el amor y la ley
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Leccion #4 "El Amor y La LeyTRANSCRIPT
Lección 5 para el 1 de noviembre de 2014
Santiago 2:1-13Los mandamientos de la ley del amor
1. Santiago 2:1-4. No harás acepción
de personas.2. Santiago 2:5-7.
No afrentarás al pobre.
3. Santiago 2:8-9. Amarás a tu prójimo.
4. Santiago 2:10-11. Guardarás la ley.
5. Santiago 2:12-13. Tendrás misericordia.
«Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?» (Santiago 2:1-4)
Tendemos a mostrar más respeto a quienes percibimos que están «sobre» nosotros en la escala social, y a respetar menos a quienes están por «debajo» de nosotros.
Ante Dios todos somos iguales. Por tanto, como cristianos, mostraremos el amor y la justicia tratando a todos por igual.
«Nunca deberíamos actuar con indiferencia y falta de
simpatía, especialmente cuando tratamos con los pobres. A
todos debemos tratar con cortesía, simpatía y compasión. La
parcialidad manifestada hacia los ricos desagrada a Dios.
Jesús es menospreciado cuando se desprecia a sus hijos
necesitados. Estos no son ricos en bienes de este mundo,
pero ellos son caros a su corazón amante. Dios no reconoce
distinción de rango. Él no toma en cuenta las clases sociales.
Ante su vista los hombres no son más que hombres, buenos
o malos. En el día final del ajuste de cuentas, la posición, las
clases sociales o la riqueza no alterarán ni en el espesor de
un cabello el caso de ninguna persona. El Dios que todo lo ve
juzgará a los hombres por lo que éstos son en pureza,
nobleza y amor a Cristo»
E.G.W. (Consejos sobre mayordomía cristiana, cp. 33, pg. 168)
«Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?» (Santiago 2:5-7)
Los pobres
que son ricos en fe
heredarán el reino
Los ricosque
oprimen al pobre
blasfeman el nombre de Jesús
Cuando, dentro de la iglesia, un hermano/a usa su riqueza o posición para obtener ventajas personales, blasfema el nombre de Jesús. Con su ejemplo, degrada a Jesús delante de los hombres.
«Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores» (Santiago 2:8-9)
Como podemos ver por el versículo 12, Santiago habla aquí de los Diez Mandamientos. Ésta es una ley real, porque es la ley del REY DE REYES.
Al igual que Jesús en el sermón del monte, Santiago se concentra aquí en los mandamientos que rigen nuestra relación con los demás, y que se resumen en el mandamiento «amarás a tu prójimo como a ti mismo».
No amar, o hacer diferencia entre las personas, es pecar contra la Ley de Dios.
«Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley» (Santiago 2:10-11)
Amar al prójimo no nos exime de guardar la Ley.
Al contrario, cuando transgredimos cualquiera de los mandamientos, demostramos que no amamos realmente a nuestro prójimo.
¿Cómo puedo decir que amo a mi hermano y mentirle (Éxodo 20:16)? ¿Cómo puedo amarle e insultarle (Mateo 5:22)?
Cualquier transgresión de la Ley de Dios daña, de cierta manera, nuestra relación con Dios y con los demás.
«Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio» (Santiago 2:12-13)
Cuando aceptamos la salvación que Jesús ganó por nosotros en la cruz, nuestro sincero amor a Dios nos llevará ineludiblemente a compadecernos de nuestro prójimo.
Aquel que no haya sido capaz de amar, se encontrará con un juicio sin compasión (misericordia).
Pero el compasivo se enfrenta al juicio con alegre confianza, sin temor; sabe que Dios es compasivo con los que se compadecen.
«La Justicia y la Misericordia se mantuvieron separadas,
opuestas la una a la otra, separadas por un ancho abismo.
El Señor, nuestro Redentor, revistió su divinidad con
humanidad, y forjó a favor del hombre un carácter que era
sin mancha ni tacha. Plantó su cruz a mitad del camino
entre el cielo y la tierra, y la convirtió en el objeto de
atracción que se extendía en ambas direcciones, uniendo a
la Justicia y a la Misericordia a través del abismo. La
Justicia se trasladó desde su elevado trono y con todos los
ejércitos del cielo se aproximó a la cruz. Allí vio a Uno igual
a Dios llevando el castigo de toda injusticia y todo pecado.
La Justicia se inclinó con reverencia ante la cruz con
perfecta satisfacción, diciendo: Es suficiente»
E.G.W. (Comentario Bíblico Adventista, tomo 7, sobre Santiago 2:13)