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2 - 2 - Revista nº 5 del ENTREVISTA A JOSÉ HIERRO ( Esta entrevista se realizó el día 13 de noviembre, después de haberse pospuesto varias veces por su delicado estado de salud y, estando preparando el número de esta revista, recibimos la triste noticia de su fallecimiento. Es quizá la última entrevista concedida. A pesar de su situación, él insistió en realizarla en su casa y no una breve declaración por teléfono; fue una amena y larga entrevista de más de 2 horas.) P.- En varias ocasiones usted dijo que no podía ser miembro de la RAE porque en la Academia no se entra en alpargatas. Ha debido de cambiar de opinión, ¿no? R.- Cuando a mí me preguntaron por qué no quería entrar y luego accedí, era porque para eso hace falta una preparación que yo no tengo, que es ser un erudito, un gran conocedor de los intríngulis de la Lengua. También lo puedes ser por tu obra, y no creo que mi obra sea tan importante como para ser académico. Además, a mí me gusta andar en alpargatas, y si fuese académico me parecería un desdoro para la Academia. Tratándola con respeto, no despreciándola, naturalmente, yo no quería ser académico, no que yo quisiese ir a la Academia en

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- 2 - Revista nº 5 del

ENTREVISTA A JOSÉ HIERRO ( ����Esta entrevista se realizó el día 13 de noviembre, después de haberse pospuesto varias veces por su delicado estado de salud y, estando preparando el número de esta revista, recibimos la triste noticia de su fallecimiento. Es quizá la última entrevista concedida. A pesar de su situación, él insistió en realizarla en su casa y no una breve declaración por teléfono; fue una amena y larga entrevista de más de 2 horas.) P.- En varias ocasiones usted dijo que no podía ser miembro de la RAE porque en la Academia no se entra en alpargatas. Ha debido de cambiar de opinión, ¿no? R.- Cuando a mí me preguntaron por qué no quería entrar y luego accedí, era porque para eso

hace falta una preparación que yo no tengo, que es ser un erudito, un gran conocedor de los intríngulis de la Lengua. También lo puedes ser por tu obra, y no creo que mi obra sea tan importante como para ser académico. Además, a mí me gusta andar en alpargatas, y si fuese académico me parecería un desdoro para la Academia. Tratándola con respeto, no despreciándola, naturalmente, yo no quería ser académico, no que yo quisiese ir a la Academia en

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Si la poesía no dice las cosas debidamente, ya no hay poesía. Hay poetas que se saben el poema y cuentan una cosa muy bien, pero no te persuaden, es decir, además de informar hay que persuadir. Tiene que tener un son, un ritmo; el ritmo es el que hace que sea buena poesía, no sólo el pensamiento. La poesía va por otros lugares mágicos de sugestión, ¿comprendes?

alpargatas, ¿me entiendes? Me parece que no quedó claro: es por el respeto que yo le tengo a la Institución, porque me considero indigno de estar en ella. P.- ¿Cree que el poeta es una pieza vital, que abre los ojos a la gente o que al menos lo intenta? Porque en ocasiones se le ha colgado la etiqueta de poeta social... R.- Por simplificar. Cuando publiqué las primeras poesías completas yo ya negaba lo de poeta social, incluso recuerdo a quienes decían que yo era un poeta demasiado esteticista para ser social o demasiado social para ser esteticista. Había gente que decía que ser poeta social significaba decir cosas importantes relacionadas con la sociedad y decirlas de mala manera. Si la poesía no dice las cosas debidamente, ya no hay poesía. Hay poetas que se saben el poema y cuentan una cosa muy bien, pero no te persuaden, es decir, además de

informar hay que persuadir. Tiene que tener un son, un ritmo; el ritmo es el que hace que sea buena poesía, no sólo el pensamiento. La poesía va por otros lugares mágicos de sugestión, ¿comprendes? Si yo te digo que te adoro, a ti te entra la risa, si te lo dice el chaval que te gusta,

son las mismas palabras, pero el acento con que te lo ha dicho es mucho más importante para ti. La poesía es eso. Decir: "te adoro" lo puede decir cualquiera, pero hay que decirlo de una manera tal que la persona se sienta como enamorada cuando lo lea. Por lo tanto, nunca dije que fuese poeta social, sino que mi poesía a veces entraba en lo social. Lo que yo quiero al escribir un poema es decir algo que pasa dentro de mí, y eso lo ha

producido algo que en

ocasiones ocurre fuera. Si el amor de mi vida se me ha ido, canto mi tristeza, pero si lo que me produce esa tristeza es una tarde negra y melancólica y lo que pienso es

que el mundo es muy malo y hay pobres que se mueren de hambre y escribo sobre eso, entonces resulta que estoy haciendo poesía social. Y no es que me haya propuesto hacerla, sino que el poema mío está contando una verdad que afecta a todos. P.- En la trayectoria de su poesía veo que cada vez escribe versos más largos, con un ritmo más

suave que el de los primeros poemas. Es algo que le ocurre a muchos, y con esto pienso en Juan Ramón. ¿Cree que es un intento por llegar a la esencia dejando de lado la forma o un simple acercamiento a la prosa? R.- Bueno, en el último libro que he publicado hay versos muy largos, cosa que viene ya ocurriendo desde los años 60, como en Libro de las alucinaciones. Versos anchos, no sólo largos, y a veces muy cortos. Lo último que tiene Juan Ramón Jiménez es el poema Espacio, que además lo escribe todo como prosa, la forma en prosa, pero poesía purísima; al mismo tiempo escribe

Romances de Coral Gables, romances y canciones. No, no, esas reglas generales no funcionan en mi caso. Tal vez lo que puedes decir, y es cierto, es que en mis dos o tres últimos libros he prescindido bastante de un verso al que yo tenía mucho cariño,

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¿Qué es reportaje? Es contar un suceso con frialdad absoluta, de manera que tú, al leer el suceso que yo cuento, sientas la misma emoción que yo sentí al ver aquel suceso, al presenciar el suceso que motivó el poema. ¿Qué es alucinación? Es entrar en una pesadilla, en un sueño, no sabes qué es lo que te está causando algo, qué está ocurriendo por el poema, estás captando la emoción pero no el argumento. Es una visión que te deja inquieto, que no es lógica.

que es el eneasílabo. Pero, en fin, no he dejado de utilizarlo, en el último libro también está. P.-¿Podría explicarnos la dicotomía reportaje-alucinación? R.- No es tan exacto como una cosa puramente teórica. ¿Qué es reportaje? Es contar un suceso con frialdad absoluta, de manera que tú, al leer el suceso que yo cuento, sientas la misma emoción que yo sentí al ver aquel suceso, al presenciar el suceso que motivó el poema. ¿Qué es alucinación? Es entrar en una pesadilla, en un sueño, no sabes qué es lo que te está causando algo, qué está ocurriendo por el poema, estás captando la emoción pero no el argumento. Es una visión que te deja inquieto, que no es lógica. Eso es demasiado fácil como para que sea así, pero es algo aproximado. Aurora de Albornoz encontró una fórmula: el reportaje alucinado, que es hacer una cosa aparentemente objetiva, pero entrelazada con el sueño. La alucinación reportajeada o el reportaje alucinado, pero en síntesis es lo que te he dicho; de un lado contar con la objetividad de lo que ocurre, del otro contar de una manera sonámbula sin saber qué estás diciendo. P.-Eso de "llegar por el dolor a la alegría" es una filosofía de vida que me gustaría que nos explicase. ¿Es algo que le surgió en la cárcel? R.- Eso es un lema que utiliza Bcethoven en la Novena Sinfonía,y, bueno, surge a lo largo de la vida, no hace falta la cárcel para eso. Sencillamente está en la persona, la que cree que todo lo que ocurre en la vida es irrepetible, como en el personaje de Dostoyevski, uno de los hermanos Karamazov, que amaba la vida más que a su sentido. Tenga o no tenga sentido, no importa. Entonces es ver el instante como si ya lo hubieses

perdido. Aunque hagamos la cosa más estúpida, tiene un enorme sentido porque es irrepetible. Y a lo mejor un día estás en la agonía y quisieras recuperar un momento de tu vida, algo que habías

sentido y que no sabías que lo tenías. Ahí está la razón, la alegría por el dolor. Tal vez porque la alegría pura, tal como la entendemos, no nos deja reflexionar. Se trata de vivir ese instante como si lo hubieras ya perdido. Y se vive con un cierto punto de dolor y de regusto, de dolor porque te parece que ya lo has perdido, y de regusto porque así has fingido que lo has perdido, pero lo tienes

presente, en la mano. Yo creo que va en el ser humano. Y toda experiencia es válida, pero no creo yo que la cárcel haya sido una experiencia

suficientemente transformadora. No, la vida la hacemos de pequeñas cosas que vamos aprendiendo sin darnos cuenta. P.- Pero los problemas hacen que valores más las cosas que otra persona que nunca ha tenido ninguno. R.- No ... Yo he aprendido lo mismo de las cosas amargas que de las dulces, no sé ... Incluso, a veces, le he quitado leña al asunto, he pensado que

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[Eso de "llegar por el dolor a la alegría" es una filosofía de la vida] sencillamente está en la persona, la que cree que todo lo que ocurre en la vida es irrepetible, como en el personaje de Dostoyevski, uno de los hermanos Karamazov, que amaba la vida más que a su sentido. Tenga o no tenga sentido, no importa.

no es para tanto. Es cuestión de superarlo. Hay gente que tiene una especie de regodeo del propio sufrimiento, gente muy masoquista. Yo no soy masoquista. P.- Le voy a leer algo que escribió Umbral sobre usted en un articulo: "¿Y qué es lo que diferenciaba a Hierro de los demás? La música. La música termina con Rubén y con Juan Ramón(... )Los realistas de posguerra van a la palabra cruda, prescinden del ritmo, se simplifican en un prosaísmo sordo, como si el tener buen oído fuese una concesión a Franco" (Risas de José Hierro.) ¿Esta unión de la música y la poesía le llega porque quizá la música dice lo que no pueden decir las palabras? R.- Sí, sí. La poesía dice más de lo que dice. La prosa dice exactamente lo que dice, y la retórica, en un sentido peyorativo, dice menos de lo que dice. La poesía dice más con

menos palabras, y ésa sí que es la distancia más corta entre dos mundos, ¿comprendes? ¿Y por qué dice más? Por el ritmo. Lo persuasivo de la poesía moderna lo da el ritmo, y sin ello no hay poesía. Luego hay quien es, bueno, versificador, lo que decía antes de Jovellanos. Claro, agarra una idea y va explayándola en versos endecasílabos,

dale que te pego. Lo cuenta todo, pero el poema no añade nada. De modo que sí, la música es para mí fundamental en la poesía. Por eso en la poesía social que yo he hecho, nunca la he dejado de lado. No estamos hablando de calidad, pero no tiene un descuido de lo formal, porque sin la forma no hay nada. P.- Pero el ritmo, ¿en qué consiste en realidad? R.- El ritmo debe ser adecuado a la palabra, al

sentido. El sonido, llamando sonido al ritmo, y no sólo al ritmo, porque las vocales tienen un color como en pintura, y las consonantes. El otro día, y yo soy muy lento, le escribí un soneto a Joaquín Sabina, y hago una alusión a una canción suya, en endecasílabos, quiero decir que él es un truhán, mendigo, algo burlesco, ¿no? Y Platón lo ha llevado a su caverna, es una sombra más, y allí está el aire de la soledad. Le digo: "güisqui con coca cola, menos cola/ que coca en homenaje a la amapola./ Y a contar ovejitas del rebaño,/ y así ocho mil ochenta y muchas noches,/ borra y borra esperpentos y fantoches,/que aún queda tela que cortarle al año". Y así termina el soneto. Hay ritmos distintos, pero apoyando el sentido. Coja a Góngora, a Miguel Hemández o a Blas de Otero y oiga. P.- En Cuaderno de Nueva York hay un poema, En son de despedida, en el que se despide de la ciudad de Nueva York. Pero, ¿solamente de Nueva York? R.- No, de muchas cosas .Cuando hablas de algo, estás pensando en otra cosa. De manera que a veces para ser más verdadero hay que mentir, para

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No quiero morirme sin haber entrado [en la Academia]. ¿Cuándo? Pues continúa todavía el tema. ¿De qué trata? Pues sobre algo que ya había trabajado, sobre Juan Ramón Jiménez. El temor que tengo es que hay que hacer una cosa como si fuese una lección magistral que enseñase algo.

RECORDANDO A JOSÉ HIERRO No deseo en esta breve evocación de José Hierro centrarme en su labor de poeta, como uno de los nombres esenciales de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX, sino del hombre, de ese “Pepe” que he tenido la suerte de conocer y tratar. Si había un rasgo que le definía, además de la sencillez, era su generosidad, hasta extremos increíbles, y su afabilidad. Nada más conocerle te envolvía una atmósfera afable y acogedora, como si lo hubieras conocido hacía bastante tiempo. Su persona era un don de la naturaleza y un regalo para los que tuvimos la dicha de conocerle y tratarle. Era un placer y un lujo charlar con él; con su amenidad (con constantes anécdotas) y su gran sentido del humor; uno se dejaba llevar por sus palabras, que surgían en constante fluir. Y nunca hablaba mal de nadie; antes bien, era generoso en las valoraciones de los demás en menoscabo de su obra. Gran recitador, maestro del ritmo, de las pausas, ayudado con el aleteo de sus manos, que también hablaban en ese vaivén de los versos. Era un gozo para el oído oírle recitar sus versos y los de sus poetas preferidos. ¡Qué prodigiosa memoria! La mantuvo hasta el último momento. El día de la entrevista estuvo varios minutos recitando diferentes poemas de Lope de Vega, uno de los poetas que más admiraba. Amante de la vida: si se le recordaba su estancia en la cárcel, él quitaba importancia, no quería recordar era herida sangrante. Siempre destacaba en él ese gozo de la vida porque cada instante, como decía él, era único (a la alegría por el dolor.) ¡Cómo se notaba ese amor a la vida, al valor de cada momento, cuando hablaba! Hasta en los detalles más cotidianos respiraba ese gozo vital, como cuando recordaba su trabajo en las viñas de Titulcia. El día de esta entrevista, que ya dependía del oxígeno, degustaba con placer una copa de orujo mientras hablaba .¡Qué entereza, ni un lamento salía de su boca! Gracias por todo, por tu poesía y por haber sido como eras. Nunca te olvidaremos. Tu recuerdo alimenta nuestra esperanza. (Mateo Ramos)

que los demás asuman lo que tú sientes como propio. Esa historia se ha dado mucho, pero por una cuestión social, en los poetas homosexuales, que están cantando a su Pepito de su vida y están poniendo Lolita de mi alma. Cemuda se lanza un poco, pero no es como en la actualidad.

P.- ¿Cuándo va a hacer su discurso de entrada y de qué trata? R.- No lo sé, es algo que perdura ya. Y me urge, aunque llevo mucho tiempo. Me urge, porque como dije que no quería entrar en la Academia por las razones que te expuse ya, alpargatas incluidas, no quiero quedar como un chulo que después de haberle insistido ahora va y no entra, y se muere sin entrar. No quiero morirme sin haber entrado. ¿Cuándo? Pues continúa todavía el tema. ¿De qué trata? Pues sobre algo que ya había trabajado, sobre Juan Ramón Jiménez,su prosa . El temor que tengo es que hay que hacer una cosa como si fuese una lección magistral que enseñase algo, no las digresiones que puede pensar un señor que escribe bien. Debe ser algo que enseñase y, claro, yo no puedo hacer eso. Puedo ir como el que va a contar su vida, lo que siente al leer a Juan Ramón, pero, no sé... P.- Usted es un poeta que ha sabido aunar el aplauso del público y el de la crítica, pero tantos premios y reconocimientos, ¿no le abruman? R.- Sí, porque además yo soy una persona que hace muy poca vida social. A mí me lo decía Vicente Aleixandre, que sabía esto como nadie, no

contesto cartas, no mando libros. Yo soy mucho más afortunado de lo que merezco por mi trabajo,

no he hecho nada por ello. Se han hecho once

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(Autorretrato, dibujo regalado a Mateo Ramos)

ediciones de Cuaderno de Nueva York, ¡once ediciones!, que no ha tenido ningún gran poeta en su puñetera vida. Y no lo digo con orgullo, lo digo con sorpresa. Hay poetas que están por encima de la norma. como Blas de Otero o Claudio Rodríguez, y después gente que simplemente hacemos bien poesía, como una segunda división, discretos. ¡Coño, once ediciones, eso no se ha visto nunca! P.- ¿Cuáles son los poetas que más le gustan, que más le han ínfluenciado? R.- Puedo cambiar cada diez minutos, esto es como con los alimentos. No sé, generalizando, los poetas temporales más que los espaciales. Si tuviera que elegir un poeta del Barroco, sería Lope. No digo que sea mejor que Góngora o Quevedo, es cuestión de gustos. Es que nadie me da la sensación de modernidad, de proximidad física y humana en la poesía clásica como Lope de Vega. No me extraña que siendo cura y viejo volviese locas a las martas de nevares, porque yo siento eso mismo. Yo veo a Lope y me voy con él, hacemos un matrimonio de hecho. Tiene algo físico increíble (Recita de memoria poesías de Lope). P.- ¿Cuál es el panorama actual de la poesía, los jóvenes poetas? R.- El poeta hoy día tiene una ventaja –yo no sé si es una ventaja o un inconveniente- es que hoy todo es válido, se acepta todo. La poesía lo que tiene que hacer es lo que ocurre a los padres con los hijos: no hay que darles toda la libertad, sino darles una

prisión inteligente, saber qué es lo que quieren hacer sus hijos; prohibiéndolo para que ellos lo hagan. Hay que prohibir algo para que por reacción se haga... Hoy vale todo. Con la poesía pasa eso. No hay una tendencia hoy dominante. Cada momento ha tenido, quizá injustamente muchas veces, una que está de moda. Antes hablaba de la poesía social, que ha sido la de moda, no la única; era la corriente vigente, imperante. Hoy está todo abierto. Es posible todo: el que quiere hace poesía social, venecianismo, culturanismo, vanguardismo, o lo que quiera. Eso,

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claro, crea una angustia. Para afirmarte necesitas, la mala leche española tal vez, ir contra algo, contra algo que se está haciendo, que domina, contra el régimen imperante en poesía. Como no hay un régimen imperante eso causa una angustia. Es, digo, una fuente de facilidad. Yo no sé si actúa o no... Hoy en poesía hay distintas corrientes, distintos caminos. En los últimos tres meses he estado en 3 concursos de poesía, no conozco todo, pero sí lo se está haciendo: hay gente estupenda y.... Pero la poesía vive, que es lo que importa.

P.- ¿Cuándo van a aparecer sus poesías completas? R.- Eso es una pereza mía. Cuando publiqué Cuaderno de Nueva York, me ofrecieron de dos editoriales las poesías completas. Aunque no tenía ninguna razón para hacerlo así, consulté con Hiperión: ¿os interesan? Sí, pues vuestras son. Lo

que tengo que hacer es agarrar los libros y mandarlos allá. Hay un pequeño problema en lo que yo me amparo, como en el discurso de la Academia. Uno, en las poesías completas mías va toda la poesía que ha sido publicada desde mi primer libro, escritas a partir de 1944. Dos, ha habido libros publicados después, para regalar a un amigo o algún evento de éstos, que eran poemas que yo había escrito antes de 1944, y que tengo más de un centenar. Una buena parte los conservo. Como ya han aparecido, ahí están, pero irían ya en

“notas”, atrás. Los “poemas de circunstancias”, si han aparecido ya, también irán atrás, en una especie de “nota”. Un libro que yo tengo, Sonetos, en donde hay poemas que eran anteriores a 1944, están ya publicados, pero como eran de antes de 1944, irán.... Yo empiezo en 1944. Esa cosa tan simple... Luego hay otra historia para complicarlo más. Hay algún libro, como uno que no encuentro por ningún sitio, que está hecho sobre unas láminas. Cuando murió Eduardo Vicente, y murió al aparecer ese libro que no llegó a firmar, eran unas litografías sobre París, yo hice el poema; eran, digamos, como pies poéticos... Así tengo alguna cosa. A veces salió con con una cierta fortuna. Los otros son cosas retóricas, son cosas discretas y nada más. Entonces, ¿qué hago yo con ello si necesitas la imagen para acompañarlo? Uno de ellos, que son emblemas médicos, eso se publicó. Un yerno mío, una persona maravillosa , médico, el marido de mi segunda hija, que murió el pobre casi de repente, una persona divina, que dibujaba muy bien, a un congreso llevó –entonces tenía que explicar no sé qué cosas de medicina- unos dibujos estupendos con

una cosa de ironía. Un día me dijo: ¿me haces unas cosas? Sí. Y explicando lo que era un escáner, lo que era no sé qué, escribí unos poemas en octavas reales. Luego venían unos poemas hechos a unos niños, unas deformaciones. Todo era muy científico, y yo explicaba eso, pero con los niños sin broma, no tenía gracia. Total que fue un librito. Falta poner los dibujos. Un problema estúpido. El

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libro está sin enviar, sin tocar y sin hacer absolutamente nada. Pero tengo mucha ilusión porque ya lo he dicho y escrito en más de una vez Además para mí tiene un interés. Siempre he pensado que los poetas contemporáneos, y los pintores igual, somos autores de obras completas, buenas o malas, como quieras, pero completas. Antes me has preguntado qué poetas y te he dicho Jorge Manrique, Las coplas. Jorge Manrique es Las coplas y con ésas se salva él y una época y todo. Pero ¿qué poemas salva a Juan Ramón? Estamos hablando de poeta. ¿Qué poema de Rubén Darío salva a Rubén Darío? ¿Qué cuadro de Picaso es Picasso? Picasso es la suma de todos los cuadros que ha pintado. Lo mismo ocurre con el poeta contemporáneo; su obra es una obra completa, es como un álbum familiar en donde ha ido acumulando las fotografías desde los 6 añitos o seis mesecitos hasta la ancianidad. Y entonces a mí me viene muy bien, me gusta, me justifica. Yo no tengo ningún poema que pueda pasar a la posteridad. El conjunto de ellos es una vida como un conjunto de fotografías. Y deseo hacerlo. Y sin embargo, ¿qué es lo que hace que me inhiba? No lo sé. P.- ¿Qué les recomendaría a los alumnos que escriben poesía, a estas personas jóvenes que empiezan a escribir? R.- ¿Qué te puedo contestar yo? Generalidades. Se dice que se pueden dar buenos consejos cuando ya no puedes dar malos ejemplos. ¿Qué puedo decir? Primero, que la poesía ha de cuidar de esas cuestiones rítmicas para que diga más de lo que dice el texto. Dos, escribas en verso libre o en lo que te dé la gana -todo es poesía- lee a los clásicos, a los maestros, y que lean con el oído. La poesía es un arte oral, un arte musical, la poesía lírica fue compuesta para ser cantada. Hoy hay gente que, como no enseñan a leer en los colegios, lee muy mal, espantosamente mal, pues el llevar el son, el ritmo, no lo saben. De modo que es oír, leer a los clásicos y nada menos. Y luego yo hay una cosa que recomiendo a veces, que son cosas muy tontas puesto ahí: hacer sonetos como un ejercicio, como gimnasia, como los ejercicios que hacen los futbolistas. Pues igual; aprender que en la poesía no hay sinónimos, cada palabra es única, tiene que encajar. Que el poema es como un puzle con miles de fichas, piececitas, que tienen que encajar unas en otras. Pero en un puzle de esos habituales, de

figuras irregulares, acaban por encajar porque tienen una forma. En la poesía, no. Hay una palabra que te parece que encaja, pero no es exactamente seguro. Buscar la palabra precisa, que no haya sinónimos, no existen sinónimos. Hay, dentro de un conjunto de palabras que tienen el mismo sentido, una que es más eficaz, más verdadera en ese momento, detectar vaguedades..., te digo todo esto. Que escriban en serio, no para corriendo publicar, para acabar el poema. P.- Antes le he preguntado por los poetas que admiraba o volvía a leer, como Garcilaso, Lope de Vega. Quisiera que nos hablara ahora de los poetas que ha conocido o le han influido, como Juan Ramón Jiménez. R.- De los poetas que he conocido el que más me ha influido ha sido Gerardo Diego. Gerardo Diego era un poeta... Primero, yo descubro la poesía contemporánea, llamo contemporánea a la Generación del 27, en la antología de Gerardo Diego de “Poesía española”, la del 32; allí me enteré que había estas gentes, que antes ni puñetera idea, nunca. Gerardo Diego además me interesaba por razones técnicas. Yo veía aquellos sonetos, se ve ese misterio, es decir... Hay pintores que te gustan, ¡qué cuadro tan bonito!, y hay pintores que te intrigan y te acercan a ver cómo ha conseguido esas calidades. Gerardo Diego era eso: ¿a ver cómo conseguía esas sutilezas de ritmo? En ese aspecto me ha influido mucho, de manera indirecta, me ha influido mucho, yo he sido siempre muy gerardiano... Me gusta muy poco Guillén y me gusta hasta el segundo Cántico, el del 36. Luego es una poesía muy forzada (...) Me gusta Salinas, un poeta irregular. A Guillén lo tomas o lo aceptas. Un poema de Salinas siempre piensas desde dentro que tiene una manera de ser mejorado, explicita demasiado las cosas... Salinas no fue nunca de la poesía pura y no es más que tomar cualquiera de los poemas de Seguro azar y ver cómo de aquel poema se puede hacer poesía pura quitándole lo que le sobra(...) Me gustan algunas cosas de Lorca, me gustan cosas de Cernuda. P.- ¿Cuál sería la aportación de Cernuda a la poesía española? ¿Dónde se encontraría ese encanto que ha tenido para algunos? R.- Yo hay una cosa que esta mañana precisamente he estado hablando con un amigo que me ha venido a ver: lo anglosajón, el tono anglosajón.

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Yo muchas veces, hace años, dibujé un árbol, que me lo robaban siempre. Yo creo que sí se puede dibujar nuestra poesía con un árbol(...)El tronco empieza en Rubén, con todas las aportaciones de lo tradicional, el modernismo, con Whitman incluso, Martí, del que habría mucho que hablar. Luego, Juan Ramón sigue el tronco. Juan Ramón es el que convierte en música de cámara lo que era gran orquesta en Rubén. A un lado tenemos en ese tronco a Antonio Machado y Unamuno.

¿Lo anglosajón sería esa sobriedad expresiva junto a un tono meditativo? Sobriedad no hay en la poesía española. Primero, es una poesía que no es canto. Segundo lugar, que dé la impresión, que ellos es lo que quieren, de un intelectual que está hablando sosegadamente de algo, poco menos que un ensayo. Lo que hace por ejemplo, Ezra Pound, T.S. Elliot (...) Yo creo ahora que hay un desdén por el tono de lo español (fíjate que cuando Cernuda habla de Lorca habla del folclorismo con cierto desprecio), la canción, el canto, el poema como canto. Yo creo que lo que está pasando es eso, lo anglosajón es, Valente por ejemplo, ver de manera especial lo anterior y entonces perder un poco el son de lo que era nuestro. Siguiendo el son de lo español podías caer en la barroquizació;, siguiendo esto se está cayendo muchas veces en el aburrimiento. No lo sé. Creo que por ahí va la cosa de Cernuda. P.- ¿Y Juan Ramón Jiménez? R.- Sin Juan Ramón Jiménez no se entiende la poesía española. Yo muchas veces, hace años, dibujé un árbol, que me lo robaban siempre. Yo creo que sí se puede dibujar nuestra poesía con un árbol. Se daba el caso de que gente que venían del extranjero, profesores, sabían todo de Guillén o sobre Moreno Villa, por ejemplo, pero no relacionaban. Yo siempre he sido partidario de ideas muy simples, pero relacionando lo uno con lo otro. Y el arbolito ése, muy poco real, servía muy bien para explicar ese fenómeno. La poesía

española, en español de aquí y de allá, hubiera sido distinta, primero, sin Rubén, pues Rubén Darío lo trae todo, rompe con todo. El tronco empieza en Rubén, con todas las aportaciones de lo tradicional, el modernismo, con Whitman incluso, Martí, del que habría mucho que hablar. Luego, Juan Ramón sigue el tronco. Juan Ramón es el que convierte en música de cámara lo que era gran

orquesta en Rubén. A un lado tenemos en ese tronco a

Antonio Machado y

Unamuno. Unamuno nace del modernismo por oposición (él decía “algo que no es música es la poesía”); es el padre del

modernismo. Antonio

Machado, que queda como un

poeta un poco anticuado frente a Rubén, parece más antiguo, no se ve su modernidad. Juan Ramón es todo, todo el 27 es Juan Ramón, con las aportaciones, incorporaciones de las vanguardias que llegan, el creacionismo con Huidobro, etc. Muchado se va a incorporar después, va a ser reconocido después, y Unamuno después. Es una cosa que parece muy complicada, que es muy sencilla. Pero creo en ello. Es decir, sin Juan Ramón Jiménez la poesía era otra, todos los poetas americanos que queramos no existirían sin él, y sin Rubén antes. Pero a través del filtro de Juan Ramón. ( Entrevista realizada por Begoña Morato , antigua alumna y estudiante de 3º de Filología Hispánica, y Mateo Ramos)

Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría no podré morir nunca (...) Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos no podré morir nunca. Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí. (El muerto)