buenas costumbres y pecados públicos: celebraciones, festividades y negociación del poder en santa...
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Buenas costumbres y pecados públicos: Celebraciones, festividadesy negociación del poder en Santa Fe a principios del siglo XIX
Mémoire du Master 2 en Histoire et Civilisations Comparées,mention Études Interculturelles
Présentée par
Daniel RAMÍREZ MAHECHA
21104815
Dirigée par
Dr. Pilar GONZALEZ BERNALDO
UNIVERSITÉ PARIS-DIDEROTUFR Master Recherche Sciences Humaines et Sociales
M2, Études Interculturelles5 septembre 2014
Paris
Índice
Introducción………………………………………………………………………………………………………………….1
1) España y su ilustración: la compleja batalla por la razón y
un Estado eficiente……………………………………………………………………………………………………………
12
2) Beneficio material o salvación de las almas: La fiesta de
toros de San Bernardino de
Bosa……………………………………………………………………………………………………………..19
3) La fiesta justificada y la fiesta decretada: El carnaval y la
Jura de Santa Fé….......32
4) Prohibición y azar: el caso del bisbís en las fiestas de
Egipto……………………………51
Conclusiones………………………………………………………………………………………………………………..74
Bibliografía………………………………………………………………………………………………………………….79
Sólo la irrupción del espíritu, que cancela la determinabilidad absoluta, haceposible la existencia del juego, lo hace pensable y comprensible. La existencia deljuego corrobora constantemente, y en el sentido más alto, el carácter supralógicode nuestra situación en el cosmos. Los animales pueden jugar y son, por lo tanto,algo más que cosas mecánicas. Nosotros jugamos y sabemos que jugamos; somos,por tanto, algo más que meros seres de razón, puesto que el juego es irracional.
HUIZINGA, Johan
Introducción
Para observar las dinámicas de una sociedad es necesario tener en
cuenta los diversos puntos de observación que de ésta se
desprenden. Las diferentes manifestaciones producidas por las
colectividades humanas son un conjunto de acciones y reacciones de
la agrupación de sus integrantes que llamamos sociedad con
respecto a ellos mismos y a su entorno. El privilegio de un
aspecto de la sociedad puede comprender una disociación de las
diferentes manifestaciones y actos que emanan de una sociedad y
es, en últimas, una visión que categoriza los actos y
manifestaciones humanas. Con esto en mente, y sin pretender asumir
nada nuevo en las palabras anteriormente esgrimidas, posaremos
nuestra mirada en las manifestaciones que muchas veces son
asumidas como meros productos culturales de una sociedad –sin
querer decir con esto, que no sean observados con la importancia
que ameritan: nos referimos a las fiestas, bailes, juegos y
celebraciones.
No son pocos los estudios que se ocupan de este tema, y sus
enfoques abarcan una amplia gama de aspectos y analizan el
fenómeno desde diferentes visiones y aristas, aunque esta
preocupación es relativamente reciente. Sin embargo, el enfoque
1
del ritual en sí cobra protagonismo en la mayoría de estudios. Con
esto no queremos decir que estos estudios no sean vitales para
comprender estos fenómenos por sí mismos y en su contexto social:
por el contrario, los aportes brindados por aquellos estudios son
enormes y necesarios para insertar estas manifestaciones en el
contexto social y económico al que pertenecen y simultáneamente
identifican su significado simbólico en tanto que ritual y
manifestación humana. En todo caso, son observados desde una
óptica en la cual se les observa en cuanto actos de poder, que lo
reflejan y lo reproducen. El carnaval y las fiestas populares
pueden ser vistos como elementos ambiguos del poder. Por un lado
representan una válvula de escape que regula las tensiones
acumuladas a lo largo del año entre los diferentes sectores socio-
económicos de la población.1 Por el otro, pueden ser entendidos en
términos de aplicación del poder: estas manifestaciones están
restringidas en un tiempo y un espacio concedido por las
autoridades.2 Ambas posiciones no son necesariamente excluyentes y,
por lo tanto, pueden tener lugar simultáneamente.3
1 BAJTIN, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Madrid, Alianza, 2003: pp. 12-14.2 ECO, Umberto, IVANOV, V. V. et RECTOR, Mónica. Carnaval! México, Fondo deCultura Económica, 1989.3 Es conocido que las mismas élites podrían organizar dichas manifestaciones y casi siempre participaban de ellas. Sobre la porosidad de los límites entre cultura popular y cultura de élites en general véaseGINZBURG, Carlo en su introducción a Night Battles, y con respecto al tema
2
En ese sentido, es nuestra intención mostrar una visión en la cual
la comprensión de las fiestas nos ubique en el contexto de las
relaciones sociales y las interacciones entre los diversos
sectores de la sociedad, en este caso, colonial. Es nuestro
objetivo observar desde esta óptica el universo festivo del área
de influencia de la ciudad de Santa fe, antigua capital de la
audiencia de Santa Fe y del esporádico Nuevo Reino de Granada. Es
nuestra intención observar cómo mediante las dinámicas de
organización de estos eventos (y de su puesta en escena) se
revelan otras dimensiones de las relaciones sociales. Un premier
objetivo será mostrar cómo en el caso específico que será
estudiado se abre una discusión cada vez que se preparan las
fiestas (tanto en el caso del carnaval como en el de la jura).
Aunque un primer instinto es el de recordar la realidad paralela
de la fiesta, la de las licencias y las inversiones y subversiones
del orden, esta realidad “paralela” que trae la fiesta tiene una
dimensión más mundana. Es, por consiguiente, una herramienta que
nos permite observar las interacciones entre las “élites”
coloniales, la población “común” y el poder colonial.
del carnaval, véase BURKE, Peter. Popular Culture in Early Modern Europe. Harper, Londres, 1978: sobre el carnaval y las celebraciones populares, véase particularmente el capítulo 7.
3
Es común anteponer estas manifestaciones a lo “serio”. De esta
manera, el juego, la fiesta o el carnaval se ven como opuestos a
lo “serio”, a lo “importante”. Sin embargo, algunos estudiosos han
enfocado su interés en el estudio de estos fenómenos. Es el caso,
por ejemplo, de Johan HUIZINGA. Este historiador holandés resalta
el valor del juego como una característica fundamental de la
cultura –e incluso anterior a ésta. El juego parte de la libertad,
es decir, no surge de manera coercitiva.4 En ese sentido, el
“jugador” es consciente de que está jugando y, por lo tanto, lo
que hace parte del juego es paralelo a la realidad:5 es decir, no
necesariamente influye en el mundo cotidiano. Sin embargo, esta
conciencia de que el juego es “en broma” (parafraseando a
HUIZINGA), no le resta seriedad para comprender los fenómenos
sociales. En efecto, el juego –y en especial la fiesta y el
carnaval- se inscriben en una temporalidad específica y en un
espacio determinado, que no son ni aleatorios ni accidentales sino
que, por el contrario, hacen parte de una simbología precisa.6
4 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: p. 20.5 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: p. 21.6 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: pp. 37-38.
4
Desde esa perspectiva, el juego (y el carnaval, como una forma de
juego) es descrito igualmente como un aspecto central para la vida
social por otros autores. Es el caso, por ejemplo, de Roger
CAILLOIS. En Los juegos y los hombres, CAILLOIS se acerca a las tesis de
HUIZINGA sobre el juego,7 aunque añade algunas otras nociones que
complementa esta visión. Para este autor francés, el juego es un
sistema de reglas que, una vez aceptado –voluntariamente,8 al igual
que como lo expone HUIZINGA-, supone el ingreso a una realidad
paralelas y “lógicas”, apartadas a las reglas caóticas del “mundo
real”.9 CAILLOIS se esfuerza en realizar una clasificación un tanto
más amplia –aunque “precisa”- de los juegos. Dentro de sus
categorías de clasificación se encuentra la mimicry, es decir, el
tipo de juego en el que el “jugador” se sumerge en otro universo
con sus propias reglas y adopta otra personalidad. Deja de ser sí
mismo para “jugar” el papel de alguien diferente, sea o no
ficticio. El sujeto “disfraza su personalidad para fingir otra”.10
Es esa mímesis, conjugada con el vértigo (a través de la máscara y
el disfraz), los que le dan licencia al participante del carnaval
7 Aunque Caillois se detiene brevemente a debatir si del juego proviene lacultura o si es al contrario. 8 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: p. 32.9 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: p. 33.10 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: pp. 51-52.
5
de quebrantar las reglas. Es la combinación entre la simulación y
el vértigo (permitido y causado por la máscara) la que permite
quebrantar las reglas, cambiar las reglas cotidianas por ese
periodo de tiempo.11
Otro autor que ha indagado sobre éste tema es Robert MUCHEMBLED.
Este autor afirma que los festejos hacían parte del tiempo cíclico
popular; eran la válvula de escape con la cual se reducían las
tensiones acumuladas por la cotidianeidad, las presiones sociales
y la subordinación política.12 Durante este “paréntesis” todo está
permitido. Es, como también lo había afirmado BAJTÍN, cuando se
tiene licencia para trasgredir las normas establecidas y además,
cuando lo “permitido” es lo opuesto a aquello que se ha
convenido.13 Estos juegos y festejos, más allá de ser un
“relajamiento” de la rutina, representan un mundo al revés, un
mundo fuera de las normas sociales establecidas, donde se puede
expresar lo inexpresable.14 BURKE de cierta manera adhiere a esta
percepción y agrega que estas manifestaciones no son exclusivas de
11 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: pp. 218-219.12 MUCHEMBLED, Robert. Culture populaire et culture des élites dans la France moderne (XVe- XVIIIe siècle). Saint-Amand, Flamarion, 1995: p.65.13 BAJTIN, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Madrid, Alianza, 2003.14 MUCHEMBLED, Robert. Culture populaire et culture des élites dans la France moderne (XVe- XVIIIe siècle). Saint-Amand, Flamarion, 1995: p. 73.
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las “capas populares”, puesto que estaban involucrados
prácticamente todos los sectores de una sociedad.15
Otros autores han explorado el tema desde similares perspectivas
que han ayudado a complementar la óptica sobre este fenómeno. La
obra de Julio CARO BAROJA intenta observar estas manifestaciones
populares como algo más que un simple remanente del pasado, para
alejarse de la concepción frazeriana del ritual y ubicarlo en una
“estructura” más amplia, de larga duración, si se quiere.16 En ese
sentido, el carnaval presenta una serie de continuidades, no sólo
en el tiempo, sino también en el espacio. Las fiestas son
observadas, asimismo, desde las tensiones entre los diversos
estamentos sociales. Es el caso de Juan Pedro VIQUEIRA ALBÁN,
quien explora el control que pretendía ejercer las élites
novohispanas a estas manifestaciones populares, ya fuese bajo la
excusa de la inmoralidad de estos comportamientos o por las
actividades a las que se ligaba (juegos, apuestas, bebida, etc…).
En todo caso, el análisis de VIQUEIRA revela un cambio fundamental
en las costumbres y las “modas” de esas élites de la colonia
tardía de la Nueva España, evidenciado en el cambio de actitud de
15 BURKE, Peter. Popular Culture in Early Modern Europe. Harper, Londres, 1978: sobre el carnaval y las celebraciones populares, véase particularmente elcapítulo 7.16 CARO BAROJA, Julio. El carnaval. Análisis histórico cultural. Madrid, Taurus, 1979.
7
las capas altas de la sociedad hacia las festividades.17 Así, el
carnaval y las fiestas son vistos como un elemento central
alrededor del cual se pueden ver las tensiones y las dinámicas
propias de una sociedad.
Puesto lo anterior en otras palabras, se resalta entonces la
importancia de las festividades en cuanto no sólo reflejan el
mundo de la política dentro de su anomia, sino que es producto del
mismo orden y tiene su propia dinámica, aparentemente contraria a
la del mundo cotidiano y al tiempo producto de la misma lógica que
ha organizado el mundo de la rutina y la cultura política
cotidiana. Es de nuestro interés, teniendo en cuenta lo anterior,
insertar esta dimensión de la celebración dentro del universo de
la política, del juego de los intereses y de las negociaciones y
renegociaciones que tensionaban o relajaban las relaciones entre
estamentos y al tiempo su relación con el poder.
Las fiestas, celebraciones, carnavales etc., son un tema no poco
estudiado por las ciencias sociales. Es, por lo general, abordado
más recurrentemente por la antropología. Igualmente, la historia
también cuenta con estudios sobre el tema.
17 VIQUEIRA ALBÁN, Juan Pedro. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida socialen la ciudad de México durante el Siglo de las Luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987.
8
En el caso de Latinoamérica colonial han sido varios los
acercamientos al problema, comenzando por el ya citado –y clásico-
de VIQUEIRA. El carnaval limeño es estudiado desde la temprana
República, desde 1822 hasta 1922 por Rolando ROJAS ROJAS.18 Este
historiador peruano se centra en la idea que, si bien en tiempos
de carnaval el desorden era permitido, este desorden no era
aleatorio, puesto que partía de la inversión de un orden ya
establecido e interiorizado. De esta manera, la obra de este autor
peruano aparece con un carácter revisionista sobre el análisis del
carnaval de Lima y en general sobre el fenómeno estudiado. En su
estudio sobre los ritos y liturgias cívicas en el virreinato del
Perú, ORTEMBERG destaca la movilidad de la instrumentalización de
estos rituales. Si bien las celebraciones, fiestas y juras tienen
un indiscutible carácter popular, este autor argumenta que no por
eso quedan exentas de su instrumentalización por parte de las
élites, al tiempo que conservan un carácter de resistencia ante
los constantes intentos de prohibición y limitación.19
18 ROJAS ROJAS, Rolando. Tiempos de carnaval: el ascenso de lo popular a la cultura nacional (Lima, 1822-1922). Lima, IFEA, 2005.19 ORTEMBERG, Pablo. Rituel et pouvoir: sens et usages des liturgies civiques. De la Vice-royautédu Pérou à l’orée de la République (Lima, 1735-1828). Thèse pour l’obtention du titre de Docteur de l’EHESS. Discipline Histoire et civilisations. Esta idea fue retomada y profundizada en la obra del mismo autor, Rituels du pouvoir à Lima. De la Monarchie à la République (1735-1828). Paris, Éditions EHESS, 2012.
9
Para la región de la entonces Nueva Granada existen varios
estudios sobre el tema.20 Éstos se centran generalmente en el
estudio del fenómeno por regiones. Es el caso del estudio de Yoer
CASTAÑO PAREJA para la región de la actual Antioquia. Este autor
afirma que durante la época de las reformas borbónicas, las
autoridades eran conscientes del poder congregador de los festejos
y celebraciones. De hecho, ya miraban con recelo la anulación del
orden jerárquico y el contacto entre castas durante dichas
manifestaciones, e incluso la participación del “vulgo” era visto
como una amenaza para el orden tradicional.21 Para María Fernanda
DUQUE, las celebraciones reflejan el orden social, o al menos
evidencian claramente esa intención de clasificación y
segregación, el sistema socio-económico diferenciado por razas,
castas, clases o como estamentos.22 Una visión que se podría decir
confronta estas dos visiones es aportada por Camila ASCHNER
RESTREPO, puesto que para ella la fiesta resulta ser un factor de
20 Existen también los estudios de casos puntuales y casi aislados de fiestas particulares. Dichos trabajos comportan un tinte sobre todo descriptivo, como sucede con la obre de GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Bogotá, Intercultura, 2005.21 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica N° 30. Bogotá, Uniandes, 2005: pp. 135-135.22 DUQUE, María Fernanda. “Legislación gremial y prácticas sociales: los artesanos de pasto (1796 -1850)” en Historia Crítica N°. 25. Bogotá, Uniandes,2003: pp. 217 y ss.
10
integración o al menos de contacto de las diferentes esferas de la
sociedad, así esa no fuera su intencionalidad y que actuaba
doblemente, como escape de las tensiones y como elemento de
control social.23
Aun cuando se conviene que el carnaval y el calendario festivo fue
importado de España, las fiestas autóctonas fueron rápidamente
absorbidas y explotadas por los españoles para adoctrinar a la
población nativa e introducirlos a las costumbres europeas.24 Por
otro lado, ese mismo espacio presenta otra dimensión aparentemente
dicotómica. El carnaval y la fiesta pueden ser entendidos también
como una forma de trasgredir las normas establecidas. El contacto
de las diferentes capas sociales y culturales evoca, para algunos
autores, una supuesta igualdad entre los sujetos coloniales25
(blancos, mestizos, indígenas, afro descendientes, etc...) que
ponían en duda el sistema social y económico segregacionista que
proponía el poder Real. Más aun, estas manifestaciones no sólo
ponían en contacto las supuestas masas dispersas de la colonia,
sino que les brindaba la libertad de transigir el orden social,
23 ASCHNER RESTREPO, Camila. “La Música en las Fiestas y Celebraciones delCaribe Colombiano, siglos XVII y XVIII” en Memoria y Sociedad, Volumen 9, No18. Bogotá, Universidad Javeriana, 2005: pp. 79-85.24 VARGAS LESMES, Julián. “Fiestas y celebraciones públicas en Santafé” enLa sociedad de Santafé colonial. Bogotá, CINEP, 1990: p. 302.25 FLORES GALINDO, Alberto. Los rostros de la plebe. Barcelona, Crítica, 2001: p. 143.
11
puesto que los sujetos podían adoptar roles sociales diferentes a
los que pretendía establecerse desde el poder central; era
funcional a todos los estamentos sociales.26
Recientemente, el trabajo de Orián JIMÉNEZ ha mantenido este
fenómeno en la centralidad de su investigación. Mediante el juego
y las fiestas, este historiador colombiano observa las diversas
tensiones y las dependencias e interdependencias de los diferentes
sectores sociales.27 Cabe recalcar que las fiestas y carnavales,
con todos los inconvenientes que pudieran desprender, no fueron,
en términos generales, mal vistos ni condenados.28 Aunque
intentaron ser controladas, las fiestas fueron en sí mismas
herramientas de control, sumisión, escape y libertad para los
diversos súbditos del rey. Incluso, muchas de estas fiestas
siguieron cumpliendo estos propósitos en la época republicana, con
una nueva significación de los símbolos utilizados. Aun en
momentos de ebullición política y de inestabilidad, como la toma
del poder de Napoleón sobre la Corona española, las ceremonias y
26 TOVAR, Hermes. “La fiesta contra el dogma” en Revista Memoria. Bogotá, Archivo General de la Nación (AGN), 2003: pp. 103-105. Véase también de este autor La batalla de los sentidos. Infidelidad, adulterio y concubinato a finales de la colonia. Bogotá, Ediciones Fondo Cultural Cafetero, 2004, en especial el capítulo intitulado “La fiesta contra el dogma”: pp. 103-138.27 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007.28 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: p. 26.
12
ritos civiles fueron utilizados con la intencionalidad previamente
descrita. En ocasiones se realizaban fiestas y juras en honor al
rey depuesto, y en contra del imperio francés.29 Sobre estos
rituales de fidelidad también hay una literatura extensa, dentro
de la cual cabe resaltar el trabajo ya citado de ORTEMBERG, en el
que se muestran estas “juras” como iniciativa de los criollos para
reafirmar la lealtad al rey. Estos trabajos destacan, en su
mayoría, un estudio en el cual se privilegia el ritual y su
significado en cuanto reflejo de la sociedad y arquetipo del
poder.30
29 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: pp. 74-80.30 Dentro de esta tendencia podemos agrupar los trabajos de VARGAS LESMES,Julián. “Fiestas y celebraciones públicas en Santafé” en La sociedad de Santafé colonial. Bogotá, CINEP, 1990, ORTEMBERG, Pablo. Rituel et pouvoir: sens et usages des liturgies civiques. De la Vice-royauté du Pérou à l’orée de la République (Lima, 1735-1828). Thèse pour l’obtention du titre de Docteur de l’EHESS. Discipline Histoire et civilisations, y del mismo autor Rituels du pouvoir à Lima. De la Monarchie à la République (1735-1828). Paris, Éditions EHESS, 2012, MÍNGUEZ CORNELLES, Víctor y RODRÍGUEZ MOYA, Inmaculada. “Cultura simbólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a la proclamación de Fernando VII (1808)” en Revista CS No. 9, enero–junio 2012. Cali, Colombia, ICESI: pp. 115-143, e incluso el capítulo 4 de HERRERA ÁNGEL, Marta. Ordenar para Controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales neogranadinos, siglo XVIII. Bogotá, ICANH, 2002, en el cual se observa el espacio de la plaza durante las procesiones y eventos públicos como arquetipo del orden social. Esta visión es claramente mostrada en MÍNGUEZ CORNELLES, Víctor y RODRÍGUEZ MOYA, Inmaculada. “Cultura simbólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a la proclamación de Fernando VII (1808)” en Revista CS No. 9, enero–junio 2012. Cali, Colombia, ICESI: pp. 115-143.
13
Los estudios sobre el tema se sientan, por otro lado, en destacar
una imagen en la que las festividades son una negociación entre el
poder central y el poder de la costumbre y la tradición. Como
fiestas cíclicas y reiteradas tenían cabida casi sin
cuestionamiento, era su contenido el que se ponía en cuestión. Sin
duda algunas manifestaciones contenían significados políticos y
algunas eran de hecho refuerzos hacia la lealtad.31 Muestran estos
trabajos, asimismo, las relaciones de poder ente estamentos y cómo
las fiestas se van modificando paulatinamente según las
circunstancias que atraviesan. Aunque el debate persiste, hay una
suerte de consenso al afirmar que las fiestas son, en efecto, un
espacio donde se permiten ciertas prácticas prohibidas en otros
contextos, de manera celosamente vigilada. Es pues nuestro interés
el de observar las fiestas desde una perspectiva pragmática,
tomadas como productos de una negociación del poder de las
autoridades y, como tales, sujetas a los intereses de los diversos
estamentos involucrados. Así, mediante el estudio de la puesta en
31 Tal era el caso específico de las Juras ya mencionadas. Sobre el tema, los trabajos ya citados de ORTEMBERG y ROJAS ROJAS, como los de GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. “Las juras borbónicas en Santa Fe” en Revista Memoria, Segundo semestre de 1997, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1998: pp.54-81 y VELASCO PEDRAZA, Julián. “Celebrar el poder. Juras y proclamaciones en el Nuevo Reino de Granada” en JIMÉNEZ, Orián, MONTOYA, Juan David [Eds.] Fiesta, memoria y nación. Ritos, símbolos y discursos, 1573-1830. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2011: pp. 107-129 nos aportan luces sobre este tema específico.
14
marcha y los intereses involucrados podremos percibir el poder en
marcha. En otras palabras, nos ocuparemos de develar cómo los
criollos y otros estamentos de la sociedad redefinían el poder que
pretendía instaurarse desde el centro, usando tanto las
condiciones locales como herramientas suministradas desde el
centro, como el pensamiento ilustrado promovido por los Borbones.
Es en esta acción de apropiación y redefinición que nos mostrará
una serie de complejidades que nos mostrará el trascurrir de esa
sociedad colonial en movimiento y vinculada en ciertos momentos,
como sucedía durante los festejos y celebraciones. De igual
manera, estas negociaciones muestran de una manera sutil una
concepción de lo que el criollo considera como justo, lo que
debería suceder, sea por costumbre o sea en función de sus
intereses.
Así, el trabajo se dividirá en tres partes fundamentales. En la
primera parte realizaremos una breve aproximación para resaltar
los elementos contextuales –en especial gracias a las reformas
borbónicas- que lo dotaron de herramientas de negociación del
poder a los individuos y corporaciones y las herramientas de
implantación de la autoridad del Estado. La segunda se dedicará a
explorar las discusiones generadas alrededor de la puesta en
15
marcha de dichas manifestaciones. A través de estas negociaciones
alrededor de las fiestas lograremos analizar el fenómeno del
reajuste del poder en función de los intereses locales, utilizando
una gama de herramientas tanto propias y locales, como aportadas
desde la propia Corona. Simultáneamente, la Corona misma
aprovechaba esas mismas herramientas para intentar imponer sus
mandatos, así en esta parte también analizaremos brevemente las
juras como fiestas impuestas desde el poder mismo. Finalmente nos
ocuparemos de observar la negociación de elementos más delicados
para el poder. Se trata acá de eventos prohibidos –o más bien
altamente limitados- a los cuales se les da cabida, o se proponen
su presencia mediante el marco de las fiestas. La celebraciones
propician una serie de actividades que en la teoría de la moral no
estaban permitidos; esto era, entre otros, los bailes de máscaras
y los juegos de azar. En este apartado nos enfocaremos también en
las negociaciones para permitir estas actividades. Sin embargo,
son los pleitos y los juicios a tahúres y los propios miembros de
la municipalidad, vecinos y campesinos lo que nos ocupará en esta
sección. Lo anterior cobra relevancia en las negociaciones de
poder anteriormente analizadas en cuanto revelan un ajuste de los
mandatos y el permiso de actividades prohibidas y casi contrarias
a la moral. Hemos escogido tratar casos particulares a través de
16
fuentes primarias que de cierta forma replican varios fenómenos
que pudimos constatar en la literatura consultada para recopilar
una serie de elementos que nos permitiese analizar el problema acá
tratado. Este trabajo tiene como propósito el de proponer una
lectura pragmática de los rituales, acercando al interés los
campos de acción del criollo ante el poder. Así, nos centramos en
la forma de justificar la puesta en marcha de fiestas,
celebraciones o juegos en el marco de modernización del Estado de
los Borbones.
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1) España y su ilustración: la compleja batalla por la razón y
un Estado eficiente
Durante el periodo que comprende las postrimerías del siglo XVIII
y principios del siglo XIX el aparato gubernamental y español
sufrió un sacudón que pretendía ponerlo al nivel de las potencias
y competidores europeos. En efecto, la ilustración y el
colonialismo de los imperios atlánticos hacían palidecer el otrora
dominante imperio español en el concurso atlántico. Efectivamente,
el imperio español se desangraba y los recursos no lograban
circular en el cuerpo imperial, desde sus extremidades hacia su
centro.32 Una combinación de factores externos e internos
amenazaban sustancialmente la posición española dentro del
concurso atlántico. En grueso, lo anterior influyó a que se
llevara una reestructuración del Estado y de sus aparatos de
transmisión del poder hacia sus súbditos. La idea era simple:
modernizar el Estado para agilizar la circulación, el comercio y32 La alegoría acá es de José del CAMPILLO y COSIO, ministro de Felipe V. Nuevo sistema de gobierno económico para la América. Caracas, Universidad de los Andes, 1971: p: 70. Citado en ADELMAN, Jeremy. Sovereignity and Revolution in the Iberian Atlantic. New Jersey, Pinceton University Press, 2006: p. 14.
18
lograr una eficacidad burocrática. Sin embargo, un manto moral
cubría al Imperio ibérico, por lo que España tenía que cuidarse de
los excesos de la razón y alcanzar una ilustración respetuosa del
catolicismo. Anthony McFARLANE identifica esas reformas
modernizadoras borbónicas con el cambio en la actitud política del
vasallo criollo, es decir, como un elemento que contribuyó a la
formación de una identidad en una mediana duración.33 Siguiendo a
WALKER, las reformas borbónicas, con la intención de regular el
comportamiento y homogeneizar la cultura, fue uno de los elementos
que ayudó a gestar un sentimiento de rechazo hacia la
modernización del Estado.34
Las políticas y reajustes fiscales y apuntaban a un resurgimiento
de la grandeza y preeminencia dentro del teatro europeo y global
de España, en conjunto de su cuerpo imperial que comprendía a sus
colonias al otro lado del Atlántico. Pero estos dos elementos que
caracterizaron al siglo de las luces, modernidad y catolicismo
reafirmaban en términos generales –y algo simplistas- los valores
de las élites. Así, un doble ataque podría sufrir el carnaval,
entendido como reducto de costumbres precristianas, en tanto que
33 McFARLANE Anthony. Colombia antes de la Independencia. Bogotá, Banco de la República/El Ancora Editores, 1997.34 WALKER, Charles F. “Civilize or Control?” The Lingering Impact of the Bourbon Urban Reforms”, en ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal et JACOBSEN Nils.Political Cultures in the Andes 1750-1950. Londres, Duke University Press, 2005.
19
irracional y herético. El final del siglo XVIII está marcado de
varias revueltas que, de uno u otro modo se relacionan o fueron
reacciones a las modificaciones ilustradas de la casa de los
Borbones.35 En general, es una época en la que las tensiones salen
a flote de maneras más visibles, provocadas por los cambios de
ejecución del poder, reajustes fiscales y presiones culturales.
Asimismo, la revolución acaecida en Francia en 1789 que trastocó
las bases tradicionales en dicho país alertó las autoridades y,
como prevención, España se volcó hacia un híbrido de
tradicionalismo y racionalismo, que algunos llamaron el despotismo
ilustrado. Éste era en términos generales el contexto de España y
sus colonias a finales del siglo XVIII y principios del XIX y, en
grueso, lo que configuraba las discusiones sobre los recursos y
las costumbres, sobre lo deseado y lo permitido en términos de
comportamiento. Es, en una visión amplia, una tensión entre
opresión y libertad: ¿cuánto exigir del súbdito como Soberano y
cuánto ceder en cuanto a libertades y relajamientos? Desde una
perspectiva sociológica podemos encontrar la tensión entre
obediencia y legitimidad. En una sociedad de antiguo régimen, o de
35 Dentro de las obras más representativos se encuentran las de O’PHELAN GODOY, Scarlett. Un siglo de rebeliones anticoloniales: Perú y Bolivia, 1700-1783. Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos, 2012, y PHELAN, John Leddy. El pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia, 1781. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980.
20
transición como la colonial de principios del siglo XIX la
legitimidad era una transacción simbólica, una operación de
obligaciones por beneficios constante que garantizaba la adhesión
voluntaria, más no definitiva del súbdito, como lo diría Max
WEBER. Era una transacción que producía hidalgos, otorgaba
encomiendas, garantizaba alianzas o aliviaba gravámenes fiscales.
Igualmente, esta transacción comprendía la operación de lo
“justo”, que se obtenía por la diferencia de los valores entre lo
obtenido y lo cedido. Era una negociación casi cotidiana en la que
el súbdito sometía el cumplimiento de una regla a través de la
evaluación de su justicia. Este poder de negociación nos permite
acercarnos a la relación directa que tenía un sujeto con la
oficialidad y cómo se asumía ante la autoridad.
Aunque no se está queriendo decir que se cuestionaba la soberanía,
esta operación sí representa un filtro mediante el cual se evalúan
y aceptan –o no- las reglas legítimas sin desconocer la autoridad
del Rey. Pero esta operación no era individual pues también
intervenían funcionarios, y súbditos, nobles y plebeyos, etc. Es
acá en donde entramos a observar a las celebraciones y festejos
populares, como terreno ambiguo que involucra la tensión entre
opresión y libertad: alivia tensiones y provoca desórdenes. Es
21
necesario limitar estas celebraciones que pueden devenir una
revuelta, sin sofocarlas totalmente por miedo a una especie de
memoria colectiva que recuerda un peligro potencial. Es, por ende,
materia de perpetua regulación, de continua negociación. En estos
términos observaremos estas manifestaciones, como un espacio
liminal entre concesión y represión para acercarnos, a través de
las mismas, al estudio de la relación de los sujetos con el poder,
su aceptación y sus estrategias de negociación. La constante
analítica acá será la justificación, el conjunto de argumentos que
se esgrime posteriormente a la consideración de la amenaza de una
revuelta. Esa amenaza es común, como se verá, y es de los primeros
argumentos del arsenal justificativo.
En cuanto se evoca la fiesta es notable percibir al carnaval como
arquetipo y modelo de celebración, casi como constante festivo
dentro de las diferentes culturas. Es, como lo llamaría ARBOLEDA
la religión universal,36 vestigio de un culto antiquísimo o muestra
de las resistencias a las imposiciones culturales y a las
relaciones asimétricas de poder. La concepción del carnaval que
hacen sus estudiosos lo sitúan como el liberador de las tensiones
sociales que se van acumulando. El carnaval, por tanto, marca el
36 ARBOLEDA MORA, Carlos. Paganismo y cristianismo en las fiestas colombianas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2012: p. 17.
22
inicio y el fin de un ciclo, un espacio liminal en el que se
renuevan las fuerzas sociales. En este sentido, el carnaval se
relaciona con el poder temporal, pero también al mundo espiritual,
en especial a la simbología religiosa del cristianismo y anterior
al él mismo simultáneamente: “El carnaval tradicional sólo se
entiende en relación con la cuaresma, pues es lo contrapuesto a
él: ayuno, ascetismo, control. La cuaresma da sentido al carnaval.
En una sociedad laica donde la cuaresma perdió sentido, también lo
pierde el carnaval. Esta es la reflexión que lleva a Baroja a
concluir que el carnaval ha muerto”.37 Se podría pensar en una
indisociabilidad del mundo de las fiestas en el plano cultural y
religioso. Pero el carnaval, al ser una manifestación humana, está
sujeto a las circunstancias y, por ende, al cambio.
Lo que nos pueden decir las manifestaciones populares –como las
fiestas, ferias, carnavales, entre otras-, varía según el enfoque
con el que se observe. Sin duda, estas manifestaciones son un
elemento que nos muestra varias aristas de una sociedad, en
especial de una altamente burocratizada como la sociedad colonial
española. Estas manifestaciones van más allá de lo meramente
simbólico o ritual (que es igualmente trascendente) y evidencian
37 ARBOLEDA MORA, Carlos. Paganismo y cristianismo en las fiestas colombianas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2012: p. 35.
23
el funcionamiento no sólo de los aparatos burocráticos –cabildo u
organismos de discusión y decisión-, sino también de los vínculos
extra oficiales formados entre los miembros de estos organismos,
intereses, alianzas y rivalidades, entre otras cosas. En lo que
nos respecta, las manifestaciones culturales estudiadas nos
permitirán dilucidar esos vínculos e intereses que motivan la
realización y puesta en obra de las festividades.
Es precisamente esa puesta en obra, esa discusión y negociación la
que nos interesa y de lo que nos ocuparemos en las siguientes
páginas. Mediante la etapa previa a la realización del evento nos
percatamos de los intereses que se ocultan (muchas veces sin tanto
esfuerzo) detrás de las fiestas. Gracias a lo anterior, podemos
ubicar las fiestas y demás manifestaciones culturales en un plano
más “humano” en el que podremos observar sus dimensiones
materiales. Seguro, el carnaval y las fiestas contienen un
significado simbólico poderoso, no sólo en su ritual, sino en su
reflejo de las estructuras de poder e incluso de las resistencias
culturales. Sin embargo lo anterior no es el centro de nuestro
trabajo; nos concierne la etapa de realización en la cual
percibimos una negociación de los criollos con el poder bajo unas
circunstancias específicas.
24
Desde el mismo momento en el que un sector asume la defensa de
algo que llega a ser definido como “tradicional” nos advierte de
una especie de conciencia de normalidad, de algo que se respeta al
menos por la fuerza de la repetición, que lo ha vuelto tradición.
Y es precisamente en un contexto particularmente poco compatible
como lo es el de las reformas borbónicas que nos compete analizar
estos conflictos y las discusiones pues son estas últimas las que
nos permiten reconstruir un racionamiento lógico para argumentar
una causa, en este caso, la puesta en marcha de fiestas, etc. Es
claro que este impulso borbónico hablaba en función de la razón
(limitada, si se quiere) y el desarrollo material y económico de
la Metrópoli y sus provincias; por lo anterior dijimos que las
fiestas, y demás manifestaciones podrían desencajar al menos
parcialmente del discurso reformista. Sin embargo, este
vocabulario de la reforma era tomado en un doble sentido. Es por
lo anterior que resulta interesante ver cómo los argumentos a
favor de las festividades a veces aprovechaban la misma lógica
reformista y se sustentaba bajo los mismos términos y necesidades.
Es de esta manera que simultáneamente se brinda un punto de
referencia relativamente estable para negociar ciertos puntos y
beneficios ente diversos estamentos y el Estado. Y es al seguir
25
estos casos puntuales que podemos observar esta dinámica de
negociación.
Es precisamente cuando estos miembros del cabildo recurren al
lenguaje reformista que se escapan algunos visos de las
motivaciones que tenían para levar a cabo los eventos estudiados.
En sus estrategias de argumentación se deja ver su conocimiento
del poder y del aparato burocrático. Asimismo, esta negociación y
contacto con el poder para dialogar sus términos deja en evidencia
la forma en la que estos individuos se adaptaban al contexto, en
este caso a las reformas borbónicas. Los criollos en sus tácticas
de negociación –efectivas o no-, evidencian su conocimiento de las
necesidades o directrices del Estado español y las incluyen en sus
estrategias. Lo anterior nos incumbe no sólo para abordar la
dimensión de las fiestas y manifestaciones populares, sino también
para observar cómo un cierto estamento reintrerpreta las leyes y
mandatos centrales en función de sus intereses. Hasta acá suena
poco (innovador), si no miramos cómo muchas veces estos
estamentos, pertenecientes a las élites, incorporan en sus motivos
tanto elementos promulgados desde el centro (como la industria y
el desarrollo económico abogado por las reformas de corte
borbónico) y al tiempo incluían a sectores menos “cercanos” al
26
poder y sus ritos y tradiciones que, no en todas ocasiones ni
tiempos, eran avalados por el poder.
Y es en ese aspecto arriba resaltado en el que nuestro estudio
pretende cobrar sentido: en hallar una pragmática de la cultura,
una materialidad detrás de los ritos y las puestas en escena que
revelen el entramado de poder regional y el juego de redefinición
y negociación de las normas que mantenían con el centro. El
estudio de este fenómeno específico nos permitirá observar el
acercamiento entre diferentes estamentos para negociar ante la
Corona. Como una instantánea, estos eventos nos permiten observar
las alianzas en una sociedad que se pretendía altamente
sectorizada, sea en castas, razas o como se quiera. Si bien el
repentino respaldo de los criollos blancos puede interpretarse en
términos de paternalismo, o de mero interés, es innegable que la
preocupación de sacar adelante las “tradiciones populares” en un
marco restrictivo sugiere una realidad más compleja de lo que
puede parecer a simple vista. Lo anterior sin negar las otras
posiciones al respecto, donde un sector miraba con recelo estas
actividades y manifestaciones por el posible peligro que
representaba o, del otro lado, por la fuerza de la costumbre.
27
Pero también nos compete observar la negociación del permiso de
actividades ilícitas fuera del contexto de la fiesta o el
carnaval. Es de remarcar que no todas las actividades tenían
cabida en el marco de las celebraciones, ni eran siempre las
mismas las permitidas. En un carnaval podría haber licencia para
los juegos de azar mientras que en el siguiente podrían estar
prohibidos. A este respecto nos fijaremos en el nivel de
involucramiento de los funcionarios. Dado que estas actividades
contaban a todas luces de una menor aprobación que las fiestas
como tal, resulta extremadamente interesante ver las posiciones
asumidas y los argumentos esgrimidos por aquellos que defendían
este tipo de eventos.
28
2) Beneficio material o salvación de las almas: La fiesta de
toros de San Bernardino de Bosa
El caso de los toros es algo complejo, pero conviene analizarlo en
cuanto nos muestra el dinamismo propio de las costumbres, el
cambio y la apropiación de actitudes. Inicialmente asociado con
una cultura señorial y ligado a las cortes y a las élites, los
toros sirvieron en España como muestra de grandeza del hombre
sobre la naturaleza, al tiempo que su carácter noble generaba
distinción para las élites. En Europa las fiestas de toros
cumplían ese teatro del poder en el que la división de la fiesta
representaba la sociedad misma en su estratificación. Desde la
temprana edad media “estas celebraciones materializaban el modelo
jerárquico de la sociedad: los nobles participaban montando
caballos, simbolizando su papel de protectores de los peones
plebeyos. Más tarde, en las Indias, representarían la dominación
de los conquistadores sobre los nativos.”38 Sin embargo, “La
corrida de toros llegó a ser considerada como la parte galante de
38 JIMÉNEZ MENESES Orián. Devoción y fiesta. El arco iris de la paz en el Nuevo Reino de Granada, 1680-1810. Tesis de doctorado en historia. Medellín (Colombia), Universidad Nacional, 2013: p. 39.
29
todas las fiestas civiles y religiosas. Con ella se agasajaba a
los presidentes y a los obispos, se celebraba la coronación de los
reyes y las noticias del nacimiento de los infantes y con ella se
daba alegría al festejo de los santos patrones.”39 En el caso
latinoamericano, incluso, los toros no sólo perdieron esa
exclusividad a las élites, sino que se “popularizó” de tal forma
que la misma élite ilustrada la incluyó en sus críticas.40 Incluso,
en la etapa más reacia de la Ilustración española llegó a
prohibirse la celebración en forma pública y sólo con la muerte
del monarca Carlos III se volvió a establecer de manera pública.41
Estas fiestas estaban acompañadas de otras manifestaciones, como
bailes y desfiles y aunque se intentaron regular en el territorio
neogranadino, sus discusiones giraban más en torno hacia la
seguridad de sus asistentes42 que en el contenido mismo y su
proclividad a la subversión. Sin embargo, en el caso estudiado
resalta por el hecho que nos muestra esa discusión sobre la
moralidad de dichas fiestas y su conveniencia. Se plantea una
39 RODRÍGUEZ, Pablo. En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad, siglos XVII-XIX.Bogotá, UNAL, 2002: p. 114.40 VIQUEIRA ALBÁN, Juan Pedro. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida socialen la ciudad de México durante el Siglo de las Luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987: pp. 311-328.41 RODRÍGUEZ, Pablo. En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad, siglos XVII-XIX.Bogotá, UNAL, 2002: pp 117-119.42 RODRÍGUEZ, Pablo. En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad, siglos XVII-XIX.Bogotá, UNAL, 2002: p. 114.
30
discusión en la que una parte propone la prohibición gracias a la
perversión a las costumbres y otra la defiende desde un punto de
vista utilitario y beneficioso para la sociedad. Toda vez, la
discusión se da desde “arriba”, y los portavoces de dicha
discusión son miembros de la autoridad local y representantes del
Estado.
Un ejemplo concreto de estas discusiones no las proporciona el
pedimento de algunos funcionarios del pueblo de Bosa,
perteneciente al partido del mismo nombre, dentro de la
jurisdicción de la capitanía y gobernación de Santa Fe. El caso
expuesto a seguir nos muestra una municipalidad dividida en cuanto
los prejuicios o beneficios de las fiestas, en esta ocasión, la de
toros. Las fiestas de toros no eran generalmente mal vistas ni por
las autoridades ni por las éites criollas y, como cuentan varios
cronistas y costumbristas, eran más bien recurrentes en las
festividades de la capital del virreinato. De hecho, la llegada
del virrey Amar y Borbón en 1804 se conmemoró con corridas de
toros, y se prolongó durante días hasta que se enlazó con las para
ese entonces tradicionales carnestolendas de Santa Fe.43 Los toros
43 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 37-38.
31
era una era práctica corriente y estaba comúnmente ligada a las
festividades.
Pero para el caso que nos incumbe, hablar de una separación entre
cultura de élite y popular no satisface nuestro interés. Como
meremos en los casos estudiados, es desde la oficialidad, la élite
criolla la que enarbola una defensa de costumbres que podrían bajo
esa óptica reduccionista denominarse como popular. En el caso de
las corridas de Bosa, es el abogado protector de indios de Bosa,
Francisco Javier VERGARA quien demanda la prohibición de la fiesta
de toros en el dicho pueblo. El teniente de dicho pueblo, en
representación de “capitanes, alcaldes y demás” sustenta su
petición y declara en ese sentido sobre lo perjudicial que son
estas fiestas. Aunque el ataque de Luís de MELO, Teniente del
pueblo de San Bernardino de Bosa comienza de una forma casi
genérica, revela ciertos elementos interesantes que nos ayudan a
reflexionar sobre el lenguaje que utiliza; genérico al decir que
en estos eventos se observan “[…] la manifiesta y clara corrupcion
de las costumbres, pues en d[ich]as fiestas se ven y experimentan
accion[e]s tan agenas y extrañas del Espiritu de la Religion
Christiana […]”.44 En este apartado notamos inmediatamente el tono
reiterativo del reclamo. Sin embargo, a medida que continúa su44 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 149 r.
32
argumentación deviene más precisa y deja ver otros elementos. De
hecho, desde el preámbulo el Teniente asegura que todo resulta en
“[…] daños y malos resultos que provienen de d[ich]as Fiestasen las que p[o]r todo el tiempo que duran es perdido paranosotros por privarnos de nuestro trabajo []viendo notablesperjuicios en nuestros varvechos y Arados por ser el tiempo enque cultivamos nuestros campos los que quedan arrazados por elnumeroso [concurso] […]”.45
Con lo anterior, este teniente muestra que de cierta forma tiene
conocimiento de las preocupaciones del Estado. Por un lado deja
ver que la preocupación las fiestas dejan “deteriorada” la
economía. Más aun, su lenguaje revela este conocimiento al
conjugar dos elementos de cierta manera centrales dentro de las
preocupaciones de las autoridades: a saber, la producción de
bienes y los desórdenes públicos. Recordemos el orden
relativamente progresista de las reformas borbónicas para
establecer a España dentro del juego trasatlántico imperial y el
papel dado a la producción y circulación de bienes. Es más, como
veremos más adelante, la adopción y utilización de este lenguaje
era más bien frecuente y servía como herramienta argumentativa
utilizada en discusiones de diversos ámbitos. VERGARA y MELO dejan
manifiesta su oposición bajo el argumento que “(…) en ellos
reinaba la ociosidad, se abandonaban los arados y barbechos, los
45 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 149 r.33
campos quedaban arrasados por el numeroso concurso de gente y se
corrompían las costumbres”, como lo recuerda Yoer Javier CASTAÑO.46
Simultáneamente se destaca el carácter económico del daño causado
y simultáneamente el obstáculo que significa para la labor de los
indios. El trabajo se equipara con desarrollo y, al tiempo, con el
bienestar de quien lo realiza. Esto, al criterio de la parte que
decía representar al alcalde y capitanes del Cabildo del pueblo.
Resulta igual de interesante analizar el otro partido del asunto.
Mediante la vocería del propio corregidor del partido de Bosa Juan
José Narciso MALDONADO podemos advertir que la negativa a las
festividades no era asumida por la totalidad de las élites
criollas. En este caso, como se dijo, el Corregidor tomó la palaba
para defender esta polémica fiesta. Recordemos que no sólo las
fiestas de toros eran vistas con especial recelo, sino que en esta
época misma, gracias a la mirada reformista más las generalizadas
revueltas vividas en el pasado próximo hacían de los festejos en
general una materia delicada para las autoridades. Es por esto que
resulta pertinente la manera en la cual MALDONADO asume la defensa
de estas manifestaciones populares.
46 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica, N° 30, enero-diciembre 2005, Bogotá. Uniandes: pp. 133-134.
34
Es así como nos resulta útil revisar los argumentos de MALDONADO.
En general lo que afirma el corregidor, apoyado igualmente en el
testimonio del cura, es que durante el tiempo de las fiestas se
afectaba positivamente la calidad de vida de los habitantes de
Bosa y que los indios “[…] estos desiarian no que las huviera cada
año sino cada mes por las Utilidades que en ellas han reportado”.47
Estas utilidades se daban, según el corregidor, gracias al
arriendo de rancho, cabalgaduras y comercio de bienes en general
como semillas y alimentos. En últimas, lo que MALDONADO quiere
hacer inferir es que las fiestas son, por el contrario, benéficas
para los habitantes del pueblo puesto que “[…] ningun tiempo de
[p[]] han ganado mas plata los Yndios que en el de las Fiestas;
pues en tiempo muerto ganan a real y medio al dia y en tiempo de
fiestas hasta a peso en cada uno de ellos; estos son los daños que
a los Yndios se les siguen[…]”.48 Además, prosigue el corregidor
MALDONADO, al desenvolvimiento de las fiestas no se incurre en
ningún deterioro moral, sino “[…]que el haver las fiestas fuera un
acontesimiento honrroso al Publico y sin los daños que se
aparentan[…]” y que
Los curas de lo que se pueden quexar es de lo que dexan derecoger para las fiestas de Yglecia que finalisadas las de
47 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.48 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.
35
toros se hasen pues los curas salen a recoger limosna p[ar]aellas, y los que ban y no los yndios le sufragan [demas] querecojen hasta treinta y quarenta pesos; y quando no ha avidovesino o Yndio de Bosa que haga la fiesta del santo49; elforastero que hido le ha dado al cura el importe de ella[…].50
Cabría pensar al respecto que las fiestas como tal no portan
ningún tipo de peligro según la argumentación de MALDONADO. Son,
por un lado, beneficiosas para la economía local que se ve
impulsada momentáneamente por el comercio repentino de víveres y
las rentas extraordinarias en caballerizas y otros locales de
paso. Por el otro lado es, aún en el concepto del corregidor,
beneficioso para el espíritu y las buenas costumbres. El único
contratiempo que se desprende con respecto a las costumbres es
cuando las fiestas “temporales” entran en conflicto con las
fiestas religiosas. En palabras de MALDONADO, el inconveniente
podría surgir cuando los indios “[…] dexan de recoger para las
fiestas de Yglecia que finalisadas las de toros se hasen pues los
curas salen a recoger limosna p[ar]a ellas, y los que ban y no los
yndios le sufragan […]”.51
Lo que destaca de la defensa de MALDONADO de las fiestas, más allá
de reafirmar su inocuidad, es la manera en la que su argumentación
49 Aparentemente una de las razones para no permitir las fiestas era el conflicto entre fiestas religiosas y fiestas de toros.50 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.51 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.
36
transcurre todavía en los mismos términos de su contraparte. Las
fiestas además de ser nobles para el espíritu de los habitantes
son a todas luces del corregidor un estímulo para la producción,
el comercio y la economía en general. Si seguimos su argumentación
notamos que en primer lugar, destaca “[…] que las fiestas hechas
en Bosa Sólo han sido de Gravamen para el correxidor (quien no se
quexa) y no para los Yndios […]”,52 es decir, que los costos de la
preparación y puesta en marcha caían sobre él mismo y no sobre los
habitantes del pueblo. Llega a afirmar, como se vio, que los
habitantes desearían que se hicieran más frecuentemente. Los
criollos exponían criterios locales en términos globales;
ajustaban a sus intereses lo que les llegaba del centro: las
reformas borbónicas eran ajustadas a sus propias necesidades y,
aunque en general se necesitaba o se promovía un comercio
internacional, el criollo veía la necesidad de suplir sus propios
intereses, fortalecer sus redes, estimular el comercio en su
región. Recordemos que lo que planteaban las reformas era, en
general, fomentar el comercio desde el centro hacia las colonias,
así que de entrada la propuesta de generar una especie de
autosuficiencia, o de aumento en la producción no iba totalmente
de acuerdo con la concepción de desarrollo de los ministros
52 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: ff. 152 r. -152 v37
reales, puesto que podría obstruir la idea de dependencia de las
periferias hacia el centro. Sin embargo, los criollos no
pretendían entrar a competir con la metrópoli, sino generar un
excedente efímero para el autoabastecimiento. En todo caso, lo que
en el fondo se buscaba con las reformas era dotar de
competitividad los productos realizados en la periferia para poder
autoabastecer o intercambiar con los productos producidos en el
centro. De otro lado, ese mismo hecho que hubiese celebraciones y
carnavales es síntoma mismo de ese excedente que permitía tales
eventos.
Existe otro aspecto menos visible dentro de las palabras del
corregidor. Si seguimos su testimonio se desprende una sutil
crítica a los curas que se han ocupado de la parroquia del pueblo
y del adoctrinamiento de sus indígenas. Esta crítica se presenta
como una tenue queja al papel de los curas en el pueblo y su trato
a los indígenas. No es un señalamiento directo el del corregidor
puesto que aparece presumiblemente como una defensa a los posibles
testimonios en su contra o contra las fiestas. En su opinión, “[…]
los curas que han sido antes el que mas ha ovsequiado a los de
primera plana que han hido a las fiestas es dandoles un tarro de
Agua (ya se ve por que alli no se halla buena) y no otra cosa
38
[…]”.53 En efecto, en su testimonio MALDONADO deja ver que el
pedimento de impedir la fiesta de toros parte del cura pero que
esta petición debería ser desestimada por dos razones simples, 1)
porque el cura es nuevo y no conoce el estado del pueblo y porque
2) los curas no se han ocupado apropiadamente de los habitantes. Y
con lo anterior deja ver una crítica al estado del pueblo y al
descuido que se ha tenido; a lo más, el cura más generoso del
pueblo ha obsequiado un tarro de agua en una población donde el
agua no es potable. En grandes rasgos, según MALDONADO el pueblo
se ha descuidado y ni siquiera sus curas se han preocupado del
estado material de la población. Pero más allá de esta críptica y
prosaica crítica al estado de las cosas, nos compete resaltar el
paralelo que hace MALDONADO entre el estado del pueblo y sus
fiestas. Éstas deberían efectuarse por la simple razón que
contribuyen con el desarrollo del pueblo, puesto que promueven la
producción de vituallas, la pesca o el comercio, de la misma
manera que se captaba el dinero de los forasteros que asistían a
las fiestas y necesitaban alimentación, transporte y hospedaje.
Los indios alquilaban sus modestos ranchos a los forasteros para
que asistieran a las fiestas, como lo insinúa el corregidor:
53 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 r.39
[…]el Rancho o causa que no bale por pesos, lo han arrendadoen dote, por dies y seis pesos, las cabalgaduras que en otrotiempo darian en quatro reales por flote en aquellas han dadoen quatro pesos; la mantencion de viveros y semillas quebaldian en sumo cada dia algun nesesitado quatro reales lashan vendido en quatro pesos en cada un dia, en ningun tiempode p[] han ganado mas plata los Yndios que en el de lasFiestas; pues en tiempo muerto ganan a real y medio al dia yen tiempo de fiestas hasta a peso en cada uno de ellos; estosson los daños que a los Yndios se les siguen[…].54
En resumen, los curas no se han preocupado por los indios del
pueblo y es el propio MALDONADO quien se ha ocupado de promover el
desarrollo del pueblo al organizar y financiar las fiestas. La
contra argumentación de Juan José Narciso MALDONADO se centra en
desestimar rápidamente los presuntos perjuicios morales de las
fiestas y se centra en el beneficio comercial que éstas traen. Es
él como promotor de los faustos quien estimula el desarrollo del
pueblo y se preocupa por el bienestar material de sus habitantes.
Esta interpretación de MALDONADO nos aporta una visión un tanto
pragmática de las prácticas económicas y al tiempo nos permite ver
las complejidades de las relaciones de los funcionarios con el
poder. No era excepcional que un funcionario hiciera alusión a sus
servicios hacia el Estado durante su ministerio para recibir
beneficios. Esto podría discutirse en un sentido weberiano en el
que la obediencia está condicionada por la oportunidad.55 En otras54 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.55 WEBER, Max [1922]. Economía y sociedad. México, FCE, 2005: p. 171.
40
palabras, y para no ir más allá, en un sentido sociológico, la
obediencia respondía al interés que resultaba de ésta. Ocupar
cargos públicos era en sí mismo un servicio reditable que sumaba
privilegios al funcionario. Esto explica por qué los cargos que
representaban una carga económica para el funcionario eran
disputados entre los criollos. En efecto, el hecho de invertir del
bolsillo propio para las solemnidades del Estado se consideraban
incluso reembolsables de una u otra manera, sea material o
simbólicamente.56
En el caso de la fiesta de toros de Bosa previamente analizada
algunos elementos algo menos evidentes se pueden observar en esta
dirección. Por un lado está la afirmación de MALDONADO al respecto
de cómo financiar las fiestas representa un beneficio para la
comunidad del pueblo. Incluso, como vimos, los costos fueron
asumidos exclusivamente por el Corregidor (según él mismo). Más
aún en 1808, al término de su ministerio y al momento de pagar sus
deudas contraídas durante el mismo, el en ese entonces ex
corregidor MALDONADO expone las razones por las cuales debería
otorgársele un término de gracia para terminar de pagar. Aunque su
56 JIMÉNEZ, Orián. p.. 25. Al respecto puede verse también BÜSCHGES, Christian. “Urban public festivals as representations and elements of social order in colonial Ecuador” en: SCHOLZ, Johannes-Michael y HERZOG, Tamar, Observation and communication. The construction of realities in the Hispanic world. Frankfurt am Main, Vittorio Klostermann, 1997: p. 116.
41
primer argumento es de ámbito personal e involucra su débil salud,
no tarda en aludir a sus servicios prestados durante su función
pública. En efecto, para argumentar se le otorgue la moratoria,57
MALDONADO recurre al consejo de Fray José Antonio BOHÓRQUEZ,
boticario y presidente del convento y hospital San Juan de Dios
para que atestigüe sobre su condición, en la que, según el
religioso, “[…]hace tiempo he medicinado a Jose Maldonado de
varias enfermedades, y ahora hace mas de diez, y ocho días, que le
estoi asistiendo, y medicinando de una fiebre complicada, que aun
se halla bastantem[en]te en peligro de muerte y que qualesquier
desason, o pesadumbre q[u]e tenga le puede agravar dicha
enfermedad y morir, y que aunque salga de esta fiebre, necesita
mucho tiempo p[ar]a su restablecim[ien]to […]”.58 De cierta forma,
y como se verá a continuación, MALDONADO necesitaba de este
testimonio, dada la situación de su deuda.
Por otro lado, parece extraño el hecho de que el ex corregidor no
se concentre en sus méritos obtenidos por su función. Sin embargo,
durante su ministerio se contrajeron algunas irregularidades con
57 Moratoria: Espera concedida por el Rey, o sus tribunales supremos, paraque no apremien al deudor a la paga por tiempo determinado. Temporis prograto. Tomado de Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid, Viuda de Ibarra, 1803: p. 568.58 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. Tomo 95: ff. 733 r.
42
respecto al pago de tributos y de arriendos de tierras. Incluso,
el ex corregidor había acumulado deudas por funciones pasadas. Y
no sólo eso, también había acumulado un gran historial de deudas
privadas que no son especificadas en su naturaleza,59 pero que
incluso le habrían causado problemas de agravios e injurias con
otros vecinos.60 Finalmente, la moratoria por tres años fue negada,
al parecer por la acumulación de deudas y la naturaleza de las
mismas. No sólo debía MALDONADO una relativamente gran cantidad de
dinero con respecto a los tributos (cerca de seiscientos pesos),
sino que también en su ministerio anterior en otros pueblos.
Aunque inicialmente las autoridades parecen condescendientes a la
petición del ex corregidor, la situación se complica cuando le
piden que dé cuenta
[…] de las cantidades q[u]e recaudó de los arrendamientos delas tierras del resguardo del Pueblo de Usaquen, con respectoal ultimo año q[u]e sirbio d[ic]ho Corregimiento es precisoq[u]e dé cuenta con pago; y de no poderlo efectuar, secomprenda en la moratoria referida, la cantidad que resultadeber de la e[xpronada] recaudación,61
59 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Real Hacienda. Tomo 38, Funcionarios: Listado de deudas de Juan José Narciso MALDONADO.60 Como ocurrió en 1801 cuando el hacendado José BASTIDAS le reclamó de manera muy violenta el cobro de una suma, lo que devino en violencia física. Sin embargo las causas del “ultraje” permanecen poco claras ya que el propio demandante no las manifiesta explícitamente y dos de los tres testigos se niegan a declarar. A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. Tomo 21 : ff. 598-613.61 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. Tomo 95: ff. 735 v.
43
petición a la que MALDONADO no puede responder satisfactoriamente.
Si ya debía cerca de 600 pesos en materia de tributos por su
función de corregidor, se le abona a la deuda más de cien pesos
por cuestión de la por la liquidación pendiente de los
arrendamientos de las tierras de los resguardos de Usaquén.
Sin embargo el protector de indios Francisco Javier de VERGARA se
mantiene en su afirmación sobre lo nocivo de las fiestas en
diferentes aspectos. Sobre la afirmación de MALDONADO de las
fiestas como acicate de la economía dice VERGARA “[…]que las
utilidades q[u]e supone el corre[gid]or son muy limitad[a]s; p[o]r
q[u]e si es el arriendo de casas estas dentro del Pueblo no
alcansan a seis; Si p[o]r el flete de Cabalgaduras estas despues
quedan incerbibles p[o]r mucho t[iem]po ; Si por el despendio de
viveres, no hay otros q[u]e higo y pescado”.62 Además del poco
aumento en las ganancias que según VERGARA percibían los
habitantes de Bosa, se le suma las malas costumbres que esto
inducía y los vicios que provocaba tener una población con dinero,
puesto que, en palabras del protector de indios, “[…] si p[o]r el
aumento de Jornales en ello no portan otra utilidad q[u]e aumentar
con ellos sus embriagueces”.63 Un estudio de todos los puntos de
62 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 r.63 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 r.
44
vista se hace necesario para entender el desenvolvimiento de la
política. Se puede ver a través de todo lo que estamos analizando
que tanto el plano económico como el ritual y sus consecuencias
morales según los funcionarios Reales, parecen influir en los
argumentos del protector de indios. Efectivamente, parece
indisociable para VERGARA el detrimento moral y las consecuencias
en el espíritu de los indios a causa del ocio y los desórdenes y
borracheras, del perjuicio económico causado. Incluso, como se
alcanza a percibir, uno puede ser consecuencia del otro, puesto
que el aumento de los desórdenes, según este detractor de las
fiestas, afecta el tiempo dedicado al trabajo y a la recolección.
Dentro de la argumentación de VERGARA se puede ver una concepción
de la población general como una masa ociosa y peligrosa. Ociosa
por lo que se ha visto, puesto que si bien los réditos del pueblo
aumentan –de una forma muy mesurada, en concepto del protector-,
estos excedentes no sirven sino a facilitar las malas costumbres
de estos indios. En la opinión de este protector de indios,
paradójicamente, el más sensible daño lo recibían los vecinos y
circunvecinos hacendados “[…] porq[u]e siendo el tiempo de la
siembras el mismo de las fiestas no hallan peones p[ar]a el
cultivo de sus campos p[o]r estar todos inquietos con las
45
Fiestas”.64 Es decir, aún en la lógica de la argumentación
desarrollista, los daños son para los hacendados que se quedan sin
mano de obra durante el periodo de las cosechas.
Finalmente cabe anotar que la imagen general de las fiestas para
este protector de indios no era en general perjudicial por las
fiestas en sí mismas, sino por la gente que participaba en ellas.
Lo que se observa acá es que el protector propone no el veto
absoluto de las fiestas, sino su restricción; aparentemente las
gentes del pueblo de indios de Bosa no son las indicadas para
participar en este tipo de manifestaciones que
si solo se formara el concurso de las personas nobles y
honrad[a]s sin duda q[u]e d[ich]as fiestas serian de un
entretenim[ien]to honesto al público; y no una vace de
corrupcion en las buenas costumbres, un conjunto de
malignidades, de desordenes, de pecados publicos, y de
escandalos, los q[u]e son irreparables p[o]r el excesivo
concurso de la pleve, y gentes disoluptas […]65
En resumen, las fiestas no son para todos, hay gente más apta
[noble] para asistir y participar en las fiestas. Esta idea de
concebir y dividir la gente por su honorabilidad no es poco
64 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 v.65 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 v.
46
recurrente. Incluso, las fiestas y manifestaciones públicas y
populares era una forma relativamente eficaz de identificar o
transmitir los prejuicios basados en las características propias a
la clase, casta, estamento, raza, etc. La defensa que acá se hace
de esta fiesta particular nos muestra a un funcionario
comprometido con la defensa de dicha celebración. Sin embargo
omite una voz definitiva en el problema: los indios no tienen
cabida en esta discusión. El pleito se lleva a cabo en una esfera
que sólo incumbe a los funcionarios reales y que puede
interpretarse como un pulso entre su poder, lo que nos puede
llevar a pensar que el recurso no fue inicialmente levantado por
un sector indígena. Ambas partes se erigen como defensoras de los
intereses de los indios si realmente apoyarse en un testimonio
contundente que avale alguna de las posiciones. Cabría preguntarse
cuál era la relación con cada una de las partes de los indios del
pueblo y cuál era su actitud con respecto a las fiestas. Sin
embargo, la literatura no es concluyente y nos impide observar
este crucial aspecto.
Seguidamente podemos reflexionar sobre los intereses que llevan a
las partes a enfrentarse en esta instancia. El protector de indios
hace énfasis en las condiciones de los pobladores del pueblo durante
47
las fiestas y cómo peligra el orden gracias a las mismas. Para
VERGARA las fiestas pueden llegar a ser causa de revueltas y
desórdenes, ya que el público no es el deseado. Estas fiestas son
peligrosas por la masa ignorante que se divierte por la mera
satisfacción del exceso puesto que en un contexto caballeresco,
las mismas fiestas serían fuente de solemnidad y regocijo. Al
mismo tiempo su contraparte invierte la argumentación del
protector VERGARA pero utiliza los mismos elementos. Para
MALDONADO son las condiciones externas al tiempo de fiestas las que
no le son beneficiosas al indio. La fiesta es pues escape de una
realidad precaria. Las fiestas se convierten no sólo en escape
simbólico de los problemas cotidianos, sino en solución inmediata
a la pobreza cotidiana. Esto nos muestra cómo las dos partes se
enfrentan en un campo común en el que utilizan una misma lógica
con un mismo lenguaje. Finalmente, notemos que para los partícipes
esta discusión es un tema central no sólo por sus implicaciones en
el orden y la moral, sino por sus repercusiones en cuanto lo
social y lo económico, es un tema que atraviesa las diversas
esferas de lo público.
48
3) La fiesta justificada y la fiesta decretada: El carnaval y la
Jura de Santa Fé
En el siguiente apartado nos proponemos realizar un breve
contraste entre dos fiestas visiblemente diferentes desde su
concepción hasta su simbología. Se trata del carnaval y la jura.
En principio, la primera es una fiesta que se presume espontánea.
La segunda conlleva una dosis de autoridad, puesto que nace de la
necesidad de comprometer al súbdito bajo una ritualización del
49
poder. Bajo nuestra perspectiva seguiremos analizando las formas
de argumentar la realización de un carnaval que parece estar en
decadencia. En contraste, observaremos en el mismo año, bajo el
mismo cabildo, la puesta en marcha de la Jura al rey Fernando VII,
celebración que involucraba un compromiso cívico y político pues
se aceptaba voluntariamente la soberanía del rey y que se debe
realizar por orden de las autoridades. En ambos casos se pone de
manifiesto otros temas a lo concerniente al funcionamiento del
cabildo. Por un lado veremos las estrategias de negociación, a
través de los argumentos puestos en práctica para convencer a la
municipalidad para llevar a cabo el carnaval. Del otro lado vemos
cómo se organiza el mismo cabildo e incluso se disputan las
funciones para realizar la jura.
En seguida se realizará un análisis de la fiesta por antonomasia:
el carnaval. Nos centraremos en los argumentos para justificar su
puesta en obra, lo que nos servirá para dilucidar los motivos que
tienen las partes para poner en marcha o impedir una celebración.
Con lo anterior en mente, observaremos cómo se concibe y se pone
en marcha la misma política al discutir un tema que para algunos
puede llegar a ser banal. En efecto, el análisis de lo
anteriormente dicho nos permitirá apreciar cómo en esta época de
50
ilustración borbona, es difícil, sino impensable, disociar lo
cultural de lo político y lo económico. Debido a que no contamos
con descripciones precisas de las celebraciones, sí contamos con
la certeza de que no sólo los estamentos “de base” participaban,
ya que muchos criollos o funcionarios hacían parte sea de la
puesta en marcha o del comercio ocasional que ellas generaban. A
este respecto debemos aclarar que lo anterior será el nivel de
involucramiento que analizaremos, en cuanto tomaremos estas
manifestaciones y sus repercusiones en diferentes niveles. Todo lo
anterior con el objetivo de observar la justificación de un
carnaval que como mencionaremos más tarde, empezaba a marchitarse
y a despojársele de sus características propias.
A continuación observaremos un poco más a profundidad la manera
como las fiestas se limitaban para “dignificarlas” o, de cierta
manera, restringirlas a un público más “noble”, o menos volátil.
Si seguimos el caso mencionado del carnaval de Santa Fe, podemos
advertir una suerte de “descarnavalización”. En cierto sentido, y
como veremos seguidamente, el carnaval sufrió de una suerte de
significación y resignificación por parte de sus participantes y
de las autoridades que intentaban reducir su riesgo para el orden.
Es un juego en el que tanto los intereses locales, como las
51
costumbres (tanto la costumbre de realizar la fiesta, como las
“buenas costumbres”) se enfrentan y redefinen constantemente los
términos y contenidos del ritual.
Un ejemplo para ilustrar lo afirmado anteriormente nos lo
proporciona el hecho de que el cargo de alférez de la ciudad de
Santa Fe se encontró vacuo durante los años anteriores a 1808,
cuando se forzó una elección para este cargo para realizar la Jura
de Fernando VII como manifestación para rechazar la toma del poder
de Napoleón en ese mismo año.66 Si recordamos rápidamente este
caso, una inconformidad por parte del regidor Ricardo BENJUMEA por
la elección del alcalde de segundo voto Nicolás de RIVAS como
Alférez. BENJUMEA proclamaba que “le correspondia la regalía67 de
juras al Soberano”68 por su profesión. La jura tuvo que posponerse
por un breve pleito entre los miembros del Cabildo quienes, en su
mayoría, respaldaban a Nicolás de Rivas. En este caso se puede ver
claramente que, si bien este cargo representaba cargas económicas
para el funcionario, era en todo caso codiciado. Recordemos, como
nos lo relata CASTAÑO, que es el alférez quien en las “[…]
66 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Cabildos. Tomo 8: ff. 130-136.67 Regalía: Gages o provechos que además de su sueldo perciben algunos empleados en algunas oficinas. Tomado de Real Academia Española. Diccionariode la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid, Viuda de Ibarra, 1803: p. 962.68 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Cabildos. T 8: f139 r.
52
celebraciones que eran sufragadas por los alférez. Estos miembros
honorarios del Cabildo compraban el vino y la cera utilizados en
las ceremonias, y daban dinero para construir cosos para los toros
y tablados para la representación de comedias”.69 Sin duda, para la
sociedad colonial neogranadina las fiestas trascendían lo
meramente material, estaban dotadas de una simbología propia y
paralela al mundo “real”. No sólo los participantes se inscribían
dentro de un conjunto de reglas y roles que los ubican en un
espectro del mundo festivo y que, como muestra ELIAS, como teatro
del poder también reflejaba el mundo social.70 Pero también era una
forma de mostrarse dentro de la sociedad, de competir dentro de la
carrera del prestigio. Como dice ARBOLEDA para el caso del
carnaval renacentista,
hay un elemento posterior en el carnaval y es como medio deostentación de poder y de riqueza de las clases altas,especialmente en los carnavales renacentistas. Se trataba, através de la financiación de las fiestas y del lujo de laparafernalia, de mostrar el poder económico, social ypolítico de algunas clases dirigentes, como se puede ver enel carnaval florentino de los Médici. El carnaval es usadopara mostrar y asegurar el poder de las clases altas, quedejaban sólo migajas al pueblo raso. Se utiliza el carnaval
69 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica, N° 30, enero-diciembre 2005, Bogotá. Uniandes: p. 129.70 ELIAS, Norbert. La sociedad cortesana. México: Fondo de Cultura Económica 1982, p. 78.
53
como medio para mostrar poder, riqueza y prestigio a travésde la ostentación y la competición.71
En efecto, esto explica por qué estos miembros de la sociedad
estaban dispuestos a costear estos eventos, costosos y muchas
veces multitudinarios en los que debían distribuir bebidas,
comidas y muchas veces decorar parte de la ciudad. Es lo que
BOURDIEU denomina como el prestigio, un capital inmaterial que se
adquiere a través de los servicios simbólicos que les confieren
lugares privilegiados dentro de la sociedad.72 Pero también le
conferían un rédito más pragmático e inmediato, como intentaremos
observar en esta parte que sigue. El organizar fiestas era un
papel disputado dentro de los miembros del cabildo a pesar que la
imagen de las fiestas se encontraba en entredicho gracias a una
combinación de ilustración e ideas tradicionales recientemente
puesto en marcha por la casa borbona, y un acervo tradicional que
vigilaba la moral y la modestia y sobriedad en las costumbres. Sin
embargo el criollo, funcionario en su mayoría, interesado en
llevar a cabo estos eventos por uno u otro motivo, reinterpreta
71 ARBOLEDA MORA, Carlos. Paganismo y cristianismo en las fiestas colombianas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2012: p. 40.72 BOURDIEU, Pierre. El sentido práctico. México, Siglo XXI Editores, 2008: p. 189- 204. Véase también al respecto BECHARA, Zamir. “Evolución de las fiestas en la Nueva Granada” en THESAVRVS. T 47. nº 2 (may-ago-1992) Bogotá, disponible en Centro virtual Cervantes, en línea http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/47/TH_47_002_151_0.pdf recuperado en octubre 2013, p. 391.
54
las leyes prohibicionistas y juegan en el mismo marco legal que
les proporciona el borbonismo ilustrado. Y esto visto bajo nuestro
objetivo de observar cómo, mediante la acción de legitimar el
transcurso y la puesta en marcha de las fiestas en general se
puede entrever la manera la cual el criollo se desenvuelve entre
el marco legal –que de una manera simplificada le oprime- para
utilizarlo a su favor. Es, para ponerlo de una forma sencilla, una
manera de ver cómo entra en tensión la obediencia del súbdito y lo
que éste consideraba como justo. La ley está ahí, se acata, pero
no siempre va de la mano de los intereses locales.
En el año de 1808 el abogado de la Audiencia José María CASTILLO,
con motivo de la petición de permitir la puesta en marcha de la
versión anual del carnaval de Santa Fe, propone continuar con la
tradición bajo un ambiente controlado, como por ejemplo, hacer los
bailes de máscaras en interiores (en teatros y casas) y los juegos
de azar supervisados, además de controlar el ingreso de los
participantes de las fiestas.73 Aunque esta propuesta se efectuaba
bajo un contexto específico, que era el peligro de repetir las
revueltas ocurridas en la ciudad en 1803 durante las mismas
fiestas, esta propuesta es referida por el mismo CASTILLO como una
necesidad de restringir el acceso a estas manifestaciones a sólo73 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. Tomo 4: f. 377 r.
55
los más nobles de la ciudad y sus periferias. Aparentemente esta
propuesta tuvo cabida y las versiones posteriores adoptaron estas
características.
El carnaval es, entre otros, un espacio donde se ponen de
manifiesto y de hecho se discuten temas sobre la organización
política y administrativa de la municipalidad. En el caso del
carnaval se empiezan a evidenciar ciertas quejas de los criollos
santafereños miembros del cabildo hacia funcionarios españoles. Un
ejemplo concreto es el del abogado de la Audiencia Josef María
CASTILLO (y miembro en varias ocasiones del Cabildo santafereño)
quien aboga por el uso de juegos, bailes y máscaras durante el
carnaval anual de la ciudad de Santa Fe en 1808. En dicha
petición, el abogado se queja de la actitud de algunos
funcionarios españoles y los acusa de haber “procurado inspirar
desconfianzas de un pueblo fiel, sumiso y pacato (…)”74 ante el
virrey. Al respecto se pueden reconocer dos elementos que serán
analizados más adelante:
1) El carnaval sirve, ante los ojos de este criollo para los dos
propósitos anteriormente expuestos. Es una válvula de escape,
a la vez que sirve para que sean controlados, y sus ánimos
74 Archivo General de la Nación A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. Tomo 4: f. 375 r.
56
contenidos.75 En ese sentido, no hay contradicción entre
dichas dos funciones del carnaval.
2) Las élites que encargadas de poner en marcha el carnaval
incluyen la participación “popular” (de las “gentes de
pueblos vecinos”) pero descarnavalizan el carnaval para
hacerlo ocurrir.76 Así, actúan como interlocutores de alguna
forma de las “clases populares” (las gentes de Egipto, barrio
notoriamente menos solvente recientemente anexado a Santafé).
Por otro lado, son los miembros del Cabildo que
descarnavalizan el carnaval en cuanto lo limitan en el
espacio, limitan su acceso, y develan la identidad de sus
participantes. Evidentemente, son éstas las soluciones
planteadas por los criollos para evitar los desórdenes
producidos durante los ya tradicionales festejos.
Las manifestaciones tradicionales y los juegos populares (que
involucraban a diferentes sectores de la sociedad colonial
santafereña, y defendidos grosso modo por todas las capas de la75 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. Tomo 4: f. 377 v.76 Recordemos que BAJTIN trata el carnaval de una manera literaria, a través de RABELAIS y DOVSTOIESKI, sobre este tema, véase la síntesis crítica que realiza FALCÓN, Ricardo. “Rituales, fiesta y poder” en Estudios sociales No. 18. Santa Fe (Argentina), Editorial Universitaria, 2000:, pp 89-92. En ese sentido es que hemos desarrollado el concepto de “descarnavalización”, en cuanto se le priva de esos elementos propios delcarnaval Bajtiano propiamente dicho, es decir, se le saca de esa esfera literaria, mágica y transgresiva.
57
sociedad) fueron perdiendo continuidad a través de las
negociaciones entre el poder y los involucrados en dichas
manifestaciones. Fueron los voceros, los criollos mismos quienes
fueron cediendo poco a poco en sus reclamos. De un lado, el
contexto de inestabilidad del imperio no permitía ser a los
criollos muy incisivos en sus proclamas por mantener el carnaval
como se venía haciendo. Por el otro, parece observarse un interés
de las élites de la ciudad por restringir dichas festividades,
intereses que se vuelven evidentes en la época republicana, cuando
se continúan con esas limitaciones sin la figura del Rey ante el
cual negociar.
De tal manera que el carnaval fue perdiendo sus características
insignia, como la a-espacialidad, la anonimidad, el vértigo, el
azar o la espontaneidad. Pasó a ser controlado y los portavoces
fueron cediendo cada vez más hasta el punto de llegar casi a
privatizarlo, como puede apreciarse en descripciones posteriores,
ya hechas en la época republicana. Por el otro lado, las
celebraciones cívicas fueron paulatinamente “profanándose”, en el
sentido en el que transcurrían otras formas de festejo además de
la ritualidad planamente monárquica que se pretendía. Recordemos
que, como lo expresa acertadamente VELASCO, el conjunto de
58
símbolos de la jura representan al Rey o al príncipe heredero.77
Sin embargo, otros aspectos se daban de manifiesto. Esos aspectos,
se sostendrá, acercan la jura (en su práctica) al carnaval.
Carnaval y Jura en una misma dimensión
El espacio simbólico de la Jura trasciende lo meramente político o
administrativo (del acto de Jurar al nuevo soberano) así como el
espacio del Carnaval y la fiesta popular va más allá de lo
tradicional o de las costumbres y muestra una dimensión en la que
lo político se cuela de forma tácita. En este último caso esa
dimensión se observa desde la organización misma de las fiestas.
Son los interlocutores criollos quienes ponen sobre la mesa el
interés de contar con ciertos elementos expresamente prohibidos
(como la utilización de máscaras o los juegos y bailes públicos) o
vistos con desconfianza por las autoridades (como los juegos y
apuestas) durante los carnavales o festejos populares. Por el otro
lado, no son aislados los casos en los cuales se denuncian la
presencia de elementos ajenos a las juras, como esos mismos
juegos, apuestas, bailes, etc., incluso durante la jura del
cautivo Fernando VII. Como lo narran MÍNGUEZ y RODRÍGUEZ, hubo
77 VELASCO PEDRAZA, Julián. “Celebrar el poder. Juras y proclamaciones en el Nuevo Reino de Granada” en JIMÉNEZ, Orián, MONTOYA, Juan David [Eds.] Fiesta, memoria y nación. Ritos, símbolos y discursos, 1573-1830. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2011: p. 110.
59
también en la jura fernandina de 1808, máscaras y toros.78 Con esto
se quiere poner a estas dos manifestaciones aparentemente
disímiles en una misma dimensión del festejo. No se pretende negar
las obvias diferencias entre unas y otras sin embargo, las
prácticas que abarcan (de una u otra forma) son asumidas
similarmente durante su transcurso y su puesta en escena.
Sin embargo, las acciones de las élites criollas al negociar los
elementos del carnaval de 1808 no pueden interpretarse
exclusivamente bajo un marco de voluntad de inclusión de las
“capas populares” de la población. Los miembros del cabildo de
Santa Fe al negociar la participación de las poblaciones vecinas y
de los barrios “humildes” están simultáneamente negociando su
propio poder local. En primer lugar, son los mismos criollos
quienes reconocen la función de relajación de las tensiones
sociales de las fiestas
de modo [que] ya hay una especie de costumbre autorizada,q[ue] halló establecida V[uestra] E[xcelencia], y q[ue] en sufeliz gob[ier]no ha continuado; p[o]r q[ue] esta visto q[ue]esto es lo que mas distrae a las gent[e]s de todas las clasesy condicion[e]s, y lo q[ue] fasilita la concurrencia, q[ue]
78 MÍNGUEZ CORNELLES, Víctor y RODRÍGUEZ MOYA, Inmaculada. “Cultura simbólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a la proclamación de Fernando VII (1808)” en Revista CS No. 9, enero–junio 2012. Cali, Colombia, ICESI: p. 137.
60
al mismo t[iem]po q[ue] fomenta la divercion, distrae a todosde otros vicios y desordenes.79
Este comentario en esta altura de la petición es algo
contradictorio y al tiempo amenazante. La petición para que
vuelvan las máscaras en las fiestas y carnavales se realiza en un
marco de superación de disturbios anteriores en otras fiestas
ocasionados por enmascarados. De igual manera, ese comentario
refleja la inestabilidad de las gentes santafereñas y aledañas.
José María CASTILLO (quien es quien realiza la petición a nombre
del Cabildo de Santa Fe) con estas palabras o reconoce el poder
relajador de las fiestas, o amenaza sobre la inestabilidad de la
población. En todo caso, establece como necesaria la ocurrencia
del carnaval como de habitud se ha tenido.
En lo concerniente al carnaval santafereño nos hemos basado en
gran parte en el documento previamente citado que trata sobre la
petición de Josef María CASTILLO a nombre del Cabildo para
permitir los juegos y máscaras en el carnaval santafereño. Debemos
reconocer las limitaciones de dicho documento en cuanto su
intencionalidad y quién lo escribe. Sin embargo, el mismo nos
permite observar cómo una fiesta “cíclica” como el carnaval anual
es transformada conforme a los sucesos particulares y el entorno
79 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T. 4: f. 377 v.61
en el que se desarrolla. La tradición y la continuidad de fuerza
de la costumbre son invocadas. Sin embargo, como lo muestra ese
siguiente documento que se presentará, la fiesta no siempre es la
misma. En esta ocasión se le suma el festejo para “ celebrar las
victorias de n[uest]ras armas en la America del Sur”,80 es decir la
victoria criollo-española en el puerto de Buenos Aires sobre los
ejércitos británicos son sumados a las causas del festejo. No hay
que dejar de lado que, como lo argumentan los miembros del
Cabildo, las razones principales para llevar a cabo los juegos de
máscaras y de azar en el carnaval santafereño son 1) la tradición
(pues es como se acostumbra todos los años) y 2) la fidelidad y
docilidad de dicho “pueblo” (refiriéndose al establecimiento, a la
ciudad, más no a sus gentes). Así, el documento es una petición al
señor Virrey de permitir los juegos y máscaras en el acostumbrado
carnaval de febrero en la capital del Nuevo Reino de Granada, lo
que nos induce a afirmar que dicha celebración estaba limitada
pero no prohibida.
Asimismo, el documento hace alusión a ciertos disturbios de
enmascarados algunos años atrás. Al parecer, en el año de 1803
hubo una especie de revuelta, o desórdenes fuera del contexto
feriado, que llevaron a las autoridades a prohibir las máscaras.80 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T 4: f. 376 r.
62
Sin embargo los miembros del ayuntamiento santafereño afirman que
en años siguientes a los disturbios el carnaval se siguió
viviendo, aunque se tomaron precauciones, como hacer los bailes de
máscaras en interiores (en teatros y casas) y los juegos de azar
supervisados.81 Desde acá podemos observar el proceso de
“descarvalización” previamente sugerido. De igual manera, la misma
petición permite imaginar el carnaval santafereño con dichos
elementos festivos propios del carnaval como el uso de máscaras y
del espacio público, y no como eventos aislados y de participación
restringida. De lo que menciona CASTILLO se puede inferir que
estas fiestas tenían una participación relativamente masiva y que
no sólo participaban algunos criollos de Santa Fe, si no además
muchas “gentes del campo”.
Gran parte del documento se centra ya sea en determinar las
condiciones mediante las cuales pueden llevarse a cabo bajo
control los juegos y bailes de máscaras o en desprestigiar el
concepto del Síndico Procurador General de prohibir dichos
eventos. Resulta interesante del documento el lugar que se le da a
“la provincia” (llamada acá como “el campo”) y al barrio popular
de “Egipto” en estas celebraciones periódicas. Aunque el cabildo
era constituido por “vecinos ilustres” de la ciudad, resulta en81 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T 4: f. 377 r.
63
una primera instancia asombroso, por decir lo menos, el papel que
estos reconocidos santafereños le dan al “campo” y al
relativamente nuevo y popular barrio Egipto. Sin embargo, esto
parece confirmar esa esencia policlasista del carnaval y el
contacto entre los diferentes estamentos de la sociedad colonial,
inducidos por la celebración. Pero no hay que llegar muy lejos en
estas afirmaciones. Si bien la presencia de las capas “bajas” de
la población (en oposición a las notorias élites urbanas, criollos
y comerciantes miembros del cabildo), un complicado juego de
poder.
No obstante, varios aspectos resaltan la importancia de esta
fuente. Primero, el lugar de la tradición para que se lleve a cabo
el carnaval. Tal parece que la realización de la celebración no se
puso en cuestión, sino sólo ciertos elementos que se veían como
propicios para generar desorden. Segundo, la forma en que se
incorporan nuevos elementos, en este caso políticos, como la
victoria de la armada rioplatense en el sur del continente. El
especio del carnaval es, por tanto, celebración de actos mundanos
y remotos. En suma, hay que recordar que en estos años la
sensación de inestabilidad política rondaba por el Imperio y sus
colonias. Este documento se redactaba sólo unas semanas antes de
64
la toma como prisionero de Fernando VII ante la invasión francesa
en España. Tal vez por esta razón los miembros del cabildo
exaltaron como razón de la puesta en escena de esta manifestación
la celebración del “feliz suceso de n[uest]ras armas en Buenos
Aires”.82 Pero esta exaltación de la fidelidad del súbdito
santafereño contrasta con la leve amenaza en la que reposa la
justificación del carnaval. Recordemos que CASTILLO antes de
resaltar la docilidad de las gentes del pueblo, recuerda que esta
diversión les significa una liberación necesaria de sus tensiones
y “los distrae de otros vicios”. Sea como real expresión
“patriótica” del sentimiento español, o como excusa para
justificar su realización, la incorporación de nuevos elementos da
cuenta de la adaptabilidad de la fiesta y el juego. De cierta
forma, su inevitabilidad se explica por ese constante juego de
cambio y adaptación que, a su vez, se incrusta en la tradición. Es
pues, cultura misma, es tradición mutable que busca los espacios
para sí misma. Lo anterior se profundizará no sólo con los
elementos acá explorados, sino también a través de los otros
documentos que nos dejan ver un juego más estrecho entre los
poderes políticos del cabildo y representantes del Estado central
(funcionarios, alcaldes, regidores, procuradores, Alféreces,
82 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T. 4: f. 378 v.65
etc…). También la participación de diferentes sectores de la
sociedad, ya sea en el plano de los intereses (como puede
percibirse en este documento) o en la fiesta misma.
No sería descabellado pensar en un estímulo del comercio
minoritario de alcohol e incluso de insumos para la fabricación de
disfraces y máscaras. Incluso durante las fiestas más solemnes
como las juras de lealtad al rey, el consumo de alcohol, alimentos
y los bailes, música, juegos y apuestas tenían lugar. Es posible
que estos festejos pudieron haber generado una fuente de ingreso
extra y que el interés de promover estas manifestaciones fuese,
además de seguir con la tradición, el de acrecentar las ganancias
de las pulperías y obrajes.
De otro lado, contamos con otros relatos a los que debemos poner
mucha atención y tratar con cuidado. Se trata de los cuadros de
costumbres escritos ya desde una perspectiva pos independentista,
en el sentido en el que fueron escritos después de las
revoluciones de emancipación. Estos cuadros hay que tratarlos con
cuidado, puesto que la mayoría de las veces tienen la clara
intencionalidad de crear una literatura propia de la élite, en la
que muchas veces se hace mofa de las costumbres “populares” y se
abogan por las costumbres más “civilizadas” (todo esto hablando,
66
desde luego, desde la perspectiva de los autores). En este tipo de
literatura se apela al recuerdo o a los relatos de terceros (casi
siempre un familiar de al menos una generación anterior) para
esbozar un retrato (a veces una caricatura) de estas
celebraciones. Esta literatura abunda durante el transcurso del
siglo XIX y contamos con autores como José CAICEDO Y ROJAS,83
Guillermo HERNÁNDEZ DE ALBA84 o Daniel ORTEGA Y RICAURTE.85
Debido a la escasez documental sobre las fiestas santafereñas,
procederemos a complementar nuestra visión por medio de esa
literatura anteriormente referida, con las precauciones necesarias
(es decir, sin dejar de lado la intencionalidad de “construcción
de élites” de ese tipo de escritos). Por ejemplo, estos relatos
coinciden en dibujar un “carnaval” metropolitano y sobrio, en el
que los vecinos de la ciudad de manera moderada disfrutaban de
bailes enmascarados fuese en residencias privadas o en lugares de
capacidad restringida, como una pequeña plaza o una callejuela, no
en los escenarios centrales de la ciudad, como se esperaría. En
ese sentido es que debemos tener cuidado con estas fuentes, pues
83 CAICEDO Y ROJAS, José. D. Álvaro, novela de costumbres, o sean cuadros históricos y novelescos del siglo XVI. Bogotá, Casa Editorial de Manuel Rivas y Cía, 1891.84 HERNÁNDEZ DE ALBA, Guillermo. Estampas santafereñas. Bogotá, Villegas y editores, 1988.85 ORTEGA Y RICAURTE, Daniel. Cosas de Bogotá. Bogotá, Editorial A. B. C., 1951.
67
contrastan con lo narrado en el documento que hemos analizado
previamente. En el caso de CAICEDO y ROJAS, por ejemplo, se narran
habituales desórdenes en las fiestas de San Diego, Egipto y La
Peña,86 las mismas que Josef María CASTILLO calificaba de dóciles y
“pacatas”. En efecto, según lo narra en su investigación Marcos
PÉREZ GONZÁLEZ, estas fiestas eran de las más tradicionales de la
ciudad durante las carnestolendas de febrero e, incluso, la de La
Peña conmemoraba la erección de la iglesia de la ciudad en el
siglo XVI.87 En el mismo sentido de mostrar las fiestas
tradicionales santafereñas escribe ya en la segunda mitad del
siglo XIX José María CORDOVEZ MOURE, aunque hace un recorrido por
el siglo anterior del que escribe.88
Es la puesta en obra la que empareja estas dos celebraciones.
Tanto el carnaval como la jura muestran esas triquiñuelas del
poder regional, así como la maquinaria del cabildo, cómo funciona
y cómo ponen en marcha un proyecto. Evidentemente, durante los86 ORTEGA Y RICAURTE, Daniel. Cosas de Bogotá. Bogotá, Editorial A. B. C., 1951: pp. 13-15.87 GONZÁLEZ realiza el que a nuestra consideración es el estudio más global sobre las fiestas santafereñas, en especial del carnaval y carnestolendas, aunque algunos de los documentos acá utilizados y centrales para nuestro estudio no figuran en su investigación. Véase en general GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Bogotá, Intercultura, 2005.88 CORDOVEZ MOURE, José María. Bailes, fiestas y espectáculos en Bogotá. Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2004. Para el tema especial de las carnestolendas y las fiestas decimonónicas, tanto coloniales como republicanas, véase pp. 73 y ss.
68
festejos hay elementos que los emparentan más, en ambos hay
juegos, bailes e incluso, en ocasiones, máscaras y bebida.
Recordemos que más allá del motivo del festejo, “La fiesta busca
maravillar a través del decorado de las calles, con tapicerías,
arcos, flores, telas de mil colores, a través de los juegos y los
certámenes que llaman a un numeroso gentío que se da cita en
plazas y calles. Toda la ciudad participa en las fiestas, y al
bullicio de esta formidable concurrencia se suma el de la música,
los petardos y las “invenciones del fuego”.89 Sin embargo es
durante esta planeación que podemos observar su forma de operar e
incluso las tensiones dentro del mismo. Lo anterior es claramente
observable en la jura fernandina de 1808. En el documento de la
jura mencionada se expone desde el principio la falta de un
alférez real que lleve a cabo la jura. Se escoge al alcalde
ordinario de segundo voto Nicolás DE RIVAS para este cargo y se
conviene el 11 de septiembre de 1808 como fecha de la jura. A
seguir se reproduce una sesión del cabildo seguida de una réplica
del Regidor Decano, Fernando BENJUMEA, que fue resaltada
anteriormente sobre la demanda de las regalías por parte de
89 ALVARADO TEODORIKA, Tatiana. “De las fiestas que destaca Fray Diego de Ocaña en su relación. La plaza como epicentro de la celebración” en La fiesta. Memoria del IV Encuentro Internacional sobre Barroco, Pamplona, Fundación VisiónCultural/Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2011, pp. 279-287 (edición digital a partir de La Paz, Union Latina, 2007). Disponible en http://dspace.unav.es/dspace/handle/10171/18397
69
BENJUMEA y su petición por ocupar el cargo de alférez. La jura se
pospuso debido a una discusión entre los cabildantes que
respaldaban mayormente a Nicolás de Rivas. Directamente se puede
entender que, más allá de lo simbólico que represente el detentar
el cargo de alférez, el que el Regidor demande la regalía es
sintomático de que el problema se está tratando de manera
aparentemente más directa, sin desviar mucho la justificación –que
tradicionalmente implicaba una larga apelación a la lealtad del
Rey y los servicios prestados a la Corona- del porqué merece el
cargo sobre los otros miembros del cabildo. Este tipo de
sutilidades son percibidas durante el pleito, en el que, ya sea
consciente o inconscientemente, la figura del Rey aparece no tanto
para justificar una merced o un beneficio pedido a la Corona, sino
de manera menos directa. Evidentemente, es de esperarse que el
tono no cambie radicalmente, pero este tipo de cambios, de peleas
“más mundanas” y menos protocolarias parecen ser más visibles.
Además es de notar que el cargo de alférez genera un ingreso
material suplementario, además de lo simbólico, como lo reclamaba
Fernando BENJUMEA. Finalmente, cabe destacar la ausencia de
alférez en una ciudad que celebraba anualmente un carnaval. Veamos
que la organización de la jura permite poner de manifiesto las
inconformidades de los miembros del cabildo, como BENJUMEA, que se
70
veía perjudicado debido que no se sentía recompensado por las
labores que cumplía. En ese sentido, sus servicios al Rey
condicionaban su lealtad, en cuanto se esperaba a cambio otro
beneficio.
La jura de Santa Fe, según es narrada en los documentos oficiales,
ocurrió con tal solemnidad que las gentes expresaban de viva voz
su fidelidad al Rey Deseado, y rechazaba al invasor ejército
francés. Esto narrado en un documento oficial, con la intención de
ser enviado a la junta central en España. No sería la primera vez
que después de esto se iniciaran juegos y bailes muy similares a
los del carnaval.90 De hecho, con motivo a la llegada del virrey
Antonio Amar y Borbón en 1804 la ciudad de Santa fe preparó un
recibimiento en el que se incluyeron máscaras y bailes.91 Como lo
narra CABALLERO,
El día 29 se comenzaron las fiestas reales por el recibimientodel señor Amar, a las que vino infinidad de gentes de todas
90 VELASCO PEDRAZA, Julián. “Celebrar el poder. Juras y proclamaciones en el Nuevo Reino de Granada” en JIMÉNEZ, Orián, MONTOYA, Juan David [Eds.] Fiesta, memoria y nación. Ritos, símbolos y discursos, 1573-1830. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2011: pp. 112-113. En este sentido, véase también GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. “Las juras borbónicas en Santa Fe” en Revista Memoria, Segundo semestre de 1997, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1998: pp. 55 y ss. También para reforzar ese aspecto, véase CARRILLO, Magali. “Comienzos de una desilusión: noticias públicas y lealismo. NuevaGranada, 1808” en Historia y sociedad, N 21, Medellín, Julio diciembre de 2011: p. 100, nota al pie 12.91 GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Bogotá, Intercultura, 2005: p. 82.
71
partes. El día 30 hubo toros de rejón, y a la nocheiluminación y se echó un globo; el día 31 lo mismo: toros y ala noche se echó otro globo.
Febrero. A 1° toros, a la noche iluminación y fuegos de todasclases y músicas. El día 2 fue el primer baile de máscaras quese dio en el coliseo, y bailaron los señores virreyes. Eracosa digna de ver la diversidad de figuras tan extrañas quesacaron, que parecía otro mundo u otro país. Estos bailesduraron cuatro noches, dirigidos por el oidor Alba. A 6 seconcluyeron las fiestas reales, martes de carnestolendas.92
Este recibimiento dedicado al virrey nos ofrece la oportunidad de
observar diversos aspectos ya mencionados, además de aportarnos
descripciones lo suficientemente completas para formarnos una
imagen de estas festividades. La descripción recién aportada por
CABALLERO es un buen comienzo. Como él mismo lo recuerda, él
participó en varias fiestas. Incluso, su profesión de comerciante
le beneficiaba en este tipo de eventos, ya que importaba y vendía
géneros93 de Castilla y él mismo viajaba de villa en ciudad para
comercializarlos.94 Incluso, por medio de una deuda, adquirió una
pulpería el 30 de noviembre de 1808 en una zona central de la
ciudad, sobre la calle Santa Clara a $700. Los antiguos
92 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 37-38.93 Género: La mercancía así sea de texidos, como de drogas con que se trata y comercia. Tomado de Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid, Viuda de Ibarra, 1803: p. 403.94 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 60.
72
propietarios adeudaban $500 a don Tadeo Martínez, pulpero de la
plaza,95 medio natural donde transcurrían las apuestas,96 aunque
éstas estuviesen prohibidas.
Quizás una de las más descriptivas imágenes de la fiesta al virrey
nos la brinda Pedro María IBÁÑEZ. Como él lo relata,
Al finalizar enero, el pueblo obsequio nuevamente a losVirreyes con festividades públicas. Hubo toros de rejón,iluminación pública, fuegos de artificio y músicas. En losprimeros días del mes siguiente tuvieron lugar en el Coliseolos primeros bailes de máscaras, de carácter público, «ybailaron los señores Virreyes. Era cosa digna de ver ladiversidad de figuras tan extrañas que sacaron, que parecíaotro mundo u otro país. Estos bailes duraron cuatro noches,dirigidos por el Oidor Alba».
El Juez del teatro, Alba, dictó un curioso Reglamentodividido en treinta y cuatro artículos, que hizo publicar. Enestos bailes, ofrecidos por el comercio de la ciudad capitalal Virrey Amar ya su esposa, debían guardarse las siguientesprevenciones, dictadas por Alba y autorizadas por el Virrey.Los concurrentes no podían usar máscara en las calles, nifumar en las salas del Coliseo. Se bailaba minué, paspié,bretaña, amable, contradanza, fandango, torbellino, manta,punto y jota. Las demás danzas no eran permitidas. Había dosmúsicas que debían alternar. «Se dispondrán lascorrespondientes salas de cenar, refresco, licores y dulces,con los precios de estos comestibles y potables, para quecada uno pueda pedir lo que le acomode, y sepa su costo.»Para caso de algún accidente, había dos camas y facultativos.El artículo XI lo redactó así el Juez del teatro: «Habrá para
95 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 49.96 OJEDA PÉREZ, Robert. “Abastecimiento de Santafé Antes de la independencia. A propósito de la tienda de Llorente” en Tabula Rasa, número8, enero-junio de 2008. Bogotá, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca: p. 161.
73
las necesidades humanas dos retretes destinados uno dehombres y otro de mujeres, y se prohibe absolutamente laentrada a ellos a personas de ambos sexos.»97
De nuevo se confirma la presencia de las fiestas de toros y
bailes, en una imagen que este criollo pinta como un cuadro
ilustre y noble, concurrido de gente notable y respetuosa en un
fausto elegante, sobrio y respetuoso de la moral.
Queda, para finalizar, un sin número de interrogantes que aparecen
a través de nuestras observaciones, pero que escapan de las
pretensiones de nuestro estudio. Resalta, por el interés
específico de incluir en la participación de las gentes de Egipto
en el carnaval. Este barrio contaba con sus propias fiestas con
música, toros y juegos también a comienzos del año. A modo de
hipótesis podemos sólo especular sobre las diversas redes de
comercio que funcionaban hacia el oriente de la ciudad: los
productos agrícolas entraban muchas veces desde Chipaque, Cáqueza
o Choachí, al oriente y terminaban para la venta al público en la
plaza de Egipto, las Nieves o en el mercado central de Santa Fe, y
muchos otros para ser distribuidos al menudeo para el consumo
diario en las tiendas y pulperías de la ciudad. Pulperías
localizadas en las fachadas de las casas de los notables de la
97 IBÁÑEZ, Pedro María. Crónicas de Bogotá. Volumen 11. Bogotá, Imprenta Nacional, 1915: pp. 230-231.
74
ciudad, que pagaban una renta a los propietarios, al cabildo o a
las comunidades religiosas para funcionar. Dichas redes solían ser
establecidas mientras se cursaban los estudios secundarios, pero
se profundizaban mientras se ocupaba un cargo burocrático o
administrativo.98 El mismo corregidor de Bosa, Juan José Narciso
MALDONADO, tenía intereses en Usaquén y Cáqueza, donde había
postulado precisamente para ser protector de indios.99 Así, el
problema que articula el conjunto de la investigación se encarga
tener en cuenta cuál es la relación entre las élites criollas, el
“pueblo” y el poder. En efecto, el barrio de Egipto contaba con
sus propias festividades que, en tiempos de celebración, hacía
mover una cantidad aparentemente poco modesta de dinero, sobre
todo en cuestión de juegos no permitidos y apuestas. Es el caso,
como se verá en el siguiente capítulo, del pleito entre el alférez
de Santa fe Luís Caicedo contra el alcalde, Lucas MENDIGAÑA en
1801 por una licencia otorgada por el alcalde para realizar juegos
98 CONDE CALDERÓN, Jorge. MONSALVO MENDOZA, Edwin. “Referentes doctrinalesen la independencia de la Nueva Granada” en Investigación y Desarrollo, vol. 18,núm. 2, 2010, pp. 270-295, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia:p. 272.99 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. T. 25: ff: 174-180.
75
de apuestas100 durante las fiestas del barrio Egipto.101 Incluso, un
testimonio sobre estas fiestas deja una imagen de esta fiesta como
un frenesí lleno de excesos y juegos.102 Aunque esto será comentado
más tarde, cabe adelantar que la situación se vuelve más compleja
en cuanto se empiezan a revelar detalles que involucran a algunos
funcionarios con estos tahúres trashumantes que divagaban de
fiesta en celebración portando consigo los polémicos juegos. En
palabras de CASTAÑO, “los bisbiceros eran pequeños empresarios
trashumantes que iban de fiesta en fiesta por toda la región. Para
100 Bisbís: Juego de suerte que se juega del modo siguiente. En una tabla ó lienzo dividido en varias casillas cuadradas ó redondas, cada una con su número, están pintadas diferentes figuras. En una bolsa se ponen otrastantas bolitas como hay casas, y dentro de cada bolita hay un pergamino ópapelillo arrollado con un número correspondiente á otro de las casillas.Los jugadores ponen el dinero que quieren en una o muchas casillas, y meneando la bolsa que lleva el bisbís, la da à otro para que saque una bola: se ve qué número señala, y ganan multiplicadamente los que han puesto en la casa que tiene el mismo número. La tabla ó lienzo se llama también bisbís. Ala ludus quídam. Real Academia Española.Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Sexta edición. Madrid. Imprenta Nacional: p. 117.1822. Este término comienza a ser incluido desde 1780 en el diccionario sin ser definido. Sólo a partir del ejemplar de 1822 se reemplaza el “lo mismo que el biribís” con una definición propia. En adelante las ediciones reducen el tono descriptivo del juego. El biribís, por el contrario, aparece ya ampliamente definido desde la edición de 1726, lo que puede sugerir la popularidad del juego y su poca aceptación, lo que lo ponía a merced de la volatilidad y el cambio vertiginoso de la culturapopular, término utilizado en este caso simplemente para oponerlo a una “cultura oficial”.101 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff.65-92102 ACEVEDO de GÓMEZ, Josefa. “Santafé” en Museo de cuadros de costumbres, Tomo III. Bogotá, F. Mantilla, 1866: en línea http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/cuac/cuac25.htm recuperado en 12 de febrero 2014.
76
instalar su entable pedían permiso al ayuntamiento y sus ganancias
no eran pocas, según la percepción de los funcionarios”.103
Es precisamente mediante la deconstrucción de las festividades que
nos podemos acercar a un fenómeno que muchas veces reposa sobre la
tradición. Cómo funciona una entidad como el cabildo de la ciudad
al concertar y poner en marcha una fiesta: este es un elemento que
atraviesa transversalmente el estudio. El carnaval o la jura no
aparecen de la nada; son fabricados. Y se fabrican cumpliendo
ciertos parámetros y siguiendo incluso intereses definidos, sean
comerciales (venta de alcohol, apuestas, disfraces) o simbólicos
(prestigio, visibilidad entre sus pares). También vemos a las
élites criollas del cabildo como interlocutores de las capas
populares, promoviendo la participación de los diversos grupos
sociales en los festejos de la ciudad, como tradicionalmente lo
habían venido haciendo de forma fiel y solemne, según ellos.
Interlocución, sin embargo, nada desinteresada. Por un lado, como
hemos visto, estaban negociando su propio poder y sus propios
intereses y simultáneamente, calmando los ánimos en estos lados
del reino (o mostrándose como si tal). En todo caso, las
103 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica, N° 30, enero-diciembre 2005, Bogotá. Uniandes: p. 120.
77
propuestas para modificar el carnaval con tal de hacerlo seguro
para la estabilidad urbana fue al parecer minando la esencia misma
del carnaval, al punto de descarnavalizando. Si confiamos en los
relatores posteriores (aquéllos de los cuadros de costumbres), con
el paso del tiempo el carnaval se fue pareciendo cada vez más a
eso que proponen las élites, despojándolo de sus elementos propios
carnavalescos, como la espontaneidad, la participación masiva y
pública, etc… Fue precisamente eso lo que fue derrotando el
espíritu del carnaval hasta el punto de dejarlo en el olvido. Hoy
en día, incluso entre los estudiosos de la época, se encuentra
sorpresa cuando se menciona el otrora tradicional carnaval
santafereño.
78
4) Prohibición y azar: el caso del bisbís en las fiestas de
Egipto.
El desarrollo de las fiestas implicaba, como pretendimos mostrar
anteriormente, una etapa previa de planeación en la que se
evidenciaba de fondo una serie de tensiones ideológicas políticas
sobre la organización y la función del Estado y, simultáneamente,
deja entrever una imagen establecida sobre los sujetos en la
sociedad Colonial. Esta imagen no siempre cumplía con la realidad
ya que, como hemos visto, esta sociedad no se divide como se
pretende desde el poder, y hay contactos verticales y fracturas
entre “clases” en las que se esperaría cierta cooperación. Sin
embargo, no hay que esforzarse mucho para intuir que el propósito
de esa estratificación correspondía también a una necesidad
79
estatal de prevenir el surgimiento de una sociedad fuerte e
independiente ya que, en últimas, todos y cada uno de los sectores
sociales que poblaban o visitaban América eran súbditos del Rey o
al menos en teoría cumplían una serie de requisitos que los sumían
bajo la legitimidad del monarca católico.104 En este juego de poder
el monarca debía tener completo interés en controlar un territorio
que jamás frecuentó, sin oprimir aleatoriamente a sus súbditos. En
ese sentido, el Rey mismo actuaba bajo las leyes de la fiesta, en
un espectro en el que debía oprimir lo suficiente pero dejar
relajar lo necesario a sus súbditos en orden de conservar el
control y la calma, para mantener un balance entre la sumisión
libertad, y así garantizar la obediencia y perpetuar su
legitimidad.
Pero el súbdito se veía también sujeto a estas normas que le
condicionaban y, aunque se topaba a veces con limitaciones o
prohibiciones, encontraba estrategias para evadirlas. El anterior
capítulo pretendió mostrar cómo, aun siendo un tema discutido por
las posibles consecuencias que conllevaba, se argumentaba por la
104 Sobre el control de los sujetos que ocupaban y entraban en América en una etapa temprana de la Colonia véase MIRA CABALLOS, Esteban. “Los Prohibidos en la emigración a América”, en Estudios de historia social y económica de América, Número 12, Universidad Alcalá de Henares, Madrid, 1995: pp.: 37-53. http://dspace.uah.es/dspace/bitstream/handle/10017/5892/Los%20Prohibidos%20en%20la%20Emigraci%C3%B3n%20a%20Am%C3%A9rica%20(1492-1550).pdf?sequence=1
80
puesta en marcha de fiestas y celebraciones. Se vio que la fiesta
misma se ponía en discusión (carnaval, toros, etc…), y, a través
de la justificación de su puesta en marcha se identificaron puntos
que nos mostraban una operación de apropiación y reinterpretación
de las leyes. Sin embargo, muchas veces estas estrategias llegaban
más allá de lo anteriormente descrito y se intentaban discutir
temas directamente vedados por las autoridades centrales. Esto nos
permitirá observar hasta dónde llegaba esta inconsciente reflexión
sobre la soberanía en la que, sin importar las razones de fondo,
el súbdito ajustaba lo que creía justo a su situación particular y
su entorno inmediato. En el caso preciso, observaremos
particularmente la argumentación que se hace alrededor de los
juegos de azar y las apuestas.
Las apuestas no tenían precisamente una buena reputación dentro de
la moral propugnada desde el catolicismo. Los juegos y el azar, en
especial los dados, habían quedado prohibidos para los clérigos en
la normativa canónica desde el Concilio de Trento. Sin embargo, el
control y vigilancia del juego –cuando entraba en contacto el azar
y el dinero- era competencia civil; función delegada desde la
ética eclesiástica hacia las autoridades civiles.105
105 BAUCELLS REIG, Josep. Vivir en la Edad Media: Barcelona y su entorno en los siglos XIII y XIV (1200-1344), Vol. III. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2006: pp. 1823 – 1824.
81
En el siglo XVIII ya se establecía la ilegalidad de las apuestas.
Podemos destacar claramente la cédula de 1745 con este propósito106,
así que la real Pragmática de 1771, que tuvieron vigencia incluso
durante la corta e interrumpida década de regencia monárquica
decimonónica. Ya a principios del siglo XIX, Miguel de SANTANDER
escribía sus Doctrinas y sermones para misión en la que refleja
claramente las consignas del despotismo ilustrado y de la
centralidad del progreso económico, aunque fuertemente ligado con
la economía. En este escrito, de SANTANDER deja en claro el
rechazo categórico hacia los juegos de azar, no sólo por las
normas de la iglesia, sino también por las normas civiles.107 Así se
constata mediante la Real Pragmática de 1771 de Carlos IV, en la
que se enumeran los juegos prohibidos y se regulan los permitidos.
Según esta Real Pragmática, en el Reino
se han introducido, y continúan varios Juegos, en que seatraviesan crecidas cantidades, siguiendose gravísimosperjuicios á la Causa pública, con la ruina de muchas casas,con la distraccion en que viven las personas entregadas áeste vicio, y con los desordenes y disturbios que por estarazon suelen seguirse , previne al Consejo lo correspondientepara precaver y remediar tantos daños, y tambien para evitary corregir el abuso , que en contravencion de las Leyes deestos Reynos se liace de los Juegos permitidos; pues debiendousarse como una mera diversion, ó recreo, sirven para
106 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: pp. 92-95.107 De SANTANDER, Miguel. Doctrinas y sermones para misión. Tomo III. Madrid, Imprenta de Ávila, 1813: p. 359.
82
fomentar la codicia, jugandose, y cruzandose en elloscrecidas sumas, distrayendo á muchos del cumplimiento de susobligaciones, y siendo en algunos arbitrio para vivir sinotro destino; y habiendome hecho el Consejo presente lo quetuvo por arreglado en Consulta de doce de Septiembre próximo,despues de haber oido á mis tres Fiscales, y visto loinformado por dicha Sala de Alcaldes, deseando reducir estamateria á una regla general circunstanciada y efectiva, paraque se impongan las penas convenientes y proporcionadas á lostransgresores.108
En el extracto anterior se puede ver que, si bien no se prohíbe,
se sigue con la concepción medieval de que los juegos “sirven para
fomentar la codicia, jugandose, y cruzandose en ellos crecidas
sumas, distrayendo á muchos del cumplimiento de sus obligaciones,
y siendo en algunos arbitrio para vivir sin otro destino”. Es
pues, la misma competencia civil que vigila el orden moral. Pero
también se reglamentaba el juego. Se le agregaban reglas de juego
al juego: dónde, bajo qué circunstancias, etc… recordemos que son
las reglas las que le dotan la ritualidad al juego, el jugador
sabe que juega, conoce las reglas y las aplica. El juego deja de
serlo cuando un jugador rompe las reglas.109 Las reglas hacen al
juego, lo separan del mundo cotidiano. Pero en este caso se
percibe una inversión de esta condición. El mundo cotidiano
108 Pragmática sanción en fuerza de ley, prohibiendo los juegos de embite, suerte y azar, que se expresan y declarando el modo de jugar de los permitidos. Madrid: Impresor del Rey Nuestro Señor, 1771: p. 3. Disponible en http://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=ucm.5329215536;view=1up;seq=5.109 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: p. 21.
83
influye en el juego,110 el regidor legítimo, el Rey, se vuelve el
reglamentador del juego y propone a sus propios árbitros. Pero es
más complejo, ahora el juego es doble. El juego adquiere otra
dimensión en la que se disputa su propia existencia. Es regulado e
incluso prohibido, pero otro juego se lleva a cabo: al jugar sin
ponerse al descubierto, o al justificar su existencia. Pero
todavía nos movemos en el espectro de la percepción de la
legitimidad. Sin embargo, estas acciones que desafían la justicia
de las leyes defienden de algo que parte de una acción o un
fenómeno juzgado a priori como ilegal. En la citada pragmática se
citan y prohíben contundentemente los juegos de azar, en especial
la oca, pasadiez, bisbís y tabla entre otros. Dicha pragmática
toma la forma, más que de reglamentadora, de vigilante, en la que
se dictaminan las penas a los infractores y se implanta la orden a
sus jueces, fiscales y funcionarios de hacer valer dicha
prohibición.
En efecto, esta actitud constata la postura borbónica con respecto
a las diversiones públicas. En el marco de la utilidad y la
ilustración orientada al progreso, las celebraciones no encajan
110 Se rompe entonces la separación entre las reglas del juego social y las reglas del juego de azar reconocida por CALLOIS para contenir el caosdel mundo “real” del orden perfecto y simulado del juego. CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: p. 33.
84
completamente dentro del discurso de racionalidad que promulga el
nuevo aparato gubernamental. Sin embargo, las fiestas y
celebraciones siguen sucediendo, y por lo anterior es que son
contenidas, controladas y reguladas. Es demasiado ambiciosa la
pretensión de controlar este sector de apostadores, llamados
también tahúres, vagos, malentretenidos, etc. Pero también salen
propuestas dentro de la misma sociedad corporativa. Comerciantes,
pulperos y empresarios pedían licencias para desarrollar juegos y
apuestas. Propuestas raramente concedidas, mientras que desde el
centro los reformistas ilustrados atacaban cada vez más
certeramente desde el papel los vicios y desórdenes, y se
recomendaba más control. Dentro de esta preocupación de control,
sin embargo, nace otra reflexión. La presencia de estos “vicios”
refleja simultáneamente la existencia de personas que se dedican a
estas ocupaciones de manejar juegos no permitidos. No es nada
nuevo, desde el renacimiento e incluso el medioevo español ya se
percibía este fenómeno.111 El interés inmediato parecía ser el de
contener esta masa improductiva para la sociedad corporativa.
El fin principal de esto era la búsqueda de un sujetoproductivo y obediente a las directrices de la coronaborbona. Así se abogó por la formalización de la población
111 BAUCELLS REIG, Josep. Vivir en la Edad Media: Barcelona y su entorno en los siglos XIII y XIV (1200-1344), Vol. III. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2006: pp. 1821-1825.
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mediante los registros, el estudio de todas sus necesidades yaportes y la creación de una economía más productiva a partirdel control de las actividades de los sujetos, sustrayéndolosdel ocio y la vagancia. Este sujeto tendría que actuar deacuerdo a las reglas y convertirse en un ser útil y productorde riqueza para toda la sociedad.112
Y no era para menos. El marco de la ilustración generó la
sensación dentro del Imperio de atraso, mientras que evidenciaba,
ante los ojos de sabios peninsulares y criollos, lo obsoleto del
Estado y de los aparatos económicos. La pregunta central era sobre
la eficacia económica de los imperios vecinos, y el relativo
estancamiento de España, comprendidas sus colonias, y el ocio no
ayudaba a este propósito.
Francisco Antonio Moreno y Escandón, criollo que llegó a serfiscal y oidor de la audiencia de Santafé, criticó el sistemavigente condenándolo al estancamiento de la economíacolonial. Moreno en su informe mencionaba que el sistemavigente, no satisfacía ni los intereses de la metrópoli nidel virreinato, por tal motivo impulsó algunas reformas quese desarrollaron posteriormente con el libre comercio. Sobreel sistema de comercio de este reino anotó que: no goza de uncomercio activo… su sustancia consiste en el oro extraído desus minas, sin comercio, venta o exportación de sus productosagrícolas y manufacturas. Su provisión de mercancías,textiles y otros llamados bienes españoles depende de uno queotro barco suelto enviado de Cádiz al puerto de Cartagena, dedonde estas importaciones se envían al interior del Reino, aun alto costo en derechos y transporte… es tal la debilidadde este comercio que aprovecha a muy pocos, y quienes saca
112 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: p. 19.
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provecho del comercio trasatlántico son menos aún (Moreno yEscandón citado en McFarlane, 1997:189).113
Y no era solamente el comercio, o las vías lo que generalizaba el
estancamiento. O mejor dicho, era un síntoma de la decadencia de
las costumbres, de la falta de empresa del súbdito y de la
propagación de las actividades comerciales y productivas para el
individuo y la sociedad. Como lo expone el mencionado de Miguel de
SANTANDER,
Tres clases de hombres habéis de mirar siempre con horror losociosos los murmuradores y los lascivos Estos son unoshombres inútiles á la Iglesia gravosos atestado que comen loque otros trabajan y qué viven sin aplicación y sin destinoen el mundo Son unos hombres que denigran con sus lenguas lafama y estimación de sus próximos que manchan y corrompen consus conversaciones las almas de quantos los escuchan y qué sehacen aborrecibles al cielo y á la tierra Son finalmente unoshombres que dominados de sus concupiscencias atropellandescaradamente los vínculos del parentesco los fueros de laamistad los límites de la razón y los términos de la leyinmaculada del Señor (…).114
Ya en el catequismo citado muestra acaso caricaturesca del
borbonismo ilustrado y al tiempo heredero de los usos morales
del catolicismo, se perciben algunos elementos a resaltar. El
primero es la identificación de un grupo de sujetos inútiles113 OJEDA PÉREZ, Robert. “Abastecimiento de Santafé antes de la independencia. A propósito de la tienda de Llorente” en Tábula Rasa, número8, enero-junio de 2008. Bogotá, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca: p. 152. La obra que OJEDA cita de McFARLANE es la ya citadaacá, McFARLANE Anthony. Colombia antes de la Independencia. Bogotá, Banco de la República/El Ancora Editores, 1997: p. 189.114 De SANTANDER, Miguel. Doctrinas y sermones para misión. Tomo III. Madrid, Imprenta de Ávila, 1813: p. 359.
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e incluso externos a la sociedad corporativa colonial. El
segundo es su propagación casi infecciosa –a través de la
palabra y su poder corruptor. Lo anterior nos lleva al tercer
elemento a resaltar, que es la preocupación de este sacerdote
(y de un sector del gobierno) por contener el ocio y a los
ociosos. Ciertamente esta parecía ser una preocupación
compartida por las autoridades y que llevaron a la creación
de hospicios y hospitales públicos, así como el padrón de
vagos y forasteros:
El fin principal de esto era la búsqueda de un sujetoproductivo y obediente a las directrices de la coronaborbona. Así se abogó por la formalización de la poblaciónmediante los registros, el estudio de todas sus necesidades yaportes y la creación de una economía más productiva a partirdel control de las actividades de los sujetos, sustrayéndolosdel ocio y la vagancia. Este sujeto tendría que actuar deacuerdo a las reglas y convertirse en un ser útil y productorde riqueza para toda la sociedad115
De esta manera, añade Nicolás GONZÁLEZ en su estudio sobre la
criminalización del ocio y al reencauzamiento de los
individuos no útiles al Estado, criminalidad y utilidad
entran en directa relación, de la misma manera en que se
presiona al individuo por cumplir un papel útil dentro de la
115 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: p. 19.
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estructura social. Para este autor es una construcción de un
sujeto útil y beneficioso para el conjunto social y otro, por
oposición, nocivo por cuenta de su inutilidad. “Se debía
temer y, en especial, actuar sobre las personas que crearon a
partir de esta imagen ligada a la vagancia, al ocio, la fama,
el escándalo y la corrupción. Se intensificarían las rondas,
se vigilarían más de cerca las chicherías y tiendas, se
harían registros de población en los barrios con el fin de
controlar a los vagos y forasteros”.116
Cabría pensar si es la construcción de este sujeto fiel y
“pacato” el objetivo de la reorganización política de la
Corona, o si es más indicado hablar de una contención de los
vicios. En todo caso, los vicios aportaban réditos tanto a
los participantes como a las autoridades; no sólo en el
monopolio de las alcabalas, distribución de alcohol y
productos de distribución limitada, sino también en la
penalización de conductas indebidas, multas y apropiaciones
de productos provenientes del comercio ilegal entre otras
cosas. Lo que podemos aludir al respecto es que el fin último
116 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: p. 23.
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no es el de construir sujetos totalmente obedientes, sino de
“estirar” las reglas para darle cabida a una más amplia gama
de sujetos. Si bien se ha visto que los desórdenes y juegos
siguen siendo limitados, que se reglamentan y restringen las
celebraciones y fiestas y los desórdenes siguen siendo
estrictamente condenados, es cierto que a pesar de las
discusiones, las autoridades en ningún momento consideraron
seriamente el prohibir estas manifestaciones. Es más, la
actitud de las autoridades responden a una estrategia
imperial en la que se busca el mayor beneficio al articular
dentro de sus engranajes a sectores que no hacían parte de lo
que podríamos llamar la sociedad corporativa del orden
colonial. En este sentido, las autoridades centrales buscaban
beneficio de los que a su vez se beneficiaban de actividades
ilícitas y condenadas. En ese sentido cabe recordar que ni
las fiestas ni las diversiones fueron desterradas de las
costumbres, ni las apuestas o juegos de azar surgieron en
este periodo. Como se ha referido, de siglos atrás se había
legislado de forma similar sea para restringir o limitar los
efectos de las apuestas.
90
GONZÁLEZ acertadamente propone un análisis en el cual destaca
las estrategias de combate de la inutilidad de ciertos
sujetos. Nicolás GONZÁLEZ intenta mostrar cómo las
autoridades borbónicas pretendían realizar una separación
entre vagos, como aquellos que participaban en todo tipo de
vicios, celebraciones, escándalos, juegos, ocios y demás, y
del otro lado a los ilustrados, quienes se oponían y
criticaban a estos “sujetos” construidos en función del poder
y el control. Sin embargo, estas manifestaciones tenían
cabida avalada y respaldada por esos mismos ilustrados desde
los propios mecanismos del poder, como el Cabildo, como se ha
visto. Es el neg-ocio, la comercialización del ocio, que no
sólo le da cabida a estos sectores que se encontraban fuera
de la sociedad estamental y corporativa de la Colonia, sino
que los juntaba voluntaria o involuntariamente con los
propios portavoces del poder local, los miembros del Cabildo,
corregidores, tenientes, etc. Y es precisamente mediante esa
redefinición que se toman esas manifestaciones aparentemente
anti ilustradas y locales y las dota de un lenguaje
propiamente ilustrado y las inserta en esa atmósfera de
progreso pretendida por los Borbones.
91
“El ocio, el mayor de los males estaba por tomarse la ciudady se expandía por todo el Virreinato. En el Correo Curiosodel 3 de marzo de 1801 expresaban esta preocupación de lasiguiente forma: […] la inacción, ú ociosidad es una culpa,que la experiencia demuestra, ser un manantial de malesgravissimos en la sociedad: escaséa los frutos de la tierra,amorteciendo infinidad de brazos capaces de trabajarla: es elcirujano impío, y temible, que yá corta las piernas, de losque podrían correr á las negociaciones; y ya echa abajo lasmanos de los que podrían adelantar las manufacturas: es elverdugo, que ahoga la respiración, de los que podrían enseñarlas artes, y las ciencias; y es una fiebre lenta que poco, ápoco va minando los mas solidos fundamentos de un Estado,hasta conducirlo á su total destrucción, y ruina”.117
Estas palabras, que podrían ser las mismas promulgadas por el
teniente del pueblo de Bosa, Francisco Javier VERGARA al
respecto de las fiestas de toros, encuentran su opuesto en
boca de Juan José Narciso MALDONADO, corregidor de dicho
partido de Bosa quién particularmente encontraba lo opuesto
en el ocio; son las fiestas las que estimulaban un aumento en
la producción y el comercio. Y, como intentamos mostrar
anteriormente, estos excedentes pueden llegar a ser
beneficiosos para las arcas reales. Con lo anterior
pretendemos hacer énfasis en una discusión que se da en el
seno mismo del gobierno local, las diversas posturas asumidas
por funcionarios representantes de un mismo poder. Pero no117 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: pp.32-33. La cita es tomada de un artículo del Correo Curioso 30.
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nos volveremos a detener en este asunto. Lo que incumbe notar
acá es la separación que se hace de sujetos útiles e
inútiles. Más aún, lo que nos compete a estas alturas es la
identificación de estos “corruptores” de las costumbres.
¿Quiénes eran estos vagos y ociosos? Lo cierto es que tanto
las leyes canónicas como las civiles contemplan un grupo de
“corruptores” que, si no sabemos si amplio, subsistía de las
actividades ligadas a los juegos.
El siguiente ejemplo nos puede ayudar a enfocar mejor el
punto que queremos destacar. Se trata del pleito de dos
alcaldes de Santa Fe precisamente alrededor del juego y las
apuestas. Se trata del alférez y alcalde en depósito de
primera vara, Luís de CAICEDO quien se queja del alcalde de
segundo voto, Lucas de HERAZO y MENDIGAÑA por haber dado
licencia a dos personajes, Manuel GUARÍN, Juan CONTRERAS y
Pedro ACERO, alias Portocarrero por montar mesas de juegos de
apuestas, en especial de Bisbís118 en las fiestas anuales del118 Bisbís: Juego de suerte que se juega del modo siguiente. En una tabla ó lienzo dividido en varias casillas cuadradas ó redondas, cada una con su número, están pintadas diferentes figuras. En una bolsa se ponen otrastantas bolitas como hay casas, y dentro de cada bolita hay un pergamino ópapelillo arrollado con un número correspondiente á otro de las casillas.Los jugadores ponen el dinero que quieren en una o muchas casillas, y meneando la bolsa que lleva el bisbís, la da à otro para que saque una bola: se ve qué número señala, y ganan multiplicadamente los que han puesto en la casa que tiene el mismo número. La tabla ó lienzo se llama también bisbís. Ala ludus quídam. Real Academia Española.Diccionario de la lengua
93
barrio Egipto, el seis de enero de 1801.119 Aunque esas
fiestas eran relativamente tradicionales, pues se realizaban
anualmente, en el imaginario de algunos miembros de la élite
no eran de entero agrado. Egipto era un barrio anexado de
forma relativamente tardía a la capital, ubicado al este de
la ciudad, incristado en las primeras inclinaciones de los
cerros orientales. Sus habitantes, sin embargo y como lo
vimos anteriormente, participaban activamente en los
preparatorios del carnaval y carnestolendas de la capital. De
tal manera se puede observar en el cuadro de Josefa ACEVEDO
de GÓMEZ, en el que recita los entretenimientos de los
santafereños de principio de siglo XIX:
Algunas piezas dramáticas, casi siempre mal ejecutadas, unoque otro baile en que figuraban la acompasada contradanza, elgrave minuet, la fría alemanda, el elegante y gracioso bolero,y por remate, en casos de buen humor, el alegre sampianito; una queotra reunión de amigos, en que se jugaba ropilla, y las anuales fiestas de Egipto ySan Diego, en que se cenaba abundantemente y se jugaba con escándalo al pasadiez y al bisbís: tales eran las diversiones de los hijos de la
castellana por la Real Academia Española. Sexta edición. Madrid. Imprenta Nacional: p. 117.1822. Este término comienza a ser incluido desde 1780 en el diccionario sin ser definido. Sólo a partir del ejemplar de 1822 se reemplaza el “lo mismo que el biribís” con una definición propia. En adelante las ediciones reducen el tono descriptivo del juego. El biribís, por el contrario, aparece ya ampliamente definido desde la edición de 1726, lo que puede sugerir la popularidad del juego y su poca aceptación, lo que lo ponía a merced de la volatilidad y el cambio vertiginoso de la culturapopular, término utilizado en este caso simplemente para oponerlo a una “cultura oficial”.119 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff.65-92.
94
capital. Mas, en circunstancias notables, en los días grandesy de larga recordación, había fiestas reales, es decir, unamisa solemne con Te Deum y asistencia del Virrey y losTribunales, cuadrillas ecuestres a imitación de los juegosárabes, carreras de sortija, corrida de toros, salvas deartillería, besamanos o visita de ceremonia en casa delVirrey, y dos o tres bailes de tono, en que no dejaban deostentarse lujosos trajes bordados de oro y magníficosuniformes de oficiales reales y de coroneles en guarnición....Todas estas funciones nocturnas se terminaban por un suntuosoy abundante ambiguo en que hacía sus habilidades de reposteroalgún liberto de casa grande, que vestía también en estasocasiones una gran casa azul forrada con tafetán blanco. Pero¿cuáles eran estas ocasiones singulares solemnizadas con talesfiestas? Voy a decirlo: cuando llegaba un nuevo virrey, cuandose publicaba la Bula de la Santa Cruzada, cuando nacía unpríncipe o se casaba una infanta de España. Había tambiénsolemne función religiosa y lúgubre cuajado moría un pontíficeo algún individuo de la real casa de Borbón.120
Esta particular obra está teñida de contradicciones y
anacronismo en la que muestra un desapego por las costumbres
contemporáneas y una nostalgia por una cultura casi que
caballeresca del pasada pero que al tiempo dota al criollo de
un germen nacionalista proveniente de los monopolios
políticos y económicos del peninsular.
¡Nada era nacional para nosotros! Hasta las telas y alimentosse llamaban de Castilla cuando tenían alguna superioridad. Deallá nos venían los virreyes, los oidores, los empleados dehacienda, los canónigos, los alcaldes y los soldados. De allá
120 ACEVEDO de GÓMEZ, Josefa. “Santafé” en Museo de cuadros de costumbres, Tomo III. Bogotá, F. Mantilla, 1866: en línea http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/cuac/cuac25.htm recuperado en 12 de febrero 2014. Este apartado se encuentra reproducido textualmente en la mejor conocida obra de IBÁÑEZ, Pedro María. Crónicas de Bogotá. Tomo II. Bogotá, Imprenta Nacional, 1915: pp. 389-390.
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recibíamos las ropas y también los víveres que no produce elpaís. De allá nos venían las indulgencias, las reliquias, lasalvación del alma. ¡Pobres colonos! Nada teníamos, ni aun elsentimiento del amor patrio que había dormido 300 años ennuestros fríos y esclavizados corazones.121
Volviendo al pleito que nos incumbe, la disputa entre los alcaldes
se genera en cuanto sus poderes se sobreponen y sus órdenes y
funciones se contradicen. Seguida a una ronda del Alcalde y
Alférez CAICEDO, y al encontrar la mesa ilegal, el alcalde instó
por conducir a los infractores a la cárcel, donde llegó su
compañero, Lucas de ERAZO y MENDIGAÑA quien liberó a los presos
que él había licenciado personalmente. Esto generó el pleito y la
acusación de desacato a la autoridad del primer alcalde. En
resumen, ERAZO había concedido licencia que CAICEDO había
inicialmente negado, por lo que mandó a llamar a declarar a los
bisbiseros.122
El primero en declarar, Pedro ACERO, de 24 años y residente ese
tiempo en la ciudad de Santa Fe declara lo sucedido, que es, en
gran medida, lo que ratifican los otros testigos, a saber, que se
recurrió primero al alcalde y alférez CAICEDO pero que tras
negativa de éste, se buscó licenciar los juegos durante las
121 IBÁÑEZ, Pedro María. Crónicas de Bogotá. Tomo II. Bogotá, Imprenta Nacional,1915: p. 390. El destacado es nuestro para enfocar el punto que será estudiado a continuación.122 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 67 r.
96
fiestas en segunda instancia por medio del alcalde de segundo
voto, Lucas de ERAZO y MENDIGAÑA. Como lo relata el propio
acusado:
el declarante ocurrió al señor juez presente [Luís CAICEDO]solicitando le diere permiso p[ar]a poner birbis pub[li]co enlas fiestas presentes de Egipto, y se la negó en diciembreq[u]e aunque en otras ocasiones lo havia permitido ni podíaahora por que si eso ocurriere el Señor su compañero; q[u]eefectivamente ocurrió al Señor D[octo]r D[o]n Lucas Heraso, yMendigaña Alc[ald]e de Seg[un]do voto en depocito, q[u]e sela franqueo y cuia consequencia fue q[u]e proprocedió a ponerel citado juego, como lo hizo presente a sumerced en la nochedel día seis del corr[ien]te quando andando de ronda en elsitio de Egipto sumerced le previno al declarante q[u]esuspendiese el juego, y [viniese] preso Que de facto se diopreso y en [union] de D[o]n Juan Contreras, y de ManuelGuarin los condujo a esta cárcel publica como a las nueve dela noche poco menos. Que estando presos y retirado el señorjuez presente, al poco t[iem]po llegó a la misma cárcel elseñor Alc[ald]e Mendigaña, y subiendo a la piesa en donde sehallaban los tres con el Alcaide, y D[o]n Antonio [Formosa]q[u]e había llegado a la y les dijo al Alcaide q[u]e de q[u]eordn estaban los tres allí presos, y contestándole este q[u]ede la ordn del señor Juez presente y respondió q[u]e sumercedignoraría q[u]e tenían licencia para poder jugar el Bisbisq[u]e les había franqueado d[ic]ho señor mendigaña, y asiq[u]e quedaban de su orden en libertad y aunque el castellanorepugnó la [soltura] de los tres haciendo presente quequedaba en descubierto, le instó diciéndole q[u]e no, q[u]ele [abisase] a su merced q[u]e de su orden quedaban enlibertad, y haciendo que saliesen se retiró.123
Esta versión se conserva relativamente constante en las diferentes
partes involucradas, tanto los dos alcaldes querellantes como los
dos bisbiseros, (Pudro ACERO, Juan CONTRERAS de 24 años, de 25 y
123 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 68 r.-v.97
Manuel GUARIN de 51) y el alcaide que custodiaba la prisión. Y,
aunque coinciden en los hechos acaecidos esa noche de fiesta de
reyes, CONTRERAS agrega un dato que puede parecer de influencia
leve. Al relatar cómo fue puesto en libertad con sus compañeros
tras orden de ERAZO y MENDIGAÑA que había conferido licencia,
CONTRERAS declara que “[…] no ha vuelto a poner Bisbis, y solo lo
ha mantenido en las fiestas”,124 con lo que da cuenta que para él (y
para los otros bisbiseros) el alcalde tenía la potestad de derogar
ciertas leyes. Pero más allá de esto, también se observa que este
hombre tenía por costumbre poner su bisbís en el marco de las
fiestas.
El tercer declarante, GUARÍN, recoge la base de la declaración de
los otros acusados, y añade otros detalles que nos compete
recopilar acá. Según él, después de la negativa de CAICEDO de
poner el bisbís y luego de obtener licencia de MENDIGAÑA, “[…] le
previno el Señor Juez presente [CAICEDO] el lunes cinco del
corr[ien]te q[u]e tenian suprimidos los juegos de Bisbis, y q[u]e
asi era mejor q[u]e recojiese la plata q[u]e havia dado p[o]r la licencia, con cuia
prevención se suspendió de poner el Bisbis hasta el martes seis
q[u]e vió q[u]e Pedro Azero, o Portocarrero lo tenia puesto y se
124 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 69 r.98
jugaba Que entonces lo puso […]”.125 Bajo este testimonio se
perciben varios elementos. El primero, que los bisbiseros tenían
conocimiento de la negativa del primer alcalde y que su pedimento
de segunda instancia respondía a una estrategia para poner en todo
caso la mesa de apuestas. Segundo, que CAICEDO conocía de antemano
las licencias otorgadas por ERAZO y MENDIGAÑA, puesto que según el
declarante, un día antes de las fiestas fue instado de abstenerse
de poner su mesa de juegos, a pesar de la licencia ya concedida.
Finalmente, es de notar que la licencia se otorgaba a título
personal (se hablan de tres toldos dedicados a los juegos de
envite en las fiestas, el de GUARÍN, el de CONTRERAS y el de
ACERO) a cambio de una suma de dinero. Para concluir su
declaración agrega GUARÍN que una vez dejados en libertad bajo
órdenes precisas del alcalde de segundo voto, “[…] no les dijo
d[ic]ho Señor Mendigaña q[u]e jugasen otra vez, sino q[u]e p[o]r
el contrario les ordenó no jugasen hasta nueva provid[enci]a.”126 Lo
anterior dicho, probablemente con la intención de resaltar que las
licencias eran permisos excepcionales bajo el marco de las
fiestas, pero que nos permite deducir que son reiterativos y que
los bisbiseros mantenían la intención de continuar con su negocio.
125 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 69 r.-v. El énfasis es nuestro.126 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 69 v.
99
El sistema de licencias no era desconocido para los apostadores
quienes recibían de gobernadores u otros funcionarios la misma.127
Sin embargo, el argumento de CAICEDO residía en que una pragmática
provenía del Rey mismo, y era competencia de sus funcionarios
únicamente de vigilar su cumplimiento. Éste era el argumento que
esgrimía CAICEDO para hacer sancionar a ERAZO, pues según su
recopilación de los hechos,
“ocurrió a mi jusgado Pedro Azero, alias Portocarrero ensolicitud de licencia p[ar]a poner dos visvizes publicos enlas fiestas de Egipto, que se celebran todos los años, el unode su cuenta, y el otro de la de Juan Contreras Neguelasambas, p[o]r q[u]e sabia entonces las disposicionesentreechas q[u]e contiene la Pragmatica sanción f[ec]ha ensan Lorenzo a 6 de Octubre de 1771, q[u]e es la Ley 18 Tit 8de la nueva recopilación, y el ningún arbitrio, parainterponerse, conmutarse, ni alterarse, y menos por losAlcaldes ordinarios, pues de la inobservancia hace laMagestad responsables a sus Jueces y Justicias”128
Este juez recurre precisamente a la Real Pragmática anteriormente
citada, y recuerda las penas establecidas a los funcionarios
inoperantes de su ejecución. En un cuadro legal mucho más amplio,
estaba prohibido y los alcaldes no podían interferir, según la ley
de la nueva recopilación, que se toma como marco amplio en esta
argumentación. Consultar dicha recopilación. CAICEDO aplica un
127 JIMÉNEZ MENESES Orián. Devoción y fiesta. El arco iris de la paz en el Nuevo Reino de Granada, 1680-1810. Tesis de doctorado en historia. Medellín (Colombia), Universidad Nacional, 2013: pp. 375-376, nota al pie 115.128 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 71 r.
100
pragmatismo de la ley, con respecto a los juegos y las apuestas.
Él parece encarnar la garantía de que los sujetos sean útiles al
sistema social corporativo. Y no solamente por este hecho. Años
más tarde, en 1808, ordena el conteo de todos los vagos y
malentretenidos de la ciudad de Santa Fe.129
Pero también resulta curioso cómo este alcalde acusador despoja el
juego de todo su azar y lo recubre de vicio moral en el que no hay
reciprocidad entre el jugador y quien lo organiza. Y no sólo eso,
sino que es causa de pérdidas y de malas declives en los
comportamientos morales de los ciudadanos. Cómo él mismo lo
advierte,
la experiencia no corta de las muchas vezes, en q[u]e heejercido el mismo cargo, me ha hecho advertir, que ese juegoha causado en esta capital los graves daños, que con lacitada soberana resolución se [] ha precaver. Poco tiempohace q[u]e una Muger infeliz con ocacion semejante, vendió sucasa y su valor con perjuicio de los hijos, lo convirtió enese juego, entregandolo a las manos de un visvisero, y deestos ejemplares dolorosos se podrían recordar muchos, siendoconfirmación de las ruinas, q[u]e siempre causa el q[u]econcluidas las fiestas, se publican y gritan las ganancias demiles q[u]e hacen los visviceros a costa de la substancia demuchos vecinos, sus [xxxxx] de casados, de casadas, depadres, de hijos de familia, y de esclavos, p[o]r q[u]e seadmiten indistintamente y todos ocurren con la codicia queles inspira el cebo de pagarse un doblon p[o]r un real, y sinadvertir en las inmensas ventajas, que de su parte tiene el
129 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 315-317.101
visvisero p[o]r q[u]e al publico q[u]e juega solo le da unnumero, y el reserva en su favor veinte y nueve, o treinta.130
Más que un delito, es un vicio. O simultáneamente las dos.
Mediante esta operación, el alcalde alférez despoja de toda lógica
lúdica al bisbís, deja de ser un juego y es una estafa en el que el
un sujeto de poca moral aprovecha las asimetrías de un conjunto de
reglas absurdas que perjudican al jugador y lo corrompen, con lo
que pierden parte de su patrimonio de forma, a su parecer,
totalmente injusta, y reportan ganancias nada despreciables a un
grupo de la sociedad que adquiere sus ingresos de forma inmoral.
El Juez advierte las desventajas del jugador; considera que no hay
reciprocidad de oportunidad entre jugador y anfitrión. Para él no
debería ser considerado un juego, sino una oportunidad para el
apostador. En tanto que actividad económica, es injusta y
asimétrica. Pero esta desinvestidura era precisamente la dinámica
de retirarle toda lógica al juego. La misma pragmática ordenaba
desconocer las ganancias hechas por el juego. Ante las
autoridades, el jugador no estaba obligado a satisfacer sus
deudas.131 Rompía de base las reglas y el propósito del juego. El
jugador que de manera relativamente libre había aceptado la
130 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 71 r.131 Pragmática sanción en fuerza de ley, prohibiendo los juegos de embite, suerte y azar, que se expresan y declarando el modo de jugar de los permitidos. Madrid: Impresor del Rey Nuestro Señor, 1771: p. 5. Disponible en http://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=ucm.5329215536;view=1up;seq=5.
102
constricción de las reglas de juego, reglas no reconocidas en el
mundo social. El soberano libera de esta constricción al jugador,
y despoja de toda validez al juego.
Pero para CAICEDO la afrenta es contra su autoridad, en
representación del rey y de sus leyes. La atribución de ERAZO de
MENGIGAÑA constituye una acción ilegal, puesto que “[…] para cuya
cuestión ninguna autoridad reside en los Alc[ald]es Ordinarios, y
la justa consideración del [ludibrio], à q[u]e quedaba sujeta la
R[ea]l autoridad, viéndose desairada por el Juez compañero, quando
es constante q[u]e el igual en igual no tiene imperio;” y agrega
“q[u]e entre dos juezes ord[inari]os el que previene hace suyo el
conocimiento del negocio, y q[u]e por este principio jurídico,
q[u]e no se pudo esconder a un juez letrado el otro no puede
revocar, lo que el compañero haya determinado”.132 A lo anterior, el
alcalde acusado respondió que su actuar se basaba fundamentalmente
en el uso de las costumbres, pues esto era lo que acostumbraban
como fiestas los habitantes de dicha zona y que, además, era un
actuar legítimo como regidor, en cuanto se respondía a la
relajación de las costumbres, en función de la contención de las
tensiones sociales. Sobre las diversiones y desahogos del
“pueblo”, como él llama al barrio, ERAZO refiere que son pocos y132 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 71 v.
103
necesarios y que son, justamente los que están en juicio en esta
causa y que son permitidos por diversas autoridades, incluso
virreyes. Según él, era costumbre:
[practicar] muchas veces y en iguales ocasiones en estacapital, permitirse al Pueblo desahogo consediendoles losjuegos publicos de visvis, oca, lotería, batea [Relox],trompito siempre en las fiestas de Egipto, en las de nuestraseñora del campo133 que se celebran todos los años y en lascorridas de toros se han jugado estos juegos públicamente enla misma plaza mayor con expresa venia y consentimiento delos Ex[celentísi]mos Señores Virreyes y a presencia de todoslos Jueces Superiores y subalternos.
Creo que esta laudable costumbre para que el Pueblo sedivierta ensemejante tiempo y circunstancias y se distraigade otras maquinaciones que serian verdaderamente criminales,sea introducido y se tolera por que si bien se reflexiona laReal Pragmatica prohíbe los juegos continuos y los que sepractican en casas privadas de que se siguen sin poderloremediar los Jueces los gravicimos perjuicios que trata deprecaver, los que no es con ciertas restricciones y losjueces doblan su beto y vigilancia. No es violenta estainterpretación de la Real Pragmática, por que à mas de quelas leyes penales se deben restringir mas tiene queampliarse, ella misma concluye à su final advirtiendo quetoda su disposición se debe entender y practicarliteralmente. Por lo tanto siempre he penado que estadiversión que se le franquea a un Pueblo como este que notiene otras, no es transgresiva de la Pragmatica ya citada.134
133 Se refiere acá el alcalde a las fiestas anuales de nuestra señora del campo en la vecina parroquia de San Diego, uno de los barrios rurales de la ciudad. Un estudio introductorio interesante muestra el culto de esta virgen como un rural y estrictamente colonial que paulatinamente fue reemplazado con la modernización y urbanización de la ciudad y del sector, en el que se fueron introduciendo símbolos e imágenes de carácterrepublicano y político y se fue “desruralizando” la zona. Véase ACOSTA LUNA, Olga Isabel. “Bogotá vista desde el olvido de un objeto de culto” en Revista de Estudios Sociales N° 11, Bogotá, Uniandes, 2002: pp. 92-97.134 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 76 r.
104
De nuevo se reinterpreta la ley. Ésta se asume como justa, pero no
aplica a ese contexto específico. Con esta percepción el alcalde
considera legítima la prohibición, puesto que proviene de las
autoridades, pero no es universal. Es una operación paradójica por
parte este funcionario en la que, mientras acepta la justa
apreciación de las leyes y su carácter legítimo y válido, estas
leyes deben ser releídas, reinterpretadas o ajustadas al contexto
local. De nuevo se mueve este alcalde en el límite de la amenaza
de un gentío leal pero potencialmente peligroso. Las gentes de la
ciudad, en palabras del alcalde, no tienen otras diversiones que
esas fiestas y esos juegos transitoria y excepcionalmente
concedidos. Éste espacio cedido o concedido representa el límite,
el campo que el Estado debe otorgar para preservar el orden entre
los súbditos: sin este espacio existe la amenaza de peores vicios.
El alcalde incluso acusa de mezquina la decisión de su colega y
alférez, en cuanto su intencionalidad es desquitarse con los
infractores y no hacer cumplir las leyes, puesto que en su
concepto, la pena debía ser de carácter económico, y la cárcel
sólo se contemplaba cuando los infractores no tuviesen con qué
pagar dicha multa.135 Y remata el alcalde para redondear su defensa
a los juegos atacando un festejo relativamente más aceptado: los
135 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 75 v.105
toros. En su criterio esta fiesta conlleva perjuicios morales
tanto más críticos, puesto que afectan el orden moral de las
élites, puesto que “en la misma corte ha havido quien venda hasta
la cama por habilitarse para ver las corridas de toros, y estas
sin embargo de un ejemplar tan lastimoso no se han prohibido”.136
Pero es uno de los infractores quien devela otros datos
interesantes al respecto. Al ser re indagado Juan Nepomuceno
CONTRERAS éste, después de una larga retahíla de lo acaecida más
una explicación cuasi jurídica en la que menciona a sobrevuelo
algunas leyes para argumentar que la licencia adquirida no era
ilegal, pasa a justificar el hecho mismo de la presencia de los
juegos. Y cabe brevemente detenernos acá porque es precisamente lo
que nos ocupa, el indagar estas formas de autoafirmación que, como
hemos reiterado, no sólo nos informa sobre ciertos sucesos
cotidianos, sino que devela una forma de concebir lo que el
súbdito considera justo de la autoridad y su propio compromiso con
la misma. Así, aunque los acusados reconozcan que no han actuado
totalmente acorde con la ley, en su justificación se encuentra
precisamente la inconformidad con una actitud de la autoridad o
con cierta ley. Cuando un súbdito no paga un impuesto no quiere
decir que desconozca la autoridad de donde proviene, sino que se
136 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 76 v.-77 r.106
encuentra en desacuerdo con esa realidad en particular. Bien lo
plantea PHELLAN cuando estudia la revuelta de los comuneros: el
vulgo expresa su inconformidad contra el mal gobierno, mientras
aclama al soberano ¡Viva el Rey, muera el mal gobierno! nos
recuerda PHELLAN la consigna en su ya clásico estudio.137 Y esto,
aunque no es nuevo, se enmarca en un contexto en el que el
espíritu reformista que, con el propósito de dirigir hacia la
utilidad al conjunto de la sociedad corporativa, entra en
conflicto con un complejo sistema social que desafiaba los
preceptos sociales teóricos establecidos y puestos en relieve por
los reformistas borbones. Tal es el caso de lo analizado en el
capítulo anterior, en el que lo tradicional adquiere un nuevo
lenguaje, uno proporcionado por los reformistas y es reapropiado
para redefinir sus propias costumbres. Y con lo anterior podemos
observar una realidad en la que vive cotidianamente el súbdito,
más allá de la legislación que muchas veces tenía poco que ver con
las condiciones particulares de los sujetos al poder. En este caso
preciso nos recuerda el bisbisero CONTERAS que legislaciones
prohibitorias son una realidad
[…] pero lo es tambien {y nadie podrá negarlo} q[u]e a muchosaños q[u]e en esta Capital se pone [bisbís] en la plaza
137 PHELAN, John Leddy. El pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia, 1781. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980.
107
pr[incip]al como sucedió en las fiestas con q[u]e sesolemnizó la Jura del Señor D[o]n Carlos Quarto {q[u]e Diosgu[ard]e}, y en las q[u]e hizo la Ciudad en honor, y obsequiodel Ex[celentísi]mo Señor D[o]n Jose de Espeleta quando levino el agrado de Ten[ien]te Gr[ene]al frecuentemente en SanDiego, y Egipto con sola la licencia de uno de los Alc[ald]esd[e]r[ech]o sin que jamas se hubiese hecho sobre ello unanovedad q[u]e puede jamas causar el daño positivo deincomodar al pueblo como contraria a sus usos, ycostumbres.138
No sólo sabe este hombre sobre la existencia ya general de este
tipo de juegos en el marco de las fiestas, que era un conocimiento
generalizado a todos los asistentes, sino que tenía información
más precisa sobre otras fiestas específicas y lo que es más, sobre
la forma de obtener licencia. En primer lugar, la costumbre lo
avala y no presenta perjuicios contra la población. Pero destaca
también que
Al Birbisero p[ar]a poder poner el Birbis en publico lebastaba aquí el tener la correspondiente licencia del Juezord[inari]o igual a la con q[u]e en los años anteriores sehabía tallado el mismo juego. No era de su incumbencia elexaminar si el juez ord[inari]o tenía o no facultad p[ar]aconcederla, asi como tampoco es de la incumbencia de unAlc[ald]e el improbar la q[u]e a dado su compañero, q[u]e nipuede, ni debe criticar sus procedimientos sin agravio de losTrib[unale]s Superiores a quienes corresponde eseconocimiento. Nosotros q[u]e habíamos visto q[u]e en añospasados con sola la licencia de un Alc[ald]e ord[inari]o sehabía puesto aquí semejante juego, y en Bosa, y Fontibon conla del corre[gid]or de Yndios q[u]e apenas tiene jurisdicción
138 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 81 v.-82 r.108
[], no tuvimos reparo en tallar con la misma licencia q[u]eotros lo hicieron antes.139
Estos personajes revelan algunos datos interesantes a resaltar. En
primer lugar, que los juegos se presentaban bajo licencia incluso
en las fiestas de orden cívico y oficial, como el recibimiento o
el nombramiento de un funcionario e incluso la coronación del Rey
mismo. En segundo lugar, es interesante ver que ellos mismos
reconocen la contrariedad de estos juegos con respecto a la
normativa vigente pero que, a su juicio, sus acciones no eran
ilegales en cuanto un funcionario portador de la autoridad Real,
como un alcalde, les permitiese ejercer. Poco importaba que, en
este caso, el alcalde y alférez Caicedo hubiese inicialmente
negado dicha licencia. Bajo la excusa de que era recurrente en
estas fiestas (y en las fiestas en general) de desarrollar estos
juegos, buscaron aprobación en una segunda instancia, por medio
del alcalde de segundo voto. Podríamos decir que aprovecharon el
propio sistema en su sin número de funcionarios con funciones
sobrepuestas y competencias adyacentes para desarrollar lo que
parece ser su profesión. Finalmente es de notable importancia
observar que estos personajes parecen dedicarse a esta ocupación
de los juegos y las apuestas, y que no lo hacían sólo en este
pueblo. De hecho, algunos indicios muestran que se trata139 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 82 r.
109
individuos trashumantes. Recordemos que al principio de su
testimonio se indica que alias Portocarrero era en el momento
domiciliado en dicha ciudad, sin referir que fuese vecino o
residente. Él mismo menciona que en pueblos como Fontibón o Bosa
le bastaba el mismo permiso adquirido que le valió el pleito acá
mencionado para poner su mesa de juegos; mesa que por lo demás,
instala normalmente en cada fiesta de Egipto, San Diego, y otros
pueblos aledaños, ya que los habitantes lo tienen por costumbre y,
según él, nunca les ha sido dañino. Esto devela la existencia de
un grupo de comerciantes o tahúres, de un sector que si bien pudo
haber sido ínfimo, se desenvolvían en un tipo de actividad que
limitaba con la ilegalidad. Era, en resumen, una ocupación
impedida por las leyes, pero permitida por los funcionarios. Sabía
incluso este bisbisero que el mismo CAICEDO, quien había negado
licencia en esta ocasión, la había concedido el año anterior,
siendo alcalde ordinario de primer voto, y exclama “¡Como quando
teníamos a la vista q[u]e D[o]n Luis Caycedo le había concedido
antes? ¿En qué pues esta ese delito p[o]r el qual se nos encarsela
ignominiosamente y se nos abochorna en publico sin advertirse
q[u]e somos unos sujetos de buena conducta q[u]e hasta el dia no
se nos había notado el menor defecto?”140 Lo anterior, además del140 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 82 v. Pero en la retórica desu defensa, CONTERAS revela mucho más de lo que dice. Con nociones un
110
hecho de que los declarantes residen en el momento en la ciudad y la
sentencia final nos revelan precisamente que la ocupación de estos
sujetos era precisamente la de las apuestas, puesto que se les
manda a encontrar ocupación honesta “dentro de un Mes con
apercibimiento, que pasado sin haberlo hecho, se procederá contra
poco más que amplias de la jurisprudencia y de la ley pragmáticamencionada, cuestiona los motivos ulteriores del alcalde alférez.Reproducimos a continuación un aparte que nos parece relevante por lo queacabamos de mencionar e igualmente por la información que se puedededucir pero que excede nuestro propósito: “La buena fe con que procedimos {aun pone en la plaza pr[incip]al comosucedió en las fiestas con q[u]e se solemnizó la Jura del Señor D[o]nCarlos Quarto {q[u]e Dios gu[ard]e}, y en las q[u]e hizo la Ciudad enhonor, y obsequi del Ex[celentísi]mo Señor D[o]n Jose de Espeleta quandole vino el agrado de Tente Gr[ene]al frecuentemente en Sn Diego, y Egiptocon sola la licencia de uno de los Alc[ald]es d[e]r[ech]o sin que jamasse hubiese hecho sobre ello una novedad q[u]e puede jamas causar el dañopositivo de incomodar al pueblo como contraria a sus usos, y costumbres.Al Birbisero p[ar]a poder poner el Birbis en publico le bastaba aquí eltener la correspondiente licencia del Juez ord[inari]o igual a la conq[u]e en los años anteriores se había tallado el mismo juego. No era desu incumbencia el examinar si el juez ord[inari]o tenía o no facultadp[ar]a concederla, asi como tampoco es de la incumbencia de un Alc[ald]eel improbar la q[u]e a dado su compañero, q[u]e ni puede, ni debecriticar sus procedimientos sin agravio de los Tribs Superiores a quienescorresponde ese conocimiento. Nosotros q[u]e habíamos visto q[u]e en añospasados con sola la licencia de un Alc[ald]e ord[inari]o se había puestoaquí semejante juego, y en Bosa, y Fontibon con la del corre[gid]or deYndios q[u]e apenas tiene jurisdicción [], no tuvimos reparo en tallarcon la misma licencia q[u]e otros lo hicieron antes. Habría sido ennosotros un atrevimiento criminal el haber llegado solo a dudar q[u]e elAlc[ald]e D[o]n Lucas Heraso y Mendigaña no podía franquear aquellalicencia qdo los Jueces ordinarios citaban en la p[]n de otorgariaq[uan]do el mismo D[o]n Luiz Caycedo Dixo a Azero q[u]e la pidiere alcompañero, y quando {q[u]e es lo mas} el mismo Regor Caycedo la haviaconcedido en el año anterior con f[ec]ha 2 de enero siendo igualmenteAlc[ald]e ord[inari]o en depocitode vara. Entonces presta suconsentimiento p[ar]a q[u]e se ponga el Bisbis, y aun sin las prudenteslimitaciones q[u]e contiene la dada en este p[o]r el D[octo]r Mendigaña,y ahora condena lo q[u]e autorizó antes. Hoy quiere q[u]e nosotrosconozcamos ser delinquentes una acción q[u]e expresamente aprobó el año
111
ellos con arreglo a la yn[struccion] de vagos de diez y seis de
Junio de mil setecientos noventa como asi lo egecutarán los
alcaldes ordinarios”.141
Vimos entonces cómo la existencia de un sector social externo al
sistema pretendido por el poder central se autojustificaba y se
pasado. El hombre q[u]e en sus operaciones procede con aprobación de unjuez tan autorizado como lo es un Alc[ald]e ord[inari]o en ada delinque,p[o]r q[u]e el juez tiene siempre a su favor la presunción de rectitud, yel subdito ni puede, ni debe desidir si lo permitido p[o]r aquel esbueno, o malo, que [ju[] judicis aliquid facit nom videtur dolo malofacere. ¿Cómo podríamos nosotros persuadirnos q[u]e un juez ord[inari]ono tenia facultad p[ar]a franquear aqlla licencia a vista de q[u]e enmuchos años la habían concedido a siencia y pasiencia de los TribunalesSuperiores. ¡Como quando teníamos a la vista q[u]e D[o]n Luis Caycedo lehabía concedido antes? ¿En qué pues esta ese delito p[o]r el qual se nosencarsela ignominiosamente y se nos abochorna en publico sin advertirseq[u]e somos unos sujetos de buena conducta q[u]e hasta el dia no se noshabía notado el menor defecto? La buena fe con que procedimos {aun quandono ha habido otra consideración} no nos redimiría de todo castigo? Quiauctore judice comparavit, bon fiori posesor est. Si hubo otro delito{q[u]e no se a llagado ni aun a traslucir} debio acreditarse antes deproveer la prisión. Todos saben q[u]e el sumario debe preseder a lacaptura, y prestar merito p[ar]a decretarla en las circunstancias de nohaver riesgo en la demora como sólidamente lo fundan los mejorescriminalistas. Hablamos en el concepto de q[u]e no era presumible elq[u]e hubiese fuga, y crehemos q[u]e asi lo jusgaria el mismo Alc[ald]eord[inari]o en el supuesto q[u]e no tenía ni el mas remoto motivo p[ar]asospecharla, ya p[o]r q[u]e nuestra anterior arreglada conducta loresistia, y ya p[o]r la sinceridad con q[u]e jugábamos en publico, {q[u]eexcluye todo dolo, y principio de criminalidad} indincando mui bien q[u]een nuestra opinión no cometiamos ni el mas ligero defecto. Segundofundamento: p[ar]a combenser q[u]e q[u]e la prisión fue injusta con unademostración incontestable. Supongase p[o]r unos momentos q[u]e nosotrospusimos el Birbis sin licencia del juez, supóngase tambien q[u]e en laprohibición de la Pragmática están comprehendidas estas diversionespúblicas q[u]e solo duran tres días, y en las q[u]e no puede haver ni elmenos exceso, p[o]r q[u]e se presentan a la vista de una multitud deconcurrentes, y de varios jueces. Preguntamos ahora y en esa hypotesiscometimos delito q[u]e según ley se deba castigar con pena de cárcel? LaR[ea]l Pragmatica arriba citada q[u]e es la ley 18 tit 7 lib 8 de laRecopilacion previene q[u]e a los q[u]e [] jugaren en contravención de la
112
brindaba sentido a través de las costumbres y de los
representantes del poder. No era raro tampoco que los propios
funcionarios estuvieran involucrados en estos tipos de
actividades142 o que incluso hicieran parte de este sector, como el
ex miembro del cabildo de Honda, Tomás CARRASQUILLA quien
presuntamente manejase una casa de apuestas en su morada, el
gobernador de Antioquia, por un caso similar.143 El hecho que
existiera leyes para regular a este sector de la población es
sintomático del conocimiento de las autoridades del mismo. Sin
prohibicion antecedente {comprehendida en los xxxx anteriors de la misma}se les imponga p[o]r la primera vez pena pecuniaria. luego en el articulo4° ordena q[u]e los trasgresores q[u]e jueguen y no tuvieren bienes enque hacer efectivas las penas pecuniarias q[u]e quedan referidas, esténp[o]r la primera ves diez días en la cárcel. Conforme, pues, a loterminantemente desidido en esta ley {q[u]e en nada pueden los juecesalterar, y q[u]e con arreglo al articulo 15 sea a de observar en todo, yp[o]r todo según sin tenor literarl sin arbitrio algn[u]no p[ar]ainterpretar la base qualesq[uie]r pretexto q[u]e sea} es constante q[u]ela pri[]n no debe tener lugar si el jugador tiene bienes con q[u]e pagarla pena pecuniaria. ¿Y p[o]r ventura a nosotros se nos impuso la multa, yse purificó q[u]e no teníamos con q[u]e pagarla? O por el contrario ¿noes cierto q[u]e inmediatamente sin oir escusas se nos encarzelo? Luego setrastorno e invirtió la disposición de la R[ea]l Pragmatica y p[o]rconseq[uenci]a la prisión fue ilegal, en cuyo concepto e intentando laacción q[u]e en el caso nos compete ante esta superior Tribunal, q[u]e atomado conocimiento del negocio, y adonde paran los antecedentes con elpedimento mas útil. Ibíd. ff. 82 v.-83 v.141 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 86 r.142 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica N° 30. Bogotá, Uniandes, 2005: pp. 132-135.143 Sobre CARRASQUILLA véase A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. T. 25: ff.298-319. Un estudio sobre el caso de José de YARZA, gobernador de Antioquia, véase también JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: p. 85.
113
embargo, no podemos separar este grupo del conjunto social, puesto
que a veces, como se afirmó recientemente, eran miembros de la
colectividad o representantes mismos del poder. Las recurrentes
legislaciones al respecto muestran que éste era un problema que
persistía. Evidentemente ni la prohibición de las apuestas lo
detuvo. Cabe recordar que el Estado mantuvo el estanco y monopolio
de naipes. Este elemento, que no es privativo de las apuestas pero
sí estrechamente relacionado, era fuente de ingreso de las arcas
oficiales. El Estado condenaba y simultáneamente se beneficiaba
del vicio de los juegos de azar. Esta doble discursiva puede
observarse también en otras situaciones, como el consumo de
alcohol.
Este sector previamente enunciado conoce la legislación y la
prohibición a su ocupación y, sin embargo, la continúa ejerciendo.
Mediante el caso estudiado pudimos darnos cuenta de cómo estos
personajes conocen la ley y las pragmáticas particulares e
incluso, uno de ellos la recita en sus capítulos y sus penas. A
cierta altura, el mismo Juan Nepomuceno CONTERAS cuestiona su
encarcelamiento y recuerda que éste sólo es recurso si el acusado
no puede pagar la multa, que es la sanción corriente a esta pena.
Con lo anterior quiere decir que él tiene dinero para costear la
114
multa y el conocimiento de este procedimiento nos sugiere que
podría tenerlo por costumbre. Igualmente, el hecho de que en
primer lugar se contemple la multa nos induce a pensar que a
través de estos conductos se regulaba la actividad de estos
personajes que operaban en el límite de la oficialidad.
Conclusiones
115
Las fiestas y celebraciones fueron un terreno fértil de
contradicciones entre los involucrados. Desde la instancia de su
planificación las élites se encargaron de tomar la vocería del
conjunto de cuerpo social para debatir su realización donde la
tradición se erige como argumento de base para su
desenvolvimiento. Y es de esa manera que los criollos desde el
Cabildo construyen una imagen de la fiesta como inmanente de la
colectividad. La gente celebra porque iniciativa, es parte de
ellos. Para los que defienden la fiesta, ésta es constitutiva de
la sociedad, es parte integral y ocupa un lugar dentro del
calendario. El poder de la tradición, de su repetición a través
del tiempo le confiere una dimensión que trasciende las
generaciones. Sin embargo, está sujeta al transcurso del tiempo y,
por ende al cambio. Lo vimos con el carnaval de Santa Fe, como
caso extremo. Un sinnúmero de elementos fueron modificados hasta
que su esencia no se reconocía más. Fue víctima de la planeación y
la politización: se le quería alejar del grueso de la población.
Fue restringido y los diversos sectores que participaban dejaron
de alimentarlo con sus aportes particulares. Las características
específicas restringieron el alcance de la negociación de los
criollos interesados. En efecto, la incertidumbre política y las
116
inestabilidades sociales del pasado cercano condicionaron esta
negociación.
Pero la misma ilustración española con sus particularidades
complejizaba el panorama de las fiestas. La eficacidad económica
bajo un cuadro de tradiciones estrictas de la fe católica
presentaban, si no una contradicción, un cuadro demasiado
restrictivo de lo permitido o de aquello a reformar. Una fiesta
podría ser doblemente atacada bajo esta óptica en cuanto era foco
de vicios morales e inocuidad económica. Quien abogaba por su
puesta en marcha debía, por ende, justificarla en función de la
doctrina ilustrada demostrando sus beneficios tanto materiales
como espirituales. En estos términos transcurrían las discusiones
municipales sobre las fiestas, si el beneficio económico no
atentaba con la salvación de las almas.
No todas las actividades estaban abiertas para todos los públicos.
Como vimos, ciertas actividades se encontraban reservadas para
ciertos sectores, como los faustos. Aunque en Latinoamérica, y en
especial en el Nuevo Reino de Granada, las corridas habían dejado
de ser privativas de las esferas altas de la sociedad y se puso al
alcance de un público mucho más extenso. Seguro no se trataban de
las mismas corridas señoriales medievales, pero su esencia y
117
significado, como lo explica Pablo RODRÍGUEZ permanecía más o
menos estable. Cuando se volvieron a restringir en la mitad del
siglo XVIII no se dejaron de practicar. En cambio, se retomaron
como elemento de distinción, a tal punto que los más altos
funcionarios, como el virrey MESSÍA de la CERDA lo practicaba
privadamente con algunos de los sujetos más destacados de la
sociedad colonial. Este era el público que esperaba ciertos
sectores que desarrollara dicha fiesta. La fiesta en sí no era la
amenaza, sino la gente que la hacía. No era lo mismo una corrida
de toros en los aposentos del virrey, que en el contexto de
celebraciones públicas en el pueblo de indios de Bosa. Ese segundo
cuadro amenazaba tan solemne costumbre, practicada por sujetos que
al parecer de ciertos funcionarios, no conocen su significado ni
sus sutilezas. Es, por ende, peligrosa y debí restringirse.
Y es que el miedo a los desórdenes parecía una constante en las
acusaciones contra las fiestas y celebraciones. Además de la idea
de que la fiesta en sí no era peligrosa si no los sectores que la
practicaban, también estaba la idea de una inestabilidad
permanente. Tanto detractores como defensores de las fiestas
reproducían la idea de una amenaza constante de revueltas e
inestabilidad. Para los primeros, la fiesta era el gatillo que
118
desencadenaría diversos desenfrenos que desembocaría en rebeliones
y revueltas. Las multitudes, las capas populares no eran de
confiar y por ello no deberían tener acceso a las celebraciones.
Para quienes abogaban por las fiestas populares aunque la idea era
la contraria, partían de la misma base. Ese populacho que había
acumulado las presiones de estar sometidos a la autoridad buscaban
una diversión que distendiera las tensiones de la vida social. Sin
embargo, el vulgo tenía el mismo potencial de explotar en rebelión
si no se manejaban esas presiones. Y las fiestas eran a juicio de
estos funcionarios la forma de relajar las tensiones acumuladas.
Pero esta discusión sobre la amenaza de las clases populares se
desvanecía rápidamente en las discusiones alrededor de las
fiestas. Si bien era casi que una constante, no era sino esbozada
sin mayor desarrollo. Las discusiones muchas veces contenían
reclamos personales o escondían intereses privados que saltaban a
la vista por sí mismos. La contestación con un nombramiento de
alférez ponían en relieve la inconformidad con la decisión, pero
llevaba de fondo también una operación en la que se hacía un
balance entre los servicios prestados y lo merecido por los
mismos. Se pone en cuestión los beneficios obtenidos por los
servicios prestados. Leve cuestionamiento a la reciprocidad en la
119
relación entre súbdito y soberano. En ese sentido, la ley es un
marco para que el súbdito evalúe levemente la legitimidad de la
soberanía. Decimos levemente porque mediante esta operación el
criollo no llega jamás a cuestionar verdaderamente la legitimidad
del Rey y, sin embargo, evade la aplicación de ciertas leyes que
considera le perjudica. La fiesta, en resumidas cuentas, nos
brinda un marco para evaluar la tensión entre la legitimidad y la
obediencia: cómo se negocian las leyes que pueden de cierta forma
afectar ciertos intereses.
Pero también nos podemos preguntar sobre las acciones coercitivas
del Estado a estos juegos ilegales. Desde el medievo las
autoridades lidiaban con sectores de la sociedad que se lucraban
de las apuestas. La respuesta desde la primera mitad del segundo
milenio fue reprimir y excluir estos sectores. En cuanto su
ocupación no encontraba respaldo en la doctrina católica, esta
actividad no tenía por ende aceptación civil. Sin embargo, el
Estado colonial se siguió encontrando con estos personajes que
subsistían de estas actividades. La lucha contra esos vicios
contemplaba la prohibición de los juegos de apuestas y la sanción
a sus infractores, tanto jugadores como organizadores. En el
discurso la idea era eliminar esa práctica. La ilustración y las
120
reformas borbónicas le dieron nueva dirección a las estrategias:
el discurso era separar esos elementos del resto de la sociedad
productiva para mantenerla produciendo. Y las sanciones hablan
también de las actitudes de las directivas de los borbones. Las
infractores eran sancionados monetariamente los que podían pagar,
mientras que los desocupados y vagos sin ingresos eran retenidos
durante un tiempo determinado por la reincidencia de su delito. En
principio, por pervertir la moral son sancionados económicamente.
El no dejarse atrapar de las autoridades se convertía en su propio
juego. Si eran aprehendidos sabían que estaban a una multa de la
libertad. Por eso protestaba Juan Nepomuceno CONTRERAS, porque el
alcalde obvio el paso de la multa y lo arrestó. Él mismo lo
expresa cuando recita la ley por la cual cayó preso. Incluso,
conoce los conductos para ejercer su profesión, prohibida además.
Los infractores indirectamente reconocen el ser bisbiseros, pero
las penas de la pragmática tan citada por el alcalde no se
aplican. En cambio se les insta a abandonar esta práctica en el
transcurso de un mes y conseguir ocupación honrada, bajo pena de
multas monetarias. En complicidad de funcionarios obtiene licencia
para montar su mesa de juegos, y va de pueblo en ciudad
aprovechando el ambiente festivo para desarrollar su ocupación.
121
Si el súbdito negocia las condiciones de sumisión es porque
encuentra esos espacios en las mismas leyes. Los alcaldes y
gobernadores son en principio representantes del rey, distribuyen
su autoridad entre los súbditos. Pero a su vez están sujetos al
mismo poder. Hay una separación de la sociedad en estamentos,
castas y corporaciones, pero en últimas todos son súbditos de un
mismo rey. Un alcalde puede interponer un recurso a un
nombramiento a su juicio injusto, o a una decisión que considera
le perjudica. Él mismo toma parte en la redefinición del alcance
del poder del soberano. Pero, dentro de su contexto directo,
comparte la plaza con el verdulero, va a misa con el artesano,
aunque no se sienten en seguida, asiste a las procesiones, fiestas
y rogatorias de su ciudad y jura al mismo rey que el bisbisero.
122
Bibliografía
Fuentes primarias
A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T 4.
A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Real Hacienda. Tomo 38
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