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FEMINISMO Y NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN: ENTRE LA DIOSA Y EL CYBORG Amparo Romero Sánchez 1 Universidad de La Laguna (Facultad de Filosofía) c/ Marqués de Celada, nº 22, La Laguna (Tenerife), 38202 [email protected] Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación nos han regalado nuevos modelos de relaciones sociales nunca vistas hasta este momento. Para algunos han supuesto, incluso, un nuevo tipo de sociedad, la denominada “sociedad del conocimiento”. Se ha llegado a afirmar que internet, como paradigma de este tipo de tecnologías, es la expresión de la postmodernidad, de las maneras de relacionarse en este contexto y, por supuesto, del tipo de sujeto que el pensamiento postmoderno preconiza. Las feministas no han permanecido impasibles ante la nueva revolución tecnológica, y el nuevo tipo de relaciones que las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación han generado sirven de inspiración a autoras ciberfeministas como Sadie Plant para hacer resurgir imágenes tan sugerentes como la red, paradigmática del tipo de relación social actual que podemos hallar de manera especial en internet. Según Plant, todas las personas podemos disfrutar de las ventajas de internet: trascender el tiempo y el espacio y escapar de las limitaciones del cuerpo físico, escapar de la “carne”, en un medio supuestamente democrático y no jerarquizado. El obejtivo de este trabajo será explicar el motivo de que internet sirva muy bien a los propósitos postmodernos, más que a los propósitos feministas. Internet es un espacio en el que el sujeto fragmentado propuesto por muchos autores y autoras se desenvuelve muy bien, pero como producto tecnológico sigue estando influenciado por los 1 Licenciatura en Filosofía por la Universidad de La Laguna. Máster en Filosofía, cultura y sociedad por la Universidad de La Laguna. Máster en Teoría Feminista, Género y Políticas de Igualdad por la Universidad de La Laguna. En la actualidad, becaria de investigación del programa “Lógica y Filosofía de la Ciencia” de la Universidad de La Laguna con Mención de Calidad. Periodo de investigación correspondiente a la fase de Tesis Doctoral, en el campo de Ciencia, Tecnología y Género.

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FEMINISMO Y NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA

COMUNICACIÓN: ENTRE LA DIOSA Y EL CYBORG

Amparo Romero Sánchez1

Universidad de La Laguna (Facultad de Filosofía)

c/ Marqués de Celada, nº 22, La Laguna (Tenerife), 38202

[email protected]

Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación nos han regalado nuevos

modelos de relaciones sociales nunca vistas hasta este momento. Para algunos han

supuesto, incluso, un nuevo tipo de sociedad, la denominada “sociedad del

conocimiento”.

Se ha llegado a afirmar que internet, como paradigma de este tipo de tecnologías, es la

expresión de la postmodernidad, de las maneras de relacionarse en este contexto y, por

supuesto, del tipo de sujeto que el pensamiento postmoderno preconiza.

Las feministas no han permanecido impasibles ante la nueva revolución tecnológica, y

el nuevo tipo de relaciones que las Nuevas Tecnologías de la Información y la

Comunicación han generado sirven de inspiración a autoras ciberfeministas como Sadie

Plant para hacer resurgir imágenes tan sugerentes como la red, paradigmática del tipo de

relación social actual que podemos hallar de manera especial en internet. Según Plant,

todas las personas podemos disfrutar de las ventajas de internet: trascender el tiempo y

el espacio y escapar de las limitaciones del cuerpo físico, escapar de la “carne”, en un

medio supuestamente democrático y no jerarquizado.

El obejtivo de este trabajo será explicar el motivo de que internet sirva muy bien a los

propósitos postmodernos, más que a los propósitos feministas. Internet es un espacio en

el que el sujeto fragmentado propuesto por muchos autores y autoras se desenvuelve

muy bien, pero como producto tecnológico sigue estando influenciado por los

1 Licenciatura en Filosofía por la Universidad de La Laguna. Máster en Filosofía, cultura y sociedad por la

Universidad de La Laguna. Máster en Teoría Feminista, Género y Políticas de Igualdad por la Universidad de La

Laguna. En la actualidad, becaria de investigación del programa “Lógica y Filosofía de la Ciencia” de la Universidad

de La Laguna con Mención de Calidad. Periodo de investigación correspondiente a la fase de Tesis Doctoral, en el

campo de Ciencia, Tecnología y Género.

significados de género. En este sentido, antes de afirmar categóricamente que el

ciberespacio es, como defienden muchas postmodernas, el terreno idóneo de lucha

política para las mujeres de esta época, hay que poner sobre la mesa muchísimas

cuestiones relativas a la influencia de los valores patriarcales en todo el proceso de

desarrollo tecnológico.

Palabras clave: feminismo, tecnología, ciberfeminismo, tecnofeminismo

1. INTRODUCCIÓN

Ahora que la carrera espacial ha quedado obsoleta, hoy que la aventura del

espacio ha sido sustituida por los viajes virtuales, los movimientos feministas se

plantean un nuevo reto: la conquista del ciberespacio. El feminismo ha sabido adaptarse

a lo largo de la historia a los diferentes contextos. Como ejemplo de este hecho,

tenemos el gran y variado número de corrientes feministas que podemos enumerar en la

actualidad. Desde las corrientes dominantes en las décadas de los setenta y ochenta,

como el feminismo cultural, el feminismo liberal o el feminismo socialista, hasta las

corrientes más recientes, como el ciberfeminismo o el tecnofeminismo, la lucha de las

mujeres no se ha caracterizado en ningún momento por la pasividad ante las diferentes

realidades en las que ha estado inserta. En este sentido, las feministas no han

permanecido impasibles ante la nueva revolución tecnológica, y el nuevo tipo de

relaciones que las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación han

generado sirven de inspiración a autoras ciberfeministas como Sadie Plant para hacer

resurgir imágenes tan sugerentes como la red, paradigmática del tipo de relación social

actual que podemos hallar de manera especial en internet. Esta nueva conquista es,

además, mucho mejor que la del espacio puesto que todos y todas podemos acceder a

ella. Todas las personas podemos disfrutar de las ventajas de internet: trascender el

tiempo y el espacio y escapar de las limitaciones del cuerpo físico, escapar de la “carne”

como predica la ciberfeminista Sadie Plant, en un medio supuestamente democrático y

no jerarquizado.

En el tema que nos ocupa y a pesar del optimismo de Plant, la entrada de las

teóricas feministas a los análisis sobre el desarrollo tecnológico no ha resultado tarea

fácil, fundamentalmente por un motivo: los estudios sociales de la ciencia y la

tecnología se han mostrado reticentes a la aplicación de los análisis de la teoría

feminista, protagonizados por el concepto de género, sobre sus objetos de estudio. Esto

ha dado como resultado lo que Judy Wajcman denomina una ceguera de género2 en los

estudios de la tecnología de la corriente dominante, tanto en los más recientes como por

ejemplo la teoría del actor-red, como en las corrientes más tempranas.

Dentro de los propios movimientos feministas, la actitud hacia el desarrollo

tecnológico no se ha caracterizado por la uniformidad de pensamiento, pero podemos

realizar una división entre las posturas pesimistas/distópicas y las posturas

optimistas/utópicas.

En el feminismo de las décadas de los 70 y 80 la tendencia general de las

feministas con respecto a la tecnología fue la del pesimismo, tendencia que condujo

directamente a la distopía. Según la visión distópica de la tecnología, ésta tiene un

carácter patriarcal y su objetivo es dominar y explotar a las mujeres.

Actualmente, se percibe un clima generalizado de optimismo hacia el desarrollo

tecnológico dentro y fuera de los movimientos feministas, ejemplificado en Internet

como paradigmático del nuevo tipo de sociedad. Las nuevas tecnologías de la

información y la comunicación suponen para muchas personas una ruptura con el

carácter de los desarrollos tecnológicos anteriores. En palabras de Judy Wajcman:

“Para muchas personas, la sociedad global de la información, que se caracteriza por

la comprensión del espacio y del tiempo, marca toda una nueva época en la condición

humana”3

Fuera de los análisis feministas, el optimismo hacia los nuevos desarrollos

tecnológicos se encarna en autores como Manuel Castells, que opinan que Internet no

está produciendo sólo una revolución tecnológica, sino también una revolución social.

En su obra “La Sociedad Red” (2002) , Castells afirma que internet es la base para la

creación de nuevas formas de relaciones sociales que nos ayudarán a recuperar los

valores comunitarios. Internet es, en definitiva, la solución para el individualismo y la

desintegración social.

Dentro de los movimientos feministas, las visiones realmente optimistas acerca

de las consecuencias del desarrollo tecnológico en las vidas de las mujeres comenzaron

a surgir en la década de los 90. Este punto de inflexión se debe a la obra de Donna

Haraway, protagonizada por la figura del cyborg. En efecto, Haraway inaugura, con su

2 Wajcman, J. , Tecnofeminismo, Ediciones Cátedra, Madrid, 2006, p. 66

3 Ibídem, p. 10

obra “Manifiesto para cyborgs” (1985), toda una corriente de vital optimismo con

respecto a las nuevas tecnologías. Dicha autora afirma la categoría de género, pero con

un matiz importante, a saber, ella critica el esencialismo de los feminismos de las

décadas de los 70 y 80. Observa que “no hay nada acerca de ser hembra que una

naturalmente a las mujeres. Ni siquiera existe tal estado como el de “ser” hembra, que

de por sí es una categoría altamente compleja construida en discursos científicos

sexuales debatidos y otras prácticas sociales”4

De esta crítica al esencialismo procede la que es, sin duda, su aportación más

polémica y productiva al movimiento feminista, el cyborg, como una figura que no

requiere una identidad estable. Esta figura que consiste en una síntesis entre ser humano

y máquina, se deriva de lo que Haraway denominó “conocimiento situado” que hace

referencia al esfuerzo por alejarnos de la objetividad patriarcal que, desde su punto de

vista, muchas feministas también han adoptado al centrar sus esfuerzos en nombrar y

totalizar la experiencia de las mujeres.

La expresión “conocimiento situado” permite la admisión de la parcialidad, es

decir, hace posible que los análisis se realicen desde el lugar que cada individuo ocupa.

Ante esta situación, surge el cyborg como el sujeto político ideal para las mujeres

actuales, que habitan en un contexto en el que el poder ya no ocupa un lugar exacto ni

es estático, sino que, al contrario, está en continuo movimiento.

La tecnología está presente en la obra de Haraway en su figura del cyborg y, en

este sentido, se percibe el optimismo hacia las nuevas tecnologías, pero esto no excluye

la crítica al desarrollo tecnológico. Haraway, al contrario que las ciberfeministas, es

consciente de las relaciones de poder existentes en la tecnología que son construidas

atendiendo a diversos factores. En su “Manifiesto cyborg” realiza una crítica radical a

la tecnociencia a la que percibe como un producto del capitalismo, el racismo, el

colonialismo y la dominación de los hombres. Pero, al mismo tiempo, el hecho de

concebir a la tecnociencia como un proceso social, le permite percibirla como un

elemento relevante para la emancipación de las mujeres. Haraway observa:

“Asumir la responsabilidad de las relaciones sociales de la ciencia y la

tecnología significa rechazar la metafísica de la anticiencia, la demonología de la

tecnología y, por lo tanto, significa suscribir la tarea cualificada de reconstruir los

4 Haraway, D. (1985), “Manifiesto cyborg” en www.tecnoliberacion.blogspot.com

límites de la vida diaria, en conexiones parciales con otros, en comunicación con todas

nuestras partes”5

Las nuevas tecnologías suponen para Haraway una nueva fuente de poder para

las mujeres. Esto requiere de una nueva forma de llevar a la práctica las políticas

feministas. Esta parte de la obra de Haraway constituye la zona de análisis de las

ciberfeministas, cuyas reflexiones se centran en Internet como el nuevo espacio de lucha

feminista, ejemplificando con esto la postura utópica con respecto al desarrollo

tencológico actual.

Desde el cyborg de Donna Haraway hasta los códigos binarios y las redes de la

ciberfeminista Sadie Plant han transcurrido casi 30 años, suficientes para elevar el

ciberespacio a la categoría de terreno de lucha idóneo para las mujeres del siglo XXI.

Destaca en este movimiento un optimismo con respecto a las nuevas tecnologías. Pero

este optimismo, a pesar de ser la tendencia general actual con respecto a la tecnología,

no ha calado en todos los feminismos. Siguen existiendo feministas que no comparten

esa visión de las nuevas tecnologías como liberadoras para las mujeres, tal es el caso del

ecofeminismo que, incluso en su forma más reciente de ecofeminismo construtivista,

aún sigue desconfiando de la tecnología.

El feminismo continúa oscilando, pues, de la diosa madre a los ordenadores y de

la naturaleza sagrada al ciberespacio, perpetuándose la brecha teórica entre las posturas

distópicas y tecnofóbicas y las corrientes utópicas y tecnófilas.

2. LA DIOSA: EL ECOFEMINISMO Y SU DESCONFIANZA HACIA LA

TECNOLOGÍA

El término ecofeminismo fue acuñado por Francoise D’ Eaubonne en 1974.

Desde ese momento se han desarrollado tres tipos de ecofeminismos, a saber, el clásico,

el espiritualista y el constructivista, que constituye la corriente más reciente. El primer

tipo de ecofeminismo señalado recibió muchas críticas en el seno del propio feminismo

por su esencialismo y su separatismo, que llevaron, en muchas ocasiones, a demonizar a

los hombres.

5 Ibídem

Una pensadora esencial de este primer tipo de ecofeminismo la hallamos en

Mary Daly que propone la creación y el desarrollo de una conciencia ginocéntrica y

biofísica frente a la conciencia masculina que ha creado una sociedad falotécnica y

necrofílica, haciendo referencia con estos términos al carácter agresivo y el afán

destructor de los hombres que se sirven, entre otras cosas, del desarrollo tecnológico

para explotar a la naturaleza y a las mujeres6.

La preocupación fundamental de este primer tipo de ecofeminismo fue la salud

sexual de las mujeres y la recuperación del control de su cuerpo por parte de las

mismas. Una de las soluciones se basó en la propuesta de una ginecología alternativa

que pusiera fin a los tratamientos de la ginecología de índole patriarcal encaminada a

invadir y explotar el cuerpo de las mujeres7. Vemos en este punto de manera clara la

crítica a la tecnociencia, pero centrada en el desarrollo de las técnicas reproductivas.

Este primer ecofeminismo es, en definitiva, un feminismo de la diferencia que

afirma que los hombres y las mujeres tienen esencias opuestas, en este caso concreto

como afirma Alicia H. Puleo “las mujeres se caracterizarían por un erotismo no

agresivo e igualitarista y por aptitudes maternales que las predispondrían al pacifismo

y a la preservación de la Naturaleza. En cambio, los varones se verían naturalmente

abocados a empresas competitivas y destructivas”8

El segundo tipo de ecofeminismo, el espiritualista, surge en el Tercer Mundo y,

sin duda alguna, su mayor representante es la filósofa y física nuclear Vandana Shiva.

En este tipo de ecofeminismo la premisa fundamental es la crítica al desarrollo

tecnocientífico occidental que, además de explotar a las mujeres y a la Naturaleza,

oprime a otros pueblos y culturas, engrosando la lista de calificativos de la postura

ecofeminista que ya es, además de antisexista y anti-antropocéntrica, antirracista y

antielitista.9 En palabras de Vandana Shiva “este sistema dominante (visión moderna de

la ciencia) no surgió como una fuerza liberadora para el conjunto de la humanidad

(aun cuando se legitimó en términos de un beneficio universal para todos), sino como

6 Puleo, A., “Feminismo y ecología” en www.mujeresenred.com

(http://www.nodo50.org/mujeresred/ecologia-a_puleo-feminismo_y_ecologia.htlm) 7 La obra más importante de Mary Daly, “Gin/ Ecology (1978) trata, precisamente, sobre este tipo de

cuestiones. 8 Puleo, A., “Feminismo y ecología” en www.mujeresenred.com

9 Ibid.

una proyección occidental, de orientación masculina y patriarcal, que implicaba

necesariamente la subyugación tanto de la naturaleza como de las mujeres”10

El pensamiento de Vandana Shiva está fundamentado en una visión filosófica-

religiosa basada en la concepción de la Naturaleza de la cosmología de la India, donde

ésta aparece como un principio femenino. Vandana Shiva lo expresa de la siguiente

manera: “Las mujeres en la India son una parte íntima de la naturaleza, tanto en la

imaginación como en la práctica. A un nivel, la naturaleza es simbolizada como la

encarnación del principio femenino y, a otro nivel, es nutrida por lo femenino para

producir vida y proporcionar sustento”11

La visión de Vandana Shiva nos muestra una relación unificada en la que no

existe separación entre hombres y mujeres y, tampoco, entre seres humanos y

naturaleza. Se trata de una relación recíproca que se da en el interior de una red de

múltiples relaciones entre todos los elementos del planeta, animados e inanimados. La

defensa de esta postura la lleva a criticar la concepción de la Naturaleza occidental, así

como su visión del desarrollo tecnocientífico y del progreso. Sus críticas empiezan por

los comienzos de dicha visión, cogiendo de ejemplo la filosofía cartesiana y la

dicotomía que establece entre seres humanos y naturaleza, en la que la segunda se

establece como un objeto separado del ser humano, inerte, estática y, por tanto, como un

mero recurso a explotar según nuestras necesidades.

Esta dualidad que se establece entre seres humanos se extrapola también a las

relaciones establecidas entre mujeres y hombres e, incluso, entre el primer mundo y el

tercer mundo hallando, por tanto, que las mujeres, más cercanas a la Naturaleza, son

también dominadas y explotadas por los hombres, más cercanos a la cultura y a la

civilización, y el tercer mundo es, asimismo, dominado, invadido y explotado por el

primero. En palabras de Vandana Shiva:

“La actividad contemporánea en pro del desarrollo del Tercer Mundo impone a

las comunidades de otras culturas los paradigmas científicos y económicos creados por

la ideología occidental basada en el género. Hoy sabemos que la destrucción ecológica

y la marginación de la mujer han sido los resultados de la mayoría de los programas y

proyectos de desarrollo basados en dichos paradigmas; violan la integridad de una y

destruyen la productividad de la otra. Las mujeres, como víctimas de la violencia de las

10

Shiva, V., “Reduccionismo y regeneración: crisis en la ciencia” en M. Mies, V. Shiva (comp.),

Ecofeminismo, Ed. Icaria, Barcelona, 1993, p. 39 11

Shiva, V., “Las mujeres en la naturaleza” en A. Romero, M.J. Agra (comp.), Ecología y feminismo, Ed.

Ecoroma, Granada, 1998, p. 161

formas patriarcales de desarrollo, se han alzado contra éste para proteger la

naturaleza y preservar su vida y su sustento.”12

El ecofeminismo espiritualista ha tenido su importancia, puesto que ha incluido

en sus reflexiones, no sólo la categoría de género, sino también la de etnia y clase

superando, por tanto, el ecofeminismo clásico al que su esencialismo condujo,

frecuentemente, a concebir a las mujeres como pertenecientes a una categoría única

obviando, pues, otro tipo de opresiones que coexisten con la de género. Sin embargo,

esto no quiere decir que el ecofeminismo espiritualista logre salir del esencialismo

porque, como se ha visto, la relación entre las mujeres y la naturaleza se fundamenta en

una visión del mundo, en una cosmología filosófica-religiosa establecida y ubicada en

otra dimensión y, por tanto, imposible de cambiar o erradicar, negando con esto

cualquier tipo de constructivismo.

En cualquier caso, lo importante para este trabajo es la visión negativa de la

tecnología que, hasta ahora, tienen los dos tipos de ecofeminismos expuestos,

concibiéndola como un proyecto de la sociedad occidental patriarcal cuyo objetivo es

dominar y explotar a las mujeres y a la Naturaleza. La tecnociencia es, entonces,

eminentemente patriarcal y la única solución al problema reside en la construcción de

un nuevo tipo de paradigma de desarrollo tecnocientífico que se fundamente en los

valores femeninos, es decir, en el pacifismo y en el cuidado de los otros.

El tercer tipo de ecofeminismo nombrado, el constructivista, es el más reciente y

constituye la corriente que más ha innovado dentro del movimiento ecofeminista, por su

afán de alejarse del esencialismo del ecofeminismo clásico y del misticismo del

ecofeminismo espiritualista. Aunque sigue manteniendo el pesimismo con respecto al

desarrollo tecnocientífico, ataca las dualidades establecidas por la sociedad occidental

entre naturaleza/cultura, razón/emoción, mente/cuerpo y hombre/mujer “de tal suerte

que ha sido catalogado como inferior todo aquello asociado con emoción, mujer,

cuerpo, naturaleza, y catalogado como superior aquello relacionado con hombre,

mente, cultura, humano, razón”13

. Estas dicotomías responden a construcciones

sociohistóricas14

y, en este sentido, vemos como las ecofeministas constructivistas

atacan la relación más defendida por los ecofeminismos ya expuestos, a saber, la que,

tradicionalmente, se ha establecido entre las mujeres y la naturaleza proponiendo una

12

Shiva, V., “Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo”, Ed. Horas y Horas, Madrid, 1988, p. 23. 13

Aguilar García, T. (2007), “Ciberfeminismo y ecofeminismo” en www.dialnet.com

(http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2729580) 14

Ibid.

reconstrucción de la concepción de dicha relación a través de un análisis que desvele los

mecanismos de discriminación de las sociedades patriarcales.

Dos autoras representativas de este tipo de ecofeminismo son Carolyn

Merchant15

y Bina Agarwal. Las dos defienden, como el ecofeminismo clásico y el

espiritualista, la doble explotación perpetrada por la sociedad patriarcal, esto es, a las

mujeres y a la Naturaleza, pero con el importante matiz ya mencionado del carácter

construido de la relación mujer-naturaleza. La primera ubica el comienzo de esta

relación y la consecuente explotación en la época de la Revolución Industrial. La

segunda, de origen indio al igual que Vandana Shiva, encuentra el enlace de mujer y

naturaleza en las tareas y funciones que han sido asignadas al género femenino. En este

sentido, la preocupación de las mujeres, indias en este caso concreto, por el cuidado de

la naturaleza no responde al principio femenino de la naturaleza en la cosmología india,

como defiende Vandana Shiva, ni a características biológicas de las mujeres, como

proclama el ecofeminismo clásico. Bina Agarwal fundamenta esta relación en una base

material constituida por la división sexual del trabajo y la distribución del poder y de la

propiedad, teniendo en cuenta no sólo el género, sino también la clase, la etnia y, en el

caso específico de la india, la casta. Bina Agarwal observa:

“¿Qué significado tiene la relación de las mujeres con el medioambiente? ¿Es

distinta de la de los hombres? La creciente literatura sobre ecofeminismo en Occidente,

y especialmente en los Estados Unidos, conceptualiza el vínculo entre el género y el

medioambiente principalmente en términos ideológicos. Sin embargo, una lucha cada

vez más intensa por la supervivencia en el mundo desarrollado destaca la base material

necesaria para este vínculo y establece la base para una formulación alternativa al

ecofeminismo, a la cual denomino “medioambientalismo feminista”.”16

Las críticas realizadas por Bina Agarwal a los ecofeminismos clásicos y

espiritualista desde su postura del “medioambientalismo feminista” son numerosas,

pudiendo encontrar entre ellas algunas ya mencionadas, como el esencialismo y la

homogeneización de la categoría mujer. A pesar de esto, el pesimismo con respecto al

desarrollo tecnocientífico sigue haciendo acto de presencia, aunque la solución ya no

reside en la construcción de un paradigma de desarrollo basado en los valores

15

Una de sus obras pioneras y más representativas es The Death of Nature. Women, Ecology and the

Scientific Revolution. HarperCollins Publishers, NY, 1980. 16

Agarwal, B., “El género y el debate medioambiental: lecciones desde India” en A. Romero, M.J. Agra

(comp.): Ecología y feminismo, Ed. Ecorama, Granada, 1998, p. 179

femeninos, sino en la creación de un nuevo modelo de relación con la naturaleza en el

que no aparezca el género.

3. EL CYBORG: EL CIBERFEMINISMO Y SU DEFENSA DE UN

ESPACIO SIN GÉNERO

El ciberfeminismo comenzó en Adelaide (Australia) como un movimiento

artístico de mujeres cuyo objetivo consistió en subvertir la identidad femenina en la red,

espacio idóneo para esta tarea por su carácter flexible y abierto. Dicho grupo se denominó

VNS Matrix y escribió el primer manifiesto ciberfeminista titulado “Manifiesto

ciberfeminista para el siglo XXI” en 1991 que constituyó un homenaje al cyborg de

Haraway. El término “ciberfeminismo” fue acuñado por Sadie Plant en 1995, dos años

antes de la publicación de su obra “Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva

tecnocultura”, que puede ser considerada actualmente el soporte del fundamento teórico

del movimiento ciberfeminista.

El ciberfeminismo es una corriente heterogénea y esto dificulta su definición. Si

partimos de la premisa de que el movimiento ciberfeminista ha escogido internet no sólo

como protagonista de sus reflexiones, sino también como espacio de acción, la

consecuencia previsible es que se trata de un movimiento múltiple y descentralizado. Este

hecho dificulta en extremo su definición y clasificación. Las mismas ciberfeministas están

en contra de los intentos por definir el movimiento y se decantan por decir lo que no es

antes que lo que es. Durante el primer encuentro Ciberfeminista Internacional, que tuvo

lugar en Alemania en septiembre de 1997, se escribieron las “100 antítesis” de lo que no es

el ciberfeminismo. Algunas de ellas son “...el ciberfeminismo no es una fragancia, el

ciberfeminismo no es una ideología, el ciberfeminismo no es aburrido, el ciberfeminismo

no es una institución, el ciberfeminismo no es una teoría, el ciberfeminismo no es una

práctica, el ciberfeminismo no es esencialista, el ciberfeminismo no es natural”17

Cien negaciones para realizar una “no-definición” del movimiento. Cien

negaciones que han logrado que el ciberfeminismo carezca de una definicición certera y de

un marco teórico consistente. ¿Qué es, entonces, el ciberfeminismo? ¿Qué tipos de

ciberfeminismo existen? Hasta ahora diversas autoras han realizado distintas

clasificaciones de ciberfeminismos. La más usada es la que divide el movimiento en dos

17

Véase en http://www.obn.org/cfundef/100antitheses.html

ramas, a saber, el ciberfeminismo utópico y el ciberfeminismo distópico. El primer tipo se

decanta por la utopía y defiende la idea de que internet es el espacio idóneo para la lucha

política feminista por su carácter flexible y abierto que permite la subversión de la

identidad tradicional. Este tipo de ciberfeminismo percibe internet como el lugar que nos

otorgará la posibilidad de conseguir la utopía de los movimientos feministas, a saber,

conseguir que las personas no tengan una identidad determinada ontológicamente.

El segundo tipo de ciberfeminismo argumenta que internet, lejos de generar

identidades múltiples e innovadoras, sigue reforzando las identidades masculinas y

femeninas tradicionales a través del refuerzo de los estereotipos de género. En este lado

pesimista de la moneda, internet se describe como un espacio patriarcal y violento

presidido por la pornografía y por otros intereses de la masculinidad hegemónica

occidental, convirtiendo el espacio virtual en un terreno de lucha impracticable para los

movimientos feministas.

Para aclarar conceptos, considero necesario no englobar las posturas distópicas

en el rótulo de “ciberfeminismo”, puesto que ambos conceptos se contradicen. El

ciberfeminismo como tal es un movimiento que, a pesar de su heterogeneidad, tiene un

buen hilo conductor en que se adhiere al optimismo de Haraway y rechaza completamente

la visión distópica y tecnófoba mantenida por las diversas corrientes feministas de las

décadas de los 70 y 80. Por este motivo dichas posturas no pueden denominarse

“ciberfeministas”. El ciberfeminismo se alía, en cambio, con una tecnofilia imbuida de

optimismo que ve en las nuevas tecnologías la vía que llevarán a las mujeres a la

liberación. Se trata, como afirma Teresa García Aguilar, de una alianza entre las mujeres y

las máquinas que se ve plenamente realizada en el ciberespacio, como lugar idóneo para

llevar a cabo la lucha feminista por su especial carácter que permite “que las identidades

se borren y cobren la fluidez de una ontología no estanca”18

Por último, autoras como Montserrat Boix y Ana de Miguel hablan de

un“ciberfeminismo social”19

que, desde mi punto de vista, no sería otra cosa que activismo

feminista en la red. Considero que la diferencia fundamental estriba en que las feministas

que realizan activismo en la red ven internet como una herramienta más de lucha política.

Las ciberfeministas, en cambio, perciben internet como el único espacio de lucha posible

para las mujeres, pues es el único terreno en el que es posible la transgresión de la

18

García Aguilar, T. (2007), “Ecofeminismo y ciberfeminismo” en www.dialnet.com 19

De Miguel, A.; Boix, M., “Los géneros de la red: los ciberfeminismos” en

http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/ciberfeminismo-demiguel-boix.pdf

identidad de género. Las características del denominado “ciberfeminismo social” lo

acercan más al tecnofeminismo de Judy Wajcman que al ciberfeminismo, como veremos

en el último apartado del presente artículo.

Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, la descripción de ciberfeminismo

que se realiza en el presente artículo gira en torno al pensamiento de Sadie Plant como la

representante teórica principal del movimiento, concretamente en torno a su obra “Ceros +

Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura”, en la que la filósofa reconstruye la

identidad femenina asociándola con la informática, de manera concreta, y con las

tecnologías que trabajan en red, de manera general. Esta nueva identidad se construye a

partir de la asociación de la informática con la imagen de la red y la actividad de tejer,

tradicionalmente feminizada.

Leer e interpretar la obra de Sadie Plant no es tarea fácil por su forma de

presentar las reflexiones. Esto es así porque dicha autora traslada a su escritura la forma de

organización de internet, descentralizada y deslocalizada. A pesar de esto, pueden detectarse

dos nudos teóricos que fundamentan sus reflexiones y también un hilo conductor que

cumple la función de sistematizar y unir los argumentos. Los nudos teóricos son la

comunicación y la identidad. El hilo conductor de la obra de Plant lo hallamos en la figura

de Ada Lovelace considerada hoy la primera programadora informática, que recurrió a la

idea de las tarjetas perforadas del telar de Jacquard para su diseño de la Máquina Analítica20

.

La idea de las tarjetas perforadas del telar de Jacquard es relevante en la obra de

Sadie Plant porque es la que permite enlazar la actividad de tejer tradicionalmente femenina,

el símbolo de la Red como forma de comunicación propiamente femenina, la flexibilidad de

los espacios que permiten este tipo de comunicación, propicios para la creación de múltiples

e innovadoras identidades y, por último, el funcionamiento de las Nuevas Tecnologías de la

Información y la Comunicación, con Internet como paradigma. Con esto cierra Plant el

círculo: ordenadores, comunicación en red, actividad de tejer, construcción de nuevas

identidades, identidad femenina.

Las tecnologías que trabajan en red, según Sadie Plant, han estado

protagonizadas históricamente por mujeres, desde la telefonía hasta la actualidad con el caso

paradigmático de comunicación en red en internet. El objetivo de Plant es reescribir la

20

Durante muchos años los logros de Ada Lovelace estuvieron ocultos tras su función de intérprete de la

obra de Charles Babbage en la que el científico exponía su diseño de la Máquina Analítica. Actualmente

se conocen las originales aportaciones que Ada Lovelace realizó en la traducción de la obra de Babbage,

que incluían críticas al diseño de su maestro, propuestas alternativas al mismo e instrucciones para el

funcionamiento de la máquina.

identidad femenina asociándola con este tipo de tecnologías para concluir que las Nuevas

Tecnologías de la Información y la Comunicación no tienen un carácter masculino, tal y

como pretenden las corrientes feministas esencialistas y tecnófobas, sino que tienen un

carácter femenino fundamentado especialmente en el tipo de comunicación que las

protagonizan. El objetivo último de Plant no es positivar un espacio que hasta ahora ha

estado masculinizado, sino demostrar que ese espacio siempre estuvo dominado por las

mujeres.

La actividad de tejer, actividad asociada con la identidad femenina en

muchísimas culturas, es la que otorga el resultado de la red. En la obra de Sadie Plant

aparece como una metáfora que cruza sus reflexiones sobre la construcción de la identidad y

sobre las formas de comunicación.

Con respecto a las formas de comunicación, Plant establece una distinción entre

dos tipos: la comunicación lineal, masculina y jerárquica, por un lado, y la comunicación en

red, femenina y democrática. El primer tipo de comunicación es propia de la tecnología

industrial, de la que Plant afirma que si tenía un carácter patriarcal y masculino. El segundo

tipo es característico de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Sadie Plant afirma que con el declive de la industria pesada y el surgimiento de

las nuevas tecnologías, las demandas para lidiar con la tecnología han cambiado. Entre las

virtudes requeridas para el manejo de los artefactos tecnológicos ya no se encuentran la

fuerza física y lo que ella denomina las “energías hormonales”21

masculinas. La tecnología

actual precisa de velocidad, de inteligencia y de habilidades interpersonales y

comunicativas. Este hecho, desde su punto de vista, beneficia a las mujeres pues son

capacidades que éstas han desarrollado a lo largo de la historia. La tecnología industrial,

dominada por una forma de comunicación lineal y jerárquica, si tuvo un carácter patriarcal y

masculino. La tecnología actual, protagonizada por la flexibilidad y la comunicación en red,

tiene un carácter femenino. En palabras de Teresa García Aguilar:

“Sadie Plant opina que la tecnología es fundamentalmente femenina y no

masculina, puesto que las capacidades de conectividad, fluidez, típicas del tradicional

carácter femenino, y que le habían servido a las mujeres de exclusión, son hoy día,

cualidades esenciales para moverse en la red, frente a la rigidez de la identidad fija y

singular del patriarcado. A las mujeres les va bien en procesos fluidos, de tejer”22

21

Plant, S., “Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura”, Editorial Destino, Barcelona,

1998, p. 44 22

Aguilar García, T. (2007), “Ecofeminismo y ciberfeminismo” en www.dialnet.com

Con respecto al tema de la construcción de la identidad, vemos como un espacio

protagonizado por el tipo de comunicación descrita es idóneo para huir de las dicotomías

opresoras creadas por la sociedad patriarcal. En efecto, en internet las férreas y gruesas

líneas que separaban la naturaleza de la cultura, la mente del cuerpo o el hombre de la mujer,

ya no aparecen ante nuestros ojos de una manera tan nítida. Esta difusión de las dualidades

existentes, hace posible que las mujeres se “piensen a sí mismas” fuera de las

interpretaciones estrechas realizadas por la sociedad patriarcal atendiendo a las dicotomías

expuestas. Internet es para Plant un lugar de liberación, un lugar donde no existe el género y,

por lo tanto, un espacio que permite la libre creación de identidades no sujetas a las

dicotomías nombradas. Sobre este tema, Sadie Plant nos obsequia, en su obra Ceros + Unos

con una apasionada y sugestiva definición de lo que es y supone el ciberespacio:

“El ciberespacio apareció como una zona incorporal más salvaje que el más

salvaje Oeste, más vigoroso que la carrera del espacio, más sexy que el sexo, y mucho

mejor que caminar por la Luna. Era la última frontera de las fronteras, la más pura de

las islas vírgenes, el más nuevo de los territorios, una realidad diseñada según las

especificaciones humanas, una zona artificial madura ya para un proceso de

colonización infinito, capaz de satisfacer cualquier deseo final, especialmente el de

escapar de la “carne””23

Escapar de la “carne”, escapar del determinismo biológico que encierra las

identidades en un cuerpo físico, que encierra el género en un cuerpo biológico. El

ciberespacio, Internet, nos otorga esta oportunidad y, por este motivo, las ciberfeministas

nos dicen que es posible transformar la condición femenina a través de la creación de esa

multiplicidad de identidades, sirviéndonos de las nuevas tecnologías para realizar esta ardua

tarea. En palabras de Judy Wajcman “en el ciberespacio todas las señas físicas, corpóreas,

se eliminan de la comunicación”24

4. ENTRE LA DIOSA Y EL CYBORG: EL TECNOFEMINISMO DE JUDY

WAJCMAN

“¿Por qué habrían las feministas de verse obligadas a elegir entre la solución del

cyborg y la solución de la diosa?”25

23

Plant, S., op. cit., p. 177 24

Wajcman, J., op. cit., p. 104 25

J. Wajcman (2004; 151)

Esta pregunta, planteada por Judy Wajcman, expresa de manera magistral la

polarización a la que se ha visto abocado el feminismo con respecto a la cuestión de

la tecnología y al impacto e influencia de ésta en las vidas de las mujeres. Una

división que, en palabras de Wajcman, caricaturiza el feminismo pues obvia otras

formas de crítica feminista de la tecnología que son conscientes tanto del peligro del

esencialismo y del pesimismo, como de las ventajas que podemos hallar en las

nuevas tecnologías para las vidas de las mujeres.

Las dos posturas expuestas presentan problemas. En el primero de los casos,

el pesimismo, ejemplificado en el presente trabajo por el ecofeminismo, conduce al

esencialismo del género por considerar que la tecnología es, de manera inherente,

patriarcal y masculina. Por otro lado, también conduce al determinismo tecnológico,

al no admitir la heterogeneidad del proceso tecnológico y las relaciones recíprocas

que se establecen entre la tecnología y el género.

En el segundo caso, el optimismo, representado en este trabajo por la postura

ciberfeminista, conduce a la acogida de los nuevos desarrollos tecnológicos sin una

perspectiva crítica que haga posible explicitar los sesgos y valores patriarcales presentes

en la tecnología. Esta actitud acrítica lleva, como se ha visto, a la inactividad política,

puesto que el ciberfeminismo confunde lo utópico y lo descriptivo. Judy Wajcman

observa:

“La fuerza del pensamiento utópico deriva precisamente del hecho de que se

refiere a un lugar que no existe, a la luz del cual es posible criticar el presente. La

utopía se refiere a lo que “no hay”, no a lo que “ahora hay”. Al fusionar esta

distinción, el ciberfeminismo presenta la imaginación utópica como una descripción

más o menos adecuada de aspectos de lo que actualmente existe”26

El ciberfeminismo representa de manera ejemplar la visión utópica con

respecto al tema de la tecnología. Las nuevas tecnologías son esencialmente liberadoras

para las mujeres, puesto que su apertura y flexibilidad permiten la libre creación de la

identidad. Las nuevas tecnologías de la información no sólo implican la subversión de

la identidad masculina, sino también la creación de múltiples identidades innovadoras

que pueden acabar con los roles de género tradicionales.

Este optimismo hace que el ciberfeminismo adolezca en general de una visión

crítica con perspectiva de género que sea capaz de dilucidar hasta qué punto un producto

26

J. Wajcman (2004; p. 118)

surgido en una determinada sociedad con unos valores concretos –en este caso patriarcales-

puede ser el instrumento idóneo para la emancipación de las mujeres o si, por el contrario, la

misma tecnología constituye un reflejo de las relaciones sociales mediadas por el género.

En el mismo ciberespacio conviven visiones contradictorias acerca de las

mujeres y de los hombres. En este sentido, Internet me ha ayudado mucho a realizar este

artículo, pues he encontrado un gran número de artículos feministas o escritos por autoras

feministas pero, al mismo tiempo, vemos como el ciberespacio contribuye a la separación

de esferas de hombres y mujeres y al refuerzo de los estereotipos de género.Un buen

ejemplo de este hecho lo hallamos en las páginas web de juegos de ordenador, en las que

puede observarse que los “juegos para niñas”, los “juegos para mujeres” o los “juegos para

chicas” constituyen una categoría diferenciada del resto. En este sentido, existen páginas

dedicadas en exclusiva a “juegos para chicas”, en las que encontramos categorías de juegos

como “diseño”, “estilismo”, “cocina”, “princesas”, “moda”, “decoración”, etc. En definitiva,

categorías que responden a actividades tradicionalmente femeninas. Por otro lado,

encontramos páginas que no están dedicadas a chicas de manera exclusiva, en la que “ser

chica” se convierte en una categoría más. En páginas como juegosdiarios.com o

pequejuegos.com, la categoría “chicas” aparece junto a otras como “deportes”, “infantiles”,

“lucha”, “aventuras”, “estrategia”, “lógica”, etc. Con este ejemplo se percibe de manera

clara el hecho de que los valores y estereotipos en los que se fundamenta las relaciones

asimétricas entre los sexos se trasladan, frecuentemente, al ciberespacio y éste pasa a ser,

gracias a su enorme poder de difusión, un instrumento que perpetúa y aumenta las

desigualdades nombradas. Judy Wajcman observa:

“Las teóricas feministas se han planteado si la digitalización de masas acabará

por cortar el vínculo entre tecnología y privilegio masculino –en realidad, si las

tecnologías han vivido un cambio de sexo. Sin embargo, aunque esta pregunta sigue

siendo de interés, cabe la sospecha de que se estén reproduciendo los modelos sociales

existentes de desigualdad bajo un nuevo disfraz tecnológico”27

La postura de Wajcman ante el optimismo de autoras ciberfeministas como

Sadie Plant es clara y nos dice que, a pesar de su afán por alejarse del esencialismo que

caracterizó a los feminismos de las décadas de los 70 y 80, siguen ubicadas en él tanto en lo

referente a la feminidad, como en la categoría de las nuevas tecnologías de la información

como esencialmente liberadoras para las mujeres. Wajcman observa que “…estamos ante

27

Wajcman, J., op. cit., p. 1

un determinismo tecnológico y biológico con una nueva apariencia postmoderna, esta vez

en forma de cibercultura, que en sí misma y por sí misma liberaría a las mujeres”28

La carencia de la postura ciberfeminista podemos hallarla, según Wajcman, en

que su optimismo imposibilita la explicación de la persistente inferioridad de las mujeres en

el campo de la tecnología29

.

Por otro lado, su esencialismo referido a las nuevas tecnologías como

liberadoras para las mujeres, ve innecesario cualquier tipo de activismo político puesto

que, si aceptamos la premisa de que las nuevas tecnologías, por sí mismas, acabarán con

la condición negativa de las mujeres, ¿con qué objetivo se llevarán a cabo las acciones

políticas? En efecto, como afirma acertadamente Judy Wajcman, si pensamos que la

tecnología es inherentemente femenina no es necesaria ninguna acción política.30

No cabe duda de que las acciones políticas son importantes, pues fuera de la

comunidad virtual libre y abierta que predican las ciberfeministas, existe un mundo real

constituido por comunidades reales31

en las que las diferencias de poder están bien

claras y nos llegan mediadas por diversas categorías, entre ellas el género. En palabras

de Verónica Sanz González “estas comunidades reales (materiales) siguen siendo muy

importantes, existiendo en ellas diferencias materiales y de poder, según la clase social,

el país o región de origen, la raza, y, por supuesto, el género”32

La otra crítica fundamental realizada al ciberfeminismo es que no tiene

en cuenta la escasa participación de las mujeres en las nuevas tecnologías de la

información, tanto en el diseño de dichas tecnologías, como en la producción de

contenidos. Este hecho imposibilita, como se ha comentado, un análisis crítico de lo que

son y suponen realmente las TIC’s para las mujeres.

Un análisis completo de las nuevas tecnologías de la información y la

comunicación lo podemos hallar en la alianza que se ha establecido entre

constructivismo y feminismo, a la que ha sistematizado y dado nombre la socióloga

australiana Judy Wajcman en su obra “El Tecnofeminismo”. En dicha obra, Wajcman

habla de la tecnología como un producto sociotécnico, es decir, un producto

“conformado a partir de las relaciones sociales que lo producen y lo utilizan”33

.

28

Wajcman, J., op. cit., p. 160 29

Wajcman, J., op. cit., p. 157 30

Wajcman, J., op. cit., p. 114 31

Sanz González, V. (2006), “Las tecnologías de la información desde el punto de vista del género:

posturas y propuestas desde el feminismo” en www.isegoria.com 32

Ibídem 33

Wajcman, J., op. cit., p. 17

Este término hace referencia a la concepción de la tecnología como

resultado tanto de procesos tecnológicos como de procesos sociales. La tecnología no es

neutral, sino que su creación y desarrollo responde a las estructuras sociales en las

cuales surge. La alianza entre constructivismo y feminismo surge por la aportación

realizada desde el segundo movimiento al primero del género como una categoría útil

para analizar las relaciones recíprocas entre tecnología y sociedad. Judy Wajcman ha

otorgado el nombre de “tecnofeminismo” a esta alianza que se ha establecido entre

feminismo y constructivismo y lo define de la siguiente manera:

“Cierto tecnofeminismo emergente concibe una relación mutuamente

conformadora entre género y tecnología, en la que la tecnología es, al mismo tiempo

fuente y consecuencia de las relaciones de género”34

De esta manera, observamos que existe también un proceso de

intercambio entre el género y la tecnología en el que “la tecnología no sólo afecta a las

relaciones y a la definición de género, sino que en toda innovación tecnológica se

produce una renegociación de las relaciones y una articulación de las identidades de

género que van a ser performadas con el uso de ese artefacto”35

Esta visión de las relaciones entre tecnología y género que incluye,

además de las fases de producción y diseño, las de uso y consumo, es mucho más

completa, pues no margina a las mujeres que, hasta este momento, habían estado

ubicadas mayoritariamente en las dos últimas fases señaladas. En este sentido, la

concepción de la tecnología como un producto sociotécnico ha acabado con las

dicotomías que separaban el diseño del uso y la producción del consumo rompiendo,

por lo tanto, la separación de esferas entre hombres y mujeres.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación deben ser

analizadas desde un punto de vista materialista y constructivista en el que aparezca la

perspectiva de género y en el que se tenga en cuenta que la asociación de la tecnología

con la masculinidad es una construcción social36

.

Los artefactos tecnológicos, pues, deben ser concebidos como objetos

culturales, objetos sociotécnicos, que cobran su significado en el momento en que se

incorporan a la vida cotidiana, es decir, en el momento en que empiezan a ser usados

34

Wajcman, J., op. cit., p. 161 35

Ibídem, p. 161 36

Alemany, M. C., “Tecnología y género: la reinterpretación de la tecnología desde la teoría feminista” en

M.J. Barral, C. Magallón, C. Miqueo, M.D. Sánchez (eds.): Interacciónes ciencia y género, Ed. Icaria,

Barcelona, 1999. p. 82

por las personas. Un buen ejemplo de este hecho lo hallamos en un estudio realizado

por dos autoras inglesas, Cynthia Cokburn y Susan Ormrond (1993) sobre el

microondas. Este artefacto tecnológico surgió de la tecnología de radares y fue ideado,

en principio, para las personas que trabajaban en los submarinos (hombres). La idea era

diseñar un aparato que permitiera calentar comida precocinada. Pasado un tiempo, el

aparato comenzó a comercializarse y fue dirigido especialmente a hombres solteros. Se

consideró que éstos eran los usuarios perfectos, pues no tenían mujeres que cocinaran

para ellos. En esta primera fase de su comercialización, los microondas fueron

diseñados en color gris y se ubicaron, en los almacenes, en la sección de “imagen y

sonido”. Cuando comenzaron a venderse, los fabricantes se percataron de que las

personas que mayoritariamente los compraban eran mujeres y, justo en ese momento, se

empezaron a diseñar de color blanco y cambiaron de lugar de exposición a las secciones

de “electrodomésticos”.

Lo curioso de este caso es el cambio del color gris al blanco. ¿Por qué

este cambio de color? Los electrodomésticos, hasta ese momento, se habían diseñado

casi en su totalidad en color blanco. En este sentido, la tecnología del ámbito privado

que, además, no era considerada tecnología, se asociaba irremediablemente con dicho

color. Los hombres no iban a comprar un aparato de color blanco asociado de manera

clara a la feminidad.

Entonces, hallamos que las relaciones sociales mediadas por el género

son materializadas en la tecnología y que, al mismo tiempo, los conceptos de

masculinidad y feminidad se transforman a través del uso de los artefactos tecnológicos.

Para ilustrar este hecho, expondré un ejemplo utilizado por Judy Wajcman en su obra

“Tecnofeminismo”. El artefacto tecnológico que protagoniza dicho ejemplo es la

máquina de escribir. Wajcman observa que la máquina de escribir tuvo género desde la

primera vez que se comercializó. Un dato significativo es que los primeros modelos se

realizaron en una fábrica de máquinas de coser y su diseño respondía a la imitación de

tales máquinas y sus teclas, además, fueron ideadas con la forma de las teclas de un

piano. En este sentido, tenemos que la tecnología quedaba inmediatamente relacionada

con dos actividades consideradas femeninas, a saber, la costura y tocar el piano. Judy

Wajcman observa que “dichas asociaciones, presentadas con un toque tecnológico,

dieron credibilidad a la idea de que las máquinas de escribir eran una herramienta

femenina”37

Esta asociación de las máquinas de escribir al mundo femenino tuvo

como consecuencia, a su vez, que la mecanografía se considerara como una actividad

femenina. Con este ejemplo, se expresa de manera clara la relación mutuamente

conformadora entre tecnología y género, pues la tecnología es influida por el género, en

este caso en el diseño, y esto acarrea la consecuencia de la creación de un nuevo espacio

femenino fundamentado en un nuevo estereotipo de género, que afirma que la actividad

de mecanografiar es una práctica de mujeres.

La relación que se establece entre el género y la tecnología es evidente. A

través de los dos ejemplos expuestos, hemos visto como el género influye, no sólo en el

diseño de los artefactos tecnológicos, sino también en su consumo y uso. Es importante

recalcar el papel activo de las mujeres en cuanto que éstas también contribuyen a la

creación, a través del uso y consumo de la tecnología, de nuevas relaciones sociales

entre los sexos.

En definitiva, preguntarnos por las ventajas que las nuevas tecnologías

ofrecen a las mujeres es muy importante, si tenemos en cuenta que la tecnología domina

todos los ámbitos de nuestra vida, pero también debe realizarse el esfuerzo de alejarse

del marco normativo y de lo que debería ser y realizar análisis constructivistas y

materialistas que conciban a la tecnología como un producto sociotécnico. En el caso

que nos ocupa, aplicar la perspectiva de género es fundamental, pues es la que nos

ayuda a dilucidar los estereotipos y roles tradicionales de género que, aún hoy, podemos

hallar en los desarrollos y aplicaciones de la tecnología. En este sentido y partiendo de

la premisa de que el contexto en el que se desarrolla la tecnología influye en la misma,

debemos concebir que la tecnología es flexible y, por lo tanto, que puede tener tanto

efectos beneficiosos como efectos perniciosos. En palabras de Judy Wajcman:

“La propia tecnología es plástica y, por consiguiente, una misma tecnología

puede tener efectos contradictorios, dado que el contexto y las relaciones sociales de su

utilización inciden en la misma”38

37

Wajcman, J., op. cit., p. 83 38

Wajcman, J., op. cit., p. 112