el puente de oto_o - takashi matsuoka

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Annotation Emily Gibson, residente en Japn desde su llegada a Edo en 1861, entabla amistad con el heredero del clan de Okumichi, Genji, un joven que, aunque interesado por el mundo occidental que se abre ante l, sigue considerando que su principal deber es la defensa del honor familiar. Emily, intrigada por la historia de los ancestros de Genji, se volcar en la interpretacin de los manuscritos legados. A medida que se adentre en ellos, los textos cobrarn vida y una profeca oculta durante siglos comenzar a tomar forma. Takashi Matsuoka retoma a algunos de los protagonistas de El honor del samurai para describir el rico mosaico que conforma la sociedad japonesa. La historia de los Okumichi es la historia de la evolucin del pas.

TAKASHI MATSUOKA EL PUENTE DE OTOO A mis abuelos: Matsuoka Atono, nacido en el pueblo de Akaoka,en el antiguo Dominio de Tosa, y Okamura Fud, nacida en Wakayama, en Kansai del sur, Tokunaga Sumi y Yokohama Hanayo, nacidos en el pueblo de Bingo, en la Prefectura de Hiroshima. A mis padres: Yoshio Matsuoka, nacido en San Francisco, California, y Haruko Tokunaga, nacida en Hilo, Hawai. Y a mi hija: Weixin Matsuoka, nacida en Santa Mnica, California. Con gratitud, respeto y los mejores recuerdos. Siempre.

I EL FANTASMA DEL SEOR KIYORI

1 El espectro El Gran Seor empua una espada afilada, cabalga un brioso corcel de guerra, comanda una hueste de indisciplinados vasallos. Ha decapitado a diez mil enemigos. Sus proezas militares son la maravilla del reino. Pero acaso no lleg a este mundo desgaitndose desde el vientre de una mujer? No se aliment, indefenso, de los pechos de una mujer? Y cuando las fras estrellas centellean como el hielo en el cielo invernal, y el abismo de la eternidad congela su corazn, qu otra cosa ansia ms que el abrazo de una mujer? Aki-no-hashi, 1311 *** Castillo Bandada de Gorriones, en el Dominio de Akaoka, 1860 La dama Shizuka no haba cambiado lo ms mnimo desde que el seor Kiyori la conoca. Su cutis era tan delicado como la ms exquisita de las porcelanas Ming, y mostraba la perfecta palidez propia de una cortesana que nunca abandona sus aposentos, su piel no acusaba el paso del tiempo, nunca haba sido herida por el sol o las inclemencias del clima, y no exhiba seal alguna reveladora de hechos, pensamientos o sentimientos impropios de su condicin. Sus ojos, cuando no lo miraban tmidamente, con complicidad o seductoramente, segn el caso, permanecan fijos en algn punto remoto mostrando una expresin de inminente y agradable sorpresa, acentuada por sus cejas altas y ralas. No luca un peinado a la usanza moderna, con toda esa complejidad de trenzas, dobleces, ondas y accesorios, sino sencillamente partido al medio y sujetado con un lazo celeste que lo dejaba caer laciamente sobre los hombros, desde donde segua deslizndose por la espalda con elegancia, lustrosa como el bano, hasta llegar al suelo. Sus largos trajes de refinada seda crep, cuyas texturas contrastaban unas con otras, eran de corte clsico, sueltos, y sus sucesivas capas exhiban matices complementarios de azul que iban desde el ms luminoso de un estanque de montaa hasta el casi negro del cielo nocturno. El vivo retrato de una princesa de la era del Prncipe Resplandeciente. Una era, record l, que haba transcurrido muchos siglos atrs. Fuera de aquella habitacin, el enorme podero militar de las naciones extranjeras amenazaba ominosamente a Japn. Ahora, los gigantescos buques de guerra de vapor de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia, entraban libremente en los puertos japoneses.

Aquellos buques estaban equipados con caones capaces de lanzar bombas del tamao de un hombre a grandes distancias, incluso ms all de las montaas y los bosques, y destruir ejrcitos ocultos a la vista antes de que pudieran siquiera imaginar quin estaba arrasndolos. El ocano que separaba las islas de Japn del resto del mundo ya no constitua una defensa. Las fuerzas navales de los extranjeros tenan cientos de humeantes buques artillados, dispuestos a hacer algo ms que bombardear el continente a la distancia. Desde tierras muy lejanas podan transportar decenas de miles de tropas pertrechadas con ms caones y tambin con armas de fuego de mano, y desembarcarlas en las costas de Japn en un lapso de unos pocos meses. Sin embargo, all, en aquella habitacin situada en la torre ms alta del castillo Bandada de Gorriones, el antiguo Japn segua vivo. Y al menos por un tiempo, el seor Kiyori poda vivir la ilusin de que el mundo entero estaba encerrado entre sus cuatro paredes. Ella vio que l la miraba, y sonri. Una sonrisa al mismo tiempo inocente e intrigante. Cmo lo lograba? Ni siquiera la ms brillante de las geishas era capaz de mezclar esas dos expresiones en una sola mirada. Recatadamente, ella baj la vista y cubri su infantil sonrisa con la amplia manga de su antiguo quimono Heian. Me ests avergonzando, mi seor. Hay algo que est mal en mi apariencia? Cmo podra haberlo? replic el seor Kiyori. T eres el ser ms perfectamente bello de todo el reino, y siempre lo sers. Una expresin traviesa asom a sus ojos. Eso dices t una y otra vez. Sin embargo, cundo fue la ltima ocasin en que me hiciste el honor de visitarme en mis aposentos? Te ped que nunca ms volvieras a hablar de eso. Por el calor que sinti en sus mejillas, supo que se haba ruborizado. Qu vergonzoso resultaba para un hombre de su rango y su edad responder como un nio encaprichado. Que alguna vez haya sucedido es un lamentable error. Por la diferencia de edad entre nosotros? Cualquiera que la viese habra pensado que era una muchacha de no ms de dieciocho o diecinueve aos en el primer florecimiento de la feminidad, sin duda una dama de alta alcurnia, tal vez incluso virgen. Cualquiera que lo mirase a l vera un hombre de edad avanzada cuya gallarda no haba sido mellada por los aos ni por la derrota, distendido pero alerta, que llevaba el cabello entrecano peinado con el elaborado estilo de un seor samurai. La diferencia de edad entre ellos. S, tambin eso, desde luego. Sin embargo, nunca haba pensado en ello. No volver a suceder. Nunca ms dijo.

Es una profeca? pregunt ella con tono burln pero en absoluto spero, como si estuviera invitndolo a compartir una broma ms que mofndose de l. Sabes muy bien que no. No eres acaso Okumichi no kami Kiyori, gran seor de Akaoka? Pues entonces seguramente eres profeta, como lo ha sido siempre el jefe de tu clan desde tiempos inmemoriales. Eso dice el pueblo. El pueblo lo dice porque a menudo tus acciones no pueden ser explicadas ms que por el don de la presciencia. Si no eres un profeta, cmo puedes conocer el futuro? S, cmo? Siempre haba sentido el peso de la maldicin de la profeca, pero ltimamente, por primera vez en su vida, tambin haba empezado a sentir el peso de la edad. Setenta y nueve aos. Segn los cronistas del pasado, en la antigedad los hroes, los sabios, los elegidos de los sagrados dioses solan vivir cien aos o ms. No poda imaginar que a l fuera a sucederle algo as. En realidad, pensndolo bien, era una maravilla que hubiese vivido tanto. Haba comenzado a gobernar el dominio a los quince aos, se haba casado a los dieciocho, tuvo hijos tardamente y perdi a su esposa a los cuarenta. Durante todo ese tiempo haba mantenido una relacin secreta con la dama Shizuka. Cunto haca de eso? Ahora corra el ao decimocuarto del emperador Komei. Ellos se haban conocido durante el ao decimosptimo del emperador Kokaku, cuyo reino haba durado treinta y ocho aos. Despus de l y antes del actual soberano haba reinado durante veintisiete aos el emperador Ninko. Seran sesenta y cuatro aos? Por costumbre, consult el calendario de los extranjeros para asegurarse de que haba calculado bien. El ao decimosptimo del emperador Komei era el 1796 despus de Cristo. El presente ao era el 1860. S, sesenta y cuatro aos. Ella haba dicho que tena diecisis aos cuando se conocieron. Ahora deca que tena diecinueve. A los ojos de Kiyori no haba cambiado lo ms mnimo. El escalofro que sinti no provena de la templada maana de invierno. Cmo podra saberlo yo? se defendi Shizuka. Eres t el que tiene las visiones, no es as? Soy yo? No estars sugiriendo que soy yo quien las tiene. Siempre has dicho que eras t replic Kiyori. Y t siempre lo has negado dijo Shizuka con expresin tan concentrada que frunci el entrecejo. Mir audazmente a Kiyori a los ojos. Empiezas a pensar que es posible que as sea?

Una voz que lleg desde fuera de la habitacin impidi a Kiyori responder. El t est listo, mi seor. Entra. Mir distradamente a la joven criada, Hanako, que abri la puerta en silencio, recorri la habitacin con la vista y se detuvo. Qu poco cuidadoso haba sido. Se haba quedado despreocupadamente junto a la ventana y no le haba dado un punto de referencia. La muchacha no saba dnde deba servir el t. Pero antes de que Kiyori se sentara frente a Shizuka, Hanako se dirigi exactamente al sitio que l le habra indicado, un punto intermedio entre aquel en que l se encontraba y aquel en el que una invitada se habra sentado. Hanako nunca dejaba de sorprenderlo. Desde el primer momento, es decir, desde que haba entrado a su servicio siendo una hurfana de nueve aos, haba demostrado la agilidad de su inteligencia y una intuicin tan penetrante que superaba a la de la mayora de sus samurais. Gracias, Hanako. Puedes retirarte. S, seor dijo Hanako con una reverencia. Caminando sin volverse para no dar la espalda a su seor, comenz a abandonar la habitacin. No olvidas algo? pregunt Shizuka con una voz tan queda que podra haberse pensado que era imaginaria. Hanako, un momento. Qu haba olvidado? Oh, s. Cuando maana el correo regrese a Edo, irs con l. All te unirs a la servidumbre del seor Genji, en el palacio de La Grulla Silenciosa. S, seor. Aunque la orden no haba sido precedida por ningn aviso, Hanako no se mostr sorprendida. Asinti sin preguntar nada, y as era exactamente como deba responder. T me has servido muy bien, Hanako. Tus padres estaran orgullosos de ti. Kiyori, por supuesto, no se disculp ni le dio explicacin alguna acerca de su decisin de enviarla a Edo sin previo aviso. Gracias, seor. Has sido muy considerado soportando mis fallos durante tanto tiempo. l pas por alto aquella expresin formal de humildad. Te agradecer mucho que sirvas del mismo modo a mi nieto. S, seor. Me empear en hacerlo lo mejor posible. Por qu la estoy enviando a La Grulla Silenciosa? dijo Kiyori cuando Hanako se hubo retirado.

Me lo ests preguntando a m, mi seor? Slo estoy pensando en voz alta replic Kiyori. Una mala costumbre que me ha granjeado una reputacin de excentricidad mayor que la que merezco. Es bueno que pienses acerca de ello, puesto que eres t quien toma las decisiones. Hizo una pausa antes de agregar: No es as? Kiyori sonri amargamente. Estaba sumido en el mismo estado de nimo que se apoderaba de l cada vez que hablaba con Shizuka. Sus razonamientos acerca de estas cuestiones, por muy lgicos que fueran, casi siempre eran errneos. Ah estaba la diferencia entre la lgica y lo que las profecas le dictaban. Estoy enviando a Hanako a unirse a la servidumbre de mi nieto porque ahora que l ha asumido la mayor parte de las obligaciones formales del gran seor de nuestro dominio, necesita ms que yo contar con servidores leales. Sobre todo porque se supone que en cualquier momento llegarn a Edo otros tres misioneros cristianos que vivirn bajo nuestra proteccin. Su presencia desencadenar una crisis que decidir el futuro de nuestro clan. Aparte de esta cuestin inmediata, espero que florezca algn afecto entre Hanako y Genji. Es exactamente la clase de mujer que l necesita en estos tiempos peligrosos. Qu coherente eres, mi seor. Tu pensamiento siempre es tan claro... Supongo que estoy equivocado, como siempre. Kiyori sirvi el t para ambos. Una simple cortesa, pues Shizuka, como siempre, no beba el suyo. La gran diferencia de posicin social entre ellos no es un impedimento? El futuro promete ser catico, y en circunstancias as el carcter es mucho ms importante que la posicin social. Qu sabio eres dijo Shizuka. Cmo te has liberado de las restricciones que imponen las convenciones sociales y qu acorde con la poca te muestras. No ests de acuerdo conmigo? No, en absoluto. Mis puntos de vista son anticuados, y es muy poco lo que s del mundo externo; sin embargo, es evidente hasta para alguien con un entendimiento tan limitado que el mrito propio es, ahora, mucho ms valioso que el rango heredado. Ests de acuerdo, pero al parecer mis palabras te resultan cmicas. Supongo que Hanako y Genji no estn destinados a ser el uno para el otro. Siempre se puede saber algo ms dijo Shizuka. Si se debe, es otra cuestin. Deseas saber algo ms?

No deseo saber nada ms que lo que debo saber para asegurar el bienestar de nuestro clan. Entonces sabes lo suficiente repuso Shizuka. Kiyori bebi un sorbo de t. Su expresin plcida ocultaba la inmensa irritacin que le provocaba el no poder satisfacer su obvia curiosidad. Se enamoraran Hanako y Genji? No poda preguntrselo, no porque la pregunta fuese inadecuada al fin y al cabo, se refera a la transmisin del poder proftico a la generacin posterior a la de Genji, una cuestin particularmente importante y no una simple especulacin romntica, sino porque el hecho mismo de preguntar planteaba un dilema que l se las haba arreglado durante sesenta y cuatro aos para eludir. Si ella le deca algo al respecto, tendra que hacerlo sin que l le preguntara nada. Cuando result evidente que l no continuara la conversacin, una mirada de tristeza asom a los ojos de Shizuka, que se qued muy quieta. Esto suceda muy a menudo cuando estaban juntos. En esos momentos de melanclico reposo su belleza se tornaba particularmente etrea. Poda un hombre contemplar un espectculo tan delicado que, por s solo, bastara para sumirlo en la locura? Si algo as fuera posible, explicara sin duda muchas cosas. Y l la haba visto sumida en ese encantamiento muchas, muchas veces. Cuando se puso de pie para marcharse, Shizuka lo sorprendi. Nunca te he pedido un favor, mi seor dijo, y nunca ms volver a pedirte otro. Me lo conceders? De qu se trata? Debes acceder antes de que te lo diga. Vacilar sera impropio de un hombre. Entonces, est concedido. Shizuka se inclin ante l en una profunda reverencia hasta tocar el suelo con la cabeza. Gracias, mi seor. Kiyori esper. Ella mantuvo la cabeza baja un largo rato sin decir una palabra. Cuando levant la vista, sus ojos estaban llenos de lgrimas. Kiyori no recordaba haberla visto llorar nunca. Cena aqu dijo ella entre lgrimas, y luego pasa la noche conmigo. Me pides algo muy injusto replic Kiyori, ofendido. Me has engatusado para que acepte hacer lo que he jurado por mi vida y mi honor que nunca har. Slo te pido que compartas mi habitacin, no mi cama. Mi sangre es tan puramente samurai como la tuya. Nunca te engaara para inducirte a romper un juramento.

Kiyori segua disgustado. Tal vez al principio no compartiera su cama, pero si pasara toda la noche con ella en la misma habitacin, podra evitar terminar all? Aunque su voluntad era inquebrantable, a fin de cuentas se trataba de un hombre, con las debilidades propias de un hombre. Pero no poda echarse atrs. Ya haba accedido. Muy bien dijo por fin. Slo por esta noche. Gracias, mi seor repuso Shizuka. Alz la mirada y le dedic una sonrisa entre las lgrimas. Kiyori no le devolvi la sonrisa. Sera una noche muy larga. Mientras preparaba su equipaje para el viaje a Edo, Hanako oa el parloteo de dos de las criadas ms jvenes que le llegaba desde la habitacin contigua. El seor Kiyori ha ordenado que esta noche se le sirva la cena en la torre. No! Para cuntos? Para dos! Y pidi especialmente que no hubiera sake. Cena en la torre. Sin sake. Qu extrao. l slo cenara all si quisiera encontrarse con un invitado importante en privado. Pero con un invitado as bebera sake, no crees? Tal vez no espera un invitado comn. No querrs decir que... S! Su esposa..., o la otra? Aquel cotilleo haba ido demasiado lejos. Hanako abandon su tarea, fue hasta la puerta que comunicaba las dos habitaciones y la abri con decisin. Las criadas se sobresaltaron, pero cuando la reconocieron suspiraron aliviadas. Oh, eres t, Hanako. S, soy yo, por suerte. Y si no hubiese sido yo? Y si hubiese sido el seor Kiyori? Oh, l nunca entra en las habitaciones de las criadas. De todas formas, dejad de cotillear dijo Hanako. Y si no podis evitarlo, hacedlo con ms discrecin. S, tienes razn admiti una de las criadas. Gracias por recordrnoslo.

Las dos jvenes le hicieron una reverencia. Hanako se dispona a cerrar otra vez la puerta cuando una de ellas la reclam precipitadamente en lo que intent ser un murmullo. Quin crees que es, Hanako? La esposa? O la otra? No me dedico a pensar en eso. Vosotras tampoco deberais hacerlo replic, y cerr la puerta bajo la mirada sorprendida de las jvenes. Tras unos momentos de silencio, las oy murmurar otra vez. Por supuesto Hanako tena una opinin acerca de ello, pero nunca se le ocurrira revelarla. La situacin sera menos inquietante si el seor Kiyori fuera a encontrarse con su esposa, la dama Sadako. Pero Hanako dudaba de que as fuera. Durante los trece aos en que haba estado al servicio del clan Okumichi haba odo muchas veces fragmentos de las conversaciones privadas del seor Kiyori. Aunque nunca haba escuchado un nombre, haba odo lo suficiente como para saber que un hombre no le hablara a su esposa de un modo tan singularmente misterioso y cmplice, aunque ella fuese un fantasma. No, el seor Kiyori no iba a encontrarse con la dama Sadako. Iba a encontrarse con la otra. Un escalofro le recorri el cuerpo y no pudo evitar estremecerse, como si docenas de minsculas agujas le laceraran por dentro la piel de los brazos, la espalda y el cuello. Se pregunt si el seor Genji tambin se reunira con la otra. Luego se pregunt si acaso ya se habra encontrado con ella. *** Castillo Bandada de Gorriones, 1311 Shizuka se qued meditando en silencio durante unos minutos despus de que el seor Kiyori abandon la habitacin. Luego se incorpor, fue hasta la ventana ante la que se haba apostado l y mir hacia fuera. Haba visto lo que ella vea ahora? Las colinas siempre verdes de la isla de Shikoku, el plomizo cielo gris, las olas de crestas blancas empujadas a la vida por las distantes tormentas del ocano y los vientos invernales? Debera habrselo preguntado. Tal vez esta noche. Se asomaran juntos a aquella ventana, en la torre ms alta del castillo, y contemplaran su Dominio de Akaoka. Sera la ltima noche que pasaran juntos. Nunca ms volveran a verse. Mi seora. Entra. La puerta se abri. Su principal dama de compaa, Ayam, y otras cuatro criadas, le hicieron sendas reverencias. Ninguna de ellas se inclin del modo en que lo hacan normalmente las damas, con ambas manos sobre el suelo y la frente graciosamente

adelantada. Lo que hicieron fue poner una rodilla en tierra e inclinar ligeramente el torso, la reverencia tpica de los guerreros en el campo de batalla. Iban vestidas conhakamas semejantes a pantalones en lugar de los holgados y complicados quimonos de las mujeres de la corte, las mangas de sus cortas chaquetas sujetas para dejar libres los brazos y empuar sin dificultad sus lanzas naginatas de larga hoja. Adems de las naginatas, cada una de aquellas asistentas llevaba una espada wakizashi corta en la faja. Ayam era la nica que tena dos espadas en la cintura, pues adems de la wakizashi llevaba una catana de hoja larga. Salvo por el hecho de que era una joven de diecisiete aos, era el vivo retrato de un heroico samurai. Incluso se haba cortado el pelo, que en lugar de llegar hasta el suelo llevaba trenzado en una coleta de no ms de veinticinco centmetros. Hombre o mujer, qu fcil sera enamorarse de alguien tan bien parecido. Las dems llevaban atuendos semejantes. Ha ocurrido lo que anunciaste, mi seora dijo Ayam. El seor Hironobu no ha regresado de la cacera. Tampoco ha enviado un mensajero. Y aqu, en el castillo, es imposible encontrar a ninguno de los samurais conocidos por su lealtad al seor. Mi seora intervino una de las asistentas que escoltaba a Ayam, todava estamos a tiempo de huir. Podemos montar ahora mismo y cabalgar hasta el castillo del seor Hikari. El seguramente os proteger. El seor Hikari est muerto dijo Shizuka, y agreg entre los gritos ahogados de sus damas de compaa: igual que el seor Bandan, y todos sus herederos y sus familias. La traicin se ha extendido por todas partes. Esta noche, sus castillos ardern. Maana por la noche los traidores estarn aqu. Ayam hizo una reverencia, la escueta inclinacin militar propia del campo de batalla, sin dejar de mirar fijamente a Shizuka. Nos llevaremos a muchos de ellos con nosotros, mi seora. S, as es dijo Shizuka. Nosotros moriremos, pero ellos no triunfarn. El linaje del seor Hironobu seguir vivo mucho despus de que el de ellos se haya extinguido. Sinti que el nio se mova y se llev una mano al abultado vientre. Paciencia, hijo, paciencia. Llegars demasiado pronto a este trgico mundo. Sus asistentas inclinaron la cabeza y lloraron. Ayam, la ms valerosa, contuvo las lgrimas, que asomaron a sus ojos pero no se derramaron. Fue una situacin tan dramtica como las que se desarrollaban en aquellas obras del teatrokabuki que el seor Kiyori sola mencionar. Pero, por supuesto, no era algo que pudiera decirse en ese momento. El kabuki habra de inventarse trescientos aos despus. *** Castillo Bandada de Gorriones, 1860

Pasando de la extrema quietud al movimiento imprevisto Shigeru recorra los corredores del castillo de su clan deslizndose de un cono de sombra a otro con el sigilo de un asesino. Si bien una mirada inocente habra podido verlo si hubiera seguido sus movimientos, lo cierto es que se desplazaba de tal modo que ni los sirvientes ni los samurais advirtieron su presencia. De haberlo visto, lo habran reconocido y lo habran saludado respetuosamente con una reverencia. l, por su parte, como no hubiese podido verlos con claridad, habra desenfundado sus espadas y los habra abatido. Tema que esto ocurriera, de ah su sigilo. Estaba perdiendo el control y no saba hasta qu punto podra mantenerlo. Una cacofona demonaca y desenfrenada lo ensordeca. Sus ojos luchaban por librarse de las transparentes imgenes de tortura y matanza que los invadan. Todava poda distinguir el mundo real por el que se desplazaba del mundo que fabricaba su imaginacin, pero dudaba de su capacidad para seguir discernindolos por mucho tiempo. Haca das que no dorma. Por lo tanto, las visiones que lo mantenan despierto se agigantaban y lo suman en un estado lindante con la demencia. Todo el mundo lo consideraba el mejor guerrero de su tiempo, el nico samurai digno de mencin de los ltimos doscientos aos, comparable con el legendario Musashi. Y si bien l no se mostraba excesivamente orgulloso ni cultivaba una falsa modestia al respecto, crea que la reputacin de la que gozaba era merecida. Pero todas sus destrezas marciales eran intiles para combatir al enemigo con el que deba enfrentarse ahora en el castillo. Cuando su enfermedad empeor, se neg a acudir a la nica persona que estaba en condiciones de ayudarlo, su padre. Shigeru era el nico hijo superviviente del seor Kiyori y, por ese motivo, se haba sentido demasiado avergonzado para confesar su debilidad. En cada una de las generaciones del clan Okumichi siempre haba uno de los descendientes que naca dotado del don de la profeca. En la generacin anterior a la suya haba sido su padre. En la generacin siguiente, el elegido era su sobrino, Genji. En la suya, la carga haba recado en el propio Shigeru. Durante ms de sesenta aos, Kiyori se haba servido de la presciencia para guiar y proteger al clan. Cmo poda Shigeru presentarse ante l gimoteando en el momento en que comenzaba a tener sus visiones? Ahora, casi demasiado tarde, comprenda que no poda elegir. Las visiones no se presentaban del mismo modo a cada vidente, y no todos podan enfrentarse a ellas solos. Shigeru estaba siendo inundado por un diluvio de imgenes y sonidos sin el menor sentido. Extraas y gigantescas mquinas semejantes a monstruos fabulosos y de leyenda invadan la campia y arrollaban, una tras otra, filas de personas vestidas con ropas extravagantes y uniformes. Capas coloreadas de aire putrefacto cubran el castillo y la ciudad. Por la noche, el cielo grua como el vientre de una enorme bestia invisible y vomitaba una lluvia de fuego que caa inexorablemente sobre una masa de aterrorizadas vctimas. Qu significaba todo eso? Si eran visiones referidas al futuro, hacia dnde lo llevaban? Slo alguien que hubiese tenido una experiencia similar poda comprender. Las conversaciones de las criadas le indicaron dnde podra encontrar al seor Kiyori. En la torre. Puesto que se vea obligado a evitar que lo descubrieran, tard casi una hora en recorrer una distancia que normalmente habra salvado en unos pocos minutos. Pero no pudo menos que felicitarse por haber llegado hasta all sin que nadie lo viera. Nadie lo

haba saludado, as que nadie haba muerto. Adems, durante su larga travesa sus visiones haban ido desvanecindose. Seguramente pronto volveran, pero aquel respiro haba supuesto un verdadero alivio. Estaba a punto de anunciarse cuando oy hablar a su padre. Estoy enviando a Hanako a unirse a la servidumbre de mi nieto dijo Kiyori porque ahora que l ha asumido la mayor parte de las obligaciones formales del gran seor de nuestro dominio, necesita ms que yo contar con servidores leales. Kiyori hizo una pausa, como si estuviera escuchando una respuesta, y luego volvi a hablar. La supuesta conversacin sigui durante un buen rato. Shigeru escuchaba atentamente desde el otro lado de la puerta, pero ni una sola vez logr or la voz de quienquiera que fuese que estaba con su padre. El futuro promete ser catico dijo Kiyori como si respondiera a una pregunta, y en circunstancias as el carcter es mucho ms importante que la posicin social. Tras una breve pausa dijo: No ests de acuerdo conmigo? Y luego, tras otra pausa agreg: Ests de acuerdo, pero al parecer mis palabras te resultan cmicas. Supongo que Hanako y Genji no estn destinados a ser el uno para el otro. Hanako y Genji? La idea escandaliz a Shigeru. Hanako era una criada que cumpla funciones en el castillo. Cmo poda estar destinada a un seor? Acaso su padre estara planeando alguna clase de tortuosa jugarreta contra su propio nieto? Shigeru necesitaba ver quin estaba con su padre. Cada vez que Kiyori hablaba, Shigeru poda adivinar hacia dnde miraba su padre por la languidez y la fascinacin que emanaban de su voz. Esper hasta el momento adecuado y, silenciosamente, entreabri la puerta lo suficiente para poder ver el interior de la habitacin. Desplazndose de un lado al otro de aquella rendija, escudri la estancia mientras la conversacin continuaba. No deseo saber nada ms que lo que debo saber para asegurar el bienestar de nuestro clan. Kiyori, sentado en el centro de la habitacin, beba un sorbo de t. Sobre la mesa haba un servicio para dos. Frente a Kiyori haba otra taza de t, llena y sin seales de haber sido tocada. Shigeru termin de inspeccionar la habitacin. No haba nadie ms. La otra persona se haba marchado utilizando un pasadizo secreto que Shigeru no conoca? Pareca improbable. Pero l recordaba que Kiyori haba diseado personalmente la torre y nadie ms haba visto los planos. Quienquiera que fuese la persona que haba estado con l no haba salido por la ventana. La nica forma de salir era pasar por delante de Shigeru, y nadie haba pasado por delante de l. De qu se trata? pregunt Kiyori. Pensando que haba sido visto, Shigeru se arrodill e hizo una reverencia. Vacil un momento sin saber qu decir, pero de pronto Kiyori volvi a hablar. Entonces, est concedido.

Shigeru se puso de pie a toda prisa. As que todava haba alguien all. Volvi a escudriar la habitacin. Kiyori miraba hacia delante y habl como si se dirigiera a alguien que estuviera frente a l. Me pides algo muy injusto dijo Kiyori. Me has engatusado para que acepte hacer lo que he jurado por mi vida y mi honor que nunca har. Shigeru recul bruscamente, atnito. Muy bien oy decir a su padre, slo por esta noche. Shigeru retrocedi, al principio cautelosamente, pero luego huy tan deprisa como pudo. Su padre no poda ayudarlo: l tambin estaba loco. Kiyori haba estado hablando con una mujer. Podra haber sido la dama Sadoko, esposa de Kiyori y madre de Shigeru. Eso ya era bastante alarmante, pues la dama Sadoko haba muerto poco despus del nacimiento de Shigeru. Pero no crea que la dama en cuestin hubiese sido su difunta madre. Kiyori haba dicho que haba jurado no volver a dormir con ella nunca ms. Jams le habra dicho eso a su esposa, ni siquiera a su fantasma. Durante mucho tiempo la torre ms alta del castillo Bandada de Gorriones, en la que Kiyori pasaba tanto tiempo solo, haba tenido la reputacin de estar embrujada. Se deca que all las sombras imprecisas del crepsculo solan asemejarse a antiguas manchas de sangre. Siempre surgan historias as en torno a los sitios en los que antiguamente se haban desarrollado historias trgicas. En qu castillo de Japn no haba sucedido algo parecido? En este caso la tragedia haba combinado traicin, homicidios y truculentos asesinatos que haban estado a punto de terminar con el clan Okumichi en sus primeros tiempos. Aquello haba ocurrido en el otoo del dcimo ao del emperador Go-Nijo. La hechicera y princesa, la dama Shizuka, haba pasado sus ltimas horas en esa misma habitacin de la torre. Su padre tena tratos con un demonio muerto haca ms de quinientos aos. *** Castillo Bandada de Gorriones, 1311 Shizuka y Ayam miraron por las ventanas de la alta torre y vieron las tres oleadas de guerreros que se desplazaban hacia Bandada de Gorriones. Cuntos crees que son? pregunt Shizuka. Seiscientos desde el este, trescientos desde el norte, y otros cien desde el oeste dijo Ayam. Y cuntos somos nosotros?

Vuestras diecisis damas de compaa estn en la torre. Treinta hombres, todos criados del seor Chiaki, esperan a los traidores a las puertas del castillo. Llegaron apenas fueron convocados. Varios mensajeros han sido enviados a buscarlo. Tal vez llegue antes de que comience el asalto. Tal vez dijo Shizuka, sabiendo que aquello no ocurrira. Me resulta difcil dijo Ayam aceptar que Go os haya traicionado al seor Hironobu y a vos. No hay otra posibilidad? Go lo ha organizado todo para que Chiaki est lejos de aqu en el momento crtico dijo Shizuka, porque sabe que la lealtad de su hijo es inconmovible. La ausencia de Chiaki es la prueba de ello. Go no quiere matarlo cuando me mate. Qu cruel es la vida dijo Ayam. El seor Hironobu habra muerto en la infancia de no haber sido por Go. No habra vivido para convertirse en un gran seor de no haber sido por el coraje y la firmeza de Go. Y ahora ocurre esto. Por qu? Celos, codicia y miedo dijo Shizuka. Seran capaces de destruir el mismo cielo si los dioses se descuidaran por un momento. Imagnate cunto ms vulnerables somos nosotros aqu en la tierra. Observaron cmo la multitud de enemigos se una y se converta en una enorme masa de guerreros. Bastante antes de que el sol se ocultara tras las montaas se encendieron las fogatas. Por qu esperan? pregunt Ayam. Su superioridad es abrumadora. Mil hombres contra menos de cincuenta. Shizuka sonri. Tienen miedo. Est cayendo la noche. Es la hora en que florece el poder de las hechiceras. Ayam ri. Qu tontos. Y ellos aspiran a dominar el mundo? sa es la aspiracin de los tontos dijo Shizuka. Diles a mis asistentas y a los samurais de Chiaki que descansen. Por un rato no corremos peligro. S, mi seora. No es necesario que vuelvas, Ayam. Estar bien. Qudate con tu hermana. Ests segura, mi seora? Cmo est el beb? La nia est bien dijo Shizuka, y nacer cuando deba nacer, no antes.

La nia? Ser una nia dijo Shizuka. Si era realmente posible sentir una alegra enorme y una enorme tristeza al mismo tiempo, a Ayam le ocurri en ese instante, en que las lgrimas asomaron a sus ojos y una perfecta sonrisa ilumin su rostro. Hizo una profunda reverencia y se march en silencio. Shizuka se tranquiliz y esper la llegada de Kiyori. *** Castillo Bandada de Gorriones, 1860 Hanako recorri el jardn central del castillo. En otras circunstancias no se habra permitido hacerlo. Quienes estaban autorizados para disfrutar del jardn eran los seores y las damas del clan, no los servidores. Pero ella estaba dispuesta a desafiar las crticas. Al da siguiente partira hacia Edo. Quin saba cundo volvera? Tal vez nunca. Quera ver las rosas antes de marcharse. En aquel jardn florecan tan profusamente que haba quienes llamaban Jardn de Rosas al castillo en lugar de Bandada de Gorriones. Ella prefera el nombre floral. Un capullo captur su mirada. Era ms pequeo que los otros, pero tena todos los ptalos de un rojo tan intenso que podran representar la definicin misma de ese color. Su fulgor, bajo la luz marchita del da, era irresistible. Se acerc para tocarla y sinti el pinchazo de una espina oculta a la vista. Cuando retir la mano vio una gota de sangre del mismo color de los ptalos que pronto adquiri, en la punta del dedo, la forma de un minsculo pimpollo. Hanako se estremeci. Sera un presagio? Se apresur a retomar sus obligaciones nocturnas. Qu ests haciendo aqu? pregunt Kiyori. Hanako y una segunda criada entraron en la habitacin llevando el servicio para la cena mientras l las observaba. Tras ellas, sin anunciarse, apareci Shigeru. Shigeru hizo una reverencia desde el umbral. Te pido disculpas por venir sin tu aprobacin previa. Examin la habitacin rpidamente y comprob que su padre estaba solo. Las dimensiones de la estancia no haban cambiado, de modo que ningn compartimiento secreto haba sido instalado desde la ltima vez que l haba estado all. Sin embargo, estaba seguro de que esa noche, al igual que antes por la maana, su padre haba estado hablando con alguien.

A Kiyori no le gustaba que lo sorprendieran. Hanako debera haberlo alertado antes de abrir la puerta, as que le dedic una mirada de desaprobacin. Pero por su expresin de perplejidad dedujo que no estaba enterada de la presencia de Shigeru, lo que slo poda significar que ste se haba desplazado con el mayor sigilo para evitar que ella lo descubriera. Tambin advirti que el rostro de su hijo se haba vuelto macilento y sus ojos brillaban ms que de costumbre. En otras circunstancias, su conducta extravagante y los evidentes signos externos de profundo malestar que mostraba habran bastado para que Shigeru se convirtiera en el centro de su atencin. Esa noche, no obstante, no deba interesarse ms que por Shizuka. En todos los aos en que haba estado vindola no haba recibido sus visitas ms que dos veces por ao como mucho. Durante la semana anterior se haba encontrado con ella todos los das. Era sin duda una seal de su deterioro mental. Salvo raras excepciones, a la larga los profetas Okumichi resultaban inmolados por sus propios poderes. Por qu l habra de ser una excepcin? Pero estaba dispuesto a no avergonzarse, ni a s mismo ni a su clan. Si le haba llegado la hora y ya no le serva a nadie, pondra fin a su vida antes que morir sumido en la demencia. As pues, tendra que ocuparse de Shigeru ms tarde, si es que haba tiempo para ello. Bien, qu te trae por aqu? Quera hablarte de una cuestin importante. Pero veo que ests esperando a un invitado, as que no te importunar. Vendr a pedirte consejo en otro momento dijo Shigeru con una reverencia, y se march. Ya haba hecho lo que se propona antes, mientras preparaban la comida. Haba acudido hasta all para verificar lo que sospechaba. Aquel invitado slo era visible para su padre. Los momentos decisivos de su vida ya han llegado dijo la dama Shizuka cuando volvieron a estar solos. Lo nico que podemos hacer es esperar a que los acontecimientos inevitables se desarrollen. Eso no es nada alentador dijo Kiyori. Por qu deberas ser alentado o desalentado? pregunt Shizuka. Los hechos se vuelven ms evidentes cuando no se les imponen innecesariamente aspectos emocionales. Los seres humanos dijo l siempre se emocionan, aunque por sus costumbres, por sus propensiones o por el influjo de las circunstancias no puedan actuar, o no siempre acten conforme a esas emociones. Los seres humanos...dijo ella. Lo he imaginado o acaso recalcaste esas palabras? Las recalqu, s. No s qu eres en realidad, pero no eres humana. Ella se cubri la cara con una manga y ri. Sus ojos chispearon, cargados de una alegra casi infantil. Qu parecidos somos, mi seor, y qu diferentes. Al final de nuestra relacin has llegado a la misma conclusin a la que llegu yo al principio, cuando apareciste en mi vida.

Pasaron unos segundos hasta que Kiyori pudo recobrarse y hablar. Cundo aparec en tu vida? Ella se puso de pie. El leve siseo de la tela de su quimono imitaba al sonido de las hojas de las glicinas agitadas por una suave brisa. Se dirigi hacia la ventana que miraba al este. Me disculpas, mi seor? Kiyori, demasiado conmovido como para negarse, se puso de pie y se acerc a ella. Shizuka seal el paisaje que se desplegaba ante ellos. Qu ves? La noche respondi l. Y qu se destaca en la noche? El luch por concentrarse. Regul la respiracin y los latidos de su corazn, tratando de desentenderse de la multitud de pensamientos e imgenes que invadan sus ojos y su mente. Puso toda su atencin en la noche. En el mar un fuerte viento levantaba innumerables olas de crestas blancas y espumosas de la altura de un hombre que rompan contra las rocas de la costa. Ese mismo viento haba limpiado el cielo de nubes y niebla, y las estrellas brillaban en todo su esplendor. Tierra adentro, el silbido del viento filtrndose entre los rboles ahogaba el canto de los pjaros nocturnos. Un fuerte viento dijo Kiyori, un cielo despejado, un mar embravecido. Es de noche, s, pero no hay viento en absoluto. Una bruma recorre los valles, se mueve hacia el este eclipsando las fogatas y va a morir en el ocano. Por la maana, volver desde el mar convertida en una densa niebla. Cuando sea la hora del dragn y la niebla se disipe, morir. Sonri. Por supuesto, eso no significa nada para ti, puesto que crees que ya estoy muerta, y que mi muerte ocurri hace quinientos aos. No veo fogatas dijo l. S que no las ves replic ella, porque as como yo no estoy realmente all, t no ests realmente aqu. Se movi repentinamente, con una celeridad imprevista, y antes de que l pudiera evitarlo lo toc. Fue un contacto fugaz. Lo que l sinti no fue la calidez de una mano, sino ms bien.... Una cierta frialdad dijo ella, completando su pensamiento , pero no en la piel sino en los huesos. No un fro como el que trae el viento del norte, sino ms bien ese fro penetrante que anuncia una catstrofe. S dijo l. Y t? Lo mismo dijo ella. Escucha. Qu oyes?

El viento, que arrecia. Yo oigo una flauta dijo ella. Mi dama Ayam tocandoLa luna oculta. Conozco esa cancin dijo l. Cuando Genji era nio, sola tocarla. Cmo suena? l volvi a sentir aquel fro. Como el viento cuando arrecia respondi. S convino ella. Como el viento cuando arrecia. Shigeru se arrodill frente al altar del templo, iluminado apenas por la mortecina luz de una vela. Tena un solo curso de accin por delante. De no haber estado atrapado tantos aos por su ambicin de duelista, podra haberse dado cuenta de que algo malo le suceda a su padre. Tal vez no habra desestimado tan ligeramente los rumores que haba odo al respecto. Ahora era demasiado tarde. Encendi el primero de los ciento ocho sahumerios que utilizara durante aquella ceremonia. Ciento ocho eran las aflicciones del hombre, ciento ocho eran los eones que pasara en ciento ocho infiernos por los crmenes que haba comenzado a cometer esa noche. A esas alturas, su padre ya estaba muerto, envenenado por la bilis de pez globo que Shigeru haba puesto en su comida. Cuando su ceremonia de arrepentimiento terminara, se ocupara de su esposa y sus hijos. Luego slo quedara Genji, su sobrino. Pronto se presentara la ocasin y tambin Genji morira. La maldicin de la visin proftica llegara as a su fin. Que el linaje Okumichi tambin concluyera era una consecuencia inevitable. Con una profunda reverencia, Shigeru coloc el incienso en el altar funerario de su padre. Lo siento, padre. Perdname, por favor. La maldicin llegara a su fin. As deba ser. Lo siento, padre. Perdname, por favor. El futuro no era algo que hubiera que conocer. Cuando alguien poda preverlo, el futuro se volva contra l y lo devoraba. Lo siento, padre. Perdname, por favor. Esperaba que el seor Kiyori no hubiera sufrido. Antes de provocar la muerte, la bilis de pez globo induca alucinaciones de un realismo abrumador. Tal vez hubiese imaginado que estaba en brazos de su fantasmal amante por ltima vez. Shigeru encendi el quinto sahumerio. El humo comenz a invadir el pequeo templo.

Fuera, en la inmensidad del cielo, las nubes haban sido arrastradas hasta la costa por el fuerte viento. La luna llena, resplandeciente una hora antes, ahora estaba oculta a la vista de los hombres. *** Palacio de La Grulla Silenciosa, en Edo, 1860 Okumichi no kami Genji, primero en la lnea de sucesin del gobierno del Dominio de Akaoka, estaba recostado en el suelo con su habitual aire informal, apoyado en un codo, con una taza de sake en la mano y una leve sonrisa en los labios. Una docena de geishas poblaba el lugar y la mayora de ellas bailaban, cantaban o arrancaban alegres melodas de las cuerdas de suskoto y sus shamisen. Una de ellas estaba sentada junto a l, lista para llenar su taza cuando se vaciara. Por qu has dejado de cantar, mi seor? pregunt la geisha. Estoy segura de que sabes la letra.El abad y la cortesana es una de las canciones ms populares de la temporada. El ri y alz la taza hacia ella. En una competencia entre el canto y la bebida, creo que el canto siempre pierde. Baj la taza despus de beber un pequeo sorbo. Actuaba como si estuviera ebrio, pero sus ojos, despejados y vivaces, mostraban que no lo estaba. El peinado de Genji, que guardaba todas las formalidades correspondientes al tocado de un gran seor, estaba un poco desordenado y un mechn le caa en la frente. No slo acentuaba su aspecto de ligera ebriedad, sino que adems sugera cierta cualidad femenina que el quimono que vesta pareca confirmar. Sus colores eran demasiado llamativos y estaba primorosamente bordado para pertenecer a un respetable samurai de veinticuatro aos, sobre todo si el destino de ese samurai era convertirse algn da en un gran seor. En todo Japn haba slo doscientos sesenta y cada uno de ellos ejerca un poder absoluto sobre su propio feudo. En el caso de Genji, a lo inadecuado de su atuendo se aada el hecho de que sus rasgos lindaban peligrosamente con la belleza. En realidad, su piel tersa, sus largas pestaas y sus labios carnosos sin duda habran embellecido a cualquiera de las geishas que lo rodeaban. Excepto a una. Era la que haba capturado la atencin de Genji en ese momento, aunque l disimulaba su inters lo suficiente como para ocultarlo. Mayonaka no Heiko (Equilibrio de la Medianoche) estaba sentada en el otro extremo de la habitacin taendo unshamisen. Era la geisha ms admirada de aquella temporada. En las ltimas semanas Genji haba odo hablar una y otra vez de su perfeccin, aunque no haba dado mucho crdito a esos comentarios. Era algo que ocurra sistemticamente todos los aos. La belleza incomparable del ao anterior resultaba inevitablemente eclipsada por otra, del mismo modo que la del ao en curso sera desplazada por otra nueva el ao siguiente. Finalmente, Genji la invit a su palacio, no tanto por inters cuanto por mantener la reputacin de ser el seor ms frvolo e informal de todos los que residan en Edo, por

entonces la ciudad capital del sogunato. Ahora ella estaba all, y para gran sorpresa de Genji, superaba las ms febriles de las descripciones que haban llegado a sus odos. Toda verdadera belleza trascenda, incluso la meramente fsica. Sin embargo, cada uno de los movimientos de Heiko era tan exquisito que l no poda discernir si estaba vindola o imaginndola. La delicadeza con que abra y cerraba los dedos de las manos, la forma en que inclinaba la cabeza hacia uno y otro lado, la suavidad con que entreabra los labios mientras mostraba una amable sorpresa ante algn comentario supuestamente inteligente, el modo en que naca su sonrisa (en sus ojos antes que en la boca, como toda expresin autnticamente sincera). Lo que no significaba que ella tuviese algn defecto. Sus ojos tenan la forma perfecta de las almendras, su piel era tan inmaculada como la nieve nocturna cuando cae bajo la luz de la luna llena invernal, las sutiles curvas de su cuerpo se insinuaban como un complemento ideal de la cada de la seda de su quimono y los pequeos huesos de sus muecas sugeran una seductora fragilidad corporal. Genji nunca haba visto una mujer tan hermosa. Ni siquiera haba imaginado que pudiera existir una mujer as. La geisha que estaba junto a l suspir. Oh, esa Heiko. Cuando ella anda rondando por ah, nadie nos presta atencin a las dems. Qu cruel es la vida. De quin hablas? pregunt Genji. Acaso yo podra ver a alguien ms tenindote a ti tan cerca? Su galantera habra sido ms eficaz si hubiera agregado su nombre, pero lo cierto era que ya no lo recordaba. Ah, seor Genji, eres muy amable. Pero yo s perfectamente cundo he sido derrotada. La muchacha sonri, hizo una reverencia y se dirigi hacia el otro extremo de la habitacin, donde se encontraba Heiko. Las dos mujeres intercambiaron algunas palabras. Heiko le dio sushamisen a la otra geisha y fue a sentarse junto a Genji. Cuando atraves la habitacin, todos los hombres la siguieron con la mirada. Ni siquiera Saiki, el adusto chambeln, y Kudo, el comandante de sus guardaespaldas, pudieron evitar mirarla. Si alguno de los samurais fuera un traidor, como lo sospechaba su abuelo, aqul habra sido el momento ideal para asesinar a Genji. Salvo, por supuesto, que los traidores, si los haba, tambin estuviesen admirando a Heiko. Tal era el poder de la belleza, capaz de vencer incluso hasta a la disciplina y la traicin. No era mi intencin interrumpir tu actuacin dijo Genji. Heiko hizo una reverencia y se sent junto a l. El ligero y sedoso crujido de su quimono le record el suave murmullo de las olas en una costa lejana. No me has interrumpido, mi seor dijo Heiko.

Era la primera vez que la oa hablar. Necesit toda su de por s considerable autodisciplina para no mostrar su asombro. Su voz se asemejaba al repicar de las campanas, pues sus reverberaciones parecan no tener fin ni siquiera mientras se desvanecan en el aire. Ahora que la tena cerca pudo distinguir la sombra de unas leves pecas bajo el maquillaje. Podra haberlas ocultado fcilmente con algn cosmtico, pero no lo haba hecho, y aquel ligero defecto traa a la mente las necesarias imperfecciones de la vida misma, su brevedad, su carcter imprevisible. Era realmente tan encantadora, o l estaba ms ebrio de lo que finga? Te he interrumpido dijo Genji. Ya no ests tocando elshamisen. Es cierto contest Heiko, pero todava estoy actuando. Ah, s? Dnde est tu instrumento? Ella despleg los brazos como si estuviera presentando algo. Su sonrisa no poda ser ms imperceptible y, sin embargo, era evidente que estaba sonriendo. Lo mir fijamente a los ojos y no apart los suyos hasta que l parpade, sorprendido tanto por sus palabras como por su mirada. Y en qu consiste tu actuacin? Estoy fingiendo ser una geisha que finge estar ms interesada en su anfitrin de lo que realmente lo est respondi Heiko. Su sonrisa se hizo ms perceptible. Vaya, muy honesto de tu parte. Ninguna de las geishas que conozco me ha hecho nunca una confesin semejante. No va contra las reglas de tu oficio admitir la posibilidad de la hipocresa? Slo rompiendo las reglas lograr lo que me propongo, seor Genji. Y qu te propones? Por encima de la manga que Heiko alz para cubrir la sonrisa dibujada en sus labios, sus ojos tambin le sonrieron, luminosos. Si te lo dijera, mi seor replic, lo nico que te quedara por descubrir sera mi cuerpo, y por cunto tiempo mi cuerpo podra mantener vivo tu inters, por muy seductor y experto que fuese? Genji ri. Haba odo hablar de tu belleza, pero nadie me mencion tu inteligencia. La belleza sin inteligencia en una mujer es como la fuerza sin valenta en un hombre.

O la nobleza sin disciplina marcial en un samurai aadi Genji con una sonrisa burlona, como si estuviera criticndose a s mismo. Qu interesante ser dijo Heiko. Yo fingir ser una geisha que finge estar ms interesada en su anfitrin de lo que realmente lo est, y t fingirs ser un seor sin disciplina marcial. Si slo ests fingiendo que finges, eso no significa que ests realmente interesada en tu anfitrin? Por supuesto, mi seor. Cmo podra no estar interesada? He odo hablar mucho de ti. Y t eres muy diferente de los otros seores. No tanto como crees dijo Genji. Muchos han malgastado su fuerza y sus riquezas en las mujeres, la poesa y el sake. Ah, pero no conozco a ninguno, salvo t, que haya fingido hacerlo asegur Heiko. Genji volvi a rer, aunque sin ganas. Bebi un poco ms de sake para ganar tiempo y poder reflexionar acerca de lo que ella haba dicho. Era realmente una artimaa? O simplemente un juego de saln tpico de una geisha? Claro que puedo fingir que estoy fingiendo y en realidad ser todo el tiempo lo que estoy fingiendo que soy. O podemos abandonar toda simulacin dijo Heiko, y ser el uno para el otro lo que verdaderamente somos. Imposible repuso Genji, y bebi otro trago de sake. Yo soy un seor. T eres una geisha. La simulacin es la esencia de nuestro ser. No podemos ser lo que verdaderamente somos ni siquiera cuando estamos completa y absolutamente solos. Tal vez, para comenzar dijo Heiko, volviendo a llenarle la taza, podemos fingir que somos lo que realmente somos. Pero slo cuando estemos juntos. Alz su taza. Brindaras por eso conmigo? Por supuesto dijo Genji. Ser interesante, mientras dure. Su abuelo le haba advertido que pronto lo amenazara un serio peligro y que deba cuidarse de posibles traidores. Kiyori no haba mencionado las geishas demasiado inteligentes. Qu hara con sta? Genji se asegurara de encontrarse con ella apenas Kiyori llegara a Edo, despus del Ao Nuevo. En tiempos de tanta incertidumbre como aqullos, en lo nico que poda confiar a ciegas era en la opinin de Kiyori. Dotado como estaba de poderes profticos infalibles, nunca se equivocaba. En qu ests pensando, mi seor, que ests tan serio? pregunt Heiko.

En mi abuelo respondi Genji. Mentiroso dijo Heiko. Genji ri. Cuando la verdad era increble y las mentiras revelaban ms de lo que ocultaban, cmo sera un amoro? Muy interesante, sin duda. Saiki, el chambeln, se acerc a Genji. Seor, ya es muy tarde. Es hora de enviar a las geishas a sus casas. Eso sera cruel y muy poco hospitalario de nuestra parte dijo Genji. Que pasen la noche aqu. Tenemos habitaciones de sobra. El ala sur est vaca. All estaban las habitaciones de los guardias que poco tiempo antes haban dejado libres veinte de sus mejores samurais. Ellos, junto con el comandante de la caballera, estaban viviendo ahora en el monasterio Mushindo, fingiendo ser monjes. Seor dijo Saiki con una mueca de disgusto, sera una gran imprudencia. Pondramos en serio peligro nuestra seguridad. Slo contamos con la mitad de la guardia habitual, y eso no es suficiente. No podramos vigilar a tanta gente. Qu hay que vigilar? Genji se adelant a la siguiente objecin de Saiki. Nos hemos debilitado tanto que debemos tener miedo de una docena de mujeres medio ebrias? Yo no estoy medio ebria, mi seor dijo Heiko. Estoy completamente ebria. Se volvi hacia Saiki. Me pregunto, seor chambeln, si eso me hace doblemente peligrosa o completamente inofensiva. Cualquier otra persona que se hubiese entrometido as en la conversacin habra despertado sin la menor duda la ira de Saiki. Pero aunque no sonri ante el comentario, de todos modos le sigui el juego. Doblemente peligrosa, dama Heiko, doblemente peligrosa. Sin discusin. Y cuando ests dormida, sers an ms peligrosa. sa es la razn por la que estoy pidiendo a mi seor que os enve, a ti y a tus compaeras, a vuestras casas. A Genji, aquel dilogo le resultaba divertido. Ni siquiera un samurai tan serio como Saiki era inmune a los encantos de Heiko. En cuestiones polticas y en el campo de batalla siempre seguir los consejos de mi chambeln. Pero tratndose de geishas y temas relacionados con el dormir, debo afirmar con la mayor humildad que soy un verdadero experto. Prepara el ala sur para nuestras invitadas. Saiki prest silencio. Era un samurai de la vieja escuela, y una vez que su seor tomaba una decisin, lo nico que poda hacer era obedecer. As se har, seor dijo, tras hacer una reverencia.

Durante la breve conversacin de Genji con Saiki, Heiko haba vaciado otras dos tazas de sake. Haba bebido prodigiosamente toda la noche. Si l se hubiese permitido beber tanto, hara ya mucho tiempo que se habra dormido. Ella, sentada de rodillas en la clsica posicin del servidor que muestra una sumisin ciega, se tambaleaba un poco. Eso, y la forma ligeramente soolienta en que parpadeaba, daban la impresin de que podra perder el equilibrio y derrumbarse en cualquier momento. l estaba listo para sostenerla si era necesario, pero dudaba de que ella se cayera. Sera algo demasiado estereotipado. En los pocos minutos que haba compartido con ella haba descubierto que aquella mujer nunca hara nada previsible. Hasta los efectos visibles de su estado eran inusitados. La mayora de las mujeres, entre ellas las geishas ms experimentadas, solan volverse menos atractivas cuando estaban excesivamente embriagadas. Un cierto abandono en el aspecto y el comportamiento revelaban demasiado la realidad humana que se ocultaba tras la belleza de cuento de hadas. Pero el vino tena sobre Heiko el efecto exactamente opuesto. Aunque se balanceaba levemente de un lado a otro y de adelante hacia atrs, ni un pelo de su cabellera estaba fuera de lugar, el maquillaje (mucho menos cargado que lo que indicaba la convencin) segua impecable. La seda de su quimono se adaptaba tan perfectamente a su cuerpo como cuando haba llegado. Su faja, formal y primorosamente elaborada, conservaba la elegancia de siempre. Mientras que muchas de las otras geishas se comportaban con mucha menos formalidad a medida que iban perdiendo la sobriedad, Heiko se mostraba cada vez ms compuesta. El cuello del quimono estaba ms cerrado que antes, la falda bien ajustada en torno a los muslos, y segua recatadamente sentada de rodillas. Qu poda hacer un hombre para quebrar una reserva tan inexpugnable? Por lo general, la ingestin de grandes cantidades de alcohol daba a las mujeres un aspecto abotagado. En el caso de Heiko, apenas le infunda en los prpados y los lbulos de las orejas un vivsimo rubor que subrayaba la seductora palidez de su cutis. Inevitablemente, pues, aquello lo llev a preguntarse qu otra parte de su cuerpo estara ruborizndose. Genji no invit a Heiko a pasar la noche con l. Estaba seguro de que ella le dira que no. Era demasiado elegante para entregarse a un hombre, cualquiera que fuese, en el estado en que se encontraba, aunque ese hombre estuviese a punto de convertirse en un gran seor. Se dijo que quizs habra sido decididamente grosero y de muy mal gusto pedir algo as a una mujer embriagada. La profundidad que podra alcanzar la relacin que haban comenzado a entablar requera paciencia y sutileza. Por primera vez en la docena de aos en los que haba estado fingiendo ser un diletante se senta verdaderamente fascinado por el carcter de una mujer. No deba perder la oportunidad de conocer a fondo a alguien as por culpa de la precipitacin. Se habra interesado tanto por ella si no hubiera sido tan bella? Se conoca demasiado a s mismo como para imaginarlo. Poda haber tenido la paciencia de unbodhisattva, pero estaba muy lejos de serlo. Mi seor? La criada que le estaba preparando la cama interrumpi su tarea y levant la vista. l se haba echado a rer intempestivamente mientras pensaba en todo aquello.

Nada respondi l. Ella hizo una reverencia y retom su tarea. Las otras dos criadas seguan ayudndolo a desvestirse. Cuando terminaron, las tres jvenes se arrodillaron en el umbral e hicieron una reverencia. Se quedaron en la habitacin, esperando instrucciones. Como todas las mujeres de la corte, eran muy bonitas. Genji era diferente del resto de los hombres porque era un seor de alto rango y enorme poder. Pero no dejaba de ser un hombre. Adems de sus deberes mundanos, deban ofrecerle una atencin ms ntima si l lo deseaba. No era lo que suceda esa noche, pues no poda apartar sus pensamientos de Heiko. Gracias dijo Genji. Buenas noches, seor Genji dijo la criada principal. Las mujeres retrocedieron, siempre de rodillas, y se retiraron de la habitacin. La puerta se cerr silenciosamente tras ellas. Genji se dirigi al otro extremo de su habitacin y abri una puerta que daba al jardn interior. Faltaba apenas una hora para el amanecer. Disfrut observando cmo los rayos del sol naciente arrojaban su primera luz sobre el cuidado follaje, proyectaban intrincadas sombras sobre los simtricos contornos del estanque de piedra e incitaban a los pjaros a cantar. Se sent de rodillas, en la posturaseiza, junt las manos en una mudr de meditacin zen y entrecerr los ojos cuanto pudo. Deba desembarazarse de sus pensamientos y preocupaciones. El sol lo arrancara de su estado de meditacin en cuanto los rayos lo iluminaran. Si alguien hubiera podido observarlo en ese momento, no habra visto al hombre perezoso y ebrio de unos minutos antes. Estaba erguido, firme e inconmovible. No haba la menor duda de que era un samurai. Poda haber estado preparndose para la batalla o para su suicidio ritual. Tal era su aspecto. ntimamente, todo era muy distinto. Como le suceda siempre cuando se entregaba a la meditacin, Genji advirti que se perda en delirios y conjeturas, en lugar de desembarazarse de ellas. Primero pens en Heiko, despus en la imposibilidad de gozar de ella en ese momento, y pronto salt a las tres criadas que acababan de retirarse. Um, la ms majestuosa y juguetona de las tres, lo haba satisfecho ampliamente las ltimas veces que haba estado con ella. Tal vez se haba deshecho de ella demasiado deprisa. Ese pensamiento le trajo a la mente una discusin que no haca mucho haba mantenido con un misionero cristiano. El misionero haba insistido con el mayor nfasis en la importancia de lo que l llamaba fidelidad. Afirmaba que un cristiano, una vez casado, no comparta su cama ms que con su esposa. Genji estaba profundamente sorprendido. No porque creyera en lo que el misionero le deca, sino porque le pareca que era imposible. Era un modo de actuar tan poco natural que ni siquiera los extranjeros, a pesar de lo raros que eran, deban de poder practicarlo. Lo que le pareca increble era que el misionero lo afirmara tan

seriamente. Todos los hombres mentan, por supuesto, pero slo los tontos decan mentiras que nadie estara dispuesto a creer. Genji se preguntaba cul era el motivo por el que el misionero haba dicho algo as. Su abuelo, en cambio, no se preocupaba por descubrir razones en las conductas humanas. Vidente desde los quince aos y asaltado desde entonces por un asombroso flujo de certeras visiones, Kiyori, un hombre que saba y nunca se preguntaba nada, le haba revelado a Genji que tendra tres visiones, y slo tres, a lo largo de su vida. Y le asegur que esas tres visiones le bastaran para cumplir su cometido. Cmo tres visiones podan bastar para iluminar toda una vida era algo que Genji no lograba imaginar. Pero su abuelo nunca se equivocaba, as que deba creerle, aunque no poda dejar de sentir cierta preocupacin al respecto. Ya tena veinticuatro aos y hasta ese momento no haba tenido el menor vislumbre del futuro. Ah, estaba pensando, no abandonndose. Por suerte, lo haba advertido antes de ir demasiado lejos. Inspir profundamente, solt el aire y comenz a relajarse. Pas una hora o un minuto. El tiempo adquira una dimensin diferente cuando uno se suma en la meditacin. Genji sinti el calor del sol en la cara. Abri los ojos. Y en lugar de ver el jardn... Genji se encuentra en medio de una vasta multitud de hombres vociferantes vestidos con las insulsas ropas propias de los extranjeros. No llevan rodetes. Su pelo exhibe ms bien el desorden del de los dementes y los prisioneros. Por costumbre, Genji trata de discernir si aquellos hombres llevan armas de las que l tenga que protegerse, pero no ve ninguna. Nadie est armado. Aquello debe de significar que no hay ningn samurai. Trata de comprobar si lleva sus espadas, pero no puede mover la cabeza, los ojos, las manos, los pies, est paralizado. Recorre el largo pasillo que se extiende ante l como si no fuese ms que un ocupante transitorio de su propio cuerpo. De todas formas, da por sentado que habita su propio cuerpo, porque en realidad lo nico que puede vislumbrar de vez en cuando, a medida que se acerca al estrado, es una fugaz visin lateral de sus manos. All, un anciano de pelo blanco golpea la mesa con un pequeo martillo de madera. Orden! Orden! Orden en la sala! Su voz se ve ahogada por el torrente de exclamaciones contrapuestas que se dirigen a Genji desde ambos lados del pasillo. Vete al infierno! Banzai! Has salvado a la nacin! Demuestra que eres honorable y mtate!

Que todos los dioses y los Budas te bendigan y tambin te protejan! Las voces le revelan que es odiado y reverenciado casi con el mismo ardor. Las alabanzas le llegan desde la izquierda; las maldiciones, desde la derecha. l alza sus manos para agradecer las alabanzas. Al hacerlo, el Genji ocupante transitorio de su cuerpo puede ver que aqullas son sus manos, aunque quiz muestren ciertos indicios del paso del tiempo. Al cabo de un momento, un grito estentreo llega desde la derecha. Viva el emperador! Un joven se precipita hacia l. Viste un sencillo uniforme azul oscuro despojado de emblemas o insignias. Lleva la cabeza afeitada. Empua una espadawakizashi de hoja corta. Genji intenta defenderse, pero su cuerpo, paralizado, no le obedece. Todo cuanto puede hacer es observar a su atacante, que le hunde sin piedad la espada en el pecho. Ocupante transitorio o no de su cuerpo, siente la sbita sacudida del contacto del arma y una aguda sensacin punzante, como si una enorme y ponzoosa criatura hubiera penetrado en su carne. La sangre brota de su pecho e inunda el rostro de su atacante un momento antes de que Genji advierta que se trata de su propia sangre. De pronto sus msculos se relajan y cae al suelo. Entre los rostros que se acercan a observarlo destaca el de una mujer joven inusitadamente hermosa, tanto por la intensidad como por la cualidad de su belleza. Sus ojos tienen la forma de las avellanas, su pelo es castao claro, sus facciones exageradas e impresionantes evocan a las de los extranjeros. Le recuerda a alguien, pero no puede precisar a quin. Ella se arrodilla y, sin preocuparse por la sangre, lo acuna en sus brazos. Siempre sers mi Prncipe Resplandeciente dice ella, sonriendo entre lgrimas. Es un juego de palabras con su nombre, Genji, a su vez el nombre de un antiguo hroe de ficcin. Genji siente que su cuerpo trata de hablar, pero las palabras no acuden a su boca. Ve algo que centellea en el largo y terso cuello de la mujer. Un relicario con una flor de lis grabada en su tapa. Luego, ya no ve nada ms, no oye nada ms, no siente nada ms... Seor Genji! Seor Genji! Abri los ojos. Um, la criada, estaba de rodillas junto a l, con expresin preocupada. l se recost en un codo. Mientras estaba inconsciente, se haba desplomado desde su habitacin al suelo del jardn. Ests bien, mi seor? Perdname por entrar sin tu permiso. Estaba trabajando fuera y o un ruido sordo, y cuando llam, no respondiste. Estoy bien dijo Genji. Se apoy en ella y se sent en la galera.

Tal vez deberamos llamar al doctor Ozawa dijo Um. Para estar seguros. S, tal vez. Di a alguna de las otras que vaya a buscarlo. S, seor Genji. Se acerc a toda prisa a la puerta, susurr algo a otra criada que esperaba all y regres presurosamente junto a l. Puedo ordenar que te sirvan un t, mi seor? No, qudate aqu conmigo. Haba sufrido un ataque? O haba sido por fin una de las visiones que le haban sido anunciadas? Era imposible. No tena ningn sentido. Si realmente haba tenido una visin, sin duda era la de su propia muerte. Qu utilidad poda tener algo as? Sinti una suerte de profundo y glido temor desconocido hasta entonces. Tal vez en lugar de convertirse en un visionario, su destino era apenas una precoz demencia. Eso haba sucedido con bastante frecuencia en su familia. Todava aturdido por la cada y la visin, sueo o alucinacin, perdi el equilibrio. Um lo sostuvo suavem 2 La rosa Belleza Americana Uno de los dichos preferidos de los samurais proclama: El primer pensamiento al despertar: la muerte. El ltimo pensamiento antes de dormir: la muerte. sta es la sabidura de los tontos que nunca han dado a luz. En lugar de aceptar a un hombre dbil que todo lo que ve en la sangre es la muerte, busca a alguien que vea en ella la vida. El primer pensamiento al despertar: la vida! El ltimo pensamiento antes de dormir: la vida! Slo alguien que piense as sabe que la muerte llega lo bastante aprisa. Slo alguien que piensa as es capaz de entender el corazn de una mujer. Aki-no-hashi, 1311 *** Palacio de La Grulla Silenciosa, en Edo, 1867

Era tanta la nostalgia que senta Emily Gibson que todas las maanas despertaba con el perfume de los manzanos en flor trado por el viento. Ya no era el recuerdo de Apple Valley, el Valle de las Manzanas de su infancia, el que le haca sentir aquel profundo vaco en su pecho, y adems el imaginario viento tampoco le acercaba aquella fragancia perdida de un huerto a orillas del ro Hudson. No, lo que echaba de menos era el otro Valle de las Manzanas, la pequea hondonada que albergaba apenas unos cien rboles a una distancia de poco ms que un disparo de flecha del castillo Bandada de Gorriones. El hecho de que pudiese sentir nostalgia de un lugar de Japn indicaba cunto tiempo haba transcurrido desde que abandonara Norteamrica. Ms de seis aos desde que partiera, y casi el mismo tiempo desde que pensara por ltima vez en ella como su patria. Era una muchacha de diecisis aos entonces. Ahora tena veintitrs, y se senta mucho mayor. En ese tiempo haba perdido a su prometido, a su mejor amigo y, lo que tal vez fuese ms significativo, sus convicciones morales. Saber lo que era correcto y hacer lo correcto eran dos cosas muy diferentes. Las emociones no podan controlarse tan fcilmente como lo dictaba la lgica. Estaba enamorada, y no debera estarlo. Emily se levant de su cama de cuatro columnas con dosel, un modelo que Robert Farrington, el agregado naval de la embajada norteamericana, le haba asegurado que era el ltimo grito en Estados Unidos. La haba encargado por sugerencia de l. La necesidad la haba obligado a sobreponerse a la turbacin que le provocaba hablar de un mueble tan ntimo con un hombre que no tena ninguna vinculacin con ella. No haba nadie ms que pudiera aconsejarla en esa clase de cuestiones. Las esposas e hijas de los pocos estadounidenses que vivan en Edo la evitaban. Esta vez no era por su belleza o, para ser ms exactos, principalmente no por eso, sino por su relacin excesivamente estrecha con un oriental, algo que, le haba dicho el alfrez Farrington, era considerado un verdadero escndalo en los crculos diplomticos occidentales. Qu es lo escandaloso? haba preguntado Emily. Soy una misionera cristiana y difundo la palabra de Cristo bajo la proteccin del seor Genji. No hay absolutamente nada indecoroso en nuestra relacin. se es un modo de verlo. Disclpeme, alfrez Farrington replic Emily, enojndose. No s de qu otro modo puede verse. Por favor. Nos hemos puesto de acuerdo, no es as?, en que t sers Emily y yo ser Robert. Alfrez Farrington suena tan distante y..., digamos, tan militar. Estaban en la sala que daba a uno de los patios interiores del palacio de La Grulla Silenciosa. Haba sido modificada para ajustarse al estilo occidental, al principio para uso de Emily y despus, no haca mucho, para recibir invitados occidentales. Le parece prudente, seor? No estara exponindome a otro escndalo?

Yo no doy el menor crdito a los rumores repuso l, pero debes admitir que las circunstancias hacen inevitable esa clase de conjeturas. Qu circunstancias? No lo comprendes? El apuesto rostro de Robert se contrajo en una mueca infantil con la que sola manifestar inconscientemente su disgusto. Emily sinti ganas de rer, pero por supuesto se contuvo. Le cost bastante mantener su expresin de severidad, pero lo logr. No, no lo comprendo dijo. Robert se puso de pie y fue hasta la puerta que daba al jardn. Cojeaba un poco al caminar. l restaba importancia a su cojera diciendo que se deba a un accidente que haba sufrido durante la guerra. Sin embargo, el embajador le haba contado a Emily que Robert haba sido herido durante una batalla naval en el ro Misisip, en una accin por la cual le haban sido otorgadas varias condecoraciones al valor. La modestia de Robert despertaba su simpata. De hecho, tena muchas cualidades que despertaban su simpata. Entre ellas una, no la menos importante, era que hablaba ingls. Tal vez, eso era, lo que Emily ms haba echado de menos durante aquellos largos aos en Japn: or la voz de un americano. Una vez junto a la puerta, Robert se volvi para mirarla. Evidentemente senta la necesidad de mantenerse a una cierta distancia de ella para decir lo que tena que decir. Su rostro todava estaba tenso. Eres una mujer joven y soltera, que no cuenta con la proteccin de un padre, un esposo o un hermano, y ests viviendo en el palacio de un dspota oriental. Yo no me atrevera a llamar dspota al seor Genji, Robert. Es ms bien un noble, como puede serlo cualquier duque en los pases europeos. Por favor, djame seguir mientras tenga el coraje suficiente. Como te deca, eres una mujer joven y, adems, una mujer joven muy hermosa. Eso solo sera suficiente para dar lugar a toda clase de chismes. Y an peor, el duque, como t lo llamas, cuyo techo compartes... Yo no lo dira de ese modo lo interrumpi Emily. ... es bien conocido por su libertinaje incluso entre los libertinos que tanto abundan entre sus pares. En nombre de Dios, Emily... Debo pedirte que no invoques en vano el nombre del Seor. Disclpame dijo l. Perd el control. Pero seguramente ahora comprendes cul es el problema. As es como t lo ves?

S que eres una mujer absolutamente virtuosa y de una moral frrea e inquebrantable. No estoy preocupado por tu conducta. Lo que sucede es que temo por tu seguridad mientras vivas en un lugar como ste. Es poco menos que un milagro que hayas permanecido aqu tanto tiempo sin tener ningn problema. Aislada como ests, y a merced de un hombre cuyo ms mnimo capricho es una orden para sus fanticos seguidores, podra ocurrirte cualquier cosa, s, cualquier cosa, y nadie podra ayudarte. Emily sonri afablemente. Me halaga tu preocupacin dijo. Pero la verdad es que tus temores son completamente infundados. Tu lisonjero comentario acerca de mi apariencia no es compartido por los japoneses. Me consideran bastante horrorosa, no muy diferente de esos monstruos que despiden fuego por la boca y aparecen tan a menudo en sus leyendas. Nadie despertara menos que yo las pasiones ms incontrolables de los japoneses, te lo aseguro. No me preocupan los japoneses en general insisti Robert, sino una persona en particular. El seor Genji es un fiel amigo dijo Emily, y un caballero que respeta los ms severos preceptos del decoro. Estoy ms segura entre estas paredes que en cualquier otro lugar de Edo. Los ms severos preceptos del decoro? Vive rodeado todo el tiempo de prostitutas. Las geishas no son prostitutas. Te lo he explicado muchas veces. T te niegas obstinadamente a entenderlo. Adora falsos dioses. No es cierto. Muestra veneracin por sus maestros y sus ancestros inclinndose ante las imgenes de los Budas. Eso tambin te lo expliqu. Robert continu como si no la hubiera odo. Ha asesinado a docenas de hombres, mujeres y nios inocentes, y es responsable de la muerte de muchos otros. No slo aprueba el suicidio, lo que ya es suficientemente pecaminoso, sino que, adems, ha ordenado a otros que se suicidaran. Ha decapitado u ordenado decapitar a no pocos de sus enemigos polticos, y ha coronado esas atrocidades enviando las cabezas cortadas de esos desventurados a sus familias y seres queridos. Semejante crueldad supera todo lo imaginable. Dios mo, llamas a eso respetar los ms severos preceptos del decoro? Tranquilzate. Venga, bebe un poco de t. Emily necesitaba una pausa. Todas las cuestiones que l haba planteado eran fcilmente refutables, aunque no fuesen del todo justificables, salvo una. La matanza de los aldeanos. Tal vez si la evitaba y se refera a las otras cuestiones, l no lo advertira.

Robert se sent. Tena la respiracin bastante agitada: la enumeracin de los pecados de Genji lo haba alterado sobremanera. Disculpa dijo, no tendrs caf por casualidad? No, lo siento. De veras te gusta ms que el t? Al parecer el caf era una de las ms recientes modas de la posguerra en Estados Unidos. A m me resulta un poco cido, y me cae mal al estmago. Es un gusto adquirido, supongo. Durante la guerra, cuando era ms fcil conseguir caf brasileo que t ingls, descubr que el caf tiene una gran ventaja: produce una tremenda explosin de energa que el t no provoca de ninguna manera. Bueno, yo dira que a ti ms que faltarte te sobra energa brome Emily. En todo caso, tal vez deberas beber menos caf. Robert acept la taza de t con una sonrisa. Tal vez dijo, y sigui sonrindole de tal modo que ella comprendi que podra desviar fcilmente la conversacin hacia otro tema. Sin embargo, el asunto que Robert haba tratado de plantear en varias conversaciones anteriores tena sus peligros, de modo que Emily prefiri volver a la discusin de antes. Debo aclararte una vez ms temas como el de las geishas o el budismo, Robert? Admito que tus explicaciones, si fueran ciertas, seran vlidas. Alz una mano para acallar la protesta que, saba, no tardara en llegar. Ms an: admito, en nombre de la razn al menos, que son vlidas. Gracias. Ahora, como militar que eres, seguramente sabrs que lo que lleva a veces a los samurais a quitarse la vida es una tradicin guerrera. Para nuestros preceptos cristianos, el suicidio es un pecado mortal. Eso es indiscutible. Pero hasta que se conviertan a la verdadera fe, no podemos pedirles que acepten preceptos que para ellos, al menos por el momento, son decididamente repudiables. Tu punto de vista me parece excesivamente complaciente para una misionera cristiana, Emily. No lo apruebo. Simplemente lo comprendo, y eso es lo que te pido que hagas t. Muy bien. Contina. En cuanto al envo de las cabezas cortadas a los familiares... Emily respir hondo e intent, y lo logr, evitar que las imgenes acudieran a su mente. Haba visto demasiadas cabezas cortadas. Ellos lo consideran una cuestin de honor. Si el seor Genji no lo hubiera hecho, habra transgredido el equivalente samurai del cdigo de la caballera.

De la caballera? Cmo puedes pensar siquiera en utilizar esa palabra para describir actos injustificables de carnicera y mutilacin? Permiso, dama Emily. Hanako se arrodill ante la puerta e hizo una reverencia, con la mano derecha apoyada en el suelo y la manga vaca del brazo izquierdo elegantemente plegada sobre s misma. Ha llegado otro visitante. Le dije que estabas atendiendo a un invitado, pero l insisti... Vaya, vaya, me encanta verle ocioso, almirante. Pero acaso puede usted permitirse el lujo de tomarse tanto tiempo libre? Charles Smith sonri y enarc una ceja, mirando a Robert. Haba exagerado ostensiblemente su acento sureo, advirti Emily, como siempre que se diriga a Robert. No tiene casas que saquear, ciudades que incendiar y civiles indefensos que bombardear? Robert se incorpor de un salto. No tolerar por nada del mundo semejante insulto de un traidor como usted, seor. Caballeros, por favor dijo Emily, pero ninguno de los dos pareci orla. Charles le hizo una ligera reverencia a su adversario. Estoy a su disposicin, seor, cuando usted lo decida. Tambin puede elegir las armas, seor. Robert! exclam Emily. Charles! Basta ya! Puesto que yo le he desafiado dijo Robert, la eleccin le corresponde a usted, seor. Me veo en la obligacin de renunciar a ello, seor, pues me procurara una ventaja absolutamente injusta replic Charles. Yo, naturalmente, elegira pistolas o espadas, mientras que usted y los de su calaa creo que se sienten mucho ms cmodos con morteros de largo alcance, flechas incendiarias o simplemente dejando morir de hambre a los sitiados. Si Emily no hubiese corrido a interponerse entre los dos hombres en ese momento, sin duda se habran enzarzado en una pelea all mismo. Afortunadamente, ambos todava conservaban la suficiente presencia de nimo como para contenerse antes de llevrsela por delante. Estoy avergonzada de vosotros dijo ella, mirando indignada primero a uno y despus al otro. Como caballeros cristianos, deberais ser un ejemplo para nuestros anfitriones. En cambio, vuestra conducta es tan salvaje que terminis por ser iguales a los peores de entre ellos. Tengo todo el derecho de responder a un insulto dijo Robert, fulminando con la mirada a Charles, que, por supuesto, tambin lo miraba con expresin desafiante.

Si la verdad es un insulto replic Charles, tal vez deba usted analizar las atrocidades que lo provocan. Hay algo ms atroz que la esclavitud? dijo Robert. Y nosotros, con toda razn, pusimos fin a esa atrocidad, junto con vuestra rebelin. Charles ri con sorna. Como si le importara un pice el destino de los negros. se es un pretexto mendaz, no una razn. Si no dejis de discutir ahora mismo intervino Emily, me ver obligada a pediros que os marchis. Y si me entero de que habis ejercido alguna violencia el uno contra el otro, no aceptar volver a veros nunca ms. Robert Farrington y Charles Smith parecan estar tan dispuestos como siempre a matarse el uno al otro, y sin duda seguiran estndolo en el futuro. Emily, por su parte, estaba segura de que no lo intentaran, por la sencilla razn de que la disputa entre ellos no tena que ver con la poltica en general, ni con la ltima guerra en particular. Por una parte, la familia de Charles era originaria de Georgia, pero esos orgenes se remontaban a varias generaciones anteriores. Charles, en realidad, haba nacido en Honolul, en el reino de Hawai, igual que sus padres. Haba heredado una plantacin de azcar y una hacienda all, y nunca haba estado en Georgia. Adems, Emily saba por conversaciones anteriores que Charles haba sido un ferviente abolicionista, contribuyendo con sumas importantes a esa causa. No, lo cierto era que lo que despertaba la clera de aquellos dos hombres era el hecho de que ambos deseaban ganar el corazn de Emily y casarse con ella. Qu era lo que llevaba a un hombre a pensar que poda conquistar el corazn de una mujer matando a otro hombre? En el alma del varn, aun del ms civilizado, pareca existir un residuo dormido de la feroz vida prehistrica, siempre dispuesto a resucitar y volver a dominarlo. En verdad, sin la influencia civilizadora de las mujeres, hasta los mejores hombres de la cristiandad, como sin duda lo eran Robert Farrington y Charles Smith, corran siempre el riesgo de sumirse en la barbarie. Por su parte, ella les haba aclarado perfectamente que cualquier conducta violenta, aunque no fuese mortal, bastara para que el que la perpetrara quedara de inmediato descartado y perdiera la consideracin en que ella lo tena. A cul aceptar era una decisin a la que no podra llegar fcilmente, aunque Emily estaba dispuesta a elegir cuanto antes a alguno de los dos. La razn por la que deba apresurarse era la misma que antes haba motivado su reticencia a considerar las proposiciones que le haban hecho: el amor. Un amor profundo e inconmovible. Pero un amor que, para su desdicha, no senta por ninguno de los dos caballeros que pretendan su mano. Cuando por fin se marcharon, con un intervalo de quince minutos entre uno y otro a instancias de ella, Emily se encamin a su estudio para continuar con su traduccin deSuzume-no-kumo, Bandada de Gorriones, los pergaminos secretos que relataban la historia y

las profecas del clan del seor Genji, los Okumichi del Dominio de Akaoka. All, sobre su escritorio, haba una rosa roja, al igual que todas las maanas desde que comenzara el equinoccio de primavera. Era de la variedad conocida en el clan de Genji comoBelleza Americana, un nombre inesperado para una rosa que slo floreca en el jardn interior del castillo Bandada de Gorriones. Alz la flor y roz sus labios con los suaves ptalos. Por amor, se casara con Robert o con Charles, a ninguno de los cuales amaba. Coloc la rosa en el pequeo florero que tena siempre a mano y luego lo puso en un rincn del escritorio. Ese da, comenzara a traducir un nuevo pergamino. Como no estaban numerados ni identificados de ninguna otra manera, a veces lea un largo fragmento de un pergamino antes de descubrir a qu parte de la historia corresponda cronolgicamente. Que el primer pergamino que haba traducido seis aos antes, datado en 1291, hubiera sido el primero que se haba escrito era un hecho totalmente casual. El segundo haba sido de 1641; el tercero, de 1436. La continuacin cronolgica de dos pergaminos nunca era intencionada. Esto ocurra, le haba explicado Genji, porque cada uno de los sucesivos grandes seores de Akaoka lea la historia y prefera releer algunos pergaminos en lugar de otros, por lo que el orden cronolgico, si es que alguna vez lo haba habido, se iba perdiendo paulatinamente a lo largo del tiempo. Al principio, esta falta de orden le haba molestado. Pero pronto las sorpresas a las que daba lugar comenzaron a gustarle. Acercarse a los pergaminos era para ella como abrir un regalo de Navidad y sentir, cada vez que lo haca, la agradable sorpresa de encontrarse con algo inesperado. Era lo que suceda cuando, como aquel da, no slo deba sumergirse en un nuevo pergamino, sino adems abrir un nuevo arcn. La desorganizacin de la historia del clan era coherente con su modo de conservarla. Los arcones, cuyo diseo y tamao por otra parte eran sumamente distintos, contenan una variada cantidad de pergaminos de diferentes dcadas y siglos. Como no haba un orden que respetar, cada vez que llegaba el momento de decidir qu arcn deba abrir, Emily dejaba vagar su mirada entre los que estaban disponibles, agrupados en un rincn de su estudio. Esta vez, como siempre, dejara que la eleccin fuera obra del azar. Sera uno grande o uno pequeo? Uno que fuera visiblemente antiguo o uno ms reciente? Aquel que pareca tpicamente europeo, cerrado con un pasador de hierro oxidado? O aquel otro ovalado, elegante, laqueado en negro, que seguramente era chino? O quiz la caja de perfumada madera de sndalo coreano? Pero en cuanto sus ojos se posaron en el extrao bal revestido en piel, supo que su curiosidad no le permitira abrir ningn otro. Sobre la parte superior haba una imagen desteida, pero cuyos colores originales eran an visibles, que representaba un dragn rojo con el cuerpo enrollado en torno a la cspide de una montaa azul. Sus conocimientos del arte de Asia oriental le bastaban para reconocer el pas de origen de la mayora de los objetos que de all provenan. Pero a ste no pudo identificarlo. La tapa haba sido sellada con una capa de cera, que adems revesta toda la superficie del bal. Algunas motas de cera resquebrajada sugeran que haba sido abierto no haca mucho, lo que le pareci bastante raro. Genji le haba dicho que cada uno de los grandes seores de

Akaoka tenan la obligacin de leer ntegramente la historia del clan cuando asuman el poder, por lo que debera haber sido abierto mucho tiempo atrs. Genji quiz lo haba sellado nuevamente con cera despus de haber ledo su contenido, y luego tal vez haba vuelto a abrirlo antes de que ella lo recibiera. Ms tarde se lo preguntara. Cuando lo abri, descubri que una rstica tela cubra el contenido. Debajo de ella haba otra, de seda bordada y brillantes colores. Cuando Emily la despleg, vio un motivo floral compuesto por una infinidad de rosas rojas, rosadas y blancas, aplicadas sobre un campo de nubes blancas que surcaban un lmpido cielo azul. Puesto que la rosaBelleza Americana era poco menos que un smbolo no oficial del clan, le result ms que sorprendente que fuera sa la primera vez que la vea entre las telas que envolvan los pergaminos contenidos en los arcones. Emily desenroll el primer pergamino que extrajo del arcn. A diferencia de los otros textos que haba examinado hasta entonces, aqul estaba escrito casi totalmente en la sencilla grafa fontica del pas que los japoneses llamabanhiragana. Los otros haban sido escritos en su mayora en kanji, los caracteres chinos que los japoneses haban adaptado para registrar las ideas ms complejas en su propio idioma. Cuando Emily estudi el idioma japons, el kanji le haba resultado difcil, pero el hiragana era otra cosa. Ley la primera lnea sin la menor dificultad. El seor Narihira supo por el visitante que la llegada de la Belleza Americana... Se detuvo, sorprendida, y volvi a leer. S, no se haba equivocado. All estaban los signos fonticos correspondientes a la palabra americana:ah-me-li-ka-nu. Si se mencionaba esa palabra, el pergamino deba de haber sido escrito despus de que los japoneses supieran de la existencia del Nuevo Mundo. El pergamino que ella haba traducido poco antes se refera principalmente a la ltima parte del siglo XVIII. Tal vez ste tambin fuera de ese perodo. Retom la lectura. El seor Narihira supo por el visitante que la llegada de la Belleza Americana al castillo Bandada de Gorriones coincidira con el triunfo definitivo del clan Okumichi. Era tan tonto, que orden que se plantaran rosas en el jardn interior del castillo, y les dio por nombre rosas Belleza Americana, pensando que as estaba favoreciendo el cumplimiento de la profeca. No es esto algo tpico de un hombre? Tratar de obligar al ro a fluir en una cierta direccin en lugar de comprender su verdadero curso y navegar por l sin el menor esfuerzo hasta llegar al punto al cual naturalmente nos conduce? Es difcil imaginar que una mujer pueda ser tan tonta, no es as? Cuando el cielo otorg a los hombres el gobierno del mundo, sin duda los dioses demostraron un travieso sentido del humor. El estilo de la narracin era completamente distinto del carcter solemne de los textos de los otros pergaminos que ella haba traducido hasta ese momento. El lenguaje arcaico planteaba un desafo, pero con la ayuda del diccionario bilinge que ella y Genji haban estado compilando pudo comprender fcilmente lo que lea, puesto que no haba trminos enkanji. Sigui leyendo sin preocuparse por escribir la traduccin al ingls en ese momento. Se ocupara de eso ms tarde. Estaba demasiado entusiasmada.

Termin de leer el pergamino en el momento en que Genji llegaba para almorzar con ella. A esas alturas, saba que aquel arcn de escritos antiguos contena algo que no perteneca aSuzume-no-kumo. Aquella historia del clan haba sido escrita por los sucesivos seores del dominio a partir de 1291. El autor de este pergamino era sin duda una mujer. Haba escrito su crnica aproximadamente en la misma poca en que haba comenzado a escribirse la crnica oficial. Y contaba, como si los hubiera vivido, hechos que abarcaban siglos que excedan largamente el tiempo de su propia vida. *** Castillo Bandada de Gorriones, 1281 No lo entiendo dijo Kiyomi a su marido con un mohn. Por qu debes ayudar al seor de Hakata? Acaso no ha sido desde siempre enemigo de nuestro clan? Masamun calm al impaciente corcel de guerra que montaba. Habra querido suspirar, pero estaba rodeado por quinientos hombres a caballo y no poda permitirse algo tan poco marcial delante de ellos. Debera haber escuchado a su padre y haberse casado con una mujer menos bella y menos escandalosa. Como ya te he explicado muchas veces, nuestra sagrada patria ha sido invadida por las hordas mongolas. Me lo has dicho muchas veces, mi seor, pero el solo hecho de decir no explica nada. El Dominio de Hakata no es nuestra sagrada patria. Por qu deberamos preocuparnos si los mongoles invaden Hakata? Djalos que destruyan el lugar. As tendramos un enemigo menos, no te parece? Masamun se volvi hacia su chambeln en busca de ayuda, pero el hombre, dotado como estaba de experiencia y sabidura, haca varios minutos que haba centrado su atencin en una arboleda lejana. Si los mongoles destruyen Hakata, no tardarn mucho en llegar. Ella ri. No te burles de m, por favor. Hakata est en la isla de Kyushu, y nosotros estamos en Shikoku dijo ella, como si estuviera aclarando todo lo que haba que entender. Kiyomi era su esposa desde haca diez aos y haba dado a luz tres hijos, pero segua pareciendo mucho ms joven que Masamun, sobre todo cuando rea. ntimamente, l saba que no poda enfadarse con ella, a pesar de lo lamentable que le resultaba su incapacidad para comprender los avatares de la poltica.

Volver con muchas cabezas de mongoles dijo l, inclinndose desde su montura. Si vas a traer algo de los mongoles, que sean sus joyas dijo ella. No entiendo por qu te fascinan tanto las cabezas. Esta vez, a pesar de sus esfuerzos, Masamun suspir antes de tirar de las riendas para orientar a su caballo hacia las puertas del castillo. Adis. Entiendo por qu te comportas de este modo, mi seora dijo la dama de compaa principal de la dama Kiyomi despus de que los hombres se hubieron marchado, pero es prudente hacerlo? En un momento as, no sera mejor para el seor Masamun que mostraras tu verdadera inteligencia en lugar de fingir que eres una tonta? Si supiera algo que l no puede llegar a saber o pudiera darle un consejo que otros no podran darle, s, y en ese caso tu preocupacin estara bien fundada. Nuestro seor est rodeado de buenos consejeros. No necesita uno ms. Es mejor que me considere una ignorante, porque as no se preocupar imaginando que estoy preocupada. Cuando se acuerde de m, sonreir de slo pensar en lo tonta que soy. Y luego, pondr toda su atencin en lo que debe hacer. Tal vez de ese modo pueda ayudarlo a regresar. No hay ninguna duda de eso dijo otra