eterno tourmalet - pdl pro 15

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Tourmalet Por Ginobartali Fotos: T. de Waele / www.zikliamatore.com / archivo l’ Équipe ETERNO

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Artículo sobre el Tourmalet publicado en julio del 2010 en la revista PDL PRO

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TourmaletPor Ginobartali Fotos: T. de Waele / www.zikliamatore.com / archivo l’ Équipe

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No soy gallego, pero no tengo más re-medio que afirmar que escribir sobre el Tourmalet es fácil y difícil a la vez. Fácil,

porque da mucho de sí. Pero difícil, porque se ha escrito mucho ya. A mí, además, me resulta muy sugerente, tal es la atracción que siento hacia él. Desde el punto de vista de un cicloturista, es un puerto muy agradecido. Es duro, sí, pero está al alcance de cualquiera con una condición física nada extraordinaria. Hoy día, con triple plato o compact, tardarás hora y media, dos horas, o dos horas y media, pero llegarás. Hay muchos puertos más duros, incluso en los mismos Pirineos. Pero no son el Tourmalet… No se entienden los Pirineos sin el Tourmalet, no se entiende el Tour sin el Tour-malet, no se entiende el ciclismo sin el Tourmalet. Cada vertiente tiene su propia personalidad. La de Sainte Marie de Campan es un poco más cor-

ta, empieza más suave, pero se endurece con-siderablemente a media subida. Yo diría que se hace algo más dura.Yo prefiero la vertiente de Luz Saint Sauveur, un pelín más larga, pero con pendientes más re-gulares y, sobre todo, con la sensación de alta montaña que transmiten los últimos 10 kilóme-tros, a partir de Barèges.Ambas vertientes tienen en su último kilómetro la pendiente media más importante, lo que añade un plus de satisfacción a quien corona. A mí me parece que un puerto con final duro marca más. El famoso Mortirolo, por ejemplo, con ser durísi-mo, tiene una parte final más llevadera y la sen-sación es a menudo de que “no era para tanto”. En cambio, las Tres Cimas de Lavaredo tienen una parte final tremenda, y no son pocos los que las recuerdan como de superior dureza.

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Un poco de historia. No se sabe muy bien qué significa el nombre “Tourmalet”. Al volverse célebre gracias al ciclismo, se tradujo como “mal rodeo”, aunque en gascón se asemejaría más a “montaña lejana”. La ruta tiene siglos de existen-cia, y era utilizada por pastores y peregrinos. En 1675, se tiene la noticia del primer paso por la cima, en carroza… transportada a hombros. Se sabe quién iba dentro: la marquesa de Maintenon, que fue esposa del rey Luis XIV. No se conoce la identidad de los porteadores que llevaron a cabo tamaña hazaña, discutible costumbre que vemos hoy día con los sherpas nepalíes. Será a media-dos del siglo XIX cuando la ruta se modernice, bajo el reinado de Napoleon III. Un político francés de la época, Achille Jubinal, declaró en el parlamento: “Escuchen esto: hace cinco o seis años, sólo se podía pasar a caballo por el Col d´Aspin. Ahora, gracias al Emperador, quien tuvo personalmente la idea de las rutas ter-males, pasamos por el Col de Torte y por el Col de Aspin, a 1800 metros sobre el nivel del mar. Por el Tourmalet, y por el Col de Geyresourde, que desciende por Luchon. Pasamos a 2000 metros de altura con coches de 4 caballos, tan fácilmen-te como por la plaza de la Concorde. ¿Por qué

no podría un ferrocarril penetrar por donde aho-ra pasan los coches?”. Como es bien sabido, es a partir del año 1910 cuando el Tourmalet se da a conocer en el mundo gracias al ciclismo, y en particular a la osadía de Henri Desgranges, quien propuso una etapa de 326 kilómetros que, aún hoy, resulta durísima.Alphonse Steines, fiel colaborador de Desgran-ges, escribió, tras su disputa: “Ciertamente, esta décima etapa ha sido dura. La creímos imposible, pero no lo es. Por lo tanto, hay que mantenerla para los próximos Tours de Francia”. Y así, año tras año, la leyenda del Tourmalet se fue consoli-dando. Pasar en cabeza por la cima supone en-trar directamente en la historia del ciclismo, junto a muchos de los más grandes. Y simplemente subirlo en carrera, es una experiencia única. No importa tanto en qué lugar de la etapa esté situa-do, si lejos o cerca de la meta. Siempre estará a rebosar de aficionados dispuestos a aplaudir y animar a todos y cada uno de los ciclistas. Sin importar quiénes son. En esos momentos, cada ciclista es poco menos que un héroe. Unas sen-saciones que probablemente queden grabadas para siempre en quienes han tenido la fortuna de vivirlas. Sana envidia…

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