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EL ANTICLERICALISMO Y JUAN MONTALVO.

Enrique Herrera Enríquez.Miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia.

La personalidad en general del individuo, su forma de ser, de interpretar para sí el diario transcurrir de su existencia, no es algo que nace de un día para otro, hace parte de su formación en todos los campos de su vida ya sea en lo académico, cultural, político, social y en fin en todos los espacios en que se desenvuelva dentro de una determinada sociedad.

Asumir una puntualizada actitud frente a sus congéneres es identificarse de manera categórica, más aun si esa actividad o acción rompe esquemas que comprometen en un todo al conglomerado social en que se desenvuelve demostrando así carácter, personalidad y reparo ante lo establecido.

Individuos así, con recia personalidad definida, hacen parte de los futuros líderes, son los caudillos que necesita y requieren los pueblos para cambiar su rumbo bien sea para alcanzar nuevas y fructíferas metas o por el contrario frenar el ímpetu que se tenga.

Don Juan Montalvo Fiallos, nace como cualquier otro mortal el 13 de abril de 1832, hace 179 años, en la ciudad de San Juan de Dios de Ambato, dentro del hogar que conforman Marcos y Josefa quienes procrearon siete hijos más: Francisco, Francisco Javier, Mariano, Alegría, Rosa, Juana e Isabel. Su padre, Don Marcos Montalvo, era comerciante ambulante, su madre Doña Josefa Fiallos, como buena madre de familia dedicose a cuidar de sus hijos dándoles en particular una formación religiosa acorde con las directrices de la iglesia católica de la época.

La infancia de Juan Montalvo trascurre en Ambato y en la cercana casa quinta de Fioca. A los cuatro años fue atacado por la viruela quedando su rostro marcado por la incómoda enfermedad. De siete años asiste a la escuela que de acuerdo a sus biógrafos: “era una humilde casa de aldea, de una sola planta, pobremente asistida y sostenida”.

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La segunda presidencia de Juan José Flores, llamado el “Padre de la Patria”, por los ecuatorianos, va a marcar en la vida del aun niño Juan Montalvo el dolor de ver como uno de sus hermanos, Francisco, sufre la persecución del régimen al ser desterrado, expulsado del país viéndose obligado a refugiarse en el Perú por oponerse a la dictadura que ha impuesto el general venezolano Juan José Flores a través de la constitución de 1843.

Curiosamente, esta carta fundamental, denominada sarcásticamente como “Carta de Esclavitud”, suprimió la invocación del nombre de Dios al principio de la Constitución, declarando eso si que la “Religión del Estado era la Católica, Apostólica y Romana, con exclusión de todo otro culto público”. El término “culto público”, causó gran revuelo entre los sectores más recalcitrantes y ultraconservadores de la sociedad ecuatoriana que consideraron se daba cabida para el ingreso de otras religiones, peor aun si se tiene en cuenta que el artículo 36 de la carta magna excluía de poder ser elegidos Senadores, Representantes, Presidente o Vicepresidente de la república a los “Ministros del culto”, situación que dio pie al clero ecuatoriano a engrosar las filas de oposición contra Flores.

Un movimiento general en contra del dictador Flores que encabeza el triunvirato conformado por José Joaquín Olmedo, Vicente Ramón Roca y Diego Noboa, se levantó en armas el 6 de marzo de 1845 en Guayaquil, teniendo como culminación la firma del “Tratado o convenio de la Virginia”, suscrito el 15 de junio de ese mismo año, mediante el cual se logra la paz con la salida pactada de Flores del país por espacio de dos años, “garantizando su empleo de General en Jefe, sus honores y rentas…proporcionando la cantidad de veinte mil pesos para subsistir en Europa por dos años…”, acuerdos que finalmente no se cumplieron a favor del saliente dictador.

Con la dejación del poder y salida del país de Flores, asume la presidencia del Ecuador el denominado movimiento “marcista”, haciendo alusión a los acontecimientos del 6 de marzo, iniciando el ejercicio del poder Vicente Ramón Roca Rodríguez a quien sucede el Coronel Manuel de Ascasubi y

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Matheu, ante el desacuerdo en el congreso para elegir mandatario que finalmente se decide por Diego Noboa y Arteta quien a la vez es derrocado por el General José María Urbina, también del movimiento “marcista”.

Frente a las nuevas circunstancias del país, con la salida de Flores, Francisco, el hermano de Juan Montalvo, regresa al Ecuador, es elegido Diputado para asistir a la Convención Nacional que se reúne en Cuenca y terminada ésta fue nombrado Director General de Crédito Público, obligando su traslado a Quito donde decide conjuntamente con su hermano Francisco Javier, llevar consigo al futuro escritor para que estudie gramática latina en el colegio San Fernando, regentado por los Dominicos y luego Filosofía en el Seminario San Luis, donde se graduó como Maestro; tiempo después ingresó a la Universidad Central de Quito a estudiar Derecho sin que termine los estudios pertinentes por cuanto el presidente golpista José María Urbina estableció la modalidad de estudios libres, que hacían innecesaria la presencia del estudiante en la aula de clases, razón por la cual toma la determinación de regresar a Ambato dedicando todo su tiempo a la lectura y formación intelectual.

En Quito hace amistad con un grupo de intelectuales entre quienes debemos destacar al poeta y político liberal Julio Zaldumbide, Agustín Yerovi, José Modesto Espinosa y Miguel Rio Fríos, con quienes integra la sociedad literaria “La Ilustración”.

El pronunciamiento del General José María Urvina, se dio finalmente frente al malestar que surgió cuando el presidente Diego Noboa admitió el regreso de los Jesuitas a solicitud de Gabriel García Moreno. Los Jesuitas, habían sido expulsados del Ecuador por orden de Carlos III en Agosto de 1767.

La admisión de los jesuitas en el Ecuador fue tan trascendente que estuvo por provocar una guerra entre Ecuador y la Nueva Granada, de donde habían sido expulsados, situación que al final no se desarrolló pero siguió siendo

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tema de álgida discusión entre los ecuatorianos que culminó con una nueva expulsión de esa comunidad el 23 de noviembre de 1852.

En remplazo de Urvina se eligió como presidente, por voto popular, al General Francisco Robles, quien tuvo a bien designar el 17 de febrero de 1857, como Adjunto Civil de la Legación en Roma al joven intelectual Juan Montalvo, por expresa solicitud de su hermano Francisco Javier; tiempo después es nombrado, a partir del 1 de julio de 1858, como secretario de la Legación de Ecuador en Paris, donde se relacionó con importantes personajes del mundo intelectual y la literatura en particular tal es caso de Alfonso María Louis Prat de Lamartine y Pierre Joseph Proudhon.

Tres años permaneció en Europa donde visitó y conoció varios de sus países, se relacionó con grandes personalidades, escribió sus primeros artículos que remitía y publicaba en el semanario quiteño “La Democracia” dirigido por su hermano Francisco Javier, hasta cuando afectado de agudo reumatismo que lo persiguió por el resto de su vida, decide regresar a Ecuador donde los conflictos políticos arrecian en contra del gobierno de Robles. Un pronunciamiento armado en Guayaquil promovido por el general Guillermo Franco en contra del presidente Francisco Robles, viene a complementar los movimientos insurreccionales de Cuenca, Loja y el de Quito que culminan con la Asamblea Popular del 1 de mayo de 1859 con la elección de un triunvirato para gobernar el país integrado por Gabriel García Moreno, Jerónimo Carrión y Pacifico Chiriboga, dando fin a la época o movimiento “marcista” que gobernó el país por espacio de tres lustros.

De manera indiscutible el guayaquileño Gabriel García Moreno era quien ejercía el mando dentro del triunvirato, razón por la cual recibió a principios del mes de noviembre una carta suscrita por el joven escritor Don Juan Montalvo, con fecha 26 de septiembre de 1860, desde la Bodeguita de Yaguachi, de la cual destacamos los siguientes planteamientos:

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“Señor: No es la voz del amigo que pide su parte en el triunfo la que ahora se hace oír, ni el enemigo en derrota que demanda gracia y desea incorporarse con los victoriosos. Mi nombre, apenas conocido, no tiene ningún peso, y no debe esperar otra influencia que la de la justicia misma y la verdad que voy a decirle…La patria necesita de rehabilitación, y Usted, señor García, la necesita también…

“¡Guerra al Perú! Si Usted perece en ella, téngase por muy afortunado: no hay muerte más gloriosa que la del campo de batalla, cuando se combate por la honra de la patria. Si triunfa, merecerá el perdón de los buenos ecuatorianos, y su gloria no tendrá ya un insuperable obstáculo…Pero me queda un temor; Ud. se ha manifestado excesivamente violento, señor García. El acierto está en la moderación, y fuera de ella no hay felicidad de ninguna clase.”

“¡Cuánto más merito hay en dominarse a sí mismo que en dominar a los demás! El que triunfa de sus pasiones ha triunfado de sus enemigos: virtudes, virtudes ha menester el que gobierna, no cólera ni fuerza…Que el poder no lo empeore, Señor, llame Usted a la razón en su socorro…”

“Algunos años vividos lejos de mi patria en el ejercicio de conocer y aborrecer a los despostas de Europa, han me enseñado al mismo tiempo a conocer y despreciar a los tiranuelos de la América española”.

“No he pretendido dar lecciones a Ud., Señor, no, todo ha sido interceder por la patria común, celo y deseo de ver su suerte mejorada. Y si mis palabras tienen poco peso, bien estará concluir con una autoridad tan respetable como antigua: pues había Platón dicho hablando del Gobierno, que: “Los hombres no se verían libres de sus males, sino cuando por favor especial de la Providencia, la autoridad suprema y la filosofía se encontrasen reunidas en la misma persona e hiciesen triunfar a la virtud de los asaltos del vicio”. Los soldados que nos han dominado hasta ahora pudieron prescindir de toda filosofía; mas los hombres que son ni pequeñuelos ni ignorantes ¿por qué no habrían de adoptarla?...” (1)

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La carta naturalmente no tuvo respuesta en un hombre tan petulante y prepotente como lo era García Moreno, ante lo cual Montalvo decide una vez más recogerse en el estudio, la investigación y la lectura.

El 1 de mayo de 1861, Gabriel García Moreno asume la jefatura nacional del País, lo hace con el respaldo casi unánime de los convencionistas, solo un voto no es a su favor. Luego de ejercer un gobierno autócrata, déspota y tiránico, hace elegir para su reemplazo a don Jerónimo Carrión quien tuvo que renunciar al no prestarse a las consejas del anterior mandatario, siendo reemplazado por Javier Espinosa que tampoco obedeció a su pretendido protector, ante lo cual García Moreno decide dar golpe de Estado el 17 de enero de 1869.

Juan Montalvo irrumpe con su pluma para criticar el autoritarismo, la dictadura de García Moreno al pretender manejar el país a su antojo aún después de haber hecho dejación de su mandato con la amañada elección de sus dos amigos: Carrión y Espinosa. No está por demás recordar que éste último, Espinosa, rompiendo compromisos partidistas con los suyos, no tuvo ningún problema para designar a Francisco Javier, hermano de Juan Montalvo, como gobernador de Tungurahua, que originó la permanente pelea del cosmopolita con los escritores: Juan León Mera y Nicolás Martínez, grandes seguidores de García Moreno.

En materia religiosa y en general en todo el orden social del Ecuador bajo la férula de García Moreno, el Concordato suscrito con El Vaticano en 1862 por el plenipotenciario Canónigo José Ignacio Ordoñez, quien tiempo después sería arzobispo de Quito, entra a jugar papel importante, “Por tal documento, dice el historiador ecuatoriano Oscar Efrén Reyes, se sometía toda la vida espiritual del Ecuador a sujeción y control absolutos de la iglesia católica, inclusive la enseñanza pública y privada y la lectura de libros. Se establecía la religión única. Y se declaraba la fuerza pública a servicio de los Obispos, para oponerse a la “maldad de aquellos hombres que intente pervertir el ánimo de los fieles y corromper sus costumbres”. (2)

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Esta clase de disposiciones entrarían en clara oposición en intelectuales como el humanista Juan Montalvo cuando en “Siete Tratados” dice: “El caso fue que un tiranuelo que no puede vivir en donde hay un hombre, y llama enemigos del orden a los campeones de la libertad, nos tomó un día y nos echó al desierto. No tantos años como Juan Crisóstomo en el Pitio, pero allí vivimos algunos sin trato social, sin distracciones, sin libros, sin libros, ¡Señores! ¡Sin libros! Si tenéis entrañas, derretíos en lágrimas. Por rehuir el fastidio, o quizás los malos pensamientos, tomamos la pluma y pusimos por escrito en tono cervantino una escena que acababa de ofrecernos el cura del lugar, ignorantón medio loco y quijotado…” (3)

En 1868, Montalvo se casaría con María Adelaida Guzmán con quien tiene dos hijos, Alfonso que muere prematuramente y María del Carmen. Para aquel entonces don Juan Montalvo ya es un personaje reconocido en los medios culturales del Ecuador al escribir sus comentarios en “El Cosmopolita” donde previene la catástrofe social de presentarse una reelección de García Moreno que compite con Francisco Javier Aguirre, amigo de Montalvo, situación que en efecto así sucede con el golpe militar que propicia García Moreno al deponer a Espinosa, impidiendo así la realización de elecciones.

García Moreno, para legitimar su actuación golpista, convocó una nueva Asamblea Constituyente, esta vez la número octava, cuarta que se reuniría en Quito, la cual aprobó la Constitución de 1869, muy similar a la de 1843 de Flores que el liberalismo calificara de “Carta de Esclavitud”, esta vez la denominará: “Carta Negra”, donde el poder ejecutivo centraliza todo el manejo administrativo del país, con un periodo de seis años y de reelección inmediata, limitando la libertad de expresión por todos los medios posibles de la época. La religión Católica, Apostólica, Romana, sería la única.

Para Juan Montalvo, como declarado enemigo de García Moreno y en plena controversia con José Ignacio Checa, Arzobispo de Quito, defensor del golpista dictador, la situación se torna cada vez más difícil si a esto se agrega sus discrepancias con María Adelaida Guzmán, su esposa, con quien termina separándose por intervención de la alta clerecía.

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En cuanto a la pelea con el Arzobispo de Quito, observemos que dice en su artículo “Prosa de Prosa”:

“Confesarme? ¡Con arzobispo ni con diablo!. Me confesaré con Dios omnipotente y misericordioso, allá cuando se me abran las puertas de la eternidad y tenga que purificar mi alma para entrar en la mansión eterna de la gloria…Yo no creo que el arzobispo hubiese dado materia injuriosa, vocinglería de mis detractores. Un alto sacerdote no toma parte en la murmuración y menos en la calumnia.”

“Señor Checa, ¿es cierto que me he tirado de rodillas ante Vuestra Señoría, para confesarme, adjurar mis doctrinas y pedirle dinero? El arzobispo dice que no, ¡oye, León Mera¡ Con ese fin no se tiran de rodillas sino los de tu clase. El papel del arzobispo, mucho peor que el mío: siendo verdad, delación, siendo falso, impostura…” (4)

Podemos observar en el anterior escrito como Juan Montalvo controvierte la autoridad, responsabilidad y seriedad del arzobispo más no su respeto y reconocimiento a Dios. Años después, concretamente el Viernes Santo 30 de marzo de 1877, el Arzobispo de Quito, José Ignacio Checa y Barba, muere envenenado, luego de tomar vino con estricnina, cuando celebraba la Misa. Los implicados, entre ellos algunos presbíteros, fueron absueltos y el crimen quedaría impune.

Frente a este panorama hostil, con García Moreno en la Presidencia, a Montalvo no le queda otro recurso que asilarse en la Legación o Embajada de Francia en Quito para salir a Ipiales, población colombiana, donde permanecerá un corto tiempo para luego seguir por Barbacoas y Tumaco vía el pacifico a Panamá, allí conocerá a Eloy Alfaro, hizo amistad y luego se enrumbó a Europa. Estando en Paris supo de la muerte de doña Antonia Jijón de Barba, madre de su gran amigo Rafael Barba Jijón, razón por la cual escribe una bella elegía que denominó “El Padre Lachaise”. Es un escrito de profunda filosofía y gran sentimiento sobre la muerte de un ser querido,

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donde Montalvo vuelve a reconocer a Dios cuando habla del papel de la madre en el hogar: “Si somos buenos, cuan satisfecha se halla de nosotros, como se siente grande y majestuosa con habernos dado a la luz; si malos, la humillación la empequeñece, el pesar la debilita, la zozobra la destruye, pero no deja de querernos. ¿Qué lazo es éste tan estrecho, tan fuerte, tan complicado, que ni la habilidad lo desata ni la espada lo rompe? Obra de Dios, al fin: el género humano reducido a una sola persona, por medio de hilos y ligaduras misteriosas e invisibles, sin las cuales los hombrees serian unidades nacidas para la infelicidad, sombras solitarias que anduvieran quejándose por las tinieblas del mundo; si tu madre te quiere agradécelo a Dios, él la hizo para quererte; si se sacrifica por ti, agradécelo a Dios; él la hizo para sacrificarse…”(5)

A su regreso de Europa pasó de Panamá a Lima, donde de acuerdo a Miguel Valverde, en su obra “Anécdotas de mi vida”, certifica que Juan Montalvo se incorporó a la Logia Masónica cuando visitaba a los exiliados ecuatorianos, hecho que no debe asombrar, si tenemos en cuenta la personalidad del cervantino, por cuanto según el concepto del gran tratadista de la masonería Américo Carnicelli: “El masón está obligado a obedecer la ley moral y por consiguiente sus actos deben ajustarse, rigurosamente, a su propia conciencia. Jamás podrá ser un ateo ni un dogmatico en el sentido político o religioso. Debe ser hombre activo, estudioso, amante de la verdad y justo en sus conceptos y decisiones. El masón está pues obligado a mantenerse alejado de los vicios y a procurar su propio perfeccionamiento mediante el trabajo y la superación de sus defectos… La masonería tiene por norma y precepto que todos los hombres son iguales ante Dios y tienen los mismos derechos y lo único que los diferencia es el don de la inteligencia que les ha concedido la naturaleza, o sea Dios…” (6)

Estando de regreso en Ipiales, conocedor de los acontecimientos del Ecuador, inicia en 1870 su ataque frontal contra la dictadura de García Moreno y responde pastorales y sermones de la alta jerarquía eclesiástica del Ecuador que defiende a su consentido y benefactor presidente. “Siete Tratados” es una particular obra donde Juan Montalvo demuestra su

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capacidad de estudio y amplia lectura que hacen de él un verdadero humanista cuando en sus páginas describe de manera pormenorizada pasajes bíblicos, héroes mitológicos de las diversas literaturas y personajes de la vida real que encarnan supuesta santidad que se entra a controvertir.

Hablando “De La Nobleza”, cuestiona irónicamente el averiguar, el investigar de ciertos hechos cuando afirma: “el gran código de cristianos y judíos nos hace descender a todas de unos mismos padres; y los bardos han poetizado esta doctrina elevándola a las regiones misteriosas y divinas del paraíso perdido. Que digo’? La unidad de nuestra especie no es dudosa sino para escaso número de sabios cuya sabiduría bastardea con la ignorancia del peor linaje, sed sabios sobriamente, dice el Apóstol; no lo seáis más de lo preciso. Autoridad religiosa no es razón, contestaría Bentham. Muy bien, aquí San Pablo no habla como sacerdote, sino como filósofo. Conviene en efecto no traslimitar los confines de la inteligencia humana en el peligroso afán de averiguar el principio de las cosas, buscando verdades donde acaso no encontremos sino errores…”.(7)

Más adelante pondera el conocimiento que se tiene de un determinado hecho frente a la ignorancia de quien lo desconozca o pretenda hacerlo, cuando manifiesta: “Un predicador de mucha fama dijo una vez en mi presencia que Lincoln era un gran malvado…Qué decís de un sacerdote que llama gran malvado al libertador de una vasta porción de hombres, abolidor de la esclavitud en casi medio mundo? Ese fraile no sabía, sin duda, que uno de los encargos de Jesucristo fue la fundación de la libertad, y que con la cruz por delante han sido siempre los benefactores del género humano. El obispo de Chiapa cometió un error criminal, con sustituir unos esclavos a otros, como si del encadenar negros sacaran más provecho al reino de Dios y la filosofía, que del desatar las cadenas de los indios…” (8)

Al cuestionar la supuesta nobleza que algunos pretenden tener o representar, recuerda con sarcasmo irónico que: “Entre los mortales venturosos que han ceñido la tiara, más de uno se acordó, sin lugar a duda,

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de sus puercos y cabras cuando salían del Vaticano en hombros de los nobles para entrar en el recinto de San Pedro…”(9)

Al hablar “De La Belleza En El Género Humano”, cuestiona la idolatría y el beneficio que de ella se obtiene: “Dios no tiene forma, no le pongáis esos ojos desviados, esas orejas de elefanciaco, esos labios de berenjena. Dios no tiene miembros, ahorras túnicas, cíngulos, capuchas. No sufre golpes ni tiene dolores, no le achaquéis cardenales, costurones, lacras horribles. No hay oscuridad para él, la vela de sebo es un insulto. No experimenta hambre, le quitéis el pan de la boca al pobre para el señor. No adolece de frio, no le abruméis con esa ordinaria vestimenta. Los ángeles tiene cuerpo invisible, impalpable, cuerpo espiritual, Dios no lo tiene. Esta doctrina de teólogos sapientísimos, oh vosotros ignorantes que os horrorizáis de la religión desnuda, la religión pura y limpia de supersticiones nefandas y granjerías criminales. Dios no puede ser representado en ninguna forma y menos en una tan material y palpable como la nuestra, Dios es tan alto, queda con la cabeza en el cielo y con los pies en el profundo; tan ancho, que del mediodía a la aurora no cabe; tan claro, que el sol es tizón perdido delante de sus rayo; tan oscuro, que la mas lóbrega noche no es su sombra; tan sabio, que pudiera crear otro universo distinto del que existe; tan santo, que las virtudes de que tenemos idea son pecados para con las que él abriga en su corazón infinito. Y a este ser incompresible por lo bello, lo bueno, lo grande, le cogéis y le encerráis en un pedazo de palo? En un hombre estuco?...”(10)

En “El Otro Monasticon”, denuncia cómo se suele crear las imágenes de estampas y cuadros de ángeles y madonas: “En Italia-dice Montalvo- hay mujeres que pasan al lienzo en forma de ángeles y vírgenes celestiales, sin que el artista hubiese hecho modificación ninguna en sus facciones. Dicen que Rafael no hacía sino copiar a su bella Fornarina para sacar esas Madonas que andan por toda Europa, valiosas como un cuadro de Apeles. Las obras más cumplidas de los grandes maestros, son retratos, bien así como los poetas suelen celebrar a sus amadas en sus poemas, así los artistas inmortalizan a las suyas en sus cuadros o estatuas”. (11)

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En “Replica a un Sofista Seudocatólico”, hace los planteamientos siguientes: “La caridad en sí misma es virtud cristiana, en San Bruno lo es, en Santa Teresa lo es y no lo sería en Sócrates?. Si en este no fue virtud, ¿Qué fue? Vicio o cosa indiferente? “Verdad a este lado de los Pirineos, error al otro lado…”, he aquí el principio de los falsos cristianos, esos que pagan el diezmo del mijo y el centeno y omite la esencia de los preceptos del Señor. Pero no saben que él ha maldecido, tanto a los que pagan diezmos y no cumplen los preceptos, como a los que ayunan de manjares y no de aborrecimiento, egoísmo y difamación? Malditos seáis! Está gritando en la cumbre del Hebal, luego pasa a la de Gazarin y gritan de nuevo: Venid a mí, o vosotros que profesáis mi ley y la cumplís, mi ley es verdad, mi ley es fe, benditos seáis a nombre de mi padre…”.(12)

En este mismo capítulo, se va lanza en ristre contra las predicas fanáticas, mesiánicas, farisaicas y sectarias de la alta jerarquía eclesiástica, trayendo párrafos alusivos en general a la caridad para con el prójimo: “Así hablan los profetas encargados de desmentiros cuatro mil años antes de que brotasen en el seno de la nada la burbujita miserable de la cual habéis salido, hipócritas, hijos menores de Satanás. Tenéis fe, no en la doctrina de Jesús que es amor, compasión y fraternidad, sino de la vuestra, que es odio, fiereza y persecución. No sabéis que Dios no quiere la muerte del pecador, sino su vida y allá le está esperando con la salud eterna? Justicia, misericordia y fe, esta es la ley, dice el Señor. Doctores de la ley, vosotros la ignoráis, digo más: la ocultáis; más aún: la violáis a sabiendas. Vuestro sacrilegio va puesto a la cuenta de la sabiduría divina y así os vais llegando y alargando la mano a la recompensa que a los buenos ha sido prometida; pero allí está uno que os sale al paso diciendo: “Retiraos, impuros; idos lejos! nuestro camino es la hoya ahogada en sombras que está viendo allá negra y profunda…” (13)

En “El Cura de Santaengracia”, hace referencia a un impase que tuvo con un presbítero, donde se refleja la doble moral del oportunista: “Este, este mismo fraile, es el que le negó la sepultura a mi hermano porqué con eso sacaba más dinero y de paso me irrogaba ofensa grave. El escriba era mi adulador, cuando yo iba al pueblo, su visita la primera, “Señor don Juan, usted nos ha

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de mandar, Señor don Juan, a usted le hemos de obedecer”. Pero ocurría entonces que yo estuviera perseguido de muerte por uno de esos malhechores armados que en ciertas repúblicas de América se denominan Jefes Supremos o presidentes, y allí fue la maldad del fraile impío. “¡Carlos Montalvo está en los quintos infiernos!” gritaba en la puerta de la iglesia pocos días de muerto mi hermano. ¿Y porqué, señor cura? Le pregunta un chagra animoso. “Porqué no se confesó”, responde ardiendo el mismo en llamas infernales…”.(14)

En los “Banquetes de los Filósofos”, entra a describir aspecto del buen vivir de los altos jerarcas de la iglesia, los critica y recrimina cuando afirma: “Decir que tienen con que vivir, es ofenderlos; que comen mascando a dos carrillos, calumniarlos. Pensar que beben, pecado mortal; creer que duermen, y no enteramente solos, mentira y difamación. Ahora diga usted que tienen plata, el demonio se los lleva. De todas estas maldades se componen la impiedad y la herejía de los bribones que no les damos el gusto de tenerlos por unos San Vicente de Paul y San Carlos Borromeo.”

“En forma de diezmos y primicias, de entierros y responsos, de casamientos y vísperas, nos extorsionan hasta la última peseta, y exigen de nosotros el convencimiento de que no tienen para el pan de cada día. Vaya en gracia, hombres de virtud y santidad, si para la salvación de mi alma debo echar en el buzón de la iglesia la mitad de la hacienda que Dios me ha de dar algún día, quedando firmemente convencido que os defraudo y robo la mitad que reservo para mis hijos, allá va lo que puedo, perdonad por lo demás, bien ayuna quien mal come; y al que no tiene el rey, le hace libre…” (15)

La respuesta no se hizo esperar de parte de la alta jerarquía eclesiástica del Ecuador, y será el arzobispo de Quito José Ignacio Ordoñez quien como lo afirma y denuncia Montalvo:“ha condenado mi obra y ha prohibido su lectura, por herética, inmoral y blasfema…”, situación que lo lleva a escribir su obra: “Mercurial Eclesiástica” donde el proscrito intelectual arremete con su caracterizado estilo al mitrado, considerándolo: “impío por ignorancia, temerario por corrupción…Un obispo de la índole de Ignacio Ordoñez sin

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contrarresto, ni de la ley ni de la imprenta, es animal sin freno que atropellará por todo. En el interior de todos está que ese ebrio de pasiones tenga algo que respetar y temer. Cuando digo ebrio, no digo que es bebedor; digo que bebe pasiones, y que, así como otros se embriagan con licores fuertes, él se emborracha con soberbia, con envidia, con ira, y en estado de enajenación es capaz de meter fuego al templo de Salomón…” (16)

En “Mercurial Eclesiástica”, también aclara Montalvo, que: “no soy enemigo ciego del clero como dice el cabrón de Méndez que se está llamando arzobispo de Quito. No olvidaran los que no han olvidado El Cosmopolita que tengo al clero por parte esencial de una sociedad bien organizada, lo que pido es clero ilustrado, recto, virtuoso, útil; no ignorante, torcido, lleno de vicios, perjudicial, este clero es una peste por el poder que tiene sobre pueblos que andan muy atrás de las naciones civilizadas…” (17)

Al responder la afirmación del arzobispo Ordoñez respecto a que Montalvo: “Se manifiesta muy a las claras enemigo, no solamente del clero, sino de la iglesia Católica, Apostólica y Romana, categóricamente admite que: “Del clero ignorante y perjudicial, concedo; del clero ilustrado, piadoso y útil, niego. Mi veneración por los sacerdotes, que han sido honra, no de su clase solamente, sino también del género humano, le está dando la desmentida a ese mal hombre tan descuidado de la verdad…No soy enemigo del clero, los fanáticos me infunden miedo, los ignorantes lastima, los perversos odio, los corrompidos desprecio, a Ignacio Ordoñez no lo puedo querer ni estimar, es hombre malo, muy malo, de tristes antecedentes, y, si no hay quien la vaya a la mano, de turbias esperanzas. El que ha leído “El Padre Yerovi”, “El Sermón del padre Juana”, “El cura de Santa Engracia”, me tendrá por enemigo sistemático del sacerdocio?. No lo creo. Ordoñez me aborrece más por estas obras, que por los daños que hago, según se dice, con mi pluma …” (18)

El 6 de agosto de 1875, el tirano dictador García Moreno es asesinado por un grupo de conspiradores amigos de las ideas de Juan Montalvo, al tratar de ingresar al palacio de Carondelt, razón por la cual, cuando conoce el

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acontecimiento dice el escritor ambateño: “Mía es la gloria, mi pluma lo mató”.

Ante la muerte de García Moreno vino una serie de sucesiones en la presidencia del Ecuador hasta que asume por elección popular el liberal Antonio Borrero Cortazar, “el Catón Azuayo”. Juan Montalvo regresa del exilio y recorre el país pregonando sus ideales de libertad. El pretender convocar una nueva convención dio pie para que los opositores al gobierno se levantaran respaldando el movimiento militar que encabeza en Guayaquil el General Ignacio de Veintimilla, el 8 de septiembre de 1876, que culmina con el derrocamiento y apresamiento de Borrero Cortazar.

Juan Montalvo vuelve a blandir su pluma esta vez contra Veintimilla y el clero aristocrático que lo respalda, lo hace escribiendo sus famosas “Catilinarias” nuevamente radicado en exilio en Ipiales, desde donde manifiesta que: “Pueblo es un vasto conjunto de individuos cuyas fuerzas reunidas no sufren contrarresto; su voz es trueno, su brazo rayo. Emperadores y ejércitos, capitanes y soldados, tiranos y verdugos, todos caen si ese gigante levanta su martillo. El pueblo es un cíclope; suda a torrentes en su inmensa fragua, pero está forjando las armas de los dioses. Todo pueblo merece su suerte, dice un severo juzgador de la especie humana…” (19)

Una a una de las diez “Catilinarias” están encaminadas a desnudar en un todo la autoridad política, moral y social de Ignacio de Ventimilla, “Jefe Supremo y Capitán General del Ejercito de la República”, y su conmilitón José María Urbina; a Veintemilla lo llama: “El presidente de los siete vicios”, a Urbina: “el más ingrato, ciego y corrompido de los mortales”, y a Ignacio Ordoñez: “impío por ignorancia, temerario por corrupción”

Respecto al Arzobispo de Quito Ignacio Ordoñez, a quien identifica como el “cabrón de Méndez”, dice: “Hase visto en Quito un cabrón de Méndez subir al pulpito, quemarse las manos en un mechero, meter en la boca una vela encendida, y probando con esto que la virtud de Dios obraba en él, gritar que ese instante el diablo estaba andando suelto por la iglesia, y formar remolinos espantosos de plebe engañada y escarnecida. Y no ha habido

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policía que baje a ese pícaro del pescuezo y le imponga un fuerte castigo corporal, ni gobierno que le mande con grillete a Guayaquil, a embarcarse en el primer buque ballenero que aparezca…” (20)

En cuanto a la doble actitud de los clérigos dice: “ayer no mas cristianos y católicos, clérigos y frailes, se levantaban contra Ignacio Veintemilla apellidando religión; ahora esos mismos clérigos y frailes están sosteniendo la religión en Ignacio Veintemilla. ¿Luego Antonio Borrero fue hereje?” “Cuando este infelizote se puso a gritar, no como loco sino como tonto: “¡Pueblos! La religión se pierde; la revolución es contra la iglesia; vienen los herejes a incendiar nuestras casas, nuestros templos, a violar a nuestras hijas hijas¡; ¿gazapatones como éstos lo estaban diciendo de mentira? El pobre jefe supremo de entonces no ha incendiado casa ni templo todavía; y si ha hija a violado, no ha sido la de sus enemigos…Pero don Antonio no puede quejarse ni de casa quemada, ni de hija violada, según que mostraba temer en sus infames pastorales…”. (21)

Cuando Montalvo habla de su muerte dice: “No nací para la felicidad, pero tampoco para la desgracia en forma de muerte desastrada. La muerte que le pido, Dios me la ha de dar; muerte de filosofo cristiano, sin dudas ni temores por una parte, sin insolencia ni fatuidad por otra parte; creyendo en El, y no en las patrañas de sus difamadores; alabando sus obras, y no maldiciendo las de los hombres. De enfermedad decente, noble con fuerza para sobrellevar los dolores, sereno ante la vida que me huye y la tumba que se está abriendo delante de mí. Sin remordimientos, porque no tengo crímenes ni delitos; sin vergüenza, porque no hay infamia en mi vida…” (22)

En cuanto al transitar de su existencia, manifiesta: “He peleado por la santa causa de los pueblos, como el soldado de Lamennanais; he peleado por la libertad y la civilización; he peleado por los varones ilustres; he peleado por los difuntos indefensos; he peleado por las virtudes; he peleado por los inermes, las mujeres, los amigos; he peleado por todos y por todo. El que no tiene algo de don Quijote, lo vuelvo a decir, no merece el aprecio ni el cariño de sus semejantes.”

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“He desollado verdugos, he desollado picaros, he desollado ladrones, he desollado traidores, he desollado agiotistas, he desollado indignos, he desollado viles, he desollado tontos mal intencionados, he desollados ingratos, y, gracias a Dios, a justo titulo soy un monstruo. A mí también me han desollado, con mano torpe, inhábil; pero yo no dejo mi piel; me la hecho al hombro, y, como San Bartolomé, salgo muy fresco, porque un rocío celestial me baña en lo vivo, y destruye los ardores de esa inmensa llaga…” (23)

El dictador Ignacio de Veintemilla, al igual que los anteriores, fue finalmente derrocado el 9 de julio de 1883, por el movimiento de los “Restauradores”, luego de estar más de siete años frente al poder, saliendo derrotado rumbo al Perú.

Convocada una nueva Asamblea Constituyente se expide la carta política de 1883 y se elige como presidente de la república al conservador José María Plácido Caamaño, quien cuatro años después es reemplazado por Antonio Flores Jijón como integrante del llamado “Progresismo” que también luego eligió a Luis Cordero quien termina dimitiendo a favor de su vicepresidente Vicente Lucio Salazar.

Juan Montalvo, había permanecido exilado en Ipiales hasta finales del mes de julio de 1881, partiendo luego nuevamente para Europa con la esperanza de ver publicada su obra en Paris, según propuesta del rico minero José Manuel Mackay. Al quebrar con su empresa su amigo, el minero, su potencial mecenas, se acabó su ilusión de ver publicada su obra.

El 27 de enero de 1889, el ínclito Juan Montalvo, muere en Paris, después de haber sido sometido a un cirugía donde no permitió se privara su conciencia para soportar el dolor, observó sin inmutarse la operación. Semanas después, cuando consideró se acercaba su fin, pidió sea llevado a su casa, así se hizo por parte de un grupo de amigos. Previo al momento de su muerte se vistió con su mejor traje y esperó pacientemente que esta llegue, no sin antes solicitar a su mucama, compre flores: “pues un cadáver sin flores me ha entristecido siempre y el vestido ha de estar de acuerdo con las

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circunstancias”, había dicho poco antes de su muerte el gran cervantino de América, el incorruptible Juan Montalvo.

NOTAS BIBLIOGRAFICAS

(1) ZALDUMBIDE, Gonzalo. Juan Montalvo. Biblioteca Ecuatoriana Mínima. Editorial J.M. Cajica Jr. S.A. Quito. 1960. Pag 142

(2) REYES, Oscar Efrén. Breve Historia General del Ecuador. Tomos II-III. Quito. 1979. Pag. 145

(3) ZALDUMBIDE, Gonzalo. Obr. Cit. Pag. 636(4) MONTALVO, Juan. El Padre Lachaise. El Antropófago. Editorial Pio XII.

Ambato. 1967. Pag.177(5) Ibídem. Pag. 77(6) CARNICELLI, Américo. La Masonería En La Independencia de América.

Tomo I. Talleres de la Cooperativa Nacional de Artes Graficas, Ltda. Bogotá. 1970. Pag. 20

(7) MONTALVO, Juan. Siete Tratados. Tomos I y II. Imprenta Voluntad Jr. Ambato. 2008. Pag. 11

(8) Ibídem. Pag. 23(9) Ibídem. Pag. 42(10) Ibídem. Pag.151(11) Ibídem. Pag. 171

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(12) Ibídem. Pag. 198(13) Ibídem. Pag. 101(14) Ibídem. Pag. 284(15) Ibídem. Pag. 487(16) MONTALVO, Juan. Mercurial

Eclesiástica. Edición Casa de Montalvo. Ambato. 2006. Pag. 154(17) Ibídem. Pag. 8(18) Ibídem. Pag. 88(19) MONTALVO, Juan. Las Catilinarias.

Edición Casa Montalvo. Ambato. 2008. Pag. 2(20) Ibídem. Pag. 197(21) Ibídem. Pag. 188(22) Ibídem. Pag. 144(23) Ibídem. Pag. 168