discurso sobre el estilo

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Ensayo sobre el arte de escribir, un clásico.

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  • GEORGES-LOillS LECLERC CONDE DE BUFFON

    Discurso sobre el estzlo

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

  • COLECCIN

    PEQUEOS GRANDES E NSAYOS

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico Coordinacin de Difusin Cultural

    Direccin General de Publicaciones y Fomento Editorial

    '! GEORGES-LOUIS LECLERC

    CONDE DE BUFFON

    Discurso sobre el estilo Traduccin de AL CHl:MACERO

    u UNIV&RSIDAD AUTNOMA DE Mf:XICO

    2003

  • Primera edicin en la coleccin Pequeos Grandes Ensayos: 2003 Diseo: Mercado

    D. R. UN IVf:llSIIlAIJ NACIONALAlJT(ll\ OMA llf: MXICO Ciudad t:niversitaria, 04510, Mxico, D.F

    JJE PPBJJCACJ ONES Y Fom:sro E JlJ TOHIAL

    Prohibida su reproduccin parcial o total por cualquier medio, sin autorizacin escrita de su legtimo titular de derechos

    ISBN de la coleccin: 970-32-04 79-1 ISBN de la obra : 970-32-1216-6

    Impreso y hecho en Mxico

    r PRESENTACIN

    Georges-Louis Leclerc de Buffon naci el 7 de septiembre de 1707 en el castillo de Montbard, cerca de Semur y muri el 16 de abril de 1788 en Pars. Estudi con los jesuitas, se licenci en derecho y de su amistad con el duque de Kingston (quien tuvo por preceptor a un hom-bre amante del conocimiento apellidado Hinclanann) surgi su aficin por la historia natural. Ambos jvenes recorrieron juntos el sur de Francia, Italia, Suiza e Inglaterra. Ms tarde, por sus descollantes trabajos en los dominios de las matemticas, la fsica y la eco-noma rural, Georges-Louis fue nombrado miembro adjunto de la Academia de Ciencias de Francia a la edad de 26 aos!

    En 1739, ya como integrante de la Acade-mia de Ciencias en la especialidad de botnica, recibi el cargo de intendente del Jardin du Ro (hoy Jardn des Plantes). Entonces concibi el plan de la Histoire naturelle gnrale et parti-culiere. De esta magna obra Buffon fue el al-ma, no slo porque escribi la mayor parte de ella y porque se reserv para s las sustancio-sas exposiciones sumarias, sino porque su-

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    yas fueron tambin las ideas que sus colabora-dores pusieron en prctica y porque revis con el mayor cuidado cada uno de los resultados obtenidos.

    Su slida formacin en matemticas, mec-nica y botnica aplicada, su constante lectura de los clsicos y de los autores del siglo XVII, su gusto exquisito por la grandeza y la exactitud del estilo, as como su inclinacin por la orato-ria -rasgos que lo sitan muy por encima de sus contemporneos- hicieron de l un escri-tor consciente y escrupuloso, para quien la pre-cisin expresiva era una virtud cardinal. Desde 1744 pas ocho meses de cada ao en su tierra natal, donde se dedic a pulir el estilo de sus textos que conocieron numerosas versiones.

    En 1753, sin cursar las examinaciones tra-dicionales, pas a formar parte de la Academia Francesa y escribi para ello su Discours sur le style, cuya lectura concluy, contra las cos-tumbres de la poca, con una nutrida ovacin por parte de los asistentes. Luis xv le otorg en 1773 el nombramiento de conde.

    Pocos hombres han sido ms celebrados, ms colmados de honores y distinciones; fa-vorecido por los poderosos, atendido por pro-

    r pos y extraos, admirado por los ricos y los pobres, Buffon era estimado y respetado don-dequiera que se presentaba. El auge que cono-cieron las ciencias naturales en su tiempo fue, en parte, obra suya; resulta bastante arduo discernir si fue l quien lo inici o si slo fue su beneficiario. Asimismo, pocos pensadores como l supieron preservar su persona de los peligros que implicaba un nombre pblico.

    Su Historia natural es uno de los grandes xitos editoriales de la poca -por encima de La nueva Elosa e incluso de la Enciclopedv-; fue traducida a un gran nmero de idiomas y reeditada en mltiples ocasiones. El progreso de las ciencias, que habra de contradecir ms tarde muchas de las conclusiones de Buffon, debe ser abonado a su cuenta porque Georges-Louis fue el primero en plantear sus problemas de manera conjunta poniendo en juego una audacia intelectual que an hoy suscita la ad-miracin general.

    As, Buffon es considerado el padre de la an-tropologa por su Historia del hombre-Darwin seal que Buffon fue "el primero que en la poca moderna se ocup del tema del origen de las especies desde una perspectiva esen- 9

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    cialmente cientfica"-. Aunque no colabor en la Enciclopedia pese a las invitaciones que re-cibi por parte de Diderot y de D'Alembert, su contribucin indirecta pone de relieve la diversidad y el alcance de su aplicacin inte-lectual.

    Pi erre Gasear ha sealado que los libros de Buffon, donde ni un solo rengln se aparta del propsito anunciado y donde objetos y he-chos se describen con suma precisin y una preocupacin incesante por la objetividad, son creaciones literarias:

    en ellos est presente un hombre que delata el ansioso ardor de su bsqueda, su interrogacin en presencia del universo, su admiracin por la naturaleza y los fenmenos de la vida. Esta hu-manidad, esta personalidad del discurso reside en el estilo.

    Buffon no confiere a la palabra estilo el senti-do que recibe ordinariamente. Para l - ms all de la construccin sintctica y de la elec-cin del vocabulario que otorga su fuerza a la ex-presin, ms all del movimiento del discurso-el buen estilo es un estado de gracia, un estar

    inspirado. Nadie como Gasear, su bigrafo moderno, para formularlo puntualmente:

    El sentimiento que el escritor se esfuerza en traducir se nutre del placer esttico que le pro-cura de antemano la forma que esta traduccin va a adoptar: la idea se fortifica con la imagen que va a expresarla y se puede decir que la po-tencia del escritor aumenta con el conocimiento anticipado de su propio poder.

    As, el estilo es la virtud lrica, el ardor de la imaginacin, pero vigilado y contenido, puesto a salvo de la efusin potica.

    Sainte-Beuve subray que Buffon apreciaba sobre todas las cosas el desarrollo, la ilacin del discurso, un encadenamiento sostenido, y que atribua el genio a la continuidad del pen-samiento con respecto a un mismo objeto. En este gnero de cuidados, su raigambre escru-pulosa se emparentaba con la del ms delica-do de los antiguos.

    Desde luego, el Discurso sobre el estilo de Buffon es una fuente de sugerencias, no de defi-niciones. No es para menos: el estilo sigue sien-do, todava hoy, uno de los temas ms espino-sos de la investigacin literaria . 11

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    Este monumento de la lengua francesa se ha visto como la coridencia rebuscada de un gran artista. El propio Flaubert ha declarado: "Me ha maravillado descubrir en los preceptos acerca del estilo del seor Buffon nuestras teo-ras simples y llanas acerca del arte". Es en la magia del estilo donde Buffon ve la garanta de la inmortalidad:

    Las obras bien escritas sern las nicas que pa-sarn a la posteridad: el caudal de los conoci-mientos, la singularidad de los hechos, la nove-dad misma de los descubrimientos, no son garanta segura de inmortalidad. Si las obras que los contienen no tratan sino de nimiedades, si estn escritas sin gusto, sin nobleza y sin talen-to, perecern, porque los conocimientos, los he-chos y los descubrimientos se arrebatan fcil-mente [ ... ] stos son exteriores al hombre; en cambio, el estilo es el hombre mismo.

    La lectura de su Discurso sobre el estilo mues-tra de modo palmario los principios de compo-sicin en que reposa su escritura y por qu se-guimos leyendo su incomparable obra.

    Jos Luis Rivas

    PREFACIO A LA EDICIN LATINA'

    El D-iscurso sobre el estilo es conocido princi-palmente por la frase "el estilo es el hombre mismo" pero su importancia en la historia de la literatura es notable y no ha sido apreciada en su justa medida. Buffon escribi su discur-so en 1753, al ser electo miembro de la Acade-mia Francesa, y lo ley como protesta en con-tra del estilo que entonces prevaleca en Francia y que afectaba especialmente a los textos cien-tficos.

    En efecto, esos tratados recurran a la ret-rica abigarrada y a las descripciones fastuosas y afectadas, en vez de exponer los datos con un lenguaje sencillo, gil y sin ornamentos super-fluos.

    Buffon atribuye estos vicios a la falta de una organizacin previa en la escritura y a la caren-cia de un mtodo. En su opinin, el primer de-ber de todo escritor es formarse una idea clara y precisa de su tema, meditarlo larga y profun-damente, luego, subordinar todas y cada una

    Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, Disconr-s sur le slyle!De ratiruw dit:eruli, a ver. 1Jer.o;ion latine de J.-A 1\"a irn, Les Belles Lettres, Pars, 1926. Traduccin de Juan Carlos Rodrguez.

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    de las ideas particulares a la tesis principal. Slo de esta manera el escritor podr escapar a la tentacin de insistir demasiado en los de-talles; por otra parte, nunca debe andar en busca de efectos sino, por el contrario, afanar-se en la sencillez de la exposicin.

    Yo tengo para m que el Discurso sobre el estilo -pequea obra maestra- no ha perdido nada de su valor original y que su lectura resul-ta an muy provechosa para todos los que es-criben, especialmente nuestros contempor-neos: son muy pocos los que asumen la ardua tarea de estudiar a fondo su tema, considerar-lo en todas sus posibilidades y estimarlo en to-dos sus sentidos antes de comenzar a escribir. Si los escritores contemporneos ejercitaran ms la reflexin previa, produciran obras me-jor planeadas, ms sucintas y, por consiguien-te, mejor escritas.

    La frase "el estilo es el hombre mismo" debe leerse siempre en su contexto; ste nos aclara que slo los libros de buena escritura se vuel-ven intemporales ("las obras bien escritas se-rn las nicas que pasarn a la posteridad"); la argumentacin de Buffon es la siguiente: "los conocimientos, los hechos y los descubrimien-

    tos se arrebatan fcilmente, se transfieren e in-cluso mejoran cuando son empleados por ma-nos ms hbiles. stos son exteriores al hom-bre; en cambio, el estilo es el hombre mismo".

    Los mritos de un buen estilo se enrique-cen por la reflexin que debe preceder a la es-critura. Cuntos autores no sabrn hallarle un gusto personal--quiz producto de la experien-cia propia- al elocuente pasaje: "por la falta de plan, por no haber reflexionado suficientemen-te sobre su tema, un hombre agudo puede meter-se en embrollos y no saber por dnde comen-zar a escribir". Buffon prescribe, pues, que la reflexin, el orden y la secuencia lgica de las ideas constituyen la preparacin indispen-sable de la buena escritura.

    En Francia esta verdad fue universalmente aceptada. La clebre claridad del estilo fran-cs proviene precisamente de la costumbre, adoptada por los escritores, de disponer las ideas en un orden muy preciso y atribuir a cada una de ellas el valor que le corresponde.

    En este sentido, los escritores franceses deben mucho tambin a los autores latinos. Cicern, en su Orator y Quintiliano en su Institutio oratoria. - para citar slo dos ejem- 15

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    plos notables- insisten en la importancia de la reflexin y en la necesidad de ordenar las ideas no slo en la oratoria y la retrica sino tam-bin en la escritura. Las enseanzas de los ro-manos en lo concerniente a inventio y dispo-sitio pueden rastrearse en las obras de autores franceses como Buffon y el discurso-la oratio-que aqu presentamos es clara muestra de ello.

    John A. Nairn

    SEORES:

    Me han colmado de honor al llamarme con us-tedes; 1 pero la gloria no es un bien sino en tan-to que se sea digno de ella y no me persuado de que algunos ensayos mos, escritos sin arte y sin ms ornamento que el propio de la natura-leza, sean mritos suficientes para osar tomar asiento entre los maestros del arte, entre los hombres eminentes que representan aqu el esplendor literario de Francia y cuyos nombres, celebrados hoy por la voz de las naciones, re-sonarn an vivamente en los labios de nues-tros ltimos descendientes.

    Han tenido ustedes, seores, otras razones para fijar los ojos en m: han querido dar a la ilustre Academia de Ciencias, a la que tengo el

    1 Este discurso fue pronunciado en la Academia Francesa el da 25 de agosto de 1753, fecha en que Georges-Louis Leclerc, conde de BufCon fue recibido como miembro. La Academia Francesa estaba as consti-tuida: cardenal de Luynes, Jrme Bignon, Paulmy d'Argenson, Crbillon, Boyer (obispo de Mirepoix), Duelos, cardenal de Rohan Soubise, Foncemagne, Maupertnis, Lachausse, Volta.ire, ma-riscal de Richelieu, Dupr de Saint:'.laur, duque de Villars, J.B. Surian (obispo de Vence), De Boze, Hnault, cardenal de Bern.is, conde de Bisse, AL. Sguier, Vaureal, Alby, abate d'Olivet, Destouches, Mairan, du Resnel , Gresset, Marivaux, Sguy, Giry de Saint-Gyr, mariscal de Belle-lsle, De Laville, duque de Sa.inc,-Aignan, Mirabeau, Montesquieu, duque de Nivemois, Moncrif. Buffon suct:>di a Languet de Gergy, ar-z.obispo de Sens.

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    honor de pertenecer desde hace mucho tiem-po, una nueva prueba de consideracin; mi agradecimiento, aunque compartido con ella, no ser menos vivo.2 Pero cmo satisfacer el deber que hoy me impone esta prueba? No he de ofrecerles, seores, sino su propia rique-za: algunas ideas sobre el estilo, que yo he to-mado de sus obras. Las he concebido leyndolos y admirndolos a ustedes y el xito de stas de-pende de que sean sometidas a sus inteligencias.

    Siempre ha habido hombres que han sabi-do mandar a los dems por el poder de la pala-bra; con todo, slo en los siglos ilustrados se escribi bien y bien se habl. La verdadera elocuencia supone el ejercicio del intelecto y la cultura del espritu. Es muy diferente de esa facilidad natural de hablar, que denota slo cier-ta disposicin y es una cualidad propia de quie-nes a la fuerza de la pasin agregan facilidad de palabra y rapidez en la imaginacin. Son hombres que sienten vivamente, se emocionan de igual manera, exteriorizan con vigor su pa-

    Ouffon era, desde hada vE>inte aos. mi (>mbro de la :\cademia de C icnda.c;. Es trad1cin en la Ac-ad

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    Pero antes de buscar el orden en que han de presentarse los pensamientos es necesario haber hecho otro orden ms general y ms es-tricto, donde no deben entrar sino las primeras ojeadas y las principales ideas; un tema queda-r circunscrito y se conocer su extensin al asignarle un lugar en este plan inicial; los jus-tos intervalos que han de separar las ideas prin-cipales se determinarn atendiendo a estos primeros lineamientos y as nacern las ideas accesorias e intermedias que servirn para com-pletarlas. Por el esfuerzo del intelecto se conce-birn todas las ideas generales y particulares desde su verdadero punto de vista; con una gran finura de discernimiento se distinguirn los pensamientos estriles de las ideas fecundas y, por la sagacidad que da la larga costumbre de escribir, se presentir cul ser el producto de todas estas operaciones del espritu. Por poco vasto o complicado que sea el tema, es muy ra-ro que se le pueda abarcar de tma sola ojeada, o penetrarlo por completo de un solo e inicial esfuerzo de la inteligencia; es raro tambin que antes de reflexionar mucho sobre l se com-prendan todas sus relaciones. No es posible,

    .L

    pues, llegar a decir que se le ha considerado demasiado, pero es el nico medio de consoli-dar, desplegar y dar nobleza a los pensanen-tos; entre ms se les de sustancia y fuerza por la meditacin, ms fcil ser luego darles for-ma por la expresin.

    Este plan no es an el estilo, pero s la base que lo sostiene y dirige, la que regula su movi-miento y lo somete a leyes; sin ste, el mejor escritor se extrava, su pluma marcha al aca-so y deja al azar trazos irregulares y figuras discordantes. Por luminosos que sean los co-lores que emplee, por muchas que sean las be-llezas que siembre en los detalles, si el con-junto causa desagrado o no se siente su vigor, la obra no estar acabada de construir y, aun-que admiremos el espritu del autor, se podr suponer que le falta talento. Por esta razn quienes escriben como hablan, aunque hablen muy bien, escriben mal; quienes se abandonan al primer arranque de su imaginacin toman un tono que no pueden sostener; quienes te-men desperdiciar los pensamientos aislados, fugitivos y en distintas ocasiones escriben tro-zos sueltos, no los renen jams sin transicio-nes forzadas; sta es la razn, en una palabra, 21

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    de que haya tantas obras hechas de retazos y tan pocas fundidas de un solo golpe.

    Sin embargo, todos los temas tienen unidad y, por vastos que sean, pueden ser reducidos a discurso. Las interrupciones, las pausas, las sec-ciones no han de usarse sino cuando se abor-den temas diferentes o cuando, al hablar de grandes cuestiones delicadas y dismiles, la marcha del intelecto se vea interrumpida por la multiplicidad de los obstculos y forzada por la necesidad de las circunstancias; por otra parte, el gran nmero de divisiones, lejos de hacer ms slida una obra, destruye su cohe-rencia, el libro parece ms claro a la vista pero la intencin del autor permanece oscura; no puede impresionar el espritu del lector ni pue-de hacerse sentir sino por la ilacin, por la de-pendencia armnica de las ideas, por un desa-rrollo sucesivo, una gradacin sostenida, un movimiento uniforme que toda interrupcin destruye o hace languidecer.

    Por qu las obras de la naturaleza son tan perfectas? Porque cada una es un todo y por-que trabaja bajo un plan eterno del que jams se aparta; prepara en silencio los grmenes de sus producciones, esboza en un acto nico la

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    forma primitiva de todo ser vivo, la desarrolla, la perfecciona por un movimiento continuo y en un tiempo determinado. La obra asombra, pero lo que ms debe sorprendemos es el sello divino que ah resplandece. Por s mismo, el espritu humano no puede crear nada, no pro-ducir sino despus de haber sido fecundado por la experiencia y la meditacin; sus conoci-mientos son los grmenes de sus producciones, pero si imita a la naturaleza en su marcha y en su trabajo, si asciende por la contemplacin a las verdades ms sublimes, si las rene, si las enlaza, si forma con ellas un todo, un sistema me-diante la reflexin, establecer, sobre cimien-tos inquebrantables, monumentos inmortales.

    Por la falta de plan, por no haber reflexio-nado suficientemente sobre su tema, un hom-bre agudo puede meterse en embrollos y no saber por dnde comenzar a escribir. Percibe a la vez un gran nmero de ideas y, como no las ha comparado ni subordinado, nada hay que le de-termine a preferir las unas a las otras; queda, pues, en la perplejidad.

    Pero cuando haya hecho un plan, una vez que haya juntado y puesto en orden los pensa-mientos esenciales de su tema, percibir fcil- 23

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    mente el instante en que debe tomar la pluma, sentir el punto de madurez de la produccin del espritu, estar obligado a hacerla brotar y no tendr seguramente sino el placer de escri-bir: las ideas se sucedern sin dificultad y el estilo se har natural y fcil, la vehemencia na-cer de este placer, lo esparcir por doquier y dar vida a cada expresin, todo se animar ms y ms, el tono se elevar, los objetos tomarn color y el sentimiento, juntndose a la claridad, la aumentar, la llevar ms lejos, la har pa-sar de lo que se dice a lo que se va a decir y el estilo resultar interesante y luminoso.

    Nada se opone ms a la vehemencia que el deseo de poner en todas partes rasgos ingenio-sos, nada es ms contrario a la luz que debe revelar la forma y esparcirse equitativamente en un escrito que esas chispas obtenidas a la fuerza haciendo chocar las palabras unas con-tra otras y que nos deslumbran slo unos ins-tantes para dejarnos en seguida en tinieblas. Son pensamientos que no brillan sino por opo-sicin: solamente presentan un lado del obje-to, dejando en la sombra todas las otras caras; a menudo este lado que se escoge es un punto, tm ngulo sobre el cual se hace mover al espri-

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    tu con tanta facilidad que se lo aleja ms de las grandes caras desde las cuales el sentido co-mn acostumbra considerar las cosas.

    No hay nada, todava, ms opuesto a la ver-dadera elocuencia que el empleo de estos pen-samientos finos y la bsqueda de estas ideas ligeras, desledas, sin consistencia y que, como la hoja de un metal batido, no tienen destello sino en tanto pierden solidez. As, cuanto ms ingenio nimio y brillante se ponga en un escri-to, menos vigor tendr, menos claridad, menos vehemencia y estilo; a no ser que este ingenio sea el fondo mismo del asunto y que el escritor no haya querido hacer otra cosa que chancear: en este caso el arte de decir pequeas cosas resulta posiblemente ms difcil que el arte de decir las grandes.

    Nada se opone ms a lo naturalmente bello que el trabajo tomado para expresar cosas or-dinarias o comunes de una manera singular o pomposa; nada degrada ms al escritor. Lejos de admirarlo, nos causa lstima por haber em-pleado tanto tiempo en hacer nuevas combina-ciones de slabas para no decir sino Jo que todo el mundo dice. ste es el defecto de los espri-tus cultivados pero estriles; usan palabras en 25

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    abundancia, pero no ideas; trabajan, pues, so-bre las palabras y se imaginan haber combina-do ideas porque han combinado frases, haber de-purado el lenguaje cuando lo han corrompido al torcer el sentido de las acepciones. Estos escritores carecen de estilo o, si se quiere, no tienen sino la sombra de l. El estilo debe grabar los pensamientos, ellos no saben sino trazar palabras.

    Para escribir bien es necesario, pues, do-minar plenamente el tema; es preciso refle-xionar mucho para ver con claridad el orden de los pensamientos propios y formarlos en una serie, una cadena continua, donde cada punto represente una idea; cuando se haya tomado la pi urna, ser necesario conducirla sucesivamen-te sobre el rasgo inicial sin permitirle que se desve, sin apoyarla demasiado desigualmente, sin darle otro movimiento que el determinado por el espacio que debe recorrer. En esto con-siste la severidad del estilo, esto es tambin lo que har la unidad y lo que regular la rapidez; asimismo, slo esto bastar para hacerlo pre-ciso y sencillo, igual y claro, vivo y continuo. Si a esta primera regla, dictada por el intelecto, se le agrega la delicadeza y el gusto, el escnpulo

    r en la eleccin de las expresiones, el cuida-do de no nombrar las cosas sino en los trmi-nos ms generales, entonces el estilo tendr no-bleza. Si se agrega aun la desconfianza para con el primer impulso propio, el desprecio de todo lo que no sea ms que brillo y una repug-nancia constante por lo equvoco y lo cmico, el estilo tendr gravedad y hasta majestad. En fin, si se escribe como se piensa, si se est con-vencido de lo que se quiere persuadir, esta bue-na fe para consigo mismo -que hace la ho-nestidad para con los dems y la verdad del estilo- le har producir todo su efecto, con tal de que esta persuasin interior no se caracteri-ce por un entusiasmo demasiado fuerte y que haya en todo ms candor que confianza, ms razn que vehemencia.

    Es as, seores, como ustedes, al leerlos, me parece que me hablan y me instruyen. Mi alma, que recoga con avidez estos orculos de lasa-bidura, ha querido emprender el vuelo y elevar-se hasta ustedes. Esfuerzos vanos! Las reglas -lo dicen tambin ustedes- no pueden suplir el genio; si ste falta, aqullos sern intiles. Es-cribir bien es pensar bien y a la vez sentir bien y expresar bien, es tener a un mismo tiempo 27

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    ingenio, alma y gusto. El estilo presupone la reunin y el ejercicio de todas las facultades intelectuales. Slo las ideas forman el fondo del estilo, la armona de las palabras es slo lo ac-cesorio y no depende sino de la sensibilidad de los sentidos; es suficiente tener un poco de odo para evitar las disonancias y basta haberlo ejer-citado, perfeccionndolo con la lectura de poe-tas y oradores, para que mecnicamente sea-mos arrastrados a la imitacin de la cadencia potica y de los giros oratorios. Adems, nun-ca la imitacin ha creado nada; as, esta armona de las palabras no forma el fondo ni el tono del estilo y se encuentra a menudo en escritos va-cos de ideas.

    El tono no es sino la adecuacin del estilo con la naturaleza del tema y no debe nunca ser forzado, nacer naturalmente del fondo mismo de la cosa y depender mucho del grado de ge-neralidad a que se hayan llevado los pensamien-tos. Si se le ha elevado a las ideas ms genera-les y si, en s mismo, el tema es grande, el tono parecer alcanzar la misma altura; si, mante-nindolo en esta elevacin, el intelecto contri-buye suficientemente a dar a cada objeto una luz fuerte, si se le puede agregar a la energa

    del dibt\io, la belleza del colorido, si se puede, en una palabra, representar cada idea por una imagen viva y bien acabada y formar de cada serie de ideas un cuadro armonioso y elegan-te, el tono ser no solamente elevado, sino su-blime.

    Aqu, seores, la ejemplificacin haria ms que la regla: los ejemplos instruiran mejor que los preceptos, pero como no me es permitido citar los sublimes fragmentos que tan a menu-do me han emocionado al leer sus obras, es-toy obligado a limitarme a estas reflexiones. Las obras bien escritas sern las nicas que pasa-rn a la posteridad: el caudal de los conocimien-tos, la singularidad de los hechos, la novedad misma de los descubrimientos, no son garanta segura de inmortalidad. Si las obras que los con-tienen no tratan sino de nimiedades, si estn escritas sin gusto, sin nobleza y sin talento, pe-recern, porque los conocimientos, los hechos y los descubrimientos se arrebatan fcilmente , se transfieren e incluso mejoran cuando son em-pleados por manos ms hbiles. stos son ex-teriores al hombre; en cambio, el estilo es el hombre mismo. El estilo no puede, pues, ni arre-batarse, ni transferirse, ni alterarse; si es eleva- 29

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    do, noble, sublime, el autor ser igualmente admirado en todos los tiempos, pues slo la verdad es duradera y hasta eterna. As, un esti-lo bello no lo es, en efecto, sino por el nmero infinito de verdades que presente. Todas las bellezas intelectuales que al se encuentran, todas las relaciones de que est compuesto, son verdades igual de tiles -y posiblemente ms preciosas para el espritu humano- que las que pueden formar el fondo del tema.

    Lo sublime no puede encontrarse sino en los grandes temas. La poesa, la historia y la filosofa tienen todas el mismo objeto, un obje-to muy grande: el hombre y la naturaleza. La filosofa describe y representa la naturaleza. La poesa la pinta y la embellece, pinta tam-bin a los hombres, los engrandece, los ideali-za; crea a los hroes y a los dioses. La historia pinta slo al hombre y lo pinta tal cual es: as, el tono del historiador no ser sublime sino cuando haga el retrato de los ms grandes hom-bres, cuando describa las ms grandes accio-nes, los ms grandes movimientos, las ms gran-des revoluciones; para los otros temas ser suficiente con que el tono sea majestuoso y gra-ve. El tono del filosofo podr resultar sublime

    cuantas veces hable de las leyes de la natura-leza, de los seres en general, del espacio, de la materia, del movimiento y del tiempo, del alma, del espritu humano, de los sentimientos, de las pasiones; para los dems temas ser suficiente con que sea noble y elevado. Pero el tono del orador y del poeta, cuando el tema es grande, debe ser siempre sublime, puesto que ellos son dueos de agregar a la grandeza de su tema tanto color, tanto movimiento, tanta ilusin cuanto les plazca; puesto que deben siempre pintar y siempre engrandecer los objetos, de-ben tambin siempre emplear toda la fuerza y desplegar toda la potencia de su intelecto.

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  • Cronologa

    1707 Georges-Louis Leclerc nace el 7 de septiembre en Montbard, Borgoa

    1723 Comienza s us estudios de leyes con los jesuitas en el Colegio de Godrans en Dijon

    1728 En Angers estudia matemticas, medicina y botnica; sin haber ledo jams a Isaac Newton, descubre por sus propios medios la frmula del binomio en lgebra; en es amigo del joven duque de Kingston con quien vi

  • Bibliografa mnima

    Georges-Louis Leclerc, Discours sur le style, ed. bilinge francs-latn de J.-A. Nairn, Les Belles Lettres, Pars, 1926; Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, Del homb>e: es-critos antropolgicos, FCf:, Mxico, 1986; Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, Historia natural, general y pm-ticulor escrita. enjra.ncs por el conde de Bujjon, trad. de Joseph Clavijo y r"axardo, Joachim !barra, Madrid, 1785-1805; Jacques Roger, Bujjon, un philosophe au jard! du roi, Fayard, Pars, 1989; Pierre Gascard, Georges-Louis Lec/.m-c conde de Bujjon, Cniversidad Veracruzana, Xalapa, 2000; Ariel Rojo, El principe del conocimiento: Georges-Louis Leclmc, conde de Bujjon, Colciencias, Bogot, 200 l.

    ESTE LlllRO SE DE EL 25 rn: AGOSTO DE 2003, EL CCLAI>IVERSARIO

    DEL 1:-!GRESO DE GEORGES-Lotl!S LECLERC, cmmE DE AL-\ FRA:-ICESA,

    OCASIN PARA LA QliE COMPUSO Y SIJ DISCliRSO SOIJRJ-; }.'& J::ST/1.0

    Discurso sobre el esti-lo, de la coleccin Pequeos

    Grandes E:nsayos, editado por la Direc-cin General de Publicaciones y Fomento

    E:ditorial, fue impreso en Formacin Grfica, S.A. de c.v., Matamoros 112, col. Ral Romero,

    576:30, Ciudad :-lezahualcyotl, Estado de Mxi-co. En su composicin se usaron tipos ITC Century

    Book 9113, 8/12, 617 y Bell MT 20/21 pts. Para la im-presin de los interiores se us papel Cultural de 90 g; para los forros, cartulina Clsico marfil de 210 gy para el guanlapolvo, Clsico premicr mar-fil de 90 g. La formacin estuvo a cargo de Y!a.

    Dolores Rodrguez. La edicin consta de 1000 ejemplares y estuvo al cuidado de Ana

    Cecilia Lazcano, Mariana Alatriste y Juan Carlos Rodrguez.

  • 1111 iliitl 9-9ltt-;r-ou; N8SI