escritos san bernardo de claraval

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SAN BERNARDO DE CLARAVAL - ESCRITOS CAPITULOS 1 AL 27 [Escriba aquí una descripción breve del dcu!en"# $r!al!en"e% una descripción breve es un resu!en cr" del cn"enid del dcu!en"# Escriba aquí una descripción breve del dcu!en"# $r!al!en"e% una descripción breve es un resu!en cr" del cn"enid del dcu!en"#& Eduardo Henriquez

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Escritos

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SAN BERNARDO DE CLARAVAL - ESCRITOS

SAN BERNARDO DE CLARAVAL - ESCRITOSCAPITULOS 1 AL 27

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Eduardo Henriquez25/06/2015

ESCRITOS SAN BERNARDO DE CLARAVALLOS GRADOS DE HUMILDAD Y DEL ORGULLO RETRACTATIO

Los grados de la humildad y del orgullo

SAN BERNARDO

RETRACTACIN

Ya haba redactado casi la mitad de este tratado cuando se me ocurri confirmar y corroborar una afirmacin, citando aquel pasaje del Evangelio en el que el Seor confiesa su ignorancia sobre el da del juicio. Y comet una imprudencia; pues luego ca en la cuenta de que el Evangelio no se expresa as. El texto dice tan slo: ni el Hijo lo sabe. Yo, en cambio, autosugestionado y sin intencin de presionar, no recordaba la expresin exacta, sino slo el sentido; por eso escrib: ni el Hijo del Hombre lo sabe. Al comenzar la siguiente discusin, trat de probar su autenticidad, partiendo de una afirmacin en contra de la verdad. Pero, como no me d cuenta de este error hasta mucho despus de haber dado el libro a publicidad y de haber sido transcrito por muchas personas, no he encontrado ms solucin que hacer esta retractacin; dado que, por estar esparcido en tantos manuscritos, no me ha sido posible atajar dicho error.En otra ocasin manifest una opinin sobre los serafines, que nunca he odo ni ledo. Advierta el lector la prudencia del autor, que se expresa diciendo: "pienso". No quera proponer ms que una simple opinin de aquello cuya veracidad no he podido demostrar en la Escritura.En fin, incluso puede discutirse la oportunidad del ttulo "Sobre los grados de humildad" dado que describo ms los grados de soberbia. Aqu cargarn las tintas los menos inteligentes o los ue hacen caso omiso a los motivos del ttulo. Al final del tratado intento justificarlo muy escuetamente.

PREFACIO SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

PREFACIO

Me pediste, hermano Godofredo, que te pusiese por escrito y con relativa extensin lo que prediqu a los hermanos sobre los grados de humildad. He intentado satisfacer tu ruego como se merece, aunque con temor de no poder realizarlo. Te confieso que nunca se apartaba de mi mente el consejo del Evangelio. No me atreva a comenzar sin detenerme a pensar si contaba con medios para llevarlo a cabo.Y cuando la caridad ya haba arrojado lejos este temor de no poder rematar la obra, me invadi otro de signo contrario. En caso de terminar, me acechara el peligro de la vanagloria, peligro mucho ms grave que el mismo desprecio de no acabarlo. Por eso, entre el temor y la caridad, como perplejo ante dos caminos, estuve dudando largo tiempo sobre cul de ellos debera tomar. Me tema que, si hablaba tilmente de humildad, podra dar la sensacin de no ser humilde; y que, si callaba por humildad, podra ser tachado de intil.No me fiaba de ninguno de estos dos caminos, pero me vea obligado a tomar uno. Me pareci mejor compartir contigo el fruto de mis palabras que permanecer seguro, yo solo, en el puerto de mi silencio. Confo que, si por casualidad digo algo que te agrade, tu oracin conseguir que no me envanezca de ello. Y si, por el contrario -lo que parece ms normal-, no llego a redactar algo digno de tu talento, entonces ya no tendr motivo alguno para ensoberbecerme.

VENTAJAS QUE REPORTAN LOS GRADOS ASCENDENTESVENTAJAS QUE REPORTAN LOS GRADOS ASCENDENTES

Captulo 1

Antes de empezar a hablar de los grados de humildad que propone San Benito, no para enumerarlos, sino para subirlos, quiero mostrarte, si puedo, adnde nos llevan. As, conocido de antemano el fruto que nos espera a la llegada, no nos abrumar el trabajo de la subida.Cuando el Seor dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida, nos declara el esfuerzo del camino y el premio al esfuerzo. A la humildad se le llama camino que lleva a la verdad. La humildad es el esfuerzo; la verdad, el premio al esfuerzo. Por qu sabes?, dirs t, que este pasaje se refiere a la humildad, siendo as que dijo de un modo indefinido: Yo soy el camino? Escchalo ms concretamente: aprended de mi, que soy manso y humilde de corazn.Se propone como ejemplo de humildad y como modelo de mansedumbre. Si lo imitas, no andas en tinieblas, sino que tendrs la luz de la vida. Y qu es la luz de la vida sino la verdad? La verdad ilumina a todo hombre que viene a este mundo; indica dnde est la vida verdadera. Por eso, al decir: Yo soy el camino y la verdad, aadi: y la vida. Como si dijera: Yo soy el camino, que llevo a la verdad; yo soy la verdad, que prometo la vida; yo soy la vida, y la doy; pues dice l mismo: esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, nico Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo. Mas si t dices: "Veo perfectamente el camino, la humildad; deseo el fruto, la verdad; mas, qu har si el esfuerzo del camino es tan pesado que no puedo llegar al premio deseado?" El te responde: yo soy la vida, el vitico de donde sacars energas para el camino.El Seor grita a los extraviados y a quienes ignoran el camino: Yo soy el camino; a los que dudan y a quienes no creen: yo soy la verdad; y a los que ya suben arrastrando su cansancio: yo soy la vida. Me parece que en el pasaje propuesto queda suficientemente claro que el conocimiento de la verdad es fruto de la humildad. Fjate adems en estos textos: yo te alabo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas -sin duda haciendo referencia a los secretos de la verdad- a los sabios y prudentes, esto es, a los soberbios, y se los has revelado a los pequeos, es decir, a los humildes. Tambin aqu se inculca que la verdad se esconde a los soberbios y se revela a los humildes.

LOS GRADOS DE HUMILDAD Y ORGULLO. CAPTULO II

CAPTULO IILa humildad podra definirse as: es una virtud que incita al hombre a menospreciarse ante la clara luz de su propio conocimiento. Esta definicin es muy adecuada para quienes se han decidido a progresar en el fondo del corazn. Avanzan de virtud en virtud, de grado en grado, hasta llegar a la cima de la humildad. All, en actitud contemplativa, como en Sin, se embelesan en la verdad; porque se dice que el legislador dar su bendicin. El que promulg la ley, dar tambin la bendicin; el que ha exigido la humildad, llevar a la verdad.Quin es este legislador? Es el Seor amable y recto que ha promulgado su ley para los que pierden el camino. Se descaminan todos los que abandonan la verdad. Y van a quedar desamparados por un Seor tan amable? No. Precisamente es a stos a los que el Seor, amable y recto, ofrece como ley el camino de la humildad. De esta forma podrn volver al conocimiento de la verdad. Les brinda la ocasin de reconquistar al salvacin, porque es amable. Pero, Atencin!, sin menoscabar la disciplina de la ley, porque es recto. Es amable, porque no se resigna a que se pierdan; es recto, porque no se le pasa el castigo merecido.

SOBRE LOS GRADOS ASCENDENTES DE LA HUMILDAD. CAPTULO TRES

Captulo 3

Esta ley, que nos orienta hacia la verdad, la promulg San Benito en doce grados. Y como mediante los diez mandamientos de la ley y de la doble circuncisin, que en total suman doce, se llega a Cristo, subidos estos doce grados se alcanzan la verdad.El mismo hecho de la aparicin del Seor en lo ms alto del aquella rampa que, como tipo de la humildad, se le present a Jacob, no indica acaso que el conocimiento de la verdad se sita en lo alto de la humildad? El Seor es la verdad, que no puede engaarse ni engaar. Desde lo ms alto de la rampa estaba mirando a los hijos de los hombres para ver si haba alguno sensato que buscase a Dios. Y no te parece a ti que el Seor, conocedor de todos los suyos, desde lo alto est clamoreando a los que le buscan: venid a m todos los que me deseis saciaos de mis frutos; y tambin: venid a m todos los que estis rendidos y abrumados, que yo os dar respiro? Venid, dice. Adnde? A m, la verdad. Por dnde? Por la humildad. Provecho? Yo os dar respiro. Qu respiro promete la verdad al que sube, y lo otorga al que llega? La caridad, quiz? S, pues, segn San Benito, una vez subidos todos los grados de la humildad, se llega en seguida a la caridad. La caridad es un alimento dulce y agradable que reanima a los cansados, robustece a los dbiles, alegra a los tristes y hace soportable el yugo y ligera la carga de la verdad.

CAPTULO 4 SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

Captulo IV

La caridad es un manjar excelente. Es el plato principal en la mesa de rey Salomn. Exhala el aroma de las distintas virtudes, semejante a la fragancia de las especias ms sorprendentes. Sacia a los hambrientos, alegra a los comensales. Con ella se sirven tambin la paz, la paciencia, la bondad, la entereza de nimo, el gozo en el Espritu Santo y todos los dems frutos y virtudes que tienen por raz la verdad o la sabidura. La humildad tiene tambin sus complementos en esta misma mesa. El pan del dolor y el vino de la compuncin es lo primero que la verdad ofrece a los incipientes, y les dice: los que comis el pan del dolor, levantaos despus de haberos sentado. Tampoco a la contemplacin le falta el slido alimento de la sabidura, amasado con flor de harina, y el vino que alegra el corazn del hombre; con l, la verdad obsequia a los perfectos, y les dice: comed, amigos mos, bebed y embriagaos, carsimos. La

caridad, nos dice, es el plato principal de las hijas de Jerusaln; las almas imperfectas, por ser todava incapaces de digerir aquel slido manjar, tienen que alimentarse de leche en vez de pan, y de aceite en lugar de vino. Y con toda razn se sirve hacia la mitad del banquete, pues su suavidad no aprovecha a los incipientes, que viven en el temor; ni es suficiente a los perfectos, que gustan la intensa dulzura de la contemplacin. Los incipientes, mientras no se curen de las malas pasiones de los deleites carnales con la purga amarga de temor, no pueden experimentar la dulzura de la leche. Los perfectos ya han sido destetados; ahora, eufricos, se alegran de comer ese otro manjar, anticipo de la gloria. Slo aprovecha a los que estn en el centro, a los proficientes, quienes ya han experimentado su agradable paladar en algunos sorbos y se quedan contentos sin ms, por causa de su tierna edad.

SOBRE LOS GRADOS ASCENDENTES DE LA HUMILDAD. CAPTULO V

Captulo 5

El primer plato es, pues, el de la humildad, una purga amarga. Luego, el plato de la caridad, todo un consuelo apetitoso. Sigue el de la contemplacin, el plato fuerte. Pobre de m! hasta cundo, Seor, vas a estar siempre enojado contra tu siervo que te suplica? Hasta cundo me vas a estar alimentando con el pan del llanto y ofrecindome como bebida las lgrimas a tragos? Quin me invitar a comer de aquel ltimo plato, o al menos del sabroso manjar de la caridad, que se sirve a mitad del banquete! Los justos los comen en presencia de Dios rebosando de alegra. Entonces ya no debera pedir a Dios con amargura del alma: no me condenes! Todo lo contrario, al celebrar el convite con los zimos de la pureza y de la verdad, cantara alegre en los caminos del Seor porque la gloria del Seor es grande. Bueno es, por tanto, el camino de la humildad; en el se busca la verdad, se encuentra la caridad y se comparten los frutos de la

sabidura. El fin de la ley es Cristo; y la perfeccin de la humildad, el conocimiento de la verdad. Cristo, cuando vino al mundo, trajo la gracia. La. verdad, cuan se revela ofrece la caridad. Pero siempre se manifiesta a los humildes. Por ello, la gracia se da a los humildes.

CAPTULO 6: EN QU ORDEN SE LOGRA EL FIN PROPUESTO

Captulo VI

Como el conocimiento de la verdad tiene a su vez tres grados, voy a tratar de explicarlos brevemente. As se vera con mayor claridad a qu grado de verdad corresponde el duodcimo grado de humildad. Buscamos la verdad en nosotros, en el prjimo y en s misma. En nosotros, por la autocrtica; en el prjimo, por la compasin en sus desgracias; y en s misma, por la contemplacin de un corazn puro. Te he indicado el nmero de los grados; ahora observa su orden. En primer lugar quisiera que la misma verdad te enseara por qu debe buscarse antes en los prjimos que en s misma. Despus entenders por qu debes buscarla en ti antes que en el prjimo. Al predicar las bienaventuranzas, el Seor antepuso los misericordiosos a los limpios de corazn. Y es que los misericordiosos descubren en seguida la verdad en sus prjimos. Proyectan hacia ellos sus afectos y se adaptan de tal manera, que sienten como propios los bienes y los males de los dems. Con los enfermos, enferman; se abrasan con los que sufren escndalo; se alegran con los que estn alegres, y lloran con los que lloran. Purificados ya en lo ntimo de sus corazones con esta misma caridad fraterna, se deleitan en contemplar la verdad en s misma; por cuyo amor sufren las desgracias de los dems.En cambio, los que no sintonizan as con sus hermanos, sino que ofenden a los que lloran, menosprecian a los que se alegran, o no sienten en s mismos lo que hay en los dems por no sintonizar con sus sentimientos, jams podrn descubrir en sus prjimos la verdad. A todos stos les viene bien aquel dicho tan conocido: ni el sano siente lo que siente el enfermo, ni el harto lo que siente el hambriento. El enfermo y el hambriento son los que mejor se compadecen de los enfermos y de los hambrientos, porque lo viven. La verdad pura nicamente la comprende el corazn puro; y nadie siente tan al vivo la miseria del hermano como el corazn que asume su propia miseria. Para que sientas tu propio corazn de miseria en la miseria de tu hermano, necesitas conocer primero tu propia miseria. As podrs vivir en ti sus problemas, y se te despertaran iniciativas de ayuda fraterna. Este fue el programa de accin de nuestro Salvador. Quiso sufrir para saber compadecerse; se hizo miserable para aprender a tener misericordia. Por eso se ha escrito de l : Aprendi por sus padecimientos la obediencia. De este modo supo lo que era la misericordia. No quiere decir que Aquel cuya misericordia es eterna ignorara la prctica de la misericordia, sino que aprendi en el tiempo por la experiencia lo que saba desde la eternidad por su naturaleza.

CAPTULO VII. SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIACaptulo VII

Quiz te parezca exagerado lo que acabo de afirmar que Cristo, Sabidura de Dios, haya tenido que aprender a ser misericordioso, como si Aquel por quien fueron hechas todas las cosas hubiese ignorado algn tiempo algo de lo que fue hecho; sobre todo teniendo en cuenta que esas citas de la carta a los Hebreos pueden entenderse en otro sentido. No es absurdo que el trmino aprendi no haga referencia a la Cabeza, la persona de Cristo, sino a su cuerpo, la Iglesia. En tal caso, el sentido completo de la frase aprendi por sus padecimientos la obediencia, sera ste: Aprendi en su cuerpo la obediencia por lo que padeci en la cabeza.De todo lo que l padeci por nosotros, puros hombres, aprendemos cunto nos conviene padecer por la obediencia; ya que l, siendo Dios, no dud en morir. Segn esta interpretacin, dices t, ya no hay inconveniente alguno en decir que Cristo aprendi en su cuerpo la obediencia, la misericordia o cualquier otra cosa; con tal que no se crea que el Seor en su persona pudiese aprender en el transcurso de su vida temporal algo que antes ignorase. Y as, l mismo aprende, ensea a la vez la misericordia y la obediencia; porque la cabeza y el cuerpo son un mismo Cristo.

CAPTULO VIII. GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIACaptulo 8

No niego que esta interpretacin pueda ser aceptable. Sin embargo, existe otro pasaje de la misma carta que parece apoyar la anterior. No es a los ngeles a quienes tiende la mano, sino a los hijos de Abrahn. Por eso tena que parecerse en todo a sus hermanos para ser misericordioso. Creo que este debe referirse exclusivamente a la cabeza, no al cuerpo. Se dice de la Palabra de Dios que no tiende la mano a los ngeles, es decir, que no se uni personalmente a ellos, sino a la descendencia de Abrahn. Tampoco hemos ledo: la Palabra se hizo ngel; sino la Palabra se hizo carne, y carne de Abrahn, se cumpli la promesa que se le hizo. De aqu, es decir, por hacerse hijo de Abrahn, tuvo que parecerse en todo a sus hermanos. Esto es, convino y fue necesario que, dbil como nosotros pasara por todas nuestras miserias, excluido el pecado.Preguntas: Por qu fue necesario? Ah mismo tienes la respuesta: Para ser misericordioso. Y s insistes: Por qu esto no puede referirse al cuerpo? Escucha lo que sigue: En cuanto que pas la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora la estn pasando. No veo interpretacin mejor de estas palabras que la referencia a una voluntad de sufrir, de ser probado y de pasar por todas las miserias humanas, excluido el pecado. Es la nica forma de parecerse en todo a sus hermanos. As aprendi por propia experiencia a tener misericordia compadecerse de los que sufren y de los que son probados.

CAPTULO IX SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIACaptulo 9

No quiero decir que mediante esta experiencia se haya vuelto ms sabio. Lo importante es que ahora est mucho ms cerca de nosotros, dbiles hijos de Adn. Tampoco tuvo reparo en llamarnos y hacernos hermanos suyos; y todo para no dudar ms en confiarle las flaquezas que, como Dios, puede curar; y que, como cercano, quiere curar. Ya las conoce, porque sufri. Con razn lo llama Isaas hombre de dolores acostumbrado a sufrimientos. El Apstol aade: no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades. E indica a continuacin el motivo de su compasin: Probado en todo, igual que nosotros, excluido el pecado. Dios es dichoso. El Hijo de Dios tambin es dichoso en aquella condicin por la que no se aferr a su categora de ser igual al Padre. El era impasible antes de despojarse de su rango y de tomar la condicin de esclavo. Hasta entonces no entenda de miseria y de sumisin; tampoco conoca por experiencia la misericordia y la obediencia. Saba por su naturaleza, no por propia experiencia. Pero se achic a s mismo, hacindose poco inferior a los ngeles, que son impasibles por gracia, no por naturaleza; y se rebaj hasta aquella condicin en la que poda sufrir y someterse. Esto, como ya se dijo, le era imposible en su categora divina. Por eso aprendi la misericordia en el sufrimiento, y la obediencia en la sumisin. Sin embargo, como dije antes, por esta experiencia no aument su caudal de ciencia, sino que aument nuestra confianza, ya que por medio de este triste modo de conocer se acerc ms a nosotros Aquel de quien tan lejos estbamos. Cundo nos hubiramos atrevido a acercarnos a l si hubiese permanecido en su imposibilidad? Ahora, sin embargo, el Apstol nos persuade a acercarnos confiadamente ante el tribunal de la gracia de Aquel que, como est escrito en otro lugar, soport nuestros sufrimientos y aguant nuestros dolores. Tenemos la absoluta certeza de que puede compadecerse de nosotros porque el mismo ha sufrido.

SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA: CAPTULO 10

Captulo 10

No deben parecernos absurdas las expresiones de que Cristo conoca la misericordia desde siempre, por su divinidad, pero de manera distinta de como la conoci en el tiempo por la encarnacin. No queremos decir que Cristo hubiese comenzado a saber algo que anteriormente no supiese. Fjate que el Seor us una expresin parecida cuando respondi a la pregunta de sus discpulos acerca del ltimo da. Les confes su ignorancia. Es que l, en quien estn escondidos los tesoros de la sabidura y de la ciencia, no poda conocer la inminencia del ltimo da?; cmo, pues, neg que lo saba, siendo clarsimo que no poda ignorarlo? ; acaso minti para ocultarles lo que no era conveniente descubrirles? De ninguna manera. Si por ser la sabidura no puede ignorar cosa alguna, por ser la verdad tampoco puede mentir. No quiso dar pbulo a la curiosidad intil; por eso neg saber lo que le preguntaban. No lo neg, sin embargo, de un modo absoluto, sino con una especie de restriccin mental. Pues si con la mirada de su divinidad vea todas las cosas, las pasadas, las presentes y las venideras. conoca perfectamente aquel da; pero no por experiencia de los sentidos corporales. De haber sido as, ya habra aniquilado al anticristo con el aliento de su boca; ya habra resonado en sus odos el alarido del arcngel y el fragor de la trompeta, a cuyo estrpito los muertos van a resucitar; ya habra visto tambin con los ojos corporales a las ovejas a las cabras, que debern estar separadas entre s.

CAPTULO XI: SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIACaptulo XI

En fin, vas a comprender mejor ahora que, cuando expresaba su ignorancia sobre el ltimo da, se refera slo a su conocimiento humano, analizando la fina discrecin de su respuesta. No dijo: Yo no lo s; sino: ni el Hijo del hombre lo sabe. Qu quiere indicar la expresin Hijo del hombre sino la naturaleza humana que haba asumido? Con este nombre se da a entender que cuando dice no saber cosa alguna, no habla como Dios, sino como hombre. En otras ocasiones, hablando de s mismo en cuanto Dios, no emplea la expresin "Hijo", o "Hijo del hombre", sino "yo", o "a m". Ejemplos: En verdad, en verdad os digo; antes que Abrahn naciese, ya exista yo. Dice: ya exista yo; y no: "ya exista el Hijo del hombre". Sin duda alguna que habla de aquella esencia por la que existe antes de Abrahn, desde la eternidad; y no de aquella otra por la que naci despus de Abrahn, y que procede de Abrahn mismo. Tambin en aquella ocasin en que deseaba saber por boca de los discpulos la opinin que los hombres tenan de l, les pregunta: Quin dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Y no: "Quin dicen los hombres que soy yo?" Pero al preguntarles a continuacin su opinin sobre l, les dice: y vosotros, quin decs que soy yo? Y no: Quin decs que es el Hijo del hombre? Queriendo saber lo que pensaba el pueblo carnal acerca de su naturaleza humana, se impuso un nombre carnal, que es el significado propiamente dicho de la expresin Hijo del hombre. Pero al preguntar a sus discpulos, que eran espirituales, acerca de su divinidad, no aludi a s mismo como Hijo del hombre, sino directamente a su mismo "yo". Pedro comprendi lo que les haba querido preguntar al decir: y acert bien en su respuesta: T eres el Cristo, el Hijo e Dios. No dijo: "t eres Jess, el hijo de la Virgen". Si hubiese respondido as, sin duda alguna habra dicho la verdad. Pero cayendo en la cuenta, con agudeza, del sentido en que se le propona la pregunta, respondi acertada y competentemente diciendo: t eres el Cristo, el Hijo de Dios.

CAPTULO 12 SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

Captulo 12

Sabes que Cristo es una sola persona en dos naturalezas; una, por la que siempre existi; la otra, por la que empez a vivir en el tiempo. Por su ser eterno conoce siempre todas las cosas; por su realidad histrica, aprendi muchas cosas en el tiempo. Por qu dudas en admitir que, as como histricamente empez a vivir en el cuerpo, del mismo modo empez a conocer las miserias de los hombres con ese gnero de conocimiento propio de la debilidad humana? Cunto ms sabios y felices habran sido nuestros primeros padres ignorando este gnero de ciencia, que no podan lograr sin hacerse necios y desdichados! Pero Dios, su Creador, buscando lo que se haba perdido, continu, compasivo su obra; y descendi misericordiosamente adonde ellos se haban abismado en su desgracia. Quiso experimentar en s lo que nuestros padres sufran con toda justicia por haber obrado contra l; pero se sinti movido, no por una curiosidad semejante a la de ellos, sino por una admirable caridad; y no para ser un desdichado ms entre los desdichados, sino para librar a los miserables hacindose misericordioso. Se hizo misericordioso, pero no con aquella misericordia que, permaneciendo feliz, tuvo desde siempre; sino con la que encontr, al hacerse uno como nosotros envuelto en la miseria. As, la obra que haba comenzado con la misericordia eterna, la culmin por la misericordia temporal; no porque no pudiese llevarla a cabo solamente con la eterna, sino porque, respecto a nosotros, la eterna sin la temporal no nos pudo bastar. Una y otra fueron necesarias, pero para nosotros fue ms apropiada la segunda. Oh invencin inefable de la piedad! Podramos habernos imaginado incluso aquella maravillosa misericordia eterna si antes no la hubiese precedido la miseria, que nos la hace concebir? Cundo habramos descubierto aquella compasin, desconocida para nosotros, que sin la existencia de la Pasin habra perdurado en la imposibilidad? Sin embargo, si esa misericordia, que no conoce la miseria no hubiese existido anteriormente, tampoco se habra seguido esta otra misericordia, cuya madre es la miseria. Si no se hubiese seguido, tampoco nos habra atrado; si no nos hubiese atrado, no nos habra extrado. Extrado?, de dnde? De la fosa de la miseria y de la charca fangosa. Pero el Seor no se despoj de la misericordia eterna; la aadi a la temporal. No la cambi; la multiplic, segn est escrito: t socorres a hombres y animales, cmo has multiplicado tu misericordia, oh Dios!

CAPTULO XIII SOBRE EL ORGULLO Y LA SOBERBIA

Captulo 13

Volvamos ya a nuestro asunto. Si el que no era miserable se hizo miseria para experimentar lo que ya previamente saba, cunto ms debes tu, no digo hacerte lo que no eres, sino reflexionar sobre lo que eres, porque eres miserable? As aprenders a tener misericordia. Slo as lo puedes aprender. Porque si consideras el mal de tu prjimo y no atiendes al tuyo, te sentirs arrebatado por la indignacin, nunca movido por la compasin; tendemos a juzgar, no a ayudar; a destruir con violencia, no a corregir con suavidad. Vosotros los espirituales, dice el Apstol, corred eid con toda suavidad. El consejo o por mejor decir, el mandato del Apstol consiste en que ayudes a tu hermano enfermo con la misma suavidad con la que t quieres te ayuden a ti cuando enfermas. Tambin consiste en que comprendas cunta dulzura de trato debes tener con el pecador; caer en la cuenta, como dice el mismo Apstol, de que tambin t puedes ser tentado.

CAPTULO XIV SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIACaptulo 14

Conviene considerar con qu perfeccin sigue el discpulo de la verdad el orden establecido por el Maestro. En las bienaventuranzas a que me refera antes, preceden los misericordiosos a los limpios de corazn; y los mansos a los misericordiosos. El Apstol exhorta a los espirituales que corrijan a los carnales; y aade: con toda suavidad. La correccin de los hermanos corresponde, sin duda, a los misericordiosos; hacerlo con suavidad, a los mansos. Como si dijera: no puede ser contado entre los misericordiosos el que no es manso en s mismo. Mira cmo indica claramente el Apstol lo que antes promet yo demostrar. La verdad hemos de buscarla antes en nosotros que enel prjimo. Cayendo en la cuenta de ti mismo, es decir, siendo consciente de la facilidad con que eres tentado y de lo propenso que eres para pecar; por esta toma de conciencia, te hars manso y podrs acercarte a los dems para socorrerles con toda suavidad. Si no eres capaz de escuchar al Discpulo que te aconseja, teme al Maestro que te acusa. Hipcrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces podrs ver para sacar a brizna del ojo de tu hermano. La soberbia de la mente es esa viga enorme y gruesa en el ojo, que por su cariz de enormidad vana e hinchada, no real ni slida, oscurece el ojo de la mente y oscurece la verdad. Si llega a acaparar tu mente, ya no podrs verte ni sentir de ti tal como eres o puedes ser, sino tal como te quieres, tal como piensas que eres o tal como esperas llegar a ser. Qu otra cosa es la soberbia sino, como la define un santo, el amor del propio prestigio? Movindonos en el polo opuesto, podemos afirmar que la humildad es el desprecio del propio prestigio. Ni el amor ni el odio conocen el dictamen de la verdad. Quieres or el dictamen de la verdad? Escucha: yo juzgo segn oigo; no segn odio, ni segn amo, ni segn temo. Un dictamen del odio sera: nosotros tenemos una ley, y segn nuestra ley debe morir; el del temor sera: si le dejamos que siga as, vendrn los romanos y destruirn nuestro lugar santo; y un dictamen segn el amor podra ser el de David con su hijo parricida: tratad bien al joven Absaln. Hay un convenio definido por las leyes humanas; se observa tanto en las causas eclesisticas como en las civiles; est legislado que los amigos ntimos de los litigantes nunca deben ser convocados a juicio; no sea que, llevados del amor a sus amigos, engaen o se dejen engaar. Y si el amor que profesas a tu amigo influye en tu criterio como atenuante o inexistencia de culpa, cunto ms el amor que a ti mismo te profesas te engaara cuando vas a emitir un Juicio contra ti?

CAPTULO XV GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

Captulo XV

El que sinceramente desee conocer la verdad propia de s mismo, debe sacarse la viga de su soberbia, porque le impide que sus ojos conecten con la luz. E inmediatamente tendr que disponerse a ascender dentro de su corazn, observndose a s mismo en s mismo, hasta alcanzar con el duodcimo grado de humildad el primero de la verdad. Cuando haya encontrado la verdad en s mismo o, mejor dicho, cuando se haya encontrado a s mismo en la verdad pueda decir: yo me fiaba, y por eso hablaba; pero qu humillado me encuentro!, entonces penetre el hombre ms ntimamente en su corazn, para que la verdad quede enaltecida, llegando as al segundo grado y exclame: todos los hombres son unos mentirosos. Crees que David no sigui este mismo orden? crees que el profeta no se dio cuenta de lo que el Seor, el Apstol y yo hemos comprendido siguiendo su ejemplo? Y dice: Yo me fi de la Verdad, que deca en este mundo: el que me sigue no anda en tiniebla. Me fi, siguindola, por eso habl, confesando. Qu confes? La verdad que conoca en la fe. Despus de que me fi para la justicia y habl para la salvacin, qu humillado me encuentro hasta el lmite de la impotencia. Como si dijera: ya que no me avergonc de confesar contra m mismo la verdad que en m conoc, he llegado al colmo de la humildad. Ese limite puede entenderse por colmo; como puede verse en el pasaje de este salmo: se complace hasta el colmo en sus mandatos; es decir, se complace plenamente. Pero si alguien sostiene que colmo quiere significar aqu "mucho" y no basta el lmite, por ser se el significado que le dan los comentaristas, tal traduccin coincidira con el pensamiento del profeta. Por esto, cuando todava desconoca la verdad, me tena por algo, no siendo en realidad nada. Pero desde que me fi de Cristo, esto es, desde que imit su humildad, empec a conocer la verdad; ella ha sido enaltecida en m, por causa de mi propia confesin. Pero yo me siento en l colmo de la humillacin, es decir, que la propia consideracin de m mismo me ha suscitado mucho desprecio.

CAPTULO XVI SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

Captulo 16

Humillado el profeta en este primer grado de la verdad, como dice en otro salmo: Me has humillado en tu verdad, se observa a s mismo; y, consciente de su propia miseria, considera la de los dems. De este modo pasa al segundo grado y dice en su abatimiento: todos los hombres son unos mentirosos. En qu abatimiento? En aquel por el que sale de s mismo y, adhirindose a la verdad, se juzga. Proclama en este abatimiento, no irritado ni insultante, sino con toda misericordia y compasin: todos los hombres son unos mentirosos. Qu quiere decir: Todos los hombres son unos mentirosos? Quiere decir que todo hombre es dbil; que todo hombre es miserable e impotente, y que no puede salvarse a s mismo ni salvar a otro. Lo mismo que se dice: engaoso es el caballo para la victoria. No porque el caballo engae a nadie, sino porque se engaa a s mismo quien confa en su fortaleza. De la misma manera se dice que todos los hombres son unos mentirosos. Es decir, frgiles e inconstantes; de ellos nada se puede esperar, ni su salvacin, ni la ajena, sin incurrir en la maldicin del que pone sus esperanzas en otro hombre. De esta manera, el profeta, humilde y avezado en el camino de la verdad, cuando descubre en los otros las miserias que ha llorado en s mismo, a la vez que acumula experiencia, agudiza tambin su dolor. Y, de un modo muy genrico, pero autntico, exclama : Todos los hombres son unos mentirosos.

CAPTULO XVII GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

Captulo 17

Fjate de qu manera tan distinta senta de s mismo aquel fariseo soberbio. Qu fue lo que espontneamente brot de su desvaro? Dios mo, te doy gracias porque no soy como los dems. Se complace en s mismo como si slo l existiera, al mismo tiempo insulta a los dems con arrogancia. Muy distintos eran los sentimientos de David. Si afirma que todos los hombres son unos mentirosos, no excluye ninguno para no engaar a nadie. Sabe que todos pecaron, y que todos estn privados de la gloria de Dios. El fariseo, en cambio, condenando a los dems, slo a s mismo se engaa, ya que se excluye a s solo. El profeta no se excluye de la miseria comn para no quedar eliminado de la misericordia. El fariseo, al ocultar su miseria, aleja de s la misericordia. Elprofeta afirma de s y de los dems : todos los hombres son unos mentirosos. El fariseo lo afirma tambin de todos, menos de s mismo: No soy, dice, como los dems. Y da gracias, no porque es bueno, sino porque se siente nico; y no tanto por los bienes que tiene cuanto por los males que ve en los dems. Todava no ha sacado la viga de su ojo y da cuenta las briznas que hay en los ojos de sus hermanos, pues aade: injustos, ladrones. Me parece til esta digresin. Te habr servido para comprender la diferencia que existe entre la humillacin del profeta y el desvaro del fariseo.

CAPTULO XVIII. GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

CaptuloXVIII

Reanudemos nuestra exposicin. A todos los que la verdad les ha obligado a conocerse y, por eso mismo, a menospreciarse, necesitan que todo lo que venan amando, incluso el amor a sus propias personas, se les vuelva amargo. El enfrentamiento consigo mismos les obliga a verse tales como son y les provoca vergenza. Les desagrada lo que son, suspiran por lo que no son, conscientes de que nunca lo alcanzarn por sus propias fuerzas, y lloran amargamente su msera situacin; ya no encuentran otro consuelo que constituirse en Jueces severos de s mismos; por amor a la verdad, sienten hambre y sed de justicia. As llegan al desprecio de s mismos, se exigen una seversima satisfaccin y quieren cambiar de vida. Pero ven claramente que son incapaces de llevar a cabo sus propsitos, porque cuando ya han realizado todo lo que se les ha mandado, se confiesan siervos intiles. De esta manera, huyen de la justicia y se refugian en la misericordia. Y para alcanzar misericordia, siguen el consejo de la verdad: dichosos los misericordiosos, porque van a recibir misericordia. Este es el segundo grado de la verdad. Los que llegan a l buscan la verdad en sus prjimos; adivinan las indigencias de los dems en las suyas propias; y por lo que sufren, aprenden a compadecerse de los que sufren.

CAPTULO XIX

Captulo 19

Si perseveran en los tres aspectos planteados: en el llanto de la penitencia, en el deseo de la justicia y en las obras de misericordia, purificarn la mirada de su corazn de los tres impedimentos que contrajeron por ignorancia, por debilidad y por deseo. As, mediante la contemplacin, pasarn al tercer grado de la verdad.

Hay caminos que parecen buenos slo a los hombres que se gozan haciendo el mal y se alegran de sus acciones perversas. Luego recurren a la debilidad o a la ignorancia para excusar sus pecados. Pero en vano se lisonjean de su debilidad o ignorancia los que, para pecar con mayor libertad, se instalan en la ignorancia o impotencia. Crees t que al primer hombre, aunque no pecase muy a gusto, le sirvi de algo echar la culpa a su mujer, es decir, a la debilidad de la carne? Crees que la ignorancia podr excusar a los que apedrearon al primer mrtir porque se taparon los odos?

Estn en el mismo caso todos los que por el deseo o el amor al pecado se sienten alejados de la verdad y apresados en la debilidad y en la ignorancia; conviertan stos su deseo en llanto y su amor en afliccin; rechacen la debilidad de la carne con el fervor de la justicia y la ignorancia con la liberalidad. No vaya a ocurrirles que, por no reconocer ahora a la verdad pobre, sencilla y dbil, la conozcan demasiado tarde, cuando venga con gran poder y majestad, aterrando y acusando. Entonces ser intil que le pregunten: Cundo te vimos necesitado y no te socorrimos? Los que en esta vida no conocieron al Seor cuando deseaba tratarles con misericordia, le reconocern cuando aparezca para rendirle cuentas. Por eso mirarn al que traspasaron; y los codiciosos, al que despreciaron.

El ojo del corazn, al que la Verdad prometi su plena manifestacin: dichosos los limpios de corazn, porque vern a Dios, se purifica de toda mancha, debilidad, ignorancia o mal deseo adquirido, por medio del llanto, del hambre y la sed de ser justo, y por la perseverancia en las obras de misericordia. Los grados o estados de la verdad son tres. Al primero se sube por el trabajo de la humildad; al segundo por el afecto de la compasin; y al tercero, por el vuelo de la contemplacin. En el primer grado, la verdad se nos muestra severa; en el segundo, piadosa; y en el tercero, pura. Al primero nos lleva la razn con la que nos examinamos a nosotros mismos; al segundo, el afecto con el que nos compadecemos de los dems; al tercero, la pureza que nos arrebata y nos levanta hacia las realidades invisibles.

CAPTULO XX: GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

Captulo 20

Al llegar a este punto, aparece con toda nitidez ante mis ojos una obra maravillosa de la inseparable Trinidad que se realiza por separado en cada una de las personas. Si es que un hombre que vive en tinieblas, de algn modo puede llegar a comprender aquella separacin de las tres personas que obran de comn acuerdo. As, en el primer grado parece ver la obra del Hijo; en el segundo, la del Espritu Santo; y en el tercero, la del Padre. Quieres ver cmo obra el Hijo? Escucha: Si yo soy el Seor y el maestro, y os he lavado los pies, tambin vosotros debis lavaros los pies unos a otros. Con estas palabras, el maestro de la verdad da a sus discpulos la regla de la humildad; y la verdad se da a conocer en su primer grado. Fjate ahora en la obra del Espritu Santo: la caridad inunda nuestros corazones por el Espritu Santo que se nos ha dado. La caridad es un don del Espritu Santo. Por ella, todos los que han seguido las enseanzas del Hijo y se han iniciado en el primer grado de la verdad mediante la humildad, comienzan a progresar y llegan, aplicndose en la verdad del Espritu Santo, al segundo gradose llega por medio de la compasin al prjimo. Escucha tambin lo que hace referencia al Padre: Dichoso t, Simn, hijo de Jons, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne hueso, sino mi Padre, que est en el cielo. Y aquello otro: el Padre ensea a los hijos tu verdad. Y tambin: Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla. Te das cuenta de cmo a los que primero hace humildes el Hijo con su palabra y ejemplo, despus el Espritu derrama sobre ellos la caridad, y el Padre los recibe en la gloria? El Hijo forma discpulos. El Parclito consuela a los amigos. El Padre enaltece a los hijos. Por eso, respetada la propiedad de cada una de las personas, una es la verdad que obra estas tres realidades en los tres grados. En el primero, ensea como maestro; en el segundo, consuela como amigo y hermano; en el tercero, abraza como un padre a sus hijos.

CAPTULO XXI: SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y DE ORGULLO

Captulo 21

Primero el Hijo, la Palabra y la sabidura de Dios Padre, cuando ve esa potencia de nuestra alma llamada razn abatida por la carne, prisionera del pecado, cegada por la ignorancia y entregada a las cosas exteriores, la toma con clemencia, la levanta con fortaleza, la instruye con prudencia y la hace entrar dentro de s misma. Y revistindola con sus mismos poderes de forma maravillosa, la constituye juez de s misma. La razn es a la vez acusadora, testigo y tribunal; desempea frente a s misma la funcin de la verdad.

De esta primera unin entre la Palabra y la razn nace la humildad. Luego el Espritu Santo se digna visitar ia otra potencia llamada voluntad, todavainfluenciada por el veneno de la carne, pero ya ilustrada por la razn. El Espritu la purifica con suavidad, la sella con su fuego volvindola misericordiosa. Lo mismo que una piel, empapada por un lquido, se estira, la voluntad, baada por la uncin celestial, se despliega por el amor hasta sus mismos enemigos. De esta segunda unin del Espritu Santo con la voluntad humana nace la caridad. Fijmonos todava en estas dos potencias, la razn y la voluntad. La razn se siente instruida por la palabra de la verdad ; la voluntad, por el Espritu de la verdad. La razn es rociada por el hisopo de la humildad; la voluntad, abrasada con el fuego de la caridad. Ambas Juntas son el alma perfecta, sin mancha, a causa de la humildad; y sin arruga, por causa de la caridad. Cuando la voluntad ya no resista a la razn ni la razn encubra a la verdad, el Padre se unir a ellas como a una gloriosa esposa. Entonces la razn ya no podr pensar de s misma, ni la voluntad juzgar al prjimo, pues ese alma dichosa slo encuentra consuelo repitiendo: El rey me ha introducido en su cmara .

Ya ha sido digna de superar la escuela de la humildad. Aqu, enseada por el Hijo, aprendi a entrar en s misma, segn aquella advertencia que le haban insinuado: Si no te conoces, vete y apacienta tus cabritos. Ha sido digna, repito, de pasar de la escuela de la humildad a las despensas de la caridad, que son los corazones de los prjimos. El Espritu Santo la ha guiado e introducido a travs del sello del amor. Se alimenta con pasas y se robustece con manzanas, las buenas costumbres y las santas virtudes. Por fin, se le abre la cmara del rey, por cuyo amor desfallece.

All, en medio de un gran silencio que reina en el cielo por espacio de media hora, descansa dulcemente entre los deseados abrazos, y se duerme; pero su corazn vigila. All ve realidades invisibles, oye cosas inefables que el hombre no puede ni balbucir que excede a toda la ciencia que la noche susurra a la noche. Sin embargo, el da a da le pasa su mensaje; y por eso es lcito comunicarse la sabidura entre los sabios y compartir lo espiritual con los espirituales.

CAPTULO XXII: SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y DE ORGULLO

Captulo 22

Pablo confiesa que haba sido arrebatado hasta el tercer cielo; piensas que no haba superado estos grados? Pero por qu dice arrebatado y no ms bien llevado? Para que yo, que soy menos que Pablo, cuando me diga tan gran apstol que fue arrebatado a donde ni el sabio supo, ni el que fue as levantado pudo llegar, no presuma pensando que con mis fuerzas o mi tesn pueda lograr esa meta. As no confiar en mi virtud ni me agotar en esfuerzos vanos. El que es enseado o guiado, por el mero hecho de seguir al que le ensea o le gua, se ve obligado a trabajar y a poner algo de su parte para ser llevado hasta el lugar de su destino. Entonces podr decir: No soy yo, sino el favor de Dios.

Sin embargo, el que es arrebatado se porta como una persona ignorante, y no se apoya en sus fuerzas, sino en las de otro. No puede gloriarse de s mismo en nada absolutamente, pues lo que se ha realizado en l no ha sido hecho por l ni cooperando con otro. El Apstol pudo subir al primer cielo o al segundo, guiado y llevado de la mano. Pero para llegar al tercer cielo tuvo que ser arrebatado. Est escrito que el Hijo baj para ayudar a los que haban de subir al primer cielo. Que el Espritu Santo fue enviado para llevarnos hasta el segundo. Sin embargo, en ninguna parte se dice que el Padre, aunque siempre obra con el Hijo y el Espritu Santo, haya bajado del cielo o fuese enviado a la tierra.

Es verdad que leo lo siguiente: La misericordia del Seor llena la tierra. Y tambin : Llenos estn el cielo y la tierra de tu gloria, y muchas otras cosas por el estilo. Con relacin al Hijo leo tambin: Cuando lleg la plenitud de los tiempos, envi Dios a su Hijo. Y el mismo Hijo dice de s: El Espritu del Seor me ha enviado. Y se expresa por el mismo profeta: Y ahora me han enviado el Seor y su Espritu. Acerca del Espritu Santo leo: El Espritu Santo consolador, que enviar mi Padre en mi nombre; y tambin : Cuando me vaya, os lo enviar, que sin duda se refiere al Espritu Santo. En cambio, en ninguna parte leo que el Padre, aun cuando est en todas partes, se halle personalmente en otro lugar que no sea el cielo. As lo dice el Evangelio: Y mi Padre, que est en el cielo; y en la oracin: Padre nuestro, que ests en los cielos.

CAPTULO XXIII: SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y DE ORGULLO

Captulo 23

De todo esto deduzco que, si el Padre no descendi, el Apstol no pudo subir al tercer cielo para verlo; por eso record que haba sido arrebatado. Nadie ha subido al cielo sino el que baj del cielo. Y no pienses que habla del primer o del segundo cielo, ya que te dice David : Su salida es desde lo ms alto del cielo. A este mismo lugar volvi Cristo, pero no fue arrebatado sbitamente ni trasladado a escondidas; lo vieron subir los apstoles. No fue el caso de Elas, quien no tuvo ms que un testigo; ni el de Pablo, que no tuvo ninguno; pues apenas l mismo pudo ser testigo o Juez, ya que dice: yo no lo s; Dios lo sabe. Cristo, como todopoderoso que era, baj cuando quiso, subi cuando le plugo tuvo a bien esperar a que hubiese testigos y espectadores; eligi un lugar, un tiempo, un da y una hora concretos : le vieron subir aquellos a los que quiso honrar con ese espectculo. Pablo y Elas fueron arrebatados; Enoc fue trasladado. De nuestro Redentor se dice que subi, es decir, que ascendi sin ayuda alguna. Sin ayuda de carros o de ngeles. Una nube lo ocult a sus ojos. Qu sentido tiene la nube? Estaba cansado y necesitaba su ayuda? Tal vez se senta aptico y la nube lo empuj? Acaso se caa y la nube le sirvi de apoyo? Nada de eso. Lo que ocurri fue que la nube lo ocult a los ojos carnales de sus discpulos. Hasta entonces haban conocido a Cristo segn la carne; en adelante, no debern conocerle de esa forma. Por tanto, a los que el Hijo llama por la humildad al primer cielo, el Espritu los rene en el segundo por la caridad; y el Padre los exalta al tercer cielo por la contemplacin. Primero se humillan en la verdad, y dicen: me humillaste en tu verdad. Despus se alegran de la verdad, y cantan: ved qu dulzura, qu delicia, convivir los hermanos unidos; pues de la caridad se ha escrito: simpatiza con la verdad. En tercer lugar son arrebatados hasta los arcanos de la verdad, y dicen: Mi secreto para m, mi secreto para m.

CAPTULO XXIV SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y SOBERBIA

Captulo 24

Y cmo yo, miserable, presumo atravesar los dos cielos superiores y decir palabras vanas que ni yo mismo entiendo? Todava voy arrastrndome por el ms inferior de los tres. Para subir a este cielo inferior he levantado una escalera con la ayuda de Dios, que all me llama. Ese es el camino que me lleva a la salvacin eterna. Levanto los ojos hacia el Seor, que est en lo ms alto. Exulto al or la voz de la Verdad. El me ha llamado, y yo le he respondido: Extiendes tu mano derecha hacia la obra de tus manos. T, Seor, cuentas mis pasos. Yo subo lentamente; camino jadeante; busco otro sendero. Desgraciado de m si me sorprenden las tinieblas, si mi huida es en invierno o en sbado! Ahora es el tiempo favorable y el da de la salvacin, y evito caminar hacia la luz. Por qu me retraso? Ruega por m, hijo, hermano, amigo mo, y suplica al Todopoderoso, para que afiance el pie indolente y no me alcancen los pasos de la soberbia. Si el paso indolente no es apto para subir a la verdad, es, con todo, ms soportable que el paso de la soberbia, como est escrito: Derribados, no se pueden levantar.

CAPTULO XXV SOBRE LOS GRADOS DE HUMILDAD Y ORGULLO

Captulo 25

Esto se ha dicho de los soberbios. Pero qu diremos del jefe de todos ellos, es decir, de aquel que es llamado rey de todos los hijos de la soberbia? El mismo Seor dice: No aguant en la verdad; y en otro lugar: Yo vea a Satans caer del cielo. Y por qu, sino por la soberbia? Desgraciado de m si el Seor, que de lejos conoce al soberbio, advierte que me he ensoberbecido; me lanzar aquellas terribles palabras : T eras hijo del Altsimo, pero morirs como uno de tantos, caers como todos los principies.Quin no temblar ante el fragor de este trueno? Cunto ms provechoso fue que el ngel tocase la articulacin del muslo de Jacob y se la dejase tiesa, frente a la hinchazn, la perdicin y la cada del ngel soberbio! Ojal que el ngel toque tambin mi articulacin y la ponga rgida! A ver si yo, que con mi fortaleza lo nico que puedo hacer es caer, empiezo a aprovecharme de esta debilidad. Leo en efecto: La debilidad de Dios es ms fuerte que los hombres.

El Apstol se lamentaba de la rigidez de su articulacin. La razn era que el mismo Satans le abofeteaba, y no un ngel del Seor. Pero Pablo escuch esta respuesta: Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad. Qu tipo de fuerza? Que nos lo diga el mismo Apstol: Con muchsimo gusto presumir de mis debilidades, porque as residir en m la fuerza de Cristo. Tal vez an no entiendes bien de qu fuerza habla en concreto, ya que Cristo las tuvo todas. A pesar de ello, en su expresin aprended de m, que soy manso y humilde de corazn, nos recomend una sobre todas: la humildad.

CAPTULO XXVI: GRADOS DE ORGULLO Y SOBERBIA

Captulo 26

Seor Jess, tambin yo, con muchsimo gusto, me gloriar, si lo permite mi debilidad, en la rigidez de mi articulacin, para que tu fuerza, la humildad, llegue en m a su perfeccin; pues cuando mi fuerza desfallece, me basta tu gracia. Apoyando con fuerza el pie de la gracia y retirando con suavidad el mo, que es dbil, subir seguro por los grados de la humildad; hasta que, adhirindome a la verdad, pase a los llanos de la caridad. Entonces cantar con accin de gracias y dir: has puesto mis pies en un camino ancho. As se avanza con mucha precaucin; se sube peldao a peldao la difcil escalera, hasta que, incluso arrastrndose o cojeando en la misma seguridad, se logra la verdad. Pero desgraciado de m! Mi destierro se ha prolongado. Quin me diera alas de paloma para volar raudamente hacia la verdad y hallar el reposo en la caridad? Pero como no las tengo, ensame, Seor, tu camino, para que siga tu verdad; y la verdad me har libre. Pobre de mi, que he bajado desde esa altura! Si por ligereza y dejadez no hubiese bajado, no tendra ahora que afanarme con tanto tesn para subir, y tan lento. Y por qu digo que he bajado? Sera mucho ms acertado decir que ca. Es cierto que, as como nadie sube a lo ms alto de repente, sino que avanza paso a paso, del mismo modo nadie se hace un malvado de la noche al da. Se va bajando poco a poco. Si en la vida se procediera de otra forma, cmo podra afirmarse que el malvado se ensoberbece todos los das de su vida, y que hay caminos que parecen derechos, pero llevan a la perdicin?

CAPTULO XXVII: GRADOS DE HUMILDAD Y DE ORGULLO

CAPTULO 27

Hay un camino hacia arriba y otro hacia abajo. Un camino que lleva al bien; y otro, al mal. Gurdate del mal camino y elige el bueno. Si te sientes incapaz, suplica con el profeta y di: aprtame del camino falso. De qu manera? Y dame la gracia de tu ley; de aquella ley que diste a los que pecan en el camino, a los que abandonan la verdad. Uno de ellos soy yo, que he cado de la verdad. Entonces, el que cae, no podr levantarse? Por eso escog el camino de la verdad para subir hasta la cima desde donde ca por mi soberbia. Subir y cantar: me estuvo bien la humillacin. Ms prefiero yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata. Puede parecerte que David propone dos caminos , pero fjate y vers que es uno slo con nombres distintos. Se llama iniquidad para los que bajan, y verdad para los que suben. Los peldaos son idnticos para los que suben al trono y para los que bajan. Uno es l camino para los que se acercan a la ciudad y para los que la abandonan. Y una es la puerta para las que entran en la casa y para los que de ella salen. Jacob vio en sueos que por una misma rampa suban y bajaban ngeles. Qu quiere decir todo esto? Si quieres volver a la verdad, no necesitas buscar un camino nuevo, desconocido. Te basta el mismo por el que has bajado. Ya lo conoces. Desandando el mismo camino, sube, humillado, los mismos peldaos que has bajado ensoberbecido. As, el que es duodcimo escaln de soberbia para el que baja, debe ser el primero de humildad para el que sube; el undcimo, el segundo; el dcimo, el tercero; el noveno, el cuarto; el octavo, el quinto; el sptimo, el sexto; el sptimo; el quinto, el octavo; el cuarto, el noveno; el tercero, el dcimo; el segundo, el undcimo, y el primero, el duodcimo. Cuando hayas encontrado, an ms, reconocido en ti estos grados de soberbia, ya no tendrs que afanarte por encontrar el camino de la humildad.1