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EL FORO DE SEGOBRIGA Y LA FORMACIÓN DE LA ARQUITECTURA IMPERIAL EN LA HISPANIA ROMANA: ENTRE INNOVACIÓN Y CONTINUIDADES RICARDO MAR PATRICIO PENSABENE INTRODUCCIóN Antes de abordar las tendencias desarrolladas por la arquitectura romana de la provincia Tarraconense y en particular en la formalización de los órdenes de- corativos utilizados en el alzado de los edificios públicos, son necesarias algunas palabras sobre el tema de la continuidad, discontinuidad e innovación en el trabajo de los talleres de arquitectura. En la Hispania romana, incluso en la primera época imperial, convivieron distintos talleres de construcción, cantería y tallado de piezas decoradas procedentes de distintas tradiciones arquitectónicas (Pensabene, 1996; León, 2011). Las piezas decoradas producidas por algunos de ellos, a veces por su estructura compositiva, y a veces por la presencia de detalles de producción característicos, desvelan las raíces de la tradición cultural de la que proceden los talleres. Así, es posible hablar, esquemáticamente, de la conservación de ciertos trazos de origen púnico, griego, ibérico o romano-republicano en la decoración de la arquitectura de primera época imperial. Naturalmente, sabemos que en oca- siones se trata de una distinción artificial, ya que no siempre es posible distinguir con tanta precisión el origen de los distintos componentes que contribuyen a la realización de una determinada forma arquitectónica. Estos talleres muy a menudo estaba fijados en un lugar del territorio (Pensabene, 1996) y trabajaban piedras procedentes de canteras locales determinadas, que recibían un acabado de estuco (Ramallo, 2006). En función de las necesidades de trabajo se podían desplazar en un entorno regional, limitado por la disponibilidad del tipo de piedras calcáreas o

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EL FORO DE SEGOBRIGA Y LA FORMACIÓN DE LA ARQUITECTURA IMPERIAL EN LA HISPANIA ROMANA: ENTRE INNOVACIÓN Y CONTINUIDADES

EL FORO DE SEGOBRIGA Y LA FORMACIÓN DE LA ARQUITECTURA IMPERIAL EN LA HISPANIA ROMANA: ENTRE INNOVACIÓN Y CONTINUIDADES

RICARDO MARPATRICIO PENSABENE

IntroduccIón Antes de abordar las tendencias desarrolladas por la arquitectura romana de

la provincia Tarraconense y en particular en la formalización de los órdenes de-corativos utilizados en el alzado de los edificios públicos, son necesarias algunas palabras sobre el tema de la continuidad, discontinuidad e innovación en el trabajo de los talleres de arquitectura. En la Hispania romana, incluso en la primera época imperial, convivieron distintos talleres de construcción, cantería y tallado de piezas decoradas procedentes de distintas tradiciones arquitectónicas (Pensabene, 1996; León, 2011). Las piezas decoradas producidas por algunos de ellos, a veces por su estructura compositiva, y a veces por la presencia de detalles de producción característicos, desvelan las raíces de la tradición cultural de la que proceden los talleres. Así, es posible hablar, esquemáticamente, de la conservación de ciertos trazos de origen púnico, griego, ibérico o romano-republicano en la decoración de la arquitectura de primera época imperial. Naturalmente, sabemos que en oca-siones se trata de una distinción artificial, ya que no siempre es posible distinguir con tanta precisión el origen de los distintos componentes que contribuyen a la realización de una determinada forma arquitectónica. Estos talleres muy a menudo estaba fijados en un lugar del territorio (Pensabene, 1996) y trabajaban piedras procedentes de canteras locales determinadas, que recibían un acabado de estuco (Ramallo, 2006). En función de las necesidades de trabajo se podían desplazar en un entorno regional, limitado por la disponibilidad del tipo de piedras calcáreas o

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calcarenitas con las que trabajaban habitualmente. El trabajo de estas agrupaciones de artesanos libres podía continuar en un mismo lugar durante varias generaciones y servía además de formación a los aprendices. Estas circunstancias determinaron una producción formal de un conservadurismo extremo.

En la primera época augustea, el incremento exponencial de las nuevas cons-trucciones públicas en las ciudades hispanas hizo que los talleres locales tuvieran que afrontar la llegada de equipos de artesanos procedentes de Roma e Italia que estaban ya entrenados para trabajar con piedras duras (Pensabene, 1996). Traían las nuevas modas del arte oficial que se estaba desarrollando en Roma asociado con el uso generalizado del mármol. El denominado “Estilo Triunviral” (Domingo, Garrido, Mar, 2008 y 2009) y el sucesivo introducido con la construcción del Foro de Augusto y del templo de Mars Ultor, se transmitieron con la llegada de talleres itinerantes activos en Italia y habituados al nuevo material de prestigio (Pensabene, 2006; 2007). En algunos casos, sabemos que fueron artesanos procedentes de los talleres imperiales de la propia Roma los que acudieron para labrar los mármoles que se importaron para construir algunos de los más importantes edificios impe-riales de las provincias (Mar, 1993; Pensabene, Mar, 2010).

Para comprender el modo en que interactuaron estos talleres y tradiciones es necesario integrar su trabajo en los procesos de urbanización de una ciudad romana provincial. En la organización del proyecto y construcción de un edificio, junto a los condicionantes de tipo económico, concurre además la mentalidad y tradición cultural de los distintos agentes que intervienen en la obra (Mar, 2008). En particular, es importante el papel del comitente, con su cultura específica, para determinar las decisiones de gestión del proyecto que son adoptadas, comenzando por la planta y el dimensionado del edificio. Asimismo, sus relaciones con el poder central, con el poder administrativo de la provincia y con sus redes clientelares, contribuyen a definir los materiales de los alzados, la elección de los talleres y en general toda la organización de la producción.

Aunque el contexto topográfico y la disponibilidad de suelo afectan sin duda a las opciones de diseño de los edificios, estos factores por si solos nunca son suficientes para explicar la complejidad que debía tener un edificio urbano con-creto. En una investigación en torno a las decisiones que rigen la construcción de un monumento público romano, es por lo tanto necesario, remontarse por una parte a la tradición cultural de las élites que la encargan, y por otra, al estudio de la tradición técnica de los talleres que producen los materiales de construcción incluidos los bloques arquitectónicos con o sin decoración.

Los capiteles, fustes, basas y entablamentos, así como los restantes elemen-tos decorados, por su propia naturaleza formal, aportan datos significativos para identificar el taller que los produjo, permitiendo verificar la continuidad de las

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tradiciones locales y el momento en que entran en contacto con las formas del arte oficial (Márquez, 2008). Incluso es posible precisar el momento de abando-no de estas mismas tradiciones locales a favor de las oficiales, cuando los datos disponibles se organizan en una secuencia cronológica. En cambio, es más difícil y complejo descubrir estos mismos procesos en la evolución de las plantas de los edificios públicos. Este es el caso específico de la continuidad de esquemas pla-nimétricos de origen romano republicano o incluso ibérico-púnico, debido a que las condiciones topográficas del lugar en que se construye el edificio influyen de un modo significativo en la realización de un proyecto arquitectónico.

En este sentido hemos focalizado nuestra investigación en algunos centros de interiores de la Península Ibérica, donde prevalece el uso de piedras locales no sólo en la estructura de los muros, sino también en la decoración arquitectónica de los alzados. El motivo de esta elección, es que por su situación geográfica resulta más fácil aislar las componentes que dependen de las tradiciones locales, respecto a las interferencias producidas por las modas provenientes directamente de Roma como centro de poder, o a través de la influencia de las grandes ciudades provinciales directamente relacionadas con la Urbs, como son las capitales administrativas (Ruiz de Arbulo, 2004).

Lapis specuLaris y monumentalización en Segobriga en época auguStea

Resulta ya bien conocida la importancia que tuvo el tercer viaje de Augusto a Hispania entre el 15 y 13 a.C. (Abascal, 2006) en la reorganización administrativa e institucional de las viejas ciudades de la provincia y en la promoción de mu-chas comunidades a la condición de municipium, incluyendo Segobriga. Se cree que en esta ocasión el escriba de Augusto, M. Porcio fue nombrado patrono de los segobrigenses como un homenaje de la ciudad, tal vez por haber sido quien entregó el documento con el decreto municipium iuris Latini o tal vez por qué participó en la creación de los archivos y en el establecimiento del sistema de re-gistro en el tabularium de la nueva ciudad. Más allá de las motivaciones, lo cierto es que el nuevo foro ya estaba en funcionamiento en el año 15 a.C., fecha de la dedicación de un pedestal de estatua que se encontró en la plaza (Abascal et al., 2002; 2011; Cebrian et al., 2004). Este dato coincide con la conocida referencia histórica (Plinio, NH, 36.160) que nos recuerda que a partir de época augustea la ciudad estaba especializada en la producción del apreciado lapis specularis. Éste, era transportado a lo largo de la vía que pasa por Segontia, Ercavica y Villa Vieja, para alcanzar finalmente el puerto de Carthago Nova, donde era cargada en los buques de exportación.

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Se trata de un yeso cristalizado, frecuentemente utilizado en hojas transparentes para ventanas, que ha sido identificado, fuera ya del ámbito natural de las explo-taciones, particularmente en edificios termales de ciudades hispanas como Valeria, Ercavica y Cesaraugusta. Se ha planteado la hipótesis de su exportación a través del Imperio Romano (Bernárdez Gómez, Guisado di Monti, 2002), ya que por su cali-dad era preferido a otros similares producidos en otras provincias. Sus nombres son recogidos por Plinio, quien señala además que la producción hispana era mayor que la de Sicilia. El volumen de materiales extraídos en los alrededores de Segobriga es atestiguado por la amplitud de la red de las galerías subterráneas de extracción. Plinio señala que se extendían en un radio de 100.000 pasos (148 kilómetros) en torno a la ciudad. En el sur de Segobriga, en puntos no lejanos de la ciudad, han aparecido muchas evidencias de este tipo de explotación, especialmente en el área de Osa de la Vega (Cuenca), distantes pocos kilómetros de las canteras subterráneas del Cerro de las Horadadas. Era por lo tanto una actividad desarrollada a gran escala, que debía implicar la presencia de una población numerosa. En su mayor parte directamente dedicada a la extracción de los yesos y a su elaboración, pero también ocupada en los talleres para la fabricación de cestas de esparto, herramientas de hierro para la extracción o ropa para los mineros, que debían ser numerosos. Es indudable que todo ello tuvo un fuerte impacto en la vida económica general de la ciudad.

Respecto a la cronología de la explotación, sabemos que ya estaba iniciada en época de Augusto, ya que nos aparece en el relleno interior de la torre de entrada a la ciudad (Torreón T1W) datado entre el 20 y el 10 a.C. por el contexto arqueo-lógico que contenía. A finales del siglo I d.C., con el desarrollo de la fabricación de vidrio de ventana, su producción disminuye bruscamente.

En la localidad de Huete y su yacimiento del Cerro de Álvar Fáñez, identificado como la posible Opta o Istonium romana, se ha testimoniado también la presencia de lapis specularis, tanto en piezas sin trabajar como en otras ya presuntamente elaboradas. De la ciudad de Ercávica (Castro de Santaver, en Cañaveruelas), sa-bemos de la aparición de espejillo en sus termas. La presencia de lapis specularis en recintos y establecimientos termales es lógica, dado lo apropiado de su uso y función en este tipo de edificaciones. Otra pequeña urbe donde está documentado el espejuelo sería “El cerro de la Virgen de la Cuesta” (Alconchel de la Estrella).

Que se trataba de un material de prestigio es demostrado por su citación explíci-ta en algunas inscripciones: L(ucius) Aelius Quir(ina) / Aelianus IIvir / m(unicipum) m(unicipii) F(lavii) Naevensis / cum Egnatia M(arci) f(ilia) / Lupercilla uxore / adiectis specularibus et velis / epulo municipib(us) et incolis utriusque sexus / dato ob dedicationem omnium statuarum quae in / his portici(bus) ab iis datae et sub inscriptione eorum positae sunt / d(onum) d(edit) (CIL II 1191 y, por último, en Hispania Epigraphica 8, 396).

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El nuevo estatus de municipium y la riqueza generada en época julio-claudia y flavia por la floreciente explotación del mineral, son dos de las causas a las que tenemos que atribuir el programa de urbanismo y monumentalización de Segó-briga, reflejado en los numerosos pedestales de estatua descubiertos en la plaza del foro (Abascal et al., 2011). Gracias a ellos sabemos que el proyecto inicial del foro estaba ya concluido a finales de época julio-claudia y que había durado tres generaciones. El rasgo urbanístico más llamativo fue la construcción de terrazas para organizar el conjunto de edificios que formaban el foro en la pendiente de la colina ocupada por el asentamiento (Cebrian et al., 2004). Se trata de una estrategia proyectual bien conocida en el urbanismo republicano, tanto en Roma como en otras ciudades itálicas (Mar, Roca, 1998). En Segóbriga incluyó la construcción de un criptopórtico para sostener en alto un porticado toscano de doble nave que enmarcaba la posición escenográfica de un templo de reducidas dimensiones y de una gran basílica jurídica con dos pisos de altura. Esta estrategia de adaptación a la topografía del lugar también fue seguida en las murallas, en el teatro (Abascal et al., 2002), en la construcción de un recinto de culto de época flavia con un conjunto termal adyacente, y también, probablemente, en un gran templo aún no identificado del que conocemos sólo algunos fragmentos de capiteles y columnas de enorme tamaño. La calidad de estos escasos fragmentos conocidos, sugieren que se trataba de un monumento asociado en algún modo con el culto Imperial.

La construcción pública en Segóbriga tuvo que adaptarse a la topografía del lugar, transformándola para dar cabida a los nuevos edificios. Es la misma proble-mática que encontramos en Ercavica, Valeria y otros muchos asentamientos situa-dos sobre colinas, que en primera época augusta construyeron sus nuevos foros. En este sentido, su posición en el sistema de comunicaciones regionales determinó su jerarquía y la mayor o menor importancia asumida por estos nuevos centros mu-nicipales. En casi todos los casos, los trazos urbanos que modelaron los conjuntos forenses estuvieron sustentados en la construcción de terrazas y subestructuras. No olvidemos que eran formas que ya existían en la organización topográfica de santuarios, lugares de culto y espacios de reunión de los asentamientos de altura y oppida prerromanos (Ramallo, 1993). Sin embargo, esta estrategia urbanística fue también una respuesta local, con transformaciones sustanciales y variaciones, a los modelos implantados en las capitales provinciales como Tarraco o Lugdunum, o en las ciudades provinciales más importantes como Carthago Nova o Vienne. Los centros que hemos citado cuentan con una acrópolis levantada sobre terrazas y bóvedas, en muchos casos todavía visibles, y son una clara demostración de la difusión de los criptopórticos como subestructuras practicables con ambulacros subterráneos monumentales y cámaras abovedadas. Es la solución estructural que en las provincias occidentales permitió la colocación escenográfica de los edificios

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públicos más importantes. Además, al situarse sobre terrenos con fuerte desnivel, los alzados de los edificios tuvieron un gran desarrollo vertical. Por ello, los tallares implicados en su construcción tuvieron que adaptarse a una escala de construcción hasta entonces desconocida.

Estas estrategias de diseño, obvias en Segobriga, cuyos monumentos, por lo tanto, se adaptan a los cambios de nivel que caracterizan la topografía del terreno, también son reconocibles en los centros de Valeria y Ercavica, donde la configu-ración volumétrica de sus foros está dominada por la posición transversal de la Basílica y de los templos que dominan en altura la plaza. De los tres casos citados, fue sin duda Valeria la que implicó un mayor desarrollo vertical en los edificios adosados a la pendiente: uno de los porticados de la plaza está levantado sobre tres niveles de subestructuras superpuestas. Todo ello significó el nacimiento de una nueva tradición arquitectónica y decorativa, bien visible en los alzados y en la disposición de un equipamiento urbano diseñado para caracterizar los nuevos paisajes urbanos de época augustea.

Para su realización hubo que contar con la disponibilidad de los talleres re-gionales acostumbrados al trabajo en calcáreas locales. Tuvieron que renovarse para resolver los elevados alzados de los nuevos edificios. En el caso particular de Segóbriga la basílica con dos órdenes arquitectónicos superpuestos: el inferior corintio y el superior jónico. Recordemos que este momento y en estos territorios, la basílica era una tipología innovadora cuyo elevado desarrollo vertical ofrecía un desafío técnico a los talleres involucrados en su construcción. Los foros de las cercanas ciudades de Valeria y Ercavica también incluyeron una basílica monu-mental como foco principal de la plaza.

Como veremos a continuación, estas grandes construcciones públicas impulsaron el proceso de renovación de las tradiciones arquitectónicas de primera edad augustea, integrando el trabajo de los talleres regionales que estaban habituados a las piedras locales, con la actividad de otros nuevos que llegaron de fuera de la región apor-tando las nuevas modas ligadas al trabajo del mármol. Una interacción que acabó modelando la imagen pública de las ciudades romanas de la Meseta oriental.

El “EstIlo dEl sEgundo trIunvIrato” En época protoaugustEa y los capItElEs corIntIos dE la basílIca dE sEgobrIga

En la Basílica de Segobriga (58,17 x 18,89 m) contamos con datos para recons-truir dos órdenes arquitectónicos superpuestos, el inferior corintio y el superior jónico, de la época de Augusto. El espacio interior del edificio estaba dividido en tres naves. En el centro de los lados cortos se elevan dos exedras dístilas. En total

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se colocaron 28 columnas de 6,55 m de altura con basas áticas, capiteles corin-tios y fustes acanalados esculpidos en tambores superpuestos. Doce columnas se colocaron en los lados largos y cuatro en los lados cortos. Un número igual de columnas, pero más pequeñas y de orden jónico se situaron en el piso superior. Tenían una altura de 2,34 m de alto, determinada a partir de la altura y diámetro de los capiteles jónicos de 25 cm. Se han conservado fustes lisos y acanalados. En la planta baja, otras cuatro columnas, con idénticos capiteles pero con fustes más cortos, además de cuatro semi-pilastras similares, dieron forma a la decoración estructural de las exedras. La fachada principal del edificio fue construida ínte-gramente en opus quadratum.

Los capiteles corintios de orden inferior de la nave, presentan algunas ca-racterísticas bien definidas. Para un análisis más detallado y la referencia a los paralelos con la Galia meridional y otros centros hispanos nos remitimos a los trabajos de Trunk (1998, 2002, 2004) y María Ángeles Gutiérrez Behemerid (1992 a, nn. 164-165, 177; 1992b p. 831, fig. 4). En cualquier caso, es necesario destacar la adopción de la hoja de acanto en la tradición del Segundo Triunvirato, aunque en un estilo más vivaz, pero todavía poco plástico, que nos indica que ya estamos en las primeras décadas de la época augustea. Asimismo, es característico el toro situado en la base del kalathos y la presencia de un zarcillo florido entre la hélice y la voluta del capitel.

Respecto a la talla de las hojas de acanto, tenemos que subrayar como se disponen las hojitas de los lóbulos para resolver la zona de contacto y el motivo vegetal:

A) Entre los lóbulos de la hoja sólo hay una zona de sombra ojival y una trian-gular formada por dos cortas hojas del lóbulo inferior y por la primera hojita del lóbulo superior que se alarga y se curva para llegar a tocar con la parte superior de la primera hojita inferior y cerrar el triángulo.

B) Entre las semihojas que componen el cáliz, las hojitas de los lóbulos infe-riores son alargadas y curvadas, de modo que forman en el centro una gran zona de sombra ojival, rodeada por otras zonas de sombra triangulares y ojivales. Trunk (2004: 251, nota 4) subraya la importancia del detalle tipológico que representa la distribución de las zonas de sombra.

Es importante destacar que la realización de capiteles en el estilo del Segundo Triunvirato tiene una larga duración en la parte norte de la península, probable-mente causada por la diseminación de este modelo a través de la instalación de colonias de veteranos de César y Augusto en toda la Península (Domingo, Garrido, Mar, 2008 y 2009). Sin embargo, el estilo y las particularidades tipológicas que caracterizan los ejemplares de la Basílica de Segóbriga, muestran una modernidad y una adhesión a los modelos urbanos que no encuentra una comparación fácil con otras ciudades de las provincias hispanas. Si los comparamos con los capi-

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teles más arcaizantes del teatro de Tarragona, realizados en piedra local y donde se aprecia aún una sucesión monótona de zonas de sombra geométricas entre los lóbulos de las hojas, podemos darnos cuenta de las diferencias estilísticas que indican una situación particular de Segobriga. El taller que labró estos capiteles estaba en contacto directo con las novedades que se producían en Roma desde la primera época augustea. Un periodo en el que la ciudad experimentó su renovación urbana, con la presencia de un colaborador directo del emperador, el escriba de Augusto, M.Porcius, quien se convirtió en el patrono de los segobrigenses, quienes disponían ya de un recurso económico que podía ser colocado en el gran comercio mediterráneo: el lapis specularis.

Pero es necesaria una pequeña digresión en el campo de la decoración ar-quitectónica, para recordar que en Roma, durante la primera época augustea, las formas geométricas y planas del acanto se hicieron más naturalistas y adoptaron de nuevo los modelos de la tradición helenística. La intervención directa de los artesanos áticos especializados en el procesamiento de mármol determinó en aque-llos años la modificación de la estructura y el estilo del capitel corintio. El punto de referencia para entender la magnitud de esta transformación se encuentra en Atenas en el Odeion de Agrippa, construido en el lado sur del Ágora y en Roma en el foro de César completado por Augusto (Maisto, 2010). Ambos monumentos suponen, en distinto grado, la superación de la tradición del Segundo Triunvirato, tal como se presenta en el acanto de los capiteles corintios del templo de Apolo Palatino, cuya construcción comenzó, como ahora sabemos, después de la batalla de Nauloco en el 36 a.C.

Contamos con otro edificio romano, el templo de Apolo Sosianus, cuyos ca-piteles muestran un trabajo diferente del acanto, más naturalista. Es probable que se trate de una influencia directa del helenismo micro-asiático. Este ejemplo, por su temprana cronología, nos indica que la tradición decorativa gestada en Roma con la construcción de los edificios de mármol del Segundo Triunvirato, con una labra del acanto más rígida y dura, no estaba adaptada a las necesidades de los decoradores romanos del primer periodo augusteo y que por tanto, surgieron tentativas de sustitución, antes incluso de la construcción del templo de Mars Ultor por Augusto. En este sentido, los basamentos y los capiteles de travertino del tercer orden de la fachada del Teatro Marcello, iniciado en el 46 a.C. y ya en uso en el 17 a.C. cuando fue utilizado como sede de los juegos seculares, muestra claramente la aparición de la nueva moda oficial de primera edad augustea (Pen-sabene, 2007, p. 18, fig. 8).

Hemos citado el Teatro Marcello por qué sus capiteles corintios presentan una serie de particularidades cuyo reflejo se encuentra en los capiteles corintios de la basílica de Segóbriga: el toro en la base del kalathos, el zarcillo florido y los

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acantos trabajados con vivaces zonas de sombra. La basílica de Segóbriga debería haber sido concluida ya en e15 a.C., fecha a la que se remontan las más antiguas dedicatorias de las estatuas del foro.

Por supuesto, la introducción tan temprana de las formas de la primera época augustea en talleres del interior de la Península que utilizan la piedra local no es un fenómeno aislado en Hispania. Antes de los capiteles de la basílica de Segóbriga debería ser citada la construcción del foro de Ercavica. Se trata de una fundación militar dictada por las necesidades de control de las vía de comunicación en este sector de la Meseta oriental. Junto a la basílica del foro se conserva un capitel de pilastra corintia que representa uno de los más cercanos paralelos a los de la basílica de Segobriga. Así nos lo descubre el toro en la base del kalathos, aquí decorado con un astrágalo, y la digitación de los lóbulos de acanto que aunque de forma menos nítida, parece un antecedente de los ejemplares de Segobriga. Que se trata de un fenómeno más general nos lo muestran varios capiteles de Sagunto. Presentan un acanto más articulado y fino, con las hojitas de lóbulos dispuesta en forma estilizada y terminada en punta, con una gran similitud a los capiteles de Segóbriga (Chiner Martorell 1990, n.º CP3).

Estamos frente a formas que persisten durante mucho tiempo, aunque no siempre con tal fidelidad a los modelos romanos de primera época augustea. Al haber sido asimiladas por los talleres que trabajan la piedra local y no el mármol, se utilizan junto con otras formas decorativas más tardías. Así, en el frente es-cénico del teatro de Bilbilis (Martín Bueno, Sáenz Preciado, 2004: 266; Id. 2004, fig. 14a.), también en el interior de la provincia Tarraconenese, una construcción que comenzó en época augustea, pero que no se concluyó hasta el principado de Tiberio, contamos con capiteles corintizantes con un toro en la base del kalathos, una sola corona de hojas con un tipo de acanto similar al de la basílica de Segó-briga, pero con zonas de sombra menos acentuadas y con las hélices sustituidas por zarcillos floridos.

En conclusión, son formas cuyo uso se prolonga en el tiempo, al igual que había ocurrido con algunos trazos geométricos de la tradición inicial del Segundo Triunvirato que encontramos en capiteles del Museo de Zaragoza, en los que nos aparece la secuencia de figuras triangulares entre los cálices. Están por tanto ple-namente justificados los comentarios de Gutiérrez Behemerid acerca de la fórmula mixta que combina el acanto simétrica con el asimétrico en los capiteles corintios de teatro de Clunia (Gutiérrez Behemerid, 2004: 279, 280, tav. II, 2,4-6). Un rasgo muy importante y que debería ser examinado en función de las relaciones con la Galia (Gutiérrez Behemerid, 2004: 279,280).

En efecto, fue precisamente en la primera época augustea cuando se sentaron las bases para la formación de un estilo decorativo regional que caracteriza la ar-

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quitectura pública de las ciudades de la región interior de la Península Ibérica. En la misma Segobriga encontramos los mismos fenómenos decorativos en un capitel que se atribuye a la puerta regia del teatro (Trunk, 1998, n.K10, tav.17b), a lo que podemos añadir que en muchos aspectos ocurre algo similar en los capiteles del proscenio del teatro Mérida. En este caso, la talla de los capiteles se distingue por colocar en el mismo plano decorativo los contornos de las hojas de acanto y las estrechas zonas de sombra en clarosocuro: un rasgo que perpetua en el tiempo la solución del ojivas y pequeños triángulos característicos del estilo del Segundo Triunvirato, pero limitados y en una secuencia más apretada.

tradIcIonEs púnIco-hElEnístIcas En la hIspanIa romana y los capItElEs jónIcos dE sEgobrIga

La persistencia de formas más antiguas y la observación de que coexisten diversas tradiciones formales en un misma officina o, en grupos de officinae de una misma región, que son llamadas a trabajar juntas para un único proyecto, nos lleva a afrontar la segunda cuestión de este discurso: los capiteles jónicos de segundo orden de la Basílica.

Comenzaremos señalando que durante el periodo de cambios que en época augustea afectan a las ciudades del Interior, como el ascenso de Segobriga al estatuto del municipio, algunos centros que en términos de cultura artística ejercitan un cierto control regional, como Carthago Nova, seguían construyendo el alzado de algunos de sus edificios públicos con piedras locales, trabajadas por talleres que conservaban de viejo cuño republicano que seguía utilizando motivos decorativos cuyo origen se remonta las más antiguas tradiciones púnicas. Se trata en particular de capiteles jónicos caracterizados por la forma curva de canal de las volutas, en cuya concavidad se dispone el kyma iónico. A partir de estas formas se originan diversas variantes locales, en las que el hipotrachelion de los capiteles jónicos asume el significado del kalathos en los capiteles corintizantes.

Por lo que respecta a los capiteles jónicos de la basílica:1) El primer grupo, con pulvino, está formado por 10 capiteles. Todos ellos, a

excepción de un ejemplar más tosco que el resto, presentan notables similitudes entre sí: disposición del canal de las volutas por debajo del equino del capitel, de-coración del equino mediante un kyma jónico formado por tres ovas separadas por lancetas que se bifurcan en la parte superior, la decoración del cojinete mediante hojas de laurel y, finalmente, la sustitución de las semipalmetas por pequeñas rosetas pentapétalas.

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Sin embargo, también pueden observarse algunas pequeñas diferencias, como la decoración del balteus de un capitel (N.º 04-02) a partir de dos tallos de olivo y el de otro ejemplar (N.º 04-03) realizado a partir de tres canales dispuestos en vertical.

2) Por lo que respecta al segundo grupo, del tipo jónico diagonal, está formado por 9 ejemplares, sumando ejemplares enteros y fragmentos. La altura de todos ellos ronda los 20-26 cm y, como los ejemplares del grupo anterior, se ha propuesto su pertenencia al orden superior de la basílica, aunque no a la decoración de las columnas del ambulacro. De hecho, las medidas son idénticas en ambos grupos. La única diferencia es que los capiteles de este grupo son del tipo diagonal, y que en la parte inferior del capitel, bajo el canal de las volutas, las rosetas que sustituyen las semi-palmetas se acompañan por una banda de estrígilas.

Todos los capiteles de este grupo presentan algunas características comunes como la labra en el mismo bloque del summoscapo del fuste, la presencia de un ábaco muy alto, de unos 7 cm, dividido en tres bandas (un óvolo en la superior, una gola plana y una banda en la inferior), la presencia en el equino de canales cóncavos que terminan en pequeñas volutas con la espiral bien articulada, la pre-sencia de una rama con hojas de olivo recubriendo y uniendo las volutas de los lados contiguos, la presencia entre el canal y la espiral de las volutas de grandes flores que se apoyan en el borde del summoscapo, la presencia de estrígilas entre las flores, etc. Sin embargo, las caras frontales y laterales del capitel son distintas; unas son similares a la de los capiteles del grupo anterior, con un alto kyma jónico de tres ovas separadas mediante lancetas con la parte superior bifurcada, mientras que en las otras dos caras el canal de las volutas está articulado en dos festones.

La importante altura del ábaco puede ser explicada por la necesidad de disponer de un margen importante para ajustar la altura de colocación del arquitrabe. Este motivo estructural determina una tosca adaptación de la forma: el borde superior del equino es cortado, un poco irregularmente, a golpe de cincel, eliminando la parte superior de las ovas en los lados que presentan el kyma jónico y la curva de las espirales en los otros dos lados.

El equino, en los cuatro lados presenta canales cóncavos y termina en volutas pequeñas con espiral bien articulada. Las volutas de dos lados contiguos están unidas y recubiertas por una rama con hojas. Entre el canal y la espiral de las volutas hay grandes flores que se apoyan en el borde del summoscapo y entre las flores hay “estrígilas”. La zona cóncava del equino contenida por el canal, presenta en dos lados opuestos, un alto kyma jónico de tres óvolos de los cuales está entero solamente el central, separados por lancetas que tienen la terminación superior bifurcada. En los otros dos lados, el canal de la voluta está articulado en dos fes-tones. El óvolo central está un poco cortado en su parte superior.

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La iconografía decorativa y la composición estructural de estos capiteles deriva claramente de una tradición helenística, que no pasa necesariamente por la me-diación romana. Es cierto que se trata de una tradición republicana con puntos de contacto con el helenismo itálico y campano. Sin embargo, los mejores paralelos son norte-africanos, por ejemplo los capiteles jónicos del Foro Republicano de Leptis Magna. De hecho, en el Círculo del Estrecho de Gibraltar existe una larga tradición de producción de este tipo de capiteles de tradición púnica. Como se hace evidente en los capiteles del Capitolio, del Santuario de Isis y del macellum de Baelo Claudia (Cádiz), ciudad situada en frente de las costas africanas. Sin embargo, y por lo que respecta a la producción de capiteles jónicos con el canal de las volutas cóncavo, contamos con una larga tradición en Útica, Timgad o Sicilia (Gutiérrez Behemerid, 1992, 44; Theodorescu, 1974, Lám. II, fig. 2, Lám. IV, fig. 12; Lézine, 1968b, fig. 39, n.º 1 y fig. 41).

En el caso de los capiteles de Segóbriga, podemos vislumbrar la raíz de esta tradición en la ciudad de Carthago Nova, con un ejemplar idéntico (Gutiérrez Behemerid, 1992, n.º 76) que presenta similitudes con ejemplares de Argel y Túnez (Lézine, 1968b, figs. 37, 39, 41 y 44) y otro capitel (Gutiérrez Behemerid, 1992, n.º 114) cuyas volutas son similares a ejemplares de Túnez (Lézine, 1968b, figs. 42, 43).

Resulta muy significativo encontrar esta tradición bien asentada en el centro y norte peninsular, en torno al cambio de era. Ejemplares jónicos con estas carac-terísticas se han identificado en la ciudad de Clunia (Gutiérrez Behemerid, 2003, n.º 238-241) y en ejemplares dispersos por las provincias de Murcia y Cuenca (Gutiérrez Behemerid, 1992, n.º 105), en un ejemplar compuesto de Ercávica, en capiteles de tipo mixto de Pamplona, Tarragona (Gutiérrez Behemerid, 1992, n.º 65-66) y Zaragoza. En esta última provincia encontramos una notable concentración aunque de cronología más avanzada, probablemente del s. III d.C. Dos de ellos en la localidad de Fillera, con rosetas en el interior de las volutas y una palmeta de cuatro hojas y tallo central en el equino, también fechados en el s. III d.C. (Ariño et al., 1991, 100-101, lám. I.2; Andreu et al., 2008, 90, fig. 22). Una palmeta similar a ésta, aunque con un tipo de representación mucho más esquemática, se encuentra en un ejemplar de Timgad (Lézine, 1968a, foto 125). Un ejemplar muy similar, al cual se ha otorgado la misma cronología, procede de la vecina localidad de Cas-tilicar, aunque con una representación mucho más plástica y naturalista (Ariño et al., 1991, 106-108, lám. IV.2-V). El núcleo de las volutas aparece ocupado por la representación de un rostro o máscara rodeado por una corona de pequeñas hojas, mientras que los tallos de las volutas adoptan la forma de S unidos en el centro del equino mediante una cinta. Sin embargo, el centro del equino se decora mediante dos rosetas de las que surgen tallos vegetales.

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Este modelo de capitel sigue produciéndose en época tardoantigua, aunque de forma mucho más simplificada. Uno de los ejemplares más representativos procede de Astorga (León), del s. IV d.C.. Las volutas, de gran tamaño, se decoran con enormes rosetas tetrafoliadas y el equino se decora mediante dos esquemáticas hojas dispuestas en forma de V, que sustituyen los tallos de las volutas, de cuyo vértice nace un tallo con un pequeño calicillo en la parte superior (Mañanes, 1983, 127, lám. XXII; Gutiérrez Behemerid, 1992, 36, n.º 109; Domingo, 2011, n.º 742). Otros ejemplares que pueden fecharse en los siglos IV-V d.C. se encuentran en Barcelona (Domingo, 2011, n.º 48-49) y Lleida (Domingo, 2011, n.º 62-63), capiteles que además presentan similitudes con algunos ejemplares del sur de la Galia.

los modElos procEdEntEs dE roma y la tradIcIón dE los tallErEs localEs En la dEcoracIón arquItEctónIca hIspana

El examen detallado de los capiteles de la basílica de Segobriga nos permite entender algunos aspectos de la compleja interacción entre talleres de distinta procedencia que colaboraron en los trabajos de construcción del primer proyecto del foro de Segóbriga.

Desde el punto de vista de la explicación el proceso de formación de la ar-quitectura provincial romana en las ciudades hispanas nos interesa comprender si estas características específicas del urbanismo de estas ciudades, perceptibles a pesar de la adhesión a los estándares de construcción romana, se reflejan también en la formación de un estilo local de decoración arquitectónica que juegue un papel bien definido en el panorama hispánico. Digamos rápidamente, que si bien es posible establecer relaciones con el arte oficial procedente de la propia Roma, sin embargo se pueden distinguir características estilísticas y tipológicas que se refieren a talleres regionales y culturales con circuitos conectados a las principales vías de circulación de bienes y personas dentro de la Tarraconense.

La vía entre Complutum y Carthago Nova atravesaba Segobriga, también lo hacía la que comunicaba la Lusitania con el valle del Ebro y que pasaba por Ercavica y finalmente la que conducía desde Toletum hasta el mediterráneo cruzaba Valeria. Todos los caminos principales de la región pasaban, por lo tanto, por estas ciuda-des. Es una amplia zona de la meseta que tenía un papel geográfico fundamental para la conexión entre los principales puertos del Mediterráneo, como Carthago Nova, la Lusitania, el valle del Ebro y los valles del norte. Resulta significativo como estas vías sirvieron para la difusión de los talleres locales cuya impronta estilística puede encontrarse en lugares tan lejanos como Clunia y Mérida.

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En este momento histórico de consolidación de los límites administrativos de la provincia Tarraconense y de desarrollo de los puntos nodales de carácter urbano, las condiciones de viabilidad y tráfico de flujos determinan también la distribución de las tradiciones locales en la decoración arquitectónica, incluso cuando habían ya pasado de moda en la arquitectura oficial. La paradoja es que en los principales centros provinciales como Tarraco y Carthago Nova, los ar-tesanos locales que mantienen estas tradiciones convivirán con los talleres que están abiertos a nuevas modas decorativas de Roma. Recordemos los capiteles del teatro de Tarraco, algunos del estilo del Segundo Triunvirato, mientras que otros adoptan ya el contacto asimétrico en las hojas de acanto. También en la propia Tarraco se registra un cambio importante en el estilo adoptado por talleres locales en el momento de la reconstrucción de la basílica civil, que debe haber ocurrido después de la construcción del monumental templo de Augusto en mármol lunense de la Acrópolis de la ciudad (Pensabene, Mar, 2010). Por primera vez en la capital de la provincia los capiteles son de un estilo que refleja ya los cambios y modas introducidos por la construcción del Foro de Augusto.

Resulta evidente que los talleres de la reforma tiberiana de la basílica de Tarraco están influenciados por los capiteles corintios y otros elementos arquitectónicos de la construcción del templo de Augusto de Tarraco donde intervinieron las officinae imperiales de la propia Roma. Un hecho que se explica por tratarse de la sede principal del culto Imperial en Tarragona realizada además con mármol de Luni. En Tarraco se mantuvo siempre la construcción con piedra caliza, piedra arenisca y calcarenita reflejando la continuidad de las tradiciones locales, que emergen en mayor o menor medida en función del carácter del comitente: público, privado, centro ligado localmente a la ciudad, residencial privado, funerario… El uso de la piedra caliza, piedra arenisca y calcarenita respecto al mármol, tanto en variedades importadas como en producciones locales se convierte ahora en el discriminante fundamental.

En Carthago Nova (Ramallo, 2006) tenemos la posibilidad de comparar los capiteles corintios augustees de marmol lunense, esculpidos por artesanos itine-rantes con capiteles corintios contemporáneos en piedra local pertenecientes a un mismo conjunto arquitectónico, el del teatro, donde los primeros son utilizados en la escena, mientras que los últimos en el pórtico post scaenam.

El último ejemplo que citaremos es el de Bracara Augusta (Braga) en el NW de la Península (Martins, 2011; Martins, Fontes, 2010). Carecemos de documentos epigráficos que atestigüen sin ningún tipo de dudas el estatuto jurídico de la ciudad, aunque sabemos que era la cabeza del conventus iuridicus bracaraugustano. Entre las distintas colecciones de la ciudad (Museo de arqueología do Diogo de Sousa, Museo de la Catedral y Museo Pio XII) y reutilizados en algunos monumentos

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medievales, se han conservado en torno a unos 80 capiteles, además de un con-junto amplio formado por basas, fustes, elementos de entablamento y numerosas cornisas molduradas (Fontes et al., 2009).

En esta colección, destaca en primer lugar el conjunto formado por dos capi-teles corintios con sus respectivas basas, realizados en mármol de Estremoz. Uno de los capiteles y las dos basas se conservan en el Museo Pio XII (Fontes, Vilar, Carvahllo, Ribeiro, 2009, n. 590, 668 671) procedentes de las excavaciones en el Seminario de Santiago. El segundo capitel está depositado en los almacenes de la Colina de Cividade. Tienen 46 cm de altura y el diámetro de su base es de 30 cm. Son de hojas lisas, es decir, desprovistas del acabado con los detalles vegetales, y son los únicos ejemplares bracarenses que reflejan el estilo provincial que se es-tablece en la Lusitania en el curso del siglo I d.C. La mayor parte de los restantes ejemplares, que en algunos casos provienen de antiguas excavaciones en el entorno de la ciudad, como Dume, aunque en muchos casos desconocemos el contexto arqueológico de su aparición, son atribuidos al periodo entre el II y el III siglo d.C., en base a datos estilíticos (Fontes, Vilar, Carvahllo, Ribeiro, 2009). De las excavaciones arqueológicas del teatro romano proviene un conjunto de elementos arquitectónicos, todos ellos realizados en granito, que formaron parte del frente escénico (Martins, 2011: 24) y que incluye un pequeño capitel que habría perte-necido al orden arquitectónico superior del frente escénico.

Este importante conjunto de piezas nos revela el carácter específico de los ta-lleres de la ciudad, habituados a trabajar el granito y con una larga tradición a sus espaldas, que podemos definir como helenística o “Atlántica” ya que se relaciona directamente con producciones norteafricanas, y carece de ligámenes evidentes con las producciones emeritenses.

Esto es particularmente evidente en la disposición de la decoración vegetal con la introducción de pequeñas hojas ojivales y cóncavas o de rosetas en los espacios vacios, incluido el que se crea entre las espirales de las volutas por debajo del bor-de del ábaco. Lo refleja también la extrema reducción de los tallos de las hélices y que las volutas tengan la misma dimensión, delgada y en forma de “V”. Estos detalles decorativos son particularmente significativos pues no tienen un paralelo claro en el trabajo de los talleres de las provincias hispánicas, incluida Mérida la capital de la Lusitania, pero sí que lo tienen en las producciones de Mauritania Occidental. Un detalle particular, el uso ornamental de varios pequeños dentículos debajo del kyma jónico de los capiteles compuestos, encuentra una comparación directa especialmente en Volubilis. Esto no quiere decir que existiese necesaria-mente una relación directa entre las producciones de ambas ciudades, pero sí que ambas contaban con un estrato común de tradiciones que podrían remontarse a los contactos del mundo ibérico con el púnico antes incluso de la dominación

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romana. Con todo, si tenemos en cuenta la importancia de los flujos comerciales que alcanzaban las rutas atlánticas por la mediación de las ciudades de origen fenico-púnico en el Círculo el Estrecho, este contacto posible se convierte en una hipótesis plausible.

Este proceso está bien representado también por las formas que adoptan los órdenes jónico y corintio, no sólo las basas y capiteles, sino también los fustes y las molduras decoradas del entablamento. Son elementos que nos permiten rastrear el origen de los artesanos que, en el período entre la muerte de César y la conso-lidación del poder por Augusto, esto es en el Segundo Triunvirato, participaron en la monumentalización de las nuevas fundaciones coloniales.

concluSiónEn conclusión, la construcción los centros monumentales de las ciudades agus-

teas de Hispania implicó la formación de una nueva cultura arquitectónica centrada en el trabajo de grupos de artesanos que se especializaron en la decoración de conjuntos públicos. Como hemos podido ver, la colaboración de los taller locales de centros que ya existían antes de las nuevas fundaciones o refundaciones mu-nicipales y coloniales, con talleres itinerantes, fue el mecanismo a través del que la mano de obra local fue adquiriendo un adiestramiento nuevo y por supuesto absorbiendo influencias, modas y estilos renovados.

Se trató de un proceso de cambio artístico complejo y no lineal que afectó tanto a las ciudades del Interior peninsular como a las de la consta mediterránea. Basta recordar que algunos centros con un particular protagonismo en el control de la producción artística, como Carthago Nova, presentaban todavía alzados de edificios realizados en piedras locales con tradiciones arquitectónicas locales de origen republicano o tal vez incluso púnico. En este sentido, es ilustrativa la forma de los capiteles jónicos examinados que se identifican por el canal en forma de arco (curvado) de la voluta, en cuya concavidad es contenido el kyma iónico. De estas viejas formas se originaron variantes locales donde la hipotrachelion de los capiteles jónicos asume el significado del kalathos corintizante.

Pero volviendo a Segobriga, la multiplicidad de influencias que determinan los estilos adoptados en arquitectura pública en este periodo y en las distintas regiones de la Península Ibérica está muy bien reflejado en las formas y particula-ridades que adoptan los órdenes jónico y corintio de la Basílica del Foro: no sólo en las basas y capiteles, sino también en los restantes elementos decorados y en las molduras del entablamento. Son los elementos que nos permiten rastrear el origen y la formación del artesanado que en el período entre la muerte de César y los que siguen a la consolidación del poder por Augusto, es decir, la época de

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la Segundo Triunvirato y la primera época augustea, participó en la construcción de la ciudad renovada con su nuevo estatus y con los recursos disponibles por la comercialización del lapis specularis.

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reSumen: Con esta comunicacion queremos alcanzar un mayor conocimiento sobre un tema del cual nos estamos ocupando en los ultimos anyos; el impacto del lenguaje arquitectonico augusteo sobre las tradiciones hispanicas que se habian formado en el periodo tardorepublicano. En este senti-do tenemos que distinguir entre las grandes ciudades y capitales provinciales de Hispania y las pequenas ciudades del interior porque éstas son las que conservan con mayor fuerza la herencia cultural punico-ibérica. Pero creemos importante afrontar preliminarmente también las tradiciones culturales decorativas que los colonos romanos y latinos introdujeron en Hispania en el momento de su llegada en el periodo sucesivo al paso del poder de los cartagineses a Roma.

Es esta mezcla de experiencias culturales – ibéricas, punicas e italicas – la que se encuentra con el nuevo lenguaje augusteo, y la que provoca muy precocemente la formacion de nuevos lenguajes que no prescinden de la experiencia del pasado. Para ilustrar este aspecto vamos a evidenciar algunos monumentos que presentan importantes fases tardorepublicanas, como los templos de Caravaca, y a comparar entre si algunas ciudades, como Cadiz, Baelo Claudia o Carteia.

palabras clave: Hispania romana; arquitectura imperial augustea; cidades romanas tardorepubli-canas e imperiales; innovación y continuidades

???????: Con questa comunicazione vogliamo raggiungere una migliore conoscenza su di un tema di cui ci stiamo occupando negli ultimi anni: l’impatto del linguaggio architettonico augusteo sulle tra-dizioni ispaniche che si erano formate nel periodo tardorepubblicano. In questo senso dobbiamo distinguere tra grandi città e le capitali provinciali e invece le piccole città dell’interno perché sono queste a conservare con maggior forza l’eredità culturale punico-iberica. Tuttavia crediamo importante affrontare preliminarmente anche le tradizioni culturali architettoniche e decorative che i coloni romani e latini avevano introdotto in Hispania al momento del loro arrivo dopo la seconda guerra punica.

E’ questa mescolanza di esperienze culturali – iberiche, puniche, italiche – che s’incontra con il nuovo linguaggio augusteo e che provoca moilto precocemente la formazione di nuovi linguaggi che non prescindono dall’esperienza del passato. Per illustrare quest’aspetto evidenzieremo alcuni monumenti che presentano importanti fasi tardorepubblicane, come i templi di Caravaca, e con-fronteremo tra loro alcune città come Cadice, Baelo Claudia, Carteia.

parole chiave: Hispania romana; architettura imperiale augustea; città romani tardorepubblicani e imperiali; innovazione e continuità.

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