el apóstol de madrid, vida del padre rubio

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    Carlos Mara Staehlin, S.I.

    EL APSTOL DE MADRIDVida del Padre Rubio

    1953

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    (Contraportada)

    Este es el titulo que el Prelado de ladicesis dio al P. Jos Mara Rubio, S. I.,fallecido con fama de santidad en la primaverade 1929. Y ste es el ttulo que damos a estspginas resumidas y extractadas de la biografacompleta El Padre Rubio, escrita a base de lamejor documentacin crtica. Las actas delproceso de beatificacin y canonizacin, las

    ulteriores amplificaciones hechas al autor deeste libro por los mismos testigos del proceso,un conjunto de declaraciones juradas y una serieinterrogatorios, han hecho posible lareconstruccin de los episodios hasta los ltimospormenores del escenario y del dilogo. ElPatriarca Obispo de Madrid dice en el prlogo:El mismo estilo con que el autor ha escritoparece inspirado en la vida del P. Rubio: estilonervioso y tambin nervudo; una pincelada ac yen seguida vuelta a la paleta, a tomar otro colorpara dar otra pincelada, sin parar, sin sosegaren nada, en movimiento que sin dejar de sersereno, es presuroso y hasta agitado. No fueas, sin reposo ni demoras, la vida del Apstol

    de Madrid? Y nada de melifluidades niblanduras, ni halagos de ternezas, sino todoeficacia, accin, nervio, msculo, estampasvivas y rpidas, frases tajantes, trazosenrgicos, tal como era el P. Rubio: sobrio enpalabras, austero, severo, aunque alegre ygozosamente sacrificado. Cordialmente felicito alPadre Staehlin por esta biografa tan bienlograda.

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    IMPRIMI POTEST:

    EMMANUEL OLLEROS, S. i.

    Praep. Prov. Tolet.

    Matriti, 6 oct. 1953.

    NIHIL OBSTAT:

    LDO. ABILIOR. VALDIVIELSO,

    Censor

    IMPRIMASEJos Mara, Ob. Aux. y Vic. General

    Madrid, 17 septiembre 1953.

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    San Jos Mara Rubio

    Nota del Editor:

    Jos Mara Rubio Peralta, el Padre Rubio, fue beatificadopor Juan Pablo II en Roma (6 de octubre de 1985) y canonizado enMadrid por el mismo pontfice (4 de mayo de 2003), sus restos sonvenerados en la iglesia de San Francisco de Borja y del SagradoCorazn de la Compaa de Jess en Madrid. El hechoextraordinario, considerado como milagro por la Congregacin parala Causa de los Santos en orden a su canonizacin, fue la curacin

    de un cncer de pulmn del jesuita madrileo Jos Lus GmezMuntn (1988).

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    NDICE

    EL APSTOL DE MADRID.............................................................................. 7

    EL APSTOL.................................................................................................. 10

    EL DIRECTOR................................................................................................ 13

    EL TAUMATURGO......................................................................................... 18

    FAMA DE SANTIDAD..................................................................................... 49

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    EL APSTOL DE MADRID

    VIDA DEL PADRE RUBIO

    El Apstol de Madrid. Este es el ttulo que el Prelado de ladicesis dio al Padre Jos Mara Rubio, de la Compaa de Jess,fallecido con fama de santidad en la primavera de 1929. Y ste esel ttulo que damos a estas pginas, resumidas y extractadas de labiografa completa, que hemos basado en las actas del procesopara su beatificacin y canonizacin. Son estas pginas una breve

    serie de pinceladas histricas, que quieren presentar al PadreRubio tal como fue.

    * * *

    El que haba de ser el Apstol de Madrid, naci en Dalias,pueblecito alegre, clavado entre cerros, en el extremo oriental deAndaluca. Provincia de Almera. Dicesis de Granada. Pueblo de

    tradicin heroica, martirizado en la insurreccin de los moriscos.Jos Mara naci el viernes 22 de julio de 1864.

    No fue la devocin la nica nota de su infancia. Era diestro enlos juegos y tena gracia andaluza de narrador. Alegre, comunicabasu alegra; ni de nio ni de hombre estuvieron en l reidos el buenhumor y el deseo de la santidad. Su punto dbil era la falta desalud, que pronto sera una cruz en su vida de estudio y de

    internado. Porque, apenas comenzados los estudios delbachillerato en Almera, ingres en el Seminario, pero sin dejar de

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    examinarse todos los cursos en el Instituto. En 1879, Jos Marapas del Seminario de Almera al de Granada. Estaba a punto determinar la Filosofa, y all conoci como profesor a don JoaqunTorres Asensio, con quien se haba de unir, en ntima amistad, para

    veinticinco aos. El doctor Torres Asensio, cannigo del SacroMonte, chantre de la catedral granadina, telogo consultor en elConcilio Vaticano, ms tarde lectoral, chantre, provisor, vicariogeneral en Madrid, prelado domstico de Su Santidad, eraentonces profesor De Locis Theologicis en el Seminario deGranada, y all tuvo de discpulo a Jos Mara. El maduro telogoentabl tal amistad con el joven seminarista, que ste afirm aosms tarde que, desde entonces, Torres Asensio lo haba sido todopara l. Al trasladarse el cannigo a Madrid, en 1886, llev consigoa Jos Mara.

    A los pocos das de ordenarse de sacerdote 12 de octubrede 1887 quiso don Jos Mara ingresar en la Compaa deJess, pero don Joaqun, que tema perderle, le hizo interrumpir losEjercicios que con este fin haba empezado. Y, poco despus, el

    joven sacerdote era nombrado coadjutor de la parroquia de

    Chinchn. Pronto empezaron a divulgarse las ancdotas de aquelsacerdote, que tena toda la estampa de los santos de corteclsico. Impresionaba su persona y su vida. Oracin y penitencia,entrega a los pobres y a los enfermos. Vida spera. Y sonrisa enlos labios.

    El mismo da que se cumplan dos aos de su ordenacinsacerdotal, tom posesin de la parroquia de Estremera, al sur de

    Madrid. Muy mal andaba aquella parroquiadesorden y caos, sinlibros de bautismos ni de matrimonios, que se apuntaban con lpizen la pared, el cura haba estado, enfermo, y el Prelado se fij endon Jos Mara. Le bastara un ao para reconstruir aquellaparroquia en ruinas; en ruina material y en ruina espiritual. Y elnuevo prroco sigui el mismo ritmo de vida en Estremera que enChinchn. Pero Torres Asensio quera tenerlo a su lado, y antes deun ao despus de unas oposiciones a canonja el joven

    sacerdote ocup dos ctedras en el Seminario de Madrid,enseando Latn y Ontologa. Hasta que un vmito de sangre hizo

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    cambiar el rumbo de su vida. A ltima hora haba tomado la ctedrade Teologa pastoral, pero su magisterio tocaba a su fin.

    En 1893, don Jos Mara fue nombrado capelln mayor de lasReligiosas Bernardas. En aquella iglesia calle Mayor, esquina a

    la del Sacramento se reanud el tren de vida apostlico que tuvosu noviciado en Chinchn y en Estremera. Don Jos Mara fuenombrado notario del Obispado, ms tarde encargado del Registroy del Negociado de pobres en la Vicara, y, apareca pblicamentecomo el secretario de don Joaqun. Pero l se llamaba a s mismojesuita de aficin, aludiendo a que la amistad y gratitud hacia donJoaqun le impeda ingresar en la Compaa de Jess. Mientras

    tanto, en las Escuelas Dominicales y en las Doctrinas, el infatigablesacerdote multiplicaba su apostolado.

    Hasta que el fallecimiento del doctor Torres Asensio cort lanica atadura que mantena a don Jos Mara en la vida secular, yel jesuita de aficin ingres en el Noviciado de Granada, y cisobre su sotana el estrecho fajn de los novicios de la Compaa.Era el 17 de octubre de 1906.

    El Padre Rubio es gloria muy insigne de la dicesis deMadrid-Alcal escribe el seor Patriarca Obispo. Haba de ha-ber sido siempre, mientras vivi y evangeliz en ella, jesuita, yMadrid se gloriara de l, como se ufana de otros santos religiososque tienen puesto de honor en el calendario diocesano y rezopropio entre nosotros, slo por haber santificado y favorecido consu apostolado esta dicesis. Pero nuestro Padre Rubio, por doblettulo, pues si durante dieciocho aos fue el jesuita apstol de

    Madrid, durante diecinueve haba militado antes en nuestro clerosecular, siendo modelo de santos sacerdotes. No parece sino quequiso Dios que fuese un poco de todo para que todos, coadjutoresy prrocos, profesores y capellanes y curiales, se pudiesen miraren l como en dechado y modelo del clero secular.

    Cinco aos despus de su ingreso en el Noviciado, el PadreRubio llegaba destinado a Madrid, para trabajar hasta su muerte en

    la Casa profesa de la Compaa, que fue destruida en los incendiosrevolucionarios del 11 de mayo de 1931.

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    EL APSTOL

    El seor Patriarca Obispo dice del Padre Rubio:

    Dios lo haba elegido para dos ctedras a las que haba deconsagrar su vida, lo mismo de sacerdote secular que de jesuita: el

    confesonario y el plpito.Su confesonario. No haba otro tan recargado de trabajo en

    Madrid. Largas colas a derecha e izquierda horas y horas. No eraslo un vaciadero de pecados; era principalmente una forja deespritus. Lo que se iba a buscar all era la formacin ms que laabsolucin.

    La sntesis de su direccin espiritual? Estas palabras del

    Kempis: Seor, haz de m lo que quisieres, que no puede ser sinobueno lo que T quieras para m. Esto inculcaba a todos susdirigidos como suprema norma. Y la ciega confianza en lamisericordia divina. Y el abandono total de uno mismo en lospaternales brazos de la Providencia. Amar. Amar tanto a Dios, quereine constante en el alma el afn de agradarle; vivirle tan sumiso,que no se tenga otro querer que el de El, y como una siemprevivabrote del corazn a los labios aquel ruego de la oracin que nos

    ense el divino Maestro: hgase tu voluntad! Esto, y slo esto,siempre y en todo.

    En la direccin espiritual del Padre Rubio, el hgase tuvoluntad no era un dejarse ir, aniquilar la propia voluntad, echarseal surco, tumbarse en la indolencia; el abandono en manos de Diosno era inercia ni ablica pasividad, ni relajacin de las energasintelectuales o volitivas; todo lo contrario: la oracin mental asidua

    haba de tener la voluntad siempre alerta y las constantesjaculatorias siempre viva la presencia de Dios; los exmenes de

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    conciencia haban de advertir los brotes de los malos instintos, y laconfesin y comunin tener el alma limpia y bien nutrida, y elespritu de penitencia conservar bien afilada la podadera de lamortificacin. Y l, director y maestro severo, lacnico, respirando

    austeridad y mostrndose siempre inflexible ante toda infiltracinmundana, pero siempre tambin rebosando blsamo de cristianacaridad.

    Esta era la escuela espiritual del Padre Rubio. Los discpulosse contaban por millares y, como en toda escuela, haba de todo:unos, sobresalientes, notables otros, o solamente aprobados. Nifaltaron los suspensos que abandonaron sus estudios. Ah!

    Cuntas secretas penas e hirientes desengaos y cuntaspenitencias y sacrificios, frustrados al parecer, ofrecidos por elrescate de espritus cobardes! Pero, en cambio, cuntas y cuntasalmas, ya en el claustro, ya en el hogar, bendicen al Seor,agradecidas a la labra que les dio por manos de aquel apstol!

    Su plpito. Predicaba en Madrid, por donde desfilan losprimeros oradores de Espaa, y los fieles se apretujaban en localesrepletos para orle ao tras ao durante muchos seguidos, sin

    saciarse de l. Se ha dicho que predicaba ms que a la inteligenciaal corazn. No; lo que haca era hablar a todo el ser, cabeza yvoluntad ordenadas a la accin; sus ideas salan de sus labiosvitalizadas, y contagiaban comunicando vida y accin. El caso eraque innumerables oyentes vibraban, al unsono con l, con laselevadoras emociones del amor de Dios, que nunca sacian nihastan, antes despiertan ms hambre y transportan al alma a

    donde cada vez desea ms. Por eso seduca, fascinaba a lamuchedumbre, y, adems, transformaba los nimos, converta lospecadores e impulsaba a todos a buscar la perfeccin, a la que ennombre de Dios invitaba a todos, sin excepcin.

    Ni su figura, que no tena mucho, casi ni poco, de atractiva;ni su voz, aunque potente y no mal timbrada, ni su ciencia, que noapareca; ni la retrica, que le tena sin cuidado; ni la doctrina, elmtodo, el orden lgico, que no traslucan, pueden dar razn de tanextraordinario xito. La secreta raz estaba en su modo de prepa-rarse: puesto en oracin humilde y afanosa, cargaba su potencial,

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    y, una vez en el plpito, daba suelta al corazn inflamado en amorde Dios y de las almas y nada se le resista. Como el Apstol SanPablo, que ya no era l el que viva, sino Cristo quien viva en l,as el Padre Rubio ya no era l el que hablaba, su voz haca vibrar

    los tmpanos y la de Dios los corazones.Tales fueron las dos ctedras que Dios confi a nuestro

    Padre Rubio; no es de extraar que resultaran dos canteras dealmas apostlicas. En torno a l y trabajando a sus rdenes enmenesteres de piedad o de celo o de socorros espirituales ymateriales a los pobres, pululaba constantemente una legin dealmas escogidas, consagradas a hacer el bien.

    Millares de estas almas vivan, adems, su vida espiritual,aspirando a la perfeccin, encuadradas en dos esplndidas or-ganizaciones que diriga el Padre Rubio. Los caballeros y lasseoras de la Guardia de Honor, y la obra maravillosa de las Ma-ras de los Sagrarios. Ambas son ms que suficientementeconocidas para que necesiten un comentario.

    Y en los suburbios de Madrid se recordar siempre laabnegada y fructuosa labor del Padre Rubio, que all trabaj desdela primera hora de su apostolado.

    Para otras obras no organizadas por los jesuitas tambin sepeda la colaboracin y aun la direccin del Padre Rubio. El PadreArintero deseaba y as lo propuso que el Padre Rubio fuesenombrado Presidente o director de la propaganda, y an de todala Obras del Amor Misericordioso, cosa que no se lleg a realizar.

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    EL DIRECTOR

    Los maestros que han brillado en la Iglesia por su elevadaespiritualidad, no suelen andar solos por el camino de laperfeccin. Fcilmente les rodean otras almas, que los buscan paraponerse bajo su magisterio; y no pocas de stas llegan tambin ala santidad. El Padre Rubro no ha sido una excepcin de esta ley.Y, al santificarse, ha santificado tambin a otros. El seor PatriarcaObispo escribe: Todava estamos demasiado prximos al PadreRubio para poder estimar su importancia. Dios lo escogi paraformar por medio de l una constelacin de santos, en la que lser la estrella central.

    Prescindiendo del nmero de pecadores que arranc a lamiseria espiritual y puso en el buen camino, el Padre Rubio envi

    numerosas vocaciones a los Seminarios y Noviciados de lasOrdenes y Congregaciones masculinas, muchas jvenes fueronorientadas por l a la vida religiosa, logr conducir por el camino dela perfeccin a muchsimas almas en la vida seglar y religiosa, yfruto de su direccin fue un conjunto de santos que haban recibidode l no solamente los fundamentos, sino tambin los ltimosperfiles de su vida espiritual.

    De entre las figuras ms conocidas que ya fallecieron,podemos citar tres nombres: Luz Casanova, Mercedes Reyna yManolita Roig.

    DOA LUZ RODRGUEZ CASANOVA, hija de los marqueses deOnteiro, hizo una peregrinacin a Lourdes, pidiendo a la SantsimaVirgen le concediese la gracia de un buen director espiritual. Al

    regresar encontr al Padre Rubio. Consider el encuentro comouna respuesta del cielo, y, desde entonces, hasta la muerte del

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    Siervo de Dios, se dirigi espiritualmente con l, confindoletambin la orientacin espiritual de la obra Damas Apostlicas delSagrado Corazn de Jess, que ella fund bajo la inmediatadireccin del Padre.

    Cuando despus de larga preparacin en secreto cenculo,sali a luz el nuevo Instituto religioso era la Nochebuena de1927, toma de hbito de las primeras religiosas el Padre Rubioles dijo con visible emocin:

    Hijas mas, al ingresar en otras religiones se toma un hbitoya glorioso. Pero aqu sucede al revs. Sois vosotras, hijas mas,las que tenis que hacer glorioso este hbito...

    Y lo hicieron. Dice la Sagrada Escritura que no debemosalabar a nadie antes de su muerte. Pero de las religiosas ya falle-cidas podemos dar dos nombres de primera lnea. El primero, el dela misma doa Luz, sobradamente conocida para que esbocemosaqu un apunte biogrfico; el segundo, el de otra religiosa, que fuehechura total del Padre Rubio: doa Mercedes Reyna. Ambasfallecieron con fama de santidad. La fundadora, en enero de 1949.La discpula, veinte aos antes, en enero de 1929.

    Cuando, en 1947, doa Luz anciana y enferma acudi,como testigo, al proceso de beatificacin del Padre Rubio, el seorPatriarca Obispo le dijo amistosamente:

    Esperamos que tambin tendremos que asistir al procesode beatificacin de usted.

    Doa Luz sonri. Y muchos aprobaron con el gesto.

    La Obra de las Damas Apostlicas es demasiado extensapara pretender resumirla en unos renglones. El Patronato deEnfermos, la Obra de la Preservacin de la Fe, los Comedores deCaridad...

    El nico dolor de doa Luz era que el Padre Rubio, abrumadopor otras mil formas de apostolado, no poda dedicarle todo eltiempo que ella juzgaba necesario para s y para su Obra

    MERCEDES REYNA, endeble y enfermiza, era un alma heroica.

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    Ocult el desmoronamiento de su salud, para que doa Luz no leimpidiese trabajar en primera lnea hasta el ltimo momento. DelPadre Rubio recibi la orientacin de su espiritualidad, y, hasta enlos ltimos pormenores dependa de l.

    Sus hermanas de religin decan:Qu bien se vive al lado de una santa!

    Consagrada a derramar el bien en los suburbios de Madrid barriadas de Almenara y Tetun se multiplicaba en los serviciospersonales. Ya era una madre enferma, a la que visitaba cadamaana para asistirle, levantar a los nios, lavarlos, vestirlos,mandarlos a la escuela, limpiar la casa, hacer la comida... Ya eran

    enfermos de cncer, a los que ella curaba y cuyas vendas lavaba,prohibiendo a todos el tocarlas.

    Un da le dijo otra religiosa:

    A usted no le pega otra muerte que decir al seor cura, alpasar por la parroquia de Tetun: Haga usted el favor de darme laExtremauncin, que me voy a morir ahora..., y aparecer muerta enel hoyo de un rbol.

    Quera morir como una pobre, en el hospital. Y, aladministrarle la Extremauncin, se descubri la horrible penitenciaque supona para ella el caminar. Los mdicos declararon quepareca imposible el que aquellos pies martirizados por la caridad,pudiesen sostener el peso del cuerpo. Alguna vez se vio precisadaa quitarse los zapatos en casa de algn pobre, dejando en el sueloun charco de sangre.

    A su muerte, los pobres acudieron en masa a rendirle elhomenaje de su dolor. Y, con los pobres, el Prelado acudi tambina besar aquellos pies martirizados de la que puso todo su afn envivir despreciada.

    MANOLITA ROIG, flor de Pasin. La llamaban Santa Manolita.De nia, apenas llegada al uso de razn, se ofreci a Jess en una

    entrega total de alma y cuerpo. Quera ser su esposa mstica, yrenunciaba para siempre a cualquier otro amor. Y Jess acept en

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    el acto su ofrecimiento. Y le regal su cruz. Los mdicos, desorien-tados, hicieron objeto de estudios y ensayos aquel cuerpecitovirginal de la nia que sufra. Y, al fin, se lleg a sospechar que lacausa de aquel dolor estaba ms all de las fuerzas de la

    naturaleza. Los mdicos comprobaron una dilatacin del corazn.Y sobrevinieron aquellos extraos ataques o colapsos, quecoincidan con las grandes solemnidades litrgicas y se extendanhasta seis y doce das en ayuno perfecto.

    Dios mo! T sabes cunto te amo!

    Era su jaculatoria personal. Y llevaba cinco aos sin podersevaler. Haba que vestirla y desnudarla, levantarla y acostarla;

    pasaba la vida en la cama y en la butaca. Hasta que cay para nolevantarse ms. Despus de aquellos cinco aos, otros seis,postrada en el lecho.

    La pierna izquierda ha quedado rgida, como un palo seco. Laderecha, sin vida tambin, pero quebrada en ngulo, con el pie

    junto a la rodilla de la otra pierna.

    Los dos miembros empiezan despus a hincharse. Se le caen

    las uas de los pies. Las piernas van tomando un tinte acar-denalado. Gangrena. Y empieza la supuracin ftida, que encharcala cama.

    Pero se niega a que la inyecten calmantes. Aprieta los dientesy muerde el pauelo para no gritar, y escribe: No quierodesperdiciar la ms mnima partcula de las cruces que mi Esposome depara, y las recoger con el mismo inters con que recogeralos fragmentos de una Hostia consagrada.

    A todos parece necesario amputar la pierna ms daada. YManolita se ofrece al sacrificio. Pero no se encuentra un cirujanoque se atreva a asumir la responsabilidad de mutilar a aquellasanta. Contra su voluntad, se le aplican estupefacientes. Pero todoes intil. Jess quiere que sufra, y doce inyecciones diarias de losanalgsicos ms violentos, no son suficientes pura aliviar elmartirio.

    Su confidente el nico que en aquellas horas conoce todo elmisterio del alma de Manolita es su director, el Padre Rubio. Y

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    Manolita entra en la Gloria un primer viernes, mientras hace la HoraSanta, para incorporarse a los sufrimientos de Jess.

    Confesionario del Padre Rubio

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    EL TAUMATURGO

    El Padre Rublo segua su vida apostlica de siempre. Pero ensus ltimos diez aos, de 1919 a 1929, entr en juego un elementohasta entonces oculto. Rpidos fogonazos de lo maravilloso, queiluminaron la oscura labor de cada da.

    De sus comunicaciones ntimas con Dios, es muy poco lo quesabemos. Con frecuencia se esconda detrs de los altares, cercadel sagrario, para hacer a solas oracin. Algunos testigos,inadvertidos por l, le oyeron muchas veces prorrumpir en afectos,a media voz, y sollozar vivamente. Ms de una vez fue sorprendidoen xtasis. Se le vio rodeado de una aureola luminosa. Se le violevantado en el aire. Pero el Padre Rubio saba imponer un silencioabsoluto a los testigos de tales hechos.

    El haba cautivado siempre por la sinceridad de su palabra y laprudencia de su consejo. Haba impresionado la eficacia de suapostolado. Haba conmovido la sencillez de su presencia. Perodice un refrn espaol: No creas en el santo mientras no vieres elmilagro. Y, para muchos, los hechos extraordinarios que van adesencadenarse en torno al Padre Rubio constituirn la revelacinoficial de su santidad. Porque los hechos extraordinarios no

    constituyen la santidad, pero son una seal de ella. Dios nobendice con profecas, milagros y hechos maravillosos elapostolado de los que no pasan de una mediana en la virtud. Y enel Padre Rubio se repiten los hechos maravillosos de las dosfiguras legendarias del siglo en que l naci: Don Bosco y el Curade Ars.

    Cmo empez la fama de taumaturgo del Padre Rubio? Al

    principio, se le atribuyeron algunos hechos que, si no eranexactamente milagrosos, parecan sealar, al menos, una

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    providencia especial.

    Una pobre seora, sobrecogida por un accidente, cay sinconocimiento. La familia avis inmediatamente a la Parroquia,

    acudi un sacerdote, pero ste slo pudo administrar a lamoribunda la Extremauncin. La fama del Padre Rubio es tal, quela familia decide provocar un milagro, sin que el mismo Padre se dcuenta. Y, valindose de un amigo, le llaman para confesar a laenferma, ocultndole el estado comatoso de la misma. El Padre,que estaba confesando en la iglesia, acude inmediatamente. Alentrar en la habitacin, la familia temi que, al ver a la enferma, les

    reprendiese lo improcedente de aquella visita intil. Pero el PadreRubio, con toda naturalidad, se acerc al lecho, y pregunt a laenferma, que segua insensible:

    Qu le pasa?

    A la voz del Padre, la moribunda abri los ojos, y contest contoda claridad:

    Estoy muy mala.

    Todos retrocedieron. Era el milagro. Y salieron de la estancia,dejando al Padre con aquella enferma, antes inerte y muda.Esperaron. Y sali el Padre, diciendo, sencillamente:

    Estn ustedes muy tranquilos, pues se ha podido confesarmuy bien.

    Entraron todos entonces en el aposento para hablar a laenferma, pero sta haba perdido nuevamente el uso de los senti-

    dos. Pareca muerta. Y, poco despus, la muerte fue ya unarealidad.

    Don Juan Manrubia se encontraba cada vez peor. Aquellasanginas de 1928, rebeldes a todo tratamiento, le tenan sin tomaralimento desde haca unos cuantos das, y, entre la enfermedad yel ayuno, su debilidad era tal que apenas si poda andar.

    No sabes? Hay una peregrinacin al Cerro de losAngeles...

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    El enfermo se anima ante esta noticia que le trae su mujer

    Y va el Padre Rubio?

    Claro que va!

    Se encuentra muy mal, pero perder esa peregrinacin... Si elSagrado Corazn le curase all...

    Mira, yo creo que podramos ir al Cerro. S, en un coche...Si yo pudiese tomar un poco siquiera de alimento! Mira, por siacaso, me preparas un termo con un poco de caf con leche...

    La seora no se atreve a hacerlo sin consultar con el mismoPadre Rubio:

    Mire, Padre, que Juan quiere ir. Si el Sagrado Corazn lequisiera curar all...

    Humanamente, es una imprudencia; pero el Padre no duda enla respuesta:

    S. Pueden ir.

    Alegra romera en el pequeo hogar. Ya est todo preparado.El termo para l. Eso es. Y una buena tortilla de patatas para ella,

    que no padece anginas.El coche les ha llevado a la falda del Cerro. Don Juan subeandando, con penosa lentitud. Un esfuerzo ms... y llega a laexplanada.

    Celebra la santa Misa el Padre Rubio. Comunin general. Elenfermo se acerca con todos a la Mesa eucarstica. Y se organizala procesin.

    Don Juan Manrubia, arrodillado en el ltimo escaln delmonumento, recibe la bendicin que el Padre Rubio da con laCustodia.

    Qu ha pasado en el momento de aquella bendicin?

    Porque el enfermo se ha levantado lleno de entusiasmo, y haseguido la procesin,

    El Padre Rubio no puede por menos de rerse cuando la

    seora acude a l, llena de gozo:Padre! Que se ha curado Juan!

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    De veras?

    Tan de veras, que se ha comido mi tortilla!

    * * *

    Ms tarde, lo meramente providencial fue cediendo el paso auna serie de hechos de un orden superior. El Padre Rubiocomenz a recibir en su apostolado la bendicin de Dios concarismas especiales, que rpidamente le dieron una singularaureola de popularidad, hasta el extremo de que las gentes seprocuraban reliquias de aquel santo que todava se contaba entrelos mortales. Las estampas que haba regalado, los rosarios

    bendecidos por l, entraban ya en la categora cannica dereliquias por contacto. Y comienza la avidez por los autgrafos cartas y apuntes que pasan del cesto de los papeles a loscuadros de la pared.

    Hay ya quienes buscan datos ntimos de la vida del Padre. Yla curiosidad femenina penetra, invisible, hasta el secreto de laclausura. Y se descubren, entre aspavientos, los secretos vulgares

    de su pobre aposento:No lo saba usted? Pues... duerme en el suelo, no usajabn y tiene el espejo vuelto del revs. Qu santo! Verdad? Meacabo de enterar... Ah! Y para el desayuno va recogiendo losmendrugos que han dejado los dems...

    La fama de santo legendario ha excitado esa curiosidad, que aveces es ms audaz, y pasa de lo exterior a lo interior:

    Mire usted! Quin haba de decirlo! Con lo bien que dirigea todo el mundo, y ahora resulta que l est siempre comido deescrpulos! Y dicen que a cada paso se tiene que ir a confesar conel Padre Valera, que es su director...

    Es preciso reconocer que las noticias son ciertas. El PadreRubio, que ha castigado al espejo cara a la pared, y tiene la camacubierta por un montn de cartas y papeles, que amanecensiempre intactos, est enfermo de escrpulos. Tardaba horas yhoras en rezar el Breviario, nunca acababa; y los superiores han te-nido que pedir a Roma la conmutacin del Oficio divino por el

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    Rosario.

    Los descubrimientos aumentan la devocin, pero la devocinamenaza terminar en persecucin armada. Porque ya hay un grupode personas piadosas decididas a hacerse, a toda costa, con

    reliquias autnticas. Quiz estn falsificadas las que reparten porah!... Y ya se ha montado un servicio secreto, que persigue alPadre tijera en ristre. Peligran los extremos de la faja y peligra lamisma sotana. En cierta ocasin sale el Padre de confesar a unenfermo, y, al recoger en el vestbulo su sombrero, se encuentracon que alguien de aquella casa le ha cortado parte de la cinta.

    Chas!, al Padre se le cae el reloj, que se estrella en el suelo

    El cristal ha saltado en astillas. Pero cuando acuden a barrer losfragmentos, stos han desaparecido. Unas seoras se los hanllevado como preciosas reliquias. Y mientras, un trozo de aquelcristal se aplica a los ojos de una enferma de cataratas, el sencillotaumaturgo lleva a componer su pobre reloj averiado.

    La fe en el poder sobrenatural del taumaturgo es ya tanextraordinaria, que en ms de una ocasin se le quiere obligar a unmilagro espectacular. Y hay casos tan impresionantes como el deaquella pobre madre que, ante el cadver de su hijo, se arrodillapblicamente a los pies del Padre Rubio, y le pide, llena deconfianza:

    Padre! En nombre de Jess, dgale a mi hijo que selevante y ande!

    He dicho que no se condena.Ao de 1919. Corre el mes de octubre. Padre Rubio, pdaleusted a Dios que mi padre no se condene...

    La voz ha sonado, angustiada, a travs de la rejilla delconfesonario.

    Es Teresa, una joven que se gana la vida con el trabajo de suaguja. Sus padres viven separados. El se march a Murcia, sigue

    bebiendo sin tasa, y es intil hablarle de religin.Padre Rubio, pdale usted a Dios que mi padre no se

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    condene...

    La voz del confesor trae una luz de esperanza

    Su padre no se condena.

    Pero la muchacha insiste, cree que las palabras del PadreRubio no expresan ms que un buen deseo.

    Padre, que no se condene!

    He dicho que no se condena.

    La voz del Padre es segura:

    No se condena.

    Pero ella no cree lo que deseara creer:

    Es que no deja de beber...No se condena, se lo digo yo.

    Padre, pdaselo a Dios!

    Le repito que su padre no se condena. Ya lo ver...

    Mes de octubre. Y da 15. Fiesta de Santa Teresa.

    Precisamente esa tarde empieza en el tercer monasterio de lasSalesas el triduo a Santa Margarita Mara de Alacoque.

    Es el santo de la joven costurera, y acude a la iglesia. Y al otroda tambin. Es jueves. Ha tenido mucho trabajo y llega un pocotarde. En el plpito est hablando ya el predicador, que esprecisamente el Padre Rubio. Son las tres de la tarde, ya dadas;hace unos minutos sonaron las campanas...

    Apenas entra Teresa en la Iglesia el Padre no la ha visto,la voz del predicador refleja una sbita emocin. Se interrumpe, y,ante la sorpresa del auditorio, exclama:

    En estos momentos, fijaos bien, en estos precisosmomentos, el Corazn Divino acaba de conceder una graciaespecial, una gracia grande, verdaderamente extraordinaria, a unade vosotras, a una de las que estis aqu...

    Y el Padre Rubio la emocin ha crecido en l termina:

    La interesada no sabe que se trata de ella... Pero cuando

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    dentro de cuatro das se entere, exclamar: Gracias, Diosmo!...

    A la salida de la iglesia se ha comentado mucho aquellainterrupcin y aquel anuncio del Padre. No es la primera vez que

    habla as desde el plpito, y dicen que siempre acierta en talesprofecas... Y recuerdan la hora; s, eran poco ms de las tres deaquel 16 de octubre, cuando la voz del Padre Rubio se vel por laemocin.

    Y empiezan a pasar las fechas. Pero a los cuatro das, en ellocutorio de las Reparadoras en la calle de Torija, una de lasreligiosas, la madre Mater Salvatoris, ha llamado a Teresa, la

    costurera.Noticias murcianas, tengo noticias murcianas para ti...

    La religiosa tiene en la mano la carta. Escribe a Teresa elcannigo de Murcia, don Ramn Fernndez Asensio. Por lo visto,no saba su direccin en Madrid, ya que dirige el sobre a lasReparadoras...

    Te vas a impresionar!... Sabrs ofrecrselo a Dios?

    Y la madre Mater Salvatoris lee la cartaS; Ramn, el padre de Teresa, fue llevado urgentemente al

    hospital. Una hernia estrangulada. La operacin era intil. Y muri.En la tarde del 16, poco antes de las tres y media. La carta termina:Recibi todos los Sacramentos. Dele muchas gracias a Dios,pues, segn cuenta la hermanita de la Caridad que le asisti en lasala, su padre ha muerto como un santo. Teresa, estremecida,

    recuerda la voz del Padre Rubio en el plpito:En estos momentos, fijaos bien, en estos precisos

    momentos, el Corazn Divino acaba de conceder...

    Gracias, Dios mo!

    A los tres das puede acudir a la Casa profesa. Entra en laiglesia, y se acerca, por delante, al confesonario del Padre:

    Traigo una pena muy grande por el fallecimiento de mi

    padre, pero una alegra, muy grande tambin, porque ha muertocon todos los Sacramentos... Se acuerda usted, Padre, de lo que

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    dijo en el sermn del da aqul?

    Y el Padre Rubio, gozoso, muy gozoso, sin negar la profeca,pero sin darle tampoco importancia, la interrumpe:

    S. Ha sido cosa del Corazn Divino. Ha sido cosa del

    Corazn Divino.

    En el hogar de Teresa se ha encendido una lamparilla por elque muri all, en Murcia.

    Quita esa lamparilla! Qu ocurrencia! Djate delamparillas y de todas esas cosas!

    Es Mara, la madre de Teresa, la que se molesta ante aquelgesto de piedad...

    Anda, apgala y qutala de ah...

    Y Teresa acude al confesionario del Padre Rubio.

    Mire usted, que mi madre no nos deja llevar luto por mipadre; ni siquiera me deja encenderle una lamparilla...

    Bueno, hija, pues no se apure. Podemos hacer mucho ms

    que encender esa lucecita. Maana, a las seis y media, celebrarla Misa por su padre, en el altar de San Francisco Xavier.

    Muchsimas gracias, Padre; yo le traer el estipendio...

    No me traiga nada, que tengo yo gusto en celebrar esaMisa... Ah!, y no vuelva a encender la lamparilla; obedezca en esoa su madre...

    Al ao siguiente, Teresa hace un viaje a Murcia, y acude alhospital a visitar la sala donde falleci su padre.

    En qu cama muri?

    La hermana de la caridad que la acompaa es la misma queasisti a su padre.

    Aqu, fue en esta cama.

    Y una vez ms, cuenta la escena:

    Al borde de la vida, con la sombra de la muerte ya en el rostro,

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    Ramn segua alejado de Dios. Era intil llevarle el capelln. Ytodos los esfuerzos de la hermana intiles tambin...

    Eran las once de la maana del 16.

    Ramn, que usted se muere hoy, sin Sacramentos...

    Es ya el medioda. Y el moribundo sigue rechazando lareligin.

    Djeme! Yo no tengo nada que decir al confesor...

    Pasan las horas, difciles, de agona fsica y moral. Lahermana se ha retirado a comer. Queda otra vigilando. Y Ramn, asolas con su conciencia. Pero sbitamente acaban de dar lastres la religiosa que vigilaba acude a la otra hermana:

    Que Ramn se muere, y pide confesin!

    No se puede perder un segundo ante la vida que se va.

    Acude el capelln. Se confiesa con una sinceridadimpresionante. En voz alta. Le oyen los dems enfermos de la sala.Y. acto seguido, el Vitico. Y la Extremauncin.

    El enfermo se siente feliz. Y lo dice. Y se rompe el hilo, ya

    tenue, de su vida. Han terminado las ltimas oraciones cuando delreloj se desprende una campanada. Son las tres y media.

    En estos momentos, fijaos bien, en estos precisosmomentos...

    En dos sitios a la vez.

    En la Rosaleda, del Retiro, se abren ya los primeros capullos.

    Sobre el parque se extiende un cielo limpio y azul. Es la primaverade 1920. Pero la nia no puede ir a jugar.

    Si entramos en aquel piso principal del nmero 59 de la callede Torrijos ahora Conde de Pealver, encontramos a aquellanena de siete aos, Mara de Lourdes, abrasada de fiebre en sucamita de metal plateado. Lleva dos meses enferma, y su madre,doa Filomena Laffitte, siente crecer sus temores. El mdico, don

    Francisco Garrido, ha pronunciado una palabra terrible:Tifus.

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    Pero el doctor vacila en la aplicacin de remedios, y la fiebresube. Hay una circunstancia que agrava an la situacin de lamadre. Su esposo, don Antonio Gordillo Carrasco, por lasexigencias de su misin diplomtica, est ausente. Muy lejos. Est

    en Jerusaln, de cnsul general y ministro plenipotenciario deEspaa.

    Y aquella maana, la madre llena de angustia y sin saber aquin acudir, decide buscar al Padre Rubio.

    A las diez y media ya est en la iglesia de la Casa profesa. ElPadre, como siempre, est confesando, con sendas filas depenitentes esperando el turno en cada rejilla. La seora se pone

    delante del confesonario, y, al verla en actitud de decirle algourgente, el Padre hace un gesto para que se acerque por delante.

    Qu pasa, Filomena?

    La madre le explica atropelladamente:

    Mire, Padre: ya sabe que tengo a mi hija dos mesesenferma. Don Francisco no sabe lo que tiene, pero esta noche haestado con cuarenta y uno de fiebre, delirando, y vengo a decrselo

    a usted... El Padre la interrumpe:Quiere usted que vaya?

    Y entonces revive, al pie de aquel confesonario, la escena delCenturin.

    No, Padre; yo me conformo con que le enve desde aqu subendicin.

    Ante este acto de confianza, el Padre Rubio, se recogi, en

    silencio, profundamente, ms de un minuto, con las manos juntasdelante del pecho y los ojos cerrados. Despus, como quien vienede muy lejos, el Padre volvi al mundo que le rodeaba y dijo conseguridad y dulzura:

    Vaya tranquila, hija ma, que la Virgen Santsima tienecompasin de las madres.

    Aquellas palabras ungieron de paz el alma de la pobre seora,

    que regres, ya sin preocupacin, a su casa.Al llegar no tuvo que abrir la puerta. Una seorita que tena

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    para su compaa que despus profes en la Clarisas deEspinosa de Henares con el nombre de Sor Celina de la Milagrosa

    la esperaba con gesto de sobresalto:

    Ay! Estoy muy apurada, porque Maruja ha tenido una

    hemorragia muy grande, y no me ha dado tiempo a mudarle laropa, para que usted no se asustase!...

    Pero la seorita vio que la noticia no impresionaba a la madre,que pas el largo corredor y entr tranquilamente en el cuarto de lania, diciendo:

    Pues yo vengo de ver al Padre.

    La nia estaba amodorrada, y no quiso despertarla. La colcha

    blanca y el embozo de la sbana estaban enrojecidos por lasangre, que ya oscureca. Mas a su lado, en la mesilla de noche, lapequea escultura de la Virgen Milagrosa pareca sonrer,derramando la lluvia de gracias que brotan de sus manos. Pasarona la habitacin de al lado, pero al momento son un grito en elaposento de la nia:

    Mam! !

    La madre se aterr. Otra hemorragia? Y el tono de aquelgrito...

    Mam! !

    Corrieron las dos al cuarto de la nia.

    Mam! Ha estado aqu el Padre Rubio!

    Deliraba?

    No, hija ma; el Padre Rubio no ha venido para nada...Ha estado, mam, ha estado! Y yo no me he asustado. Haestado aqu, y me ha puesto la mano as, en la frente, y me hadicho: Ya no tienes nada...

    No. Ahora la nia no deliraba. Y ante el gesto de asombro desu madre y de la seorita, Mara de Lourdes cerr suavemente losojos y qued dormida otra vez.

    La madre, con mano trmula, tom el pulso de la nia.Pareca normal. Le puso el termmetro. Normal, perfectamente

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    normal. Y sigui durmiendo sosegadamente, dos, tres horas... A lascinco horas de sueo, la madre, oscilando nuevamente entre eltemor y la esperanza, llam por telfono al mdico con urgencia.Estaba en el barrio de la Guindalera, pero acudi en el acto. A las

    siete de la tarde, entr don Francisco en la habitacin de la nia.La madre, que le haba esperado a la puerta del piso, le

    explic sin hacer la menor alusin al Padre Rubio:

    Mire, don Francisco, que la nia est dormida, y yo le hepuesto el termmetro, y a m me parece que est bien...

    El mdico hizo un gesto de extraeza e incredulidad ante elanuncio de aquella curacin fulminante. Se acerc a la nia, que

    an dorma; la despert, le tom el pulso leve gesto de sorpresa y le puso el termmetro. Al comprobar los treinta y seis y mediode temperatura normal, don Francisco no se pudo contener:

    Aqu, qu ha pasado? Esta nia est completamentebien!

    La madre apunt:

    Verdad que parece esto algo milagroso?

    Y el mdico, deseoso de una explicacin:Por qu dice usted eso?

    Pero la madre, a punto de descubrir el misterio, temi eldisgusto del Padre si lo revelaba:

    Por nada... A lo mejor, ms adelante se lo podr decir austed...

    A la maana siguiente, son las siete y media, el Padre Rubiove otra vez parada ante su confesonario a doa Filomena Laffitte.Como el da anterior, hace una seal para que ella se acerque, y laseora le dice rpidamente:

    Ay, Padre, Dios se lo pague, que ha curado a mi hija!

    Pero el Padre Rubio, sin preguntar nada, sin manifestar lams leve sorpresa, corta la efusin de la madre:

    Filomena: de esto, ni una palabra.Y eludiendo su intervencin:

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    Ha sido la Virgen Santsima la que se ha compadecido desu pena.

    Y, por ltima vez, con el gesto severo de quien manda, elPadre Rubio repite:

    De esto, ni una palabra!As fue; el Padre Rubio muri sin que nadie se enterase del

    prodigio.

    En una noche de Carnaval.

    La misma caridad del Padre Rubio, dilatada hasta la mayor

    misericordia, que le llevaba a los tugurios y zahurdas de lossuburbios madrileos, y que reciba en ocasiones la bendicin deDios hecha realidad en actuaciones extraordinarias, como laverificada en la curacin de la nia Mara de Lourdes, sirvitambin de cebo para que algunos pobres degenerados tendiesenlazos de infamia y escndalo al sencillo jesuita.

    Tal fue el caso de cierto joven, hijo de una familia distinguidade Valladolid, que intent difamar al Padre Rubio, sirvindole de

    cmplices dos amigos y algunas mujeres pblicas.Sucedi el hecho el 4 de marzo, martes de Carnaval, de 1924.

    A la maana siguiente se impondra la ceniza, pero aquella nochesegua la orga callejera del Carnaval, que invadi los teatros bajoCarlos III, se desbord en podredumbre por las calles, y Francobarrera con su limpia espada.

    En la iglesia de los jesuitas en la calle de la Flor, prxima a

    los vecindarios equvocos ha terminado ya la solemne funcinreligiosa, en desagravio por los pecados de la mascarada y se haempezado la novena de la gracia a San Francisco Xavier,pidindole su especial proteccin. Es la hora en que las fuerzas delmal tienden un lazo al Padre Rubio.

    Por ltima vez, vienes o no?

    Hay en la mirada del estudiante un reflejo, que es despecho ydesafo. E insiste:

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    No contestas? Vienes o no?

    He dicho que no.

    La respuesta de ella es rotunda.

    He dicho que no.

    En la esquina, un cartel. Un arlequn descomunal, y un letreroque invita: Teatro de la Zarzuela. Gran baile de mscaras.

    He dicho que no.

    Pasa un grupo turbio. En l va un pierrot, (1) con melena ytacn alto. La desvergenza protegida por el antifaz.

    Y... se puede saber por qu no?

    Los labios de ella han temblado un momento:Me lo ha prohibido el confesor...

    Ah!

    Hay un intento de carcajada, pero la risa le quema lagarganta.

    Ya!... El Padre Rubio!... Y quin le manda a ese hombreatravesarse en mi camino?

    Ella le mira a los ojos, severa y sorprendida

    Parece mentira que hables as de l, habiendo sido variosaos tu confesor...

    Cuando le dej, por algo sera...

    Tienes razn: por algo sera...

    Dentro, en la iglesia de los jesuitas, una voz firme reza el acto

    de desagravio por los pecados del Carnaval. En la Custodia, lablancura de Cristo. Y hacindole guardia, los cirios, con las llamasrgidas como espadas.

    Por los escndalos en los teatros, por la licencia en lossalones, por la obscenidad en los cantares, por el desenfreno enlas diversiones...

    Misericordia, Seor, misericordia.

    1 Pierrot: Personaje cmico del teatro clsico francs que se caracteriza por llevar la caraenharinada, un traje blanco de pantalones anchos y blusa de cuello redondo y grandes botones, y uncucurucho negro en la cabeza: para Carnaval iba disfrazado de pierrot. (Nota del editor)

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    Por la calle de la Flor es ya muy tarde pasan grupos decochambre, pierrots y destrozonas, (2) que se arrojan puados deconfetti pisoteado, y cantan por las esquinas un cupl ebrio, de

    Pars de la Francia.El Padre Rubio? Es urgente, para confesar a un

    moribundo.

    El hermano portero mira por la rendija de la puerta, entornada.El que llama es un joven bien vestido.

    Desde la calle entran a la casa religiosa los gritosaguardentosos de la mascarada, que sube hacia la calle de San

    Bernardo.Bien; entre y espere.

    No parece prudente que el Padre marche slo con eldesconocido en esa noche de juerga y pecado. Adems, el PadreRubio se encuentra esa noche algo enfermo. Y el Superior duda endejarlo salir.

    Aqu est ya don Carlos.

    En efecto, el seor Villameriel llega, bien enfundado en suabrigo:

    Buenas noches. Me ha llamado el Padre Rubio... Dndevive ese enfermo?

    Cerca..., aqu cerca...

    El desconocido tarda en decir la direccin. Al fin, la dice.

    En esa calle?Don Carlos frunce el ceo, se vuelve al Padre Rubio, que baja

    ya envuelto en su manteo, y le dice:

    Padre, esa casa... Es una casa mala!

    Y quiere oponerse a la salida del Padre; pero ste dice,resueltamente:

    A cualquier parte ir yo con tal de salvar un alma.

    2 Destrozona: En el carnaval callejero, mscara vestida de mujer, con ropas astrosas, sucias,grotescas, etc. (Nota del editor)

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    Acompame!

    Y salen.

    Por aqu; es ah arriba, llegamos en seguida.

    En la misma esquina, el carteln. Gran baile de mscaras enla Zarzuela.

    Mientras tanto, en aquel cuartucho de la casa pblica, ya esttodo preparado. Qu campanada sonar maana en Madrid,cuando se divulgue la fotografa del santo Padre Rubio,sorprendido en plena juerga en una casa de prostitucin! De lostres muchachos que han preparado el asunto, uno se tiene queacostar y fingirse enfermo. Echan a suerte, y le toca al desairadopor su novia. El desgraciado, que es hijo de una excelente yreligiosa familia, cree llegada la hora de su venganza... En unngulo del cuartucho, tras un biombo, est oculta la cmarafotogrfica y la lmpara de magnesio para el fogonazo en elmomento oportuno. Y en aquel otro cuarto estn escondidas lascuatro pobres degeneradas, que surgirn inesperadamente junto al

    Padre en el momento de la fotografa.El otro muchacho, encargado de recibir al Padre Rubio, que

    llega con el tercer compaero, avisa que entran ya en la casa.

    Ya estn aqu!

    Conteniendo la risa, que podra delatarlos, corren la cortinaque separa la salita de la alcoba en que est el falso enfermo.

    Buenas noches.

    Es el Padre Rubio, que entra con don Carlos y el muchacho.Dnde est el enfermo?

    Una vieja y el otro muchacho se acercan fingiendopreocupacin.

    Aqu, Padre; est muy malo, sabe usted? Y el pobre sequiere confesar... El Padre Rubio se dirige a la alcoba y extiende lamano para descorrer la cortina. Alguien disimula la luz del fsforoencendido ya para inflamar el magnesio. Pero el Padre Rubio dejacaer el brazo sin tocar a la cortina corrida, y encarndose con los

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    que le han llamado, dice con un gesto asombroso de naturalidad.

    Por qu me han llamado tan tarde? El muchacho hamuerto ya.

    Al otro lado de la cortina, las mujeres contienen difcilmente la

    risa.No, Padre; est muy grave, pero an vive...

    El muchacho descorre la cortina y toca al falso enfermo.

    Oye, t; verdad que te quieres confe

    Un escalofro le ha corrido de pies a cabeza.

    S. Est muerto. Con los ojos dilatados por el terror

    clavados en el cielo.Hay un momento de silencio horrible. La risa se ha helado en

    los pintados labios de las meretrices.

    El Padre Rubio se cubre, y, envolvindose en el manteo, bajalas escaleras seguido de don Carlos.

    Pero la tensin estalla. Y, pasada la primera rfaga del terrorque paraliza, los muchachos huyen y no se vuelve a saber de ellos;

    huyen de aquella casa maldita, pero huyen para entregarse a Dios.Ha pasado el Angel exterminador, y las golfas, acorraladas en

    su rincn, miran las pupilas secas de aquel hombre muerto enpecado. All est la mquina, ciega; y, en el suelo, la manchablanca del magnesio que se derram.

    A la maana siguiente, don Carlos Villameriel no guarda el

    secreto. De sus labios lo oyen don Julio Montas y sus hermanasdoa Pilar y doa Angeles. La noticia corre pronto por Madrid.Haban querido que se hablase del Padre Rubio, y se habla. En laCastellana, en la Puerta del Sol y en la calle de Alcal

    Has odo lo del Padre Rubio?... Pues que anoche lollamaron...

    De unos a otros, la historia se transforma en leyenda, mientras

    el cadver del desgraciado muchacho es llevado a Valladolid parasu entierro.

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    Dices que en la calle de Ceres? A m, el que me lo hacontado me ha dicho ciertamente que fue en la calle de Jardines...

    La leyenda se adorna con nuevos pormenores, y se ponennombres propios nombres conocidos a los personajes

    annimos:No sabes? Ahora dicen que el que le fue a buscar era

    Fulano...

    Los jesuitas de la Casa profesa se enteran tambin del hecho.El Padre Rubio ha guardado su acostumbrado silencio, pero lanoticia llega de rebote, desfigurada por la gente de la calle.

    El Padre Alfonso Torres recibe esa versin, y va a buscar al

    Padre Rubio.Es verdad lo que dicen de usted?

    El qu?

    El Padre Torres repite el relato inverosmil.

    Y entonces el Padre Rubio sonre, y pregunta:

    A usted le ha pasado eso?

    A m, no!Pues a m tampoco.

    Y, a partir de ese momento, se niega el hecho. Hasta quedieciocho aos despus de morir el Padre Rubio, don Julio Monta-s y sus dos hermanas declaran bajo juramento. Hasta que llegapor fin la definitiva confirmacin de la historicidad de este episodio,

    por los dos protagonistas supervivientes de aquella terribleaventura.

    Una muerta se acerca al confesonario.

    Una maana, el Padre llama desde el confesionario a doaMara Luisa Lomas:

    Vaya al nmero tal de San Bernardo; es una pensin, y han

    pedido que vaya a confesar... Pregnteles si no da lo mismo quevaya otro... Estoy tan ocupado... La seora sale a cumplir el

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    encargo. Est cerca. Doblar a la derecha de la Flor, en SanBernardo, y all mismo, en esa misma acera.

    Una seora de unos cincuenta aos abre la puerta del piso.

    Vengo de parte del Padre Rubio...

    Ah!, pase usted.

    Es que..., ver; el Padre est tan ocupado, que, aunquetendra sumo gusto, verdad? Pero... pregunta si no sera lo mismoque viniese otro en su lugar, ya que...

    Cmo ha de ser lo mismo! Pase, pase usted y leexplicar...

    Y sobreviene la aclaracin. Deba ser el Padre Rubio el quepersonalmente fuese a aquella casa:

    Mire usted, mi marido no tiene fe.

    Doa Mara Luisa ve transparentarse el problema y lasolucin. Pero el episodio tiene una motivacin, que le hace creceren inters.

    El, como le digo, no tiene fe. Pero, casualmente, habr sido

    cosa de Dios!, ha llegado a sus odos eso del Padre Rubio, y...A un gesto de interrogacin, la seora contesta:

    Ese ltimo caso del Padre Rubio...; lo que ahora corre portodo Madrid.

    Ah!

    * * *

    As era. Corra por Madrid. Y la historia, tejida sobre unacomunicacin misteriosa del ms all, era sta:

    Haca pocos das que el Padre vio acercarse por delante desu confesionario a una seora de edad.

    Padre, venga esta tarde a confesar a un seor que se va amorir.

    Dnde es?

    Cuando lleg el Padre al nmero que le haban dicho,pregunt, para asegurarse, en la portera.

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    S, seor. Suba usted. En el tercero. Abri la puerta unseor que hasta aquel momento haba estado tocando el piano

    , y el Padre pronunci el nombre del enfermo.

    Servidor.

    El Padre vacil:Perdn, no es a usted al que busco. Me han dicho que se

    trata de un moribundo...

    Entonces aquel seor se rio de buena gana:

    Y le han dado mi nombre? Una confusin... Lo siento porusted. Subir tantas escaleras! En fin, hgame usted el favor depasar un momento a descansar. Y ha tomado usted posesin de sucasa. Aqu, pase a esta salita!

    Entraron. Pero apenas vio el Padre la ampliacin fotogrficacolgada en la pared, dijo vivamente, como quien ha encontrado lasolucin:

    Mire! Esta es la seora que me ha llamado esta maana!

    El hombre mir ahora al Padre:

    Imposible. Usted no la recuerda bien. No puede ser,porque... esta fotografa es de mi madre, que Dios tenga en sugloria.

    El Padre clav ahora sus ojos en el retrato. Y repiti conabsoluta seguridad:

    S! Esta seora es la misma que me ha dado el nombre y ladireccin de usted, dicindome que viniese a confesarle, porque a

    usted se le estaba acabando la vida... Pero, en fin, que Dios lepague este rato de descanso, y me voy; tengo mucho que hacer...

    No, Padre...

    Aquel seor no puede disimular ahora una emocin vivsima:

    No, Padre, no... Si ha sido mi madre... Espere un momento,Padre. Usted ahora no sale de aqu sin que yo me confiese.

    Y confes. Era media tarde. A la madrugada, amaneci

    muerto en la cama.

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    * * *

    Esta era la historia el ltimo caso del Padre Rubio quecorra por Madrid y haba llegado a odos de aquella familia, encalle de San Bernardo:

    Cuando mi marido ha odo contar esa historia, se ha redo.No cree en el ms all. Y todo eso le ha parecido un cuento, unaleyenda piadosa...

    Bien, y...

    Pues ver usted. Despus de rerse un rato, me dijo: Mira,para que yo creyese que esa pamplina es verdad, tendra yo que

    hablar con el Padre Rubio, para ver si es tan santo como dicen.Entonces yo le dije: Pues, mira, precisamente esta tarde predicauna Hora Santa... Ya que t dices que no le has visto nunca, estamisma tarde puedes verle, si quieres, y orle.

    Y fue?

    Calle usted! Fue, con gran sorpresa ma. Le estuvo viendoy oyendo, y, al entrar en casa, me dice en seco: Lo creo, porquees un santo, y con ste s que estoy dispuesto a confesarme. Veusted, seora, cmo no es lo mismo que venga otro Padre? Tieneque ser el Padre Rubio! Y mi marido quiere confesar, y quierecomulgar... y quiere, para que usted se pasme!, que el Padreentronice el Sagrado Corazn en esta casa...

    Doa Mara Luisa se acerc otra vez al confesionario delPadre. Haba que darle la respuesta.

    Padre, que no puede ser eso de que vaya otro. Tiene queser usted.

    Por qu?

    Momento difcil. Cmo decrselo! Podra molestarle...

    Padre, es un seor sin fe; pero que est muy impresionadoporque ha odo eso, eso...

    El qu?Pues eso que dicen por ah... Que el otro da vino aqu

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    una difunta para pedirle que confesase a su hijo...

    Y entonces, el Padre, sin mirarla, corta la explicacin:

    Bueno; pues vaya, vaya a prepararlo todo para entronizar...

    Y el llavn no era de all

    El fomento y cultivo de las vocaciones religiosas cost alPadre Rubio largos y duros sinsabores. Su celo tropez con in-comprensiones, recelos, calumnias y hasta agresiones personales.Pero tambin, en esta empresa apostlica sinti una especialprovidencia de Dios, que en algunos casos, desbord los mrgenesde la vida ordinaria.

    La singular proteccin recaa sobre la persona dirigida por l.Soluciones de dificultades, liberaciones de peligros. El Padre Rubioencomendaba las vocaciones al cuidado maternal de la VirgenSantsima, y Ella las defenda a veces de manera tan original comoextraordinaria.

    * * *

    Haba estado en el Colegio de las Asuncionistas, de Madrid,en la calle de Santa Isabel, desde los siete hasta los diecinueveaos. Cuando sali de all, el ao 1928, tena vocacin religiosa.Ella tambin quera ser asuncionista. Haba perdido sus padres enla primera niez, y ahora viva en casa de su abuela paterna, en elpiso primero de la calle de Serrano, nmero 34.

    Mara Carrin y Menndez, al salir del colegio, tom como

    director espiritual al Padre Rubio, y esto alent su vocacin. Perouna terrible oposicin comenz entonces en su casa. Saban elcambio espiritual que el Padre Rubio haba efectuado en otrasmuchachas y temieron, no sin fundamento, que con ella hiciese lomismo. Ni queran pensar en la posibilidad de su vocacinreligiosa.

    Entonces, para demostrar en su casa que el Padre Rubio ya

    no tena que efectuar en ella aquel cambio, decidi anunciar suvocacin.

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    Al pedirle al hermano de mi madre que me ayudase a dar elgolpe, me contest completamente descompuesto:

    Hijina, eso es lo mismo que si tomamos un revlver ymatamos a la abuela!

    El disgusto en casa fue fenomenal, y or hablar del PadreRubio renovaba la tragedia.

    Toda comunicacin con l qued rigurosamente prohibida.Pero Mara no retrocedi. Y ella misma refiere su tctica:

    Yo iba a misa diaria de siete, y me quedaba a veces hastalas nueve; muchas veces, acompaada por la abuela y su her-mana, que asistan a misa siempre en la iglesia del Cristo de la

    Salud. Como yo variaba e iba con frecuencia a otras iglesias delbarrio, no sospechaban en casa que todas las semanas (ayudadapor una sirvienta muy antigua, que me abra el portal antes que elsereno se hubiese retirado, de noche, an en invierno) sala,tomaba lo primero que encontraba (taxi, tranva o Metro), y a vecesandando, pues no encontraba nada por ser demasiado temprano, yllegaba a la iglesia de los jesuitas de la calle de la Flor. Unos minu-

    tos ms de retraso significaban media hora ms de espera, pues elconfesonario del Padre Rubio tena siempre dos colasinterminables. Como yo estaba ya de vuelta casi a la horaordinaria, nadie sospechaba en casa mi aventura de la maana.

    Un da tenia verdadera necesidad de hablar con el Padre, y,aunque me despert un poco tarde, me decid a emprender miviaje.

    Dios pareci proteger la escapatoria de Mara aquellamaana:

    Al salir, encontr en la antesala un llavn. Pens sera el dela abuela, que lo haba perdido, o el de alguno de los tos, pues yono lo usaba. Lo tom, contenta de que pudiera servirme si (comotema) mi vuelta era muy tarde y llegaban en casa a sospecharalgo, pues ya empezaban a estar un poco escamados.

    Mara apret el paso Calle de Serrano, Alcal, Gran Va, Flor.Ya est en la iglesia de los jesuitas. Rpidamente, al confesonariodel Padre Rubio; hoy necesita hablarle a toda costa:

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    Encontr una fila fenomenal. Dud un momento si quedarmeo no. Pero mi afn de hablar aquel da con el Padre era grande yconfi en que Dios escondera mi vuelta a casa. Despus de doshoras de espera pude confesarme.

    Cuando se arrodilla ante el confesonario est vivamenteimpresionada por el posible resultado de su regreso. Es muyprobable que ahora se descubra todo. Le echarn en cara la farsade aquella temporada. Cerrarn la puerta con otra llave para queno se pueda escapar. La acompaarn ya siempre que salga decasa. Le ser imposible ver ni una vez ms al Padre Rubio...

    Padre, por amor de Dios, pida para que ocurra un milagro

    y no se den cuenta en casa de mi escapada; si no, difcilmente voya poder volver aqu, y el disgusto de la pobre abuela va a serfenomenal...

    El Padre Rubio me tranquiliz:

    Nada, nada. No se preocupe. Vamos a encomendarlo a laVirgen Santsima mientras usted vuelve a casa, y... vyasetranquila, que ni se entera nadie ni pasa nada. Est segura...

    Mara regresa rpidamente. Gran Va, Alcal, Serrano. Hoy seha hecho tardsimo...

    Volv a casa a eso de las diez, temblando de encontrarme aalguien, al entrar, antes de llegar a mi piso; pero con la esperanzade que gracias al llavn no tendra que llamar y nadie se enterarade mi retraso.

    Nmero 34. Ya est en casa. Sube rpidamente las escaleras.

    Fe ciega en la Virgen! No ha dicho eso el Padre Rubio?Entresuelo, principal, primero. Animo!

    El llavn entra en la cerradura sin tropiezo y sin ruido. Girasuavemente... Empuja la puerta, entra y cierra sin romper elsilencio...

    No hay nadie cerca de la puerta. Y entro hasta mi habitacinsin hallar un alma.

    La abuela cree que hace tiempo que he vuelto y que hedesayunado antes que ellos.

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    Todo pasa con la mayor naturalidad, y yo sigo dando graciasa Dios y atribuyo el buen xito de mi empresa al Padre Rubio, sinver por el momento nada de extraordinario.

    An le parece or sus palabras de confianza:

    Vyase tranquila, que ni se entera nadie ni pasa nada. Estsegura...

    Pero cul no fue mi asombro cuando al preguntar de quines el famoso llavn, me dicen que lo han encontrado el da anterioren la calle

    Yo pens: Qu providencia!

    Y muy contenta, me dispuse a servirme de l en adelante.

    Pero al cabo de un buen rato fue cuando comprend hastaqu punto el hecho haba sido extraordinario, pues aunque estuvems de media hora intentando por todos los medios abrir la puertacon l, ni aquel da ni los siguientes pude conseguir nada.

    El llavn, marca Yale, era de forma distinta y no engranabaen la cerradura...

    Mi razn, que es muy incrdula en estos casos y busca portodos los medios una explicacin natural, tuvo que convencerse delo extraordinario del hecho, que, sin titubear, atribu a la oracin delbendito Padre Rubio.

    As escribe Sor Agustina Mara en su retiro de la vidareligiosa, all lejos, en las Asuncionistas de Buenos Aires...

    El caso de Julin.El Padre Rubio, sin perder su semblanza asctica, guardabasiempre fresca la vena del buen humor. Saba hacer chispear lagracia en las conversaciones, y el que tan reservado semanifestaba con las mujeres, no disimulaba sus ocurrencias en eltrato familiar con los hombres. An se recuerdan los rasgos de susencillo humorismo.

    Y ese buen humor se contagi en ocasiones de sus dichos asus hechos, y ms de una escena milagrera e impresionantese cerr con un telonazo cmico

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    * * *

    Aquel muchacho de dieciocho aos, que se haba visto antelos tribunales por tenencia ilcita de armas, se llamaba Julin y vivacon sus padres, los porteros de la casa, en el antiguo nmero 18de la calle de la Cruz. Vivan all arriba, en una buhardilla deaspecto miserable.

    Y en aquel ao 1926, en el tercer piso de aquella misma casaviva una joven piadosa, Teresa Rex, que trabajaba comocosturera.

    Julin padeca una fuerte afeccin a la garganta.

    Estas anginas! Pero yo s muy bien con qu se cura esto...No haba ms que cruzar la calle. Enfrente estaba la taberna.

    Chinchn! Lo que yo necesito es aguardiente fuerte deChinchn. Ese lo arranca todo...

    Y bebi un gran vaso, de a palmo, de un alcohol matarratas.Y el lquido le corri por la garganta como plomo derretido. Se

    abras.

    Y acude el mdico. Ha sido una locura.Anginas? Esto no son anginas! Tiene la quemadura en

    una lcera que se extiende hacia el estmago. Un estudiante deMedicina le hace las curas. Con unas pinzas le extrae jirones detejido en putrefaccin...

    La costurera pregunta por el enfermo al estudiante:

    Muy mal, est muy mal... Es una lcera maligna y enorme.

    En su camaranchn de la buhardilla, Julin se debate comoun loco, abrasado por la fiebre. A duras penas se le puede sujetar.

    Y el mdico no disimula:

    Est gravsimo. Se muere. Por dentro, todo l es unalcera...

    Y el enfermo sufre continuamente un extrao delirio:

    No los veis? Fuera, fuera! Esos enanos que se me echanencima con alambres encendidos... No los veis? Defendedme!No los veis?

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    Se arroja de la cama, quiere huir, con los ojos descentradospor el horror. La costurera, impresionada, dice a la madre deldesgraciado:

    Mire usted, hay un jesuita que dicen ha hecho varios

    milagros visitando a los enfermos... Quiere usted que le llame?Tan malo est mi hijo?

    El mdico interviene:

    Est gravsimo.

    La costurera se dirige al mismo enfermo, que se estremece enla cama:

    Julin, quieres que vaya yo misma a llamarle?La madre pregunta:

    Y quin es ese seor?

    El Padre Rubio. Quieres que le llame, Julin?Precisamente va a venir l hoy a mi casa, al tercero, y cuandovenga le puedo decir que suba.

    El enfermo, entre las nieblas de su delirio, ha seguido la

    conversacin:Bueno; que suba...

    La madre an parece resistir:

    Para qu va a molestar a ese seor?

    Pero, mujer, y si cura a su hijo? Y, sin esperar ms, labuena costurera corre a la casa profesa.

    Hermano, hace el favor de llamar al Padre Rubio?

    No est.

    Pues... dnde est?

    Ha ido al Colegio de Areneros, donde est dando un retiro acaballeros... Y Teresa Rex acude a Alberto Aguilera.

    Hace el favor de llamar al Padre Rubio? Ya s que estdando un retiro, pero, sabe usted?, es una cosa muy urgente...

    All est el seor Nieto, y Teresa repite la peticin:Mire usted, seor Nieto, tengo que ver ahora mismo al

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    Padre Rubio.

    No se puede.

    Dgale que est aqu Teresa, la de la calle de la Cruz...

    Ya le digo que ahora no se le puede ver.

    Por Dios! Se trata de un joven que se est muriendo y quepide confesin... El seor Nieto se retira para hablar con el PadreRubio y vuelve a los pocos minutos.

    Que no puede.

    Dgale que no tiene ms remedio que ir, que ya lo hepreparado yo todo y l no tiene ms que ir y confesarlo; que el

    muchacho est gravsimo y que no se puede esperar...Nueva consulta del seor Nieto con el Padre Rubio.

    Dice el Padre que le es imposible ir; ahora mismo tiene quehablar aqu... Que vaya usted corriendo a la residencia de Zorrilla yque vaya otro Padre... El enfermo creer que es el Padre Rubio...

    Pues dgale al Padre Rubio que yo no llamo a otro, y que siel enfermo no le conoce, yo s que le conozco. Y que le espero

    Teresa Rex volvi a su casa. El Padre Rubio no pudo iraquella noche. El enfermo, que amenazaba muerte, resista pro-digiosamente debatindose en una fiebre horrible. Pareca esperarla llegada del taumaturgo. No le haban dicho que aquel jesuitacuraba a los enfermos?

    Y al otro da, eran las diez y media, el Padre Rubio,acompaado del mismo seor Nieto, llama a la puerta de la casa

    de Teresa.Padre, no haber venido ayer!

    Me fue imposible. Tuve que ir a...

    Pues si ayer fue imposible, hoy es intil. Cmo se va aconfesar si est delirando y tirndose de la cama?

    Pues si est as, por qu no me han avisado para que noviniese ahora? He dejado tantas cosas para venir aqu...

    Pero ya que ha venido, Padre, vamos a verle.Y suben a la buhardilla.

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    Seora Patro, que viene el Padre Rubio a ver a su chico...

    Que pase, que pase...

    El Padre se acerca, lleno de afecto, a Julin.

    Qu te pasa, hijo mo? Este es el enfermito?

    Ah lo tiene, Padre, como un loco, tirndose de la cama paraque no lo cojan no s qu enanos que dice que se le echan encimacon unos alambres encendidos...

    El Padre Rubio se ha sentado a la cabecera del enfermo, quese agita posedo de un terror que impresiona a cuantos le ven.Pero el Padre parece no advertirlo, y le pregunta con naturalidadasombrosa:

    Vamos a ver, Julin: qu es lo que te pasa?

    El enfermo se revuelve como perseguido por los demonios.

    Tranquilzate. Mira, no ves? Aqu est tu madre, aqu esttambin Teresa, aqu me tienes a m... No temas, nadie se te podracercar que te pueda hacer dao...

    El enfermo se incorpora al or estas palabras y clava en el

    Padre sus ojos, abrasados de angustia:Nadie? De veras? Nadie me puede...?

    Tranquilzate. Nadie. Te lo digo yo.

    La afirmacin del Padre Te lo digo yoproduce un sbitocambio en la escena. Julin, aunque todava mira con miedo haciaun rincn (qu ver en aquel ngulo de la buhardilla?), no pareceya un loco y sigue la conversacin.

    Quieres ponerte bueno?S.

    Para qu?

    Para trabajar. Mis padres son ya viejos...

    Pdeselo al Corazn Divino.

    No puedo. No s rezar... De pequeo s saba... Yo fui unospocos meses a las Escuelas Cristianas... Pocos meses, muypocos

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    Sabes el credo?

    No s si me acordar...

    Teresa interviene para animarlo:

    Ya lo creo que se acuerda! Si hasta sabe confesarse!...

    El Padre sonre:

    Pues claro est!

    Y empieza a recitar fervorosamente, mientras el enfermo varepitiendo sus palabras:

    Creo en Dios Padre, Todopoderoso!

    Creo en Dios Padre, Todopoderoso...

    Creador del cielo y de la tierra!Creador del cielo y de la tierra...

    Segn avanzan pronunciando el smbolo de la fe, la paz seinfunde en el alma del enfermo. Cuando terminan, Julin estcompletamente tranquilo. Su mirada es normal.

    Teresa, animadsima, se encara con l:

    Anda, Julin, dile ahora al Padre todas las picardas quetienes guardadas ah! Confisele, Padre, y que no se le quedenada malo dentro!

    Teresa baja a su piso, y poco despus llama a su puerta elPadre:

    Mire, ya se ha confesado, y aqu tiene usted la papeletapara el seor prroco: He confesado a Julin y se le puedenadministrar los ltimos sacramentos...

    El Padre se marcha, acompaado por el seor Nieto, y Teresasube rpidamente a la buhardilla. Quiz Julin est agotado por elesfuerzo de una confesin hecha teniendo tanta fiebre... Pero ques esto?

    El enfermo se ha levantado, se ha puesto un gabn y paseapor la habitacin. Teresa se asusta. Delira? Habr perdido larazn? Le pregunta con miedo:

    Julin, cmo ests?

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    Divinamente!

    El tono de la voz ha sido perfectamente natural. Y hasta en elgesto ha habido un claro acento de buen humor. Ahora la que vevisiones es Teresa.

    Pero de veras ests bien?Tengo hambre!

    Teresa, la que trajo al Padre Rubio para que curase a Julin,es la que se resiste a creer en el prodigio. Pero los hechos seimponen. Ha desaparecido la fiebre...

    Tengo hambre!

    Y el que no poda pasar ni una gota de agua, tiene ahora lagarganta perfectamente bien. Ha desaparecido la lcera.

    Y Teresa pregunta a Julin:

    Quieres unas croquetas?

    Ya lo creo!

    Pues ahora mismo bajo y te las hago

    Y Julin come y re y se siente feliz.

    Y con lgrimas de alegra se lee la papeleta con que el PadreRubio quiso ocultar su parte en el prodigio:

    He confesado a Julin y se le pueden administrar los ltimossacramentos...

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    FAMA DE SANTIDAD

    Cuando el Padre Rubio escribi en una carta ntima: Andoalgo escaso de fuerzas y con un corazn poco firme, le quedabansiete das de vida. El 2 de mayo de 1929, en el apacible retiro delNoviciado de Aranjuez, entreg su alma a Dios.

    Difundida la noticia por la Prensa, rpidamente salieron paraAranjuez ms de cien automviles, y en cada tren acuda msgente a venerar los restos del Padre Rubio, que fueron conducidosal sencillo cementerio del mismo Noviciado.

    La uncin de que se senta penetrada la multitud durante laceremonia haca pensar ms en la gloriosa procesin de las re-liquias de un santo que en el sencillo entierro de un religioso. Y a lavista de una expresin tan clara de su fama de santidad, el Obispode Madrid-Alcal que presida el entierro dijo al P. AlfonsoTorres, ltimo Superior del Siervo de Dios:

    Conviene evitar toda apariencia de culto, pues sta podradificultar el proceso de beatificacin cuando se introduzca.

    Si la fama de santidad del Padre Rubio conquist todas lascasas religiosas en las que l ejerci el ministerio sacerdotal msde veinte Ordenes y Congregaciones femeninas, tambin laPrensa de Madrid, por la voz de diarios y revistas de diversastendencias, afirm que la personalidad del Padre Rubio aparecanimbada con la aureola de los santos. Miles de caballeros y deseoras de la Guardia de Honor, de la Adoracin Nocturna, de lasConferencias de San Vicente de Pal, el Apostolado de la Oraciny las Maras de los Sagrarios, Asociaciones de Antiguos Alumnos,

    organizaciones catequsticas y misionales se sorprendan cuandopara no adelantarse al juicio de la Iglesia la Compaa de

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    Jess ofreca sufragios por aquel religioso que el pueblo llamabaya santo e invocaba en sus oraciones privadas.

    El Cardenal Tedeschini, siendo Nuncio de Su Santidad enEspaa, lo proclam santo, lo propuso como modelo a los jvenes

    jesuitas y or pblicamente en cruz ante su sepulcro... Variosprelados espaoles se hicieron eco de esa misma voz. Y a partir desu muerte, numerosos sacerdotes del clero secular y regular empe-zaron a encomendarse a l diariamente en la santa misa. ElPatriarca Obispo de la dicesis le llama el Apstol de Madrid.Terminado en 1947 el proceso diocesano de la causa para subeatificacin y canonizacin, los restos del apstol han sido

    solemnemente trasladados a Madrid en 1953. Once mil personasdesfilaron ante los restos el da de la inhumacin, y apenas hayhora del da en que falten visitantes a su sepulcro.

    * * *

    Ya desde los primeros das que siguieron a su muerteempezaron a atribursele numerosos favores, que dan slido funda-mento para pensar en su valimiento cerca de Dios. Algunas deestas gracias parecen sobrepasar la categora de simple favor,para entrar en la de verdadero milagro. Tumores cancerosos,septicemias y nefritis, desprendimientos de retina, tifus ytuberculosis, perforaciones intestinales y fracturas seas, tumorescerebrales y miembros gangrenados... Las curaciones,inexplicables, instantneas, con desaparicin de neoplasias y sindejar cicatrices, se van multiplicando al correr de los das.

    Pero si Dios exalta con esa lluvia de gracias al humilde jesuita,es para encomendarle una preciosa misin. La de extender sumagisterio ms all de su plpito y de su confesonario ms all desu muerte. La misin de predicar desde la gloria de los altares as lo esperamos, su leccin nica, sencilla y maravillosa: que lasantidad es fcil y est al alcance de todos, porque la suma de la

    perfeccin est en abrazarnos con la santa voluntad de Dios.

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