educaciÓn religiosa
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trabajo de síntesis sobre la realidad actual de la educación rerligiosa en ColombiaTRANSCRIPT
RETOS Y APORTES DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA EN EL CONTEXTO DE LA FORMACIÓN INTEGRAL, A PARTIR DEL DECRETO 4500 DE 2006
Juan Manuel Marín Osorio
Juan Pablo Duarte Amado
Resumen: La permanencia de la Educación Religiosa Escolar en el sistema
educativo colombiano y su ratificación como área fundamental y obligatoria,
mediante la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994) y el Decreto 4500 de 2006
sobre la Educación Religiosa, son expresión del denodado interés por consolidar
una educación con procesos efectivos de formación integral. La adecuada formación
de la dimensión trascendente en el ser humano, principal objetivo de la ERE, es un
aspecto esencial de cara a la humanización de la educación; puesto que, una
educación humana es aquella que atendiendo a la integralidad del ser, favorece
espacios para el desarrollo de todas sus dimensiones. Educar la dimensión religiosa
se constituye en un eje articulador de verdaderas experiencias integradoras, que ha
de ser potenciado por los diferentes agentes de este loable y censurado acto
pedagógico.
Palabras clave: Educación Religiosa Escolar, educación integral, dimensión
trascendente, humanización.
Summary: Staying of School Religious Education (ERE) in the Colombian education
system and its heartland and ratification as required by the General Education Law
(Law 115 of 1994) and Decree 4500 of 2006 on Religious Education, are expression
of the fierce interest in education to consolidate a comprehensive training’s effective
processes. The proper formation of the transcendent dimension in human beings, the
main objective of the ERE, is an essential aspect towards the humanization of
education, since education is one that human response to the completeness of
being, conducive spaces for development of all its dimensions. Educating the
Estudiante del programa de Licenciatura en Teología, facultad de Filosofía y Teología; Fundación Universitaria Luis Amigó. Estudiante del programa de Licenciatura en Teología, facultad de Filosofía y Teología; Fundación Universitaria Luis Amigó.
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religious dimension, is a true linchpin of integrative experiences, which should be
enhanced by the various players of this laudable and censored pedagogical act.
Keywords: School Religious Education, integral education, transcendent dimension,
humanization.
1. Identificación e historia de la Educación Religiosa Escolar en el contexto colombiano
La Educación Religiosa Escolar (ERE) es un área obligatoria del sistema educativo
colombiano, que debe estar contenida en el Proyecto Educativo Institucional y en el
currículo de las instituciones de educación formal. Sus lineamientos y estándares
son emitidos y regulados por el Ministerio de Educación Nacional (MEN) en
colaboración con la Conferencia Episcopal de Colombia. En este sentido, la
categoría educación religiosa hace referencia a un ejercicio sistemático y riguroso de
enseñanza del fenómeno religioso en general y de los contenidos de la religión en
particular, en el ambiente de la Escuela. Por inscribirse en el contexto de la
educación formal, la ERE coopera en la consecución del propósito de “desarrollar en
el educando conocimientos, habilidades, aptitudes y valores mediante los cuales, las
personas puedan fundamentar su desarrollo en forma permanente”1.
La identificación de la ERE desde su ubicación en el marco legal de la legislación
colombiana, constituye un primer intento de delimitación del objeto del presente
escrito, puesto que es evidente cómo la abundante terminología usada para
designar la enseñanza de la religión en la Escuela, fácilmente se presta para
ambigüedades; por ejemplo, se habla indistintamente de catequesis escolar,
catequesis, catecismo, formación religiosa, ciencias religiosas o simplemente
religión. Esta pluralidad de identificaciones obedece en gran manera al proceso que
-al menos en el contexto colombiano- ha experimentado la ERE; por tal motivo, se
hace necesario presentar, de manera sintética, algunas precisiones conceptuales
que orienten la comprensión del desarrollo histórico de la educación religiosa en el
sistema educativo nacional.
1 COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA Y LA EDUCACIÓN, cita Ley 115, art. 10 y 11. En: lineamientos y estándares curriculares para el área de educación religiosa; (23 de Agosto de 2004) Santa fe de Bogotá: Conferencia Episcopal de Colombia.
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En consecuencia, es preciso acudir a los aportes de la teología sistemática,
entendida como una rama de la Teología que tiene por objeto la sistematización
estructural y orgánica de los diferentes tratados y prácticas que se circunscriben en
el marco de la disciplina teológica. La teología sistemática en su aporte a la
inteligencia de la fe, ofrece conceptualizaciones mediante las cuales es posible; por
una parte, delimitar los objetos de conocimiento de los tratados, y por otra,
establecer relaciones de interdependencia entre los mismos.
Así pues, el episcopado colombiano, haciendo uso de la labor sistemática de la
teología, entiende la ERE como “el estudio de la revelación cristiana y su experiencia
religiosa, tomada en sus diversos componentes y manifestaciones histórico-
culturales, en nuestro contexto y el de occidente. Este estudio, realizado con
métodos escolares, se orienta a identificar las características de esa experiencia
religiosa, sus formas de vivencia y expresión, su aporte a la humanización y al bien
de la sociedad y la cultura, de manera que los alumnos elaboren sus propias
conclusiones y actitudes debidamente motivados y responsables ante ese hecho
religioso”2. Según lo anterior, la Educación Religiosa es un ejercicio de carácter
académico que busca la transmisión de un conocimiento que genere en los
educandos actitudes, procedimientos y conceptos; dicha caracterización permite
intuir la estrecha relación de la ERE con la catequesis y sus afines catecismo o
catequesis escolar.
No obstante, la catequesis, pese a contar con un carácter eminentemente didáctico,
hace referencia directa a una forma específica de evangelización de los cristianos,
cuyo fin es que la fe, ilustrada por la doctrina, se torne viva, explícita y activa, para
conducir a los miembros de la comunidad cristiana a un auténtico discipulado y
seguimiento de Jesús3. En este sentido, el término catequesis se refiere a una
experiencia propia de la comunidad cristiana enfocada a la evangelización, que
pretende la generación de actitudes morales y claridades doctrinales, para dar
cuenta de la asimilación del mensaje de Jesucristo y de la pertenencia a dicha
comunidad. A manera de contraste, es posible enunciar que mientras la catequesis 2 CONFERENCIA EPISCOPAL COLOMBIANA. Guía para el desarrollo de los contenidos de la Enseñanza Religiosa Escolar en los Niveles de Básica Secundaria y Media. Colombia, 1999. p. 14.3 Cfr. SEMERARO, Marcello. La Catequesis. En: diccionario teológico enciclopédico. Estella (Navarra): Verbo Divino. (1999) p, 136.
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adelanta un trabajo de instrucción para la maduración en la fe, desde dentro de la
comunidad y hacia todos los miembros de la misma; la ERE, se esfuerza por hacer
comprensibles algunos de los contenidos y de las prácticas religiosas, sobre todo
cristianas, para un sector específico de la población, a saber: la comunidad
educativa.
Continuando con el intento de delimitación, es preciso aludir a al término religión,
con el cual también se suele identificar la asignatura de Educación Religiosa. Desde
una perspectiva muy general, este concepto posee un carácter histórico cultural y
designa las diversas formas en que se ha desarrollado la relación del hombre
creyente con el Dios en quien cree; según esto, la categoría religión, no se agota en
una conceptualización de la teología sistemática pues es la Religión el escenario en
el cual nace y se consolida la disciplina teológica, es decir, la Teología nace como
una mediación entre la cultura y la Religión. En este orden de ideas, puede sugerirse
que la Religión es el objeto de conocimiento del área de ERE, que ha de ser
adaptado para cada nivel del sistema educativo, y que en el caso colombiano tiene
un marcado matiz cristiano-católico.
Después de rastrear algunos indicios conceptuales, para la adecuada identificación
de la ERE, adquiere especial interés comprender el aporte de cada uno de los
términos con los que ésta se ha designado, en la reconstrucción de la historia más
reciente de la asignatura en el contexto colombiano. Sin embargo, es preciso señalar
que la variación en los términos ha obedecido a particularidades de la práctica
escolar, bien sea por las intencionalidades de cada institución o por las sugerencias
del Magisterio eclesial de cada región, ya que la legislación siempre ha mantenido
como identificación genérica del área, el concepto Educación Religiosa.
Según lo antes mencionado sobre la catequesis, se descubre la pertinencia de éste
término para la designación de la asignatura de Educación Religiosa en el contexto
de las políticas educativas previas a la Constitución de 1991; puesto que con la
plena vigencia del Concordato de 1973 y la designación del Catolicismo como
El Concordato es un instrumento legal que busca establecer acuerdos entre la Iglesia (Santa Sede) y un Estado, para regular las relaciones entre ellos en materias de mutuo interés. El Estado colombiano y la Santa Sede, mediante tratados internacionales han tenido desde antiguo un Concordato que regula asuntos entre las dos potestades.
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religión oficial de Estado, la Iglesia gozaba de algunos privilegios que le daban
preeminencia en muchos escenarios de la vida social, entre ellos la educación
formal. Así pues, la Iglesia de la época recibió del Estado, por medio de la ley 20 de
1974, el encargo de regular y diseñar los programas de la ERE en todas las
instituciones educativas del territorio nacional; este dato permite comprender que la
enseñanza y específicamente los contenidos del área estuvieran enfocados a la
instrucción en aras de la maduración de la fe cristiana en los educandos, lo cual está
hablando de un ejercicio eminentemente catequético; de hecho, la popularidad de
nombres como catecismo o catequesis escolar, son una consecuencia del título de
"catecismo” dado a los textos guías para la asignatura, los cuales eran elaborados
por el Magisterio eclesial colombiano (Conferencia Episcopal) y latinoamericano
(CELAM).
Con la entrada en vigencia de la nueva Constitución Política de 1991 y su
declaración de la libertad religiosa y de la igualdad de todas las confesiones ante la
Ley (art. 19), se produce un cambio notable en las perspectivas de la ERE,
sobretodo en el sector público de la educación. Ante este hecho, los programas de la
asignatura, -emitidos todavía por la Conferencia Episcopal- fueron renovados de
manera que se garantizara el derecho a la libertad religiosa de los miembros de la
comunidad educativa. Con esta innovación legislativa, se amplió el horizonte del
objeto de conocimiento de la ERE, pues en adelante le correspondió hacer y suscitar
reflexión académica sobre el fenómeno religioso en general; por lo que se
comprende que hiciera carrera el término religión en sentido genérico para la
designación del área. Sin embargo, el arraigo de la religión Católica en el grueso de
la población nacional y la preeminencia del Cristianismo en Occidente, han hecho
que en la práctica educativa se conserven muchas perspectivas del pasado en lo
que a educación religiosa se refiere.
La última reforma concordataria fue aprobada por la ley 20 de 1974, 21 años antes de la Reforma de la Constitución colombiana, llevada a cabo en 1991. (URIBE BLANCO, Mauricio- MARTIN DE AGAR, José. Concordato y jurisprudencia constitucional en Colombia. En: Revista electrónica de difusión científica – Universidad Sergio Arboleda Bogotá – Colombia http://www.usergioarboleda.edu.co/civilizar El término “Magisterio Eclesiástico” se aplica al grupo de jerarcas que ostentan una función autoritativa en lo concerniente a la enseñanza de la fe; comúnmente, las referencias a este término designan la tarea colegiada de los Obispos, de la Iglesia en general (colegio cardenalicio) o de un país o región en particular (conferencias episcopales). (cfr. RAHNER, Karl. Curso fundamental sobre la fe. Barcelona: Herder; 1979. p,436)
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En la historia reciente de la ERE en Colombia, llama la atención la bipolaridad
registrada entre la ratificación legal que ha garantizado su constante permanencia en
el sistema educativo y la dificultad para su integración y adecuada orientación en
varias instituciones escolares. A nivel legal, se pueden establecer dos fases de la
ERE, una comprendida entre el Concordato de 1973 y la Constitución Política de
1991; y la otra, desde la constitución pasando por la Ley General de Educación (Ley
115) hasta llegar al Decreto 4500 de 2006. Las mencionadas fases revisten gran
importancia, en cuanto han determinado los enfoques de programación, planeación
e investigación en torno a la ERE.
En la primera fase, no se exigen criterios diferentes a los propuestos por los
documentos del Magisterio de la Iglesia, para la justificación de la ERE en el plan
fundamental de la educación formal. El artículo XII del Concordato aclara que
“compete a la Iglesia, en desarrollo de su misión apostólica, la elaboración de los
programas y la aprobación de los textos para la Educación Religiosa Católica”.
Según lo anterior, se deduce que el Estado y por ende el sistema educativo
confieren a la religión un valor en sí misma, quizá por la singularidad de la que
gozaba el catolicismo y por su influencia en la vida social. Para este periodo
aparecen la Ley 20 de 1974 aprobatoria del Concordato en la que se da autonomía a
la Iglesia Católica para la programación y regulación de la asignatura. En el mismo
año, el Decreto 080 es enfático a la hora de presentar la obligatoriedad de la
Educación Religiosa en el plan fundamental mínimo para los diferentes niveles de la
educación formal. En este contexto, los diseños curriculares de la asignatura y los
textos guías para el desarrollo de la programación ratificaban la complementariedad
entre la educación religiosa en la Escuela y la catequesis impartida al interior de la
Iglesia. Aún con la presencia de corrientes opuestas a un modelo con las
mencionadas características, se mantuvo una rigurosidad confesional en los criterios
definidos para el desarrollo del área.
La situación de la ERE sufre algunas variaciones con el comienzo de la segunda
fase. La transición de la oficialidad de un único sistema religioso a la libertad y
pluralidad de manifestaciones religiosas, a partir de la Constitución (art. 19) y de la
Ley 133 de 1994 (art. 6), se exige en primera instancia una modificación en los
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programas del área. Quizá este hito histórico nacional, catalizó algunas de las
perspectivas críticas y de rechazo de la población en general y de la comunidad
educativa en particular frente al área de Educación Religiosa, por ser considerada
instrumento de la Iglesia para el proselitismo o para la prolongación de su
hegemonía.
Esta segunda fase ubicada en las últimas dos décadas, ha sido el periodo de
caracterizado por la crisis generalizada de la ERE, pues no se ha podido menguar
el nivel de crítica o rechazo formal ni informal; ante este panorama, se sugiere el
comienzo de un proceso de justificación de la ERE, para lo cual se hace pertinente
recurrir a la concepción de integralidad de la educación. Este es el reto investigativo
de la actualidad y el marco de referencia deseado para la programación veraz de la
asignatura. El camino ya ha sido abierto por las prescripciones de la Ley General de
Educación e impulsado por los enunciados teóricos y prácticos del Decreto 4500;
con base en estos referentes legales, la Conferencia Episcopal de Colombia ha
mostrado grandes avances en la reflexión pedagógica al respecto, mediante las
orientaciones curriculares y didácticas para el desarrollo de la ERE en las
instituciones escolares.
2. La formación integral, fundamento de la educación para la humanización
Las sociedades humanas de toda la historia han visto en la educación el canal más
adecuado para la conservación y transmisión de su peculiaridad física y espiritual.
Educación y sociedad poseen un vínculo de mutua dependencia y en esta relación la
educación ejerce una función eminentemente formativa en dos dimensiones; por una
parte, forma a los ciudadanos para la vida en comunidad; y por otra, informa a la
sociedad de las trasformaciones que en ella deben realizarse para responder a las
exigencias de los ciudadanos; es decir, educación y sociedad tienen una relación
dialéctica. A partir de esta ubicación de la educación, se comprende el carácter
procesual y flexible que a ella le corresponde, y además, se vislumbra su objetivo
fundamental que es la promoción del desarrollo integral del ser humano, en aras de
consolidar “formas mejores de existencia humana”4.
4 JAEGUER, Werner. Paideia: los ideales de la cultura griega. Bogotá: Fondo de Cultura Económica (1992) p, 4.7
La formación integral no es una mera tendencia de la educación, sino una
identificación programática, en cuanto la integralidad es el principio rector de toda
manifestación educativa en las sociedades humanas. No obstante, el deseo de una
formación más integral que responda a lo auténticamente humano, es decir, a la
naturaleza holística del hombre, surge de manera explícita con el movimiento
humanista, que a su vez retoma las posturas de la Grecia antigua frente al asunto de
la Paideia, para posteriormente materializarse en modelos pedagógicos que con
ayuda de las ciencias humanas intentan responder a la totalidad del hombre
atendiendo a sus condiciones y a sus exigencias. En consecuencia, hablar de
educación integral es evocar un proceso consolidado en la historia que es a la vez
realidad y utopía.
La permanencia de un sistema educativo caracterizado por la integralidad, obedece
en primer lugar a los lineamientos curriculares y por consiguiente a un plan de
estudios lo suficientemente estructurado y completo; pero en un segundo momento,
corresponde a todas las áreas el reconocimiento de la naturaleza integral del ser
humano, de manera que en el cumplimiento de sus objetivos específicos, no se
conviertan en promotoras de una escisión en el educando; pues, esto es desde todo
punto de vista una contradicción al fundamento de la educación humana, que es la
humanización, es decir, la revaloración de lo auténticamente humano.
Según lo anterior, la consecución de un modelo cada vez más integral de educación,
está en relación directa con la concepción de hombre, la cual debe ser
desprejuiciada y puesta al margen de intereses utilitaristas de índole política o
económica. Generalmente, la realidad compleja del hombre ha sido reducida a
alguna de sus dimensiones en detrimento de las demás; al menos, así lo
demuestran los diferentes modelos de hombre propuestos por el sistema
sociocultural imperante en cada época de la historia humana. Ante este panorama,
el rescate de lo auténticamente humano constituye una mirada del hombre en su
conjunto reconociendo la importancia de la totalidad de sus realidades; sin pensar
que la complejidad sugiera inaccesibilidad, sino una pluralidad que debe ser
contemplada y asumida desde un ejercicio constante de reflexión.
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En conclusión, lo más auténtico en el ser humano es su condición de “misterio” , es
decir, el carácter profundo de su identidad que para efectos de una mejor
comprensión es entendida desde la clasificación por dimensiones o arquetipos, a los
que debe atender la educación de manera específica y holística, paralelamente. La
integridad en la persona hace referencia a la “posesión por entero de todas las
propiedades que por naturaleza le corresponden”5; en consecuencia, la educación
integral constituye un esfuerzo por dar unidad a todos los aspectos posibles de la
vida humana.
Al respecto de la promoción de una formación cada vez más integral con miras a la
humanización, resulta sensato poner de relieve que éste es un interés compartido
por diversas disciplinas, sobretodo en un contexto cultural como el actual, donde
pseudovalores derivados del materialismo han puesto de soslayo las características
esenciales y ónticas del ser; un ejemplo muy claro de la empresa humanizante
puede encontrarse en las conceptualizaciones pedagógicas sobre el acto educativo,
pues cada vez se hace mayor énfasis en la generación de aprendizajes significativos
que potencialicen al ser en sus relaciones intersubjetivas y en sus dominios:
“cognoscitivo, procedimental y actitudinal; es decir, en los ámbitos del saber, saber
hacer y del ser”6.
3. La Educación Religiosa Escolar en el contexto de la formación integral
En lo concerniente a la realidad integral que constituye al ser humano, es importante
hacer referencia a su condición religiosa de la que se deriva una ineludible
dimensión trascendental. El fenómeno de lo religioso cuenta con diferentes
manifestaciones en todas las culturas; en efecto, aún con las peculiaridades que
demarcan las condiciones de tiempo y de espacio, son abundantes los vestigios
tangibles e intangibles que dan cuenta de la inquietud humana por el Misterio de la
La identificación del hombre como “misterio” es una propuesta de la filosofía personalista, específicamente Gabriel Marcel en su libro el misterio del ser enuncia que considerar al hombre como “misterio” es abordar lo inagotable que es el ser y que nunca llegaremos a conocerlo plenamente ni a realizarlo en su integridad. (cf. VÉLEZ, Jaime. El Hombre es un Enigma. Bogotá: CELAM; 2001. p, 15.) 5 VILLALOBOS, Elvia Marveya. Didáctica integrativa y el proceso de aprendizaje. México: Trillas, 2007. p, 26.6 ZULUAGA LÓPEZ, Rodrigo Hernán. La transversalidad: un enfoque pedagógico de los contenidos de la Educación Religiosa Escolar. Medellín, 2006; p, 40. Trabajo de grado (licenciatura en ciencias religiosas) Universidad Pontifica Bolivariana. Facultad de Teología.
9
trascendencia; por este motivo, ciencias humanas como la Antropología, la
Sociología, e incluso algunas corrientes psicológicas; apuntan a la comprensión de
esta dimensión, que por descontado afirman y defienden. Independiente de su
designación, la dimensión religiosa o trascendente sigue siendo elemento
constitutivo de la realidad humana, puesto que “la relación relevante de la persona
está en el nivel trascendental, ámbito en el cual es capaz de preguntarse por la
existencia de algo o de alguien que trascienda la realidad y que pueda dar respuesta
al sentido último de la existencia”7. En este sentido, la presencia de la Educación
Religiosa en el sistema escolar es garante de una educación orientada por la
concepción integral de ser humano; es decir, animada por la búsqueda de lo
auténticamente humano.
Se afirma que la Educación Religiosa es “la educación en los valores, totalmente
asumidos, a la luz de la revelación, para brindar respuestas a las necesidades
integrales del ser humano en su totalidad”8. La validez de estas respuestas reposa
en la carga antropológica que por la encarnación de Jesucristo, es ineludible a la
manifestación del Dios cristiano; es decir, el Dios hecho hombre, se convierte en la
propuesta de un estilo de vida válido para el hombre de todos los tiempos y capaz
de aportar plenitud y realización al ser humano completo. Así pues, es válido afirmar
que la ERE, como potenciadora de la naturaleza espiritual y religiosa, se
circunscribe en el propósito fundamental del sistema educativo: la formación integral
del ser humano9. Los estudios actuales sobre la Educación Religiosa, coinciden en
apuntar a su carácter articulador en aras de brindar una educación que responda a
las necesidades de cada una de las dimensiones del desarrollo humano; la viabilidad
y el sustento de este tipo de afirmaciones puede sentarse en el hecho de que la
religión a nivel general cumple una misión integradora en el ser humano, puesto que
su sentido se deriva de la carga evocadora de la etimología “religare” que quiere
decir volver a unir, religar.
“El misterio, puesto que trata del ser, abarca a todos los seres, y por eso se extiende hasta lo infinito. Por ser misterio escondido y secreto escapa a la sola inteligencia” (Op. Cit. VÉLEZ. p, 15).7 Op. Cit. VILLALOBOS, E.2007; p, 27. 8 AGUDELO, Humberto Arturo. Educación en los valores. Bogotá: Paulinas. 2000. p, 19.9 Cfr. LEY GENERAL DE EDUCACIÓN, Ley 115 de febrero 8 de 1994 (art. 5).
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En este orden de ideas, se puede inferir que las constantes referencias de la
legislación colombiana en materia educativa, a la importancia y obligatoriedad de la
Educación Religiosa, demuestran el interés del Estado por fortalecer los procesos de
formación integral, ratificados en los pactos internacionales; tanto la ley 115 como el
Decreto 4500 no desconocen la dimensión trascendente de la persona. Aunque
pueda pensarse que la figura de autoridad de la Iglesia en Colombia, sea un
fundamento para determinar la inserción de la Educación Religiosa en el plan de
estudios de todos los niveles del sistema educativo, la principal causa radica en la
concepción integral del ser humano y consiguientemente en la búsqueda de una
formación igualmente íntegra.
En consecuencia con lo anterior, la Constitución Política de Colombia hablando del
derecho a la educación, pone en el estado la responsabilidad de “regular y ejercer la
suprema inspección y vigilancia de la educación con el fin de velar por su calidad,
por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y física
de los educandos” (art. 67). En este artículo, aparece una insinuación implícita a la
necesidad de la educación religiosa, pues se reconoce la importancia de la
formación moral del educando; además, en la exigencia hecha al Estado de hacer
veeduría del cumplimiento de los fines se establece la concordancia con el artículo 5
de la Ley General de Educación, en el cual se contemplan los fines del sistema
educativo, que enfatizan en la consolidación de un proceso de “formación integral,
física, psíquica, intelectual, espiritual, social, afectiva, ética, cívica”; aquí tiene
resonancia nuevamente la importancia de la educación religiosa para el buen
desarrollo de la educación en Colombia.
De manera explícita la Ley General de Educación declara que la Educación
Religiosa es un área obligatoria y fundamental del sistema educativo (art. 23); sin
embargo, la práctica educativa en las instituciones escolares fue degenerando en un
desinterés por la asignatura y en muchas controversias en torno a su desarrollo; por
tal motivo, el Estado en uso de sus atribuciones legales, vio pertinente pronunciarse
frente a la problemática mediante el Decreto 4500 de 2006, donde se reafirma el
carácter de obligatoriedad y se dan algunas indicaciones de orden reflexivo y
práctico para la total vinculación de la Educación Religiosa Escolar en los Proyectos
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Educativos Institucionales (PEI). No obstante, la obligatoriedad de la ERE, el decreto
se cuida de hacer objeción al derecho de libertad de cultos contemplado en la
Constitución Política (art. 19), ya que presenta una formulación es flexible y de
carácter orientador.
Según el decreto 4500 la Educación Religiosa “se fundamenta en una concepción
integral de la persona sin desconocer su dimensión trascendente” (art. 3); y en
cuanto a su desarrollo se enfatiza en la consideración de los aspectos tanto
académicos como formativos. Sin embargo, aún con el carácter académico de la
ERE y con el respeto debido a las demás confesiones religiosas, no se ha de perder
de vista que la práctica educativa de la asignatura no puede restringirse a una labor
meramente intelectual; pues, aunque el área tal como se ha expuesto difiera
notablemente de la catequesis, debe presentar los contenidos mediante un modelo
didáctico eminentemente experimental, capaz de generar en los estudiantes
actitudes que conduzcan a una vivencia, si no confesional sí esencial del proyecto
de Jesús. En este sentido resulta iluminador hacer memoria de la comprensión que
tiene el Concilio Vaticano II acerca de la ERE.
La Educación Religiosa busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más
conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras son iniciados gradualmente en
el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en
espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), ante todo en la acción litúrgica, adaptándose a vivir
según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad (Ef. 4,22-24), y así lleguen al
hombre perfecto, a la edad de la plenitud de Cristo (cf. Ef. 4,13) y contribuyan al
crecimiento del cuerpo místico. Ellos, además, conscientes de su vocación,
acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza que en ellos hay (cf. 1Pe 3,15) y a
ayudar a la conformación cristiana del mundo, mediante la cual los valores naturales
contenidos en la consideración integral del hombre redimido por Cristo contribuya al
bien de toda la sociedad.10
El Concilio Vaticano II, hace caer en la cuenta de una riqueza presente en la
totalidad del ser humano, tal como es la condición religiosa. Esta dimensión no debe
ser aislada de otras realidades del ser humano (física y psicológica), antes bien
10 CONCILIO VATICANO II, Documentos completos. Declaración “Gravissimum Educationis Momentum”. Bogotá: Paulinas, 1981. p, 377.
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deben ser leídas en su conjunto e interpretadas como partes de una misma unidad
presente en la persona humana; estos aspectos resaltados por el documento
magisterial presentan una evidente concordancia con las formulaciones legales que
se han mencionado, especialmente en la Ley General y en el Decreto 4500.
4. Educar la dimensión trascendente del ser humano, un camino de humanización
Con la certeza de que el hombre está constituido por una dimensión trascendente,
es preciso tener presente que la formación humana integral debe abarcar dicha
dimensión. Atender a la dimensión trascendente del ser humano o concebir su
adecuado desarrollo desde el currículo formativo, es de antemano un ejercicio de
humanización de la educación; en cuanto, la antropología que orienta los
lineamientos curriculares parte de una imagen de hombre holístico.
Con la inclusión de la ERE en el sistema escolar, la educación gana en
humanización; puesto que, la religión constituye una mediación para el buen
desarrollo de la persona y de las comunidades; ya que toda experiencia religiosa
cumple una función performativa en el sujeto que la vive. Paradójicamente, en la
actualidad, es evidente el hecho de que cada vez son más pocos los ciudadanos
que asumen los valores cristianos como un elemento de su identidad cultural; lo cual
indica que, lo religioso no cuenta con un sustento antropológico de peso; tanto en el
individuo como en la sociedad, la religión aparece como un acto escindido de su
identidad; es decir, lo religioso ha dejado de ser significativo y determinante en la
experiencia humana y se ha reducido a la celebración tradicional de una serie de
ritos. En consecuencia el ser humano de hoy, “no siente la necesidad de un
compromiso eclesial y evangelizador. Así se explica la incoherencia que se da entre
la fe que se dice profesar y el compromiso real de la vida"11.
En medio de un contexto, con estas características, se hace indispensable
emprender una movilización por el rescate de lo simbólico y de lo religioso en el
hombre. La formación de la dimensión trascendente es un rescate de los valores
auténticamente humanos, que generen en los educandos el deseo de
11 IV CONFERENCIA EPISCOPAL LATINOAMERICANA. Santo Domingo. Conclusiones. 1992. N 9613
comprometerse en la creación de un mundo más habitable y de una sociedad más
solidaria y tolerante. Es ahora cuando se piensa en la misión esencial de la
educación, sacar de la masa; la cual le viene dada desde su etimología “educare”;
en este sentido, resulta absolutamente necesario, que la ERE se inspire y se
fundamente en la transmisión de una antropología centrada en los valores
propiamente evangélicos y que unifique las mentalidades científicas y humanistas.
La ERE adquiere un carácter relevante para la humanización de la persona, pero
esta responsabilidad radica en cada miembro de la comunidad educativa; puesto
que la formación de seres humanos para la realización personal y para la vida en
comunidad no es un asunto exclusivo de las ciencias humanas.
Cuando se piensa en la propuesta de una educación que concibe la promoción de la
dimensión trascendente, se sugiere que ella no debe fijarse de modo exclusivo en
los contenidos e informaciones que construyen y consolidan el pensamiento; como
ya lo ha reflexionado la pedagogía, el núcleo de una educación verdaderamente
humana se cimienta sobre otros aspectos igualmente profundos, tal como son los
valores y las virtudes humanas, en su mayoría discernidas y promulgadas desde la
Iglesia, quien apela directamente a las consideraciones construidas por la
antropología religiosa.
Hablar de Educación Religiosa en Occidente, aún con las corrientes laicistas y
seculares, evoca un ejercicio de transmisión, proclamación y sensibilización de los
principios del Cristianismo; así pues, la adecuada ejecución del área deberá atender
a los valores evangélicos, que promueven la dignificación de la persona y la
construcción de una comunidad de seres humanos, que por su manera de
relacionarse, se convierten en lugar teológico; es decir, en revelación de Dios para
todos los hombres. Todo lo anterior, exige traspasar las fronteras conceptuales,
situación que para nuestra mentalidad, heredera del cartesianismo y el positivismo,
se considera todo un reto. La ERE es portadora de humanización por su
armonización de elementos conceptuales y experienciales; por lo que se puede
pensar que en el acto pedagógico de la enseñanza de la religión, se plantean
posibles soluciones al reto de la coherencia humana, entendida como integración de
teoría y praxis; reto que se plantea de manera específica en el campo de la
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educación, en la búsqueda de procesos que generen aprendizajes significativos
capaces de articular competencias desde el saber, el saber hacer y el ser. La ERE,
si es enfocada adecuadamente puede consolidarse en el canal mediante el cual la
educación interpela a la sociedad, ya que ella tiene a aportar al educando
experiencias significativas de aprendizaje.
Lo ya expuesto sobre educar desde la trascendencia para humanizar, amerita una
incipiente profundización en el término “trascendencia”. Este vocablo ofrece una
gama amplia de significados; por ejemplo uno de los significados de trascender es el
espacial, o fundado en una imagen de carácter espacial. Según ello, trascender
significa “ir de un lugar a otro, atravesando o traspasando cierto límite”12; según esto,
la realidad que traspasa el límite es llamada trascendente y la acción y efecto de
estar más allá de un límite dado, es la trascendencia. Otra definición apuntaría a lo
siguiente: “algo trascendente es superior a algo inmanente, hasta el punto de que
cuando se ha querido destacar la superioridad infinita de Dios respecto a lo creado
se ha dicho que Dios trasciende lo creado e inclusive que Dios es trascendencia”13;
así pues, algo trascendental es algo realmente importante y capital. En el contexto
de la educación, las definiciones apuntan a considerar que ella abarca la vida entera
de la persona, el concepto de trascendencia desempeña un papel importante en el
modo de concebir a la persona, el ser humano tiene la posibilidad de trascender, y
ello además “no es lo remoto, sino de alguna manera lo más cercano, pues es el ser
mismo trascendente que se abre a la comprensión y se comporta en su verdad.”14
En consecuencia con lo presentado, se establece que la formación para que sea
efectivamente humana debe ser intensamente integral, de manera que el alumno
considere en su educación la importancia de formarse en la dimensión trascendente,
pues: “no nos podemos quedar en una ética, fundamentada para el tiempo y el
espacio. Es necesario también fijarnos en las virtudes cristianas, para complemento
y ubicación del ser, ante valores que iluminan y clarifican el deber ser de lo
existencial humano. Realidades que son más diáfanas a la luz de la esperanza y la
Caridad”15. Es así como, la educación podría preparar al ser humano para una 12 FERRATER MORA, José. Trascendencia. En: Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel, 2001. v, IV (Q-Z); p, 3565.13 Ibíd. p, 3565.14 Ibíd. p, 3566.15 AGUDELO, Arturo. Educación en los valores. Bogotá: Paulinas, 2000. p. 29
15
autentica formación en el plano de lo humano que abarca, como se subraya a través
de presente escrito, un objetivo básico del acto educativo.
5. La situación actual de la Educación Religiosa: aportes y retos
La Educación Religiosa Escolar (ERE), entendida como un área fundamental del
sistema educativo colombiano, que mediante la educación en los valores asumidos
desde la revelación, propicia el adecuado desarrollo de la dimensión trascendente y
en consecuencia, aporta a la formación integral de los educandos; pasa en la
actualidad por una realidad compleja que para efectos de su comprensión puede ser
vista en términos de aportes y retos, desde su lugar de inserción en el sistema
educativo que propende por la integralidad. A continuación, se presentará un
compendio de los aportes más significativos de la ERE a la educación integral, a
partir de su carácter articulador; para seguidamente, contrastarlos con los asuntos
que permanecen pendientes en la consolidación del área en el contexto del los
planes educativos, y que se formulan como retos.
La humanización de la educación, un camino posible desde la ERE
Es preciso aludir que el interés por la fundamentación de la Educación Religiosa a
partir de la concepción de integralidad de la educación, surge como respuesta a la
sospecha de la que ha sido objeto la religión en general y como defensa de la
dimensión espiritual o trascendente en el hombre, germen de armonía e integración
personal y colectiva. Este aporte de la religión, adquiere importancia, sobre todo si
se tiene en cuenta que uno de los grandes indicios de deshumanización en los
diferentes escenarios de la sociedad, radica en la visión fragmentada del hombre,
resultante de un acelerado y arrollador proceso de separación en las dimensiones
esenciales del ser.
La ERE, como mediación didáctica de la religión, aporta en la reconstrucción más
sensata del concepto de hombre y de su identidad; ya que suscita en el ámbito
educativo la importancia de la religación, es decir, de la reivindicación del hombre en
relación consigo mismo, con los otros, con el cosmos y con la Trascendencia. El
espacio dedicado a la asignatura de Educación Religiosa, se convierte en el
16
escenario propicio para hacer reflexión sobre el hombre y su contexto vital, mediante
el desarrollo de conceptos, procedimientos y actitudes.
De cara a la formación integral, la ERE intenta ofrecer planes y programaciones que
tiendan a la generación de aprendizajes significativos, según lo presentado por un
abundante número de textos guías, se armonizan de manera adecuada enfoques
como el experiencial, el argumentativo y el celebrativo; los cuales, expresan en su
conjunto el camino más adecuado para potenciar la dimensión trascendente, puesto
que la vinculación de los estudiantes en un desarrollo didáctico desde tales
enfoques, sugiere casi por consecuencia lógica, la creación de una sensibilidad ante
el hecho religioso.
Desde una perspectiva más ambiciosa, se puede concluir afirmando que la ERE no
agota su aporte a la educación integral, en la especificidad de su objeto de
conocimiento. Ella, ejerce una función articuladora en el proceso educativo; en
primer lugar, porque muchos de sus contenidos son materia recurrente de planes
curriculares transversales, debido a la creciente necesidad de su difusión ante las
problemáticas en las que se mueve y a las que se enfrenta el ser humano
contemporáneo; y en segundo lugar, por sus latentes esfuerzos de integración de lo
teórico y lo práctico, que derivan de la concepción holística de ser humano.
Con el ánimo de iluminar las anteriores reflexiones desde el marco legal vigente para
la ERE, se evidencia que la vinculación efectiva del área no constituye un
menoscabo de la autonomía institucional, puesto que además, de que a nivel
legislativo la autonomía sugiere sujeción, se ofrece la posibilidad de determinar la
intensidad horaria de acuerdo a las prioridades de cada institución; el carácter
flexible de la ERE es un aporte para la programación de un diseño curricular
ampliamente integrador.
Otro gran aporte de la ERE a la formación integral, a partir del decreto 4500,
consiste en la consideración y revaloración de la dimensión trascendente mediante
la articulación de aspectos formativos y académicos; así como, la posibilidad que se
brinda de realizar un diagnóstico evaluativo cada vez más completo, que permite
17
vislumbrar el avance en el proceso de desarrollo de la persona en todas sus
dimensiones y de la institución en el conjunto de sus propósitos.
Por otra parte, el decreto confirma el gran aporte de la ERE en la consolidación de
una conciencia crítica en los estudiantes, puesto que mediante su ejecución, se abre
la posibilidad de que el estudiante tome opciones respecto de su inclinación religiosa
o confesional; conjuntamente, se brinda desde la asignatura un espacio que
favorece la libertad del estudiante, aspecto determinante en la consolidación de una
personalidad íntegra.
En último término, las formulaciones hechas por el Decreto sobre la ERE determinan
un aporte frontal en la instauración de un sistema educativo más acorde a los fines
propuestos por la Ley General de Educación, ya que se plantea que esta área, como
todas las demás debe ser orientada por un docente cualificado y lo suficientemente
preparado; ya que, la educación integral no es una negación de los saberes
específicos, sino una reificación de los mismos de cara a desentrañar su utilidad en
el desarrollo humano.
La vinculación efectiva de la ERE en los planes educativos, una tarea pendiente
La discusión en torno a la permanencia, obligatoriedad o enfoque de la ERE en las
instituciones educativas oficiales, así como las constantes críticas y desprestigios de
la misma; son una manifestación del fenómeno de “indiferencia religiosa” presente
en la sociedad. Se entiende por indiferencia religiosa “la actitud de alejamiento de la
fe”16 que se muestra en diferentes grados como increencia, agnosticismo y ateísmo;
de estos grados el que más se ha popularizado en el contexto latinoamericano y que
además constituye una causa directa para la crisis de la ERE en Colombia, es el de
la increencia. Este grado se caracteriza por una inclinación a salvaguardar la
dimensión trascendente al margen de una comunidad de fe específica; es más bien,
un rechazo frontal a las instituciones eclesiales y la promoción de una práctica
religiosa no confesional, que consiste en la vivencia íntima y personal de la fe. La
corriente de la increencia, es consecuencia de la sospecha generalizada de la
16 VÉLEZ COREA, Jaime. Cultura y no creencia en América Latina. Bogotá: CELAM. 1998. (serie: fe y cultura No, 3) p, 434.
18
postmodernidad a lo institucional, y la causa del ambiente religioso sincrético,
característico de esta época, que desvirtúa el auténtico sentido de la religión en la
vida humana.
La consolidación del fenómeno de la indiferencia religiosa y sus derivados, son el
resultado de un proceso dado en la historia, del que es preciso resaltar algunas
características generales. Con esto, no se pretende la elaboración de un ensayo
histórico sobre la religión y sus medios de transmisión de la fe; sino que se busca, a
partir de algunas claves históricas, contextualizar la realidad de la educación
religiosa, para identificar su importancia en un proceso educativo que pretenda la
formación integral de la persona.
A manera de referente histórico es pertinente aludir a la centralidad que durante
varios siglos tuvo la educación religiosa en el currículo formativo. De ello dan cuenta
las máximas escolásticas que consideraban a la filosofía, y por tanto a las demás
disciplinas profanas, sirvientas o esclavas de la Teología; dicha centralidad obedecía
a la estructuración teocéntrica de la sociedad y a la preeminencia que ostentaba la
Iglesia en el contexto de la dirección de los estados. Posteriormente, en la época de
las reformas, empiezan a menguarse las perspectivas unívocas en lo que a religión y
Revelación se refiere; puesto que la postura de la Iglesia oficial encuentra una
oposición en otras voces que sugieren nuevas formas de comprender y presentar la
religión. Tal antecedente, se convierte en el caldo de cultivo para que gran parte de
la sociedad comience a ver con sospecha y criticidad el fenómeno religioso, hasta el
punto de mantener la religión a distancia de los demás asuntos de la vida social y
política; esta actitud se generalizó hasta ser acogida por gruesos sectores de la
población, y se ha prolongado desde tiempos de la revolución industrial y del
iluminismo hasta la contemporaneidad, adquiriendo diversas manifestaciones para
tomar forma en lo que hoy se conoce como “indiferencia religiosa”.
El anterior contexto histórico constituye una síntesis muy somera sobre el proceso
del fenómeno religioso; no obstante, en él se ponen de relieve a manera de
contraste, las líneas fundamentales para comprender en qué medida las posiciones
bipolares de la religión (aprobación Vs desaprobación), han afectado la realidad
19
actual, caracterizada por la indiferencia generalizada frente a lo religioso y por la
presencia de una pluralidad indiscriminada de formas religiosas.
Respondiendo a una comprensión deductiva de la sociedad, se han señalado
aspectos de la religión en general, por considerar que estos favorecen el rastreo de
los indicios de la realidad particular de la educación religiosa en las instituciones
educativas; pues se considera que la Escuela es una síntesis de la sociedad, ya que
en ella se hacen presentes de manera incipiente los pensamientos y
comportamientos característicos de un colectivo determinado.
Según lo enunciado, se entiende que los temas relacionados con la religión y por
tanto la educación religiosa, no encuentren un asidero en el entorno social
contemporáneo; por ello, dar a conocer las formulaciones de la fe es un asunto que
ha perdido interés en el colectivo social. Más concretamente, es evidente el reducido
número de personas, vinculadas a una institución educativa, que muestran empatía
con el área religión; la población juvenil, especialmente, es heredera de la
indiferencia religiosa patente en la sociedad. Esta tendencia, es amparada y
promovida por las diversas propuestas culturales y en parte por los medios de
comunicación que intentan presentar una imagen desfigurada de la religión,
mediante el escarnio de las limitaciones de la institución eclesial.
Hasta aquí se ha hecho un esbozo del principal reto de la ERE como es la
indiferencia religiosa, ésta realidad sugiere; una fundamentación teórica sólida y
sensata, así como la implementación de una práctica cada vez más seria y profunda;
solamente así, se conseguirá una variación en la comprensión de la ERE y
consiguientemente su consolidación plena tanto en el sistema escolar, como en el
colectivo de la comunidad educativa.
Para el caso colombiano, ya se han enunciado las particularidades en la primera
parte de este escrito; sin embargo, se ha de tener en cuenta que la realidad de la
ERE debe ser reflexionada y evaluada a partir del instrumento legal, que hoy la
respalda y regula su ejecución; a saber: Decreto 4500 del 19 de diciembre de 2006.
Por razones lógicas, el Decreto antes mencionado hace una cuidadosa
concordancia con otros instrumentos legales que abordan la misma temática; a este
20
punto puede pensarse que uno de los retos que se derivan para la ERE es el
adecuado conocimiento de la normatividad vigente, pues con sujeción a ésta se
puede encontrar un derrotero que determine el curso adecuado de la asignatura en
los colegios; paralelo a esto, aparece como reto una interpretación detallada de
todos los instrumento, pues en su conjunto se evidencia una latente ambigüedad en
las formulaciones.
Todavía la elaboración y revisión adecuada del PEI sigue siendo una tarea
pendiente para no pocas instituciones; y justamente de esta problemática general
surge otro de los retos planteados a la ERE desde el Decreto 4500, que consiste en
la distribución consciente y coherente de la intensidad horaria, pues sale a la vista
que la elaboración de los horarios institucionales obedecen más a un problema de
funcionalidad que de realización de los objetivos planteados en el PEI. En este
mismo sentido, aún no se tiene la suficiente claridad ni los insumos adecuados, para
permitir desde todo punto de vista la libertad religiosa; por una parte, las
instituciones no se esfuerzan en la elaboración de programas alternos para aquellos
que en atención al artículo 68 de la C.P.N, se abstengan de recibir la asignatura de
educación religiosa; y por otra, permanece sin resolver el asunto de los contenidos,
donde quizá, se registra el mayor nivel de ambigüedad entre las disposiciones
legales y las práctica estatales. Específicamente, es casi risible el hecho de que se
impida el proselitismo a favor de un credo específico, y la elaboración de los
programas y la regulación parcial del área sean responsabilidad de la Conferencia
Episcopal de Colombia.
En último término, el Decreto hace alusión a la idoneidad de los docentes de la ERE,
donde también se vislumbra un gran reto; en cuanto que, el adecuado desarrollo del
plan del área depende en gran manera de la capacidad y conocimiento de quien la
oriente. Y la práctica en las instituciones muestra sin ambages que no siempre la
asignación del área se hace a personas formadas con estudios en el área. “También
la falta de una adecuada consideración de la asignatura en el sistema de evaluación
escolar es obstáculo para el cumplimiento acabado del trabajo de los maestros. En
el fondo, por diversas razones y motivaciones, la dimensión religiosa de la educación
21
de nuestros alumnos no siempre tiene el lugar que le corresponde en el proceso de
enseñanza-aprendizaje”.17
Del intento de solución y de la elaboración de respuesta a estos retos, depende en
gran manera la configuración de la ERE como una asignatura que favorece la
realización de una educación integral; pero ¿sobre quién recae directamente el
llamado de atención acerca de los retos? ¿Quién está al frente del adecuado
desarrollo de la ERE? En consecuencia con lo que se ha venido enunciando, puede
pensarse que existe una responsabilidad colectiva de toda la comunidad educativa;
el gobierno por medio del MEN, la autoridad eclesiástica y las instituciones escolares
(directivas, docentes, padres de familia y estudiantes); pero, esta tarea colegiada
debe consolidarse y hacerse con mayor tenacidad; para hacer notar que la ERE es
parte esencial de la formación integral de todo ciudadano y que su permanencia en
el sistema educativo es: consecuencia de una imagen holística de ser humano y
causa de una sociedad más atenta a tal condición humana.
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