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EL FIN DE LOS AMORES DE TEÁGENES Y CARICLEA, Y LOS FINES DEL PERSILES David A. Boruchoff McGill University En una epístola famosa, Horacio aconseja a los que pretenden divulgar los méritos de una obra literaria que lo piensen mucho antes de hacerlo, porque semel emissum volat irrevocabile ver- bum: una vez emitida, la palabra vuela sin que la pueda revocar su autor. 1 Repetida y aplicada a la práctica de la literatura en ge- neral en la Epístola a los Pisones o Arte poética,' esta advertencia forma parte de nuestra cultura, figurando entre los refranes de Gonzalo Correas en 1627, y en el proverbio portugués palavra e pedra solta atrás nao volta. 3 Si Cervantes respeta en parte este precepto, reservando los primeros dos libros de su Persiles no só- lo los nueve años aconsejados por Horacio, sino otros ocho o do- ce más, la breve frase con la que pregona la futura publicación de esta novela en el prólogo a las Novelas ejemplares es otra cosa, porque en ella, entre alardes y promesas precipitadas, él declara que el Persiles "se atreve a competir con Heliodoro, si ya por atrevido no sale con las manos en la cabeza". 4 Así como ocurre en los demás prólogos de Cervantes, el colo- fón que promete ésta y otras obras aún por acabar es poco logrado en comparación con las afirmaciones que lo preceden, por tanto que sirve de despedida y no de explicación. Y, como en la dedi- catoria al Conde de Lemos del Quijote de 1615, que asimismo cierra con la poco firme seguridad que Los trabajos de Persiles y Sigismundo "ha de ser o el más malo o el mejor [libro] que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entrete- nimiento; y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad posible", el pregón de futuras publicaciones no debe tomarse por juicio crítico, sobre todo cuando su ironía y descon- ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. David A. BORUCHOFF. El fin de los amores de Teágen...

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EL FIN DE LOS AMORES DE TEÁGENES Y CARICLEA, Y LOS FINES DEL PERSILES

David A. Boruchoff McGill University

En una epístola famosa, Horacio aconseja a los que pretenden divulgar los méritos de una obra literaria que lo piensen mucho antes de hacerlo, porque semel emissum volat irrevocabile ver-bum: una vez emitida, la palabra vuela sin que la pueda revocar su autor. 1 Repetida y aplicada a la práctica de la literatura en ge­neral en la Epístola a los Pisones o Arte poética,' esta advertencia forma parte de nuestra cultura, figurando entre los refranes de Gonzalo Correas en 1627, y en el proverbio portugués palavra e pedra solta atrás nao volta.3 Si Cervantes respeta en parte este precepto, reservando los primeros dos libros de su Persiles no só­lo los nueve años aconsejados por Horacio, sino otros ocho o do­ce más, la breve frase con la que pregona la futura publicación de esta novela en el prólogo a las Novelas ejemplares es otra cosa, porque en ella, entre alardes y promesas precipitadas, él declara que el Persiles "se atreve a competir con Heliodoro, si ya por atrevido no sale con las manos en la cabeza". 4

Así como ocurre en los demás prólogos de Cervantes, el colo­fón que promete ésta y otras obras aún por acabar es poco logrado en comparación con las afirmaciones que lo preceden, por tanto que sirve de despedida y no de explicación. Y, como en la dedi­catoria al Conde de Lemos del Quijote de 1615, que asimismo cierra con la poco firme seguridad que Los trabajos de Persiles y Sigismundo "ha de ser o el más malo o el mejor [libro] que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entrete­nimiento; y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad posible", el pregón de futuras publicaciones no debe tomarse por juicio crítico, sobre todo cuando su ironía y descon-

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fianza son palpables y, como anota Avalle-Arce, "peca ya de des­mesurado autobombo". 6

En fin, es posible que Cervantes tenía algún aspecto concreto en mente al escribir que su Persiles "se atreve a competir con Heliodoro" y que, de acuerdo con la opinión de sus amigos, "ha de llegar al estremo de bondad posible." Pero mal podemos decir en qué consisten esta competencia y bondad, por ser las aseve­raciones de Cervantes tan escuetas, jocosas y en el fondo inciertas y aún veladas. A lo mejor, ha caído Cervantes en la trampa (advertida por Horacio) que el esfuerzo por ser breve conduce a la obscuridad, 7 aunque es más probable que la crítica moderna atribuye demasiada importancia a palabras que en su momento se escribieron con un propósito más modesto, buscando la clave de la redacción del Persiles, y la poética de su autor, en frases mera­mente publicitarias. Conforme con el refrán a buen entendedor, breve hablador, se puede decir que tanta brevedad como la del apostrofe "se atreve a competir con Heliodoro" exige que sepa­mos de antemano a qué se está refiriendo.

No obstante, el análisis de los lazos entre las novelas de Heliodoro y de Cervantes ha sido muy fructífero, sobre todo por haber elucidado la medida en que la novelística de Cervantes par­te de las corrientes neoaristotélicas de la segunda mitad del siglo XVI y sus teorías sobre la verosimilitud, la ejemplaridad y la es­tructuración de la ficción. Aunque se suele exagerar el protago­nismo de Alonso López Pinciano y su Filosofía antigua poética (1596) como difúndidores de ideas que ya tenían adeptos dentro y fuera de España (como el casi total olvido de López Pinciano en tratados de poética extranjeros comprueba) es de notar que el des­cubrimiento y la traducción a lenguas modernas de la Historia etiópica de Heliodoro a mediados del siglo XVI abrieron nuevas vistas para la ficción en prosa, tanto en la organización y la expo­sición de sus peripecias como en su estética en general. Estas contribuciones formales a la novela moderna se han estudiado por críticos de la altura de Schevill y Forcione, 8 entre otros, y son ya conocidas (sí no aceptadas en su totalidad) por los estudiosos de Cervantes. Por lo tanto, voy a dejar de lado la importancia que ha tenido el ejemplo de la Historia etiópica en la técnica y los meca­nismos narrativos de Cervantes para tratar otro aspecto de igual

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categoría: el valor atribuido a la figura de Heliodoro en la cultura europea de finales del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII.

En 1553, se publicó la primera traducción al latín de la Eccle-siasticae historia del historiador bizantino, Nicephorus Callistus Xanthopoulos (ca. 1256-1335), quien, gracias a la inmediata cele­bridad de esta obra, pasa de desconocido a autoridad obligatoria si bien polémica por el impacto de sus comentarios sobre el Con­cilio de Trento. En este contexto de temas controvertidos, Nice­phorus Callistus examina el conflicto que podría producirse entre el sacramento de matrimonio y el voto de castidad de los clérigos, un asunto tratado por el Concilio de Trento el 11 de noviembre de 1563. 9 En un capítulo titulado "De varias costumbres de diversas pueblos e iglesias que no suscitan ningún obstáculo, disidencia ni discordia para la católica religión," él observa que si por una par­te muchos sacerdotes en la antigua Tesalia desempeñaban las fun­ciones de su oficio sin contacto con sus esposas, por otra no te­nían la obligación de abandonarlas si habían contraído legítimo matrimonio antes de tomar sus órdenes. En todo caso, el voto de castidad no era obligatorio hasta que lo impuso el obispo de Trica, Heliodorus.

Esta sorprendente noticia se completa con una reseña biográ­fica de Heliodoro que cuenta que había escrito unos libros de amores (amatorii libelli) bajo el título de Etiópica en su juventud, los cuales ahora, en el siglo XIV cuando escribía Nicephorus Callistus, se suelen llamar Cariclea, "como si dijeras la gloria de las gracias." A pesar de estos lauros, se dice a continuación que, ya que la lectura de esta obra había puesto en peligro mortal a muchos jóvenes, el sínodo provincial decretó que o se debía que­mar por haber incendiado los amores de otros, o se debía revocar el episcopado de su autor. Como veremos, la frase con la que Nicephorus Callistus concluye daría pie a una leyenda muy pron­to difundida y apropiada por casi todos los que hablan de Heliodoro a partir de aquel momento: Ule iteró episcopatu depo-nere, quandoque scripta sita supprimere maluit: "El de hecho renunció el episcopado, ya que no quería renunciar las obras que habia escrito". 1 0

Con Nicephorus Callistus arrancan dos muy influyentes ideas de Heliodoro: como escritor cristiano crecido en virtud y letras, y

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como figura heroica que prefir ió abandonar la dignidad eclesiás­tica antes de repudiar los amatorii libelli, los libros de amores o sea la ficción. No es por acaso que el primer ejemplo de amor paterno que Michel de Montaigne aduce en el segundo l ibro de sus Ensayos (1580, rev. y ampl. 1588) sea el de "Hel iodoro, aquel buen obispo de Trica, [que] más quería perder la dignidad, el provecho, la devoción de una tan venerable prelatura que no perder a su hi ja," la Historia etiópica. Es de esperar que M o n ­taigne subraye el valor de la creación artística, engendrada por los esfuerzos y el ingenio del escritor mismo. Sin embargo, él no deja de asesorar los méritos de la obra a la luz de la celebre probidad de su autor, comentando que la Historia etiópica "sigue siendo muy gentil, aunque acaso un poco demasiado curiosamente y desenvueltamente acicalada por hija eclesiástica y sacerdotal, y de manera demasiado amorosa". 1 1 Aunque la decencia de la Historia etiópica se debate en los siglos X V I y X V I I a causa del obstinado prejuicio en contra de la ficción o "poesía," denuncia­das por patrañas, mentiras, vanidades, etc., así que la mimesis exigía ejemplos no sólo fidedignos, sino canónicos en su nobleza, doctrina y devoción, el compás moral de Heliodoro era un cons­tante. Mientras escritores de vistas abiertas, como Sir Phil ip Sidney en 1580 o Shakespeare en 1600, elogian tanto la castidad como la firmeza de los amores de Teágenes y Cariclea, y por tanto su ejemplo posi t ivo, 1 2 otros, como Bemard Lamy en 1678, se aprovechan de la noticia que el concilio provincial quiso quemar la Historia etiópica para reprobar la ficción y decir: "esto nos hace conocer que en la Iglesia siempre se ha creído que las obras de este tipo eran muy peligrosas." Es por algo que Lamy promete en su título que explicará tanto el placer de la poesía como el peligro inherente en su lectora. 1 3

Este conflicto entre la supuesta indecencia de la f icción amorosa y las virtudes del autor se resuelve, en el caso de Heliodoro, en casi los mismos años con la publicación del famoso Traite de l 'origine des romans de Pierre-Daniel Huet. Insertado como prefacio en la primera edición (1670-71) de la novela sentimental Zayde, Histoire espagnole de Mme de Lafayette, este tratado es notable tanto por someter las ficciones antiguas y modernas a los mismos criterios formales y estéticos, como por

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su total complacencia ante temas que preocupaban a los precep­tistas neoaristotélicos a lo largo del siglo anterior. Sin distinguir entre la historia y la poesía (o sea la ficción) a base de sus recursos narrativos, la mimesis y la verosimilitud inclusive, Huet ofrece, por ejemplo, una definición inicial de la novela como "una historia fingida de aventuras amorosas escrita en prosa con arte para el placer y la instrucción de los lectores". 1 4 Si bien es cierto que la historia y la ficción difieren en sus temas y conte­nido, y no en su disposición formal, como Huet explica a continuación, la novela no deja por tanto de tener el mismo propósito moralizador, ya que debe instruir al lector de modo que vea la virtud coronada y el vicio castigado, algo que se puede hacer con más facilidad en la poesía, por ser más apacible, que no en la historia o la filosofía."

Esta defensa de la poesia era de hecho común y corriente, como indican los varios prólogos al Cancionero de Juan del Encina en 1496, y el testimonio de humanistas como Juan Luis Vives, Philip Sidney, Montaigne y el traductor francés de la Historia etiópica, Jacques Amyot, en años posteriores. 1 6 Hacia 1576, Alvar Gómez de Castro escribiría en su Parecer cerca de

prohibición de libros de poesía y otros que, ya que pocos entienden las lenguas clásicas lo suficientemente bien para apro­vechar del ingenio y las virtudes de los sabios y honestos autores que componían sus obras en ellas, "puede hacerse memoria del Libro de Teágenes y Chariclea, el de Leuqippey Clitophón, el de Ismenio (e Ismene), escritos ... con ingeniosíssimos y honestos argumentos trasladados por hombres doctos en lenguas vulgares; en [los cuales] allende de la eloquencia ay mucha doctrina... [Y] aunque tratan cosas de amores, trátan[las] como gente prudente y sabia." 1 7 Este esfuerzo por rehabilitar la ficción conduce, en el caso de Huet, a la tal vez atrevida conclusión que "la diversión ... que el novelista hábil parece proponerse por objetivo no es sino un fin subordinado al principal, que es la instrucción del espíritu y la corrección de la moral, y las novelas son más o menos ideales y acordes [regulares] según se apartan más o menos de esta definición y de este fin".18

Conforme con estos criterios, Huet no sólo afirma que, antes de Heliodoro, "no se había visto nada más entendido ni más

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logrado en el arte novelística que las aventuras de Teágenes y de Cariclea," sino que arguye que la perfección de la Historia etió­pica refleja la del hombre que la había compuesto. De este modo, echando mano a la intachable fama de Heliodoro, Huet procura redimir la ficción y los amatorii libelli; porque, si la probidad del autor era confirmada por una serie de autoridades eclesiásticas asimismo intachables, el nocivo efecto afrodisíaco de la Historia etiópica debe ser una invención de Nicephorus Callistas, como Huet anota en el párrafo central de su tratado, curiosamente olvidado por los que atribuyen importancia a Heliodoro sólo por las innovaciones artísticas, es decir, formales de su novela. Huet dice:

No hay nada más casto que los amores [de Teágenes y Cariclea]; en esto parece que, además de la religión cristiana de la cual el autor hacía profesión, su propia virtud le había dado el aire de honestidad que brilla en toda la obra, y en esto, no sólo Jámblico, sino también casi todos los demás de los antiguos cuyas obras nos han llegado, son muy inferiores. También se dice que su mérito le había elevado a la dignidad del obsipado: fue obispo de Trica, ciudad de Tesalia, y Sócrates relata que él estableció en esta provincia la costumbre de destituir a los eclesiásticos que no se abstenían de las mujeres con quienes se había casado antes de ingresar en el sacerdocio. Todo esto me hace bien sospechoso lo que añade Nicephorus, escritor crédulo, poco judicioso y poco fiel, que un sínodo provincial, viendo el peligro en el que la lectura de esta novela, que estaba autorizada por la dignidad de su autor, hacía caer a los jóvenes, y habiéndole ofrecido la alternativa o de consentir que su obra fuese quemada o de abandonar su obispado, [Heliodoro] aceptó la segunda de estas opciones. 1 9

Es de notar que, en contraste con la reputación del autor, la de la Historia etiópica no carecía de detractores en los siglos XVI y XVII, y no sólo por el prejuicio en contra de la poesía. Incluso Huet, que la coloca por encima de las demás novelas antiguas y muchas de las modernas, desaprueba su estilo por ser "demasiado

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afectado, demasiado figurado y demasiado poético," y dice que otros novelistas como Aquiles Tacio superan a Heliodoro en este aspecto por ser "más concisos, más nítidos, más simples y más naturales". 2 0 Éstas y otras valoraciones también negativas, por ejemplo en el prólogo de Amyot, se suprimen a favor de juicios más indulgentes en los estudios que han presumido hacer de la Historia etiópica el arquetipo de la narrativa moderna en la pre­ceptiva neoaristotélica. Desde esta perspectiva, se puede com­prender por qué Cervantes proclama que su novela "se atreve a competir con Heliodoro," y no con la Historia etiópica per se.

El doble aspecto de Heliodoro como innovador de la prosa y como parangón de la virtud y el amor casto en la España de Cervantes se debe en gran parte a diferencias entre las dos principales traducciones de la Historia etiópica al castellano. La primera, de autor anónimo, se basaba en la francesa de Amyot y salió a luz en Amberes en 1554, con otras ediciones en Toledo y Salamanca en 1563 y 1581. La segunda, de Fernando de Mena, se publicó bajo el título La historia de los leales amantes Theágenes y Chariclea en 1587, y otras tres veces, con ligeros cambios, entre 1614 y 1616. Como es de esperar, los lectores de la traduc­ción anónima comparten las preoccupaciones críticas de su pro­genitor Amyot, comentando la manera en que la disposición for­mal de la Historia etiópica nos hace vivir la confusión y el enig­ma de sus actores. En La dama boba (1613), de Lope de Vega, Nise responde por tanto a la molestia de su criada ante el co­mienzo in medias res con una serie de postulados tomados casi textualmente del prólogo de Amyot:

Es que [el principio] no se da a entender, con el artificio griego, hasta el quinto libro, y luego todo se viene a saber cuanto precede a los cuatro.

Hay dos prosas diferentes: poética y historial. La historial, lisa y leal, cuenta verdades patentes,

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con frase y términos claros; la poética es hermosa, varia, culta, licensiosa, y escura aun a ingenios raros. Tiene mil exornaciones y retóricas figuras."'

Estas prestaciones recurren con la Philosophia antigua poética de López Pinciano, en la cual se cita la misma sección del prólogo para completar la explicación iniciada por Nise: "como la obra heroyca es larga, tiene necessidad de ardid para que sea mejor leyda; y es assí que, come[«]cando el poeta del medio de la ac­ción, va el oyente desseosso de enco[n]trar con el principio, en el qual se halla al medio libro, y que, auiendo passado la mitad del volumen, el resto se acaba de leer sin mucho enfado". 2 2

Aunque es cierto que el proceso descrito en estas dos citas anima de igual modo la lectura del Persiles, no hay que suponer que Cervantes fue influido por López Pinciano, y menos por Lo­pe, porque los principios articulados por Amyot y sus adeptos son evidentes al atento lector de la novela misma, sea cual sea la traducción (y Cervantes fue uno de los más atentos lectores). Además algo parecido ocurre, si bien en menor grado, en la fic­ción pastoril, en la cual tanto la figura como las canciones y que­jas enigmáticas de cada nuevo pastor animan a los demás a bus­car explicaciones que a lo mejor ya intuyen en la historia o vida que inevitablemente se cuenta a continuación. Así, la mirada siempre retrospectiva de la novela pastoril primero despierta y luego satisface la curiosidad de los personajes y del lector "de suerte," como anota Amyot, hablando de la Historia etiópica, "que siempre el entendimiento queda suspenso hasta que viene la conclusión, la cual deja al lector satisfecho, como lo son aquellos que al fin vienen a gozar de una cosa muy deseada y de mucho tiempo esperada". 2 3

Este y otros puntos de convergencia en la construcción de las novelas bizantinas y pastoriles no sorprenden si consideramos que la intención tanto de Amyot como de López Pinciano es de elaborar una poética para la ficción moderna basada en las de Aristóteles y Horacio, quienes, en contraste con nuestra tendencia

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actual, siempre tomaron en cuenta el valor humano o sea moral del contenido para distinguir entre alta y baja literatura, y entre poesía, historia y filosofía.24 Las críticas que se le dirigen a He-liodoro en los siglos XVI y XVII reflejan este criterio, ya que, según ellas, los héroes de la Historia etiópica no están siempre a la altura de los conflictos espirituales que se presentan por medio de ellos. Para citar sólo dos ejemplos, Philip Sidney insiste que en ésta como en otras obras con actores supuestamente ideales, el genio del autor se debe buscar en la idea o concepto que motiva la escritura, y no en el producto que resulta, 2 5 mientras Amyot comenta que en la Historia etiópica falta

una de las dos perfecciones para hacer una cosa hermosa: que es la grandeza, por causa que los cuentos, principalmente en la persona de Teágenes, al cual no hace ejecutar ningún memorable hecho de armas, no me parescen suficientemente ricos, y no merescerían por ventura ser leídos, si no fuese o por divertir enojo ... o para tener después el entendimiento más libre y alegre a hacer o leer otras cosas mejores... Quiere decir que se han de usar las cosas de placer para estar después más aptos a las cosas de importancia, y no trabajar en una cosa de placer como si fuese de importancia. 2 6

Esta queja, secundada en parte por López Prnciano, 2 7 es carac­terística de la ambivalencia de muchos lectores ante la Historia etiópica en los siglos XVI y XVII, porque, si por una parte elogian los castos amores de los protagonistas, por otra reconocen que su naturaleza humana no sólo sostiene la verosimilitud, sino que se opone a la perfección filosófica - o hermosura en términos aristotélicos- que quieren atribuir a la obra en reconocimiento de las excelencias personales de su autor. No es por acaso que Huet termina su tratado con el tal vez cínico aviso que los escritores que menos problemas han tenido con la censura han sido figuras de buena fama y crédito: santos, papas, obispos, emperadores, cónsules, etc.

A la luz de estos comentarios, se puede comprender por qué se decidió añadir una "vida del Autor, y vna tabla de sentencias, y cosas notables," a la Historia Etiópica de los amores de Teágenes

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y Cariclea publicada en 1615. 2 8 Aunque esta versión de Fernando de Mena se diferencia de la traducción anónima en su iconografía y léxico eclesiásticos (así que los malhechores se dicen ser no sólo desdeñados, sino descomulgados), parecería que el cristia­nismo implícito de los héroes no bastaba para confirmar su ejemplo en la opinión de todos. Este apuro, que se da asimismo en el mundo aparentemente pagano de la novela pastoril, se re­suelve en el Persiles junto con el disgusto de algunos críticos ante la falta de grandeza y heroísmo de actores como Teágenes. Cer­vantes insiste en que sus héroes sean nobles y cristianos, además de castos y generosos, conformándose con las expectativas de su tiempo. Sin embargo, la idea y la práctica de la virtud ahora cristianas trascienden a los protagonistas que deben ser su máxima encamación, y en el Persiles se ve que la vivencia de virtudes cristianas atañe a todos, incluso a los que guardan el calor humano ante el reto de la ejemplaridad. En fin, el fantasma de Heliodoro -espejo de la moral y de la fidelidad a la ficción amorosa- vence la estrechez de la preceptiva religiosa y literaria, inspirando una obra de miradas abiertas.

NOTAS

1 Horacio, Episndarum 1.18.71, en Q. Horati Flacci opera, ed. Edward C. Wickham, rev. H. W. Garrod (1901; reed. Oxford: Oxford University Press, 1967), n. pág.

" Horacio, Ars poética 386-90, en Q. Horati Flacci opera, n. pág.: "si quid tamen olim / scripseris, ... / nonumque prematur in annum, / memorarás intus positis: delere licebit / quod non edideris; nescit vox missa reverti."

3 Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), ed. Louis Combet, rev. Robert Jammes y Máite Andreu (Madrid: Castalia, 2000), p. 616: "Palabra echada, mal puede ser retornada," "pala­bra y piedra suelta, no tiene vuelta," etc. Cf. Nova recolha de proverbios e outros lugares comuns portugueses, ed. Manuel Joáo Gomes (Lisboa: Afrodite, 1974), p. 324: "Palavra fora da boca e pedra fora da mao nao voltam atrás" y "A pedra e a palavra nao torna depois de lancada."

4 Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. Harry Sieber, 9a ed., 2 vols. (Madrid: Cátedra, 1986), 1: 53.

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5 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. Martín de Riquer, 2 vols. (Barcelona: Juventud, 1971), 2: 534.

6 Juan Bautista Avalle-Arce, "La alegoría del Persiles," en Homenaje al Profesor Antonio Vilanova, coord. Adolfo Sotelo Vázquez, ed. Marta Cristina Carbonell, 2 vols. (Barcelona: Departamento de Filología Espa­ñola, Facultad de Filología, División de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad de Barcelona, 1989), 1:45.

7 Horacio, Ars poetica 25-26, en Q. Horati Flacci opera, n. pág.: "brevis esse laboro, obscurus fio."

8 Rudolph Schevill, "Studies in Cervantes. I. Persiles y Sigismundo: Introduction," Modern Philology 4.1 (1906): 1-24, y "Studies in Cervantes. I. Persiles y Sigismundo: The Question of Heliodorus," Mo­dern Philology 4.4 (1907): 677-704; Alban K. Forcione, Cervantes, Aris­totle and the "Persiles " (Princeton: Princeton University Press, 1970).

9 Concilium Tridentinum, sessio 24 (11 nov. 1563), Cañones de sacramento matrimonii 9: "Si quis dixerit, clericos in sacris ordinibus constitutes, vel regulares castitatem solemniter professos, posse matrimo-nium contrahere, contractumque validum esse, non obstante lege Eccle­siastica vel voto, et oppositum nil aliud esse, quam damnare matrimo-nium; posseque omnes contrahere matrimonium, qui non sentiunt se castitatis (etiamsi earn voverint) habere donum." En Henricus Denzinger, Enchiridion symbolorum. Defìnitionum et declarationum de rebus jìdei et morum, 21° ed. (Barcelona: Editorial Herder, 1951), p. 341.

10 Nicephori Callisti Xanthopuli, scriptoris uerè Catholici, Eccle-siasticae historiae libri decent & otto 12.34, trad. J. Lange (Basilea: ex officina (oannis Oporini, 1553), pp. 632-33: "Licebat clerico cuiuis, prius-quám in ordinem eum cooptaretur, legitimé uxorem ducere, at si postea, ut consuetudine receptum est, uxorem cognouiscet, ordine eo mouebatur: quum in oriente omnes, atque etiam episcopi, si uellent, pro arbitrio suo, non aliqua legis necessitate coacti, uxorum congressum declinarent: multi etiam ipso episcopali muñere fungentes, in episcopalibus aedibus liberas multos ex coniungibus, quos sibi legitimo matrimonio antea coniun-xissent, susciperent. Nunc autem t ne in somnis quidem episcopus cum uxore sua concumbens, impudicus habetur. Sedenim consuetudo ea quae in Thessalia seruatur, ab Heliodoro ilio Tricensi, episcopo ortum habuit: cuius amatorij libelli hoc quoq<ue> tempore circumferutur, quae etiam num iuuenis còposuit, & Aethiopica inscripsit. Nunc aut ea ? a????e'à? [Charicleam] quasi gratiarum gloria dicas, nominant. Quo nomine etiä episcopatus ei ademptus est. nam quum lectione eoru opusculoru iuuenes multi in periculu conijcerent, synodus prouincialis statuit, uel libellos ipsos qui amores accenderent, igni consumptos anol?dos, uel qui eos cöposuisset autori functionem episcopatu deponere, <quandoque> scripta sua supprimere maluit."

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1 1 Michel de Montaigne, Essais 2.8, ed. Maurice Rat, 2 vols. (Paris: Éditions Gamier Frères, 1962), 1: 440: "Heliodorus, ce bon Evesque de Tricea, ayma mieux perdre la dignité, le profit, la devotion d'une prela-ture si venerable, que de perdre sa fille, fille qui dure encore, bien gen­tille, mais à l'aventure pourtant un peu trop curieusement et mollement goderonnée pour fille ecclésiastique et sacerdotale, et de trop amoureuse façon."

1 2 Sir Philip Sidney, The Defence of Poesy, declara que el poeta supera a la naturaleza misma en la creación de figuras perfectas para instruirnos, así que hay que preguntarle a la naturaleza "whether she have brought forth so true a lover as Theagenes." Sir Philip Sidney. A Critical Edition of the Major Works, ed. Katherine Duncan-Jones (1989; reed. Oxford: Oxford University Press, 1992), p. 216. En la acta final (5.1) de Twelfth Night, William Shakespeare asimismo cita la Historia etiópica para ilustrar la perseverancia y la devoción más perfectas: "Why should I not, had I the heart to do it, / Like to the Egyptian thief at point of death, / Kill what I love? a savage jealousy / That sometimes savours nobly." Shakespeare's Complete Works, ed. W. J. Craig, ed. rev. (1943; reed. London: Oxford University Press, 1974), p. 320. Thomas Underdowne reconoce el común desprecio de la ficción y los libros de amores cuando escribe en 1587 que la Historia etiópica es "the most honest... historie of love," en contraste con otras obras de amores que son "wanton allure­ments to leudnesse." Ver su prólogo en An Ethiopian History written in Greeke by Heliodorus, no less wittie then pleasaunt, Englished by Thomas Underdowne (1895; reed. New York: AMS Press, 1967), p. 4. Alonso López Pinciano discute los méritos que redimen los relatos amorosos de Museo, Heliodoro y Aquiles Tacio en su Philosophia anti­gua poética (1596), ed. Alfredo Carballo Picaso, 3 vols. (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1953), 3: 180-81: "la materia de amores solame[«]te no es razón que lo parezca, mas, quando fuessen tan graues los escriptores de la amorosa materia como los tres sobredichos, bie[«] se pueden admitir, porque], debaxo de aquella paja floxa, ay grano de mucha sustancia; ansí los alabo, no co[«]deno."

1 3 Bernard Lamy, Nouvelles réflexions sur l'art poétique, dans lesquelles, en s'expliquant quelles sont les causes du plaisir que donne la poésie et quels sont les fondements de toutes les règles de cet art, on fait connaître en même temps le danger qu 'il y a à la lecture des poètes (Paris: A. Pralard, [1678]), p. 104: "Nicephore ajoute qu'on l'obligea dans un concile ou de les brûler ou de quitter son évêché; ce qui fait connaître que l'on a toujours cru dans l'Eglise que ces sortes d'ouvrages étoient tres dangereux."

1 4 Pierre-Daniel Huet, Lettre de Monsieur Huet a Monsieur de Segrais de L'origine des romans, 2" ed. (Paris: Chez Sébastien Mabre-

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Cramoisy, 1678), p. 3: "ce que l'on appelle proprement Romans sont Des histoires feintes d'aventures amoureuses, écrits en prose avec art, pour le plaisir & l'instruction des lecteurs." La primera edición se publicó en Zayde Histoire Espagnole, par monsieur De Segrais [pseud, de Marie Madeleine Pioche de La Vergne, comtesse de Lafayette]. Avec vn traittè de l'Origine des Romans par Monsievr Hvet, 2 vols. (Paris: chez Claude Barbin, 1670-71), 1: 3-99.

b Huet, Lettre ... de L'origine des romans, pp. 3-4: "Je dis des his­toires feintes, pour les distinguer des histoires véritables. J'ajoute, d'aven­tures amoureuses, parce que l'amour doit estre le principal sujet du Roman. Il faut qu'elles soient écrites avec art, & sous de certaines regles; autrement ce sera un amas confus, sans ordre & sans beauté. La fin principale des Romans, ou du moins celle qui le doit estre, & que se doivent proposer ceux qui les composent, est rinstruction des lecteurs, à qui il faut toujours faire voir la vertu couronnée, & le vice puni. Car comme l'esprit de l'homme est naturellement ennemi des enseignemens, & que son amour propre le révolte contre les instructions, il faut tromper par l'appas du plaisir, & adoucir la sévérité des préceptes par l'agrément des exemples, & corriger ses défauts en les condamnant dans un autre."

1 6 Ver Cancionero de las obras de Juan del Enzina (Salamanca, 1496), ed. facs. de Emilio Cotarelo y Mori (1928; reed. Madrid: Real Academia Española, 1989), fols. lr-6v y 31r-33r; y Juan Luis Vives, In Geórgica Virgilii (1518) y el prólogo a Interpretatio allegorica in Bucólica Virgilii (1537), in Obras completas, trad. Lorenzo Riber, 2 vols. (1947-48; reed. Madrid: Aguilar; Valencia: Generalität Valenciana, 1992), 1: 543-52 y 921-22. Sidney, The Defence of Poesy, p. 223: "For the question is, whether the feigned image of poetry or the regular instruction of philosophy hath the more force in teaching ... I say the philosopher teacheth, but he teacheth obscurely, so as the learned only can understand him, that is to say, he teacheth them that are already taught; but the poet is the food for the tenderest stomachs, the poet is indeed the right popular philosopher, whereof Aesop's tales give good proof: whose pretty allegories, stealing under the formal tales of beasts, make many, more beastly than beasts, begin to hear the sound of virtue from these dumb speakers." Montaigne, Essais 1.26, 1:183, observa que las "gentillesses" de la poesía "ne servent que pour amuser le vulgaire, incapable de prendre la viande plus massive et plus ferme." Para el muy conocido e influyente comentario de Jacques Amyot, ver su prólogo a L'Histoire Ethiopique d'Heliodore, contenant dix Hures, traitant des loyales & pudiques amours de Theagenes Tessalien, & Charclea Ethio­pienne, nouellement traduite de Grec en Francois (Paris: Arnoul l'Angelier, 1547). El texto en castellano se titula Historia Ethiopica de Heliodoro trasladada de francés en vulgar Castellano por un secreto

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amigo de su patria, y corregida según el Griego por el mismo (Amberes: En casa de Martin Nució, 1554). El prólogo se reproduce en Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea, traducida en romance por Fernando de Mena, ed. Francisco López Estrada, Real Academia Española, Biblioteca Selecta de Clásicos Españoles Ser. 2, 14 (Madrid: Aldus, 1954), lxxvii-lxxxiii, y comienza con la idea, parecida a la de Sidney, que la instrucción se logra mejor con el deleite de la poesía: "Porque la propria y natural delectación del buen entendimiento es siempre ver o oír y aprender alguna cosa de nuevo, como el sabio Aristó­teles doctamente dice, no hay duda que la historia, a causa de la diversidad de las cosas que en ella están comprehendidas, no sea una de las lecturas que más se deba buscar y escoger para le alegrar, sabiendo principalmente que el provecho está conjuncto con el deleite. Más toda­vía, aun paresce a algunos hombres doctos y de buen juicio que la verdad de la historia sea un poco austera para suficientemente delectar, a causa que debe recitar las cosas simplemente así como han acontescido, y no en la suerte como ellas serían más apacibles de leer, ni como nuestros corazones, que naturalmente se apasionan leyendo o viendo los hechos o fortunas de otros, lo quieren y desean. Ni tampoco se le puede dar tanta ayuda con buena lengua y artificio de elocuencia, que ella tenga tanta tuerza de recrear el entendimiento del que la lee como un cuento ordenado a placer de industria para delectar, cuando es subtilmente inven­tado o ingeniosamente escripto y contado. Y también, a la verdad, no es éste el fin que en la historia principalmente se busca, y por el cual ella haya de ser escrita o leída, antes para por ejemplos de lo pasado instruirse en los negocios de lo venidero, donde, por el contrario, los que por suplir en esta parte la falta de la verdadera historia inventan o escriben cuentos fabulosos en forma de historia, no se proponen otro fin principal que la delectación. Mas ni más ni menos como entre las pinturas las tablas son estimadas por las mejores de los que algo conoscen porque representan mejor la verdad del natural, así entre las ficciones aquellas que están más cerca de natura y en las cuales hay más de verisimilitud son las que agradan más a los que miden su placer con la razón y que se deleitan con juicio" (lxxviii-lxxix; pp. 2v-3v en el original en francés).

1 7 Alvar Gómez de Castro, Parecer cerca de prohibición de libros de poesía y otros, transcr. P. E. Russell, "Secular literature and the censors: a sixteenth-century document reexamined," Bulletin of Hispanic Studies 59 (1982): 223-24; he introducido algunas modificaciones para facilitar la lectura. Manuel Serrano y Sanz ha publicado este documento bajo el título "Dictamen de Jerónimo Zurita acerca de la prohibición de obras literarias por el Santo Oficio," Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos 8 (1903): 218-21.

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Huet, Lettre . . . de L origine des romans, p. 4: "Le divertissement. . . que le Romancier habile semble se proposer pour but, n'est qu'une fin subordonnée à la principale, qui est l'instruction de l'esprit, & la correction des moeurs; & les Romans sont plus ou moins réguliers, selon qu'ils s'éloignent plus ou moins de cette définition & de cette fin."

1 9 Huet, Lettre ... de L origine des romans, pp. 52-53: "Jusqu'alors on avoit rien vue de mieux entendu, ni de plus achevé dans l'art Romanes­que, que les aventures de Theagene & de Chariclée. Rien d'est plus chaste que leurs amours; en quoy il paroist qu'outre la Religion Chrétienne, dont l'Auteur faisoit profession, sa propre vertu luy avoit donné cet air d'honnesteté qui éclat dans tout l'ouvrage: & en cela non seulement Iamblique, mais mesme presque tous les autres anciens, dont les Romans nous sont demeurez, luy sont beaucoup inférieurs. Aussi, dit-on que son mérite l'éleva à la dignité de l'Episcopat. Il fut Evesque de Tricca, ville de Tessalie, & Socrate rapport qu'il introduisit dans cette province la coustume de déposer les Ecclésiastiques qui ne s'abstenoient pas des femmes qu'ils avoient épousées avant leur entrée dans le Clergé. Tout cela me rend fort suspect, ce qu'ajoute Nicephore, écrivain crédule, peu judicieux & peu fidèle, qu'un Synode Provincial voyant le peril où la lecture de ce Roman, qui estait autorise par la dignité de son Auteur, faisoit tomber les jeunes gens, & luy ayanr proposé cette alternative, ou de consentir que son ouvrage fust brusté, ou de se défaire de son Evesché, il accepta le dernier parti." Para un ejemplo del olvido (intencional) de estas observaciones morales, ver Forcione, Cervantes, Aristotle and the "Persiles," pp. 53-54, quien, en el pasaje siguiente, suprime la vida de Heliodoro, tanto en la primera elipsis (que corresponde a las tineas que he citado) como en la segunda (donde se documenta la existencia histôrica del autor), para poner de relieve el valor paradigmâtico del arte de la obra: "Until then nothing more artfully contrived had been seen, nothing more finished in the art of writing romans, than the adventures of Theagenes and Chariklea. Nothing is more chaste than their amours ... in them are seen much fertility and inventiveness. Events are frequent therein, new, verisimilar, well arranges, and well worked out. The denouement is admirable; it is natural; it arises naturally out of the subject; and nothing is more touching or more pathetic. The horror of the sacrifices, in which Theagenes and Chariklea are to be offered up and in which the heroine's beauty and admirable qualities inspired compassion in everyone, is followed by the joy of seeing this young woman emerge from this danger through the recognition of her parents and put an end to her lengthy misfortunes by a happy marriage to her lover, to whom she brings for a dowry the crown of Ethiopia ... it served as a model to all writers of romans who followed it, and it may be said just as truthfully that they

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have all drawn upon it, as it is said that all poets have drawn upon the model of Homer" (elipsis y cursiva de Forcione).

2 0 Huet, Lettre ... de L 'origine des romans, pp. 55 y 58: "trop affecté, trop figuré, & trop poétique" (sobre Heliodoro); "il est plus concis et plus net; il est aussi plus simple et plus naturel" (sobre Aquiles Tacio).

2 1 Félix Lope de Vega Carpió, La dama boba 1.285-302, ed. Diego Marín, 5 a ed. (Madrid: Cátedra, 1981), p. 75.

2 2 López Pinciano, Philosophia antigua poética. 3: 206-07. Amyot escribe en su prólogo: "La dispo[si]ción es singular, porque comienza en la mitad de la Historia, como hacen los poetas heroicos, lo cual causa, de prima facie, una grande admiración a los lectores, y les engendra un apasionado deseo de oír y entender el comienzo, y todavía los atrae tam­bién con la ingeniosa lección de su cuento, que no entienden lo que han leído en el comienzo del primer libro, hasta que veen el fin del quinto; y cuando allí han llegado, aún les queda mayor deseo de ver el fin, que antes tenían de ver el principio." En Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea, p. lxxxi.

2 3 Amyot, en Historia etiópica de ¡os amores de Teágenes y Cariclea, p. lxxxi. Esta conclusión resulta de las observaciones que se citan en la nota anterior, y viene directamente después de ellas en el prólogo.

2 4 Ver, por ejemplo, el segundo capítulo de la Poética de Aristóteles: "The objects the imitator represents are actions, with agents who are necessarily either good men or bad—the diversities of human character being nearly always derivative from this primaty distinction, since the line between virtue and vice is one dividing the whole of mankind. It follows, therefore, that the agents represented must be either above our own level of goodness, or beneath it, or just such as we are ... It is clear that each of the above-mentioned arts will admit of these differences, and that it will become a separate art by representing objects with this point of difference." Poetics 2 (1448a), trad. Ingram Bywater, en The Rhetoric and the Poetics of Aristotle. The Modern Library (New York: Random House, 1954), pp. 224-25.

2 3 Sidney, The Defence of Poesy, p. 216: "the skill of each artificer standeth in that idea or fore-conceit of the work." El neologismo fore-conceit aquí significa la idea que ocasionó la obra que presume ilustrarla.

"6 Amyot, en Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea, p. lxxxi. La cita entera es: "Todavía no me quiero detener mucho a la encomendar, porque en fin es una fábula, a la cual aún falta, a mi juicio, una de las dos perfecciones para hacer una cosa hermosa: que es la grandeza, por causa que los cuentos, principalmente en la persona de Teágenes, al cual no hace ejecutar ningún memorable hecho de armas, no me parescen suficientemente ricos, y no merescerían por ventura ser leídos, si no fuese o por divertir enojo, como dijimos, o para tener des-

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pues el entendimiento más libre y alegre a hacer o leer otras cosas mejores, siguiendo el precepto del sabio que dice que es menester burlar para hacer de veras, y no hacer de veras, para burlar. Quiere decir que se han de usar las cosas de placer para estar después más aptos a las cosas de importancia, y no trabajar en una cosa de placer como si fuese de importancia." Forcione, p. 63, corta este comentario después de "porque en fin es una fábula," como si el defecto consistiera en ser una obra fictiva y no que la obra a veces deja de apuntar a valores más altos. No obstante, cuando él arguye, pp. 77-78, que la Historia etiópica es una épica de segunda categoría según López Pinciano, él cita una opinión inspirada por el mismo pasaje en Amyot, aunque más tímida y benévola en su expresión, e interesada en el arte de la novela: "a la Historia d[e] Ethiopía digo y co[n]fieso q[ue] Heliodoro, su autor, fué vn varón muy graue y gentil poeta en el ñudo y soltura, traca y deleyte de su ficción, y aun en mucha doctrina que tiene sembrada, mas, si se atiende a la perfección épica, no me parece q[ue] tiene la grandeza necessaria; no digo en el le[n]guaje, que por no ser metro está desculpado, sino en la cosa misma, porq[«e] las principales personas son menos en su acción, y las comunes son más." López Pinciano, Philosophia antigua poética, 3: 224.

2 7 Ver el texto en la nota anterior. 2 8 Heliodoro, Historia Etiópica de los amores de Teagenes y Cari­

clea. Añadida la vida del Autor, y vna tabla de sentencias, y cosas notables (Madrid: En casa de Alonso Martín, 1615). La vida, publicada antes del primer folio, dice en parte: "... este pues segu los auctores Alegados, y Nicephoro Calixto, y Sócrates, en la historia Eclesiástica cópuso siendo moco estos amores de Teagenes y Cariclea debaxo del nobre de Historia Etiópica, fue obispo de Trica, pueblo de Tesalia, y patria de Esculapio, a cuya dignidad subió por su virtud, y letras, y según Niceforo, y Sócrates, fue el que introduxo en Tesalia q[ue] el clérigo, que con la muger con quien auia cotraydo matrimonio siendo seglar, boluia a cohabitar fuese priuado del sacerdocio, ypriuilegios sacerdotales. De sus letras y erudición da bástate testimonio sus escritos, a q[ue] me remito."

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