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El Ángel Caído
(Cuento teológico)
PTG
En la Biblia, es decir en las Sagradas Escrituras, no se narra literalmente la
historia del Ángel Caído. No obstante, una deducción teológica de la Iglesia, así
como la Tradición desde los primeros Santos Padres, la rebelión de Luzbel o
Lucifer contra Dios, ha quedado definida en una doctrina llena de verosimilitud.
Esta historia se la he contado a mi hijo en forma de cuento, desde que era muy
pequeño. No es nada normal que un padre del siglo XXI trate este tipo de te-
mas con su hijo. Pero todo sucedió cuando él mismo era testigo de la infinidad
de veces que su padre era capaz de fotografiar la escultura del Ángel Caído del
escultor Ricardo Bellver, situada en el madrileño parque del Buen Retiro. Sus
interrogantes me hicieron recordar que:
“Érase una vez que Dios, uno y trino, es decir que siendo un solo Dios, tenía
tres personas distintas y cada una de ellas seguían siendo Dios. El Dios Padre,
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el Dios Hijo y del amor de ambos engendraba el Dios Espíritu Santo. Pues es-
te ser infinito, creó el mundo en seis días y después se tomó un descanso. Es-
tas cosas de los dioses no son fáciles de entender por los humanos, pero si-
gamos con el cuento. Al mismo tiempo, también creó los ángeles. Eran espíri-
tus puros y muy inteligentes que estaban al servicio de Dios. Formaban tres
ejércitos celestiales jerarquizados subdivididos en tres, digámosle, coros. La
primera jerarquía: Serafines, querubines y tronos; la segunda, dominaciones,
virtudes y potestades; la tercera, principados, arcángeles y ángeles A cada ca-
tegoría le estaba encomendada una misión. Llegado el momento, Dios llamó a
su presencia a Luzbel, el más bello e inteligente de los ángeles. Entonces, Dios
le dijo: En la consumación de los tiempos, Nos, la Santísima Trinidad (Padre,
Hijo y Espíritu Divino), Hemos decidido que el Hijo se encarne en una mujer
cuando el espíritu la cubra con su sombra y sin dejar de ser Dios, será verda-
dero hombre mortal. Será el Hombre Dios. Y como tal, tú y toda la Corte Celes-
tial deberá servirle y adorarle. Entonces, Luzbel, el más bello de todos los espí-
ritus angélicos creados, se reveló contra Dios, y en un acto de soberbia ex-
clamó: ¡Non serviam! Según los teólogos, los ángeles hablaban en latín y en
español quiere decir, no le serviré. Junto a Luzbel parte de las las divisiones
celestiales tomaron como líder al ángel rebelde. La contestación fue contun-
dente: Como Justicia Suprema, Dios respondió: Considero a Luzbel y a sus
seguidores como enemigos de Dios y arderán eternamente en las llamas del
infierno. Desde entonces inducen a los hombres a la rebeldía y la desobedien-
cia. Fue Eva la primera mujer tentada por el ángel rebelde o Ángel Caído; es-
tando en el Paraíso Terrenal que se le presentó bajo la figura de una serpiente.
A Luzbel se le conocería en adelante bajo varias denominaciones: Lucifer, De-
monio, Diablo, Maligno, entre otros apelativos despectivos. Desde entonces ahí
está El Ángel Caído, libre y feliz de haber decidido su destino. Cuentan los vie-
jos libros de la Cuesta de Moyano, que cuando hay luna llena, ilumina su figura
en recuerdo de su primitivo nombre, Luz Bella”.
Hasta aquí el cuento que mi hijo me pedía que se lo contara una y otra vez.
Quizás le llamaba la atención la expresión de belleza que presentaba, en com-
paración con las imágenes del diablo más al uso. Orejas puntiagudas, cuernos,
largo rabo, uñas de rapiña y sobre todo alas en forma de vampiro o murciélago.
Más que un ángel, era una bestia alada.
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Miguel Ángel Buonarroti
No obstante, como todos los cuentos han de tener su moraleja, la interpreta-
ción que yo hice ante mi hijo de esta historia, fue un tanto herética y falta de
todo rigor teológico. El Ángel Caído, no era condenado por soberbio, sino por
rebelde. Es el símbolo de la adolescencia y de la juventud. Cuando el niño va
descubriendo el mundo, se rebela contra él y hace de su vida el estandarte de
la libertad. Es verdad que esta moraleja, sin la complicidad de la bella escultura
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de Bellver, habría sido imposible. El ser humano que llegado a su adolescencia
no se ha librado de la tiranía de Dios, será esclavo de los hombres toda su vi-
da.
Pasados los años y siendo mi hijo ya un adolescente, tuvimos la oportunidad
de visitar la Italia renacentista. Visitando el Museo de la Academia de Florencia,
concretamente la galería de los cautivos de Miguel Ángel; evocando al joven
alado del Retiro de Madrid, encontramos a otro joven sin alas pero desnudo
también, éste tenía una honda entre sus manos. Se trataba de la colosal escul-
tura del David de Miguel Ángel Buonarroti, representado como un niño, en lugar
del longevo rey de los salmos. Esculpido sobre una pieza de mármol de Carra-
ra, se trata de “un adolescente victorioso sobre la tiranía y la fuerza del opre-
sor”. En este caso Goliat. Esta estatua de David de 5.35 metros de altura y 500
años de antigüedad, se conserva en la Galería de la Academia de Florencia,
traspasa el tiempo y el espacio y hoy es el símbolo de “la defensa de las liber-
tades republicanas de la ciudad y sus habitantes contra la tiranía medicea. De
los Médicis”. Ambas esculturas, El Ángel Caído de Bellver y el David de Miguel
Ángel, presentan una característica común. Provocan con su libertad la hipo-
cresía popular ante un desnudo. Las diferencias las marcan las armas que utili-
zan para defenderse y liberarse. El Ángel Caído las alas del libre albedrío y el
David la honda utilizada con la inteligencia del más débil.
Ambas esculturas han marcado un hito en mi trayectoria como fotógrafo. La
belleza, la libertad, la perfección platónica, el humanismo en suma. Debo de
confesar que la moraleja de mi relato ha desbordado la breve y simple idea fi-
nal de un cuento.
Fedra Doncel del Infantado
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Recreación sobre El Ángel Caído
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Las imágenes tienen la firma de PTG RICARDO BELLVER, escultor español (Madrid 1845-1924), uno de los más importan-
tes de la segunda mitad del siglo XIX. En 1861 expuso El cacique Tucapel, obra que
revela la extraordinaria precocidad de su autor. Estudió en la Academia de San Fer-
nando. Modeló tres bustos, entre ellos el de Goya; en 1862 obtuvo la pensión de Ro-
ma con una estatua de David; desde esta misma ciudad mandó un busto del Gran
Capitán, un relieve con el entierro de Santa Inés y modeló su primera obra, El Ángel
Caído (1878), desnudo de crispación berniniana, en el que se aprecian asimismo in-
fluencia de Miguel Ángel, que se colocó en los jardines del Retiro de Madrid, después
de alcanzar primera medalla en la exposición de 1881. Durante otra estancia en Ro-
ma, modeló la estatua del navegante Juan Sebastián Elcano en Guetaria. Otras obras
de su cincel: Estatuas de mármol de los santos Andrés, Pedro, Pablo y Bartolomé
(San Francisco El Grande de Madrid); Virgen del Rosario (San José Madrid) y el mau-
soleo del arzobispo de Sevilla Luis de Lastra y Cuesta.