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ESTUDIO EXPLORATORIO SOBRE LA CARACTERIZACIÓN DEL PATRÓN DESINHIBIDO DE CONDUCTA EN UNA MUESTRA DE MENORES INFRACTORES DE ESPAÑA, MÉXICO Y EL SALVADOR EXPLORATORY STUDY ON DISINHIBITION SYNDROME CHARACTERIZATION IN A SAMPLE OF MINOR OFFENDERS FROM SPAIN, MÉXICO AND EL SALVADOR Miguel Ángel Alcázar Córcoles 1 José Carlos Bouso Saiz 2 Gregorio Gómez-Jarabo García 3 RESUMEN Se propone verificar en una muestra de 186 adolescentes (de 13 a 22 años, de los cuales 141 son chicos y 45 chicas) de España, México y El Salvador el patrón desinhibi- do de conducta (PDC). Para ello se muestrearon adolescentes que habían cometido alguna infracción penal y alumnos de colegios normalizados. Se han encontrado dife- rencias significativas entre uno y otro grupo, concluyendo que el PDC es un constructo útil para caracterizar a los adolescentes sean o no infractores. Anuario de Psicología Jurídica, 2006 115 Anuario de Psicología Jurídica, Volumen 16, año 2006. Págs. 115-137. ISSN: 1133-0740 ESTUDIOS 1 Profesor Asociado de Criminología de la Universidad Carlos III de Madrid y psicólogo del Ministerio de Justicia (España). 2 Departamento de Psicología Biológica y de la Salud. Facultad de Psicología de la Universidad Autóno- ma de Madrid. 3 Departamento Psicología Biológica y de la Salud (Despacho 36). Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. Fecha de Recepción: 21-12-2006 Fecha de Aceptación: 02-03-2007

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ESTUDIO EXPLORATORIO SOBRE LACARACTERIZACIÓN DEL PATRÓN DESINHIBIDODE CONDUCTA EN UNA MUESTRA DEMENORES INFRACTORES DE ESPAÑA, MÉXICOY EL SALVADOR

EXPLORATORY STUDY ON DISINHIBITIONSYNDROME CHARACTERIZATION IN ASAMPLE OF MINOR OFFENDERS FROM SPAIN,MÉXICO AND EL SALVADOR

Miguel Ángel Alcázar Córcoles1

José Carlos Bouso Saiz2

Gregorio Gómez-Jarabo García3

RESUMEN

Se propone verificar en una muestra de 186 adolescentes (de 13 a 22 años, de loscuales 141 son chicos y 45 chicas) de España, México y El Salvador el patrón desinhibi-do de conducta (PDC). Para ello se muestrearon adolescentes que habían cometidoalguna infracción penal y alumnos de colegios normalizados. Se han encontrado dife-rencias significativas entre uno y otro grupo, concluyendo que el PDC es un constructoútil para caracterizar a los adolescentes sean o no infractores.

Anuario de Psicología Jurídica, 2006 115

Anuario de Psicología Jurídica, Volumen 16, año 2006. Págs. 115-137. ISSN: 1133-0740

ESTUDIOS

1 Profesor Asociado de Criminología de la Universidad Carlos III de Madrid y psicólogo del Ministeriode Justicia (España).

2 Departamento de Psicología Biológica y de la Salud. Facultad de Psicología de la Universidad Autóno-ma de Madrid.

3 Departamento Psicología Biológica y de la Salud (Despacho 36). Facultad de Psicología. UniversidadAutónoma de Madrid.

Fecha de Recepción: 21-12-2006 Fecha de Aceptación: 02-03-2007

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PALABRAS CLAVE: Adolescentes, Infracción penal, PDC.

ABSTRACT

In this paper we propose to verify the disinhibition syndrome (PDC) in a sample of186 adolescents (aged between 13 and 22), 141 men and 45 women, from Spain,Mexico and El Salvador. For that purpose, we have compared an adolescent popula-tion who has comitted some criminal offence, with students from normalized schools.We found significative differences between the two groups, concluding that the PDC isa useful construct in order to characterize offender or not offender adolescents.

KEY WORDS: Adolescents, Criminal offence, PDC.

Agradecimientos:

A la Agencia Española de Cooperación Internacional(AECI) del Ministerio de Asuntos Exteriores de Espa-ña, por apoyar este estudio mediante sus Becas Inter-campus concedidas al primer autor de este trabajo.

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ANTECEDENTES TEÓRICOS

En esta sección se hará una revisiónde los conceptos fundamentales mane-jados en esta investigación.

Una definición adaptativa de agresi-vidad podría ser la expresada por Valzelli(1983) en la que la agresividad “es elcomponente de la conducta normalque, con diferentes formas asociadas alestímulo y orientadas a un objetivo, seexpresa para satisfacer necesidades vita-les y para eliminar o superar cualquieramenaza contra la integridad física y/opsicológica, que está orientada a pro-mover la conservación propia y de laespecie de un organismo vivo, y nunca,excepto en el caso de la actividad depre-dadora, para producir la destrucción deloponente”.

Siguiendo esta línea, se ha propuestouna distinción entre agresión y violenciabasada en criterios de utilidad biológica.La primera sería una conducta normal,fisiológica, que ayuda a la supervivenciadel individuo y su especie. El términoviolencia se aplicaría a formas de agre-sión en la que el valor adaptativo se haperdido, y que puede reflejar una dis-función de los mecanismos neuralesrelacionados con la expresión y controlde la conducta agresiva (Mas, 1994).

Los niños y adolescentes hiperactivosy agresivos responden normalmente alas medicaciones estimulantes con unaclara reducción de las actitudes delucha, desafío e impulsividad (Allen,1975). En condiciones potenciales deexpresar conducta violenta en situacio-nes hipocinéticas que están soportadas

por una dificultad de mantener el nivelóptimo de actividad cortical; la aplica-ción de estimulantes reduce la conflicti-vidad, la impulsividad y en última instan-cia la violencia. Precisamente por ser elvehículo de mejora en los niveles deactividad cortical apoyando los sustratossubcorticales de proyección nerviosa ymejorando con ello la estabilidad corti-cal posibilitando los procesos cognitivosde entre los que destacan la atención,memoria, el juicio, etc. y que reducen laactitud beligerante y la expresión violen-ta. En concreto, se sabe, que aunque lad-anfetamina y la l-anfetamina sonigualmente eficaces para calmar a losniños agresivos y antisociales, la primeraresulta más activa que la segunda paraaliviar el ‘nerviosismo’ de los sujetoshiperansiosos e hipercinéticos (Arnold,1973).

El hallazgo más común en sujetos conhistoria de conducta violenta o impulsi-va, incluido el homicidio, es el de nivelessignificativamente bajos del principalmetabolito de la serotonina, el ácido 5-hidroxi-indolacético (HIAA) (Brown,1979; Linnolila, 1983; Lidberg, 1985;Roy, 1988; Virkkunen, 1989), lo quereflejaría una actividad disminuida de lossistemas serotoninérgicos centrales. Enalgunos de estos estudios la disminucióndel metabolito de la serotonina se haencontrado, además, correlacionadacuantitativamente con indicadores psi-cométricos de agresividad. Asimismo, enalcohólicos con síndrome de abstinenciatambién se observa un descenso de losniveles de HIAA en el líquido cefalorra-quídeo (LCR) (Ballenger, 1979; Banki,1984). Del análisis de las característicasconductuales de los sujetos con niveles

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bajos de HIAA en el LCR, se ha propues-to que este metabolito podría represen-tar más un marcador de impulsividadque de violencia (Linnolila, 1983; Virk-kunen, 1989). Según esta hipótesis, ladisminución de actividad serotoninérgicase acompañaría de un déficit del controlde impulsos, lo que se traduciría en unamayor probabilidad de comportamien-tos violentos.

Esto a su vez, está de acuerdo condatos provenientes de la experimenta-ción animal. Diversas investigaciones enlas que se provoca depleción encefálicade serotonina durante un período dedías tras el tratamiento con p-clorofeni-lalanina (PCPA), que inhibe selectiva-mente la triptófano-hidroxilasa y, portanto, la síntesis de serotonina. Las res-puestas a esta depleción son similaresen una serie de animales de laboratorioy comprenden una mayor actividadmotora e insomnio.

Por otra parte, la consistencia dediferencias sexuales en el comporta-miento agresivo a través de especies yculturas, indica la posibilidad de unabase hormonal de la agresión. Como losniveles de testosterona del sexo masculi-no son diez veces más altos que los delfemenino, los investigadores han cen-trado su atención en el papel de losandrógenos en la expresión de la con-ducta agresiva. Pues bien, si la testoste-rona, que es responsable de otros carac-teres sexuales secundarios, pudiera darcuenta de la mayor agresividad de losvarones, entonces altos niveles de tes-tosterona deberían relacionarse conaltos niveles de conducta agresiva. Entodos los estudios revisados (Gómez-

Jarabo y Alcázar, 1999) no se desprendeninguna evidencia clara sobre la relacióndirecta entre niveles altos de testostero-na e incremento del comportamientoagresivo. Esto lleva a pensar que la rela-ción entre hormonas y agresión no seadirecta. Esto es, que la testosteronapuede influir sobre otras variables yestas a su vez ser las que influyan sobrela conducta agresiva. Puede ser quealgunas características de la personali-dad o disposiciones personales puedanmediar entre las hormonas y la agre-sión. La dificultad de detectar estas rela-ciones mediadas es la que provocaríaesta confusión e inconsistencias de losresultados de las investigaciones revisa-das. En varias especies de primates nohumanos se han encontrado correlacio-nes significativas entre los niveles dedominancia, agresión y testosterona,especialmente durante los períodos deformación de grupos sociales nuevos,cuando se están estableciendo jerar-quías sociales entre individuos, que sedesconocían con anterioridad. El hallaz-go más común es que los niveles de tes-tosterona, que suelen ser similares entodos los animales antes de la interac-ción social, se elevan espectacularmenteen los vencedores de las peleas y dismi-nuyen en los perdedores. En esta líneapodemos situar las fuertes relacionesencontradas entre los andrógenos yconductas relacionadas con la agresión.Así, algunas investigaciones encuentranque la testosterona está relacionada conciertas características de la personalidadcomo dominancia, asertividad o ciertoscomportamientos que podemos llamarde búsquedas de sensaciones (Christian-sen, 1987; Daitzman, 1980, Ehrenkranz,1974, Meyer-Bahlburg, 1981; Asberg et

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al., 1987). Entonces entenderíamos laconducta agresiva como consecuenciadel nivel de búsqueda de sensaciones oasertividad del individuo. Recientemen-te, se han encontrado mayores nivelesde agresividad física, verbal, indirecta yreactiva en los hombres. Asimismo, con-forme avanza la edad disminuyen losniveles de agresividad física (Andreu,2000).

Schalling (Asberg et al., 1987) admi-nistró una variedad de escalas de perso-nalidad y autoinformes a delincuentesadolescentes. Encontró que el nivel detestosterona estaba significativamentecorrelacionado con autoinformes deagresión verbal, preferencia por depor-tes, sociabilidad, extroversión y no con-formidad. Concluyeron que el delin-cuente adolescente con alto nivel detestosterona es alguien sociable, asertivoy seguro de sí mismo. Y que no está dis-puesto a seguir las normas convenciona-les de comportamiento (no conformi-dad). De esta forma los altos niveles detestosterona influirían directamentesobre características de la personalidadque a su vez influirían en el comporta-miento agresivo.

Desde otro nivel de análisis, la cortezacerebral juega un relevante papel en laexpresión de la conducta agresiva oincluso violenta. Sabemos que lesionesen la corteza frontal hacen que los indi-viduos respondan agresivamente a estí-mulos triviales que en sujetos sin lesiónno provocan ninguna respuesta agresiva(Weiger, 1988). Estos individuos suelenresponder con agresión impulsiva y consíntomas de gran irritabilidad (Heinrichs,1989).

Spellacy (1978) lleva a cabo un estu-dio neuropsicológico que sugiere unarelación entre la violencia impulsiva y elfuncionamiento cortical. Pensando quesi el bajo control impulsivo es debido aalguna alteración cerebral, entonces lossujetos agresivos, debido a falta de con-trol de sus impulsos, tendrían que pre-sentar también un bajo rendimiento entests cognitivos, motores y de habilidadperceptiva. En consecuencia, si estofuera así, la medida de las funcionescerebrales debería ser mejor predictorde violencia que las medidas de perso-nalidad (ej. medidas del MMPI). En esteestudio administró pruebas de inteligen-cia, aptitud verbal, percepción auditiva,memoria y organización visual, a ungrupo de 80 reclusos, 40 de ellos violen-tos y otros 40 no violentos. Encontrandoque el grupo de reclusos no violentostenían un mejor rendimiento que losviolentos en las pruebas cognitivas, delenguaje, perceptivas y en las habilida-des psicomotoras, lo que indicaría alte-raciones en las funciones cerebrales enlos sujetos violentos.

Por otro lado, desde hace tiempo, através de distintas investigaciones seestá acumulando un nutrido cuerpo deevidencias que sugieren que las diferen-cias de personalidad individuales enextraversión están asociadas a diferen-cias en los procesos cognitivos básicos:memoria (Bone, 1971; M.W. Eysenck,1974; McLaughilin, 1968), detección deseñales (Harkins, y Green, 1975), y vigi-lancia (Bakan, 1959). También hay estu-dios que relacionan la extraversión conla delincuencia y conductas antisociales(Furnham, 1984; Elliot, Huizinga, y Age-ton, 1985).

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Mediante análisis factoriales de lasescalas de extraversión se ha relacio-nado con distintas variables comoimpulsividad, sociabilidad, entusiasmo(Eysenck, y Eysenck, 1963, 1977, 1978;Gerbing, Ahdi, y Patton, 1987; J.P. Gul-ford, 1975; Howarth, y Browne, 1972,Plomin, 1976).

Más recientemente se ha intentadoidentificar las variables que medianentre la extraversión y los procesos cog-nitivos. Las investigaciones sugieren quees la impulsividad el componente de laextraversión que más tiene que ver conel funcionamiento de los procesos cog-nitivos (Anderson, y Revelle, 1983; Dick-man, 1985; Dickman y Meyer, 1988;Eysenck, y Eysenck, 1985; Eysenck, yLevey, 1972; Loo, 1979; Revelle,Humphreys, Simon, y Gilliland, 1980).

La impulsividad es una dimensión psi-cológica que se ha definido como latendencia a reaccionar espontáneamen-te con vehemencia (Rubio, 1998). Tam-bién se puede definir como la tendenciaa actuar más rápidamente, reflexionan-do menos, que el resto de las personascon el mismo nivel de habilidad (Dick-man, 1990). Últimamente han aparecidonumerosos trabajos sobre la impulsivi-dad que abordan su estudio desde dis-tintas perspectivas (Hollander, 2001).Desde el punto de vista clínico, se haconsiderado que puede ser el substratocomún a diferentes trastornos en losque hay dificultades para el control delos impulsos tales como las conductasadictivas (Allen, 1994; Swadi, 1999;Brook, 2001), trastornos de alimenta-ción, conductas autolíticas y determina-dos trastornos de personalidad. Desde

una perspectiva neuropsicológica, unreciente estudio ha encontrado median-te técnicas de resonancia magnética quela parte anterior de la corteza orbito-frontal muestra mayor activación cuan-do los sujetos realizan tareas de inhibi-ción (Horn, 2003). En el mismo estudiose concluye que en la respuesta de inhi-bición, en los sujetos más impulsivos seactivan áreas paralímbicas mientras queen los menos impulsivos las áreas quemuestran mayor activación son las áreasde asociación (tanto del lóbulo frontalcomo del temporal). En otro estudio dereciente aparición, se encuentra que lossujetos impulsivos tienen menores tiem-pos de reacción que los sujetos noimpulsivos; por otra parte se concluyeen el mismo estudio que los déficits enla inhibición de las respuestas se relacio-narían con elevaciones de la ira a travésde los efectos del mayor nivel de impul-sividad (Vigil-Colet, 2004).

1.1 Síndrome de desinhibición

En los últimos tiempos, existe unrenovado interés por incorporar lasvariables de personalidad en las teoríascriminológicas (Raine, 1993) para cons-truir modelos que integren variables depersonalidad y factores biológicos confactores psicosociales y socioculturales(Elliot, 1985; Romero et. al., 2001). Eneste sentido, recientes estudios revelanque las relaciones entre dimensiones depersonalidad y delincuencia podríanrepresentar un continuo dentro de lasconductas antisociales (Romero, Luengo,y Sobral, 2001). En general, lo que se hadado en llamar débil resistencia al cri-men ha sido estudiado por la psicologíaampliamente (para una revisión: White,

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1994) y ha pasado a ser el constructocentral de la criminología contemporá-nea, denominándolo como débil auto-control (Krueger et al., 2000).

En particular, en el campo de las con-ductas infractoras de menores se hadescrito recientemente lo que se hadado en llamar “patrón desinhibido” deconducta resultando sujetos impulsivos,buscadores de sensaciones (Sobral, et al.2000), “síndrome de desinhibición”(Newman, 1985; 1987; Fowles, 1987)cuyas dimensiones serían impulsividad,hiperactividad, conducta antisocial y ele-mentos psicopáticos en el comporta-miento. En definitiva, la conducta deestos individuos estaría caracterizadapor estar determinada por los refuerzosinmediatos más que por la expectativade gratificaciones futuras (Gorenstein, yNewman, 1980; Newman, 1987; New-man, Widom, y Nathan, 1985; Wallace,Newman, y Bachorowski, 1991; Luengo,1994). Desde este punto de vista, sepodría considerar que estos sujetoscaracterizados por el “síndrome de des-inhibición” o cuya conducta se adaptaal “patrón desinhibido” tendrían ten-dencia a escoger ambientes que les pro-porcionan mayor estimulación pero quetambién son más peligrosos y que lessitúan en escenarios de conducta dondese incrementa la probabilidad de delin-quir o de mantener conductas antisocia-les (Fowles, 1987). De esta manera,como dice Sobral (2000), los individuosson destinatarios del mundo que handiseñado (o escogido). Como en lasparadojas del carcelero encarcelado odel cazador cazado, las personas ejerce-mos de aprendices de brujo, y construi-mos mundos que permiten a sus propios

creadores (nosotros mismos) devenir envíctimas.

Así, diversos autores defienden que laestabilidad y la severidad de la conductainfractora en menores está especialmen-te asociada con bajo control de impulsos(Farrington et al., 1990; Moffitt, 1993;Wilson, y Hernstein, 1985; Royce, yWiehe, 1988; White et al., 1994). Deesta manera, la impulsividad se ha con-vertido en un concepto imprescindiblepara la moderna criminología de inspira-ción psicológica. La mayor o menorcapacidad para enfrentarse a las múlti-ples provocaciones que el entorno pre-senta en forma de oportunidades paraconseguir beneficios y satisfacciones dediverso orden, de manera inmediata ycon escaso coste en planificación demedios-fines, parece ser una variable dediferenciación individual en este contex-to. Se trataría, en último término, de lamayor o menor capacidad para poneren funcionamiento mecanismos efecti-vos de autorregulación comportamental,elemento que cobra una gran importan-cia si hablamos de muestras juveniles(Sobral et al, 1998, Luengo, 1994).

Por lo que respecta a la búsqueda desensaciones, como cualquier rasgo decarácter, se debe a una interacción com-pleja entre los genes y el entorno. Unimportante factor genético está en elcromosoma 11, y probablemente corres-ponde al gen DRD4, implicado en losflujos cerebrales de dopamina, uno delos neurotransmisores que estimulan loscircuitos cerebrales del placer (Sampe-dro, 2004). Muy recientemente el equi-po de Robert Moyzis ha comparado elgen DRD4 en las poblaciones de todo el

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planeta y han concluido que las varian-tes del referido gen asociadas a la bús-queda de sensaciones (o novedades)surgieron hace 50.000 años, justo antesde que la actual especie humana, elHomo sapiens, saliera de África paracolonizar el resto del mundo. Al princi-pio eran muy raras, pero se propagaronrápidamente por toda la especie, lo quequiere decir que aportan alguna ventajaa su portador. Según Moyzis, las épocastranquilas y estables seleccionan lasvariantes normales, pero los tiemposduros, caracterizados por la escasez derecursos y por cambios muy rápidos enel estilo de vida, favorecen las versionesasociadas a la búsqueda de novedades(Wang, 2004). En esta misma línea deinvestigación, se encuentra que siendola MAO (enzima monoamina oxidasa)una característica genéticamente deter-minada, son las personas que puntúanalto en búsqueda de sensaciones las quetienen bajos niveles de MAO, y sueleninvolucrarse en conductas de riesgo:abuso de drogas, alcoholismo, tabaquis-mo, conducta criminal (Zuckerman yKuhlman, 2000).

Dentro de este panorama generalZuckerman ha sido, en gran parte, res-ponsable del enorme desarrollo alcanza-do por la investigación en torno al con-cepto de Búsqueda de sensaciones (BS).Desde que en los años 60 iniciase sulínea de exploración conceptual y psico-biológica, la BS ha estado en el puntode mira de un gran número de estudios:sobre su operacionalización, su relacióncon otras dimensiones de personalidad,su sustrato biológico, sus correlatossociodemográficos, actitudinales, com-portamentales (Zuckerman, 1994). La

idea básica es que aquellos que sientenesa necesidad de experiencias y sensa-ciones variadas, nuevas y complejas,estarán motivados a asumir riesgos físi-cos, sociales y legales para cubrir sunecesidad de estimulación. Existenmuchos datos empíricos que relacionanla búsqueda de sensaciones con la con-ducta antisocial (Pardo et al., 2002) ytambién existen muchos estudios quepresentan evidencias sobre su relacióncon hallazgos bioquímicos, psicofisioló-gicos y genéticos (Zuckerman, 1983;Wang, 2004). Una buena revisión sepuede consultar en (Romero, 1996). Dela misma manera existen muchos datosque relacionan la impulsividad con sus-tratos bioquímicos y psicofisiológicos(Barratt, 1987; Gray, 1983, 1987, 1982;Ekelund, 1999). De igual forma se estánacumulando investigaciones en las quese da cuenta de la relación entre la BS ylas conductas adictivas (Luengo, 1996;Ames, 1999).

HIPÓTESIS

HIPÓTESIS 1: Los varones mostraránniveles más elevados de agresión, impul-sividad, búsqueda de sensaciones, psico-ticismo y extraversión que las mujeres.

Los sujetos de mayor edad mostraránniveles más elevados de agresión, impul-sividad, búsqueda de sensaciones, psico-ticismo y extraversión que los de menoredad.

HIPÓTESIS 2: A mayor gravedad de laconducta antisocial mayores niveles deagresión, impulsividad, búsqueda desensaciones psicoticismo y extraversión.

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HIPÓTESIS 3: El “patrón desinhibidode conducta” se asocia con elevadosniveles de agresión, y con mayor grave-dad de conductas antisociales.

MÉTODO:

Muestra

Los datos se recogieron en El Salva-dor durante los meses de agosto, sep-tiembre y octubre del año 2001 y losdatos de México durante los meses deoctubre y noviembre del año 2002 gra-cias a sendas becas “Intercampus” de laAgencia de Cooperación Internacionaldel Ministerio de Asuntos Exteriores deEspaña y de las licencias de estudiosconcedidas por el Ministerio de Justiciacoincidentes con ambos períodos, con-cedidas al primer firmante de este artí-culo. Los datos españoles correspon-dientes a los años 2001, 2002 y 2003 sefueron recogiendo en el trabajo diariocomo Psicólogo del Equipo Técnico de laFiscalía y del Juzgado de Menores deToledo del primer autor de este trabajode investigación y se recopilaron delArchivo del Equipo Técnico en el año2004.

En el año 2005 se recogieron losdatos correspondientes a población nor-malizada proveniente de un colegio deeducación secundaria de Toledo y deforma aleatoria los adolescentes que lle-gaban a la Fiscalía de Menores en casosde muy escasa importancia que norequerían ningún tipo de intervención.

En total se obtuvieron los cuestiona-rios de 186 sujetos. Después de los pri-

meros análisis descriptivos, la primeradecisión que se tomó fue la de descartarlos cuestionarios de aquellos sujetos quehubieran puntuado en la escala de sin-ceridad del EPQ por debajo de 20, crite-rio arbitrario que asumimos teniendo encuenta que parte de la muestra corres-ponde a una población forense y queera una forma de eliminar los sujetosque peor habían contestado en esaescala y que previsiblemente se podríaasumir que habían simulado sus contes-taciones en el cuestionario EPQ y porextensión en todos los demás. Segúneste criterio fueron eliminados 30 suje-tos. Por lo tanto, la muestra final que hasoportado todos los análisis estadísticosha estado compuesta por 156 sujetosde los que se puede asumir que hancontestado con sinceridad según el cri-terio del cuestionario EPQ.

Procedimiento

Todos los sujetos seleccionados parael presente estudio completaron los cua-tro tests con el mismo psicólogo, el pri-mer firmante de este trabajo. El ordende aplicación de los cuestionarios secontrabalanceó de forma azarosa paraque cada cuestionario ocupara una posi-ción diferente y el orden de aplicaciónno influyera en los resultados.

La aplicación en Toledo (España) fuesiempre individual y en los otros dos paí-ses se intentó que así lo fuera; sinembargo, por motivos de tiempo estono se pudo cumplir pero se formarongrupos pequeños (de diez a treinta suje-tos) con personal auxiliar suficiente paraatender de forma individual las dudas

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que se presentarán y siempre con la pre-sencia del psicólogo responsable de lainvestigación el cual en todos los gruposhacía una breve presentación de lainvestigación y una somera referencia alas normas de aplicación y de funciona-miento a la hora de contestar los cues-tionarios. Todo ello para procurar lamáxima individualidad y homogeneidaden la aplicación de los cuestionarios.

Todos los cuestionarios se aplicabanen la misma sesión lo que habitualmen-te llevaba unas dos horas de trabajo alos sujetos. Nunca se daba tiempo límitesino que individualmente conforme ibanacabando, entregaban los cuestionariosal investigador principal y abandonabanel aula.

En la presentación inicial el psicólogoresponsable de la investigación (el pri-mer autor de este trabajo) garantizabael anonimato e ilustraba a los sujetossobre los objetivos de la presente inves-tigación.

Sujetos

La muestra final ha resultado estarcompuesta por un total de 156 sujetos,de los cuales corresponden a cada país:

• El Salvador: 19.

• México: 21.

• España: 116.

Se ha conseguido obtener sendosgrupos controles de similar número desujetos muestreados de centros docen-

tes normalizados tanto de Guadalajara(México) como de San Salvador (El Sal-vador), así como de Toledo (España)equilibrados con respecto a edad y sexo.

Materiales

Para la selección de las pruebas setuvo en consideración que en el ámbitoforense se deben tener en cuenta –entreotras- el equilibrio entre el uso de prue-bas lo más breves posibles y pruebasválidas, fiables y baremadas (Verdejo;Alcázar, et al. 2004).

Las pruebas escogidas para la presen-te investigación fueron:

• Sensation Seeking Scale, ZKPQ-II(Zuckerman, 1979; 1993). Traducciónpropia.

• EPQ (Eysenck, 1981).

• Escala de Impulsividad de Plutchik(Plutchik., 1990), adaptación española(Rubio, G. 1998).

• Escala de Riesgo de Violencia dePlutchik (Plutchik., 1990), adaptaciónespañola (Rubio, G.1998).

Variables

INDEPENDIENTES: la tipificación de laconducta infractora (faltas o delitossegún la calificación del Ministerio Fis-cal). Sexo, edad, país y nivel de estudiosde los sujetos.

DEPENDIENTES: extraversión, neuroti-

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cismo, psicoticismo, impulsividad, bús-queda de sensaciones y riesgo de violen-cia.

ANÁLISIS DE DATOS: Los datos hansido analizados mediante el programaSPSS 11.

Muestra

Teniendo en cuenta los datos pobla-

cionales presentados y el modo deobtención de la muestra, como se haexpuesto en páginas anteriores en elapartado correspondiente (IV. MÉTO-DO), se podría considerar que las mues-tras serían representativas de la pobla-ción forense (que tiene que ver con lossistemas de justicia juvenil) de las eda-des de 14 a 18 años en los siguientesterritorios. La muestra española podríaser representativa de la provincia deToledo, la mexicana del Estado de Jalisco

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Tabla 1.Delito

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y la salvadoreña del área de San Salva-dor. Se puede considerar que la pobla-ción forense juvenil será un 10% de latotal (Alcázar, et al. 2005).

RESULTADOS

Hipótesis 1:

a) Se puede afirmar que de formaestadísticamente significativa, los chicos

presentan mayores puntuaciones en sin-ceridad y búsqueda de sensaciones quelas chicas. A su vez las chicas obtienenmayores puntuaciones que los chicos enneuroticismo (Tabla 3).

b) Sólo se han objetivado diferenciassignificativas para los sujetos mayores de16 años en el caso de la variable neuro-ticismo (Tabla 4).

c) Cuando se agrupan los sujetos

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Tabla 2.Naturaleza delictiva (contra las cosas/contra las personas)

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dependiendo de si han cometido infrac-ciones (faltas o delitos) “contra lascosas” vs. “contra las personas”, resul-tan significativas estadísticamente lasdiferencias entre los grupos para lasvariables neuroticismo, conducta antiso-cial, impulsividad y riesgo de violencia.En todas estas diferencias siempre obtie-nen puntuaciones superiores los sujetos

que han cometido infracciones contralas cosas (Tabla 2).

Hipótesis 2:

Cuando se comparan los sujetosdependiendo de si han cometido o noalgún delito, sólo resultan significativas

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Tabla 3.Género

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las diferencias a favor de los sujetos quehan delinquido para la variable psicopa-tía (Tabla 1).

Hipótesis 3:

Se ha efectuado un análisis de com-ponentes principales, cuya medida deadecuación muestral Kaiser-Meyer Oklinha sido de 0,643, y la prueba de esferi-

cidad de Barlett ha alcanzado la signifi-cación con un nivel de 0,000, lo queindica la pertinencia del análisis y labondad de los resultados obtenidos(Tabla 5).

a) Los sujetos que obtienen altas pun-tuaciones en psicopatía, impulsividad yriesgo de violencia y que tienen másedad, son los de Reforma (que han tenidocontacto con los sistemas de justicia juve-

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Tabla 4.Edad (hasta 16 años y mayores de 16 años)

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nil), mientras que los sujetos normaliza-dos tienden a obtener menores puntua-ciones en todas las anteriores variables.

b) Del punto anterior se deriva quelos sujetos de Reforma tienden a teneraltas puntuaciones en el “patrón desin-hibido de conducta”, que es el primercomponente del análisis de componen-

tes principales. El segundo componente,se podría denominar patrón extravertidode conducta (PEC), porque es la extra-versión la que más contribuye conmucha diferencia a este componente.Pero sin duda, es el primer componenteel más importante para explicar lavarianza total, puesto que el PDC expli-ca el 40% de la varianza total, mientras

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Tabla 5.Análisis de componentes principales

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el PEC, explicaría el 21% de la varianzatotal (Tabla 5).

DISCUSIÓN

Los resultados del presente estudiorevelan relaciones significativas entrevariables de personalidad y comporta-mientos de riesgo o incluso delincuentesen adolescentes. Además, los resultadosapoyan la caracterización del “patróndesinhibido de conducta” (PDC) (New-man, 1985; 1987; Fowles, 1987; Sobral,2000) como un continuo entre la pobla-ción de adolescentes normalizada y lade interés criminológico.

La teoría de personalidad en la que sesustenta este trabajo de investigación yel desarrollo del PDC, sería la elaboradapor Eysenck, con el posterior desarrollode Gray, que introduce la impulsividaden el entramado teórico de Eysenck.

Con respecto a las dimensiones depersonalidad de Eysenck, según losresultados obtenidos en esta investiga-ción, sería la psicopatía y el neuroticismolas dos dimensiones de personalidadque mostrarían una relación más fuertecon las conductas antisociales. En lo quese refiere a la psicopatía, este hallazgosería coherente con otros numerososestudios (e.g. Feldman, 1977; Furnham,y Thompson, 1991; Pérez, 1986). Sinembargo, la relación con neuroticismoes un hallazgo que resulta más originaldel presente estudio, ya que, lo que seha encontrado es una fuerte relación enpoblación escolarizada que sigue correc-tamente sus estudios pero no en pobla-ción forense que suele tener poca for-

mación y alto grado de absentismo(Romero, 2001) y esta asociación seríamás fuerte en chicas (Silva, Martorell, yClemente, 1986), cosa que también seha encontrado en nuestros datos. Estapotente asociación del neuroticismo conla conducta antisocial en nuestra mues-tra podría ser explicada porque en estamuestra tienen un peso importante lossujetos que han sido detectados por lossistemas de justicia juvenil. Así, losmenores que han sido detenidos por susconductas infractoras desarrollan ansie-dad y sentimientos de culpa que se venreflejados en elevación de las puntuacio-nes de neuroticismo. En esta línea esta-rían los resultados de Romero (1996) yvarios estudios en los que se pone demanifiesto que serían las dimensionesde extraversión y psicoticismo las únicasvinculadas a la delincuencia autoinfor-mada, mientras que el neuroticismo y elpsicoticismo se asociarían a aquellosindividuos con registros delictivos oficia-les (véase Pérez, 1984).

Por otra parte, más allá de controver-sias conceptuales en relación a la dimen-sión de psicopatía (psicoticismo) (Clarid-ge, 1981), el estilo de conducta quecaracteriza a esta dimensión (hostilidad,egocentrismo, insensibilidad afectiva)está claramente relacionada con ladelincuencia o la conducta antisocial ypor eso en esta investigación hemosoptado por llamar psicopatía a la dimen-sión de psicoticismo de Eysenck, al igualque Sobral et al. (1998).

Con respecto a la impulsividad,numerosos estudios previos han mostra-do su potente relación con las conduc-tas antisociales. En particular, muchos

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trabajos previos han concluido que laimpulsividad es una de las característicasmás importantes de los sujetos que pre-sentan conductas antisociales (Farring-ton, Loeber, y Van Kammen, 1990;Luengo et al., 1994; Royce, y Wiehe,1988; White et al., 1994). En nuestrosresultados, también se da claramenteasociación entre impulsividad y delito,sobre todo entre impulsividad y la varia-ble “naturaleza delictiva” (contra lascosas vs. contra las personas).

En muchos estudios se ha encontradoque la variable “búsqueda de sensacio-nes” se encuentra estrechamente rela-cionada con el comportamiento delin-cuente (Newcomb, y McGee, 1991;Simó, y Pérez, 1991; Zuckerman, 1978).Nuestros datos también apoyarían talasociación.

En definitiva, nuestros resultadosapoyarían la idea de que todas estasdimensiones estarían fuertemente aso-ciadas a la conducta antisocial (Romero,2001), dentro de las teorías psicobioló-gicas de la personalidad (Revelle, 1995;Zuckerman, 1994) que las definiríancomo fuertemente relacionadas con lasensibilidad al aprendizaje por refuerzo ya la sensibilidad de la inhibición derivadadel castigo. En este sentido, los menoresde esta muestra verifican el patrón des-inhibido de conducta (PDC), dirigiendosus conductas antisociales hacia lo quese califica de delitos (y faltas) contra lascosas. Y esto de manera conjunta tantopara los que han cometido infraccionescomo para los que no. De manera quese puede observar continuidad entre el“patrón desinhibido de conducta” paratodos los menores, los infractores o los

que no han sido detenidos. Estos resul-tados vendrían a apoyar que ambos gru-pos de adolescentes son muy similares yque no existen unas dimensiones depersonalidad diferenciadas en los meno-res infractores ni psicopatología específi-ca. Únicamente existiría una potencia-ción en ese continuo que sería el“patrón desinhibido de conducta”. Esteresultado sería compatible con loshallazgos de Romero (2001) y apoyaríanel descubrimiento de que las relacionesentre personalidad y delincuencia noserían un subproducto de la institucio-nalización o del procesamiento de losmenores lo que vendría a contradeciruna de las mayores críticas a este tipode estudios, que son las que se refierenal tipo de muestra en la que suelentener mucho peso los sujetos institucio-nalizados o procesados (Feldman, 1977;Krueger et al., 1994). Pero es que ade-más, según nuestros resultados, el PDCen los casos en que los sujetos cometendelitos contra las personas vendría defi-nido por la variable psicopatía y no porel neuroticismo. Esto vendría a dar cuen-ta de un fenómeno observado empírica-mente en el trabajo diario con menoresdelincuentes: hay unos pocos que sue-len ser muy violentos, responsables delos crímenes más graves y que su perso-nalidad no parece tener que ver con elresto de los menores delincuentes. Puesbien, esto correspondería a los sujetoscon un PDC psicopático en el que la psi-copatía ha sustituido a la variable neuro-ticismo. Por lo tanto, el PDC vendría aser una explicación parsimoniosa de lavariedad de perfiles de personalidadobservados en la población adolescentecuando ya han sido detectado por lossistemas de control judicial.

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Como conclusión a todo lo dicho,abogamos por el desarrollo de modelosintegradores que permitan articular ade-cuadamente las dimensiones biológicasy personales con los factores psicosocia-les y socioculturales para la explicaciónde la conducta de riesgo en adolescen-tes.

CONCLUSIONES GENERALES

1) Se ha caracterizado el “patrón des-inhibido de conducta” (PDC) como uncontinuo entre la población de menoresnormalizada y la forense.

2) Los sujetos con un PDC elevadoserían sujetos con altas puntuaciones enextraversión, impulsividad, riesgo de vio-lencia y búsqueda de sensaciones.

3) La variable que mejor permite dife-renciar a los sujetos es naturaleza delicti-va, por encima de variables como géne-ro, edad, y cometer o no delito.

4) De lo anterior se deduce que unavariable como “naturaleza delictiva”,que los menores tienen presente y cono-cen antes de cometer la infracción, es lavariable que mejor permite caracterizara los sujetos considerados.

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Anuario de Psicología Jurídica, 2006 137