palleiro, maría inés (2012) “mujeres fantasmas en el barrio porteño de la boca”, imaxes de...
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Palleiro, María Inés (2012) “Mujeres fantasmas en el barrio porteño de La Boca”, Imaxes de muller.
Representacion da feminidade en mitos, contos e lendas ed por Camiño Noia Campos, Vigo,
Universidade de Vigo. ISBN: 978-84-8158-581-0.
Mujeres fantasmas en el barrio porteño de la Boca:
Felicitas Guerrero y la joven Clementina”
María Inés Palleiro
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) /Universidad de Buenos Aires- Argentina
Los fantasmas son criaturas evanescentes ubicadas en un espacio fronterizo la entre vida y muerte, y
entre la historia y la ficción, en la zona difusa de la creencia. Estos seres dan lugar a infinidad de relatos, que
circulan en la más diversas tradiciones. De todos ellos, me interesa considera una categoría particular,
asociada con la muerte intempestiva de jóvenes mujeres de existencia real, en plena en edad núbil. Estos
relatos tienen una construcción retórica vinculada con la personificación femenina de la Muerte. Tal
personificación, que tiene entre su expresión en la Danza de la Muerte medieval, reaparece en expresiones
narrativas de las más distintas épocas. Dentro de esta categoría de relatos, me ocupo específicamente aquì de
la recreación de esta tradición milenaria en el barrio porteño de la Boca, vinculada con la muerte temprana de
dos jóvenes mujeres: Felicitas Guerrero y el de Clementina.
Las narraciones vinculadas con la muerte revelan distintos aspectos vinculados con el sentido de la
vida en diferentes culturas. Este universo de sentido se abre hacia la dimensión ontológica de lo sobrenatural y
hacia la dimensión performativa del ritual. Tales narraciones atraviesan la frontera de la dimensión histórica,
para explorar los límites de lo desconocido, a donde se accede a través de otra modalidad de saber posible,
relacionado con la creencia1.
Considero la creencia como una relativización de la categoría de certeza, en la que el valor de verdad
de un enunciado depende de un posicionamiento subjetivo o de un acuerdo convencional entre sujetos
(Greimas & Courtés, 1982). Enfatizo el sentido performativo del ritual, relacionado con la reiteración de
acciones en una secuencia fija, con miras a conseguir ciertos efectos, como por ejemplo la suerte en el amor
mediante la invocación a entidades sobrenaturales como el fantasma de Felicitas Guerrero.
Felicitas Guerrero fue una joven que vivió en el siglo XIX, y murió trágicamente pocos días antes de
su segundo matrimonio. Luego de esta trágica muerte, sus familiares mandaron construir la iglesia de Santa
Felicitas, en honor a su memoria. Clementina, por su parte, es un personaje legendario, presentado en los
relatos como una joven artista, que habitó una mansión de la que fue propietaria María Luisa Auvert Arnaud,
quien tuvo existencia real en la Buenos Aires de comienzos del siglo XX. Tanto la iglesia de Santa Felicitas
como “La Torre de los Bichos” donde se dice que vivió la joven Clementina, forman parte del circuito
turístico de los barrios de la Boca y Barracas, de la zona Sur de la ciudad de Buenos Aires.
1 Para una relación de la creencia con un saber posible, véase Palleiro comp. (2008). Para una referencia específica al
problema de los mundos posibles, véase Palleiro et al (2008).
Las distintas versiones en torno a estos personajes tienen algunos rasgos temáticos comunes con el motivo
E 322.3.3.1 de Stith Thompson, “The vanishing hitchhiker”, y otras se apartan de él, en recorridos alternativos
que van desde la recreación de la materia histórica, hasta la elaboración ficcional. Tienen también rasgos
estructurales y retóricos comunes, vinculados con la contraposición entre la vida y la muerte, personificada en
una figura femenina. Las versiones se estructuran de tal modo en torno a esta contraposición, que sirve como
eje compositivo de los relatos. Estos rasgos temáticos, compositivos y estilísticos comunes configuran una
matriz narrativa. Es así como los relatos de los que aquí me ocupo recrean la matriz folklórica de “El
encuentro con la Muerte”2, en un entramado intertextual con la experiencia histórica. La forma narrativa
funciona en ellos como principio de articulación secuencial de la experiencia (Bruner, 2003), en un mensaje
cuyo contenido semántico se relaciona con aspectos constitutivos de la identidad grupal (Bauman, 1972;
Palleiro, 2004). Tal formato narrativo sirve a su vez como soporte de prácticas rituales vinculadas con el culto
popular a figuras como la de Felicitas Guerrero, considerada como intercesora en cuestiones amorosas.
El eje del trabajo es la recreación ficcional de la historia en el discurso legendario, y sus vinculaciones
con otros discursos como el rito, el enunciado fílmico y el guión turístico. Me ocupo entonces del entramado
entre oralidad, escritura y recreaciones virtuales y mediatizadas en distintas versiones referidas a mujeres
fantasmas. Analizo también ciertas prácticas rituales en torno a la figura de Felicitas, que vinculan la leyenda
con la devoción popular.
El corpus de trabajo
Para analizar la leyenda de Felicitas Guerrero, cuento con un corpus de versiones orales, y de
desgrabaciones de registros en video realizadas por mí en Buenos Aires en octubre de 2010, en ocasión
de “La Noche de los Museos”. Como intertexto, considero el film argentino Felicitas, del año 2009,
dirigido por María Teresa Costantini3. De la leyenda de Clementina, trabajo con una versión virtual
circulante en Internet. Hago asimismo una referencia tangencial a una investigación anterior sobre la
trágica desaparición de la joven Rufina Cambacères, identificada, del mismo modo que Clementina y
Felicitas, con la figura legendaria de “La dama de blanco”.
La dama fantasma en sus distintos nombres: Clementina, Rufina y Felicitas
En una investigación anterior (Palleiro, 2004), estudié in extenso la leyenda surgida en torno de
la trágica muerte de la joven Rufina Cambacères, que tuvo lugar aproximadamente en la misma época
de la de Felicitas Guerrero. También en esta época surgió la leyenda en torno a la joven artista
Clementina. Tanto en las distintas versiones orales, como en recreaciones literarias y en relatos
virtuales, la figura de Rufina es asociada, del mismo modo que la de Felicitas Guerrero, con el personaje
fantasmal de “la dama de blanco” (Palleiro, 2004). Esta dama es una bella mujer que protagoniza
2 Para un desarrollo en profundidad del concepto de matriz folklórica, véase Palleiro (2004).
3 El film, producido por Buenos Aires Producciones, contó con un elenco artístico encabezado por la actriz Sabrina
Garciarena en el rol protagónico de Felicitas, por Gonzalo Heredia como Enrique Ocampo y Luis Brandoni como Martín de
Álzaga.
encuentros eróticos con jóvenes porteños en fiestas, bailes o calles de la ciudad, para desaparecer luego
antes del amanecer y regresar a su tumba, en donde sus distintos acompañantes pueden encontrar
indicios de su identificación con una joven enterrada en el cementerio.
De la investigación sobre Rufina Cambacéres, me interesa retomar aquí solo algunos detalles la
vinculan con Felicitas Guerrero y con la joven Clementina. Uno de estos detalles se encuentra en una
versión oral recogida por mí en Buenos Aires en 1996. En esta versión, el joven narrador Santiago
Bonacina, estudiante universitario, sustituyó el nombre histórico de “Rufina” Cambacéres por el nombre
legendario de “Clementina”, protagonista de una balada del folklore anglófono4. Esta dinámica
sustitutiva se verifica también en otras versiones. Fue así como, en una referencia a la historia de la
joven Cambacères, recogida también en Buenos Aires en 1997, Elida Lois, docente universitaria, afirmó
que el “verdadero nombre” de Rufina era “Felicitas Cambacères”, en un reemplazo sustitutivo tendiente
a entretejer la “historia” legendaria de la Rufina con la de Felicitas Guerrero (Palleiro, 2004).
En un esclarecido estudio sobre el arte folklórico, Mukarovsky (1977) subraya la relevancia de
los “detalles” como unidades semánticas básicas de la obra folklórica, que constituyen la base de su
proceso de composición. Esta transformación sustitutiva de detalles, al igual que su adición, supresión o
desplazamiento, constituye un indicio del proceso de folklorización de la trágica historia de estas
jóvenes mujeres, convertidas en figuras emblemáticas de la cultura local5.
Clementina, la artista fantasma de la Boca
“Clementina” es también el nombre de una joven fantasma del barrio de La Boca, cuya leyenda
circula en Internet. La sustitución del nombre histórico de Rufina Cambacères por el de “Clementina” la
vincula en efecto con una tradición folklórica global, que se extiende desde el folklore
anglonorteamericano de la balada homónima, hasta la de las leyendas locales circulantes en el canal
virtual de la world wide web.
En una página de Internet dedicada a las “Curiosidades de Buenos Aires”, hay un link referido a
“La Torre del fantasma”. El sitio está presentado como un espacio virtual dedicado a “a conocer los
rincones, las historias y los mitos de la Ciudad de Buenos Aires”, en una combinación de los rasgos del
espacio físico de la ciudad con los del espacio simbólico de sus leyendas y tradiciones.
En otros trabajos (Palleiro, inédito), me ocupé ya de esta leyenda circulante en Internet, y
destaqué las características de este canal virtual, en el cual los mensajes que circulan son el producto de
la elaboración de una cadena de emisores. Tales mensajes presentan un discurso atractivo, orientado a
captar la atención de un receptor que llega a la página a partir de una búsqueda virtual. Esto lleva a los
enunciadores a emplear recursos argumentativos, que recurren al código verbal y al discurso de la
4 En otro trabajo, analicé ya la vinculación intertextual de este personaje con el de la joven Clementine de la balada
tradicional anglonorteamericana (Palleiro, inédito). 5 Como afirmé en otros trabajos (Palleiro, 2004), las adiciones, supresiones, sustituciones y desplazamientos de detalles son
operaciones de transformación de las matrices folklóricas. Defino allí la matriz como un conjunto de rasgos temáticos,
compositivos y estilísticos comunes, identificables mediante la confrontación intertextual de versiones.
imagen para convencer a los receptores a visitar un sitio. Retomaré el estudio de esta leyenda virtual,
con miras a la elaboración de una tipología de leyendas de mujeres fantasmas.
Uno de los rasgos distintivos del relato virtual es la inclusión imágenes, como la fotografía de
“La Torre del Fantasma”, que crea una ilusión de realidad. Otro rasgo es la localización precisa, en una
tensión entre lo local y lo global, que sitúa la leyenda vernácula en una serie de tradiciones de “las
grandes ciudades del mundo”. La leyenda está ambientada en “el barrio de la Boca”, “a principios del
siglo XX”. A través de un juego retórico, que combina alusiones y descripciones con elementos icónicos
como el croquis de la vivienda, el narrador presenta a la protagonista, Clementina, como una figura
emblemática, asociada con el espacio en el que eligió vivir.
El relato incorpora detalles descriptivos, relacionados con la atmósfera cultural “bohemia” de
este barrio, ubicado “En el sur de la ciudad de Buenos Aires, en la boca del Riachuelo”. Este espacio
físico y simbólico es el marco en el que se localiza “una casa con una torre cuya historia es por demás
misteriosa”, escenario de una “leyenda peculiar alimentada… de boca en boca por los vecinos del
lugar”. Sobresale en esta descripción la retórica acumulativa, con abundancia de detalles, que incorpora
la dimensión del espacio en la secuencia temporal de acciones (“En pleno corazón de la Boca, sobre las
intersecciones de la avenida Almirante Brown y las calles Wenceslao Villafañe y Benito Pérez Galdós
un antiguo edificio… del cual sobresale una torre…). El narrador recurre al realismo descriptivo,
también en lo que se refiere a la construcción del edificio, a cargo del “arquitecto catalán Guillermo
Álvarez”. Tal construcción se sitúa en una instancia temporal precisa “a mediados de la década de
1910”. El edificio está presentado como “…una vivienda… de estilo catalán moderno… con objetos…
… [y] plantas exóticas de Cataluña…”. El realismo sirve como marco para la irrupción de una serie de
sucesos extraordinarios, que obligan a la dueña, “la señora Auvert”, a abandonar el edificio “en silencio
y misteriosamente”. La contextualización en un espacio real sirve como prueba argumentativa de la
verosimilitud del relato.
Un eje constructivo del relato es tensión entre ficción y realidad, asociada con una dinámica
antitética entre la “tradición” de la inmigración europea, y la cultura criolla. En esta zona intermedia
entre ficción y realidad se instala el dominio de la creencia, en el que lo verdadero es reemplazado por lo
verosímil, y lo real por lo creíble. La credibilidad del discurso es ciertamente un tópico recurrente de
este discurso virtual. Un elemento característico de la creencia es la validación del discurso mediante el
consenso colectivo, introducido mediante la referencia al proceso de transmisión oral dentro del grupo
de “los vecinos”. Esta tensión entre ficción y realidad se combina con la dinámica entre pasado y
presente, en una retórica de invención de tradiciones (Hobsbawm & Ranger, 1983). Tal retórica se
advierte en el uso del adjetivo “antiguo”, atribuido al edificio, para construir un pasado asociado con la
“vieja” civilización europea en una ciudad “nueva” como Buenos Aires.
Para presentar a la protagonista, el narrador recurre a imágenes visuales. Por medio de estas
imágenes, describe a la joven Clementina como “una mujer hermosa, de larga cabellera, alegre y muy
querida por el barrio”, que se asoma con frecuencia a “la ventana del palacio”, para deleite de los
transeúntes. Este uso de imágenes visuales en el discurso verbal está en consonancia con el despliegue
icónico de elementos visuales en la página web. Tal presentación evoca el tipo narrativo folklórico de
“la princesa en la torre” (ATU 310, The maiden in the tower”). Este tipo narrativo se combina con ATU
313, “The magic flight”, vinculado con la huida misteriosa de la antigua propietaria de la vivienda,
Mme. Auvert, de la ciudad hacia el campo. Como consigna el tipo narrativo, en esta huida, algunos
objetos del mobiliario de su residencia cobran animación, obstaculizando la acción de los personajes.
El eje de interés del relato es la muerte misteriosa de Clementina, a punto de coronar su carrera
artística con la exposición de un cuadro que estaba por concluir (“… En los días posteriores a la
entrevista… una noche extraño suceso ocurrió, los vecinos escucharon gritos que provenían de la
torre… Clementina se arrojó al vació provocando la muerte cuando su cuerpo impactó en el duro
cemento de la vereda…”). Este suceso da lugar a una indagación sobre el trágico accidente, emprendida
por una periodista que la había entrevistado poco antes de morir, interesada en sus cuadros. Es aquí
donde se nombra por primera vez a los follets, seres sobrenaturales de la tradición catalana. En las
últimas fotografías de las pinturas de Clementina tomadas por la periodista aparecen “tres duendes” o
“gnomos” que “no estaban en el cuadro al momento de ser fotografiado”. Esta aparición de criaturas
sobrenaturales, entretejida con la referencia a personas de existencia histórica, es un rasgo distintivo de
este y los demás relatos aquí analizados. El narrador menciona una “antiquísima leyenda de Cataluña”,
cuyos protagonistas son “los follets, unos pequeños duendes que siempre duermen en los hongos de las
setas”, originarios de “los bosques de los Pirineos”. Tal leyenda es relatada a la periodista por Mme.
Auvert, la real propietaria de la mansión. Ella explica que su huida de la casa se debió a que uno de
estos follets se había enojado mucho, y había comenzado a provocar destrozos. La mansión se había
convertido entonces en una suerte de “mundo al revés”, con mesas y sillas rotas, y cuchillos voladores.
Esto la llevó a abandonar la propiedad, para trasladarse al campo.
El discurso tiene un estilo interactivo, vinculado con la modalidad comunicativa del canal virtual de
Internet y con el dialogismo de la obra folklórica (Mukarovsky, 1977). Otro aspecto recurrente en este y
los demás relatos analizados es la referencia a distintas versiones, como las ofrecidas en este caso por el
narrador, en relación con la muerte trágica de Clementina. Una tiene que ver con las propiedades
alucinógenas de las plantas de jardín, y otras, con una explicación sobrenatural que atribuye su muerte
a un asesinato cometido por los follets. El narrador emplea el declarativo impersonal “dicen” para
marcar una distancia enunciativa con respecto al valor de verdad de dichas “versiones”. Este es también
un recurso argumentativo del estilo oral, que acude a la polifonía grupal como prueba de la verosimilitud
del discurso. La última versión está introducida por una cláusula modal que alude a “lo cierto” de los
sucesos misteriosos (“Lo cierto es que en la actualidad los habitantes del edificio del barrio de la Boca
dicen escuchar por la noche los pasos de una persona en la torre…”). Es así como la veracidad del
enunciado aparece al mismo tiempo legitimada por el consenso de “los habitantes del edificio” de la
Boca, y relativizada por el impersonal “dicen”, que delega la responsabilidad del discurso en una voz
colectiva. Tal modalidad enunciativa, que vincula la certeza con el posicionamiento subjetivo y con el
consenso grupal, es característica de la creencia (Greimas y Courtès, 1982).
En un retorno al presente que proyecta las consecuencias de la tragedia sobre la actualidad, el
narrador hace referencia a la desaparición misteriosa de objetos, tales como “el cuadro no terminado de
Clementina”. Tal proyección del pasado en el presente es un tópico de la leyenda, a la que el narrador
hace referencia en una reflexión metacomunicativa (“…cuenta la leyenda que los pasos que se escuchan
en la torre son los que el fantasma hace recreando su carrera al vacío…”). La “agonía” del fantasma está
conectada con la obra inacabada de la artista, en una dinámica metonímica de la falta y de lo inconcluso
(Le Guern, 1985)6. Tal dinámica está asociada con la tensión antitética entre juventud y madurez, vida y
muerte. El juego metonímico de lo inconcluso remite tanto al fragmentarismo del cuadro inacabado
como a la vida interrumpida. El relato instala al mismo tiempo un juego entre el todo y la parte, propio
de una “lógica sinecdótica” (Briggs 2002), al hacer referencia a las partes que faltan completar del
cuadro. Es por esto que el narrador, en un final abierto, propone como solución posible para dar fin a la
agonía del fantasma el hallazgo del cuadro perdido (“...la única manera de terminar con los maleficios es
encontrar el cuadro escondido y darle una pintada final para que la agonía del fantasma finalice…”).
El fantasma femenino puede ser considerado como una condensación metafórica de la antítesis entre
muerte y florecimiento vital, en el espacio evanescente del misterio. Tanto el cuadro sin terminar, que
simboliza la carrera artística truncada, como la caída en el vacío, que evidencia el final intempestivo de
la joven, se convierten en representaciones metafóricas de lo inconcluso, proyectado hacia una
dimensión sobrenatural.
La conexión de la protagonista con el espacio es, como anticipé, un rasgo distintivo del discurso
legendario, enfatizado en una fórmula final. Esta fórmula alude, al igual que al comienzo, a la dinámica
entre lo local y lo global, que funciona como marco narrativo. Este marco remite a una retórica de
invención de tradiciones, que conecta los edificios “encantados” de Buenos Aires con un pasado
tradicional europeo. En una suerte de geografía fantasmal construida mediante un juego poético de
localizaciones contextuales, las figuras evanescentes de los más diversos lugares se convierten en
emblemas de la seducción de la muerte en culturas y situaciones concretas, y constituyen expresiones
simbólicas de la identidad de cada grupo.
Felicitas Guerrero, el fantasma de Barracas
El fantasma de Felicitas Guerrero se asocia también con la muerte de una joven, ocurrida, al
igual que la de Clementina, en la zona Sur de Buenos Aires, en el barrio porteño de Barracas. Del mismo
modo que el fantasma de la joven artista, también el de Felicitas puede ser visto desde lo alto de una
torre, ubicada en la iglesia construida en su memoria en el mismo predio en el que tuvo lugar su
6 Entiendo por metonimia no solo una figura retórica sino también una operación de pensamiento relacionada con el
desplazamiento de un elemento a otro de la cadena discursiva, que remite a un juego entre la parte y el todo, propio de la
sinécdoque.
asesinato, a fines del siglo XIX. Los dos edificios en los que aparecen ambos fantasmas tienen una
existencia real, y fueron en su momento propiedad de familias aristocráticas, vinculadas con la tradición
cultural de un grupo. Su muerte trágica convirtió estas figuras en personajes emblemáticos, elevados a
la categoría de símbolos de la identificación colectiva. Todos estos rasgos comunes permiten realizar un
esbozo tipológico de leyendas relacionadas con fantasmas femeninos en ámbitos urbanos.
En el plano biográfico, Felicitas Guerrero tuvo, al igual que Rufina Cambacéres, una muerte
trágica. Ella fue asesinada el mismo día de su fiesta de compromiso con el joven Samuel Sáenz Valiente.
Su muerte se sitúa también en la misma época de la de la joven Rufina Cambacères, enterrada, como
ella, en el cementerio de la Recoleta. Como ya anticipé, tanto Rufina como Felicitas suelen ser asociadas
con “la dama de blanco” que, según la tradición popular, tiene por costumbre aparecerse por las noches
a algunos caminantes. En otro trabajo (Palleiro, 2004), me he ocupado de esta leyenda, articulada en
torno a la matriz narrativa de “El encuentro con la Muerte”. Solo me interesa destacar aquí el
entrecruzamiento de esta matriz con distintas historias de mujeres fantasmas, manifiesto en la
transformación sustitutiva del nombre de “Rufina” por los de “Clementina” y “Felicitas”.
Curiosamente, en este período histórico que media entre el final del siglo XIX y el primer cuarto
de siglo XX, proliferan las historias de jóvenes mujeres muertas en plena juventud en diversas partes del
mundo. Tal es el caso de la joven Frederike von Grottes, asociada con la aparición fantasmal de The
Lilac Lady del museo de Tartu, Estonia (Kalmre, 2001), cuya comparación con la historia de Rufina
Cambacéres desarrollé en otros trabajos (Palleiro, en prensa).Tanto el cementerio de la Recoleta como
las antiguas mansiones de la Boca y Barracas, escenarios de estas historias son, al igual que el museo de
Tartu, espacios simbólicos ligados con la memoria social de un grupo. Esta es una característica común
a este conjunto de relatos, que merece ser tenida en cuenta en una tipología.
En el caso particular de Felicitas, los relatos conjugan historia, rito y leyenda, en un entretejido
que se plasma en distintas versiones orales, y en recreaciones que incluyen el discurso fílmico. El
recorrido narrativo de algunas de estas versiones permitirá observar distintas modalidades de
elaboración poética de la historia en soportes comunicativos diferentes.
El testimonio oral de una vecina de Barracas en “La Noche de los Museos”
“La noche de los Museos” constituye un evento cultural globalizado, en el que tanto Buenos
Aires como otras ciudades del mundo abren por las noches las puertas de sus museos en forma gratuita.
En este evento del año 2010, visité el complejo museal “Santa Felicitas” del barrio porteño de Barracas.
Allí recogí el siguiente testimonio narrativo, de boca de una visitante, que se identificó como una vecina
del barrio, interesada en su historia7.
7 Para un interesante estudio sobre la recreación de la historia de Felicitas en una performance artística realizada en ocasión
de ediciones anteriores de este evento de La Noche de los Museos, véase Bombén y Brandt (2011).
Esta vecina, de una edad entre los 35 y los 40 años, presentó su versión como un relato etiológico,
que refiere el origen del nombre de “la capilla de Santa Felicitas”. La referencia al nombre de la iglesia
sirvió como cláusula de enmarcado inicial y final (“La familia donó todo esto siempre y cuando se
hiciera una capilla con el nombre de Felicitas…Y entonces traen la estatua de Felicitas Guerrero… y es
como la protectora de los amores imposibles, por su historia…”). La narradora incluyó una referencia a
sí misma en primera persona, en la que vinculó su propia narración con la “historia” de Barracas (“…Yo
soy de Barracas, conozco la historia de Barracas…”) El eje de la narración fue la vida trágica de
Felicitas, que alcanzó el climax con su asesinato, perpetrado por “un pretendiente” (“…Ella quedó
viuda, se murió su marido y su hijito… Era muy joven, muy linda, y de mucho dinero. Entonces, tenía
un pretendiente que a toda costa se quería casar con ella, y como ella no quería casarse con él, un día
vino y la mató…”). La narradora agregó elementos descriptivos, vinculados con la condición
aristocrática, la juventud, belleza y posición económica de Felicitas, que la convirtieron en la figura
paradigmática de un emblema del barrio y de la ciudad, materializado en una estatua (“…la estatua de
Felicitas Guerrero… ella era muy joven, muy linda y de mucho dinero… “). El relato contextualizó la
historia de vida de Felicitas en el marco de la “historia” social del barrio, y conectó la acción narrada
con la actualidad, en una la proyección del pasado en el presente (“…. Todo esto era la casa de ellos…
Eran todo, las tres manzanas…la plaza…la iglesia, y el colegio…”). El deíctico “esto” marcó el anclaje
espacial del relato en el contexto de narración, subrayado por la enumeración, que dio lugar al
despliegue simultáneo de elementos del ámbito local en la sucesión episódica. Este trabajo poético
formó parte de una retórica de invención de tradiciones (Hobsbawm & Ranger, 1983).
Esta versión no incluyó alusión alguna a la aparición fantasmal. La narración se situó en el plano de
la historia, proyectada hacia la dimensión de la creencia en virtud del culto popular. En una coda final
(Labov & Waletzky, 1967), la narradora retomó la referencia inicial a la “iglesia” que lleva el nombre
de Felicitas (“Entonces, la familia donó todo eso para que se hiciera una iglesia con el nombre de la
hija….”) Este enmarcado inicial y final realzó el carácter de narración etiológica de la versión,
relacionada con la explicación del nombre de un lugar.
La referencia a la devoción popular puso énfasis en el rol de Felicitas como “protectora de los
amores imposibles”, y vinculó el discurso narrativo con las creencias, asociadas a la vez con el culto
religioso canónico. Es así como la invocación a Felicitas Guerrero, elevada a la categoría de protectora
sobrenatural en cuestiones amorosas, fue asociada por la narradora, en un proceso de condensación
metafórica, con el culto a la santa romana del siglo II.
La historia de Felicitas en el guión multimedial del Museo
En la visita al Museo, se proyectó también un video sobre la base de un guión que aludía a la
“leyenda” de Felicitas. Este video, destinado a orientar al público en su visita, encuadró también el
relato biográfico y las alusiones a la leyenda dentro del marco de la “historia” del barrio de “Barracas”.
La narración guionística comenzó con una alusión a la instancia fundacional del complejo museal
“Santa Felicitas”, referida por una voz femenina. La retórica visual se basó en un contrapunto entre
pasado y presente, que combinaba imágenes de los personajes y lugares históricos, con otras de la
apariencia actual del complejo. La secuencia narrativa estuvo acompañada de este modo de la exhibición
de imágenes actuales de la iglesia y la plaza, y de grabados que reproducían el aspecto de la mansión en
tiempos pasados, en un juego visual que subrayó el vaivén entre el pasado y el presente. Además del
contrapunto de voces en off, una cortina musical marcó el comienzo y el fin del relato. Tal combinación
de códigos dinamizó el desarrollo narrativo, dialogizado por la alternancia de voces masculina y
femenina. El guión fue el resultado de una cadena de enunciadores del museo plasmada en un soporte
multimedial. De este modo, el recorrido cronológico estuvo unido a una actualización en el aquí y
ahora del barrio de Barracas, en un juego multisemiótico reforzado por el discurso visual y sonoro.
La historia se inició con la referencia a “inmigrante vasco…Martín de Álzaga y Olavarría” que
“hizo una gran fortuna durante el Virreinato español” y que colaboró “en la defensa de la ciudad durante
las Invasiones Inglesas de 1806”. Este tramo de la narración, en la que alternaron, en un contrapunto
polifónico, una voz femenina con otra voz masculina, estuvo acompañado de imágenes de la Buenos
Aires virreinal. Tal referencia a esta instancia fundacional estuvo seguida por una secuencia que tuvo
como protagonista al sucesor de este personaje, también llamado Martín de Álzaga, quien en 1850
heredó “la quinta de Barracas”. En la misma dinámica entre pasado y presente, el narrador especificó
que la quinta estaba situada “donde hoy está ubicada la plaza Colombia”. Este segundo Martín de
Álzaga, futuro marido de Felicitas, tenía una relación comercial con otro migrante español, “Carlos
Guerrero, casado con Felicitas Cueto y Montes de Oca”, quien “tenía once hijos”. La mayor de estas
hijas era Felicitas Guerrero. Estas secuencias constituyeron la prehistoria del relato, encuadrada en la
historia cronológica de dos familias.
La primera secuencia de la historia de Felicitas aludió a su matrimonio, pactado por el padre. Este
matrimonio tuvo como rasgo distintivo la contraposición entre juventud y madurez, dada por la
desigualdad de edades entre Felicitas y su esposo. Tal desigualdad introdujo el tópico de “el viejo y la
niña”, de raíz folklórica. La voz narrativa refirió de este modo que “en 1862, Carlos Guerrero acuerda
con Álzaga darle en matrimonio a su hija, Felicitas, que tenía dieciséis”, mientras que su futuro marido
“tenía cincuenta y uno”. El matrimonio estuvo signado por la desgracia. Fue así como Felicitas “tuvo un
hijo, llamado Félix, que murió a los seis. Al año siguiente, perdió un embarazo, y además quedó viuda
en mil ochocientos setenta”. Estas tragedias instalaron una contraposición entre la vida y la muerte, que
fue uno de los ejes de la organización retórica. Los indicios temporales precisos otorgaron a la narración
la estructura de un relato cronístico.
El episodio siguiente se centró en el final del luto de Felicitas, y su reingreso en “la sociedad
porteña”. Refirió escuetamente que “tuvo varios pretendientes, entre los que se destacó Enrique
Ocampo”, y que “a fines de mil ocho setenta y uno, Felicitas decidió casarse con Samuel Sáenz
Valiente”. Hubo aquí una acumulación de indicios temporales, unida a la mención de detalles de
situaciones históricas concretas, como “la terrible epidemia de fiebre amarilla que cambió la fisonomía
de la ciudad”, ocurrida “durante ese año de mil ochocientos setenta y uno”. Este marco temporal sirvió
para ubicar el episodio del traslado de “la familia Guerrero, junto a Felicitas” a “la quinta de Barracas
[que hoy ocupa el complejo] para escapar de la epidemia”. Tuvo lugar luego la instancia climática,
referida a “el trágico hecho que terminó con su vida”, datado con precisión “el veintinueve de enero”. La
secuencia registró una particular aceleración narrativa, que creó una tensión especial. Como en otros
relatos, este suceso dio lugar a distintas versiones. La voz masculina mencionó una de ellas, atribuida a
“la crónica policial”, referida al suicidio de Enrique Ocampo, luego del asesinato. Una voz femenina
proporcionó una versión alternativa del suceso luctuoso. Esta “versión, que cuentan los descendientes de
la familia Guerrero”, sostenía que “el primo de Felicitas, Christian de María… junto con… uno de los
hermanos menores de ella, entraron en la sala al escuchar los disparos, le quitaron el arma a Ocampo, y
lo mataron… “. La misma voz ofreció “…una tercera versión, que sostiene la familia Sáenz Valiente: es
que fue Samuel, su novio, quien entró en la sala, y mató a Ocampo…” Estas versiones alternativas,
caracterizadas por el cambio sustitutivo de detalles (Mukarovsky, 1977), constituyen indicios de
folklorización de la historia. Tal folklorización da pie para la génesis de la leyenda, cuyo estilo dialógico
reprodujo el contrapunto polifónico del guión. Las distintas versiones remiten a la vida en variantes de la
tradición oral a la que alude Menéndez Pidal.
La voz masculina refirió que “Felicitas finalmente muere al día siguiente, el treinta de enero de mil
ochocientos setenta y dos”, en una actualización del hecho luctuoso a través del uso del presente. Este
acontecimiento histórico, con sus distintas versiones, constituyó ciertamente el punto de arranque de la
leyenda, introducida de manera escueta, en una coda final, por la forma declarativo impersonal “se
dice”, que remite a la voz plural de la comunidad toda (“…Se dice que todos los treinta de enero el
fantasma de Felicitas aparece e los jardines, junto a la iglesia…”). Esta alusión escueta está luego
ampliada en carteles escritos del museo que despliegan las distintas versiones, con el agregado de
alusiones a prácticas rituales.
El guión refirió luego la construcción de la iglesia “[en] recuerdo de la hija asesinada, y dedicada a la
santa mártir romana del siglo dos…diseñada por el arquitecto Ernesto Bunge, con estilo ecléctico
alemán...”, inaugurada “en mil ocho setenta y seis [con] “una característica muy especial, poco usual en
las iglesias. En el atrio, hay dos esculturas de mármol: una bella figura de Felicitas, con su hijo Félix…”.
Esta referencia alude a la condensación simbólica de la historia y la dimensión sobrenatural, propia de la
leyenda. Tal condensación está abierta al dominio de lo religioso, a partir de la identificación de Felicitas
Guerrero con la santa romana. El monumento erigido en el espacio sagrado contribuyó, al igual que en el
caso de Rufina Cambacéres, a perpetuar su memoria, y es utilizado desde entonces como elemento de
culto, en la medida en que quienes tocan la estatua esperan obtener la intercesión sobrenatural de Felicitas.
La historia de muerte de esta joven de origen aristocrático en plena juventud, poco antes de su
boda, que lleva a los familiares a perpetuar su memoria en una estatua, tiene una estrecha similitud con
la de Rufina Cambacéres. Ambas constituyen figuras emblemáticas, cuya memoria se proyecta hacia
una dimensión sobrenatural, a través de sus apariciones fantasmales. Esto las convierte en símbolos de
identificación colectiva a quienes las jóvenes de hoy acuden, en una suerte de ritual, para implorar su
protección o expresarle su afecto, como lo testimonia un video subido a You Tube en 2009, que filmaba
la visita de un grupo de muchachas a la bóveda de Rufina. Una de ellas, tocando la estatua, expresaba
“Rufina, te queremos!”, en una actitud similar a la de las jóvenes que acuden al portal de la iglesia de
Santa Felicitas. Todos estos aspectos constituyen rasgos comunes a los distintos relatos sobre fantasmas
femeninos, que merecen ser considerados como parámetros para configurar una tipología.
La versión oral de una guía de turismo
En la misma Noche de los Museos, recogí el relato oral de una guía de turismo, quien, apartándose
parcialmente del guión del Museo, me dio una versión diferente, producto de un entramado de dicho
guión con una investigación propia realizada entre vecinos y visitantes del complejo. También este
relato da cuenta del entretejido entre historia, leyenda y rito que es el rasgo distintivo de las versiones
que circulan tanto en torno a Felicitas Guerrero como al de Rufina Cambacères.
La guía de turismo, en su rol de narradora, focalizó su relato en el suceso luctuoso del asesinato, y en
las distintas versiones acerca del autor de la muerte de Ocampo, que constituyen un índice de
folklorización del relato. La estructura narrativa se basa en la acumulación de detalles realistas
vinculadas con la biografía de Felicitas Guerrero, desde la secuencia inicial de su nacimiento a la de su
matrimonio, hasta el nacimiento y posterior muerte temprana de su hijo, que da margen para incorporar
la alusión histórica a la epidemia de fiebre amarilla de esa época:
Bueno, Felicitas nace en mil ochocientos cuarenta y seis…Era hija de Carlos Guerrero y dee…. Felicitas Cueta Montes de Oca.
Ella nace, era la mayor …de las once hijas, …era muy linda, muy bella…Todos decían que era la más linda de la República… Y a los
dieciséis, la pide en matrimonio Martín de Álzaga…Bueno, ella no quería casarse con él, porque tenía cincuenta y un…pero…él era
muy rico, tenía muchas tierras…y …el padre la obliga a casarse. Se casan, ella tiene un hijo, y el hijo a los tres muere, debido a
laa…a la peste de fiebre amarilla que estaba en la ciudad.
También esta versión incluye el tópico del “viejo y la niña”, ya que hace referencia a un hombre
mayor como Álzaga que toma por esposa a una mujer joven. Para introducir a Felicitas en su relato, la
narradora hace uso del recurso de la hipérbole, y la presenta de este modo como “la más linda de la
República”. Este calificativo aparece avalado por la voz colectiva del grupo, a través de la forma “Todos
decían”. Tal presentación de la protagonista constituye además un procedimiento de antonomasia, que
alude a un individuo, en este caso Felicitas, como representante por excelencia de un grupo o clase. Tal
procedimiento eleva a Felicitas a la categoría de emblema de identificación grupal.
La secuencia siguiente refiere la muerte de su segundo hijo, en una sucesión de tragedias que es
el rasgo distintivo de su historia. La acumulación de detalles luctuosos da al relato un tono
melodramático, subrayado por la adjetivación, que alude a sus “grandes pérdidas”. El registro coloquial,
característico de la oralidad, con el uso de conectores tales como “bueno”, da fluidez al ritmo narrativo.
En esta versión, el reingreso en la vida social luego del luto le da la oportunidad de conocer al
joven pretendiente Enrique Ocampo. En otras, la relación con Ocampo precede a su matrimonio, en un
desplazamiento de detalles que forma parte de las transformaciones del discurso folklórico. El episodio
del compromiso con su nuevo pretendiente, Samuel Sáenz Valiente, con quien ella decide finalmente
casarse, presenta una acumulación de indicios históricos, como la alusión a “los molinos”, propiedad de
“la familia Ocampo”, perteneciente, al igual que el pretendiente Sáenz Valiente, a la sociedad porteña de
la época. Tiene lugar luego el climax del enfrentamiento entre Felicitas y su ex pretendiente Enrique
Ocampo, que da lugar al desenlace trágico. Para marcar su inserción en la dimensión histórica, la
narradora introduce también un indicio temporal concreto, “el veintinueve de enero de mil ochocientos
setenta y dos”, y una indicación de lugar, que da lugar a un vaivén entre pasado y presente:
…Y el veintinueve de enero de mil ochocientos setenta y dos, realizan la fiesta de compromiso, acá en la
quinta de Barracas…que es donde hoy está la plaza Colombia…
La deixis espacial (“acá en la quinta”) ancla el discurso narrativo en un contexto concreto, y
realza el efecto de realidad producido por la acumulación de indicios. El contrapunto temporal entre
pasado y el “hoy” se vincula con un proceso de invención de tradiciones, que resignifica un hecho
sucedido tiempo atrás en el momento de narración. En los recorridos narrativos analizados, este climax
da pie al surgimiento de distintas versiones que, como ya señalé, son indicios de la “vida en variantes”
de la tradición oral:
…y ahí es cuando hay distintas versiones de lo que [pasó] Algunos dicen que él le… pegó un tiro. Y que ahí el
primo escuchó el balazo, entró, la vio a Felicitas… tambaleándose. Hubo un forcejeo con Enrique, le sacó el arma y
lo mató. Y la otra versión, que es la que cuentaban [sic] los padres de Felicitas, dicen que Enrique se suicidó después
de matarla a Felicitas…
La atribución de la responsabilidad de la muerte de Ocampo a distintas personas, aludida a través
de verbos declarativos de decir (“dicen”, “cuentaban” [sic] en una diptongación coloquial) desliza la
autoría de este hecho luctuoso hacia terreno evanescente de las creencias. La secuencia de la agonía y
muerte de Felicitas agrega en esta versión la referencia a la cobardía y traición de su prometido, que le
niega su ayuda en el lecho de muerte, y huye para casarse luego con “una de las hijas de Urquiza”, otro
personaje de la sociedad de esa época. Este detalle agregado es un nuevo índice de folklorización:
Después, Felicitas agoniza toda la noche, la llevan a ver los…los doctores. Se quieren salvar, pero no le pueden
sacar la bala, porque le había ingresado por el hombro derecho, le había perforado el pulmón, y se estaba desangrando… Ella,
mientras tanto, pedía verlo a Samuel… porque estaba muriendo, y Samuel desaparece… y al poco tiempo, se casa con una de
las hijas de Urquiza… Y bueno, y ella, finalmente, muere, al día siguiente…
La alusión a detalles escatológicos como la herida en el pulmón y la imagen visual de la sangre
dan un particular tono efectista a esta secuencia climática, que se cierra con la referencia a la muerte de
Felicitas. Tal referencia está precedida por elementos dilatorios que aumentan la tensión narrativa. El
uso del pretérito imperfecto, con valor durativo (“pedía”, “estaba”), unido al presente, que acerca la
acción narrada al tiempo de enunciación (“muere”), da al relato un efecto perspectivista.
La narradora cambia de tono cuando pasa de referir tópicos del guión de la visita guiada,
vinculada con la historia de Felicitas, hacia otros, vinculados con la aparición del “fantasma” de una
mujer “vestida de blanco”, “buscando su amor”. Tal referencia está introducida por el verbo declarativo
“se dice”, en tercera persona cuasirrefleja, que alude a la voz colectiva:
…Y del fantasma, bueno, ahí es cuando empiezan todas las versiones del fantasma…Se dice que todos los treintas
de enero, que es el día que ella se murió, aparece Felicitas, vestida de blanco, llorando y buscando su amor…
El tópico de la búsqueda del amor pasional es un agregado de la versión de la guía, y constituye
de tal modo una marca personal.
La dimensión ritual
En el cierre del relato, la narradora hace alusión a creencias y rituales surgidos alrededor de estas
apariciones fantasmales de Felicitas:
…también dicen quee… si atás una cintita blanca a las rejas de la iglesia, recuperás a tu amor perdido…y que si atás
una cinta roja, aparece tu gran amor…y también si tocás las rejas, y implorás a que aparezca Felicitas…
El tópico central se refiere a la devoción popular surgida en torno a la figura de Felicitas, que se
traduce en actos rituales. Es oportuno recordar al respecto la dimensión performativa del ritual,
relacionada con la realización de un conjunto de acciones en una secuencia fija, para conseguir ciertos
efectos. Se trata de eventos colectivos y participativos, asociados con una periodicidad temporal regida
por un determinado calendario, que da lugar a un despliegue de elementos simbólicos ligados con
procesos de configuración identitaria (Stoeltje, 1992). Los elementos fijos son, en este caso, las
regularidades secuenciales que conforman el rito, llevado a cabo por sus participantes, tanto en
manifestaciones espontáneas como en prácticas religiosas canónicas (Rappaport, 1992). Entre las
secuencias fijas del rito, realizadas con un sentido propiciatorio, se cuentan las acciones de “atar una
cinta blanca” a la reja de la iglesia para recuperar el amor perdido, o “una cinta roja” como ex voto para
que aparezca un gran amor. La cinta atada adquiere el valor metafórico de las uniones amorosas. El
atributo cromático del “rojo” remite ciertamente a la esfera semántica de la pasión, vinculada con “el
gran amor”. Por su parte, el blanco se vincula con el atuendo nupcial de Felicitas exhibido en el Museo,
en un juego metonímico que remite a un elemento de existencia real, como el vestido. También la acción
de tocar las rejas de la iglesia tiene un valor metonímico de contigüidad existencial con elementos
vinculados con la muerta, con un valor propiciatorio. Este valor está asociado con el efecto performativo
de provocar acciones favorables, como la suerte en el amor. La narradora usa la segunda persona
singular, con acentuación aguda propia de la desinencia de segunda plural, en una forma coloquial
propia del dialecto rioplatense dirigida a un “tú” genérico (“si tocás”, “si atás”), como un recurso de
apelación al receptor. El empleo del período hipotético establece la relación de causa-consecuencia
propia del acto ritual, encaminado a producir efectos deseados como el de recuperar al enamorado.
En octubre de 2010, pude observar algunas expresiones vivas de este ritual en un grupo de
adolescentes de sexo femenino. Estas jóvenes aprovecharon la ocasión de la apertura del complejo, con el
templo iluminado, para ofrendar a Felicitas pañuelos blancos, atándolos a la reja de la iglesia de acuerdo
con el rito popular. Más aún, en una dinámica metonímica también propia del rito, una adolescente de
catorce años, de nombre Bianca, con un estilo conativo de apelación al receptor, llegó a consultar a las
otras acerca de la conveniencia de ofrendarle a Felicitas su teléfono celular, en una expresión de esta
dinámica metonímica compensatoria, (“Le dejo mi celular, te parece?”) para obtener el resultado
performativo de lograr que su novio se comunicase con ella.
Desde una óptica psicoanalítica, esta dinámica metonímica está relacionada con un “deseo de lo
que falta” (Le Galliot, 1981), en un movimiento compensatorio, que atribuye a la figura de Felicitas el
poder de proyectar hacia un plano sobrenatural el cumplimiento de sus deseos, y a brindar protección en
cuestiones amorosas, para que otras jóvenes alcancen la felicidad que ella no pudo tener en vida.
Los cruces intertextuales
En una coda final, la narradora cita las distintas fuentes del relato, y pone de manifiesto el
entrecruzamiento intertextual de otras voces en su propio discurso. Califica de este modo su enunciado,
en una reflexión metacomunicativa, como un “rejunte” discursivo entre el guión de la visita guiada al
Museo, el resultado de investigaciones personales y fuentes orales de lo que le “contaron” (“…Me la
contaron….Me mandaron un guión... Investigué. Un rejunte…”). Este entramado de fuentes diversas da
por resultado un discurso polifónico, en el que pueden reconocerse brechas intertextuales entre la voz
institucional del Museo, con su guión cronístico, la voz oral de los vecinos con sus versiones sobre el
fantasma, y las de quienes se acercan al lugar para cumplir con un ritual.
La matriz folklórica de “El encuentro con la Muerte”, con su antítesis entre lo erótico,
representado por el amor de la joven a su prometido, y el suceso luctuoso de la muerte, es el eje de la
articulación secuencial. Dicha matriz sirve como pretexto para un recorrido narrativo singular, basado en
el contrapunto de voces, en una recreación melodramática del suceso histórico, proyectado hacia una
dimensión sobrenatural.
El hilo conductor del relato es el tópico del amor desgraciado con un fin trágico, que sirve como
marco para la aparición sobrenatural del fantasma y para los actos rituales. La dimensión del folklore y
del rito dan cuenta de la transformación de la figura histórica en un personaje emblemático, que
condensa creencias sociales vinculadas con el sentido de la vida y la muerte. Este tópico universal de
las apariciones adquiere matices locales, al punto tal que el fantasma de Felicitas se convierte en un
emblema del “barrio de Barracas”, que preserva su memoria.
Felicitas: una recreación fílmica
El film focaliza la atención en el drama pasional generado a partir la relación amorosa entre
Felicitas y su joven amante Enrique Ocampo, que en esta recreación es el eje básico de la trama. Otro
de los ejes es la ambientación histórica, resuelta a partir de una retórica visual de tensión antitética entre
ciudad y campo. La acción se desliza de este modo desde la residencia urbana de los padres de Felicitas,
donde transcurren sus días anteriores al matrimonio, a la “estancia La Postrera”, asociada con su
casamiento. La técnica cinematográfica proporciona recursos visuales y sonoros para una cuidada
ambientación de época. Esta ambientación está vinculada con la vida de la aristocracia porteña de los
terratenientes como Martin de Alzaga, dueño de extensas posesiones de campos y ganado en las afueras
de Buenos Aires, constituidas por “estancias” que pasaron a formar parte del legado de Felicitas. El film
incluye de este modo bellas imágenes de esta Buenos Aires agrícolo-ganadera, y coloridas escenas como
la del carnaval de los negros sirvientes, con música y bailes tradicionales. Incorpora también referencias
a períodos funestos de la historia argentina, como la epidemia de fiebre amarilla que asoló la ciudad en
la segunda mitad del siglo diecinueve. Hay además alusiones verbales y visuales a costumbres sociales
tales como la del luto por la muerte de familiares cercanos. Todos estos aspectos otorgan al film un
significativo valor documental. La trama sobresale por la acumulación de hechos luctuosos, como la
enfermedad, agonía y muerte de su hijo, además de la instancia climática del asesinato de Felicitas y
posterior suicidio de su asesino, de neto corte efectista. El film suprime toda referencia al fantasma y al
rito popular, pero agrega al final el discurso escrito, referido a la construcción de la iglesia de Santa
Felicitas luego de la muerte de la joven, que establece un nexo concreto con el contexto histórico:
…A la muerte de Felicitas, sus padres se presentaron ante el juez…como únicos herederos. Siete años después, el 30
de enero de 1879, inauguraron la iglesia Santa Felicitas, que mandaron construir en su memoria…
El nexo con el contexto pone de manifiesto el énfasis del film en la ambientación histórica, que
sirve como telón de fondo del drama pasional. La elaboración ficcional tiene como base la trama
amorosa, que da lugar al desarrollo de escenas de contenido erótico entre Felicitas y Ocampo.
En la película, Felicitas es presentada como amante, madre dedicada y esposa por obligación de
un hombre mayor, en una suerte de imagen arquetípica de belleza y juventud. Es así como, por medio
del mismo recurso de la antonomasia empleado en las versiones orales, que tiene como base un discurso
hiperbólico, se hace referencia aquí también a Felicitas como “la mujer más bella de la República”. Su
juventud y belleza acentúan la dimensión de su tragedia, que acaba con su vida en pleno florecimiento.
Como ya anticipé, este tópico, unido al recurso de la antítesis, es uno de los de los rasgos temáticos y
estilísticos de la matriz folklórica. La instancia de la muerte violenta de Felicitas y del suicidio de
Ocampo, ante la vista de sus padres, en medio de la escena festiva, con cantos y danzas, tiene elementos
de dicha matriz, relacionada con la danza de la muerte.
La recreación de la historia individual de Felicitas y de la historia social de la Buenos Aires de la
época en clave de de romance pasional es el eje compositivo del discurso fílmico. La versión está
centrada en la recreación visual del suceso histórico de la muerte de Felicitas a través del código
comunicativo de la imagen en movimiento, en clave melodramática. El film suprime toda referencia al
fantasma o a otras apariciones sobrenaturales vinculadas con ritos y creencias populares. Presenta de
todos modos a Felicitas Guerrero como símbolo femenino de la sociedad urbana de un período histórico,
de la que termina siendo víctima, mostrando con su muerte trágica el peso de las convenciones sociales
de una época en el que las decisiones de las mujeres estaban en manos de sus padres, maridos o
amantes. La estatua que perpetúa su memoria, aludida en el texto final que sigue al desenlace, acentúa
el carácter emblemático de esta joven mujer. Al igual que Rufina Cambacéres, quien tiene también en el
cementerio de la Recoleta un monumento conmemorativo de su trágica muerte, Felicitas forma parte de
una tradición urbana, cuyos símbolos adornan el paisaje de la ciudad.
Consideraciones finales
Felicitas Guerrero, Rufina Cambacères y la joven Clementina son criaturas evanescentes instaladas
en el paisaje mítico de Buenos Aires, en una zona evanescente entre la historia y la leyenda. Las
distintas versiones las presentan como jóvenes mujeres a las que la muerte sorprende de manera abrupta
en pleno florecimiento vital. Esto da pie para proyectar su existencia hacia una dimensión sobrenatural,
bajo la forma de apariciones fantasmales.
En todos los casos, la tragedia está ligada con un espacio y un tiempo concretos que, curiosamente,
coinciden con el final del siglo XIX y el comienzo del siglo XX. En esta misma época, se dan a conocer
en otras latitudes historias similares de mujeres muertas en plena juventud, como la joven Frederike von
Grottes, asociada con la aparición fantasmal de The Lilac Lady del museo de Tartu, Estonia8.
Tanto Rufina como Felicitas están enterradas en el cementerio de la Recoleta, que constituye un
espacio simbólico relacionado con la memoria social de Buenos Aires. También el barrio de La Boca,
donde habitan los fantasmas de Felicitas y Clementina, es un espacio asociado con la geografía mítica de
Buenos Aires. Los fantasmas que unen estos lugares trazan un recorrido legendario de la ciudad, con sus
laberintos y misterios. Tales espacios tienen una carga simbólica particular, vinculada con la tensión
entre la vida y la muerte, representada por estas figuras femeninas.
Mientras que las historias de Felicitas Guerrero y de Rufina Cambacères tienen un anclaje concreto
en la realidad, la existencia de la joven Clementina se mantiene en la zona evanescente de la creencia.
En este último caso el personaje histórico fue María Luisa Auvert Arnaud, la primera propietaria de su
vivienda. En todos los relatos, hay recreación poética de la materia histórica, para crear una tradición
criolla, en tiempos de “la gran inmigración europea”9. Tal tradición legendaria encuentra en la figura de
estas mujeres un símbolo que reúne tragedia y seducción vital en el terreno fronterizo de la creencia,
plasmada tanto en manifestaciones rituales como en expresiones narrativas. Tales manifestaciones
constituyen testimonios vivos de una cultura local, inserta en el mapa global de los relatos de aparecidos
y fantasmas.
Estas coincidencias permiten establecer ciertos parámetros para una tipología de las leyendas de
jóvenes mujeres, muertas trágicamente en plena juventud. Tales relatos se distinguen por una tensión
8 Véase al respecto el interesante estudio de Kalmre (2001), centrado en las apariciones fantasmales de The Lilac Lady.
9 Merece destacarse que, desde 1880, la política inmigratoria argentina apuntó a crear un perfil multicultural, de Buenos
Aires, fuertemente asociado con la cultura europea. Eugenio Cambacères, padre de Rufina, fue un destacado representante de
la generación literaria del 80, que se apoyaba en modelos europeos para construir una “tradición nacional”
entre ficción e historia, unida a una localización precisa de la tragedia y a una dinámica entre lo local y
lo global. Hay en estos relatos una antítesis entre vida y muerte, asociada con la contraposición entre
pasado y presente. Tal contraposición forma parte de un proceso de invención de tradiciones. Otro rasgo
retórico común a estos relatos es la presencia de una dinámica metonímica de la falta, que tiene como
contracara un proceso de identificación metafórica. La dinámica metonímica se vincula con un juego
retórico a través del cual un ciclo vital inconcluso, anclado en el pasado, tiende a proyectarse, a través de
una mecánica de compensación, hacia una perduración en el presente bajo la forma de una aparición
fantasmal. Estas jóvenes mujeres, por lo general de condición aristocrática, son presentadas como
emblemas metafóricos de identificación de la cultura local, abierta a una dimensión globalizante. La
identificación metafórica se relaciona con una personificación de la Muerte con una figura femenina,
que ejerce un poder de seducción particular. Tal personificación hunde sus raíces en la cultura medieval,
que halla su expresión en la Danza de la Muerte.
Este juego retórico de personificaciones e identificaciones metafóricas, que tienen como
contrapartida un juego metonímico, unido al uso de descripciones que vinculan estas figuras con un
espacio concreto, son elementos a tener en cuenta para una tipología de relatos de mujeres fantasmas
muertas en plena juventud. Otro rasgo distintivo es su dimensión argumentativa, encaminada a persuadir
al receptor de la verosimilitud del discurso. Entre los recursos argumentativos se cuenta la
incorporación de la voz del grupo como autoridad de consenso, a través de verbos declarativos de decir,
y la mención de testigos oculares y de datos precisos, orientados a afirmar la credibilidad del discurso.
En algunos canales de discurso, tales recursos están reforzados por dispositivos visuales tales como la
imagen fotográfica, el croquis, la música, la imagen en movimiento, y por el cuerpo de actores que
encarnan la trama narrativa. En los diversos soportes y modalidades comunicativas, los estereotipos
discursivos son utilizados en distintas recreaciones estéticas, con el sello personal de cada enunciador o
cadena de enunciadores.
Estas notas para una tipología general de leyendas de mujeres fantasmas, muertas en plena juventud,
fueron elaboradas a partir del estudio de versiones particulares. Tales versiones están ambientadas en la
zona Sur de Buenos Aires, que, al decir de Jorge Luis Borges, es “un mundo más antiguo y más firme”,
en el que “la ciudad...” mantiene “ese aire de casa vieja [con] las calles ... como largos zaguanes [y] las
plazas como patios”. Ese mundo más firme, aludido por Borges en el cuento “El Sur”, es el mundo de
las leyendas, en el que la voz inmemorial de la tradición y las creencias abren nuestra perspectiva
cotidiana hacia una dimensión universal más amplia. Como señala Aristóteles, en esta dimensión
universal de la poesía, lo que pasa y sucede da paso a lo que puede suceder, en un espacio verbal regido
por leyes propias. En ese espacio, estas jóvenes mujeres actúan como emblema de seducción vital, más
allá de las fronteras de la muerte.
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