un árbitro o, por lo menos, la

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sombra de un árbitro. Se estaba sólo en los preludios de la tercera etapa de la República “en forma”.4Veremos cómo fue posible la coexistencia de dos Chiles, y como el primero de ellos fue completamente ciego a las necesidades del segundo.

EL RÉGIMEN Y SUS CARACTERÍSTICAS

Hemos indicado cuales son los antecedentes políticos y psicológicos del régimen parlamentario. Veamos ahora cuáles son sus principales características. Basaremos nuestro análisis en la obra de los profesores Carrasco, Campos y Edwards, más el contrapunto que no proporciona la evolución de la obra de don Julio Heise González5.El profesor Heise González, de quien hemos apuntado su notable evolución desde posturas críticas a favorables al parlamentarismo sintetiza de esta forma las características o “ventajas” del sistema parlamentario6:a) La perfecta regularidad jurídica y constitucional: Heise postula como una virtud del régimen el haber permitido que las instituciones jurídico políticas funcionaran en forma regular e impecable. No hubo enfrentamientos políticos, ni estados de sitio, ni luchas entre sectores sociales. Todos los conflictos políticos fueron resueltos en el marco de las instituciones jurídicas7.b) Poder civil y poder militar: Heise apunta a que durante el periodo parlamentario, no hubo movimientos militares que desestabilizaran el régimen. No hay entonces, un peligro militar frente a la sociedad civil8.c) Respeto absoluto por las prácticas parlamentarias: Los presidentes parlamentarios se sometieron enteramente al poder del Congreso y ello evitó cualquier forma de enfrentamiento. En efecto, es cierto que los presidentes se someten al parlamento, pero este es uno de los puntos que mayor desconcierto causó en la conducción de los gobiernos, como veremos al hablar de la rotativa ministerial.d) Juego regular entre gobierno y oposición: La ciudadanía se acostumbró, en lo que Heise llama una verdadera escuela de civismo” al juego de gobierno y oposición. La celebración de elecciones y el respeto de las reglas del juego por parte de todos los principales actores políticos, logró que se aceptara el rol fiscalizador de la oposición como parte del juego democrático.e) Funcionamiento regular del sistema representativo: El profesor Heise sostiene que durante “el periodo parlamentario se practicó un régimen político ordenado, respetuoso de la Constitución y perfectamente compatible con los principios de la democracia representativa”.9

La opinión definitiva de Heise se contiene en el siguiente párrafo de su obra “150 años de evolución institucional”: “Sobre el caciquismo fue posible asentar gobiernos tan progresistas y ordenados como los de...Riesco y Pedro Montt en la época parlamentaria. Este resultado se obtuvo gracias a un acuerdo tácito entre las fuerzas urbanas progresistas, -liberales y radicales- y las fuerzas tradicionales del agro, representadas fundamentalmente por el partido conservador.Las fuerzas urbanas progresistas impulsaron reformas que significaron incorporar a la vida pública importantes sectores del proletariado. Basta con recordar las distintas reformas introducidas a nuestro régimen electoral. A pesar de la filosofía política liberal que asignaba al Estado una actitud

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enteramente pasiva, los poderes públicos a lo largo del periodo parlamentario dieron vigoroso impulso al progreso material y cultural.Chile fue el primer país de Sudamérica que reformó la legislación española que regía desde la época colonial. Los códigos de Comercio, Minería y Penal, la Ley Orgánica de nuestros tribunales, la legislación procesal se aprobaron y sancionaron entre 1861 y 1925. También fueron obra de este periodo la modernización de las actividades agropecuarias: se empiezan a practicar la agricultura y la ganadería intensivas que en muchas regiones reemplazarán a la explotación extensiva. Se organizó una Marina mercante que sirvió al comercio interior y exterior; se realizaron notables avances en la industrialización del país. Sobre todo observamos una preocupación patriótica por el desarrollo de la Enseñanza pública: la mujer se incorpora a los estudios universitarios; a través del Pedagógico se da a los maestros de la Enseñanza media una preparación técnico profesional; aumenta notablemente el número de liceos y escuelas elementales y se introduce el concepto de la obligatoriedad para la enseñanza primaria (Ley de instrucción primaria obligatoria).El dualismo cultural –característico de toda sociedad en desarrollo- llevó a las fuerzas políticas de los dos sectores nacionales: el urbano progresista y el rural arcaico a un verdadero acuerdo tácito, en virtud del cual cada uno disfrutó de absoluta libertad de acción en sus respectivos dominios. Este acuerdo tácito entre la aristocracia urbana de los profesionales (radicales y liberales doctrinarios) y la aristocracia de los grandes propietarios (conservadores) explica el funcionamiento perfectamente regular del sistema representativo.”10Heise trata benignamente al periodo fundamentalmente por las razones expuestas, pero no se pronuncia sobre sus principales defectos.Por su parte, don Alberto Edwards nos recuerda poniendo énfasis en los aspectos formales e institucionales lo mejor y lo peor del régimen. Su aparente mantención de la institucionalidad portaliana y a la vez el inmovilismo y profunda ceguera de los políticos de la época entre los cuales podría haber habido patriotismo y honestidad, pero ciertamente no estadistas, son las características que Edwards destaca sobre el régimen parlamentario, junto con recordar el ambiente de círculos y salones cerrados del poder político aristocrático.“En 1891, por primera vez en sesenta años, un Gobierno fue derribado en Chile por la violencia; pero la forma en que se produjo el acontecimiento, le daba más bien los caracteres de una restauración de la legitimidad tradicional. Con la antigua clase dirigente había triunfado el antiguo orden jurídico, y también es preciso reconocerlo, el movimiento histórico que desde fines del Gobierno de Bulnes venía acentuando el predominio oligárquico sobre el poder absoluto. Los vencedores, por su parte, se esforzaron en demostrar que habían entendido combatir una tentativa de usurpación, y que, frustrada esa tentativa, todo quedaba como antes.Efectivamente, la República continuó “estando en forma”. El sentimiento legitimista hereditario, que constituía su fundamento espiritual, se había fortalecido y no debilitado con el desenlace de la crisis; de las fuerzas sociales que sirviendo de fundamento al orden político, la una, esto es, el poder monárquico de los Presidentes, debilitado ya desde tiempo atrás, no fue en adelante sino una sombra de sí misma; en cambio, el elemento aristocrático y

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oligárquico del viejo Chile llegó a la edad de oro de su predominio: por treinta años iba a dominar sin control. Este fenómeno caracteriza, como antes he recordado, la tercera etapa de nuestra República “en forma”.Nada podía evitar el desquiciamiento de la autoridad presidencial y el de su influencia decisiva sobre el electorado; pero un hecho, a primera vista de orden secundario, contribuyó a acentuar la evolución: ninguno de los grandes prestigios políticos de la época ocupó el solio de Balmaceda; dos de ellos, Irarrázaval y Edwards, dispusieron, el uno después del otro, de la mayoría de los electores de segundo grado; pero ambos se negaron a aceptar la Presidencia; no querían pasar a la historia como ambiciosos vulgares, que habrían acaudillado una revolución sangrienta para llegar al poder sobre miles de cadáveres. Se estaba en las horas de exaltación y desinterés que suelen seguir a los grandes trastornos.El desenlace de larga lucha entre el presidencialismo y la fronda trajo como consecuencia un periodo de letargia política, tal como antes no lo había conocido la República. Por más de un cuarto de siglo, todo iba a permanecer inmutable. Si hubiese alguna verdad en la sentencia de que son felices los pueblos sin historia, Chile habría sido entonces el más feliz de todos.Esa inmovilidad existió también, aparentemente al menos, en el espíritu público; pero el viejo silencio de la opinión tomó ahora nuevas formas. La gran masa del electorado, indiferente como siempre, puso sus votos en subasta; los elementos directivos de provincias, sumisos antes al poder, se enfeudaron a los diferentes círculos aristocráticos de la capital; cada uno de éstos tuvo su clientela invariablemente sumisa. Las elecciones se sucedían a las elecciones, sin que cambiase, sino en insignificantes detalles, el poder relativo de las antiguas agrupaciones oligárquicas que hacían el juego parlamentario de la política en los estrados de Santiago.”11Por nuestra parte hemos preferido una enunciación detallada de aquellos aspectos que estimamos representativos de la época y de los cuales desarrollaremos algunos más latamente:1) Los vencedores de Concón y Placilla imponen una interpretación de hecho de la Constitución de 1833 con el objeto de hacer funcionar dentro de su institucionalidad, el régimen parlamentario que tanto ansiaban.2) No se llevan adelante reformas sustanciales a la Constitución para hacer realidad el nuevo régimen. Las reformas constitucionales aprobadas en la época fueron evidentemente adjetivas o secundarias. Los círculos políticos solo se limitan a actuar como si se estuviera en presencia de un régimen parlamentario, pese a las tremendas contradicciones que presentaba el régimen con el sistema constitucional imperante12.3) El sistema parlamentario funcionó entonces con una serie de defectos esenciales que desnaturalizaron su funcionamiento, tales como la inexistencia de un Primer Ministro y la falta de la facultad de disolución de las Cámaras políticas por parte del Presidente de la República.4) Se anuló la autoridad presidencial, buscándose la neutralidad política de los Presidentes de la República (salvo en cierta medida don Pedro Montt y el último mandatario parlamentarista, don Arturo Alessandri). No obstante lo cual la fuerza de las cosas algunas veces lograba expresarse a través del sentir profundo del pueblo: las elecciones presidenciales, no obstante el anodino papel reservado a los mandatarios de la época, siguieron siendo las más importantes en el interés público.

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5) La política fue el campo de protagonismo exclusivo del Congreso Nacional, es la edad de oro de los partidos políticos y de la política de salones y círculos cerrados de la aristocracia.Al respecto resulta clara la sentencia de Edwards: “...Una vez derrotado el poder presidencial, la oligarquía pudo dominar en paz y entregarse, sin temor de ser perturbada, a sus queridos juegos de dilettantismo político. El país se había echado a dormir en sus brazos con la misma resignación inerte con que se sometiera al absolutismo después de 1830. Seguros de la fidelidad de sus vasallos espirituales, los caudillos de los círculos aristocráticos de Santiago divertían sus ocios en hacer o deshacer alianzas, y en formar o derribar Ministerios, sin ningún alto propósito definido, porque, en realidad, todos esos grandes personajes estaban de acuerdo en el fondo: sus luchas eran de predominio personal o de círculo, no de interés o doctrinas.Por eso no existe en la historia de Chile un periodo más conservador, en 1918, las cosas permanecían como en 1891. No puede hacer alta historia de esos años. Las mismas decoraciones aparecen una y otra vez con desesperante monotonía. Ningún problema de los que pudieron dividir a los patriarcas fue resuelto ni en uno ni en otro sentido. Los propios balmacedistas, cuando se incorporaron al juego, pasaron a convertirse en un círculo como cualquiera de los otros: la “casa azul” de Sanfuentes, como la “Cueva del oro negro”, de don Pedro Montt, como la tertulia de Fernández Concha, o el “salón rojo” o el “salón verde” del Club de la Unión, aquel foro en miniatura de la aristocracia santiaguina.La fisonomía de la clase dirigente conservó, en general, sus caracteres tradicionales; pero no pudo menos de teñirse un poco más en el sentido plutocrático: los antiguos gobiernos, hasta el de Balmaceda, habían aprovechado su influencia electoral sin contrapeso, para dar entrada en la vida pública a intelectuales y hombres de administración sin fortuna ni situación en sociedad. Esto ya no fue tan fácil después de 1891.Debajo de los notables provincianos, enfeudados a la oligarquía, se encontraba la masa inconsciente y venal, que no pertenecía espiritualmente a nadie, que ignoraba hasta la significación misma del voto, y cuyos sufragios era necesario comprar.”136) El ejercicio de prácticas parlamentarias surgidas del abuso y de la mala política de círculos, que se expresaba en las permanentes censuras y la rotativa ministerial, a la que dedicaremos un apartado especial dentro de la presente lección.7) La esterilidad de las sucesivas administraciones: es evidente la disminución del ritmo de realizaciones públicas si se compara a todo el periodo con la obra de adelanto material que el país experimentó bajo el último gobierno liberal, el del Presidente Balmaceda. Ello estaba motivado por la inestabilidad ya apuntada antes en las políticas de los sucesivos ministerios.“Una lista de seis caballeros asumía el poder, o lo que llevaba ese nombre. Honorables, llenos de buenas intenciones, pero sin ningún programa que realizar, ni ideas muy definidas respecto de los problemas de la Administración, iban a sentarse por pocos meses en el sillón de los Ministros, a firmar maquinalmente los decretos y proyectos de ley, elaborados por una burocracia casi inerte como ellos mismos. “Discretos, ponderados, juiciosos”, la suprema ciencia política de esos hombres de Estado era la de identificarse todo lo posible con la inmovilidad del sillón curul de su gabinete. Tenían que

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desempeñar un lúcido papel, con la caballeresca mesura del que ocupa en la Ópera un palco principal. Parecía prudente dejar de lado “por ahora” todo lo que pudiera dividir o perturbar, todo lo que significase innovación o lucha de intereses. “Yo no soy una amenaza para nadie”, dijo un estadista de ese tiempo. “No hay sino dos clases de problemas en política, agregó otro, los que se resuelven solos y los que no tienen solución”. Apenas es necesario agregar que los autores de estas máximas llegaron ambos a la Presidencia de la República.”148) Existe una completa despreocupación por los graves problemas sociales que estaban gestándose tanto en el norte minero como en los círculos de trabajadores de los centros urbanos. Es más, la actitud casi unánime de los dirigentes parlamentarios será negar que existiese un problema social: “El problema económico social, llamado entonces “la cuestión social”, generado por la formación de un proletariado empobrecido que emigró de la agricultura hacia el norte de la promisoria riqueza salitrera fue considerado con desaprensión e indiferencia por los círculos políticos”.15 De ello abundaremos más adelante.9) Hubo, sin embargo, una inicial preocupación por los problemas sociales, protagonizada por políticos conservadores que, como veremos, generaría las llamadas “leyes de intención social”.10) Existe una abundancia de medios materiales superávit presupuestario: Resulta paradojal, como tantas veces hemos visto en nuestra historia, el considerar que durante este periodo el presupuesto gozó de una abundancia de medios fiscales como nunca se había dado antes en la República. Debe señalarse que se produjo una endémica imprevisión económica en donde no existía planificación alguna, políticas a largo plazo o planes de desarrollo de la industria...Nos dice don Fernando Campos: “Los gobiernos del parlamentarismo no tienen ningún principio realizador, ni director ni planificador. Existe como un olvido, como una falta de la más elemental concepción económica.16No es que los grandes mandatarios que gobiernan en nuestra república parlamentaria sean unos imprevisores, unos indolentes. Es que en la época en que actúan, los políticos que los apoyan o los rodean no tienen ninguna otra aspiración más concreta: la de la política por la política.La vida económica del país, en aquella época, descansa: a) en la pasajera riqueza del salitre; b) en la falta de toda iniciativa económica, de todo plan gubernamental –riego artificial, marina mercante, energía motriz, industria pesada, transformación del espíritu de la enseñanza-, conceptos totalmente olvidados en aquellos años del parlamentarismo; c) la creciente desvalorización monetaria.Se continúa con los planes de obras públicas ya trazados o empezados en los gobiernos anteriores: es la única ocupación de la riqueza salitrera, salvo la de financiar todos los gastos ordinarios del país.La renta extraordinaria del salitre permitió, desde la época de Santa María, suprimir todas las contribuciones que gravaban la riqueza, dejando sólo en pie las aduanas. Así, a pesar del salitre y de la relativa economía de la administración, se producían de cuando en cuando dificultades rentísticas que se salvaban invariablemente con empréstitos. Una reforma del sistema tributario habría sido superior a la fuerza constructiva del régimen. Cuando la guerra europea paralizó por muchos meses la mayor parte de las salitreras y

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cerró al mismo tiempo los mercados monetarios de Europa, se hicieron los primeros tímidos ensayos de reforma en el régimen fiscal.El salitre, con la riqueza, trajo una relajación de hábitos en algunos afortunados, que abandonando la austeridad tradicional de sus costumbres sencillas, se lanzan por el camino del lujo y de la suntuosidad.Las frecuentes especulaciones bursátiles, sin el control que hoy se ejercita sobre ellas por organismos responsables, cimentaban fortunas nacidas al azar o arruinaban a muchos, lo que perturbaba el normal desarrollo de nuestra vida económica.”1711) No existen verdaderamente nuevas iniciativas de adelanto material, como se ha dicho en el punto anterior, las escasas obras públicas fueron más producto de planes anteriores o del azar. Ejemplo de esto último serán el ferrocarril Arica-La Paz y los magníficos edificios del Museo de Bellas Artes y la Biblioteca Nacional.12) Es la época de inestabilidad de los gobiernos rotativa ministerial 530 cambios ministeriales como veremos en el apartado correspondiente, con una duración no mayor en promedio a los 4 meses.13) No se logra la libertad electoral. En efecto, junto con reconocer que la intervención electoral del Presidente de la República desapareció del todo, no es menos cierto que no se logró la trasparencia de los procesos electorales, debido al surgimiento de nuevos vicios como el cohecho o compra de los votos y el caciquismo electoral.Don Alberto Edwards reserva un juicio particularmente descarnado para la práctica del COHECHO: En Chile, por tradición hereditaria, un cargo público, un asiento en las Cámaras, equivalía a un título de nobleza; y el patriciado no ahorraba el dinero por conseguirlo. El cohecho electoral alcanzó proporciones monstruosas: hubo “senadurías” que costaron un millón. Y estas sumas se derrochaban, las más de las veces, sin que en ello intervinieran el fanatismo ideológico, ni propósitos de lucro personal. El patricio chileno quería atávicamente ser el dueño de casa, como ya lo mostrara en 1810. Esta pasión político-social, superior a los partidos, que hizo las frondas desde la Independencia hasta 1891, se manifestaba ahora en la forma de sacrificios pecuniarios inauditos, que la sicología primitiva de las demás clases sociales comenzó a interpretar más tarde como un negocio de baja índole. En verdad de las cosas, y salvo raras excepciones, se trataba de gentes que en todo pensaban, menos que en lucrar con la política: era un fenómeno súper burgués.Compraban asientos en la Cámara por los mismos motivos que sus padres compraron títulos bajo la Colonia.A veces intervenía también la pasión religiosa (sobre todo entre los conservadores), o un patriotismo sincero.La dominación oligárquica, cada vez más teñida de plutocracia, se fundó, pues, espiritualmente, durante la tercera etapa de la República “en forma”, en un sentimiento hereditario colonial, que se manifestaba por el orgullo dominador o la vanidad política del patriciado y por la sumisión a las viejas jerarquías del electorado consciente. En cuanto al elemento popular, introducido por la legislación en la política, pero incapaz de ejercer la soberanía que le otorgan los teóricos y las constituciones, sólo obró indirectamente, por su venalidad que, encareciendo las elecciones, robusteció las fuerzas plutocráticas de la oligarquía”.18

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El profesor Carrasco Delgado ha sintetizado adecuadamente esta práctica: “Durante esta tercera etapa de vigencia de la Constitución, desaparecerá la intervención electoral de los Presidentes, pero se reemplazará por el desarrollo de los denominados vicios electorales, el principal de los cuales fue el cohecho”.19Conjuntamente con el cohecho surgiría el CACIQUISMO POLÍTICO: la viciosa práctica en que incurrían los líderes políticos de provincias que se transformaban en verdaderos señores feudales de la población electoral de su área de influencia. Así, los oligarcas santiaguinos debían contar con el apoyo de estos caciques, que concedían su favor a quien le prometía mayor cantidad de ventajas, a fin de obtener los votos que controlaban20.14) Las relaciones internacionales experimentaron un retroceso. Los graves conflictos con nuestros vecinos provocaron un agudo desgaste de esfuerzos diplomáticos. Lo estudiaremos detalladamente más adelante.15) La gran preocupación, que motivó copar gran parte de las sesiones de los cuerpos legislativos sería un tema esencialmente secundario, pero elevado a la categoría de sacrosanto dogma de la época, lo que demuestra la pobreza de iniciativas de bien público en la época parlamentaria: Se trataba de la polémica por la convertibilidad del billete de banco.Un juicio particularmente duro sobre el problema apuntado lo proporciona don Fernando Campos: “Desde la época de don Aníbal Pinto, y salvo un corto periodo de tres años, el país vivió bajo el funesto régimen del papel moneda. Las frecuentes crisis que con este motivo se producían se remediaban siempre con nuevas emisiones que, rebajando el valor del circulante, hacían conveniente el endeudamiento, impidiendo al mismo tiempo la formación de capitales de ahorro y el desarrollo de un crédito sano, azotando a los que vivían de sueldos, salarios y rentas fijas, a la clase media en masa, a los oficiales del ejército y a los obreros mismos. Si la clase media se había consolidado política y culturalmente, no lo estaba económicamente, de manera que distaba de ser un gran elemento moderador de la sociedad al estilo europeo o norteamericano.La impotencia del régimen parlamentario para solucionar este problema, que determinó en gran parte los grandes movimientos obreros de principios de siglo, fue un factor determinante de su fracaso.” 21El juicio del historiador resulta muy certero en su conclusión no obstante que desde el punto de vista económico resulta controvertible sostener que el régimen de billete no convertible sea la causa del empobrecimiento de la clase media o responsable de la pérdida del valor de la moneda. En efecto, el régimen del papel moneda no convertible será la base de la economía mundial desde las Conferencias de Breton Woods de fines de la década de 1960 y se ha preferido referir el valor de las diversas monedas al nivel de la actividad económica de cada país, antes que al arbitrario factor de la producción minera de oro de un país determinado, como ha dejado en claro el acuerdo para la adopción del Euro en la mayor parte de los países de la Unión Europea. Sin embargo el dedicar toda la atención al problema apuntado resultaba claramente excesivo y en tal sentido tiene razón la crítica de Campos Harriet. La dirigencia política se dividiría para siempre entre “oreros” y “papeleros”, los primeros partidarios de la conversión forzosa del dinero emitido por los bancos al padrón oro y los segundos partidarios de la inconvertibilidad. El

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diletantismo político de nuestros dirigentes encontrará en esta cuestión su más patética expresión.

LOS PRESIDENTES PARLAMENTARIOS O LOS PRESIDENTES NEUTRALES

Resulta interesante observar la obra de los siete Presidentes parlamentarios.Formularemos una muy breve síntesis de los principales aspectos de cada una de sus administraciones. Decimos administraciones y no gobierno debido al carácter de neutrales de tales mandatarios. Falta en ellos todo tipo de elemento dinámico y conductor, para poder hablar de Gobierno. Son en consecuencia, meras administraciones, aunque algunas de ellas hayan dejado alguna obra de mérito, más por las cualidades personales de honradez y patriotismo de los mandatarios que por ningún programa coherente de gobierno.Con brillantez, don Bernardino Bravo, el gran sistematizador de la historia política del siglo XX, denomina a los mandatarios del periodo “los Presidentes Neutrales”.“Como consecuencia de la victoria de los partidos en la revolución de 891 surge una nueva imagen del presidente: el presidente parlamentario, neutral frente a los partidos. Esta etapa comienza con Jorge Montt en 1891 y termina con Arturo Alessandri en 1924.Se invierte la relación presidente-partidos. Ya no es el presidente quien llama a los partidos al gobierno sino que los partidos se imponen al presidente a través del parlamento. Se entiende que la permanencia de los ministros en sus cargos no depende de que cuenten con la confianza del presidente, sino de que tengan el respaldo de la mayoría parlamentaria. En consecuencia, quien elige a los ministros no es el presidente sino los dirigentes de los partidos, que componen la mayoría en el parlamento. Así pues la constitución o la caída del gabinete ministerial dependen de los acuerdos entre los dirigentes partidistas que forman la mayoría.Junto con la libre designación de los ministros, el presidente pierde también otros dos factores que le daban cierta superioridad sobre los partidos: el poder electoral y la posibilidad de designar a su sucesor.Tanto el manejo de las elecciones como la designación y elección de presidente quedan entregados por completo a los partidos, es decir, a la oligarquía formada por sus dirigentes. De esta suerte, bajo el régimen parlamentario llega a su apogeo el gobierno de partido.En consecuencia el presidente queda reducido al papel de jefe de Estado, casi sin funciones de gobierno. Lo propio de él en esta época no es realizar algo sino abstenerse: no interferir en el juego de los partidos, permanecer neutral frente a él. Nada refleja mejor esta característica presidencial que el famoso lema del presidente Riesco: no soy una amenaza para nadie.Pero ni el presidente ni el sentir general se avinieron a esta situación, Mientras los presidentes intentaron por diversos medios recuperar la dirección del gobierno, las elecciones presidenciales fueron las que despertaron mayor expectación, como si el presidente fuera todavía el jefe del gobierno”.22Podemos matizar la opinión de Bravo Lira sobre los intentos presidenciales por recuperar su autoridad. Tanto en el caso de don Germán Riesco, como en el de don Ramón Barros Luco, el perfecto presidente neutral, según el propio

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Prof. Bravo Lira, no hubo intención alguna de alterar las reglas del juego impuestas por los partidos al presidente, quien permanecía estático en el palacio de La Moneda, observando a la distancia los acuciantes problemas que ocupaban al país, pero no a los dirigentes de los círculos partidarios.Es completamente exacto, en cambio, el juicio sobre la frase de Riesco: “No soy un peligro para nadie”. En efecto, en estas escuetas palabras se esconde precisamente el papel que el parlamentarismo permitió desempeñar a los presidentes de la época, unos olímpicos espectadores que desde el nimbo ultra terreno del segundo pido del palacio presidencial contemplaban con ojos aristocráticos pero por entero abúlicos, el devenir político del país, en cuya conducción tenían vedada toda participación, so pena de romper el dogma parlamentario y caer irremisiblemente en la herejía, como, veremos en la siguiente lección, lo que le ocurrió al último de ellos, don Arturo Alessandri Palma.Pobre descripción en efecto, de los presidentes de la paz veneciana. Digamos por afán de justicia que el régimen careció de uno de los males más extendido en el hemisferio, el del caudillismo populista. No fueron estos presidentes ejemplos del político irresponsable, que tan frecuentemente aparecía entre nuestros vecinos. Eran más bien grises representantes de la aristocracia más refinada y por ello también, decadente que copaba la conducción del Estado.Edwards nos recordará al respecto: “Por acuerdo unánime de los partidos, el capitán de navío don Jorge Montt, jefe de la Escuadra “constitucional” fue elegido Presidente de la República. Conviene dejar aquí constancia de un hecho, familiar a todos los chilenos, pero que difícilmente será creído fuera de nuestras fronteras: en esta elección nada hubo que, ni de cerca ni de lejos, oliera a caudillaje, ni mucho menos a imposición militar. El ejército vendedor estaba dirigido por oficiales de ocasión, improvisados en la juventud civil, y su verdadero jefe fue un técnico alemán. El espíritu de la Marina no podía ser menos militarista. El capitán Montt, hombre modesto, desprovisto de ambiciones, profundamente civilista, y, a pesar de su apellido, sin filiación política muy determinada, hubo de resignarse contra su voluntad a aceptar la Presidencia, cuando se convenció de que su nombre era la mejor solución posible en el momento. Los partidos querían un Jefe de Estado imparcial, ajeno a sus luchas y querellas, una especie de rey parlamentario. El nuevo Presidente supo desempeñar este papel pasivo, pero no fácil, con el tacto y la lealtad constitucional de un monarca inglés del siglo XIX. El Presidente de la República, como elemento de influencia política y electoral, desapareció por completo durante su Gobierno.En una guerra civil como la de 1891, sin montoneras ni barricadas, que se desarrolló ordenadamente entre dos ejércitos regulares, y en la cual venció, puede decirse, el civilismo armado, no hubo lugar para el caudillaje. La actitud del capitán Montt, como jefe del Gobierno de Iquique, se había impuesto al respeto de los políticos que desde allí dirigían la revolución, y la común confianza de todos ellos le llevó a la Presidencia, contra su voluntad, como ya se ha dicho. Si se exceptúa a don Pedro Montt, no he conocido un hombre de más espíritu público, pero tampoco ninguno más indiferente en política partidista; la sociedad oligárquica chilena había encontrado a su Reina Victoria.”23Con todo, hemos de destacar un último factor que caracteriza a estos mandatarios: la esterilidad material de sus administraciones, incapaces de

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llevar adelante las obras de progreso que exigía el país. Veremos que el total de las obras destacables puede sintetizarse en menos de un párrafo de estas explicaciones.Examinaremos brevemente los aspectos más importantes de sus respectivas elecciones con algunas referencias a sus antecedentes personales y luego sus principales obras o iniciativas concretadas bajo su periodo en La Moneda, como debería decirse con propiedad.Por ello no usamos la expresión “gobierno” sino administración por faltar en estos Presidentes la dirección dinámica de los asuntos del Estado. Y en estricto rigor parecería más adecuado hablar de “administraciones” pues con cada Presidente las corrientes políticas presentes en el gobierno distaban de tener continuidad y por ello no puede hablarse de una misma y sola administración.

Los mandatarios de la época fueron:1) Jorge Montt Álvarez, 1891-18962) Federico Errázuriz Echaurren, 1896-19013) Germán Riesco Errázuriz, 1901-19064) Pedro Montt y Montt, 1906-19105) Ramón Barros Luco, 1910-19156) Juan Luis Sanfuentes Andonaegui, 1915-19207) Arturo Alessandri Palma, 1920-192424

Un marino y seis abogados, todos ellos salvo Alessandri, pertenecían a los círculos de la sociedad aristocrática santiaguina, tanto así que entre Errázuriz y Riesco, se verificaría un traspaso del poder “familiar” pues ambos eran primos hermanos, como parientes eran también don Jorge y don Pedro Montt.

EL PSEUDO PARLAMENTARISMO O EL PARLAMENTARISMO A LA CHILENA

Al hablar de las características del régimen parlamentario aludimos a los defectos de la interpretación política que hizo de la Constitución el bando vencedor. En efecto, las formas parlamentarias de gobierno adoptadas dentro de una carta presidencialista no podían sino resultar en un completo fracaso. Curiosamente los parlamentaristas no deseaban ver tal cosa, como veremos al analizar las reformas a la constitución en esta época.El profesor Carrasco Delgado nos señala al respecto: “...El sistema que así se establece es diferente del modelo teórico porque faltan -principalmente- el mecanismo de disolución del Congreso, los antecedentes de tradición constitucional y política y un régimen de partidos reducidos y disciplinados. Se trata de una forma “sui generis”, cuyos orígenes pueden encontrarse, conforme se ha señalado, con anterioridad a 1891.Lo anterior fue derivado muy pronto en un sistema de irresponsabilidad parlamentaria. No existiendo el mecanismo de clausura de los debates se produjo la obstrucción parlamentaria y la esterilización de la función legislativa. Las frecuentes censuras de los gabinetes -facultad ejercida además por ambas ramas del Congreso- y la consiguiente rotativa ministerial, con sus secuelas de desmoralización e ineficiencia disminuirán considerablemente la obra realizadora de los gobiernos”.90

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Don Fernando Campos Harriet nos recuerda los elementos centrales que caracterizan el régimen parlamentario91:1) La existencia de partidos políticos organizados, que es la base fundamental de un régimen parlamentario estable;2) Un gabinete homogéneo, es decir sus miembros deben pertenecer al mismo partido o compartir un mismo plan de acción de gobierno;3) Libre acceso al parlamento, cada Ministro asiste a las sesiones de su respectiva cámara;4) Responsabilidad política ante la Cámara; quiere decir que los Ministros pueden ser destituidos por la cámara política mediante los mecanismos de la moción de censura y el voto de confianza. Los Ministros tienen una doble responsabilidad, tanto individual por los actos propios de su cartera, como colectiva por las decisiones de política general del gobierno;5) Disolución de la cámara política por parte del Jefe de Estado: esta es la contrapartida de la responsabilidad política del gabinete. El Gabinete, enfrentado a la mayoría parlamentaria, y censurado por ésta, puede no renunciar, sino solicitar al Jefe de Estado la disolución del parlamento o de su cámara política, para que la ciudadanía defina en comicios libres a quien respaldar. Asimismo este mecanismo cumple un papel preventivo, al servir de contrapeso al poder de los diputados, que deben ejercer su poder fiscalizador con prudencia a fin de no verse enfrentados a una elección anticipada en que podrían no ser reelectos. Asimismo el gobierno puede anticipar las elecciones con el fin de renovar su mandato, cuando juzga que las condiciones políticas le favorecen.Sin embargo, frente a todos estos requisitos en Chile sucedía algo muy distinto:“El gobierno parlamentario en Chile, se basó, preferentemente, en la observancia de prácticas políticas, entre ellas, la fiscalización por cualquier motivo u acto a los Ministros de Estado y los votos de censura o desconfianza al gabinete.Si confrontamos el régimen político que funcionara en Chile desde 1891 hasta 1924, denominado parlamentario, con el sistema político que con este nombre hemos bosquejado, podemos observar las principales deficiencias de nuestro mecanismo gubernamental.En primer término, la desorganización y multiplicidad de los partidos políticos.El parlamentarismo se basa en que haya un partido de gobierno y otro de oposición.En Chile, al advenimiento del régimen parlamentario, existían 6 partidos políticos: liberales, liberales democráticos o balmacedistas, nacionales, radicales, conservadores, demócratas. Ninguno era mayoritario, de manera que debían pactar alianzas artificiales y transitorias.Las principales fueron conocidas con los nombres de Alianza Liberal, a base del Partido Radical; y Coalición, en torno al Partido Conservador.Esta deficiente organización de los partidos determinaba la frecuente rotativa ministerial; y la falta de homogeneidad entre los ministros, esterilizaba las funciones políticas y administrativas. Por otra parte, el Ejecutivo carecía de la facultad que, en un régimen parlamentario, sirve de contrapeso a la fiscalización parlamentaria, o sea, la facultad de disolver a la Cámara política.

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“Un sistema de gobierno, privado de sus piezas esenciales, está condenado, fatalmente, a su disolución”, dice don Gabriel Amunátegui.”92Personalmente y a fin de entregar un análisis completo sobre las deficiencias del sistema, que le dan su carácter de pseudo parlamentario o de parlamentarismo a “la chilena”, desde hace años, hemos impuesto el análisis en base al paralelo entre las características del régimen parlamentario clásico, como se practicaba en la época en Inglaterra y el modelo chileno:

I. En un sistema parlamentario clásico, existe un ejecutivo bicéfalo, pues encontramos un Jefe de Estado a quien corresponden las funciones de representación del Estado y un Jefe de Gobierno que encabeza el gobierno y administra el Estado, (este Jefe de Gobierno llamado Primer Ministro, Jefe de Gabinete o Canciller es quien detenta el poder político). En Chile, sin embargo sólo existía el Presidente de la República, que conforme a lo dispuesto por la Constitución administraba el Estado y era el Jefe Supremo de la Nación. De lo dicho surge una primera imperfección, pues siendo el ejecutivo unipersonal y concentrándose toda la autoridad en el Presidente, si éste no la ejercía de acuerdo a la interpretación parlamentaria, el gobierno se mantenía a la deriva.El Prof. Carrasco nos recuerda la gravedad de este aspecto de nuestro parlamentarismo: “Su ejecución práctica comprendió la anulación del rol presidencial, siendo lo habitual el que los Presidentes fueran elegidos para desempeñar precisamente un rol neutro...”.93

II. En un sistema parlamentario clásico, junto al jefe de Estado existe un Jefe de Gobierno,Primer Ministro o Canciller, que es el líder de la mayoría parlamentaria y cabeza del gobierno, somete a su autoridad al resto de los Ministros, que deben coordinar su acción según sus instrucciones o programa político. En Chile no existía el cargo de Primer Ministro y sólo hacía sus veces el Ministro del Interior. Sin embargo, pese a encabezar el gabinete, su autoridad no era mayor que la de los demás ministros, con lo cual el gobierno en vez de contar con una cabeza o dirección tenía varias, y una nula coordinación entre las mismas, con lo cual la posibilidad de un orden coherente en las políticas de gobierno era imposible. En el fondo, cada ministro respondía solo ante su propio partido, sin que diera explicaciones ante nadie más. Sin embargo se mantenía la ilusión de “Jefe de Gobierno”, en efecto, se estableció que el Ministro del Interior se presentara ante las Cámaras con el objeto de pedir una “votación de investidura” a fin de poder iniciar las tareas del gabinete. En esta comparecencia, el Ministro debía de comunicar el nombre de los demás Ministros y su “programa de acción”.

III. En un sistema parlamentario clásico, las decisiones del gobierno son colectivas y la responsabilidad de los ministros es solidaria, pues todos intervienen en las decisiones. En Chile no existía dicha solidaridad y cuando se pretendía hacer efectiva la responsabilidad solidaria los ministros excusaban la suya indicando que la misma correspondía al Presidente de la República.

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IV. En un sistema parlamentario clásico, existe un medio de técnica legislativa, para ordenar los debates y poner término a las intervenciones de los parlamentarios a fin de votar las diversas iniciativas y dar cursos progresivos a su tramitación: La clausura del debate por simple mayoría. En Chile no existía tal mecanismo para poner término a las discusiones y por ello, valiéndose de las mil y una posibilidades de intervención que les brindaban los reglamentos internos, los parlamentarios daban curso a lo que se llamaría la “obstrucción parlamentaria” es decir, el uso inmoderado y permanente del derecho a intervenir con el fin de eternizar los debates e impedir la votación de un proyecto, aunque quienes así procedieren fueren una ínfima minoría. Se dieron casos de proyectos demorados indefinidamente por parlamentarios que hablaban 24 horas seguidas. Es lo que también se denominó la “sesión permanente”, una de las prácticas que más desprestigio acarreó a los políticos de la época ante la opinión pública.“Sesión “permanente” era aquella convocada para despachar un proyecto de ley obstruido por un grupo de diputados. Duraba indefinidamente, obligando al grupo a una verdadera maratón oratoria: nunca abandonar el uso de la palabra, impidiendo así que se votara el proyecto.(Crónica de El Ferrocarril, fragmentos). Desprestigio parlamentario: Una sesión “permanente” de la Cámara, 1907.“Algunos diputados duermen, dando ruidosos ronquidos. Otros llaman sin cesar a los oficiales de la sala, pidiéndoles whisky con soda, jerez con Apollinares, coñac con Panimávida.Las interrupciones se cambian a cada instante entre los que se conservan despiertos. Algunos ríen a carcajadas por cualquier motivo. De repente llegan tres diputados a la sala, haciendo curvas y equis con lamentable dificultad.Un joven diputado monttino, medio se incorpora y con voz indecisa exclama: “Vaya a cantarle a su abuela...Otros apuran sus vasos y se injurian con incomprensible crudeza, pero reconociéndose dispuestos a no molestarse. “No hay que enojarse, compadre...”Nadie oye a nadie. A intervalos salen unos en dirección del comedor, y en la sala de sesiones se sienten los estampidos de los corchos de las botellas de champagne. Parece, por momentos, que hubiera fuego graneado.Las salas, llenas de humo que despiden los cigarros puros. El ambiente, impregnado de vapores alcohólicos. Los diputados, en orden disperso. Aquel tiene los pies sobre la mesa. Ese otro, ronca estrepitosamente. Más que una sesión permanente, una merienda de negros”.94Como puede apreciarse, la práctica de la obstrucción distaba de respetar el fair play político de que tanto se preciaba la república de los caballeros. E impedía por añadidura cualquier proyecto de ley que despertara una mínima oposición, por mayores que fueran sus beneficios sociales.

V. En un sistema parlamentario clásico, existe sólo una Cámara política (como la Cámara de los Comunes en Gran Bretaña), mientras que en Chile, ambas Cámaras, tenían funciones políticas, pues tanto el Senado como la Cámara de Diputados, ejercían funciones políticas y de fiscalización de los gobiernos. Con lo dicho y si agregamos a la ecuación el precario sistema de alianzas parlamentarias, en la inmensa mayoría de los casos lo que sucedía era que mientras que el gabinete contaba con la efímera confianza de una de las

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Cámaras, estaba en minoría en la otra y por ello su vida o duración era igualmente breve.

VI. En un sistema parlamentario clásico, existen los mecanismos para hacer efectiva la responsabilidad política del Gabinete, ellos son el voto de censura y la moción de confianza. El primero de ellos permite a la mayoría parlamentaria derribar al gabinete por discrepar de su política, para lo cual se pone a votación la continuación o cese de los Ministros. El segundo tiene similar propósito, pero funciona al solicitar el gobierno un voto de apoyo político de la mayoría parlamentaria, la que si lo desea, puede expresar su disconformidad con la conducción del gobierno negándose a ello y por lo tanto, se fuerza la renuncia del Ministerio. En Chile en cambio, no existía ninguno de estos mecanismos, por lo que las mayorías políticas recurrían a un mecanismo enteramente diverso para lograr la renuncia de los ministerios: iniciaban un proceso de acusación constitucional, o juicio político, mecanismo constitucional destinado a exigir la responsabilidad penal de los Ministros por actos delictivos cometidos en el ejercicio de su cargo. Puede apreciarse que la práctica parlamentaria era completamente contraria al espíritu de la Constitución, pues ella nunca había reconocido la facultad de las cámaras para derribar a los ministerios. Por ello se usaba de una institución completamente ajena a la censura para lograr el mismo resultado práctico. Con lo que solo se acrecentaba el desprestigio del sistema.

VII. En un sistema parlamentario clásico, el Jefe de Estado a propuesta del Jefe de Gobierno o Primer Ministro, puede decretar la disolución de la Cámara política, con el objeto de que sea la ciudadanía la que resuelva un conflicto entre el Gabinete y la Mayoría parlamentaria de la Cámara Política. Es el gran contrapeso a la censura o denegación de la confianza, pues mientras que la mayoría parlamentaria puede usar de estos instrumentos, el Gobierno, que se enfrenta a ella puede hacer uso de la disolución con el objeto que los parlamentarios piensen con mayor seriedad en las consecuencias de su actuación y no voten precipitada o irreflexivamente. Este mecanismo, esencial de todo sistema parlamentario no existía en Chile, por lo cual las mayorías políticas en la Cámara y en el Senado actuaban sin ningún freno y con total irresponsabilidad, en la certeza de que nada podía hacer el gobierno en su contra.

VIII. En un sistema parlamentario clásico, existen dos o tres partidos políticos como máximo. A ello contribuye en Gran Bretaña, la existencia de un sistema electoral mayoritario, que “premia” a las principales corrientes de opinión política, en desmedro de las más pequeñas. En caso de existir multipartidismo, los partidos se agrupan en dos alianzas o combinaciones muy definidas y estables. Y siempre con un alto nivel de disciplina partidaria, en donde se sanciona todo tipo de conducta independiente o autónoma por parte de los parlamentarios, mediante los llamados “látigos”, líderes parlamentarios que se encargan de obligar a los demás congresistas a obedecer los mandatos de la directiva del partido. Ello hace posible la formación de mayorías parlamentarias sólidas y bien constituidas que dan su sustento al gobierno, sin que exista la posibilidad de que el gobierno caiga o quede en minoría por fallar su apoyo partidista en la Cámara Política. En Chile, como detallaremos

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al hablar del sistema de partidos, existían al menos seis partidos distintos y aunque formalmente se agrupaban en dos grandes combinaciones políticas, en la práctica se comportaban sin ningún orden establecido. Las alianzas no duraban más que lo que los líderes políticos de la época se demoraban en ponerles término por motivos todo menos que políticos: enemistades personales, rivalidades sociales, etc. Y como consecuencia de ello, se producían las más increíbles modificaciones en las mayorías parlamentarias, las cuales muchas veces no duraban más de un par de días o incluso horas.

IX. En un sistema parlamentario clásico y en Chile existe compatibilidad entre los cargos de Ministro de Estado y Parlamentario, expresión ésta de la colaboración o separación flexible entre ejecutivo y legislativo. Sin embargo, y al no existir ningún contrapeso, el único aspecto en que el régimen chileno mantenía alguna semejanza con su modelo clásico o británico, se generó una gigantesca rotativa ministerial, cuyos principales aspectos veremos enseguida.El panorama que hemos esbozado en este paralelo, ha motivado que varios autores procedentes del ámbito del derecho político califiquen a nuestro parlamentarismo a la chilena no como un régimen parlamentario, sino como un GOBIERNO DE ASAMBLEA. Y en verdad, las similitudes con éste último régimen son evidentes: la falta de conducción del gobierno, la impotencia de sus titulares, la completa irresponsabilidad del cuerpo político legislativo y las pasiones malsanas de los partidos se asemejan demasiado a aquel régimen que tras los días tumultuosos del comienzo de la Revolución francesa, dieron paso al terror de la Convención Nacional.

UN VISTAZO A LA ROTATIVA MINISTERIAL

El fenómeno que hemos esbozado en el punto IX anterior se traducía en el incesante cambio de los ministros, los que al decir de don Alberto Edwards, desfilaban con la rapidez de fantasmas de teatro por las oficinas de cada ministerio. “El mejor reflejo del fracaso del parlamentarismo en Chile lo constituyen las cifras sobre cambios ministeriales.En 33 años de parlamentarismo desfilaron por el gobierno, a través de las diversas combinaciones, el increíble número de 530 ministros, a través de 121 cambios, considerando las crisis totales y parciales.Los gabinetes alcanzan, en muchos periodos presidenciales, una duración media de tres o cuatro meses....El simple examen de las cifras nos indica que fue imposible planear o prever, y que ninguna labor continuada pudo, no digamos comprenderse, sino siquiera diseñarse”.95Las cifras que nos proporciona don Fernando Campos, cotejadas con las contenidas en los Anales de la República96 arrojan los siguientes resultados:

GOBIERNOS PORTALIANOS:

Presidente Prieto: 4 gabinetesPresidente Bulnes: 5 gabinetesPresidente Montt: 5 gabinetesPresidente Pérez: 7 gabinetes

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GOBIERNOS LIBERALES:Presidente Errázuriz: 2 gabinetesPresidente Pinto: 6 gabinetesPresidente Santa María: 5 gabinetes

TOTAL: 34 GABINETES EN 55 AÑOS.

GOBIERNO “PREPARLAMENTARIO” DE BALMACEDA: Se trata separadamente por corresponder al periodo de crisis del sistema presidencial. 13 gabinetes

ADMINISTRACIONES PARLAMENTARIAS:

Presidente Montt A: 8 cambios totales 4 parcialesPresidente Errázuriz E: 11 cambios totales 11 parcialesPresidente Riesco: 16 cambios totales 3 parcialesPresidente Montt M: 9 cambios totales 2 parcialesPresidente Barros: 13 cambios totales 6 parcialesPresidente Sanfuentes: 15 cambios totales 5 parcialesPresidente Alessandri: 16 cambios totales 2 parciales

TOTAL: 121 CAMBIOS EN 33 AÑOS.

En cualquier caso, estos 121 cambios determinan que un total de 530 Ministros hayan desfilado por las oficinas gubernamentales en los años parlamentarios. Una cifra realmente increíble para la conducción de cualquier gobierno racional.El prof. Heise, intentando la defensa del régimen esboza la siguiente comparación: “La rotativa ministerial, por ejemplo, que se ha considerado como una consecuencia de la revolución de 1891, se hace presente en la historia política chilena desde 1861. Se produjo con mucha más frecuencia en los gobiernos de Pinto, Santa María y Balmaceda. Este último tuvo 16 ministerios, sin contar algunos cambios parciales. Entre 1891 y 1925, con la sola excepción de Arturo Alessandri, todos los demás jefes de Estado tuvieron que afrontar menos crisis ministeriales que Balmaceda”.97Además de negar que el fenómeno de la rotativa haya sido una corruptela propia del parlamentarismo el prof. Heise sostiene que98:1) La rotativa ha ido en aumento desde el decenio de Pérez en adelante.2) Sostiene que la rotativa fue más grave en tiempos de Balmaceda que en la época parlamentarista.3) Bajo el régimen de la Constitución del 25 la rotativa se habría agravado: desde don Emiliano Figueroa a don Carlos Ibáñez en su segundo mandato registra un total de 166 cambios totales y parciales de gabinete. Lo que demostraría que la rotativa ha sido peor bajo los gobiernos presidencialistas.

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4) Agrega que la verdadera causa de la rotativa es la desorganización de los partidos.

Las explicaciones del profesor Heise resultan interesantes, pero pasan por alto un punto fundamental que explica la perversión de la rotativa durante el parlamentarismo: En la época parlamentaria los cambios no obedecían a ningún programa definido, eran solo el resultado de enfrentamientos personales entre los políticos de la época. De hecho, debe recordarse que cuando se verificaba un nuevo nombramiento se volvía a fojas cero en todas las iniciativas que el anterior ministro hubiera alcanzado a esbozar, si es que había logrado alguna.En tal sentido debemos recordar la extraordinaria y excepcional gestión que desarrolló donFederico Puga Borne al mando de la Cancillería. Su labor le permitiría llegar a desempeñarse más de un año corrido en funciones, hecho que en su oportunidad fue destacado por los líderes partidarios que le felicitaron al cumplir un año en el ministerio, hecho completamente desusado para la época99.En cambio, las modificaciones de gabinetes ocurridas durante el periodo presidencial obedecen a la dirección impuesta al gobierno por los propios presidentes, que cambiaban de ministros, pero no de rumbo. Es cierto que los partidos entran en un periodo de aguda descomposición, pero ello no anula la dirección del gobierno100. Dirección que fue inexistente durante el parlamentarismo.Tal vez la mejor demostración de lo que sostenemos se encuentra en el patético episodio del “GABINETE DE ESCOLTA”, ministerio que estuvo en funciones menos de una semana hacia el término de la administración de Barros Luco: Cumplidas las difíciles negociaciones que hicieron posible la elección de Sanfuentes como Presidente, el ministerio encabezado por don Enrique Villegas Echiburú renunció, dejando sin gabinete al Presidente Barros en su última semana en el poder. Las negociaciones para la constitución de un nuevo gobierno tomaban a veces mucho más de una semana por lo que no era posible esperar tales tratativas. Los dirigentes de los partidos comprendieron que el Presidente no podría, por mínima dignidad, presentarse ante el Congreso pleno sin la debida compañía de sus ministros.Gracias a las gestiones que realizó a última hora don Manuel Rivas Vicuña, se optó entonces por nombrar un gabinete con ese solo objeto101. Los elegidos102, representantes del liberalismo se presentaron en el Congreso junto al mandatario saliente y una vez terminada la ceremonia fueron inmediatamente destituidos por el nuevo gobierno. Triste ejemplo de los excesos de la enfermedad que llevaría a la crisis del Parlamentarismo.

LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN EL PARLAMENTARISMO

Hemos indicado que el sistema de partidos que se había desarrollado en Chile era completamente inepto para convivir con un sistema parlamentario de gobierno. En efecto, los partidos chilenos estaban muy lejos de la organización, programa y comportamiento que se espera de un partido político en el régimen parlamentarista.

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En primer lugar es difícil hablar de partidos en el sentido de organizaciones permanentes y estructuradas con militancia profesional y definida como lo hacemos hoy en día.En el Chile de 1900, los partidos se comportaban más bien como clubes de caballeros vinculados por lazos personales antes que por una doctrina o programa común. No existía una estructura partidaria y apenas si una directiva nacional, que era monopolizada por los miembros de las principales familias de la sociedad santiaguina. Tampoco existían secretarías políticas permanentes a lo largo del territorio nacional. Éstas surgían solo para los procesos eleccionarios con el objeto de permitir el acopio de votos mediante las prácticas del cohecho y el caciquismo que hemos estudiado.103En segundo lugar, los partidos, como consecuencia de su carencia de programa definido, no eran capaces de formar alianzas permanentes, más allá de los lazos de simpatía personal que existieran entre los líderes que accidentalmente tuvieran.104Debido a esto se agrupaban en torno a dos ejes: radicales y conservadores. Cuando en una alianza o combinación estaban presentes los primeros se solía hablar de la “Alianza Liberal”, cuando eran los segundos el pivote de la combinación partidaria se le denominaba “Coalición o Unión Nacional”. Sin embargo, no debe pensarse que tales combinaciones fueran alianzas permanentes o estables. Era frecuente observar a conservadores y radicales unirse con el objeto de censurar gabinetes o de patrocinar interpelaciones a los efímeros gobiernos parlamentarios. Finalmente en algunas oportunidades llegarían a patrocinar conjuntamente ciertas candidaturas presidenciales105.En tercer lugar, ninguno de los partidos, era mayoritario, representaban porcentajes relativamente equivalentes del electorado, sin que ninguno de ellos consiguiera el apoyo necesario para imponerse a los demás. Ello redundaba en la necesidad de las alianzas descritas, pero que adolecían de la inestabilidad ya apuntada.

Los principales partidos del periodo fueron los siguientes:

1) PARTIDO CONSERVADOR: Representaba Los intereses de la Jerarquía católica en política, apoyaba su doctrina social (al menos formalmente) y atacaba las pretensiones del llamado “Estado docente”. Estaba formado por grandes magnates vinculados al agro, su electorado se caracterizaba por su fidelidad a la Iglesia. Pero en otras cuestiones, que no afectaran su relación con la Iglesia, los conservadores eran tan o más liberales que los mismos liberales. Su gran interés durante el periodo parlamentario había sido la aprobación de la comuna autónoma. Sus líderes eran Carlos Walker Martínez y Manuel José Irarrázaval.

2) PARTIDO NACIONAL: Heredero de las tradiciones políticas peluconas, el antiguo partido monttvarista evolucionó hacia la defensa de un liberalismo moderado contrario a la intervención clerical en política. Los lideraban don Pedro Montt y don Agustín Edwards.

3) PARTIDO LIBERAL: En verdad, la denominación “liberal” era compartida por varias fracciones políticas que tan pronto se unían como se separaban en distintos grupos o facciones. Los líderes liberales más destacados del periodo

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serían don Eulogio Altamirano, don Julio Zegers, don Ramón Barros Luco, los hermanos Matte, Eduardo y Agustín, en el final del periodo destacarán don Arturo Alessandri y don Manuel Rivas Vicuña.

4) PARTIDO LIBERAL DEMOCRÁTICO O BALMACEDISTA: Su nombre indica a las claras su origen. Estaba integrado por los antiguos líderes liberales que habían acompañado a Balmaceda en su lucha contra el Congreso. Volvieron a la política gracias a las leyes de amnistía que se dictaron para dar un final jurídico a los hechos de 1891. Sin embargo, lejos de levantar las banderas del presidencialismo, adoptaron de inmediato y con singular entusiasmo los dogmas y hábitos del sistema parlamentario. Sus líderes fueron don Claudio Vicuña y don Enrique Salvador Sanfuentes.

5) PARTIDO RADICAL: Liderados por los grandes políticos del periodo anterior, como don Enrique Mac Iver, en medio del periodo parlamentario, el partido daría un giro hacia el estatismo y la izquierda. Habiendo nacido como el sector de más avanzada dentro del liberalismo, fue partidario de la economía liberal y de las libertades públicas. Sin embargo, al inicio del siglo XX se expresarían en su seno las tendencias estatistas bajo el nuevo liderazgo de don Valentín Letelier. En una clásica polémica que tuvo lugar durante la convención de 1906, los dos dirigentes se enfrentaron sosteniendo cada uno sus respectivas concepciones políticas y resultó triunfador don Valentín Letelier. Sería el inicio del partido radical estatista y partidario de la intervención estatal en la educación. Será uno fracciones, nacional, radical y demócrata no tuvieron entre sí grandes discrepancias, si bien algunos temas doctrinarios permanecen latentes. En general, participaron de la política puramente instrumental que está unida a la rotativa ministerial y sus consecuencias. Las nociones de servicio aparecen difusas predominando un criterio más bien oligárquico.De los principales sostenedores del parlamentarismo con un gran sustento entre los funcionarios de la administración y los profesionales independientes.

6) PARTIDO DEMÓCRATA: Escindido en 1887 del partido radical106, abogaba por defender los intereses de los obreros y trabajadores. No tuvo gran influencia inicial. Sus líderes serían don Malaquías Concha y don Artemio Gutiérrez.107

LAS REFORMAS CONSTITUCIONALES DEL PERIODO PARLAMENTARIO

Ya hemos indicado que el régimen triunfante tras la guerra civil no introdujo cambios significativos al sistema constitucional. Nos corresponde ahora estudiar la razón de tal actitud y cuáles fueron las enmiendas que sí se introdujeron en la carta de 1833 durante la época parlamentaria.

LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL PARLAMENTARIA: Los parlamentaristas sostenían con énfasis una heterodoxa pero avasalladora interpretación de hecho de la Carta de 1833.Contrariando todos sus evidentes antecedentes presidenciales y la historia de los gobiernos del periodo portaliano y liberal llegarían a indicar que la carta había consagrado siempre un régimen parlamentario de gobierno, el que

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había sido desnaturalizado por los Presidentes, que habían usurpado las potestades que correspondían al Parlamento.Sobre esta actitud, nos dice el Prof. Carrasco Delgado: “Resulta paradójico, aunque explicable, que la Constitución de 1833 rija, después de 1891, con un alcance tan diferente de sus orígenes, incluso considerando sus modificaciones. No obstante, la interpretación de hecho dada por la revolución triunfante en 1891, y ya formulada con anterioridad, se dirigió claramente en un sentido absolutamente distinto del propósito original.159”En el mismo sentido don Fernando Campos indica: “los vencedores de la revolución del 91 no hicieron lo que los pelucones después de Lircay, que “cosecharon el fruto de su siembre al estructurar a Chile, en la Constitución del 33, de acuerdo con sus doctrinas políticas”. Los vencedores de Concón y La Placilla no irán a realizar en la letra de la ley, el pensamiento que los inspira.Las reformas introducidas a partir de 1891 en nuestra Constitución son de carácter secundario y no conducen hacia las bases en que debe cimentarse un gobierno parlamentario.”160Asimismo el profesor Heise González nos recuerda: “La burguesía triunfante en 1891 se limitó a continuar con las prácticas parlamentarias anteriores a la revolución. Nadie pensó en establecer la clausura de los debates, ni la facultad presidencial de disolver la Cámara Baja, ni la reglamentación de las interpelaciones, que son elementos esenciales del gobierno de gabinete. Por eso se habla de un régimen parlamentario imperfecto...Nuestro parlamentarismo criollo incompleto pudo haber conducido a una dictadura irresponsable del Congreso, con una total anarquía. Sin embargo, el patriotismo y la cultura política de nuestros gobernantes y la madurez de nuestra clase dirigente sirvieron de norma reguladora para la solución de los problemas que plantearon las limitaciones de nuestro sistema parlamentario...”161Pero conviene consignar la opinión que, al respecto, adoptarían los propios protagonistas del periodo. Para dejar en claro la actitud del bando parlamentarista triunfador en 1891 podemos recurrir al testimonio de uno de los más destacados dirigentes políticos del periodo, don Manuel Rivas Vicuña: “No se buscan grandes reformas constitucionales. El movimiento (de1891) ha tenido por objeto no reformar sino hacer cumplir162 la Constitución. Cierto es que ella servía para sostener el régimen presidencial; ahora, sin cambiar su letra encarnará en su espíritu el régimen parlamentario”.163Como puede apreciarse, los dirigentes políticos parlamentarios no tenían la menor intención de restringir el poder que habían conquistado tras tan dramáticos días. “La victoria da derechos”, había dicho Bismarck, y los parlamentaristas estaban dispuestos a usarlos sin restricción alguna. No iban a ser ellos, los triunfadores en Concón y Placilla los que abdicaran del verdadero monopolio del poder político que habían obtenido. Se trataba precisamente de eso, ejercer el poder absoluto sin contrapeso alguno y, a su manera, fueron sinceros al reconocerlo.Es la actitud unánime de los políticos que, a partir de 1891, dirigirían los destinos de la nación. Curiosa miopía frente a las evidentes carencias de un sistema político que nunca fue diseñado para funcionar como parlamentario. No deja de ser paradojal si se tiene en cuenta que durante el periodo, el país disfrutaría de tan abundantes recursos económicos164, que darían la ilusión

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de que Chile iniciaba el siglo XX entre los países a las puertas del pleno desarrollo. Tal vez una buena explicación del funcionamiento durante 33 años de dicho régimen, se encuentra en tales recursos, que constituían el imprescindible lubricante para una maquinaria política que procuraba hacer funcionar una pirámide parlamentaria, impuesta por la fuerza, dentro de un cubo presidencial sancionado legalmente en la Constitución.

LAS REFORMAS DEL PARLAMENTARISMO: En general se puede indicar que las reformas no tuvieron por objeto el reformar el sistema de gobierno, pues la interpretación que ya se daba a la carta por los congresistas era que el sistema era parlamentario. Por ello no era comprensible el que se reformara un sistema que siempre se había sostenido era parlamentario ni se quería imponer límites al poder del Congreso sobre el Presidente. Todas las reformas que se enunciarán, salvo la última tendrían por ello, un carácter claramente secundario. Y la reforma de 1924, que hizo excepción a dicha tendencia, reformando ampliamente el régimen parlamentarista, sería tan tardía que ni siquiera alcanzaría a ratificarse, como explicaremos en su momento.

REFORMAS CONSTITUCIONALES DE LA ADMINISTRACIÓN DE DON JORGE MONTT ÁLVAREZ: Todas las reformas fueron aprobadas originalmente bajo el gobierno de don José Manuel Balmaceda y la administración de Montt se limitó a permitir su ratificación.

1) LEY DE REFORMA DE 12 DE DICIEMBRE DE 1891:a. Se estableció que la Comisión Conservadora tendría la facultad para convocar al Congreso a sesiones extraordinarias cuando lo estimara conveniente o cuando lo solicitara la mayoría de ambas cámaras por escrito.b. Asimismo se establece que el nombramiento de los Ministros Diplomáticos debería contar con la aprobación del Senado o en su receso de la Comisión Conservadora. Con ello se pretendía la intervención de los parlamentarios en la conducción de las Relaciones Internacionales. Esta disposición que pasa a la carta de 1925 causó grandes problemas, por ser obligatorio obtener el acuerdo del senado después de pedir el pláceme o agreement del gobierno extranjero, lo que muchas veces provocó que el Senado rechazara políticamente una propuesta ya aceptada por el otro gobierno, con lo cual la diplomacia chilena quedaba en entredicho. Por ello se eliminó esta intervención política en la carta de 1980.

2) LEY DE REFORMA DE 7 DE JULIO DE 1892:1. Aumentó las inhabilidades e incompatibilidades parlamentarias: No podrían ser elegidos al parlamento:a. Los eclesiásticos regulares, los párrocos y vice-párrocos;b. Los magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia, los jueces de letras y los funcionarios del ministerio público;c. Los intendentes y gobernadores;d. Las personas que tienen o caucionan contratos con el Estados sobre obras públicas o sobre provisión de cualquiera especie de artículos;e. Los chilenos naturalizados o nacionalizados por carta con menos de 5 años de nacionalidad chilena.

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2. Asimismo estableció la gratuidad del desempeño de los cargos de parlamentarios: el carácter concejil de la función legislativa. Con ello, según sus críticos se sancionaba la reserva de la función parlamentaria a los miembros de la oligarquía que había triunfado en 1891. Sin embargo se olvida que la reforma fue promovida por el gobierno de Balmaceda. En verdad, lo que se deseaba era reservar la función parlamentaria a quienes deseasen dedicarse por entero a tal tarea, por lo que se les pedía el sacrificio de contribuir con su propio peculio a su mantención. La adopción de una “dieta” parlamentaria3. Se establecía la incompatibilidad del cargo de parlamentario con todo empleo público remunerado. De ser elegido algún funcionario público como diputado debía optar entre ambas funciones so pena de cesar en el cargo de parlamentario. Asimismo de prohibía que un parlamentario desempeñara dichas funciones luego de ser electo.4. Finalmente se prohibía que los parlamentarios celebraren contratos con el Estado bajo sanción de perder el cargo.

3) LEY DE REFORMA DE 26 DE JUNIO DE 1893: Sobre establecimiento del veto suspensivo del Presidente de la República: Debido a los graves conflictos que ocasionó la aplicación del veto absoluto por parte del Presidente, se reemplazó esta facultad por un veto meramente suspensivo. Ahora, frente a un proyecto de ley que fuera vetado por el Presidente, si ambas cámaras insistían por los dos tercios de sus miembros presentes, dicho proyecto debía ser aprobado.

REFORMA CONSTITUCIONAL DE LA ADMINISTRACIÓN DE DON JUAN LUIS SANFUENTES ANDONAEGUI: Por ley Nº 3.330, de 1º de diciembre de 1917, se aprobó una modificación sobre electores de segundo grado del Presidente de la República.En adelante la elección se practicaría por listas de electores elegidos por departamentos.Le reforma no fue ratificada por la siguiente legislatura, pero la incluimos por haber sido un intento de depurar la elección presidencial de los vicios que la afectaban y que ya en dos oportunidades habían hecho que se debiese recurrir a árbitros y a un tribunal de honor para definir sus resultados, medios éstos completamente inconstitucionales.

REFORMA CONSTITUCIONAL DE LA ADMINISTRACIÓN DE DON ARTURO ALESSANDRI PALMA: Hubo, además, otra reforma constitucional, producto de un acuerdo político logrado por el Presidente Alessandri Palma en su primer mandato165. Este acuerdo, que se reflejó en la reforma contenida en la ley N° 4.004, de 26 de febrero de 1924, había sido el propósito original del Presidente Alessandri ya indicado en su programa de gobierno: dar al parlamentarismo la última oportunidad para funcionar ,depurándolo de sus apuntados vicios y defectos. Sin embargo, la reforma no alcanzó a ser ratificada por la legislatura siguiente. Su nacimiento era demasiado tardío, y el momento político marcaba la descomposición final del régimen que no podía ser ya rescatado por obra de la ley. Ese fue el convencimiento que se formó el Presidente tras los graves hechos que vinieron en septiembre de 1924.

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La reforma establecía:1) La clausura de los debates parlamentarios en los proyectos de reforma constitucional,2) La atribución de la Cámara de Diputados de manifestar si los Ministros merecen o no confianza;3) La atribución del Presidente de la República de disolver por una vez durante los cuatro primeros años de su período, a la Cámara de Diputados, atribución que sólo podría ejercitarse dentro de los dos primeros años del período de la Cámara. La nueva Cámara se elegiría dentro de 30 a 60 días y duraría sólo lo que faltara a la disuelta para renovarse.4) La dieta parlamentaria. Para lo cual se fijaría por ley su monto y sólo entraría en vigencia en el periodo parlamentario siguiente.5) La disminución del quórum de funcionamiento y de adopción de acuerdos del Senado y de la Cámara de Diputados a la cuarta y quinta parte de sus miembros, respectivamente;6) La ratificación de su cargo, por la provincia o departamento que represente, del parlamentario que fuere designado Ministro. En virtud de tal nombramiento debía de procederse a una elección de ratificación en términos tan breves que en la práctica hacía imposible la compatibilidad entre las funciones de Ministro de Estado y de Parlamentario.

LA CUESTIÓN SOCIAL

ESBOZO DEL PROBLEMA: Santa María lo había dejado claro en su carta de 1885. La actitud de los hombres públicos de la época estaba justificada por el optimismo que se había labrado tras los resonantes éxitos del país en todo el periodo, especialmente el triunfo político y militar de la Guerra del Pacífico y el económico derivado de la explotación del salitre. “He sufrido por esta tierra, han sufrido los míos, pero ¿qué importa? Ya Chile es la potencia de Chile en América166.Esto es lo que vale. Mis defectos no significan nada, mi pobreza tampoco; la pérdida de amigos queridos en las batallas de contradicción y de odios no pesan ante esta sola palabra: hemos labrado la grandeza de Chile y podemos medirnos con los hombres que nos dieron patria, casi de igual a igual, porque hemos seguido su herencia imitándolos con la reverencia que nos merecen esos patriotas.”167Con esta actitud de nuestros dirigentes era muy difícil percatarse de las débiles bases de nuestro engrandecimiento. El floreciente árbol de nuestra prosperidad tenía, en efecto, unas raíces demasiado frágiles. La estructura social del país mantenía evidentes contradicciones y la dirigencia política nacional no se percataba de ello.Pero el conflicto al que llamamos “cuestión social” tiene una serie de componentes que hacen necesario estudiarlos separadamente:

ANTECEDENTES DE LA CUESTIÓN SOCIAL:Dividiremos los principales aspectos en dos grupos: los antecedentes que poco a poco van creando el gran problema y la causa detonante.

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ANTECEDENTES MEDIATOS O REMOTOS:1) Las contradicciones de las explotaciones del salitre: El auge provocado por la explotación de la riqueza salitrera parecía no tener fin. Atrás habían quedado las admoniciones de Balmaceda y los escasos críticos se limitaban a señalar que no se explotaba en forma eficiente las pampas existentes.Hasta antes de la Guerra del Pacífico, la riqueza salitrera era compartida por Chile, Perú y Bolivia. Perú lideraba la exportación a nivel mundial que se destinaba mayoritariamente a la agricultura, pero también a la producción de armas (el salitre es uno de los componentes básicos de la pólvora).Tras la guerra y en especial desde el periodo de Santa María en adelante, el salitre se transformó en un monopolio chileno a escala mundial. Es cierto que el Estado renunció a nacionalizar la riqueza y administrarla directamente, siguiendo las ideas liberales en boga, pero también es cierto que limitándose al cobro de royaltys168 o impuestos de exportación sus ingresos se volvieron increíbles. De 34 millones de libras oro que importaban los ingresos fiscales antes de 1879, pasaron a más de 100 millones solo por los ingresos del salitre en la época del parlamentarismo.A lo anterior contribuía la creciente demanda de los mercados extranjeros. La demanda se triplicó y hasta cuadruplicó entre 1891 y 1918. Asimismo los precios fueron en constante alza. Productores como “el coronel” Thomas North y otros intentaron numerosas “combinaciones” o pactos para mantener la producción y los precios estables, pero tales maniobras no resultaron del todo efectivas.

2) La crisis de la agricultura: Durante el periodo parlamentario ocurrieron dos fenómenos insólitos vinculados al agro:a. La importación de alimentos, Chile devino en un país incapaz de producir suficientes alimentos para su población y,b. La hambruna en localidades del norte y del sur. Fenómeno desconocido por completo antes y después en la historia nacional.La razón de ambos fenómenos se encuentra en el aumento de la población, la pérdida de los mercados internacionales para el trigo chileno, tanto Australia y California desarrolló su propia agricultura y dejaron de importar cereales desde Chile. También contribuyó a la decadencia del agro, el empleo de tierras de menor calidad y por ello rendimiento para la producción agrícola, fenómeno debido a la sobreexplotación del suelo del valle central.Asimismo se produjo un sobreendeudamiento de los productores agrícolas debido al gran gasto en el tren de vida de dispendio en que se vieron envueltos los grandes agricultores y las inversiones arriesgadas en obras de adelanto agrícola que significaban enormes sumas de dinero.

3) La falta de control sobre las emisiones inorgánicas, las especulaciones bursátiles y la inflación: El desorden económico era generalizado y la clase política no se percataba de ello. Es más, con sus actividades contribuía a aumentar el descontrol sobre la actividad económica.a. Las sucesivas especulaciones bursátiles significaban que se formaban fortunas de la noche a la mañana y se arruinaba a inversionistas serios. Los controles que hoy existen eran completamente desconocidos.

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Narra don Julio Zegers: “Yo fui testigo involuntario de muchos negocios en el Club de la Unión. Llegaba un corredor, papel y lápiz en mano, ofreciendo acciones, varios de los circunstantes, sin conocer el objeto de la sociedad, ni el monto de su capital, sin información alguna, suscribían acciones con la soltura con que se compra un cigarro.Aprovechando oportunidades, pregunté a algunas personas que suerte les había corrido. Todas ganaban mucho dinero”.169b. El tren de gastos de la aristocracia era completamente descontrolado y también su deseo de mayores lujos. El salitre parecía dar para todo, pero cuando llegaban las contracciones en la economía no había forma de obligar a la clase dirigente a ajustar sus gastos.c. La conversión metálica siempre aplazada del peso nacional: el gran tema de la clase política se resolvió de una manera increíblemente irresponsable: oficialmente Chile seguía siendo un país de moneda metálica, sólo que “provisoriamente” suspendida a favor de un régimen de billete inconvertible.Lo provisorio duró casi un cuarto de siglo170. El régimen parlamentario fue completamente incapaz de ordenar las finanzas e introducir la política de ahorro y control fiscal imprescindible para lograr la conversión. Sólo durante 3 años entre 1895 y 1898 fue posible mantenerla y el costo para ello fue la perdida completa del prestigio de nuestra moneda.d. La inflación fue la consecuencia de los fenómenos esbozados. La moneda fue perdiendo progresivamente su valor y la reacción de la dirigencia política nunca llegó. La desvalorización del peso entre el comienzo y el término del periodo fue superior al 1200%. Demás está decir que, al consentir en emisiones inorgánicas, la clase política descargó el costo de la deuda sobre la población más pobre del país, que vio como sus ahorros desaparecían por completo.“El pueblo chileno fue ahorrativo, hasta que se convenció de que lo engañaban... que la inflación devoraba sus ahorros.

EL VERDADERO PREMIO DE ROSARIO CASTILLO

Todavía en 1915, las cajas del ramo tenían un total de 600.000 cuentas, un porcentaje sobre la población que excedía, por ejemplo, el de Suiza, Prusia o Francia.En 1909, fue premiada como “la mejor ahorrante” del año doña Rosario Castillo, quien durante dos decenios, como un reloj, había depositado en su Caja siete pesos mensuales.El adalid de la moneda metálica, Agustín Ross, publicó entonces un artículo de prensa sobre el “verdadero premio” recibido por la señorita Castillo. Comparando los intereses que se le abonaban con la desvalorización del peso –reflejada en la caída del cambio, del peso contra la libra esterlina- Ross aseguraba que el “verdadero premio” de la mejor ahorrante de 1909, había consistido en perder el 42% del capital ahorrado”.171e. El endeudamiento con la banca internacional superó todas las expectativas. El crédito de Chile, considerado un país rico y opulento, era descomunal, la irresponsabilidad del Fisco, los particulares y los bancos internacionales corría a la par en una gran fiesta de libras y dólares. El fisco gastaba sin

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medida, lo mismo los particulares y los bancos extranjeros continuaban prestando. La deuda externa se multiplicó por cuatro.

4) La transformación de Chile de una sociedad rural en una urbana: El aumento de la población durante el periodo es evidente, de 2.500.000 en el año 1891 a 3.750.000 según el censo de 1920. Un aumento del 50%. La tasa de natalidad era de las más altas del mundo y además debe considerarse el interesante fenómeno de la migración del campo a la ciudad, según datos que consigna Vial Correa, pasamos de un 27% de urbanización en 1875 a un 46% en 1920. Factores que lo explican son el mayor nivel de salarios en las ciudades, la falta de expectativas en el campo, la falta de trabajo permanente en los campos, el deseo de más libertad y mejores posibilidades de educación en las localidades urbanas172.

5) Algunos han querido agregar a las causas analizadas la existencia de la llamada “Aristocracia de la Tierra”, debido a las costumbres heredadas de los mayorazgos. La verdad es que tal explicación carece de todo asidero histórico y más bien se presenta como una peregrina interpretación política de crítica a la clase dirigente vinculada al agro. Es entonces una crítica especialmente dirigida al partido conservador. Sin embargo se olvida que los mayorazgos habían sido efectivamente abolidos medio siglo antes, en tiempos de don Manuel Montt y que el agro en la época de nuestra república parlamentaria distaba mucho de ser el mundo semi-feudal que han supuesto sus críticos. Era un ambiente social mucho más estable y menos enrarecido por los conflictos industriales que lo que podía observarse en las ciudades.

EL ANTECEDENTE INMEDIATO O DETONANTE: La gran crisis del salitre tras el término de la guerra mundial tiene varios elementos. Pasemos breve revista a los principales:

1) La explotación del salitre no incorporó a tiempo los métodos eficientes y “modernos” para mejorar los rendimientos en la producción y disminuir sus costos de hombres y financieros en las oficinas salitreras. Muchas de ellas sobrevivían solo gracias a los altos precios del nitrato en los mercados internacionales y cuando éste se desplomó, se arruinaron irremediablemente.2) Los altos costos del transporte y flete del nitrato nacional (llevado desde “el fin del mundo” a los mercados internacionales) lo encarecían más allá de todo nivel razonable, sobre todo cuando se le comparaba con la competencia del salitre sintético a partir de 1918.3) El poco eficiente y rígido impuesto a la exportación o royalty que castigaba por igual a todos los productores, sin tomar en cuenta el nivel de sus ventas o sus utilidades. Ello perjudicó a los más débiles y provocó más crisis (algunas perfectamente evitables) para el año 18. El Estado no tenía interés en modificarlo pues sus ingresos provenían del mismo y su rendimiento bastaba para equilibrar la balanza de pagos. Solo la crisis de la gran depresión de

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1931 provocará que el país lo derogue finalmente173. a la exportación que arruinaba a muchos productores en la crisis.4) Finalmente el factor que significaría el más dañino de los efectos para Chile y su población: tras el término de la Primera Guerra Mundial, que había significado un nivel de ingresos extraordinario para el país por las elevadas ventas de salitre a las potencias aliadas, se produce la entrada a los mercados del nitrato sintético de Alemania. En efecto, los germanos se habían visto en la imperiosa necesidad de producir un substituto del salitre chileno al bloquear la armada inglesa los envíos nacionales a las potencias centrales. Para producir la pólvora, desarrollaron un salitre artificial producido gracias a baratísimos procesos químicos. Cuando la guerra finalizó y ante la tremenda necesidad de divisas para hacer frente a las descomunales indemnizaciones de guerra que le impusieron los países vencedores en el tratado de Versalles, los alemanes pusieron todo su empeño en producir salitre a gran escala. Sus ventas fueron un éxito rotundo y significaron para Chile una cosa: La quiebra de la industria del salitre natural. El nitrato chileno era caro y, aunque de mejor calidad que el sintético, nadie lo compraba. Tan simple y tan dramático. La industria salitrera simplemente terminó174. El oro blanco había desaparecido (o quebrado, para ser más preciso) por obra y gracia de la industria química alemana. Nunca volvería a ser el negocio que fue en sus años de gloria.La cuestión social resulta así, ampliamente descrita en cuanto a sus causas. La paradoja es que mientras estos factores volvían insoluble al problema no hubo atención sino para el gasto en la administración que aumentó en forma descontrolada, así como el reajuste de los sueldos financiados con los empréstitos y créditos ruinosos. La sociedad vinculada a los magnates mineros y de la banca empleaba los recursos que no se destinaban a inversión productiva, en acumular inmensas fortunas, que permitieron la construcción de los fastuosos palacios y mansiones estilo belle epoque que aún subsisten en Santiago.

EL BALANCE SOCIAL DEL PARLAMENTARISMO:

Esta es una de las más notables y dramáticas consecuencias del parlamentarismo. Mientras que el país disfrutaba de uno de los periodos de mayor abundancia de recursos para lograr su desarrollo, al punto que el índice de desarrollo de Chile no era inferior al de Japón o los países escandinavos, estos recursos fueron lamentablemente dilapidados en los fastos de un sistema político que no respondía a las necesidades del momento.La consecuencia social de esta gran fiesta, fue la masiva emigración desde las zonas rurales del país hacia el norte salitrero. Se formaron verdaderos pueblos en torno a las oficinas salitreras, en donde campeaba la ley del más fuerte. Las condiciones de vida eran subhumanas las más de las veces. Uno puede preguntarse el por qué entonces de la atracción del norte minero para los más desposeídos. La respuesta es sencilla: la explotación minera ofrecía el espejismo de la riqueza rápida. Todos los pirquineros y trabajadores del caliche soñaban con enriquecerse en base a la explotación de sus propias minas o yacimientos. Además los ingresos de que disfrutaban eran efectivamente superiores a los que habrían obtenido en otras actividades en el sur del país.

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El problema radicaba en que las condiciones de trabajo hacían que todas las ilusiones se estrellaran con la ruda realidad. Los trabajadores no lograban ahorrar ni una mínima parte de sus ingresos. En parte por la política de las empresas que establecía el pago mediante “fichas salitreras” que impedían a los trabajadores retirar sus ahorros cuando deseaban cambiar de trabajo175. Y en parte porque las condiciones de vida llevaban a la mayoría de los trabajadores a caer en el alcoholismo, que se vendía a raudales en las explotaciones nortinas, la prostitución y todo tipo de vicios, que eran fuente de una tasa enorme de nacimientos ilegítimos, con niños abandonados que eran caldo de cultivo de más lacras sociales. No existía, entonces, constitución regular de la familia ni nada que se le pareciese.Las condiciones sanitarias eran casi inexistentes, la difusión de plagas debidas a la falta de higiene mínima era incontenible. La carencia de viviendas, el más grave de los problemas de la época, reemplazadas por simples tiendas, ranchos o carromatos, prácticas como las “camas calientes”176, la abrumadora tasa de analfabetismo, que superaba el 80% entre los mineros, no contribuían al progreso personal de los trabajadores.Asimismo se gestaba en las ciudades otro problema semejante, agravado por el retorno de los mineros nortinos tras la crisis del salitre de 1918: la existencia de pobrísimas barriadas pobres en los alrededores de Santiago y de las principales ciudades del país. Surgirían así los llamados conventillos y cités, viviendas colectivas que carecían de las más mínimas condiciones sanitarias.El panorama se completaba con las enfermedades: cólera y tifus, se presentaban como epidemias incontrolables, la viruela que mató más de 18.000 personas, la tifoidea cobró 25.000 víctimas, incluso la peste bubónica. A ello se unía la sífilis y la cirrosis hepática derivada del alcoholismo endémico (más de 110.000 hombres en 1911)177.La tasa de criminalidad era altísima. Tres veces la de Gran Bretaña, con una población más de 12 veces superior. Finalmente Vial Apunta la existencia de la usura, que arruinaba a los obreros en las ciudades.

LA CUESTIÓN SOCIAL Y LAS REACCIONES EN LOS TRABAJADORES:

Frente al panorama que hemos esbozado los trabajadores no permanecieron en la completa pasividad. Tal imagen ha sido un error muy frecuente en el tratamiento de los problemas de la época. Es cierto que en los salones políticos santiaguinos la cuestión social provocaba discretas sonrisas cargadas de ironía, pero en las explotaciones salitreras del norte, o en las barriadas pobres de Santiago o Valparaíso, la gente vivía las consecuencias de la crisis social como una realidad de la cual no era posible escapar.Y frente a tal desesperación, era inevitable que las crisis estallaran periódicamente. Y muchas veces en forma por demás violenta. De nada valían las declaraciones sobre la inexistencia de un problema real. La fuerza de las cosas encontraba su canal para expresarse.

Repasemos brevemente los principales conflictos del periodo:1) En 1903 se produce la primera gran huelga en Valparaíso, son los trabajadores portuarios de la Compañía Inglesa de Vapores y de la Sudamericana, lo que piden una razonable mejora en sus salarios. Las

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compañías se niegan en redondo. Se declara la huelga, ilegal en la época. El gobierno no quiso intervenir debido a que la autoridad no podía ser parte en esa clase de conflictos. Como consecuencia se produjo un saqueo y un incendio, con un resultado de 50 muertos.La reacción del parlamento frente a la huelga fue de casi completa indiferencia. El diputado conservador, don Alejandro Huneeus de quien hablaremos más adelante, declaraba: “Que no suceda, en nuestro Chile, señor Presidente, lo que ha sucedido en la vieja Europa, que se dejó llevar por un optimismo liberal i por ideas en extremo individualistas, i que se mantuvo indiferente al movimiento obrero, para tener que despertar cuando todas las instituciones existentes estaban ya amenazadas de muerte i cuando el pavoroso problema de salvación social se presentaba en toda su magnitud”.1782) El motín de la carne o la llamada semana roja: Ocurrió el 22 de octubre de 1905. Fue un serio disturbio que provocó al menos entre 200 y 250 muertos y cientos de heridos. Todo comenzó con un mitin al que llamaron agrupaciones populares para protestar por el alza de impuestos de importación de la carne de Argentina (medida que buscaba proteger a los productores de vacuno nacionales). El alza no era desmedida pero sirvió de excusa a un estallido social de proporciones. Se reunión más de 50.000 personas y bastó un pequeño incidente para provocar el estallido: se entregó una misiva al Presidente Riesco en su residencia, pero se difundió el rumor de que Riesco estaba fuera de Santiago. Las turbas estuvieron a punto de saquear el palacio de La Moneda (defendido por una escasa guardia) y la residencia del Presidente de la República, que se salvó por poco de ser vejado. Los monumentos de la Alameda fueron derribados, numerosos de ellos incendiados. La ciudad parecía en estado de guerra. Solo con la intervención del ejército los motines fueron disminuyendo, hasta que el 27 se dio por terminado el terrible motín.3) La gran huelga de febrero de 1906 en que los obreros de la ciudad de Antofagasta fueron reprimidos por la fuerza pública. Solicitaban un receso para almuerzo al mediodía de una hora y media, la mayor parte de las compañías accedió salvo el “ferrocarril inglés” que solo ofrecía una hora y cuarto. Ello provocó un mitin en el centro de la ciudad, y disturbios, saqueos y descontrol que cobraron entre 50 y 150 muertos e incontables heridos.4) La matanza de la escuela Santa María: ocurrió en Iquique con un resultado de 500 a 1200 muertos. La huelga general de las salitreras fue orquestada por anarquistas venidos desde Santiago. Los mineros se trasladaron a protestar con sus familias hasta Iquique. No menos de 10.000 entraron en la ciudad hacia el 20 de diciembre. 6.000 de ellos acamparon en la Escuela Santa María y la Plaza Manuel Montt. Las autoridades dieron la orden de que se desalojara el recinto y que los huelguistas retornaran a las salitreras, cosa que éstos rechazaron. El General Roberto Silva Renard, al mando de 700 hombres de armas exigió la evacuación a lo que los huelguistas rehusaron de nuevo. Obligado a cumplir las órdenes de desalojo, el general dio la orden de disparar. La fuerza pública hizo fuego en contra de huelguistas mineros. Éstos se abalanzaron sobre los soldados que volvieron a disparar. Al final el resultado fue de 195 muertos y casi 400 heridos. La huelga terminó pues, violentamente. Las peticiones de los huelguistas consistían en el pago de sus salarios en pesos y no en fichas salitreras, un mejoramiento en sus salarios,

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libre acceso al comercio, y mejorar las condiciones de seguridad en el trabajo para evitar accidentes. Los efectos de esta tragedia fueron profundos, los trabajadores se dieron cuenta que mediante medidas como sugería el anarquismo no lograrían el mejoramiento en sus condiciones de vida. Por ello tomaron la decisión de organizarse a fin de materializar cambios en el sistema político.1795) En 1919 hubo movimientos obreros reprimidos por la fuerza pública del gobierno en Puerto Natales.6) En 1920 similares disturbios en Magallanes.

Ante tales conflictos y atendida la reacción violenta que habían provocado de parte de los órganos del Estado, los trabajadores deciden organizarse. Forman entidades obreras de orientación política marxista, como la Mancomunal obrera (1905), la Federación Obrera de Chile (1909) que de una inofensiva agrupación de socorros mutuos, evolucionó hacia una estructura sindical revolucionaria180 y otras, anarquistas, como la I.W.W.181 Ésta última se crea en 1919 bajo el nombre de Asociación obrera de los Trabajadores Industriales del Mundo. Usó las siglas indicadas debido a la organización estadounidense INDUSTRIAL WORKERS OF THE WORLD. Esta organización sería puesta fuera de la ley, condenada como asociación ilícita bajo la administración de Sanfuentes.

LA ACTITUD DE LOS POLÍTICOS FRENTE A LA CUESTIÓN SOCIAL:Ya indicamos que para la clase política la cuestión social no tenía entidad real.El estamento político santiaguino estimaba que eran simples disturbios o alteraciones del orden público, consideraba que estos disturbios debían ser sancionados por el derecho penal, enviando a la fuerza pública a barrer con los subversivos o alborotadores. En última instancia el recurso al empleo de la fuerza y a las armas de fuego parecía perfectamente legítimo para los liberales y radicales de la época.“Hervían la angustia, el desagrado y el desengaño populares.El conjunto de estos factores negativos fue la “cuestión social”.El establishment –la clase rectora- que no la había previsto, tampoco después de ocurrida se percató de su inmensa gravedad.Los políticos también están en Babia respecto a la “cuestión social”.182Uno de los mejores ejemplos de esta actitud lo encontramos en el histórico dirigente y representante del Partido Radical: don Enrique Mac-Iver: “No existe” para los obreros urbanos, afirma Mac-Iver, quienes según él perciben salarios de los más elevados del mundo. De haberla, agrega, será entre los campesinos (“verdadera raza de ilotas”) o de la clase media (“mártires de la sociedad”)”.183Los dirigentes del Partido Liberal no reconocen la cuestión social como un problema de Chile. Declaran que esas son preocupaciones de la política europea, pero inexistentes en el ámbito nacional. Y es más o menos la actitud de todos los partidos de la época con las escasas excepciones que veremos en seguida.No es raro que incluso la Iglesia no prestara toda su atención a tal problema. Su atención seguía centrada en las necesidades espirituales de la población que mayoritariamente se concentraba en las localidades rurales. Era el Chile agrario tradicional contra el naciente Chile proletario industrial. La

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preocupación social de los miembros del clero no se hará, sin embargo, esperar demasiado. Figuras como don José María Caro, y más tarde monseñor Emilio Tagle Covarrubias más Manuel Larraín y Alberto Hurtado llevarán la preocupación social de la Iglesia a un nivel mucho más organizado y beneficioso para los más desposeídos.El Partido Conservador será el reflejo de la actitud de la Iglesia, sus dirigentes adoptan la doctrina social de la Iglesia representada en la encíclica Rerum Novarum y formulan una crítica a la clase dirigente, pero su actividad más fecunda se dará en el ámbito universitario y parlamentario, donde serán los impulsores de una incipiente legislación social que analizaremos en la siguiente sección. Sin embargo podemos adelantar el ejemplo de don Melchor Concha y Toro, que instituyó la Fundación León XIII para el fomento de la propiedad obrera.Los dirigentes del Partido Radical: optan por la línea propiciada por don Valentín Letelier, de mayor intervención del Estado en cuestiones sociales, pero su política será más retórica que efectiva.En el área de los partidos y movimientos populares, encontramos al Partido Demócrata de don Malaquías Concha. Propugnaba el progreso de la clase trabajadora mediante su educación y mejoramiento en sus condiciones de vida.De su seno saldría el 6 de junio de 1912 don Luis Emilio Recabarren, político de clase media que derivaría hacia fórmulas anarquistas o vinculadas a la defensa a outrance de los intereses obreros. En la fecha apuntada Recabarren se convertiría en fundador del Partido Socialista Obrero en cuyo seno conviven dos alas o tendencias: una marxista de corte soviético y otra de carácter filo anarquista.Recabarren culminaría su periplo político con la fundación del Partido Comunista en 1922, miembro de la Tercera Internacional. Un año antes, en 1921 daría a la luz pública un proyecto de nueva Constitución de matriz socialista. Recalquemos finalmente que el líder político no era un marxista de academia sino un hombre de acción que usó de las convicciones e ideas marxista (que conocía parcialmente) en beneficio de las diversas agrupaciones obreras y políticas en las que participó.

LAS LEYES DE INTENCIÓN SOCIAL

La importancia de la legislación social dictada en la época ha sido estudiada por los autores en relación con la que vendría más tarde, a partir de los sucesos de 1924. Y por ello se le ha denominado como una legislación de intención social184, es decir, leyes que esbozaban las primeras preocupaciones de nuestros legisladores sobre el particular, pero sin llegar a constituir un todo sistemático y coherente como propondría don Arturo Alessandri en su programa de gobierno de 1920.Resulta muy interesante observar, sin embargo, que la totalidad de las mismas, serían obra de políticos vinculados al conservantismo, lo que en verdad no resulta para nada extraño, si se tiene en cuenta la influencia de la doctrina social de la Iglesia que se recibió en Chile a partir de 1891, con la encíclica de León XIII, Rerum Novarum. En efecto, a partir de la recepción en el país del texto del papa León, se produjo entre los líderes de la juventud conservadora un genuino interés por los temas sociales.

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En general el conservantismo siguió fiel a su ideario liberal en lo económico y social, pero un grupo destacado de sus líderes adhirió al mensaje socialcristiano de la gran encíclica y lo hizo a través de múltiples iniciativas, muchas de las cuales se traducirían en leyes.Destacan en este grupo las figuras de Huneeus, Cruchaga, Barros Errázuriz y por sobre todo la de don Juan Enrique Concha Subercaseaux, joven profesor universitario, escritor y dirigente conservador. Pasaría a la historia como un ardoroso defensor de los derechos de los más desposeídos. Invirtió gran parte de sus recursos y los de su familia en el apoyo a los grupos obreros185.

Las leyes de intención social son las siguientes186:1) LEY CONTRA EL ALCOHOLISMO, de 1902, promovida por el senador Conservador, don Ramón Subercaseaux. Respondía a la necesidad de prevenir el consumo masivo de alcohol en las clases populares.2) LEY DE HABITACIONES OBRERAS, N° 1.838 de 20 de febrero de 1906, bajo la administración del Presidente Riesco. Dictada tras una tramitación de 19 años, fue promovida con el objeto de mejorar la calidad de las viviendas obreras. Aunque no fue obedecida ampliamente, a través del Consejo de Habitaciones Obreras, fue la responsable de la demolición de más de 15.000 conventillos y del saneamiento de numerosos cités y viviendas modestas. Fue impulsada por don Manuel Rivas Vicuña, el partido Conservador, don Melchor Concha y Toro de quien ya hemos hablado y por el Ministro don Miguel Cruchaga Tocornal, conservador.3) LA OFICINA DE ESTADÍSTICAS DEL TRABAJO, creada por decreto de 5 de abril de 1907, primer antecedente de la posterior Dirección General del Trabajo.4) LEY DE DESCANSO DOMINICAL, N° 1.990 de 26 de agosto de 1907, bajo la administración del Presidente Pedro Montt. El primer proyecto de esta ley de iniciativa de don Alejandro Huneeus diputado conservador, en 1903. Permitía que los obreros pudieran descansar los días domingos o un día a la semana como substitución del Domingo. Pese a la justificación que encontremos hoy en día para su aprobación, en la época suscitó escépticas reacciones.Especialmente notables serían las de la izquierda de la época, que como hemos apuntado negaba simplemente la existencia de la cuestión social. Así, don Eduardo Suárez, líder radical, declararía: “inútil” cualquier legislación sobre descansos en domingos y feriados, “porque enChile los obreros trabajan como y cuando quieren”.1875) LEY DE PROTECCIÓN DE MENORES, de 1912, bajo la administración del Presidente Barros Luco, buscaba restringir el trabajo infantil que significara peligro físico para los menores.Prohibió el trabajo de los menores de 8 años y los empleos de orden físico, los trabajos nocturnos o en las calles.6) LEY DE LA SILLA EN LOS ESTABLECIMIENTOS DE COMERCIO, N° 2.951 de diciembre de 1914, bajo la administración del Presidente Barros Luco. Disponía que en todos los establecimientos comerciales los empleados que atendieren público, debían disponer de una silla o piso donde sentarse durante la jornada de trabajo. Además del receso de una hora y media para almorzar188.

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7) LEY SOBRE ACCIDENTES DE TRABAJO, de 30 de diciembre de 1916, bajo la administración del Presidente Sanfuentes. Iniciativa presentada al Congreso por el diputado Conservador don Alfredo Barros Errázuriz, establecía un mecanismo de responsabilidad de empresario basado en la culpa, sin crear seguros por lo que tuvo poca aplicación. Se definía el “accidente de trabajo” como “Una lesión corporal sufrida por el obrero y empleado por el hecho o con ocasión directa del trabajo que ejecuta, proveniente de la acción repentina y violenta de una causa externa a la víctima y que le hubiere producido incapacidad para el trabajo”.1898) LEY DE SALAS CUNA, de 13 de enero de 1917, bajo la administración del Presidente Sanfuentes, que obliga a las empresas que den empleo a más de 50 mujeres a proveerlas de salas cuna para que dejaran a sus hijos lactantes menores de un año de edad.9) EL DECRETO SOBRE CONCILIACIÓN Y ARBITRAJE, N° 4.353, de 1917, bajo la administración del Presidente Sanfuentes, estableció por primera vez el mecanismo de la conciliación y los arbitrajes como medios de solución de conflictos.10) EL CÓDIGO SANITARIO, 1918, bajo la administración del Presidente Sanfuentes.“En 1919, el Partido Conservador presentó al Senado su proyecto de Código Laboral que estaba compuesto de tres partes, las que se referían a mejoramiento en las condiciones de trabajo, la formación de sindicatos y el establecimiento de mecanismos de conciliación y arbitraje...Cuando en 1920, Juan Enrique Concha defendió el proyecto conservador, hizo un reconocimiento indirecto a la labor legislativa de los anteriores congresos, señalando que las leyes sociales dictadas en Chile “son las primeras del mundo, ya que han sido consideradas como modelos de legislación social...”. Y esto no era una postura conformista, sino el reforzamiento de una idea que ya había expuesto en su tesis de 1898, cuando se mostró dispuesto a legislar sobre materias sociales.Para Concha la ley debía proteger al más débil y ser fuente de armonía social: “En esta materia tengo la convicción profunda de que es necesario que la ley entre a hacer aplicar los deberes de justicia y de equidad que rigen a los hombres entre sí y especialmente a patrones y obreros a fin de producir la armonía social y la paz que es lo único que puede servir de base al desenvolvimiento y desarrollo de los países.”.190Esta legislación contribuiría a paliar al menos en alguna mínima parte las acuciantes necesidades de los sectores sociales más desposeídos. Pero las contradicciones del sistema político y su ninguna capacidad para comprender el terrible problema social que se había gestado por su propia negligencia, no podían ser eludidas por mucho más tiempo. Sería un hecho proveniente del extranjero el que precipitaría los acontecimientos. En efecto, el sistema hizo crisis cuando terminó la Primera Guerra Mundial. El salitre sintético comerciado en Alemania hizo desplomarse los precios del nitrato chileno y esto produjo la quiebra de las salitreras y, con ello, la quiebra del presupuesto público. La crisis social se volvía inmanejable.Estábamos muy distantes de la afirmación de aquel parlamentario que había negado la existencia de la cuestión social. Asimismo finalizaba la fiesta de los caballeros.

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EL POSTRERO ADIOS DEL PARLAMENTARISMO

El régimen peculiar a las necesidades de la clase política, el régimen que había hecho posible la edad de oro de los diletantes círculos aristocráticos santiaguinos, aquél régimen que había celebrado la última fiesta de los caballeros en las ceremonias del centenario de la Independencia, ese mismo régimen llegaría a su fin casi sin que sus principales protagonistas se percataran de su muerte. La República Veneciana llegaba a su ocaso, las solemnes fachadas de mármol de sus aparentemente sólidos edificios se hundieron en el cieno de la crisis social y moral en la que sus mismos líderes, los aristócratas santiaguinos habían visto sumergirse las últimas esperanzas de reforma política.“En todo caso, las causas mediatas de la crisis del régimen político pseudoparlamentario se encuentran en su propia aplicación y en la insatisfacción provocada por sus consecuencias”.191Dejemos que don Alberto Edwards, con cuyas palabras comenzamos el esbozo de esta lección, describa las circunstancias que marcaron el fin del parlamentarismo: “Nuestro régimen parlamentario no fue reformado por la obra deliberada de una mayoría política, en una asamblea de doctrinarios o ideólogos. Después de largos años de vida lánguida, decorosa, pero de escasa eficiencia, vino a derrumbarse casi espontáneamente, y su sentencia de muerte estaba ya firmada por el destino cuando llegó el 5 de septiembre de 1924.” 192“En víspera de las revoluciones que trastornan los Estados, y que los llevan a la salvación o a la ruina, se han producido casi siempre esos periodos letárgicos, en que se vive suavemente, al día, sin noción del mañana en que, bajo una calma aparente, van acumulándose los combustibles de un incendio próximo; en que se baila al borde de la catástrofe; en que se bromea con el presente y no se teme el porvenir.Luis XV sospechó que después de su muerte podía sobrevenir “el diluvio”193. La aristocracia chilena no tuvo siquiera la previsión del egoísta monarca francés. Creyó haber clavado para siempre la rueda de la fortuna.”194Quien llegaría para acabar con sus instituciones, aunque en un comienzo desearía sinceramente la salvación del régimen que él mismo había defendido en los inicios de su vida política, sería un nuevo Presidente, un “hombre nuevo”, don Arturo Alessandri Palma...

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