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entorno a mi reloj de muñeca

Reflexiones (an)estéticas

Por:Andrés Agudelo Garnica.Director: Aurelio Horta Mesa.

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Andrés Agudelo GarnicaUniversidad Nacional de ColombiaFacultad de Artes - Sede Bogotá DC.Escuela de Diseño Industrial.Junio de 2010.Impreso y hecho en Colombia.

Usted está en libertad de copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra y/o

hacer obras derivadas siempre y cuando reconozca los créditos de la obra de la manera especificada por el autor (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso

que hace de su obra).

El resultado se debe compartir bajo la misma licencia — Si altera o transforma esta obra, o genera una obra derivada, sólo puede

distribuir la obra generada bajo una licencia idéntica a ésta.

Tesis de Diseño Industrial. Director de la tesis: Aurelio Horta Mesa. Asesores: Andrés Sicard, Ricardo Rivadeneira, William Vásquez, Rosario Guerrero.

Diseño de identidad y carátula: Andrés Agudelo Garnica.

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“A su apoyo las gracias,

al Diseño mi vida”.

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Aproximaciones personal(ísimas) a la estética en los objetos de uso [Página 15]

Hipertexto [Página 15]

El concepto tiempo como concepto, el reloj como captura [Página 15]

Benjamin: el erudito moderno [Página 28]

El aura: La manifestación irrepetible [Página 33]

El shock y la Anestética: El frenesí estético [Página 39]

Notas [Página 63]

Bibliografía [Página 67]

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Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar - Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

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Advertencias preliminares.

El siguiente texto es el resultado del análisis de las situaciones de la cotidianidad en la intimidad de quien relata. Lo que pretendió el trabajo desde un principio, fue explicar los fenómenos presentes en la relación del circuito estético hombre-objeto-contexto; para estos efectos y con una base teórica y filosófica como punto de partida, el texto sigue una estructura que fundamenta el estudio de las relaciones, ligando teoría y vivencia personal con un ensayo literario y una reseña teórica como resultado.

Para una mayor comprensión del método de abordaje al texto, se debe tener en cuenta que su corpus está dividido en dos secciones fundamentales: El ensayo literario, como texto crítico de postura frente a la situación, y el hipertexto, que da un soporte teórico y conceptual al caso. Los textos

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son complementarios y permiten la libre escogencia en el orden de lectura; el hipertexto introduce a los conceptos en los cuales el ensayo está basado. El ensayo a su vez, contextualiza los conceptos que componen al hipertexto en un caso inherente a la cotidianidad.

El texto se compone de una estructura temática clara que hila el constructo literario con el hipertexto con el tiempo como concepto e imaginario de una colectividad y el reloj como objeto en el que se condensa el tiempo mismo y se individualiza el control de este, la estética como estudio de la relación sensible con el mundo y sus variaciones en el proceso de conocimiento por los sentidos y la ciudad, el escenario de los estímulos cierra el sistema en el que están inscritas las dinámicas relacionales y dialógicas de la experiencia.

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Aproximaciones personal(ísimas) a la estética en los objetos de uso cotidiano.

Uno, dos…

El tiempo, la existencia, el transcurrir, el discurrir, la incesante marcha, el sentir el paso avasallador del tiempo, el correr en contra de nuestro fin, la carrera ganada de

Hipertexto.

El concepto tiempo como concepto, el reloj como captura.

“El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido para aquellos que temen, demasiado largo para aquellos que sufren, demasiado corto para aquellos que celebran, pero para aquellos que aman… el tiempo es eterno”

Edoloko.

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antemano por la muerte que irónicamente nos empeñamos en obviar… cuento, luego existo, existo y me niego a dejar de hacerlo.

Tres, cuatro…

Y pasas tiempo y te capturo, te poseo, te manipulo, y creo que estás allí manojo de frenesí, evasión de realidad, pedazo de libertad.Y siento que te veo, y creo ver tu movimiento, la estela que trazan sus brazos dibuja mis horas, las que pasan, las que me quedan, las que quisiera eternas…

El tiempo, el imaginario compartido del transcurrir de las horas, los minutos, los segundos; el implacable devenir el incesante recorrido que ha inquietado a las sociedades a lo largo de la historia, historia misma que surge como concepto para dar cuenta de nuestra inmersión en el tiempo. “Para dominar el tiempo y la historia y para satisfacer las propias aspiraciones a la felicidad y a la justicia o los temores frente al engañoso e inquietante concatenarse de los acontecimientos, las sociedades humanas han imaginado la existencia, en el pasado o en el futuro”.1El “dominar” la misma existencia ha motivado entonces, esta carrera por la “apropiación” del tiempo, y desde lo cúspide jerárquica del poder, desde las primeras civilizaciones ha habido un interés en medir y contabilizar el tiempo, para de alguna manera utilizarlo en beneficio propio y en pro de un “control” del futuro como sociedad: “La conquista del tiempo por medio de la medición

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…Tiempo dame tiempo; deja de correr, déjame correr y luego detenerme, traiciona tu naturaleza, démonos un descanso y sentémonos a hablar -¿qué piensas de mí?- te podré decir que pienso de ti, qué me respondo cuando tu naturaleza infalible e implacable pasa sobre nosotros así nos neguemos a hacerlo, te diré que te admiro por viejo, por sabio, que te agradezco por curar las heridas, por ser el único remedio para un mal de amor, porque gracias a ti la muerte nos enseña que tú eres eterno, pero que nosotros somos una migaja de existencia con

está claramente percibida como uno de los aspectos importantes del control del universo por parte del hombre.” 2

Hablar de tiempo es hablar de la existencia misma, allí aparece Martin Heidegger (1889 – 1976). El Dasein en Heidegger aparece entendido como el concepto de existencia, de estar-ahí, ser-en-el-mundo. El Dasein está arrojado a sus posibilidades, este es posibilidad antes de realidad. La posibilidad hace parte de la naturaleza humana, ya que la prospectiva, la proyección a futuro constante en la mente del ser humano lo hace querer ser, lo inserta en un campo de posibilidades.

El tiempo en Heidegger es la concienciación, es cuando el Dasein se da en un tiempo, cuando se dispone un ahora por experiencia vivida del ser-ahí. El Dasein “cuenta” con el tiempo y lo usa como instrumento de registro

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algunas horas prestadas, guardadas en un saco roto que se vacía al caminar…

Me autodefino como alguien normal; normal de esos que come y duerme, de los que ama viajar, conocer gente, reírse de un extraño y verse sorprendido por un paraje antes ignorado, de los que muere por los atardeceres en el mar con los pies clavados en la arena, con la brisa en la piel, la imagen háptica escalofriante de la tranquilidad. Me acerco raudo a la vejez (el tiempo no va a detener su flujo por alguien

y comprensión de la existencia propia. “[...] es decisivo aquel ‘contar’ del Dasein ‘con su tiempo’ que precede a todo uso de instrumentos de medición construidos para determinar el tiempo. Aquel contar es previo a este uso, y es lo que hace justamente posible el uso de los relojes.” El Dasein se temporaliza en su propia proyección en el mundo, es decir, que en la temporalización del estar en el mundo radica la existencia del ser. El Dasein trabaja como el ente relacionante; los utensilios se relacionan entre ellos por el proyecto humano del ser-ahí, al relacionarse con los utensilios el ser humano le da vida y estos le dan vida al ser del ser humano. El proyecto humano es el que da sentido al objeto en el mundo.

La instrumentación para medir el tiempo ha tenido una evolución ligada a la precisión y reducción de dicha medida. Desde el primer calendario solar conocido, desarrollado por los egipcios durante el tercer milenio antes de

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como yo) y el cuarto de siglo está a la vuelta de la esquina. Ya soy de esos de los que mira hacia atrás y dice –“¡mierda! cómo pasa el tiempo”- soy joven, al menos creo serlo (quiero serlo), como joven la autoridad no es mi amiga y miro con desdén a la distancia a los que protegen al sistema al que negué que me robara mi infancia, haciendo de cuenta que mi posición propicia el propio sostenimiento de lo “establecido” y como joven, creo a veces (¡ay de mí!), que soy el eslabón clave que cambiará el mundo, realmente quiero serlo, realmente el dejo

Cristo, hasta el calendario Gregoriano implantado en 1582 el cuál es el mayormente utilizado en el mundo. En la actualidad coexisten unos 40 calendarios, con el mismo objetivo que el inicial: llevar una cuenta del tiempo y organizar y sistematizar las nuestras actividades y fenómenos. En 1647 el científico Británico Christian Huygens dividió la hora en 60 minutos y los minutos en 60 segundos, acortando el lapso de medición del tiempo a un patrón mucho más específico y preciso. La búsqueda de la medición del tiempo llevó al desarrollo de instrumentos capaces de medir lapsos más cortos de tiempo y el poder de poseer y contabilizarlo pasó a manos de cada persona, dejando atrás la monopolización de este por parte del poder, “El sistema horario define un tiempo a la vez colectivo e individual, susceptible de una mecanización siempre más avanzada, pero también de una sutilísima manipulación subjetiva.”4 Esta manipulación subjetiva, está soportada en la posesión de instrumentos a nivel personal,

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de banalidad que transmite la turba autómata a mi modo de ver las cosas requiere un sacudión para que vuelvan a sentir; es tiempo de shock. En mi interior hay una pasión desenfrenada por lo que mujeres y hombres hacen con cada fracción de su cotidiano devenir, con una pizca de misantropía (descendiente directa de la escandalosa ausencia de escrúpulos y consideración por parte del humano para con todo lo que le rodea); observo con morbo, al asecho, analizo los gestos, reflejo de su experiencia, oigo sus voces con esfuerzo aparentando distracción y escudriño en

para contabilizar el tiempo y los fenómenos que a través de este suceden, con el reloj de muñeca, como su máxima expresión de individualidad.

Con la aparición del reloj de muñeca se sienta el precedente de la posesión individual del tiempo, fenómeno consecuencia de la revolución industrial y la velocidad exacerbada que trajo consigo la Modernidad. Estudios como el de tiempos y movimientos de Frederyck Taylor5, le mostraron al mundo que el tiempo es el regente de la sociedad moderna y que del frenesí, la velocidad y la eficacia con que se lleven a cabo las tareas depende el éxito de estas: “Hay que devorar el tiempo con la mayor precisión.”6 En Modern times un filme de 1936, Charles Chaplin critica en un tono burlesco las condiciones de trabajo por las que tuvieron que pasar los obreros después de la época de la depresión, y es una visión caricaturesca pero certera de las características de la era moderna y la sobreexplotación de

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“Somos una migaja de existencia con algunas horas prestadas,

guardadas en un saco roto que se vacía al caminar”

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sus conversaciones que gradualmente desaparecen a la distancia, intento ver como ellos ven, ser sus ojos y el receptáculo que habita en sus mentes. Me inquieta su egoísmo, su capacidad de amar, como pueden herir y después besar, como se ríen del llanto y lloran hasta la risa, como se transforman al gustarse, como, cuando les das la espalda por un instante, se olvidan de su supuesta evolución, y vuelven al instinto primal y la bestia irrumpe en escena (ahí los veo sinestéticos, están puros, prestos al contacto con lo tangible) me gustan, me encantan, me inquietan; me

la producción en cadena. El tiempo se convirtió en la condición sine-qua-non de la sociedad moderna, y la vida, pasó a medirse milimétricamente, para obtener una máxima productividad en el mínimo tiempo: el concepto de “no tengo tiempo” reflejo de la existencia inauténtica de Heidegger: la negación a la muerte, al fin del tiempo, el no-futuro, a la finiquitación del Dasein y al caos que esta carrera en contra del tiempo, da paso a una necesidad creada por contabilizar y aprovechar cada segundo de la vida del ser “Perdiéndose a sí mismo en sus múltiples quehaceres, el irresoluto pierde en ellos su tiempo. De ahí procede ese decir que le es tan característico: ‘no tengo tiempo para nada’. 7

“Los objetos no nos ayudan solamente a dominar el mundo por su inserción en series instrumentales, sino que nos ayudan también, por su inserción en series mentales, a dominar el tiempo, al discontinuarlo y al clasificarlo

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obsesiona mirar in situ su desempeño en el papel de habitantes del espacio de los estímulos del sistema sensorial que devora cada neurona al tocarlos. Mi alimento son nuestras ilusiones, imágenes y sonrisas en la calle, acostumbro a quedarme impávido frente a lo que me sorprende, quiero ser receptivo, quiero darme cuenta de todo y absorberlo con el ardor adecuado; a las “ellas”, a los “ellos”, a los “esos” que encuentro entre la masa, la masa zombie, la masa anestética, mermada por el shock, por el bombardeo sensorial, la que renunció al contacto estético para

conforme al mismo modo que a los hábitos, al someterlo a las mismas limitaciones de asociación que ordenan la colocación en el espacio”8 La dominación del tiempo se condensa en un objeto, en un testigo y compañía de los hábitos y actividades cotidianas, de ahí que la relación con el reloj propio, con el constante mirar e interactuar, hace que se establezca una relación especial que cambia, cada segundo.

Los objetos ocupan el espacio y los fenómenos el tiempo. Y los fenómenos suceden en la activación ocurrida en la interacción de los seres y los objetos, la experiencia de las personas con su entorno y los objetos que a este componen. Es con el diálogo omnidireccional entre usuario, objeto y contexto en el que el tiempo es percibido, capturado y esto a su vez es inscrito en el tiempo mismo. El tiempo afecta nuestra existencia, afecta nuestro entorno, nos inscribe y se inscribe en la existencia misma, todos

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protegerse, la que cerró los sentidos para sobrevivir al abrumador esquema moderno, la que en procura de la supervivencia al esquema caótico dejó atrás el experimentar y pasmó a su sistema nervioso en la cápsula que viaja en el tiempo pero que nunca lo toca, la masa autómata que aparentemente no ve lo que yo veo, -Sólo detente, está frente a ti, está aquí por ti. La prisa rige mi vida, soy como todos, víctima moderna, salto en las manecillas del reloj, corro con el tiempo a cuestas, siento que entre los dedos se va mi existencia y que ya no alcancé a reaccionar. Siento envidia del envidio al huraño,

los componentes del sistema existimos en un tiempo y somos reflejo de un tiempo pasado.

El paso del tiempo impregna con su huella al objeto, el tiempo suyo y nuestro cambia desde el primer contacto; primer vistazo, adquisición, uso y desuso, las variables que enmarcan la relación con los objetos en un tiempo histórico (por el momento y el contexto social, económico y cultural en que se posee y se vive con él), y en un tiempo personal (que enmarca las interacciones de la existencia misma y de los vínculos que establecemos en la interacción). Los objetos de uso tienen un período de vida en el tiempo, su Dasein, su estar-presentes se activa en el encuentro con sus usuarios quien es el que le da vida en el sistema de los objetos y las personas, sin el uso (independientemente de que este sea para el que fue creado) la existencia misma del objeto no se justifica, si no aparece en

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al marginal que renunció a la sociedad por una vida más tranquila, el que quiso obviar el halo del tiempo y escapó a la suspensión y la calma. Sólo a veces digo porque cuando creces en el frenesí es difícil imaginar una vida lejos de él; sin su acoso, sin su pujante estímulo, necesitamos un rival por naturaleza… Elegimos el tiempo para fortuna o desgracia nuestra.

…Tiempo –“¿Tienes tiempo?”- Hace rato no sé que es eso, hace rato no lo tenemos, diría que desde que alguien se inventó la “modernidad”, un afán subsecuente a la

el circuito como instrumento de relación, como médium entre la persona y su proceso de apropiación de la realidad, el estar-ahí no es viable. Cabe aclarar que existen numerosos usos y usuarios posibles en el tiempo de vida del objeto, y que con cada encuentro fortuito o intencional con el hombre, el objeto tiene destellos de aparición en el tiempo, al compartir el espacio y al funcionar dentro del circuito estético.

El tiempo afecta la relación con los objetos, va transformando la posición del usuario, va cambiando los sentimientos y sea cual sea la relación, existen algunas variables determinadas por el ciclo temporal en el que se presenta la interacción. El encuentro primario, el acercamiento y el inicio de la interacción, producto de la seducción inicial, la posibilidad de encantamiento, el desecho por mal funcionamiento (por no cumplir con las prestaciones que el usuario creía suplidas), el enamoramiento, la

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carrera que la muerte ya nos ganó en el momento mismo del alumbramiento. Se inventaron que hay que correr, que hay que tener todo listo ayer y el constructo imaginario del tiempo pasó, sobrevalorado, a ostentar la calidad de bien preciado, “el tiempo es dinero” amigo mío. Le he dado mil vueltas a ese concepto del “tiempo”, porque no es nada más que una interpretación, si tiene nombre hace parte del proceso de apropiación, si lo “marcamos” como “tiempo” es porque lo queríamos nuestro, porque sin manipularlo ni contarlo nos sentíamos vulnerables, inferiores. Desde el principio el poderoso era quien lo manejaba, quien

evocación a otros momentos en el tiempo; a un pasado mejor, a un futuro prometedor, o sea, como existencia ilegítima que niega la muerte, la pérdida accidental y la nostalgia posterior, el daño irreparable, el daño reparable, los usos varios; el bricolage como nuevo nacimiento… La importancia del tiempo para el objeto es que el objeto actúa en un tiempo determinado y como pieza variable del circuito estético, tiene un tiempo determinado para actuar y al igual que el hombre, está condenado a la muerte.

El reloj de muñeca supone el máximo esfuerzo por ligar el tiempo y el objeto; es que es el registro mismo, la traza del paso de las horas, su función es informar sobre el tiempo, ayudar al control de este, es ser la muestra de la individualización del tiempo o al menos, del supuesto de dominación de la existencia misma, en la pantalla del reloj puede consultarse el tiempo en cualquier momento, se tiene registro continuo e información constante,

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conocía qué sucedía con los días y las cosechas, ahora somos todos, con una porción de tiempo sujeta a nuestra muñeca, ahora está con nosotros. Y es que fue con el reloj de muñeca que el tiempo empezó a luchar a nuestro lado (a pesar de la contradicción que supone la encarnizada competencia contra él mismo), y es que con este fue que la máquina pasó a unirse con el hombre y nos fue concedida la facultad, de poder manejar y manipular nuestro propio tiempo; la evolución histórica y objetual, entregó en nuestras manos, con la confianza de un padre su herencia, la oportunidad de convertirnos en “dueños de

cada segundo. La particularidad del reloj es que no se puede desligar de su naturaleza como objeto que además de registrar el tiempo existe en un tiempo; el tiempo es víctima y victimario en el reloj de muñeca.

Benjamin: el erudito moderno.

Walter Benjamin, nacido en Berlín en 1892, filósofo y crítico judío, condición que sería rectora y de la que nunca pudo desligarse en su pensamiento, y causante de su trágico deceso al final de su vida.

Walter Benjamin a lo largo de su obra, trató temas variados: política, religión, lingüística, filosofía, sociología entre otros, pero se autodefinió siempre como crítico. La variedad de fuentes desde las que nutrió su conocimiento

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nuestro tiempo”, simbólicamente, en un acto anárquico, un manifiesto de poder para la masa, un paso emancipador en el que el tiempo se mudó a las manos (o mejor a las muñecas) del vulgo.

Con los objetos la relación es especial -incuso pretendo vivir de ellos; observo su existencia, su origen, su destino, observo como se chocan con el humano, como se dan vida mutuamente, como uno condiciona al otro, como el objeto adquiere una dimensión totalmente distinta al entrar en contacto con una persona, el devenir de sus relaciones

lo hacían una especie de erudito de la modernidad la literatura de Proust y Baudelaire (a quienes les dedicara atención especial en Sobre algunos temas de Baudelaire, del cuál hablaré más adelante), el Surrealismo en el arte como pensamiento reformador, el materialismo histórico, y temas como el teatro en Bertolt Brecht por mencionar algunas. Todo conocimiento y postura siempre mantuvo un eje transversal producto de su herencia: el judaísmo y el misticismo.

La estética para Walter Benjamin estaba centrada en la experiencia, en el proceso poiético de creación como apropiación del mundo por parte de las personas, del conocimiento por lo sentidos. Susan Buck-Morss, en su ensayo sobre la obra de Benjamin dice “…El campo original de la estética no es el arte sino la realidad-corpórea, naturaleza material […] es una forma de conocimiento, alcanzado por el gusto, el tacto, la escucha,

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y hechos que surgen en la interacción generan y modifican hábitos y formas de hacer, -”los objetos tienen como función [...] personificar las relaciones humanas.” Baudrilard vaya que tienes razón. Se trata de ellos (los objetos, las personas, el entorno) y de mí, de nuestra existencia, de nuestro encuentro, de la experiencia y la interacción, de qué sucede cuando estamos juntos e incluso cuando no o estamos y nos extrañamos, de como el comensalismo refuerza la idea de que sin el otro simplemente la experiencia no tiene sentido, juntos, alimentamos el circuito estético, a través y en el tiempo…

la vista, el olfato – la sensación corporal completa…”9 Este concepto de estética, se desprende del antiguo griego Aisthitiko el cuál quiere decir “percepción por los sentidos” la Aisthisis será entonces la experiencia de la percepción.

La experiencia estética en Benjamin y el proceso de creación de la obra, es visto como un proceso de mediación del artista entre Dios y la humanidad, en la obra se plasma el deseo e imagen de Dios para los hombres, de ahí el misticismo de la obra y el distanciamiento de evocación y alegoría en esta. La materialidad de la obra se complementa así con el componente mesiánico.

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Las relaciones con los objetos las encuentro tan particulares como emocionantes, me llena de intriga el vínculo afectivo que se desata, el papel de personificar relaciones, la analogía, el paralelo a conocer a una persona nueva. El vínculo está supeditado a los fenómenos y las variables que se presentan, el éxito de la relación depende de una especie de enamoramiento y que el tiempo de convivencia dure está ligado a que durante esta halla un lenguaje común y que ambos, objeto y persona, se relacionen armoniosamente, de lo contrario sucederá lo que sucede con las personas: una olvidará a la otra y salvo algún

El aura: La manifestación irrepetible.

“El aura que rodea a un objeto sensible corresponde exactamente a la experiencia que se deposita como ejercicio en un objeto de uso”10

Uno de los conceptos más enigmáticos y de mayor desarrollo de estudio fue el concepto del aura en la obra de arte. El concepto de aura, es ampliado por Benjamin en su ensayo de 1935 titulado La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica como tópico central en un análisis sobre la estética y la obra en relación con la masa en la era de la fotografía.

El aura en la obra de arte es entendida por Benjamin como la “manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar).”11 Aparece en la instancia de contemplación de la obra, como una imagen presente, visible

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recuerdo fugaz o un encuentro fortuito, nunca volverán a cruzarse en el camino. Experiencia que media, naturaleza estética de relacionarse por los sentidos; oler, palpar: sentir, a sentir vinimos, a explorar, a explotar de éxtasis sensorial. Cada característica del objeto que media el contacto con el espacio cuenta, la textura y el modo como nos mira, o que sentimos potencia la relación, el goce estético es cómplice celestino de la función, la intención estética del objeto es condición sine qua non, su concepción debe contemplar su inserción en el circuito estético, su existencia justificada en enriquecer la experiencia. El creador es un intérprete,

pero inalcanzable por su naturaleza única e irrepetible. Ese aquí y ahora de la obra fundamenta su concepto de autenticidad. El halo aurático de la obra está dado por la tradición y la originalidad en la obra, plasmada una única vez en el proceso mesiánico de su autor, de ahí que no pueda reproducirse fielmente por más exacta que sea su copia. “Incluso en la reproducción mejor acabada falta algo: el aquí y el ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra”.12 El carácter contemplativo e inaccesible de la obra es lo que le otorga el aura, de alguna manera “subyuga” al espectador, estableciendo una relación de carácter jerárquico.

El fenómeno que se produce con la reproductibilidad13 es el de la desintegración de aura de la obra, el fenómeno de distanciamiento se desvanece y el espectador se acerca a la obra, pasando de una posición

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autor del proceso mesiánico de reflejar un deseo colectivo en una materialidad, satisfacer a la masa con lo que la masa quiere: El Diseño sigue a la masa que sigue al Diseño que sigue a la masa. El objeto media la experiencia, es faro que ilumina, o cortina que entorpece, es el instrumento de reconocimiento del mundo, nos cuenta una realidad, la realidad que lo parió, nos relata los cuentos de su madre la cultura, porque es descendiente de la sociedad, a veces nos dice qué hacer o nos motiva a hacer lo contrario, es instrumento e interfase porque nos conecta con el mundo, toma la forma de la vara que mide la profundidad

pasiva a una activa: de espectador a usuario: “La reproductibilidad técnica de la obra artística modifica la relación de la masa para con el arte”.14 Con la reproductibilidad la obra se acerca al sujeto, se inserta en los canales de la cotidianidad y se vuelve manipulable, la experiencia con el objeto se vuelve más activa y se abre paso a una interacción directa y cercana. El valor cultual con la reproducción al llegar a la masa se vuelve valor de exhibición, en este punto el tope jerárquico y la importancia no está ni en el espectador ni en la obra, sino en la relación que sucede entre estos. La reproductibilidad transforma el aura distante en interacción, acerca la obra a la masa y la masa a la obra.

El valor de exhibición abre paso a una nueva manifestación de la estética reflejada en una nueva praxis: la política. La transformación de la obra en mercancía presenta a Benjamin dos caras de la moneda: La primera, la

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del pantano antes de sumergirnos en sus lodosidades viscosas, incondicional nos acompaña en la más íngrima de las soledades, captura un pedazo de mundo, un montón de historias y nos cuenta la suya propia, su recorrido hasta nuestras manos.

El reloj siempre cumplió una curiosa función: la de capturar, a dos manecillas, en una prisión material un hecho intangible. Reloj de sol, reloj de iglesia, reloj cucú, reloj de salón, reloj de arena, reloj de agua, hay cantidades de tipos, de formas con las que el hombre en su prepotencia

pérdida de la unicidad del aura; el fenómeno es evidente en la producción industrial de objetos de consumo, con la reproducción se pone al alcance de todos el “aquí” y el “ahora” del objeto, el fenómeno aurático de distanciamiento se pierde y la imagen pasa a manos de cada individuo. La segunda, las posibilidades de usar a la mercancía como instrumento que sirva a la emancipación; las ideas políticas y los intereses podrán difundirse y llegar a multitudes con mayor facilidad, el objeto y la experiencia que entorno a este sucede, pasan a jugar un papel fundamental en la configuración de la sociedad, ya que el objeto como sustento del consumo, lleva plasmado en sí, en reemplazo del aura, un mensaje configurador de sociedad, porque es significación de la red de mensajes, intenciones y constructos sociales y culturales, porque refleja el pensamiento de una época y porta el mensaje que propiciará la siguiente.

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todopoderosa condensó su existencia, su estar-ahí, su yo Dasein, en un ciclo eterno de años, meses, días, horas, minutos, segundos… en el reloj está representado el pasar de la vida, está condensada la existencia, años de evolución en la precisión, de desarrollo tecnológico, de concepción cultural y cultual de un fenómeno físico y un imaginario colectivo con el que convivimos y que no pudimos elegir como compañero aliado o enemigo. El reloj de muñeca es particular, está tan cerca, es tan nosotros que se fusiona, esa máquina cercana muestra lo que somos, juega con nosotros y nosotros con ella, le expone

El shock y la Anestética: El frenesí estético.

“afirmo que la inspiración tiene alguna relación con la congestión, y que todo pensamiento sublime va acompañado de una

sacudida nerviosa, más o menos fuerte, que resuena hasta el cerebelo” Charles Baudelaire.

Las sensaciones son afecciones al sistema nervioso, dichas sensaciones están ligadas a billones de neuronas alojadas en el cerebro que son estimuladas, transmitiéndose por el cuerpo, pasando por la médula espinal hasta el cerebro. El sistema nervioso no trabaja por sí mismo, los estímulos vienen de afuera es por eso que se complementa con el contexto, “el mundo externo debe ser incluido para completar el circuito sensorial” 15

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al mundo una postura, muestra elegancia, sofisticación, desdén, descuido, alegría, luto, pobreza o riqueza, ostentación, humildad, lo que queramos decir, lo que él quiera mostrar, ese manifiesto es siempre sin notarlo, un reflejo de nosotros. “Y es que cuando te regalan un reloj te regalan un universo florido” decía Cortázar, y es que te ofrecen para él, porque no es un cesión de derechos, es una presentación mutua que da cuenta del inicio de una relación:

– “Reloj: Fulano, Fulano: Reloj”.

El estudio de la experiencia de los sentidos se basa en la mediación de estos entre sujeto y objeto. El sistema nervioso, es el encargado de la percepción del mundo, por lo tanto es el regente de la experiencia estética; debe ser entendido como sistema “estético” de “auto conciencia” como Susan Buck-Morss lo llamara. El concepto de cerebro más allá de su fisiología debe entenderse como mente, el estudio de la cognición debe realizarse in-situ, teniendo en cuenta el contexto socio-cultural como uno de los componentes del sistema global de conocimiento y aprehensión del mundo.

Las imágenes tiene un poder seductor para la cognición en la experiencia estética y pueden llevar o mostrar una realidad manipulada . La intencionalidad de la imagen, bien sea pintura, fotografía, cinematográfica, arquitectónica u objetual, tienen el poder de politizarse “El arte visual se

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¡Extraños nunca más! mucho menos después del íntimo contacto que supone su sujeción al contorno huesudo y amorfo de tu muñeca. Es el génesis de una relación; la relación empieza entonces con la primera mirada, es el plano visual quien en este caso medió por vez primera, un acercamiento al reloj -dos pasos y traga saliva- un esbozo de sonrisa y la sorpresa al tacto; la entrada a los demás sentidos, el circuito sensorial que como red se teje, que media, de su capacidad de seducción y de mi experiencia previa depende el enamoramiento final… ahora somos

convierte, de esta forma, en político” 16

La sobreproducción de imágenes y el bombardeo de estímulos le mostraron a Benjamin que la nueva regla, la nueva condición inherente a la Modernidad es el shock: “Benjamin afirmó que esta experiencia del shock se había convertido en “la norma” de la vida moderna”.17 El término shock, propuesto por Sigmund Freud como un estímulo fuerte que la conciencia bloquea para evitar afección a largo plazo en la memoria.

Para comprender la experiencia y el shock en la cotidianidad de la vida moderna y su efecto en la obra creativa, debemos sumergirnos en los dominios de la conciencia y la memoria. “La experiencia no consiste principalmente en acontecimientos fijados con exactitud en el recuerdo, sino más bien en datos acumulados, a menudo en forma inconsciente,

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amigos, él me ayuda con mis tareas, a medir mi tiempo, el mismo tiempo que determinará cuánto estaremos juntos, yo lo cuido, le doy vida cada mañana al deslizarlo sobre mis falanges, sin mí no es más que relleno de algún armario.

Mi reloj llegó a mí por azar, un regalo de parte de un amigo en una noche fría, agitada, bizarra y pasada por frío gente distante de miradas extrañas. El trago: anís dulce y estremecedor, que al rozar el gañote sacude los folículos pilosos como la caricia de la más seductora pareja y la amistad, de esas que por momentos se jura será eterna, que

que afluyen a la memoria.”18 La idea de memoria como el conjunto de imágenes que fluyen de forma inconsciente se desprende de la filosofía de Bergson de “memoria pura”.

La memoria pura, vista como “banco de imágenes y recuerdos” se dinamiza en la obra literaria de Marcel Proust. La serie de siete obras À la recherche du temps perdu (En busca del tiempo perdido), es una introspección en la memoria misma de Proust más que ser una descripción de acontecimientos. En el primer tomo de la serie El camino de Swann (Du côté de chez Swann) Proust narra recuerdos de su infancia ligados a una magdalena (postre típico de la región francesa de Lorena) humedecida en té caliente que le daba su tía Léonie; en este acontecimiento y las reflexiones casi epifánicas que Proust hizo en rededor a este, está condensada su teoría sobre la memoria:

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por el jolgorio se presume firme, rígida como un buen trozo de Nazareno, fueron cómplices del encuentro; llevaba toda la noche mirándolo, pensando en la posibilidad de tenerlo, de jugármela por la suerte de la que me consideré huérfano hace tiempo -sé que él pensaba lo mismo, sé que su anhelo, su prospecto de amigo y guardián estaban conmigo en cada instancia de la velada- me sedujo cada color; mi vista extasiada en gozo; azul, rojo, amarillo y blanco, tan primario, tan sencillo, una paleta tan simple como sensual ¿acaso no aprendí eso de la Bauhaus? ¿Que la simpleza tiene un encanto abrumador? también me sedujo la marca,

“…me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de

una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo.

[…]Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el

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me capturó y me volvió a estremecer: era Lego y evocaba mi pasado, mi niñez, la nostalgia que se nos ha dicho que debemos sentir por tiempos supuestamente “más fáciles” aunque no le veo lo fácil a huir despavorido de los perros, gatos, caballos y cualquier espécimen con cantidad capilar distinta a la del humano lampiño promedio, a sufrir en la entrega de notas y tapar las reprendas de mis maestros ante mi madre, a odiar las oraciones en la escuela religiosa y sufrir a causa de mi memoria dispersa y mi mente que se escapaba entre las nervaduras del piso de madera de la iglesia o al confinamiento de mi habitación como

pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tilo, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa), me había recordado nada, antes de que la probara; quizá porque, como había visto muchas, sin comerlas, en las pastelerías, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes; ¡quizá porque de esos recuerdos por tanto tiempo abandonados fuera de la memoria no sobrevive nada y todo se va desagregando!; las formas externas ó también aquella tan grasamente sensual de la concha, con sus dobleces severos y devotos ó, adormecidas o anuladas, habían perdido la fuerza de expansión que las empujaba hasta la conciencia. Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres

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“ojos bien abiertos, poros preparados, el gusto florido, dilatas los oídos y expandes las fosas nasales [...] debes sentir como si

nunca más fueras sentir de nuevo”

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consecuencia de alguna travesura infantil, sin importar los viajes en los que me embarcaba, remanso de soledad en el mar de la inocente y extralimitada imaginación de un niño que sin muchos amigos aprendió a tejer su historia fantástica. Justamente el “tal” Lego fue mi cómplice siendo la más cercana fuente de materialización de mis reinos y las armas con las que con ahínco los defendí; bloque a bloque construimos nuestra infancia. El tiempo se encargaría después de colaborar con la superación en la mayoría de los casos de los traumatismos de crecer y poco a poco perder en la memoria de los años, las espadas y los

y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más, persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo. cuando iba a darle los buenos días a su cuarto.” 19

La memórie involontaire de Proust está soportada en los sentidos más primarios, y lejos de la subjetividad se vuelve justamente involuntaria porque la inserción del estímulo sensitivo en nuestra conciencia más profunda no depende de una voluntad nuestra, sino del azar: “Proust no vacila en afirmar como conclusión que el pasado se halla ‘fuera de su poder y de su alcance, en cualquier objeto material (o en la sensación

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fortines, eso es crecer supongo, dejar de lado el esquema de libertad y someterse al concepto de mundo de los demás. Quisiera decir que siento la nostalgia de la que nos hablan, pero escogí el camino del obstinado que insiste en sentir como niño, sacrificando el éxito de desempeñarse como “grande”, pues mi grandeza radica, muy sumergido en las leyes de mi mundo paralelo, en sentir el mundo de verdad…

Y vino el primer contacto y el flujo de estímulos se desató, generalmente no es perceptible, pero si prestas suficiente

que tal objeto provoca en nosotros), que ignoremos cuál pueda ser. Que encontremos este objeto antes de morir o que no lo encontremos jamás, depende únicamente del azar’ Para Proust depende del azar la circunstancia de que el individuo conquiste una imagen de sí mismo o se adueñe de su propia experiencia.”20 La memoria voluntaria nos proporciona información del pasado pero no conserva nada de él; en contraposición, la memoria involuntaria está condensada en una imagen sensorial u objeto específico y pueden transportarnos a un tiempo y espacio específicos. “Conserva las huellas de la situación en la que fue creada”21. En la medida que los recuerdos personales y la memoria colectiva se entrecruzan, la relación recíproca de independencia de la memoria voluntaria e involuntaria desaparecen “Los cultos, con sus ceremonias, con sus fiestas (de los cuales quizá no se habla jamás en la obra de Proust), cumplían continuadamente la fusión entre estos dos materiales de la memoria.

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atención lo notarás – ojos bien abiertos, poros preparados, el gusto florido, dilatas los oídos y expandes las fosas nasales, como si un tren debiera atravesarlos de una sola pasada, debes sentir como si nunca más fueras sentir de nuevo, haciendo parte de la temida masa anestética que tanto criticas y que con sevicia observas -era nuestro primer momento juntos- nos observamos y con el esbozo de una sonrisa en mi rostro, se contoneó en rededor de mi muñeca, un trastrabilléo al abrochar y una elongación del brazo, ese momento debíamos saber que la existencia de uno dependía del otro, y que seríamos compañeros,

Provocaban el recuerdo en épocas determinadas y permanecían como ocasión y motivo de tal

fusión durante toda la vida. Recuerdo voluntario e involuntario pierden así su exclusividad recíproca.”22

El objeto como producto de una cultura material evidencia el rito, mezcla la memoria involuntaria con la voluntaria, al combinar recuerdos de una situación de uso asimilados en la conciencia con la experiencia que se inscribe en la memoria por los sentidos, con los estímulos evocadores de una situación vivida plenamente. El mensaje condensado en la materialización corpórea combinado con las prestaciones a nivel estético del objeto pueden hacer de la relación vista desde el uso en el sistema sensorial algo trascendental en la mente del sujeto y pueden explicar las

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uno el “Patiño” del otro, en las actividades de nuestra cotidianidad. La primera etapa de nuestros diálogos estuvo siempre justificada en una relación obligatoria por su uso: si no encontraba respuesta al volteo abrupto de mi muñeca creo que las cosas entre nosotros no serían las mismas. El cumplimiento de las funciones básicas juega un parte fundamental, hallar respuesta en él cada vez que lo necesité sentó las sólidas bases sobre las que nos paramos para contemplar la vida. Si no podía ver la hora, nada sería igual, el afecto y la seducción de su lenguaje no podrían ocultar la ausencia de su efectividad, por suerte

dinámicas de inserción de recuerdos específicos ligados a una situación vivida, como el caso de la Magdalena de Proust.

La conciencia para Freud tiene la labor de defender la memoria de los estímulos (del shock), evitando la afección permanente del inconsciente, haciendo del recuerdo una experiencia vivida pero sacrificando en el camino detalles de dicha experiencia, a costa de la consecución de un espacio temporal para el acontecimiento, “la conciencia surja en lugar de la impronta mnemónica”23, entonces “La conciencia «se distinguiría entonces por el hecho de que el proceso de la estimulación no deja en ella, como en todos los otros sistemas psíquicos, una modificación perdurable de sus elementos, sino que más bien se evapora, por así decirlo, en el fenómeno de la Toma de conciencia». La fórmula fundamental de esta hipótesis es la de que «toma de conciencia y persistencia de rastros mnemónicos son

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para ambos, cada segundo que pasó, fue registrado por sus brazos infalibles y mostrados a mí, calmó mi deseo incesante de inseguridad por controlar el tiempo. En la usabilidad estuvo contemplado desde el principio el juego, la remoción de piezas, la interacción con la conformación del pulso, lo Lego del reloj no estaba en la signatura de la fábrica, sino en el concepto didáctico y divertido que me recordaba que la imaginación y el sentimiento de niñez son valores que no se deben dejar contaminar; jugué, lo armé y lo desarmé, combiné los colores, disfruté de mi libertad y de la confianza que se me concedió sobre sí. El

recíprocamente incompatibles en el mismo sistema».”24

Los rastros impresos en la memoria involuntaria no corresponden a la conciencia “sólo puede llegar a ser parte integrante de la mémoire involontaire aquello que no ha sido vivido expresa y conscientemente, en suma, aquello que no ha sido una «experiencia vivida».”25 Los dejos mnemónicos pertenecen a sistemas distintos al de la conciencia, la labor de la conciencia se centra en proteger al organismo (en una labor tan importante como la de la propia percepción), de los estímulos externos y su flujo de “energía destructora”. Esta fuerza destructora, la amenaza ante la cual la conciencia nos defiende es el shock.

Charles Baudelaire, poeta retratista de la Modernidad, fundamentó su alimento creativo en una figura de “duelo”, “un duelo en el cual el artista,

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proceso de acostumbrarme a él tuvo sus particularidades, mientras lo integraba completamente a mi cotidiano: olvidos constantes acompañados de exclamaciones airadas y molestas y de rabietas frustradas por saberlo lejos de mí, enclaustrado en aquel cajón en el que cada noche reposaba. Algunas veces olvidaba que lo tenía, y su tic-tac no era suficiente para siquiera mirarlo, miraba otros relojes, traicionaba nuestra condición de compañeros, y una vez que veía la hora en otro lugar ya de nada servía recordarlo. Los comentarios de la demás gente se hicieron constantes, aparentemente no era sólo a mí a quien lo

antes de sucumbir grita de espanto”26 una suspensión de la función normal de la conciencia, siendo mucho más receptivo a las estimulaciones, abriendo paso a una dinámica abierta menos protectora) del shock, presa de una constante embriaguez, “Baudelaire ha colocado la experiencia del shock en el centro de su labor creativa.”27 Esta recepción exacerbada del shock demostraba un alto poder de conciencia, alto poder que convirtió para Benjamin al poeta francés en flâneur, “imaginen a un artista que se encontrara siempre, espiritualmente, en un estado convaleciente.”28 así “El convaleciente disfruta en el más alto grado, como el niño, de la facultad de interesarse vivamente por las cosas, incluso las más triviales en apariencia.”29

Baudelaire mismo describe al flâneur en El pintor de la vida moderna: “Se entabla entonces un duelo entre la voluntad de vedo todo, de no olvidar

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seducían sus colores y el “Lego” en el fondo de su panel, la envidia que juntos despertamos nos unió más, y afianzó la relación que hacía algunas semanas nacía.

Más tiempo pasó y salvo el daño del broche que a la larga fue reemplazado por una banda elástica en su lugar, todo funcionó dentro de lo esperado. Con la integración completa a la vida los procesos se volvieron casi automáticos: me levantaba, tomaba una ducha corta, camiseta, pantalón y antes de los zapatos o cualquier sombrero pomposo, abría el cajón en donde dormitaba, sonreía al verlo, con la

nada,y la facultad de la memoria, que ha adquirido el hábito de absorber vivamente el color general y la silueta, el arabesco del contorno. Un artista que tenga el sentimiento perfecto de la forma, pero acostumbrado a ejercer principalmente su memoria y su imaginación, se encuentra entonces como asaltado por una multitud de detalles, pidiendo todos justicia, con la furia de una muchedumbre enamorada de la igualdad absoluta.”30 Es aquél que sale y experimenta la ciudad y sus vicisitudes.

El flâneur es producto de la modernidad, es el sujeto que recorre la ciudad, que se sumerge en la multitud, que observa distante, que sumergido en ella observa, abstraído y con cierto desdén la dinámica de la ciudad, de la masa, esta masa “se trata nada más que de la multitud amorfa de los que pasan”31, la recorre de incógnito y la analiza para su obra creativa:

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inocencia de la primera vez, pero con la confianza que se le tiene a los viejos amigos nos uníamos para experimentar la autopista de los sentidos que supone la ciudad estética. El hábito del uso causó además de la costumbre de no salir de mi casa sin el reloj puesto, un fenómeno: que el factor sorpresa fue en detrimento, y que con el pasar de los días, la simbiosis con el reloj fue mayor hasta casi ni sentir que llevaba algo ajeno a mi cuerpo; visualmente no resalta como antes, es un fenómeno que había percibido antes, que su impacto va disminuyendo, y todo pasa a ser “parte del cuerpo”. Como consecuencia, en la situación

“La multitud es su dominio, como el aire es el del pájaro, como el agua el del pez. Su pasión y su profesión es adherirse a la multitud. Para el perfecto paseante, para el observador apasionado, es un inmenso goce el elegir domicilio entre el número, en lo ondeante, en el movimiento, en lo fugitivo y lo infinito. Estar fuera de casa, y sentirse, sin embargo, en casa en todas partes; ver el mundo, ser el centro del mundo y permanecer oculto al mundo, tales son algunos de los menores placeres de esos espíritus independientes, apasionados, imparciales, que la lengua sólo puede definir torpemente. El observador es un príncipe que disfruta en todas partes de su incógnito.” 32

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contraria, cuando por alguna razón no lo llevaba conmigo sentía un vacío en el cuerpo, y la brecha perceptiva afectaba el desarrollo de mis actividades en general. Entonces el shock disminuyó, el impacto de la extrañeza en mi cotidiano fue asimilado en el camino del compartir y su corporalidad se insertó tan profundamente en mis actividades que pasó a ser parte del sistema operativo de mi pedazo de realidad y existencia. Aparece el enemigo de la costumbre, llamamos al ring de la experiencia al afecto, y cada olvido, cada letargo del objeto lo supera el cariño y el apego, porque del compartir el vínculo se estrecha,

“Baudelaire se convierte en cómplice de la multitud y casi en el mismo instante se aparta de ella. Se mezcla largamente con ella para convertirla fulminantemente en nada mediante una mirada de desprecio.”33 La multitud es la gleba de la metrópoli, la de el Paris súper poblado, la que invade los pasajes y se convierte en flujo autómata presa del tiempo y el caos moderno.

El flâneur, en su proceso de exploración e interiorización de su experiencia estética debe conservar su individualidad su privacy, sólo es flâneur cuando toma posición frente a la masa “el distanciamiento crea intervalos allí donde sólo se veía unidad”34, cuando da un paso hacia atrás en su inmersión y se independiza. El ritmo, la búsqueda y más que nada la mirada del paseante se diferencian de la de los demás por su agudeza y su capacidad hiperestética; la sobre-recepción sensorial, más ávida de vivencia, de

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y el contacto, la compañía y la fidelidad se filtran en la memoria, y la experiencia se asume como vivida y nunca más se es el mismo y nunca más las relaciones se dan igual; el uso, y la inmersión del reloj en mi vida hicieron que pasara a ser parte de mí como persona, pasaron los días y ya no me concebía si él; el gusto, la funcionalidad y la fuerza de la costumbre propiciaron la integración en el sistema estético, lo veo y sonrío como al que se quiere.

Presta atención a cómo te mira, como se observan por ínfimos instantes y como cada mirada, cada contacto los

contacto más puro con el mundo. Acá quiero introducir al análisis el concepto de Hiperestética, entendida como la capacidad exacerbada para captar los estímulos sensoriales, los shocks, una sensibilidad aumentada como la de Baudelaire el flâneur. Hiper– estética, la excesiva capacidad para relacionarse y sentir el entorno; exageración-de-la-estética.

Existe un traumatismo de la función de la conciencia de Freud, producido por el frenesí sensitivo de la era moderna. Cuando el sistema estético se sobrecarga por exceso de estímulos, en ese momento el shock deja de asimilarse y la estética (entendida en su forma más básica como el conocimiento por los sentidos) sufre un revés, pasando a ser an-estética:

“Bajo las condiciones de la moderna tecnología, el sistema estético sufre una inversión dialéctica. Las facultades

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afecta, cómo se comunican, cómo con el tiempo y como resultado de su relación empiezan a quererse o a odiarse, y como motivado por el sentimiento y el recuerdo, lo conservas o lo desechas para siempre. Repara en cada estímulo, en cómo te sientes al tenerlo, al saber que hace ya parte de tu cuerpo que es el límite de tu alma con el mundo, que juntos están nadando en un océano de sentir, que son para el mundo y el mundo es para ustedes. Presta atención de nuevo, cierra los ojos y concéntrate, siente al viento, palpa el espacio, escucha cada sonido… abre los ojos una vez más, de un solo golpe como platos y mira qué

sensoriales cambian: de estar ‘en contacto’ con la realidad pasan a ser un medio de bloquear la realidad . La estética –la percepción sensorial- se convierte en anestética. Una capacidad cognitiva entumecedora de los sentidos que destruye el poder del organismo humano para responder políticamente incluso cuando se encuentra en juego la propia conservación. Alguien que ya no ‘experimenta más allá’, escribe Benjamin ‘ya no es capaz de distinguir… el amigo fiable…enemigo mortal”35

El caso de estudio de Benjamin para este fenómeno perceptivo fue la fábrica: la panacea de la modernidad y la sobreproducción:“El sistema fabril, que dañaba cada uno de los sentidos humanos, paralizaba la imaginación del obrero, cuyo trabajo se ‘cerraba a la experiencia’; se sustituía la memoria por la respuesta condicionada, el aprendizaje por el

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está allí, que estás allí, date cuenta que son un circuito, un sistema abierto que se toca con la realidad todo el tiempo, el tiempo en el que viven, el tiempo en el que su existencia (la tuya, la del objeto) están sustentadas, un circuito de sentidos e interacción que les permite conocer y que hace de cada cosa algo especial, vive el circuito estético del que haces parte, confirma, como el flâneur que experimenta la ciudad que la estética media cada relación y que el odio o el amor que sientes por ese reloj que tienes atado –que con seguridad te está diciendo una vez más es tarde para lo que sea que vas a hacer- depende de la estética y de

‘ejercicio’, y la habilidad por la repetición: ‘la capacidad no cuenta para nada’.”36 La simbiosis obrero-máquina mostraba como el amaestramiento de la productividad volvió autómata al hombre, el baile sincrónico de movimientos estaba alejado de toda concienciación del proceso: la r epetitividad y la aceleración dejaban a la memoria rezagada. Entre menor fuese el rango jerárquico del obrero, tanto más era la impermeabilidad de la experiencia; las tareas básicas estaban más cercanas a la simbiosis.

La masa parisina, mar de experiencia de Baudelaire tenía sin duda un comportamiento anestético; el desplazamiento autómata, el caminar incesante, continuo e inmutable reflejaban la naturaleza del “carácter absurdo que Poe atribuye a la multitud”37 de uniformidad. La mezcla de sobrepoblación y shocks provenientes de las calles: el ruido, los pasajes, los productos, las carreras, volvieron de “sentidos sordos” con el tiempo al

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vulgo. Este comportamiento contrastaba con la hiperestética Baudelariana, el flâneur y la masa son dos caras de la estética, con el primero abierto a la recepción maximizada de los shocks y el segundo, cegado y en un trance a causa de estos. El fenómeno anestético entró más y más al circuito de la cotidianidad, se trasladó en épocas más recientes, consecuencias de la producción industrial y tomó la faz de la oferta exacerbada de la mercancía (con los pasajes parisinos como evidenció Benjamin en algún momento por ejemplo), marcando el inicio de la multiplicación de los objetos y de la aparición en nuevos escenarios de los mismos; el contexto seductor se volvió hostil en su afán de capturar y la conciencia no tuvo más remedio que sesgar su mirada, para protegerse, dando cabida en su interior, únicamente a las experiencias, en un sentido individual, particulares.

la conciencia; las que te hace vivir realmente, sentirte y sentir, tocar a profundidad y abrirte la posibilidad única, de conocer y enamorarte una y mil veces del mundo que te rodea.

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Notas.

1 LE GOFF, Jaques. El orden de la memoria. Ed. PAIDOS. Barcelona, 1991Pág. 10.

2 Ibíd. Pág. 185.

3 HEIDEGGER, Martin. El ser y el tiempo. Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía universidad de ARCIS, 2000. Pág. 389.

4 LE GOFF, Jaques. El orden de la memoria. Ed. PAIDOS. Barcelona, 1991. Pág. 183.

5 Los estudios de Tiempos y movimientos fueron implementados por Frederyck Taylor para mejorar la productividad en las fábricas. En estos estudios hizo una división de tareas y actividades al interior de la cadena productiva y con la ayuda de un cronómetro fijó un estándar para el tiempo que debía tomar cada una de estas.

6 BAUDRILLARD, Jean. El sistema de los objetos. Edición electrónica de www.letrae.com, 2002. Pág. 108.

7 HEIDEGGER, Martin. El ser y el tiempo. Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía universidad de ARCIS, 2000. Pág. 395.

8 BAUDRILLARD, Jean. El sistema de los objetos. Edición electrónica de www.letrae.com, 2002. Pág. 106.

9 BUCK-MORSS, Susan. “Aesthetics and anaesthetics”. October. Vol 62. The MIT press, 1992. Página 3-41.

10 BENJAMIN, Walter. Sobre algunos temas de Baudelaire. Edición electrónica www.elaleph.com, 1999. Pág 75.

11 BENJAMIN, Walter. Discursos interrumpidos. La obra de arte en la

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época de la reproductibilidad técnica.Ed. Taurus. Buenos Aires, 1989. Pág. 24.

12 Ibíd. Pág. 20.

13 Un ejemplo de reproductibilidad son las incontables copias a la Gioconda de Leonardo, que además cuenta con más de 100 versiones posteriores. La Mona Lisa, cuyo original está en el museo de Louvre, se ha puesto al alcance de todos y sus reproducciones han llegado a manos de la masa. Las personas han visto a la Mona Lisa miles de veces, sin siquiera haber pisado París.

14 Ibíd. Pág. 44.

15 BUCK-MORSS, Susan. “Aesthetics and anaesthetics”. October. Vol 62. The MIT press, 1992. Pág. 11.

16 BUCK-MORSS, Susan. “Mundo soñado y catástrofe”. Ed. Machado libros. Barcelona, 2004. Pág. 122.

17 Ibíd. Pág. 125.

18 BENJAMIN, Walter. Sobre algunos temas de Baudelaire. Edición electrónica www.elaleph.com, 1999. Pág 6.

19 PROUST, Marcel. En búsqueda del tiempo perdido I. Por el camino de Swann. Ed. Santiago Rueda. Buenos Aires, 2001 Pág. 66.

20 BENJAMIN, Walter. Sobre algunos temas de Baudelaire. Edición electrónica de www.elaleph.com, 1999. Pág. 10.

21 Ibíd. Pág. 12.

22 Ibídem.

23 Ibíd. Pág. 15.

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Reflexiones (an)estéticas entorno a mi reloj de muñeca.

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24 Ibídem.

25 Ibíd. Pág. 16.

26 Ibíd. Pág. 22.

27 Ibíd. Pág. 21.

28 BAUDELAIRE, Charles. El pintor de la vida moderna. Ed. Murcia, 1994. Pág. 6.

29 Ibídem.

30 Ibíd. Pág. 13.

31 BENJAMIN, Walter. Sobre algunos temas de Baudelaire. Edición electrónica de www.elaleph.com, 1999. Pág. 25.

32 BAUDELAIRE, Charles. El pintor de la vida moderna. Ed. Murcia, 1994. Pág. 8.

33 Ibíd. Pág. 41.

34 DIDI-HUBERMAN, Georges. Cuando las imágenes toman posición. Ed. Machado libros. Barcelona, 2002. Pág. 72.

35 Benjamin, citado por Susan Buck-Morss en Mundo soñado y catástrofe. Pág. 125.

36 Ibídem.

37 BENJAMIN, Walter. Sobre algunos temas de Baudelaire. Edición electrónica de www.elaleph.com, 1999. Pág. 51. Benjamin cita un Escrito de Edgar Allan Poe llamado El hombre de la multitud, basado en un “proto-flâneur” que observa a la gente pasar desde la ventana de un café en Paris”. Benjamin refuta la idea de que este hombre pueda llamarse flâneur, ya que este no conserva su privacy mientras se sumerge y observa.

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Reflexiones (an)estéticas entorno a mi reloj de muñeca.

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Anotaciones

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Impreso en Junio de 2010, escrito con el alma.

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