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DOS CARTAS INEDITAS DE GABRIELA MISTRAL A LYDIA CABRERA POR ONILDA A. JIMENEZ Jersey City of College Teresa de la Parra fue el eslab6n que uni6 a Gabriela Mistral y a Lydia Cabrera. La chilena y la cubana se conocieron en Barcelona en 1935, cuando Teresa regresaba de una larga estancia en el sanatorio de Leysin, en Suiza. Gabriela habia cultivado su amistad en la 6poca en que Teresa adornaba con su belleza, su elegancia y su encanto las tertulias literarias de la numerosa colonia hispanoamericana de Paris: Tan hermosa era la venezolana que su belleza hacia olvidar su ran- go literario dejando a las gentes en el puro disfrute de una criatura lograda a toda maestria corporal. Mirindola se daba las gracias por ella al artesano o angel de la raza 1 En Barcelona se encontr6 una segunda Teresa, aniquilada fisicamente por la tuberculosis, pero estoica y entera ante la certeza de su destino. En los meses siguientes al encuentro en Catalufia, Gabriela visitaba a menudo el apartamento de su amiga venezolana en Madrid, en la calle Mario Roso de Luna, el cual, segin Lydia, era un desvan que habia ocupado antes Pablo Neruda y que encontraron leno de botellas. Muchas veces almorzaba y se pasaba el dia con ellas. La dedicaci6n de Lydia a Teresa, acompafiandola y cuidindola en los tristes momentos de la enfermedad y la muerte fue lo que, segun la propia Lydia, motiv6 el afecto que Gabriela le profesaba: «... su inica y noble enfermera, la cubana Lydia Cabrera, que a la hora del desbande de las amistades estaba * Agradezco muy sinceramente a Lydia Cabrera y Ana Rosa Nifiez su gen- tileza al permitirme publicar dos cartas indditas de Gabriela Mistral. 1 Gabriela Mistral, <Dos recados sobre Teresa de la Parra?, en Repertorio Arnericano, 26 de septiembre de 1936, p. 161.

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Page 1: DOS CARTAS INEDITAS DE GABRIELA MISTRAL A LYDIA …

DOS CARTAS INEDITASDE GABRIELA MISTRAL A LYDIA CABRERA

POR

ONILDA A. JIMENEZ

Jersey City of College

Teresa de la Parra fue el eslab6n que uni6 a Gabriela Mistral y aLydia Cabrera. La chilena y la cubana se conocieron en Barcelonaen 1935, cuando Teresa regresaba de una larga estancia en el sanatoriode Leysin, en Suiza. Gabriela habia cultivado su amistad en la 6pocaen que Teresa adornaba con su belleza, su elegancia y su encanto lastertulias literarias de la numerosa colonia hispanoamericana de Paris:

Tan hermosa era la venezolana que su belleza hacia olvidar su ran-go literario dejando a las gentes en el puro disfrute de una criaturalograda a toda maestria corporal. Mirindola se daba las gracias porella al artesano o angel de la raza 1

En Barcelona se encontr6 una segunda Teresa, aniquilada fisicamentepor la tuberculosis, pero estoica y entera ante la certeza de su destino.

En los meses siguientes al encuentro en Catalufia, Gabriela visitaba amenudo el apartamento de su amiga venezolana en Madrid, en lacalle Mario Roso de Luna, el cual, segin Lydia, era un desvan que habiaocupado antes Pablo Neruda y que encontraron leno de botellas. Muchasveces almorzaba y se pasaba el dia con ellas. La dedicaci6n de Lydiaa Teresa, acompafiandola y cuidindola en los tristes momentos de laenfermedad y la muerte fue lo que, segun la propia Lydia, motiv6 elafecto que Gabriela le profesaba: «... su inica y noble enfermera, lacubana Lydia Cabrera, que a la hora del desbande de las amistades estaba

* Agradezco muy sinceramente a Lydia Cabrera y Ana Rosa Nifiez su gen-tileza al permitirme publicar dos cartas indditas de Gabriela Mistral.

1 Gabriela Mistral, <Dos recados sobre Teresa de la Parra?, en RepertorioArnericano, 26 de septiembre de 1936, p. 161.

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con ella y quedaria a su lado hasta las postrimerias>> 2. En efecto, Lydiala acompafi6 sus (iltimos cuatro o cinco afios, primero en el sanatoriode Leysin, donde al visitarla se qued6, dolida de su soledad, y despuesen Espafia.

Cuando Gabriela fue trasladada a Lisboa como c6nsul de segundaclase, en octubre de 1935, debido al incidente con los espafioles deSantiago de Chile, que la acusaron de expresarse mal de Espafia, vio poriltima vez a Teresa, que muri6 en abril de 1936 en Madrid, no asi a

Lydia, a quien siempre trataba de localizar cuando iba a Cuba y a quienvolvi6 a ver varias veces.

El aprecio a Lydia Cabrera por parte de la poetisa chilena no era,sin embargo, producto s61o de su actitud hacia la malograda Teresa de laParra. Gabriela tenia tambidn por la cuentista cubana un aprecio lite-rario <<definitivo y vertical>, y en la carta I menciona <su trabajo pre-cioso>> y le pide datos para escribir un articulo sobre ella. Datos que,desgraciadamente, Lydia, demasiado modesta y despreocupada de su obra,no le ofreci6 nunca:

Recuerdo que me echaba en cara porque no me tomaba en serio,y me refifa porque tardaba en publicar en espafiol mi primer libro decuentos, escritos para entretener a Teresa de la Parra en el Sanatoriode Leysin, y que ley6 por casualidad Francis de Miomandre 3.

Se refiere a Contes Negres de Cuba, publicados por Gallimard, Paris,1936. Se frustr6 asi lo que habria sido un interesante y valioso mate-rial para el estudio de su critica literaria: su <<Recado para Lydia Ca-brera . Y comprobamos la seriedad con que escribia esos articulos, yaque trata de documentarse sobre la formaci6n intelectual y los escritoresque mis influyeron en ella.

La carta I, sin fecha ni lugar de procedencia, debe de ser de principiosde 1937, tal vez enero o febrero, desde Lisboa, pues hace referenciaa la prolongaci6n de un viaje a Alemania y Dinamarca. En noviembrede 1936 la maestra de Elqui march6 a Paris para asistir a una reuni6ndel Instituto de Cooperaci6n Intelectual, del cual formaba parte. El via-je se extendi6 a Alemania y a Dinamarca, donde actuaba como ministroplenipotenciario de M6xico su gran amiga Palma Guill6n. Dur6, seglin lacarta, dos meses. La posdata, indicando que Lydia le escriba a la Lega-ci6n de Chile en Lisboa, casi confirma que fue escrita desde la capitallusitana.

2 Mistral, <Dos recados sobre Teresa de la Parra>, en Repertorio Americano,p. 162.

3 Lydia Cabrera. Carta a la autora, 2 de mayo de 1978.

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Es de notar la preocupaci6n de Gabriela por lo que ella consideraun cambio en Lydia. Nuestra Premio Nobel 1945 era un ser muy sus-ceptible e imaginativo, <<una vieja con lados nifios>>, como ella dice enla carta, traumatizada por la hostilidad en su nifiez y juventud, miem-bro de una familia reducida en que falt6 el padre y que se extingui6 antesque ella, y ademis con muy pocos afectos verdaderos, pese a que muchosacudian atraidos por su fama. Segin la autora de El Monte, tal mudanzaen su aprecio hacia Gabriela s61o existia en la imaginaci6n de 6sta, pues,al contrario, siempre le tuvo gran estimaci6n y recibi6 atenciones suyas:<<Pero estoy segura que no estaba 'mudada', pues nunca me disgust6 conella, nunca fue desagradable conmigo, sino todo lo contrario>> 4

Hay un marcado interes de la poetisa chilena que nos ayuda muchoa conocerla en su perfil humano, en acercarse al alma de sus amigos.Reconoce que de la cubana s610o ha visto su gesto de generosidad yaltruismo hacia Teresa, pero hay dos angulos que le permanecen veda-dos y que considera indispensables para completar la imagen: las ideassociales y <lo cubano>>. Respecto a lo primero, Gabriela no era poetade un mundo abstracto, ajena a la realidad social, sino todo lo contrario.Sus grandes discusiones con Miguel de Unamuno giraban en torno alindio de America. Le preocupaba tambidn el bienestar del campesinoy del obrero, la educaci6n del nifio (por algo fue maestra) y el tra-bajo de la mujer. Crefa en la divisi6n del trabajo por sexos: que ciertaslabores, por su rudeza, eran inapropiadas para la mujer, mientras queotras se avenian mejor a su naturaleza. Dice en la carta I: <<Es impor-tante para mi -para un bienhallarme en la conversaci6n y en la amis-tad- saber este punto de mis amigos>> . Tambidn esta interesada enconocer <<lo cubano>> de Lydia. No sabemos exactamente a qud se referiala autora de Desolacidn. Lydia Cabrera pertenece a una de las familiasmis preclaras de la Isla, muy vinculadas a su historia, especialmentepor su padre, don Raimundo Cabrera, abogado prestigioso y luchadorpor la independencia. Por otra parte, en ese concepto escurridizo que esel caracter nacional, es dificil determinar hasta que punto alguien encajadentro del molde preconcebido. Algunos logros en el intento de expli-carnos o darnos lo cubano estin en Indagacidn del choteo de JorgeMafiach, Estampas de la poca de Eladio Secades y Tres tristes tigresde Guillermo Cabrera Infante, sin contar las publicaciones humoristicascomo Zig-zag. Quiza lo que deseaba Gabriela era descubrir c6mo seajustaba su amiga a las ideas que ya se habia formado de <lo cubano>>y en el cual entraba, seguramente, un especial sentido del humor.

4 Carta de Lydia Cabrera a la autora, 2 de mayo de 1978.

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En ambas cartas encarga a su corresponsal que salude a don Fer-nando Ortiz, que ya por esa epoca se destacaba por sus estudios de lacultura afrocubana y que estuvo casado con una hermana de Lydia,Esther, de 1906 a 1930, afio en que ella muri6. En la carta I lo llama<arcangel del folklore>. Le encantaba el folklore y opinaba que la lite-ratura hispanoamericana debia volverse hacia el folklore de America envez de utilizar materiales foraneos. Era una de las formas en que con-cebia el americanismo literario. De ahi sus elogios de Selma Lagerlfper haber tomrnado el folklore sueco para sus cuentos y de Federico Mis-tral por haber estudiado y aprovechado el provenzal.

En la carta I menciona la cancelaci6n de un viaje a Guatemala porhaberse enterado de <<graves cosas>> y de <<un sistema de espionaje para losdiplomaticos>. Gabriela era contraria a las dictaduras (de cualquier tipo)y apreciaba, por sobre todo, como artista al fin, la libertad individual.Por eso le gustaba vivir en Francia y en Estados Unidos. Guatemala seencontraba entonces bajo la dictadura de Jorge Ubico. Le preocupaba,ademis, la situaci6n de Cuba, que dice no ver clara, e interroga a suamiga. En esa 6poca, principios de 1937, Cuba se hallaba ain convul-sionada por el proceso posrevolucionario machadista, y la eliminaci6nde la dictadura en 1933 no significaba en modo alguno la conquista de lademocracia y la felicidad nacionales.

Hay otro aspecto de la carta I que es preciso destacar: el autojuiciode Gabriela Mistral, su opini6n de si misma. Lo de ella no era simple-mente modestia u objetividad al juzgarse. Descubrimos como una inse-guridad, un complejo. Llega a creer que Lydia ha cambiado con ellaporque al tratarla mas de cerca la ha decepcionado. Y dice: <<Cosa queha ocurrido ya con muchos y con gente de valor: me abultan y me lesdesinflo de golpe>>. Muchos aios antes, cuando sostenia correspondenciaen Chile con el poeta Manuel Magallanes Moure, sin conocerlo personal-mente, se muestra temerosa del encuentro, pensando que 61 pueda desilu-sionarse:

Alguna vez he pensado en mandarte un retrato mifo en que estdparecida (porque el que ti conoces es muy otro) ipero eso es ineficaz!Tu imaginaci6n siempre pondria luz en los ojos, gracia en la boca.Y algo mas: lo que mas ha de disgustarte en mi, eso que la gente llamael modo de una persona, no se ve en un retrato. Soy seca, soy dura ysoy cortante 5.

5 Gabriela Mistral, Carta a Manuel Magallanes Moure, ntim. xiv, en Cartasde amor de Gabriela Mistral, introd. Sergio Fernandez Larrain (Santiago de Chile:Editorial Andr6s Bello, 1978), p. 134.

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Y mas adelante, en la misma carta, afiade: <TP, me querras fea? Tti,Zme querras antipitica? Ti, jme querras como soy?> 6

Nuevamente, ante el temor de defraudar, dice a Lydia: <Yo no soyninguna maravilla.>> Y se autodefine como mal educada, fanatica, atra-biliaria y mal corresponsal. Gabriela no se habia educado en la ciudadni pertenecia a una familia importante socialmente, como Teresa de laParra, Victoria Ocampo, Dulce Maria Loynaz o la propia Lydia Cabrera,que se desenvolvieron siempre en la alta sociedad. Era una mujer demaneras sencillas, campesinas, muy atenta y hospitalaria en su casa y sinnada de mal corresponsal, ya que escribi6 cientos de cartas a sus amigos,robando asi un precioso tiempo a su labor literaria.

Desde joven su salud fue precaria y delicada. En su corresponden-cia con Eugenio Labarca, Magallanes Moure, Isauro Santelices y otrosamigos de su 6poca de maestra en Chile, menciona a menudo que habiaestado enferma. Su estancia en Punta Arenas, en el extremo sur de supais, de 1918 a 1919, la enferm6 de artritis, debido al frio, la nieve yla humedad de esa regi6n austral. La altura de la meseta mexicana tam-poco le fue favorable, y al Ilegar a los Estados Unidos, en 1924, proce-dente de M6xico, su m6dico le diagnostic6 trastornos cardiacos y leprohibi6 la altura. Es por eso, ademas de los problemas politicos, queno quiere arriesgarse a los 1.500 metros de Guatemala. Tambi6n, segiin lacarta II, le hacia dafio el calor habanero. Afios despu6s, desde Rapallo,Italia, y con su preocupaci6n por la salud de Juan Ram6n Jim6nez,escribe a Zenobia: <<Recuerdo haber oido en Cuba que el calor antillanodafia a los cardiacos y a los hepaticos. Pero yo sufro tanto del calorcomo del frio grande. El invierno actualmente ha quitado mucho de mifuerza, que es poca>> ,

Contra lo que pudiera pensarse, Gabriela no tom6 sus cargos con-sulares o diplomiticos como un regalo econ6mico de su gobierno. Nos6lo cumplia con su trabajo, sino que se le exigia mucho, quizi dema-siado, como ella comenta en la carta I: iC6nsul, comisionado y confe-rencista en cinco paises!

La carta II, igualmente sin fechar, esti escrita en papel timbrado delHotel Vedado. Seguramente es de octubre de 1938, cuando estuvo enCuba como parte de un recorrido por Brasil, Argentina, Uruguay, Chile,Peru y Estados Unidos, dando conferencias. En La Habana recibi6 el

6 Mistral, Carta a Manuel Magallanes Moure, nim. xiv, p. 135.7 Mistral, Carta a Zenobia Jimenez, num. Iv, en Cartas de Gabriela Mistral

a Juan Ramon Jimenez, Nota pr6logo de Julio Rodriguez Luis (Mexico: Ediciones

de La Torre 1961), p. 16.

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homenaje de la ciudad en un hermoso acto literario-musical y dio unaconferencia sobre Los Versos Sencillos de Jose Marti. En esa brevecarta muestra su interds en conversar largo con Lydia. Pocas veces pu-dieron lograrlo despus de los dias en Madrid, en 1935, porque, seginLydia, cuando Gabriela visitaba La Habana <<estaba siempre ocupada.yo hacia una vida como de costumbre, muy aislada, y supe por ella quehabia tenido algunos disgustos>> 8. Los disgustos mayores los pas6 en 1953,cuando asisti6 al centenario del nacimiento de Marti, y tuvieron rela-ci6n con el clima politico del pais (O.A.J.).

CARTAS DE GABRIELA MISTRAL

I

Cara Lydia: No le escribi a N. York. Mi viaje result6 mds largo de lo queyo pensaba: dos meses, porque pasd a Alemania y a Dinamarca. Y hubo elajetreo de siempre. La he andado trayendo muy presente: tan mudada lahalld conmigo que he repasado nuestras conversaciones, las de antes y las deahora, buscando una raz6n a ese trueque. No he encontrado falta mia, Lydia:yo le he tenido a Ud., desde que conoci su escritura, un aprecio literariodefinitivo y vertical. En lo que toca a la persona, creo que la conozco pocotodavia. Hay una lonja suya -lo cubano- que no me sd, que me queda unpoco como material por masticar. Pero le conoci su rebasada nobleza hacianuestra muerta, y eso, bien visto y palpado, no lo olvidard nunca. Me quedatambidn por esclarecer en Ud. -para mi- su posici6n en ideas sociales.Alguin dia sera. Es importante para mi -para un bienhallarme en la conver-saci6n y la amistad- saber este punto de mis amigos. Es todo, Lydia.-Lerepito que la mird y la senti cambiada conmigo. 0 es su dolor que Ud. guar-da con el pudor de los orgullosos y que la hace lejana de las gentes, o es,sencillamente -yo soy soberbia y no vanidosa- que yo la decepcion6 de mi.Cosa que ha ocurrido ya con muchos y con gente de valor: me abultan y meles desinflo de golpe. Yo no soy ninguna maravilla, sino una vieja con ladosnifios, mal educada, no poco fanatica en varias cosas, tal vez atrabiliaria ymal corresponsal, porque apenas escribo cartas. Nos dd Dios, Lydia, tiempoy ocasi6n de tratarnos. Quizds a nuestra Teresa le gustaria -donde estd-vernos cordiales y fraternas.

No fui, al fin, a Guatemala. Supe largas y graves cosas de alla: una ten-si6n con Mexico y un sistema de espionaje para los diplomiticos que me ha-brian hecho la vida harto fastidiosa. Y yo iba a ir a probar otra vez mi saludcon 1,500 m. de altura. Y a aceptar esta combinaci6n absurda de obligac.

8 Carta de Lydia Cabrera a la autora, 27 de enero de 1978.

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[iones]: C6nsul en Port. [ugal], como Encargado de Negocios, comisionadoen Guatem. [ala] y, por 6 meses, conferencista en 15 paises de la Am.! [eri-ca] Mis fuerzas son muy volubles. Este viaje descansado y c6modo me las hacomido y aqui estoy de vuelta, salida de una grippe, sin gota de energia (noveo el sol hace 1 mes) y con una dieta de viejo Rockefeller! Les he dichoque quiero quedar en Port. [ugal] y que ir6 a 3 paises, tal vez Brasil, Vene-zuela y Panama! Es muy probable que pase por su Isla y que nos veamos,Lydia. En todo caso me parece mas factible que nos veamos en Europa.

,C6mo hall6 Ud. Cuba? Yo no logro an ver eso claro. Le deseo alegria,y avecinamiento con los suyos, aunque sea la aceptaci6n conjunta de lo queagrada con lo que no agrada. Y le deseo, sobre todo, paz para trabajar y gozosacado de su trabajo precioso, Lydia, que precioso es.

Le repito que necesito datos suyos para ese articulo. Su formaci6n, susescritores gufas, y lo que quiera decirme de Ud.

Y no sigo porque estoy muy d6bil y no me dejan garabatear largo.Un abrazo, Lydia, y que nos veamos en claro y que nos acompafiemos

en este mundo tan duro y hoy en tormenta pura.GABRIELA

P. D.-Escribame a Legac. [i6n] de Chile, Lisboa; estoy reemplazando alMin. [istro]

- Finos saludos a D. Fernando Ortiz, Arcangel del folklore!

II

Cara Lydia: Anoche, cuando llegamos, era ya muy tarde para hablar portelifono.

Y hoy, a las 7, salimos para Varadero. Vuelvo el miercoles en la maiiana.Me da Ud. una sorpresa grande y feliz con saberla de regreso. Me habia

apenado no verla en su tierra.El calor me agobia mucho aqui. Y parece que me ire antes de lo que pen-

saba.Hasta el miercoles, cara Lydia. Mucho hay que conversar, mucho!Saltdeme con respetuoso cariio a D. Fernando.Un abrazo

GABRIELA

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