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El Mal Menor N°3 - Octubre 2015 Crónica Poesía Narrativa Opinión Fotografía Moda Además Entrevista Claudio Rojas y Sebasán Benítez Del grupo hiphopero “Batuco estalla en rimas” “Nos interesa hablar de la realidad silenciada”

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El Mal MenorN°3 - Octubre 2015

Crónica Poesía Narrativa Opinión FotografíaModa

Además

Entrevista

Claudio Rojas y Sebas�án BenítezDel grupo hiphopero “Batuco estalla en rimas”

“Nos interesa hablar de la

realidad silenciada”

Page 2: El mal menor_3

Editorial

El Mal Menor N°3 - Octubre de 2015 - Batuco - Chile - Correo electrónico: [email protected]: Jaime Núñez - Sergio Sarmiento - Emilio Serey - Melody Valenzuela - Colabora en este número: Isidora Farías G.

Diseño gráfico: Sergio Sarmiento - Fotogra�a: Emilio Serey

Editorial

La primavera no solo nos trae, como dijo el adolescente poeta Rimbaud, "la risa horrible del idiota"; sino también el esplendor de la naturaleza: la cordille-ra nevada, la laguna rebosante de agua, los cerros y los campos reverdecidos; los árboles y las plantas cargados de brotes y flores. Un espectáculo maravillo-so, sin duda, que se mezcla con las celebraciones de la independencia de Chile, un país que en realidad no es tan independiente, que más bien es dependiente y dominado, pero que finalmente es el lugar donde hemos hecho nuestra vida. Baudelaire escribió alguna vez: "mi patria es mi infancia". La misma idea ha sido expresada por otros escritores como Antoine de Saint-Exupery, Miguel Delibés, Stanislaw Lem, autor de la maravillosa novela "Solaris" y el poeta Rainer María Rilke. El mismo Charlie García, rockero argen�no, según reporta una página web trasandina, durante una ebria noche bonaerense señaló: “Mi patria loco, es la Gaona de �erra, es la quinta de mis viejos, me cago en la escarapela, mi patria es mi infancia”. Una idea similar mueve a "El Mal Menor". Queremos bastante a Chile, Chile es el lugar donde residen nuestros primeros afectos y descubrimientos, pero eso no significa que queramos al estado de Chile y sus ins�tuciones: milicos, pacos, par�dos polí�cos, iglesias, empresariado y otros grupos que se alimentan del pueblo, que lo vampirizan, lo atontan, lo dividen, lo paranoiquean, lo abusan, lo explotan. Ellos, verdadera manga de enfermos siquiátricos -sin diagnós�co oficial- que se han apropiado de los símbolos que dan iden�dad al país, que acumulan poder y no lo reparten, son los principales enemigos de la patria, es decir, de nuestra infancia. Tal vez lo pasaron muy mal en esa época, tal vez fueron violados y ahora nos quieren violar, tal vez fueron cas�gados y ahora nos quieren cas�gar, tal vez no tuvieron derecho a decidir y ahora no nos quieren dejar decidir. Habría que extenderlos en un diván y sacarles la basura de la cabeza. O evitarse ese trabajo, que �ene baja posibilidad de éxito -el daño es profundo, irreparable- y sacarlos del poder. Mandarlos a la Antár�da, a sembrar lechugas, mientras nosotros, parados en medio de la infancia, jugamos a construir un país de verdad.

¿Acróbata de las letras?Mándanos tu colaboración a nuestro correo electrónico:

[email protected]

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Editorial

El Mal Menor N°3 - Octubre de 2015 - Batuco - Chile - Correo electrónico: [email protected]: Jaime Núñez - Sergio Sarmiento - Emilio Serey - Melody Valenzuela - Colabora en este número: Isidora Farías G.

Diseño gráfico: Sergio Sarmiento - Fotogra�a: Emilio Serey

Editorial

La primavera no solo nos trae, como dijo el adolescente poeta Rimbaud, "la risa horrible del idiota"; sino también el esplendor de la naturaleza: la cordille-ra nevada, la laguna rebosante de agua, los cerros y los campos reverdecidos; los árboles y las plantas cargados de brotes y flores. Un espectáculo maravillo-so, sin duda, que se mezcla con las celebraciones de la independencia de Chile, un país que en realidad no es tan independiente, que más bien es dependiente y dominado, pero que finalmente es el lugar donde hemos hecho nuestra vida. Baudelaire escribió alguna vez: "mi patria es mi infancia". La misma idea ha sido expresada por otros escritores como Antoine de Saint-Exupery, Miguel Delibés, Stanislaw Lem, autor de la maravillosa novela "Solaris" y el poeta Rainer María Rilke. El mismo Charlie García, rockero argen�no, según reporta una página web trasandina, durante una ebria noche bonaerense señaló: “Mi patria loco, es la Gaona de �erra, es la quinta de mis viejos, me cago en la escarapela, mi patria es mi infancia”. Una idea similar mueve a "El Mal Menor". Queremos bastante a Chile, Chile es el lugar donde residen nuestros primeros afectos y descubrimientos, pero eso no significa que queramos al estado de Chile y sus ins�tuciones: milicos, pacos, par�dos polí�cos, iglesias, empresariado y otros grupos que se alimentan del pueblo, que lo vampirizan, lo atontan, lo dividen, lo paranoiquean, lo abusan, lo explotan. Ellos, verdadera manga de enfermos siquiátricos -sin diagnós�co oficial- que se han apropiado de los símbolos que dan iden�dad al país, que acumulan poder y no lo reparten, son los principales enemigos de la patria, es decir, de nuestra infancia. Tal vez lo pasaron muy mal en esa época, tal vez fueron violados y ahora nos quieren violar, tal vez fueron cas�gados y ahora nos quieren cas�gar, tal vez no tuvieron derecho a decidir y ahora no nos quieren dejar decidir. Habría que extenderlos en un diván y sacarles la basura de la cabeza. O evitarse ese trabajo, que �ene baja posibilidad de éxito -el daño es profundo, irreparable- y sacarlos del poder. Mandarlos a la Antár�da, a sembrar lechugas, mientras nosotros, parados en medio de la infancia, jugamos a construir un país de verdad.

¿Acróbata de las letras?Mándanos tu colaboración a nuestro correo electrónico:

[email protected]

Page 4: El mal menor_3

2

Iluminaciones

La política cultural de Graciela

Tortas y circoPor Justo Morales

In Situ

3

Políticos del mundo:

Hora del harakiri

Durante el mes de agosto, y usando como excusa el día del niño, el municipio instaló una carpa de circo en las localida-des de Valle Grande, Estación Colina, Batuco y Lampa, donde los vecinos de la comuna, según la página web del feudo lampino, "disfrutaron de un espectáculo no sólo para niños, sino que para toda la familia", espectáculo provisto por la supuestamente pres�giosa compañía Golden Circus, cuya presentación -el famoso ¿quién somos? de internet- destaca por una enorme can�dad de faltas de ortogra�a, palabras perdidas y pésima redacción. Ojala los chistes no hayan adolecido del mismo defecto; o tal vez dé lo mismo, tal vez sea absoluta-mente irrelevante, pues las personas que acuden a este �po de funciones no �enen para pagar una entrada y deben conformarse con lo que les den. Para ellos Chile está escrito con minúscula.

La alcaldesa, en su fantás�co rol de la mujer barbuda, ofrece

una rica torta al público.

Vein�dós mil personas acudieron al circense llamado de Graciela, que desinteresadamente entregó diversión a los

infantes y a sus padres. Claro, porque en su mente simple, su mente que funciona como un viejo juguete a cuerda, no cabe ningún cálculo mezquino. Ella no está pensando en el dinero,

tampoco en los votos. Ella es pura bondad.

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Iluminaciones

La política cultural de Graciela

Tortas y circoPor Justo Morales

In Situ

3

Políticos del mundo:

Hora del harakiri

Durante el mes de agosto, y usando como excusa el día del niño, el municipio instaló una carpa de circo en las localida-des de Valle Grande, Estación Colina, Batuco y Lampa, donde los vecinos de la comuna, según la página web del feudo lampino, "disfrutaron de un espectáculo no sólo para niños, sino que para toda la familia", espectáculo provisto por la supuestamente pres�giosa compañía Golden Circus, cuya presentación -el famoso ¿quién somos? de internet- destaca por una enorme can�dad de faltas de ortogra�a, palabras perdidas y pésima redacción. Ojala los chistes no hayan adolecido del mismo defecto; o tal vez dé lo mismo, tal vez sea absoluta-mente irrelevante, pues las personas que acuden a este �po de funciones no �enen para pagar una entrada y deben conformarse con lo que les den. Para ellos Chile está escrito con minúscula.

La alcaldesa, en su fantás�co rol de la mujer barbuda, ofrece

una rica torta al público.

Vein�dós mil personas acudieron al circense llamado de Graciela, que desinteresadamente entregó diversión a los

infantes y a sus padres. Claro, porque en su mente simple, su mente que funciona como un viejo juguete a cuerda, no cabe ningún cálculo mezquino. Ella no está pensando en el dinero,

tampoco en los votos. Ella es pura bondad.

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In Situ

4 5

Batuco estalla en rimas

“Encenderemos barricadasde palabras y testimonios”

Por Jaime Núñez y Sergio Sarmiento - Fotogra�as: Emilio Serey

Entrevista

Vein�dós mil personas, según la misma fuente, acudieron al circense llamado de Graciela, que desinteresadamente entregó diversión a los infantes y a sus padres. Claro, porque en su mente simple, su mente que funciona como un viejo juguete a cuerda, no cabe ningún cálculo mezquino. Ella no está pensando en el dinero, tampoco en los votos. Ella es pura bondad. Caracterís�ca de su personalidad que surge también cuando regala tortas con cualquier pretexto. Tortas por inauguración de casas, tortas por el día del profesor, tortas por el día de la madre, tortas por el día del padre, tortas por el día de los enamorados, tortas por el día de los divorciados, tortas por la inauguración del año escolar, tortas por el cierre del año escolar, tortas por el día de la tortuga, tortas por el día de la lagar�ja, tortas por el día del canario. Todo eso es plenamen-te maravilloso. Da gusto vivir en una comuna llena de payasos y merengue.

Más allá de cualquier ironía -este es un medio cien por ciento serio- la inicia�va circense de Graciela debe ser valorada con altura de miras. Ella no hace las cosas porque sí nomás. Tampoco por comprar a la gente pobre. No, ella nos está enseñando historia. Y con letras mayús-culas. Con el asunto del circo, hay que decirlo, está vinculando directamente a Batuco y Lampa con la gran tradición

grecorromana, más par�cularmente con el poeta sa�rico romano Juvenal, quien al comienzo de la era cris�ana acuñó la famosa frase "pan y circo" (panes et circenses), cri�cando a sus contemporá-neos por hacer lo mismo que muchos siguen haciendo hoy en día: dejar de lado la polí�ca y entregar sus votos a cambio de pan y circo.

Los afanes educa�vos de Graciela, en todo caso, no �enen fin. Notable es su capacidad para reinterpretar la historia. Sí, porque en vez de "pan y circo" ella entrega algo más atrac�vo: "tortas y circo", dando una vuelta de tuerca al pasado para situarse casi dieciséis siglos más allá de la época de Juvenal, más específicamente en �empos de Luis XVI de Francia, quien perdió cabeza en la guillo�na a causa de la revolución. Se dice que el monarca francés, que se hallaba alejado de las necesidades del pueblo, ante la falta de pan que adolecía la población, los instó a comer tortas. Esa desafortunada frase, indica el mito, fue uno de los elementos que detonó la sublevación. Eso, por supuesto, no ocurrirá en Lampa, donde nadie se rebela ni piensa mucho. La alcaldesa, por lo tanto, podrá mantener la cabeza en su si�o y seguir propiciando, por medio de laberín�cos sistemas, la educación histórica de la población, así como su consumo de tortas y payasos.

Caminamos de noche por Batuco. Es un día viernes, deben ser como las 22:15 y nos preguntamos por las narraciones ocultas en las calles del pueblo. En una población que sigue la lenta marcha del olvido, sobreviviendo en un presente casi sin sen�do, llevadas por la fuerte corriente de lo co�diano, la mayoría de las personas buscan desahogo: conectadas sueñan con otras vidas, conversan con

ausentes, se unen a una realidad media�-zada, miran un mundo distorsionado por el televisor; todos protegidos con rejas de sus vecinos, viviendo ocultos cuidan sus propias miserias.

En las calles las personas se mueven rápido, caminando por el medio de las calzadas, como si les fueran propias; en un primi�vo acto de desplazamiento

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In Situ

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Batuco estalla en rimas

“Encenderemos barricadasde palabras y testimonios”

Por Jaime Núñez y Sergio Sarmiento - Fotogra�as: Emilio Serey

Entrevista

Vein�dós mil personas, según la misma fuente, acudieron al circense llamado de Graciela, que desinteresadamente entregó diversión a los infantes y a sus padres. Claro, porque en su mente simple, su mente que funciona como un viejo juguete a cuerda, no cabe ningún cálculo mezquino. Ella no está pensando en el dinero, tampoco en los votos. Ella es pura bondad. Caracterís�ca de su personalidad que surge también cuando regala tortas con cualquier pretexto. Tortas por inauguración de casas, tortas por el día del profesor, tortas por el día de la madre, tortas por el día del padre, tortas por el día de los enamorados, tortas por el día de los divorciados, tortas por la inauguración del año escolar, tortas por el cierre del año escolar, tortas por el día de la tortuga, tortas por el día de la lagar�ja, tortas por el día del canario. Todo eso es plenamen-te maravilloso. Da gusto vivir en una comuna llena de payasos y merengue.

Más allá de cualquier ironía -este es un medio cien por ciento serio- la inicia�va circense de Graciela debe ser valorada con altura de miras. Ella no hace las cosas porque sí nomás. Tampoco por comprar a la gente pobre. No, ella nos está enseñando historia. Y con letras mayús-culas. Con el asunto del circo, hay que decirlo, está vinculando directamente a Batuco y Lampa con la gran tradición

grecorromana, más par�cularmente con el poeta sa�rico romano Juvenal, quien al comienzo de la era cris�ana acuñó la famosa frase "pan y circo" (panes et circenses), cri�cando a sus contemporá-neos por hacer lo mismo que muchos siguen haciendo hoy en día: dejar de lado la polí�ca y entregar sus votos a cambio de pan y circo.

Los afanes educa�vos de Graciela, en todo caso, no �enen fin. Notable es su capacidad para reinterpretar la historia. Sí, porque en vez de "pan y circo" ella entrega algo más atrac�vo: "tortas y circo", dando una vuelta de tuerca al pasado para situarse casi dieciséis siglos más allá de la época de Juvenal, más específicamente en �empos de Luis XVI de Francia, quien perdió cabeza en la guillo�na a causa de la revolución. Se dice que el monarca francés, que se hallaba alejado de las necesidades del pueblo, ante la falta de pan que adolecía la población, los instó a comer tortas. Esa desafortunada frase, indica el mito, fue uno de los elementos que detonó la sublevación. Eso, por supuesto, no ocurrirá en Lampa, donde nadie se rebela ni piensa mucho. La alcaldesa, por lo tanto, podrá mantener la cabeza en su si�o y seguir propiciando, por medio de laberín�cos sistemas, la educación histórica de la población, así como su consumo de tortas y payasos.

Caminamos de noche por Batuco. Es un día viernes, deben ser como las 22:15 y nos preguntamos por las narraciones ocultas en las calles del pueblo. En una población que sigue la lenta marcha del olvido, sobreviviendo en un presente casi sin sen�do, llevadas por la fuerte corriente de lo co�diano, la mayoría de las personas buscan desahogo: conectadas sueñan con otras vidas, conversan con

ausentes, se unen a una realidad media�-zada, miran un mundo distorsionado por el televisor; todos protegidos con rejas de sus vecinos, viviendo ocultos cuidan sus propias miserias.

En las calles las personas se mueven rápido, caminando por el medio de las calzadas, como si les fueran propias; en un primi�vo acto de desplazamiento

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Entrevista

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Entrevista

nómade, buscan senderos, rutas más amplias por las cuales transitar, esquivan-do fieras motorizadas ocupadas por conductores que miran sin solución la invasión de la que ingenuamente creen su ruta. Al mismo �empo, desde los buses bajan pasajeros cansados del horroroso San�ago, descienden desesperados como escapando de la muerte.

Es una noche de viernes cualquiera, pero guarda una historia delicada, un relato oculto, subterráneo, alejado de lo trivial, relato construido para hacer otro pueblo, para cambiar la historia con sus líricas, con un discurso formado por rimas certeras, para organizarse desde abajo carcomien-do los falsos pilares, es un plan para sabotear lo oficial: “vivo bajo un contexto errado / bajo promesas falsas de un pueblo encadenado".

Se siente una leve brisa de aire helado, como avisando el declive del invierno, que muestra su agónico aliento. En el cielo casi no se notan las estrellas. Tras sortear la oscuridad, llegamos a la casa donde habita nuestra historia, la historia de dos hiphoperos batucanos, Claudio Rojas (Sear) y Sebas�án Benítez (Duise), que en conjunto forman "Batuco estalla en rimas". Tras saludarnos, uno de nuestros entrevistados nos hace pasar por un pasillo largo hasta llegar a una casa ubicada al final del si�o. Allí esperamos

unos cuantos minutos. Irá a buscar a su compañero. Cuando regresan, conversa-mos un rato antes de la entrevista, tratamos de entrar en confianza pues no nos conocemos previamente. Hablamos de lo banal, de lo sin sen�do, hablamos palabras sueltas, nos presentamos, reímos. Nos cuentan que hace poco ocurrió un incendio donde ellos viven, que perdieron un computador que contenía mucha de la música que habían creado en sus pr imeros �empos, depurando el pasado de manera trágica, pero que ellos están bien. Después de eso pasamos a la entrevista. Los integrantes de "Batuco estalla en rimas" contestan nuestras preguntas. Hablan y pareciera que todas sus palabras rimaran, al igual que sus canciones. Escuchando su discurso se �ene la sensación de que el �empo se de�ene y a la maquinaria del progreso oficial le faltaran engranajes para funcionar, generando diminutas fallas que harán que el sistema -en algún momento- explote desde adentro.

Orígenes

¿De dónde son ustedes y cuál es su relación con Batuco? CR: Bueno en realidad somos de Conchalí, específicamente del Cor�jo; yo por lo menos llegué a los trece años, cuando estaba terminando octavo; nos vinimos para estar más cerca con la familia. Pero

siempre viví ligado a Batuco, llegábamos en los veranos, para las vacaciones de invierno, en esas fechas jugaba con los chiquillos a la pelota. SB: En mi familia nos cambiamos por la pega de mi papá, que trabajaba en la Cerámica de Batuco, de esta forma nuestra vida siempre estuvo un poco unida a Batuco, porque casi toda nuestra familia trabajaba en la Cerámica: padres, abuelos, �os, todos. ¿Y cuando llegaron a Batuco, cuál fue su impresión? CR: Los mayores recuerdos que tengo son jugando a la pelota con los cabros de la cuadra, apostando jugos en polvo, por ello terminábamos el juego sucios, embarra-dos, como san�aguino me causaba una gran impresión. SB: La pelota era nuestra infancia, la principal diversión, no exis�a otro �po de juego; y sobre Batuco, la verdad, tengo pocas imágenes del pueblo cuando chico,

solo recuerdos de fotos, por ello es familiar el barro, la calles de �erra, los potreros, los peladeros. ¿Dónde estudiaron ustedes? CR: Conchalí y terminé en Renca, en un liceo técnico, donde estudié telecomuni-caciones. SB: Yo en el San Sebas�án, en el pueblo, y en la media asis� a un técnico en el Ignacio Domeyko de Recoleta, donde estudié mecánica automotriz. ¿Y cómo fue su experiencia educa�va?CR: Bueno, yo seguí estudiando en el

supuesto Departamento Universitario

Obrero Campesino de la Universidad

Católica (DUOC UC), el cual como toda la

educación es un negocio, una máquina de

moler carne, es una educación basada en

la plata, por ello es súper cara, con una

formación precaria como en todos los

ins�tutos de este país, donde se repite la

lógica de la explotación, la competencia,

No podemos ser de la derecha, no va con nosotros, además la derecha �ene algo

caracterís�co: es unipersonal, egoísta, no mira para el lado, en cambio nosotros vivimos en un lugar diferente, donde

compar�mos de una forma recíproca, solidaria y si uno puede ayudar a colaborar con los vecinos lo hace.

Page 9: El mal menor_3

Entrevista

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Entrevista

nómade, buscan senderos, rutas más amplias por las cuales transitar, esquivan-do fieras motorizadas ocupadas por conductores que miran sin solución la invasión de la que ingenuamente creen su ruta. Al mismo �empo, desde los buses bajan pasajeros cansados del horroroso San�ago, descienden desesperados como escapando de la muerte.

Es una noche de viernes cualquiera, pero guarda una historia delicada, un relato oculto, subterráneo, alejado de lo trivial, relato construido para hacer otro pueblo, para cambiar la historia con sus líricas, con un discurso formado por rimas certeras, para organizarse desde abajo carcomien-do los falsos pilares, es un plan para sabotear lo oficial: “vivo bajo un contexto errado / bajo promesas falsas de un pueblo encadenado".

Se siente una leve brisa de aire helado, como avisando el declive del invierno, que muestra su agónico aliento. En el cielo casi no se notan las estrellas. Tras sortear la oscuridad, llegamos a la casa donde habita nuestra historia, la historia de dos hiphoperos batucanos, Claudio Rojas (Sear) y Sebas�án Benítez (Duise), que en conjunto forman "Batuco estalla en rimas". Tras saludarnos, uno de nuestros entrevistados nos hace pasar por un pasillo largo hasta llegar a una casa ubicada al final del si�o. Allí esperamos

unos cuantos minutos. Irá a buscar a su compañero. Cuando regresan, conversa-mos un rato antes de la entrevista, tratamos de entrar en confianza pues no nos conocemos previamente. Hablamos de lo banal, de lo sin sen�do, hablamos palabras sueltas, nos presentamos, reímos. Nos cuentan que hace poco ocurrió un incendio donde ellos viven, que perdieron un computador que contenía mucha de la música que habían creado en sus pr imeros �empos, depurando el pasado de manera trágica, pero que ellos están bien. Después de eso pasamos a la entrevista. Los integrantes de "Batuco estalla en rimas" contestan nuestras preguntas. Hablan y pareciera que todas sus palabras rimaran, al igual que sus canciones. Escuchando su discurso se �ene la sensación de que el �empo se de�ene y a la maquinaria del progreso oficial le faltaran engranajes para funcionar, generando diminutas fallas que harán que el sistema -en algún momento- explote desde adentro.

Orígenes

¿De dónde son ustedes y cuál es su relación con Batuco? CR: Bueno en realidad somos de Conchalí, específicamente del Cor�jo; yo por lo menos llegué a los trece años, cuando estaba terminando octavo; nos vinimos para estar más cerca con la familia. Pero

siempre viví ligado a Batuco, llegábamos en los veranos, para las vacaciones de invierno, en esas fechas jugaba con los chiquillos a la pelota. SB: En mi familia nos cambiamos por la pega de mi papá, que trabajaba en la Cerámica de Batuco, de esta forma nuestra vida siempre estuvo un poco unida a Batuco, porque casi toda nuestra familia trabajaba en la Cerámica: padres, abuelos, �os, todos. ¿Y cuando llegaron a Batuco, cuál fue su impresión? CR: Los mayores recuerdos que tengo son jugando a la pelota con los cabros de la cuadra, apostando jugos en polvo, por ello terminábamos el juego sucios, embarra-dos, como san�aguino me causaba una gran impresión. SB: La pelota era nuestra infancia, la principal diversión, no exis�a otro �po de juego; y sobre Batuco, la verdad, tengo pocas imágenes del pueblo cuando chico,

solo recuerdos de fotos, por ello es familiar el barro, la calles de �erra, los potreros, los peladeros. ¿Dónde estudiaron ustedes? CR: Conchalí y terminé en Renca, en un liceo técnico, donde estudié telecomuni-caciones. SB: Yo en el San Sebas�án, en el pueblo, y en la media asis� a un técnico en el Ignacio Domeyko de Recoleta, donde estudié mecánica automotriz. ¿Y cómo fue su experiencia educa�va?CR: Bueno, yo seguí estudiando en el

supuesto Departamento Universitario

Obrero Campesino de la Universidad

Católica (DUOC UC), el cual como toda la

educación es un negocio, una máquina de

moler carne, es una educación basada en

la plata, por ello es súper cara, con una

formación precaria como en todos los

ins�tutos de este país, donde se repite la

lógica de la explotación, la competencia,

No podemos ser de la derecha, no va con nosotros, además la derecha �ene algo

caracterís�co: es unipersonal, egoísta, no mira para el lado, en cambio nosotros vivimos en un lugar diferente, donde

compar�mos de una forma recíproca, solidaria y si uno puede ayudar a colaborar con los vecinos lo hace.

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Entrevista

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Entrevista

donde nos venden un sueño de supera-

ción de manera individual, jamás de

manera colec�va. CR: La verdad crecimos oyendo en el

colegio que la educación es una herra-

mienta, pero en este país parece un arma,

para despejar el camino y salvarse solo. Actualmente, además de la música, ¿a

qué se dedican?CR: Trabajo en una mul��enda, en redes.SB: Yo trabajo en una fábrica de la

Panamericana, qué les puedo decir, no

estoy conforme con el trabajo, me gustaría

en realidad ser independiente, pero es

súper di�cil ser un emprendedor en Chile.

Batuco estalla en rimas

¿Cuándo se involucran en el hip hop?CR: Por unos amigos de mi prima, por los

Masacre de Conchalí, al verlos cantar

quedamos alucinados, y como nos

gustaba la música fue natural intentar

cantar con una radio con casete improvi-

sando y una pista mezclando, experimen-

tando. SB: Nos dijimos cómo no podemos cantar

como ellos y comenzamos a cantar juntos

como a los quince años, con todos

nuestros amigos. ¿Fue muy di�cil hacer las letras para sus

canciones? CR: Lo realizamos aprendiendo, trabajan-

do, intentándolo. Igual, aprendimos

rápido, sin muchos elementos, viendo

nuestro entorno. SB: Fue algo que venía de la mano con

escuchar música, de repente nos venía y

nos salía de manera natural, por ejemplo

en nuestro úl�mo tema "Operación

Boicot", buscamos una pista y trabajamos

sobre ella. ¿Por qué elegir el hip hop y no otro es�lo

musical como el rock o el punk? CR: Mi familia no es muy musical, �pica

música cebolla, y no exis�ó ningún

familiar o amigo ligado al rock, de hecho

en la actualidad me gusta el rock. En

cambio, con el hip hop tuvimos referen-

cias cercanas y considero que este es�lo

de música es algo más de las poblaciones. SB: Yo también nunca tuve alguien

cercano al rock, ya que nuestros amigos

mayores realizaban hip hop. ¿Cómo definen su música? SB: Es di�cil definirse, pero nosotros

estamos por un hip hop más social o rap

polí�co, el cual es súper escaso al día de

hoy, los raperos están cantando al carrete,

a las drogas, puros engrupidos, no ven la

realidad. CR: Pelean entre ellos mismos, quién

canta mejor, siendo que somos todos

pobladores. Sus influencias musicales ¿cuáles son?CR: De cabro chico escuchamos el hip hop

de la zona norte, Recoleta Conchalí,

donde las letras nos representaban en

Es di�cil definirse, pero nosotros estamos por un hip hop más social o rap polí�co, el cual es súper escaso al día de hoy, los raperos están cantando

al carrete, a las drogas, puros engrupidos, no ven la realidad.

nuestra propia realidad. SB: A mí no me gusta el hip hop de otros

países, menos el gringo, lo más significa�-

vo fue el hip hop de Puerto Rico, por sus

letras, que nos marcaban. El grupo de ustedes se llama “Batuco

estalla en rimas”, ¿por qué �enen a

Batuco en el nombre del grupo? SB: Desde nuestro inicio que nos interesa

hablar de la realidad silenciada, por esto

siempre deseamos representar al pueblo,

la idea nuestra era cantar lo que nosotros

vemos en Batuco, con las letras sociales,

hablar sobre el no apoyo de la municipali-

dad a la población, mostrar nuestra

realidad donde fuéramos y que mejor con

el nombre del pueblo. ¿Y cuál es el tema central de las letras de

sus canciones? CR: Tenemos varios proyectos desde

nuestro inicio como grupo el año 2004. El

disco de ahora, en el cual estamos

trabajando, �ene como tema central la

canción "Operación Boicot", que estable-

ce la idea principal del disco: hacer un

boicot a todas las personas o grupos que

están en contra del pueblo y de la gente,

ese es nuestro mensaje. El disco anterior

se llama "Desde la población", �ene la

lógica de mostrar la realidad de Batuco,

como el alza de los pasajes. ¿Cómo les ha ido con la recepción de

estos discos? CR: Por internet y redes sociales nos va

muy bien, como nuestras letras son

sociales prenden rápido. SB: Nosotros siempre decimos que las

mejores tocatas son donde va todo �po

de personas y no solo raperos, donde nos

escuchan personas lejanas al hip hop. La

idea es entregar un mensaje y quizás

despertar a algunas personas dormidas, o

a los jóvenes, y de esta manera llevar un

mensaje a los que andan puro salvándose

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Entrevista

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Entrevista

donde nos venden un sueño de supera-

ción de manera individual, jamás de

manera colec�va. CR: La verdad crecimos oyendo en el

colegio que la educación es una herra-

mienta, pero en este país parece un arma,

para despejar el camino y salvarse solo. Actualmente, además de la música, ¿a

qué se dedican?CR: Trabajo en una mul��enda, en redes.SB: Yo trabajo en una fábrica de la

Panamericana, qué les puedo decir, no

estoy conforme con el trabajo, me gustaría

en realidad ser independiente, pero es

súper di�cil ser un emprendedor en Chile.

Batuco estalla en rimas

¿Cuándo se involucran en el hip hop?CR: Por unos amigos de mi prima, por los

Masacre de Conchalí, al verlos cantar

quedamos alucinados, y como nos

gustaba la música fue natural intentar

cantar con una radio con casete improvi-

sando y una pista mezclando, experimen-

tando. SB: Nos dijimos cómo no podemos cantar

como ellos y comenzamos a cantar juntos

como a los quince años, con todos

nuestros amigos. ¿Fue muy di�cil hacer las letras para sus

canciones? CR: Lo realizamos aprendiendo, trabajan-

do, intentándolo. Igual, aprendimos

rápido, sin muchos elementos, viendo

nuestro entorno. SB: Fue algo que venía de la mano con

escuchar música, de repente nos venía y

nos salía de manera natural, por ejemplo

en nuestro úl�mo tema "Operación

Boicot", buscamos una pista y trabajamos

sobre ella. ¿Por qué elegir el hip hop y no otro es�lo

musical como el rock o el punk? CR: Mi familia no es muy musical, �pica

música cebolla, y no exis�ó ningún

familiar o amigo ligado al rock, de hecho

en la actualidad me gusta el rock. En

cambio, con el hip hop tuvimos referen-

cias cercanas y considero que este es�lo

de música es algo más de las poblaciones. SB: Yo también nunca tuve alguien

cercano al rock, ya que nuestros amigos

mayores realizaban hip hop. ¿Cómo definen su música? SB: Es di�cil definirse, pero nosotros

estamos por un hip hop más social o rap

polí�co, el cual es súper escaso al día de

hoy, los raperos están cantando al carrete,

a las drogas, puros engrupidos, no ven la

realidad. CR: Pelean entre ellos mismos, quién

canta mejor, siendo que somos todos

pobladores. Sus influencias musicales ¿cuáles son?CR: De cabro chico escuchamos el hip hop

de la zona norte, Recoleta Conchalí,

donde las letras nos representaban en

Es di�cil definirse, pero nosotros estamos por un hip hop más social o rap polí�co, el cual es súper escaso al día de hoy, los raperos están cantando

al carrete, a las drogas, puros engrupidos, no ven la realidad.

nuestra propia realidad. SB: A mí no me gusta el hip hop de otros

países, menos el gringo, lo más significa�-

vo fue el hip hop de Puerto Rico, por sus

letras, que nos marcaban. El grupo de ustedes se llama “Batuco

estalla en rimas”, ¿por qué �enen a

Batuco en el nombre del grupo? SB: Desde nuestro inicio que nos interesa

hablar de la realidad silenciada, por esto

siempre deseamos representar al pueblo,

la idea nuestra era cantar lo que nosotros

vemos en Batuco, con las letras sociales,

hablar sobre el no apoyo de la municipali-

dad a la población, mostrar nuestra

realidad donde fuéramos y que mejor con

el nombre del pueblo. ¿Y cuál es el tema central de las letras de

sus canciones? CR: Tenemos varios proyectos desde

nuestro inicio como grupo el año 2004. El

disco de ahora, en el cual estamos

trabajando, �ene como tema central la

canción "Operación Boicot", que estable-

ce la idea principal del disco: hacer un

boicot a todas las personas o grupos que

están en contra del pueblo y de la gente,

ese es nuestro mensaje. El disco anterior

se llama "Desde la población", �ene la

lógica de mostrar la realidad de Batuco,

como el alza de los pasajes. ¿Cómo les ha ido con la recepción de

estos discos? CR: Por internet y redes sociales nos va

muy bien, como nuestras letras son

sociales prenden rápido. SB: Nosotros siempre decimos que las

mejores tocatas son donde va todo �po

de personas y no solo raperos, donde nos

escuchan personas lejanas al hip hop. La

idea es entregar un mensaje y quizás

despertar a algunas personas dormidas, o

a los jóvenes, y de esta manera llevar un

mensaje a los que andan puro salvándose

Page 12: El mal menor_3

Entrevista

10 11

Entrevista

o haciendo maldades entre nosotros

mismos. ¿De qué lado polí�co se sienten ustedes? CR: Con la misma injus�cia en la que

estamos insertos día tras día, yo no me

puedo representar como una persona de

la clase alta si yo no vivo en la clase alta; no

se trata de clases, no soy clasista, pero sí

creo que tenemos una marca de rasgadu-

ra de nuestro origen o raíces, no me siento

de ningún lado, para mí la polí�ca es un

tema social, pero si me la juego soy más de

izquierda. SB: Yo creo en lo mismo, ni de aquí ni de

allá, pero si tengo la facultad de apuntar

para disparar y eliminar, disparo a la

derecha. CR: No podemos ser de la derecha, no va

con nuestra forma de ser, además la

derecha �ene algo caracterís�co: es

unipersonal, egoísta, no mira para el lado,

en cambio nosotros vivimos en un lugar

diferente, donde compar�mos de una

forma recíproca, solidaria y si uno puede

ayudar a colaborar con los vecinos lo hace.

Tenemos cuentas pendientes con la

derecha, somos víc�mas de la dictadura;

en la actualidad si uno quiere hablar en un

grupo de amigos sobre temas serios o

polí�cos y decir por ejemplo: el sistema

está mal, las personas te dicen comunista,

gente más pendeja que nosotros. En este

país hicieron un trabajo tan bueno, sobre

todo con el individualismo, donde los

jóvenes quieren ser bacanes, estudiar y

olvidarse de su población, de sus amigos,

de toda su iden�dad y “surgir”. SB: Además los adultos �ene un miedo

gigantesco, todavía no se puede curar, la

gente vive con miedo, desconfiando,

mirando toda la realidad por la tele,

llenándose la boca, creyendo falsamente

habitar en un país solidario, pero no

queremos dar salida a Bolivia hacia un

mar que ni siquiera es nuestro. En este país, sumamente desigual, ¿se

podría hacer algo para mejorar las cosas? CR: Igual me van a decir loco, pero yo creo

que lo que debería haber es un barrido,

eliminar un montón de gente, pero no

entre los pobladores, sino los cabezones

con poder, los cuales no quieren ceder

nada, yo creo en algún momento llegará la

jus�cia, siempre después del caos, viene

la calma, aquí deberíamos barrer todo,

eliminar toda esta desigualdad y fundar

un �po de sociedad ligada por la solidari-

dad y lo comunitario.¿En Batuco existen personas que com-

parten sus ideas polí�cas o se consideran

un poco aislados? CR: De que existen, existen personas, las

cuales comparten el pensamiento, pero

están escondidas y lucharán a su modo. Si

uno �ene una idea así no cambia. Lo que

hará es concebir las cosas a su manera. De

pronto, organizarse en silencio es mejor. SB: Siempre existen historias subterrá-

neas, ocultas, diminutas fibras de comunicación, como una frágil red, como una araña uniendo los discursos no oficiales.

Polí�ca local

¿Creen que Batuco está progresando o se está estancado? CR: Yo creo que Batuco está estancado y en un �empo más seremos igual a los pueblos de regiones, sin jóvenes ni expecta�vas de trabajo. Quedan pocas fuentes laborales en el pueblo, además con un supermercado chico, con el cierre de la Cerámica de Batuco, no existen alterna�vas de trabajo. Seremos un pueblo alejado de la urbe sangrando lentamente. SB: Igual siempre somos la sombra de Lampa, desde hace mucho �empo existe la diferenciación, quieran o no quieran Lampa es la comuna y nosotros el pa�o feo de la casa, la misma gente nos separa siempre, los batucanos somos diferentes a los lampinos. ¿Qué opinión �enen de la alcaldesa? CR: Es polí�ca, todo lo hace por ambición, cuando ayuda es solo para aparecer, y el alcalde anterior era igual y todos van a ser iguales, porque en Batuco está la papa, somos un pueblo al cual le gusta el pan y el circo; la gente cri�ca, pero cuando viene la alcaldesa andan arrastrándose, pidiendo cosas y esperando un regalo. Suena súper

feo, pero somos un pueblo ignorante polí�camente hablando. No tenemos memoria, ni iden�dad; sin educación cívica somos el fiel reflejo del país en que vivimos. Existe gente aferrada al pueblo, gente que se encierra y mira San�ago tan l e j a n o, l a m ayo r í a t ra b a j a e n l a Panamericana y no deja de vivir en un círculo ciego. SB: Pindi. Le gusta puro lucirse, su trabajo es hacer cosas a la gente para mostrarse en su quehacer polí�co, y la gente vive esperando las pocas cosas que nos arroja. ¿Cuál es su opinión acerca de la polí�ca cultural del municipio? SB: Malo está, nosotros lo hemos vivido, las escasas veces que tuvimos presencia siempre exis�ó el discurso recalcando la par�cipación de la alcaldía, todo era mérito de ellos, que se ponían con todo para la tocata.¿Supongamos que ustedes pudieran orientar las polí�cas culturales de la comuna? ¿Qué harían?CR: Un centro cultural, un anfiteatro, buenas canchas, mejorar la plaza. SB: Tener canchas gra�s, eventos culturales, un centro cultural abierto para la comunidad, lleno de talleres. Envíenle un mensaje al poder polí�co y económico que gobierna Chile.CR: Todo cae por su propio peso, tarde o temprano. SB: Solo diría que la torta se debería repar�r mejor.

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Entrevista

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Entrevista

o haciendo maldades entre nosotros

mismos. ¿De qué lado polí�co se sienten ustedes? CR: Con la misma injus�cia en la que

estamos insertos día tras día, yo no me

puedo representar como una persona de

la clase alta si yo no vivo en la clase alta; no

se trata de clases, no soy clasista, pero sí

creo que tenemos una marca de rasgadu-

ra de nuestro origen o raíces, no me siento

de ningún lado, para mí la polí�ca es un

tema social, pero si me la juego soy más de

izquierda. SB: Yo creo en lo mismo, ni de aquí ni de

allá, pero si tengo la facultad de apuntar

para disparar y eliminar, disparo a la

derecha. CR: No podemos ser de la derecha, no va

con nuestra forma de ser, además la

derecha �ene algo caracterís�co: es

unipersonal, egoísta, no mira para el lado,

en cambio nosotros vivimos en un lugar

diferente, donde compar�mos de una

forma recíproca, solidaria y si uno puede

ayudar a colaborar con los vecinos lo hace.

Tenemos cuentas pendientes con la

derecha, somos víc�mas de la dictadura;

en la actualidad si uno quiere hablar en un

grupo de amigos sobre temas serios o

polí�cos y decir por ejemplo: el sistema

está mal, las personas te dicen comunista,

gente más pendeja que nosotros. En este

país hicieron un trabajo tan bueno, sobre

todo con el individualismo, donde los

jóvenes quieren ser bacanes, estudiar y

olvidarse de su población, de sus amigos,

de toda su iden�dad y “surgir”. SB: Además los adultos �ene un miedo

gigantesco, todavía no se puede curar, la

gente vive con miedo, desconfiando,

mirando toda la realidad por la tele,

llenándose la boca, creyendo falsamente

habitar en un país solidario, pero no

queremos dar salida a Bolivia hacia un

mar que ni siquiera es nuestro. En este país, sumamente desigual, ¿se

podría hacer algo para mejorar las cosas? CR: Igual me van a decir loco, pero yo creo

que lo que debería haber es un barrido,

eliminar un montón de gente, pero no

entre los pobladores, sino los cabezones

con poder, los cuales no quieren ceder

nada, yo creo en algún momento llegará la

jus�cia, siempre después del caos, viene

la calma, aquí deberíamos barrer todo,

eliminar toda esta desigualdad y fundar

un �po de sociedad ligada por la solidari-

dad y lo comunitario.¿En Batuco existen personas que com-

parten sus ideas polí�cas o se consideran

un poco aislados? CR: De que existen, existen personas, las

cuales comparten el pensamiento, pero

están escondidas y lucharán a su modo. Si

uno �ene una idea así no cambia. Lo que

hará es concebir las cosas a su manera. De

pronto, organizarse en silencio es mejor. SB: Siempre existen historias subterrá-

neas, ocultas, diminutas fibras de comunicación, como una frágil red, como una araña uniendo los discursos no oficiales.

Polí�ca local

¿Creen que Batuco está progresando o se está estancado? CR: Yo creo que Batuco está estancado y en un �empo más seremos igual a los pueblos de regiones, sin jóvenes ni expecta�vas de trabajo. Quedan pocas fuentes laborales en el pueblo, además con un supermercado chico, con el cierre de la Cerámica de Batuco, no existen alterna�vas de trabajo. Seremos un pueblo alejado de la urbe sangrando lentamente. SB: Igual siempre somos la sombra de Lampa, desde hace mucho �empo existe la diferenciación, quieran o no quieran Lampa es la comuna y nosotros el pa�o feo de la casa, la misma gente nos separa siempre, los batucanos somos diferentes a los lampinos. ¿Qué opinión �enen de la alcaldesa? CR: Es polí�ca, todo lo hace por ambición, cuando ayuda es solo para aparecer, y el alcalde anterior era igual y todos van a ser iguales, porque en Batuco está la papa, somos un pueblo al cual le gusta el pan y el circo; la gente cri�ca, pero cuando viene la alcaldesa andan arrastrándose, pidiendo cosas y esperando un regalo. Suena súper

feo, pero somos un pueblo ignorante polí�camente hablando. No tenemos memoria, ni iden�dad; sin educación cívica somos el fiel reflejo del país en que vivimos. Existe gente aferrada al pueblo, gente que se encierra y mira San�ago tan l e j a n o, l a m ayo r í a t ra b a j a e n l a Panamericana y no deja de vivir en un círculo ciego. SB: Pindi. Le gusta puro lucirse, su trabajo es hacer cosas a la gente para mostrarse en su quehacer polí�co, y la gente vive esperando las pocas cosas que nos arroja. ¿Cuál es su opinión acerca de la polí�ca cultural del municipio? SB: Malo está, nosotros lo hemos vivido, las escasas veces que tuvimos presencia siempre exis�ó el discurso recalcando la par�cipación de la alcaldía, todo era mérito de ellos, que se ponían con todo para la tocata.¿Supongamos que ustedes pudieran orientar las polí�cas culturales de la comuna? ¿Qué harían?CR: Un centro cultural, un anfiteatro, buenas canchas, mejorar la plaza. SB: Tener canchas gra�s, eventos culturales, un centro cultural abierto para la comunidad, lleno de talleres. Envíenle un mensaje al poder polí�co y económico que gobierna Chile.CR: Todo cae por su propio peso, tarde o temprano. SB: Solo diría que la torta se debería repar�r mejor.

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Los Polvorines

12 13

Zona de Resistencia Zona de Resistencia

Por Aylin Jiménez

Dos milicos de alma infan�l sos�enen fusiles en sus manos; durante horas, de pie en una casucha, aguardan la nada. Imagino el territorio ocupado en Pales�na, sangre y muerte desenfrena-da, imagino un espacio extraviado, rebelde y comba�vo, boliviano, que se alza frente al imperialismo descarriado con su propia forma de dominación, con pobladores que guardan balas en los bolsillos y cuchillas en sus mangas rotas. Imagino también el peso del cañón que cargan estos niños, su cuerpo frío y suave, hablando a zumbidos después del ga�llo. No estoy en la guerra, bajo algún amparo dictatorial o en un sueño de alzamiento obrero; no, recorro las calles de este Batuco encerrado bajo las densas nubes y el frío, el barro, la basura y el cordón de cerros, sin embargo es fiesta en el país y me pienso extranjera, llena de rabia y desencanto. En Lampa entregaron casas

y la gente lloraba, alegre, alzando banderitas, y Graciela traía tortas y queques y empanadas y dulces y gaseo-sas y más comida, tanta que la gente arrancaba con bolsas de nylon repletas de comes�bles, sonaban los aplausos, por un instante la quisieron, pero odiaron otro periodo más con ella a la cabeza, tejiendo una dictadura de marionetas.

Mi país celebra y alza pañuelos, alcohol y tres colores que pienso tan ajenos; observo a los milicos en los polvorines: en su campo de concentración no hay gritos, no existen pensamientos solidarios que retraten la esperanza y arrastren sus palas para preparar el camino a la libertad del pensamiento; soldados en sepia, envejecidos, impávidos, nostálgi-cos y lentos, carentes de sueños de liberación, protegen al estado burócrata. Para modernizar el regimiento se

Observo a los milicos en los polvorines: en su campo de concentración no hay gritos, no existen pensamientos solidarios que retraten la esperanza y arrastren sus palas para preparar el camino

a la libertad del pensamiento; soldados en sepia, envejecidos, impávidos, nostálgicos y lentos, carentes de sueños

de liberación, protegen al estado burócrata. destruyen las casas donde habitaban los militares, casas ni tan an�guas ni tan deterioradas, sin considerar a toda la gente que vive en la toma cerca de la medialuna, al borde del río seco o en el camino a Lo Vargas. Y Graciela, protegida por los milicos vendidos al imperio, entregó mínimas casas de fachada con�nua de toda una cuadra, casas oscuras y silenciosas, donde la privacidad es un desierto y los niños juegan con el frío, sin calcetas, en las calles apagadas, mientras el cansancio consume los cuerpos de sus padres.

Me quedo sola frente al polvorín, mascando el mango de un cuchillo que atraviesa mis labios. Pienso en el mito del arsenal escondido. De fondo mil cuecas se disipan con el viento helado y mi garganta llora. Recuerdo el mito de la nave espacial enterrada, el mito de la pólvora en cuevas y la explosión y la posterior desaparición de nuestro territorio, lugar infér�l no de �erra, es la ideología aplacada la que me hace sufrir.

Si hay guerra es a Batuco donde vendrán a buscar el armamento, dijo alguien con quien principié conversaciones. De pronto cruza un niño ves�do de huaso para bailar en la escuela, en su cabeza un gorro bordado con el toro de los Chicago Bulls, me siento derrotada y huelo el aliento de los borrachos de sep�embre, huelo la falta de rebelión en mi pueblo triste y miro como un par de hombres cuidan, protegen, una esquina cargada de mitos y cerros, alambres de púas y espinos y observan a quienes pasan de ida y vuelta, resbalando sobre el asfalto sin sueños de hombres libres, de vidas dignas, agobiados de tener que cargar en la espalda el peso del empresario hambriento y ciego por conseguir poder y pisotear a todos los que habitamos la miseria, la necesidad, el rechazo y estamos desarmados, despreciados y celebramos una fiesta falsa, una donde nuestros pañuelos giran en los cielos como si estos nos hicieran volar y liberar-nos. Patriotas de alma inmigrante, la hora del alzamiento ha llegado.

Page 15: El mal menor_3

Los Polvorines

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Zona de Resistencia Zona de Resistencia

Por Aylin Jiménez

Dos milicos de alma infan�l sos�enen fusiles en sus manos; durante horas, de pie en una casucha, aguardan la nada. Imagino el territorio ocupado en Pales�na, sangre y muerte desenfrena-da, imagino un espacio extraviado, rebelde y comba�vo, boliviano, que se alza frente al imperialismo descarriado con su propia forma de dominación, con pobladores que guardan balas en los bolsillos y cuchillas en sus mangas rotas. Imagino también el peso del cañón que cargan estos niños, su cuerpo frío y suave, hablando a zumbidos después del ga�llo. No estoy en la guerra, bajo algún amparo dictatorial o en un sueño de alzamiento obrero; no, recorro las calles de este Batuco encerrado bajo las densas nubes y el frío, el barro, la basura y el cordón de cerros, sin embargo es fiesta en el país y me pienso extranjera, llena de rabia y desencanto. En Lampa entregaron casas

y la gente lloraba, alegre, alzando banderitas, y Graciela traía tortas y queques y empanadas y dulces y gaseo-sas y más comida, tanta que la gente arrancaba con bolsas de nylon repletas de comes�bles, sonaban los aplausos, por un instante la quisieron, pero odiaron otro periodo más con ella a la cabeza, tejiendo una dictadura de marionetas.

Mi país celebra y alza pañuelos, alcohol y tres colores que pienso tan ajenos; observo a los milicos en los polvorines: en su campo de concentración no hay gritos, no existen pensamientos solidarios que retraten la esperanza y arrastren sus palas para preparar el camino a la libertad del pensamiento; soldados en sepia, envejecidos, impávidos, nostálgi-cos y lentos, carentes de sueños de liberación, protegen al estado burócrata. Para modernizar el regimiento se

Observo a los milicos en los polvorines: en su campo de concentración no hay gritos, no existen pensamientos solidarios que retraten la esperanza y arrastren sus palas para preparar el camino

a la libertad del pensamiento; soldados en sepia, envejecidos, impávidos, nostálgicos y lentos, carentes de sueños

de liberación, protegen al estado burócrata. destruyen las casas donde habitaban los militares, casas ni tan an�guas ni tan deterioradas, sin considerar a toda la gente que vive en la toma cerca de la medialuna, al borde del río seco o en el camino a Lo Vargas. Y Graciela, protegida por los milicos vendidos al imperio, entregó mínimas casas de fachada con�nua de toda una cuadra, casas oscuras y silenciosas, donde la privacidad es un desierto y los niños juegan con el frío, sin calcetas, en las calles apagadas, mientras el cansancio consume los cuerpos de sus padres.

Me quedo sola frente al polvorín, mascando el mango de un cuchillo que atraviesa mis labios. Pienso en el mito del arsenal escondido. De fondo mil cuecas se disipan con el viento helado y mi garganta llora. Recuerdo el mito de la nave espacial enterrada, el mito de la pólvora en cuevas y la explosión y la posterior desaparición de nuestro territorio, lugar infér�l no de �erra, es la ideología aplacada la que me hace sufrir.

Si hay guerra es a Batuco donde vendrán a buscar el armamento, dijo alguien con quien principié conversaciones. De pronto cruza un niño ves�do de huaso para bailar en la escuela, en su cabeza un gorro bordado con el toro de los Chicago Bulls, me siento derrotada y huelo el aliento de los borrachos de sep�embre, huelo la falta de rebelión en mi pueblo triste y miro como un par de hombres cuidan, protegen, una esquina cargada de mitos y cerros, alambres de púas y espinos y observan a quienes pasan de ida y vuelta, resbalando sobre el asfalto sin sueños de hombres libres, de vidas dignas, agobiados de tener que cargar en la espalda el peso del empresario hambriento y ciego por conseguir poder y pisotear a todos los que habitamos la miseria, la necesidad, el rechazo y estamos desarmados, despreciados y celebramos una fiesta falsa, una donde nuestros pañuelos giran en los cielos como si estos nos hicieran volar y liberar-nos. Patriotas de alma inmigrante, la hora del alzamiento ha llegado.

Page 16: El mal menor_3

Floración de los sillones Por Rodrigo Loica

Bolso Negro

14 15

Bolso Negro

Salí a dar una vuelta por los alrededores de Batuco. Eran los úl�mos días del invierno y esperaba solazarme viendo la maleza naciente copando las cos�llas de los cerros y los llanos. Y me encontré, efec�vamente, con ese revitalizador paisaje que, meses atrás, vimos peligrar por la falta de lluvias: la maleza crecía abundante; los espinos mostraban sus primeras flores amarillas; caballos, ovejas y cabritas pastaban bajo un cielo medio azul, medio blanco; pimientos y algarrobos desafiaban las alturas. Entremedio, sorprendido, vi que una nueva especie florecía. Una especie exó�ca, inusual. Eran sillones, montones de sillones en desuso, que encontré abandonados en diversos si�os de la periferia batucana.

A la entrada de Lo Fontecilla había un juego completo. Fui hasta el lugar. Saqué un cigarrillo y me senté sobre la raída tela. Fumando me puse a pensar en los

idiotas que se deshacen de sus desperdi-cios lanzándolos al espacio público. Son como simios, me dije, que una vez consumida la banana arrojan lejos la cáscara. Amparados en la noche, a bordo de la camioneta del compadre, efectúan su falta. Y se sienten bacanes. Se sienten pillos. Otros, los tontos, tendrán que hacerse cargo de su basura.

Inspeccioné el juego de living. La estruc-tura -de endurecido pino bruto- aún funcionaba. El tapiz, sin embargo, se encontraba en mal estado, con diversas manchas de aceite, rasgaduras y bastan-tes agujeros -seguramente quemaduras de cigarrillos- que dejaban ver el relleno plás�co del mueble. La tela del tapiz era violeta, salpicada por una que otra florcita blanca, diminuta, del tamaño de los granos de arroz. Pensé en todo lo que podría haber ocurrido en estos sillones: carretes, pololeos, peleas, sueños, reconciliaciones, visitas de parientes,

polvos fur�vos, agonías. Pensé también en mis propios sillones. En mis propios carretes, pololeos, peleas, sueños, reconciliaciones, visitas de parientes, polvos fur�vos, agonías. Me pregunté si yo sería capaz de deshacerme de todo aquello de manera tan brutal. Y me dije que no, que yo no podría, que intentaría repararlos, retapizarlos, cubrirlos con tela nueva, espuma y negras tachuelas, o que intentaría regalarlos, dárselos a quien necesitara usarlos o, en úl�mo término, pagaría por abandonarlos en un vertedero. Nada de eso pasó, por cierto, por los febles cerebros de quienes arrojaron sus muebles en medio de la naturaleza. No hubo reflexión, solo acción mecánica.

Caminando de vuelta, pensé, una vez más, en la noción de progreso que el poder difunde hoy en día. Es un progreso orientado a los objetos, no a las perso-nas. Existe el teléfono inteligente, el auto inteligente, la casa inteligente y ya se habla hasta de la ciudad inteligente, pero no se habla, casi nunca, del hombre

inteligente, de la mujer inteligente. ¿Para qué? Lo que Luksic, Angelini, Solari, Ma�e y demás accionistas de Chile S.A. necesitan son consumidores, gente que se saque la chucha trabajando, que se idio�ce trabajando, solo para comprar cosas: sillones, teles, estufas, armarios, jugueras, autos; consumidores que disfruten del objeto soñado y que luego, cuando el marke�ng les imponga un nuevo sueño, se deshagan velozmente del sueño anterior, lo manden a la chucha, y corran hacia los pasillos de alguna mul��enda, a encontrarse con su flamante nuevo amor.

Los si�os eriazos, entretanto, recibirán los cuerpos de los viejos amantes abandonados. Artefactos a los que alguna vez alguien, en plena excitación, sensualmente quitó el embalaje, admirando su cuerpo, idolatrando su marca; artefactos que hoy no son más que cadáveres que se pudren a la intemperie, perros envenenados sin tumba ni epitafio que florecen, de noche, en calles o campos solitarios.

Caminando de vuelta, pensé, una vez más, en la noción de progreso que el poder difunde hoy en día. Es un progreso orienta-do a los objetos, no a las personas. Existe el teléfono inteligente, el auto inteligente, la casa inteligente y ya se habla hasta de la

ciudad inteligente, pero no se habla, casi nunca, del hombre inteligente, de la mujer inteligente.

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Floración de los sillones Por Rodrigo Loica

Bolso Negro

14 15

Bolso Negro

Salí a dar una vuelta por los alrededores de Batuco. Eran los úl�mos días del invierno y esperaba solazarme viendo la maleza naciente copando las cos�llas de los cerros y los llanos. Y me encontré, efec�vamente, con ese revitalizador paisaje que, meses atrás, vimos peligrar por la falta de lluvias: la maleza crecía abundante; los espinos mostraban sus primeras flores amarillas; caballos, ovejas y cabritas pastaban bajo un cielo medio azul, medio blanco; pimientos y algarrobos desafiaban las alturas. Entremedio, sorprendido, vi que una nueva especie florecía. Una especie exó�ca, inusual. Eran sillones, montones de sillones en desuso, que encontré abandonados en diversos si�os de la periferia batucana.

A la entrada de Lo Fontecilla había un juego completo. Fui hasta el lugar. Saqué un cigarrillo y me senté sobre la raída tela. Fumando me puse a pensar en los

idiotas que se deshacen de sus desperdi-cios lanzándolos al espacio público. Son como simios, me dije, que una vez consumida la banana arrojan lejos la cáscara. Amparados en la noche, a bordo de la camioneta del compadre, efectúan su falta. Y se sienten bacanes. Se sienten pillos. Otros, los tontos, tendrán que hacerse cargo de su basura.

Inspeccioné el juego de living. La estruc-tura -de endurecido pino bruto- aún funcionaba. El tapiz, sin embargo, se encontraba en mal estado, con diversas manchas de aceite, rasgaduras y bastan-tes agujeros -seguramente quemaduras de cigarrillos- que dejaban ver el relleno plás�co del mueble. La tela del tapiz era violeta, salpicada por una que otra florcita blanca, diminuta, del tamaño de los granos de arroz. Pensé en todo lo que podría haber ocurrido en estos sillones: carretes, pololeos, peleas, sueños, reconciliaciones, visitas de parientes,

polvos fur�vos, agonías. Pensé también en mis propios sillones. En mis propios carretes, pololeos, peleas, sueños, reconciliaciones, visitas de parientes, polvos fur�vos, agonías. Me pregunté si yo sería capaz de deshacerme de todo aquello de manera tan brutal. Y me dije que no, que yo no podría, que intentaría repararlos, retapizarlos, cubrirlos con tela nueva, espuma y negras tachuelas, o que intentaría regalarlos, dárselos a quien necesitara usarlos o, en úl�mo término, pagaría por abandonarlos en un vertedero. Nada de eso pasó, por cierto, por los febles cerebros de quienes arrojaron sus muebles en medio de la naturaleza. No hubo reflexión, solo acción mecánica.

Caminando de vuelta, pensé, una vez más, en la noción de progreso que el poder difunde hoy en día. Es un progreso orientado a los objetos, no a las perso-nas. Existe el teléfono inteligente, el auto inteligente, la casa inteligente y ya se habla hasta de la ciudad inteligente, pero no se habla, casi nunca, del hombre

inteligente, de la mujer inteligente. ¿Para qué? Lo que Luksic, Angelini, Solari, Ma�e y demás accionistas de Chile S.A. necesitan son consumidores, gente que se saque la chucha trabajando, que se idio�ce trabajando, solo para comprar cosas: sillones, teles, estufas, armarios, jugueras, autos; consumidores que disfruten del objeto soñado y que luego, cuando el marke�ng les imponga un nuevo sueño, se deshagan velozmente del sueño anterior, lo manden a la chucha, y corran hacia los pasillos de alguna mul��enda, a encontrarse con su flamante nuevo amor.

Los si�os eriazos, entretanto, recibirán los cuerpos de los viejos amantes abandonados. Artefactos a los que alguna vez alguien, en plena excitación, sensualmente quitó el embalaje, admirando su cuerpo, idolatrando su marca; artefactos que hoy no son más que cadáveres que se pudren a la intemperie, perros envenenados sin tumba ni epitafio que florecen, de noche, en calles o campos solitarios.

Caminando de vuelta, pensé, una vez más, en la noción de progreso que el poder difunde hoy en día. Es un progreso orienta-do a los objetos, no a las personas. Existe el teléfono inteligente, el auto inteligente, la casa inteligente y ya se habla hasta de la

ciudad inteligente, pero no se habla, casi nunca, del hombre inteligente, de la mujer inteligente.

Page 18: El mal menor_3

Diario de la Furia

El desvelo de LihnPor Barón Cósimo

Diario de la Furia

16 17

6 sep�embre

Despierto exaltado, una pesadilla atrave-só mi inconsciente hasta la interrupción de la calma, miro el reloj, sostenido sobre un montón de libros apilados, todavía un poco desorientado, con los ojos la�endo, y un dolor en la cabeza infernal, observo que son las 3:27 de la madrugada. La verdad siempre he tenido problemas con el sueño, pero este úl�mo mes ha sido terrible, pareciera que mi problema aumenta, cada vez más, y en algún momento no podré volver a soñar.Arrinconado en una pequeña pieza, casi sin muebles, solo libros, el �empo avanza lento, desvanezco mi mirada en una mancha de humedad que carcome el techo, reconstruyo una vez más en mi mente la pesadilla, un escalofrío recorre mi cuerpo ante el terror. En esta hora todos debieran estar descansando en la

madrugada, mientras un manto de oscuridad socava los impasibles sueños. Desvarío un poco, pienso en el profundo silencio en que estoy inserto, intento matar el �empo, antes del amanecer, planifico cosas por hacer, deudas por pagar, miro el reloj y la hora pareciera estar detenida por algo y el �empo sobrevive, haciéndose más lento.

7 de sep�embre

A mitad de la noche despierto, un mal sueño reiterado, no volveré a dormir al menos por lo que queda de serenidad. Estoy intranquilo, ansioso, ante el silencio, busco algún libro que me pueda calmar, despejarme de todo, reviso ejemplares amontonados en todos los espacios del cuarto sin ningún orden, encuentro varios de Enrique Lihn, selecciono tres (Diario de muerte, Paseo Ahumada y República

Independiente de Miranda) para aplacar el insomnio. Los reviso con detalle, mientras hojeo los libros, reflexiono un poco en Lihn, en su escritura y en especial en su narra�va, que forma una exquisita joya todavía perdida, descon�nuada hace mucho �empo por las editoriales. Lihn, múl�ple en sus intereses: ensayo, narra�va, poesía, dramaturgia, video, cómic, dibujo, y con una lucidez que impresiona, todavía parece anónimo, distante al �empo presente.Es inevitable no pensar en Lihn en plena dictadura, en su condición intelectual, creando pasajes fic�cios, alteración, desdoblamientos, alter egos, performan-ces en el centro mismo del horror. Dos de los libros de poemas que más he releído en el �empo: Diario de muerte y Paseo Ahumada, conforman dos polos poé�cos únicos en el mul�tudinario parnaso poé�co chileno, dos mundos que he hecho casi míos releyendo hasta el agobio, repi�endo en mi mente lo que decía Barthes: “aquel que no relee está condenado a leer siempre el mismo libro”.

8 de sep�embre

Es tarde, todas las cosas proyectan sombras alargadas por la luz ar�ficial, mostrando un lado conocido solo en esta hora. Mientras hojeo el libro "Paseo Ahumada", publicado el año 1983, pienso en su poesía, construida por una escritura de la alteración, la cual levanta un mundo

lírico que evidencia la trasformación decadente. El descreído Lihn mira la apertura del nuevo espacio de consumo, de principios de los ochenta, con sospe-cha ante la instauración del nuevo modelo económico implantado por la dictadura. Este nuevo espacio (Paseo Ahumada) es deteriorado por una poé�ca irónica, en un viaje hacia la decadencia bufonesca que se ríe del poder en su cara; si el Paseo Ahumada era símbolo de la libertad de la época, Lihn lo trasforma en un carrusel de lo grotesco, saturado de mal gusto y decadencia. Lo alucinante es el eco de las voces múl�ples que conforman el poemario; Lihn el intelectual bajo sospe-cha de la dictadura, trasforma su escritura en las voces de otros, la mul�plicidad de registros forma un coro polifónico, ocultando su propia voz en el sonido de los anónimos. Por ello me imagino a Lihn caminando con bolsos llenos de libros, esquivando la mul�tud, lejano perdido, colgando de las micros, riéndose de las no�cias, tambaleándose, ausente, siempre ausente en su mirada, como pensando en otro �empo que para él será siempre el futuro, su único consuelo.

9 de sep�embre

De madrugada miro fijamente el parpadeo de la ampolleta, el cual resulta hipno�zan-te como un fuego tribal; trato de no mirar la hora, pero es tarde, el sueño casi está ex�nto dentro de mi mente y reviso otro

Imagino a Lihn caminando con bolsos llenos de libros, esquivando la mul�tud, lejano perdido, colgando de las micros,

riéndose de las no�cias, tambaleándose, ausente, siempre ausente en su mirada,

como pensando en otro �empo que para él será siempre el futuro, su único consuelo.

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Diario de la Furia

El desvelo de LihnPor Barón Cósimo

Diario de la Furia

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6 sep�embre

Despierto exaltado, una pesadilla atrave-só mi inconsciente hasta la interrupción de la calma, miro el reloj, sostenido sobre un montón de libros apilados, todavía un poco desorientado, con los ojos la�endo, y un dolor en la cabeza infernal, observo que son las 3:27 de la madrugada. La verdad siempre he tenido problemas con el sueño, pero este úl�mo mes ha sido terrible, pareciera que mi problema aumenta, cada vez más, y en algún momento no podré volver a soñar.Arrinconado en una pequeña pieza, casi sin muebles, solo libros, el �empo avanza lento, desvanezco mi mirada en una mancha de humedad que carcome el techo, reconstruyo una vez más en mi mente la pesadilla, un escalofrío recorre mi cuerpo ante el terror. En esta hora todos debieran estar descansando en la

madrugada, mientras un manto de oscuridad socava los impasibles sueños. Desvarío un poco, pienso en el profundo silencio en que estoy inserto, intento matar el �empo, antes del amanecer, planifico cosas por hacer, deudas por pagar, miro el reloj y la hora pareciera estar detenida por algo y el �empo sobrevive, haciéndose más lento.

7 de sep�embre

A mitad de la noche despierto, un mal sueño reiterado, no volveré a dormir al menos por lo que queda de serenidad. Estoy intranquilo, ansioso, ante el silencio, busco algún libro que me pueda calmar, despejarme de todo, reviso ejemplares amontonados en todos los espacios del cuarto sin ningún orden, encuentro varios de Enrique Lihn, selecciono tres (Diario de muerte, Paseo Ahumada y República

Independiente de Miranda) para aplacar el insomnio. Los reviso con detalle, mientras hojeo los libros, reflexiono un poco en Lihn, en su escritura y en especial en su narra�va, que forma una exquisita joya todavía perdida, descon�nuada hace mucho �empo por las editoriales. Lihn, múl�ple en sus intereses: ensayo, narra�va, poesía, dramaturgia, video, cómic, dibujo, y con una lucidez que impresiona, todavía parece anónimo, distante al �empo presente.Es inevitable no pensar en Lihn en plena dictadura, en su condición intelectual, creando pasajes fic�cios, alteración, desdoblamientos, alter egos, performan-ces en el centro mismo del horror. Dos de los libros de poemas que más he releído en el �empo: Diario de muerte y Paseo Ahumada, conforman dos polos poé�cos únicos en el mul�tudinario parnaso poé�co chileno, dos mundos que he hecho casi míos releyendo hasta el agobio, repi�endo en mi mente lo que decía Barthes: “aquel que no relee está condenado a leer siempre el mismo libro”.

8 de sep�embre

Es tarde, todas las cosas proyectan sombras alargadas por la luz ar�ficial, mostrando un lado conocido solo en esta hora. Mientras hojeo el libro "Paseo Ahumada", publicado el año 1983, pienso en su poesía, construida por una escritura de la alteración, la cual levanta un mundo

lírico que evidencia la trasformación decadente. El descreído Lihn mira la apertura del nuevo espacio de consumo, de principios de los ochenta, con sospe-cha ante la instauración del nuevo modelo económico implantado por la dictadura. Este nuevo espacio (Paseo Ahumada) es deteriorado por una poé�ca irónica, en un viaje hacia la decadencia bufonesca que se ríe del poder en su cara; si el Paseo Ahumada era símbolo de la libertad de la época, Lihn lo trasforma en un carrusel de lo grotesco, saturado de mal gusto y decadencia. Lo alucinante es el eco de las voces múl�ples que conforman el poemario; Lihn el intelectual bajo sospe-cha de la dictadura, trasforma su escritura en las voces de otros, la mul�plicidad de registros forma un coro polifónico, ocultando su propia voz en el sonido de los anónimos. Por ello me imagino a Lihn caminando con bolsos llenos de libros, esquivando la mul�tud, lejano perdido, colgando de las micros, riéndose de las no�cias, tambaleándose, ausente, siempre ausente en su mirada, como pensando en otro �empo que para él será siempre el futuro, su único consuelo.

9 de sep�embre

De madrugada miro fijamente el parpadeo de la ampolleta, el cual resulta hipno�zan-te como un fuego tribal; trato de no mirar la hora, pero es tarde, el sueño casi está ex�nto dentro de mi mente y reviso otro

Imagino a Lihn caminando con bolsos llenos de libros, esquivando la mul�tud, lejano perdido, colgando de las micros,

riéndose de las no�cias, tambaleándose, ausente, siempre ausente en su mirada,

como pensando en otro �empo que para él será siempre el futuro, su único consuelo.

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Diario de la FuriaDiario de la Furia

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libro de poemas de Lihn, el cual establece un nuevo nicho de su escritura, "El diario de muerte", libro agónico, que muestra múl�ples metáforas del dolor, en una poé�ca desesperada por sobrevivir, donde el poeta postrado en su lugar de muerte, su lecho, establece una epifanía de la angus�a. “Nada �ene que ver el dolor con el dolor”, dice al principio como una máxima, como si las palabras fueran otra cosa, otro sen�do, otra forma de expre-sión, pero sabemos que sus palabras trasmiten mucho más allá del sufrimiento, sus palabras son certeras, dolorosas, y piden piedad. Lo central del libro: “la poesía y la muerte”, un tema conocido dentro de la literatura, pero Lihn saca la solemnidad, el mármol, la ceremonia, y propone una forma de escritura directa, desgarradora, donde la muerte es el des�no. “Los que van a morir pueden no esperar / que termine el horror de la historia”, nos dice en unos versos que calan el alma. El libro cuenta que existe un país dividido en dos, por un lado los sanos y otro país el de los enfermos, el país de Lihn y el mío, es el de los enfermos, los carcomidos, seres condenados al luto en vida, esperando que algún verso nazca del cementerio.

11 de sep�embre

Mientras la noche avanza lentamente, corro la cor�na, miro un pueblo deforma-do, oscuro, entumecido, temeroso, que se

encierra en su casa recibiendo el miedo de una caja eléctrica, inserto en el temor, abandonado sin memoria, absorbido por el miedo, tratando de borrar su propio pasado. De alguna manera imagino que no lograré dormir en toda la noche y desde un lote de libros por leer, recojo "República Independiente de Miranda", donde me pierdo quizás para nunca regresar: el texto es un libro póstumo, construido por ocho cuentos breves, minúsculos, pero que se expanden y abren todo un abismo narra�vo, ambien-tado en dos espacios imaginarios diferen-tes. Por un lado Miranda, país caribeño a�borrado de magia, causalidad, pero por sobre todo de arte, mucho arte, quizás demasiado. Por otro lado está Manha�an, espacio individual, donde el deseo es el combus�ble de una sociedad que lentamente se ex�ngue y que solo aumenta su fuego con sangre la�na, llena de sueños, anhelos y ambiciones. El cuento central: "Panorama ar�s�co de la República Independiente de Miranda" es de un grupo de escritores que enfrenta una insólita realidad: la república isla es gobernada por un sistema de par�do único, donde nadie recuerda que haya exis�do otro gobernante. Por ello las escasas intervenciones intelectuales son establecidas por personajes disparatados: Gerardo Pompier (el alter ego más desarrollado por Lihn, será un asiduo columnista de crí�ca que opina sarcás�ca-mente sobre la situación del país, en plena

dictadura militar); Roberto Albornoz o Urbana Concha de Andrade, son escrito-res que ocupan raros lugares para su ac�vidad, por ejemplo un viejo palacio en forma de esvás�ca que funciona como hotel. Todo alterado, desvanecidos los valores en una ac�vidad ar�s�ca sin sen�do.

14 de sep�embre

Nuevamente no puedo dormir, despierto en mitad de la noche, camino al baño veo un rostro perturbado, con una mirada alterada; mojo mi cara dos o tres veces, el sueño desapareció por completo. Me dirijo a la biblioteca, cierro la puerta con fuerza, tomo un libro para perderme entre sus letras y poder soñar los anhelos de otro. En lo personal, me gustan las lecturas minúsculas, pequeños textos que forman universos, como el cuento "Panorama ar�s�co de la República Independiente de Miranda". Se evidencia en este escrito una forma narra�va de creación intertextual, poniendo voces en otros autores, reales o imaginarios, donde las ciudades son solo escritura establecida en lo que él mismo llamaba "las trampas del lenguaje", alejadas del contexto y de la inservible historia. Se aleja, así, de los paradigmas clásicos de la novela de los años 60 y 70, acercándose hacia la parodia, la burla y la ironía, como en "Batman en Chile", la primera novela publicada por el autor el año 1973, que de

manera sarcás�ca muestra la influencia de los Estados Unidos y el gran capital nacional durante la Unidad Popular, donde el superhéroe establece una paté�ca red de espionaje y sabotaje.

Volviendo a "Panorama ar�s�co de la República Independiente de Miranda", cuyo texto está construido por varias voces que asisten a un congreso de escritores e intelectuales que se realiza en una nación imaginaria, tomada de un filme del surrealista español Luis Buñuel, invitados por el gobierno "perpetuo". Destaca la abierta caricaturización de un evento de este �po, cargado de importan-cia, solemnidad y sospechosos personajes del ambiente literario hispanoamericano, donde no se salva nadie: poe�sas eró�cas, ar�stas malditos, bohemios recalcitran-tes, seudo intelectuales, escritores que no escriben, etc. En este país todo es escritu-ra, ridículos textos que crean disfraces para ocultar la verdad, personajes burlescos que ocultan la realidad; la escritura, la gran men�ra como oficio de vivir otras vidas, todo falso, irónico, sarcasmo plagiando lo real.

La noche casi se ex�ngue mientras yo me quedo con mi insomnio, alterado ante el amanecer, que lapida mi descanso, ocultándome en los libros para vivir los sueños de otros, otras vidas, otros mundos, otras realidades que posible-mente son más reales que mi propia vida.

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Diario de la FuriaDiario de la Furia

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libro de poemas de Lihn, el cual establece un nuevo nicho de su escritura, "El diario de muerte", libro agónico, que muestra múl�ples metáforas del dolor, en una poé�ca desesperada por sobrevivir, donde el poeta postrado en su lugar de muerte, su lecho, establece una epifanía de la angus�a. “Nada �ene que ver el dolor con el dolor”, dice al principio como una máxima, como si las palabras fueran otra cosa, otro sen�do, otra forma de expre-sión, pero sabemos que sus palabras trasmiten mucho más allá del sufrimiento, sus palabras son certeras, dolorosas, y piden piedad. Lo central del libro: “la poesía y la muerte”, un tema conocido dentro de la literatura, pero Lihn saca la solemnidad, el mármol, la ceremonia, y propone una forma de escritura directa, desgarradora, donde la muerte es el des�no. “Los que van a morir pueden no esperar / que termine el horror de la historia”, nos dice en unos versos que calan el alma. El libro cuenta que existe un país dividido en dos, por un lado los sanos y otro país el de los enfermos, el país de Lihn y el mío, es el de los enfermos, los carcomidos, seres condenados al luto en vida, esperando que algún verso nazca del cementerio.

11 de sep�embre

Mientras la noche avanza lentamente, corro la cor�na, miro un pueblo deforma-do, oscuro, entumecido, temeroso, que se

encierra en su casa recibiendo el miedo de una caja eléctrica, inserto en el temor, abandonado sin memoria, absorbido por el miedo, tratando de borrar su propio pasado. De alguna manera imagino que no lograré dormir en toda la noche y desde un lote de libros por leer, recojo "República Independiente de Miranda", donde me pierdo quizás para nunca regresar: el texto es un libro póstumo, construido por ocho cuentos breves, minúsculos, pero que se expanden y abren todo un abismo narra�vo, ambien-tado en dos espacios imaginarios diferen-tes. Por un lado Miranda, país caribeño a�borrado de magia, causalidad, pero por sobre todo de arte, mucho arte, quizás demasiado. Por otro lado está Manha�an, espacio individual, donde el deseo es el combus�ble de una sociedad que lentamente se ex�ngue y que solo aumenta su fuego con sangre la�na, llena de sueños, anhelos y ambiciones. El cuento central: "Panorama ar�s�co de la República Independiente de Miranda" es de un grupo de escritores que enfrenta una insólita realidad: la república isla es gobernada por un sistema de par�do único, donde nadie recuerda que haya exis�do otro gobernante. Por ello las escasas intervenciones intelectuales son establecidas por personajes disparatados: Gerardo Pompier (el alter ego más desarrollado por Lihn, será un asiduo columnista de crí�ca que opina sarcás�ca-mente sobre la situación del país, en plena

dictadura militar); Roberto Albornoz o Urbana Concha de Andrade, son escrito-res que ocupan raros lugares para su ac�vidad, por ejemplo un viejo palacio en forma de esvás�ca que funciona como hotel. Todo alterado, desvanecidos los valores en una ac�vidad ar�s�ca sin sen�do.

14 de sep�embre

Nuevamente no puedo dormir, despierto en mitad de la noche, camino al baño veo un rostro perturbado, con una mirada alterada; mojo mi cara dos o tres veces, el sueño desapareció por completo. Me dirijo a la biblioteca, cierro la puerta con fuerza, tomo un libro para perderme entre sus letras y poder soñar los anhelos de otro. En lo personal, me gustan las lecturas minúsculas, pequeños textos que forman universos, como el cuento "Panorama ar�s�co de la República Independiente de Miranda". Se evidencia en este escrito una forma narra�va de creación intertextual, poniendo voces en otros autores, reales o imaginarios, donde las ciudades son solo escritura establecida en lo que él mismo llamaba "las trampas del lenguaje", alejadas del contexto y de la inservible historia. Se aleja, así, de los paradigmas clásicos de la novela de los años 60 y 70, acercándose hacia la parodia, la burla y la ironía, como en "Batman en Chile", la primera novela publicada por el autor el año 1973, que de

manera sarcás�ca muestra la influencia de los Estados Unidos y el gran capital nacional durante la Unidad Popular, donde el superhéroe establece una paté�ca red de espionaje y sabotaje.

Volviendo a "Panorama ar�s�co de la República Independiente de Miranda", cuyo texto está construido por varias voces que asisten a un congreso de escritores e intelectuales que se realiza en una nación imaginaria, tomada de un filme del surrealista español Luis Buñuel, invitados por el gobierno "perpetuo". Destaca la abierta caricaturización de un evento de este �po, cargado de importan-cia, solemnidad y sospechosos personajes del ambiente literario hispanoamericano, donde no se salva nadie: poe�sas eró�cas, ar�stas malditos, bohemios recalcitran-tes, seudo intelectuales, escritores que no escriben, etc. En este país todo es escritu-ra, ridículos textos que crean disfraces para ocultar la verdad, personajes burlescos que ocultan la realidad; la escritura, la gran men�ra como oficio de vivir otras vidas, todo falso, irónico, sarcasmo plagiando lo real.

La noche casi se ex�ngue mientras yo me quedo con mi insomnio, alterado ante el amanecer, que lapida mi descanso, ocultándome en los libros para vivir los sueños de otros, otras vidas, otros mundos, otras realidades que posible-mente son más reales que mi propia vida.

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Poesía de Raúl Rivera

Celebrando el olvido

Retina

Por Sergio Sarmiento

Extra tosc

20 21

Habitualmente viajo a San�ago. Y a pesar de que la capital del reino de Chile es una especie de tumor cancerígeno sobrepobla-do, hay un montón de cosas allí que en la ruralidad no existen. Una de ellas son las librerías. En Batuco no hay librerías. Los únicos lugares donde se venden libros son la feria persa y un local de avenida Argen�na, frente al Gringo, donde se expende comida para perros, gatos, conejos, gallinas, canarios. Se trata, en términos generales, de literatura escolar. Eso es todo. No hay librerías donde encontrar las úl�mas o las penúl�mas novedades editoriales, ni librerías especializadas, ni �endas de libros viejos, como ocurre en muchos lugares de San�ago. Esto no quiere decir que San�ago pueda compararse, por ejemplo, a Buenos Aires, donde hay una enorme can�dad de librerías; pero que, comparada con Batuco, la ciudad cruzada por el Mapocho es un paraíso para el lector.

Fue, precisamente, en una librería san�a-guina donde me encontré con "Variaciones domés�cas", breve poemario del olvidado escritor chileno Raúl Rivera. Andaba en una de mis habituales rondas de búsqueda de libros, ac�vidad que desarrollo de manera bastante obsesiva, vicio que me deja sin

*

(…) Nuestro arte, sin necesidad de trascender la experiencia de la realidad, sostenido por la crí�ca ultramontana, manteniéndose en la praxis de una esté�ca de la imitación, como reflejo ar�s�co de la realidad obje�va, ha dado, algunas veces, en el clavo.

*

(…) jóvenes somos ante la historia, condenados a serlo eternamente por falta de historia, bastante hemos hecho con realizar en nuestros suelos una varíete realista de la ideal República Platónica: la men�ra necesaria de un Estado Único gobernado por un solo filósofo coronado, que cautela el orden, prohibiendo la variedad y fomentado la variedad y fomentando la desigualdad social y natural de los hombres.

*

(…) la relación de nuestras artes (sin más escuela que el amor a la ciencia experimen-tal como sinónimo del arte) con las escuelas de arte europeas no surge de la imitación

del arte por el arte: responde al fenómeno que los evolucionistas llamaron convergen-cia: especiales de géneros diferentes como el hipopótamo y el rinoceronte presentan rasgos comunes. No porque tengan el mismo origen, sino porque una misma función iguala a la forma de los órganos a despecho de las diferencias gené�cas. Se trata, en otras palabras, de meras coinci-dencias.

*

(...) Especifiquemos: el arte de Miranda, al documentar de época en época los devaneos del clima, las incer�dumbres raciales, la heterogeneidad de los momentos, los cambios en el Estado que se ajustan a la inmovilidad camaleónica de un mismo gobernante, ha coincidido, por arte de birlibirloque, con la Novedad que de an�guo irrumpe en el a�borrado espacio cultural europeo, ar�ficialmente renovada. Pero tal cosa ocurre en la República por obra de un reitera�vismo rupturista que nada �ene de natural (ni de feliz, en tantos casos) y que por el contra-rio depende sencillamente de las discon�-nuidades y sorpresas del ambiente, en el sen�do empírico de la expresión.

Enrique Lihn

Panorama Artístico de la República

Independiente de Miranda

Pienso en los extraños rumbos que puede tomar la obra de un poeta. De la

celebración fogosa a la negación. Y de la negación al olvido. Y del olvido a la liquidación en cajones de

libros usados. Y de allí a las manos de un futuro poeta olvidado, un futuro poeta póstumo, que celebrando

el olvido de un an�guo colega de oficio, se celebra

también a sí mismo.

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Poesía de Raúl Rivera

Celebrando el olvido

Retina

Por Sergio Sarmiento

Extra tosc

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Habitualmente viajo a San�ago. Y a pesar de que la capital del reino de Chile es una especie de tumor cancerígeno sobrepobla-do, hay un montón de cosas allí que en la ruralidad no existen. Una de ellas son las librerías. En Batuco no hay librerías. Los únicos lugares donde se venden libros son la feria persa y un local de avenida Argen�na, frente al Gringo, donde se expende comida para perros, gatos, conejos, gallinas, canarios. Se trata, en términos generales, de literatura escolar. Eso es todo. No hay librerías donde encontrar las úl�mas o las penúl�mas novedades editoriales, ni librerías especializadas, ni �endas de libros viejos, como ocurre en muchos lugares de San�ago. Esto no quiere decir que San�ago pueda compararse, por ejemplo, a Buenos Aires, donde hay una enorme can�dad de librerías; pero que, comparada con Batuco, la ciudad cruzada por el Mapocho es un paraíso para el lector.

Fue, precisamente, en una librería san�a-guina donde me encontré con "Variaciones domés�cas", breve poemario del olvidado escritor chileno Raúl Rivera. Andaba en una de mis habituales rondas de búsqueda de libros, ac�vidad que desarrollo de manera bastante obsesiva, vicio que me deja sin

*

(…) Nuestro arte, sin necesidad de trascender la experiencia de la realidad, sostenido por la crí�ca ultramontana, manteniéndose en la praxis de una esté�ca de la imitación, como reflejo ar�s�co de la realidad obje�va, ha dado, algunas veces, en el clavo.

*

(…) jóvenes somos ante la historia, condenados a serlo eternamente por falta de historia, bastante hemos hecho con realizar en nuestros suelos una varíete realista de la ideal República Platónica: la men�ra necesaria de un Estado Único gobernado por un solo filósofo coronado, que cautela el orden, prohibiendo la variedad y fomentado la variedad y fomentando la desigualdad social y natural de los hombres.

*

(…) la relación de nuestras artes (sin más escuela que el amor a la ciencia experimen-tal como sinónimo del arte) con las escuelas de arte europeas no surge de la imitación

del arte por el arte: responde al fenómeno que los evolucionistas llamaron convergen-cia: especiales de géneros diferentes como el hipopótamo y el rinoceronte presentan rasgos comunes. No porque tengan el mismo origen, sino porque una misma función iguala a la forma de los órganos a despecho de las diferencias gené�cas. Se trata, en otras palabras, de meras coinci-dencias.

*

(...) Especifiquemos: el arte de Miranda, al documentar de época en época los devaneos del clima, las incer�dumbres raciales, la heterogeneidad de los momentos, los cambios en el Estado que se ajustan a la inmovilidad camaleónica de un mismo gobernante, ha coincidido, por arte de birlibirloque, con la Novedad que de an�guo irrumpe en el a�borrado espacio cultural europeo, ar�ficialmente renovada. Pero tal cosa ocurre en la República por obra de un reitera�vismo rupturista que nada �ene de natural (ni de feliz, en tantos casos) y que por el contra-rio depende sencillamente de las discon�-nuidades y sorpresas del ambiente, en el sen�do empírico de la expresión.

Enrique Lihn

Panorama Artístico de la República

Independiente de Miranda

Pienso en los extraños rumbos que puede tomar la obra de un poeta. De la

celebración fogosa a la negación. Y de la negación al olvido. Y del olvido a la liquidación en cajones de

libros usados. Y de allí a las manos de un futuro poeta olvidado, un futuro poeta póstumo, que celebrando

el olvido de un an�guo colega de oficio, se celebra

también a sí mismo.

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plata, como a los borrachos su adorme-cedor copete, o a los volados su hipnó�-ca marihuana, cuando en una librería de libros usados de Providencia -a precio de liquidación- encontré el ejemplar editado en 1958 por Ediciones Alerce, sello editorial de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), que publica-ba estos textos con la ayuda de la Universidad de Chile.

Abrí el libro e hice lo de siempre: hojear sus páginas y leer algunos textos al azar. Nada mejor que el azar para seleccionar una muestra representa�va. Y el libro pasó la prueba. Había una cierta singula-ridad en los versos. No era más de lo mismo, como habitualmente ocurre con los libros abandonados por Cronos. Hice, consecuentemente, la compra. Después fui a un parque cercano y mientras dos carabineros de servicio miraban con ojos calentones a unas escolares que se hallaban sobre el césped, unas escolares que disfrutaban mostrando sus muslos en plena forma-ción, di una mirada más detallada al libro.

Me llamó la atención, de inmediato, la temá�ca rural de algunos de sus poemas. "Elegía al brasero", por ejemplo, texto que habla de diferentes objetos que, en ese entonces, comenza-ban a desaparecer: el canasto, los

zuecos de palo, la manta de cas�lla y, por supuesto, el brasero, que contenía "las piedras preciosas / de la inmovilidad y del sosiego, / del an�guo y sagrado aburrimiento, / de donde sacar ánimos y �empo". También me interesó "Frustra-ción en el departamento", poema que muestra la desilusión de quien se traslada del campo a un departamento "sin acequia, mariposa ni perro". Otro poema rescatable es "La leñera", lugar donde se colgaban las trenzas de cebollas y donde antaño se instalaba "la palpitante alcoba / de los torpes, fur�vos / primeros amores.”

Abandoné el parque. Era hora de regresar a Batuco. Los guardianes del orden público, con caras sicópatas, se quedaron en su puesto de trabajo. Está�cos con�nuaban observando a las nínfulas escolares que hablaban y reían en voz alta, mientras fumaban expulsan-do plomizo humo desde sus labios en�ntados de adultez. Llegué a casa y encendí el computador. En Google busqué datos del, para mí, desconocido Raúl Rivera. Había poca información. No se puede saber, por ejemplo, si el poeta está vivo o muerto. Sí que nació en Valdivia en 1926. Sí que desarrolló su carrera como profesor en Puerto Natales y que en algún momento emigró a Francia. Me enteré, además, de que había publicado al menos dos libros de

poesía en un lapso de un año: "Fiestas mortales" (1957) y "Variaciones domés-�cas" (1958), tras lo cual cayó en un silencio editorial interrumpido -hasta donde pude averiguar- solo por la publicación de algunos textos inéditos en la antología de poesía chilena realizada por Alfonso Calderón (1970). En mi biblioteca, además, pude consta-tar que poemas suyos figuran en algunas antologías de poesía chilena, como la de Jorge Elliot (1957) y la realizada por Arteche, Massone y Scarpa (edición de 1997).

Lo otro que pude saber a través de internet -y esto me llamó mucho la atención- es que el cabrón de Alone, influyente crí�co literario de los �empos en que Rivera publicase sus obras, consignó la aparición de su primer poemario ("Fiestas mortales") de manera entusiasta: llega a señalar que entre los gigapoetas Pablo Neruda y Nicanor Parra, dos voces determinantes de la época, Rivera marcaría una tercera tendencia. Indica, además, que el autor logra "ensanchar el dominio poé�co sin entrarse por los pobres territorios de la literatura comprome�da”, es decir, sin caer en el panfleto izquierdista, asunto que al crí�co empleado de El Mercurio (que era y es un gran panfleto de derecha), no le agradaba para nada. El entusiasmo de Alone contrasta, en todo

caso, con la opinión que Yerko More�c, del periódico El Siglo, acerca de la segunda producción del poeta valdivia-no, quien no otorga mayor mérito a Rivera, desmereciendo su trabajo en una breve nota de no más de setenta palabras: "La duda, señala More�c, sobreviene cuando se piensa en la calidad poé�ca de estas producciones sa�ricas carentes de ingenio, en torno a cosas y asuntos que, pese a su aparente categoría “an�poé�ca”, han tenido ya cultores de indiscu�bles virtudes". Y asunto zanjado. Es decir, Rivera pasó, en el breve transcurso de un año, de ser una voz poé�ca con importantes proyeccio-nes a ser un �po carente de ingenio. ¿Efectos de la guerra fría? ¿Rivera víc�ma del choque entre comunistas y conservadores?

La verdad, me parece, no se halla en ninguno de ambos extremos. Raúl Rivera no es, claramente, un poeta de primera magnitud, como lo son Neruda o Parra, pero tampoco es un �po cuya literatura carezca de valor. Su breve obra toma algunos elementos de la an�poe-sía, es verdad, especialmente en lo referido el tono coloquial del discurso, pero en sus textos predomina más la nostalgia que la ironía. Nostalgia, principalmente, por la vida rural, que desaparece ante la imparable irrupción de la modernidad. En ese sen�do, cabría

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plata, como a los borrachos su adorme-cedor copete, o a los volados su hipnó�-ca marihuana, cuando en una librería de libros usados de Providencia -a precio de liquidación- encontré el ejemplar editado en 1958 por Ediciones Alerce, sello editorial de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), que publica-ba estos textos con la ayuda de la Universidad de Chile.

Abrí el libro e hice lo de siempre: hojear sus páginas y leer algunos textos al azar. Nada mejor que el azar para seleccionar una muestra representa�va. Y el libro pasó la prueba. Había una cierta singula-ridad en los versos. No era más de lo mismo, como habitualmente ocurre con los libros abandonados por Cronos. Hice, consecuentemente, la compra. Después fui a un parque cercano y mientras dos carabineros de servicio miraban con ojos calentones a unas escolares que se hallaban sobre el césped, unas escolares que disfrutaban mostrando sus muslos en plena forma-ción, di una mirada más detallada al libro.

Me llamó la atención, de inmediato, la temá�ca rural de algunos de sus poemas. "Elegía al brasero", por ejemplo, texto que habla de diferentes objetos que, en ese entonces, comenza-ban a desaparecer: el canasto, los

zuecos de palo, la manta de cas�lla y, por supuesto, el brasero, que contenía "las piedras preciosas / de la inmovilidad y del sosiego, / del an�guo y sagrado aburrimiento, / de donde sacar ánimos y �empo". También me interesó "Frustra-ción en el departamento", poema que muestra la desilusión de quien se traslada del campo a un departamento "sin acequia, mariposa ni perro". Otro poema rescatable es "La leñera", lugar donde se colgaban las trenzas de cebollas y donde antaño se instalaba "la palpitante alcoba / de los torpes, fur�vos / primeros amores.”

Abandoné el parque. Era hora de regresar a Batuco. Los guardianes del orden público, con caras sicópatas, se quedaron en su puesto de trabajo. Está�cos con�nuaban observando a las nínfulas escolares que hablaban y reían en voz alta, mientras fumaban expulsan-do plomizo humo desde sus labios en�ntados de adultez. Llegué a casa y encendí el computador. En Google busqué datos del, para mí, desconocido Raúl Rivera. Había poca información. No se puede saber, por ejemplo, si el poeta está vivo o muerto. Sí que nació en Valdivia en 1926. Sí que desarrolló su carrera como profesor en Puerto Natales y que en algún momento emigró a Francia. Me enteré, además, de que había publicado al menos dos libros de

poesía en un lapso de un año: "Fiestas mortales" (1957) y "Variaciones domés-�cas" (1958), tras lo cual cayó en un silencio editorial interrumpido -hasta donde pude averiguar- solo por la publicación de algunos textos inéditos en la antología de poesía chilena realizada por Alfonso Calderón (1970). En mi biblioteca, además, pude consta-tar que poemas suyos figuran en algunas antologías de poesía chilena, como la de Jorge Elliot (1957) y la realizada por Arteche, Massone y Scarpa (edición de 1997).

Lo otro que pude saber a través de internet -y esto me llamó mucho la atención- es que el cabrón de Alone, influyente crí�co literario de los �empos en que Rivera publicase sus obras, consignó la aparición de su primer poemario ("Fiestas mortales") de manera entusiasta: llega a señalar que entre los gigapoetas Pablo Neruda y Nicanor Parra, dos voces determinantes de la época, Rivera marcaría una tercera tendencia. Indica, además, que el autor logra "ensanchar el dominio poé�co sin entrarse por los pobres territorios de la literatura comprome�da”, es decir, sin caer en el panfleto izquierdista, asunto que al crí�co empleado de El Mercurio (que era y es un gran panfleto de derecha), no le agradaba para nada. El entusiasmo de Alone contrasta, en todo

caso, con la opinión que Yerko More�c, del periódico El Siglo, acerca de la segunda producción del poeta valdivia-no, quien no otorga mayor mérito a Rivera, desmereciendo su trabajo en una breve nota de no más de setenta palabras: "La duda, señala More�c, sobreviene cuando se piensa en la calidad poé�ca de estas producciones sa�ricas carentes de ingenio, en torno a cosas y asuntos que, pese a su aparente categoría “an�poé�ca”, han tenido ya cultores de indiscu�bles virtudes". Y asunto zanjado. Es decir, Rivera pasó, en el breve transcurso de un año, de ser una voz poé�ca con importantes proyeccio-nes a ser un �po carente de ingenio. ¿Efectos de la guerra fría? ¿Rivera víc�ma del choque entre comunistas y conservadores?

La verdad, me parece, no se halla en ninguno de ambos extremos. Raúl Rivera no es, claramente, un poeta de primera magnitud, como lo son Neruda o Parra, pero tampoco es un �po cuya literatura carezca de valor. Su breve obra toma algunos elementos de la an�poe-sía, es verdad, especialmente en lo referido el tono coloquial del discurso, pero en sus textos predomina más la nostalgia que la ironía. Nostalgia, principalmente, por la vida rural, que desaparece ante la imparable irrupción de la modernidad. En ese sen�do, cabría

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Po

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24 25

Extra tosc

situarlo en los orígenes de la poesía lárica, que en esos años hacía sus primeras armas (no olvidar que Jorge Tellier publicó su primer libro "Para ángeles y gorriones" en 1956). En un ar�culo publicado en Trilce el año 1971, el fallecido poeta Guillermo Quiñones refrenda tal idea incluyendo a Tellier como parte los poetas de la generación de los años 50, entre los que incluye a Raúl Rivera, ya que "todos ellos �enen insoslayables vínculos, conscientes y subconscien-tes, a menudo mágicos, con nuestra naturaleza y nuestro pueblo".

¿Publicó Rivera otros libros en Francia? Por el momento, eso quedará en la duda. Lo único cierto es que el �empo, como un camión cargado de arena, lo fue cubriendo, lo fue convir�endo, como a muchos escritores chilenos, en un silente médano. Apago el notebook. Y mientras observo la naturaleza e n fi e s t a d a d e s e p � e m b r e , l a naturaleza que Rivera parecía amar, pienso en los extraños rumbos que puede tomar la obra de un poeta. De la celebración fogosa a la negación. Y de la negación al olvido. Y del olvido a la liquidación en cajones de libros usados. Y de allí a las manos de un futuro poeta olvidado, un futuro poeta póstumo, que celebrando el olvido de un an�guo colega de oficio, se celebra también a sí mismo.

Elegía al brasero

Ya puesto en esa fila sumergidade los objetos que se desdibujancomo el final de un vals en el vacío,aún sobrevives por los extramurosy en las casas an�guas de los fundos.Y en los cuartos de viudas solitariasque hacen arder yerbitas olorosassobre tus flores de carbón de espino.Hermano del canasto y del refajo,de los zuecos de palo para el barroy de la noble manta de cas�lla.Sobre tu rostro hospitalario y cálidovenía el caballero del otoñoa calentar su barba entumeciday hasta la señorita primavera,levantando sus ruedos de percal,en�biaba sus frescas pantorrillas.Subs�tuido por la electricidad,por la llama del gas, por el petróleo,mañana por el átomo sumiso,tu rescoldo patriarcal y maternose va enfriando por los barrios bajos.Los braseros de bronce cinceladoingresan a las �endas de an�cuarioslos de fierro desnudo se arrinconanen las bodegas como trastos muertos.Tú tenías esas piedras preciosasde la inmovilidad y del sosiego.del an�guo y sagrado aburrimiento,de donde sacar ánimos y �empo.Ese �empo que ardía en tu pavesay que ya nunca más encontraremos.

De “Variaciones Domés�cas” - Ed. Alerce - 1958

Retina

Dulces chilenos

Estos dulces chilenosquebradizos y blancos,amables de alcayota,perfectos de merengue,ebrios de azúcar flor;estos leves cristales empolvadosse hacen expresamente-como se hizo también la flauta dulce-para ser asociados con an�guas imágenes:almuerzos en glorietas,rojizas polvaredas del veranodebajo de los álamos,perfil de dama heridapara siempre en el medio de una fiesta.

La música que emana de estos dulceses una realidad tan transparentecomo las tapias y las rosas blancasde Francisco González;birlochos de una estampa de Rugendas,fotogra�as de Valparaísoa principios de siglo.Al comernos, chupándonos los dedos,su dulzura tranquila,sin química, ni vuelta ni malicia, nos comemos un cielo lleno de ángelesy animales domés�cosy una casa de largos corredoresdonde duerme la lunay una silla de pajay una sombra.

Texto tomado de: “Antología de la poesía chilena contemporánea” - Alfonso Calderón - 1971.

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Extra tosc

situarlo en los orígenes de la poesía lárica, que en esos años hacía sus primeras armas (no olvidar que Jorge Tellier publicó su primer libro "Para ángeles y gorriones" en 1956). En un ar�culo publicado en Trilce el año 1971, el fallecido poeta Guillermo Quiñones refrenda tal idea incluyendo a Tellier como parte los poetas de la generación de los años 50, entre los que incluye a Raúl Rivera, ya que "todos ellos �enen insoslayables vínculos, conscientes y subconscien-tes, a menudo mágicos, con nuestra naturaleza y nuestro pueblo".

¿Publicó Rivera otros libros en Francia? Por el momento, eso quedará en la duda. Lo único cierto es que el �empo, como un camión cargado de arena, lo fue cubriendo, lo fue convir�endo, como a muchos escritores chilenos, en un silente médano. Apago el notebook. Y mientras observo la naturaleza e n fi e s t a d a d e s e p � e m b r e , l a naturaleza que Rivera parecía amar, pienso en los extraños rumbos que puede tomar la obra de un poeta. De la celebración fogosa a la negación. Y de la negación al olvido. Y del olvido a la liquidación en cajones de libros usados. Y de allí a las manos de un futuro poeta olvidado, un futuro poeta póstumo, que celebrando el olvido de un an�guo colega de oficio, se celebra también a sí mismo.

Elegía al brasero

Ya puesto en esa fila sumergidade los objetos que se desdibujancomo el final de un vals en el vacío,aún sobrevives por los extramurosy en las casas an�guas de los fundos.Y en los cuartos de viudas solitariasque hacen arder yerbitas olorosassobre tus flores de carbón de espino.Hermano del canasto y del refajo,de los zuecos de palo para el barroy de la noble manta de cas�lla.Sobre tu rostro hospitalario y cálidovenía el caballero del otoñoa calentar su barba entumeciday hasta la señorita primavera,levantando sus ruedos de percal,en�biaba sus frescas pantorrillas.Subs�tuido por la electricidad,por la llama del gas, por el petróleo,mañana por el átomo sumiso,tu rescoldo patriarcal y maternose va enfriando por los barrios bajos.Los braseros de bronce cinceladoingresan a las �endas de an�cuarioslos de fierro desnudo se arrinconanen las bodegas como trastos muertos.Tú tenías esas piedras preciosasde la inmovilidad y del sosiego.del an�guo y sagrado aburrimiento,de donde sacar ánimos y �empo.Ese �empo que ardía en tu pavesay que ya nunca más encontraremos.

De “Variaciones Domés�cas” - Ed. Alerce - 1958

Retina

Dulces chilenos

Estos dulces chilenosquebradizos y blancos,amables de alcayota,perfectos de merengue,ebrios de azúcar flor;estos leves cristales empolvadosse hacen expresamente-como se hizo también la flauta dulce-para ser asociados con an�guas imágenes:almuerzos en glorietas,rojizas polvaredas del veranodebajo de los álamos,perfil de dama heridapara siempre en el medio de una fiesta.

La música que emana de estos dulceses una realidad tan transparentecomo las tapias y las rosas blancasde Francisco González;birlochos de una estampa de Rugendas,fotogra�as de Valparaísoa principios de siglo.Al comernos, chupándonos los dedos,su dulzura tranquila,sin química, ni vuelta ni malicia, nos comemos un cielo lleno de ángelesy animales domés�cosy una casa de largos corredoresdonde duerme la lunay una silla de pajay una sombra.

Texto tomado de: “Antología de la poesía chilena contemporánea” - Alfonso Calderón - 1971.

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Retratos

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Hermano obrero

Ingenuo de los pétalos de salPor Melody Valenzuela

Por cada paso su cabeza baja hasta el suelo y mira sonriente brotes en cada cosa, espejo son sus ojos pintados de inocencia, una voz dulce y cálida cae desde su estomago, se mueve como temblando, nunca quieto, inconforme de todo, incluso de los movimientos del polvo. Me toma de las manos y me dice somos puro cariño y mira el suelo inquietante por las hormigas, la mejilla se le pliega y es ahí cuando sueña con pintar el mundo de amarillo, mirándome con las ojeras cepilladas, mientras se esconde tras la barba caída hasta el pecho. No esta loco, él es incapaz de hacerme daño, de violarme la cintura o apenarme hasta la lengua, sus ojos se han entristecido, rojizos, con la llegada de las mañanas. Me regala palabras de colores y hay momentos en que sueña con nubes en sus manos de arena ahuecada, sincero y �erno, paternal y buen lector, se toma la cabeza y se inquieta, sensible, se lamenta y llora porque se arrugaron las plantas, porque el sol lloró seco y el cielo murmuró a carcajadas humeantes, todo esto le dolió hasta el estomago y tuvo que correr por un cigarrillo. He vivido sin cariño, le dije. Y se refregó tanto el pie como suele hacerlo pensa�vo y sus uñas nuevamente se vis�eron todas de piedrecillas negras. Trabaja y vive como niño, saltando en un pie por los alambres, sonriendo y bailando algo parecido a la salsa, se anuda las cos�llas escondidas, juega hasta con la uñas me�das en los dientes. De una u otra forma acariciamos hasta el fuego, moduló mientras se le derre�an los ojos, dejándome cenizas doloridas en la piel, él deja pétalos de sal por donde toca. Yo tengo mi fuego que corre tras el sol, le dije, y miré como imitó al cielo mirándome café rojizo, con su piel pálida junto a mis pies pálidos desnudos. Me lo dijo su mirada, comentó orgulloso de su descubrimiento, como otros tantos que había conservado, y trenzó las piernas y la mente se le puso como loca, buscando pedazos de ladrillos quemados y quebrados, ahora estoy quemada enamorada, le susurré y la cara se le volvió toda luna, soñando con teteras blancas enlozadas para mi vida, que nunca guardé bajo la cama.

Tomado de “Especies protegidas” - Esperpen�a Ediciones - San�ago de Chile - 2007

27

La cosa comenzó hace unos meses, cuando

un montón de nuevos vecinos llegaron al

campo donde yo vivía desde hace más de

veinte años. Un �po que tenía varias

hectáreas, don Memo Ramírez, decidió

parcelar. Necesitaba dinero y la �erra era lo

único que le quedaba. Como consecuencia

el lugar, que era un espacio solitario y

silencioso, donde lo único que se veía y

escuchaba eran pájaros y cantos de pájaros,

se volvió un poblado donde familias neuró�-

cas que escapaban de la ciudad -que queda

a unos cincuenta minutos en vehículo-

establecieron sus flamantes viviendas.

Lamentablemente, junto con sus viviendas,

sus críos, sus aspiraciones burguesas y sus

traumas urbanos, los nuevos habitantes

trajeron sus juguetes para imbéciles. Me

refiero a cortadoras de césped, orilladoras,

equipos de sonido, taladros, sierras eléctri-

Juguetes para imbéciles

En ese momento, tal como confesé en los tribunales, se produjo un temblor. Un temblor pequeño, grado cuatro o cinco como máximo y algo cayó en la cocina. Fui a ver. Era un cuchillo zapallero. Estaba

en el suelo, reflejando los rayos del sol que se colaban por la ventana. Entendí el mensaje de inmediato. Y sin mayores

dilaciones me puse a trabajar.

Por Enrique Atenas

Narrativa

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Retratos

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Hermano obrero

Ingenuo de los pétalos de salPor Melody Valenzuela

Por cada paso su cabeza baja hasta el suelo y mira sonriente brotes en cada cosa, espejo son sus ojos pintados de inocencia, una voz dulce y cálida cae desde su estomago, se mueve como temblando, nunca quieto, inconforme de todo, incluso de los movimientos del polvo. Me toma de las manos y me dice somos puro cariño y mira el suelo inquietante por las hormigas, la mejilla se le pliega y es ahí cuando sueña con pintar el mundo de amarillo, mirándome con las ojeras cepilladas, mientras se esconde tras la barba caída hasta el pecho. No esta loco, él es incapaz de hacerme daño, de violarme la cintura o apenarme hasta la lengua, sus ojos se han entristecido, rojizos, con la llegada de las mañanas. Me regala palabras de colores y hay momentos en que sueña con nubes en sus manos de arena ahuecada, sincero y �erno, paternal y buen lector, se toma la cabeza y se inquieta, sensible, se lamenta y llora porque se arrugaron las plantas, porque el sol lloró seco y el cielo murmuró a carcajadas humeantes, todo esto le dolió hasta el estomago y tuvo que correr por un cigarrillo. He vivido sin cariño, le dije. Y se refregó tanto el pie como suele hacerlo pensa�vo y sus uñas nuevamente se vis�eron todas de piedrecillas negras. Trabaja y vive como niño, saltando en un pie por los alambres, sonriendo y bailando algo parecido a la salsa, se anuda las cos�llas escondidas, juega hasta con la uñas me�das en los dientes. De una u otra forma acariciamos hasta el fuego, moduló mientras se le derre�an los ojos, dejándome cenizas doloridas en la piel, él deja pétalos de sal por donde toca. Yo tengo mi fuego que corre tras el sol, le dije, y miré como imitó al cielo mirándome café rojizo, con su piel pálida junto a mis pies pálidos desnudos. Me lo dijo su mirada, comentó orgulloso de su descubrimiento, como otros tantos que había conservado, y trenzó las piernas y la mente se le puso como loca, buscando pedazos de ladrillos quemados y quebrados, ahora estoy quemada enamorada, le susurré y la cara se le volvió toda luna, soñando con teteras blancas enlozadas para mi vida, que nunca guardé bajo la cama.

Tomado de “Especies protegidas” - Esperpen�a Ediciones - San�ago de Chile - 2007

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La cosa comenzó hace unos meses, cuando

un montón de nuevos vecinos llegaron al

campo donde yo vivía desde hace más de

veinte años. Un �po que tenía varias

hectáreas, don Memo Ramírez, decidió

parcelar. Necesitaba dinero y la �erra era lo

único que le quedaba. Como consecuencia

el lugar, que era un espacio solitario y

silencioso, donde lo único que se veía y

escuchaba eran pájaros y cantos de pájaros,

se volvió un poblado donde familias neuró�-

cas que escapaban de la ciudad -que queda

a unos cincuenta minutos en vehículo-

establecieron sus flamantes viviendas.

Lamentablemente, junto con sus viviendas,

sus críos, sus aspiraciones burguesas y sus

traumas urbanos, los nuevos habitantes

trajeron sus juguetes para imbéciles. Me

refiero a cortadoras de césped, orilladoras,

equipos de sonido, taladros, sierras eléctri-

Juguetes para imbéciles

En ese momento, tal como confesé en los tribunales, se produjo un temblor. Un temblor pequeño, grado cuatro o cinco como máximo y algo cayó en la cocina. Fui a ver. Era un cuchillo zapallero. Estaba

en el suelo, reflejando los rayos del sol que se colaban por la ventana. Entendí el mensaje de inmediato. Y sin mayores

dilaciones me puse a trabajar.

Por Enrique Atenas

Narrativa

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NarrativaNarrativa

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cas, motocross y otros artefactos que,

según la propaganda oficial, mejoran la

calidad de vida de las personas. El ruido

infernal de estos artefactos comenzó a

invadir mi vida. Un motor o los tambores

de alguna canción sonaban constante-

mente en mi cabeza. Era la peor banda

sonora que alguien pudiera desear. Los

pájaros dejaron de escucharse y de verse.

A los pocos meses tuve una depresión

nerviosa que me tuvo al borde del

suicidio. Pensé, muchas veces, llamar a

carabineros para que fiscalizaran a los

dueños de tan estruendosos aparatos.

Pero mi ideología me lo impedía. Actuar

en conjunto con las fuerzas represivas

estatales iba en contra de mis principios

más profundos. Se decía, además, que los

pacos eran cien por ciento inú�les, que no

solucionaban nada, que se la pasaban en

el cuartel viendo tele y comiendo sand-

wichs de pernil, que en la única parte que

funcionaban era en San�ago, en el barrio

alto, donde moraban sus amos.

Una mañana de domingo, encerrado en

mi dormitorio, me dije que tenía que

abandonar la ac�tud pasiva que hasta el

momento había tenido. Y hacer algo. El

problema es que no se me ocurría nada,

yo trabajaba la �erra, me dedicaba a

cul�var frutales y hortalizas, y no tenía

idea cómo controlar an�sociales. Mi

opción de vida, que consis�a en auto

sustentarme para no caer en las garras de

alguna empresa explotadora, no me

entregaba herramientas para resolver la

invasión sonora. Sin respuestas, tomé un

libro de Bakounine e intenté leer. Eso me

haría bien. Mi comunismo libertario que,

dada la inexistencia de compañeros de

clase, se había conver�do en individualis-

mo libertario, podría darme alguna

respuesta, alguna idea. O, al menos,

hacerme pensar en un mundo diferente,

un mundo donde las clases populares no

están repletas de lumpen, esclavos

asumidos y arribistas. En ese momento,

tal como confesé en los tribunales, se

produjo un temblor. Un temblor pequeño,

grado cuatro o cinco como máximo y algo

cayó en la cocina. Fui a ver. Era un cuchillo

zapallero. Estaba en el suelo, reflejando

los rayos del sol que se colaban por la

ventana. Entendí el mensaje de inmedia-

to. Y sin mayores dilaciones me puse a

trabajar.

Lo primero que hice fue clasificar los

juguetes de los imbéciles de acuerdo a su

grado de peligrosidad sonora. Algunas,

me dije, son herramientas de desmaleza-

miento que, en los espacios amplios que

hay en el campo, pueden entenderse

como necesarias. Orilladoras y cortadoras

de césped son, además, máquinas que no

se ocupan todos los días, sino en períodos

específicos como la primavera. Eso para

los que ocupan tales juguetes, porque yo,

en mi terreno, arrancaba la maleza con las

manos. Eso me hacía bien, eso me

relajaba. Analicé, después, de manera

concienzuda, el uso de otras herramien-

tas escandalosas, como taladros y sierras,

que también consideré, al terminar mi

evaluación, como males necesarios, ya

que la mayoría de las nuevas casas

estaban en proceso de construcción.

Llegué, finalmente, a dos juguetes que me

parecieron, además de innecesarios, ultra

dañinos. Primero, los equipos de sonido,

que muchos escuchan a todo volumen, ya

sea en sus casas o en sus autos, o usan

para cantar desafinados karaokes,

entonando la música de mierda con que el

sistema entrena a sus simios sen�menta-

les. Segundo, las motocross que circula-

ban diariamente por los caminos de �erra

del poblado, manejadas por jóvenes sin

sesos, ves�dos con trajes para jóvenes sin

sesos, amparados por padres sin sesos,

que acelerando brutalmente, muchas

veces sin tubos de escape ni silenciadores,

estremecían el aire y los �mpanos.

Tras pensarlo un par de días, decidí que mi acción jus�ciera se orientaría, primero, hacia los motoqueros. Ellos, me dije, son los más imbéciles de todos. Se mueven en un aparato que, según la publicidad imperialista, entrega libertad, lo que es una men�ra enorme: nadie se hace libre por andar en una moto. También los publicistas indican que esta ac�vidad integra al piloto con la naturaleza, lo que es falso, ya que la moto contamina mediante ruidos, atropello de plantas e insectos y la expulsión de gases, desinte-grando la naturaleza y por ende su relación con el imbécil que la conduce. Además, quienes manejan estos aparatos se consideran depor�stas, siendo que en estas máquinas el motor hace la fuerza, el piloto no es más que una especie de inválido que va sobre ella. Cierto es que, para carreras largas y por caminos pedregosos, se requiere un buen estado

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NarrativaNarrativa

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cas, motocross y otros artefactos que,

según la propaganda oficial, mejoran la

calidad de vida de las personas. El ruido

infernal de estos artefactos comenzó a

invadir mi vida. Un motor o los tambores

de alguna canción sonaban constante-

mente en mi cabeza. Era la peor banda

sonora que alguien pudiera desear. Los

pájaros dejaron de escucharse y de verse.

A los pocos meses tuve una depresión

nerviosa que me tuvo al borde del

suicidio. Pensé, muchas veces, llamar a

carabineros para que fiscalizaran a los

dueños de tan estruendosos aparatos.

Pero mi ideología me lo impedía. Actuar

en conjunto con las fuerzas represivas

estatales iba en contra de mis principios

más profundos. Se decía, además, que los

pacos eran cien por ciento inú�les, que no

solucionaban nada, que se la pasaban en

el cuartel viendo tele y comiendo sand-

wichs de pernil, que en la única parte que

funcionaban era en San�ago, en el barrio

alto, donde moraban sus amos.

Una mañana de domingo, encerrado en

mi dormitorio, me dije que tenía que

abandonar la ac�tud pasiva que hasta el

momento había tenido. Y hacer algo. El

problema es que no se me ocurría nada,

yo trabajaba la �erra, me dedicaba a

cul�var frutales y hortalizas, y no tenía

idea cómo controlar an�sociales. Mi

opción de vida, que consis�a en auto

sustentarme para no caer en las garras de

alguna empresa explotadora, no me

entregaba herramientas para resolver la

invasión sonora. Sin respuestas, tomé un

libro de Bakounine e intenté leer. Eso me

haría bien. Mi comunismo libertario que,

dada la inexistencia de compañeros de

clase, se había conver�do en individualis-

mo libertario, podría darme alguna

respuesta, alguna idea. O, al menos,

hacerme pensar en un mundo diferente,

un mundo donde las clases populares no

están repletas de lumpen, esclavos

asumidos y arribistas. En ese momento,

tal como confesé en los tribunales, se

produjo un temblor. Un temblor pequeño,

grado cuatro o cinco como máximo y algo

cayó en la cocina. Fui a ver. Era un cuchillo

zapallero. Estaba en el suelo, reflejando

los rayos del sol que se colaban por la

ventana. Entendí el mensaje de inmedia-

to. Y sin mayores dilaciones me puse a

trabajar.

Lo primero que hice fue clasificar los

juguetes de los imbéciles de acuerdo a su

grado de peligrosidad sonora. Algunas,

me dije, son herramientas de desmaleza-

miento que, en los espacios amplios que

hay en el campo, pueden entenderse

como necesarias. Orilladoras y cortadoras

de césped son, además, máquinas que no

se ocupan todos los días, sino en períodos

específicos como la primavera. Eso para

los que ocupan tales juguetes, porque yo,

en mi terreno, arrancaba la maleza con las

manos. Eso me hacía bien, eso me

relajaba. Analicé, después, de manera

concienzuda, el uso de otras herramien-

tas escandalosas, como taladros y sierras,

que también consideré, al terminar mi

evaluación, como males necesarios, ya

que la mayoría de las nuevas casas

estaban en proceso de construcción.

Llegué, finalmente, a dos juguetes que me

parecieron, además de innecesarios, ultra

dañinos. Primero, los equipos de sonido,

que muchos escuchan a todo volumen, ya

sea en sus casas o en sus autos, o usan

para cantar desafinados karaokes,

entonando la música de mierda con que el

sistema entrena a sus simios sen�menta-

les. Segundo, las motocross que circula-

ban diariamente por los caminos de �erra

del poblado, manejadas por jóvenes sin

sesos, ves�dos con trajes para jóvenes sin

sesos, amparados por padres sin sesos,

que acelerando brutalmente, muchas

veces sin tubos de escape ni silenciadores,

estremecían el aire y los �mpanos.

Tras pensarlo un par de días, decidí que mi acción jus�ciera se orientaría, primero, hacia los motoqueros. Ellos, me dije, son los más imbéciles de todos. Se mueven en un aparato que, según la publicidad imperialista, entrega libertad, lo que es una men�ra enorme: nadie se hace libre por andar en una moto. También los publicistas indican que esta ac�vidad integra al piloto con la naturaleza, lo que es falso, ya que la moto contamina mediante ruidos, atropello de plantas e insectos y la expulsión de gases, desinte-grando la naturaleza y por ende su relación con el imbécil que la conduce. Además, quienes manejan estos aparatos se consideran depor�stas, siendo que en estas máquinas el motor hace la fuerza, el piloto no es más que una especie de inválido que va sobre ella. Cierto es que, para carreras largas y por caminos pedregosos, se requiere un buen estado

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Narrativa

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�sico, pero ese buen estado �sico se ob�ene haciendo ejercicios, no montado sobre la metálica bes�a.

Una vez tomada la decisión comencé a merodear los caminos buscando un motoquero que me sirviera de ejemplo. Andaba siempre con Bakounine, así le había puesto a mi cuchillo zapallero. Entretanto me preguntaba por qué la gente necesita hacer ruidos, invadiendo a los otros. Me dije que la causa estaba, además de la estupidez de muchos, en el modelo que gobierna nuestro país, una democracia representa�va que impide la expresión de la gente, no los deja par�ci-par, no los deja hablar, no los deja tener una voz. A cambio de eso les vende juguetes sonoros. Así pueden expresarse, así pueden hacerse notar, así pueden decir "aquí estoy, existo".

Recorrí los caminos durante una semana. El fuego de la anarquía me acompañaba. Un día, al atardecer, me encontré con un motoquero en un camino solitario. Era el imbécil que el des�no me enviaba. Lo hice parar. El �po se detuvo. Andaba con un casco y esa ropa colorida que usan para llenar de bramidos mecánicos el ambien-te. Me preguntó si me pasaba algo. Le dije que me había doblado una pierna. El �po se quitó el casco y se acercó a mi lado, ofreciéndome ayuda. Le miré la cara, no tenía más de veinte años. Acepté su ayuda

y cuando se acercó aún más saqué a Bakounine de mi bolsillo y lo acerqué a su cuello. Le pregunté si sabía que los trinos de los pájaros eran maravillosos. Me dijo que sabía. Le pregunte si sabía que el ronquido de su motor espantaba a los pájaros y acallaba sus cantos. Me dijo que sabía. Le pregunté si sabía que los cami-nos no son una pista de motocrós. Me dijo que sabía. Le pregunte si sabía que existen pistas especiales para motoqueros. Me dijo que sabía. Le pregunte, entonces, por qué hacía funcionar su juguete para imbécil en el poblado. Entonces salió con una respuesta realmente ridícula: son unas vueltas no más, dijo. Yo, que había soportado durante meses sus ruidos, me llené de rabia. Le expliqué, primero, que era un perro idiota amaestrado por el capitalismo. El imbécil no entendió nada. Entonces Bakounine, cobrando vida propia, saltó a su ojo izquierdo y lo sacó de cuajo. El filósofo me estaba diciendo una gran verdad: el motoquero no merecía admirar la naturaleza. Parece que ese ojo idiota ahora no funciona, le grité, mien-tras la sangre circulaba raudamente por su cara y cuello, manchando su traje colorido. Instantáneamente, y mientras el motoquero gritaba pidiendo clemencia, Bakounine fue por su ojo derecho, que arrancó con un corte limpio y jus�ciero. Luego vino el turno de la lengua, Bakounine, ahora, quería acallarlo. El �po cayó al suelo emi�endo unos sonidos

espantosos, casi peores que los ruidos del motor de su juguete para imbécil. Estuvo un rato allí, sangrando, mientras unos queltehues pasaron por el cielo cantando. Escuché a las aves, alucinado, sin�endo que las había liberado de una condena. Después tomé la moto y vacié el estanque en el cuerpo del imbécil, arrojándole fuego. Eso es lo que recuerdo.

Al día siguiente apareció carabineros por mi casa. Alguien me había visto huyendo del lugar del acto jus�ciero. Yo estaba en cama, lleno de sangre seca, aún con Bakounine en las manos. Salí a entregar-me. Confiaba en que la jus�cia me absolvería. No había hecho nada malo. Sólo había acabado con un imbécil que atentaba contra la paz común, la convi-vencia y la naturaleza. Había realizado un acto de jus�cia popular. Ahora tenía que seguir mi labor con los imbéciles de los equipos de sonido. Lamentablemente las leyes de este país no van de la mano con la libertad individual y el sen�do común y

después de pasar por las manos de un montón de sicólogos, que me declararon imputable, una jueza me mandó al calabozo por veinte años. Largo �empo, sin duda, pero acá adentro, al menos, no hay motos ni otro �po de juguetes para imbéciles. A lo más radios a pilas que no me alteran demasiado. Los evangélicos, que chillaban su amor a dios, recibieron también su dosis de jus�cia popular. El pastor perdió la lengua y sus cultos se han vuelto muy discretos, muy respetuosos del espacio ajeno. En ese sen�do estoy mejor. Tal vez por eso Bakounine hizo lo que hizo. Me condujo a este mundo silencioso y, como dice mi madre, que a veces va a regar las plantas de mi campo, también logró que las motos dejen de pasar. Ha bajado mucho el paso de motoqueros, me cuenta. Y esboza una sonrisa media triste. Y yo me siento feliz. Y espero salir pronto para encargarme, junto a Bakounine, del tema de los equipos de sonido, que -según mi misma madre- está totalmente fuera de control.

Narrativa

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Narrativa

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�sico, pero ese buen estado �sico se ob�ene haciendo ejercicios, no montado sobre la metálica bes�a.

Una vez tomada la decisión comencé a merodear los caminos buscando un motoquero que me sirviera de ejemplo. Andaba siempre con Bakounine, así le había puesto a mi cuchillo zapallero. Entretanto me preguntaba por qué la gente necesita hacer ruidos, invadiendo a los otros. Me dije que la causa estaba, además de la estupidez de muchos, en el modelo que gobierna nuestro país, una democracia representa�va que impide la expresión de la gente, no los deja par�ci-par, no los deja hablar, no los deja tener una voz. A cambio de eso les vende juguetes sonoros. Así pueden expresarse, así pueden hacerse notar, así pueden decir "aquí estoy, existo".

Recorrí los caminos durante una semana. El fuego de la anarquía me acompañaba. Un día, al atardecer, me encontré con un motoquero en un camino solitario. Era el imbécil que el des�no me enviaba. Lo hice parar. El �po se detuvo. Andaba con un casco y esa ropa colorida que usan para llenar de bramidos mecánicos el ambien-te. Me preguntó si me pasaba algo. Le dije que me había doblado una pierna. El �po se quitó el casco y se acercó a mi lado, ofreciéndome ayuda. Le miré la cara, no tenía más de veinte años. Acepté su ayuda

y cuando se acercó aún más saqué a Bakounine de mi bolsillo y lo acerqué a su cuello. Le pregunté si sabía que los trinos de los pájaros eran maravillosos. Me dijo que sabía. Le pregunte si sabía que el ronquido de su motor espantaba a los pájaros y acallaba sus cantos. Me dijo que sabía. Le pregunté si sabía que los cami-nos no son una pista de motocrós. Me dijo que sabía. Le pregunte si sabía que existen pistas especiales para motoqueros. Me dijo que sabía. Le pregunte, entonces, por qué hacía funcionar su juguete para imbécil en el poblado. Entonces salió con una respuesta realmente ridícula: son unas vueltas no más, dijo. Yo, que había soportado durante meses sus ruidos, me llené de rabia. Le expliqué, primero, que era un perro idiota amaestrado por el capitalismo. El imbécil no entendió nada. Entonces Bakounine, cobrando vida propia, saltó a su ojo izquierdo y lo sacó de cuajo. El filósofo me estaba diciendo una gran verdad: el motoquero no merecía admirar la naturaleza. Parece que ese ojo idiota ahora no funciona, le grité, mien-tras la sangre circulaba raudamente por su cara y cuello, manchando su traje colorido. Instantáneamente, y mientras el motoquero gritaba pidiendo clemencia, Bakounine fue por su ojo derecho, que arrancó con un corte limpio y jus�ciero. Luego vino el turno de la lengua, Bakounine, ahora, quería acallarlo. El �po cayó al suelo emi�endo unos sonidos

espantosos, casi peores que los ruidos del motor de su juguete para imbécil. Estuvo un rato allí, sangrando, mientras unos queltehues pasaron por el cielo cantando. Escuché a las aves, alucinado, sin�endo que las había liberado de una condena. Después tomé la moto y vacié el estanque en el cuerpo del imbécil, arrojándole fuego. Eso es lo que recuerdo.

Al día siguiente apareció carabineros por mi casa. Alguien me había visto huyendo del lugar del acto jus�ciero. Yo estaba en cama, lleno de sangre seca, aún con Bakounine en las manos. Salí a entregar-me. Confiaba en que la jus�cia me absolvería. No había hecho nada malo. Sólo había acabado con un imbécil que atentaba contra la paz común, la convi-vencia y la naturaleza. Había realizado un acto de jus�cia popular. Ahora tenía que seguir mi labor con los imbéciles de los equipos de sonido. Lamentablemente las leyes de este país no van de la mano con la libertad individual y el sen�do común y

después de pasar por las manos de un montón de sicólogos, que me declararon imputable, una jueza me mandó al calabozo por veinte años. Largo �empo, sin duda, pero acá adentro, al menos, no hay motos ni otro �po de juguetes para imbéciles. A lo más radios a pilas que no me alteran demasiado. Los evangélicos, que chillaban su amor a dios, recibieron también su dosis de jus�cia popular. El pastor perdió la lengua y sus cultos se han vuelto muy discretos, muy respetuosos del espacio ajeno. En ese sen�do estoy mejor. Tal vez por eso Bakounine hizo lo que hizo. Me condujo a este mundo silencioso y, como dice mi madre, que a veces va a regar las plantas de mi campo, también logró que las motos dejen de pasar. Ha bajado mucho el paso de motoqueros, me cuenta. Y esboza una sonrisa media triste. Y yo me siento feliz. Y espero salir pronto para encargarme, junto a Bakounine, del tema de los equipos de sonido, que -según mi misma madre- está totalmente fuera de control.

Narrativa

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Fotografía Fotografía

Estas fotos muestran el presente de esta zona, que antaño fue pura y limpia, sin banderitas chilenas �radas y quemadas por el sol, sin zapatos olvidados, resecados; ni perros putrefactos que h ier ven e l ambiente . Neumá�cos enterrados parecen ser la próxima cosecha de este predio olvidado en medio de los potreros de Batuco, sembrado de basura a campo traviesa, atentado hecho por giles que sueltan sus desperdicios como quien �ra una prenda al tacho de los estropajos, contaminación germinada por esa misma gente que dice amar su país y sin embargo convierte sus campos de pastoreo en depósitos de desechos.

VestigiosContaminantes

Por Emilio Serey Cas�llo

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Fotografía Fotografía

Estas fotos muestran el presente de esta zona, que antaño fue pura y limpia, sin banderitas chilenas �radas y quemadas por el sol, sin zapatos olvidados, resecados; ni perros putrefactos que h ier ven e l ambiente . Neumá�cos enterrados parecen ser la próxima cosecha de este predio olvidado en medio de los potreros de Batuco, sembrado de basura a campo traviesa, atentado hecho por giles que sueltan sus desperdicios como quien �ra una prenda al tacho de los estropajos, contaminación germinada por esa misma gente que dice amar su país y sin embargo convierte sus campos de pastoreo en depósitos de desechos.

VestigiosContaminantes

Por Emilio Serey Cas�llo

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Accesorios para curas

En este número, chicas y chicos, no propondré a nuestros lectores una glamorosa prenda de ves�r, sino que me dedicaré a los accesorios, que son tan importantes y geniales para lucir bien. Sí, porque los accesorios complementan y dan sen�do al conjunto, diciendo eso “extra” que a veces no podemos expresar con palabras. No serán, por supuesto, accesorios para cualquiera, esta revista es muy fina para eso, sino accesorios para nuestros queridos sacerdotes católicos, desde el más alto obispo san�aguino -con conexiones directas con Ciudad Gomorra- hasta los más básicos peones de la fe, los curas rurales, entre ellos los de Lampa y Batuco. Mi propuesta, para ellos, consiste en un par de accesorios que permitan sintonizar su esencia con su presencia. Sí, porque esos pesados ves�dones negros, tan de solterona austera, tan de vieja avara con la comida y el sexo, ya no reflejan lo que ellos transmiten. Por eso, en primerísimo primer lugar, recomiendo un acceso-rio que nos permi�rá iden�ficar -con ni�dez- el firme espíritu siciliano que hay en cada oveja va�cana: un clásico y dis�ngui-do sombrero de mafioso. Fuera las mitras y todos esos gorritos ridículos, pasados de época. El truco, ahora, es público. Ya no hay magia. Hay estafa. Y qué mejor que estafar con un sombre-ro de matón. El segundo accesorio que propongo es un finísimo crucifijo de oro en 21 kilates, que incluye un Cristo de pla�no con ojos de diamantes azules y go�tas de sangre formadas por rubíes. Se trata de un accesorio perfecto para que el sombrero mafioso no opaque el amor a Dios. Amor que a todos nos conmueve. Sí, porque todos amamos el dinero, a quien no le hacen bien unas lucas -da lo mismo que vengan en forma de cruz- pero los pupilos de Francisco I, hay que recono-cerlo, son maestros en el tema. Tal vez me faltaron unos guantes, son tan necesarios los guantes para un mafioso, pero eso quedará para más adelante. Chao, chao.

Por Monona Fontecilla

ModaFotografía

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Accesorios para curas

En este número, chicas y chicos, no propondré a nuestros lectores una glamorosa prenda de ves�r, sino que me dedicaré a los accesorios, que son tan importantes y geniales para lucir bien. Sí, porque los accesorios complementan y dan sen�do al conjunto, diciendo eso “extra” que a veces no podemos expresar con palabras. No serán, por supuesto, accesorios para cualquiera, esta revista es muy fina para eso, sino accesorios para nuestros queridos sacerdotes católicos, desde el más alto obispo san�aguino -con conexiones directas con Ciudad Gomorra- hasta los más básicos peones de la fe, los curas rurales, entre ellos los de Lampa y Batuco. Mi propuesta, para ellos, consiste en un par de accesorios que permitan sintonizar su esencia con su presencia. Sí, porque esos pesados ves�dones negros, tan de solterona austera, tan de vieja avara con la comida y el sexo, ya no reflejan lo que ellos transmiten. Por eso, en primerísimo primer lugar, recomiendo un acceso-rio que nos permi�rá iden�ficar -con ni�dez- el firme espíritu siciliano que hay en cada oveja va�cana: un clásico y dis�ngui-do sombrero de mafioso. Fuera las mitras y todos esos gorritos ridículos, pasados de época. El truco, ahora, es público. Ya no hay magia. Hay estafa. Y qué mejor que estafar con un sombre-ro de matón. El segundo accesorio que propongo es un finísimo crucifijo de oro en 21 kilates, que incluye un Cristo de pla�no con ojos de diamantes azules y go�tas de sangre formadas por rubíes. Se trata de un accesorio perfecto para que el sombrero mafioso no opaque el amor a Dios. Amor que a todos nos conmueve. Sí, porque todos amamos el dinero, a quien no le hacen bien unas lucas -da lo mismo que vengan en forma de cruz- pero los pupilos de Francisco I, hay que recono-cerlo, son maestros en el tema. Tal vez me faltaron unos guantes, son tan necesarios los guantes para un mafioso, pero eso quedará para más adelante. Chao, chao.

Por Monona Fontecilla

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Facebook, una de las redes sociales más importantes de los úl�mos �empos, ha generado una gran interrogante: ¿Face-book nos vuelve solitarios? Para muchos éste es una herramienta necesaria en el día a día. No se han puesto a pensar que Facebook, que resulta casi etéreo y nos crea un estado de dependencia hacia él, nos hunde en la en la soledad de manera especial, casi sigilosa.

A pesar de que Facebook ayuda en la comunicación con las personas, también nos desfavorece, pues sen�mos un enorme deseo de mostrar al mundo la imagen que él quiere de nosotros, dejando en claro la perfecta vida que poseemos a través de una sonrisa virtual. Claro que esta red nos hace creer que es inmarcesible, y sin duda alguna lo es, no

se desvanecerá y estará disponible si la necesitamos, pero esto es solo una ilusión, ya que si bien no se irá o no nos “romperá el corazón” no �ene la capacidad de reemplazar la esencia de un ser humano, cosa que es fundamental para vivir. Facebook nos sumerge en un maravilloso mundo virtual en el que podemos ser lo que nosotros deseamos sin consecuencia alguna, en otras palabras, un paraíso de la men�ra, que por supuesto va sujeta a la soledad al momento de hacer “clic” en aquel botón para cerrar sesión.

Sin esta red social la persona probable-mente en la vida real, presentará algo así como una epifanía en donde nos daría-mos cuenta de quién es el real y verdade-ro sujeto que se esconde detrás de su

Facebook nos sumerge en un maravilloso mundo virtual en el que podemos ser lo que nosotros

deseamos sin consecuencia alguna, en otras pala-bras, un paraíso de la men�ra, que por supuesto va sujeta a la soledad al momento de hacer “clic” en

aquel botón para cerrar sesión.

Facebook y la soledad

Por Isidora Farías B.

Colaboraciones de nuestros lectores Colaboraciones de nuestros lectores

perfil. De seguro que Facebook nos permite ocultar nuestra verdadera iden�dad, pero esto llega hasta cuando miramos frente a frente a la persona, y es en este punto en el que quedamos a la deriva y no sabemos reaccionar ante situaciones simples, ya que no es posible bajar la ventanilla de la conversación y hacer esperar a nuestro interlocutor; simplemente hasta acá llega nuestra men�ra y supuesta seguridad sobre nosotros mismos. De esta manera las relaciones se ven afectadas y nuevamen-te volvemos a ese círculo vicioso en el que mostrar una imagen falsa sobre nosotros es la solución del momento, luego viene la hora de la verdad y nos vemos solos, incapaces de expresarnos sin dar un “like” o dejar un comentario abajo del estado que esa persona se inventó. Las relacio-nes, así, finalmente se vuelven e�meras y algo decepcionantes. ¿Cuántas oportuni-dades se han perdido las personas en la

vida real por estar conectados a la vida virtual? Para muchos el sonido de la no�ficaciones no �ene nada de melifluo, es relevante, debido a qué éstas te avisan que en algo estás siendo tomado en cuenta. Esto puede generar una sensa-ción de sa�sfacción, pero escucha bien: ese sonido es momentáneo al igual que esa sensación.

Deja de una vez por todas, la curiosidad morbosa de saber sobre vidas ajenas y alimentar a los demás con la tuya, toma la inicia�va, Facebook no solucionará tus problemas, no contribuirá a tu autoes�-ma, por el contrario te dejará solo y sin reales oportunidades en la vida. Tal vez estás buscando algo, sin embargo se puede producir una especie de serendi-pia si en vez de pinchar en búsqueda, das un paseo por el mundo real.

N. de la R.: La autora nació en octubre de 1999.

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Facebook, una de las redes sociales más importantes de los úl�mos �empos, ha generado una gran interrogante: ¿Face-book nos vuelve solitarios? Para muchos éste es una herramienta necesaria en el día a día. No se han puesto a pensar que Facebook, que resulta casi etéreo y nos crea un estado de dependencia hacia él, nos hunde en la en la soledad de manera especial, casi sigilosa.

A pesar de que Facebook ayuda en la comunicación con las personas, también nos desfavorece, pues sen�mos un enorme deseo de mostrar al mundo la imagen que él quiere de nosotros, dejando en claro la perfecta vida que poseemos a través de una sonrisa virtual. Claro que esta red nos hace creer que es inmarcesible, y sin duda alguna lo es, no

se desvanecerá y estará disponible si la necesitamos, pero esto es solo una ilusión, ya que si bien no se irá o no nos “romperá el corazón” no �ene la capacidad de reemplazar la esencia de un ser humano, cosa que es fundamental para vivir. Facebook nos sumerge en un maravilloso mundo virtual en el que podemos ser lo que nosotros deseamos sin consecuencia alguna, en otras palabras, un paraíso de la men�ra, que por supuesto va sujeta a la soledad al momento de hacer “clic” en aquel botón para cerrar sesión.

Sin esta red social la persona probable-mente en la vida real, presentará algo así como una epifanía en donde nos daría-mos cuenta de quién es el real y verdade-ro sujeto que se esconde detrás de su

Facebook nos sumerge en un maravilloso mundo virtual en el que podemos ser lo que nosotros

deseamos sin consecuencia alguna, en otras pala-bras, un paraíso de la men�ra, que por supuesto va sujeta a la soledad al momento de hacer “clic” en

aquel botón para cerrar sesión.

Facebook y la soledad

Por Isidora Farías B.

Colaboraciones de nuestros lectores Colaboraciones de nuestros lectores

perfil. De seguro que Facebook nos permite ocultar nuestra verdadera iden�dad, pero esto llega hasta cuando miramos frente a frente a la persona, y es en este punto en el que quedamos a la deriva y no sabemos reaccionar ante situaciones simples, ya que no es posible bajar la ventanilla de la conversación y hacer esperar a nuestro interlocutor; simplemente hasta acá llega nuestra men�ra y supuesta seguridad sobre nosotros mismos. De esta manera las relaciones se ven afectadas y nuevamen-te volvemos a ese círculo vicioso en el que mostrar una imagen falsa sobre nosotros es la solución del momento, luego viene la hora de la verdad y nos vemos solos, incapaces de expresarnos sin dar un “like” o dejar un comentario abajo del estado que esa persona se inventó. Las relacio-nes, así, finalmente se vuelven e�meras y algo decepcionantes. ¿Cuántas oportuni-dades se han perdido las personas en la

vida real por estar conectados a la vida virtual? Para muchos el sonido de la no�ficaciones no �ene nada de melifluo, es relevante, debido a qué éstas te avisan que en algo estás siendo tomado en cuenta. Esto puede generar una sensa-ción de sa�sfacción, pero escucha bien: ese sonido es momentáneo al igual que esa sensación.

Deja de una vez por todas, la curiosidad morbosa de saber sobre vidas ajenas y alimentar a los demás con la tuya, toma la inicia�va, Facebook no solucionará tus problemas, no contribuirá a tu autoes�-ma, por el contrario te dejará solo y sin reales oportunidades en la vida. Tal vez estás buscando algo, sin embargo se puede producir una especie de serendi-pia si en vez de pinchar en búsqueda, das un paseo por el mundo real.

N. de la R.: La autora nació en octubre de 1999.

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