resumen de prensa

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RESUMEN DE PRENSA Situación de la niña indígena en Guatemala Ri rub’anon ri tixten aj qach’amaqil pa Iximuleu Este es un resumen del documento MÍRAME, un llamado a la sensibilidad y al compromiso de todas las personas frente a una realidad poco visible y valorada: La situación en que viven las niñas indígenas en nuestro país. Guatemala tiene una población mayoritariamente joven que enfrenta una serie de rezagos y brechas de género, etnia y clase en aspectos sociales y de participación, que necesitan ser superadas para que el país pueda avanzar y desarrollarse. Debido a razones históricas y estructurales, los pueblos indígenas del país han sido discriminados y excluidos de la toma de decisiones sobre temas de interés social que directamente les atañen. La situación de la niña y la adolescente indígenas no puede ser entendida fuera de este contexto, sino como parte intrínseca del mismo. Cuando se hace mención de la niña indígena se incluye en esta categoría a las niñas mayas, las garífunas y las xinkas. El resto de las y los niños guatemaltecos es denominado ladino y/o mestizo. Se sigue la definición de niñez y adolescencia contenida en la Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia, la cual considera “niño o niña a toda persona desde su concepción hasta que cumple trece años, y adolescente a toda aquella desde los trece hasta que cumple dieciocho años de edad”. El término juventud abarca a las personas de 14 a 24 años de edad. Contenido Discriminación contra la niña indígena 2 La niña indígena invisibilizada 2 - De la primera infancia a la adolescencia - Hacia un mañana muy duro - Invisibles para las leyes del país El difícil acceso a la educación 4 - Comportamiento social frente a la educación de la niña - Problemas para el ingreso y permanencia en la escuela - El desafío de la educación bilingüe intercultural La salud que no llega 6 - El impacto de la desnutrición infantil - La marginación en los servicios básicos - La madre indígena son acceso a la educación formal - Los servicios de salud y la interculturalidad La niña indígena trabajadora 8 - Formas de trabajo infantil Café con sabor amargo Pirotecnia explotadora Del campo a la ciudad La vida entre basura Crecer con el signo de la violencia 10 - Mi mamá me mima, mi mamá me pega - Agresión y explotación sexual - Plagio y adopciones ilegales 1

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Situación de la niña indígena en Guatemala

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l documento MÍRAME, un llamado a la sensibilidad y al compromiso frente a una realidad poco visible y valorada: La situación en que as en nuestro país.

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e la niña indígena se incluye en esta categoría a las niñas mayas, las garífunas y las niños guatemaltecos es denominado ladino y/o mestizo. Se sigue la definición de niñez la Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia, la cual considera “niño o niña ncepción hasta que cumple trece años, y adolescente a toda aquella desde los trece años de edad”. El término juventud abarca a las personas de 14 a 24 años de edad.

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Discriminación contra la niña indígena La discriminación racial es una realidad tangible y cotidiana en Guatemala, e impacta en los sectores más vulnerables de la sociedad: la niñez y la mujer indígena. La exclusión, marginación, restricción o limitación se manifiestan de diferentes formas en las relaciones sociales, y comienzan a afectar desde la infancia. Así, la discriminación es vivida por la niña indígena en la mayoría de espacios interétnicos: en la calle, el aula, el patio de la escuela, los corredores, la plaza, el mercado, el puesto de salud y otras áreas. En el documento “Diversidad étnico-cultural: la ciudadanía en un Estado plural”, el PNUD indica: “el racismo permea (…) todo el comportamiento social, no sólo de forma personal, sino institucional, pues en diversos grados y expresiones, forma parte de la construcción ideológica en que se ha crecido y contribuye a mantener la situación de dominación y desigualdad”. En julio de 2004, el Relator Especial de Naciones Unidas contra el Racismo, Discriminación Racial, Xenofobia y Formas Conexas de Intolerancia, visitó Guatemala y concluyó que el racismo y la discriminación racial son una realidad profundamente arraigada en nuestro país, aún cuando no están institucionalizados. Lamentablemente, según la Defensoría de la Mujer Indígena, existe la tendencia en la esfera del poder estatal, como en la sociedad, de minimizar e invisibilizar los problemas de racismo y discriminación, lo cual contribuye directa e indirectamente a perpetuar esas prácticas. Pese a ello, en los últimos años comienza a permear la lucha contra la discriminación racial. Por ejemplo, el Gobierno de Guatemala presentó en octubre de 2006 la Política Pública para la Convivencia y la Eliminación del Racismo y la Discriminación Racial, en el que se señala el interés estatal por erradicar las prácticas discriminatorias. La niña indígena invisibilizada Desde el seno familiar, las niñas indígenas comienzan a tener limitaciones para su desarrollo integral porque viven en una estructura patriarcal donde la mujer ocupa un segundo lugar. Por ello, el proceso de invisibilización de la mujer indígena comienza desde la infancia, en el hogar, donde se considera que las tareas domésticas son consustanciales a su sexo y género, a diferencia del hombre que es educado para otras tareas. Ese sistema patriarcal invisibiliza el aporte femenino y llega a considerar que la niña no necesita asistir a la escuela porque su lugar está junto a la tinaja para acarrear agua, la piedra de moler masa y el fuego para cocinar los alimentos de la familia. De la primera infancia a la adolescencia Cuando nace una niña, muchas veces se la ve como un peso para la familia, pero eso tiene que ver con la relación familiar, la forma de ser del esposo y otros factores. Hasta no hace mucho, a la comadrona o partera se le debía compensar por sus servicios de una mejor manera si el recién nacido era un niño. Se le pagaba hasta el doble si era varón que cuando la recién nacida era niña. A la niña se le socializa desde pequeña y se le inculcan valores, como la obediencia y el servicio a los demás. Al observar el juego de las niñas indígenas podemos ver lo que se

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espera de ellas en el futuro. La niña indígena al mismo tiempo que juega, realiza una ayuda efectiva para el hogar. Desde pequeña cuando su madre lava en el río o en la pila, a la niña se le da un pedacito de jabón y una pequeña pieza de ropa para que juegue “a lavar”, igual en el caso de la cocina. Desde pequeñas, las niñas observan que los primeros en comer son los varones. Primero lo hace el padre, luego los hermanos, después come la niña y sus hermanitos y por último lo hace la madre. Este es un patrón cultural aprendido bastante extendido en el área rural guatemalteca, donde usualmente la familia come, por turnos, cerca del poyo en la cocina o sentados a la mesa. Aunque ya hay cambios, el patrón de educación informal de la niña indígena está relacionado con la noción de llegar a ser buena trabajadora, buena ama de casa y buena madre. Este patrón podría variar de acuerdo al espacio en donde crece la niña, en el área rural o en la urbana, y depende también de si sus padres tienen una posición económica mejor que la del resto de las familias. Hacia un mañana muy duro Para muchas familias indígenas este tipo de tareas realizadas por las niñas forman parte de su formación integral como mujeres, es una manera de enseñarles a sobrevivir en caso de que los padres falten. Se les inculca una ética sobre el trabajo distinta quizás a la occidental. Esta perspectiva muchas veces no es compartida por profesionales o activistas que consideran que la niña y el niño deben estar exentos de cualquier responsabilidad y deben estudiar y jugar gran parte del día, como actividades prioritarias en esa etapa de la vida. El paso de la niñez a la adolescencia no es un proceso fácil, pues no sólo involucra cambios físicos, sino también emocionales, psicológicos y de comportamiento. Uno de los dilemas por los que atraviesa la preadolescente indígena es la carencia de educación sexual. Son muchas las niñas que tienen su primera menstruación pero que desconocen el proceso fisiológico por el que están pasando. Muchos problemas y embarazos prematuros podrían ser evitados si las jovencitas tuvieran la información completa y al debido tiempo. El paso de la adolescencia implica que la joven debe asumir sus responsabilidades domésticas ya no como un juego, sino como una ayuda efectiva y eficiente para sus padres y hermanos. Las jóvenes indígenas suelen levantarse por las mañanas antes que sus hermanos ya que tienen que encender el fuego, moler el maíz y prepararles el desayuno. Ellas tienen que ayudar a la madre a lavarles la ropa a los hermanos pues no está bien visto socialmente que ellos hagan esa tarea y mucho menos en el lavadero público, en donde se encuentran otras mujeres. La consecuencia inmediata de este patrón de trabajo doméstico es que las jovencitas tienen menos tiempo para dedicarlo a ellas mismas y su desgaste físico suele ser mayor que el de sus hermanos. Invisibles para las leyes del país Pero la niña indígena también encuentra otros obstáculos, algunos de ellos ligados a la suerte que ha corrido su madre. Ese es el caso de Andrea∗ y Lucía*, dos niñas poqoman que vive en la aldea El Camarón, San Luis Jilotepeque, Jalapa. Su abuela, una alfarera tradicional, cuenta que las pequeñas no han podido ser inscritas en el Registro Civil porque

∗ Nombres ficticios para proteger la identidad de las personas.

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su madre, una joven de 22 años, no ha podido tramitar su cédula de vecindad, un documento indispensable para el efecto. Este caso evidencia la situación de subregistro que existe en el país, sobre todo en el área rural. Entre los sectores más afectados por la falta de documentación están las mujeres, especialmente las que viven en comunidades indígenas apartadas. Además de tener que batallar contra los patrones culturales, como el machismo, también han tenido que superar la discriminación y la marginación porque muchas de ellas sencillamente no existen para los registros legales del país. La nueva Ley de Registro Nacional de Personas, “constituye un reto para la puesta en marcha de políticas públicas que garanticen el registro civil de todos los niños y niñas del país”, indica UNICEF. El difícil acceso a la educación Las niñas indígenas son quienes menos oportunidades tienen para acceder a la escuela o permanecer en ella. Esta situación se debe a un entramado de factores socioeconómicos, falta de servicios públicos y seguridad social, así como el lugar de residencia, algunos patrones culturales, el sistema patriarcal y el machismo. Para los padres de familia de hogares indígenas, sumidos en la pobreza, constituye un enorme gasto comprar cuadernos, lápices, crayones, bolsón y otros útiles escolares. Las familias tampoco cuentan con dinero para adquirir una refacción escolar, por lo que las niñas acuden a clases con el estómago vacío. No obstante, comienzan a existir avances significativos en materia educativa. Entre éstos debe citarse, un incremento de la inscripción de las niñas al primer grado de primaria. De acuerdo con el “Análisis de la Situación de la Primera Infancia en Guatemala, 2007”, de UNICEF, la matrícula escolar en los niveles de primaria y preprimaria se incrementó entre el 2001 y el 2005. La tasa neta de escolaridad de primaria subió del 85% al 93.5%. Es importante señalar que se redujo la brecha de género en primaria, que en 1994 tenía una diferencia del 8% desfavorable para las niñas. Para el 2004, esa diferencia se ubicó en un 4%. Existen avances en la expansión de la educación primaria, la que llega a alcanzar coberturas superiores al 90% a partir de 2004. No obstante, las tasas de deserción y de repitencia escolar hacen que el país se encuentre lejos de alcanzar la tercera meta de los Objetivos del Milenio: “velar porque todos los niños y niñas puedan terminar un ciclo completo de enseñanza primaria”. En cuanto al nivel de escolaridad, el indicador es de 4.5 años para la población de 15 años y más. Son los hombres no indígenas y urbanos quienes alcanzan la mayor escolaridad (8.9 años), lo que equivale a un tercer año de secundaria. Las mujeres indígenas que viven en el área rural son las menos favorecidas con el acceso y permanencia en la escuela, pues entre ellas apenas hay un índice de escolaridad de 1.2 años, lo que equivale al primer año de educación primaria, refiere el informe del SNU. Comportamiento social frente a la educación de la niña Si bien ha habido cambios en las relaciones sociales y de género en las comunidades indígenas, en términos generales la realidad apunta a la reproducción de estereotipos

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culturales que, desde el seno del hogar y fomentada por imágenes mediáticas, empujan a la niña a continuar con sus roles tradicionales de género. La antropóloga Irma Alicia Velásquez ha analizado este fenómeno en la comunidad k’iche’, pero que se extiende en otras etnias del país. Según ella, mientras este esquema patriarcal no sea cuestionado y cambiado en forma colectiva, por hombres y mujeres, difícilmente se podrá alcanzar una igualdad plena para las mujeres indígenas. Problemas para el ingreso y permanencia en la escuela Entre los problemas que afrontan los niños y jóvenes del país, pero en particular las niñas y las adolescentes indígenas, para ingresar a la escuela y para permanecer en ésta hasta culminar sus estudios, están los siguientes: a) El rezago escolar y la sobre-edad. Existe un rezago de edad de las niñas indígenas, ya que entran con mayor edad de la que les corresponde. b) La inasistencia y repitencia. En el 2000, por cada diez niños y niñas inscritos en primer grado, seis llegaron a tercero, y cinco a sexto grado, en el área urbana. En cambio, en el área rural, sólo tres terminaron tercero y de éstos dos culminaron la primaria. El problema de la repetición escolar es que eleva los costos de inversión que el Estado realiza. La niña repitente estará haciendo uso de los servicios dos veces, lo cual le resta la oportunidad a otra niña, aun cuando se entiende que no es culpa de ella, sino del entorno excluyente.

Tasa de inasistencia escolar para niñas de 7 a 12 años Niña indígena Niña no indígena

19.4% 10.4%

Fuente: Elaborado con datos de Censos Nacionales XI de población y VI de habitación 2002.

c) La deserción escolar. La niña indígena que abandona la escuela no lo hace muchas veces por desinterés en sus estudios, sino que tras esa decisión hay causas de carácter cultural, social y económica. La pobreza es, sin lugar a dudas, el factor determinante que explica el abandono de las aulas por parte de la niña. d) La poca cobertura educativa a nivel secundario. En el 2001, la tasa bruta de escolaridad en el nivel básico era de 43.6% y la tasa neta del 28.4%. Sólo 24 de cada cien establecimientos educativos estaba en el área rural, en la cual vive un 60% de la población en edad de requerir esos servicios. En los municipios con mayor porcentaje de población indígena, la cobertura de la educación secundaria es solo del 10.8%. e) La calidad educativa y la pertinencia cultural. Debido a que por muchos años los programas educativos y el currículo fueron elaborados por personal docente no indígena, se dejó por un lado la enseñanza de los conocimientos y aportes de la cultura maya, garífuna y xinka. Así, paradójicamente, ha sido el sistema escolar el que ha funcionado como un mecanismo de transculturación de la población indígena y que ha contribuido a amenazar la reproducción cultural de los indígenas.

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El desafío de la educación bilingüe intercultural La Nueva Escuela Bilingüe Intercultural, NEUBI, implica un esfuerzo pionero por responder a las características multiculturales y plurilingües del país, ya que sienta las bases de una educación bilingüe e intercultural, a partir de la realidad lingüística y cultural de los niños y las niñas, valora la relación comunidad-escuela y se adapta al estilo de vida de la niña del área rural. En el caso del Proyecto Acceso a la Educación Bilingüe Intercultural (PAEBI), de World Learning (1999-2005), ha consistido en capacitar a un alto número de maestros mayahablantes, en colaboración con la DIGEBI. La estrategia ha sido múltiple: capacitar maestros, producir materiales didácticos culturalmente apropiados a la población que atienden, fomentar la participación comunitaria en la educación de sus hijas e hijos, e incentivar el liderazgo de la mujer, especialmente de las madres de familia. Es importante resaltar los resultados positivos que ha tenido el impulso de la Educación Bilingüe Intercultural. Según informes del Ministerio de Educación, la tasa de fracaso escolar en Quiché ha bajado del 57% al 33%. Con este ejemplo, se demuestra que las niñas indígenas aprenden mejor y más rápido cuando la enseñanza se imparte en su propio idioma. La enseñanza que valora y respeta su cultura desde el inicio, puede incrementar su permanencia estudiantil y reducir la deserción escolar. Se ha comprobado que para las niñas indígenas la adquisición de las habilidades básicas (comprensión, habla, lectura y escritura) es más rápida y eficaz cuando se inicia con el idioma materno para después hacerlo en un segundo idioma. “Esto también contribuye a la adquisición de desarrollo cognitivo, a la autoestima positiva y una mayor identidad cultural/lingüística”, refiere un informe de USAID. La salud que no llega

En el 2006, Marisol Mantor López, de 3 años de edad, iba hacia una muerte segura, en San Juan Ermita, Chiquimula. Su madre, Cecilia Marcos López, también conocida como doña Chila, no sabía qué hacer para salvarla de la desnutrición crónica que padecía y pensaba que sería la segunda de sus nueve hijas que moriría. En el área ch’orti’, los municipios de Jocotán, Camotán, Olopa y San Juan Ermita destacan entre los más pobres y golpeados por la desnutrición en el territorio nacional. Más del 60 por ciento de la población de San Juan Ermita vive en las áreas rurales, y los servicios básicos como agua entubada, drenajes y electricidad, son lujos que no se pueden dar. Además, los niños y niñas del área rural, debido a la pobreza y pobreza extrema que afecta a sus familias, viven en una situación más crítica que sus similares de las áreas urbanas. Sus padres no tienen recursos para aumentar su producción agrícola y agropecuaria, ni mucho menos para comprar alimentos. La situación de las niñas indígenas consecuentemente es grave. De acuerdo con estudios de CEPAL y UNICEF, una niña de la zona rural tiene 3.7 veces más posibilidades de sufrir un cuadro de desnutrición que una del área urbana. “Para el caso de los niños indígenas, la cifra es al menos 4 veces mayor”, refiere la CEPAL. En Guatemala, el 49.3% de los niños menores de 5 años sufre desnutrición crónica, según la ENSMI y el PNUD. En el caso de los niños indígenas, la cifra sube al 69.5%.

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Desnutrición crónica o talla para la edad (2002)

Indígena 69.5 Ladino 35.7

Fuente: elaboración con base en datos de ENSMI, 2002

Ahora bien, hay que resaltar que en algunos departamentos del país la población infantil sufre más que otra de la carencia de alimentos adecuados. En los departamentos donde la población indígena es mayoritaria es donde los porcentajes se elevan. La desnutrición crónica se manifiesta con mayor intensidad en los niños en edad escolar en Totonicapán, con un 73.24%; Sololá, un 73.17%; Quiché, un 64.79%, y Huehuetenango, un 63.39%. El impacto de la desnutrición infantil De acuerdo con UNICEF, “la desnutrición es la principal causa (50% y 60%) de los casos de mortalidad infantil en edad preescolar”. La desnutrición causa anemia (por falta de hierro), principalmente en los niños y las niñas menores de 24 meses y en las mujeres embarazadas. Según el PNUD, la anemia por deficiencia de hierro es generalizada en Guatemala, con una prevalencia de 26% en el grupo total de niños y niñas de 1 a 5 años. Se incrementa en el área rural, particularmente en el Altiplano. La Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil y otros estudios han demostrado que “las prevalencias de retardo en talla en niños y niñas menores de cinco años fueron mayores cuando la madre o el padre indígena, o ambos, no hablan español”. Esta situación no es un problema cultural en sí mismo, sino que evidencia la falta de personal bilingüe en los servicios públicos para proporcionar información en el propio idioma de los usuarios de éstos, además de la falta de estrategias de atención en salud que tomen en cuenta la interculturalidad. Debido a estas circunstancias, la Ley del Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional se ha propuesto reducir el problema de la desnutrición en un 50% para el año 2016, en la población de niños y niñas menores de 5 años. La marginación en los servicios básicos El problema de la falta de servicios básicos en el área rural agrava el cuadro de la desnutrición infantil. Sin agua potable, sin drenajes y servicio sanitario, los niños y niñas indígenas afrontan un panorama mucho más difícil que quienes viven en las áreas urbanas, y están expuestos a contraer enfermedades transmitidas por vectores. Hasta 2006 se contabilizaron 10 mil comunidades rurales que no contaban con agua segura. En las áreas rurales, el 91% de hogares no está conectado a una red de drenajes y el 53.3% de hogares se encuentra sin conexión a una red de agua. Esa situación contrasta con el área urbana, en donde un 11% de los hogares carece de la conexión de agua y un 23.6% adolece de falta de drenajes. Así, la niña mal nutrida y débil presenta defensas inmunológicas bajas y por lo tanto tiene muchas posibilidades de sufrir enfermedades trasmisibles. Uno de los problemas que más aquejan a las niñas del área rural es la diarrea.

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La madre indígena sin acceso a la educación formal Es muy probable que la madre de la niña indígena que no ha tenido acceso a la educación escolarizada, pueda incidir negativamente en la nutrición de sus hijas, ya que no puede reconocer los signos de desnutrición o puede atribuirlos a causas equivocadas. Además, si en los centros de salud los servidores públicos son monolingües, en español, no podrán dar apoyo a las madres que sólo hablan su propio idioma. De igual manera, por su condición de indígena, ella sufre de discriminación étnica y racial, porque hay evidencias de que en los centros de salud la hacen esperar mucho tiempo, pese a llevar a la niña en brazos. Así pues, la mujer de escasos recursos, monolingüe en idioma indígena y analfabeta tiene altas posibilidades de reproducir el círculo de desnutrición de sus hijas. Pero hay que hacer énfasis en que esta situación no se debe a su cultura por sí misma, sino a una desigual distribución de los recursos, a la discriminación por razones étnicas y una estructura de clases injusta. Los servicios de salud y la interculturalidad Por razones culturales, un alto porcentaje de familias indígenas utilizan plantas medicinales o acuden a un terapeuta local, “curandero”, cuando sufren enfermedades. En el caso de un neonato o niña menor de tres años, la comadrona o partera indígena asiste a la madre con sus consejos y conocimientos. El autotratamiento en materia de salud es común entre el 53.1% de indígenas, que entre los no indígenas (47.2%). Entre la población maya, quienes menos visitan al médico son los mames (59.3%), mientras que quienes van con más frecuencia a una clínica o centro de salud son los kaqchikeles. En el nivel nacional, el 58% de los partos son atendidos en el hogar, con proporciones mayores en la población rural (70%), población indígena (80%) y en madres sin nivel de educación formal (78.5%), de acuerdo con la ENSMI. Los puestos de salud de las comunidades rurales son escasos y deficientes. Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) refiere que apenas el 5% de los indígenas tiene cobertura de salud, en comparación con el 18% de los no indígenas. A ello hay que agregar la subutilización de los servicios de salud por las razones culturales mencionadas. Cerca de un 27% de las mujeres indígenas embarazadas carece de atención prenatal por parte del Estado, frente al 18% de las no indígenas. La niña indígena trabajadora Las condiciones de pobreza y extrema pobreza en que vive la mayor parte de la población indígena en Guatemala han provocado que un alto porcentaje de niñas desde temprana edad se vean obligadas a trabajar para ayudar en la economía familiar. El trabajo infantil se define como la actividad remunerada o no, ejecutada por niños menores de 14 años, que dificulta o impide su educación, perjudica su salud o daña su crecimiento. El trabajo infantil ocurre en varias ramas económicas, como la agricultura, el comercio informal, la elaboración de comidas (cafeterías y tortillerías), la industria, las artesanías, la construcción, el oficio doméstico, el comercio sexual y otros.

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De acuerdo con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida del 2000, en el país trabajan 937,530 niños, niñas y adolescentes. De estos, el 52.3% es indígena. De este grupo, se ha calculado que el 56.4% son niñas y niños indígenas comprendidos entre los 5 y 14 años, mientras que el 52.6% son adolescentes entre los 15 y 17 años, según reportes del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, de la OIT. Café con sabor amargo Por años, las niñas han acompañado a sus padres a las fincas cafetaleras ubicadas en la Boca Costa, principalmente en los departamentos de Santa Rosa, San Marcos, Quetzaltenango, Escuintla, Suchitepéquez y Retalhuleu. Las niñas deben abandonar sus hogares para ir a vivir en galeras construidas para los trabajadores, las cuales carecen de las condiciones sanitarias mínimas. Se sabe que niños y niñas han muerto, mientras que otros han regresado desnutridos a sus pueblos de origen. La causa es obvia: las raciones de comida que dan en la finca están destinadas únicamente para los adultos, quienes tienen que compartirlas con sus hijos. Se han reportado casos de infantes cuya muerte no fue informada por temor al despido y que debieron ser enterrados en el suelo mismo de una finca. En el libro La historia de Santa Cruz del Quiché, de Robert Carmack, se relatan estas experiencias dolorosas, así como otros indígenas de las montañas jalapanecas han dado a conocer sus testimonios. Una estrategia para obligar a los más de 65 mil caficultores del país a mejorar las condiciones de trabajo de sus obreros agrícolas y evitar el trabajo infantil, es el fomento del “comercio justo”, una estrategia mediante la cual los compradores extranjeros de café exigen que en el cultivo y cosecha del grano no se emplee mano de obra infantil. La pirotecnia explotadora El trabajo de la niña indígena en la cohetería ocurre en talleres o empresas familiares. Se ha considerado que estas “empresas” son en realidad “encubridoras” del trabajo infantil. No ha sido sino hasta hace poco, y tras una serie de actividades para concienciar a las familias y las comunidades, que se está dando un cambio. Los niños, niñas y adolescentes indígenas se ven expuestos a altos riegos físicos, como quemaduras, heridas erosivas, daños en los ojos y oídos. También sufren abusos de orden físico y deben laborar en espacios cerrados con materiales altamente inflamables. El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, de la OIT, informa que estos trabajadores de corta edad sufren “intoxicaciones, alergias y erosiones, contusiones y heridas corto contundentes con herramientas, punzantes y cortantes, quemaduras de diferentes grados, amputaciones, ceguera, invalidez y hasta muerte”. Del campo a la ciudad “Vine a la ciudad para ganarme lo de mi ropa”, “salí embarazada y mi papá me maltrató”, son algunas de las experiencias que relatan las jóvenes indígenas que han llegado a la capital en busca de empleo. La pobreza y la existencia de familias numerosas, son dos factores que obligan a las preadolescentes y adolescentes a dejar sus casas y emplearse en los centros urbanos cercanos para hacer las labores domésticas. La ciudad capital y Quetzaltenango son los principales centros de atracción para estas niñas y jóvenes de escasos recursos.

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La niña indígena sale de su casa no sólo obligada por la necesidad, proviene de un hogar desintegrado o ya no soporta las escenas de violencia intrafamiliar que vive. De esa forma, la emigración a las áreas urbanas es una forma de huir de ese entorno desagradable, muchas veces sin posibilidad de regresar. El problema es que se enfrenta a una labor invisible, privada y desvalorizada. Este último calificativo es perceptible en la manera que los empleadores y sus hijos llaman a la niña o adolescente trabajadora: “la muchacha”, “la de adentro”, “la sirvienta” y, en el peor de los casos, “la cholera” y otras expresiones fuertes de racismo. Existe un subregistro notable de la cantidad de niñas y adolescentes indígenas que se dedican a estas labores y la principal razón es la reticencia de los patronos para permitirles hablar con encuestadores. El trabajo infantil en casa particular carece de estatus legal en la normativa del país. Existe un rango entre los 14 y 18 años sujeto a preceptos regulados por la legislación laboral, pero la contratación de menores de 14 años está prohibida constitucionalmente. La Comisión Nacional para la Erradicación Gradual y Progresiva del Trabajo Infantil persigue extinguir el trabajo de los menores. Vida entre basura El relleno sanitario de la ciudad de Guatemala, más conocido como el basurero de la zona 3, es el vertedero más grande de Centroamérica. Este lugar recibe los desechos sólidos no sólo de la capital, sino de varios municipios aledaños. Para 2003, la administración general del relleno identificó a 1,927 guajeros, que significaban 1,031 más que en 1999. Para ese año estaban identificados con gafete 254 niños, niñas y adolescentes, de entre 7 y 18 años de edad. Un 63.8% eran niños y el 36.2% niñas. La OIT indica que la composición étnica de los trabajadores menores de edad es variada con predominio de la población indígena. Es probable que dichas niñas y niños indígenas emigraran con sus padres del campo a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida. Un aspecto positivo es que en la actualidad laboran ocho Organizaciones No Gubernamentales a favor de los niños y niñas del basurero, lo que ha significado la reducción de un 20 por ciento de la población infantil que trabajaba en ese lugar. Crecer con el signo de la violencia El maltrato infantil comienza en el seno del hogar. Las historias de la niñez de quienes hoy son ancianos y adultos indígenas sirve para ilustrar la manera en que sus progenitores les enseñaron a respetar a los demás y a enseñarles cuando infringían alguna norma. Abundan los relatos sobre la “corrección” de los menores a través del chicote, una vara de membrillo o una de castilla. Fue y es común practicar el “jalón de orejas” o hincar sobre maíz o piedrín a los niños malcriados y haraganes. Una anciana ixil, residente en Nebaj, Quiché, expresa: “antes nos enseñaban a respetar porque crecimos al lado del chicote”. La corrección era por medio de infringir dolor por cualquier palabra que la niña dijera fuera de lugar o cualquier tarea doméstica que hiciera mal. Los castigos físicos o psicológicos aún son una práctica extendida de los adultos contra las personas menores de edad en el área urbana y rural. Algunos investigadores consideran que el conflicto armado interno pudo haber tenido algún impacto en el incremento del maltrato y abuso de personas menores de edad y la forma equivocada de impartir justicia comunitaria. El alcoholismo, la narcodependencia y la

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incapacidad para el diálogo son factores de peso que explican la victimización de las niñas, niños y adolescentes. El maltrato infantil ocurre comúnmente dentro del seno familiar, pero puede ocurrir fuera de éste, en la escuela y en la calle. Se han reportado tres problemas graves relacionados con las situaciones de maltrato en los que se involucra a las niñas: la complicidad, el silencio y, como resultado de éstos, el subregistro. La conducta social aprendida es que lo que le sucede a una niña en su casa es un problema “privado”, exclusivo de la familia y “no hay que meterse en lo que a uno no le importa”. Sin embargo, el maltrato infantil no es un asunto privado porque afecta a la sociedad en su conjunto pues viola los derechos del niño. Además, viola la Convención de los Derechos del Niño y la Ley de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia que indica que “todo niño, niña y adolescente tiene derecho a ser protegido contra toda forma de descuido, abandono o violencia, así como también a no ser sometido a torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Los números del dolor “Siete de cada diez niños y niñas sufre algún tipo de maltrato como resultado de la violencia intrafamiliar. El 54% de casos registrados de violencia intrafamiliar es de niños y 46% de niñas. El hogar es el escenario del maltrato infantil en el 85% de los casos. El 27% de los casos es en menores de un año de edad. En cuanto al tipo de maltrato, el 43% sufren maltrato físico, el 41% maltrato por negligencia, el 10% abuso sexual y el 6% maltrato emocional”. “En lo relacionado al maltrato infantil, se reciben muy pocas denuncias. En el año 2005 el Ministerio Público recibió 11,900 denuncias de violencia intrafamiliar, abuso sexual contra niños y niñas, y trata de personas”. Situación de la Primera Infancia en Guatemala, UNICEF

Mi mamá me mima, mi mamá me pega En el Primer Congreso Nacional Contra el Maltrato Infantil, realizado en la ciudad de Guatemala, entre el 28 y 31 de mayo de 2007, se dio a conocer que, en un alto porcentaje (el 70% de los casos), la madre es la principal agresora de sus hijos. A ella le sigue el padre y luego otros parientes.

Casos de maltrato infantil reportados en 2007

Tipo de maltrato Número de casos Maltrato físico 2, 579 Abuso sexual 1,632 Negligencia 1,033 Total 5,244

Fuente: Primer Congreso Nacional contra el Maltrato Infantil, 2007

Entre 2002 y 2003, los hospitales nacionales de la ciudad capital registraron sólo para el área metropolitana más casos de maltrato físico (347), en comparación con el abandono (76), el abuso sexual (69) y la sospecha de abuso (80). También se reportó en mayo de 2007 que los niños son más maltratados (59%) que las niñas (41%).

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Total de denuncias de maltrato a niños, niñas y adolescentes recibidas por el sector justicia

Casos Año 2002 Denuncias presentadas por la Corte de Apelaciones de la Niñez y la Adolescencia

2,737 Denuncias presentadas por la Procuraduría de la Niñez y la Adolescencia

536 Denuncias presentadas por la Sección de Menores y Personas desaparecidas, de la PNC

85 Total 3,358

Fuente: elaboración propia con base en el informe

Rompamos la cultura del silencio, Plan Internacional, 2003 Agresión y explotación sexual “Yo no recuerdo la fecha, no sé cuándo fue, lo único que digo es que él me hizo daño; nos han dicho que fue una violación, para nosotros fue un daño”, recuerda con amargura Carmen∗, una niña kaqchikel, de 12 años. Aunque no existen estudios cuantitativos sobre el número de casos de agresión sexual (acoso, violación y otros) contra niñas indígenas, sí hay estudios cualitativos generales sobre vivencias que afectan la expresividad afectiva de la mujer indígena adulta, en casos en que fue víctima de abuso sexual cuando era niña o adolescente. Chirix, en su estudio sobre este tema, indica que el abuso sexual deja heridas psicológicas en las mujeres mayas. “Niñas y adolescentes han sido violadas por familiares, principalmente primos y cuñados, y lo identifican como una experiencia dolorosa. Muchas mujeres sienten vergüenza y pena de lo que les ha pasado y no lo comparten, algunas mueren con esos sentimientos”, refiere. En muchas ocasiones eso sucede porque la víctima se convierte en culpable, a ellas se les reprocha provocar las violaciones con sus actitudes. El abuso sexual contra las niñas triplica al que se comete contra los niños. Entre 2002 y 2003, el sector salud reportó que sólo para la ciudad capital atendió un 64% de casos contra el sexo femenino y 22% contra el masculino, de acuerdo con datos de Plan Internacional. Por otro lado, la explotación sexual comercial de niñas, niños y jóvenes es la forma más inhumana, detestable y sórdida de abuso sexual. Ese delito ocurre en situaciones de miseria, por medio de redes del crimen organizado que se dedican al tráfico transfronterizo de menores, según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). La Relatora Especial de Naciones Unidas en materia de venta de niños, prostitución infantil y utilización de infantes en la pornografía manifestó que sólo en la capital guatemalteca había más de dos mil niñas y niños explotados, entre los 8 y los 17 años, en más de 600 lupanares. Las cifras pueden elevarse ya que no se incluye el comercio sexual de menores ejercido fuera de esos establecimientos.

∗ Nombres ficticios para proteger la identidad de las personas.

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Plagio y adopciones ilegales De acuerdo con un reporte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de la OEA, Guatemala presenta “uno de los mayores índices de adopción internacional y, según estadísticas, es el cuarto país que da la mayor cantidad de niños y niñas en adopción en el mundo, pero en proporción a sus habitantes sería el primero”. En el 2002, el 82% de los niños dados en adopción vivía en “casas cuna”. También son alarmantes los procedimientos para identificar a las niñas y engañar a sus madres, así como la ilegalidad y la corrupción que envuelve el proceso de entrega de la infante a los padres adoptivos. La Procuraduría de los Derechos Humanos reportó el robo de 203 niños por traficantes de personas para darlos en adopción con procedimientos irregulares, en 2007. La Procuraduría General de la Nación informó que ha identificado 30 expedientes de adopción cuyos análisis de ADN no coincide entre el niño y su supuesta madre. El tráfico de menores se facilita por falta de vigilancia y preocupación estatal y porque el Código Penal establece una pena insignificante de uno a tres años de prisión, de acuerdo con el artículo 209. De tal cuenta que si alguien es sorprendido robando un infante, puede ir a la cárcel por unos meses o salir libre luego de pagar una fianza de Q5,000.00. En Guatemala, la mayoría de las adopciones se realizan por la vía extrajudicial, lo que implica que los trámites únicamente se realizan ante un abogado o notario. La OEA sostiene que las adopciones ilegales constituyen un grave problema social y legal, ya que en muchas ocasiones se incurre al secuestro, con lo que se violan los derechos de las madres y de sus hijas.

* * * * Acerca de UNICEF: UNICEF trabaja sobre el terreno en más de 150 países y territorios para ayudar a los niños y niñas a sobrevivir y avanzar en la vida desde la primera infancia hasta la adolescencia. El mayor proveedor de vacunas para los países en desarrollo, UNICEF apoya la salud y la nutrición de la infancia, el abastecimiento de agua y saneamiento de calidad, la educación básica de calidad para todos los niños y niñas, y la protección de los niños y las niñas contra la violencia, la explotación y el SIDA. UNICEF está financiado en su totalidad por las contribuciones voluntarias de individuos, empresas, fundaciones y gobiernos. Acerca de DEMI: DEMI es una institución creada en 1999, en el marco del Acuerdo de Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas. Atiende las particulares situaciones de vulnerabilidad, indefensión y discriminación de las mujeres indígenas para promover el respeto y el cumplimiento de sus derechos. Para cumplir con sus atribuciones y objetivos, la DEMI ha organizado sus acciones institucionales en las siguientes áreas de trabajo: Incidencia Política; Atención de Casos; Consolidación Institucional y Formación; y Comunicación. Para obtener más información, sírvase dirigirse a: Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF Parisa Nabili, Oficial de Comunicación. Tel. 2327 6373 [email protected] Defensoría de la Mujer Indígena, DEMI 11 Calle 9-38, Zona 1, Ciudad de Guatemala, Guatemala. Tels.: 2253 8057 / 2285 0155

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