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“Recepción platónica en Pseudo-Dionisio Areopagita: El camino ascendente del alma por la sabiduría.” Nombre: Ibarra, Marcia Débora Profesor: Cornavaca, Ramón Materia: Estética Clásica y Medieval Letras Clásicas Facultad de Filosofía y Humanidades Córdoba, 2013 1

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Page 1: Estética Clásica - Mi Monografía, Recepción platónica en Pseudo-Dionisio Areopagita, el camino ascendente del alma por la sabiduría

“Recepción platónica en Pseudo-Dionisio Areopagita:

El camino ascendente del alma por la sabiduría.”

Nombre: Ibarra, Marcia Débora

Profesor: Cornavaca, Ramón

Materia: Estética Clásica y Medieval

Letras Clásicas

Facultad de Filosofía y Humanidades

Córdoba, 2013

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Page 2: Estética Clásica - Mi Monografía, Recepción platónica en Pseudo-Dionisio Areopagita, el camino ascendente del alma por la sabiduría

ÍNDICE

Introducción.................................................................................................3

Platón...........................................................................................................4

El Mundo de las Ideas.....................................................................4

El Alma.......................................................................................................5

La Belleza y el camino del Alma.................................................................5

El Banquete...............................................................................................5

Pseudo-Dionisio .........................................................................................6

Recepción de Platón y los

Neoplatónicos…………………………………………………. 8

Los Nombres Divinos……………………………………………………………………... 11

Recepción del Pseudo-

Dionisio…………………………………………………………….13

Conclusión….………………………………………………………………………………… 14

Bibliografía…………………………………………………………………………………… 15

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INTRODUCCIÓN

Hemos de analizar aquí brevemente, dos perspectivas acerca de la

belleza como estudio perteneciente a una cosmovisión estética que

traspasa las fronteras del tiempo y el espacio, centrándonos en su

importancia como mediadora en el camino del alma para llegar a la

sabiduría. El gran filósofo griego del siglo V a.C., Platón y el escritor

bizantino del siglo IV d.C., Pseudo-Dionisio Areopagita, han demostrado que

el pensamiento filosófico trascendió hasta anexionarse al religioso, en

especial al cristianismo.

Nos proponemos inicialmente una escueta reseña de los aspectos

más importantes a tener en cuenta antes de abordar el tema principal que

nos incumbe, para acercar al lector a los contenidos de nuestra

problemática y facilitar el seguimiento de nuestra teoría. Para ello, y en

primer lugar, se ha realizado la lectura de una bibliografía extensa que

ayudase a adentrarnos en las diversas cosmovisiones estéticas que nos

conciernen en este trabajo y lograr el manejo de términos comunes a los

diversos autores para facilitar la mejor relación de sus respectivas

concepciones. Fundamentalmente, hemos de prestarle atención a un

artículo de reseña sobre la obra del canadiense John Dixon Copp, quien

habiendo coleccionado el Corpus Dionisyacum se dedicó a un profundo

análisis del mismo y nos iluminó en la realización de nuestra tarea para

conocer su esencia neoplatónica, y finalmente, el español José Rico Pavés

aportó algunas interpretaciones esclarecedoras acerca del pensamiento del

Areopagita y la estructuración de su obra.

A continuación, desarrollaremos los puntos más importantes de

nuestra investigación a fin de demostrar nuestra modesta analogía de los

autores que hemos elegido analizar.

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PLATÓN

Platón (427-348a.C.) fue un gran filósofo ateniense de la era clásica,

que dedicó su vida al desarrollo de teorías intelectuales sobre temas

diversos como la metafísica, la estética y la ética, también incursionó en la

política y pasó muchos años de su vida en el ámbito de la enseñanza. Fue

discípulo del moralista Sócrates y se vio influenciado por él, así como

también por la corriente pitagórica (con sus concepciones del número y la

armonía), hecho que se refleja en su amplio repertorio de obras.

Platón no ha dejado escrita una estética propiamente dicha, pero es

evidente que la noción de belleza ha tenido un lugar importante en su

ideología filosófica, puesto que tiene en su haber más de una obra acerca

del tema. Comenzó por el Hipias Mayor, uno de sus primeros diálogos,

donde presentó los inconvenientes de definir lo bello; en el Banquete, habla

del Eros y su búsqueda de la belleza; en Fedro, le concede a la Idea de

belleza una distinción privilegiada; en el Filebo analizó la experiencia

estética del placer ligado a la sabiduría y el bien. Es preciso tener en cuenta,

entonces, que sería difícil comprender la estética de Platón sin su teoría de

las Ideas, del alma y del Estado perfecto. Todos los temas de su doctrina

están íntimamente relacionados. Es por ello, que resumiremos brevemente

algunas nociones básicas para entender su influencia en la posteridad.

El Mundo de las Ideas

Platón entiende la realidad según el mundo de las Ideas, abstractas y

eternas: de allí se desprende un dualismo cosmológico, divide el mundo

en sensible (cosas sensibles e imágenes) e inteligible (ideas matemáticas

y filosóficas). A las ideas filosóficas se llega a través de la inteligencia, y las

considera como las más perfectas (no son falibles y su conocimiento es

fundamentado), las más cercanas al Bien y por ello abstractas y certeras. La

Idea del Bien, le da valor a todas las cosas: en la República, utiliza la

metáfora del Sol, para explicar su influencia, diciendo que es la luz que

ilumina al filósofo y es causa de que las cosas sean vistas, y posee fuerza y

belleza tal que confiere verdad y ser a todas las cosas. Más adelante,

veremos que Pseudo-Dionisio también utiliza esta metáfora y también le

concede a las cosas sensibles la noción de existencia por imitación o participación

(función ontológica) de las Ideas, en este caso del Bien.

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Finalmente, Platón propone también un dualismo antropológico, el

hombre es el resultado del conjunto de cuerpo y alma.

El Alma

Se define al alma en la filosofía platónica, como en un nivel

intermedio entre ambos mundos, el sensible y el inteligible, cuya existencia

es anterior al cuerpo y está anclada a él, y aspira a la contemplación de las

Ideas. El hombre posee tres recursos para la búsqueda del conocimiento: la

reminicencia, la dialéctica, la purificación (mediante la cual se separará

nuevamente del cuerpo). Definió las virtudes para cada parte del alma, y la

dividió en tres: racional (nous, logos) está situada en la cabeza, es

inmortal, inteligente, de naturaleza “divina”; irascible (thymós) está

situada en el pecho y es mortal; apetitiva (epithymía) está situada en el

abdomen y es mortal. Esto explica el carácter dual del alma, tanto mortal

por estar ligada al cuerpo como inmortal, lo que la coloca en un estadio

intermedio en relación a los dos mundos platónicos. Por último, Platón

distingue tres tipos de belleza: la belleza de los cuerpos, la belleza del

alma, y la belleza en sí (que sólo conocen los sabios).

La Belleza y el camino del Alma

Ligado a su concepción del mundo, distingue Platón entonces entre

Belleza Exterior o Sensible y Belleza Interior o Inteligible. En el

Banquete dice: “…debe considerar más valiosa la belleza de las almas

que la del cuerpo…”, por lo que concluimos que lo inteligible está por sobre

lo sensible (una gradación) y esta belleza inteligible consiste en la virtud

del alma; así la belleza suprema está ligada a la Idea de lo verdadero y del

bien y se subordina a este último, se manifiesta como un esplendor, no

abstracto, no racional, sino sensible. La Exterioridad e Interioridad se

presentan como extremos delimitantes del camino del alma, presentes a lo

largo de todo el viaje, en mayor o menor medida, en la búsqueda de mayor

profundidad o interioridad. Es un camino vertical, puesto que supone un

ascenso e implica un esfuerzo para avanzar; los escalones se pueden repetir

pero NO se pueden saltear. Si se transita por la parte externa, es decir,

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tocar lo sensible, se desciende, si por la parte interna, lo inteligible, se

asciende. En resumen, solo hay viaje si hay ascenso, viajando hacia una

interioridad cada vez más profunda.

El Banquete

En el Banquete, propone una concepción de Eros como divinidad

intermediaria entre dioses y hombres, que ama la sabiduría y está en

constante búsqueda de lo bello y el bien, por lo tanto, constituye un

estímulo para emprender una vida ascendente. Para llevar a cabo su

exposición, hace uso de la imagen de una escalera, cuyos peldaños forman

parte de un proceso de interiorización cada vez más complejo que el

hombre debe llevar a cabo para obtener el mayor conocimiento:

“Por consiguiente, cuando alguien asciende a partir

de las cosas de este mundo mediante el recto amor de

los jóvenes y empieza a divisar aquella belleza, puede

decirse que toca casi el fin. Pues ésta es justamente la

manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de

ser conducido por otro: empezando por las cosas

bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños

ir ascendiendo continuamente, en base a aquella

belleza, de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos

bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de

conducta, y de las normas de conducta a los bellos

conocimientos, y partiendo de éstos terminar en aquel

conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino

de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo

que es la belleza en sí.”

Como vemos, Amor y Belleza se relacionan, de modo que la Belleza

puede usar al Amor como medio para obtener sus fines: esto se traduce

como la búsqueda del Bien absoluto como Idea suprema. Si la Belleza busca

el Bien, podemos decir que hay una gradación implícita, donde éste último

se encuentra en la cumbre de las Virtudes.

Esta relación del bien y la belleza era común en la concepción griega

antigua de la perfección, la llamada “kalokagathía”, término que nace de la

unión de kalós (bello) y agathos (bueno) que describe el ideal de hombre de

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aspecto digno, virtuoso en habilidades deportivas, militares y morales, etc.

Pero es necesario aclarar, la belleza aquí, entendida no estrictamente como

física o sensible como lo hace la concepción actual del término. A su vez,

para Platón, el bien representa la armonía y el temperamento de las

virtudes en el alma y en el Estado, esto es, la virtud de los hombres es

solidaria con la ciudad en que vive el hombre, puesto que el individuo

reproduce en sí la imagen de la ciudad. Hasta aquí vemos un panorama

general de la cosmovisión platónica, que liga su estadio más alto, el mundo

de las Ideas, con el estadio más bajo, el hombre y su vida en comunidad, su

participación en la polis como individuo político-social que no sólo para

Platón sino para el pensamiento griego general de la época era sumamente

importante y difícil de desvincular.

PSEUDO-DIONISIO

Se presumía que era el discípulo de San Pablo que se había

convertido al cristianismo hacia el siglo I d.C., pero actualmente se sabe que

vivió hacia comienzos del siglo IV d.C. y fue probablemente sirio. Se

especula si fue un cristiano que tomó ideas neoplatónicas o un neoplatónico

que se convirtió al cristianismo, pero su anonimato no evitó que influyera en

autores posteriores. De todas formas, muchos críticos sugieren que no pudo

resolver bien la fusión de ambas doctrinas y que algunos aspectos de su

obra han quedado ambiguos.

Para dar al lector una mejor idea del desarrollo de la obra dionisiaca,

debemos recordar el contexto en que se desarrolla: el Imperio Romano

estaba dividido (nuestro autor ubicado en el Este) y se percibe corrupto y

asediado constantemente por múltiples flancos; el Estado y la Iglesia están

en crisis y hay disputas en torno a la naturaleza de Cristo y antes de que la

institución cristiana establezca su cristología oficial, se debaten

interpretaciones de todo tipo, sosteniendo la preeminencia de la naturaleza

divina sobre la humana y viceversa; se discute también hasta qué punto

puede o debe la Iglesia aceptar la inclusión de conceptos y términos de la

filosofía (pagana) clásica y helénica. Este es el momento en que Pseudo-

Dionisio introduce su concepción mística. Su consideración fue diferente en

el Este y en el Oeste del Imperio, citado a partir de los siglos VI y VII d.C.

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respectivamente, a veces para ganar autoridad en disputas teológicas, otras

para criticar su postura en sus planteamientos.

Los escritos de su autoría que se han conservado son Los Nombres

Divinos, La Jerarquía Celeste, La Jerarquía Eclesiástica, La Teología Mística y

10 Epístolas. Más tarde, nos centraremos en Los Nombres Divinos, la más

larga y compleja de sus obras, una teología cristiana con huellas

neoplatónicas, y de ella, primordialmente en el capítulo IV.

Expone tres vías para llegar a una aproximación a Dios ya que

considera que definirlo es una tarea imposible: una vía positiva, en que

expone que los atributos de Dios son aplicables a la criatura sólo en la

medida en que ésta deriva de aquél; una vía negativa, donde excluye

todas las imperfecciones de las criaturas de Dios en su Teología Mística; y

finalmente, la vía superlativa, por la que se conoce a Dios como

trascendente a todas las cosas del mundo, nada se puede afirmar ni negar

sobre él.

Se lo considera el fundador de la mística en tanto que buscó en las

Sagradas Escrituras su “secreto”, y para él, el conocimiento profundo de las

mismas es necesario para acercarse a Dios. Implementa la tradición de la

tríada moné-proodos-epistrophé, el proceso de emanación neoplatónico,

donde Dios es permanencia, inmutabilidad y eternidad, y desde y hacia él

se producen dos movimientos, uno de progresión y otro de reversión, es

decir, la emergencia desde el original, derivando de los dioses intermedios

providenciales y descenso a la materia, y el retorno a él por parte del alma.

Intenta fundir estos conocimientos con la creación cristiana, en que Dios es

Creador de todas las cosas, y el alma es algo intermedio entre los ángeles y

el hombre colocada en el cuerpo, y el camino del alma en renovada

búsqueda de su origen constituye la vuelta.

Recepción de Platón y los neoplatónicos

Como mencionamos antes, Platón fue el filósofo griego por

antonomasia que ha tocado diversidad de temáticas en su doctrina y ya

hemos establecido parte de su pensamiento; es tiempo ahora de introducir

brevemente a otro grupo de pensadores, que maravillados por su extenso

trabajo se vieron profundamente influenciados por él y que han revivido sus

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teorías para la posteridad, adaptándolas a todos los tiempos, incluyendo en

esta ola trascendental al Pseudo-Dionisio: los neoplatónicos.

Como ya dijimos, se denominó neoplatonismo al resurgimiento de las

ideas platónicas en su conjunto, con aportes propios de otras doctrinas

filosóficas como el pitagorismo, el aristotelismo, y algunas corrientes

místicas orientales. Este suceso de revitalización intelectual se llevó a cabo

en diversos contextos históricos, y dicha corriente ideológica tuvo su

difusión en diversas escuelas, empezando por la lejana Alejandría del siglo

III de la que Plotino fue tal vez su mayor exponente y uno de los primeros.

Para los neoplatónicos, el principio de todo es el Uno, eterno e inmutable,

una suerte de realidad suprema de la que surgen todas las cosas por

emanación. De allí se desprende el primer ser, denominado Logos, Verbo o

Inteligencia, que a su vez engendra al Alma como principio de movimiento y

materia. Estas son las tres hipóstasis o realidades primeras de la Trinidad

neoplatónica. A partir de esta base, cada autor dedicó sus esfuerzos a

definir su pensamiento y exponer sus criterios y argumentos a favor o en

contra de las diferentes teorías, y cada cual colocó nombres diversos a

estas hipóstasis, pero en general, todos creían en esta gran Unidad

Suprema de la cual todo se originó.

Para Plotino, son el Uno, el Nous y el Alma. Para este Uno no existen

términos que lo definan, ya que es la realidad que funda todas las cosas,

está más allá del Ser, por lo que la vía positiva para su definición no es

válida, y opta en cambio, por la vía negativa. Esta imposibilidad de referirse

al Uno de manera específica tiene su raíz también, en la creencia de que no

está al alcance del conocimiento humano corriente. El Nous, considerado a

veces el espíritu y en general la Inteligencia, en sentido intelectual, es la

puerta para acceder al Uno en cuanto que se entiende como una imagen

suya, que se desprende de él cual si fuera luz, y el Uno, se interpreta como

el Sol del cual proviene: esta analogía tiene su raíz en la República

platónica, donde un proceso similar conduce a la visión de la forma del Bien

y no al Bien mismo (analogía del Sol que luego el Pseudo-Dionisio retomará

en su obra mística). Finalmente, se encuentra el Alma, de naturaleza doble,

ligada al Nous y a la vez al mundo sensible, del cual es una suerte de

creadora. Para conseguir la Gnosis o conocimiento, el ser engendrado se

esfuerza por ascender hacia la perfección de la que emana, todo proviene

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del Bien y tiende hacia él. Para que el Alma se una al primer principio, debe

superar el pensamiento y por el éxtasis, se confunda con Dios y pierda toda

consciencia de sí misma.

Es importante tener en cuenta que por sus razonamientos el

neoplatonismo estaba en contra del cristianismo, pero eso no evitó que

influyera en la patrística cristiana (como lo hizo en el Pseudo-Areopagita),

en el pensamiento medieval, la escolástica y llegó incluso al Renacimiento.

Por ello, la concepción del Pseudo-Dionisio fue siempre muy controvertida,

ya que su anonimato nos priva de gran parte de la información, y sus

posturas ideológicas fueron cuestionadas, como dijimos antes, ¿fue acaso

un neoplatónico que se trasformó al cristianismo o un cristiano que tomó

fuertes ideas neoplatónicas para sus trabajos? Es así, que hay quienes

cuestionan que el Pseudo-Dionisio no supo reunir bien los ideales filosóficos

y los religiosos.

Por último, Clemente de Alejandría, Orígenes, Jámblico, Gregorio

nacianceno, Gregorio de Nisa, y Proclo fueron otros que Dixon Copp

consideró en el análisis del Pseudo-Dionisio como influyentes para la

composición de sus tratados.

Para retomar nuevamente la teología areopagita, Los Nombres

Divinos se trata de un himno, alabanza a Dios, y siguiendo la antigua

tradición griega, comienza enumerando todos los nombres de la divinidad.

En el comienzo del tratado establece que la comprensión del conocimiento

es directamente proporcional a la capacidad para ello, y en relación, coloca

en un lugar especial al rezo, como preparación para nuestro acercamiento a

Dios, y a la reverencia. Esta capacidad limita la difusión de la totalidad de la

teología cristiana a unos pocos, puesto que según Dionisio, se correría el

riesgo de una malinterpretación de los conceptos. José Pavés nos habla al

respecto de la función anagógica de la palabra dionisiaca: los escritos son

auxiliares para quien los lee en su búsqueda de la unión con Dios,

podríamos hablar de un carácter esotérico, ya que Pavés asegura que están

dirigidos principalmente a los creyentes ya iniciados en el conocimiento de

la Palabra de Dios.

El capítulo IV de este tratado, es el más largo de todos y en él define

los Nombres de Dios acudiendo a conceptos ya utilizados anteriormente en

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las doctrinas que acabamos de mencionar. Tomaremos los más importantes

para nuestro estudio:

LUZ (phos): divina, increada y no física como la que conocemos los

humanos. Su percepción está graduada, y el ascenso en esta gradación nos

lleva a la unión con Dios, posible sólo mediante “la visión beatífica” de esa

luz creadora.

BELLEZA (kalos): dice Copp que hay aquí una influencia platónica del

Banquete. Se trata de una belleza que “emana1” de Dios, y nuestro riesgo al

contemplarla es llegar a venerarla por ego o no poder trascenderla para

llegar a Dios. Para Dionisio, ella posee tres elementos: claridad, armonía y

autosuficiencia o perfección.

AMOR (eros): razón de la creación de Dios y también una respuesta

espontánea en el intento de llegar a él. Dionisio utiliza el “eros” pagano,

para referirse al deseo de Dios, el ansia de alcanzar al creador. Lo emplea

como un amor cósmico y dinámico.

ÉXTASIS (ekstasis): experiencia religiosa de la que la fe sale reforzada y

clarificada.

PARADIGMA (paradeigmata): los Nombres de Dios son un ejemplo de

paradigma, modelos (como las Ideas platónicas) dinámicos y con un poder

de atracción sobre nosotros.

SABIDURÍA (sophia): una de las cuatro virtudes cardinales de Platón, que

consiste en encontrar los mejores propósitos y fines. Platón la ligaría a su

método dialéctico. Para Dionisio, había varios movimientos gnósticos

girando en torno a la sabiduría.

INTELECTO (nous): mediador entre lo humano y lo divino, un guía para el

peregrino en su camino a la “fuente”, proporcionando información, sabiduría

e inspiración. Este término contiene claras raíces platónicas (ideal de Platón)

y neoplatónicas (para Proclo, el nous es un Díos en sí; para Plotino, una

mente divina es la realidad más elevada a la que puede aspirar el hombre).

RAZÓN (logos): señala la importancia de la lógica aristotélica, para Dionisio

es una función limitada proveniente de Dios, que se manifiesta diferente en 1 El término neoplatónico “emanación” implica necesidad de lo que emana, y por tanto que no haya intencionalidad en ello.

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el humano en relación al ángel. En Copp, vemos que se trata de un

“razonamiento técnico” y también “dirigido a fines” y a “definir y

comprender estructuras”, a pesar de ser limitado.

VERDAD (aletheia): concepto de origen platónico. La verdad subyace a lo

sensual y ha de ser buscada mediante entrenamiento espiritual y filosófico.

Hay verdades que Dios oculta, y que nuestra limitación humana no alcanza.

Hay verdades receladas y otras inefables (experimentadas).

FÉ (pistis): La división platónica (apetito, razón y voluntad), que es reflejo de

la Trinidad divina, implica que exista una fe para cada una de estas

facultades. La fe de todas ellas ha de estar en equilibrio y ha de dirigirse a

Dios (de lo contrario, caeríamos en el vicio). La fe cristiana comienza en el

bautismo, y es una preparación previa al conocimiento de lo verdadero.

Para Proclo, es otro de sus Dioses.

(NOMBRES OPUESTOS) REPOSO (stasis)-MOVIMIENTO (kinesis): el concepto

de reposo implica la idea de una posición superior, de una especie de

“trono”, dice Copp. Tiene cierta similitud con el “motor inmóvil” aristotélico.

En cuanto al movimiento, éste hace referencia a la “emanación”, Dios crea

y provee a las criaturas, en un flujo continuo que no implica movimiento

físico. Además, Dios es la causa, el centro de todos los movimientos hacia

él.

(NOMBRES SUPERIORES) PERFECTO (teleios): el concepto de perfección del

Pseudo-Dionisio está directamente ligado a la idea de Dios como amor. En

este sentido de intentar alcanzar la perfección de Dios, está la idea de

Proclo de que la perfección de los dioses es un ánimo a los humanos para

participar en ella. En ese sentido, la perfección humana, la completud, se

alcanza imitando el Bien divino.

UNO (hen): Éste es el nombre más importante de todos. El Pseudo-

Areopagita explica que no se trata de una abstracción, sino que este

Nombre surge como “participación de una idea viva en la mente”, es la

fuente de la que todo emana sin que ésta disminuya, hacia la cual

progresan las criaturas según su habilidad. Para Platón, el poder del Uno

tiene antecedentes pitagóricos: lo Uno es el punto, básico generador

geométrico, ligado al concepto de Belleza, Verdad y Bien. Para Plotino, lo

Uno es lo más alto en un mundo tridimensional, la más alta de las

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realidades no sensoriales, bajo ella están el nous y el alma. El nous sería el

nivel de las ideas de Platón, mientras que el alma del mundo se refleja en el

alma individual. Es gracias a esto que el hombre puede ascender, mediante

un pensamiento discursivo, de nuevo al Uno, a la perfección. Proclo dice que

el Uno es supremo, ser inefable, que está fuera de alcance y bajo él se

encuentran el Ser, la Vida, la Inteligencia y el Alma.

Para Pseudo-Dionisio, todos estos términos son simbolismos que

participan de Dios y meditar acerca de ellos nos ayuda a una aproximación

con él.

Los Nombres Divinos

Nos adentramos ahora específicamente en la obra del Pseudo-

Dionisio y la problemática que buscamos tratar, recordemos que aquí afirma

que no es posible definir a Dios, pero es lícito tratar una aproximación

mediante la enumeración de sus atributos que se derraman sobre las

criaturas derivadas de su Persona cual si fueran rayos de luz (metáfora

platónica del Sol), y todas las cosas participan de aquellos atributos puesto

que provienen de Dios (función ontológica de la Idea platónica), su primer

“nombre” a mencionar entonces, será el de Bien supremo. Es la fuente de

toda procesión y también el fin de todo ser bajo el aspecto de lo Bello que

es deseable por el Amor. El alma por su amor a lo bello y lo bueno (por

tanto lo verdadero), va en busca del Bien. Este camino que realiza va en

ascenso hacia la divinidad, constituyendo la “escalera” dionisíaca. Para

transitarlo, el alma debe librarse de las cosas sensibles con el fin de

purificarse:

“cuando el alma, guiada por las potencias intelectivas,

está centrada en el objeto del conocimiento, resulta inútil

la operación de los sentidos.”

En última instancia, Dios es incognoscible, y el hombre está

imposibilitado de conocerlo en su totalidad, su luminosidad enceguece la

divina visión, pero a partir de este camino, se llega a una aproximación a la

divinidad. Él y las inteligencias celestes funcionan como guía de la criatura

en su retorno hacia su Creador, cual el educador funciona como guía en la

doctrina platónica.

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En su camino de ascenso, Pseudo-Dionisio menciona tres

movimientos que realiza el alma identificándolos con tres formas del

conocimiento humano que expresan un modo de elevación o permanencia

en el misterio de Dios: un movimiento en espiral, en que “es iluminada con

los conocimientos divinos con razonamiento discursivo e inductivo”, lo que

establece el conocimiento discursivo. Pavés nos explica que el espiral se

debe a que el razonamiento se produce de manera ascendente a medida

que se avanza en él y se va girando alrededor de lo que ya se posee. En

torno a estos conocimientos divinos, el hombre relaciona, dispone, enlaza

con gran esfuerzo. El alma se mueve de manera rectilínea, correspondiente

con el conocimiento simbólico, y por medio de él, el hombre se sirve de las

cosas exteriores que son simbólicas y se perciben como múltiples para

acercarse a la unidad. Pavés explica que esto es posible porque el Rayo de

luz divina se revistió de símbolos, que son la representación visible más

cercana que posee el hombre de lo inefable e invisible. Finalmente, el alma

utiliza un movimiento circular, para adentrarse en sí misma y abstraerse de

las cosas exteriores, y concentrándose allí se encamina hacia la Belleza y el

Bien. Este conocimiento se establece como vía de negación, puesto que los

símbolos constituyen sólo una puerta proporcionada al hombre para un

conocimiento mayor, es el recogimiento interior o la negación de las cosas

exteriores, lo que permite al alma su ascenso. Este recogimiento, es la

disposición del hombre para ser elevado a un conocimiento superior que

trasciende el pensamiento humano por lo que el esfuerzo por abarcar el

misterio de Dios con la mente humana terminaría en fracaso. Así se

concreta un movimiento cíclico que ordena todo el universo, nos dice Pavés.

Para concluir, es llamativa la interpretación de la estructura del

Corpus que plantea este autor en relación con los tipos de conocimiento

aportados por el Areopagita, esto es, un grado de elevación en la obra

dionisíaca y el ascenso mismo del hombre hasta Dios mediante la teología:

discusiva en Los Nombres Divinos, simbólica en las Jerarquías Celeste y

Eclesiástica y finalmente, la unión a Dios en la Teología Mística.

Recepción del Pseudo-Dionisio

Dixon Copp, que ha estudiado en gran medida a nuestro autor y ha

realizado una investigación exhaustiva sobre él, nos proporciona algunos

autores del área occidental hasta el siglo XVII aproximadamente, que han

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sido influenciados por algunos aspectos de la obra del Pseudo-Dionisio.

Entre ellos, podemos nombrar a San Gregorio el Grande, Erígena, Hugo de

San Víctor y su discípulo Ricardo de San Víctor, Tomás de Aquino,

Buenaventura, Dante Alighieri, Meister Eckhart, Heinrich Suso, Denís el

cartusiano, John Colet, Juan de la Cruz, John Milton. Por último, queremos

hacer una mención especial del neoplatónico argentino Leopoldo Marechal,

que también siguió los pasos de Platón y el Pseudo-Dionisio, para reflejar

mínimamente la gran importancia de estos personajes aún hasta para la

cosmovisión actual.

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CONCLUSIÓN

Hemos intentado aproximarnos a dos cosmovisiones separadas en

tiempo y espacio que no obstante, tienen mucho en común, primando una

vez más la trascendencia del pensamiento platónico y humildemente

buscado realizar un ejercicio de comparación de dichas doctrinas, desde

una mirada estética, para reflexionar el estatus de la Belleza en tiempos

remotos, y como hemos visto, esta concepción estética no puede

desvincularse de otros ámbitos como el filosófico y el religioso y a través de

los años, la noción de Belleza ha tomado un lugar más y más elevado en la

cosmovisión del hombre. Por supuesto, quedan muchas y diversas

incógnitas aquí sin resolver que los grandes estudiosos aún no han podido

salvar, y no ha sido nuestra intención tomar postura alguna en las

discusiones críticas, sino sólo presentar una mera observación en el amplio

mundo de la investigación. ¿Podrá el tiempo permitirnos descubrir más

información acerca del Pseudo-Dionisio que lo ubique finalmente como un

neoplatónico o un cristiano originario? ¿Qué significado tendrá la

recurrencia del número tres en las diversas doctrinas que hemos

vislumbrado aquí? ¿Hasta dónde llega la influencia platónica y dónde

comienza la trascendencia areopagítica? Estas son sólo algunas de todas las

inquietudes que restan por resolver.

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Page 17: Estética Clásica - Mi Monografía, Recepción platónica en Pseudo-Dionisio Areopagita, el camino ascendente del alma por la sabiduría

BIBILIOGRAFÍA

Platón:

PLATÓN. El Banquete, Barcelona, Ed. Gredos, 2007.

BAYER, Raymond. Historia de la Estética, 1ª ed., México, Ed. Fondo de Cultura Económica, 1965.

TATARKIEWICZ, Wladyslaw. Historia de la Estética, Tomo I: La Estética Antigüa, Ed. Akal.

Pseudo-Dionisio:

PSEUDO-DIONISIO. Los Nombres Divinos (Capítulo IV), 2ª ed., Ed. Biblioteca de Autores Cristianos

CAVALLERO, Pablo A.. Dionisio, Pseudo Areopagita, 1ª ed., Buenos Aires, Ed. Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento, 2007.

MARTIN-LUNAS, Teodoro H.. Obras completas del Pseudo Dionisio Areopagita, 2ª ed., Ed. Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.).

Comentario al trabajo de DIXON COPP, John. “Dionisio el pseudo Areopagita: hombre de oscuridad/hombre de luz” por Laura Rodríguez Estupiñán.

Obra parcial de PAVÉS, José R.: Semejanza a Dios y divinización en el Corpus Dionysiacum, Platonismo y Cristianismo en Dionisio el Areopagita, Toledo, Estudio Teológico de San Ildefonso, 2001.

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