epidemias y enfermedades en bilbao

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Epidemias y enfermedades en Bilbao Juan Gondra Rezola Artículos publicados en el periódico Bilbao entre los años 2000 y 2014 Página 1. Como se moría en Bilbao 3 2. Las primeras epidemias de peste en Bilbao 4 3. Médicos itinerantes y epidemias 5 4. El Cólera de 1834 en Bilbao 6 5. Cura prodigiosa 7 6. Origen del Servicio de Higiene Especial (Enfermedades de Transmisión Sexual) 8 7. Las primeras epidemias de gripe en Bilbao 9 8. La epidemia de Gripe del año 1918 10 9. La Gripe Asiática 11 10. La Poliomielitis 12 11. El Sarampión 13 12. La fiebre tifoidea en el Bilbao del siglo XIX 14 13. Pioneros en la prevención de enfermedades cardiovasculares 15

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Page 1: Epidemias y enfermedades en Bilbao

Epidemias y enfermedades en Bilbao

Juan Gondra Rezola

Artículos publicados en el periódico Bilbao entre los años 2000 y 2014

Página

1. Como se moría en Bilbao 3

2. Las primeras epidemias de peste en Bilbao 4

3. Médicos itinerantes y epidemias 5

4. El Cólera de 1834 en Bilbao 6

5. Cura prodigiosa 7

6. Origen del Servicio de Higiene Especial (Enfermedades de Transmisión Sexual)

8

7. Las primeras epidemias de gripe en Bilbao 9

8. La epidemia de Gripe del año 1918 10

9. La Gripe Asiática 11

10. La Poliomielitis 12

11. El Sarampión 13

12. La fiebre tifoidea en el Bilbao del siglo XIX 14

13. Pioneros en la prevención de enfermedades cardiovasculares 15

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L A verdad es que sabemos pocoacerca de los ritos y las costumbresque rodeaban a la agonía, el falleci-miento y las honras fúnebres denuestros antepasados del Bilbaomedieval. En épocas posteriores,abundan las normas encaminadas aregular los ritos mortuorios, gene-ralmente limitando o prohibiendoalgunos de los excesos que, por loreiterado de las prohibiciones, de-bían de ser muy frecuentes durantelos velatorios, funerales y entie-r r o s .

Si pocos son los datos referentesa las costumbres y ritos, menos sonaún los que pudieran aproximarnosa conocer el número de personasfallecidas y las causas de su óbito.Incluso en las épocas de epidemiase evita reflejar en los documentosoficiales el número de afectados.Como hasta fechas bastante tardíastampoco la iglesia registraba lasdefunciones ocurridas en cada pa-rroquia, nos encontramos ante unvacío de información que sólo pue-de ser subsanado mediante hipóte-sis realizadas por similitud con loocurrido en aquellos tiempos enotras ciudades europeas, en las que

sus moradores fallecían en su pro-pio domicilio; muchos de ellos porcausa de enfermedades infecciosasdel aparato digestivo o respiratorio.

Siglos XVII y XVIII:P r i m e ros datos

A lo largo del siglo XVII las pa-rroquias bilbainas comienzan acumplimentar sus libros de difun-tos, en los que registran los nom-bres de sus parroquianos fallecidosy algunos pocos datos más referen-tes al difunto, su testamento y sushonras fúnebres; aunque hasta bienentrado el siglo XIX no se haránconstar las causas del fallecimien-to. También son frecuentes lasomisiones, sobre todo en el caso delos niños.

En el año 1661 se lleva a cabouna reforma profunda del Hospitalde los Santos Juanes, que pasa deser un asilo de ancianos a conver-tirse en un verdadero hospital parala curación de enfermos, lo quehoy llamaríamos un hospital clíni-co. A partir de esa fecha vamos atener más datos acerca de la morta-lidad en Bilbao, porque los curasrectores del Hospital registran ensus libros de cuentas los ingresoshospitalarios, los días de estancia,las defunciones y, en algunos casosaislados, sus causas. Por desgracia,no se conservan todos los libros yse pierde la continuidad de estosd a t o s .

Entre los años 1661 y 1838, fe-cha esta última en que comienzan aaparecer las causas de defunción entodos los registros hospitalarios yen los de las parroquias, encontra-

mos que las cifras de personas fa-llecidas en el hospital no son regu-lares y sufren fuertes oscilacionesentre unos años y otros, lo cual su-giere la frecuencia de pequeñosbrotes epidémicos atribuibles al ta-bardillo, viruela, gripe, sarampióny otras enfermedades infecciosas.La mortalidad es levemente supe-rior durante los meses de veranocon respecto a los de invierno, locual señala a las enfermedades in-fecciosas transmitidas por el agua,como las diarreas y la fiebre tifoi-dea.

El tránsito del siglo XIX al XXEl naturalista irlandés Wi l l i a m

Bowles, quien visitó Bilbao a fina-les del siglo XVIII, aseguraba quehabía en la Villa pocas enfermeda-des y que el mayor trabajo de losmédicos consistía en achaques le-ves. Otros testimonios de aquellasfechas corroboraban esta opinión;pero la situación iba a cambiar a lol a rgo del siglo XIX. Primero las te-rribles epidemias de cólera y luegolos males ocasionados por un pro-ceso acelerado de industrializa-ción, hicieron del Bilbao finisecu-lar una ciudad insalubre, cuyos ha-bitantes tenían una esperanza de

vida media sensiblemente inferiora la de sus padres y abuelos.

Al analizar las tasas de mortali-dad en el Bilbao de finales del si-glo XIX, hay que destacar la granimportancia de las enfermedadesinfecciosas que, afectando a todaslas edades, diezmaban especial-mente a la infancia y juventud. Laviruela, el sarampión y el tifuscausaron numerosas muertes; peroel mayor azote lo constituyeron lasdiarreas de la infancia y la tubercu-losis en la juventud y en la madu-rez. Todas ellas eran propiciadaspor las durísimas condiciones enque vivía la población con meno-res recursos: hacinamiento, ham-bre, carencia de los más elementa-les servicios de higiene como elacceso al agua potable o una red desaneamiento, etc.

El siglo XXEsta situación fue motivo de

honda preocupación para las cla-ses sanitarias de Bilbao. Entre1896 y 1901 fueron numerosos los

artículos en torno a este tema pu-blicados en la prensa y varios lostrabajos monográficos de mayorcalado. El año 1896 GumersindoGómez, Jefe de los “Trabajos Esta-dísticos de la Villa”, publicó unopúsculo en el que se analizabacon lucidez esta situación; ese mis-mo año, Pablo Alzola, ex alcaldede la Villa y presidente de la Dipu-tación, publicó en Euskal Err i aunos artículos en los que desgrana-ba las posibles soluciones a aque-lla situación. En el año 1900, elmédico municipal José María deGorostiza redactó otro informe si-milar; por último, el trabajo gana-dor de los juegos florales de agos-to de 1901 presentado por los mé-dicos Galo Gallastegui y DomingoP. y Pascual. Estos informes apun-taron diagnóstico y tratamiento si-milares para lo que considerabanuna mortalidad desorbitada, y die-ron lugar a un notable esfuerzo dela Villa por modernizarse; por “hi-g i e n i z a r s e ” .

Fruto de ello, entre los años

1900 y 1936 asistimos a una me-jora continuada de la higiene enBilbao, acompañada de un decli-ve progresivo de las tasas de mor-talidad. Se erradica la viruela ydisminuye el número de falleci-mientos infantiles, sobre todo enla población de uno a cuatro años;probablemente por efecto de unoscuidados más esmerados y unamejor alimentación. El porcentajede niños víctimas de las enferme-dades infecciosas desciende nota-blemente, sobre todo de las dia-rreas cuyas tasas de mortalidadbajan desde 210 por cien mil habi-tantes a comienzos de siglo, a los26 por cien mil del año anterior ala Guerra Civil. Paralelamente,comienzan a asomar tímidamentelas enfermedades que iban a serresponsables de la mayor parte delos fallecimientos durante la se-gunda mitad del siglo: las llama-das “Tres C”; cáncer, corazón ycarretera. Pero este es un tema delque ya tendremos ocasión de es-cribir más adelante.

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L A proporción de personas de Bilbao quefallecen en el Hospital de Basurto ha ido enaumento durante los últimos cien años, pa-sando del 10 al 35%. Si a ello sumamos losóbitos ocurridos en el Hospital de Santa Ma-rina, clínicas y residencias, nos encontra-mos con que se han invertido los términoscon respecto al pasado y, ahora, lo habitualno es morir en el propio domicilio, sino enun centro sanitario; y, cada vez más, en lasterribles camas de las unidades de cuidadoso vigilancia intensiva.

Y no cabe duda de que morir en un lugarextraño, muchas veces sin ningún acompa-ñamiento, es mucho más agresivo para laspersonas que hacerlo rodeadas del cariño desus familiares y deudos. Además, este tipode muerte es gravosa para los centros sanita-

rios, tanto en lo económico como por la so-b r e c a rga emocional y el estrés que origina.

Si bien es cierto que esto no es privativode Bilbao y puede considerarse común ennuestra sociedad occidental, parece razona-ble aceptar que deberíamos hacer un esfuer-zo para escuchar a los pacientes, a sus fami-liares y a los profesionales sanitarios, enbusca de líneas de intervención comunitariaque pudieran contribuir a mejorar los cuida-dos a domicilio para los moribundos. Locual no nos exime de tratar de mejorar la ca-lidad humana de la agonía en los hospitales.

En esta línea, merece ser destacada la en-trevista publicada en este mismo periódicoel mes pasado, con Jacinto Bátiz, presidentede la Comisión Deontológica del ColegioOficial de Médicos de Bizkaia y jefe de la

Unidad de Cuidados Paliativos del HospitalSan Juan de Dios. Destacamos dos párrafosde otra intervención de este Galeno:

“Este proceso de morir de los enfermosen situación terminal requiere de una aten-ción técnica y humana con la mejor calidadposible que busque la excelencia profe-sional, un derecho inalienable a la dignidadhumana”

“No ha de abandonarse al enfermo –ni losprofesionales sanitarios ni sus seres queri-dos–, ni siquiera cuando la tecnología y elconocimiento científico dejan de ser útilespara curar su enfermedad. Para morir condignidad es preciso estar acompañado porlos seres queridos, libre de dolor y de sufri-miento, sin manipulaciones médicas innece-sarias y con la asistencia sanitaria precisa”.

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Page 4: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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EL agente causal de esta enfer-medad es la Yersinia Pestis, cu-yo genoma es muy dinámico,pues posee genes adquiridos deotros organismos; esto explicasu capacidad para matar insec-tos y mamíferos. Esta bacteriano sería más que un inofensivoparásito intestinal si no hubieraadquirido un gen que le permi-tió resistir y sobrevivir en elaparato digestivo de las pulgas;por causa de esto, obtuvo la ca-pacidad de ingresar en el hom-bre por la picadura de este in-secto y la posibilidad de desen-cadenar epidemias.

Cuando el contagio es por es-ta vía, da lugar a una forma clí-nica conocida como Peste Bu-bónica, que, aunque muy grave,es de curso más lento y benignoque el de la otra forma de mani-festarse esta enfermedad: laPeste Neumónica, ocurridacuando la vía de contagio esrespiratoria, por inhalación degérmenes provenientes de otrapersona enferma. Esta segundaforma es de curso fulminante,con una mortalidad próxima al100%.

Tenemos noticia de epide-mias de peste en la antigüedad;en el Egipto de los años 558-590 aC y la que afectó al Impe-rio Bizantino en tiempos de Jus-tiniano, en el año 558 dC; perola epidemia que más ha impac-tado en la memoria colectivadel occidente moderno, es laque se abatió sobre Europa en elaño 1348 y causó la muerte amás de un tercio de su pobla-ción. A partir de entonces fueun azote que volvió a atacar a lapoblación europea cada pocotiempo hasta la gran peste quemató a más de 66.000 londinen-ses en el año 1665. A partir deentonces su incidencia fue de-creciendo hasta desaparecer co-mo problema de salud pública.

La última pandemia de pestetuvo su origen en Formosa en elaño 1894 y dio la vuelta al mun-do afectando a Europa, Vienaen 1898, Oporto en 1899 yMarsella en 1903, desde dondellegó a Centroamérica. Sin em-bargo, esta epidemia fue de mu-cho menor gravedad que lashistóricas y no causó gran alar-ma.

En la actualidad, la peste que-da confinada a pequeños focossituados en el subcontinente In-dio y en Madagascar; pero noha sido erradicada y podríanocurrir nuevas pandemias.

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LA peste continuó apareciendoperiódicamente hasta finales delos años setecientos, a partir delos cuales sus consecuencias fue-ron mucho menos importantes.Los reinos de la Península Ibéricafueron también duramente casti-gados por la peste de 1348; peroignoramos si atacó a Bilbao, puesla primera noticia escrita referen-te a una epidemia en la Villa queprobablemente lo fue de peste, serefiere a la que tuvo lugar en elaño 1507. Y lo poco que sabemosacerca de ella aparece en una Li-cencia Real para establecer unasisa sobre los mantenimientos afin de hacer frente a los emprésti-tos comprometidos con motivo deesta epidemia:

“...Bien sabedes como por par-te del conçejo, justiçia, regidores,caballeros e escuderos e homeshijosdalgo de la villa de Viluaome fue fecha relaçion quel annopasado de mill e quinientos e sie-te annos avia abido grand pesti-lençia en la dicha villa e en suscomarcas, la qual avia duradomucho tienpo, e que por ello losvecinos de la dicha villa acorda-ron de la dexar e se yr fuera dellae que la dicha villa avia quedadomuy desanparada; e que como seamuy popilosa e poblada e de pocosuelo, para la guarda de las ha-ziendas que en ella quedan .......abian puesto muchas guardas enella e puesto medicos e çurujanose boticarios salariados que cura-sen los enfermos e diesen medezi-nas a los probes; e que abian asi-mismo puesto personas que ente-rrasen a los que muriesen; e por-que dicha pestilencia se abia co-mençado en un ospital questa jun-to con la dicha villa, en que abiamas de nobenta pobres...”.

Y la verdad es que este cortopárrafo nos describe con conci-sión unos hechos que van a repe-tirse cada vez que una nueva epi-demia amenace a la Villa: la huí-da de una parte de la población,generalmente las personas de ma-yores medios económicos, el es-tablecimiento por parte de las au-toridades municipales de medidasde orden público (contratación deguardias), de sanidad (asalariar amédicos boticarios y enterrado-res) y de beneficencia (suministrogratuito de medicamentos y de ví-veres).

La epidemia del año 1530Un cuarto de siglo más tarde, el

mal volvió a atacar a la Villa yvolvieron a repetirse las mismas

escenas. Pero en esta ocasión dis-ponemos de más fuentes de infor-mación, pues el Archivo Munici-pal contiene varios documentosreferentes a esta epidemia y algu-nos estudiosos de nuestra histo-ria, entre los que destacaremos aLabayru y Guiard, los han resu-mido para publicarlos y ponerlosa nuestro alcance con una mayorcomodidad.

Entre junio y diciembre del año1530 Bilbao se vio afectada por laenfermedad y abandonada pormuchos de sus moradores, entreellos el boticario Domingo de

Aguirre, quien huyó a Plentziadejando a la Villa desprovista desuministros farmacéuticos y obli-gándole a buscarlos en la vecinaAbando. Para evitar más lagunasasistenciales, el Ayuntamientoasalarió al doctor Sangroniz, mé-dico con ejercicio en Bilbao des-de hacía más de veinte años, asig-nándole una soldada de ocho du-cados mensuales (88 reales, casi3.000 maravedíes); también a doscirujanos Ramiro de Madariaga yPedro Plaza, a los que se les asig-naron seis ducados mensuales. Enagosto, cuando enfermó Plaza, el

consistorio realizó gestiones paratraer un sustituto y, después dediversas tentativas infructuosasen Vitoria y Durango, contrató aldoctor Nieto, médico de origenjudío, cuya experiencia veníaacreditada por haber trabajado enLekeitio con ocasión de la epide-mia sufrida por aquella villa po-cos meses antes.

Mientras Sangroniz atendía ala población intramuros, Nieto seestableció fuera del recinto amu-rallado, tal vez en la misma casade Villela, junto a la Atalaya,donde parece que se instaló unhospital para enfermos de pesteatendido en un principio por Pla-za. Es probable que la diferenciade salario entre ambos médicosfuera motivada por la distinta ex-posición al riesgo de contagio,pues mientras Sangroniz se limi-taba a diagnosticar los nuevoscasos ocurridos y ordenar su in-greso, Nieto debía de atender ensu hospital a todos los enfermosde peste de la Villa.

Fin de la epidemiaLa epidemia fue remitiendo, la

población que había huido co-menzó a regresar y para la vís-pera de Navidad la situación sehabía normalizado. A la hora dehacer el balance sólo nos hanllegado datos económicos, puespara hacer frente a los cuantio-sos gastos que se vio obligadoa afrontar, el Ayuntamiento bil-baino se vio obligado a tomarun empréstito de 500.000 mara-vedíes; pero respecto al númerode enfermos y de fallecidos, lasfuentes sólo dicen que fallecie-ron “muchos vecinos”, aunqueignoramos cuántos. Como enaquellos años las parroquias bil-bainas no registraban las defun-ciones, será difícil obtener estedato y sólo un estudio comparati-vo del número de nacimientos yde matrimonios a lo largo de losaños anteriores y posteriores, po-dría darnos una orientación alrespecto. En cualquier caso, noparece que el retroceso demográ-fico fuera importante ni que afec-tase sobremanera a la vida eco-nómica de la Villa.

Con la llegada de la normali-dad cesaron las medidas excep-cionales tomadas seis meses an-tes: se disolvió la guardia espe-cial establecida por el Ayunta-miento a cargo del erario públi-co, que estaba compuesta por 29vecinos y durante seis meses seencargó de mantener el orden yvelar por la propiedad; tambiénse dejó de pagar salario a los mé-dicos, boticario y cirujanos. Laciudad recuperó su pulso de vidahabitual; pero el miedo a unanueva epidemia siguió latente ycuando en los últimos años delmismo siglo Bilbao hubo de en-frentarse a otra grave epidemiade peste, tenía bien presente elrecuerdo de aquella tan terribledel año 1530.

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ENTRE los numerosos ejem-plos de obras literarias que tie-nen como eje el curso de algu-na epidemia, destacaremos doscuyas descripciones de la pesteson de interés:

La Peste de Albert Camus,cuya primera edición en caste-llano, de editorial Taurus, datadel año 1957, es una obra de

ficción que describe con preci-sión como podría desarrollarseuna epidemia de peste en lostiempos modernos.

Diario del año de la peste,de Daniel Defoe, publicado eninglés en 1772, ha sufrido du-ras críticas por motivacionespolíticas o por considerar queDefoe no podía recordar los

hechos ocurridos porque eramuy niño cuando ocurrió; sinembargo, contiene una magní-fica descripción de la epidemiay de su impacto sobre la menta-lidad de los habitantes de la ciu-dad. Editada en castellano envarias ocasiones, la última edi-ción de la que tenemos noticiaes la del grupo Zeta en 1998.

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Page 5: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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H O Y en día no nos resultan muyfamiliares, pero a lo largo de sigloshan sido frecuentes los sanadoresque han ejercido su profesión deforma itinerante, recorriendo pue-blo tras pueblo y ofreciendo susservicios a quien quisiera utilizar-los y pudiera pagarlos; en generalno han disfrutado de buena fama yla Historia les ha tratado comocharlatanes incompetentes. Noshan llegado testimonios de su exis-tencia en las culturas mesopotámi-ca, china e hindú, así como de laGrecia clásica, donde estos médi-cos errabundos coexistían conotros profesionales mucho mejorconsiderados que ellos. Estos últi-mos fueron los predecesores denuestros actuales médicos y se ra-dicaban en alguna ciudad paraejercer su ministerio de forma es-table, tratando de alcanzar el apre-cio del vecindario y lograr diferen-ciarse de aquellos curanderos iti-nerantes a los que consideraban in-cultos e ignorantes.

Pero también ocurría que mu-chos de estos médicos estables de-bían de efectuar numerosos des-plazamientos para visitar a unaclientela muy dispersa, lo que lesobligaba a ausentarse de su con-sulta para disgusto de sus pacien-tes que quedaban así abandonados.No es de extrañar, pues, que las au-toridades locales trataran de impe-dir estas ausencias de sus galenos,tal como ordenaban las ordenan-zas municipales de Bilbao del año1515, las cuales prohibían a losmédicos de Bilbao desplazarsefuera de la Villa sin autorizacióndel alcalde.

“Médicos” ambulantesen nuestro medio

No son muchos en Bilbao los es-critos que nos han llegado referen-tes a médicos itinerantes y la ma-yor parte de ellos son de fechasbastante próximas, de finales delsiglo XIX y comienzos del XX,cuando los medios de comunica-ción modernos permitieron efec-tuar con facilidad desplazamientosa largas distancias que hubieranrequerido semanas o meses en lossiglos anteriores.

Años atrás, en el siglo XVIII,conocemos un par de citas que,aunque se refieren a la totalidad delos territorios de la Corona Caste-llana, uno, y a Gipuzkoa el otro,merecen ser reseñadas como pro-totipo de lo que también es proba-ble que ocurriera en nuestra Vi l l a .

La primera es la diatriba del cé-lebre benedictino orensano BenitoJerónimo Feijoo, quien escribióentre 1726 y 1740 los nueve volú-menes de su Te a t ro crítico univer -s a l, una extensa obra literaria en laque perfiló un magnífico retrato dela sociedad de su tiempo y en laque criticaba con crudeza los vi-cios nacionales; obra que recibió asu vez fuertes reproches, tanto des-de el campo de los escolásticos dela Universidad, como del de losilustrados. Desde el gran caseróndel convento ovetense de San Vi-cente en el que residió durante másde cincuenta años, nos legó unadescripción del quehacer de losmédicos ambulantes que mereceser reproducida íntegramente:

“P e ro en lo particular de aque -lla Ciencia, en que más les impor -ta el acierto, que es la Medicina, alos más ignorantes de todos ellos,y mucho más ignorantes que losínfimos de nuestros Pro f e s o re s ,e n t regan su salud, y vida con másconfianza que a los más hábilesMédicos de nuestros Pueblos. Vi e -

ne un Extranjero mal vestido, quetrae en su pobreza, y en su vida va -gabunda todas las señas de inútil,y despreciado en su tierra, publi -cando a vuelta de otros muchosembustes, que sabe varios secre t o sde Medicina, aún para curar en -fermedades, que comúnmente sereputan incurables; y ve aquí quea cualquiera parte que arr i b a ,apenas hay enfermo, especialmen -te de los que lo son habitualmente,que no acuda a él, como a un Orá -culo de la Medicina. La resulta es

la que se debe esperar: gastandocon él su dinero, gastan también oestragan más la salud. Estafa esteTunante en un Pueblo; de allí pasaa otro, sin que el daño, que hizo enaquél, sirva de escarmiento en és -te; y así anda circulando por Espa -ña, ganando su vida a cuenta delas ajenas” .

Un testimonio similar, pero máscercano a nosotros, vino firmadopor el cirujano guipuzcoano Joséde Oyanarte, quien publicó en elaño 1770 un libro en el que estos

médicos itinerantes quedaban tanmal parados como en el escrito delbuen padre Feijoo. Es curioso quetanto en lo escrito por Oyanartecomo en la carta de Feijoo se diceque la mayor parte de estos cura-dores itinerantes eran foráneos yque la población tenía una tenden-cia viciosa hacia los remedios ex-t r a n j e r o s .

P rofesionales de la atencióna epidemias

También podemos encontramoscon otro tipo de sanador ambulan-te: aquel que acudía a las ciudadesque se veían afectadas por enfer-medades epidémicas y asumía unriesgo elevado de contagio y demuerte a cambio de un salario ominutas que solían ser cuantiosos.

Era frecuente en la antigüedadque los médicos y cirujanos de unalocalidad la abandonaran cuandollegaban épocas de epidemia; in-cluso en algún tratado de Medicinapodía leerse que el único remediopara no contraer la peste era alejar-se de los lugares atacados, y cuan-to más lejos, mejor. Sin embarg o ,hallamos con frecuencia ejemplosde lo contrario, de médicos queacuden a las zonas apestadas paraprestar sus servicios; unas vecespor motivos religiosos o humani-

tarios, otras por espíritu científico(el deseo de conocer la enferme-dad y estudiarla en vivo) y otraspor el señuelo de conseguir unosemolumentos elevados. La novelade Axel Munthe La Historia deSaint Michel describe muy bien lasvivencias de un médico joven queacude desde París a una ciudad ita-liana asolada por el Cólera Morbo.El viaje a Egipto en 1883 de Ro-bert Koch, para tratar de aislar elgermen del Cólera, es un magnífi-co ejemplo del viaje por puro inte-rés científico.

El problema solía ser que, juntoa profesionales acreditados, algu-nos de los sanadores que acudían alas ciudades afectadas eran merosc h a r l a t a n e s .

La epidemia de peste de losaños 1598 y 1599 en Bilbao

Allá por el mes de octubre de1598 Bilbao se encontraba agobia-do por la tercera epidemia de pesteque la azotó durante el siglo XVI;había procedido a contratar dosmédicos y dos cirujanos para aten-der a los enfermos pobres y a loshospitales; pero esto no era sufi-ciente y sus esfuerzos eran insufi-cientes. Por eso recibió con losbrazos abiertos la llegada del ciru-jano flamenco Joan Lafem, quienllegó a la Villa anunciando su ex-periencia en otras ciudades casti-gadas por la peste y las maravillasde una medicina holandesa contraesta enfermedad, de la que poseíauna buena cantidad.

Así fue que un acuerdo delAyuntamiento reunido el 8 de oc-tubre aprobó la contratación deaquel cirujano para que se hiciesec a rgo de la asistencia a los enfer-mos de la Casa de San Lázaro du-rante un mes, con el elevadísimosalario de 50 reales diarios que in-cluía el suministro gratuito de sufamosa medicina holandesa.

Ignoramos los resultados de suactuación y los de su maravillosapócima curativa, tampoco sabe-mos cuándo y cómo salió de Bil-bao, pero no podemos menos deasombrarnos ante esta peligrosamodalidad de ejercicio ambulante,saltando de ciudad apestada enciudad apestada, donde la mortali-dad entre los médicos y cirujanosera elevadísima.

E L Siglo de Oro español no trató muy bien a losmédicos en general y a los itinerantes en particu-l a r, destacando en este campo Quevedo. Ta m b i é nel teatro europeo de la época los denosta, siendoel más ejemplo más conocido el reflejado en lascinco obras de Molière que tienen como eje la sá-tira del galeno. En El enfermo imaginario d e s c r i-be muy bien las artimañas utilizadas por los am-bulantes para desacreditar a los médicos locales yembaucar al enfermo, cuando su criada Antoniase hace pasar por uno de ellos.

Más adelante encontramos a otro célebre em-baucador en el bajo de L’elisir d’amore, el doctorDulcamara, embaucador que vive de vender bre-

bajes que no sirven para nada, al tiempo que pro-mete milagros.

Sin embargo es rara vez utilizada la imagen delgaleno que acude a prestar asistencia a zonas deepidemia o afectadas por otros siniestros. Cosaque en nuestros días se nos hace mucho más fami-liar que en la antigüedad, porque tenemos delanteel ejemplo de la pléyade de profesionales de la sa-lud que dejan la comodidad y seguridad del mun-do desarrollado para acudir a regiones devastadaspor catástrofes, guerra, hambre y enfermedad, osimplemente por el propio subdesarrollo. Aún así,son escasas las representaciones de este fenómenoque podemos hallar en el cine o el teatro.

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Page 6: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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EL Cólera Morbo es una enfer-medad bacteriana causada por elVibrio cholerae que se localiza yreproduce en el intestino, causan-do diarreas acuosas y profusas,vómitos y una rápida deshidrata-ción. Aunque era conocido desdela antigüedad, fue en el siglo XIXcuando alcanzó una gran notorie-dad debido a que originó variaspandemias, las cuales, partiendode la India donde era endémico,recorrieron el mundo causandomillones de víctimas mortales.

La segunda pandemia de cóle-ra se extendió en el año 1830 apartir de Astrakán, a orillas delmar Caspio; pronto llegó a Mos-cú y a una gran parte de Rusia,invadiendo Polonia en 1831; deallí se extendió por Alemania, laGran Bretaña, Francia y toda Eu-ropa, incluida la península Ibéri-ca. Bilbao conoció meses de in-certidumbre hasta que por fin sevió atacada por el mal cuando fi-nalizaba el mes de agosto de1834, sufriendo un duro castigoque causó centenares de muertos.Trataremos aquí de reseñar algu-

nos aspectos de aquella terribleepidemia en nuestra Villa.

Situación de Bilbaoen el año 1834

El 29 de septiembre de 1833falleció en Madrid el rey Fernan-do VII, dejando como heredera asu hija Isabel de tres años de edady dando lugar a la primera de lasguerras carlistas. Bilbao cuya po-blación era mayoritariamentepartidaria de la reina “niña”, sevio pronto acosada por una su-blevación armada que iba a ocu-par la mayor parte del Señorío y abloquear sus fuentes de suminis-tro por tierra, obligándole a traerpor mar casi todo lo necesariopara su subsistencia. Tanta fue laosadía de las partidas carlistasque llegaron a robar las sábanasdel Hospital Civil cuando esta-ban siendo lavadas a las orillasdel río Ibaizabal. También causa-ron daños en el sistema de abas-tecimiento de agua para la Villa,aunque debemos resaltar que es-tos fueron producidos después depasada la invasión del cólera y notuvieron ninguna relación conella.

Esta situación de guerra afectóno sólo a los abastecimientos, si-no que incrementó el número dehabitantes Pues numerosos libe-rales significados, vecinos deotras localidades vizcainas, sevieron impelidos a refugiarse enBilbao huyendo de la persecu-ción a que estaban siendo someti-dos. Agravaba el hacinamiento lapresencia de una nutrida guarni-ción militar, alguno de cuyos re-gimientos quedó acuartelado enfortificaciones improvisadas yotros en viejos conventos clara-mente insuficientes para alojar atoda la tropa, lo que obligaba a

enviar a muchos militares a per-noctar en domicilios particulares.

Como consecuencia de la gue-rra, los barrios más poblados deAbando y Begoña sufrieron tam-bién la misma aglomeración yquedaron muy separados de susayuntamientos por lo que, en lapráctica, constituyeron un todocon Bilbao. De hecho, el censo deBilbao del año 1834 incluyó cercade dos mil habitantes que mora-ban en los barrios del Circo, laCruz y Achuri, en Begoña, y el deBilbao la Vieja en Abando.

No eran, pues, las mejores con-diciones para que Bilbao afronta-ra al cólera.

Medidas tomadascontra el cólera

La primera mención de esta en-fermedad en los anales bilbaínosla encontramos en la primaveradel año 1832, cuando el pleno delayuntamiento debatía la oportuni-dad de contratar a un médico su-pernumerario para tener garanti-zada su presencia en caso de queel cólera atacase a la Villa. Un añomás tarde se acordaron una seriede medidas para mejorar la lim-

pieza del recinto urbano, pensan-do que de aquella forma se contri-buía a la prevención de la enfer-medad: se contrataron cuatro nue-vos barrenderos, se acordó unalimpieza nocturna de los cubos(saneamiento) y la eliminacióndel depósito de basuras de losSantos Juanes, foco de insalubri-dad, sustituyéndolo por una em-barcación situada en la Ría a la al-tura de Carnicería Vieja, que lasarrojaría aguas abajo.

En agosto de 1834, cuando lallegada del cólera era inminente,se tomaron medidas más enérgi-cas:

Se dividió la Villa en docecuarteles y se encomendó la vigi-lancia de cada uno de ellos a unregidor y a los cabos de calle, conel fin de comprobar el cumpli-miento de las normas sanitarias.También se colocaron guardas enlas puertas para evitar la entradade mendigos o personas que vi-nieran de localidades afectadaspor la epidemia.

Se habilitó un lazareto en Zo-rroza, donde pudieran pasar lacuarentena los marinos y viajerossospechosos.

Se decidió habilitar comohospital la casa número 34 de la

calle de la Ronda, trasladar a ellaa los enfermos del Hospital Civily dejar a éste dedicado exclusiva-mente a los enfermos de cóleraque hubiere. Se hicieron peque-ñas reformas en el convento de laEncarnación a fin de que pudieraser utilizado como hospital paraconvalecientes.

Se organizó el reparto de ali-mentos a los necesitados y se cre-aron puestos de socorro para laatención de los enfermos.

Para sufragar los gastos quese preveían se inició una suscrip-ción popular que pretendía recau-dar 500.000 reales.

Una vez iniciada la epide-mia, las autoridades municipalesestablecieron la prohibición deduelos, campanas y entierros os-tentosos.

La epidemiaLos primeros casos de cólera

afectaron a dos pacientes ingre-sados en el Hospital de Achuri

por otras causas; Tomasa Arana,de 60 años, quien falleció el 28de agosto, tuvo la desgracia deser la primera en morir y, así, pa-sar a la pequeña historia denuestra Villa como la primeravíctima del Cólera. Pero fue elmes de septiembre el que vio co-mo día a día iban acumulándoselos fallecimientos, alcanzandosu mayor intensidad los días 16y 17, para luego ir decreciendo alo largo de octubre, hasta finali-zar la epidemia.

A lo largo de los meses deagosto, septiembre y octubre deaquel año se registraron sete-cientas setenta y ocho personasfallecidas entre Bilbao, Abandoy Begoña, cuando la media de lamortalidad para esos meses enlos años anteriores y posterioresera de menos de cien falleci-mientos, luego cabe deducir queel cólera se llevó unas setecien-tas vidas. Teniendo en cuentaque la población de la Villa, in-cluidos los barrios de Abando yBegoña antes citados y exclui-das las tropas de guarnición, erade unos quince mil habitantes,esta cifra de víctimas sería com-parable a la de dieciséis mil fa-llecimientos en el Bilbao actual.

Atacó más a las mujeres y, en-tre ellas, a las de más edad; pero,a diferencia de otras epidemiasposteriores, parece que afectópor igual a todas las clases so-ciales. Entre quienes padecieronla enfermedad se encontrabancinco de los siete médicos conque contaba la Villa, su alcaldey varios concejales (la sesiónmunicipal del 17 de septiem-bre la presidió Juan Bautistade Maguregui, 4º regidor, porhallarse enfermos los alcaldes1º, 2º y 3º).

No se registraron disturbioscomo los que dos meses anteshabían conmovido a Madrid, yel único indicio de descontentopopular fueron las quejas moti-

vadas por falta de asistencia mé-dica ocurrida los días en que va-rios de los titulares estuvieronenfermos.

No se han encontrado datosreferentes a la enfermedad entrelos soldados de los ejércitoscontendientes, manteniendo am-bos su actividad militar. Durantelos momentos de mayor intensi-dad de la epidemia en Bilbao,las tropas de su guarnición, almando del general Espartero,batallaban en Gernika contra loscarlistas, quienes, a su vez, ocu-paron e incendiaron Villarcayoaquellos mismos días.

Una vez finalizada la epide-mia se celebraron solemnes TeDeum en las iglesias de Santia-go, Begoña y San Vicente Már-tir de Abando; pero su recuerdoquedó grabado en el vecindariode tal forma que durante muchosaños se alarmaba sobremaneracada vez que se aproximaba a laVilla tan molesto visitante.

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AUNQUE ya no es tan te-mible como antaño, el cóle-ra sigue castigando a los ha-bitantes de nuestro planeta:la séptima pandemia de có-lera tuvo su origen Sulawi(islas Célebes, Indonesia)en el año 1961 y llegó hastael sur de Europa, afectandoa España e Italia. Durante elaño 1971 aparecieron hubo

nueve casos de cólera en lavecina Navarra.

En la actualidad se estádesarrollando lo que pareceser la octava pandemia,afectando a numerosas zo-nas del hemisferio sur, so-bre todo de África, dondese han declarado casos decólera durante los años2003 y 2004.

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Page 7: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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SI en nuestros días son frecuenteslos casos de personas que acudena curanderos de dudosa reputa-ción para encontrar remedio a susenfermedades, no es de extrañarque en tiempos pasados, cuandoel nivel cultural de la población yel de las ciencias de la salud eranmuy inferiores a los actuales, tu-vieran lugar hechos similares. Elejemplo que hoy mostraremostiene la peculiaridad de que quientransmite entusiasmado el méto-do de curación milagroso es elcura rector del Hospital de losSantos Juanes de Bilbao y el ve-hículo utilizado para su difusiónes el propio libro hospitalario pa-ra el registro de los ingresos y al-tas de enfermos.

Libros de registrodel Hospital

A partir del año 1662, en que elHospital-asilo de los Santos Jua-nes pasó a ser el único de la Villay a ser dedicado a la curación deenfermos, fueron los curas recto-res los encargados de llevar un li-bro de registro en el que anotabanlos nombres de las personas queingresaban, la fecha del alta o fa-llecimiento y el régimen alimen-ticio ordenado por el médico; ele-mentos suficientes para que aque-llos buenos curas pudieran calcu-lar el coste causado por cada pa-ciente y el total anual del gasto.En ocasiones anotaban también eldiagnóstico de la enfermedad, porlo general cuando se trataba deenfermedades infecciosas. La-mentablemente no se conservantodos los libros, aunque si los su-ficientes para hacernos una ideade cómo funcionaba el hospitalen aquellos años.

También registraban, y graciasa ello podemos ahora conocerlos,los salarios que percibía el perso-nal de aquel Hospital, el coste dealimentos comprados para la ali-mentación de los enfermos, elgasto en farmacia y, en algunasocasiones, algunas notas añadi-das que dan calor humano a estasfrías columnas de gastos. Así, po-demos conocer el caso de un ma-trimonio de peregrinos francesesque, camino de Santiago de Com-postela, tuvieron que alojarse enel Hospital, donde dio a luz lamujer al primer y único recién na-cido del que tenemos noticia entoda su historia hasta épocas re-cientes. También las penalidadessufridas por los pobres soldadosespañoles que habían caído pri-sioneros en las guerras sostenidaspor la Corona en el siglo XVIIcontra Francia, Holanda o Portu-gal, y regresaban a pie de su cau-tiverio, consumidos, famélicos y,algunos de ellos, gravemente en-fermos.

Una de las notas, escrita en lacontraportada de uno de los li-bros, recoge con la inocencia yentusiasmo propios de un sacer-dote joven e inexperto, el métodode cura utilizado por un fraile tri-nitario que se había alojado en elhospital durante su estancia enBilbao. Dice la nota que esta curadio resultados tan maravillososque creía obligado recogerla ytransmitirla a otras personas parael beneficio de los enfermos bil-bainos. Veamosla:

“En el año 1790 estuvo en esta

Villa un religioso trinitario calza-do de Logroño llamado FranciscoJavier de Trasmontana que curó atodos los que se le presentaroncon úlceras, tumores de toda espe-cie, heridas, lobanillos, lamparo-nes, quemaduras, tiña, erisipela,costra provenida de lepra, sarna ytodo género de úlceras callosas yfístulas, aunque hubiere caries enlos huesos, gusanos y podre, sólocon agua natural, y para que no seolvide me ha parecido poner aquísu método, y es como sigue:

Se toma un pañito suave delienzo en cuatro o más dobles y seempapa bien en agua del río y sepone sobre la llaga, tumor o lam-parón, de modo que cubra bien to-das las heridas; después, se toma

otro lienzo mayor como servilletao paño en cuatro o más dobles,también empapado y bien mojadoen la misma agua del río, y se po-ne encima del pañito que está so-bre la herida, y de este modo setiene bien mojada la llaga sin quese deje secar, antes bien, se vanmojando de tres en tres días; y es-to se podrá hacer sin quitar los pa-ños, echando agua abundante so-bre la servilleta que está envueltaen el brazo o pies o extendida so-bre el pecho, estómago o espalda;y no quitar, sino limpiar las mate-rias, las que no se quitarán conlienzo seco, sino echando agua

clara abundante sobre la llaga o, alo más, utilizando un lienzo empa-pado en agua del río”.

Frailes peregrinosHoy en día nos resulta extraña la

figura de estos frailes itinerantesque recorrían las ciudades y pue-blos realizando actividades vario-pintas como predicar, mostrar imá-genes o reliquias, vender bulas o,como en este caso, curar enfermos.Sin embargo, fue algo habitual entiempos pasados. Unos, los de ma-yor alcurnia o renombre, general-mente predicadores afamados,eran recibidos con entusiasmo po-pular. Sirva de ejemplo la llegada ala Villa del jesuita Francisco deBorja. Pero otros eran pobres frai-

les sin convento fijo que vivían re-corriendo los caminos y rozandoen muchas ocasiones la picarescao incluso la delincuencia; fueronhabituales en la Península Ibéricadurante los siglos XVII y XVIII,llegando a ser motivo de denunciapara pensadores religiosos comoFeijoo e Isla, e incluso a constituirun problema para los gobiernos deSM. Los trinitarios ocupaban unescalón intermedio, se dedicaban ala redención de personas cautivasde los moros y recorrían las ciuda-des en las que no tenían convento,en demanda de auxilio económicopara el rescate de los cautivos; mo-tivo este que debemos presumirpara la visita de este trinitario aBilbao.

Era habitual que todos ellos sealojaran en los hospitales de lasciudades que visitaban, tal comosabemos que hizo el santo de Bor-ja a su paso por Bilbao. Lo que noparece que fuera tan habitual entreaquellos que nos visitaron, fue laactividad de sanador realizada porFrancisco Javier de Trasmontana.Ignoramos si este método de tratarlesiones cutáneas creó escuela y sila nota escrita por el cura rectorsirvió para algo, pero no cabe dudade que su lectura nos sirve paraacercarnos a la mentalidad de losbilbainos de aquel siglo.

TANTO en nuestra cultura occidental como en lascivilizaciones antiguas era conocido el conceptode “cura húmeda” que evitaba el contacto de lasheridas infectadas con la sequedad del aire am-biente mediante aplicaciones de vendajes, barro,hojas o cortezas de distintos árboles, o dulces co-mo el azúcar o la miel. La utilización de pañoshúmedos preconizada por el padre Trasmontanatuvo que tener efectos positivos en muchos casos;al menos por la higiene de la piel limpiada por el

agua, protegida después de la suciedad ambientaly expuesta a menos manipulaciones al evitar elcambio de apósitos, lo que disminuye la posibili-dad de lesionar los tejidos de cicatrización. En sudebe, el daño que pudo causar en los casos en queesta cura está contraindicada, aunque cabe pensarque el buen trinitario habría aprendido a evitar suaplicación en estos últimos y que aquel métodoera precursor de los modernos tratamientos de cu-ra húmeda con apósito hidrocoloide.

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Page 8: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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LA prostituci—n junto con suscausas y, especialmente, sus efec-tos sobre la poblaci—n, constituy—una de las principales preocupa-ciones de los mŽdicos higienistasdurante la segunda mitad del si-glo XIX, por lo que estos impul-saron la creaci—n de servicios es-peciales dedicados a ella en nu-merosas ciudades europeas. Exa-minaremos la forma en queafrontaron este problema las au-toridades municipales bilbainas;pero antes deberemos decir dospalabras en torno a estos Òhigie-nistasÓ.

El ÒHigienismoÓFue una corriente de pensa-

miento que tuvo su inicio en losa–os finales del siglo XVIII, ani-mada principalmente por mŽdi-cos. Partiendo de su constataci—nde la gran influencia del entornoambiental y del medio social enel desarrollo de las enfermeda-des, los higienistas criticaban lafalta de salubridad en las ciuda-des industriales del siglo XIX, as’como las condiciones de vida ytrabajo de los empleados fabriles,proponiendo diversas medidasde tipo higiŽnico-social, que po-d’an contribuir a la mejora de lasalud y las condiciones de exis-tencia de la poblaci—n.

La ra’z del pensamiento higie-nista estaba en el impacto queprodujo en los esp’ritus europeosel proceso de la revoluci—n indus-trial. La degradaci—n de las con-diciones de salubridad de los cen-tros urbanos derivada de los pro-cesos de industrializaci—n y de lamayor intensidad de ocupaci—nde los nœcleos urbanos causadapor el incremento de las corrien-tes migratorias, produjeron unproceso de deterioro de las condi-ciones de vida de las clases bajasde las ciudades. Prostitutas, men-digos, delincuentes y marginadospoblaron las ciudades europeas;la propia literatura se hizo eco deesta situaci—n, como lo reflejanlas obras de Dickens, Zola, Gal-d—s o Baroja. La prensa bilbaina,en especial ÒLa Lucha de Cla-sesÓ, nos transmite la visi—n localde algunos de estos problemas,con descripciones de sumo inte-rŽs.

El Higienismo en Espa–aEn Espa–a, los mŽdicos intere-

sados en la salud pœblica derro-charon una gran actividad a lolargo del ochocientos, siendo supreocupaci—n principal la luchacontra las enfermedades epidŽmi-cas, c—lera y fiebre amarilla espe-cialmente, y contra las enferme-dades endŽmicas permanentes enlas ciudades: viruela, tifus, difte-ria, escarlatina, etc. Como conse-cuencia de su marcada preocupa-ci—n por la sociedad de su Žpoca,desarrollaron una l’nea de pensa-miento social, en la que aparec’anreflejados temas como el paupe-rismo y la beneficencia, la mora-lidad y las costumbres de la Žpo-ca, la reforma social, etc.

Desde el campo de la higiene,trataron tambiŽn, ampliamente,problemas del espacio urbano,como la limpieza y la salubridad

de las ciudades en su conjunto; lahigiene de los edificios pœblicoscomo hospitales, c‡rceles, tem-plos, etc.; la higiene de las vi-viendas y los barrios obreros ylos servicios b‡sicos como mata-deros. alcantarillado, cemente-rios, etc.

Higienistas de BilbaoYa desde finales del siglo

XVIII, algunos de los mŽdicoscon ejercicio en Bilbao eran hi-gienistas m‡s o menos decididos,

siendo los primeros los Luzuria-ga, padre e hijo; pero para cen-trarnos en el tema que hoy nosocupa, saltaremos en el tiempo ala segunda mitad del siglo XIX,cuando tenemos referencia deque algunos de los galenos bilbai-nos segu’an esas ideas. Destaca-remos a Agust’n Mar’a de Obieta,mŽdico que hab’a sido recompen-sado por su actuaci—n durante laepidemia del c—lera del a–o 1854,quien fue teniente de alcalde du-rante el sitio de Bilbao en la 2»

Guerra Carlista y alcalde de laVilla en 1877. Obieta consigui—llevar a efecto varias de sus ini-ciativas higienistas y fue el insti-gador de un nuevo servicio orien-tado a prevenir las enfermedadesderivadas de la prostituci—n.

Debemos destacar que este in-tento reformista chocaba frontal-mente con la pol’tica prohibicio-nista que hab’a sido impuesta almunicipio por las autoridades ci-viles y militares durante muchosa–os; pol’tica basada en la prohi-bici—n de la prostituci—n, el cierrede las casas de lenocinio, la de-portaci—n de las prostitutas deorigen for‡neo y el ingreso en la

casa galera de las naturales deBilbao. Medidas que no s—lo nofrenaban la extensi—n del conta-gio venŽreo, sino que lo facilita-ban por favorecer la clandestini-dad y hacer imposible su controlsanitario. (Debemos decir que elmunicipio era consciente de elloy se hizo el remol—n, tratando dediferir las medidas represivas or-denadas por las autoridades supe-riores; incluso intent— otras pol’-ticas y en 1838 habilit— una salaespecial, anexa al hospital, parael tratamiento gratuito de lasprostitutas afectas de enfermedadvenŽrea)

Servicio de Higiene EspecialEl Higienismo trataba de con-

siderar a la prostituci—n comouna enfermedad social y aportarsus conocimientos para aminorarlas consecuencias de las enferme-dades derivadas de su ejercicio,en especial la temida s’filis. Eneste sentido promulg— el Ayunta-miento bilbaino una normativamuy similar a la que estaba sien-do implantada en numerosas ciu-dades europeas o espa–olas. Losgrandes ejes vertebradores de es-ta reglamentaci—n fueron por unaparte, la lucha contra las enfer-medades venŽreas y en especialcontra la s’filis y, por, otra, la im-

portancia de disminuir prostitu-ci—n clandestina o callejera, fuen-te de numerosos esc‡ndalos pœ-blicos.

La propuesta formal de organi-zaci—n de este servicio no fuepresentada por Obieta, quien noingresar’a en la corporaci—n bil-baina hasta enero de 1874, sinoen un escrito firmado el 29 deseptiembre de 1872 por el tenien-te de alcalde BernabŽ de Larrina-ga, los regidores Horacio deOleaga y Cosme de Echevarrieta,amŽn del secretario Camilo deVillabaso.

El nuevo servicio inici— su an-dadura en mayo de 1873 y tuvo

que reformar su reglamento esemismo a–o para incluir a las pros-titutas que ejerc’an Òpor libreÓ yno estaban matriculadas comopupilas de las casas de lenocinio;el primer mŽdico titular del servi-cio fue Adolfo Gil y Pastor, hijodel mŽdico mayor del hospital,sobrino del cirujano mayor delmismo y nieto de JosŽ Gil y Ca-–o, quien tambiŽn fue cirujanomayor durante muchos a–os.

Primeros datosDurante los primeros a–os de

actuaci—n se inscribieron y auto-rizaron 20 casas de manceb’a yse matricularon algo menos de200 pupilas, a las que se a–adie-ron 30 peripatŽticas; tambiŽn seestablecieron un control adminis-trativo y un sistema de ex‡menesmŽdicos semanales, as’ como lainscripci—n obligatoria en el re-gistro de higiene local, el pago dehonorarios por la apertura de lacartilla sanitaria, la cuota a satis-facer por las revisiones mŽdicas,etc.

La clave o el meollo del nuevoservicio era este examen mŽdicosemanal, tras el que las prostitu-tas enfermas de s’filis o Òmal ve-nŽreoÓ, eran apartadas de su tra-bajo para evitar que contagiaranla enfermedad, procediendo elAyuntamiento a pagar los gastosde su estancia en el hospital. Unavez ingresadas en la sala hospita-laria denominada de ÒMar’aMagdalenaÓ, dedicada a estas en-fermas, no eran dadas de alta has-ta que el mŽdico higienista com-probaba su curaci—n.

El Servicio de Higiene Espe-cial sufri— distintos avatares, perosigui— funcionando bajo el mis-mo esquema durante cerca decincuenta a–os, hasta que ya en elsiglo XX sufri— una importantereforma, auspiciada por los con-cejales socialistas, y dio lugar aun nuevo servicio dotado de re-cursos muy superiores, inclusode un hospital propio. Aunque nose pueden negar sus defectos ycontemplado desde nuestra men-talidad resulte un tanto injusto,reflej— la voluntad de llevar a ca-bo un control exhaustivo sobre laenfermedad y las causas de supropagaci—n, adem‡s de posibili-tar los medios necesarios para lacuraci—n de la misma.

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Ciudades Poblaci—n N¼ de prostitutas Proporci—n por A–o del Censo10.000 habitantes

Viena 550.000 15.000 273 1869Southampton 46.960 800 170 1865Plymouth 62.599 770 123 1865Nueva York 700.000 6.000 86 1852S. Petersburgo 450.000 3.500 78 1852Bilbao 27.902 207 74,2 1870Liverpool 443.938 2.343 53 1865Marsella 233.000 816 35 1856Manchester 338.772 1.073 31,7 1865N‡poles 600.000 1.509 25,1 1863Berl’n 702.000 1.708 24,3 1868Barcelona 2.050 1890Par’s 1.800.000 3.675 20,4 1872Londres 2.800.000 6.515 23,3 1808Ly—n 323.054 659 20,4 1867Nantes 111.956 212 19 1872Bruselas 300.000 316 10,5 1868

Page 9: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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E N tiempos menos lejanos, en laEuropa de la Edad Media, el pri-mer registro escrito de una granpandemia de gripe se refiere a laque ocurrió en el año 1170, a laque siguieron otras muchas de lasque no tenemos sino indicios.

La primera epidemia gripal dela Edad Moderna en Europa de laque tenemos datos convincentesfue la que ocurrió en 1510, origi-naria según parece de África. EnItalia hubo un brote gripal en elaño 1557 que causó más de 8.000muertes en Roma; brote que sepropagó a todo el sur de Europa.

En España, la epidemia del año1580 adquirió especial relievepor su amplia difusión y gran vi-rulencia; diezmó la población deMadrid y en 10 días infectó a20.000 personas en Barcelona.

La epidemia casi da al traste conla conquista de Portugal; FelipeII enfermó gravemente y su mu-jer Ana de Austria, que había da-do a luz pocos meses antes, mu-rió. A lo largo del siglo XVII,tenemos datos dispersos que per-miten sospechar la existenciade entre cinco y ocho epidemiasg r i p a l e s .

En lo que se refiere a Bilbao,sin embargo, las fuentes escritasno registran brotes de esta enfer-medad hasta finales del sigloXIX. Ni el Archivo Municipal niel del Hospital de los Santos Jua-nes, contienen información quepermita identificar la presenciade la gripe en Bilbao. Más aún, elpropio nombre de la enfermedadno aparecerá hasta tiempos muyposteriores, lo que permite intuirque los casos de gripe que ocu-rrieran se verían inmersos en elamplio grupo de las enfermeda-des agudas con fiebre y síntomasrespiratorios; en el lenguaje de laépoca: “catarro y calenturas”.

La gripe duranteel siglo XVIII

A partir de las descripciones deesta enfermedad realizadas losmédicos británicos Thomas Sy-denham (1624-1689) y ThomasWillis (1621-1675) la gripe re-sulta más fácil de identificar loque propicia una mejora en el re-gistro de las sucesivas epidemiasque afectan a los distintos paíseseuropeos en 1729-33, 1761-62,1781-82, 1788-90 y 1799-1802.Pero seguimos sin encontrar da-tos referentes a Bilbao. Para tra-tar de obtener alguna informa-ción de lo que pudiera haber ocu-rrido en nuestra Villa, no quedamás remedio que comparar lascifras de personas fallecidas en elHospital de Atxuri con los datos

de los brotes gripales ocurridosen países vecinos. Utilizamos losdatos del Hospital porque tam-bién carecemos de registros fia-bles de las defunciones ocurridasentre la población de Bilbao enaquel siglo.

De esta manera, encontramosque en el año 1762 hubo en elHospital de los Santos Juanes unincremento de la mortalidad quecoincidió con una oleada epidé-mica gripal que afectó a Américay a Europa a partir del inviernode 1761-62. Lo mismo ocurrió afinales del año 1788 y de nuevoen 1790. Parece razonable con-cluir que estos incrementos de lamortalidad tuvieran su origen enla presencia de brotes de gripe.

Estos dos últimos registros, enaños tan próximos, es probableque fueran debidos a un fenóme-no que comienza ser conocido en

este siglo y que queda documen-tado para alguna de las epidemiassufridas en Francia: las epide-mias de gripe suelen atacar a lapoblación en dos o tres oleadassucesivas, separadas entre sí porvarios meses de inactividad de laenfermedad. Esto quedaría con-firmado con ocasión de las gran-des pandemias gripales del sigloXX. También parece ser unaconstante el que la segunda y latercera oleada sean más gravesque la primera.

El siglo XIXNo se le suele prestar mucha

atención a las epidemias de gripede este siglo, porque quedan mi-nimizadas ante las terribles epi-demias de cólera que asolaron almundo y ante los gravísimos pro-blemas de Salud Pública que hu-bieron de afrontar los países in-dustrializados.

En enero de 1830 Inglaterrafue visitada por la primera de las

ocho importantes epidemias degripe que sufrió a lo largo de 60años, también en Francia se regis-traron hasta seis brotes gripales eneste siglo. En España hubo un in-cremento de las enfermedades gri-pales que precedió en pocos mesesal estallido del cólera del año

1834, lo cual quedó grabado en lamemoria popular de tal forma que,cuando Madrid se vio afectada poruna fuerte epidemia gripal en el in-vierno de 1847-48, las autoridadessanitarias se vieron obligadas adesmentir esta relación y a garanti-zar a la población que no existíaningún riesgo de cólera. Ta m b i é n

adquirieron triste fama las epide-mias de los años 1889-90 y 1899-1 9 0 0 .

En Bilbao no se menciona la pa-labra “grippe” hasta los años fina-les del siglo. Sin embargo, los mé-dicos locales registraron en sus in-formes que durante la primavera

de 1834 hubo un incremento de lasenfermedades agudas que prece-dió al terrible cólera que llegó aBilbao a finales de agosto de aquelmismo año.

En 1847-48 y en 1852, se regis-tran en la Villa dos brotes de enfer-medades febriles agudas que coin-ciden con la aparición de la gripe

en Madrid y en otras ciudades es-p a ñ o l a s .

En Bilbao no hubo gran alarmay no se tomaron medidas extraor-dinarias. Sólo los registros de lamortalidad en la Villa y en elHospital de Atxuri nos indicanque la gripe atacó a la poblaciónde Bilbao tanto en el invierno de1847-48, como en el 1851-52. Enel primer brote fueron muy nume-rosos los casos de esta enferme-dad, que tuvo una incidencia muyalta, mientras que en el segundo,parece que la incidencia fue me-n o r, pero la mortalidad mayor.Ambos tuvieron en común sucoincidencia con una etapa larg ade climatología adversa.

Debemos destacar que llegarona la Villa puntualmente las noti-cias acerca de la evolución de es-ta epidemia por Francia, Escociae Inglaterra, donde afectó en es-pecial a Londres, ciudad en la quela mortalidad durante la últimasemana de noviembre y las dosprimeras de diciembre de 1847,había subido un 60% con respec-to a los años anteriores. Luegonoticias de Madrid, donde la en-fermedad llegó a comienzos deenero, atacando a gran parte de lapoblación. Una noticia dabacuenta de cómo habían faltado altrabajo mil operarias de la fábricade tabacos por hallarse enfermasde gripe.

Durante la última década delsiglo XIX, en 1889-90 y en 1899-1900, hubo otras dos importantesepidemias de gripe que alcanza-ron mayor relieve y crearon unaalarma mucho mayor que estasprimeras. Afectaron a la pobla-ción bilbaina y sus efectos fueronun preludio de lo que ocurriríadurante la terrible gripe de 1918.Pero este es un asunto del que tra-taremos en otra ocasión.

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Ö«¿² Ù±²¼®¿ 릱´¿

CONOCIDA en el mundo comoÒGripe Espa–olaÓ o ÒLady Spa-nishÓ, ocasion— numerosas bajasen las filas de los ejŽrcitos que seenfrentaban en los campos de ba-talla de la Primera Guerra Mun-dial y ella sola acab— con la vidade m‡s soldados norteamericanosque las balas alemanas. Inclusose podr’a aventurar que al contri-buir al agotamiento de los con-tendientes tuviera alguna influen-cia en la consecuci—n del armisti-cio que puso fin a esta guerra.

PrecedentesLa gripe no era una desconoci-

da en la Villa, pues Bilbao ya ha-b’a sufrido brotes epidŽmicos deesta enfermedad durante el sigloXIX; pero su repercusi—n en laopini—n pœblica se vio obscureci-da por la gran alarma que crearonotras afecciones infecciosas co-mo el c—lera, la fiebre amarilla, laviruela o la fiebre tifoidea.

No tenemos datos fiables refe-rentes a la incidencia de la gripeen la Pen’nsula IbŽrica duranteaquel siglo, pero podemos pensarque no ser’a muy diferente a laocurrida en Inglaterra, donde seregistraron ocho epidemias degripe entre los a–os 1830 y 1900.

En nuestra tierra, la epidemia gri-pal que m‡s alarma caus— fue, talvez, la que se llev— la vida delgran tenor Juli‡n Gayarre en di-ciembre de 1889, cuya muertenos hace llamar la atenci—n haciauna peculiaridad de aquellas gri-pes que no hac’an distinciones declase social, a diferencia del c—le-ra que se cebaba m‡s en los ba-rrios pobres.

La epidemiaDespuŽs de alguna alarma de-

bida a un brote gripal durante losmeses de junio y julio, en generalm‡s benigno, la segunda oleadade esta enfermedad lleg— a Bil-bao en los œltimos d’as del mesde septiembre de 1918; segœn pa-rece hab’a iniciado su andadurael 22 de agosto en la localidadfrancesa de Brest, puerto atestadode soldados norteamericanos.Aunque la censura militar delbando aliado impidi— la difusi—nde este nuevo brote epidŽmico, laopini—n pœblica espa–ola achac—el contagio a las tropas portugue-sas que atravesaron la Pen’nsulaen ferrocarril para regresar a su

patria desde los frentes de bata-lla.

Durante los meses de octubre ynoviembre, Bilbao se vio atacadade tal forma que enfermaron degripe cuarenta mil de sus cien milhabitantes, de entre los que m‡sde ochocientos fallecieron. Y nose piense que, como suele ocurrircon los brotes gripales en nues-tros d’as, estas v’ctimas eran an-cianos o enfermos cr—nicos, por-que tambiŽn la juventud bilbainafue diezmada. Sirva de ejemploque la guarnici—n militar de la Vi-lla que estaba compuesta por1.220 personas, sufri— 488 inva-siones gripales y 16 fallecimien-tos, siendo sus ’ndices de morta-lidad superiores a los de la pobla-ci—n general. TambiŽn debemosdestacar que la gripe tuvo unamayor incidencia en el medio ru-ral, pues se calcula que afect— al60% de la poblaci—n de Bizkaia,frente al 40% de Bilbao.

La reacci—n delAyuntamiento bilbaino

La reacci—n institucional parahacer frente a las mœltiples nece-sidades generadas por la epide-mia, corri— a cargo del Ayunta-miento bilba’no encabezado porsu alcalde, Mario de Arana, quiengestion— unos gastos que ronda-ron el mill—n de pesetas: un fon-

do de 300.000 pesetas que le en-comend— la corporaci—n, las cer-ca de 250.000 pesetas reunidasen la suscripci—n popular convo-cada al efecto y otras 300.000que fueron utilizadas en la higie-nizaci—n de viviendas y sufraga-das por la Diputaci—n medianteun recargo en los impuestos a lapropiedad.

Los distintos aspectos de estareacci—n, tales como asistenciamŽdica, desinfecci—n, enterra-mientos, repartos de v’veres y ro-pa, cord—n sanitario, higieniza-ci—n general de viviendas y pa-tios, etc., junto con un anecdota-rio curioso y las polŽmicas surgi-das por la gesti—n municipal, sonmuy interesantes y merecen unapublicaci—n m‡s detallada para laque carecemos aqu’ de espacio,por lo que finalizaremos diciendoque esta fue la œltima ocasi—n enque el Ayuntamiento lider— la lu-cha contra una epidemia; las quenos han afectado despuŽs y lasque, Dios no lo quiera, nos pudie-ran llegar en el futuro, han pasa-do a ser competencia de autorida-des sanitarias supramunicipales.

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LA gripe es una enfermedadaguda muy contagiosa que sepropaga r‡pidamente, produ-ciendo graves consecuenciaspor afectar a gran parte de lapoblaci—n y causar una impor-tante mortandad.

Se trata de un mal muy anti-guo cuya descripci—n cl’nicafue realizada ya en el a–o 412AC por Hip—crates. Causantede epidemias como la "peste de

Atenas" descrita por Tucidideso la que afect— a los reinos deEspa–a en el a–o 1580, siendorey Felipe II. A partir del sigloXIV comenz— a ser nominadaen Italia como "influenza" yposteriormente en Francia reci-bi— el nombre de "grippe", tŽr-mino que pas— a Espa–a. Estaenfermedad se puede manifes-tar de diversas formas: espor‡-dica (casos aislados), epidŽmi-ca (brotes regionales) o pandŽ-mica (extendida por todo elmundo).

A lo largo del siglo XX, trespandemias de gripe causaron lamuerte de un importante nœme-ro de personas: La primera de-nominada "Gripe espa–ola"(1918-1919), caus— m‡s de 20millones de muertes; comenz—durante la Guerra Europea y sedesarroll— en tres oleadas: unaprimera, relativamente benig-na, en la primavera de 1918,una segunda en el oto–o del

mismo a–o que fue la verdaderapandemia ÒasesinaÓ y una ter-cera mucho m‡s benigna en laprimavera de 1919. Las otrasdos pandemias de ese siglo fue-ron en 1957, la ÒGripe asi‡ti-caÓ, y otra m‡s reciente, en1968, conocida como la ÒGripede Hong-KongÓ.

Est‡ causada por virus de dis-tintos tipos: A, B y C, que afec-tan tambiŽn a mam’feros, avesdomŽsticas y migratorias; virusque tienen una tendencia a va-riar sus ant’genos de una mane-

ra impredecible; estas variacio-nes son producidas por acumu-laci—n de mutaciones puntualesen sus genes y son la causa deque la inmunidad adquiridafrente a una cepa de este virus,bien sea por vacunaci—n o bienpor haber contra’do previamen-te la enfermedad, no proteja alas personas contra virus perte-necientes a otra cepa diferente.

Estos cambios genŽticos ori-ginan diferencias en los ant’ge-nos de superficie del virus, losconocidos como HA y NA, ydan lugar a la circulaci—n de ce-pas m‡s o menos relacionadasantigŽnicamente en diferenteslugares geogr‡ficos durante lamisma o en sucesivas tempora-das epidŽmicas. En ocasiones elcambio es sustancial y el virusadquiere la capacidad de provo-car infecciones a escala mun-dial.

Estos grandes cambios en laestructura antigŽnica puedenocurrir como consecuencia delintercambio de segmentos genŽ-ticos entre virus de origen hu-mano, porcino o aviar; tal comoparece ser que ocurri— en el a–o1918 en los Estados Unidos,cuando un virus pas— del polloal cerdo y de Žste al hombre,dando origen a la pandemia.

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Ö«¿² Ù±²¼®¿

AUNQUE la gripe es una visitan-te asidua que, año con año, vienea afectar en Bilbao cada otoño oinvierno a alrededor de quincemil personas, ha sido mucho másllamativo que ese goteo, el efectoproducido en la opinión públicapor las grandes pandemias debi-das a este virus. En el momentoactual, en el que existe un riesgoevidente de que pueda desencade-narse la primera del siglo XXI,parece oportuno recordar lo ocu-rrido en la Villa con ocasión de lasegunda gran epidemia gripal delpasado siglo: la conocida como“Gripe Asiática”.

Recuerdo históricoLa palabra “Gripe” se comenzó

a usar en España a mediados delsiglo XVIII, copiando literalmen-te la francesa Grippe, aunque hu-bo algunas epidemias de “Cata-rro” con anterioridad que proba-blemente fueran brotes de esta en-

fermedad; pues podemos encon-trar descripciones de enfermeda-des muy similares a la gripe desdemuy antiguo. En cualquier caso,esta enfermedad no quedó bienidentificada hasta el siglo XIX, enel que hubo hasta nueve brotesepidémicos en la Gran Bretaña.

En Bilbao no se registraron epi-demias en la que hubiera cons-tancia de este diagnóstico hastael año 1890, en el que se regis-tró un incremento de la mortali-dad por esta causa; un segundobrote gripal ocurrido en los años1899/1900 tuvo mayor impactoen la opinión pública; pero fue laterrible gripe de 1918 la que seconvirtió el triste paradigma deesta enfermedad.

Bilbao ante la nuevaepidemia

Casi cuarenta años después deaquella plaga, llegó a la Villa lasegunda pandemia gripal. Llegó aun Bilbao cuya población habíamas que doblado al pasar de110.000 a 267.000 habitantes,muchos de los cuales se hacina-ban en los barrios de chabolas quecercaban el casco urbano; un Bil-bao que en aquellos años se esta-ba ya recuperando de la etapa depenuria que había debido de so-portar como consecuencia de laGuerra Civil y de una dura pos-guerra y en el que había desapare-cido ya el racionamiento de pro-ductos básicos.

Asistencia sanitaria en 1957También desde el punto de vis-

ta sanitario se habían producidonumerosos cambios que configu-raban unas características muydistintas de las de la Villa en1918:

La Jefatura Provincial de Sa-nidad era la máxima autoridad sa-nitaria provincial. Desde 1927disponía de recursos médicos,aunque muy reducidos para poderdesarrollar algo más que una acti-vidad testimonial frente a la gri-pe.

La Seguridad Social, creadahacía poco más de diez años, sehacía cargo de la asistencia médi-ca a los trabajadores, pero se en-contraba muy lejos de la cobertu-ra universal de nuestros días.Quedaban fuera de su proteccióntanto los trabajadores autónomoscomo los del servicio doméstico,los profesionales liberales y loscuadros de empleados de nivelmedio y alto. No contaba mas queun número muy reducido de con-sultorios y no cubría los ingresoshospitalarios por enfermedad.

Las clases medias y altas ob-tenían su asistencia sanitaria acu-diendo a la medicina privada;bien directamente, bien a travésdel pujante Igualatorio MédicoQuirúrgico u otras entidades queproporcionaban prestaciones si-milares. También aquí encontra-mos la exclusión de la coberturade hospitalización por enferme-dad.

La beneficencia municipalatendía a unas cuatrocientas fami-

lias pobres y, al igual que todo elCuerpo Médico Municipal, habíaperdido importancia y peso en elconjunto de la sanidad bilbaína.

Las casas de socorro munici-pales constituían el único recursode asistencia de urgencia juntocon el cuarto de socorro del Hos-pital de Basurto. Las clínicas pri-vadas eran de carácter quirúrgicoy carecían de servicios de aten-ción de urgencia.

Nos encontramos, pues, anteuna dispersión de recursos, malcoordinados, y ante la ausencia deuna autoridad sobre la que cayera

con claridad la responsabilidad dedirigir la lucha contra las conse-cuencias de la epidemia que seacercaba.

La Gripe AsiáticaLa pandemia se inició al norte

de China en febrero de 1957, dedonde se difundió a la India yAustralia; durante los meses demayo y de junio el virus se exten-dió por todo el Oriente, pasó aÁfrica y posteriormente a Europay Estados Unidos, alcanzando, enmenos de diez meses, una distri-bución mundial.

La enfermedad llegó a Bilbao acomienzos del mes de octubre de1957 y afectó, en menos de unmes, a más de un tercio de sus ha-bitantes. Sin embargo, a diferen-cia de su predecesora, se trató deuna enfermedad muy benigna queno causó una mortalidad aprecia-ble, limitándose sus efectos altrastorno causado en los ámbitoslaboral y académico por el absen-tismo que originó.

Las cifras de mortalidad publi-cadas en el Boletín Municipal deEstadística no registraron ningúnincremento significativo en aque-llos días, ni tampoco la cifra deingresos en el Hospital Civil,aunque si debemos reseñar un li-gero aumento del número de ca-dáveres inhumados en los cemen-terios bilbaínos (848 en el cuartotrimestre de 1957 cuando en losaños inmediatos este número norebasaba los 650). Esto permitesuponer que hubiera un cierto in-cremento del número de personasfallecidas en la Villa entre la po-blación no censada, aquella queno pasaba a engrosar la estadísti-ca de vecinos fallecidos. Algoque pudo estar relacionado conlas pobres condiciones de vidaque se habían de sufrir en el cin-turón de chabolas que rodeaba aBilbao y con la elevada propor-ción de antiguos enfermos tuber-culosos entre los vagabundos dela época; enfermos para los que lagripe era mucho mas grave y peli-grosa.

Medidas para combatirla epidemia

El Ayuntamiento de Bilbao,que había dirigido durante seis-cientos años la lucha contra lassucesivas epidemias de peste, có-lera y demás plagas infecciosas,dejando registro de ello en docu-mentos que van desde el año1507 hasta 1918, pasó de punti-llas sobre esta nueva epidemia yla ignoró por completo, pues nosólo no tomó ninguna medida co-rrectora, sino que no la mencionó

en su boletín trimestral de esta-dística ni en sus libros de actas.Tampoco se ha podido encontrarninguna disposición municipalreferente a esta epidemia ni en laprensa local ni en bandos públi-cos.

La Jefatura Provincial de Sani-dad publicó dos notas informati-vas para tranquilizar a la pobla-ción, en las que se decía que laenfermedad era benigna y que elabastecimiento de medicamentosestaba asegurado. En este sentidoiba dirigida la única medida prác-tica establecida por esta Direc-ción, la de obligar a las farmaciasa abrir los domingos y festivoscomo si fueran días laborables;aún así algunas oficinas de farma-cia vieron aglomerarse a losclientes y formar colas, pues mul-tiplicaron por veinte sus ventas deantipiréticos y analgésico.

Como tampoco la SeguridadSocial tomó ninguna medida fue-ra de su rutina, el peso de la epi-demia cayó por completo sobre lapropia población y sobre las cla-ses médica y farmacéutica, quie-nes debieron de afrontarla con elesfuerzo personal y con recursosmuchas veces improvisados, su-pliendo con ingenio las carenciasdebidas a la inhibición de las au-toridades sanitarias.

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Así rezaba un titular de laprensa local en aquel mesde octubre de 1957. Ocurrióque la gripe afectó a diez ju-gadores del Athletic (enaquellos años obligado allamarse “Atlético”) y hubode ser suspendido por estacausa el partido de liga quedebía de afrontar en contradel Granada. Como la enfer-medad era de curso benig-no, la mayor parte de losafectados se recuperó en po-cos días, lo que dio pie a es-

te titular, pues ocho de losdiez jugadores enfermos ha-bían curado y solamentedos, Uribe y Marcaida, sedemoraron algún tiempomás a la hora de reintegrarsea sus entrenamientos.

Esta anécdota pone enevidencia algunas de lasprincipales característicasde aquella epidemia: el grannúmero de personas conta-giadas, la benignidad de sucurso, y su mayor difusiónentre la juventud.

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que invitó a Enrique Angolotti, ilus-tre epidemiólogo. Todavía no se ha-bía producido el fuerte incrementode casos ocurrido al final de la déca-da, y la conclusión de los académi-cos fue la de aconsejar una prudenteespera, si bien los pediatras bilbai-nos eran de otra opinión.

Pero el incremento de casos ob-servado hasta 1960 aconsejó modi-ficar aquel criterio e iniciar unacampaña de vacunación masiva conla vacuna Salk. En Bizkaia, a dife-rencia de lo ocurrido en otras zonas,esto fue posible porque hubo unacuerdo pleno entre la SeguridadSocial, la Dirección Provincial deSanidad y el Instituto Municipal deVacunación de Bilbao. La Cruz Ro-ja y otras entidades benéficas se su-maron al acuerdo y algún benefactorprivado aportó fondos con los quesufragar el coste de las vacunas.También la casa comercial ParkeDavis colaboró con el suministro desu vacuna a un precio moderado.

Así fue que en el año 1961 se ini-ció una campaña de vacunación gra-tuita masiva para todos los niños viz-cainos de entre seis meses y cincoaños; cosa que no se hizo en otras re-giones españolas. Se organizaron 5puntos de vacunación en Bilbao yotros 17 en Bizkaia; se hizo una pu-blicidad extensa y se consiguió vacu-nar al 74% de la población de aquellaedad en Bilbao. Campaña que conti-nuó durante 1962 y 1963, lograndoun descenso importante en el númeroniños afectados y fallecidos, mien-tras que en el resto del País, amboscontinuaban aumentando.

Pero Albert Sabin consiguió otrotipo de vacuna, compuesta por virusvivos atenuados, que se administrabapor vía oral y no requería un almace-namiento permanente en frigorífico.Su éxito arrollador interrumpió la ex-periencia vizcaina, al lograr que fue-ra incluida en el calendario vacunalpara todos los niños, no sólo de Bil-bao y Bizkaia, sino de toda España.

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LOS que fuimos niños en los añoscincuenta del pasado siglo, recorda-mos bien el miedo que despertabaesta enfermedad, y los titulares conlos que los periódicos acogieron eldescubrimiento de las vacunas quepermitían prevenirla. Y volvemos arecordarlo cada vez que nos encon-tramos con alguna de las personasque fueron afectadas por ella yarrastran todavía las consecuenciasde las parálisis que les causó. Pen-sando en ellas y en su lucha por lo-grar vencer a las secuelas de la en-fermedad y poder desarrollar una vi-da activa, traeremos aquí algunas delas curiosas características de estaterrible enfermedad.

La enfermedadLa poliomielitis es una enferme-

dad muy contagiosa causada por unvirus que invade el sistema nerviosoy puede causar parálisis en breveplazo. Afecta principalmente a losniños. Afortunadamente, la mayorparte de las personas afectadas sonasintomáticas o solamente desarro-llan una leve enfermedad febril in-distinguible de otras afecciones víri-cas; pero en un pequeño porcentajede los niños infectados, aproxima-damente en cinco de cada mil, el vi-rus invade el sistema nervioso, afec-ta a las neuronas motoras de la mé-dula espinal, y ocasiona parálisismusculares que en la mayoría de lospacientes afectan a uno o los dosmiembros inferiores. Entre el 5 y el10% de ellos sufre también parálisisde los músculos respiratorios quepueden ocasionar la muerte. Paraevitarlo fueron construidos los lla-mados “pulmones artificiales” o“pulmones de acero”, donde eran in-troducidos los niños afectados ydonde un sistema de presión negati-va les facilitaba la respiración. Larecuperación de las parálisis causa-das resultaba muy difícil y era habi-tual que quedaran secuelas perma-nentes, para toda la vida.

Su incidencia en Bilbao.Alarma social

A diferencia de otras enfermeda-des infecciosas que afectaban sobretodo a los países pobres, la polio-mielitis es una enfermedad cuya in-cidencia fue creciendo notablemen-te durante el siglo XX en las regio-nes desarrolladas. Se daba la para-doja de que, a medida que descendíala mortalidad infantil en ellas, debi-do a los progresos de la higiene y lasanidad, iba incrementándose el decasos de enfermos de poliomielitis.

En Bilbao el número de niñosafectados por esta enfermedad eratan pequeño durante los años ante-

nimiento en frío. Tuvo un éxito in-mediato en los Estados Unidos, aun-que un grave incidente, atribuible aun defecto en la preparación de lavacuna en una pequeña partida, difi-cultó su implantación. En la Españafranquista las luchas internas por elpoder contribuyeron también a re-trasar la vacunación gratuita y uni-versal, aunque desde aquel mismoaño se inició un tímido proceso quesólo alcanzaba a sectores muy mino-ritarios de la población.

En Bilbao, la Academia de Cien-cias Médicas organizó en 1955 unasesión dedicada a la posibilidad devacunar a los niños vizcainos, a la

riores a la Guerra Civil, que ni si-quiera era registrado en un epígrafeespecífico y se incluía en los aparta-dos de “otras enfermedades”; perofue creciendo y el Boletín de Esta-dística Municipal incluyó en la esta-dística de mortalidad infantil unapartado “Poliomielitis aguda” en elaño 1952. El número de niños afec-tados en la Villa llegó a acercarse ala treintena cada año a mediados deaquella década. La tasa de mortali-dad por cien mil habitantes creciódesde una media de 0,3 en los añostreinta y cuarenta, a 2,3 en los cin-cuenta. Lejos aún de los 23 casosmortales por cien mil habitantes deSuecia o los 32 de Dinamarca enaquellos años. Sin embargo, las ci-fras oficiales publicadas por el Go-bierno Español eran muy poco fia-bles y reflejaban la práctica de ocul-tar los datos negativos por parte dela Dictadura.

La verdad es que no eran tantoscasos como para causar gran alarmaentre la población, pero el hecho deque tanto en la Europa desarrolladacomo en los Estados Unidos, el nú-mero de enfermos fuera muy supe-rior y siguiera creciendo, permitíavaticinar que aquí ocurriría lo mis-mo. Así lo interpretaba la prensa dela época que reproducía con grandestitulares las noticias procedentes deotros países referentes a brotes dePolio y a las medidas, a veces des-proporcionadas, tomadas en ellos;tales como cierres de escuelas, su-presión de espectáculos públicos,etc. Además, era impactante ver lassecuelas que dejaba en los pobresniños afectados; que se veían obli-gados a largos tratamientos de reha-bilitación. Con ellos desarrolló el

Sanatorio de Gorliz su última granetapa, cuando la tuberculosis infan-til, para cuyo tratamiento había sidoestablecido, había remitido notable-mente a raíz del descubrimiento deun tratamiento eficaz para aquellaenfermedad.

Las vacunas antipolioEn el año 1955 la prensa mundial

daba a conocer el anuncio realizadopor Jonas Salk de que su equipo deinvestigadores había probado conéxito una vacuna contra la poliomie-litis, compuesta por virus muertos oinactivados que se administraba porvía inyectable y requería su mante-

LA utilización masiva de la vacuna en todo el mundoha conseguido que la poliomielitis haya quedado ca-si erradicada. Y debemos decir “casi” porque todavíaaparecen casos en algunos países de Asia o África,como el brote ocurrido en Siria hace apenas un par demeses. Además, existe un pequeño riesgo de quepueda ser transmitido a los países desarrollados, ries-go que proviene de la presencia de personas sin va-cunar que viajan a países no seguros y de la existen-

cia de núcleos de población que no llevan a sus niñosa vacunarse contra esta enfermedad. Así se produje-ron los últimos brotes de poliomielitis en España, ha-ce poco más de 25 años.

Por ello, no se debe bajar la guardia frente a la po-liomielitis, se mantiene un plan de acción para man-tener al País libre de la enfermedad y celebramos el“Día Mundial contra la Poliomielitis” cada 24 de oc-tubre.

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D U R A N T E la última década delsiglo XIX, la población de Bilbaosufría en su salud las consecuen-cias negativas del proceso de in-dustrialización acelerada que esta-ba transformando la antigua y pe-queña villa comercial en una ciu-dad mucho más poblada y muy in-salubre. La infancia bilbaina, so-bre todo, se veía diezmada añotras año por una pléyade de enfer-medades infecciosas cuya propa-gación estaba favorecida por elhacinamiento y las pésimas condi-ciones sanitarias en que vivía. Unniño de cada cuatro nacidos falle-cía antes de cumplir su primer añode vida y también eran elevadaslas tasas de mortalidad entre el añoy los cuatro años de edad. Las in-fecciones respiratorias, las diarre-as, la viruela y el sarampión eranlas principales causantes de estaterrible mortandad; aunque detrásde ellas podemos descubrir la pre-sencia de los trastornos nutricio-nales y las carencias higiénicas.

La buena yla mala re p u t a c i ó n

Es muy curioso el hecho de queel sarampión sea considerado pornuestra sociedad como una enfer-medad infantil benigna o, al me-nos, no muy maligna, mientras laviruela ha dejado una huella degravedad o mortalidad, teñida qui-zás de un cierto tinte de romanti-cismo derivado de su aparición enla literatura del siglo XIX y en al-gunas películas basadas en obrasclásicas de aquel siglo. Sin embar-go, en aquel Bilbao finisecular,ambas competían en cuanto a nú-mero de víctimas causadas. E in-cluso parece que se repartían losaños, pues encontramos que entre

1897 y 1906, ambas causaron unnúmero similar de defunciones enla Villa, 1.260 la viruela y 1.112 elsarampión; pero alternando de talforma que el año en que los casosde viruela eran muchos, descendí-an las víctimas del sarampión, y ala inversa. Y esto no era una nove-dad en Bilbao, pues un estudio re-alizado por Gumersindo Gómez:Cómo se vive y cómo se muere enB i l b a o, publicado en 1896, reco-gía tasas de mortalidad parejas pa-ra estas dos enfermedades, con unpromedio anual de 1,8 y 1,4 falle-cimientos por mil habitantes, quecorrespondías a 1.374 fallecimien-tos por viruela y 1.172 por saram-pión entre los años 1878 y 1894.

En el año 1903 se refunda elInstituto Municipal de Va c u n a c i ó ny se obtienen grandes éxitos en lalucha contra la viruela, que se co-loca en camino de ser erradicada;

sin embargo, los fallecimientospor sarampión, aunque tambiénvan descendiendo, siguen siendopreocupantes y suman 1.361 entre1907 y 1926, frente a sólo 96 deviruela en igual periodo.

Y este dato no era privativo de

Bilbao y de aquella época, pues elsarampión había causado estragosdesde hacía siglos en Europa y enla América recién conquistada,donde una población indefensa su-frió esta enfermedad con mayormortalidad que la europea, más fa-

miliarizada con ella y con másdefensas. (Todavía en el año1883, se describió su desbastadorimpacto en las poblaciones de lacuenca del Amazonas, dondeocasionó una mortalidad por en-cima del 20% y la eliminación detribus enteras). Sin embargo, nopasó a la leyenda como la viruela,y no es extraño que todavía hoysean numerosos quienes la consi-deran una enfermedad leve.

Volviendo al Bilbao industriali-zado, encontramos que a partirdel año 1924 la mortalidad porsarampión fue reduciéndose pocoa poco, disminución que debemosatribuir a la mejora de las condi-ciones higiénicas y nutricionalesde la infancia bilbaina, y ya en losaños cincuenta del siglo pasado,eran ya menos de una por año lasvíctimas que se registraban enB i l b a o .

La enfermedadEl sarampión es una enferme-

dad que afecta principalmente alos niños, pero también a adultosjóvenes, causada por un Morbili-virus, de la familia Paramyxoviri-dae, y prevenible por vacunación.Es uno de los virus más contagio-sos que se conocen, provoca fie-bre elevada, erupción cutánea,conjuntivitis y síntomas respira-torios; pero lo más temible de ellason sus complicaciones: neumo-nía y encefalitis sobre todo. Secontagia por contacto con fluidosnasales o bucales de una personainfectada, ya sea directamente o através de vía aérea.

Fue descrita y diferenciada dela viruela por el médico persaRhazes en siglo IX, en su obratraducida al latín como De morbi -lis et variolis.

Durante muchos años, hasta eldescubrimiento de una vacunacontra él, no hubo ningún trata-miento eficaz ni preventivo ni cu-rativo, limitándose los médicos aadministrar fármacos que alivia-ran sus síntomas y a tratar susc o m p l i c a c i o n e s .

La vacuna y la erradicacióndel sarampión

En el año 1954, Enders y Pee-bles consiguieron cultivar el virussalvaje del sarampión en cultivoscelulares de tejido renal humano,lo que supuso el paso previo parala obtención de la vacuna que em-pezó a utilizarse en EEUU en1963. Su difusión por el mundodesarrollado ha permitido una re-ducción paulatina del número deniños afectados por esta enferme-dad, e incluso platear su erradica-ción; tal como sucedió hace yacasi medio siglo con la viruela.

Desde entonces el número decasos de sarampión registradosen Bilbao ha ido disminuyendodesde cifras de dos mil niñosafectados en los años 60 hasta lostreinta o cuarenta anuales de1989-90 y los menos de tres poraño de finales del siglo XX. Estareducción ha ido acompañada dela ausencia de mortalidad por estac a u s a .

En lo que al mundo se refiere, araíz de las actividades para exten-der la vacunación incluidas en lallamada “Iniciativa Sarampión”,

en la que colaboran la Cruz Roja,los Centros para el Control y Pre-vención de Enfermedades de losEstados Unidos (CDC), la Funda-ción de las Naciones Unidas,UNICEF y la Organización Mun-dial de la Salud (OMS), las muer-tes por sarampión han bajado un75%, desde las 873.000 causadasen el año 1999 hasta las 197.000del 2007. África ha tenido el ma-yor éxito cayendo ese mismo por-centaje en sólo 5 años. (desdeunas 506.000 hasta unas1 2 6 . 0 0 0 ) .

Aún así, OMS considera que elsarampión es todavía la primeracausa de muerte infantil preveni-ble por vacunación. Esperemosque en pocos años se consiga suerradicación en todo el mundo.

No debemos bajar la guardiaAunque sólo se hayan registra-

do tres casos de sarampión ennuestra Villa durante la última dé-cada, la experiencia de otros paí-ses europeos como Alemania o elReino Unido, donde se han desa-rrollado hace muy pocos añosbrotes de sarampión en niños novacunados, significa una llamadade atención que nos obliga a se-guir vacunando a nuestra infanciay a mantener los programas depromoción de esta vacuna.

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Page 14: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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ES probable que la fiebre tifoideano se encuentre entre las enferme-dades infecciosas que más preocu-pan a nuestros coetáneos, ni tam-poco al vecindario bilbaino de lossiglos pasados, más angustiadopor otros brotes epidémicos; sinembargo fue una constante pesadi-lla para los galenos de la Villahasta hace unos pocos años.

Recuerdo históricoDurante muchos años la medici-

na no supo distinguir las diferen-cias entre distintos tipos de fiebresy todavía hoy se nos presentan se-rias dificultades para identificar lacausa de las distintas epidemiasque afectaron a nuestra Villa entiempos pasados. Así fue que du-rante muchos años se desarrolla-ron en Bilbao brotes epidémicosde enfermedades febriles cuyo ori-gen no podemos precisar, aunquepodamos suponer que en algunoscasos se trataría de fiebre tifoidea.

En 1829, el médico francésCharles Louis identificó los sínto-mas que diferenciaban la tifoideade otras fiebres y describió sus le-siones típicas en el bazo, en los in-testinos y en los folículos linfáti-cos mesentéricos. Poco después,otros galenos pusieron en eviden-cia su contagiosidad y, en 1873 ,W. Budd en Inglaterra demostróque la descarga intestinal era unode los medios principales de pro-pagación de la fiebre por la conta-minación del agua. Desde enton-ces sabemos que la transmisión deesta enfermedad se produce exclu-sivamente de una persona, biensea enfermo o bien portador sano,a otra; generalmente por contami-nación fecal de las aguas; bien poringestión de vegetales crudos re-gados con ellas, por fruta lavada, obien por ingestión de la propiaagua contaminada. Las ostras y losmoluscos que se ingieren crudos osin previa cocción adecuada, sontambién una vía de transmisión deesta enfermedad.

BilbaoIgnoramos cuándo comenzaron

a diagnosticar con seguridad estaenfermedad los médicos bilbainos;pero parece razonable aceptar quefue en la década de 1840, pues sa-bemos que no se mencionó estaposibilidad con motivo de un broteepidémico ocurrido en el año 1837que afectó a un elevado número desoldados del regimiento de caza-dores de Isabel II, acuartelado enBilbao, a numerosos prisioneroscarlistas allí custodiados y a la po-blación en general; sin embargo,una epidemia ocurrida en San Se-bastián en agosto de 1845 que sepropagó a Azkoitia, fue claramen-

te identificada como Fiebre Tifoi-dea y tuvo un eco importante entodo el País Vasco.

En cualquier caso, a partir de1847 tenemos constancia de cómoeran identificados los casos queaparecían en Bilbao y cómo lasautoridades locales trataban de co-nocer lo ocurrido para tratar de to-mar medidas correctoras. Exami-naremos uno de aquellos episo-dios como ejemplo que representaa otros muchos similares.

Brote de fiebre tifoideaAllá por el verano del año 1893,

los médicos del asilo de las Her-manitas de los Pobres, CelestinoMasip y Manuel de Montealegre,dieron parte del fallecimiento dedos ancianos por Fiebre Tifoidea.El alcalde envió inmediatamentecomo delegado suyo al concejalVicente Sanz, médico, y lo notifi-có al Inspector Provincial de Sani-dad, José A. de Camiruaga. Losdos, en compañía de los médicosdel asilo, realizaron una detenidavisita al mismo y encontraron adiez novicias afectadas, que másadelante serían catorce. Sin em-bargo, sólo una de las personasasiladas sufría una leve enteritis.Sospecharon que el origen delcontagio era el agua del patín queutilizaban para beber y, una vezconfirmada la sospecha por el La-boratorio Municipal, ordenaron laclausura del aquel depósito y laconexión con la red de suministro

de agua de la Villa, cosa que se re-alizó en pocos días. A pesar deello, y de otras medidas tomadas,fallecieron al menos otras dos per-sonas.

Este episodio nos permite pre-sentar algunas de las característi-cas más importantes de aquellosbrotes epidémicos:

- El elevado número de noviciasafectadas, mujeres jóvenes llega-das de otras localidades que no ha-bían bebido nunca el agua infecta-da, contrastaba con la escasa difu-sión de la enfermedad entre los an-cianos asilados, acostumbrados abeberla e inmunizados por ellocontra el contagio.

- El importante papel del aguade consumo como vehículo trans-misor de la enfermedad.

- La prontitud y eficacia de lareacción de las autoridades.

- La generalización del conoci-miento, tanto del diagnóstico co-mo de las formas de contagio de

esta enfermedad.- La importancia del laboratorio

como herramienta auxiliar para laconfirmación de las sospechas ba-sadas en la clínica.

El suministrode agua a Bilbao

A pesar de conocer el papel delagua de consumo en el contagiode esta enfermedad y en otras en-tre las que cabe destacar el temiblecólera que en septiembre de aquelmismo año de 1893 volvió a casti-gar a la Villa, las autoridades mu-nicipales no fueron capaces de re-solver aquel grave problema y elsuministro de agua potable al ve-cindario de la Villa continuó sien-do un sueño inalcanzable. Y nosólo en aquellos años, sino en lasprimeras décadas del siglo XX,pues Bilbao no tuvo un suministroadecuado de agua potable hastaagosto de 1933, cuando el alcaldeErnesto Ercoreca abrió la llaveque comunicaba el pantano de Or-dunte con la red de suministro deagua a la Villa.

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La fiebre tifoidea es una enfer-medad infectocontagiosa pro-ducida por una bacteria deno-minada Salmonella typhi quecursa comúnmente por males-tares, anorexia, mialgia, fiebrecreciente (39º-40ºC), calam-bres abdominales, dolores decabeza y hepatoesplenomega-lia, aunque se han descrito for-mas más graves con disfuncióncerebral, delirio y shock, o per-foraciones y hemorragias in-testinales. No debe de confun-dirse con las enfermedadesproducidas por otras salmone-las que, desde el punto de vistaclínico se manifiestan comouna gastroenteritis. En nuestropaís fue endémica durante mu-

chos años y sólo a finales delsiglo XX se consiguió que elnúmero de casos descendiera.

En 1880, Eberth identificó elpatógeno en los tejidos de lospacientes y, en 1884, Gaffky enAlemania cultivó y aisló la Sal-monella typhi.

En 1896, Pfeiffer y Kolleen Alemania, y Wright en In-glaterra desarrollaron la prime-ra vacuna para aplicación enseres humanos. Ese mismoaño, Widal informó que el sue-ro convaleciente de pacien-tes de tifoidea aglutinaba labacteria salmonela, lo que diolugar al término “aglutininas”y la prueba serológica de diag-nóstico.

En 1948, Theodore E. Wo-odward y J. E. Smadel dieron aconocer la acción eficaz delcloranfenicol en el tratamientode la fiebre tifoidea.

En la actualidad la fiebre ti-foidea es una enfermedad dedeclaración obligatoria y losdatos recogidos por el EUS-TAT muestran una débil inci-dencia, con diez casos en 1997y tres en 2005 en toda la Co-munidad Autónoma; muy lejosde los más de cien casos decla-rados solamente en Bizkaia enlos años 1978 ó 1983 o de losdoscientos cincuenta y tres re-gistrados en Bilbao en 1959,año en que la Villa sufrió el úl-timo brote de esta enfermedad.

Page 15: Epidemias y enfermedades en Bilbao

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DESDE los años anteriores a la IIGuerra Mundial, el mundo desa-rrollado sufrió un inquietante in-cremento del número de defuncio-nes causadas por la arterioesclero-sis; bien por infartos de miocardio,bien por accidentes cerebro-vas-culares. Y no sólo causaron alar-ma las defunciones, sino que la si-tuación de invalidez en que queda-ban muchos de los supervivientesa estas enfermedades fue tambiénmotivo de graves problemas yhonda preocupación. Una verda-dera epidemia de enfermedadescardiovasculares se cernía, prime-ro sobre Europa y América y lue-go sobre todos los continentes. Loocurrido en Bilbao, aunque conunos años de retraso con respectoa los Estados Unidos, no fue dife-rente. En poco más de treinta añosestas enfermedades pasaron de serresponsables de 40 muertes porcada mil (año 1920) a serlo de 286en el año 1951. Y esto fue a másdurante los años sesenta y setenta.

Los tratamientos médicos al usopara aquellas enfermedades eranmeros recursos paliativos y la ci-rugía era considerada como un im-posible; por tanto, la Medicina seveía impotente para hacerles fren-te. Además, el infarto de miocar-dio y la angina de pecho afectabancon frecuencia a hombres todavíajóvenes y situados en puestos degran responsabilidad, lo cual con-tribuyó a elevar el nivel de alarma.

Nuevos tratamientos médicosy quirúrgicos

No duró mucho esta impoten-cia, porque la magnitud del pro-blema obligó a dirigir los esfuer-zos de la investigación médica enbusca de soluciones. Mejoraronlos medios de exploración y sur-gieron algunos nuevos medica-mentos, para dejar paso, después,a nuevas técnicas quirúrgicas y alas maravillas de la radiología in-tervencionista. También los im-plantes externos o internos y, porúltimo, los trasplantes de corazón,último recursos en procesos cróni-cos que no tienen otra solución y alos que brindan unos resultadosmás que aceptables. En Bilbaofueron los Hospitales de Cruces yBasurto los primeros en incorpo-rar las modernas técnicas de trata-miento, que inmediatamente fue-ron aplicadas igualmente en lasmejores clínicas privadas.

También se produjo un avanceimportante en el reconocimiento ytratamiento de los factores de ries-go que eran la causa de la arterio-esclerosis, y así fueron identifica-dos el tabaquismo, la hipertensiónarterial, los desequilibrios de losniveles de algunas grasas (coleste-rol), la diabetes, etc. Esto permitiódirigir los esfuerzos terapéuticosno a los casos de enfermedad ma-nifiesta, sino a los estadios pre-vios.

Con todo ello, cuando el sigloXX llegaba a su fin, se había con-

seguido invertir la tendencia y lascifras de mortalidad por estas en-fermedades habían comenzado adescender. Pero el problema se-guía siendo de primera magnitud ylos grandes estudios de salud de lapoblación realizados en distintospaíses continuaban señalando a laarterioesclerosis como un fantas-ma temible que continuaba ace-chando nuestras vidas.

PrevenciónEs entonces cuando surge una

idea que en unos pocos años ha ca-lado en nuestra sociedad: la arte-riosclerosis tiene su origen ennuestros hábitos de vida y sólo

modificando estos podremos pre-venirla. Para evitarla debemosevitar el tabaco, cuidar nuestradieta y nuestro colesterol, vigilarel peso y la tensión arterial, ade-más de realizar actividad física.Pero estas ideas, ahora tan comu-nes, resultaban incluso ridículas alos oídos de la población bilbaínadel año 1970, y de aquí surge unapregunta: ¿cómo se ha llegado a laextensión pública de este conven-cimiento? La respuesta la encon-traremos mirando los esfuerzosaunados de muchas personas y en-tidades diferentes entregadas a laprevención de la arterioesclerosis.

El pistoletazo de salida provie-ne de un estudio epidemiológicoque tuvo su inicio en el año 1948en Framingham, una ciudad deMassachussets, próxima a Boston,cuyos habitantes participaron vo-luntaria y desinteresadamente enuno de los estudios epidemiológi-cos más importantes de la historiade la medicina moderna, cuyosprimeros resultados, obtenidostras años de estudio, señalaban losfactores de riesgo cardiovascular,en especial el estilo de vida, la die-

ta, la realización de actividad físi-ca y el consumo de tabaco, alco-hol y café.

Éste y otros estudios similarescomenzaron a ser difundidos entrela clase médica, que se preguntaba¿cómo hacerlos llegar a la pobla-ción? Surgieron entonces campa-ñas dirigidas desde distintos go-biernos y asociaciones médicas.Sin menospreciar sus resultadosdebemos decir que quizás dos delos medios más efectivos hayansido los medios de comunicaciónde masas, que han insistido reite-radamente sobre ello, y la partici-pación de las asociaciones de en-fermos y de familiares de enfer-mos.

En este sentido merece ser des-tacada la “Semana de Prevenciónde la Arteriosclerosis” que desdeel año 1992 viene siendo organi-zada anualmente en Bilbao, en laque han colaborado durante añosla Asociación Vizcaína para enfer-mos de Trombosis (AVET) y laFundación para la Investigación yDocencia de las EnfermedadesCardiovasculares (FIDEC), here-dera de la antigua Fundación Viz-caya Pro Cardiacos, que había si-do pionera en el campo de la pre-vención de enfermedades cardio-vasculares, y lugar en el que se ha-bían formado la mayor parte delos cardiólogos que ahora estabantratando a los pacientes cardiovas-culares, bajo el magisterio delgran cardiólogo bilbaino MiguelIriarte Ezcurdia.

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LA XXI Semana de Prevención de la Arterioscle-rosis y Enfermedades Cardiovasculares se cele-brará del 8 al 11 de mayo en la Arrupe Etxea deBilbao (calle Padre Lojendio, 2).

El martes 8 de mayo, a las 18:00h., se celebra-rá el acto inaugural que contará con la participa-ción de Merces Estébanez, directora de Salud Pú-blica del Gobierno vasco; el Alcalde de Bilbao,Iñaki Azkuna; Miguel A. Gutiérrez Ortiz, vice-rrector de Investigación de la UPV; José AntonioIriarte, presidente de la Fundación FIDEC y vice-presidente de la Real Academia de Medicina delPaís Vasco y Maite Feito, directora de la Escuelade Enfermería de la UPV.

El miércoles 9 de mayo, se iniciará con una Co-

mida Cardiosaludable (Vía Vieja de Lezama, 75),más tarde, a las 18:30, se celebrarán una MesaRedonda y varias Conferencias donde interven-drán: Victoria Castellano, Jesús Pablo Sáez deLafuente, Ricardo Franco, Javier Aranceta, JuanGondra y Maite Guimón.

Por último, el viernes 11 de mayo, se celebra-rán dos conferencias a cargo de los doctores JoséAntonio Iriarte y Enrique Molinero.

En las conferencias y mesas redondas se trata-rán temas como El estilo de vida cardiosaludable,Dieta Mediterránea y Salud Cardiovascular, Ac-tividad física saludable a cualquier edad, Facto-res de riesgo de la aterotrombosis y su preven-ción, entre otros.

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