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| Domingo 7 De septiembre De 2014 enfoques | 3 Enzo Traverso. “La sociedad hoy no genera utopías, y los intelectuales son el espejo de esa impotencia” Italiano de nacimiento, graduado en la Universidad de Génova, Traverso se doctoró en la Ehess en París y du- rante 20 años ejerció la docencia en Francia. Hoy, lo hace en la Univer- sidad Cornell (Estados Unidos) y es uno de los más importantes histo- riadores de las ideas del siglo XX. –En la historia hubo distintas definiciones de la figura del inte- lectual. ¿Cuál elegiría hoy? –Ciertamente, hay varias definicio- nes de “intelectual” como figura social y muchas de ellas hoy tienen pertinencia. Si se trata de sugerir una definición general, para mí el intelectual es un hombre o una mu- jer que produce ideas, que trabaja con su pluma o computadora, que produce conocimientos, que puede crear también –un escritor, un ar- tista– y que al mismo tiempo toma una posición en el espacio público con respecto a los problemas del conjunto de la sociedad, en el mun- do global. Lo que hace de Einstein un intelectual no es la creación de la teoría de la relatividad, sino el hecho de que después de la Primera Guerra Mundial tomó posición sobre el fas- cismo, la guerra y la paz, y sobre las relaciones internacionales. –O sea, requiere autonomía crí- tica, perspectiva universalista y capacidad de denuncia. –Sí, el intelectual debe tomar posi- ción, aunque también se pueda dis- cutir sobre las posiciones que toma. No todos los intelectuales tienen esa autonomía crítica y eso es un proble- ma fundamental que se plantea en la historia de los intelectuales del siglo XX. Uno de los peligros que histórica- mente afecta la figura del intelectual es la caída, la limitación o la abdica- ción de su autonomía crítica. –Hoy se suele llamar “intelectua- cuando toma posiciones sobre un conjunto de problemas políticos y sociales es porque es una autoridad que está arraigada en su obra. –Los medios de comunicación e Internet han modificado las for- mas de circulación y de debate de ideas. ¿Qué destrezas nuevas le exigen a un intelectual? –Hay una actitud conservadora y muy estéril en quienes rechazan el uso de los medios de comunicación, como muchos intelectuales en la década del 60 o 70 con respecto a la televisión. Pero otra cosa muy dis- tinta es plegarse y postrarse comple- tamente a las reglas, las pautas y los mecanismos de funcionamiento de los medios. Es decir, tener dos segun- dos en televisión para expresar una idea. Aceptar este tipo de restriccio- nes implica la destrucción del pen- samiento. Pero si yo tengo que decir algo sobre lo que está ocurriendo en Palestina o sobre las relaciones en- tre la Argentina y los bancos, utilizar los medios es fundamental. –¿Cree que en el debate público el “experto” y el especialista han ganado terreno y visibilidad, en detrimento del lugar que anteriormente ocupaba el inte- lectual? –Creo que sí. Eso es una tendencia general. Los sistemas de poder son muy complejos y se necesitan com- petencias técnicas. La universidad se reformó y se reorganizó para formar técnicos y especialistas capaces de articular los mecanismos del poder. La especialización es inevitable en el complejo mundo de hoy. No preten- do hacer un alegato en contra de los saberes específicos y las especializa- ciones. Sería una batalla retrógrada y perdida desde el principio. Hay expertos que tienen competencias que la gente común no tiene y esas a lo largo del siglo XX. Esa figura del intelectual como crítico del poder me parece que es muy débil hoy y su voz es inaudible. –¿Qué sucede cuando un inte- lectual deviene funcionario pú- blico? ¿Es posible mantener la mirada crítica o necesariamen- te se transforma en publicista o propagandista? –Es una tentación muy fuerte: que un intelectual que tiene una visión del mundo quiera actuar y para lograrlo establezca un vínculo or- gánico con el poder, con un partido político o un movimiento. Ése es el problema de la ceguera que afectó a muchos y que se planteó en el pasa- do con respecto a Cuba, se plantea hoy con respecto a la Venezuela de Chávez y también con el peronismo en la forma kirchnerista. Algunos intelectuales que comparten las po- siciones de los Kirchner con respec- to a los derechos humanos cayeron en la trampa peligrosa de volverse intelectuales orgánicos del kirchne- rismo. No quiero meterme en el de- bate argentino, porque miro al país desde la distancia, pero una cosa es apoyar una determinada posición del Gobierno, y otra distinta es vol- verse propagandista de un gobierno. Ésa es una abdicación del papel crí- tico del intelectual. –¿En que medida la gravitación que antes tenían los intelectua- les la tienen hoy los economis- tas? –Los economistas han ganado lugar porque en el mundo de hoy la polí- tica está aplastada por la economía. En el caso de la Unión Europea, por ejemplo, quienes deciden la polí- tica económica de Francia, Italia y Alemania son el Banco Central Europeo, el FMI, el Banco Mundial. Y los economistas no pueden tener les” a profesionales de la acade- mia, profesores universitarios e investigadores. ¿Hay un abuso del término “intelectual”? –El problema no es tanto el abuso, sino que hay que ser consciente del papel del intelectual y del hecho de que el intelectual representa hoy una capa mucho más grande que antes. Al final del siglo XIX, los inte- lectuales eran una pequeña porción en la sociedad, que tenía el monopo- lio de la palabra y de la escritura, y el espacio público estaba estructurado en torno a esa pequeña capa de pri- vilegiados. Hoy ser un universitario, un investigador significa hacer cual- quier trabajo y no implica pertene- cer a una elite. El abuso puede darse en la medida en que hoy el universo mediático produce “intelectuales” y hay mucha gente que es respetada, que tiene una palabra muy escu- chada y cuya autoridad es artificial- mente construida por la televisión. Y no estoy seguro de que podamos llamarlos “intelectuales”. –¿Por ejemplo? –Un ejemplo en Francia es Bernard Henri-Levy. Es la típica figura cons- truida por los medios de comuni- cación cuya obra es un apéndice de su papel público como figura me- diática. La industria cultural es la reificación del espacio público, y en ese espacio se crean nuevas figuras que son productos del mercado y del capitalismo neoliberal en el campo de la cultura. Y eso es distinto de los escritores, investigadores, artistas y científicos que produjeron una obra y que además explotaron su autori- dad y su influencia para tomar una palabra en el espacio público. Es el caso del escritor Mario Vargas Llosa, a quien admiro mucho como escri- tor, aunque políticamente tengo dis- crepancias de él. Si él es escuchado pensamiento crítico en la medida en que la mayoría de los que toman po- sición públicamente en los diarios financieros son quienes tienen vin- culaciones orgánicas con el mundo financiero. Ésa es una realidad tanto en Alemania como en EE.UU., Brasil y la Argentina. Entonces, se transfor- man en intelectuales orgánicos en el sentido gramsciano. Gramsci define a los intelectuales como una capa social cuyo papel es elaborar una visión del mundo vinculada a una clase social. Esa definición en mu- chos aspectos todavía sigue vigente. Los economistas son los intelectua- les por excelencia del capitalismo financiero en el mundo neoliberal: intervienen en los debates públicos como expertos y si vemos los suel- dos que muchos de ellos obtienen de los bancos u organismos que asesoran, son mucho más altos que el que reciben como investigadores o universitarios. –Hoy, el intelectual parece más dedicado a extraer las lecciones del pasado y a pensar el presente que a debatir alternativas de fu- turo. ¿Cree que hay un déficit de debates sobre el futuro? –Cuando yo hablo del eclipse de las utopías no lo entiendo como una limitación específica de los intelec- tuales. Los intelectuales son los que formulan un imaginario colectivo y visiones que para existir tienen que estar arraigadas y empujadas por la sociedad. El problema es que la so- ciedad misma hoy no mira al futuro, no genera utopías, y los intelectua- les son el espejo de esta impotencia. Entonces, no se puede pedir a los intelectuales que “sobrepasen” los límites de su época. Ésa es la contra- dicción fundamental del mundo de hoy: es una temporalidad de acelera- ción permanente con un horizonte cerrado, sin proyección al futuro y sin ninguna estructura prognósti- ca. Y eso explica también la obsesión por la memoria. –¿Porque una sociedad que no mira al futuro no tiene otra op- ción que mirar al pasado? –Exacto, una sociedad que no tiene futuro está “casi obligada” a mirar al pasado y esa mirada muchas veces toma un rasgo apologético: “Hay que sacar lecciones del pasado para con- firmar que el presente es un orden sin alternativas posibles porque las revoluciones fracasaron, crearon monstruos totalitarios, hubo fas- cismos y dictaduras y, entonces, hay que aceptar el orden de hoy como un orden sin alternativas”, sostiene esa sociedad. Esa falta de imaginación utópica es terrible. Hay ejemplos: la falta de alternativas y horizonte de futuro de las revoluciones árabes fue llenada por los fundamentalistas. O los movimientos de “los indignados”, que tienen una idea muy clara de qué es lo que no les gusta del mundo de hoy, pero que no tienen la capacidad de formular una alternativa. –Pero caídos los socialismos rea- les y fracasadas las revolucio- nes, ¿a qué asociar hoy la utopía? –Ésa es la gran cuestión. Las utopías de hoy son distopías: aparecen las visiones catastróficas del mundo, reforzadas también por la industria cultural. –¿Cuáles son los motivos por los que los intelectuales hoy debe- rían levantar la voz? –Hay muchos motivos y, frente a la globalización, el principal es el creci- miento impresionante y traumático de la desigualdad. Estamos viviendo la refeudalización del planeta. Esto amenaza la libertad, la democracia y la noción misma de ciudadanía. En un mundo en el cual la riqueza y la pobreza se desarrollan en for- mas extremas e incontrolables, no se puede hablar más de democracia, de una comunidad internacional o de un espacio público compartido. Desde un punto de vista social, el mundo esta volviendo al Antiguo Régimen, a pesar de que este proce- so tome rasgos posmodernos, con una aristocracia financiera en lugar de la nobleza terrateniente. La de- fensa del principio de igualdad me parece una causa central, como ya fue en el siglo XVIII para los filósofos de la Ilustración. ß figuras son fundamentales. El pro- blema es que esas figuras no tienen, en la mayoría de los casos, ninguna autonomía de pensamiento crítico. Juegan dentro del horizonte social y político de nuestro orden y eso es un problema que está vinculado a lo que yo llamo el “eclipse de las utopías”. –¿En qué sentido? –En un mundo sin utopías, en el cual el sistema económico-social, la democracia liberal, la sociedad de mercado y el capitalismo aparecen como algo natural, finalmente no se puede sino actuar como parte de ese mecanismo. Hoy falta una visión utópica que los intelectuales tenían EntrEvista Viene de tapa El economista ha eclipsado al intelectual porque la política está aplastada por la economía Volverse un propagandista del gobierno es abdicar de un papel crítico El silencio de los intelectuales frente a las crisis del mundo es ensordecedor Los indignados en Madrid, un reclamo sin utopia. Hoy el silencio de los intelectuales frente a estas crisis es “ensorde- cedor”. Es lamentable que la ma- sacre de Gaza haya tenido lugar frente a la indiferencia general. En el pasado, los intelectuales ju- garon un papel fundamental para sensibilizar y movilizar la opinión internacional en contra de gue- rras, conflictos y opresiones. Basta pensar en la guerra civil española, en la guerra de Vietnam o a la de- nuncia de las dictaduras militares en Chile y Argentina. Es verdad que en aquellas épocas las cau- sas que defendían los intelectua- les eran más claras; el mundo es- taba dividido y no era difícil elegir su parte: contra el fascismo, con- tra el imperialismo, para la libera- ción de los pueblos, en defensa de la democracia. Hoy el mundo pa- rece más complejo y confuso. No es fácil tomar posición con respec- to a Siria o Libia. Y denunciar la masacre de los palestinos implica también criticar a Hamas y su mo- delo de sociedad. Pero eso no jus- tifica el silencio. Para alertar a la opinión y promover una reflexión en el espacio público, los intelec- tuales tendrían que estar un pa- so adelante. Hoy parecen estar un paso atrás. Bastó con convenir coordenadas en el ciberespacio para concretar un encuentro virtual con Enzo Traver- so a través de Skype. Es que este ita- liano, que vivió y trabajó por más de un cuarto de siglo en Francia, desde hace dos años está instalado en Es- tados Unidos, donde se desempeña como profesor de humanidades en la Universidad Cornell. Italiano de nacimiento, francés por adopción y ciudadano del mundo, Traverso habla un caste- llano perfecto, idioma en el que se realizó la entrevista. Sus cam- pos de investigación, cuenta, son la historia intelectual europea y la historia del pensamiento políti- co, trabajadas a través del “prisma judío”: el papel de los judíos en to- dos los movimientos de vanguar- dia, de la literatura a la teoría críti- ca, del psicoanálisis al marxismo. De esa manera, afirma, pudo acer- carse a la historia de las violencias del siglo XX: de las guerras a los genocidios. Entre sus libros se incluyen La vio- lencia nazi. Una genealogía europea (2003); Los judíos y Alemania. En- sayo sobre la simbiosis judío-alema- na (2005); El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria, políti- ca (2007) y La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX (2012). Mano a mano Obsesionado por las violencias del siglo XX Un futuro posible, según Traverso ¿Cuál podría ser el rol de los intelectuales de cara a los actuales conflictos en el mundo? gentileza afp

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| Domingo 7 De septiembre De 2014 enfoques | 3

Enzo Traverso. “La sociedad hoy no genera utopías, y los intelectuales son el espejo de esa impotencia”

Italiano de nacimiento, graduado en la Universidad de Génova, Traverso se doctoró en la Ehess en París y du-rante 20 años ejerció la docencia en Francia. Hoy, lo hace en la Univer-sidad Cornell (Estados Unidos) y es uno de los más importantes histo-riadores de las ideas del siglo XX.–En la historia hubo distintas definiciones de la figura del inte-lectual. ¿Cuál elegiría hoy? –Ciertamente, hay varias definicio-nes de “intelectual” como figura social y muchas de ellas hoy tienen pertinencia. Si se trata de sugerir una definición general, para mí el intelectual es un hombre o una mu-jer que produce ideas, que trabaja con su pluma o computadora, que produce conocimientos, que puede crear también –un escritor, un ar-tista– y que al mismo tiempo toma una posición en el espacio público con respecto a los problemas del conjunto de la sociedad, en el mun-do global. Lo que hace de Einstein un intelectual no es la creación de la teoría de la relatividad, sino el hecho de que después de la Primera Guerra Mundial tomó posición sobre el fas-cismo, la guerra y la paz, y sobre las relaciones internacionales. –O sea, requiere autonomía crí-tica, perspectiva universalista y capacidad de denuncia.–Sí, el intelectual debe tomar posi-ción, aunque también se pueda dis-cutir sobre las posiciones que toma. No todos los intelectuales tienen esa autonomía crítica y eso es un proble-ma fundamental que se plantea en la historia de los intelectuales del siglo XX. Uno de los peligros que histórica-mente afecta la figura del intelectual es la caída, la limitación o la abdica-ción de su autonomía crítica.–Hoy se suele llamar “intelectua-

cuando toma posiciones sobre un conjunto de problemas políticos y sociales es porque es una autoridad que está arraigada en su obra. –Los medios de comunicación e Internet han modificado las for-mas de circulación y de debate de ideas. ¿Qué destrezas nuevas le exigen a un intelectual? –Hay una actitud conservadora y muy estéril en quienes rechazan el uso de los medios de comunicación, como muchos intelectuales en la década del 60 o 70 con respecto a la televisión. Pero otra cosa muy dis-tinta es plegarse y postrarse comple-tamente a las reglas, las pautas y los mecanismos de funcionamiento de los medios. Es decir, tener dos segun-dos en televisión para expresar una idea. Aceptar este tipo de restriccio-nes implica la destrucción del pen-samiento. Pero si yo tengo que decir algo sobre lo que está ocurriendo en Palestina o sobre las relaciones en-tre la Argentina y los bancos, utilizar los medios es fundamental.–¿Cree que en el debate público el “experto” y el especialista han ganado terreno y visibilidad, en detrimento del lugar que anteriormente ocupaba el inte-lectual? –Creo que sí. Eso es una tendencia general. Los sistemas de poder son muy complejos y se necesitan com-petencias técnicas. La universidad se reformó y se reorganizó para formar técnicos y especialistas capaces de articular los mecanismos del poder. La especialización es inevitable en el complejo mundo de hoy. No preten-do hacer un alegato en contra de los saberes específicos y las especializa-ciones. Sería una batalla retrógrada y perdida desde el principio. Hay expertos que tienen competencias que la gente común no tiene y esas

a lo largo del siglo XX. Esa figura del intelectual como crítico del poder me parece que es muy débil hoy y su voz es inaudible.–¿Qué sucede cuando un inte-lectual deviene funcionario pú-blico? ¿Es posible mantener la mirada crítica o necesariamen-te se transforma en publicista o propagandista?–Es una tentación muy fuerte: que un intelectual que tiene una visión del mundo quiera actuar y para lograrlo establezca un vínculo or-gánico con el poder, con un partido político o un movimiento. Ése es el problema de la ceguera que afectó a muchos y que se planteó en el pasa-do con respecto a Cuba, se plantea hoy con respecto a la Venezuela de Chávez y también con el peronismo en la forma kirchnerista. Algunos intelectuales que comparten las po-siciones de los Kirchner con respec-to a los derechos humanos cayeron en la trampa peligrosa de volverse intelectuales orgánicos del kirchne-rismo. No quiero meterme en el de-bate argentino, porque miro al país desde la distancia, pero una cosa es apoyar una determinada posición del Gobierno, y otra distinta es vol-verse propagandista de un gobierno. Ésa es una abdicación del papel crí-tico del intelectual. –¿En que medida la gravitación que antes tenían los intelectua-les la tienen hoy los economis-tas? –Los economistas han ganado lugar porque en el mundo de hoy la polí-tica está aplastada por la economía. En el caso de la Unión Europea, por ejemplo, quienes deciden la polí-tica económica de Francia, Italia y Alemania son el Banco Central Europeo, el FMI, el Banco Mundial. Y los economistas no pueden tener

les” a profesionales de la acade-mia, profesores universitarios e investigadores. ¿Hay un abuso del término “intelectual”?–El problema no es tanto el abuso, sino que hay que ser consciente del papel del intelectual y del hecho de que el intelectual representa hoy una capa mucho más grande que antes. Al final del siglo XIX, los inte-lectuales eran una pequeña porción en la sociedad, que tenía el monopo-lio de la palabra y de la escritura, y el espacio público estaba estructurado en torno a esa pequeña capa de pri-vilegiados. Hoy ser un universitario, un investigador significa hacer cual-quier trabajo y no implica pertene-cer a una elite. El abuso puede darse en la medida en que hoy el universo mediático produce “intelectuales” y hay mucha gente que es respetada, que tiene una palabra muy escu-chada y cuya autoridad es artificial-mente construida por la televisión. Y no estoy seguro de que podamos llamarlos “intelectuales”. –¿Por ejemplo?–Un ejemplo en Francia es Bernard Henri-Levy. Es la típica figura cons-truida por los medios de comuni-cación cuya obra es un apéndice de su papel público como figura me-diática. La industria cultural es la reificación del espacio público, y en ese espacio se crean nuevas figuras que son productos del mercado y del capitalismo neoliberal en el campo de la cultura. Y eso es distinto de los escritores, investigadores, artistas y científicos que produjeron una obra y que además explotaron su autori-dad y su influencia para tomar una palabra en el espacio público. Es el caso del escritor Mario Vargas Llosa, a quien admiro mucho como escri-tor, aunque políticamente tengo dis-crepancias de él. Si él es escuchado

pensamiento crítico en la medida en que la mayoría de los que toman po-sición públicamente en los diarios financieros son quienes tienen vin-culaciones orgánicas con el mundo financiero. Ésa es una realidad tanto en Alemania como en EE.UU., Brasil y la Argentina. Entonces, se transfor-man en intelectuales orgánicos en el sentido gramsciano. Gramsci define a los intelectuales como una capa social cuyo papel es elaborar una visión del mundo vinculada a una clase social. Esa definición en mu-chos aspectos todavía sigue vigente. Los economistas son los intelectua-les por excelencia del capitalismo financiero en el mundo neoliberal: intervienen en los debates públicos como expertos y si vemos los suel-dos que muchos de ellos obtienen de los bancos u organismos que asesoran, son mucho más altos que el que reciben como investigadores o universitarios. –Hoy, el intelectual parece más dedicado a extraer las lecciones del pasado y a pensar el presente que a debatir alternativas de fu-turo. ¿Cree que hay un déficit de debates sobre el futuro?–Cuando yo hablo del eclipse de las utopías no lo entiendo como una limitación específica de los intelec-tuales. Los intelectuales son los que formulan un imaginario colectivo y visiones que para existir tienen que estar arraigadas y empujadas por la sociedad. El problema es que la so-ciedad misma hoy no mira al futuro, no genera utopías, y los intelectua-les son el espejo de esta impotencia. Entonces, no se puede pedir a los intelectuales que “sobrepasen” los límites de su época. Ésa es la contra-dicción fundamental del mundo de hoy: es una temporalidad de acelera-ción permanente con un horizonte cerrado, sin proyección al futuro y sin ninguna estructura prognósti-ca. Y eso explica también la obsesión por la memoria.–¿Porque una sociedad que no mira al futuro no tiene otra op-ción que mirar al pasado?–Exacto, una sociedad que no tiene futuro está “casi obligada” a mirar al pasado y esa mirada muchas veces toma un rasgo apologético: “Hay que sacar lecciones del pasado para con-firmar que el presente es un orden sin alternativas posibles porque las revoluciones fracasaron, crearon monstruos totalitarios, hubo fas-cismos y dictaduras y, entonces, hay que aceptar el orden de hoy como un orden sin alternativas”, sostiene esa sociedad. Esa falta de imaginación utópica es terrible. Hay ejemplos: la falta de alternativas y horizonte de futuro de las revoluciones árabes fue llenada por los fundamentalistas. O los movimientos de “los indignados”, que tienen una idea muy clara de qué es lo que no les gusta del mundo de hoy, pero que no tienen la capacidad de formular una alternativa. –Pero caídos los socialismos rea-les y fracasadas las revolucio-nes, ¿a qué asociar hoy la utopía?–Ésa es la gran cuestión. Las utopías de hoy son distopías: aparecen las visiones catastróficas del mundo, reforzadas también por la industria cultural.–¿Cuáles son los motivos por los que los intelectuales hoy debe-rían levantar la voz? –Hay muchos motivos y, frente a la globalización, el principal es el creci-miento impresionante y traumático de la desigualdad. Estamos viviendo la refeudalización del planeta. Esto amenaza la libertad, la democracia y la noción misma de ciudadanía. En un mundo en el cual la riqueza y la pobreza se desarrollan en for-mas extremas e incontrolables, no se puede hablar más de democracia, de una comunidad internacional o de un espacio público compartido. Desde un punto de vista social, el mundo esta volviendo al Antiguo Régimen, a pesar de que este proce-so tome rasgos posmodernos, con una aristocracia financiera en lugar de la nobleza terrateniente. La de-fensa del principio de igualdad me parece una causa central, como ya fue en el siglo XVIII para los filósofos de la Ilustración. ß

figuras son fundamentales. El pro-blema es que esas figuras no tienen, en la mayoría de los casos, ninguna autonomía de pensamiento crítico. Juegan dentro del horizonte social y político de nuestro orden y eso es un problema que está vinculado a lo que yo llamo el “eclipse de las utopías”. –¿En qué sentido?–En un mundo sin utopías, en el cual el sistema económico-social, la democracia liberal, la sociedad de mercado y el capitalismo aparecen como algo natural, finalmente no se puede sino actuar como parte de ese mecanismo. Hoy falta una visión utópica que los intelectuales tenían

EntrEvista

Viene de tapa

El economista ha eclipsado al intelectual porque la política está aplastada por la economía

Volverse un propagandista del gobierno es abdicar de un papel crítico

El silencio de los intelectuales frente a las crisis del mundo es ensordecedor

Los indignados en Madrid, un reclamo sin utopia.

Hoy el silencio de los intelectuales frente a estas crisis es “ensorde-cedor”. Es lamentable que la ma-sacre de Gaza haya tenido lugar frente a la indiferencia general. En el pasado, los intelectuales ju-garon un papel fundamental para sensibilizar y movilizar la opinión internacional en contra de gue-rras, conflictos y opresiones. Basta pensar en la guerra civil española, en la guerra de Vietnam o a la de-nuncia de las dictaduras militares en Chile y Argentina. Es verdad que en aquellas épocas las cau-sas que defendían los intelectua-les eran más claras; el mundo es-

taba dividido y no era difícil elegir su parte: contra el fascismo, con-tra el imperialismo, para la libera-ción de los pueblos, en defensa de la democracia. Hoy el mundo pa-rece más complejo y confuso. No es fácil tomar posición con respec-to a Siria o Libia. Y denunciar la masacre de los palestinos implica también criticar a Hamas y su mo-delo de sociedad. Pero eso no jus-tifica el silencio. Para alertar a la opinión y promover una reflexión en el espacio público, los intelec-tuales tendrían que estar un pa-so adelante. Hoy parecen estar un paso atrás.

Bastó con convenir coordenadas en el ciberespacio para concretar un encuentro virtual con Enzo Traver-so a través de Skype. Es que este ita-liano, que vivió y trabajó por más de un cuarto de siglo en Francia, desde hace dos años está instalado en Es-tados Unidos, donde se desempeña como profesor de humanidades en la Universidad Cornell. Italiano de nacimiento, francés por adopción y ciudadano del mundo, Traverso habla un caste-llano perfecto, idioma en el que se realizó la entrevista. Sus cam-pos de investigación, cuenta, son la historia intelectual europea y la historia del pensamiento políti-

co, trabajadas a través del “prisma judío”: el papel de los judíos en to-dos los movimientos de vanguar-dia, de la literatura a la teoría críti-ca, del psicoanálisis al marxismo. De esa manera, afirma, pudo acer-carse a la historia de las violencias del siglo XX: de las guerras a los genocidios. Entre sus libros se incluyen La vio-lencia nazi. Una genealogía europea (2003); Los judíos y Alemania. En-sayo sobre la simbiosis judío-alema-na (2005); El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria, políti-ca (2007) y La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX (2012).

Mano a manoObsesionado por las violencias del siglo XX

Un futuro posible, según Traverso¿Cuál podría ser el rol de los intelectuales de cara a los actuales conflictos en el mundo?

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