la coexistencia de la inhumaciÓn y la incineraciÓn en la mallorca protohistÓrica : los ritos...

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LA COEXISTENCIA DE LA INHUMACIÓN Y LA INCINERACIÓN EN LA MALLORCA PROTOHISTÓRICA : LOS RITOS FUNERARIOS EN LA NECRÓPOLIS DE S’ILLOT DES PORROS Giampaolo Piga 1 · Jordi Hernández-Gasch 2 Assumpciò Malgosa  3 · Stefano Enzo 3 ,  4 Introducción L a necrópolis de S’Illot des Porros es uno de los principales cementerios prehistóricos y, sin duda, el mejor conocido a nivel de estudios antropológicos de las islas Baleares. Descubierta a finales de los años 50 por el profe- sor M. Tarradell, fue excavada en su mayor parte durante los años sesenta, aunque su excavación se completaría mucho tiempo después, en la se- gunda mitad de los años noventa, por parte de J. Sanmartí y J. Hernández-Gasch. El cementerio pertenece al periodo final de la cultura talayótica, desarrollada durante la se- gunda edad del Hierro (s. vi-i a.C.). Este perio- do histórico se caracteriza por el hábitat nuclea- rizado en poblados amurallados, la ocupación intensiva y extensiva del territorio con una base económica de tipo agropecuario, la edificación de santuarios, el uso de técnicas constructivas ciclópeas herederas de tradiciones anteriores, los cambios tecnológicos en la cerámica y la metalurgia y las transformaciones en la esfera ideológica con la introducción de nuevos ritua- les y formas de enterramiento (Lull et alii 1999 ; Micó, 2005, Hernández-Gasch, e.p.). A todas es- tas transformaciones no debieron ser ajenos los contactos de raíz comercial feniciopúnicos, pro- cedentes sobre todo de la vecina isla de Ibiza, y también, por un breve lapso de tiempo, griegos. A estos contactos deben atribuirse también la introducción de nuevos ritos y costumbres co- mo algunas prácticas funerarias y el consumo de vino. A pesar de las características socioeconómicas y culturales fundamentalmente homogéneas de este periodo en Mallorca y Menorca, se constata la existencia de una multiplicidad de rituales y lugares funerarios (Coll, 1989 ; Hernández-Gas- ch, 1998 ; Micó, 2005). No sólo parecen coexistir distintos rituales en el mismo momento, sino in- cluso en la misma necrópolis (Rosselló-Bordoy, Guerrero, 1983). Fig. 1. Mapa de las Islas Baleares. Fig. 2. Mapa de las bahías del nordeste de Mallorca, con la localización de los yacimientos del área ritual de Son Real. 1 Unitat d’Antropologia, Department de Biologia Ani- mal, Biologia Vegetal i Ecologia, Universitat Autònoma de Barcelona, 08193 Bellaterra (Espanya). 2 Actium Patrimoni Cultural, Camí del Mig 71, 08302 Ma- taró (Espanya). 3 Unitat d’Antropologia, Department de Biologia Ani- mal, Biologia Vegetal i Ecologia, Universitat Autònoma de Barcelona, 08193 Bellaterra (Espanya). 4 Dipartimento di Chimica, Università degli Studi di Sas- sari, Via Vienna 2, 07100 Sassari (Italia).

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LA COEXISTENCIA DE LA INHUMACIÓNY LA INCINERACIÓN EN LA MALLORCA PROTOHISTÓRICA :

LOS RITOS FUNERARIOS EN LA NECRÓPOLISDE S’ILLOT DES PORROS

Giampaolo Piga 1 · Jordi Hernández-Gasch 2 Assumpciò Malgosa  3 · Stefano Enzo3 ,

 4

Introducción

La necrópolis de S’Illot des Porros es uno de los principales cementerios prehistóricos y, sin duda, el mejor conocido a nivel de

estudios antropológicos de las islas Baleares. Descubierta a finales de los años 50 por el profe-sor M. Tarradell, fue excavada en su mayor parte durante los años sesenta, aunque su excavación se completaría mucho tiempo después, en la se-gunda mitad de los años noventa, por parte de J. Sanmartí y J. Hernández-Gasch.

El cementerio pertenece al periodo final de la cultura talayótica, desarrollada durante la se-gunda edad del Hierro (s. vi-i a.C.). Este perio-do histórico se caracteriza por el hábitat nuclea-rizado en poblados amurallados, la ocupación intensiva y extensiva del territorio con una base económica de tipo agropecuario, la edificación de santuarios, el uso de técnicas constructivas ciclópeas herederas de tradiciones anteriores, los cambios tecnológicos en la cerámica y la

metalurgia y las transformaciones en la esfera ideológica con la introducción de nuevos ritua-les y formas de enterramiento (Lull et alii 1999 ; Micó, 2005, Hernández-Gasch, e.p.). A todas es-tas transformaciones no debieron ser ajenos los contactos de raíz comercial feniciopúnicos, pro-cedentes sobre todo de la vecina isla de Ibiza, y también, por un breve lapso de tiempo, griegos. A estos contactos deben atribuirse también la introducción de nuevos ritos y costumbres co-mo algunas prácticas funerarias y el consumo de vino.

A pesar de las características socioeconómicas y culturales fundamentalmente homogéneas de este periodo en Mallorca y Menorca, se constata la existencia de una multiplicidad de rituales y lugares funerarios (Coll, 1989 ; Hernández-Gas-ch, 1998 ; Micó, 2005). No sólo parecen coexistir distintos rituales en el mismo momento, sino in-cluso en la misma necrópolis (Rosselló-Bordoy, Guerrero, 1983).

Fig. 1. Mapa de las Islas Baleares. Fig. 2. Mapa de las bahías del nordeste de Mallorca, con la localización de los yacimientos del área ritual de Son Real.

1 Unitat d’Antropologia, Department de Biologia Ani-mal, Biologia Vegetal i Ecologia, Universitat Autònoma de Barcelona, 08193 Bellaterra (Espanya).

2 Actium Patrimoni Cultural, Camí del Mig 71, 08302 Ma-taró (Espanya).

3 Unitat d’Antropologia, Department de Biologia Ani-mal, Biologia Vegetal i Ecologia, Universitat Autònoma de Barcelona, 08193 Bellaterra (Espanya).

4 Dipartimento di Chimica, Università degli Studi di Sas-sari, Via Vienna 2, 07100 Sassari (Italia).

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La necrópolis de S’Illot des Porros se localiza en un islote rocoso de aproximadamente 3,040 m2, que se eleva tan sólo 1,5 m sobre el nivel del mar (Figg. 1 y 2). El yacimiento ocupa unos 450 m2 y, a nivel estructural, conservaba tres cámaras se-pulcrales semiexcavades en la plataforma roco-sa y semiconstruidas con paramentos ciclópeos, denominadas “círculos A, B y C”, a pesar de su plante absidal, y un área ocupada por fosas de enterramiento.

La primera utilización del lugar se produjo en el periodo naviforme medio (ca 1400-1200 a.C.) y perduró en el naviforme final (ca 1200-1050 a.C.) y el prototalayótico (ca 1050-850 a.C.), 5 pero no como espacio funerario, sino como base para ob-tener recursos marinos o como lugar de acumu-lación de excedentes e intercambio comercial. El uso funerario del yacimiento, cuando todavía era posiblemente una punta o brazo de tierra más de los que salpican esta parte del litoral de la isla de Mallorca, se inició entre los siglos vi y v a.C., per-maneciendo en funcionamiento, de manera ya re-sidual, hasta principios de la época Flavia (70 d.C.).

construido y utilizado el círculo C, reutilizando seguramente como material de construcción los bloques y las losas de arenisca de las estructuras de la primera necrópolis y provocando, de he-cho, su desaparición (Fig. 3). En este momento el ritual de enterramiento predominante fue la inhumación, con los cuerpos colocados en po-sición fetal, aunque en los niveles superiores de la cámara se encontraron algunos restos quema-dos, interpretados como incineraciones o crema-ciones (Tarradell, 1964 ; Hernández et alii, 1998).

Tanto los materiales arqueológicos como una datación radiocarbónica (kia-13535) 6 (Van Strydonck et alii, 2002) avalan esta fecha, aun-que la calibración de la muestra sería consistente también con una cronología inferior, que no so-brepasaría en ningún caso los últimos decenios del siglo iii a.C.

Los cámaras funerarias A y B se construyeron cuando el círculo C se había colmatado, quizá ya en el s. iii a.C. A pesar de que su construcción pudo estar muy cercana en el tiempo, el círcu-lo B es claramente posterior al A, puesto que se apoya en él, quedando encajado entre este últi-mo círculo y el C (Fig. 3). Existe también una da-tación radiocarbónica procedente de esta cáma-ra B (kia-13533), 7 cuya calibración abarca desde el s. iv a fines del s. ii a.C. El material arqueológico encontrado en los niveles inferiores de estas cá-maras sepulcrales permite precisar esta datación e indica que seguramente empezaron a utilizarse en el s. ii a.C., periodo en el que parece predomi-nar claramente el ritual de cremación a pesar de que la presencia de inhumaciones en posición fe-tal está bien documentada, sobre todo en el fon-do del círculo B (Hernández et alii, 1998) (Fig. 4).

5 La periodización de la prehistoria de las islas Baleares a que nos referimos procede de las últimas propuestas realiza-das ( Lull et alii, 1999 y Micó, 2005).

6 Muestra ipc-50-1964. 2275±25 BP, cal. a 2s = 400 (57.8%) 350 BC, 300 (37.6%) 210 BC.

Fig. 3. Círculo C de la necrópolis de S’Illot des Por-ros, después de su restauración en el año 1998 y con anterioridad a la destrucción causada por un tempo-ral marino. En primer plano se aprecia un muro de la cámara funeraria B adosándose a la cámara más antigua (Foto : Hernández-Gasch/Sanmartí).

A pesar de que la evolución hasta el s. iv a.C. no es demasiado clara, existen indicios de la existen-cia de un cementerio de pequeños monumentos prácticamente desparecido en fases posteriores, que probablemente fue similar (en cuanto a ti-pología de estructuras, no así en cuanto a exten-sión) al hallado en la vecina necrópolis de Son Real. En el s. iv a.C. fue con toda probabilidad

7 Muestra ipb-conj.7/10-1961. 2165±35 BP, cal. a 2s = 370 (95.4%) 100 BC.

Fig. 4 : Inhumaciones del fondo de la cámara B (Ar-chivo Tarradell).

los ritos funerarios en la necrópolis de s’illot des porros 15

Esta circunstancia hace pensar que los dos ri-tuales coexistieron en este arco temporal.

En relación a la sedimentación interna, la do-cumentación antigua muestra en el círculo A la existencia de distintos estratos. El nivel inferior, de casi 50 cm. de potencia, presentaba evidencias claras de fuego : abundancia de cenizas, restos óseos incinerados, reducidos a fragmentos de distinto tamaño, con ausencia de huesos largos y cráneos completos (Fig. 5).

Por lo que respecta al círculo B, el nivel infe-rior, de entre 40 y 80 cm de potencia, fue ocu-pado, al igual que el la cámara A, por un estrato con predominio de restos quemados, aunque con una intensidad de cremación menor. Es en este sentido que distinguimos entre cremaciones a alta y baja temperatura, situando la tempera-tura en que agrupamos las primeras entre 650°C y 1000 ºC en función de parámetros morfológi-cos (coloración y retracción de los huesos), y las segundas, por debajo de los 650 ºC. 8 Los restos aparecieron a menudo ennegrecidos por el fue-go, pero desprovistos de los indicadores típicos de la cremación a altas temperaturas, como son la coloración gris o blanca, las fracturas transver-sales y la reducción del hueso (Fig. 7).

8 Las cremaciones a estas temperaturas no comportan nunca la reducción del hueso a cenizas, por lo que preferi-mos evitar el término de incineración.

Fig. 5. Dos fragmentos incinerados de cráneo perte-neciente a un individuo del círculo A ; son evidentes las fracturas debidas a la cremación sobre hueso fre-sco.

Sobre algunos grupos de cremaciones se ob-servó un estrato delgado de cal, de distribución bastante irregular. Parece, pues, que tras cada cremación se cubrían los restos óseos con una pequeña cantidad de cal, arena y tierra (Hernán-dez et alii, 1998) (Fig. 6).

Fig. 6. Dos fragmentos de huesos largos con concre-ciones de cal.

Fig. 7. Cráneo trepanado del individuo ipb61, com-pletamente ennegrecido por el fuego. Debe notarse la ausencia de fracturas transversales.

Al mismo tiempo que se utilizaban las cámaras A y B se destinó un sector del islote, al suroeste de las mismas, a necrópolis de fosas indivuales de planta oval y con cubierta de losas de piedra. En este caso el ritual fue siempre la inhumación y los individuos aparecieron en posición lateral fuertemente encogida y sin apenas objetos de acompañamiento (Fig. 8).

La razón por la que algunos individuos fueron quemados y no inhumados es desconocida, ya que no hay una evidencia clara de ritual fune-rario diferenciado dependiendo de grupos hu-manos particulares o relacionado con creencias o estatus social determinado, sin embargo, es posible situar el fenómeno en un contexto más general y extraer de ello algunas conclusiones.

Finalmente, cuando las cámaras ya estaban colmatadas, aprovechando aún las paredes que sobresalían y seguramente los accesos originales se construyeron con losas verticales dos recintos de forma vagamente cuadrangular y dos estruc-turas parecidas a cistas. A estos espacios deben de relacionarse dos estratos tardíos con inhuma-

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ciones, el inferior con los cuerpos en posición fe-tal y datado alrededor de la mitad del s. i d.C. y el superior en decúbito supino sin elementos de cultura material para su datación (Hernández et alii, 1998). Dos fechas radiocarbónicas realizadas

sobre muestras de hueso humano, una proce-dente del círculo A (kia-13531) 9 y la otra del círcu-lo B (kia-13532), 10 quizá se tengan que relacionar a estos dos estratos.

Inhumaciones y cremacionesen S’Illot des Porros

El material antropológico de S’Illot des Porros se recuperó entre los años 1959 y 1969 en distintas campañas de excavación (Tarradell y Woods, 1959 ; Tarradell 1964 ; Hernández-Gasch, 1998 ; Hernández et alii, 1998). El yacimiento se termi-nó de excavar entre 1996 y 1998. El estudio antro-pológico de los restos humanos se ha desarro-llado desde 1980, analizándose y presentándose distintas problemáticas alrededor de aspectos morfológicos patológicos y tipológicos y en re-lación al dimorfismo sexual, la paleodieta y el desarrollo infantil (Malgosa, 1985 ; Pérez, 1990 ; Carrasco y Malgosa, 1990 ; Castellana y Malgosa, 1991 ; Castellana et alii, 1991 ; Malgosa y Campillo, 1991 ; Subirà y Malgosa, 1992 ; Subirà et alii, 1992 ; Rissech y Malgosa, 1997 ; Alesan et alii, 1999).

En conjunto se identificaron un total de 285 in-dividuos. Los restos quemados se han atribuido al menos a 67 individuos. El listado completo de los individuos quemados se detalla en la Tab. i. Debe notarse que se ha perdido la información respecto a las cámaras funerarias de origen de un gran número de individuos recuperados en las primeras campañas de excavación de la déca-da de los sesenta ; estos individuos se han seña-lado con la letra N. Por otra parte, H identifica un enterramiento de la zona suroccidental de la necrópolis.

Fig. 8. Inhumación en posición fetal del sector su-roeste, intervención del año 1997 (Foto : Hernández-Gasch/Sanmartí).

9 Muestra ipb-7-1960. 2005±25 bp, cal. a 2s = 60 BC (95.4%) 60 AD.

10 Muestra ipa-4-1964. 1905±25 bp, cal. a 2s = 20 AD (94.0%) 170 AD, 190 AD (1.4%) 210 AD.

espécimen edad sexo círculoipa-62 cr.2 Infantil 1 (4-5) - A

ipa-2 Juvenil (14-15) - Aipa-2(2) Juvenil (14-15) - A

ipa-9 Juvenil (14-15) - Aipa-7 Adulto Masculino Aipa-8 Infantil 1 (3-7) - A

ipa-8(2) Juvenil (14-17) - Aipai-1(1961) Adulto Masculino A

ipai-4 Adulto Masculino Aipai-7a Adulto Masculino Aipai-2 Adulto Femenino Aipai-3 Adulto Femenino Aipa-6 Maduro Indeterminado Aipa-10 Indeterminado Indeterminado A

ipa-2 (1961) Adulto Femenino Aipa-11 Maduro Femenino A

los ritos funerarios en la necrópolis de s’illot des porros 17

espécimen edad sexo círculoipa13 Adulto Masculino A

ipai-5 (1961) Adulto Indeterminado Aipb3’ Infantil Indeterminado Bipb13 Maduro Masculino B

ipb13 (1961)-2 Maduro Masculino Bipb-21 Infantil 1 (4-5) - Bipb-28 Juvenil (<19-20) - Bipb-912 Maduro Masculino B

ipb-14 (1961) Adulto Masculino Bipb-6 (1961) Senil Masculino B

ipb-22’’ Senil Masculino Bipb-61 Maduro Masculino B

ipb-8’’ (1962) Maduro Masculino Bipb-9 (1961) Maduro Masculino Bipb-7 (1962) Adulto Femenino B

ipb-9’’ adulto Femenino Bipb-nivell inferior

(1962)Maduro (40-50) Femenino B

ipb-20 Senil (60) Masculino Bipb-23 (1961) Adulto Femenino Bipc7 (1964) Adulto Masculino C

ipc7 (1964)-2 adulto Masculino Cipc-8 Infantil II (9-10) - C

ipc-64b Juvenil - Cipc-35 (1964) Adulto Femenino C

ipc-4 Indeterminado Indeterminado Cip-27d Infantil II (11) - Indeterminadoiph-4-1 Juvenil - Enterramiento Hipn-3 Juvenil (17-18) Femenino Indeterminadoipn-8 Adulto Masculino Indeterminadoipn-37 Adulto Masculino Indeterminadoipn-32 Adulto Masculino Indeterminadoipn-33 Adulto Masculino Indeterminadoipn-41 Maduro Masculino Indeterminadoipn-42 Maduro Masculino Indeterminadoipn-43 Juvenil-adulto Femenino Indeterminadoipn-45 Maduro Masculino Indeterminadoipn-48 Adulto Masculino Indeterminadoipn-50 Maduro Masculino Indeterminadoipn-24 Maduro Femenino Indeterminadoipn-34 Adulto Femenino Indeterminadoipn-46 Adulto Femenino Indeterminadoipn-38 Maduro Indeterminado Indeterminadoipn-39 Adulto Indeterminado Indeterminadoipn-40 Adulto Indeterminado Indeterminadoipn-10 Adulto Indeterminado Indeterminadoipn-11 Adulto Indeterminado Indeterminadoipn-35 Adulto Indeterminado Indeterminadoipn-44 Adulto Indeterminado Indeterminadoipn-47 Adulto Indeterminado Indeterminadoipn-20 Adulto Femenino Indeterminadoipn-25 Adulto (30-40) Indeterminado Indeterminado

Tab. i. Individuos quemados de la necrópolis talayótica de S’Illot des Porros.

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El objetivo básico del presente trabajo ha sido la investigación con técnica xrd de las propieda-des microestructurales de los restos quemados pertenecientes a la necrópolis de S’Illot des Porros para con ello establecer en lo posible las even-tuales diferencias de rito entre círculos. Ello nos permitiría además determinar las formas de un ritual largamente discutido en la bibliografía ar-queológica de las islas Baleares (Hernández-Gas-ch, 1998), junto con las posibles razones para su introducción en un tiempo y lugar particulares. Estas cuestiones son tanto o más pertinentes cuanto que otros individuos y grupos permane-cieron fieles a la inhumación o bien sus restos fueron tan sólo parcialmente quemados, segu-ramente como resultado de rituales de purifica-ción.

Nuestras aplicaciones previas de la técnica xrd se han basado en una calibración de la tempe-ratura y el tiempo de duración de la cremación de huesos humanos (Piga et alii, 2007 ; Piga et alii, 2008). En esta calibración se ha estimado la evolución del tamaño medio de los cristales de hidroxiapatita (ha) en función de la temperatura aplicada. Se ha verificado que el tamaño medio de los cristales de ha de un hueso humano no tratado es de ca 170 Å (1 Å = 10-8 cm). Este valor permanece casi constante hasta los 500-600 ºC y aumenta rápidamente hasta aproximadamente los 700 ºC, acercándose luego a un valor cons-tante más alto, siguiendo un comportamiento sigmoidal con un tipo de función logística.

Así, de la interpretación de los resultados de xrd, acompañados por una evaluación cuanti-tativa de los mecanismos de crecimiento de los microcristales de ha inducido por el tratamien-to a fuego, es posible conjeturar con una certeza notable la temperatura alcanzada por los huesos. A su vez, ello permite evaluar también la tecnolo-gía de fuego adoptada. Con particular referencia al yacimiento aquí abordado, puede proporcionar información útil concerniente a la posible coexis-tencia de rituales de inhumación y cremación.

Resultados y discusión

La Tab. ii recoge los datos obtenidos a partir de los huesos de la cámara A. Las dimensiones medias de los cristales determinadas por la fase mineralógica de la hidroxiapatita están expresa-das en Å.

En conjunto, el tamaño medio de los cristales de 10 de 18 individuos considerados es suficiente-mente alto para asegurar que fueron sometidos a un proceso ritual de cremación, tal y como refle-jan las correspondientes temperaturas de fuego estimadas de acuerdo a nuestro procedimiento de calibración.

A este respecto, vale la pena apuntar que el tipo de combustible usado en S’Illot des Porros parece haber sido de un valor calorífico rela-tivamente bajo, de acuerdo con una muestra analizada en los últimos años ( Juan-Tresserras, 1998), procedente de las excavaciones antiguas del fondo del círculo A, que ha revelado la pre-sencia de Pistacia (quizá lentisco -Pistacia len-tiscus-), pino (Pinus sp.) y enebro (Juniperus sp.) (Hernández et alii 1998).

Cuatro especímenes se trataron a temperatu-ra de entre 600 y 650 °C, al parecer después de un proceso de cremación incompleto. Ello pue-de ser debido a una cantidad escasa de material combustible en la pira o a otras interrupciones accidentales del proceso de combustión.

Los individuos ipai-4, ipai-7A, ipa13 Y ipai5-1961 fueron quemados a baja temperatura y en hueso seco. De hecho, los fragmentos de cráneo presentaban una cremación regular, aunque de menor intensidad, y estaban ausentes las frac-turas transversales o las señales de retracción. Por tanto, se abren al menos dos posibilidades : o bien que se hubieran dejado descarnar los ca-dáveres para quemarlos después (que es lo que entendemos por cremación secundaria), o bien que se hubiera producido una purificación del recinto que hubiera afectado los restos óseos de los inhumados con anterioridad.

espécimen círculo notas Tamaño de los cristales (Å) temperatura (°C)ipa-62 cr.2 A Con cal 1115 ≅825

ipa-2 A Con cal 974 850-900

ipa-2(2) A Con cal 920 ≅775

ipa-9 A Con cal 957 850-900ipa-7 A 260 ≅650

ipa-8 A Con cal 2108 ≅1000

ipa-8(2) A Con cal 2236 ≅1000

ipai-1(1961) A 213 ≅650ipai-4 A 185 ≅300

los ritos funerarios en la necrópolis de s’illot des porros 19

espécimen círculo notas Tamaño de los cristales (Å) temperatura (°C)ipai-7a A 205 ≅400ipai-2 A 223 ≅600ipai-3 A 221 ≅650 ipa-6 A 2138 1000

ipa-10 A 2784 1000

ipa-2 (1961) A 1829 ≅1000ipa-11 A 1850 ≅1000ipa13 A 199 400-500

ipai-5 (1961) A 190 ≅300

Tab. ii. Temperaturas alcanzadas en las cremaciones de la cámara funeraria A

Fig. 9. Algunos espectros XRD representativos del círculo A.

Los patrones representativos de xrd que ilus-tran los aspectos generales de los especímenes aquí examinados se pueden observar en la Fig. 9. Por lo que concierne a la muestra codificada como ipai-4, se puede reconocer el típico perfil de ha, con amplios picos que se acomodan satis-factoriamente en un tamaño medio de ca 185 Å. Este valor es ligeramente mayor al que normal-mente se obtiene con el mismo procedimiento sobre huesos no quemados. Los otros patrones que aparecen en la figura muestran picos de xrd mucho más agudos que dan cuenta de una temperatura de procesado más alta, típica de un proceso de cremación a alta temperatura (Piga et alii, 2007 ; Piga et alii, 2008).

La Tab. iii muestra los datos relativos a los in-dividuos procedentes de la cámara B, que reve-lan un situación inversa respecto de la observada en la cámara A. De hecho, sólo uno de los espe-címenes parece que fue incinerado (ipb3i), mien-tras que las otras muestras fueron sometidas a un tratamiento suave por fuego, como testifica el pequeño aumento del tamaño medio de la hi-droxiapatita respecto de los huesos no tratados. Desde luego, la temperatura correspondiente del tratamiento por fuego es relativamente bajo, entre 200 y 400ºC.

espécimen círculo Tamaño de los cristales (Å) temperatura (°C)ipb3’ B 2158 ≅1000ipb13 B 195 ≅400

ipb13 (1961)-2 B 193 ≅400ipb-21 B 194 ≅400ipb-28 B 182 ≅300ipb-912 B 195 ≅400

ipb-14 (1961) B 196 ≅400ipb-6 (1961) B 175 ≅200

ipb-22’’ B 180 ≅300

g. piga · j. h. hernández-gasch · a. malgosa · s. enzo20

espécimen círculo Tamaño de los cristales (Å) temperatura (°C)ipb-61 B 196 ≅400

ipb-8’’ (1962) B 203 ≅400ipb-9 (1961) B 186 ≅300ipb-7 (1962) B 183 ≅300

ipb-9’’ B 176 ≅200ipb-nivell inferior (1962) B 185 ≅300

ipb-20 B 190 ≅300ipb-23 (1961) B 192 ≅300

Tab. iii. Temperaturas alcanzadas en las cremaciones del círculo B.

Este resultados confirman la observación morfológica sobre los restos óseos quemados del círculo B, que aparecieron ennegrecidos, pe-ro sin las características morfológicas propias de la cremación a alta temperatura. Esta situación puede ser explicada por la existencia de uno o reiterados fuegos purificadores del recinto, que afectaron los restos de los inhumados. A pesar de ello, incluso la cámara B fue utilizada excep-cionalmente para cremación a alta temperatura, como testifica el caso de ipb31.

Esta situación se plasma en los patrones expe-rimentales de xrd recogidos en la Fig. 10. To-dos los especimenes se describen correctamente usando el factor estructural de la apatita nano-cristalina, a excepción del individuo IPB3I del fondo de la cámara, cuyo patrón muestra los tí-picos picos abruptos del tratamiento a altas tem-peraturas.

Por lo que respecta a la cámara C (Tab. iv), el número de individuos disponible es bastante reducido, comparados con los dos casos previos. Además, se observa una situación variada, pa-sando del extremo que representa la cremación a alta temperatura del espécimen ipc7 (1964)-2 a tres casos de cremación incompleta y finalmente al extremo representado por dos individuos que parecen haber sido tratados a temperaturas mo-deradas (≅ 400°C).Fig. 10. Espectros xrd representativos del círculo B.

espécimen círculo notas tamaño de los cristales (Å) temperatura (°C)ipc7 (1964) C 321 750-775

ipc7 (1964)-2 C 2008 ≅1000ipc-8 C 252 ≅650

ipc-64b C 248 ≅650ipc-35 (1964) C 193 ≅400

ipc-4 C Con cal 195 ≅400

Tab. iv. Temperaturas alcanzadas en las cremaciones de la cámara C.

Lo mismo se puede comprobar también a par-tir de los patrones experimentales de xrd, más las curvas mejor ajustadas de la Fig. 11.

Por lo que se refiere a los especimenes recogi-dos en la Tab. iv, cuya información concernien-te a cámara funeraria de procedencia se haya

los ritos funerarios en la necrópolis de s’illot des porros 21

perdida, podemos conjeturar que en su mayoría deben pertenecer a la cámara B, excepto aquellas muestras que aparecen incineradas (ip-27d), que

posiblemente pertenecen a la cámara A. Final-mente, la muestra ipn-11 (tratada a ca 650°C) pue-de tanto pertenecer a la cámara A como a la C.

espécimen círculo notas tamaño de los cristales (Å) temperatura (°C)ip-27d Indeterminado Con cal 1340 ≅900ipn-3 Indeterminado 184 ≅300ipn-8 Indeterminado 197 ≅400ipn-37 Indeterminado 195 ≅400ipn-32 Indeterminado 182 ≅300ipn-33 Indeterminado 186 ≅300ipn-41 Indeterminado 181 ≅300ipn-42 Indeterminado 198 ≅400ipn-43 Indeterminado 181 ≅300ipn-45 Indeterminado 183 ≅300ipn-48 Indeterminado 184 ≅300ipn-50 Indeterminado 190 ≅300ipn-24 Indeterminado 191 ≅300ipn-34 Indeterminado 185 ≅300ipn-46 Indeterminado 190 ≅300ipn-38 Indeterminado 198 ≅400ipn-39 Indeterminado 186 ≅300ipn-40 Indeterminado 194 ≅400ipn-10 Indeterminado 192 ≅300ipn-11 Indeterminado 240 ≅650ipn-35 Indeterminado 197 ≅400ipn-44 Indeterminado 180 ≅300ipn-47 Indeterminado 190 ≅300ipn-20 Indeterminado 190 ≅300ipn-25 Indeterminado 185 ≅300

Tab. v. Temperaturas alcanzadas en las cremaciones de la cámara funeraria A.

La evolución del ritual deenterramiento en la necrópolis

de s’illot des porros : la introducción de la cremación en las islas baleares

El círculo C, el más antiguo (s. iv a.C.) y con un mayor número de restos inhumados (Fig. 12), contiene el menor número de restos expuestos al fuego y sólo en un caso es posible hablar de una verdadera cremación a alta temperatura. Los individuos quemados se hallaron en el es-trato superior. Por tanto, se trata de los difuntos más tardíos enterrados en el círculo C, siendo en cierta manera excepcionales.

Esta última etapa del circulo C, puede situar-se posiblemente ya en el s. iii a.C. A pesar de que no existen elementos de cultura material claros, el C14 calibrado a dos sigmas no sobrepasa el 210 a.C. (ver nota 10).

Con posterioridad, posiblemente a finales del siglo ii a.C., se empezaron a utilizar los círculos A y B. Los materiales arqueológicos pertenecen al

s. ii a.C., sin mayor precisión, a la segunda mitad y a finales de la centuria, cronología consistente con una datación radiocarbónica (ver nota 7).

En estas cámaras las incineraciones y las cre-maciones aparecen en los estratos inferiores del fondo de las estructuras, junto con algunas inhu-maciones que podríamos llamar residuales, sien-do, por tanto, los enterramientos más antiguos. A tenor de estas evidencias, no parece que el pri-mer uso de las cámaras A y B pueda remontarse al s. iii a.C., por lo que no existiría un uso coetá-neo con el momento final del círculo C. A pesar de ello, quizá tampoco exista una discontinuidad temporal entre unas cremaciones y otras.

Así pues, aunque se observa que los ritos de in-humación y cremación se suceden en el tiempo, también parece existir una simultaneidad en los ritos que ejemplifican los hallazgos en las cáma-ras A y B (Fig. 13).

En este sentido debe tenerse en cuenta que, cuando se empezaron a utilizar los círculos A y

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B, el círculo C ya estaba amortizado, que A y B fueron posiblemente diseñados simultáneamen-te, aunque B es estratigráficamente posterior a A, que probablemente fueron usados contem-poráneamente y que el círculo A contiene cre-

Fig. 11. Algunos espectros xrd representativos del círculo C.

Fig. 12. Inhumaciones del círculo C, excavadas du-rante las campañas de los años sesenta (Archivo Tarradell).

Fig. 13. Esquema de la evolución del ritual de enterramiento por cámaras funerarias.

maciones a elevada temperatura, mientras que las cremaciones del círculo B se realizaron a baja intensidad y en sus estratos inferiores se hallaron también inhumaciones. Así, es posible pensar que los dos nuevos círculos tuvieron una utiliza-ción diversa con inhumaciones preferentemente en el B y cremaciones en el A, estando las cre-maciones del círculo B relacionadas muy proba-blemente con la purificación del lugar, más que con la cremación de los cadáveres. Esto último quedaría avalado por el hecho de que en el cá-mara A las cremaciones fueron realizadas sobre hueso fresco, tal y como lo demuestran la reduc-ción del hueso y las fracturas transversales y re-dondeadas, mientras que en el cámara B el fuego fue aplicado sobre hueso seco, ya que los restos óseos no presentan líneas de fractura ni la retrac-ción asociadas a la presencia de colágeno y agua en el hueso. Sin embargo, la baja intensidad de

cremación puede haber influi-do en el patrón de fracturas.

A estas diferencias en los ri-tuales de enterramiento obser-vados entre las cámaras se aña-den otras diferencias de tipo arquitectónico. La cámara A se construyó exenta, adoptan-do una planta absidal – a pesar del nombre de “círculo” – y recuerda, por tanto, a las plan-tas de los santuarios indígenas (fig.14). Presenta también un gran pilar central y es, en defi-nitiva, más monumental que el círculo B. Éste, en cambio, se encaja entre A y C, utilizando muros de las otras cámaras, y tiene tres pilares de menores dimensiones. Hay que recor-dar también sus diferencias

los ritos funerarios en la necrópolis de s’illot des porros 23

respecto del círculo C. (Fig. 15) Las cámaras A y B tienen sillares tallados y, sobre todo, están se-miexcavadas en la roca de base, y presentan esca-lones de acceso, además de las pilastras adosadas y los pilares exentos mencionados (Hernández et alii, 1998).

además la introducción de una novedad cultu-ral pudo perfectamente ir asociada a élites que querían diferenciarse del común de la población adoptando costumbres distintas y seguramente extranjeras. En apoyo de esta hipótesis están los datos antropológicos de S’Illot des Porros que sugieren la presencia de una población ligera-mente más alta y esbelta, probablemente una élite, entre los enterramientos del islote respecto otras comunidades de la isla ; sin embargo, hay que tener en cuenta que estos datos están basa-dos principalmente en la serie inhumada (Mal-gosa, 1992).

De todas formas no se ha demostrado que a nivel de objetos de acompañamiento haya dife-rencia entre una y otra cámara, por lo que las diferencias sociales no son tan evidentes.

Otro aspecto que hay que corroborar es la exis-tencia distintos tipos de tratamiento en función del sexo y edad de los fallecidos. Los gráficos permiten observar que tanto por sexo (Fig. 16), como por edad (Fig. 17), tal correlación es inexis-tente. Existe una concentración de cremaciones a altas temperaturas (a partir de 650 ºC) entre los individuos infantiles y juveniles, aunque se trata de una muestra reducida de escaso valor estadís-tico. Aún así vale la pena recordar la existencia documentada de urnas con huesos quemados, sin poder precisar si se trata de cremaciones a baja o alta temperatura en el mismo Son Real (tumba 66) y otras necrópolis de Mallorca como S’Alqueria Fosca (Can Gallego) (Campos), Cova de Son Serra (Felanitx), Son Danús-Cova de sa Marina Gran (Santanyí), que parecen poder datarse entre los siglos ii a.C. y i d.C. De cronología plena-mente romana son las urnas con incineraciones de la necrópolis de Sa Carrotja (Ses Salines).

En el otro extremo de las categorías de edad destaca la ausencia de cremaciones entre los tres individuos seniles de analizados. La interpreta-ción de los datos del gráfico de la Fig. 18 se adap-ta a la posible existencia de tradiciones familiares, que incidirían en los miembros adultos del gru-po (tantos masculinos como femeninos) y en sus hijos. Desgraciadamente la excavación de S’Illot des Porros no permitió aislar tales agrupaciones y los escasos datos de Son Real sólo señalan la existencia de cremaciones entre individuos juve-niles, adultos y maduros de ambos sexos (tumba 13) y la coexistencia de una cremación de un in-dividuo infantil y una cremación de un adulto en el nivel inferior de la tumba 75.

En cualquier caso, si diéramos por buena la existencia de distintas tradiciones familiares, ha-bría que intentar dotarlas de significado social : En este sentido quizá podrían derivar de que al-

Fig. 14. Estado del círculo A después de su restaura-ción en el año 1998 y con anterioridad a la destruc-ción causada por un temporal marino. Se aprecian las escaleras de acceso y la columna central (Foto : Hernández-Gasch/Sanmartí).

Fig. 15. Estado del círculo B en el año 1998. Se obser-van escaleras de acceso y columnas interiores y, por la derecha, el paramento externo del círculo A (Foto : Hernández-Gasch/Sanmartí).

A nivel más general, hay que recordar la excep-cionalidad de estas cámaras funerarias en todo el ámbito Balear, como sea que la población ta-layótica se enterró mayoritariamente en cuevas naturales o artificiales (Coll, 1989 ; Micó 2005).

A pesar de no presentar ajuares excepcionales, hay en el continente (las propias cámaras) una voluntad de diferenciación de la población que se entierra en S’Illot des Porros. La cremación se-ría otro signo distintivo y asociado como está a la mejor de las cámaras (el círculo A), sería un ritual de prestigio. De hecho, los costes de la cre-mación (por el combustible necesario que hay que acarrear) es superior a la inhumación, pero

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Fig. 16. Gráfico que representa la temperatura de cremación según el sexo de los individuos analizados, siendo H, masculino, M, femenino, e I, indeterminado.

Fig. 17. Gráfico que representa la temperatura de cremación según la edad de los individuos analizados en el momento de su deceso.

guno de sus miembros (presumiblemente indivi-duos masculinos jóvenes o adultos) habría entra-

do en contacto con poblaciones que utilizaban la cremación y la incineración, ya dentro de la isla

los ritos funerarios en la necrópolis de s’illot des porros 25

(elementos púnicos o itálicos) o fuera. En este último caso, quizá podrían relacionarse con los contingentes de mercenarios que en la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.) lucharon a las órde-nes de Cartago contra Roma. En contacto con los púnicos estos mercenarios podrían haberse impregnado de este ritual nuevo para el mun-do indígena balear y, de regreso a casa, haberlo adoptado quizá junto a sus familias. Precisamen-te en el área púnica, tras unos siglos de franco retroceso ante la inhumación, la incineración tu-vo un repunte en el s. iii a.C., perviviendo hasta el s. i a.C. El principal escollo argumental es que no se puede caracterizar a los individuos mascu-linos incinerados como guerreros (y menos aún como mercenarios), como sea que los objetos de acompañamiento hallados en el cementerio no lo señalan. Al contrario, el armamento recupe-rado en S’Illot des Porros parece escaso respecto al encontrado en otras necrópolis contemporá-neas, como la de Son Real.

En sentido inverso, es decir, respecto de la lle-gada de elementos exógenos a las islas Baleares en el marco de la misma contienda, cabe recor-dar también la estancia del general Magón en Menorca con los restos de su ejército entre los años 206 y 205 a.C. (Sánchez León, 2003 a y b), aunque la presencia permanente u ocasional de población púnica en las dos islas data de mucho antes y se encuentra ligada al comercio, ya desde el s. vi a.C. (Puig, 2005) A pesar de que no haya constancia arqueológica de enterramientos pro-

piamente púnicos en Menorca o Mallorca, sin duda, alguno debió producirse. En este sentido hay que referirse a la proximidad de la bahía de Alcúdia, donde se hayan las dos necrópolis men-cionadas, a la isla de Menorca.

Además del ámbito púnico, la cremación y la incineración se utilizaron coetáneamente tanto en el mundo ibérico como en el mundo roma-no, en este último caso coexistiendo con la inhu-mación. La utilización de diferentes rituales (en concreto, de la inhumación y la incineración) fue muy frecuente, tanto en la cultura tartésica (Blázquez, 1983 ; Sánchez, 1994), como en la grie-ga (Morris, 1987), el mundo semita (Aubet, 1987 ; Ramos, 1990) y el romano, y se asociaba a tradi-ciones familiares.

El diseño del círculo A podría responder tan-to a una tradición anterior (círculo C, santuarios indígenas) como a un nuevo ritual determinado por la utilización de la cremación primaria a alta temperatura, es decir, sin existencia de ustrinum y realizando la combustión en el interior de la propia tumba o bustum. Uno de los requisitos pa-ra la existencia de cremaciones es que el lugar en que se produce esté bien aireado. La solución arquitectónica del círculo A, posiblemente a cie-lo abierto, daría respuesta a esta necesidad. Cabe recordar que las tumbas del vecino cementerio de Son Real correspondientes a la última fase (s. iv-ii a.C.) por primera vez no presentan cubierta de piedra y que en algunas de ellas han aparecido restos de cenizas y huesos quemados. Sería una

Fig. 18. Gráfico que representa la temperatura de cremación según sexo y edad de los individuos analizados.

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solución similar en una necrópolis dominada por los enterramientos en tumbas destinadas a grupos restringidos, mientras que S’lllot des Po-rros dio acogida en cada una de sus estructuras a grupos más amplios.

Existen tres análisis sobre muestras proceden-tes de la vecina necrópolis de Son Real que que-remos introducir en la discusión, aunque sea de manera preliminar. Se trata de un individuo (sr 65) quemado a alta temperatura (ca 650-700 ºC), de otro (sr 66) quemado a baja temperatura y en seco (ca 400 ºC) y de un incinerado (sr 96) a 850-900 ºC procedente de la tumba número 96.

El registro arqueológico (Tarradell y Hernán-dez-Gasch, 1998) presenta algunos problemas de atribución de las muestras, puesto que tan sólo en la sepultura 66 se menciona la existencia de indicios de dos fuegos localizados en dos ángu-los de la estructura que afectaron parcialmente a dos esqueletos (uno femenino juvenil y el otro femenino maduro). La temperatura alcanzada fue de ca 400 °C y la cremación se realizó sobre hueso seco. Un caso similar se describió para la sepultura núm. 13, en la que las evidencias de fue-go se hallaban en la parte central y de la que se recuperaron algunos huesos craneales y postcra-neales ennegrecidos por efectos de combustión. Los individuos eren de sexo masculino y edad adulta (1), masculino maduro (4) y femenino juvenil (1), existiendo restos de otro indetermi-nado. También en el estrato superior de la tum-ba 75 aparecieron restos de un individuo adulto masculino con los huesos ennegrecidos. Todas estas evidencias parecen indicar la existencia de cremaciones secundarias (tras un primer ritual de inhumación) o rituales de purificación de las tumbas y los restos humanos que albergan.

En cambio, tanto las muestras SR 65 como SR 96 indican la existencia de cremaciones a altas temperaturas. Esto fue observado ya durante la intervención de los años sesenta, puesto que, se-gún su excavador, en algunas sepulturas (tumbas número 10, 16, 75, 77, 92, 95 y 100) la reducción de los huesos era extrema por lo que se indicaba la existencia de verdaderas incineraciones (Ta-rradell y Hernández, 1998, Hernández, 1998). Algunos objetos de adorno personal, como las cuentas de pasta de vidrio de origen púnico, apa-recen deformadas por el calor, lo que parece su-gerir la existencia de cremaciones primarias, ya que el resto del ajuar funerario no parece haber sufrido termoalteraciones. En todos los casos las tumbas actuaron como busta y los restos de la posible pira se concentran en el centro de la se-pultura (tumba 10), o en parte de ella (tumbas 16, 95 y 100) o en toda la superfície (nivel inferior

de la tumba 75 y tumba 92). En estas sepulturas no se conoce determinación de sexo y edad para los individuos incinerados, salvo para la tumba 75 (adulto) y la 77 ( juvenil).

De hecho, es en estos dos yacimientos (Son Real y S’Illot des Porros) donde la innovación que supuso la cremación se ha podido contrastar me-jor en Mallorca. La presencia de cenizas y huesos quemados parece haberse detectado en cuevas del término municipal de Pollença (Encinas, 1970), es decir también en la zona nordeste de la isla, aunque su significado ha sido discutido por algunos autores (Guerrero, 1986 ; Coll, 1989) ante la imposibilidad de alcanzar altas temperaturas en el interior de las cuevas por falta de aireación y por fundir la piedra caliza en que se hallan for-madas entre 650 y 900 ºC. Estos mismos investi-gadores hacen referencia a rituales de purifica-ción para explicar tales evidencias.

También, en otra parte de la sierra norte de Mallorca, llamada Serra de Tramuntana, se locali-zó el abrigo rocoso de Son Gallard que contenía cremaciones, cubiertas por un estrato potente de cal (Waldren, 1982). Entre los materiales aso-ciados se hallaban una espada de antenas, cuchi-llos afalcatados, espirales de hierros y cóndilos de fémur de bóvido conocidos como taps (tapo-nes, en catalán), algunos afectados por el fuego. Hay que destacar que se refiere la existencia, además de carbones, de troncos carbonizados. Bajo las cremaciones se halló una inhumación de un individuo adulto masculino. La reexcava-ción del yacimiento entre los años 2003 y 2004 (Guerrero et alii, 2005 : 89) ha permitido docu-mentar otra inhumación en el sector B, cubierta por cremaciones y una gruesa capa de cal. En esta intervención se documentó otro cuchillo afalcatado y una cuenta de pasta de vidrio y un tap termoalterados. El ritual planteado por estos autores es altamente elaborado : descarnación de cadáveres en plataformas – cuya existencia, por otra parte, no ha sido arqueológicamente demostrada –, traslado de los restos a cuevas o abrigos mezclando huesos de distintos indivi-duos, su incineración tras envolverlos quizá en sudarios o esterillas – para lo que se aduce la pre-sencia de cuentas de collar y otros objetos ter-moalterados – colocando la pira por encima de los paquetes con los restos humanos, y, por últi-mo, cubrimiento de los retos con cal (Guerrero et alii, 2005 : 107-108). No pensamos que existan datos suficientes para afirmar la existencia un ritual tan complejo, además que otros, como la aparición de objetos afectados por el fuego o la mescolanza de restos óseos, pueden explicarse mejor de manera bastante más simple. Así, aún

los ritos funerarios en la necrópolis de s’illot des porros 27

sin conocer si se trata de cremaciones a alta o baja temperatura, los datos parecen conformar-se a cremaciones secundarias, como las descritas para Son Real, pudiendo el propio abrigo haber actuado como pudridero. Teniendo en cuenta el grado de mezcla de restos que se observa en las cuevas de enterramiento colectivo, no es de extrañar la aparición de restos esqueléticos de distintos individuos y de objetos, afectados o no por el fuego. En cuanto a la cronología de las cremaciones, a pesar de que en su revisión Gue-rrero et alii (2005 : 84) no la concretan más allá de lo establecido por Waldren a partir de una data-ción de radiocarbono, parece situarse del s. iv al ii a.C., a tenor de los materiales más recientes, los cuchillos afalcatados y las cuentas de pasta de vidrio (Hernández-Gasch, 1998).

Finalmente en el poblado talayótico de Ses Païsses (Artà, Mallorca), en la reutilización de una estructura adosada al monumento central turriforme, apareció un individuo con evidentes trazas de cremación y un casco de bronce, que lo identifica como guerrero. Seguramente hay que datarlo de finales del s. iii o principios del s. ii a.C (Coll, 1989). Fuera de la zona norte de la isla, en la bahía de Palma, una actuación clandestina en la gruta de es Coll de sa Creu dejó al descubierto huesos parcialmente quemados (Guerrero et alii, 2005 : 107).

Por otra parte en Menorca se ha reconocido cenizas y huesos quemados en Cales Coves, Cova Massana y Sa Regana des Cans (Veny, 1982, Gornés et alii, 2006). Cabe recordar de nuevo que las dos bahías del nordeste de Mallorca (la de Pollença y la de Alcúdia) son las zonas de la isla más cerca-nas a la vecina isla de Menorca. La comunión de rituales observada podría ser un indicio más de las evidentes influencias culturales menorquinas sobre esta zona de la isla de Mallorca.

El santuario más reciente de Sa Punta des Pa-tró, que se encuentra a unas decenas de metros de S’Illot des Porros, tiene unos rasgos arquitec-tónicos que lo asemejan a las cámaras A y B del cementerio : la posición semihipogea, la planta absidal, las dimensiones similares, las losas ver-ticales de los paramentos externos, las pilastras adosadas y los pilares exentos, en el caso del santuario, una losa que recuerda los santuarios de taula menorquines (Fig. 19). Además su cons-trucción podría ser coetánea, ya que parece que se construye durante el s. ii a.C. y se abandona a finales de esta centuria, una vez se ha producido la ocupación militar romana de la isla (Hernán-dez-Gasch, Sanmartí, 1999).

Para concluir, podemos apuntar que el s. ii a.C. representó un momento de crisis para el orden

cultural indígena, debido a las amenazas exóge-nas que acarreó el incremento de los contactos coloniales (en especial, el aumento del comercio itálico durante todo el s. ii a.C.), que culminaron con la presencia militar al final de la centuria. Las comunidades talayóticas parece que reforzaron su identidad con un incremento de la actividad ritual y que reflejaron las tensiones al aumentar la variabilidad de sus manifestaciones culturales, entre las más destacadas por su carga simbólica (y también por sus posibilidades de rastrearlas arqueológicamente), la introducción del ritual de cremación.

Agradecimientos

Este trabajo ha estado apoyado parcialmente por el proyecto del Ministerio de Ciencia y Tecnolo-gía de España, CGL2005-02567/BOS.

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