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ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI EDITORIAL COMPLUTENSE

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Page 1: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

ENTENDER LA GUERRA

EN EL SIGLO XXI

EDITORIAL COMPLUTENSE

Page 2: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

Federico Aznar Fernández-Montesinos Prólogo de Carme Chacón

PENSAR NUESTRO TIEMPO

EDITORIAL COMPLUTENSE

MINISTERIO DE DEFENSA

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Page 3: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

Editan:

DIRECCIÓN GENERAL DE RELACIONES INSTinJCION;\lES

EDITORIAL COMPLUTENSE

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada

con la autorización expresa de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Todos los libros publicados por Editorial Complutense a partir de enero de 2007

han superado el proceso de evaluación experta.

© 201 O by Federico Aznar Fernández-Montesinos

© 201 O by Editorial Complutense, S.A.

Donoso Cortés, 63; 4.ª planta. 28015-Madrid

Tels.: 91 394 64 60/ 1 Fax: 91 394 64 58

e-mail: [email protected]

www.editorialcomplutense.com

Primera edición: Enero 201 1

NIPO: 075-11-016-2

ISBN Ministerio de Defensa: 978-84-9781-620-5

ISBN Editorial Complutense: 978-84-9938-056-8

Depósito legal:

Imprime: Safekat, S. L.

Impreso en España - Printed in Spain

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Page 4: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

,

INDICE

13 Prólogo

1 5 Prefacio

I. F11.oso FÍA DE I.A e; lIERRA

21 1. La polemología como ciencia

26 2. Hacia u11a def111ic ió11 de la guerra

3-.. Guerra y política

.3.5. 4... Características de la guerril

4.1. G uerra y poder

4.2. I 11iciación de las guerras

38 4.3. Desarrollo y evolución

4.3. 4.4. Rccurrcncia y tipología

46 4.5. Ter1ninació11 de las guerras

47 5. El lenguaje como plano par�t el enfrentamiento

51 6. Conflicto y opit1ió11 pública

61 7. U11 espacio para la ambigüedad: el térmmo conflicto

67 8. Crisis ;r conflicto. La crisis como forma de conflicto

73 9. Reflexio11es sobre la guerra como espacio de geometría

variable

79 II . . i\LG lJNAS r\.PROXI11IACIONES A LA GUERRr\.

79 1. La guerra desde algunas perspectivas de Occidente

79 1.1. Idealismo y realismo

µ 1 ed :.uen

Page 5: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

86 1.2. Liberales

90 1 .3. Críticos y constructivistas

91 2. La gt1erra desde la perspectiva de los fundamentos

del Islam

91 2.1. Elementos referenciales de la vida del Profeta

93 2.2. La Yihad

95 2.3. Las causas de la guerra

96 2.4. Los modos de la guerra

97 2.5. Las reglas de la guerra

101 3. La guerra desde la perspectiva de algw1os clásicos orientales

102 3.1. Conft1cianos, Legistas y [ozistas

105 3.2. El pensamiento de Sun Tst1 y la relectt1ra de 1''fao

110 3.3. La guerra en el pensamiento de Lao Tse

112 3.4. Clausewitz y Sun Tst1. Una comparativa

115 111. APROXINIACIÓN HISTÓRIC.L-\ A LA GUERRA. TIPOLOGÍA DE LOS

CONFLICTOS

1 1 5 1. Tipología histórica de la guerra

121 2. Gueras premodernas

122 3. Guerras de Primera Generación

127 4. Gt1erras de Segunda Generación

131 4.1. Primera expansión de los limites de la gt1erra: la

sociedad. Las guerras napoleónicas

133 4.2. Los ii1térpretes de Napoleón .. Jo1ni11i

134 4.3. Las guerras de Secesión 11orte�1mericana y franco

prusiana. Clausewitz. Segunda expa11sión de la guerra:

la ampliación del campo de batalla

Page 6: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

138 4.4. Las guerras mundiales. Tercera ampliación de la

guerra: los objetivos políticos. La guerra total

143 5. Guerras de Tercera Generación

151 IV LAs NUEVAS GUERRAS Y LAS GUERRAS DE Cu.ARTA GENER.AaóN

151 1. Nuevas guerras y conflictos asimétricos

157 2. Los precedentes de la guerra asimétrica

166 3. La guerra asimétric�1

166 3.1. Aproximación conceptual

171 3.2. Características de las guerras asimétricas. Discursos .

y narraciones

173 3.3. Estrategias de las partes

175 3 . 4. Pla11os de enfrentamiento

179 3.5. Combate y Fuerzas Armadas

183 3.6. La respuesta democrática

189 4. El terrorismo como guerra asimétrica

190 4 .1. Co11cep tu ación y características

197 4.2. La construcció11 de los discursos

201 4. 3 . Guerra asimétrica, guerrilla y terrorismo

204 4.4. La respuesta al terrorismo

211 V LAS N.ARR.t\.CIONES. ESTUDIO DE CASO: .APROXIMACIÓN AL ,

RADIC.ALISN[O ISLAMICO

211 1. Islam: ei1cuentro o modernidad

212 2. Cuestiones y debates previos

218 3. El despertar del Islam. Al N ahda

220 4. El encuentro con Occidente

!Q�ylt- . :i

Page 7: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

221

222

223

4.1. La opción tradicionalista

4.2. Aproximaciones reactivas. El reformismo

4.3. La vía orientalizante. Asociaciones y movimientos

sociales

225 4.4. El islamismo político

228 5. t-Ierme11ét1tica y dificultades para la dcfi11ición del

radicalismo

230 6. Los orígenes del radicalismo

234 7. El discurso radical a través de sus pensadores

237 8. Aproximación a la corriente salafista radical

238 9. Los discursos radicales

240 1 O. Radicalismo y sociedad

243 1 1. Yihad y terrorismo

246 12. Las formas de yihadismo

249 13. Ese11cias e instrumentos

252 14. Reflexiones finales

257 VI. CONCLUSIONES

271 Bibliografía

297 .Anexo ,

297 Indice de fuentes y fondos documentales

298 J\breviaturas utilizadas ,

29 8 Indice de figuras

Page 8: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

PREFACIO

Siempre (bella palabra aunque proscrita para el oficial de Estado Nfayor) 11e

sido un 11ombre de letras y un nadador de fondo (a veces de modo impues­

to) . También, siempre me 11a interesado la naturaleza integral del hombre del

Re11aci1nie11to (y del desequilibrio Barroco, no ei1 vano también me defmo

co1no asimétrico) capaz de combinar pensamie11to y acció11, conforme a una

concepció11 más judaica que aristotélica de lo humano.

De esa época 1ne han atraído perso11ajes apasionados y apasio11antes ,

como César Borgia, Leonardo, .Julio II, :i\lfiguel Angel, Savonarola . . . . Los

escritos de Castiglione (en la traducción de Boscán), Maquiavelo, . . . la litera-

tura de Manrique, Quevedo, Sa11 Juan de la Cruz, Santa Teresa . . . .

Ct1ando con 21 años me t111í �1 la Armada, una Institución de marcado

sesgo técnico-cie11tífico, estaba interesado ei1 los valores militares que desde

ella se propugnaban, pero también tenía la voluntad de retornar con el tiem­

po a mi vocación primera y hacerla compatible con mi trabajo cotidia110;

siempre he creído, y el tiempo ha acabado por darme la razó11, que pluma y

espada no está11 reñidas sii10 todo lo contrario.

El viaje de retorno comenzó en 1995, einbarcado en el submarino

Marsopa comencé a estudiar Ciencias Políticas en la litera que compartía a

cama caliente con otros dos Oficiales; dejaba los libros apoyados sobre u11

tronco de aire acondicionado pero se caían cada vez que el barco se inclina­

ba al st1bir o bajar, con espanto de quien estuviese ei1tonces durmiendo. Acabe

la carrera en el año 2000 a bordo de ese mismo submarino, hoy desguazado,

compaginándola en lo posible con la navegación; algún año escolar 11ubo que

haciendo 200 días fuera de la base ni siquiera tuve la opción de examinarme.

En el año 2003, nada más terminar el curso de Estado :i\l[ayor, y espolea­

do (o espoletado) por mi entonces jefe y al1ora amigo, el Coronel Antonio

15 FEDERICO AZNAR

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Page 9: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

.Niontero, inicié los Estudios de doctorado en la Facultad de Políticas de la

Complutense. En 2005 1ne ii1corporé al CESEDEN y desde mi posición pri­

mera en la Secretaría de Estudios no cejé de medrar (o incluso de co11spirar,

me atrevería a decir). Desembarqué definitivame11te ei1 el Departamento de

Estrategia y Relaciones Internacio11ales en 2007, el puerto al que todos los

vie11tos me dirigían.

Allí el entonces Jefe del Departamento y su alma mater, el Coronel

Ballesteros .Niartín, me confió la tarea de recopilar la experiencia acumulada

por el Departamento sobre Polemología, trabajo que de alguna 1na11era se

relacio11aba con mi tesis doctoral, cuyo tema it1icial era "El Papel de las

Fuerzas Ar1nadas ei1 el diálogo Norte Sur".

No queriendo conft1ndir ambos y teniendo sólo tiempo para t1n estudio

(si11 perder por ello mi matrimonio o sino, al menos, menoscabar la calidad

del trabajo), decidí utilizar los fo11dos del Departame11to en la elaboración de

mi tesis doctoral compatibilizando ambas tareas ei1 la medida de lo posible.

De esa manera también consumaba el sueño que nunca me abandonó, y con

el que crecí intelectualmente, de unir los dos mundos en que me 11e formado

y obtener las si11ergias de su confluencia. Este trabajo 110 es sino una parte

de esa tesis titulada "Las nuevas guerras. Validez de la Polemología para el

análisis de los conflictos del siglo XXI" que continua en mi trabajo "La ecua­

ción de la gtierra", publicado por la editorial Montesinos.

Eleva el pensamiento, al cielo sube . . . . Quisiera, antes de abrir el capítulo de

los agradecimientos, recordar que entre los soldados japoneses que habían

111cl1ado en la SG:NI no hubo reparto de medallas al estimarse que no las

1nerecían: sólo se habían limitado a cumplir con su deber, 11ombun. :i\íe sien­

to ética )T estéticamente próximo a lo j aponés.

En primer término quiero hacer mención a los que más me han apoyado,

como el Coronel de I.M. Antonio .i\ifontero, el Capitán de Navío Be11avente

j\1feléndez de Arvás y el Contraalmirante Nucl1e del Rivero; el ejemplo de su

integridad, han sido para mí, como militar, un aliciente además de posibilitar

mi trabajo.

Agradecer a la direcció11 de la ESFAS y a mis jefes (Almirante Rafael

Sá11chez-Barriga, General de División E. T. Villa1nía Ugarte, General de

16 ENTENDER LA GUERRA DEL SIGLO XX

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Page 10: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

División E.A. Ramos Gil de Avalle, General de División E. T. De la Rosa

More11a, General de Brigada E . .i\ .. . Ai1drei i\l[edina, General de Brigada E.T.

Val Catalán, Capitá11 de Navío San té, Coronel E.T. Ballesteros 11artí11,

Coronel E.T. Sáncl1ez de Rojas y Coronel E.T. Durán Colunga) su apo)ro y

comprensión con mis desajt1stes y excentricidades.

Citar, como no, a mis compañeros de Departamento Andrés González

11artín, Juan Escrigas, Paco Berenguer, Pedro Baños y Lucio Ridauto. Los

debates sostenidos en el despacl10 deambulan como sombras por mi discur­

so; 110 puede ser de otra manera. Y t�1mbié11 a todos aquellos que les prece­

dieron en sus puestos, de cuyo anónimo trabajo me he be11eficiado; ellos

pusieron la base de la pirá1nide que co11stituye el pe11samiento del ce11tro.

Recordar a los concurrentes de las promociones IV, VII, VIII, I X y X y, espe­

cialmente, a los alum11os que he tutelado, por lo mucho que, disimuladamen­

te, 11e aprendido de ellos.

Agradecer al CESEDEN en su conjunto y especialmente al personal de

la _JAS, al de la imprent�t )r al de su biblioteca el haberme facilitado la labor

Í11vestigadora y su apoyo en ésta. Agradecer también a la Fundación FRIDE

su permane11te disposició11 a i11vitarme a talleres, semi11arios, co11ferencias,

mesas redondas y debates. Son un ejemplo a imitar de rigor y proactividad.

Agradecer la fe, trato, paciencia y confianza tanto a 11Iaría Dolores Algora

como a Estl1er del Campo, que personifican el modelo de profesor qt1e aspi­

ro llegar a ser. Sin ellas, obviamente, no 11ubiera sido posible este trabajo.

En cuanto a mi mujer y a mi famili�t (padres, herma11os, parie11tes más

próximos y famili�1 política), citarlos y no intentar describir con palabras lo

que no pertenece al átnbito de lo público.

Solo era hombun, otra bella palabra.

Lisboa, a 23 de abril de 2009

17 FEDERICO AZNAR

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Page 11: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

I. Filosofía de la guerra1

Canta, oh diosa, la cólera del Pe/ida Aquiles;

cólera fu1zesta que causó infinitos males a los aqueos

y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes,

a quienes hizo presa de perros y pasto de aves

-cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron ,

disputando elAttida, rey de hombres,y el dit1ino Aquiles.

¿Cuál de los dioses promotió entre ellos la contienda para que pelearan?

(La Ilíada, Ca11to I)

Decía Dilthey que ''a la naturaleza se la explica, al hombre se le comprende''.

Por eso, un buen referente para el estudio de las pasiones del alma humana so11

los clásicos de la literatura de la Grecia Antigua; en ellos comparten escenario

dioses y 11ombres, tan sólo diferenciados por u11a cuestión de capacidades.

La guerra, el conflicto st1premo, como no podía ser de otra manera, es

un lugar recurrente ei1 las trayectorias vitales de muchos héroes clásicos. La

Ilíada, por ejemplo, es un canto a la cólera de Aquiles, ei1 la que dioses y hom­

bres tie11en su papel, pese a que la religió11 no tenga ninguno.

Y es que el mundo griego atendió, en su momento, las esencias de los

problemas que se le plantean al hombre de 11oy. Así, uno de los mitos más co­

nocidos es el de los dientes del dragón, con el que se puede explicar la naturaleza

viole11ta qt1e subyace ei1 el alma humana.

Jasón, por indicación del rey Eetes, aró un campo y sembró los dientes

de dragón que aquél le 11abía entregado; al poco, estos se tra11sformaron en

hoplitas (llamados spartoi, literalmente los hombres sembrados) . Pero siguiendo los

consejos de 11edea, la 11ij a de aquél, les lanzó piedras entre medias haciendo

que se matara11 rnutuame11te. Este mito plasma la visión belígena de una parte

de la sociedad griega, pero también sirve de plataforma para exponer la supe­

rioridad de la inteligencia sobre las pasiones.

1-Iaciéndose eco de visiones como ésta, Robert I<agan utiliza a los dioses

Marte y Venus para esce11ificar los 1nodelos de abordaje de los conflictos

seguidos por norteamerica11os y europeos, con roles claros y perfectamente

1 . Este capítulo es el desarrollo de otro titulado La violencia organizada: Guerra y conflicto como espacio de geometría variable publicado en el número 3 l /2008 de la Revista Sociedad y Utopía.

1 9 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS

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Page 12: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

un modo abrt1pto y hasta descontrolado; es más, a veces, la paz sirve como

excusa para justificar otros propósitos más espurios y 1nenos idealistas. El

camino, pues, pasa por la máxima husserliana de ''ir a las cosas mismas sin

supuestos''.

La paz es la piedra de toque de múltiples con,rocatorias. Estudios, con­

ciertos, saludos, deseos, ca11ciones . . . cuando, ei1 términos generales, la paz

se instaló en Europa Occide11tal en 1945; los 252 conflictos que, según el

Stockl1olm Internacional Peace Research Institute (SIPRI), se han producido

ei1 el mundo ei1tre 1946 y 2006 han transcurrido en su periferia.

Y lla1na la atención este hecho, por lo demás comú11 a toda la sociedad

occidental, cuanto que el permane11te deseo de 1nejora y perfeccionamiento

que habitualmente acompaña a todos los anl1elos hu1nanos, de común, debie­

ra 11acer deseable aquello que no se tiene; en esta línea, un deseo más sublime

aun que el de paz sería el de feliadad, aplicable a la sociedad globalme11te o como

conjunto de agregados. Abundando aún más, la paz, históricamente, se 11a

situado en la escala de valores por debajo, y aún subordi11ada, a valores como

la libertad.

Gandhi, por ejemplo, considera que es imposible que ei1 el mundo 110

exista un cierto grado de violencia. De l1ecl10, considera que la violencia es

1nala porque ''sus aparentes ventajas, a veces impresionantes, no son más que

temporales mientras que el mal que ocasiona deja sus 11uellas para siempre''.

Lo que trata es de reconducir esa violencia a otras formas de enfrentamiento

que encarnan ''una movilizació11 de los espíritus tan fuerte como en el caso de

guerra'' y que, dicho sea de paso, no tienen nada de pasivo; de 11ecl10 rechaza

la denominación de resistencia pasiva para su movimiento. 5

Pero el debate no es nuevo; algunos autores opi11an que el siglo xx, en las

postrimerías del llamado Derecho I11ternacional Clásico, ha originado un ''pa­

cifismo jurídico''; se han desarrollado notables esfuerzos para obligar el recur­

so obligatorio a los medios jurisdiccionales en la solución de los contenciosos

interestados. El problema es que 1�1 gtierra pertenece al plano político.

Comte y Spencer ya habían anunciado la muerte de la guerra durante el

siglo xrx; el 27 de agosto de 1928 qui11ce Estados, entre los que se encontraba11

Alemai1ia, Estados U11idos o Francia y al que se adheriría España, suscribie­

ron el acuerdo Briand-l(ellog, por el que co11denaban la guerra, renu11ciando

a ella como instrume11to político, prohibició11 ésta más tarde recogida por la

5. Gandhi. Todos los hombres son iguales. Colección Azenai, Toledo 1983, p.139

22 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

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Page 13: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

Constitución espa11ola de 19316. No obstante, el siglo :xx será el más catastró­

fico de todos ei1 térmit1os de violencia.

Desde el pu11to de vista técnico jurídico, a los desacuerdos entre Estados

sobre aspectos de hecho o de derecho que tiene11 existencia objetiva, con

independencia de su reconocimiento for1nal por las partes, se les denomina

controversias inter11acio11ales; tienen aspectos jurídicos y políticos lo suficie11-

temente circunscritos como para prestarse a pretensiones claras, esto es, sus­

ceptibles de un análisis racional7.

El Derecho Internacional 110 impone una obligación de resultado, o lo que

es lo mis1no, los Estados 110 se encuentran obligados a encontrar solució11 a

sus problemas mutuos; lo que si pesa sobre ellos es una obligación de com­

portamiento, a llegar de buena fe y con espíritu de cooperación a una solución

rápida y justa de la controversia.

Y si en el Derecl10 Internacional Clásico existía una libertad de medio, ei1

el Contemporáneo el límite infranqueable es el principio que prohíbe el uso o

amenaza de la fuerza, aunque de esa forma se le libera de tener que someterse

a la jurisdicción obligatoria de un tribunal, lo que no siempre interesa a la par­

te políticamente más poderosa. Como dijera Cicerón inter arma silent leges.

No obsta11te, los modelos post-modernos, e incluso post-l1eróicos, que se

11a11 instalado en buena parte de las sociedades de Occidente recl1azan el sa­

crificio de una vida 11umana en cualquier caso8. Desde la perspectiva de Ulrike

Mei11hof, una terrorista, ''lo único qt1e desean (los alemanes) es un poco de

laca, unas vacaciones ei1 España y un cuarto de baño alicatado''9.

Luttvvak sostenía al respecto que: ''co1no han de1nostrado numerosos es­

tudios históricos, la muerte en el pasado era una parte mucl10 más normal de

la experiencia humana y no se limitaba a la desaparición de los más viejos''.

Aunqt1e tal vez estas apreciaciones sean de nuevo reedición del célebre dictum

de Cicerón ''¡O tempora, o mores!''10.

Occidente prácticamente ya 110 11ace guerras, y presenta mucl1as veces sus

conflictos como crisis, cua11do no como operacio11es de imposición de la paz

-u11a si11gular aporía efectuadas con todos los 1nedios 11ecesarios, por 1nás

6. Título preliminar, Artículo 6. España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional http://www.ateneo.unam.mx/textoconstitucion.htm 7. Pastor Ridruejo, José A. Curso de Derecho Internacional público y organizaciones Internacionales. Editorial Técnos, Madrid 1 994, pp. 60 1 y ss. 8. Luttwak, Edward N. Parabellum. Siglo XXI de España Editores, Torrejón de Ardoz 2005, p. 106. 9. Hoffman, Bruce. Historia del terrorismo. Espasa Calpe 1999, p. 1 16. 1 O. Cicerón. Primera catilinaria ¡Oh tiempos, Oh costumbres! año 63 A.D.

23 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS

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Page 14: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

Para ello, estudiará el pasado haciendo uso de la 11istoria, la arqueología,

la antropología . . . Al rnismo tiempo utilizará las herramientas de la Etiología,

la Sociología, la Ciencia Política, las Bellas Artes o la Psicología Social para

comprender el prese11te ei1 ta11to qt1e acto social explorar las di1ne11siones

de lo 11umano con el fi11 de tratar de hacer prospectiva . Llegados a este punto conviene preguntarse acerca de qué es la guerra. El

problema es que defi11ir significa etimológicamente dar límites, pretendiendo

acotar lo que 110 quiere ni se deja. Categorizar en estos casos es siempre una

tarea compleja c11ando 110 sencillame11te imposible.

2. HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA GUERRA

La guerra no es un concepto estático; sus límites, además, son imprecisos en la

medida en que no los marca necesariamente la violencia. Definir la guerra

supo11e navegar por la Estila de la vaguedad )r el Caribdis de un purismo que

permanentemente exige de defi11iciones, cuando además el concepto ha sufri­

do un proceso de e'rolución. _Así, Sir Micl1ael }-Ioward señalaba que:

[ .. . ] para Luis XIV y su corte la gt.1erra era, al menos en sus primeros años,

poco más que una ,rariació11 estacional de la caza. Pero en el siglo XVIII dejó

de ser ése el talante. Para Federico el Grande, la guerra te11ía qtie ser, ante

todo, fUI1ción de Sta.atspolitil{ y desde ei1to11ces no 11a cambiado esa idea.19

Desde un punto de vista lingüístico el térmi110 guerra tie11e acepciones

que van desde el campo político-social hasta el individual y moral. En el

diccionario de la Real Academia Española (RAE), la definición de guerra

inclt1ye un amplio abanico de acti,ridades, desde cualquier combate moral

hasta la lucha armada.

La guerra es, en sí 1nis1na, 1nutación, cambio, superación. Con la guerra

se abren los caminos que se encuentran bloqueados; no pocos de los avances

acaecidos ei1 la historia de la huma11idad (no sólo tecnológico sino de todo

tipo) se han producido estimulados por este estado de necesidad. Es la vio­

lencia partera de la qt1e 11ablara 1![arx:

1 9. Howard, Michael. Las causa de los conf/iaos y otros ensayos. Ediciones Ejército. Madrid 1987, p. 36.

26 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

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Page 15: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

[ . . . ] "la ·violencia es la comadro11a de la 11ueva sociedad. Los disturbios

sangrie11tos so11 la necesidad frecuentemente ineludible del desarrollo'' y

Sorel lo remata al decir que "la violencia es un fenómeno originario de

la vida y no necesita el beneplácito del derecl10 y el ideal. La violencia

cumple la única f1111ció11 creadora de la li.istoria ... es la gran pasión, la

Íntima fuerza mística y el poder reco11structor, ese11cialmente irracional y

precisamente por ello puro y auténtico''.

Desde un punto de vista organicista, es asimilada a la tipología de fenó­

menos animales de acumulación lenta de energía a la que después sigue st1

descarga brusca. Et1 otros tér1ninos, la guerra supone el rápido consumo

de un capital huma110 acumulado.

Clausewitz, por su parte, define la guerra, como t1n duelo, t1n combate

singular amplificado, en esencia un ''acto de fuerza para obligar al co11trario

al cumplimiento de nuestra voluntad'', tesis con la que aúna el medio (la

fuerza) y también el fir1; a ello afí.ade ''que la guerra es un pulso de energía

de fuerza variable y por ta11to variable ta1nbién en cuanto a la rapidez co11

que estalla y descarga su energía''.

En el siglo x1x, el desarrollo de las teorías darwinistas2º de evolu­

ción de las especies y su aplicación al ámbito de las relaciones humanas,

trajo una visión deseable de la guerra como ley de vid�1, u11a suerte de

mecanismo para subyugar a las nacio11es inferiores o re1natar a los im­

perios moribundos introduciendo así a sus pueblos en un nue,ro ciclo.

Esto es, una crisis de la que se deriva una reorde11ación de las Relaciones

I11ternacionales con una 11ue,ra puesta en valor de u11os y de otros. Como

asegura Cousin:

[ . . . ] cuando la idea de un pueblo ha cadt1cado, este p11eblo desaparece y está

bien así; pero no cede el lugar s:Ui. resistencia: de ahí la guerra. Hay que aplau­

dirla y glorificarla. El vencido siempre se merece serlo; acusar al ve11cedor y

tomar partido en su co11tra es tomar partido co11tra la I-iuinanidad )' q11ejarse

del progreso de las civilizacio11es. 21

20. La frase, "la supervivencia de los más aptos" formulada en estrictos términos biológicos fue traslada­da a la esfera política dando cuerpo doctrinal a formulaciones preexistentes. Darwin, Charles. El Origen de las especies en www.librosenred.com/libros/elorigen de las especies, 2 1 . Verstrynge, Jorge. Una sociedad para la guerra, CIS, Madrid 1979, p. 25.

27 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS

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Page 16: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

Se trata, pues, de una nueva formulación de la JJJhite man burden, la carga del

11ombre blanco, que de modo contradictorio asocia poder y derecho ei1 su

discurso interior y lo suste11ta en la moralidad para su formulación exterior.

Compartían, de este modo, la ,risión positi,ra de la guerra qt1e la señala

como uno de los principales motores de e'rolución. :i\1al1a11, por ejemplo, veía en

la guerra una lt!J de progreso como ta1nbién lo hacia Re11an. Cyril Fall llegaría a

afirmar: ''surgen de la guerra grandes y nobles ideas. Las más altas aspiracio­

nes que el hombre siente por el 11ombre, arraigan y florecen en su fango, del

mismo modo qt1e las rosas pueden crecer en sus estercoleros''22.

Nietzsche, que veía en el siglo xx el siglo de la guerra, diría que la guerra

einbrutece al vencedor y ei1vilece al vencido, au11que co11sidera como aspectos

positivos c1ue ''barbariza en los dos sentidos citados )' la 11ace por tanto más

natural; para la cultura es sueño o invernada, de ella sale el hombre más fuerte

para el bien o el mal''. Los horrores de la Primera Guerra N[undial (PGM)

pondrían coto a este tipo de percepciones.

Después, otros23 insistirán en su naturaleza total )T violenta; pero 110 hay

pleno acuerdo entre ellos (en sus definiciones) respecto a si, por ejemplo, el

terrorismo o la llamada guerra asimétrica son, o t10, formas de guerra, porque

en su mo1nento 110 se habían desarrollado plenamente.

Clausewitz 11ablaba de guerra absoluta, concepto este co1npletado y superado

por la guerra total de Ludendorff El primero consider�1ba la guerra como una

prolongació11 de la política y lo militar co1no su instrumento. La siguie11te fase,

encabezada por Luddendorf, fue la subordinación de lo político a lo militar.

Ambas for1nulaciones son expresiones de impotencia complementarias.

Para los 1nilitares la impotencia de 110 poder resolver el conflicto por las ar­

mas; para los políticos la incapacidad de encontrar soli1ción al debate político

que corría paralelo a la acción guerrera. De ahí que se acusaran mutuamente.

Como características comunes a las definiciones de guerra, cabe señalar su

carácter sangrie11to, su naturaleza colectiva y total y su desarrollo ei1 el ámbito

22. Fraga lribarne, Manuel. Guerra y conflicto social. Gráficas Uguina, Madrid 1 962, p. 43. 23. Von Bogulawaski define la guerra como "un combate sostenido por una agrupación de hom­bres, tribus, naciones, pueblos, o estados contra una agrupación similar", Quincy Wright la define como "un conflicto simultaneo de Fuerzas Armadas, de sentimientos populares, de dogmas jurídicos y de culturas nacionales" y Marvin Harris como "un combate armado entre grupos de personas que constituyen agrupamientos territoriales o comunidades políticas diferentes" o "guerra es una lucha armada entre agrupaciones políticas organizadas". Citas correspondientes a la conferencia imparti­da en el CESEDEN Introducción a la Polemología, septiembre de 2008, Bouthoul, Gastan. Tratado de Polemología. Op. cit, p. 103, Harris, Marvin. Introducción a la antropología. Op. cit., p. 392 y Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Alianza Editorial. Madrid 1991, p. 62.

28 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

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de las sociedades: requiere de un encuentro activo entre fuerzas enfrenta­

das y de u11 importa11te grado de organización, porque la organizació11 guerre­

ra no puede deslindarse fácilme11te de la social, al igual que la tecnología de las

ar1nas no puede hacerlo de los utensilios. Por ello, sólo a partir del Neolítico

resulta apropiado hablar de guerras; es más, las primeras huellas ii1discutibles

de este fenómeno son de la Edad del Bronce.

En cualquier caso, la guerra también es expresión de la existencia de una rela­

ción. Entre los imperios romano )' chino no había guerra, porque tampoco exis­

tía relación directa alg1.1na. Paneblai1co, califica la guerra como ''la prit1cipal ins­

titució11 del sistema político inter11acional''. Sería así un reajuste de las relaciones

ei1tre dos grupos sociales organizados, que no las ii1terrumpe sino que les añade

una dimensió11 suplementaria la cual se materializa a través de la violencia.

Es más, la guerra, ei1 cuanto que forma de relación precisa de todos los

elementos qt1e caracterizan el diálogo al que se añade violencia: reco11oci­

miento, alteridad, empatía, interacción .. . Cuando se afirma que un enemigo

no tiene ética se puede estar reconociendo que no se le conoce, que se ha

errado en los cálculos y hasta que se está perdie11do.

3. GUERRA Y POLÍTICA

De lo dicho hasta ahora se puede deducir que la naturaleza de la guerra es

instrt1mental, ya que, como apt1ntaba Clausewitz, sirve a un objetivo político:

''el objetivo de la acció11 guerrera es u11 equivalente del fii1 político'', tesis ei1

la que se subrogarán explícitamente Le11i11 (que llegaría a sostener que la gue­

rra es el principal instrumento de la política) y Mao (que msiste en la 11aturaleza

determinante y vertebral del objetivo político). Para el mundo soviético gt1erra,

revolución, política y sociedad son inseparables.

La guerra 110 tiene se11tido en sí misma; tie11e una finalidad )r un se11tido

político, es la política quien marca el para qué de la guerra. Y ei1 este sentido 1<1 naturaleza de los fines está afectada por la naturaleza de los medios. El medio

es la guerra; si la guerra es brutal, desmedida, si11 límites, probableme11te los

fines políticos se verá11 afectados por la brutalidad y la falta de medida. Una

guerra total da paso a una victoria total, pero también a una derrota total24.

24. González Martín, Andrés et al., Evolución del pensamiento estratégico. Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia X Curso de Estado Mayor, septiembre 2009.

29 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS

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La guerra supone un enfrentamiento de poderes y no es un acto ético,

11i justo, ni legal . . . ni siquiera 1nilitar; y cualquier a11álisis que se einpre11da

desde estos planos sin resultar falso es incompleto e induce a la adopción

de decisiones erróneas. Es un acto político que, ate11diendo a st1 dimensión

integral, supera y desborda cualquiera de los planos co11siderados: la guerra es

cierta1ne11te una Institución de Derecl10 Internacional Público, pero es algo

más que eso. Entre los primeros actos realizados por los británicos durante la

guerra de las Nlalvinas fue la incautación de los bienes británicos argentinos

ei1 las islas. Es, pues, por encima de todo un instrumento de la política; se ei1cuentra

al servicio de otros fines. La finalidad de la guerra es la paz ei1te11die11do ésta

como la nt1eva sitt1ación política generada tras el conflicto.

lJor consiguiente, en todo conflicto debe existir una clara subordinación

de la acción militar a la acción política, porque sin control político se puede

llegar a la desmesura de una guerra absoluta y sin sentido. Como Clausewitz

decía:

[ . . . ] el acto prunordial, el principal )' más decisivo del juicio que ejercen el

estadista)' el general, es compre11der rectamente la guerra que emprenden,

no tomándola por algo o desear convertirla en algo totahnente imposible

por su propia naturaleza. 25

No obstante Ludendorff, tras la PG:NI, adt1ciendo que no se le 11abía11

facilitado todos los recursos posibles para la guerra, llegó a propugnar que la

política debía subordit1arse a las necesidades de la guerra, ii1virtie11do co11 ello

la célebre ecuación de Clausewitz y st1bordi11ando la sociedad a la herramienta.

Pero la absolt1ta militarización de la guerra conduce a la transformación del

combate en un fin en sí mismo; la guerra no se entiende así como una situa­

ción excepcional o extraordinaria sino como el estado natt1ral y el final; no

es ei1tonces la excepción sino que es la ausencia de guerra, la paz, la qt1e se

presenta como un estado excepcional.

Ei1 las 11uevas guerras la política itnpregna todos los niveles, hasta el extre­

mo de que fenómenos como el terrorismo se desarrolla11 ei1 base a acciones

tácticas disefíadas para it1fluir políticamente. En palabras de I<issinger:

25. Clausewitz, Carl Von. De la guerra T l. Ediciones Ejército. Madrid 1980, p. 183.

30 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

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con lo que provocó una interminable sucesión de coaliciones en su contra que

al final acabaron por superarle.

En consecue11cia, fue incapaz de relacionar los éxitos tácticos con el con­

junto de la guerra )T ésta con su contexto económico, político y geopolítico33.

A sensu contran·o y en palabras de Clause,vitz: ''podemos decir, por ta11to, que

los veinte años de victorias que señala la Revolución, se deben, principalmente,

a la errónea política de los gobiernos que se oponían a ella''.

La estrategia militar sería la manera militar de conseguir los objetivos fija­

dos a t1ivel político, moviéndose inteligentemente para crear situaciones favo­

rables y reducir el azar.

Pero, eso no quita que política y estrategia te11ga11 un espacio comú11.

En palabras de l(issinger: ''si los objetivos militares )T los políticos no están

si11cronizados desde el principio, siempre existirá el peligro de hacer de1na­

siado, o excesivamente poco''34. El imperio japo11és, por ejemplo, se equivo­

có en cuanto al tipo de guerra que le iba a enfrentar a los 11orteamericanos.

Poseyendo una estrategia indudableme11te co11tinental al ocupar militarmen­

te Cl1ina, los japoneses se embarcaron en una guerra marítima al atacar a los

EE. uU.35. Hay, pues, que difere11ciar entre objetivos políticos y militares y es preciso

que no existan disonancias entre ambos pues, como dijera Mao, ''aunque los

objetivos militares y políticos no son idénticos, es imposible separar los unos

de los otros''36.

Por ello, Von 1v1anstein considera que Hitler, auna11do mando político y

militar, co1netió graves errores en su campaña de Rusia al actuar en el terreno

político de modo diametralmente opuesto a como convenía a su estrategia

militar, esto es, sin tratar de promover el derrumbe del régime11 desde el ii1te­

rior, como ya había propuesto el propio Clausewitz, al propugnar estrategias

represivas acordes con su concepto racial del Estado y no contar con la po­

blación no rus�1 qt1e recl1azaba el régime11 estalinist�1 y veía en los alemanes

a unos libertadores, a los qt1e se rendían sin pelear y en masa; así, ''I-Iitler no

debió jamás desviar sus Ejércitos de 1vioscú para asegurarse Ucrania pues los

33. VV. AA. Napoleón y sus interpretes:Jomini y C/ausewitz. Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia. 34. Kissinger, Henry. Diplomacy. Simon & Schuster Paperbacks, Nueva York 1994, p. 5 1 O. 35. James, D Clayton "Las Estrategias Americana y japonesa en la guerra del Pacífico" en Paret, Peter (coord). Creadores de la Estrategia Moderna. Ministerio de Defensa, Madrid 2002, p. 736. 36. Mao Tse Tung. La Guerra de Guerrillas. Ediciones Huemul S.A., Buenos Aires 1966, p. 135.

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propios ucranianos se la 11ubieran ofrecido''37• Esta falta de congruencia entre

los objetivos políticos y militares fue determi11ante en este fracaso.

Además de esta dimensión vertical, Luttwak 11abla de una dimensión 11ori­

zontal que se compondría de las relaciones entre Estados. De ello se deducen

lógicas distintas, y no del todo compatibles, en los cuatro niveles (político,

estratégico, operacional y táctico) y las dos dimensiones de la estrategia. Así

en el nivel horizontal, durante la Segunda Guerra 11undial, no existió una

estrategia aliada global por más que las estrategias anglo norteamericana y

soviética fueran compatibles, pero 110 eran compleme11tarias )ra que sus inte­

reses 11acionales y sus objetivos políticos no coincidían; bajo el paraguas de la

rendició11 incondicio11al se escondía11 ii1tereses 1nuy difere11tes38.

Existen, además, ii1terferencias entre los niveles de decisión; el derribo del

Al1nirante Yamamoto durante la Segunda Guerra .i\!Iundial es una acció11 táctica

con iinportantes repercusiones en todos los 11iveles. En el plano vertical, a nivel

de decisión política sería el posiciona1niento con vistas a las posteriores nego­

ciaciones, a 11ivel estratégico forzar a un caótico reordenamiento de las fuerzas

enemigas, a ni,rel operacional el control del teatro de operaciones )' a nivel

táctico el derribo de un avión. También pueden generarse respuestas en niveles

distintos; u11a operación táctica puede ge11erar una respuesta operacio11al.

La Línea J\![aginot, un éxito a 11ivel táctico y operacio11al, fue u11 fracaso a

nivel estratégico (era tan fuerte que no fue enfrentada)39; aunque las guerras

de Vietnam y Argelia se saldaron con la victoria militar de u11os, fuero11 los

otros los que obtt1vieron la definitiva victoria política. Por el contrario, la re­

nuncia del almirante _Jellicoe que nunca olvidó que podía perder la guerra

en u11as 11oras a perseguir la flota ale1na11a durante la batalla de _Jutlandia,

pudo suponer una derrota táctica pero resultó un éxito estratégico.

No es sencillo conseguir una sincronía entre los tiempos político y militar,

es más, resulta muchas veces extremadamente dificultoso su establecimiento,

lo que obliga a su permanente reseteo40. Y es fundamental la sincronización

3 7. Fuller, J .F.C. La dirección de la guerra. Op. cit., p. 243. 38. Maltof, Maurice. "La estrategia aliada en Europa 1939-1945" en Paret, Peter ( coord. ). Creadores de la Estrategia Moderna. Op. cit., p. 719. 39. Luttwak, Edwad N. Parabellum. Op. cit., p. 203. No obstante, los alemanes efectuaron un ataque limi­tado con vistas a evaluar la validez del concepto propuesto y su valoración fue sensiblemente inferior a la que le habían otorgado sus constructores. 40. Qiao y Wang consideran como principios básicos de la guerra moderna, el permanente reajuste y control de los procesos, la coordinación multidimensional y una sincronización basada en la gestión de la información, por la cantidad de planos que se ven simultáneamente (no secuencialmente como antaño) implicados. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Op. cit., pp. 207 y ss.Algo que es

34 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

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de ambos; caso de 110 lograrse, la guerra corre el riesgo de perder su sentido )T tornarse absurda; así, por ejernplo, puede producirse el desmo11taje de la

narración que sirve para la articulació11 de la violencia en las 11uevas guerras,

tinos conflictos como se verá, con t1n co1nponente más discursivo-expositivo

que dialéctico (en su sentido clauseuitzano).

El criterio de que la victoria estratégica esté determinada por éxitos

tácticos es falaz, pues depende de que se tome adecuadamente la situación

en su conju11to la guerra es un hecl10 integral, político a través del

estudio de los factores que la determinan y 110 media11te su mero análisis

por partes41, hecl10 éste 1nuy importante desde la perspectiva de la guerra . , .

as1metr1ca.

Además la lógica paradójica 11ace que muchas veces qt1ienes en un primer

estadio forman parte del problema, pasa11 después a integrase en la solució11;

así no deja pues de resultar llamativo que daños que se derivan de la violencia

(como las centrales eléctricas en Irak o las infraestructuras de l(osovo) pasan

luego a convertirse en un problema de quie11es los infringen. Como dijera

Aron:

La 11isto11.a del siglo xx basta para recordarnos que 11ay mucl1as maneras de

ganar una guerra, que éstas 110 so11 equivale11 tes y que la victoria final 110

pertenece necesaria.inente al ba.ii.do que dicta las condiciones de paz.42

,

4. CARACTERISTICAS DE LA GUERRA

La guerra ei1 sus términos más básicos puede reducirse, se 11a visto, a un et1-

fre11tamiento de poderes, lo que co11vierte la comprensión del poder en un

eleme11to capital para ente11der su desarrollo.

4. 1 . Guerra y poder

Por lo dicho, para definir qué es la guerra co11viene co11siderar previa1ne11te

qué es el poder. Señalar en primer lugar, que el poder es amorfo y, como

capital también en el concepto de EBAO. 4 1. Mao Tse Tung. Escritos Militares. Ediciones Rioplatenses. Buenos Aires 1972, pp. 86 y ss. 42. Citado por Brodie, Bernard. Guerra y política. Fondo de Cultura Económico. México 1978, p. 16.

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apuntaba :Niax Weber, de naturaleza relacional pues implica la prob abilidad

de tomar decisio11es que afecten la vida de otro pese a su resistencia. Un

individuo tiene poder sobre otro, si éste influido de cualquier manera (presen­

cia, ausencia, violencia . . . ) por aquél adopta decisiones que por sí mismo no

adoptaría. Flint y Taylor hablan, incluso, de una forma de poder resultado de

eludir la adopción de decisio11es.

George Orwell sostenía que ''el poder radica en infligir daño y humilla­

ción. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos

a constrt1ir dándoles nuevas formas''43: :Niao que ''el poder político brota del

tubo de un cañó11'', mientras Voltaire afirmaba ''el primer rey fue u11 soldado

afortu11ado''.

Pero I-Iannal1 Arendt se opondría a esta concepció11:

[ .. . ] la 'riolencia puede destruir siempre el poder; del cañón de un arma

brotan las órdenes más eficaces que determinan la más iii.stantánea y

perfecta obediencia. Lo que 11u11ca podrá brotar de ahí es el poder'' 44

( . . . ) porque ''no se le puede 11acer fre11te con una lucha de la qt1e rest1lte

la derrota o la victoria, sino únicame11te con t111a matanza masiva en la

que incluso el ve11cedor sale derrotado, ya que nadie puede gobernar

sobre los muertos''45 ( . . • ) y "la viole11cia aparece donde el poder está en

peligro pero, confiada a su propio impulso, acaba por hacer desaparecer

al poder. Esto implica que 1i.o es correcto pensar que lo opuesto de la

violencia es la 1i.o viole1i.cia, li.ablar de u1i. poder no violento co1i.stituye eii.

realidad una redundancia. 46

Para Foucault el poder no se mide según el patrón de riqueza y el inter­

cambio de bienes, no se da, no se ii1tercambia, sino que se ejercita; no existe

más que en acto )r es productor de saber y de verdad.

Wallerstein, insistirá ei1 su natur�1leza referencial, esto es, circunscrita a un

concreto ámbito . .(�sí, por ejemplo, el patio de un colegio puede servir para el

enfrentamiento entre dos adolescentes; no obstante, el más débil de ellos, cons­

ciente de su condición, podría tratar de ampliar el marco de enfrentamiento in­

cluyendo a sus amigos; el otro al variar las tornas podría recurrir a la dirección

43. Orwell, George. 1 984. Editorial Destino, Barcelona 1 999, p. 26 1 . 44. Arendt, Hannah. De la crisis de la República. Editorial Taurus, Madrid 1973, p. 1 55. 45. Arendt, Hannah. La condición humana. Ruedo Ibérico, 2005, p. 224. 46. Arendt, Hannah. De la crisis de la República. Editorial Taurus, Madrid 1983, p. 1 58.

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del colegio; y así con un razonamiento similar podría extenderse sucesivamente

a la alcaldía, al gobernador . . . busca11do un marco de superioridad.

Federico II de Prusia a través de la Línea de Operación Interior, y

Napoleón, después de aquél, serán maestros en la utilización de la naturaleza

referencial del poder, del poder como fluido esto es, actuando para ser el

más fuerte en el mome11to y en el lugar escogido: la superioridad local47. En

la guerra asimétrica se buscará esta superioridad, no horizontalmente, en el

plano de lo militar, sino verticalmente interplanos mediante la selección del

más apropiado para el enfrentamiento.

4.2. Iniciación de las guerras

La pasión es útil au11que irracional, y por consiguiente, puede ser tambié11 un obstáculo. La guerra es un método y se aplica en función de razones teleológi­

cas, de un interés superior, de una finalidad. Es, en esencia, una opción racio­

nal fundamentada en la previsión y el cálculo, a disposición de un líder políti­

co que persiga objetivos nacionales, porque ''el empleo máximo de la fuerza no

es en ningún 1nodo compatible con el empleo si1nultáneo del intelecto''48. Este cálculo está dificultado por las múltiples fuentes de ii1determinación

(a las que se u11en 1núltiples factores no tomados ei1 co11sideració11 por sim­

plificación) que hacen imposible una aproximación lineal o geométrica (muy

propia del siglo xvrrr)49. Como Sir N[ichael Howard constata:

[ . . . ] los 11ombres 110 11an luchado en los doscientos últiinos años por ser

agresivos ni animales codiciosos, sino por si1 facultad de raciocinio, porque

discier11e11, o creen disce1nir, peligros antes de evide11ciarse y posibilidades

de amenazas ai1tes de su realización. 50

De lo expuesto se deduce que al ser las guerras causales, para acabar con

ellas hay que 11acerlo de modo indirecto y atacar las causas que las provocan.

Por esta razón, la utopía de acabar con las guerras implica simultáneamente

47. Escribía Se Ma:"En todo lo posible hay que hacer que el mayor número ataque al menor; hay que hacer que el fuerte ataque al débil; hay que oponer las tropas frescas a las que ya están fatigadas y han sufrido" 48. Clausewitz, Carl Von. De la guerra T l. Ministerio de Defensa 1 999, p. 1 80. 49. García Caneiro, José. La racionalidad de la guerra. Op. cit., p. 7 1 . 50. Howard, Michael. Las causa de los conflictos y otros ensayos. Op. cit., p. 38.

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el entorno; la forma en que se materializa ese proceso de fijación es no recu­

rriendo a otros más elevados, o recurrie11do y ge11era11do una escalada; pero,

no se olvide, la ley 11atural de la guerra es llegar 11asta los extremos. La guerra

es así, interacti,ra, al decir del General Foch que ''u11a dialéctica de voluntades

hostiles que emplean la fuerza para resolver el co11flicto''.

Paradójica1ne11te, la lucl1a ar1nada produce acercamiento: después de .Tena,

Prusia itnita las instituciones francesas, tras la PGN[ se produce la revolu­

ción de Ataturk y tras la Segunda, Japón y Alemania a las norteamericanas56.

Los uniformes militares so11 mu)r parecidos ei1 todos los países y ct1lturas del

inundo; como )ra se apercibió Ibn .Jaldú1157, siempre se asemejan a los más

poderosos, a los del ve11cedor.

Los límites de este enfrentamiento vendrían establecidos racionalmente

por el objetivo político al que sirven )r los costes, directos o indirectos y de

todo tipo, que la fuerza precisa. En cualquier caso, las relaciones entre Estados,

ligadas for1nalmente al Derecho Inter11acional, pasan a regirse por una nor­

mativa específica y excepcional, el Derecl10 de los Conflictos Armr1dos, por

más que conceptualmente se presente la guerra como un ilícito, además de

como la negación del Derecho.

En la guerra existe una convulsa relación ei1tre ii1dividuo y comt111idad; es

convulsa porque, co1no apu11ta la co11cepción hegeliana de la gt1erra, lo parti­

cular no mantiene ninguna realidad afirmativa, sino que se anula en beneficio

de lo universal generando así una dialéctica en el interior del Estado entre

universalidad e individualidad que acaba co11 la afirmación de lo primero y la

11egación absoluta de lo segundo; es el momento ético de la guerra. Con la guerra

exterior se co11sigue la paz ii1terior y la propia definición del Estado con ex­

clusión de otro al que, de paso, también se reconoce. En palabras de Tilly, ''la

guerra hace al Estado y el Estado hace la guerra''.

De la misma manera que Aris tóteles hablaba de tres almas (sensitiva, voli­

tiva y racio11al) que se superponen conforme al nivel de evolución en plantas,

(tnimales y el 1101nbre, Clausewitz 11abla de u11a trinidad formada por el Pueblo,

el Ejército )T el Gobierno cuya compenetración es esencial en los conflictos.

Los revolucionarios buscan su unión sustancial para favorecer su actuació11

política con la ideología de al1í la importancia del adoctrinamiento que se

56. Fraga lribarne, Manuel. Guerra y conflicto social. Op. cit., p. 59. 57. lbn Jaldun. (Charles lssawi, selección, prólogo e introducción). Teoría de la sociedad y de la historia. Unidad Central de Venezuela, Caracas 1 963, p. 1 73.

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constituye ei1 el espacio de integración que posibilita su desarrollo y permite

al revolucionario moverse por el pueblo como pez en el agua. Y es que, ''la po­

lítica es guerra sin derramamiento de sangre, ei1 tanto que la guerra es política

con derramamiento de sangre'', diría Mao.

La guerra cuenta con una lógica propia, a la que Luttwak llama lógica

paradójica, diferente de la lógica li11eal aplicada a las situaciones ordi11arias

en la medida en que aquella induce a la unión e inversión de los opues­

tos58.

Así, por la 11aturaleza dialéctica de la guerra, se escogen cursos de acción

it1eficientes, caminos difíciles simple1nente por serlo, buscando la línea de lo me­

nos prei'Zsible, lo no convencio11al, el elemento sorpresa. Es 1nás, muchas veces

se conoce el coste de la acció11, pero se ignoran no pocos de sus beneficios y

parte de las consecuencias. Como dice Se Ma ''l1ay que considerar en todo la

contrapartida del enemigo''.

Pero prever las complejas dinámicas de acción-reacción con todas las variacio­

nes posibles es tarea de grandes estadist�ts, porque ''todas las cosas está11 siempre

desplazá11dose simultáneamente'' )' son ''ad,rersarios de pareja fuerza''59. Siendo

realidades con combinaciones múltiples, 1natemáticamente inalcanzables; sólo re­

sulta posible su comprensió11 intuitiva:60 por eso se habla de arte de la guerra.

Los cálculos desarrollados segú11 una lógica lineal so11 menos eficientes

que los desarrollados desde la aprel1ensión ii1tuitiva de la lógica paradójica.

Los bombardeos sobre Alemania en la SG1\II, por ejemplo, tuvieron el efecto

de favorecer la producción indt1strial de aquel país, al destruir el marco social

de los días de paz e ii1ducir a la población alemana a sumergirse definitiva­

mente en u11a guerra total61.

1\!Iauricio de Sajonia lo constata:

[ ... ] la gt-ierra es w1a ciencia ctibierta de tiniebla..'> en medio de las cuales no

se puede ava11zar con paso seguro: la rutina )' los prejtiicios son la base, co11-

secue11cia 11atural de la ignorancia. Todas las ciencias tienen u11os principios,

sólo la guerra 110 tie11e 11ingUI10; los grai1des capitanes que hai1 escrito sobre

ella no nos 11an legado 11ingUI10; es necesario ser perfecto para ente11derlos. 62

58. Luttwak, Edward N. Parabellum. Op. cit., p. 5. 59. Ibídem, pp. 65 y ss. La cita procede de Churchill. 60. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted war(are. Op. cit., p. 2 1 5. 6 1 . Luttwak, Edward N. Parabe/lum, op. cit., p. 145. 62. Villalba Fernández.An1bal. "Evolución del pensamiento estratégico" en VV. AA. Monografía del

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Por eso, el planteamiento li11eal y estático según el cual las armas lo deciden

todo, es mecanicista y constituye una aproximación u11ilateral al problema de la

guerra que ig11ora que el factor decisivo es el 11ombre. Una adecuada correla­

ción de fuerzas debe tener en consideración no sólo el potencial militar y el eco­

nómico sino también otros aspectos coino los recursos humanos o la moral.

Clause"vitz considera que ''todo en la guerra es muy se11cillo, pero lo más

sencillo es difícil. Estas dificultades se amonto11an y determinan una fric­

ción que nadie qt1e no ha)ra visto la guerra puede representarse felizmente''.

Fricción que viene prodt1cida por la acción del enemigo pero también por el

azar, el 1niedo, las i1nprevisiones más simples . . .

El prusiano considera que la guerra cue11ta con una 11aturaleza subjetiva e

impredecible por la ingente cantidad de factores que tiene asociados; la guerra

es la comarca del peligro, del azar y de la incertidumbre. _Arendt soste11dría:

''la violencia alberga dentro de sí un eleme11to adicional de arbitrariedad; en

ningtin lugar desempeña la Fortu11a . . . un papel tan fatal en los asuntos 11u­

manos como en el campo de batalla''. Ei1 ate11ción a todos los imponderables

entre los que se desarrolla y las lagunas de información existentes durante la

toma de decisiones, Clausewitz hablará de la niebla de la guerra. Por esto Lenin

denunciará los peligros intrínsecos al az:enturerismo militar.

De hecl10, Clausewitz la comparará co11 el juego de naipes: ''no hay actividad

11umana alguna que esté en tan constante y general contacto con el azar como la

guerra''. Napoleón, para el qt1e ''en la guerra no hay nada absoluto'', apostillaría

que ''toda operación debe hacerse mediante t1n sistema, ya que el azar nunca

significa el triu11fo''; Ou Tse ya 11abía dicl10 mucl10 a11tes que ''las circunstancias

110 debe11 estar libradas al azar; u11 ge11eral 11ábil debe crearlas en un momento

dado''. Predecir el comportamie11to de la contraparte, conocerla, es ese11cial.

Debe tomarse ei1 consideración que, históricamente, las guerras hasta el

Renacimiento se llevaban a cabo mayoritariamente entre grupos armados no

estatales. No en vano, el concepto de Estado no se define como tal hasta esa

época; a partir del Tratado de Westfalia en 1648, la guerra pasó definitivamen­

te a ser u11a contienda de interestados, terminada la cual el Estado vencedor,

en cierto modo, se desentendía de los asuntos ii1ter11os del rival.

Actualmente, el Estado no sólo se enfre11ta con otros Estados o co11 ban­

das armadas, si110 que el propio Estado es el que contrata a grupos irregulares,

denominados compañías privadas de seguridad, para reforzar la acción de sus

CESEDEN núm 99/2003, p. 93.

42 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

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Page 27: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

Ejércitos en las áreas que le pueden plantear dificultades legales o funcionales.

Y aunque, la co11tratación de 1nercenarios ha sido una constante histórica,

como apunta Fred Rosen63, 11an tenido que pasar 2187 años de la muerte de

Aníbal para superar la acción de las fuerzas ma11dadas por aquél )r ha st1cedido

en 2004 en Irak a cargo de un teniente coronel actuando como civil .

.i\.ro11 comentando a Schmitt sostie11e que la política no trae consigo una

distinción entre amigo y enemigo; constituye el orden determinado por el

mando, legitimado por la costumbre o las creencias, máxime si se considera

que las colecti\ridades a menudo se disocian ei1 partidos que pretende11 ex­portar a la sociedad su propuesta. Y es una realidad que la crueldad es 1nayor

entre adversarios de la misma sociedad que fre11te a extra11jeros. Por eso no es

extraño que la mayoría de los conflictos sean intracivilizatorios.

4.4. Recurrencia y tipología

En la batalla de Bermule entre Enrique I de Inglaterra y Luis VI de Francia

hubo 3 muertos y 140 prisioneros. Como dijera Boutl1oul:

[ . . . ] las guerras del Renacimie11to, la de aquella batalla de Anagni . . . ei1 la que

11ubo una víctima, un muerto por caída de caballo, eran guerras, mientras que

la matru.1za de millones de civiles polacos a mru.1os de alemanes, sólo fue t111

siinple crimen. 64

Si en todo el siglo XIX murieron quince millo11es de perso11as, en la PGJ\1[

murieron en torno a 25 millones, en la SGM se habla de 1 1 0 millones65. E11

todo el siglo xx perecieron 1 87 millones de personas, el 10°/o de la población

mundial en 191366. Pero las cifras son siempre relati\ras; cuando Caín mató a

Abel destruyó al 25°/o de la humanidad utilizando la quijada de un asno.

En esta línea J\J[ary l(aldor sostiene que ''a principios del siglo xx la pro­

porción entre bajas militares y civiles era de 8 :1 . . . ei1 las guerras de los años

noventa, la proporción . . . es de 1 : 8''; el número de civiles muertos en todo el

siglo xx se cifra en 50 millones, el 60°/o del total.

63. Rosen, Fred. Contract warriors. Editorial Alpha, Nueva York 2005, p. 62. 64. Bouthoul, Gaston. Tratado de Polemología. Op. cit., p. 98,_ 65. Verstrynge, Jorge. Una sociedad para la guerra. Op. cit., p. 1 53 . 66. Hobsbawm, Eric. Guerra y paz en el siglo XXI. Editorial crítica, Barcelona 2007, p. 1 .

43 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS

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Page 28: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

Stepanova67, investigadora del SIPRI, mantiene que los conflictos sin la

participación de los Estados producen de 2 a 5 menos veces muertos en co1n­

bate, lo que no significa que seai1 me11os violentos, si110 que la violencia es

u11ilateralmente dirigida contra la población civil y apunta a que, con los datos

del SIPRI, en 2001 un 22°/o de la violencia dirigida co11tra la población es res­

ponsabilidad de los gobier11os y u11 77°/o de los rebeldes, mientras en 2003 el

32°/o era de los gobiernos y el 68°/o de los grupos no estatales.

Así, puede hablarse de la urbanización de los conflictos ya qt1e llama la atención

que todas las batallas importantes del siglo xx te11gan nombres de ciudades;

es más David sostie11e que ''las ciudades será11 el campo de batalla del siglo

XXI68''. E11 cualquier caso este autor co11sidera que el nú1nero de guerras ma-

yores 11a ido en disminución; 27 en el siglo XVI, 1 7 en el XVII, 1 O en el XVIII, 5

ei1 el XIX y 5 en el XX. Pero también afirma que su poder destructivo 11a ido in

C'rescendo69. De 11ecl10 Till)r cifraba la mortandad por mil habitantes en 5 en el

siglo XVIII, 6 en el xrx y 46 en el xx70.

50 +---i --- Número de guerras civiles 1----------------------1 <en curso

- - - - - - • Número de guerras entre Estados en curso 40 -t--L ________ __Jf-----------,P-.=::;--j-__,,.I-----'¡-----¡

30 ;-----------------::>..__ ____________ -'-I

20 _¡_ _________ .....,l.._�,,c:::::::.�(__ ______________ _j

10 +-L.._----"'.r---7--------------------------l � . ' � .

• 1 • ... ... - ..... .. .... A ._ _.. ,,.- - -'* ' .. ..._ • ' ._ " .¡. .. • - .A o . .... --- ·...... :!11. - - - - - - .. - - .. ... --· . ·- - -- .. ... . '" ... .. .. - -- - - - -

1 946 1950 1954 1958 1962 1966 1970 1974 1978 1982 1986 1990 1994 1998 2002

Fuente: Departamento de Estudios sobre la Paz y los Conflictos de la Universidad de Uppsala e Instituto I nternacional de Oslo de Investigaciones sobre la Paz.

Figura 1 . Guerras entre 1 946 y 2002

67. Stepanova, Ekaterina."Un patrón para el estudio de los conflictos armados" en VV. AA. Una mirada al mundo del siglo xx1 Ministerio de Defensa 2008, p. 42 68. David, Charles-Philippe. La guerra y la paz. Icaria. Barcelona 2008, pp. 1 7 1 y 1 72. 69. Ibídem, pp. 1 69 y 1 70 70. Tilly, Charles. Coerción, capital y los Estados europeos 990- 1 990. Alianza Editorial Madrid 1 992, p. 1 09.

44 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI

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La guerra es, además )T por definició11, un espacio que tiende 11acia lo ar1or­

mativo 79 Bouthoul llega a 11ablar de un ilusionismo jurídico80 11acia la alegali­

dad81, ya que se encuentra en la frontera entre territorios de vida y muerte, de

modo que resulta muy dificil que eleme11tos formales pueda11 limitar los anhelos

de supervivencia de las personas. Por eso tiende a escapar a cuantas limitaciones

y constreñimie11tos se impo11gan artificialmente a su desarrollo, como se ha vis­

to al hablar del principio de acció11 recíproca de Clausewitz. Es kgibus solutd'2.

Cuando se la trata de acotar, de limitar la guerra, ésta se desplaza hacia lim­

bos jurídicos, hacia zonas grises muchas veces generadas ficticiamente a partir

de debates pseudo11omin�1listas. Son carí-1cterísticas ''flexibilidad )T polimorfia,

duplicidad y equívoco, inversión y volteo''83. Shakespeare84 decía de la rosa que

por más que resulte posible cambiar su nombre, no puede cambiarse su olor. ,

Este 110 es debate estéril porque, si los relatos son trascendentales en un

conflicto, se construye11 mediante un lenguaje y, como aseverará George

Lakoff, el lenguaje no es inocente; )r es porque:

[ . . . ] tie11de ahora a identificar el contenido del concepto con la palabra

ql.1e lo designa de manera generalizada y estandarizada: "la palabra 110

remite a otra cosa, sino al co1nportamiento dibujado por la publicidad

y estandarizado. La palabra se co11,rierte en clicl1é. Como cliché impera

sobre el lenguaje 11ablado o escrito; la co1nunicación i1npide, desde ese

momento, un auté11tico desarrollo de los se11tidos" (H. I\ifarcuse, el hom­

bre unidime11sional). 85

En este marco el lenguaje se emplea para deshumanizar a las víctimas,

movilizar a las masas para destruirlas y negar la masacre; el descarrío de las

palabras, ligado al desarrollo burocrático y tecnocrático, permite entonces

11eutralizar los se11ti1nientos de culpabilid:1d de los ejecutores86.

79. La guerra no tiene reglas pero tiene principios, es un espacio de incertidumbre y creatividad. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted war(are. Op. cit., pp. 2 1 5 y ss. 80. Bouthoul, Gaston. Tratado de Polemología. Op. cit., p. 70. 8 1 . Freund (p. 1 75) dirá que "deroga las reglas habitualmente en vigor" y hablar de un excepcionalis­mo que hace la trasgresión tan común como la regla y Schmitt (p.45) que la guerra "no tiene ningún sentido normativo . . . no puede fundarse en normas éticas y jurídicas." 82. Liberada de leyes. 83. Ternon, Yves. El Estado criminal. Editorial Península. Barcelona 1 995, p. 102. 84. "What's in a name? That which we call a rose. By any other name would smell as sweet" 85. Bernoux, Phlippe y Alain Brou. Violencia y sociedad. Editorial Zero, Algorta 1 972, p. 22. 86. Ternon,Yves. El Estado criminal. Op. cit., p. 93.

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En los días de la creación, y con el consentimiento divino, uno de los pri­

meros actos del 11ombre fue po11er nombre a las cosas. Nombrar tiene siem­

pre u11a dimensión trascendente. Por ello, el lenguaje es uno de los primeros y

principales terrenos de enfrentamiento, y no viene mal recordar co1no prueba

de su relativismo, lo que pusiera J_,ewis Carroll ei1 boca de Humpty Dumpty:

''las cosas significan lo que yo quiero que signifique11, ni más 11i menos''87.

Y es que con el nombre que se de al conflicto (o guerra) no se actúa tanto

contra los medios que también como contra la legitimidad de u11a de las

partes, la cual pasa así a ser objeto de discusión.

Intelfjencia, dame

el nombre exacto de las cosas.

Que mi palabra sea

la cosa misma,

creada por mí nuez:amente

Llamar a una actividad violenta guerra, conflicto, crisis o terrorismo, es ese11-

cial por las consecue11cias jurídicas y políticas que plantea: un detenido puede

ser un prisio11ero, un terrorista o un criminal88 en función del nombre que se de

al conflicto o, mejor aún, de aquel que la comunidad acepte. Como resultado, conceptos geopolíticos fundamentales han adquirido significados nuevos.

Palabras e ideas juegan un papel trascendente en todos los conflictos, par­

ticularmente en los procesos revol11cionarios. El lengt1aje se utiliza p�1ra con­

fundir a los enemigos, reunir y motivar a los amigos y ganar el apoyo de los

espectadores vacilantes. Pero el lenguaje dirige o mal dirige los esfuerzos mi­

litares; su retórica afecta a la estrategia en la medida en que et1mascara el tipo

de conflicto y dificulta la aplicación de las medidas más conve11ientes. Huir

de un conflicto no sólo puede no solucionarlo (a veces s0 sino que (a veces)

puede implicar su sobredimensionamiento.

El marco it1terpretativo presta siempre un bue11 ser,ricio a quienes con­

trolan o quieren co11trolar las cosas. La polise1nia es un i11stru1nento 1nuy útil

para ello. El unilatelaralis1no 11ace coincidir la defi11ición académica con la de­

finición operativa, de modo que, por ejemplo, es terrorismo lo que yo defino

como tal y son terroristas los que yo coloco ei1 una lista ad hoc.

87. Lewis, Carro!. Alicia a través del espejo. Capítulo 6. www. elaleph.com/libros 88. "One man' s terrorist is another man' s freedom fighter"

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Page 31: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

De partida, los medios, en su búsqueda de la 11eutralidad, de la equidistan­

cia, asumen sus temas y debates lo que resulta trascendental , parte de

su le11guaje )r explican sus razones, lo que les permite ya ab initio obtener u11

rédito formal y de legitimació11. Es el criterio de equidistancia, de objetividad,

de ecuanimidad, que sie1npre subyace en la mente del que informa y motiva

que pueda perderse la referencia y acaben equiparadas víctimas )r verdugos.

El resultado es una difícil ecuación que, de partida acepta el lenguaje de im­

pug11ación, y admite varias soluciones según se les co11sidere lucl1adores por

la libertad o criminales.

Pero la foto que se proporciona al telespectador no es completa, está einpa­

quetada para 11acerla inteligible al público general. Así, resulta particularmente

significativa la retroalimentación de los sectores de población que alientan las

aspiraciones de las organizaciones terroristas, en el se11tido de que sólo con­

sumen noticias e informaciones que ellos mismos generan y que contribuyen

a su movilización ideológica119.

Además está la cuestión de la capacidad y calidad de esos medios. Entre

la censura (lo que no se quiere dejar ver o explicar) )l la propaganda (lo que

se quiere hacer pe11sar o sentir) 11ay u11 espectro de posibilidades120. Así, en la

guerra de las ]\1[alvinas, 11abida ctienta de que la censura por amputación era

instificiente, se imptiso el control de la información 1nediante u11 proceso de

selección (el poo�, el control del acceso a la información (trato exclusivo con

Oficiales británicos) )r los canales de transmisión (Ejército británico) 121.

Ejemplo de la influencia de los medios ei1 la condt1cció11 de los conflictos

es la evolución de la doctrina militar de EE. U U. que, durante la década de

los noventa y comienzos del nuevo siglo, evolucio11ó hacia el establecimiento

de criterios claros y restrictivos sobre el papel que sus fuerzas militares deben

desempeñar en un conflicto (criterios Wei11berger) y en la manera de 11acerlo

(doctrina Powell sobre la fuerza decisiva desde el primer momento) señalando unos

medios tendentes a gara11tizar el efecto cero, la gt1erra sin bajas propias, al tiem­

po qt1e se esforzaba en reducir el número de las ei1emigas. Desde la guerra

de l(osovo el principio de bqjas cero que se ha incorporado a los conflictos

bélicos122.

1 19. Manuel Gabriel, José en VV. AA. Terrorismo, victimas y medios de comunicación. Op. cit, pp. 3 1 y ss. 120. Sáez Ortega, Pedro. Guerra y paz en el comienzo del siglo XXI. Fundación Hogar del Empleado, 2002, p. 123. 1 2 1 . Ramonet, Ignacio. Los Conflictos Armados. Op. cit.. 122. Ramonet, Ignacio. Guerras del siglo XXI. Op. cit., pp. 132-133.

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Page 32: Entender La Guerra en El Siglo XXI - Fragmento

del poder. La gt1erra de maniobra fracasó porque ni el Sur ni el Norte consi­

guen imponerse; apareció la guerra de trincl1eras )T se inmovilizaron los fre11tes

en torno a Richmond de esta manera el poder de la defensa del Sur impidió

al Norte la victoria. Pero esta situación de esta11camiento cambia cuando se

expanden los límites de campo de batalla y los de la guerra381 . La clave se va a

trasladar a la i11dustria.

El General Grant, u11 hombre 11eterodoxo, es el intérprete del momen­

to e impone tina nueva forma de guerra, tina guerra de desgaste donde el

que tenía más medios no debía preocuparse tanto por maniobrar con más acierto; simpleme11te debía li1nitarse a conce11trar la 1nasa en el lugar opor­

tu110382.

La guerra se gana por aplastamiento, aniquilando la fuerza y la voluntad

del enemigo; en palabras de Sherman, ''la guerra es el ii1fierno'', ''la guerra es

crueldad y no cabe refinarla, la guerra es, simpleme11te, por naturaleza o concate-,

nación de acontecimientos, una fuerza irreprimible''383. Este es el sentido con

que cuenta la campaña de Sherman desde Cl1attanooga hasta Atlanta y por

Georgia y Carolina del Sur después, hasta alcanzar la costa destruyendo todo

lo que había por medio384. Como sostiene Hamley, en su libro The Operations

of Wars (1 866):

Lee, có1no N apoleó11, gana campañas 11aciendo que la pericia compe11se la

i11ferioridad 11umérica, pero, tambié11 có1no Napoleón, acaba cediendo ai1te

los recursos st1periores de unos enemigos que siguen presio11ando sobre él

11asta agotarlo. 385

En Europa se pensaba que aquélla era una guerra de salvajes, se despreció

a los militares americanos y sin embargo allí podían atisbarse mucl1as de las

claves de lo que sería la PGJ\1[. El gran cambio se producirá en la segunda

mitad del siglo xrx, a partir de la ruptura del juego de equilibrios en el conti­

nente tras la unificació11 y ascenso de Alemania. Y sus protago11istas son, en el

campo político, Bismarck )r, en el 1nilitar, I-Ielmuth von Moltke386.

38 1 . VV. AA. Las guerras mundiales. Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia. X Curso de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, septiembre 2008. 382. González Martín, Andrés et al., Evolución del pensamiento estratégico. Op. cit. 383. Fuller, J.F.C. La dirección de la guerra. Op. cit., pp. 104 y ss. 384. VV. AA. Las guerras mundiales. Op. cit. 385. Ibídem. 386. Ibídem.

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