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Entrevista con Yayoi KusamaLos famosos lunares y puntos de colores de la artista japonesa se presentan, a partir de septiembre, en la exposición Obsesión infinita en el Museo Tamayo. Visitamos a la artista en Tokio para hablar sobre su vida y su obraPor Helen Sumptervie jul 18 2014
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Retrato Yayoi Kusama, 2011. Foto: Cortesía Victoria Miro Gallery, London, Ota Fine Arts, Tokyo and
Yayoi Kusama Studio Inc.
Yayoi Kusama nació en 1929 en la ciudad de Matsumoto, donde sus padres
trabajaron en la producción de semillas. En un escenario similar al experimentado
por Louise Bourgeois, las infidelidades conyugales de su padre tuvieron un impacto
en ella.
"Mi papá tenía un montón de amantes y tuve que espiarlo por mi madre. Debido a
que mi mamá estaba tan enojada, hizo la idea del sexo muy traumática para mí. Mi
trabajo, incluyendo los espectáculos de desnudos, siempre son un intento para
superar esa mala experiencia. Todo mi lenguaje visual proviene de las
alucinaciones que veo desde mi infancia", comenta.
La joven Kusama encontró un escape de la vida familiar en el arte y estudió, entre
1948 y 1949, la pintura tradicional japonesa Nihonga. Sin embargo, esta disciplina
estricta y la relación jerárquica entre el maestro y el alumno, no se ajustaba a la
mentalidad independiente de Kusama. La artista optó por experimentar con su
propia pintura, una determinación que impulsó y, posiblemente, a veces
obstaculizó su éxito.
Las primeras obras de Kusama mezclan los estilos de la pintura tradicional
japonesa con influencias occidentales (a través de los libros de arte y revistas de
Europa y Estados Unidos). El interés particular en la obra de la artista
estadounidense Georgia O'Keeffe, llevó a Kusama a mudarse a Estados Unidos.
"Primero vine a través de una imagen tomada por ella, que fue publicada en un
libro de imágenes de huesos de animales en el desierto", recuerda Kusama. "Pensé
que eso era maravilloso y quería comunicarme con ella".
Kusama fue a la embajada estadounidense en Tokio, obtuvo la dirección de
O'Keeffe y le envió una carta con algunos de sus dibujos, dando como resultado
una larga correspondencia entre las dos artistas.
A mediados de los cincuenta, Kusama exhibió con éxito su trabajo en Japón, pero
ya había decidido que Nueva York era el lugar para seguir su carrera. A pesar de
que no conocía a nadie, se mudó allí en 1958. Con el uso de repeticiones, una
pincelada curva y trabajando obsesivamente, Kusama cubrió lienzos y otras
superficies con patrones de cuadrículas abstractas conocidas como Redes infinitas.
También cubrió muebles y otros objetos con protuberancias fálicas blandas que
llamó Obsesión de sexo, de forma similar tapó objetos con pasta seca en su
serie Obsesión por la comida.
Los lunares de pintura (su firma, décadas antes de Damien Hirst) también se
convirtieron en una práctica recurrente. Kusama asegura que estas obras fueron
impulsadas por sus alucinaciones. A pesar de sus problemas nerviosos, siempre
han nutrido su arte (en términos analíticos, la artista se sumerge en el proceso de
repetir lo que teme, con el fin de destruir tanto sus miedos como a ella misma).
Esos trabajos, que rápidamente comenzaron a hacerla notar en Nueva York,
también armonizaron con experimentos en el expresionismo abstracto, el arte
conceptual y el minimalismo monocromático.
"Mi madre hizo la idea del sexo muy traumática para mí."
En Nueva York, Kusama era muy pobre. "En ocasiones tuve que buscar cosas para
comer en la basura", recuerda la artista, quien pasó a formar parte del mundo del
arte vanguardista. Frank Stella, Joseph Cornell y Donald Judd fueron algunos de sus
amigos y expuso a su lado. Influenció a sus contemporáneos más famosos, como
Claes Oldenburg y Andy Warhol.
Al igual que Warhol, la japonesa era a la vez tímida y una astuta publicista. Se
ponía su mejor kimono para aprovechar al máximo su "exótico" estatus oriental y
asegura que fue fotografiada en las fiestas con la gente adecuada.
Ella también comercializa sus eventos, películas y otras obras, incluyendo sus
diseños de moda no convencionales mediante la creación de Kusama Enterprises
en 1969, una tienda de ofertas que se mantiene con fuerza. Su estudio incluye una
sala llena de bolsas, camisetas y ediciones limitadas. Como Warhol, Kusama
prefiere ser la orquestadora de los acontecimientos en lugar de una participante.
A mediados de los sesenta organizó performances experimentales y
presentaciones sociopolíticas que incluían orgías en las que la artista pintaba
bailarines desnudos con puntos. "Algunos de los happeningsde desnudos en Nueva
York fueron una protesta contra la guerra de Vietnam, porque el cuerpo humano es
demasiado hermoso para ser asesinado de esa manera. También hubo algunos
contra los impuestos, porque el nudismo no cuesta dinero."
Foto: Cortesía Museo Tamayo
Infinity Mirror Room-Phalli’s Field (or Floor Show) 1965 / 2013.
Al final de los sesenta, esta intensa actividad cobró su precio en Kusama. No sólo
estaba mentalmente agotada, sino que la actitud había cambiado. La artista había
comenzado a ser vista como sobreexpuesta para llamar la atención.
Un viaje de dos meses a Japón, en 1970, reforzó esto cuando su intento de
organizar presentaciones ahí se encontró con una respuesta poco entusiasta. La
mayoría de los japoneses en ese momento eran incapaces de comprender sus
ideas acerca de la desnudez y el amor libre. Sin embargo, Kusama fue capaz de
construir su carrera internacional de nuevo, incluyendo el éxito como novelista y
poeta, tras su regreso definitivo a Japón en 1973.
La capacidad de Kusama para incorporar diversos extremos la hacen tan
interesante. Pocos artistas contemporáneos se han adaptado a un trastorno
psiquiátrico (Kusama continúa recibiendo medicación en el hospital en el que vive)
como parte de una carrera exitosa.
Kusama ya no puede protestar físicamente, pero su fe en el arte como medio de
expresión política y personal sigue fuerte y parece cada vez más relevante en la
actual ola de protestas internacionales. "Los artistas deben protestar todo el
tiempo, porque hay muchos problemas en el mundo con la democracia y los
derechos humanos, así como una gran brecha entre los ricos y los pobres. En Japón
se presentaron cambios políticos y sociales en las últimas décadas, todavía
lidiamos con el terremoto de 2011. Por eso, apoyo a los artistas más jóvenes con
donativos de dinero y con trabajo en las fundaciones culturales", comenta.
A pesar de nuestras preocupaciones por la resistencia de Kusama, al final de una
tarde de entrevistas, todavía se encuentra entusiasta. "Estoy muy conmovida por
su visita. Es importante ser capaz de comunicarme a través de mis pinturas",
añade la artista. Dada la fragilidad de su salud, tanto física como mental, me
pregunto: "¿Aún disfruta ser famosa?". Debería saber su respuesta: "Por supuesto,
¡me gustaría ser más famosa!".
Obsesión infinita. Museo Tamayo. Mar-dom 10am-6pm. $19. Del 26 de septiembre
al 18 de enero 2015.