entre cuilonimiquiztlan y sodoma, homosexualidad, cultura y ley en el méxico colonial

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1 Universidad Nacional Autónoma de México. Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Letras. Historia, historiografía y construcción del conocimiento histórico de América Latina. Entre Cuilonimiquiztlan y Sodoma, homosexualidad, cultura y ley en el México Colonial.Tesis que para optar por el grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos Presenta: Óscar González Gómez Comité Tutoral: Dra. Patricia Escandón Bolaños Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, CIALC. Dra. Margarita Millán Moncayo Centro de Estudios Latinoamericanos CELA-FCPyS. Dra. Patricia Cabrera López Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, CEIICH. México, D.f. febrero de 2013.

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1

Universidad Nacional Autónoma de México.

Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos.

Facultad de Filosofía y Letras.

Historia, historiografía y construcción del conocimiento histórico de América Latina.

“Entre Cuilonimiquiztlan y Sodoma, homosexualidad, cultura y ley en el

México Colonial.”

Tesis que para optar por el grado de

Doctor en Estudios Latinoamericanos

Presenta:

Óscar González Gómez

Comité Tutoral:

Dra. Patricia Escandón Bolaños

Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, CIALC.

Dra. Margarita Millán Moncayo

Centro de Estudios Latinoamericanos CELA-FCPyS.

Dra. Patricia Cabrera López

Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, CEIICH.

México, D.f. febrero de 2013.

UNAM – Dirección General de Bibliotecas

Tesis Digitales

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DERECHOS RESERVADOS ©

PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL

Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México).

El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor.

2

A mi madre, Guadalupe Gómez y, mi padre, Jorge González.

3

Agradecimientos

Al sínodo, que a través de su lectura, sugerencias y críticas, ha enriquecido la tesis que aquí

se propone: Patricia Escandón Bolaños, Márgara Millán Moncayo, Patricia Cabrera López,

Silvia Limón y Clementina Battcock.

Al apoyo institucional de la Coordinación del Posgrado en Estudios Latinoamericanos;

asimismo, al financiamiento concedido a través de las becas de la Dirección de Estudios de

Posgrado y, el Proyecto PAPIIT IN302009, “Incertidumbre financiera y cambio

institucional: desafíos y acuerdos”, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Al Archivo General de la Nación y la Dirección Nacional de Monumentos Históricos del

INAH, por las facilidades prestadas para la obtención de las fuentes documentales.

A la red, por nuestro aprendizaje dialógico que deja su impronta en este trabajo, Sylvia

Marcos, Aida Hernández, Eugenia Gutiérrez, Mariana Mora, Verónica López, Mariana

Favela, Meztli Rodríguez, Aura Cumes y Gisela Espinosa.

Por el interés mostrado en el desarrollo y la conclusión de esta investigación: Francisco

González, Natividad Almanza, Javier Gutiérrez, Alejandro Modarelli, Rafael de la Dehesa,

Adrián Palma, María Elena Guerrero, Eugenia Correa, Wesley Marshall, Max Ramos,

“Manolo”, Yulma Z. Pérez, Liliana M. Gómez, Anita Parastoo, Carlos Bretón, Dulce

García y Eduardo Miranda G.

A mis hermanos, Jorge y Gabriela González.

A Eduardo Miranda C, mi compañero y amigo.

4

Entre Cuilonimiquiztlan y Sodoma, homosexualidad, cultura y ley en el

México Colonial.

Índice

Introducción………..………………………………………………………………………6

Capítulo I, la sexualidad en la cosmogonía nahua.

El regalo divino: la vida, la alegría y la sexualidad……….................................................9

La influencia de los dioses en la sexualidad……………………………………………… 13

Los calendarios y el tiempo divino, regentes de la sexualidad…...…………........……….20

La sexualidad según la nobleza mexica…………………………………………………... 30

Otros estamentos, otras sexualidades: las ahuianime y los guerreros……………………. 33

Capítulo II, la sexualidad en el occidente cristiano.

La ley divina y las prácticas sexuales en la Biblia……………………………………...... 40

Las normas sobre la homosexualidad en la Edad Media…………………………………. 45

Concepciones jurídicas y morales de la homosexualidad en la Castilla medieval...…..….48

Proscripción a la sodomía en la España de los reyes católicos……….………………….. 54

Capítulo III, la homosexualidad entre los nahuas.

La homosexualidad en la Mesoamérica del postclásico………………………………….. .59

La homosexualidad en las sociedades nahuas…………..……………………………… .62

Cuilonimiquiztlan, remembranzas de una guerra perdida………………………………... .67

Cuecuechcuicatl, canto travieso o elogio a la sexualidad………………………………….74

Capítulo IV, los europeos ante la homosexualidad indígena.

Los discursos sobre la sodomía en la conquista de América……………………………... .86

El pensamiento europeo frente a la homosexualidad indígena…………………………….91

La imposición cristiana en México Tenochtitlan……………………………………........100

El dogma cristiano sobre la sexualidad instruida a los catecúmenos nahuas…..……........106

5

Capítulo V, Sodoma en la Nueva España.

Las potestades jurídicas coloniales y la sodomía…………………….…………...............111

La praxis legal sobre el pecado nefando en la Nueva España…..………………...............115

Se ofendía si no le llamaban Cotita…..…………………………………………...............122

Posdata………………………………………………………….…………………...........131

Conclusiones……………………………………………………………………..……….137

Bibliografía……...…………………………………………………………………..……142

6

Introducción

Durante la primera mitad del siglo XVI, en las crónicas e historias que daban cuenta de la

exploración de América, había un discurso filosófico, jurídico y teológico que se dirigía a la

enunciación y, al discernimiento del otro, de los indígenas del llamado Nuevo Mundo. En

un espectro geográfico general y, sobre todo en las etapas tempranas, se elaboró un grupo

de argumentos ―que hoy denominaríamos culturales― los cuales tenían que ver con las

prácticas, usos y costumbres indígenas que diferían de la ética cristiana y que, si no

justificaban, al menos esbozaban, las razones por las que los españoles podían ejercer

dominio sobre los territorios que hallaban.

En ese corpus se integraban, por ejemplo, las acusaciones de idolatría, antropofagia y

sodomía, en la medida que se consideraban conductas pecaminosas, eran criminales y, por

lo mismo, severamente perseguidas y castigadas. Con respecto a la sodomía, al observarse

su práctica entre algunos varones de las diversas etnias americanas sirvió de evidencia para

argumentar su sometimiento, así como su ulterior condena mortal. Con la sucesiva

ocupación del continente, los cargos formulados a los indígenas fueron objeto de debate por

parte de los jurisconsultos de la corona española para llegar a un acuerdo que estipulara el

trato jurídico que se les debía otorgar y que justificara legalmente la ya impulsada guerra de

conquista.

Esta primera aproximación me permitía suponer que la sodomía había servido a manera

de premisa jurídica para demostrar tajantemente el derecho a la colonización europea y, qué

por tanto, era posible abrir otras genealogías para comprender la conformación histórica de

lo que hoy llamamos América Latina. La subsecuente investigación tiró por la borda mi

hipótesis pues en las controversias de la legalidad hispánica, la sodomía fue desechada

como argumento que legitimaba el proceder de los españoles. No obstante, en los años

posteriores a la conquista, las acusaciones sobre las costumbres indígenas, seguían

operando como apología de la ocupación española y, su sexualidad, fue objeto de

observancia y corrección durante el proceso que pretendía evangelizarlos. Así, fue

necesario establecer otras aproximaciones al problema, sustancialmente con las siguientes

interrogantes: ¿Qué argumentos tenían los ibéricos para considerar a las prácticas

homosexuales como criminales? ¿Eran comunes entre los indígenas americanos? ¿Cómo

7

concebían esas conductas? ¿Cómo fueron tratadas durante el proceso de evangelización en

el mundo colonial?

Por esas interrogantes, la delimitación del periodo a estudiar, marca un continuo

temporal, los siglos XVI y XVII pues permite abordar a la homosexualidad en un proceso

problemático, el de la imposición del modelo occidental en el continente americano, cuando

emergió la yuxtaposición de civilizaciones. La complejidad que supone el estudio, me ha

llevado a delimitarlo a las diferencias que sobre la materia, tuvieron las sociedades ibéricas

y, las nahuas, para posteriormente, comprender los desplazamientos que surgieron en la

convivencia colonial, es decir, será necesario advertir las rupturas, las transiciones o las

continuidades; en síntesis, la tesis se centra en profundizar sobre la homosexualidad desde

las oposiciones culturales hasta llegar a sus contingencias, hayan sido estas las de

resistencia o las de su emergente mixtura.

El capítulo I, La sexualidad en las sociedades nahuas, explora las fuentes documentales

escritas durante el siglo XVI y que dan cuenta sobre las etnias nahuas; el propósito es

identificar los elementos culturales que permitan ahondar de manera general, sobre sus

concepciones en torno a la sexualidad. Por eso, me centro en profundizar sobre la

cosmogonía pues para aquellas sociedades la religión era el fundamento de su organización

social, principalmente, era la base conceptual que permitía la conformación de códigos

rituales que también funcionaban como normas sociales. En efecto, también se analizan, los

testimonios que revelan las formas de organización social, las reglamentaciones y las

prohibiciones que en materia sexual practicaban los nahuas.

El capítulo II, La sexualidad en el Occidente cristiano, se estudian las significaciones

que tuvo sexualidad en la tradición cristiana para después identificar su impacto en el

proceso que se desplegó, desde la predicación del dogma cristiano a los paganos del mundo

antiguo, hasta su institucionalización con el derecho medieval. El objetivo es reunir los

principios teóricos que ayuden a explicar por qué en la Europa cristiana se proscribió a las

prácticas sexuales no procreativas; particularmente, se identifican las razones que llevaron a

concebir el pecado de sodomía como “el peor de todos los males” y, asimismo, se da

seguimiento a las legislaciones que la corona castellana formuló para proscribirla.

8

El capítulo III, La visón de los nahuas sobre la homosexualidad, resulta problemático

pues las fuentes que revelan las significaciones culturales que le concedían los indígenas,

eran ambiguas; por un lado, se sugiere su proscripción con la condena a muerte y, por el

otro, su integración social, incluso en las festividades y ritos religiosos. Es por eso, que

hago hincapié en el análisis crítico de los testimonios que la evocaban y, asimismo, exploro

las posibles razones culturales que llevaron a los nahuas a tener valoraciones

contradictorias sobre la materia.

El capítulo IV, Los europeos ante la homosexualidad indígena, pone especial énfasis

sobre la manera en que aquellas prácticas sexuales tuvieron relevancia en la conquista y

colonización del continente americano. Se reflexiona sobre los postulados teóricos con los

que se intentaba utilizar las acusaciones de sodomía para justificar la empresa castellana;

igualmente, se hace un seguimiento crítico que enumera cómo aquellas concepciones

fueron tratadas, desde la exploración del continente americano hasta la institucionalización

de la vida colonial y, de la misma forma, se analizan las formas en que operó el discurso de

sobre la homosexualidad, desde la imposición de la legalidad española en la Nueva España,

hasta la estrategias de conversión utilizadas por los misioneros cristianos.

Por último, el Capítulo V, Sodoma en la Nueva España, se analiza la praxis de las

instituciones virreinales frente a los denominados delitos de sodomía, específicamente en el

siglo XVII, donde sucedieron transformaciones sociales que complejizaron el

funcionamiento de las potestades jurídicas y la organización de la sociedad misma. Por eso,

se explican las competencias que tenía cada una ellas para castigar a los también llamados

pecados contra natura y, especialmente, se analiza su incidencia en cada uno de los grupos

raciales que componía la sociedad virreinal. Para finalizar, se hace un estudio de caso que

permite identificar el desempeño que tuvieron las instituciones que las proscribían y, a su

vez, se da relevancia a las experiencias de los individuos que fueron castigados por haber

incidido en su práctica.

9

Capítulo I, La sexualidad en la cosmogonía nahua.

El regalo divino: la vida, la alegría y la sexualidad.

Las fuentes relativas a los grupos nahuas1 del siglo XVI, registran que el difrasismo

2: in

teuhtli, in tlazolli, “el polvo, la basura”, era una expresión de su lengua para referirse a la

sexualidad humana. Su evocación en uno de los huehuetlahtolli,3 “discursos de los viejos”

(que los ancianos de la nobleza mexica dedicaban a los jóvenes cuando se consideraba que

habían llegado a la mayoría de edad), la describe como un regalo divino, es decir, una de

las compensaciones que los dioses otorgaban a los humanos, ante lo efímera y dramática

que podía ser la existencia,

Oye bien, hija mía, niña mía: no es un lugar agradable la tierra; no hay contento, no

hay alegría. Se dice que sólo hay alegría con cansancio, alegría con aflicción sobre la

tierra. Así lo andan diciendo los viejos: para que no estemos viviendo en lloros por

siempre para que no fenezcamos de tristeza los hombres [nosotros los macehuales] él,

nuestro señor, se dignó en darnos la risa, el sueño, y nuestro sustento, nuestra fuerza,

nuestro brío. Y esto más: lo terrenal [el sexo] para que sea la reproducción.4

Así, la expresión “in teuhtli, in tlazolli”, se refería a lo que se encuentra en la superficie

de la tierra, la vida y, asimismo, a lo mundano, de ahí que comprendiera a la sexualidad a

través de dos significados muy diferenciados: el primero, es su cualidad de recompensa

divina, como la risa, el sueño y el sustento alimenticio, es decir, era valorada como fuente

de disfrute; el segundo, es que a través de ella se consumaba la reproducción de la especie,

que desde la concepción nahua era apreciada por ser generadora de vida. Esta significación

tiene su origen en las creencias religiosas, que atribuían el origen de todo lo existente a

Ometeotl, “dios dual”, una deidad de carácter doble en cuya composición se mantenía en

correspondencia a Ometecuhtli, “señor dual” y, Omecihuatl, “señora dual”, es decir, era un

1 Las sociedades mesoamericanas de lengua náhuatl se asentaron en la cuenca lacustre de México, en los

valles de Hidalgo, Morelos, Puebla, Tlaxcala, Toluca, y en una parte de la sierra de Guerrero. 2 El término “difrasismo” fue acuñado por Ángel M. Garibay, según lo cual, consiste en “el mismo

pensamiento dos veces expresado, vestido de dos imágenes diferentes, es como un doble golpe de martillo

que hinca el clavo”. Véase: Ángel María Garibay, Historia de la literatura Náhuatl, México, Porrúa, 1987, p.

421.En lengua náhuatl es común la formación de pares semánticos cuya estructura consiste en dos lexemas

que, mediante la yuxtaposición, construyen una unidad de significado diferente de la que enuncia cada

término. Véase: Mercedes Montes de Oca Vega, “Los difrasismos, un rasgo del lenguaje ritual” en Estudios

de Cultura Náhuatl, No. 39, México, UNAM, 2008. p.227. 3 Puede traducirse como palabra de los ancianos o como antigua palabra. Véase: María José García Quintana,

“Los huehuetlalhtolli en el códice Florentino”, en Estudios de Cultura Náhuatl, No. 31, México, UNAM,

2000. 4 Alfredo López Austin, Cuerpo Humano e Ideología, 2 Vols., México, UNAM-Instituto de Investigaciones

Antropológicas, 2008, Vol. 1, p.276.

10

principio binario, donde el par masculino y femenino, se complementaban a través de

relaciones dinámicas que al entrar en fluidez, generaban el cosmos.5 También recibía otros

nombres como tonantzin, totahtzin, “nuestra madre, nuestro padre”, ya que era concebido

como el germen de todos los seres, de ahí que se creyera que su fuerza divina se desplegaba

por los cuatros rumbos del universo a través de sus hijos, los dioses creadores de la vida en

la tierra: Mixcoatl, “serpiente de nubes”, Yayauhqui Tezcatlipoca (Tezcatlipoca negro),

mejor conocido como “espejo humeante de obsidiana”, Quetzalcoatl, “la serpiente

emplumada” y Huitzilopochtli, “el colibrí de la izquierda o del sur”, el dios tutelar de los

mexicas.6

Los hijos de Ometotl mantenían el principio que les dio origen, cada deidad venerada

por los nahuas encarnaba la dualidad y, asimismo, mantenían correspondencias con los

otros dioses; esa relación favorecía la creación, por lo que se manifestaban como cónyuges

o, su divinidad, “se escindía en dos personas opuestas y complementarias para actuar por

separado en campos enfrentados de su ámbito total de competencia.”7Esas particularidades,

son reiteradas en los mitos, por ejemplo, la edad en que vivían los nahuas8, “el quinto sol”,

denominada nahui ollin, “cuatro movimiento”, fue establecida por los dioses Quetzalcoatl y

Tezcatlipoca9, para lo cual tomaron a Cipactli, “el pez o caimán primigenio”, que yacía

5 Entre las categorías de la dualidad en Mesoamérica el par femenino-masculino se desplegaba en otras

relaciones simbólicas: frio-calor, debilidad-fuerza, fetidez-perfume, agua-hoguera, oscuridad-luz, luna-sol,

muerte-vida, abajo-arriba, derrota-triunfo, pasivo-activo, sexo-gloria. Véase: López Austin, op.cit. p.59. 6 Miguel León-Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, México, UNAM, 2006, p.95.

7 Alfredo López Austin, “La sexualidad en la tradición mesoamericana” en Arqueología Mexicana, Vol.

XVIII, Núm. 104, 2010, p.29. 8 Los nahuas concebían que la vida en la tierra había sido instaurada cinco veces, cada creación era entendida

como una “era” o “edad” que se caracterizaba por el predominio de alguno de los elementos de la dualidad;

la vigencia temporal de cada “era” fue denominada por los nahuas bajo el vocablo de “sol”. 9 Luchaban entre sí para conseguir el predominio de cada “sol”: Tezcatlipoca lo hizo en el primer, el tercer y

el quinto; mientras Quetzalcoatl, en el segundo y el cuarto. Quetzalcoatl fue considerado un dios civilizador,

fue patrono del calmecac, “en la hilera de casas”, la institución educativa de los cultos religiosos y el

sacerdocio. Tezcatlipoca fue el dios de la guerra, de los guerreros y protector de la institución donde se

preparaban, el telpochcalli, "casa de jóvenes". Véase: Patrick Johansson, “Tezcatlipoca o Quetzalcoatl: una

disyuntiva mítico-existencial precolombina”, en Estudios de Cultura Náhuatl, No. 23, México, UNAM, 1993.

Miguel León-Portilla, “Ometeotl, el supremo dios dual, y Tezcatlipoca Dios principal", en Estudios de cultura

Náhuatl, Nº. 30, México, UNAM, 1999. Michel Graulich, “Los reyes de Tollan”, en Revista Española de

Antropología Americana, No. 32, 2002.

11

sobre las aguas (la que después sería la diosa de la tierra: Tlaltecuhtli)10

, lo cercenaron en

dos partes para formar los cielos, la tierra y el inframundo.11

Cipactli, representada como generadora de los mantenimientos, Códice Borgia, Detalle, lám. 17.

Así, los dioses Quetzalcoatl y Tezcatlipoca simbolizaban el principio masculino

escindido y, su relación complementaria los convertía en los agentes organizadores del caos

que dejó la destrucción de la anterior edad. Cuando separaron el cuerpo de Cipactli, la

suma de sus fuerzas fecundó al principio femenino, lo que tuvo como resultado el

establecimiento de un nuevo orden. De la misma forma, los dioses restauraron la vida

humana, ordenaron a Quetzalcoatl viajar al “inframundo” para solicitar los “huesos

preciosos”, los restos óseos de los habitantes de las anteriores edades que Mictlantecuhtli y

Mictlancihuatl custodiaban. Sin embargo, las deidades del Mictlan lo pusieron a prueba, le

colocaron trampas, fue ardua la obtención de los huesos pero los llevó al Tamoanchan12

para entregarlos a los otros dioses:

10

Miguel León-Portilla, Obras, Tomo II, En torno a la Historia de Mesoamérica, México, UNAM, 2004, p.

307. 11

El cosmos de los nahuas tenía la siguiente estructura en su aspecto vertical: en la cima, el Ilhuicatl, “la

bóveda celeste”, estaba dividida en trece pisos donde residían algunas deidades y los astros. El Tlalticpac, “la

superficie de la tierra”, era morada de los humanos, concebida como un gran disco central que estaba rodeado

de agua: Cemanahuac; su plano horizontal, estaba dividido en cuatro segmentos y un núcleo central, como si

fuere una cruz, cada una de sus direcciones concordaba con los cuatro rumbos del universo. Siguiendo la

estructura vertical, en el inframundo, se encontraba el Mictlan, “el lugar de los descarnados” o “región de los

muertos”, estaba presidido por los dioses Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, “señor y señora de la muerte”;

constaba de nueve pisos descendentes, cuyos nombres se referían a espacios naturales con atributos

simbólicos y religiosos relacionados con la muerte. Véase: López Austin, Cuerpo humano, pp. 60 y ss. 12

Los estudiosos de la cultura nahua han mantenido un constante debate sobre el significado del

Tamoanchan. Según las fuentes del siglo XVI y XVII fue el lugar de la creación donde habitaban la pareja

primordial. López Austin concluye que fue un árbol cósmico que hunde sus raíces en el inframundo y

extiende su follaje en la bóveda celeste. Era la parte del mundo donde habitaban algunos dioses, ahí se

conectaba el cielo y la tierra, era donde se mezclaban las fuerzas divinas y donde salían las esencias

12

Y tan pronto llegó, la que se llama Quilaztli,

que es Cihuacoatl, los molió

y los puso después en un barreño precioso.

Quetzalcoatl sobre él se sangró su miembro.

y enseguida hicieron penitencia los dioses que se han nombrado:

Apantecuhtli, Huictolinqui, Tepanquizqui, Tlallamanac, Tzontemoc

y el sexto de ellos Quetzalcoatl

Y dijeron: Han nacido, Oh dioses,

los macehuales, (los merecidos por la penitencia).13

Porque, por nosotros hicieron penitencia (los dioses).14

Quetzalcoatl simbolizaba el principio masculino del cosmos, era un agente vitalizador:

perforó su miembro para que el derramamiento de la chalchihuatl, “la sangre o agua

preciosa de los sacrificios”, fecundara a la materia muerta, también entendida como el

principio femenino regenerador de vida.

En suma, la cosmogonía y la religión de los nahuas, concebían que la

complementariedad de las divinidades conducía a la instauración del firmamento, mientras

el principio masculino, cuya fuerza se manifestaba en distintos dioses relacionados con las

capacidades fecundadoras; el principio femenino, representaba la fertilidad y “aglutinaba

compuestas al mundo de los humanos. Alfredo López Austin, Tamoanchan y Tlalocan, México, FCE, pp.

224-225. 13

En lengua náhuatl la palabra macehual (macehualtin) se refiere a “los merecidos”, es decir, los humanos,

porque con el sacrificio y penitencia de los dioses fue posible su regeneración. 14

León-Portilla, La filosofía náhuatl, p. 184.

Los dioses Quetzalcoatl y

Macuilxochitl perforan su

pene para derramar la

chalchihuatl, “sangre o agua

preciosa de los sacrificios”

sobre la superficie de la

tierra y el inframundo. El

resultado es la regeneración

de la vida y los alimentos.

Detalle, Códice Borgia, lám.

53.

13

diversas deidades, como las advocaciones de la diosa madre terrestre y las deidades

asociadas a la producción de los alimentos.”15

Así, la identificación con la dualidad, les

confería atributos antropomorfos, por lo que se entendía que sus relaciones a favor de la

creación eran equivalentes al acto sexual reproductivo, se les valoraba como fuerzas que

creaban, regeneraban y mantenían la vida.

La influencia de los dioses en la sexualidad.

En el tiempo y el espacio de los humanos, los dioses sexuados también contribuían a la

manutención de su creación, su influencia se desplegaba en el Tlalticpac para determinar el

destino de los humanos y, las actividades de la reproducción social, como la agricultura;

por ejemplo, “se separaba el año en su masculina temporada de secas y su femenina

temporada de lluvias”16

, ya en el temporal favorable para la siembra, la colaboración de la

dualidad era indispensable, el principio masculino lo hacía a través del ámbito celeste y sus

agentes fecundadores: el astro solar y la lluvia, a la vez que el principio femenino,

identificado con la madre tierra, era el agente cuya fertilidad permitía la obtención de los

preciados alimentos, como el maíz.

Quizá por eso, los nahuas asociaban la fertilidad agrícola con la capacidad reproductiva

de las mujeres, creían que sus cuerpos al mantener encuentros sexuales sufrían procesos de

transformación similares a los que padece la materia orgánica en la tierra; por ejemplo,

concebían que cuando las mujeres recibían la simiente del varón, su cuerpo se ensuciaba y,

entraba en un periodo de corrupción, como el proceso que lleva a la degradación. La

transformación cíclica culminaba con la regeneración, es decir, el parto traía consigo el

nacimiento de un nuevo ser qué, en la cosmovisión nahua, era análogo a los procesos que

padece la tierra al permitir la germinación de nuevos frutos.17

Asimismo, el embarazo se

15

Silvia Limón, “Seres femeninos de umbral”, en Archivos, Vol. II, Nº1, CIAFIC Ediciones, Argentina, 2004,

pp. 61-75. 16

López Austin, La sexualidad, p. 29. 17

Las sociedades mesoamericanas identificaban a la mujer-tierra como un referente sagrado primigenio, por

lo que se creía que sus atributos mantenían analogías entre la fecundidad humana y la germinación de las

plantas, el coito y la siembra, el semen y la semilla, los humanos y el maíz. Véase: Félix Baez-Jorge

“Mitología y simbolismo de la vagina dentada”, en Arqueología Mexicana, volumen XVIII, Núm. 104,

México, 2010, pp. 51-55. Esta concepción pudo haber sido general en toda Mesoamérica. Los estudios

arqueológicos revelan que en algunas regiones como la huasteca pudieron haberse practicado rituales de

fertilidad en cuyo ejercicio, los sacerdotes practicaban la masturbación ritual para fecundar a la madre tierra.

Véase: Carlos Navarrete Cáceres, “Acercamientos a la masturbación ritual en Mesoamérica”, en Arqueología

Mexicana, volumen XVIII, Núm. 104, México, 2010, pp. 46-50.

14

equiparaba a una afección en la salud, se le denominaba otztli y tenía sinonimias como la

palabra ococox18

, cuya raíz principal es el vocablo cocoliztli, empleado para designar a la

enfermedad de manera general. Por tanto, se consideraba que la mujer gestante estaba

enferma, que padecía un proceso de descomposición a causa de la práctica sexual que la

había “ensuciado”: por el semen recibido y por la generación de un nuevo ser.19

La relación

entre la sexualidad y la tierra, se constata en un pasaje que evoca una denuncia presentada

ante el tlahtoani de Texcoco, Nezahualcoyotl, en contra de unas mujeres ancianas que

procuraban encuentros sexuales con muchachos; una de ellas, al defender su causa,

manifestaba que su deseo sexual era inagotable:

“Vosotros los hombres ya viejos,

Vosotros sentís desgana de la carne,

porque os abandonó ya la potencia,

os gastásteis todo de prisa y ya no os queda nada.

Pero nosotras las mujeres no nos cansamos de esto

porque hay en nosotras como una cueva, un barranco.

Sólo espera lo que habréis de echarle porque su oficio es recibir.”20

Entonces, los nahuas creían que los atributos de la fuerza cósmica femenina, encarnada

en la diosa y la madre tierra, eran intrínsecos al cuerpo bilógico de las mujeres,

especialmente porque procreaban. Esta capacidad estaba determinada por la relación con el

principio masculino fecundador, por lo que su complementariedad en la tarea creadora o,

reproductiva, sólo podía realizarse a través de la actividad sexual; sin embargo, al ser el

principio femenino el que mayores transformaciones padecía en aquel proceso, lo situaba

en un papel predominante, se entendía que su fuerza, preponderaba en la sexualidad,

incluso a nivel social, como en el anterior relato, se creía que las mujeres excedían su

apetito sexual.

En efecto, entre las deidades que veneraban los nahuas, las identificadas con el principio

femenino pero especialmente las diosas21

, tenían entre sus atributos la sexualidad, ya fuere

18

Gran Diccionario Náhuatl (GDN): Fray Alonso de Molina, 2005 (1571), Molina 1, Vocabulario en

Lengua Castellana y Mexicana y Fray Alonso de Molina, 2005 (1571), Molina 2, Vocabulario en Lengua

Mexicana y Castellana. Edición electrónica de Marc Thouvenot, en GDN: www.sup-infor.com. 19

López Austin, Cuerpo Humano, pp. 336-337. En el México contemporáneo cuando una mujer se encuentra

en periodo de gestación se dice que está enferma, esta idea perdura hasta el día del parto, cuando se afirma

que se ha aliviado. 20

Miguel León-Portilla, “Afrodita y Tlazolteotl”, en Vuelta, octubre de 1982, v. 6, n. 71, p.7. 21

Aunque las deidades se representaban antropomórficamente, es decir, eran varones y mujeres con los rasgos

constitutivos de la biología humana, no lo hacían de la misma forma al ser depositarios de las fuerzas de

Ometeotl. Por eso, Sylvia Marcos propone que la dualidad en la cosmogonía de Mesoamérica estaba en

15

como entidades cuya fertilidad permitía la generación o, simplemente, porque su influencia

desencadenaba el deseo sexual. Entre las primeras, se encuentra la diosa madre terrestre,

Tlaltecuhtli y, sus distintas advocaciones, como Coatlicue, “la de falda de serpientes”, la

deidad que engendró al dios tutelar de los mexicas, Huitzilopochtli; igualmente era llamada

Cihuacoatl Quilaztli, “mujer serpiente” y, era valorada, como la primera mujer en dar a luz.

También era identificada a través de sus transformaciones temporales, por lo que se le

rendía culto como anciana bajo el nombre de Toci, Teteo Innan e Ilamatecuhtli.22

Entre las deidades que propiciaban del deseo sexual, estaba Xochiquetzal, la diosa “flor

o pluma de quetzal”, era una diosa joven y venerada por las mujeres que se dedicaban a

hilar y tejer, además, “era abogada de los pintores […], de los plateros, entalladores y, de

todos aquellos qué, tenían oficio de imitar a la naturaleza, tocante a cosa de labor o

dibujo”23

; en suma, regía todas las profesiones y oficios relacionados con el artificio. A ella

se debía el origen de las flores, el elemento que para los nahuas simbolizaba el placer y la

incesante flujo y, constante cambio, por lo que no era entendida como en la tradición cristiana donde las

categorías duales se consideran como oposiciones binarias, estáticas y excluyentes; por eso advierte que los

elementos masculino y femenino de los dioses se incorporaban en su divinidad en proporciones que se

modificaban continuamente. Véase: Sylvia Marcos, “Pensamiento mesoamericano y categorías de género un

reto epistemológico”, en La Palabra y el hombre, No. 95, Revista de la Universidad Veracruzana, Julio-

septiembre de 1995. p. 5-38. 22

Con los mismos atributos se puede considerar a las deidades cihuateteo o cihuapipiltin, e incluso a las

llamadas tzitzimime, cuyas influencias eran destructivas pero también tenían cualidades generativas. Silvia

Limón considera que el principio femenino del cosmos se simbolizaba en deidades femeninas de umbral,

porque también presentan la característica de ser las anunciadoras del final de una época. Véase: Silvia

Limón, op.cit. p.62. 23

Diego de Durán, Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de Tierra Firme, Tomo II, México,

CONACULTA-Cien de México, 2002. p.156.

Izquierda: Tlaltecuhtli,

“la diosa de la tierra”,

Códice Borbonicus,

detalle, lám. 16.

Derecha: Coatlicue,

escultura, dibujo

frontal, Museo Nacional

de Antropología e

Historia.

16

sexualidad; en el tiempo mítico, mientras Quetzalcoatl tocaba su miembro para lavarlo,

arrojó semen sobre una piedra, lo que propició el nacimiento de un murciélago, el cual sería

convocado por el resto de los dioses para robar la matriz de Xochiquetzal, mientras ella

dormitaba. El murciélago cumplió su objetivo y, llevó la matriz a los dioses, la lavaron con

agua pero al derramarse el líquido nació una flor hedionda; por eso, pidieron al murciélago

que la llevara al Mictlan, donde Mictlantecuhtli la recibió para también lavarla, esa vez

germinó una flor perfumada.24

Xochiquetzal, como propiciadora del deseo sexual. Códice Borgia, detalle lám. 59.

La diosa representaba el principio femenino del cosmos con relación a la fertilidad

agrícola y, la sexualidad femenina, no en balde, fue consorte del dios Tlaloc, “el que se

tiende sobre la tierra”, deidad de la lluvia cuya fuerza fecundaba a la madre tierra; también

fue compañera de Tezcatlipoca, su relación comenzó cuando éste la secuestró para llevarla

al Tamoanchan donde la transformaría en la diosa del bien querer.25

Otro de sus atributos

era la seducción, sin embargo, la fuerza de esa influencia, podía llevar a la transgresión

sexual; por ejemplo, según los mitos, una de sus acciones contribuyó a la caída de Tula,

24

Codex Magliabechiano, f. 62. 25

Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlaxcala, (Capítulo XIX), Edición Digital:

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-tlaxcala--0/html/ El mito también se recreaba en las

celebraciones rituales de la veintena Toxcatl, del calendario xiupohualli, donde se rendían actos sacrificiales

en honra del dios Tezcatlipoca. Véase: Sahagún, Bernardino de, Historia General de las cosas de la Nueva

España, México, CONACULTA-Cien de México, 2002.p.193.

17

pues Tezcatlipoca la introdujo a la celda de Topiltzin26

, para hacer creer al resto de los

toltecas, que su sacerdote había quebrantado las normas de abstinencia sexual.27

Tlaloc y Xochiquetzal representados en el tiempo cíclico como las fuerzas indispensables para la agricultura.

Simbolizaban la fertilización de la tierra y la posterior germinación del maíz. Códice Borgia, detalle, lám 27 y

29, respectivamente.

Los mismos atributos tenía su dios comparte, Macuilxochitl, “cinco flor”, igualmente

nombrado Xochipilli, “noble flor”; formaba parte de un grupo de dioses denominado

ahuiateteo, “dioses de la alegría”, cuya influencia en los humanos provocaba la

26

Era un sacerdote altamente estimado por los Toltecas, estaba asociado al culto del dios Quetzalcoatl. 27

Durán, op. cit. p.23. Lo mismo ocurre en “la fábula del alacrán”, relato mítico donde la diosa hizo que un

varón abstinente quebrara la promesa de castidad que había hecho ante los dioses, lo que ocasionó que se le

castigara transformándolo en alacrán; no obstante, las divinidades fueron benevolentes al conceder que su

veneno no fuera dañino por haber sucumbido a la seducción de la diosa. Véase: Hernando Ruiz de Alarcón,

Tratado de las supersticiones y costumbres gentílicas que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva

España, (Tratado Sexto, Cap. XXII). Edición digital Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/tratado-de-las-supersticiones-y-costumbres-gentilicas-que-hoy-

viven-entre-los-indios-naturales-de-esta-nueva-espana--0/html/ También véase: Jacinto de la Serna, Tratado

de las supersticiones, idolatrías, hechicerías, y otras costumbres de las razas aborígenes de México (Capitulo

XIIII), Edición digital: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra-

visor/tratado-de-las-supersticiones-idolatrias-hechicerias-y-otras-costumbres-de-las-razas-aborigenes-de-

mexico--0/html/

18

embriaguez, la destreza en la danza y, las relaciones sexuales, de manera excedida.28

Otra

de las divinidades que guardaba estrecha cercanía con la diosa fue Huehuecoyotl, “el coyote

viejo”, el dios tutelar de los otomíes;29

se decía que era malsín, chismoso, mal intencionado

y que provocaba disensiones a su alrededor.30

Se le representaba con los atavíos de los

individuos relacionados con la música: el cuicamatini, “el músico” y, el cuicani, “el

cantor”.31

Su campo de acción era compartido con Ixnextli, “la de los ojos ciegos de

ceniza”, una de las advocaciones de Xochiquetzal. Así, la fuerza de ambos estimulaba la

creación artística, además, concedían, a las mujeres nacidas bajo su regencia, la cualidad de

ser excelsas tejedoras e, influían, para que estuvieran inclinadas a una vida licenciosa; en

cambio, a los varones les correspondía el ingenio y la alegría e, incluso, se auguraba que

serían propensos a los placeres.32

Esas características pueden corroborarse en una representación del Códice Borgia, en la

lámina 10, el “coyote viejo”, aparece como patrono del día-signo, ce cuetzpallin, “uno

lagartija”, lleva el pene descubierto, posiblemente con una erección; mientras, de su brazo

derecho, deja caer una insigne de piedras preciosas y, cerca de su mano izquierda, se

encuentra un varón teñido de rojo, que bien pudo haber sostenido por los cabellos o, por el

contrario, parece que lo empujó para provocar su caída pues es representado en cuclillas.

En la lámina 64 del mismo códice, esos atributos se manifiestan integralmente,

Huehuecoyotl, aparece ataviado con los elementos relacionados con la profesión musical,

se encuentra acompañado por un danzante y, una mujer con el torso desnudo, ambos

personajes tienen una posición poco común, sus cuerpos están contorsionados, una

28

Véase: Karl A Taube, “La vasija de pulque de Bilimek. Saber astral, calendarios, y cosmología del

postclásico tardío en el México central”, en De hombres y dioses, coords, Xavier Noguez, Alfredo López

Austin, Estado de México, el Colegio Mexiquense, el Colegio de Michoacán, 1997, pp. 109-154. Sus

nombres calendáricos se formaban con relación a los signos de los días orientados al sur y el número macuil,

“cinco”: macuilcuetzpallin, “cinco lagartija”, macuilcozcacuauhtli, “cinco águila de collar”, macuiltochtli,

“cinco conejo”, macuilxóchitl, “cinco flor”, macuilmalinalli, “cinco hierba torcida”. En las láminas 47 y 48

del Códice Borgia, se identifican por el maquillaje facial, llevan en el rostro la silueta de una mano completa a

la altura de la boca. Véase: Katarzyna Mikulska Dąbrowska, “La comida de los dioses, los signos de manos y

pies en representaciones gráficas de los nahuas y su significado”, en Revista Itinerarios, Vol. 6, 2007, pp.11-

38. 29

Olivier Guilhem, “Huehuecoyotl, “coyote viejo”, el músico transgresor ¿dios de los otomíes o avatar de

Tezcatlipoca?”, en Estudios de cultura Náhuatl, Núm. 30, México, UNAM, 1999. 30

Diccionario de autoridades,1716-1770, Nuevo Diccionario Lexicográfico de la Lengua Española, Edición

Digital RAE: http://buscon.rae.es/ntlle/SrvltGUISalirNtlle 31

Molina, op.cit. 32

Sahagún, Historia General, p. 363.

19

representación que sugiere que su influencia llevaba a la transgresión en materia sexual o

que desencadenaba la lubricidad.33

33

Miriam López Hernández, Jaime Echeverría García, “Discapacidad y desorientación corporal como

metáforas de la transgresión sexual entre los nahuas prehispánicos”, en Género y sexualidad en el México

antiguo, Centro de Estudios de Antropología de la Mujer, México, 2011, pp. 119-146. Los signos de los días

también estaban relacionados con las partes del cuerpo humano, en la lámina 53 del Códice Borgia en el

extremo izquierdo se representa a un individuo investido con la piel de un venado, es una representación del

dios Xochipilli, “noble flor”, su maquillaje facial situado alrededor de la boca tiene la silueta del glifo de

izpapalotl, “mariposa”. La zona genital de la deidad está cubierta por un maxtle cuyo decorado corresponde al

signo calli, “casa”, de ahí, sobresale su pene en conjunción al signo cuetzpallin, “lagartija”; asimismo, la cola

de la piel del venado se sitúa frente al signo coatl, “serpiente”. Lo anterior sugiere que los signos cuetzpallin y

coatl marcaban los días cuando las deidades influían directamente en las cuestiones relacionadas con la

actividad sexual. También véase: José Carlos Aguado, Cuerpo humano e imagen corporal: notas para una

antropología de la corporeidad, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Antropológicas, Facultad de

Economía, 2004, pp. 157-197.

Izquierda: Huehuecoyotl, regente de la

trecena ce cuetzpallin, “uno lagartija”.

Está representado con el pene

descubierto. Deja caer unas insignias,

mientras, con su otra mano, se acerca a

un individuo teñido de rojo que parece

estar cayendo. Códice Borgia, detalle,

lám 10.

Abajo: Huehuecoyotl, aparece con los

atavíos de los músicos. Empuja a un

individuo, se encuentra acompañado de

un cuicani, “el cantor”, y una mujer con

el cuerpo contorsionado. Códice Borgia,

detalle, lám 64.

20

Los calendarios y el tiempo divino, regentes de la sexualidad.

A pesar que las deidades propiciaban la sexualidad, también se encargaban de regirla de

acuerdo a las características que adquiría su influencia en el tiempo cíclico. Si bien, la

organización social de los nahuas estaba presidida por los pipiltin, “la nobleza”, la

cosmogonía y la religión tenían gran peso en el gobierno de la sociedad, toda actividad

social dependía de la manifestación temporal de las fuerzas divinas, por lo que se establecía

el acatamiento de sus normas rectoras en los periodos codificados en los calendarios. Los

nahuas utilizaban dos, el primero, xiuhpohualli34

, “cuenta del año o de los años”, marcaba

las temporadas favorables para la agricultura, fueran estas las de siembra o cosecha, los

periodos en los que se buscaban otras formas de manutención, como la caza o la pesca, los

días favorables para arrancar alguna empresa como la guerra, el comercio, etcétera; en

síntesis, señalaba los periodos cíclicos que favorecían a alguna de las actividades de la

reproducción social y, por tanto, servía como indicador para regir a la colectividad.35

El segundo calendario, el tonalpohualli o “libro de los destinos”, era un compendio

adivinatorio36

, funcionaba para predecir las cualidades que tendría la fuerza de los dioses en

34

Era un calendario cuya base era el año solar; comprendía dieciocho veintenas (18 cuentas periódicas

conformadas por 20 días cada una), más cinco días considerados como nefastos: los nemontemi, “los días que

en vano están ahí”, cuya suma completaba los 365 días de un año. En cada una de las veintenas se rendía culto

las deidades pues esos periodos señalaban su presencia en la tierra y, los macehualtin, tenían la obligación de

recibirlos con ceremonias para beneficiarse de su influjo. 35

Las veintenas del xiuhpohualli eran: 1) Atlcahualo, se dejan las aguas, o Cuahuitlehua, se yerguen los

árboles; 2) Tlacaxipehualiztli, desollamiento de hombres; 3) Tozoztontli, pequeña vigilia; 4) Hueitozoztli, gran

vigilia; 5) Tóxcatl, sequedad; 6) Etzacualiztli, comida de frijoles y maíz; 7) Tecuilhuitontli, pequeña fiesta de

los señores; 8) Hueitecuílhuitl, gran fiesta de los señores; 9) Tlaxochimaco, se obsequian flores; 10)

Xocotlhuetzi, el ocote verde cae; 11) Ochpaniztli, barrimiento; 12) Teotleco, el dios llega o sube; 13)

Tepeílhuitl, fiesta de los cerros; 14a) Tlacoquecholli, mitad de quecholli (ave flamenca); 14b) Quecholli,

termina quecholli; 15) Panquetzaliztli, levantamiento de banderas; 16) Atemoztli, bajada de las aguas; 17)

Tititl, encogimiento; 18a) Motlaxquía in tota, nuestro padre el fuego se prepara de comer; 18b) Izcalli o

Izcallami, termina izcalli (crecimiento, resurrección). Véase: Rafael Tena, “La religión mexica. Catálogo de

dioses”, en Arqueología Mexicana, Núm. 63, México, 2003, p.14. 36

Contabilizaba los días a través de veinte trecenas (20 cuentas periódicas compuestas por 13 días cada una)

que en total sumaban 260 días. Cada día, estaba regido por la unión de dos elementos: un numeral de la serie

1 al 13 y, un signo calendárico, de entre los veinte de la serie cíclica: cipactli, caimán; ehecatl, viento; calli,

casa; cuetzpallin, lagartija; coatl, serpiente; miquiztli, muerte; mazatl, venado; tochtli, conejo; atl, agua;

itzcuintli, perro; ozomatli, mono; mallinalli, hierba torcida; acatl, caña, ocelotl, jaguar; cuauhtli, águila;

cozcacuauhtli, zopilote rey; ollin, movimiento; técpatl cuchillo de pedernal; quiahuitl, lluvia; y xochitl, flor.

Al cumplirse la trecena, el signo que seguía en el orden secuencial encabezaba una nueva cuenta y así

sucesivamente. En el transcurso de 260 días todos los signos llegaban combinarse con el numeral uno y, esa

contabilidad, se desempeñaba como rectora de cada trecena. Así, al inicio y durante la vigencia de cada día-

signo y, cada trecena, se celebraba el arribo de los dioses, especialmente el despliegue de sus influencias en el

tiempo humano, se les rendía culto, se les ofrecían autosacrificios o se evitaba someterse a sus efectos cuando

estos eran dañinos. Los signos calendáricos del tonalpohualli también estaban regidos por cada uno de los

21

el destino de los humanos; el rumbo que seguiría cada persona se descifraba a través del

día-signo de su nacimiento, cada una de esas cuenta temporal se caracterizaban y

distinguían de las demás de acuerdo a la influencia de una o más deidades regentes. La

primera lectura del destino que recibían los nahuas, la promovían los padres del recién

nacido, quienes consultaban al tonalpouhque, “lector de los destinos”, para conocer las

calidades de las influencias divinas que permeaban en su personalidad, éstas podían ser

positivas, negativas o ambivalentes. Asimismo, se podían conocer las disposiciones que

poseerían para desempeñarse en algunas labores, también indicaban el temperamento que

los distinguiría e, incluso, advertían sobre las inclinaciones de su conducta sexual.37

Esa

concepción supone que las acciones humanas y, su porvenir, estaban determinadas por las

deidades pero, debe tomarse en cuenta, que ellas mismas concedían el favor para que cada

individuo cambiara su destino, la condición era simple, debían someterse al rigor ritual.

En efecto, con el tonalpohualli se predecía la calidad de las influencias divinas en lo

temporal pero a su vez establecía las acciones obligatorias en cada una de las liturgias

celebradas en cada día-signo, es decir, funcionaba como un código jurídico-ritual que al

rumbos del universo; sin embargo, la constitución de fuerzas que podían integrarse para influir en un día era

más compleja; se completaba con las influencias de su ubicación en una cuenta temporal cíclica, como la que

hay entre el día y la noche; también por su pertenencia a una cuenta periódica como un año; también por las

cualidades de los 4 signos anuales. Véase: Ibíd. pp.13 y 16. 37

Los nahuas creían que el comportamiento humano era producto de la intervención divina: “[…] sabéis que

este pobre no pecó con libertad entera de libre albedrio, porque fue ayudado y inclinado de la condición

natural del signo en que nació”. Sahagún, op.cit. p.501.

Izquierda: Consulta al Tonalpouhque para la asignación del

nombre del recién nacido y la predicción de su destino.

Códice Florentino, libro IV, detalle.

Abajo: Los días-signos del tonalpohualli, Códice Laúd,

detalle, láms. 15, 11 y 10, respectivamente.

22

administrar la disciplina religiosa también desplegaba ordenamientos que debían cumplirse

a cabalidad; aunque tal requerimiento era de carácter individual, su desacato fue

considerado una falta; el transgresor, además de ser merecedor de los castigos divinos,

ponía en peligro la estabilidad comunitaria, por lo que socialmente se le exigía una

enmienda ritual. Por eso, mientras el calendario xiuhpohualli señalaba los rituales que

favorecían al colectivo en comunión con las deidades38

, el tonalpohualli, incidía a nivel

individual y de acuerdo a las influencias temporales; así, cada deidad regente de un día-

signo, exigía a sus protegidos acciones rituales, como el nextlahualli, “sacrificio u ofrenda”,

que consistía en la introducción de varas de mimbre, espinas de maguey o, puntillas de

obsidiana, ya fuere en las sienes, orejas, lengua, piernas, espinillas o genitales. Su finalidad

era derramar sangre pues eso simbolizaba una ofrenda a los dioses o representaba una

prueba de agradecimiento por la protección que habían recibido de ellos.39

En cambio, el

nezahualiztli, “el ritual de ayuno”40

, era un sacrificio de abstinencia, basado en el ayuno o

la privación alimenticia, en fechas específicas, comprendía la templanza sexual y la

continencia en el aseo personal.

Es por eso que, los preceptos del tonalpohualli imperaban en la sexualidad de los

humanos, era uno de sus ejes rectores y, en caso de transgresión, el castigo de las deidades

regentes era implacable. Por ejemplo, entre los días que conformaban la trecena ce ocelotl,

“uno jaguar”, el séptimo correspondía al día-signo chicome xochitl, “siete flor”; durante esa

jornada los pintores y, las mujeres que confeccionaban textiles, honraban y pedían a

Xochiquetzal que les favoreciera en su oficio, pero además,

Decían que este signo era también mal afortunado, que cualquiera mujer labrandera

que quebrantaba el ayuno le acaecía y merecía que fuese mala mujer pública. Y más

decían que las mujeres labranderas eran casi todas malas de su cuerpo por razón que

hubieron en el origen de labrar de la diosa Xochiquetzal, la cual les engañaba, y esta

38

Para mantener la creación, los dioses exigían a los macehualtin que les retribuyeran los beneficios

mediante sacrificios que recibían el nombre general de tlamacehualiztli, “el merecimiento”. No obstante, la

gratificación más valorada, era aquella que tenía como fin conseguir la permanencia divina en el cosmos, a

través de rituales donde se ofrendaba sangre humana: chalchihuatl o “agua preciosa de los sacrificios” ya que

su sustancia era concebida como el alimento de los dioses y se consagraba para mantener con vida al sol; esos

actos eran llamados tlamamanaliztli, “ofrendas para los dioses” y eran dedicadas a la gran variedad de fuerzas

divinas en momentos puntuales, por lo que variaba el carácter de su ejercicio y sus formas de realización.

Véase: Yolotl González Torres, “El sacrificio Humano entre los mexicas”, en Arqueología Mexicana, Núm.

63, México, 2003, pp.40-45. 39

Sahagún, op.cit. pp. 283-284. 40

Ibíd. p.285.

23

diosa también les daba sarnas y bubas incurables y otras enfermedades

contagiosas.41

Entonces, para los nahuas, la sexualidad tenía consecuencias severas si se practicaba en

los periodos cíclicos que la vedaban, no en balde, deidades como Xochipilli, a la vez que

propiciaba la actividad sexual, asimismo, castigaba cuando se transgredía la abstinencia

ritual: “y si algun hombre en el tiempo deste ayuno tenia acceso a mujer, o alguna mujer a

hombre durante el dicho ayuno, decían que ensuciaba su ayuno, y este dios se ofendía

mucho de esto, y por esto hería con enfermedades de las partes secretas a los que tal hacían,

como son almorranas, pudredumbre del miembro secreto, deviesos y incordios, etcétera.”42

También está el caso del dios Tezcatlipoca, “reverberación de espejo de obsidiana” o

“espejo humeante de obsidiana”43

, deidad que tenías cualidades ambivalentes porque

mientras auxiliaba para obtener el triunfo en la guerra, proveía de protección a los

pochteca, “los comerciantes” o, concedía riquezas a los más pobres, en un instante, podía

despojar a los agraciados de su fuerza benevolente.44

Aunque también propiciaba la

sexualidad, castigaba con dolencias el quebrantamiento de los rituales nezahualiztli,

[…] las cuales enfermedades daba cuando estaba enojado con los que no cumplían y

quebrantaban, el voto y penitencia a que se obligaban de ayunar, o si dormían con sus

mujeres, o las mujeres con sus maridos o amigos, en el tiempo del ayuno. Y los

dichos enfermos, estando penados y agraviados, aclamaban rogando y diciéndole: “Oh

dios que os llamáis Titlacahuan, hacedme merced de me revelar y quitar esta

enfermedad que me mata, que yo no haré otra cosa sino enmendarme”. 45

Así, la transgresión al mandato divino era denominada tlahtlacolli, se concebía como

una infracción de orden social y religioso ya que incumplía las obligaciones litúrgicas

41

Ibid. p 352. 42

Ibíd. p.90. 43

Tenía otras advocaciones como Titlacahuan, “cuyos esclavos somos”; Mocoyani, “el que actúa por sí

mismo”, es decir, con entero y libre albedrío; también era conocido como Yohualli Ehecatl, “noche viento”,

por sus atributos de invisible e impalpable. Los distintos apelativos sugieren era considerado como un dios

ubicuo y de carácter providencial. 44

“Decían que de nadie era amigo fiel Tezcatlipoca, sino que buscaba ocasiones para quitarle lo que le había

dado. Y algunos, cuando perdían su hacienda, con desesperación reñían a Tezcatlipoca y decíanle: Tú,

Tezcatlipoca, eres un puto y hasme burlado y engañado.” Véase: Sahagún, op.cit, p. 368. Las mismas injurias

eran manifestadas cuando el dios conducía a la enfermedad. Ibíd. p. 307. Esas alocuciones sirvieron de

argumento a los misioneros cristianos para impugnar a los sacerdotes nahuas sobre su religión y sus dioses.

Véase: Bernardino de Sahagún, Coloquios y doctrina cristiana. Los diálogos de 1524 según el texto de Fray

Bernardino de Sahagún y sus colaboradores indígenas, México, UNAM, Fundación de Investigaciones

Sociales, A.C., 1986, p.125. 45

Sahagún, Historia general, p.306.

24

establecidas por los dioses, no obstante, su enmienda también era ritual46

. En cambio, la

persona que incumplía las normas sexuales era llamada tlazolchiuhqui47

, “el que comete

impurezas”, para enmendar su falta debía consultar al tonalpouhque sobre los días idóneos

en que las fuerzas divinas se desplegaban para obtener la redención, es decir, la purificación

de su cuerpo y la cura de su enfermedad. Esos rituales se hacían especialmente en los días

que influía Tezcatlipoca y Tlazolteotl.

Tlazolteotl, fue definida por Sahagún como la Venus mexicana ya que favorecía a la

carnalidad, por su parte, Torquemada, prefirió describirla basándose en la traducción de su

nombre: “tenían entre sus falsos dioses uno que le llamaban tlazolteutl, que quiere decir

dios del estiércol o de la basura, el cual aplicaban a los pecadores sucios y carnales”. Lo

cierto es que los testimonios de los nahuas, revelan que se veneraba porque regía la vida

sexual, uno de los aspectos fundamentales de la vida humana,

Tlazolteotl se llamaba también Ixcuinan, madre que se adueña del rostro,

y también Tlaelcuani, devoradora de entrañas

así se llamaba porque, dicen que su propiedad, su atributo, (pertenencia)

eran el polvo y la basura, es decir la vida alegre,

sobre ella reina, sobre ella manda...

Se llamaba también devoradora de inmundicias,

dizque porque ante su rostro se decía, ante ella se contaba toda vanidad.

En su cara se decían, se enderezaban, todas las acciones de la carne,

por muy espantosas que fueran, por muy depravadas,

46

Patrick Johansson, “Miquiztlatzontequiliztli. La muerte como punición o redención de una falta”, en

Estudios de Cultura Náhuatl, No.41, México, UNAM, 2010, p.95. 47

Denominación nahua del infractor a las normas de abstinencia sexual, de ahí que el vocablo tenga una

relación con el difrasismo utilizado para nombrar la sexualidad. También se utilizaba para referirse al adúltero

aunque de manera particular se les llamaba tetlanxinqui. Véase: Gran Diccionario Náhuatl (GDN): Alexis

Wimmer (2004), Dictionnaire de la langue nahuatl classique, en GDN, www.sup-infor.com.

Izquierda:

Tlazolteotl,Códice

Fejéváry-Mayer,

detalle, lám. 17

Derecha:

Tlazolteotl y

Ahuiateteo, “dios

de la alegría”,

influían en la

“vida alegre”

Códice Borgia,

detalle, lám 50.

25

nada se escondía por vergüenza, todo en su cara se aclaraba, se decía…

Se decía que el polvo y la basura, las obras de la carne,

Tlazolteotl las provocaba, las encendía, Tlazolteotl las fomentaba.

Y solamente ella descargaba,

ella purificaba, aliviaba, ella lavaba, bañaba,

en sus manos estaban las aguas, las de color verde, las de color amarillo...

Ante ella se conocía el corazón, ante su rostro se purificaba la movilidad de la gente48

Los atributos de la diosa confirman que la sexualidad, no sólo era valorada por conducir

a la reproducción de la especie, sino también porque propiciaba el placer o el disfrute, que

en la concepción nahua se denominaba “la vida alegre”. Sin embargo, las prácticas sexuales

tenían consecuencias: las enfermedades, ya fueran las manifestadas durante el proceso de

gestación o las que resultaban de la transgresión a los rituales de abstinencia sexual. Por

eso, se recurría a la acción sanadora de la diosa, que como ya se observó, su fuerza divina,

era equivalente a los transformaciones que padece la materia orgánica en la tierra, sus

atributos se equiparaban al proceso de degradación que culminan con la regeneración; no

en balde, también se le llamaba Tlaelcuani, “la devoradora de inmundicias” pues su fuerza

transformadora, purificaba y aliviaba.49

Tlazolteotl y Tezcatlipoca, también auxiliaban a aquellos que a lo largo de su vida

habían sido reincidentes en la transgresión sexual y, que en el ocaso de sus días, decidían

enmendarse; no es fortuito, que esa enmienda religiosa se denominara neyolmelahualiztli,

“acción de enderezar el corazón” pues con ello se llegaba a un estado de purificación,

semejante a la de un recién nacido.50

El transgresor acudía a un sacerdote que determinaba

las acciones necesarias para “enderezarse”: el cumplimiento de cuatro días de ayuno, la

incrustación en el cuerpo de un número de varas de mimbre equivalente a la cantidad de

48

León-Portilla, Afrodita y Tlazolteotl, p.5. 49

Johansson sintetiza este atributo de la siguiente manera: Consume las inmundicias, es decir, lo viejo, lo

deteriorado (la falta), lo sucio, lo excrementicio, lo putrefacto, el cadáver, que regenera en la dimensión

anagénica de su ser divino. El resultado de este proceso digestivo genésico es lo nuevo, lo bueno, lo limpio, el

alimento, lo sano y la existencia. Mientras que los hombres comen lo bueno y defecan lo malo o lo sucio, la

diosa come lo malo o sucio y defeca (o pare) lo bueno. Véase: Patrick Johansson, “La muerte en la

cosmovisión náhuatl prehispánica. Consideraciones heurísticas y epistemológicas”, en Estudios de Cultura

Náhuatl, No. 43, México, UNAM, 2012, p.88. 50

“[…] Cuando fuiste criado y enviado a este mundo, limpio y bueno fuiste criado y enviado, y tu padre y

madre Quetzalcoatl te formó como una piedra preciosa y como una cuenta de oro de mucho precio. Y cuando

naciste eras como una piedra preciosa y como una joya de oro muy resplandeciente y muy polida, pero por tu

propia voluntad y albedrío te ensuciaste y te amancillaste y te revolcaste en el estiércol y en las suciedades de

los pecados y maldades que cometiste, y agora has confesado.” Sahagún, Historia general, p.502. Para un

estudio pormenorizado sobre el carácter de esos rituales, véase: Alberto Estrada Quevedo,

“Neyolmelahualiztli. Acción de enderezar los corazones” en Estudios de Cultura Náhuatl, No. 2, México,

UNAM, 1960.

26

faltas cometidas o el deber de buscar a la diosa en los espacios donde descendía para

ofrendarle durante la noche: danzas, cantos y, objetos rituales (como el papel llamado

tetehuitl).

Los nahuas creían que con estas acciones, además de enmendarse las faltas, se libraban

de las condenas judiciales; quizá por eso, los rituales debían ser públicos, aunque el

sacerdote guardaba en secreto las confesiones del llamado tlazolchiuhqui, “el que comete

impurezas”, la forma en que se debían ofrecer los sacrificios era a la vista de todos. Esa

enmienda social y religiosa de la falta siguió practicándose en el proceso de evangelización;

los nahuas bajo el dominio español, llegaban a las iglesias y comunicaban a los religiosos

que estaban ahí para hacer penitencia, comenzaban a hacer cualquier labor doméstica,

después confesaban sus pecados, no sin advertir a sus confesores que les firmaran una

cédula que certificara haber cumplido con la expiación, cuyo propósito era mostrarlas a sus

regidores con la finalidad de advertirles que no debían nada a la justicia.51

Sin embargo, la fuerza sanadora de Tlazolteotl era demandada en otras temporalidades,

por ejemplo, en los días marcados por el signo ce calli, “uno casa”, las mujeres inclinadas a

la vida licenciosa, pedían a la diosa que transformara su conducta por intercesión de las

Ixcuanime, “las que toman varios rostros”52

, una de sus advocaciones,

y asy las que eran malas mugeres y adulteras quando querían apartarse del pecado

yvan de noche asolas y desnudas en pelo a las cruzijadas de los caminos adonde

dezian que andauan aquestas bruxas y alli se sacrificavan de las enaguas y dando

sus nauas y ropa que llevavan dexavan la alli y esto era señal que dexava el

pecado.53

Representación de los rituales celebrados por intercesión de las diosas Ixcuanime, “las que toman varios

rostros” Códice Borgia, detalle, lám. 48

51

Sahagún, Historia General, p.85. 52

Representaban las cuatro personificaciones o edades de Tlazolteotl: Teyacapan, “la primogénita o la

mayor”, Teicu, “la hermana menor o la que sigue”, Tlacoehua, “la de en medio” y, Xocoyotl, “la menor o

verde tierna”. Véase: Rafael Tena, op.cit. p.67. 53

Códice Telleriano-Remensis, f .18.

27

Otras fechas eran propicias para que los tlazolchiuhqui enmendaran sus transgresiones,

por ejemplo, la trecena ce mazatl, “uno venado”, estaba presidida por Tepeyollotl, “el

corazón de la montaña”, advocación de Tezcatlipoca.54

Durante esa temporada se

efectuaban rituales muy particulares: “los sacrificios de estos trece días no eran buenos y,

en romance quiere decir sacrificio de mierda”55

. Tal connotación escatológica era explicada

de la siguiente manera:

Su condición era desordenada y sucia, ellos no consideraban los sacrificios de estos

signos tan buenos o limpios, sino por el contrario, los consideraban sucios; y aplicaron

a estos sacrificios una denominación la cual en fraseología común podríamos explicar

bajo el término "sacrificios de suciedad".56

Sorprende que hubiere ofrendas rituales o sacrificios religiosos cuyas connotaciones

refieran a la suciedad y, los excrementos, no obstante, en algunas representaciones de los

códices, aparecen deidades identificadas con la sexualidad, como Ixnextli57

y

Macuilxochitl, cuya representación parece ilustrar las liturgias necesarias para enmendar las

transgresiones sexuales; portan elementos asociados a los rituales de purificación, entre los

cuales se incluye el glifo que los nahuas interpretaban como excremento, cuitlatl.58

54

Olivier Guilhem, “Tepeyollotl, corazón de la montaña y señor del eco: el dios jaguar de los antiguos

mexicanos”, en Estudios de Cultura Náhuatl, No. 28, 1998. 55

Códice Telleriano-Remensis, f.9V 56

John Pohl, Un desciframiento de la era colonial del Códice Ríos, (grupo Borgia), Edición Digital: John

Pohl's Mesoamerica/Foundation for the Advancement of Mesoamerican Studies, Inc (FAMSI):

http://www.famsi.org/spanish/research/pohl/jpcodices/rios/index.html 57

La glosa que acompaña la imagen advierte: […] despues que peco en coger las rosas, y asi dicen que aora

no puede mirar al cielo y en recordamiento de esta holgança que perdieron ayunavan de ocho en ocho años

esta cayda […] Códice Telleriano-Remensis, lám. 11r. López y Echeverría sugieren que “tomar las flores” es

un eufemismo de indiscreción sexual, es decir, las acciones de la diosa la llevaron a transgredir las normas

sexuales. Por eso, porta un recipiente con cuitlatl y, en la otra mano, sostiene el glifo de agua, como las

prostitutas. Véase: López Miriam, Echeverría Jaime, op.cit. p.132. 58

Mierda, caca, suciedad. Véase: Cecilio Robelo, Diccionario de Aztequismos, Museo Nacional de

Arqueología, Historia y Etnología, México, 1912, p. 121.

Izquierda: Ixnextli porta los

símbolos de atl, “agua” y,

cuitlatl, “excremento”. Códice

Telleriano-Remensis, detalle, lám.

11r.

Derecha: Macuilxochitl, porta los

elementos rituales para remediar

los excesos sexuales, entre ellos el

glifo de cuitlatl; Códice Borgia,

detalle, lám. 48.

28

Por tanto, los rituales eran calificados como “sucios” porque remediaban las faltas de

orden sexual, es decir, los comportamientos que “ensuciaban”, no se olvide, que la

sexualidad además de nombrase como “el polvo, la basura”, se asociaba a las

transformaciones que padece la materia orgánica en la tierra, en este caso, los procesos de

descomposición y putrefacción.59

La lámina 10 del códice Borgia ilustra esos rituales en el día-signo ce calli, “uno casa”60

,

ahí, Tepeyollotl es representado como un jaguar, sus garras están en posición de defensa o

quizá de ataque y, su espalda, está cubierta de pedernales. En la parte superior, aparece, en

cuclillas, un individuo teñido de rojo; su mano izquierda sujeta unas varas de mimbre, con

la otra, acerca a su boca el símbolo de cuitlatl, de sus nalgas sale un líquido amarillo que

escurre sobre un torrente de aguas claras que fluyen hacía la luna. Una interpretación de la

imagen es que los actos que ensuciaban, simbolizados por los excrementos que lleva el

individuo en la mano, podían ser enmendados con los rituales de autosacrificio; la acción

sanadora se potencializaba a través del torrente de aguas cuya fuerza se desplegaba en la

tierra; sin embargo, la eliminación de la suciedad, debía hacerse bajo los auspicios de la

luna y, en plena noche, cuando el espacio y el tiempo se sincronizaban manifestando en su

integridad el principio femenino del cosmos.

59

La mayoría de rituales curativos practicados por los indígenas contemporáneos, se denominan “limpia”

matiz que supone que el cuerpo del enfermo se ha mantenido impuro. 60

Salvo algunas diferencias, los mismos actos son representados en el Códice Vaticano B, lám. 87.

Izquierda: Los

sacrificios de

“suciedad o mierda”

efectuados por

intercesión de

Tepeyollotl, “Corazón

de la montaña”.

Códice Borgia,

detalle, lám. 10.

Derecha: Los mismos

sacrificios en la

versión del Códice

Vaticano B, detalle,

lám. 87.

29

Sin embargo, había comportamientos sexuales que no tenían remedio y, el

tonalpohualli, indicaba un tiempo idóneo para castigarlos implacablemente. A pesar que en

las fuentes se refiere que los nahuas proscribían y penaban con la muerte a la

homosexualidad o la violación, todo parece indicar que el tonalpohualli sólo reservaba

fechas idóneas para el castigo del adulterio: sus practicantes, eran exhibidos socialmente y

toda la comunidad contribuía en su castigo mortal. En la trecena que regía el signo, ce

cuetzpallin, “uno lagartija”, el patrono del día-signo era Iztlacoliuhqui, “el cuchillo curvo

de pedernal”61

, también conocido como el “señor del hielo y del frío.”62

Se creía que

cuando su fuerza divina se desplegaba en la tierra, los humanos perdían el juicio, más aún,

si se encontraban ante problemas relacionados con la autoridad y la justicia pues mediante

su influjo, cualquier testimonio o acusación podía considerarse errada o, al menos, no se

tenía por certera. Así, durante la trecena que presidía se ajusticiaba a los tetlaxinqui63

, “los

adúlteros”.

Delante de esta imagen mataban a los que tomaban en adulterio en estos trece días

esto era, a los casados así hombres como mujeres porque si no eran casados podía el

hombre tener las que quisiese.64

En las sociedades nahuas, el adulterio era la falta sexual más grave pues además de

afectar la institución matrimonial, en cuya figura descansaba la cosmogonía de la dualidad

complementaria, era el único comportamiento sexual que los dioses no enmendaban, era

objeto de castigos determinantes, los nahuas le llamaban miquiztlatzontequiliztli, “condena

a muerte”.65

Así, los adúlteros, después de haber sido identificados por las denuncias del

consorte varón, eran apedreados por las calles de la ciudad y terminaban su agonía cuando

una piedra aplastaba sus cabezas. Empero, dado el rigor de la pena, la sociedad podía

manifestar clemencia, si sorprendían al tetlaxinqui en flagrante delito, era común que

suplicara discreción, a lo que el testigo bien podía responder: Cuic nixilotl nechititzayanaz,

“Acaso soy un jilote y me abriré mostrando las entrañas”66

.

61

Alfonso Caso, El pueblo del Sol, México, FCE, 1995. pp. 42-43. 62

Códice Telleriano-Remensis, f.16v. Códice Rios, f.23. 63

Molina, op.cit. 64

Códice Telleriano-Remensis, f.16v. Códice Rios, f.24. 65

Johansson, Miquiztlatzontequiliztli, p. 121. 66

Pablo Escalante Gonzalbo, “Sociedad y costumbres nahuas antes de la conquista”, en Arqueología

Mexicana, Vol. III, Núm. 15, 1995, pp. 14-19.

30

La sexualidad según la nobleza mexica.

Para los mexicas, las relaciones instauradas por la dualidad eran fundamentales, incluso en

la organización social, era una sociedad estamental donde se instituían dos estratos sociales

muy diferenciados; en la cima se encontraban los pipiltin, “la nobleza”, que habían

conformado linajes cuya herencia les permitía administrar el poder, ocupaban los puestos

más elevados del gobierno, el sacerdocio y las milicias. Para ellos, el resto de la

comunidad, los macehualtin, dependían de su protección y, por tanto, consideraban que

eran poco aptos para gobernarse.67

El gobierno del altepetl68

descansaba en un mando bicéfalo, en consonancia a la

cosmogonía de la dualidad, aunque esto supondría la administración del poder por parte de

un varón y, una mujer, para los mexicas el dominio político y, las actividades públicas, eran

competencia exclusiva de los varones. El poder era administrado por dos varones nobles,

por un lado, estaba el tlahtoani, “el que habla”, era el soberano responsable del bienestar, el

orden jurídico y la seguridad de los macehualtin; la comparte correspondía al cihuacoatl,

67

Sahagún, Historia General, p. 867. 68

Es un difrasismo que une las palabras atl, “agua” y, tepetl, “cerro”, en conjunto significa “cerro de agua”.

Por su parte, Alonso de Molina traduce altepetl como “pueblo o rey”. Según Navarrete, “estaban integrados

por un conjunto de grupos étnicos que tenían una identidad particular, producto de sus respectivas historias de

migración, y una identidad común, producto de su incorporación al altepetl. Por otro lado, tenían un territorio

específico sobre el cual pretendían haber obtenido títulos exclusivos, gracias a la realización de rituales de

toma de posesión y, en otros casos, gracias a la intervención de su dios patrono por medio de un milagro.”

Federico Navarrete Linares, Mito, historia y legitimidad política: las migraciones de los pueblos del Valle de

México, Tesis para obtener el grado de Doctor en Estudios Mesoamericanos, México, UNAM, 2000, p.19.

Izquierda: Iztlacoliuhqui,

“cuchillo curvo de

pedernal”, Códice

Telleriano-Remensis,

detalle, f.16v

Derecha: Castigo a los

tetlaxinqui, “los

adúlteros” en la trecena

ce cuetzpallin

Códice Telleriano-

Remensis, detalle, f.17r

31

literalmente “mujer serpiente”69

, que al tiempo que simbolizaba el principio femenino,

estaba a cargo de un varón pilli.70

Ambos eran responsables de la observancia y

acatamiento de los códigos sociales y religiosos pues su cargo y potestad habían sido

alcanzados por haberse comprobado su intachable conducta, eran la encarnación del marco

regulatorio que gobernaba a los macehualtin.

Entre los comportamientos que mayormente preocupaban a la nobleza estaban la

embriaguez, el hurto, la soberbia y la altivez; en materia sexual las conductas más

reprobadas eran el adulterio y la violación.71

En efecto, el matrimonio era altamente

valorado, fue la base de la organización comunitaria y, tenía suma importancia social,

especialmente, en el ámbito político, ya que servía para consolidar convenios, ya fuere por

medio de pactos de alianza, de colaboración o, de concordia entre las partes, después de

haberse enfrentado en el campo de batalla.

Los macehualtin, replicaban ese modelo, la familia era la base de su organización

nuclear, llamada calpulli, “caserio”, “casa o sala grande de barrio”72

; eran entidades

barriales que tributaban y colaboraban en la reproducción social del altepetl; estaban

conformadas por clanes o grupos de familias vinculadas por grados de parentesco, por el

culto a una deidad regente, el calpulteteo y, por la filiación en el trabajo agrícola o, las otras

actividades económicas. Así, los macehualtin conformaban sus entidades comunitarias a

través de alianzas matrimoniales endogámicas pues tenían la obligación de mantener en

armonía la cohesión de sus respectivos calpulli.73

No obstante, eran los varones de la nobleza quienes gozaban de mayores privilegios

sexuales, especialmente el tlahtoani y el cihuacoatl, aunque tenían una esposa legítima,

considerada la más importante, practicaban la poliginia y se les permitía tener concubinas,

siempre y cuando tuvieran la capacidad económica para cubrir todas sus necesidades. Sin

embargo, trataban de reforzar el modelo de sexualidad con el que se ratificaba su poder e

inculcaban a sus hijos jóvenes la necesidad de mantener una vida sexual moderada. Les

69

Patrick Johansson, “Tlahtoani y Cihuacoatl; lo diestro solar y lo siniestro lunar en el alto mando mexica”,

en Estudios de Cultura Náhuatl, No.28, México, UNAM, 1998, p.44. El autor considera que el tlahtoani

estaba identificado con el sol, lo diestro, mientras el cihuacoatl, se asociaba a la luna, lo siniestro. 70

Vocablo que significa noble en singular. Véase: Molina, op.cit. 71

Sahagún, Historia General, pp. 530-540. 72

Pilar Máynez, El calepino de Sahagún: Un acercamiento, México, UNAM-FCE, 2002, p. 40. 73

Navarrete Linares, Mito, historia y legitimidad política, pp.173-176.

32

aconsejaban evitar las prácticas sexuales a edad temprana y, sólo se les permitía su ejercicio

cuando eran considerados fuertes y aptos para el matrimonio. También les exigían

templanza, debido a las dolencias que podía provocar la actividad sexual; entre ellas estaba

la llamada tlazolli, “basura” cuyo origen eran los encuentros sexuales ilícitos, fueren estos

por amancebamiento o adulterio.74

Otros padecimientos como el necihuahuiliztli o

cihuahuia, competía a los varones inclinados en mantener prácticas sexuales con bastantes

mujeres; la llamada cenca cihuanotzani, tenía el efecto de desainar, es decir, inhibía la

potencia vital del afectado dejando su cuerpo maltrecho.75

Por eso, pedían especial cuidado

en moderar la vida sexual:

Así te hará tu mujer, que como estás ya seco y acabado y no tienes que darle, dices no

puedo más. Aborrecerte ha y desecharte ha porque no satisfaces su deseo y buscará

otro porque tu ya estás agotado. Y aunque no tenía tal pensamiento, por la falta que en

ti halló hacerte ha adulterio. Y esto porque tu te destruiste dándote a mujeres; antes de

tiempo te acabaste.76

Los miembros de la nobleza eran muy observantes de la imagen que proyectaba su

conducta al resto de la sociedad pues a través de ello se comprobaba su capacidad para

gobernar; las mismas pautas eran obligatorias para las mujeres de su linaje, además de

exigirles un comportamiento sexual intachable, se les advertía cuidar de su apariencia y

distinguir su estatus de las mujeres de los grupos subordinados.77

Las mismas exigencias

debían ser demostradas en las jerarquizaciones internas de la élite, es el caso de los

tlamacazque, “los sacerdotes”, que generalmente eran llamados papatli.78

Todo lo

74

Para un estudio pormenorizado de su significado en el México prehispánico y la vigencia que aún tiene en

algunas regiones nahuas, véase: Paul Hersch Martínez, “Tlazol, ixtlazol y tzipinación de heridas:

implicaciones de un complejo prehispánico, en Dimensión Antropológica, Año 2, Vol. 3, México, 1995, pp.

27-59. Para López Austin, las transgresiones sexuales dañaban el tonalli, una de las tres entidades anímicas

que era equivalente al alma. Véase: López Austin, Cuerpo Humano, pp. 243-247. 75

Véase: Molina, op.cit. 76

Sahagún, op.cit., p. 574. 77

“Mira también, hija, que nunca te acontezca afeitar la cara o poner colores en ella, o en la boca, por parecer

bien, porque esto es señal de mugeres mundanas, carnales. Los afeites y colores son cosas que las malas

mugeres y carnales lo usan, y las desvergunçadas que ya han perdido la vergüença y aun el seso, y andan

como locas y borrachas; éstas se llaman rameras. Y para que tu marido no te aborrezca, atavíate, lávate y lava

tus ropas, y esto sea con regla y con discreción, porque si cada día te lavas y lavas tus ropas, decirse ha de ti

que eres limpia y que eres demasiado regalada.” Ibíd. pp.559-563. 78

“Cabellos enhetrados y largos de los ministros de los ídolos”. Véase: Molina, op cit. La mayoría de

sacerdotes de la Mesoamérica del postclásico tenían esa apariencia: “El hábito que traían aquellos papas eran

unas mantas prietas a manera de sotanas y lobas, largas hasta los pies, y unos como capillos que querían

parecer a los que traen los canónigos, y otros capilllos traían más chicos, como los que traen los dominicos; y

traían el cabello muy largo hasta la cinta, y aun algunos hasta los pies, llenos de sangre pegada y muy

enretrados, que no se podían esparcir; y las orejas hechas pedazos, sacrificados de ellas, y hedían como

azufre, y tenían otro muy mal olor, como de carne muerta; y según decían y alcanzamos a saber, aquellos

33

concerniente con la actividad sexual les estaba imposibilitado; dicha rigurosidad también

repercutía a los miembros de esa institución, incluyendo al alumnado que se formaba en sus

escuelas, el calmecac, “en la hilera de casas”. Sobre ellos, llegó a observarse: “todos estos

vivían con tanta honestidad y miramiento que cuando salían en público donde havia

mujeres salian las caveças muy bajas y los ojos en el suelo sin hossar alçarlos a mirallas”.79

Por tanto, las reglamentaciones en torno a la sexualidad variaban de acuerdo a la

jerarquías internas de la nobleza, los papatli, tenían prohibidas las prácticas sexuales

porque debían mantenerse en un estado de pureza para entrar en contacto con las

divinidades y el orden sagrado; en cambio, los ocupantes del gobierno dual, se encargaban

de regular las prácticas que afectasen el orden social, especialmente los relacionados con la

familia. Esas concepciones repercutían en los macehualtin pero no de manera general, si

bien la cohesión del calpulli dependía de las uniones conyugales endogámicas, reconocían

otras prácticas sexuales, incluso las extramatrimoniales.

Otros estamentos, otras sexualidades: las ahuianime y los guerreros.

La puta es mujer pública y tiene lo siguiente: que anda vendiendo su cuerpo; comienza

desde moza y no lo pierde siendo vieja, y anda como borracha y perdida. Es mujer galana y

polida, y con esto muy desvergonzada, y a cualquier hombre se da y le vende su cuerpo, por

ser muy luxuriosa, sucia y sin vergoenza, ambladora y muy viciosa en el actu carnal. Púlese

mucho, y es tan curiosa en ataviarse que parece una rosa después de muy bien compuesta, y

para aderezarse muy bien primero mírase en el espejo, báñase, lávase muy bien y refréscase

para más agradar. Suélese también untarse con ungüento amarillo de la tierra, que llaman

axí, para tener buen rostro y luciente, y a las veces se pone colores o afeites en el rostro, por

ser perdida y mundanal. Tiene también de costumbre teñir los dientes con la grana y soltar

papas eran hijos de principales y no tenían mujeres, mas tenían el maldito oficio de sodomías y ayunaban

ciertos días.” Véase: Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España,

México, Porrúa, 1998 pp. 88-89. 79

Durán, op.cit. Tomo II, p.33.

Rituales que cotidianamente

practicaban los sacerdotes:

tlamacazque o papatli; entre

ellos destaca el

autosacrificio. Eran

efectuados obligatoriamente

por su labor sacerdotal.

Códice Durán, detalle.

34

los cabellos para más hermosura, y a las veces tener la mitad dellos sueltos, y la otra mitad

sobre la oreja o sobre el hombro, y tranzarse los cabellos y venir a juntar las puntas sobre la

mollera como cornezuelos. Y después andarse pavoneando y muy erguida, al fin, como mala

mujer, desvergonzada, disoluta e infame. Tiene también de costumbre sahumarse con

algunos sahumerios olorosos y andar mascando el tzictli para limpiar los dientes, lo cual

tiene por gala; y al tiempo de mascar suenan las dentelladas como castañetas.80

Los nahuas tenían posturas ambivalentes sobre el papel de las ahuianime, “la alegres”; por

un lado, es evidente que su actividad era el trabajo sexual, lo cual coincide con algunos

cronistas que aseguraban la existencia de una ramería de mujeres públicas que ofrecían sus

servicios en la plazuela de Tlatelolco.81

Sin embargo, hay indicios que no permiten

equipararlas a la puta o ramera de la cultura ibérica, aunque eran reconocidas por su

conducta sexual, era en calidad de una función social que simbolizaba la importancia de la

actividad sexual en la religión y las relaciones humanas; no en balde, en otros contextos

discursivos se refiere su participación en muchas de las celebraciones rituales.

Ahuiani o “la alegre”, en su faceta joven y anciana, respectivamente. Códice Florentino, detalle.

En efecto, las ahuianime tenían presencia pública en las celebraciones dedicadas a los

dioses para que su fuerza favoreciera las actividades de la reproducción social; de entre

ellas, sobresalen las que honraban el principio femenino del cosmos; por ejemplo, en los

días de la veintena Ochpaniztli, o “de barrimiento”, las “alegres” participaban junto a las

curanderas, las hilanderas, las vírgenes y, las mujeres viejas, en una batalla donde todas se

golpeaban con los restos secos de algunos vegetales; al finalizar, ejecutaban cantos y bailes

con el fin de celebrar el ciclo de la fertilidad agrícola y honrar a la diosa que propiciaba su

80

Sahagún, op.cit. pp.891-892. 81

Juan de Torquemada, Monarquía Indiana, 7 vols, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas,

1975, Tomo II, pp. 168-170. Francisco Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España (Libro IV Capítulo

XXX) Edición digital Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra-

visor/cronica-de-la-nueva-espana--0/html/

35

desarrollo, Teteo Innan o Toci, “nuestra abuela”, una de las advocaciones de la madre

tierra.82

Sin embargo, son más numerosas las festividades del calendario xiuhpohualli, donde las

ahuianime y los guerreros se conjuntaban para participar de las celebraciones rituales, entre

ellas destacan: las dedicadas a los dioses para que los humanos recibieran su amparo en las

batallas, Tlaxochimaco, “se obsequian flores”83

; también en las que celebraban la obtención

de víctimas sacrificiales, el “alimento de los dioses” durante la veintena de

Tlacaxipehualiztli, “desollamiento de hombres”84

o en la que se honraba a las élites,

Tecuilhuitontli, “la pequeña fiesta de los señores”.85

No obstante, era la fiesta de la veintena

quecholli, “cuello de hule”86

la cual honraba a la diosa Xochiquetzal en Tlaxcala, la que

puede explicar la importancia religiosa de ambos grupos y el posible objetivo de sus

relaciones rituales:

En este mes llamado quecholli se manifestaban las mujeres públicas y deshonestas y

se ofrecían al sacrificio en traje conocido y moderado, que eran las que iban a las

guerras con la soldadesca, y las llamaban maqui, que quiere decir las entremetidas, y

se aventuraban en las batallas y muchas de ellas se arrojaban a morir en ellas. Este

género de mujeres era muy deshonesto y desvergonzado; y cuando se arrojaban a

morir se iban maldiciendo a sí mismas y diciendo muchas deshonestidades, infamando

a las mujeres buenas, recogidas, y honradas. 87

No es fortuito que en la celebración dedicada a Xochiquetzal participaran las ahuanime,

pues según los mitos, la diosa fue la primera mujer que murió en la guerra88

, esto sugiere

que las misiones militares también estaban conformadas por las mujeres que se

relacionaban con los guerreros, es decir, sus compañeras “las alegres”. No es posible que

fueran aquilatadas como fuerza combatiente pues para los nahuas era una actividad

exclusiva de los varones; sin embargo, su inclusión en la actividad deja abierta la

82

Bernardino de Sahagún, Florentine Codex, General History of the things of New Spain, Charles E. Dibble y

Arthur J.O. Anderson (ed. y trad.), EUA, The School of American Research, The University of UTAH, 1961,

Tomo II, p.110. 83

Sahagún, Historia General, pp. 221-222. 84

“En estas danças entravan los soldados viejos y los bisoños y los tirones de la guerra. También en estas

danças entravan las mugeres matronas que querían, y las mugeres públicas; durava esta manera de danças, en

este lugar donde havían muerto los captivos, hasta cerca de la medianoche”. Véase: Ibíd. p. 185. 85

Ibíd. pp. 213- 220. 86

Nominación que obedece a las características físicas del ave conocida como flamenco. 87

Torquemada, op.cit. Tomo III, pp. 425-427. 88

Cita de “La historia de los mexicanos por sus pinturas”, referida en: Noemí Quezada, Amor y magia

amorosa entre los aztecas, México, UNAM, 1996, p.26. La autora consideraba que “la conexión directa de la

diosa con la guerra aparece en el hecho de que ella era la patrona y el modelo ideal de las sacerdotisas

compañeras de los guerreros solteros, que se libran a la prostitución ritual.”

36

posibilidad de que fueran candidatas para el sacrificio pues recuérdese que el fundamento

religioso de la guerra era obtener cautivos para ofrecerlos a los númenes de cada altepetl y,

las víctimas sacrificiales, eran por antonomasia quienes perdían el duelo en el campo de

batalla.89

Según Guilhem Olivier,90

las ahuianime pudieron formar parte de los actos sacrificiales

de la veintena Toxcatl dedicada a Tezcatlipoca, cuyos preparativos comenzaban con un año

de antelación: de entre los cautivos de guerra, seleccionaban a un joven excepcional, hábil y

de buena complexión física. Lo criaban con esmero e incluso le enseñaban a tocar la flauta

y a saber utilizar los cañutos para fumar pues durante un año sería el ixiptla91

del dios. Así

la víctima, era ataviada con sus insignias, mientras el resto del pueblo le reverenciaba como

su propia encarnación.

Veinte días antes de su sacrificio, los sacerdotes le vestían con nuevas prendas, le

cortaban el cabello como a los grandes capitanes guerreros, le gratificaban con cuatro

mujeres, posiblemente ahuianime, que representaban a las jóvenes diosas de la tierra. Su

labor, era convertirse en sus concubinas y mantenían relaciones sexuales con él: Xilonen:

"la que anda o vive como mazorca tierna", Atlatonan: "Nuestra madre de Atlán”,

Huixtocihuatl: "Señora de la sal" y, Xochiquetzal.92

Para finalizar, el ixiptla de Tezcatlipoca

era sacrificado y su cabeza degollada se colocaba en el tzompantli; esto simbolizaba “que

89

Las descripciones de los informantes de Sahagún señalaban que eran víctimas para el sacrificio. Véase:

Olivier, Homosexualidad y prostitución, pp.318-319. “Vive como esclava bañada para sacrificio, se hace

pasar por víctima de sacrificio”. También véase: López Austin, Cuerpo Humano, Vol. II, p.276. Según otros

estudiosos había correspondencias entre la sexualidad y los sacrificios, tlamamanaliztli, “la ofrenda de los

dioses”, especialmente a través de los elementos que lo componían: el tecpatl, el “pedernal”, podía simbolizar

el falo procreador; la victima sacrificial se relacionaba con la mujer y las semillas; su muerte era valorada

como regenadora de vida, el derramamiento del chalchihuatl, era aquilatada como los mantenimientos, el

alimento que contribuía a conservar la fuerza de las deidades. Véase: Baez-Jorge, op.cit. p.55. 90

Guilhem Olivier, Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios azteca, México, FCE, 2005, pp. 374-378. 91

Para los nahuas, toda representación divina se denominaba ixiptla cuya revelación no competía

exclusivamente a su aspecto material, también se concebía como tal, a la divinidad que aparecía en una

visión, al sacerdote que lo representaba utilizando sus adornos, a la víctima que se convertía en el dios al que

se destinaba su sacrificio. Gruzinski lo interpretó como el receptáculo del poder divino: “la presencia

reconocible, epifánica, la actualización de una fuerza sagrada imbuida en un objeto, un ser-ahí sin que el

pensamiento y las creencias indígenas se apresuraran a distinguir entre la esencia divina y el apoyo material”.

Véase: Serge Gruzinski, La guerra de las imágenes, México, FCE, 1994, p. 61. Por su parte López Austin

explica: “Las imágenes son vasos. Los antiguos nahuas se referían a las imágenes de los dioses como teixiptla

y totpli. Teixiptla deriva de xip, “piel”, “cáscara”, “cobertura”. Totpli significa también “funda”, “envoltura”.

Los dioses se introducen en sus imágenes porque lo semejante va hacia lo semejante. Se reconocen en ellas, y

las porciones de fuerzas divinas se vierten en sus recipientes visibles. Véase: Alfredo López Austin, Los mitos

del tlacuache, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Antropológicas, 2008, p.178. 92

Sahagún, Historia General, p.193.

37

los que tienen riquezas y deleites en su vida, al cabo de ella han de venir a pobreza y

dolor”.93

Así como las ahuianime recompensaban los últimos días del ixiptla de Tezcatlipoca,

ellas apremiaban el esfuerzo de los guerreros.94

De hecho, conformaban entre sí, relaciones

amistosas y sexuales de manera libre pero con algunas prohibiciones; para formar parte de

sus respectivos grupos, debían ser solteros y, fuera de su participación en los rituales, no

debían manifestar públicamente sus idilios. Si sus encuentros, por algún descuido

trascendían socialmente, los implicados eran castigados, se les expulsaba de sus respectivos

grupos para después obligarles a contraer matrimonio y a dedicarse a otros oficios.95

A pesar que debían ser muy discretos en la manifestación pública de sus relaciones, los

guerreros y las ahuianime tenían la permisividad de encontrarse en lugares públicos; por

ejemplo, en algunas ocasiones se congregaban en el cuicalli, “la casa del canto”, el espacio

que los nahuas consagraban al aprendizaje y la práctica del baile, el canto y la danza, la

expresión que en unidad recibía el nombre de cuicatl.96

Su importancia en la cultura nahua

era vital por lo que su enseñanza en el cuicalli funcionaba a la par de las otras instituciones

93

Ibíd. p 194. 94

Duran, op.cit. p. 201. Los pipiltin idearon un sistema de promoción social que les aseguraba un cuerpo

militar robusto, motivaban a los macehualtin a ser partícipes de la institución a través de un mecanismo que

los apremiaba. Cuando los guerreros lograban capturar cuatro prisioneros o victimas sacrificiales, se les

condecoraba e, incluso, gozaban de ascenso social, eran merecedores de las insignias que determinaban su

estatus, muy similares a las que exclusivamente usaban los pipiltin. 95

“Algunos principales soldados si querían llevar alguna de aquellas mozas decíanlo secretamente a la

matrona que las guardaba para que la llevase. No osaban llamarlas públicamente. La matrona la llevaba a casa

de aquél, o a donde él mandaba. De noche la llevaba y de noche salía. Si alguno de éstos hacía esto

públicamente érasele tenido a mal y castigábanle por ella públicamente. Quitávanle los cabellos que traía por

señal de valiente, que ellos llamaban tzotzocolli, y tomábanle las armas y los atavíos que usaba. El castigo era

que le apaleaban y le chamuscaban la cabeza; todo el cuerpo se le arronchaba y hacía vexigas del fuego y de

los palos; luego le arrojaban por ahí delante y dezíanle: "Anda, vete, bellaco, aunque seas valiente y fuerte no

te tenemos en nada; aunque vengan nuestros enemigos a hacernos guerra, no haremos cuenta de ti”. Estas y

otras palabras injuriosas le decían después que le echaban por ahí a empellones; íbase azcadilando y cayendo

y quexándose por el mal tratamiento que le habían hecho; nunca más volvía a danzar ni a cantar. Y la mujer

con quien éste se había amancebado también la despedían de la compañía de las otras; nunca más había de

danzar, ni de cantar, ni de estar con las otras, ni la que tenía cargo de ellas hacía mas cuenta de ella; y el

mancebo que fue castigado tomaba por mujer a la que también fue castigada por su causa.” Véase: Sahagún,

Historia General, p. 217. 96

León-Portilla propuso que cuicatl, era un canto, himno o poema porque esa fue la característica que

adquirieron al ser transcritos en lengua náhuatl por medio del alfabeto latino. Por su parte, Johansson,

considera que era un canto-baile porque su realización consistía en la entonación de un canto, acompañado

por composiciones musicales y coreografías dancísticas. Véase: Miguel León Portilla (Ed.), Cantos y crónicas

del México antiguo, Madrid, España, Editorial Dastin/Historia, 2003, p.25. Patrick Johansson, “Dialogía,

metáforas y albures en cantos eróticos nahuas del siglo XVI”, en Revista de literaturas populares, Año 6, Nº.

1, 2006.

38

educativas como el calmecac y el telpochcalli, cuya institucionalidad, estaba respaldada por

los padres de los adolescentes que ahí se ejercitaban.97

Al finalizar las actividades de aprendizaje juvenil, en la oscuridad de la noche, el

cuicalli era utilizado por los guerreros, especialmente, durante las temporadas que no tenían

actividad militar y contribuían en el desarrollo comunitario con otros quehaceres98

; así, se

preparaban pomposamente para acudir al recinto, se untaban colorantes por todo el cuerpo,

maquillaban su rostro con diseños lineales, usaban collares de caracoles blancos y orejeras

de turquesa, en la cabeza se colocaban plumas blancas a manera de penachos y vestían el

chalcayatl, una prenda en forma de red, que dejaba ver sus cuerpos desnudos.99

Inmediatamente, practicaban los cantos y los bailes mientras las “alegres” los

contemplaban,

Agora digamos el ordinario baile que los caballeros y soldados hacían cada día

en esta misma casa y escuela de danza de dia donde se iban por su pasatiempo

á bailar haciéndose de concierto apostando entre sí unos con otros de hallar en

aquel baile quien se aficionase á ellos porque aquel patio se enchía de rameras

que las había muchas y muy desvergonzadas. Estos caballeros que ellos

llamaban tequihuaque se iban allí y aderezados lo mejor que podían bailaban

con mucho concierto á los cuales como á hombres valerosos y estimados les

permitían tener mancebas y burlar con mujeres y requebrase públicamente lo

cual les permitían como premio de su valor.100

97

Los estudiantes eran jóvenes de ambos sexos, de entre 12 y 14 años de edad; antes del ocaso, entraban a

salones en los que se distribuían de acuerdo a su sexo, una hora antes de la puesta del sol, sus maestros los

dirigían al gran patio donde todos debían practicar de manera integral la música, los cantos y los bailes;

inmediatamente, formaban parejas, de varón y mujer, y se tomaban de la mano. Esta cercanía bien podía

propiciar otro tipo de relaciones, en algunos casos los implicados llegaban al matrimonio, por lo que la

institución funcionaba bajo un esquema de restricciones; se sancionaba a los estudiantes que no se presentaran

a practicar y se supervisaba su comportamiento sexual, si alguno perdía la castidad en el ejercicio de los

cuicatl sería reprendido y expulsado de la escuela. El proceso de enseñanza y práctica de los cantos estaba

estrictamente vigilado por unos ancianos que se desempeñaban como prefectos: teanque, para los varones, y,

cihuatehizque, para las mujeres. Escoltaban al estudiantado en el trayecto que tomaban (de su casa o escuela)

rumbo al cuicalli (y viceversa) y, al mismo tiempo, debían evitar los agravios y deshonestidades que se

pudieren presentar ante la proximidad o contacto de los jóvenes, en suma, funcionaban como regidores de la

conducta de los estudiantes. Véase: Durán, op.cit. p. 200. 98

Sahagún, Historia general, pp.334-335 99

Ibíd. p.335. Las mantas eran confeccionadas con hilo de maguey torcido. Al parecer de Sahagún: “No eran

tupidas sino floxas y ralas, a manera de red.” 100

Duran, op.cit. p. 201.

39

Izquierda: Instrumentos musicales, canto y danza, componentes que formalizaban la expresión cuicatl. Códice

Florentino, detalle. Derecha: Chalcayatl, prenda utilizadas por los guerreros en el cuicalli, Códice Vaticano

A, detalle, lám. 59r.

40

Capítulo II. La sexualidad en el Occidente Cristiano.

La ley divina y las prácticas sexuales en la Biblia.

Cristianos y judíos comparten el Tanaj o el antiguo testamento como fundamento de su fe

en un Dios único porque, a su parecer, en aquel corpus se expresaba la palabra divina; son

los libros canónicos más antiguos de la religión judeocristiana y, como se verá, son la base

para comprender la manera en que regularon la sexualidad de sus creyentes. Comenzaré

pues, por analizar los pasajes bíblicos en los que se aborda el papel de la sexualidad. En el

Génesis, se afirmaba que el origen de la vida fue producto de la intervención divina, tarea

que culminaría con la creación del hombre,

Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos

dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos

los reptiles. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó;

varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios; y les dijo Dios: Crezcan,

multiplíquense, llenen la tierra, y sométanla; dominen a los peces del mar, a las

aves del cielo y a todos los vivientes que reptan sobre la tierra.101

Según las escrituras, los humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios: mujer

y varón traídos de la nada, hechos corporalidad con la condición de multiplicar la especie,

generar otros seres para dominar la vida en la tierra. A partir de esta noción, en el canon

bíblico, las prácticas sexuales entre el varón y la mujer serían exclusivamente permitidas

para la reproducción de la especie, porque si Dios instauró la vida, su creación necesitaría

de una manutención continua y siempre supeditada a su mandato; con ello, se desarrollaría

la naturaleza y también los seres humanos. Asimismo, dado que el varón había sido el

primero en ser creado, la mujer –salida de su costilla– quedaba subordinada.102

Dios colocaría a ambos en el Edén, el jardín donde disfrutaban de los bienes divinos,

sólo tenían una restricción: no comer los frutos de un árbol, el del conocimiento del bien y

del mal. Eva contravendría la orden, sería la causante del destierro del Edén debido a que

sucumbió ante las sugerencias de una serpiente que la incitó a comer aquel fruto prohibido,

qué gracias a su insistencia, también probó Adán; al ingerirlo, perderían la inocencia y

sentirían vergüenza de sus propios cuerpos y el castigo de Dios sería implacable,

A la mujer le dijo: Mucho te haré sufrir en tu embarazo, parirás hijos con dolor,

tendrás ansia de tu marido, y él te dominará. Al hombre le dijo: Porque le hiciste caso

101

Génesis 1:26-28 102

Génesis 2:21-25

41

a tu mujer y comiste del árbol prohibido, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él

con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierbas del

campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque

de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás.103

Con ello, se originó el pecado original, transgresión al orden divino que suponía el

castigo de la pena mortal. El incumplimiento a la ley permitió a los primeros humanos

distinguir entre el bien y el mal, lo que constituía la osadía de equipararse con Dios, a quien

sólo competía ese conocimiento; ellos y su descendencia serían sentenciados a fenecer ante

el pecado y a vivir destinados a la muerte. De este modo, la historia edénica también revela

la manera en que la religión judeocristiana comprendió y organizó la diferencia sexual, a

partir de eso momento a la mujer se le consideraría lujuriosa, pariría con dolor, sería

subyugada y dependiente de su marido. El varón sólo padecería el sufrimiento del trabajo

con la finalidad de sobrevivir.

Ya en el libro del Éxodo, se refiere que Dios confió sus leyes a un patriarca, Moisés,

quien asimismo, las transmitió al pueblo de Israel; con esa revelación, los mandatos

divinos, también conocidos como “los diez mandamientos” compelían a los varones a

observar ciertas conductas; por ejemplo, en materia sexual estipulaban: “no codiciarás la

mujer de tu prójimo.”104

Sin embargo, fue en el libro de Levítico donde se reglamentaban a

detalle las prácticas sexuales y las correspondientes penas de los transgresores. De las

diecisiete prohibiciones en materia sexual, doce se concentraban en el incesto105

y eran los

varones quienes debían acatar la norma, aunque el castigo de muerte incluía a los dos

implicados: el pecador y su parienta. Se prohibía, desde luego, el adulterio; el acusador

debía ser el varón deshonrado por la conducta impropia de su esposa y, el castigo, incumbía

al adúltero así como a la mujer de su prójimo, ambos serían reos de muerte. La única

prohibición en materia sexual que concernía al varón y la mujer en igualdad es la que se

refiere al coito con animales, por lo que se advertía: El que se acueste con un animal será

reo de muerte.106

Las restricciones a la sexualidad de los varones fueron más numerosas que las

adjudicadas a las mujeres. Además del incesto, el adulterio y la bestialidad, el Levítico 103

Génesis 3:16-17 104

Éxodo 20,17. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno,

ni nada que sea de tu prójimo. Y que a la posteridad se sintetizó como: “No codiciarás los bienes ajenos.” 105

Levítico 18: 6 106

Levítico 20: 15

42

condenaba a las prácticas homosexuales: “Si uno se acuesta con un hombre como con una

mujer, ambos cometen una abominación. Son reos de muerte. Caiga su sangre sobre

ellos.”107

Esta fue la única alusión del Antiguo Testamento tocante a la homosexualidad.

Por otro lado, además de las leyes generales sobre las relaciones sexuales, se exigía al

varón conservar y seguir puntualmente otras normas; así por ejemplo, a los sacerdotes se

les exhortaba, a ser observantes en las cualidades de la mujer con la que habían de

casarse.108

La biblia mostraba que la reglamentación de la sexualidad de los varones era

fundamental para el pueblo judío porque a través de ellos se aseguraba la reproducción de

la especie. La procreación era altamente valorada y, más aún, si tenía como resultado el

advenimiento de un primogénito varón. El libro Deuteronomio precisa algunos casos

especiales, como el siguiente: un varón mantiene su vida con dos mujeres, una muy querida

y, la otra, menos, su legítima esposa; ambas procrean hijos con él pero el primogénito es

concebido por la segunda mujer. A pesar de que el varón se inclina por proteger con su

herencia al hijo de la mujer apreciada, sus bienes deben legarse al hijo de la no querida

porque él encarna la virilidad de su padre y, por tanto, le corresponde ser reconocido como

el primogénito real.109

Si con el primogénito se condensaba el valor de la descendencia y,

por consiguiente el de la virilidad, los fluidos biológicos del varón también fueron

fundamentales, la expulsión del semen sin fines reproductivos era reprobable. El Levítico

sentenciaba qué,

Cuando un hombre tenga una polución, se bañará y quedará impuro hasta la tarde.

También la ropa o cuero donde haya caído el semen, se lavará y quedará impuro hasta

la tarde.110

Con los fluidos de la mujer sucedía lo mismo pero no sólo quedaría impura

temporalmente sino que podía traspasar su estado corrupto a la persona que la tocara.111

Asimismo la capacidad reproductiva de la mujer fue percibida como estigma; mientras ésta

hubiere concebido a un varón, su estado impuro duraba siete días pero en caso de dar a luz

107

Levítico 20: 13 108

Levítico 21: 13-15 109

Deuteronomio 21:15-17 110

Levítico 15: 16-17 111

Levítico 15: 19

43

a una mujer, era indigna durante dos semanas.112

En contraste, la virginidad de la mujer

esposada era altamente apreciada, si el marido la acusaba de no guardar ese estado, los

padres de la denunciada debían demostrar la pureza con la evidencia de una sábana; en caso

de comprobarse la virginidad, el marido delator pagaba una multa pecuniaria a los padres

de ella. Pero, si la denuncia se ratificaba, la mujer era sentenciada a morir apedreada en las

calles; la condena se justificaba porque su falta agraviaba al pueblo elegido por Dios, Israel.

El padre de la transgresora también resultaba ofendido, de modo que, el castigo se tomaba

como un ejemplo de dignidad porque a través de él se extirpaba el mal.113

Por tanto, la mujer no era partícipe de la palabra de Dios, en todo caso, lo que la

divinidad le ordenaba era mantenerse en estado de pureza sexual. En síntesis, el depositario

de las leyes divinas era el varón, Dios lo instaba a seguir sus ordenanzas, le condicionaba

favores y le recompensaba con bendiciones.114

Sus faltas y transgresiones en cambio eran

sancionadas con enfermedades, maldiciones y calamidades.115

Ya en el Nuevo Testamento, el evangelio de Mateo subraya la importancia que le daba

Jesús al matrimonio. Aunque en una disputa con los fariseos, éstos le recordaron que un

pasaje del Tanaj, Moisés había permitido el divorcio; la posición del nazareno era diferente,

sirviéndose de las mismas referencias, reiteraba lo dicho en el Génesis: “por eso dejará el

hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán un solo ser”; de ahí que sus

postulados advirtieran: “ya no son dos, sino un solo ser; luego lo que Dios ha unido que no

lo separe el hombre.”116

Para Jesús las escrituras sagradas fueron objeto de interpretación y

su predicación salía del esquema legal de la tradición judía, de ahí que sus proposiciones no

se manifestaban a través de normas sino en forma de principios cuyo eje rector era el amor

al prójimo.

La palabra cristiana se dio a conocer a los paganos del mundo antiguo a través de largos

discursos morales que hacían énfasis en las creencias y el comportamiento sexual que

tenían para tratar de modificarlos. Esa fue la estrategia de Saulo de Tarso, también

conocido como San Pablo, consagraría su vida a la predicación de la palabra cristiana,

112

Levítico 12:2-6 113

Deuteronomio 22:13-20-I 114

Deuteronomio 28:1-2 115

Deuteronomio 28:30 116

Mateo 19: 4-6

44

especialmente a los paganos de Asia menor y Europa. En Corinto, escribió una carta

dirigida a los romanos, el eje de su discurso iba dirigido a sus élites, criticaba sus creencias

idolátricas qué a su parecer fueron el germen de otras conductas reprobables:

Por eso abandonándolos a sus deseos, los entregó Dios a la inmoralidad, con la que

degradan ellos mismos sus propios cuerpos, por haber sustituido ellos al Dios

verdadero, por uno falso, venerando y dando culto a la criatura en vez del Creador

(¡Bendito el por siempre! Amén). Por esa razón Dios los entrego a pasiones

degradantes: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras innaturales, y

los hombres lo mismo: dejando las relaciones naturales con la mujer, se consumieron

de deseos unos por otros; cometen infamias con otros hombres, recibiendo en su

persona el pago inevitable de sus desórdenes.117

San Pablo, opinaba que los paganos cometieron las peores aberraciones pues fundaron

su fe en el politeísmo e incluso equipararon a sus emperadores con dioses. Esas creencias

propiciaron males aún mayores, como el de los pecados de la carne. Para él, las mujeres

romanas no seguían los postulados de la ley natural pero apuntalaba sus críticas a las

prácticas sexuales entre varones, muy comunes en el Imperio Romano. Su estrategia de

conversión se dirigía a las élites pues ellas se encargaban de reglamentar la vida de los

ciudadanos romanos, su objetivo no era que se aplicaran con rigor las leyes sino que

promovía el comportamiento recto, exigencia nodal de la moral cristiana.

También se dirigió a los judíos, advirtiéndoles que la promesa de Abraham en proteger

al pueblo elegido no solamente se obtendría a través de la observancia de su ley, para él, los

judíos se habían desviado de la verdad divina, porque lo fundamental para Dios no era la

reprobación de la conducta, sino la rehabilitación obtenida por medio de la fe. Por eso, la

figura del Mesías fue fundamental es su predicación, Cristo murió por la ley de los judíos,

pero su resurrección demostraba que por medio de la fe, Dios podría salvar a los humanos,

aún de la muerte. Por tanto, si con la transgresión de los primeros humanos, dios castigo a

sus descendientes con la muerte, Cristo demostraba que con la obediencia y la rectitud del

comportamiento, Dios apremiaba con la gracia de la vida eterna.

La nueva era anunciada por el Mesías tendría como objetivo evitar el pecado y, el

instrumento que llevaba a los humanos a caer en él: el cuerpo y sus deseos debían ser

negados para alcanzar la vida eterna. Así, aunque el individuo se concebía corporalmente,

Pablo enseñaba que estaba constituido por el espíritu, el impulso que Dios otorgaba a la

117

Romanos 1:24-27

45

vida, era su esencia integrada a los humanos; por lo que, a través del buen comportamiento,

entendido como el amor al prójimo y, el control de los deseos, particularmente, la

austeridad de las necesidades corporales, se conseguiría mantener la pureza del espíritu. Por

eso, en su carta dirigida a algunos conversos Corintios, les advertía que no era a través de la

ley humana que se conseguía la gracia divina,

¿Han olvidado que la gente injusta no heredará el Reino de Dios? No se llamen a

engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros, invertidos, sodomitas, ladrones,

codiciosos, borrachos, difamadores o tramposos no heredarán el Reino de Dios. Eso

eran algunos antes, pero se lo lavaron, pero los consagraron, pero los rehabilitaron por

la acción del Señor, Jesús Mesías, y por medio del espíritu de nuestro Dios. 118

La operación de Pablo no fue la de atacar las creencias religiosas de los gentiles sino

que centró su atención en el comportamiento moral, no lo enjuiciaría o lo reprendería como

lo hacían los jueces, sino que promovió la rehabilitación de las conductas pecaminosas a

través de la negación del cuerpo, entre ellas los placeres sexuales. Para Pablo las leyes de

los hombres no enmendaban al espíritu, al contrario, se convertían en cómplices del pecado,

por eso motivaba a consagrar la vida y el espíritu a la pureza, lo que traería consigo el

perdón y la gracia eterna. La apuesta del apóstol fue extender la doctrina cristiana a los

confines del Imperio pagano, los cristianos posteriores tratarían de seguir su ejemplo.

Las normas sobre la homosexualidad en la Edad Media.

Las restricciones jurídicas a las relaciones sexuales comenzaron en la Europa de la Edad

Media, entre los siglos III y VI, a consecuencia del progresivo estrechamiento de la

tolerancia a la sexualidad extramatrimonial. No obstante, algunos autores119

aseveran que

alrededor del siglo 149 a.C. ya se había promulgado una ley que tenía injerencia en las

prácticas sexuales de la República romana, la Lex Scantinia; aunque así hubiera sido no se

conservan documentos que informen de su contenido. Entre las reglamentaciones que se le

adjudican están las de proscribir el abuso sexual a menores, la también denominada

pederastia, el adulterio y, la homosexualidad, según lo cual, la sanción recaía sobre el sujeto

que ejercitaba el rol pasivo en el coito entre varones, debido a que se consideraba una

posición sexual en el que se perdían los privilegios de ciudadano libre. Lo cierto es que esas

118

Corintios 5 119

Eugenia Maldonado de Lizalde, “Lex Iulia de Adulteris Coercendis del emperador César Augusto (y otros

delitos sexuales asociados)”, en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, Volumen XVII-2005, Sección

de Derecho Romano, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, pp. 365-413.

46

prácticas fueron toleradas y se generalizaba en todas las capas de la sociedad romana. Si

hubo restricciones a la homosexualidad, estás sólo debían competir a los ciudadanos libres

por lo que se hacía legal el uso sexual de los esclavos varones por parte de su amo, siempre

y cuando que el varón libre ejerciera el rol activo.

John Boswell120

explicaba que las escasas noticias sobre la Lex Scantinia imposibilitan

concluir cuál era la materia que regulaba, por eso concluye que en el Imperio no existió ley

de este tipo pues posteriormente la Lex Iulia de adulteris coercendis estableció

puntualmente la condena a esos casos. Estimaba que dichas aseveraciones se contradicen al

relacionarlas con la literatura de la época, pues existió una diversidad de discursos que

registraron el interés por la homosexualidad y las actividades de la subcultura que se

desarrollaba a través de ella. Por eso concluye qué las reglamentaciones en materia sexual

no se ocupaban de su prohibición sino que se referían a la censura de la pederastia pues los

romanos hicieron esfuerzos para proteger el abuso sexual de los niños nacidos libres o hijos

de ciudadanos, a la par de que las prácticas homosexuales y las heterosexuales eran

consideradas como preferencias sexuales equivalentes.

Por tanto, no es hasta la clasificación de los delitos de adulterio y estupro habilitados en

la Lex Iulia del año 17 a. C. que se instauraron formalmente las reglamentaciones sexuales

del Imperio romano; su vigencia continuó siendo objeto de actualización de acuerdo a las

anexiones hechas por los emperadores en turno. Con la caída de Roma y, la división del

Imperio en el de Occidente y el de Oriente, se acrecentó el declive urbano y la ineficacia de

los controles administrativos por lo que no se encuentra documentación que confirme la

operatividad de las reglamentaciones hechas con anterioridad. No es hasta el siglo VI, en el

año 533 que, en el Imperio romano de Oriente con los ajustes hechos por Justiniano I a la

Lex Iulia, se equiparó a las prácticas homosexuales con las del adulterio, sometiéndolas a

sanciones de orden civil. En las Institutas adjudicadas al emperador bizantino se señalaba

su adhesión: “además, la ley Julia de los adulterios, que castigaba con pena de muerte no

sólo a los que manchan e tálamo ajeno, sino a los que se entregaban a nefandos pecados con

los hombres”.121

120

John Boswell, Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, Barcelona España, Muchnik Editores

S.A. 1992. pp. 88-104. 121

Justiniano, Instituta, 4. l8.4. Citado por Maldonado de Lizalde, op. cit. p. 407.

47

Es menester apreciar que estas leyes pioneras sobre la homosexualidad corresponden a

las transformaciones sociales que se orientaron a regular las relaciones extramatriomoniales

y el abuso sexual de menores. También, cabe notar que el lenguaje empleado en ellas es

similar al de la moral cristiana, quizá como resultado de dos siglos de influencia como

religión oficial; sin embargo, fueron leyes netamente civiles, ejecutadas exclusivamente por

sus autoridades y a penas con el condicionado y vacilante apoyo de la iglesia católica.122

Alrededor del año 650, aparece la más antigua ley occidental sobre la homosexualidad,

se dio en la Hispania visigótica; esta norma castigaba con la castración a quienes

incurrieran en dichas prácticas.123

Se afirma que ésta, como otras leyes, fueron establecidas

por los visigodos para promover la unidad de Hispania a través del cristianismo como

religión oficial; se trataba de integrar a una mayoría que ya profesaba el catolicismo

romano a otros grupos de distintas filiaciones. Estas disposiciones fueron un caso

excepcional pues en otras regiones de Europa no se proscribió a la homosexualidad, al

contrario, hubo una creciente tolerancia e, incluso, en los años subsecuentes se le trato con

indiferencia, quizá como resultado del insuficiente control gubernamental o porque en el

ambiente intelectual, el de los clérigos y las casas gobernantes, se menospreciaban

decididamente los placeres y las pasiones. En cambio entre los siglos X y XII con el

crecimiento y la prosperidad de los centros urbanos, hubo mayor grado de libertad y

autonomía. Entonces surgió, un renovado interés por las pasiones, el amor al prójimo y, el

que inspiraba la divinidad cristiana, fueron temas recurrentes en la producción literaria.124

A fines del siglo XII, surgieron los gobiernos centralizados, proclives a la uniformidad,

ya fuera la institucional, la intelectual o la social; se fortalecieron los poderes civiles y

eclesiásticos como instituciones jurídicas que reglamentaban la vida social y, asimismo,

unificaban la legalidad a través del derecho civil romano y la doctrina religiosa cristiana.

En dicho proceso, los teólogos crearon compendios o sumas generales cuyo alcance no sólo

competía a las instituciones encargadas de la moral social sino también a aquellas que

122

Boswell, op.cit. p. 202. 123

Leges Visigothorum, 3.5.4. Véase: Boswell, op.cit. pp. 202. 124

Boswel infiere la existencia de una subcultura con suficiente conciencia de sí misma que redactaba en

forma autónoma defensas literarias y proclamas a la superioridad del erotismo homosexual. Para una

aproximación detallada de este periodo ver los capítulos: “La resurrección urbana” y “El triunfo de

Ganimedes, la literatura gay en la alta edad media”. Boswell, op.cit. pp. 231-285.

48

hacían cumplir los estatutos legales. Este movimiento marca el inicio de un periodo

caracterizado por el afán de legislar.125

Concepciones jurídicas y morales de la homosexualidad en la Castilla Medieval.

Entre los años 1256 y 1263, Alfonso X, rey de Castilla y León, compiló las “Siete

Partidas”, un código cuya promulgación no fue emitida durante su reinado debido al

rechazo generalizado de los ciudadanos y la nobleza cuyos privilegios tendían a

constreñirse debido al carácter intervencionista que podría adquirir el Estado en cuestiones

privadas.126

Su sustento referencial, fue: el derecho natural, que en el mundo antiguo era

entendido como leyes superiores, inspiradas por la divinidad y, cuyo alcance era ilimitado,

pues prevalecían sobre las otras, las humanas. La segunda base, fue conocida como

“derecho de gentes”, concepción jurídica de la Roma imperial que reconocía la validez de

una amplia variedad de costumbres y, las normas que las ordenaban, de acuerdo a la

diversidad geográfica; en las Partidas se tomaban como leyes netamente humanas cuyo fin

era regular la convivencia.

En materia sexual, las Partidas hacían punibles algunos de los denominados pecados de

lujuria, especialmente, el adulterio, la fornicación, el incesto, el estupro, la homosexualidad

y la alcahuatería.127

La peculiaridad de estas normas es que sus prescripciones se

formalizaban de acuerdo al principio supremo del derecho natural y, se concentraban

especialmente en los varones, quizá a consecuencia de la valoración jerárquica de la que

fue objeto su sexualidad en la Biblia. Con respecto al pecado contra natura, aunque

abarcaba una diversidad de prácticas sexuales consideradas desviadas, en las Partidas

funcionó para penalizar exclusivamente a la homosexualidad de los varones:

125

Ibíd. p.291. 126

Sus inmediatos sucesores, Don Sancho y Don Fernando IV, no la consideraron viable por lo que su

autorización pública se ordenaría hasta el reinado de Alfonso XI, con el Ordenamiento de Alcalá en 1348.

Alfonso X, Las siete partidas del Rey Don Alfonso el Sabio (cotejadas con varios códices antiguos por la Real

Academia de la Historia), 3 Tomos, Madrid, Imprenta Real, 1807, Edición facsimilar digitalizada:

http://bib.us.es/guiaspormaterias/ayuda_invest/derecho/lasSietePartidasEd1807T1.htm 127

“Setena partida que fabla de todas las acusaciones et malfetrias que los homes facen por que merescen

haber pena.” Dictamina lo que se denominaba Justicia criminal. Título XVII, de los Adulterios; Título XVIII,

de los que yacen con sus parientas ó con sus cuñadas; Título XIX, de los que yacen con mugeres de orden ó

con vibda que viva honestamente en su casa ó con virgines por falago o por engaño, non les faciendo fuerza;

Título XX, de los que fuerzan ó llevan rabidas vírgenes ó las mugeres de orden ó las vibdas que viven

honestamente; Título XXI, de los que facen pecado de luxuria contra natura; Título XXII, de los alcahuetes.

Véase: Ibíd. Tomo III, pp. 646-666.

49

Título XXI, De los que facen pecado de luxuria contra natura.

Sodomítico dicen al pecado en que caen los homes yaciendo unos con otros contra

natura o costumbre natural. Et porque de tal pecado como este nascen muchos males á

la tierra do se face, et es cosa que pesa mucho á Dios con ella, et sale ende mala fama

non tan solamente a los facedores, mas aun á la tierra do es consentido: por ende pues

que en los títulos ante desde fabalmos de los otros yerros de luxuria, queremos aquí

decir apartadamente deste; es mostraremos onde tomó este nombre; et quantos males

vienen dél: et quien lo puede acusar et ante quién: et qué pena merescen los fascedores

et los consentidores. 128

Contra natura suponía todo acto sexual que no tuviere concordancia genital entre el

varón y la mujer, es decir, ejercitado en regiones de la anatomía humana juzgadas como

indebidas, también incluía las prácticas sexuales basadas en la estimulación individual y,

las realizadas entre personas del mismo sexo o con animales. Pero el código empleó una

nominación excepcional para criminalizar las prácticas homosexuales: el pecado

sodomítico, que lo distinguía de las otras faltas para subrayar su gravedad y, se justificaba,

tomando como referencia los relatos bíblicos.129

El pasaje por el cual debía su nombre

figuraba en Génesis, cuando Dios castigó a los habitantes de Sodoma y Gomorra por sus

costumbres; la interpretación de la mayoría de los teólogos medievales, suponía que la

destrucción de aquellas ciudades se debió a que sus habitantes estaban inclinados al pecado

contra natura, lo que desató la ira de Dios y su posterior castigo, la destrucción total de

esos lugares.

Por eso, en las Partidas, se afirmaba que la existencia de la homosexualidad traía

consigo la “mala fama” no sólo de sus practicantes sino del lugar donde se consentía;

además, estipulaban las formas jurisdiccionales que se debían seguir para su castigo:

cualquier persona podía acusar a los varones que tuvieran esas prácticas, la denuncia debía

efectuarse frente al juez, se debía indicar el lugar donde sucedió la falta, si se probaba la

acusación eran condenados a muerte los dos implicados. Sólo se exceptuaba el castigo a

aquellos que hubiesen sido forzados y a los menores de catorce años de edad.130

Bartolomé Clavero131

aclara que a partir de siglo XII con el advenimiento de una cultura

jurídica en el seno de la religión cristiana, se construyó una la legalidad que no se

128

Ibíd. Tomo III, pp. 664-665. 129

Ibíd. Tomo III “Ley I, Onde tomo este nome el pecado que dicen sodomítico e quantos males vienen dél.” 130

Ibíd. Tomo III, pp. 665. 131

Bartolomé Clavero, “Delito y pecado. Noción y escala de transgresiones” en Sexo barroco y otras

transgresiones premodernas, Madrid, España, Alianza Editorial, 1990, pp. 57-89.

50

circunscribía a un código que ponderaba sus límites, sino que se desplegaba ante las

posibilidades interpretativas existentes en los textos. La concepción del derecho de esa

sociedad, se conformó con los vestigios documentales de su herencia cultural pero

autentificándolos con el principio rector de la divinidad, cuya expresión se manifestaba en

los libros sagrados de la religión judeocristiana. El resultado, fue el desenvolvimiento de

una cultura legal sustentada por un corpus que no sólo portaba del mensaje divino, sino que

era también promotor de su acatamiento y realización; en suma, era la materialización del

orden jurídico y religioso.

Así, aunque la noción de pecado se haya estipulado en los textos de la religión cristiana

y, el de delito, figurara en los conceptos de la tradición jurídica, los aparatos normativos de

los reinos castellanos concebían el carácter de las transgresiones sin distinguir los ámbitos

que había utilizado para formalizarlas. Esto no indica que las fórmulas de su ejecución se

restringían a un ámbito estricto o preferente, a pesar de la ambivalencia reguladora, las

normativas legales o las religiosas, no mantenían exclusivos poderes de ejecución porque

no había una distinción entre religión y derecho,

Pecado no es asunto de teología, o de moral si se quiere, y delito de justicia, sino

ambos de ambas, de la ley con todo su despliegue: ley eterna, ley divina positiva, ley

natural y leyes humanas como niveles graduados y comunicados, no súper ni

yuxtapuestos.132

En la sociedad europea del siglo XV la norma era la ley divina, cualquier individuo que

la transgrediera se oponía al mandato de Dios; su afrenta, sería entendida como deliberada,

es decir, se le imputaba, puesto que se reconocía la libre voluntad de las personas.

Asimismo, se analizaban las circunstancias en que ocurrió el pecado, se determinaba la

gravedad de la transgresión, se podía conseguir el privilegio de su expiación o, en el

extremo de los casos, la absoluta condena. En este punto, es necesario aclarar que no todos

los pecados se condicionaban categóricamente, ya que ante la presunción doctrinal de qué

se normaba a sujetos conscientes de sus responsabilidades cristianas, sus actos serían

valorados o enjuiciados dependiendo de la manera en que se había cometido la presunta

ofensa, por eso se distinguieron dos formas de pecado: veniales y mortales.

132

Ibíd. p. 66.

51

Los pecados veniales remiten a una negligencia u omisión en el seguimiento del

precepto divino, su importancia es etérea y no son condenables. Por tanto, no se llegan a

definir concretamente, su caracterización es dificultosa pues se identifican al tomarse como

referente los pecados mortales, en particular, cuando su realización se encontraba muy

distante de la intencionalidad de aquellos. Así, eran veniales los pecados concebidos por

medio de la palabra, el pensamiento o el deseo, es decir, comprendían transgresiones que

no llegaban a conseguir su objetivo ya que se efectuaron al interior del individuo, lograron

dominarse evitando su ejecución o, al contrario, cuando eran realizados sin el entero

conocimiento del penitente, por eso, no se les imputaba responsabilidad lo que posibilitaba

su reparación a través de la penitencia.

En cambio, los mortales, eran los pecados por antonomasia, fueron punibles y sobre

todo objeto de supresión, con la condena al fuego eterno, el infierno. El catecismo de la

iglesia católica le confería esa caracterización cuando tenían como objeto una materia grave

y, también, a los actos cometidos con pleno conocimiento y deliberado consentimiento.

Recibieron la nominación de capitales pues estaban a la cabeza de todos los pecados y

facilitaban el surgimiento de otros más. Su formulación fue objeto de muchas

transformaciones desde fines del siglo IV, cuando San Agustín edificó la doctrina del

pecado original, hasta el siglo XIII que Santo Tomás de Aquino basándose en los ocho

pecados que ya había dispuesto San Gregorio el Magno en el siglo VI, determinó los siete

que desde esa época conocemos: soberbia, avaricia, pereza, envidia, gula, ira y lujuria. 133

Se entendía por lujuria a la satisfacción o uso injustificado de los placeres carnales; de

ahí que fueran sancionables los actos sexuales efectuados fuera del matrimonio y que no

tuvieran como fin la reproducción de la especie. Su despliegue estaba apoyado por

fundamentos de diversa índole, no obstante, es necesario esclarecerlos para comprender su

tajante condena, comenzaré pues por los ámbitos de la tradición religiosa, en particular las

interpretaciones de la exégesis.

La patrística entendió a la carnalidad y al espíritu como fuerzas inherentes al alma

humana y en perpetua disputa; los humanos eran los únicos responsables de sus acciones, y

podían elegir entre el orden espiritual de Dios o por el orden terreno y material de la

133

Sergio S. Olguín, “Prólogo”, en El libro de los nuevos pecados capitales, Buenos Aires, Argentina,

Editorial Norma, 2001.

52

concupiscencia. Pero esta aprobación del libre albedrio no suponía el ejercicio de la plena

libertad individual ya que lo realmente consentido ―que incluso, era un ideal de vida― fue

la rectitud moral del espíritu pues con ello era posible la salvación del alma después de la

muerte, de ahí que se llegara a advertir que la preeminencia de la carnalidad conducía a la

condena eterna.134

Esa concepción tiene trasfondo en el Decálogo, en los mandamientos sexto, “no

cometerás adulterio” y, el noveno, “no codiciarás la mujer de tu prójimo”135

fueron el eje

rector de la doctrina cristiana en torno a la sexualidad. El sexto prohibía las relaciones

sexuales extramatrimoniales, el noveno, desplegaba una idea similar acentuando el carácter

de la mujer como propiedad del varón pues la tradición cristiana concebía que la esposa

formaba parte de los bienes del marido. Así, para el orden divino, el único ejercicio sexual

permitido era el del matrimonio. Y aunque existiesen otras expresiones sexuales, estaban

proscritas y se tipificaban en siete modalidades del pecado mortal de la lascivia:

fornicación, adulterio, incesto, estupro, rapto, sacrilegio y el más grave de todos, el pecado

contra natura.

La fornicación suponía las relaciones sexuales entre dos personas solteras sin vínculo

alguno y consumadas extramatrimonialmente; se llegaba a calificar de adulterio, cuando

por los menos alguno de los participantes de la relación estuviese casado; el incesto

restringía la formación de parejas y, por consiguiente, la prácticas sexuales entre personas

que mantenían parentesco de primer o segundo grado; se nominaba estupro al acto sexual

forzado o cometido sin el consentimiento de la mujer; el rapto sería definido como el

secuestro de una mujer y, el sacrilegio se refería exclusivamente al ámbito clerical, ya que

uno de los partícipes del acto sexual anulaba el voto religioso de la castidad.136

El pecado contra natura comprendía tres variantes: la polución voluntaria

(masturbación), la bestialidad (zoofilia) y la sodomía, la cual designaba a la copula entre

individuos del mismo sexo y, también aludía a las prácticas heterosexuales realizadas en

posiciones o regiones corporales no “naturales”: extra vas debitum, “fuera del vaso

134

Asunción Lavrin, “La sexualidad en el México colonial; Un dilema para la Iglesia” en Sexualidad y

matrimonio en la América Hispánica, siglos XVI-XVII, México, CONACULTA-Grijalbo (los noventa),

1991. 135

Éxodo 20,17 136

Lavrin, op. cit. p. 59.

53

debido”. Por esas características, había dos variantes de la sodomía, por una lado estaba la

imperfecta, que refería a las prácticas contra natura entre un varón y una mujer; en cambio,

la sodomía perfecta, estimaba a las prácticas homosexuales.137

En suma, eran actos

considerados como “el peor de todos los males” debido a que infringían la permisividad del

acto sexual, no estaban orientadas a la procreación y, además, al tener como objetivo el

placer, llevaban consigo una consecuencia biológica decisiva, especialmente en el caso de

los varones: la expulsión de semen, que para el pensamiento cristiano equivaldría al

desperdicio voluntario del germen procreador.

Francisco Tomás y Valiente138

explica que en la doctrina cristiana era de mayor

trascendencia la sexualidad de los varones pues eran considerados como “socios” de Dios

en la creación continua, en la medida que era imperativa su colaboración para la generación

de la vida. Así, en el varón y, particularmente en su semen, estaba el potencial para la

fecundación y producción de nuevos seres humanos, una de las tareas exigidas por la

divinidad a manera de mandato. En este sentido, según la escritura sagrada, la mujer tenía

un papel subordinado, su existencia derivaba de la costilla del varón y aunque era partícipe

en la reproducción de la especie, su contribución era considerada “pasiva” y no “creativa”

porque en ella sólo se depositaba la simiente, era el vaso receptor.

Si el semen fue el elemento necesario para la conservación de un orden divino, su

emisión debía producirse: intro vas naturale, “dentro del vaso natural”. Las prácticas

sexuales no coincidentes con tal disposición fueron calificadas, como pecado contra

natura, ya que subvertían la ley natural de la fecundación. Con ello, “el directamente

ofendido es Dios, porque es su imagen de la creación la que se altera. Es el orden natural el

que se perturba. Y es la posibilidad de seguir procreando la que se desperdicia”.139

Si bien, se entendía que la masturbación y, todo acto sexual que evitaba el contacto entre

los genitales, quebraban la ley natural, los comportamientos sexuales más condenados

fueron la bestialidad y, las prácticas sexuales entre varones; cabe aclarar que aunque la las

prácticas homosexuales entre mujeres estaban integradas dentro de los pecados contra

137

Fernanda Molina, “Los Sodomitas Virreinales: entre Sujetos Jurídicos y Especie”, en Anuario de Estudios

Americanos, 67, 1, enero-junio, 23-52, Sevilla, España. 138

Francisco Tomás y Valiente. “El crimen y pecado contra natura” en Sexo barroco y otras transgresiones

premodernas, Alianza Editorial, Madrid, España, 1990, p.35. 139

Ibíd. p. 37.

54

natura, nunca fueron objeto de censura o castigo, se entendía que no había gravedad en su

conducta pues al carecer las mujeres de simiente, no eran “socias” de Dios en la tarea

creadora.

De la misma forma, los teólogos, consideraban necesaria la distinción de los roles

ejercidos durante las prácticas homosexuales con el fin de valorar la gravedad del pecado.

Era requisito que los acusados de sodomía, confesaran el rol que tomaron en la actividad

sexual y, además, se les cuestionaba si hubo polución, pues con ello, se constataba la

culpabilidad o la inocencia del pecador. Se consideraba que el derramamiento de la

simiente podía haber sido per se o, per accidens; la primera se refería a la intencionalidad

voluntaria del acto, la segunda consideraba la posibilidad que el implicado hubiera sido

obligado y, por lo mismo, su pecado había sido por accidente. En suma, el rol sexual

determinaba el grado de culpabilidad: “porque en el agente la polución es per se, mas en el

paciente es quasi per accidens”.140

A pesar, que en un inicio, la legalidad valoraba

teóricamente la consumación del pecado y la condena se podía transformar por las

atenuantes demostradas, al transcurso del tiempo, hubo modificaciones legales que

facilitaron el castigo ejemplar de los dos indiciados.

Proscripción a la sodomía en la España de los Reyes Católicos.

En la última década del siglo XV, el clima político de los reinos castellanos era

triunfalista y varios sucesos lo apoyaban. Los reinos cristianos de la península Ibérica se

expandieron a través de dos movimientos fundamentales. El primero corresponde a lo que

se ha denominado “la reconquista”, un desplazamiento territorial hacía el sur dirigido a

ocupar la región dominada por los moros desde el siglo VIII y con la finalidad de establecer

nuevas ciudades cristianas.141

El desarrollo de esta acometida, aumentó la oposición entre el

pensamiento cristiano y el de las comunidades judías y musulmanas. En el año de 1492, la

“reconquista” cristiana culminaría con la toma del reino de Granada.

El segundo movimiento expansionista fue facilitado por la tradición marítima y el

desarrollo náutico, su apogeo beneficiaría al incipiente mercantilismo basado en el

140

Antonio de San José, Compendio moral salmaticense, Madrid, España, Imprenta de Josef de Rada, 1808,

pp. 467-470. 141

J. H. Elliott, “La conquista española y las colonias de América”, en Historia de América Latina, 1 América

Latina colonial: La América precolombina y la conquista, Leslie Bethell, ed., Barcelona, España, Cambridge

University Press-Crítica, 1998.

55

consumo de nuevo productos alimenticios, en particular los provenientes de Oriente e India.

Las aventuras marítimas financiadas por las empresas para acrecentar los mercados

generarían nuevas rutas comerciales pero también develaría territorios nunca antes

explorados por los europeos, como la costa occidental de África y las islas del Atlántico. La

colonización de esas tierras las convertiría en proveedoras de riquezas naturales y también

de mano de obra explotable. La empresa ultramarina no sólo se beneficiaría con el

comercio, también se incrementarían las ganancias con la explotación de las colonias y, el

tráfico de esclavos, siendo la población africana de la costa occidental la que

mayoritariamente padeció esos embates. 142

Hacia finales del siglo XV, tanto españoles como portugueses habían ensanchado sus

límites territoriales, encabezaban el comercio ultramarino y capitalizaban la riqueza de sus

dominios extraeuropeos; los primeros habían conquistado las islas Canarias, Palma y

Tenerife, en tanto los segundos ya administraban las islas de Madeira, las Azores y Cabo

Verde. El crecimiento económico hacía de la corona castellana una potencia mercantil y,

multiplicó sus beneficios con el éxito de la empresa náutica comandada por Colón, cuyo

objetivo era buscar rutas alternativas para llegar a la India y Asía. Ante la complejidad y

concreción de la empresa tenía que persuadir a sus patrocinadores, los reyes católicos y, a

sus acompañantes de viaje, sobre la posibilidad de la obtención inmediata de riquezas.

En octubre de 1492, Colón llegó con su tripulación a una isla que estimó adyacente al

Japón. Cuando emprendió su regreso a la península ibérica, dejó a gran parte de su

tripulación en la isla que ya había bautizado como “la española” —hoy Haití y República

Dominicana— con la convicción de formar un establecimiento comercial que podría

organizarse bajo el sistema de la encomienda. El 3 de mayo de 1493, el Papa Alejandro VI,

promulgó la bula Inter caetera, la cual concedía a los reyes católicos la soberanía sobre

todas la tierras recién descubiertas y de las que se descubrieran en adelante y que no

estuvieran ocupadas previamente por un rey cristiano.143

Así, el papado les confirió el poder temporal para ejercer la autoridad sobre los paganos

con la condición de comprometerlos a evangelizar a los nativos. La corona castellana se

encargaría de que la empresa tuviera efectividad tanto para la obtención de las prometidas

142

Ibíd. p.130. 143

Ibíd. p.134.

56

riquezas como para ratificar su legitimidad de asentamiento. La organización del

establecimiento colonial en la Antillas se efectuó a través del repartimiento, sistema laboral

que no incluía la partición de la tierra sino una asignación pública de la mano de obra

nativa con carácter de obligatorio y decretaba responsabilidades concretas a quienes se les

otorgara la concesión: los indígenas tendrían que ser cuidados e instruidos bajo los

preceptos de la fe cristiana.144

A la par de esa bonanza, los reyes católicos promulgaron una nueva ley para sancionar a

los individuos acusados de haber caído en el pecado contra natura: la Pragmática de agosto

de 1497145

. Ahí se revelan las nuevas disposiciones legales para proscribir la sodomía.

Primero, anunciaban que por gracia divina a ellos les correspondía ser regidores del

gobierno y justicia de sus reinos; esta presunción no sólo ratificaba la tradición medieval

que atribuía, ser exclusiva competencia de monarcas, ejecutar y administrar las pautas

normativas de sus territorios con el argumento de representar a la potestad cristiana, sino

que también estaba ordenada legalmente desde que la bula papal de 1478 había concedido a

la corona de Castilla la facultad de designar autónomamente ―sin intervención papal—

tanto a los inquisidores como el ordenamiento interno del Tribunal del Santo Oficio de la

Inquisición.146

Esta peculiar forma organizativa confirió a la Inquisición castellana la

cualidad de funcionar ya sea en forma de tribunales eclesiásticos o, para desempeñarse, en

un sentido estricto, a modo de “órganos judiciales del gobierno y de la administración a

favor de la monarquía.”147

Por eso, en la Pragmática los reyes católicos ratificaban que les correspondía disponer

de nuevas órdenes: “porque las penas antes de agora estatuydas no son sufficientes para

estirpar et del todo castigar tan abomynable yerro: queriendo dar cuenta a Dios, et quanto

en nos sera refrenar tan maldicta macula et error por esta nuestra carta et disposición”.148

144

Ibíd. p.138. 145

Esta carta fue redactada por los reyes católicos en Medina del Campo, el 22 de agosto de 1497; fue

pregonada en dicha villa el 24 de agosto del mismo año. El texto íntegro se encuentra en:

Novísima recopilación de las leyes de España, 6 tomos, Madrid, España, 1805-1807, Tomo V, p.427-428. 146

Bajo el pontificado de Gregorio IX, en el Concilio de Tolosa de 1229, se organizó la Inquisición como un

Tribunal destinado a perseguir la herejía, en esta etapa el Tribunal dependía absolutamente de la Santa Sede,

Véase: Edmundo O’Gorman, “La inquisición en México,” en Historia de México, Tomo 6, trece tomos,

Salvat Mexicana, San Mateo Tecoloapan, Estado de México, México, 1978. p. 1252. 147

Ibíd. p.1254. 148

Novísima recopilación de las leyes de España, Tomo V, p.428.

57

Pero con sus atribuciones legales le confirieron al pecado contra natura no sólo la calidad

de crimen de herejía, es decir, por contravenir el dogma cristiano o a la autoridad

eclesiástica, sino además añadieron que su práctica también comprendía un crimen de Lesa

Majestad.

Ordenamos et establescemos et mandamos que qualquier persona de qualquier ley

estado condición o preeminencia o dignidad que sea, que despues que esta nuestra

carta fuere en nuestra corte publicada: cometiere el tal delicto seyendo en el

convencido por aquella manera de prueba que según derecho es bastante para provar

el delicto et crimen de eregia, o el crimen lese magestatis: que sea quemado en llamas

de fuego en lugar et por la justicia a quien pereteniecere el conocimiento e punicion de

tal delicto, Et que asimismo aya perdido et por esse mismo fecho et derecho et sin otra

declaración ninguna pierda todos sus bienes asi muebles como rayzes: los cuales desde

agora por esta nuestra ley e pragmatica confiscamos et aplicamos et avemos por

confiscados et aplicados a nuestra camara et fisco.149

El concepto de maiestas150

se refería al “Supremo”, es decir, Dios y, en este caso,

constituía la custodia de sus valores al personificarse en la figura de los reyes; desde ese

punto de vista, la sodomía no sólo atentaba al Dios cristiano y su mandato divino, sino que

además, dañaba la imagen del monarca que encarnaba y amparaba sus valores. Así, los

reyes católicos mantenían como forma de castigo la condena a muerte pero la reformaron

instituyendo que debía ser perpetrada en la hoguera pues no debía caber duda que se debía

exterminar toda huella del pecado nefando, llamado así porque tan abominable vicio no se

debía nombrar. Sin embargo, las reformas de los monarcas, ampliaron el marco legal, se

instituía la confiscación de los bienes del acusado en beneficio de la corona española y,

asimismo, se ampliaba la competencia de los órganos jurisdiccionales para tratar aquellos

delitos, tanto la justicia civil como la eclesiástica tenían las facultades de castigarlo:

E mandamos a los del nuestro consejo et oydores de la nuestra audiencia, et alcaldes

de la nuestra casa et corte et chancelleria: et a todos los corregidores, assistentes,

alcaldes, et otras justicias qualesquier de todas et qualesquier cibdades et villas et

lugares de nuestros reynos et señoríos, que con toda diligencia guarden et cumplan et

executen esta nuestra carta et pragmatica sanción.151

A pesar de que las “Partidas” de Alfonso X ya estipulaban las formas de investigar a los

indiciados, en la “Pragmática” se proporcionaban mayores facilidades acusatorias, si no se

podía constatar la ejecución del delito en pleno acto sexual, los testimonios que refirieran

149

Ibíd. 150

Clavero Bartolomé, op. cit.p.73. 151

Novísima recopilación de las leyes de España, Tomo V, p.428.

58

otras acciones que facilitaron su concreción podían ser prueba irrefutable para que los

pecadores fueren juzgados y también se privilegiaba la utilización del tormento para la

obtención del testimonio. Sin embargo, las modificaciones de la Prágmatica, tuvieron un

gesto de benevolencia al permitir que los descendientes o familiares de los ajusticiados no

se les heredara la infamia, como sí se verificaba legalmente a la parentela de los suicidas.

59

Capítulo III La homosexualidad entre los nahuas.

La homosexualidad en la Mesoamérica del postclásico.

Durante la exploración de las costas del territorio mesoamericano, los cronistas españoles

afirmaban tajantemente la existencia de prácticas homosexuales en los distintos pueblos

donde establecían contacto. Entre ellos destacaba el testimonio de Bernal Díaz del Castillo,

que aseguraba:

y además de esto eran todos los demás de ellos sométicos, en especial los que

vivían en las costas y tierra caliente; en tanta manera, que andaban vestidos en

hábito de mujeres muchachos a ganar en aquel diabólico y abominable oficio;

pues comer carne humana, así como nosotros traemos vaca de las carnicerías, y

tenían en todos los pueblos cárceles de madera gruesa hechas a manera de

casas, como jaulas, y en ellas se metían a engordar muchos indias e indios y

muchachos, y estando gordos los sacrificaban y comían; y además de esto las

guerras que se deban unas provincias y pueblos a otros; y los que cautivaban y

prendían los sacrificaban y comían; pues tener excesos carnales hijos con

madres y hermanos con hermanas y tíos con sobrinas, halláronse muchos que

tenían este vicio de esta torpedad. ”152

Según el cronista, la singularidad de algunos varones, no sólo radicaba en el uso de

vestimentas propias de las mujeres, sino que su conducta sexual estaba asociada a la

prostitución y la sodomía. Las mismas características se presentaban en la región

denominada Totonacapan, “hace calor”, la cual comprendía la zona central del actual

estado de Veracruz.153

Los señoríos de Cempoala y Cingapacinga convendrían colaborar

con los españoles, convirtiéndose en los primeros indígenas aliados, los totonacas

afianzaron la alianza, ofreciendo a Cortés ocho mujeres de la nobleza indígena, pero el

conquistador condicionaría el compromiso a cambio de:

[...] no tengan aquellos ídolos en que creen y adoran, que los traen engañados, y que

no les sacrifiquen más animas, y que como él vea aquellas cosas malísimas en el suelo

y que no sacrifican, que luego tendrán con nosotros muy más fija la hermandad, y que

aquellas mujeres que se volverán cristianas primero que las recibamos, y que también

debían de ser limpios de sodomías, porque tenían muchachos vestidos en hábitos de

mujeres que andaban a ganar en aquel maldito oficio.154

152

Díaz del Castillo, op. cit. p.579. 153

Su zona de influencia se extendía por la Costa del Golfo de México, desde el río Cazones, al norte, hasta el

río La Antigua, al sur. Su límite al occidente era Acaxochitlán, en el actual Estado de Hidalgo, así como

Zacatlán y Pahuatlán, en el contemporáneo Estado de Puebla. Véase: Emilia Hernández Velázquez, Cuando

los arrieros perdieron su camino. La conformación regional del Totonacapan. México, El Colegio de

Michoacán, 1995, p. 30. 154

Díaz del Castillo, op. cit. p. 87.

60

Por su parte, el fraile, Bartolomé de las Casas, precisó que en los espacios destinados al

culto religioso en Tezulutlan, provincia maya de la región denominada por los

evangelizadores Vera Paz, en Guatemala,

Tenían por grave pecado el de sodomía y comúnmente los padres lo aborrecían y

prohibían a los hijos, pero por causa de que (los hijos) fuesen instruidos en la religión,

mandábanles dormir en los templos, donde los mozos mayores en aquel vicio los

corrompían, y después salidos de allí mal acostumbrados, difícil era librallos de aquel

vicio.155

No obstante, él mismo observó que en su cultos religiosos se hacía reverencia a una

deidad a la que se atribuía la actividad sexual entre varones; según lo cual, en algún tiempo

habían existido leyes que prohibían la homosexualidad pero finalmente llegó corromperse

por la influencia del dios Cavil156

que al tomar la apariencia de un mancebo, los estimuló a

probar, tal y como él mismo lo había hecho con otra deidad. Por todo eso, no lo

consideraban grave, incluso Torquemada aseguraba que fue una costumbre generalizada,

Dar a los padres a sus hijos mancebos un niño, para que lo tuviesen por mujer y usasen

de él, como podían usar de ella; y aquí también nació la ley, de que si alguno otro

llegaba al muchacho, se lo mandaba a pagar, condenándolo en las penas que incurría

el que violaba el estado de el matrimonio conyugal.157

Según los cronistas, los mayas de Tezulutlan, permitían las prácticas homosexuales entre

jóvenes e infantes y, asimismo, los protegían con leyes equivalentes al matrimonio, lo que

suponía que llegaba a ser objeto de sanción, siempre y cuando, hubiese un agravio, es decir,

al momento de probarse una transgresión análoga a la del adulterio.158

Quizá, lo dicho por

155

Bartolomé de las Casas, Apologética Historia Sumaria, 2 vols., México, UNAM, 1967, Tomo II, p. 515. 156

“Se les apareció un indio llamado Cú, y en otra lengua Chin, y en otra Cavil, y Maran, que los indujo a que

cometiesen el pecado nefando, como él lo cometió con otro demonio, y de aquí vino que no lo tuvieron

algunos de ellos por pecado, diciendo que pues aquel dios o diablo lo cometía y lo persuadió que no debía ser

pecado.” Véase: De las Casas, op. cit. Tomo II, p.522. Torquemada, op. cit., Tomo IV, p. 124. Se puede

tratar de la deidad maya: K´awiil o dios K, pues uno de sus atributos era propiciar la sexualidad, así se le

representa en algunas vasijas mayas. Los pocos estudios sobre esa deidad sugieren semejanzas con el dios

nahua Tezcatlipoca, especialmente porque a ambos les faltaba una pierna, en el caso de K´awiil se sustituía

por una serpiente. Véase: Rogelio Valencia, “Tezcatlipoca y K’awiil, algo más que un parecido”, en Anales

del Museo de Museo de América, Vol. 14. Madrid, España, 2006. 157

Torquemada, op. cit., Tomo IV, p. 124. 158

El descubrimiento de la cueva en Naj Tunich, San Luis Petén, reveló imágenes rupestres asociadas a actos

sexuales, entre ellas se ha identificado la posible representación de una relación homosexual, entre un varón

adulto y uno joven. Andrea Stone, estima que la escena quizá muestra una actuación de un rito sexual pero

con el papel femenino actuado por un hombre. Así, el significado de la escena puede ser heterosexual para ser

vista por los espectadores como una obra de teatro pública. Véase: Andrea Stone, “Las pinturas y petroglifos

de Naj Tunich, Petén: Investigaciones recientes.” en, II Simposio de Investigaciones Arqueológicas en

Guatemala, 1988 (editado por J.P. Laporte, S. Villagrán, H. Escobedo, D. de González y J. Valdés), Museo

Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala, 1991, pp.187-201.

61

de Las Casas y Torquemada guardaba estrecha relación con algunos detalles que observó

Díaz de Castillo en los templos mayas de Cabo Catoche. Según su relato: “tenían muchos

ídolos de barro, unos como caras de demonios y otros como de mujeres, y otros de otras

malas figuras, de manera que al parecer estaban haciendo sodomías los unos indios con los

otros.159

Sin embargo, Diego Muñoz Camargo consideraba que la mayoría de las etnias

mesoamericanas “tenían por pecado de muy gran abominación la sodomía y, ansí, los que

eran morían y eran aborrecidos por ello y tenidos en poco; aunque en algunas provincias y

regiones, lo usaban, como entre los otomís, huastecas y gentes de Pánuco, y no entre la

gente mexicana y nahuales.”160

Con respecto a los habitantes de Cuextlan, “la tierra de

caracoles”161

, la mayoría de las fuentes coincidían en denunciar sus costumbres sexuales.

Por ejemplo, los informantes nahuas de Sahagún, apreciaban que en la región Huasteca,

parecían andar casi siempre tocados del vino, con poco juicio.162

Por su parte, Díaz del

Castillo, llegó a narrar sorprendido: “hallamos en la provincia del Pánuco, que se

159

Díaz del Castillo, op. cit. p. 6. 160

Diego Muñoz Camargo, Descripcion de la ciudad y provincia de Tlaxcala, San Luis Potosí, El Colegio de

San Luis, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 2000, p. 78. 161

Uno de sus gentilicios fue cuexteca. También se les llamaba tohueyome, para referirse a su sociedad y,

tohuenyo, si se refería a un individuo, estos vocablos han sido interpretados por Miguel León Portilla como

extranjero o forastero. También recibían el patronímico de panteca o panoteca porque vivían en la región del

río Pánuco. Véase: Sahagún, op. cit, pp. 967-968. 162

Ibíd.

Izquierda: Posible representación de una relación homosexual entre un

varón adulto y uno joven. Pintura rupestre en la cueva Naj Tunich, San

Luis Petén, Guatemala.

Abajo: K´awiil, también llamado Dios K, caracterizado por tener una

pierna de serpiente. Aparece seduciendo a una mujer. Detalle, Vaso

Maya, Kimbell Art Museum, Fort Worth.

62

embudaban por el sieso con unos cañutos, y se henchían los vientres de vino de lo que entre

ellos se hacía, como cuando entre nosotros se echa una medicina.”163

Patrick Johansson, afirma que en esos rituales se usaba el pulque u otras bebidas

embriagantes porque provocaban euforia y estados alterados de conciencia, lo que permitía

el contacto con lo sagrado164

; aunque a Díaz del Castillo le parecía insólito la utilización de

enemas, la particularidad del acto sugiere su condición ritual. Así, se explica la posible

relación, entre los ritos a favor de la fecundidad de la tierra y las piezas predominantes de

sus esculturas: varones que ostentan el pene, posiblemente ejecutando una masturbación

ritual o, figuras que hacían énfasis en los órganos sexuales para extender su significado en

los rituales que celebraban la fecundación y propiciaban la fertilidad agrícola. Quizá por

eso, el propio Sahagún se atrevió a afirmar que en Cuextlan no se tenían la lujuria como

pecado, es decir no tenían prohibición sobre cualquier práctica sexual.165

La homosexualidad en las sociedades nahuas.

Sobre la homosexualidad entre los nahuas, las fuentes mantienen posturas muy contrarias,

Torquemada aseguraba que en todos los grupos étnicos estaba prohibida y, era objeto de

pena de muerte, lo mismo ocurría a quién vestía hábitos pertenecientes al sexo opuesto.166

Para Mendieta, sus leyes distinguían claramente los roles que se asumían durante la

163

Díaz del Castillo, op. cit., p. 579. 164

Patrick Johansson, “Erotismo y sexualidad entre los huastecos”, en Arqueología Mexicana, Vol. XIV, No.

79, pp. 59-60. 165

Sahagún, op.cit. p. 504. 166

Torquemada, op.cit. Tomo IV, pp.103-108.

Abajo: Figura masculina huasteca en forma de pene,

posiblemente era utilizada para clavarse en la tierra

durante los rituales de fecundación agrícola.

Anthropology, American Museum Of Natural History.

Derecha: Representación de Titlacahuan, advocación de

Tezcatlipoca. La imagen remite al mito de la destrucción

de Tula, donde el dios se hace pasar por tohuenyo,

“forastero o huasteco.” Códice Florentino, detalle.

63

actividad sexual entre varones y ambos eran condenados a morir; afirmaba que las

autoridades estaban encargadas de indagar a los individuos que incurrían en esas prácticas,

los buscaba para interrogarlos y al final se ajusticiaban.167

Otros cronistas sugieren que las

normas sobre la homosexualidad no eran similares entre los distintos grupos nahuas, es el

caso de los tlaxcaltecas,

Tenían por grande abominación el pecado nefando, y los sodomitas eran abatidos y

tenidos en poco y por mujeres tratados; mas no los castigaban y les decían... Hombres

malditos y desventurados, hay (acaso) falta de mujeres en el mundo, y vosotros que

sois bardajas que tomáis el oficio de mujeres ¿no os fuera mejor ser hombres?

Finalmente, aunque no había castigo para los tales pecados contra natura, eran de

grande abominación y lo tenían por agüero y abusión.168

Aunque los tlaxcaltecas permitían la libre expresión de las personas relacionadas con la

homosexualidad y, no los castigaban con la muerte, también los repudiaban y eran

considerados perjudiciales quizá porque sus practicantes se concebían como portadores de

señales o pronósticos insospechados, no se sabía, si su presencia vaticinaba buenaventura o

fatalidad.169

En Texcoco, el trato jurídico a la homosexualidad estuvo institucionalizado de

distinta manera porque el tlahtoani Netzahualcoyotl, había sido muy observante en sus

normas: “fue hombre de gran gobierno y justiciero porque castigaba cualquier delito con

mucho rigor.”170

Durante el periodo que estuvo en el poder, adicionó a las legislaciones de

sus predecesores, “las ochenta ordenanzas”, que tuvieron exclusiva vigencia durante los

periodos correspondientes a su gobierno y, el de su hijo, Nezahualpiltzintli. Entre ellas se

167

Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, México, CONACULTA-Cien de México, 2002,

Tomo I, p.259. 168

Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlaxcala (libro 1, cap. 16); este es de los pocos testimonios qué, para

designar las prácticas homosexuales, además de recurrir a las categorías jurídico-religiosas ibéricas, se utilizó

el vocablo “bardaje”, palabra de origen persa cuyo significado era esclavo o prostituto masculino, los

españoles la tomaron del árabe para designar exclusivamente al sodomita pasivo o quien se dedicaba al

trabajo sexual. Véase: Alberto Cardín, Guerreros, chamanes y travestis, indicios de homosexualidad entre los

exóticos, Barcelona, Tusquets Editores, 1984, p. 147. A principios del siglo XX el vocablo fue utilizado por

los antropólogos y etnólogos para referirse a los varones relacionados con la homosexualidad en las distintas

etnias indígenas de Aridoamérica. Trexler, en su estudio sobre la homosexualidad en la Norteamérica de la

conquista, prefiere mantener la categoría colonial berdache quizá porque sea el vocablo que en la actualidad

utilizan aquellos varones para identificarse. Véase: Richard C. Trexler, Sex and Conquest: Gendered

Violence, Political Order, and the European Conquest of the Americas, E.U.A.Cornell University Press,

1999. 169

López Austin afirma que en Tlaxcala los varones acusados de homosexualidad les atribuían la calidad de

tetzauhtin, como a los adúlteros; eran temidos por ser generadores de fuerzas nocivas capaces de influir en la

salud de los demás, ya que irradiaban influencias perjudiciales producto de las transgresiones sexuales que

habían cometido. Alfredo López Austin, Cuerpo humano, Tomo 1, p. 347. 170

Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras Históricas, 2 vols, Toluca, UNAM-Instituto mexiquense de Cultura,

1997. Tomo I, p. 447.

64

estipulaba como los más graves delitos, la traición, el robo, el homicidio, la borrachera, el

adulterio y la homosexualidad,171

el pecado nefando se castigaba con muchísimo rigor, pues el agente, atado a un

palo lo cubrían todos los muchachos de la ciudad con ceniza, de suerte que

quedaba en ella sepultado, y al paciente, por el sexo le sacaban las entrañas, y

asimismo lo sepultaban en la ceniza, 172

En la cuenca lacustre de México, los pipiltin, los “nobles”, que fueron informantes del

fraile Bernardino de Sahagún y cuyo lugar de procedencia era Tepepulco al sureste del

actual Estado de Hidalgo, Tlatelolco y, la Ciudad de México-Tenochtitlan, revelaron que

los individuos relacionados con prácticas homosexuales eran llamados cuiloni,

Sodomita, Puto, Corrupción, pervertido, perro de mierda, excremento, mierducha,

infame, corrupto, vicioso, burlón, escarnecedor, provocador, repugnante, asqueroso.

Llena de excremento el olfato de la gente. Afeminado. Se hace pasar por mujer. Merece

ser quemado, merece ser abrasado, merece ser puesto en el fuego. Arde, es puesto en el

fuego. Habla como mujer, se hace pasar por mujer.173

Desde la óptica contemporánea, los adjetivos reservados al cuiloni, resultan negativos y

sobresale que el castigo a sus prácticas sexuales fuera análogo a los que aplicaba la justicia

católica: la muerte en la hoguera, sanción estipulada por la Pragmática de los reyes

católicos en 1497. Sin embargo, en el testimonio hay significaciones culturales que

permiten comprender las concepciones nahuas de los llamados cuilonime. Según las

interpretaciones de los misioneros religiosos, cuiloni denominaba al “somético paciente”174

o al “puto que padece”175

, más allá de la connotación jurídica-religiosa de la perspectiva

hispánica, el vocablo refería, exclusivamente, al varón que tomaba el rol pasivo en las

prácticas homosexuales.176

Lo anterior sugiere que el castigo mortal no competía al

“agente” por lo que posiblemente no era valorado como transgresor ya que el rol sexual que

171

Ibíd. p. 385. 172

Ibíd. Tomo II, p. 101. 173

Traducción del náhuatl en López Austin, op.cit., Tomo II, p. 265. Cuiloni: chimouhqui, cuitzol,

itlacauhqui, tlaelli, tlaelchichi, tlaelpul, tlacamicqui, teupolluhqui, ahuilli, camanalli, netopehualli, tecualani,

tetlaelti, tehuiqueuh,teyacapitztlaelti. Cihuaciuhqui. Mocihuanenequini, Tlatiloni, tlatlani, chichinoli,

cicihuatlatoa, mocihuanequi. 174

Sahagún, Historia General, p. 880. 175

Molina, op. cit. 176

Etimológicamente, Cuiloni tiene como palabra raíz, cui, dicha partícula se presenta en otros vocablos que

se relacionan, como cuitlatl, “abono o excremento” y el sustantivo cuilchilli, “el sieso o el salvonor”, es decir,

el ano.

65

tomaba no ponía en riesgo su identificación con lo masculino, es decir, ejercía el papel

sexual predominante, ratificando así, su poder como varón.

Esas diferenciaciones se presentan en algunas regiones indígenas del México

contemporáneo, es el caso de los raramuri, quienes llaman nawiki al varón que mantiene el

rol “pasivo” en las prácticas homosexuales; son integrados a la sociedad y apreciados

sexualmente por parte de otros varones e, incluso, llegan a establecer relaciones temporales

con ellos. Sin embargo, su compañero sexual no se considera nawiki ni mucho menos

homosexual, más bien, esas circunstancias le adjudican una superioridad entre sus pares, se

convierte en proveedor y tiene sus actividades en la vida pública, mientras que el nawiki, se

dedica a las tareas del hogar y las cuestiones privadas.177

Características similares se

presentan entre los zapotecos del Istmo de Tehuantepec, el varón asociado a la

homosexualidad se denomina muxe, palabra cuyo origen es la corrupción del vocablo

castellano: mujer. Se identifican como homosexuales, practican el travestismo y toman los

roles que dentro la reproducción social se consideran propios de las mujeres. Esto supone

que en su vida sexual, siempre toman el rol pasivo, mientras a sus compañeros se les

adjudica el rol activo y no son vistos como homosexuales.178

En comunidades indígenas y mestizas de Veracruz, y en algunas ciudades del centro y

sureste del país, el rol jugado en las prácticas homosexuales sirve para distinguir la

identidad de los participantes; el varón que se autodefine como “pasivo”, se afirma con una

identidad homosexual o transgénero y se le denomina generalmente “joto”, mientras su

compañero sexual, el “agente”, recibe el apelativo de mayate. Ese vocablo viene de la

corrupción de la palabra nahua mayatl, “escarabajo” pero designa específicamente a los del

género scarabaeoidea o escarabeoideos179

cuya sobrevivencia descansa en la materia fecal:

son coprófagos y hacen bolas con el estiércol para depositar sus huevecillos.180

Así, la

relación del escarabajo y los excrementos sirve de metáfora para referir el coito anal pero,

177

Véase: Juan Carlos Pérez Castro, "Los reneke o nawiki", en Cuicuilco, Homosexualidad, género y cultura

en México, Vol. 8, No.23, México, 2001, pp. 33–52. 178

Marinella Miano Borusso, “Entre lo local y lo global. Los "muxe" en el siglo XXI” Ponencia presentada en

200 años de Iberoamérica (1810-2010): Congreso Internacional: Actas del XIV Encuentro de

Lationoamericanistas Españoles, Santiago de Compostela, 15-18 de setiembre de 2010. 179

Morón, M.A. “Belleza, diversidad y rareza de escarabajos mexicanos”, en Revista Biodiversitas No. 26,

México, 1999, pp. 1-6. 180

Diccionario del Náhuatl en el español de México, Carlos Montemayor, (coord.), México, UNAM,

Gobierno del Distrito federal, 2007.

66

particularmente, a la posición que toma el “agente”, cuyo rol se supone permanente pues

aunque afirman no distinguir el sexo biológico de las personas con las que mantienen

encuentros sexuales, ellos mismos se identifican como heterosexuales.181

Esa ambivalencia

ha sido replanteada a manera de humor, por lo que un refrán popular versa: “Veracruz es la

tierra del aguacate, el que no es puto, es mayate.”

En el caso de los nahuas del postclásico, las capacidades mostradas por los varones

servían de referente para conferirles una identidad y un rol social; por ejemplo, el prototipo

masculino estaba simbolizado en el cuachic, “el varón fuerte” cuyas características eran ser

infranqueable como una muralla, valiente por ser membrudo pero especialmente se

valoraba por la furia y la fortaleza demostrada en el campo de batalla.182

Su figura se

contrastaba con la del varón afeminado: “apto más para huir que para seguir a los

enemigos; muy delicado, espantadizo y medroso, que en todo se muestra cobarde o

mujeril.”183

Así, es posible que los nahuas detectaran tempranamente las diferenciaciones e

identificaciones sociales de los varones, no en balde, un testimonio tardío afirmaba que

durante la infancia, los juegos del tlahtoani Moctezuma Xocoyotzin, estaban basados en la

guerra, formaba escuadrones y los hacía pelear, al más valiente le apremiaba el esfuerzo

otorgándole sustento alimenticio e insignias para que fuera reconocido pero, en caso

contrario,

Si veía que alguno de los muchachos era cobarde, y lloraba de algún golpe que le

daban peleando, lo mandaba a traer delante de sí, y vestirle una camisilla de mujer que

llamaban hueypili y traerle a la vergüenza delante de los otros muchachos y no le

admitía más en sus guerrillas porque decía que mostraría a huir y llorar a los otros.

Llamábanle quilontontli que quiere decir putillo. 184

Entonces, las capacidades y habilidades mostradas por los varones servían de referente

para concederles un lugar en las actividades sociales; en la cima de todos los oficios, estaba

la preparación guerrera, cuya estructura interna se jerarquizaba de acuerdo los grados

militares que alcanzaba cada individuo por su desempeño en el campo de batalla; sin

181

Guillermo Núñez Noriega, “Reconociendo los placeres, desconstruyendo las identidades. Antropología,

patriarcado y homoerotismos en México”, en Sexualidades Diversas: aproximaciones para su análisis.

Revista Desacatos, N. 6, Centro de Investigaciones y estudios superiores en antropología social, D.f. pp. 15-

34. 182

Sahagún, op.cit. p. 871. 183

Ibíd. 184

Juan Suárez de Peralta, Tratado del Descubrimiento de las Indias, México, CONACULTA/Cien de

México, 1990, p.110.

67

embargo, esas distinciones, también conducían a la oposición e irremediablemente

simbolizaban un imaginario sexual: el guerrero valiente, era el ideal que debían perseguir

los varones, entre más alto fuera su rango militar, tenía mayor reconocimiento social y se le

asociaba con la virilidad; en cambio, la cobardía del cuiloni185

lo situaba con relación a lo

femenino e incluso se creía que era proclive a la homosexualidad. Empero, esas

distinciones sólo tenían sentido en las actividades militares pues su ejercicio competía

exclusivamente a los varones en circunstancias determinadas por la política.

Cuilonimiquiztlan, remembranzas de una guerra perdida.

Durante el siglo XV e inicios del XVI, la triple alianza, la confederación encabezada por

los mexicas en alianza con los altepetl de Tlatelolco, Texcoco y Tlacopan, comandaban el

dominio político, militar y tributario de la mayor parte de Mesoamérica. Esa preeminencia

tenía límites territoriales bien establecidos, no en balde, habían sido derrotados

militarmente en los linderos de Coatzacoalco,186

entidad situada al sur del actual estado de

Veracruz, en los territorios dominados por la etnia popoluca187

; con tal descalabro, no sólo

perdieron el control de una importante zona rica en minerales sino que en las postrimeras

aquella derrota daría nombre a los fronteras de su potestad por lo que sus enemigos

llamaron al lugar: Cuilonimiquiztlan, “donde mataron a los putos”.188

185

La palabra cuiloni es el origen del vocablo castellano collón. Véase: Denise Hett Chauvet, “La importancia

del léxico indígena en la obra de Juan M. Lope Blanch, (una aportación etimológica)”, en Disquisiciones

sobre filología hispánica: in memoriam Juan M. Lope Blanch, Comp. Gloria Estela Báez, Elizabeth Luna

Traill, México, UNAM, 2004, pp.113-118. Cuiloni también es la denominación popular de algunos arbustos y

arbolillos leguminosos [Mimosa coelocarpa, M. guatemalensis y M. purpurescens] Véase: Diccionario del

Náhuatl en el español de México. 186

Coatzacoalco se mantuvo independiente de la Triple Alianza hasta la llegada de los españoles. Abarcaba la

cuenca del río Coatzaoalco, la de Tonalá Blasillo y parte de la cuenca del Papaloapan. Véase: Alfredo

Delgado Calderón, “La conformación de regiones en el Sotavento veracruzano: una aproximación histórica”

en El sotavento veracruzano. Procesos sociales y dinámicas territoriales. Coords. Eric Léonard y Emilia

Velázquez, México, CIESAS, Institut de Recherche pour le Développement, 2000, p. 28. 187

No se debe confundir a los popolaca de Puebla con los popoluca de Veracruz, éstos tienen relación

lingüística con los zoques y los mixes. Véase: France V.Scholes, Los chontales de Acalan-Tixchel, México,

UNAM, IIF/Centro de Estudios Mayas, CIESAS, 1996, p.83. 188

“Por aquella causa llaman hoy en día donde aquella guerra paso Cuylonemiquis que en su lengua quiere

decir donde mataron a los putos mexicanos”. Véase: Díaz del Castillo, op.cit. p.201. Como nombre de lugar

su estructura debe ser Cuilonimicca o Cuilonimiquiztlan, “lugar de los putos muertos” o “donde matan a los

putos” Véase: Cecilio A. Robelo, Nombres geográficos mexicanos del Estado de Veracruz: Estudio Crítico –

Etimológico, Cuernavaca, Morelos, L.G. Miranda, 1902, pp. 58-59. En la actualidad, dicho territorio recibe el

nombre de Cuilonia del Progreso y pertenece al Municipio de Soteapan, Veracruz.

68

Entonces, aquel que se doblegara a la violencia militar sería considerado cobarde,

equiparado a una mujer y tachado de puto.189

De ahí, que el vocablo cuiloni simbolizara

una de las mayores afrentas evocadas en la Mesoamérica del postclásico, su uso en el

contexto militar, era injurioso, “el mayor baldón que uno podía hacer a otro.”190

Por eso, no

es de sorprender que tuviera eco durante la guerra de conquista; por ejemplo, cuando

acaeció el cautiverio de Moctezuma Xocoyotzin, los mexicas sitiaron gran parte de la

ciudad y dejaron sin provisiones a los invasores; su objetivo, era llegar al Tecpan, la

residencia del gobierno del tlahtoani para ahí liberarlo. No obstante, en los patios del

Templo Mayor, donde se honraba a su dios tutelar, Huitzilopochtli, el bando español y sus

aliados indígenas ya habían afianzado una guarnición, entre ellos estaba un guerrero

tlaxcalteca que al ser percibido por sus enemigos mexicas, fue amenazado:

¡Ah, perro, que tu y los tuyos y esos perros de cristianos moriréis hoy, porque ya que

nosotros os dexáremos, que no dexaremos, moriréis de hambre y de sed. Entonces el

taxcalteca, les respondió con ánimo español: ¡Andá, bellacos, cuilones (que quiere

decir putos), traidores, amujerados y fementidos, que no hacéis cosa buena sino en

gavilla, e porque sepáis que nos sobra pan, tomad allá esa tortilla que me sobró de mi

ración!191

189

En España se denominaba puto, al hombre que cometía el pecado nefando. Véase: Diccionario de

Autoridades. El diccionario ejemplificaba el uso del vocablo a través de un pasaje de la “Vida del Buscón

Don Pablos”, donde el delito de un personaje, el recluso llamado “el Jayán”, era de orden sexual; entre los

presos le dirigen bromas que le recuerdan el destino que la justicia le deparaba: ser quemado. Sin embargo, es

temido pues los otros pesos creían que tenía las intenciones de mantener un encuentro sexual con ellos:

“Había en el calabozo un mozo […] Decía que estaba (preso) por cosas de aire, y así, sospechaba yo si era por

algunos fuelles, chirimías o abanicos, y decíale si era por algo de esto. Respondía que no, que eran cosas de

atrás. Yo pensé que pecados viejos quería decir, y averigüé que por puto. Cuando el alcaide le reñía por

alguna travesura, le llamaba botiller del verdugo y depositario general de culpas. Otras veces le amenazaba

diciendo: ¿Qué te arriesgas, pobrete, con el que ha de hacer humo? Dios es Dios, que te vendimie de camino.

Había confesado este, y era tan maldito que traíamos todos con carlancas, como mastines las traseras, y no

había quien se osase ventosear, de miedo de acordarle dónde tenía las asentaderas.” Véase: Francisco de

Quevedo, Vida del Buscón Don Pablos, México, Porrúa, 1982, p.149. 190

“Algunos dicen que en México morían los que cometían el pecado nefando [...] era cosa afrentosa llamar a

alguno cuylumputl, es decir sodomita pasivo; esto ocasionaba un desafío que estaba permitido en el cual se

combatía con espada y broquel.” Herrera y Tordesillas citado por Herbert Spencer, Los antiguos mexicanos,

México, Trad. Daniel y Genaro García, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1896, pp. 124-125.

En la Relación de Texcoco, atribuida a Juan Bautista de Pomar pero cuya versión final fue copiada por

Fernando de Alva Ixtlixochitl, se asevera: “Los que cometían el pecado nefando eran sin remisión muertos y

era tan abominado entre ellos este delito, que la mayor afrenta y baldón que uno podía hacer a otro era

llamállo cuilón, que quiere decir puto en nuestra lengua”. Véase: René Acuña, (Ed.), Relaciones geográficas

del siglo XVI: México, Tomo Tercero, Volumen 8, México, UNAM, 1986, p.77. 191

Francisco Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España, (Libro IV, Cap. CIX) Edición digital

Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cronica-de-la-nueva-

espana--0/html/

69

Las mismas injurias se presentaban entre los miembros de un mismo bando. Los

macehualtin llegaron a cuestionar severamente a su tlahtoani porque no respondía

enérgicamente a la invasión. Cortés se sentía amenazado por la férrea defensa de los

mexicas, pidió a Doña Marina, Malitzin, que exigiera a Moctezuma Xocoyotzin, el sosiego

del pueblo; el tlahtoani no tuvo otro remedio que dirigirles un discurso que pretendía hacer

creer que los invasores europeos eran sus huéspedes y así persuadirlos en cesar la lucha. La

respuesta fue lapidaria, entre la gritería se escuchó: “Calla, bellaco, cuilón, afeminado,

nascido para texer y hilar y no para Rey e seguir la guerra; esos perros cristianos que tú

tanto amas te tienen preso como a mascegual, y eres una gallina; no es posible sino que

ésos se echan contigo y te tienen por su manceba.”192

Después de la afrenta, los macehualtin le lanzaron piedras y flechas; el tlahtoani

moriría, no se sabe si a consecuencia de esas heridas o a manos de sus raptores. Sin

embargo, los mexicas se defenderían hasta conseguir, momentáneamente, la expulsión de

los conquistadores; sobre los puentes de la calzada de México-Tacuba, durante la

persecución nocturna, Bernal Díaz del Castillo recordaría que los mexicas lanzaban

palabras vituperiosas a los soldados españoles: ¡Oh, cuilones y aún vivos quedáis!193

Ya

consumada la conquista, el pueblo belicoso quedaría en desasosiego, así lo reseñan los

cantos nahuas transcritos alrededor de 1523, el lamento era general, con lágrimas en los

ojos, los mexicas se veían a sí mismos como mujeres.194

Así, queda de manifiesto que para los nahuas, todas las actividades de la reproducción

social estaban condicionadas por sus concepciones cosmogónicas, creían que todo lo que

ocurría en el espacio y el tiempo, estaba determinado por las influencias que desplegaba el

principio masculino y femenino; si bien, las fuerzas de la dualidad se complementaban para

crear, en otras circunstancias, el predominio, sólo correspondía a uno de los principios. Es

por eso, que cada individuo ocupaba oficios de acuerdo al principio de la dualidad que

influenciaba su tarea; había actividades exclusivas para los varones como la guerra y la

política, cuando ahí se presentaban simbolizaciones relacionadas con lo femenino y la

sexualidad, se entendían como formas de provocación e insulto. Los guerreros utilizaban

192

Ibíd. (Libro IV, Cap. CXII). 193

Díaz del Castillo, op.cit. p. 256. 194

Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos, Relaciones Indígenas de la Conquista, México, UNAM,

1992, p. 165.

70

los atributos de lo femenino como injurias pero al mismo tiempo les servía para subrayar su

envergadura, asociándolos con la virilidad y la fuerza.

Cuiloni: “Arde, es puesto en el fuego. Habla como mujer, se hace pasar por mujer,” Códice florentino.

En cambio, había individuos que se creía influidos por el principio femenino cuya

revelación se hacía patente cuando no cubrían las exigencias de los oficios varoniles; su

conducta era comparable a las mujeres por lo que se identificaban por el uso de sus

vestimentas y la apropiación de sus formas de hablar e, incluso se les confería una rol

sexual semejante, eran los “pacientes” durante el coito con varones. Quizá por eso, la

mayoría de testimonios españoles afirmaban que los llamados cuilonime se dedicaban a

oficios sexuales y llegaron a identificarlos como bardajes, es decir, los asociaban a la

prostitución con varones. Sin embargo, es posible que para los nahuas, aquellas

características sexuales también tuvieran connotaciones rituales y religiosas; no en balde,

en Tlaxcala, los cuilonime, participaban en las celebraciones rituales de la veintena

quecholli y, junto a las ahuanime honraban el influjo de la diosa Xochiquetzal: “salían en

esta fiesta, asimismo, los hombres afeminados y mujeriles en hábito y traje de mujer. Era

esta gente muy abatida y tenida en poco y menospreciada, y no trataban éstos sino con las

mujeres y hacían oficios de mujeres y se labraban y rayaban las carnes.”195

En Tlaxcala, el reconocimiento de los cuilonime era excepcional, cotidianamente eran

menospreciados pero su integración social sólo era posible en el espacio y el tiempo ritual,

particularmente, cuando se honraba al principio femenino del cosmos, en este caso, a la

diosa Xochiquetzal, responsable del deseo y el placer sexual porque su atributo era

propiciar la fertilidad agrícola y humana. Aunque los mexicas compartían las mismas

creencias con los tlaxcaltecas, las fuentes son muy determinantes al afirmar el castigo

mortal a los cuilonime. Queda la posibilidad que se llegara a tales extremos, siempre y

195

Torquemada, op.cit. Tomo III, pp. 425-427.

71

cuando, la homosexualidad se hiciera manifiesta en circunstancias precisas,

particularmente, en los periodos que se exigía templanza sexual pero, mayoritariamente,

cuando su manifestación incidía en la vida social, al trascender el ámbito privado o al

mostrarse públicamente, no es fortuito que los informantes de Sahagún, acusaran al cuiloni

de “burlón, escarnecedor y provocador”.

Es por eso que también le confirieron, adjetivos que comúnmente se utilizaban para

designar a la transgresión sexual: la hediondez, la suciedad y lo excrementicio; recuérdese

que los transgresores eran llamados tlazolchuihqui, “el que comete impurezas” y, las

deidades les castigaban a través de enfermedades que se nombraban con relación a la

basura, como la llamada tlazolli. La vía para dar remedio a la dolencia y enmendarse

socialmente estaba determinada por rituales de purificación, como los denominados

“sacrificios de suciedad o mierda”. También había otras alternativas, como las consultas

que se hacían a los encargados de la terapéutica medicinal, quienes practicaban la lectura

del maíz para identificar el origen de alguna dolencia; frente al consultante, la terapeuta

lanzaba veinte granos de maíz: si uno caía sobre otro, decía que su malestar le había venido

por prácticas homosexuales y, conociéndose el origen, se volvía a lanzar los granos, esa

vez, con el fin de presagiar el remedio.196

En suma, el comportamiento del cuiloni definía su identidad socialmente: su

incumplimiento a las exigencias del ímpetu varonil, servía de argumento para asociarlos

con lo femenino, eran semejantes a las mujeres, desde el rol que tomaban en sus prácticas

sexuales, hasta los distintivos que expresaban su singularidad. Su comportamiento sexual

considerado transgresor era castigado con la pena de muerte, particularmente cuando

llegaba a ser escandaloso; sin embargo, las fuentes también refieren que se expresaban

196

Códice Magliabecciano, Lam. 77v.

Lectura de los granos de

maíz, podía presagiar si

alguna enfermedad fue

ocasionada por mantener

prácticas homosexuales.

Códice Magliabechi, detalle,

lám. 78r.

72

libremente en algunos espacios sociales, por lo que queda preguntar: ¿a qué se debía esa

ambivalencia?

Los pueblos mesoamericanos compartían creencias religiosas basadas en la concepción

de una deidad dual que reunía el principio femenino y masculino del cosmos: Ometeotl,

cuya complementariedad creaba el universo y determinaba lo que ahí sucedía. Así, había

diversidad de filiaciones étnicas a la concepción cosmogónica de la dualidad, al menos así

lo sugieren las asociaciones que tenían los pueblos mesoamericanos con sus deidades; por

ejemplo, los mexicas, se consideraban hijos del sol y, su deidad regente era Huitzilopchtli,

dios de la guerra; se atribuían la fuerza guerrera frente a otros grupos como los otomíes o

los huastecos, que en contraste, tenían mayor preponderancia en la producción agrícola y

rendían culto a su diosa tutelar, la madre tierra. Por tanto, los mexicas se asociaban al

principio masculino del cosmos: “perseguían la gloria militar y tenían un sentido

marcadamente guerrero y moderado de la vida”197

, en cambio, los otomíes y los huastecos,

se identificaban con el principio femenino e, incluso, tenían la reputación de mantener una

activa vida sexual.

Así, es posible que la proscripción a la homosexualidad por parte de los mexicas, fuera

en gran medida ejercida desde las instituciones que administraban los pipiltin, pues su

potestad estaba determinada por la demostración pública de su recto comportamiento en

materia sexual, ya fuere entre los gobernantes y el ámbito político o, al interior de la clase

sacerdotal y el entorno religioso. Lo mismo se exigía a los estratos subordinados por ellos,

en algunos actos protocolarios el tlahtoani, persuadía a los guerreros a ser disciplinados y

les cuestionaba su comportamiento: anca ie ueli in iz tinexoxopeuililo, anca ie uel in

teuhtli, tlazolli ic timilacatzotiaz, “¿no será posible por ventura apartaros de las borracherías

y las carnalidades en que estáis envueltos?”198

; sin embargo, toleraban las relaciones libres

que establecían con las ahuianime bajo la condición que fueran discretos en sus encuentros.

No obstante, la sociedad mexica era mucho más compleja, los macehualtin tenían una

organización social, el calpulli, que guardaba cierta autonomía pues sus preceptos

197

Alfredo López Austin, “La sexualidad en la tradición mesoamericana” en Arqueología Mexicana, volumen

XVIII, Núm. 104, México, 2010, p.29. 198

Enrique Dávalos, Templanza y carnalidad en el México prehispánico: creencias y costumbres sexuales en

la obra de los frailes historiadores, Tesis de Maestría en Historia, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras,

1998.

73

religiosos obedecían exclusivamente al culto de sus deidades tutelares, el calputeteto, las

cuales podían ser muy distintas a las que veneraban los pipiltin. Otros sectores de la

población, estaban conformados por los grupos étnicos que habían sido conquistados, sus

cultos eran respetados e integrados a las festividades oficiales, incluso, en la ciudad de

México Tenochtitlan se estableció el Coacalco, el templo dedicado a las deidades de los

pueblos que vencían.199

Quizá por eso, fuera de las circunstancias que llevaban a la proscripción de los

cuilonime, en otros espacios sociales, como el tianguis, eran vistos sin oprobio y

reconocidos por los artilugios que distinguían su singularidad; al menos así lo

testimoniaron los pochteca, “los comerciantes”, que también fueron informantes de

Bernardino de Sahagún.200

En un apartado donde reseñaban las distintas mercancías que se

comerciaban en la ciudad mexica, evocaron al tzicli, “el chicle”, cuyo uso no sólo era

reservado para el aseo bucal, si no que su empleo revestía de connotaciones sexuales,

especialmente si se mascaba en público:

Y por la mayor parte suélenla mascar las muchachas y las mozas que ya son adultas, y

las que ya son mujeres; pero no la cascan todas en público, sino las solteras o las

doncellas, porque las casadas y viudas, puesto caso que la masquen, pero no lo hacen

en público, sino en sus casas. Y las que son públicas mujeres, sin vergüenza alguna

ándala mascando en todas partes: en las calles, en el tiánguiz, sonando las dentelladas

como castanetas. Las otras mujeres que no son públicas, si lo mesmo hacen, no dexan

de ser notadas de malas y ruines mujeres por aquello. E la causa porque las mujeres

mascan el tzictli es para echar la reuma, y también porque no les hieda la boca, o

porque el mal hedor de su boca que ya tienen no se sienta, y por aquello sean

desechadas. Los hombres también mascan el tzictli es para echar también reuma y

para limpiar los dientes; empero, hácenlo en secreto. Y los que son notados de vicio

nefando, sin vergüenza la mascan, y tiénenlo por costumbre andarla mascando en

público; y los demás hombres, si lo mismo hacen, nótanlos de sodométicos. 201

199

“Lugar de la Casa de la Reunión”, ahí estaban los dioses de los pueblos que habían alcanzado,

que habían conquistado los mexicanos. Véase: Alfredo López Austin, “El templo mayor de México-

Tenochtitlan según los informantes indígenas.” En, Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 5, 1965. 200

Los pochteca, tenían ritos exclusivos para su grupo, no sólo se encargaban del intercambio de mercancías

con las otras etnias de Mesoamérica, tenían la función de colaborar con los pipiltin confiándoles información

sobre los territorios que visitaban para verificar si se mantenían fieles a los mexicas o para considerarlos como

candidatos de futuras conquistas. Vivían una relativa autonomía, incluso llegaban a tener insignias similares a

las de los pipiltin pero jamás se les podía comparar con la magnanimidad del estrato dominante. Véase:

Miguel León-portilla, Obras, p. 138. 201

Sahagún, op. cit., p.915.

74

Cuecuechcuicatl, canto travieso o elogio a la sexualidad.

Los individuos relacionados con las prácticas homosexuales, además de distinguirse a

través de vestimentas o códigos, fueron representados en una de las expresiones culturales

más prolíficas de los nahuas, los cuicatl, “los cantos”. Se tiene registro de unos cuantos de

ellos en el manuscrito conocido como “Cantares mexicanos”, cuya elaboración data de la

segunda mitad del siglo XVI, por parte de los jóvenes indígenas y mestizos que estudiaban

en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Uno de sus traductores fue el nahuatlato,

Ángel María Garibay, en cuyo estudio identificó que uno de esos cantos evocaba a la

homosexualidad:

Otro tanto diré de un poema mutilado, al parecer que cierra la primera recopilación, o

sea el que se halla en f. 79 r. lín. 1 ss. No carente de belleza, muestra los afectos de un

amor, que se ha convenido en llamar "amor griego", pero cuyas innaturales

manifestaciones son de todo tiempo y lugar. No daré tampoco la versión. Como éstos,

hay otros indicios que no bastan a fundar un juicio. Y como no tenemos mayor

conocimiento de la materia erótica, preferimos callar sobre ella.202

Las circunstancias que registra el canto identificado por Garibay no son comprensibles a

la distancia y, aunque no se conservó el título, son notorias las alusiones a la

homosexualidad pues sugieren la estrecha relación entre dos varones, especialmente en la

manifestación de sus afectos:

Un hombre de Calpan,

un sacerdote, ha venido,

vienen a ponerse en nuestros cercados,

Teyeyectzinm Aytzin,

Texochitzin y Texochimecatzin.

No vengo,

luego me dice aquí mi sobrino Nenequizticatzintli.

Sobrino mío, en nada digno de verse.

Sobrino mío, como quiera que sea,

aquí en nuestros cercados

tuesto para ti la gustosa semilla de capulín, […]

Sacerdote ¿qué es lo que decimos?

Se llaman en secreto

aquellos que en vano vienen

o llegan.

202

Garibay, op.cit. p.228. Bierhorst apoya la sugerencia y advierte que también hay cantos cuyo contenido

evoca a la homosexualidad femenina es el caso del cococuicatl, que el traduce como “Dove song” canto 85, f.

75-76v Véase: John Bierhorst, Cantares mexicanos: Songs of the Aztecs, EUA, Stanford University Press,

1985.

75

Confunden sus suaves palabras.

En verdad son nuestros caprichosos,

son nuestros molestos amigos.

Mi hermano menor, tú estás enojado,

tú estás irritado,

tú estás preocupado.

¿Acaso para siempre en la tierra, Xolotzin?

Mi señor, ven,

¿acaso estás triste?

Que no se duela tu garanta.

Así lo quiso el dueño de la tierra.

Dador de la vida, Dios.

ríete mucho, búrlate porque en la Xochitlalpan,

aquí todos nos vamos,

todo se acaba.

Ayer en la noche

me embriagué,

de nuevo me embriague, Xolotzin.

¿Acaso todavía tu corazón lo sabe?

Toma mi mano,

vayamos a nuestra casa,

está él embriagado, lo está

vamos, está él embriagado.203

El cuicatl, inicia con la llegada de varios varones entre los que se encuentra un sacerdote

de Calpan,204

posiblemente visitan a otros dos: Nenequizticatzintli y Xolotzin.

Posteriormente, se evoca un altercado o, una situación incómoda, ocurrida la noche anterior

a causa del comportamiento del sacerdote; por eso, se dirige a su sobrino

Nenequizticatzintli205

al cual califica como persona no digna de verse, sin embargo, le ofrece

capulín tostado, quizá como señal de reconciliación y prueba de amistad. Posteriormente

habla cariñosamente con Xolotzin y le solicita que cese su enojo. La sugerencia de Garibay

es probable, el canto evocaba una relación afectiva que se vio afectada por el

comportamiento del sacerdote, por eso, se justificaba argumentando que el motivo de su

203

Cantares mexicanos, Edición de Miguel León- Portilla, México, UNAM, IIB, IIF, IIH, Fideicomiso

Teixidor, 2011, Vol. II, Tomo 2. pp. 1133-1135. 204

Se localiza en la parte centro oeste del estado de Puebla. El glifo que representa su fundación, se origina de

las voces nahuas calli, “casa” y pan, “en o sobre”; que significa “en donde hay muchas. casas”. El poblado

mantuvo una relación cercana con los altepetl de Huexotzinco, y Acapetlahuacan, rivales de la triple alianza.

Véase: Enciclopedia de los municipios de México, http://www.e-local.gob.mx/work/templates/

enciclo/puebla/Mpios/21026a.htm 205

El nombre de este personaje es sugerente pues está compuesto por las palabras raíz: Nenequiz. “siempre ha

deseado, siempre deseable, (constantemente deseable).” Quizticah, verbo indefinido: “estar en blanco o estar

perfecto.” Y tzintli que se refiere al ano o los glúteos. Véase: Wimmer, op. cit. y Molina, op. cit.

76

falta de cordura fue la embriaguez y le pide a Xolotzin que le disculpe, que se tomen de la

mano para ir a la casa de ambos. También es posible que el altercado entre ellos fuera

ocasionado por los celos pues el sacerdote señala: “los que llaman en secreto, confunden

por sus palabras suaves.”

Sin embargo, en el manuscrito “Cantares mexicanos” se transcribieron otros cantos

cuyas metáforas eróticas son mucho más explícitas. No en balde, el fraile Diego Durán

distinguía que entre las distintas modalidades, de cuicatl había un género que era el

vehículo idóneo para celebrar “la vida alegre”, la sexualidad:

También había otro baile tan agudillo y deshonesto que casi tira al baile de esta

zarabanda que nuestros naturales usan con tantos meneos y visages y deshonestas

monerías que fácilmente se verá ser baile de mujeres deshonestas y de hombres

livianos llamaban le cuecuecheuycatl que quiere decir baile cosquilloso o de comezón.

En algunos pueblos le he visto bailar lo cual permiten los religiosos por recrearse ello

no es muy acertado por ser tan deshonesto. En el cual se introducen indios vestidos

como mujeres.206

Los cuecuechcuícatl, “los cantos traviesos”, consistían en danzas que representaban

contorciones lúbricas y escenificaciones del acto sexual, mientras sus versos, entonados a

manera de canto, intercalaban juegos lingüísticos con un amplio sentido metafórico,

especialmente, con relación a los órganos sexuales para que en su integridad se elogiara a

“la vida alegre”, la sexualidad.207

Quizá por esas características Durán prefirió llamarlos

“baile cosquilloso o de comezón” cuya finalidad pudo comprender las festividades que

honraban al principio femenino del cosmos, especialmente, el arribo de su influencia en la

sexualidad humana; no es fortuito que también afirmara que era común la participación de

las mujeres “deshonestas” y, de indios vestidos de mujeres, tal y como sucedía durante la

veintena dedicada a la diosa Xochiquetzal.

Entre los cuecuechcuicatl que se conservan en el manuscrito “Cantares mexicanos”,

estaba el chalcacihuacuicatl, “canto de las mujeres de Chalco”,208

aunque algunos

206

Duran, op.cit. Tomo II, p. 199. 207

Patrick Johansson,”Cuecuechcuicatl: canto travieso de los aztecas”, en Estudios de Cultura Náhuatl, núm.

21, México, UNAM, 1991, pp. 82-96. 208

En el posclásico el territorio situado al sureste del Valle de México, lo que actualmente conocemos como

Chalco, estaba formado por una confederación denominada Chalcayotl, es decir, el conjunto de señoríos

chalcas, constituido por al menos once altepetl con su propio tlahtoani. Estos se organizaban en tres o cuatro

cabeceras principales, Tlalmanalco (o Tlacochcalco), que incluía Opochhuacan, Itzcahuacan y Acxotlan,

también conocido como Chalco Atenco; Amaquemecan que reunía Itztlacozauhcan, Tlailotlacan,

TzacualtitlanTenanco, AtlauhtlanTenanco, PochtlanTecuanipan, HuixtocoTecuanipan y Panohuayan;

77

estudiosos consideran que pertenece al género llamado cihuacuicatl, “cantos de mujeres”,

su temática, el juego de palabras que evocaba, las coreografías y las probables

indumentarias que se utilizaban para su representación lo emparentan más con los descritos

por Durán como “cantos traviesos”.

Varones que danzan durante una celebración ritual, portan vestimentas y símbolos asociados a las deidades

femeninas y las mujeres. Códice Borgia, detalle lám, 39.

El historiador Chimalpahin, advertía que el chalcacihuacuicatl fue compuesto por un

noble chalca de Tlailotlacan, que tenía por nombre Quiyauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli, y

era reconocido como huey cuicapiquini, “gran compositor de cantos”. Según, la traducción

que hizo Rafael Tena a la obra de Chimalpahin, la composición estaba dedicada

originalmente a Ayocuantzin Chichimecateuctli209

, gobernante chalca de Iztlacozauhcan

Totolimpan; en cambio, Josefina García Quintana, aprecia que éste fue quién lo hizo

famoso, es decir pudo haber sido su cuicani, “el cantor” que le dio celebridad. A pesar que

las dos interpretaciones disienten, ambas constatan que pertenecía a la tradición del

chalcayotl y, por tanto, el conservado en el manuscrito “Cantares mexicanos” no fue una

Chimalhuacan, que consistía en Tepetlixpan y Xochimilco, y finalmente Tenanco-Tepopollan. Véase:

Domingo Chimalpáhin, Las ocho relaciones y el memorial de Colhuacan, Tomo II, Rafael Tena (Ed. y Tr.)

México, Cien de México, CONACULTA, 2002. Domingo Francisco de San Antón, Muñón (Chimalpáhin

Cuauhtlehuanitzin), Séptima Relación de las diferentes Histoires Originales, (Ed., y Tr.) Josefina García

Quintana, México, UNAM, 2003. 209

Su muerte y la de otros principales de los altepetl de la confederación chalca en el año 1465, fue resultado

de la guerra sostenida con los mexicas. Ibíd. p.129.

78

composición original, sino una versión corregida y aumentada por los nobles chalcas para

dedicarla al tlahtoani mexica Axayacatl, que al escucharlo en voz de sus tributarios pidió

que se lo concedieran como propio.210

Garibay, llegó a proponer que su estructura interpretativa se asimilaba a actos teatrales,

por lo que cada una de las estrofas representaba a mujeres muy diferenciadas; sin embargo,

la traducción de testimonios como el de Chimalpahin, revela que este canto no se

interpretaba por medio de personajes, al contrario, era ejecutado por una sola persona. No

obstante, la indicación de Garibay resulta medular ya que en el canto se advierte la

participación de diversas mujeres las cuales se distinguen por su pertenencia a una

generación: juventud, madurez, vejez; lo que sugiere que el cuicani, es decir, el intérprete

del canto, debía ser un virtuoso para representarlas, tanto en la ejecución dancística como

para variar sus entonaciones vocales. La traducción del canto que analizaré a continuación

se debe a Miguel León Portilla, para lo cual, separaré cada una de las estrofas de acuerdo a

las diferencias generacionales que las voces sugieren:

Levantaos, vosotras, hermanitas mías,

vayamos, vayamos, buscaremos flores, vayamos, vayamos, cortaremos flores.

Aquí se extienden, aquí se extienden las flores del agua y el fuego, las flores del escudo,

las que se antojan a los hombres, las que son prestigio: flores de guerra.211

El canto aglutina en una sola voz a las distintas mujeres chalcas; se motivan mutuamente

para ir en búsqueda de flores, los brotes de la naturaleza que al diferenciarse por sus

características, recreaban el universo antagónico: las flores de agua y de fuego, que

contrapuestas significaban en lengua náhuatl, la acción guerrera, la profesión que en la

sociedad tenía un carácter estrictamente varonil. Sin embargo, esta atribución no permanece

estática, fluye hacia otros sentidos, integrando en esa explosión simbólica a las mujeres, ya

que las flores también representaban su corporalidad y su capacidad para hacer detonar el

deseo sexual de los varones.

Son flores hermosas, ¡con las flores que están sobre mí, yo me adorno,

son mis flores, soy una de Chalco, soy mujer!

210

Según Chimalpahin, en el año 1446, los mexicas comandados por el tlahtoani Huehue Motecuzoma

Ilhuicaminatzin, declararon la guerra a los chalcas por haberse negado a colaborar con piedras para la

edificación del Templo mayor. En 1456, las hostilidades se acrecentaron con la conquista mexica de

Panohuayan, cabecera chalca. En 1465 los chalcas serían derrotados por la triple alianza. Respecto a la

importancia de esa guerra, León Portilla ha traducido un canto incluido en manuscrito “Cantares mexicanos”

denominado “En la guerra con Chalco”. Véase: León-Portilla, Cantos y crónicas, pp. 152-153. 211

Ibíd. pp. 201.

79

Deseo y deseo las flores, deseo y deseo los cantos,

estoy con anhelo, aquí en el lugar donde hilamos, en el sitio donde se va nuestra vida.

Yo entono su canto, al señor, pequeño Axayacatl, o entretejo con flores, con ellas lo circundo.

Como una pintura es el hermoso canto, como flores olorosas que dan alegría,

mi corazón las estima en la tierra.212

La segunda estrofa representa la individualidad de una mujer que no se embelesa con las

flores porque provocan el deseo sexual, al contrario, ella misma se concibe como sujeto

deseante, disfruta del placer que dan los cantos y las flores; asimismo, acentúa el lugar de

su enunciación, su identidad como mujer relacionada con el espacio que socialmente le

correspondía: el hogar, donde ella hila, es decir, el sitio predestinado para vivir y esperar la

muerte, el oficio la cultura nahua concedía a las mujeres. Así, ella rodea de flores el cuerpo

del tlahtoani, hilvanándole su apetencia como el tejido de una manta.

¿Qué significa todo esto?

Así estimo tu palabra, compañero en el lecho, tú, pequeño Axayacatl.

Con flores lo entretejo, con flores lo circundo, lo que nos une levanto, lo hago despertarse.

Así daré placer a mi compañero en el lecho, a ti, pequeño Axayacatl.

Se alegra, se alegra, hace giros, es como niebla.

Acompañante, acompañante pequeño, tú, señor Axayacatl.

Si en verdad eres hombre, aquí tienes donde afanarte,

¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza?

Haz que se yerga lo que me hace mujer, consigue luego que mucho de veras se encienda.

Ven a unirte, ven a unirte: es mi alegría.

Dame ya al pequeñín, el pilón de piedra que hace nacer en la tierra.213

Otra mujer chalca celebra su condición de concubina, se esmera en provocar al

tlahtoani; comienza el juego de la seducción entonando metáforas: envuelve de flores a

Axayacatl para conseguir la irrefutable prueba de su excitación. Es una mujer deseosa y

persigue a su señor para satisfacer sus intenciones: la unión entre los sexos, la

complementariedad dual. Así, los genitales no solamente permiten la reproducción y el

placer, también evocan una de las actividades más importantes de la cultura nahua, la

agricultura.

Habremos de reír, nos alegraremos, habrá deleite, yo tendré gloria,

pero no, no, todavía no desflores, compañerito, tú, señor, pequeño Axayacatl.

Yo, yo soy atrapada, mi manita da vueltas,

ven ya, ven ya. Quieres mamar en mis pechos, casi en mi corazón.

Quizás tú mismo estropearás lo que es mi riqueza, la acabarás;

yo, con flores color de ave de fuego, para ti haré resonar mi vientre, aquí está:

212

Ibíd. pp.201-202. 213

Ibíd. p.202.

80

a tu perforador hago ofrenda.

La preciosa flor de maíz tostado, la del ave de cuello de hule, la flor de cuervo,

tu manto de flores, están ya extendidos.

Sobre la estera preciosa tú yaces, en casa que es cueva de plumas preciosas,

en la mansión de las pinturas.214

La voz de otra mujer desprende el velo de la metáforas seductoras hace de su

provocación un ofrecimiento directo; no necesita de mayores artilugios porque entre esas

mujeres y el tlahtoani hay un pacto obligado: ellas fueron destinadas a vivir a su lado para

servirle en el lecho, pues eran de estirpe chalca, el pueblo que fue conquistado por los

mexicas para convertirse en tributarios de la triple alianza. Por eso, acepta su destino, ella

tendrá que perder su destino de mujer, para ofrendar su vientre al ave que comienza

extender su vuelo.

Así en su casa me aflijo,

tú, madre mía, quizás ya no puedo hilar. Tal vez no puedo tejer, sólo en vano soy una niña.

Soy muchachita de mí se dice que tengo varón.

Aborrezco a la gente, mi corazón la detesta en la tierra.

Así tristemente cavilo, deseo la maldad, la desesperación ha venido a ser mía.

Me digo, ven niña, aun cuando del todo he de morir.

Aunque mi madre perezca de tristeza, aquí tengo yo a mi hombre,

no puedo ya hacer bailar el huso, no puedo meter el palo del telar:

niñito mío, de mí te burlas. ¿Qué me queda? ¡Lo haré!

¿Cómo se embraza el escudo en el interior de la llanura?

Yo me ofreceré, me ofreceré, niñito mío, de mí te burlas.215

Toca el turno a la mujer núbil que se siente afligida; si en un principio las otras voces

chalcas participaban de las obligaciones que su condición de concubinas les exigía, ésta,

aunque reconoce al tlahtoani como su marido, no está cómoda, no acepta la obligación de

cumplir el rol social exigido por los pactos guerreros. Por eso, al ser una mujer joven, quizá

una adolescente, ve con disgusto el hecho de no volver a tejer, de perder el oficio que

idealmente hubiese tenido; no obstante, aceptará su destino, como una guerrera tomará su

escudo y se ofrecerá en la llanura, se entregará al campo de batalla de los sexos.

Compañerito, niñito mío, tú, señor, pequeño Axayacatl,

vamos a estar juntos, a mi lado acomódate, haz hablar tu ser de hombre.

¿Acaso no conozco, no tengo experiencia de tus enemigos, niñito mío?

Pero ahora abandónate a mi lado. Aunque seamos mujeres, tal vez nada logres como hombre.

Flores y cantos de la compañera de placer, niñito mío.

No hay ya jugo, señor mío, tú gran señor, tú, pequeño Axayacatl; todavía no empiezas

ya estás disgustado, compañero pequeño.

214

Ibíd. pp. 202-203. 215

Ibíd. p.203.

81

Ya me voy a mi casa, niñito mío. Tal vez tú aquí me has embrujado,

has pronunciado hermosas palabras.

Sabrosa es tu semilla, tú mismo eres sabroso.

¿Acaso se sabe esto en nuestra casa? ¿Acaso tú me has comprado,

tú para ti me adquiriste, niñito mío?

¿Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez?

Acaso desprecias, te has disgustado, pequeño compañero, ya me voy a mi casa, niñito mío.216

Aquí, el canto es entonado por la voz de la experiencia: la concubina anciana que no se

inmuta por el lugar que le ha sido asignado; aunque en un principio, sus estrategias para

llegar al acto sexual son las del acoso, termina por reconocer su infertilidad, su cuerpo se ha

secado; irremediablemente, acepta que ya no puede ser apetecible para el tlahtoani,

considera que no tiene otra opción que regresar a su casa, dejar su lugar de concubina.

Tú, amiga mía, tú mujer ofrendadora, mira como permanece el canto,

en Cohuatepec, en Cuauhtenanpan, sobre nosotros se extiende, luego pasa.

Tal vez mi ser de mujer hace locuras, mi pequeño corazón se aflige.

¿Cómo habré de hacerlo, a aquél que tengo por hombre aunque sean mías falda y camisa?

¡Los que son nuestros hombres, compañeros de lecho!

Revuélveme como masa de maíz, tú, señor, pequeño Axayacatl,

yo a ti por completo me ofrezco, soy yo, niñito mío, soy yo, niñito mío.

Alégrate, que nuestro gusano se yerga.

¿Acaso no eres un águila, un ocelote, tú no te nombras así, niñito mío?

¿Tal vez con tus enemigos de guerra no harás travesuras?

Ya así, niñito mío, entrégate al placer. 217

Una mujer, quizá más joven, reconforta alegóricamente a la mujer vieja, le advierte que

las circunstancias en las que ambas se encuentran no serán permanentes, a pesar de que

tienen la obligación de servir como concubinas, es una situación temporal que en algún

momento terminará, como sucedía con los cantos. Después, trastoca el rol de sumisión, se

pregunta qué puede hacer para llegar a la consumación del acto sexual, insiste en su

disponibilidad pero ante la indiferencia del tlahtoani, no le queda otra opción que dudar de

su virilidad guerrera.

Nada es mi falda, nada mi camisa, yo, mujercita, estoy aquí,

viene él a entregar su armonioso canto, viene aquí a entregar la flor del escudo.

¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?

Quiero que haya mujeres como yo, de allá de Acolhuacan,

quiero que haya mujeres como yo, que sean tecpanecas.

¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?

Están avergonzados: yo me hago concubina.

Niñito mío, ¿Acaso no me lo harás como se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohaua?

216

Ibíd. p.204. 217

Ibíd. pp. 204-205.

82

Poco a poco desatad la falda, abrid las piernas, vosotros tlatelolcas, los que lanzáis flechas,

mirad aquí a Chalco.

Que yo me atavíe con plumas, madrecita mía, que me pinte yo la cara,

¿cómo habrá de verme mi compañero de placer?

Ante su rostro saldremos, quizás habrá de irritarse

allá en Huexotzinco Xayacamachan, en Tetzmolocan,

yo mujer que unté las manos con ungüentos, me acerco con mi falda de fruto espinoso,

con mi camisa de fruto espinoso.

Los veré a todos perecer. Deseo en Xaltepetlapan a los huexotzincas,

al cautivo de Cuetlaxtan, a los traviesos cuetlaxtecas, los veré a todos perecer.218

Otra mujer chalca, también pone en duda la sexualidad del tlahtoani, “su falda, su

camisa”, no logran la apetencia sexual de Axayacatl; quizá por eso, su voz entra en

confusión, manifiesta que su identidad es dual; no solamente es mujer chalca, también

representa la voz de un varón: Ayocuan; como ya se señaló, este nombre coincide con el del

tlahtoani al que se dedicó originalmente el cuicatl o alude al que lo hizo famoso, es decir,

el cuicani que lo interpretaba. Así, el nombre de Ayocuan en la versión dedicada a

Axayacatl, pudo haberse conservado para honrar su memoria, más aún cuando éste fue uno

de los gobernantes chalcas que murió en la guerra sostenida con los mexicas; sin embargo,

en el contexto que se menciona, también funciona como un juego de palabras que pone en

tela de juicio la sexualidad de Axayacatl, por lo que su presencia, se sugiere como la de un

rival más en el campo de batalla sexual. Así, el canto despliega una pugna entre la voz de la

mujer que entona la representación y la de Ayocuan, el varón evocado en el canto.

Pero el canto de la chalca no será vencido fácilmente, urge la presencia de más mujeres,

invoca la asistencia de las culhuacanas, las tecpanecas, es decir, las otras mujeres que

fueron destinadas a servir de concubinas porque sus pueblos habían sido conquistados. Así,

el lugar de dominio que el tlahtoani ejercía sobre sus enemigos sería utilizado como

argumento para demandar satisfacción sexual: si Axayacatl ha sido capaz de someter a sus

enemigos ¿por qué no hará lo mismo con sus concubinas chalcas? Por eso, la mujer

intentará cumplir su cometido, se hará de artilugios contundentes, se ataviará de plumas,

pintará su cara como las ahuianime, aquellas que se aderezaban para connotar su

disponibilidad sexual. Esa será la mejor estrategia para obtener la victoria en la ofensiva

sexual, se convertirá en una guerrera, triunfará como el tlahtoani, se impondrá ante sus

enemigos, verá perecer a los tlatelolcas, los huexotzincas y los cuetlaxtecas.

218

Ibíd. pp.205-206.

83

¿De qué modo se sabe?

Me llama el niño, el señor, el pequeño Axayacatl quiere conmigo lograr su placer.

Por mi causa a dos tendrás que cuidar,

niñito mío, tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos.

Tal vez no de corazón, niñito mío, entras a la que es placer a tu casa.

Tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos.

¿De qué modo me lo haces, compañero de placer? Hagámoslo así juntos,

¿acaso no eres hombre? ¿qué es lo que te confunde?

Mi corazón con flores circundas, son tu palabra.

Te digo el lugar donde yo tejo, el lugar donde hilo, te hago recordar, compañero pequeño.219

Aunque la voz sigue cuestionando la disponibilidad sexual del tlahtoani logra advertirle

que con ella tendrá que hacerse cargo de dos; quizá con estas palabras, la chalca siga

refiriéndose a la inevitable unidad que hay entre su voz representada en el canto y, de quien

se la presta, el cantor.

¿Qué es lo que te turba, corazón mío?

Soy vieja mujer de placer, soy vuestra madre,

soy anciana abandonada, soy vieja sin jugo,

es esto lo que hago, yo mujer de Chalco.

He venido a dar placer a mi vulva florida, mi boca pequeña.

Deseo al señor, al pequeño Axayacatl.

Mira mi pintura florida, mira mi pintura florida: mis pechos.

¿Acaso caerá en vano, tu corazón, pequeño Axayacatl?

He aquí tus manitas, ya con tus manos tómame a mí. 220

A diferencia de las voces que lamentaban su condición y de aquellas que acosaban

temerariamente al tlahtoani cuestionando su virilidad, otra mujer anciana, se afianza como

experimentada en las cuestiones sexuales, no objeta su condición porque su único interés es

satisfacer su deseo, darle placer a su vulva florida.

Tengamos placer. En tu estera de flores en donde tú existes, compañero pequeño,

poco a poco entrégate al sueño, queda tranquilo, niñito mío, tú, señor Axayacatl.221

Al cierre del chalcacihuacuicatl, el conjunto de mujeres se unen en una sola voz para

refrendar el objetivo del canto, piden al tlahtoani que se entregue al placer, acentúan que es

la finalidad de su estancia en la estera, dejan de un lado la amenaza para asegurarle buen

descanso y tranquilidad, al fin y al cabo, él era su gobernante. Así, el cuicatl realzaba la

imagen de Axayacatl como la encarnación del tlahtoani conquistador pero su

magnanimidad guerrera se ponía en entredicho al cuestionarse su desempeño en el campo

219

Ibíd. p.206-207. 220

Ibíd. p. 207. 221

Ibíd.

84

de batalla de los sexos, bajo un cerco polifónico fue acosado por unas ávidas concubinas.

La manta metafórica integraba una variedad de voces, las posibles expresiones del principio

femenino que cuestionan al poderoso guerrero pues ante su impotencia para saciarlas quizá

prefería hacer travesuras con sus enemigos.

Según las relaciones de Chimalpahin, fueron los amecamecas y los tlamanalca chalcas

los que ofrecieron este canto a Axayacatl y, se representó en los patios de su tecpan, en la

ciudad de México-Tenochtitlan, el año 13 acatl, “trece caña” o, 1479, del calendario

gregoriano. Sin embargo, una serie de altercados en la ejecución de la música hizo

trastabillar su ejecución inicial: Quecholcohuatzin, un noble de Amecameca, gran cantor y

también músico, se integró a la escena, tocó el tambor para sustituir la desastrosa

representación que había encabezado Cuateotzin otro pilli chalca. Axayacatl no fue

indiferente al cambio que adquirió el cuicatl por lo que salió de su tecpan para integrarse al

baile; tanto agrado le causó el cambio propuesto por el intérprete sustituto que al término de

la escenificación, dijo a las señoras, sus mujeres concubinas:

Mujeres, levantaos, y acudid a su encuentro, sentadlo entre vosotras, que llega vuestro

rival; miradlo bien y reconocedlo, pues también a él ya lo desfloré. Alégrese vuestro

corazón mujeres, porque este Quecholcohuatl canto para mí y me hizo bailar; nadie

antes me había hecho salir de mi tecpan para ir a bailar, como éste lo acaba de hacer.

El será en adelante vuestro compañero y yo lo tomo desde ahora como mi cantor. 222

El virtuosismo de Quecholcohuatzin hizo bailar al tlahtoani y lo llevó a convertirse en

su cantor oficial; después Axayacatl lo condecoró con una tilma, un maxtle y unas

sandalias, todos de color azul turquesa, los atavíos reservados para uso exclusivo del

tlahtoani; igualmente fue merecedor de un tocado de plumas finas y, algunas cargas de

mantas y cacao, los bienes más preciados por la cultura nahua. Quecholcohuatzin viviría en

el palacio fungiendo de acompañante de las cihuapipiltin, las concubinas nobles del

tlahtoani porque a pesar de ser varón, su interpretación en el chalcacihuacuicatl pudo

encajar bien con los versos compuestos para representar una variedad de voces femeninas.

El juego de palabras y las imágenes sexuales que se conjugaron en la interpretación del

cuecuechcuicatl se desbordaron después de su representación: el cuicani, el polifónico

cantor, recibió la respuesta del tlahtoani acosado y ridiculizado en la interpretación que

supuso el cuicatl; su feminización interpretativa se extendía en el plano real para ser

222

Domingo Chimalpahin, Las ocho relaciones, p.111.

85

penetrado verbalmente por Axayacatl. Unas mujeres deseosas, un belicoso tlahtoani, un

cantor de voces femeninas, un pueblo dominador, un pueblo conquistado, resinificaban la

dualidad, la diferencia sexual, haciendo fluir una representación donde todos se dominaban

y donde todos eran vencidos; una puesta en escena que revelaba las relaciones de poder

metaforizadas a través del sexo.

El pensamiento nahua reconocía que en la dualidad cósmica había una necesaria

complementariedad, por eso, el vínculo entre varón y mujer, más que atender a

posicionamientos fijos, desplegaba relaciones de correspondencia en los que ambos eran

partícipes del dominio y del placer; bajo la máscara de la concordancia genital, penetrar y

ser penetrado no eran roles establecidos sino una batalla en la que irremediablemente había

un vencedor. Y esas relaciones se establecían en los procesos comunicativos, el lenguaje

verbal era utilizado para hacer fluir esa eterna batalla, la guerra y el placer sexual se

metamorfoseaban en el juego de palabras del cuicatl, y conformaban integralmente un albur

travieso o el elogio a la sexualidad.

86

Capítulo IV Los europeos ante la homosexualidad indígena.

Los discursos sobre la sodomía en la conquista de América.

Podrán vuestras majestades si fueren servidos hacer por cosa verdadera relación a

nuestro muy Santo Padre para que en la conversión de esta gente se ponga diligencia y

buena orden, pues que de ello se espera sacar tan buen fruto, y también para que Su

Santidad haya por bien y permita que los malos y rebeldes, siendo primero

amonestados, puedan ser punidos y castigados como enemigos de nuestra Santa fe

católica, y será ocasión de castigo y espanto a los que fueran rebeldes en venir en

conocimiento de la verdad y evitarse han tan grandes males y daños como son los que

en servicio del demonio hacen. Porque aun allende de que arriba hemos hecho relación

a vuestras majestades de los niños y hombres y mujeres que matan y ofrecen en sus

sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan

aquel abominable pecado.223

Aunque los testimonios que registraba la primera “carta de relación” tenían como

objetivo informar sobre el establecimiento de la villa de la Vera Cruz, en las costas del

Golfo de México y, la exploración de nuevos territorios, su contenido revela una de las

preocupaciones principales de los conquistadores ibéricos: las costumbres indígenas; por

eso, se señalaba a la antropofagia, la idolatría y la sodomía como motivos suficientes que

demostraban la urgente tarea de cristianizarlos. Cada una de esas “atrocidades” eran

clasificadas como delitos o pecados en la tradición jurídica ibérica y, en el caso de la

sodomía, había dos ejes argumentativos en los que descansaba su condena; el primero es su

aspecto teórico cuyo alcance consideraba condenable a todas las prácticas sexuales

contrarias a la reproducción de la especie, lo que también se llamó pecado contra natura. El

segundo, es su praxis jurídica pues la simple acusación de sodomía se convertía en señal

inapelable del delito y su castigo era estimado como ejemplar.

Tal impartición de la justicia no sólo confirma la severidad del absolutismo hispano sino

la forma en que su cultura jurídica practicaba la revelación divina como el fundamento de

toda verdad; su dogma, prescribía que los cristianos debían sujetarse al ideal de vida

dispuesto por Dios, es decir, establecía como obligatorio que los humanos vivieran bajo la

templanza del espíritu, era un ejercicio que reconocía a la muerte como irremediable pero

que aseguraba la salvación del alma para perpetuarse en la eternidad. Y aunque, esta

concepción encumbraba en la cima de los valores cristianos el libre albedrio, éste se

restringía debido a que no se podían eludir responsabilidades: los cristianos debían elegir

223

Hernán Cortés, Cartas de relación, Editorial Porrúa, México, 1967, p.18.

87

con rectitud entre las alternativas que la vida les presentaba, por lo que era necesario optar

en pos de la santidad y no del pecado; mantenerse en castidad y, no en lascivia; recurrir a la

espiritualidad y, no a la carnalidad, las inclinaciones por el lado opuesto tendrían como

resultado la condena divina y humana.

Esa misma tradición jurídica sirvió de apoyo en el proceso de expansión territorial de la

corona castellana; la lucha a favor de la cristiandad y contra la herejía, fue un arma decisiva

para perseguir y expulsar de la península ibérica a moros y judíos; en sus islas adyacentes el

discurso de lo civilizado frente a lo bárbaro fue jerarquizado para conquistar a los indígenas

canarios; sin embargo, es en América donde mayor impacto tendría porque pudo

perfeccionarse cuando fue utilizada con argumentos de diversa índole y a favor de

múltiples intereses.

Cuando los europeos llegaron a las islas antillanas se encontraron ante la dificultad de

asir y definir esas tierras, intentaron explicar su existencia tomando como sustento sus

propias referencias culturales. Los navegantes de finales del siglo XV llegaron a América

con ideas precisas de lo que podrían encontrarse, por ejemplo, la percepción que tuvo

Colón de las islas antillanas, “fue una mezcla de realidad y fantasía”, comparaba a los

indígenas con los africanos o, los canarios, pero a su vez, también registraba la presencia de

las amazonas y los antropófagos caribeños que las atendían; a todo ello agregaba que no

había descubierto ningún monstruo.224

La única forma de enunciar a América se

fundamentó en analogías, con las cartografías que situaban entidades fantásticas y,

particularmente, con las referencias literarias que testimoniaban fenómenos monstruosos y

ricas minas de oro en lugares desconocidos.

Sin embargo, la realidad antillana era muy distinta a las consideraciones que los

europeos le otorgaban. En poco tiempo, de ser nombrados mediante analogías, los

indígenas pasaron a ser valorados según la historia occidental. Las primeras formaciones

discursivas que enunciaban a los taínos, se construyeron bajo un doble enfoque: sus

condiciones de vida en tierras paradisíacas, al cobijo de la naturaleza, sólo serían

comprensibles si se les asociaba a una idílica edad dorada, la del “hombre natural.” Pero la

desnudez de sus cuerpos y sus respuestas ante las argucias de los europeos que trocaban

224

Anthony Pagden, La caída del hombre natural, Madrid, España, Alianza Editorial, Quinto Centenario,

1988. p 30.

88

espejos rotos por oro, hicieron que se les tomara por inocentes, su conducta se consideraba

semejante a un niño ingenuo, por lo que fueron vistos como seres vulnerables, sin cultura,

sin leyes ni religión, carentes de civilización.

Las tierras desconocidas pusieron en crisis la concepción del mundo occidental pero al

mismo tiempo, se convirtieron en el centro de su interés; si las crónicas elaboradas en el

primer viaje de Colón revelan la manera en que occidente comenzó a pensar a América y a

sus habitantes, éstas motivarían la continuidad de la empresa con la invasión de los

territorios explorados. La instauración colonial en la isla “la Española” estaría conformada

por una red de intereses cuyos grupos de poder y sus representantes eran identificables: en

la cúspide se hallaba la corona castellana, considerada en el ámbito de la legalidad como el

supremo señor natural de esas tierras; sus responsabilidades, no sólo se centraban en

apoyar la labor evangelizadora, también concesionaban el repartimiento de las tierras

conquistadas y otorgaban recursos financieros y, militares, a la Colonia.

Con el mismo carácter institucional, la Iglesia católica era el depositario legal de la

ocupación, cuya obligación, según el papado, era el de apoyar una “misión divina” pues

pretendían difundir el evangelio en tierras paganas; sus misioneros se encargarían de

conceder las sanciones morales y la predicación de la tradición cristiana. Por último, los

concesionarios del repartimiento que habían llegado a la isla con el fin de obtener riquezas

inmediatas, intentarían a costa de lo que fuere obtener beneficios concretos. En medio de

ese conflicto de intereses se encontraban los indígenas, ajenos a los significados

depositados en su propio ser y a las riquezas de los espacios que habitaban.

Si la convivencia suponía un reconocimiento, este sólo operaba bajo los intereses de los

ibéricos; la resistencia indígena a la esclavitud, al trabajo forzado y, al pago de tributos,

produjo que los catalogaran como gente perezosa y poco apta para las labores. En otros

casos, sus costumbres y rituales religiosos serían examinados bajo la mirada moralizante de

sus protectores. Sus creencias serían interpretadas en oposición a los ideales cristianos y

serían caracterizados como adoradores de Satán. Para los europeos que ya convivían con

los indígenas, les fue fácil conceder añejas nociones que posibilitaran enunciar las

diferencias entre ellos y, que argumentaran, el porqué de las circunstancias a las que

estaban sujetos: si no eran cristianos ni sofisticados culturalmente su existencia sería

89

adjetivada como bárbara, lo que implicaba que para civilizarlos por medio de la cristiandad,

podría hacerse, lo que fuere necesario.

Sin embargo, en diciembre de 1511, en isla “la Española”, los frailes dominicos después

de haber deliberado conjuntamente, elaboraron un sermón bajo la dirección de fray Pedro

de Córdova, decidieron predicarlo en lo púlpitos, a manera pública, con el fin de denunciar

el estado en que los españoles mantenían a los indígenas taínos. Durante la misa del cuarto

domingo de adviento, que correspondía a la lectura de un pasaje del evangelista San Juan,

que cuenta como los fariseos cuestionaron su identidad y, a lo cual, respondió: ego vox

clamantis in deserto, “Yo soy una voz que clama en el desierto”, sirvió de introducción

para dar lectura al sermón que el fraile Antón de Montesinos, dirigió a los colonos

españoles de la isla:

Para os los dar a conocer me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto

desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro

corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis […]Esta voz, dijo él, es que todos

estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con

estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y

horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan

detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde

tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los

tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curarlos en sus enfermedades

que de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir,

los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los

doctrine y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las

fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois

obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís?

¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto,

que en el estado que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen

y no quieren la fe de Jesucristo. 225

Al término de la misa sólo se escucharon murmullos pero después, los colonos se

concentraron en casa del gobernante de la isla, el almirante Diego Colón; los oficiales del

rey, el tesorero, el contador y el veedor, le demandaron reprender a los religiosos, los

culpaban de escandalosos y promotores de doctrina nueva. Posteriormente, fueron a la sede

de los dominicos para exigirles que aclararan sus dichos y exigirles que en el próximo

sermón se retractaran de sus acusaciones. No obstante, el día señalado, Montesinos

reafirmó lo ya dicho. Por eso, los colonos, enviaron cartas al rey qué, de inmediato

225

Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, 3 vols, Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1986, Tomo III,

p.13.

90

cuestionó al provincial de Castilla sobre el proceder que tenían sus religiosos, también

enviaron una comisión a la Corte para explicarle al monarca qué, los dominicos habían

predicado contra su potestad y pedirle que tomara medidas. Los dominicos reaccionaron y

enviaron a Montesinos para defender su causa, aunque en un principio el rey se negó en

atenderlo, el fraile consiguió leerle el memorial de acusaciones de los hechos de los

españoles en las islas antillanas.

El monarca convencido de la inoperancia de la legalidad española en el Nuevo Mundo,

reunió a su Consejo, conformado por juristas y teólogos, su intención era dar cauce a las

violaciones que Montesinos había denunciado, por lo que se establecieron juntas

extraordinarias donde se debatió el contenido que debía llevar la promulgación de un nuevo

código. En 1512, en la ciudad de Burgos se redactaron una serie de ordenanzas que se

conocen como las “leyes de Burgos”, ahí se ratificó la exigencia que había dejado la reina

Isabel en su testamento: los indios eran libres súbditos de la corona española, además, se

hizo obligatoria su instrucción en la fe cristiana, se determinó el trato jurídico que

merecían, reconociéndoles algunos derechos como el de recibir un salario justo por su

trabajo pero se mantuvo la institución de la encomienda vigente desde 1503.226

Sin embargo, en las mentalidades y acciones de muchos encomenderos, religiosos e

incluso juristas, la valoración cristiana de las costumbres indígenas seguía perfilándose para

demostrar categóricamente que éstos no merecían libertades. Sus creencias, costumbres y

prácticas sexuales eran una infracción a las leyes humanas y también iban en contra del

orden natural dictado por Dios. Hacia el año 1512 el fraile Tomás Ortiz estipulaba:

Éstas son las propiedades de los indios por donde no merecen libertades: comen carne

humana en la tierra firme; son sodométicos más que generación alguna; ninguna

justicia hay entre ellos; andan desnudos, no tienen amor ni vergüenza; son estólidos

alocados [...] 227

226

Ibíd. pp. 28-31. 227

José Juan Arrom, “Las primeras imágenes opuestas y el debate sobre la dignidad del indio”, en De palabra

y obra en el nuevo mundo, 1. Imágenes interétnicas, Miguel León-Portilla, Manuel Gutiérrez Estévez (et all)

México, Siglo xxi editores, 1992, pp.71-72.

91

Los indígenas americanos representados como salvajes y antropófagos. Grabado de Theodorus de Bry de la

primera parte del libro Historia del Mondo Nuovo de Girolamo Benzoni, Alemania 1613.

La operación discursiva fue simple, no había lugar para la comprensión. Se elaboraron

pequeños esbozos descriptivos de las prácticas y tradiciones indígenas pero anteponiendo el

juicio cristiano como único método para enunciarlas. Se les conferían sentencias morales

para justificar el trato que recibían; en especial, la antropofagia, la idolatría y la sodomía

serían constantemente referidas como las faltas que justificaban su sometimiento y, en el

extremo de los casos, la evidencia para su condena mortal. No en balde, a medida que

crecían las incursiones de los españoles en el continente americano siguieron

manifestándose esas tendencias discursivas.

El pensamiento europeo frente a la homosexualidad indígena.

Las primeras concepciones sobre los indígenas americanos fueron registradas a manera de

cartas, crónicas y debates jurídicos. Hasta la década de los años treinta del siglo XVI, se

comenzaron a publicar las primeras historias del Nuevo Mundo. Si bien, en ellas se

92

detallaba la secuencia de su exploración, conquista y colonización, fueron sus autores,

cronistas ibéricos de distintas profesiones y ámbitos de acción, los que comenzaron a

debatir y a construir, simultáneamente, la legitimación de la expansión occidental y del

pensamiento gestado sobre América, cuyo eje medular estaría sustentado en el paradigma

del “otro”, los indígenas.

Aunque en esas circunstancias, la evocación de las costumbres sexuales indígenas eran

entendidas como contrarias a la ley natural y argumentaban la necesidad de su urgente

cristianización, una gran parte de los testimonios recabados por los cronistas, revelan que

en algunas sociedades indígenas era común la integración y tolerancia de varones que se

distinguían por el uso de vestimentas de mujeres y que estaban asociados a la

homosexualidad. Por ejemplo, Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, en la narración de las

vicisitudes que tuvo que enfrentar después de su naufragio en la costa de Tampa en la

actual Florida, relató con tono anecdótico que entre los pueblos indígenas de la isla situada

frente a las entidades actuales de Lousiana y Texas, había visto algunos varones muy

singulares:

[…]y es que vi un hombre casado con otro, y éstos son unos hombres amarionados,

impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres, y tiran arco y

llevan muy gran carga, y entre éstos vimos muchos de ellos así amarionados como

digo, y son más membrudos que los otros hombres y más altos; sufren muy grandes

cargas.228

Así, al norte del continente americano, en algunos pueblos, era común la integración y el

reconocimiento social de las relaciones entre varones a manera de parejas o matrimonios,

bajo la condición qué, uno de ellos tomara la identidad de mujer. En cambio, al sur, esas

relaciones estaban determinadas por las creencias religiosas y, las instituciones que las

regulaban; el padre, fray Domingo de Santo Tomás contaba que entre los grupos serranos y

yungas del Perú:

[…] cada templo o adoratorio principal tiene un hombre o dos, o más, según es el

ídolo. Los cuales andan vestidos como mujeres desde el tiempo que eran niños, y

hablaban como tales, y en su manera, traje y todo lo demás remedaban a las mujeres.

228

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, Naufragios, Edición digital, Biblioteca Virtual Cervantes:

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/naufragios--0/html/ (Capítulo XXVI).

93

Con estos casi como por vía de santidad y religión tienen las fiestas y días principales

su ayuntamiento carnal y torpe, especialmente los señores y principales.229

Igualmente, durante las exploraciones efectuadas en el cono sur durante el siglo XVII,

Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, narraba que entre los mapuches del actual territorio

chileno, la homosexualidad también tenía connotaciones religiosas, sin embargo, en

circunstancias sociales, los varones asociados a su práctica eran tratados diferenciadamente,

es decir, de acuerdo a los roles que tomaban en sus relaciones sexuales:

Sólo tienen por vil y vituperable el pecado nefando, con esta diferencia: que el que usa

el oficio de varón no es baldonado por él como el que se sujeta al de la mujer. Y a

éstos los llaman hueies, y más propiamente putos, que es la verdadera explicación del

nombre hueies. Y estos tales no traen calzones sino mantichuela por delante que

llaman punus, acomódanse a ser machis o curanderos, porque tienen pacto con el

demonio.230

Si bien, desde el arranque de la empresa trasatlántica hubo numerosos testimonios que

referían la existencia de prácticas homosexuales entre algunos varones de los pueblos

conquistados, los evocados por Gonzalo Fernández de Oviedo y, el fraile, Bartolomé de las

Casas, develan el debate pionero sobre la materia. Aunque, ambos fueron contemporáneos

y participaron activamente en las instituciones que se dedicaron a organizar la colonización

y la evangelización de la actual Centroamérica, sus posturas fueron disímiles y llegaron a

tener enfrentamientos directos que también trascendieron en sus obras históricas. 231

Así, en

sus relatos sobre del descubrimiento del “Mar del Sur” —hoy Océano pacífico— atribuido

a Vasco Núñez de Balboa, la singularidad de algunos varones indígenas asociados a

prácticas homosexuales, provocó posturas muy diferenciadas, que posteriormente, serían

centrales en los debates jurídicos que intentaban dilucidar sobre el trato jurídico que se

debía conceder a los indígenas.

229

Citado por Pedro Cieza de León, Crónica del Perú, el señorío de los incas, Venezuela, 2005, Biblioteca

Ayacucho, pp. 182-183. 230

Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, El cautiverio feliz, Edición digital, Biblioteca Virtual Cervantes:

http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/78039514323481684765679/index.htm (segunda parte) 231

Entre 1515 y 1519, ambos presentaron en España, proyectos para mejorar la colonización de las islas y la

evangelización de los indígenas. En Barcelona, en el año de 1519, las Casas obtendría la aprobación real para

su programa de asentamiento pacífico en Cumaná. A Oviedo le sería rechazada la propuesta para el desarrollo

de un establecimiento colonial en Santo Domingo que proponía la construcción de una fortaleza priorato,

consistente en una guarnición de 100 caballeros encargados de patrullar los territorios ocupados, es decir, una

organización colonial basada en la rigidez de las milicias para limitar la desordenada conquista. La decisión

de la corona aumentó las diferencias y el encono entre los dos, porque el proyecto de las Casas sería un

fracaso y la propuesta de Oviedo jamás tendría eco en las proyecciones de la corte. Véase: David A. Brading,

Orbe Indiano, de la monarquía católica a la república criolla 1492-1867, México, Fondo de Cultura

Económica, 2003, p. 58.

94

Para comprender aquellos sucesos será necesario describir la personalidad de Núñez

de Balboa, gobernador del Darién, en el actual Panamá y jefe militar de su exploración.

Desde que asumió el otorgamiento real como gobernador, Balboa organizó sus incursiones

continuando la tradición de los cristianos ibéricos en la “reconquista” de España, basada en

la búsqueda de oro, víveres y posibles asentamientos. La eficacia de sus expediciones

obedeció a las estrategias de contacto con los indígenas, logró identificar a la perfección el

funcionamiento de sus instituciones. Las sociedades originarias del Darién otorgaban

supremacía a las decisiones de sus jefes,

a cambio, él debía otorgarles pruebas de

generosidad y protección que rebasaran a las de otros pueblos rivales. El poder se

expresaba por medio de la competencia y los gobernantes debían consolidar su posición

desafiando a los otros jefes. 232

Balboa conoció muy bien ese entramado y utilizó a su favor el método de intercambios,

proveyó a los nativos de hierro, que por ser desconocido en esas tierras, se convertía en un

instrumento que otorgaba prestigio. Al recibir bienes simbólicos que consolidaban su

jerarquía, los caciques debían responder con reciprocidad proporcionando información

sobre los lugares donde se podía encontrar oro. Por eso, le aseguraron, conocer tierras

donde “el oro corre por los ríos y para lo cual es necesario franquear la cordillera que se

levanta entre las jefaturas atlánticas y el otro mar.”233

El 1 de septiembre de 1513 salió del

Darién en una expedición que llevaba el carácter de oficial; a través de un arduo peregrinar,

el conquistador logró alianzas y también desencuentros que propagaron la muerte de los

caciques de la región y sus súbditos. La incursión culminaría con el descubrimiento español

del llamado “Mar del sur.”

Según el orden de aparición de las crónicas, el primero en detallar los sucesos fue

Gonzalo Fernández de Oviedo; contaba que después de dos meses de haber arrancado la

empresa, Nuñez de Balboa, ya contaba con la seguridad de haber descubierto otro mar y,

también, un gran botín de oro y perlas. No obstante, siguió manteniendo intercambio de

productos por información de minas de oro pero no todos los jefes indígenas respondían de

la misma manera. Oviedo relataba que después de varios encuentros pacíficos,

232

Carmen Bernand, Serge Gruzinski, Historia del Nuevo Mundo, Tomo I Del Descubrimiento a la

Conquista, La experiencia europea, 1492-1550, México, FCE, 2001, pp. 358-361. 233

Ibíd. p. 361.

95

[…]llegó el gobernador a un cacique que se llama Pacra, al cual halló absentado y

enviólo a buscar, asegurándoles, y vino de paces, y dió cierto oro de presente; porque

todos los otros caciques en que habían estado los cristianos, habían dicho

certificadamente que este cacique Pacra cogía oro en su tierra, y que tenía minas ricas.

Y Vasco Núñez le rogó mucho y le halagó porque se las mostrase, y nunca lo quiso

hacer; sobre lo cual lo hizo atormentar hasta la muerte, y en fin nunca se lo hizo decir.

Y todos los indios e indias deste cacique confesaron que se echaba con tres o cuatro

mujeres que tenía, e que usaba con ellas extra vas debitum, contra natura; y que

cuando fue mozo, en la juventud, usaba lo mismo con indios machos. Este pecado es

muy usado en algunas partes de la Tierra Firme y a los indios pacientes en tal delicto,

llaman en aquella lengua de Cueva, camayoa. A esta tierra mandó llamar el

gobernador Vasco Núñez, la provincia de Todos Sanctos, porque en tal día llegó a

ella; y en la lengua de los indios se llama Pacra; pero yo la llamara la tierra de todos

los males, pues que tan nefando pecado allí se usaba por el señor della. 234

Pacra se negó a negociar con los conquistadores y, la respuesta de Balboa fue

contundente, lo torturó hasta la muerte. Testigos de esa violencia fortuita y quizá por

sentirse amenazados, los súbditos decidieron delatar la vida sexual del gobernante ya

muerto. Lo acusaron de polígamo y de mantener prácticas sexuales “fuera del vaso debido”

(extra vas debitum) y, llegaron a asegurar que siendo joven, las mantenía con varones.

Oviedo, no se inmutó ante el proceder de Balboa, ni mucho menos se ocupó en cuestionarse

las denuncias de los súbditos de Pacra. Más bien, denostaba a los indígenas pues apoyaba

la reacción violenta a favor del cumplimiento de las normas cristianas sobre las conductas

sexuales; no en balde, corrigió el nombre que Balboa había conferido a la región,

rebautizándola como “la tierra de todos los males” porque ahí se practicaba el pecado

nefando, el pecado no digno de nombrarse.

En la misma línea temporal del relato, Oviedo narró el regreso de Balboa al Darién y

detalló con precisión el repartimiento de las riquezas obtenidas durante la exploración. Sin

embargo, le seguían perturbando los indígenas pues insistía en la valoración de sus

costumbres: “es notable delicto e vicio destos indios, y por donde es bien empleada su

perdición, digo que hallé escripto y supe de muchos de los que fueron con Vasco

Núñez.”235

Posteriormente explicaba los motivos de su acusación:

[...] Vasco Núñez llegó a una provincia que se llama Careca, y el cacique della se

llamaba Torecha y púsole en defensa, y matáronle en la guazábara a él y algunos indios

suyos; y allí se halló un hermano suyo vestido como mujer, con los hombres, y otros

234

Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, (Ed.) Juan Pérez de Tudela

Bueso, Biblioteca de Autores Españoles, Núm. 117-121, 5 Volúmenes, Madrid, España, Ediciones Atlas,

1959, Vol.3, pp. 218 – 219. 235

Ibíd. p. 220.

96

dos indios de la mesma manera, que usaban como mujeres, y así con naguas; y los tenía

el cacique por mancebas. Y esto se hacía en aquellas partes principalmente entre los

caciques e otros indios, e se presciaban de tener tres e cuatro, e aun veinte indios, para

este sucio y abominable pecado. Y en aqueste viaje hizo Vasco Núñez quemar y

aperrear cuasi cincuenta déstos, y los mismos caciques se los traian sin se los pedir,

desque vieron que los mandaba matar, lo cual hacía porque les daba a entender que

Dios en el cielo estaba muy enojado con ellos, porque hacían tal cosa, y por eso caían

tantos rayos e tan espantosos truenos; e por eso no les quería dar Dios el maíz y la

yuca. Y deste temor, porque Dios aplacase su ira, le llevaban aquellos camayoas

pacientes en tal delicto.236

Oviedo se servía de Balboa para ratificar lo que creía acerca de los indígenas; en sus

recuerdos, ya no importaba el porqué de la resistencia y la muerte del cacique Torecha, al

contrario, justificaba el proceder del gobernador; asimismo, se auxiliaba de la revelación

divina, las tormentas y los rayos que agolpaban las tierras exploradas, se convertían en

pruebas irrefutables de la ira del Dios cristiano. Los culpables debían pagar por sus faltas

con la muerte, tal como lo dictaba la tradición ibérica en sus leyes y preceptos religiosos.

Nuñez de Balboa “aperrea” a los indios vestidos de mujer en el Darién de Panamá, Grabado de Theodorus de

Bry, Historia del Mondo Nuovo de Girolamo Benzoni, Alemania 1613.

236

Ibíd. pp. 220-221.

97

Fray Bartolomé de las Casas dio prioridad discursiva al acontecimiento citado; narraba

que en septiembre de 1513, al emprender la expedición por las montañas altas, Vasco de

Núñez y su compañía entraron al señorío de un gran señor llamado Quarequa, al cual

hallaron en feroz resistencia con sus espías y gente armada para defenderse, los españoles

reaccionaron con su contundente arsenal tecnológico: escopetas, ballestas y los perros

mastines. Y sin embargo, la mortífera resolución de Balboa aún tenía mucho que dar:

Entre los presos que allí tomaron, fué un hermano del mismo señor, y otros no sé

cuantos, que dizque andaban vestidos de hábito de mujeres, a los cuales, juzgando que

del pecado nefando eran inficionados, los mandó luego, sin otra indagación ni juicio,

aperrear, conviene a saber, echar a los perros bravos, que, mirándolos y regocijándose

como si miraran una graciosa montería, en un credo los despedazaron.237

Las Casas identificaba que la reacción de Balboa se debía a que el hermano del cacique

y los otros indígenas vestían hábitos de mujer. Sin embargo, el motivo central de sus

reflexiones era cuestionar porqué el conquistador no se detuvo en indagar la legitimidad de

su condena:

Todas estas obras, que por aquella tierra Vasco Núñez y sus compañeros hacían, era

disponer aquellas gentes para que amasen el nombre cristiano y se aficionasen para

rescibir la religión cristiana: bien creo que pensaban los pecadores que ofrecían a Dios

algún sacrificio agradable, so color que punían o castigaban los quebrantadores de la

ley natural, no advirtiendo con su ceguedad cuántas más veces ellos a cada paso la

quebrantaban con mayores ofensas de Dios, destruyendo aquellos reinos y tantas gentes

en ellos y haciendo heder el nombre de Jesucristo entre aquellas naciones, con sus

obras tan detestables, como dellos dijo Sant Pablo. Y que fuera verdad muy bien

averiguada que aquellos que traían aquel hábito mujeril era por aquel pecado, ¿quién

hizo juez a Vasco Núñez, o con que autoridad [se constituyó alcaide en] señorío y

jurisdicción ajena, siendo él súbdito de aquellos naturales señores por estar en su tierra,

y que de justa justicia, por sus tiranías, invasiones y robos tan universales y por toda la

ley natural, divina y humana, dañados, si fuerzas tuvieran, podían hacerlos cuartos y

tajadas? Cuanto más que aun traer algunos aquel hábito podía ser por otra causa, sin

pensar en cosa del pecado nefando;238

Las Casas no se encargó de apuntalar las diferencias existentes entre ambos pueblos para

argumentar a favor de los indígenas; su objetivo era inquirir la manera en que se estaba

efectuando la conquista española, de si era legitima la intervención, exploración y

conquista. Por eso, reiteraba que no era competencia del conquistador dictar sentencias, ya

que carecía de representatividad legal en las tierras que pertenecían a otra jurisdicción.

Colocaba los valores cristianos como la base argumentativa de sus cuestionamientos porque

237

Bartolomé de Las Casas, Apologética Historia Sumaria, 2 vols., México, UNAM, 1967, Vol. II, p.592. 238

Ibíd. p. 593.

98

eran el parámetro normativo que regía las acciones de sus coetáneos. Así, la existencia de

prácticas homosexuales entre los indígenas trastocó la mirada occidental, a pesar de sus

implicaciones jurídico-religiosas y, la severa condena que le era adjudicada, Bartolomé de

las Casas la utilizó para debatir sobre el estatuto jurídico de los pueblos conquistados y

subrayar la necesidad de reconocer su soberanía y autodeterminación. Las diferencias eran

sustanciales, Oviedo se afanaba en enjuiciar las diferencias que separaban a los indígenas

de los españoles, les atribuía defectos, en cambio, el fraile consciente de las diferencias de

la visión de mundo entre los indígenas y los españoles, se mantuvo fiel a su labor

evangelizadora pero apuntaló sus críticas al proceder de sus coetáneos llegando a cuestionar

la legalidad de la empresa de la que él formaba parte.

Bartolomé de las Casas mantuvo su postura en defensa de los indígenas y, continuó

deliberando en las instituciones ibéricas sobre la praxis de la legalidad en los nuevos

territorios de la corona española. Fue uno de los impulsores para que se redefinieran las

llamadas “leyes de Burgos” pues se incumplían constantemente y a favor de los intereses

económicos de los conquistadores o encomenderos. Así, en 1542, Carlos V convocó a un

grupo de teólogos y juristas en Barcelona con la finalidad de conformar las “leyes nuevas”,

que entre sus postulados volvían a subrayar la libertad de los indígenas, la prohibición de

mantenerlos en esclavitud y, se apuntalaban críticas al sistema de la encomienda, llegando a

impedir que estas fueran heredadas por lo que sólo debían tener vigencia hasta la muerte de

su titular. No obstante, los encomenderos de la Nueva España y el Perú protestaron por las

nuevas disposiciones y trataron de evitar su aplicación, incluso hubo levantamientos

armados que llevaron a la destitución del virrey del Perú, Blasco Núñez Vela.239

El revuelo

suscitado en los virreinatos, originó que algunas de las leyes fueran derogadas, en especial

las que habían provocado la ira de los encomenderos.

Entre 1550 y 1551, Bartolomé de las Casas participó en un debate con Juan Ginés de

Sepúlveda, fue la llamada “controversia de Valladolid” convocada por el monarca Carlos

V, su objetivo era intentar resolver el dilema que versaba: si era justa la causa de guerra de

conquista contra los indígenas americanos antes de predicarles la fe católica. Los

239

Isacio Pérez Fernández, “El tiempo dorado de la primera evangelización de América, hechura del padre las

casas”, en, Actas del II Congreso Internacional sobre los dominicos y el Nuevo Mundo, Barrado Barquilla,

José (ed), Salamanca, España, Imprenta Kadmos, 1990, pp. 151-155.

99

argumentos de Ginés de Sepúlveda fueron presentados en el “Tratado sobre las causas

justas de la guerra contra los indios” dónde a pesar que tenía como base argumentativa el

derecho natural y el decálogo cristiano, defendía la intervención armada a través de las

conclusiones que dictaminó Aristóteles en la “Política”, donde se exponía la teoría de la

esclavitud natural.240

En ella, se argumentaba que la esclavitud se justificaba de acuerdo a

las jerarquías que de manera natural se daban entre las distintas categorías de hombres.

Aristóteles la utilizó para demostrar por qué los griegos podrían esclavizar a los miembros

de otros pueblos que no eran hablantes de la lengua helénica; entre sus justificaciones,

estipulaba que en las formas complejas del universo existe una dualidad en la que un

elemento domina naturalmente a otro. Así, el esclavo natural, aunque debía ser considerado

humano, su intelecto, por alguna razón, no había logrado el control sobre sus pasiones y no

podía gobernarse a sí mismo. Su integración a la civilización sólo era posible a través de la

esclavitud, debía ser condenado a la servidumbre y, en las jerarquías sociales estaría

colocado en el lugar más ínfimo, a la par de un animal o una bestia.241

En síntesis, Sepúlveda afirmaba que la guerra contra los indígenas era justa, pues a su

parecer eran bárbaros y, por consiguiente siervos por naturaleza, no en balde, aseguraba que

además se les podía sumar en su contra: sus costumbres contra natura y las creencias

religiosas, es decir, el pecado nefando y la idolatría.242

En cambio las Casas, defendía que

los indígenas eran sujetos de razón y por consiguiente de derecho, ya que argumentaba que

en su propia concepción de mundo actuaban de manera lógica de acuerdo a sus leyes y

creencias.243

Por eso, aunque no hubo un veredicto final sobre la controversia que duró más

de un año, las argumentaciones que se vertieron sobre ella formarían el eje medular para las

futuras reflexiones sobre la legalidad de la ocupación española.

El caso también fue tratado por el fraile dominico, Francisco de Vitoria, en sus tratados,

escritos durante una cátedra en la Universidad de Salamanca, la cual se desarrolló entre los

años de 1526 y 1546, asumió como referentes a la filosofía y la teología para tratar de dar

240

Juan Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios, (Ed. y Est.)

Manuel García-Pelayo, México, FCE, 1996. 241

Véase: Silvio Zavala, Servidumbre natural y libertad cristiana, según los tratadistas de los siglos XVI y

XVII, México, Editorial Porrúa, 1975. 242

Ginés de Sepúlveda, op.cit. p.157. 243

Bartolomé de las Casas, Tratados, Tomo I, Juan Pérez de Tudela Bueso, (Transcripto), Agustín Millares

Carlo y Rafael Moreno, (trad.), México, FCE, 1975, pp.461-500.

100

cauce al dilema que ocasionaba las prácticas homosexuales entre los indígenas. En sus

“Relectiones, de potestate civili, de indis et de jure belli”, consideraba que la monarquía

española, aún con la autoridad del papado, no podía justificar la guerra contra los indígenas

americanos por los pecados contra la naturaleza, pues no se hacía lo mismo contra los

cristianos europeos y, concluía: “Esto se confirma, porque tales pecados son más graves

entre los cristianos, que ya saben que son pecados, que entre los bárbaros que los

ignoran”.244

Sin embargo, en una cédula real expedida en 1555, Felipe II permitía que los

indígenas pudieran seguir usando sus antiguas leyes y costumbres pero exigía que se les

desarraigara aquellas conductas torpes: los incestos, la sodomía, comer carne humana, las

idolatrías, los sacrificios humanos y, de animales, a sus dioses.245

La imposición cristiana en México Tenochtitlan.

El 13 de agosto de 1521, la ciudad México Tenochtitlan cesaría su reacia defensa al

consumarse la victoria de los conquistadores españoles y sus aliados indígenas; la tarea de

levantar un nuevo establecimiento colonial ―lo que posteriormente se instituyó como

virreinato— sería una labor complicada; era necesario asegurar la estabilidad política

apaciguando la avaricia de los conquistadores y haciendo que lo indígenas acataran la

disposiciones de su nuevos gobernantes. A pesar, que Hernán Cortés pretendió hacer pasar

la conquista como una transferencia legal de poderes, la estabilidad de la colonia estaba

condicionada por la nobleza indígena que continuaría ejerciendo la administración de las

tierras y el gobierno de los macehualtin pero sólo como colaboradores de la empresa

castellana, su papel estaría limitado para asegurar el orden y la obediencia al dominio

español.

Igualmente, las primeras misiones cristianas en territorio mesoamericano, comenzaron a

desarrollarse institucionalmente desde 1523, por parte de los frailes franciscanos

flamencos: Johan Dekkers, Johan van der Auwera y Pedro de Gante. En 1524, la llegada al

puerto de Veracruz de 12 misioneros franciscanos, comandados por Martín de Valencia,

activarían el apoyo secular a la empresa castellana; en cambio, los primeros colonos y los

conquistadores de la Nueva España se establecieron como encomenderos y esbozaron la 244

Francisco Vitoria, Reelecciones del Estado, de los indios, y del derecho de la guerra, México, Editorial

Porrúa, 1985, pp. 55-57. 245

Carlos Baciero, “Juan de Solórzano Pereira y la defensa del indio en América”, en Hispania Sacra, Vol.

58, No 117, 2006, p. 314.

101

hegemonía occidental; así, la institucionalización del virreinato, les dio privilegios cuya

base descansaba en la diferenciación de los habitantes que lo componían: la república de

españoles y la república de indios. Sin embargo, los misioneros franciscanos adoptarían un

papel activo en aquel proceso, su intervención en la estructura colonial tuvo un fuerte peso

en las decisiones políticas y, de manera contundente, respecto a la impartición de justicia a

los indígenas.

Los primeros años de la empresa evangelizadora estuvieron marcados por un proceso de

experimentación; ante la complejidad que suponía la conversión de masas de indígenas, las

estrategias misioneras estaban dominadas por una absoluta ignorancia de la cosmovisión de

los pueblos conquistados. En 1523, se recurrió a la destrucción de la memoria pictórica, de

lo que actualmente se denomina códices, por ser considerados como prueba irrefutable de

sus cultos “demoníacos”; 246

en 1525, se emprendió la demolición sistemática de los

templos y de las esculturas de los “ídolos” del Valle de México y Tlaxcala; se prohibieron

los rituales y ceremonias públicas y, asimismo, se inició la persecución de los sacerdotes

indígenas y el desmantelamiento de las instituciones educativas. 247

A esta destrucción, se le yuxtaponía un fase de imposición del modelo cultural de

occidente, el cual consistía en la enseñanza de técnicas, ya fueran éstas de construcción

para la creación de las primeras iglesias, de pintura, para la decoración de las mismas, de

sastrería, orfebrería, herrería y elaboración textil. En otro extremo, se desarrollaría un

amplio programa de cristianización de las elites nahuas, se formularían matrimonios mixtos

entre las indígenas de la nobleza y los conquistadores; a los descendientes de esos linajes,

los mestizos y, también a los de la nobleza mexica, indígenas, se les educaría bajo los

lineamientos de los misioneros: enseñanza de la fe cristiana, aprendizaje del castellano y

latín y, la iniciación en estudios musicales, teológicos, históricos y literarios.

Serge Gruzinski y David A. Brading, refieren que la llegada de los 12 misioneros

también trajo consigo referencias teológicas que conferían a su labor en el nuevo mundo el

carácter de utópica y providencialista; Savonarola o Joaquín de Fiore, serían su inspiración,

de este último asumían sus tesis mesiánicas por lo que se creía que el proceso de 246

Serge Gruzinski, La colonización de lo imaginario Sociedades indígenas y occidentalización en el México

español. Siglos XVI-XVIII, México, FCE, 2001, p. 23. 247

Brading, op.cit.p.219-220.

102

evangelización cumplía una vieja profecía que estipulaba la llegada del fin de los tiempos y

del juicio final, por lo que su tarea en México formaba parte de esta última época. Es por

eso que, muchos de sus actos de conversión se caracterizaban por una exagerada protección

a los indígenas, cuyas acciones afincaban un paternalismo; también, creían que con bautizar

a millares de indígenas podrían obtener una respuesta espontánea, incluso llegaron al

extremo de considerarlos materia moldeable que podría corporeizar el cristiano ideal,

llevaron a los niños de la nobleza indígena a vivir a su lado con el fin de sustraerlos de la

influencia familiar; los criaron con gran rigor, su intención fundamental, la construcción de

un mundo cada vez más perfectible.

Así, aunque el proceso de evangelización tuvo como primer objetivo convertir a los

pipiltin de los pueblos conquistados, no sucedía lo mismo con los macehualtin, su

acogimiento a la fe católica por medio de los bautismos masivos, iba precedido de la total

ignorancia hacia los preceptos y sacramentos de la fe que recibían. A pesar de que la

conversión intentaba ejecutarse en todos los ámbitos de la vida colonial, sus resultados no

fueron del todo efectivos; entre el entusiasmo y las estrategias de los misioneros había un

enorme vacío que no permitía la evangelización; esa carencia fue el desconocimiento de sus

creencias y sus lenguas, lo que sugiere que, por mayores esfuerzos que se hicieran, para

ellos esas tradiciones y credos de la cristiandad sólo eran aparentemente aceptados por estar

permeados bajo el yugo de la imposición.

De la misma forma, la legalidad en la colonia no parecía seguir los lineamientos de la

ibérica, su praxis fue establecida a favor de los intereses de los conquistadores y los

encomenderos, puesto que se sirvieron de las imputaciones legales más severas de la

justicia española para castigar implacablemente a los gobernantes y, a las élites indígenas,

que se opusieran a sus mandatos, su finalidad era evitar que su influencia o liderazgo

perturbara el proceso colonizador. No en balde, Hernán Cortés, ante la amenaza de una

rebelión en su contra comandada por el capitán Cristóbal de Olid en las Hibueras, decidió

enfrentarlo en aquel paraje de Honduras, llevándose como cautivos al último tlahtoani

mexica, Cuauhtemoc y, a otros nobles de la triple alianza, su estrategia era asegurar la

sumisión de los nahuas durante su ausencia. Sin embargo, cuando llegaron a Itzamkanac,

103

capital de la provincia maya-chontal de Acalan-Tixchel,248

Cortés fue alertado de que se

estaba preparando la resistencia indígena organizada por parte de los nobles que llevaba

presos, de inmediato los interrogó para después condenarlos a muerte sin permitir que

tuvieran un proceso judicial.249

Lo mismo ocurrió a otros gobernantes indígenas, es el caso de Tzintzincha Tangaxoan

II, conocido como Cazonzi, que aceptó pacíficamente el vasallaje español y, siguió

manteniendo su gobierno tarasco aunque como tributario de la corona. Sin embargo, en

1529, con la llegada de Nuño de Guzmán a la presidencia de la Real Audiencia de la Nueva

España, se le apresó pidiendo oro a cambio de su liberación; a pesar de haberse cumplido

las exigencias, Guzmán utilizó al cautivo tarasco para demandar más minerales y el apoyo

de los indígenas michoacanos para conformar una expedición que pretendía conquistar a los

indígenas teules-chichimecas de Jalisco.250

En plena expedición, el 26 de enero de 1530, con el argumento de que Cazonzi impedía

la tributación a los encomenderos, Guzmán inició un proceso criminal que duraría sólo tres

días por la intervención oportuna de frailes franciscanos. No obstante, con el transcurso de

la empresa, se añadieron más cargos en su contra y se le aplicó un juicio sumario: se le

acusaba de apoyar una rebelión indígena contra Nuño de Guzmán, después otros testigos

indígenas apoyarían la versión y declararon qué, años atrás, Cazonzi había matado a unos

españoles para que con su piel desollada se hicieran honras a los dioses tarascos y, qué

además, había cometido el pecado de sodomía con un indio cercano a él. Así, fue obligado

a prestar declaración bajo tormento.251

El 14 de febrero de 1530, murió ajusticiado, primero

fue metido en un petate, para atarlo a los pies de un caballo que lo arrastró por todo el

campamento, luego moribundo se le amarró a un madero para ser quemado vivo. A pesar

248

Ernesto Vargas Pacheco, “El viaje de Cortés a las Hibueras”, en Arqueología mexicana, volumen, IX, núm

49, México, pp. 58-60. 249

Para un análisis pormenorizado véase: Scholes, op.cit. pp. 96-102. Entre los historiadores indígenas que

narraron el hecho véase: Alva Ixtlilxochitl, op.cit. tomo I, pp. 501-505. Para los testimonios de primera fuente

consulte: Cortés, op.cit. p.198. Díaz del Castillo, op.cit. pp. 468-471. 250

Armando M. Escobar Olmedo, (Introducción, paleografía y notas.) Proceso Tormento y muerte del

Cazonzi el último señor de los tarascos, Morelia, Michoacán, Frente de Afirmación Hispanista, A. C., 1997,

pp. 19-22. 251

Aunque he sintetizado la forma en que se presentaron las acusaciones, el proceso judicial tiene pasajes

oscuros y fue practicado a favor de los intereses de Nuño de Guzmán, por ejemplo las inculpaciones de

sodomía jamás fueron materia del interrogatorio practicado al cautivo.

104

de todas las acusaciones del proceso, las que fueron referidas oficialmente como motivo de

su castigo fueron: traición, idolatría y haber mandado matar a españoles.

De la misma forma, el 22 de junio de 1539, se abrió proceso contra Chichimecatecuhtli

Ometochtzin, conocido como Don Carlos, gobernante indígena de Texcoco. Fue acusado de

haber exhortado a su parentela a desconocer las obligaciones cristianas que los religiosos

les inculcaban. De inmediato fue apresado y se le siguieron las indagatorias donde se

descubrió que tenía espacios reservados para el culto de sus antiguos dioses. Con el

transcurso de la investigación, algunos testigos declararon que el gobernante no cumplía

con las normas cristianas y que además se había amancebado con una de sus sobrinas. El 29

de noviembre, bajo el mandato del obispo de México, fray Juan de Zumárraga, e inquisidor

general de la Nueva España, se le sentenció a morir en la hoguera por ser considerado

“hereje dogmatizador”. Al día siguiente fue quemado vivo en la plaza mayor, la suma de

sus cargos fueron: exhortar a sus parientes a desconocer la religión y el gobierno, estar

amancebado con una sobrina y, adorar a sus ídolos.252

El obispo fray Juan de Zumárraga había utilizado el poder eclesiástico que le delegaba

las funciones de inquisidor para condenar a muerte a Ometochtzin; sin embargo, al

trascender la noticia en la península Ibérica, el rey extendió una cédula donde reprobaba su

actuación, le encomendaba a regresar los bienes confiscados y prohibía tajantemente que

los indígenas no fueran condenados a la pena máxima por ser plantas verdes en la fe.253

Por

tal motivo, se estipuló que respecto a las faltas cometidas por los indígenas, no debía

proceder el Santo Oficio y, a partir de ese momento, aquellos casos sólo serían competencia

del Tribunal eclesiástico ordinario. No obstante, el 30 de junio de 1546, la Real Audiencia

conformó un código penal dedicado a los indígenas. En él se distingue que la imposición

252

Luis González Obregón, (paleografía y notas), Proceso Inquisitorial del cacique de Tetzcoco, México,

Congreso Internacional de americanistas A.C., Gobierno del Distrito Federal, 2009. 253

Roberto Moreno De los Arcos, “La inquisición para indios en la nueva España (siglos XVI a XIX)”, en

Evangelización y teología en América (siglo XVI): X Simposio Internacional de Teología de la Universidad

de Navarra, (Ed.) Josep-Ignasi Saranyana, Primitivo Tineo, Antón M. Pazos, Miguel Lluch-Baixaulli y María

Pilar Ferrer, Navarra España, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 1990, Vol. 2, pp. 1471-

1484.

105

del modelo occidental estaba muy lejos de cumplir sus propósitos pues también revela la

supervivencia de las costumbres y creencias religiosas de los mesoamericanos.254

Entre las costumbres indígenas que eran merecedoras de castigo estaban las que

competían a la expresión de la sexualidad: aquel que se mantuviera amancebado se le

marcaría la frente del rostro por medio de hierro caliente en forma de cruz, asimismo, los

que utilizaran los temazcales sin comprobar que habían concurrido a ellos por estar

enfermos, se les penaría con cien azotes para posteriormente mantenerlos atados en el

tianguis con la finalidad de exhibirlos públicamente. Al marido o esposa que no tuvieran

vida matrimonial, se les apresaba para obligarlos a tenerla, pero si llegaban a consumarla,

se les ponía en libertad. Entre las prácticas que seguían perturbando a los españoles estaba

el uso de indumentarias que no correspondían al sexo de quien las vestía, incluso las

prácticas sexuales entre mujeres:

Que ningún indio ande en hábito de india ni india en hábito de indio, y si se tomaren

en estos hábitos, que sean presos y luego azotados públicamente, y tresquilados, y los

tengan en el tiangues atados a un palo con aquellos hábitos.

Que ninguna india sea osada de echarse sobre otra como varón, y si lo hiciere, le den

de azotes, y la tresquilen públicamente, por la primera vez, y por la segunda, sean

traídas a la cárcel de esta corte, con la información.255

Por su parte, las distintas órdenes mendicantes exploraron otras estrategias para

convertir a los indígenas al cristianismo, aprendieron la lengua de los catecúmenos e

indagaron sobre sus creencias, rituales y costumbres, todo con el fin de conocer las

conductas que era indispensable transformar. Ese proceso los llevaría a la recuperación de

los pocos registros históricos que sobrevivieron a la destrucción, la transcripción de la

tradición oral indígena documentada en su propia lengua con el apoyo del alfabeto latino y

la memoria de la conquista con los testimonios de los sobrevivientes. Dicho proceso

serviría de base para la elaboración de doctrinas, catecismos, manuales de confesionarios,

plegarías, sermones y autos que intentaban hacer comprensible la fe cristiana en las lenguas

aborígenes, por lo que entre 1524 y 1572, se publicaron alrededor de 109 títulos con estas

características.256

254

Edmundo O Gorman, “Una ordenanza para el gobierno de indios 1546,” en Boletín del Archivo General de

la Nación, tomo XI, Num. 2, Secretaría de Gobernación, Dirección General de Información, México 1940, pp.

179-194. 255

Ibíd. p.188. 256

Brading, op. cit., pp. 137-138.

106

El dogma cristiano sobre la sexualidad instruida a los catecúmenos nahuas.

Con la traducción e impresión de las enseñanzas del dogma católico arrancó un nuevo

proceso de conversión y, con respecto a la sexualidad, es justo en esos documentos donde

se desplegaron detalladamente los usos del cuerpo y de las prácticas sexuales permitidas

por la moral cristiana. Estas restricciones fueron exaltadas y enseñadas a través de

sermonarios, es el caso del “Tratado de los siete Pecados capitales”257

compuesto entre

1551 y 1552, por el fraile franciscano, Andrés de Olmos, cuyo modelo fue copiado de la

obra de otro misionero evangelizador, San Vicente Ferrer, intitulada Sermones de Pecatis

capitalibus pro ut septem petitionibus orationis Dominacae opponuntur. Aunque el género

al que pertenecía fueron los llamados sermones parenéticos, el fraile prefirió exponer la

materia de los siete pecados mortales y, las circunstancias en las que se originan, a manera

de pláticas. Arrancaba con indicaciones precisas sobre el sentido de la oración, en

particular, el “Padre Nuestro” ya que además de ser un rezo, servía de invocación para que

la protección divina librara de caer en los pecados. Por eso sugería que debía practicarse

con la mayor sinceridad posible:

Padre Nuestro que estás en los cielos,

Santificado sea tu nombre (contra la soberbia),

Que llegue el día de tu reino (contra la avaricia),

Hágase tu voluntad (contra la lujuria),

Danos hoy nuestro pan de cada día (gula),

Perdona nuestras deudas (contra la ira),

Y no nos induzcas en tentación (contra pereza).

Pero líbranos del mal. Amén (contra la envidia)258

En el caso de la lujuria, Olmos hacía patente que se le podía evitar con la obligación de

orar a Dios y, exhortaba a los catecúmenos a la reflexión de sus actos. Asimismo, tomando

como referencia las creencia indígenas, explicaba que los astros y la naturaleza en sus

cuatro elementos obedecían plenamente al Dios único, por eso aclaraba que decía: “hágase

tu voluntad” para actuar en concordancia de lo que la divinidad espera de los humanos qué,

las relaciones sexuales debían mantenerse bajo el sacramento del matrimonio y con el fin

de procrear. En seguida, dividía su predicación sobre la lujuria en tres grandes bloques

temáticos: advertía que siempre estaba cerca, explicaba que a Dios le repugnaba su

257

Andres de Olmos, Tratado sobre los siete pecados mortales, (Paleografía del texto en náhuatl, versión

española, introducción y notas) Georges Baudot, México, UNAM, 1996. 258

Ibíd. p. 5.

107

existencia y, enunciaba, lo que cada individuo debía hacer para frenar la vida lujuriosa,

advirtiéndoles que era reprobable incluso cuando se manifestaba en los pensamientos, por

medio de las palabras, en los deseos y los sueños nocturnos.

También explicaba la manera en que se podía evitar la lujuria, proponía seis pasos a

seguir cuyo alcance estaba mediado por la reflexión individual y la conciencia de la culpa:

era necesario pensar en Jesucristo, en su sufrimiento en la cruz; proponía recordar la

importancia de la abstinencia, desde la alimentaria hasta la sexual; exhortaba encomendarse

a Santa María la virgen, que protegía y apaciguaba las tentaciones lujuriosas; aconsejaba

pensar en el castigo, en el sufrimiento que provocaba la condena divina; recomendaba

apoyarse en el ángel guardián como representante de Dios e inseparable protector de los

humanos; invitaba a pensar en la dignidad del alma, ya que ella simbolizaba el regalo que

Dios otorgaba a los humanos para vivir, era su fiel representación en la existencia humana

por lo que era imperdonable que su imagen se ensuciara con los pecados. A partir de estas

alocuciones, Olmos, definía cada uno de los pecados mortales, el pecado contra natura era

el penúltimo de su prédica y lo definía de la siguiente manera:

Aquí, algo que proviene de la lujuria es el pecado contra natura que es espantosísimo,

gravísimo, asqueroso. Hay cuatro modos de pecado contra natura: Primero, cuando un

hombre que no anda durmiendo voluntariamente saca, vierte su esperma, tiene acceso

haciéndoselo con la mano y así siente placer. Quizá porque no se atreve a seguir a una

mujer, quizá sirva de modelo, sea cortado. O aun es una mujer que así se lo hace con

la mano, que se acaricia sus partes, o aun en el hombre o la mujer se acarician, se

tocan. Es pecado, cuando la criatura de buen grado incurre en este espantosísimo

pecado llamado molicie.

El segundo modo se llama Sodomía, en él incurre el hombre que tiene acceso con otro

hombre, y es la más temible de las faltas. Y también cuando la mujer tiene acceso con

mujer, masturba a una mujer. O aun cuando el hombre tiene acceso con la mujer del

mismo modo con que tiene acceso con un hombre, sólo le gusta el hombre y desprecia

a la mujer, y es espantoso, horrible, será necesario matarlo con fuego si se llega a

saber.

El tercero se llama a lo venado, bestialidad, si es con un venado, con una bestia que el

hombre o la mujer tienen acceso. Y el venado o aun el perro, la bestia serán quemados

también aunque el pecado del venado no sea tan espantoso, tan horrible, tan

despreciable, tan censurable como el de la criatura.

Cuarto, cuando la mujer se echa a alguien a menudo se deshonra, se envilece se hace

indigna de recibir semen. Sólo es como los cerdos, los puercos, los cochinos que se

revuelcan que se encenagan, que se amontonan para entregarse mejor al placer

carnal.259

259

Ibíd. pp. 135-136.

108

La predicación sobre los pecados capitales no fueron los únicos preceptos cristianos que

se inculcaron a los catecúmenos nahuas, más bien, formaba parte de un complejo

mecanismo constituido por dos estrategias que intentaban imponer la moral católica: por un

lado estaba la predicación del dogma a través de doctrinas, catecismos, plegarias y

sermones; en el otro, la comprobación de que con dichas enseñanzas se había logrado la

conversión, esto se verificaba ya sea por la observancia del comportamiento de los

catecúmenos en la liturgia o la vida cotidiana y, de modo comprobatorio, en la confesión.

Esta apreciación no es fortuita, el mismo Andrés de Olmos sugería a sus escuchas:

Tendrán que hablar con rectitud, sin disimulos al padre cuando se confiesen, porque a

veces pocas saben si han cometido un gran o un pequeño pecado. Y así toda

perversidad, todo vicio habrá de ser dejado, rechazado, para cumplir perfectamente

con lo que Dios quiere y para rezarle.260

Con respecto a la elaboración de confesionarios en lengua nahua, entre los trabajos

pioneros estaban los elaborados por el fraile franciscano Alonso de Molina, conocidos, uno

como “Confesionario Mayor”, el otro, “Confesionario Breve”, ambos en lengua mexicana y

castellana.261

En ellos optó por desarrollar un cuestionario que se adoptara a la

circunstancias de la confesión en la Nueva España pues no se basó en los que eran

utilizados en la península Ibérica; los conformó de acuerdo al dominio que tenía de la

lengua náhuatl, por la experiencia que había adquirido como misionero y, basándose en las

obras que ya habían escrito sus compañeros de orden, como Motolinia, Olmos y Sahagún,

de modo qué, la mayoría de las preguntas que proponía llevaban el propósito de ahondar

sobre los aspectos de la religión y las costumbres indígenas que ya habían sido identificadas

para su expurgación.

Los confesionarios estaban estructurados de acuerdo a cada uno los preceptos de la

doctrina cristiana, por eso, los cuestionamientos que proponía se jerarquizaron en relación

a cada uno de los diez mandamientos bíblicos, le secundaban las interrogaciones

correspondientes a los cinco mandamientos de la iglesia, después, a las que se efectúan

antes de la administración de alguno de los sacramentos, le seguían las preguntas acerca de

las siete obras de misericordia, posteriormente sobre los cinco sentidos, para rematar con

las acordes a las virtudes teologales y las cardinales.

260

Ibíd. p. 137. 261

El primero estaba dedicado para los catecúmenos nahuas mientras que el segundo era una guía para los

confesores.

109

Las preguntas que intentaban profundizar sobre la vida sexual de los nahuas conversos

se basaban en el sexto y el noveno mandamiento y, estaban distribuidas de acuerdo al sexo

del penitente. Sin duda la mayor parte de las preguntas se centraban en la vida sexual de los

varones, se les cuestionaba sobre sus pensamientos o deseos sexuales, la cantidad de veces

que le sucedían, qué grado de consanguineidad tenía con la mujer que deseó; después se le

preguntaba sobre su vida sexual, qué estado guardaban las mujeres con las que había tenido

acceso: casada, viuda, soltera, si guardaba castidad o tenían algún grado de parentesco;

igualmente, se le interrogaba como obtuvo el consentimiento por parte de la mujer, si por

medio del engaño, la seducción o se atrevió a tocar su cuerpo; para finalizar con

cuestionamientos sobre los pensamientos sexuales, si llegaban al grado de provocarle

polución. Si era casado, recomendaba cuestionarle si su matrimonio había sido bendecido

por la iglesia o si en su vida sexual habían impedido la procreación. Con respecto al pecado

contra natura se le inquiría:

¿Has tenido parte con algún varón o él contigo? ¿persuadístelo tú y provocástelo?

¿Hicístelo en las manos o tú a otro, u otro alguno a ti? ¿Veniste por esto a caer en

polución derramando tu simiente? ¿Tuviste parte con alguna perra, oveja o gallina?262

A la mujer, se le cuestionaba, si había palpado los genitales de algún varón; si alguna

vez había mantenido relaciones contra natura con otra mujer o si tuvo un arreglo personal

para ser codiciada por los hombres; en el caso que fuere casada sólo se recomendaba

preguntarle si alguna vez había impedido la procreación.263

Al final del cuestionario

concerniente al sexto mandamiento, el fraile recomendaba a los penitentes:

Y acerca de los otros pecados y offensas de nuestro señor Dios, que se comenten con

el suzio deleyte de la luxuria si por ventura cometiste algunos, o pecaste en alguno

dellos, lee el sexto mandamiento de nuestro señor Dios para que en el pienses todas las

particularidades que allí se ponen, para que veas si cometiste alguna dellas, porque te

confiesses de todas ellas. 264

Los confesionarios funcionaban como la prueba final de la evangelización de los

catecúmenos, tal ratificación del aprendizaje no sólo repercutía en las cuestiones netamente

doctrinarias, su puesta en práctica llevaba implícito un complejo proceso de aculturación

262

Juan Guillermo Durán, “El confesionario breve de Fr. Alonso de Molina (1565) Un ejemplo para el estudio

de la disciplina penitencial en el Nuevo Mundo”, En Teología: revista de la Facultad de Teología de la

Pontificia Universidad Católica Argentina, Nº. 33, 1979, p.46. 263

Alonso Molina, Confesionario mayor en la lengua mexicana y castellana (1569) (Edición facsimilar),

México, Suplementos al boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1972, p.34. 264

Ibíd. p. 78.

110

fundado en la incorporación del esquema conceptual de individuo, lo que Guruzinski llama

individualización; ya que los confesionarios imponían a los indígenas una serie de

categorías establecidas por la moral cristiana para evaluar sus propios actos y pensamientos

a través de la reflexión individual, se les impuso el concepto de libre albedrío, se remarcaba

que sus elecciones estaban permeadas por la voluntad propia y, por tanto, debían asumir sus

actos con absoluta responsabilidad con la única condición de que dicha elección sería

valorada y enjuiciada por los representantes de Dios, es decir, se le condicionaban formas

aprobadas de individualidad y culpabilidad bajo el esquema binario cristiano muy

contrarias a las formas colectivas con las que ellos emendaban sus faltas religiosas y

sociales.

Izquierda: Catecismo Testeriano, elaborado hacia 1524 como uno de los primeros intentos para evangelizar a

los nahuas. Derecha: Portada del Confesionario Mayor, edición bilingüe, lengua mexicana y castellana,

compuesto por el fraile Alonso de Molina, México 1569.

111

Capítulo V, Sodoma en la Nueva España

Las potestades jurídicas coloniales y la sodomía.

Es de suponer que los castigos por el pecado contra natura o pecado de sodomía en la

Nueva España comenzaron a registrarse justo después de la conquista de los mexicas, sin

embargo, los procesos judiciales registrados por las autoridades virreinales que he

localizado datan del último cuarto del siglo XVI. 265

Es el caso de los ajusticiados en 1596

por los alcaldes de la Sala del Crimen, dependencia de la justicia civil de la Real Audiencia,

cuyo castigo notificó el virrey Conde de Monterrey, Gaspar de Zúñiga y Acevedo, en

comunicación epistolar al rey de España, Felipe II:

[…]han se descubierto aquí de pocos meses acá algunos delincuentes del pecado

nefando y otras especies de sodomía a cuya prisión y exemplar castigo que queda

hecho en algunos que se han quemado y prender los cómplices de la provincia de

Guatemala a quien estos culparon ha acudido la Sala del crimen con mucho calor y yo

los he esforzado y favorecido en la execución de justicia como conviene ordenándoles

que si huviese corresponencia con los casos sucedidos en Madrid y otros se escriviese

todo para enbiar a Vuestra Majestad las culpas que se resultasen en contra quales

quiera indiciados sin excepción de personas suplico a Vuestra Majestad mande

escribir a los alcaldes las gracias de lo que en esto yo testifico que han servido para

que se animen adelante en los demás casos que sucedieren.266

Aunque no se dispone de mayor documentación sobre el proceso, es de suponer que los

inculpados eran europeos, de oficio marino o comerciante y, en menor medida, a algún

esclavo africano; no en balde, el virrey advertía que los ajusticiados habían acusado a otros

individuos que se encontraban en Guatemala y, posiblemente, se relacionaban con algunos

casos presentados en la capital de la monarquía. No podía haberse tratado de indígenas,

puesto que no tenían la movilidad territorial que al parecer gozaron los castigados y,

recuérdese que se había instituido que sus faltas o pecados debían ser tratados

exclusivamente por la institución eclesiástica, la cual recibió diferentes nominaciones:

“Provisorato de naturales”, “Tribunal de la fe de los indios”, “Inquisición ordinaria”,

265

En 1542 se efectuó una denuncia ante el alcalde mayor, Alonso de la Peña, por delitos de sodomía que

sucedieron en altamar, en la zona que comprende a la isla “la Española” y Veracruz, los acusados eran: el

marinero, Antonio Lipares y el grumete, Cebrián Bergamasco, ambos de origen italiano. Véase: AGN,

Inquisición, Vol. 212, Exp. 3. En la actualidad el documento está severamente dañado. Asimismo, entre

noviembre de 1576 y enero de 1577, se efectuó una denuncia en el Santo Oficio de la Inquisición de la

Ciudad de México, contra Tomé Núñez de Álamo, un candelero, de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, por

haber manifestado palabras heréticas y escandalosas, le seguían otras acusaciones como las de obligar a su

esposa tener relaciones sexuales contra natura. Véase: AGN, Inquisición, Vol. 117, Exp. 15. 266

AGI, México, 23, N.60, f 3, Cartas del Virrey Conde de Monterrey.

112

“Vicariato de indios” o “Juzgado de naturales”. Los indígenas no podían ser procesados por

otras jurisdicciones sino por las facultades del ordinario, es decir, a través del obispo o

arzobispo.267

Sin embargo, durante este periodo, los indígenas mantuvieron contacto con la

Santa Inquisición pues la colaboración entre las distintas jurisdicciones fueran éstas los

tribunales eclesiásticos ordinarios o, las de la Real Audiencia, fue estrecha y, se asistían

mutuamente, para hacer imperar la ley en el virreinato; además, los indígenas llegaron a

presentarse ante las autoridades inquisitoriales como testigos, víctimas o querellantes en

algunos juicios e, incluso, se les juzgo por haber agraviado al tribunal.268

Por las restricciones que las potestades jurisdiccionales novohispanas tenían, no es

posible conocer cuantitativamente si los indígenas tuvieron incidencia en el pecado

nefando, si bien, sus faltas eran valoradas por el “Tribunal de indios”, las denuncias y

castigos de sus delitos se hacían ante el arzobispo, cuyas estrategias de corrección,

descansaban generalmente en el reforzamiento de la predicación pastoral.269

A pesar de ese

trato especial, se presentaron testimonios donde de manera indirecta se acusaba a los

indígenas de haber caído en el nefando delito; es el caso de los huastecos qué hacia el año

de 1629, fueron objeto de una denuncia anónima ante el Tribunal de la Santa Inquisición

pues seguían practicando rituales para venerar al dios Paya, cuyo ixiptla, era un cántaro

cubierto de plumas de colores y que por la boca le salían flores. Los varones indígenas lo

honraban con bailes realizados al son de un teponaztle y un tambor, usaban hábitos de

267

Moreno de los Arcos, op.cit. pp. 1472-1473. 268

Jorge E. Traslosheros, “Los indios, la Inquisición y los tribunales eclesiásticos ordinarios en Nueva

España. Definición jurisdiccional y justo proceso, 1571-c.1750”, en Los indios ante los foros de justicia

religiosa en la Hispanoamérica virreinal, coord. Jorge E. Traslosheros y Ana de Zaballa, México, UNAM,

Instituto de Investigaciones Históricas, 2010. p.53. 269

Un estudio reciente revela que en agosto de 1604, en la ciudad de Valladolid, capital de Michoacán,

fueron acusados ante las autoridades civiles, Simpliciano Cuyne y Pedro Quini, pues fueron sorprendidos

manteniendo prácticas sexuales dentro de un temazcal. Las indagatorias dieron como resultado la implicación

de 13 varones. El caso es excepcional pues los acusados eran en su mayoría indígenas purépechas y tarascos,

a pesar que había la obligación que el caso debía tratarse exclusivamente por las facultades del Tribunal

eclesiástico ordinario, las autoridades civiles siguieron el proceso, incluso, utilizaron intérpretes para obtener

la confesión de los acusados, de los cuales cuatro fueron ajusticiados con la muerte en la hoguera. Véase: Zeb

Tortorici “‘Heran Todos Putos’: Sodomitical Subcultures and Disordered Desire in Early Colonial Mexico”,

en Ethnohistory, número 54:1, 2007.

113

mujer, llevaban una larga cabellera postiza en la cabeza y, hacían sonar con sus manos unas

sonajas de madera270

:

Este baile dura hasta hoy en general por toda la provincia en unos pueblos con la

superstición y rito de gentilidad que antes, celebrando al tal Paya con ramos y junta de

los indios maceguales a comer y beber lo que se ofrenda al dicho cantarillo, y a otros

pecados y abominaciones en que ni aun se perdona al nefando, y en otros pueblos sólo

se baila para alegrar a los naturales; pero al fin, todos los más piden al tal cantarillo, en

sus enfermedades, la salud, y le ofrendan para ello.271

Sin embargo, la denuncia presentada tenía como propósito inculpar de prácticas

contrarias a la fe, al esclavo de origen africano, Lucas de Olola, pues además de participar

en los rituales de los huastecos, practicaba la hechicería y, a través de posesiones

consideradas demoniacas, adivinaba a sus consultantes indígenas quienes habían

provocado su ruina o enfermedad. Durante el siglo XVII, la presencia africana en la

sociedad novohispana se había incrementado, en gran medida, por la demanda y el flujo

constante de esclavos provenientes del África atlántica, eran utilizados como mano de obra

ante el declive de la población indígena, cuya alta mortandad era ocasionada por la

explotación y las enfermedades infectocontagiosas europeas.

Algunos africanos lograban huir de sus amos y se refugiaban en lugares lejanos donde

el control español estaba vulnerado o donde hubiere condiciones climáticas semejantes a

su lugar de origen; en cambio, los que permanecían en la metrópoli, convivían

cercanamente con las etnias y la castas de los estratos bajos que la jerarquización social del

virreinato había impuesto: indígenas, mestizos y mulatos. Los dos últimos son los grupos

con mayor presencia en los expedientes coloniales que registran las denuncias y los

procesos judiciales por sodomía, en gran medida porque en la colonia el grupo dominante

impartía la justicia de manera selectiva; las castas eran consideradas gente vil, mientras el

grupo blanco, fuera español o criollo, no podían verse inmiscuidos en esos delitos puesto

que ellos eran los encargados de ejercer la ley y, el ejemplo a seguir dentro de la sociedad

jerarquizada.

Durante los primeros años de la imposición colonial, la unión matrimonial entre las

mujeres indígenas de la nobleza y, los conquistadores, funcionaba como un pacto político o

270

Según testimonio del padre Carlos Tapia y Zenteno, citado por: Gonzalo Aguirre Beltrán, Obra

Antropológica VIII, Medicina y Magia, el proceso de aculturación en la estructura colonial, México,

Universidad Veracruzana, Instituto Nacional Indigenista, Gobierno del Estado de Veracruz, FCE, 1992, p.70. 271

Ibíd. p. 68.

114

de colaboración para asegurar la estabilidad del virreinato, lo que trajo como resultado, el

mestizaje. Sus hijos mestizos, gozaron los privilegios de sus ascendientes, convirtiéndose

en salvaguardas y replicadores del control hegemónico. Sin embargo, durante el siglo

XVII, los mestizos de las élites se negaban a ser comparados con quienes compartían igual

condición racial en los estratos sociales bajos; para las autoridades, esos individuos eran

hijos ilegítimos, fruto de la licencia y el pecado, por lo que eran considerados una nación

viciada e, indigna de un empleo o de una vida honorable.272

La misma suerte corrían los

mulatos, pues se concebía que su nacimiento había sido producto de los amancebamientos

o, relaciones casuales, que sostenían los españoles con las mujeres africanas que les

servían pues eran destinadas a la esclavitud o al servicio doméstico.

Esos grupos no tenían los mismos derechos que se habían concedido a los indígenas por

estar recién conversos en la fe, aunque tenían severas restricciones, como aquellas que les

negaba el uso de indumentarias indígenas y españolas o, las de dedicarse exclusivamente a

272

Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial: 1610-1670, México, FCE,

1980, p. 73.

Izquierda: 15, De Mestizo y d'India,

Coyote. Miguel Cabrera, 1763,

Colección Elisabeth Waldo-Dentzel,

Multicultural Music and Art Foundation of

Northridge, California.

Abajo: De Español y Negra, Mulata,

anónimo, 1775-1800, Museo de América,

Madrid, España.

115

determinados oficios, se les aplicaban indistintamente las leyes que regían al grupo

dominante, especialmente, las tocantes a las creencias religiosas pues se consideraba que la

cercanía y la convivencia, era suficiente para que aprendieran y se comportaran bajo los

edictos de la moral cristiana. Así, las distintas jurisdicciones tenían las facultades para

recibir las denuncias o iniciar los procesos judiciales en los que estuvieran inmiscuidos

africanos, mulatos, mestizos y, las otras castas, de acuerdo a los delitos en que incidían.

Exceptuando a los indígenas, lo mismo ocurría con el pecado de sodomía, pues recuérdese

que en el virreinato de la Nueva España se seguían los protocolos impuestos por los reyes

católicos desde 1497.273

Por tanto, en la ciudad de México, el virreinato disponía de dos órganos institucionales

que podían sancionarlo: el ya mencionado Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición

porque el delito era equiparado con el crimen de herejía, es decir, contravenía a la fe

cristiana; pero, en otros casos, la denuncia y, la pena correspondiente, tenían la obligación

de ser atendidas por la Sala del crimen de la Real Corte Virreinal, ya que era un delito de

lesa magaestis, ofendía al representante de Dios en la tierra, a su majestad, el rey del

imperio español. Esas pequeñas diferencias se constatan en un caso presentado en 1633,

según el cual, el alcalde de la villa de Tacuba, Roque de Chávez Osorio, a pesar de

participar de las instituciones y la justicia civil, prefirió denunciar ante la Santa Inquisición

a un mulato porque a su parecer, el denunciado había practicado el pecado de sodomía por

órdenes del demonio.274

La praxis legal sobre el pecado nefando en la Nueva España.

Entre las acusaciones, las investigaciones en torno al presunto delito y, el proceso

judicial, había mucha distancia, aunque la prueba irrefutable del pecado suponía que

existían testigos que habían presenciado el acto y, que por tanto, el indiciado era declarado

culpable, había casos en los que no se podía corroborar la imputación u, otros, en los que

se verificaba que la acusación no tenía sustento porque perseguía otros fines, pues al

considerarse a la sodomía como el delito más grave para la justicia ibérica, su acusación

bien podía funcionar como una estrategia para agravar la condena de un personaje

273

Novísima recopilación de las leyes de España, Tomo V, p.428. 274

AGN, Indiferente Virreinal, Caja, 2663, Exp. 6, 2 fojas, Acusación de Roque Chaves y Ossorio contra un

mulato por el pecado de sodomía.

116

incómodo, tal y como lo hizo el presidente de la Real Audiencia, Nuño de Guzmán, contra

Cazonzi.

Un ejemplo de esas argucias judiciales, fue la denuncia presentada entre diciembre de

1653 y enero de1654, por parte de las autoridades inquisitoriales de la Villa Alta de San

Ildefonso, cabecera dependiente del arzobispado de Antequera, actualmente Oaxaca. Ahí,

se acusó a Andrés de Aramburu (en su tiempo alcalde mayor de dicha villa), por haber

declarado que la sodomía no era pecado.275

Sin embargo, el expediente recopila una serie

de testimonios que dimensionan la complejidad del problema pues se sugiere que el

acusado tenía severas fricciones con los religiosos de orden con los que compartía la

impartición de justicia y el gobierno de la región.276

Así, las testificaciones revelan, que los

conflictos se incrementaron cuando el padre, fray Joan de Noval (comisario inquisitorial,

calificador de la vicaría de Choapa y vicario padre de la Villa Alta) durante las

celebraciones de San Ildefonso, patrono de la villa, había predicado un sermón

“defendiendo la fe y reaprehendiéndole (al alcalde) sus vicios, diciendo que (por eso) se

perdía la fe entre los indios.”277

Los declarantes no detallaron el contenido exacto del sermón pero se puede suponer que

afectaba gravemente los intereses del alcalde ya que su reacción puso en vilo a la región.

Según los testimonios: ordenó a los indígenas a no reverenciar a los religiosos, no asistir a

misa para dedicarse exclusivamente a su trabajo en la confección de mantas, quien no

siguiera su orden, sería multado y, tendría como castigo, cien azotes pero su enojo fue

mayúsculo pues mandó a cerrar las parroquias e incluso incendió una. Además se dedicó a

cuestionar la autoridad de los religiosos, los acusó de borrachos, de amancebados, de haber

procreado hijos ilegítimos y, de predicar nueva fe, en especial, el fraile Joan de Noval.

Sin embargo, las autoridades inquisitoriales consideraban que el eje central del conflicto

recaía en los discursos que vociferó sobre el pecado de sodomía, aunque hubo testimonios

divergentes sobre sus dichos: el encomendero Nicolás de Chávez informó que el alcalde

275

AGN, Inquisición, Vol. 437, Exp. 17, f 367-f 407, Testificación contra Andrés de Aramburu por decir que

la sodomía no era pecado. 276

A esta acusación ya le había precedido una denuncia en octubre de 1653 por parte de Fray Joan de Noval,

Comisario del Santo Oficio, AGN, Indiferente virreinal, (Inquisición), Caja 5025, Exp. 71, 4 fojas, Denuncia

contra Andrés de Aramburu, por su poco temor a Dios y por olvidar sus obligaciones con la Iglesia

católica. 277

AGN, Inquisición, Vol. 437, Exp. 17, f 383v.

117

había declarado qué, “el pecado nefando con las mujeres no era pecado, que lo decía un

autor nuevo;”278

mientras, Joseph Martin, vecino de la villa y, maestro de carpintería,

expresó que el alcalde tenía mala fama en ese asunto, insinuando que había llegado a pecar

con sus capataces.279

A pesar de las testificaciones, las acusaciones no prosperaron, mucho

tiempo después el alcalde sería cesado de su cargo y sería aprehendido, por otros delitos, en

el puerto de Veracruz. El año de 1660 fue encarcelado por parte de Juan Francisco de

Leiva, conde de Baños, quien llegó a ocupar la sede vacante del virreinato.280

No obstante,

años después, ocuparía el cargo de Tesorero en aquel puerto, cargo que le permitió estrecha

cercanía con el virrey que lo había apresado, incluso años después se aseveraba que era su

confidente. 281

Aunque las distintas jurisdicciones del virreinato cogobernaban y tenían la obligación de

colaborar en la impartición de justicia, los conflictos por los límites de sus potestades y las

diferencias personales estaban a la orden del día. Las disputas entre las autoridades civiles y

eclesiásticas fueron constantes durante el siglo XVII; por ejemplo, en 1656, año de la

llegada del arzobispo Matheo Segade Buguiero, abrió un periodo de pugnas de éste con el

virrey de la Nueva España, Francisco Fernández de la Cueva (octavo duque de

Alburquerque) las cuales cesarían hasta el momento de finalizar sus respectivos cargos,

hacia el año de 1660.282

Así, en diciembre de 1658, en una carta dirigida al monarca, Felipe

IV, el virrey acusaba al arzobispo de tener presos en las cárceles secretas del arzobispado a

unos clérigos: “sin dejarlos comunicar con nadie ni dar licencia para que los procuradores

y, abogados, los defiendan ni a los reos lugar para que puedan dar poder para su

defensa.”283

Como respuesta, el monarca, envío al arzobispo cuatro cédulas reales, en una

de ellas le pedía qué: si en el virreinato había clérigos facinerosos les expulsara; el

278

Ibíd. f 384. 279

Ibíd. f 386v. 280

Gregorio Martin de Guijo, Diario 1648-1664, 2 tomos, México, Editorial Porrúa, 1952, Tomo II, 1655-

1664, p. 136. 281

Así se constata en el Juicio de residencia que se realizó al virrey Conde de Baños, después de haber cesado

en su cargo. Véase: “Sentencia del Real Consejo de Indias sobre el Conde de Baños en 1667”, en Lewis

Hanke, Celso Rodríguez, Los Virreyes españoles en América durante el Gobierno de la Casa de

Austria: México, Volumen 4, España, Biblioteca de Autores Españoles, 1976-1980, pp. 216-298. 282

Para conocer a detalle los orígenes del conflicto y las consideraciones que cada uno tenía sobre las

potestades que les correspondía, véase: Israel, op. cit. pp. 258-262. Leticia Pérez Puente, “El gobierno

espiscopal durante el siglo XVII: Mateo Sagade Bugueiro”, en Religión, poder y autoridad en la Nueva

España, Alicia Mayer y Ernesto de la Torre Villar (eds.), México, UNAM, IIH, 2004, pp. 55-66. 283

AGI, México,38, N.60, f 1, Cartas del virrey Duque de Alburquerque.

118

arzobispo Segade, respondió que el duque de Alburquerque nunca había denunciado a

ningún clérigo y, qué incluso, le negó el auxilio para identificar a los que hubieren

cometido delitos, por eso afirmaba qué,

Sí los había, como consta del que pidió en la Real Audiencia contra Don Fernando

Gaitán, el licenciado Saavedra, Don Manuel de Espinosa y otros convictos, y algunos

confesos del pecado nefando y otros horribles delitos. Y así el arzobispo previno este

orden y mandato de su majestad aun sin tener orden de quien gobernaba.284

En su carta, el arzobispo argumentaba que su actuación había sido impecable y se había

apegado a las normas vigentes, su propósito era contradecir las acusaciones del virrey; sin

embargo, el expediente de Don Fernando Gaitán de Ayala uno de los acusados de sodomía,

desmiente en gran medida las aseveraciones del arzobispo; si bien, estuvo preso en las

cárceles arzobispales, fue por delitos distintos al referido. Su causa estuvo precedida por 38

personas, mayoritariamente de clero; en sus testimonios, recabados entre 1635 y 1657, se

aseveraba que el también presbítero y promotor fiscal del juzgado del arzobispado, había

tenido otros nombres como, fray Alonso de Ayala. Estuvo inmiscuido en delitos graves y,

en distintos lugares del mundo, en Goa, Angola y, las Filipinas, dio misa sin haberse

ordenado sacerdote, se le acusó de dar muerte al provincial de Manila y, aunque fue hecho

preso, logró escapar de la cárcel, huyó en un barco con rumbo a la India, de ahí pasó a

Lisboa para embarcarse a Angola, allí logró abordar las flotas esclavistas que iban a la

Nueva España, donde rápidamente encontró acomodo ordenándose como subdiácono con

los franciscanos, todo por ayuda de Francisco Manzo en un concurso mal habido.285

Los religiosos declararon que les causaba asombro que el presbítero fuere un personaje

apreciado por el arzobispo pues además de lo referido, se sabía que en la Nueva España

eran muy comunes las solicitaciones que Gaitán hacía a las mujeres feligreses, además,

vivía amancebado con una mulata, en casa de ella tenían una pulquería y habían procreado

siete hijos, uno de ellos había tratado de ordenarse religioso con la ayuda de su padre pero

haciéndose pasar por su sobrino. Por tanto, el clérigo preso, no tenía mucha relación con la

sodomía por lo que es posible que el arzobispo haya utilizado su caso y, el de los otros

reos, para convencer a la autoridad real que los tribunales eclesiásticos eran intachables al

parejo de las autoridades civiles pues justo en ese momento, la Real Sala del crimen,

284

AGI, México,38, N.77, f 7-f 7v, Cartas del virrey Conde de Baños 285

AGN, Inquisición, Vol. 574, Exp. 5, f 569-f 619, Causa contra Fernando Gaitán de Ayala.

119

jurisdicción administrada por el virrey duque de Alburquerque, había llevado a la hoguera

a catorce personas por el pecado nefando, donde además de los reos ajusticiados se habían

recibido declaraciones que inmiscuían a religiosos.286

El gobierno de Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque, destacó

durante el siglo XVII por las obras que había emprendido, la más relevante fue el apoyo

que dio a la edificación de la catedral metropolitana de la Ciudad de México, que concluyó

una de sus fases constructivas unos meses antes del verano de 1656, cuando Segade llegó

para ocupar la sede vacante del arzobispado. El virrey fue muy celoso de su cargo quizá

para no empañar la fama que tenía su familia noble, a principios del siglo XVII, su padre

había sido virrey de Cataluña, fue eficiente en su desempeño administrativo y la corona le

reconocía su habilidad para la supresión de desórdenes.287

Su hijo, tomó posesión de virrey

de la Nueva España el 15 de agosto de 1653, de inmediato le causó consternación el estado

en que se encontraba el virreinato, llegando a culpar a sus predecesores de corruptos por no

haber cumplido con su deber, al menos eso testimonian sus misivas a Gaspar Méndez de

Haro.288

Por eso, comenzó una serie de reformas en todos los ámbitos de la vida colonial,

recaudo sumas excepcionalmente cuantiosas en beneficio de la corona y, en materia de

justicia, superó el promedio de ejecuciones que habían hecho sus antecesores.289

Sin embargo, en la metrópoli ibérica se tenía muy distinta percepción sobre la manera

en que se estaba administrando la justicia en el virreinato de la Nueva España,

especialmente en los temas tocantes a la moral pública. El 10 de mayo de 1658, Felipe IV,

envió una real cédula al duque de Alburquerque, pues,

Estando informado de que en esas Provincias por la injuria de los tiempos, no está la

virtud tan fervorosa como lo estuvo en los primeros años y, deseando que en todas

partes permanezca y sea practicada con pureza, me ha parecido ordenaros y mandar

(como lo hago) que en todo lo que pende de vuestro cuidado y gobierno, pongáis

particular desvelo, lo primero en la recta administración de la justicia, amparando a los

pobres, a los indios que son lo de mas solemnidad y a todos los demás a quien se debe

286

Tal aseveración no es fortuita, según Gruzinski, el arzobispo ya había acusado de la misma forma a los

clérigos arriba mencionados en una misiva fechada el 4 de mayo de 1659, después, el 13 de octubre de 1660,

lo volvió a ratificar en la carta ya citada. Véase: Serge Gruzinski, “La cenizas del deseo, homosexuales

novohispanos a mediados del siglo XVII”, en De la santidad a la perversión, o de porqué no se cumplía la ley

de dios en la sociedad novohispana, Ortega Sergio (compilador), México, Editorial Grijalbo, 1986, pp. 255-

281. 287

Israel, op.cit. p. 254. 288

Ibíd. p. 255 289

Ibíd. p. 256.

120

administrar con igualdad, y en procurar ansi mismo que se excusen pecados públicos y

escandalosos castigando con severidad los que fuesen manifiestos, haciendo grande

aprecio de obligación a Dios en procurar limpiar las Repúblicas de los que viven

relajados y la estragan.290

Durante el periodo virreinal era común que el rey enviara reales cédulas a las

autoridades que recién ocupaban las sedes vacantes, aunque en ellas se trataban los distintos

asuntos políticos y hacendarios, en general, servían para demandar cuidado en la

administración de la justicia y mantener la estabilidad de reino. Con respecto a las

cuestiones morales, se exigía a la burocracia virreinal y eclesiástica ser de su competencia

castigar con ejemplaridad los pecados públicos y escandalosos.291

Por eso, al recibir la iniciativa, las autoridades civiles del virreinato fueron consecuentes

con las exigencias de su majestad, pocos meses después, la Sala del crimen de la Real

Corte, se encargó de apresar, enjuiciar y, condenar a quince varones por cometer el pecado

nefando. El proceso judicial fue excepcional pues se efectuó rápidamente, duró solamente

290

AGN, Reales cédulas originales y duplicados, Vol. 6, Exp.19. Foliación nueva, f 85- f86. 291

Desde la junta eclesiástica de 1539, las autoridades religiosas de la Nueva España habían deliberado que en

materia de justicia se debía distinguir con toda claridad entre el pecado cometido en lo individual, cuya

expiación correspondía al terreno de la intimidad, es decir, el de la confesión, de aquellos pecados cometidos

descaradamente, principalmente los considerados escandalosos o que trascendían el ámbito de lo privado pues

su realización era peligrosa y podía servir de mal ejemplo para el resto de los cristianos, debían castigarse sin

ningún reparo exclusivamente por los tribunales diocesanos. Ya en el siglo XVII correspondía tanto a las

potestades civiles como las eclesiásticas. Véase: Jorge E. Traslosheros, “En derecho y en justicia, Fray Juan

de Zumárraga, la administración de la justicia y el proyecto de iglesia de los primeros obispos de la Nueva

España”, en Religión, poder y autoridad en la Nueva España, Alicia Mayer y Ernesto de la Torre Villar

(eds.), México, UNAM, IIH, 2004, pp. 25-39.

Izquierda: Retrato

del Virrey

Francisco Fernández

de la Cueva, duque

de Alburquerque,

anónimo, Museo del

Palacio Nacional.

Derecha: Portada

del Libro V, Reales

Cédulas de la Nueva

España en 1658,

Archivo General de

la Nación.

121

39 días, posiblemente sirvió para legitimar el desempeño de las potestades encabezadas por

el duque de Alburquerque; no en balde, su autoridad y la legitimidad de su cargo se habían

puesto en duda en la real cédula. El ajusticiamiento fue notificado al monarca español

mediante una misiva fechada el 15 de noviembre de 1658, en ella, el virrey daba cuenta de

los méritos que le correspondían,

aunque mi firma, mi sangre, las obligaciones de ella y del puesto que sirvo en nombre

de vuestra majestad da cuenta de esto a vuestra majestad por la misma multitud y

porque vuestra majestad vea que en medio del castigo y remedio de tan gran pecado y

desdicha no está en la causa hombre ninguno no sólo de calidad pero ni de capa negra

sino todos mestizos, indios, mulatos, negros y toda la inmundicia de éste reino y

ciudades envie a vuestra majestad la memoria de ellos sacada de los autos de la causa

suplicando a vuestra majestad se sirva de escribir a la Real Sala del Crimen dándose

por servido de ella y honrándola pues aunque es verdad que se instituyó para remediar

y castigar delitos desde que entré aquí he representado siempre a vuestra majestad lo

que importa agradecer y premiar a los que obran bien como reprender y castigar a los

que proceden mal.292

La misiva revela la necesidad que tenía el virrey para obtener el reconocimiento real

pues aquel suceso fue el eje rector de su contenido, aunque también detalló el estado que se

encontraba el virreinato, igualmente, anexó una carta del alcalde del crimen que enumeraba

a las personas castigadas, incluía algunos testimonios de los condenados a la hoguera y una

memoria sobre los demás indiciados. Es relevante que el virrey aseverara que entre las

personas acusadas no había ningún personaje honorable “ni de capa negra”, es decir, de la

élite europea; en cambio, sí habían incidido en el delito las “inmundicias” del reino, los

varones pertenecientes a las castas. Como ya he mencionado, las élites españolas veían al

resto de la sociedad con menosprecio pero las aseveraciones del virrey estaban muy

distantes de la realidad descubierta por las indagatorias efectuadas a los primeros

indiciados; por eso, el testimonio de Juan Manuel de Sotomayor, alcalde de la Sala de

Crimen, contrastaba mucho de las opiniones del virrey:

porque cuando Cristo Nuestro Señor nació murieron todos los sométicos como refieren

algunos santos he tenido por feliz pronostico que cuando nace el príncipe nuestro señor

que dios guarde muchos años haber cogido esta complicidad y comenzado a atajar este

cáncer que tan cundido y extendido estaba en estas provincias pues a resultado desta

causa que el tribunal de la Sancta Inquisición ha hecho diligencias con los reos della y

292

AGI, México, 38, N.57, 12 fojas, f 2-f 3, Aviso No. 6, El Virrey a S.M., da cuenta de la justicia que se hizo

en catorce personas por pecado nefando. México, 15 de noviembre de 1658.

122

el ordinario eclesiástico tiene presos otros esemptos y de su jurisdicción porque hasta

estos se había extendido este achaque tan mortal y nefando.293

El alcalde trataba de ganarse la simpatía del rey haciendo coincidir las responsabilidades

de su cargo con las del Dios cristiano: si con el alumbramiento de Jesucristo murieron los

sodomitas, el nacimiento del príncipe heredero al trono, Felipe Próspero, traía consigo la

extirpación del cáncer pecaminoso que había cundido en el cuerpo social novohispano. Con

esas apreciaciones, el alcalde afirmaba que en la Nueva España la recta administración de

la justicia no había sido del todo efectiva e, incluso, había proliferado hasta en el clero;

además reconocía qué, desde su llegada en 1644, había tenido noticias de que en el

virreinato, el pecado nefando tenía muy contaminadas sus provincias y, aunque tuvo

empeño en atajarlas, sólo se consiguió extirparlas “más por la providencia de dios que por

la diligencia del juez”. 294

Se ofendía si no le llamaban Cotita.

En los límites orientales de la ciudad de México, donde se cercaban y distribuían las aguas

de la urbe lacustre, la tarde del jueves 26 de septiembre de 1658, un mulato de aspecto de

más cuarenta años, tuvo un encuentro sexual con un joven mestizo. A pesar de que se

deleitaron en un lugar poco concurrido, tuvieron la delicadeza de ocultar sus movimientos

lúbricos y cubrieron sus cuerpos con una capa. Sin embargo, fueron vistos por más

personas porque a la mañana siguiente ya había sido informado al licenciado, Juan Manuel

de Sotomayor, alcalde de la Sala del crimen de la Real Corte que dos hombres habían

cometido el pecado nefando en la albarrada de San Lázaro. 295

293

AGI, México, 38, N.57 (1), 2 fojas, f 2, Don Juan Manuel de Sotomayor, alcalde del crimen de México, a

S.M., dando cuenta de los que se prendieron y castigaron por el pecado nefando. México, 19 de noviembre

de1658. 294

Ibíd. f 1. 295

Los estudios sobre el caso concluyen que el proceso judicial se llevó a cabo entre septiembre de 1657 y,

noviembre de 1658, debido a una interpretación de la carta del alcalde fechada el 24 de noviembre de 1658,

donde se señalaba: “en 27 de septiembre pasado del año de la data de este, se dio noticia al señor licenciado

don Juan Manuel de Sotomayor […], de cómo unos hombres habían cometido el pecado nefando en la

albarrada de esta ciudad”. La sintaxis de la misiva pudo prestarse a la interpretación errónea de que la

notificación a las autoridades se presentó un año anterior al de la misiva; sin embargo, las fechas señaladas en

el resto del documento cotejadas con el calendario perpetuo corresponden al año de 1658 como aquella que

versa que Juana de Herrera se presentó en calidad de testigo refiriendo la fecha en que ocurrieron los hechos:

“habiéndosele recibido juramento dijo como el jueves próximo pasado 26 de septiembre estando lavando en

dicha albarrada…”Además de esta precisión, el alcalde reseña que el proceso se llevó a cabo rápidamente, por

ejemplo la defensa de los reos sólo operó a su favor durante tres días “arreo”, es decir, sucesivamente, sin

interrupción; la misma cantidad de días se tomaron las autoridades para dictar la sentencia. Véase: AGI,

123

El alcalde mandó a comparecer en calidad de testigo a Juana de Herrera, una mestiza,

que declaró haberse percatado de lo sucedido porque mientras lavaba, unos muchachos le

avisaron con mucho asombro que se acercara para ver a dos hombres que estaban jugando

como perros; ella se aproximó a una distancia considerable para que no fuera sorprendida

por aquellos amantes clandestinos, que a pesar de estar cubiertos por la capa, se notaba a

leguas que se habían quitado los calzones. En su declaración afirmó que no podía

identificar al que estaba abajo pero probablemente era un mestizo, en cambio, aseguró que

quien estaba encima, era el mulato, Juan de la Vega Galiano.

Con esas referencias, la burocracia de la Sala del Crimen identificó que la vivienda del

mulato estaba ubicada en el barrio de San Pablo, allí alquilaba unas habitaciones en la casa

de una mestiza, Doña Melchora, pero al llegar al domicilio, averiguaron que tiempo atrás se

había mudado. Sin embargo, entre las personas que moraban esa casona, un “indio”

llamado, Thomas de Santiago, reveló algunas descripciones de la persona que buscaban, les

dijo que era:

Mulato afeminado, que le llamaban “Cotita” que es lo mismo que mariquita y que se

quebraba de cintura y traía atado en la frente un pañito que llaman melindre que usan

las mujeres y que en las aberturas de las mangas de un jubón blanco traía muchas

cintas pendientes. Acostumbraba a sentarse en el suelo en un estrado como mujer y que

además hacía tortillas, lavaba y guisaba. También contó, que en ciertas ocasiones

visitaban a Cotita algunos mozuelos a quienes llamaba de mi alma, mi vida, mi

corazón y, ellos se sentaban con él y dormían juntos en sus aposentos.296

El nombre que apropió Juan de la Vega Galiano, no era fortuito, pues el apelativo

“Cotita” tenía una doble acepción en la América colonial, se usaba en el ámbito popular

para llamar en diminutivo a las mujeres de nombre María,297

de ahí que Thomas Santiago

agregara que era lo mismo que “mariquita” y, ese apelativo, en la España de la época,

designaba al hombre afeminado y de pocos bríos.298

No en balde, al final de la dominación

española, en la obra “el Periquillo sarniento”, el narrador evocaba un pasaje, donde para

quitarse el miedo ante los becerros, sus camaradas le decían, arrímate hombre, no seas

México, 38, N.57 (2), 4 fojas, Testimonio en relación de la causa seguida en la sala del crimen de México

contra los culpados en el pecado nefando, México, 24 de noviembre de 1658, f 1-f 1v. 296

Ibíd. 297

Antonio de Alcedo, Diccionario Geográfico-histórico de las indias occidentales o América, Tomo V,

Madrid, en la Imprenta de Manuel González, 1789, p.70. 298

Diccionario de Autoridades.

124

collón; anda cotita.299

Quizá por eso, Thomas de Santiago, advirtió al Alcalde que “Juan de

la Vega Galiano se ofendía si no le llamaban Cotita.”300

Por su parte Gregorio Martín

de Guijo, consignó en su diario, que le llamaban “Cotita de la Encarnación” y, vestía traje

de indio, “era el más aseado y limpio y gran labrandero y curioso, y éste desde edad de siete

años se dio a este vicio.” 301

Thomas de Santiago, también declaró al alcalde, que una noche tuvo la necesidad de

dormir en los aposentos de Cotita, entre penumbras observó qué, un mozo mestizo de la

ciudad de los Ángeles, llamado Joseph Durán, había cometido el pecado nefando con otro

mozo mestizo, llamado Gerónimo Calvo. Así, antes de finalizar las pesquisas, Doña

Melchora, no tuvo remedio que confiar a la burocracia virreinal el domicilio del mulato.

Las autoridades no podían dar más tregua a aquella injuria pues ese mismo día, alrededor

de la media noche, llegaron a la casa indicada, entraron abruptamente a las habitaciones y

encontraron en “cueros” a Cotita, Gerónimo Calvo, Joseph Durán, Miguel Gerónimo y

Simón de Chaves. Todos fueron llevados a la cárcel de la Real Corte, seis días después de

la captura, el 3 de octubre de 1658, los señores alcaldes recibieron la causa en la Sala del

crimen, los reos fueron presentados y se les confirieron los cargos. El alcalde Sotomayor se

encargó de tomarles confesión, hacerles diligencias y, fueron careados con base a los

testimonios de Doña Melchora y Thomas de Santiago.

De estos cinco reos, sólo uno rechazó los cargos, Miguel Gerónimo y, durante todo el

proceso judicial, negó haber cometido el pecado nefando; sin embargo, sus compañeros

encarcelados, afirmaron que entre ellos, era mejor conocido como “la Zangarriana” porque,

“era común a todos, semejante a una mujer de amores que hubo en esta ciudad, muy

común”.302

Los otros cuatro, confesaron haber cometido el pecado infinidad de veces y, con

diferentes personas, señalando lugar, tiempo, hora, día, mes, año y otras circunstancias. De

ahí que la Sala del Crimen iniciara la persecución de los varones que habían sido delatados

por sus compañeros ya presos.

299

José Joaquín Fernández de Lizardi, “El periquillo sarniento,” En José Joaquín Fernández de Lizardi, obras

VIII, México, UNAM, 1990, p. 139. 300

AGI, México, 38, N.57 (2), f 1. 301

Guijo, op.cit.106. 302

AGI, México, 38, N.57 (2), f 2.

125

El mulato, Benito de Cuevas, fue uno de ellos pero también conoció la solidaridad de un

desconocido. En su declaración, aseveraba, que una noche, mientras rezaba el rosario, un

varon llegó a su casa advirtiéndole que huyese porque “estaban presos sus compañeros por

putos y, le culpan.”303

Benito nunca había visto a aquel noble hombre y, sólo recordaba que

“era muy galán y, de muy buen arte.”304

A la mañana siguiente, fue a oír misa a la Catedral

y comenzó a rezar el rosario a Nuestra Señora para que le quitase el gusto por aquel pecado.

La divinidad no tuvo tiempo para auxiliar la súplica de su creyente porque al momento de

salir a la calle, Benito sería hecho prisionero.

Cuevas no sería el único en buscar el auxilio de las divinidades, el identificado como

indio, Miguel de Urbina, al ser aprehendido declaró qué, un día estaba acostado con su

esposa, acababan de tener relaciones pero “arrepentido de que no fuese con el hombre a

quien comunicaba el susodicho nefanda y carnalmente cogió una vela encendida con rabia

pegó fuego al (la escultura de) sancto niño, el cual quedó con los brazos hinchados y

acardenalado y con vejigas y con las mismas señales que si se hubiera encendido el fuego

en un cuerpo humano y lo declararon así personas peritas.”305

Aunque, las autoridades civiles no tenían la potestad para enjuiciar los delitos que

competían a los indígenas, la carta que resume el proceso judicial reconocía a éste como

indio ladino, es decir, a pesar de su origen étnico, ya no tenía relación con sus coetáneos

pues había adquirido el habla y las costumbres castellanas,306

de modo qué, fue juzgado por

la potestad de las autoridades civiles. Sin embargo, durante las diligencias fueron apresados

otros varones identificados por las autoridades como indios: Simón de Chávez, Domingo de

la Cruz, Matheo Gaspar, Juan Martín, Juan de Izita, Francisco Melchor y Juan de la Cruz,

por lo que no se podía tratar más que de los llamados indios ladinos.307

303

Ibíd. f 3. 304

Ibíd. f 3. 305

Ibíd. f 3v- f 4 306

Covarrubias afirmaba qué ladino es en rigor, lo mismo que latino. Durante la ocupación romana en la

península ibérica, los barbaros de España llamaban latinos a los que hablaban lengua romana; por una

corrupción se mudó la “t” por la “d” por lo que se quedó ladino. Véase: Diccionario de Autoridades. 307

Los españoles establecieron distintas categorías de indígenas: los de “barrio” qué a pesar de la

evangelización, mantenían algunas de sus tradiciones, especialmente, las de reproducción económica, vivían

en sus lugares de origen pero con la tutela de los frailes en la “república de indios”. Los “laboríos” servían de

fuerza de trabajo, particularmente, en cuestiones domésticas bajo el mando de los españoles. Los ladinos qué,

al permanecer desarraigados de su comunidad, no se podía identificar su origen étnico y, convivían en la urbe

126

Otro de los presos fue, Nicolás Pisa, identificado como perteneciente al grupo racial

negro, tenía más de 60 años y, llegó a insinuar a las autoridades qué, las acusaciones de

Cotita y, sus demás compañeros, se debían a las disputas existentes entre ellos a causa de

los celos, ya que en algún momento, se había descubierto que además de su compañero

habitual, tenía otro “guapo”, pues así llamaban a sus amantes.308

De su misma generación

era Juan Correa, identificado como mestizo, era viejo, de más de 70 años y, le llamaban “la

Estampa”, según su testimonio, ese había sido el nombre de una dama muy hermosa que

hubo en la ciudad. Declaró que tenía más de 40 años cometiendo el pecado y delató a

muchas personas con quien lo había llevado a cabo. Además, “se alababa de que el siglo

presente estaba acabado porque no se holgaban en éste como en el pasado, que él llamaba

que era antes que esta ciudad se inundase porque entonces, […] era linda niña y que andaba

vestido de mujer con otros hombres y que se holgaban cometiendo el pecado nefando.”309

Por eso, ensalzaba que con su experiencia y sus pláticas, había enseñado a muchos jóvenes

a cometerlo y, que también, gastaba su hacienda con ellos. Aunque reconocía que ya era

viejo, afirmaba ser muy linda niña y, que se lo habían de comer como la rana, de cintura

para abajo.310

El testimonio de “la Estampa”, reveló la existencia de una red de varones que previa

concertación, organizaban encuentros en casas particulares, guardaban las apariencias con

el pretexto de hacerse visitas domiciliares o para celebrar las festividades con que se

honraba a la virgen u otros santos. Entre los miembros de esa amplia red, “la Estampa” se

encargaba de llevar los recados con los que se convenían las visitas en una casa de “San

Juan de la Penitencia, casi extramuros de esta ciudad, donde los iban a visitar otros viejos y

mozos y, se hacían las visitas como mujeres y, se llamaban niñas y se ponían los nombres

de las mujeres hermosas de esta ciudad y en dichas visitas se regalaban unos a otros.”311

Lo

anterior sugiere que posiblemente algunos de esos encuentros clandestinos estaban basados

en las formas organización que tenían las personas dedicadas a la prostitución, no en balde,

o la “república de españoles” entremezclándose con las castas por los que se merecían el mismo trato que

ellos. Véase: Israel, op.cit. pp. 64-65. 308

AGI, México, 38, N.57 (2), f 2 v. 309

Ibíd. f 2. 310

Ibíd. 311

Ibíd.

127

en algunas de las situaciones que refirió “la Estampa” y, los otros reos, los encuentros

estaban mediados por alcahuetes e intercambio monetario.

Aquel lugar no era el único que disponían, había otra casa en “San Pablo donde vivía un

indio llamado, Juan de oficio zurrador, donde con ocasión de una festividad que el

susodicho hacía a san Nicolás, en un oratorio de su casa se juntaban muchos que cometían

este pecado nefando, bailaban como mujeres, se citaban para otras visitas de mujeres, en

otras partes diferentes.”312

En los diversos encuentros, “la Estampa”, bailaba con los

invitados poniéndose en la cintura la capa que comúnmente usaba, se quebraba de cintura

quejándose que iba malo, porque llevaba mal de madre313

y, sus compañeros, le atendían

ofreciéndole chocolate314

a lo que él respondía cariñosamente. Igualmente, delató a otro de

sus cómplices, Cristóbal de Vitoria, un español, de aproximadamente 80 años de edad, era

calvo, corcovado, le faltaba un ojo y, el otro tenía medio tuerto, pequeño.315

Años atrás, ya

había sido condenado a 200 azotes por el delito de testigo falso, sin embargo, la virreina se

compadeció de él por su avanzada edad y, se le perdonó la pena con una sentencia más

benevolente, prestar servicios a los enfermos del Hospital del Amor de Dios.316

Cristóbal Vitoria era considerado el “padre de todos los reos”, le llamaban, “Señora la

grande” cubría las mismas funciones que “la Estampa”: avisaba a unos y otros para que se

dispusieran a los encuentros pero además servía de escudero y “después de la merienda los

ponía en los puestos unos con los otros para ejecutar el pecado con toda liviandad.”317

Declaró que había cometido el delito continuamente quizá desde treinta años antes de la

inundación, es decir, al inicio del siglo XVII. Asimismo, aseguró que tenía perdida a toda la

ciudad por la cantidad de personas a quien él había enseñado a cometerlo y qué, “la

312

Ibíd. 313

Galeno atribuyó las causas de esta enfermedad a la retención espermática por abstinencia, insuficiente

ejercicio sexual o a la posterior putrefacción y toxicidad del semen. Desde Hipócrates se consideraba que

tenían más riesgo de contraerla las viudas jóvenes o las solteras libidinosas. La terapia consistía en restaurar la

vida sexual o manipular las partes afectadas mediante una masturbación. Véase: Eukene Lacarra Lanz,

“Enfermedad y Concupiscencia: los amores de Calisto y Melibea,” en La Celestina, V centenario (1499-

1999): actas del Congreso Internacional, Felipe B. Pedraza Jiménez, Rafael González Cañal, Gema Gómez

Rubio, (Editores), España, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2001, pp. 207-208. 314

En el siglo XVII novohispano, el chocolate era altamente valorado, por sus atributos era usado como

moneda, alimento, remedio y golosina. Véase: Antonio Rubial, Monjas, cortesanos y plebeyos, la vida

cotidiana en la época de Sor Juana, México, Taurus, 2005, p. 117. 315

AGI, México, 38, N.57 (2), f 2v. 316

Guijo, op.cit. p. 107. 317

Ibíd. p. 106.

128

Estampa” había hecho el mismo daño. A lo igual que la mayoría de los otros reos, Vitoria

negó todos los cargos pero al carearse con el mestizo, Gerónimo Calvo, no tuvo otro

remedio que aceptar que habían mantenido encuentros sexuales y, que Gerónimo era su

“guapo”.

Gerónimo Calvo, era un mestizo de 19 años de edad, de oficio sastre, además de lo ya

referido fue de los pocos reos que dejó para la posteridad la acusación de un miembro del

clero; por eso el 5 de noviembre de 1658, abandonó la cárcel de la Real Corte para declarar

ante el Tribunal del Santo Oficio lo que previamente había revelado al licenciado Corchero,

su confesor: que había cometido el pecado nefando con un padre jesuita.318

En su

testimonio afirmó qué, tres años atrás, cuando vivió en casa de su abuelo, frontera con la

huerta de la Compañía de Jesús, estuvo al borde de la muerte a causa de la enfermedad de

tabardillo, es decir, la fiebre tifoidea. Sus tías muy preocupadas por el destino de su alma,

llamaron a un padre llamado Matheo para que le confesara y, le administrara el viático, el

sacramento de la eucaristía, que se lleva a los enfermos en peligro de muerte. A partir de

esa cercanía, el padre llegó a estar pendiente de su estado de salud, al poco tiempo, ya en su

convalecencia, lo visitó; esa ocasión, le preguntó si tenía alguna cosa que reconciliar, el

joven asintió y, le confesó, que años atrás había cometido el pecado nefando con un indio

que trabajaba en la panadería de su abuelo. De inmediato, el padre le toco los brazos, los

pechos, el rostro y sus “partes vergonzosas”, metió la mano por debajo de la ropa de

Gerónimo, le propuso que le dejase ver con lo que había cometido el pecado nefando.

Aunque el muchacho no opuso resistencia, no recordaba si después de esa confesión, el

padre Matheo, le había absuelto.319

Días después, el padre envió a un chico para indagar sobre el estado que guardaba

Gerónimo, por eso, sus tías le sugirieron que agradeciera al padre pues “le debía mucho de

amor, y voluntad con que le había ayudado en su enfermedad.”320

Entonces, fue a visitarlo

en el colegio de San Pedro y San Pablo de la compañía de Jesús; entraron a la celda de

Matheo, se sentaron y, el padre comenzó a jugar con él, tentándole la cara, lo lleno de

abrazos y besos, lo hizo acostarse sobre la cama, y tuvieron encuentros sexuales, donde

318

AGN, Inquisición, Vol. 464, Exp. 7, 10 fojas, f 149-f 159. Denuncia e Información contra el padre

Matheo de N. de la compañía de Jesús, por haber cometido el pecado nefando. 319

Ibíd. f 149v. 320

Ibíd. f 149v-f 150.

129

Gerónimo tomó el rol pasivo. Al final, el padre le encargó guardar secreto, le dio unas

tablillas de chocolate y un real; también le pidió que lo visitara con mayor frecuencia y le

advirtió que si necesitaba de algo se lo pidiera. El encuentro en su celda se repetiría una vez

más, esa ocasión, tuvieron relaciones sexuales dos veces: “sirviendo este de hombre la

primera vez, y el dicho padre sirviendo de mujer; y la segunda vez, sirvió de mujer este y el

dicho padre de hombre, con que sin pasar a otra cosa se fue este testigo a su casa y nunca

más volvieron a cometer semejante pecado.”321

La última vez que se encontraron fue en la calle, el padre Matheo pidió a Gerónimo,

que fuera a indagar el estado de salud de las tres hijas de Doña Francisca Cervantes, vecina

de ambos, pues se le había apestado la casa a causa de la enfermedad de tabardillo que

habían contraído las jóvenes. Gerónimo afirmó que jamás se volvieron a frecuentar y nunca

supo el apellido del Padre Matheo, sólo recordaba algunos rasgos de su apariencia, dijo que

era “un religioso de buen ver, flaco, blanco, corto de vista, que acostumbra a ponerse

anteojos,”322

además, sugirió a los tribunales que indagaran su apellido con sus tías o al

menos con la vecina Francisca porque era confesor de ellas, a la mañana siguiente iría a

cumplir su condena.

De todos los testimonios recabados, diecinueve personas fueron presas por estar

inculpados entre sí, ya fuere como testigos de vista, cómplices directos u otros indicios;

éstos a su vez, incriminaron a otras 103 personas ausentes, las acusaciones se consignaron

en el expediente por considerase que tenían uno o más testigos de vista. Sólo quince

varones fueron convictos, se les comprobó las acusaciones y, confesaron su delito;

recibieron condena por la Sala del Crimen de la Real Corte, el 4 de noviembre de 1654,

catorce de ellos fueron sentenciados a morir en la hoguera y se les confiscaron sus bienes:

Cotita, Gerónimo Calvo, mestizo; Joseph Durán, mestizo; Miguel Gerónimo, mestizo que

llamaban “la Zangarriana,” había negado los cargos pero un día antes del castigo, se declaró

culpable del delito en la capilla; Simón de Chávez, indio; Juan Correa, mestizo y por otro

nombre “la Estampa;” Nicolás Pisa, negro; Domingo de la Cruz, indio; Matheo Gaspar,

indio; Benito de Cuevas, mulato; Cristóbal de Vitoria, español, también conocido como

“Señora la Grande;” Juan Martín, indio; Juan de Izita, indio; Miguel de Urbina, indio; El

321

Ibíd. f 150. 322

Ibíd. f 150v.

130

mestizo Lucas Matheo por ser menor de edad se le sentenció a 200 azotes y fue vendido a

un mortero.

El Alcalde de la Sala del Crimen afirmó que durante el proceso judicial los reos fueron

auxiliados por un cuerpo de abogados que defendió su causa durante tres días. Asimismo

aclaraba que confesaron a voluntad propia, por lo que a ninguno se le dio tortura ni

conminación y sus declaraciones sirvieron para indiciar a otros cómplices. Además, “se les

ajustó, primero, el cuerpo del delito viéndolos a cada uno de por sí, dos cirujanos de mucho

crédito y opinión que declararon estar muy usados y corruptos.”323

En el diario de Guijo, se

sostiene que los protomédicos los hallaron sucios, lacrientos, asquerosos y hediondos.

El 6 de noviembre de 1658, los sentenciados salieron de la cárcel de la Real corte

virreinal, debían exhibir su pecado por las calles de la capital novohispana antes de cumplir

su condena. Así que primero recorrieron la calle del Reloj (hoy República de Argentina),

llegaron a la actual calle de República de Venezuela, de ahí se dirigieron al occidente hasta

la esquina de las casas de la marquesa de Villamayor (hoy sede de la SEP), en la plaza de

Santo Domingo; siguieron su trayecto para dar vuelta en la calle de Donceles, de ahí

tomaron vía recta con dirección al Oriente, esa ruta los llevaría directamente a la albarrada

donde se hallaba la el hospital de leprosos, el cementerio y la iglesia de san Lázaro,324

al

costado del atrio, estaba el “brasero” lugar reservado para ajusticiar en la hoguera a los

sodomitas de la Nueva España.325

El acto se extendió hasta las ocho de noche “porque (los

323

Ibíd.f 3v 324

El Hospital de san Lázaro fue el segundo construido por mandato de Cortés, entre los años de 1522 y 1524.

Se dedicaba exclusivamente para la atención de leprosos, también llamados “lazarinos”. Su ubicación en los

límites de la ciudad lacustre, se debió a que en la época se hacía imperante construir este tipo de instituciones

a las afueras pues se creía que con la lejanía se evitaba que el aire llevara los aires nocivos al centro de la

ciudad. Así, la lepra era una enfermedad que se creía contagiosa, incurable y hereditaria, a la vez que se

consideraba como la manifestación del pecado y la expresión del castigo divino. No en balde, Nuño de

Guzmán mandó a destruir el Hospital alegando que los leprosos tomaban agua del mismo acueducto que la

llevada desde Chapultepec. Sin embargo, el doctor Pedro López, lo reabrió en 1572. Véase: María del Carmen

Sánchez Uriarte, “El Hospital de San Lázaro de la ciudad de México y los leprosos novohispanos durante la

segunda mitad del siglo XVIII.” en Estudios de Historia Novohispana, Vol. 42, No 042, México, UNAM,

2010, pp. 82-83. Posiblemente esas consideraciones sirvieron de fundamento para que en la albarrada de San

Lázaro también se ubicara el “brasero” o “quemadero” y, el cementerio de los pacientes del hospital, es decir,

ahí se atendía, condenaba y enterraba a los proscritos de la capital novohispana. 325

Es notorio observar que en el “quemadero” de San Lázaro, se efectuaron las condenas a muerte, por parte

de las autoridades civiles, de los casos de sodomía registrados durante el siglo XVII. Véase: Antonio Rubial,

op.cit. p.65. Por su parte, Félix Ramos, aseguraba qué: el “brasero” o “quemadero” de la Inquisición como se

llamaba, estaba entre la Alameda y San Diego, el cual era, dice el Sr. Alamán, un espacio cuadrado con pared

y terraplén para fijar en él, los palos con que se ataban a los ajusticiados y rodearlos de leña. Las cenizas se

echaban en la acequia o ciénaga (albañal) que estaba detrás de San Diego, en lo que ahora es jardín de Tolsá.

131

reos) estuvieron haciendo algunas declaraciones; y tan sólo descargaron a siete u ocho de

los citados.”326

El acto fue presenciado por la burocracia virreinal y la sociedad

novohispana pues habían sido convocados a asistir por medio de pregones, la ciudad se

despobló para atestiguar la muerte de Cotita y sus compañeros.

Izquierda: Parte superior señalada con el número 8: Iglesia de San Lázaro; al centro, Real Corte marcada con

la letra “A” y, la Catedral indicada con la letra B. Detalle del mapa: “Forma y levantado de la Ciudad de

México en 1628” de Juan Gómez de Trasmonte. Biblioteca Medicea Laurenziana. Derecha: Atrio de la

Iglesia de San Lázaro, a un costado se encontraba el “brasero” o “quemadero” para los condenados a muerte

por el pecado de sodomía. Foto: INAH, Coordinación Nacional de Monumentos Históricos.

Posdata.

Días después, las autoridades se percataron que no podían cumplir los requerimientos

legales que sobre el pecado nefando demandaba la Pragmática de los reyes católicos; las

autoridades presentaron los oficios para confiscar los bienes de Cotita, y aunque “se han

hecho diligencias para descubrir bienes del susodicho no han podido ser hallados habiendo

ocultádolos”327

por lo que, el 11 de noviembre de 1658, el fiscal de la Real Audiencia hizo

la petición de que fueran entregados y, despachó censuras, hasta la de anatema contra

quienes los hubieren escondido, es decir, tenía la autoridad para excomulgar a quienes los

poseyeran. Al año siguiente, entre los meses de enero y marzo, las tías de Gerónimo Calvo

Había otro quemadero en San Lázaro que servía para ejecuciones de justicia, mandadas por otros delitos y

autoridades. Véase: Felix Ramos y Duarte, Diccionario de curiosidades históricas, geográficas,

hierográficas, cronológicas, etc. de la República Mejicana, México, Eduardo Dublán, Editor, 1899, p. 90. 326

Guijo, op.cit. p. 107. 327

AGN, Inquisición, Caja 4003, Exp. 3, 3 fojas, Petición que hace el relator Diego de Arroyo para que el

entreguen los bienes de Juan de la Vega Galiano, Cotita, sentenciado a pena de muerte por haber cometido

el pecado nefando, 11 de noviembre de 1658, f 1.

132

fueron llamadas a testificar ante el Tribunal de la Santa Inquisición por las acusaciones que

éste había hecho sobre un padre de la compañía de Jesús; ninguna recordó el apellido del

acusado y negaron que hubiera sido su confesor. El 10 de marzo de 1659, fue llamada a

declarar la vecina, Francisca de Cervantes, afirmó que el padre por el cual preguntaban

recibía el nombre de Matheo de Urroz y daba misa en la parroquia de Santa Catalina mártir

los domingos por la mañana; también declaró a las autoridades qué, hacía tiempo no lo veía

en los lugares donde habitualmente concurría por lo que indagó sobre su paradero y, le

confiaron que se había ido a Guatemala.328

Efectivamente, durante una temporada, el padre Matheo de Urroz se había trasladado al

sureste; así lo afirmó ante el Santo Oficio de la Nueva España, el 15 de julio de 1662,

donde además de expresar que tenía cincuenta años de edad, se declaró culpable del delito

de solicitación, es decir, algunas veces pidió o pretendió encuentros sexuales con la

feligresía durante la práctica confesional. Aunque los inquisidores conservaban los

expedientes que lo culpaban de haber cometido el pecado nefando, no lo citaron para tales

efectos, se presentó por su propia voluntad y para descargo de su conciencia, pues afirmaba

que había solicitado a varias mujeres: una en la ciudad de México, quince años antes y,

otras cuatro en Guatemala, seis años atrás. Afirmaba que para conseguir sus objetivos, llegó

a proponer a la mujer de México qué “si ella tuviera ánimo para vestirse en traje de hombre

podría allí entrar en el aposento de este denunciante, donde vivía.”329

Según su testimonio,

su estrategia consistía en no levantar sospechas entre los religiosos que moraban como él en

la sede de la compañía de Jesús. En el caso de las mujeres de Guatemala no recordaba la

forma con las que intentaba persuadirlas pero su táctica era semejante:

[…] las solicitó en el confesionario para actos torpes y deshonestos dos veces a cada

una y que, no se acuerda formalmente con las palabras que fue, si bien se acuerda que

dichas mujeres no repugnaron a las palabras con que este denunciante las solicito y que

serian motivándolas para que pecasen con él, aunque se acuerda que a una de dichas

mujeres piensa le dixo que entrara en su celda vestida de hombre o en el traje de mujer

que tenía, aunque no vino ella. 330

Al final declaró qué, a pesar de sus intenciones, no conoció carnalmente a ninguna de las

mujeres, sólo exceptuaba a María de la Torre, de la ciudad de México, pues según su

328

AGN, Inquisición, Vol. 464, Exp. 7, 10 fojas, f 158v- f 159. 329

AGN, Inquisición, Vol. 595, Exp. 12, 3 fojas, f 199- f 201v, Testificación contra sí, padre Mateo de Urroz

de la compañía de Jesús, por solicitante. 330

Ibíd. f 201.

133

testimonio tuvieron encuentros sexuales más de cinco ocasiones; explicó qué, no fue a

causa de las más de setenta veces que la solicitó, sino por la relación que durante año y

medio sostuvieron cuando eran jóvenes, antes de que él se ordenara religioso. Aunque en

esa época, las autodenuncias por el delito de “solicitación” llegaron a presentarse en

contadas ocasiones, los sucesos narrados por Matheo de Urroz, no mantienen coherencia

argumentativa pues además, de aseverar que ninguna mujer se opuso a sus proposiciones,

no recordaba como intentaba persuadirlas. Posiblemente se presentó como culpable del

delito para contrarrestar las acusaciones de Gerónimo Calvo, asunto que a las autoridades

inquisitoriales no le dieron relevancia, quizá por tratarse de un religioso, ya que de haberse

continuado con las investigaciones, el proceso judicial hubiera puesto en estado vulnerable

a las instituciones que funcionaban como administradoras de la moral pública y ejemplo de

vida. Al finalizar sus declaraciones, los jueces le advirtieron que debía guardar secreto de

sus dichos, lo prometió y, lo firmó. Incluso, gozó de protección pues su autodenuncia se

guardó en la “cámara del secreto” del Tribunal del Santo Oficio.331

Debido a los tiempos en que se demoraba la correspondencia náutica en el Océano

Atlántico y todos los asuntos que debía cubrir el rey de España, fue hasta el 22 de

diciembre de 1659 qué, recibió aprobación real el caso de Cotita y los condenados por el

pecado nefando. Felipe IV, después de haber valorado ante el Consejo Real de Indias, las

misivas que constataban las acciones de las autoridades virreinales, manifestó al virrey

duque de Alburquerque: “ha parecido deciros que he estimado el cuidado que habéis

puesto, en la administración de la justicia, y os vuelvo a encargar de nuevo lo continuéis, y

particularmente le apliquéis al castigo, de pecados públicos, y en especial los que son

escandalosos.”332

La memoria de los implicados en el proceso judicial de 1658 sirvió de base para

continuar persiguiendo aquel delito. El primero de octubre de 1660, en el tianguis de San

Juan, se dio muerte en la hoguera por el pecado de sodomía, a un “mulato blanco” y libre,

de 27 años de edad. El proceso que se le siguió y, su condena, tuvieron como fundamento

331

Ibíd. f 201 v. 332

AGN, Reales Cédulas, originales y duplicados, Vol. 6, Exp. 98, fojas 1, Aprobación de la Justicia hecha

contra el pecado nefando y otros. Aprueba como obró en la Sala del crimen por dichos delitos, recomienda

continúe con lo mismo.

134

las acusaciones hechas por Cotita y sus compañeros, por lo que probablemente se trataba de

Nicolás, la única persona que en sus acusaciones tenía esas características.333

No se puede contabilizar de manera certera los casos sodomía presentados ante

cualquiera de las jurisdicciones durante los siglos que comprenden este estudio; se pueden

reseñar los casos que fueron registrados por otras fuentes, particularmente, los testimonios

de Martín Gregorio de Guijo y, Antonio de Robles, clérigos que se dedicaron a documentar

a manera de “diario de sucesos”, lo que ellos consideraron relevante en el acontecer

cotidiano durante el siglo XVII. Ahí se revela que los castigos por el delito o pecado de

sodomía continuaron castigándose entre los varones pertenecientes a la base social, no

sucedía lo mismo con la élite europea. Por ejemplo, en marzo de 1670, en el tianguis de San

Juan, quemaron por el delito de sodomía al indígena Don Juan de la Cruz, oriundo del

barrio de la Lagunilla, ese trato deferencial supone que el ajusticiado pertenecía a la

nobleza indígena e incluso pudo tener un cargo como gobernante o administrador.334

Sin embargo, fueron más numerosos, los casos que inmiscuían a africanos y, a las castas

mulata y mestiza; por ejemplo, el 20 de noviembre de 1686, fueron ajusticiados con la

muerte en la hoguera, un mulato y un mestizo por el delito de sodomía, su cómplice,

identificado como negro, sólo fue objeto de una sanción menor y los acompañó para exhibir

su” vergüenza” en el recorrido que los llevaría a cumplir la condena en San Lázaro.335

Asimismo, entre 1671 y 1673, fueron condenados a la muerte en la hoguera, doce varones,

entre los que se encontraban, mulatos, negros y mestizos, trabajaban en el obraje de Juan de

Ávila, en el pueblo de Mixcoac.336

En aquella época, los obrajes se especializaban en la manufactura de productos textiles;

en sus inicios, la fuerza laboral que ocupaban era indígena y, de carácter voluntario,

mediante un contrato que se establecía ante notario o juez para otorgarles salarios y otras

cláusulas laborales. Ya en siglo XVII, ante el declive de la mano de obra indígena, se optó

por forzar al trabajo a personas con problemas judiciales, especialmente a los que

enfrentaban la retención de deudas o aquellos que se alquilaban al gobierno virreinal, es

333

Guijo, op.cit. p.140. 334

Antonio de Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), 3 Tomos, México, Editorial Porrúa, 1946,

Tomo 1, p. 78 335

Ibíd. Tomo II, p. 130. 336

Ibíd. Tomo I, pp. 101 y 137.

135

decir, los convictos que por cuyos delitos, en lugar de cumplir condena en la prisión, lo

hacían produciendo en los obrajes.337

En esas fábricas, los trabajadores permanecían privados de su libertad para laborar en un

régimen de explotación y esclavitud. Aguirre Beltrán, consideraba que esa estructura

correctiva, al negarles la interacción con personas del sexo opuesto propiciaba que los

varones no tuvieran otro recurso que caer en los llamados delitos contra natura, la

masturbación y la sodomía.338

Así, los varones que concurrieron en esas prácticas fueron

quemados en la Albarrada de San Lázaro y, el obraje que los mantuvo forzados al trabajo,

cesó la producción quizá porque las autoridades lo consideraron infestado de grandes males

por las cosas que ahí sucedieron, no en balde, Robles afirmaba que se fue deteriorando

hasta que por último se consumió.339

Fuera de esos lugares y a pesar de la severidad con que se castigaban a las prácticas

homosexuales, algunos varones buscaban la manera de expresar su singularidad evitando

provocar el temido escándalo; así, encontraron acomodo en sitios que si bien eran

concurridos por el grueso de la sociedad, asimismo, tenían condiciones espaciales que les

permitían coincidir con un posible compañero e, incluso, disimular en su interior algún

encuentro. Es el caso de las pulquerías, los lugares que de manera legal, se dedicaban a la

venta y el consumo de la antigua bebida de los dioses, donde según el testimonio del

canónigo Joseph Vidal de Figueroa, los indígenas, “para saciar su torpe apetito, se visten en

trajes de mujeres de noche y se acuestan entre ellos (los clientes) embriagados y los

provocan al acto torpe.”340

Consideraciones de ese tipo se tenían sobre los temazcales, los baños de vapor de

raigambre indígena que además del aseo personal, eran utilizados en la terapéutica

medicinal nahua. Desde la conquista y durante el virreinato, los españoles, principalmente,

los religiosos, se opusieron a su uso pues consideraban que la interacción de mujeres y

varones desnudos al interior de una habitación oscura y calurosa podía propiciar actos

337

Véase: Gloria M. Delgado de Cantú, Historia de México, Vol 1, el proceso de gestación de un pueblo,

México, Pearson Educación, 2002, p. 292. 338

Gonzalo Aguirre Beltrán, El negro esclavo en Nueva España: la formación colonial, la medicina popular y

otros ensayos, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 114. 339

Robles, op. cit. p. 137. 340

Véase cita en: Gruzinski, Las cenizas, p. 278.

136

torpes y pecaminosos. A principios de 1687, las autoridades de la Sala del Crimen

declaraban haber descubierto que uno de esos baños fue utilizado por el mulato, Santiago

de Quesada y, el indio, Diego Sánchez para cometer el nefando delito, lo que provocó que

se mantuvieran reos y bajo proceso judicial en la cárcel de la Real Corte.341

De inmediato,

entre el nueve y diez de enero de 1687, las autoridades emprendieron una campaña de

inspección minuciosa en los lugares donde se rentaban los baños, apresaron a los dueños o

en su defecto a los encargados de su administración y, a los usuarios que fueren

sorprendidos en relaciones ilícitas.

En total se revisaron 21 establecimientos de este tipo, de los más de cien que existían en

la Ciudad de México, sin contar los que se encontraban en casas particulares; con base a las

diligencias, la burocracia de la Real Sala del crimen hizo un informe pormenorizado sobre

las revisiones efectuadas, apoyado por las apreciaciones de un comité de protomédicos que

analizaban la viabilidad de su uso en el contexto de sanidad, finalizaba con la propuesta al

virrey de la Nueva España, de prohibir los baños pues era de su competencia castigar los

pecados públicos y suprimir su raíz. Asimismo, formulaban nuevas disposiciones penales:

condenar a 200 azotes y diez años de trabajo en obrajes, a los indios, mestizos y mulatos,

que tuvieren o hicieran uso de ellos, en caso de ser españoles, la pena propuesta era a diez

años de destierro en las Filipinas.342

A pesar que en la segunda mitad del siglo XVII las autoridades virreinales de la Nueva

España se esforzaron en constreñir las libertades en algunos espacios sociales con la

finalidad de erradicar el origen de los pecados públicos y condenar a las personas que

incidían en esos delitos, también hubo quienes continuaban expresando su singularidad,

desafiando el orden impuesto, incluso en solitario. El 27 de julio de 1694343

, se condenó a

la pena de azotes, a un mulato pues cobijado por la oscuridad de la noche, salió a caminar

en la plaza mayor, usaba ropa de mujer, zapatos de palillo y un paño en la cabeza.

341

AGI, México 87, 31 fojas, Carta de la Sala de Crimen de la Audiencia de México, testimonio de autos y de

la propuesta que se hizo al virrey de la Nueva España, para prohibir el uso de los temascales, f 16v- f 17 y f

28. 342

Ibíd. f 24 y ss. 343

Robles, op.cit. Tomo II, p. 307.

137

Conclusiones

La cosmogonía y la religión nahua, son fundamentales para comprender la organización de

su vida social; para los distintos grupos étnicos de habla náhuatl, todo lo existente era

resultado de la interacción de las fuerzas cósmicas, cuyo origen descansaba en la divinidad

Ometeotl, “la deidad dual”, el principio femenino y masculino, en correspondencia y

complementariedad. Así, el acontecer de los humanos estaba determinado por su influencia,

se entendía que las fuerzas duales influían y eran intrínsecas a los cuerpos sexuados; si

bien, se creía que el principio masculino correspondía a los varones y el femenino a las

mujeres, de la misma forma se comprendía que las fuerzas cósmicas estaban en constante

flujo e interacción, es decir, intervenían en cada humano en proporciones que se

modificaban de acuerdo al tiempo y el espacio cíclico.

Para los nahuas, la sexualidad tenía una doble valoración, era fuente de alegría y el

medio necesario para recrear la complementariedad dual en su potencial creativo; sólo eran

objeto de castigo, aquellas prácticas sexuales realizadas en los periodos en los que las

divinidades exigían templanza sexual, es decir, cuando se transgredían las restricciones

temporales, particularmente, los rituales llamados nezahualiztli y cuando su ejercicio

trascendía el ámbito privado o vulneraba la vida comunitaria. Por tanto, el comportamiento

sexual proscrito por antonomasia era el adulterio, cuya sanción era la condena mortal. No

obstante, es digno de notar que las élites eran muy observantes de la conductas sexuales,

promovían la moderación y restringían su ejercicio, debido a que el lugar que ocupaba su

potestad estaba determinado por la imagen que proyectaba su comportamiento al resto de la

sociedad, debían tener una conducta intachable pues con ello demostraban que estaban

capacitados para gobernar.

Asimismo, esas exigencias normativas encontraban sentido en su filiación religiosa, por

ejemplo, los mexicas se asociaban con el principio masculino de la dualidad, eran los hijos

del sol y fieles devotos de la deidad de la guerra, Huitzilopochtli. Quizá por

identificaciones, la mayoría de las fuentes relativas a las prácticas homosexuales eran

contradictorias, pues en ellas se observa una ambivalencia al trato que según la sociedad

mexica se daba a los varones llamados cuiloni. Las fuentes revelan su proscripción en los

testimonios de las élites y, más aún, en los contextos militares que demandaban la valentía

138

y la fuerza de los guerreros; en cambio, cuando se sugiere la permisividad o, el

reconocimiento social, su evocación estaba contextualizada en algunos rituales o

festividades, especialmente en los espacios y las actividades de los macehualtin, los

pochteca o los distintos grupos étnicos que estaban integrados a la sociedad mexica. Por

eso, se puede concluir que, en los distintos estratos de las sociedades nahuas había

diversidad de posturas o concepciones sobre la homosexualidad, cuyas diferencias estaban

determinadas por las filiaciones religiosas, la relación con la dualidad y las circunstancias

espaciales y temporales.

Así, los varones asociados a esas prácticas, llegaban a participar en algunas fiestas y

expresaban su singularidad, incluso en el tianguis; aunque se creía que constantemente

quebraban los periodos rituales de continencia sexual y, por tanto, eran temidos o poco

valorados al ser portadores de influencias nocivas, igualmente tenían la posibilidad de

enmendar sus faltas y, en la terapéutica medicinal, se comprendía su expiación. De este

modo, eran reconocidos socialmente por el influjo de la dualidad que predominaba en sus

cuerpos, se identificaban por los accesorios y las indumentarias que apropiaban, tenían

códigos sociales y características personales que subrayaban su relación con el principio

femenino del cosmos.

Para los cristianos la sexualidad sólo tenía un fin, la procreación pues según el Génesis,

el mandato de Dios a los humanos fue el de seguir manteniendo su creación. Durante la

predicación de la fe cristiana a los paganos del mundo antiguo, se reprobaba a la sexualidad

no procreativa ya que se creía que la concupiscencia vulneraba el don divino del espíritu.

San Pablo fue muy observante en estas restricciones, promovía el libre albedrío pero a

favor de la pureza, negaba el cuerpo y, sus placeres, pues contribuían a caer en el pecado, a

ensuciar el espíritu y a quebrar el pacto con Dios. Sin embargo, durante la temprana Edad

Media, no hubo leyes que proscribieran a la homosexualidad e incluso se le dedicaban loas

en concordancia a los postulados de Cristo sobre el amor al prójimo.

Con el progresivo ensanchamiento de los poderes monárquicos y, su propensión a

legislar, comenzó un proceso en el que la sexualidad fue objeto de normalización y las

prácticas fuera de la vida extramatrimonial se proscribieron tajantemente. Si bien, los

fundamentos de la reglamentación sexual se hallaban en el corpus de la tradición cristiana,

139

también se desarrollaron nuevas interpretaciones que servían para justificar que la

sexualidad contra natura fuera valorada como “el peor de todos los males”. Los teólogos y

juristas, advertían, que la sodomía, debía ser expurgada porque vulneraba el mandato

divino de la creación y, los varones que la practicaban, quebraban su colaboración con Dios

en esa tarea.

Ya en el siglo XV, la sodomía era comparada al delito o pecado de herejía por

contravenir el dogma cristiano, pero a su vez, se concebía como un crimen de lesa maiestas

pues ofendía a los representantes de Dios en la tierra, a la autoridad monárquica; así, el

individuo que transgrediera las normas sexuales, además de pecador, era un criminal. Con

la expansión territorial de la Monarquía española, sus preceptos se extendieron más allá de

sus reinos, por lo que, las costumbres y creencias de las etnias con las que entraban en

contacto, fueron utilizadas para justificar porque los españoles podían ejercer dominio

sobre sus territorios. A pesar, que el argumento jurídico de la sodomía no fue contundente

para justificar la guerra de conquista, la invasión europea se legitimó haciendo necesaria la

evangelización de los paganos, su campo de acción también comprendía la instrucción de

las normas sexuales y el castigo a quienes contravinieran el canon cristiano.

Durante el siglo XVI, la instauración del dominio Occidental en América argumentaba

que la homosexualidad de los indígenas era una de las evidencias que constataba la

necesidad de evangelizarlos. Así, se convirtió en objeto de corrección a través de los

discursos doctrinarios, primero se identificaba su existencia, después se formulaban

estrategias de conversión que iban desde la instrucción intensiva del dogma cristiano sobre

los pecados de la carne, hasta la comprobación de su aprendizaje vía la confesión auricular.

Esa pedagogía, supuso la imposición de modelos conductuales individualistas sobre

personas que daban mayor relevancia a la colectividad, se les cultivó la noción de libre

albedrío, la conciencia de responsabilidad para que sus comportamientos fueran evaluados

bajo los conceptos de la culpa y, condicionados por la moral cristiana y sus instituciones

jurídicas.

Aunque la legalidad en América replicaba las nociones jurídicas de la Monarquía

castellana también hubo la reformulación de un modelo de organización de acuerdo a las

circunstancias coloniales, se remarcaba la diferenciación étnica de sus habitantes, se

140

estableció la república de españoles y la de indios y, a cada una les correspondían

potestades especiales para su regimiento. Sin embargo, la pretendida misión divina no fue

del todo exitosa, la conversión religiosa resultaba una labor harto compleja, se idearon

mecanismos represivos que atendieran las transgresiones al canon cristiano en la realidad

novohispana. Quedan de ejemplo las leyes que en materia indígena proclamó el virrey

Antonio de Mendoza y de las potestades que se atribuyó el obispado para hacer de su

exclusiva competencia el castigo de los llamados pecados públicos. Por tanto, los indígenas

estaban sujetos a la observancia de sus evangelizadores y gobernantes, y su sexualidad fue

objeto de tutelaje y sanción. No obstante, todo parece indicar que algunos peninsulares

utilizaron la sanción moral cristiana para condenar a los indígenas que se opusieran a

colaborar con ellos, por lo qué, las acusaciones de sodomía bien servían para favorecer sus

intereses.

Igualmente, hubo procesos de resistencia por parte de las élites indígenas e, incluso, sus

grupos subalternos idearon formas para que sus tradiciones y costumbres no se perdieran;

todavía a inicios del siglo XVII, las órdenes mendicantes continuaban aprendiendo sus

lenguas e indagando sobre sus costumbres para corregirlas. No obstante, la reducción de la

población indígena a causa de las infecciones llegadas de Europa y la incorporación de

grupos étnicos de africanos y asiáticos como fuerza laboral, trajo consigo nuevas relaciones

sociales y el incremento de normas especiales para cada grupo. La realidad colonial

acrecentó la diversidad étnica de sus habitantes y, por tanto, la cantidad de transgresiones a

su modelo de sociedad.

En el estrato indígena, especialmente, entre los que vivían bajo la tutela de los

religiosos, la sodomía pasó casi inadvertida en la mayoría de los documentos institucionales

debido a que su sanción, correspondía exclusivamente a las potestades religiosas quienes

promovían su enmienda a partir del reforzamiento doctrinal. En cambio, la praxis judicial

de peninsulares y criollos, fueran éstos eclesiásticos o civiles, sirvió más, en protección de

sus propios intereses que para salvaguardar los principios legales que administraban, lo que

ocasionó que en el virreinato la ley se corrompiera o, más bien, se ejecutara a modo, por lo

que, los casos de sodomía que los inmiscuían se ocultaron y, los pocos que llegaban a

trascender, obedecían a estrategias políticas con las cuales se pretendía deshacerse de

141

enemigos o personajes incómodos acusándolos de haber caído en el delito más grave de la

legalidad virreinal.

Mestizos y mulatos fueron tratados con menosprecio porque su existencia evidenciaba

su origen ilegítimo y pecaminoso, se creía que eran producto de actos lujuriosos como el

amancebamiento o el adulterio. Así, el mestizaje era valorado por las autoridades

virreinales en su aspecto jurídico-moral pero al mismo tiempo desplegaba un nuevo orden

social donde la pigmentación cutánea y el origen racial determinaban la calidad de los

sujetos. Aunque los mestizos convivían y tenían relación con los dos mundos cimentados

por el orden virreinal, sólo llegaban a sobrevivir alrededor de sus órbitas, sin identificarse

plenamente con ninguno de los mundos que les dio origen. La misma suerte tuvieron los

mulatos, africanos y las otras castas minoritarias que no hallaban acomodo en la realidad

que les fue impuesta. Por eso, en los límites de la capital virreinal, en sus fronteras

naturales, como los barrios periféricos de San Pablo y San Juan de la Penitencia, fueron los

espacios idóneos para construir sus propias formas de reconocimiento y donde se ocultaban

de la observancia moral de las autoridades coloniales.

Si bien, en el siglo XVII, las normas sobre las prácticas sexuales que introdujo la moral

cristiana estaban determinadas por el poder de las potestades eclesiásticas y civiles, al

interior de la base social, entre mestizos, mulatos y, las demás castas, seguían

sobreviviendo algunas de sus añejas concepciones culturales; no es fortuito, que un

indígena identificado como ladino maldijera a la deidad cristiana para que le cumpliera sus

deseos sexuales, tal y como los mexicas llegaban a reprochar al dios Tezcatlipoca, o, que

incluso, la homosexualidad se haya expresado a través de códigos culturales similares a los

practicados por los nahuas.

Ya en la segunda mitad del siglo XVII, aunque la sociedad novohispana estaba

gobernada por los poderes eclesiásticos y civiles, la recta administración de la justicia

recaía mayoritariamente en manos de los virreyes y la burocracia virreinal, en detrimento

de los proyectos que habían fomentado los evangelizadores religiosos. El castigo de los

pecados públicos fue competencia exclusiva de las autoridades civiles e, incluso, era

respaldada por el aval de los protomedicatos. Así, en las fronteras de la metrópoli virreinal,

en los espacios apropiados por las castas, se podía transgredir la imposición del modelo de

142

sexualidad cristiano pero, tarde o temprano, se debía acatar su cumplimiento y la violación

a las normas se llegaba a castigar con ejemplaridad.

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Mateo N de la compañía de Jesús, por solicitante.

AGN, Reales Cédulas, originales y duplicados, Vol. 6, Exp. 98, Aprobación de la Justicia

hecha contra el pecado nefando y otros. Aprueba como obró en la Sala del crimen por

dichos delitos, recomienda continúe con lo mismo.