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1 Efectos de la pérdida de acreditación institucional sobre la tasa de retención de primer año: El caso de la Universidad de Las Américas CRISTÓBAL CASTRO Es Ingeniero Comercial y Máster en Economía de la Universidad de Chile. Actualmente se desempeña como Director de la Unidad de Análisis Institucional de la Universidad de Las Américas. Correo electrónico: [email protected] JAVIER LOYOLA Es Sociólogo de la Universidad de Chile y Máster en Ciencia Política (con mención en instituciones y procesos políticos) de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha publicado diversos artículos en materias de educación, particularmente sobre educación superior y sistema escolar. En la actualidad se desempeña como Analista de Estudios en la Unidad de Análisis Institucional de la Universidad de Las Américas. Correo electrónico: [email protected] CONSTANZA PAVEZ Es Socióloga de la Universidad Católica Raúl Silva Henríquez y Diplomada en Gobierno y Gestión Pública de la Universidad Alberto Hurtado. Actualmente se desempeña como Analista de Acreditación en la Dirección de Análisis Institucional y Aseguramiento de la Calidad de la Universidad de Las Américas. Correo electrónico: [email protected] Resumen El presente estudio examina el impacto que tuvo la pérdida de la acreditación institucional en la tasa de retención de primer año en la Universidad de Las Américas. La hipótesis central es que la no acreditación produjo un cambio significativo en este indicador producto de modificaciones tanto en la percepción de los alumnos hacia la universidad (perjuicio sobre la imagen institucional) como en las condiciones de financiamiento. Mediante un modelo propuesto por Yun (2004), se determina cuánto de la caída en la tasa de retención de las cohortes 2013 (año de pérdida de la acreditación) y 2014 se explica por variables observables, como son los cambios en el perfil de los estudiantes y las restricciones en las posibilidades de financiamiento público, y por características no observables, que pueden atribuirse a modificaciones en la percepción de los estudiantes hacia la universidad. Los resultados muestran que la caída en la retención de la cohorte 2014, si bien se explica en parte por cambios en el perfil de los estudiantes, se debe en mucho mayor medida a la imposibilidad de poder optar a financiamiento público. Para la cohorte 2013, por su parte, además de a las restricciones de financiamiento gran parte de la brecha se explica por cambios en sentido negativo de las actitudes de los alumnos frente a la institución luego de la pérdida de la acreditación. Una importante implicancia de estos resultados es que las universidades que pierden la acreditación difícilmente lograrán acercarse a los indicadores de retención que tenían estando acreditadas, sobre todo si estas instituciones no toman medidas agresivas referentes al financiamiento de los alumnos. Palabras claves: educación superior, acreditación institucional, retención, financiamiento estudiantil.

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Efectos de la pérdida de acreditación institucional sobre la tasa de retención de primer año:

El caso de la Universidad de Las Américas

CRISTÓBAL CASTRO

Es Ingeniero Comercial y Máster en Economía de la Universidad de Chile. Actualmente se

desempeña como Director de la Unidad de Análisis Institucional de la Universidad de Las

Américas. Correo electrónico: [email protected]

JAVIER LOYOLA

Es Sociólogo de la Universidad de Chile y Máster en Ciencia Política (con mención en

instituciones y procesos políticos) de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha publicado

diversos artículos en materias de educación, particularmente sobre educación superior y sistema

escolar. En la actualidad se desempeña como Analista de Estudios en la Unidad de Análisis

Institucional de la Universidad de Las Américas. Correo electrónico: [email protected]

CONSTANZA PAVEZ

Es Socióloga de la Universidad Católica Raúl Silva Henríquez y Diplomada en Gobierno y Gestión

Pública de la Universidad Alberto Hurtado. Actualmente se desempeña como Analista de

Acreditación en la Dirección de Análisis Institucional y Aseguramiento de la Calidad de la

Universidad de Las Américas. Correo electrónico: [email protected]

Resumen

El presente estudio examina el impacto que tuvo la pérdida de la acreditación institucional en la

tasa de retención de primer año en la Universidad de Las Américas. La hipótesis central es que la

no acreditación produjo un cambio significativo en este indicador producto de modificaciones

tanto en la percepción de los alumnos hacia la universidad (perjuicio sobre la imagen

institucional) como en las condiciones de financiamiento. Mediante un modelo propuesto por Yun

(2004), se determina cuánto de la caída en la tasa de retención de las cohortes 2013 (año de

pérdida de la acreditación) y 2014 se explica por variables observables, como son los cambios en

el perfil de los estudiantes y las restricciones en las posibilidades de financiamiento público, y por

características no observables, que pueden atribuirse a modificaciones en la percepción de los

estudiantes hacia la universidad. Los resultados muestran que la caída en la retención de la

cohorte 2014, si bien se explica en parte por cambios en el perfil de los estudiantes, se debe en

mucho mayor medida a la imposibilidad de poder optar a financiamiento público. Para la cohorte

2013, por su parte, además de a las restricciones de financiamiento gran parte de la brecha se

explica por cambios en sentido negativo de las actitudes de los alumnos frente a la institución

luego de la pérdida de la acreditación. Una importante implicancia de estos resultados es que las

universidades que pierden la acreditación difícilmente lograrán acercarse a los indicadores de

retención que tenían estando acreditadas, sobre todo si estas instituciones no toman medidas

agresivas referentes al financiamiento de los alumnos.

Palabras claves: educación superior, acreditación institucional, retención, financiamiento

estudiantil.

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INTRODUCCIÓN

El sistema de educación superior chileno ha experimentado importantes cambios en las últimas

décadas, particularmente en lo relativo al acceso. De 249.482 estudiantes en 1990, al 2015 había

1.232.791 alumnos entre pregrado, posgrado y postítulo. Sólo el nivel de pregrado concentraba el

94,6% de la matrícula total para este año. Considerando únicamente el período 2011-2015, el

pregrado muestra un alza del 14,8%, pasando de 1.015.389 matriculados en el sistema en el año

2011 a 1.165.654 en el 2015 (SIES, 2015b).

Este explosivo aumento de la matrícula ha significado pasar de una cobertura bruta del nivel

terciario de 14,4% en 1990 a una de 60% en el 2014 (Ugarte, 2013; SIES, 2014b). Este aumento

de la matrícula y consiguientemente de la cobertura ha sido impulsado por los quintiles más pobres

de la población chilena. Concretamente, el quintil más pobre aumentó su cobertura por un factor

de 8, mientras que el más rico lo hizo en un factor de 2. En la actualidad, la cobertura del quintil

más pobre es prácticamente la misma que la cobertura del quintil más rico a principios de los años

90 (acciónEducar, 2015).

El crecimiento de la matrícula y de la cobertura es entonces uno de los fenómenos más

característicos de la educación superior chilena, el cual ha dado forma al escenario actual. Este

aumento de la matrícula -que se ha dado en una gran proporción en las universidades privadas- ha

permitido el acceso a los estudios terciarios de grupos socioeconómicos y culturales antes

excluidos, a pesar de que las brechas de cobertura en función de estas variables aún persisten. Lo

anterior ha implicado una diversificación del perfil de estudiantes (SIES, 2014b). Muchos de ellos

(7 de cada 10) corresponden a la primera generación de sus familias en alcanzar este nivel de

estudios (acciónEducar, 2015).

Esta masividad alcanzada en tan corto tiempo se debe en gran medida a la entrada de actores

privados en el sistema a partir de la reforma de 1981. Además, este gran crecimiento se explica por

la mayor disponibilidad de financiamiento estudiantil, tanto por medio de becas como de créditos.

En efecto, al Fondo Solidario de Crédito Universitario existente desde los 90, se sumó en 2005 el

Crédito con Garantía Estatal (CAE), que ha permitido el financiamiento masivo de carreras en

instituciones acreditadas. Otro factor explicativo relevante radica en las altas expectativas que la

población deposita en los estudios terciarios, lo que se debe, entre otras cosas, a los altos retornos

monetarios que conlleva la adquisición de este tipo de credenciales. El acceso a estudios superiores

representa la posibilidad de obtener ingresos muy superiores a los de quienes no ingresan a ella

(Canales y De Los Ríos, 2007).

Los cambios señalados han planteado importantes desafíos al sistema. Uno de los más

significativos se relaciona con el éxito académico, en particular con cómo retener al nuevo grupo

de estudiantes en las instituciones y/o en los programas de estudio a los que ingresaron (Navarrete,

Candia y Puchi, 2013; Mineduc, 2012). La retención, y su contracara la deserción, han sido objeto

de preocupación por parte de los gobiernos y las instituciones encargadas de regular la educación

superior en los distintos países. Y es que altos niveles de retención no sólo son indicadores de la

buena gestión de las instituciones de educación superior -y en este sentido son incorporados como

un factor relevante en la evaluación tendiente a la acreditación institucional-, sino que implican

menores costos tanto para los estudiantes y sus familias como para el Estado y las propias

universidades (SIES, 2014a, 2014b; Mineduc, 2012).

En este contexto, la tasa de retención de los estudiantes durante el primer año ha recibido

particular atención, ya que la mayor parte de la deserción se da justamente en este período (SIES,

2015a; Stratton, O’Toole y Wetzel, 2008). En Chile, 3 de cada 10 estudiantes dejan su carrera

durante su primer año de estudios, por variadas razones (SIES, 2015a). Si bien se han desarrollado

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una serie de trabajos en el país sobre temáticas de retención y deserción en el sistema terciario, se

ha prestado poca atención a cómo ciertas variables propias de las instituciones impactan sobre la

retención de primer año. Una de ellas, que se pretende abordar en este estudio, es la condición de

acreditada o no acreditada de una institución de educación superior.

La acreditación institucional tiene importantes consecuencias sobre estas instituciones, en

particular en las universidades, que son las que concentran el mayor porcentaje de la matrícula del

sistema. Estos efectos pueden manifestarse en al menos dos aspectos. Por una parte, los procesos

de acreditación institucional en Chile están ligados al financiamiento: contar con acreditación

institucional conlleva el derecho de los alumnos a la financiación desde el Estado. Los alumnos

con becas y créditos otorgados por el Estado sólo pueden estudiar en instituciones acreditadas, por

ende en ellas la deserción por motivos financieros se vería disminuida. Lo anterior implica, por

ejemplo, que los alumnos antiguos de una institución que quieran postular a financiamiento estatal

no contando con él previamente, no podrían hacerlo en una universidad que pierde la acreditación.

Por otra parte, la pérdida de acreditación tiene un fuerte impacto sobre la imagen institucional, vale

decir, en la percepción del público en general y de los propios estudiantes respecto de la calidad de

la formación impartida en una institución determinada.

Según Tinto (1989), la formación de expectativas fantásticas o equivocadas sobre las

condiciones de la vida estudiantil o académica puede conducir a decepciones tempranas y poner en

movimiento una serie de interacciones que lleven a la deserción. Por lo tanto, la pérdida de

acreditación, que implica un cambio en las condiciones iniciales de ingreso a una institución,

generaría una modificación en la percepción de los estudiantes hacia ella, su predisposición a

integrarse en este nuevo contexto, y en consecuencia una menor propensión a seguir sus estudios.

El presente trabajo tiene como objetivo principal el determinar cómo un cambio en una

característica institucional, a saber, el paso de la condición de acreditada a no acreditada, afectó la

tasa de retención de primer año de los estudiantes de la Universidad de las Américas (UDLA), que

perdió la acreditación durante el año 2013. Este acontecimiento originó que una generación de

alumnos que ingresó a una institución acreditada, de pronto se vio enfrentada el hecho de que su

universidad había perdido dicha condición; es decir, las condiciones bajo las cuales ingresaron

habían cambiado. En este sentido, la hipótesis central de este estudio es que la pérdida de la

acreditación produjo un cambio significativo en la tasa de retención de primer año producto tanto

de cambios de percepción de los alumnos hacia la institución y de cambios en las condiciones de

financiamiento.

Concretamente, mediante un modelo propuesto por Yun (2004) se busca determinar cuánto

de la caída en la tasa de retención de primer año en el 2014 se explica por la pérdida de acreditación

de la Universidad de las Américas en el 2013, y en específico cuánto afectó este hecho sobre los

dos factores antes mencionados. La metodología de Yun, que es una extensión del modelo de

Blinder-Oaxaca (Blinder, 1973; Oaxaca, 1973) para variables dependientes dicotómicas, permite

descomponer el cambio total en la tasa de retención de primer año (variable dicotómica

dependiente) en un efecto característica (cambios en los niveles de las variables explicativas, entre

ellas el financiamiento) y en un efecto parámetro (cambios en las actitudes de los estudiantes hacia

la institución).

El presente trabajo está organizado en 5 apartados. Primero se presentan antecedentes que

permiten comprender cómo se configura el sistema de educación superior chileno actual y su

modelo de aseguramiento de la calidad, así como también el caso de la universidad que es objeto

de esta investigación. En segundo lugar, se exponen los principales modelos explicativos de la

retención/deserción existentes en la literatura sobre el tema, así como algunos datos y estudios

realizados en Chile en torno a estas problemáticas. En la tercera sección se presenta la metodología

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empleada. El cuarto apartado está dedicado a la presentación de los hallazgos más importantes del

estudio. Finalmente se exponen las principales conclusiones.

1. ANTECEDENTES

1.1. El sistema de educación superior chileno y la acreditación institucional

Hasta 1980, la educación superior en Chile era impartida principalmente por instituciones de

carácter estatal. Existían ocho universidades en total, dos de las cuales pertenecían al Estado y

concentraban el 65% de la matrícula; las restantes seis eran privadas, no obstante ello casi todo su

financiamiento era asumido por el sector público (OCDE, 2009). El acceso a los estudios terciarios

en estas instituciones durante estos años se encontraba fuertemente restringido por los ingresos

económicos, con lo que se configuraba un sistema altamente elitista (Barrios, 2013; OCDE, 2009).

La reforma de 1981 dio paso a una diversificación del sistema, permitiendo la creación de

nuevas universidades privadas autofinanciadas, así como también Institutos Profesionales (IPs) y

Centros de Formación Técnica (CFTs). Por otra parte, la nueva legislación descentralizó las dos

grandes universidades estatales existentes, producto de lo cual muchas de sus antiguas sedes

pasaron a ser universidades regionales.

Otro cambio fundamental que introdujo la reforma fue un nuevo modelo de financiamiento.

Una parte considerable de los costos de la educación terciaria fueron transferidos desde el Estado

a los estudiantes y sus familias (OCDE, 2009; Gregorutti, et al., 2014). Todas las universidades

comenzaron a cobrar matrícula y aranceles, al mismo tiempo que se creó un sistema de becas y

créditos estatales dirigido a los alumnos más vulnerables de las universidades existentes antes de

1981 y de las derivadas de ellas, agrupadas en el Consejo de Rectores (CRUCH).

La realidad actual de la educación superior chilena se configura así en gran medida por la

reforma de 1981, la que, al permitir la entrada de actores privados, dio paso a una gran

diversificación institucional y a un aumento explosivo de la matrícula y cobertura del nivel

terciario. A la fecha existen un total de 16 universidades estatales, 9 universidades particulares con

aporte del Estado y 35 privadas. La mayoría de los matriculados de la educación terciaria (31%)

estudia en universidades privadas (SIES, 2014b), muchas de las cuales reciben a una población

vulnerable que antes se encontraba excluida del sistema.

El gran crecimiento que ha experimentado el sistema ha generado nuevos retos,

particularmente en materia de calidad. La preocupación por la calidad es clave en el contexto de

una amplia oferta de instituciones y programas académicos, así como de la presencia en el sistema

de un importante porcentaje de estudiantes vulnerables cuya preparación académica muchas veces

es deficiente (SIES, 2014b). Fue de este modo como desde principios de la década de los 90

comienza a tomar forma lo que la Ley 20.129 consolidaría el año 2006 como el Sistema Nacional

de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior. En lo que respecta a los mecanismos de

acreditación de instituciones y carreras, las iniciativas de acreditación experimentales iniciadas por

la Comisión Nacional de Acreditación de Pregrado (CNAP) y la Comisión Nacional de

Acreditación de Posgrado (CONAP) se formalizaron con la creación en 2007 de la Comisión

Nacional de Acreditación (CNA) y la autorización de Agencias Privadas de Acreditación.

La acreditación de instituciones tiene como fin principal evaluar el cumplimiento del

proyecto institucional de las entidades que se someten al proceso, así como verificar que dispongan

de mecanismos eficaces de autorregulación y de aseguramiento de la calidad. Con esto se busca

propender al fortalecimiento de la capacidad de autorregulación y al mejoramiento continuo de la

calidad al interior de las instituciones de educación superior en Chile (CNA, s/a). Estos procesos

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son voluntarios y están abiertos sólo para las instituciones reconocidas como autónomas por el

Consejo Nacional de Educación (CNED). Los resultados de la acreditación institucional se

expresan como una decisión binaria -institución “acreditada” o “no acreditada”-, con gradaciones

de uno a siete años en la vigencia de la acreditación, de acuerdo con los términos de referencia

definidos. Al 2015, el 100% de las universidades del CRUCH -tanto estatales como particulares

con aporte del Estado- se encontraban acreditadas, mientras que en las universidades privadas esta

cifra llegaba al 80% (CNA, 2015).

La acreditación institucional cobra especial relevancia en relación con el financiamiento,

pues la asignación de ciertos beneficios estatales para financiar estudios superiores se encuentra

supeditada al hecho de que la institución donde el alumno realice sus estudios superiores se

encuentre acreditada. El sistema de financiamiento de la educación superior vigente desde 2010 en

Chile es de carácter mixto, donde además de los recursos que aporta el Estado, los propios

estudiantes y sus familias deben costear una parte importante de su formación superior (Barrios,

2013). Desde el Estado se subsidia el pago de aranceles para los estudiantes por medio de

programas de becas y créditos, condicionados al cumplimiento de diferentes criterios. El 52% de

la matrícula recibe algún tipo de beneficio estudiantil (SIES, 2014b). Actualmente existen 12 becas

de arancel, así como dos tipos de crédito estudiantil: el Fondo Solidario de Crédito Universitario,

cuyo acceso está restringido a los estudiantes de las universidades pertenecientes al CRUCH, y el

CAE, dirigido a todos los alumnos de instituciones de educación superior autónomas y acreditadas

institucionalmente. Este último se asemeja a un crédito privado, con condiciones de pago similares

a las de un crédito de la banca privada y con tasas de interés cercanas a las de mercado.

Otra importante implicancia que tiene la acreditación institucional se da al nivel de la

opinión que se forma la ciudadanía respecto de las instituciones de educación superior. La

acreditación institucional opera como una garantía pública de calidad; en el caso de las

universidades privadas, el hecho de contar con acreditación genera una suerte de homologación

con las universidades tradicionales, ampliándose así las alternativas de elección para futuros

estudiantes (IPSOS, 2010).

1.2. El caso de la Universidad de Las Américas

En el caso de la universidad que es el objeto de este estudio, la UDLA, desarrolló su primer proceso

de acreditación institucional en el 2007, no logrando acreditarse en primera instancia ante la CNA.

Ahora bien, la universidad apeló a esta decisión ante el CNED, con lo que se revirtió el dictamen

inicial y la universidad obtuvo una acreditación de dos años en las áreas obligatorias de gestión

institucional y docencia de pregrado. En el 2010, la UDLA se sometió a un nuevo proceso de

acreditación institucional, obteniendo un juicio favorable que se materializó en una acreditación de

tres años. Un tercer proceso se llevó a cabo en el 2013; en esta oportunidad, la CNA no acreditó a

la institución, decisión que fue confirmada por el CNED en enero del 2014. Esto significó que la

generación de estudiantes que ingresó a la UDLA en el año 2013 lo hizo a una universidad que en

ese momento se encontraba acreditada, condición que cambió durante el transcurso de ese mismo

año. Cabe señalar que en la actualidad la institución se encuentra acreditada por 3 años -de marzo

del 2016 a marzo del 2019- en las áreas obligatorias, luego de un proceso desarrollado durante el

año 2015.

La UDLA se caracteriza por ser una universidad de baja selectividad -el puntaje promedio

PSU de ingreso fue de 447 puntos el año 2015-, cuyos estudiantes en una proporción importante

provienen de colegios municipales y subvencionados y muchos de ellos son primera generación de

sus familias en acceder a la educación superior. Como era de esperarse, esta universidad sufrió un

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fuerte impacto como consecuencia de la no acreditación, muy especialmente en la matrícula de

estudiantes que eran potenciales beneficiarios del CAE. Al no contar con acceso al crédito, la

matrícula de primer año se redujo. Asimismo, se produjo un efecto sobre los alumnos de cursos

superiores, muchos de los cuales abandonaron la institución y optaron por instituciones acreditadas.

Al comparar la admisión 2015 (universidad no acreditada) versus la del año 2013 (universidad

acreditada), se observa una caída de 51% en la matrícula de alumnos de primer año y de 11 % en

el caso de la re-matrícula de alumnos de cursos superiores (UDLA, 2015).

Aquí se plantea que tanto las condiciones de financiamiento -posibilidad de acceder a

beneficios estatales para financiar estudios superiores (CAE)- como la percepción respecto de la

calidad de la formación que imparte una determinada institución pueden verse afectadas por la

acreditación institucional. En particular, en una institución determinada la tasa de retención global

de primer año podría sufrir variaciones significativas producto de pasar de tener el estatus de

“acreditada” a “no acreditada”, por la incidencia de este hecho sobre las estas dos variables. Ello

sería aún más patente en el caso de una universidad con las características de la UDLA, las que la

hacen especialmente susceptible a los efectos negativos de la no acreditación.

2. REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA

2.1. Principales modelos explicativos de la retención/deserción

De acuerdo con Himmel (2002: 95-95), por retención se entiende la persistencia de los estudiantes

en un programa de estudios universitarios hasta lograr su grado o título. Por otra parte, su

contracara, la deserción, alude al abandono prematuro de un programa de estudios antes de alcanzar

el título o grado, y considera un tiempo lo suficientemente largo como para descartar la posibilidad

de que el estudiante se reincorpore. Dentro de la deserción se pueden establecer algunas categorías

que agregan especificidad al concepto. Una de las distinciones más importantes en este sentido es

la que se da entre deserción voluntaria e involuntaria. La primera puede corresponder a la renuncia

a la carrera por parte del estudiante o al abandono informado a la institución de educación superior.

Al contrario, la deserción involuntaria es consecuencia de una decisión institucional ajustada a

reglamentos internos, que obliga al alumno a dejar los estudios.

La retención y deserción son fenómenos multicausales, y por consiguiente han sido

estudiados desde diferentes perspectivas. Braxton, Johnson y Shaw-Sullivan (1997) desarrollan

una ampliamente aceptada categorización de los estudios sobre retención y deserción,

agrupándolos según el énfasis que otorgan a las diferentes variables explicativas. De esta manera,

es posible reconocer cinco grandes enfoques: psicológicos, económicos, sociológicos,

organizacionales y de interacciones. A estas categorías debe agregarse el enfoque integrado, que

recoge distintos aportes de las perspectivas anteriores para la explicación de estas problemáticas

(St. John, et al., 2000).

En primer lugar, los enfoques psicológicos centran su atención en variables individuales,

vale decir, en características y atributos de los estudiantes que pueden dar cuenta, en diferentes

grados, de la deserción o persistencia en el sistema. Dentro de esta perspectiva destaca el modelo

de Fishbein y Ajzen (1975), quienes, partiendo de la base de que el comportamiento está influido

significativamente por las creencias y actitudes, plantean que la decisión de desertar o continuar en

un programa académico estaría influida por las conductas previas, las actitudes sobre la deserción

y/o la persistencia, y por normas subjetivas acerca de estas acciones, las que generan “una intención

conductual” que se traduce en un comportamiento definido. El modelo comprende la deserción

como el debilitamiento de las intenciones iniciales del estudiante y la retención como el

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fortalecimiento de las mismas. Attinasi (1986) posteriormente amplía este modelo, agregando la

idea de que la persistencia o la deserción se ven influidas por las percepciones y el análisis que

hacen los estudiantes de su vida universitaria después de su ingreso.

Por su parte Ethington (1990), basándose en los dos modelos anteriores, elabora uno más

completo incorporando elementos de la teoría sobre conductas de logro de Eccles, et al. (1983),

que establece como una de sus premisas fundamentales el que el rendimiento académico previo

influye significativamente en el desempeño futuro del estudiante, por su efecto sobre su

autoconcepto, su percepción de la dificultad de los estudios, sus metas, valores y expectativas de

éxito. Asimismo, el apoyo y el estímulo familiar inciden sobre el autoconcepto académico y el

nivel de aspiraciones. Ethington demostró empíricamente que el nivel de aspiraciones tenía un

efecto directo sobre los valores. Además, pudo observar que las expectativas de éxito estaban

explicadas por el autoconcepto académico y la percepción de las dificultades de los estudios. Tanto

los valores como las expectativas de éxito influyen a su vez sobre la persistencia en la universidad.

Los enfoques sociológicos enfatizan la influencia de factores externos al individuo en la

retención, los que se suman a los de índole psicológico. Uno de los trabajos más conocidos en esta

línea es el trabajo de Spady (1970), quien elaboró su modelo explicativo sobre la base de la teoría

del suicidio de Durkheim, autor que sostiene que este fenómeno es el resultado de la ruptura del

individuo con el sistema social por su imposibilidad de integrarse a la sociedad. Haciendo un

paralelo, Spady propone que la deserción es el resultado de la falta de integración de los alumnos

a la educación superior. Este autor también señala que el medio familiar es una de las principales

fuentes que exponen a los estudiantes a influencias, expectativas y demandas, afectando su nivel

de integración social en la universidad.

Los enfoques económicos asumen la perspectiva del análisis de costos y beneficios. Así,

plantean que los alumnos permanecen en la educación superior en la medida en que los beneficios

que obtienen por ser estudiantes -sean estos sociales y/o económicos- sean mayores que los costos

derivados de ello. En otras palabras, los estudiantes evaluarían el costo-beneficio de estudiar frente

a otra actividad, como puede ser, por ejemplo, trabajar. Si los beneficios de una actividad

alternativa son percibidos como mayores que permanecer en la educación superior, se esperaría

que el alumno abandone sus estudios. Un elemento fundamental de la visión económica tiene que

ver con la percepción del estudiante acerca de su capacidad o incapacidad para solventar los costos

asociados a los estudios universitarios (Becker, 1964). Dentro de estos enfoques caben gran parte

de los estudios que examinan los programas de rebajas de matrícula, crédito y becas (St. John, et

al., 2000).

Los modelos organizacionales abordan la deserción desde las propias características de las

instituciones universitarias, en particular en lo relativo a los servicios y prestaciones que estas

ofrecen a sus estudiantes. Elementos tales como la calidad de los profesores, la experiencia de los

estudiantes en la sala de clase, y factores específicos como los seguros de salud, las actividades

deportivas y culturales, la disponibilidad de libros e infraestructura, influirían de manera

importante, según algunos autores, sobre la posibilidad de abandono de la educación superior

(Braxton, Milem y Sullivan, 2000; Tillman, 2002). Como estas variables están dentro del ámbito

de intervención de las instituciones, se plantea que ellas pueden hacer mucho para reducir la

aumentar la retención y consiguientemente reducir la deserción.

Los enfoques de interacción explican la deserción a partir de las relaciones que se dan entre

los estudiantes y las instituciones en tanto organizaciones (Braxton, Johnson y Shaw-Sullivan,

1997). Aquí resulta clave atender a la importancia que tiene para el estudiante su relación tanto con

las dimensiones formales como informales de la institución de educación superior donde cursa sus

estudios.

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Por último, los enfoques de integración se encuentran entre los más conocidos para la

explicación de la retención y la deserción. Uno de los modelos más famosos es el de Tinto (1975),

quien señala que los estudiantes construirían su integración social y académica evitando las

conductas que les generan costos de algún tipo y buscando recompensas en las relaciones,

interacciones y estados emocionales.

Según Tinto, los estudiantes emplearían la “teoría del intercambio” en la construcción de

su integración social y académica. De esta forma, si los beneficios de permanecer en la institución

son percibidos por los estudiantes como mayores que los costos personales (esfuerzo y dedicación,

entre otros), entonces estos permanecerán en ella. Alternativamente, si se reconocen otras

actividades como fuentes de mayores recompensas, los estudiantes tenderán a desertar. A su vez

Tinto reconoce, en un sentido amplio, que la trayectoria de interacciones de la persona con los

sistemas académico y social de la universidad puede derivar en su alejamiento de la institución. El

modelo considera que a medida que el alumno transita a través de la educación superior son

diversas las variables que contribuirían a reforzar su adaptación a la institución que seleccionó,

pues ingresa a ella con un conjunto de características que influyen sobre su experiencia en la

educación terciaria, como son el nivel socioeconómico y cultural de la familia y los valores

familiares, además de ciertos atributos personales y de la experiencia académica preuniversitaria.

Dichos rasgos distintivos se combinarían para influir sobre el compromiso inicial del estudiante

con la institución, así como para la consecución de su meta que es la graduación o titulación.

2.2. Datos e investigación sobre retención/deserción en Chile

En Chile, la recolección y procesamiento de los datos de matrícula de las instituciones terciarias

radica en el denominado Sistema de Información de Educación Superior (SIES). Este organismo

dispone de las bases de matrícula, a partir de las cuales se pueden calcular las tasas de retención de

las instituciones y del sistema en su totalidad. Aquí el foco de atención está puesto sobre las tasas

de retención de primer año, las que son reportadas por el SIES desde el año 2011.

Operacionalmente, la tasa de retención de primer año corresponde al cociente entre el número de

estudiantes que ingresan como alumnos de primer año a una carrera o programa en un año

determinado, y el número de esos mismos estudiantes que se mantienen como estudiantes antiguos

en la misma institución al año siguiente (Mineduc, 2012; SIES, 2015a).

La tasa de retención de primer año del sistema de educación superior chileno fluctúa en

torno al 70%, según datos que incluyen el seguimiento de la cohorte 2014. En específico, para este

año la tasa de retención de las universidades era de 76,6%, la más alta del sistema en comparación

con los IPs (66,6%) y CFTs (64,5%). Son las instituciones acreditadas las que tienen

persistentemente una mayor tasa de retención de primer año respecto de aquellas que no tienen esta

condición: en el 2014, las instituciones acreditadas registraron una tasa de retención de 72,2% y

las instituciones sin acreditación de 53,7%, brecha que se viene acentuando desde los últimos tres

años (SIES, 2015a).

Para la universidad bajo análisis, la tasa de retención de primer año correspondiente al año

2014 fue de 61,9%, vale decir, prácticamente 15 puntos porcentuales menos respecto de la misma

tasa registrada para todas las universidades que componen el sistema terciario chileno. Por otra

parte, se observa una fuerte variación de este indicador en la UDLA cuando se comparan las

cohortes de ingreso con la institución acreditada y no acreditada. La tasa de retención promedio de

primer año con la universidad acreditada (cohortes 2010, 2011 y 2012) fue de 78%, mientras que

sin acreditación (cohortes 2013 y 2014) bajó a 65%, lo que da una diferencia de 13 puntos

porcentuales (UDLA, 2015).

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A partir de la revisión de los datos se observa que ciertas características de los estudiantes

se asocian a mayores tasas de retención de primer año. Por ejemplo, el colegio de origen -factor

vinculado con el nivel socioeconómico- resulta ser una variable importante, ya que para las carreras

universitarias los matriculados que provienen de colegios particulares pagados tienen mayores

tasas de retención (79,1%) que aquellos de colegios particulares subvencionados (72,1%) y

municipales (68,5%) (SIES, 2015a). Por otra parte, los datos muestran una clara relación entre el

puntaje de la Prueba de Selección Universitaria (PSU) con que se ingresa a una carrera y este

indicador. En el 2012, quienes presentaban puntajes mayores o iguales a 800 puntos tenían una tasa

de retención de primer año superior al 95%; al contrario, en aquellos con puntajes menores a 450

puntos este indicador era de 56,8% (SIES, 2014a). Es así como las universidades de baja

selectividad -que acogen en mayor medida a estudiantes provenientes de colegios particulares

subvencionados y municipales y con bajos puntajes PSU- tienen una mayor posibilidad de

presentar tasas de retención de primer año más altas.

Un factor importante que puede contrarrestar la deserción en primer año son las ayudas

estudiantiles, que incluyen las becas de arancel del Mineduc, el Fondo Solidario de Crédito

Universitario y el CAE. El año 2012 existía una diferencia de 20 puntos porcentuales en las tasas

de retención de alumnos con ayudas estudiantiles estatales (80,3%) versus estudiantes sin

beneficios de este tipo (58,1%). Puntualmente, en el caso de las universidades privadas se observa

que aquellos estudiantes que reciben una combinación de becas y CAE -que son los únicos tipos

de ayuda a las que pueden optar, ya que el Fondo Solidario de Crédito Universitario está reservado

para las universidades del CRUCH- tienen tasas de retención de primer año más altas (86,5%).

Asimismo, quienes sólo reciben CAE muestran una tasa de retención mayor que quienes reciben

únicamente becas (SIES, 2014a).

Consistentemente con lo anterior, en la UDLA se presentan diferencias importantes en

cuanto a las tasas de retención de primer año entre alumnos con y sin CAE. En el período 2010-

2012 (universidad acreditada), la tasa promedio de los alumnos con CAE fue de 86%, mientras que

la de los alumnos sin CAE de 72%, lo que representa una diferencia de 14 puntos porcentuales.

Asimismo, en el período 2013-2014 (universidad no acreditada) la diferencia fue de 13 puntos

porcentuales entre las tasas de retención de primer año de estudiantes con y sin este beneficio (75

y 62%, respectivamente) (UDLA, 2015).

En Chile se han desarrollado una serie de trabajos que apuntan a determinar las principales

causas de la retención y deserción en el sistema terciario nacional, aunque sin atender a la variable

acreditación. En una primera instancia, la mayor parte de los estudios acerca de estos temas se

centraron en la discusión de modelos conceptuales, o bien en determinar la magnitud del problema

y los costos que implica. Ahora bien, en el último tiempo se han llevado a cabo varios trabajos que

han buscado probar modelos empíricos, contribuyendo así a profundizar nuestro conocimiento

sobre los factores que ayudan a retener a los estudiantes en el sistema e impedir que deserten

(Mineduc, 2012). A continuación se revisarán brevemente algunos de ellos.

El Centro de Microdatos de la Universidad de Chile (2008), a partir de un estudio

desarrollado utilizando metodología de encuestas, concluye que existen tres factores determinantes

de la deserción universitaria de primer año en Chile: la vocación, el financiamiento y el rendimiento

académico. Estudios posteriores reconocen la importancia de algunas de las variables aquí

identificadas.

Uno de los trabajos más destacables del último tiempo corresponde a Barrios, et al. (2011),

quienes estimaron un modelo de deserción para las universidades chilenas en el que se incluyeron

variables de distinta índole: demográficas, socioeconómicas, académicas e institucionales. Junto

con ellas, se consideraron variables que indicaban si los estudiantes habían recibido algún tipo de

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beneficio socioeconómico, haciéndose la distinción entre las becas y los dos tipos de crédito que

administra el Estado. El modelo buscaba probar la relación entre la deserción y estas variables, con

énfasis en el rol que juegan los beneficios estudiantiles y su focalización. Se concluye que, si bien

no se puede afirmar causalidad, sí existe una relación positiva entre los beneficios y la permanencia

de los estudiantes al interior del sistema. Dicha relación es más fuerte en el caso de los estudiantes

de menores ingresos.

En otro estudio, Barrios (2013) muestra resultados similares: los instrumentos de

financiamiento reducen las probabilidades de deserción, y su efectividad es mayor cuanto menores

son los ingresos de quien los recibe, por lo que la focalización de estas ayudas económicas en los

estudiantes pertenecientes a los quintiles más bajos del país es una medida positiva. También

concluye que los alumnos con mejores notas de egreso de la enseñanza media y un mayor puntaje

PSU tienen menores probabilidades de desertar, lo contrario que ocurre con los estudiantes

provenientes de establecimientos municipales en relación con los que salen de establecimientos

particulares pagados.

Rau y Rojas (2011), por su parte, abordan la deserción focalizando su interés

específicamente en el impacto del CAE. Concluyen que este tipo de beneficio reduce la

probabilidad de deserción en primer año en un 17,5% para el caso de los estudiantes universitarios.

El CAE es aún más efectivo reduciendo la deserción de los estudiantes más vulnerables.

El Centro de Estudios del Mineduc (2012), basándose en el modelo de Barrios, et al. (2011),

también muestra importantes resultados para identificar las variables asociadas a la deserción. Los

hallazgos del estudio muestran que los factores más relevantes a la hora de explicar la permanencia

son la acreditación de la institución, la vocación (definida por el número de preferencia del

estudiante al elegir su carrera) y las ayudas estudiantiles (becas y créditos).

A diferencia de los trabajos anteriores, existen autores que han estudiado el tema en relación

con caso específicos, como sucede, entre otros, con Navarrete, Candia y Puchi (2013), que abordan

los factores asociados a la deserción de los estudiantes mapuche de la Universidad de La Frontera;

Reyes, et al. (2007), que modelan una herramienta para predecir el éxito de los estudiantes de

ingeniería de la Universidad de Antofagasta durante el primer semestre de la carrera; y Saldaña y

Barriga (2010), que prueban el modelo de deserción universitaria de Tinto en la Universidad

Católica de la Santísima Concepción.

Este último trabajo es particularmente interesante, y muestra que, previamente al ingreso a

la universidad, los factores de mayor impacto en la deserción eran los ingresos familiares y el

puntaje PSU obtenido por el alumno en Lenguaje y Matemáticas. Una vez que el estudiante

ingresaba a la universidad, las variables que se sumaron a las anteriores fueron el promedio

semestral del alumno, la cantidad de créditos aprobados que el estudiante acumulara en cada

semestre y el porcentaje de financiamiento que había obtenido para cubrir los costos de arancel

anual de carrera.

3. METODOLOGÍA

La metodología empleada en este trabajo consiste en una descomposición no lineal para modelos

discretos propuesta por Yun (2004), correspondiente a una expansión del modelo de Blinder (1973)

y Oaxaca (1973) construido para variables dependientes dicotómicas.

Al considerarse la retención de primer año como una variable dependiente dicotómica

(donde 1 implica retención y 0 significa abandono), la metodología de Yun permite responder a la

pregunta acerca de cuánto de la brecha en la tasa de retención entre dos grupos de comparación

(antes y después de la pérdida de la acreditación) puede ser explicada por un efecto característica

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(cambios en los niveles de las variables explicativas o perfil de los alumnos, siendo uno de estos

factores el financiamiento a través del CAE) y/o por un efecto parámetro (cambios en las actitudes

de los estudiantes hacia la institución).

Además, Yun propone una forma de ponderar la contribución que tiene cada variable a la

explicación de la brecha. En primer lugar, se realiza una expansión de Taylor de primer grado para

el cambio en la tasa de retención promedio entre los momentos t y t*. Si se modela dicha variable

en función de un conjunto de atributos determinados X, se puede escribir:

(1) Rt = F(Xtβt)

donde F es la función de distribución acumulada de una normal estandarizada. La

descomposición del cambio en la tasa de retención promedio predicha por el modelo entre el

período t y t* se puede escribir como:

(2) Rt − Rt∗ = [F(Xtβt) − F(Xt∗βt∗)]

(3) Rt − Rt∗ = [F(Xtβt) − F(Xt∗βt)] + [F(Xt∗βt) − F(Xt∗βt∗)]

Haciendo una aproximación F(Xtβt) ≈ F(Xαβα)1, la fórmula anterior se escribe:

(4) Rt − Rt∗ = [F(Xtβt) − F(Xt∗βt)] + [F(Xt∗βt) − F(Xt∗βt∗)] + rM

(5) Rt − Rt∗ = [(Xt − Xt∗)βt)] F(Xtβt) + Xt∗(βt − βt∗)F(Xt∗βt∗) + rM + rT

donde:

Xt =∑ Xti

nti=1

nt ; Xt∗ =

∑ Xt∗int∗

i=1

nt∗

rM = [F(Xtβt) − F(Xt∗βt)] + [F(Xt∗βt) − F(Xt∗βt∗)] − [F(Xtβt) − F(Xt∗βt)]

− [F(Xt∗βt) − F(Xt∗βt∗)]

rT = [F(Xtβt) − F(Xt∗βt)] − [F(Xt∗βt) − F(Xt∗βt∗)] − [(Xt − Xt∗)βt)] f(Xtβt)

− Xt∗(βt − βt∗)f(Xt∗βt∗)

F(Xjβj) =dF(Xjβj)

d(Xjβj) con j = t, t∗

Se tienen tres componentes escalares, donde rM y rT corresponden respectivamente a las

aproximaciones residuales que resultan de, por una parte, evaluar la función F en los valores

promedios y, por otra, de usar la aproximación de primer orden de Taylor. Entonces:

1 𝐹(𝑋𝑡𝛽𝑡) ≠ 𝐹(𝑋𝛼𝛽𝛼), se deriva de la desigualdad de Jensen.

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(6) Rt − Rt∗ = ∑ μ∆Xik

i=1 [F(Xtβt) − F(Xt∗βt)] + ∑ μ∆βik

i=1 [F(Xt∗βt) − F(Xt∗βt∗)]

(7) μ∆Xi =

(Xti−Xt∗

i)βt

i f(Xtβt)

(Xt−Xt∗)βtf(Xtβt)=

(Xti−Xt∗

i)βt

i

(Xt−Xt∗)βt

(8) μ∆βi =

Xt∗i

(βti −βt∗

i )f(Xt∗βt∗)

Xt∗(βt−βt∗)f(Xtβt)=

Xt∗i

(βti −βt∗

i )

Xt∗(βt−βt∗)

con:

∑ μ∆Xik

i=1 = ∑ μ∆βik

i=1 = 1

Como se mencionó anteriormente, esta descomposición permite conocer si las variaciones

en la retención de primer año se deben a cambios en las características observables propias de cada

estudiante (efecto característica) y/o a cambios más bien estructurales de la institución (efecto

parámetro). Las modificaciones en los parámetros podrían reflejar en cierta medida cambios en las

actitudes de los alumnos frente a la institución. En particular, aquí interesa determinar en qué

porcentaje la baja en la tasa de retención promedio de primer año puede ser explicada por las

características observables y por cambios en los parámetros.

4. ANÁLISIS DE DATOS

4.1. Presentación de los datos

Para llevar a cabo el análisis se utiliza la base de datos de estudiantes de primer año de la UDLA

correspondiente a las cohortes 2010, 2011, 2012, 2013 y 20142. Un grupo de comparación es el

conformado por las cohortes que ingresaron entre los años 2010 y 2012, período en que la

Universidad se encontraba acreditada. Los otros dos grupos de comparación son la cohorte de

ingreso 2013, año de pérdida de la acreditación, y la cohorte de ingreso 2014, cuando la

Universidad por primera vez recibía una admisión de alumnos no encontrándose acreditada.

Comparar separadamente los resultados de retención de la cohorte 2013 y 2014 permite

identificar dos análisis distintos. Como ya se señaló, la cohorte de estudiantes que ingresó el 2013

lo hizo cuando la Universidad se encontraba acreditada, condición que pierde este mismo año

mientras los alumnos estaban estudiando. Existe aquí entonces un cambio significativo en las

condiciones iniciales bajo las cuales estos estudiantes ingresaron a la institución. Por el contrario,

la cohorte de alumnos que ingresó el 2014 se matriculó sabiendo que la Universidad no se

encontraba acreditada. De esta manera, se espera que el efecto parámetro sea mayor en la cohorte

2013 que en la cohorte 2014 ya que, siguiendo a Tinto (1989), la formación de expectativas

fantásticas o equivocadas sobre las condiciones académicas puede conducir a decepciones

tempranas y poner en movimiento una serie de interacciones que lleven a la deserción.

La Tabla 1 contiene estadística descriptiva de la muestra que se emplea para la estimación.

Incluye la variable dependiente a analizar, que es la tasa de retención de primer año, y las variables

endógenas o explicativas que se utilizan en la descomposición. Dentro de estas variables se

encuentran indicadores relacionados con el nivel educacional de los estudiantes, tales como el

2 Se consideran sólo programas que estuvieron vigentes en los últimos cinco años y con más de cinco alumnos.

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promedio de notas de enseñanza media, el promedio PSU y el porcentaje de alumnos que rindieron

esta prueba. También están presentes variables sociodemográficas, como son la edad, el sexo y el

colegio de origen; variables que se relacionan con la composición de la oferta educativa, entre ellas

el régimen de estudio, el nivel de la carrera y la facultad a la que pertenecen; y finalmente variables

relacionadas con el financiamiento estatal, a saber, el porcentaje de alumnos que ingresaron a

estudiar con CAE y el porcentaje de alumnos que por primera vez se adjudicaron dicho beneficio

en el año siguiente y subsiguiente.

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Tabla 1: Estadística descriptiva de la muestra

Variable Dependiente Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 Brechas

Cohorte 10'-12' Cohorte 13' Cohorte 14' G1-G2 G1-G3

Tasa de retención de primer año 78,07% 65,97% 64,83% -12,10% -13,25%

N° de datos (*) 24.018 10.492 5.774 2.486 -2.232

Variables Explicativas Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 Brechas

Cohorte 10'-12' Cohorte 13' Cohorte 14' G1-G2 G1-G3

Nivel educacional previo

NEM promedio 5,53 5,50 5,46 -0,28 -0,63

PSU promedio 477,66 463,26 440,63 -14,41 -37,03***

% alumnos con PSU rendida (**) 54,81% 58,76% 48,30% 3,95% -6,50%

Variables demográficas

Edad promedio 23,94 24,05 25,99 0,11 2,05

Mujeres (%) 55,80% 55,24% 54,26% -0,56% -1,54%

Colegio de origen

Municipal (%) 32,91% 33,76% 34,88% 0,85% 1,97%

Subvencionado (%) 43,16% 45,47% 43,35% 2,31% 0,19%

Particular (%) 5,67% 4,99% 6,22% -0,67% 0,55%

Sin información (%) 18,26% 15,77% 15,55% -2,49% -2,71%

Régimen

Diurno (%) 61,36% 58,93% 48,35% -2,43% -13,01%***

Vespertino (%) 12,57% 16,90% 20,06% 4,32% 7,48%***

Executive (%) 26,06% 24,17% 31,59% -1,89% 5,53%***

Nivel de carrera

Profesional 84,09% 76,48% 79,53% -7,61% -4,56%

Técnico 15,91% 23,52% 20,47% 7,61% 4,56%

Facultad

Ciencias Sociales (%) 7,06% 4,98% 7,15% -2,08% 0,09%

Arquit. Dis. y Const. (%) 4,39% 4,05% 4,19% -0,34% -0,20%

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Ciencias de la Salud (%) 24,02% 23,80% 18,93% -0,22% -5,09%***

Comunicaciones y Artes (%) 4,69% 4,16% 4,21% -0,53% -0,48%

Derecho (%) 5,05% 4,09% 4,76% -0,96% -0,29%

Educación 18,89% 17,26% 18,91% -1,63% 0,02%

Ingeniería y Negocios (%) 31,05% 36,38% 36,18% 5,33%*** 5,13%***

Med. Veter. y Agronom. (%) 2,85% 2,75% 3,27% -0,10% 0,42%

Instituto del Deporte (%) 2,00% 2,54% 2,39% 0,54% 0,39%

Tipo de financiamiento del estudiante

Con CAE al primer año 31,40% 25,22% 0,00% -6,18% -31,4%***

Se gana el CAE al año siguiente 16,66% 0,00% 0,00% -16,66%*** -16,66%***

Se gana el CAE al año subsig. 2,56% 0,00% 0,00% -2,56%*** -2,56%***

Fuente: Elaboración propia.

(*) Muestras consideran sólo a alumnos con información de notas mayores a 1,5.

(**) PSU rendida desde el año 2009. No se cuenta con la información para años anteriores.

(***) Significancia estadística al 5% de confianza.

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A partir de la Tabla 1 se observa una baja en los indicadores de retención de primer año al

comparar el período en que la Universidad se encontraba acreditada (Grupo 1) en relación a las

cohortes de alumnos nuevos 2013 (Grupo 2) y 2014 (Grupo 3). La caída mayor se observa cuando

se compara el Grupo 1 y el Grupo 3. Ciertamente, esto no parece ser un resultado intuitivo producto

de que el Grupo 3 entró a la Universidad a sabiendas de que no se encontraba acreditada; sin

embargo, se debe considerar que el perfil o las características de los alumnos en este nuevo

escenario pudieron haber cambiado. En efecto, no se registran cambios importantes en el perfil de

los estudiantes entre el Grupo 1 y el Grupo 2. Las variables relacionadas con el desempeño

académico previo, las sociodemográficas y las vinculadas con la composición de la oferta

permanecen sin variaciones estadísticamente significativas. Por el contrario, sí se observan

variaciones significativas en algunas características de los alumnos entre el Grupo 1 y el Grupo 3.

En el 2014 el promedio PSU bajó alrededor de 37 puntos, la edad promedio aumentó en dos años,

la composición de la oferta aumentó en los regímenes no tradicionales (vespertino y executive), y

la proporción de estudiantes que estudiaban en carreras de la Facultad de Ciencias de la Salud

disminuyó.

No obstante lo anterior, el principal cambio, y en consecuencia el que en mayor medida

puede afectar a la retención, corresponde al que se observa en las posibilidades de optar a

financiamiento público por parte de los estudiantes, en particular al CAE. Si bien la cohorte 2013

no sufrió mayores cambios en la proporción de alumnos con CAE de primer año, estos estudiantes

se vieron impedidos de postular a nuevo financiamiento público al año siguiente. Si el porcentaje

habitual de alumnos que postulaba al año siguiente al CAE era de 17%, ese año se redujo a 0%. Lo

mismo ocurre con los alumnos que pretendían postular al año subsiguiente; en este nuevo contexto

en que la Universidad no cuenta con acreditación ya no pueden hacerlo. Por otra parte, los alumnos

de la cohorte 2014 con CAE de primer año fueron 0, sin posibilidad tampoco de postular a

financiamiento público para el año siguiente ni subsiguiente.

En suma, tras la pérdida de la acreditación en el 2014, la UDLA vio fuertemente disminuida

su matrícula de alumnos más jóvenes, con buenos puntajes PSU y en programas de jornada diurna.

Esto parece ser un resultado esperable debido a que son este tipo de estudiantes los que en mayor

proporción reciben financiamiento público en el primer año de estudios3.

4.2. Resultados

La Tabla 2 contiene los resultados de la descomposición utilizando tres especificaciones distintas.

En primer lugar, se estima utilizando sólo las variables relativas al perfil de los alumnos (sexo,

edad, colegio de origen, etc.) y a las preferencias educativas (régimen de estudio, campus, facultad).

Luego se realiza otra estimación incluyendo, además de las variables anteriores, la que dice relación

con si los alumnos estudiaron con CAE el primer año. Finalmente, se incorpora a la estimación a

los estudiantes que lograron adjudicarse el CAE en años posteriores.

3 Una de las condiciones para obtener el CAE es lograr un puntaje promedio PSU entre Lenguaje y Matemáticas de

sobre 475 puntos.

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Tabla 2: Resultados de la descomposición de Yun en la tasa de retención al primer año,

utilizando tres especificaciones

Tipo de variable explicativa G1-G2 G1-G3

Coef. Porc. Coef. Porc.

1. 1.Con variables de perfil y composición

Efecto característica -0,9% 7,9% -1,4% 10,9%

Efecto parámetro -11,1% 92,1% -11,8% 89,1%

Brecha bruta -12,1% 100,0% -13,3% 100,0%

2. 2.Incluyendo CAE el primer año

Efecto característica -0,8% 6,4% -2,6% 19,4%

Efecto parámetro -11,3% 93,6% -10,7% 80,6%

Brecha bruta -12,1% 100,0% -13,3% 100,0%

3. 3.Incluyendo CAE años posteriores

Efecto característica -7,7% 63,5% -11,7% 87,8%

Efecto parámetro -4,4% 36,5% -1,6% 12,2%

Brecha bruta -12,1% 100,0% -13,3% 100,0% Fuente: Elaboración propia.

Se observa que si se controla sólo por las variables de perfil y composición de la matrícula

(primera estimación), el efecto característica sólo explica un 7,9% de la brecha para la cohorte 2013

y un 10,9% de la brecha para la cohorte 2014. Es decir que, como consecuencia de cambios en el

perfil académico y sociodemográfico y en la composición de la matrícula, la caída es de alrededor

de 0,79 puntos para el primer caso y de 1,09 puntos porcentuales para el segundo. En ambos casos,

la brecha no explicada por las características de los alumnos (efecto parámetro) supera los 11

puntos porcentuales.

Luego, al incluir la variable relativa a los estudiantes que entraron con CAE el primer año,

las estimaciones no sufren mayores cambios para la cohorte 2013 pero sí para la cohorte 2014. En

efecto, debido a que no se pudieron matricular alumnos con CAE en el 2014, y dado los cambios

de perfil mencionados anteriormente, la caída esperada en la tasa de retención es de 2,6 puntos

porcentuales, explicando un 19,4% de la brecha.

Como ya se dijo, en estas dos estimaciones únicamente se controló por características

demográficas y académicas previas de los alumnos, junto con la variable que identifica si el alumno

fue beneficiario del CAE el primer año en el caso de la segunda estimación; vale decir, se omitieron

las variables que identifican a los alumnos que obtuvieron el CAE en años posteriores. El sentido

de hacer estas estimaciones, sin controlar todavía por la obtención del CAE en el año siguiente y

subsiguiente, es que el efecto parámetro en estos casos sería atribuible exclusivamente a la pérdida

de la acreditación institucional y no a las variables que suelen explicar el abandono; en otras

palabras, correspondería al efecto neto que tuvo la no acreditación sobre la tasa de retención. Los

ligeros cambios en las características de los alumnos podrían explicar a lo más entre un 6,4% y un

7,9% de la brecha. El 93,6% o 92,1% restantes se atribuirían totalmente a un cambio estructural,

en este caso a la pérdida de la acreditación institucional y a sus dos consecuencias principales, tal

como se han identificado en este estudio: a la imposibilidad de adquirir nuevo financiamiento y a

la predisposición negativa a seguir estudiando en una universidad no acreditada (cambios en las

expectativas).

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Ahora bien, ¿cuánto de la brecha puede adjudicarse a las limitaciones del financiamiento

posterior y cuánto al cambio actitudinal para la cohorte 2013? La tercera estimación controla

además por el grupo de estudiantes que se adjudica el CAE en el primer año y que puede utilizarlo

en el año siguiente o posterior. Aquí las variables observables explican la brecha en un 63,5% para

la cohorte 2013 y en un 87,8% para la cohorte 2014. Entonces, para la cohorte 2013 existe un

36,5% (4,4 puntos porcentuales) que aún no logra explicarse por variables observables. De este

modo, si no existen otras variables relevantes omitidas en el modelo, este último resultado podría

atribuirse a la menor predisposición de los alumnos a seguir estudiando en una universidad no

acreditada.

En resumen, las estimaciones llevadas a cabo indican que los cambios en la retención de

primer año de la cohorte 2014, si bien se explican en parte por cambios en el perfil de los

estudiantes, se deben en mayor medida a la imposibilidad de poder optar al financiamiento público.

Para la cohorte 2013, por su parte, además de a las restricciones de financiamiento, gran parte de

la brecha (36,6%) se explica por cambios en sentido negativo de las actitudes de los alumnos frente

a la institución luego de la pérdida de la acreditación (efecto parámetro).

5. CONCLUSIONES

El presente trabajo ha examinado el impacto de la pérdida de acreditación en la tasa de retención

de primer año en la UDLA. Los resultados obtenidos muestran que, una vez controladas las

variables que habitualmente se correlacionan con la retención, 11 de los 12 puntos de la caída en

la tasa de retención que tuvo la cohorte 2013 se deben a cambios estructurales, es decir, atribuibles

a la pérdida de la acreditación. En Chile, además del reconocimiento social que conlleva para una

institución el estar acreditada, esta condición tiene importantes implicancias desde el punto de vista

del derecho de los estudiantes a acceder a financiamiento público, en particular al CAE. De este

modo, que una universidad pierda la acreditación podría derivar en que sus estudiantes tengan una

menor predisposición a continuar sus estudios en ella producto del perjuicio en la imagen

institucional y/o por la imposibilidad de contar con el CAE.

Un resultado interesante es que, una vez que se controla por el grupo de alumnos que se

adjudicó el CAE, el efecto estructural o parámetro explica 4,4 puntos porcentuales de la brecha.

Esto quiere decir que aún persiste una brecha no explicada al controlar por las restricciones de

financiamiento, lo que puede atribuirse al perjuicio de imagen. Ahora bien, este pareciera ser un

efecto de corto plazo ya que para la cohorte 2014 (cohorte que decidió matricularse cuando la

Universidad ya había perdido la acreditación) prácticamente toda la caída se explica por cambios

en el perfil de los alumnos y en las restricciones de financiamiento público.

En suma, lo más probable es que la pérdida de acreditación traiga consigo una baja en la

tasa de retención de primer año tanto en el corto como en el mediano plazo en cualquier institución,

pero muy especialmente en universidades de baja selectividad como la UDLA. En el corto plazo

el efecto se vincula con el cambio en las condiciones iniciales de ingreso a la institución, que al

verse trastocadas generan una modificación en la percepción de los alumnos hacia ella, y

consecuentemente se produce un impacto sobre su predisposición a integrarse a este nuevo

contexto y por ende a continuar con sus estudios. En el mediano plazo, por su parte, lo que más

importa es el cambio en el perfil de los estudiantes y la imposibilidad de recibir a alumnos con

financiamiento estatal, los cuales, de acuerdo con la evidencia existente, tienen una probabilidad

menor de desertar.

Una importante implicancia de los resultados obtenidos es que las universidades que

pierden la acreditación difícilmente lograrán acercarse a los indicadores de retención que tenían

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estando acreditadas, sobre todo si estas instituciones no toman medidas agresivas referentes al

financiamiento de los alumnos (que igualen las condiciones del CAE, por ejemplo). En

universidades de baja selectividad la no acreditación significa entonces importantes dificultades

para el funcionamiento de estas instituciones. A la merma en la matrícula se suma la caída en las

tasas de retención producto de los factores que se han recalcado en este trabajo. Frente a esto, la

única solución posible para estas instituciones parece ser generar mecanismos que permitan

cautelar de manera permanente la calidad de la información impartida, de tal manera que puedan

lograr la acreditación institucional y mantenerla en el tiempo.

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