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EVANGELIO 2018 El Evangelio de cada día comentado por José Fernando Rey Ballesteros

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EVANGELIO 2018

El Evangelio de cada día comentado por José Fernando Rey Ballesteros

Primera edición: Julio 2017

© J Fernando Rey© Cobel

ISBN: 978-x

www.cobelediciones.com

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

INTRODUCCIÓN

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en voso-tros, pedid lo que deseáis, y lo conseguiréis” (Jn 15, 7). Pero lo cierto es que, cuando el alma paladea un día tras otro las palabras del Señor, cada vez se desean menos cosas, hasta que sólo se de-sea una: al propio Dios. Y, ante ese deseo, el Señor no se resiste, y se entrega por completo.

No tienen otro propósito estas páginas que el ayudarte a sa-borear, cada día, las palabras del Señor. Se trata, como en años anteriores, de una selección de comentarios tomados del blog Espiritualidad Digital, y orientados a facilitar la oración de quie-nes vivimos en medio del mundo, y nos movemos al ritmo que el mundo se mueve. Por ello son comentarios breves, centrados en lo esencial, como una llamada a la contemplación que se prolon-gue durante toda la jornada. Que también quienes pasamos el día en movimiento podemos, y debemos, ser contemplativos.

José-Fernando Rey Ballesteros, pbro.

enero

ENERO1 de enero(Santa María, Madre de Dios)

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21 En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacía Belén y

encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto; conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Descansa. No corras más. Has llegadoLos pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José,

y al niño acostado en el pesebre.Corren los pastores. María y José reposan en Jesús. Reposa Jesús en el

pesebre. Y cuando, finalmente, los pastores llegan, reposan ellos en Jesús, María y José. Ya no corren. Han alcanzado a Aquél a quien buscaban, y ahora, mientras recuperan el aliento entre jadeos, sueñan con no moverse nunca más de allí. No será posible; tras un tiempo de adoración profunda, deberán salir a proclamar cuanto han visto y oído. Pero sus corazones quedan, de por vida, recostados con Jesús en el pesebre. Hay ya un fondo de paz en sus al-mas que los acompañará siempre.

Has corrido mucho en tu vida. Detente, calla y mira. Aquí, en ese pesebre, está lo que buscabas, aunque no te lo parezca. Parece un niño más, nada hay en Él que asombre a los sentidos, salvo su pobreza. Pero, si contemplas sus ojos, en ellos verás el Cielo. Ningún niño tiene esos ojos; ninguno, sólo Él.

María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Aprende de ella, y de los pastores. Guarda en el alma cuanto ahora ves.

Navid

ad2 de eneroLectura del santo evangelio según san Juan 1, 19-28 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron des-

de Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: - «¿Tú quién eres?» Él confesó y no negó; confesó: - «Yo no soy

el Mesías.» Le preguntaron: - «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: - «No lo soy.» - «¿Eres tú el Profeta?» Respondió: - «No.» Y le dijeron: -«¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Él contestó:

- «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.» Entre los enviados había fa-riseos y le preguntaron: - «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió:

- «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de des-atar la correa de la sandalia.»

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El misterio y sus ventanasHan pasado dos mil años desde que Cristo vino a este mundo, y sigue

siendo uno que no conocéis.A lo largo de estos veinte siglos, ha habido santos, doctores y teólogos

que han tratado de explicarnos su misterio, pero sus palabras no han sido sino linternas que tratan de alumbrar la cavidad de un pozo sin fondo: han desvelado partes de la entraña, aunque la entraña misma sigue oculta en una luminosa oscuridad, invitando al alma enamorada a adentrarse de nuevo en lo profundo de claridades llenas de tinieblas.

Cuanto más escribo, más lo complico. Y, sin embargo, todo es tan sen-cillo como una mirada a los ojos del Niño Jesús. Esos ojos, ventanas de su humanidad santísima, son la entrada del pozo. Uno puede mirar a través de ellos, inclinarse hacia delante en busca de horizontes, y, desear caer de cuer-po entero dentro del misterio, ser absorbido por él. Pero, cuando eso sucede, ya no puedes contarlo a nadie, porque has pasado de la muerte a la vida y sólo puedes esperar a que otros lleguen, a que lleguen todos.

Uno que no conocéis... Pero sólo Él es verdad, y lo demás mentira, si no está en Él.

enero

3 de eneroLectura del santo evangelio según san Juan 1, 29-34Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el

Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le co-nocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».

Un cordero, una escena, tres lugaresAsí lo presenta Juan: Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del

mundo.Y, conforme escuchas las palabras del Bautista, mientras miras al Niño

en el pesebre, se congregan en el cuerpo de un pequeño la blancura inocente del cordero y la púrpura terrible de la sangre.

Un pesebre no es sólo el comedero donde se alimentan las bestias. Cuando el Hijo de Dios se recostó en el pesebre de Belén –cuyo nombre significa «casa del pan»– ese pesebre fue altar, patena y cruz. Es lugar de sacrificio, donde se ofrece la víctima que nos obtendrá el perdón de nuestras culpas. Mi patena, con la que celebro misa cada día, es pesebre donde yace el Niño Dios.

El Santo Sacrificio ha comenzado a ofrecerse. Las primeras gotas de sangre se derraman en la circuncisión; serán preludio de un río que lava-rá la tierra. Y a ese pesebre, comedero de bestias, acudiremos quienes nos convertimos en peores que bestias por nuestros pecados, ya lavados en su gracia, para allí comer el Pan de vida.

¿Lo ves? Belén, el Calvario, y el altar, los tres son uno. Los reúne el corde-ro de Dios, que quita el pecado del mundo.

Navid

ad4 de eneroLectura del santo Evangelio según san Juan 1,35-42 En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fiján-

dose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

«¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»- Él les dijo: «Venid y lo veréis».

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oye-ron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)».

Es limpio, y limpia. Es santo, y santificaLo normal, lo que dictan las leyes físicas, es que, si yo mezclo una tela

limpia con diez telas manchadas de barro, la tela limpia deje de estarlo y se ensucie con el barro de las demás. La suciedad se contagia; la limpieza, no.

Con el Señor, sin embargo, las leyes físicas no parecen importar dema-siado en materia de limpieza. Vino a la tierra limpio de pecado, y, mientras estaba en el seno materno, todo era limpieza. Pero, apenas nació, vivió entre hombres manchados. El hogar de Nazaret fue un pequeño refugio de san-tidad, aunque no era impermeable al entorno que lo rodeaba (¿por qué al-gunos cristianos se empeñan en vivir en «burbujas católicas»?). A los doce años, Jesús abandonó aquel hogar por vez primera y se mezcló con los hom-bres. Y, desde los treinta, vivió entre ellos. Sin embargo...

Este es el Cordero de Dios... Sabemos cómo sigue: El que quita el pecado del mundo. En lugar de mancharse Él, Cristo limpia a quien lo toca.

¿El secreto? Jesús no es una tela limpia entre telas manchadas. Jesús es la limpieza misma. Basta con que le dejes tocarte con su gracia y quedarás limpio tú; no se manchara Él.

enero

5 de eneroLectura del santo Evangelio según san Juan 1, 43-51 En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra

a Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice:

«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret». Natanael le replicó:

«¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le respon-de: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees?

Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los

ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Conócete a ti mismoVivimos tiempos favorables para psiquiatras, psicólogos, y escritores de

libros de autoayuda. Los hombres han abandonado a Dios, y muchos andan como locos buscándose a sí mismos, porque sueñan ser el sustituto más idóneo del Dios a quien abandonaron.

Un médico o un buen escritor podrán situar al hombre ante el espejo, pero ni basta el espejo para que una persona se conozca, ni está garantizado que el encuentro con uno mismo, sin Dios, genere la felicidad.

Los médicos ayudan cuando el cuerpo o la mente están enfermos, y los escritores pueden ayudar o estorbar (depende). Pero, cuando es el alma la que adolece, sólo Dios puede sanar. Es su terreno.

Con todo, quien se busca a sí mismo va por buen camino si desea ser fe-liz. Pero debe saber dónde encontrarse. Y no es en la consulta de un médico, sino en los ojos de Dios encarnado.

Navid

ad¿De qué me conoces?, pregunta Natanael a Jesús. Yo también pregun-

té a Jesús: «¿Me conoces? Dime quién soy». Jesús me respondió: «Tú eres aquél a quien amo y por quien estoy dispuesto a dar la vida». Todo lo demás de mí –¡incluso mi pecado!– se echó atrás. Resulta que ahora me gusto.

6 de enero(La Epifanía del Señor)

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey

Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

- «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque he-mos visto salir su estrella y, venimos a adorarlo. »

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron: - «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última

de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastorea-rá a mi pueblo Israel.”» Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:

- «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

enero

Oro, incienso y mirraEsta mañana, los Reyes Magos han pasado por tu casa. Y así anda todo

revuelto: papeles por los pasillos, cajas en los rincones... Los niños se han abalanzado sobre los regalos, y han dejado el hogar patas arriba.

A pesar de todo ese desorden, te voy a pedir que busques bien: ¿Has encontrado los regalos del Niño Jesús? ¡Menudo día de Reyes, si Aquél por quien tanto viajaron se queda sin sus ofrendas!

Ta daré una pista, para que encuentres lo que Melchor, Gaspar y Baltasar le han dejado al Niño:

– Oro: No tienen por qué ser lingotes amarillos; pesan mucho. Pero se-guro que hay un dinero para Jesús, que tú entregarás como ofrenda a los pobres y como ayuda a la Iglesia.

– Incienso: Es la oración que asciende al Cielo como el humo, y perfuma el aire llenándolo de Dios. Tus propósitos de rezar más este año son incienso agradable al Niño Dios.

– Mirra: Es bálsamo que unge a los muertos, y cambia el olor de putre-facción por aroma agradable. Tus ayunos, tu mortificación y penitencia, este año, convertirán la muerte en vida.

¿Lo has encontrado ya? ¡Pues venga, corre, a Misa! ¡A entregar las ofren-das al Niño Dios!

7 de enero(El Bautismo del Señor –Ciclo B–)

Lectura del santo evangelio según san Marcos1, 7–11En aquel tiempo, predicaba Juan diciendo: «Detrás de mí viene

el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinán-dome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aque-llos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

Resumen de una vida con argumentoResumir una vida no es siempre posible. Muchas vidas no tienen argu-

Navid

admento: sus dueños cruzaron puertas conforme se abrían, pero sin seguir un camino. Incluso las vidas que tienen argumento, las consagradas al logro de un fin, son difíciles de resumir.

Lo grande en Jesús, cuya vida tenía el argumento dramático de la Reden-ción, es que el gesto que la resumió fue realizado cuando los acontecimien-tos principales estaban por suceder.

El agua significaba muerte. El Diluvio y la ruina de los egipcios en el Mar Rojo no dejaban lugar a ambigüedades. Aunque aquellos hombres preten-dían lavar sus almas en el Jordán, un río no podía purificarlos. La corriente, entonces, mostraba su significado trágico: «Soy pecador y merezco sumer-girme en la muerte». El rito terminaba ahí. Salir del agua para retomar la vida era mero trámite.

Jesús desciende. No necesita lavarse, aunque limpia el agua. Pero, al su-mergirse, anuncia su Pasión en el río que abrió a Israel la Tierra Prometida. Emerge del agua, y se abren los cielos, anunciando su resurrección. Descien-de el Espíritu como una paloma, y presagiamos Pentecostés.

Pasión, resurrección, envío del Espíritu. La vida pública de Jesús no ha-bía comenzado. Pero, en el Jordán, todo quedó resumido.

8 de enero(Lunes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20 Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea

a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Con-

vertíos y creed en el Evangelio». Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el her-

mano de Simón. echando las redes en el mar, pues eran pesca-dores.

Jesús les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inme-

diatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su

hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

enero

¡Es urgente!Apenas da tiempo a reaccionar, pero es urgente, y te levantas tal y como

estás, como si te sacaran de la cama a las tres de la mañana a causa de un incendio. Tras dos semanas de quietud ante el pesebre donde el Niño Dios yacía, ese mismo Dios, ya no tan niño, recluta almas en una apresurada leva de emergencia.

Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos... Venid conmigo y os haré pescadores de hombres...

Simón y Andrés no esperan: Inmediatamente dejaron las redes y lo si-guieron. Tampoco Santiago y Juan: Dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Lo único que rompe la escena eres tú pensándotelo todo mil veces: «que si no me convertiré en un fanático, que si no me gustaría ser como ésos que se comen a los santos, que si no hay motivo para rezar tanto cuando basta con ir a misa los domingos y confesar de tarde en tarde, que si no debería meterme en la vida de los demás»...

¿Pero no te das cuenta de que se nos condenan las almas? ¿A qué espe-ras para decidirte a ser santo?

9 de enero(Martes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28 En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinago-

ga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisa-mente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:

«¿Qué tenemos que ver nosotros, contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó:

«Cállate y sal de él». El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito

muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad.

Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Navid

adLa Verdad en tiempos de la postverdadPor dos veces leemos, en el evangelio de hoy, la palabra «autoridad» re-

ferida a Jesús:No enseñaba como los escribas, sino con autoridad.Este enseñar con autoridad es nuevo.Sabemos bien lo que esa palabra significa: se trata de esa cualidad por la

que una persona merece ser obedecida. La palabra de Cristo tenía el timbre de Dios, a quien toda criatura debe obediencia.

Autoridad no es poder. A quien tiene poder se le obedece a la fuerza. La autoridad, sin embargo, debe ser reconocida por quien obedece.

He aquí el triste triunfo de nuestra sociedad sobre Dios: la autoridad no vale en Occidente más que una gramola o cualquier otro cacharro antiguo. La fuerza de un mensaje, a día de hoy, se mide por sus «me gusta» en Face-book o sus visitas en Youtube. Una verdad que no se convierta en viral en las redes sociales está destinada al desprecio y al olvido. Vivimos los tiempos de la postverdad, de la mentira con aplausos.

Tampoco creamos que hemos inventado nada nuevo. A Cristo le obede-cieron los mares y los demonios. Los hombres lo crucificamos. Debería haber redimido al mundo con su autoridad, pero tuvo que hacerlo con su sangre.

10 de enero(Miércoles de la 1ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39 En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago

y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediata-

mente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfer-mos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puer-ta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía ha-blar. Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscu-ro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:

-«Todo el mundo te busca». Él les responde: -«Vámonos a otra

enero

parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expul-sando los demonios

La Verdad en tiempos de la postverdad (II)No se dan cuenta de que esa batalla no es la nuestra. Porque quien es

la Verdad no puede triunfar en el mundo de la postverdad sin convertirse en mentira. Lo peor que podría suceder es que esos «superapóstoles» triunfa-sen: habrían adulterado al propio Cristo para conseguir, a cambio, el aplauso de un mundo que abomina de Dios.

– Todo el mundo te buscaTraduzcamos: «Tienes cien mil visitas en Youtube. Un millón de “me gus-

ta” en Facebook. Tu Twitter no para de generar “trendig topics”».– Vámonos a otra parteTraduzcamos: «No he venido a la tierra cosechar aplausos. Si todo el

mundo me busca, no es porque quiera convertirse, sino porque he curado a sus enfermos y quieren acaparar ese poder mío para su propio provecho. Los mismos que hoy me siguen en Twitter me odiarán mañana, cuando les diga la verdad».

11 de enero(Jueves de la 1ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45 En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de

rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: -«Quiero: queda limpio».

La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo des-pidió, encargándole severamente:

-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentar-te al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que sirva de testimonio».

Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a el de todas partes.

Tiem

po

Ord

inario

Milagros... con permisoAntes de comulgar, rezamos: «Señor, no soy digno de que entres en mi

casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». Al orar así, reconocemos el inmenso poder que contiene la palabra de Cristo a la hora de redimir al hombre.

Jesús pronuncia una palabra sobre un leproso, y la lepra se retira: Quie-ro; queda limpio. Pero, si esa palabra pudo desplegar todo su poder, fue por-que aquel enfermo la recibió con fe. Los bancos sobre los que se sientan mis feligreses durante la misa han estado expuestos a muchas lecturas del evan-gelio sin inmutarse. Por desgracia, a algunos feligreses les sucede lo mismo.

La palabra de Cristo sólo sana a quien la escucha devotamente. Es pre-ciso preparar el terreno en el interior del alma, traer –a ser posible– leídas y meditadas las lecturas cuando venimos a misa, prestar atención mientras se proclaman, y volver sobre ellas en el momento en que comulgamos, cuando el propio Jesús bendice nuestros cuerpos con su presencia.

No hay magia en la Iglesia. No existe una fuerza irresistible. Hasta que Cristo vuelva, todo su poder depende del amor con que lo acojamos y el fer-vor con que recibamos cada sacramento.

Cuando vuelva será distinto.

12 de enero(Viernes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 1-12 Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo

que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les pro-

ponía la palabra. Y vinieron trayéndole un paralítico entre cuatro y, como no po-

dían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:

«Hijo, tus pecados quedan perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus

adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pe-

enero

cados, sino solo uno, Dios?». Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:

«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decir al paralítico “tus pecados te son perdonados” o decirle “levántate, coge la ca-milla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hom-bre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados - dice al paralítico -:

«Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa». Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista

de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual».

La Verdad en tiempos de la postverdad (y III)¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdona-

dos» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»?¿Hace falta responder? Por si acaso lo hiciera: para devolver la movilidad

a un tullido, Dios no tiene que hacer el más mínimo esfuerzo. Para perdonar pecados, fue preciso que muriese en una cruz entre grandes dolores.

Tampoco deberían necesitar respuesta las siguientes preguntas:¿Qué es más fácil: ser popular en las redes sociales, o lograr la conver-

sión de un solo pecador? ¿Crear un vídeo que acapare millones de visitas, o mover a un lujurioso a ayunar y hacer penitencia? ¿Vomitar tweets que sean carne de “trendig topic”, o conseguir que un matrimonio joven renuncie a la anticoncepción? ¿Decirle a los medios de comunicación lo que quieren oír, o proclamar a los hombres la verdad sin tapujos cuando esa verdad es lo contrario de lo políticamente correcto?

Entre lo fácil y lo difícil, Cristo redimió al hombre por el camino más duro.¿Por qué hoy nos empeñamos nosotros en decirle: «¡Mejor por el ata-

jo!»? ¿Sabemos a dónde conduce ese atajo?

13 de enero(Sábado de la 1ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17 En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda

la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: «Sígueme». Se

Tiem

po

Ord

inario

levantó y lo siguió. Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de

Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían. Los escri-bas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:

«¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y les dijo:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ve-nido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Enfermos y pecadoresSorprendidos de que entrase en casa de Leví, los fariseos decían de Je-

sús: «¡De modo que come con publicanos y pecadores!». Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a lla-mar a los justos, sino a los pecadores».

Apréndelo bien, no vayas a creer que el Verbo divino ha descendido a la tierra para hacer un recuento de almas puras: Cristo ha venido para curar enfermos y redimir pecadores.

Y eso somos nosotros: enfermos y pecadores. Llevamos a cuestas mu-chas heridas. La vida nos ha ido golpeando desde niños, y también nuestros pecados han dejado en nosotros huellas de muerte que –aunque pensemos lo contrario– no se curan solas. Ni vivir ni pecar es gratis. Lo único gratuito es la misericordia de Dios.

Y, con todo, muchos rehúsan recibirla porque no son humildes. No están dispuestos a reconocerse enfermos, y apenas admiten ser pecadores más allá de cuatro o cinco pequeñas faltas «de rutina». ¿Para qué confesarse, si no tienen pecado? ¿Para qué ir a misa, si están bien como están?

Mírate bien: ¡Te encuentras tan necesitado! Mira a ese Cristo que te mira, y aprende que ha venido para ti.

14 de enero(2º domingo del Tiempo Ordinario –Ciclo B–)

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 35–42En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de

sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el

enero

Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y si-guieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cris-to—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quie-re decir, “Piedra”.

Tres palabras que valen el cieloResponder una pregunta con otra pregunta es una impertinencia. Pero

hay preguntas que son respuestas, al igual que hay respuestas que son au-ténticos enigmas.

En el caso de Juan, su pregunta es la mejor de las respuestas. Jesús le interrogó cuando Juan le seguía: ¿Qué buscáis?

Me gustaría que muchos, al entrar en la iglesia, escucharan esa pregunta proveniente del sagrario. Y me gustaría, también, escuchar las mil respues-tas: «Busco un sentido a mi vida», «busco paz de espíritu», «busco vida eter-na», «busco cumplir con mis costumbres», «busco consuelo en mi dolor», «busco ayuda para mi hijo en paro», «busco tranquilidad de conciencia», «busco la santidad», «busco las gafas, porque las dejé aquí olvidadas en la misa anterior»…

La respuesta–pregunta de Juan, sin embargo, es sobrecogedora: Rabí, ¿dónde vives? Jesús, a buen seguro, se estremeció por dentro. Hay todo un tratado de espiritualidad cristiana en esas tres palabras: «Te busco a ti, Je-sús. Y quiero saber dónde vives, porque, en adelante, ya no quiero vivir si no es contigo. No me des nada; no me importa. Renuncio a todo desde hoy. Pero no quisiera perderte a Ti jamás. Dime dónde vives, y seré el hombre más feliz del mundo».

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15 de enero(Lunes de la 2ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22 En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos es-

taban de ayuno, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan.

¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el es-

poso está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y enton-ces ayunarán en aquel día.

Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

Odres nuevosUna comida apetitosa, una bebida embriagadora, un vaso de agua fresca

en verano, una habitación cálida en invierno... Hay gozos que se reciben y se disfrutan en el cuerpo.

Una conversación agradable, un paseo al atardecer, una caricia de un ser querido, una película entretenida o un juego ameno con tus familiares o amigos... Son gozos que se reciben y se disfrutan en el corazón.

Todos ellos tienen algo en común: pasan. «Tan pronto se va el placer, como después de acabado, da dolor», decía Jorge Manrique. Nadie lo ha ex-presado mejor.

Cuando Dios decidió hacer feliz al hombre, le entregó un gozo que no pasa. Pero ese gozo, la bienaventuranza, no puede ser soportado por nues-tros pobres cuerpos ni por nuestros corazones enfermos. Nadie echa vino nuevo en odres viejos. Si alguien espera que ser santo sea como estar co-miendo día y noche, que desista. ¡Qué horror!

A vino nuevo, odres nuevos. ¿Sabes que tienes alma? Hay en tu interior un santuario donde Dios quiere habitar para hacerte muy feliz. Anda, recó-gete. Reza. Nunca has conocido tu alma, porque nunca has sido capaz de permanecer en silencio. Si no callas y rezas, te perderás lo mejor de la vida.

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16 de enero(Martes de la 2ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus

discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas. Los fariseos le preguntan: «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».

Él les responde: « ¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus

hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que sólo está permitido comer a los sacerdo-tes, y se los dio también a quienes estaban con él» Y les decía:

«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sá-bado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».

De entre dos...«De entre dos posibilidades, busca siempre la que más fastidia».No es broma. Para muchos, ésta es una regla infalible. Y, si tienen que

elegir entre comer y ayunar, están seguros de que Dios los quiere al borde de la inanición. Por eso, cuando comen, lo hacen con mala conciencia. Otros se acercan al marido o a la mujer volteando antes el cuadro de la Virgen del dormitorio, como diciendo: «Mejor no lo veas, es que no puedo contenerme». Si beben una cerveza, creen que deben después darse cien latigazos en peni-tencia. «De entre dos... siempre la que más fastidia».

Los fariseos eran así. Ven a los apóstoles comiendo en sábado, y pre-guntan: ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido? En su interior pensaban: «¡Están gozando! ¡Menudo hatajo de pecadores!».

Dan pena quienes no conocen más Dios que sus complejos. Dios no es así. Dios quiere al hombre feliz, sano, contento y agradecido. Si se complace en el ayuno, es como remedio del pecado, y sólo temporalmente, porque en el Cielo reserva Dios al hombre un banquete suculento.

«De entre dos posibilidades... La que te lleve a amar más a Dios y a darle gracias». ¡Eso sí!

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17 de enero(Miércoles de la 2ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6 En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí

un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observan-do, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.

Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les pregunta: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?,

¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?». Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:

«Extiende la mano». Lo extendió y su mano quedó restableci-da. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los hero-dianos para acabar con él.

Dos enfermos y un milagroDos personas entraron aquel sábado en la sinagoga. Los dos enfermos:

el uno, enfermo del cuerpo, tenía paralizado un brazo. El otro, enfermo del alma, estaba poseído del espíritu de la soberbia y lo juzgaba todo. El enfermo del cuerpo lamentaba cada día su dolencia; por si no fuera suficiente des-gracia no poder mover el brazo, también soportaba las miradas de aquellos que lo tenían por maldito. En cuanto al enfermo del alma... Ése era uno de los que miraban.

«Extiende el brazo». Lo extendió y quedó restablecido. En cuando salie-ron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

Dos personas salieron aquel sábado de la sinagoga: uno de ellos salió feliz, curado y agradecido. El otro salió indignado, con la envidia y el odio añadidos a su soberbia, tramando muerte y más infeliz que nunca.

Ya ves... En el templo entramos todos enfermos, pero no todos salimos de allí curados ni felices. Jesús es salvador para el humilde, pero es juez para quien todo lo sabe.

No quieras saberlo todo. Si eres soberbio, suplica por tu alma. Y el mismo Jesús que sanó a inválido te sanará a ti.

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18 de enero(Jueves de la 2ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 7-12 En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla

del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de

Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.

Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:

«Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer

Como un pedazo de PanNo tuvo que ser fácil, para el Señor, estar acosado durante tres años por

multitudes sedientas de milagros. Lee despacio, y dime si no sientes cierto agobio:

Acudía mucha gente... Encargó a sus discípulos que le tuviesen prepara-da una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío... Todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo...

Cuántas veces, entre aquellas aglomeraciones, sentirían los apóstoles deseos de salir huyendo a toda velocidad. Pero Jesús, que estaría mucho más cansado que ellos, sin embargo, se dejó comer. Ya era, entonces, Eu-caristía.

Me cuenta un padre de familia numerosa que logró, en cierta ocasión, quedarse solo en casa mientras su mujer e hijos salían a comprar. Abrió un libro, consiguió leer unas páginas en la paz más absoluta, y, al rato, escuchó las pisadas de los suyos en la escalera. Por un momento –dice– sintió un enorme fastidio, pero rápidamente, se arrepintió, al pensar que ellos eran su razón para vivir, e hizo propósito de sonreír cuando abrieran la puerta. A mí aquel hombre me pareció un alma de Dios.

Aprende. No te defiendas de los demás. Déjate comer. Haz como Jesús, y como este padre de familia. Sé Eucaristía.

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19 de enero(Viernes de la 2ª semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 13-19 En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que él quiso

y se fueron con él. E instituyo doce para que estuvieran con él y para enviarlos a

predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios: Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebe-

deo y Juan, el hermano de Santiago, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Barto-lomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.

Los que él quisoEl consejo directivo de una empresa, un equipo de fútbol, la cúpula de un

partido político, el profesorado de un centro educativo... Todos quieren tener en la cumbre a los mejores, a los más capacitados. A nadie se le ocurriría entrar en el mercado, elegir a doce personas al azar, y nombrarlos vocales de la junta directiva de una multinacional.

A nadie, menos a Jesús. Él fue llamando a los que él quiso. Se trataba de doce hombres corrientes, llenos de imperfecciones. Pero eran los que él quiso.

Así nos ha elegido a ti y a mí. Y nos eligió con todos nuestros defectos. Sin embargo, somos los que él quiso.

No vayas a pensar que Jesús es un insensato, o que no cuida de su Iglesia. Aunque no nos eligió porque fuésemos los mejores, esa llamada, si correspondemos a ella con generosidad, nos santificará. Y es que, con Je-sús, las cosas suceden al revés que con el mundo. No busca a los mejores y después los llama. Llama primero, y después, si los elegidos responden, los santifica y los convierte en otros Cristos.

Sé generoso con quien te ha llamado, y Él te hará capaz de realizar la tarea.