el oficio del maestro

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Resulta evidente que la misión de educar a los jóvenes recae, directamente, sobre dos pilares esenciales; la escuela y la familia. El docente debe cumplir un rol que no es una profesión como todas; el mismo no es un mero transmisor de conocimientos, sino que además, a través de su docencia, trasmite una serie de valores y conocimientos que van a influenciar, directa o indirectamente, en la formación de los más jóvenes. E. Tenfi Fanfani sostiene; “La enseñanza, más que una profesión, es una 'misión' a la que uno se entrega...” “En la definición de la excelencia docente el compromiso ético moral con el otro, una cierta actitud de entrega y desinterés adquieren una importancia fundamental en el desempeño del oficio”. (1) En la actualidad, la calidad educativa y el rol del docente son cada vez más discutidos. Esto se debe a distintos factores, desarrollados más adelante, que de una u otra manera, están condicionando la práctica docente e interrumpiendo en el buen desarrollo de su formación. Esta compleja situación nos lleva a analizar los factores más influyentes, en los que encontramos como principales a la sociedad, y la familia. Este análisis pone en manifiesto la complejidad y relevancia de los problemas y la necesidad de enfrentarlos con estrategias sistémicas de acción. En primer lugar, el rol de los padres. Como mencionamos con anterioridad, la escuela y la familia son las dos instituciones que a lo largo de los siglos se han encargado de criar y preparar a las nuevas generaciones para insertarse positivamente en el mundo social y cultural de los adultos. Pero en numerosas ocasiones, estas funciones se distorsionan de la misión básica de escolarizar. Y son los mismos padres y la sociedad quienes impiden o interrumpen el buen y correcto funcionamiento de la escuela y su formación por distintas razones, entre ellas, dotan y sobrecargan a la institución y docentes de funciones, que en ocasiones no son más que competencias transferidas por los primeros. Delegan al docente diferentes objetivos a alcanzar, los cuales son ellos quienes han de darle el debido cumplimiento pero que, por razones de tiempo, apatía, desinterés, las dejan en manos de la escuela. La mayoría de la gente considera como características

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Trabajo practico Pedagogia 1ero.

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Resulta evidente que la misión de educar a los jóvenes recae, directamente, sobre dos pilares esenciales; la escuela y la familia. El docente debe cumplir un rol que no es una profesión como todas; el mismo no es un mero transmisor de conocimientos, sino que además, a través de su docencia, trasmite una serie de valores y conocimientos que van a influenciar, directa o indirectamente, en la formación de los más jóvenes. E. Tenfi Fanfani sostiene; “La enseñanza, más que una profesión, es una 'misión' a la que uno se entrega...” “En la definición de la excelencia docente el compromiso ético moral con el otro, una cierta actitud de entrega y desinterés adquieren una importancia fundamental en el desempeño del oficio”. (1)

En la actualidad, la calidad educativa y el rol del docente son cada vez más discutidos. Esto se debe a distintos factores, desarrollados más adelante, que de una u otra manera, están condicionando la práctica docente e interrumpiendo en el buen desarrollo de su formación. Esta compleja situación nos lleva a analizar los factores más influyentes, en los que encontramos como principales a la sociedad, y la familia. Este análisis pone en manifiesto la complejidad y relevancia de los problemas y la necesidad de enfrentarlos con estrategias sistémicas de acción.

En primer lugar, el rol de los padres.

Como mencionamos con anterioridad, la escuela y la familia son las dos instituciones que a lo largo de los siglos se han encargado de criar y preparar a las nuevas generaciones para insertarse positivamente en el mundo social y cultural de los adultos. Pero en numerosas ocasiones, estas funciones se distorsionan de la misión básica de escolarizar. Y son los mismos padres y la sociedad quienes impiden o interrumpen el buen y correcto funcionamiento de la escuela y su formación por distintas razones, entre ellas, dotan y sobrecargan a la institución y docentes de funciones, que en ocasiones no son más que competencias transferidas por los primeros. Delegan al docente diferentes objetivos a alcanzar, los cuales son ellos quienes han de darle el debido cumplimiento pero que, por razones de tiempo, apatía, desinterés, las dejan en manos de la escuela.

La mayoría de la gente considera como características principales de un docente ideal, características relacionadas con sus conocimientos, habilidades, competencias, capacidades, y valores al enseñar. Un ideal tan contradictorio como de imposible realización práctica.

Cuando en realidad, las funciones más relevantes que se le atribuyen al profesor, además de instruir profesionalmente una materia especifica; el docente debe educar: instruir y formar al alumno socialmente como también personalmente; solucionar problemas: debe estar cualificado para dar respuesta a los diferentes conflictos que se le presenten; anexo familiar: en ocasiones, suplir el afecto que el menor no posee en su familia, y; mediador ante situaciones conflictivas con la familia u otros.

Ahora bien, a través de los años, las prioridades del docente parecen haberse distorsionado junto con la de las familias, afectados por estos factores influyentes y nuevos desafíos de la post modernidad. Pero también los jóvenes son afectados, teniendo en cuenta su etapa de desarrollo, cuando son creativos y sus intereses se

1- E. TENTI FANFANI ‘Nuevos tiempos y nuevos docentes’. Buenos Aires. 2002. pag. 3, 5.

basan en descubrir y disfrutar, en su presente, más que en su futuro. Por eso, la familia jugara un papel principal en la manera que los jóvenes los enfrenten y en la manera en que se desarrollen en el ámbito educativo. Y una de las grandes problemáticas al respecto es el concepto que los jóvenes llegan a idear de la institución educativa y de los docentes.

Por lo tanto, si existe una concepción errónea por parte del alumno hacia sus docentes, esto generara consecuencias en la práctica de enseñar-aprender. Y el oficio del docente se ve afectado por situaciones como pérdida de respeto, descenso del nivel de confianza del profesor, situaciones tensas en el aula, incumplimiento de las normas de convivencia, desinterés del propio alumno, como también hacer caer culpa sobre el docente por notas, fracasos o hasta deserción, lo que consideramos un factor relevante en la relación alumno-profesor, y que además influye en la calidad educativa que reciba el alumno y así también el grupo.

En segundo lugar, el oficio del maestro.

El desempeño de la actividad del docente requiere el dominio de competencias racionales y técnicas que son exclusivas de su oficio y que se aprenden en tiempos determinados formando así a cada docente de manera particular. Al igual que en otros campos de actividad, las nuevas problemáticas y condiciones de vida, plantean nuevos desafíos a las instituciones y al rol del docente de la actualidad, como también son factores que suelen condicionar estas prácticas como hemos mencionado. En consecuencia, los docentes son exigidos, directa o indirectamente, a capacitarse para ser, o sentirse, competentes dentro del aula.

"Si uno quiere efectivamente captar que hay de nuevo en el oficio de enseñar, no puede dejar de referirse a los momentos fuertes de su trayectoria en el tiempo."

El peso distintivo de esta historia está presente no solo en las dimensiones materiales del sistema educativo republicano, como edificios, aulas, recursos didácticos, sino que también está en los agentes; en las mentalidades de los maestros, sus identidades y sus prácticas, lo cual es aún más importante, y que dependiendo del tiempo y espacio en el que se prepararon, enfrentarán con más o menos esfuerzo el ‘cambio’ que la sociedad les exige hoy.

En el período que va de mediados del siglo pasado hasta las dos primeras décadas del presente se configura una definición dominante del magisterio que combina en forma desigual dos componentes: uno es de carácter racional que define a la actividad docente como un oficio, una práctica que está orientada por ciertos principios y conocimientos científicos, formales, que tienen que ser aprendidos en escuelas y estudios terciarios o universitarios. El otro componente es “no racional”. Esta es la dimensión “vocacional”, afectiva y casi sagrada del magisterio como un apostolado, es decir, como una práctica a la que alguien “se consagra” en virtud de un mandato y sin obtener salarios o ciertas ventajas.

Esta dosificación contradictoria pero efectiva hace del maestro una categoría social con perfil propio y diferenciado del resto de los profesionales e intelectuales clásicos. La convivencia contradictoria de elementos distintivos constituye la

particularidad del oficio de enseñar.

"En el plano del discurso se enfatizará uno u otro conjunto de componentes, según el interlocutor. Si se trata de ganar terreno contra la tradición, se insistirá en las competencias técnico-pedagógicas modernas; pero cuando se pretende limitar el cientificismo y el afán reglamentarista y tecnicista de los nuevos especialistas en pedagogía, se levantarán las banderas del particularismo, la vocación, la intuición y la creatividad inherentes del oficio de enseñar." (2)

Sin embargo, el pasar de los años, acompañados del proceso de modernidad, ha acarreado una serie de factores que operan como elementos transformadores del oficio docente y de su definición que, en ocasiones, tienen sentido doble. Por un lado, constituyen desafíos que favorecen potencialmente un avance en el proceso de profesionalización del oficio docente.

Pero al mismo tiempo, pueden tener efectos contrarios y constituirse en obstáculos poderosos para el avance de dicho proceso. En algunos casos pueden considerarse como factores que alientan una lisa y llana desprofesionalización del oficio.

E. TENTI FANFANI, en su libro ‘Nuevos Tiempos y Nuevos Docentes’, desarrolla 8 puntos, los cuales en su opinión, son factores de transformación fundamentales a tener en cuenta.

Primero, la escuela es sometida a nuevas demandas sociales. Se les exige lo que en ocasiones las familias ya no están en condiciones de dar; contención afectiva, orientación ético-moral, orientación vocacional y en relación con el diseño de un proyecto de vida, etc. Se extiende un proceso de secularización que afecta a la familia, la iglesia y la escuela, los pilares del alumno. La presencia de los medios de comunicación de masas y consumos culturales, la inestabilidad familiar, cambios en los modelos de autoridad, entre otros.

Segundo, por los cambios en la economía y el mercado de trabajo, se les exige un cambio rápido. Se espera que la escuela y el maestro contribuyan a la producción de capital humano. Los docentes deben estar más informados sobre la ciencia y la tecnología moderna y de su incorporación en la vida social. Debe ser también un orientador vocacional y conocer el mercado de trabajo. Deben actualizarse continuamente para estar a la altura de las demandas sociales.

Tercero, el desarrollo desigual en la economía y el mercado de trabajo respecto a los sectores más atrasados y menos productividad, que requieren fuerza de trabajo, y los sectores más concentrados y modernos que demandan competencias éticas, relacionales y cognitivas. Este desarrollo desigual vuelve desiguales las oportunidades de vida de las personas. La pobreza extrema y la exclusión afecta el trabajo y la identidad de los docentes; en la educabilidad, y en el contenido del trabajo docente. Ya que en muchos casos deben asistir a sus alumnos con alimentación, contención afectiva, etc.

Cuarto, la evolución de las tecnologías de la comunicación e información. Aunque no es una certeza, algunos creen que esas innovaciones sustituirían al docente y a la enseñanza-aprendizaje cara a cara con los alumnos. En vez de seguir invirtiendo en docentes, invertirían en “multimedia y telemática”. De este modo los problemas

2- E. TENTI FANFANI. 1988

del docente se solucionarían “sustituyéndolos”.

Quinto, El origen social de los docentes y su posición actual en la estructura social también contribuyen a la conformación de su propia identidad como categoría social.Existe una elevada probabilidad de que los maestros más pobres se encuentren desempeñando funciones en establecimientos que también son pobres, y así también el contenido dictado y la forma del trabajo docente sería un obstáculo.

Sexto, Nuevos alumnos. Interesa reflexionar sobre la modificación en el equilibrio de poder entre generaciones, y la cultura propia de los niños, adolescente y jóvenes de hoy ya que acarrean nuevos desafíos propios de las nuevas generaciones. Uno de ellos es los problemas de comunicación. Y las nuevas condiciones del trabajo docente pueden producir frustración y malestar profesional.

Séptimo, y de carácter muy importante. El contexto del trabajo docente está experimentando transformaciones profundas. Estos cambios tienen efectos significativos en la definición del rol docente. Los viejos sistemas, están transformándose en sistemas descentralizaos, que alientan la autonomía de las instituciones en el territorio, la participación de agentes escolares y extraescolares en todos los niveles y la interacción con otros ámbitos de la vida social. Se perfilan nuevos modelos de organización y nuevos estilos de gestión que generan nuevas demandas a los agentes escolares. También se incorporan nuevas figuras profesionales; orientadores, especialistas en evaluación, expertos en tecnologías, bilingüismo, etc. Y la capacidad de tomar iniciativas y asumir responsabilidades, la evaluación, el trabajo en equipo, la comunicación, la resolución de conflictos, se convierten en competencias estratégicas que definen su nuevo rol profesional.

Por último, El rol del maestro depende de la función social que se le asigne al sistema educativo en cada momento histórico. No todos los miembros de la sociedad tienen las mismas expectativas de las instituciones donde se educan las nuevas generaciones. En realidad, la escuela es multifunción y cada vez se demanda más de ella.

En conclusión, entendemos que la realidad social no se estanca. Las personas y las dinámicas institucionales se hallan en un proceso constante de cambio. Y es indispensable que la sociedad se interese por la educación de las nuevas generaciones. Es indispensable que las escuelas además de transmitir información y contenidos, logre que los estudiantes aprendan conceptos, modos de comprensión de la realidad, y actitudes que puedan utilizar para insertarse en la sociedad como personas responsables, maduras, capaces de resolver problemas personales, espirituales, culturales, políticos y sociales. Es necesario formar personas autónomas, con ánimo de estudiar, quienes se apropien de lo que aprenden en la escuela y lo pongan en práctica. Jóvenes con capacidad de adaptación a las mejoras y ánimo de perfeccionarse a lo largo de su vida.

Deben depositar en ellos la necesidad de mirar más allá de lo que los rodea, de los que los atrapa.

Los docentes deben insistir en formar ciudadanos democráticos, responsables de sus acciones, preocupados por el prójimo, que entiendan el valor de la familia y la importancia de superarse día a día. Que puedan definir su futuro y apostar por él.

Para lograr esto no solo tenemos a los docentes, pedagogos, directivos y a la iglesia. Aun antes que ellos, está la familia.

Y como expresamos al principio, el carácter sistémico de estrategias, debe ser entendido como la necesidad de definir una secuencia en las acciones, ya que no sería posible resolver todo al mismo tiempo. Una secuencia a través de la cual se ponga de manifiesto cuando y como las distintas dimensiones del problema serán enfrentados. “Las estrategias deben adaptarse a las condiciones locales y es allí donde puede definirse de forma adecuada.” (TEDESCO J. C. 1999)

“la verdad no está en una tesis o en una representación, está en la experiencia.” (3)

3- Inés Dussel, Daniela Gutierrez. ‘Educar la Mirada’. 2006. Pag. 309