el cielo a garabandal n. 4

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El Cielo a ilcieloagarabandal.wordpress.com G arabandal Descubrir y vivir los mensajes de María Revista on-line Año I — Número 4 — Julio-Agosto 2014 Justo A. Lofeudo Los ojos de Joey A Dios lo que es de Dios Helen y Michael Rozeluk Ucrania muestra el triunfo de María A LA SOMBRA DE LOS PINOS..... LA MARAVILLOSA HISTORIA DE LAS APARICIONES DE MARÍA EN GARABANDAL Cuarta parte LA NOCHE DE LOS GRITOS EL MILAGRO DE LA FORMA PRIMER MENSAJE DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

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Cuarto número de la revista que describe las apariciones de la Virgen María a San Sebastián de Garabandal, en España.

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Page 1: EL CIELO A GARABANDAL N. 4

El Cielo a

ilcieloagarabandal.wordpress.com

GarabandalDescubrir y vivir los mensajes de María

Revista on-line — Año I — Número 4 — Julio-Agosto 2014

Justo A. LofeudoLos ojos de Joey

A Dios lo quees de Dios

Helen y Michael RozelukUcrania muestra el triunfo de María

A LA SOMBRA DE LOS PINOS.....LA MARAVILLOSA HISTORIA DE LAS APARICIONES DE MARÍA EN GARABANDAL

Cuarta parte

LA NOCHE DE LOS GRITOS

EL MILAGRO DE LA FORMA

PRIMER MENSAJE DE

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

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SUMARIOjulio-agosto 2014

El Cielo a GarabandalAño I - Número 4Julio-Agosto 2014

http://ilcieloagarabandal.wordpress.com/email: [email protected]

Han colaborado:Anna Fusari, Santiago Lanús, Justo A. Lofeudo, Giovanni Lombardi, Tiziano Romito, Alberto Victoriano.

Realización: Anna Fusari

A LA SOMBRADE LOS PINOS

6Máxima expectaciónante el primer men-saje de Nuestra Se-ñora del Carmende GarabandalCapítulo IV

Anna Fusari

JOE LOMANGINO+22Con las manos llenasRedacción

TESTIMONIOS

23Ucrania muestra el triunfo de MaríaHelen y Michael Rozeluk

A DIOS LO QUE ES DE DIOS

14Advertencia y con-sejo acerca de falsos profetas y falsos videntesJusto A. Lofeudo

PRIMER PLANO

3Los ojos de JoeyJusto A. Lofeudo

SAN MIGUELARCÁNGEL

16Fiel y celoso Mensajero CelestialLas noches de los gritos

Comuniones místicasEl Milagro de la Forma

Redacción

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EL CIELO A GARABANDAL 3

Con la muerte de Joey Lomangino se ha desatado una serie de cuestionamien-tos acerca de Garabandal. Muchos

esperaban que se cumpliese lo que se había dicho, que Joey recuperaría la vista el día del milagro y entre ellos están los que ahora dudan o podrían incluso dejar de creer en la veracidad de lo acontecido en Garabandal, y se equivo-can.

Algunos dicen que confrontando el mensaje dado a Joey con el no cumplimiento, cabe la posibilidad que la Virgen hubiera jugado con las palabras al decirle a Lomangino, por medio de Conchita, que tendría “nuevos ojos” el día del milagro, o bien que Conchita no transmitió el mensaje con exactitud.

Lo primero lo descartan de plano porque no se concibe que la Virgen no hable claro, que lo

haga crípticamente. Sin embargo, a esa obje-ción se puede responder que también el Se-ñor hablaba en un sentido diverso a lo que comúnmente se podía entender y los ejem-plos abundan en todo el Evangelio. Bastaría imaginar el relato del cap. 6 de san Juan, cuan-do en la sinagoga de Cafarnaún dice que quien no coma de su carne no tendrá la vida eterna o que para permanecer en él es necesario comer su carne y beber su sangre; o bien cuando le dice a la samaritana, luego de pedirle de be-ber, que él tiene un agua que le quitará no sólo la sed sino que la transformará en fuente que brota para vida eterna, o cuando a Nicodemo le habla de nacer de nuevo, y así tantísimos más ejemplos.

El sentido figurado, si es tal —que lleva a un entendimiento más profundo—, debe des-cubrirlo el destinatario del mensaje, en este

LOS OJOS DE JOEY

porP. Justo A. Lofeudo

En la festividad solemnedel Corpus Christi

Prim

er P

lano

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caso Joey, quien, podríamos imaginar, lo habría entendido en el sentido literal en un primer mo-mento y luego en el profundo, tanto como para llegar a ofrecer sus ojos.

También cabe la segunda posibilidad , es de-cir que el instrumento haya cambiado algo por una mala comprensión y puesto alguna palabra de más o de menos que modificare el significa-do. Por eso, de hecho en todas las apariciones se debe discernir qué viene del Cielo y qué del propio instrumento, pero de ningún modo una mala interpretación invalida la autenticidad de lo acontecido.

Dejarán de creer sobre todo aquellos que estaban pendientes de cálculos sobre el Avi-so y el Milagro anunciados.

Seguirán creyendo, en cambio e incluso con más fuerza, quienes juzgan auténticas las apariciones en virtud de los mensajes. Puesto que aunque ningún fenómeno extraor-dinario hubiera ocurrido en aquella aldea cán-tabra (cosa que no fue así ya que hubo profu-sión de hechos sobrenaturales) bastan esos dos mensajes puestos al inicio y al final de las apariciones, hace 50 años, para creer que no podían ser inventados. Ni siquiera por sacerdo-tes, cuánto menos por aquellas niñas que todo ignoraban sobre lo que se estaba gestando en el seno de la Iglesia y que ahora se está viendo.

Lo importante no es adivinar fechas sino vivir los mensajes. Y esto es lo que a Joey Loman-gino le importaba. Él no especulaba con fechas ni nunca preguntó a Conchita acerca del mila-gro que, se decía, debería beneficiarlo. No le preocupaba eso, no. Lo que casi nadie sabe es que Joey había ofrecido sus ojos a Dios por Garabandal. Su mayor anhelo era vivir los

mensajes y difundirlos para que todos lo vivie-sen y más nada.

Hay algo que en estos momentos debería-mos todos tener muy en cuenta: el mensaje que Conchita da a Lomangino era privado y no para hacerse público ni mucho menos para que la gente lo tomase como referencia para sus cálculos, como de hecho se hizo, so-bre cuánto faltaba para que los acontecimientos anunciados se verificasen.

La prueba que el mensaje de la Virgen a Joey sobre los “nuevos ojos” no debería afectar a nadie es que no afectó a su destinatario, por-que Joey Lomangino siguió con su apostolado mientras las fuerzas le asistieron. Sólo él pudo entender aquello de los “nuevos ojos”, ojos nuevos de la mirada de fe, de alegría (siempre mantuvo su óptimo humor), de esa mirada que supera la cruz y no sólo la hace soportable sino querible porque en ella se descubre el poder de salvación cuando es unida a la cruz de Cris-to. Y no podía ser de otro modo en el apóstol de Garabandal que siguiendo el pedido de la Santísima Virgen meditaba la Pasión del Señor y veía en ella la fuente del amor que salva. Esa mirada de fe que hizo en su caso del sufrimien-to oblación, oferta a Dios por lo que más ama-ba: que la Virgen Santísima fuese escuchada y seguida en todo lo que dijo en Garabandal.

Además, se había dicho que al final mu-chos dejarían de creer en Garabandal. Algo habría de ocurrir que provocaría ese descrei-miento. Más de una pueden ser las causantes: el transcurso del tiempo que hace perder la tensión original y el entusiasmo y, para los que esperan ansiosamente el Aviso, el que tarde tanto en venir; durísimas pruebas en el porve-nir; desconcierto y confusión y también algo

Con sus ojos joey Lomangino vioLo que muChos se niegan a ver

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que se haya asegurado iría a ocurrir y luego no se cumple. En esta última categoría caería para algunos el fallecimiento de Lomangino, que muere ciego. Sin embargo, paradojalmente, esta muerte para otros que ahonden en los signos justamente sería indicio de la cerca-nía del final, porque se dijo “al final muchos dejarían de creer”.

Algo parecido ha ocurrido con el tema de los Papas: después de Juan XXIII quedarían sólo tres Papas hasta el Final de los Tiempos. De acuerdo a esa profecía dicha a Conchita por la Virgen, se cuente o no se cuente el breve pontificado de Juan Pablo I, ya se está en el Final de los Tiempos. Es decir que ya se están viviendo y se vivirán acontecimientos ex-traordinariamente críticos para la Iglesia y para el mundo.

Signos los hay y ahora más que nunca, para quienes quieran verlos. Signo es la misma muerte del apóstol de Garabandal que ha origi-nado este artículo, porque ¿qué mayor signo puede ahora el Cielo mostrarnos en relación a Joey Lomangino que el de la fecha de su partida? ¡Nada menos que el 18 de junio, aniversario de la primera aparición del Arcángel San Miguel en San Sebastián de Garabandal y del segundo mensaje de la Virgen en 1965!

Resulta claro, de una claridad meridiana, que hay que dejar de pensar en cuándo será el Aviso, que ciertamente vendrá como acto de la Misericordia Divina, o cuál la fecha del Milagro, que también vendrá porque la Santísima Virgen lo dijo. Démonos en cambio por avisados y permanezcamos alerta que lo urgente es convertirse el día de hoy, porque de este hoy, de lo que hagamos o dejemos de hacer, depende nuestra eternidad, en vez de ima-ginar cómo será el mañana. “Así que no os preocupéis del mAñAnA, el mAñAnA se preocupArá de sí mismo. A cAdA díA le bAstA su penA” (Mt 6,34).

En definitiva, esta es una prueba de fe más acerca de Garabandal, una suerte de divisora de aguas. De ella debemos sacar la conclusión correcta, que es – como se ha dicho- la de hacer caso omiso a cálculos, dimes y diretes de supuestos expertos y sólo ocuparnos seriamen-te en vivir los mensajes. Mensajes sencillos y directos de una Madre que no quiere ver a sus hijos condenados.

¿Has seguido a Garabandal? ¿Te preocupa que Joey Lomangino haya muerto ciego? Haz todo lo que la Madre de Dios vino a pedirnos: o sea hacer una buena vida según el criterio de Dios no el nuestro; visitar frecuentemente el Santísimo Sacramento; hacer sacrificios y peni-tencias. ¿Lo hacemos? ¿Nos preocupamos de nuestra conversión de cada día? ¿Visitamos, adoramos al Santísimo con frecuencia, quizás semanalmente o diariamente? ¿Ayunamos, nos privamos de algo por Dios?

En el núcleo de los mensajes y hechos de Garabandal está la Eucaristía. Es la Eu-caristía a la que debemos honrar y guardar la máxima devoción y respeto porque es la misma Persona de Cristo. Darle la importancia a la que nos llama la Virgen significa que debe estar en el centro de nuestra vida espiritual y ser cele-brada y participada con dignidad y unción.

Los mensajes son una unidad en la que todo tiene que ver con todo. Así, la devoción y el respeto a la Eucaristía exige también la pu-rificación del corazón, la reconciliación con Dios que supone también la reconciliación con el hermano, a quien se le ha perdonado las ofen-sas o reparado el mal contra él cometido. Es de un corazón así que la oración es escuchada y que es posible meditar con frutos la Pasión del Señor, a la que nos exhorta al final la Santísima Virgen. Meditarla también nos llevará a abando-narnos en Él, sin temor ni especulación alguna.

EL CIELO A GARABANDAL 5

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6 EL CIELO A GARABANDAL

Máxima expectaciónante el primer mensajede Nuestra Señoradel Carmen de GarabandalCapítulo IV

L os fenómenos espirituales de Garaban-dal, que eran diarios y que parecían ir aumentando, mantenían a un número

cada vez mayor de personas en vilo de expectación.

El 6 de septiembre de 1961, don Valentín, por medio de Conchita, que estaba normal, hizo varias preguntas a Loli que se encontraba en éxtasis. Luego, Conchita pasó también mentalmente a su compañera esta doble cuestión:

—Don Valentín no hace más que decir: “No sé,

no sé qué es esto…”

La respuesta fue una amplia y benévola sonrisa de la Virgen.

—Dice también don Valentín que qué es lo que quiere la Virgen con todo esto…

La respuesta fue: “Ya se verá el 18 de octubre”.

¿Qué pasaría aquel próximo 18 de octubre? Las niñas venían hablando de un secreto que hasta dicho día no podría revelarse…; de un mensaje, que en tal fecha debían hacer público… Y aunque

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Adaptación deAnna Fusari

Es muy difícil extraer todo el “jugo” de estas apariciones. Hay que acercarse a ellas con humildad, con los pies descalzos, con la mente abierta a la Sabiduría de Dios y a su Verdad, con el corazón humillado ante la Grandeza divina y enamorado de su Amor infinito. Porque cualquier detalle, por pequeño que parezca, puede ser enriquecedor.

El primer mensaje de la Virgen en Garabandal es una urgente llamada a la conver-sión. En Garabandal, como en Fátima, para que huyamos del pecado, la Virgen quiere protegernos con el Santo Temor de Dios, Principio de toda Sabiduría.

Dijeron las niñas: “La Virgen quiere que Le hagamos caso para que Dios no nos casti-gue”.

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no hablaban de ello, se las oía de cuando en cuando hacer unas pequeñas alusiones a un futuro milagro, que podría convencer a todos…

—¡Qué bonito es el Milagro!— se había oído a Conchita en un éxtasis del 3 de septiembre— ¡Cuánto me gustaría que lo hicieras pronto!... ¿Por qué no lo haces ahora ya? Hazlo, aunque no sea más que para los que creen… A los que no creen, les es igual”.

¿Cómo no suponer que aquel próximo 18 de octubre sería de verdad una jornada impresionante? Octubre iba a ser, pues, el mes del gran día.

Por esas fechas, en el diario de Conchita aparece un llamativo fenómeno: “En una de nuestras apari-ciones, bajábamos Loli y yo de los Pinos con mucha gente, y vimos una cosa como fuego en las nubes; lo vieron la gente que estaba con nosotras y también los que no estaban. Cuando pasó esto, se nos apareció la Virgen, y le preguntamos que qué era aquello, y Ella nos dijo que en aquello vino Ella”.

No fue esta la única “señal en el cielo”, hay otra más espectacular que ocurrió en la festividad del Pilar: “En otro día de nuestras apariciones, en que estábamos Loli y yo; era el día del Pilar; cuando estábamos viendo a la Virgen, se vio una estrella con un rastro muy grande debajo de los pies de la Virgen. Y lo vieron varios. Le preguntamos a la Virgen qué quería decir; pero no nos contestó”.

Todas esto impresionaba a la gente que, con vista al 18 de octubre, empezaron a llegar al pueblo.

Dos días después de la fiesta del Pilar aparecía por primera vez en Garabandal un ingeniero ale-mán que vivía en Madrid, Máximo Förschler En-

tenmann. Aunque protestante, estaba muy vinculado a la familia Andreu; por eso venía acompañando a nuestro ya bien conocido P. Ramón María Andreu.

Su llegada a Garabandal no fue fácil. Era el día 14, segundo sábado de octubre. Así lo describe el protagonista: “Faltando unos treinta kilómetros para llegar a Cossío, tuvimos un tremendo choque, en pleno puerto, con otro coche; el accidente pudo tener consecuencias fatales…, y sólo posteriormente he llegado a comprender que fue sin duda la Santí-sima Virgen quien nos libró de una muerte segura. Por causa de lo ocurrido, llegamos a San Sebastián de Garabandal muy tarde, sobre las once de la no-che. Pero con la suerte de poder presenciar, apenas llegados, dos éxtasis… Confieso que entonces no me impresionaron lo más mínimo.

Nos retiramos a la casa donde teníamos hospedaje y, en seguida, a eso de las doce, el Padre se puso muy malo, con mareos, sudores fríos, fortísimos dolores en el tobillo izquierdo, que aparecía muy inflama-do. Había en el pueblo un médico de Santander y un especialista en huesos, de Burgos; se les llamó, y después del reconocimiento diagnosticaron que, aparte del evidente derrame, había probable fractura del tobillo, o seria fisura como mínimo. Le aplicaron un adecuado vendaje y una bolsa de hielo y, entre varios, le llevamos en brazos a la cama: sus dolores eran horrorosos.

Como viejo amigo del padre, quedé yo a cuidarle durante la noche, en una segunda cama en la misma habitación.

Después de muy largo rato, sobre las tres y media de la madrugada, empezamos a oír ruido en la calle, con la gente pidiendo a voces que la dueña de la casa

IZQUIERDAMáximo Foeschler y Muriel Catherine, con el P. Ramón Ma-ría Andreu. Máximo y Muriel se convirtie-ron a la Fe católica tras sus visitas a Garabandal.

DERECHAPrimer plano del P. Ramón María Andreu, S.J.

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8 EL CIELO A GARABANDAL

abriese la puerta, porque Jacinta estaba allí en éxta-sis, queriendo entrar.

Pronto apareció en la habitación, se fue hacia el Padre y le dio a besar el crucifijo diciendo a la Visión: “E Padre está ¡mu malísimo”… Cúralo. Que delira ¡cuánto!... Cúralo” y, a continuación, habló con él algo que yo no pude entender…

Empezaba ya la niña a tener gestos como de despedida de la visión, empezando a santiguarse y a ofrecer sus mejillas a unos besos invisibles cuando de repente se para, hace una flexión hacia atrás, hacia donde yo estaba, y me da también a mí el crucifijo a besar ¡por dos veces!.

Cuando marchó la niña, nos pusimos, naturalmen-te, a comentar todos los detalles; y el Padre me confe-só que había pedido muy de veras, en su interior, que la niña, antes de marcharse me diera también a mí a besar el crucifijo. Tuve para pensar durante las pocas horas que quedaban de la noche”.

El P. Andreu explicó luego que Máximo, horas antes, había seguido a las videntes en sus trances, sin obtener de ellas ninguna muestra de atención; más bien, lo contrario, pues cuantas veces ellas dieron el crucifijo a los circunstantes, saltándole siempre a él.

Apenas el Padre había formulado internamente su secretísima petición, Jacinta se detuvo y exclamó: “¿Qué?” Quedó en actitud de escucha, y añadió en seguida: “¡Ah!”. Empezó a inclinarse más y más hacia atrás, hasta que pudo llegar con el crucifijo a la boca del señor Förschler, a quien no podía ver, por tenerle a su espalda. Instantes después, la niña volvió en sí, para ir a descansar. Eran casi las cuatro de la madru-gada del domingo 15 de octubre.

Seguimos con el relato del señor Förschler.

“Clareaba ya la mañana de ese día, cuando se presentaron varios france-ses, y detrás, uno de los dos médicos, a preguntar por el Padre. Serían las ocho, aproximadamente. El Padre dijo al médico que habían cesado del todo los dolores, y que podía mover el pie sin dificultad. Estaban sorprendidos, pero como medida de precaución le aconsejaron que no pisara con aquel pie, y que aguardase la llegada de una ambulancia que se podía pedir para el hospital de Santander: la lesión había sido seria y, normalmente, tardaría de quince a

veinte días en curar.

El médico encontró al Padre sentado en el borde de la cama:

—Pero, ¿qué hace usted, Padre?

—Ya ve, trato de levantarme…

—¡No haga usted eso! Es un disparate. Vamos a ver el tobillo…

El médico se puso con una rodilla en tierra para examinarlo mejor. Luego levantó la cabeza hacia el Padre, mirándole de cierta manera, y le dijo:

—¡Qué bromista es usted! Vamos, enséñeme el tobillo malo.

El Padre, con aparente indiferencia le enseñó el otro tobillo, que era precisamente “el bueno”. El mé-dico lo examinó con toda atención, lo comparó con el otro, y acabó levantando de nuevo la cabeza hacia el Padre mientras decía:

—¡Pero qué cosas más raras pasan en este pueblo!.

Cuando marcharon los médicos, el Padre se empe-ñó en que le calzáramos, pues no sentía dolor alguno. Fue a ponerse en pie, y lo hizo sin dificultad. Enton-ces decidió celebrar él la misa del pueblo, desistiendo de avisar a don Valentín para que subiera, como ya se había acordado. Mandó tocar las campanas a misa, y nos pusimos a buscarle un bastón.

Yo mismo le acompañé a la iglesia; y cuando iba a empezar el acto, como yo de la misa no entendía nada, busqué un lugar a propósito en el último ban-co, y me dediqué a observar desde allí atentamente cómo marchaba lo de su pie: durante toda la cere-monia se movió, y se arrodilló y levantó sin dificultad.

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Después de la misa, hizo delante de mí varios movimientos o flexiones de pie sin molestia alguna y me confío lo que Jacinta, en éxtasis, a las tres y media de la madrugada le había dicho:

—Padre, la Virgen me ha dicho que está usted malo; pero me ha mandado a decirle que está usted curado. En el mismo instante le desaparecieron los dolores”.

La congregación de la esperanzaEl 17 de octubre tuvo en Garabandal todo el aire

de unas grandes e ilusionadas vísperas. Por todos los caminos, en todos los hogares y en todos los corazones, el mismo interrogante: “¿Qué pasará mañana?”.

Las cuatro niñas, las más directamente afectadas, se mantenían en la mayor tranquilidad.

El P. Ramón María Andreu, totalmente recuperado de aquel accidente que había tenido pocos días antes, estaba seguro de que iba a ser afortunado testigo de nuevas maravillas.

Años después, declaraba al editor francés del dia-rio de Conchita: “Estaba yo en Garabandal el día 17 de octubre. Durante ese día y, sobre todo, el día 18, vi llegar al pueblo una multitud inmensa…”

El 17, fueron llegando al pueblo preferentemente los “asiduos” a las apariciones que, por tener ya allí amistades, no se verían forzados a pasar la noche a la intemperie.

Aquella tarde, las cocinas de Garabandal se llena-ron de encuentros y tertulias, y se pasaban las horas entre evocaciones y esperanzas….

Hubo rosario en la iglesia, como de costumbre; también, como de costumbre, hubo aparición. Du-rante la noche, llovió mucho.

Antes de amanecer el día 18 de octubre, muchos vehículos de todas clases empezaron a poner en mar-cha sus motores.

María Herrero recuerda: “El 18 de octubre de 1961 amaneció lloviendo a cántaros en toda la provincia de Santander. Nosotros salimos a buena hora y ya en el alto de Carmona, tuvimos que ponernos en cara-vana, una larguísima caravana de coches, que nos precedían y que, sin duda, iban como nosotros, hacia San Sebastián de Garabandal.

De Puente Nansa a Cossío hay tres kilómetros; pues bien, yo creo que al menos uno tenía ya sus cunetas totalmente ocupadas de autocares y turis-mos vacíos. Logramos llegar a Cossío, y difícilmente pudimos encontrar un palmo de terreno donde dejar nuestro coche.

Y ahora teníamos por delante seis kilómetros terribles. La lluvia, que no paraba, había convertido todo el camino de subida en un lodazal. Sosteniendo en una mano el paraguas y manteniendo libre la otra para los resbalones, emprendimos la marcha a pie. Había trayectos en que lograbas dar un paso, y luego, por el suelo resbaladizo, reculabas, a lo mejor, dos.

Recuerdo aquella ascensión como un verdade-ro camino del Calvario… ¡Más de tres horas duró nuestra penosísima marcha, a pesar de que la quisi-mos acortar tomando un atajo, que luego nos resultó bastante más duro que el camino acostumbrado”.

Lo que vivió nuestra testigo, lo vivieron también miles de personas de toda edad y condición… Muy fuerte tenía que ser la esperanza que las sostenía.

“Llegamos –sigue contando doña María- hacia las 13.30 horas. La muchedumbre lo invadía todo… en espera del acontecimiento. Porque yo creo que todos esperábamos no sé qué, algo verdaderamente extraordinario; confieso que yo también lo esperaba, a pesar de que pocos días antes me habían advertido Loli y Jacinta que no había por qué esperar milagro alguno, porque a ellas lo único que les había dicho la Virgen era que tenían que hacer público el mensaje,

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10 EL CIELO A GARABANDAL

según tantas veces habían anunciado…

Al ver cómo estaba todo, me lamenté de no ha-ber ido a misa antes de salir de Santander. Entonces alguien me dijo:

—Vete a la iglesia que están celebrando misas casi sin interrupción desde esta madrugada.

Quise correr, pero era tal la aglomeración, que con dificultad pude ir abriéndome paso hasta la iglesia. Allí, me quedé asombrada de la cantidad de religio-sos y sacerdotes que había. Me alegré de no quedar-me sin misa, pues aunque no era día de precepto, se celebraba la fiesta de San Lucas, el evangelista que más nos ha hablado de la Virgen.

Al llegar al pueblo y junto a la casa de Ceferino, desde debajo del paraguas, levanté los ojos y percibí a Loli detrás de su ventana, en la planta de arriba… Debía de estar sentada, luego me enteré de que sufría de inflamación en una rodilla…

Por fortuna, vi a don Valentín. Iba de un lado para otro atareadísimo, nervioso. Me acerqué a él y, des-pués de los saludos, se desahogó en seguida:

-¡Dios mío! No sé lo que va a pasar aquí… Estoy verdaderamente asustado de toda esta multitud. ¡Y que no les va a gustar el mensaje”

-¡Ah! Pero ¿usted ya conoce el mensaje?

-Sí, desde ayer por la tarde, que me lo dio Conchita.

-¿Y qué dice, qué dice?

-Hay que aguardar. Tienen que leerlo ellas esta tarde. Pero no sé… a mí me parece… no sé… me pa-rece como pueril, como de niño pequeño. Estoy muy

preocupado, por la gente, que no sé qué espera.

Todo hacía creer que lo que allí ocurría había de tener un alcance verdaderamente eclesial, ecuméni-co… ¡Era la Iglesia entera la afectada! Así que nadie más adecuado de quien había sido declarado primer patrono de la misma Iglesia por Pio IX, el Papa del dogma de la Inmaculada.

“El tiempo seguía empeorando y la gente se cobi-jaba como podía en las casas y bajo los soportales. Los vecinos del pueblo se portaron con la gente lo mejor que pudieron, ejercitando no poco la caridad y la paciencia, pues la multitud, que todo lo inunda-ba, les estropeó sus sembrados, les machacó mucha hierba… Sin embargo, a pesar de las considerables pérdidas que todo esto suponía, nadie se quejó.

El cielo parecía ensañarse con nosotros. A la llu-via constante y fuerte, empezó a unirse un frío ho-rrible, que culminó en una granizada y que hacia las cinco o seis de la tarde se convirtió en agua-nieve.

Aunque encontré refugio en una casa, donde me dieron de comer, no podía sustraerme al ambiente

de las calles y callejas, animadísimas, en las que po-dían oírse diversos idiomas, aunque predominando, naturalmente, el español.

El espectáculo era ciertamente curioso; y era fácil comprobar que quienes habían subido con buena fe, estaban contentos, animados, con las mejores esperanzas: rezaban, y no se cuidaban mucho de las inclemencias del tiempo: Y, probablemente, muchos de ellos ni siquiera habían comido…

Ante cada una de las casas de las niñas videntes es-taban apostadas parejas de la Guardia Civil a caballo, impidiendo la entrada de los innumerables curiosos que buscaban a toda costa conocer, hablar y besar a las niñas, verdaderas protagonistas de aquella con-centración a escala internacional.

La hora HYa antes de media tarde empezaron muchos a to-

mar posiciones, para asegurarse puestos de preferen-cia en los probables escenarios del acontecimiento; unos decían que sería en los Pinos, otros, que en la calleja, mientras otros, que en la iglesia.

Oscureció muy pronto, debido también al cielo encapotado. Con la oscuridad, el desasosiego y la im-paciencia iban creciendo en la multitud. La espera se

Del diario de Conchita:“La Virgen, siempre sonriendo, lo primero que nos dijo fue: “¿Sabéis lo que quería decir el letrero que traía el Ángel de-bajo? ... Luego nos explicó qué quería decir el mensaje y cómo lo teníamos que decir nosotras en el portal de la iglesia… y que se lo dijéramos a don Valentín, para que lo dijese él en los Pinos a las diez y media de la noche.Esto nos lo dijo la Virgen que lo hiciéramos así; pero la Co-misión dijo que como había mucha gente y llovía mucho y no había dónde cobijar al personal, sería mejor decir el mensaje a las ocho y media o nueve…

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iba haciendo para muchos, difícilmente soportable.

A eso de las ocho, don Valentín ya no fue capaz de resistir más a las presiones y fue en busca de las niñas, para hacer las cosas no según las instrucciones que ellas habían recibido de la Virgen, sino según lo que ellos acababan de acordar. Se suprimiría la lectu-ra desde el portal de la iglesia y todo se haría rápida-mente en los Pinos.

La voz corrió en seguida por todos los grupos:

—¡A los Pinos! ¡A los Pinos!, y hacia allá empezó a moverse la masa bajo el terrible aguacero.

“Marchábamos —dice doña María Herrero— a trompicones en la oscuridad, chapoteando en una especie de riada de lodo, piedras y palos que bajaba de la vertiente de los Pinos; nos caíamos, rodábamos a veces, gateábamos echando mano a las piedras grandes del suelo o a las zarzas de las orillas… Y a pesar de tantas caídas y trompicones, no supe de nadie que se rompiera un hueso o se lastimara en lo más mínimo.”

Mientras tanto, don Valentín reunía a las niñas Conchita ofreció alguna resistencia, por no estar conforme con que se hicieran así las cosas, pero él la obligó a salir de casa para ir a leer el mensaje.

Oigamos de nuevo a nuestra testigo: “Debo con-fesar que yo acabé la subida de bastante mal humor: entre el miedo que me causan las multitudes desor-denadas, la lata que me dieron a lo largo del trayecto, preguntando y preguntando sin cesar, y la contra-riedad de no encontrar allí un puesto a gusto, me fui enervando notablemente. Por fin, me situé arriba de los Pinos, como a unos setenta metros de ellos, en la pendiente de la derecha; la multitud me impedía acercarme más. No se veía del todo mal, porque ha-bía muchas linternas encendidas.

Al cabo de un rato, de improviso, entre una multi-tud que las envolvía, y protegidas por varias parejas de guardias a caballo, aparecieron a cierta distancia las cuatro frágiles siluetas de las niñas…

Cuando ya estuvieron arriba, el agua-nieve que nos calaba y casi cegaba, dejó de caer; las nubes negras y bajísimas empezaron a ser barridas por un vendaval, y apareció la luna. Una luz pálida iluminó entonces los Pinos y al grupo de guardias, niñas, sacerdotes, etc., que estaban bajo mi punto de observación. Con-fieso que aquello me resultó verdaderamente impre-sionante…”.

Las niñas dieron a don Valentín el pobre papel del mensaje, porque según las instrucciones de la Virgen, él debía ser quien lo proclamara en los Pinos.

Pero, según cuenta Conchita en su diario, “don Va-lentín lo leyó para él solo, y después que lo leyó, nos lo dio a nosotras, para leerle; y lo leímos las cuatro juntas…”

No era precisamente aquello lo señalado. Don Valentín Marichalar, cura párroco, no tuvo valor para hacer la proclamación que se le pedía.

“Yo distinguí claramente —dice María— la voz infantil de Conchita leyendo el mensaje…”

Después, porque a las niñas no se les había oído bien, repitieron la lectura en voz alta dos hombres.

Así quedaba suficientemente proclamado lo que en aquel momento se debía saber. Sobre la noche de Ga-rabandal, sobre la noche del mundo, flotaban ya unas palabras precisas aunque simplicísimas. Si a causa de esto, de no tener nada de sensacional, muchos apenas les concederían atención, otros podrían encontrar en ellas suficiente contenido para profundas reflexiones

Imposible que la masa de expectantes que acogió estas palabras en la revuelta noche de Garabandal pudiera captar entonces las verdaderas dimensiones de tan certísimo mensaje… Por eso, a todos o casi todos decepcionó.

Tinieblas en muchos corazonesEl silencio expectante que había ambientado la lec-

tura del mensaje, se quebró tan pronto como el papel

“Hay que hacer muchos sacrifi-cios, mucha penitencia, visitar

al Santísimo; pero antes, tenemos que ser muy buenos.

Y si no lo hacemos, nos vendrá un castigo.

Ya se está llenando la copa, y si no cambiamos, nos vendrá un

castigo muy grande”

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que lo contenía fue guardado.

Al ver que todo indicaba que “ya no había más”, un viento de decepción, más fuerte que el temporal at-mosférico, sopló sobre aquella multitud, y en muchos corazones también se hizo de noche.

La bajada de los Pinos, bajo el azote exterior de la lluvia y el viento, y con el desabrimiento interno de la decepción, fue aún más penosa que la subida. Lo que le pasó a María Herrero le pasó a todos: “Perpleja y malhumorada, bajé de aquel promontorio de barro, piedras y hoyos, sin ver nada, ayudando como podía a alguna persona en apuros, bajo la lluvia que volvía a ser implacable”.

Uno de los que más sintieron los efectos de aquella noche fue el P. Ramón María Andreu. Había sido allí favorecido como pocos, y como pocos fue también allí probado.

Durante muy largo rato, entre el agua que corría monte abajo por todas partes y la muchedumbre que subía o que bajaba, se movió él de un punto a otro de la ladera como un verdadero náufrago.

“Me invadió de golpe, brutalmente, una intensí-sima amargura interior. Era como una mezcla de impresiones penosas y de sentimientos deprimentes. Me parecía que todo se dislocaba, como si todo se me derrumbara. Acababa de entrar en un desierto moral. El pasado se embrollaba… Sólo quedaba clara y evidente la muerte de mi pobre hermano, el P. Luis, poco más de dos meses antes.

Luego, con lo que estaba pasando en los Pinos, mi estado de sufrimiento interior no hizo más que empeorar. Creo que jamás, a lo largo de mi vida, he conocido una tal desolación… Sentí violentas ganas de marchar lejos, a América. Y me decía: Qué haces tú aquí? Esas niñas no son más que unas pobres en-fermas. Y todo esto, una triste comedia de aldeanos retrasados…

Me quedé parado unos minutos. Con la vista interrogaba al cielo. Cambié de sitio, y nuevamente permanecí parado durante un tiempo que no puedo precisar. Estaba como inconsciente, sólo advertía en torno mío el continuo pasar de la multitud, que me desbordaba por un lado y por otro; las linternas se acercaban y se alejaban en la oscuridad… De golpe, una de ellas me dio en la cara con su haz de luz. Un amigo que bajaba, me acababa de reconocer y quería darme rápidamente sus impresiones: “Esto es mara-

villoso… Esto es estupendo…”

Yo le dejaba hablar, replicándole en mi interior: “¡Ya comprenderás mañana!” Y me daba pena su entusiasmo, casi me irritaba.

Juntos fuimos bajando al pueblo. Creo que yo había permanecido en la ladera del monte no menos de una hora, viendo subir y bajar linternas como una pesadilla.

Me cobijé de momento en una casa cualquiera, para no mojarme; pero me sentía tan desilusionado que todo me molestaba. Por eso salí y dirigií mis pa-sos a la casa donde me estarían esperando: necesitaba de caras conocidas, para no sentirme tan solo… Al poco rato, llegó Amaliuca, hermana e Loli, algo más pequeña que ella. Señalándome a mí y a otros dos personas, dijo: “Dice Loli que vayas tú y tú y tú”.

Yo no tenía ganas ni intención de ir. Me decidí al fin, pensando darle a ella y a todo aquello el adió definitivo.

Llegamos a casa de Ceferino y subimos al piso de arriba: habría allí como una docena de personas; en medio de ellas, Loli; parecía contenta, diría que hasta dichosa. Yo me busqué un rincón, y empecé a pensar en la inconsciencia de aquella criatura, y en la credu-lidad de quienes la rodeaban…

Entonces ella viene hacia mí y me dice sonriente:

—Siéntese usted. —Me señalaba una especie de camastro. Le obedecí como un autómata, y ella vino a sentarse a mi lado. La conversación que siguió, creo que no se me olvidaré en la vida:

—De ustedes tres hay uno que no cree. ¿Sabe quien es?

—Sí, lo sé. ¿Lo sabes tú también?

—Ciertamente. La Virgen me lo ha dicho.

—¿Cuándo?

—Hace muy poco: cuando bajábamos de los Pinos.

—Pues a ver: dínoslo.

—No me atrevo. Si fuera uno de los otros dos…

—Sí, yo soy; y ya no creo en nada.

En los ojos tan infantiles de Loli brilló una sonrisa comprensiva:

—Nos dijo la Virgen: “El Padre duda de todo, y sufre mucho. Llamadle y decidle que no dude más, que ciertamente soy yo, la Virgen, quien

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se aparece aquí. Y para que os crea mejor, le diréis: Cuando subías, subías contento; cuando bajabas, bajabas triste”.

Me quedé estupefacto, mirando a la niña que añadió:

—A Conchita le ha hablado mucho de usted.

Me levanté, tomé el brazo a los dos amigos que me miraban sin comprender y les empujé hacia la puerta diciendo: “¡Vamos en seguida a la casa de Conchita!”.

A pesar de la hora, Aniceta nos recibió.

—¿Puedo estar con Conchita?

—Ya está acostada; pero usted puede subir, si quiere.

Subí con los dos amigos. Conchita estaba en la cama con su prima Luciuca un año menor que ella. Tan pronto como me vio, sin esperar a que yo habla-ra, me dijo sonriente:

—¿Estará contento, no? ¿O es que está triste todavía?

—Casi no lo sé. Loli me ha dicho que la Virgen te ha hablado mucho de mí.

—¡Lo menos un cuarto de hora!

—¿Y qué te ha dicho?

—Aún no se lo puedo decir.

—Entonces me quedo igual que antes.

Conchita sonrió:

—Bueno, algo sí que le puedo decir. “Cuando subía, subía contento; cuando bajaba, bajaba triste”… Ella me ha dicho todo lo que usted estaba pensan-do… Y dónde lo estaba pensando… Y que pensaba: “Ahora me voy a América”. Y en otro sitio pensaba: “Ya no quiero saber más de fulano y de fulano”… Y usted sufría mucho. Me ha encargado que se lo diga y que le advierta que todo esto le ha pasado para que en adelante, acordándose de todo ello, no vuelva a dudar más. —Me quedé sin habla.

Al día siguiente, sobre una detallada fotografía de los Pinos y sus alrededores, Conchita me fue señalan-do con el dedo cada uno de los sitios donde yo había estado y lo que había pensado allí. Puedo asegurar que no se equivocó en nada”.

Volvamos al relato de la señora Herrero de Ga-llardo: “Yo bajé con la multitud y, como muchos, en parte descontenta y en parte impresionada. Ya no se oía, como a la subida, a grupos que rezaban el rosario o cantaban himnos.

Por debajo del pueblo es cuando empecé a sentir más miedo: la avalancha de gente bajaba con prisas, a toda velocidad, resbalando por el barro y empu-jando. Para que no faltara nada, se desencadenó una tormenta como no he visto. Los truenos retumbaban atronadores y los rayos caían sin cesar, cegándonos de luz. ¡Cuánto invoqué a San Miguel!

Como me resbalaba y perdía el equilibrio, y temía que la gente acabara pisoteándome, me senté en el suelo a un lado del camino, abrumada por el miedo. Dos hombres, cuyo rostro no pude reconocer por la oscuridad, me tomaron cada cual por un brazo, y así pude llegar hasta Cossío. El último kilómetro tuve que hacerlo descalza sobre aquel lodazal de piedras sueltas: se me rompieron los zapatos y tuve que tirarlos. Sin embargo, créase milagro o no, no sufrí el menor roce en mis pies, se me quedaron tan intactos como si hubiese bajado sobre una alfombra.

Cuando a hora muy avanzada de la noche me en-contré al fin en mi cuarto de Santander, lloré descon-solada. Me parecía que Garabandal había terminado para siempre.

Yo no podía dudar de la verdad de las apariciones que había presenciado: me hubiese dejado matar por defenderlas: ¿Qué había pasado entonces en aquel decepcionante 18 de octubre? ¿Es que habíamos defraudado a la Virgen, y ya no volvería? ¿Muy pro-bablemente! Me partía el alma este pensamiento…, y así fue aquella noche para mí una verdadera “noche oscura”, quizá la única en lo que se refiere a Garabandal”.

Hasta tal punto fue general el temor o el pensa-miento de que aquel 18 de octubre era la “muerte de Garabandal”, que dos días después, el 20, se le oyó a Jacinta en éxtasis: “Ya no nos cree nadie, ¿sabes?... Así que ya puedes hacer un milagro muy grandísimo para que vuelvan muchos a creer…” La respuesta de la Virgen fue sonreír y decirle: “Ya creerán”.

No cabe duda de que aquel día llegó, sobre Gara-bandal, la primera admonición pública del Cielo y con ella empezó la primera criba de muchos entu-siasmos fáciles.

En el siguiente número:

Segundo mensaje de la Virgen.

AdAptAdo del libro del p. eusebio GArcíA de pesquerA (se fue con prisAs A lA montAñA).

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ADVERTENCIA Y CONSEJOAcercA de fAlsos profetAs y fAlsos videntes quienes, invocAndo A GArAbAndAl, perjudicAn lA verdAd y dAñAn lA credibilidAd

JUSTO ANTONIO LOFEUDO

A Dios lo que esde Dios

<<A medida que el panorama del mundo se enturbia más, videos y men-

sajes corren por la red, más conferenciantes aparecen explicando hacia dónde estamos yen-do, qué va a ocurrir dentro de poco y delirantes escenarios se nos presentan como inminentes.

A las mentes excitadas, el tema del Aviso de Garabandal y luego del Milagro los atrae poderosamente. Algunos más notorios otros menos pero todos, muy listos, pretenden arran-carles secretos al mismo Dios. Y así se oyen y muestran conjeturas y fantasías elevadas a la categoría de certezas que por más que se les quiera dar aire científico o de estudio no dejan de ser más que patrañas. Resultado: Lo falso arrastra lo auténtico y lo hunde.

Para justificar toda esa parafernalia de situa-ciones que dicen van a acontecer, esos falsos

profetas (una de las características de falsedad es que dan fechas) esgrimen el argumento fa-laz que los signos fueron dados para desentra-ñarlos. Los signos de los que habla el Señor, de los cuales nos advierte la Santísima Virgen, no son para dar rienda suelta a una imaginación febril y dar fechas que luego no se cumplen y como no se cumplen volver a dar otras. No, no se trata de eso sino de leer los signos de los tiempos para que permanezcamos vigilan-tes, en vez de curiosos, y profundicemos nuestra conversión.

Lo que algunos quizás desconozcan es que ciertos alarmistas de los que tratamos son conspicuos personajes no de ahora sino que vienen perturbando los ánimos desde hace ya tiempo, anunciando calamidades para determi-nadas fechas que luego no se dieron.

Cuando a uno de ellos, ahora muy en boga, le

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¿Por qué son seguidos y es-cuchados los falsos profetas y videntes? Porque parten de una verdad: la gran marea del mal que inunda y ensucia el mundo y que ya está convirtiéndose en diluvio de aposta-sía. Esto sí lo vemos todos. La calamidad la estamos ya viviendo. También, y no menos importante, son escuchados y seguidos porque invocan a la Virgen, al Señor, a profecías de santos, a lugares de apariciones verdaderas como Garabandal.

¿Qué hacer? Por una parte ignorarlos y en cuanto a “ha-cer-hacer”, pues hacer lo que nos pide nuestra Santísima Madre y sin dilación. A vivir los mensajes y cuando nos hablen de cuándo y qué va a pasar, invitemos a tales personas a re-leer y a confrontarnos con los mensajes autén-ticos de Garabandal y, por supuesto siempre, a vivir el Evangelio.

Que nada turbe vuestros corazones.>>“Aunque pAse por vAlle tenebroso, ningún mAl temeré, por que tú vAs conmigo” (Salmo 23,4)

“oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nAdA lo que te AsustA y Aflige, no se turbe tu corAzón, no temAs esA enfermedAd, ni otrA AlgunA enferme-dAd ni AngustiA. ¿no estoy yo Aquí que soy tu mAdre? ¿y no estás bAjo mi som-brA? ¿no soy yo tu sAlud? ¿no estás por venturA en mi regAzo? ¿qué más hAs menester? no te Apene ni te inquiete cosA AlgunA” (Virgen de Guadalupe a San Juan Diego.

Nican Mopohua)

pregunté qué pasaría luego si no se cumplía la fecha que venía anunciando para el Aviso (y que luego no se cumplió!) me respondió muy suelto de cuerpo: “Pues, no pasa nada”. ¿Cómo que no pasa nada? Claro que pasa, porque muchos han creído que esos anuncios eran parte de Garabandal —las videntes de Garabandal nunca dieron fechas, sólo indicios que, por otra parte, aún no se han verificado— y al no verificarse dejaron de creer y en otros casos ha contribuido a la excitación de mentes que en lugar de ocuparse verdaderamente de su salvación van propagando falsedades.

Los falsos profetas suelen estar a su vez “iluminados” por falsos videntesEl resultado no puede ser más contrario a la obra de Dios, a la finalidad de las apariciones de la Santísima Virgen, o sea –dicho con todas las letras- no puede ser más diabólico. Sí, por-que mal que les pese a esas personas que no atienden a la verdad ni practican las virtudes de la prudencia ni de la humildad, están desviando de lo esencial, provocando confusión, terror y generando espejismos para incautos que creen contar con información celestial.

Lamentablemente, en este cuadro no falta algu-na figura adinerada o de cierto poder y también algún sacerdote que haya sido sorprendido en su ingenuidad y cautivado por falsos mensa-jes a ellos dirigidos según los cuales estarían especialmente llamados a misiones muy impor-tantes.

Hay que recordar que en tiempos de Elías, por un verdadero profeta cuatrocientos cincuen-ta eran falsos. Cuando la Santísima Virgen le aparece a Bernardette Soubirous centenares alegaron ver a la Madre de Dios.

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Fiel y celosoMensajero

celestial

lA intervención de sAn miGuel hA continuAdo durAnte el seGundo Año de lAs ApAriciones en GArAbAndAl.episodios inolvidAbles protAGonizAdos por el sAnto ArcánGel fue-ron lAs llAmAdAs noches de los gritos y lAs comuniones místicas que recibíAn lAs niñAs de sus mAnos. durAnte unA de estAs comu-niones, se produjo el llAmAdo “milAGro de lA formA”, un prodiGio eucArístico observAdo, fotoGrAfiAdo y testimoniAdo por numero-sAs personAs.

LAS NOCHES DE LOS GRITOSFueron dos las “noches de los gritos”, momen-

tos estelares de la historia de Garabandal: las del 19 y 20 de junio 1962, anteriores a la fiesta del Cor-pus Christi que cayó al día siguiente, el jueves 21.

El día18 las niñas fueron visitadas por San Mi-guel, justo al cumplirse el primer año de su apari-ción como Precursor de la Virgen. De ese lunes 18, escribió don Valentín: “Al anochecer fue Mari Cruz al Cuadro y allí se quedó en éxtasis, y después fue por el pueblo. Al poco tiempo salieron Jacinta y Mari Loli. Fueron también al Cuadro y allí cayeron en éxtasis. Dicen que vieron al Ángel”.

Del día siguiente, martes 19, el párroco escri-bió: “A las diez y media de la noche estaban Jacin-ta, Mari Loli y Mari Cruz en el Cuadro. Las niñas lloraban y decían: ¡No nos digas eso! Llévanos a nosotras… ¡Que se confiesen… que se preparen! Después dijeron que lo comunicarían por escrito…

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Duró cincuenta minutos”.

Una testigo del momento, Eloísa de la Roza, manifestó que las niñas “daban unos gritos im-presionantes y decían ¡Espera! ¡Espera!... ¡Que se confiesen todos!... ¡Ay!... ¡Ay!...”

Mientras tanto, Conchita estaba en casa. Su madre no la dejaba salir, por tener bastante mal una rodilla. De pronto, la niña se queda en éxtasis cayendo tan bruscamente de rodillas que sangró. En su éxtasis, cogió una cuartilla de papel y soste-niéndola por el borde inferior en el aire, empezó a escribir sobre ella con un bolígrafo. La gente que estaba en la casa, quería leer lo que escribía y ella, para evitarlo, subió a su habitación para seguir escribiendo.

Cuando aquello había acabado y ella se encon-traba ya en estado normal, entra en la casa Plácido Ruiloba, un comerciante de Santander, muy afecta-do por una fuerte emoción, exclamando:

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—¿No han oído los gritos que daban las otras niñas en la Calleja?

—No—¡Ha sido espantoso!.

La segunda noche fue la del día siguiente, 20. Acudió también Conchita. Don Valentín anotó: “Fueron como el día anterior al Cuadro a las diez y media, y dijeron que habían visto al Ángel y que les había dicho que la Virgen volvería luego, y que la gente no pasase de la última casa. Y así lo hicie-ron… Después, parece que las niñas se las oyó llorar mucho y bajaron diciendo que se confesara la gente, que iba a venir un Castigo muy grande porque el mundo no se enmendaba.

David, un vecino del pueblo, recuerda: “La Virgen había pedido a las niñas que la gente no subiera. Lo que tenían que ver era tan horroroso que el ser hu-mano solamente de ver sus gestos y de verlas llorar y ver las exclamaciones que hacían, la gente lo iba a pasar muy mal, no lo iba a aguantar. Ellas estaban mucho más preparadas que nosotros; mucho más preparadas…”.

La gente se quedó, pues, detrás de la primera curva de la Calleja: “No podíamos verlas, no tenía-mos permiso para subir. Se oían, claro, los gritos. Al otro día fue tal el temor que toda la gente fue a confesar y comulgar.

Esa noche había un Sacerdote allí, y le decían: ¡Rece, padre, rece! Y cuando el Padre rezaba las niñas callaban, no lloraban ni gritaban ni nada. Terminaba el hombre de rezar lo que fuera por escuchar o com-prender algo, por oír, y volvían las niñas a gritar”.

Al volver a la normalidad (la aparición acabó so-bre las dos de la madrugada), las niñas dijeron que ellas se quedaban allí, toda la noche, en oración. Toda la gente se quedó con ellas rezando hasta las seis de la mañana.

A esa hora, el P. Larrazábal se fue para la iglesia, y le siguió todo el pueblo. Empezó el desfile de con-fesiones… Se confesó todo el pueblo; y, al parecer, fueron confesiones de una sinceridad y arrepenti-miento verdaderamente extraordinarios.

El padre franciscano José María, oriundo del pue-blo declaró: “La noche de los gritos fue una noche en que se les permitió a las niñas ver lo que iba a suceder con el Castigo y

entonces las niñas se asustaron tanto que el pueblo entero se aterrorizó”.

Mari Loli y Jacinta escribieron un corto mensaje de fecha de 19 de junio de 1962: “La Virgen nos ha dicho que no esperamos el Castigo; pero sin esperar-le vendrá; porque el mundo no ha cambiado, y ya lo ha dicho con ésta dos veces; y no la atendemos, por-que el mundo está peor; y hay que cambiar mucho, y no ha cambiado nada. Preparados, confesar; que el Castigo pronto vendrá, y el mundo sigue igual… Lo digo: que el mundo sigue igual. ¡Qué pena que no cambie! Pronto vendrá el Castigo muy grande, si no cambia”.

En octubre, María Herrero de Gallardo preguntó a Loli qué había visto en esa primera noche de los gritos.

“¡Oh —exclamó la niña—. Aquello era horrible de ver. Nosotras estábamos totalmente espantadas. Y yo no encuentro palabras para explicar aquello… Veíamos ríos que se convertían en sangre… Fuego que caía del cielo… Y algo mucho peor aún, que yo no puedo revelar ahora. El mensaje que dimos entonces dice que no esperábamos el Castigo pero que, sin esperarlo, vendrá… La Virgen pidió a todos que se confesaran y comulgaran”.

El día del Corpus, la gran fiesta de la Eucaristía, en ese año de gracia de 1962, fue solemne. A la misa no faltó nadie y casi todos comulgaron. Des-pués, durante la procesión con el Santísimo por las calles del pueblo, limpias y engalanadas, resonaron como nunca los tradicionales cantos de homenaje al Dios oculto, al Señor Sacramentado.

El ambiente de las noches de los gritos dominó el pueblo en los días siguientes. Al llegar el sábado 23 de junio, Mari Loli y Jacinta deciden firmar un segundo comunicado:

“La Virgen nos ha dicho que el mundo sigue igual, que no se ha cambiado nada; que pocos verían a Dios; son tan pocos, que a la Virgen le da mucha pena. ¡Qué pena que no cambie! La Virgen nos ha dicho que

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está llegando el Castigo. Como el mundo no cambia-ba, la copa se está llenando.

¡Qué triste estaba la Virgen! Aunque a noso-tros no nos lo dé a ver, porque la Virgen nos quiere tanto…; Ella lo sufre sola, porque es tan buena. ¡Sed buenos todos, para que la Virgen se ponga conten-ta! Nos ha dicho que pidamos los que somos buenos por los que son malos. Sí, pidamos a Dios por el mundo, por los que no le conocen. Sed buenos, muy buenos todos”.

LAS COMUNIONES MÍSTICASAl principio fueron preparadas las niñas por el

mismo Ángel, para recibir la Comunión dándoles y advirtiéndoles Él mismo que se trataba de partículas sin consagrar.

Escribió Conchita en su diario: “El Ángel San Mi-guel, a lo primero de las apariciones, nos daba for-mas sin consagrar; nosotras habíamos comido casi entonces, y nos las daba igual: era para enseñarnos a comulgar. Y así, muchos días”.

Llegó el momento en que el Ángel les dijo que iban a comulgar de verdad y les dio la Comunión. Traía un Copón de oro.

Más tarde el Ángel daba la Comunión a Loli y a Conchita y los lugares donde la recibían eran: Conchita en los Pinos, en el Cuadro y en el pórtico de la Iglesia. Loli en los mismos sitios excepto en los Pinos.

Eran Comuniones Místicas, ya que nadie podía ver la Sagrada Forma excepto la niña que comulga-ba. Pero se las veía a las niñas hacer la Señal de la Cruz, rezar el Señor mío Jesucristo o el Yo pecador, hablar con el Ángel, sacar la lengua, comulgar, de-glutir, rezar Alma de Cristo, etc.

Después de comulgar las niñas salían pronto del éxtasis, no sin antes hacer la señal de la Cruz, signándose. No duraban estos éxtasis más de diez minutos.

Se les preguntó a las niñas que cómo les daba el Ángel la Comunión si no podía consagrar, y el Án-gel les contestó que las Formas las tomaba de un Sagrario de la tierra.

Se ha podido comprobar que el Ángel no daba la Comunión a las niñas si el párroco o algún otro

sacerdote facultado para realizar los misterios sacer-dotales en Garabandal estaba presente y actuaba.

Una testigo de muchos fenómenos de Garaban-dal, al presenciar una de las comuniones místicas de Conchita en junio de 1962, recuerda que todos vie-ron la niña, minutos después de recibir la comunión y todavía en éxtasis, reírse. Al preguntarle más tarde el motivo de aquella risa, la niña explicó:

—Es que antes de marchar, el ángel me dijo: “Ya ves, he venido pronto hoy, para que no digas que te hago pasar hambre” (entonces el ayuno eucarís-tico era de tres horas).

Más de una vez, estas comuniones administradas por el ángel fueron ocasión de grandes lecciones para las niñas, como por ejemplo un episodio que sucedió a Jacinta. Aquel día estaban citadas en el mismo lugar, ella, Loli y Conchita, las tres se arro-dillaban en fila ante el ángel, Jacinta en el medio. Llega el momento de comulgar y el Ángel da la comunión a la primera de la fila, ignora a Jacinta que estaba en el medio, y da la comunión a la tercera niña. Jacinta, al darse cuenta de aquello, abre los ojos hacia el Ángel y rompe a llorar. No se explica por qué le ha negado así la Comunión. Pero la ex-plicación le llega inmediatamente: ¿no se acordaba ya ella de la mala contestación que había dado a su madre con motivo de…? ¿qué les había dicho tantas veces la Virgen? No se podía recibir al Señor de cual-quier manera.

Cuando Jacinta volvió a casa, su madre se dio cuenta en seguida que le había ocurrido algo:

—Pero…, ¿qué te ha pasado?—El Ángel no me ha querido dar la comunión (y

las lagrimas asomaron nuevamente a sus ojos).—¿Y eso?—Por una mala contestación que te di y de la que

ya no me acordaba.

Tampoco la madre se acordaba ya; pero ante Dios las cosas no pasan tan fácilmente: los pecados no se borran con un simple olvido, sino con sincero arrepen-timiento y el paso por el sacramento de la Penitencia.

“El ángel no volvió a darme la comunión —dice Jacinta— hasta que me confesé”.

¡Buena lección! Podemos estar seguros de que su falta no alcanzaba la categoría de pecado mortal y, por consiguiente, no había necesidad estricta de confesión; pero es que la Comunión exige mucho,

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tras un milagro el Ángel.

El mismo día, por la noche, vino la Virgen; venía muy sonriente, como siempre. Y yo le dije:

-Me dijo el Ángel San Miguel que por intercesión de él y mía iba a hacer Dios, Nuestro Señor, un milagro...

Ella no me dijo nada; y yo le dije que cúando sería:

-El viernes 29 oirás una voz que te lo dirá.-De quien es esa voz?Y Ella no me dijo nada...

Llegó el viernes y, como la Virgen me había dicho, sentí una voz estando en los Pinos, que me decía que el 18 de julio sería cuando se realizaría el mila-gro; y la voz añadió: “El milagrucu, como tú dices”.

En otro momento San Miguel dijo a Conchita que podría comunicar la fecha quince días antes, cosa que ella hizo con ilusión y cuya noticia se extendió, por lo que el 18 de julio había en Garabandal entre dosmil y tresmil personas, de numerosas clases y procedencias.

Ese día era la Fiesta más importante del pueblo, la festividad de San Sebastián, su patrono. El Cielo quería hacer coincidir el Milagro con esa fecha, tal vez para dar una lección magistral y enseñar que las fiestas (músicas, baile, comidas...) no son lo más importante para el hombre y que existe un motivo infinitamente mayor, que es celebrar el “Verdadero Pan del Cielo”, la Eucaristía o Santísimo Sacramento.

Seguimos leyendo el diario de Conchita: “Al llegar las diez de la noche ya tenía una llamada, y a las doce otra; después se me apareció el Ángel en mi habitación cuando estaba con mi madre, mi hermano Aniceto, mi tío Elías y mi prima Luciuca y una joven de Aguilar del Campo, María del Carmen Fontaneda. El Ángel estuvo poco conmigo y, como en otras ocasiones, me dijo:

-Reza el Yo pecador y piensa a Quién vas a recibir.

Así lo hice. Después me dio la Comunión, reco-mendándome que rezara el Alma de Cristo y que diera gracias manteniendo la lengua afuera con la Sagrada Forma hasta que Él se retirara y la Virgen llegara. Así lo hice. Cuando vino la Virgen me dijo: “Todavía no creen todos”.

Aunque Conchita dice que el éxtasis fue a las dos, los testigos presenciales dicen que la niña se equi-vocó al dar esa hora. Ocurrió después de acabar el

especialmente en personas muy favorecidas con dones de gracia: éstas no se pueden abandonar al descuido, a un ser buenas poco más o menos; se les pide un serio esfuerzo de enmienda o mejoría.

El P. Eusebio García de Pesquera señala que la dimensión eucarística de Garabandal, ya manifesta-da abiertamente durante 1961, fue sobre todo en 1962, segundo año de las apariciones, cuando se dejó sentir con más fuerza. También los desvelos de la Virgen por los sacerdotes.

Un día, al acabar el éxtasis, preguntaron a Loli qué le había dicho la aparición, y la niña respondió:

—La Virgen me ha dicho que haga sacrificios por la santidad de los sacerdotes, para que lleven mu-chas almas al camino de Cristo; que el mundo está cada día peor y necesita sacerdotes santos, para que hagan volver a muchos al buen camino.

En otra ocasión, la Virgen me ha dicho que pida especialmente por los sacerdotes que quieren dejar de serlo, para que sigan siendo sacerdotes. De lo contrario, ¡qué pena sería para Ella!”.

EL MILAGRO DE LA FORMAEn el diario de Conchita (pág. 53) leemos: “Como

tanto insistíamos a la Virgen y al Ángel, que hicieran un milagro, el 22 de junio, cuando iba yo a recibir la sagrada comunión del Ángel, Él me dijo:

-Voy a hacer un milagro. Yo no, Dios. Pero por intercesión mía y tuya.

-¿Y qué va a ser?-Que cuando yo te dé la Sagrada Comunión, se

te verá en la lengua la Sagrada Forma.

Yo me quedé pensando y le dije:-¡Si cuando comulgo contigo también se me ve la

forma sobre mi lengua!Y Él me dijo que no, que no la veía la gente de

alrededor, pero que el día que hiciera el milagro, se me vería. Y yo le dije:

-¡Pero es chicu! (a la niña el milagro le parece pequeño)

Y él se reía.... Y ese día, después de decirme esto, se marchó.

Yo, después de que dijo el Ángel que iba a hacer un milagro, se lo dije a las otras tres niñas, Loli, Ja-cinta y Mari Cruz; les dije que iba a hacer con noso-

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baile, en-tre la 1,30 y 1,40 de la maña-na, según el horario oficial, no la hora solar.

Cuenta la esposa de don Celestino, el pedia-tra: “La vi bajar con

las manos juntas ante el pecho, la cabeza echada hacia atrás, la boca un poco entreabierta, y una ex-presión de felicidad ¿maravillosa!”. En ese momen-to, salieron de la cocina el Padre Bravo, profesor de la Universida de Comillas y especialista en materia de espiritualidad y doña Paquina de la Roza Velarde. “El P. Bravo, ante aquella criatura transfigurada sólo acertó a repetir: ¡Qué maravilla! ¡Qué maravilla!”.

A la pregunta de si había suficiente luz, el P. Etelvino contestó: “Sí, había luna llena y, además, muchas linternas en torno a la niña, aún antes de aparecer en su lengua el objeto del pronóstico”.

De repente, en la calle, Cochita cayó de rodillas para la Comunión.

Recogemos tres testimonios de los hechos de aquella noche. El primero es de Benjamín Gómez, vecino de Pesués (un pueblo situado a 30 km. de Garabandal”. Benjamin fue testigo de numerosos éxtasis y obtuvo del Cielo importantes gracias tanto corporales como espirituales. También fue testigo privilegiado del Milagro Eucarístico. Su testimonio, grabado en Burgos, queda manifiesto ante las res-puestas que dio a estas preguntas:

—¿Vio usted bien a la niña?—Perfectamente. Estaba muy cerca de mí.—¿Estaría a un metro de distancia?—No, qué va. Mucho menos. A un palmo escaso.—¿Vio usted cómo sacaba la lengua?—Sí, vi cómo llegó, cómo se arrodilló con las

manos extendidas hacia abajo. Vi cómo sacó la len-gua. Y aqui quiero decir una cosa. La lengua la sacó limpia, vacía. Yo me sorprendí y miré. Pude mirar

muy bien, porque como les digo estaba muy cerca, a menos de un palmo. Miré su boca, tranquilamente, todo iba bien sin prisas. Miré arriba y nada. Miré abajo y nada.

En esto, una prima mía que estaba detrás de mí me tocó en el hombro para que me retirase y le dejase ves. Yo giré un mometo la cabeza, lo que se dice un momento y cuando volví la cabeza, ya tenía la Froma en la lengua.

—Y ¿cómo era la Forma?—¡Ah! Eso es muy difícil de decir. Era blanca. Pero

de un blanco que no es de este mundo... Es como cuando ha nevado y sale el sol y se refleja en la nie-ve; pero entonces hace daño a la vista y este blanco no lastimaba.

—¿De qué tamaño era?—Aquí quiero decir una cosa: Por poner una com-

paración era como dos monedas de 25 pesetas una sobre otra (parecido a la moneda actual de 2 euros).

—¿Cree Usted que la niña la pudo poner con la mano?

—De ninguna manera. Lo hubiéramos visto. La niña no se movió.

—¿Cree Usted que la tenía oculta en la boca y hábilmente la cambió sobre la lengua?

—No pudo hacer eso. Yo miré bien dentro de su boca y allí no había nada de nada. Al fin, ella cerró la boca y marchó de allí y siguió en éxtasis.

El segundo testimonio es de Alejandro Damians, quien realizó la única película del momento: 70 fotogramas de 8 mm en blanco y negro; el mejor de ellos es el que se ha inmortalizado en recuerdo de aquel Milagro (foto arriba a la izquierda).

Cerca de la una de la madrugada del día 18 el señor Damians se encontraba en el portal de la casa de Conchita con un amigo de la familia, para evitar que entrasen en la casa más personas: “Mi primera noticia fue verla bajar por la escalera, muy aprisa, con aquella actitud clásica en que sus facciones se dulcifican y embellecen. Al cruzar el portal, la gente que aguardaba ante la casa abrió paso el tiempo jus-to para dejarla pasar y, a partir de ese momento, la multitud se arremolinó a su alrededor como un río desbordado que arrasa cuanto encuentra a su paso. Vi caer a muchas personas, que eran pisadas por el gentío desbordado, sin que yo sepa de nadie que resultara lesionado, aún cuando el aspecto de aque-lla masa a la carrera, empujándose unos a otros, no

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podía ser más aterrador.

Intenté mantenerme cerca de Conchita, pero cinco o seis filas de personas se interponían entre nosotros; a veces, la distinguía aunque con escasa claridad. Dobló a la izquierda, pasó por el lateral de la casa, vovió a torcer a la izquierda y cayó de repen-te de rodillas.

Fue tan inesperada su caída, que el alud de gente, por su propia inercia, la sobrepasó por los costados rebasándola; al librarme así de los que me precedían y separaban de Conchita, quedé ines-peradamente a su derecha y a medio metro de su rostro: aguanté con firmeza y grandes dificultades el empuje de mis seguidores, intentando con todas mis fuerzas no ser desplazado del privilegiado lugar en que me hallaba y lo conseguí... A la luz de la luna y a la de infinidad de linternas de mano que alum-braban la Calleja, pude distinguir perfectamente que Conchita tenía la boca abierta y la lengua fuera, en la clásica actitud de comulgar... De pronto, sin saber cómo, sin darme cuenta, sin que Conchita hubiese cambiado lo más mínimo la posición, la Sagrada For-ma apareció en su lengua. Fue totalmente inespera-do. No dio la impresión de estar depositada allí, sino que más bien podría decirse, que brotó a velocidad superior al de la percepción de la mirada humana...

Colgada de mi brazo llevaba mi máquina de filmar; sin hacer caso de las protestas que surgían a mi alrededor, sin recordar casi las instrucciones de manejo, saqué el tomavistas de su estuche, apre-té el disparador y filmé los últimos instantes de la comunión de Conchita. Jamás había utilizado ningún aparato similar, ni siquiera había filmado, y sólo tenía la seguridad de haber acertado en el enfoque de la figura....

El tercer testimonio es del albañil del pueblo, Pepe Díez, que estaba a un lado de Conchita, to-mándola del brazo y protegiéndola mientras Miguel, el hermano, estaba al otro. Pepe Díez no se cansa de explicar cómo con su linterna estuvo iluminando todo el tiempo la boca de la niña, antes de abrirla y después de abrirla..

“Cuando yo he visto que ella sacaba la lengua y allí no había nada de nada, he tenido, creo, el peor momento de mi vida. ¡Ay, Dios mío! —dije para mí— ¡Esta sí que es gorda: si aquí no se ve nada! Y al decirme esto, yo iluminaba con mi linterna todo el interior de la boca... De pronto, sin que la niña

hubiera movido en absoluto su lengua, de la forma más inexplicable, apareció sobre ella, como si brota-ra repentinamente, una cosa blanca y redonda, que parecía crecer... No sé lo que duró aquello; tal vez dos o tres minutos”.

La misma meticolosa comprobación que Pepe Diez, pudo hacer el hermano de Conchita, que esta-ba al otro lado de la niña. Así lo cuenta a su herma-no Serafín, que no se encontraba en el pueblo ese día:

—¿Qué pasó con el milagro de la Forma?—Te juro que fue verdad. Yo lo vi. Vi perfecta-

mente cómo sacó la lengua limpia, sin nada; y sin meterla para adentro, le brotó de pronto una Hostia blanca.

—¿Estás bien seguro?—Completamente. Te juro que fue así.

A pesar de la cantidad de gente que presenció el milagro, de su filmación —que excluye por comple-to toda alucinación colectiva— y del relato de los numerosos testigos, la Comisión que estaba inves-tigando los hechos sobrenaturales de Garabandal mantuvo la postura en la que se había empeñado desde el principio, negarlo todo.

Ninguno de sus miembros acudió al lugar del suceso, sólo un delegado que no vio nada por la aglomeración de gente. La Comisión no entrevistó a ninguno de los testigos de primera línea cuyo relato hemos incluido aqui sino que se alimentaron úni-camente de las dudas que sembraron los que nada vieron.

Ante el acoso de esta Comisión, de los numerosos interrogatorios a los que fueron sometidas las niñas y, en general, el escepticismo y falta de fe de muchas personas, las videntes, unos meses más tarde, llega-ron a negarlas, incluido el Milagro Eucarístico.

Estas negaciones que habían sido ya profetizadas y anunciadas, fueron acompañada por numerosas contradicciones que confirmaban la verdad de lo que había ocurrido. En una ocasión, el P. José Ra-món García de la Riva escuchó a Mari Loli decir en éxtasis: “¿Cómo vamos a decir que no te hemos visto si te estamos viendo?”.

“No apaguéis el Espíritu... No despreciéis las profecías. Probadlo todo y quedaos con lo bue-no”. (1 Tes 5, 19-21).

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22 EL CIELO A GARABANDAL

JoSePh LoMAnGino +con la manos llenas

Joey Lomangino comienza la difusión de los mensa-jes de Garabandal en Nueva York en 1963.

Al principio, con un album de fotos, de casa en casa. Más tarde, con diapositivas. Pronto se convirtieron en “conferencias”.

Hablaba del amor de Dios por todos. Recalcaba la urgencia que emana de las visitas de Nuestra Señora a Fátima y ahora a Garabandal. “Nuestra Señora vino por amor. Debemos responder con amor.”

Se fue corriendo la voz sobre este ciego que relataba las Apariciones de la Virgen en España. La gente le llamaba para pedirle que fuera a sus casas a mostrar las diapositivas. Pronto ya no bastaron los fines de semana para su apostolado.

En sus reuniones, Joey daba a besar una medalla besada por la Virgen en Garabandal. Son numerosí-simos los frutos de conversiones, curaciones y prodi-gios obrados por Dios por mediación de la Virgen de Garabandal.

A partir de esos primeros años, fue tomando forma la organización conocida como “Centro new York de nuestra Señora del Monte Carmelo de Garabandal”.

Comenzaron a llegar invitaciones desde fuera de Nueva York para dar conferencias y pronto brota-ron nuevos centros para la difusión del mensaje de Garabandal por todo el país.

En 1968 se lanzó la revista needles, más tarde re-nombrada GARABANDAL. Dick Everson produjo una película documental de 16 mm sobre Garabandal, que Joey exhibió y promovió.

El apostolado para difundir los Mensajes de la Virgen de Garabandal iniciado por un ciego con un álbum de fotos había crecido hasta contar en todo el país con 400 centros. Ponen películas, distribuyen documentación y promueven el Rosario, el Escapu-lario y la Adoración del Santísimo Sacramento.

Joey volvió regularmente a Garabandal después de 1963 y estuvo allí el 18 de junio de 1965, durante el segundo Mensaje.

A su regreso, visitó 40 estados en América y fue

entrevistado en la televisión nacional y en numero-sos programas locales de radio y de televisión. Su correspondencia personal llegó a ser voluminosa.

Fue ocho años seguidos a irlanda. En una de las más grandes salas de Dublin, un domingo, dió dos confe-rencias seguidas. Asistieron más de 1300 personas para oirle hablar del P. Pío y de Garabandal.

Fue en Asia, empezando por Hong Kong, con cinco días de conferencias. Segunda parada en la India, con diecisiete mil personas presenciando la bienve-nida que le dio el cardenal Valerian Gracias. Con la ayuda del P. Benac S.J. surgió allí uno de los Centros Garabandal más entusiastas del mundo.

En nigeria, otra acogida entusiasta: cientos de personas acudían desde lugares remotos de ese país africano para oír el mensaje de Nuestra Señora y su entusiasmo se mantuvo a lo largo de los años siguientes.

La i Reunión internacional sobre Garabandal tuvo lugar en Lourdes en agosto de 1978, con representa-ciones de 26 países.

En febrero de 1982, Joey voló a nueva Zelanda, aco-gido con entusiasmo por clérigos y laicos.

En otoño de 1980, la BBC produjo un documental sobre Garabandal de 32 minutos que fue premiado y que alcanzó una gran difusión internacional.

También en Australia, la red de televisión oficial, ABC, filma con Joey un documental sobre Garaban-dal para el programa “60 Minutos”.

En febrero de 1985 Joey asistió a la Conferencia na-cional Australiana sobre Garabandal de Canberra, a la que acudieron participantes de toda Australia, de Papua y Nueva Guinea y de Tonga en el Pacífico Sur.

Joseph Lomangino, dedicó su vida a la difusión del Mensaje de Garabandal. Desde 1963, recorrió el mundo predicando la oración, la penitencia y la fe en Dios, dando a conocer el mensaje de Nuestra Señora del Carmen de Garabandal.

Desde el 18 de junio 2014, nuestro querido Joey descansa en paz en la Casa del Padre.

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Cuando Joey Lomangino publicó el video “El Mensaje de Garabandal” en 1994, Helen lo tradujo al ucraniano.

En enero de 1995, el video fue presentado oficial-mente al entonces Arzobispo de Ucrania, el Cardenal Lubomyr Lubachivsky en Lviv por Yuri Shymko, que fue diputado del Parlamento Canadiense y Presidente del Congreso Mundial Ucraniano. El Cardenal, des-pués de verlo, consiguió que el video fuese mostrado en la televisión pública. Desde entonces, el mensaje de Garabandal se ha extendido de manera prodigiosa por Ucrania.

Después de mi curación milagrosa en Garabandal, mi esposa Helen

y yo, empezamos a compartir nuestra maravillosa historia con amigos. Esto se convirtió gradualmente en un apostolado lleno de compromisos para hablar en público.

En una ocasión hablámos en la Catedral Católi-ca Ucraniana de San Josaphat en Toronto. Bohdan Shyptur, un compositor ucraniano que visitaba To-ronto, vino a la Misa y a la Oración de Sanación.

Bohdan tenía muchísimo dolor de espalda, aler-gias y un problema grave de corazón. Se confesó esa noche y fue curado completamente durante la sana-ción por mediación de la Santísima Virgen.

Desde ese día, Bohdan nos propuso visitar Ucra-nia para dar a conocer las apariciones y mensajes de la Virgen de Garabandal.

Cuando accedimos a ir, en el otoño del 2002, Bohdan se encargó de todo, pidiendo permiso a su obispo y organizando las visitas a varias parroquias y comunidades de su provincia, durante un par de se-manas. Sin embargo, Bohdan no tenía contactos en Lviv, la capital de Ucrania Occidental, donde se había planeado la última parte del viaje.

Un mes antes de emprender el viaje, Helen y yo fuimos invitados a hablar en el Monasterio de la Ma-

Tras la impresionante curación del Dr. Michael Rozeluk, el Mensaje de Garaban-dal llega a Ucrania en el año 2002, en un viaje sin precedentes: “Nunca hemos visto a tanta gente en tan poco tiempo. En dos semanas, vimos y oramos con unas 40.000 personas”. “Hay un fuego en Ucrania, un fuego en los corazones del Pueblo de Dios.... Este es su país. La devoción al Corazón de María y de Jesús es tan intensa aquí que continuará extendiéndose por toda Ucrania hacia el Este y de allí a todo el mundo” (Helen y Michael Rozeluk).

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porHelen y Michael Rozeluk

Ucrania muestra el triunfo de Maria

IZQUIERDAYuri Shymko y cardenal Lubachi-vsky con el video “El Mensaje de Garabandal” en la mano.

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dre de Dios en Orangeville, norte de Toronto. Hubo una curación milagrosa allí de un señor que tenia contactos en Lviv y nos arregló la parte final del viaje.

Poco antes de salir para Ucrania, nuestro obispo en Toronto, el Obispo Cornelio Pasichny nos dió una carta oficial de recomendación para los obispos y sacerdotes ucranianos. Él mismo, un par de meses antes, en Ucrania, había hablado de nosotros con los Obispos locales.

Llegada a UcraniaLlegamos a Ucrania el 20 de septiembre de 2002.

En el aeropuerto de Lviv, fuimos recibidos por fami-liares y y por los organizadores del viaje.

El día siguiente, sábado 21, tuvimos una entre-vista en la televisión. Antes de nuestra llegada, las televisiones locales habían transmitido el video sobre Garabandal dos veces. Los periódicos también ha-bían anunciado nuestra llegada e itinerario.

Por la tarde hablamos en la aldea de Radcha, cer-ca de Ivano Frankivsk. Esta primera presentación era para los niños de esa zona. Cuando llegamos, había aproximadamente 800 niños con sus padres y abuelos; en total, unas 1500 personas.

Nos presentó el párroco, P. Zenovy Kasko, y celebró una Moleben (liturgia dedicada a la Virgen María) seguida del Santo Rosario, mientras los sacer-dotes de otras parroquias confesaban.

Después hablamos sobre Garaban-

dal y dimos a besar la medalla de Nuestra Señora. Mientras los niños venían a venerar la medalla, los adultos, en el vestíbulo, veían el video sobre las apari-ciones de Garabandal.

Muchos niños estaban muy enfermos; nos los traían sus padres para recibir el consuelo del Beso de Nuestra Señora. Un chico de 12 años estaba paralíti-co de la cintura hacia abajo. Cuando besó la medalla pedí a todos que rezasen el “Padre Nuestro” y el “Ave-maría”. Cuando terminamos de orar por él, el niño ya se valía por si mismo y podía caminar. La gente llo-raba, especialmente su madre al verle caminar hacia ella. Era el primero de los muchos milagros que Dios realizó por mediación de Nuestra Señora.

Después de esto, la multitud vino, aún más fervo-rosa, a venerar la medalla besada por Nuestra Señora.

Otro chico tenía un brazo retorcido de una mane-ra extraña. No podía usarlo porque estaba paraliza-do. Besó la medalla de Nuestra Señora y rezamos por él allí, delante del Santísimo. Entonces le pedí que moviera el brazo. ¡Repentinamente, el brazo se puso derecho y se movió libremente!. Lo movió arriba y abajo. ¡La alegría de su cara era algo digno de verse!.

Toda la tarde y hasta bien entrada la noche conti-

IZQUIERDA Bohdan Shyptur DERECHA Helen y Michael con el Obispo Cornelio Pasichny de Toronto, poco antes del viaje a Ucrania.

DERECHAEn Radcha con el párroco P. Zenovy Kasko, en el dia especial para los niños

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EL CIELO A GARABANDAL 25

nuaron las oraciones y la veneración de la medalla de Nuestra Señora hasta que todos la besaron.

El día siguiente, domingo, cuando nos acercába-mos a Radcha en coche, vimos centenares de perso-nas que venían de lejos. Algunos venían en sillas de ruedas, otros con muletas, y llegaban de lejos.

En la Santa Misa, celebrada al aire libre, había unas dos mil personas. Las noticias de los milagros de Nuestra Señora ya se habían extendido.

Después de la Misa, el Padre Zenovy nos presentó a la gente y hablamos sobre Garabandal, las aparicio-nes, y sobre lo que nos había sucedido.

Les invitamos a besar la medalla. El P. Zenovy rezó por una mujer que llevaba unos 24 años paralíti-ca en silla de ruedas. Ella besó la medalla de Nuestra Señora. Pedí a la gente rezar el Rosario. Entonces me arrodillé delante de ella y le dije de caminar conmigo. ¡Sucedió una cosa asombrosa: se levantó y anduvo conmigo!. ¡Todos lo vieron!. ¡La gente lloraba de alegría al ver el milagro que Dios había hecho!.

El Padre entonces me pidió que le acom-pañase a visitar los enfermos de la aldea. Fuimos de casa en casa y rezamos por ellos.

Había un hombre

de unos 30 años que yacía en el piso de su habitación. Durante varios días había estado muy débil e inca-paz de levantarse. Sus padres y parientes lloraban y oraban por él cuando entramos. El Padre pidió que se levantase pero él no pudo.

Le dejamos, pero pedimos a la familia de con-tinuar rezando por él. Más tarde, ese mismo día, supimos que este hombre se levantó y pudo estar de pie durante mucho tiempo. Después salió fuera de su casa y anduvo alrededor e incluso se sentó en el coche de la familia que estaba entusiasmada.

Cuando el Padre y yo regresamos, había una multitud inmensa que trataba de entrar para ver a Helen con la medalla. Cuando llegamos, Helen había terminado de rezar por un chico de unos siete años, cuyo brazo derecho estaba paralítico de nacimiento.

El brazo derecho tenía la mitad del tamaño del otro. Helen colocó la medalla en la mano del mucha-cho y rezamos por él. Preguntó al chico si podía mo-

Etapas dEl viajE rEalizado por

HElEn y MicHaEl rozEluk En

2002

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26 EL CIELO A GARABANDAL

moviese la mano. ¡Y él lo hizo!.

Luego, ella pidió que levantara el brazo arriba y abajo. ¡Y él lo hizo!. Cuando el Padre Zenovy se enteró de lo que acababa de suce-der, tomó al niño en sus brazos. El chico puso sus brazos alrededor del cuello del P. Zenovy. El Padre, con lágrimas en los ojos, llevó al chico a Nuestro Señor en el Sagra-rio y rezamos en acción de gracias por este grandísimo milagro.

El Padre conocía a este chico y sabía que tenía su brazo derecho paralizado. Ahora el chico podía mover su brazo normalmente. ¡Fue otra curación milagrosa realizada por el Beso de Nuestra Señora, tal como tal como Ella lo había prometido!. Las oraciones continuaron hasta que el Padre nos recordó nuestra cita con el Obispo local, el Obispo Sophro-nius Mudry en Ivano Frankivsk.

Fuimos acompañados al Obis-pado por Bohdan Shyptur y el P. Zenovy Kasko, párroco de Ra-dcha. Este último trabaja estre-chamente con el Obispo. Cuando presenció los primeros milagros informó inmediatamente a su Obispo.

El Obispo Sophronius Mudry nos saludó con gran afecto. Nos preguntó muchas cosas y la con-versación fue muy cálida y amis-tosa. Escuchó, muy atento, lo que le dijimos acerca de Garabandal y sobre nuestro apostolado.

Nos ofreció alojarnos en su residencia privada y quiso que le mostrásemos el video sobre Gara-bandal, que vio con gran interés.

Al día siguiente, lunes, Helen y yo nos levantamos sobre las 7:30 de la mañana para asistir a la San-ta Misa celebrada por el Obispo en su capilla privada.

Esa tarde, el Obispo Mudry nos llevó a nuestra siguiente presen-tación, en el Instituto de Estudios Teológicos de Ivano Frankivsk.

Nos presentó al Rector y visitamos el lugar. Actualmente hay trecientos seminaristas que estudian allí, con una larga lista de espera. El Obispo Mudry nos dijo que su diócesis ha sido bendecida con muchísimas vocaciones.

Fuimos al salón, lleno de los 300 seminaristas y sus familias. El Obispo nos presentó, rezamos todos el Rosario y proyectamos el video sobre Garabandal.

Nos bendijo delante de todos y

fue el primero en besar la medalla de Nuestra Señora, pidiéndonos que rezásemos por él delante de todo el grupo de estudiantes.

Después de nuestro discurso, todos los seminaristas se pusie-ron en fila para venerar y besar la medalla. Los seminaristas jóvenes empezaron espontáneamente a cantar himnos a Nuestra Bendi-ta Madre. Tenían una gran fé y devoción. Cada uno de ellos tomó sus rosarios, escapularios y estam-pas para tocar con ellos nuestras medallas besadas por la Virgen.

Al Monasterio Basiliano

El martes, 24 de septiembre, después del desayuno, el Obispo Mudry salió para el aeropuerto de Lviv para recibir al Arzobispo de Jerusalén, que llegaba para una visita oficial a Ucrania ese día.

Ese mismo día, visitamos al Obispo emérito de la diócesis, de avanzada edad, el Obispo Sophro-nius Dmyterko. Es un sacerdote santo y piadoso con una mente brillante y mucha sabiduría. A causa de una incapacidad física, está postrado y bajo el cuidado de las Hermanas Siervas de María

Inmaculada.

El obispo Dmyterko se interesó mucho por nuestra historia y las apariciones de Garabandal. Compartimos con él y con las hermanas algunas de nuestras vivencias de los últimos tres días. El Obispo pidió que rezásemos con él y nos bendijo.

IZQUIERDAMonseñor Mudry recibe con mucho afecto a Michael y Helen.

DERECHALa Capilla privada del Obispo Mudry.

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EL CIELO A GARABANDAL 27

Nos dijo que continuásemos con nuestro aposto-lado. Entregamos a él y a cada una de las hermanas una medalla relicario de Garabandal y una copia del video sobre las apariciones.

A continuación, nos dirigimos al Monasterio Basi-liano de Ivano Frankivsk. Cuando llegamos, tuvimos que entrar por la puerta trasera porque la multitud era tanta que no se podía cruzar el ingreso principal.

La Iglesia del Monasterio se llenó a rebosar, unas dos mil personas, y la sala del edificio adyacente se llenó también con mas de 600 personas. Hablamos en el auditorium, después en la Iglesia. Todos pudie-ron venerar y besar la medalla de Nuestra Señora.

Dimos un discurso breve acerca del mensaje de Nuestra Señora en Garabandal. El padre Zenovy rezó por todos. Mientras el P. Zenovy y yo entramos en la Iglesia, Helen se quedó en la sala.

Recuerda Helen: “Una joven madre se me acercó con su hijo de seis años en los brazos. El niño era paralítico de ambas piernas. Le dí la medalla a besar y puse al pequeño en el suelo. ¡Se tenía de pie!.

Le pregunté si podía dar un paso. ¡Y él lo hizo!. Y otro paso, y otro... Finalmente ya pudo andar por sí mismo hacia los brazos de su madre. ¡Qué milagro maravilloso!. ¡Todos lloraron de alegría cuando la madre abrazó a su hijo, que anduvo por primera vez!.

La Virgen estaba allí; se veía en el rostro de la gen-te su gran fe y amor. Dios nos dió fuerzas para que-darnos hasta que todos besaron la medalla. Termina-mos sobre la medianoche, agotados y muy felices.

En la CatedralEl miércoles

25, durante el de-sayuno, el Obis-po Mudry nos pidió le informá-semos. Se inte-resaba por todo, especialmente por las curacio-nes presenciadas por numerosos testigos.

Designó a seis seminaristas para que nos acompañasen. Fue una decisión

providencial, porque por la tarde debíamos hablar en la Catedral.

En la Catedral, la multitud que nos esperaba era inmensa. En ese templo caben comodamente unas 1200 personas. Esa noche había mas de dos mil. A las 6 de la tarde comenzó la Sagrada Liturgia. Después de nuestra presentación y discurso, dimos a besar las medallas con el beso de nuestra bendita Madre.

Una joven nos dijo que ella no ha necesitado su inhalador para el asma desde que besó la medalla. Una niña de diez años venía con muletas, ayudada por su madre. Era incapaz de andar por sus propios pies sin dolores. La madre explicó que su hija tuvo una osteomielitis crónica durante muchos años. Des-pués de besar la medalla y rezar por ella, ya no nece-sitó las muletas porque Jesús la había curado. Podía caminar sin dificultad. Su madre estaba emocionada mirando a su hija caminar libremente.

Todos los que presenciaron este milagro sentían la presencia de Dios. Todos querían besar con el mayor fervor la medalla de Nuestra Señora de Garabandal.

Muchas personas subieron y dijeron que eran ortodoxos. Muchos sacerdotes ortodoxos vinieron también y nos invitaron a hablar en sus parroquias.

ARRIBAInterior de la Catedral de la Resurrección, en Ivano Frankivsk.

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28 EL CIELO A GARABANDAL

Todos estaban allí para vene-rar y besar la medalla de Gara-bandal. Terminamos a las once de la noche, cansados pero llenos de paz y alegría.

En VovchyntsiEl jueves, 26 de septiembre de

2002, fuimos a Vovchyntsi, cerca de Ivano Frankivsk. La iglesia del pueblo, de madera antigua, era muy hermosa por dentro.

Al día siguiente se celebraba la Exaltación de la Santa Cruz. El Padre Mykola Luzhny, párroco de Vovchyntsi, empezó la vigilia con el rezo de Vísperas.

Hablamos brevemente, como de costumbre, sobre Garabandal y los Mensajes de Nuestra Seño-ra. Después de una bendición general, el Padre nos colocó al lado de las puertas de la entrada para que todos pudiesen besar las medallas y recibir el Beso de Nuestra bendita Madre.

Séptimo dia, de nuevo en la

CatedralEstábamos maravillados de

la grandeza del amor de Dios. Anteriormente, habíamos pre-senciado muchos milagros, pero lo de aquí, en Ucrania, era impresionante. Sobre todo, las conversiones y cambio de vida, un mayor amor a Nuestro Señor y a su Bendita Madre.

El viernes 27, hablamos de nuevo en la Catedral de Ivano Frankivsk. Esta vez había, por lo menos, cinco mil personas. No sólo estaba llena la Catedral, sino que la multitud se extendía por los alrededores.

Durante la Santa Misa, a los sacerdotes les fue imposible repartir la Comunión porque no había modo de moverse. Tuvie-ron que concluir la Santa Misa y dar la Santa Comunión a medida que la Catedral se iba vaciando lentamente.

Una pareja joven vino hacia mí llevando a su hijo pequeño de cuatro años en brazos. Estaba paralítico, incapaz de andar. Lo tomé en brazos, besó la medalla de Nuestra Señora y se lo entre-gué a sus padres. Les dije, movi-do por una fuerza interior:

—Vuelvan a casa. Oren y ten-gan fe, su hijo caminará dentro de una semana.

Yo mismo me preguntaba por que dije eso. Tres días después, cuando nuestros organizadores grababan en vídeo los testimo-nios de los que se habían curado, esta pareja joven estaba presente con su hijo pequeño. La cinta de video muestra al niño corriendo por el vestíbulo.

Una vez regresados a Canadá, nos mandaron una copia de un artículo escrito por este matri-monio a un periódico, dando un hermoso testimonio de la curación de su hijo por obra de Nuestro Señor y dando gracias a la Virgen por Su intercesión.

Cuando una mujer joven se me acercó, sentí necesidad de rezar por ella un poco más. Re-pentinamente, ella exclamó que ahora podía mover la cabeza y el cuerpo sin dolor. El dolor se fue repentinamente. Ya era capaz de girar la cabeza, doblar el cuello, inclinarse hacia abajo, algo que ella había sido incapaz de hacer

IZQUIERDAEn la iglesia de Vovchyntsi, la gente escucha con entusiasmo el mensaje de la Virgen de Garabandal.

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EL CIELO A GARABANDAL 29

antes. ¡Alabado sea Dios!

Después de esto, una joven madre se acercó, pidiendo ora-ciones por su niño muy enfermo. Después, pidió que se rezase por ella. Cuando le iba a dar la medalla, tuve el conocimiento que llevaba mucho tiempo sin confesarse y que mis oraciones no podían continuar. Se lo dije, y ella lo confirmó. Le dije también que los problemas de su hija se resolverían cuando se confesase.

Helen y yo, en nuestros discursos, hacemos repetidas énfasis sobre la importancia de la confesión frecuente, como la Virgen María enseñó en Gara-bandal.

Hacia el fin de la tarde, cuan-do las multitudes se dispersaban, el párroco de la Catedral pidió a Helen rezar en la sacrestía por dos mujeres jóvenes. Dice Helen:

Sentadas en el sofá, había dos señoritas. Sus familiares estaban presentes también. El padre me dijo que una de las jóvenes tenía problemas para andar y que la otra sufría una forma severa de epilepsia. Después de presentar-nos, el Padre volvió al templo.

Además de nuestras medallas de Garabandal, Michael y yo te-nemos un Crucifijo que contiene un trozo de la Cruz verdadera de Jesús. Me arrodillé delante de las dos chicas sentadas.

Teniendo mi medalla de Garabandal en la mano derecha, con mi izquierda saqué el Cruci-fijo y empecé a orar por la mujer joven que tenía problemas para andar. Cuando saqué el crucifijo, la joven epiléptica comenzó a moverse de manera incontrola-da. Inmediatamente me di cuen-ta de que no era un simple caso de epilepsia. Tan pronto como la toqué con el crucifijo, empezó a

ser sacudida como si fuese una muñeca de trapo.

Pedí que llamasen al Sacerdo-te. El empezó a invocar a San Mi-guel y a recitar las oraciones de liberación y de protección. Echó a todos agua bendita, especial-mente a la joven, exorcizando al demonio. Finalmente, ella volvió en sí, con una sonrisa alegre en su cara y rezamos una oración en acción de gracias. Todos llora-mos, la joven estaba curada.

Cuando estaba a punto de salir de la sacristía, otra mujer se me acercó, pidiendo que orase por su hermana, a quien lleva-ba de la mano. La miré y vi que estaba demacrada, pálida, con ojos sobresalientes y retorcidos, girados hacia afuera.

Entonces dije a la hermana que debía buscar a un Sacerdote Exorcista. Más tarde, cuando hablé con el párroco, me con-testó que ya conocía ese caso. Su familia había sufrido historias de posesiones diabólicas.

La multitud de este día fue dos veces mas grande que antes. A las 10:30 de esa noche cenába-mos con el párroco en el come-dor de la parroquia, felices por tantas bendiciones de Dios.

Monasterio de Studite

En el octavo día de nuestro viaje, fuimos a un monasterio pequeño de Studite en la pro-vincia de Ternopil, cerca de la ciudad del mismo nombre, para hablar para los monjes y monjas.

Su superior era el P. Hryho-rij Planchak, a quien habíamos encontrado, meses antes, en su monasterio, cerca de Orangevi-lle, en Canadá.

En el monasterio, después del Rosario, hablamos, como de costumbre, acerca de Garabandal y de nuestras experiencias.

Nos pidieron que rezásemos por cada monje y monja indi-vidualmente, dando a besar las medallas con el beso de la Virgen María. Así lo hicimos.

Se hacía tarde cuando termi-namos. Nos esperaba un viaje de regreso a Ivano Frankivsk de unas 2-3 horas, por carreteras antiguas y a menudo sin asfaltar. Cuando nos despedíamos de los monjes, uno de ellos preguntó si podríamos orar por dos mujeres que lo necesitaban y que acaba-ban de llegar. ¿Cómo negarnos?.

Uno de los monjes, que era sacerdote, acomodó una de las mujeres en la habitación. Otros dos sacerdotes se nos unieron. ¡Sacamos nuestras medallas para orar por ella cuando, repentina-mente, la mujer emite un grito, un chillido horrible!.

Su cuerpo se sacudía violen-tamente y se torcía en todo tipo de contorsiones. Las voces que salían de ella no eran humanas.

Los tres sacerdotes y yo la reteníamos, mientras Helen nos rociaba con agua bendita, re-zando a San Miguel Arcángel la oración del Papa León XIII. Los monjes rezaban las oraciones de exorcismo sobre la mujer y yo rezaba con la medalla besada por la Santísima Virgen y el Crucifijo con la reliquia de la Cruz Verda-dera de Jesus. La mujer poseída descubrió los dientes, se mofaba y se reía de nosotros; me escupió en la cara, dijo vulgaridades de nosotros y me levantó en alto como si no pesara más que una pluma.

Dios nos dio las fuerzas para resistir. Ella trató de mentir y

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30 EL CIELO A GARABANDAL

confundirnos inutilmente. Las oraciones continuaron hasta bien entrada la noche. Final-mente, después de una larga batalla, la mujer se calmó y volvió a la normalidad. Se había liberado, volviendo a Jesús. Se confesó y recibió los Sacramentos.

Con la segunda mujer tuvimos de nuevo las mismas escenas horribles y hora de batalla espiritual para alejar al demonio.

Cuándo nos despedíamos, Helen, teniendo su me-dalla en la mano, abrazó a una joven. En ese momen-to, la mujer empezó a sacudirse. Una vez más, con los sacerdotes, por tercera vez, rezamos las oraciones por la poseida durante otra hora. Al igual que las otras dos mujeres, ésta también sanó y repetía: “Jesús, te quiero” con gran alegría en su rostro.

Nos fuimos sobre las dos de la mañana. Nos perdimos durante el viaje. Muchos caminos del país no tienen nombres. Estábamos tan cansados y con frío que el conductor era incapaz de continuar y tuvo que parar en el borde de la carretera para dormir al menos una hora.

Finalmente encontramos el camino de vuelta y lle-gamos a Ivano Frankivsk y a la residencia del Obispo a las 8 de la mañana. Era domingo y nos esperaban en Hoshiv esa tarde.

Dormimos cuatro horas. Al mediodía estábamos preparando para nuestro viaje al Santuario de Nues-tra Señora en Hoshiv.

Una multitud esperándonos en Hoshiv

Domingo, 29 de Septiembre de 2002, noveno de día de nuestro viaje, fiesta de San Miguel Arcángel.

Salimos para Hoshiv sobre las tres de la tarde. Hoshiv es una aldea pequeña, a cerca de hora y me-dia en coche desde Ivano Frankivsk. El padre Kasko de Radcha nos esperaba allí y nos llevó a un altar al aire libre, donde nos presentó al Padre Superior, y a los sacerdotes y monjes. Los sacerdotes dijeron que quince mil personas habían recibido la Comunión durante las Misas de ese día. Estimaron que habría por lo menos veinte mil personas allí.

Hacia las cinco de la tarde, comenzó el rezo del Santo Rosario. Desgraciadamente, los micrófonos y los altavoces no funcionaban. Esto significaba que no hablaríamos a los peregrinos.

Mientras tanto, cuando la gente se dió cuenta de que habíamos llegado y dónde estábamos, hubo una oleada general en nuestra dirección, trataban de estar más cerca de nosotros. Decidimos con los sacerdotes que sería preferible empezar con la veneración de las medallas. Como no había sitio para moverse encima la montaña, decidimos volver cuesta abajo.

Varios hombres fuertes se encargaron de crear un pasaje através de la multitud para poder llegar cuesta abajo hacia las puertas de entrada. Allí Helen y yo nos pusimos a ambos lados del camino de entrada, cerca de una imagen de Nuestra Señora, mientras nuestros guardaespaldas dispusieron a la gente en dos filas, una que venía hacia mí, y otra hacia Helen. De este modo todos podían besar nuestras medallas y continuar hacia la salida. Eran las seis de la tarde.

Una joven se me acercó. Tan pronto como ella vino cerca de la medalla besada por la Virgen, co-menzó a chillar, patear y retorcer su cuerpo. Las gente se retiró hasta una distancia “segura”. Les pedí que rezasen el rosario en voz alta. El padre Superior estaba a mi lado rezando las oraciones de exorcismo. Después de muchas oraciones, la mujer joven fue liberada del demonio y se entregó en cuerpo y alma a Nuestro Señor.

Las multitudes continuaron acercándose. Lenta-mente, de uno en uno, cada persona besaba y vene-raba las medallas besadas por la Virgen. Finalmente, cuando todo terminó, los monjes nos invitaron a comer algo en su refectorio.

La mañana siguiente nos enteramos que hubo 17 curaciones milagrosas aquella tarde.

DERECHAUna pequeña parte de los veinte mil peregrinos en Hoshiv.

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Grabación en video de los testimonios

El lunes 30, Bohdan Shyptur y el Padre Zenovy Kasko pensaron que se debía grabar en video los testimonios de los que se curaron.

Se contrató a un cámara para grabar por la ma-ñana los testimonios en Radcha y por la tarde en la Catedral de Ivano Frankivsk.

En Radcha nos encontramos con la capilla llena de gente. Niños, jóvenes y adultos, deseaban dar testimonio de su curación. Estábamos asombrados. El cámara no era creyente. El padre Zenovy pidió que rezásemos por una o dos personas. De nuevo, el poder del Espíritu Santo vino sobre ellos y cayeron en sus brazos. El cámara no había visto nada igual en su vida. Ahora estaba interesado de verdad y empezó a grabar todo lo que vió y oyó.

Por la tarde, Bohdan y el cámara se fueron a la Ca-tedral de Ivano Frankivsk para grabar más testimo-nios. Nosotros fuimos invitados al hogar del Padre Kasko donde él y su familia prepararon un almuerzo de despedida para nosotros.

Cuando llegamos a la Catedral, estaban terminan-do de grabar. Había más personas que dieron testi-monio aquí que en Radcha. Los padres de uno de los niños que empezó a andar por primera vez, trajeron a su hijo. El video muestra cómo el niño baja de los brazos de sus padres, corre, cae, ríe, se levanta y sigue corriendo de nuevo. El video completo está disponi-ble para quien desee tenerlo.

Salímos para Lviv el día siguiente.

En Lviv, capital de Ucrania Occidental

El 1 de octubre llegamos a Lviv al mediodía. Nos despedimos de Bohdan Shyptur con lágrimas en los ojos.

En Lviv nos esperaba otro Bohdam, Bohdan P., que nos cuidó durante esa etapa del viaje. Su primera tarea fue llevarnos inmediatamente a la Catedral de San Jorge, la Sede del Arzobispo de Ucrania, el Car-denal Lubomyr Huzar.

En ese momento, el Cardenal estaba en Kyiv, pero dió instrucciones al administrador de la Catedral para entrevistarnos. De este modo, nuestra primera parada en Lviv fue en la oficina de la Cancillería.

El administrador, monseñor Roman Krawchyk, nos acomodó en su oficina. Había otros tres sacerdo-tes, uno de ellos el Presidente del Tribunal diocesano. Estaba también el Dr. Dytka, médico, vicedecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Lviv.

Después de presentarnos, Monsignor Krawchyk nos aseguró que podríamos hablar con los fieles en la pequeña recepción de la parroquia. Nos pareció bien. Entonces, empezó la verdadera entrevista. Nuestros entrevistadores eran bastante frios. Helen y yo nos sentíamos como si estuviéramos en un interroga-torio. Algunas de las preguntas eran de naturaleza profundamente teológica, no aptas para ciudadanos ordinarios como nosotros. Contestamos con senci-llez y sinceridad.

De repente, los tres entrevistadores se entusiama-ron, acortaron la entrevista y nos dijeron que debía-mos hablar en la Catedral y no en la recepción. Miré a Helen y ella me miró; no sabemos que fué lo que cambió su actitud tan inesperadamente. Con ellos hicimos una visita rápida a la Catedral.

Esa noche hablamos en una de las iglesias de Novo Yavorivsk. Una multitud nos aguardaba. La iglesia y los campos de alrededor estaban llenos de gente.

Cuando terminamos de hablar, el párroco me co-locó en la entrada y a Helen en la puerta lateral, para dar las medallas a besar. Posteriormente, recibimos noticias de curaciones por teléfono y por correo.

Vino un hombre con un tumor maligno en el ce-rebro. El cancer era terminal e inoperable. Afectaba también a su andar y le causaba mucho dolor. Cami-naba apoyado en dos muletas. Después de besar

IZQUIERDALa iglesia de Novo Yavorivsk y una parte de la gente en su interior.

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32 EL CIELO A GARABANDAL

maravillosa. Un grupo de monjes jóvenes de Studite y monjas del monasterio de Ternopil, dirigidos por su Padre Superior, había venido a Lviv, varios cientos de kilómetros, para saludarnos y desearnos un feliz aniversario de boda. ¡Nos trajeron obsequios: Rosa-rios, estampas, etc. que nos emocionaron!.

La Iglesia de San MiguelEl tres de octubre de 2002 era nuestro último día

en Ucrania. Fuimos invitados a hablar en la Iglesia de San Miguel, a las afueras de Lviv. Su párroco era el presidente del Tribunal Diocesano, uno de los sacer-dotes que nos habían entrevistado dos días antes.

La gente vino en coche, en autobús, a pie, en sillas de ruedas, y de cualquier otro modo posible. Cinco sacerdotes celebraron la Santa Misa, mientras los otros oían las confesiones. Después de la Misa, el Santísimo Sacramento quedó expuesto en el altar mientras hablamos. Los sacerdotes continuaron a confesar y, cada quince minutos o así, volvían al altar para dar la Santa Comunión a los que acababan de confesar. Esto duró toda la tarde.

Cuando fuimos a las puertas de salida para dar a besar las medallas, muchos se acercaron, identifi-candose como ortodoxos. Entre ellos había muchos sacerdotes ortodoxos.

Vinieron al encuentro de María, con la esperanza, la fe y el amor, un amor que no hemos visto en paises del Oeste. Nosotros, los habitantes del oeste, nun-ca estaríamos facilmente dispuestos a estar cuatro horas, mucho menos en iglesia, en tales condiciones. Las iglesias en Ucrania no tienen bancos. Dificilmen-te estaríamos dispuestos a estar horas afuera con la lluvia, el frío, empacados en una muchchedumbre.

Pero estas gentes lo hicieron y siguieron viniendo. Alguno nos siguió de pueblo en pueblo, de iglesia en iglesia. Y Dios los recompensó. Hemos recibido cartas y artículos periodísticos con testimonios de

IZQUIERDACinco sacerdotes celebran la liturgia dedicada a la Madre de Dios, antes de nuestro discurso en la Catedral de San Jorge.

DERECHACatedral dominica de San Jorge, en Lviv.

la medalla de Garabandal, dejó la iglesia.

En ese momento, repentinamente, sangró por la boca, la nariz y los oidos. Alarmados por esto, sus familiares le llevaron a exámen médico. Sin embargo, al mismo tiempo, se le habían quitado los dolores y podía andar sin muletas. ¡Después del examen médi-co, las radiografías y el escaner, los médicos dijeron que el tumor cancerígeno de la cabeza había desapa-recido completamente!.

En la Catedral de San Jorge, en Lviv

El dos de octubre, decimo segundo día de nuestro viaje, era nuestro aniversario de boda. Pasamos la noche en el hogar de Bohdan, en Lviv. Después del desayuno, Bohdan nos enseñó la ciudad, y después nos llevó a la Catedral de San Jorge.

Llegamos temprano, como Monseñor Krawchyk había pedido. Él nos recibió cerca de las puertas de entrada a la Catedral y fuimos a un restaurante cerca-no para el almuerzo. Después, volvimos a la Catedral para nuestra presentación.

Monseñor Krawchyk se disculpó si venía poca gente, porque, al no conocernos anates, no habían hecho publicidad de nuestra llegada . Cuando llega-mos, la Catedral se llenó completamente; habría, por lo menos, 2.000 personas.

Seis sacerdotes empezaron con la liturgia en honor de la Santísima Virgen. Entonces Monseñor Krawchyk nos presentó y hablamos, como de cos-tumbre. Y, como de costumbre, necesitamos a un grupo de hombres fuertes para ayudar a dirigir a la multitud hacia las puertas de salida, dando las me-

dallas a besar a las personas mientras salían de la Cate-dral.

Cuando salía-mos la Catedral, tu-vimos una sorpresa

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EL CIELO A GARABANDAL 33

IZQUIERDAHelen y Michael hablan en la Iglesia de San Miguel, en Lviv.

personas que fueron curadas también en esta iglesia.

Una señora que conocíamos muy bien, estaba muy feliz. Ella nos informó, hacia el fin de nuestra estancia en Ucrania, que su marido, que no había ido a la iglesia durante mucho tiempo y que no confessó desde hace muchos años, después de oírnos hablar varias veces, se convirtió. Un día, buscó un sacerdo-te, se confesó y, por primera vez en años, recibió la Santa Comunión.

Cada sacerdote y monja que encontramos en Ucrania, ya fuesen Católicos u Ortodoxos, recibieron una medalla pequeña con un trozo de misal besado por Nuestra Señora. Dios nos dió exactamente el número de medallas que necesitamos para repartir.

Al final del viajeEl día catorce, el viernes 4 de Octubre de 2002, de

regreso a casa.

Nos levantamos bastante temprano el viernes, para llegar al aeropuerto a buena hora. Nuestros anfitriones nos vieron salir con lágri-mas en sus ojos.

En el aeropuerto, mientras esperábamos en la puerta de la salida, conversábamos con una monja que iba a Frankfurt. Nunca deja de asombrarnos cuán maravillosamente Dios arregla las “coincidencias” en nuestros viajes.

La monja se presentó como la Hermana Marta Kozak, Superiora Provincial de las Siervas de María Inmaculada en Ucrania. Ella iba a visitar a sus hermanas en Calgary pero le preocupaba su cambio de avión en Frankfurt porque ella no hablaba alemán ni inglés.

Nos maravilló cómo Dios arregló todo para ponerla en el mismo vuelo con nosotros. La

transferencia en Frankfurt implicaba un cambio de terminales y, a causa de la construcción del aero-puerto, no había señalizados algunos desvíos y una persona que no supiese inglés o alemán se habría perdido. Nuestro Señor cuidaba de la Hermana, y de este modo, también ella conoció las Apariciones de la Bendita Madre en Garabandal.

ABAJOHelen y Michael con algunos de los Sacerdotes presentes en San Miguel. En el centro de la fila de atrás, el Padre Volodymyr, párroco de la iglesia y presidente del Tribunal Diocesano.

fuente www.ourlady.ca

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Santa María, Madre de Dios,

ruega por nosotros pecadores

ahora y en la hora de nuestra muerte.

Ave María, llena eres de gracia,

el Señor es contigo.

Bendita tu eres entre las mujeres

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Anno I - Numero 1Año I - N. 4

Julio-Agosto 2014

El Cielo a Garabandal

ilcieloagarabandal.wordpress.com