de tileno a mitra. sobre la religión de los astures

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22 hiems·mmdcclxvii·auc VIDACOTIDIANA Por Marcos Uyá. Uno de los aspectos más interesan- tes sobre la cultura cántabro-astur, lo presenta su organización religiosa. No obstante, nos enfrentamos a un problema que por ahora es difícil de resolver: la falta de documentación que nos permita conocer mejor las creencias religiosas de estas comuni- dades. Sin embargo, el conocimiento que poseemos, aunque limitado, nos permite al menos esbozar un cuadro medianamente completo no solo de la organización religiosa, sino de los mitos, creencias, cultos, su panteón y las principales divinidades y, por úl- timo, su asimilación y derivación al mundo romano, donde la pervivencia de lo indígena en el nuevo orden im- perial subsiste. Es lo que conocemos por el fenómeno denominado sincre- tismo religioso. Las fuentes existentes son muy exiguas y lo que más abundan son inscripciones de carácter epigráfico posteriores a la conquista romana, en las que se constatan el nombre de ciertas divinidades y su posible re- presentación. Teniendo en cuenta que los cántabro-astures no dejaron para la posteridad textos propios, se con- sidera, por tanto, una sociedad ágra- fa. En cuanto a las fuentes literarias, estas son también escasas y a veces algo imprecisas, realizadas por auto- res griegos y latinos como por ejem- Poco se sabe del panteón previo a la llegada de Roma al norte pe- ninsular. Poco más de una docena de inscripciones han conservado los nombres de deidades de advocación confusa. Con la llegada de los conquistadores latinos se inició un proceso de sincretismo por el que las antiguas divinidades fueron adquiriendo nuevos atributos. Aunque Júpiter fue bien recibido, las entidades protectoras de los campos mantuvieron su raigambre indígena mucho tiempo. LA RELIGIÓN CÁNTABRA-ASTUR De Tileno a Mitra El sol se oculta tras el monte Teleno, que con sus más de 2100 metros, domina los montes de León. Esta cima posiblemente tuviese una gran significación espiritual relacionada con el dios Tilenus. Foto: Miguel Ángel González

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22 hiems·mmdcclxvii·auc

vidacotidiana

Por Marcos Uyá.

Uno de los aspectos más interesan-tes sobre la cultura cántabro-astur, lo presenta su organización religiosa. No obstante, nos enfrentamos a un problema que por ahora es difícil de resolver: la falta de documentación que nos permita conocer mejor las

creencias religiosas de estas comuni-dades. Sin embargo, el conocimiento que poseemos, aunque limitado, nos permite al menos esbozar un cuadro medianamente completo no solo de la organización religiosa, sino de los mitos, creencias, cultos, su panteón y las principales divinidades y, por úl-timo, su asimilación y derivación al

mundo romano, donde la pervivencia de lo indígena en el nuevo orden im-perial subsiste. Es lo que conocemos por el fenómeno denominado sincre-tismo religioso.

Las fuentes existentes son muy exiguas y lo que más abundan son inscripciones de carácter epigráfico posteriores a la conquista romana, en las que se constatan el nombre de ciertas divinidades y su posible re-presentación. Teniendo en cuenta que los cántabro-astures no dejaron para la posteridad textos propios, se con-sidera, por tanto, una sociedad ágra-fa. En cuanto a las fuentes literarias, estas son también escasas y a veces algo imprecisas, realizadas por auto-res griegos y latinos como por ejem-

Poco se sabe del panteón previo a la llegada de Roma al norte pe-ninsular. Poco más de una docena de inscripciones han conservado los nombres de deidades de advocación confusa. Con la llegada de los conquistadores latinos se inició un proceso de sincretismo por el que las antiguas divinidades fueron adquiriendo nuevos atributos. Aunque Júpiter fue bien recibido, las entidades protectoras de los campos mantuvieron su raigambre indígena mucho tiempo.

LA RELIGIÓN CÁNTABRA-ASTUR

De tileno a Mitra

El sol se oculta tras el monte Teleno, que con sus más de 2100 metros, domina los montes de León. Esta cima posiblemente tuviese una gran

significación espiritual relacionada con el dios Tilenus.

Foto: Miguel Ángel González

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plo Estrabón en su Geografía, Plinio el Viejo o Silo Itálico, pero apenas nos ofrecen datos fehacientes sobre la organización y prácticas religiosas. Y si acudimos a la arqueología, tam-poco se resuelve el problema, ya que hasta ahora se cuenta con escasos ves-tigios arqueológicos y los pocos que existen, pertenecen a la época cris-tiana. Debemos, por tanto, atender a los estudios realizados por diferentes historiadores españoles, que a lo lar-go del siglo XX han arrojado algo de luz sobre el estado de la cuestión. Los estudios de Caro Baroja y José María Blázquez, y posteriormente de Nar-ciso Santos Yaguas, Mauricio Pastor o Julio Mangas entre otros, nos dan un esbozo e interpretación sobre las creencias religiosas de estas poblacio-nes indígenas.

Es difícil de precisar cronológi-camente la aparición de la religión prerromana en el área cántabro-astur. Lo que sí sabemos es que fue inde-pendiente de la religión celta que im-peraba en gran parte de la Península Ibérica. Tuvo sus propias creencias y formas religiosas, parte de ellas reco-gidas por Estrabón. En su Geografía (III, 4, 16) constata que los cántabros y astures no hacían representaciones de sus dioses. Asimismo, «daban cul-to a una divinidad sin nombre en las noches de plenilunio» –Caro Baroja ve en ella a la Luna– en las que pa-rece que se celebraban danzas y can-tos en su honor. También parece ser que existía un culto al Sol vinculado –según Blázquez– con el caballo, este último asociado al mundo funerario.

Con el paso del tiempo fueron apa-reciendo una serie de divinidades in-dígenas, según recoge la documenta-

ción epigráfica. El problema es que, a pesar de las numerosas menciones, nuestro conocimiento sobre estas en-tidades es escaso e incierto. Los estu-dios de F. Diego Santos apenas iden-tifican con total seguridad algo más de una docena de estelas votivas alu-sivas a ellas con un campo epigráfico ciertamente definido. Del resto, solo se plantean hipótesis que en muchos casos dejan lugar a dudas sobre su po-sible interpretación.

Deidades indígenasA pesar de esa independencia mencio-nada anteriormente, algunas divinida-des, no obstante, tienen un origen cel-ta, caso de Taranis/Taranus o Teutates, también llamado Esus o Cosus, cuya peculiaridad estriba en que su nombre no está documentado en fuente litera-ria alguna. Parece relacionarse con el Marte romano, según Santos Yanguas; es decir, a una divinidad relacionada con la guerra, si bien Julio Mangas la relaciona con Júpiter, que recibía su

culto en montañas o colinas sagradas. Esto es debido a que en ciertas inscrip-ciones Teutates se relaciona con Marte y Taranis con Júpiter.

También existe una divinidad lla-mada Tilenus relacionada con Marte, cuyo nombre viene dado por un monte próximo a Astorga, llamado Teleno, que sería equivalente al Cosus indo-europeo. No obstante, existen otras di-vinidades indígenas relacionadas con Júpiter –y recogidas por Mauricio Pas-tor– tales como Candamius –venerado en el monte Candamio–, Candiedo y Ladicus. A pesar de que estas dos úl-timas se encuentren en territorio galai-co, muestran la asimilación, como ve-remos, de los cultos cántabro-astures con la religión romana.

En cuanto al dios Aramo, se rela-ciona con el cruce de caminos o de vías, similar a los Lares Viales ro-manos. No era extraño encontrar un pequeño santuario o ara destinada no solo a la protección de los viandan-tes, sino también como elemento de

Representación del dios Cernunnos, que adorna

una de las placas del caldero de Gundestrup. Esta obra de arte, data-da hacia el siglo II a. C.,

hace referencia a las creencias de la Europa

celta.

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orientación. En lo que se refiere a Cernunnos, de claro origen celta, apa-rece caracterizado por unos cuernos de ciervo sobre la cabeza, que aluden sin temor a equivocación a la caza.

Otra divinidad de la que tenemos constancia es una de nombre desco-nocido, pero que se relacionaría con el culto a Vulcano, protector de la forja de metales, haciendo referencia a las actividades metalúrgicas y mine-ras que sin duda fueron importantes en la zona cántabro-astur. También sabemos del dios Lug, bien documen-tado en la toponimia con nombres como Santa María de Lugas, Lugones o Lugo de Llanera. Parece ser una de las principales figuras del panteón celta de la Galia y podría ser venera-do como una de las divinidades más importantes por parte de los pueblos celtíberos asentados en la Península Ibérica, cuya función sería la de pro-teger a las autoridades políticas bajo un aspecto mágico y militar.

Existen otras divinidades menores, por ejemplo las relacionadas con la fecundidad como el ídolo de Peña Tu o la placa de Las Panaciegas e incluso aparecen en estelas funerarias como la de Beleño o la de El Forniellu, cerca de Ribadesella, con una representa-ción de senos femeninos. Todas ellas son figuras pequeñas an-tropomórficas, con forma ovoide y poco marcadas en su contorno. Por último, existen una serie de divini-dades relacionadas con el término Deva, que podría equivaler a “diosa” adscri-ta al agua, especialmente a algunas corrientes fluviales o ciertos lugares asociados con el líquido elemento. Por ejemplo encontramos la isla

Deva y Peña Deva, casi en la des-embocadura del río Nalón, que nos hacen pensar que esta serie de peque-ñas divinidades estarían presentes en lugares sagrados cercanos al agua, ya fueran arroyos, fuentes, manantiales, cascadas e incluso ríos o riachuelos.

Rituales y lugares de cultoLa escasa información que poseemos apenas nos permite dilucidar si real-mente existían espacios dedicados al culto, santuarios o recintos de carác-ter sagrado. No obstante, sí hubo de existir lugares denominados mágicos en donde las gentes irían a rendir cul-to a la divinidad: montañas, ríos, cru-ces de caminos, manantiales, rocas, etc. En estos sitios debieron de existir personajes considerados intermedia-

rios entre los fieles y la divinidad, que conocían los ritos y fórmulas ne-cesarios para el culto. La no probada existencia de una “clase” sacerdotal dificulta nuestro conocimiento de una hipotética estructura religiosa equipa-rable a la de los druidas de la Galia o de las Islas Británicas. Puede que los pueblos indígenas del norte y centro de la Península Ibérica no experimen-tasen aculturación ante las sucesivas oleadas celtas y mantuviesen su si-tuación original, en la que no habían constituido un sacerdocio propio y profesional.

Poco sabemos de los tipos de ritua-les, aparte de que se dividían en públi-cos y privados. De estos últimos, por desgracia, no conocemos casi nada; de los primeros, las escasas referen-cias aluden a ritos relacionados con la danza, en los que se tocaban flautas y trompetas. Estrabón alude a estas danzas, posiblemente relacionadas con Taranis o Teutates, el dios de la guerra (Geografía, III, 3, 7).

También se celebraban competicio-nes guerreras y sacrificios de machos cabríos y bovinos para estudiar sus entrañas. Estas prácticas, quizá rela-cionadas con las actividades ganade-ras de dichas poblaciones, incluían también caballos como conductores del alma del difunto tras la muerte. Tampoco puede descartarse el sacri-ficio de cerdos y jabalíes. Muy pro-bablemente, todos estos sacrificios se

En los ritos religiosos públicos los fieles danzaban al son de flautas y trompetas

En Peña Tu ha llegado hasta nues-tros días la representación de una figura antropomorfa cuyo signifi-

cado no se ha logrado desentrañar. Algunas fuentes lo consideran un ídolo protector de la fecundidad.

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celebraban también en honor a Taranis o Teutates.

No está demostrada la existencia de sacrificios hu-manos, que sí están especifi-cados en el ámbito de comu-nidades indígenas celtas del norte peninsular. Es compli-cado precisar, debido a la fal-ta de fuentes arqueológicas,

si en el área cántabro-astur hubo ritos que implicasen víctimas humanas. Si las hubo, posiblemente serían ofrendas –individuales o en grupo, junto con animales– de carácter ritual para apla-car a las divinidades y saber si su voluntad era propicia a la comunidad.

El influjo romanoTras las Guerras Cántabras, que tuvieron en jaque du-rante diez años al emperador Augusto, se produjo un dé-bil proceso de romanización entre los cántabro-astures. La zona que habitaban se in-cluyó dentro de la provincia Tarraconense y administra-tivamente se la denominó Conventus Asturum, con capital en Asturica Augus-ta, la actual Astorga (León). Como ya sabemos, Roma se mostró casi siempre flexible en el respeto de los cultos indígenas, ya que considera-ba que era una de las bases para el dominio y el control de los pueblos sometidos. Son contados los casos de represión religiosa, como

la destrucción del santuario druida de la Isla de Mona (Anglesey) por la rebelión de Boadicea en el año 60 d. C., o el episodio judío, tras sus sucesivas sublevaciones en el siglo I de nuestra era que culminó con la Gran Guerra Judía y la destruc-ción de Jerusalén por Tito en el 70.

En el caso cántabro-astur, no hay constancia de que los romanos interviniesen en contra de las creencias y prácticas religiosas indí-genas. Lo único que Roma debió de prohibir, si es que existieron, fueron los sacri-ficios humanos. Pese a todo, sí se dejó sentir cierto sin-cretismo religioso debido a la propaganda imperial de los dioses romanos.

Al igual que en época previa a la conquista, la do-cumentación existente es escasa y los restos arqueoló-gicos, muy fragmentarios. A pesar de estos exiguos datos, podemos reconstruir de ma-nera más o menos fidedigna cómo penetró la religiosidad romana entre estos pueblos, cómo fue su asimilación y asociación con las divinida-des indígenas y qué grado de veneración alcanzaron.

Normalmente, los cultos eran realizados por sectores romanizados o colectivos que aspiraban a romanizarse y en lugares donde existía la concesión y el grado de mu-nicipio o colonia. Según Ju-lio Mangas, las divinidades que tuvieron más raigambre fueron aquellas vinculadas con el poder político, caso de Júpiter junto con Juno y Minerva que componían la Triada Capitolina. Estas di-vinidades fueron adoradas de manera desigual.

Mauricio Pastor aventura la existencia de una divini-dad indígena de caracteres

No hay pruebas de que en la zona se practicasen ritos con víctimas humanas

- Abia Eiasuarega. Posible divinidad acuática según J. M. Blázquez. Quintana Prieto la relaciona con un dios masculino de carácter tutelar.- Aegiamuniaegus. Indefinida.- Aernus. J. M. Blázquez lo considera una divini-dad de la vegetación.- Bandua. Diosa de carácter tutelar y protector.- Bodus. Podría considerarse como el dios de la Victoria.- Camenius. Naturaleza indeterminada.- Caraedudius. No sabemos su atribución.- Caulecus. Desconocida aunque podría apuntarse a una divinidad guerrera.- Coleiegus. Divinidad desconocida.- Cosiovus Ascannus. De carácter guerrero, se identificaría, según J. M. Blázquez, con Marte, aunque su apelativo de Ascannus nos es desco-nocido.- Cossuenidoiedius. De carácter guerrero como la anterior.- Cossuesegidiaecus. Según A. García y Bellido, lo divide en tres partes, la primera, Cossue, se re-fiere al dios Cossus, divinidad guerrera, las otras dos, Segidi y Aecus, serían topónimos de origen céltico.- Charus. J. M. Blázquez lo sitúa entre los dioses de la fecundidad.- Deganta. Diosa posiblemente protectora o tutelar.- Dulovius Tabaliaenus. Blázquez lo catalogó como un dios asimilado a Júpiter, pero autores como A. Alarcos Llorach o S. Lambrino lo enclavan en una divinidad protectora de caballos.- Evedutonius Barciaecus. Posiblemente una divini-dad protectora de la vegetación y de la fertilidad de los campos.- Mandica. J. M. Blázquez lo clasifica como una divinidad tutelar.- Mentoviacus. Dios de los caminos según J. M. Blázquez.- Navia. Divinidad acuática.- Nimmedus Seddiagus. Desconocida.- Reveana Baraecus. Posiblemente de carácter acuático.- Vacocaburius. Probablemente se trate de una di-vinidad de origen guerrero tal y como lo plantean autores como J. M. Blázquez, F. Fita o A. Quintana Prieto, aunque no se sabe con certeza.- Vacodonnaegus. Blázquez la sitúa entre las di-vinidades funerarias, pero pudo ser una divinidad agrícola o incluso una representación de un genio o una ninfa.

PaStoR, Mauricio (1981): La religión de los Astures, Granada.

divinidades exclusivamente indígenas cántabro-astures aparecidas en la epigrafía

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similares a Júpiter, que propició una asimilación que, poco a poco, borrase el sustrato indígena. En Astorga, apa-rece un mayor número de inscripcio-nes a la suprema divinidad romana, normalmente realizadas por miem-bros de la alta administración roma-na. En la zona norte, entre los astures transmontanos, no parece que hubiese un gran culto a Júpiter, al contrario que en la zona sur, denominada de los astures augustanos. Más tardíamente, hacia finales del siglo II, se realizó un culto asociado a Júpiter, con la advo-cación de Jupiter Optimus Maximus, en el que tomaron parte las comuni-dades indígenas.

Respecto a las otras componentes de la Triada Capitolina, las inscripcio-nes aparecidas en honor a Juno son de carácter romano y no indígena, lo que parece indicar que los cántabro-astu-res no sintieron gran veneración por ella. Caso diferente es el de Minerva, que sí recibió adoración por parte de estas gentes.

El resto del panteón romano corrió una suerte desigual. En el caso de Diana, hay testimonios de un ara eri-gida cerca de León bajo todos sus epí-tetos: diosa de la caza, de la luna y de la fecundidad. Los hallazgos de aras dedicadas a Apolo, la diosa Fortuna bajo diversas advocaciones y Marte muestran cierta reverencia en la zona, pero hemos de tener en cuenta que en muchas ocasiones fueron realizados por romanos o indígenas romanizados que asimilaban divinidades foráneas. Del mundo funerario, arraigó el culto a los dioses Manes cuyo testimonio aparece en numerosas lápidas de los

cántabro-astures. El culto a entes de ultratumba ya existía antes de la con-quista, pero posteriormente se asimiló con los Manes, sobre todo a partir del siglo II.

Las divinidades indígenas fueron siendo asimiladas poco a poco por las romanas o pasaron a ser eminen-temente locales. Siguió existiendo un culto de raigambre local relacionado con la protección de ganado, de las aguas, de los campos y de otros ele-mentos rurales. Presentes durante siglos, estos cultos impidieron que el sincretismo penetrase en todos los ámbitos religiosos.

También los cántabro-astures aca-baron adoptando el culto al empera-

dor. Tal adoración se extendió por la zona durante el reinado de Vespasia-no, si bien ya desde tiempos de Au-gusto tenemos noticias de ello a tra-vés de la inscripción de Cabo Torres, en Gijón, fechada en torno al año 9 o 10 d. C. y que es la más antigua cono-cida en este territorio. A lo largo del Alto Imperio existen otros testimo-nios fehacientes, sobre todo en la eta-pa de los Antoninos. De esa época han aparecido un buen número de lápidas conmemorativas en honor a diversos miembros de la dinastía. El fenómeno es común a toda la Península Ibérica, en un momento en el que el culto al emperador alcanzó su máxima expre-sión. Ya en el siglo III hemos de su-poner que las muestras de adhesión y respeto decayeron en la zona, debido a las invasiones bárbaras. Las dedi-catorias, promovidas sobre todo por militares, surgían en un contexto de crisis social y económica que no pro-piciaba esta práctica.

La influencia orientalEl sincretismo religioso abrió las puertas a las divinidades orientales, que particularmente –pero no de for-

Júpiter recibió la adoración de los astures augustanos gracias, quizá, a la existencia de un dios indígena de carac-terísticas bastante parecidas. En la foto, placa del siglo II en la que está representada la Triada Capitolina, con Júpiter en la edícula central. Staatliche Antikensammlun-gen, Munich.

La dedicatoria aparecida en el Cabo Torres es la

inscripción romana más antigua que se conoce en

en territorio de los astures. Consiste en una dedicatoria

a Augusto.

Foto: Carole Radato

Los cultos indígenas a los entes que pro-tegían el campo y el ganado pervivieron durante siglos

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ma exclusiva– fueron adoptadas por muchos miembros de las legiones. La expansión de estos cultos –a cargo también de comerciantes, esclavos y sacerdotes– no contó con apoyo o el patrocionio oficial, aunque es evi-dente que el Estado lo toleraba. En la zona cántabro-astur, existe algún testimonio epigráfico al respecto, si bien no fueron realizados por indíge-nas. Sin embargo, todo hacer pensar que el elemento local acabó adoptan-do también las influencias orientales, al igual que sucedió con los ritos ro-manos.

La principal divinidad con presen-cia en el territorio fue Mitra, ente su-premo del mazdeísmo. Esta religión, procedente del territorio de los partos (lo que hoy conocemos actualmente como Irán), estaba muy relacionada con el ejército romano. Mitra, repre-sentado como el dios Sol y domina-dor del cielo, fue venerado y adorado por los legionarios destacados en el Norte de la Península, que le levan-taron aras y monumentos votivos en su honor. Su implantación debió de producirse a finales del siglo I. Cono-cemos una lápida encontrada en La

Isla (Colunga), fechada en el siglo III, en donde este culto alcanzó cier-to arraigo y estuvo relacionado con las clases populares más bajas, fue-ran comerciantes, mineros o incluso soldados.

De Egipto provinieron Isis, cono-cida como la diosa madre y protecto-ra de la fecundidad y la maternidad, y Serapis, patrono de Alejandría. Ambas divinidades greco-egipcias aparecen mencionadas en documen-tos epigráficos que permiten concluir que los cántabro-astures les vene-raron. Hay un testimonio de Zeus Serapis en Quintanilla de Somoza, cerca de Astorga, donde quizás debió de existir un templo o Serapeum del que por desgracia no tenemos cons-tancia arqueológica. También existen tres documentos en los que se aso-cia Isis y Serapis a otras divinidades: Esculapio y Salus, en una inscripción precedente de León; en compañía de Mitra y relacionadas con otros dioses indígenas, romanos y orientales.

Otras divinidades presentes, en menor medida, fueron Némesis, dio-sa griega de la justicia, atestiguada en una inscripción procedente de As-torga; y Core-Perséfone, hija de Zeus y Deméter, también encontrada en la misma ciudad, aunque no parece que fuera venerada por los indígenas y sí por los romanos. ◙

• DIEGO SANTOS, F. (1985): Epigrafía romana de Asturias. Oviedo.

• MANGAS, J. (1985): “La reli-gión en el área cántabro-astur”, en Historia 16, Las Guerras Cán-tabras, n.º 58, pp. 84-90.

• PASTOR MUÑOZ, M. (1981): La religión de los astures. Universi-dad de Granada. Granada.

• SANTOS YANGUAS, N. (1996): Asturias hasta la época medieval. Ediciones clásicas. Madrid.

• SANTOS YANGUAS, N. (2006): Asturias, los astures y la cultura castreña. KRK Ediciones. Oviedo.

PaRa SaBER MÁS:

A la izquierda, lápida dedi-cada a Zeus Serapis, datada en el siglo III y custodiada en el Museo de León. La mano abierta, gesto inequívoco de humanidad, simboliza la as-piración de inmortalidad por medio del contacto con lo divino y es, además, un signo universal de concordia, hos-pitalidad y amistad. Abajo, típico taurobolio mitraico. La escultura está hoy en el Museo del Louvre.