metáfora y mentira

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Metáfora y mentira RESUMEN En este trabajo sostengo que se puede mentir con metáforas mostrando que: (i) en las metáforas hay contenidos aseverados susceptibles de mentira, (ii) la mayoría de definiciones de “mentir” incluyen un prejuicio de literalidad y (iii) los contextos de evaluación que garantizan la verdad no son incompatibles con algunos contextos donde se usan metáforas. Palabras-clave: metáfora, aserción, literalidad, garantía de verdad, sinceridad. ABSTRACT In this paper I argue for the thesis that we can lie with metaphors. First I show that it is possible to express metaphorically lie-prone contents. Second I take issue with most definitions of “lying” because of their literality biased approach. Finally, I assess the notion of “warranting context” and show that this kind of speech situation is compatible with metaphorical uses of expressions. Key-words: metaphor, assertion, literal use, warrant, sincerity. Introducción ¿Podemos mentir con metáforas? Si nadie nos pregunta, podemos. Pero si un filósofo nos pide una respuesta, ya no sabemos qué decir. En oposición a buena parte de las corrientes filosóficas contemporáneas, en este trabajo quiero justificar la intuición de sentido común de que podemos mentir con metáforas. En primer lugar articulo una visión que permite que haya aserción metafórica y que la metáfora invite a construir un contexto de evaluación. Con la aserción viene el compromiso en términos de un contenido expresado y con la 1

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Metáfora y mentira

RESUMENEn este trabajo sostengo que se puede mentir conmetáforas mostrando que: (i) en las metáforashay contenidos aseverados susceptibles dementira, (ii) la mayoría de definiciones de“mentir” incluyen un prejuicio de literalidad y(iii) los contextos de evaluación que garantizanla verdad no son incompatibles con algunoscontextos donde se usan metáforas.Palabras-clave: metáfora, aserción, literalidad,garantía de verdad, sinceridad.

ABSTRACTIn this paper I argue for the thesis that we canlie with metaphors. First I show that it ispossible to express metaphorically lie-pronecontents. Second I take issue with mostdefinitions of “lying” because of their literalitybiased approach. Finally, I assess the notion of“warranting context” and show that this kind ofspeech situation is compatible with metaphoricaluses of expressions.Key-words: metaphor, assertion, literal use,warrant, sincerity.

Introducción¿Podemos mentir con metáforas? Si nadie nos pregunta,podemos. Pero si un filósofo nos pide una respuesta, ya nosabemos qué decir. En oposición a buena parte de lascorrientes filosóficas contemporáneas, en este trabajo quierojustificar la intuición de sentido común de que podemosmentir con metáforas. En primer lugar articulo una visión quepermite que haya aserción metafórica y que la metáfora invitea construir un contexto de evaluación. Con la aserción vieneel compromiso en términos de un contenido expresado y con la

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sinceridad se abre una puerta a la mentira. En segundo lugaridentifico las razones más probables que llevan a tantosespecialistas a excluir las metáforas como ejemplos dementira. Sostengo que no son sólidas y que provienen de unaobsesión con el uso literal que muchas prácticas asertivas ynuestra comprensión intuitiva de la mentira no reflejan. Lasdificultades para capturar las mentiras con metáforas en unadefinición provienen más de un prejuicio teórico que favorecea lo literal y menos de la necesidad de captar el fenómeno dela mentira. Finalmente señalo que también la aserción literalincluye la invitación a construir un tipo de contexto deevaluación, aquel donde hay garantía de verdad, y arguyo queese tipo de contexto no es incompatible con usos metafóricoscomo puede comprobarse prestando atención a un par de casosde la vida real, incluido aquel que parece haber motivado elprejuicio de la literalidad.

I. Metáfora, contenido y contexto La comprensión analítica de las metáforas parece haberquedado marcada por dos trabajos contrapuestos. Por unaparte, Davidson [Davidson (1991), Ensayo 17] ha señalado coninsistencia el carácter no cognoscitivo de las metáforas queinvita a ver un determinado objeto como otro y no a unareconstrucción en términos de aserción, expresión decreencias o compromiso con intenciones. El trabajocomunicativo de la metáfora no consiste en expresar undeterminado contenido proposicional (susceptible de ser juzgadocomo verdadero o falso) sino en indicar o mostrar una determinadaperspectiva del mundo, aquella que surge de la cooperaciónentre hablante y oyente. Las palabras, en su uso metafórico,no tienen un nuevo significado sino una nueva función ajena asu función usual de ser los vehículos de significado en unlenguaje. Las metáforas están más cerca de las imágenes quede las palabras y, tal como sucede con las imágenes,simplemente no pueden ser intercambiadas por palabrasi. Dadoque no hay significado o contenido proposicional, concluyecoherentemente Davidson, tampoco puede haber mentiras en losusos metafóricos: el uso de las palabras cuando mentimossiempre nos representa como aseverando algo que creemos

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verdadero, mientras en la metáfora el uso está en función demostrar un contraste entre una cosa y otra. No hay mentira sinaserción y no hay aserción en la metáfora [Davidson (1991),p. 259]. Por otra parte, Grice [Grice (1989), Capítulo 2] ySearle [Searle (1979), Capítulo 4] han sostenido, condiferencias importantes de matiz, una visión de la metáforaque opone el contenido comunicado literal o convencionalmentepor una expresión del contenido que le puede imprimir unhablante en un determinado contexto y al que el hablanteaccede mediante un proceso de reconstrucciónii. En este casotenemos atribuciones de significado metafórico en el sentidopleno de la palabra, es decir, atribuciones de contenidocomunicado por el hablante e interpretado por el oyente. Esasatribuciones se desencadenan por la falsedad rotunda (obvia)del significado literal y la presunción de racionalidad: dadoque la aserción es obviamente falsa en su interpretaciónliteral, debe haber algo más (el significado metafórico) queel hablante quiso decir, si es que su comportamientolingüístico es cooperativo (racional). La diferencia entremetáfora y mentira estaría en que la metáfora, como otrasfiguras retóricas, es una violación abierta de la máxima “Nodiga aquello que cree falso” [Grice (1989), p. 35] mientras,agrego yo, la mentira nunca puede ser manifiesta sin algúntipo de sinsentido. La metáfora se puede hacer explícita, lamentira no y ambas expresan contenidos proposicionales. Entrela Escila del no-contenido y la Caribdis de la metáfora comouna forma de expresar un contenido no literal se mueven buenaparte de las interpretaciones contemporáneas. Algunos creenque es mejor abandonar de tajo la idea de expresarmetafóricamente un contenido y sustituirla por un proceso decontraposición no asertiva, otros creen que no hay ni puedehaber valor cognoscitivo en la metáfora porque cada metáforaimplica un error categorial y algunos más creen que no hayforma de distinguir la metáfora del uso literaliii. Entre losextremos de los fundadores y de los continuadores, ha idoemergiendo una síntesis que permite recoger lo mejor de cadaalternativa sin incurrir en sus evidente excesos. Condiferencias importantes de matiz que no vienen al caso ahora[Camp (2008)]; [Fermandois (2000); (2008)], la nueva

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alternativa sostiene que existe un componente cognitivo en lametáfora pero que hay algo más, un componente imaginativo yemocional. Aparecen entonces dos factores indispensables enla comprensión de toda metáfora: mientras la tradición nocognoscitiva está en lo cierto acerca de la invitaciónimaginativa, abierta y no estrictamente conceptual que lametáfora suscita, la tradición comunicativa está en lo ciertoacerca de la necesidad de atribuirle un contenidocontextualmente relevante para la realización de un acto dehabla [Camp (2008), pp. 20-21]. Si las teorías se debenmedir por sus consecuencias, esta síntesis resulta sin dudasuperior a sus antecesoras: permite explicar más casos ypermite explicarlos mejor, de una manera uniforme y noarbitraria. Este criterio de aceptabilidad teórica conrespecto a la metáfora puede expresarse como mi adherencia alprincipio (Met) :

(Met): al hablar metafóricamente un hablante emprende dostareas: (i) realiza un acto de habla por medio del cualse compromete de la manera usual con un contenido –lo queel hablante comunica–, en el caso que me interesa, laclase de compromiso típico en la realización de unaasercióniv; (ii) invita al oyente a construir un nuevocontexto de habla mediante el uso de imágenes ysentimientos y de manera muchas veces indefinida. Es loque muestra pero no dice con su aserciónv.

A continuación quisiera aplicar (Met) a a)-d) como ejemplosde metáforas muy variadas la mayoría de las cuales (b)-d))resultarán importantes cuando discutamos la aserción y lamentira. He intentado, dentro de las limitaciones de espacio,poner a prueba (Met) como un buen principio escogiendoejemplos disímiles o bien con respecto a su poder poético; oa la verdad u obviedad del contenido comunicado; o al tipo deparáfrasis que se requiere para explicitar ese contenido.

a) “Todo es en mí una desnudez tuya”vi.b) “Eres la luz de mis ojos”.

c) “No somos de alambre rígido”vii.

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d) “Iker colgó los guayos”viii.

a) es una metáfora fuerte, b) y c) son metáforasconvencionalizadas. b) es literalmente falsa, tal como Gricey Searle predijeron. Pace Grice c) es literalmente verdaderay la obviedad de su verdad depende de la paráfrasis literal.El ejemplo d) es mi modesta contribución a la taxonomía:mediante una expresión idiomática con un contenido estable,pero no literal (“colgar los guayos”) el hablante aludemetafóricamente a la muerte de Iker. En cada caso es posibledetectar un compromiso asertivo con un contenido que seexplicita mediante paráfrasis: a cada oración se el atribuyeun significado estable aunque no necesariamente literal (rasgo(i)). Eso quiere decir que en a)-d) hay un uso de unmecanismo lingüístico que implica compromiso asertivo, aunquelas opiniones estén divididas con respecto a cuál sea esemecanismo en general. Camp [Camp (2008), p. 11] considera queel vínculo asertivo depende del verbo “ser” lo que permitiríacubrir a)-c), mientras que Stainton [Stainton (ms)] consideraque el mecanismo propio de la aserción es una oración deindicativo, lo que en teoría permitiría cubrir todos loscasosix. La aserción en d) podría parafrasearse lógicamente àla Davidson [Davidson (2002), Ensayo 6] en términos deexistencia como “hubo un colgar de Iker los guayos”. Sea cualfuere la paráfrasis lógica correcta, el punto general meparece suficientemente claro: se puede sostener que hayaserción en d) por ejemplo a través del verbo “haber” y elmecanismo lingüístico vinculado lógica o convencionalmente ala aserción está presente en todos los casos. a)-d) sediferencian justamente en ese aspecto de las aposiciones (noasertivas) a*)-d*)x:

a*) Todo en mí, una desnudez tuya.b*) Tú, la luz de mis ojos.

c*) Los hombres, estructuras frágiles.d*) Iker, unos guayos colgados.

El uso del dispositivo señala entonces una diferenciaimportante entre a)-d) y a*)-d*): las metáforas permiten,

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pace Davidson, identificar al menos un tipo de contenido. Yes el tipo de contenido que puede ser aseverado, creído ysostenido por un hablante, justamente el tipo de contenidocon respecto al cual el hablante puede prima facie mentir. Hay,además, una invitación imaginativa en cada caso (rasgo(ii).). Esa complicidad entre hablante y oyente puededescribirse como el convite a pensar una cosa en términos deotra [Camp (2008), p. 21] o bien como la licencia a pensarcon imágenes [Fermandois (2008), p. 12]. Podemos entoncesaplicar nuestra doble caracterización ((i) y (ii)) a a)-d) yver si podemos justificar de acuerdo con (Met) nuestra fuerteintuición de que son metáforas.(i.(a).): mediante el uso del dispositivo “es” el poetaidentifica su cuerpo con el cuerpo desnudo de su amante, comoqueda claro por el contexto de la estrofa (cita (v)). (ii.(a)): la invitación es a construir una imagen, la del cuerpodel poeta (sus ojos, sus manos, su boca) como un espejo quetiene la capacidad de reflejar la desnudez de su amante. (i.(b).): la predicación compromete al hablante con elpensamiento de que el oyente es algo muy preciado, una guíaindispensable para vivir. (ii.(b).): el hablante no puedeimaginarse el mundo sin el oyente; un mundo sin él sería comoalguien que intentara ver sin luz. En a) no es cierto,literal y obviamente, que el cuerpo del poeta sea el cuerpodesnudo de su amante; en b) no es cierto, literal yobviamente, que el oyente sea la luz de los ojos delhablante. (i.(c).): el uso del vínculo asertivo noscompromete con la proposición de que los seres humanos somossensibles a las vicisitudes de la vida. (ii.(c).): la imagenque viene a mi mente aquí es la de un molde endeble que sepuede doblar bajo el peso excesivo del material que sirvepara llenarlo. Es obvio (literal) que los seres humanos noestamos hechos de alambre rígido. (i.(d).): Iker murió. (ii.(d).): Iker hizo lo que hacen los futbolistas cuando se acabaun partido, dejan de usar los instrumentos que permiten eljuego; Iker deja de respirar, de comer y de cumplir con lasfunciones que le permitirían seguir jugando el juego devivirxi. Si pensamos qué resulta obvio suponer en este casonos enfrentamos a un dilema: si todo lo obvio es literal

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(como hemos dado por sentado en a)-c)) no es obvio que Ikermuriera. Sin embargo, para cualquier persona que sepautilizar la expresión idiomática es obvio que “colgar losguayos” significa “morir”. Quien aprende una expresiónidiomática no tiene que realizar un complejo proceso deinferencia para determinar su significado. De hecho, lasexpresiones idiomáticas son el ejemplo que utiliza Grice[ Grice (1989), p. 90] para mostrar la diferencia entre elsignificado ocasional y el significado permanente.Necesitamos una paráfrasis en términos del significadopermanente que se le puede atribuir razonablemente a unaexpresión en un contexto y en d) podemos hacerlo. Tal vez loque se quiere decir con la necesidad de efectuar unaparáfrasis en términos literales se pueda expresar con másprecisión diciendo que debemos encontrar una formulación delcontenido en términos de una atribución estable designificado. Eso sucede con las expresiones idiomáticasusadas metafóricamente sin necesidad de postular laparáfrasis literalxii. El primer paso de mi argumento estádado: en la metáfora podemos identificar un contenido delmismo tipo que aquel que expresamos en la aserción. En lasiguiente sección doy el paso siguiente: el compromiso conese contenido es en b)-d) del mismo tipo que cuando se pasapor alto produce mentiras. II. Mentira, metáfora y compromiso Una revisión somera a la literatura contemporánea sobre mentirnos permite apreciar que en su mayoría quienes escriben sobreel tema están obsesionados con un par de problemas. Elprimero es el de si es posible separar el acto de mentir dela intención de confundir (“mislead”) o de engañar(“deceive”). El segundo es el de si es posible definir de unamanera provechosa el tipo de contexto en el que juzgamos queuna aserción o enunciado es mentira, es decir, la cuestión desi estamos o no en un “warranting context”. Con la notoriaexcepción de Jennifer Saul [Saul (2012)] y Robert Sainton[ Stainton (ms)], siempre se da por sentado sin siquieradiscutirlo que mentira y metáfora son dos categoríasdisjuntasxiii. La exclusión de la metáfora de la categoría de

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las mentiras parece así un presupuesto común de todas esasteorías. Pero los argumentos que justifican estapresuposición no parecen sólidos porque o bien desdibujan elfuncionamiento de la metáfora o bien postulan una relaciónentre aserción y significado literal más que explicarla. En esta sección quiero sostener, en contra de esta corrientemayoritaria, que hay metáforas que pueden ser juzgadas comomentiras. Mi enunciado es existencial y por eso comenzaré pormostrar que los ejemplos b)-d)xiv son casos intuitivos dementiras. Propondré un criterio para determinarlo quecodifique lo que es un presupuesto razonable de cualquierdiscusión sobre la mentira: (i) que en las mentiras unoexpresa una creencia que uno tiene por falsaxv y (ii) que noes posible declarar que uno está aseverando una creencia queuno tiene por falsaxvi. Luego me detendré en la sofisticadadefinición de Saul para mostrar que la exclusión de lasmetáforas de la definición de mentir no parece justificada sinpresuponer, como ha señalado Stainton [Stainton (ms)], uncompromiso no explícito con el significado literal. Si con laexclusión queremos captar la distinción entrementir/confundir, casos como d) generan problemas a no serque se asuma el compromiso con la literalidad. No es ladistinción la que guía la exclusión, sostendré, es más bienel compromiso con lo literal lo que guía la distinción. Larestricción a la literalidad es una forma inadecuada deintentar captar el tipo de contextos donde los hablantes secomprometen con la verdad y ese será el tema de la últimasección.Supongamos que un hablante emite b) pero cree que el oyenteal que se dirige no es su guía, que no es realmenteimportante para él. En ese caso él ha expresado una creenciamediante un mecanismo convencional que sirve paracomprometerse con la verdad de esa creencia pero consideraque esa creencia es falsa. No se trata de la falsedad literalde la creencia expresada mediante b), como Saul lo reconoce[Saul (2012), p. 18], sino de la falsedad de su creenciaexpresada no literalmente de que el oyente es importante oincluso indispensable para él. Pensemos que un hablante emitec) pero en realidad cree que los hombres son invencibles, que

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no se doblegan ante la adversidad. Aunque su oración esliteralmente verdadera, me parece prácticamente imposible noarribar a la conclusión de que el hablante ha expresado unacreencia que considera falsa. El ejemplo de mentira con d) esun poco más sofisticado. Supongamos que Iker es un futbolistajubilado que se recupera de una cirugía del corazón. Elmédico le ha prohibido que vuelva a practicar deporte pero élva todos los días hasta su armario, observa tristemente susviejos botines colgados en la puerta, los descuelga y losvuelve a colgar. Su antiguo entrenador, que lo odia, sabe queel ex-futbolista está en periodo de recuperación. Viejoscolegas de Iker, preocupados por su recuperación, lepreguntan por él. El entrenador, exasperado por tener quehablar de Iker y a sabiendas de que está vivo, emite d).Todos saben que “colgar los guayos” significa en estecontexto “morir”. El entrenador ha expresado la creencia deque Iker murió utilizando un dispositivo lingüísticoconvencional y él no cree que haya muerto, aunque suenunciado interpretado literalmente (sin usar la expresiónidiomática) sea verdadero porque Iker literalmente hablandocolgó los guayos esa mañana. En todos los casos se cumple conla primera condición básica para mentir: el hablante expresauna creencia que tiene por falsa utilizando un dispositivoconvencional de aserción. La segunda condición dicta que la característica de cualquiermentira es que al aseverar no podemos negar simplemente lacreencia que esa aserción expresa sin generar un tipo desinsentido. Y todos los ejemplos de esta sección cumplen conella, como puede mostrarse mediante b**)-d**):

b**) “Eres la luz de mis ojos. Pero no creo que seasimportante para mí.”

c**) “No somos de alambre rígido. Pero creo que somosindoblegables.”

d**) “Iker colgó los guayos. Pero no creo que hayamuerto.”

La carga de la prueba está, por tanto, en quienes sostienenque no se puede mentir con metáforas. Prima facie es

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suficientemente claro que podemos hacerlo con la mismafacilidad y presteza con la que lo hacemos utilizandoenunciados literales. ¿Qué ha llevado a negar esta verdad dea puño? La única respuesta que he encontrado viene sugeridapor algunos pasajes del libro de Saul [Saul (2012), pp. 15-19] y puede reformularse en los siguientes términos. No hayuna definición que incluya todos los casos que intuitivamenteconsideraríamos como mentira. Lo importante entonces esdeterminar qué buscamos con la definición y lo que buscamoscon (Men) abajo es capturar la distinción entre mentir yotras formas de engaño intencional -en particular confundirintencionalmente-:

(Men) Si un hablante no es víctima de un errorlingüístico/malapropismo o no está usando metáforas,hipérboles o ironías, entonces él miente si y solo si(1) dice que P; (2) cree que P es falsa; (3) se sujetaa las condiciones de un contexto en el que segarantiza la verdad (“warranting context”) [Saul(2012), p. 3].

Queremos una forma de separar casos en los que el engañodepende de decir que p en determinadas condiciones denormalidad de casos en los que el engaño se produceintencionalmente y de manera indirecta por insinuar que p. Elejemplo favorito de Saul para mostrar esta segunda categoríaes una entrevista televisiva a Bill Clinton en la que habladel affaire Monica Lewinsky [Saul (2012), p. 2]. Interrogadosobre si alguna vez había tenido relaciones inapropiadas conla entonces becaria Clinton contestó:

(cl) “No hay relaciones inapropiadas”.

La investigación posterior reveló que, tomada en su sentidoliteral, la afirmación de Clinton era correcta porque él ya notenía relaciones inapropiadas con Lewinsky. Pero dada lapregunta del entrevistador generaba confusión porque dada aentender contextualmente que él nunca había tenido relacionesinapropiadas con ella. De acuerdo con (Men) Clinton no le

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mintió al periodista ni a los televidentes, aunque sí losconfundió intencionalmente con la elección del tiempopresente “hay”. Aplicando el enfoque general de ladefinición, no resulta extraño que terminemos clasificandotodos los ejemplos b)-d) como casos de confusión inducida yno de mentira: en todos ellos el hablante no dice p en elsentido que le interesa a Saul, aunque tengamos razones parapensar que sí lo afirma. El “decir” de Saul no es, por tanto,equivalente a “aseverar” sino a “aseverar literalmente”xvii. Sipreservar la distinción mentir/confundir intencionalmente esel objetivo último de la definición entonces uno podríaaceptar por mor del argumento que se descarten casos como b)y c) porque el contenido con respecto al cual se miente noestá asociado convencionalmente con el enunciado que seutiliza para expresarlo. Podría conceder también que“convencionalmente” es sinónimo de “literalmente”. Por esarazón la mentira sería un engaño directo, dependiente de laspalabras usadas en su sentido más lato y se diferenciaría deotros engaños que son indirectos y explotan significadosdesviados o secundarios. Pero incluso haciendo todas estasconcesiones, la justificación simplemente no encaja con elejemplo d). Aplicado a d) el criterio de mantener ladistinción mentir/confundir intencionalmente predice queestamos ante un caso de confundir intencionalmente y esto nofunciona por varias razones. En primer lugar, d) no se parece estructuralmente a (cl),ejemplo favorito de confusión intencional. En d) no hayintención de confundir paralela a la de (cl) porque en elcontexto de emisión de d) la expresión “colgó los guayos” nohace que el oyente crea gracias a la emisión del hablantealgo diferente a que Iker murió; mientras el contexto de laentrevista de Clinton deja suficientemente claro que decir“no hay” en vez de “no ha habido” puede confundir a quienescucha dada la presunción natural de que con (cl) Clintonestá contestando la pregunta “¿Ha tenido relaciones impropiascon Monica Lewinsky?”. Si él está contestando esa pregunta,los oyentes entienden su respuesta como si dijera “no hahabido” en vez de “no hay”- lo que él dicereal/literalmente-. El engaño con d) no funciona por

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confusión inducida. Luego, incluso si queremos preservar ladistinción mentir/confundir intencionalmente, d) sigue siendoun caso que no encaja en la segunda categoría y tiene rasgosintuitivamente comunes a todas las mentiras. Supongamos, en segundo lugar, que un defensor de (Men)intenta dejar de lado d) como caso de mentira utilizando elsiguiente procedimiento. Acepta que en d) hay una expresióncon un significado convencional estable que se hereda de uncontexto de emisión a otroxviii. Dado que extendemos el rangode significado convencional de “colgar los guayos” paraincluir “morir” y dado que por hipótesis en toda metáfora hayun engaño por confusión, parece inevitable concluir que en d)hay una confusión inducida gracias a la ambigüedad de laexpresión “colgar los guayos”. Este resultado tampoco resultaatractivo si lo comparamos con una variación del ejemplo(cl). Cuando Clinton fue citado a la corte por la acusaciónde acoso sexual formulada por Paula Jones y se le pidióaclarar si había tenido relaciones sexuales con Lewinsky éllo negó explícita y literalmente porque, de acuerdo con ladefinición legal vigente en los Estados Unidos, el sexo oralno contaba como tener relaciones sexuales. Supongamos que enesa ocasión emitió la siguiente oración:

(ncl) “Nunca ha habido relaciones sexuales con MonicaLewinsky”.

Mientras en (cl) el foco asertivo está en “hay” en (ncl) estáen “relaciones sexuales”. Los expertos legales reconocen queestuvo bien que Clinton no fuera acusado de perjurio porhaber emitido (ncl) [Saul (2012), p. 121]. Clinton en (ncl)no mintió según (Men). De hecho su oración es literalmenteverdadera con respecto a la definición de “relacionessexuales” que sustituye la expresión, más vaga, “relacionesinapropiadas” de (cl). Si podemos reconstruir el ejemplo así,la confusión no es claramente atribuible a Clinton porque laambigüedad está cristalizada en el lenguaje y no, como en(cl), en un conjunto de expectativas fundadas que Clintondefrauda. O sea que es discutible que la confusión, de haberexistido, haya sido inducida. No toda ambigüedad implica

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engaño. Puede discutirse, en cambio, si Clinton confundió ono a la opinión pública más interesada en saber si sosteníauna relación inapropiada (por extramatrimonial) con Lewinskyque en entender la definición legal de “relaciones sexuales”.Si suponemos que Clinton hablaba en un código doble dirigidoa la corte y a la opinión pública, diríamos que su jugada losalvó del cargo de perjurio pero pudo haberlo condenadopolíticamente. Sea que nos decidamos por una u otra opción,no consigo imaginar cómo reconstruir d) en forma análoga: enprimer lugar la expresión idiomática “colgar los guayos” noes en absoluto técnica así que no podemos pensar en dospúblicos, uno instruido y otro no. En segundo lugar, laexpresión idiomática no se usa ambiguamente sino únicamentecon el significado de morir. Luego no podemos pensar que haydos significados en juego y la mera posibilidad de confundirqueda excluida de plano. Por último, el oyente ha captadocorrectamente el significado del modismo que el hablantequería que captara y que el hablante mismo comparte. Sihubiera un error inducido debería estar en alguna parte deesta cadena comunicativa, pero simplemente no consigodetectarlo. Y si no hay error inducido tampoco hay víctima deengaño. Concluyo entonces que la definición (Men) basada en ladistinción mentir/confundir intencionalmente produceconsecuencias erróneas para casos como d) o bien porque no esposible construir la intención de confundir o bien porque noes posible reinterpretar el caso como un ejemplo de confusiónpor ambigüedad, como (Men) predice. Pero si esta conclusiónes correcta, se sigue que (Men) no solamente es limitada porrazones metodológicas o estratégicas sino que es limitada conrespecto al fenómeno que quiere describir: la mentira. Suproblema no es de corrección formal, es de adecuaciónmaterial. Y no tengo duda de que (Men) es la mejordefinición de mentira con la que contamos. Tal vez la presunción de literalidad es la rueda suelta entodo este engranaje. Podemos identificar dispositivosconvencionales que manifiestan un compromiso con la verdad delas creencias expresadas. Podemos detectar esos compromisos ysus consecuencias si mantenemos el uso del dispositivo pero

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negamos la creencia. Pero estos criterios permiten quepodamos mentir con metáforas y la única razón para no aceptareste hecho es la adhesión al criterio de literalidad paraaserciones. La literalidad, sin embargo, no resulta de unanálisis del fenómeno a explicar sino de un compromisoteórico que trae consecuencias poco atractivas. Puestos aescoger entre la comprensión del fenómeno y los compromisosteóricos, escogemos quedarnos con la posibilidad real dementir con metáforas y de que muchas metáforas permitan(aunque no se reduzcan a) expresar contenidos y a asumircompromisos derivados de esa expresión.

III. Mentira, metáfora y contexto Podría pensarse que mis argumentos de la sección anterior, enla medida en que sean correctos, no consiguen probar que sepuede mentir con metáforas porque se concentran en elcontenido expresado y los compromisos explícitos que elhablante adquiere con su expresión. Lo que se me podríareclamar, en otras palabras, es que no haya reparado en lasparticularidades de los contextos donde se garantiza laverdadxix. Debo discutir entonces la aparente incompatibilidadentre los contextos en los que se garantiza la verdad yaquellos en los que utilizamos metáforas. Mi tesis es que nosiempre son incompatibles y que la garantía de la verdad noestá necesariamente ligada al uso literal del lenguaje. Asícomo una metáfora muestra un contexto en el cual debeevaluarse como apta o no apta, una aserción literal indica(pero no describe) un contexto en el cual debe evaluarse comoapta o no apta. La metáfora, aunque no se limite a laexpresión sincera de las creencias del hablante, resulta aptaen ocasiones para realizar tal tarea. Luego de establecerestos vínculos conceptuales intentaré probar mi punto de lamisma forma en que quienes sostienen la incompatibilidad hanintentado probar los suyos: encontraré ejemplos de contextosde habla reales en los que o bien la garantía de verdad sepuede producir a través de la metáfora o bien la garantía dela verdad por uso literal convive con la metáfora.

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Según la condición 3) de (Men) el hablante se somete a lascondiciones de un contexto en el que se garantiza la verdad.Ese sometimiento no es consciente porque corresponde a sucreencia tácita – el hablante puede no haberla expresadoexplícitamente nunca– de que se encuentra en un contexto detal tipo [Saul (2012), p. 19]. Por regla general, el hablanteno dice que garantiza la verdad afirmando que no esté en unaobra de teatro, ni contando un chistexx por ejemplo. Lagarantiza dando por sentado que no está en uno de esos contextosanormales. Este dar por sentado no es propiamente un rasgo desu emisión sino de la situación de habla en la que se encuentrainmerso. Cada aserción literal indica este elemento en lasituación de hablaxxi o si se quiere muestra una garantía deverdad porque señala una situación de habla en donde esagarantía está en vigor. La tesis que quiero precisar ydiscutir es si el uso literal del lenguaje es la única formade garantizar la verdadxxii. Un contexto de habla apto para unaaserción de acuerdo con este presupuesto sería solamenteaquel en el que los hablantes se sujetan a la garantía de laverdad mediante el uso literal del lenguaje. Lo primero que hay que notar es una sorprendente semejanzaentre las aserciones literales y las metáforas: la condiciónde garantía de la verdad es lo que permite que la aserción seconsidere apta. La invitación a imaginar un contexto en lametáfora determina un contexto de acuerdo con el cual lametáfora puede ser considerada apta. El defensor de laaserción como uso literal me objetará que la garantía de laverdad no es ninguna invitación a imaginar nada sino unaimposición tácita que seguimos sin que medien intenciones nicomprensión [Carson (2009), p. 169; Carson (2010), pp. 25-29]y que tampoco requiere una complicidad entre hablante yoyente, como la metáfora. A lo que tendré que replicar que nonecesito que los contextos sean del mismo tipo sino que nosean de tipos incompatibles, como él sostiene. La cuestión essi uno puede encontrar ejemplos en los que la seriedad queparece requerirse para la garantía de la verdad no semanifiesta como literalidad. Lo primero que deberíamospreguntarnos para resolverla es qué rasgo de la situación dehabla se busca capturar con la garantía de verdad. Y es un

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lugar común sostener que un hablante garantiza la verdad enun contexto si su emisión se toma en ese contexto como “onthe record” [Carson (2010), p. 21, p. 38], es decir, si dealguna manera puede suponerse que el hablante quiere dejarconstancia de lo que afirmó y no simplemente sugerir algo de loque pueda retractarse despuésxxiii. Definida así, sin embargo, la garantía de verdad no excluyeel uso de metáforas como puede mostrarse con el siguientecaso. En un impactante trabajo, Lanceley y MacLeod [Lanceleyy MacLeod (2013)] describen un experimento realizado entreenfermos de cáncer y sus enfermeras que, de común acuerdo,acceden a grabar sus conversaciones para dejar constancia desu enfermedad. Este es obviamente un contexto “on the record”en los dos sentidos del término. La forma de expresiónfavorita de esos pacientes es la metáfora. Metáforas buenas,malas o regulares les ayudan a expresar qué creen que lesestá pasando, cómo ven la muerte y qué tan grave es susituación. Es recurrente, por ejemplo, que aludan a su muertecomo “una despedida” y a su enfermedad como “un partido derugby” entre la enfermedad y los médicos [Lanceley y MacLeod(2013), p. 192]. La metáfora es moneda común y sin embargo noveo cómo negar que se trata de un contexto serio, en elsentido discutido aquíxxiv. Es difícil sostener que sucompromiso con la verdad, por ejemplo de que están enfermos ode que muchos van a morir pronto, sea algo sobre lo quepuedan decidir o que requiera intenciones. La garantía deverdad parece impuesta por la situación, es decir, esobjetiva pero no se manifiesta en el uso literal del lenguaje.Esto no implica que con sus metáforas los enfermos se limitena expresar unas determinadas creencias sobre la muerte, perosí que hay situaciones de habla en las que el uso permanentede metáforas no riñe con la garantía de la verdad. En el otro extremo de la escala están los casos en los que seenfoca la literatura reciente sobre mentira: los juicios[Saul (2012), pp. 118-126]. Esos contextos altamente ritualesexigen del testigo garantía de verdad explícita (mediantejuramento) y un uso literal del lenguaje. Sin embargo, noexigen lo mismo de los abogados, profesionales entrenados tantoen guiar las declaraciones del testigo para que sean

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literales y directas como en producir los más variadosefectos retóricos en los jurados y el juez. Un recienteestudio sobre el uso de la metáfora y la analogía encontextos legales muestra que los abogados de hecho usanmetáforas como estrategias retóricas altamente exitosas[Berger (2013)]. Por ejemplo, está comprobado que cuando setrata de defender a alguien acusado por crímenes castigadoscon la pena de muerte el abogado sabe que conviene comenzarsu alegato refiriéndose a su cliente como “este hijo de Dios”para contrarrestar los prejuicios del juez y de los juradoscon respecto a quienes cometen delitos graves. Con esterecurso no solo consigue que juez y jurados vean al acusadobajo otra luz sino que lo perciban a él bajo el aspecto de unpadre protector y tiendan a tratar su alegato de una maneramás benevolente [Berger (2013), pp. 181-182]. Así que,después de todo, la metáfora no está excluida de loscontextos legales. Decir que un juicio es un contexto endonde se garantiza la verdad gracias al uso literal dellenguaje es entonces tan cierto como unilateral. Los testigoscumplen con un papel pasivo, son como pruebas que hablan. Losabogados y el juez cumplen un papel activo: convencer y tomardecisiones, respectivamente. Y a los abogados, como actoresdel juicio, les está permitido recurrir a metáforas. Estoquiere decir que la sujeción a la garantía de verdad esparcial o funcional incluso en el caso que motivó la obsesiónpor la literalidad de la aserción. Para que estos ejemplosfuncionen como ella requiere y excluyan las metáforas debemosimaginarnos un juicio en el que solo hay testigos. ¿Podemos?

NOTAS

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i Los cambios de opinión de Davidson desde este ensayo seminal hasta su últimaépoca son estudiados en (Camp 2013). A efectos de este trabajo me basta referirme asu ensayo como la fundación de una tradición analítica con respecto a la metáfora.ii Como es bien sabido, Grice utiliza su idea de implicatura en su doble acepciónde (i) significado (contenido) dependiente de expectativas racionales del hablantey (ii) inferencia que se efectúa de acuerdo con ciertos principios que codificanesas expectativas racionales. Searle, por su parte, sostiene una visión mucho másrígida del proceso de inferencia del contenido metafórico efectuado según élmediante un sistema de reglas.iii Para una exposición y crítica de la primera y la tercera posición ver [Camp(2008)], para una reconstrucción y cuestionamiento de la segunda ver [Camp(2004)].iv Esta decisión es puramente metodológica y dictada por las definicionescontemporáneas de mentir en las que sin excepción se supone que la mentira estáconectada conceptualmente con aserciones o enunciados. Creo, como Camp (2008, 12),que uno puede realizar con metáforas actos de habla diferentes a las aserciones. Porejemplo, tras una agria discusión con sus vecinos, un hombre tiene que volver areunirse con ellos para resolver la delimitación de ciertos linderos. Incapaz desoportarlos delega a su mujer quien dice: “Te prometo que seré un témpano de hielocon ellos”. Es claro que hay metáfora y es claro también que la mujer ha prometidoque se comportará con sus vecinos de la manera menos cordial o afectuosa posible.Nótese que esta función no se restringe a las metáforas convencionalizadas. ¿Quépasaría, por ejemplo, si interpretáramos el primer verso de la nota v abajo comouna promesa del poeta a su amante? ¿Cuál sería su contenido y cuál su invitaciónimaginativa? v El recurso a la distinción entre decir y mostrar, no necesariamente en términosdel Tractatus sino en términos del contexto implícito en toda aserción, está presenteen las mejores explicaciones de metáforas a las que he tenido acceso [Camp (2008)],[Fermandois (2009)]. El elemento visual de mostrar es, como se verá, particularmentefuerte en muchas metáforas. vi Aurelio Arturo, Canción a la distancia. El verso completo es como sigue [Arturo (1985), p. 23]:

“Mirarás un país turbio entre mis ojos,mirarás mis pobres manos rudas,

mirarás la sangre oscura de mis labios:todo es en mí una desnudez tuya.”

vii Título de una conferencia de Ernst Tugendhat a la que alguna vez tuve laoportunidad de asistir.viii Una forma de aludir en algunos países de América Latina al hecho de que Ikermurió. Con “guayos” me refiero a los botines para practicar el fútbol. ix No quiero decir con esto que Stainton comparta mi uso de los ejemplos. Deacuerdo con su posición todos los casos de metáfora no son aserciones justamenteporque no son susceptibles de mentira, el efecto convencional producido por el usopropio de las oraciones de indicativo. Desde su punto de vista a)-d) serían casos deusos impropios del mecanismo diseñado para aseverar. Mi punto, más bien, es que hayun mecanismo convencional asertivo funcionando en todos los ejemplos.

x Ver Camp (2008) para una reconstrucción juiciosa de la contraposición(“yuxtaposition”). Que se pueda disolver la aserción de esta manera no tiene nadaque ver con que la imagen pierda fuerza evocativa. Muy por el contrario, lacapacidad de evocación parece intensificar en las contraposiciones los efectosretóricos y emocionales, ver [Fermandois (2009), p. 25]. xi Si el lector considera forzada esta invitación imaginativa, le pido un poco depaciencia hasta la tercera sección en la que encontrará otros ejemplos de la vidareal en los que se alude metafóricamente a la muerte como una especie decompetencia deportiva.xii La discusión sobre expresiones idiomáticas, significado literal y metáforas esmucho más compleja de lo que mis breves y esquemáticas observaciones dan aentender. Dado que el significado convencional de las expresiones idiomáticas noparece depender explicativamente del significado de sus partes, parecería un errorde principio defender la posibilidad de vincularlas con emisiones metafóricas endonde hay una participación crucial del significado literal que, por hipótesis, escomposicional. Las expresiones idiomáticas y las metáforas serían clases disjuntas[Davies (1983), p. 72]. Frente a esta objeción quiero resaltar el objetivo de mitrabajo y de mi crítica: me interesan los compromisos que un hablante adquiere conun determinado contenido una vez lo ha entendido. A lo largo de esta sección he asumidola tesis que permite entender más ejemplos metáforas y entenderlos mejor sin tocarsiquiera la cuestión de la composicionalidad. Según esta explicación entender unametáfora depende de dos factores: (i) encontrar un paráfrasis para expresar sucontenido o contenidos posibles y (ii) aceptar la invitación a imaginar un contextodonde ese contenido puede ser juzgado como apto. A partir de esos dos rasgos sepuede concluir que d) es una metáfora. Lo único que me basta es mostrar que no esnecesario recurrir a la composicionalidad para comprender el significado de lasmetáforas. Por otra parte, ciertas investigaciones recientes muestran que larelación entre el requisito de composicionalidad, las metáforas y las expresionesidiomáticas no permite separar de tajo el significado literal y los modismos de unlado y las metáforas del otro, al menos si se entiende el requisito de lacomposicionalidad como una descripción de los procesos de comprensión que de hechollevan a cabo hablantes y oyentes. El proceso de comprensión del significadoliteral no es empíricamente distinguible ni de la interpretación metafórica enmetáforas convencionalizadas como b)-c) [Camp (2006b)] ni de la captación deexpresiones idiomáticas como “colgar los guayos” [Wearing (2012), p. 507].Expresiones idiomáticas y significado literal están tan cerca como mi ejemplo d)parece dar a entender. Reconozco, en todo caso, que podría abrirse toda una nueva ydensa línea de discusión de este tipo de ejemplos si uno (i) interpreta “lo que sedice” con una oración en términos del significado literal y (ii) intenta explicar“lo que se dice” en términos de la estructura de la oración, sus componentes y suordenación sintáctica, etc. [Grice (1989), p. 87]. Ver nota xvi.xiii Para algunos ingeniosos argumentos tendientes a mostrar que puede haber mentirasin intención de engañar ver [Carson (2009); (2010)], [Sorensen (2007)]. Para unaminuciosa defensa de la visión tradicional según la cual no puede haber mentira sinintención de engañar ver [Lackey (2013)]. Con respecto a la idea de “warrantingcontext” ver la siguiente sección. xiv Como puede observarse aunque sostengo que mi ejemplo a) sirve para expresarcreencias no lo utilizaré como un ejemplo de mentira dadas las dificultades para

escoger una creencia expresada en vez de otras y construir un ejemplo convincenteen donde se pueda mentir con esa oración. Dado que no sostengo que cualquier metáforapueda servir para mentir sino que algunas metáforas (las más convencionalizadas)sirven para hacerlo, que no se pueda mentir con a) es un resultado aceptable paramí. xv Algo que todos los textos sobre la definición de mentira que he consultadoaceptan: [Carson (2009), p. 171], [Lackey (2013), p. 246], [Saul (2012), p. 3],[Sorensen (2007), p. 256]. xvi Hay algo paradójico en expresar creencias que no se tienen mediante un mecanismoasertivo, como sabemos desde Moore. En este sentido básico me interesa defender queno podemos utilizar el mecanismo asertivo y negar la creencia expresada con él sinproducir emisiones paradójicas en todo el rigor del término: emisiones que van másallá de lo que normalmente podemos concebir y entender. La mentira entendida comoaseverar algo que uno tiene por falso no se puede hacer explícita sin algún tipo desinsentido.xvii Como ya mencioné, esta es la conclusión de Stainton [Stainton (ms)] y escorrecta como espero mostrar. Lo que se persigue con (Men) es detectar un tipo decompromiso específico de la aserción, ser susceptible de mentira. Pero para poderdistinguir ese defecto específico de la aserción y separarla de la meracomunicación es necesario recurrir al significado literal. De ahí la exclusión dela metáfora y el sarcasmo en (Men). Para una interesante discusión acerca de lasrestricciones normativas típicas de “decir” ver [Camp (2006c)].xviiiEl significado de las expresiones idiomáticas cumpliría, así, con uno de loscriterios que Saul fija para lo que se dice con una oración [Saul (2012), p. 67] Losotros dos son: (a) lo que se dice debe estar estrechamente ligado a la oraciónemitida y varía muy poco de un contexto de emisión a otro y (b) el valor de verdades determinado por lo que se dice [Saul (2012), p. 67]. Si consideramos“estrechamente ligado” equivalente a “ligado en términos composicionales” entonceslas expresiones idiomáticas no hacen parte de lo que se dice y hay una relaciónestrecha entre (a) y (b). Pero si “estrechamente ligado” significa “conectado porconvención” entonces (a) no se relaciona directamente con (b). Ver nota x. xix Esta es la forma en que Carson [Carson (2009), pp. 168-170], por ejemplo,descarta las bromas y el sarcasmo de su definición de mentira. El uso de loscontextos con este mismo objetivo aparece en Saul [Saul (2012), pp. 10-11], Lackey[Lackey (2013), p. 244] y en conexión directa con la imposibilidad de que lametáfora sea una aserción en Sorensen [Sorensen (2007), p. 256]. xx No está utilizando metafóricamente el lenguaje, agregarían otros como Sorensen(ver nota anterior).xxi Esta distinción es explícita en Austin [Austin (1975), p. 3] y se usa conpropósitos similares.xxii Este supuesto comienza justamente con el trabajo fundacional de Austin sobreactos ilocucionarios en donde se estipula que una aserción debe producirse en uncontexto de habla serio, sin bromas y sin ficción [Austin (1975), p.93], a lo quequienes escriben sobre mentira agregarían “y sin metáforas”. xxiii Para una discusión formal de este rasgo de las aserciones ver [Katz (1980), p.183].

xxiv El estudio en cuestión concluye con algunas recomendaciones acerca del apoyoemocional y profesional que requieren las enfermeras, no solo los pacientes[Laceley y MacLeod (2013)]. La metáfora como actividad conjunta entre paciente yenfermera produce desórdenes emocionales también en ambos porque comienzan acompartir miedos y angustias. Con esta descripción en mente me pareceinjustificado que alguien pueda concluir que el experimento es un contexto donde laverdad no importa como, por ejemplo, el propio de una bull session [Frankfurt (2005),pp. 35-36].

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