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  • 1

    ESCRITO EN LECTURAS TURIA POR CARLOS ALCORTA

    Llegar cuando las luces se apagan 22 de octubre de 2013

    08:34:54 CEST

    Europa estaba en llamas. Nac en 1943, lejos del frente, en las

    orillas de un ro de cartas: Querido, querida... padre, madre, hijo

    mo, hija de mi alma, amada... Cundo volveremos a vernos?

    Nos permitir la vida volver a encontrarnos?... En los pueblos

    de Europa, se oan las sirenas de alarma, rpidas y entrecortadas.

    Cada fbrica tena la suya. Se escuchaba el ruido de los aviones y

    se apagaban las luces. Luego, cartas, siempre el ro de las cartas:

    querido, querida, padre, madre, amada, hijo mo, hija de mi

    alma.... y alguna que nunca llegaba.

    Soy biznieto de un msico, nieto de un editor e impresor, hijo de

    un catedrtico, descendiente de generaciones de viejos europeos

    que en una poca de fanatismo y violencia- vieron reducidos a

    escombros el esfuerzo material y moral de sus vidas. Vine al

    mundo en un siglo terrible el novecento- que industrializ el

    asesinato en serie, creando incluso cadenas de montaje de la

    muerte. Nac en medio de un bombardeo, cuando las luces se

    apagan.

    S que, una noche, mis padres -a la hora en que escuchaban las

    noticias de la BBC- se levantaron emocionados, mirndose a los

    ojos, apagaron la radio, pusieron un disco en el gramfono, me

    cogieron en brazos y comenzaron a bailar un vals... Todava ese

    momento tiene en mi memoria una luz de vsperas y, cuando

    pienso en l, me invade una emocin profunda. Hasta, que ya de

    mayor, comprend que aquel recuerdo alegre de mi niez tena un

    significado muy concreto en el calendario de los adultos: era la

    fecha en que haba acabado la Segunda Guerra Mundial.

  • 2

    Evoqu este momento en El Esnobismo de las golondrinas:

    Barcelona me dio la vida, porque soy un superviviente de las

    viejas familias de Europa. Por una casualidad pude nacer en este

    rincn del Mediterrneo donde me dejaron vivir y mi infancia

    tiene esa luz de patio...

    Una familia de msicos

    Mi bisabuelo, Gustav Wiesenthal, naci en Alsleben, a orillas del

    Saale, el 14 de febrero de 1835. Esta comarca haba sido feudo de

    los prncipes de Anhalt.

    El padre de Gustav era cirujano, pero tambin haba estudiado

    msica, por seguir una tradicin que, en mi familia paterna, se

    remontaba a varias generaciones. Invent un mecanismo para el

    pedal de los rganos que estaba inspirado en una prtesis que

    colocaba a sus pacientes, cuando tenan problemas en las

    articulaciones. Vivi en la corte de Anhalt, como sus antepasados

    y, aunque no fue nunca banquero ni acaudalado, podra

    considerarse un Hofjude; es decir, uno de aquellos judos

    alemanes que haban hecho carrera al servicio de los prncipes

    europeos, como consejeros o ministros.

    Alsleben era, entonces, una pequea poblacin protestante de

    algunos miles de habitantes que vivan, principalmente, de la

    construccin de barcos y del comercio de azcar y malta. Adems

    del comercio fluvial, algunos molinos de agua daban trabajo a la

    poblacin.

    Hoy, este pueblo de Sajonia, es un lugar melanclico,

    empobrecido por los aos de comunismo que siguieron a la

    ltima guerra mundial. Alguna vez me he detenido a beber vino

    en una taberna y entro a rezar en la iglesia o paseo por las orillas

    del ro, donde los rboles centenarios, las barcazas dormidas y los

    astilleros en ruina son lo nico que queda de tiempos antiguos.

  • 3

    Pero siento todava emocin al pisar sus callejas empedradas, al

    contemplar la fachada del Rathaus o cuando me cruzo con algn

    campesino que viene al mercado con su carro lleno de manzanas,

    tirado por un pesado caballo.

    En el siglo XVII se construyeron en los alrededores de Alsleben,

    monumentales castillos como el Bernburg Schloss, residencia de

    los prncipes de Anhalt y donde mis antepasados fueron maestros

    de capilla.

    Las cortes de Anhalt no eran muy poderosas, pero tuvieron

    mucha historia, porque vivan en una encrucijada estratgica del

    corazn de Europa. Una hija de un duque de Zerbst, llamada

    Sophie-Friederike-Augusta, fue emperatriz de Rusia con el

    nombre de Catalina la Grande; aunque no se caracteriz nunca

    por su amor a la msica. Pero otros duques, como Leopold de

    Anhalt-Cthen, se haban distinguido por su espritu ilustrado,

    defendiendo el bienestar de sus sbditos y la libertad de

    conciencia. Y el cargo de maestro de capilla era una labor

    honrosa para un msico, porque el propio Juan Sebastian Bach

    haba desempeado este cargo en uno de estos castillos.

    El trabajo de los msicos de la corte era bastante rutinario. Una

    legin de damas de honor, gentilhombres, chambelanes, monteros

    mayores, intendentes de capilla, msicos, preceptores, maestros

    de danza, lacayos y gobernantas rodeaban a los prncipes. Y la

    msica no era una actividad muy lucrativa, pero estaba bien

    considerada porque los msicos de Sajonia se haban agrupado ya

    desde 1653 en un Colegio de Instrumentistas, lo que les

    diferenciaba de muchos pobres ministriles (Kunstpfeifer) que

    llevaban una vida casi vagabunda, tocando la cornamusa y la lira

    en las fiestas. Por eso mis antepasados pudieron fundar una

    familia estable, educar a sus hijos y convertirlos en honestos

    maestros de msica, ensendoles adems la tcnica de la

    construccin de violines y rganos.

  • 4

    Cuando me asomo a las ventanas del castillo de Bernburg y

    contemplo las aguas plateadas del Saale, me emociono todava

    pensando cuntos sueos dejaron en este castillo los msicos de

    mi familia.

    De generacin en generacin, mis antepasados mantuvieron su

    tradicin musical, hasta los aos del siglo XIX en que naci mi

    bisabuelo Gustav. Naturalmente su padre decidi que se dedicara

    a la msica, actividad en la que tambin se haban distinguido los

    Mendelssohn, emparentados con la familia.

    Salve!, por algo se empieza

    Aunque llegu cuando se apagaban las luces, la suerte no me hizo

    nacer entre ruinas. Nac en Barcelona, en una bella casa

    modernista de la Gran Va 658. Mi padre la haba elegido porque

    estaba muy cerca de la Escuela de Comercio, institucin de la que

    era entonces Director. Verdadero coleccionista de ttulos

    acadmicos, haba ganado su primera ctedra en 1916, ejerciendo

    luego el profesorado en la Escuela de Comercio de Las Palmas,

    en el Instituto Columela de Cdiz, en Berln (donde vivi becado

    por la Institucin Libre de Ensaanza), en Barcelona, en la

    Facultad de Medicina de Cdiz y en la Escuela Diplomtica de

    Madrid.

    Mi padre era madrileo, ya que fue en la capital de Espaa donde

    se instal mi abuelo cuando vino de Hamburgo en 1886. Pero

    senta una devocin especial por Barcelona, donde encontraba un

    ambiente cultural de su agrado, muy abierto entonces a las

    influencias europeas y, tambin, independiente e industrioso

    como el de las viejas ciudades hanseticas del Norte de Alemania

    donde haban vivido nuestros antepasados. Por eso, en 1942,

    recin casado con mi madre, se traslad a Barcelona.

  • 5

    La casa donde nac tiene una alegre fachada con azulejos y

    barrocas labores de forja, que me recuerda el estilo de algunos

    palacetes sevillanos, quizs porque las dos ciudades compartieron

    los elementos decorativos mediterrneos que estaban de moda en

    los aos de la Exposicin Universal de 1929. Todava conserva

    en el zagun algunos muebles originales, adems de los vidrios

    emplomados de las ventanas y de una bella escalera en la que

    destaca un trovador que sostiene en la mano una bandera con la

    inscripcin Salve.

    Cuando visit por primera vez la casa de Goethe en Weimar y vi

    escrita, en el umbral de la puerta, la palabra Salve, me sent un

    elegido; vecino de los dioses del Olimpo. Ms o menos, como

    aquel advenedizo que presuma de sus relaciones con el Rey.

    - Tenemos el mismo peluquero -explic a unos amigos.

    Jaime Wiesenthal Et mois aussi, Madame

    Me bautizaron en la Colegiata de Santa Anna, en el corazn de la

    Barcelona antigua. Y me dieron los nombres de Mauricio, por mi

    abuelo paterno, Daniel, por mi abuelo materno, y Jaime, porque

    alguno de los invitados pens que hara honor a este nombre

    medieval: Jaume de Valldeprat (esto significa Wiesenthal),

    trobador reial, mestre de finamor, cavaller de la Sainte

    Chandelle... Si uno pudiese escribir su biografa en una lpida,

    esta sera mi lauda.

    He utilizado alguna vez este nombre, Jaime, porque me parece

    romntico; sobre todo, desde que un da me hicieron una

    entrevista en Francia y la locutora, cometiendo un delicioso

    despiste, me llam Jaime Wiesenthal... (Et moi, je vous aime

    aussi, Madame, respond para ser corts)

  • 6

    El primitivo Monasterio de Santa Ana fue edificado en la Edad

    Media por los caballeros de la Orden del Santo Sepulcro. Es una

    lstima que, en los incendios de la guerra civil, perdiese muchos

    de sus retablos y altares, aunque conserva todava su bellsimo

    claustro, con dos pisos de arcadas.

    Voy a menudo a esta romntica iglesia donde nac al milagro de

    la esperanza y del amor. No s si los misterios de fe admiten una

    explicacin racional; pero, cuando me acerco a la vieja pila

    bautismal, experimento todava una sensacin de salud y de

    frescor. Me gusta pasear por el claustro, contemplando sus fustes

    elegantes que reciben una luz mstica a travs de la fronda de

    naranjos y palmeras. A finales de primavera, las magnolias de

    hojas verdes y brillantes, abren sus grandes flores blancas. Es la

    poca ideal para escuchar el canto de la fuente que deja caer sus

    lgrimas cansinas sobre el viejo pozo medieval de piedra. Alguna

    vez me contaron que mi romntica y piadosa bisabuela Amalia

    von Halle era capaz de identificar el sonido del rgano en cada

    iglesia de Hamburgo. Me gusta tanto el sonido de las fuentes que,

    con los aos, me fui acostumbrando a distinguir las que tienen la

    lgrima sentimental y romntica, de los surtidores rientes y

    alegres; al igual que hay fuentes piadosas que murmuran rosarios

    lentos, o algunas que zumban como abejas en el calor de la siesta

    y otras que cantan en el silencio de la madrugada, como las

    esclavas de Las mil y una noches.

    El tango celos

    En la galera de mi casa, en el Ensanche de Barcelona, se oa el

    tango Celos. No s por qu ese tango tiene una presencia

    recurrente y misteriosa en mi vida. Me acompaa desde mi

    infancia, como una de las canciones que recuerdo de la cuna. Mis

    amigos no saben tampoco cmo explicar este fenmeno. Pero

    basta que yo entre en el saln de un barco o que me acerque al

    piano de un hotel para que comience a sonar el tango Celos. Me

    ha acompaado mil veces en mis travesas del Atlntico, en el

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    Queen Elizabeth, en el Galileo Galilei, en el Costa Classica, en el

    Brilliance of the Seas... Me trae el recuerdo del Hotel Bristol de

    Salzburg, donde lo interpretaba Bobby, el pianista. Lo he odo

    mientras escriba -melanclico y solitario- en el Caf Tortoni de

    Buenos Aires. Y me ha seguido en el Park Oteli de Estambul, en

    el Quisisana de Capri, en los cafs de Venecia, en las pensiones

    de mi poca de estudiante o en los garitos del puerto de Argel.

    Sonaba en los aos cuarenta en los patios abiertos, en mi casa de

    la Gran Va de Barcelona. Quiz lo bailaban mis padres cuando

    se abrazaban en casa y se dejaban llevar por la alegra y la pasin

    de los primeros aos de casados. Se oa en las radios de la

    posguerra, en los viejos gramfonos de la Voz de su Amo, en los

    bailes de las verbenas y en las habitaciones de las criadas, que

    olan a manzanas de pueblo y a carmn de labios.

    Ms tarde en Cdiz, donde pas mi adolescencia, se viva mucho

    al ritmo de Amrica. Delante de mi casa gaditana haba muerto en

    1845 el primer presidente argentino, Bernardino Ribadavia. Unas

    calles ms all haba nacido, en 1732, Jos Celestino Mutis, el

    gran botnico que descubri la quina. No se poda vivir en Cdiz

    sin sentirse en Amrica.

    El tango Celos sonaba tambin en los cafs del puerto, donde los

    jvenes que emigraban a Argentina, en busca de fortuna, se

    despedan de sus madres o de sus novias. Y el tango Celos se oa

    en las ventanas abiertas, en las noches clidas, en el ltimo adis

    de las orquestas de los barcos que se llevaban a tantos europeos

    espaoles, judos alemanes, italianos- hacia la incgnita del

    futuro en el Nuevo Mundo.

    Mi madre, un bazar y una perla gris

    En el barrio barcelons donde nac haba muchos almacenes de

    tela, algunos tan espectaculares como el magnfico taller de la

    familia Calvet, diseado por Gaud, que luego se convirti en

    restaurante. Esta inmensa nave, recubierta de azulejos, conserva

  • 8

    sus oficinas, compartimentadas por mamparas modernistas de

    madera y cristal. Y todava sobreviven en los alrededores de mi

    casa algunos depsitos de venta al por mayor, donde se apilan

    piezas de tela de mil calidades y colores.

    Quizs este entorno explica mi gusto por las telas, ya que siento

    un placer casi morboso al desplegarlas, al observar la cada

    natural de una corbata, al pasar mis dedos por las texturas de los

    diferentes tejidos y al contemplar sus colores. Ms tarde fui

    reprimiendo este gusto, porque nac en una poca triste en la que

    los muchachos no podamos mostrar aficin por las telas y las

    frusleras sin levantar sospechas de ambigedad. Lamento que

    entonces me importase. Ahora ya he aprendido que es mejor

    contarse entre los perseguidos que formar parte de los

    perseguidores.

    Mi madre tena la costumbre de llevarme de compras con ella.

    Recuerdo un establecimiento que se llamaba Santa Eulalia, donde

    nos atenda un dependiente que manejaba las piezas de tela con

    una habilidad extraordinaria, desplegndolas y plegndolas para

    resaltar las texturas, mostrando los colores a la luz del sol para

    observar mejor los reflejos y matices, acariciando el tejido para

    sentir su cuerpo, su volumen y su calidad. Era un poco

    amanerado en sus gestos y, a veces, lanzaba al aire las telas,

    como los toreros cuando manejan su capote. Pero mi madre,

    cmodamente sentada -porque entonces los dependientes ofrecan

    asiento a sus clientes- se haca mostrar diferentes tejidos:

    estampados, sedas, tafetanes, rasos, terciopelos... hasta elegir el

    que le pareca ms adecuado. Y yo disfrutaba contemplando

    aquel espectculo, mucho ms que si me hubiesen llevado a un

    museo.

    Yo era todava muy pequeo; pero uno aprende a conocer un

    aspecto diferente de las mujeres cuando las acompaa a comprar.

    Slo entonces se vuelven como son: brillantes, intuitivas,

    caprichosas, imprevisibles. Y si mi madre pareca ms bien

  • 9

    distante y fra, debo decir que, en el primer sueo de mi infancia,

    la veo comprndose una perla gris en un bazar oriental.

    A orillas del Deva

    El bellsimo ro Deva fluye entre Asturias y Cantabria, las dos

    regiones del Norte de Espaa donde vivan mis dos ramas

    familiares maternas. A veces he recorrido este ro, siempre con

    nimo romntico, pensando que los ros unen los pueblos, las

    tierras e, incluso, las vidas humanas; de la misma forma que este

    Deva fue, para mis antepasados, una avenida nupcial.

    Las familias de cristianos viejos de Asturias y de Santander

    tienen a gala conocer todos los nombres de su saga. Mis

    antepasados maternos provenan de estas familias de humildes

    campesinos y pequeos ganaderos. Por eso nuestra madre y

    nuestras tas repetan de memoria una retahla de apellidos

    (Escandn, Alles, Merodio, Bada, Lamadrid) que me parecieron

    siempre muy divertidos.

    Un da dibuj un caballero cruzado con un escudo de plata en el

    que apareca una hormiga en oro. Pero mi abuela me hizo

    cambiar el animal herldico por el guila coronada en oro que

    trae el escudo de los Bada. Y luego me hizo dibujar el de los

    Merodio, con un len rampante que yo creo que me sali

    reptante, porque me costaba mucho pintarlo. Pero lo peor era

    cuando me haca dibujar el escudo de los Conde con sus cabezas

    de dragones. Le gustaba que me aprendiese los nombres de mis

    antepasados y disfrutaba mucho cuando le hacamos preguntas

    sobre estos temas:

    - Quin era aquel marqus que llevaba en el escudo el mote

    Mis obras, no mis abuelos, me habrn de llevar al cielo?

  • 10

    - Este es el lema de los Cosso. Pero a m me gusta ms el de los

    Rada Si ms quisiera ms subiera

    - O sea, descendientes de don Pedro de Cossio y Mier

    - Hijo, no se llamaba don Pedro, sino don Agapito Alejandro (no

    s por qu nuestros antepasados tenan siempre nombres griegos,

    como si hubiesen nacido en Candia) Y era Maestre de Campo de

    los Reales Ejrcitos.

    Yo aparentaba estar muy interesado.

    - Y por l le pusieron Agapito a tu hermano, abuela? No, hijo,

    no: tienes que aprenderte mejor la historia de nuestra familia. Mi

    hermano se llama as, por otro antepasado ms antiguo, que fue

    obispo y se muri de un clico, diciendo Misa; porque le

    gustaban mucho los melones y, el pobre, comi demasiados en la

    sacrista, rocindolos con vino de consagrar.

    Estaban orgullosos de ser descendientes de la dinasta Mier; al

    parecer, noble y respetable entre las de aquella regin de

    Peamellera Baja. Y me hizo aprender el lema de la familia,

    escrito en letras de sable sobre plata: Adelante el de Mier por

    ms valer. Aunque uno de mis tos abuelos, que fue magistrado

    en Mxico, tuvo que soportar pesadas bromas cuando sus

    enemigos escribieron en la fachada de su palacio La gloria que

    Mier tiene, es la gloria que Mier da.

    Se ve que sta afrenta motiv tanto a la familia, que uno de sus

    descendientes se distingui luchando en favor de la

    independencia de Mxico, derrotando en Puebla con un puado

    de hombres a un numeroso ejrcito espaol; o, al menos, as me

    lo contaron cuando me ensearon el monumento que tiene en

    Ciudad de Mxico. Pero me complace pensar que algunos de mis

  • 11

    antepasados espaoles se adelantaran a Lord Byron o Che

    Guevara en la lucha contra el colonialismo.

    Mi abuela estaba tambin orgullosa de su origen hidalgo, porque

    estos naturales de la Libana, en la antigua Merindad de las

    Asturias de Santillana, tienen a gala haber mantenido sus linajes;

    aunque haya sido a costa de casarse frecuentemente entre ellos.

    Fueron siempre un feudo de realengo y no tuvieron ms seor

    que el Rey, tradicin que nuestra abuela relataba como quien

    posee un ducado.

    - Marqus o duque puede hacer el rey a quien quiera le o decir

    ms tarde a un pariente- pero hidalgo se es por nacimiento.

    A m estas cosas me sonaban muy raras, porque me parecan

    racistas, como si la sangre sirviese para algo ms que hacer

    morcillas. Pero mi abuela estaba orgullosa de ser descendiente de

    una antigua familia que haba dado algunos personajes en la

    historia de Espaa, como un arquitecto que colabor en la

    construccin de las catedrales de Mlaga y Granada, adems de

    un administrador de Fernando VII que fue pintado por Goya.

    La conoc con el pelo totalmente blanco, recogido en un moo.

    Tena unas manos finas y blancas, que a m me gustaba besarle, y

    era bastante alta para una mujer de la poca, con un aspecto

    interesante y noble. Era muy guapa -incluso ya en edad bien

    avanzada- y yo disfrutaba observndola cuando lea o haca

    solitarios, admirando el elegante movimiento de sus dedos al

    pasar las hojas o al deslizarse sobre sobre los naipes satinados.

    La veo rodeada de flores; porque volva a casa siempre con un

    ramo y llenaba las habitaciones de azucenas o rosas, claveles o lo

    que encontraba en el mercado. Pero tambin haca muy buenos

    pasteles y confituras. Se despertaba muy temprano y, cuando

    siendo muy nio me despertaba con la primera luz, me iba a su

  • 12

    dormitorio, entreabra la puerta con cuidado para no hacer ruido,

    me acercaba a su inmensa cama de caoba y saltaba sobre su

    blando colchn de plumas, porque me sonrea y me acariciaba,

    hasta que volva a quedarme dormido.

    Cuando estaba en Cantabria, como tena algunas tierras y cabezas

    de ganado, haca tambin mantequilla y quesos. La mantequilla

    que nos enviaba a casa, vena en forma de rulos, envuelta en

    hojas, y tena un sabor cremoso y avellanado que nunca he

    encontrado en las marcas industriales.

    Mi niania Lisa

    Los rusos llaman niania a la nodriza. Y mi tante Lola siempre

    fiel a sus recuerdos de Rusia- me acostumbr a llamar niania a la

    muchacha que se ocupaba de m. A Lisa, mi niania, le gustaba

    mucho ensearme las costumbres de Catalua, porque quera

    convertirme en un buen cataln. Y en Corpus me llevaba a la

    Catedral para que viese las ocas del claustro y lou com balla (el

    huevo que baila). Me fascinaba ver cmo un huevo, colocado en

    lo alto de un surtidor, saltaba sobre las aguas.

    Un Domingo de Ramos, Lisa me regal un palmn para que

    cumpliese otro ritual de todos los nios catalanes. Me compraron

    caramelos y pequeos juguetes para que lo adornara. Muy

    ilusionada, Lisa me llev a la catedral para que golpease el suelo

    con mi enorme palmn y gritase con los otros nios: Obriu, obriu

    que volem entrar

    Otro da de la Semana Santa me llev a los Oficios de Tinieblas,

    que era la ceremonia ms larga, fnebre y aburrida que

    imaginarse pueda. En esos das pascuales, las familias ms

    piadosas evitaban toda manifestacin de alegra. Cesaban las

    representaciones de teatro y de cine, al que igual que otros

    espectculos. Ni un se respetaba la esplndida fuerza expresiva

  • 13

    de la imaginera del barroco espaol, ya que los altares aparecan

    cubiertos de crespones y velos morados. Desde el Jueves Santo

    no se oa ya el clamoreo alegre de las campanas; silencio que me

    produca una sensacin de tristeza y de vaco. Es justo decir que,

    en algunos templos, se cantaban responsorios y motetes muy

    bellos. Pero el vivo toque de las campanas se sustitua por el seco

    sonido de las matracas, que tambin llaman en Catalua brajoles

    o tenebres. Y, durante los oficios, hacan sonar estas carracas de

    madera que producan un horrible estridor y alboroto en la

    iglesia. Nunca he comprendido bien esta forma de expresar el

    dolor y prefiero las campanillas y los cascabeles dulcsimos de la

    Misa de Resurreccin en la Pascua Rusa. Pero el caso es que

    Felisa me dio una carraca para que yo participase en el escndalo

    de las Tinieblas, como hacan todos los nios. A esto lo llamaban

    matar jueus (matar judos) utilizando una sdica expresin que,

    desde la Edad Media, se haba mantenido en la tradicin

    inquisitorial ms antisemita. La ceremonia se prolong ms de la

    cuenta y llegamos a casa tarde.

    Nuestro padre, que era muy inflexible en cuestiones de

    puntualidad, nos esperaba en la puerta, inquieto, con el sombrero

    y los guantes en la mano, dispuesto a salir a buscarnos.

    -Qu ha ocurrido, Lisa? pregunt, muy serio, cuando nos vio

    llegar

    - Perdn seor -dijo ella, muy compungida-. Venimos de los

    Oficios.

    Y entonces, intentando disculpar a la pobre mujer, intervine yo

    con la mayor ingenuidad y a destiempo.

    - Pap, la niana me ha llevado a matar jueus!

    Un recuerdo de infancia

  • 14

    Mi padre se cas con ms de cincuenta aos mi madre era

    alumna suya- y perteneca, por lo tanto, a una generacin anterior

    a la que, normalmente, me habra correspondido. Casi todos los

    padres de mis amigos haban nacido en las dos primeras dcadas

    del siglo XX y vivieron su juventud en los aos del fascismo;

    mientras que mi padre alcanz todava a ver el fin del siglo XIX y

    fue joven en la belle poque. Pero, adems, formaba parte de una

    clase intelectual, difcil de integrar en lo que ahora llaman

    burguesa. Antes que el dinero apreciaba el buen gusto, hasta el

    extremo que le he visto marcharse de muchos espectculos que

    no consideraba estticos, lo mismo que rechazaba la habitacin

    del hotel ms lujoso si la decoracin no era de su gusto. Soy

    incapaz de dormir en esta cama de diseo sdico, me dijo un da

    en Munich, mientras ordenaba que le bajasen las maletas y nos

    marchbamos a un hotel ms modesto.

    Viajar con mi padre era una experiencia inolvidable, mucho

    mejor que la que puede ofrecer cualquier gua, ya que conoca

    todos los rincones interesantes de la vieja Europa, pero de una

    forma directa y viva. Era un hombre de extraordinaria cultura,

    entendido lo mismo en historia que en arte, en antigedades y en

    literatura, en pera y en ballet. Pero no era un erudito, sino un

    connaisseur que tena estas aficiones y disfrutaba con ellas,

    porque formaban parte de su vida cotidiana; ya que un destino

    afortunado le haba permitido viajar por diferentes pases y llevar

    una vida plena, entre amigos de gran vala, rodeado siempre sus

    cuadros, sus esculturas, las obras de arte que tanto apreciaba y sus

    libros. Quiso que mi hermano y yo heredsemos estos gustos

    humanistas y no escatimaba nada para comunicarnos ese esprit.

    Yo apenas tena cuatro o cinco aos y ya haba visitado con l la

    tumba de Serge Dighilev en Venecia. He recordado ese

    momento en otros libros mos (Libro de Rquiems y El

    esnobismo de las golondrinas)

    En el muelle de las Fondamente Nuove me parece ver todava a

    mi padre cuando me llevaba hacia San Michele para dejar unas

  • 15

    flores en la tumba de Dighilev. Recuerdo que las postales de

    amaneceres que comprbamos entonces estaban coloreadas en

    tonos rosas, igual que los polvos que se aplicaba mi madre, muy

    discretamente, en sus mejillas plidas. En mis odos suena

    todava una msica lenta que, como el bogar de la gndola, me

    hace pensar en Satie. Y veo la laguna convertida en una acuarela

    de Turner.

    Tambin mi padre y mis tos hablaban a menudo de Dighilev,

    dejndome una imagen imborrable de este ruso desordenado y

    genial, glotn, despilfarrador y fantstico, aparatoso en su forma

    de vestir -siempre envuelto en su abrigo de pieles- y excntrico,

    incluso cuando coma bombones sin quitarse los guantes blancos.

    No olvido ni olvidar jams esta experiencia de infancia. Me

    impresion aquella isla de los muertos, jardn de cipreses en

    medio de la brumosa laguna, donde las almas rusas deben vagar

    con melancola, buscando los lejanos abedules del descanso

    eterno. No sospechaba yo entonces que, aos ms tarde, se

    enterrara all mismo otro personaje al que conoc, por azar, en

    mis aos de peregrinaje: Igor Stravinsky.

    Mi padre vesta a la inglesa, con tejidos de colores; pero sus

    amigos, vestidos de gris y negro, eran hombres de gusto serio,

    difciles, con una cultura enciclopdica y, no obstante, modestos

    hasta el exceso. Sus discretas seoras llevaban pocos diamantes y

    ms astracn que visn. Pero hablaban de Venecia y de Viena,

    mientras ellos contaban cmo haban conocido a Rubn Daro en

    Madrid, o cmo haban encontrado a Gabriele dAnnunzio y a

    Eleonora Duse en el Cafe Pedrocchi de Padova. El pintor

    Francisco Prieto, que presuma de conocer a todos los gitanos que

    pelaban burros y que le servan de modelos, se habra

    avergonzado de estrechar la mano a los personajillos que hoy

    llaman beautiful people. As fue mi educacin, ms propia de la

    belle poque que de los tiempos brbaros que me toc vivir y que

    se abatieron, como una tormenta, sobre la cultura europea. Por

  • 16

    eso mi mundo cultural pertenece al pasado. Y, cuando entr en el

    baile, se apagaron las luces.

    Los cupones de racionamiento

    Ni en Espaa recin salida de la guerra civil- ni en el resto de

    Europa se viva entre riquezas, ni siquiera las familias

    privilegiadas como la ma que podamos permitirnos viajar

    porque, adems, tenamos familia y amigos en otros lugares de

    Europa. Recuerdo los carteles de la Amerikahilfe (la ayuda

    americana) en Austria, en los que se vean hogazas de pan negro.

    Tampoco olvido las manifestaciones populares en los das

    helados de invierno porque faltaba el carbn, los mercados en los

    que una coliflor costaba ms que una camelia, los cupones de

    racionamiento en Alemania y en Suiza, o la seriedad con que mi

    padre me haca ver un peridico con la imagen terrible de los

    pasajeros judos del Exodus a los que no dejaban desembarcar.

    He hecho muchas veces mis primeras tareas colegiales a la luz de

    una vela, porque haba restricciones cada tarde. Me acuerdo

    tambin de que, cuando era pequeo, en todos los trenes y en las

    estaciones de Suiza, haba carteles que advertan de los cortes de

    energa.

    No toques eso que se rompe es una frase que marc mi

    infancia, porque mi madre y las personas que se ocupaban de

    educarme la repetan a menudo. No haba repuesto para casi nada

    y todo haba que conservarlo con cuidado.

    Te deshoj como una rosa,

    para verte tu alma,

    y no la vi.

    Mas todo en torno

    -horizontes de tierra y de mares-,

    todo, hasta el infinito,

    se colm de una esencia

    inmensa y viva.

  • 17

    As habl de la rosa Juan Ramn Jimnez, pero al final, para no

    romperla, para no deshojarla, para no perderla, dijo en un verso

    maravilloso: No lo toques ya ms que as es la rosa.

    Aprend que las cosas hay que conservarlas y que las luces se

    apagan y las palabras se pierden y no hay que romper las rosas

    Siendo un nio, cuando mis padres me llevaban desde Suiza a

    Alemania, he visto a mi vieja Europa asolada y reducida a

    escombros.

    Tena yo cinco aos y, en una calle en ruinas de un pueblo

    alemn, vi una mueca rota que colgaba de una ventana, en una

    de las pocas paredes que se mantenan en pie. Aquella Magdalena

    despeinada era todo cuanto quedaba de la infancia de una nia.

    Recuerdo bien que era una mueca azul, porque en Alemania se

    vesta a las nias de azul y a los nios de rojo. Yo he sido un nio

    vestido de rojo. Pero todava para m todas las nias tristes,

    cuando juegan solas en los patios o se asoman a una ventana, son

    azules.

    Aquel da me promet a m mismo que luchara por reconstruir

    aquellas vidas, levantando sobre sus ruinas el nico mundo que

    estaba en mis manos recomponer con mis rudimentarias

    herramientas de artesano: el mundo de la memoria. Porque

    nuestra cultura europea, desde Vermeer, fue la cultura de los

    interiores: las habitaciones con una vidriera emplomada por la

    que se devanan los rayos de luz, la cuna de encajes donde duerme

    una nia azul en el rincn silencioso donde vuela una mosca, o

    ese ngulo de la cocina donde una abuela lee una carta. Fue en

    esa luz de interior donde la memoria del mundo antiguo se

    transform en los ideales de la Edad Media y los ideales

    medievales se transformaron en los deseos del Renacimiento.

    Ese es el Camino de Iniciacin podramos llamarlo Va de la

    Memoria- que recorr, a pie o en bicicleta, cuando segua el cauce

    de los ros y me detena en las ciudades del Danubio, del Duero o

  • 18

    del Rdano para indagar qu era Europa. Creo que nuestros

    estudiantes deberan conocer, primero que nada, el mapa fsico de

    nuestra cultura. Se aprenden cosas sutiles al ver que nuestros

    pueblos estn unidos por pequeos caminos, por tierras

    cultivadas, por granjas, por puentes, por iglesias con torres que

    dan las horas con un carilln para que puedan orse en todo un

    valle; o sea que somos un continente civilizado por el trabajo, por

    la presencia humana, por las enseanzas del sabio Quirn que nos

    adiestr para vivir en la Naturaleza sin profanarla usndola con

    los respetos de la Cultura- y nos hizo comprender con su ejemplo

    que la sabidura es un centauro que necesita fuerza de caballo y

    cabeza de hombre.

    Pero las dos guerras, al devastar nuestras ciudades y

    desahuciarnos de nuestras habitaciones, nos expropiaron tambin

    nuestra Weltanschauung: nuestra visin particular del mundo.

    Max Weber haba advertido ya desde Munich en uno de sus

    discursos pacifistas de 1918 que la cada de Europa en la

    brutalidad de la Primera Guerra significaba el fracaso de los

    saberes europeos y de que corramos el peligro de convertirnos, a

    partir de ese momento, en una provincia de los Estados Unidos y

    de su forma informal, y prctica de educar a los jvenes. Weber

    adivinaba ya entonces que, en el futuro, iba a ser muy difcil

    mantener la paideia europea, porque las secuelas de la guerra nos

    llevaran a perder la idea de que disponer de una clase

    intelectual es ms importante que formar una clase

    econmica.

    Desgraciadamente, vino luego una Segunda Guerra que acab

    con lo que quedaba del saber europeo, arrastrando en un enorme

    tsunami a Hegel y a Nietzsche, a Kant y a Spinoza, a Voltaire y a

    Hume. Europa tuvo que reconstruirse con el plan Marshall, bajo

    la generosidad y la tutela americanas. Y nuestros propios tutores

    se encargaron de explicarnos que debamos renunciar a nuestras

    utopas filosficas y a nuestra melancola de la memoria para

  • 19

    aceptar las lecciones del mundo prctico, fortaleciendo nuestra

    economa y nuestra democracia. A nadie le interesaba mantener

    las peculiaridades de nuestra cultura. Y, desde entonces, Europa

    comenz a ser mirada con la simple curiosidad de un enorme

    museo. Era, adems, difcil recuperar a nuestros viejos maestros

    porque se les acusaba del fracaso europeo, tanto desde el mundo

    capitalista como desde el comunismo sovitico.

    No me importa confesarlo. En mi juventud he sido tan cndido

    que pens que poda reconstruirlo todo. Pensara exactamente lo

    mismo si hubiese nacido en Hiroshima. Pero, en vez de estas

    memorias, escribira simplemente un waka: Muchachas, no os

    riis del pjaro que canta en la rama nevada creyendo que la

    primavera ha florecido en vuestros kimonos. Y depositara, mis

    versos, a los pies del gingko milenario que sobrevivi a la bomba.

    Pero no escribo en japons y se me hacen cortas las treinta y una

    slabas para contarlo todo. Por eso, en medio de nuestras ciudades

    destruidas, me promet que dedicara mi vida a recomponer la

    memoria de Europa: encender las luces, quitar los cascotes de los

    bombardeos, remendar y limpiar las alfombras, reconstruir los

    tejados y las torres de las iglesias para que volviesen a repicar las

    campanas, arreglar los muebles, rotular las calles con los nombres

    de nuestros artistas, nuestros cientficos y nuestros pensadores

    Camino de Juan de la Cruz, Avenida de Mozart, Plazoleta del

    Himno de la Alegra, Ribera de los Artesanos, Torre de Garcilaso

    de la Vega, Callejn de la Lgica- y levantar, al final al doblar

    de una esquina- una capilla con la imagen de Nuestra Seora que

    fue la madre de nuestra cultura medieval caballeresca y a la que

    yo llamara: Nuestra Madre de la Memoria.

    Es fcil imaginarse que mi labor estaba condenada, en buena

    parte, al fracaso. Pero no hay tarea ms bella que la del artesano

    que canta en la jaula de sus labores sin darse cuenta de que se le

    va la vida. Uno trabaja con fe cuando piensa que la labor de cada

    da sirve para que las cosas no mueran, para vencer la muerte,

  • 20

    para gritarle a mi vieja Europa desfallecida, las palabras mgicas

    que Jess le dijo a la bella durmiente: Talyath qumi muchacha,

    levntate!

    Prounciad en voz alta el conjuro de Jess, porque las palabras de

    las lenguas muertas tienden a esconderse en las ruinas de la

    polisemia pero recuperan su energa y su valor mgico cuando el

    fillogo encuentra su pronunciacin exacta: Taliat qumi, taliat

    pronunciado al modo dialectal de los galileos que hablaban con

    acento llano y no aspiraba las haches Eso es, Taliat qumi, no

    taliath...

    La fantasa, antes que la memoria

    A veces, jugaba con mis primas en el Tur Parc, un romntico y

    pequeo jardn que estaba cerca de su casa. Es un parque

    umbroso y hmedo, donde las flores esplndidas de la primavera

    aparecen como pjaros exticos entre senderos cubiertos de

    plumn verdoso. Pero, como me criaba solo, me haba inventado

    muchas fantasas de nio solitario. Viva rodeado de personajes y

    animales de ficcin. Y disfrutaba considerndome un duende que

    solo tena apariencia, pero no una vida real. Esto me daba grandes

    poderes, sobre todo cuando quera aislarme en mi mundo interior.

    Aunque ya solo conservo una mnima parte de esa fuerza, mi

    capacidad de aislamiento y de autismo, ha sido siempre la mejor

    de mis cualidades, como nos ocurre a todos los idiotas.

    Tena la costumbre de ponerle un nombre a todo lo que tocaban

    mis manos, aunque fuese un mueble, un trozo de tierra o a

    cualquier gato o perro que pudiese acariciar. Cuando me llevaban

    al parque me haba hecho mentalmente un mapa a escala ficticia

    de todos los accidentes de terreno, que yo calificaba como

    montaas, ros y lagos; y estos ltimos cambiaban segn los

    charcos que formaba el agua de lluvia. Unos nenfares en un

    estanque de agua oscura eran, para mi fantasa, un mundo

    encantado.

  • 21

    Mi padre me contaba que el Zoolgico de Hamburgo era mucho

    ms grande que todos los parques que yo conoca, tan grande que

    all habitaban las tribus negras de Africa y construan sus

    poblados entre los animales salvajes. Jugando en la Plaza de

    Catalua haba descubierto una hormiga grande a la que puse

    enseguida el nombre de Reina de las Hormigas.

    Siempre he tenido esta imaginacin inquieta y, desde que era

    muy pequeo, he vivido rodeado de mis propias fabulaciones,

    convencido de que los violines son siempre mgicos y suenan

    mejor cuando tienen leyendas ocultas que contar, o de que las

    cosas rotas a condicin de que sean obras de arte- pueden

    recomponerse solas si uno las conserva como obras inacabadas...

    Me gustan las cosas usadas y no me importa comprar en una

    subasta un ngel de biscuit si es bello, aunque le falte un dedo;

    quizs porque creo que no solo hay personas pobres sino tambin

    objetos necesitados... Ciertos errores, no todos, me despiertan las

    ganas de amar; como si Dios me hubiese hecho coleccionista de

    faltas. Quizs esta es la razn de que, a lo largo de mi vida, haya

    amado siempre ms a la gente imaginativa y fantasiosa, que a las

    personas inteligentes; porque la fantasa me parece lo nico

    original e inimitable que queda en el mundo.

    (Este texto indito es un extracto, realizado por el propio autor,

    de su libro de memorias Llegar cuando las luces se apagan. El

    autor hizo una impresin privada para su familia y no ha querido

    darlo nunca a la edicin, excepto este fragmento que ahora

    publicamos).

    Escrito en Lecturas Turia por Mauricio Wiesenthal