esbozo de una teoría de la verdad - ddooss · 2019. 9. 23. · esbozo de una teoría de la verdad...

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  • Esbozo de una teoría de la verdad

    Saul Kripke

    Traducido por M. M. Valdés

    En Juan Antonio Nicolás y María José Frápoli (ed.), Teorías de la verdad en el siglo XX. Tecnos, Madrid, 1997

    Edición original:

    “Outline of a Theory of Truth”, Journal of Philosophy, 72/19 (1975), pp. 690-715

    Reeditado en R. L. Martin (ed.), Truth and de Liar Paradox, Clarendom Press, Oxford, 1984, pp. 53-81

    Edición castellana:

    Esbozo de una teoría de la verdad, UNAM, México, 1984

    Se han sustituido algunos términos de la traducción utilizada, para adaptarla a la nomenclatura comúnmente aceptada.

    Los números entre corchetes corresponden

    a la paginación de la edición impresa.

    http://letrae.iespana.es

  • [110]

    Esbozo de una teoría de la verdad1

    I. EL PROBLEMA

    Desde que Pilatos preguntó: «¿Qué es la verdad?» (San Juan,

    XVIII, 38) la búsqueda subsecuente de una respuesta correcta se ha

    visto inhibida por otro problema que, como es bien sabido, surge

    también en el contexto del Nuevo Testamento. Si, como supone el

    autor de la Epístola a Tito (Tito 1, 12), un profeta cretense, «incluso un

    1 Presentado en el Simposio sobre la Verdad organizado por la American Philo-

    sophical Association, diciembre 28 de 1975.

    Originalmente habíamos acordado que presentaría este trabajo oralmente sin en-

    tregar previamente un texto preparado. En una fecha relativamente tardía, los editores

    del Journal of Philosophy me pidieron que entregara por lo menos los «lineamientos

    generales» de mi trabajo por escrito. Estuve de acuerdo en que esto sería de utilidad.

    Recibí la solicitud cuando ya había aceptado otro compromiso y tuve que preparar la

    presente versión a toda prisa sin tener siquiera la oportunidad de revisar el primer

    borrador. Si hubiera tenido la oportunidad de hacer una revisión habría ampliado la

    presentación del modelo básico en la sección III con el fin de hacerlo más claro. El texto

    muestra que una buena parte del material formal y filosófico, así como las pruebas de

    los resultados, tuvieron que omitirse.

    Breves resúmenes del presente trabajo se presentaron en la reunión de primavera

    de 1975 de la Association for Symbolic Logic que tuvo lugar en Chicago. Una versión

    más amplia se presentó en forma de tres conferencias en la Universidad de Princeton en

    junio de 1975. Espero publicar una versión más detallada en algún otro lugar. Dicha

    versión más amplia debería contener algunos planteamientos técnicos hechos aquí sin

    suministrar la prueba y una buena cantidad de material técnico y filosófico no

    mencionado o resumido en este esbozo.

    3

  • profeta de ellos mismos», afirma que «los cretenses son siempre

    mentirosos» y si «este testimonio es verdadero» con respecto a todas

    las demás proferencias cretenses, parece entonces que las palabras del

    profeta cretense son verdaderas si y sólo si son falsas. Cualquier

    tratamiento del concepto de verdad tiene que evitar esta paradoja.

    El ejemplo cretense ilustra una manera de lograr la autorreferen-

    cia. Sean P(x) y Q(x) predicados de oraciones. Entonces, en algunos

    casos, las pruebas empíricas establecen que la oración «(x)(P(x) ⊃

    Q(x))» [o «(∃x)(P(x) ∧ Q(X))» u otras similares] satisface ella misma el

    predicado P(x); algunas veces las pruebas empíricas muestran que

    dicha oración es el único objeto que satisface P(x). En este último caso,

    la oración en cuestión «dice de sí misma» que satisface Q(x). Si Q(x) es

    el predicado2 «es falso», el resultado es la paradoja del [111] Mentiroso.

    2 Sigo la convención usual de la teoría «semántica» de la verdad al considerar que

    la verdad y la falsedad son predicados que son verdaderos de las oraciones. Si los

    predicados de verdad y falsedad se aplican en primer lugar a las proposiciones o a otras

    entidades no lingüísticas, interprétese el predicado aplicado a oraciones como «expresa

    una verdad».

    He elegido considerar a las oraciones como los vehículos primarios de la verdad

    no porque piense que la objeción que dice que la verdad es primariamente una

    propiedad de las proposiciones (o de los «enunciados») no es pertinente para el trabajo

    serio sobre la verdad o para las paradojas semánticas. Por el contrario, creo que en

    último término un tratamiento cuidadoso del problema bien puede hacer necesaria la

    separación entre el aspecto «expresa» (que relaciona las oraciones con las proposicio-

    nes) y el aspecto «verdad» (que putativamente se aplica a las proposiciones). No he

    investigado si las paradojas semánticas presentan problemas cuando se aplican

    directamente a las proposiciones. La razón principal por la que aplico el predicado

    verdad directamente a los objetos lingüísticos, es porque se ha desarrollado una teoría

    matemática de la autorreferencia para tales objetos. (Véase también la nota 32.)

    4

  • A manera de ejemplo, digamos que P(x) abrevia el predicado «tiene

    instancias impresas en los ejemplares de Teorías de la Verdad en el

    siglo XX, artículo 5, sección I, párrafo 2.°». Entonces, la oración

    (x)P(x) ⊃ Q(x)

    conduce a la paradoja si interpretamos Q(x) como la falsedad.

    Las versiones de la paradoja del Mentiroso que usan predicados

    empíricos señalan ya un aspecto importante del problema: muchas de

    nuestras afirmaciones ordinarias sobre la verdad y la falsedad, proba-

    blemente la mayoría de ellas, son susceptibles de exhibir rasgos

    paradójicos cuando los hechos empíricos son extremadamente desfa-

    vorables. Considérese el enunciado ordinario hecho por Juan:

    (1) La mayor parte (es decir, una mayoría) de las afirmaciones de Nixon acerca de Watergate son falsas.

    Además, una versión más desarrollada de la teoría admitiría a aquellos lenguajes

    que contienen demostrativos y ambigüedades y hablaría de las proferencias, las

    oraciones bajo una interpretación, y cosas similares, como aquello que tiene un valor de

    verdad. En la exposición informal este artículo no pretende ser preciso con respecto a

    estos asuntos. Las oraciones son los vehículos oficiales de la verdad pero informalmen-

    te hablaremos en ocasiones de las proferencias, los enunciados, las afirmaciones y otras

    cosas. Podemos hablar ocasionalmente como si cada una de las proferencias de una

    oración en un lenguaje constituyera un enunciado, aunque sugiramos más adelante que

    una oración puede no ser enunciado en el caso de ser paradójica o infundada. Tratare-

    mos de ser precisos sobre estos asuntos sólo cuando consideremos que la imprecisión

    puede dar lugar a confusión o malentendidos. Observaciones similares se aplican a las

    convenciones sobre el uso de comillas.

    5

  • Evidentemente no hay nada intrínsecamente incorrecto con res-

    pecto a (1), tampoco es un enunciado mal formado. Comúnmente el

    valor de verdad de (1) podrá evaluarse mediante una enumeración de

    [112] las afirmaciones de Nixon relacionadas con Watergate y una

    evaluación de cada una de ellas con respecto a la verdad o la falsedad.

    Sin embargo, supongamos que las afirmaciones de Nixon sobre Water-

    gate se encuentran repartidas por parejo entre la verdad y la falsedad,

    excepto por un caso problemático:

    (2) Todo lo que dice Juan sobre Watergate es verdadero.

    Supongamos, además, que (1) es la única afirmación que hace

    Juan sobre Watergate o, alternativamente, que todas sus afirmaciones

    relacionadas con Watergate son verdaderas excepto, tal vez, (1). No se

    requiere demasiada habilidad entonces para mostrar que tanto (1)

    como (2) son paradójicas: son verdaderas si y sólo si son falsas.

    El ejemplo de (1) pone de relieve una lección importante: sería

    una tarea estéril buscar un criterio intrínseco que nos permitiera cribar

    —por carecer de significado o estar mal formadas— aquellas oraciones

    que conducen a paradojas. Ciertamente (1) es el paradigma de una

    afirmación común que contiene la noción de falsedad; justamente este

    tipo de afirmaciones caracterizaron nuestro reciente debate político.

    Sin embargo, ningún rasgo sintáctico o semántico de (1) garantiza que

    no sea paradójica. Bajo los supuestos del párrafo anterior (1) conduce

    a una paradoja3. Que se den o no dichos supuestos depende de los

    3 Tanto Nixon como Juan pueden haber hecho sus proferencias respectivas sin

    darse cuenta de que los hechos empíricos los hacen paradójicos.

    6

  • hechos empíricos sobre las afirmaciones de Nixon (y del otro) y no de

    algo intrínseco a la sintaxis y a la semántica de (1). (Aun los expertos

    más sutiles pueden ser incapaces de evitar proferencias que conducen a

    paradojas. Se cuenta que Russell preguntó en una ocasión a Moore si

    siempre decía la verdad y que consideró la respuesta negativa de

    Moore como la única falsedad emitida por Moore. No hay duda de que

    nadie ha tenido un olfato más fino para las paradojas que Russell. Sin

    embargo, es obvio que no se percató de que si, como él pensaba, todas

    las otras proferencias de Moore eran verdaderas, la respuesta negativa

    de Moore no sólo era falsa, sino paradójica4.) La moraleja: una teoría

    adecuada debe per-[113]mitir que sean riesgosos nuestros enunciados

    que contienen la noción de verdad; corren el riesgo de ser paradójicos

    si los hechos empíricos son extremadamente (e inesperadamente)

    desfavorables. No puede haber ninguna «criba» sintáctica o semántica

    que deseche los casos «malos» y conserve los casos «buenos».

    En lo anterior me he concentrado en versiones de la paradoja que

    usan propiedades empíricas de las oraciones, tales como el ser proferi-

    das por ciertas personas particulares. Gödel mostró esencialmente que

    dichas propiedades son dispensables en favor de propiedades pura-

    mente sintácticas: mostró que, para todo predicado Q(x), podía produ-

    cirse un predicado sintáctico P(x) tal que la oración (x)(P(x) ⊃ Q(x)) es

    el único objeto que satisface P(x) y que esto es demostrable. Así, en un

    sentido, (x)(P(x) ⊃ Q(x)) «dice de sí misma» que satisface Q(x). Tam-

    4 Conforme a la manera ordinaria de entender esto (en tanto que opuesta a las

    convenciones de quienes enuncian paradojas del tipo del Mentiroso) el problema radica

    en la sinceridad de las proferencias de Moore y no en su verdad. Probablemente

    también podrían derivarse las paradojas bajo esta interpretación.

    7

  • bién demostró que la sintaxis elemental puede interpretarse en la

    teoría del número. De esta manera, Gödel puso fuera de toda duda el

    asunto de la legitimidad de las oraciones autorreferenciales; demostró

    que son tan irreprochablemente legítimas como la aritmética misma.

    Pero los ejemplos que usan predicados empíricos preservan su impor-

    tancia: ponen de relieve la moraleja acerca del carácter riesgoso al que

    apunté antes.

    Una forma más simple, y más directa, de autorreferencia usa los

    demostrativos o los nombres propios: Sea «Jack» un nombre de la

    oración «Jack es breve» y tenemos una oración que dice de sí misma que

    es breve. No veo que haya nada incorrecto en la autorreferencia «dire-

    cta» de este tipo. Si «Jack» no había sido introducido previamente como

    un nombre en el lenguaje5, ¿por qué no hemos de poderlo introducir

    como un nombre de cualquier entidad que nos plazca? En particular,

    ¿por qué no puede ser el nombre de la secuencia finita (no interpretada)

    de signos «Jack es breve»? (¿Se permitiría llamar a esta secuencia de

    signos «Harry», pero no «Jack»? Sin duda alguna las prohibiciones

    acerca de dar nombres son arbitrarias en este caso.) No hay ningún

    círculo vicioso en esta manera de proceder, ya que no tenemos que

    interpretar la secuencia de signos «Jack es breve» antes de nombrarla.

    No obstante, si le damos el nombre «Jack», de inmediato se convierte en

    significativa y verdadera. (Nótese que estoy hablando de oraciones

    autorreferenciales, no de proposiciones autorreferenciales6.) [114]

    5 Asumimos que «es breve» está ya en el lenguaje. 6 No es obviamente posible aplicar esta técnica para obtener proposiciones «di-

    rectamente» autorreferenciales.

    8

  • En una versión más extensa, apuntalaría la conclusión anterior no

    sólo mediante una formulación filosófica más detallada, sino también

    mediante una demostración matemática de que la clase sencilla de

    autorreferencia ejemplificada mediante el caso de «Jack es breve»

    podría de hecho usarse para probar el teorema mismo de incompletud

    de Gödel (y también el teorema de Gödel y Tarski sobre la indefinibili-

    dad de la verdad). Tal presentación de la prueba del teorema de Gödel

    podría ser más perspicua para el principiante que la prueba usual.

    También despeja la impresión de que Gödel estaba forzado a reempla-

    zar la autorreferencia directa por otro artificio más circunlocutorio.

    Tengo que omitir el argumento en este esbozo7.

    Desde hace mucho tiempo se ha reconocido que parte del pro-

    blema intuitivo que tenemos con oraciones del tipo del Mentiroso

    también se encuentra en oraciones como:

    (3) (3) es verdadera

    las cuales, aunque no son paradójicas, tampoco dan lugar a condicio-

    nes de verdad determinadas. Entre los ejemplos más complicados se

    encuentran, por ejemplo, el de un par de oraciones cada una de las

    cuales dice de la otra que es verdadera y el de una secuencia infinita de

    oraciones Pi en donde Pi dice que Pi+1 es verdadera. En general, si una

    oración como (1) afirma que (todas, la mayoría de, algunas de, etcéte-

    ra) las oraciones de cierta clase C son verdaderas, su valor de verdad

    7 Hay varias maneras de hacer esto, usando una numeración de Gödel no están-

    dar en la que los enunciados pueden contener numerales que designan sus propios

    números de Gödel, o usando una numeración de Gödel estándar añadiendo además

    constantes del tipo de «Jack».

    9

  • puede evaluarse si el valor de verdad de las oraciones de la clase C

    puede evaluarse. Si algunas de estas oraciones contienen la noción de

    verdad, su valor de verdad debe a su vez evaluarse considerando otras

    oraciones y así sucesivamente. Si este proceso finaliza en último

    término en oraciones que no contienen el concepto de verdad, de

    manera que el valor de verdad del enunciado original puede estable-

    cerse, decimos que la oración original es fundada [grounded.], de otra manera será infundada [ungrounded.]8. Como lo indica el ejemplo (1), el que una oración sea, o no, fundada, no es en general [115] una

    propiedad intrínseca (sintáctica o semántica) de la oración, sino que

    generalmente depende de los hechos empíricos. Hacemos proferencias

    con la esperanza de que resulten fundadas. Las oraciones como (3),

    aunque no son paradójicas, son infundadas. Lo anterior es un tosco

    bosquejo de la noción común de fundamentación y no pretende

    suministrar una definición formal: el hecho de que pueda suministrar

    una definición formal será una de las virtudes principales de la teoría

    formal sugerida en lo que sigue9.

    8 Si una oración afirma, por ejemplo, que todas las oraciones de la clase C son

    verdaderas, dejaremos que sea falsa y fundada si hay una oración en C que sea falsa, sin

    importamos si son fundadas las otras oraciones en C. 9 La fundamentación [groundedness] parece haber sido explícitamente introdu-

    cida, con ese nombre, en la literatura filosófica en el articulo de Hans Hertzberger,

    «Paradoxes of Grounding in Semantics», The Journal of Philosophy, XVII, 6, marzo 26 de 1970, pp. 145–167. El artículo de Hertzberger se basa en un trabajo no publicado

    sobre un enfoque de las paradojas semánticas desde el punto de vista de la «fundamen-

    tación» [«groundedness» approach] elaborado conjuntamente con Jerrold J. Katz. En

    semántica, la noción intuitiva de «estar fundado» formaba parte del folklore del asunto

    ciertamente desde mucho antes. Hasta donde yo sé, el presente trabajo proporciona la

    primera definición rigurosa.

    10

  • II. PROPUESTAS ANTERIORES

    Hasta el momento, el único enfoque de las paradojas semánticas

    que se ha elaborado con algún detalle, es el que llamaré «el enfoque

    ortodoxo» que conduce a la célebre jerarquía de lenguajes de Tarski10.

    Sea L0 un lenguaje formal construido mediante las operaciones comu-

    nes del cálculo de predicados de primer orden a partir de un elenco de

    predicados primitivos (completamente definidos) y ade-[116]cuado

    para discutir su propia sintaxis (usando tal vez la aritmetización).

    (Omito una caracterización exacta.) Un lenguaje así, no puede contener

    su propio predicado de verdad (en realidad, de satisfacción) T1(x) para

    L0. (De hecho, Tarski muestra cómo definir dicho predicado en un

    10 Entiendo por «enfoque ortodoxo» cualquier enfoque que trabaje dentro de la

    teoría de la cuantificación clásica y exija que todos los predicados sean totalmente

    definidos sobre el recorrido de las variables. Varios escritores hablan como si la

    «jerarquía de lenguajes», o el enfoque tarskiano, le prohibiera a uno formar, por

    ejemplo, lenguajes con cierto tipo de autorreferencia, o lenguajes que contienen sus

    propios predicados de verdad. De acuerdo a mi interpretación, no hay ninguna

    prohibición; hay solamente teoremas sobre lo que se puede y no se puede hacer dentro

    del marco de la teoría clásica ordinaria de la cuantificación. Así Gödel demostré que un

    lenguaje clásico puede hablar de su propia sintaxis; usando definiciones restringidas de

    la verdad y otros artificios, dicho lenguaje puede decir muchas cosas sobre su propia

    semántica. Por otro lado, Tarski probó que un lenguaje clásico no puede contener su

    propio predicado de verdad y que un lenguaje de un orden superior puede definir un

    predicado de verdad para un lenguaje de orden inferior. Nada de esto surgió a partir de

    ningunas restricciones a priori sobre la autorreferencia distintas de aquellas que se derivan de la restricción para un lenguaje clásico en el que todos los predicados están

    totalmente definidos.

    11

  • lenguaje de orden superior.) El proceso puede repetirse, conduciendo a

    una secuencia L0, L1, L2, L3,... de lenguajes, cada uno de los cuales con

    su predicado de verdad para el anterior.

    Los filósofos han tenido suspicacias con respecto al enfoque orto-

    doxo en tanto que análisis de nuestras intuiciones. Sin lugar a dudas

    nuestro lenguaje contiene una sola palabra «verdad», y no una secuen-

    cia de expresiones distintas «verdadn», la cual se aplica a oraciones de

    niveles más y más altos. Un defensor de la posición ortodoxa puede

    responder en contra de esta objeción (en el caso de que no mande a

    volar de una vez por todas al lenguaje natural, como Tarski se inclina-

    ba a hacerlo) que la noción ordinaria de verdad es sistemáticamente

    ambigua: su «nivel» en una figuración particular se determina por el

    contexto de la proferencia y por las intenciones del que habla. La

    noción de predicados de verdad que difieren, cada uno de ellos con su

    propio nivel, parece corresponder a la idea intuitiva siguiente, implíci-

    ta en la discusión anterior sobre el «ser fundado»: Primeramente

    hacemos varias proferencias, tales como «la nieve es blanca», que no

    contienen la noción de verdad. Luego, les atribuimos a dichas profe-

    rencias el predicado «verdadero1». («Verdadero1» significa —tosca-

    mente— «es un enunciado verdadero que no contiene en sí mismo la

    noción de verdad u otras semejantes».) Podemos entonces formar el

    predicado «verdadero2» que se aplica a oraciones que contienen

    «verdadero1» y así sucesivamente. Podemos asumir que en cada

    ocasión de una proferencia, cuando un hablante usa la palabra «verda-

    dero», le agrega un subíndice implícito que va creciendo a medida que,

    al reflexionar más y más, accede a niveles cada vez más altos en su

    12

  • propia jerarquía de Tarski11.[117]

    Desafortunadamente esta forma de ver las cosas parece infiel a los

    hechos. Si alguien hace una proferencia como (1), no agrega un subín-

    dice, ni explícito ni implícito, a su proferencia de «falso» que determine

    el «nivel de lenguaje» en el que habla. Un subíndice implícito no

    causaría ningún problema si estuviésemos seguros del «nivel» de las

    proferencias de Nixon.; podríamos entonces abarcarlos a todos, en la

    proferencia de (1) o incluso en la del más fuerte@

    (4) Todas las proferencias de Nixon sobre Watergate son falsas,

    11 El artículo de Charles Parsons «The Liar Paradox», Journal of Philosophical

    Logic, III, 4, octubre de 1974, pp. 380–412, puede tomarse tal vez como si proporcionara

    un argumento similar al que se esboza en este párrafo. Sin embargo puede considerarse

    que una gran parte de su artículo queda confirmada, y no refutada, por el presente

    enfoque. Véase en particular su nota 19 en la que expresa su esperanza de que haya una

    teoría que evite los subíndices explícitos. El punto fijo mínimo (véase la Sección III más

    adelante) evita los subíndices explícitos, pero tiene, no obstante, una noción de nivel;

    en este respecto, puede compararse con la teoría estándar de los conjuntos como

    opuesta a la teoría de los tipos. El hecho de que los niveles no sean intrínsecos a las

    oraciones, es peculiar a la presente teoría y es algo adicional a la ausencia de la

    subindicación explícita.

    La asignación de niveles intrínsecos ortodoxa garantiza liberarse del «carácter

    arriesgado» en el sentido explicado anteriormente en la Sección I. Con respecto a (4) y

    (5) más adelante, la mera asignación de niveles intrínsecos, que eliminaría su carácter

    riesgoso, también les impediría «buscar sus propios niveles» (véanse pp. 14–15). Si

    queremos permitir que las oraciones busquen sus propios niveles, parece obvio que

    también tenemos que permitir oraciones riesgosas. En ese caso, tenemos que conside-

    rar que las oraciones tratan de expresar proposiciones y tenemos que permitir vacíos de

    valores de verdad. Véase la Sección III más adelante.

    13

  • escogiendo simplemente un subíndice más alto que el de cualquier

    nivel contenido en los proferencias de Nixon sobre Watergate. Gene-

    ralmente, sin embargo, un hablante no tiene ninguna manera de

    conocer los «niveles» de las proferencias relevantes de Nixon. Así,

    pues, Nixon pudo haber dicho «Dean es un mentiroso» o «Haldman

    dijo la verdad cuando dijo que Dean mintió», etcétera, y los «niveles»

    de éstos pueden aun depender de los niveles de las proferencias de

    Dean y así sucesivamente. Si se obliga al hablante a asignarle de

    antemano un «nivel» a (4) [o a la palabra «falso» en (4)], puede estar

    inseguro acerca de qué tan alto haya de ser el nivel; si, por ignorar el

    «nivel» de las proferencias de Nixon, escoge un nivel demasiado bajo,

    su proferencia de (4) falla en su propósito. La idea de que un enuncia-

    do como (4) debiera tener un «nivel», en sus usos normales, es convin-

    cente intuitivamente. Es, sin embargo, igualmente obvio intuitivamente

    que el «nivel» de (4) no debe de depender solamente de la forma de (4)

    (como sería el caso si se les asignaran subíndices explícitos a «falso», o

    tal vez a «proferencias»); el hablante tampoco debe asignarlo por

    adelantado, sino que más bien su nivel debe depender de los hechos

    empíricos relativos a lo que Nixon ha proferido. Mientras más altos

    sean los «niveles» de Nixon, más alto será el «nivel» de (4). Esto signifi-

    ca que, en algún sentido, se debe per-[118]mitir que un enunciado

    encuentre su propio nivel, lo suficientemente alto como para que diga

    lo que se propone decir. No debe tener un nivel intrínseco fijado de

    antemano, como en la jerarquía de Tarski.

    Hay otra situación que resulta aún más difícil de acomodar de-

    ntro de los confines del enfoque ortodoxo. Supongamos que Dean

    afirma (4) en tanto que Nixon por su parte afirma:

    14

  • (5) Todo lo que dice Dean sobre Watergate es falso.

    Al afirmar Dean la oración omniabarcante (4) desea incluir en su

    alcance la afirmación (5) (como una de las afirmaciones de Nixon

    sobre Watergate de las que dice que son falsas); Nixon, por su parte, al

    afirmar (5) quiere hacer lo mismo con la afirmación (4) de Dean. Ahora

    bien, en cualquier teoría que pretenda asignar «niveles» intrínsecos a

    tales enunciados, de manera que un enunciado de determinado nivel

    sólo pueda hablar de la verdad o falsedad de los enunciados de niveles

    inferiores, es claramente imposible que ambas afirmaciones tengan

    éxito: si los dos enunciados están en el mismo nivel, ninguno de los dos

    puede hablar sobre la verdad o la falsedad del otro, mientras que si no

    están en el mismo nivel, el que está en un nivel más alto puede hablar

    del de nivel inferior, pero no a la inversa. Sin embargo, intuitivamente,

    podemos con frecuencia asignar valores de verdad no ambiguos a (4) y

    a (5). Supongamos que Dean hizo al menos un enunciado verdadero

    sobre Watergate [distinto de (4)]. Entonces, independientemente de

    cualquier evaluación de (4), podemos decidir que el (5) de Nixon es

    falso. Si todas las otras afirmaciones de Nixon sobre Watergate tam-

    bién son falsas, la afirmación (4) de Dean es verdadera; si alguna de

    ellas es verdadera, (4) es falsa. Nótese que en el último caso, podríamos

    haber juzgado que (4) es falsa sin evaluar (5), en tanto que en el primer

    caso la evaluación de (4) como verdadera dependía de la evaluación

    previa de (5) como falsa. Bajo otro conjunto diferente de supuestos

    empíricos sobre la veracidad de Nixon y Dean, (5) hubiera sido verda-

    dera [y su evaluación como verdadera dependería de una evaluación

    15

  • previa de (4) como falsa]. Me parece difícil acomodar estas intuiciones

    dentro de los confines del enfoque ortodoxo.

    Algunos otros defectos del enfoque ortodoxo resultan más difíci-

    les de explicar en un esbozo breve, aunque han constituido una parte

    sustancial de mi investigación. Un problema es el de los niveles trans-

    finitos. Es fácil afirmar dentro de los confines del enfoque ortodoxo:

    [119]

    (6) La nieve es blanca

    y afirmar que (6) es verdadera, que «(6) es verdadera» es verdadera,

    que «“(6) es verdadera” es verdadera» es verdadera, y así sucesivamen-

    te; a las distintas figuraciones con la secuencia de «es verdadera» se les

    asignan subíndices cada vez mayores. Es algo mucho más difícil

    afirmar que todos los enunciados en la secuencia que acabamos de

    describir son verdaderos. Para hacer esto, necesitamos un metalengua-

    je de nivel transfinito, por encima de todos los lenguajes de nivel finito.

    Para mi sorpresa, he descubierto que el problema de definir los lengua-

    jes de nivel transfinito presenta dificultades técnicas sustanciales que

    nunca han sido seriamente investigadas12.

    (Hilary Putnam y sus discípulos esencialmente investigaron el

    problema —descrito de diferente manera y con una motivación

    matemática en apariencia completamente diferente— para el caso

    especial en el que empezamos en el nivel más bajo con el lenguaje de la

    12 El problema de los niveles transfinitos tal vez no es tan difícil de resolver de

    manera canónica en el nivel ω, pero se vuelve cada vez más agudo en los niveles

    ordinales superiores.

    16

  • teoría elemental del número.) He obtenido algunos resultados positi-

    vos sobre el problema, así como algunos resultados negativos; no

    puedo detallarlos aquí. Pero dado el estado que presenta actualmente

    la literatura sobre el tema debería decirse que si la «teoría de los

    niveles de lenguaje» ha de incluir una explicación de los niveles trans-

    finitos, entonces uno de los principales defectos de la teoría es simple-

    mente su inexistencia. Podemos decir que la literatura existente define

    «la jerarquía de lenguajes de Tarski» sólo para los niveles finitos, lo

    cual difícilmente puede considerarse adecuado. Mi propio trabajo

    incluye una ampliación de la teoría ortodoxa a los niveles transfinitos,

    pero aún está incompleto. La falta de espacio no sólo me impide

    describir el trabajo, sino también me impide mencionar las dificultades

    matemáticas que convierten al problema en algo sumamente no trivial.

    Podemos sólo mencionar algunos otros problemas. Fue para mí

    una sorpresa que el enfoque ortodoxo no garantice en absoluto de

    manera obvia la fundamentación [groundednes.] en el sentido intuitivo

    antes mencionado. El concepto de verdad para los enunciados mate-

    máticos Σ1 es él mismo Σ1 y este hecho puede ser usado para [120]

    construir enunciados de la forma de (3). Aun cuando estén en cuestión

    las definiciones irrestrictas de verdad, los teoremas estándar nos

    permiten fácilmente construir una cadena descendente de lenguajes de

    primer orden L0, L1, L2, ..., tal que Li contiene un predicado de verdad

    para Li+1. No sé si dicha cadena pueda engendrar oraciones infundadas,

    ni siquiera sé bien cómo formular aquí el problema; algunas cuestiones

    técnicas sustanciales en esta área tienen todavía que resolverse.

    17

  • Casi toda la literatura reciente que busca alternativas al enfoque

    ortodoxo —mencionaré especialmente los escritos de Bas van Fraassen

    y Robert L. Martin—13 está de acuerdo en una sola idea básica: habrá

    de haber solamente un predicado de verdad, aplicable a oraciones que

    contienen el predicado mismo; no obstante, la paradoja ha de evitarse

    al permitir vacíos de valores de verdad y al declarar que las oraciones

    paradójicas en particular padecen de semejante vacío. Me parece que

    estos escritos sufren a veces de un defecto menor y casi siempre de un

    defecto mayor. El defecto menor es que algunos de ellos critican una

    versión caricaturizada del enfoque ortodoxo, no el enfoque genuino14.

    13 Véase Martin (ed.), The Paradox of the Liar, New Haven, Yale, 1970, así como las referencias ahí mencionadas.

    14 Véase la nota 9 anterior. Martin, por ejemplo, en su trabajo «Toward a Solution

    to the Liar Paradox», Philosophical Review, LXXXVI, 3, julio de 1967, pp. 279–311 y «On Grelling’s Paradox», ibid. LXXVII, 3, julio de 1968, pp. 325–331, atribuye a «la teoría de

    los niveles de lenguaje» todo tipo de restricciones sobre la autorreferencia las cuales

    deben considerarse simplemente como refutadas, incluso para los lenguajes clásicos,

    por el trabajo de Gödel. Quizá hay o haya habido algunos teóricos que creyeran que

    todo lo que se dice de un lenguaje debe tener lugar en un metalenguaje distinto. Esto

    importa poco; el asunto principal es: ¿qué construcciones pueden llevarse a cabo dentro

    de un lenguaje clásico y qué construcciones requieren vacíos de valores de verdad? Casi

    todos los casos de autorreferencia mencionados por Martin pueden llevarse a cabo por

    los métodos ortodoxos gödelianos, sin necesidad de invocar predicados parcialmente

    definidos ni vacíos de valores de verdad. En la nota 5 de su segundo articulo, Martin se

    percata de la demostración de Gödel de que los lenguajes suficientemente ricos

    contienen su propia sintaxis, pero parece no darse cuenta de que ese trabajo convierte

    en irrelevante la mayor parte de su polémica contra los «niveles de lenguaje».

    En el otro extremo, algunos autores aún parecen pensar que es útil para el trata-

    miento de las paradojas semánticas algún tipo de prohibición general sobre la autorre-

    ferencia. En el caso de las oraciones autorreferenciales me parece que ésta es una

    posición sin esperanzas.

    18

  • El defecto mayor es que casi invariablemente estos escritos son meras

    sugerencias y no teo-[121]rías genuinas. Casi nunca hay una formula-

    ción semántica precisa de un lenguaje que sea por lo menos lo suficien-

    temente rico como para hablar de su propia sintaxis elemental (ya sea

    directamente o mediante la aritmetización) y contener su propio

    predicado de verdad. Sólo en el caso en que dicho lenguaje fuese

    formulado con precisión formal podría decirse que se ha presentado

    una teoría de las paradojas semánticas. Idealmente, una teoría debería

    mostrar que la técnica puede aplicarse a lenguajes arbitrariamente

    ricos sin importar cuáles sean sus otros predicados «ordinarios»

    distintos a la verdad. Hay un sentido más en el que el enfoque ortodoxo

    suministra una teoría, en tanto que la literatura reciente sobre el tema

    no lo hace. Tarski muestra cómo puede proporcionar una definición

    matemática de verdad —para un lenguaje clásico de primer orden

    cuyos cuantificadores tienen como recorrido un conjunto— usando los

    predicados del lenguaje objeto además de la teoría de los conjuntos

    (lógica de orden superior). La literatura alternativa abandona el

    objetivo de dar una definición matemática de verdad y se contenta con

    tomar la verdad como un primitivo intuitivo. Un solo artículo que he

    leído dentro del género «vacíos de verdad» —un trabajo reciente de

    Martin y Peter Woodruff—15 podría considerarse como un inicio de

    intento de satisfacer cualquiera de estos desiderata para una teoría. Sin

    15 En la terminología del presente artículo, el artículo de Martin y Woodruff

    prueba la existencia de puntos fijos máximos (no el punto fijo mínimo) dentro del

    contexto del enfoque trivalente débil. No desarrolla la teoría mucho más allá. Creo que

    el artículo no ha sido todavía publicado, pero será incluido en un volumen de próxima

    aparición dedicado a Yehoshua Bar–Hillel. Aunque anticipa parcialmente el enfoque

    aquí presentado, no era de mi conocimiento cuando realicé este trabajo.

    19

  • embargo, la influencia de esta literatura sobre mi propia propuesta

    resultará obvia16.[122]

    III. LA PRESENTE PROPUESTA

    No considero que ninguna propuesta, incluyendo la que he de

    presentar aquí, sea definitiva en el sentido de suministrar la interpreta-

    ción del uso ordinario de «verdadero», o de dar la solución a las

    paradojas semánticas. Por el contrario, por ahora no he pensado a

    fondo en una justificación filosófica detallada de la propuesta, ni estoy

    seguro de cuáles son las áreas exactas y las limitaciones de su aplicabi-

    lidad. Espero que el modelo aquí suministrado tenga dos virtudes:

    primera, que proporcione un área rica en propiedades matemáticas y

    relativas a la estructura formal; segunda, que estas propiedades recojan

    en buena medida algunas intuiciones importantes. Así, pues, el modelo

    ha de ser puesto a prueba por su fertilidad técnica. No tiene que

    recoger todas las intuiciones, pero se espera que recoja muchas de

    ellas.

    16 De hecho tenía yo conocimiento de relativamente poca literatura sobre este

    tema cuando inicié el trabajo sobre el enfoque aquí presentado. Incluso ahora desco-

    nozco buena parte de esa literatura, de manera que es difícil trazar las conexiones. El

    trabajo de Martin parece ser el más cercano al presente enfoque en lo que respecta a sus

    consecuencias formales, no así en lo que respecta a sus bases filosóficas.

    Hay también una literatura considerable sobre enfoques trivalentes o similares

    de las paradojas de la teoría de los conjuntos; aunque la desconozco en detalle parece

    estar estrechamente relacionada con el presente enfoque. Debería mencionar a Gilmore,

    Fitch y Feferman.

    20

  • Siguiendo la literatura mencionada anteriormente, propongo in-

    vestigar los lenguajes que permiten vacíos de verdad. A la manera de

    Strawson17, podemos considerar una oración como un intento de hacer

    un enunciado, expresar una proposición, o cosas similares. La signifi-

    catividad de una oración o el carácter de estar bien formada, radica en

    el hecho de que hay circunstancias especificables bajo las que tiene

    condiciones de verdad determinadas (bajo las que expresa una propo-

    sición), no en el hecho de que siempre exprese una proposición. Una

    oración como (1) es siempre significativa, pero bajo distintas circuns-

    tancias puede no «hacer un enunciado» o no «expresar una proposi-

    ción». (No trato aquí de ser totalmente preciso filosóficamente.)

    Para desarrollar cabalmente estas ideas, necesitamos un esquema

    semántico que nos permita manejar predicados que puedan estar sólo

    parcialmente definidos. Dado un dominio no vacío D, un predicado

    monádico P(x) se interpreta mediante un par (S1, S2) de conjuntos

    disyuntas de D. S1 es la extensión de P(x) y S2 es su antiextensión. P(x)

    ha de ser verdadero de los objetos en S1, falso de aquéllos en S2, [123]

    de otra manera será indefinido. La generalización de esto para predi-

    cados n–ádicos es obvia.

    17 Interpreto a Strawson como si sostuviera que «el actual rey de Francia es cal-

    vo» no logra constituir un enunciado pero que, sin embargo, es significativa, pues da las

    direcciones (condiciones) para hacer un enunciado. Aplico esta idea a las oraciones

    paradójicas sin comprometerme con respecto a su alegato original de las descripciones.

    Debería aclarar que la doctrina de Strawson es un tanto ambigua y que he elegido una

    de las interpretaciones preferidas, la cual, creo yo, también es la preferida por Strawson

    hoy en día.

    21

  • Un esquema apropiado para manejar las conectivas es la lógica

    trivalente fuerte de Kleene. Supongamos que ¬P es verdadera (falsa) si

    P es falsa (verdadera) y que es indefinida si P es indefinida. Una

    disyunción es verdadera si al menos uno de los disyuntos es verdadero,

    sin importar si el otro de los disyuntos es verdadero, falso o indefini-

    do18; es falsa si ambos disyuntos son falsos, de otra manera es indefini-

    da. Las otras funciones de verdad pueden definirse en términos de la

    disyunción y de la negación de la manera usual. (En particular, enton-

    ces, una conjunción será verdadera cuando los dos conjuntos son

    verdaderos, falsa si al menos un conjunto es falso; de otra manera será

    indefinida.) (∃x)A(x) es verdadera si A(x) es verdadera para alguna

    asignación de un elemento de D a x; falsa si A(x) es falsa para todas las

    asignaciones a x, de otra manera será indefinida. (x)A(x) puede definir-

    se como ¬(∃x) ¬A(x). Es, por lo tanto, verdadera si A(x) es verdadera

    para todas las asignaciones a x, falsa si A(x) es falsa para por lo menos

    una de dichas asignaciones, de otra manera es indefinida. Podríamos

    convertir lo anterior en una definición formal más precisa de la

    satisfacción, pero no nos tomaremos esa molestia19. [124]

    18 Así, la disyunción de «la nieve es blanca» con una oración del tipo del Mentiro-

    so será verdadera. Si hubiésemos considerado que una oración del tipo del Mentiroso

    carece de significado, presumiblemente hubiéramos tenido que considerar que cual-

    quier oración compuesta que la contuviera carecería también de significado. 19 Las reglas de evaluación son las de S. C. Kleene en su Introduction lo Metama-

    thematics. Nueva York, Van Nostrand, 1952, Sección 64, pp. 332–340. La noción de

    Kleene de tablas regulares es equivalente (para la clase de evaluaciones que él conside-

    ra) a nuestra exigencia de la monotonicidad de N más adelante.

    Me ha sorprendido mucho oír que el uso que hago de la evaluación de Kleene se

    compara ocasionalmente con la propuesta de quienes están en favor de abandonar la

    22

  • Queremos apresar una intuición que de alguna manera es del si-

    guiente tipo: Supóngase que estamos explicando la palabra «verdade-

    ro» a una persona que todavía no la entiende. Podemos decir que

    tenemos derecho a afirmar (o negar) con respecto a una oración que es

    verdadera precisamente cuando las circunstancias son tales que

    podemos afirmar (o negar) la oración misma. Nuestro interlocutor

    puede entonces entender lo que significa, por ejemplo, atribuir la

    verdad a (6) («la nieve es blanca»), pero puede aun sentirse desconcer-

    tado con respecto a las atribuciones de verdad a aquellas oraciones que

    contienen la palabra misma «verdadero». Dado que inicialmente no

    entendió estas oraciones, carecería igualmente de valor explicativo, lógica estándar «para la mecánica clásica» o de postular valores de verdad extra, es

    decir, además de la verdad y la falsedad, etcétera. Esta reacción me sorprende a mi

    tanto como presumiblemente sorprendería a Kleene quien intenté escribir (como lo

    hago yo aquí) un trabajo de resultados matemáticos estándar susceptible de ser

    probado en la matemática convencional. «Indefinido» no es un valor de verdad extra,

    de la misma manera que —en el libro de Kleene— no es un número extra en la sección

    63. Tampoco debería decirse que «la lógica clásica» no vale en general, ni que (en

    Kleene) el uso de funciones parcialmente definidas invalida la ley de la conmutatividad

    para la adición. Si algunas oraciones expresan proposiciones, cualquier función de

    verdad tautológica de ellas expresa una proposición verdadera. Obviamente las

    fórmulas que tienen componentes que no expresan proposiciones, incluso aquellas con

    forma de tautologías, pueden tener funciones de verdad que tampoco expresan

    proposiciones. (Esto sucede bajo la evaluación de Kleene pero no en la de van Fraasen.)

    Las meras convenciones para manejar los términos que no designan números no

    deberían de ser llamadas cambios en la aritmética; las convenciones para manejar las

    oraciones que no expresan proposiciones no son, en ningún sentido filosóficamente

    importante, «cambios en la lógica». La expresión «lógica trivalente», ocasionalmente

    usada aquí no debiera dar lugar a confusiones. Todas nuestras consideraciones pueden

    formalizarse en un metalenguaje clásico.

    23

  • inicialmente, explicarle que llamar a esas oraciones «verdaderas»

    («falsas») equivale a afirmar (negar) la oración misma.

    Sin embargo, la noción de verdad, como una noción que se aplica

    incluso a varias oraciones que contienen en sí mismas la palabra

    «verdadero», puede irse aclarando gradualmente a medida que re-

    flexionamos más. Supongamos que consideramos la oración

    (7) Alguna oración impresa en el New York Daily News del 7 de

    octubre de 1971, es verdadera.

    (7) es un ejemplo típico de una oración que comprende el concepto

    mismo de verdad, de manera que, si (7) no es clara, tampoco lo será

    (8) (7) es verdadera.

    Sin embargo, si el sujeto en cuestión está dispuesto a afirmar «la

    nieve es blanca», estará dispuesto a afirmar de conformidad con las

    reglas «(6) es verdadera». Pero supongamos que entre las afirmaciones

    impresas en el New York Daily News del 7 de octubre de 1971 se

    encuentra (6) misma. Dado que nuestro sujeto está dispuesto a afirmar

    «(6) es verdadera» y a afirmar también «(6) está impresa en el New

    York Daily News del 7 de octubre de 1971», deducirá (7) me-[125]diante

    una generalización existencial. Una vez que esté dispuesto a afirmar

    (7), también estará dispuesto a afirmar (8). De este modo, el sujeto será

    capaz eventualmente de atribuir la verdad a más y más enunciados que

    contienen la noción misma de verdad. No hay ninguna razón para

    24

  • suponer que todos los enunciados que contienen «verdadero» habrán

    de decidirse de esta manera, pero la mayor parte se decidirán. De

    hecho, nuestra sugerencia es que las oraciones «fundadas» pueden

    caracterizarse como aquellas que eventualmente llegan a tener un valor

    de verdad en este proceso.

    Por supuesto, una oración típicamente infundada como (3) no re-

    cibirá ningún valor de verdad en el proceso que acabamos de esbozar.

    En particular, nunca será llamada «verdadera». Pero el sujeto no puede

    expresar este hecho diciendo «(3) no es verdadera». Dicha afirmación

    entraría directamente en conflicto con la estipulación según la cual se

    debe negar que una oración es verdadera precisamente en las circuns-

    tancias en las que uno negaría la oración misma. Al imponer esta

    estipulación hemos hecho una elección deliberada (véase más adelan-

    te).

    Veamos cómo podemos dar a estas ideas una expresión formal.

    Sea L un lenguaje de primer orden del tipo clásico, interpretado, con

    una lista finita (o incluso denumerable) de predicados primitivos. Se

    asume que las variables recorren un dominio no vacío D y que los

    predicados primitivos n–arios se interpretan mediante relaciones n-

    arias (totalmente definidas) sobre D. La interpretación de los predica-

    dos de L se mantiene fija a lo largo de la discusión siguiente. Asuma-

    mos también que el lenguaje L es lo suficientemente rico como para

    poder expresar en L la sintaxis de L (digamos, mediante la aritmetiza-

    ción) y que algún esquema de codificación [coding scheme.] codifica

    secuencias finitas de elementos de D en [into.] elementos de D. No

    tratamos de presentar rigurosamente estas ideas; la noción de estruc-

    25

  • tura «aceptable» de Y. N. Moschovakis lo haría20. Debo enfatizar que

    una buena parte de lo que haremos a continuación puede obtenerse

    cuando consideramos hipótesis mucho más débiles sobre L21. [126]

    Supongamos que ampliamos L a un lenguaje Ł añadiéndole un predicado monádico T(x) cuya interpretación sólo necesita definirse

    parcialmente. Una interpretación de T(x) se da mediante un «conjunto

    parcial» (S1, S2) en donde S1, como dijimos antes, es la extensión de

    T(x), S2 es la antiextensión de T(x) y T(x) es indefinido para entidades

    fuera de S1 U S2. Sea Ł(S1, S2) la interpretación de Ł que resulta de interpretar T(x) mediante el par (S1, S2), quedando como antes los otros

    predicados de L22. Sea S’1 el conjunto de (códigos de)23 las oraciones

    verdaderas de Ł(S1, S2) y sea S’1 el conjunto de todos los elementos de D

    que o no son (códigos de) oraciones de Ł(S1, S2) o son (códigos de)

    tr t20 Elementary Introduction on Abs act S ructures, Amsterdam, North Holland,

    1974. La noción de estructura aceptable se desarrolla en el capitulo 5. 21 Es innecesario suponer, como lo hicimos por mor de simplicidad, que todos los

    predicados en L están totalmente definidos. La hipótesis de que L contiene un artificio

    para codificar secuencias finitas sólo es necesaria si añadimos a L la satisfacción más

    que la verdad. Otras hipótesis pueden hacerse mucho más débiles para la mayor parte

    del trabajo. 22 Ł es, así, un lenguaje con todos los predicados interpretados menos T(x). T(x)

    no está interpretado. El lenguaje Ł (S1, S2) y los lenguajes Łα definidos más adelante,

    son lenguajes obtenidos a partir de Ł al especificar una interpretación para T(x). 23 Escribo entre paréntesis «códigos de» o «números de Gödel de» en varios luga-

    res para recordar al lector que la sintaxis puede representarse en L mediante la

    asignación de números de Gödel o algún otro artificio codificador. Por descuido

    algunas veces omito la cualificación entre paréntesis, identificando las expresiones con

    sus códigos.

    26

  • oraciones falsas de Ł(S1, S2). La elección de (S1, S2) determina de manera única a S’1 y S’2. Si T(x) ha de interpretarse como la verdad

    para el lenguaje mismo L que contiene al propio T(x), obviamente

    debemos tener S1=S’1 y S2=S’2. [Esto significa que si A es una oración

    cualquiera, A satisface (o falsifica) T(x) si y sólo si A es verdadera

    (falsa) conforme a las reglas de evaluación.]

    Un par (S1, S2) que satisface esta condición se llama un punto fijo.

    Para que una determinada elección de (S1, S2) interprete T(x), establéz-

    case que ϕ((S1, S2)) = (S’1, S’2). ϕ es entonces una función unitaria

    definida sobre todos los pares (S1, S2) de subconjuntos disyuntos de D y

    los «puntos fijos» (S1, S2) son literalmente los puntos fijos de ϕ; es

    decir, son aquellos pares (S1, S2) tales que ϕ(S1, S2) = (S’1, S’2). Si (S1, S2)

    es un punto fijo, algunas veces llamamos también a Ł(S1, S2) un punto fijo. Nuestra tarea básica es probar la existencia de puntos fijos e

    investigar sus propiedades.

    Construyamos primeramente un punto fijo. Lo haremos conside-

    rando una «jerarquía de lenguajes» determinada. Comenzamos por

    definir el lenguaje interpretado Ł0 como Ł(Λ, Λ) en donde Λ es el

    conjunto vacío; es decir, Ł0 es el lenguaje en el que T(x) es totalmente

    indefinido. (Nunca es un punto fijo.) Para cualquier entero α, supon-

    gamos que hemos definido Łα= (S1, S2). Entonces establezca-[127]mos

    que Łα+1= Ł(S’1, S’2), donde, como antes, S’1 es el conjunto de (códigos

    de) oraciones verdaderas de Łα y S’2 es el conjunto de todos los elemen-

    tos de D que o no son (códigos de) oraciones de Łα o son (códigos de)

    oraciones falsas de Łα.

    27

  • La jerarquía de lenguajes que acabamos de dar es análoga a la je-

    rarquía de Tarski para el enfoque ortodoxo. T(x) se interpreta en Łα+1,

    como el predicado de verdad para Łα. Pero surge un fenómeno intere-

    sante en el presente enfoque que se expondrá con detalle en los si-

    guientes párrafos.

    Digamos que (S+1, S+2) amplía a (S1, S2) [simbólicamente, (S+1, S+2)

    ≥ (S1, S2) o (S1, S2) ≤ (S+1, S+2)] si y sólo si S1 ⊆ S+1, S2 ⊆ S+2,. Intuitiva-

    mente esto significa que si T(x) se interpreta por (S+1, S+2) la interpre-

    tación concuerda con la interpretación dada por (S1, S2) en todos los

    casos en los que esta última es definida; la única diferencia es que una

    interpretación por (S+1, S+2) puede dar lugar a que T(x) sea definida

    para algunos casos en los que era indefinida cuando se interpretaba

    por (S1, S2). Ahora, una propiedad básica de nuestras reglas de evalua-

    ción es la siguiente: ϕ es una operación monótona (que preserva el

    orden) sobre ≤.; esto es, si (S1, S2) ≤ (S+1, S+2), ϕ((S1, S2)) ≤ ϕ((S+1, S+2)).

    En otras palabras, si (S1, S2) ≤ (S+1, S+2) entonces cualquier oración que

    sea verdadera (o falsa) en Ł(S1, S2) retiene su valor de verdad en Ł(S+1,

    S+2). Lo que esto significa es que si la interpretación de T(x) se amplía

    dándole un valor de verdad definido a algunos casos previamente

    indefinidos, ningún valor de verdad previamente establecido cambiará

    ni se hará indefinido; cuando mucho, algunos valores de verdad

    previamente indefinidos se vuelven definidos. Esta propiedad —ha-

    blando técnicamente la monotonicidad de ϕ— es crucial para todas

    nuestras construcciones.

    28

  • Dada la monotonicidad de ϕ, podemos deducir que para cada α,

    la interpretación de T(x) en Łα+1 amplía la interpretación de T(x) en Łα.

    El hecho es obvio para α = 0, dado que, en Ł0, T(x) es indefinido para toda x, cualquier interpretación de T(x) lo amplía automáticamente. Si

    la afirmación vale para Łβ —esto es, si la interpretación de T(x) en Łβ+1,

    amplía la de T(x) en Łβ— entonces cualquier oración verdadera o falsa

    en Łβ, permanece verdadera o falsa en Łβ+1. Si vemos las definiciones,

    esto dice que la interpretación de T(x) en Łβ+2 amplía la interpretación

    de T(x) en Łβ+1. Hemos, pues, probado por inducción que la interpreta-

    ción de T(x) en Łα+1, siempre amplía la interpretación de T(x) en Łα para toda a finita. Se sigue que el predicado T(x) crece, tanto en su

    extensión como en su antiextensión, a [128] medida que a crece. A

    medida que α crece un mayor número de oraciones llegan a ser decla-

    radas verdaderas o falsas, pero una vez que una oración es declarada

    verdadera o falsa, conservará su valor de verdad en todos los niveles

    superiores.

    Hasta aquí, hemos definido solamente los niveles finitos de nues-

    tra jerarquía. Para α finita, sea (S1,α, S2,α) la interpretación de T(x) en

    Łα. Tanto S1,α como S2,α crecen (como conjuntos) a medida que a crece. Hay entonces una manera obvia de definir el primer nivel «transfini-

    to», llamémosle «Łϖ». Defínase simplemente Łϖ = Ł (S1,ϖ, S2,ϖ) en

    donde S1,ϖ es la unión de todos los S1,α para α finita y S2,ϖ similarmente,

    es la unión de S2,α para α finita. Dado Łϖ, podemos entonces definir

    Łϖ+1, Łϖ+2, Łϖ+3, etcétera, de la misma manera como lo hicimos para los niveles finitos. Cuando volvemos a llegan a un nivel «límite», tomamos

    una unión como lo hicimos antes.

    29

  • Formalmente, definimos los lenguajes Łα para cada ordinal α. Si α

    es un ordinal sucesor (α = β +1), sea Łα = Ł(S1,α, S2,α) en donde S1,α es el

    conjunto de (códigos de) oraciones verdaderas de Łβ y S2,α el conjunto consistente en todos los elementos de D que o son (códigos de) oracio-

    nes falsas de Łβ o no son (códigos de) oraciones de Ł. Si λ es un ordinal

    límite, Łλ = (S1,λ, S2,λ) en donde S1,λ = Uβ〈λ S1,β, S2,λ = Uβ〈λ S2,β. Así, en los niveles «sucesores» tomamos el predicado de verdad sobre el nivel

    previo y en los niveles límite (transfinitos) tomamos la unión de todas

    las oraciones declaradas verdaderas o falsas en niveles anteriores. Aun

    cuando incluyamos los niveles transfinitos, sigue siendo verdadero que

    la extensión y la antiextensión de T(x) crecen al crecer α.

    Hay que notar que «crece» no significa «crece estrictamente»;

    hemos afirmado que S1,α ⊆ S1,α+1 (i = 1, 2), lo cual permite que sean

    iguales. ¿Continúa el proceso indefinidamente con cada vez más

    oraciones que se declaran verdaderas o falsas, o llega el momento en el

    que el proceso se para? Es decir, ¿hay un nivel ordinal σ para el cual S1,σ

    = S1,σ+1 y S2,σ = S2,σ+1, de manera que ningún «nuevo» enunciado se

    declare verdadero o falso en el siguiente nivel? La respuesta debe ser

    afirmativa. Las oraciones de Ł forman un conjunto. Si a cada nivel se

    decidieran nuevas oraciones de Ł, eventualmente agotaríamos Ł en algún nivel y ya no seríamos capaces de decidir ninguna más. Esto

    puede fácilmente convertirse en una prueba formal (la técnica es

    elemental y bien conocida por los lógicos) de que hay un nivel ordinal

    o tal que (S1,σ, S2,σ) = (S1,σ+1, S2,σ+1). Pero dado que (S1,σ+1, S2,σ+1) =

    ϕ((S1,σ, S2,σ)), esto significa que (S1,σ, S2,σ) es un punto fijo. También

    puede probarse que es un punto fijo «mínimo» o «me-[129]nor»:

    30

  • cualquier punto fijo amplía (S1,σ, S2,σ). Esto es, si una oración se evalúa

    como verdadera o falsa en Łσ, tiene el mismo valor de verdad en cualquier punto fijo.

    Relacionemos con nuestras ideas intuitivas la construcción de un

    punto fijo que acabamos de dar. En la etapa inicial (Ł0), T(x) es comple-tamente indefinido. Esto corresponde a la etapa inicial en la que el

    sujeto no tiene ninguna comprensión de la noción de verdad. Dada una

    caracterización de la verdad mediante las reglas de evaluación de

    Kleene, el sujeto puede fácilmente ascender al nivel. Ł1. Esto es, puede evaluar varios enunciados como verdaderos o falsos sin saber nada

    sobre T(x) —en particular, puede evaluar todas aquellas oraciones que

    no contienen T(x)—. Una vez que ha hecho la evaluación, amplia T(x),

    como en Ł1. Entonces puede usar la nueva interpretación de T(x) para

    evaluar más oraciones como verdaderas o falsas y ascender a Ł2, etcétera. Eventualmente, cuando el proceso se vuelve «saturado», el

    sujeto alcanza el punto fijo Łσ. (Al ser un punto fijo, Łσ

    es un lenguaje

    que contiene su propio predicado de verdad.) Así, la definición formal

    que acabamos de dar constituye un buen paralelo de la construcción

    intuitiva previamente formulada24.

    24 Una comparación con la jerarquía de Tarski: La jerarquía de Tarski usa un

    nuevo predicado de verdad en cada nivel, siempre cambia. Los niveles límite de la

    jerarquía de Tarski, que no han sido definidos en la literatura, pero que en alguna

    medida han sido definidos en mi propio trabajo, son enredosos de caracterizar.

    La presente jerarquía usa un solo predicado de verdad, el cual crece cada vez más

    al aumentar los niveles hasta alcanzar el nivel del punto fijo mínimo. Los niveles límite

    se definen fácilmente. Los lenguajes en la jerarquía no son el objeto de interés Primor-

    dial, pero si son aproximaciones cada vez mejores al lenguaje mínimo con su propio

    predicado de verdad.

    31

  • Hemos estado hablando de un lenguaje que contiene su propio

    predicado de verdad. Sin embargo, sería realmente más interesante

    ampliar un lenguaje arbitrario a otro lenguaje que contenga su propio

    predicado de satisfacción. Si L contiene un nombre para cada uno de

    los objetos de D y se define una relación de denotación (si D es no

    denumerable, esto significa que L contiene un número no denumerable

    de constantes), la noción de satisfacción se puede reemplazar de

    manera efectiva (para la mayoría de los propósitos) por la de verdad:

    por ejemplo, en lugar de decir que A(x) es satisfecho por un objeto a,

    podemos decir que A(x) se vuelve verdadero cuando la variable se

    reemplaza por un nombre de a. Basta entonces la construcción ante-

    rior. De manera alternativa, podemos ampliar L a Ł añadiendo un [130]

    predicado binario de satisfacción Sat(s, x) en el que s recorre secuen-

    cias finitas de elementos de D y x recorre fórmulas. Definimos una

    jerarquía de lenguajes, paralela a la que construimos antes para el caso

    de la verdad, que eventualmente alcanza un punto fijo —un lenguaje

    que contiene su propio predicado de satisfacción—. Si L es denumera-

    ble pero D no lo es, la construcción con la sola verdad se cierra en un

    ordinal contable, pero la construcción con la satisfacción puede

    cerrarse en un ordinal no contable. Más adelante continuaremos

    concentrándonos, con el fin de lograr simplicidad en la exposición, en

    la construcción con la verdad, pero la construcción con la satisfacción

    es más básica25.

    25 Considérese el caso en el que L tiene un nombre canónico para cada elemento

    de D. Podemos entonces considerar pares (A, T), (A, F), en donde A es verdadero, o

    falso, respectivamente. Las reglas de Kleene corresponden a condiciones de clausura

    32

  • La construcción puede generalizarse de manera que permita una

    notación en L mayor que la de la lógica de primer orden. Por ejemplo,

    podríamos tener un cuantificador que significara «para un número no

    contable de x», o un cuantificador del tipo de «la mayoría de», un

    lenguaje con infinitas conjunciones, etcétera. Hay una manera bastante

    canónica de ampliar, en el estilo de Kleene, la semántica de dichos

    cuantificadores y conectivas de tal manera que permitan vacíos de

    valores de verdad, pero no daremos aquí los detalles.

    Constatemos que nuestro modelo satisface algunos de los deside-

    rata mencionados en las secciones anteriores. Sin duda alguna es una

    teoría en el sentido exigido: cualquier lenguaje, incluyendo los que

    contienen teoría del número o sintaxis, puede ampliarse a un lenguaje

    con su propio predicado de verdad y el concepto de verdad [131]

    asociado se define matemáticamente mediante técnicas de la teoría de

    sobre un conjunto de dichos pares: por ejemplo, si (A(α), F) ∈ S para todo nombre del

    elemento α de D, póngase ((∃x)A(x), F) en S; si ((A(α), T) ∈ S, póngase ((∃x)A(x), T) en

    S, etcétera. Considérese el más pequeño conjunto S de pares clausurados bajo los

    análogos de las reglas de Kleene, que contiene (A, T) (o(A, F)) para cada A atómica

    verdadera (o falsa) de L y clausurada conforme a las dos condiciones siguientes: (i) si

    (A, T) ∈ S, (T(k), T) ∈ S; (ii) si (A, F) ∈ S, (T(k), F) ∈ S, en donde «k» es una abreviatura

    de un nombre de A. Fácilmente se muestra que el conjunto corresponde (en el sentido

    obvio) al punto fijo mínimo [por tanto, está clausurado bajo las condiciones conversas

    de (i) y (ii)]. Usé esta definición para mostrar que el conjunto de verdades en el punto

    fijo mínimo (sobre una estructura aceptable) es inductivo en el sentido de Moschovakis.

    Probablemente es más simple que la definición dada en el texto. La definición dada en

    el texto tiene, entre otras ventajas, la de una definición de «nivel», facilitando una

    comparación con la jerarquía de Tarski y permitiendo la generalización cómoda a otros

    esquemas de evaluación distintos al de Kleene.

    33

  • los conjuntos. No hay ningún problema con respecto a los lenguajes de

    nivel transfinito en la jerarquía.

    Dada una oración A de Ł, definamos que A será fundada si tiene

    un valor de verdad en el punto fijo más pequeño Ł0; de otra manera será infundada. Lo que hasta ahora ha sido, hasta donde yo sé, un

    concepto intuitivo sin ninguna definición formal, se vuelve un concep-

    to definido con precisión en la presente teoría. Si A es fundada, defína-

    se el nivel de A como el ordinal más pequeño a tal que A tiene un valor

    de verdad en Łα.

    Si Ł contiene teoría del número o sintaxis, no hay ningún pro-blema de construir oraciones gödelianas que «dicen de sí mismas» que

    son falsas (oraciones del Mentiroso) o verdaderas [como en (3)]; puede

    mostrarse fácilmente que todas ellas son infundadas en el sentido de la

    definición formal. Si, por ejemplo, se usa la forma gödeliana de la

    paradoja del Mentiroso, la oración del Mentiroso puede tomar la forma

    siguiente:

    (9) (x) (P(x) ⊃ ~T(x))

    en la que P(x) es un predicado sintáctico (o aritmético) que satisface

    únicamente (el número gödeliano de) la propia oración (9). De manera

    similar (3) toma la forma siguiente:

    (10) (x)(Q(x) ⊃ T(x))

    en la que Q(x) es satisfecho únicamente por (el número gödeliano de)

    34

  • la oración (10). Bajo estas hipótesis, es fácil probar mediante una

    inducción sobre α que ni (9) ni (10) tendrán un valor de verdad en

    ningún Łα; esto es, que son infundadas. Otros casos intuitivos de falta de fundamentación resultan de la misma manera.

    En el modelo presente se aprecia con claridad el rasgo de los

    enunciados ordinarios que he enfatizado, a saber, que no hay ninguna

    garantía intrínseca de su seguridad (de que sean fundados) y que su

    «nivel» depende de hechos empíricos. Considérese, por ejemplo, (9)

    una vez más, sólo que ahora P(x) es un predicado empírico cuya

    extensión depende de hechos empíricos desconocidos. Si resulta que

    P(x) es verdadero solamente de la oración (9) misma, (9) será infunda-

    da como antes. Si la extensión de P(x) consiste enteramente de oracio-

    nes fundadas de los niveles, digamos, 2, 4 y 13, (9) será fundada y

    tendrá el nivel 14. Si la extensión de P(x) consiste de [132] oraciones

    fundadas de un nivel finito arbitrario, (9) será fundada y tendrá el nivel

    ϖ; y así sucesivamente.

    Consideremos ahora los casos (4) y (5). Podemos formalizar (4)

    mediante (9), interpretando P(x) como «x es una oración que Nixon

    afirma acerca de Watergate» [Olvídese, por mor de simplicidad, que

    «acerca de Watergate» introduce un componente semántico en la

    interpretación de P(x).] Formalicemos (5) como

    (11) (x) (Q(x) ⊃ ~T(x))

    interpretando Q(x) de la manera obvia. Para completar el paralelo con

    (4) y (5), supongamos que (9) está en la extensión de Q(x) y (11) está en

    35

  • la extensión de P(x). Nada garantiza ahora que (9) y (11) hayan de ser

    fundadas. Supóngase, sin embargo, paralelamente a la discusión

    intuitiva anterior, que alguna oración verdadera satisface Q(x). Si el

    nivel más bajo de dicha oración es α, entonces (11) será falsa y fundada

    en el nivel α+1. Si además todas las oraciones, diferentes de (11), que

    satisfacen P(x) son falsas, (9) será entonces fundada y verdadera. El

    nivel de (9) será por lo menos α+2, debido al nivel de (11). Por otro

    lado, si alguna oración que satisface P(x) es fundada y verdadera,

    entonces (9) será fundada y falsa con nivel β+1,en donde β es el nivel

    más bajo de aquella oración. Para que el presente modelo pueda

    asignar niveles a (4) y (5) [(9) y (11)] es crucial que los niveles depen-

    dan de hechos empíricos y no que sean asignados de antemano.

    Dijimos que los enunciados como (3), a pesar de ser infundados,

    no son intuitivamente paradójicos. Exploremos esto en términos del

    modelo propuesto. El punto fijo más pequeño de Łσ no es el único punto fijo. Formalicemos (3) mediante (10), en donde Q(x) es un

    predicado sintáctico (de L) verdadero solamente de la propia oración

    (10). Supongamos que, en lugar de empezar nuestra jerarquía de

    lenguajes con T(x) completamente indefinido, hubiésemos empezado

    estableciendo que T(x) es verdadero de (10), de otra manera sería

    indefinido. Podemos entonces continuar la jerarquía de lenguajes

    exactamente como antes. Es fácil ver que si (10) es verdadera en el

    lenguaje de un nivel determinado, permanecerá verdadera en el

    siguiente nivel [usando el hecho de que Q(x) es verdadero solamente de

    (10), falso de todo lo demás]. A partir de esto podemos mostrar como

    antes que la interpretación de T(x) en cada nivel amplía todos los

    36

  • niveles anteriores y que en algún nivel la construcción se cierra dando

    lugar a un punto fijo. La diferencia [133] es que (10), que carecía de

    valor de verdad en el punto fijo menor, es ahora verdadera.

    Esto sugiere la siguiente definición: una oración es paradójica si

    no tiene valor de verdad en ningún punto fijo. Esto es, una oración

    paradójica A es tal que si ϕ((S1, S2)) = (S1, S2), entonces A no es un

    elemento de S1 ni un elemento de S2.

    (3) [o su versión formal (10)] es infundada, pero no paradójica.

    Esto significa que podríamos usar consistentemente el predicado

    «verdadero» de manera que se le diese un valor de verdad a (3) [o a

    (10)], aunque el proceso mínimo para asignar valores de verdad no se

    lo daría. Supongamos, por otro lado, con respecto a (9), que P(x) es

    verdadero de (9) misma y falso de todo lo demás, de manera que (9) es

    una oración del Mentiroso. Entonces el argumento de la paradoja del

    Mentiroso produce fácilmente una prueba de que (9) no puede tener

    un valor de verdad en ningún punto fijo. De manera que (9) es paradó-

    jica en nuestro sentido técnico. Nótese que, si el hecho de que P(x) es

    verdadero de (9) y falso de todo lo demás es meramente un hecho

    empírico, el hecho de que (9) sea paradójica será él mismo empírico.

    (Podríamos definir las nociones de «intrínsecamente paradójico»,

    «intrínsecamente fundado» y otras, pero no lo haremos aquí.)

    La situación parece ser intuitivamente la siguiente: Aunque el

    punto fijo más pequeño es probablemente el modelo más natural para

    el concepto intuitivo de verdad, y es el modelo generado por las

    instrucciones que nosotros dimos al sujeto imaginario, los otros

    puntos fijos nunca entran en conflicto con estas instrucciones. Po-

    37

  • dríamos usar consistentemente la palabra «verdadero» de manera que

    otorgara un valor de verdad a una oración como (3) sin violar la idea

    de que se debe afirmar que una oración es verdadera precisamente en

    el caso en que hubiéramos afirmado la oración misma. No puede

    sostenerse lo mismo con respecto a las oraciones paradójicas.

    Podemos probar, usando el lema de Zorn, que todo punto fijo

    puede ampliarse a un punto fijo máximo, en donde un punto fijo

    máximo es un punto fijo que no tiene ninguna extensión propia que

    sea también un punto fijo. Los puntos fijos máximos asignan «tantos

    valores de verdad como es posible»; no podrían asignarse más de

    manera consistente con el concepto intuitivo de verdad. Las oraciones

    como (3), aunque sean infundadas, tienen un valor de verdad en todo

    punto fijo máximo. Existen, sin embargo, oraciones infundadas que

    tienen valores de verdad en algunos puntos fijos máximos, pero no en

    todos. [134]

    Resulta igualmente fácil construir puntos fijos que hacen falsa a

    (3), que construir puntos fijos que la hacen verdadera. De manera que

    la asignación de un valor de verdad a (3) es arbitraria. Ciertamente

    cualquier punto fijo que no asigne ningún valor de verdad a (3) puede

    ampliarse a puntos fijos que la hacen verdadera y a puntos fijos que la

    hacen falsa. Las oraciones fundadas tienen el mismo valor de verdad en

    todos los puntos fijos. Hay, sin embargo, oraciones infundadas no

    paradójicas que tienen el mismo valor de verdad en todos los puntos

    fijos en los que tienen un valor de verdad. Un ejemplo es el siguiente:

    (12) o (12) o su negación es verdadera.

    38

  • Es fácil mostrar que hay puntos fijos que hacen verdadera a (12) y

    ninguno que la haga falsa. No obstante, (12) es infundada (no tiene

    ningún valor de verdad en el punto fijo mínimo).

    Llámese «intrínseco» a un punto fijo si y sólo si no asigna a nin-

    guna oración un valor de verdad que entre en conflicto con su valor de

    verdad en cualquier otro punto fijo. Esto es, un punto fijo (S1, S2) es

    intrínseco si y sólo si no hay ningún otro punto fijo (S+1, S+2) y ninguna

    oración A de L’ tal que A ∈ (S1 ∩ S+2) ∪ (S2 ∩ S+1). Decimos que una

    oración tiene un valor de verdad intrínseco si y sólo si algún punto fijo

    intrínseco le otorga un valor de verdad; es decir, A tiene un valor de

    verdad intrínseco si y sólo si hay un punto fijo intrínseco (S1, S2) tal

    que A ∈ S1 ∩ S2. (12) es un buen ejemplo.

    Hay oraciones no paradójicas que tienen el mismo valor de ver-

    dad en todos los puntos fijos en los que tienen valor de verdad, pero

    que, sin embargo, carecen de valor de verdad intrínseco. Considérese P

    ∨ ¬P, en donde P es cualquier oración no paradójica infundada.

    Entonces, P ∨ ¬P es verdadera en algunos puntos fijos (a saber, en

    aquellos en los que P tiene un valor de verdad) y en ningún punto fijo

    es falsa. Sin embargo, supóngase que hay puntos fijos que hacen

    verdadera a P y puntos fijos que hacen falsa a P. [Por ejemplo, digamos,

    si P es (3).] Entonces, P ∨ ¬P no puede tener un valor de verdad en

    ningún punto fijo intrínseco, pues de acuerdo a nuestras reglas de

    evaluación, no puede tener un valor de verdad a menos de que uno de

    sus disyuntos lo tenga26. [135]

    26 Si usamos la técnica de superevaluación en lugar de las reglas de Kleene, P ∨

    ¬P siempre será fundada y verdadera y tenemos que cambiar el ejemplo.

    39

  • No hay ningún punto fijo que sea «el más grande» y que amplié

    cualquier otro punto fijo; efectivamente, cualesquiera dos puntos fijos

    que otorguen diferentes valores de verdad a la misma fórmula no

    tienen ninguna extensión en común. Sin embargo, no es difícil mostrar

    que hay un punto fijo intrínseco que es el más grande (y, ciertamente,

    que los puntos fijos intrínsecos forman una red [lattice] completa bajo

    •.. El punto fijo intrínseco más grande es la única interpretación «más

    grande» de T(x) que es consistente con nuestra idea intuitiva de la

    verdad y que no hace una elección arbitraria en las asignaciones de

    verdad. Es, pues, en tanto que modelo, un objeto de interés teórico

    especial.

    Es interesante comparar la «jerarquía de lenguajes de Tarski» con

    el presente modelo. Desgraciadamente esto es muy difícil de hacerse

    con toda generalidad sin introducir los niveles transfinitos, tarea que

    se omite en el presente esbozo. Pero podemos decir algo sobre los

    niveles finitos. Intuitivamente parecería que los predicados «verdade-

    ron» de Tarski son todos ellos casos especiales de un solo predicado de

    verdad. Por ejemplo, dijimos antes que «verdadero1» significa «es una

    oración verdadera que no contiene verdad». Desarrollemos formal-

    mente esta idea. Sea A1(x) un predicado sintáctico (aritmético) verda-

    dero justamente de las fórmulas de Ł que no contienen T(x), es decir, de todas las fórmulas de L. A1(x), al ser sintáctico, es en sí mismo una

    fórmula de L, como lo son todas las otras fórmulas sintácticas que se

    mencionan más adelante. Defínase «T1(x)» como «T(x) ∧ A1(x)». Sea

    A2(x) un predicado sintáctico que se aplica a todas aquellas fórmulas

    cuyos predicados atómicos son los de L más «T1(x)». [De manera más

    40

  • precisa, la clase de dichas fórmulas puede definirse como la clase más

    pequeña que incluye todas las fórmulas de L y T(xi) ∧ A1(xi), para

    cualquier variable xi clausuradas bajo la cuantificación y las funciones

    de verdad.] Defínase entonces T2(x) como T(x) ∧ A2(x). En general,

    podemos definir An+1(x) como un predicado sintáctico que se aplica

    precisamente a las fórmulas construidas a partir de los predicados de L

    y Tn(x), y Tn+1(x) como T(x) ∧ An+1(x). Asumamos que T(x) es interpre-

    tada por el punto fijo más pequeño (o cualquier otro). Entonces es fácil

    probar por inducción que cada predicado Tn(x) es totalmente definido,

    que la extensión de T0(x) consiste precisamente en las fórmulas verda-

    deras del lenguaje L, en tanto que la extensión de Tn+1(x) consiste en las

    fórmulas verdaderas del lenguaje obtenido al añadir Tn(x) a L. Esto

    significa que todos los predicados de verdad de la jerarquía finita de

    Tarski son defi-[136]nibles dentro de Łσ , y que todos los lenguajes de

    esa jerarquía son sublenguajes de Łσ

    27. Este tipo de resultado podría

    ampliarse al transfinito si hubiéramos definido la jerarquía transfinita

    de Tarski.

    Hay otros resultados más difíciles de formular en el presente es-

    bozo. Las oraciones en la jerarquía de Tarski se caracterizan por ser

    seguras (intrínsecamente fundadas) y por ser intrínseco su nivel, dado

    independientemente de los hechos empíricos. Resulta natural conjetu-

    27 Suponemos que la jerarquía de Tarski define L0 = L, Ln+1 = L + Tn+1(x) (verdad,

    o satisfacción, para Ln). De manera alternativa, podríamos preferir la construcción

    inductiva L0 = L, Ln+1 = Ln + Tn+1 (x), en la que el lenguaje de cada nuevo nivel contiene

    todos los predicados de verdad previos. Es fácil modificar la construcción presentada

    en el texto de manera que concuerde con la segunda definición. Las dos jerarquías

    alternativas son equivalentes en lo que respecta al poder expresivo en cada nivel.

    41

  • rar que toda oración fundada con nivel intrínseco n es, en algún

    sentido, «equivalente» a una oración de nivel n en la jerarquía de

    Tarski. Dadas las definiciones adecuadas de «nivel intrínseco», «equi-

    valente» y otras similares, pueden formularse y probarse teoremas de

    esta clase, e incluso pueden ampliarse al transfinito.

    Hasta aquí hemos asumido que los vacíos de verdad han de ma-

    nejarse de acuerdo a los métodos de Kleene. No es de ninguna manera

    necesario hacer esto. Casi cualquier esquema para manejar vacíos de

    verdad puede ser usado, con tal de que se conserve la propiedad básica

    de la monotonicidad de ϕ; esto es, a condición de que al ampliar la

    interpretación de T(x) nunca cambie el valor de verdad de ninguna

    oración de Ł, sino que, a lo más, se otorguen valores de verdad a los casos que se hallaban previamente indefinidos. Dado cualquier esque-

    ma de este tipo, podemos usar los argumentos anteriores para cons-

    truir el punto fijo mínimo y otros puntos fijos, definir los niveles de las

    oraciones y las nociones de «fundado», «paradójico», etcétera.

    Un esquema que puede usarse de esta manera es la noción de su-

    perevaluación introducida por van Fraassen28. La definición es fácil

    para el lenguaje Ł. Dada una interpretación (S1, S2) de T(x) en Ł, llámese verdadera (falsa) a una fórmula A si y sólo si resulta verdadera

    (falsa) conforme a la evaluación ordinaria clásica bajo toda interpreta-

    ción (S+1, S+2) que amplía (S1, S2) y es totalmente definida, es decir, que

    es tal que S+1 ∪ S+2 = D. Podemos entonces definir como antes la

    jerarquía {Łα} y el punto fijo mínimo Łσ

    . Bajo la interpreta-[137]ción-

    28 Véase su articulo «Singular Terms, Truth-value Gaps and Free Logic» publi-

    cado en The Journal of Philosophy. LXII1, 17, septiembre 15 de 1966, pp. 481–495.

    42

  • superevaluación, todas las fórmulas que pueden probarse en la teoría

    clásica de la cuantificación se vuelven verdaderas en Łσ; bajo la evalua-ción de Kleene solamente se podía decir que eran verdaderas en el caso

    de ser definidas. Gracias al hecho de que Łσ contiene su propio predi-cado de verdad, no tenemos que expresar este hecho mediante un

    esquema, o mediante un enunciado de un metalenguaje. Si PQT(x) es

    un predicado sintáctico verdadero justamente de las oraciones de Ł que pueden probarse en la teoría de la cuantificación, podemos afir-

    mar:

    (13) (x) (PQT(x) ⊃ T(x))

    y (13) será verdadera en el punto fijo mínimo.

    Hemos usado aquí superevaluaciones en las que se toman en

    cuenta todas las ampliaciones totales de la interpretación de T(x). Es

    natural considerar que hay restricciones sobre la familia de las exten-

    siones totales; dichas restricciones son motivadas por las propiedades

    intuitivas de la verdad. Por ejemplo, podríamos considerar solamente

    las interpretaciones consistentes (S+1, S+2), en donde (S+1, S+2) es

    consistente si y sólo si S1 no contiene ninguna oración junto con su

    negación. Podríamos entonces definir que A es verdadera (falsa) con

    T(x) interpretada por (S1, S2) si y sólo si A es verdadera (falsa) clásica-

    mente cuando A se interpreta por cualquier extensión consistente

    totalmente definida de (S1, S2).

    (14) (x) ¬(T(x) ∧ T(neg(x)))

    43

  • será verdadera en el punto fijo mínimo. Si hemos restringido las

    extensiones totales admisibles a aquellas que definen conjuntos

    consistentes, máximos de oraciones, en el sentido usual, resultará

    verdadera en el punto fijo mínimo29, no sólo (14), sino incluso

    (x) (Oraci(x) ⊃ T(x) ∨ T(neg(x)))

    Sin embargo, esta última fórmula debe interpretarse cuidadosa-

    mente, pues aún no es el caso, ni siquiera bajo la interpretación-

    superevaluación en cuestión, que haya algún punto fijo que haga ver-

    [138]dadera a cualquier fórmula o su negación. (Las fórmulas paradóji-

    cas siguen careciendo de valor de verdad en todos los puntos fijos.) El

    fenómeno se halla asociado con el hecho de que, bajo la interpretación-

    superevaluación, puede ser verdadera una disyunción sin que de esto

    se siga que algún disyunto sea verdadero.

    No es el propósito del presente trabajo hacer ninguna recomen-

    dación particular entre el enfoque trivalente fuerte de Kleene, los

    enfoques de superevaluación de van Fraassen, o cualquier otro esque-

    ma (como la lógica trivalente débil de Frege, preferida por Martin y

    Woodruff, aunque me inclino tentativamente a considerar que este

    último es excesivamente aparatoso). Ni siquiera es mi propósito

    presente hacer alguna recomendación firme entre el punto fijo mínimo

    de un esquema particular de evaluación y los otros muchos puntos

    29 Una paradoja del Mentiroso debida a H. Friedman muestra que hay límites a lo

    que puede hacerse en esta dirección.

    44

  • fijos30. Ciertamente no hubiéramos podido definir la diferencia intuiti-

    va entre «fundado» y «paradójico» si no hubiéramos echado mano de

    los puntos fijos no mínimos. Mi propósito, más bien, es suministrar

    toda una familia de instrumentos flexibles que pueden explorarse

    simultáneamente y cuya fertilidad y consonancia con la intuición

    pueden constatarse.

    Tengo alguna incertidumbre con respecto a que haya una cues-

    tión fáctica definida sobre si el lenguaje natural maneja los vacíos de

    verdad —por lo menos aquellos que surgen en conexión con las

    paradojas semánticas— mediante los esquemas de Frege, Kleene, van

    Fraassen, o quizá algún otro. Ni siquiera estoy completamente seguro

    de que haya una cuestión de hecho definida con respecto a si el lengua-

    je natural debiera evaluarse mediante el punto fijo mínimo o mediante

    otro, dada la variedad de esquemas que se pueden elegir para manejar

    los vacíos31. Por el momento no estamos buscando el esquema correc-

    to. [139]

    30 Aunque el punto fijo mínimo se distingue ciertamente por ser natural en mu-

    chos respectos. 31 No es mi intención afirmar que no hay ninguna cuestión de hecho definida en

    estas áreas, o incluso que yo mismo no pueda estar en favor de algunos esquemas de

    evaluación frente a otros. Pero mis ideas personales son menos importantes que la

    variedad de herramientas a nuestra disposición, de manera que, para los propósitos de

    este esbozo, asumo una posición agnóstica. (Hago notar que si se asume el punto de

    vista de que la lógica se aplica en primer lugar a las proposiciones, y que estamos

    solamente formulando convenciones sobre cómo manejar las oraciones que no

    expresan proposiciones, el atractivo del enfoque que introduce la superevaluación

    disminuye frente al enfoque de Kleene. Véase la nota 18.)

    45

  • El presente enfoque puede aplicarse a los l