elegÍa y siglos de oro

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APUNTES SOBRE LA ELEGA POTICA EN EL PRIMER TERCIO DEL XVIIYolanda Novo Universidade de Santiago de Compostela

El estudio ms abarcador y sistemtico del estatuto y evolucin de la elega potica en la Edad de Oro se recoge en las Actas de los ltimos Encuentros (noviembre de 1994) convocados por el Grupo P.A.S.O de las Universidades de Sevilla y Crdoba, en el marco de una amplia investigacin sobre gneros poticos ureos que por el momento se ha plasmado en tres imprescindibles publicaciones sobre la silva y la oda, prolongadas, precisamente, en otra tercera centrada en la elega1. En este volumen, en el que tuve ocasin de participar con un trabajo sobre el gnero en Lope de Vega (pp. 227260), quedan elucidadas en sus detalles ms sobresalientes las lneas maestras del mismo desde Garcilaso hasta los poetas de la generacin de Quevedo, a partir de sus antecedentes romanos, neolatinos e italianos, y tambin en fiel maridaje con realizaciones textuales coetneas de estos dos ltimos mbitos. En sintona con lo all dicho, reviso ahora ciertos perfiles del funcionamiento de la elega en lengua castellana en torno a unos cuantos textos ms de diferentes autores, compuestos entre 1580 y 1635 aproximadamente, a fin de contrastar desde ellos las conclusiones sobre el gnero en el primer tercio del XVII emanadas de mi estudio de la elega lopesca que acabo de' Los importantes volmenes sobre la silva y la oda a que me refiero fueron publicados en Sevilla, Publicaciones de la Universidad, 1991 y 1993, respectivamente. El de la elega vio la luz, en el mismo lugar editorial, en 1996. Este volumen, al lado de otros fundamentalsimos trabajos de Claudio Guillen y Begoa Lpez Bueno sobre tales asuntos genricos vistos en perspectiva sistmica, viene a cubrir un vaco crtico en el estudio de gneros poticos del Siglo de Oro, en el que an queda mucho por estudiar, sobre todo por lo que hace al siglo XVII. Sobra decir que las aportaciones de P.A.S.O. son, por su continuidad y altura, imprescindibles.

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aludir2. A saber, y en apretada sntesis, que en ese tercio primero del seiscientos la andadura de este gnero neoclsico y humanista3, de por s compleja desde su momento inaugural, toma los rumbos ms nuevos y desviados dentro del sistema intrnsecamente dinmico y plural en que se vena integrando4. Pues la dialctica de relaciones y polaridades establecidas por la elega verncula renacentista con otros gneros en verso limtrofes -la epstola y la gloga muy en particular-, desde la encrucijada de las dos centurias ureas hasta la muerte de Lope en 1635 se ver crecientemente ampliada, rehecha y transmutada hasta extremos que, las ms de las veces, difuminan sus formantes y hasta los enmascaran o diluyen en los de otras clases poticas que estn sufriendo un proceso de reestructuracin parejo. Se producen nuevas y transgresoras -por poco cannicas- conjunciones intergenricas que desestabilizan el sistema en el cual el espacio y naturaleza de la elega castellana vena estando ms o menos establemente definido, y, por ello, modelizado, en el doble sentido de este trmino: esto es, como una especie poemtica dotada de constantes y variables delimitadas y reconocibles en virtud de unos poemas castellanos fundacionales etiquetados como elegas -las dos de Garcilaso- y, en consecuencia, erigida en dechado o modelo digno de ser emulado con fecundidad. Tanta, que todava en los primeros treinta aos de la centuria las frmulas ms cannicas de la elega -y del decoro genrico estatuido para ella en su transitar5- siguen vigentes, aunque en menor medida y en convivencia con otras.2 Y que fue precedido de una primera incursin en La elega potica en Lope, Edad de Oro, Universidad Autnoma de Madrid, vol. XIV, 1995, pp. 223-234. 3 Neoclsico (y no provenzal ni autctono castellano) en su origen, realidad sta que acta como referencia inexcusable del proceso de la imitatio humanista de las clases en verso. Su arraigo no hispnico se demuestra en el ausente anclaje que tiene en los estereotipos de ciertas elegas funerales castellanas en verso de la Edad Media, como las coplas manriqueas en ocasin del bito paterno o la Tragedia trobada a la doloroso muerte del Prncipe don Juan (c. 1497), de Juan del Encina. Pero la elega humanista castellana era tambin un gnero petrarquista a estas alturas, por la consabida conjuncin de petrarquismo y neoclasicismo connatural en la poesa culta del Siglo de Oro ya desde sus comienzos. 4 Si las fechas a que circunscribo estas notas no abarcan con exactitud un tercio de siglo, sino algo ms, se debe a la necesidad de acoger los primeros experimentos elegiacos de poetas pertenecientes a la generacin de 1580 redactados al filo de 1600 en coincidencia con las aportaciones y difusin de las de otros ms viejos. El propsito es observar sus modulaciones postreras durante algo ms de cuarenta aos, con la emblemtica fecha de la muerte de Lope de Vega -1635- como lmite final, al paso de fases concretas. Dentro de las principales situar los poemas en su clase temtica, ya que este aspecto fue en el principio el menos alterado, debido a que la abarcadora semntica de los asuntos adjudicados a los legos, amor y muerte, permitan acoger como subtemas y motivos a otros muchos; por eso la materia acta como el marco en que operan las modificaciones. stas, como se dir, afectarn finalmente tambin a este aspecto, hasta que se difuminen, rebajen su pertinencia o desaparezcan, sustituidas por otras, esas dos motivaciones temticas originarias. 5 Vanse, a ttulo de ejemplo, las tres elegas de Lope ms canonizadas, todas de asunto funeral y etiquetacin genuina. Su espectro de redaccin va de 1612, aproximadamente, a 1633: A la muerte del P. Gregorio de Valmaseda. Elega, inserta en Rimas sacras (1614), En la muerte de Baltasar Elisio de Medinilla. Elega, incluida en La Filomena (1621) y Elega en la muerte de Jernimo de Vlaizn, editada suelta en 1633 y reimpresa facsimilarmente en Lope de Vega. Obras sueltas, ed. Prez Gmez, Cieza, El aire de la almena, 1969, vol. II.

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El proceder renovador se agudiz, repito, en los aos finales del tramo temporal aqu acotado6, y, como enseguida tratar de demostrar, se concret en el intenso y sistemtico desvo -abierto y muy lbil- de los legos versos hacia otros moldes, clases, formas estrficas e incluso gneros discursivos hasta entonces ms alejados de su rbita, de cuya dispositio, espectro versificatorio y cdigos retricos se apropia. Con ellos la elega se resituar en una reorganizada red de armonas entre gneros y contragneros ahora diferente y casi siempre conflictiva -en el sentido de extraordinariamente dinmica-, porque en sus arriesgados - e incluso irreverentes- contactos, la elega castellana ir perdiendo paulatinamente su condicin de gnero (=elega) para adquirir la de modalidad o procedimiento (=lo elegiaco), susceptible de incorporarse total o parcialmente en otras especies en verso de ndole muy diversa, a las que difumina, o bien capaz de imantar lo elegiaco en otras que lo enmarcan y en las que se enmascara. De este modo se hicieron imprecisos sus confines, esto es, la elega perdi buena parte de la implicacin genrica de sus principales invariantes. A cambio, gan en versatilidad discursiva y en amplitud de variables. Porque las contaminaciones habidas en el plano constructivo -el de la dispositioarrastraban consigo, lgicamente, las de buena parte de la invencin y de la elocucin a las que desde antes el gnero iba asociado7. En consecuencia, la esfera en la que acaecen los contagios e intersecciones recprocos abarca un amplio espectro constructivo al que ha de atenderse crticamente. Por ahora dejar de adelantar conclusiones para subrayar que esta mutacin de la elega aconteci en el seno de los fuertes cambios poticos8 acaecidos desde las primicias de ese perodo histrico y cultural que se viene denominando Barroco, y que discurrieron por la fuerte y progresiva desestabilizacin de sistemas de todos los gneros, mayores y menores, previamente sancionados por prcticas que, con mayor o menor prurito, miraban atentamente a la Potica clasicista. Entre otros muchos factores, lafi Dos antologas tambin emblemticas -las Flores... de Espinosa, 1605 y el Cancionero Antquerano, 1627- iluminan los hbitos poticos de este trecho, caracterizado sobre todo por el afianzamiento del cultismo y el conceptismo, el triunfo de Gngora y el gongorismo (con las polmicas en torno a l de fondo), al paso, asimismo, de un nuevo neopetrarquismo y de nuevas dimensiones de la expresin de lo asctico, religioso y moral en verso. Todo ello concomitante con la burla, la stira, y una compleja y casi sistemtica utilizacin de tcnicas pardicas en todos los mbitos. 7 Pues un gnero potico se constituye, ante todo, como una compleja forma interior compacta ensamblada a uno o varios esquemas mtricos y estrficos pertinentes, que actan como su forma exterior, en modo alguno arbitraria. La eleccin preferente del terceto encadenado para la elega (sin que ello supusiera relegar del todo otras estrofas), debido a su afinidad a la cadencia y estructura sintctica del dstico latino, vino a emparentara con la epstola y, a veces, tambin con la oda moral humanista. Ntese que sta, en manos de Fray Luis de Len, acept ocasionalmente el estrofismo del terceto encadenado, como sucede en la oda XVII; en l verti igualmente Fray Luis su traduccin de la elega II, iii de Tibulo. Esas otras estrofas y metros que tambin podan admitir muchas plasmaciones castellanas de la elega del XVI fueron siempre de abolengo clasicista y petrarquista, habida cuenta del concepto vigente de decoro, lo cual dejaba fuera de la esfera elegiaca versificaciones vernculas castellanas como, por ejemplo, el romance. 8 Sigo a C. Guillen en su concepcin y formulacin del cambio literario en sus mltiples trabajos cimentados sobre este concepto terico, en particular, Entre lo uno y lo diverso y Teoras de la historia literaria, respectivamente en B., Crtica, 1985, y M , Espasa-Calpe, 1990.

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nueva dinmica de contragneros y gneros poticos estaba promovida por la potenciacin mxima de la prctica de la contaminatio en la constitucin retrica de unos y otros, y amparada, como se sabe, en la ruptura de los equilibrios ideales de res y verba y de ars e ingenium. Se apoyaba el cambio, asimismo, en la reinterpretacin del principio de la variatio a la luz de una ptica ante todo retrica (y ya no slo ni principalmente potica) en el acto de la creacin literaria. En este, en consecuencia, los procesos imitativos de modelos y la mimesis cobraron un nuevo cariz, en conjuncin, tambin, con el nuevo sentido del decorus y sus resoluciones menos convencionales, por laxas y transgresoras. Al colofn por excelencia de todo ello, el conceptismo en su dimensin ms amplia y profunda, a sus bases y tcnicas, se ha de remontar, en definitiva, el remozamiento y recomposicin del sistema de gneros poticos ureos en que cualquier poeta del XVII canalizaba su expresin en verso. Y en dicho sistema la elega jug, indudablemente, un importante papel. Mis apuntes de ahora sobre los rasgos especficos y la trayectoria del nuevo tipo de elega y de lo elegiaco que florece al calor de los principales momento de la nueva poesa, a partir de unas cuantas calas textuales, tienen este contexto inexcusable. Pues no hace falta indicar, por obvio, que las metamorfosis de las que aquella emergi fueron el camino de su vigorizacin, ya que, como todos los dems moldes, tambin la elega en verso, sin perder su arraigo en tradiciones latinas y vernculas -stas de estirpe italiana-, aspiraba a sorprender y maravillar, con ribetes inusitados, el ingenio del lector, y a encauzar en sus pautas -aun a riesgo de que quedasen desvirtuadas, diluidas y hasta disueltas- el conjunto de innovadores asuntos, dicciones, modalizaciones, discursos, tipos versificatorios y registros poticos ensayados entonces. Los textos que traigo a colacin aqu, indicados en la Bibliografa final, creo que as lo muestran. Sirvan de prembulo a dicha tarea un par de aclaraciones previas. La primera tiene que ver con las designaciones de los poemas, ya que stos, a tenor de la creciente amplitud semntica y retrico-formal del gnero, no siempre llevan en cabeza, o en algn lugar del propio texto, la rotulacin genuina de elega, sino otras que solan rubricar los tipos y clases de gneros y estrofas implicados con sta: a saber, cancin, epstola, gloga, elogio, endecha, romance, idilio, silva y hasta octavas, crendose por este lado una paradoja interna entre la apariencia modal del texto as sealizada y su esencial naturaleza, dualidad sta muy acorde con el arte de tensiones que por esos aos preside la literatura. En el caso de carecer de este tipo de marcas, tampoco el cauce estrfico de los textos elegiacos parece del todo determinado, ya que desde el terceto encadenado y la estancia -crecientemente alirada-, la elega fue admitiendo otras muchas variedades versificatorias. Al respecto, viene al caso recordar que las dos elegas cannicas de Garcilaso, en tercetos encadenados ambas y de tema funeral y amoroso respectivamente, acotaban y hacan externamente reconocible el gnero tambin a travs de su ttulo, convenientemente separado as del de las otras clases poticas a las que acompaaban en un conjunto textual unitario. Claro que en l, bajo tal marbete (elega), las dos realizaciones garcilasianas cobijaban unos patrones poticos ms denotados que los de sus dechados clsicos, tanto en el rango de la materia como en el de la forma, sin que por ello dejasen de

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perpetuarse en muchos de ellos los que procedan de los tradicionales cruces de la elega con la epstola y la gloga principalmente9. Pues tambin es preciso destacar -y sta es mi segunda puntualizacin preliminarque, ciertamente, ya los dos textos garcilasianos encabezadores de la serie genrica que nos ocupa nacieron en dilogo evidente con estos otros dos gneros -as contragnerosresponsables de ampliar la andadura cannica posterior de la elega de rasgos inherentes a ambos. As pues, con la gloga se coincide principalmente en la interpelacin a un t retrico, el eventual marco buclico para expresin de la pena, el distanciamiento de la voz en personaje-pastor y el estrofismo en estancias petrarquistas10, mientras que con lo epistolar, por su parte, hay convergencia especialmente en el componente moral y satrico, en el sermo a trechos conversacional, as como en la interpelacin a un t extratextual o no retrico, y en el empleo preferente del terceto encadenado".

I. Situacin entre 1580 y 1605: Ilustran la ms amplia mixtura con estos dos contragneros -sin restarle todava9 Bien conocidos, y sobre los cuales versaron varios estudios imprescindibles, entre los que destacan los ya cannicos de Rivers y Claudio Guillen para todo lo concerniente a la polaridad epstola-elega. No es fcil resumir a estos efectos el sincretismo originario de la elega romana, a caballo de epstola horaciana y ovidiana, y tambin de exequias y epitafios, epigrama funeral y moral, stira y buclica. La gestacin poligentica de la elega romana, principal dechado de la verncula renacentista, pervive parcialmente en la inicial constitucin de sta. As lo atestiguaron desde el plano terico muchos comentaristas y exegetas de entonces (Robortello, Scaligero, Minturno y Herrera, entre otros). Tal indeterminacin, que afectaba antes a los constituyentes formales que a los de la res -bien moldeada en motivos y tpicos de carcter amoroso y fnebre- hubo que pesar en los experimentos garcilasianos a la hora de fijar para nuestra elega unas marcas invariables que, sin traicionar aquella mixtura originaria, la acotasen distintivamente. Y que veo, en apretada sntesis, en los siguientes rasgos: longitud media del poema plegada a una diccin no condensada, y separada por ello del soneto y del epigrama; terceto encadenado como preferente molde estrfico, sin descartar la estancia petrarquista (siempre que aceptemos que los dos lamentos de Salido y Nemoroso de la gloga I forman parte de corpus elegiaco garcilasista); el llanto ntimo y personalizado por afirmacin de la ausencia de un ser querido y la consiguiente tonalidad lamentativa; la interpelacin constante a un t no retrico (y tambin retrico, en la gloga citada); el estilo medio con erudicin moderada y exempla clsicos; disposicin retrica ajustada al esquema de encomio, lamentacin y consolacin, sobre todo para el asunto fnebre; la no divagacin muy prolija hacia exempla y lo circunstancial del yo o hacia la descripcin de su entorno espacial; la diccin confesional y meditativa sobre lo privado del yo y su mundo interior; y, en fin, un atenuado escoramiento hacia la reflexin moral y existencial con tenues pinceladas satricas, y que no alcanzaba a constituirse en el motivo central del poema ni a desarrollarse. Para el proceder de gneros y contragneros dentro de un sistema potico, vase, entre otros, C. Guillen, Stira y potica en Garcilaso, reimpreso ahora en El primer Siglo de Oro. Estudios sobre gneros y modelos, Barcelona, Crtica, 1988, pp. 15-48. 10 Aunque, como se sabe, stas no fuesen exclusivas del relieve estrfico del gnero de la gloga. 11 Pese a que tampoco los graves tercetos fuesen exclusivos de la epstola horaciana. stos que acabo de enumerar eran, sintticamente, los patrones particularmente distintivos de sta, con la cual se enlazaba, de paso, con la ovidiana, ya que ambos tipos se hallaban fundidos, a esas alturas del XVI, para el asunto amoroso. Por eso ciertos componentes modelados en las Heroides se pueden hallar en los de nuestra primera elega verncula de tema ertico. As, la acentuacin de recursos emotivos y los contornos de ficcionalizacin novelesca en que se puede encuadrar el lamento del yo potico ante su interlocutora ficticia.

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por ello su canonicidad al que nos ocupa- varios textos redactados en una fase primera que llega a 1605, ao de publicacin de las Flores... de Espinosa, y cuyo arranque sito en los aledaos de 1580. En este decurso, ya al amparo de las siete elegas herrerianas recogidas en Algunas obras... (1582), envasadas siempre en terza rima12, las polaridades con la epstola horaciana vinculada a la materia amorosa platonizante quedan muy acentuadas, intensificando e incrementando a tal punto la reflexin existencial y moral que sta llega a ocultar ocasionalmente el eje temtico (el amor). As suceda en las Elegas IV y VII del volumen de 1582, que comienzan respectivamente A la pequea luz del breve da y Si el presente dolor de vuestra pena...13, donde la queja amorosa serva de excusa para la disquisicin existencial de ribetes moralizantes14, como si por ello cumpliesen la funcin de poemas parentticos dentro del canzoniere herreriano. Hago notar que el conjunto de las aportaciones herrerianas a la prctica de la elega no se limit a esto, fruto, en realidad, de una prolongacin ms abierta de la marca epistolar ya muy evidente en la Elega II garcilasista. Con el poeta Herrera, otro importante dechado del gnero, tambin cobraron vida y se esbozaron otras contaminaciones genricas y estrficas ausentes en el arquetipo inicial, que cristalizarn con todas sus implicaciones precisamente a partir de los aledaos de 1605. En efecto, en sus manos la elega se cubri de ricos matices elocutivos, al reforzar su ornatus a la luz del cultismo y de una retrica que no obviaba el empaque apropiado a la cancin petrarquista ms solemne. Y muy embrionariamente se dio mayor funcionalidad a los matices encomisticos. Se acentu, asimismo, el registro descriptivo, responsable de una mayor extensin de la pieza15, lo que acaso facilitara posteriormente la hibridacin de la elega no slo con la cancin petrarquista sino con otras clases poticas muy opuestas, de factura suelta y diccin menos condensada, como el romance y la silva. As pues, con Herrera qued virtualmente ms ensanchado el paradigma de aspec12 Seguramente con el fin de diferenciarlas, tambin por esta va, de las canciones petrarquistas que aparecen en el mismo volumen, que suelen situar su motivacin y asunto en la esfera de lo pblico. No es ocasin de extenderse en la fisonoma de las elegas de Herrera, prxima a las de Bernardo Tasso, ni a su concepcin terica del gnero vertida en sus Anotaciones a la poesa de Garcilaso de la Vega, 1580, muy bien analizadas, una y otras, en el captulo correspondiente del volumen publicado en la Universidad de Sevilla por el grupo de investigadores P.A.S.O., citado en la nota 1. Tambin para la separacin terica y prctica de elega y cancin por Herrera, y la concepcin de sta en sus Anotaciones..., vase el indispensable artculo de B. Lpez Bueno, De poesa 'lrica' y poesa 'mlica': sobre el gnero 'cancin' en Fernando de Herrera, Hommage Roben Jammes, Anejos de Criticn, 1, Toulouse, PUM, 1994, pp. 721-738. 13 Cito los poemas de Herrera por la ed. de C. Cuevas, Poesa castellana original completa, M., Ctedra, 1985. Estas dos elegas, en pp. 399-409 y 459-465, respectivamente. 14 Por esta ladera se abren concomitancias de algunas elegas herrerianas con aspectos reflexivos esenciales a la oda horaciana, separada de la elega no slo por la mayor extensin de sta sino porque esta clase de oda sigue delimitando su espacio genrico en torno a la reflexin moral de transcendencia pblica y privada, pocas veces al comps de la queja amorosa. 15 Habida cuenta de que para la elega amorosa -y las de Herrera modelizan plenamente y clausuran esta clase- la longitud, segn el primer canon, era algo menor que para la fnebre. Llama la atencin que Herrera no se acomode a esta distincin de elega funeral y elega amorosa marcada por Garcilaso en lo tocante a la longitud de la pieza: el tipo amoroso, en Garcilaso no sobrepasaba los 193 vv., mientras que las elegas herrerianas de igual materia poda alcanzar, como la IV, los 265 vv.

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tos discursivos de la elega germina16. Por eso en este momento prebarroco se detecta el contacto de la elega con ciertos usos de la cancin petrarquista en estancias. Sirva de muestra la publicacin, en la I parte de las Flores de poetas ilustres, de una de Gngora (Qu de envidiosos montes levantados...) tan plegada a las pautas de la elega ertica de raz ovidiana que slo tiene de cancin petrarquista neoplatnica su diseo estrfico17. Por su parte, una composicin de Juan de Arguijo redactada conjeturalmente hacia 1587 verifica la pervivencia, a finales del XVI, de la polaridad elega-gloga, con el segundo ingrediente ms realzado dentro del asunto funeral que le es propio, y en el contexto de un poema autnomo18. Se trata de la elega -aunque carezca de este ttuloDe Don Juan de Arguijo a la muerte de su amigo el Hermano Tercero de la Compaa de Jess19. Compuesta en estancias aliradas y de extensin algo superior a los parmetros de la elega mortuoria de Garcilaso20, sta de Arguijo se engasta en un marco buclico al que se conforma el proceso de distanciamiento de la voz potica en faz de personajepastor que se lamenta al son de sus movimientos espaciales, de forma que el llanto por el amigo fallecido se asemeja a un canto amebeo plegado a la tpica y configuracin de la elega funeral meditativa e intimista, al recuerdo de la Elega I de Garcilaso. La misma interseccin genrica cobrar vida algo despus, empero en torno al amor como tema, de la mano de Gngora y su poema en estancias aliradas Sobre trastes de guijas..., de 160321. La hibridacin de elega y epstola potica en el tramo temporal que antecede a 1605 la ilustra ntidamente la composicin de Lope Serrana hermosa, que de nieve helada..., redactada entre 1600 y 1603, y editada en El peregrino en su patria (1604). Aqu el lamento elegiaco por ausencia de Lucinda -el confidente potico- es formulado por el yo al amparo de la retrica epistolar, con el doble amor de la tradicin elegiaca romana de fondo22.16 Sin que, por ello, pierda su anclaje en la meditacin sobre el mbito privado del yo, que en Herrera es el punto de separacin fundamental de la elega respecto de la cancin. Cfr. B. Lpez Bueno, art. cit., passim. 17 Este poema se encuentra en Espinosa, Flores de poetas ilustres, segn la ed. moderna de Quirs de los Ros y Rodrguez Marn, 2" ed, Sevilla, 1896, vol. I, pp. 73-74. En la misma recopilacin incluy Espinosa un poema en estancias aliradas de Lope, Sentado en esta pea... , pp. 154-156 de la misma ed., que puede considerarse una protoelega lopesca temprana -parece redactada hacia 1591-95-, en la que los formantes elegiacos se muestran muy sometidos a la matriz eclgica en que se formula la pena por la ausencia de la amada. 18 Quiero decir que no es parte de una gloga en verso, como las elegas de la gloga I de Garcilaso, ni se inserta en un libro de pastores. 19 Cfr. Juan de Arguijo, Obra potica, ed. S.B. Vranich, M., Castalia, 1971, pp. 222-237. 20 En Garcilaso y poetas de su entorno la funeral siempre era ms extensa que la amorosa, sin duda porque la disposicin retrica de los poemas funerales, del exordio a la peroracin, pasando por la descripcin de los hechos sucedidos con exempla eruditos, los argumentos de consolacin y la alabanza, requeran esta formalizacin expandida. 21 Esta pieza lleva el rubro de cancin en la ed. de Obras completas gongorinas preparada en su da por los hermanos Mill y Gimnez, Madrid, Aguilar, 1967. ~ Para ms pormenores en el anlisis de este texto de Lope, vanse mis observaciones y notas en el trabajo citado en la nota 1, 1996.

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1126 II. Situacin entre 1606 y 1635:

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En la fase posterior, situada entre la coleccin de Pedro Espinosa y la muerte de Lope en 1635, la elega cubre un itinerario complejo en el que Gngora y el asentamiento del gongorismo jugaron un papel crucial. Ya sean de raigambre amorosa -en creciente disminucin cuantitativa-, ya sean mortuorios, los legos -ahora tan verstiles que tambin admiten el fragmento porque no siempre recubren la totalidad de un poema exento- caminan por derroteros casi siempre ms abarcadores, al potenciar nuevos contactos de naturaleza genrica y, ante todo, estrfica23. Por un lado, las interferencias con la gloga y la epstola adquieren sus frmulas ms extremadas en el tramo final de estos treinta aos, y como emblematizan dos textos del Lope anciano: gloga a Claudio (mejor, epstola elegiaca), de 1632, y Amarilis. gloga (1633), que es parcialmente una larga elega en octavas encajada en un global disfraz virgiliano, el mismo que, al lado de otros, sirviera a Gngora aos antes para sus innovadoras Soledades. Ahora bien, otro sendero alternativo y paralelo a ste ser ms audaz, y sintomticamente lo traz lo elegiaco al acogerse a la meditacin sobre la muerte. Aunque tambin en este mbito se observan dos direcciones diferentes. La una casi reduce la elega al elogio y al encomio, en ocasiones ditirmbico. Generalmente sucede esto cuando la motivacin textual es el bito de un personaje pblico socialmente importante. Entonces, toda la retrica y tpica de la poesa ulica circunstancial se sobrepone al lamento ntimo, que apenas queda insinuado. A esta factura se amoldan sendas elegas en tercetos de Bartolom Leonardo de Argensola y Juregui escritas, la una, con ocasin del fallecimiento de la Reina Margarita de Austria en 1611, y la otra al morir el hermano del Conde de Lemos, en 1608. Se trata, respectivamente, de Con feliz parto puso al heredero...24 y de Parti la noche de su albergue oculto...25. En las dos, la alabanza solemne desmesurada del muerto y sus allegados reduce a su mnima expresin y pertinencia los vectores elegiacos, que brillarn por su ausencia en las posteriores Nenias en la muerte del Sr. Rey Felipe III, compuestas por Gngora en 162126. En definitiva, uno y otro son ilustrativos de la manera en que el panegrico suele adulterar la quaerimonia acendrada y los argumentos consolatorios personalizados. stos quedan ahogados en los modos de la cancin celebrativa o en ciertos rasgos de poemas heroicos breves, en beneficio de la necesaria mitificacin pica del fallecido y de la enumeracin solemne de sus perfiles vitales al comps de exempla muy eruditos,Recalco esto ltimo, por ser un rasgo ejemplar de uno de los relieves ms sobresalientes de las vas exploradas ahora para experimentar la renovacin genrica: acudir a intercambios estrficos inslitos. u Cfr. B. Leonardo de Argensola, Rimas, ed. J.M. Blecua, Madrid, Espasa-Calpe, 1974, t. II, pp. 42-51. 25 En Juregui, ed. de Poesa preparada por J. Matas Caballero, Madrid, Ctedra, 1993, n 19. 26 Esta nenias de Gngora las rotulan los Mill y Gimnez como cancin, en su ed. cit. A fin de observar una excepcin a este acoplamiento de lo pblico y el escoramiento evidente de la elega a lo exclusivamente encomistico, vase la elega escrita por Juregui por el mismo motivo que la de Argensola (ed. de Rimas suyas en la ed. de Matas Caballero cit. supra, n 18): es una pieza en estancias en que la alabanza a la reina Margarita se equilibra con la meditacin existencial, no muy profunda ciertamente, pero en tono recogido.23

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casi siempre mitolgicos e histricos27. No ha de extraar, por ello, que incluso en ciertas rbricas de elegas funerales poco alteradas, los trminos elogio y elega se confundan58. El segundo rumbo posible de lo funeral, asimismo fecundo, lo tom la elega casi siempre al socaire de la prdida de un ser cercano -extratextual o fingido- que repercute en los afectos del sujeto potico. Su conmocin emotiva se detiene, en este caso, en la meditacin privada sobre la vanitas, el desengao, el homo solus, el valor de la amistad, el paso del tiempo y su inexorable colofn, la muerte, todo ello empapado ms de una vez de un notable ascetismo espiritualista y religioso de tintes neoestoicos cristianos, hacia el que se sublima el desconsuelo del yo. A tal efecto, la elega funeral de Lope dedicada a la muerte de Carlos Flix, de 1612, representa mejor que ninguna otra la culminacin de esta nueva dimensin29. Desde esta ladera existencial y espiritual, la elega de cualquiera de todas las clases temticas reseadas -las modelizadoras del XVI y las nuevas- puede, asimismo, arribar a otros asuntos. A saber: la evocacin de los avatares vitales del ser humano entre fortuna e infortunios, la aoranza de edades doradas perdidas, y los extravos metafricos a partir de los que el sujeto, en su evocacin dolorida, restituye lo perdido en la escritura. Estos perfiles se amplifican por momentos hasta el recuento rememorativo de los avatares vivenciales del propio yo potico, la stira moral y social, el memorial autobiogrfico y la reflexin metaliteraria. Materias y dicciones poticas todas ellas que ya alcanzan a tener un tratamiento elegiaco autonomizado, tal y como se plasma meridianamente en gloga a Claudio (1632), Huerto deshecho (compuesta entre 163233) y, en parte, en El Siglo de Oro. Silva moral (1635), piezas las tres del Lope senil donde amor y muerte de un allegado carecen ya de pertinencia temtica30. Por no citar, otra vez, las Soledades de Gngora. Precisamente algunos pasajes de la Soledad segunda, redactada seguramente entre 1613 y 1626 en su versin definitiva31, ofrecen el ms arriesgado fundido de elega, soledad barroca, pastoral y poema descriptivo de estos aos, bajo la frmula de la joven, humanista y polidrica silva. En los vv. 116 a 171 y del 542 al 611 (estos ltimos correspondientes al canto amebeo de Lcidas y Micn), la diccin lamentativa refuerza el sentir del peregrino desterrado en nostlgica bsqueda de su propia identidad arcdica y amorosa, teida de desengao y melancola y de todo un metaforismo de destierroCasi siempre estos exempla son mitolgicos, como en Herrera. Como sucede en Lope, Elogio en la muerte de Juan Blas de Castro. Al rey nuestro Seor, 1631. 29 Esta composicin no slo verifica el ascetismo posible al que puede acoplarse en general la elega, sino que lo inserta en una direccin claramente religiosa reforzada en este caso por la inclusin del texto en el libro potico ms importante del ciclo penitencial lopiano: Rimas sacras (1614). En trminos similares se puede hablar en Lope de la Elega en la muerte del P. Gregorio de Valmaseda, del mismo volumen, y de Eliso. gloga en la muerte del Rvdo. P. Maestro Hortensia Flix Paravicino (redactada en 1633 y editada en La Vega del Parnaso, 1637), personajes reales ambos con los que Lope tuvo vnculos de amistad. 30 Estrficamente, las tres piezas de Lope son, respectivamente, tercetos encadenados, estancias petrarquistas y silva. 31 Vid. al respecto la introduccin de R. Jammes a su edicin de las Soledades, Madrid, Castalia, 1994, p. 21. Por esta edicin citar los versos que sealo en adelante.28 27

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que encuentra en la imagen de la barquilla destrozada su mejor representacin32. Este registro y actitud del personaje potico no se alejaban en demasa de la dolorida queja ni del melanclico vaco del monstruo Polifemo ante el rechazo de Galatea, vertida en varias octavas de la Fbula de Polifemo y Galatea que el Gngora mayor haba creado un poco antes. En estos dos poemas extensos suyos, pero muy especialmente en Soledades, la modalidad elegiaca impregna porciones del poema y permeabiliza con su potica al resultado genrico global, que en ambos casos resulta ser un original fundido de poema narrativo, elega, poema descriptivo, cancin amorosa y gloga. Como se ve, nuevas materias elegiacas van requiriendo de otros moldes genricos y estrficos, sobre todo de estos ltimos, en los que reposarse decorosamente: uno de ellos la silva, que, como se ha apuntado, en ciertos casos va etiquetada como Idilio. As por Francisco de Que vedo en las elegas amorosas de Erato -la musa de la elega, precisamente- que cerraban el canzoniere aLisi33. De este tipo de elega amatoria en silvas ya era representativo un poema de Soto de Rojas anterior a 1611, el titulado A Fnix en Generalife, ausencia, una elega de claro abolengo ovidiano34. Pero tambin las otrora narrativas y picas octavas reales -as en el Polifemo gongorino y, como ya seal, en la porcin elegiaca de la gloga Amarilis de Lope- se pueden plegar a la retrica del lamento. Finalmente, cumple destacar una ltima metaformosis de la elega muy arriesgada: la producida en su acercamiento a distintas variedades del romance vernculo. Me refiero a la endecha y el romancillo. A esta serie mtrica abierta, de verso siempre corto, y de proteica naturaleza desde sus experimentaciones en manos de los poetas nuevos, se dirigi otra de las travestizaciones de la elega -de sus modalizaciones, mejor- que forma parte, en fin, de la convulsin extrema a que la nueva poesa someti el sistema potico barroco en las dcadas segunda y tercera del XVII. Entindase cunta transgresin implicaba emparejar elega y romance, habida cuenta del antagnico decoro adquirido por cada uno hasta no haca mucho. Verdad es que en el supuesto de que el romance todava no hubiese alcanzado la categora de gnero potico, su morfologa y especializaciones no parecan compenetrarse muy bien, a priori, con la de la elega humanista. De manera que sorprende su intercambio mutuo desde 1610 en adelante, como singularsima va de acogida de todos y cada uno de los matices temticos a que los legos haban expandido su materia. Vase cmo Carrillo y Sotomayor incluye en sus Obras (1611) una Elega al remedio del amor, del autor, en romance,32 Recurdese que esta imagen es la misma que la de las famosas barquillas funerales incluidas en Lope de Vega, La Dorotea, 1632, ya presente mucho antes en el soneto 150 de las Rimas, 1602, 1604, Rota barquilla ma... 33 De entre la abundante bibliografa sobre las silvas de Quevedo, vase ahora, por sus profusas referencias a estos idilios, M.A. Candelas Colodrn, en S. Fernndez Mosquera (ed.), Estudios sobre Quevedo. Quevedo desde Santiago entre dos aniversarios, Santiago de Compostela, Universidad y Consorcio, 1995, pp. 161-185. 34 La cito por una seleccin moderna del libro en que figur, el Desengao de amor en rimas, ed. de N. Marn, Granada, Diputacin Provincial, 1982, pp. 41-43. Vase el facsmil completo de este volumen de Soto de Rojas preparado por A. Egido, Mlaga, R.A.E., Caja de Ahorros de Ronda, 1991.

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mientras el Conde de Salinas, por su lado, compone antes de 1630 una endecha sobre la soledad amorosa desde un ngulo elegiaco35. Pero ser Lope de Vega, en las cuatro barquillas funerales y existenciales de su Dorotea (1632) y en el romancillo amoroso de la misma obra (Ay riguroso estado...), quien lleve a su climax compositivo y retrico la creciente funcionalidad de esta clase de mezcla hacia los aos treinta. A la vista de lo expuesto, no ser muy osado postular que la creciente permeabilidad y ductilidad de la elega en el primer tercio del XVII fue un hecho irrefutable, que la reconvirti en una modalidad de discurso potico en verso tan lbil y receptiva que pudo adaptarse'a heterogneos esquemas mtricos y, paulatinamente, contaminarse sin contencin de los formantes retricos y estructurales de otros gneros y especies. Por todo ello, en los aos treinta sobre todo, lo elegiaco no necesit ya albergarse en el diseo completo de un nico poema extenso, sino que supo dibujarse en el interior de otro tipo de composicin que, a su vez, poda, virtualmente, engrosar un texto en verso ms amplio, esto es, una unidad poemtica mayor. Si estos procesos que, sin duda, inyectaban nueva savia al gnero fueron efectivamente ms extremados en el mbito de la reflexin sobre la muerte y sus motivos colaterales, fue porque, debilitado el neopetrarquismo y la mitificacin extremada del amor espiritualizado, la expresin elegiaca del sentimiento ya no contaba, a fin de reactualizarse por novsimos senderos, con la apoyatura de los cdigos petrarquistas convencionales, tan desgastados. Por eso, en las pocas muestras amorosas de la etapa final aqu recogidas, la elega se reactiva regresando al erotismo ovidiano -y falt el tiempo para observar a esta luz las elegas en serie de las Erticas o amatorias (1618) de Villegas-, o bien solapndose al remozado bucolismo virgiliano o a la joven soledad barroca y su retrica de la melancola. Y asimismo en la confluencia con ciertas especies de silvas y romances de cariz ertico. En general, pocas clases poticas de entonces supieron abrir su comps genrico, modal y discursivo, a tantos temas, formas y metros. En tal capacidad para asumir un arte de paradojas constructivas estrib, a mi entender, la vitalidad y complejidad de este gnero y/o cauce en el primer tercio Barroco. Aunque en ella sembrase la semilla de su disolucin.

Cfr. Carrillo y Sotomayor, Obras, ed. R. Navarro Duran, Madrid, Castalia, 1990, pp. 304-310, y Conde de Salinas, Antologa potica (1564-1630), ed. T.J. Dadson, Madrid, Visor, 1985, poema LXIX, pp. 123-125.

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Bartolom Leonardo de, Con feliz parto puso al heredero..., en Rimas, ed. J.M. Blecua, Madrid, Espasa-Calpe, 1974, t. II., PP. 42-51. ARGUIJO, Juan de, De Don Juan de Arguijo a la muerte de su amigo el Hermano Tercero de la Compaa de Jess, ed. de Obra potica de Arguijo preparada por S.B. Vranich, Madrid, Castalia, 1971, pp. 222-238. CARRILLO Y SOTOMAYOR, Luis, Elega al remedio del amor, del autor, en Obras (1611), ed. R. Navarro Duran, Madrid, Castalia, 1990, pp. 304-310. CONDE DE SALINAS (Silva y Mendoza, Diego de), Endecha sobre la soledad amorosa, redactada hacia 1630, poema LXIX, de la Antologa potica (1564-1630), ed. T.J. Dadson, Madrid, Visor, 1985. GNGORA, Luis de. - Qu de envidiosos montes levantados..., aparecido por vez primera en las Flores de poetas ilustres..., recopiladas por Pedro Espinosa, 1605, parte I, pp. 73-7'4, de la ed. moderna de esta antologa preparada por Quirs de los Ros y Rodrguez Marn, Sevilla, 1896, 2a ed. - Sobre trastes de guijas..., en Obras completas, ed. de los hermanos Mill y Gimnez, Madrid, Aguilar, 1967. - Nenias en la muerte del Sr. Rey Felipe III, edicin citada de Mill y Jimnez. - Fbula de Polifemo y Galatea, ed. A. A. Parker, Madrid, Ctedra, 5a ed., 1983. - SoledadII, segn la ed. deSoledades preparada por R. Jammes, Madrid, Castalia, 1994, (vv. 116-171 y 542-611). HERRERA, Fernando de, Elega IV, A la pequea luz del breve da... y Elega VII, Si el presente dolor de vuestra pena..., de Algunas obras..., 1582, pp. 399-409 y 459465, respectivamente, de la ed. de C. Cuevas, Poesa castellana original completa, Madrid, Ctedra, 1985. JUREGUI, Juan de, Parti la noche de su albergue oculto..., ed. de Poesa preparada por J. Matas Caballero, Madrid, Ctedra, 1993, poema n 19. QUEVEDO, Francisco de, Elegas amorosas varias que cierran Canta sola a Lisi, de la musa Erato, de su Poesa original completa, ed. J.M. Blecua, Barcelona, Planeta, 1981, pp. 535-541. SOTO DE ROJAS, Pedro, A Fnix en Generalife, ausencia, del Desengao de amor en rimas, ed. moderna en la seleccin preparada por N. Marn, Granada, Diputacin Provincial, 1982. VEGA CARPI, Lope de: - Serrana hermosa, que de nieve helada..., incluida en El peregrino en su patria, 1604, ed. J.B. Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1973. -Ala muerte de Carlos Flix. Cancin, incluida en Rimas sacras, 1614, ed. de J.M. Blecua, Lope de Vega, Obras poticas, I., Barcelona, Planeta, 1989,2a ed. con adiciones. - gloga a Claudio, 1632, Vid. ed. facsmil de la ed. suelta de hacia 1632 en Lope de Vega, Obras sueltas, I, ed. A. Prez Gmez, Cieza, El aire de la almena, 1968.ARGENSOLA,

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-Amarilis. gloga, primera ed. suelta de 1633, luego reeditada en La Vega del Parnaso.1637, ed. facsmil de F.B. Pedraza, Madrid, Ara Iovis, 1993. - Las cuatro barquillas funerales y el romancillo Ay riguroso estado... de La Dorotea, 1632, ed. E.S. Morby, Berkeley y Madrid, 1969, 2a ed. revisada. - Huerto deshecho (R.: 1632-33), ed. facsmil de la suelta de 1633 por E. Asensio, Madrid, Tipografa Moderna, 1963. Reeditada luego en La Vega del Parnaso, Cfr. en el facsmil citado. -El Siglo de Oro. Silva moral, 1637, ed. facsmil de La Vega del Parnaso, 1637, cit. supra. VILLEGAS, Esteban Manuel de, Erticas o amatorias, 1618, ed. moderna de N. Alonso Corts, Madrid, Espasa-Calpe, 1941.

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