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Buenas costumbres y pecados públicos: Celebraciones, festividades y negociación del poder en Santa Fe a principios del siglo XIX Mémoire du Master 2 en Histoire et Civilisations Comparées, mention Études Interculturelles Présentée par Daniel RAMÍREZ MAHECHA 21104815 Dirigée par Dr. Pilar GONZALEZ BERNALDO

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Buenas costumbres y pecados públicos: Celebraciones, festividadesy negociación del poder en Santa Fe a principios del siglo XIX

Mémoire du Master 2 en Histoire et Civilisations Comparées,mention Études Interculturelles

Présentée par

Daniel RAMÍREZ MAHECHA

21104815

Dirigée par

Dr. Pilar GONZALEZ BERNALDO

UNIVERSITÉ PARIS-DIDEROTUFR Master Recherche Sciences Humaines et Sociales

M2, Études Interculturelles5 septembre 2014

Paris

Índice

Introducción………………………………………………………………………………………………………………….1

1) España y su ilustración: la compleja batalla por la razón y

un Estado eficiente……………………………………………………………………………………………………………

12

2) Beneficio material o salvación de las almas: La fiesta de

toros de San Bernardino de

Bosa……………………………………………………………………………………………………………..19

3) La fiesta justificada y la fiesta decretada: El carnaval y la

Jura de Santa Fé….......32

4) Prohibición y azar: el caso del bisbís en las fiestas de

Egipto……………………………51

Conclusiones………………………………………………………………………………………………………………..74

Bibliografía………………………………………………………………………………………………………………….79

Sólo la irrupción del espíritu, que cancela la determinabilidad absoluta, haceposible la existencia del juego, lo hace pensable y comprensible. La existencia deljuego corrobora constantemente, y en el sentido más alto, el carácter supralógicode nuestra situación en el cosmos. Los animales pueden jugar y son, por lo tanto,algo más que cosas mecánicas. Nosotros jugamos y sabemos que jugamos; somos,por tanto, algo más que meros seres de razón, puesto que el juego es irracional.

HUIZINGA, Johan

Introducción

Para observar las dinámicas de una sociedad es necesario tener en

cuenta los diversos puntos de observación que de ésta se

desprenden. Las diferentes manifestaciones producidas por las

colectividades humanas son un conjunto de acciones y reacciones de

la agrupación de sus integrantes que llamamos sociedad con

respecto a ellos mismos y a su entorno. El privilegio de un

aspecto de la sociedad puede comprender una disociación de las

diferentes manifestaciones y actos que emanan de una sociedad y

es, en últimas, una visión que categoriza los actos y

manifestaciones humanas. Con esto en mente, y sin pretender asumir

nada nuevo en las palabras anteriormente esgrimidas, posaremos

nuestra mirada en las manifestaciones que muchas veces son

asumidas como meros productos culturales de una sociedad –sin

querer decir con esto, que no sean observados con la importancia

que ameritan: nos referimos a las fiestas, bailes, juegos y

celebraciones.

No son pocos los estudios que se ocupan de este tema, y sus

enfoques abarcan una amplia gama de aspectos y analizan el

fenómeno desde diferentes visiones y aristas, aunque esta

preocupación es relativamente reciente. Sin embargo, el enfoque

1

del ritual en sí cobra protagonismo en la mayoría de estudios. Con

esto no queremos decir que estos estudios no sean vitales para

comprender estos fenómenos por sí mismos y en su contexto social:

por el contrario, los aportes brindados por aquellos estudios son

enormes y necesarios para insertar estas manifestaciones en el

contexto social y económico al que pertenecen y simultáneamente

identifican su significado simbólico en tanto que ritual y

manifestación humana. En todo caso, son observados desde una

óptica en la cual se les observa en cuanto actos de poder, que lo

reflejan y lo reproducen. El carnaval y las fiestas populares

pueden ser vistos como elementos ambiguos del poder. Por un lado

representan una válvula de escape que regula las tensiones

acumuladas a lo largo del año entre los diferentes sectores socio-

económicos de la población.1 Por el otro, pueden ser entendidos en

términos de aplicación del poder: estas manifestaciones están

restringidas en un tiempo y un espacio concedido por las

autoridades.2 Ambas posiciones no son necesariamente excluyentes y,

por lo tanto, pueden tener lugar simultáneamente.3

1 BAJTIN, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Madrid, Alianza, 2003: pp. 12-14.2 ECO, Umberto, IVANOV, V. V. et RECTOR, Mónica. Carnaval! México, Fondo deCultura Económica, 1989.3 Es conocido que las mismas élites podrían organizar dichas manifestaciones y casi siempre participaban de ellas. Sobre la porosidad de los límites entre cultura popular y cultura de élites en general véaseGINZBURG, Carlo en su introducción a Night Battles, y con respecto al tema

2

En ese sentido, es nuestra intención mostrar una visión en la cual

la comprensión de las fiestas nos ubique en el contexto de las

relaciones sociales y las interacciones entre los diversos

sectores de la sociedad, en este caso, colonial. Es nuestro

objetivo observar desde esta óptica el universo festivo del área

de influencia de la ciudad de Santa fe, antigua capital de la

audiencia de Santa Fe y del esporádico Nuevo Reino de Granada. Es

nuestra intención observar cómo mediante las dinámicas de

organización de estos eventos (y de su puesta en escena) se

revelan otras dimensiones de las relaciones sociales. Un premier

objetivo será mostrar cómo en el caso específico que será

estudiado se abre una discusión cada vez que se preparan las

fiestas (tanto en el caso del carnaval como en el de la jura).

Aunque un primer instinto es el de recordar la realidad paralela

de la fiesta, la de las licencias y las inversiones y subversiones

del orden, esta realidad “paralela” que trae la fiesta tiene una

dimensión más mundana. Es, por consiguiente, una herramienta que

nos permite observar las interacciones entre las “élites”

coloniales, la población “común” y el poder colonial.

del carnaval, véase BURKE, Peter. Popular Culture in Early Modern Europe. Harper, Londres, 1978: sobre el carnaval y las celebraciones populares, véase particularmente el capítulo 7.

3

Es común anteponer estas manifestaciones a lo “serio”. De esta

manera, el juego, la fiesta o el carnaval se ven como opuestos a

lo “serio”, a lo “importante”. Sin embargo, algunos estudiosos han

enfocado su interés en el estudio de estos fenómenos. Es el caso,

por ejemplo, de Johan HUIZINGA. Este historiador holandés resalta

el valor del juego como una característica fundamental de la

cultura –e incluso anterior a ésta. El juego parte de la libertad,

es decir, no surge de manera coercitiva.4 En ese sentido, el

“jugador” es consciente de que está jugando y, por lo tanto, lo

que hace parte del juego es paralelo a la realidad:5 es decir, no

necesariamente influye en el mundo cotidiano. Sin embargo, esta

conciencia de que el juego es “en broma” (parafraseando a

HUIZINGA), no le resta seriedad para comprender los fenómenos

sociales. En efecto, el juego –y en especial la fiesta y el

carnaval- se inscriben en una temporalidad específica y en un

espacio determinado, que no son ni aleatorios ni accidentales sino

que, por el contrario, hacen parte de una simbología precisa.6

4 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: p. 20.5 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: p. 21.6 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: pp. 37-38.

4

Desde esa perspectiva, el juego (y el carnaval, como una forma de

juego) es descrito igualmente como un aspecto central para la vida

social por otros autores. Es el caso, por ejemplo, de Roger

CAILLOIS. En Los juegos y los hombres, CAILLOIS se acerca a las tesis de

HUIZINGA sobre el juego,7 aunque añade algunas otras nociones que

complementa esta visión. Para este autor francés, el juego es un

sistema de reglas que, una vez aceptado –voluntariamente,8 al igual

que como lo expone HUIZINGA-, supone el ingreso a una realidad

paralelas y “lógicas”, apartadas a las reglas caóticas del “mundo

real”.9 CAILLOIS se esfuerza en realizar una clasificación un tanto

más amplia –aunque “precisa”- de los juegos. Dentro de sus

categorías de clasificación se encuentra la mimicry, es decir, el

tipo de juego en el que el “jugador” se sumerge en otro universo

con sus propias reglas y adopta otra personalidad. Deja de ser sí

mismo para “jugar” el papel de alguien diferente, sea o no

ficticio. El sujeto “disfraza su personalidad para fingir otra”.10

Es esa mímesis, conjugada con el vértigo (a través de la máscara y

el disfraz), los que le dan licencia al participante del carnaval

7 Aunque Caillois se detiene brevemente a debatir si del juego proviene lacultura o si es al contrario. 8 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: p. 32.9 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: p. 33.10 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: pp. 51-52.

5

de quebrantar las reglas. Es la combinación entre la simulación y

el vértigo (permitido y causado por la máscara) la que permite

quebrantar las reglas, cambiar las reglas cotidianas por ese

periodo de tiempo.11

Otro autor que ha indagado sobre éste tema es Robert MUCHEMBLED.

Este autor afirma que los festejos hacían parte del tiempo cíclico

popular; eran la válvula de escape con la cual se reducían las

tensiones acumuladas por la cotidianeidad, las presiones sociales

y la subordinación política.12 Durante este “paréntesis” todo está

permitido. Es, como también lo había afirmado BAJTÍN, cuando se

tiene licencia para trasgredir las normas establecidas y además,

cuando lo “permitido” es lo opuesto a aquello que se ha

convenido.13 Estos juegos y festejos, más allá de ser un

“relajamiento” de la rutina, representan un mundo al revés, un

mundo fuera de las normas sociales establecidas, donde se puede

expresar lo inexpresable.14 BURKE de cierta manera adhiere a esta

percepción y agrega que estas manifestaciones no son exclusivas de

11 CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: pp. 218-219.12 MUCHEMBLED, Robert. Culture populaire et culture des élites dans la France moderne (XVe- XVIIIe siècle). Saint-Amand, Flamarion, 1995: p.65.13 BAJTIN, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Madrid, Alianza, 2003.14 MUCHEMBLED, Robert. Culture populaire et culture des élites dans la France moderne (XVe- XVIIIe siècle). Saint-Amand, Flamarion, 1995: p. 73.

6

las “capas populares”, puesto que estaban involucrados

prácticamente todos los sectores de una sociedad.15

Otros autores han explorado el tema desde similares perspectivas

que han ayudado a complementar la óptica sobre este fenómeno. La

obra de Julio CARO BAROJA intenta observar estas manifestaciones

populares como algo más que un simple remanente del pasado, para

alejarse de la concepción frazeriana del ritual y ubicarlo en una

“estructura” más amplia, de larga duración, si se quiere.16 En ese

sentido, el carnaval presenta una serie de continuidades, no sólo

en el tiempo, sino también en el espacio. Las fiestas son

observadas, asimismo, desde las tensiones entre los diversos

estamentos sociales. Es el caso de Juan Pedro VIQUEIRA ALBÁN,

quien explora el control que pretendía ejercer las élites

novohispanas a estas manifestaciones populares, ya fuese bajo la

excusa de la inmoralidad de estos comportamientos o por las

actividades a las que se ligaba (juegos, apuestas, bebida, etc…).

En todo caso, el análisis de VIQUEIRA revela un cambio fundamental

en las costumbres y las “modas” de esas élites de la colonia

tardía de la Nueva España, evidenciado en el cambio de actitud de

15 BURKE, Peter. Popular Culture in Early Modern Europe. Harper, Londres, 1978: sobre el carnaval y las celebraciones populares, véase particularmente elcapítulo 7.16 CARO BAROJA, Julio. El carnaval. Análisis histórico cultural. Madrid, Taurus, 1979.

7

las capas altas de la sociedad hacia las festividades.17 Así, el

carnaval y las fiestas son vistos como un elemento central

alrededor del cual se pueden ver las tensiones y las dinámicas

propias de una sociedad.

Puesto lo anterior en otras palabras, se resalta entonces la

importancia de las festividades en cuanto no sólo reflejan el

mundo de la política dentro de su anomia, sino que es producto del

mismo orden y tiene su propia dinámica, aparentemente contraria a

la del mundo cotidiano y al tiempo producto de la misma lógica que

ha organizado el mundo de la rutina y la cultura política

cotidiana. Es de nuestro interés, teniendo en cuenta lo anterior,

insertar esta dimensión de la celebración dentro del universo de

la política, del juego de los intereses y de las negociaciones y

renegociaciones que tensionaban o relajaban las relaciones entre

estamentos y al tiempo su relación con el poder.

Las fiestas, celebraciones, carnavales etc., son un tema no poco

estudiado por las ciencias sociales. Es, por lo general, abordado

más recurrentemente por la antropología. Igualmente, la historia

también cuenta con estudios sobre el tema.

17 VIQUEIRA ALBÁN, Juan Pedro. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida socialen la ciudad de México durante el Siglo de las Luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987.

8

En el caso de Latinoamérica colonial han sido varios los

acercamientos al problema, comenzando por el ya citado –y clásico-

de VIQUEIRA. El carnaval limeño es estudiado desde la temprana

República, desde 1822 hasta 1922 por Rolando ROJAS ROJAS.18 Este

historiador peruano se centra en la idea que, si bien en tiempos

de carnaval el desorden era permitido, este desorden no era

aleatorio, puesto que partía de la inversión de un orden ya

establecido e interiorizado. De esta manera, la obra de este autor

peruano aparece con un carácter revisionista sobre el análisis del

carnaval de Lima y en general sobre el fenómeno estudiado. En su

estudio sobre los ritos y liturgias cívicas en el virreinato del

Perú, ORTEMBERG destaca la movilidad de la instrumentalización de

estos rituales. Si bien las celebraciones, fiestas y juras tienen

un indiscutible carácter popular, este autor argumenta que no por

eso quedan exentas de su instrumentalización por parte de las

élites, al tiempo que conservan un carácter de resistencia ante

los constantes intentos de prohibición y limitación.19

18 ROJAS ROJAS, Rolando. Tiempos de carnaval: el ascenso de lo popular a la cultura nacional (Lima, 1822-1922). Lima, IFEA, 2005.19 ORTEMBERG, Pablo. Rituel et pouvoir: sens et usages des liturgies civiques. De la Vice-royautédu Pérou à l’orée de la République (Lima, 1735-1828). Thèse pour l’obtention du titre de Docteur de l’EHESS. Discipline Histoire et civilisations. Esta idea fue retomada y profundizada en la obra del mismo autor, Rituels du pouvoir à Lima. De la Monarchie à la République (1735-1828). Paris, Éditions EHESS, 2012.

9

Para la región de la entonces Nueva Granada existen varios

estudios sobre el tema.20 Éstos se centran generalmente en el

estudio del fenómeno por regiones. Es el caso del estudio de Yoer

CASTAÑO PAREJA para la región de la actual Antioquia. Este autor

afirma que durante la época de las reformas borbónicas, las

autoridades eran conscientes del poder congregador de los festejos

y celebraciones. De hecho, ya miraban con recelo la anulación del

orden jerárquico y el contacto entre castas durante dichas

manifestaciones, e incluso la participación del “vulgo” era visto

como una amenaza para el orden tradicional.21 Para María Fernanda

DUQUE, las celebraciones reflejan el orden social, o al menos

evidencian claramente esa intención de clasificación y

segregación, el sistema socio-económico diferenciado por razas,

castas, clases o como estamentos.22 Una visión que se podría decir

confronta estas dos visiones es aportada por Camila ASCHNER

RESTREPO, puesto que para ella la fiesta resulta ser un factor de

20 Existen también los estudios de casos puntuales y casi aislados de fiestas particulares. Dichos trabajos comportan un tinte sobre todo descriptivo, como sucede con la obre de GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Bogotá, Intercultura, 2005.21 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica N° 30. Bogotá, Uniandes, 2005: pp. 135-135.22 DUQUE, María Fernanda. “Legislación gremial y prácticas sociales: los artesanos de pasto (1796 -1850)” en Historia Crítica N°. 25. Bogotá, Uniandes,2003: pp. 217 y ss.

10

integración o al menos de contacto de las diferentes esferas de la

sociedad, así esa no fuera su intencionalidad y que actuaba

doblemente, como escape de las tensiones y como elemento de

control social.23

Aun cuando se conviene que el carnaval y el calendario festivo fue

importado de España, las fiestas autóctonas fueron rápidamente

absorbidas y explotadas por los españoles para adoctrinar a la

población nativa e introducirlos a las costumbres europeas.24 Por

otro lado, ese mismo espacio presenta otra dimensión aparentemente

dicotómica. El carnaval y la fiesta pueden ser entendidos también

como una forma de trasgredir las normas establecidas. El contacto

de las diferentes capas sociales y culturales evoca, para algunos

autores, una supuesta igualdad entre los sujetos coloniales25

(blancos, mestizos, indígenas, afro descendientes, etc...) que

ponían en duda el sistema social y económico segregacionista que

proponía el poder Real. Más aun, estas manifestaciones no sólo

ponían en contacto las supuestas masas dispersas de la colonia,

sino que les brindaba la libertad de transigir el orden social,

23 ASCHNER RESTREPO, Camila. “La Música en las Fiestas y Celebraciones delCaribe Colombiano, siglos XVII y XVIII” en Memoria y Sociedad, Volumen 9, No18. Bogotá, Universidad Javeriana, 2005: pp. 79-85.24 VARGAS LESMES, Julián. “Fiestas y celebraciones públicas en Santafé” enLa sociedad de Santafé colonial. Bogotá, CINEP, 1990: p. 302.25 FLORES GALINDO, Alberto. Los rostros de la plebe. Barcelona, Crítica, 2001: p. 143.

11

puesto que los sujetos podían adoptar roles sociales diferentes a

los que pretendía establecerse desde el poder central; era

funcional a todos los estamentos sociales.26

Recientemente, el trabajo de Orián JIMÉNEZ ha mantenido este

fenómeno en la centralidad de su investigación. Mediante el juego

y las fiestas, este historiador colombiano observa las diversas

tensiones y las dependencias e interdependencias de los diferentes

sectores sociales.27 Cabe recalcar que las fiestas y carnavales,

con todos los inconvenientes que pudieran desprender, no fueron,

en términos generales, mal vistos ni condenados.28 Aunque

intentaron ser controladas, las fiestas fueron en sí mismas

herramientas de control, sumisión, escape y libertad para los

diversos súbditos del rey. Incluso, muchas de estas fiestas

siguieron cumpliendo estos propósitos en la época republicana, con

una nueva significación de los símbolos utilizados. Aun en

momentos de ebullición política y de inestabilidad, como la toma

del poder de Napoleón sobre la Corona española, las ceremonias y

26 TOVAR, Hermes. “La fiesta contra el dogma” en Revista Memoria. Bogotá, Archivo General de la Nación (AGN), 2003: pp. 103-105. Véase también de este autor La batalla de los sentidos. Infidelidad, adulterio y concubinato a finales de la colonia. Bogotá, Ediciones Fondo Cultural Cafetero, 2004, en especial el capítulo intitulado “La fiesta contra el dogma”: pp. 103-138.27 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007.28 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: p. 26.

12

ritos civiles fueron utilizados con la intencionalidad previamente

descrita. En ocasiones se realizaban fiestas y juras en honor al

rey depuesto, y en contra del imperio francés.29 Sobre estos

rituales de fidelidad también hay una literatura extensa, dentro

de la cual cabe resaltar el trabajo ya citado de ORTEMBERG, en el

que se muestran estas “juras” como iniciativa de los criollos para

reafirmar la lealtad al rey. Estos trabajos destacan, en su

mayoría, un estudio en el cual se privilegia el ritual y su

significado en cuanto reflejo de la sociedad y arquetipo del

poder.30

29 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: pp. 74-80.30 Dentro de esta tendencia podemos agrupar los trabajos de VARGAS LESMES,Julián. “Fiestas y celebraciones públicas en Santafé” en La sociedad de Santafé colonial. Bogotá, CINEP, 1990, ORTEMBERG, Pablo. Rituel et pouvoir: sens et usages des liturgies civiques. De la Vice-royauté du Pérou à l’orée de la République (Lima, 1735-1828). Thèse pour l’obtention du titre de Docteur de l’EHESS. Discipline Histoire et civilisations, y del mismo autor Rituels du pouvoir à Lima. De la Monarchie à la République (1735-1828). Paris, Éditions EHESS, 2012, MÍNGUEZ CORNELLES, Víctor y RODRÍGUEZ MOYA, Inmaculada. “Cultura simbólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a la proclamación de Fernando VII (1808)” en Revista CS No. 9, enero–junio 2012. Cali, Colombia, ICESI: pp. 115-143, e incluso el capítulo 4 de HERRERA ÁNGEL, Marta. Ordenar para Controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales neogranadinos, siglo XVIII. Bogotá, ICANH, 2002, en el cual se observa el espacio de la plaza durante las procesiones y eventos públicos como arquetipo del orden social. Esta visión es claramente mostrada en MÍNGUEZ CORNELLES, Víctor y RODRÍGUEZ MOYA, Inmaculada. “Cultura simbólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a la proclamación de Fernando VII (1808)” en Revista CS No. 9, enero–junio 2012. Cali, Colombia, ICESI: pp. 115-143.

13

Los estudios sobre el tema se sientan, por otro lado, en destacar

una imagen en la que las festividades son una negociación entre el

poder central y el poder de la costumbre y la tradición. Como

fiestas cíclicas y reiteradas tenían cabida casi sin

cuestionamiento, era su contenido el que se ponía en cuestión. Sin

duda algunas manifestaciones contenían significados políticos y

algunas eran de hecho refuerzos hacia la lealtad.31 Muestran estos

trabajos, asimismo, las relaciones de poder ente estamentos y cómo

las fiestas se van modificando paulatinamente según las

circunstancias que atraviesan. Aunque el debate persiste, hay una

suerte de consenso al afirmar que las fiestas son, en efecto, un

espacio donde se permiten ciertas prácticas prohibidas en otros

contextos, de manera celosamente vigilada. Es pues nuestro interés

el de observar las fiestas desde una perspectiva pragmática,

tomadas como productos de una negociación del poder de las

autoridades y, como tales, sujetas a los intereses de los diversos

estamentos involucrados. Así, mediante el estudio de la puesta en

31 Tal era el caso específico de las Juras ya mencionadas. Sobre el tema, los trabajos ya citados de ORTEMBERG y ROJAS ROJAS, como los de GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. “Las juras borbónicas en Santa Fe” en Revista Memoria, Segundo semestre de 1997, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1998: pp.54-81 y VELASCO PEDRAZA, Julián. “Celebrar el poder. Juras y proclamaciones en el Nuevo Reino de Granada” en JIMÉNEZ, Orián, MONTOYA, Juan David [Eds.] Fiesta, memoria y nación. Ritos, símbolos y discursos, 1573-1830. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2011: pp. 107-129 nos aportan luces sobre este tema específico.

14

marcha y los intereses involucrados podremos percibir el poder en

marcha. En otras palabras, nos ocuparemos de develar cómo los

criollos y otros estamentos de la sociedad redefinían el poder que

pretendía instaurarse desde el centro, usando tanto las

condiciones locales como herramientas suministradas desde el

centro, como el pensamiento ilustrado promovido por los Borbones.

Es en esta acción de apropiación y redefinición que nos mostrará

una serie de complejidades que nos mostrará el trascurrir de esa

sociedad colonial en movimiento y vinculada en ciertos momentos,

como sucedía durante los festejos y celebraciones. De igual

manera, estas negociaciones muestran de una manera sutil una

concepción de lo que el criollo considera como justo, lo que

debería suceder, sea por costumbre o sea en función de sus

intereses.

Así, el trabajo se dividirá en tres partes fundamentales. En la

primera parte realizaremos una breve aproximación para resaltar

los elementos contextuales –en especial gracias a las reformas

borbónicas- que lo dotaron de herramientas de negociación del

poder a los individuos y corporaciones y las herramientas de

implantación de la autoridad del Estado. La segunda se dedicará a

explorar las discusiones generadas alrededor de la puesta en

15

marcha de dichas manifestaciones. A través de estas negociaciones

alrededor de las fiestas lograremos analizar el fenómeno del

reajuste del poder en función de los intereses locales, utilizando

una gama de herramientas tanto propias y locales, como aportadas

desde la propia Corona. Simultáneamente, la Corona misma

aprovechaba esas mismas herramientas para intentar imponer sus

mandatos, así en esta parte también analizaremos brevemente las

juras como fiestas impuestas desde el poder mismo. Finalmente nos

ocuparemos de observar la negociación de elementos más delicados

para el poder. Se trata acá de eventos prohibidos –o más bien

altamente limitados- a los cuales se les da cabida, o se proponen

su presencia mediante el marco de las fiestas. La celebraciones

propician una serie de actividades que en la teoría de la moral no

estaban permitidos; esto era, entre otros, los bailes de máscaras

y los juegos de azar. En este apartado nos enfocaremos también en

las negociaciones para permitir estas actividades. Sin embargo,

son los pleitos y los juicios a tahúres y los propios miembros de

la municipalidad, vecinos y campesinos lo que nos ocupará en esta

sección. Lo anterior cobra relevancia en las negociaciones de

poder anteriormente analizadas en cuanto revelan un ajuste de los

mandatos y el permiso de actividades prohibidas y casi contrarias

a la moral. Hemos escogido tratar casos particulares a través de

16

fuentes primarias que de cierta forma replican varios fenómenos

que pudimos constatar en la literatura consultada para recopilar

una serie de elementos que nos permitiese analizar el problema acá

tratado. Este trabajo tiene como propósito el de proponer una

lectura pragmática de los rituales, acercando al interés los

campos de acción del criollo ante el poder. Así, nos centramos en

la forma de justificar la puesta en marcha de fiestas,

celebraciones o juegos en el marco de modernización del Estado de

los Borbones.

17

1) España y su ilustración: la compleja batalla por la razón y

un Estado eficiente

Durante el periodo que comprende las postrimerías del siglo XVIII

y principios del siglo XIX el aparato gubernamental y español

sufrió un sacudón que pretendía ponerlo al nivel de las potencias

y competidores europeos. En efecto, la ilustración y el

colonialismo de los imperios atlánticos hacían palidecer el otrora

dominante imperio español en el concurso atlántico. Efectivamente,

el imperio español se desangraba y los recursos no lograban

circular en el cuerpo imperial, desde sus extremidades hacia su

centro.32 Una combinación de factores externos e internos

amenazaban sustancialmente la posición española dentro del

concurso atlántico. En grueso, lo anterior influyó a que se

llevara una reestructuración del Estado y de sus aparatos de

transmisión del poder hacia sus súbditos. La idea era simple:

modernizar el Estado para agilizar la circulación, el comercio y32 La alegoría acá es de José del CAMPILLO y COSIO, ministro de Felipe V. Nuevo sistema de gobierno económico para la América. Caracas, Universidad de los Andes, 1971: p: 70. Citado en ADELMAN, Jeremy. Sovereignity and Revolution in the Iberian Atlantic. New Jersey, Pinceton University Press, 2006: p. 14.

18

lograr una eficacidad burocrática. Sin embargo, un manto moral

cubría al Imperio ibérico, por lo que España tenía que cuidarse de

los excesos de la razón y alcanzar una ilustración respetuosa del

catolicismo. Anthony McFARLANE identifica esas reformas

modernizadoras borbónicas con el cambio en la actitud política del

vasallo criollo, es decir, como un elemento que contribuyó a la

formación de una identidad en una mediana duración.33 Siguiendo a

WALKER, las reformas borbónicas, con la intención de regular el

comportamiento y homogeneizar la cultura, fue uno de los elementos

que ayudó a gestar un sentimiento de rechazo hacia la

modernización del Estado.34

Las políticas y reajustes fiscales y apuntaban a un resurgimiento

de la grandeza y preeminencia dentro del teatro europeo y global

de España, en conjunto de su cuerpo imperial que comprendía a sus

colonias al otro lado del Atlántico. Pero estos dos elementos que

caracterizaron al siglo de las luces, modernidad y catolicismo

reafirmaban en términos generales –y algo simplistas- los valores

de las élites. Así, un doble ataque podría sufrir el carnaval,

entendido como reducto de costumbres precristianas, en tanto que

33 McFARLANE Anthony. Colombia antes de la Independencia. Bogotá, Banco de la República/El Ancora Editores, 1997.34 WALKER, Charles F. “Civilize or Control?” The Lingering Impact of the Bourbon Urban Reforms”, en ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal et JACOBSEN Nils.Political Cultures in the Andes 1750-1950. Londres, Duke University Press, 2005.

19

irracional y herético. El final del siglo XVIII está marcado de

varias revueltas que, de uno u otro modo se relacionan o fueron

reacciones a las modificaciones ilustradas de la casa de los

Borbones.35 En general, es una época en la que las tensiones salen

a flote de maneras más visibles, provocadas por los cambios de

ejecución del poder, reajustes fiscales y presiones culturales.

Asimismo, la revolución acaecida en Francia en 1789 que trastocó

las bases tradicionales en dicho país alertó las autoridades y,

como prevención, España se volcó hacia un híbrido de

tradicionalismo y racionalismo, que algunos llamaron el despotismo

ilustrado. Éste era en términos generales el contexto de España y

sus colonias a finales del siglo XVIII y principios del XIX y, en

grueso, lo que configuraba las discusiones sobre los recursos y

las costumbres, sobre lo deseado y lo permitido en términos de

comportamiento. Es, en una visión amplia, una tensión entre

opresión y libertad: ¿cuánto exigir del súbdito como Soberano y

cuánto ceder en cuanto a libertades y relajamientos? Desde una

perspectiva sociológica podemos encontrar la tensión entre

obediencia y legitimidad. En una sociedad de antiguo régimen, o de

35 Dentro de las obras más representativos se encuentran las de O’PHELAN GODOY, Scarlett. Un siglo de rebeliones anticoloniales: Perú y Bolivia, 1700-1783. Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos, 2012, y PHELAN, John Leddy. El pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia, 1781. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980.

20

transición como la colonial de principios del siglo XIX la

legitimidad era una transacción simbólica, una operación de

obligaciones por beneficios constante que garantizaba la adhesión

voluntaria, más no definitiva del súbdito, como lo diría Max

WEBER. Era una transacción que producía hidalgos, otorgaba

encomiendas, garantizaba alianzas o aliviaba gravámenes fiscales.

Igualmente, esta transacción comprendía la operación de lo

“justo”, que se obtenía por la diferencia de los valores entre lo

obtenido y lo cedido. Era una negociación casi cotidiana en la que

el súbdito sometía el cumplimiento de una regla a través de la

evaluación de su justicia. Este poder de negociación nos permite

acercarnos a la relación directa que tenía un sujeto con la

oficialidad y cómo se asumía ante la autoridad.

Aunque no se está queriendo decir que se cuestionaba la soberanía,

esta operación sí representa un filtro mediante el cual se evalúan

y aceptan –o no- las reglas legítimas sin desconocer la autoridad

del Rey. Pero esta operación no era individual pues también

intervenían funcionarios, y súbditos, nobles y plebeyos, etc. Es

acá en donde entramos a observar a las celebraciones y festejos

populares, como terreno ambiguo que involucra la tensión entre

opresión y libertad: alivia tensiones y provoca desórdenes. Es

21

necesario limitar estas celebraciones que pueden devenir una

revuelta, sin sofocarlas totalmente por miedo a una especie de

memoria colectiva que recuerda un peligro potencial. Es, por ende,

materia de perpetua regulación, de continua negociación. En estos

términos observaremos estas manifestaciones, como un espacio

liminal entre concesión y represión para acercarnos, a través de

las mismas, al estudio de la relación de los sujetos con el poder,

su aceptación y sus estrategias de negociación. La constante

analítica acá será la justificación, el conjunto de argumentos que

se esgrime posteriormente a la consideración de la amenaza de una

revuelta. Esa amenaza es común, como se verá, y es de los primeros

argumentos del arsenal justificativo.

En cuanto se evoca la fiesta es notable percibir al carnaval como

arquetipo y modelo de celebración, casi como constante festivo

dentro de las diferentes culturas. Es, como lo llamaría ARBOLEDA

la religión universal,36 vestigio de un culto antiquísimo o muestra

de las resistencias a las imposiciones culturales y a las

relaciones asimétricas de poder. La concepción del carnaval que

hacen sus estudiosos lo sitúan como el liberador de las tensiones

sociales que se van acumulando. El carnaval, por tanto, marca el

36 ARBOLEDA MORA, Carlos. Paganismo y cristianismo en las fiestas colombianas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2012: p. 17.

22

inicio y el fin de un ciclo, un espacio liminal en el que se

renuevan las fuerzas sociales. En este sentido, el carnaval se

relaciona con el poder temporal, pero también al mundo espiritual,

en especial a la simbología religiosa del cristianismo y anterior

al él mismo simultáneamente: “El carnaval tradicional sólo se

entiende en relación con la cuaresma, pues es lo contrapuesto a

él: ayuno, ascetismo, control. La cuaresma da sentido al carnaval.

En una sociedad laica donde la cuaresma perdió sentido, también lo

pierde el carnaval. Esta es la reflexión que lleva a Baroja a

concluir que el carnaval ha muerto”.37 Se podría pensar en una

indisociabilidad del mundo de las fiestas en el plano cultural y

religioso. Pero el carnaval, al ser una manifestación humana, está

sujeto a las circunstancias y, por ende, al cambio.

Lo que nos pueden decir las manifestaciones populares –como las

fiestas, ferias, carnavales, entre otras-, varía según el enfoque

con el que se observe. Sin duda, estas manifestaciones son un

elemento que nos muestra varias aristas de una sociedad, en

especial de una altamente burocratizada como la sociedad colonial

española. Estas manifestaciones van más allá de lo meramente

simbólico o ritual (que es igualmente trascendente) y evidencian

37 ARBOLEDA MORA, Carlos. Paganismo y cristianismo en las fiestas colombianas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2012: p. 35.

23

el funcionamiento no sólo de los aparatos burocráticos –cabildo u

organismos de discusión y decisión-, sino también de los vínculos

extra oficiales formados entre los miembros de estos organismos,

intereses, alianzas y rivalidades, entre otras cosas. En lo que

nos respecta, las manifestaciones culturales estudiadas nos

permitirán dilucidar esos vínculos e intereses que motivan la

realización y puesta en obra de las festividades.

Es precisamente esa puesta en obra, esa discusión y negociación la

que nos interesa y de lo que nos ocuparemos en las siguientes

páginas. Mediante la etapa previa a la realización del evento nos

percatamos de los intereses que se ocultan (muchas veces sin tanto

esfuerzo) detrás de las fiestas. Gracias a lo anterior, podemos

ubicar las fiestas y demás manifestaciones culturales en un plano

más “humano” en el que podremos observar sus dimensiones

materiales. Seguro, el carnaval y las fiestas contienen un

significado simbólico poderoso, no sólo en su ritual, sino en su

reflejo de las estructuras de poder e incluso de las resistencias

culturales. Sin embargo lo anterior no es el centro de nuestro

trabajo; nos concierne la etapa de realización en la cual

percibimos una negociación de los criollos con el poder bajo unas

circunstancias específicas.

24

Desde el mismo momento en el que un sector asume la defensa de

algo que llega a ser definido como “tradicional” nos advierte de

una especie de conciencia de normalidad, de algo que se respeta al

menos por la fuerza de la repetición, que lo ha vuelto tradición.

Y es precisamente en un contexto particularmente poco compatible

como lo es el de las reformas borbónicas que nos compete analizar

estos conflictos y las discusiones pues son estas últimas las que

nos permiten reconstruir un racionamiento lógico para argumentar

una causa, en este caso, la puesta en marcha de fiestas, etc. Es

claro que este impulso borbónico hablaba en función de la razón

(limitada, si se quiere) y el desarrollo material y económico de

la Metrópoli y sus provincias; por lo anterior dijimos que las

fiestas, y demás manifestaciones podrían desencajar al menos

parcialmente del discurso reformista. Sin embargo, este

vocabulario de la reforma era tomado en un doble sentido. Es por

lo anterior que resulta interesante ver cómo los argumentos a

favor de las festividades a veces aprovechaban la misma lógica

reformista y se sustentaba bajo los mismos términos y necesidades.

Es de esta manera que simultáneamente se brinda un punto de

referencia relativamente estable para negociar ciertos puntos y

beneficios ente diversos estamentos y el Estado. Y es al seguir

25

estos casos puntuales que podemos observar esta dinámica de

negociación.

Es precisamente cuando estos miembros del cabildo recurren al

lenguaje reformista que se escapan algunos visos de las

motivaciones que tenían para levar a cabo los eventos estudiados.

En sus estrategias de argumentación se deja ver su conocimiento

del poder y del aparato burocrático. Asimismo, esta negociación y

contacto con el poder para dialogar sus términos deja en evidencia

la forma en la que estos individuos se adaptaban al contexto, en

este caso a las reformas borbónicas. Los criollos en sus tácticas

de negociación –efectivas o no-, evidencian su conocimiento de las

necesidades o directrices del Estado español y las incluyen en sus

estrategias. Lo anterior nos incumbe no sólo para abordar la

dimensión de las fiestas y manifestaciones populares, sino también

para observar cómo un cierto estamento reintrerpreta las leyes y

mandatos centrales en función de sus intereses. Hasta acá suena

poco (innovador), si no miramos cómo muchas veces estos

estamentos, pertenecientes a las élites, incorporan en sus motivos

tanto elementos promulgados desde el centro (como la industria y

el desarrollo económico abogado por las reformas de corte

borbónico) y al tiempo incluían a sectores menos “cercanos” al

26

poder y sus ritos y tradiciones que, no en todas ocasiones ni

tiempos, eran avalados por el poder.

Y es en ese aspecto arriba resaltado en el que nuestro estudio

pretende cobrar sentido: en hallar una pragmática de la cultura,

una materialidad detrás de los ritos y las puestas en escena que

revelen el entramado de poder regional y el juego de redefinición

y negociación de las normas que mantenían con el centro. El

estudio de este fenómeno específico nos permitirá observar el

acercamiento entre diferentes estamentos para negociar ante la

Corona. Como una instantánea, estos eventos nos permiten observar

las alianzas en una sociedad que se pretendía altamente

sectorizada, sea en castas, razas o como se quiera. Si bien el

repentino respaldo de los criollos blancos puede interpretarse en

términos de paternalismo, o de mero interés, es innegable que la

preocupación de sacar adelante las “tradiciones populares” en un

marco restrictivo sugiere una realidad más compleja de lo que

puede parecer a simple vista. Lo anterior sin negar las otras

posiciones al respecto, donde un sector miraba con recelo estas

actividades y manifestaciones por el posible peligro que

representaba o, del otro lado, por la fuerza de la costumbre.

27

Pero también nos compete observar la negociación del permiso de

actividades ilícitas fuera del contexto de la fiesta o el

carnaval. Es de remarcar que no todas las actividades tenían

cabida en el marco de las celebraciones, ni eran siempre las

mismas las permitidas. En un carnaval podría haber licencia para

los juegos de azar mientras que en el siguiente podrían estar

prohibidos. A este respecto nos fijaremos en el nivel de

involucramiento de los funcionarios. Dado que estas actividades

contaban a todas luces de una menor aprobación que las fiestas

como tal, resulta extremadamente interesante ver las posiciones

asumidas y los argumentos esgrimidos por aquellos que defendían

este tipo de eventos.

28

2) Beneficio material o salvación de las almas: La fiesta de

toros de San Bernardino de Bosa

El caso de los toros es algo complejo, pero conviene analizarlo en

cuanto nos muestra el dinamismo propio de las costumbres, el

cambio y la apropiación de actitudes. Inicialmente asociado con

una cultura señorial y ligado a las cortes y a las élites, los

toros sirvieron en España como muestra de grandeza del hombre

sobre la naturaleza, al tiempo que su carácter noble generaba

distinción para las élites. En Europa las fiestas de toros

cumplían ese teatro del poder en el que la división de la fiesta

representaba la sociedad misma en su estratificación. Desde la

temprana edad media “estas celebraciones materializaban el modelo

jerárquico de la sociedad: los nobles participaban montando

caballos, simbolizando su papel de protectores de los peones

plebeyos. Más tarde, en las Indias, representarían la dominación

de los conquistadores sobre los nativos.”38 Sin embargo, “La

corrida de toros llegó a ser considerada como la parte galante de

38 JIMÉNEZ MENESES Orián. Devoción y fiesta. El arco iris de la paz en el Nuevo Reino de Granada, 1680-1810. Tesis de doctorado en historia. Medellín (Colombia), Universidad Nacional, 2013: p. 39.

29

todas las fiestas civiles y religiosas. Con ella se agasajaba a

los presidentes y a los obispos, se celebraba la coronación de los

reyes y las noticias del nacimiento de los infantes y con ella se

daba alegría al festejo de los santos patrones.”39 En el caso

latinoamericano, incluso, los toros no sólo perdieron esa

exclusividad a las élites, sino que se “popularizó” de tal forma

que la misma élite ilustrada la incluyó en sus críticas.40 Incluso,

en la etapa más reacia de la Ilustración española llegó a

prohibirse la celebración en forma pública y sólo con la muerte

del monarca Carlos III se volvió a establecer de manera pública.41

Estas fiestas estaban acompañadas de otras manifestaciones, como

bailes y desfiles y aunque se intentaron regular en el territorio

neogranadino, sus discusiones giraban más en torno hacia la

seguridad de sus asistentes42 que en el contenido mismo y su

proclividad a la subversión. Sin embargo, en el caso estudiado

resalta por el hecho que nos muestra esa discusión sobre la

moralidad de dichas fiestas y su conveniencia. Se plantea una

39 RODRÍGUEZ, Pablo. En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad, siglos XVII-XIX.Bogotá, UNAL, 2002: p. 114.40 VIQUEIRA ALBÁN, Juan Pedro. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida socialen la ciudad de México durante el Siglo de las Luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987: pp. 311-328.41 RODRÍGUEZ, Pablo. En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad, siglos XVII-XIX.Bogotá, UNAL, 2002: pp 117-119.42 RODRÍGUEZ, Pablo. En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad, siglos XVII-XIX.Bogotá, UNAL, 2002: p. 114.

30

discusión en la que una parte propone la prohibición gracias a la

perversión a las costumbres y otra la defiende desde un punto de

vista utilitario y beneficioso para la sociedad. Toda vez, la

discusión se da desde “arriba”, y los portavoces de dicha

discusión son miembros de la autoridad local y representantes del

Estado.

Un ejemplo concreto de estas discusiones no las proporciona el

pedimento de algunos funcionarios del pueblo de Bosa,

perteneciente al partido del mismo nombre, dentro de la

jurisdicción de la capitanía y gobernación de Santa Fe. El caso

expuesto a seguir nos muestra una municipalidad dividida en cuanto

los prejuicios o beneficios de las fiestas, en esta ocasión, la de

toros. Las fiestas de toros no eran generalmente mal vistas ni por

las autoridades ni por las éites criollas y, como cuentan varios

cronistas y costumbristas, eran más bien recurrentes en las

festividades de la capital del virreinato. De hecho, la llegada

del virrey Amar y Borbón en 1804 se conmemoró con corridas de

toros, y se prolongó durante días hasta que se enlazó con las para

ese entonces tradicionales carnestolendas de Santa Fe.43 Los toros

43 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 37-38.

31

era una era práctica corriente y estaba comúnmente ligada a las

festividades.

Pero para el caso que nos incumbe, hablar de una separación entre

cultura de élite y popular no satisface nuestro interés. Como

meremos en los casos estudiados, es desde la oficialidad, la élite

criolla la que enarbola una defensa de costumbres que podrían bajo

esa óptica reduccionista denominarse como popular. En el caso de

las corridas de Bosa, es el abogado protector de indios de Bosa,

Francisco Javier VERGARA quien demanda la prohibición de la fiesta

de toros en el dicho pueblo. El teniente de dicho pueblo, en

representación de “capitanes, alcaldes y demás” sustenta su

petición y declara en ese sentido sobre lo perjudicial que son

estas fiestas. Aunque el ataque de Luís de MELO, Teniente del

pueblo de San Bernardino de Bosa comienza de una forma casi

genérica, revela ciertos elementos interesantes que nos ayudan a

reflexionar sobre el lenguaje que utiliza; genérico al decir que

en estos eventos se observan “[…] la manifiesta y clara corrupcion

de las costumbres, pues en d[ich]as fiestas se ven y experimentan

accion[e]s tan agenas y extrañas del Espiritu de la Religion

Christiana […]”.44 En este apartado notamos inmediatamente el tono

reiterativo del reclamo. Sin embargo, a medida que continúa su44 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 149 r.

32

argumentación deviene más precisa y deja ver otros elementos. De

hecho, desde el preámbulo el Teniente asegura que todo resulta en

“[…] daños y malos resultos que provienen de d[ich]as Fiestasen las que p[o]r todo el tiempo que duran es perdido paranosotros por privarnos de nuestro trabajo []viendo notablesperjuicios en nuestros varvechos y Arados por ser el tiempo enque cultivamos nuestros campos los que quedan arrazados por elnumeroso [concurso] […]”.45

Con lo anterior, este teniente muestra que de cierta forma tiene

conocimiento de las preocupaciones del Estado. Por un lado deja

ver que la preocupación las fiestas dejan “deteriorada” la

economía. Más aun, su lenguaje revela este conocimiento al

conjugar dos elementos de cierta manera centrales dentro de las

preocupaciones de las autoridades: a saber, la producción de

bienes y los desórdenes públicos. Recordemos el orden

relativamente progresista de las reformas borbónicas para

establecer a España dentro del juego trasatlántico imperial y el

papel dado a la producción y circulación de bienes. Es más, como

veremos más adelante, la adopción y utilización de este lenguaje

era más bien frecuente y servía como herramienta argumentativa

utilizada en discusiones de diversos ámbitos. VERGARA y MELO dejan

manifiesta su oposición bajo el argumento que “(…) en ellos

reinaba la ociosidad, se abandonaban los arados y barbechos, los

45 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 149 r.33

campos quedaban arrasados por el numeroso concurso de gente y se

corrompían las costumbres”, como lo recuerda Yoer Javier CASTAÑO.46

Simultáneamente se destaca el carácter económico del daño causado

y simultáneamente el obstáculo que significa para la labor de los

indios. El trabajo se equipara con desarrollo y, al tiempo, con el

bienestar de quien lo realiza. Esto, al criterio de la parte que

decía representar al alcalde y capitanes del Cabildo del pueblo.

Resulta igual de interesante analizar el otro partido del asunto.

Mediante la vocería del propio corregidor del partido de Bosa Juan

José Narciso MALDONADO podemos advertir que la negativa a las

festividades no era asumida por la totalidad de las élites

criollas. En este caso, como se dijo, el Corregidor tomó la palaba

para defender esta polémica fiesta. Recordemos que no sólo las

fiestas de toros eran vistas con especial recelo, sino que en esta

época misma, gracias a la mirada reformista más las generalizadas

revueltas vividas en el pasado próximo hacían de los festejos en

general una materia delicada para las autoridades. Es por esto que

resulta pertinente la manera en la cual MALDONADO asume la defensa

de estas manifestaciones populares.

46 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica, N° 30, enero-diciembre 2005, Bogotá. Uniandes: pp. 133-134.

34

Es así como nos resulta útil revisar los argumentos de MALDONADO.

En general lo que afirma el corregidor, apoyado igualmente en el

testimonio del cura, es que durante el tiempo de las fiestas se

afectaba positivamente la calidad de vida de los habitantes de

Bosa y que los indios “[…] estos desiarian no que las huviera cada

año sino cada mes por las Utilidades que en ellas han reportado”.47

Estas utilidades se daban, según el corregidor, gracias al

arriendo de rancho, cabalgaduras y comercio de bienes en general

como semillas y alimentos. En últimas, lo que MALDONADO quiere

hacer inferir es que las fiestas son, por el contrario, benéficas

para los habitantes del pueblo puesto que “[…] ningun tiempo de

[p[]] han ganado mas plata los Yndios que en el de las Fiestas;

pues en tiempo muerto ganan a real y medio al dia y en tiempo de

fiestas hasta a peso en cada uno de ellos; estos son los daños que

a los Yndios se les siguen[…]”.48 Además, prosigue el corregidor

MALDONADO, al desenvolvimiento de las fiestas no se incurre en

ningún deterioro moral, sino “[…]que el haver las fiestas fuera un

acontesimiento honrroso al Publico y sin los daños que se

aparentan[…]” y que

Los curas de lo que se pueden quexar es de lo que dexan derecoger para las fiestas de Yglecia que finalisadas las de

47 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.48 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.

35

toros se hasen pues los curas salen a recoger limosna p[ar]aellas, y los que ban y no los yndios le sufragan [demas] querecojen hasta treinta y quarenta pesos; y quando no ha avidovesino o Yndio de Bosa que haga la fiesta del santo49; elforastero que hido le ha dado al cura el importe de ella[…].50

Cabría pensar al respecto que las fiestas como tal no portan

ningún tipo de peligro según la argumentación de MALDONADO. Son,

por un lado, beneficiosas para la economía local que se ve

impulsada momentáneamente por el comercio repentino de víveres y

las rentas extraordinarias en caballerizas y otros locales de

paso. Por el otro lado es, aún en el concepto del corregidor,

beneficioso para el espíritu y las buenas costumbres. El único

contratiempo que se desprende con respecto a las costumbres es

cuando las fiestas “temporales” entran en conflicto con las

fiestas religiosas. En palabras de MALDONADO, el inconveniente

podría surgir cuando los indios “[…] dexan de recoger para las

fiestas de Yglecia que finalisadas las de toros se hasen pues los

curas salen a recoger limosna p[ar]a ellas, y los que ban y no los

yndios le sufragan […]”.51

Lo que destaca de la defensa de MALDONADO de las fiestas, más allá

de reafirmar su inocuidad, es la manera en la que su argumentación

49 Aparentemente una de las razones para no permitir las fiestas era el conflicto entre fiestas religiosas y fiestas de toros.50 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.51 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.

36

transcurre todavía en los mismos términos de su contraparte. Las

fiestas además de ser nobles para el espíritu de los habitantes

son a todas luces del corregidor un estímulo para la producción,

el comercio y la economía en general. Si seguimos su argumentación

notamos que en primer lugar, destaca “[…] que las fiestas hechas

en Bosa Sólo han sido de Gravamen para el correxidor (quien no se

quexa) y no para los Yndios […]”,52 es decir, que los costos de la

preparación y puesta en marcha caían sobre él mismo y no sobre los

habitantes del pueblo. Llega a afirmar, como se vio, que los

habitantes desearían que se hicieran más frecuentemente. Los

criollos exponían criterios locales en términos globales;

ajustaban a sus intereses lo que les llegaba del centro: las

reformas borbónicas eran ajustadas a sus propias necesidades y,

aunque en general se necesitaba o se promovía un comercio

internacional, el criollo veía la necesidad de suplir sus propios

intereses, fortalecer sus redes, estimular el comercio en su

región. Recordemos que lo que planteaban las reformas era, en

general, fomentar el comercio desde el centro hacia las colonias,

así que de entrada la propuesta de generar una especie de

autosuficiencia, o de aumento en la producción no iba totalmente

de acuerdo con la concepción de desarrollo de los ministros

52 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: ff. 152 r. -152 v37

reales, puesto que podría obstruir la idea de dependencia de las

periferias hacia el centro. Sin embargo, los criollos no

pretendían entrar a competir con la metrópoli, sino generar un

excedente efímero para el autoabastecimiento. En todo caso, lo que

en el fondo se buscaba con las reformas era dotar de

competitividad los productos realizados en la periferia para poder

autoabastecer o intercambiar con los productos producidos en el

centro. De otro lado, ese mismo hecho que hubiese celebraciones y

carnavales es síntoma mismo de ese excedente que permitía tales

eventos.

Existe otro aspecto menos visible dentro de las palabras del

corregidor. Si seguimos su testimonio se desprende una sutil

crítica a los curas que se han ocupado de la parroquia del pueblo

y del adoctrinamiento de sus indígenas. Esta crítica se presenta

como una tenue queja al papel de los curas en el pueblo y su trato

a los indígenas. No es un señalamiento directo el del corregidor

puesto que aparece presumiblemente como una defensa a los posibles

testimonios en su contra o contra las fiestas. En su opinión, “[…]

los curas que han sido antes el que mas ha ovsequiado a los de

primera plana que han hido a las fiestas es dandoles un tarro de

Agua (ya se ve por que alli no se halla buena) y no otra cosa

38

[…]”.53 En efecto, en su testimonio MALDONADO deja ver que el

pedimento de impedir la fiesta de toros parte del cura pero que

esta petición debería ser desestimada por dos razones simples, 1)

porque el cura es nuevo y no conoce el estado del pueblo y porque

2) los curas no se han ocupado apropiadamente de los habitantes. Y

con lo anterior deja ver una crítica al estado del pueblo y al

descuido que se ha tenido; a lo más, el cura más generoso del

pueblo ha obsequiado un tarro de agua en una población donde el

agua no es potable. En grandes rasgos, según MALDONADO el pueblo

se ha descuidado y ni siquiera sus curas se han preocupado del

estado material de la población. Pero más allá de esta críptica y

prosaica crítica al estado de las cosas, nos compete resaltar el

paralelo que hace MALDONADO entre el estado del pueblo y sus

fiestas. Éstas deberían efectuarse por la simple razón que

contribuyen con el desarrollo del pueblo, puesto que promueven la

producción de vituallas, la pesca o el comercio, de la misma

manera que se captaba el dinero de los forasteros que asistían a

las fiestas y necesitaban alimentación, transporte y hospedaje.

Los indios alquilaban sus modestos ranchos a los forasteros para

que asistieran a las fiestas, como lo insinúa el corregidor:

53 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 r.39

[…]el Rancho o causa que no bale por pesos, lo han arrendadoen dote, por dies y seis pesos, las cabalgaduras que en otrotiempo darian en quatro reales por flote en aquellas han dadoen quatro pesos; la mantencion de viveros y semillas quebaldian en sumo cada dia algun nesesitado quatro reales lashan vendido en quatro pesos en cada un dia, en ningun tiempode p[] han ganado mas plata los Yndios que en el de lasFiestas; pues en tiempo muerto ganan a real y medio al dia yen tiempo de fiestas hasta a peso en cada uno de ellos; estosson los daños que a los Yndios se les siguen[…].54

En resumen, los curas no se han preocupado por los indios del

pueblo y es el propio MALDONADO quien se ha ocupado de promover el

desarrollo del pueblo al organizar y financiar las fiestas. La

contra argumentación de Juan José Narciso MALDONADO se centra en

desestimar rápidamente los presuntos perjuicios morales de las

fiestas y se centra en el beneficio comercial que éstas traen. Es

él como promotor de los faustos quien estimula el desarrollo del

pueblo y se preocupa por el bienestar material de sus habitantes.

Esta interpretación de MALDONADO nos aporta una visión un tanto

pragmática de las prácticas económicas y al tiempo nos permite ver

las complejidades de las relaciones de los funcionarios con el

poder. No era excepcional que un funcionario hiciera alusión a sus

servicios hacia el Estado durante su ministerio para recibir

beneficios. Esto podría discutirse en un sentido weberiano en el

que la obediencia está condicionada por la oportunidad.55 En otras54 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 152 v.55 WEBER, Max [1922]. Economía y sociedad. México, FCE, 2005: p. 171.

40

palabras, y para no ir más allá, en un sentido sociológico, la

obediencia respondía al interés que resultaba de ésta. Ocupar

cargos públicos era en sí mismo un servicio reditable que sumaba

privilegios al funcionario. Esto explica por qué los cargos que

representaban una carga económica para el funcionario eran

disputados entre los criollos. En efecto, el hecho de invertir del

bolsillo propio para las solemnidades del Estado se consideraban

incluso reembolsables de una u otra manera, sea material o

simbólicamente.56

En el caso de la fiesta de toros de Bosa previamente analizada

algunos elementos algo menos evidentes se pueden observar en esta

dirección. Por un lado está la afirmación de MALDONADO al respecto

de cómo financiar las fiestas representa un beneficio para la

comunidad del pueblo. Incluso, como vimos, los costos fueron

asumidos exclusivamente por el Corregidor (según él mismo). Más

aún en 1808, al término de su ministerio y al momento de pagar sus

deudas contraídas durante el mismo, el en ese entonces ex

corregidor MALDONADO expone las razones por las cuales debería

otorgársele un término de gracia para terminar de pagar. Aunque su

56 JIMÉNEZ, Orián. p.. 25. Al respecto puede verse también BÜSCHGES, Christian. “Urban public festivals as representations and elements of social order in colonial Ecuador” en: SCHOLZ, Johannes-Michael y HERZOG, Tamar, Observation and communication. The construction of realities in the Hispanic world. Frankfurt am Main, Vittorio Klostermann, 1997: p. 116.

41

primer argumento es de ámbito personal e involucra su débil salud,

no tarda en aludir a sus servicios prestados durante su función

pública. En efecto, para argumentar se le otorgue la moratoria,57

MALDONADO recurre al consejo de Fray José Antonio BOHÓRQUEZ,

boticario y presidente del convento y hospital San Juan de Dios

para que atestigüe sobre su condición, en la que, según el

religioso, “[…]hace tiempo he medicinado a Jose Maldonado de

varias enfermedades, y ahora hace mas de diez, y ocho días, que le

estoi asistiendo, y medicinando de una fiebre complicada, que aun

se halla bastantem[en]te en peligro de muerte y que qualesquier

desason, o pesadumbre q[u]e tenga le puede agravar dicha

enfermedad y morir, y que aunque salga de esta fiebre, necesita

mucho tiempo p[ar]a su restablecim[ien]to […]”.58 De cierta forma,

y como se verá a continuación, MALDONADO necesitaba de este

testimonio, dada la situación de su deuda.

Por otro lado, parece extraño el hecho de que el ex corregidor no

se concentre en sus méritos obtenidos por su función. Sin embargo,

durante su ministerio se contrajeron algunas irregularidades con

57 Moratoria: Espera concedida por el Rey, o sus tribunales supremos, paraque no apremien al deudor a la paga por tiempo determinado. Temporis prograto. Tomado de Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid, Viuda de Ibarra, 1803: p. 568.58 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. Tomo 95: ff. 733 r.

42

respecto al pago de tributos y de arriendos de tierras. Incluso,

el ex corregidor había acumulado deudas por funciones pasadas. Y

no sólo eso, también había acumulado un gran historial de deudas

privadas que no son especificadas en su naturaleza,59 pero que

incluso le habrían causado problemas de agravios e injurias con

otros vecinos.60 Finalmente, la moratoria por tres años fue negada,

al parecer por la acumulación de deudas y la naturaleza de las

mismas. No sólo debía MALDONADO una relativamente gran cantidad de

dinero con respecto a los tributos (cerca de seiscientos pesos),

sino que también en su ministerio anterior en otros pueblos.

Aunque inicialmente las autoridades parecen condescendientes a la

petición del ex corregidor, la situación se complica cuando le

piden que dé cuenta

[…] de las cantidades q[u]e recaudó de los arrendamientos delas tierras del resguardo del Pueblo de Usaquen, con respectoal ultimo año q[u]e sirbio d[ic]ho Corregimiento es precisoq[u]e dé cuenta con pago; y de no poderlo efectuar, secomprenda en la moratoria referida, la cantidad que resultadeber de la e[xpronada] recaudación,61

59 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Real Hacienda. Tomo 38, Funcionarios: Listado de deudas de Juan José Narciso MALDONADO.60 Como ocurrió en 1801 cuando el hacendado José BASTIDAS le reclamó de manera muy violenta el cobro de una suma, lo que devino en violencia física. Sin embargo las causas del “ultraje” permanecen poco claras ya que el propio demandante no las manifiesta explícitamente y dos de los tres testigos se niegan a declarar. A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. Tomo 21 : ff. 598-613.61 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. Tomo 95: ff. 735 v.

43

petición a la que MALDONADO no puede responder satisfactoriamente.

Si ya debía cerca de 600 pesos en materia de tributos por su

función de corregidor, se le abona a la deuda más de cien pesos

por cuestión de la por la liquidación pendiente de los

arrendamientos de las tierras de los resguardos de Usaquén.

Sin embargo el protector de indios Francisco Javier de VERGARA se

mantiene en su afirmación sobre lo nocivo de las fiestas en

diferentes aspectos. Sobre la afirmación de MALDONADO de las

fiestas como acicate de la economía dice VERGARA “[…]que las

utilidades q[u]e supone el corre[gid]or son muy limitad[a]s; p[o]r

q[u]e si es el arriendo de casas estas dentro del Pueblo no

alcansan a seis; Si p[o]r el flete de Cabalgaduras estas despues

quedan incerbibles p[o]r mucho t[iem]po ; Si por el despendio de

viveres, no hay otros q[u]e higo y pescado”.62 Además del poco

aumento en las ganancias que según VERGARA percibían los

habitantes de Bosa, se le suma las malas costumbres que esto

inducía y los vicios que provocaba tener una población con dinero,

puesto que, en palabras del protector de indios, “[…] si p[o]r el

aumento de Jornales en ello no portan otra utilidad q[u]e aumentar

con ellos sus embriagueces”.63 Un estudio de todos los puntos de

62 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 r.63 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 r.

44

vista se hace necesario para entender el desenvolvimiento de la

política. Se puede ver a través de todo lo que estamos analizando

que tanto el plano económico como el ritual y sus consecuencias

morales según los funcionarios Reales, parecen influir en los

argumentos del protector de indios. Efectivamente, parece

indisociable para VERGARA el detrimento moral y las consecuencias

en el espíritu de los indios a causa del ocio y los desórdenes y

borracheras, del perjuicio económico causado. Incluso, como se

alcanza a percibir, uno puede ser consecuencia del otro, puesto

que el aumento de los desórdenes, según este detractor de las

fiestas, afecta el tiempo dedicado al trabajo y a la recolección.

Dentro de la argumentación de VERGARA se puede ver una concepción

de la población general como una masa ociosa y peligrosa. Ociosa

por lo que se ha visto, puesto que si bien los réditos del pueblo

aumentan –de una forma muy mesurada, en concepto del protector-,

estos excedentes no sirven sino a facilitar las malas costumbres

de estos indios. En la opinión de este protector de indios,

paradójicamente, el más sensible daño lo recibían los vecinos y

circunvecinos hacendados “[…] porq[u]e siendo el tiempo de la

siembras el mismo de las fiestas no hallan peones p[ar]a el

cultivo de sus campos p[o]r estar todos inquietos con las

45

Fiestas”.64 Es decir, aún en la lógica de la argumentación

desarrollista, los daños son para los hacendados que se quedan sin

mano de obra durante el periodo de las cosechas.

Finalmente cabe anotar que la imagen general de las fiestas para

este protector de indios no era en general perjudicial por las

fiestas en sí mismas, sino por la gente que participaba en ellas.

Lo que se observa acá es que el protector propone no el veto

absoluto de las fiestas, sino su restricción; aparentemente las

gentes del pueblo de indios de Bosa no son las indicadas para

participar en este tipo de manifestaciones que

si solo se formara el concurso de las personas nobles y

honrad[a]s sin duda q[u]e d[ich]as fiestas serian de un

entretenim[ien]to honesto al público; y no una vace de

corrupcion en las buenas costumbres, un conjunto de

malignidades, de desordenes, de pecados publicos, y de

escandalos, los q[u]e son irreparables p[o]r el excesivo

concurso de la pleve, y gentes disoluptas […]65

En resumen, las fiestas no son para todos, hay gente más apta

[noble] para asistir y participar en las fiestas. Esta idea de

concebir y dividir la gente por su honorabilidad no es poco

64 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 v.65 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. Tomo 64: f. 154 v.

46

recurrente. Incluso, las fiestas y manifestaciones públicas y

populares era una forma relativamente eficaz de identificar o

transmitir los prejuicios basados en las características propias a

la clase, casta, estamento, raza, etc. La defensa que acá se hace

de esta fiesta particular nos muestra a un funcionario

comprometido con la defensa de dicha celebración. Sin embargo

omite una voz definitiva en el problema: los indios no tienen

cabida en esta discusión. El pleito se lleva a cabo en una esfera

que sólo incumbe a los funcionarios reales y que puede

interpretarse como un pulso entre su poder, lo que nos puede

llevar a pensar que el recurso no fue inicialmente levantado por

un sector indígena. Ambas partes se erigen como defensoras de los

intereses de los indios si realmente apoyarse en un testimonio

contundente que avale alguna de las posiciones. Cabría preguntarse

cuál era la relación con cada una de las partes de los indios del

pueblo y cuál era su actitud con respecto a las fiestas. Sin

embargo, la literatura no es concluyente y nos impide observar

este crucial aspecto.

Seguidamente podemos reflexionar sobre los intereses que llevan a

las partes a enfrentarse en esta instancia. El protector de indios

hace énfasis en las condiciones de los pobladores del pueblo durante

47

las fiestas y cómo peligra el orden gracias a las mismas. Para

VERGARA las fiestas pueden llegar a ser causa de revueltas y

desórdenes, ya que el público no es el deseado. Estas fiestas son

peligrosas por la masa ignorante que se divierte por la mera

satisfacción del exceso puesto que en un contexto caballeresco,

las mismas fiestas serían fuente de solemnidad y regocijo. Al

mismo tiempo su contraparte invierte la argumentación del

protector VERGARA pero utiliza los mismos elementos. Para

MALDONADO son las condiciones externas al tiempo de fiestas las que

no le son beneficiosas al indio. La fiesta es pues escape de una

realidad precaria. Las fiestas se convierten no sólo en escape

simbólico de los problemas cotidianos, sino en solución inmediata

a la pobreza cotidiana. Esto nos muestra cómo las dos partes se

enfrentan en un campo común en el que utilizan una misma lógica

con un mismo lenguaje. Finalmente, notemos que para los partícipes

esta discusión es un tema central no sólo por sus implicaciones en

el orden y la moral, sino por sus repercusiones en cuanto lo

social y lo económico, es un tema que atraviesa las diversas

esferas de lo público.

48

3) La fiesta justificada y la fiesta decretada: El carnaval y la

Jura de Santa Fé

En el siguiente apartado nos proponemos realizar un breve

contraste entre dos fiestas visiblemente diferentes desde su

concepción hasta su simbología. Se trata del carnaval y la jura.

En principio, la primera es una fiesta que se presume espontánea.

La segunda conlleva una dosis de autoridad, puesto que nace de la

necesidad de comprometer al súbdito bajo una ritualización del

49

poder. Bajo nuestra perspectiva seguiremos analizando las formas

de argumentar la realización de un carnaval que parece estar en

decadencia. En contraste, observaremos en el mismo año, bajo el

mismo cabildo, la puesta en marcha de la Jura al rey Fernando VII,

celebración que involucraba un compromiso cívico y político pues

se aceptaba voluntariamente la soberanía del rey y que se debe

realizar por orden de las autoridades. En ambos casos se pone de

manifiesto otros temas a lo concerniente al funcionamiento del

cabildo. Por un lado veremos las estrategias de negociación, a

través de los argumentos puestos en práctica para convencer a la

municipalidad para llevar a cabo el carnaval. Del otro lado vemos

cómo se organiza el mismo cabildo e incluso se disputan las

funciones para realizar la jura.

En seguida se realizará un análisis de la fiesta por antonomasia:

el carnaval. Nos centraremos en los argumentos para justificar su

puesta en obra, lo que nos servirá para dilucidar los motivos que

tienen las partes para poner en marcha o impedir una celebración.

Con lo anterior en mente, observaremos cómo se concibe y se pone

en marcha la misma política al discutir un tema que para algunos

puede llegar a ser banal. En efecto, el análisis de lo

anteriormente dicho nos permitirá apreciar cómo en esta época de

50

ilustración borbona, es difícil, sino impensable, disociar lo

cultural de lo político y lo económico. Debido a que no contamos

con descripciones precisas de las celebraciones, sí contamos con

la certeza de que no sólo los estamentos “de base” participaban,

ya que muchos criollos o funcionarios hacían parte sea de la

puesta en marcha o del comercio ocasional que ellas generaban. A

este respecto debemos aclarar que lo anterior será el nivel de

involucramiento que analizaremos, en cuanto tomaremos estas

manifestaciones y sus repercusiones en diferentes niveles. Todo lo

anterior con el objetivo de observar la justificación de un

carnaval que como mencionaremos más tarde, empezaba a marchitarse

y a despojársele de sus características propias.

A continuación observaremos un poco más a profundidad la manera

como las fiestas se limitaban para “dignificarlas” o, de cierta

manera, restringirlas a un público más “noble”, o menos volátil.

Si seguimos el caso mencionado del carnaval de Santa Fe, podemos

advertir una suerte de “descarnavalización”. En cierto sentido, y

como veremos seguidamente, el carnaval sufrió de una suerte de

significación y resignificación por parte de sus participantes y

de las autoridades que intentaban reducir su riesgo para el orden.

Es un juego en el que tanto los intereses locales, como las

51

costumbres (tanto la costumbre de realizar la fiesta, como las

“buenas costumbres”) se enfrentan y redefinen constantemente los

términos y contenidos del ritual.

Un ejemplo para ilustrar lo afirmado anteriormente nos lo

proporciona el hecho de que el cargo de alférez de la ciudad de

Santa Fe se encontró vacuo durante los años anteriores a 1808,

cuando se forzó una elección para este cargo para realizar la Jura

de Fernando VII como manifestación para rechazar la toma del poder

de Napoleón en ese mismo año.66 Si recordamos rápidamente este

caso, una inconformidad por parte del regidor Ricardo BENJUMEA por

la elección del alcalde de segundo voto Nicolás de RIVAS como

Alférez. BENJUMEA proclamaba que “le correspondia la regalía67 de

juras al Soberano”68 por su profesión. La jura tuvo que posponerse

por un breve pleito entre los miembros del Cabildo quienes, en su

mayoría, respaldaban a Nicolás de Rivas. En este caso se puede ver

claramente que, si bien este cargo representaba cargas económicas

para el funcionario, era en todo caso codiciado. Recordemos, como

nos lo relata CASTAÑO, que es el alférez quien en las “[…]

66 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Cabildos. Tomo 8: ff. 130-136.67 Regalía: Gages o provechos que además de su sueldo perciben algunos empleados en algunas oficinas. Tomado de Real Academia Española. Diccionariode la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid, Viuda de Ibarra, 1803: p. 962.68 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Cabildos. T 8: f139 r.

52

celebraciones que eran sufragadas por los alférez. Estos miembros

honorarios del Cabildo compraban el vino y la cera utilizados en

las ceremonias, y daban dinero para construir cosos para los toros

y tablados para la representación de comedias”.69 Sin duda, para la

sociedad colonial neogranadina las fiestas trascendían lo

meramente material, estaban dotadas de una simbología propia y

paralela al mundo “real”. No sólo los participantes se inscribían

dentro de un conjunto de reglas y roles que los ubican en un

espectro del mundo festivo y que, como muestra ELIAS, como teatro

del poder también reflejaba el mundo social.70 Pero también era una

forma de mostrarse dentro de la sociedad, de competir dentro de la

carrera del prestigio. Como dice ARBOLEDA para el caso del

carnaval renacentista,

hay un elemento posterior en el carnaval y es como medio deostentación de poder y de riqueza de las clases altas,especialmente en los carnavales renacentistas. Se trataba, através de la financiación de las fiestas y del lujo de laparafernalia, de mostrar el poder económico, social ypolítico de algunas clases dirigentes, como se puede ver enel carnaval florentino de los Médici. El carnaval es usadopara mostrar y asegurar el poder de las clases altas, quedejaban sólo migajas al pueblo raso. Se utiliza el carnaval

69 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica, N° 30, enero-diciembre 2005, Bogotá. Uniandes: p. 129.70 ELIAS, Norbert. La sociedad cortesana. México: Fondo de Cultura Económica 1982, p. 78.

53

como medio para mostrar poder, riqueza y prestigio a travésde la ostentación y la competición.71

En efecto, esto explica por qué estos miembros de la sociedad

estaban dispuestos a costear estos eventos, costosos y muchas

veces multitudinarios en los que debían distribuir bebidas,

comidas y muchas veces decorar parte de la ciudad. Es lo que

BOURDIEU denomina como el prestigio, un capital inmaterial que se

adquiere a través de los servicios simbólicos que les confieren

lugares privilegiados dentro de la sociedad.72 Pero también le

conferían un rédito más pragmático e inmediato, como intentaremos

observar en esta parte que sigue. El organizar fiestas era un

papel disputado dentro de los miembros del cabildo a pesar que la

imagen de las fiestas se encontraba en entredicho gracias a una

combinación de ilustración e ideas tradicionales recientemente

puesto en marcha por la casa borbona, y un acervo tradicional que

vigilaba la moral y la modestia y sobriedad en las costumbres. Sin

embargo el criollo, funcionario en su mayoría, interesado en

llevar a cabo estos eventos por uno u otro motivo, reinterpreta

71 ARBOLEDA MORA, Carlos. Paganismo y cristianismo en las fiestas colombianas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 2012: p. 40.72 BOURDIEU, Pierre. El sentido práctico. México, Siglo XXI Editores, 2008: p. 189- 204. Véase también al respecto BECHARA, Zamir. “Evolución de las fiestas en la Nueva Granada” en THESAVRVS. T 47. nº 2 (may-ago-1992) Bogotá, disponible en Centro virtual Cervantes, en línea http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/47/TH_47_002_151_0.pdf recuperado en octubre 2013, p. 391.

54

las leyes prohibicionistas y juegan en el mismo marco legal que

les proporciona el borbonismo ilustrado. Y esto visto bajo nuestro

objetivo de observar cómo, mediante la acción de legitimar el

transcurso y la puesta en marcha de las fiestas en general se

puede entrever la manera la cual el criollo se desenvuelve entre

el marco legal –que de una manera simplificada le oprime- para

utilizarlo a su favor. Es, para ponerlo de una forma sencilla, una

manera de ver cómo entra en tensión la obediencia del súbdito y lo

que éste consideraba como justo. La ley está ahí, se acata, pero

no siempre va de la mano de los intereses locales.

En el año de 1808 el abogado de la Audiencia José María CASTILLO,

con motivo de la petición de permitir la puesta en marcha de la

versión anual del carnaval de Santa Fe, propone continuar con la

tradición bajo un ambiente controlado, como por ejemplo, hacer los

bailes de máscaras en interiores (en teatros y casas) y los juegos

de azar supervisados, además de controlar el ingreso de los

participantes de las fiestas.73 Aunque esta propuesta se efectuaba

bajo un contexto específico, que era el peligro de repetir las

revueltas ocurridas en la ciudad en 1803 durante las mismas

fiestas, esta propuesta es referida por el mismo CASTILLO como una

necesidad de restringir el acceso a estas manifestaciones a sólo73 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. Tomo 4: f. 377 r.

55

los más nobles de la ciudad y sus periferias. Aparentemente esta

propuesta tuvo cabida y las versiones posteriores adoptaron estas

características.

El carnaval es, entre otros, un espacio donde se ponen de

manifiesto y de hecho se discuten temas sobre la organización

política y administrativa de la municipalidad. En el caso del

carnaval se empiezan a evidenciar ciertas quejas de los criollos

santafereños miembros del cabildo hacia funcionarios españoles. Un

ejemplo concreto es el del abogado de la Audiencia Josef María

CASTILLO (y miembro en varias ocasiones del Cabildo santafereño)

quien aboga por el uso de juegos, bailes y máscaras durante el

carnaval anual de la ciudad de Santa Fe en 1808. En dicha

petición, el abogado se queja de la actitud de algunos

funcionarios españoles y los acusa de haber “procurado inspirar

desconfianzas de un pueblo fiel, sumiso y pacato (…)”74 ante el

virrey. Al respecto se pueden reconocer dos elementos que serán

analizados más adelante:

1) El carnaval sirve, ante los ojos de este criollo para los dos

propósitos anteriormente expuestos. Es una válvula de escape,

a la vez que sirve para que sean controlados, y sus ánimos

74 Archivo General de la Nación A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. Tomo 4: f. 375 r.

56

contenidos.75 En ese sentido, no hay contradicción entre

dichas dos funciones del carnaval.

2) Las élites que encargadas de poner en marcha el carnaval

incluyen la participación “popular” (de las “gentes de

pueblos vecinos”) pero descarnavalizan el carnaval para

hacerlo ocurrir.76 Así, actúan como interlocutores de alguna

forma de las “clases populares” (las gentes de Egipto, barrio

notoriamente menos solvente recientemente anexado a Santafé).

Por otro lado, son los miembros del Cabildo que

descarnavalizan el carnaval en cuanto lo limitan en el

espacio, limitan su acceso, y develan la identidad de sus

participantes. Evidentemente, son éstas las soluciones

planteadas por los criollos para evitar los desórdenes

producidos durante los ya tradicionales festejos.

Las manifestaciones tradicionales y los juegos populares (que

involucraban a diferentes sectores de la sociedad colonial

santafereña, y defendidos grosso modo por todas las capas de la75 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. Tomo 4: f. 377 v.76 Recordemos que BAJTIN trata el carnaval de una manera literaria, a través de RABELAIS y DOVSTOIESKI, sobre este tema, véase la síntesis crítica que realiza FALCÓN, Ricardo. “Rituales, fiesta y poder” en Estudios sociales No. 18. Santa Fe (Argentina), Editorial Universitaria, 2000:, pp 89-92. En ese sentido es que hemos desarrollado el concepto de “descarnavalización”, en cuanto se le priva de esos elementos propios delcarnaval Bajtiano propiamente dicho, es decir, se le saca de esa esfera literaria, mágica y transgresiva.

57

sociedad) fueron perdiendo continuidad a través de las

negociaciones entre el poder y los involucrados en dichas

manifestaciones. Fueron los voceros, los criollos mismos quienes

fueron cediendo poco a poco en sus reclamos. De un lado, el

contexto de inestabilidad del imperio no permitía ser a los

criollos muy incisivos en sus proclamas por mantener el carnaval

como se venía haciendo. Por el otro, parece observarse un interés

de las élites de la ciudad por restringir dichas festividades,

intereses que se vuelven evidentes en la época republicana, cuando

se continúan con esas limitaciones sin la figura del Rey ante el

cual negociar.

De tal manera que el carnaval fue perdiendo sus características

insignia, como la a-espacialidad, la anonimidad, el vértigo, el

azar o la espontaneidad. Pasó a ser controlado y los portavoces

fueron cediendo cada vez más hasta el punto de llegar casi a

privatizarlo, como puede apreciarse en descripciones posteriores,

ya hechas en la época republicana. Por el otro lado, las

celebraciones cívicas fueron paulatinamente “profanándose”, en el

sentido en el que transcurrían otras formas de festejo además de

la ritualidad planamente monárquica que se pretendía. Recordemos

que, como lo expresa acertadamente VELASCO, el conjunto de

58

símbolos de la jura representan al Rey o al príncipe heredero.77

Sin embargo, otros aspectos se daban de manifiesto. Esos aspectos,

se sostendrá, acercan la jura (en su práctica) al carnaval.

Carnaval y Jura en una misma dimensión

El espacio simbólico de la Jura trasciende lo meramente político o

administrativo (del acto de Jurar al nuevo soberano) así como el

espacio del Carnaval y la fiesta popular va más allá de lo

tradicional o de las costumbres y muestra una dimensión en la que

lo político se cuela de forma tácita. En este último caso esa

dimensión se observa desde la organización misma de las fiestas.

Son los interlocutores criollos quienes ponen sobre la mesa el

interés de contar con ciertos elementos expresamente prohibidos

(como la utilización de máscaras o los juegos y bailes públicos) o

vistos con desconfianza por las autoridades (como los juegos y

apuestas) durante los carnavales o festejos populares. Por el otro

lado, no son aislados los casos en los cuales se denuncian la

presencia de elementos ajenos a las juras, como esos mismos

juegos, apuestas, bailes, etc., incluso durante la jura del

cautivo Fernando VII. Como lo narran MÍNGUEZ y RODRÍGUEZ, hubo

77 VELASCO PEDRAZA, Julián. “Celebrar el poder. Juras y proclamaciones en el Nuevo Reino de Granada” en JIMÉNEZ, Orián, MONTOYA, Juan David [Eds.] Fiesta, memoria y nación. Ritos, símbolos y discursos, 1573-1830. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2011: p. 110.

59

también en la jura fernandina de 1808, máscaras y toros.78 Con esto

se quiere poner a estas dos manifestaciones aparentemente

disímiles en una misma dimensión del festejo. No se pretende negar

las obvias diferencias entre unas y otras sin embargo, las

prácticas que abarcan (de una u otra forma) son asumidas

similarmente durante su transcurso y su puesta en escena.

Sin embargo, las acciones de las élites criollas al negociar los

elementos del carnaval de 1808 no pueden interpretarse

exclusivamente bajo un marco de voluntad de inclusión de las

“capas populares” de la población. Los miembros del cabildo de

Santa Fe al negociar la participación de las poblaciones vecinas y

de los barrios “humildes” están simultáneamente negociando su

propio poder local. En primer lugar, son los mismos criollos

quienes reconocen la función de relajación de las tensiones

sociales de las fiestas

de modo [que] ya hay una especie de costumbre autorizada,q[ue] halló establecida V[uestra] E[xcelencia], y q[ue] en sufeliz gob[ier]no ha continuado; p[o]r q[ue] esta visto q[ue]esto es lo que mas distrae a las gent[e]s de todas las clasesy condicion[e]s, y lo q[ue] fasilita la concurrencia, q[ue]

78 MÍNGUEZ CORNELLES, Víctor y RODRÍGUEZ MOYA, Inmaculada. “Cultura simbólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a la proclamación de Fernando VII (1808)” en Revista CS No. 9, enero–junio 2012. Cali, Colombia, ICESI: p. 137.

60

al mismo t[iem]po q[ue] fomenta la divercion, distrae a todosde otros vicios y desordenes.79

Este comentario en esta altura de la petición es algo

contradictorio y al tiempo amenazante. La petición para que

vuelvan las máscaras en las fiestas y carnavales se realiza en un

marco de superación de disturbios anteriores en otras fiestas

ocasionados por enmascarados. De igual manera, ese comentario

refleja la inestabilidad de las gentes santafereñas y aledañas.

José María CASTILLO (quien es quien realiza la petición a nombre

del Cabildo de Santa Fe) con estas palabras o reconoce el poder

relajador de las fiestas, o amenaza sobre la inestabilidad de la

población. En todo caso, establece como necesaria la ocurrencia

del carnaval como de habitud se ha tenido.

En lo concerniente al carnaval santafereño nos hemos basado en

gran parte en el documento previamente citado que trata sobre la

petición de Josef María CASTILLO a nombre del Cabildo para

permitir los juegos y máscaras en el carnaval santafereño. Debemos

reconocer las limitaciones de dicho documento en cuanto su

intencionalidad y quién lo escribe. Sin embargo, el mismo nos

permite observar cómo una fiesta “cíclica” como el carnaval anual

es transformada conforme a los sucesos particulares y el entorno

79 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T. 4: f. 377 v.61

en el que se desarrolla. La tradición y la continuidad de fuerza

de la costumbre son invocadas. Sin embargo, como lo muestra ese

siguiente documento que se presentará, la fiesta no siempre es la

misma. En esta ocasión se le suma el festejo para “ celebrar las

victorias de n[uest]ras armas en la America del Sur”,80 es decir la

victoria criollo-española en el puerto de Buenos Aires sobre los

ejércitos británicos son sumados a las causas del festejo. No hay

que dejar de lado que, como lo argumentan los miembros del

Cabildo, las razones principales para llevar a cabo los juegos de

máscaras y de azar en el carnaval santafereño son 1) la tradición

(pues es como se acostumbra todos los años) y 2) la fidelidad y

docilidad de dicho “pueblo” (refiriéndose al establecimiento, a la

ciudad, más no a sus gentes). Así, el documento es una petición al

señor Virrey de permitir los juegos y máscaras en el acostumbrado

carnaval de febrero en la capital del Nuevo Reino de Granada, lo

que nos induce a afirmar que dicha celebración estaba limitada

pero no prohibida.

Asimismo, el documento hace alusión a ciertos disturbios de

enmascarados algunos años atrás. Al parecer, en el año de 1803

hubo una especie de revuelta, o desórdenes fuera del contexto

feriado, que llevaron a las autoridades a prohibir las máscaras.80 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T 4: f. 376 r.

62

Sin embargo los miembros del ayuntamiento santafereño afirman que

en años siguientes a los disturbios el carnaval se siguió

viviendo, aunque se tomaron precauciones, como hacer los bailes de

máscaras en interiores (en teatros y casas) y los juegos de azar

supervisados.81 Desde acá podemos observar el proceso de

“descarvalización” previamente sugerido. De igual manera, la misma

petición permite imaginar el carnaval santafereño con dichos

elementos festivos propios del carnaval como el uso de máscaras y

del espacio público, y no como eventos aislados y de participación

restringida. De lo que menciona CASTILLO se puede inferir que

estas fiestas tenían una participación relativamente masiva y que

no sólo participaban algunos criollos de Santa Fe, si no además

muchas “gentes del campo”.

Gran parte del documento se centra ya sea en determinar las

condiciones mediante las cuales pueden llevarse a cabo bajo

control los juegos y bailes de máscaras o en desprestigiar el

concepto del Síndico Procurador General de prohibir dichos

eventos. Resulta interesante del documento el lugar que se le da a

“la provincia” (llamada acá como “el campo”) y al barrio popular

de “Egipto” en estas celebraciones periódicas. Aunque el cabildo

era constituido por “vecinos ilustres” de la ciudad, resulta en81 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T 4: f. 377 r.

63

una primera instancia asombroso, por decir lo menos, el papel que

estos reconocidos santafereños le dan al “campo” y al

relativamente nuevo y popular barrio Egipto. Sin embargo, esto

parece confirmar esa esencia policlasista del carnaval y el

contacto entre los diferentes estamentos de la sociedad colonial,

inducidos por la celebración. Pero no hay que llegar muy lejos en

estas afirmaciones. Si bien la presencia de las capas “bajas” de

la población (en oposición a las notorias élites urbanas, criollos

y comerciantes miembros del cabildo), un complicado juego de

poder.

No obstante, varios aspectos resaltan la importancia de esta

fuente. Primero, el lugar de la tradición para que se lleve a cabo

el carnaval. Tal parece que la realización de la celebración no se

puso en cuestión, sino sólo ciertos elementos que se veían como

propicios para generar desorden. Segundo, la forma en que se

incorporan nuevos elementos, en este caso políticos, como la

victoria de la armada rioplatense en el sur del continente. El

especio del carnaval es, por tanto, celebración de actos mundanos

y remotos. En suma, hay que recordar que en estos años la

sensación de inestabilidad política rondaba por el Imperio y sus

colonias. Este documento se redactaba sólo unas semanas antes de

64

la toma como prisionero de Fernando VII ante la invasión francesa

en España. Tal vez por esta razón los miembros del cabildo

exaltaron como razón de la puesta en escena de esta manifestación

la celebración del “feliz suceso de n[uest]ras armas en Buenos

Aires”.82 Pero esta exaltación de la fidelidad del súbdito

santafereño contrasta con la leve amenaza en la que reposa la

justificación del carnaval. Recordemos que CASTILLO antes de

resaltar la docilidad de las gentes del pueblo, recuerda que esta

diversión les significa una liberación necesaria de sus tensiones

y “los distrae de otros vicios”. Sea como real expresión

“patriótica” del sentimiento español, o como excusa para

justificar su realización, la incorporación de nuevos elementos da

cuenta de la adaptabilidad de la fiesta y el juego. De cierta

forma, su inevitabilidad se explica por ese constante juego de

cambio y adaptación que, a su vez, se incrusta en la tradición. Es

pues, cultura misma, es tradición mutable que busca los espacios

para sí misma. Lo anterior se profundizará no sólo con los

elementos acá explorados, sino también a través de los otros

documentos que nos dejan ver un juego más estrecho entre los

poderes políticos del cabildo y representantes del Estado central

(funcionarios, alcaldes, regidores, procuradores, Alféreces,

82 A.G.N. (Bogotá). Archivo Anexo. Historia. T. 4: f. 378 v.65

etc…). También la participación de diferentes sectores de la

sociedad, ya sea en el plano de los intereses (como puede

percibirse en este documento) o en la fiesta misma.

No sería descabellado pensar en un estímulo del comercio

minoritario de alcohol e incluso de insumos para la fabricación de

disfraces y máscaras. Incluso durante las fiestas más solemnes

como las juras de lealtad al rey, el consumo de alcohol, alimentos

y los bailes, música, juegos y apuestas tenían lugar. Es posible

que estos festejos pudieron haber generado una fuente de ingreso

extra y que el interés de promover estas manifestaciones fuese,

además de seguir con la tradición, el de acrecentar las ganancias

de las pulperías y obrajes.

De otro lado, contamos con otros relatos a los que debemos poner

mucha atención y tratar con cuidado. Se trata de los cuadros de

costumbres escritos ya desde una perspectiva pos independentista,

en el sentido en el que fueron escritos después de las

revoluciones de emancipación. Estos cuadros hay que tratarlos con

cuidado, puesto que la mayoría de las veces tienen la clara

intencionalidad de crear una literatura propia de la élite, en la

que muchas veces se hace mofa de las costumbres “populares” y se

abogan por las costumbres más “civilizadas” (todo esto hablando,

66

desde luego, desde la perspectiva de los autores). En este tipo de

literatura se apela al recuerdo o a los relatos de terceros (casi

siempre un familiar de al menos una generación anterior) para

esbozar un retrato (a veces una caricatura) de estas

celebraciones. Esta literatura abunda durante el transcurso del

siglo XIX y contamos con autores como José CAICEDO Y ROJAS,83

Guillermo HERNÁNDEZ DE ALBA84 o Daniel ORTEGA Y RICAURTE.85

Debido a la escasez documental sobre las fiestas santafereñas,

procederemos a complementar nuestra visión por medio de esa

literatura anteriormente referida, con las precauciones necesarias

(es decir, sin dejar de lado la intencionalidad de “construcción

de élites” de ese tipo de escritos). Por ejemplo, estos relatos

coinciden en dibujar un “carnaval” metropolitano y sobrio, en el

que los vecinos de la ciudad de manera moderada disfrutaban de

bailes enmascarados fuese en residencias privadas o en lugares de

capacidad restringida, como una pequeña plaza o una callejuela, no

en los escenarios centrales de la ciudad, como se esperaría. En

ese sentido es que debemos tener cuidado con estas fuentes, pues

83 CAICEDO Y ROJAS, José. D. Álvaro, novela de costumbres, o sean cuadros históricos y novelescos del siglo XVI. Bogotá, Casa Editorial de Manuel Rivas y Cía, 1891.84 HERNÁNDEZ DE ALBA, Guillermo. Estampas santafereñas. Bogotá, Villegas y editores, 1988.85 ORTEGA Y RICAURTE, Daniel. Cosas de Bogotá. Bogotá, Editorial A. B. C., 1951.

67

contrastan con lo narrado en el documento que hemos analizado

previamente. En el caso de CAICEDO y ROJAS, por ejemplo, se narran

habituales desórdenes en las fiestas de San Diego, Egipto y La

Peña,86 las mismas que Josef María CASTILLO calificaba de dóciles y

“pacatas”. En efecto, según lo narra en su investigación Marcos

PÉREZ GONZÁLEZ, estas fiestas eran de las más tradicionales de la

ciudad durante las carnestolendas de febrero e, incluso, la de La

Peña conmemoraba la erección de la iglesia de la ciudad en el

siglo XVI.87 En el mismo sentido de mostrar las fiestas

tradicionales santafereñas escribe ya en la segunda mitad del

siglo XIX José María CORDOVEZ MOURE, aunque hace un recorrido por

el siglo anterior del que escribe.88

Es la puesta en obra la que empareja estas dos celebraciones.

Tanto el carnaval como la jura muestran esas triquiñuelas del

poder regional, así como la maquinaria del cabildo, cómo funciona

y cómo ponen en marcha un proyecto. Evidentemente, durante los86 ORTEGA Y RICAURTE, Daniel. Cosas de Bogotá. Bogotá, Editorial A. B. C., 1951: pp. 13-15.87 GONZÁLEZ realiza el que a nuestra consideración es el estudio más global sobre las fiestas santafereñas, en especial del carnaval y carnestolendas, aunque algunos de los documentos acá utilizados y centrales para nuestro estudio no figuran en su investigación. Véase en general GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Bogotá, Intercultura, 2005.88 CORDOVEZ MOURE, José María. Bailes, fiestas y espectáculos en Bogotá. Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2004. Para el tema especial de las carnestolendas y las fiestas decimonónicas, tanto coloniales como republicanas, véase pp. 73 y ss.

68

festejos hay elementos que los emparentan más, en ambos hay

juegos, bailes e incluso, en ocasiones, máscaras y bebida.

Recordemos que más allá del motivo del festejo, “La fiesta busca

maravillar a través del decorado de las calles, con tapicerías,

arcos, flores, telas de mil colores, a través de los juegos y los

certámenes que llaman a un numeroso gentío que se da cita en

plazas y calles. Toda la ciudad participa en las fiestas, y al

bullicio de esta formidable concurrencia se suma el de la música,

los petardos y las “invenciones del fuego”.89 Sin embargo es

durante esta planeación que podemos observar su forma de operar e

incluso las tensiones dentro del mismo. Lo anterior es claramente

observable en la jura fernandina de 1808. En el documento de la

jura mencionada se expone desde el principio la falta de un

alférez real que lleve a cabo la jura. Se escoge al alcalde

ordinario de segundo voto Nicolás DE RIVAS para este cargo y se

conviene el 11 de septiembre de 1808 como fecha de la jura. A

seguir se reproduce una sesión del cabildo seguida de una réplica

del Regidor Decano, Fernando BENJUMEA, que fue resaltada

anteriormente sobre la demanda de las regalías por parte de

89 ALVARADO TEODORIKA, Tatiana. “De las fiestas que destaca Fray Diego de Ocaña en su relación. La plaza como epicentro de la celebración” en La fiesta. Memoria del IV Encuentro Internacional sobre Barroco, Pamplona, Fundación VisiónCultural/Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2011, pp. 279-287 (edición digital a partir de La Paz, Union Latina, 2007). Disponible en http://dspace.unav.es/dspace/handle/10171/18397

69

BENJUMEA y su petición por ocupar el cargo de alférez. La jura se

pospuso debido a una discusión entre los cabildantes que

respaldaban mayormente a Nicolás de Rivas. Directamente se puede

entender que, más allá de lo simbólico que represente el detentar

el cargo de alférez, el que el Regidor demande la regalía es

sintomático de que el problema se está tratando de manera

aparentemente más directa, sin desviar mucho la justificación –que

tradicionalmente implicaba una larga apelación a la lealtad del

Rey y los servicios prestados a la Corona- del porqué merece el

cargo sobre los otros miembros del cabildo. Este tipo de

sutilidades son percibidas durante el pleito, en el que, ya sea

consciente o inconscientemente, la figura del Rey aparece no tanto

para justificar una merced o un beneficio pedido a la Corona, sino

de manera menos directa. Evidentemente, es de esperarse que el

tono no cambie radicalmente, pero este tipo de cambios, de peleas

“más mundanas” y menos protocolarias parecen ser más visibles.

Además es de notar que el cargo de alférez genera un ingreso

material suplementario, además de lo simbólico, como lo reclamaba

Fernando BENJUMEA. Finalmente, cabe destacar la ausencia de

alférez en una ciudad que celebraba anualmente un carnaval. Veamos

que la organización de la jura permite poner de manifiesto las

inconformidades de los miembros del cabildo, como BENJUMEA, que se

70

veía perjudicado debido que no se sentía recompensado por las

labores que cumplía. En ese sentido, sus servicios al Rey

condicionaban su lealtad, en cuanto se esperaba a cambio otro

beneficio.

La jura de Santa Fe, según es narrada en los documentos oficiales,

ocurrió con tal solemnidad que las gentes expresaban de viva voz

su fidelidad al Rey Deseado, y rechazaba al invasor ejército

francés. Esto narrado en un documento oficial, con la intención de

ser enviado a la junta central en España. No sería la primera vez

que después de esto se iniciaran juegos y bailes muy similares a

los del carnaval.90 De hecho, con motivo a la llegada del virrey

Antonio Amar y Borbón en 1804 la ciudad de Santa fe preparó un

recibimiento en el que se incluyeron máscaras y bailes.91 Como lo

narra CABALLERO,

El día 29 se comenzaron las fiestas reales por el recibimientodel señor Amar, a las que vino infinidad de gentes de todas

90 VELASCO PEDRAZA, Julián. “Celebrar el poder. Juras y proclamaciones en el Nuevo Reino de Granada” en JIMÉNEZ, Orián, MONTOYA, Juan David [Eds.] Fiesta, memoria y nación. Ritos, símbolos y discursos, 1573-1830. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2011: pp. 112-113. En este sentido, véase también GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. “Las juras borbónicas en Santa Fe” en Revista Memoria, Segundo semestre de 1997, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1998: pp. 55 y ss. También para reforzar ese aspecto, véase CARRILLO, Magali. “Comienzos de una desilusión: noticias públicas y lealismo. NuevaGranada, 1808” en Historia y sociedad, N 21, Medellín, Julio diciembre de 2011: p. 100, nota al pie 12.91 GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Bogotá, Intercultura, 2005: p. 82.

71

partes. El día 30 hubo toros de rejón, y a la nocheiluminación y se echó un globo; el día 31 lo mismo: toros y ala noche se echó otro globo.

Febrero. A 1° toros, a la noche iluminación y fuegos de todasclases y músicas. El día 2 fue el primer baile de máscaras quese dio en el coliseo, y bailaron los señores virreyes. Eracosa digna de ver la diversidad de figuras tan extrañas quesacaron, que parecía otro mundo u otro país. Estos bailesduraron cuatro noches, dirigidos por el oidor Alba. A 6 seconcluyeron las fiestas reales, martes de carnestolendas.92

Este recibimiento dedicado al virrey nos ofrece la oportunidad de

observar diversos aspectos ya mencionados, además de aportarnos

descripciones lo suficientemente completas para formarnos una

imagen de estas festividades. La descripción recién aportada por

CABALLERO es un buen comienzo. Como él mismo lo recuerda, él

participó en varias fiestas. Incluso, su profesión de comerciante

le beneficiaba en este tipo de eventos, ya que importaba y vendía

géneros93 de Castilla y él mismo viajaba de villa en ciudad para

comercializarlos.94 Incluso, por medio de una deuda, adquirió una

pulpería el 30 de noviembre de 1808 en una zona central de la

ciudad, sobre la calle Santa Clara a $700. Los antiguos

92 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 37-38.93 Género: La mercancía así sea de texidos, como de drogas con que se trata y comercia. Tomado de Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Quarta edición. Madrid, Viuda de Ibarra, 1803: p. 403.94 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 60.

72

propietarios adeudaban $500 a don Tadeo Martínez, pulpero de la

plaza,95 medio natural donde transcurrían las apuestas,96 aunque

éstas estuviesen prohibidas.

Quizás una de las más descriptivas imágenes de la fiesta al virrey

nos la brinda Pedro María IBÁÑEZ. Como él lo relata,

Al finalizar enero, el pueblo obsequio nuevamente a losVirreyes con festividades públicas. Hubo toros de rejón,iluminación pública, fuegos de artificio y músicas. En losprimeros días del mes siguiente tuvieron lugar en el Coliseolos primeros bailes de máscaras, de carácter público, «ybailaron los señores Virreyes. Era cosa digna de ver ladiversidad de figuras tan extrañas que sacaron, que parecíaotro mundo u otro país. Estos bailes duraron cuatro noches,dirigidos por el Oidor Alba».

El Juez del teatro, Alba, dictó un curioso Reglamentodividido en treinta y cuatro artículos, que hizo publicar. Enestos bailes, ofrecidos por el comercio de la ciudad capitalal Virrey Amar ya su esposa, debían guardarse las siguientesprevenciones, dictadas por Alba y autorizadas por el Virrey.Los concurrentes no podían usar máscara en las calles, nifumar en las salas del Coliseo. Se bailaba minué, paspié,bretaña, amable, contradanza, fandango, torbellino, manta,punto y jota. Las demás danzas no eran permitidas. Había dosmúsicas que debían alternar. «Se dispondrán lascorrespondientes salas de cenar, refresco, licores y dulces,con los precios de estos comestibles y potables, para quecada uno pueda pedir lo que le acomode, y sepa su costo.»Para caso de algún accidente, había dos camas y facultativos.El artículo XI lo redactó así el Juez del teatro: «Habrá para

95 CABALLERO, José María. Particularidades de Santafé. Un diario de José María Caballero. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946: p. 49.96 OJEDA PÉREZ, Robert. “Abastecimiento de Santafé Antes de la independencia. A propósito de la tienda de Llorente” en Tabula Rasa, número8, enero-junio de 2008. Bogotá, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca: p. 161.

73

las necesidades humanas dos retretes destinados uno dehombres y otro de mujeres, y se prohibe absolutamente laentrada a ellos a personas de ambos sexos.»97

De nuevo se confirma la presencia de las fiestas de toros y

bailes, en una imagen que este criollo pinta como un cuadro

ilustre y noble, concurrido de gente notable y respetuosa en un

fausto elegante, sobrio y respetuoso de la moral.

Queda, para finalizar, un sin número de interrogantes que aparecen

a través de nuestras observaciones, pero que escapan de las

pretensiones de nuestro estudio. Resalta, por el interés

específico de incluir en la participación de las gentes de Egipto

en el carnaval. Este barrio contaba con sus propias fiestas con

música, toros y juegos también a comienzos del año. A modo de

hipótesis podemos sólo especular sobre las diversas redes de

comercio que funcionaban hacia el oriente de la ciudad: los

productos agrícolas entraban muchas veces desde Chipaque, Cáqueza

o Choachí, al oriente y terminaban para la venta al público en la

plaza de Egipto, las Nieves o en el mercado central de Santa Fe, y

muchos otros para ser distribuidos al menudeo para el consumo

diario en las tiendas y pulperías de la ciudad. Pulperías

localizadas en las fachadas de las casas de los notables de la

97 IBÁÑEZ, Pedro María. Crónicas de Bogotá. Volumen 11. Bogotá, Imprenta Nacional, 1915: pp. 230-231.

74

ciudad, que pagaban una renta a los propietarios, al cabildo o a

las comunidades religiosas para funcionar. Dichas redes solían ser

establecidas mientras se cursaban los estudios secundarios, pero

se profundizaban mientras se ocupaba un cargo burocrático o

administrativo.98 El mismo corregidor de Bosa, Juan José Narciso

MALDONADO, tenía intereses en Usaquén y Cáqueza, donde había

postulado precisamente para ser protector de indios.99 Así, el

problema que articula el conjunto de la investigación se encarga

tener en cuenta cuál es la relación entre las élites criollas, el

“pueblo” y el poder. En efecto, el barrio de Egipto contaba con

sus propias festividades que, en tiempos de celebración, hacía

mover una cantidad aparentemente poco modesta de dinero, sobre

todo en cuestión de juegos no permitidos y apuestas. Es el caso,

como se verá en el siguiente capítulo, del pleito entre el alférez

de Santa fe Luís Caicedo contra el alcalde, Lucas MENDIGAÑA en

1801 por una licencia otorgada por el alcalde para realizar juegos

98 CONDE CALDERÓN, Jorge. MONSALVO MENDOZA, Edwin. “Referentes doctrinalesen la independencia de la Nueva Granada” en Investigación y Desarrollo, vol. 18,núm. 2, 2010, pp. 270-295, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia:p. 272.99 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Caciques e indios. T. 25: ff: 174-180.

75

de apuestas100 durante las fiestas del barrio Egipto.101 Incluso, un

testimonio sobre estas fiestas deja una imagen de esta fiesta como

un frenesí lleno de excesos y juegos.102 Aunque esto será comentado

más tarde, cabe adelantar que la situación se vuelve más compleja

en cuanto se empiezan a revelar detalles que involucran a algunos

funcionarios con estos tahúres trashumantes que divagaban de

fiesta en celebración portando consigo los polémicos juegos. En

palabras de CASTAÑO, “los bisbiceros eran pequeños empresarios

trashumantes que iban de fiesta en fiesta por toda la región. Para

100 Bisbís: Juego de suerte que se juega del modo siguiente. En una tabla ó lienzo dividido en varias casillas cuadradas ó redondas, cada una con su número, están pintadas diferentes figuras. En una bolsa se ponen otrastantas bolitas como hay casas, y dentro de cada bolita hay un pergamino ópapelillo arrollado con un número correspondiente á otro de las casillas.Los jugadores ponen el dinero que quieren en una o muchas casillas, y meneando la bolsa que lleva el bisbís, la da à otro para que saque una bola: se ve qué número señala, y ganan multiplicadamente los que han puesto en la casa que tiene el mismo número. La tabla ó lienzo se llama también bisbís. Ala ludus quídam. Real Academia Española.Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Sexta edición. Madrid. Imprenta Nacional: p. 117.1822. Este término comienza a ser incluido desde 1780 en el diccionario sin ser definido. Sólo a partir del ejemplar de 1822 se reemplaza el “lo mismo que el biribís” con una definición propia. En adelante las ediciones reducen el tono descriptivo del juego. El biribís, por el contrario, aparece ya ampliamente definido desde la edición de 1726, lo que puede sugerir la popularidad del juego y su poca aceptación, lo que lo ponía a merced de la volatilidad y el cambio vertiginoso de la culturapopular, término utilizado en este caso simplemente para oponerlo a una “cultura oficial”.101 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff.65-92102 ACEVEDO de GÓMEZ, Josefa. “Santafé” en Museo de cuadros de costumbres, Tomo III. Bogotá, F. Mantilla, 1866: en línea http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/cuac/cuac25.htm recuperado en 12 de febrero 2014.

76

instalar su entable pedían permiso al ayuntamiento y sus ganancias

no eran pocas, según la percepción de los funcionarios”.103

Es precisamente mediante la deconstrucción de las festividades que

nos podemos acercar a un fenómeno que muchas veces reposa sobre la

tradición. Cómo funciona una entidad como el cabildo de la ciudad

al concertar y poner en marcha una fiesta: este es un elemento que

atraviesa transversalmente el estudio. El carnaval o la jura no

aparecen de la nada; son fabricados. Y se fabrican cumpliendo

ciertos parámetros y siguiendo incluso intereses definidos, sean

comerciales (venta de alcohol, apuestas, disfraces) o simbólicos

(prestigio, visibilidad entre sus pares). También vemos a las

élites criollas del cabildo como interlocutores de las capas

populares, promoviendo la participación de los diversos grupos

sociales en los festejos de la ciudad, como tradicionalmente lo

habían venido haciendo de forma fiel y solemne, según ellos.

Interlocución, sin embargo, nada desinteresada. Por un lado, como

hemos visto, estaban negociando su propio poder y sus propios

intereses y simultáneamente, calmando los ánimos en estos lados

del reino (o mostrándose como si tal). En todo caso, las

103 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica, N° 30, enero-diciembre 2005, Bogotá. Uniandes: p. 120.

77

propuestas para modificar el carnaval con tal de hacerlo seguro

para la estabilidad urbana fue al parecer minando la esencia misma

del carnaval, al punto de descarnavalizando. Si confiamos en los

relatores posteriores (aquéllos de los cuadros de costumbres), con

el paso del tiempo el carnaval se fue pareciendo cada vez más a

eso que proponen las élites, despojándolo de sus elementos propios

carnavalescos, como la espontaneidad, la participación masiva y

pública, etc… Fue precisamente eso lo que fue derrotando el

espíritu del carnaval hasta el punto de dejarlo en el olvido. Hoy

en día, incluso entre los estudiosos de la época, se encuentra

sorpresa cuando se menciona el otrora tradicional carnaval

santafereño.

78

4) Prohibición y azar: el caso del bisbís en las fiestas de

Egipto.

El desarrollo de las fiestas implicaba, como pretendimos mostrar

anteriormente, una etapa previa de planeación en la que se

evidenciaba de fondo una serie de tensiones ideológicas políticas

sobre la organización y la función del Estado y, simultáneamente,

deja entrever una imagen establecida sobre los sujetos en la

sociedad Colonial. Esta imagen no siempre cumplía con la realidad

ya que, como hemos visto, esta sociedad no se divide como se

pretende desde el poder, y hay contactos verticales y fracturas

entre “clases” en las que se esperaría cierta cooperación. Sin

embargo, no hay que esforzarse mucho para intuir que el propósito

de esa estratificación correspondía también a una necesidad

79

estatal de prevenir el surgimiento de una sociedad fuerte e

independiente ya que, en últimas, todos y cada uno de los sectores

sociales que poblaban o visitaban América eran súbditos del Rey o

al menos en teoría cumplían una serie de requisitos que los sumían

bajo la legitimidad del monarca católico.104 En este juego de poder

el monarca debía tener completo interés en controlar un territorio

que jamás frecuentó, sin oprimir aleatoriamente a sus súbditos. En

ese sentido, el Rey mismo actuaba bajo las leyes de la fiesta, en

un espectro en el que debía oprimir lo suficiente pero dejar

relajar lo necesario a sus súbditos en orden de conservar el

control y la calma, para mantener un balance entre la sumisión

libertad, y así garantizar la obediencia y perpetuar su

legitimidad.

Pero el súbdito se veía también sujeto a estas normas que le

condicionaban y, aunque se topaba a veces con limitaciones o

prohibiciones, encontraba estrategias para evadirlas. El anterior

capítulo pretendió mostrar cómo, aun siendo un tema discutido por

las posibles consecuencias que conllevaba, se argumentaba por la

104 Sobre el control de los sujetos que ocupaban y entraban en América en una etapa temprana de la Colonia véase MIRA CABALLOS, Esteban. “Los Prohibidos en la emigración a América”, en Estudios de historia social y económica de América, Número 12, Universidad Alcalá de Henares, Madrid, 1995: pp.: 37-53. http://dspace.uah.es/dspace/bitstream/handle/10017/5892/Los%20Prohibidos%20en%20la%20Emigraci%C3%B3n%20a%20Am%C3%A9rica%20(1492-1550).pdf?sequence=1

80

puesta en marcha de fiestas y celebraciones. Se vio que la fiesta

misma se ponía en discusión (carnaval, toros, etc…), y, a través

de la justificación de su puesta en marcha se identificaron puntos

que nos mostraban una operación de apropiación y reinterpretación

de las leyes. Sin embargo, muchas veces estas estrategias llegaban

más allá de lo anteriormente descrito y se intentaban discutir

temas directamente vedados por las autoridades centrales. Esto nos

permitirá observar hasta dónde llegaba esta inconsciente reflexión

sobre la soberanía en la que, sin importar las razones de fondo,

el súbdito ajustaba lo que creía justo a su situación particular y

su entorno inmediato. En el caso preciso, observaremos

particularmente la argumentación que se hace alrededor de los

juegos de azar y las apuestas.

Las apuestas no tenían precisamente una buena reputación dentro de

la moral propugnada desde el catolicismo. Los juegos y el azar, en

especial los dados, habían quedado prohibidos para los clérigos en

la normativa canónica desde el Concilio de Trento. Sin embargo, el

control y vigilancia del juego –cuando entraba en contacto el azar

y el dinero- era competencia civil; función delegada desde la

ética eclesiástica hacia las autoridades civiles.105

105 BAUCELLS REIG, Josep. Vivir en la Edad Media: Barcelona y su entorno en los siglos XIII y XIV (1200-1344), Vol. III. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2006: pp. 1823 – 1824.

81

En el siglo XVIII ya se establecía la ilegalidad de las apuestas.

Podemos destacar claramente la cédula de 1745 con este propósito106,

así que la real Pragmática de 1771, que tuvieron vigencia incluso

durante la corta e interrumpida década de regencia monárquica

decimonónica. Ya a principios del siglo XIX, Miguel de SANTANDER

escribía sus Doctrinas y sermones para misión en la que refleja

claramente las consignas del despotismo ilustrado y de la

centralidad del progreso económico, aunque fuertemente ligado con

la economía. En este escrito, de SANTANDER deja en claro el

rechazo categórico hacia los juegos de azar, no sólo por las

normas de la iglesia, sino también por las normas civiles.107 Así se

constata mediante la Real Pragmática de 1771 de Carlos IV, en la

que se enumeran los juegos prohibidos y se regulan los permitidos.

Según esta Real Pragmática, en el Reino

se han introducido, y continúan varios Juegos, en que seatraviesan crecidas cantidades, siguiendose gravísimosperjuicios á la Causa pública, con la ruina de muchas casas,con la distraccion en que viven las personas entregadas áeste vicio, y con los desordenes y disturbios que por estarazon suelen seguirse , previne al Consejo lo correspondientepara precaver y remediar tantos daños, y tambien para evitary corregir el abuso , que en contravencion de las Leyes deestos Reynos se liace de los Juegos permitidos; pues debiendousarse como una mera diversion, ó recreo, sirven para

106 JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: pp. 92-95.107 De SANTANDER, Miguel. Doctrinas y sermones para misión. Tomo III. Madrid, Imprenta de Ávila, 1813: p. 359.

82

fomentar la codicia, jugandose, y cruzandose en elloscrecidas sumas, distrayendo á muchos del cumplimiento de susobligaciones, y siendo en algunos arbitrio para vivir sinotro destino; y habiendome hecho el Consejo presente lo quetuvo por arreglado en Consulta de doce de Septiembre próximo,despues de haber oido á mis tres Fiscales, y visto loinformado por dicha Sala de Alcaldes, deseando reducir estamateria á una regla general circunstanciada y efectiva, paraque se impongan las penas convenientes y proporcionadas á lostransgresores.108

En el extracto anterior se puede ver que, si bien no se prohíbe,

se sigue con la concepción medieval de que los juegos “sirven para

fomentar la codicia, jugandose, y cruzandose en ellos crecidas

sumas, distrayendo á muchos del cumplimiento de sus obligaciones,

y siendo en algunos arbitrio para vivir sin otro destino”. Es

pues, la misma competencia civil que vigila el orden moral. Pero

también se reglamentaba el juego. Se le agregaban reglas de juego

al juego: dónde, bajo qué circunstancias, etc… recordemos que son

las reglas las que le dotan la ritualidad al juego, el jugador

sabe que juega, conoce las reglas y las aplica. El juego deja de

serlo cuando un jugador rompe las reglas.109 Las reglas hacen al

juego, lo separan del mundo cotidiano. Pero en este caso se

percibe una inversión de esta condición. El mundo cotidiano

108 Pragmática sanción en fuerza de ley, prohibiendo los juegos de embite, suerte y azar, que se expresan y declarando el modo de jugar de los permitidos. Madrid: Impresor del Rey Nuestro Señor, 1771: p. 3. Disponible en http://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=ucm.5329215536;view=1up;seq=5.109 HUIZINGA, Johan. Homo Ludens. Buenos Aires , Editorial Alianza/Emecé, 2008: p. 21.

83

influye en el juego,110 el regidor legítimo, el Rey, se vuelve el

reglamentador del juego y propone a sus propios árbitros. Pero es

más complejo, ahora el juego es doble. El juego adquiere otra

dimensión en la que se disputa su propia existencia. Es regulado e

incluso prohibido, pero otro juego se lleva a cabo: al jugar sin

ponerse al descubierto, o al justificar su existencia. Pero

todavía nos movemos en el espectro de la percepción de la

legitimidad. Sin embargo, estas acciones que desafían la justicia

de las leyes defienden de algo que parte de una acción o un

fenómeno juzgado a priori como ilegal. En la citada pragmática se

citan y prohíben contundentemente los juegos de azar, en especial

la oca, pasadiez, bisbís y tabla entre otros. Dicha pragmática

toma la forma, más que de reglamentadora, de vigilante, en la que

se dictaminan las penas a los infractores y se implanta la orden a

sus jueces, fiscales y funcionarios de hacer valer dicha

prohibición.

En efecto, esta actitud constata la postura borbónica con respecto

a las diversiones públicas. En el marco de la utilidad y la

ilustración orientada al progreso, las celebraciones no encajan

110 Se rompe entonces la separación entre las reglas del juego social y las reglas del juego de azar reconocida por CALLOIS para contenir el caosdel mundo “real” del orden perfecto y simulado del juego. CAILLOIS, Roger. Los juegos y el hombre. La máscara y el vértigo. México, Fondo de Cultura Económica, 1986: p. 33.

84

completamente dentro del discurso de racionalidad que promulga el

nuevo aparato gubernamental. Sin embargo, las fiestas y

celebraciones siguen sucediendo, y por lo anterior es que son

contenidas, controladas y reguladas. Es demasiado ambiciosa la

pretensión de controlar este sector de apostadores, llamados

también tahúres, vagos, malentretenidos, etc. Pero también salen

propuestas dentro de la misma sociedad corporativa. Comerciantes,

pulperos y empresarios pedían licencias para desarrollar juegos y

apuestas. Propuestas raramente concedidas, mientras que desde el

centro los reformistas ilustrados atacaban cada vez más

certeramente desde el papel los vicios y desórdenes, y se

recomendaba más control. Dentro de esta preocupación de control,

sin embargo, nace otra reflexión. La presencia de estos “vicios”

refleja simultáneamente la existencia de personas que se dedican a

estas ocupaciones de manejar juegos no permitidos. No es nada

nuevo, desde el renacimiento e incluso el medioevo español ya se

percibía este fenómeno.111 El interés inmediato parecía ser el de

contener esta masa improductiva para la sociedad corporativa.

El fin principal de esto era la búsqueda de un sujetoproductivo y obediente a las directrices de la coronaborbona. Así se abogó por la formalización de la población

111 BAUCELLS REIG, Josep. Vivir en la Edad Media: Barcelona y su entorno en los siglos XIII y XIV (1200-1344), Vol. III. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2006: pp. 1821-1825.

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mediante los registros, el estudio de todas sus necesidades yaportes y la creación de una economía más productiva a partirdel control de las actividades de los sujetos, sustrayéndolosdel ocio y la vagancia. Este sujeto tendría que actuar deacuerdo a las reglas y convertirse en un ser útil y productorde riqueza para toda la sociedad.112

Y no era para menos. El marco de la ilustración generó la

sensación dentro del Imperio de atraso, mientras que evidenciaba,

ante los ojos de sabios peninsulares y criollos, lo obsoleto del

Estado y de los aparatos económicos. La pregunta central era sobre

la eficacia económica de los imperios vecinos, y el relativo

estancamiento de España, comprendidas sus colonias, y el ocio no

ayudaba a este propósito.

Francisco Antonio Moreno y Escandón, criollo que llegó a serfiscal y oidor de la audiencia de Santafé, criticó el sistemavigente condenándolo al estancamiento de la economíacolonial. Moreno en su informe mencionaba que el sistemavigente, no satisfacía ni los intereses de la metrópoli nidel virreinato, por tal motivo impulsó algunas reformas quese desarrollaron posteriormente con el libre comercio. Sobreel sistema de comercio de este reino anotó que: no goza de uncomercio activo… su sustancia consiste en el oro extraído desus minas, sin comercio, venta o exportación de sus productosagrícolas y manufacturas. Su provisión de mercancías,textiles y otros llamados bienes españoles depende de uno queotro barco suelto enviado de Cádiz al puerto de Cartagena, dedonde estas importaciones se envían al interior del Reino, aun alto costo en derechos y transporte… es tal la debilidadde este comercio que aprovecha a muy pocos, y quienes saca

112 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: p. 19.

86

provecho del comercio trasatlántico son menos aún (Moreno yEscandón citado en McFarlane, 1997:189).113

Y no era solamente el comercio, o las vías lo que generalizaba el

estancamiento. O mejor dicho, era un síntoma de la decadencia de

las costumbres, de la falta de empresa del súbdito y de la

propagación de las actividades comerciales y productivas para el

individuo y la sociedad. Como lo expone el mencionado de Miguel de

SANTANDER,

Tres clases de hombres habéis de mirar siempre con horror losociosos los murmuradores y los lascivos Estos son unoshombres inútiles á la Iglesia gravosos atestado que comen loque otros trabajan y qué viven sin aplicación y sin destinoen el mundo Son unos hombres que denigran con sus lenguas lafama y estimación de sus próximos que manchan y corrompen consus conversaciones las almas de quantos los escuchan y qué sehacen aborrecibles al cielo y á la tierra Son finalmente unoshombres que dominados de sus concupiscencias atropellandescaradamente los vínculos del parentesco los fueros de laamistad los límites de la razón y los términos de la leyinmaculada del Señor (…).114

Ya en el catequismo citado muestra acaso caricaturesca del

borbonismo ilustrado y al tiempo heredero de los usos morales

del catolicismo, se perciben algunos elementos a resaltar. El

primero es la identificación de un grupo de sujetos inútiles113 OJEDA PÉREZ, Robert. “Abastecimiento de Santafé antes de la independencia. A propósito de la tienda de Llorente” en Tábula Rasa, número8, enero-junio de 2008. Bogotá, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca: p. 152. La obra que OJEDA cita de McFARLANE es la ya citadaacá, McFARLANE Anthony. Colombia antes de la Independencia. Bogotá, Banco de la República/El Ancora Editores, 1997: p. 189.114 De SANTANDER, Miguel. Doctrinas y sermones para misión. Tomo III. Madrid, Imprenta de Ávila, 1813: p. 359.

87

e incluso externos a la sociedad corporativa colonial. El

segundo es su propagación casi infecciosa –a través de la

palabra y su poder corruptor. Lo anterior nos lleva al tercer

elemento a resaltar, que es la preocupación de este sacerdote

(y de un sector del gobierno) por contener el ocio y a los

ociosos. Ciertamente esta parecía ser una preocupación

compartida por las autoridades y que llevaron a la creación

de hospicios y hospitales públicos, así como el padrón de

vagos y forasteros:

El fin principal de esto era la búsqueda de un sujetoproductivo y obediente a las directrices de la coronaborbona. Así se abogó por la formalización de la poblaciónmediante los registros, el estudio de todas sus necesidades yaportes y la creación de una economía más productiva a partirdel control de las actividades de los sujetos, sustrayéndolosdel ocio y la vagancia. Este sujeto tendría que actuar deacuerdo a las reglas y convertirse en un ser útil y productorde riqueza para toda la sociedad115

De esta manera, añade Nicolás GONZÁLEZ en su estudio sobre la

criminalización del ocio y al reencauzamiento de los

individuos no útiles al Estado, criminalidad y utilidad

entran en directa relación, de la misma manera en que se

presiona al individuo por cumplir un papel útil dentro de la

115 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: p. 19.

88

estructura social. Para este autor es una construcción de un

sujeto útil y beneficioso para el conjunto social y otro, por

oposición, nocivo por cuenta de su inutilidad. “Se debía

temer y, en especial, actuar sobre las personas que crearon a

partir de esta imagen ligada a la vagancia, al ocio, la fama,

el escándalo y la corrupción. Se intensificarían las rondas,

se vigilarían más de cerca las chicherías y tiendas, se

harían registros de población en los barrios con el fin de

controlar a los vagos y forasteros”.116

Cabría pensar si es la construcción de este sujeto fiel y

“pacato” el objetivo de la reorganización política de la

Corona, o si es más indicado hablar de una contención de los

vicios. En todo caso, los vicios aportaban réditos tanto a

los participantes como a las autoridades; no sólo en el

monopolio de las alcabalas, distribución de alcohol y

productos de distribución limitada, sino también en la

penalización de conductas indebidas, multas y apropiaciones

de productos provenientes del comercio ilegal entre otras

cosas. Lo que podemos aludir al respecto es que el fin último

116 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: p. 23.

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no es el de construir sujetos totalmente obedientes, sino de

“estirar” las reglas para darle cabida a una más amplia gama

de sujetos. Si bien se ha visto que los desórdenes y juegos

siguen siendo limitados, que se reglamentan y restringen las

celebraciones y fiestas y los desórdenes siguen siendo

estrictamente condenados, es cierto que a pesar de las

discusiones, las autoridades en ningún momento consideraron

seriamente el prohibir estas manifestaciones. Es más, la

actitud de las autoridades responden a una estrategia

imperial en la que se busca el mayor beneficio al articular

dentro de sus engranajes a sectores que no hacían parte de lo

que podríamos llamar la sociedad corporativa del orden

colonial. En este sentido, las autoridades centrales buscaban

beneficio de los que a su vez se beneficiaban de actividades

ilícitas y condenadas. En ese sentido cabe recordar que ni

las fiestas ni las diversiones fueron desterradas de las

costumbres, ni las apuestas o juegos de azar surgieron en

este periodo. Como se ha referido, de siglos atrás se había

legislado de forma similar sea para restringir o limitar los

efectos de las apuestas.

90

GONZÁLEZ acertadamente propone un análisis en el cual destaca

las estrategias de combate de la inutilidad de ciertos

sujetos. Nicolás GONZÁLEZ intenta mostrar cómo las

autoridades borbónicas pretendían realizar una separación

entre vagos, como aquellos que participaban en todo tipo de

vicios, celebraciones, escándalos, juegos, ocios y demás, y

del otro lado a los ilustrados, quienes se oponían y

criticaban a estos “sujetos” construidos en función del poder

y el control. Sin embargo, estas manifestaciones tenían

cabida avalada y respaldada por esos mismos ilustrados desde

los propios mecanismos del poder, como el Cabildo, como se ha

visto. Es el neg-ocio, la comercialización del ocio, que no

sólo le da cabida a estos sectores que se encontraban fuera

de la sociedad estamental y corporativa de la Colonia, sino

que los juntaba voluntaria o involuntariamente con los

propios portavoces del poder local, los miembros del Cabildo,

corregidores, tenientes, etc. Y es precisamente mediante esa

redefinición que se toman esas manifestaciones aparentemente

anti ilustradas y locales y las dota de un lenguaje

propiamente ilustrado y las inserta en esa atmósfera de

progreso pretendida por los Borbones.

91

“El ocio, el mayor de los males estaba por tomarse la ciudady se expandía por todo el Virreinato. En el Correo Curiosodel 3 de marzo de 1801 expresaban esta preocupación de lasiguiente forma: […] la inacción, ú ociosidad es una culpa,que la experiencia demuestra, ser un manantial de malesgravissimos en la sociedad: escaséa los frutos de la tierra,amorteciendo infinidad de brazos capaces de trabajarla: es elcirujano impío, y temible, que yá corta las piernas, de losque podrían correr á las negociaciones; y ya echa abajo lasmanos de los que podrían adelantar las manufacturas: es elverdugo, que ahoga la respiración, de los que podrían enseñarlas artes, y las ciencias; y es una fiebre lenta que poco, ápoco va minando los mas solidos fundamentos de un Estado,hasta conducirlo á su total destrucción, y ruina”.117

Estas palabras, que podrían ser las mismas promulgadas por el

teniente del pueblo de Bosa, Francisco Javier VERGARA al

respecto de las fiestas de toros, encuentran su opuesto en

boca de Juan José Narciso MALDONADO, corregidor de dicho

partido de Bosa quién particularmente encontraba lo opuesto

en el ocio; son las fiestas las que estimulaban un aumento en

la producción y el comercio. Y, como intentamos mostrar

anteriormente, estos excedentes pueden llegar a ser

beneficiosos para las arcas reales. Con lo anterior

pretendemos hacer énfasis en una discusión que se da en el

seno mismo del gobierno local, las diversas posturas asumidas

por funcionarios representantes de un mismo poder. Pero no117 GONZÁLEZ QUINTERO, Nicolás Alejandro. “’Se evita que de vagos pasen a delincuentes’: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Volumen 32, n°2, Bogotá, Universidad Nacional, 2010: pp.32-33. La cita es tomada de un artículo del Correo Curioso 30.

92

nos volveremos a detener en este asunto. Lo que incumbe notar

acá es la separación que se hace de sujetos útiles e

inútiles. Más aún, lo que nos compete a estas alturas es la

identificación de estos “corruptores” de las costumbres.

¿Quiénes eran estos vagos y ociosos? Lo cierto es que tanto

las leyes canónicas como las civiles contemplan un grupo de

“corruptores” que, si no sabemos si amplio, subsistía de las

actividades ligadas a los juegos.

El siguiente ejemplo nos puede ayudar a enfocar mejor el

punto que queremos destacar. Se trata del pleito de dos

alcaldes de Santa Fe precisamente alrededor del juego y las

apuestas. Se trata del alférez y alcalde en depósito de

primera vara, Luís de CAICEDO quien se queja del alcalde de

segundo voto, Lucas de HERAZO y MENDIGAÑA por haber dado

licencia a dos personajes, Manuel GUARÍN, Juan CONTRERAS y

Pedro ACERO, alias Portocarrero por montar mesas de juegos de

apuestas, en especial de Bisbís118 en las fiestas anuales del118 Bisbís: Juego de suerte que se juega del modo siguiente. En una tabla ó lienzo dividido en varias casillas cuadradas ó redondas, cada una con su número, están pintadas diferentes figuras. En una bolsa se ponen otrastantas bolitas como hay casas, y dentro de cada bolita hay un pergamino ópapelillo arrollado con un número correspondiente á otro de las casillas.Los jugadores ponen el dinero que quieren en una o muchas casillas, y meneando la bolsa que lleva el bisbís, la da à otro para que saque una bola: se ve qué número señala, y ganan multiplicadamente los que han puesto en la casa que tiene el mismo número. La tabla ó lienzo se llama también bisbís. Ala ludus quídam. Real Academia Española.Diccionario de la lengua

93

barrio Egipto, el seis de enero de 1801.119 Aunque esas

fiestas eran relativamente tradicionales, pues se realizaban

anualmente, en el imaginario de algunos miembros de la élite

no eran de entero agrado. Egipto era un barrio anexado de

forma relativamente tardía a la capital, ubicado al este de

la ciudad, incristado en las primeras inclinaciones de los

cerros orientales. Sus habitantes, sin embargo y como lo

vimos anteriormente, participaban activamente en los

preparatorios del carnaval y carnestolendas de la capital. De

tal manera se puede observar en el cuadro de Josefa ACEVEDO

de GÓMEZ, en el que recita los entretenimientos de los

santafereños de principio de siglo XIX:

Algunas piezas dramáticas, casi siempre mal ejecutadas, unoque otro baile en que figuraban la acompasada contradanza, elgrave minuet, la fría alemanda, el elegante y gracioso bolero,y por remate, en casos de buen humor, el alegre sampianito; una queotra reunión de amigos, en que se jugaba ropilla, y las anuales fiestas de Egipto ySan Diego, en que se cenaba abundantemente y se jugaba con escándalo al pasadiez y al bisbís: tales eran las diversiones de los hijos de la

castellana por la Real Academia Española. Sexta edición. Madrid. Imprenta Nacional: p. 117.1822. Este término comienza a ser incluido desde 1780 en el diccionario sin ser definido. Sólo a partir del ejemplar de 1822 se reemplaza el “lo mismo que el biribís” con una definición propia. En adelante las ediciones reducen el tono descriptivo del juego. El biribís, por el contrario, aparece ya ampliamente definido desde la edición de 1726, lo que puede sugerir la popularidad del juego y su poca aceptación, lo que lo ponía a merced de la volatilidad y el cambio vertiginoso de la culturapopular, término utilizado en este caso simplemente para oponerlo a una “cultura oficial”.119 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff.65-92.

94

capital. Mas, en circunstancias notables, en los días grandesy de larga recordación, había fiestas reales, es decir, unamisa solemne con Te Deum y asistencia del Virrey y losTribunales, cuadrillas ecuestres a imitación de los juegosárabes, carreras de sortija, corrida de toros, salvas deartillería, besamanos o visita de ceremonia en casa delVirrey, y dos o tres bailes de tono, en que no dejaban deostentarse lujosos trajes bordados de oro y magníficosuniformes de oficiales reales y de coroneles en guarnición....Todas estas funciones nocturnas se terminaban por un suntuosoy abundante ambiguo en que hacía sus habilidades de reposteroalgún liberto de casa grande, que vestía también en estasocasiones una gran casa azul forrada con tafetán blanco. Pero¿cuáles eran estas ocasiones singulares solemnizadas con talesfiestas? Voy a decirlo: cuando llegaba un nuevo virrey, cuandose publicaba la Bula de la Santa Cruzada, cuando nacía unpríncipe o se casaba una infanta de España. Había tambiénsolemne función religiosa y lúgubre cuajado moría un pontíficeo algún individuo de la real casa de Borbón.120

Esta particular obra está teñida de contradicciones y

anacronismo en la que muestra un desapego por las costumbres

contemporáneas y una nostalgia por una cultura casi que

caballeresca del pasada pero que al tiempo dota al criollo de

un germen nacionalista proveniente de los monopolios

políticos y económicos del peninsular.

¡Nada era nacional para nosotros! Hasta las telas y alimentosse llamaban de Castilla cuando tenían alguna superioridad. Deallá nos venían los virreyes, los oidores, los empleados dehacienda, los canónigos, los alcaldes y los soldados. De allá

120 ACEVEDO de GÓMEZ, Josefa. “Santafé” en Museo de cuadros de costumbres, Tomo III. Bogotá, F. Mantilla, 1866: en línea http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/cuac/cuac25.htm recuperado en 12 de febrero 2014. Este apartado se encuentra reproducido textualmente en la mejor conocida obra de IBÁÑEZ, Pedro María. Crónicas de Bogotá. Tomo II. Bogotá, Imprenta Nacional, 1915: pp. 389-390.

95

recibíamos las ropas y también los víveres que no produce elpaís. De allá nos venían las indulgencias, las reliquias, lasalvación del alma. ¡Pobres colonos! Nada teníamos, ni aun elsentimiento del amor patrio que había dormido 300 años ennuestros fríos y esclavizados corazones.121

Volviendo al pleito que nos incumbe, la disputa entre los alcaldes

se genera en cuanto sus poderes se sobreponen y sus órdenes y

funciones se contradicen. Seguida a una ronda del Alcalde y

Alférez CAICEDO, y al encontrar la mesa ilegal, el alcalde instó

por conducir a los infractores a la cárcel, donde llegó su

compañero, Lucas de ERAZO y MENDIGAÑA quien liberó a los presos

que él había licenciado personalmente. Esto generó el pleito y la

acusación de desacato a la autoridad del primer alcalde. En

resumen, ERAZO había concedido licencia que CAICEDO había

inicialmente negado, por lo que mandó a llamar a declarar a los

bisbiseros.122

El primero en declarar, Pedro ACERO, de 24 años y residente ese

tiempo en la ciudad de Santa Fe declara lo sucedido, que es, en

gran medida, lo que ratifican los otros testigos, a saber, que se

recurrió primero al alcalde y alférez CAICEDO pero que tras

negativa de éste, se buscó licenciar los juegos durante las

121 IBÁÑEZ, Pedro María. Crónicas de Bogotá. Tomo II. Bogotá, Imprenta Nacional,1915: p. 390. El destacado es nuestro para enfocar el punto que será estudiado a continuación.122 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 67 r.

96

fiestas en segunda instancia por medio del alcalde de segundo

voto, Lucas de ERAZO y MENDIGAÑA. Como lo relata el propio

acusado:

el declarante ocurrió al señor juez presente [Luís CAICEDO]solicitando le diere permiso p[ar]a poner birbis pub[li]co enlas fiestas presentes de Egipto, y se la negó en diciembreq[u]e aunque en otras ocasiones lo havia permitido ni podíaahora por que si eso ocurriere el Señor su compañero; q[u]eefectivamente ocurrió al Señor D[octo]r D[o]n Lucas Heraso, yMendigaña Alc[ald]e de Seg[un]do voto en depocito, q[u]e sela franqueo y cuia consequencia fue q[u]e proprocedió a ponerel citado juego, como lo hizo presente a sumerced en la nochedel día seis del corr[ien]te quando andando de ronda en elsitio de Egipto sumerced le previno al declarante q[u]esuspendiese el juego, y [viniese] preso Que de facto se diopreso y en [union] de D[o]n Juan Contreras, y de ManuelGuarin los condujo a esta cárcel publica como a las nueve dela noche poco menos. Que estando presos y retirado el señorjuez presente, al poco t[iem]po llegó a la misma cárcel elseñor Alc[ald]e Mendigaña, y subiendo a la piesa en donde sehallaban los tres con el Alcaide, y D[o]n Antonio [Formosa]q[u]e había llegado a la y les dijo al Alcaide q[u]e de q[u]eordn estaban los tres allí presos, y contestándole este q[u]ede la ordn del señor Juez presente y respondió q[u]e sumercedignoraría q[u]e tenían licencia para poder jugar el Bisbisq[u]e les había franqueado d[ic]ho señor mendigaña, y asiq[u]e quedaban de su orden en libertad y aunque el castellanorepugnó la [soltura] de los tres haciendo presente quequedaba en descubierto, le instó diciéndole q[u]e no, q[u]ele [abisase] a su merced q[u]e de su orden quedaban enlibertad, y haciendo que saliesen se retiró.123

Esta versión se conserva relativamente constante en las diferentes

partes involucradas, tanto los dos alcaldes querellantes como los

dos bisbiseros, (Pudro ACERO, Juan CONTRERAS de 24 años, de 25 y

123 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 68 r.-v.97

Manuel GUARIN de 51) y el alcaide que custodiaba la prisión. Y,

aunque coinciden en los hechos acaecidos esa noche de fiesta de

reyes, CONTRERAS agrega un dato que puede parecer de influencia

leve. Al relatar cómo fue puesto en libertad con sus compañeros

tras orden de ERAZO y MENDIGAÑA que había conferido licencia,

CONTRERAS declara que “[…] no ha vuelto a poner Bisbis, y solo lo

ha mantenido en las fiestas”,124 con lo que da cuenta que para él (y

para los otros bisbiseros) el alcalde tenía la potestad de derogar

ciertas leyes. Pero más allá de esto, también se observa que este

hombre tenía por costumbre poner su bisbís en el marco de las

fiestas.

El tercer declarante, GUARÍN, recoge la base de la declaración de

los otros acusados, y añade otros detalles que nos compete

recopilar acá. Según él, después de la negativa de CAICEDO de

poner el bisbís y luego de obtener licencia de MENDIGAÑA, “[…] le

previno el Señor Juez presente [CAICEDO] el lunes cinco del

corr[ien]te q[u]e tenian suprimidos los juegos de Bisbis, y q[u]e

asi era mejor q[u]e recojiese la plata q[u]e havia dado p[o]r la licencia, con cuia

prevención se suspendió de poner el Bisbis hasta el martes seis

q[u]e vió q[u]e Pedro Azero, o Portocarrero lo tenia puesto y se

124 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 69 r.98

jugaba Que entonces lo puso […]”.125 Bajo este testimonio se

perciben varios elementos. El primero, que los bisbiseros tenían

conocimiento de la negativa del primer alcalde y que su pedimento

de segunda instancia respondía a una estrategia para poner en todo

caso la mesa de apuestas. Segundo, que CAICEDO conocía de antemano

las licencias otorgadas por ERAZO y MENDIGAÑA, puesto que según el

declarante, un día antes de las fiestas fue instado de abstenerse

de poner su mesa de juegos, a pesar de la licencia ya concedida.

Finalmente, es de notar que la licencia se otorgaba a título

personal (se hablan de tres toldos dedicados a los juegos de

envite en las fiestas, el de GUARÍN, el de CONTRERAS y el de

ACERO) a cambio de una suma de dinero. Para concluir su

declaración agrega GUARÍN que una vez dejados en libertad bajo

órdenes precisas del alcalde de segundo voto, “[…] no les dijo

d[ic]ho Señor Mendigaña q[u]e jugasen otra vez, sino q[u]e p[o]r

el contrario les ordenó no jugasen hasta nueva provid[enci]a.”126 Lo

anterior dicho, probablemente con la intención de resaltar que las

licencias eran permisos excepcionales bajo el marco de las

fiestas, pero que nos permite deducir que son reiterativos y que

los bisbiseros mantenían la intención de continuar con su negocio.

125 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 69 r.-v. El énfasis es nuestro.126 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 69 v.

99

El sistema de licencias no era desconocido para los apostadores

quienes recibían de gobernadores u otros funcionarios la misma.127

Sin embargo, el argumento de CAICEDO residía en que una pragmática

provenía del Rey mismo, y era competencia de sus funcionarios

únicamente de vigilar su cumplimiento. Éste era el argumento que

esgrimía CAICEDO para hacer sancionar a ERAZO, pues según su

recopilación de los hechos,

“ocurrió a mi jusgado Pedro Azero, alias Portocarrero ensolicitud de licencia p[ar]a poner dos visvizes publicos enlas fiestas de Egipto, que se celebran todos los años, el unode su cuenta, y el otro de la de Juan Contreras Neguelasambas, p[o]r q[u]e sabia entonces las disposicionesentreechas q[u]e contiene la Pragmatica sanción f[ec]ha ensan Lorenzo a 6 de Octubre de 1771, q[u]e es la Ley 18 Tit 8de la nueva recopilación, y el ningún arbitrio, parainterponerse, conmutarse, ni alterarse, y menos por losAlcaldes ordinarios, pues de la inobservancia hace laMagestad responsables a sus Jueces y Justicias”128

Este juez recurre precisamente a la Real Pragmática anteriormente

citada, y recuerda las penas establecidas a los funcionarios

inoperantes de su ejecución. En un cuadro legal mucho más amplio,

estaba prohibido y los alcaldes no podían interferir, según la ley

de la nueva recopilación, que se toma como marco amplio en esta

argumentación. Consultar dicha recopilación. CAICEDO aplica un

127 JIMÉNEZ MENESES Orián. Devoción y fiesta. El arco iris de la paz en el Nuevo Reino de Granada, 1680-1810. Tesis de doctorado en historia. Medellín (Colombia), Universidad Nacional, 2013: pp. 375-376, nota al pie 115.128 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 71 r.

100

pragmatismo de la ley, con respecto a los juegos y las apuestas.

Él parece encarnar la garantía de que los sujetos sean útiles al

sistema social corporativo. Y no solamente por este hecho. Años

más tarde, en 1808, ordena el conteo de todos los vagos y

malentretenidos de la ciudad de Santa Fe.129

Pero también resulta curioso cómo este alcalde acusador despoja el

juego de todo su azar y lo recubre de vicio moral en el que no hay

reciprocidad entre el jugador y quien lo organiza. Y no sólo eso,

sino que es causa de pérdidas y de malas declives en los

comportamientos morales de los ciudadanos. Cómo él mismo lo

advierte,

la experiencia no corta de las muchas vezes, en q[u]e heejercido el mismo cargo, me ha hecho advertir, que ese juegoha causado en esta capital los graves daños, que con lacitada soberana resolución se [] ha precaver. Poco tiempohace q[u]e una Muger infeliz con ocacion semejante, vendió sucasa y su valor con perjuicio de los hijos, lo convirtió enese juego, entregandolo a las manos de un visvisero, y deestos ejemplares dolorosos se podrían recordar muchos, siendoconfirmación de las ruinas, q[u]e siempre causa el q[u]econcluidas las fiestas, se publican y gritan las ganancias demiles q[u]e hacen los visviceros a costa de la substancia demuchos vecinos, sus [xxxxx] de casados, de casadas, depadres, de hijos de familia, y de esclavos, p[o]r q[u]e seadmiten indistintamente y todos ocurren con la codicia queles inspira el cebo de pagarse un doblon p[o]r un real, y sinadvertir en las inmensas ventajas, que de su parte tiene el

129 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 315-317.101

visvisero p[o]r q[u]e al publico q[u]e juega solo le da unnumero, y el reserva en su favor veinte y nueve, o treinta.130

Más que un delito, es un vicio. O simultáneamente las dos.

Mediante esta operación, el alcalde alférez despoja de toda lógica

lúdica al bisbís, deja de ser un juego y es una estafa en el que el

un sujeto de poca moral aprovecha las asimetrías de un conjunto de

reglas absurdas que perjudican al jugador y lo corrompen, con lo

que pierden parte de su patrimonio de forma, a su parecer,

totalmente injusta, y reportan ganancias nada despreciables a un

grupo de la sociedad que adquiere sus ingresos de forma inmoral.

El Juez advierte las desventajas del jugador; considera que no hay

reciprocidad de oportunidad entre jugador y anfitrión. Para él no

debería ser considerado un juego, sino una oportunidad para el

apostador. En tanto que actividad económica, es injusta y

asimétrica. Pero esta desinvestidura era precisamente la dinámica

de retirarle toda lógica al juego. La misma pragmática ordenaba

desconocer las ganancias hechas por el juego. Ante las

autoridades, el jugador no estaba obligado a satisfacer sus

deudas.131 Rompía de base las reglas y el propósito del juego. El

jugador que de manera relativamente libre había aceptado la

130 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 71 r.131 Pragmática sanción en fuerza de ley, prohibiendo los juegos de embite, suerte y azar, que se expresan y declarando el modo de jugar de los permitidos. Madrid: Impresor del Rey Nuestro Señor, 1771: p. 5. Disponible en http://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=ucm.5329215536;view=1up;seq=5.

102

constricción de las reglas de juego, reglas no reconocidas en el

mundo social. El soberano libera de esta constricción al jugador,

y despoja de toda validez al juego.

Pero para CAICEDO la afrenta es contra su autoridad, en

representación del rey y de sus leyes. La atribución de ERAZO de

MENGIGAÑA constituye una acción ilegal, puesto que “[…] para cuya

cuestión ninguna autoridad reside en los Alc[ald]es Ordinarios, y

la justa consideración del [ludibrio], à q[u]e quedaba sujeta la

R[ea]l autoridad, viéndose desairada por el Juez compañero, quando

es constante q[u]e el igual en igual no tiene imperio;” y agrega

“q[u]e entre dos juezes ord[inari]os el que previene hace suyo el

conocimiento del negocio, y q[u]e por este principio jurídico,

q[u]e no se pudo esconder a un juez letrado el otro no puede

revocar, lo que el compañero haya determinado”.132 A lo anterior, el

alcalde acusado respondió que su actuar se basaba fundamentalmente

en el uso de las costumbres, pues esto era lo que acostumbraban

como fiestas los habitantes de dicha zona y que, además, era un

actuar legítimo como regidor, en cuanto se respondía a la

relajación de las costumbres, en función de la contención de las

tensiones sociales. Sobre las diversiones y desahogos del

“pueblo”, como él llama al barrio, ERAZO refiere que son pocos y132 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 71 v.

103

necesarios y que son, justamente los que están en juicio en esta

causa y que son permitidos por diversas autoridades, incluso

virreyes. Según él, era costumbre:

[practicar] muchas veces y en iguales ocasiones en estacapital, permitirse al Pueblo desahogo consediendoles losjuegos publicos de visvis, oca, lotería, batea [Relox],trompito siempre en las fiestas de Egipto, en las de nuestraseñora del campo133 que se celebran todos los años y en lascorridas de toros se han jugado estos juegos públicamente enla misma plaza mayor con expresa venia y consentimiento delos Ex[celentísi]mos Señores Virreyes y a presencia de todoslos Jueces Superiores y subalternos.

Creo que esta laudable costumbre para que el Pueblo sedivierta ensemejante tiempo y circunstancias y se distraigade otras maquinaciones que serian verdaderamente criminales,sea introducido y se tolera por que si bien se reflexiona laReal Pragmatica prohíbe los juegos continuos y los que sepractican en casas privadas de que se siguen sin poderloremediar los Jueces los gravicimos perjuicios que trata deprecaver, los que no es con ciertas restricciones y losjueces doblan su beto y vigilancia. No es violenta estainterpretación de la Real Pragmática, por que à mas de quelas leyes penales se deben restringir mas tiene queampliarse, ella misma concluye à su final advirtiendo quetoda su disposición se debe entender y practicarliteralmente. Por lo tanto siempre he penado que estadiversión que se le franquea a un Pueblo como este que notiene otras, no es transgresiva de la Pragmatica ya citada.134

133 Se refiere acá el alcalde a las fiestas anuales de nuestra señora del campo en la vecina parroquia de San Diego, uno de los barrios rurales de la ciudad. Un estudio introductorio interesante muestra el culto de esta virgen como un rural y estrictamente colonial que paulatinamente fue reemplazado con la modernización y urbanización de la ciudad y del sector, en el que se fueron introduciendo símbolos e imágenes de carácterrepublicano y político y se fue “desruralizando” la zona. Véase ACOSTA LUNA, Olga Isabel. “Bogotá vista desde el olvido de un objeto de culto” en Revista de Estudios Sociales N° 11, Bogotá, Uniandes, 2002: pp. 92-97.134 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 76 r.

104

De nuevo se reinterpreta la ley. Ésta se asume como justa, pero no

aplica a ese contexto específico. Con esta percepción el alcalde

considera legítima la prohibición, puesto que proviene de las

autoridades, pero no es universal. Es una operación paradójica por

parte este funcionario en la que, mientras acepta la justa

apreciación de las leyes y su carácter legítimo y válido, estas

leyes deben ser releídas, reinterpretadas o ajustadas al contexto

local. De nuevo se mueve este alcalde en el límite de la amenaza

de un gentío leal pero potencialmente peligroso. Las gentes de la

ciudad, en palabras del alcalde, no tienen otras diversiones que

esas fiestas y esos juegos transitoria y excepcionalmente

concedidos. Éste espacio cedido o concedido representa el límite,

el campo que el Estado debe otorgar para preservar el orden entre

los súbditos: sin este espacio existe la amenaza de peores vicios.

El alcalde incluso acusa de mezquina la decisión de su colega y

alférez, en cuanto su intencionalidad es desquitarse con los

infractores y no hacer cumplir las leyes, puesto que en su

concepto, la pena debía ser de carácter económico, y la cárcel

sólo se contemplaba cuando los infractores no tuviesen con qué

pagar dicha multa.135 Y remata el alcalde para redondear su defensa

a los juegos atacando un festejo relativamente más aceptado: los

135 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 75 v.105

toros. En su criterio esta fiesta conlleva perjuicios morales

tanto más críticos, puesto que afectan el orden moral de las

élites, puesto que “en la misma corte ha havido quien venda hasta

la cama por habilitarse para ver las corridas de toros, y estas

sin embargo de un ejemplar tan lastimoso no se han prohibido”.136

Pero es uno de los infractores quien devela otros datos

interesantes al respecto. Al ser re indagado Juan Nepomuceno

CONTRERAS éste, después de una larga retahíla de lo acaecida más

una explicación cuasi jurídica en la que menciona a sobrevuelo

algunas leyes para argumentar que la licencia adquirida no era

ilegal, pasa a justificar el hecho mismo de la presencia de los

juegos. Y cabe brevemente detenernos acá porque es precisamente lo

que nos ocupa, el indagar estas formas de autoafirmación que, como

hemos reiterado, no sólo nos informa sobre ciertos sucesos

cotidianos, sino que devela una forma de concebir lo que el

súbdito considera justo de la autoridad y su propio compromiso con

la misma. Así, aunque los acusados reconozcan que no han actuado

totalmente acorde con la ley, en su justificación se encuentra

precisamente la inconformidad con una actitud de la autoridad o

con cierta ley. Cuando un súbdito no paga un impuesto no quiere

decir que desconozca la autoridad de donde proviene, sino que se

136 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 76 v.-77 r.106

encuentra en desacuerdo con esa realidad en particular. Bien lo

plantea PHELLAN cuando estudia la revuelta de los comuneros: el

vulgo expresa su inconformidad contra el mal gobierno, mientras

aclama al soberano ¡Viva el Rey, muera el mal gobierno! nos

recuerda PHELLAN la consigna en su ya clásico estudio.137 Y esto,

aunque no es nuevo, se enmarca en un contexto en el que el

espíritu reformista que, con el propósito de dirigir hacia la

utilidad al conjunto de la sociedad corporativa, entra en

conflicto con un complejo sistema social que desafiaba los

preceptos sociales teóricos establecidos y puestos en relieve por

los reformistas borbones. Tal es el caso de lo analizado en el

capítulo anterior, en el que lo tradicional adquiere un nuevo

lenguaje, uno proporcionado por los reformistas y es reapropiado

para redefinir sus propias costumbres. Y con lo anterior podemos

observar una realidad en la que vive cotidianamente el súbdito,

más allá de la legislación que muchas veces tenía poco que ver con

las condiciones particulares de los sujetos al poder. En este caso

preciso nos recuerda el bisbisero CONTERAS que legislaciones

prohibitorias son una realidad

[…] pero lo es tambien {y nadie podrá negarlo} q[u]e a muchosaños q[u]e en esta Capital se pone [bisbís] en la plaza

137 PHELAN, John Leddy. El pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia, 1781. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980.

107

pr[incip]al como sucedió en las fiestas con q[u]e sesolemnizó la Jura del Señor D[o]n Carlos Quarto {q[u]e Diosgu[ard]e}, y en las q[u]e hizo la Ciudad en honor, y obsequiodel Ex[celentísi]mo Señor D[o]n Jose de Espeleta quando levino el agrado de Ten[ien]te Gr[ene]al frecuentemente en SanDiego, y Egipto con sola la licencia de uno de los Alc[ald]esd[e]r[ech]o sin que jamas se hubiese hecho sobre ello unanovedad q[u]e puede jamas causar el daño positivo deincomodar al pueblo como contraria a sus usos, ycostumbres.138

No sólo sabe este hombre sobre la existencia ya general de este

tipo de juegos en el marco de las fiestas, que era un conocimiento

generalizado a todos los asistentes, sino que tenía información

más precisa sobre otras fiestas específicas y lo que es más, sobre

la forma de obtener licencia. En primer lugar, la costumbre lo

avala y no presenta perjuicios contra la población. Pero destaca

también que

Al Birbisero p[ar]a poder poner el Birbis en publico lebastaba aquí el tener la correspondiente licencia del Juezord[inari]o igual a la con q[u]e en los años anteriores sehabía tallado el mismo juego. No era de su incumbencia elexaminar si el juez ord[inari]o tenía o no facultad p[ar]aconcederla, asi como tampoco es de la incumbencia de unAlc[ald]e el improbar la q[u]e a dado su compañero, q[u]e nipuede, ni debe criticar sus procedimientos sin agravio de losTrib[unale]s Superiores a quienes corresponde eseconocimiento. Nosotros q[u]e habíamos visto q[u]e en añospasados con sola la licencia de un Alc[ald]e ord[inari]o sehabía puesto aquí semejante juego, y en Bosa, y Fontibon conla del corre[gid]or de Yndios q[u]e apenas tiene jurisdicción

138 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: ff. 81 v.-82 r.108

[], no tuvimos reparo en tallar con la misma licencia q[u]eotros lo hicieron antes.139

Estos personajes revelan algunos datos interesantes a resaltar. En

primer lugar, que los juegos se presentaban bajo licencia incluso

en las fiestas de orden cívico y oficial, como el recibimiento o

el nombramiento de un funcionario e incluso la coronación del Rey

mismo. En segundo lugar, es interesante ver que ellos mismos

reconocen la contrariedad de estos juegos con respecto a la

normativa vigente pero que, a su juicio, sus acciones no eran

ilegales en cuanto un funcionario portador de la autoridad Real,

como un alcalde, les permitiese ejercer. Poco importaba que, en

este caso, el alcalde y alférez Caicedo hubiese inicialmente

negado dicha licencia. Bajo la excusa de que era recurrente en

estas fiestas (y en las fiestas en general) de desarrollar estos

juegos, buscaron aprobación en una segunda instancia, por medio

del alcalde de segundo voto. Podríamos decir que aprovecharon el

propio sistema en su sin número de funcionarios con funciones

sobrepuestas y competencias adyacentes para desarrollar lo que

parece ser su profesión. Finalmente es de notable importancia

observar que estos personajes parecen dedicarse a esta ocupación

de los juegos y las apuestas, y que no lo hacían sólo en este

pueblo. De hecho, algunos indicios muestran que se trata139 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 82 r.

109

individuos trashumantes. Recordemos que al principio de su

testimonio se indica que alias Portocarrero era en el momento

domiciliado en dicha ciudad, sin referir que fuese vecino o

residente. Él mismo menciona que en pueblos como Fontibón o Bosa

le bastaba el mismo permiso adquirido que le valió el pleito acá

mencionado para poner su mesa de juegos; mesa que por lo demás,

instala normalmente en cada fiesta de Egipto, San Diego, y otros

pueblos aledaños, ya que los habitantes lo tienen por costumbre y,

según él, nunca les ha sido dañino. Esto devela la existencia de

un grupo de comerciantes o tahúres, de un sector que si bien pudo

haber sido ínfimo, se desenvolvían en un tipo de actividad que

limitaba con la ilegalidad. Era, en resumen, una ocupación

impedida por las leyes, pero permitida por los funcionarios. Sabía

incluso este bisbisero que el mismo CAICEDO, quien había negado

licencia en esta ocasión, la había concedido el año anterior,

siendo alcalde ordinario de primer voto, y exclama “¡Como quando

teníamos a la vista q[u]e D[o]n Luis Caycedo le había concedido

antes? ¿En qué pues esta ese delito p[o]r el qual se nos encarsela

ignominiosamente y se nos abochorna en publico sin advertirse

q[u]e somos unos sujetos de buena conducta q[u]e hasta el dia no

se nos había notado el menor defecto?”140 Lo anterior, además del140 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 82 v. Pero en la retórica desu defensa, CONTERAS revela mucho más de lo que dice. Con nociones un

110

hecho de que los declarantes residen en el momento en la ciudad y la

sentencia final nos revelan precisamente que la ocupación de estos

sujetos era precisamente la de las apuestas, puesto que se les

manda a encontrar ocupación honesta “dentro de un Mes con

apercibimiento, que pasado sin haberlo hecho, se procederá contra

poco más que amplias de la jurisprudencia y de la ley pragmáticamencionada, cuestiona los motivos ulteriores del alcalde alférez.Reproducimos a continuación un aparte que nos parece relevante por lo queacabamos de mencionar e igualmente por la información que se puedededucir pero que excede nuestro propósito: “La buena fe con que procedimos {aun pone en la plaza pr[incip]al comosucedió en las fiestas con q[u]e se solemnizó la Jura del Señor D[o]nCarlos Quarto {q[u]e Dios gu[ard]e}, y en las q[u]e hizo la Ciudad enhonor, y obsequi del Ex[celentísi]mo Señor D[o]n Jose de Espeleta quandole vino el agrado de Tente Gr[ene]al frecuentemente en Sn Diego, y Egiptocon sola la licencia de uno de los Alc[ald]es d[e]r[ech]o sin que jamasse hubiese hecho sobre ello una novedad q[u]e puede jamas causar el dañopositivo de incomodar al pueblo como contraria a sus usos, y costumbres.Al Birbisero p[ar]a poder poner el Birbis en publico le bastaba aquí eltener la correspondiente licencia del Juez ord[inari]o igual a la conq[u]e en los años anteriores se había tallado el mismo juego. No era desu incumbencia el examinar si el juez ord[inari]o tenía o no facultadp[ar]a concederla, asi como tampoco es de la incumbencia de un Alc[ald]eel improbar la q[u]e a dado su compañero, q[u]e ni puede, ni debecriticar sus procedimientos sin agravio de los Tribs Superiores a quienescorresponde ese conocimiento. Nosotros q[u]e habíamos visto q[u]e en añospasados con sola la licencia de un Alc[ald]e ord[inari]o se había puestoaquí semejante juego, y en Bosa, y Fontibon con la del corre[gid]or deYndios q[u]e apenas tiene jurisdicción [], no tuvimos reparo en tallarcon la misma licencia q[u]e otros lo hicieron antes. Habría sido ennosotros un atrevimiento criminal el haber llegado solo a dudar q[u]e elAlc[ald]e D[o]n Lucas Heraso y Mendigaña no podía franquear aquellalicencia qdo los Jueces ordinarios citaban en la p[]n de otorgariaq[uan]do el mismo D[o]n Luiz Caycedo Dixo a Azero q[u]e la pidiere alcompañero, y quando {q[u]e es lo mas} el mismo Regor Caycedo la haviaconcedido en el año anterior con f[ec]ha 2 de enero siendo igualmenteAlc[ald]e ord[inari]o en depocitode vara. Entonces presta suconsentimiento p[ar]a q[u]e se ponga el Bisbis, y aun sin las prudenteslimitaciones q[u]e contiene la dada en este p[o]r el D[octo]r Mendigaña,y ahora condena lo q[u]e autorizó antes. Hoy quiere q[u]e nosotrosconozcamos ser delinquentes una acción q[u]e expresamente aprobó el año

111

ellos con arreglo a la yn[struccion] de vagos de diez y seis de

Junio de mil setecientos noventa como asi lo egecutarán los

alcaldes ordinarios”.141

Vimos entonces cómo la existencia de un sector social externo al

sistema pretendido por el poder central se autojustificaba y se

pasado. El hombre q[u]e en sus operaciones procede con aprobación de unjuez tan autorizado como lo es un Alc[ald]e ord[inari]o en ada delinque,p[o]r q[u]e el juez tiene siempre a su favor la presunción de rectitud, yel subdito ni puede, ni debe desidir si lo permitido p[o]r aquel esbueno, o malo, que [ju[] judicis aliquid facit nom videtur dolo malofacere. ¿Cómo podríamos nosotros persuadirnos q[u]e un juez ord[inari]ono tenia facultad p[ar]a franquear aqlla licencia a vista de q[u]e enmuchos años la habían concedido a siencia y pasiencia de los TribunalesSuperiores. ¡Como quando teníamos a la vista q[u]e D[o]n Luis Caycedo lehabía concedido antes? ¿En qué pues esta ese delito p[o]r el qual se nosencarsela ignominiosamente y se nos abochorna en publico sin advertirseq[u]e somos unos sujetos de buena conducta q[u]e hasta el dia no se noshabía notado el menor defecto? La buena fe con que procedimos {aun quandono ha habido otra consideración} no nos redimiría de todo castigo? Quiauctore judice comparavit, bon fiori posesor est. Si hubo otro delito{q[u]e no se a llagado ni aun a traslucir} debio acreditarse antes deproveer la prisión. Todos saben q[u]e el sumario debe preseder a lacaptura, y prestar merito p[ar]a decretarla en las circunstancias de nohaver riesgo en la demora como sólidamente lo fundan los mejorescriminalistas. Hablamos en el concepto de q[u]e no era presumible elq[u]e hubiese fuga, y crehemos q[u]e asi lo jusgaria el mismo Alc[ald]eord[inari]o en el supuesto q[u]e no tenía ni el mas remoto motivo p[ar]asospecharla, ya p[o]r q[u]e nuestra anterior arreglada conducta loresistia, y ya p[o]r la sinceridad con q[u]e jugábamos en publico, {q[u]eexcluye todo dolo, y principio de criminalidad} indincando mui bien q[u]een nuestra opinión no cometiamos ni el mas ligero defecto. Segundofundamento: p[ar]a combenser q[u]e q[u]e la prisión fue injusta con unademostración incontestable. Supongase p[o]r unos momentos q[u]e nosotrospusimos el Birbis sin licencia del juez, supóngase tambien q[u]e en laprohibición de la Pragmática están comprehendidas estas diversionespúblicas q[u]e solo duran tres días, y en las q[u]e no puede haver ni elmenos exceso, p[o]r q[u]e se presentan a la vista de una multitud deconcurrentes, y de varios jueces. Preguntamos ahora y en esa hypotesiscometimos delito q[u]e según ley se deba castigar con pena de cárcel? LaR[ea]l Pragmatica arriba citada q[u]e es la ley 18 tit 7 lib 8 de laRecopilacion previene q[u]e a los q[u]e [] jugaren en contravención de la

112

brindaba sentido a través de las costumbres y de los

representantes del poder. No era raro tampoco que los propios

funcionarios estuvieran involucrados en estos tipos de

actividades142 o que incluso hicieran parte de este sector, como el

ex miembro del cabildo de Honda, Tomás CARRASQUILLA quien

presuntamente manejase una casa de apuestas en su morada, el

gobernador de Antioquia, por un caso similar.143 El hecho que

existiera leyes para regular a este sector de la población es

sintomático del conocimiento de las autoridades del mismo. Sin

prohibicion antecedente {comprehendida en los xxxx anteriors de la misma}se les imponga p[o]r la primera vez pena pecuniaria. luego en el articulo4° ordena q[u]e los trasgresores q[u]e jueguen y no tuvieren bienes enque hacer efectivas las penas pecuniarias q[u]e quedan referidas, esténp[o]r la primera ves diez días en la cárcel. Conforme, pues, a loterminantemente desidido en esta ley {q[u]e en nada pueden los juecesalterar, y q[u]e con arreglo al articulo 15 sea a de observar en todo, yp[o]r todo según sin tenor literarl sin arbitrio algn[u]no p[ar]ainterpretar la base qualesq[uie]r pretexto q[u]e sea} es constante q[u]ela pri[]n no debe tener lugar si el jugador tiene bienes con q[u]e pagarla pena pecuniaria. ¿Y p[o]r ventura a nosotros se nos impuso la multa, yse purificó q[u]e no teníamos con q[u]e pagarla? O por el contrario ¿noes cierto q[u]e inmediatamente sin oir escusas se nos encarzelo? Luego setrastorno e invirtió la disposición de la R[ea]l Pragmatica y p[o]rconseq[uenci]a la prisión fue ilegal, en cuyo concepto e intentando laacción q[u]e en el caso nos compete ante esta superior Tribunal, q[u]e atomado conocimiento del negocio, y adonde paran los antecedentes con elpedimento mas útil. Ibíd. ff. 82 v.-83 v.141 A.G.N. (Bogotá). Colonia. Policía. T. 6: f. 86 r.142 CASTAÑO PAREJA, Yoer Javier. “’Rinden culto a Baco, Venus y Cupido’: juegos y actividades lúdicas en la Provincia de Antioquia y otras zonas neogranadinas, siglos XVII – XVIII” en Historia Crítica N° 30. Bogotá, Uniandes, 2005: pp. 132-135.143 Sobre CARRASQUILLA véase A.G.N. (Bogotá). Colonia. Criminales. T. 25: ff.298-319. Un estudio sobre el caso de José de YARZA, gobernador de Antioquia, véase también JIMÉNEZ MENESES, Orián. El Frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. Medellín, Universidad de Antioquia, 2007: p. 85.

113

embargo, no podemos separar este grupo del conjunto social, puesto

que a veces, como se afirmó recientemente, eran miembros de la

colectividad o representantes mismos del poder. Las recurrentes

legislaciones al respecto muestran que éste era un problema que

persistía. Evidentemente ni la prohibición de las apuestas lo

detuvo. Cabe recordar que el Estado mantuvo el estanco y monopolio

de naipes. Este elemento, que no es privativo de las apuestas pero

sí estrechamente relacionado, era fuente de ingreso de las arcas

oficiales. El Estado condenaba y simultáneamente se beneficiaba

del vicio de los juegos de azar. Esta doble discursiva puede

observarse también en otras situaciones, como el consumo de

alcohol.

Este sector previamente enunciado conoce la legislación y la

prohibición a su ocupación y, sin embargo, la continúa ejerciendo.

Mediante el caso estudiado pudimos darnos cuenta de cómo estos

personajes conocen la ley y las pragmáticas particulares e

incluso, uno de ellos la recita en sus capítulos y sus penas. A

cierta altura, el mismo Juan Nepomuceno CONTERAS cuestiona su

encarcelamiento y recuerda que éste sólo es recurso si el acusado

no puede pagar la multa, que es la sanción corriente a esta pena.

Con lo anterior quiere decir que él tiene dinero para costear la

114

multa y el conocimiento de este procedimiento nos sugiere que

podría tenerlo por costumbre. Igualmente, el hecho de que en

primer lugar se contemple la multa nos induce a pensar que a

través de estos conductos se regulaba la actividad de estos

personajes que operaban en el límite de la oficialidad.

Conclusiones

115

Las fiestas y celebraciones fueron un terreno fértil de

contradicciones entre los involucrados. Desde la instancia de su

planificación las élites se encargaron de tomar la vocería del

conjunto de cuerpo social para debatir su realización donde la

tradición se erige como argumento de base para su

desenvolvimiento. Y es de esa manera que los criollos desde el

Cabildo construyen una imagen de la fiesta como inmanente de la

colectividad. La gente celebra porque iniciativa, es parte de

ellos. Para los que defienden la fiesta, ésta es constitutiva de

la sociedad, es parte integral y ocupa un lugar dentro del

calendario. El poder de la tradición, de su repetición a través

del tiempo le confiere una dimensión que trasciende las

generaciones. Sin embargo, está sujeta al transcurso del tiempo y,

por ende al cambio. Lo vimos con el carnaval de Santa Fe, como

caso extremo. Un sinnúmero de elementos fueron modificados hasta

que su esencia no se reconocía más. Fue víctima de la planeación y

la politización: se le quería alejar del grueso de la población.

Fue restringido y los diversos sectores que participaban dejaron

de alimentarlo con sus aportes particulares. Las características

específicas restringieron el alcance de la negociación de los

criollos interesados. En efecto, la incertidumbre política y las

116

inestabilidades sociales del pasado cercano condicionaron esta

negociación.

Pero la misma ilustración española con sus particularidades

complejizaba el panorama de las fiestas. La eficacidad económica

bajo un cuadro de tradiciones estrictas de la fe católica

presentaban, si no una contradicción, un cuadro demasiado

restrictivo de lo permitido o de aquello a reformar. Una fiesta

podría ser doblemente atacada bajo esta óptica en cuanto era foco

de vicios morales e inocuidad económica. Quien abogaba por su

puesta en marcha debía, por ende, justificarla en función de la

doctrina ilustrada demostrando sus beneficios tanto materiales

como espirituales. En estos términos transcurrían las discusiones

municipales sobre las fiestas, si el beneficio económico no

atentaba con la salvación de las almas.

No todas las actividades estaban abiertas para todos los públicos.

Como vimos, ciertas actividades se encontraban reservadas para

ciertos sectores, como los faustos. Aunque en Latinoamérica, y en

especial en el Nuevo Reino de Granada, las corridas habían dejado

de ser privativas de las esferas altas de la sociedad y se puso al

alcance de un público mucho más extenso. Seguro no se trataban de

las mismas corridas señoriales medievales, pero su esencia y

117

significado, como lo explica Pablo RODRÍGUEZ permanecía más o

menos estable. Cuando se volvieron a restringir en la mitad del

siglo XVIII no se dejaron de practicar. En cambio, se retomaron

como elemento de distinción, a tal punto que los más altos

funcionarios, como el virrey MESSÍA de la CERDA lo practicaba

privadamente con algunos de los sujetos más destacados de la

sociedad colonial. Este era el público que esperaba ciertos

sectores que desarrollara dicha fiesta. La fiesta en sí no era la

amenaza, sino la gente que la hacía. No era lo mismo una corrida

de toros en los aposentos del virrey, que en el contexto de

celebraciones públicas en el pueblo de indios de Bosa. Ese segundo

cuadro amenazaba tan solemne costumbre, practicada por sujetos que

al parecer de ciertos funcionarios, no conocen su significado ni

sus sutilezas. Es, por ende, peligrosa y debí restringirse.

Y es que el miedo a los desórdenes parecía una constante en las

acusaciones contra las fiestas y celebraciones. Además de la idea

de que la fiesta en sí no era peligrosa si no los sectores que la

practicaban, también estaba la idea de una inestabilidad

permanente. Tanto detractores como defensores de las fiestas

reproducían la idea de una amenaza constante de revueltas e

inestabilidad. Para los primeros, la fiesta era el gatillo que

118

desencadenaría diversos desenfrenos que desembocaría en rebeliones

y revueltas. Las multitudes, las capas populares no eran de

confiar y por ello no deberían tener acceso a las celebraciones.

Para quienes abogaban por las fiestas populares aunque la idea era

la contraria, partían de la misma base. Ese populacho que había

acumulado las presiones de estar sometidos a la autoridad buscaban

una diversión que distendiera las tensiones de la vida social. Sin

embargo, el vulgo tenía el mismo potencial de explotar en rebelión

si no se manejaban esas presiones. Y las fiestas eran a juicio de

estos funcionarios la forma de relajar las tensiones acumuladas.

Pero esta discusión sobre la amenaza de las clases populares se

desvanecía rápidamente en las discusiones alrededor de las

fiestas. Si bien era casi que una constante, no era sino esbozada

sin mayor desarrollo. Las discusiones muchas veces contenían

reclamos personales o escondían intereses privados que saltaban a

la vista por sí mismos. La contestación con un nombramiento de

alférez ponían en relieve la inconformidad con la decisión, pero

llevaba de fondo también una operación en la que se hacía un

balance entre los servicios prestados y lo merecido por los

mismos. Se pone en cuestión los beneficios obtenidos por los

servicios prestados. Leve cuestionamiento a la reciprocidad en la

119

relación entre súbdito y soberano. En ese sentido, la ley es un

marco para que el súbdito evalúe levemente la legitimidad de la

soberanía. Decimos levemente porque mediante esta operación el

criollo no llega jamás a cuestionar verdaderamente la legitimidad

del Rey y, sin embargo, evade la aplicación de ciertas leyes que

considera le perjudica. La fiesta, en resumidas cuentas, nos

brinda un marco para evaluar la tensión entre la legitimidad y la

obediencia: cómo se negocian las leyes que pueden de cierta forma

afectar ciertos intereses.

Pero también nos podemos preguntar sobre las acciones coercitivas

del Estado a estos juegos ilegales. Desde el medievo las

autoridades lidiaban con sectores de la sociedad que se lucraban

de las apuestas. La respuesta desde la primera mitad del segundo

milenio fue reprimir y excluir estos sectores. En cuanto su

ocupación no encontraba respaldo en la doctrina católica, esta

actividad no tenía por ende aceptación civil. Sin embargo, el

Estado colonial se siguió encontrando con estos personajes que

subsistían de estas actividades. La lucha contra esos vicios

contemplaba la prohibición de los juegos de apuestas y la sanción

a sus infractores, tanto jugadores como organizadores. En el

discurso la idea era eliminar esa práctica. La ilustración y las

120

reformas borbónicas le dieron nueva dirección a las estrategias:

el discurso era separar esos elementos del resto de la sociedad

productiva para mantenerla produciendo. Y las sanciones hablan

también de las actitudes de las directivas de los borbones. Las

infractores eran sancionados monetariamente los que podían pagar,

mientras que los desocupados y vagos sin ingresos eran retenidos

durante un tiempo determinado por la reincidencia de su delito. En

principio, por pervertir la moral son sancionados económicamente.

El no dejarse atrapar de las autoridades se convertía en su propio

juego. Si eran aprehendidos sabían que estaban a una multa de la

libertad. Por eso protestaba Juan Nepomuceno CONTRERAS, porque el

alcalde obvio el paso de la multa y lo arrestó. Él mismo lo

expresa cuando recita la ley por la cual cayó preso. Incluso,

conoce los conductos para ejercer su profesión, prohibida además.

Los infractores indirectamente reconocen el ser bisbiseros, pero

las penas de la pragmática tan citada por el alcalde no se

aplican. En cambio se les insta a abandonar esta práctica en el

transcurso de un mes y conseguir ocupación honrada, bajo pena de

multas monetarias. En complicidad de funcionarios obtiene licencia

para montar su mesa de juegos, y va de pueblo en ciudad

aprovechando el ambiente festivo para desarrollar su ocupación.

121

Si el súbdito negocia las condiciones de sumisión es porque

encuentra esos espacios en las mismas leyes. Los alcaldes y

gobernadores son en principio representantes del rey, distribuyen

su autoridad entre los súbditos. Pero a su vez están sujetos al

mismo poder. Hay una separación de la sociedad en estamentos,

castas y corporaciones, pero en últimas todos son súbditos de un

mismo rey. Un alcalde puede interponer un recurso a un

nombramiento a su juicio injusto, o a una decisión que considera

le perjudica. Él mismo toma parte en la redefinición del alcance

del poder del soberano. Pero, dentro de su contexto directo,

comparte la plaza con el verdulero, va a misa con el artesano,

aunque no se sienten en seguida, asiste a las procesiones, fiestas

y rogatorias de su ciudad y jura al mismo rey que el bisbisero.

122

Bibliografía

Fuentes primarias

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