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La despedida de la metafísica.Daniel Milano

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DESPEDIDA DE LA METAFÍSICA. PERSPECTIVAS CONTEMPORÁNEAS DE LA INVESTIGACIÓN

Prof. Daniel Milano V. [email protected]

…Soy profesor de Método Científico, pero tengo un problema: el método científico no existe.

Popper

En algún lugar perdido del universo, cuyo resplandor se extiende a numerosos sistemas solares, hubo una vez un astro en el que unos Animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquel el instante

mas mentiroso y arrogante de la historia universal. Nietzsche

Contemporáneamente se libra una tremenda requisitoria contra las

narrativas, emblemas e instituciones de la modernidad. El poder de convicción y la fuerza de las certidumbres del orden general del saber moderno, se hallan seriamente debilitados. Ha entrado en escena un proceso que pone en cuestión los avales epistemológicos y los credenciales argumentativos que fundaron una racionalidad moderna. En una palabra, se vive una experiencia de límites, más intensa y extendida que la situación de la que tomó nota Nietzsche para advertir la muerte de Dios y Heidegger el fin de la metafísica.

Se presencia en la actualidad una efervescencia teórica a una escala raras

veces vista, que si tiene precedentes, pueden encontrarse en los períodos de transición de una episteme a otra. Un movimiento renuente a toda seguridad epistémica secular, que proclama el fin de las certidumbres: la magnitud de los cambios que se afirman desde casi todos los discursos pone en entredicho viejas verdades, se hurga desde los estandartes de la duda y el desencantamiento, para encontrar nuevos sentidos (Prigogine, 1996; De Souza, 1998; Castro, 1999).

Podría decirse que se trata de una mutación de las condiciones de

producción y organización del conocimiento, que por fuerza ha revestido la forma de un cuestionamiento de sus bases y sus formas instituidas. No es accidental, por tanto, que la desfundamentación epistemológica contemporánea (Follari, 1998), sea uno de los síntomas más ostensibles de la condición cultural actual. Y es que, anulada la noción de certidumbre y la necesidad de tenerla como fundamento, resulta inadmisible reconocer la legitimidad de " una especie de tribunal trascendente a la actividad científica misma que pretenda fijarle criterios (p. 9)".

La tensión provocada por quienes pretenden imponerle exteriormente parámetros de aceptabilidad a la actividad científica, ha suscitado un progresivo debilitamiento de la epistemología normativa, que si bien no ha alcanzado una forma definitiva, se despliega hacia "el abandono de su omnipotencia". En este

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sentido, son particularmente importantes las contribuciones del "Relativismo Cultural" (Kuhn, 1986; Rorty, 1997), la “Ontología Hermenéutica” (Vattimo, 1992; 1995) y del "Pensamiento Complejo" (Morin, 1989).

Lo que actualmente agita los campos de la investigación, las artes, la cultura

y la política, es un acontecimiento que rebasa con creces lo puramente epistemológico, teórico o cognitivo. Se trata, principalmente del “borramiento” de un modo de ser y estar en el mundo que modeló los perfiles de la era moderna: la metafísica y la aparición de otro en el que se puede dejar de vivir metafísicamente.

La metafísica (Nietzsche, Heidegger, Vattimo) consiste en un ensamblaje

perfecto y sólido, de un conjunto de piezas, cuyo acoplamiento no se debe a un cemento o sustancia aglutinante que mantenga su cohesión, sino a su mutua referencia, el estar hechas unas para las otras, lo que las hace radicalmente inseparables. La metafísica es así un bloque pétreo, pero con estructura propia; sus rasgos son bien conocidos: el principio de razón o racionalidad, concebido como mecanismo argumentativo de remisión a un fundamento, la relación sujeto-objeto, la objetividad, la verdad como adecuación. Analicemos aquí los más importantes.

La racionalidad generalmente es definida como la capacidad humana de

tener conocimiento genuino del mundo o racionalidad teórica, y de desplegar acciones e interacciones en las esfera de la vida o racionalidad práctica (Olivé, 1995) En ambos casos, la racionalidad tiene la connotación de fundamento primero o “ultimidad originaria” de carácter epistemológico. Generalmente la noción de fundamento coincide con la de determinismo, que, en el caso del empirismo, privilegia el primado de la experiencia sobre la razón y, en el caso del racionalismo, invierte esta relación: la experiencia es el predicado de la razón.

Estas variaciones de una misma sinfonía determinista y mecánica en el

pensar sitúan al ser en un lugar posterior a la razón o a la experiencia, respectivamente. Desde los tiempos de la analítica existenciaria de Heidegger, la trasposición del ser ha sido ampliamente refutada. La epistemología no precede a la ontología. La ontología es el lugar preeminente del ser. Al contrario de la prescripción cartesiana del cogito ergo sum, se es y luego se piensa, se existe y luego se hace la experiencia de sí y de los entes intramundanos. Antes del pronunciamiento por el conocimiento de sí y de los entes intramundanos, está la existencia del ser, la situación de ser arrojado al mundo. Esta condición existenciaria preexiste a cualquier razón intencional, sea de orden teórico, práctico o de carácter filosófico

La problemática del método tiene un papel privilegiado y de gran resonancia

dentro de la discusión abierta en torno a la racionalidad epistémica. Método, sujeto y objeto, son categorías epistemológicas por excelencia. El método es el instrumento que utiliza el sujeto para conocer un objeto independiente. El hiato o

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puente que se interpone entre sujeto cognoscente y objeto cognoscible. Hegel se burlaba de la simpleza de esta función operatoria del método, comparándola con el palo con pegamento que utiliza un individuo para atrapar un pájaro. Como en el ejemplo, el método permite al sujeto acercarse o alejarse del objeto que pretende ser aprehendido.

Dentro del estatuto epistemológico de la metafísica, léase enfoque empírico-

analítico de las ciencias, el elemento de mayor relieve lo sustituye el método hipotético-deductivo, convertido en requisito obligatorio e irrecusable para el desarrollo de la investigación y la construcción de teorías. El conocimiento veritativo es posible conseguirlo sólo en consonancia con el movimiento del método: formulación de hipótesis de hechos que puedan ser observables, deducción de consecuencias de las hipótesis que sean susceptibles de producirse en la realidad y verificación mediante la observación y la experimentación para acreditar la plausibilidad de las hipótesis o refutarlas.

Mención aparte merecen los criterios que confieren la legalidad interna al

estatuto epistemológico del enfoque empírico-analítico. Estos criterios son característicos de lo que Morin denomina, de acuerdo a la paráfrasis de Lares (1987) “epistemología restringida” o “paradigma de la simplificación”:

a) la idea de que el método experimental, los procedimientos de verificación, garantizan la producción de la verdad, una verdad expurgada de todo juicio de valor, b) la posibilidad de observar y explicar objetivamente la realidad, independientemente del sujeto observador/conceptuador, c) la existencia de un método elevado a la condición de categoría suprahistórica y cultural, alejado de la intencionalidad humana, y que trabaja con hechos puros, que erradica, en consecuencia, la relación entre conciencia teórica y condiciones socio-históricas (p. 129)

El método, en el sentido señalado, tiene una función instrumental y confirmatoria, trátese de la comprobación de proposiciones lógicas que proceden de la experiencia empírica, de acuerdo al empirismo lógico (Wittgenstein, 1980) o de la falsación de teorías tal como prescribe el racionalismo crítico (Popper, 1987) La metafísica de las ciencias, ha impuesto la unicidad o monismo metodológico y la preeminencia del método para acceder al conocimiento verdadero: fuera del método científico no hay verdad posible. Este viejo dogma ha sido sometido a una crítica fulminante por la nueva filosofía de la ciencias:

La idea de un método que contenga principios firmes, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan el quehacer científico tropieza con dificultades considerables al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica… En realidad, uno de los rasgos más llamativos de las recientes discusiones en historia y filosofía de la ciencia consiste

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en la toma de conciencia de que sucesos y desarrollos, tales como el descubrimiento del atomismo en la antigüedad, y la Revolución Copernicana, el surgimiento del atomismo moderno (teoría cinética, teoría de la dispersión, estereoquírnica, teoría cuántica), o la emergencia gradual de la teoría ondulatoria de la luz, sólo ocurrieron o bien porque algunos pensadores decidieron no someterse a ciertas reglas 'obvias' o porque las violaron involuntariamente (Feyerabend, 2007, p. 3) La verdad de las ciencias es una verdad objetiva escondida en las cosas,

desentrañada por un investigador libre de valoraciones ético-normativas y provisto de un método aséptico. La realidad observada-explicada tiene una existencia objetiva independiente del sujeto observador-conceptuador. La conciencia del sujeto es un “espejo de la naturaleza” exterior. Plano de refracción de las proyecciones del objeto, el pensamiento es reflejo del mundo. Un método privilegiado que asegure esta radical disyunción objeto-sujeto y garantice la producción de conocimientos verdaderos, al margen de condiciones sociales y temporales, debe tener por fuerza el rango metahistórico. Su función instrumental y confirmatoria de las proposiciones lógicas de las ciencias, procede de una aserción escatológica: sin método no hay conocimiento indubitable. Esto le imprime a las certezas que promueve el sello de verdad absoluta.

Por regla general, conocimiento objetivo, saber objetivo, se conciben en

referencia a una realidad exterior independiente de la conciencia, cuya verdad se muestra sin resistencias a un objeto soberano y omnicomprensivo. Sin embargo, desde la época de la fenomenología de Husserl se sostiene que un fenómeno es tal cuando se ofrece a la atención, de otro modo es inexistente. La conciencia siempre es conciencia de algo a lo que se ha prestado atención intencionalmente.

El construcctivismo radical no ha hecho más que reafirmar este

planteamiento. Lo observado no es independiente del observador. Con esta teoría, comienza a comprenderse la doble paradoja del método. Por una parte, que para investigar la realidad objetiva independientemente de lo humano y llegar a un mundo sin sujeto, deba expurgarse de ese mundo cualquier contaminación subjetiva que lo enrarezca, lo cual implica la sustracción del observador. Por otra parte, que en un universo del que se ha expulsado todo vestigio de subjetividad humana, por esa razón deja de ser observable (Watzlawick, 1998).

La suposición sobre la existencia de un mundo totalmente estructurado al

margen de todo ser humano, resulta problemática cuando se exige demostración de que real y efectivamente existe una realidad objetiva independiente y autónoma de quien la experimente. La única vía para alcanzarlo sería la contrastación de los resultados de las actividades intelectuales del sujeto y el presunto mundo objetivo. Glaserfeld (1996) considera que esto es prácticamente imposible:

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Cualquier cosa que un ser humano percibe o concibe es, necesariamente, resultado de modos y medios de percepción y concepción de ese ser humano. No hay forma de comparar los resultados de estas actividades con lo que podría existir independientemente, porque el único acceso a la presunta “realidad” sería mediante un nuevo acto de percepción y concepción (p. 24) Las percepciones y observaciones son relativas al punto de partida o de

referencia del observador, según la teoría de la relatividad de Einstein. De acuerdo al principio de “relación borrosa” de Heisenberg, la observación afecta lo observado. Incluso, dentro de los paradigmas de la ciencia normal, en los centros de investigación y en las escuelas se fijan determinados protocolos de observación que deben ser seguidos literalmente, así como ciertos estándares o criterios para certificar y establecer la aceptabilidad de lo observado. La teoría de la Gestalt ha descubierto la existencia de “filtros” perceptivos en el ser humano, que intervienen selectivamente en el abordaje del mundo y sus eventos. Significa que entre el observador-conceptuador y el observado-conceptuado hay una influencia recíproca inevitable. Nada es inerte y pasivo en esta relación de coimplicación y recursividad.

La inexistencia de una relación dicotómica sujeto-objeto socava las bases del

estatuto epistemológico del enfoque empírico analítico, concretamente al método hipotético deductivo, cuyo tercer movimiento consiste en la comprobación de hipótesis y formulación de leyes a partir de la observación Se invalida, por tanto, el conocimiento de cualquier aspecto de la realidad aprehendido “objetivamente” bajo una mirada neutral y desinteresada. Queda en entredicho el régimen de conocimientos obtenidos por una observación sin observador.

El régimen de verdad edificado por la metafísica, parece dudosamente

inconmovible, desde el punto de vista examinado. Es a este modo histórico de configuración de los seres humanos a lo que se da la despedida. Dice Vattimo, “es esta la idea clave: la metafísica no es una forma de pensamiento, una forma de teoría, como tal intercambiable o sustituible por otras, sino un modo de estar en el mundo, el modo de configurarse el mundo que define la historia de Occidente. Por carácter conformador de los rasgos esenciales de una época, la metafísica es mucho más que un saber o una ciencia, algo que a fin de cuentas puede dejarse en las aulas o el laboratorio. No se tiene o se deja una metafísica, se vive en ella y de ella.

La contemporaneidad ha abierto las compuertas a formas de pensar e

investigar no metafísicas y producido el retorno de perspectivsa echadas a un lado en tiempos de la euforia triunfalista del positivismo. Si hoy proclamamos abiertamente la posibilidad de un pensar no metafísico, de perspectivas contemporáneas de investigación, es porque la época en que habitamos está dejando de vivir metafísicamente.

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Vivimos un tiempo de kairós. Esta palabra griega alude a una coyuntura crítica, una situación laberíntica, en la que importa que algo sea dicho o hecho. Se trata de un momento de decisión en la que es urgente plantearse interrogantes como las que planteó Kant en una encrucijada semejante a la actual: ¿qué es este mundo, en este período, este momento preciso en que vivimos? ¿qué soy? ¿qué debo ser? ¿qué debo saber? Responder estas interrogantes presupone ser intempestivos, es decir no ir con el tiempo y estar expuesto a su fuerza corrosiva, sino tomar el tiempo y ponerlo a nuestra medida. Esto equivale, como dice Ricoeur ( 1997), a apelar a la utopía como ventana del tiempo del mundo y del hombre por-venir y desplegar irresistiblemente: ficción y evasión, desafío y rebeldía, desidentificación y exploración de lo posible.

CLASE MAGISTRAL DE APERTURA DEL DOCTORADO EN EDUCACIÓN UPEL-IPM IMPM

Carúpano, 16 de octubre de 2010

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