FEMINISMO Y NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA
COMUNICACIÓN: ENTRE LA DIOSA Y EL CYBORG
Amparo Romero Sánchez1
Universidad de La Laguna (Facultad de Filosofía)
c/ Marqués de Celada, nº 22, La Laguna (Tenerife), 38202
Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación nos han regalado nuevos
modelos de relaciones sociales nunca vistas hasta este momento. Para algunos han
supuesto, incluso, un nuevo tipo de sociedad, la denominada “sociedad del
conocimiento”.
Se ha llegado a afirmar que internet, como paradigma de este tipo de tecnologías, es la
expresión de la postmodernidad, de las maneras de relacionarse en este contexto y, por
supuesto, del tipo de sujeto que el pensamiento postmoderno preconiza.
Las feministas no han permanecido impasibles ante la nueva revolución tecnológica, y
el nuevo tipo de relaciones que las Nuevas Tecnologías de la Información y la
Comunicación han generado sirven de inspiración a autoras ciberfeministas como Sadie
Plant para hacer resurgir imágenes tan sugerentes como la red, paradigmática del tipo de
relación social actual que podemos hallar de manera especial en internet. Según Plant,
todas las personas podemos disfrutar de las ventajas de internet: trascender el tiempo y
el espacio y escapar de las limitaciones del cuerpo físico, escapar de la “carne”, en un
medio supuestamente democrático y no jerarquizado.
El obejtivo de este trabajo será explicar el motivo de que internet sirva muy bien a los
propósitos postmodernos, más que a los propósitos feministas. Internet es un espacio en
el que el sujeto fragmentado propuesto por muchos autores y autoras se desenvuelve
muy bien, pero como producto tecnológico sigue estando influenciado por los
1 Licenciatura en Filosofía por la Universidad de La Laguna. Máster en Filosofía, cultura y sociedad por la
Universidad de La Laguna. Máster en Teoría Feminista, Género y Políticas de Igualdad por la Universidad de La
Laguna. En la actualidad, becaria de investigación del programa “Lógica y Filosofía de la Ciencia” de la Universidad
de La Laguna con Mención de Calidad. Periodo de investigación correspondiente a la fase de Tesis Doctoral, en el
campo de Ciencia, Tecnología y Género.
significados de género. En este sentido, antes de afirmar categóricamente que el
ciberespacio es, como defienden muchas postmodernas, el terreno idóneo de lucha
política para las mujeres de esta época, hay que poner sobre la mesa muchísimas
cuestiones relativas a la influencia de los valores patriarcales en todo el proceso de
desarrollo tecnológico.
Palabras clave: feminismo, tecnología, ciberfeminismo, tecnofeminismo
1. INTRODUCCIÓN
Ahora que la carrera espacial ha quedado obsoleta, hoy que la aventura del
espacio ha sido sustituida por los viajes virtuales, los movimientos feministas se
plantean un nuevo reto: la conquista del ciberespacio. El feminismo ha sabido adaptarse
a lo largo de la historia a los diferentes contextos. Como ejemplo de este hecho,
tenemos el gran y variado número de corrientes feministas que podemos enumerar en la
actualidad. Desde las corrientes dominantes en las décadas de los setenta y ochenta,
como el feminismo cultural, el feminismo liberal o el feminismo socialista, hasta las
corrientes más recientes, como el ciberfeminismo o el tecnofeminismo, la lucha de las
mujeres no se ha caracterizado en ningún momento por la pasividad ante las diferentes
realidades en las que ha estado inserta. En este sentido, las feministas no han
permanecido impasibles ante la nueva revolución tecnológica, y el nuevo tipo de
relaciones que las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación han
generado sirven de inspiración a autoras ciberfeministas como Sadie Plant para hacer
resurgir imágenes tan sugerentes como la red, paradigmática del tipo de relación social
actual que podemos hallar de manera especial en internet. Esta nueva conquista es,
además, mucho mejor que la del espacio puesto que todos y todas podemos acceder a
ella. Todas las personas podemos disfrutar de las ventajas de internet: trascender el
tiempo y el espacio y escapar de las limitaciones del cuerpo físico, escapar de la “carne”
como predica la ciberfeminista Sadie Plant, en un medio supuestamente democrático y
no jerarquizado.
En el tema que nos ocupa y a pesar del optimismo de Plant, la entrada de las
teóricas feministas a los análisis sobre el desarrollo tecnológico no ha resultado tarea
fácil, fundamentalmente por un motivo: los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología se han mostrado reticentes a la aplicación de los análisis de la teoría
feminista, protagonizados por el concepto de género, sobre sus objetos de estudio. Esto
ha dado como resultado lo que Judy Wajcman denomina una ceguera de género2 en los
estudios de la tecnología de la corriente dominante, tanto en los más recientes como por
ejemplo la teoría del actor-red, como en las corrientes más tempranas.
Dentro de los propios movimientos feministas, la actitud hacia el desarrollo
tecnológico no se ha caracterizado por la uniformidad de pensamiento, pero podemos
realizar una división entre las posturas pesimistas/distópicas y las posturas
optimistas/utópicas.
En el feminismo de las décadas de los 70 y 80 la tendencia general de las
feministas con respecto a la tecnología fue la del pesimismo, tendencia que condujo
directamente a la distopía. Según la visión distópica de la tecnología, ésta tiene un
carácter patriarcal y su objetivo es dominar y explotar a las mujeres.
Actualmente, se percibe un clima generalizado de optimismo hacia el desarrollo
tecnológico dentro y fuera de los movimientos feministas, ejemplificado en Internet
como paradigmático del nuevo tipo de sociedad. Las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación suponen para muchas personas una ruptura con el
carácter de los desarrollos tecnológicos anteriores. En palabras de Judy Wajcman:
“Para muchas personas, la sociedad global de la información, que se caracteriza por
la comprensión del espacio y del tiempo, marca toda una nueva época en la condición
humana”3
Fuera de los análisis feministas, el optimismo hacia los nuevos desarrollos
tecnológicos se encarna en autores como Manuel Castells, que opinan que Internet no
está produciendo sólo una revolución tecnológica, sino también una revolución social.
En su obra “La Sociedad Red” (2002) , Castells afirma que internet es la base para la
creación de nuevas formas de relaciones sociales que nos ayudarán a recuperar los
valores comunitarios. Internet es, en definitiva, la solución para el individualismo y la
desintegración social.
Dentro de los movimientos feministas, las visiones realmente optimistas acerca
de las consecuencias del desarrollo tecnológico en las vidas de las mujeres comenzaron
a surgir en la década de los 90. Este punto de inflexión se debe a la obra de Donna
Haraway, protagonizada por la figura del cyborg. En efecto, Haraway inaugura, con su
2 Wajcman, J. , Tecnofeminismo, Ediciones Cátedra, Madrid, 2006, p. 66
3 Ibídem, p. 10
obra “Manifiesto para cyborgs” (1985), toda una corriente de vital optimismo con
respecto a las nuevas tecnologías. Dicha autora afirma la categoría de género, pero con
un matiz importante, a saber, ella critica el esencialismo de los feminismos de las
décadas de los 70 y 80. Observa que “no hay nada acerca de ser hembra que una
naturalmente a las mujeres. Ni siquiera existe tal estado como el de “ser” hembra, que
de por sí es una categoría altamente compleja construida en discursos científicos
sexuales debatidos y otras prácticas sociales”4
De esta crítica al esencialismo procede la que es, sin duda, su aportación más
polémica y productiva al movimiento feminista, el cyborg, como una figura que no
requiere una identidad estable. Esta figura que consiste en una síntesis entre ser humano
y máquina, se deriva de lo que Haraway denominó “conocimiento situado” que hace
referencia al esfuerzo por alejarnos de la objetividad patriarcal que, desde su punto de
vista, muchas feministas también han adoptado al centrar sus esfuerzos en nombrar y
totalizar la experiencia de las mujeres.
La expresión “conocimiento situado” permite la admisión de la parcialidad, es
decir, hace posible que los análisis se realicen desde el lugar que cada individuo ocupa.
Ante esta situación, surge el cyborg como el sujeto político ideal para las mujeres
actuales, que habitan en un contexto en el que el poder ya no ocupa un lugar exacto ni
es estático, sino que, al contrario, está en continuo movimiento.
La tecnología está presente en la obra de Haraway en su figura del cyborg y, en
este sentido, se percibe el optimismo hacia las nuevas tecnologías, pero esto no excluye
la crítica al desarrollo tecnológico. Haraway, al contrario que las ciberfeministas, es
consciente de las relaciones de poder existentes en la tecnología que son construidas
atendiendo a diversos factores. En su “Manifiesto cyborg” realiza una crítica radical a
la tecnociencia a la que percibe como un producto del capitalismo, el racismo, el
colonialismo y la dominación de los hombres. Pero, al mismo tiempo, el hecho de
concebir a la tecnociencia como un proceso social, le permite percibirla como un
elemento relevante para la emancipación de las mujeres. Haraway observa:
“Asumir la responsabilidad de las relaciones sociales de la ciencia y la
tecnología significa rechazar la metafísica de la anticiencia, la demonología de la
tecnología y, por lo tanto, significa suscribir la tarea cualificada de reconstruir los
4 Haraway, D. (1985), “Manifiesto cyborg” en www.tecnoliberacion.blogspot.com
límites de la vida diaria, en conexiones parciales con otros, en comunicación con todas
nuestras partes”5
Las nuevas tecnologías suponen para Haraway una nueva fuente de poder para
las mujeres. Esto requiere de una nueva forma de llevar a la práctica las políticas
feministas. Esta parte de la obra de Haraway constituye la zona de análisis de las
ciberfeministas, cuyas reflexiones se centran en Internet como el nuevo espacio de lucha
feminista, ejemplificando con esto la postura utópica con respecto al desarrollo
tencológico actual.
Desde el cyborg de Donna Haraway hasta los códigos binarios y las redes de la
ciberfeminista Sadie Plant han transcurrido casi 30 años, suficientes para elevar el
ciberespacio a la categoría de terreno de lucha idóneo para las mujeres del siglo XXI.
Destaca en este movimiento un optimismo con respecto a las nuevas tecnologías. Pero
este optimismo, a pesar de ser la tendencia general actual con respecto a la tecnología,
no ha calado en todos los feminismos. Siguen existiendo feministas que no comparten
esa visión de las nuevas tecnologías como liberadoras para las mujeres, tal es el caso del
ecofeminismo que, incluso en su forma más reciente de ecofeminismo construtivista,
aún sigue desconfiando de la tecnología.
El feminismo continúa oscilando, pues, de la diosa madre a los ordenadores y de
la naturaleza sagrada al ciberespacio, perpetuándose la brecha teórica entre las posturas
distópicas y tecnofóbicas y las corrientes utópicas y tecnófilas.
2. LA DIOSA: EL ECOFEMINISMO Y SU DESCONFIANZA HACIA LA
TECNOLOGÍA
El término ecofeminismo fue acuñado por Francoise D’ Eaubonne en 1974.
Desde ese momento se han desarrollado tres tipos de ecofeminismos, a saber, el clásico,
el espiritualista y el constructivista, que constituye la corriente más reciente. El primer
tipo de ecofeminismo señalado recibió muchas críticas en el seno del propio feminismo
por su esencialismo y su separatismo, que llevaron, en muchas ocasiones, a demonizar a
los hombres.
5 Ibídem
Una pensadora esencial de este primer tipo de ecofeminismo la hallamos en
Mary Daly que propone la creación y el desarrollo de una conciencia ginocéntrica y
biofísica frente a la conciencia masculina que ha creado una sociedad falotécnica y
necrofílica, haciendo referencia con estos términos al carácter agresivo y el afán
destructor de los hombres que se sirven, entre otras cosas, del desarrollo tecnológico
para explotar a la naturaleza y a las mujeres6.
La preocupación fundamental de este primer tipo de ecofeminismo fue la salud
sexual de las mujeres y la recuperación del control de su cuerpo por parte de las
mismas. Una de las soluciones se basó en la propuesta de una ginecología alternativa
que pusiera fin a los tratamientos de la ginecología de índole patriarcal encaminada a
invadir y explotar el cuerpo de las mujeres7. Vemos en este punto de manera clara la
crítica a la tecnociencia, pero centrada en el desarrollo de las técnicas reproductivas.
Este primer ecofeminismo es, en definitiva, un feminismo de la diferencia que
afirma que los hombres y las mujeres tienen esencias opuestas, en este caso concreto
como afirma Alicia H. Puleo “las mujeres se caracterizarían por un erotismo no
agresivo e igualitarista y por aptitudes maternales que las predispondrían al pacifismo
y a la preservación de la Naturaleza. En cambio, los varones se verían naturalmente
abocados a empresas competitivas y destructivas”8
El segundo tipo de ecofeminismo, el espiritualista, surge en el Tercer Mundo y,
sin duda alguna, su mayor representante es la filósofa y física nuclear Vandana Shiva.
En este tipo de ecofeminismo la premisa fundamental es la crítica al desarrollo
tecnocientífico occidental que, además de explotar a las mujeres y a la Naturaleza,
oprime a otros pueblos y culturas, engrosando la lista de calificativos de la postura
ecofeminista que ya es, además de antisexista y anti-antropocéntrica, antirracista y
antielitista.9 En palabras de Vandana Shiva “este sistema dominante (visión moderna de
la ciencia) no surgió como una fuerza liberadora para el conjunto de la humanidad
(aun cuando se legitimó en términos de un beneficio universal para todos), sino como
6 Puleo, A., “Feminismo y ecología” en www.mujeresenred.com
(http://www.nodo50.org/mujeresred/ecologia-a_puleo-feminismo_y_ecologia.htlm) 7 La obra más importante de Mary Daly, “Gin/ Ecology (1978) trata, precisamente, sobre este tipo de
cuestiones. 8 Puleo, A., “Feminismo y ecología” en www.mujeresenred.com
9 Ibid.
una proyección occidental, de orientación masculina y patriarcal, que implicaba
necesariamente la subyugación tanto de la naturaleza como de las mujeres”10
El pensamiento de Vandana Shiva está fundamentado en una visión filosófica-
religiosa basada en la concepción de la Naturaleza de la cosmología de la India, donde
ésta aparece como un principio femenino. Vandana Shiva lo expresa de la siguiente
manera: “Las mujeres en la India son una parte íntima de la naturaleza, tanto en la
imaginación como en la práctica. A un nivel, la naturaleza es simbolizada como la
encarnación del principio femenino y, a otro nivel, es nutrida por lo femenino para
producir vida y proporcionar sustento”11
La visión de Vandana Shiva nos muestra una relación unificada en la que no
existe separación entre hombres y mujeres y, tampoco, entre seres humanos y
naturaleza. Se trata de una relación recíproca que se da en el interior de una red de
múltiples relaciones entre todos los elementos del planeta, animados e inanimados. La
defensa de esta postura la lleva a criticar la concepción de la Naturaleza occidental, así
como su visión del desarrollo tecnocientífico y del progreso. Sus críticas empiezan por
los comienzos de dicha visión, cogiendo de ejemplo la filosofía cartesiana y la
dicotomía que establece entre seres humanos y naturaleza, en la que la segunda se
establece como un objeto separado del ser humano, inerte, estática y, por tanto, como un
mero recurso a explotar según nuestras necesidades.
Esta dualidad que se establece entre seres humanos se extrapola también a las
relaciones establecidas entre mujeres y hombres e, incluso, entre el primer mundo y el
tercer mundo hallando, por tanto, que las mujeres, más cercanas a la Naturaleza, son
también dominadas y explotadas por los hombres, más cercanos a la cultura y a la
civilización, y el tercer mundo es, asimismo, dominado, invadido y explotado por el
primero. En palabras de Vandana Shiva:
“La actividad contemporánea en pro del desarrollo del Tercer Mundo impone a
las comunidades de otras culturas los paradigmas científicos y económicos creados por
la ideología occidental basada en el género. Hoy sabemos que la destrucción ecológica
y la marginación de la mujer han sido los resultados de la mayoría de los programas y
proyectos de desarrollo basados en dichos paradigmas; violan la integridad de una y
destruyen la productividad de la otra. Las mujeres, como víctimas de la violencia de las
10
Shiva, V., “Reduccionismo y regeneración: crisis en la ciencia” en M. Mies, V. Shiva (comp.),
Ecofeminismo, Ed. Icaria, Barcelona, 1993, p. 39 11
Shiva, V., “Las mujeres en la naturaleza” en A. Romero, M.J. Agra (comp.), Ecología y feminismo, Ed.
Ecoroma, Granada, 1998, p. 161
formas patriarcales de desarrollo, se han alzado contra éste para proteger la
naturaleza y preservar su vida y su sustento.”12
El ecofeminismo espiritualista ha tenido su importancia, puesto que ha incluido
en sus reflexiones, no sólo la categoría de género, sino también la de etnia y clase
superando, por tanto, el ecofeminismo clásico al que su esencialismo condujo,
frecuentemente, a concebir a las mujeres como pertenecientes a una categoría única
obviando, pues, otro tipo de opresiones que coexisten con la de género. Sin embargo,
esto no quiere decir que el ecofeminismo espiritualista logre salir del esencialismo
porque, como se ha visto, la relación entre las mujeres y la naturaleza se fundamenta en
una visión del mundo, en una cosmología filosófica-religiosa establecida y ubicada en
otra dimensión y, por tanto, imposible de cambiar o erradicar, negando con esto
cualquier tipo de constructivismo.
En cualquier caso, lo importante para este trabajo es la visión negativa de la
tecnología que, hasta ahora, tienen los dos tipos de ecofeminismos expuestos,
concibiéndola como un proyecto de la sociedad occidental patriarcal cuyo objetivo es
dominar y explotar a las mujeres y a la Naturaleza. La tecnociencia es, entonces,
eminentemente patriarcal y la única solución al problema reside en la construcción de
un nuevo tipo de paradigma de desarrollo tecnocientífico que se fundamente en los
valores femeninos, es decir, en el pacifismo y en el cuidado de los otros.
El tercer tipo de ecofeminismo nombrado, el constructivista, es el más reciente y
constituye la corriente que más ha innovado dentro del movimiento ecofeminista, por su
afán de alejarse del esencialismo del ecofeminismo clásico y del misticismo del
ecofeminismo espiritualista. Aunque sigue manteniendo el pesimismo con respecto al
desarrollo tecnocientífico, ataca las dualidades establecidas por la sociedad occidental
entre naturaleza/cultura, razón/emoción, mente/cuerpo y hombre/mujer “de tal suerte
que ha sido catalogado como inferior todo aquello asociado con emoción, mujer,
cuerpo, naturaleza, y catalogado como superior aquello relacionado con hombre,
mente, cultura, humano, razón”13
. Estas dicotomías responden a construcciones
sociohistóricas14
y, en este sentido, vemos como las ecofeministas constructivistas
atacan la relación más defendida por los ecofeminismos ya expuestos, a saber, la que,
tradicionalmente, se ha establecido entre las mujeres y la naturaleza proponiendo una
12
Shiva, V., “Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo”, Ed. Horas y Horas, Madrid, 1988, p. 23. 13
Aguilar García, T. (2007), “Ciberfeminismo y ecofeminismo” en www.dialnet.com
(http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2729580) 14
Ibid.
reconstrucción de la concepción de dicha relación a través de un análisis que desvele los
mecanismos de discriminación de las sociedades patriarcales.
Dos autoras representativas de este tipo de ecofeminismo son Carolyn
Merchant15
y Bina Agarwal. Las dos defienden, como el ecofeminismo clásico y el
espiritualista, la doble explotación perpetrada por la sociedad patriarcal, esto es, a las
mujeres y a la Naturaleza, pero con el importante matiz ya mencionado del carácter
construido de la relación mujer-naturaleza. La primera ubica el comienzo de esta
relación y la consecuente explotación en la época de la Revolución Industrial. La
segunda, de origen indio al igual que Vandana Shiva, encuentra el enlace de mujer y
naturaleza en las tareas y funciones que han sido asignadas al género femenino. En este
sentido, la preocupación de las mujeres, indias en este caso concreto, por el cuidado de
la naturaleza no responde al principio femenino de la naturaleza en la cosmología india,
como defiende Vandana Shiva, ni a características biológicas de las mujeres, como
proclama el ecofeminismo clásico. Bina Agarwal fundamenta esta relación en una base
material constituida por la división sexual del trabajo y la distribución del poder y de la
propiedad, teniendo en cuenta no sólo el género, sino también la clase, la etnia y, en el
caso específico de la india, la casta. Bina Agarwal observa:
“¿Qué significado tiene la relación de las mujeres con el medioambiente? ¿Es
distinta de la de los hombres? La creciente literatura sobre ecofeminismo en Occidente,
y especialmente en los Estados Unidos, conceptualiza el vínculo entre el género y el
medioambiente principalmente en términos ideológicos. Sin embargo, una lucha cada
vez más intensa por la supervivencia en el mundo desarrollado destaca la base material
necesaria para este vínculo y establece la base para una formulación alternativa al
ecofeminismo, a la cual denomino “medioambientalismo feminista”.”16
Las críticas realizadas por Bina Agarwal a los ecofeminismos clásicos y
espiritualista desde su postura del “medioambientalismo feminista” son numerosas,
pudiendo encontrar entre ellas algunas ya mencionadas, como el esencialismo y la
homogeneización de la categoría mujer. A pesar de esto, el pesimismo con respecto al
desarrollo tecnocientífico sigue haciendo acto de presencia, aunque la solución ya no
reside en la construcción de un paradigma de desarrollo basado en los valores
15
Una de sus obras pioneras y más representativas es The Death of Nature. Women, Ecology and the
Scientific Revolution. HarperCollins Publishers, NY, 1980. 16
Agarwal, B., “El género y el debate medioambiental: lecciones desde India” en A. Romero, M.J. Agra
(comp.): Ecología y feminismo, Ed. Ecorama, Granada, 1998, p. 179
femeninos, sino en la creación de un nuevo modelo de relación con la naturaleza en el
que no aparezca el género.
3. EL CYBORG: EL CIBERFEMINISMO Y SU DEFENSA DE UN
ESPACIO SIN GÉNERO
El ciberfeminismo comenzó en Adelaide (Australia) como un movimiento
artístico de mujeres cuyo objetivo consistió en subvertir la identidad femenina en la red,
espacio idóneo para esta tarea por su carácter flexible y abierto. Dicho grupo se denominó
VNS Matrix y escribió el primer manifiesto ciberfeminista titulado “Manifiesto
ciberfeminista para el siglo XXI” en 1991 que constituyó un homenaje al cyborg de
Haraway. El término “ciberfeminismo” fue acuñado por Sadie Plant en 1995, dos años
antes de la publicación de su obra “Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva
tecnocultura”, que puede ser considerada actualmente el soporte del fundamento teórico
del movimiento ciberfeminista.
El ciberfeminismo es una corriente heterogénea y esto dificulta su definición. Si
partimos de la premisa de que el movimiento ciberfeminista ha escogido internet no sólo
como protagonista de sus reflexiones, sino también como espacio de acción, la
consecuencia previsible es que se trata de un movimiento múltiple y descentralizado. Este
hecho dificulta en extremo su definición y clasificación. Las mismas ciberfeministas están
en contra de los intentos por definir el movimiento y se decantan por decir lo que no es
antes que lo que es. Durante el primer encuentro Ciberfeminista Internacional, que tuvo
lugar en Alemania en septiembre de 1997, se escribieron las “100 antítesis” de lo que no es
el ciberfeminismo. Algunas de ellas son “...el ciberfeminismo no es una fragancia, el
ciberfeminismo no es una ideología, el ciberfeminismo no es aburrido, el ciberfeminismo
no es una institución, el ciberfeminismo no es una teoría, el ciberfeminismo no es una
práctica, el ciberfeminismo no es esencialista, el ciberfeminismo no es natural”17
Cien negaciones para realizar una “no-definición” del movimiento. Cien
negaciones que han logrado que el ciberfeminismo carezca de una definicición certera y de
un marco teórico consistente. ¿Qué es, entonces, el ciberfeminismo? ¿Qué tipos de
ciberfeminismo existen? Hasta ahora diversas autoras han realizado distintas
clasificaciones de ciberfeminismos. La más usada es la que divide el movimiento en dos
17
Véase en http://www.obn.org/cfundef/100antitheses.html
ramas, a saber, el ciberfeminismo utópico y el ciberfeminismo distópico. El primer tipo se
decanta por la utopía y defiende la idea de que internet es el espacio idóneo para la lucha
política feminista por su carácter flexible y abierto que permite la subversión de la
identidad tradicional. Este tipo de ciberfeminismo percibe internet como el lugar que nos
otorgará la posibilidad de conseguir la utopía de los movimientos feministas, a saber,
conseguir que las personas no tengan una identidad determinada ontológicamente.
El segundo tipo de ciberfeminismo argumenta que internet, lejos de generar
identidades múltiples e innovadoras, sigue reforzando las identidades masculinas y
femeninas tradicionales a través del refuerzo de los estereotipos de género. En este lado
pesimista de la moneda, internet se describe como un espacio patriarcal y violento
presidido por la pornografía y por otros intereses de la masculinidad hegemónica
occidental, convirtiendo el espacio virtual en un terreno de lucha impracticable para los
movimientos feministas.
Para aclarar conceptos, considero necesario no englobar las posturas distópicas
en el rótulo de “ciberfeminismo”, puesto que ambos conceptos se contradicen. El
ciberfeminismo como tal es un movimiento que, a pesar de su heterogeneidad, tiene un
buen hilo conductor en que se adhiere al optimismo de Haraway y rechaza completamente
la visión distópica y tecnófoba mantenida por las diversas corrientes feministas de las
décadas de los 70 y 80. Por este motivo dichas posturas no pueden denominarse
“ciberfeministas”. El ciberfeminismo se alía, en cambio, con una tecnofilia imbuida de
optimismo que ve en las nuevas tecnologías la vía que llevarán a las mujeres a la
liberación. Se trata, como afirma Teresa García Aguilar, de una alianza entre las mujeres y
las máquinas que se ve plenamente realizada en el ciberespacio, como lugar idóneo para
llevar a cabo la lucha feminista por su especial carácter que permite “que las identidades
se borren y cobren la fluidez de una ontología no estanca”18
Por último, autoras como Montserrat Boix y Ana de Miguel hablan de
un“ciberfeminismo social”19
que, desde mi punto de vista, no sería otra cosa que activismo
feminista en la red. Considero que la diferencia fundamental estriba en que las feministas
que realizan activismo en la red ven internet como una herramienta más de lucha política.
Las ciberfeministas, en cambio, perciben internet como el único espacio de lucha posible
para las mujeres, pues es el único terreno en el que es posible la transgresión de la
18
García Aguilar, T. (2007), “Ecofeminismo y ciberfeminismo” en www.dialnet.com 19
De Miguel, A.; Boix, M., “Los géneros de la red: los ciberfeminismos” en
http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/ciberfeminismo-demiguel-boix.pdf
identidad de género. Las características del denominado “ciberfeminismo social” lo
acercan más al tecnofeminismo de Judy Wajcman que al ciberfeminismo, como veremos
en el último apartado del presente artículo.
Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, la descripción de ciberfeminismo
que se realiza en el presente artículo gira en torno al pensamiento de Sadie Plant como la
representante teórica principal del movimiento, concretamente en torno a su obra “Ceros +
Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura”, en la que la filósofa reconstruye la
identidad femenina asociándola con la informática, de manera concreta, y con las
tecnologías que trabajan en red, de manera general. Esta nueva identidad se construye a
partir de la asociación de la informática con la imagen de la red y la actividad de tejer,
tradicionalmente feminizada.
Leer e interpretar la obra de Sadie Plant no es tarea fácil por su forma de
presentar las reflexiones. Esto es así porque dicha autora traslada a su escritura la forma de
organización de internet, descentralizada y deslocalizada. A pesar de esto, pueden detectarse
dos nudos teóricos que fundamentan sus reflexiones y también un hilo conductor que
cumple la función de sistematizar y unir los argumentos. Los nudos teóricos son la
comunicación y la identidad. El hilo conductor de la obra de Plant lo hallamos en la figura
de Ada Lovelace considerada hoy la primera programadora informática, que recurrió a la
idea de las tarjetas perforadas del telar de Jacquard para su diseño de la Máquina Analítica20
.
La idea de las tarjetas perforadas del telar de Jacquard es relevante en la obra de
Sadie Plant porque es la que permite enlazar la actividad de tejer tradicionalmente femenina,
el símbolo de la Red como forma de comunicación propiamente femenina, la flexibilidad de
los espacios que permiten este tipo de comunicación, propicios para la creación de múltiples
e innovadoras identidades y, por último, el funcionamiento de las Nuevas Tecnologías de la
Información y la Comunicación, con Internet como paradigma. Con esto cierra Plant el
círculo: ordenadores, comunicación en red, actividad de tejer, construcción de nuevas
identidades, identidad femenina.
Las tecnologías que trabajan en red, según Sadie Plant, han estado
protagonizadas históricamente por mujeres, desde la telefonía hasta la actualidad con el caso
paradigmático de comunicación en red en internet. El objetivo de Plant es reescribir la
20
Durante muchos años los logros de Ada Lovelace estuvieron ocultos tras su función de intérprete de la
obra de Charles Babbage en la que el científico exponía su diseño de la Máquina Analítica. Actualmente
se conocen las originales aportaciones que Ada Lovelace realizó en la traducción de la obra de Babbage,
que incluían críticas al diseño de su maestro, propuestas alternativas al mismo e instrucciones para el
funcionamiento de la máquina.
identidad femenina asociándola con este tipo de tecnologías para concluir que las Nuevas
Tecnologías de la Información y la Comunicación no tienen un carácter masculino, tal y
como pretenden las corrientes feministas esencialistas y tecnófobas, sino que tienen un
carácter femenino fundamentado especialmente en el tipo de comunicación que las
protagonizan. El objetivo último de Plant no es positivar un espacio que hasta ahora ha
estado masculinizado, sino demostrar que ese espacio siempre estuvo dominado por las
mujeres.
La actividad de tejer, actividad asociada con la identidad femenina en
muchísimas culturas, es la que otorga el resultado de la red. En la obra de Sadie Plant
aparece como una metáfora que cruza sus reflexiones sobre la construcción de la identidad y
sobre las formas de comunicación.
Con respecto a las formas de comunicación, Plant establece una distinción entre
dos tipos: la comunicación lineal, masculina y jerárquica, por un lado, y la comunicación en
red, femenina y democrática. El primer tipo de comunicación es propia de la tecnología
industrial, de la que Plant afirma que si tenía un carácter patriarcal y masculino. El segundo
tipo es característico de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Sadie Plant afirma que con el declive de la industria pesada y el surgimiento de
las nuevas tecnologías, las demandas para lidiar con la tecnología han cambiado. Entre las
virtudes requeridas para el manejo de los artefactos tecnológicos ya no se encuentran la
fuerza física y lo que ella denomina las “energías hormonales”21
masculinas. La tecnología
actual precisa de velocidad, de inteligencia y de habilidades interpersonales y
comunicativas. Este hecho, desde su punto de vista, beneficia a las mujeres pues son
capacidades que éstas han desarrollado a lo largo de la historia. La tecnología industrial,
dominada por una forma de comunicación lineal y jerárquica, si tuvo un carácter patriarcal y
masculino. La tecnología actual, protagonizada por la flexibilidad y la comunicación en red,
tiene un carácter femenino. En palabras de Teresa García Aguilar:
“Sadie Plant opina que la tecnología es fundamentalmente femenina y no
masculina, puesto que las capacidades de conectividad, fluidez, típicas del tradicional
carácter femenino, y que le habían servido a las mujeres de exclusión, son hoy día,
cualidades esenciales para moverse en la red, frente a la rigidez de la identidad fija y
singular del patriarcado. A las mujeres les va bien en procesos fluidos, de tejer”22
21
Plant, S., “Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura”, Editorial Destino, Barcelona,
1998, p. 44 22
Aguilar García, T. (2007), “Ecofeminismo y ciberfeminismo” en www.dialnet.com
Con respecto al tema de la construcción de la identidad, vemos como un espacio
protagonizado por el tipo de comunicación descrita es idóneo para huir de las dicotomías
opresoras creadas por la sociedad patriarcal. En efecto, en internet las férreas y gruesas
líneas que separaban la naturaleza de la cultura, la mente del cuerpo o el hombre de la mujer,
ya no aparecen ante nuestros ojos de una manera tan nítida. Esta difusión de las dualidades
existentes, hace posible que las mujeres se “piensen a sí mismas” fuera de las
interpretaciones estrechas realizadas por la sociedad patriarcal atendiendo a las dicotomías
expuestas. Internet es para Plant un lugar de liberación, un lugar donde no existe el género y,
por lo tanto, un espacio que permite la libre creación de identidades no sujetas a las
dicotomías nombradas. Sobre este tema, Sadie Plant nos obsequia, en su obra Ceros + Unos
con una apasionada y sugestiva definición de lo que es y supone el ciberespacio:
“El ciberespacio apareció como una zona incorporal más salvaje que el más
salvaje Oeste, más vigoroso que la carrera del espacio, más sexy que el sexo, y mucho
mejor que caminar por la Luna. Era la última frontera de las fronteras, la más pura de
las islas vírgenes, el más nuevo de los territorios, una realidad diseñada según las
especificaciones humanas, una zona artificial madura ya para un proceso de
colonización infinito, capaz de satisfacer cualquier deseo final, especialmente el de
escapar de la “carne””23
Escapar de la “carne”, escapar del determinismo biológico que encierra las
identidades en un cuerpo físico, que encierra el género en un cuerpo biológico. El
ciberespacio, Internet, nos otorga esta oportunidad y, por este motivo, las ciberfeministas
nos dicen que es posible transformar la condición femenina a través de la creación de esa
multiplicidad de identidades, sirviéndonos de las nuevas tecnologías para realizar esta ardua
tarea. En palabras de Judy Wajcman “en el ciberespacio todas las señas físicas, corpóreas,
se eliminan de la comunicación”24
4. ENTRE LA DIOSA Y EL CYBORG: EL TECNOFEMINISMO DE JUDY
WAJCMAN
“¿Por qué habrían las feministas de verse obligadas a elegir entre la solución del
cyborg y la solución de la diosa?”25
23
Plant, S., op. cit., p. 177 24
Wajcman, J., op. cit., p. 104 25
J. Wajcman (2004; 151)
Esta pregunta, planteada por Judy Wajcman, expresa de manera magistral la
polarización a la que se ha visto abocado el feminismo con respecto a la cuestión de
la tecnología y al impacto e influencia de ésta en las vidas de las mujeres. Una
división que, en palabras de Wajcman, caricaturiza el feminismo pues obvia otras
formas de crítica feminista de la tecnología que son conscientes tanto del peligro del
esencialismo y del pesimismo, como de las ventajas que podemos hallar en las
nuevas tecnologías para las vidas de las mujeres.
Las dos posturas expuestas presentan problemas. En el primero de los casos,
el pesimismo, ejemplificado en el presente trabajo por el ecofeminismo, conduce al
esencialismo del género por considerar que la tecnología es, de manera inherente,
patriarcal y masculina. Por otro lado, también conduce al determinismo tecnológico,
al no admitir la heterogeneidad del proceso tecnológico y las relaciones recíprocas
que se establecen entre la tecnología y el género.
En el segundo caso, el optimismo, representado en este trabajo por la postura
ciberfeminista, conduce a la acogida de los nuevos desarrollos tecnológicos sin una
perspectiva crítica que haga posible explicitar los sesgos y valores patriarcales presentes
en la tecnología. Esta actitud acrítica lleva, como se ha visto, a la inactividad política,
puesto que el ciberfeminismo confunde lo utópico y lo descriptivo. Judy Wajcman
observa:
“La fuerza del pensamiento utópico deriva precisamente del hecho de que se
refiere a un lugar que no existe, a la luz del cual es posible criticar el presente. La
utopía se refiere a lo que “no hay”, no a lo que “ahora hay”. Al fusionar esta
distinción, el ciberfeminismo presenta la imaginación utópica como una descripción
más o menos adecuada de aspectos de lo que actualmente existe”26
El ciberfeminismo representa de manera ejemplar la visión utópica con
respecto al tema de la tecnología. Las nuevas tecnologías son esencialmente liberadoras
para las mujeres, puesto que su apertura y flexibilidad permiten la libre creación de la
identidad. Las nuevas tecnologías de la información no sólo implican la subversión de
la identidad masculina, sino también la creación de múltiples identidades innovadoras
que pueden acabar con los roles de género tradicionales.
Este optimismo hace que el ciberfeminismo adolezca en general de una visión
crítica con perspectiva de género que sea capaz de dilucidar hasta qué punto un producto
26
J. Wajcman (2004; p. 118)
surgido en una determinada sociedad con unos valores concretos –en este caso patriarcales-
puede ser el instrumento idóneo para la emancipación de las mujeres o si, por el contrario, la
misma tecnología constituye un reflejo de las relaciones sociales mediadas por el género.
En el mismo ciberespacio conviven visiones contradictorias acerca de las
mujeres y de los hombres. En este sentido, Internet me ha ayudado mucho a realizar este
artículo, pues he encontrado un gran número de artículos feministas o escritos por autoras
feministas pero, al mismo tiempo, vemos como el ciberespacio contribuye a la separación
de esferas de hombres y mujeres y al refuerzo de los estereotipos de género.Un buen
ejemplo de este hecho lo hallamos en las páginas web de juegos de ordenador, en las que
puede observarse que los “juegos para niñas”, los “juegos para mujeres” o los “juegos para
chicas” constituyen una categoría diferenciada del resto. En este sentido, existen páginas
dedicadas en exclusiva a “juegos para chicas”, en las que encontramos categorías de juegos
como “diseño”, “estilismo”, “cocina”, “princesas”, “moda”, “decoración”, etc. En definitiva,
categorías que responden a actividades tradicionalmente femeninas. Por otro lado,
encontramos páginas que no están dedicadas a chicas de manera exclusiva, en la que “ser
chica” se convierte en una categoría más. En páginas como juegosdiarios.com o
pequejuegos.com, la categoría “chicas” aparece junto a otras como “deportes”, “infantiles”,
“lucha”, “aventuras”, “estrategia”, “lógica”, etc. Con este ejemplo se percibe de manera
clara el hecho de que los valores y estereotipos en los que se fundamenta las relaciones
asimétricas entre los sexos se trasladan, frecuentemente, al ciberespacio y éste pasa a ser,
gracias a su enorme poder de difusión, un instrumento que perpetúa y aumenta las
desigualdades nombradas. Judy Wajcman observa:
“Las teóricas feministas se han planteado si la digitalización de masas acabará
por cortar el vínculo entre tecnología y privilegio masculino –en realidad, si las
tecnologías han vivido un cambio de sexo. Sin embargo, aunque esta pregunta sigue
siendo de interés, cabe la sospecha de que se estén reproduciendo los modelos sociales
existentes de desigualdad bajo un nuevo disfraz tecnológico”27
La postura de Wajcman ante el optimismo de autoras ciberfeministas como
Sadie Plant es clara y nos dice que, a pesar de su afán por alejarse del esencialismo que
caracterizó a los feminismos de las décadas de los 70 y 80, siguen ubicadas en él tanto en lo
referente a la feminidad, como en la categoría de las nuevas tecnologías de la información
como esencialmente liberadoras para las mujeres. Wajcman observa que “…estamos ante
27
Wajcman, J., op. cit., p. 1
un determinismo tecnológico y biológico con una nueva apariencia postmoderna, esta vez
en forma de cibercultura, que en sí misma y por sí misma liberaría a las mujeres”28
La carencia de la postura ciberfeminista podemos hallarla, según Wajcman, en
que su optimismo imposibilita la explicación de la persistente inferioridad de las mujeres en
el campo de la tecnología29
.
Por otro lado, su esencialismo referido a las nuevas tecnologías como
liberadoras para las mujeres, ve innecesario cualquier tipo de activismo político puesto
que, si aceptamos la premisa de que las nuevas tecnologías, por sí mismas, acabarán con
la condición negativa de las mujeres, ¿con qué objetivo se llevarán a cabo las acciones
políticas? En efecto, como afirma acertadamente Judy Wajcman, si pensamos que la
tecnología es inherentemente femenina no es necesaria ninguna acción política.30
No cabe duda de que las acciones políticas son importantes, pues fuera de la
comunidad virtual libre y abierta que predican las ciberfeministas, existe un mundo real
constituido por comunidades reales31
en las que las diferencias de poder están bien
claras y nos llegan mediadas por diversas categorías, entre ellas el género. En palabras
de Verónica Sanz González “estas comunidades reales (materiales) siguen siendo muy
importantes, existiendo en ellas diferencias materiales y de poder, según la clase social,
el país o región de origen, la raza, y, por supuesto, el género”32
La otra crítica fundamental realizada al ciberfeminismo es que no tiene
en cuenta la escasa participación de las mujeres en las nuevas tecnologías de la
información, tanto en el diseño de dichas tecnologías, como en la producción de
contenidos. Este hecho imposibilita, como se ha comentado, un análisis crítico de lo que
son y suponen realmente las TIC’s para las mujeres.
Un análisis completo de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación lo podemos hallar en la alianza que se ha establecido entre
constructivismo y feminismo, a la que ha sistematizado y dado nombre la socióloga
australiana Judy Wajcman en su obra “El Tecnofeminismo”. En dicha obra, Wajcman
habla de la tecnología como un producto sociotécnico, es decir, un producto
“conformado a partir de las relaciones sociales que lo producen y lo utilizan”33
.
28
Wajcman, J., op. cit., p. 160 29
Wajcman, J., op. cit., p. 157 30
Wajcman, J., op. cit., p. 114 31
Sanz González, V. (2006), “Las tecnologías de la información desde el punto de vista del género:
posturas y propuestas desde el feminismo” en www.isegoria.com 32
Ibídem 33
Wajcman, J., op. cit., p. 17
Este término hace referencia a la concepción de la tecnología como
resultado tanto de procesos tecnológicos como de procesos sociales. La tecnología no es
neutral, sino que su creación y desarrollo responde a las estructuras sociales en las
cuales surge. La alianza entre constructivismo y feminismo surge por la aportación
realizada desde el segundo movimiento al primero del género como una categoría útil
para analizar las relaciones recíprocas entre tecnología y sociedad. Judy Wajcman ha
otorgado el nombre de “tecnofeminismo” a esta alianza que se ha establecido entre
feminismo y constructivismo y lo define de la siguiente manera:
“Cierto tecnofeminismo emergente concibe una relación mutuamente
conformadora entre género y tecnología, en la que la tecnología es, al mismo tiempo
fuente y consecuencia de las relaciones de género”34
De esta manera, observamos que existe también un proceso de
intercambio entre el género y la tecnología en el que “la tecnología no sólo afecta a las
relaciones y a la definición de género, sino que en toda innovación tecnológica se
produce una renegociación de las relaciones y una articulación de las identidades de
género que van a ser performadas con el uso de ese artefacto”35
Esta visión de las relaciones entre tecnología y género que incluye,
además de las fases de producción y diseño, las de uso y consumo, es mucho más
completa, pues no margina a las mujeres que, hasta este momento, habían estado
ubicadas mayoritariamente en las dos últimas fases señaladas. En este sentido, la
concepción de la tecnología como un producto sociotécnico ha acabado con las
dicotomías que separaban el diseño del uso y la producción del consumo rompiendo,
por lo tanto, la separación de esferas entre hombres y mujeres.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación deben ser
analizadas desde un punto de vista materialista y constructivista en el que aparezca la
perspectiva de género y en el que se tenga en cuenta que la asociación de la tecnología
con la masculinidad es una construcción social36
.
Los artefactos tecnológicos, pues, deben ser concebidos como objetos
culturales, objetos sociotécnicos, que cobran su significado en el momento en que se
incorporan a la vida cotidiana, es decir, en el momento en que empiezan a ser usados
34
Wajcman, J., op. cit., p. 161 35
Ibídem, p. 161 36
Alemany, M. C., “Tecnología y género: la reinterpretación de la tecnología desde la teoría feminista” en
M.J. Barral, C. Magallón, C. Miqueo, M.D. Sánchez (eds.): Interacciónes ciencia y género, Ed. Icaria,
Barcelona, 1999. p. 82
por las personas. Un buen ejemplo de este hecho lo hallamos en un estudio realizado
por dos autoras inglesas, Cynthia Cokburn y Susan Ormrond (1993) sobre el
microondas. Este artefacto tecnológico surgió de la tecnología de radares y fue ideado,
en principio, para las personas que trabajaban en los submarinos (hombres). La idea era
diseñar un aparato que permitiera calentar comida precocinada. Pasado un tiempo, el
aparato comenzó a comercializarse y fue dirigido especialmente a hombres solteros. Se
consideró que éstos eran los usuarios perfectos, pues no tenían mujeres que cocinaran
para ellos. En esta primera fase de su comercialización, los microondas fueron
diseñados en color gris y se ubicaron, en los almacenes, en la sección de “imagen y
sonido”. Cuando comenzaron a venderse, los fabricantes se percataron de que las
personas que mayoritariamente los compraban eran mujeres y, justo en ese momento, se
empezaron a diseñar de color blanco y cambiaron de lugar de exposición a las secciones
de “electrodomésticos”.
Lo curioso de este caso es el cambio del color gris al blanco. ¿Por qué
este cambio de color? Los electrodomésticos, hasta ese momento, se habían diseñado
casi en su totalidad en color blanco. En este sentido, la tecnología del ámbito privado
que, además, no era considerada tecnología, se asociaba irremediablemente con dicho
color. Los hombres no iban a comprar un aparato de color blanco asociado de manera
clara a la feminidad.
Entonces, hallamos que las relaciones sociales mediadas por el género
son materializadas en la tecnología y que, al mismo tiempo, los conceptos de
masculinidad y feminidad se transforman a través del uso de los artefactos tecnológicos.
Para ilustrar este hecho, expondré un ejemplo utilizado por Judy Wajcman en su obra
“Tecnofeminismo”. El artefacto tecnológico que protagoniza dicho ejemplo es la
máquina de escribir. Wajcman observa que la máquina de escribir tuvo género desde la
primera vez que se comercializó. Un dato significativo es que los primeros modelos se
realizaron en una fábrica de máquinas de coser y su diseño respondía a la imitación de
tales máquinas y sus teclas, además, fueron ideadas con la forma de las teclas de un
piano. En este sentido, tenemos que la tecnología quedaba inmediatamente relacionada
con dos actividades consideradas femeninas, a saber, la costura y tocar el piano. Judy
Wajcman observa que “dichas asociaciones, presentadas con un toque tecnológico,
dieron credibilidad a la idea de que las máquinas de escribir eran una herramienta
femenina”37
Esta asociación de las máquinas de escribir al mundo femenino tuvo
como consecuencia, a su vez, que la mecanografía se considerara como una actividad
femenina. Con este ejemplo, se expresa de manera clara la relación mutuamente
conformadora entre tecnología y género, pues la tecnología es influida por el género, en
este caso en el diseño, y esto acarrea la consecuencia de la creación de un nuevo espacio
femenino fundamentado en un nuevo estereotipo de género, que afirma que la actividad
de mecanografiar es una práctica de mujeres.
La relación que se establece entre el género y la tecnología es evidente. A
través de los dos ejemplos expuestos, hemos visto como el género influye, no sólo en el
diseño de los artefactos tecnológicos, sino también en su consumo y uso. Es importante
recalcar el papel activo de las mujeres en cuanto que éstas también contribuyen a la
creación, a través del uso y consumo de la tecnología, de nuevas relaciones sociales
entre los sexos.
En definitiva, preguntarnos por las ventajas que las nuevas tecnologías
ofrecen a las mujeres es muy importante, si tenemos en cuenta que la tecnología domina
todos los ámbitos de nuestra vida, pero también debe realizarse el esfuerzo de alejarse
del marco normativo y de lo que debería ser y realizar análisis constructivistas y
materialistas que conciban a la tecnología como un producto sociotécnico. En el caso
que nos ocupa, aplicar la perspectiva de género es fundamental, pues es la que nos
ayuda a dilucidar los estereotipos y roles tradicionales de género que, aún hoy, podemos
hallar en los desarrollos y aplicaciones de la tecnología. En este sentido y partiendo de
la premisa de que el contexto en el que se desarrolla la tecnología influye en la misma,
debemos concebir que la tecnología es flexible y, por lo tanto, que puede tener tanto
efectos beneficiosos como efectos perniciosos. En palabras de Judy Wajcman:
“La propia tecnología es plástica y, por consiguiente, una misma tecnología
puede tener efectos contradictorios, dado que el contexto y las relaciones sociales de su
utilización inciden en la misma”38
37
Wajcman, J., op. cit., p. 83 38
Wajcman, J., op. cit., p. 112