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DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA LECTO-LITERARIA EN EL BACHILLERATO María Molina Molina

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DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA LECTO-LITERARIA EN

EL BACHILLERATO

María Molina Molina

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DEPARTAMENTO DE INNOVACIÓN Y FORMACIÓN DIDÁCTICA

FACULTAD DE EDUCACIÓN

DESARROLLO Y EVALUACIÓN DE LA

COMPETENCIA LECTO-LITERARIA EN

EL BACHILLERATO

MARÍA MOLINA MOLINA

Tesis presentada para aspirar al grado de

DOCTORA POR LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

Investigación Educativa: Didáctica de la Matemática, Didáctica de la Lengua y la

Literatura. Didáctica de la Expresión Musical

Dirigida por:

ANTONIO DÍEZ MEDIAVILLA

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A mis tres pequeños neolectores, mi

hijo Juan y mis dos sobrinas María y Carmen.

A mi hermana Ana que siempre está a mi lado.

Y a mis padres, Juan y Lola, quienes me lo dan

todo a cambio de nada.

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AGRADECIMIENTOS

Desde aquí quiero dar las gracias en primer lugar a mi director

de tesis Dr. Antonio Díez Mediavilla. Su paciencia, interés,

dedicación y buenos consejos han hecho posible la elaboración

de esta tesis.

Quiero dar las gracias también a todas las personas que han

estado a mi lado durante todo el proceso apoyándome,

colaborando y ayudándome siempre que lo he necesitado. En

especial a José Aurelio por su esfuerzo estadístico y a Eduardo

por el informático.

Agradecer a toda mi familia la paciencia que han tenido

conmigo, sin su apoyo incondicional y su cariño no hubiese sido

posible.

A mi tío Vicente, a quien le doy las gracias muy especialmente.

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ÍNDICE

I. JUSTIFICACIÓN 11

II. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

II. 1. INTRODUCCIÓN. 19

II.2. EL PROCESO LECTOR Y LECTOLITERARIO. 23

II.2.1. Consideraciones previas. 23

II.2.2. La lectura: un proceso activo. 27

II.2.3. Lectura y Literatura. 45

II.2.4. La Teoría de la Recepción. 55

II.2.5. El lector literario. Formación y hábito lector. 63

II.2.5.1. La Literatura Infantil y Juvenil en la formación del lector literario. 68

II.2.5.2. ¿Cómo se desarrolla la educación literaria en el aula? 77

II.2.6. ¿Qué entendemos por estrategias? ¿Qué función cumplen? 83

II.2.6.1. ¿Qué es una estrategia lectora entonces? 83

II.3. LA COMPETENCIA LECTORA. 95

II.3.1. Competencia lectora, comprensión lectora y capacidad lectora. 98

II.3.1.1. La Competencia lectora. 98

II.3.1.2. La Comprensión lectora 103

II.3.1.3. La Capacidad lectora 110

II.4. LA COMPETENCIA LITERARIA Y LA COMPETENCIA

LECTOLITERARIA. 112

II.5. EL INTERTEXTO LECTOR Y LECTOLITERARIO. 120

II.6. LA EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA LECTOLITERARIA. 125

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III. EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

III.1. Introducción 133

III.2. Objetivos de la investigación 138

III.3. Hipótesis 140

III.4. Método 141

III. 5. Metodología 143

III.5.1. Instrumentos de análisis 144

III.5.1.1. La muestra 146

III.5.1.2.Elaboración de los instrumentos y diseño de las pruebas 150

A) Prueba Inicial 150

B) Prueba Final 172

C) Intervención Didáctica en el aula 184

III.6. La experimentación 198

III.6.1.Cuestionario de Pre-conceptos 200

A) Explicación y fundamento 200

B) Cuestionario 201

C) Expectativas de respuesta 205

III.6.2. Expectativas de respuesta de las pruebas de lectura literaria 241

IV. RESULTADOS 287

A) Cuestionario Pre-conceptos: resultados y discusión 287

B) Pruebas de comprensión lectoliteraria 317

V. DISCUSIÓN DE LAS PRUEBAS DE COMPRENSIÓN LECTOLITERARIA 353

VI. CONCLUSIONES 361

VII. BIBLIOGRAFÍA 365

VIII. ANEXOS 375

A. Tablas: 375

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1. Muestras emparejadas.

2. Resúmenes de casos Grupo general.

3. Resúmenes de casos Prueba Inicial.

4. Resúmenes de casos Prueba Final.

5. Estadística de elementos.

6. Estadísticos.

7. Resumen de procesamiento de casos.

B. Decreto 85/2015, de 5 de junio, del Consell, por el que se establece el currículo y

se desarrolla la ordenación general de la Educación Secundaria Obligatoria y del

Bachillerato en la Comunitat Valenciana. 385

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I. JUSTIFICACIÓN.

Una de las preocupaciones que de manera más insistente se manifiestan a la hora

de evaluar la consecución de los objetivos fundamentales del alumnado de las etapas

obligatorias y postobligatorias en lo que se refiere a la asignatura de Castellano: lengua

y literatura, es el escaso aprecio que manifiestan ante la lectura en general y ante la

lectura de textos literarios en particular. Aunque pudiéramos aducir explicaciones de

carácter social y cultural, a fenómenos de distanciamiento de la lectura como actividad

de ocio, a explicaciones de carácter afectivo o motivador, lo cierto es que la práctica

diaria de la docencia en las aulas de ESO y de Bachillerato, nos obliga a platearnos el

problema desde perspectivas diferentes, de mayor calado y ambición. El hecho

indiscutible de que la mayor parte del alumnado de literatura tanto en la ESO como en

el Bachillerato manifiesta una actitud distante hacia los textos canónicos de la literatura

cuando no un abierto y explícito rechazo ante las propuestas lectoras, nos ha empujado a

cuestionarnos cuáles pudieran ser las raíces más hondas del problema, los perfiles más

definidos de la situación didáctica y las posibles medidas que al respecto pudiéramos

tomar con la intención de establecer algunas pautas de actuación didáctica que

implicasen una cambio significativo en la actitud del alumnado ante el fenómeno de la

lectura y algunas líneas estratégicas que permitieran al profesorado la exploración de

nuevas vías de actuación didáctica dentro del aula.

El siglo XXI ha venido planteando un contexto de actuación docente en relación

con la lectura que se nos antoja tan radicalmente novedoso que parece reclamar con

urgencia una reflexión acorde con las líneas que definen ese nuevo contexto y su

incidencia directa en las actuaciones educativas con nuestros adolescentes. La presencia

incuestionable de las TIC ha dado una dimensión a la lectura que hace solo un cuarto de

siglo no tenía. La lectura se está convirtiendo en una actividad constante entre una parte

cada más importante de la población: leer una página web, una entrada de Wikipedia, un

blog, un tuit, un mensaje electrónico… son actividades lectoras que se han ido

incorporando a la sociedad de forma que puede asegurarse que la lectura es una

herramienta decisiva de participación activa en el mundo actual en nuestro entorno. Este

hecho apenas se ha tenido en cuenta en los procesos de enseñanza y desarrollo de la

habilidad lectora del alumnado, está ejerciendo una fuerte y decisiva influencia en los

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comportamientos lectores y en la actitud de los jóvenes ante la lectura. A la luz de este

fenómeno nos hemos planteado la posibilidad de atender a dos modalidades lectoras,

confluyentes, pero tal vez diferenciables que han determinado algunos de los aspectos

de nuestro trabajo: la lectura útil o pragmática vinculada al acceso a la información de

mensajes de intención comunicativa o no explícitamente literaria y a la lectura de

mensaje de intención estética.

Por otra parte en las últimas décadas se han venido planteando teorías en relación

con nuevas posibilidades de entender el papel del lector en el proceso. En este sentido,

las llamadas teorías de la recepción han venido abriendo nuevos espacios de reflexión

sobre los procesos lectores que han permitido plantear opciones didácticas de indudable

novedad en las clases de lengua y literatura y en la concepción misma de la enseñanza

de la literatura.

Finalmente, en los últimos años se ha venido planteando de qué manera se puede

evaluar una habilidad tan compleja como la competencia lectora, lo que ha redundado

en nuevos planteamientos referidos a los procesos de enseñanza, asentamiento y

desarrollo de la competencia lectora del alumnado. Como es sobradamente conocido

cualquier planteamiento didáctico se apoya en dos pilares básicos: la formulación de los

objetivos que se pretende consiga el alumnado y los elementos de evaluación que se vas

a utilizar para valorar la consecución de los mencionados objetivos. Pues bien, frente al

modelo convencional de enseñanza de la literatura, basado en las formas del

historicismo decimonónico, las nuevas perspectivas didácticas apuntan al desarrollo de

la competencia lecto-literaria como eje fundamental de la actuación formativa. Se

busca la formación de un lector eficiente de mensajes de intención literaria.

El punto de partida de nuestra investigación se centra, de este modo, en una de las

grandes preocupaciones del profesorado de Lengua Castellana y Literatura: intentar que

los alumnos de Bachillerato desarrollen, afiancen y amplíen su competencia lecto-

literaria, y, por consiguiente, su competencia lectora, adecuadamente; aprendiendo a

comprender, interpretar y valorar críticamente los textos de carácter literario como

fuente de información significativa, representación estética, sociocultural y aprendizaje

lingüístico.

En este sentido coincidimos con Mendoza Fillola cuando afirma que la lectura (en

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general) debe ser entendida en su sentido amplio “como una actividad básica para la

construcción de saberes porque integra y reestructura diversidad de conocimientos, a la

vez que exige la participación del lector, que es el responsable de la atribución de

significados y de la formulación de interpretaciones, además de ser, personalmente,

quien fija la ordenación cognitiva de las estructuras y referentes textuales” (1998ª: 169).

Y con Díez Mediavilla cuando de manera específica en su artículo Creatividad y

comprensión lectora plantea “la necesidad de considerar la formación del lector literario

desde la perspectiva de la especificidad de la actuación lectora de textos de intención

estética” y afirma que “en este sentido no es exactamente lo mismo “leer” que “leer

textos literarios”, lo que vendría a significar que el diálogo lector-texto literario

demanda, además de las opciones estratégicas propias de la lectura de carácter

informativo, los saberes, estrategias, experiencias lectoras, mecanismos cognitivos

específicos o adecuados para la lectura de mensajes de intención estética” (2015a: 133).

Por eso, desde estas nuevas perspectivas –a las que nos sumamos-, resulta

evidente y necesario que el docente avance en su práctica docente teniendo en cuenta y

valorando los cambios culturales que en la sociedad se producen, y que se replantee

cuestiones importantes como: cómo llevar a cabo la tarea de la lectura y, en concreto, de

la lectura literaria en el aula para que esta resulte significativa y eficaz para el discente,

qué tratamiento didáctico y enfoque comunicativo desarrollar en el contexto realidad-

aula, así como cuál es su función como formador de lectores literarios (como es nuestro

caso) competentes y autónomos. O lo que es lo mismo, cómo formar lectores capaces de

reconocer, comprender y valorar, a lo largo de su formación académico-lectora, que un

texto escrito y, concretamente, un texto de intención estética no supone la suma de

enunciados sin más, sino que reclama la actuación de un conjunto de saberes necesarios

que aporta el lector (cada lector), y que convenientemente contrastados por el lector en

diálogo directo con el propio texto determinan la fijación de los elementos de

significado del texto que se está leyendo, amplían los conocimientos del lector a la vez

que permiten crear nuevas expectativas e interrogantes para continuar un proceso lector

que, de ese modo, se convierte de manera activa en un acto de comunicación vivo y

significativo que es capaz de proporcionar al lector, además de nuevos saberes, la

percepción de control y dominio sobre lo leído, la sensación de participación activa y

comprometida con el texto leído.

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Enfoque que, desde nuestro punto de vista, persigue modificar la actitud del neolector

(lector aprendiz) frente a la lectura literaria -y no literaria- de cualquier texto y corregir

las falsas interpretaciones debidas en numerosas ocasiones a la falta de interés del

propio alumnado y a la inadecuada aplicación de las estrategias de lectura.

Por todo ello, y para acercarnos al centro neurálgico de nuestra investigación,

hemos considerado conveniente estructurar nuestra actividad investigadora en dos

partes:

La primera, centrada en el estudio de los fundamentos teóricos del proceso lector

y lectoliterario; en la importancia e interés que, hoy en día, suscitan la educación

literaria y la lectura literaria (proceso de recepción) en las aulas; y en la funcionalidad

de las estrategias de lectura como parte fundamental del proceso de formación lectora

en el ámbito educativo.

Características, todas ellas, que nos permitirán ofrecer una reflexión justificada y

razonada –a la luz de las corrientes de investigación de mayor predicamento en estos

momentos- del porqué resulta tan importante ofrecer al alumno una formación adecuada

y convenientemente dirigida de determinadas estrategias lectoras.

Abordaremos, pues, algunos de los fundamentos en los que se afianzan las nuevas líneas

de actuación didáctica en lo que se refiere a la enseñanza de la literatura en las etapas

obligatorias y al cambio de paradigma que ha supuesto la aceptación de las llamados

enfoques comunicativos a la consideración de la literatura no como objeto directo de

estudios, sino como instrumento o material para el desarrollo de las competencias

lectoliterarias del alumnado en una etapa tan sensible de su formación como lector.

En la segunda parte centraremos nuestro interés en una aproximación de carácter

práctico al tratamiento didáctico de la literatura y su estudio en el nivel de desarrollo de

la competencia lecto-literaria del alumnado de 1º de Bachillerato. Abordaremos la

cuestión desde un doble punto de vista complementario y esencialmente práctico. Por

una parte generaremos un instrumento que nos permita evaluar de manera eficaz y

científicamente pertinente los niveles de comprensión lectora. Para ello tendremos en

cuenta las diferentes opciones que se han venido poniendo en práctica en los últimos

años y emplearemos un análisis cuantitativo que garantice los necesarios niveles de

coherencia interna del instrumento empleado.

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Por otra parte implementaremos con carácter experimental una propuesta innovadora de

estrategias de actuación didáctica en al aula durante un periodo lectivo de dos meses que

nos permita valorar si el modelo empleado implica una mejora significativa en el

desarrollo de la comprensión lecto-literaria del alumnado del grupo experimental en

relación con un grupo control.

Este estudio específico nos ha permitido analizar y conocer, por una parte, qué

dificultades presenta el alumno/lector de textos literarios durante su proceso de

recepción lectora, y, por otra, valorar si las propuestas estratégicas que le proponemos

en el aula le permiten mejorar sus niveles de desarrollo y asentamiento de la

competencia lecto-literaria, alcanzar la comprensión e interpretación del texto literario,

de manera eficaz y desarrollar, adecuadamente, su sentido crítico lector (intertexto

lector y lectoliterario).

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II. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

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II. 1. INTRODUCCIÓN.

El estudio y análisis de la competencia literaria y de la competencia lectora, en

general, se viene desarrollando con mayor entusiasmo e interés desde hace algunas

décadas –mediados del siglo xx-.

Para nosotros, trabajar como docentes en el área de la Didáctica de la Lengua Castellana

y la Literatura nos ha permitido ir conociendo nuevos caminos y estrategias didácticas

que consideramos fundamentales para el desarrollo las habilidades lectoras y

lectoliterarias de nuestros neolectores.

Desde nuestro punto de vista, proporcionar y ofrecer a los alumnos durante su proceso

de enseñanza-aprendizaje una perspectiva actualiza de la formación lectoliteraria (esto

es, atendiendo a los cambios que se van produciendo en la sociedad y a las inquietudes

y necesidades de los propios discentes) requiere que, en la medida de lo posible, seamos

conscientes de que dicho proceso implica no solo prestar atención a los planteamientos

prácticos sino prestar atención también al marco teórico propio del campo de saber que

nos ocupa para desde este situarnos correctamente en un marco de actuación práctica

adecuada que permita proporcionar al alumnado la mejora de su competencia

lectoliteraria: aprender a comprender e interpretar de manera eficaz y pragmática textos

de intención estética con eficacia pragmática.

De ahí que, en esta primera parte, centremos nuestra atención en el estudio de

ciertos epígrafes teórico-específicos como son: la enseñanza de la lectura, la formación

del lector literario, la importancia del adecuado desarrollo de las estrategias lectoras y

actuaciones didácticas dentro del aula como nuevo paradigma del proceso de

enseñanza-aprendizaje (aprendizaje no historicista y tradicional de la educación literaria

y, por consiguiente, de la lectura literaria), y en la necesidad de reconocer el intertexto

lectoliterario como fuente de saber y esencia del proceso lectoliterario.

Nuestro propósito es intentar que esta actividad de investigación didáctica ofrezca al

alumno lector una perspectiva coherente que le ayude a comprender el campo de saber

que nos ocupa, el proceso lector, en general, y el proceso lectoliterario, y a ofrecer a los

docentes un panorama actualizado que refleje los nuevos enfoques comunicativos

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empleados para el desarrollo adecuado de la competencia lectoliteraria en el ámbito

educativo actual.

Solo así se puede comprender, comprobar, reflexionar y valorar los problemas y

dificultades que, hoy en día, presenta el alumnado en el desarrollo de su actividad

lectoliteraria, e identificar qué factores pueden estar entorpeciendo su formación e

impidiendo que alcancen, con éxito, la comprensión e interpretación personal y crítica

de un texto literario. En palabras de Antonio Mendoza:

“la lectura es un proceso activo de construcción de significados a partir de

estímulos textuales, en la que no sólo el texto o la obra son los elementos que

aportan informaciones y contenidos, sino que, para que se produzca el verdadero

efecto de la lectura, necesariamente, también ha de contarse con las aportaciones

del receptor y con la activación de aquellos personales saberes pertinentes para

la comprensión de lo expuesto y presentado por el texto” (1998ª: 175).

Estos planteamientos iniciales apuntan, como ya hemos dejado dicho más arriba, a la

revisión de los modelos básicos de acceso a la lectura y a las repercusiones didácticas

que esta revisión pudiera llevar. Al movernos en una etapa de formación en la que el

objetivo central debería ser el asentamiento de la competencia lecto-literaria del

alumnado nos vemos empujados a considerar, que dicha competencia necesita ya de

espacios de reflexión en los que los saberes históricos, específicamente literarios y

formales podrían tener una repercusión más o menos significativa no tanto en la

“lectura” de textos literarios, sino para el enriquecimiento directo del intertexto

lectoliterario del alumnado de bachillerato.

No resulta, sin embargo, sencillo, afirmar o precisar cuáles son los componentes

epistemológicos que deberían incorporarse al acervo lectoliterario del alumnado, por

cuanto el modelo esencial que tenemos delante (historicismos, análisis de textos)

condiciona de manera directa la actuación didáctica en el aula y los niveles de respuesta

del alumnado ante los estímulos de carácter literario. Nuestro análisis se fundamentará,

por esta razón, en aquellas cuestiones que permitan definir algunos aspectos generales

que justifiquen un nivel de lectura que tome en consideración los aspectos esenciales

del acto lector, incorporando algunos elementos relacionados con los saberes

específicamente literarios que enriquezcan la lectura del alumnado de primero de

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Bachillerato. Una forma de determinar con cierta precisión algunos de los elementos

que se integran entre los saberes específicos del alumnado será precisamente, la

encuesta sobre “preconceptos” que hemos realizado y que determinará algunos de los

fundamentos de este saber específico que pudiera convertirse en el punto de arranque de

la formación propia del Bachillerato, sin soslayar la idea esencial que nos mueve que se

centra en la consideración de que la mejor formación que podemos ofrecer a nuestro

alumnado es la de convertirlos en lectores eficaces de mensajes literarios.

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II. 2. EL PROCESO LECTOR y LECTO-LITERARIO.

II. 2. 1. Consideraciones previas.

La lectura considerada como habilidad para comunicarse a través de mensajes

escritos en general y la lectura literaria en particular se nos presenta como una opción,

casi una necesidad esencial, en el desarrollo de las funciones sociales del ser humano,

hasta el extremo de considerar que su falta es un grave déficit para el desarrollo integral

del individuo en la sociedad. Podría parecer que la competencia lectora forma parte

esencial del desarrollo humano casi de la misma manera que la capacidad de

comunicarse a través de los signos orales. Sin embargo, la realidad y su machacona

evidencia nos remiten a una situación que no se corresponde exactamente con esa

afirmación inicial. Bastaría asomarnos a algunos estudios estadísticos que se han

encargado de precisar los porcentajes de analfabetismo total en la sociedad española

durante el siglo pasado y podríamos constatar que el proceso de incorporación

democrática o masiva al desarrollo de las habilidades lectoras debería situarse en un

espacio mucho más reciente lo que nos remite a una situación de relativa novedad que

hace

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Cuadro 1. Estudio estadístico del analfabetismo provincial en España hacia 1877.

Fuente: http://revistas.uca.es/index.php/trocadero/article/viewFile/1240/1073

que con el paso del tiempo y en función de la evolución de la sociedad, el sistema

educativo haya ido sufriendo cambios importantes sin renunciar a su objetivo principal:

proporcionar a la persona una formación completa que le permita construir su identidad

personal y ejercer su derecho a acceder a la educación. Derecho que desde 1978

establece la Constitución española en su artículo 27 que tiene por objeto el pleno

desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de

convivencia, promover las condiciones de igualdad y libertad e impulsar al progreso a

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una sociedad en todos sus ámbitos.

La Constitución Española de 1978.

Título I. De los derechos y deberes fundamentales.

Capítulo segundo. Derechos y libertades.

Sección 1ª. De los derechos fundamentales y de las libertades públicas.

Artículo 27.

1. Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza.

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana

en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y

libertades fundamentales.

3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que

sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus

propias convicciones.

4. La enseñanza básica es obligatoria y gratuita.

5. Los poderes públicos garantizan el derecho a todos a la educación, mediante

una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos

los sectores afectados y la creación de centros docentes.

6. Se reconoce a las personas y jurídicas la libertad de creación de centros

docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales.

7. Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el

control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con

fondos públicos, en los términos que la ley establezca.

8. Los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para

garantizar el cumplimiento de las leyes.

9. Los poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los

requisitos que la ley establezca.

10. Se reconoce la autonomía de las Universidades, en los términos que la ley

establezca.

(BOE núm. 311 de 29 de diciembre de 1978).

Derecho a la educación que en el campo de la enseñanza media ha prevalecido en todas

las reformas y contrarreformas educativas llevadas a cabo y ha permitido que los

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ciudadanos puedan acceder a una formación lectoescritora eficaz y funcional intentando

reducir de esta manera los altos índices de analfabetismo que la sociedad arrastra.

Objetivo que hoy en la actualidad sigue vigente en la LOMCE, Ley Orgánica 8/2013, de

9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa y reflejado en sus disposiciones

generales:

“El alumnado es el centro y la razón de ser de la educación. El aprendizaje en la

escuela debe ir dirigido a formar personas autónomas, críticas, con pensamiento

propio. […]

Todos los estudiantes poseen talento, pero la naturaleza de ese talento difiere

entre ellos. En consecuencia, el sistema educativo debe contar con los

mecanismos necesarios para reconocerlo y potenciarlo. El reconocimiento de

esta diversidad entre alumno o alumna en sus habilidades y expectativas es el

primer paso hacia el desarrollo de una estructura educativa que contemple

diferentes trayectorias. […]

En la esfera individual, la educación supone facilitar el desarrollo personal y la

integración social. El nivel educativo determina, en gran manera, las metas y

expectativas de la trayectoria vital, tanto en lo profesional como en lo personal,

así como el conjunto de conocimientos, recursos y herramientas de aprendizaje

que capacitan a una persona para cumplir con éxito sus objetivos” (BOE,

núm.295, martes 10 de diciembre de 2013).

Contextualización legislativa que nos sirve para comprobar cómo poco a poco el

área de Lengua Castellana y Literatura ha pasado a ser considerada, dentro del ámbito

curricular, una de las ramas fundamentales del proceso educativo, dado que su objetivo

central es y ha sido siempre garantizar que los alumnos desarrollen las cuatro

habilidades comunicativas básicas: hablar, escuchar, leer y escribir, y conseguir formar

personas competentes comunicativa y literariamente.

Sin dejar de lado la formación lectora y lectoliteraria del alumno aprendiz y el

desarrollo de sus hábitos lectores (competencia lectora y competencia lectoliteraria).

Convertidos estos últimos, desde nuestro punto de vista, en un elemento medular para la

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adquisición de nuevos aprendizajes, la comprensión y el análisis de la realidad, la

fijación y el desarrollo del pensamiento crítico; y para ser reconocidos como forma de

comunicación y fuente de enriquecimiento cultural y de placer personal.

Principios, entre otros muchos, sobre los que se fundamenta la Didáctica de la

Lengua y la Literatura y se dibujan las propuestas e intervenciones didácticas de los

procesos de enseñanza/aprendizaje.

Disciplina que encamina su enseñanza y procedimientos de formación hacia el

desarrollo de la competencia comunicativa del alumnado y de su educación literaria

(como fuente de comunicación específica y aprendizaje social y cultural), con el fin de

que este aprenda a entender y a comprender la realidad a la que se enfrenta, a actuar y

participar en ella activamente y a relacionarse con eficacia pragmática con otras

personas.

II. 2. 2. La lectura: un proceso activo.

La lectura en sí misma es considerada como una actividad compleja de recepción,

una actividad comunicativa en la que intervienen y confluyen capacidades y actividades

cognitivas muy diversas que ponen de manifiesto la interacción entre el texto y el lector

y que requiere, por parte del lector/receptor, “saber leer”.

Pues “leer” es una actividad de razonamiento, un acto individual a través del cual el

lector interacciona e intercambia conocimientos con el texto y actualiza su formación

lingüístico-comunicativa, intelectual y cultural. Una actividad que necesita durante todo

el proceso de recepción un lector activo, un lector capaz de utilizar, organizar,

identificar y dominar la información (explícita e implícita) que las estructuras textuales

le transmiten, capaz de formular inferencias y de dar respuesta a las expectativas

lectoras creadas para avanzar en su actividad de lectura y alcanzar satisfactoriamente la

comprensión e interpretación del texto.

La actividad del lector significa, por lo tanto, una participación activa y comprometida

con el proceso de comunicación del que forma parte. Y es por esta razón por la que la

interacción texto/lector se entiende como la confrontación cooperante entre los

instrumentos sémicos que encierra la propuesta textual y las opciones de aprehensión de

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estos instrumentos de que dispone el hablante.

De acuerdo con esta caracterización resulta esencial que el docente se replantee

cómo se produce el acto de lectura, cuáles son las fases en las que se desarrolla y

algunas de las características que permiten su definición, con la intención de que a partir

de dicha reflexión pueda inferir algunas conclusiones de carácter específicamente

didáctico que le permitan hacer más eficaces los aprendizajes del proceso lector y

programar y planificar la actividad lectora y lectoliteraria dentro del aula, atendiendo a

las necesidades del alumnado y ofreciéndole estrategias de actuación didáctica concreta

que le permitan mejorar sus niveles de desarrollo lector y alcanzar la eficacia

comunicativa y la competencia lectora y lectoliteraria buscadas. Solo así hará de la

lectura un procedimiento esencial para la integración y renovación de saberes (textuales,

discursivos, pragmático-comunicativos, culturales, literarios, etc.) en función de la

finalidad pragmática del propio acto lector.

Desde esta perspectiva y atendiendo a la necesidad de desarrollar y fomentar la

enseñanza de la lectura literaria y no literaria en las aulas, resulta imprescindible que

tomemos en consideración algunos principios generales de carácter teórico-crítico que

nos sirvan como punto de referencia o marco desde el que (re)plantearnos las cuestiones

didácticas que nos ayudarán a planificar la difícil tarea de trabajar el desarrollo de la

habilidad lectoliteraria. Esto es, cuestiones esenciales como qué significa leer, qué

importancia adquiere el texto literario como fuente de saber y aprendizaje o cómo

formar al lector literario (papel que desempeña el lector en su actividad lectora y

lectoliteraria), entre otros.

Leer… ¿Qué significa?

La palabra “leer” demanda sin duda un ejercicio de metalenguaje. Pues algo que

puede parecer tan sencillo y evidente como es “leer” implica actuaciones más complejas

de lo que a primera vista pudiera parecer. Enseñar a leer requiere planificar el desarrollo

de todas cuantas destrezas, habilidades, saberes y conocimientos explican y condicionan

el proceso de recepción de un mensaje escrito. Y no podemos limitarnos a enseñar las

reglas de correspondencia entre los grafemas y los fonemas, pues este principio tan solo

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garantiza el primero de los requisitos del acto lector, el de la “descodificación inicial”

del texto escrito y que tanto en la etapa educativa obligatoria (alumnos de Secundaria)

como en la postobligatoria (alumnos de Bachillerato) debe estar más que superado.

No obstante, antes de plantearnos todas estas cuestiones conviene que como punto

de partida y reflexión inicial citemos algunas de las acepciones más relevantes que a lo

largo de la historia las grandes obras lexicográficas han ido otorgando a las entradas

leer, lectura y lector.

Julio Casares concede al término leer en su Diccionario Ideológico de la Lengua

Española la siguiente definición “tr. Recorrer lo escrito o impreso, pronunciándolo en

alta voz o simplemente para enterarse de su significación. ║ *Enseñar o *explicar un

profesor alguna materia sobre un texto. ║ *Interpretar un texto de este o del otro modo.

║ Decir en público el discurso llamado lección, en las *oposiciones. ║ fig. Descubrir,

*comprender o *averiguar el interior de uno por lo que exteriormente aparece.” (1959:

505).

Para la Real Academia Española leer (término procedente del latín legĕre)

significa “1.- Pasar la vista por lo escrito o impreso, haciéndose cargo del valor y

significación de los caracteres empleados, y pronunciando o no las palabras

representadas por estos caracteres. 2.- Explicar o enseñar un profesor a sus oyentes

alguna materia sobre un texto. 3.- Entender o interpretar un texto de este o del otro

modo” (DRAE, 1992: 1239).

María Moliner en su Diccionario de uso del español le otorga la siguiente

definición a la entrada leer “(del latín legĕre) 1.- Interpretar mentalmente o

traduciéndolos en sonidos los signos de un escrito. 2.- Ser capaz de leer y entender un

idioma extranjero. 3.- Ser capaz de entender otro tipo de signos” (2002: 162).

Y en este mismo sentido destacamos otros términos importantes como son las entradas

lectura y lector, -a.

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Por su parte, Julio Casares en su Diccionario define la entrada lectura como “f.

Acción de leer. ║ Escrito que se lee. ║ Materia que un *maestro explica a sus

discípulos. ║ Interpretación de un texto. ║ Cultura, erudición o *sabiduría de una

persona” (1959: 505).

Para la Real Academia Española lectura significa “(Del b. lat. lectūra).1.- Acción

de leer. 2.- Obra o cosa leída. 3.- Interpretación del sentido de un texto. 4.- Variante de

una o más palabras de un texto. […] 7.- Cultura o conocimientos de una persona. […]

9.- (desus.) En las universidades, tratado o materia que un catedrático o maestro explica

a sus discípulos” (DRAE, 1992: 1238).

Para María Moliner esta misma entrada, lectura, supone “(Del b. lat. lectūra) 1.-

Acción de leer. 2.- Cosa que se lee o para ser leída. 3.- Cícero. 4.- Interpretación de un

texto. 5.- Acción de leer su ejercicio un opositor. […] 7.- Materia que explica un

profesor. 8.- En algunas órdenes religiosas, lectoría. 9.- Cultura mayor o menor de una

persona” (2002: 162).

En último lugar, para la entrada lector, -a Julio Casares concede en su Diccionario

Ideológico de la Lengua Española el siguiente significado “adj. Que *lee. U.t.c.s. ║ m.

El que en las *comunidades religiosas enseña filosofía, teología o moral. ║ *Clérigo

que *enseñaba a los catecúmenos y neófitos los rudimentos de la religión católica”

(1959: 505).

La RAE por su parte define la entrada lector, -a como“(Del lat. lector, -ōris).1.-

adj. Que lee. 2.- m. y f. En la enseñanza de idiomas modernos, profesor auxiliar cuya

lengua materna es la que se enseña. 3.- En las editoriales, persona que examina los

originales recibidos y asesora sobre ellos” (DRAE, 1992: 1237).

María Moliner define lector, -a como “(Del lat. lector, -ōris). 1.- adj. y n. Se

aplica al que lee. Particularmente, con relación a un escritor, periódico o libro, etc.,

determinados. 2.- Profesor de una universidad. Se aplica actualmente en algunos centros

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universitarios a un profesor de una idioma extranjero. 3.- Persona encargada en una

editorial de leer y de valorar los originales recibidos” (2002: 163).

Definiciones que desde una perspectiva general y tradicional poco añaden al

sentido global que se tiene sobre el acto lector pero que sí permiten observar cómo la

importancia de la lectura ha ido cobrando interés en la sociedad, evolucionando con ella

e incorporando matices sustanciales de carácter formativo en su práctica y aprendizaje.

Definiciones que si se analizan y se contrastan con el interés que en la actualidad se le

confiere al estudio y análisis de la competencia lectora y lectoliteraria y a las nuevas

perspectivas que sobre estas ofrecen estudios recientes, PISA por ejemplo, sí

constituyen un referente para comprender e interpretar algunas de las novedosas

aportaciones que durante las últimas décadas del siglo XX han ido apareciendo y

desarrollándose en el marco de la Didáctica de la Lengua y la Literatura.

Pues desde hace ya algunas décadas, las consecuencias más directas de la llamada

Teoría de la Recepción han ido marcando espacios de reflexión de amplia

significatividad en el campo de la didáctica de la lectura. Frente a un modelo centrado

en el autor o en el texto, en el que el lector debería “adivinar” o colegir la voluntad

significativa del mensaje y por ello del autor, a partir de una consideración centrada

necesariamente en el emisor (lo que el autor “quiso” decir y cómo lo que finalmente

dijo condiciona esa voluntad significativa) hemos ido entrando en la opción de que sea

el lector el único sujeto activo y cambiante en el proceso de lectura. De modo que es el

intertexto del lector (Mendoza 2001) y las opciones que este conjunto de saberes abre en

el acto lector, lo que determina las opciones de lectura y lo que de alguna forma marca

el horizonte de comprensión lectora de cada lector.

La descripción cognitivista del acto de lectura añade, por su parte, que son las

estrategias de lectura las que determinan las opciones de intercambio significativo

eficaz entre el lector (con su intertexto) y el mensaje (con su capacidad de actuar como

motor de las actividades inferenciales que determinan la eficacia de la lectura).

Estas consideraciones, sobre las que volveremos más adelante, pueden ser consideradas,

desde el punto de vista teórico, como el punto de partida de un nuevo enfoque didáctico

que implica un cambio en los fines y objetivos de la formación del lector. Y que

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fundamenta sus bases en el estudio de las habilidades y destrezas lectoras como

herramientas necesarias para que el lector aprendiz, a partir de la lectura de textos

escritos literarios y no literarios, pueda ofrecer una participación activa en la sociedad.

Siguiendo esta nueva línea de estudio Díez Mediavilla, A. y García Velasco, A. (2015b)

afirman que:

“leer se concibe, en líneas generales, como un procedimiento de descubrimiento

de una información inmanente del texto, muchas veces determinada previamente

por el profesor, crisol esencial de lectura eficaz y pragmática, que de hacer

aflorar el lector catecúmeno al margen de su interés específico, su voluntad

comunicativa o su capacidad de lectura” (2015b: 35-44).

Lo que pone de manifiesto que aún en nuestros días la evaluación de la comprensión

lectora se suele basar en una actividad centrada en la voluntad del emisor, matizada o

seleccionada por el mediador (profesor), sin que el lector pueda aportar, en cualquiera

de los sentidos, otra cosa que su mejor voluntad por “adivinar” lo que se pretende que

responda, la margen de su intertexto y de su capacidad de interactuar –dialogar- con el

mensaje que pretende leer.

Por todo ello, resulta interesante que en un intento simplificador, necesariamente

parcial, pero creemos que significativo, destaquemos aquí cómo se ha definido el

concepto de “lectura” o “alfabetización lectora” en estudios de relevancia internacional

que han marcado una senda de actuación didáctica de amplia repercusión, y que nos han

permitido interpretar y valorar cómo el concepto de lectura y su enfoque comunicativo

han ido evolucionando a lo largo de los años en pro de las nuevas corrientes y demandas

de la competencia lectora.

Tomamos como marco de referencia para ello el análisis que Salvador Saulés (2012)

realiza en su estudio sobre la competencia lectora en Pisa y las diferentes definiciones

que utiliza para explicar la importancia de desarrollar adecuadamente la habilidad del

lector para que este use los textos escritos en función de los objetivos que la sociedad

requiere:

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• RLS: “reading literacy was defined as: …the ability to understand and use

those written language forms required by society and/or valued by the

individual” (Elley, 1992: 3).

• IALS: “… literacy… Using printed and written information to function in

society, to achieve one´s goals, and to develop one´s knowledge an potential”

(Murray, 1998: 17).

• PIRLS: “reading literacy is defined as the ability to understand and use those

written language forms required by society and/or valued by the individual.

Young readers can construct meaning from a variety of texts. They read to learn,

to participate in communities of readers, and for enjoyment” (Campbell, 2001:

3).

• PISA 2000-2006: “reading literacy is understanding, using and reflecting on

written texts, in order to achieve one´s goals, to develop one´s knowledge and

potential and to participate in society” (OECD, 2002a: 25).

• PISA 2009: “reading literacy is understanding, using, reflecting on and

engaging with written texts, in order to achieve one´s goals, to develop one´s

knowledge and potential, and to participate in society” (OECD, 2009: 23).”1

1 Se citan a continuación las traducción de las definiciones que ofrece Saulés (2012): “RLS de 1991: reading literacy fue definida como la capacidad para comprender y usar aquellas formas del lenguaje

escrito requeridas por la sociedad y/o valoradas por el individuo.”

“IALS de 1994: literacy es el uso de información impresa y escrita para funcionar en la sociedad, para lograr nuestras

metas y para desarrollar nuestro conocimiento y potencial.”

“PIRLS de 2001: reading literacy se define como la capacidad para comprender y usar aquellas formas del lenguaje

escrito requeridas por la sociedad y/o valoradas por el individuo. Los jóvenes lectores pueden construir el significado

de una variedad de textos. Ellos leen para aprender, para participar en comunidades de lectores y por placer.”

“PISA 2000-2006: reading literacy es comprender, usar y reflexionar con los textos escritos, para lograr nuestras

metas, para desarrollar nuestro conocimiento y potencial, y para participar en la sociedad.”

“PISA 2009: reading literacy es comprender, usar, reflexionar y comprometerse con los textos escritos

para lograr nuestras metas, para desarrollar nuestro conocimiento y potencial, y para participar en la

sociedad” (Saulés, 2012: 16)

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Definiciones que, desde nuestro punto de vista, ponen de manifiesto la necesidad

de buscar nuevos enfoques didácticos que formen, a lo largo de las diferentes etapas

educativas, lectores competentes capaces de resolver adecuadamente las tareas lectoras

y no “analfabetos funcionales” que pese a creer “saber leer”, no saben puesto que no se

trata solo de decodificar un texto sino poseer además:

“la capacidad para leer entre líneas y reflexionar sobre los propósitos y

audiencias a quienes van dirigidos los textos, para reconocer los mecanismos

utilizados por los escritores para transmitir mensajes e influir en los lectores, y la

capacidad para interpretar el sentido de las estructuras y características de los

textos. Reading literacy depende de la capacidad de comprender e interpretar una

amplia variedad de tipos de texto y así darles sentido al relacionarlos con los

contextos en que aparecen” (OECD, 2000: 9).

Pero esta tarea no resulta nada fácil si tenemos en cuenta que la lectura literaria es la

menos demandada y valorada por los alumnos de las etapas obligatorias y

postobligatorias, les resulta claramente lejana e inverosímil, cuando no ridícula o

aburrida y, en general, se limitan a leer lo que obligatoriamente se les plantea como

requisitos de evaluación para el curso. Pues no olvidemos que, desde su propia

experiencia, los actos de lectura que realizan en su actividad cotidiana, incluida la

actividad escolar, se refieren mayoritariamente a otras tipologías textuales y, por ello,

por resultarles más frecuente y más útil, es la lectura no literaria la que les resulta la más

frecuente y significativa.

De ahí que la Teoría de la Recepción y la lingüística pragmática hayan centrado su

atención en la interpretación del texto como marco de referencia que se caracteriza por

la participación activa y comprometida del lector y en la interacción que establece el

lector con el texto y su contexto de referencia, que en el caso de los mensajes de

intención estética se manifiesta como el único referente en el que los elementos

significativos del mensaje alcanzan el valor de designación que les hace útiles. El centro

esencial del acto lector no se vuelca ya en el emisor (el autor propiamente dicho), como

decíamos antes, sino en el receptor quien progresivamente se ha ido convirtiendo en el

sujeto activo central del proceso de recepción y en el texto (considerado este como

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motor de estímulo significativo) que en el caso de los mensajes de intención literaria

alcanza un valor referencial directo. Esta cualidad especial para este tipo de texto (que

va más allá de lo que tradicionalmente conocemos con le nombre de “contexto del

mensaje”), justifica que se afirme que este tipo de mensajes tienen como función

predominante la función poética, es decir, la capacidad de revertir sobre el propio texto

como espacio de referencia directa del mensaje. Esta apreciación, que normalmente no

se suele tener muy en cuenta, permite plantear la lectura literaria como un acto de

auténtica “cocreación”. Leer un texto literario no es tanto adivinar lo que el autor “quiso

decir”, sino levantar, con la ayuda del mensaje, como afirma Díez Mediavilla (2015a)

un espacio ficcional cuyo referente se configura a partir del propio mensaje, lo que

marca una diferencia significativa respecto de la lectura de mensajes no literarios y, por

añadidura, abre nuevos planteamientos didácticos y nuevos espacios de actuación en las

aulas en el proceso de asentamiento de la competencia lecto-literaria.

Siguiendo esta línea de trabajo, consideramos muy significativa la aportación de

sentido pragmático según la cual, la lectura se plantea como un actividad esencialmente

comunicativa que pretende dar sentido a un requerimiento del propio lector; Isabel Solé

afirma que “leer es un proceso de interacción entre el lector y el texto, un proceso

mediante el cual el primero (el lector) intenta satisfacer [obtener una información

pertinente para] los objetivos que guían su lectura.”

Afirmación que según la propia investigadora tiene varias consecuencias: “Implica, en

primer lugar, la presencia de un lector activo que procesa y examina el texto”; e

“implica, además, que siempre debe existir un objetivo que guíe la lectura, o dicho de

otra forma, que siempre leemos para algo, para alcanzar una finalidad” (Solé, 1992: 17).

En el mismo sentido Mendoza Fillola sostiene que

“leer es bastante más que saber reconocer cada una de las palabras que

componen el texto: leer es, básicamente, saber comprender, y, sobre todo, saber

interpretar, o sea, saber establecer las personales opiniones, valoraciones y

juicios. Por ello, leer es participar en un proceso activo de recepción. Leer es

más que descifrar o descodificar signos de un sistema lingüístico. La lectura no

es un acto de descodificación de las combinaciones de letras, palabras,

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oraciones, enunciados que presenta el texto sino un proceso complejo apoyado

en expectativas y en inferencias personales sobre el significado que establece el

lector en función de su intertexto /…/ La lectura es [por tanto] una compleja

actividad de conocimiento, en la que intervienen el conjunto de dominios,

destrezas, habilidades lingüísticas (facetas de la pragmática comunicativa), de

conocimientos (enciclopédicos, lingüísticos, paralingüísticos, metatextuales e

intertextuales), de la misma experiencia extralingüística que posea el lector

(convencionalismos sociales y culturales, ideologías, situaciones, etc.) a los que

alude de manera implícita o explícita el texto” (1998a: 170-171).

Y es desde esta perspectiva, desde la que el docente debe iniciar su actuación

didáctica: planteando el acto de lectura como un proceso de comunicación activa y

participación dialogada, en el que, al igual que en una conversación cotidiana,

intervienen los elementos básicos de la comunicación. El texto, convertido en emisor

(pues es quien aporta la información a través de indicios textuales previstos por el

autor), y el lector-receptor mantienen un diálogo (expresivo-receptivo) a través del

mensaje que hace que lo leído resulte significativo, individual e íntimo en un contexto o

situación de comunicación determinados.

Cuadro 2. Elementos de la lectura literaria.

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El planeamiento que venimos haciendo se convierte en especialmente

significativo desde el punto de vista didáctico por cuanto el alumnado al que nos

venimos refiriendo hace ya “muchos” años que sabe leer y que viene leyendo textos de

diversas tipologías, autorías, planteamientos y temáticas. Todo parecería invitarnos a

suponer que, tras diez años de desarrollo de la “competencia lectora”, ha sido capaz de

asumir las estrategias necesarias para actuar con eficacia lectora suficiente ante los

diversos textos, y que reconoce los textos literarios como manifestaciones específicas de

este modelo de comunicación que es la lectura (la literaria y la no literaria).

Pero en realidad, si nos centramos en la práctica docente del aula podremos ver cómo,

en demasiadas ocasiones, el aprendiz admite tener dificultades a la hora de descodificar

e interpretar un texto y que, éstas dificultades se acentúan considerablemente si

hablamos de un texto de intención estética o literaria.

La verdad es que podríamos afirmar que una de las causas que determinan el escaso

aprecio del alumnado de estas etapas por la lectura literaria tiene que ver, precisamente,

como intentaremos demostrar más adelante, con el desarrollo insuficiente de las

competencias lectoras. No es tanto que “no les guste leer” cuanto que no han aprendido

a leer con eficacia suficiente, razón por la que es muy difícil que puedan encontrar en

una actividad que realizan sin las habilidades necesarias, la satisfacción o el gusto que

les podría empujar a apreciar o valorar de manera más favorable la lectura literaria. En

efecto, las dificultades que comentamos, impiden desarrollar con éxito actividades

cognitivas fundamentales como: la asociación de ideas, el reconocimiento de unidades

significativas o de estructuras gramaticales necesarias para la comprensión e

identificación del significado global del texto, la formulación de hipótesis que les

permitan reconocer unidades las unidades informativas del texto sobre los que

determinar los juicios evaluadores necesarios que amplían y actualizan los

conocimientos lingüísticos y pragmáticos del lector, etc.

Por tanto, aunque se pueda afirmar que los alumnos de bachillerato “saben leer”, la

eficacia comunicativa de sus actos lectores no siempre alcanza el grado de

funcionalidad pragmática requerida; dado que en no pocas ocasiones la lectura de un

texto –literario o no literario- que realiza el lector en estos niveles de su formación

lectora no va más allá de la mera decodificación literal, ya que no tiene en cuenta los

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fines lectores que la caracterizan y le dan sentido a la lectura de un texto y apenas es

capaz de activar los saberes que posee en su intertexto lector y lectoliterario. Enseñar a

leer, por lo tanto, significa dotar al aprendiz de las estrategias lectoras necesarias que le

permitan actuar eficazmente en los procesos de lectura, partiendo de la descodificación

en todas sus opciones y variantes, pero también planificando la lectura en función de sus

fines comunicativos, utilizando el intertexto lector y lectoliterario, poniendo en práctica

las acciones inferenciales que actúan como motor de la lectura (Mendoza 2001),

valorando y aceptando la información recogida, es decir, desarrollar los saberes

generales y pragmáticos o de actuación lectora, que permitan formar, ampliar, y

enriquecer el intertexto lector, porque ese enriquecimiento amplía y mejora la

competencia lectora de los aprendices, les hace lectores más eficaces.

De este modo, si queremos centrarnos para nuestro análisis en la actividad

lectora en los términos que venimos definiendo, deberíamos tener en cuenta que implica

tomar en consideración al menos tres centros de análisis que determinan los ejes en los

que se apoya y sobre los que se levanta la lectura lecto-literaria: qué objetivos se

pretenden alcanzar con el acto lector (niveles o grados de eficacia comunicativa en

función de la finalidad lectora); qué factores intervienen en el acto de la lectura

(metatextuales, intertextuales y pragmáticos), y cómo intervienen y el papel activo que

desempeña el lector en su actividad lectora (activación de saberes, destrezas,

habilidades lingüísticas y comunicativas, entre otras).

La proyección didáctica de estos ejes centrales determina formas de actuación en

el aula que se encaminen con claridad al desarrollo de las destrezas que estos ejes

significan. Una de los fundamentos de nuestra actuación debería centrarse en leer textos

de intención literaria para aprender a leer textos literarios; de este modo, leer para

aprender a leer debería llevarnos a reconsiderar la actividad relacionada con la

enseñanza de la literatura en los cursos de las etapas de secundaria, y de manera más

concreta en los dos cursos del actual bachillerato. En este sentido una de las grandes

novedades que nos parecen necesario recomponer es que el lector se reconozca como

aprendiz (leer para aprender a leer, no para otras cosas extrañas como encontrar no sé

qué figuras literarias, o qué ideas más importantes o qué voluntad comunicativa del

autor… ) y sea capaz de valorarse a sí mismo (al mismo tiempo es sea considerado y

valorado por el profesor) como un receptor activo, capaz de participar, cooperar e

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interactuar con el texto (aplicando las estrategias de lectura, dando sentido pragmático y

final al proceso de cocreación) y no como un sujeto pasivo que asume la lectura de un

escrito como una actividad obligatoria y poco motivadora, carente de finalidad y

escasamente productiva.

Esta reflexión afecta a uno de los aspectos más significativos en la consideración

didáctica referida a la asignatura de Castellano: Lengua y Literatura por las

implicaciones que arrastra consigo. Queremos mencionar en primer lugar el hecho de

que apuntamos una actuación lectora con carácter pragmático (útil) que se aviene mal

con la lectura desinteresada que implica la lectura literaria desde su consideración

general. Leer literatura no es una actividad “útil”, queremos decir de utilidad inmediata,

que se relacione con una proyección pragmática inmediata. Parece que la literatura

fuese un objeto maravilloso que nos arrastra a la contemplación artística, al

arrobamiento estético y al compromiso del autor con la época en que se escribió el

mensaje (contexto que lo justifica y explica de manera definitiva y constante) junto a las

posibles y deseables, pero no imprescindibles, implicaciones o proyecciones de tal

mensaje ético, social o estético, con la actualidad cambiante del lector.

Este entramado de proyecciones de la lectura literaria desde los postulados

convencionales nos plantea un panorama radicalmente alejado de los postulados que

hasta este momento venimos manteniendo. Como puede apreciarse, la lectura literaria

así concebida se inscribe en un marco de actuación en el que el texto es solo un pretexto

para que el alumno manifieste los saberes que ha ido acumulando sobre determinados

aspectos de una obra, un autor, una etapa, o, lo que es lo mismo, se centra en el emisor,

en su voluntad o intención comunicativa y en el texto como objeto de estudio y análisis

más que en el lector como sujeto lector activo. La práctica del comentario de textos, que

pudiera ser una respuesta razonable para los presupuestos de la lectura lectoliteraria que

nos interesa, se ha venido convirtiendo en una actividad lastrada que tiene como

finalidad directa dar cuenta de lo que quien corrige ha decidido que quiere decir el

mensaje, que quiso comunicar el autor y que mejor representa las cualidades artísticas,

literarias y culturales del autor. En este tipo de actividades no solo no se tiene en cuenta

el que hemos llamado intertexto del lector, sino que se desprecia incluso la posibilidad

de actuar cognitivamente en el proceso lector de manera autónoma, condicionando

desde el mismo arranque de las actividades lectoras la participación responsable o

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pragmática del lector.

Aunque insistiremos después en algunas de la derivaciones que esta afirmación arrastra,

queremos dedicar en este momento una aproximación a la cuestión relacionada

directamente con la finalidad de le lectura literaria o no, en ese escenario pragmático

que hace que el esfuerzo cognitivo que demanda la lectura de un mensaje pueda

conseguir el corolario de satisfacción (arranque de la posible y deseable aunque

compleja y difícil lectura placentera y camino ineludible en cualquier planteamiento de

la formación de “hábitos lectores”) que permitirá que el alumnado empiece a considerar

que saber leer con eficacia tiene alguna opción y cierto interés en su desarrollo

formativo y que permitirá establecer una posibilidad favorable para que en el binomio

“esfuerzo/compensación” que configura el proceso lector, exista una inclinación

favorable a la compensación como garantía de aceptación paulatina de la lectura de

mensajes literarios en las aula. Esta finalidad pragmática de lectura requiere, sin duda,

que el docente durante su intervención didáctica sea capaz de dibujar un escenario de

lectura en el que se explicite adecuadamente la finalidad con la que los alumnos han de

enfrentarse a la lectura o, lo que es lo mismo, la finalidad con la que han de dirigir su

participación activa en el proceso de comunicación lectora para obtener el fin

perseguido. Como afirma Antonio Mendoza:

“Toda lectura responde a necesidades o intencionalidades del lector. Se lee para

informarse, documentarse, entretenerse. Se lee por indicación, sugerencia, o

recomendación –incluso por imposición- de alguien, pero también se lee por

iniciativa propia. Se lee con una actitud libre y abierta ante lo que pueda sugerir

el texto; aunque, en ocasiones, también se lea condicionado por la finalidad

(algún tipo de indagación o búsqueda de datos, apreciaciones, detalles, indicios o

informaciones) predeterminadas por el propio lector o, lo que suele ser

frecuente, por un tercer agente no implicado directamente en el acto de lectura:

el docente que marca y condiciona la lectura en relación a una tarea” (1998ª:

176).

Propuestas que, a su vez, nos permiten afirmar, también, con Antonio Mendoza

que en realidad cualquier intento de clasificación u organización de las finalidades

lectoras resultará a la larga insuficiente por cuanto la actividad lectora tiene un carácter

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subjetivo, individual, íntimo, lo que implica una actitud también subjetiva a partir de la

capacidad de respuesta del lector ante el texto; pero, por otra parte, las finalidades

lectoras pueden superponerse y producirse simultáneamente, al mismo tiempo que es

necesario admitir que un mismo texto admite o puede admitir “diferentes lecturas”, es

decir, admite ser leído con diferentes intenciones o finalidades por distintos lectores y

hasta por un mismo lector en circunstancias lectoras distintas.

No obstante, nos parece necesario aproximarnos a algunos de estos intentos de

sistematización por cuanto nos podrán ofrecer una pauta de actuación, al tiempo que nos

podrán facilitar las estrategias didácticas necesarias para conseguir los fines de

optimatización de nuestra actividad en el aula.

Isabel Solé en 1992 enumeró hasta un total de nueve finalidades u objetivos

didácticos generales que puede plantearse el lector frente a la lectura de un texto:

1.- Leer para obtener una información.

2.- Leer para seguir unas instrucciones.

3.- Leer para obtener una información de carácter general.

4.- Leer para aprender.

5.- Leer para revisar un escrito propio.

6.- Leer por placer.

7.- Leer para comunicar un texto a un auditorio.

8.- Leer para practicar la lectura en voz alta.

9.- Leer para dar cuenta de que se ha aprendido. (1992: 80-87)

Clasificación que, tal y como ella misma constata, tiene, por una parte, un sesgo

voluntariamente marcado en el horizonte escolar y de manera especialmente

significativa de la lectura en clase. Tal vez por esta razón podríamos afirmar que la

mencionada clasificación puede ser tomada como marco de referencia a la hora de

sistematizar las orientaciones didácticas y las pautas de actuación; pero no como

propuesta totalizadora, dado que la actividad lectora posee, como decíamos más arriba,

un carácter subjetivo e individual que hace que los objetivos se amplíen en función del

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lector, el momento, la necesidad…

Por otra parte, esta clasificación ofrece una proyección didáctica de la que se desprende

que el acto lector implica un doble tipo de finalidad: una finalidad directa y tangible, es

decir, que del acto lector se desprende una utilidad inmediata (como pueden ser las

finalidades 1, 2, 3, 4, 5, 7, 8 y 9), y una finalidad más difusa, de carácter íntimo y

personal que no trasciende el propio acto lector (apartado 6); aunque también es posible

que algunos de los apartados que hemos incluido en el primero de los bloques pudiera

admitir una interpretación más o menos emparentada con el segundo bloque (como

podría ser el caso de apartado 3, la 4 y la 9).

En la propuesta de Solé aparece expresamente la obtención del placer o del gozo

estético como una finalidad expresa, pero no es menos cierto que el hecho de que esta

intención lectora aparece como algo desligado del conjunto de las demás y no implica

la obtención de aprovechamiento pragmático o la posibilidad de realizar una acción

inmediata que trascienda, por ello, en términos de rentabilidad más o menos verificable,

como sí podríamos señalar en el resto de las finalidades descritas. Por otra parte la

propia autora señala que una de las limitaciones de su propuesta se relaciona con el

hecho de que se refiere de manera especialmente directa a los espacios didácticos de la

enseñanza primaria, por lo que esta finalidad se verá necesariamente mediatizada por el

hecho de que se refiere especialmente a lectores cuya sensibilidad estética resulta por su

nivel de formación general más o menos escasa.

No queremos decir con esto que la lectura de finalidad placentera no tenga cabida

en los planteamientos generales sobre las actividades lectoras; evidentemente es una

opción que necesariamente debemos tener en cuenta por cuanto apunta a uno de los

objetivos más importantes –y difíciles- de nuestro empeño: el desarrollo progresivo en

nuestros alumnos de la competencia literaria, es decir, de la capacidad para actuar como

receptores interesados y eficaces de mensajes de intención estética que, se mire como se

mire, son el filón más constante y sugestivo, aunque no el único evidentemente, de la

lectura de finalidad placentera. Como estamos firmemente persuadidos que la lectura de

mensajes no literarios es más susceptible de plantear en escenarios de lectura útil (como

ha explicitado Solé en el conjunto de las finalidades que hemos recogido en el primero

de nuestros bloques) nos gustaría ahondar un poco en la utilidad de la lectura de

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mensajes de intención literaria, a partir de la consideración global de lo que hemos

denominado lectura placentera.

Cuando R. Navarro, a propósito de la lectura de los clásicos, afirmaba categóricamente

que “la lectura no es una obligación, sino un placer” (1996: 7), apuntaba hacia uno de

los corolarios más interesantes sobre la lectura “desinteresada” en general, y

especialmente de la lectura de textos de intención estética, sean clásicos o no: la lectura

placentera, que en cierta medida coincide con lo que podríamos llamar “lectura lúdica”,

no se puede realizar desde el condicionamiento de la obligatoriedad o la exigencia

(como suele ocurrir en el aula); a la lectura placentera o se llega de manera progresiva y

solo desde el adecuado desarrollo de la competencia lectora y lectoliteraria, o no se

llega. ¿Cómo podríamos plantear que un aprendiz de lector pueda encontrar placer en la

realización de un esfuerzo cognitivo tan grande como exige la lectura con la finalidad de

que le guste hacerlo? El gusto estético, la sintonía afectiva, la empatía ante lo que se lee

solo es posible cuando se sabe leer, es decir, cuando el binomio esfuerzo/rentabilidad se

desequilibra en favor de la rentabilidad. En la escuela el esfuerzo del mediador por

planificar actividades de lectura “desinteresada” podrá favorecer el gusto por la lectura

en función precisamente de la propia coyuntura estratégica, es decir, cuando propone

que la clase lea para aprender a leer; pero no lo conseguirá cuando la lectura que se

propone tiene como finalidad responder a las cuestiones que, con machacona constancia

a partir de segundo o tercero de primaria se plantea en los libros de texto y en tantas y

tantas actividades escolares al respecto (indica cuál es la idea fundamental; describe tal

o cual personaje, señala los adjetivos calificativos, pon un círculo en los adverbios,

busca dos metáforas y una personificación. ¿Qué crees que quiere decir tal expresión o

palabra? Búscala en el diccionario y escribe la definición en la ficha…) entre otros

cientos de propuestas semejantes.

Este modelo se repite, mutatis mutandi, en las aulas de la ESO, haciendo mayor énfasis

en la retórica y la historia literaria en el Bachillerato. Es precisamente este modelo el

que convierte las clases de literatura en una apuesta centrada en el autor y en el texto,

alejada de manera sistemática por la formación del lector literario y el que aleja al

alumnado de la lectura placentera. No resulta sencillo conseguir que un lector de

dieciséis años encuentre placentero desentrañar los recovecos culturales, históricos,

estéticos y retóricos del soneto XIII de Garcilaso, por más que, para alguien

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especializado en los saberes filológicos, asegure que la imagen de Dafne en la tesitura

de transformarse en olivo sea una recreación casi perfecta de las Metamorfosis y una

llamada de atención cultural sobre la recuperación de la cultura clásica, además de una

muestra equilibrada del Renacimiento. No resulta difícil descubrir en propuestas como

las que recogemos a modo de ejemplo el paradigma de la “lectura con una finalidad

explícita” o interesada: encaminada a descubrir en el texto lo que el autor quiso decir,

expresar, manifestar, construir y comunicar, relegando la posición del lector a una

actividad ancilar, condicionada y escasamente significativa.

En la línea de Solé, Mendoza Fillola (1998b: 31-32) propone una sistematización

de la finalidades lectoras más breve y ajustada de forma que, en su sencillo

esquematismo, abarca generosamente las opciones más frecuentes y, en cierta medida,

sirve de base a nuestro planteamiento, al dejarlas reducidas a tres grandes clases o tipos

de intenciones, dos de las cuales marcan el sentido pragmático inmediato (a y b),

mientras la tercera se centra en la lectura de carácter lúdico y proyección subjetiva:

a) Leer para obtener información (saber-conocer);

b) Leer para interactuar (opinar-actuar);

c) Leer para entretenerse (gozar/ imaginar/ entretenerse).

Este planteamiento, que tiene en cuenta la finalidad del acto de lectura, nos permite

afirmar que cualquier estrategia de actuación didáctica para la enseñanza de la habilidad

lectora deberá tener en cuenta la intención del lector para adecuar su participación activa

en el proceso. Pero queremos insistir en algo que nos parece relevante y que se relaciona

con el hecho de que la competencia lecto-literaria del alumnado se amplia, se enriquece,

se mejora de manera constante a lo largo de todo el proceso. El desarrollo de la

competencia lectora y lectoliteraria de los alumnos debería ser el objetivo central,

irrenunciable, de las actuaciones didácticas de la asignatura. Definir o delimitar los

límites y los constituyentes de lo que podríamos llamar la “Competencia literaria” de

nuestro alumnado debería ser el argumento central de la actividad del aula y de la

actuación didáctica a la hora de planificar actividades lectoras, por cuanto afectan a los

principios fundamentales en los que se sustenta el acto lector: la finalidad.

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De cuanto venimos diciendo se desprende que todo texto puede ser leído con

diferentes intenciones y que existen por ello, distintas posibilidades u opciones de

lectura de un mismo texto. La actividad lectora implica “ser capaz de reconocer,

identificar, valorar y asumir cognitivamente la información que interesa al lector, a

partir de dos elementos clave en el proceso: el interés o la necesidad de buscar una

información determinada y la proyección del intertexto del lector sobre el discurso

leído, para ser capaz de dar cuenta de la información reconocible, identificarla y

convertirla en información pertinente o útil desde el punto de vista de los componentes

esenciales de ese intertexto, es decir, de las redes de conocimiento que posee y que es

capaz de poner en actuación el lector en el proceso de lectura.” (Díez Mediavilla, A.

2015b: 42).

II. 2. 3. Lectura y Literatura.

Como ya hemos señalado, el área de Lengua Castellana y Literatura tiene como

objeto de estudio (en las etapas de Secundaria y Bachillerato) contribuir al desarrollo de

la competencia lingüístico-comunicativa de la persona (uso de la lengua oral y escrita

tanto en la comprensión como en la producción) y al desarrollo de su formación lecto-

literaria. Concepción que hace que la actividad lectora cobre especial interés en el

sistema educativo como instrumento básico de desarrollo del individuo, tanto desde la

perspectiva de su inserción en la sociedad como atendiendo al hecho de que la lectura

es una de las herramientas básicas en el desarrollo de los procesos de formación tanto

posterior, la enseñanza superior, como continua. La formación de la competencia lectora

es, desde este punto de vista, un elemento indispensable en la etapa en la que centramos

nuestro análisis.

La lectura es un proceso activo de interacción entre el texto y el lector que

“implica, entre otros aspectos cognitivos, la realización de una actividad personalizada

de comprensión e interpretación de textos (ya sean literarios o no literarios), así como

de autocontrol de la comprensión, de los conocimientos y de los aprendizajes”

(Mendoza Fillola, 2004: 156); y tiene como finalidad favorecer la participación activa y

positiva del lector en un acto de comunicación de caracteres propios lo que significa,

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junto al reconocimiento y la verificación de la información del mensaje que está

leyendo, la posibilidad de potenciar la interpretación personal del lector y desarrollar –y

ampliar- el dominio de las diversas competencias: lingüística, comunicativa, discursiva,

pragmática, literaria, etc.

Ahora bien, la más moderna literatura crítica y discursiva sobre la enseñanza de la

lectura y sus estrategias de actuación didáctica (Mendoza, 2004, Díez Mediavilla, 2015)

insisten en señalar la conveniencia de diferenciar la lectura de mensajes de intención

estética y de mensajes que no poseen esta intención predominante. Se trata

fundamentalmente de tomar en consideración dos variantes que determinan que la

habilidad lectora de mensajes literarios toma en consideración las variantes específicas

que determinan las modalidades lectoras diferenciadas que conviene tener en cuenta a la

hora de desarrollar la competencia lectora del alumnado de las etapas formativas

obligatorias y postobligatorias. La primera de ellas tiene que ver con el hecho de que los

mensajes de intención literaria generan un contexto de significación que se encierra en

el propio mensaje y que se diferencia del que pudiera tener el emisor en el momento de

la formulación del mensaje y del contexto de situación que afecte al propio lector en el

momento de su lectura. Este contexto, relacionado directamente con la cualidad de

ficcional que determina todo texto de intención estética, determina el alcance final de la

significación de los términos del mensaje. La segunda se relaciona con determinados

elementos de especificidad que deben integrarse en el intertexto del lector como

mecanismos necesarios para interactuar de manera eficaz en el proceso de lectura. Los

“saberes” específicamente literarios del lector determinan de manera decisiva el alcance

y la eficacia pragmática de la lectura de un mensaje de intención estética; el lector

literario, de este modo, aporta a la lectura de este tipo de mensajes sus saberes

específicos para una lectura más o menos eficaz y pragmática de estos mensajes.

Motivo por el que, desde nuestro punto de vista, conseguir un dominio adecuado de la

habilidad lecto-literaria facilita a los lectores la recepción de la lectura literaria, esto es,

el reconocimiento y la identificación del uso específico de la lengua –finalidad estética-,

la comprensión de los referentes socio-culturales a los que alude el discurso literario y la

interpretación, a partir de los conocimientos previos (lingüísticos, culturales,

metaliterarios, etc.) que posee el lector, de los valores que asumen las estructuras

textuales del discurso literario. No pretendemos plantear que se trate de dos

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aprendizajes diferentes, la competencia lectora abarca el conjunto de saberes que

permite a un individuo leer con eficacia pragmática cualquier tipo de mensajes escritos,

sino de precisar que en los procesos de aprendizaje o de ampliación de las competencias

lectoras, tal vez resulte útil trabajar por separado la formación del intertexto lecto-

literario de un alumnado que está en una etapa decisiva de su formación como lector.

De ahí que nos centremos en resaltar la importancia que adquiere la educación

literaria dentro de este marco y el interés que suscita el discurso literario como fuente de

saber lingüístico, modelo de comunicación específica e intención estética y producto

social y cultural centrado en la realidad. Pero esta especificad formadora no se puede

considerar enfrentada a la formación general del lector, al contrario, formar mejor a un

lector de mensajes literarios es formar a un mejor lector en todos los sentidos. Pues

como afirma Eugenio Coseriu:

“La Lengua y la Literatura constituyen una forma conjunta, en realidad una

forma única de cultura con dos polos diferentes, o sea, no pueden enseñarse por

separado porque: no se trata de Lengua y de sistema lingüístico particular, de

sistema lingüístico gramatical en sentido estricto, sino que se trata de una

competencia lingüística que abarca todas las formas del saber lingüístico. Y la

literatura, en este sentido, representa la plenitud funcional del Lenguaje, es

realización de sus virtualidades permanentes, en este nivel del sentido. Esta es la

tesis; es decir, no pueden separarse las enseñanzas del Lenguaje y de la

Literatura porque el Lenguaje y la Literatura constituyen una forma única de la

cultura, aunque como dos polos diferentes de esta forma” (1997: 14).

No se trataría, pues, de romper o separar radicalmente la formación del lector

literario de la formación del lector, sino de tomar en consideración un hecho que nos

puede ayudar a comprender mejor nuestra tarea y, lo que es más importante la tarea de

formar buenos lectores que lo sean de forma permanente, es decir, más allá del espacio

propio de las tareas escolares. Conviene precisar que no es nuestra intención realizar

aquí una exposición exhaustiva y minuciosa sobre la Teoría de la literatura, o la

especificidad del hecho literario; pretendemos tan solo poner algo de luz en una

situación bastante oscura y analizar, desde el punto de vista didáctico, la función que

cumple la Literatura –como objeto de aprendizaje- en el ámbito escolar y la relación que

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existe entre lectura, lengua y literatura.

Leer literatura es, ciertamente, una actividad cognitiva enriquecedora, y no solo porque

nos permite adentrarnos en espacios nuevos, reconocer comportamientos humanos y

valorarlos críticamente, aprender pautas de conducta, empatizar con los otros, compartir

sensaciones y sentimientos, sino también porque nos empuja a una actividad lectora de

caracteres específicos en la que nuestro intertexto lector debe proporcionar a la

actividad lectora espacios de actuación más exigentes, por cuanto nos encontramos ante

un modelo de construcción lingüística de caracteres específicos que afecta no solo al

uso de la lengua (como tantas veces se ha afirmado) sino también y de manera especial

al proceso de reconocimiento del espacio de referencia en el que se ubica y desde el que

se explica el mensaje. Por esta razón conviene plantearse, para este estudio, cuál es la

finalidad real de la comunicación literaria e insistir en la necesidad de asegurar una

competencia lectoliteraria suficiente que permita a los neolectores esa lectura eficaz y

significativa o pragmática de textos literarios que implica una participación activa y

responsable del lector que se convierte en co-creador de esos mundos ficcionales que

son los mensajes literarios.

¿Qué implica, entonces, este planteamiento?

Desde nuestro punto de vista y en la línea que desde hace ya algunas décadas se

viene aceptando como punto de partida irrefutable, la educación literaria no puede ser

planteada al alumno como una sucesión de contenidos retóricos o historicistas

(movimientos, fechas, obras, estilos, épocas, autores…) y un comentario de textos –en

el mejor de los casos- basado en la identificación en el texto de algunos elementos que

vengan a corroborar esos saberes retóricos históricos, estéticos o de compromiso, según

los casos. La perspectiva lectora que busca respuesta a preguntas del tipo “¿qué

pretendía comunicarnos el autor en este texto?” plantea un punto de partida

metodológico que se aleja de la perspectiva didáctica que pretendemos explicitar.

Sabemos sobradamente que este planteamiento convencional que, con ligeras variantes,

todos conocemos, se convierte en algo poco significativo (alejado de los intereses del

alumno y de los objetivos de su formación literaria) y nada motivador e interesante para

el sujeto (Solé, 1992).

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La literatura en todas sus manifestaciones compite con otras modalidades comunicativas

cuya “lectura” resulta más asequible, más sencilla, menos comprometida. Esta

competencia determina que deberíamos ampliar el esfuerzo por conseguir la formación

de lectores competentes capaces de afrontar la lectura literaria con eficacia y

aprovechamiento con el fin de que el alumnado tenga instrumentos suficientes

(estrategias y destrezas lectoras) para optar por la lectura literaria: resulta prácticamente

impensable que alguien opte por leer literatura cuando su competencia literaria no le

permite leer con aprovechamiento y eficacia mensajes de intención literaria. No es tanto

que “no le guste leer” sino que no se sabe leer con eficacia, por lo que el esfuerzo

realizado “no compensa” con el beneficio obtenido. Debemos intentar que el alumnado

consiga una competencia literaria eficaz y suficiente para convertirle en una lector de

textos literarios, pero es necesario reconocer que existen otros mecanismos de

comunicación que no son la lectura literaria que permiten al individuo alimentar esa

necesidad, inherente del ser humano, de reconocer espacios, situaciones, personajes,

comportamientos, etc., diferentes a él y a su contexto que le permiten valorar y

enriquecer su propia concepción del mundo y abrirse a otros espacios, a otros

ambientes, a otras pautas de vida como puede hacerlo a través de la literatura.

Sin duda, la enseñanza de la Literatura y, por consiguiente, la formación lecto-literaria

de los alumnos debe contribuir a desarrollar sus habilidades interpretativas y

productivas y a valorar la interacción comunicativa que se genera entre el texto literario

y el propio lector como fuente de desarrollo intelectual y sociocultural.

“El texto literario perdura a través del tiempo y el valor y el significado del texto se

envuelve en las nuevas apreciaciones que aportan sus nuevos lectores y los contextos

histórico-culturales” (Mendoza, 2001: 21).

Establecer un aprendizaje significativo de la literatura, basado en la potenciación

de las relaciones existentes entre los conocimientos previos del receptor –experiencias

lectoras e intertexto lector- y la información de todo tipo que aporta el texto, supone,

por tanto, formar lectores capaces de valorar la funcionalidad del texto literario como

medio de conocimiento y hacer de las actividades –o estrategias- de lectura el eje de la

formación.

Enfoque pragmático-comunicativo que determina en el docente la necesidad de

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presentar al alumno textos literarios que garanticen la posibilidad de ser leídos con

eficacia y, al mismo tiempo, que signifiquen un esfuerzo complementario que garantice

el aprendizaje o el afianzamiento necesario de su competencia lecto-literaria. La

adecuación al nivel curricular vendrá determinada esencialmente por su propia

capacidad lectora y por la necesidad de progresar en el proceso de ampliación o

afianzamiento de los instrumentos necesarios para leer de manera eficaz mensajes de

intención literaria. Por otra parte, será necesario tomar en consideración los elementos

marcados en el primer nivel de concreción curricular, en nuestro caso alumnos de 1º de

Bachillerato conocedores de ciertos géneros –modelos textuales-, registros y estilos

variados que les permiten acceder –mediante la lectura de los discursos literarios- a la

experiencia cultural de otras épocas, a sus pensamientos y actuaciones, descifrando y

aprendiendo de las diferencias y analogías que del mensaje literario se desprenden;

desarrollar su sentido crítico y consolidar su hábito lector y su competencia

lectoliteraria. De este modo, con la ayuda del profesor (quien actuará como mediador-

orientador, formador, estimulador y/o crítico en función de las necesidades del alumno)

aprende a reconocer y a comprender el referente literario que ofrece el texto (referente

que recrea un mundo que no existe más que en la ficción literaria y que, por lo tanto, ha

de ser percibido por el receptor para reconstruir el significado global del texto)

enriqueciendo su intertexto lecto-liteario, lo que le dispone para seguir leyendo con

eficacia nuevos textos de intención estética.

La lectura se convierte, de esta manera, en un proceso individualizado en el que la

interacción texto/lector requiere la participación activa del receptor para que este

organice sus conocimientos en función de la comprensión e interpretación de las obras

que son objeto de estudio, ya que, el significado de la lectura literaria difícilmente se

consigue con una lectura automática de cariz denotativo. Este proceso de lectura

literaria que depende del intertexto literario del lector y que enriquece dicho intertexto

mediante las aportaciones que favorece el propio texto en el proceso de lectura se ve

con claridad en el siguiente cuadro:

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Cuadro 3. Proceso de la lectura literaria.

Fuente. Elaborado a partir del modelo de Antonio Mendoza Fillola (2004: 66).

Según lo indicado en el esquema y de acuerdo con lo que hasta ahora hemos

venido planteando, el proceso de lectura literaria es un proceso cognitivo que se

desarrolla en una sucesión de fases en las que el lector realiza actividades específicas

que activan (en función de la comprensión e interpretación global del texto) diferentes

tipos de conocimientos y estrategias, y ordenan la interacción lectora –texto/lector- a

partir de los estímulos textuales del discurso literario (aportaciones del texto) y de los

conocimientos previos del lector- intertexto lector-. Interacción que pone de manifiesto

las habilidades lectoras del receptor y su capacidad constructiva e interpretativa.

Toda lectura implica, por tanto, un acto complejo de descodificación que debe

estar apoyado en las inferencias y las expectativas del propio lector –receptor- para que

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a partir de su intertexto lector y atendiendo a la finalidad lectora (objetivos de lectura

marcados como objetivo específico de lectura) del texto, pueda establecer y

(re)construir el significado textual (comprensión e interpretación de las estructuras

textuales en su conjunto). Es, precisamente, en este sentido en el que el planteamiento

del proceso lector y lectoliterario adquiere plena funcionalidad y significación en el

aula.

Cuadro 4. Estrategias lectoras.

Secuenciación esquemática que puede ser tomada por el docente como modelo de

referencia para diseñar y organizar las actividades de formación lecto-literaria en el

aula. Es necesario que el lector sea consciente de la relación que existe entre las

diferentes fases (precomprensión, comprensión e interpretación) y el correcto desarrollo

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de las actividades de lectura.

Desde esta perspectiva, el acto de lectura literaria se convierte en un acto comunicativo

específico (diálogo interactivo autor/texto/lector) en el que el texto es el nexo de unión

(el comunicador y orientador) entre los saberes del lector y la intención del emisor

(autor) en una situación determinada.

Comunicación que se genera a través de estructuras lingüísticas complejas (para el

alumno), si tenemos en cuenta que el lector aprendiz ha de realizar actividades

específicas para reconocer y valorar los usos literarios del lenguaje y la caracterización

de la expresión literaria; actividades para reconocer la importancia que adquiere el

referente literario como exponente de ciertos convencionalismos estéticos y

socioculturales, etc. Actividades, todas ellas, que permitirán al lector integrar nuevos

saberes literarios (educación literaria) y ampliar su competencia lecto-literaria y su

intertexto lecto-literario.

Desde esta concepción, resulta necesario que el docente presente al alumno (en las

actividades cognitivas y formativas) el estudio del aprendizaje lingüístico-literario como

un punto de encuentro entre los principios generales del uso del lenguaje y el uso

creativo de la lengua literaria (modificaciones funcionales que se producen en los

distintos niveles de la lengua: fónico, léxico-semántico, sintáctico…). Pues tal y como

afirma Mendoza Fillola

“La producción literaria difiere de la producción cotidiana de la lengua en su

finalidad estética, en la construcción del discurso con carácter de signo, en el

valor estético que la define como creación artística según usos, normas,

preceptos o convenciones; y, en conjunto, se distingue de otros tipos de

producciones por los factores que consiguen dotarla de universal validez y que

hacen de la obra concreta un reflejo cultural, paradójicamente, histórico y

atemporal” (2004: 115).

Atendiendo al análisis realizado en este apartado, diremos que desde nuestro

punto de vista el objetivo de este planteamiento radica en la necesidad de conseguir que

el alumno-lector llegue a ser capaz de aprender (desde el punto de vista didáctico y con

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la ayuda del docente) que leer es comprender y sobre todo interpretar, pues solo de esta

manera podrá valorar que a través de la lectura literaria se pueden observar y aprender

nuevas formas de ver el mundo (relaciones del hombre con el mundo que le rodea y

condicionado por el momento histórico y contexto sociocultural vivido), comunicar

pensamientos y conocimientos (valores socioculturales), expresar sentimientos,

compartir las vivencias lectoras, y ampliar el dominio de las diversas competencias

(lingüística, comunicativa, discursiva, sociolingüística, pragmática, literaria, lectora,

lecto-literaria) que de manera esquemática se recogen a continuación.

Cuadro 5. Características de las competencias.

Fuente: Lomas, 1999.

En definitiva, “el objetivo de la didáctica de la literatura es orientar para la

formación para leer y apreciar la literatura”, pues “la competencia lectora es la llave que

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abre el acceso a la interacción lectora y también al goce estético”. De ahí la estrecha

interdependencia entre la competencia literaria y la competencia lectora, “pues si bien la

competencia lectora es una parte de la competencia literaria, ésta se desarrolla en gran

medida en función de las habilidades lecto-receptoras del individuo” (Mendoza Fillola,

2004: 81, 143).

II. 2. 4. La Teoría de la Recepción.

En el capítulo de introducción señalábamos como uno de los pilares básicos en el

proceso de asentamiento y desarrollo de las nuevas opciones de trabajo didáctico para

el estudio de la Literatura, la incorporación al discurso educativo de algunos de los

elementos más significativos de la llamada teoría de la recepción. Consideramos que, en

esta aproximación teórica a nuestro propósito y en relación directa con lo que hasta este

momento venimos planteando (una aproximación a la perspectiva que esta corriente ha

traído a las consideraciones de la literatura como instrumento de trabajo en el aula), si

los enfoques comunicativos fueron asentando con bastante firmeza que la clave esencial

de nuestro trabajo didáctico con la literatura debería centrarse en la lectura de mensajes

literarios, es decir, en la formación de lectores eficaces de literatura (estudiar literatura

debería ser esencialmente formar lectores de literatura más allá de los contextos

puramente escolares, esto es, lectores capaces de seguir leyendo literatura una vez que

terminen su etapa formativa); la teoría de la recepción ofrece y aporta algunas

reflexiones que permiten y determinan espacios renovadores en el entorno de la

actividad lecto-literaria de interés didáctico indiscutible. En este sentido podríamos

afirmar que:

“Las aportaciones de la teoría de la recepción, además de arbitrar nuevas

orientaciones didácticas en el proceso de la recepción literaria, centran su

atención en los modos de la participación del lector y permiten una

aproximación conceptual (y empírica) al conocimiento de la funcionalidad del

intertexto lector” (Mendoza, 2001: 42-43).

La participación del lector en el proceso de lectura implica un acto volitivo y una

actividad de compromiso que en buena medida viene determinada por la finalidad

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lectora; por la necesidad de reconocer /encontrar determinada información.

Cualquier texto es en sí mismo un conjunto de elementos comunicativos cuyo alcance y

significatividad tienen que ver no solo con su propio sistema significativo, sino también

con las opciones que el propio lector es capaz de poner en juego para cerrar de manera

eficaz el proceso de intercambio comunicativo.

El lector, pues, no es un mero descodificador de los componentes formales de un

mensaje escrito, el lector es un interlocutor que pone en juego en el proceso el conjunto

de saberes de todo tipo que le convierten en “lector competente” y que le permiten

acceder con eficacia pragmática a los mensajes formulados por escrito.

En este sentido y a mitad de camino (desde los nuevos esquemas de la perspectiva

actual), “la teoría fenomenológica del arte [ya señaló] con insistencia que, en la

consideración de una obra literaria se ha de valorar no sólo el texto actual sino, en igual

medida, los actos de su recepción. […] El texto se actualiza sólo mediante las

actividades de una conciencia que lo recibe, de manera que la obra adquiere su auténtico

carácter procesual sólo en el proceso de su lectura. […] La obra de arte es la

constitución del texto en la conciencia del lector” (Iser, 1989: 149).

Consideraciones que junto con los estudios formalistas (segunda mitad del siglo xx) y

los fundamentos de la semiótica más próximos a esta tendencia, hicieron que se

planteara una estética de la recepción o “teoría de la recepción” en la que se entendiese

el efecto de una obra literaria (actividad lectoliteraria) en dependencia de la

participación activa del receptor; o mejor dicho, en dependencia de lo que nosotros

llamamos una participación activa y comprometida del lector-receptor; y en la que se

nos permitiera estudiar los modos y resultados de encuentro de la obra y su destinatario.

Una estética de la recepción que se considera superadora de las formas tradicionales de

la estética de la producción y la descripción, y de la historia literaria, entendida esta

última desde la concepción histórica (la obra literaria es entendida y estudiada como

creación autónoma dentro del contexto histórico literario, solo se entiende desde la

perspectiva del autor, el lector tiene que interpretar lo que el autor quiso decir en el

momento que escribió el texto literario: contexto cultural, social, estético y ético que

condiciona y determina la creación literaria).

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Es evidente que, desde esta perspectiva, la creación literaria no se dirige a la

interpretación y recepción de lo literario desde un planteamiento innovador, didáctico y

pragmático sino como puro conocimiento histórico (objetivismo) y conocimiento

estético alejado de las implicaciones estéticas e históricas (subjetivismo) que la

recepción interpretativa texto-lector ofrece.

“En el triángulo formado por autor, obra y público, este último no constituye solo la

parte pasiva, un mero conjunto de reacciones, sino una fuerza histórica, creadora a su

vez. La vida histórica de la obra literaria es inconcebible sin el papel activo que

desempeña el destinatario” (Jauss, 1987: 158).

El diálogo receptor/texto se convierte así en el instrumento necesario para recrear

un referente de carácter ficcional (incluso en el caso de literatura de carácter

radicalmente realista) pues la literatura genera siempre un referente de ficción solo

recuperable mediante la acción del receptor y de su propio y específico intertexto en

cada acto individual de lectura. Esa es la razón por la que en tantas ocasiones se ha

dicho que las lecturas repetidas de un mismo texto proporcionan lecturas diferentes:

cada lector levanta una lectura propia y distinta de cada texto que lee y en cada ocasión

que lo lee; por eso se puede decir que un texto admite tantas lecturas como lectores /

lecturas tenga.

La lectura de un texto literario debe plantearse, por lo tanto, como un acto de

comunicación literaria en el que los sujetos que intervienen acuden a la misma con la

voluntad de adentrarse en mundos o espacios ficticios (literarios) donde la esencia de la

lectura no es lo que dice o quiere decir el autor en ese texto sino lo que el receptor es

capaz de comprender e interpretar a partir del mensaje. Se trata pues de un acto de

comunicación iniciado por el emisor / autor en el que la información que se transmite

(mundo literario-ficcional) se crea en un contexto comunicativo propio distinto del que

rodea al receptor, por una parte, y, por otra, diferente también del que configura el

propio mensaje y que explica y llena de significación de referencia al propio texto.

Acciones que permiten afirmar, por una parte, que la finalidad creativa total de la

literatura abarca tanto el proceso de emisión como el de recepción y solo se cumple

plenamente cuando el receptor realiza el acto de recreación a partir de los referentes del

propio mensaje.

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Y, por otra, que el lector no es un mero descodificador de los componentes

formales de un mensaje escrito, sino un interlocutor que pone en juego en su proceso

lectoliterario el conjunto de saberes de todo tipo que le convierte en lector competente y

que le permite acceder con eficacia pragmática a los mensajes formulados por escrito.

Exponentes que nos permiten afirmar que la actividad recreadora del mensaje se

explica, pues, de una manera diferente a la lectura de un texto de carácter esencialmente

informativo, cuya finalidad se centra en la identificación, valoración y aceptación o

rechazo de una información concreta, que puede interesar en cuanto tal información al

posible lector tan solo en el momento en el que se produce la lectura.

La actividad recreadora del mensaje literario se fundamenta pues en la capacidad del

lector para convertir esos elementos lingüísticos específicos (función estética del

lenguaje) en referentes necesarios del proceso de recuperación y re-construcción de la

realidad ficcional (literaria) conformada por el emisor. La actividad recreadora del lector

como agente comprometido se fundamenta, precisamente, en intentar reconstruir de

manera eficaz y significativa ese mundo ficcional en el que se ubica el texto de

intención estética (uso específico de la lengua literaria) sin la aquiescencia directa del

emisor (autor-creador del texto) que ya no puede intervenir en el proceso y con el único

soporte explícito del propio mensaje (información del referente ficcional a partir de la

palabra escrita) que se convierte, ahora, en el emisor.

Luis Sánchez Corral (1999), por su parte, afirma en este sentido que:

“parece obvio que el comportamiento lingüístico no [pueda] ser el mismo para el

proceso de recepción “ingenua”, propia de los textos convencionales, cuya

finalidad comunicativa es eminentemente instrumental y utilitarista, y para el

proceso de recepción “superior” y compleja requerida por los textos de ficción,

cuya finalidad comunicativa está requerida por la función comunicativa del

lenguaje y por su capacidad para crear universos libres de las restricciones

empíricas de lo cotidiano. La ficcionalidad constitutiva de la obra literaria

requiere una dinámica enunciativa específica, que se manifiesta en la necesidad

de que se entable un pacto enunciativo entre el emisor y el receptor” (1999: 92).

En suma, alcanzar el nivel de eficacia lectoliteraria adecuado requiere, sin duda, un

esfuerzo significativo por parte del lector; requiere, también, considerar la lectura

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literaria como un desafío dialéctico entre texto / lector; como una actividad de carácter

cognitivo en la que es necesario un proceso de reconstrucción que proyecte la

información que el propio mensaje le proporciona (usos lingüísticos propios, explícitos

e implícitos, de los mensajes literarios) y la aportación individual que el propio lector es

capaz de poner en juego durante el proceso (competencia literaria e intertexto

lectoliterario).

En palabras de Umberto Eco:

“un texto postula a su destinatario como condición indispensable no sólo su

propia capacidad comunicativa concreta, sino también de la propia potencialidad

significativa. […] un texto se emite para que alguien lo actualice; incluso cuando

no se espera (o no se desea) que ese alguien exista concreta y empíricamente”

(1979: 77).

En el esquema siguiente, el propio Eco explicita de qué modo las presuposiciones del

emisor y las del receptor pueden tener espacios de divergencia que explican

sobradamente las lecturas diferentes entre sí que se pueden ofrecer de un mismo texto y

respecto de la voluntad significativa explícita del emisor:

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Cuadro 6. Relación entre presupuestos del emisor y del lector en el proceso de lectura.

Fuente. Umberto Eco, 1979.

A partir de todas estas aproximaciones parece evidente que

“la relación entre literatura y lector [pueda] actualizarse tanto en el terreno

sensorial, en cuanto estímulo para la percepción estética, como en el terreno

ético, en cuanto exhortación a la reflexión moral. La [nueva] obra literaria es

acogida y juzgada tanto sobre el fondo de otras formas artísticas como sobre el

de la experiencia cotidiana de la vida. Desde el punto de vista de la estética de la

recepción, su función social en el terreno ético debe captarse igualmente en las

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modalidades de pregunta y respuesta, problema y solución, bajo las cuales

penetra en el horizonte de su influencia histórica” (Jauss, 2001: 189).

De este modo la teoría de la recepción abre un espacio realmente interesante en lo que

la proyección ética y social de la lectura literaria se refiere, al asegurar que la

trascendencia lectora no afecta solo al fenómeno de recreación a partir de la confluencia

de la información que ofrece el texto y de la que puede aportar el propio lector, sino que

afecta también a las opciones de lectura estética o ética de una propuesta, superando de

este modo la relación unívoca entre el mensaje y el contexto que envolvía al emisor

cuando lo produjo. Hecho que, sin embargo, no invalida que el saber, estético, histórico,

social, cultural o religioso del lector no puedan influir en las opciones de lectura del un

texto enriqueciendo y multiplicando sus opciones de lectura.

Por tanto, como afirma Wolfgang Iser en uno de los textos más conocidos sobre estos

planteamientos:

“cada lectura deviene así una actualización individualizada del texto en la

medida en que el espacio de relaciones débilmente determinado permite

alumbrar configuraciones diferentes de sentido. Una configuración de sentido

tiene para cada lector un grado alto de determinación que surge de las muchas

decisiones y selecciones surgidas en el curso de la lectura sobre el modo de

relacionar los correlatos enunciados mutuamente referidos. Cuando en el proceso

de lectura aparecen modificaciones de la expectativa que sitúa a lo leído en un

nuevo horizonte, modificando el recuerdo, somos nosotros los que abrimos esa

posibilidad del texto, y los que cerramos otra. En todo caso podrá decirse que la

forma de lectura de los textos literarios discurre como un continuo proceso de

opciones mediante las que se realizan selectivamente las posibilidades de

conexión. De este modo y hasta cierto punto la lectura manifiesta la

inagotabilidad del texto que a su vez es condición de esas decisiones de

selección en la lectura para hacer posible la constitución del objeto imaginario.

En definitiva, el potencial del texto excede toda realización individual de la

lectura” (1989: 153).

Cada proceso de lectura es estructuralmente irrepetible, pues la relectura de un mismo

texto es capaz de producir innovaciones. El lector modelo posee la capacidad suficiente

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para descodificar adecuadamente un texto de intención estética, identificar su

información, formar imágenes mentales o representaciones que le ayuden a constituir y

crear el objeto imaginario así como valorar, si es necesario, su pertinencia en el ámbito

histórico; dar cuenta de las informaciones que ha sido capaz de asumir, aceptar o

aprender en el proceso; dar respuesta a las expectativas lectoras formuladas dando

respuesta a los interrogantes durante la actividad lectora y reduciendo las relaciones

polisemánticas hasta constituir una configuración significativa.

Si nos damos cuenta y en palabras de Jauss,

“la disposición específica para una determinada obra prevista por un autor en su

público, a falta de señales explícitas, puede obtenerse también a partir de tres

factores que pueden presuponerse en general: en primer lugar, ciertas normas

conocidas o la poética inmanente al género; en segundo lugar, las relaciones

implícitas respecto a obras conocidas del entorno histórico y literario, y en tercer

lugar la oposición entre ficción y realidad, función poética y práctica del

lenguaje, que para el lector que reflexiona, existe siempre durante la lectura

como posibilidad de comparación. El tercer factor incluye el hecho de que el

lector puede percibir una nueva obra tanto en el horizonte más estrecho de su

expectativa literaria como en el horizonte más amplio de su experiencia vital”

(2001: 166).

Además, “la función social de la literatura se hace manifiesta en su genuina posibilidad

allí donde la experiencia literaria del lector entra en el horizonte de expectativas de la

práctica de su vida, preforma su comprensión del mundo y repercute de ese modo en sus

formas de comportamiento social” (Jauss, 2001: 186).

Como podemos ver, la Teoría de la recepción aporta una perspectiva de actuación

didáctica que abre un camino de renovación en el estudio de la literatura. La toma de

conciencia de la actuación del receptor como pieza clave en el proceso creativo de la

comunicación de literaria. La dimensión de compromiso creativo del lector demanda un

esfuerzo por formar su competencia lectora a partir del propio acto de lectura. La

cualificación del lector como agente activo necesario en el proceso de creación literaria

define un nuevo espacio de actuación didáctica marcado por las destrezas que faciliten

la lectura pragmática, eficaz y creativa de los mensajes de intención literaria. Este hecho

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pone de manifiesto la necesidad de replantear de manera radical en el ámbito académico

los modelos tradicionales de actuación didáctica, las estrategias de asentamiento de la

“competencia lectora” y de la “competencia lectoliteraria” y su relación con los niveles

posibles de “comprensión lectora” y “comprensión lectoliteraria” desarrollados por los

lectores aprendices en los diferentes niveles educativos y en cada situación de lectura

literaria y no literaria.

“La teoría de la recepción que aborda el texto desde el lector histórico intenta

destruir la lectura filológica para restaurar el placer estético. Instalada en la lógica

hermenéutica de pregunta y respuesta, asume que, en nuestra historicidad, el texto

del pasado se queda irremediablemente mudo. El gran hallazgo de la teoría de la

recepción ha consistido en construir un argumento teórico de recuperación de los

textos de nuestro pasado histórico. Para hacerlo ha partido de dos presuposiciones:

que no hay sentidos intemporales ni valores eternos (Erwartungshorizont). El

texto sólo tiene el sentido que le concede el lector histórico, tanto si es crítico

como autor, y cada texto llena o modifica un horizonte de expectativas forjado en

su propia época” M.V. Cirlot (1996: 163).

II. 2. 5. El lector literario. Formación y hábito lector.

Tradicionalmente, el papel y la importancia que se le otorgaba al lector en el

ámbito educativo quedaban relegados a un segundo plano, y en ningún caso era

considerado como elemento principal y protagonista del proceso de recepción de un

texto literario. La tarea del receptor siempre se difuminaba frente a la importancia que

adquiría la estética de la producción y la figura del emisor en el contexto histórico,

cultural y estético en que se producía la obra. La misión del alumnado se centraba, en el

mejor de los casos en “descubrir” aquellos elementos estéticos, de contenido, culturales,

éticos o sociales que justificaban la pertenencia del texto seleccionado a un autor, a un

movimiento, a una época; estas características resultaban el fundamento de una

aproximación al hecho literario basada esencialmente en las perspectivas del

historicismo decimonónico y de las corrientes críticas más o menos formalistas que

fueron apareciendo a lo largo del siglo XX. En realidad el saber literario general se

asimilaba de alguna manera a una selección más o menos ordenada y sistemática de los

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saberes propios del especialista en filología o del crítico literario. Hasta la selección de

autores y lecturas, siempre dentro del canon oficial más cerrado, propio del primer nivel

de concreción curricular, respondía a este planteamiento dibujando una especie de

espiral, imposible de superar, entre la demanda oficial y social de los saberes y la

realidad de la respuesta de alejamiento y desgana de la inmensa mayor parte del

estudiantado ante dichos saberes y planteamientos.

Como hemos venido afirmando más arriba, hace ya algunas décadas que,

paradójicamente, se viene insistiendo, desde diversas estancias, en la necesidad de

cambiar el paradigma de la didáctica de la lengua y la literatura para centrarlo no en los

saberes específicos, sino en su uso pragmático: el desarrollo de las cuatro habilidades

básicas se presentan como el eje central del aprendizaje propio del área. No quiere esto

decir, sin embargo, que los saberes lingüísticos o literarios no se puedan abordar en las

etapas formativas; en efecto, conocer las herramientas fundamentales de la lengua y los

soportes históricos, retóricos y estéticos de la literatura pueden ser herramientas

complementarias que determinen la eficacia pragmática de los usos comunicativos de

las habilidades comunicativas.

En lo que se refiere a la literatura, como venimos señalando, hemos precisado que es el

intertexto del lecto-literario una herramienta fundamental para alcanzar una lectura

eficaz y comprometida, como afirmábamos al hablar de la teoría de la recepción o de los

llamados enfoques comunicativos. La configuración del intertexto lector como el

conjunto de saberes que el lector proyecta sobre la información que le proporciona el

texto que está leyendo para reconocer, evaluar, aceptar o rechazar e integrar los nuevos

saberes proporcionados por el mensaje que lee, nos invita a definir el intertexto

lectoliterario como el conjunto de saberes específicos que permiten al lector acceder con

eficacia pragmática a un texto literario o de intención estética. De este modo, podemos

plantear que el objetivo central del estudio de la literatura en las etapas que nos ocupan

debería centrarse en la formación y enriquecimiento progresivo del intertexto lecto-

literario del alumnado, o lo que es lo mismo, en el enriquecimiento progresivo del

instrumento que les permite convertirse en lectores eficaces de textos literarios.

Por eso podemos afirmar que en los últimos años se ha ido consiguiendo un cambio en

los planteamientos didácticos de modo que las líneas de estudio e investigación

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empiezan a centrarse en la figura del destinatario-receptor, lector literario, y a

preocuparse por sus capacidades y por el desarrollo adecuado de sus destrezas lectoras.

Y es que en ese entramado de saberes que constituyen el intertexto del lector, no solo

aparecen saberes de carácter teórico, sino también formas de actuación: estrategias de

lectura que convierten al lector en un sujeto agente capaz de poner en práctica formas de

actuación, actividades encaminadas a realizar una actividad compleja que conocen y

manejan con eficacia. De este modo hemos ido planteando que el centro de la actuación

didáctica debería ser la formación del lector literario.

Ya P. Winograd y L.A. Smith (1987: 306) destacaban que “la lectura estética es lo

que convierte a las personas en lectores motivados para toda la vida”, pues permite

desarrollar saberes y estrategias de actuación lectora para alcanzar los fines que se

proponen.

Como podemos observar, el planteamiento que Winograd y Smith hacían ya por

aquellas fechas apuntaba hacia uno de los aspectos más importantes en el planteamiento

actual de las destrezas lectoras. No deja de ser paradójico que desde hace unos años se

insista una y otra vez en la necesidad de “generar hábitos lectores” que garanticen la

persistencia del alumnado en la lectura de textos literarios una vez que abandonen las

etapas formativas.

Tal objetivo, que parece un coralario aceptable y hasta conveniente, choca abiertamente

con la actitud de rechazo sistemático que manifiestan, de muy distinta manera, un buen

número de los estudiantes tanto en la ESO como en el Bachillerato ante la lectura

literaria. La consideración de ambos extremos nos hace pensar en la necesidad de

abordar la lectura literaria como una actividad que ha requerido y requiere un nuevo

enfoque comunicativo, una nueva forma de mirar la lectura literaria –textos de intención

estética- que permita al lector/destinatario proyectar y orientar su actividad con eficacia

pragmática y funcionalidad y acercar a su realidad y contexto la comprensión e

interpretación del texto literario. En lugar de ofrecer una simple reconstrucción de la

obra de arte supeditada a la voz del emisor y a las características literarias de la obra y la

época (teoría de la literatura) sin tomar en consideración la figura del lector-receptor

(gran protagonista del proceso).

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Una aproximación significativa a esta idea y que por su claridad nos ahorra mayor

comentario es la que plantean Carlos Lomas y Juan Mata (2007) cuando afirman que

“Por lo general, quienes hablan de hábitos lectores están pensando, aun

cuando no lo manifiesten, en un tipo de práctica cultural basada en la lectura más

o menos continuada de ciertos textos, casi siempre literarios. […] El hábito de la

lectura demanda alguna forma de integración de los libros en las actividades

cotidianas, y no sólo en el ámbito privado sino en el espacio público. […]

No es, por tanto, la continua frecuentación, incluso diaria, de los libros lo que

constituye el hábito, sino la consideración de la lectura como el recurso

imprescindible para conocer, indagar, evadirse, entretenerse, interrogarse… Es la

disposición del lector o de la lectora […] Más que la exclusiva o ininterrumpida

dedicación a los libros importa la conciencia de su necesidad, de que se puede

recurrir a ellos siempre que se sienta el impulso de saber o la felicidad de

imaginar” (2007: 9-11).

La formación del lector literario se dirige, pues, hacia una nueva configuración del

lector competente Sánchez (1995) destaca el carácter semántico, polisémico de los

textos literarios, por lo que su lectura demanda habilidades lectoras específicas y

complejas. Por su parte, Umberto Eco (1979) propone la lectura como un acto del lector

en cooperación interpretativa con el texto. Todo texto se construye semántica y

pragmáticamente tomando como base un destinatario ideal, un hipotético lector modelo

que se plasma en el texto a través de estrategias enunciativas que el lector deberá

ejecutar en el proceso, convirtiéndose así en una pieza más del texto artístico, en un

agente activo y participativo que elabora el sentido y construye el contenido final del

texto literario, superando la visión del texto cerrado y obtuso. Hecho que demuestra que

la recepción no es pasiva y que se tiene en cuenta al texto y al lector en dos

modalidades: implícito (el lector que el autor crea en el texto) e histórico (actual, el que

lee el texto).

Todo texto tiene, por tanto, un lector implícito, pero no exclusivo. El texto tiene

siempre lectores que no había tenido en cuenta el autor, que superan su intención; y que

con su lectura son capaces de re-construir y re-crear el mundo de ficción que

implícitamente contiene el texto otorgándole múltiples significados propios. Lo que

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también nos indica que solo cuando se lee el lenguaje escrito se convierte en texto.

En este sentido W. Iser plantea los conceptos de indeterminación y espacios vacíos. El

lector activo debe deshacer la indeterminación del texto y llenar, crear, dotar de sentido

a los espacios vacíos del mismo haciendo de la lectura una actividad productiva. El

sujeto construye con el lenguaje el sentido comunicativo del texto dedicándole especial

atención al mensaje mismo en todos sus niveles, pues cualquier elemento (fono-

fonológico, morfológico, sintáctico, semántico o pragmático) puede ser susceptible de

encerrar valores significativos específicos para el contexto referencial en el que se

emplea.

Desde este punto de vista funcional y didáctico, realizar una lectura literaria eficaz de

un texto de intención estética implica para el lector poseer saberes específicos

relacionados con el modelo comunicativo especial que constituye un mensaje literario; o

lo que es lo mismo, poseer un intertexto lectoliterario que asegure la eficacia lectora de

este tipo de textos. Enseñar a leer o enseñar a leer literatura son, por lo tanto,

competencias convergentes pero diferenciables, al menos desde el punto de vista

puramente práctico o didáctico. Enseñar a leer literatura requiere una competencia

distinta y complementaria a la “competencia lectora”, que capacite al lector para

participar, desde un punto de vista pragmático, de manera activa y eficaz en situaciones

o procesos de comunicación de intención estética o de mensajes literarios. Conjunto de

saberes y destrezas que forman la Competencia Literaria y que junto con la

Competencia Lectora configuran la Competencia Lectoliteraria. Competencias que

resultan necesarias para la buena formación del lector literario y que junto con la

Competencia Comunicativa (capacidad del individuo para participar de manera eficaz

desde el punto de vista pragmático en diferentes situaciones de comunicación)

constituyen el conjunto de saberes que condicionan la actividad lectora y lectoliteraria

del receptor (proceso en cuyo desarrollo confluyen las fuerzas esenciales de actuación

comunicativa y aprendizaje lector y lectoliterario).

En el cuadro que proponemos Mendoza Fillola nos ofrece una visión sintética pero muy

clara de cómo se integran los saberes literarios de la competencia literaria en

instrumento de actuación estratégica en el proceso lector a través del intertexto lecto-

literario.

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Cuadro 7. El lector y el discurso literario.

Fuente: Mendoza Fillola, A. (2001: 157)

II. 2. 5. 1. La Literatura Infantil y Juvenil en la formación del Lector

Literario.

Nos hemos venido refiriendo hasta este momento a los mensajes literarios de

intención estética, asumiendo que, por encontrarnos en la etapa de Bachillerato, o todo

lo más en la etapa de la ESO, nos referimos a la lectura de literatura “canónica”, es

decir, la literatura “mayor” sancionada como necesaria en el desarrollo cultural de

nuestra sociedad y que es la que sistemáticamente se recoge en los documentos del

primer nivel de concreción curricular.

Pero llegados a este momento creemos que será conveniente plantear una cuestión

latente pero de importancia capital en nuestro espacio de actuación didáctica. Si el

alumnado se manifiesta reticente cuando no contrario a la lectura de textos canónicos,

tal vez se deba a la enorme distancia que se puede establecer entre estos textos y el

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contexto en el que vive nuestro alumnado. La lejanía de los temas tratados y las no

menos distantes situaciones que se suelen plantear podría estar en el fondo de las

razones del rechazo. Tal vez fuera necesario o conveniente recurrir a textos y a autores

no canónicos pero que por los temas que tratan, los espacios que describen o los

personajes que introducen en sus textos estén más próximos a los potenciales intereses

afectivos de nuestro alumnado: nos referimos claro está a la literatura juvenil,

generalmente, conocida en los ámbitos académicos como LIJ, y su uso alternativo en las

aulas de ESO y, llegado el caso, de Bachillerato.

La Literatura Infantil y Juvenil no supone una degradación de la literatura adulta,

sino un fenómeno artístico comunicativo con un receptor específico: el niño y el joven.

Un lector modelo e ideal en formación que debe encontrar en sus primeras obras de

literatura modelos básicos y adecuados a su proceso de maduración (evolución de su

lenguaje, pensamiento, etc.) que estimulen la construcción de su competencia literaria.

Un lector en formación que desde sus primeras experiencias debe ser tratado con mucho

mimo y cariño (tanto en el ámbito escolar como familiar) para que sus primeras

experiencias lecto-receptoras le estimulen como lector en la construcción del significado

y le guíen en la comprensión e interpretación literaria posterior. En este sentido

asumimos el sentido final de la aproximación conceptual que defiende Pedro Cerrillo,

uno de los máximos exponentes del estudio actual de la LIJ en España:

“La LIJ es, ante todo y sobre todo, literatura, sin –en principio-adjetivos de

ningún tipo; si se le añade “infantil” o “juvenil” es por la necesidad de delimitar

la época concreta de la vida del hombre que, en literatura, está marcada por las

capacidades de los destinatarios lectores, y, en menor medida, por gustos e

intereses lectores muy concretos, así como por sus posibilidades de recepción

literaria. Pero la LIJ no es, ni puede ser, solamente la que es escrita

deliberadamente para niños; es también aquella que, sin tener a los niños como

destinatarios únicos o principales, ellos la han hecho suya con el paso del

tiempo” (2007: 44).

La Literatura Infantil y Juvenil debe servir para ir convirtiendo al neolector en un

lector competente conocedor de las particularidades del discurso literario y de los

valores que el hecho literario conlleva (cualidades semióticas y literarias específicas que

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el aprendiz utiliza en su actividad lectoliteraria en pro de la comprensión). Pues el texto

a través de la estimulación intertextual apela reiteradamente a la competencia literaria

del receptor y a los saberes que su intertexto lectoliterario posee. Sin duda, experiencias

lectoras que si desde el ámbito escolar se complementan conseguiremos que la

enseñanza de la literatura y la lectura de textos de intención estética sean valoradas

como un aprendizaje significativo y constructivo y no como algo obligatorio y poco

significativo que ha de ser memorizado sin más.

Es por esto por lo que resulta necesario que el profesor-mediador tome como

punto de referencia la didáctica específica de la literatura, considerando la LIJ elemento

necesario para la formación del lector modelo y de su hábito lector. Antonio Mendoza

precisa el alcance de esta afirmación cuando afirma que:

“Las producciones de la LIJ son claves para la formación lectora y literaria, a

causa del temprano conocimiento que el individuo tiene de ellas. Sin embargo,

conviene matizar que la funcionalidad de estas obras no es necesariamente la de

servir de vía secundaria de acceso a la “gran literatura”; más bien hay que

precisar que sirven para formar al individuo como lector, con todos los

condicionantes del discurso literario y con todos los valores que supone y aporta

el hecho literario, precisamente porque en estas obras las cualidades semióticas

de la (¿gran?) literatura ya está en ellas” (2001: 147).

Es importante que tengamos en cuenta que en las etapas iniciales de formación del

lector resulta especialmente necesario dar sentido de utilidad al hecho de leer literatura,

pues, como ya hemos dicho, contar al alumno un cuento o una historia, declamar un

poema, representar o dramatizar un texto teatral es, en sí mismo y en su etapa de

aprendizaje, un elemento de mejora de su competencia lectoliteraria y, por lo tanto, un

elemento de creación y ampliación de su intertexto lectoliterario.

Desde este punto de vista no parece arriesgado afirmar que un uso equilibrado y

prudente de obras propias de la LIJ a lo largo de todo el proceso de formación del lector

literario puede servir adecuadamente para la consecución de ese objetivo final que

identificamos como la “formación pragmática” del lector literario. Enriquecer los

saberes y los saberes de actuación que como lector aprendiz puede poner en

funcionamiento cuando lee un texto literario, canónico o no, implica por parte del

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docente planificar actividades de lectura que tengan como centro de aprendizaje lector

el propio proceso y sus diferentes fases, así como el desarrollo de las capacidades

específicas que cada una de estas fases demanda y las estrategias de comprensión que

progresivamente los neolectores deberán ir reconociendo y poniendo en práctica.

Por esta razón cualquier estrategia didáctica encaminada a enseñar a leer textos de

intención estética deberá tener en cuenta que los niveles de comprensión lectora

dependerán de los elementos que el lector sea capaz de poner en funcionamiento

durante el propio proceso y que estos elementos vienen determinados por el intertexto

del lector cuya ampliación y asentamiento solo se consigue mediante actuaciones

didácticas encaminadas al asentamiento de la competencia lectoliteraria del lector y a la

capacitación para la lectura eficaz de creaciones de intención estética.

En este sentido y con respecto a la división por edades de la Literatura Infantil y

Juvenil Francisco Morales Lomas (2015) afirma que

“para aprender a leer hay que comprender, y la comprensión exige la utilización

de todas las habilidades cognitivas. En primer lugar, una cierta motivación que

supone: Capacidad de atención, que permita al niño seleccionar aquellos

estímulos que resulten significativos (interesantes) en una situación de

aprendizaje. Utilización de la memoria a corto plazo, que le permita la

asociación con otros términos o aspectos ya conocidos. Utilización de la

memoria a largo plazo, que le permitirá “archivar” un conocimiento determinado

y, a su vez, utilizarlo cada vez que sea requerido. […]

Los niveles que adquiere la lectura se apoyan en las destrezas, graduadas de

mayor a menor complejidad, hecho que a su vez supone la ampliación sucesiva

de conocimientos y el desarrollo de la inteligencia conceptual y abstracta, de allí

la necesidad de cultivar habilidades de comprensión, por ser estas fundamentales

en todo aquel proceso” (2015: 87).

Leer para aprender a leer resulta en este sentido una actividad irrenunciable a lo

largo de todas las etapas de aprendizaje. Es un proceso que se inicia de manera activa y

académica en el momento en que se empieza a trabajar con el neolector el desarrollo de

la lectoescritura (entre los 4 y 6 años) y se va ampliando de manera progresiva a lo largo

de las etapas de aprendizaje y de asentamiento, y que implica aceptar, reconocer y

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asumir y saber utilizar saberes y destrezas como:

a) El contacto directo con los textos literarios: cuentos, narraciones, poemas,

textos dramáticos; las formas de acceso a las historias, los personajes, los desarrollos de

la acción, etc.

Contar un cuento, escuchar una historia, hablar sobre personajes, sus cualidades, sus

caracteres, sus relaciones, etc; representa sin duda, un complejo entramado de saberes

que se integran en el intertexto lector y determinan su actuación operativa durante los

procesos de lectura posteriores. Las relaciones intertextuales, instrumento de enorme

repercusión en los procesos de lectura de este tipo de creaciones artísticas -dado que el

reconocimiento de dichas relaciones favorece de manera altamente significativa los

procesos de lectura de textos de intención literaria- solo pueden establecerse a partir de

las lecturas de cualquier tipo realizadas por el lector a lo largo de su vida y de su

formación. Utilizar textos de LIJ bien seleccionados puede implicar la posibilidad de

dotar al lector de instrumentos hipertextuales que favorecerán lecturas posteriores.

b) El conocimiento implícito y explícito de los componentes discursivos: esto

es, entrar en contacto con diferentes modelos de discurso literario y reconocer

progresivamente sus caracteres (elementos del discurso y sus opciones de

funcionamiento; las formas propias del uso de la lengua en los mensajes literarios así

como los saberes enciclopédicos, las implicaciones culturales y de pensamiento

relacionados con el discurrir diacrónico de la literatura).

c) La utilización de estrategias de lectura y su incorporación al intertexto

lector. El reconocimiento de los mecanismos cognitivos que se ponen en

funcionamiento en la actividad de lectura opera de manera activa desde el intertexto

lector, facilitando el proceso y ampliando las opciones de lectura eficaz y por ello útil y

placentera.

Modalidades de actuación estratégica que permiten asentar de manera muy eficaz la

competencia lectoliteraria del neolector (precisar la finalidad lectora, determinar

elementos inferenciales previos a la lectura, desarrollar actividades específicas

relacionadas con los procesos de descodificación o identificación de la información

relevante a partir de las finalidades lectoras, implementar elementos de inferencia que

favorezcan el progreso eficaz en el proceso de lectura, proyectar de manera explícita

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saberes propios sobre las informaciones nuevas para su evaluación del proceso, etc.).

A partir de todas estas explicaciones parece obvio que nos preguntemos, como

docentes, qué obras de la LIJ seleccionar para trabajar en el aula de las etapas que nos

interesan, pues reconocemos que estamos tratando con un lector en formación

lingüística, literaria, vital y también social, estética y ética, en proceso de crecimiento

cuyos mundos, preocupaciones, deseos… cambian significativamente en función de la

etapa escolar en la que se encuentre. Un receptor infantojuvenil que se deja aconsejar

por su mediador (bibliotecarios, docentes, familiares), quien suponemos que, además de

intervenir en el proceso de selección de las obras literarias atendiendo a diferentes

criterios funcionales y constructivos, intentará que las aportaciones lectoras ayuden a

desarrollar la competencia lecto-literaria, la sociabilización, etc. del lector aprendiz.

A propósito de esta cuestión se han publicado en las últimas décadas decenas de

aproximaciones y opciones de selección atendiendo a diferentes criterios e intenciones.

Y una de las cuestiones más controvertidas al respecto se relaciona con la indicación

que las editoriales suelen hacer en los diferentes títulos sobre la edad “aconsejada” o de

los lectores posibles. Por ello, aparte de la vertiente puramente comercial que esta

cuestión pudiera plantear, parece que podría ser interesante plantearse otros criterios que

nos ayuden a reconocer y seleccionar obras susceptibles de ser propuestas como objeto

de lectura en las diferentes etapas del proceso madurativo y lector de los aprendices.

Proponemos a continuación una propuesta de Gemma Lluch que toma en consideración

aspectos relacionados con la tipología textual y los aspectos más formales de los textos

en el proceso de aproximación motivadora al lector aprendiz y de las opciones más

frecuentes de uso desde el nacimiento hasta el final de la ESO:

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Cuadro 8. Niveles de lectura.

NIVELES DE LECTURA.

Desde el nacimiento.

Al nacer los bebés leen a través de sus padres. Canciones, cuentos, juegos corporales, rimas y poesías son los primeros textos con los que ellos se acercan a la lectura. Una vez se sientan les encanta explorar los libros ilustrados sin palabras y con situaciones familiares, personas y objetos de su entorno, mientras los padres les relatan historias y conversan a partir de ellas.

Desde los tres años.

Libros ilustrados, cuentos populares y de hadas, fábulas, historias absurdas con finales inesperados. Literatura de tradición oral: coplas, mitos, leyendas, juegos de palabras, rondas. Poesía. Libros informativos y sobre situaciones cotidianas.

Desde los seis años.

Libros ilustrados, primeras novelas o relatos cortos fantásticos, de aventuras cotidianas, humorísticos, de tradición oral. Libros informativos sobre historia, otras culturas, ciencia, arte y sobre cómo hacer las cosas.

Desde los nueve años.

Obras de mayor extensión y complejidad estructural, literaria y conceptual. Cuentos clásicos, fantásticos, de aventuras, mitológicos; relatos de misterio y de detectives; de ciencia ficción; humorísticos. Narraciones que hablen de la familia, la amistad, la escuela. Libros informativos sobre historia, otras culturas, ciencia, arte, deportes, y sobre cómo hacer cosas. Biografías noveladas.

Desde los doce años.

Relatos que tratan los conflictos que viven los adolescentes: relaciones de amistad, primer amor, conflictos personales. Narraciones clásicas, de aventuras, de suspenso, policíacas, de ciencia ficción. Poesía. Libros informativos sobre ciencia, oficios, religión, historia, arte, sexualidad. Biografías. Cómic.

Desde los quince años.

Relatos y poemas que ahondan en búsquedas existenciales: identidad, relaciones familiares y de amistad, amor, intereses sociales y políticos. Libros donde se sientan representados, protagonizados por jóvenes que buscan su lugar en el mundo, por antihéroes que rompen con el orden establecido. Narraciones sobre cómo viven los jóvenes en otros lugares; sobre música, cine, arte.

Fuente: Lluch, Gemma y Chaparro, Janeth (2007: 103-119).

Estas son, sobre todo, experiencias lectoras que pueden ofrecerse y trabajarse

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desde el ámbito natural (esto es, familiar, amistoso, etc.), fuera de la enseñanza reglada

pero que si se complementan con diferentes niveles de lectura literaria en el aula

podremos conseguir que el patrimonio literario del alumno (intertexto lectoliterario)

aumente desde una perspectiva constructiva y significativa. Las lecturas procedentes de

ambos núcleos de trabajo son lecturas complementarias e interdependientes y no

diferentes conjuntos de saberes que de manera aislada actúan cada uno por su lado. De

ser así, el lector aprendiz no podría crear su intertexto lectoliterario, ya que los niveles

de comprensión lectora y de recepción literaria no se completarían en su totalidad. El

alumno elaboraría una comprensión lectoliteraria a medias, aislada de la perspectiva

pragmática como ente regulador y conector de la información contextual e intertextual.

Tan solo se establecería una relación de significado denotativo, sin atender a la finalidad

del lenguaje literario.

Ahora bien, para complementar adecuadamente desde el punto de vista académico

lo que más arriba hemos denominado como “niveles de lectura literaria en el aula” o lo

que es lo mismo, niveles de asentamiento significativo de las formas literarias y

vinculaciones socioculturales y contextuales que el neolector, a partir de la lectura

literaria de determinadas obras de LIJ en el aula, infiere (explícita e implícitamente) e

integra en su intertexto lectoliterario, nos preguntamos si sería necesario o conveniente

establecer un canon literario que permitiera trabajar al profesorado dentro del aula la

educación literaria desde una base metaliteraria, pragmática y significativa. Cuestión

que obtiene por respuesta un no, pues desde nuestro punto de vista lo que cabría

plantearse en todo caso sería si podría ser conveniente determinar, como punto de

referencia, un canon escolar específico y abierto que se relacionase directamente con las

necesidades de nuestro alumnado (según edad y etapa educativa) y con su formación

lectoliteraria.

En este sentido y en palabras de Pedro Cerrillo (2007) “todo canon debiera estar

formado por obras y autores que, con dimensión y carácter históricos, se consideran

modelos por su calidad literaria y por su capacidad de supervivencia y trascendencia al

tiempo en que vivieron, es decir textos clásicos. Pero, junto a ellos, pueden incluirse en

un canon otros libros, de indiscutible calidad literaria, que no hayan alcanzado esa

dimensión” (2007: 65).

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Pero como hemos señalado al comienzo de nuestro trabajo nosotros nos

centraremos en el desarrollo de la competencias lectora y lectoliteraria del alumnado de

Bachillerato y trabajar con alumnos de Bachillerato implica tener en consideración que

se trata de lectores adolescentes (primera juventud) que ya han superado la etapa

obligatoria y que, por lo tanto, poseen ciertos saberes literarios y son capaces, en

principio, de comprender los textos de intención estética. Por ello, desde nuestro punto

de vista, resulta más que necesario orientar la formación del discente según su madurez

intelectual y generar situaciones de lectura literaria dentro del aula que permitan acercar

los textos de intención estética a las necesidades de los alumnos. Esto es, conocer la

realidad académica que hoy en día nos rodea y adaptar nuestro proceso de enseñanza-

aprendizaje a las nuevas tendencias e inquietudes sin renunciar a los principios básicos

y generales de la educación, acercar la lectura literaria, sea de la época que sea, a la

realidad de los alumnos. Pues desde esta perspectiva didáctica responden con esfuerzo y

trabajo a la tarea, reconocen en ella significado pragmático y consiguen valorarla como

enseñanza didáctica, es decir, con finalidad práctica y con posibilidad de ser tomada

como ejemplo para sus circunstancias reales y actuales (contexto sociocultural,

económico, político, académico, etc. del siglo XXI).

Saber reconocer como docentes qué obras literarias (clásicos) escoger, cuándo,

cómo y por qué implica también tener en cuenta, como hemos afirmado, la madurez

intelectual de los alumnos. En nuestro caso alumnos de 1º de Bachillerato capaces de

realizar una lectura eficaz y adecuada de las obras literarias. Alumnos implicados en un

proceso de formación lectoliteraria que permita alternan la comprensión e interpretación

de obras literarias cercanas a los gustos de los estudiantes y a su madurez cognitiva con

las obras representativas de la Literatura Española.

Alumnos que, desde el punto de vista curricular, parten de un acercamiento a los

géneros literarios para continuar con el planteamiento progresivo de su evolución

cronológica desde la Edad Media hasta el siglo XX, a través de la lectura, análisis e

interpretación de textos significativos.

Se trata, como es evidente, de contenidos curriculares con los que se pretende conseguir

lectores que sigan formándose a través de su libre actividad lectora a lo largo de su

trayectoria vital; personas críticas capaces de interpretar los significados implícitos de

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los textos desde una lectura analítica y comparada de distintos fragmentos u obras, de

un mismo período o de periodos diversos, aprendiendo a integrar las opiniones propias y

ajenas.

Saberes que, desde el punto de vista didáctico, deben contribuir a comprender el

texto desde tres dimensiones fundamentales: la dimensión comunicativa (la interacción

texto / receptor tiene como principal finalidad la comunicación), la dimensión

pragmática (todo texto se encuadra en una situación de comunicación compuesta por

elementos extralingüísticos –socioculturales, espacio-temporales, cognitivos,

situacionales- que condicionan la interpretación de un texto); y la dimensión estructural

(todo texto tiene una organización interna, atiende a un conjunto de reglas gramaticales

y de coherencia que garantizan su significado y adecuación textual).

II.2.5.2. ¿Cómo se desarrolla la educación literaria en el aula?

Si queda claro que la Competencia Lectoliteraria debe ser considerada como una

especificidad de la Competencia Lectora, pues añade a esta última los saberes

específicos que permiten un acceso eficaz y significativo a la lectura de textos literarios,

también debe quedar claro que la enseñanza de la educación literaria y la formación del

lector dentro del aula han de dirigir sus miradas y caminos hacia la consecución de un

mismo objetivo: ofrecer al alumno los instrumentos didáctico-lectores necesarios para

que éste, durante su proceso de formación lectoliteraria, aprenda a proyectar desde el

texto que lee los datos y elementos literarios significativos, y a reconocer y valorar la

lectura literaria como fuente de aprendizaje y forma de comunicación y expresión

específica.

De esta manera, el lector será capaz de realizar una lectura del texto no solo diferente,

sino mucho más rica, capaz de satisfacer expectativas diferentes, capaz de generar

inferencias que hagan de su lectura una actividad comunicativa de dimensiones

distintas. Pues no olvidemos que, un texto, por sí mismo, no significa nada sin la

actividad del lector, que es quien debe poner en juego el proceso de intercambio

comunicativo (diálogo lector/texto a partir de un contexto) y dotar de significado a las

unidades textuales aportando, en el caso de los textos literarios, una competencia

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lectoliteraria explícita.

A esta cuestión Mendoza Fillola, por su parte, responde de la siguiente manera:

“¿Enseñar literatura? Es compleja la determinación de hasta qué punto puede

hablarse de enseñanza de la literatura, cuando la esencia de ésta es una suma de

cuestiones problemáticas y cuando las reacciones de cada receptor a los

estímulos verbales de una signo literario están condicionadas por factores de

difícil valoración objetiva, como son la apreciación de la estética, la atribución

de significados y de interpretaciones y cuando el establecimiento (o

reconocimiento) de las conexiones entre textos depende de que los sepa o pueda

establecer el lector.

Más que enseñar literatura, conviene entender que se pretende formar para

apreciar las obras literarias. Es decir, la actividad didáctica y formativa

desarrollada en torno al hecho literario ha de tender hacia la adquisición de

criterios y de conocimientos pragmáticos por parte del alumno, que le permitan

enfrentarse a la interacción que, de un modo u otro, inevitablemente le va a

exigir cualquier lectura literaria. La apreciación estética personal es una cuestión

que implica la participación del receptor o destinatario del texto literario” (2001:

237).

Acertadamente, Mendoza describe las orientaciones generales que se deberían

poner en marcha dentro del aula para el desarrollo adecuado de la competencia literaria

y lecto-literaria. A lo largo de los años, el estudio de la literatura se ha desarrollado

desde una perspectiva tradicional; esto es, una educación literaria basada desde la

perspectiva del alumno en la memorización de obras y listados de autores, cánones

literarios, aprendizajes metaliterarios, etc. En realidad, un modelo de enseñanza-

aprendizaje basado en la acumulación de saberes conceptuales y teóricos, sobre todo,

sin funcionalidad para el discente, y, posiblemente, alejados de la realidad del receptor-

aprendiz. Un modelo que hace que la literatura en su sentido más puro no sea un objeto

de estudio fácil.

“Cada vez se admite con más firmeza que el estudio de la literatura no debe

limitarse a los contenidos propios del concepto historicista de la misma:

sucesión temporal de movimientos, autores y obras y relación del conjunto de

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rasgos de estilos más significativos en cada caso. Con demasiada frecuencia se

ha asociado la expresión “enseñanza de la literatura” o, incluso, “didáctica de la

literatura” a una enseñanza de la historia literaria, aderezada con los recursos

estilísticos y caracterizaciones generales de cada movimiento y con algunas

referencias a las vidas y obras de los autores más representativos” (Cerrillo,

2007: 11).

Con esto, no queremos decir que los métodos de enseñanza-aprendizaje

considerados como tradicionales sean inadecuados; ni mucho menos, pues durante

tiempo han servido para formar a numerosas generaciones de estudiantes e instruir a la

sociedad en general. Sino que, desde una perspectiva didáctica, la sociedad del siglo

XXI (el contexto socioeconómico, cultural, político…) y los intereses socioeducativos

(explícitos en las últimas Leyes Orgánicas de Educación publicadas) han cambiado. Los

nuevos enfoques comunicativos demandan, por tanto, nuevas formas didácticas y

nuevos métodos de enseñanza-aprendizaje. Métodos que ayuden desde el ámbito

educativo a interpretar los textos literarios (y no literarios) no como saberes vacíos para

el alumno, sin funcionalidad, sino como núcleos de contenido y experiencias literarias

que pueden ser entendidos y considerados como fuente de conocimiento y aprendizaje.

Buscamos, en este sentido, un modelo de enseñanza/aprendizaje próximo al alumnado,

que (re)plantee y oriente los enfoques comunicativos educativos hacia un aprendizaje

constructivista y significativo; que dote al alumno de estrategias, saberes, habilidades y

destrezas que le permitan afrontar con éxito (entendido “éxito” como valoración,

comprensión e interpretación personal y crítica de lo descrito; como actuación

adecuada) cada una de las situaciones comunicativas frente a las que se encuentra. Esto

es, que sea competente y sepa actuar y resolver adecuadamente la tarea que se le

propone.

Por tanto, siendo uno de los objetivos centrales del Bachillerato la lectura literaria,

tal y como se describe en el primer nivel de concreción curricular, parece imprescindible

plantearse qué instrumentos de actuación didáctica se deberían poner en marcha para el

desarrollo suficiente de la competencia lecto-literaria y de qué medios nos podemos

servir para realizar la evaluación de las mencionadas competencias. Aspectos que, desde

el punto de vista didáctico-educativo aparecen tratados en la segunda parte de nuestra

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investigación.

En este sentido y haciendo un repaso, por elemental que sea, de los principios que

fundamentan los estudios literarios en las etapas obligatorias y postobligatorias nos

encontramos con tres elementos clave que determinan los objetivos esenciales de la

tarea en los documentos del Primer nivel de concreción curricular:

a) Enseñar a leer eficazmente textos de intención estética; o lo que es lo mismo,

conseguir un lector competente de textos de intención literaria.

b) Reconocer y valorar los elementos culturales que definen las producciones

literarias propias y de nuestro entorno y su influencia en la configuración de la sociedad

en que se sustentan.

c) Asentar los valores de este modo específico de comunicación que nos permiten

integrarnos de manera activa en la sociedad y desarrollar la capacidad crítica y

reguladora del alumnado.

Proponemos, por tanto, una confluencia práctica y didáctica entre lo que se

predica en los documentos oficiales y lo que realmente pretendemos hacer y hacemos en

las aulas, alejándonos de manera significativa de unas pautas de actuación marcadas por

la inercia global de la enseñanza de la lengua y por los modelos generados, en muchas

ocasiones, por los libros de texto, que no producen los efectos deseados ni favorecen

que un porcentaje significativo del alumnado cumpla, satisfactoriamente, los objetivos

marcados en los diferentes niveles de concreción curricular.

Siguiendo este marco de análisis resulta imprescindible ahondar en los planes de estudio

actuales y ofrecer con precisión a partir del Real Decreto 1105/2014, de 26 de

diciembre, por el que se establece el currículo básico de la Educación Secundaria

Obligatoria y del Bachillerato (configurado para la Comunitat Valenciana por el Decreto

87/2015, de 5 de junio, del Consell) y, con él, los siguientes objetivos generales:

“d) Afianzar los hábitos de lectura, estudio y disciplina, como condiciones

necesarias para el eficaz aprovechamiento del aprendizaje, y como medio de desarrollo

personal.

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l) Desarrollar la sensibilidad artística y literaria, así como el criterio estético,

como fuentes de formación y enriquecimiento personal.”

Tratamiento curricular del Bachillerato (primer nivel de concreción curricular) que

para la materia de Castellano: Lengua y Literatura implica desde una perspectiva

general tomar como referente (para el desarrollo adecuado de los elementos que

determinan los procesos de enseñanza y aprendizaje) el siguiente enfoque competencial:

a) objetivos de etapa: logros que los estudiantes deben alcanzar al finalizar cada etapa

educativa (no están asociados a un curso ni a una materia concreta); b) competencias:

capacidades para aplicar de forma integrada los contenidos de cada enseñanza y etapa

educativa, con el fin de lograr la realización adecuada de las actividades y la resolución

eficaz de problemas complejos; c) contenidos: conjunto de conocimientos, habilidades,

destrezas y actitudes que contribuyen al logro de los objetivos y a la adquisición de las

competencias; d) criterios de evaluación: referentes específicos para evaluar el

aprendizaje del alumnado. Describen los conocimientos y competencias que se quieren

valorar y que el alumnado debe adquirir y desarrollar en cada materia; e) estándares de

aprendizaje: especificaciones de los criterios de evaluación que permiten definir lo que

el estudiante debe saber, comprender y saber hacer en cada materia. Deben ser

observables, medibles y evaluables, y permitir graduar el rendimiento o logro

alcanzado; f) metodología didáctica: conjunto de estrategias, procedimientos y acciones

planificadas por el profesorado para posibilitar el aprendizaje del alumnado y el logro

de los objetivos.

Siguiendo estas directrices podemos afirmar que, en concreto, la asignatura de

Lengua castellana y Literatura asume como objetivo el desarrollo de la competencia

comunicativa del alumnado en sus vertientes pragmática, sociolingüística y literaria,

aportando las herramientas y conocimientos necesarios que articulan los procesos de

comprensión y expresión oral y escrita para desenvolverse adecuadamente en cualquier

situación comunicativa de la vida familiar, social y profesional.

Y la reflexión literaria a través del análisis y la lectura de textos y obras completas

representativas del patrimonio literario que permiten al alumno conocer otras realidades

sociales y culturales, afianzar sus hábitos lectores y enriquecer su personalidad

ampliando su visión del mundo y desarrollando el sentido estético y crítico.

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El currículo de Castellano: Lengua y Literatura se organiza, pues, en cuatro

bloques, siendo el bloque 4 el de Literatura (educación literaria):

Cuadro 9. Bloque de contenidos de Literatura. 1º de Bachillerato.

Fuente: DOGV, nº 7544 de 10/06/2015.

Contenidos curriculares sobre los que recae la actuación pedagógica y didáctica dentro

del aula y que convienen ser revisados y analizados en función de las necesidades de

formación lectoliteraria del alumno. Pues si la actuación y orientaciones didácticas,

aportadas por los docentes para la construcción del conocimiento y el aprendizaje no

tienen sentido o están obsoletos, las capacidades cognitivas y el conocimiento práctico

propuesto en la realidad del aula será concebido por el alumno como algo distante y

lejano, alejado de sus inquietudes e intereses.

Ideas que vienen a determinar un horizonte de actuación didáctica encaminado a

conseguir objetivos específicos fundamentales como: formar un lector literario

competente; alternar literatura cercana a sus gustos y otra que aporte conocimiento

básico de algunas obras representativas de nuestra literatura y de la literatura universal;

leer literatura (comprender e interpretar textos significativos) que permita y facilite al

alumnado el acceso al conocimiento de otras épocas y culturas; y ayudarlo a entender y

aprender que la interpretación de los textos no es algo unidireccional entre profesor y

alumno sino que es el propio estudiante quien debe ir adquiriendo y afianzando los

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recursos propios de un lector activo.

Enseñar a leer, en general y enseñar a leer literatura significa, por lo tanto, desarrollar

los saberes generales y pragmáticos (o de actuación lectora) que permitan formar,

ampliar y enriquecer el intertexto del lector, pues ese enriquecimiento amplía o mejora

la competencia lectora y lectoliteraria de los aprendices, les hace lectores más eficaces.

II. 2. 6. ¿Qué entendemos por estrategias? ¿Qué función cumplen?

El proceso lector implica una serie de actividades convergentes que afectan no

solo a la competencia lingüística del lector sino también a su competencia comunicativa

y pragmática y a otros conocimientos de carácter extralingüístico que influyen y

condicionan el proceso lector.

Por eso, cuando en apartados anteriores afirmábamos que en no pocas ocasiones un

alumno, que apenas se siente capaz de descifrar adecuadamente los grafemas de un

texto literario o no literario (pues la lectura que realiza -comprensión e interpretación-

alejada de la intencionalidad comunicativa del texto así lo demuestra), tiene la

conciencia de que “sabe leer”; no hacíamos sino recoger la percepción ingenua y directa

del hecho pragmáticamente pertinente de que el neolector o lector aprendiz se siente

capaz de desentrañar y comprender aquellos mensajes escritos con los que suele

tropezarse, o no, y que, en el mejor de los casos, le interesan en algún sentido fuera del

ámbito académico.

Pero participar adecuadamente en el proceso de recepción implica, por lo tanto,

saber reconocer, reconstruir e integrar las informaciones que aporta el texto, saber

descodificar las estructuras textuales en unidades menores, saber formular expectativas

y valorar los condicionantes culturales y sociales a los que el texto como fuente de

información explícita (competencias lingüística y comunicativa) e implícita

(competencia pragmática) alude. Es decir, saber percibir, organizar e identificar como

lectores las distintas fases de la lectura para aplicar aquellas estrategias –lectoras- que el

texto nos sugiera. En este sentido, Mendoza Fillola a través de su propuesta esquemática

resume los principales objetivos didácticos que la interacción texto /lector aporta en

cada proceso de lectura y la importancia que el intertexto lector adquiere en ella como

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elemento estratégico necesario para la correcta recepción lectora:

Cuadro 10. Texto / Lector / Intertexto

EL TEXTO: desarrolla la experiencia lectora, desarrolla las habilidades y estrategias

lectoras y potencia la metacognición de las diversas actividades que ante un texto dado

el lector desempeña en el proceso de recepción.

EL LECTOR: actualiza el texto, distingue entre actividades paralelas: descodificar,

leer, comprender, interpretar. Desarrolla facetas de recepción personal. Observa e

identifica las peculiaridades del discurso literario. Observa las relaciones intertextuales

e identifica las conexiones y enlaces entre las producciones culturales. Asimila los

conocimientos literarios como efectivos para la actualización de los textos. Valora y

aprecia las obras literarias.

EL INTERTEXTO: integra saberes y experiencias del mundo real y de la ficción. Da

acceso a diversos tipos de conocimiento y potencia el valor lúdico de conocimiento.

Fuente. Adaptado de Mendoza Fillola (2001: 220).

II. 2. 6. 1. ¿Qué es una estrategia lectora entonces?

Las actividades que hasta el momento venimos describiendo como integrantes del

proceso lector determinan habilidades procedimentales, actuaciones definidas que el

lector tiene que realizar con eficacia en a lo largo del proceso y que, como ya hemos

afirmado, se integran en el intertexto del lector. A estas actuaciones se les suele conocer

con el nombre de estrategias de lectura.

La investigación sobre didáctica viene definiendo la estrategia como la actividad o

conjunto de actividades destinadas a conseguir un objetivo específico definido.

Camilloni (2003: 32) afirma en este sentido que las estrategias didácticas podrían ser

“las formas en que el docente crea una situación que permita al alumno desarrollar la

actividad de aprendizaje”, es decir, que la estrategia didáctica es el elemento que

garantiza la unión entre la acción didáctica y la consecución de un objetivo. Por eso,

cuando el docente se pregunta qué puedo hacer para conseguir que mi alumnado

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consiga este objetivo, la respuesta que se dé resultará una estrategia didáctica que le

permitirá poner en acción las actividades que considere convenientes para que sus

estudiantes puedan conseguir los objetivos diseñados. En este sentido, Fairstein y

Gyssels (2003:12) indican que una estrategia didáctica puede responder a

requerimientos de actuación didáctica para una clase o una serie de ellas, de manera que

el profesor tomará las diferentes variables que inciden en el proceso de enseñanza-

aprendizaje: la organización del grupo, el orden de la presentación de los contenidos, la

preparación del ambiente de aprendizaje, el material didáctico que se va a utilizar o las

actividades que realizarán los alumnos, así como el tiempo de ejecución de cada una de

ellas.

La estrategia marca, por lo tanto, un camino que responde a una situación de

aprendizaje definida, es flexible y cambiante y necesita de su evaluación para tener

noticia precisa de su eficacia. Requiere de la formulación y el control en su desarrollo

por parte del profesorado y admite recursos diferentes y técnicas distintas.

A partir de este concepto general de estrategia, se ha venido hablando de

estrategias de lectura para explicar cómo se desarrollan las actividades de lectura en su

sentido más complejo y general. Entendemos por estrategia lectora como el conjunto de

actividades que pone en funcionamiento el lector en el proceso de lectura para conseguir

ese fin (objetivo) predeterminado del acto de lectura: la comunicación pragmática con el

texto que se lee, y, al mismo tiempo, conseguir ese otro objetivo didáctico explícito que

perseguimos y que ya hemos denominado como el desarrollo de las destrezas lectoras.

Por eso, creemos que para que las pautas de actuación cognitiva a lo largo del proceso

queden claras resulta fundamental para ampliar la competencia lectora de nuestro

alumnado proyectar, desde el punto de vista didáctico, el desarrollo de las fases que

conforman el proceso de lectura como espacio de referencia de utilidad lectora y las

actividades lectoras (estrategias marcadas, en cierto modo, por las características del

texto) que determinan dichos procesos y permiten, al alumno, afrontar

significativamente la interacción lector/texto.

Formulación que requiere definir con la mayor claridad posible las estrategias lectoras

que queremos que nuestro alumnado sea capaz de poner en juego durante su proceso de

lectura literaria o no literaria para que aprenda a controlar, poner en práctica y dominar

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las fases del proceso lector (objetivos que desea conseguir, planificación de las acciones

o tareas que se necesitan para lograrlos, su evaluación /valoración, revisión y posible

cambio), o lo que es lo mismo, reconocer lo que el alumnado lector debe dominar para

leer con eficacia mensajes de intención literaria.

De acuerdo con Mendoza Fillola (1998) podríamos describir las fases de lectura

en el siguiente esquema:

a) Anticipación o prelectura.

b) Descodificación.

c) Interacción lectora:

1.- Estrategias de precomprensión.

2.- Formulación de expectativas o elaboración de inferencias.

3.- Corroboración/refutación de las experiencias y explicitación de contenidos.

4.- Comprensión. Implica el reconocimiento de la información del texto y se

une a los procesos inferenciales que son el auténtico motor de la lectura

5.- Interpretación/valoración. Una vez que el lector ha reconocido

información se inicia el proceso de valoración de dicha información, su

aceptación o refutación y la integración o reestructuración de sus esquemas de

saber (nódulos cognitivos). Interpretar y valorar implica, pues, evaluar y

aceptar o rechazar la información contenida en el texto. En el caso de los

mensajes de intención estética o literaria, esta fase se convierte en estrategias

de reconocimiento de la realidad ficcional creada y compartida con el autor.

La interpretación y la valoración se producen a partir del reconocimiento de

esos elementos y de las opciones de re-creación de los espacios literarios a

partir de la información del mensaje leído.

A estas cinco fases podríamos añadir una sexta fase que Mendoza no reconoce de

manera explícita, pero de la que habla en estudios posteriores y que algunos

investigadores llaman fase de Poslectura y aprovechamiento lector.

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Este esquema no debe ser interpretado como una clasificación rigurosa sino como

una orientación metodológica y, en cierto modo, guiada, que permite al profesor

programar su modelo de actuación con claridad y coherencia y al alumno incluir en su

aprendizaje nuevas herramientas de trabajo (antes, durante y después de la lectura) que

harán que él mismo pueda controlar y valorar su propio progreso, como afirma

Johnston: “ser consciente de las estrategias y saber cuándo y dónde emplearlas es un

proceso de la comprensión lectora tan importante como disponer de ellas.” (Johnston,

1989: 91).

Puesto que nos encontramos ante la propuesta mejor definida de los componentes

cognitivos, sapienciales y específicamente lingüísticos o culturales que interactúan en

ese diálogo texto/lector que es el proceso de lectura, consideramos necesario, casi

imprescindible, realizar un somero análisis de las distintas fases que comprenden el

proceso lector y de las estrategias que pueden desarrollarse en ellas.

La fase de prelectura o anticipación lectora.

Teniendo en cuenta lo dicho en páginas anteriores, la interacción consciente entre

el texto y el lector (esto es, entre los modelos textuales y los saberes del receptor) es la

clave para que el acto comunicativo (proceso de recepción e interpretación) se

desarrolle con éxito, pues saber qué vamos a leer y para qué vamos a leerlo (finalidad

lectora) permite al lector aprendiz planificar su tarea general de lectura y participar

activamente en el proceso.

¿Qué significado adquiere en este sentido la fase de prelectura? ¿Qué estrategias

didácticas puede plantear el docente?

Desde nuestro punto de vista, las estrategias de prelectura son fundamentales para

proyectar el proceso de lectura del alumno y garantizar su aprendizaje lector

significativo. A través de ellas el aprendiz se cuestiona qué va a leer, con qué intención

va a hacerlo, qué puede encontrar en el texto (dimensión sociocultural), qué sabe acerca

del contenido, del emisor, de la situación y la intención comunicativa, etc.; elementos

todos ellos propios de la pragmática textual y comunicativa que activan y amplían el

intertexto del lector.

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Son estrategias que permiten activar y ampliar los conocimientos previos del

alumno-lector y su intertexto lector; usarlos en función del tema y de la finalidad de la

lectura; establecer hipótesis y juicios previos desde los que abordar con eficacia el

proceso lector. Saberes conceptuales y pragmáticos que favorecen la formulación de

inferencias de carácter general o puntual sobre determinados aspectos del texto o del

propio proceso de lectura. Saberes y procedimientos que enseñan al alumno a leer desde

el punto de vista contextual, a mirar y observar el texto interpretando las señales

formales y paratextuales que éste le ofrece. Esto es, siendo consciente de que el texto,

desde su presentación, le comunica y le abre las puertas invitándole a establecer un

diálogo.

De ahí que el profesor las desarrolle al inicio de su práctica docente (pues, desde

nuestro punto de vista, la prelectura se convierte en el proceso de arranque de la lectura

y en un instrumento imprescindible para el desarrollo adecuado del propio acto lector) y

actúe como mediador u orientador en función de las necesidades (discursivas,

lingüísticas, pragmáticas y comunicativas) de los alumnos.

La fase de descodificación.

Desde una consideración superficial pero muy generalizada, hemos entendido el

proceso descodificador como la habilidad que permite al lector transformar los signos

gráficos en unidades fonológicas pertinentes; de alguna manera esta tendencia lleva a

identificar la descodificación con la lectura. Cuando una maestra afirma que sus

alumnos de primero de primaria ya han aprendido a leer, lo que en realidad quiere decir

es que ella ha comenzado a practicar con eficacia las reglas de correspondencia

grafema/fonema y que son capaces de reconocer en los grafemas unidades fonológicas

pertinentes.

Y ciertamente se trata de una habilidad necesaria para poder leer, pero no

suficiente. En realidad esa maestra debería decir con más acierto que su alumnado ya

está en condiciones de aprender a leer, puesto que ya es capaz de reconocer los

grafemas. Y es que, efectivamente, esta aproximación no abarca todas las opciones que

el concepto Descodificar lleva consigo. El proceso de descodificación abarca todas las

opciones de uso lingüístico que afectan a los procesos de escritura, como a los de la

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comunicación oral. Si leemos por ejemplo que “en un lugar de la Mancha vivía un

ilustre manchego” la información que el lector recibe le permitirá “descodificar” como

elemento posible que dicha persona adopte actitudes de un manchego ilustre lo que nos

permitirá “descodificar” los elementos de distanciamiento irónico que el autor nos

ofrece cuando nos explica cuál era su comportamiento. Pero estos procesos de

descodificación se plantean a lo largo de cualquiera de los elementos que comporta el

uso del lenguaje y sus implicaciones: elementos morfológicos, de compatibilidad

semántica, de adecuación y coherencia del discurso.

La fase de descodificación permite al lector establecer, a partir de una lectura

inicial y global del texto, las primeras anticipaciones e inferencias sobre el contenido del

texto y reconocer e identificar las relaciones primarias que existen entre las unidades

gramaticales (es decir, entre las palabras, las oraciones y las estructuras sintácticas, las

significaciones denotativas que transmiten, etc.) para alcanzar una lectura global del

texto y acceder a la primera aproximación literal del contenido del texto.

Esta fase permite al lector receptor establecer un contacto con el texto como producto

lingüístico en todos sus apartados, activar y proyectar sus saberes gramaticales y

generar o precisar, a partir de la identificación de las unidades menores y de las

relaciones existentes entre los distintos niveles del sistema, determinadas hipótesis,

inferencias y expectativas sobre las partes del texto y las estructuras gramaticales y

semánticas –primeras relaciones connotativas- con las que, inicialmente, se ha

establecido el valor literal del texto. Pero también le permite proyectar elementos de

significación específica del texto que está leyendo, de manera que este se convierte en

ese cosmos de relaciones significativas que le da sentido y coherencia a lo largo de todo

el proceso.

La fase de interacción lectora.

1) Estrategias de precomprensión.

Las estrategias de precomprensión permiten el establecimiento de anticipaciones e

inferencias sobre el contenido a partir de las aproximaciones lectoras realizadas y

tomando como referencia los instrumentos pragmáticos que se desprenden de la

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indagación sobre la intención comunicativa del emisor, su posición ante lo comunicado,

nuestra propia intención o finalidad lectora, etc.

2) Elaboración de inferencias.

2.1. Formulación de expectativas.

A través de la formulación de expectativas el lector establece en su proceso

individual de recepción determinadas previsiones sobre el contenido del texto, sobre la

estructura, la intención del discurso, etc. Son expectativas que, tal y como afirma

Mendoza Fillola “se formulan con carácter provisional” dado que “el lector sabe de

antemano que posiblemente habrán de ser modificadas (parcial o totalmente) y

sustituidas por otras alternativas, según le indiquen la coherencia y la lógica discursiva

del texto. Por ello, el avance no es lineal, puesto que en el proceso se produce este tipo

de continuos ajustes” (1998a: 185).

Las expectativas se manifiestan como el resultado directo de las inferencias,

entendidas como actividades cognitivas que adelantan la información de un texto a

partir de la información ya recibida (o elaborada en las actividades de prelectura) y de

los saberes que incorpora el propio lector desde su intertexto lector. Enlazan, pues, los

conocimientos adquiridos en las fases previas (prelectura y precomprensión) con el

nuevo proceso de descodificación, permitiendo así introducir nuevos indicadores,

matizaciones o revisiones (respecto a las expectativas iniciales) que generen en el lector

un conocimiento coherente y significativo del discurso y orienten su proceso lector

hacia los objetivos marcados.

De ahí que la formulación de expectativas favorezca el proceso de definición y

selección de las unidades informativas que ofrece el texto, mediante la formulación de

inferencias lectoras (lingüísticas, extralingüísticas y metalingüísticas) que marcan el

sentido progresivo del proceso de comprensión lectora.

2.2. La elaboración de inferencias.

Si el lector ha sido capaz de asimilar y comprender con eficacia las unidades de

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contenido y las estructuras textuales trabajadas en las fases anteriores, con la

elaboración de inferencias podrá adelantar la información que supone o espera que el

texto tenga. Este proceso, que es el motor esencial del proceso lector, permite en la

corroboración o refutación la identificación de las unidades de información del texto

que se está leyendo y tras la identificación su valoración y aceptación o rechazo de esas

nuevas informaciones.

3) La explicitación.

La explicitación supone la confirmación definitiva de las inferencias y las

expectativas generadas durante el proceso de interacción lector/texto. Esto es, la

comprobación por parte del lector de que tanto las informaciones del texto reconocidas

como las inferencias y expectativas creadas por él mismo son las adecuadas para llevar

a cabo la comprensión definitiva del texto.

4) La comprensión.

La comprensión debe ser entendida, dentro del proceso de lectura, como la

integridad significativa o sistemática –de las unidades textuales y pragmáticas- en las

que las partes de una producción escrita solo pueden explicarse a partir de la globalidad

del discurso.

Según Mendoza Fillola la comprensión lectora “es el consecuente resultado de

una adecuada y coherente (re)construcción de significados realizada a partir de las

anticipaciones, expectativas, inferencias, reconocimientos, etc., actividades todas ellas

de pre-comprensión que jalonan el avance del proceso receptor” (1998a: 186).

En este sentido, la comprensión lectora cierra la fase de cooperación textual –fase

en la que comprender implica identificar los valores significativos de las unidades de

información de un texto para reconstruir el significado global del mismo, pues leer es

aprender- y da paso a la última actividad del lector en el proceso: su interpretación

personal en función de la finalidad lectora –fase que implica la evaluación de esas

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unidades y su ubicación en los constructa cognitiva (en los nódulos de su red de

saberes) del lector-.

5) La interpretación.

La fase de interpretación permite al lector emitir juicios de valor sobre aquello que

ha leído y ha trabajado durante todo el proceso en función de los objetivos de lectura

marcados (propuesta significativa y didáctica que se le ha realizado acerca del texto).

Esta fase se fundamenta en la anterior, tal y como hemos dejado explicado, puesto que

la actividad de valoración (corroboración o refutación de las inferencias) implica

necesariamente un juicio valorativo sobre esas ideas en relación con las que el texto

ofrece como estímulos al lector. Supone desde nuestro punto de vista la interpretación o

reinterpretación de todo lo establecido en fases anteriores a partir de las informaciones

que aporta el texto y del propio intertexto del lector.

De este modo, la valoración personal pone de manifiesto no solo el conjunto de

saberes que posee el lector (anticipación intuitiva manifiesta en las fases de

precomprensión) y que poco a poco ha ido adquiriendo (formulación de inferencias y

expectativas y explicitación de las mismas) a través de las diferentes actividades, sino

además la asimilación de una recepción significativa y comprensiva.

Supone, por tanto, la culminación de la participación activa del alumno-lector en el

proceso de lectura.

Cuadro 11. Una fórmula para llegar a la interpretación del texto.

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Fuente. Mendoza Fillola, A. (2004: 90)

Esquema básico que recoge los objetivos del proceso lector –formación lectora-

expuestos en los apartados anteriores y que conducen a la comprensión, interpretación y

valoración del texto.

Todos estos elementos son precisamente los que desde el punto de vista del

alumnado nos permiten acercar la valoración de las estrategias lectoras al concepto

general de “competencia”; pues la competencia implica poseer los saberes y los saberes

prácticos necesarios para actuar de manera eficaz en determinadas situaciones. Así, por

ejemplo y desde una perspectiva general, podríamos hablar de “estrategias de lectura”

refiriéndonos a las pautas de actuación que el alumnado ha aprendido a poner en

funcionamiento cuando lee y que le permiten hacerlo con eficacia en distintas

situaciones de lectura. Isabel Solé, por su parte, en su ensayo Estrategias de lectura nos

ofrece algunas de las opiniones más relevantes que con el tiempo han ido surgiendo en

torno a la definición de estrategias lectoras y que nosotros ofrecemos como ejemplo

“Comparto con Valls (1990) la idea de que las estrategias se sitúan en el polo

extremo de un continuo cuyo polo daría cabida a los procedimientos más

específicos, aquellos cuya realización es automática y no requiere control y

planificación previa que caracteriza a las primeras [las estrategias]. Otros autores

(Nisbet y Shusksmith, 1987) se expresan en términos parecidos cuando se

refieren a las microestrategias (para nosotros habilidades, técnicas, destrezas…)

como procesos ejecutivos, ligados a tareas muy concretas, y conceden a las

macroestrategias (nuestras estrategias) el carácter de capacidades cognitivas de

orden más elevado, estrechamente relacionadas con la metacognición –

capacidad de conocer el propio conocimiento, de pensar sobre nuestra actuación,

de planificarla- y que permitan controlar y regular la actuación inteligente”

(Solé, 2005: 59).

De este modo, podemos considerar las estrategias de lectura como ese

conjunto de actividades diseñadas por el maestro para conseguir que el alumnado

asiente y desarrolle su competencia literaria y lectoliteraria; pero, al mismo

tiempo, hemos de considerar que las estrategias de lectura deberán proyectarse

también sobre el alumnado, de manera que a la hora de plantearnos cómo enseñar

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a leer textos literarios hemos de definir qué estrategias deberán integrarse en ese

conjunto de saberes y saberes de actuación que determinan la competencia

lectoliteraria, el intertexto del lector y la competencia literaria del alumnado: “Las

estrategias que vamos a enseñar deben permitir al alumno la planificación de la

tarea general de la lectura y su propia ubicación –motivación, disponibilidad- ante

ella; facilitarán la comprobación, la revisión y el control de lo que se lee, y la

toma de decisiones adecuada en función de los objetivos que se persiguen” (Solé,

2005: 62).

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II.3. LA COMPETENCIA LECTORA.

Desde el punto de vista histórico el concepto de Competencia Lectora ha ido

evolucionando y redefiniéndose a lo largo de los años en función de los objetivos

marcados por el sistema educativo y las necesidades de la sociedad.

Leer adecuadamente un texto significa, tal y como hemos manifestado en

apartados anteriores, ser capaz de reconocer, identificar, valorar y asumir

significativamente la información que interesa al lector, a partir de dos elementos claves

en el proceso: el interés o la necesidad de buscar una información determinada y la

proyección del intertexto del lector sobre el discurso leído, para ser capaz de dar cuenta

de la información reconocible, identificarla y convertirla en información pertinente o

útil desde el punto de vista de los componentes esenciales de ese intertexto; es decir, de

las redes de conocimiento que posee y que es capaz de poner en actuación el lector en el

proceso de lectura.

En los últimos años la OCDE ha trabajado de manera continuada en un proyecto

de ámbito internacional en el que entre otras cosas se evalúa el rendimiento de la

competencia lectora de estudiantes de 14 años; Los resultados PISA macan desde hace

unas décadas un instrumento de reflexión sobre los niveles de desarrollo de la

competencia lectora y su relación con los lectores del entorno más próximo así como su

posición respecto de diferentes países del mundo.

Los niveles de análisis que progresivamente han ido planteando los documentos

oficiales de PISA han ido configurando unos instrumentos de reflexión científica de

primera magnitud que nos han ayudado a definir y precisar algunos conceptos

relacionados, precisamente, con el centro de nuestro proyecto: la competencia lectora.

Pues bien, la definición que los estudios de PISA ofrecen de competencia lectora puede

servirnos como punto de partida en nuestro análisis y como fundamento científico de

indudable interés. En los documentos del año 2000, PISA definía la competencia lectora

en los siguientes términos: “La competencia lectora es la capacidad de comprender,

utilizar y analizar textos escritos para alcanzar los objetivos del lector, desarrollar sus

conocimientos y posibilidades y participar en la sociedad.” (200: 11)

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La definición de lectura en PISA 2009 añade el compromiso con la lectura como parte

esencial de la competencia lectora: “Competencia lectora es comprender, utilizar,

reflexionar y comprometerse con textos escritos para alcanzar los propios objetivos,

desarrollar el conocimiento y potencial personales, y participar en la sociedad” (PISA,

2009: 34).

Pero la definición que nos ofrece en esta ocasión PISA 2009 sobre la competencia

lectora y el análisis descriptivo que de ella realiza por partes merece la pena que nos

detengamos en algunos de los elementos que la constituyen, intentando precisar su

alcance significativo en función de nuestro propósito:

“Competencia lectora… […]

Lectura suele entenderse como simple descodificación o incluso como lectura en

voz alta… [Sin embargo] la competencia lectora incluye un extenso abanico de

competencias cognitivas, desde la descodificación básica hasta el conocimiento

de palabras, gramática y estructuras y características lingüísticas y textuales más

amplias y hasta el conocimiento del mundo. También incluye competencias

metacognitivas: la conciencia y capacidad para utilizar una serie de estrategias

adecuadas a la hora de procesar textos. Las competencias metacognitivas se

activan cuando los lectores piensan, controlan y ajustan su actividad lectora para

un determinado fin. […]

… es comprender, utilizar, reflexionar sobre…

El término comprender se relaciona inmediatamente con la comprensión lectora,

un elemento totalmente aceptado de la lectura. El verbo <<utilizar>> hace

referencia a los conceptos de aplicación y función –hacer algo con lo que

leemos. <<Reflexionar sobre>> se añade a <<comprender>> y a <<utilizar>>

para subrayar la idea de que la lectura es interactiva: los lectores recurren a sus

propios pensamientos y experiencias cuando se implican en un texto. […]

… y comprometerse con…

Una persona competente en lectura no sólo posee las destrezas y conocimientos

para leer bien, sino que también valora y utiliza la lectura para distintos fines.

[…]

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… textos escritos…

La expresión “textos escritos” pretende incluir [las distintas modalidades

textuales a las que puede enfrentarse un lector en formación. Este aspecto es

especialmente interesante por cuanto los textos de intención estética se

consideran como una de las opciones textuales posible, en alternancia con otros

tipos de diferentes finalidades y componentes, es decir,] todos aquellos textos

coherentes en los que la lengua se utiliza en su forma gráfica: manuscrita,

impresa y electrónica. […]

… para alcanzar los propios objetivos, desarrollar el conocimiento y el

potencial personal, y participar en la sociedad.

… expresa claramente la idea de que la competencia lectora posibilita la

realización de las aspiraciones individuales… Con la utilización del término

“participar” se da a entender que la competencia lectora permite a los individuos

implicarse en la sociedad y satisfacer sus propias necesidades; la “participación”

incluye el compromiso social, cultural y político” (PISA 2009: 34-37).

No parece sorprendente añadir que en los documentos del propio Ministerio de

Educación nos encontremos con esta definición de Competencia lectora: “es

comprender, utilizar, reflexionar y comprometerse con textos escritos para alcanzar los

propios objetivos, desarrollar el conocimiento y potencial personales y participar en la

sociedad” (Ministerio, 2010: 34). Definición que en su proximidad y semejanza nos

ahorra cualquier otro comentario.

Lo cierto es que todas estas características ponen de manifiesto la necesidad de

ofrecer al alumnado, dentro del aula, herramientas conceptuales y didácticas próximas

al él para que aprenda a valorar y a asumir, cognitiva y pragmáticamente, la información

que transmite el texto y a otorgarle a la lectura la consideración que merece. Pues “ni

nacemos lectores ni nacemos no lectores, nos hacemos lo uno o lo otro con el paso del

tiempo” (Yubero y Larrañaga, 2013:133), y para ello necesitamos que el lector aprendiz

desarrolle adecuadamente sus habilidades y destrezas lectoras y se convierta en un

lector competente, en un lector que “sabe leer” o empieza a “saber leer”.

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No obstante, antes de seguir avanzando en nuestro estudio conviene que desde el

punto de vista semántico maticemos ciertos conceptos esenciales que son parte

importante del proceso lector.

Pues el lector posee la capacidad de generar significado en respuesta al texto utilizando

sus conocimientos previos y las señales textuales y situacionales que se le ofrecen.

Actuación lectora que si se realiza adecuadamente, esto es, desde una proyección

práctica, social y pragmática, le permitirá alcanzar la comprensión del texto y realizar

una interpretación personal adecuada (valoración crítica que declara que el alumno ha

realizado una lectura eficaz aplicando las habilidades necesarias).

II.3.1. Competencia lectora, comprensión lectora y capacidad lectora.

II.3.1.1. La competencia lectora.

En el marco de la línea marcada por la Competencia Lectora resulta interesante

que establezcamos cuáles son las posibles diferencias semánticas e interpretativas que

los conceptos de competencia lectora, comprensión lectora y capacidad lectora pese a

ser términos entrelazados, complementarios y dependientes, establecen. Pues, desde

nuestro punto de vista, todos ellos adquieren sentido pleno en la actividad lectora si su

aprendizaje y proyección didáctica gira en torno a un objetivo común, alcanzar la

comprensión e interpretación adecuadas del texto.

En este sentido, Elena Jiménez Pérez (2015) afirma que para la definición de

comprensión lectora no existe un consenso definitivo, pero que “tras analizar la

literatura científica cabe destacar que se ha pasado del concepto de comprensión lectora

al de competencia lectora sin prestar más interés a la relación que existe entre ambas, ni

a una definición aclaratoria de una en dependencia de la otra” (Jiménez, 2015: 9). Es

por este motivo por el que consideramos necesario para nuestro estudio definir los

conceptos enunciados, según Jiménez “la comprensión lectora es la capacidad de un ser

humano de entender lo más objetivamente posible lo que un autor ha querido decir con

su texto. [Y] la competencia lectora la habilidad de un ser humano de utilizar su

competencia lectora de forma útil en su entorno, en la sociedad” (Jiménez, 2015: 9).

Siguiendo las orientaciones establecidas por Jiménez Pérez intentemos dar forma

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a la dimensión teórico-didáctica de dichos conceptos.

En líneas generales y como punto de partida, conviene que iniciemos nuestro recorrido

con Noam Chomsky, quien afirma que

“cualquier individuo dotado de la facultad de hablar es capaz de expresarse con

su propia lengua con corrección e interpretar y entender lo que otro individuo de

su comunidad lingüística le pueda comunicar. Es decir, como el ser humano

posee la facultad de hablar y de conocer la lengua, entendiendo por conocer la

lengua, no los conocimientos científicos de la misma, sino los mecanismos

necesarios para expresarse en su lengua. Es a lo que llama Chomsky

Competencia lingüística.

Esta competencia está interiorizada, pero se exterioriza en cada acto lingüístico,

y es a lo que llama Chomsky “actuación lingüística” o manifestación de la

competencia” (En Aguilar Alconchel, 2004: 3).

El concepto chomskiano de competencia como conjunto de saberes que hacen

posible el uso pragmático de la lengua por parte de los hablantes se ha tomado como

elemento de referencia y se ha proyectado de manera sistemática sobre otros conjuntos

de habilidades o saberes relacionados más o menos directamente con la comunicación.

Un individuo competente es aquel capaz de hacer algo eficazmente, con solvencia y

adecuación. Acción y actuación que llevadas a nuestro objeto de estudio se convierte en

la aptitud que posee el alumno para enfrentarse a la lectura (conocimiento, habilidades,

destrezas, estrategias que componen el conjunto de saberes innatos y aprendidos del

lector) y la actividad lectora que realiza como actuación frente a un objetivo marcado.

No obstante, a estas consideraciones resulta interesante añadir ciertas matizaciones

aportadas por Dell Hymes quien afirmó que a la definición de Competencia de

Chomsky había que añadir la faceta pragmática, resaltar la importancia del carácter

social de la misma y su manifestación como herramienta de comunicación, y el hecho

de que los enunciados producidos por el hablante competente deben ser apropiados al

contexto en el que tiene lugar la comunicación. Aportación que, desde nuestro punto de

vista, completa la fase inicial de nuestra definición de Competencia, y, por consiguiente,

de Competencia lectora.

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En esta misma línea y avanzando en el tiempo resultan también relevantes para

concretar el significado del término “competencia” algunas de las matizaciones que

Abrantes (2001) ofrece en su estudio y que se fundamentan en las propuestas de Short

(1984), Perrenoud (1997) o Lesh (2000), entre otros. Short resalta que el término

competencia incluye tanto el conocimiento como las habilidades necesarias para saber

utilizarlo, lo que implica para su uso adecuado centrar la atención en el comportamiento

y rendimiento del sujeto, es decir, centrar la reflexión en el grado de autonomía que

cada uno posee para saber utilizarlo en función del objetivo que la tarea requiere.

Perrenoud por su parte no considera que el concepto competencia implique centrar tan

solo la atención en aspectos más bien observables como el comportamiento y el

rendimiento sino en la actuación que el sujeto desarrolla a lo largo del proceso de

aprendizaje y que se fundamenta en la habilidad de saber utilizar los recursos adecuados

(conocimientos, estrategias, habilidades, contextos) en cada una de las situaciones que

se le plantean. Lesh (2000) afirma en este sentido que “algunos de los objetivos de la

enseñanza deberían estar dirigidos a ayudar a los estudiantes a desarrollar modelos

poderosos y herramientas conceptuales para crear y dar sentido a sistemas complejos”

(2000: 187).

En esta línea y siguiendo los postulados de Chomsky, respecto al binomio

“competencia-actuación”; Ducrot y Todorov afirman que

“por competencia se entiende… el conjunto de posibilidades que le son dadas [a

un hablante] por el hecho y sólo por el hecho de poseer el español: posibilidad

de construir y de reconocer la infinidad de las frases gramaticales correctas, de

interpretar cuáles de ellas (también en número infinito) tienen sentido, de

descubrir las frases ambiguas, de sentir que ciertas frases, eventualmente muy

diferentes por el sentido, tiene, sin embargo, una fuerte similitud gramatical y

que otras, fonéticamente cercanas, son gramaticalmente muy diferentes…”

(1974: 146).

A partir de todas estas consideraciones, podemos afirmar que el estudio de las

competencias implica un replanteamiento en los modelos de enseñanza/aprendizaje para

que las situaciones de aprendizaje ofrezcan un conjunto de recursos significativos

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(habilidades, capacidades, conocimientos) que permita solucionar con eficacia las

cuestiones planteadas integrando los saberes que los diferentes contextos culturales y

sociales ofrecen.

Por su parte, Tardif se refiere a las “competencias como un saber actuar complejo que se

apoya sobre la movilización y la utilización eficaz de una variedad de recursos” y aclara

que “una competencia está bien lejos de un objetivo y no es sinónimo de saber hacer o

de un conocimiento procedimental” (2003:37).

En última instancia y para dar por finalizado un recorrido que se caracteriza por su

carácter polisémico (pues no existe una definición completa y unánime para todos),

conviene que señalemos la definición de Competencia que establece la Orden

ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre las

competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la

educación secundaria obligatoria y el bachillerato y en donde “se delimita la definición

de competencia, [entendiéndola] como una combinación de conocimientos,

capacidades, o destrezas, y actitudes adecuadas al contexto y se considera que las

competencias clave son aquellas que todas las personas precisan para su realización y

desarrollo personal, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo”.

Destaca también en esta misma orden la definición que DeSeco ofrece de competencia

en la que afirma que supone la capacidad de responder a las demandas complejas de

forma adecuada combinando las habilidades prácticas, los conocimientos, los

componentes sociales y de comportamiento conjuntamente para lograr una acción

eficaz.

Definiciones que desde nuestro punto de vista introducen conceptos interesantes para el

docente y a tener en cuenta para formar al discente (lector en formación) del siglo XXI:

motivación, emociones, comportamiento. Tres aspectos que, pese a parecer obvios,

necesitan ser tratados con profundidad desde el punto de vista didáctico, y ser tomados

como referente dentro del aula en determinados aspectos de la intervención didáctica.

Pues, en numerosas ocasiones los docentes somos testigos directos de la poca

motivación del alumno y del desinterés que muestran frente a las tareas didácticas.

Afirmaciones que si trasladamos al campo de la lectura, tanto literaria como no

literaria, se convierten en negativas. Ya que, en general, el alumnado manifiesta

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abiertamente una actitud negativa frente al proceso lector y poseer un hábito lector

caduco, esto es, prácticamente inexistente. Características que obstaculizan la formación

del lector y que, en ocasiones, dan como resultado la “no lectura”; esto es, el alumno

cree saber leer pero en realidad no es capaz de comprender el mensaje textual ni de

interpretarlo desde el punto de vista pragmático y crítico. Su intertexto lector y

lectoliterario no está formado, no se ha ido enriqueciendo, y, además, en estos casos, el

lector aprendiz no suele utilizar adecuadamente las estrategias de lectura; no pone en

marcha ni en función de la actividad lectora sus habilidades, aptitudes, destrezas,

conocimientos previos y saberes conceptuales, etc.

Desde la definición de Noam Chomsky hasta las aproximaciones más recientes

que hemos podido comentar más arriba, recogemos con claridad dos constituyentes

esenciales que vienen a definir la médula espinal del término competencia cuando lo

aplicamos en el ámbito de la enseñanza en general y de la comunicación en particular:

a) el sentido de saberes que garantizan la capacidad para actuar de manera eficaz y

en el caso de la comunicación el sentido pragmático y social que tal capacidad implica

necesariamente (comunicar eficaz o pragmáticamente)

b) el sentido de utilidad inmediata que la competencia implica: saber para actuar

eficaz mente, para solventar una necesidad, propia o ajena, para dar respuesta a una

situación compleja que requiere de cierto rigor o profesionalización.

Si proyectamos estas dos características sobre la competencia comunicativa

entendemos de manera adecuada no solo el concepto inicial del filósofo americano sino

también las precisiones establecidas por Hymes respecto del sentido social y pragmático

que implicaba la competencia lingüística. Ahora bien, al proyectar este concepto sobre

la actuación lectora, podríamos definir la competencia lectora como la capacidad del ser

humano para emplear la lectura como herramienta para dar solución o buscar respuestas

en situaciones concretas de la vida real y al lector competente a aquel individuo que es

capaz de utilizar con aprovechamiento pragmático los textos escritos para dar solución

o encontrar respuestas adecuadas en situaciones reales concretas de la vida real.

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II.3.1.2 La Comprensión lectora.

Para Pérez-Zorrilla el concepto de comprensión lectora supone “un proceso a

través del cual el lector elabora un significado en su interacción con el texto. La

comprensión a la que el lector llega se deriva de sus experiencias previas acumuladas,

experiencias que entran en juego, se unen y complementan a medida que descodifica

palabras, frases, párrafos e ideas del autor” (2005: 123).

Así pues, ¿qué deberíamos entender por “comprensión lectora”? La capacidad que un

lector manifiesta para descodificar un texto, identificar una información, valorar su

pertinencia en el ámbito de la lectura escolar y dar cuenta más o menos precisa de las

informaciones que ha sido capaz de asumir, aceptar o aprender en el proceso. Definición

que soslaya la proyección de eficacia pragmática de la lectura en el seno de la sociedad,

para circunscribirla al especio operativo de los contextos educativos y de aprendizaje.

Afirmación que implica la necesidad de replantearnos de manera radical los modelos de

actuación didáctica, las estrategias de asentamiento de la “competencia lectora” y su

relación con los niveles posibles de “comprensión lectora” desarrollados por los

aprendices en cada nivel educativo, en cada situación de lectura escolar y académica.

Siguiendo esta línea de actuación, Isabel Solé (2012), en su artículo “Competencia

lectora y aprendizaje”, establece que podríamos señalar cuatro niveles de competencia

lectora que abarcarían en la práctica la mayor parte de las opciones de lectura a las que

podemos enfrentarnos:

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Cuadro 12. Niveles de competencia lectora.

Nivel ejecutivo

Implica el conocimiento y uso del código escrito, el reconocimiento de

las letras, palabras, frases y estructuras textuales.

Nivel funcional

Mediante el cual la lectura permite responder a las exigencias que

plantea la vida cotidiana.

Nivel

instrumental

Que enfatiza el poder de la lectura para obtener información y acceder

al conocimiento de otros.

Nivel epistémico

En el que la lectura se utiliza para pensar y contrastar el propio

conocimiento. Conduce a comprender que los textos representan

perspectivas particulares y excluyen otras; leer es identificar, evaluar, y

contrastar estas perspectivas (incluida la propia) en un proceso que

conduce a cuestionar, reforzar o modificar el conocimiento. Esta

lectura hace posible la transformación del pensamiento y no solo la

acumulación de información.

Fuente. Elaborado a partir de Isabel Solé (2012: 51)

La propuesta de Solé determina para cada uno de los cuatro niveles elementos de

definición que afectan a lo que pudiéramos considerar opciones posibles de lectura y sus

fines, desde el puramente ejecutivo que permite el acceso a la actividad lectora al

espistémico que abarca las opciones más complejas de lectura comprometida. Cuatro

niveles que determinan opciones de interacción texto/lector en diferentes situaciones de

lectura para leer con distintas finalidades y desde diferentes niveles de compromiso del

lector, que se determinan desde la opción directa de la actuación lectora del lector en su

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dimensión social (no escolar y académica) y que se gradúa en función de ese

compromiso: posibilidad de acceder a los mensajes escritos, capacidad para responder

de manera eficaz a las “necesidades de la vida ordinaria y cotidiana”, leer para aprender

reconociendo en el texto la presencia de “otro”, y, finalmente, la capacidad para ser

capaz de ejercer la valoración de otras ideas y la transformación del propio pensamiento

como nivel supremo de acceso a la información a través de la escritura.

Desde otro punto de vista, según el estudio realizado por Elena Jiménez (Niveles

de la comprensión y la competencia lectoras) en el proceso cognitivo de comprender lo

que se lee “se pueden diferenciar varios niveles de comprensión en relación directa con

varios factores, tales como el genético o el ambiental (los estímulos recibidos). La

división que se plantea en esta tesis se realiza en base a la evolución natural, biológica,

del ser humano en su etapa fundamental, la que transcurre desde la más tierna infancia

hasta que termina la adolescencia, justo cuando ya puede pasar a denominarse adulto.

Es justo en esta larga etapa, que en la sociedad actual puede durar entre los 15 y 18 años

aproximadamente, cuando todas las capacidades y habilidades sociales deben integrarse

con más fruición, sobre todo al principio, ya que una vez adquiridas las rutinas y los

hábitos, luego, aunque posible, es más difícil cambiarlos. […]

Para establecer las fases de comprensión de un texto se ha de tener en cuenta que

las condiciones internas y externas del lector deben ser estándares, con un arco de

variación suficiente que cubra la totalidad del espectro, es decir, para un cociente

intelectual medio, una inteligencia emocional equilibrada (Fernández y Ruiz, 2008:256),

con una educación razonable y un hábito lector aceptable como punto de partida

comparativo. […]

Los niveles planteados responden al ideal de correspondencia con edades, donde

la madurez intelectual, emocional y social está acorde con la edad biológica, y es

posible que en el aula, en algunos casos, la realidad esté por debajo de estas

expectativas por razones meramente externas y socioeducativas.

Además, se posibilita la identificación del límite entre comprensión y competencia

lectora puesto que, llegado el momento, cuando comprender lo que se lee desemboca en

una manifestación práctica –por ejemplo, convertirse en autor literario, profesor o,

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simplemente, aprender estadística para el trabajo, incluso leer un mapa cuando no

tenemos navegador-, dicha comprensión pasa a ser competencia lectora.

1. Nivel literal. En este nivel encontramos a un individuo que comienza a leer.

Supone el nivel más cercano a la decodificación y está compuesto por dos subniveles: el

objetivo, propio del primer ciclo de educación primaria; se caracteriza por una

identificación de acciones por comparación donde se recupera información explícita del

texto. Y el subjetivo, característico del segundo ciclo de primaria; el individuo agrupa

conceptos e ideas para una mayor economía de recursos cerebrales al intentar procesar

el texto (asociación de ideas…).

2. Nivel representativo. Tercer nivel de primaria y primero de secundaria.

Capacidad de reconstruir el significado extraído del texto, relacionándolo con las

experiencias personales y el conocimiento previo.

3. Nivel inferencial. Último ciclo de Secundaria. Permite diferenciar entre hipótesis

y hechos constatados; mediante los textos explícitos del texto escrito, la experiencia y la

intuición, el lector puede realizar suposiciones. […] El lector hace suyo el texto en el

sentido en el que su bagaje le ayuda a entenderlo; estamos ante el límite en el que el

texto deja de ser totalmente de quien lo ha escrito para pasar a formar parte de la

experiencia del lector, pero no por eso el texto es del lector ni para comprenderlo

correctamente ha de hacerlo suyo.

4. Nivel crítico. Propio de lectores expertos y más frecuente en bachillerato. El

lector se encuentra en condiciones de emitir juicios de valor propios y también está

capacitado para la defensa o detracción de los ajenos. Este nivel implica no solo un

bagaje vital mínimo, sino también una experiencia sociocultural apta, es decir, tener

hábito lector, por ejemplo.

5. Nivel emocional. Representativo de lectores consumados en obra literaria con

una bagaje lógico de experiencia adulta. Se produce una respuesta emocional, se

enciende la motivación, lo que supone un grado de afectación del lector con respecto al

contenido del texto, los personajes, etc.

6. Nivel creador. El lector puede pasar a la fase de creador con conocimiento de

causa suficiente para ser apreciado por otros lectores. Este nivel es uno de los puntos

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clave en el que la comprensión cede su protagonismo a la competencia.

7. Nivel metacognitivo. Se razona sobre el proceso de lectura en sí mismo y sobre

el conocimiento a través de los textos a escala epistémico. En algún momento de los

niveles inferiores, el lector se plantea si ha entendido lo que hay escrito en el texto (…),

pero no es hasta que se toma conciencia de que lo importante es qué ha querido decir el

autor con ese texto o para qué puede serle útil esa lectura cuando se llega a un proceso

metacognitivo completo” (Jiménez, 2015:21- 23).

Cuadro 13. Niveles de comprensión lectora según Elena Jiménez.

Literal

Es el nivel más simple de comprensión de un

texto, propio de un lector que comienza a leer, el

más cercano a la descodificación y en el que el

lector menos se implica.

2º Ciclo de

Primaria.

Representativo

El lector reconstruye el significado del texto

relacionándolo con las experiencias personales y

el conocimiento previo. El significado va del texto

al lector.

3er Ciclo de

Primaria y 1º de

Secundaria.

Inferencial

El lector realiza inferencias (hipótesis) a partir de

la información contrastada del texto y sus propios

saberes.

El significado va del lector al texto ya que el

bagaje de conocimientos del lector aporta matices

y valores significativos haciendo “suyo” el texto.

2º Ciclo de

Secundaria.

Crítico

El lector emite juicios de valor propios y enjuicia

los que se derivan del texto.

Bachillerato y

lectores expertos.

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Emocional

El lector produce respuestas emocionales ante los

significados del texto. Se dispara la imaginación,

se multiplica la motivación, lo que condiciona de

manera altamente significativa al lector durante el

proceso y los niveles de lectura inferencial y

crítica.

Lectores expertos y

especialmente de

obra literaria.

Creador

Va muy unido al anterior nivel. Puede no darse,

pero se trata de un nivel de lectura a partir del cual

se puede desarrollar un impulso creador de textos.

Puede darse en otras fases, pero en este caso

debería unirse a la personalidad del individuo más

que a la evolución del hábito lector.

Lectores expertos:

el lector pasa a la

fase de creador de

textos.

Metacognitivo

El lector razona sobre el proceso de lectura, sobre

lo que el autor ha querido transmitir en el texto

leído y para qué puede serle útil la lectura que está

haciendo.

En los niveles anteriores también se puede dar la

lectura metacognitiva, pero se trata de actividades

metacognitivas “mecánicas”.

Lectores expertos y

altamente

competentes que

pueden interactuar

con los textos en

un nivel

epistémico.

Fuente: Elaborado a partir de los niveles de comprensión lectora establecidos por Elena

Jiménez en su tesis (2014).

Nos encontramos, pues, ante dos conceptos, Competencia Lectora y Comprensión

Lectora, que, aunque en ocasiones se empleen como sinónimos, en realidad no lo son,

ya que hacen referencia a modalidades diferentes del compromiso del lector con el

acto de lectura.

La Competencia Lectora debe entenderse en función de la eficacia del acto lector. Es

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decir, un individuo lector competente sería aquel que es capaz de utilizar la lectura para

dar respuesta satisfactoria a sus necesidades de interactuación social a través de las

situaciones en las que la lectura se hace conveniente o necesaria. Se trataría, entonces,

de una competencia que permite al lector leer para participar activamente en el seno de

la sociedad en la que se envuelve.

Si entendemos de este modo la Competencia Lectora no podría evaluarse

fácilmente de manera pragmática más que en situaciones comunicativas reales, esto es,

en el seno de las actividades propias del desenvolvimiento real del individuo en la

sociedad. Pero en el escenario propio de la lectura en el aula las manifestaciones de esta

competencia apenas tendrían posibilidades de ser evaluadas (desde luego no en

propuestas didácticas como las que habitualmente se hacen) pues en la mayor parte de

los casos la lectura se realiza para otros fines, no pragmáticos, no utilitarios, incluso en

los casos de lectura de mensajes puramente informativos o de aprendizaje.

Desde nuestro punto de vista, la propuesta de Jiménez en relación con la

comprensión lectora responde a una concepción mucho más cercana a las actividades

escolares de lectura, pues se apoya de manera expresa en la propia actividad, es decir, en

las relaciones establecidas entre el lector y el texto leído, permitiendo reconocer

posibilidades de análisis y valoración progresiva de la comprensión lectora a partir de

las líneas trazadas como elementos caracterizadores de las lecturas producidas desde

cada uno de los niveles definidos en el cuadro anterior: maduración biológica, madurez

intelectual, emocional y de desarrollo progresivo de su competencia lectora.

Elena Jiménez defiende, por lo tanto, que sí es posible establecer niveles de

comprensión lectora que permitan identificar niveles de destreza lectora en el contexto

escolar y afirma, además, que tales niveles podrían representarse

“incluidos en una esfera compuesta por una serie de círculos concéntricos, en la que

el lector se encuentra en un núcleo y los diferentes niveles componen dicha esfera

de forma concéntrica, de manera que la comprensión lectora se plantea desde una

perspectiva ascendente, en la que no se entiende el último nivel sin la consecución

del anterior” (2014: 64).

En suma, la propuesta de Isabel Solé, como hemos visto, se centra con bastante

claridad en el concepto de “competencia lectora”, es decir de la lectura sin matices, sin

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hacer mención a la lectura de textos literarios. Elena Jiménez, por su parte, sí se refiere

de manera directa a la lectura de mensajes literarios a partir del nivel emocional (5º

nivel), lo que permite suponer que también se refiere a esa opción lectora en los dos

niveles subsiguientes. Aunque en ninguno de los dos casos se toma en consideración el

hecho de que la lectura de mensajes literarios presenta caracteres de especificidad que

demandan un análisis diferente del alcance pragmático del proceso.

II.3.1.3. La Capacidad lectora.

En realidad el concepto de capacidad lectora es muy semejante al de comprensión

y se ubica conceptualmente en los espacios propios de la lectura del aula. Díez y García

conciben el concepto de capacidad lectora como “manifestación individualizada de la

habilidad para descodificar, identificar la información y reflexionar sobre dicha

información para poder valorarla en función de los saberes previos del lector y de los

intereses o finalidades de lectura” (2015:5). Es decir, se centra en la capacidad del lector

para desarrollar de manera eficaz las distintas etapas del proceso lector, asentándose las

opciones de valoración o evaluación de la eficacia comunicativa de lectura realizada.

Desde esta perspectiva merece la pena mencionar los estudios de Elena Jiménez y

Alcaraz quienes precisan que el término capacidad lectora hace referencia a la puesta en

funcionamiento de habilidades de reconocimiento, identificación y reflexión de

unidades de información de los textos leídos en el ámbito de lo subjetivo o lo individual

y en un contexto de utilización escolar.

Perspectiva que, desde nuestro punto de vista, demanda de nuevo buscar nuevos

caminos dentro del aula; creando mecanismos relevantes que conviertan la intervención

didáctica en una tarea atractiva y significativa para el alumno. Caminos que ofrezcan al

alumno una lectura diferente de la realidad del aula y que le doten de saberes y

estrategias que le permitan actuar de manera comprometida en los procesos de lectura.

Esta reflexión, acerca de los términos competencia lectora, comprensión lectora y

capacidad lectora, responde desde nuestro punto de vista a la afirmación realizada al

inicio del epígrafe en la que se resalta que entre estos tres conceptos existe una relación

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complementaria, entrelazada y dependiente. Pues cada uno de ellos solo adquiere

sentido pleno en la actividad lectora si su aprendizaje y proyección didáctica gira en

torno al desarrollo adecuado de los otros dos.

Aproximaciones que nos sirven para poner de manifiesto que “la competencia

lectora incluye desde la descodificación básica hasta el conocimiento de palabras,

gramática y estructuras y características lingüísticas y textuales más amplias y hasta el

conocimiento del mundo. También incluye competencias metacognitivas: la conciencia

y capacidad para utilizar una serie de estrategias adecuadas a la hora de procesar el

texto. Las competencias metacognitivas se amplían cuando los lectores piensan,

controlan y ajustan la actividad lectora para un determinado fin” (Ministerio, 2010:35).

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II. 4. LA COMPETENCIA LITERARIA y LA COMPETENCIA

LECTOLITERARIA.

La aproximación que hasta este momento venimos realizando se refiere, en

general, a la competencia lectora entendida en su sentido amplio, global o totalizador, es

decir, a la lectura sin más adjetivos. Pero como hemos señalado en diferentes momentos

nuestro objetivo se centra en el desarrollo de la competencia lectora de mensajes

literarios, lo que implica la toma en consideración de la proyección precisa de los

elementos de definición de la lectura en general, sobre el acto lector específico que

significa la lectura de menajes literarios.

Estudios recientes (Mendoza 2004) permiten plantearse, como ya hemos señalado

en otros momentos, la lectura literaria como una modalidad específica del proceso

lector, diferenciada de lo que podríamos considerar la lectura de mensajes de intención

esencialmente informativa. Hecho que nos permite delimitar con suficiente autonomía

lo que podríamos llamar los componentes básicos imprescindibles en el desarrollo de

una competencia lecto-literaria, considerada ésta desde la perspectiva exclusiva de la

eficacia lectora de textos de intención estética o literaria y diferenciada de una

“competencia lectora” que se relacionaría con la lectura interesada, pragmática o

meramente informativa de aquellos textos cuya finalidad esencial no tiene intención

estética.

Lo que quiere decir que, si tomamos en consideración esta opción, no parecería

improcedente señalar que a la hora de plantearnos la enseñanza de la lectura deberíamos

tener en cuenta, por una parte, lo que resulta imprescindible para comprender de manera

eficaz textos de intención esencialmente comunicativa y, por otra, lo que resulta

esencialmente necesario (saberes y estrategias lectoliterarias) para que el alumno

aprenda a leer con eficacia los textos de intención estética y a valorar significativamente

lo literario.

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Si hablamos de una Competencia Lectora como conjunto de saberes teóricos y

prácticos que permiten interpretar de manera pragmática mensajes escritos; hablamos,

también, de una Competencia Lectoliteraria al referirnos al conjunto de saberes

específicos, teóricos y prácticos, que nos permiten interpretar de manera pragmática y

eficaz mensajes escritos (aunque también podrían ser mensajes orales) de intención

literaria.

Desde esta perspectiva, parece razonable suponer que para realizar una lectura eficaz de

un texto de intención estética resulte necesaria, dentro del marco general de la

competencia comunicativa, una competencia distinta y complementaria a la

Competencia lectora que haga posible que la manifestación artística sea entendida y

compartida por los lectores. Hablamos, pues, de la Competencia Literaria, entendida

como el conjunto de saberes y destrezas de carácter literario que permite definir, desde

el punto de vista pragmático y didáctico, la capacidad de los individuos para participar

de manera activa y eficaz en situaciones de comunicación (orales o escritas) de

mensajes literarios o de intención estética. Competencia que señalaría por su parte los

elementos específicos que integrados en el intertexto lectoliterario configurarían la

Competencia Lectoliteraria; definida esta última como el “conjunto de saberes

específicos, teóricos y prácticos que nos permiten interpretar de manera pragmática y

eficaz mensajes escritos de intención escrita.

Desde esta perspectiva, podríamos afirmar pues que la competencia lectoliteraria sería

la especificidad de la Competencia lectora en tanto en cuanto la competencia

lectoliteraria debería añadir a la competencia lectora los saberes específicos que

permiten un acceso eficaz y significativo a la lectura de textos literarios. “Enseñar a

leer” y “enseñar a leer literatura” son, por tanto, desde el punto de vista funcional y

didáctico, actividades didácticas convergentes pero diferenciables, ya que el intertexto

del lector necesario para realizar una lectura de mensajes de intención estética eficaz

demanda saberes propios relacionados con el modelo comunicativo especial que

constituye el mensajes literario (demanda la actuación del intertexto lectoliterario).

No obstante, nos parece necesario señalar que a lo largo de los últimos decenios

se han venido produciendo diferentes aproximaciones conceptuales que, si bien

manifiestan bastantes elementos confluyentes, han permitido configurar de manera

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progresiva el sentido final que nos interesa para nuestra investigación y que acabamos

de plantear tan sucintamente.

Pozuelo Yvancos en Teoría del lenguaje literario (1988) afirma que tras analizar

el origen y la evolución del concepto de Competencia literaria dos son las posiciones

más importantes que la definen: la de Bierwis y la de Van Dijk; la primera característica

que comparten ambos críticos es el hecho de que la competencia literaria es adquirida,

es decir, que se trata de un saber que se va aprendiendo a lo largo del tiempo y de

manera muy diferente. Bierwisch la entiende como una capacidad humana que posibilita

tanto la producción de estructuras poéticas como la comprensión de sus efectos. Y Van

Dijk como la descripción o explicación de la capacidad para producir e interpretar

textos literarios (para él la competencia está vinculada a la aceptabilidad).

Valor literario que para ser interpretado adecuadamente requiere la participación

activa y estratégica del lector-receptor, quien, interactuando con el texto, debe ser capaz

de alcanzarla activando su competencia lectora (estrategias lectoras) y combinándola

con las aportaciones que su intertexto lecto-literario, formación literaria (competencia

literaria) y conocimientos previos no específicamente literarios pero sí necesarios le

ofrecen. Sin duda, una actividad personal compleja que, desde una perspectiva

didáctica, implica saber establecer las conexiones pragmático-comunicativas,

metaliterarias, lingüísticas y culturales que el discurso literario ofrece.

En esta misma línea Antonio Mendoza y Saturnino Pascual ya apuntaban en 1990 que

“la complejidad del hecho literario no facilita una total sistematización que nos

conduzca hacia la formulación de reglas unívocas que expliquen, para lo artístico, la

correlación entre estímulo y respuesta, porque en el proceso intervienen las diversas

aptitudes y actitudes subjetivas del lector, junto a los usos arbitrarios manifiestos en la

creación y en el estilo del autor” (Mendoza y Saturnino, 1990: 24-26).

Tomando como referencia todas estas perspectivas, conviene añadir que nos

referimos de manera específica a las destrezas y capacidades de utilización del lenguaje

escrito de intención estética (la literatura se suele considerar como un uso de excelencia

de la lengua con intención comunicativa, estética o artística). Por eso, a la hora de

analizar la competencia literaria y el proceso de asentamiento de ésta deberemos tomar

en consideración cuantas opciones tenemos en el momento actual de acceder a las

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formas de comunicación de propuestas textuales de finalidad literaria o estético-

literaria. Deberemos ser conscientes, también, de que al plantearnos desde una

perspectiva didáctica la literatura y su aprendizaje, nos enfrentamos a una consideración

de “lo literario” en la que hemos de superar los modelos tradicionales de aprendizaje y

ubicarnos en un contexto más plural y funcional.

Lo que se propone es una confluencia práctica y didáctica entre lo que se predica en los

documentos oficiales y lo que realmente pretendemos hacer y hacemos en las aulas,

alejándonos de manera significativa de unas pautas de actuación tradicionales que no

producen los efectos deseados, ni favorecen que un porcentaje significativo del

alumnado cumpla satisfactoriamente los objetivos marcados en los diferentes niveles de

concreción curricular. Como por ejemplo, el cumplimiento de tres de los elementos

clave que fundamentan los principios de los estudios literarios en las etapas obligatorias

y que determinan los objetivos esenciales de la tarea en los documentos del Primer nivel

de concreción curricular: a) enseñar a leer eficazmente textos de intención estética, o lo

que es lo mismo, conseguir un lector competente de textos de intención estética; b)

reconocer y valorar los elementos culturales que definen las producciones literarias

propias y de nuestro entorno y su influencia en la configuración de la sociedad en que se

sustentan; c) desarrollar las potencialidades creativas del alumnado a través de este

modo específico de comunicación, asentar los valores que nos permiten integrarnos de

manera activa en la sociedad y desarrollar la capacidad crítica y reguladora del

alumnado.

Aportaciones que nos llevan a preguntarnos cuáles son los elementos que se

integran en la competencia literaria y que por lo tanto determinan la capacidad de leer

con eficacia textos literarios y la capacidad que un individuo debe alcanzar para

comunicarse de manera eficaz utilizando mensajes literarios.

En este sentido, el primer componente que determina dicha capacidad es la propia

Competencia Comunicativa, cuyo desarrollo progresivo de la condiciona y fundamenta

la competencia literaria y viceversa, ya que el enriquecimiento de la Competencia

Literaria implica el desarrollo, la ampliación y el asentamiento de la Competencia

Comunicativa, en tanto en cuanto se dota al lector (literario) de nuevos instrumentos

para participar de manera activa y eficaz en “otras modalidades” de comunicación.

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La Competencia Literaria permite así al sujeto lector participar de manera activa en una

modalidad comunicativa de caracteres específicos que la hacen diferente a otras

opciones, aunque emplee como instrumento esencial el mismo código que emplea en las

otras modalidades de comunicación.

Como segundo componente, resulta necesario señalar los saberes específicos

propios de la Competencia Literaria que se integran en el intertexto lectoliterario.

Saberes específicos que resulta complejo reunir en un todo pero que desde una

aproximación simplificadora podemos agrupar en dos grandes bloques:

a) La competencia comunicativa con todos los elementos que la integran, desde

la competencia lingüística hasta la competencia pragmática, tanto de la lengua oral

como de la lengua escrita.

b) El conjunto de saberes específicos que configuran la literariedad, es decir,

los usos comunicativos propios de los mensajes de intención estética o literaria.

1) Elementos de contenido específicamente literario: historias, personajes,

espacios, mitos, convenciones culturales de origen literario o legendario, héroes y

antihéroes, historias fantásticas de carácter tradicional y cultural y un largo etcétera que

resulta casi imposible de precisar.

Se trata de esos contenidos que forman parte del acervo cultural de los pueblos y

que reconocemos de manera general como tales; asumiendo que el proceso de

formación y asentamiento de la Competencia Literaria se inicia prácticamente en el

momento en el que comienza el proceso de socialización del individuo. Aprendizajes

que hay que cuidar, favorecer y garantizar su reconocimiento como parte esencial del

proceso de formación y desarrollo de la competencia literaria del alumno.

2) Saberes que se aprenden en el ámbito de la escuela, que forman parte de los

saberes inducidos o reglados y que definen de una forma específica aquellos contenidos

rastreables en los currícula de las diferentes etapas educativas, desde la educación

infantil hasta la educación postobligatoria. Un ejemplo de ello son:

a) Saberes relacionados con los contenidos: historias, personajes, espacios,

mitos, convenciones culturales de origen literario o legendario, héroes y

antihéroes, narraciones, composiciones líricas, literatura dramática propia de la

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literatura infantil y juvenil o de la literatura canónica. Esto es, saberes

relacionados con el contacto directo de las producciones literarias.

b) Los saberes relacionados con el discurrir diacrónico de las aportaciones

literarias, la Historia de la Literatura, de sus manifestaciones y estilos. El

desarrollo en el tiempo de la Literatura genera saberes propios que dotan de un

significado especial a las producciones literarias. Los gustos, las convenciones

sociales y culturales, las tendencias, los movimientos estéticos, los

componentes sociales, etc. de cada momento de la evolución de la literatura

determinan un contexto en el que el mensaje producido alcanza unos valores de

significación determinados por dicho contexto. Una lectura contextualizada

podría asegurar, ciertamente, una interpretación ajustada a dichos parámetros

que podría resultar interesante. Sería esta la lectura del especialista o del

experto que intenta determinar con precisión el entramado textual que

condicionó la actividad creadora de su autor y su posible significado en el

momento de escribirse. Pero este modelo de lectura parece ignorar que la

configuración significativa de un mensaje literario representa también una

opción comunicativa, diferente tal vez, pero no menos significativa, en el

contexto de la recepción y en función del intertexto lectoliterario del lector en

cada momento de lectura.

En este sentido, las posiciones de la Teoría de la Recepción definen con

claridad que el contexto de un texto literario se define por una parte en el

marco de referencia de significado del propio mensaje (recibido aquí y ahora),

y por otra, en la incidencia específica del lector y de su intertexto como

elemento clave de la construcción del significado.

Por ello, desde esta perspectiva y atendiendo a los requerimientos de los

currícula y a la necesidad de enriquecer progresivamente y ampliar los saberes

que definen una competencia literaria suficiente, entendemos que resultaría

muy interesante abarcar el estudio de la Literatura, desde el ámbito educativo y

concretamente desde las etapas superiores de la enseñanza obligatoria y

postobligatoria, atendiendo a los elementos relacionados con el contexto en el

que se producen los textos literarios que se van manejando y al espacio de

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saberes que una lectura actual y actualizada ofrece (es decir, atendiendo

también a la interpretación de la lectura literaria desde el saber del receptor

actual).

c) Saberes relacionados con los usos específicos de la lengua literaria.

El lector literario debe tener en cuenta que la lectura literaria y, por

consiguiente, la comunicación literaria no implica un acto comunicativo directo

o expreso entre emisor/receptor, sino que acude a ella con la voluntad

(finalidad lectoliteraria) de adentrarse en una actividad de creación de espacios

o mundos ficticios desde los que contemplar, analizar, comprender y compartir

modelos de actuación de seres humanos verosímiles o creíbles.

Podríamos concluir, pues, que el acceso al texto literario se hace a partir de la

lectura, es decir, de un acto de comunicación iniciado por el emisor en un contexto

concreto de comunicación pero que como ya afirmábamos anteriormente queda

relegado a un segundo plano cuando el receptor inicia su actividad lectora y, por

consiguiente, su actividad lectoliteraria. Pues su proceso de recreación –como lector

literario- se centra, sobre todo, en intentar iniciar un proceso de reconstrucción que le

permita dibujar, a través de las informaciones y referentes que del propio texto se

desprenden e infieren y de la capacidad intertextual y lingüística que como lector

literario posee, la realidad ficcional generada por el emisor pero (re)interpretada por el

receptor.

Desde este punto de vista, desarrollar la Competencia Literaria del lector literario

en formación (competencia en saberes específicos propios de los mensajes literarios) se

relacionará directamente con la capacidad lectora del aprendiz (habilidades y destrezas)

permitiendo que su lectura individual y comprometida establezca adecuadamente el

proceso de recuperación de dicho referente (actividad recreadora) a partir del diálogo

comunicativo eficaz que se genera entre el texto y la competencia lectoliteraria del

receptor. Por eso y según Mendoza

“Combinando los conceptos de competencia lectora, intertexto del lector y texto

del lector –que, al cabo, se han definido indirectamente como partes integrantes

de la competencia literaria-, se entiende que el intertexto del lector es el esencial

conjunto de saberes, estrategias y de recursos lingüístico-culturales que se

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activan a través de la recepción literaria para establecer asociaciones de carácter

metaliterario e intertextual y que permiten la construcción de (nuevos)

conocimientos significativos de carácter lingüístico y literario que se integran en

el marco de la competencia literaria. A su vez, el intertexto del lector potencia la

actividad de valoración personal a través del reconocimiento de conexiones y del

desarrollo de actitudes positivas hacia diversas manifestaciones artístico-

literarias de signo cultural” (1999: 21).

Tomando como referencia significativa este texto de Antonio Mendoza

adentrarse en el camino de la Competencia Lectoliteraria (entendido, desde una

perspectiva globalizadora, como el proceso lector en el que confluyen la lectura,

comprensión e interpretación de obras literarias) resulta más sencillo y

enriquecedor.

Como sabemos, leer textos literarios es una actividad cuyo proceso no es diferente

del proceso lector, puesto que tanto la planificación de la lectura (incluyendo las

actividades prelectoras) como las distintas fases del proceso se repiten en cada una

de ellas (en la lectura de textos de intención literaria y no literaria). Los procesos

de descodificación (desde la gráfica hasta los más complejos relacionados con los

modelos discursivos, los usos connotativos del lenguaje, etc.) se producen,

también, desde parámetros semejantes en los que la inferencia sigue siendo el

motor esencial de la recepción lectora y literaria. Y lo mismo ocurre con las fases

de identificación y reconocimiento de la información, evaluación e incorporación

de estas a las redes de conocimientos que el receptor posee.

La diferencia entre la lectura de intención informativa y la lectura de mensajes de

intención literaria radica, por lo tanto, en la actuación del intertexto lectoliterario

(referido este a los saberes de todo tipo relacionados con la competencia literaria)

como mecanismo de descodificación, inferencia, reconocimiento y valoración de

la información y su transformación en contenido suficiente para construir el

mundo de ficción que se dibuja en los mensajes de intención estética.

La lectura de mensajes literarios y de intención estética exige la puesta acción de ciertos

saberes específicos que definen la capacidad lectoliteraria del receptor y que determinan

las opciones de comprensión lectora y lectoliteraria, permitiendo al lector leer con

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eficacia los textos de intención estético-literaria (saberes teóricos y de actuación que

permiten al joven lector adecuar su comprensión lectora y literaria a la tipología del

discurso literario).

II.5. EL INTERTEXTO LECTOR Y LECTOLITERARIO.

Hasta el momento, hemos estado analizando y describiendo cómo deben actuar

los elementos y mecanismos lectores para que la convergencia entre el texto y el lector

se produzca de manera adecuada. Sin embargo, poco hemos reseñado sobre el papel que

ejerce el intertexto (del) lector durante el proceso receptivo-lector y resulta necesario

hacerlo.

Queda claro que el texto creado por el autor (ya sea de carácter literario o no literario)

no cobra vida sin la presencia y actividad del lector (aportaciones personales que le

ayudan a conectar los contenidos); pero también queda claro que sin un lector

competente, capaz de activar sus saberes específicos –literarios- y los no

específicamente literarios en los actos de recepción así como las estrategias lectoras en

pro de la comprensión e interpretación del texto, no se alcanza el objetivo buscado ni la

finalidad comunicativa para la que el discurso literario se ha creado. El texto es sin el

lector un entramado de aspectos discursivos e intertextuales que carecen de sentido y

significación y que solo los recupera cuando el receptor se presenta como participante

activo de la interacción comunicativa texto/lector y es capaz de interrelacionar sus

experiencias lectoras y lectoliterarias con los núcleos de información que del propio

texto se desprenden.

Por la misma razón, Mendoza Fillola afirma que:

“El intertexto lector es [por lo tanto] el mecanismo que, selectivamente, activa

los saberes y las estrategias que permiten reconocer los rasgos y los recursos, los

usos lingüístico-culturales y los convencionalismos de expresión estética y de

caracterización literaria del discurso. La activación del intertexto lector tiene por

objeto que el lector establezca asociaciones de diversos tipos (esencialmente de

tipo metaliterario o intertextual), durante la recepción literaria” (2001: 95).

El lector necesita entender para su desarrollo y formación lectora la importancia

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que el intertexto (del) lector adquiere en cada proceso de recepción lectora o de lectura

literaria, pues supone el conjunto de saberes que el discente en su actividad de lectura

utiliza para reconocer y valoraren la fase de comprensión e interpretación, sobre todo, la

información que el texto posee y las asociaciones textuales y extratextuales que este le

permite realizar.

El intertexto del lector es por tanto un mecanismo necesario del proceso de recepción

que permite regular las actividades lectoras (estrategias, habilidades y destrezas) y, a su

vez, matizar ciertas características y aportaciones del texto que, en función de cada

lector y de lo desarrollado que tenga o esté su intertexto, le otorgarán un nivel de

eficacia lectora elevado o no.

Desde nuestro punto de vista y desde una perspectiva muy general y arriesgada, este

proceso de recepción puede asemejarse a algunas de las aportaciones que en la

comunicación oral ofrece el contexto. Ya que, en dicha conversación la presencia directa

del emisor y del receptor en un escenario concreto (diálogo directo que no se produce en

la actividad lectora porque el emisor pese a poder prever un lector implícito en el

momento de crear su obra apaga su voz cuando esta sale a la luz y cae en manos del

lector) y no intertextual (texto-receptor), como en el caso de la lectura, ayuda a

establecer las conexiones entre los enunciados de manera directa (con una simple

“mirada”, quizás), a descifrar significados no explícitos en la conversación, o, a despejar

expectativas o interrogantes espontáneos que surgen durante la comunicación y que si

no se solucionan dificultan la comprensión e interpretación del mensaje.

Referentes que en el caso de la lectura es el intertexto del lector uno de los pilares

esenciales para la interpretación personal del texto. Pues a partir de sus aportaciones el

proceso de recepción va más allá de la simple comprensión objetiva y denotativa del

texto, y permite al lector poder establecer interconexiones entre los enunciados, validar

las referencias intertextuales y extratextuales del discurso y otorgarle nuevos valores

pragmáticos y semánticos que generan una valoración del discurso significativa.

Y un ejemplo de ello (en el que el emisor/autor de la obra se percibe como creador de la

obra pero no como protagonista de la comunicación, pues es el texto quien se entrega al

lector e interactúa con él) nos lo muestra gráficamente Mendoza Fillola en una de sus

figuras esquemáticas que nosotros a continuación ofrecemos.

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Cuadro 14. El intertexto del lector.

Fuente: Mendoza Fillola, A. (2001:71).

Establecidas ya las bases fundamentales sobre las que se fundamenta el intertexto

del lector y descritos los saberes previos (saberes que utiliza el lector en el proceso de

lectura para reconocer y valorar la información que posee) que el propio lector extrae de

él, parece necesario e interesante que nos detengamos ahora en las aportaciones que el

intertexto del lector –o mejor dicho el intertexto lectoliterario- ofrece al lector literario y

que le permiten explicar que las relaciones textuales tienen también una significatividad

operativa en el proceso de lectura de mensajes de intención estética. Pues todo texto se

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fundamenta en otros textos, no hay ningún texto enteramente nuevo, todo texto emula,

recuerda, evoca otros textos, todo texto es un texto de textos…

Afirmación que M. Riffaterre también refleja cuando afirma que

“un intertexto es uno o más textos que el lector debe conocer para comprender

una obra literaria en términos de su significación global (como apuesta a

significados discretos de sus sucesivas palabras, frases y oraciones (…). Esas

percepciones, esas respuestas del lector al texto no pueden ser explicadas por las

estructuras lingüísticas, sino que han de ser observadas tanto en producciones no

literarias como en las literarias (…). La literatura está hecha de textos. La

literariedad, por lo tanto ha de ser buscada, y el nivel en el que el texto combina

o señala por referencias a otros textos más que a los signos inferiores del

sistema” (1991:56).

La lectura literaria demanda un intertexto de lector, dependiente directamente de la

competencia literaria, que permita al lector conducirse con eficacia en el manejo lector

de mensajes construidos desde la perspectiva de la literatura. Es el intertexto

lectoliterario, integrado en el intertexto lector (aportaciones que hace el lector en

relación a los estímulos que ofrece el texto), y configurado desde la competencia

literaria (datos culturales y metaliterarios) quien dota al lector de los instrumentos

necesarios para intervenir activamente y de manera comprometida en el proceso de

lectura de mensajes de intención literaria. El intertexto lectoliterario es el instrumento

de acción que determina la competencia lectoliteraria; por ello, cuando más rico o

significativo resulte este intertexto tanto más garantía se tendrá de que el lector será

capaz de realizar una lectura eficaz (reconociendo las especificidades del mensaje que

lee) y suficiente de los textos de intención estética que lea. Por ello:

“La nueva orientación que supone el enfoque receptivo requiere que se

favorezca la interconexión de saberes y de contenidos dispares, para lo que se

requiere que se desarrolle y eduque la capacidad/habilidad de formular

expectativas, de elaborar inferencias, de construir hipótesis de significado, de

advertir intencionalidades y de activar la sensibilidad receptiva. Se trata de educar

la habilidad lectora para que el lector sepa establecer su interacción con el texto,

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para que coopere con el texto en la recreación de la obra y en la construcción de

una interpretación”(Mendoza, 2001:72).

Y es en este sentido en el que la finalidad de la actuación didáctica del docente

deberá centrarse. Pues como ya se ha dicho, trabajar la lectura literaria de manera

adecuada implica asentar y enriquecer de manera progresiva la competencia literaria del

discente y, por tanto, su intertexto lectoliterario; ofrecerle estrategias que le permitan

recuperar el universo ficcional a partir de la información reconocida y valorada del texto

y en función de los saberes (competencia literaria / intertexto lectoliterario) que el lector

es capaz de proyectar sobre dicha información, dotándola de valor significativo. Ya que,

el significado literario se reformula y se reforma ininterrumpidamente atendiendo a la

finalidad del lector.

Por esa razón, resulta también acertado afirmar que la función significativa de los usos

lingüísticos propios de los mensajes literarios se relaciona con la necesidad de ofrecer

una información suficiente y lo más completa posible sobre ese referente (realidad

creada a partir del intertexto de la obra) para que el lector en formación pueda

reconstruirlo a partir de la información que el propio mensaje literario le proporciona y

de la aportación que él mismo (referentes externos y experiencia lectora) sea capaz de

poner en juego durante el proceso. Referentes intertextuales que justifican la pertinencia

de una recepción activa y cooperante que radica en gran parte en la actuación del

intertexto lector y lectoliterario y que pone de manifiesto el sentido de relaciones entre

textos reconociendo elementos de contenido en un texto que pertenecen o se relacionan

con otros contenidos de otros textos. Lo que vino a definir acertadamente R. Barthes en

su Théorie du texte cuando en 1968 explicó que los textos son por sí mismos intertextos

que reflejan modelos, actuaciones o códigos que de un modo u otro, con citas o sin

citas, ya se han formulado en textos anteriores que interiorizamos y utilizamos de

manera consciente o inconsciente en futuras producciones escritas.

La reflexión que podemos hacernos a este respecto, teniendo en cuenta lo

afirmado, es que la lectura literaria en todas sus manifestaciones resulta comprometida y

requiere del lector una formación mayor para afrontar con eficacia y aprovechamiento

los mensajes de intención estética que en la mayoría de los casos no posee el lector

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aprendiz y que desde las aulas deberíamos ampliar los docentes potenciando la

integración y la funcionalidad de los saberes literarios en su proceso de enseñanza-

aprendizaje como parte fundamental de la formación lectoliteraria del estudiante. Pues

resulta prácticamente impensable que alguien opte por leer literatura cuando su

competencia literaria no le permite leer con aprovechamiento y eficacia mensajes de

intención estética y el intertexto lectoliterario personal de este tipo de lectores (citas,

referencias, rasgos formales y temáticos, por ejemplo; que le permiten reconocer

estructuras, tipologías textuales y de expresión de significados e intencionalidades)

resulta ser muy reducido y no le permite activar los saberes necesarios (lingüísticos,

pragmáticos, literarios, culturales) para comprender e interpretar el texto de intención

estética.

II.6. LA EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA LECTOLITERARIA.

A raíz de todo lo establecido en apartados anteriores, podemos afirmar que leer es

una actividad cognitiva mediante la que el lector satisface total o parcialmente unos

intereses preestablecidos, unas finalidades determinadas que hacen necesaria la lectura.

Pues tanto en el caso de la lectura “desinteresada” como en el caso de la lectura

“productiva”, el lector dialoga con el texto e interactúa con él seleccionando los

referentes que el propio texto le ofrece y negociando, a partir de los saberes previos y de

las inferencias de lectura creadas, las informaciones que le resultan pertinentes y útiles

para completar la comprensión.

Siguiendo esta línea, la lectura literaria es por su propia esencia un acto comunicativo

en el que el lector/receptor da cuenta de su capacidad y de su voluntad para participar de

manera activa en el proceso lector. Un acto en el que el lector literario debe ir

configurando de manera progresiva el conjunto de saberes que el lector aporta

(conocimientos previos) y que unidos a la información que le proporciona el propio

texto irán configurando por una parte el propio acto de lectura y, por otra, el

enriquecimiento progresivo del intertexto lectoliterario mediante la incorporación de los

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nuevos saberes que como parte de su proceso cognitivo específico (educación literaria)

y de reconocimiento de la información textual (intención y finalidad de la lectura

literaria, proceso inferencial) proporcionan al lector los actos de lectura eficaz

realizados.

Desde estas perspectivas toma cuerpo la consideración de la lectura como una

comunicación estratégica en la que intervienen factores diferentes con variantes

distintas para medir su eficacia. Isabel Solé en 1992 vino ya a establecer un panorama

de transformación de los instrumentos de lectura que, lamentablemente, no llegaron a

alcanzar mecanismos realmente novedosos en las prácticas de la evaluación de la

competencia lectora del alumnado.

Cuestiones todas ellas que han llevado a la Didáctica de la Lengua y la Literatura a

redefinir y marcar los caminos por los que transitar no solo las estrategias de

enseñanza/aprendizaje de la competencia lectora y lectoliteraria, sino también los

criterios y los instrumentos de evaluación que pueden ser empleados para valorar la

eficacia pragmática de ambas competencias en el alumnado a partir de actividades que

permitan medir los niveles de comprensión lectora y lectoriteraria dentro del aula.

En este sentido Susan E. Israel y Gerald G. Duffy afirmaban ya en 2009

refiriéndose a la comprensión lectora que ésta “tanto en la instrucción como en su

evaluación es sin duda el resultado más importante de los movimientos de reforma

destinados a mejorar el currículo y la enseñanza de la lectura, o al menos debería serlo”

(2009: 3).

Por todo ello, cabría plantearse si los modelos que se suelen usar, hoy en día, en las

aulas para evaluar las actuaciones lectoras y lectoliterarias de los alumnos responden a

criterios equilibrados y eficaces. Es decir, si plantean la lectura como una actividad

comunicativa en la que el sujeto activo por excelencia es el lector y el encargado de

crear el sentido del mensaje a partir de lo que recibe del texto, y no como una actividad

lectora centrada en el propio texto y en la exclusiva voluntad comunicadora del autor

que suele determinar de antemano la información que un lector debe encontrar

mermando así su interpretación y valoración personal.

De ahí que consideremos inadecuada la perspectiva que los modelos

convencionales de enseñanza/aprendizaje ofrecen respecto a la evaluación. Una

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perspectiva centrada en actividades terminales, cerradas que se valoran a partir de las

respuestas diseñadas a priori por el profesor y en donde se suele valorar el nivel de

acierto con la respuesta que se ha determinado de antemano y en función de lo que una

tercera persona ha entendido sobre el texto (como por ejemplo el profesor) y no en

función de lo que el propio lector comprende e interpreta. Planteamiento que manifiesta

con claridad que con estos modelos de evaluación se ignora y por lo tanto no se evalúa

la participación activa del lector en el proceso lector sino que el esfuerzo se centra en el

documento-objeto elaborado.

La evaluación de un proceso educativo debe determinar la configuración integral de

todo el proceso y, lo que es más importante, condicionar en alguna medida la propia

actuación didáctica, ya que leer se concibe en líneas generales como un proceso de

descubrimiento de una información inmanente del texto que debe hacer aflorar el lector

de manera eficaz poniendo en práctica sus estrategias lectoras.

La estrategia didáctica marca por lo tanto un camino que responde en un principio a una

situación de aprendizaje definida (requiere de la formulación y el control en su

desarrollo del profesorado) pero que es flexible y cambiante (recursos y técnicas

diferentes) en función de las necesidades lectoras del discente y que necesita de su

evaluación para tener noticia precisa de su eficacia. En este sentido Mendoza Fillola

afirma que

“si en todos los casos de lectura y de actualización textual se hubiera de poseer e

el grado óptimo las condiciones que requieren la interacción lectora en cuanto a:

competencias lingüística, textual y literaria, interiorización de las peculiaridades

de las macroestructuras y microestructuras y propiedades de textos, amplitud de

conocimientos enciclopédicos suficientes para establecer las relaciones

semánticas, amplia experiencia lectora y consolidación de las de las múltiples

estrategias aplicables habría que destacar un número amplísimo de “lectores”

que no reunirían estos requisitos. Tanto el lector que pretende fines lúdicos en su

lectura como el que lee en busca de información y documentación con fines de

estudio puede actuar como un lector ingenuo o como un lector competente. La

diferencia está en si el lector sabe formularse hipótesis y expectativas y luego las

resuelve mediante la aplicación de estrategias y la elaboración de inferencias de

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comprensión” (2001: 224-225).

Evaluar la competencia lectoliteraria implicará, desde esta perspectiva y en

términos generales, preguntarse qué se entiende por competencia lectoliteraria y cómo

se concibe su desarrollo a lo largo del proceso y qué criterios se pueden emplear y cómo

en la evaluación. La lectura y, por consiguiente, la lectura literaria es un acto individual

condicionado por la situación específica de lectura y por el intertexto del lector-

intertexto lectoliterario para la lectura literaria-, es decir por las competencias lectora y

lectoliteraria de quien lee (no la del profesorado en tanto que lector ya formado, sino la

del lector “real” o “en formación” que representa cada uno de los estudiantes del aula).

Es en esta nueva línea didáctica y evaluadora en la que debemos centrar nuestra

atención, pues lo que hay que mejorar, ampliar, profundizar, recomponer…es,

precisamente, el conjunto de saberes que condicionan la actividad cognitiva y que

permiten valorar el proceso evolutivo diacrónico del lector aprendiz (proceso en cuyo

desarrollo confluyen las fuerzas esenciales de actuación comunicativa y aprendizaje).

La preocupación ante la enseñanza de las destrezas lectoras y su implicación en el

proceso de ampliación y asentamiento de la llamada Competencia lectoliteraria

(competencia Lectora y competencia Literaria), así como el análisis firme de elementos

cognitivos que la integran son un punto de referencia constante, en la actualidad, de las

modernas inquietudes investigadoras y profesionales del área de conocimiento de

Lengua Castellana y Literatura.

La lectura es un área multidimensional y aunque muchos son los aspectos que en ella se

manejan, no todos ellos pueden ser analizados y evaluados en dicha investigación.

De ahí que, tomando como referencia el objetivo general de nuestro proyecto, resulte

necesario y aún imprescindible que en la fase de investigación concretemos y definamos

nuestros marcos de actuación investigadora y aseguremos si es posible -o no- abordar,

desde planteamientos científicos y con eficacia, el análisis y la valoración de los hechos

lectoliterarios del alumnado de Bachillerato dando respuesta y lugar a interrogantes tan

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significativos como los siguientes:

¿Qué significa leer?, ¿qué factores intervienen en el acto de lectura y en concreto en el

de la lectura literaria?, ¿qué objetivos se pretenden alcanzar durante el proceso de

formación lectoliteraria del alumno?, ¿qué papel desempeña el lector literario aprendiz

en su actividad lectora?, ¿y el docente?, ¿qué importancia adquiere el texto literario

como fuente de saber y aprendizaje?, o ¿qué estrategias emplear durante la intervención

y actuación didáctica?

Planteamiento de indagación rigurosa sobre el comportamiento lectoliterario y lector del

discente, con capacidad para explicar y justificar determinadas actuaciones didácticas en

relación con este complejo pero apasionante mundo de la lectura literaria eficaz y

pragmática (comprensión del texto literario) de la Literatura en la etapa postobligatoria.

Josep Ballester (2015) afirma que “la enseñanza-aprendizaje de la literatura se liga

de forma íntima a la formación y al perfeccionamiento del profesorado de la materia,

por lo que debe contribuir de manera especial a la organización de este

perfeccionamiento […] [puesto que] las relaciones entre las diversas teorías literario-

lingüísticas y la práctica educativa han presentado, en ocasiones, un alto grado de

inadecuación y fracaso” (2015: 104).

En esta misma línea, Lázaro Carreter citó respecto al desacierto de unas prácticas

pedagógicas a partir de la indiscriminada inclusión de las últimas aportaciones teóricas

en la docencia, allá por 1980:

“Ante millares de atónitos muchachos preuniversitarios, de ortografía vacilante,

caudal léxico menguado e indigente capacidad de intelección, se están

exhibiendo en centenares de centros las últimas conclusiones científicas de

Martinet y Lyons, de Piaget y Pottier, de Coseriu y hasta de Chomsky, en

abigarrada y desordenada promiscuidad. Conozco algún colega que se siente

dichoso con esta que imagina elevación de rango de sus programas; pero son por

fortuna más, muchísimas más, los que asisten con dolor a esta destitución

colectiva de los estudios literarios” (1980:175).

No deja de ser curioso que casi cuarenta años más tarde pudiera decirse lo mismo sin

variar demasiado ni tan siquiera los referentes citados por el ilustre académico.

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III. EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN.

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III. 1. INTRODUCCIÓN.

El desarrollo de las estrategias que garantizan la eficacia del proceso lector y

lectoliterario implica un proceso complejo de formación que abarca prácticamente (y así

se ha descrito en la fundamentación teórica) todo el periodo formativo del alumnado. El

profesorado debe ser plenamente consciente de que la enseñanza de la lectura y, en

particular, de la lectura literaria es un proceso abierto que debe atenderse de manera

constante y eficaz a lo largo de las diferentes etapas educativas.

Dámaso Alonso (1974) en su momento ya manifestó la necesidad de entender,

interpretar y aprender la educación literaria en las aulas desde perspectivas diferentes a

la concepción historicista y tradicional:

“Deseo más literatura en los planes de enseñanza y que sea preceptivo enseñarla,

desde el principio, no con una retahíla de nombres y fechas, sino principalmente

por la lectura y comentario de las obras maestras, en ediciones acomodadas a los

distintos niveles. Hay que despertar hacia la lectura gustosa al que, sea por lo

que fuere, no ha sentido el aguijonazo de la vocación. Hay que formar más

profesores de literatura y para todos los grados de la enseñanza. Que el hombre

español del siglo XXI tenga una inteligencia cultivada, una mente clara, y que

sepa expresarse en una lengua útil y eficaz para la relación con los demás

hispanohablantes y para la representación de lo español en el mundo” (1974:

17).

En la actualidad, los análisis que se vienen haciendo, en los diferentes niveles

educativos, respecto del desarrollo de la competencia lectora del alumnado de las etapas

obligatorias e incluso postobligatorias, permiten aventurar la hipótesis de trabajo de que

uno de los aspectos en los que con mayor evidencia se puede observar la ineficiencia del

modelo educativo español se centra en el desarrollo inadecuado de la competencia

lectora. Un ejemplo interesante pueden ser los resultados obtenidos por el alumnado

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español en las pruebas realizadas por la CEOE en los estudios recientes de PISA 2009,

2010, 2012 y 2013 que ponen de manifiesto que la competencia lectora del alumnado

español al terminar la ESO se encuentra por debajo de la media de los países de nuestro

entorno, por lo que parece razonable constatar que merece la pena que nos planteemos,

desde criterios didácticos, cuáles pudieran ser las causas que explicasen los valores

alcanzados por el alumnado español y, en todo caso, qué podemos hacer para mejorar

dicha competencia de nuestro alumnado.

Pero, además de estos datos de valor científicamente pertinente, podemos

constatar con bastante nitidez que la percepción general, tanto entre el profesorado

como entre el alumnado, de que la lectura, en especial la lectura literaria no alcanza los

estándares de eficacia que se buscan o que serían deseables. Las encuestas sobre hábitos

lectores sí lo confirman y la actitud de rechazo generalizado de las tareas de lectura de

textos canónicos lo ponen de manifiesto de manera constante en las aulas y fuera de

ellas.

Teniendo en cuenta estos postulados, cabe plantearse si esta actitud responde de manera

predominante a razones de carácter afectivo o más bien a razones de otro tipo. Es muy

frecuente escuchar que esta actitud del alumnado, que la escasa aceptación de las tareas

relacionadas con la lectura de textos literarios se relaciona con lo distante de los temas,

de las situaciones, de los problemas que se tratan, lo que resulta poco motivador para el

alumnado; además se insiste en otras ocasiones en lo complejo y difícil del uso literario

del lenguaje, lo que no colabora de manera eficaz en la superación de la actitud de

distancia sino de rechazo de los discentes ante este tipo de propuestas lectoras;

finalmente en algunas ocasiones se vuelve la vista a las actividades que se realizan en el

aula, apelando a una actuación más divertida o lúdica, más liviana (por ejemplo

utilizando las TIC para mejorar aspectos motivacionales) o presentando la relación entre

los textos literarios, seleccionados ad hoc, y versiones cinematográficas o, incluso,

apelando a las modernas manifestaciones de la canción como vehículo o instrumento de

motivación de un alumnado apático que asumirá mejor la lectura lírica si se comienza

trabajando el “rap” como manifestación próxima a la poesía, pongamos por caso.

Sin negar las posibilidades reales que estas “nuevas actuaciones” pudieran plantear

como instrumentos de interés motivador o lúdico, lo cierto es que, en nuestra opinión,

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estas manifestaciones no parten de un conocimiento profundo de la situación y

enmascaran de alguna manera las raíces profundas de un síndrome realmente

preocupante que antes que un tratamiento sintomático, necesita de un diagnóstico

preciso.

Si nos atenemos a algunos de los planteamientos que hemos venido desgranado en

la primera parte de nuestra exposición, tal vez no resulte demasiado arriesgado afirmar

que la actitud de un número importante del alumnado de primero de Bachillerato

reacciona como hemos descrito ante la lectura literaria, ante la ineficiencia lecto-

literaira que hemos conseguido desarrollar en las etapas anteriores, a la pobreza

sintomática de su intertexto lecto-literario y, por ello, al insuficiente desarrollo de su

competencia literaria inicial. No resulta sencillo pretender un hábito lector o una cierta

apetencia lectora de textos literarios para una población que presenta graves deficiencias

en el desarrollo y asentamiento de su competencia lecto-literaria, sencillamente porque

el esfuerzo que le demanda la actividad lectora no encuentra compensación ni cognitiva

ni afectiva suficiente, es decir el esfuerzo realizado es mucho mayor que la recompensa

obtenida.

A este punto de partida, que normalmente no suele tenerse en cuenta, se puede

añadir, es cierto, una deficiente planificación didáctica de la propia asignatura que

afecta no solo al desarrollo de la actividad docente del aula, sino a los distintos

elementos que se integran en todo el proceso: determinación de objetivos, de criterios o

estándares de evaluación, determinación de instrumentos de trabajo y de valoración de

los objetivos conseguidos y, desde luego de las actividades implementadas para la

consecución de dichos objetivos, y del enfoque que en general impregna a toda la

actividad educativa.

En las últimas décadas, como ya hemos puesto de manifiesto se han venido

estableciendo puntos de vista, actitudes, enfoques en relación con el tratamiento

didáctico de la asignatura que nos han permitido establecer algunas bases de actuación

que consideramos, además de innovadoras, realistas en cuanto a sus posibilidades de

implementación en el aula.

Del mismo modo, sabemos, y así lo hemos constatado, que en estos momentos se

están presentando propuestas innovadoras sobre las opciones reales de evaluación de la

competencia lectoliteraria en clase (Díez Mediavilla, 2015b), y sobre la posibilidad de

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replantear instrumentos de evaluación / valoración de la “comprensión lectora” desde

perspectivas más relacionadas con los enfoques comunicativos que, como es bien

sabido, ya no se refieren exclusivamente a la enseñanza de las lenguas, sino que van

afectando de manera cada día más significativa a la lectura de mensajes de intención

estética; en especial cuando sobre la actuación lectora se proyectan los modelos

derivados de la teoría de la recepción y sus implicaciones en el proceso de comprensión

de los mensajes literarios.

Este es uno de los fundamentos de nuestro proyecto investigador y una de las

bases en las que se apoya nuestra propuesta experimental de actuación. Tal vez pudiera

parecer que tomar los aspectos evaluadores como fundamento de innovación pudiera

parecer algo extemporáneo cuando no desajustado, pero se nos permitirá que

recordemos que la evaluación de un proceso de enseñanza no es un instrumento que

permita “calificar” a los discentes para determinar si han aprobado o no una asignatura;

tal vez convenga recordar en este momento que la evaluación y su correlato directo en

didáctica, la fijación de los objetivos que se pretende que el alumnado consiga- son la

piedra angular de todo el proceso, de manera que todo lo demás, incluido en nuestro

caso, la selección de textos, o el diseño de las tareas que se vayan a realizar, se

convierten en instrumentos al servicio de esa meta irrenunciable. Considerar la

evaluación como piedra de toque de nuestra propuesta responde, pues, a un principio

que, en su aparente discrecionalidad, da sentido y coherencia a todo el proceso.

Creemos que al no tener claros los criterios de evaluación de las actividades

lectoras del alumnado, al no tener en cuenta estos criterios los aspectos que definen el

proceso en sus partes, y al confundir el resultado final de la lectura con el propio

procedimiento, desatendemos, casi sin darnos cuenta, la raíz esencial del problema: nos

quejamos de que no quieren ni saben leer, pero no somos capaces de hacer nada por

enseñarles a leer, mientras esperamos que sean capaces de reconocer lo que el autor

quería decir en tal o cual texto, de desentrañar el significado estético y hasta cultural de

tal o cual figura literaria o la relación (indiscutible, claro) entre el tema planteado y la

situación anímica del autor…

De este modo, en nuestro proceso de investigación, planteamos un modelo de

evaluación del desarrollo de las competencias lecto-literarias pertinentes, que nos

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permita, desde el punto de vista curricular, establecer niveles de consecución de los

objetivos generales y específicos planteados para la etapa del Bachillerato, y aplicar

criterios de evaluación que tengan en cuenta el alcance de la comprensión lectora y su

evolución o progreso.

Se trata, pues, de impulsar iniciativas que orienten al aprendiz en su actividad lecto-

formativa y que le sirvan de instrumento para alcanzar niveles de eficacia en la

comprensión del escrito literario, teniendo en cuenta el nivel intelectual de los alumnos,

su cultura literaria y lingüística y su capacidad de reconocimiento de las estructuras

lingüísticas y del significado global del texto que estos poseen como elementos

integrantes básicos de lo que se viene denominando el Intertexto del lector literario

(Mendoza, 2002, 2008c), verdadero motor junto con los procesos inferenciales del

diálogo entre el texto y el lector.

Desde nuestro punto de vista, el proceso de enseñanza-aprendizaje se ha ido

convirtiendo, profesionalmente, en una actividad basada en los aprendizajes delimitados

por el Historicismo y por la fórmula, algo anquilosada -téngase en cuenta que la

propuesta “novedosa” de Lázaro Carreter es de comienzos de los 70- y fuertemente

contaminada por una proyección mal disimulada de los modelos formalistas cuya

eficacia como instrumento de aprendizaje lector ya ha sido claramente superada.

Los resultados que de este modo se obtienen parecen alejarse bastante de los objetivos

planteados, no solo si atendemos a los índices directos de “fracaso escolar”, sino incluso

si tomamos en consideración los casos de alumnos que superan los dos cursos de

Bachillerato. No parece aventurado afirmar que una vez terminada dicha etapa el

alumnado rompe su vinculación como lector de la literatura canónica y, en general, con

la lectura literaria.

Si tal afirmación pudiera resultar, para muchos, un tanto agresiva o pesimista, como

docente, he podido ir comprobando cómo el nivel de competencia lectoliteraria (y de

competencia lectora en general) del alumnado no mejora, sino todo lo contrario,

empeora y empieza a entrar en una dimensión cuando menos distorsionada de los

objetivos que plantea el proceso lectoliterario.

Como afirma Pedro C. Cerrillo (2007) “la lectura despierta el gozo intelectual de las

personas, eso que solemos denominar como el placer de leer, que no es más que el gozo

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que representa en el lector la ampliación de conocimientos, el acceso al saber o la

comprensión de otros mundos y culturas. A ese placer sólo se llega con el tiempo,

primero por medio de la lectura comprensiva (competencia lectora), y después con la

lectura literaria (competencia literaria)” (2007: 14).

III. 2. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN.

A partir de los elementos que venimos exponiendo, nuestro estudio se centrará en

la evaluación de la comprensión lectoliteraria del alumnado de 1º de Bachillerato,

implementando un instrumento de evaluación que no solo sea aceptable desde el punto

de vista científico, sino que permita, en la medida de lo posible, atender a los

requerimientos de la evaluación de dicha capacidad lecto-literaria en el desarrollo

convencional de las actividades del aula.

Por otra parte, y partiendo de la idea que ya hemos expuesto de que se hace

necesaria una transformación innovadora en las actuaciones didácticas de la asignatura,

implementaremos un plan experimental de actuación innovadora para poder comprobar

los efectos que produce en el desarrollo de la mencionada capacidad para la formación

adecuada de la competencia lectora y literaria del alumnado de bachillerato en el siglo

XXI.

A partir de este planteamiento inicial podemos determinar los objetivos concretos de

nuestra investigación en lo que se refiere al desarrollo de la competencia lecto-literaria

del alumnado de 1º de Bachillerato en los siguientes términos:

1) Determinación de los aspectos básicos de la competencia lectora del

alumnado de Bachillerato y evaluación eficaz (valoración objetiva de los

niveles iniciales de eficacia lectoliteraria), a partir de estos, de la

consecución de los objetivos generales y específicos relacionados con la

capacidad lectora de mensajes de intención estética (conocer el estado de la

cuestión: hábitos y desarrollo formativo lectoliterario de los alumnos).

2) Elaboración de pruebas de Comprensión lecto-literaria del alumnado de 1º

de Bachillerato y establecimiento de niveles objetivos de conocimiento

didáctico (cognitivo y estratégico) que, a partir de las expectativas de

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respuesta generadas, nos ayuden a definir cuál es el grado de desarrollo de la

comprensión lectoliteraria y, con ello en qué grado o nivel se puede

considerar la consecución de los objetivos generales y específicos

determinados en el primer nivel de concreción curricular de dicha etapa

formativa.

3) Diseño e implementación de estrategias de actuación didáctica encaminadas

a conseguir niveles de desarrollo y asentamiento de la competencia lecto-

literaria en el alumnado de Bachillerato que impliquen una mejora directa y

constatable de los resultados obtenidos en las pruebas iniciales de

comprensión lecto-literaria del alumnado.

A estos objetivos específicos que hemos señalado, queremos añadir una reflexión

de carácter cualitativo que nos permita, ofrecer, una panorámica general significativa,

no constatada hasta el momento, sobre los pre-conceptos, saberes previos, expectativas

lectoras, y actitud del alumnado de 1º de Bachillerato ante el fenómeno de la Literatura

(dificultades o no que generan ciertos aspectos específicos de la educación literaria) y,

en especial, de la lectura de textos de intención estética.

La posibilidad de definir y valorar (evaluar) niveles de desarrollo de la competencia

lectoliteraria nos permitirán también plantear cuestiones relacionadas con los elementos

estratégicos que podrían implementarse en las aulas para conseguir un nivel

satisfactorio de desarrollo de tales competencias y, por ende, para mejorar los niveles de

consecución de los objetivos planteados para dicha etapa.

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III. 3. HIPÓTESIS.

Hipótesis de trabajo:

Tal y como venimos afirmando, el alumnado de Bachillerato no consigue en una

medida adecuada los fines específicos de la materia Castellano: Lengua y Literatura a,

g, h, i- relacionados con el desarrollo de la competencia lectora de textos literarios y de

manera muy poco satisfactoria los objetivos generales d y l de la etapa relacionados

directamente con este mismo ámbito de saber. Presentamos en el anexo correspondiente

los documentos del primer nivel de concreción curricular en los que se recogen tanto los

objetivos generales como los específicos de la asignatura y en los que se da cuenta de

los aspectos centrales relacionados con los contenidos y los estándares de evaluación

que los definen. Sobre estos planteamientos generales estableceremos las líneas

esenciales de actuación innovadora en el desarrollo de las actividades didácticas en el

aula. Una intervención específica, a partir de algunos planteamientos didácticos

innovadores del modelo de actuación didáctica en el aula, permitirá comprobar si la

influencia de determinadas variables (estrategias didácticas) proporcionará una mejora

evaluable de la competencia lect,oliteraria de dicho alumnado en función del contexto,

de los objetivos descritos y dentro del marco definido como instrumentos de valoración

(evaluación).

De acuerdo con estos planteamientos, nuestra hipótesis central de trabajo se

podría plantear en los siguientes términos: una actuación didáctica innovadora

desarrollada con un grupo experimental de discentes de 1º de Bachillerato tendrá como

consecuencia una mejora cuantitativamente significativa en los niveles de comprensión

lecto-literaria en relación con un grupo control.

Pero a esta hipótesis general hemos añadido otras parciales en relación con los

propios objetivos de la investigación que podríamos formular en los siguientes

términos:

- Los resultados obtenidos que el alumnado en la Prueba Inicial presentarán unos

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valores muy semejantes, siendo las diferencias entre los estadísticos del Grupo Control

y del Grupo Experimental nulas o no significativas. La razón en la que se fundamenta

esta hipótesis se relaciona con el hecho de que se trata de un grupo homogéneo que ha

recibido una formación análoga a lo largo de una trayectoria educativa equivalente.

- No se podrán apreciar diferencias significativas entre los niveles alcanzados por

hombres y mujeres, tanto en los datos totales, como en los parciales; de este modo

nuestra hipótesis manifiesta que a estas edades (16años) no existen diferencias

significativas en los rendimientos de la comprensión lectora entre hombres y mujeres.

III. 4. MÉTODO

El modelo de actuación científica que hemos empleado sigue el esquema del

diseño casi-experimental es, pues, un método cuantitativo que tiene como horizonte la

objetividad de los datos obtenidos y el rigor científico.

Para poder desarrollar la actuación investigadora se trabajará con dos grupos

homogéneos de discentes de 1º de Bachillerato, organizados en dos grupos equivalentes:

un grupo experimental, con el que se implementará una actuación didáctica innovadora

encaminada esencialmente al desarrollo de su intertexto lectoliterario y, por ello, a la

mejora de su nivel de registro de desarrollo de la comprensión lecto-literaria, y un grupo

control, que seguirá un desarrollo didáctico no marcado o convencional en su contexto

habitual de trabajo en el aula.

El establecimiento de niveles de rendimiento lecto-literario se realizará en dos

fases: una valoración inicial que llamaremos Prueba Inicial de niveles de comprensión,

y otra prueba, posterior a la intervención didáctica en el grupo experimental, que

llamaremos Prueba Final de niveles de comprensión lecto-literaria. Ambas se realizarán

al total de la muestra elegida (grupo control y grupo experimental).

Los resultados obtenidos en ambas pruebas nos permitirán conocer el nivel o

registro inicial de comprensión lecto-literaria del alumnado, por una parte y, por otra,

analizar la diferencia en la progresión entre el grupo control y el grupo experimental y

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142

la significatividad de tal diferencia, tras la intervención innovadora.

1.- Actuaciones de Valoración Inicial:

a) Determinar algunos componentes básicos para reconocer y poder evaluar

los niveles de “comprensión lecto-literaria” que nos ofrezcan evidencias

de un desarrollo suficiente de la competencia lectoliteraria del alumnado.

b) Generar un instrumento eficaz de evaluación de dicha competencia,

mediante la determinación de sus elementos de análisis y sometido a los

parámetros de validación de cuestionarios de valoración científica.

c) Aplicar dichos instrumentos de evaluación al conjunto de la muestra

(Grupo Control y Grupo Experimental) que estudian los cursos de

Bachillerato y determinar niveles de desarrollo de la comprensión lecto-

literaria y valores estadísticos de cada uno de los dos grupos marcados.

2.- Actuaciones didácticas de mejora con el Grupo Experimental. (Intervención

didáctico-educativa).

d) Analizar, a partir de la determinación de los componentes esenciales de la

Competencia Lecto-literaria en el nivel de desarrollo de la etapa las

estrategias de actuación didáctica necesarias para garantizar la mejora de

los niveles de desarrollo de la mencionada competencia y diseño e

implementación de un plan específico de intervención didáctica en el

Grupo Experimental de alumnos de primero de Bachillerato. El Grupo

Control seguirá, por su parte, los modelos de actuación didáctica

convencionales con su respectivo profesorado.

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143

La implementación de la dinámica innovadora en el Grupo Experimental

se desarrollará durante un total de 8 semanas, equivalente temporal de

dos unidades didácticas.

3.- Actuaciones de Valoración Final.

e) Aplicar de nuevo el instrumento de evaluación a la totalidad de la

muestra para determinar los valores de mejora en cada uno de los dos

grupos.

f) Analizar los resultados obtenidos y dar cuenta de los mismos atendiendo

a los requerimientos del método cuantitativos que estamos siguiendo.

Establecer la relación entre el Grupo Control y el Grupo Experimental y

valorando la incidencia de los modelos didácticos implementados en este

último.

g) Plantear la discusión de los resultados tanto en la primera prueba como

en la segunda y sacar algunas conclusiones de carácter general que nos

permitan comprender mejor la actuación didáctica del profesorado de

Bachillerato en el desarrollo de las actividades relacionadas con la lectura

y la literatura.

III. 5. METODOLOGÍA.

El enfoque competencial de nuestra investigación tiene como objetivo analizar el

comportamiento lectoliterario de los alumnos de Bachillerato, concretamente del primer

curso, valorarlo e intentar mejorarlo ofreciéndole durante su proceso de enseñanza-

aprendizaje un planteamiento didáctico innovador y actual –estrategias metodológicas-

que le permita acceder a la comprensión de un texto de intención estética desde un

enfoque comunicativo diferente al tradicional. Esto es, desde un enfoque en el que la

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144

comprensión lectoliteraria implique razonamiento, construcción de conocimiento,

interacción entre texto y lector, etc., y no una acumulación memorística de datos,

características, nombres y títulos por parte del alumno que le impidan desarrollar

adecuadamente su autonomía para aprender.

En suma, el alumno debe ser consciente de lo que sabe (conocimientos que ha ido

adquiriendo durante su formación académica y lectora) y de cómo y cuándo aplicarlo en

su actividad lectoliteraria. Actitud que le permitirá descubrir, desde una perspectiva

pragmática -más que teórica- y como lector, de qué modo la interacción con el texto le

ha permitido modificar su conocimiento.

III. 5. 1. INSTRUMENTOS DE ANÁLISIS.

No es frecuente trabajar en nuestro ámbito con instrumentos cuantitativos, por

esta razón consideramos de especial interés detenernos, aunque sea someramente, en

ofrecer una consideración sobre los instrumentos que vamos a manejar en el proceso de

recogida de la información que nos permita construir un panorama, que además de dar

cuenta estadística de los elementos que nos interesan, nos permita construir un paisaje

razonable y ajustado de la realidad de las aulas de literatura en 1º de Bachillerato.

En primer lugar y a través de las dos pruebas de Competencia Lectoliteraria, las que

hemos llamado inicial y final, podremos conocer y analizar a partir de los resultados

obtenidos en la prueba inicial de competencia lectoliteraria los niveles de desarrollo de

la comprensión lectora del alumnado de 1º de Bachillerato y, a partir del análisis de los

ítems empleados en el cuestionario, inferir aquellos aspectos de su intertexto lector en

los que se plantean los déficits más evidentes, de este modo, se podrá configurar la

posibilidad de desarrollar y mejorar los resultados de su actividad lectora a partir de

nuevos conocimientos estratégicos, lingüísticos y lectoliterarios (plan de actuación e

innovación didáctica como parte fundamental del proceso de enseñanza-aprendizaje)

que favorezcan su asentamiento y mejoren su intertexto lecto- literario y sus niveles de

comprensión e interpretación de textos literarios.

La prueba final de niveles de comprensión lectora nos permitirá comprobar si la

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actuación realizada en el grupo experimental ha permitido mejorar significativamente,

como esperamos, los niveles de comprensión lectora obtenidos por el grupo

experimental respecto del grupo control.

De confirmarse esta hipótesis podríamos concluir que un cambio en los planteamientos

didácticos a la hora de afrontar la enseñanza de la literatura en las aulas implica una

mejora significativa en el desarrollo y mejora de los niveles de comprensión lectora y

con ellos mejor nivel en el desarrollo de la competencia literaria que, como hemos visto

en la fundamentación teórica son elementos interdependientes.

Por todo ello, las pruebas y acciones que se han diseñado e implementado se

asientan, desde una perspectiva general, sobre tres características fundamentales: la

situación –se busca la finalidad de la lectura ofreciendo diferentes contextos-; el texto –

se ofrecen textos diversos con características relevantes que permiten valorar si el

alumno es capaz de comprender e interpretar adecuadamente-; y el aspecto –el enfoque

cognitivo y pragmático-comunicativo que determina si los lectores se implican en el

texto y de qué modo (habilidades, destrezas y estrategias lectoras que utilizan) para

resolver la tarea.

Características que en la práctica se superponen y se complementan en todos los textos

seleccionados que forman parte del canon oficial de autores y textos que aparecen en

los contenidos programáticos de la asignatura pues no operan de forma aislada, sino que

se relacionan entre sí: de manera que cada texto y las cuestiones concretas que se

proponen al alumnado pueden estar dirigidas tanto a recabar información general,

contextual o específica, a trabajar aspectos inferenciales, a poner en funcionamiento

saberes relacionados con la retórica literaria o los elementos estéticos que pueden

determinar los valores de significado de un texto, etc.

La información parcial que se obtiene con cada una de las cuestiones en los diferentes

textos propuestos ofrece un panorama de conjunto que abarca los aspectos

fundamentales que definen los niveles de comprensión lectora. Sobre este aspecto, de

especial relevancia en nuestro proyecto, hablaremos más adelante cuando

especifiquemos las que hemos llamado “expectativas de respuesta” en las que se

recogen con detalle los aspectos concretos que en cada cuestión de cada texto se

pretende valorar.

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146

Pero a la información directa que nos ofrecerán las cuestiones planteadas en cada

uno de los textos de las dos pruebas de niveles de comprensión lectora hemos querido

añadir un instrumento cualitativo en el que el alumnado nos ofrezca aspectos

relacionados directamente con sus pre-conceptos y sus ideas sobre la lectura literaria.

Esta aproximación, que realizaremos a través de un cuestionario que hemos denominado

de Pre-conceptos, nos permitirá plantear una visión complementaria de la actitud, los

elementos motivacionales y los saberes previos asentados en el intertexto lecto-literario

de los individuos integrados en el grupo total de los alumnos encuestados.

El tratamiento estadístico de la información que podamos recabar de este cuestionario

tendrá una doble finalidad: por una parte nos permitirá esbozar con bastante precisión lo

que el alumnado de 1º de Bachillerato piensa sobre la literatura y su estudio y sobre la

lectura literaria, pero, por otra, nos permitirá disponer de datos complementarios que

favorezcan la interpretación de algunos de los resultados obtenidos en los niveles de

respuesta. Esta doble perspectiva confiere al cuestionario de Preconceptos una

importancia relevante para el conjunto de nuestra propuesta, por más que se cuente,

como ya hemos explicado, en aspectos periféricos o indirectos en relación con el

desarrollo de la comprensión lectora.

III. 5. 1. 1. LA MUESTRA.

Una vez fijados los objetivos de la investigación y su consiguiente hipótesis,

resulta necesario definir las siguientes variables para poder llevar a cabo la intervención

señalada y comprender e interpretar, adecuadamente, el proceso de valoración-

evaluación y la lectura de los resultados:

a) Población educativa que va a ser objeto de estudio. Corresponde al alumnado

de 1º de Bachillerato de la Comunitat Valenciana, concretamente de la provincia

de Alicante. Son adolescentes de entre 16-17 años que poseen las características

convencionales propias de su edad. La selección de los centros es aleatoria

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147

aunque el grupo experimental se ha seleccionado del centro en el que ejerce

como profesora la autora de la investigación.

Han finalizado con éxito la Educación Secundaria Obligatoria, donde la

asignatura de Lengua Castellana y Literatura es troncal en todos sus cursos y

sigue siéndolo en la etapa del Bachillerato y, por lo tanto, los estudiantes deben

poseer un nivel académico avanzado o lo que es lo mismo, conocimientos

suficientes (como reconocer los usos y formas de la lengua en las diferentes

situaciones de comunicación e identificar el lenguaje literario como un uso

lingüístico específico de la misma) para poder comprender, valorar e interpretar

la realidad desde una perspectiva pragmática y funcional y generar expectativas,

tomando opciones e interviniendo sobre ella.

¿Por qué centrarnos en la etapa del Bachillerato?

Uno de los objetivos básicos de la etapa del Bachillerato tiene como fin consolidar

y completar la autonomía cognitiva, social y moral del alumnado, ampliando sus

competencias comunicativa y literaria, el conocimiento de los distintos tipos de discurso

-en especial el literario-; y aportando las herramientas y conocimientos necesarios –en

sus vertientes pragmática, (socio)lingüística y literaria- para desarrollar su competencia

lectoliteraria y poder así conocer otras realidades sociales y culturales que le permitan

enriquecer su personalidad, ampliar su conocimiento del mundo y desarrollar su sentido

crítico.

Objetivos que, desde nuestro punto de vista, no pueden ser alcanzados

satisfactoriamente si los alumnos encuentran dificultades y limitaciones a la hora de

comprender los textos literarios –y no literarios, en general- que leen y establecer

interpretaciones personales y funcionales. Pues a través de ellos el alumno aprende a

conocer e interpretar la realidad, a desarrollar enfoques comunicativos y nocio-

funcionales; a actuar comprensiva y expresivamente en las diferentes situaciones

comunicativas cotidianas, a reconocer referentes socioculturales interpretando los

significados implícitos de los textos y a elaborar su propio pensamiento crítico.

En suma, hemos trabajado con 1º de Bachillerato porque es el curso con el que la

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148

Literatura se trabaja con más firmeza, ya que en 2º de Bachillerato el esfuerzo suele

centrarse sobre todo en el comentario de textos de carácter periodístico que dispone al

alumno para superar la prueba de acceso a la universidad.

Primero de Bachillerato es el curso en el que la lectura literaria adquiere gran

relevancia. Los alumnos han superado la etapa obligatoria y han adquirido las

habilidades lingüísticas básicas para comunicar con precisión sus propias ideas y están

capacitados cognitiva e intelectualmente para poder activar adecuadamente las

estrategias de lectura necesarias y poder entender textos de distinto grado de

complejidad y de géneros diversos.

b) En el estudio han participado 178 sujetos que cursan 1º de Bachillerato, su elección

ha sido aleatoria y pertenecen a grupos de 1º de Bachillerato de los siguientes centros

públicos de Enseñanza Secundaria: IES A. Navarro Santafé (Villena), IES Las Fuentes

(Villena), IES 8 de marzo (Alicante), IES Mutxamel (Mutxamel) ubicados en zonas de

nivel sociocultural medio de la provincia de Alicante y pertenecientes todos ellos a la

Conselleria de Educación, Investigación, Cultura y Deporte de la Generalitat

Valenciana.

Para acceder a las aulas se contactó con la Secretaría Autonómica de Educación e

Investigación de la Generalitat Valenciana perteneciente a la Conselleria de Educación,

Investigación, Cultura y Deporte de la Generalitat Valenciana para que admitiese la

solicitud de propuesta investigadora y permitiese el acceso a los centros docentes. Con

el permiso otorgado y una vez recaba la aquiescencia de la dirección de los centros

mencionados y del profesorado que atendía a los grupos, a quienes debemos agradecer

su disposición favorable y colaboradora que ha hecho más simple y sencillo el proceso

de investigación, se inició la investigación.

Los profesores se implicaron en la realización de los cuestionarios y se preocuparon de

que los discentes realizaran con seriedad y rigor la tarea encomendada. La investigadora

también participó en el trabajo realizado e intervino directamente en la actividad

didáctico-educativa del Grupo Experimental (GE).

Pues tal y como se ha descrito más arriba la muestra se organizó en dos grupos de

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149

alumnos de 1º de Bachillerato: el Grupo Experimental (GE) y el Grupo Control (GC)

quedando la composición de los mismos de la siguiente manera:

El GRUPO EXPERIMENTAL (GE) integrado por 59 alumnos que no solo da respuesta

a las dos pruebas de Competencia Lectoliteraria (Inicial y Final) creadas para el estudio

e investigación que aquí nos ocupa, sino que, además, durante el periodo de tiempo que

transcurre entre la realización de la Prueba Inicial y la Prueba Final recibe

voluntariamente el programa de intervención educativa (diseñado este para un fin

concreto) y que no se aplica al Grupo Control (GC).

La acción didáctico-educativa (propuesta de intervención) se lleva a cabo durante un

periodo de tiempo concreto, 8 semanas lectivas del curso 2015/2016. Esta

experimentación la ha desarrollado directamente la investigadora, al ser la profesora

titular de los dos grupos del Instituto de Educación Secundaria A. Navarro Santafé de

de Villena que la integran de manera que no han existido mediadores en este proceso.

Los profesores titulares del resto del alumnado han colaborado en el proceso de

respuesta a los cuestionarios de comprensión lectoliteraria que se han pasado tanto en la

prueba inicial como en la final.

El GRUPO CONTROL (GC) está compuesto por 119 alumnos. Este grupo de

estudiantes, al igual que los que integran el Grupo Experimental, responden a las dos

pruebas de Competencia Lectoliteraria (inicial y final) pero no reciben en el aula la

propuesta de intervención educativa generada para el estudio investigador. Siguen, por

lo tanto, su proceso de enseñanza-aprendizaje sin alterar ni modificar sus criterios

metodológicos ni didácticos.

De esta manera podremos establecer elementos de comparación y de relación

evaluadora (valoración) entre ellos.

Cuadro 15. Actuación didáctica en 1º de Bachillerato.

1º BACHILLERATO

GRUPOS

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PRUEBAS de Competencia Lectoliteraria.

INICIAL

INTERVENCIÓN

EDUCATIVA

FINAL

EXPERIMENTAL

59 alumnos

X X X

CONTROL

119 alumnos

X X

El cuadro que se presenta describe la acción didáctica e investigadora que se lleva a

cabo en el Grupo Experimental y en el Grupo Control.

III. 5. 1. 2. ELABORACIÓN DE LOS INTRUMENTOS Y DISEÑO DE LAS

PRUEBAS.

De acuerdo con los objetivos del estudio se ha aplicado un diseño cuasi-

experimental secuenciado en tres periodos o fases: dos de evaluación (inicial y final) y

uno de intervención didáctica.

Pasemos, sin más, a definir cada una de las partes que componen las diferentes pruebas

y a describir la finalidad didáctica que se persigue con las cuestiones formuladas

teniendo en cuenta el planteamiento textual y contextual dibujado para su desarrollo y la

puesta en escena de determinadas estrategias lectoras.

(A)

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PRUEBA INICIAL: COMPETENCIA LECTOLITERARIA

Esta primera prueba se aplica a todos los alumnos de 1º de Bachillerato (Grupo

Experimental y Grupo Control), y con ella se persigue recabar información sobre la

actividad lectoliteraria del alumno y su competencia de recepción medida a través de los

niveles alcanzados de comprensión lectora.

Teniendo en cuenta la actividad evaluadora de dicha habilidad que viene desarrollando

la OCDE a través de los informes PISA, hemos creído que resultaría muy eficaz

organizar las pruebas, seleccionar los textos y planificar las cuestiones siguiendo de

alguna manera las directrices marcadas por esos informes, como veremos un poco más

adelante.

Descripción de las pruebas:

Tres son los textos que componen la primera Prueba inicial, como tres son

también los textos que se incluyen en la Prueba Final de niveles de Comprensión

Lectoliteraria. Se trata en todos los casos de fragmentos de obras literarias propias del

canon escolar, e incluidas en el primer nivel de concreción curricular. Todos ellos,

semejantes y equivalentes en cuanto a elementos constitutivos o dificultades formales,

se presentan al alumnado con una finalidad u orientación instructiva específica.

Los textos que componen la Prueba Inicial se formulan para valorar si el lector

aprendiz es capaz de alcanzar su comprensión y en qué grado, y si a partir de esta es

capaz de interpretar y valorar los núcleos de contenido que en ellos se formulan, dando

sentido a las inferencias y expectativas lectoras creadas durante el proceso lector por él

mismo.

Esto es, analizar y estudiar desde diferentes puntos de vista y a partir de actividades

cognitivo-didácticas diferentes si es capaz de introducirse en el texto atendiendo a las

finalidades lectoras y lectoliterarias propuestas (dominio de procesos y comprensión de

conceptos) y si sabe moverse adecuadamente en torno a las unidades textuales de

información y los núcleos de contenido que lo componen (capacidad para desenvolverse

en las diferentes situaciones comunicativas).

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Para ello, y siguiendo las directrices iniciadas por las pruebas PISA, tomamos como

referencia y objeto de estudio para el análisis y la obtención de resultados los siguientes

aspectos generales:

Cuadro 16. Aspectos y enfoques valorados en la investigación.

Aspectos y enfoques que se analizan y se valoran en nuestro estudio:

Obtención de la información.

Estos ejercicios permiten al lector focalizar su atención en distintos datos del texto y

seleccionar la información exigida.

Sin duda, núcleos de contenido que ofrecen al receptor un valor denotativo de las

estructuras ligüístico-textuales y que le permiten realizar una primera lecto-

comprensión (lectura comprensiva) textual, seleccionando la información relevante o

exigida por la cuestión planteada en un espacio de información claramente definido.

Reconocimiento significativo y pragmático de estructuras textuales y sintagmas

explícitos concretos.

Localizada la información relevante (mediante la fase de obtención de información) el

alumno lector debe saber reconocer y leer qué información implícita y pragmática

(valor connotativo) le ofrecen las estructuras y sintagmas seleccionados y qué

asociaciones de significado útiles le permiten realizar.

Desarrollo de la comprensión global. Resulta necesario para avanzar en el proceso de

lectura.

Las dos estrategias precedentes permitirán al lector aprendiz establecer relaciones

lecto-informativas clave dentro del texto y sumar a ellas cierta información pragmática

(provisional o no) que le encamine hacia la finalidad lecto-comunicativa buscada.

Prevalece en este aspecto una comprensión denotativa del fragmento sobre la

valoración connotativa. Pues desde nuestro punto de vista, se necesita una relectura

comprensiva del texto y de carácter denotativo que permita rescatar aquellas

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informaciones explícitas que han pasado desapercibidas para el lector y que son la

antesala de lo que realmente se busca (pues no olvidemos que, en ocasiones, la

acumulación de datos y saberes puede convertirse en una amalgama sin sentido de

significaciones explícitas e implícitas que acaban perturbando al lector).

Elaboración de una interpretación.

La integración adecuada de los saberes y los núcleos de contenido permite inferir y

procesar adecuadamente la información implícita y establecer relaciones y

asociaciones correctas a partir de aquello que se ha mencionado explícitamente.

Permite también que el lector pueda ampliar sus impresiones iniciales y realizar una

comprensión más profunda y específica de lo leído.

La reflexión y valoración de la forma de un texto.

Se ocupan de las estructuras y rasgos formales del texto. Implica recurrir a

conocimientos previos y externos del texto para relacionarlos con lo que se está

leyendo. Y en nuestro caso, al tratarse de textos literarios requiere, también, la

activación por parte del lector de su intertexto lectoliterario.

La reflexión y la valoración del contenido de un texto.

Se preocupan por los elementos conceptuales del texto e implica, también, recurrir a

conocimientos previos y externos del texto para relacionarlos con lo que se está

leyendo. Sin olvidar las aportaciones que el lector obtiene de su intertexto lectoliterario

y saberes puramente metaliterarios, pues nos enfrentamos a la lectura de textos de

intención estética.

Fuente. Elaborado a partir del marco de lectura PISA (2009: 50-51).

Antes de seguir adelante, conviene tener en cuenta que el estudio PISA organiza

para mostrar los resultados los cinco aspectos que guían la elaboración de sus ejercicios

y que nosotros desglosamos en seis en tres grandes categorías. De manera que la

relación entre el marco de lectura y las categorías aspectuales que se estudian quedan

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agrupadas de la siguiente forma:

Cuadro 17. Relación entre el marco de lectura y las categorías aspectuales.

ASPECTOS

“Estrategias mentales, enfoques o fines que los lectores

utilizan para negociar el modo de introducirse en los

textos y la manera de moverse en torno a ellos y entre

ellos” PISA (2009:50).

CATEGORÍAS

La obtención de información.

Acceder y obtener.

El desarrollo de la comprensión global. Integrar e interpretar.

La elaboración de una interpretación.

La reflexión y valoración del contenido de un

texto. Reflexionar y valorar.

La reflexión y valoración de la forma de un texto.

Fuente. Elaborado a partir del marco de lectura PISA (2009:50).

Esta descripción permite comprender la relación existente entre los aspectos del marco

de lectura considerados objeto de estudio y las tres categorías aspectuales generadas a

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155

partir de los fines lectores establecidos para el estudio y análisis de las cuestiones

planteadas.

Cuadro 17. Relación entre el marco de lectura y las subescalas de aspecto.

Fuente: Marco de lectura de PISA (2009:51).

Las relaciones entre el marco de lectura y las subescalas que ofrece el estudio de

PISA (2009) nos permiten agrupar los instrumentos de valoración del acto lectoliterario

en relación a tres grandes categorías incluyendo en cada una las estrategias de lectura

correspondientes según los fines descritos en ellas.

La categoría acceder y obtener implica la identificación y localización de estructuras

textuales concretas que incluyan uno o más datos diferentes de los demandados en la

actividades lectoliterarias.

La categoría integrar e interpretar implica decodificar adecuadamente lo que se lee y

otorgar a las estructuras sintácticas el significado adecuado dando sentido interno al

texto. La interpretación toma base el proceso de elaboración del significado a partir de

algo que se ha mencionado, infiriendo por ejemplo la connotación de una frase u

oración o deduciendo ciertas informaciones implícitas generadas a partir de la suma de

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diferentes ideas explícitas. Pues un lector, cuando interpreta está identificando las ideas

o implicaciones que subyacen a todo o a parte del texto. Y la integración toma como

centro demostrar que se comprende la coherencia del texto (abarcando desde el

reconocimiento de la coherencia local entre dos oraciones adyacentes, hasta la

comprensión de la relación entre varios párrafos, o el reconocimiento de las relaciones

existentes entre múltiples textos.)

En este sentido, tanto la interpretación como la integración serán necesarias para

desarrollar una comprensión global del texto y permitir que los lectores puedan ampliar

y concretar sus primeras valoraciones e ideas generales hasta llegar a la comprensión

específica del texto y alcanzar el nivel de eficacia lectoliraria requerido de lo que han

leído.

Por último, la categoría reflexionar y valorar permite recurrir a conocimientos o

comportamientos extratextuales y relacionarlos con la información ofrecida en él y con

los propios saberes y de experiencia personal el lector aporta (intertexto del lector).

Pues a través de las preguntas de reflexión los lectores pueden consultar sus propias

experiencias o conocimientos previos para comparar, contrastar o formular hipótesis. Y,

a través de las preguntas de valoración pueden realizar su propia interpretación crítica

recurriendo a criterios externos al texto.

Desde esta perspectiva, las estrategias lectoras destinadas a la reflexión y valoración del

contenido de un texto permiten al lector interrelacionar la información explícita que

aparece en las estructuras textuales con la información que aporta su propio intertexto

lector y lectoliterario (conocimientos previos, referentes conceptuales y de experiencia

personal, etc.).

Por su parte, las estrategias lectoras destinadas a la reflexión y valoración de la forma de

un texto permitirán al lector focalizar su atención desde una perspectiva puramente

formal y objetiva del texto: estructura textual, disposición formal de la información y

adecuación de los aspectos formales del mismo a partir de su contenido (calidad y

relevancia de los diferentes aspectos por separado y en conjunto).

Información y aspectos que en su conjunto no se conciben como independientes e

inconexos, sino más bien como interrelacionados e interdependientes. Ya que, desde la

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perspectiva cognitiva del procesamiento informativo puede considerárseles

semijerárquicos: no es posible interpretar o integrar información sin haberla obtenido

antes y no se puede reflexionar sobre ella o valorarla sin haber realizado algún tipo de

interpretación.

Cuadro 18. Relación entre el ejercicio, el texto y los aspectos en el medio impreso.

Fuente: Marco de lectura PISA (2009:58).

El esquema que se presenta permite visualizar las relación que se establece entre

las diferentes estrategias lectoras y la importancia y función de cada una de ellas en el

proceso lectoliterario que en nuestro estudio valoramos.

Uno de los aspectos más interesantes que ha incorporado el modelo de evaluación

de la competencia lectora de los informes PISA es la selección de los textos a partir de

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las finalidades tomando en consideración no solo lo que pudiéramos considerar la

tipología de los textos, sino también la finalidad lectora de las implicaciones

pragmáticas de los diferentes tipos de textos. A partir de esta consideración nos

plateamos qué tipologías textuales permitirían abordar con más eficacia los objetivos

que buscábamos, teniendo en cuenta que nuestro interés se centra exclusivamente en los

mensajes de intención estética. Tomando en consideración que la elección de los textos

y las cuestiones empleadas en el estudio deben garantizar la adecuada intervención

lectora e ir dirigida a alcanzar la finalidad programada: valorar el desarrollo de las

habilidades y destrezas lectoras de los alumnos mediante actividades formativas

(estrategias lectoras) que les faciliten y garanticen, desde el punto de vista didáctico

(cognitivo y pragmático), la implicación del sujeto lector como receptor en la

comprensión e interpretación personal del discurso literario en el aula (y, por extensión,

en su vida diaria mejorando su competencia lectoliteraria).

Por esta razón optamos por centrar nuestra atención en el desarrollo de la narración y

de la descripción, modalidades textuales con mayor presencia tanto en los actos

comunicativos orales y escritos y con una presencia altamente significativa en los textos

literarios (al alumnado le resulta mucho más familiar y menos compleja, aparentemente,

la lectura de textos narrativos que la de textos de naturaleza poética). Pero, además,

como dejamos esbozado en el cuadro explicativo siguiente, permiten planteamientos

lectores que facilitan la mayor parte de las habilidades lectoras que pretendemos valorar.

La distribución de la tipología textual en las pruebas elaboradas se resume de la

siguiente manera:

Cuadro18. Distribución de la tipología textual en las pruebas.

PRUEBA INICIAL

PRUEBA FINAL

TEXTO

TIPOLOGÍA

TEXTUAL

TEXTO

TIPOLOGÍA

TEXTUAL

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Texto I

Descripción

Texto I

Descripción

Texto II

Descripción

Texto II

Descripción

Texto III

Narración

Texto III

Narración

Los aspectos que se permiten trabajar a partir de la tipología seleccionada de los textos

que se integran en las pruebas los podemos resumir de la siguiente manera:

La narración no solo es la modalidad textual que puede combinarse con cualquier

otra (argumentación, descripción y exposición-explicación) sino que, además, permite

ser empleada con diferentes fines: informar, entretener, explicar, persuadir y analizar

favorece la interpretación no solo de lo que se cuenta sino, también, de las

implicaciones relacionadas con el “cómo se cuenta” (análisis del discurso que permite

determinar quién cuenta la historia, el orden cronológico de la misma –si hay o no

alteraciones en los hechos-, los tipos de discurso, etc.).

La descripción es la modalidad textual básica y complementaria (presente en el

género narrativo sobre todo, pero se da también en otros géneros literarios) que permite

comunicar pensamientos, sensaciones, sentimientos, etc. mediante la representación

lingüística de objetos, paisajes, personas o procesos (reales o imaginarios). Pero también

cualidades del objeto o ser que sirven para definirlo (naturaleza y clase, forma, tamaño,

color…) para indicar las partes de las que consta, las circunstancias espaciales o

temporales en las que se halla, las relaciones con otros objetos o seres y el punto de

vista desde el que se describe (si se describe desde la perspectiva del emisor –la

descripción puede ser objetiva o subjetiva-, o si se describe desde la posición del emisor

–visión estática, describe solo lo que enfoca la mirada en una posición única o visión

cinética, refleja el movimiento de la mirada de afuera hacia dentro (o al revés), de lo

general a lo particular (o a la inversa), o de un objeto a otro.).

La etapa del Bachillerato tiene como objetivo consolidar todo aquello que el

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adolescente ha ido aprendiendo en las anteriores etapas educativas (educación

lingüística y literaria) y seguir fomentando el desarrollo de la competencia comunicativa

y lectora y lectoliteraria de la persona. De ahí que resulte importante que el discente

aprenda a reflexionar sobre los diferentes modelos textuales básicos y a reconocer en

ellos sus características fundamentales otorgándoles durante su actividad lectora el valor

lingüístico –literario que les corresponde. Conocimientos que le servirán de ayuda para

comprender e interpretar los textos de intención estética que lee.

De este modo, la selección de las modalidades textuales tiene la finalidad de

diseñar un escenario de lectura que abarque en sus diferentes posibilidades los modelos

básicos de la literatura canónica. Pues en opinión de Antonio Mendoza que cita a W.

Iser:

“como explicó W.Iser (1976), comprender un texto es también interpretarlo en su

propio género; o sea que el enmarcarlo en su específica tipología textual es

parcialmente comprendido según lo que pensamos que es. Gracias al

reconocimiento de conexiones que genera la actividad del intertexto lector, se

potencian las habilidades de recepción y de valoración personal” (2001: 97-98).

Ofrecemos ahora un análisis de los textos seleccionados para las dos pruebas a

partir de las habilidades lectoras que se pretenden evaluar y los registros de

comprensión lectora que significan. Seguimos en este proceso las líneas marcadas por el

Grupo de Investigación cuyo instrumento de valoración estamos siguiendo.

TEXTO 1:

El Dómine Cabra.- “Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza

pequeña, pelo bermejo […] Los ojos, avecinados en el cogote, que parecía que miraba

por cuévanos; tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de

mercaderes; la nariz entre Roma y Francia, porque se le habían comido de unas bubas

de resfriado, que aún no fueron de vicio, porque cuestan dinero; las barbas, descoloridas

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de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas;

los dientes, le faltaban no sé cuántos y pienso que por holgazanes y vagabundo se los

habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz; los brazos, secos; las manos,

como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o

compás, con dos piernas largas y flacas”.

Quevedo. Historia de la vida del Buscón llamado Don Pablos.

Este primer texto, de carácter descriptivo, ofrece al lector un breve retrato del

Dómine Cabra (personaje de la obra Historia de la vida del Buscón llamado don

Pablos de Francisco de Quevedo). Características físicas y psíquicas del personaje que

el alumno, a partir de sus conocimientos previos y de su actividad individual de

recepción debe ser capaz de reconocer y de establecer las relaciones lingüístico-

comunicativas y pragmáticas que entre los referentes textuales y contextuales se

producen.

Actividades cognitivas que nos permiten valorar si el lector aprendiz accede y obtiene la

información textual de forma eficaz y es capaz de dar cuenta de dicha lectura o si, por el

contrario, encuentra dificultades a la hora de inferir la información relevante y que las

estructuras textuales le ofrecen.

Con la cuestión A) Señala algunas características físicas y psíquicas del Dómine

Cabra pretendemos conocer si el alumno accede adecuadamente a la información

directa del texto y comprende eficazmente el significado denotativo del mensaje y si es

capaz de reconocer la diferencia existente entre las características físicas (información

explícita) y psíquicas (información implícita que debe inferir) del personaje.

Si esto es así, comprobaremos que el alumno es capaz de buscar, localizar y ordenar los

núcleos de información requeridos (actividades cognitivas que ponen de manifiesto el

uso adecuado de las estrategias de lectura) y de obtener uno o más datos relevantes que

lo verifiquen. Actividad que nos permitirá ir más allá y averiguar hasta qué punto el

lector aprendiz selecciona y reconoce los datos, y establece una correspondencia entre

los datos que figuran en la cuestión y la información expresada de forma idéntica o

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162

sinonímica en el texto.

Si tenemos en cuenta las apreciaciones de PISA (2009) sobre la habilidad para

obtener, reconocer, y valorar la información, podríamos afirmar que

“mientras que la obtención describe el proceso de selección de la información

exigida, el acceso –y desde nuestro punto de vista y siguiendo los apartados

descritos en nuestro estudio el reconocimiento- explica el proceso de llegada al

lugar, al espacio de información donde se encuentra la información requerida. En

el caso de algunas preguntas, sólo es necesario obtener información […] donde

esta se ve de forma inmediata y donde el lector sólo tiene que seleccionar el

material relevante en un espacio de información claramente definido” (PISA

2009: 52).

Por otra parte ciertas preguntas, como en nuestro caso el apartado de las

características psíquicas el proceso de acceso y obtención de la información implica

destrezas lectoras añadidas (herramientas y estrategias lectoras específicas) que

permitan localizar, identificar y reconocer aquellas unidades de información que

implícitamente, y en relación con el significado y comprensión global del texto, le

permitan procesar e inferir los núcleos de significado buscados y elaborar las relaciones

oportunas (es decir, elaborar el significado a partir de algo que no se ha mencionado de

forma explícita). En este último sentido didáctico-cognitivo (aunque la cita resulta un

poco larga creemos que resulta esclarecedora y nos ahorra otros comentarios) podemos

afirmar con Pisa que:

“integrar e interpretar supone procesar lo que se lee para que un texto tenga

sentido interno. La interpretación hace referencia al proceso de elaboración del

significado a partir de algo que no se ha mencionado. Puede suponer el

reconocimiento de una relación no explícita o requerir,…, que se infiera la

connotación de una frase u oración. Un lector, cuando interpreta, está

identificando las ideas o implicaciones que subyacen a todo o parte del texto.

La integración se centra en demostrar que se comprende la coherencia del texto.

Puede abarcar desde el reconocimiento de la coherencia local entre dos oraciones

adyacentes, hasta la comprensión de la relación entre varios párrafos, o el

reconocimiento de las relaciones existentes entre múltiples textos. En cada caso, la

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163

integración supone la conexión de varios datos para elaborar el significado, ya sea

identificando similitudes y diferencias, realizando comparaciones de nivel o

comprendiendo las relaciones causa-efecto.

Tanto la interpretación como la integración son necesarias para desarrollar una

comprensión global. […] Están también presentes en la elaboración de una

interpretación, en la que los lectores deben ampliar sus impresiones generales

iniciales, de modo que puedan desarrollar una comprensión más profunda,

específica o completa de lo que han leído. […] Los lectores deben procesar la

organización de la información en el texto. Para ello, deben demostrar que

comprenden la cohesión del texto, aunque no puedan explicar de forma explícita

en qué consiste. […]” (PISA, 2009: 53).

Cuestión B) ¿Quién es Francisco de Quevedo? ¿Podrías ubicarlo en su tiempo?

¿Qué crees que aportó Quevedo a la literatura española de su momento?

Estas tres cuestiones se le plantean al alumno con el objetivo de poner en

funcionamiento sus conocimientos previos (generales y universales), sus saberes

literarios (saberes específicos adquiridos durante su formación académica), y, de manera

especial, en qué medida es capaz de activar su intertexto literario y lectoliterario.

Ejercicios mentales y de revisión (recopilación de la educación literaria recibida en el

aula) basados, sobre todo, en la reflexión y la valoración, que en la línea de lo

establecido por PISA tiene implicaciones especialmente relevantes:

“Reflexionar y valorar consiste en recurrir a conocimientos, ideas o

actitudes externas al texto para relacionar la información facilitada en él con los

propios marcos de referencia conceptuales y de la experiencia.

Las preguntas de reflexionar pueden definirse como aquellas en las que se

pide a los lectores que consulten sus propias experiencias o conocimientos para

comparar, contrastar o formular hipótesis. Las preguntas de valorar son aquellas

en las que se pide a los lectores que realicen una valoración recurriendo a criterios

externos al texto” (2009: 55).

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Cuestión C) ¿Podrías señalar dos rasgos de este texto que nos permitan situar el

fragmento en la novela picaresca?

Esta última cuestión integra en un todo los aspectos tratados en los apartados (a) y

(b), pues requiere que el alumno no solo acceda correctamente a la lectura del texto

localizando y ordenando los núcleos de información pertinentes para obtener y

reconocer aquello que le permitirá situar el fragmento en la corriente picaresca sino que,

además, requiere que la lectura le permita integrar e interpretar adecuadamente aquello

que el texto le comunica para que la reflexión y valoración tengan sentido y dirijan su

interpretación personal en pro de la intención comunicativa requerida en la cuestión.

Esto es, el alumno debe ser capaz de conectar la información textual con sus

conocimientos previos y saberes literarios (conocimientos propios del alumno externos

al texto), detectar en el fragmento elementos-clave que le permitan dirigir,

adecuadamente, sus razonamientos y utilizarlos como ejemplo concreto –rasgos

textuales- para alcanzar el objetivo específico reseñado. Observamos, también, en esta

cuestión si el lector es capaz de activar su intertexto lector y lectoliterario aplicando los

saberes que estos le proporcionan y los conocimientos de carácter literario (caracteres

conceptuales específicos) que posee a sus tareas lectoras. Actitud y actuación que, desde

nuestro punto de vista, le proporcionarán claves esenciales y didáctico-funcionales

constructivas y significativas que le ayudarán a interpretar con eficacia el texto de

intención estética.

TEXTO 2:

Cinco horas con Mario. Miguel Delibes. Editorial Austral

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165

Cuestión

A) El texto 2,

¿se trata de un

texto literario o

no literario?

¿Por qué?

En esta

cuestión el

alumno se

enfrenta a un

texto literario un

tanto diferente al

que no suele estar acostumbrado. No se le ofrece un texto narrativo explícito, sino que

se le presenta una esquela mortuoria convencional a la que se le añaden, como

corresponde, los datos de información paratextual necesarios que manifiestan que se

trata de un texto incluido en la novela Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, y en

el que se nos informa (texto literario de carácter informativo-descriptivo) del

fallecimiento de Mario Díez Collado. Se trata, por tanto, de que el alumno sea capaz de

reconocer estos datos, integrarlos (esto es, procesar lo que se lee para que el texto

adquiera sentido interno), interpretarlos (elaborar el significado a partir de los datos

concretos y paratextuales que la esquela mortuoria le ofrece) y ser capaz de relacionar el

conjunto de información explícita que posee con sus conocimientos previos (saberes

literarios, culturales y pragmáticos) y lectoliterarios. Desde esta perspectiva podrá el

lector inferir a partir de la información que posee y de la que le ofrece el texto en sus

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166

diversas modalidades el significado connotativo que las estructuras textuales y

paratextuales le ofrecen y valorar el contenido del texto basándose en sus propias

experiencias y conocimientos o en la información hallada en otros textos (intertexto

lectoliterario).

Capacidades cognitivas que le ayudarán a reflexionar, desde un punto de vista

pragmático y funcional, sobre la forma del texto (comprensión objetiva) y a valorar su

relevancia (importancia de los rasgos paratextuales) como fuente de conocimiento y

aprendizaje en busca del objetivo específico reseñado.

Cuestión B) ¿Crees que se trata de un texto antiguo o moderno? ¿Por qué?

(Escribe 2 ó 3 razones que justifiquen tu respuesta).

Si el lector aprendiz ha conseguido interpretar en mayor o menor medida el texto

ofrecido le será posible justificar o razonar si considera que se trata de un texto antiguo

o moderno.

En realidad se trata, más bien, de una cuestión subjetiva, pues para muchos la fecha que

aparece en la esquela mortuoria de Mario Díez Collado, 24 de marzo de 1966, puede

resultar antigua o no. Es probable, que si considera antiguo el texto lo haga por otros

motivos, como por ejemplo la expresión y redacción de los acontecimientos y

exposición de los datos (“Su desconsolada esposa...”; “conducción del cadáver…”,

etc.)

Con esta cuestión se pretende que el alumno sea capaz de descubrir en el texto cierta

información que le resulte diferente y distante a la realidad de hoy en día y que le

permita afirmar por qué considera que se trata de un texto antiguo.

Se intenta que el receptor elabore hipótesis lectoras, establezca conexiones (reflexione y

valore) entre la información que le transmite el texto y sus conocimientos previos

(contexto pragmático, saberes literarios, paralingüísticos, culturales) en pro de una

comprensión (integración y relación de las unidades sintácticas y semánticas del texto) e

interpretación pragmática, eficaz y significativa de la lectura literaria realizada.

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TEXTO 3:

Prólogo “Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como

hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que

pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza, que en ella

cada cosa engendra su semejante. Y, así, ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado

ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de

pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró

en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su

habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los

cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las

musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de

maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el

amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las

juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires.

Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote, no quiero irme con la

corriente, ni suplicarte casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector

carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres, que ni eres su

pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más

pintado, y estás en tu casa, donde eres señor de ella, como el rey de sus alcabalas, y

sabes lo que comúnmente se dice, que <<debajo de mi manto, al rey mato>>, todo lo

cual te exenta y hace libre de todo respeto y obligación, y, así, puedes decir de la

historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal ni te

premien por el bien que dijeres de ella.”

Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.

Edición del IV Centenario, RAE. Alfaguara.

Cuestión A) ¿Quién es el receptor de este mensaje? ¿Qué implica para ti que el

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168

lector de la novela sea un “desocupado lector”?

El texto que se les ofrece a los alumnos pertenece la Prólogo de la primera parte

de El Quijote y se inicia con la apelación directa al lector, Desocupado lector. Es por

esto por lo que nuestras dos primeras preguntas se centran en averiguar quién es el

receptor del mensaje.

Si analizamos objetivamente estas dos cuestiones podemos comprobar que la segunda

es la propia respuesta de la primera pues en la primera cuestión se le plantea que indique

quién es el receptor del mensaje y en la segunda se le plantea que valore qué implica

para él o ella que el lector de la novela sea un “desocupado lector”.

Sin duda, un juego de palabras significativo y constructivo que, desde nuestro punto de

vista, posee cierta información estratégica (el alumno puede aprovechar dicha expresión

para valorar que su respuesta es positiva y los caminos interpretativos creados a partir

de la lectura y la comprensión del texto es la adecuada).

No obstante, este planteamiento debe ser considerado como complementario,

buscamos que el lector aprendiz en este tercer texto sea capaz de reconocerse como

destinatario del mismo. Que cuando acceda a la lectura sepa buscar y localizar los datos

relevantes necesarios para obtener la información requerida, pues coincidimos con lo

expuesto en Llinares cuando se afirma que

“no es garantía suficiente para comprender el significado de un texto el

conocimiento del valor léxico de todas y cada una de las palabras que lo

integran. La consideración del texto como sistema cerrado que selecciona un

ámbito significativo propio, el delimitado por el contexto lingüístico que lo

integra, demanda la consideración de niveles de descodificación superiores al

léxico. […] Estos elementos demandan la puesta en funcionamiento de distintas

capacidades que aunque, pudieran integrarse de manera global en lo que

venimos llamando la competencia lingüística del lector, tienen un componente

paratextual y extratextual y ponen en funcionamiento mecanismos específicos de

cuyo funcionamiento depende la conversión de las unidades lingüísticas en

unidades significativas de carácter discursivo, textual y pragmático” (2009:40).

Consideraciones que nos sirven para centrar nuestro interés en el análisis de las

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actividades cognitivas acceder, obtener y reconocer la información explícita (capacidad

de identificar las ideas clave de los detalles secundarios) según la finalidad lectora

requerida y en valorar si el lector aprendiz es capaz de proyectar una expectativa de

respuesta coherente que permita interpretar (capacidad de gestionar la información y

comunicarla) la expresión citada Desocupado lector otorgándole el enfoque

comunicativo solicitado.

Proceso lector que se centra sobre todo en las capacidades (actividades cognitivas) de

inferir y comunicar. Se trata de dos estrategias lectoras de enorme relevancia en el

proceso que nos ayudan a valorar de manera más ajustada el desarrollo de la capacidad

lectora del alumnado. Una aproximación conceptual que nos parece especialmente clara

y significativa la encontramos en el mencionada monografía del Grupo de investigación

del Departamento de Innovación y Formación Didáctica que define ambas estrategias

de la manera siguiente:

Inferir “predecir o adelantar informaciones posteriores a partir de la que se

recibe progresivamente en el desarrollo del proceso o de la que posee el lector

acerca de los elementos referenciales sobre los que versa el texto que lee.” Pues

“la inferencia, así entendida, permite la creación de expectativas de información

en el sujeto lector, lo que determina el proceso de identificación, reconocimiento

y aceptación o refutación de las nuevas informaciones. Tiene un carácter

inductivo y se fundamente en la operación cognitiva que permite elaborar, a

partir de la proyección valorativa de las informaciones (parciales) recibidas en el

proceso sobre los saberes lingüísticos, enciclopédicos o biográficos del lector,

una o varias expectativas sobre las informaciones posteriores” (Llinares 2009:

41).

Comunicar “acción cognitiva que permite al lector producir una propuesta

comunicativa sobre el contenido del mensaje que está leyendo pensando en la

explicitación ante un tercero de los procesos desarrollados en el acto lector. Dar

cuenta de la funcionalidad de esta capacidad en procesos lectores implica

plantear una respuesta del lector atendiendo a dos modalidades:

- La explicitación metalingüística sobre aspectos concretos del proceso lector y

la información procesada.

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170

- La proyección de la eficacia lectora en propuestas de “actuación explícita” que

supongan la comprensión (en el sentido global y generalizador del término) de la

propuesta textual y la toma en consideración del conjunto comunicativo que

implica el texto” (Llinares, 2009: 44).

Uno de los aspectos más interesantes de la evaluación de la capacidad lectora a través

de la comunicación o explicitación radica, precisamente, en la necesidad de emplear una

habilidad diferente (la expresión) para dar cuenta de los frutos que se han obtenido en

otra (la comprensión); las dificultades derivadas del hecho de que no es lo mismo

comprender un texto que no ser capaz de dar cuenta eficaz de lo que se ha comprendido,

abre un espacio de reflexión muy interesante a la hora de evaluar el nivel de desarrollo

de la comprensión lectora. Las cuestiones que se proponen pueden favorecer el camino

de la inferencia y de la comunicación de los resultados de dichas inferencias.

Cuestión B) ¿Por qué dice Cervantes “… soy padrastro de don Quijote”?

Después de la(s) primera(s) lectura(s) realizada(s) por el sujeto lector, damos por

sentado que sí ha sido capaz de reconocer al destinatario del texto y de comprender por

qué el emisor se dirige, en concreto, a un desocupado lector y le presenta su obra como

un puro entretenimiento y deleite. Comprensión global que ha realizado gracias a que ha

sido capaz de integrar e interpretar el texto como un todo o desde una perspectiva

general.

Sin embargo, ahora en esta segunda cuestión le pedimos que amplíe sus

interpretaciones generales y que realice, a partir de un contexto más concreto y del

significado de una secuencia sintagmática específica, una comprensión más profunda y

específica de lo que ha leído. Ideas que le permitirán relacionar la información facilitada

con sus conocimientos conceptuales previos y sus propias actitudes y experiencias

externas. Esto es, reflexionar y valorar a partir del contenido del texto estableciendo el

significado de la secuencia y aportando argumentos o pruebas que evidencien que sí la

ha comprendido y que, además, a partir de ese fin concreto ha conseguido reforzar su

comprensión e interpretación global del texto.

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Cuestión C) Lee con atención la secuencia subrayada e indica qué significado

adquiere la expresión: “… [y que] tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío…”?

En esta cuestión, de nuevo, se ponen de manifiesto los mismos objetivos

específicos que en la cuestión B descrita: utilidad de un fragmento concreto para un

determinado fin y la valoración del uso que el emisor hace de esos rasgos textuales o

secuencias textuales concretos alcanzar el objetivo específico reseñado.

Pero con esta cuestión buscamos que el lector dé cuenta de otra estrategia de

lectura que resulta de especial utilidad en la lectura de mensajes de intención estética, se

trata de aplicar a una información un concepto o una idea, un modelo conocido por el

lector lo que le permite reconocer, a partir de las relaciones con dicho modelo, y valorar

la información sobre la que se aplica el modelo.

En este sentido, podemos afirmar que

“Por modelizar entendemos la capacidad para aplicar a casos particulares un

principio de carácter general (que debe ser conocido implícita o explícitamente

por el lector a partir de su competencia comunicativa y lectora), es decir, la

capacidad de “construir” o generar secuencias textuales nuevas a partir de datos

acumulados en el proceso lector y los principios del conocimiento explícito del

código comunicativo produciendo estructuras informativas eficaces y adecuadas

desde el punto de vista pragmático, coherentes desde el punto de vista lógico y

normativas desde el punto de vista lingüístico. Se trata de una capacidad

relacionada directamente con la de inferir puesto que actúan de manera

concordante en el proceso de lectura.

Aplicando al proceso lector los planteamientos desde la cognición situada, el

modelo debe reflejar tanto una representación mental de una situación cognitiva,

como los medios puestos en funcionamiento para desarrollar dicha situación

(identificar, reconocer, comunicar…)” (Llinares: 42-43).

Cuestión D) A partir de la información que te ofrece este prólogo y de lo que tú

sepas sobre El Quijote, explica en dos o tres líneas cuál crees que fue la intención (o

la finalidad) de Cervantes al escribir esta novela.

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172

En último lugar presentamos una cuestión globalizadora en la que el sujeto lector

debe formular, a partir de los datos expuestos en el fragmento (actividades cognitivo-

lectoras basadas en identificar, obtener, reconocer, integrar, interpretar… información

estratégica) y lo aportado por él mismo (conocimientos previos, saberes literarios y

específicos, intertexto lector y lectoliterario), ciertas valoraciones e interpretaciones

personales que generen una opinión propia y fundamentada y que permitan reconocer

que ha comprendido el texto (recepción estética adecuada) y que justifica sus opiniones

aportando argumentos que confirmen el objetivo específico buscado.

“Esto implica que los individuos interpretan sus experiencias utilizando

sistemas conceptuales internos (constructos) cuya función, que se hace explícita

también en los procesos lectores, es identificar, seleccionar, organizar y

transformar la información, infiriendo adecuaciones o inadecuaciones respecto

de los constructor o modelos conceptuales con los que cuenta el lector y desde

los que parte en la actuación lectora” (Linares 2009: 42-43).

Para construir nuevas secuencias textuales (semejantes, dispares, contrarias) el

emisor debe conocer no sólo las unidades simbólicas que se integran en el código

lingüístico, sino el conjunto de reglas y normas que definen su funcionamiento dentro

del sistema y que están integradas como modelos conceptuales y operativos. Pero esta

capacidad se manifiesta en los procesos lectores de manera puramente cognitiva por lo

que sólo podrá evidenciarse, como decíamos antes, al explicar el término “comunicar”,

a través de secuencias textuales de “actuación” producidas por el emisor a propósito de

las construcciones generadas en dicho proceso. De ahí que resulte imprescindible

analizar “actos de habla” producidos por el lector en formulaciones explícitas que

procuren la información requerida que se pretende evaluar.

Creemos que el proceso de reconocimiento de unidades de diferente nivel

funcional (morfológico, léxico, sintáctico, semántico) que conforman un mensaje y el de

las reglas lingüísticas y pragmáticas que permiten identificarlas como gramaticales,

coherentes, adecuadas y eficaces es también un instrumento que evidencia la actividad

de esta capacidad en el proceso lector. Al mismo tiempo, al hacer explícito el

reconocimiento mediante las respuestas a cuestiones referidas al mismo, se evidencia la

proyección más fiable de dicha capacidad. Ambas vertientes de análisis podrán

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proporcionarnos una perspectiva integradora para valorar el desarrollo la capacidad

“modelizar”.

(B)

PRUEBA FINAL: COMPETENCIA LECTOLITERARIA

Esta segunda prueba es necesariamente equivalente a la anterior y se basa, como

veremos a continuación en opciones de valoración de la comprensión lectora semejantes

a las que hemos incluido en la primera prueba. No se trata de repetir la misma prueba

(pues los resultados vendrían mediatizados por el recuerdo de la lectura anterior) sino de

gestionar una prueba equivalente que nos ofrezca nuevos datos sobre el desarrollo de la

comprensión lectora sobre los que proyectar el análisis comparativo. Si la prueba no

fuera equivalente, los datos obtenidos no podrían relacionarse directamente con los

obtenidos en la primera.

Se trata pues de una prueba paralela a la anterior que ofrece instrumentos muy

semejantes y en todo equivalentes a la precedente, como podrá comprobarse cuando se

establezca la relación explícita entre los textos y las cuestiones de ambas pruebas.

Por otra parte, también nos permitirá valorar y analizar si las propuestas de

actuación didáctica realizadas en el aula al Grupo Experimental (GE) y encaminadas a

conseguir niveles de desarrollo y asentamiento de la competencia lecto-literaria eficaces

y funcionales han resultado significativas y constructivas para dicho grupo y si nos

permiten observar que sí se ha producido una mejora directa de los resultados con

respecto a la comprensión lecto-literaria del alumando.

TEXTO 1:

Fortunata y Jacinta

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[Una casa de vecinos]

“[…] Segunda Izquierdo era una mujerona corpulenta y con la cara arrebatada1, el

pelo entrecano. Se parecía bastante a su hermano José; pero no conservaba tan bien

como éste la hermosura de aquella raza de gente guapa2 porque las miserias, las

enfermedades y la vida aperreada de los últimos años habían hecho efectos devastadores

en su cara y cuerpo. Los que trataron a Segunda en su edad de oro apenas la conocían

ya, porque su cara estaba llena de costurones, y en el cuello y quijada inferior llevaba

unas rúbricas que daban fe de otros tantos abscesos3 tratados quirúrgicamente. El ojo

derecho no estaba ya todo lo abierto que debía, a causa de una rija4, y el párpado

inferior del mismo había adquirido notoria semejanza con un tomate a consecuencia de

la aplicación de un puño cerrado, de lo que resultó una inflamación que vino a parar en

endurecimiento. Ni aun su hermosura dentada conservaba Segunda, pues un año hacía

que empezaban a emigrar las piezas unas tras otra. El cuerpo se iba pareciendo al de una

vaca que se pusiera en dos pies.”

Pérez Galdós, Benito (1975). Obras completas. Novelas, II. Madrid: Aguilar.

[1arrebatada: enrojecida.

2guapa: achulapada.

3absceso: acumulación de pus pajo la piel, tumor.

4rija: fístula, corte que se hace debajo del lagrimal, por el que fluye pus, moco o

lágrimas.]

En general, las cinco cuestiones que se formulan para este Texto 1 se centran,

principalmente, como ocurría en la prueba inicial con el texto de Quevedo, en el proceso

de descodificación (actividades cognitivas que ha de reconocer el alumno e identificar la

información que transmite el texto e inferir u obtener informaciones nuevas a partir de

las que ya tiene –desde un punto de vista pragmático y funcional-).

Cuestión 1) ¿Con qué expresión designa el narrador un momento brillante de la

protagonista?

En este texto I se describe al personaje de Segunda Izquierdo en plena decadencia

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física (degradación exagerada del personaje). De ahí, que al alumno no le sea difícil

reconocer, desde una perspectiva general, la descalificación de Segunda Izquierdo, su

deterioro y el alcance de éste. Sin embargo, puede ser que tras esta descripción

decadente y, en ocasiones, negativa sí le resulte más difícil detectar el momento

brillante de la protagonista que solicita el enunciado (punto de contraste entre lo

negativo y lo positivo).

Por tanto, siguiendo las directrices hasta ahora expuestas en la prueba de

Comprensión Lectoliteraria Inicial podemos afirmar, también, que en esta ocasión se le

pide al alumno que a partir de su actividad individual de recepción sea capaz de

reconocer y establecer las relaciones lingüístico-comunicativas y pragmáticas necesarias

que entre los referentes textuales y contextuales se producen. Y para ello, será necesario

que el lector dé pruebas evidentes de que ha sido capaz de activar sus estrategias

lectoras y de reconocer en la expresión su edad de oro el objetivo específico requerido.

El sujeto lector no solo localiza (accede), obtiene y reconoce los datos relevantes sino

que además es capaz de comprender denotativa y connotativamente el contenido del

texto: señala la expresión concreta y la relaciona con el momento evolutivo que le

corresponde de manera clara (la juventud más pletórica en contraste con la decrepitud

actual), lo que le permite valorar e interpretar la secuencia descriptiva desde otro ángulo

y con una visión más amplia del contenido.

La segunda cuestión formulada, 2) ¿Qué representa ese momento?, permite al

lector retomar la lectura releyendo lo expuesto (descripción degradada del personaje) y

comprendiendo que todo gira en torno a la comparación vejez-juventud (deterioro

significativo y exagerado del personaje Segunda Izquierdo), ya que si valoramos e

interpretamos la expresión textual seleccionada parece tener sentido dicha exageración –

Segunda Izquierdo en su juventud era una mujer conocida por sus bellos rasgos y por la

fama de la que gozaba-. Suposición que permite al lector aprendiz aseverar

positivamente las conclusiones lectoras alcanzadas en la cuestión.

La cuestión 3, ¿Crees que el narrador manifiesta una actitud valorativa del

personaje? ¿En qué sentido?, busca ante todo la opinión del lector aprendiz. Esto es,

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generar (antes de seguir avanzando) una fase de lecto-reflexión que le permita valorar el

contenido del texto y la forma del mismo desde una perspectiva globalizadora,

confirmar que sus expectativas e inferencias lectoras se corroboran y que el proceso de

recepción se está realizando adecuadamente.

Resulta importante destacar que el hecho de introducir ahora esta cuestión no es

fruto de la casualidad sino todo lo contrario. Formulamos esta cuestión globalizadora a

mitad del proceso lector porque consideramos necesario que el lector aprendiz aprenda a

recapitular la información que poco a poco ha ido almacenando, significativamente o

no, durante su actividad lectora. Pues solo así podrá despejar ciertas dudas generadas y

organizar u ordenar la información recibida en función del objetivo específico marcado

(finalidad lectora).

La cuestión 4) ¿Qué significa la expresión “… a consecuencia de la aplicación

de un puño cerrado”? al igual que la cuestión 1 pretende acercar al lector aprendiz a un

momento oscuro y degradador de la protagonista.

No obstante, ahora no se le pide al alumno que busque, identifique, acceda e integre en

su saber la información “clave” reconociendo en el texto la expresión solicitada sino

que se le pide que, a partir de la expresión lingüístico-textual ofrecida, sea capaz de

inferir el sentido irónico o hiperbólico (connotativo e implícito) de la expresión

propuesta que afecta, sin duda, a la descripción total del personaje y a su consideración

como tal dentro de la novela.

En este sentido se trata de poner en práctica las capacidades de inferir (valorar las

informaciones que posee para a partir de ellas obtener informaciones que suponen la

confirmación o refutación de las expectativas de información generadas), interpretar

(elaborar el significado a partir de la expresión ofrecida y reconociendo la conexión

local y global de los datos), reflexionar (acudiendo a ideas o actitudes externas al texto -

conocimiento pragmático de la realidad y relación con los marcos de referencia

conceptuales y de la experiencia propios) y valorar (comprobar la relevancia de la

información obtenida en la actividad lectora que se está trabajando).

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177

En último lugar la cuestión 5), ¿Qué expresiones utiliza el autor para describir al

personaje desde un punto de vista caricaturesco?, no solo genera una interpretación y

valoración global de la información lingüístico-textual ofrecida, sino que además pide al

alumno lector que justifique sus interpretaciones y valoraciones aportando datos

concretos del texto, datos que habrá de obtener (acceder y seleccionar) y reconocer no

solo desde el punto de vista sintáctico sino también desde el punto de vista semántico

(esto es, conectando la información textual con los saberes propios: lingüísticos,

enciclopédicos, literarios, pragmáticos, biográficos del lector, etc. que el propio lector o

lectora posee).

Y además si el lector es capaz de interpretar significativamente el enunciado de la

cuestión y leer entre líneas (inferir la información implícita) podrá descubrir que el

propio enunciado ya le desvela las claves lectoras a las que se enfrenta y las actividades

cognitivas (esfuerzo lector) y estratégico-lectoras que debe poner en marcha para

desarrollar su actividad lectora atendiendo a la finalidad lectora propuesta en el

enunciado.

TEXTO 2:

El sombrero de tres picos

El hombre del sombrero de tres picos (Capítulo VIII)

“En cuanto al indicado grotesco donaire del Señor Corregidor, consistía (dicen) en

que era cargado de espaldas…, todavía más cargado de espaldas que el tío Lucas…, casi

jorobado, por decirlo de una vez: de estatura menos que median; endeblillo; de mala

salud; con las piernas arqueadas y una manera de andar sui géneris1 (balanceándose de

un lado a otro y de atrás hacia delante), que sólo se puede describir con la absurda

fórmula de que parecía cojo de los dos pies. En cambio (añade la tradición), su rostro

era regular, aunque ya bastante arrugado por la falta absoluta de dientes y muelas;

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moreno verdoso, como el de casi todos los hijos de las Castillas; con grandes ojos

oscuros, en que relampagueaban la cólera, el despotismo y la lujuria; con finas y

traviesas facciones, que no tenían la expresión del valor personal, pero sí la de una mala

malicia artera capaz de todo, y con cierto aire de satisfacción, medio aristocrático,

medio libertino, que revelaba que el hombre había sido, en su remota juventud, muy

agradable y acepto2 a las mujeres, no obstante sus piernas y su joroba.”

Alarcón, Pedro Antonio de (1979) El sombrero de tres picos, ed. De Arcadio

López-Casanova, Madrid: Cátedrá, nº 9, 6ª ed.

[1sui géneris: particular.

2acepto: aceptado, querido.]

La cuestión 1) La oración “en los que relampagueaban la cólera, el despotismo

y la lujuria” se refiere a los ojos –que es el antecedente- de El Corregidor.

Explica por qué razón podemos afirmar que dicha oración es un elemento descriptivo

más del retrato del personaje (recuerda que puedes aportar razones sintácticas y

semánticas), centra su atención en el desarrollo y aplicación de los contenidos teóricos-

literarios que el alumno ha ido adquiriendo durante su formación académica.

Concretamente en analizar y reconocer a partir de la actividad lectora del aprendiz las

modalidades de la descripción según el fragmento ofrecido (razones sintácticas y

semánticas que permitirán al alumno descubrir por qué se afirma que se trata de un

“retrato” y qué aportaciones sintácticas y semánticas ofrece la oración enunciada al

conjunto o secuencia textual).

Esta cuestión, pese a trabajar las capacidades de identificar y localizar los datos

descriptivos relevantes para otorgarles el significado denotativo correspondiente

(comprensión denotativa a partir de la información facilitada y reconocimiento de la

tipología textual) busca que el lector aprendiz valore la ironía con que se describe el

aspecto físico y moral del corregidor intentando que el receptor, a partir de unas señales

textuales concretas identifique e infiera aquello que el autor pretende transmitir –

intención comunicativa- argumentando qué características de la descripción ha utilizado

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y por qué (integrando e interpretando las relaciones sintácticas y semánticas

establecidas entre las unidades lingüísticas). Actividades cognitivas que le permitirán

reflexionar y valorar lo descrito desde el punto de vista del contenido del texto y de la

forma.

La cuestión 2) Atendiendo a la intención comunicativa del emisor, indica si los

textos 1 y 2 forman parte de una descripción subjetiva u objetiva. ¿Por qué? debe ser

considerada como actividad de recapitulación y afianzamiento de los contenidos

conceptuales y saberes lingüístico-literarios que el alumno ha ido adquiriendo a lo largo

de su formación académica.

El alumnado debe ser capaz de reconocer que los textos literarios ofrecidos

responden a la modalidad descriptiva y valorar (a partir de la información que ofrecen)

si ésta responde a una descripción objetiva o subjetiva ofreciendo argumentos que

justifiquen el porqué de su respuesta (características propias de la descripción según los

niveles de estudio de la lengua y los usos literarios del sistema lingüístico).

La reflexión y valoración de la forma del texto permitirá al lector aprendiz comentar la

relevancia lectora e interpretativa que ciertos rasgos textuales, usados por el emisor para

alcanzar un objetivo específico, aportan.

La reflexión y valoración del contenido del fragmento le ofrecerá, por su parte, la

oportunidad de relacionar y cotejar la información textual recibida con sus

conocimientos previos, experiencias e intertexto lectoliterario.

Desde nuestro punto de vista, la comprensión de los dos marcos de referencia

(integración e interpretación global del texto) dotará al alumno lector de la capacidad

suficiente para detectar las sutilezas del lenguaje y comprender cómo la elección de un

adjetivo u otro influye en la interpretación (coherencia y cohesión textual).

TEXTO 3:

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PRÓLOGO AL LECTOR

¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre o

quier plebeyo1, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del

autor del segundo Don Quijote, digo de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas

y nació en Tarragona!2 Pues en verdad que no te he de este contento, que, puesto que los

agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de parecer

excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno3, del mentecato y del atrevido,

pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá

se lo haya4. Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco5,

como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si

mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino6 en la más alta ocasión que vieron

los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros7. Si mis heridas no

resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas a lo menos en la estimación

de los que saben dónde se cobraron: que el soldado más bien parece muerto en la batalla

que libre en la fuga, y es esto en mí de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran

un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción8 prodigiosa que sano

ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el

rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de

desear la justa alabanza; y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el

entendimiento, el cual suele mejorarse a los años.

He sentido también que me llame envidioso y que como a ignorante que me describa

qué cosa sea la envidia; que, en realidad de verdad, de dos que hay, yo no conozco sino

a la santa, a la noble y bienintencionada. […]

Paréceme que me dices que ando muy limitado y que me contengo mucho en los

términos de mi modestia, sabiendo que no se ha de añadir aflicción al afligido y que la

que debe de tener este señor sin duda es grande, pues no osa parecer a campo abierto y

al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho

alguna traición de lesa majestad. Si por ventura llegares a conocerle, dile de mi parte

que no me tengo por agraviado, que bien sé lo que son tentaciones del demonio, y que

una de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e

imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros y tantos dineros cuanta fama;

[…]

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181

Dile también que de la amenaza que me hace que me ha de quitar la ganancia con su

libro no me da un ardite, que, acomodándome al entremés famoso de La perendenga9, le

respondo que me viva el veinte y cuatro mi señor10 y Cristo con todos11. […]

Y no le digas más, ni yo quiero decirte más a ti, sino advertirte que consideres

que esta segunda parte de Don Quijote que te ofrezco es cortada del mismo artífice

y del mismo paño que la primera, y que en ella te doy a don Quijote dilatado12, y

finalmente muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos

testimonios, pues bastan los pasados y basta también que un hombre honrado haya

dado noticia de estas discretas locuras, sin querer de nuevo entrarse en ellas: que

la abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen, y la

carestía, aun de las malas, se estima en algo. Olvidábaseme de decirte que esperes el

Persiles, que ya estoy acabando, y la segunda parte de Galatea13.

Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.

Edición del IV Centenario, Real Academia Española. Alfaguara.

[1. o quier: “o bien”. 2. El Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, publicado con

pie de imprenta en Tarragona en 1614 por un autor que se oculta bajo el pseudónimo de <<Alonso

Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas>>. 3. “que lo tratara de asno”. 4. Tres frases

hechas que vienen a significar lo mismo: “allá él, él sabrá lo que hace”. 5. “me recrimine el ser viejo y

manco”. 6. “y no más bien”. 7. La batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), donde Cervantes quedó

tullido de la mano izquierda. 8. “empresa militar”. 9. Hoy desconocido. 10. Veinticuatro: “regidor

municipal” en algunas ciudades andaluzas. 11. “y todos en paz”. 12. “ampliado, desarrollado”. 13. La

dedicatoria del Persiles lleva fecha del 19 de abril de 1616, cuatro días antes de la muerte de Cervantes, y

en ella vuelve a prometerse la Segunda parte de La Galatea.]

1. En este fragmento la ficción se enriquece con la realidad. Enumera qué elementos

de la realidad dotan a la ficción de verosimilitud.

Se trata de una cuestión relacionada con la interpretación y la “comunicación”,

como en el caso de la Prueba Inicial, en la que junto a la competencia literaria y la

competencia lectora predomina la competencia pragmática. Pues en este segundo

prólogo de Miguel de Cervantes la apelación directa al conocido lector pone de

manifiesto que éste conoce a don Quijote y que además sabe muy bien por qué ha

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decidido escribir esta segunda parte. Esto es, el lector es consciente de que Cervantes

sabe que el público ha leído su obra, la ha analizado e incluso criticado y que también

ha sido plagiada por un tal Alonso Fernández de Avellaneda.

Es por esto por lo que consideramos necesario comprobar si el lector aprendiz es capaz

de poner en marcha su intertexto lectoliterario –saberes previos y conocimientos

literarios- y elaborar hipótesis lectoras a través de las unidades lingüísticas que el texto

le ofrece (relaciones sintácticas y semánticas) y comunicar dichas hipótesis, para que a

la comprensión objetiva del texto pueda sumar su interpretación pragmática y su

valoración crítica del conjunto.

Interpretación, por lo tanto, subjetiva que le permitirá establecer conexiones (reflexionar

y valorar) entre la información que le transmite el texto y los saberes que él como lector

posee (educación lectoliteraria que ha ido adquiriendo el lector durante su formación

académica y personal).

2. Señala las informaciones que indiquen quién es el receptor de este mensaje.

Para comprobar si el alumno es capaz de acceder adecuadamente a la

comprensión del texto y reconocerse como destinatario directo de las informaciones,

advertencias y apelaciones directas emitidas por el autor en el prólogo, formulamos esta

segunda cuestión. No cabe duda que el lector aprendiz debe estar capacitado para

interpretar que el propio Miguel de Cervantes se dirige abiertamente a su lector y es por

esto por lo que lo deja bien claro ya desde el título PRÓLOGO AL LECTOR.

Buscamos que el lector se identifique como receptor, que identifique las expresiones

lingüístico-textuales que aparecen explícitas para justificar su respuesta y, además, que

sepa reconocer la carga semántica que en ellas se esconde. Pues si la conversión de las

unidades lingüísticas en unidades significativas de carácter discursivo, textual y

pragmático se realiza de manera adecuada es posible que el propio lector consiga

averiguar que Cervantes no solo se dirige a él como receptor sino que también realiza

una apelación directa al propio Avellaneda como autor del falso Don Quijote.

Proceso lector que se centra, en primer lugar, en el análisis de las actividades

cognitivas de acceder, obtener y reconocer la información explícita según la finalidad

lectoliteraria requerida; y, en segundo lugar, en valorar si el lector aprendiz es capaz

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inferir (carácter inductivo) informaciones posteriores a partir de la información textual,

crear expectativas y confirmarlas a partir de los saberes discursivos recibidos y de los

saberes lingüísticos, enciclopédicos, literarios y lectores propios. Si es así, el lector

aprendiz podrá explicitar correctamente la información adquirida y comunicarla de

manera significativa.

3. Cervantes inicia el prólogo de la segunda parte de El Quijote refiriéndose al

Quijote apócrifo. Indica la idea principal de la secuencia narrativa que abarca desde

la línea 1 (“¡Válame Dios! ...”) hasta la línea 6 (“… excepción esta regla”).

Esta tercera cuestión nos permitirá comprobar si el neolector ha sido capaz de

reconocerse como destinatario directo y de reconocer (atendiendo a sus saberes

pragmáticos y a su intertexto lectoliterario) la fama que El Quijote de Miguel de

Cervantes ha ido adquiriendo desde el momento de su publicación. Si es así, podrá

entender por qué Cervantes inicia el prólogo de la segunda parte de El Quijote

refiriéndose a ese Quijote apócrifo que quiere aprovecharse de la fama del verdadero

don Quijote y ganar adeptos.

En este sentido sí podemos afirmar que la secuencia señalada nos permitirá comprobar

si el alumno lector es capaz de activar su intertexto lector y lectoliterario y de construir

su propio conocimiento en función de los objetivos y principios enunciados por la

finalidad comunicativa.

El alumno lector debe saber construir su interpretación y modelizar a partir de su

competencia lectoliteraria y de las unidades lingüístico-textuales ofrecidas en el

fragmento (identificar la paralipsis o preterición que Cervantes realiza –cómo de manera

encubierta intenta ocultar algo que manifiesta abiertamente-) y la información

pragmática e implícita inferida durante su formación y proceso lector que, en pro de su

comprensión y pensamiento crítico, le permitirá interpretar que, pese a que Cervantes

está enfadado por la publicación del falso Quijote, él no ofrecerá al lector lo que éste

espera, que es que critique abiertamente y sin tapujos al autor de la segunda parte

apócrifa del Quijote.

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184

4. Explica con tus palabras la información que se ofrece en el fragmento que aparece

en negrita.

Para finalizar la prueba presentamos (al igual que en la prueba inicial) una

cuestión globalizadora en la que el sujeto lector debe ser capaz de inferir que Cervantes

es conocedor de la publicación apócrifa del Quijote de Avellaneda (a quien se dirige

críticamente) y que está dispuesto a hacer morir a Don Quijote para evitar nuevas falsas

continuaciones.

Para dar muestra de ello, el sujeto lector debe partir de los datos expuestos en el

fragmento (actividades cognitivo-lectoras basadas en identificar, reconocer, integrar,

interpretar… información estratégica) y de lo aportado por él mismo (conocimientos

previos, saberes literarios y específicos, intertexto lector y lectoliterario) para alcanzar

una opinión propia y fundamentada (valoración e interpretación de sendas

informaciones) que le permita reconocer que sí ha comprendido el texto (recepción

estética adecuada) y que además da muestra de ello ofreciendo datos concretos y

relevantes del texto que confirman el objetivo específico buscado.

(C)

INTERVENCIÓN DIDÁCTICA EN EL AULA.

Propuesta de innovación didáctica para el Grupo Experimental.

El aprendizaje y la adquisición de la lectura literaria parece demandar, en estos

momentos, nuevos enfoques comunicativos que permitan al lector aprendiz progresar de

manera eficaz y pragmática en su proceso lectoliterario. Cuestión que resulta de especial

relevancia por cuanto se refiere a uno de los fundamentos básicos de la enseñanza de la

Lengua Castellana y la Literatura en la etapa del Bachillerato: el desarrollo de la

Competencia Lectoliteraria en el aula entendida en el contexto actual.

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Siguiendo esta línea, los estudiosos del tema parecen estar de acuerdo en que este

nuevo escenario exige el desarrollo de nuevas estrategias lectoras y metodológicas que

permitan al neolector (o, simplemente, lector en formación) progresar de manera eficaz

en su actividad y participar en ella atendiendo a una responsabilidad diferente que la que

la corriente historicista y “tradicional” le proporciona.

Por ello, identificar, delimitar, reconocer y valorar qué protocolos de actuación

lectoliteraria determinan este nuevo enfoque comunicativo y lector resulta indispensable

a la hora de plantearnos como docentes qué y cómo enseñarlo y qué herramientas

conceptuales y didáctico-estratégicas utilizar.

En suma, una línea de actuación didáctica que permita no tanto justificar el

resultado y la evaluación de la competencia lectoliteraria sino precisar de qué modo se

pueden abordar las dificultades del proceso lectoliterario, y definir nuevas líneas de

trabajo centradas en el desarrollo de las capacidades lectoliterarias del alumnado en

formación.

Se trata de usar y aplicar el conocimiento desde una perspectiva constructivista y

significativa que haga posible que el nivel de desarrollo lectoliterario (habilidades y

destrezas lectoras) sea el adecuado dentro y fuera del aula. Pues, como hemos afirmado

en apartados anteriores, el irregular asentamiento y el desigual desarrollo de las

destrezas lectoras y lectoliterarias en numerosos estudiantes “alfabetizados todos de

manera regular” han hecho que sea necesario ofrecer e inventar enfoques didácticos que,

centrándose en el alcance pragmático y comunicativo de dichas destrezas, estimulen al

alumno (alfabetizado pero que usa muy pocas veces las destrezas lectoras hasta el punto

de convertir en ineficaz su esfuerzo formativo lectoliterario) dejando atrás algunos de

los “métodos tradicionales de aprendizaje”.

Creemos que una de las razones por las que el alumnado de Bachillerato no

muestra una actitud más favorable a la lectura de mensajes literarios y, en general no

muestra interés por los saberes literarios se debe al hecho de que no se ha desarrollado

convenientemente su competencia lectora. Un nivel de comprensión lectora y por lo

tanto una competencia lectora insuficiente convierte las actividades lectoras en un

esfuerzo cognitivo demasiado fuerte del que no se obtiene recompensa suficiente, razón

por la que se tiende a preterir la lectura.

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186

Como ya hemos señalado en otro momento de nuestro proyecto una de las líneas

medulares de la innovación didáctica en la asignatura de literatura se centra en

considerar la lectura y la lectura literaria como centro esencial del interés didáctico,

siendo el resto de los elementos relacionados con la asignatura herramientas que

favorecen el desarrollo del intertexto del lector pero no objeto de estudio por sí mismos.

Por otra parte se ha venido ampliando el papel esencial del lector en los procesos de

lectura y de lectura literaria dando un protagonismo radicalmente nuevo al lector. De

este modo las modalidades didácticas predominantes en las aulas se vienen

considerando no solo como obsoletas, sino sobre todo ineficaces para el cumplimiento

esencial del aprendizaje lector.

A partir de esta idea básica hemos planteado la posibilidad de implementar una

actuación didáctica innovadora para un grupo de alumnos de 1º de Bachillerato que

actuase en el proceso de investigación como Grupo Experimental para poder comprobar

si una actuación didáctica diferente se traducía en una mejora significativa de los

niveles de comprensión lectora para este grupo en relación con otro (Grupo Control)

que sigue una actividad formativa convencional.

En este momento queremos dar cuenta de las líneas fundamentales de actuación con el

Grupo Experimental y las pautas de actuación que se han desarrollado en el proceso de

implementación del plan específico de actuación.

Plan de mejora de los instrumentos de actuación lectoliteraria en el aula.

La propuesta de actuación didáctica del área de Lengua Castellana y Literatura

que en este apartado se presenta ha sido creada con la finalidad de alcanzar niveles de

desarrollo lector más eficaces y significativos y un asentamiento de la competencia

lectoliteraria del alumnado de 1º de Bachillerato, que impliquen una mejora directa de

los resultados obtenidos en la prueba inicial de competencia lectoliteraria generada para

este estudio.

Con mucha frecuencia se suele afirmar que nuestros alumnos no leen o leen poco, o no

leen casi nada (aseveración que debe tener un fuerte contenido de verdad cuando en

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ocasiones hasta se respalda la afirmación con estudios sociológicos, análisis de pautas

de opciones de actuación cultural y otros caminos semejantes). Sin embargo, desde

nuestro punto de vista, deberíamos cuestionarnos también como docentes qué tanto por

ciento de responsabilidad se centra en los métodos didácticos que solemos emplear en

los procesos de enseñanza y desarrollo de la competencia lectora y lectoliteraria son los

más adecuados para garantizar un aprendizaje eficaz y duradero para la mayor parte de

los individuos alfabetizados.

De ahí que nos planteemos que nuestros alumnos sí leen, pues de no ser así estos no

podrían dar respuesta a las circunstancias cotidianas de su día a día le plantea, ni

resolver las tareas académicas en el aula, con mejores o peores resultados, que las

diferentes materias le proponen. Hecho que nos permite afirmar que el problema

fundamental no radica en leer más o menos textos, ya sean o no literarios, sino en saber

leer con eficacia, utilizando métodos de actuación didáctica específicos que desarrollen

la competencia lectora y lectoliteraria de los lectores en formación.

Por esta razón esta propuesta innovadora nos permite valorar si los niveles de

eficacia y de comprensión lectoliteraria del alumnado de 1º de Bachillerato (Grupo

Experimental) evolucionan hacia los objetivos señalados y si la actitud del alumno ante

el fenómeno de la Literatura y, en especial, de la lectura de textos literarios mejora de

manera significativa. Esto es, si es capaz de acercar la literatura a él y utilizar su

competencia pragmática para interactuar con el texto y reconstruir la situación que en el

texto se presenta, comprendiéndola e interpretándola (actualizándola desde su esencia).

Teniendo en cuenta todas estas variables fundamentales además de las que

confluyen en el proceso de enseñanza-aprendizaje destacaremos que la actuación

didáctica que proponemos cumple en cierto modo con los requisitos esenciales de la

investigación acción: de una parte se inserta en el marco específico de actuación

didáctica del desarrollo convencional de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura

de 1º de Bachillerato (esto es objetivos, contenidos y criterios de evaluación concretos

que han de ser tomados como referencia para valorar-evaluar los niveles de eficacia

lectoliteraria de los alumnos y si el desarrollo de sus capacidades ha sido positivo o no y

adecuado). Y, por otra, responde a los requerimientos de investigación marcados por los

objetivos específicos que hemos propuesto para nuestra investigación, de manera que

nos sea posible determinar aquellos extremos evaluables en los que afianzamos nuestros

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planteamientos investigadores y científicos y plantearnos si los elementos estratégicos

utilizados en el aula (vía metodológica aplicada) han permitido conseguir un nivel

satisfactorio de desarrollo de tales competencias y, por ende, mejorar los niveles de

consecución de los objetivos para dicha etapa.

ÁMBITO DE INTERVENCIÓN.

QUÉ PRETENDEMOS Y CÓMO LO CONSEGUIMOS.

Queremos recordar que, como ya se ha dicho en su momento, el plan de actuación

se implementará inmediatamente después de haber realizado la Prueba Inicial y tendrá

una duración de 8 semanas, integrado por un total de 24 sesiones de trabajo. La

intervención se ha realizado en dos grupos de 1º de Bachillerato y ha sido llevado a

cabo por la doctoranda en el centro de Secundaria en el que desempeña su función

docente (IES Navarro Santafé de Villena). El número total de alumnos ha sido de 59 de

los que 33 eran chicos y 26 chicas.

Durante el desarrollo de las actividades didácticas se trabajarán las siguientes

obras literarias: El Lazarillo de Tormes de carácter anónimo y El retablo de las

maravillas de Miguel de Cervantes. Ambas obras se incluyen dentro del marco

legislativo correspondiente como textos canónicos de autores significativos: Decreto

87/2015, de 5 de junio, del Consell, por el que se establece el currículo y desarrolla la

ordenación general de Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato de la

Comunitat Valenciana, así lo hace para todas las asignaturas (troncales, específicas y de

libre configuración autonómica), y en concreto para la de Lengua Castellana y

Literatura (primer curso de Bachillerato de esta materia) y que está enmarcado en el

Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre, por el que se establece el currículo básico

de la Educación Secundaria Obligatoria, publicado en el BOE el 3 de enero de 2015 y

en la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa.

Actuación que tiene como objetivo prioritario desarrollar las habilidades y

destrezas lectoliterarias del sujeto lector mediante actividades formativas y cooperativas

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que faciliten y garanticen, desde el punto de vista didáctico, la implicación de este como

receptor activo en la comprensión e interpretación personal del discurso literario

(desarrollo y asentamiento de la estrategias y destrezas lectoliterarias) en el aula, y que,

además, le doten de la competencia lectoliteraria “suficiente” para acceder con eficacia

a la comprensión e interpretación del propio texto literario. Competencia literaria que

según Antonio Mendoza “la formación de la competencia literaria se produce por la

progresiva integración de referencias de distintos tipos de textos que pasan a integrar el

fondo del intertexto lector personal /…/ [y por] la progresiva acumulación de

conocimientos aportados, entre otros factores, por el sucesivo enriquecimiento de otras

competencias, activadas por el intertexto lector” (2004: 137).

Esta competencia literaria debe incrementar y asentar los saberes teóricos y

prácticos que se integran en el intertexto lecto-literario del alumnado y que podemos

resumir, entre otros, en los siguientes componentes fundamentales:

a. Saberes lingüísticos, textuales, discursivos para la descodificación.

b. Saberes pragmáticos para construir la situación enunciativa presente en el

texto.

c. Conocimientos de uso literario, de estructuras retóricas y saberes

metaliterarios.

d. Saberes intertextuales (identificar alusiones –a/de otros textos-; apreciar la

intención estética; valorar el efecto de estos recursos, etc.).

e. Saberes semióticos.

f. Dominio de estrategias de interactuación con el texto en el proceso lector.

g. Conocimientos referidos al saber cultural-enciclopédico.

h. Conocimientos referidos a las modalidades del discurso y de estructuras

textuales.

i. Dominio de habilidades lectoras pues en el desarrollo de la competencia

lectoliteraria, la lectura es la base sobre la que se construye.

j. Saberes estratégicos (diferentes opciones o modalidades lectoras en función del

tipo de texto: ficticio real, fantástico, lírico…).

Para todo ello, proponemos una redefinición del proceso de enseñanza-

aprendizaje que nos permita llevar a cabo diferentes actividades cognitivas (basadas en

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la recepción e interpretación de textos literarios concretos) abriendo espacios de trabajo

autónomo y, a su vez, cooperativo que permitan una ruptura con la lección magistral (en

la que el alumno trabaja solo, en silencio, sin aprovechar la ayuda del compañero ni

escuchar opiniones diversas que le permitan reflexionar y en la que el docente teoriza

sin definirse como mediador) y construir un proceso de enseñanza-aprendizaje en el que

el trabajo en equipo (pequeñas agrupaciones y grupo-clase), la interacción con el

compañero y el compartir las tareas favorezcan la formación del lector literario y le

permitan acercarse a la compresión e interpretación de los textos de intención estética

de manera eficaz, y desde una perspectiva lingüístico-pragmática actualizada.

Pues no olvidemos que trabajar juntos (alumno/s y profesor-mediador) permite avanzar

en la descodificación (recepción) del texto sumando saberes lingüísticos, textuales y

discursivos, pragmáticos, literarios, intertextuales, semióticos, estratégicos, culturales-

enciclopédicos, etc., desde perspectivas diferentes que avanzan hacia una misma meta.

Pero que como apunta Reis (1981) “de ninguna manera [podemos] aspirar al manejo

consciente de cualquier proceso de lectura crítica si anteriormente no se ha llevado a

término una reflexión, en términos teóricos, sobre el conjunto de lectura” (1981: 137).

Una vez establecidas las bases fundamentales sobre las que se fundamenta nuestra

intervención educativa destacamos los objetivos generales (formación teórico-práctica)

que perseguimos con ella: conseguir niveles de desarrollo y asentamiento de la

competencia literaria y de la competencia lectora con el fin de mejorar sus niveles de

comprensión e interpretación lectoliterarios. Conocer y utilizar, desde el punto de vista

didáctico, diferentes enfoques metodológicos con respecto a la enseñanza y el

aprendizaje de la educación literaria y la formación lectora (actitud y hábito lector).

El reto que se nos plantea en esta intervención tiene, pues, dos dimensiones: las

estrategias didácticas que dan respuesta a la pregunta didáctica del docente (“¿Qué

puedo hacer para conseguir que mi alumnado consiga y desarrolle su competencia

lectoliteraria?), y el asentamiento de las necesarias estrategias lectoras que deberá ser

capaz de poner en funcionamiento el alumnado cuando se proponga leer un texto de

intención estética. Es decir, estrategias propias del proceso de enseñanza (estrategias

diseñadas por el docente) y otras estrategias propias del proceso de aprendizaje

(estrategias de actuación que deberá poner en funcionamiento el alumnado para leer con

eficacia).

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A partir de la lectura de dos obras literarias La vida de Lazarillo de Tormes y de

sus fortunas y adversidades, anónima y El retablo de las maravillas de Miguel de

Cervantes, trabajamos la formación literaria y lectora de nuestro alumnado dedicando,

aproximadamente, cuatro semanas lectivas para cada una de ellas. Elaboramos para el

proceso de enseñanza-aprendizaje actividades secuenciadas en tres fases estratégicas:

actividades de pre-lectura, actividades de descodificación y actividades de interacción-

lectora; aplicando, desde el punto de vista metodológico, el trabajo en grupo (4

componentes) y la dinámica de cooperación en el aula, plan de trabajo que se va

adaptando, según avanza el proceso, al nivel académico y de destrezas que muestran los

alumnos en cada momento. Planteamiento que el alumnado valora de manera positiva y

diferente, pues suele estar acostumbrado al esquema: el profesor explica, se aclaran

dudas, se realizan ejercicios, se estudia y el profesor examina o pregunta.

Resulta conveniente destacar que los grupos de trabajo en el aula se realizan de manera

aleatoria (no siendo los mismos para el trabajo de cada obra literaria) y el grupo-clase,

en general, acuerda cumplir con su responsabilidad en función de la planificación y

programación de las sesiones lectivas sin alterar ni perjudicar el ritmo de aprendizaje de

sus compañeros y, por supuesto, el de él mismo.

Cuadro 19. El lazarillo, anónimo. Actividades dentro del aula.

La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades,

anónimo.

Actividades de anticipación o prelectura.

La finalidad de estas actividades radica en dar a conocer al alumno qué va a leer

(concretamos la obra literaria e introducimos aspectos contextuales y literarios) y para

qué (el alumno lector es conocedor de la finalidad de lectura: leer para aprender y para

dar cuenta de lo aprendido –siguiendo la clasificación de Solé-).

Intentamos con estas actividades averiguar qué sabe el alumno sobre el contenido de la

obra y sobre el contexto que la envuelve (generamos diferentes propuestas para que el

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alumno pueda situarse contextualmente y aplicar algunos de los saberes literarios que

ha ido aprendiendo durante su formación académica obligatoria.).

Son sin duda estrategias que nos permiten ampliar los conocimientos previos del

alumnado, poner en funcionamiento su intertexto lectoliterario y empezar a establecer

hipótesis –atendiendo a la finalidad de lectura- sobre la obra literaria y en relación a la

pragmática textual y comunicativa.

El docente actúa como mediador y realiza una reflexión teórica inicial que guía los

pasos de su alumnado.

Actividades de descodificación. Esta fase permite al receptor lector realizar las

primeras expectativas de lectura –inferencias- a partir de una lectura inicial y global del

texto. Este primer contacto con el texto llega de la mano de la profesora.

Actividades de interacción lectora.

Fase de interacción lectora:

1) Estrategias de precomprensión.

La profesora lee con el grupo clase un fragmento del prólogo presentando a

“Vuestra Merced” y generando opinión sobre ello y primeras opiniones

(valoraciones) sobre “el caso”. A continuación se desvela “el caso” con la

lectura del final de la obra y se inicia el debate a partir de la formulación de una

serie de interrogantes.

Se forman los grupos y a cada grupo se le asigna la lectura de un tratado (para

cada tratado formamos un grupo y uno más al que se le asigna el estudio e

investigación del contexto, época, importancia de la obra, etc.).

2) Formulación de expectativas y elaboración de inferencias.

Estas actividades se formulan a partir de una perspectiva pragmática. El

objetivo de ellas (actividades cognitivas y didáctico-pragmáticas) es hacer ver al

alumno que la literatura, en general, y la lectura literaria (textos de intención

estética) no debe entenderse como algo distante y alejado del alumno lector

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(esto es, como algo meramente académico que implica una memorización de

conceptos, obras y autores que no aportan nada al alumno y que tan solo les

aporta una calificación numérica en un examen), sino como algo cercano y que

a pesar de ser algo lejano en el tiempo puede acercarse a la realidad de hoy en

día y las situaciones expuestas considerarse como ejemplo de muchas de las

situaciones que en la actualidad estamos viviendo.

Es por ello por lo que que durante las sesiones generamos debates que permitan

identificar las circunstancias, calamidades y situaciones que vive el personaje

del Lazarillo con realidades de hoy en día, de nuestro siglo XXI.

Interrogantes que proponemos en el aula para trabajar cómo es la vida de

Lázaro (comprensión e interpretación de sus circunstancias y experiencias):

¿Puede un ser humano, incluso en el siglo XVI, justificar que su mujer

“le ponga los cuernos” con el cura de San Salvador?

¿Una persona joven acepta ser cornudo, consentidor y estar contento

con la situación? ¿Es justificable? (sentido ético)

¿Lázaro se ve obligado a justificar su estado? ¿Es un sinvergüenza?

¿Lázaro tiene un sentido moral oscuro?

¿Creéis que Lázaro cuenta alegremente “su caso” porque le apetece o

porque necesita justificar lo que de él van diciendo? ¿Esto puede pasar

en la vida real?

Todo lo expuesto y situaciones semejantes ¿pueden afectar a otros

principios morales en el siglo XVI?

Acercando esta situación al contexto actual (situaciones cotidianas que

surgen hoy en día), ¿afecta todo esto a otros principios morales en la

actualidad?

Si esto es así, ¿nos puede enseñar la obra literaria El Lazarillo a vivir y

a aprender?

Ahora que ya conocemos las cuestiones que se formularon al alumnado

para trabajar la obra, destacaremos que a modo de seminario-taller

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(trabajo en grupo) los alumnos primero analizaron la lectura del tratado

asignando, destacando los aspectos más relevantes y atendiendo siempre

a la finalidad comunicativa expuesta al inicio de las sesiones: por qué le

pregunta Vuestra Merced a Lázaro por el caso, ¿con qué intención?,

¿hay algo más detrás de todo ello?

Cada grupo ofreció sus interpretaciones y valoraciones destacando

informaciones textuales que ejemplificaban sus aportaciones e

inferencias lectoras generando expectativas en los otros lectores.

Finalizado este trabajo los estudiantes unificaron criterios y saberes con

el fin de alcanzar una explicitación general de lo leído y una

comprensión e interpretación eficaz que les permitiera valorar la

situación y contrastarla con la actualidad, desarrollando así su

pensamiento crítico.

3) La explicitación.

Esta fase abarca las sesiones que se emplearon para confirmar las inferencias y

expectativas lectoras creadas durante el proceso de interacción texto/lector, y

para seleccionar qué núcleos de contenido e informaciones extraídas del mismo

eran las adecuadas para construir la comprensión definitiva del texto.

Estas actividades nos permiten explicar exhaustivamente la finalidad lectora

programada y ofrecer datos concretos que apoyen las argumentaciones que

cuentan y describen qué elementos han enseñado a Lázaro a vivir así; cómo

organiza él mismo su vida y su aprendizaje a partir de sus amos; qué aprende

Lázaro en cada tratado y con cada uno de sus amos; qué empuja a Lázaro a

tener esta actitud moral…

4) La compresión.

Esta fase nos sirve para conectar durante el proceso de lectura las unidades

textuales con los saberes pragmáticos y literarios (acción que solo puede

realizarse y explicarse desde la globalidad del discurso).

Por ello, se cierra aquí la fase de cooperación textual (identificar los valores

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significativos de las unidades de la información de un texto para reconstruir el

significado global del mismo), para dar paso a la interpretación.

5) La interpretación.

Teniendo en cuenta que Leer es aprender utilizamos esta última fase para

unificar los saberes que cada discente posee en su intertexto lectoliterario

(saberes que ha ido adquiriendo durante su formación académica y actividad

cotidiana) con los saberes que durante las actividades de lectura ha ido

adquiriendo. La suma de todos ellos –en función de la finalidad lectora- nos

permitió al grupo-clase emitir juicios de valor sobre aquello que habían leído e

interpretar el significado de la lectura literaria planteando interrogantes que nos

permitieran identificar el aprendizaje realizado durante el proceso lector con

situaciones cercanas al contexto actual; desarrollando así el saber pragmático e

intentando aumentar los niveles de eficacia lectoliteraria de los alumnos en pro

de la comprensión e interpretación textual.

De esta manera se fomenta, también, el pensamiento crítico y personal del

lector aprendiz pudiendo éste comprobar que, tal y como en un principio

afirmamos, la literatura y la lectura literaria permite acercar el discurso estético

a la realidad de hoy en día.

Para conseguir estos objetivos y fines formulamos a los alumnos las siguientes

cuestiones de reflexión:

¿Por qué es una novela cerrada?

¿Qué le enseñan sus amos?, ¿condiciona esa enseñanza a tener esa

actitud moral?

¿Qué ha aprendido él en la vida cuando era niño que le sirva para

justificar su actitud final en cada uno de los amos y situaciones por los

que ha pasado?¿Ayudan a entender su comportamiento?

Lazarillo es un don nadie, ingenuo, transparente que, poco a poco, se va

convirtiendo en un sinvergüenza, en una persona absolutamente

inmoral (que no roba ni mata)… ¿por qué?

A partir de estas aportaciones se fomenta con el grupo-clase la reflexión-

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valoración de lo aprendido. Se toma la obra literaria y se aproxima a

circunstancias de la realidad. El alumno lector se da cuenta que las diferencias

entre lo que sucedió en el siglo XVI y lo que hoy en día sucede no son tan

grandes; empieza a ser consciente de que los saberes que nos enseña la lectura

literaria son significativos y constructivos, además de cercanos.

¿Vivimos una España semejante a la del siglo XVI? Hoy en día no

importa que seas un sinvergüenza sino lo que importa es que no se note,

¿cuál es tu opinión?

Resulta interesante destacar que esta reflexiones adquieren un valor

significativo importante con el alumnado de 1º de Bachillerato porque su

capacidad de razonar es más madura y sus conocimientos lingüístico-literarios

más amplios, --si se comparan con los saberes que un alumno posee al inicio de

la secundaria o en el tercer curso de ésta, que es cuando el estudiante empieza a

adentrarse con mayor rigor en el aprendizaje de la educación literaria-.

Cuadro 20. El retablo de las maravillas, M. de Cervantes. Actividades dentro del aula.

El retablo de las maravillas, Miguel de Cervantes.

Actividades de anticipación o prelectura.

Siguiendo el esquema marcado por las actividades de la obra literaria precedente

seguimos la misma línea en este apartado. Nos servimos de estas actividades para

poner en práctica saberes conceptuales y pragmáticos que favorecen la formulación de

inferencias de carácter general de determinados aspectos de la obra literaria y del

propio proceso. Ponemos en práctica saberes y procedimientos que permiten al alumno

interpretar saberes discursivos, y señales formales y paratextuales según la finalidad

comunicativa enunciada y las informaciones textuales ofrecidas.

El docente actúa como mediador y realiza una reflexión teórica inicial que guía los

pasos de su alumnado.

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Actividades de descodificación.

El alumno realiza la lectura de la obra literaria en clase. Dado que la extensión del

propio entremés es aceptable, optamos por iniciar las actividades de descodificación

realizando la lectura individual del entremés en clase. Al término de la misma los

alumnos comentan como grupo-clase sus primeras impresiones, valoraciones e

interpretaciones. Resulta importante destacar que durante la lectura de la obra literaria

se van realizando diferentes aclaraciones que dificultan, al alumnado, la comprensión

del entremés. Las respuestas y aclaraciones a los interrogantes se solucionan

conjuntamente, unas veces de la mano de la profesora y otras de los propios

compañeros. Destacar, también, que en esta segunda lectura el alumno lector reconoce

mucho más las estrategias de lectura que se trabajan y el enfoque metodológico que se

utiliza, dando mayor significado a la competencia pragmática y a la perspectiva

constructivista que se inicia desde el intertexto lectoliterario personal.

Actividades de interacción lectora.

1) Estrategias de precomprensión.

En la sesión en la que se desarrollan estas estrategias se genera un escenario

pragmático de lectura con una intención establecida de antemano: conocer la

obra de Cervantes, la amplitud de su comunicación y la confluencia de

realidad/ficción en su obra.

Las actividades que se realizan permiten conocer la finalidad del entremés y los

intereses de Cervantes; así como las características del género literario

dramático o teatral según la obra literaria seleccionada.

2) Formulación de expectativas y elaboración de inferencias.

La lectura literaria de la obra (entremés) se ha realizado en la sesión inicial,

conocedores los alumnos del contenido trabajamos por grupos la personajes

principales de la obra para conocer su comportamiento y poder definir y

concretar las inferencias y expectativas lectoras generadas.

3) La explicitación.

A partir de la confirmación definitiva de las inferencias y expectativas lectoras

(construcción de significados que se realiza entre los miembros de cada grupo y

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el grupo-clase en general); los lectores trabajan la reformulación y

reconstrucción de la obra a partir de una situación o circunstancia de la

actualidad.

Cada grupo trabaja una escena y previamente el grupo-clase ha acordado qué

enfoque comunicativo actual ofrecer.

4) La comprensión.

El grupo clase revisa las escenas generadas y procede a la integración de las

partes en una sola unidad (entremés). Se analizan los aspectos lingüísticos,

literarios, pragmáticos,

5) La interpretación.

El grupo-clase emite juicios de valor sobre lo que ha trabajado. Con estas

actividades se comprueba si la adquisición de los saberes lectoliterarios ha sido

adecuada o no generando actitud crítica entre los estudiantes.

Para cada obra literaria se realiza una aproximación teórica inicial, utilizamos

estrategias sencillas pero significativas: bien estructuradas, breves, el trabajo se realiza

en el aula, solo en casa se realiza la lectura de secuencias textuales de carácter literario,

recogida de información externa, diseñar cuidadosamente el trabajo del grupo; fases de

reflexión donde los alumnos dialogan sobre lo teorizado y leído para llegar a un acuerdo

(o intentar alcanzarlo); puesta en común del grupo-clase en general.

Objetivo: Propuesta estratégica de actuación didáctica (área de Lengua Castellana

y Literatura) encaminada a conseguir niveles de desarrollo y asentamiento de la

competencia lecto-literaria en el alumnado del Bachillerato que implique una mejora

directa de los resultados obtenidos en las pruebas de valoración-evaluación de la

competencia lecto-literaria del alumnado (niveles de eficacia y de comprensión

lectoliteraria).

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III. 6. LA EXPERIMENTACIÓN.

En este apartado pretendemos aseverar con esta investigación que sí es posible

abordar, desde planteamientos científicos de eficacia, el análisis y la valoración de los

niveles de comprensión lectora manifestada por el alumnado en actuaciones lectoras

preparadas al efecto, así como ofrecer un planteamiento de indagación rigurosa con

capacidad para explicar y justificar determinadas actuaciones didáctico-lectoras.

De igual modo, la posibilidad de determinar algunos componentes esenciales de la

competencia lectoliteraria de neolectores del Bachillerato significa, sin duda, abrir un

espacio de reflexión que, superando los antiguos modelos esencialmente historicistas

que centran su interés en el autor y el momento de la emisión, se sustenta en la

consideración del lector como agente directo del proceso lector, a través de su

específico intertexto lectoliterario y del diálogo creativo entre el lector y el texto, tal y

como apuntan los estudios críticos más recientes.

Por eso, para el desarrollo de esta propuesta nos hemos basado, por una parte, en

el método cuantitativo de investigación-acción (actuación investigadora cuantitativa),

convenientemente asentado en la comunidad científica de nuestra área de conocimiento

(Camps, 2001; Latorre, 2003).

“… el hecho de que estemos ejerciendo la docencia en situaciones reales de

aprendizaje nos permite abordar este tipo de actuación investigadora con suficiente

garantía de continuidad y eficacia, tanto desde el punto de vista del desarrollo

profesional como atendiendo a los planteamientos investigadores y científicos que nos

guían y nos empujan en la investigación.”

Y cuyas características fundamentales se organizan en torno al siguiente

planteamiento:

1. Insatisfacción con el actual nivel de competencia lecto-literaia de los alumnos. (Se

analiza la realidad del aula utilizando como valoración las pruebas iniciales planteadas).

2. Identificación de un área problemática (campo de saber): desarrollo y formación

insuficiente o no adecuada de la competencia lectoliteraria del alumnado.

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Los resultados objetivos obtenidos permiten conocer, mediante métodos estadísticos, la

realidad del aula y la situación académica de los participantes respecto al campo de

saber analizado.

3. Formulación de la hipótesis: aplicar nuevas estrategias (enfoque metodológico) en la

intervención educativa para que los alumnos desarrollen adecuadamente su formación

lectoliteraria.

4. Implementación de una acción didáctica innovadora para comprobar la hipótesis.

Aplicar la intervención didáctica en los alumnos de 1º de Bachillerato. A partir de la

intervención se estudia el comportamiento y las respuestas del alumnado a la misma

(acciones que nos permiten inferir si se van produciendo cambios significativos en la

actuación del alumnado y si el enfoque comunicativo y metodológico empleado

modifica la conducta y la perspectiva didáctica).

5. Evaluación de los efectos de la acción mediante una prueba de competencia lectora

final.

6. Resultados y generalizaciones que confirmen, a partir de los resultados obtenidos en

el método estadístico SPSS utilizado; confirmen si se ha resuelto la hipótesis formulada

adecuadamente y si el efecto acción-reacción estratégico-didáctico producido ha

producido un cambio en la realidad social del aula analizada y en la actitud del

alumnado (desarrollo de la competencia lecto-literaria).

Y, por otra, en el paquete de programas Estadísticos SPSS (propio de la investigación

educativa) versión 23 que nos permite analizar, conjunta y objetivamente, los datos

cuantitativos obtenidos en las diferentes pruebas de Competencia Lectoliteraria (Inicial -

Final). Un sistema amplio y flexible de análisis estadístico y gestión de información que

nos permite establecer, en nuestro caso y a partir de gráficos de distribuciones y

estadísticos descriptivos, conexiones y relaciones sobre los comportamientos

lectoliterarios de nuestros alumnos.

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201

III.6.1. CUESTIONARIO DE PRE-CONCEPTOS.

(A) Explicación y fundamento.

El cuestionario Pre-conceptos diseñado para los alumnos de 1º de Bachillerato se

plantea con la finalidad de obtener los siguientes núcleos de información:

Una primera valoración sobre los conocimientos literarios que poseen los

discentes al inicio de la etapa del Bachillerato (esto es, saberes

conceptuales propios de la educación literaria recibida durante la etapa

escolar obligatoria –ESO-);

Valorar sus actitudes y percepciones hacia la lectura literaria (formación

lectoliteraria y hábito lector);

Conocer su grado de implicación dentro del aula durante el proceso de

enseñanza-aprendizaje (actividad lectoliteraria del aprendiz y utilización

de las estrategias de lectura).

Un diagnóstico previo a la realización de las pruebas inicial y final de

competencia lectoliteraria que no solo nos ayudará a comprender e interpretar mejor los

resultados obtenidos en las pruebas indicadas, sino que, además, nos permitirá obtener

datos precisos y descriptivos en relación al grado de conocimiento literario que el

alumnado posee.

En suma, información previa al estudio que, desde nuestro punto de vista, resulta útil y

necesaria para entender cuáles son las dificultades y necesidades más comunes y

frecuentes que los discentes demandan. Pues, el aprendizaje de la formación

lectoliteraria requiere para su desarrollo y asentamiento una intervención específica y

didáctica del proceso basada en componentes cognitivos, metacognitivos, estratégicos,

literarios, pragmáticos, comunicativos…

(B) CUESTIONARIO.

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202

BLOQUE I: CUESTIONES REFERIDAS A LAS PERCEPCIONES GENERALES

1. ¿En qué crees que se diferencia un texto literario de un texto no literario?

2. ¿Podrías decir qué es un texto literario? Valora del 1 al 4 (según tu criterio) las

respuestas por orden de prioridad.

Un texto instructivo con una finalidad práctica.

Un texto en el que el mensaje crea imaginariamente su propia realidad y su

universo de ficción.

Un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente

acontecimientos.

Un texto en el que predomina la función estética (creación de la belleza

artística).

3. ¿Todos los textos literarios están escritos en verso?

NO

4. ¿Todos los textos escritos en verso son literarios?

NO

5. ¿Sabes qué son las “estrategias de lectura”?

NO

¿Podrías definir el concepto? (respuesta breve)

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203

6. ¿Te han contado o leído muchos cuentos, historias literarias, etc. durante tu

infancia?

NO

Sí, pero pocos.

7. ¿Lees Literatura Juvenil (narraciones literarias, cuentos…) por iniciativa propia

(que no formen parte de los estudios)?

NO

Pocas veces (rara vez).

Solo leo los libros de lectura que forman parte de los estudios.

8. Si en una encuesta te preguntan “¿cuánto lees?”: ¿a qué crees que se refiere?

BLOQUE II: CUESTIONES REFERIDAS A LA LECTURA LITERARIA

9. ¿Qué te resulta más difícil:

a) leer un texto literario;

o

b) leer un texto no literario?

¿Por qué? (respuesta breve)

10. ¿Para leer un texto literario “se necesita” poseer saberes literarios?

NO

¿Por qué? (respuesta breve)

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204

11. ¿Te resulta interesante la lectura?

NO

Muy poco

12. ¿Cuando lees un texto (literario o no literario) pones en práctica alguna

“estrategia de lectura”?

NO

¿Puedes describirla?

BLOQUE III: CUESTIONES RELACIONADAS CON LA PERCEPCIÓN DE LO QUE

SE HACE Y SE TRABAJA EN EL AULA.

13. ¿Te resulta interesante la lectura de textos literarios que realizas en clase?

NO

¿Por qué? (respuesta breve)

14. ¿Te resulta difícil comprender los textos literarios que trabajas en el aula?

NO

¿Por qué? (respuesta breve)

15. ¿Comprendes con facilidad los enunciados que aparecen en las actividades de

lectura?

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205

NO

¿Por qué?

16. ¿Consideras importante estudiar Literatura en clase (aprendizaje de saberes

literarios)?

NO

17. ¿Te permiten estos saberes (literarios) comprender “mejor” los textos literarios

que se trabajan en el aula?

NO

18. ¿Te permiten estos saberes (literarios) comprender “mejor” la lectura literaria

que a ti te gusta?

NO

No me sirven para nada

19. ¿Trabajas en el aula las “estrategias de lectura”?

NO

No lo sé

20. Rodea qué puntuación le otorgas a la siguiente afirmación: La lectura literaria

se trabaja en el aula… (0= nada; 1= una vez al mes; 2= más de dos veces al mes; 3=

un día a la semana; 5= más de un día a la semana)

0 1 2 3 4 5

21. ¿Vale para algo leer literatura?

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206

NO

(C) EXPECTATIVAS DE RESPUESTA.

Con esta prueba se pretende conocer el entramado de juicios previos que el alumnado

de 1º de Bachillerato posee sobre la lectura literaria, la literatura y su estudio en clase y

las creencias sobre lo que significa socialmente saber leer. Se trata de una información

complementaria de enorme importancia sobre la que se asientan en cierto sentido las

destrezas esenciales sobre las que queremos trabajar y evaluar. Estos pre-conceptos,

auténticos prejuicios en muchas ocasiones, ejercen una influencia directa sobre la

actitud del alumnado ante unas actividades específicas que sistemáticamente el alumno

rechaza o no ejercita con voluntad expresa y motivación suficiente. Un proceso de

aproximación que permitirá mejorar la planificación de nuestra intervención didáctica y

atender adecuadamente a las necesidades que los alumnos demandan.

Se trata de un cuestionario con preguntas semi estructuradas o de respuesta binaria

(sí/no) cuyas respuestas se analizarán desde una perspectiva cualitativa, aunque solo

ofrezcamos tantos por cientos de las respuestas que se dan para cada ítem, con la

intención de proporcionar una visión panorámica de las actitudes, las creencias y los

pre-conceptos del alumnado sobre las tareas propias de los trabajos con la literatura en

el aula.

La prueba Pre-conceptos se compone de 21 cuestiones básicas agrupadas en tres

bloques complementarios:

Bloque I: cuestiones referidas a las percepciones generales.

Bloque II: cuestiones referidas a la lectura literaria,

Bloque III: cuestiones relacionadas con la percepción de lo que se hace y se t

rabaja en el aula.

Planteamos con un poco más de detenimiento los componentes esenciales de cada uno

de estos bloques:

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207

El Bloque I: cuestiones referidas a las percepciones generales se compone de ocho

cuestiones de las que la tercera, cuarta, quinta (primer apartado), sexta y séptima son de

respuesta cerrada (sí o no); la primera, quinta (segundo apartado) y octava de respuesta

abierta; y la segunda, diferente, pues requiere que el alumno valore numéricamente y

por orden de prioridad diferentes opciones.

El Bloque II: cuestiones referidas a la lectura literaria abarca desde la cuestión

novena hasta la duodécima. Siendo la novena (primer apartado), décima (primer

apartado), undécima y duodécima (primer apartado) de respuesta cerrada; y el segundo

apartado de las cuestiones novena, décima y duodécima de respuesta abierta.

El Bloque III: cuestiones relacionadas con la percepción de lo que se hace y se

trabaja en el aula comprende desde la cuestión decimotercera hasta la vigésimo

primera. Siendo, de nuevo, la decimotercera (primer apartado), decimocuarta (primer

apartado), decimoquinta (primer apartado), decimosexta, decimoséptima,

decimonovena, vigésima y vigésima primera de respuesta cerrada y la decimoctava de

respuesta abierta.

JUSTIFICACIÓN EXPECTATIVA DE RESPUESTA

CUESTIONARIO PRE-CONCEPTOS.

BLOQUE I: Cuestiones referidas a las percepciones generales.

1. ¿En qué crees que se diferencia un texto literario de uno no literario?

Puesto que se trata de una cuestión que plantea una respuesta de carácter abierto,

formulamos para su análisis cuantitativo y para la valoración de las respuestas obtenidas

la siguiente expectativa de respuesta.

Cuadro 21. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 1.

NIVEL

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

(R=Respuesta)

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208

NIVEL 1

Valoración 0

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

NIVEL 2

R-1= Reconoce la diferencia mediante elementos externos.

Valoración 1.

R-1.1.= Diferencia: Verso / Prosa.

R-1.2.= Capítulos y/o escenas.

R-1.3.= Recursos literarios.

R-1.4.= Función estética / Función referencial.

R-1.5.= Otras respuestas.

R-2= Reconoce la diferencia mediante elementos internos.

Valoración 2.

R-2.1.= Diferencia: Ficción / Realidad.

R-2.2.= Diferencia: Texto subjetivo / Texto Objetivo.

R-2.3.= Diferencia: Lenguaje culto / Lenguaje coloquial.

R-2.4.= Otras respuestas.

Tal y como indica la tabla, la expectativa de respuesta que tomamos como óptima para

la interpretación y valoración de los resultados se fundamenta en el NIVEL 2 de

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209

respuesta, siendo calificada con un punto la expectativa de respuesta R=1 y con dos

puntos la expectativa de respuesta R=2.

NIVEL 1:

Si la respuesta se encuadra en la expectativa R-0 podemos inferir que el alumno no

responde a la cuestión planteada porque, a lo largo de sus etapas educativas, no ha

realizado un aprendizaje constructivo y funcional de la asignatura y no ha asimilado

significativamente determinados contenidos específicos de Lengua Castellana y

Literatura (sobre todo de carácter literario). Característica que, desde nuestro punto de

vista, obstaculiza su formación lectoliteraria.

NIVEL 2:

Ante la necesidad de precisar y valorar el alcance significativo de las respuestas (esto

es, conocer qué es lo que saben o no saben nuestros alumnos y cómo lo interpretan),

hemos estructurado este segundo nivel en dos apartados claramente diferenciados. En

ellos se proponen diferentes opciones de respuesta (propuestas que toman como

referencia determinados contenidos específicos que, desde nuestro punto de vista, deben

saber y poseer los alumnos).

En el apartado R-1 se incluyen posibles definiciones que justifican que un texto de

carácter literario se diferencia de un texto de carácter no literario por sus elementos

externos (opciones de respuesta que describen elementos que el alumno puede

reconocer fácilmente a partir de la estructura formal del discurso, así como contenidos

específicos -literarios o no literarios- que el alumno ha ido asimilando en su proceso de

formación y que, en ocasiones, para argumentar qué características sí son propias de un

texto de carácter literario pero no de un texto de carácter no literario).

En el apartado R-2 se incluyen aquellas posibles definiciones que determinan que un

texto de carácter literario se diferencia de un texto de carácter no literario por sus

elementos internos (opciones de respuesta que indican que el alumno parte de la lectura

del texto -es decir, lee el discurso y analiza su estructura interna- para definir y

argumentar qué características diferencian a un texto de carácter literario de un texto de

carácter no literario).

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210

Apartado R-1: el alumno justifica que un texto de carácter literario se diferencia de un

texto de carácter no literario por sus elementos externos.

R-1.1.= Diferencia verso / prosa.

Con esta expectativa de respuesta se considera que un texto de carácter literario se

diferencia de un texto de carácter no literario porque, desde el punto de vista formal, el

primero está escrito en verso y el segundo en prosa.

R-1.2.= Capítulos y/o escenas.

Con esta expectativa de respuesta se considera que un texto de carácter literario se

diferencia de un texto de carácter no literario porque, desde el punto de vista formal –

estructura externa-, el primero aparece secuenciado y/o estructurado en capítulos y/o

escenas y el segundo, no.

R-1.3.= Recursos literarios.

Con esta expectativa de respuesta se considera que un texto de carácter literario se

diferencia de un texto de carácter no literario porque en el primero aparecen figuras

literarias.

Desde nuestro punto de vista, es importante destacar que esta afirmación, a pesar de

poder ser considerada como una característica del apartado R-2 (apartado en el que se

afirma que un texto de carácter literario se diferencia de un texto de carácter no literario

por sus elementos internos), la incluimos en este apartado R-1 porque consideramos que

si los alumnos justifican la diferencia entre un texto y otro argumentando esta respuesta

lo harán (una inmensa mayoría) desde un punto de vista externo y superficial

(reproduciendo aquello que han memorizado), es decir, sin leer el texto y sin valorar e

identificar –con ejemplos- qué figuras literarias aparecen en el discurso.

R-1.4.= Función estética / Función referencial.

Con esta expectativa de respuesta se considera que un texto de carácter literario se

diferencia de un texto de carácter no literario porque en el primero predomina la función

estética (tiene rima, embellece el lenguaje, etc.) y en el segundo predomina la función

referencial (solo informa de un hecho).

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211

R-5= Otras respuestas.

Apartado R-2: el alumno justifica que un texto de carácter literario se diferencia de un

texto de carácter no literario por sus elementos internos.

R-2.1.= Ficción / Realidad.

Con esta expectativa de respuesta se considera que un texto de carácter literario se

diferencia de un texto de carácter no literario porque el primero se apoya en un mundo

de ficción –ficcionaliza la realidad-, y el segundo, por el contrario, describe un hecho

real (realidad).

R-2.2.= Texto subjetivo / Texto objetivo.

Con esta expectativa de respuesta se considera que un texto de carácter literario se

diferencia de un texto de carácter no literario porque el primero es un texto subjetivo -el

emisor comunica algo desde su punto de vista y aportando valoraciones y opiniones

personales-, y el segundo es un texto objetivo, informa sobre un hecho.

R-2.3.= Lenguaje culto / Lenguaje coloquial.

Con esta expectativa de respuesta se considera que un texto de carácter literario se

diferencia de un texto de carácter no literario porque en el primero se emplea un registro

culto y formal y en el segundo un lenguaje coloquial.

R-2.4.= Otras respuestas.

2. ¿Podrías decir qué es un texto literario? (Valorar del 1 al 4 las respuestas por orden

de prioridad)

Un texto instructivo con una finalidad práctica.

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212

Un texto en el que el mensaje crea imaginariamente su propia realidad y su universo de ficción.

Un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente acontecidos.

Un texto en el que predomina la función estética (creación de belleza estética).

Para resolver esta cuestión, el alumno ha de valorar e interpretar qué definición,

de las cuatro planteadas, refleja con mayor precisión qué es un texto literario (para dejar

constancia de ello enumerará y ordenará las respuestas del uno al cuatro).

Esta actividad nos permite observar y valorar si el alumno es capaz de reconocer y

comprender, adecuadamente, la información que transmiten las afirmaciones, y

establecer una organización lógica y significativa que refleje una interpretación personal

adecuada a la finalidad del enunciado o, por el contrario, evidencie (mediante la

organización que propone) que no reconoce algunos de los elementos que definen el

mensaje literario, pues confunde conceptos importantes que le impiden interpretar y

relacionar coherentemente la información.

De ahí que, para realizar el análisis cuantitativo, elaboremos una expectativa de

respuesta que recoja diferentes combinaciones significativas (no obstante, es importante

destacar que las opciones formuladas no implican refutar otros posibles agrupamientos -

y/o combinaciones- que podrían resultar significativos):

Cuadro 22. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 2.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

Posibles combinaciones

R-0= Ausencia

de respuesta /

R-1= 4, 1, 3, 2

R-2= 4, 2, 3, 1

R-3= 3, 1, 4, 2

R-4= 3, 2, 4, 1

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213

Respuesta

disparatada

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Valoración 3

Valoración 4

Para interpretar las combinaciones formuladas en la expectativa de respuesta y el

posterior análisis cuantitativo hemos de tener en cuenta lo siguiente:

NIVEL 1:

La R-1= 4, 1, 3, 2 corresponde a la siguiente combinación:

4 -Un texto instructivo con finalidad práctica.

1 -Un texto en el que el mensaje crea imaginariamente su propia realidad y su

universo de ficción.

3 -Un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente acontecidos.

2 -Un texto en el que predomina la función estética (creación de belleza artística).

NIVEL 2:

La R-2= 4, 2, 3, 1 corresponde a la siguiente combinación:

4 -Un texto instructivo con finalidad práctica.

2 -Un texto en el que el mensaje crea imaginariamente su propia realidad y su

universo de ficción.

3 -Un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente acontecidos.

1 -Un texto en el que predomina la función estética (creación de belleza artística).

NIVEL 3:

La R-3= 3, 1, 4, 2 corresponde a la siguiente combinación:

3 -Un texto instructivo con finalidad práctica.

1 -Un texto en el que el mensaje crea imaginariamente su propia realidad y su

universo de ficción.

4 -Un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente acontecidos.

2 -Un texto en el que predomina la función estética (creación de belleza artística).

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214

NIVEL 4:

La R-4= 3, 2, 4, 1 corresponde a la siguiente combinación:

3 -Un texto instructivo con finalidad práctica.

2 -Un texto en el que el mensaje crea imaginariamente su propia realidad y su

universo de ficción.

4 -Un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente acontecidos.

1 -Un texto en el que predomina la función estética (creación de la belleza artística).

Si valoramos, desde un punto de vista global, el orden de prioridad (del 1 al 4)

establecido en las combinaciones anteriores (expectativa de respuesta) destacamos lo

siguiente:

a) Teniendo en cuenta que el objetivo es definir qué es un texto literario, según las

cuatro opciones presentadas en el cuestionario y valorando del 1 al 4 las respuestas por

orden de prioridad, podemos apreciar que las opciones más próximas a esta definición

son las siguientes: un texto en el que predomina la función estética (creación de belleza

artística) y un texto en el que el mensaje crea imaginariamente su propia realidad y su

universo de ficción. De ahí que las respuestas R-4= 3, 2, 4, 1 y R-2= 4, 2, 3, 1 se valore

con el número 1 la opción de respuesta un texto en el que predomina la función estética

(creación de belleza artística) y en las respuestas R-3= 3, 1, 4, 2 y R-1= 4, 1, 3, 2 se

valore con el número 1 la opción de respuesta un texto en el que el mensaje crea

imaginariamente su propia realidad y su universo de ficción.

b) Teniendo en cuenta lo expuesto en el apartado anterior -apartado (a)-

destacaremos que las opciones de respuesta más alejadas de la definición qué es un texto

literario son las siguientes: un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente

acontecidos y un texto instructivo con una finalidad práctica. De ahí que en las

respuestas R-4= 3, 2, 4, 1 y R-3= 3, 1, 4, 2 se valore con el número 4 la opción de

respuesta un texto, puramente, objetivo que remite a hechos realmente acontecidos

(usamos en esta opción el adverbio puramente para reforzar el sentido de la oración y

facilitar al alumno su comprensión e interpretación); y en las respuestas R-2= 4, 2, 3,1 y

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215

R-1= 4, 1, 3, 2 se valore con el número 4 la opción de respuesta un texto instructivo con

una finalidad práctica.

En la expectativa de respuesta tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-4=

3, 2, 4, 1 para valorar e interpretar los resultados obtenidos, ya que es ésta la que ofrece

una definición más ajustada a la cuestión formulada: ¿Podrías definir qué es un texto

literario?

3. ¿Todos los textos literarios están escritos en verso?

Cuadro 23. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 3.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= SÍ

R-2= NO

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Puesto que se trata de una cuestión que plantea una respuesta cerrada, solo admite

SÍ o NO, agrupamos los resultados obtenidos partiendo de la siguiente expectativa de

respuesta: R-1= SÍ y R-2= NO. De estas dos tomamos como óptima la expectativa de

respuesta R-2= NO.

Esta cuestión nos permite observar y valorar si el alumnado ha asimilado

significativamente determinados núcleos de contenido básicos (nivel de comprensión de

las ideas que se le han transmitido en anteriores etapas educativas) relacionados con el

área de Literatura.

4. ¿Todos los textos escritos en verso son literarios?

Cuadro 24. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 4.

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216

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= SÍ

R-2= NO

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Esta cuestión plantea de nuevo una respuesta cerrada (pues solo admite un SÍ o un

NO como respuesta), de ahí que valoremos los resultados obtenidos tomando como

referente la siguiente expectativa de respuesta: R-1= SÍ y R-2= NO. Tomamos como

óptima la expectativa de respuesta R-2=NO.

Planteamos de nuevo una cuestión en la que se nos permite observar y valorar si el

alumno ha incorporado a su intertexto lecto-literario y comprendido adecuadamente los

contenidos básicos del área de Literatura. O si, por el contrario, su nivel de adquisición

y comprensión resulta insuficiente y no se corresponde con el nivel académico

requerido (plantea, por tanto, problemas de base).

5. ¿Sabes qué son las “estrategias de lectura”? ¿Podrías definir el concepto?

Puesto que se trata de una cuestión que plantea dos interrogantes en la que el

primero solo admite un SÍ o un NO como respuesta y, el segundo (respuesta de carácter

abierto) solo puede ser respondido si la respuesta del primero es afirmativa;

agruparemos los resultados obtenidos, en primer lugar, tomando como referente la

expectativa de respuesta del primer interrogante (¿Sabes qué son las estrategias de

lectura”): R-1= NO y R-2= SÍ.

De las dos tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-2=SÍ, que es la que

nos permite conocer y valorar si el alumno reconoce el concepto “estrategias de

lectura” y le otorga significado dentro del proceso lector.

Cuadro 25. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 5.1.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA:

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R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= NO

R-2= SÍ

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

En cuanto al segundo interrogante, podemos destacar que solo si la respuesta del

primero es afirmativa obtendremos respuesta para él.

De ahí que formulemos la siguiente expectativa de respuesta, para valorar e interpretar

los resultados obtenidos en el segundo interrogante:

Cuadro 26. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 5.2.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta disparatada.

Valoración 0

R-1= Otras respuestas que no se incluyan dentro de R-2 y R-3.

Valoración 1

R-2= Respuestas que incluyan el concepto de comprensión del texto.

Valoración 2

R-3= Actividades, procedimientos, técnicas, etc. que utiliza el lector para alcanzar la comprensión del texto.

Valoración 3

Esta cuestión nos permite observar y valorar si el alumnado reconoce el concepto de

estrategias de lectura como parte fundamental y didáctico-práctica del proceso lector

(actividades que realiza mientras lee y que le ayudan a comprender la lectura).

6. ¿Te han contado o leído muchos cuentos, historias literarias, etc. durante tu

infancia?

Esta cuestión plantea de nuevo una respuesta cerrada (solo admite un SÍ, NO o SÍ,

PERO… (pocos) como respuesta), de ahí que valoremos los resultados obtenidos

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218

tomando como referente la siguiente expectativa de respuesta: R-0= NO, R-1= NO y R-

2= SÍ, pero… (POCOS), R-3= SÍ.

Tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-3= SÍ.

Cuadro 27. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 6.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta disparatada.

Valoración 0

R-1= NO

Valoración 1

R-2= SÍ, pero...pocos.

Valoración 2

R-3= SÍ

Valoración 3

Con la expectativa de respuesta R-3= SÍ se considera que el alumno, durante su

infancia, ha estado en contacto con la literatura infantil y que, por tanto, su intertexto

lector se ha ido formando poco a poco y enriqueciéndose con la lectura y escucha de

textos literarios; lo que le ha permitido desarrollar su imaginario literario y poder

reconocer algunas de las características fundamentales del texto literario.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-2= SÍ, pero… POCOS podremos

inferir que sí ha leído o escuchado algún que otro texto literario durante su infancia; sin

embargo, no ha sido suficiente para afianzar determinados saberes básicos de carácter

literario.

Por el contrario, si se encuadra dentro de la expectativa de respuesta R-1= NO

podremos inferir que las dificultades que le puedan surgir a la hora de diferenciar entre

un texto literario o no literario y su lectura, sean mayores.

7. ¿Lees Literatura Juvenil (narraciones literarias, cuentos…) por iniciativa propia

(que no formen parte de los estudios)?

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219

De nuevo planteamos una cuestión con respuesta cerrada. Se le ofrecen cuatro

posibilidades de respuesta a elegir solo una. Tomamos como óptima la expectativa de

respuesta R-3=SÍ.

Cuadro 28. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 7.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= NO

Valoración 0

R-1= Solo leo los libros de lectura que forman parte de los estudios.

Valoración 1

R-2= Pocas veces (rara vez).

Valoración 2

R-3= SÍ

Valoración 3

Proponemos esta cuestión para observar y conocer si el alumno está en contacto

con la lectura literaria (Literatura Juvenil o canónica) fuera del ámbito académico y

escolar y si desarrolla y pone en práctica los saberes literarios y no literarios adquiridos

en el aula.

Desde nuestro punto de vista, si el alumno lee literatura (infantil, juvenil, etc.), con

frecuencia y fuera del ámbito académico, desarrollará con mayor éxito su formación

lecto-literaria, sus habilidades lectoras (interpretativas y productivas) e irá, poco a poco,

enriqueciendo adecuadamente su intertexto lectoliterario.

8. Si en una encuesta te preguntan <<¿cuánto lees?>>: ¿a qué crees que hace

referencia?

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220

Puesto que se trata de una cuestión que plantea una respuesta de carácter abierto,

formulamos para su análisis cuantitativo y para la valoración de las respuestas obtenidas

la siguiente expectativa de respuesta.

Cuadro 29. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 8.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta disparatada.

Valoración 0

R-1= Lectura de obras literarias (todos los géneros literarios)

dentro del ámbito académico.

Valoración 1

R-2= Cantidad de libros que se leen por iniciativa propia (fuera del

ámbito académico).

R-3= Tiempo que se invierte en la lectura (fuera del ámbito

académico)

Valoración 2

R-4= Lectura de textos literarios y no literarios.

Valoración 3

Tal y como refleja la tabla, las respuestas que se establecen para valorar e interpretar los

resultados obtenidos son las siguientes:

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta disparatada.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 podemos prever que el

alumno no responde a la cuestión planteada porque no es capaz de interpretar el

enunciado propuesto.

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R-1= Lectura de obras literarias (todos los géneros literarios) dentro del ámbito

académico.

Si se encuadra la respuesta dentro de la expectativa R-1 podemos prever que el

alumno justifica que el enunciado propuesto hace referencia a las lecturas literarias que

se realizan dentro del ámbito académico (incluye todos los géneros literarios).

R-2= Cantidad de libros que se leen por iniciativa propia (fuera del ámbito

académico).

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-2 se interpreta que el alumno

considera que el enunciado propuesto hace referencia a la cantidad de libros que lee por

iniciativa propia fuera del ámbito académico.

R-3= Tiempo que se invierte en la lectura (fuera del ámbito académico).

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-3 destacamos que el alumno

justifica que el enunciado propuesto debe determinar el tiempo que se invierte en la

lectura fuera del ámbito académico.

R-4= Lectura de textos literarios y no literarios.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-4 se considera que el alumno

interpreta que el enunciado propuesto remite a la lectura de textos literarios y no

literarios.

BLOQUE II: Cuestiones referidas a la lectura literaria.

9. ¿Qué te resulta más difícil: (a) leer un texto literario o (b) leer un texto no

literario? ¿Por qué? (respuesta breve).

Se trata de una cuestión que plantea dos interrogantes: el primero (apartado 9 A)

que plantea al alumno una respuesta cerrada (elegir entre las opciones ofrecidas A o B);

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222

y, el segundo que resulta ser la explicación del primero (los porqués) y que se concibe

también como respuesta cerrada para valorar las respuestas ofrecidas.

Apartado 9 A:

Para el primer interrogante formulamos (¿Qué te resulta más difícil: (a) leer un texto

literario o (b) leer un texto no literario?) la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 30. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 9.A.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Valoración 0

R-1= Leer un texto no literario.

Valoración 1

R-2= Leer un texto literario.

Valoración 2

Tomamos como óptima (para este primer interrogante) la expectativa de respuesta R-

2: leer un texto literario.

Desde nuestro punto de vista y tomando como referencia nuestra experiencia docente,

es muy probable que el alumno opte por la opción A (expectativa de respuesta R-2), ya

que, durante su actividad lecto-literaria suele manifestar dificultades importantes que

no suelen aparecer (o aparecen con menor frecuencia) cuando lee un texto no literario

(mensaje de intención esencialmente informativa).

Apartado 9 B:

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Ante la necesidad de valorar y precisar el alcance significativo de las respuestas que

componen el segundo interrogante (esto es, conocer qué dificultades obstaculizan el

aprendizaje de nuestros alumnos y los porqués), hemos estructurado su expectativa de

respuesta en tres apartados claramente diferenciados.

Cuadro 31. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 9.B.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Resulta más difícil leer un texto no literario.

R-1.1.= Mensaje y lenguaje complejos. R-1.2.= Estructura compleja (abundancia de

argumentos) R-1.3.= No es entretenido (carácter científico).

Valoración 1

R-2= Resulta más difícil leer un texto literario.

R-2.1.= Está escrito en verso. R-2.2.= Lenguaje complejo con recursos literarios. R-2.3.= Se necesita poseer saberes literarios. R-2.4.= Comprenderlo es difícil.

Valoración 2

Tal y como indica la tabla, si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0

podemos inferir que el alumno no responde a la cuestión planteada porque a lo largo de

sus etapas educativas no ha realizado un aprendizaje funcional de la asignatura y no

posee en su intertexto lecto-literario determinados contenidos específicos de Lengua

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224

Castellana y Literatura y del proceso lector. Características que, desde nuestro punto de

vista, obstaculizan su lectura lectoliteraria.

Si la respuesta se encuadra dentro de los apartados R-1 y R-2 podremos conocer qué

contenidos específicos son los que suelen impedir que el alumno avance positivamente

en su aprendizaje. Para ello:

En el apartado R-1 incluimos posibles definiciones que determinan las dificultades que

pueden encontrar los alumnos a la hora de leer un texto de carácter no literario y que

justifican el porqué.

Y, en el apartado R-2 incluimos posibles definiciones que determinan las dificultades

que pueden encontrar los alumnos a la hora de leer un texto de carácter literario y que

justifican el porqué un alumno afirma que le resulta más difícil leer un texto no literario.

10. ¿Para leer un texto literario “se necesita” poseer saberes literarios? ¿Por qué?

(respuesta breve).

Se trata de una cuestión que plantea, de nuevo, dos interrogantes: el primero tiene

como respuesta cerrada la elección entre SÍ o NO (apartado 10 A) y, el segundo

(apartado 10 B) resulta ser la explicación del primero (por qué se ha elegido dicha

opción en el primer interrogante).

Apartado 10 A:

Para valorar los resultados obtenidos del primer interrogante tomamos como

referente la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 31. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 10.A.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA:

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R-0= Ausencia de respuesta

R-1= NO R-2= SÍ

Valoración 0

´Valoración 1

Valoración 2

Con esta cuestión podemos observar y valorar si el alumno es capaz de reconocer que sí

resulta importante y necesario aprender significativamente los núcleos de contenido

literario básicos (relacionados con el área de Literatura Castellana) durante su etapa

académica y escolar, para favorecer su formación literaria y crear su propio intertexto

lectoliterario.

Tomamos como óptima para este primer interrogante la expectativa de respuesta

R-2= SÍ.

Apartado 10 B:

Para el segundo interrogante, que plantea una cuestión de carácter abierto y resulta

ser la explicitación del primero, formulamos la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 32. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 10.B.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= No se necesitan los saberes literarios para la lectura

literaria.

R-1.1.= No hacen falta para leer el texto.

R-1.2.= Son saberes teóricos pero no significativos.

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226

(Listados de obras y autores).

R-1.3.= Solo se necesita conocer el código. R-1.4.= Otras respuestas.

Valoración 1

R-2= Sí se necesitan los saberes literarios para la lectura

literaria.

R-2.1.= Ayudan a reconocer los espacios significativos de

ficción.

R-2.2.= Ayudan a comprender el léxico y los recursos

estilísticos.

R-2.3.= Permiten comprender e interpretar mejor el texto

literario.

R-2.4.= Fomenta la competencia literaria y lectoliteraria del

lector. (Suma saberes al intertexto lectoliterario del lector).

Valoración 2

Tal y como refleja la tabla tres son las opciones de respuesta que se establecen para

valorar e interpretar los resultados obtenidos.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 podemos prever que el alumno

no responde a la cuestión planteada porque, a lo largo de sus etapas educativas, no ha

realizado un aprendizaje funcional de la asignatura y no posee en su intertexto lecto-

literario determinados contenidos específicos de Lengua Castellana y Literatura y del

proceso lector. Características que, desde nuestro punto de vista, obstaculizan su

formación lectoliterario.

Si se encuadra dentro de los apartados R-1 y R-2 podremos conocer, a partir de las

diferentes opciones de respuesta creadas, cuál es el motivo que ofrece el alumno para

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justificar el porqué le resulta importante poseer saberes literarios para enfrentarse a la

lectura literaria o el porqué no.

En el apartado R-1 se incluyen las posibles razones que aporta el alumno para

argumentar y justificar que para leer un texto de carácter literario no se necesita poseer

saberes literarios.

Con este apartado podemos comprobar que el alumno no valora la educación literaria

recibida durante su proceso de enseñanza/aprendizaje como parte fundamental y

necesaria de su formación académica y lectoliteraria.

En el apartado R-1 se incluyen las posibles justificaciones del porqué sí se necesitan los

saberes literarios para leer un texto de carácter literario.

Este apartado nos permite observar y valorar si el alumno identifica y valora la

educación literaria como parte importante de su formación académica y lectoliteraria.

11. ¿Te resulta interesante la lectura?

Esta cuestión plantea de nuevo una respuesta cerrada (pues solo admite un SÍ, un

No o un MUY POCO como respuesta), de ahí que valoremos los resultados obtenidos

tomando como referente la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 33. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 11.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta

R-1= NO

R-2= Muy poco

R-3= SÍ

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Valoración 3

Con esta cuestión pretendemos conocer si el alumnado valora y aprecia la lectura, ya

sea de un texto literario o no literario, como actividad comunicativa y si es consciente

de que leer es importante para su formación.

Para ello, tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-3= SÍ.

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228

12. ¿Cuando lees un texto (literario o no literario) pones en práctica alguna estrategia

de lectura? ¿Puedes describirla?

Se trata de una cuestión que plantea dos interrogantes: el primero de ellos tiene

como respuesta cerrada la elección entre SÍ o NO, y el segundo resulta ser la descripción

y el complemento del primero.

Se pretende con ello conocer si el alumno ha realizado un aprendizaje significativo y

constructivo de las estrategias de lectura y saber si éstas guían y favorecen, durante su

actividad lectora, la comprensión e interpretación del texto.

De ahí que valoremos los resultados obtenidos tomando como referente la siguiente

expectativa de respuesta:

Cuadro 34. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 12.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta o respuesta disparatada o NO.

Valoración 0

R-1= Sí sin porqués.

Sí + Estrategias de prelectura. (Se pregunta qué va a leer,

con qué intención y qué puede encontrar en el texto).

Sí + Estrategias de descodificación. (Reconoce e identifica

relaciones primarias que existen entre las unidades

gramaticales para establecer un primer contacto con el texto).

Valoración 1

R-2= Sí + Estrategias de precomprensión.

(Realiza aproximaciones lectoras a partir de los

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229

conocimientos pragmáticos que posee).

Sí + Estrategias de formulación de expectativas y

elaboración de inferencias.

(Formula expectativas e inferencias sobre el contenido del

texto seleccionando unidades significativas y relevantes para

alcanzar la comprensión del texto).

Valoración 2

R-3= SÍ + Estrategias de comprensión.

(Valora la información global del texto y la aplica a la

finalidad lectora que persigue).

SÍ + Estrategias de interpretación / valoración.

(Relaciona los conocimientos que posee como lector con la

información que le aporta el texto para valorar e interpretar

personalmente la información que le transmite el escrito).

Valoración 3

Tal y como refleja la tabla, con esta cuestión podemos observar y valorar si el

alumno conoce y reconoce qué son las estrategias de lectura y si es consciente de que

las utiliza durante su proceso lector (forman parte de su actividad lectora personal).

Tomamos como óptima, para el análisis de los resultados obtenidos, la expectativa de

respuesta R-3.

BLOQUE III: Cuestiones relacionadas con la percepción de lo que se hace y

se trabaja en el aula.

13. ¿Te resulta interesante la lectura de textos literarios que realizas en clase? ¿Por

qué?

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230

Se trata de una cuestión que plantea, de nuevo, dos interrogantes: el primero tiene

como respuesta cerrada la elección entre SÍ o NO, y el segundo resulta ser la explicación

y complemento del primero (por qué se ha elegido dicha opción en el primer

interrogante).

De ahí que valoremos los resultados obtenidos tomando como referente la siguiente

expectativa de respuesta:

Cuadro 35. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 13.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta o respuesta disparatada.

(Entre ellas se incluyen respuestas del “NO” cuando los porqués

aducidos no tienen sentido).

Valoración 0

R-1= NO resulta interesante la lectura de textos literarios que

se realiza en el aula.

R-1.1.= No me gusta leer nada.

R-1.2.= Es difícil; aburrida.

R-1.3.= Es obligatoria.

R-1.4.= No la comprendo.

Valoración 1

R-2= Sí resulta interesante la lectura de textos literarios que se

realiza en el aula.

R-2.1.= Resulta significativa; me divierte.

R-2.2.= Me ayuda a conocer a los autores; su manera de

pensar.

R-2.3.= Me gusta leer; descubrir nuevos mundos de ficción.

R-3.4.= Me permite conocer cosas que han pasado durante la

Valoración 2

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231

historia de la humanidad.

Con esta cuestión podemos observar y valorar si el alumno es capaz de reconocer si la

lectura de textos literarios que realiza en clase le resulta significativa e interesante y si le

permite adquirir nuevos conocimientos y contenidos de manera constructiva. Pues,

desde nuestro punto de vista, cuando una actividad se realiza comprendiendo su

significado y sentido, agrada.

Por todo ello, tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-2.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 podemos inferir que el alumno,

en realidad, no está interesado en la lectura literaria.

Si, por el contrario, se encuadra dentro de la expectativa de respuesta R-1 (NO resulta

interesante la lectura de textos literarios que se realiza en clase) podemos comprobar

que el alumno no valora la educación literaria ni lectoliteraria recibida durante su

proceso de enseñanza/aprendizaje y que no interpreta la lectura literaria como una

actividad comunicativa y formativa.

Y si se encuadra en la expectativa de respuesta R-2 (SÍ resulta interesante la lectura de

textos literarios que se realiza en clase) podemos inferir que el alumno sí presta atención

a la lectura literaria que se realiza en clase y la valora.

Si esto es así, resulta importante destacar que dichas lecturas ayudarán al alumno a crear

y ampliar significativamente su intertexto lectoliterario y a mejorar su competencia

lectoliteraria.

14. ¿Te resulta difícil comprender los textos literarios que trabajas en el aula? ¿Por

qué?

Con esta cuestión podremos observar y valorar si el alumno es capaz de

autoevaluarse y detectar qué necesidades y dificultades le surgen durante su actividad

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232

lectora. Pues debe responder si los textos literarios que trabaja en el aula le resultan

difíciles de comprender y el porqué de ello.

De ahí que planteemos para el análisis y la valoración de los resultados obtenidos la

siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 36. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 14.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta o respuesta disparatada.

(Entre ellas se incluyen respuestas del “NO” cuando los porqués

aducidos no tienen sentido).

Valoración 0

R-1= SÍ resulta difícil comprender los textos literarios que se

trabajan en el aula.

R-1.1.= Algunos textos, pero no todos.

R-1.2.= Depende de la dificultad del mensaje; de la manera

de expresarse el autor.

R-1.3.= Los textos poéticos son más difíciles de comprender.

R-1.4.= No se presta atención. (El alumno no se esfuerza; no

trabaja).

R-1.5.= Otras respuestas pero asimilables a la perspectiva

negativa que no haya que incluir a R-0.

Valoración 1

R-2= NO resulta difícil comprender los textos literarios que se

trabajan en el aula.

R-2.1.= Se comprenden gracias a las explicaciones teórico-

literarias previas.

R-2.2.= Es capaz de imaginar el mundo de ficción descrito.

Valoración 2

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R-2.3.= Se trabajan textos accesibles dentro del aula.

(Adaptados al nivel académico).

Tal y como refleja la tabla, tres son las opciones de respuesta que se establecen para

valorar e interpretar los resultados obtenidos. Tomamos como óptima la expectativa

de respuesta R-2 en la que el alumno afirma que no le resulta difícil comprender los

textos literarios que se trabajan en el aula y, además, argumenta el porqué.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 podemos deducir que el

alumno, en realidad, no está interesado en la lectura literaria y que, posiblemente, no

presta mucha atención en clase.

Si se encuadra dentro de la expectativa de respuesta R-1 el alumno dejará claro que sí le

resulta difícil comprender los textos literarios que se trabajan en el aula ofreciendo,

probablemente, una justificación del porqué. Criterios que nos permitirán conocer

cuáles son sus necesidades y dificultades con respecto a su formación lectoliteraria y

valorar que el alumno es capaz de reconocer que necesita aprender determinadas pautas

y actuaciones didácticas para conseguir que su proceso de formación lectoliteraria se

realice adecuadamente.

(Necesidades que nosotros como docentes debemos interpretar y planificar su actuación

didáctica dentro del aula.)

Y si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-2 el alumno dejará claro que no

le resulta difícil comprender los textos literarios que se trabajan en el aula justificando el

porqué.

Respuesta que nos permite inferir que el alumno sí es capaz de entender la lectura

literaria como acto de comunicación significativo y fuente importante de aprendizaje.

15. ¿Comprendes con facilidad los enunciados que aparecen en las actividades de

lectura? ¿Por qué?

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234

Esta cuestión nos permite observar si el planteamiento didáctico que se le ofrece

al alumno dentro del aula es el adecuado. Es decir, si los enunciados de las actividades

didácticas que realiza en clase le resultan funcionales y significativos o si, por el

contrario, le plantean dudas e interrogantes que le impiden que pueda reconocer con

claridad la tarea que debe realizar. Si esto último se cumple es muy probable que el

alumno no pueda responder adecuadamente a las actividades propuestas.

De ahí que como docentes debamos preguntarnos si estamos trabajando adecuadamente

las estrategias de lectura dentro del aula. Ya que, si el alumno no comprende los

enunciados que se le plantean y se le proponen difícilmente conseguirá avanzar en su

formación lectoliteraria.

Tomamos como referente para su análisis la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 37. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 15.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta o respuesta disparatada.

(Entre ellas se incluyen respuestas del “NO” cuando los porqués

aducidos no tienen sentido).

Valoración 0

R-1= NO se comprenden con facilidad los enunciados que

aparecen en las actividades de lectura.

R-1.1.= Algunas actividades no; otras sí.

R-1.2.= Depende de la dificultad del texto; de la manera de

expresarse el autor.

R-1.3.= No se presta atención. (El alumno no se esfuerza; no

trabaja; no pone demasiado interés).

Valoración 1

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R-2= SÍ se comprenden con facilidad los enunciados que

aparecen en las actividades de lectura.

R-2.1.= Se plantean con claridad.

R-2.2.= No plantean demasiada dificultad.

R-2.3.= Si se comprende el texto se comprende el enunciado

de las actividades de lectura.

R-2.4.= Otras respuestas.

Valoración 2

Puesto que se trata de una cuestión que plantea dos interrogantes: el primero que

tiene como respuesta cerrada la elección entre SÍ o NO, y el segundo que resulta ser la

explicación y el complemento del primero; tomamos como referente la valoración e

interpretación de los resultados obtenidos la expectativa de respuesta R-2.

Por tanto:

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 podemos entender que el

alumno, en realidad, no está interesado en la lectura literaria y que, posiblemente, no

presta mucha atención en clase.

Si se encuadra dentro de la expectativa de respuesta R-1 el alumno dejará claro que

los enunciados que aparecen en las actividades de lectura no se comprenden con

facilidad. Información que permite al docente conocer qué necesidades manifiestan los

alumnos y por qué manifiestan que determinados modelos de enunciados (propios de las

actividades de lectura) no exponen con claridad las finalidades didáctico-comunicativas

que persiguen.

Y si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-2 estará afirmando que sí

comprende con facilidad los enunciados que aparecen en las actividades de lectura;

facilitando al docente argumentos interesantes que justifiquen el porqué.

16. ¿Consideras importante estudiar Literatura en clase (aprendizaje de saberes

literarios)?

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236

Puesto que se trata de una respuesta cerrada, que solo admite SÍ o NO, agrupamos los

resultados obtenidos partiendo de la siguiente expectativa de respuesta: R-1= No y R-2=

SÍ. De estas dos tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-2= SÍ.

Cuadro 38. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 16.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA:

R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= NO

R-2= SÍ

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Esta cuestión nos permite observar y valorar si el alumnado considera esencial para su

formación lectoliteraria el aprendizaje de la educación literaria en el aula y lo valora

como el conjunto de saberes estratégicos que le ayudarán a activar su intertexto lector y

a realizar una lectura eficaz de los textos de intención estética.

La competencia literaria es uno de los pilares básicos y esenciales para el desarrollo de

la competencia lectoliteraria del lector aprendiz.

Resulta importante destacar que si el alumno opta por la opción de respuesta R-0=

Ausencia de respuesta muestra que se desentiende por completo de la cuestión

planteada. Pero, si opta por la expectativa de respuesta R-1= NO indica que sí se

implica.

17. ¿Te permiten estos saberes (literarios) comprender “mejor” los textos literarios

que se trabajan en el aula?

Esta cuestión plantea de nuevo una respuesta cerrada (solo admite SÍ o NO), de

ahí que valoremos los resultados obtenidos tomando como referente la siguiente

expectativa de respuesta: R-1=NO y R-2= SÍ. Tomamos como óptima la expectativa de

respuesta R-2= SÍ.

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237

Cuadro 39. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 17.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA:

R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= NO

R-2= SÍ

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Planteamos ahora una cuestión complementaria a la anterior, y que nos permite observar

y valorar si el alumnado es capaz de reconocer la importancia de los contenidos

literarios y su función estratégica específica que se trabajan dentro del aula mediante las

actividades de lectura.

Esto es, reconocer si, como lector, estos saberes (información que el lector aporta desde

su propio saber) le ayudan a comprender los mundos ficcionales, aunque verosímiles,

creados por el emisor.

Resulta importante destacar que si el alumno opta por la opción de respuesta R-0=

Ausencia de respuesta muestra que se desentiende por completo de la cuestión

planteada. Pero, si opta por la expectativa de respuesta R-1= NO indica que sí se

implica.

18. ¿Te permiten estos saberes (literarios) comprender “mejor” la lectura literaria

que a ti te gusta?

De nuevo planteamos una cuestión complementaria a las dos anteriores (16 y 17)

y que cierra el círculo. A partir de estos resultados podremos observar y valorar si el

alumnado es capaz de reconocer la importancia que tiene la educación literaria

adquirida, durante su formación académica, para el desarrollo de su proceso

lectoliterario personal y de su intertexto lectoliterario.

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238

Para esta cuestión (que plantea una respuesta cerrada: Sí o NO) formulamos la siguiente

expectativa de respuesta:

Cuadro 39. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 18.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA:

R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= NO

R-2= SÍ

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-2=SÍ.

Resulta importante destacar que si el alumno opta por la opción de respuesta R-0=

Ausencia de respuesta muestra que se desentiende por completo de la cuestión

planteada. Pero, si opta por la expectativa de respuesta R-1= NO indica que sí se

implica y que, además, valora los saberes literarios como conceptos teóricos no válidos

e innecesarios.

19. ¿Trabajas en el aula las estrategias de lectura?

Puesto que se trata de una respuesta cerrada (solo admite SÍ o NO) agrupamos los

resultados obtenidos partiendo de la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 41. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 19.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA:

R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= NO

R-2= SÍ

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239

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-2=SÍ.

Esta cuestión nos permite observar y valorar si el alumnado reconoce los saberes y

habilidades lingüístico-literarios trabajados en clase (saberes relacionados con la

comunicación específica de finalidad estética) como saberes e instrumentos estratégicos

que ofrece el docente para alcanzar, de manera eficaz, la comprensión e interpretación

del texto literario.

Estrategias de lectura que ayudan al alumno a reconocer, reconstruir e integrar,

adecuadamente, las informaciones que aporta el texto; y a saber descodificar las

estructuras textuales del mismo en unidades menores, con la intención de formular

expectativas y valorar los condicionantes culturales y sociales, a los que alude el texto,

como fuente de información explícita e implícita.

Resulta importante destacar que si el alumno opta por la opción de respuesta R-0=

Ausencia de respuesta muestra que se desentiende por completo de la cuestión

planteada. Pero, si opta por la expectativa de respuesta R-1= NO indica que sí se

implica.

20. Rodea qué puntuación le otorgas a la siguiente afirmación: La lectura literaria

se trabaja en el aula… (0= nada; 1= una vez al mes; 2= más de dos veces al mes; 3= un

día a la semana; 5= más de un día a la semana).

Para valorar las respuestas obtenidas e interpretar los resultados finales,

formulamos la siguiente expectativa de respuesta. Tomamos como óptima la expectativa

de respuesta R-4= más de un día a la semana.

Cuadro 42. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 20.

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240

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Nada

R-1= Una vez al

mes

R-2= Más de dos veces al

mes

R-3= Un día a

la semana

R-4= Más de un día a la semana

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Valoración 3

Valoración 4

Tal y como observamos en la tabla, esta cuestión se plantea para que el alumno valore y

elija qué puntuación, de las cinco planteadas, refleja con mayor precisión con qué

frecuencia se trabaja en el aula la lectura literaria.

Proponemos esta cuestión para observar si el alumno es capaz de reconocer, a partir de

las actuaciones didácticas recibidas en su proceso de enseñanza-aprendizaje, qué

tratamiento didáctico se le ha otorgado a la lectura literaria en clase en 1º de

Bachillerato y con qué frecuencia se ha trabajado este saber estratégico específico

dentro del aula (tomando como referencia la experiencia vivida en el aula durante su

etapa académica).

21. ¿Sirve para algo leer literatura?

Por último, proponemos, como cierre del cuestionario, una cuestión de respuesta

cerrada (SÍ o NO) que, desde nuestro punto de vista, resulta importante. Pues permite

interpretar, aunque sea de manera muy general, la percepción que posee el alumno sobre

la lectura literaria y la opinión personal de éste, pese a no requerir el porqué de su

elección.

Cuadro 43. Pre-conceptos: expectativa de respuesta 21.

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241

EXPECTATIVA DE RESPUESTA:

R-0= Ausencia de

respuesta

R-1= NO

R-2= SÍ

Valoración 0

Valoración 1

Valoración 2

Planteamos, por tanto, esta cuestión para observar y valorar si el alumno reconoce como

significativos y funcionales los núcleos de contenidos básicos del área de Literatura

(saberes y habilidades relacionados con la comunicación de finalidad estética)

adquiridos durante su formación académica (proceso de enseñanza-aprendizaje).

Saberes discursivos, pragmáticos, metaliterarios, etc. que proporcionan al receptor

estrategias lectoras y que le ayudan a alcanzar la comprensión e interpretación del texto

literario.

III.6.2. Expectativas de respuesta de las Pruebas de lectura literaria.

La valoración de los niveles de eficacia lectoliteraria de los estudiantes se ha

llevado a cabo, como ya hemos dicho, a partir de un diseño cuasi-experimental con

diferentes fases de intervención, tres concretamente: la primera denominada Prueba

Inicial de Competencia Lectoliteraria; la segunda fase, Intervención Didáctica en el

aula; y la tercera y última fase, Prueba Final de Competencia Lectoliteraria) con un

grupo experimental (al que se le aplica la fase de Intervención Didáctica en el aula) y

un grupo control (que responde a las pruebas de las fases 1 y 3 pero que no recibe la

Intervención Didáctica en el aula, 2ª fase. Todos los estudiantes respondieron a los

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242

cuestionarios en su aula habitual durante una de las sesiones de la clase de Lengua

Castellana y Literatura. Al comienzo de las diferentes sesiones (correspondientes a cada

una de las fases de intervención) se les explicó a los sujetos la finalidad de las pruebas y

la forma en que debían responderlas, garantizándoles el anonimato de sus respuestas y

que éstas no iban a tener consecuencias sobre sus calificaciones.

Como ya hemos señalado para el cuestionario de pre-conceptos, el fundamento

científico de nuestra propuesta de investigación y análisis se proyecta sobre lo que

llamamos “expectativa de respuesta” que permite asignar un valor cuantificable a cada

una de las respuestas posibles de manera que se permita el análisis cuantitativo de los

resultados y una lectura sistemática de los mismos. Con tal motivo, describimos a

continuación las expectativas de respuesta que hemos configurado para la valoración de

las pruebas inicial y final y sus posibles en cada una de sus preguntas y para sus

posibles respuestas.

Para poder interpretar correctamente las respuestas ofrecidas por los estudiantes y

calcular los resultados obtenidos, ha sido necesario diseñar también una tabla de

correspondencias que nos permite relacionar y las cuestiones de los diferentes textos y

de cualquiera de las dos pruebas. De este modo se han generado los siguientes

instrumentos de valoración:

a) Una expectativa de respuesta para cada una de las cuestiones que

componen las diferentes pruebas de Competencia Lectoliteraria.

b) Una tabla de correspondencias entre dichas expectativas de respuesta.

En el caso de la Expectativa de respuesta se hace referencia a los diferentes

niveles de respuesta que abarca cada una de las cuestiones. Se pretende agrupar

las respuestas en función de su eficacia lectoliteraria de manera que la

valoración-evaluación de las mismas se establece, generalmente, de 0 a 3 siendo

0 el nivel de respuesta de menor interés y 3 el nivel de respuesta con mayor

eficacia lectoliteraria.

La tabla de correspondencias se genera para establecer las relaciones y

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243

conexiones existentes entre las cuestiones que componen la Prueba Inicial de

Comprensión Lectoliteraria y la Prueba Final de Comprensión Lectoliteraria.

Con ella, se consigue identificar el grado de homogeneidad establecido entre las

pruebas y la finalidad comunicativa con la que se enuncia cada una de las

cuestiones emitidas.

JUSTIFICACIÓN EXPECTATIVA DE RESPUESTA

PRUEBA INICIAL: COMPETENCIA LECTOLITERARIA

Como ya hemos señalado en el momento en que hemos descrito cada una de las

dos pruebas y sus componentes, en este apartado nos limitamos a dar cuenta de las

expectativas de respuesta que hemos diseñado para proceder a la valoración

cuantitativa de las respuestas posibles. Renunciamos a repetir en este momento el

documento literal de la prueba, que puede localizarse en el apartado III.5.1.2.

TEXTO 1: (para el texto 1 se formulan 3 cuestiones A, B y C).

A) Señala algunas características físicas y psíquicas del Dómine Cabra.

Con esta cuestión se persigue comprobar las capacidades cognitivas que poseen

los alumnos para identificar determinadas unidades significativas –concretas y

explícitas- de información (enunciados que describen aspectos físicos del personaje, por

ejemplo) que aparecen en el texto; y para reconocer, cognitiva y pragmáticamente, la

información implícita que contienen ciertos enunciados del discurso (unidades de

información que de manera no directa ofrecen información implícita y que requieren ser

descodificadas en relación con otras unidades de información y atendiendo al contexto

comunicativo; proceso que ha de tenerse en cuenta para valorar si el alumno es capaz de

identificar determinadas características psíquicas del personaje).

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244

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

La expectativa de respuesta se fundamenta en el proceso de descodificación

(actividades cognitivas que ha de reconocer el alumno e identificar la información que

transmite el texto e inferir u obtener informaciones nuevas a partir de las que ya tiene).

El alumno ha de ser capaz de identificar unidades de información explícitas que señalen

las características físicas del personaje, y de reconocer e inferir, a partir de determinados

enunciados, la información pragmática e implícita que estos aportan para interpretar los

significados connotativos y poder señalar algunas de las características psíquicas del

Dómine Cabra.

Por este motivo, es conveniente que valoremos los resultados obtenidos por separado, es

decir, estructurándolos en dos apartados y formulando para cada uno de ellos una

expectativa de respuesta diferente.

El primer apartado reflejará las respuestas que señalan las características físicas del

personaje y, el segundo la distribución de respuestas que señalan las características

psíquicas del Dómine Cabra.

Primer apartado: respuestas que describen las características físicas del Dómine

Cabra.

Esta cuestión nos ayudará a valorar las habilidades lingüísticas que posee el

alumnado de 1º de Bachillerato, la capacidad de reconocimiento del código y su

aplicación al significado global del texto.

Cuadro 44. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 1. A.1.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta o respuesta disparatada.

Valoración 0

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245

R-1= Reconoce 3 ó menos de tres de los términos señalados en

la opción R-3.

Valoración 1

R-2= Reconoce entre 4 y 6 términos señalados en la opción R-3.

Valoración 2

R-3= Reconoce los siguientes términos: largo sólo en el talle

(alto); cabeza pequeña; pelo bermejo (pelirrojo); ojos hundidos y

oscuros;desdentado; cuello largo; delgado; manos y piernas

largas y flacas.

Valoración 3

Desde nuestro punto de vista, algunos de los términos más importantes, y fácilmente

reconocibles, que hacen referencia al aspecto físico del personaje son los que se

incorporan al nivel óptimo de respuesta.

Términos que incluimos en la expectativa de respuesta R-3 y que valoramos como

óptima para establecer, a partir de las respuestas obtenidas, las interpretaciones y

consideraciones oportunas.

Puesto que la información que transmite el texto no presenta dificultades, pues las

características que describen al personaje físicamente aparecen explícitas en el mismo,

resultaría significativo que un elevado número de alumnos no fuese capaz de reconocer,

como mínimo, entre cinco ó seis términos de los señalados por la opción R-3.

Segundo apartado: respuestas que describen las características psíquicas del

Dómine Cabra.

Esta cuestión nos ayudará a valorar si el alumno es capaz de identificar y reconocer

aquellas unidades –y/o enunciados- de información que implícitamente, y en relación

con el significado global del texto, ofrecen informaciones significativas; y si es capaz de

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246

inferir (a partir de determinados elementos y/o unidades complejos) informaciones

nuevas y relevantes para la construcción del significado global del texto.

Este planteamiento nos permitirá valorar el grado de comprensión lectora que posee el

alumno y sus capacidades cognitivas –reconocimiento de unidades significativas

complejas-.

Cuadro 45. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 1. A.2.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta o respuesta disparatada.

Valoración 0

R-1= Utiliza términos que no aparecen en el texto pero se

refieren al ámbito de la respuesta esperada.

Valoración 1

R-2= Reconoce entre 1 y 5 términos señalados en la opción R-3.

Valoración 2

R-3= Reconoce entre 7 y 9 de los términos marcados:

religioso; miserable; tacaño; pobre; enfermo; vagabundo;

holgazán; sucio; feo; hambriento.

Valoración 3

Se incorporan al nivel óptimo de respuesta algunos de los términos que hacen

referencia a la etopeya del personaje. Términos que incluimos en la expectativa de

respuesta R-3 y que se toma como referencia para establecer, a partir de las respuestas

obtenidas, las interpretaciones y consideraciones oportunas.

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247

Puesto que la información que requiere este apartado presenta un mayor grado de

dificultad, si la comparamos con la información requerida en el primer apartado,

destacaremos que, desde nuestro punto de vista, resulta menos probable que los alumnos

identifiquen la totalidad de los términos que recoge la expectativa de respuesta R-3.

B) ¿Quién es Francisco de Quevedo? ¿Podrías ubicarlo en su tiempo? ¿Qué crees

que aportó Quevedo a la literatura española de su momento?

Las tres cuestiones que se le plantean al alumno lector en este apartado tienen

como objetivos prioritarios poner en funcionamiento sus saberes literarios (saberes

específicos adquiridos durante su formación académica); y activar su intertexto literario

y lectoliterario.

Las dos primeras cuestiones, ¿quién es Francisco de Quevedo? y ¿podrías ubicarlo en

su tiempo?, nos servirán para comprobar si el alumno de 1º de Bachillerato ha logrado

afianzar y asimilar, significativamente durante su etapa escolar, determinados saberes

conceptuales y los pone al servicio de la lectura de un texto concreto.

Cuadro 46. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 1. B.1.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Valoración 0

R-1= Utiliza términos inadecuados o muy alejados de la

expectativa de respuesta.

Valoración 1

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248

R-2= Aporta al menos datos relacionados con el momento

cronológico y estético en el que se inscribe el autor.

Valoración 2

R-3= Aporta entre tres y cinco de los datos que se señalan en

la expectativa, de manera que haya al menos uno de los

apartados (cronológico, movimiento y estilo). En caso de que

no sea así se calificaría como R-2:

Escritor español del siglo de oro; siglos XVI y XVII;

representante del Conceptismo; su estilo es burlón, irónico y

satírico; destaca su producción poética y narrativa.

Valoración 3

Desde nuestro punto de vista, algunos de los núcleos de contenido específico y literario,

fácilmente reconocibles por los alumnos de 1º de Bachillerato, que hacen referencia a

Francisco de Quevedo son los siguientes: escritor español del siglo de oro; siglos XVI y

XVII; representante del Conceptismo; su estilo es burlón, irónico y satírico; destaca su

producción poética.

Términos que incluimos en la expectativa de respuesta R-3 y que es tomada como

óptima para establecer, a partir de las respuestas obtenidas, las interpretaciones y

consideraciones oportunas.

La expectativa de respuesta R-3 resulta significativa para averiguar si los alumnos son

capaces de aplicar lo que saben (conocimientos de carácter literario y disciplinar que

han estudiado durante su etapa escolar) durante su actividad lectoliteraria y ayudarse de

dichos caracteres conceptuales para comprender de manera más adecuada los mensajes

producidos por este autor.

La tercera cuestión, ¿qué crees que aportó Quevedo a la literatura española de

su momento?, nos permitirá valorar si el alumnado de 1º de Bachillerato ha logrado

afianzar, durante su etapa y formación académicas, significativamente ciertos saberes

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249

conceptuales -específicos y literarios- propios del área de Lengua Castellana y

Literatura y proyectarlos en sus actuaciones lectoras.

Saberes estratégicos y “metaliterarios” que le servirán de ayuda para resolver las tareas

de lectura (literaria y no literaria) y que, desde nuestro punto de vista, le proporcionarán

claves esenciales y didáctico-funcionales para interpretar con eficacia el texto literario.

Cuadro 47. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 1. B.2.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Valoración 0

R-1= Utiliza términos inadecuados o muy alejados de la

expectativa de respuesta.

Valoración 1

R-2= Sus aportaciones fueron muy valiosas e importantes

para la literatura española. (Se aportan respuestas generales sin

valor constatable desde el punto de vista de la competencia

literaria y su implicación en la comprensión lectora).

Valoración 2

R-3= Aporta dos o más características de las que se señalan

en la expectativa de respuesta:

Escritor español; autor satírico; tiende a la exageración y la

caricatura; exagera la realidad; estilo particular; autor

conceptista y enemistado con Góngora.

Valoración 3

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250

La expectativa de respuesta que tomamos como óptima, para la interpretación y

valoración de los resultados, se fundamenta en el nivel de respuesta R-3= Aporta dos o

más características entre las señaladas.

C) ¿Podrías señalar dos rasgos de este texto que nos permitan situar el fragmento

en la novela picaresca?

Esta última cuestión se centra en valorar si el alumno lector es capaz de integrar,

adecuadamente, las aportaciones e informaciones que le ofrece el texto y de reconocer e

identificar, a partir de su interpretación personal, qué unidades o claves textuales son

significativas para demostrar que el fragmento propuesto permite situar la obra de

Francisco de Quevedo, Historia de la vida del Buscón llamado Don Pablos, dentro de la

corriente de la novela picaresca.

Desde nuestro punto de vista, resulta importante que el alumno sea capaz de relacionar

la información pragmática y funcional que las unidades textuales le ofrecen, con los

saberes específicos y literarios que posee. Acción que le permitirá activar su intertexto

lectoliterario y sus capacidades cognitivas, en función de sus necesidades lectoras; y

que le servirá para realizar las interpretaciones personales pertinentes, confirmando así

que ha realizado una recepción comprensiva.

De ahí que tomemos como referente, para agrupar los diferentes niveles de respuesta, la

siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 48. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 1. C.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Valoración 0

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251

R-1= Utiliza términos inadecuados o muy alejados de la

expectativa de respuesta.

Valoración 1

R-2= Se circunscribe a los aspectos de la descripción

exagerada de Cabra (deformado física y psíquicamente; que

pasa hambre), pero no se relaciona con el pícaro (Pablos) y/o

menciona aspectos de crítica clerical por el nombre de

“dómine” del personaje.

Valoración 2

R-3= Reconoce, además de R-2, los caracteres de Cabra como

“amo” de Pablos y sus problemas en el pupilazgo como

elementos de aprendizaje de la vida del pícaro en relación con

otros pícaros. Reconoce el sentido crítico del texto leído y el

alcance reflexivo que encierra.

Valoración 3

Desde nuestro punto de vista, la expectativa de respuesta que tomamos como óptima,

para la interpretación y valoración de los resultados, se fundamenta en el nivel de

respuesta R-3.

Esta cuestión, de nuevo, nos permite observar y valorar, por una parte, si el alumno ha

asimilado significativamente determinados núcleos de contenidos básicos del área de

Lengua Castellana y Literatura y los ha incorporado a su intertexto lecto-literario; y, por

otra, si es capaz de utilizarlos adecuadamente y ponerlos al servicio de su actividad

lectora. Saberes pragmáticos, metaliterarios, discursivos, etc., que junto con la

aplicación de sus estrategias lectoras (habilidades y capacidades lectoras) le permiten

obtener una comprensión e interpretación personal adecuadas y didáctico-funcionales.

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252

Esto es, le permiten ampliar su intertexto lectoliterario y apoyarse en él para realizar una

recepción comprensiva.

TEXTO 2: Cinco horas con Mario, Miguel Delibes. Editorial Austral. (Para el texto 2

se formulan dos cuestiones, A y B).

En esta ocasión, hemos propuesto un texto literario un tanto diferente al que el

alumno suele estar acostumbrado. El ejemplo utilizado es una esquela mortuoria

convencional a la que se le añaden, como corresponde, los datos de información

paratextual necesarios, que manifiestan que se trata de un texto incluido en la novela

Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, y, en el que se nos informa del fallecimiento

de Mario Díez Collado.

Se trata, por tanto, de que el alumno sea capaz de reconocer estos datos e interpretar

adecuadamente el texto teniendo en cuenta dicha información.

A) El texto 2, ¿se trata de un texto literario o no literario? ¿Por qué?

Tomando como referente y texto la esquela de Mario Díez Collado, se le plantea

al alumno que afirme si se enfrenta un texto de carácter literario o no literario y que

justifique el porqué.

Cuestión que nos permitirá reconocer si el lector, a partir de los datos expuestos en el

texto y los conocimientos previos que posee, es capaz de activar sus capacidades

cognitivas e inferir la información implícita y pragmática que los elementos del texto le

ofrecen.

Análisis que requiere, para agrupar los diferentes niveles de repuesta y establecer las

hipótesis oportunas, la formulación de la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 49. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 2.A.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

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253

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Se trata de un texto no literario.

Texto de carácter informativo. No estético (ausencia de recursos

literarios). No describe un mundo ficcional (imaginario). No

pertenece a una obra literaria.

Valoración 1

R-2= Se trata de un texto literario.

Pertenece a una obra literaria. Describe un acontecimiento que

ocurre en la novela pero no indica dónde ha encontrado dicha

información.

Valoración 2

R-3= Se trata de un texto literario. Se razona el porqué y se

indica dónde está la información que justifica su pertenencia.

Valoración 3

La expectativa de respuesta que tomamos como óptima, para la interpretación y

valoración de los resultados, se fundamenta en el nivel de respuesta R-3= Se trata de un

texto literario. Se razona el porqué y se indica dónde está la información que justifica

su pertenencia. Y menciona explícitamente los paratextos que aparecen en la hoja de la

prueba.

Desde nuestro punto de vista, si la respuesta se encuadra en R-3, el alumno evidencia

que es capaz de comprender e interpretar el texto literario e identificar las unidades de

información paratextuales o intertextuales significativas valorando su sentido

pragmático.

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254

B) ¿Crees que se trata de un texto antiguo o moderno? ¿Por qué? (Escribe 2 ó 3

razones que justifiquen tu respuesta).

Con esta cuestión intentamos que el alumno ponga en relación, como una marca

más de aplicación de saberes paralingüísticos aplicados a la lectura, la modalidad

discursiva de la esquela de Mario y las que se emplean en la actualidad.

Intentamos, también, que sea capaz de reconocer determinadas señales textuales que le

permitan inferir si el texto expuesto es un texto “antiguo” o moderno, justificándolo.

Con ello, observaremos si el lector posee capacidades cognitivas suficientes y

pragmaticas -y/o habilidades lingüístico-comunicativas necesarias- para desarrollar

satisfactoriamente la tarea. Esto es, diagnosticar si es capaz de establecer relaciones

semánticas entre los elementos lingüísticos explícitos (información existente en el texto)

y la información pragmática que transmiten.

Formulamos, para analizar los diferentes niveles de respuesta y establecer las hipótesis

oportunas, la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 50. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 2.B.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Se trata de un texto moderno. No se justifica el porqué.

Valoración 1

R-2= Se trata de un texto antiguo y/o añade la fecha que se

Valoración 2

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255

ofrece en el texto (1966) como argumento.

R-3= Se trata de un texto antiguo y se justifica la afirmación

atendiendo a elementos lingüísticos: “Rogad a Dios por el

alma de...”; “Misa de alma...”; “Conducción del cadáver...”;

“Casa mortuoria...”

Valoración 3

La expectativa de respuesta que tomamos como óptima, para la interpretación y

valoración de los resultados, se fundamenta en el nivel de respuesta R-3.

Según los presupuestos establecidos, si el alumno ofrece una respuesta que se encuadra

dentro de la expectativa R-3 evidencia que es capaz de identificar y valorar unidades

significativas del texto que, unidas a sus saberes previos, le ayudarán a reconocer,

cognitiva y pragmáticamente, la información implícita que los enunciados poseen y a

interpretarla en función del contexto comunicativo al que pertenecen.

TEXTO 3. (Para el texto 3 se formulan cuatro cuestiones: A, B, C y D).

Las cuatro cuestiones que se plantean para este tercer texto se centran,

principalmente, en el proceso de descodificación.

En ellas se le pide al alumno que identifique determinadas unidades significativas y

necesarias para acceder al significado global del mismo (unidades que, desde nuestro

punto de vista, le ayudarán a orientar su proceso de lectura y a detenerse en aspectos

relevantes); y que reconozca la información pragmática y funcional que aportan ciertas

unidades complejas, para poder así formular interpretaciones provisionales (crear

expectativas lecto-comprensivas) e inferir informaciones posteriores que le permitan

descifrar la intención comunicativa del fragmento.

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256

A) ¿Quién es el receptor de este mensaje? ¿Qué implica para ti que el lector de la

novela sea un “desocupado lector”?

Si tenemos en cuenta que este Texto, que pertenece al Prólogo de la primera parte

del Quijote, se inicia con una apelación directa al lector, Desocupado lector, parece

tener sentido que la primera cuestión que planteemos al alumno sea que identifique

quién es el receptor del mensaje y que explique qué implica para él que el lector de la

novela sea un “desocupado lector”.

Pues desde nuestro punto de vista, resulta necesario e importante que el alumno, desde

la primera lectura, se reconozca como destinatario y receptor del prólogo y de toda la

novela.

Formulamos la siguiente expectativa de respuesta para valorar e interpretar los

resultados obtenidos:

Cuadro 51. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 3.A.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= No se reconoce al lector como receptor del mensaje.

Valoración 1

R-2= El receptor del mensaje es el propio lector, Desocupado

lector, pero no ofrece implicaciones de tal hecho o las que

ofrece se alejan de la expectativa de respuesta.

Valoración 2

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257

R-3= Reconoce las implicaciones del adjetivo “desocupado”

en relación con la lectura desinteresada, de divertimento, de

entrenamiento, etc. Añade, además, la libertad de

interpretación de la obra y sus significados que ofrece al

lector como signo evidente de modernidad.

Valoración 3

La expectativa de respuesta que tomamos como óptima para la interpretación y

valoración de los resultados se fundamenta en el nivel de respuesta R-3.

Según los presupuestos establecidos, si el alumno ofrece una respuesta que se encuadra

dentro de la opción R-3 evidencia que es capaz de identificar, durante su lectura,

unidades significativas del texto que le permiten responder con éxito a la cuestión

planteada y que le proporcionarán información relevante para responder, con facilidad,

a la siguiente cuestión que se le plantea (¿Qué implica para ti que el lector de la novela

sea un desocupado lector?). Cuestión que será valorada e interpretada, también, a partir

de la expectativa de respuesta formulada en el apartado anterior.

De este modo entendemos que si el lector es capaz de integrar, adecuadamente, las

aportaciones que ofrece el texto; es capaz de reconocer (a partir de sus conocimientos

previos e interpretación personal) el significado de la secuencia “Desocupado lector” y

la intención comunicativa con la que Cervantes se dirige al lector.

B) ¿Por qué dice Cervantes “…soy padrastro de don Quijote”?

Intentamos, de nuevo, que el alumno sea capaz de reconocer e inferir, a partir de

una estructura textual concreta (en la que Cervantes afirma en su prólogo “…soy

padrastro de don Quijote”) y de sus saberes previos; el significado de ésta y la

intención comunicativa con la que el emisor la emite.

Para ello, formulamos la siguiente expectativa de respuesta:

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258

Cuadro 52. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 3.B.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Quiere decir que Cervantes no es su padre, entendiendo

“padre” como verdadero autor de la obra.

Valoración 1

R-2= Reconoce el término como voluntad distanciadora: él no

es el verdadero autor de la novela, sino un mero transmisor

de la misma; pero no añade comentario alguno sobre la

significación del dato en la actitud del lector ni en la posición

relativa del autor/narrador de la novela.

Valoración 2

R-3= Además de reconocer el hecho del distanciamiento,

añade elementos de valoración sobre la posición relativa del

autor/narrador y sobre las implicaciones que tal dato puede

aportar al lector en su interpretación crítica.

Valoración 3

Tomamos como óptima, para la interpretación y valoración de los resultados obtenidos,

la expectativa de respuesta R-3.

Desde nuestro punto de vista, si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la

expectativa R-3 podemos entender que sí ha sido capaz de reconocer adecuadamente (a

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259

partir de su interpretación personal y de la intención comunicativa con la que Cervantes

emite el mensaje) las aportaciones que ofrece el texto (proceso de interacción).

Si por el contrario la respuesta se encuadra dentro de la opción R-1 podremos afirmar

que, el alumno, tan solo ha reconocido el significado denotativo de la expresión

“padrastro” sin valorar la posición relativa del autor/narrador y la intención

comunicativa del emisor.

Si la respuesta se encuadra dentro de la opción R-2 afirmaremos que el alumno es capaz

de reconocer que el término “padrastro” es utilizado por Cervantes como voluntad

distanciadora; esto es, dejando claro que él no es el autor de la novela sino un mero

transmisor. Pero no añade ningún comentario sobre la significación del dato en la

actitud del lector ni en la posición relativa del autor/narrador de la novela.

Esto es, no aporta ninguna valoración ni interpretación personal de los datos ofrecidos.

C) Lee con atención la secuencia subrayada e indica qué significado adquiere la

expresión: “…[y que] tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío…”?

En esta cuestión se le pide al alumno que, a partir de la lectura del texto y

prestando especial atención a la secuencia textual subrayada, sea capaz de formular e

inferir ciertas valoraciones e interpretaciones personales que confirmen que ha realizado

una recepción comprensiva y que su participación, en el proceso lecto-receptor, ha sido

activa y no pasiva.

Esto es, observar si el alumno responde con argumentos propios justificando que sí ha

comprendido la información que transmite el texto, o si, por el contrario, responde

copiando y reproduciendo literalmente las mismas palabras del texto (concretamente

parte de la secuencia subrayada y la expresión citada). Actitud esta última que pone de

manifiesto la falta de interés y motivación del alumno o el abandono del sujeto por no

saber cómo responder y/o resolver la tarea (no llega a comprender el texto).

Y que, además, nos permite, también, conocer si el alumno es capaz de establecer

conexiones lógicas entre sus saberes previos y las ideas que transmite el texto (actividad

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260

de identificación y reconocimiento de la información explícita e implícita que transmite

el fragmento).

De ahí que formulemos, para nuestro análisis e interpretación de los resultados, la

siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 53. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 3.C.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Redacta, de nuevo, la secuencia textual y la expresión

señaladas utilizando, prácticamente, las mismas palabras del

texto. Índices de no comprensión.

Valoración 1

R-2= Reconoce el sentido trascendente de la invitación de

Cervantes al lector, al que concede libertad para “entender”

como quiera y como pueda el mensaje.

Valoración 2

R-3= Infiere, además, el sentido de modernidad de la posición

de Cervantes ante el hecho creador y el nuevo papel que

otorga el autor al lector como “cocreador” del texto.

Valoración 3

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261

Tomamos como óptima, para la valoración e interpretación de los resultados, la

expectativa de respuesta R-3.

Por tanto, si la respuesta del alumno se encuadra dentro de R-3 observaremos que ha

comprendido e interpretado adecuadamente la globalidad del texto y, en particular, el

significado que aportan las informaciones que se incluyen en la secuencia y la expresión

señaladas. Pues es capaz de reconocer el sentido de modernidad de la posición de

Cervantes ante el hecho creador y de reconocer el nuevo papel que el autor le otorga al

lector como “cocreador” del texto.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-2 observaremos que el alumno

tan solo ha sido capaz de aplicar de manera parcial la estrategia de inferir nuevos

sentidos de la información recibida a partir de sus saberes previos, pues sí es capaz de

reconocer el sentido trascendente de la invitación que realiza Cervantes al lector: le

concede libertad para “entender” como quiera y como pueda su mensaje pero no es

capaz de valorar e interpretar el nuevo papel que otorga el autor, Cervantes, al lector

como “cocreador” del texto.

Actitud que evidencia que posee dificultades para reconocer las relaciones semánticas

(información implícita y significativa) que se establecen entre los elementos del texto.

Y si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la expectativa R-1 o R-0 evidencia

que no es capaz de resolver la tarea propuesta adecuadamente ni de construir el

significado global del texto. Índices de no comprensión.

D) A partir de la información que te ofrece este prólogo y de lo que tú sepas sobre

El Quijote, explica en dos o tres líneas cuál crees que fue la intención (o la

finalidad) de Cervantes al escribir esta novela?

Introducimos, ahora, una cuestión globalizadora en la que el lector ha de formular

e inferir, a partir de los datos expuestos en el fragmento y lo aportado por él mismo

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262

(saberes literarios y específicos que posee el alumno y conocimientos y saberes

estratégicos que le aporta su intertexto lectoliterario), ciertas valoraciones y/o

conclusiones que confirmen que ha realizado una recepción comprensiva del texto

(comprende las informaciones aportadas) y que es capaz de aportar argumentos y/o

razones personales que expliquen cuál fue la intención de Cervantes al escribir su

novela El Quijote.

Formulamos, para el análisis cuantitativo y la valoración de las respuestas obtenidas la

siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 54. Prueba Inicial: expectativa de respuesta texto 3.D.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= La intención comunicativa de Cervantes al escribir la

novela de Don Quijojte fue la de parodiar los libros de

caballerías. Escribir la historia del famoso don Quijote de la

Mancha.

Valoración 1

R-2= Escribir una historia sin segundas intenciones definidas;

escribir una historia divertida creando un mundo imaginario,

de ficción…

Valoración 2

R-3= Apelar al lector como receptor directo de su visión de la

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263

sociedad española buscando su compromiso lector y su

participación activa en el proceso de “cocreación” del mundo

ficcional que ha ideado.

Valoración 3

Desde nuestro punto de vista, la expectativa de respuesta que tomamos como óptima

para la interpretación y valoración de los resultados se fundamenta en el nivel de

respuesta R-3.

Si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la expectativa R-0 podemos deducir

que el alumno no ha alcanzado el grado de madurez lectora suficiente y que, por tanto,

encuentra dificultades, en su actividad lectoliteraria, que le impiden reconocer e

identificar, a partir de las unidades de información que aporta el texto y de los

conocimientos previos que posee, la intención comunicativa del emisor.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-1 y R-2 manifiesta que su

valoración se realiza a partir de la lectura del texto sin aportar interpretaciones

personales que demuestren que es capaz de realizar inferencias y crear expectativas

lectoras.

Simplemente utiliza sus saberes literarios básicos y estratégicos para afirmar que por ser

un texto literario describe un mundo de ficción centrado en el personaje de don Quijote.

Con ello, demuestra que o no es capaz de interpretar y/o combinar aquello que lee con

lo que ya sabe; o que prefiere buscar una respuesta correcta y segura sin aportar

valoraciones e interpretaciones personales que pongan de manifiesto que el lector

aprendiz encuentra dificultades a la hora de transformar las unidades lingüísticas en

unidades de información significativas.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-3 podemos valorar que el lector

ha desarrollado de manera eficaz y pragmática su lectura. Posee la capacidad de

construir el significado del texto adecuadamente (descodifica y comprende) y es capaz

de interpretar la intención comunicativa del emisor interrelacionando las informaciones

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264

que transmite el texto con los conocimientos literarios (específicos) y pragmáticos que

su intertexto lectoliterario le aporta.

JUSTIFICACIÓN EXPECTATIVA DE RESPUESTA

PRUEBA FINAL: COMPETENCIA LECTOLITERARIA

Con esta última prueba se pretende valorar, por una parte, si el alumnado de 1º de

Bachillerato ha progresado o no en su aprendizaje –actividad lectora- y observar si ha

utilizado adecuadamente o no las estrategias más apropiadas para construir el

significado de los textos.

Pues, las cuestiones que aquí se formulan tienen como objetivo activar las capacidades

del alumnado y orientar su proceso de lectura literaria; permitiéndole, mediante su

realización, establecer las conexiones oportunas entre lo expuesto en el texto y sus

saberes –su capacidad inferencial- y alcanzar, con mayor facilidad, la comprensión e

interpretación de cada uno de los textos.

Por otra parte, también nos permitirá valorar y analizar si las propuestas de actuación

didáctica realizadas en el aula con el GE y encaminadas a conseguir niveles de

desarrollo y asentamiento de la competencia lecto-literaria eficaces y funcionales, han

conseguido obtener una mejora directa de los resultados con respecto a la comprensión

lecto-literaria del alumnado y comprobar si se han obtenido diferencias significativas

en relación con el GC.

TEXTO 1: (para el texto 1 se formulan cinco cuestiones).

Las cinco cuestiones que se plantean para este Texto 1 se centran, principalmente,

en el proceso de descodificación (actividades cognitivas que permitirán al alumno

establecer anticipaciones e inferencias sobre el contenido del texto; identificar las

relaciones existentes entre las estructuras gramaticales y semánticas del fragmento;

sumar dichos núcleos de contenido a los saberes que ya posee; etc).

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265

En ellas se le pide al alumno que, a partir de la lectura del texto identifique unidades

significativas y necesarias que le permitan acceder al significado global del mismo y

que sea capaz de reconocer la información pragmática y funcional que aportan ciertas

unidades complejas, para poder así adelantar e inferir informaciones posteriores y

formular interpretaciones provisionales.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

1 y 2.- ¿Con qué expresión designa el narrador un momento brillante de la

protagonista? ¿Qué representa ese momento?

Si tenemos en cuenta que el Texto 1 describe al personaje de Segunda Izquierdo

en plena decadencia física –contrastando ese sórdido presente con el recuerdo de

tiempos mejores-, parece tener sentido que en las cuestiones 1 y 2 planteemos, al

alumno, que a partir de la lectura del texto, identifique (en primer lugar y como

información principal) qué expresión del mismo denota un momento especialmente

significativo de la protagonista y qué representa.

Pues desde nuestro punto de vista resulta importante que el alumno desde la primera

lectura reconozca que existe un antes y un después en la vida de Segunda Izquierdo. Un

antes que representa todo lo contrario de lo que ahora se está viendo en ella y que, por

tanto, constituye uno de los pilares básicos en los que se fundamenta la descripción

(base comparativa).

Por tanto, si tenemos en cuenta que ambas cuestiones (1 y 2) pretenden valorar la

capacidad de inferir, a partir de la información explícita del texto y mediante la

proyección de los saberes que el lector aporta en su intertexto relacionados con la

participación de la voz del narrador en la fijación de los elementos narrativos en

relación con los personajes; tiene sentido que se señale una sola expectativa de

respuesta para valorar los resultados obtenidos.

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266

Se trata de identificar primero una expresión altamente significativa (“su edad de oro”)

y proyectar después su significación pragmática en el conjunto del texto en el que se

utiliza y desde el que significa.

Tomamos como óptima para la valoración e interpretación de los resultados la

expectativa de respuesta R-3.

Estas dos cuestiones se relacionan directamente con la expectativa de respuesta de la

cuestión B del texto 3 de la opción A.

Cuadro 55. Prueba Final: expectativa de respuesta texto 1: 1 y 2.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Valoración 0

R-1= Señala expresiones que no se corresponden con la

expectativa de respuesta óptima (R-3) aunque la

selección se refiera a ese núcleo argumental básico.

Valoración 1

R-2= Reconoce la expresión (“su edad de oro”) pero no

la relaciona con el momento evolutivo al que se refiere.

Valoración 2

R-3= Además de señalar la expresión “su edad de oro”

la relaciona con el momento evolutivo que le

corresponde (la juventud más pletórica en contraste

con la decrepitud actual) o da a entenderlo de manera

clara.

Valoración 3

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267

3.- ¿Crees que el narrador manifiesta una actitud valorativa del personaje? ¿En

qué sentido?

Introducimos, ahora, una cuestión globalizadora en la que el lector ha de formular

e inferir, a partir de los datos expuestos en el texto y lo aportado por él mismo, ciertas

valoraciones y conclusiones que confirmen que ha afianzado, adecuadamente, la

información textual y ha realizado una recepción comprometida a partir de su intertexto

lectoliterario. Esto es, valorar si es capaz de darse cuenta y de reconocer la participación

activa del narrador como controlador absoluto de la historia que está redactando; de

manera que pueda inferir que se trata de un autor del siglo XIX de corte realista.

Planteamos, para ello, dos cuestiones: ¿Crees que el narrador manifiesta una actitud

valorativa del personaje?, ¿en qué sentido? La primera que nos servirá para conocer si

el alumno se reafirma en lo expuesto y responde con un SÍ, o si, por el contrario,

muestra su desacuerdo y responde con un NO. Y la segunda que nos permitirá conocer

las razones y argumentos que se ofrecen para justificar el porqué del SÍ o del NO y saber

si es capaz de reconocer las modalidades propias de la narrativa realista.

Esta cuestión se relaciona con las cuestiones B y C del texto 1 de la opción A.

Formulamos, para agrupar los diferentes niveles de respuesta y establecer las hipótesis

oportunas, la siguiente expectativa de respuesta:

Cuadro 56. Prueba Final: expectativa de respuesta 1.3.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Calificación 0

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268

R-1= Tanto si responde afirmativa como negativamente no da

cuenta del sentido que tal respuesta pudiera tener.

Calificación 1

R-2= Señala dos rasgos que determinan la presencia directa del

narrador como autor omnisciente y poderoso (demiurgo de los

personajes), pero no infiere su posición estética concreta.

Calificación 2

R-3= Reconoce, además de los rasgos señalados en R=2, otros

datos complementarios que le permiten reconocer al narrador

propio de la literatura realista del siglo XIX.

Calificación 3

Tomamos como óptima la expectativa de respuesta R-3.

Según los presupuestos establecidos, si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la

opción de respuesta R-3 se evidencia que es capaz de valorar, a partir de la información

que aporta el texto y los saberes previos que posee, la coherencia textual del fragmento

y establecer –e inferir- nuevas referencias que le ayuden a construir el significado global

del mismo.

Nivel de respuesta que nos servirá, también, para observar y detectar que el alumno no

solo ha reconocido la presencia directa del narrador como autor omnisciente, sino que,

además, ha identificado determinados rasgos complementarios propios de la literatura

realista del siglo XIX que le han facilitado la tarea y le han permitido comprender e

interpretar con éxito el texto. Sin duda, el alumno ha activado su intertexto lectoliterario

y lo ha puesto al servicio de su actividad lectora.

Si, por el contrario, la respuesta del alumno se encuadra dentro de las opciones de

respuesta R-0 y R-1 se manifiesta que no ha asimilado, adecuadamente, la información

que transmite el texto y que, probablemente, tampoco ha comprendido los enunciados

propuestos. Aspectos que le han impedido alcanzar la comprensión e interpretación del

texto y responder correctamente a las finalidades comunicativas establecidas.

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269

Y si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la expectativa R-2 se interpretará que

sí es capaz de detectar la presencia directa del narrador como autor omnisciente y

poderoso pero no es capaz de inferir su posición estética concreta y de identificar rasgos

complementarios de la literatura realista del siglo XIX que le ofrezcan informaciones

relevantes para la resolución de la tarea.

4) ¿Qué significa la expresión “… a consecuencia de la aplicación de un puño

cerrado”?

Esta cuestión nos permitirá observar si el alumno es capaz de encontrar y

reconocer, a partir de una estructura textual concreta, nuevos elementos de significación

(saberes literarios, textuales y estratégicos) que le ayuden a dirigir, adecuadamente, su

actividad lectora y a inferir el significado implícito de las expresiones señaladas.

Actividades cognitivas que le permitirán identificar en el texto la presencia y/o

combinación de diferentes registros lingüísticos (formal y coloquial) e inferir su

significado aunque el narrador utilice, en gran parte del mismo, el lenguaje coloquial -

expresiones propias del habla cotidiana-.

Esta cuestión se relaciona con la cuestión C del texto 3 de la fase A.

Cuadro 57. Prueba Final: expectativa de respuesta texto1.4.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Calificación 0

R-1= Utiliza la misma expresión con las mismas palabras del

texto. (Índices de no comprensión).

Calificación 1

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270

R-2= Reconoce el sentido de la expresión: las lesiones de un

puñetazo le afean el rostro.

Calificación 2

R-3= Reconoce la R-2 e infiere, además, el sentido irónico o

hiperbólico de la propuesta que afecta a la descripción total

del personaje y a su condición como tal dentro de la novela.

Calificación 3

La expectativa de respuesta que tomamos como óptima, para la valoración e

interpretación de los resultados, se corresponde con la opción R-3.

Se pretende con ello observar si el lector es capaz de simplificar determinadas

estructuras sintácticas en beneficio de su comprensión (caminando hacia la competencia

lectora), y de reconocer la importancia que adquiere el significado y sentido global del

contexto a la hora de clarificar el sentido de determinados enunciados.

De ahí que quienes ofrezcan como respuesta las expectativas R-0 y R-1 evidencien la

presencia de ciertas dificultades en su actividad lectora esencial. Dado que ponen de

manifiesto que les resulta difícil interpretar y combinar aquello que leen con lo que ya

saben (conocimientos previos); así como establecer relaciones lingüístico-pragmáticas

oportunas para orientar su proceso de recepción y construir el significado global del

texto.

5. ¿Qué expresiones utiliza el autor para describir al personaje desde un punto de

vista caricaturesco?

Tal y como hemos explicado anteriormente, el texto ofrece, con ribetes

caricaturescos, la descripción de Segunda Izquierdo en plena decadencia física. En la

primera parte del texto (líneas 1-5) se nos dan a conocer los motivos del deterioro del

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271

personaje (efectos que la mala vida y el paso de los años han producido en la cara de

Segunda Izquierdo), y en la segunda parte (líneas 5-13), Galdós hace que, pese a lo

trágico de la realidad a la que se refiere, la descripción discurra por los caminos de la

caricatura.

De ahí que esta cuestión se centre en valorar si el lector es capaz de integrar,

adecuadamente, las aportaciones que ofrece el texto (proceso de interacción con el

texto); y de reconocer, a partir de su interpretación personal, la intención comunicativa

con la que el autor describe, en la segunda parte, al personaje de Segunda Izquierdo.

Esta cuestión se relaciona directamente con la cuestión A del texto 1 de la Fase A.

Tomamos como referente, para agrupar los diferentes niveles de respuesta, la siguiente

expectativa de respuesta:

Cuadro 58. Prueba Final: expectativa de respuesta texto1.5.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Valoración 0

R-1= Utiliza términos inadecuados o muy alejados de la

expectativa de respuesta.

Valoración 1

R-2= Se circunscribe a algunos aspectos de la descripción del

personaje (expresiones descritas en la R-2) pero no explicita

con claridad aspectos físicos y psicológicos.

Valoración 2

R-3= Reconoce, los elementos que caracterizan al personaje

de manera sistemática, explicitando que se trata de un retrato

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272

en el que se ofrecen elementos tanto físicos como psicológicos

y que están basados en la hipérbole o la ironía.

Expresiones que caracterizan al personaje:

- “... su cara estaba llena de costurones”;

- “... en el cuello y quijada inferior llevaba unas rúbricas que

daban fe de otros tantos abcesos...”;

- “El ojo derecho no estaba ya todo lo abierto que debía, a

causa de una rija ...”;

- “... el párpado inferior había adquirido notoria semejanza

con un tomate a consecuencia de la aplicación de un puño

cerrado”;

- “Ni aún su hermosa dentadura conservaba Segunda, pues

un año hacía que empezaban a emigrar las piezas una tras

otra.”;

- “El cuerpo se iba pareciendo al de una vaca que se pusiera

en dos pies”.

Valoración 3

Las respuestas a esta cuestión permitirán valorar si el alumno es capaz de identificar y

comprender las relaciones lógicas que existen entre los distintos componentes textuales,

lingüísticos y pragmáticos (unidades lingüísticas que se transforman en unidades

significativas desde el punto de vista textual, discursivo y pragmático) e interpretar el

marco comunicativo en el que se desarrollan (sentido caricaturesco).

Para llevar a cabo esta valoración es necesario que tomemos como referente la

expectativa de respuesta R-3.

Por tanto, si la respuesta del alumno se encuadra en R-0= Ausencia de respuesta (no

responde) podremos prever que el alumno no ha alcanzado el grado de madurez

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273

suficiente y que, por tanto, encuentra dificultades en su actividad lectora que le impiden

reconocer e identificar las unidades de información necesarias.

Si la respuesta se encuadra en R-1 podremos entender que el sujeto no es capaz de

identificar las expresiones adecuadas. Desde nuestro punto de vista, es posible que tan

solo comprenda partes aisladas del texto (no alcance una comprensión global y

totalizadora); y que, tal vez, presente lagunas conceptuales y estratégicas (no ha

desarrollado correctamente sus destrezas lectoras) que le impidan resolver

satisfactoriamente la tarea.

Si la respuesta se encuadra en R-2 entenderemos que el alumno comprende el texto

(posee la capacidad) pero no es capaz de identificar ciertas matizaciones importantes

que le permitan describir, con claridad, el sentido de las unidades y otorgarles la

importancia textual, discursiva y pragmática que poseen.

Y si la respuesta se encuadra en R-3 se evidencia que el lector ha desarrollado

satisfactoriamente la tarea; que posee la capacidad de construir el significado del texto y

que es capaz de reconocer las expresiones lingüísticas que caracterizan al personaje

explicitando que se trata de un retrato (aporta elementos físicos y psicológicos) basado

en la hipérbole o la ironía.

TEXTO 2 (para el texto 2 se formulan dos cuestiones)

1.- La oración “en los que relampagueaban la cólera, el despotismo y la lujuria” se

refiere a los ojos –que es el antecedente- de El Corregidor.

Explica por qué razón podemos afirmar que dicha oración es un elemento

descriptivo más del retrato del personaje (recuerda que puedes aportar razones

sintácticas y semánticas).

Este Texto 2 describe, con ironía, el aspecto físico y moral del Corregidor.

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274

De nuevo, se intenta que el alumno, a través de determinadas señales textuales,

identifique e infiera aquello que el autor pretende transmitir –intención comunicativa-

argumentando qué tipo de relaciones (sintácticas y/o semánticas) se establecen entre los

elementos lingüísticos explícitos (información existente en el texto) y la información

implícita que estos pueden transmitir.

Con ello, observaremos si el lector posee habilidades lingüístico-comunicativas

suficientes para desarrollar, satisfactoriamente, la tarea. Esto es, se valora si es capaz de

construir el significado del texto teniendo en cuenta que las palabras no solo significan

por su valor denotativo, sino que, también, significan en función de su contexto

lingüístico y del mensaje comunicativo del que forman parte.

Esta cuestión se relaciona de manera directa con la cuestión A del texto 1 de la fase A.

Cuadro 59. Prueba Final: expectativa de respuesta texto 2.1.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Responde afirmativamente pero no da razones, o las que

da no se ajustan a la lectura convencional de la descripción

del personaje.

Valoración 1

R-2= Responde de manera positiva y aporta razones de

carácter externo o psicológico; pero no de ambos en sentido

claro y suficiente.

Valoración 2

R-3= Aporta de manera razonada y clara razones de carácter

Valoración 3

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físico y psíquico.

Es evidente que al autor le interesa resaltar ciertos aspectos físicos del personaje,

pero, desde nuestro punto de vista, la descripción que realiza de su condición moral, a

través de la expresión del rostro, es mucho más rica. De ahí que nos centremos en

resaltar este aspecto, concretamente en la base semántica que transmiten los rasgos de

su rostro.

Desde esta perspectiva tomamos como óptima, para la valoración e interpretación de

los resultados, la expectativa de respuesta R-3, en la que el alumno aporta de manera

razonada y clara razones de carácter físico y psíquico.

Esto es, el lector reconoce que la oración “en los que relampagueaban la cólera, el

despotismo y la lujuria” se refiere a los ojos de El Corregidor porque es un elemento

descriptivo más del retrato del personaje y a través de él se hace referencia a la

expresión del rostro de El Corregidor y se caracteriza al personaje moralmente.

Si la respuesta del lector aprendiz se encuadra dentro de la opción R-2 entenderemos

que es capaz de reconocer informaciones (lingüísticas y extralingüísticas) a partir de las

unidades textuales que ofrece el fragmento. Pues responde de manera positiva aportando

razones de carácter externo o psicológico pero no de ambos en sentido claro y

suficiente.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-1 observaremos que no aporta

nada nuevo; responde afirmativamente pero no da razones, o las que da no se ajustan a

la lectura convencional de la descripción del personaje.

Actitud que evidencia que posee dificultades para reconocer e inferir las relaciones

semánticas que se establecen entre las unidades explícitas del texto y la información

implícita que de ellas se transmite, impidiendo así alcanzar la comprensión e

interpretación personal del texto.

2.- Atendiendo a la intención comunicativa del emisor, indica si los textos 1 y 2

forman parte de una descripción subjetiva u objetiva. ¿Por qué?

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276

Con esta cuestión podremos comprobar el nivel que el lector aporta de

trascendencia de la lectura directa. Se trata de comprobar si su competencia lectora

opera a través de su intertexto lector, actuando como instrumento de proyección lectora

y aplicando o proyectando los saberes literarios sobre el acto de lectura: en este caso,

analizar cómo la participación subjetiva y directa del autor en la descripción de los

personajes le aproxima a los modelos de actuación narrativa de una etapa literaria

definida (realismo).

Esta cuestión se relaciona con la cuestión A del texto 2 de la fase A.

Cuadro 60. Prueba Final: expectativa de respuesta texto 2.2

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Distingue parcialmente la descripción objetiva y la

subjetiva, y confunde las razones o valores de cualquiera de

ellas o de ambas.

Valoración 1

R-2= Reconoce las opciones descriptivas, pero no infiere

valores de interpretación literaria: pertenencia de su autor al

realismo.

Valoración 2

R-3= Reconoce las opciones descriptivas e infiere valores de

interpretación literaria: el autor pertenece al ámbito de la

narración realista.

Valoración 3

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277

Tomamos como óptima, para la valoración e interpretación de los resultados obtenidos,

la expectativa de respuesta R-3. Si la respuesta del alumno se encuadra dentro de ésta

evidenciará que sí es capaz de reconocer las opciones descriptivas del texto (descripción

literaria con cierta intención informativa) y de inferir valores literarios significativos,

como por ejemplo, identificar que su autor pertenece al ámbito de la narración realista.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-2 podremos prever que sí

reconoce las opciones descriptivas pero que no es capaz de inferir (a partir de las

unidades explícitas del texto) valores de interpretación literaria (por ejemplo: la

pertenencia de su autor al realismo) que justifiquen un aprendizaje significativo y

constructivo atendiendo a la intención comunicativa del autor.

Si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la expectativa R-1 se observa que tan

solo es capaz de reconocer parcialmente la descripción objetiva y la subjetiva, ya que

confunde las razones o valores de cualquiera de ellas o de ambas. Actitud que nos

permite afirmar que el lector aprendiz no ha asimilado adecuadamente los contenidos

teórico-literarios y que, por tanto, no es capaz de organizar y relacionar (comprender e

interpretar) dicha información conceptual en función de la intención comunicativa del

emisor y de la naturaleza del texto.

TEXTO 3. (Para el texto 3 se formulan cuatro cuestiones.)

1.- En este fragmento la ficción se enriquece con la realidad. Enumera qué

elementos de la realidad dotan a la ficción de realidad.

Este segundo prólogo de Miguel de Cervantes se inicia con una apelación directa

al conocido lector y dando por sentado que éste conoce a don Quijote y que sabe muy

bien por qué Cervantes ha decidido escribir la segunda parte. Pues Cervantes es

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278

consciente de que su obra ha sido leída, analizada, criticada e incluso plagiada y

continuada por un tal Alonso Fernández de Avellaneda.

Por este motivo y desde nuestro punto de vista, resulta interesante que el alumno (desde

la primera lectura) asuma su papel como lector receptor y sepa reconocer y explicar por

qué, en ocasiones, la ficción se apoya en la realidad y se fundamenta en este hecho para

garantizar su verosimilitud realista. El hecho de que el Quijote de Avellaneda “sea una

realidad real y que los personajes de ficción puedan hablar de ella, hace que estos y sus

historias alcancen niveles de credibilidad mucho más significativos desde un punto de

vista narrativo de cara al lector.

Esta cuestión se relaciona de manera directa con la cuestión B del texto 2 de la fase A.

Para ello, formulamos las siguientes expectativas de respuesta:

Cuadro 61. Prueba Final: expectativa de respuesta texto 3.1.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= No reconoce los aspectos de la realidad del fragmento.

Valoración 1

R-2= Reconoce que la referencia al Quijote apócrifo es una

referencia a la realidad, pero no es capaz de explicar su

significado como elemento de verosimilitud.

Valoración 2

R-3= Reconoce que la referencia al Quijote apócrifo es una

referencia a la realidad, y explica de qué manera este dato

dota a la segunda parte auténtica de elementos narrativos de

Valoración 3

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279

verosimilitud y realidad.

La expectativa de respuesta que tomamos como óptima para la interpretación y

valoración de los resultados se fundamenta en el nivel de respuesta R-3.

Según los presupuestos establecidos, si la respuesta del alumno se encuadra dentro de

R-0 se evidencia que no es capaz de resolver la tarea propuesta porque, posiblemente,

no consiga comprender e interpretar adecuadamente el enunciado. No sabe qué

responder.

Si la respuesta se encuadra dentro de la opción R-1 podremos observar que sí es capaz

de leer el texto y generar ciertas valoraciones con respecto a su contenido. Sin embargo,

no es capaz de reconocer la información implícita que le proporcionan las unidades

lingüísticas del texto, ni de generar relaciones lingüístico-pragmáticas que le aporten

una interpretación adecuada del texto en función del objetivo buscado.

Si la respuesta se encuadra dentro de R-2 el alumno deja claro que sí ha entendido el

interrogante que plantea el enunciado propuesto; pues es capaz de reconocer que la

referencia al Quijote apócrifo es una referencia a la realidad, pero no es capaz de

explicar su significado como elemento de verosimilitud.

Actitud que nos permite afirmar que el alumno sí es consciente de la existencia del

Quijote apócrifo de Avellaneda (posee saberes literarios en su intertexto lector), pero no

consigue establecer relaciones claras y constructivas que le permitan ofrecer una

respuesta óptima en la que los saberes conceptuales se utilicen en función de la

intención comunicativa del emisor, la naturaleza del texto y el objetivo marcado por el

enunciado.

Y si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la opción R-3 podremos observar

que éste sí es capaz de establecer relaciones significativas y constructivas entre las

unidades lingüísticas del texto, las informaciones implícitas que de ellas se generan y la

información pragmática que el conocimiento del mundo y los saberes literarios le

proporcionan. Pues, el alumno deja claro que sí es capaz de reconocer que la referencia

al Quijote apócrifo es una referencia a la realidad, y que es capaz de explicar,

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280

adecuadamente, de qué manera este dato dota a la segunda parte auténtica de elementos

narrativos de verosimilitud y realidad.

2.- Señala las informaciones que indiquen quién es el receptor de este mensaje.

Si tenemos en cuenta que el texto desde su título, Prólogo al lector, realiza una

apelación directa al lector, tiene sentido que queramos valorar si el alumno es capaz de

reconocer la importancia que éste posee y de atribuirle la carga semántica que le

corresponde (pues, desde nuestro punto de vista, el alumno no suele identificar ni

valorar el título como parte esencial del discurso).

Mucho más complejo le resultará identificar que Cervantes no solo se dirige al lector

sino que también realiza una apelación directa al propio Avellaneda, como autor del

falso Don Quijote.

Esta cuestión se corresponde con la cuestión A del texto 3 de la fase A.

Formulamos la siguiente expectativa de respuesta para el análisis y valoración de los

resultados:

Cuadro 62. Prueba Final: expectativa de respuesta texto 3.2.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o no se reconoce al

lector como receptor directo.

Valoración 0

R-1= El receptor es el lector, pero no acierta con los datos

precisos que ofrece el emisor al respecto.

Valoración 1

R-2= El receptor del mensaje es el propio lector y aporta

datos precisos de esta referencia.

Valoración 2

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R-3= Además de R-2, el lector infiere que se está refiriendo de

manera velada al autor de la segunda parte apócrifa del

Quijote, de la que habla Cervantes a lo largo de todo el

fragmento.

Valoración 3

La expectativa de respuesta que tomamos como óptima para la interpretación y

valoración de los resultados se fundamenta en el nivel de respuesta R-3. El alumno

evidencia que es capaz de identificar, durante su lectura y reconociendo la importancia

temática del título, que el receptor del mensaje es el propio lector señalando unidades

significativas del texto (entre ellas la importancia temática del título, “Prólogo al

lector”) que le permiten responder con éxito a la cuestión planteada y justificar la

información expuesta. Además, el alumno es capaz de inferir que el emisor del mensaje

también se está dirigiendo de manera velada al autor de la segunda parte apócrifa del

Quijote.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-2 se observa que el alumno sí es

capaz de reconocer quién es el receptor del mensaje, pues afirma que es el propio lector

y aporta datos precisos de esta referencia que justifiquen sus argumentos.

Si la respuesta se encuadra dentro de la R-1 entenderemos que el alumno reconoce que

el receptor del mensaje es el lector pero no es capaz de señalar adecuadamente los datos

precisos (unidades textuales explícitas y significativas) que al respecto ofrece el emisor.

Y si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 se evidencia, desde nuestro

punto de vista, que el lector aprendiz no es capaz de resolver la tarea propuesta: no

consigue reconocer al lector como receptor directo del mensaje.

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282

3.- Cervantes inicia el prólogo de la segunda parte de El Quijote refiriéndose al

Quijote apócrifo. Indica la idea principal de la secuencia narrativa que abarca

desde la línea 1 (“¡Válame Dios!...”) hasta la línea 6 (“… excepción esta regla”).

Con esta cuestión buscamos comprobar si el alumno es capaz de reconocer e

inferir, a partir de sus saberes previos y de la secuencia textual concreta que se le ofrece

(desde la línea 1 (“¡Válame Dios!...”) hasta la línea 6 (“… excepción esta regla”); su

significado y la intención comunicativa con la que el emisor la emite.

Esta cuestión se relaciona con la cuestión C del texto 3 de la fase A. Puede relacionarse

también con la cuestión C del texto 1 de la fase A, añadiendo los saberes específicos de

carácter histórico literario sobre las partes del Quijote y su publicación.

Para ello, formulamos la siguiente expectativa de respuesta y tomamos como óptima,

para la valoración e interpretación de los resultados, la expectativa de respuesta R-3.

Cuadro 63. Prueba Final: expectativa de respuesta texto 3.3.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Valoración 0

R-1= Confunde la idea principal o se distancia de ella.

Valoración 1

R-2= Reconoce la idea principal: Cervantes no va a ofrecer en

este prólogo lo que el lector puede esperar: diatribas directas

contra el autor de la segunda parte apócrifa del Quijote.

Valoración 2

R-3= Reconoce además de R-2 la preterición o paralipsis,

mencione el lector o no el nombre exacto de la figura.

Valoración 3

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283

Según los presupuestos establecidos, si la respuesta del alumno se encuadra dentro

de la expectativa R-3 evidencia que sí es capaz de reconocer la idea principal de la

secuencia textual marcada (Cervantes no va a ofrecer en este prólogo lo que el lector

puede esperar: diatribas directas contra el autor de la segunda parte apócrifa del Quijote)

y que, además, reconoce la preterición o paralipsis (mencionando o no el alumno el

nombre exacto de la figura) que Cervantes realiza (pues de manera fingida (encubierta)

intenta ocultar algo que expone claramente). Actitud que demuestra que el alumno es

capaz de inferir perfectamente la información implícita del texto y la intención

comunicativa con la que el emisor la ofrece.

Si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la R-2 observaremos que sí reconoce

correctamente la idea principal de la secuencia enunciada pero no es capaz de identificar

la preterición o paralipsis que realiza Cervantes y realizar valoraciones e

interpretaciones personales al respecto.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-1 entendemos que el alumno no

es capaz de reconocer la idea principal que la secuencia textual transmite, ya que ofrece

una interpretación alejada (confunde la idea principal o se distancia de ella) la intención

comunicativa con la que Cervantes emite el mensaje.

Y si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 se evidencia que no es capaz

de resolver la tarea propuesta ni de construir el significado de la secuencia enunciada

(presenta dificultades importantes a la hora de interpretar la información textual).

4) Explica con tus palabras la información que se ofrece en el fragmento que

aparece en negrita.

Esta última cuestión nos permite valorar si el alumno ha realizado una lectura y

recepción comprensiva del fragmento. El lector debe ser capaz de inferir, a partir de los

datos expuestos en la secuencia señalada y los saberes literarios y específicos que posee

en su intertexto lectoliterario, que Cervantes es conocedor de la publicación apócrifa del

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284

Quijote de Avellaneda (a quien se dirige críticamente) y que está dispuesto a hacer

morir a Don Quijote para evitar falsas continuaciones.

Esta cuestión se relaciona con la cuestión D del texto 3 de la Fase A.

Formulamos para el análisis de los resultados obtenidos la siguiente expectativa de

respuesta:

Cuadro 64. Prueba Final: expectativa de respuesta texto 3.4.

EXPECTATIVA DE RESPUESTA

R-0= Ausencia de respuesta (no responde) o respuesta

disparatada.

Valoración 0

R-1= Presenta como auténtica esta segunda parte de la obra.

Valoración 1

R-2= El lector reconoce que Cervantes está dispuesto a hacer

morir a Don Quijote para evitar nuevas falsas continuaciones.

Valoración 2

R-3= Además de la R-2 aporta la crítica velada a Avellaneda,

a quien se dirige de manera oblicua cuando afirma que “no le

digas más”, “ni yo te diré más”, o la autenticidad “del paño”

del que se ha hecho esta segunda parte que es, ahora sí, del

mismo que la primera.

Valoración 3

Tomamos como óptima para la valoración de los resultados obtenidos la expectativa de

respuesta R-3. Si la respuesta del alumno se encuadra dentro de ésta evidenciará que sí

ha reconocido en el Prólogo al lector la autenticidad “del paño” del que se ha hecho

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285

esta segunda parte que es del mismo que la primera; y la crítica a Avellaneda como

autor del falso Quijote (motivo por el que Cervantes afirma que esta dispuesto a hacer

morir a Don Quijote).

Si la respuesta del alumno se encuadra dentro de la expectativa R-2 observaremos que sí

es capaz establecer conexiones lógicas entre sus saberes previos y las ideas que

transmite el texto. El lector reconoce que Cervantes está dispuesto a hacer morir a Don

Quijote para evitar nuevas falsas continuaciones.

Si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-1 el alumno manifiesta que

reconoce esta segunda parte de la obra como auténtica (valoración que realiza a partir de

la lectura del texto) pero que no es capaz de realizar inferencias y crear expectativas

lectoras que evidencien que aporta interpretaciones personales.

Y si la respuesta se encuadra dentro de la expectativa R-0 podremos prever que el

alumno no ha alcanzado el grado de madurez lectora suficiente y que, por tanto,

encuentra dificultades, en su actividad lectoliteraria, que le impiden reconocer e

identificar adecuadamente la información que transmite el fragmento.

Cuadro 66. Tabla de correspondencia.

Tabla de correspondencias entre las cuestiones que componen las dos pruebas de

Comprensión Lectoliteraria

Competencia Lectoliteraria

Competencia Lectoliteraria

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286

TEXTO

INICIAL (A-D)

FINAL (1-5)

1

A _____________ 5 Texto 1

B______________ 3 Texto 1

C______________ 3 Texto 1

3 Texto 3

1 y 2____________ B Texto 3

3_______________ B Texto 1

C Texto 1

4_______________ C Texto 3

5_______________ A Texto 1

2

A______________ 2 Texto 2

B______________ 1 Texto 3

1_______________ A Texto 1

2_______________ A Texto 2

3

A______________ 2 Texto 3

B_______________ 1 y 2 Texto 1

C_______________ 3 Texto 3

4 Texto 1

D_______________ 4 Texto 3

1_______________ B Texto 2

2_______________ A Texto 3

3_______________ C Texto 3

C Texto 1

4_______________ D Texto 3

Tabla que nos permite identificar las relaciones que intervienen entre las

cuestiones de cada una de la pruebas de Comprensión Lectoliteraria (Inicial y Final); y

comprobar durante el proceso de resolución la relación coincidente entre los objetivos

de unas y de otras. Las cuestiones de la Prueba Inicial se enumeran mediante letras (A-

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287

D) y las cuestiones de la Prueba Final con números (1-4). De esta manera se diferencian

e identifican claramente la pertenencia de las cuestiones a las pruebas y fases

correspondientes.

IV. RESULTADOS.

A) CUESTIONARIO PRE-CONCEPTOS: Resultados y discusión.

El tratamiento de los datos obtenidos mediante el cuestionario de Pre-conceptos se

ha analizado estadísticamente mediante recuento de respuestas y distribución porcentual

de las mismas en función de la expectativa de respuesta marcada de antemano. Los

resultados obtenidos se presentan mediante tablas directas en las que se da cuenta del

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288

nivel de la respuesta, de las marcas de la expectativa y del tanto por ciento parcial de

cada respuesta así como del % global por cada nivel.

BLOQUE I: Cuestiones referidas a las percepciones generales.

1. ¿En qué crees que se diferencia un texto literario de un texto no literario?

Tabla 1. Pre-conceptos: respuesta 1.

NIVEL 1

Valoración 0

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Respuesta disparatada.

43 %

NIVEL 2

R-1= Reconoce la diferencia mediante

elementos externos.

Valoración 1

41 %

R-1.1.= Diferencia: verso / prosa.

R-1.2.= Capítulos y/o escenas.

R-1.3.= Recursos literarios. 10

R-1.4.= Función estética /

Función referencial.

14

R-1.5.= Otras respuestas. 17

R-2= Reconoce la diferencia mediante

elementos internos.

Valoración 2

16%

R-2.1.= Diferencia: Ficción / Realidad. 6

R-2.2.= Diferencia: Texto Subjetivo /

Texto Objetivo.

3

R-2.3.= Diferencia Lenguaje culto /

Lenguaje coloquial.

4

R-2.4.= Otras respuestas. 3

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289

Esta primera cuestión nos ofrece información general sobre los conocimientos

literarios y lingüísticos necesarios (específicos del área de Lengua Castellana y

Literatura) para reconocer qué características, internas o externas diferencian a un texto

literario de un texto no literario.

La tabla pone de manifiesto que un 43% de los individuos encuestados no es capaz de

reconocer un texto literario, ya sea porque no responde o porque ofrece una respuesta

disparatada.

Un 57% de los alumnos encuestados reconoce diferencias entre un texto literario y

otro que no lo es. De este porcentaje, solo un 16% es capaz de reconocer algunas de las

características esenciales de los mensajes literarios (ficción/realidad; discurso

objetivo/subjetivo; uso culto/no culto de la lengua) frente a un 41% que solo alega

diferencias externas o muy marcadas: como uso de recursos literarios; función estética

del texto y otras respuestas.

La distribución marca con claridad que un porcentaje muy significativo de los

alumnos encuestados no es capaz de reconocer y diferenciar un mensaje literario.

a) Si se comparan los resultados globales obtenidos en el apartado R-1 y R-2

observamos que el porcentaje de respuesta es mucho más elevado en el apartado R-1

(41%, donde la diferencia entre un texto de carácter estético-literario y un texto de

carácter no literario se reconoce mediante elementos externos), que en el apartado R-2

(16%), en el que la diferencia se aprecia mediante elementos internos.

b) Se aprecia un resultado significativo en lo que se refiere a la diferencia

literario/ no literario a partir de los elementos externos. Alto porcentaje que indica que

el alumnado opta por responder y justificar en mayor medida su respuesta tomando

como referente el aspecto formal del discurso y determinados conceptos básicos y

específicos propios del área de Lengua Castellana y Literatura; como por ejemplo

considerar que la diferencia entre un texto de carácter literario y uno de carácter no

literario radica en que en el primero predomina la función estética y en el segundo la

función referencial. Significativo y llamativo también resulta, desde nuestro punto de

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290

vista, que ninguno de los encuestados opte por ofrecer para justificar su respuesta el

argumento o razón del subapartado R-1.1. (diferencia: verso / prosa).

También parece mucho menos asentado, y además más disperso el concepto de

diferenciación literario/no literario a partir de elementos internos. Pues solo un

porcentaje del 16% opta por esta expectativa de respuesta, llamando nuestra atención el

hecho de que pocos alumnos sean los que seleccionan la respuesta a partir de los

conceptos “Ficción/Realidad” del subapartado R-2.1.

Estas respuestas evidencian, desde una perspectiva general, que el alumnado de

Bachillerato no solo no parece haber asimilado satisfactoriamente determinados

contenidos específicos del área (educación literaria), sino que además podría señalarse

en él una cierta inmadurez cognitiva (intertexto lector pobre y poco preciso) que le

ocasiona dificultades lingüístico-comunicativas a la hora de argumentar y utilizar de

manera coherente y pragmática aquello que se piensa y se sabe.

2. ¿Podrías decir qué es un texto literario? (Valorar del 1 al 4 las respuestas por

orden de prioridad).

Esta cuestión se ha diseñado con respuesta cerrada para evitar en la medida de lo

posible una dispersión tal en el abanico de respuestas que hiciera prácticamente

imposible su agrupamiento significativo en sectores agrupables a partir de una

expectativa de respuesta pre-determinada.

Por ello, esta expectativa de respuesta (tal y como esta explicado en la redacción de la

misma) queda ordenada en cuatro niveles más uno (este último corresponde a la

expectativa de respuesta R-0 que recoge la ausencia de respuesta y las combinaciones

que no se describen en los cuatro niveles mencionados).

Tabla 2. Pre-conceptos: respuesta 2.

Valoración

1º Bachillerato

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291

R-0= Ausencia de respuesta

(Otras combinaciones).

0

56%

R-1= 4, 1, 3, 2

1

11%

R-2= 4, 2, 3, 1

2

16%

R-3= 3, 1, 4, 2

3

9%

R-4= 3, 2, 4, 1

4

8%

Como se aprecia en la tabla resulta significativo que el 56% de los alumnos opte

por la expectativa de respuesta R-0, lo que quiere decir que o bien no responden a la

cuestión planteada porque no son capaces de ofrecer una respuesta, o bien responden

ofreciendo una respuesta disparata (otras combinaciones no prefijadas y alejadas de la

definición más próxima).

El dato evidencia que al alumnado de 1º de Bachillerato no ha asimilado

significativamente saberes literarios básicos y necesarios para desarrollar

adecuadamente su proceso de formación lectoliterario y su intertexto lectoliterario.

3. ¿Todos los textos literarios están escritos en verso?

La cuestión plantea un concepto directo y una respuesta cerrada que apenas deja

margen a las opciones de “expectativa”, por lo que los resultados se recogen de manera

directa:

Tabla 3. Pre-conceptos: respuesta 3.

Valoración

1º Bachillerato

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292

R-0= Ausencia de respuesta

(Respuesta disparatada).

0

0%

R-1= SÍ

1

10%

R-2= NO

2

90%

Hay que resaltar que responden todo los encuestados y que no hay respuestas

disparatadas. Un 90 % de los encuestados reconoce que literatura y verso no son la

misma cosa.

4. ¿Todos los textos escritos en verso son literarios?

Se trata de una pregunta que busca la corroboración de las respuestas obtenidas en

la pregunta anterior. El nivel de complejidad conceptual busca la firmeza del concepto

antes manifestado.

Tabla 4. Pre-conceptos: respuesta 4.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta

(Respuesta disparatada).

0

2%

R-1= SÍ

1

56%

R-2= NO

2

42%

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293

Podemos señalar, en primer lugar que, en sintonía con la cuestión anterior no hay

un % significativo (2%) de respuesta negativa o aberrante. Por lo que se refiere al resto

de las respuestas hay que destacar que un 56% de los encuestados considera que

“verso” es prácticamente sinónimo de “literatura”, mientras que solo un 42% reconoce

que pueden existir mensajes en verso que no sean mensajes literarios.

La explicación posible de este resultado debería relacionarse con el hecho de que a lo

largo de las diferentes etapas de la formación lectoliteraria se tiene a identificar el verso

con una manifestación literaria de alto nivel: complejidad, belleza lenguaje figurado…

Esto es, la Literatura como obra de arte, diferente, hermoseada, difícil… siendo el verso

un elemento más de ese modelo de lengua “formalizada” que connotativamente se ha

determinado desde el punto de vista literario, social y cultural.

5. A. ¿Sabes qué son las “estrategias de lectura”?

Esta cuestión directa pretende recabar información relacionada con uno de los

fundamentos de la actividad lectora desde la perspectiva de la metalectura. Es decir, si

para leer en imprescindible poner en funcionamiento determinadas estrategias,

queremos valorar si el alumnado de 1º de Bachillerato es consciente de lo que son.

Tabla 5. Pre-conceptos: respuesta 5.A.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta

(Respuesta disparatada).

0

2%

R-1= NO

1

75%

R-2= SÍ

2

23%

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294

Los resultados ponen de manifiesto que la mayoría de los sujetos encuestados,

un 75% concretamente, afirma explícitamente no saber qué son las estrategias de

lectura, frente al 23% de ellos que responde afirmativamente.

5. B. ¿Podrías definir el concepto?

Esta cuestión pretende recabar información en dos sentidos: la perspectiva de

verdad que pudiera tener la respuesta a la cuestión anterior y la proyección que el

reconocimiento de las estrategias pudiera tener en las actividades lectoras del alumnado

como puesta en práctica de un concepto tan funcional asumido o reconocido.

Tabla 6. Pre-conceptos: respuesta 5.B.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta

(No responde).

0

70%

R-1= Otras respuestas que no se incluyan dentro

de R-2 y R-3.

1

10%

R-2= Respuestas que incluyan el concepto

“comprensión” del texto.

2

18%

R-3= Actividades, técnicas, procedimientos, etc.

que utiliza el lector para alcanzar la

comprensión del texto.

3

2%

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295

Los resultados obtenidos en este apartado ponen de manifiesto que la mayor parte

del alumnado de 1º de Bachillerato, efectivamente desconoce completamente el

concepto y su utilidad pragmática en el proceso lector (un 70%).

Las respuestas recogidas entre el 30% que manifiesta una respuesta ponen de

manifiesto que solo un 2% de los encuestados relacionan el concepto “estrategia de

lectura” con los saberes, las técnicas, los procedimientos que implica el proceso lector,

puesto que el resto, un 28% (18 +10) aportan respuestas de valor relativo o disperso

que no se relacionan directamente con el sentido pragmático de “estrategia de lectura”.

6. ¿Te han contado o leído cuentos, historias, etc. durante la infancia?

Esta pregunta pretende indagar en qué medida los encuestados han estado

relacionados desde edades tempranas con la literatura, en tanto en cuanto este hecho

pudiera condicionar la formación de su intertexto leco-literario y, a la larga, su

competencia literaria.

Tabla 7. Pre-conceptos: respuesta 6.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta

(Respuesta disparatada).

0

0%

R-1= NO

1

2%

R-2= SÍ… pero pocos.

2

17%

R-3= SÍ

3

81%

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296

El 81% de los alumnos reconoce que durante su infancia (inicios de su formación

literaria) sí ha estado en contacto con producciones literarias propias de la Literatura

Infantil. Hecho que nos permite interpretar que la figura del mediador adulto ha

colaborado en la construcción de un primer mundo imaginario del aprendiz y en la

formación de su intertexto lectoliterario.

7. ¿Lees Literatura Juvenil (narraciones literarias, cuentos…) por iniciativa propia

(que no formen parte de los estudios)?

En el mismo espacio de indagación que la anterior, se busca saber que tanto por

ciento del alumnado puede haber seguido enriqueciendo su intertexto lecto-literario de

manera espontánea a partir de un cierto hábito lector.

Tabla 8. Pre-conceptos: respuesta 7.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= NO

0

9%

R-1= Solo leo los libros de lectura

que forman parte de los estudios.

1

26%

R-2= Pocas veces (rara vez).

2

31%

R-3= SÍ

3

34%

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297

Siguiendo la línea de estudio expuesta en la cuestión anterior podemos observar,

ahora, como solo un 34% de los encuestados afirma leer por iniciativa propia Literatura

Juvenil, ya que un 31% confiesa que lo hace pocas veces (más bien escasas), mientras

que un 26% afirma leer solo los libros que forman parte de los estudios: 9% que no

responde abiertamente que nunca lee. Estos datos evidencian que una parte importante

del alumnado (66%) no trabaja por iniciativa propia su intertexto lector, con lo que

podemos concluir que un 66% del alumnado de 1º de Bachillerato manifestará

dificultades significativas para la lectura de mensajes literarios.

8. Si en una encuesta te preguntan <<¿cuánto lees?>>: ¿a qué crees que hace

referencia?

Esta cuestión pretende recabar información en relación con el hecho de que desde

una perspectiva cultural, socialmente muy arraigada, se identifica leer con leer

literatura. Buscamos saber hasta qué punto nuestros encuestados identifican también

leer con literatura.

Tabla 9. Pre-conceptos: respuesta 8.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde).

0

12%

R-1= Lectura de obras literarias

(todos los géneros literarios) dentro

del ámbito académico.

1

12%

R-2= Cantidad de libros que se leen

62%

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298

por iniciativa propia (fuera del ámbito

académico).

2

R-3= Tiempo que se invierte en la

lectura (fuera del ámbito académico).

10%

R-4= Lectura de textos literarios y no

literarios.

3

4%

Los resultados obtenidos evidencian que solo un 4% de los alumnos reconocer

que el enunciado remite tanto a la lectura de textos literarios como no literarios, es decir

que leer es acceder a la información que ofrece cualquier tipo de mensaje escrito.

El resto de los encuestados o bien optan por no responder (12%) o responden en el

sentido que socialmente se entiende por “leer”, un 72% al que habría que añadir ese 4%

que responde que la pregunta se refiere al tiempo que se emplea en leer.

BLOQUE II: Cuestiones referidas a la Lectura Literaria.

9. A. ¿Qué te resulta más difícil: (a) leer un texto literario o (b) leer un texto no

literario?

La cuestión busca información relacionada con la percepción que el alumnado

tiene sobre la dificultad que implica leer un texto literario. Es conveniente matizar que

la respuesta a esta cuestión se completará con la respuesta a la siguiente, que busca las

matizaciones o especificaciones de esta y que, por lo tanto deberá considerarse como un

todo.

Tabla 10. Pre-conceptos: respuesta 9.A.

Valoración

1º Bachillerato

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299

R-0= Ausencia de respuesta

0

9%

R-1= Leer un texto no literario.

1

49%

R-2= Leer un texto literario.

2

42%

Llama poderosamente la atención que hasta un 49% de los encuestados reconoce

que les resulta más difícil leer un texto no literario, frente a un 42% que reconoce mayor

dificultad en la lectura de mensajes de intención literaria.

9. B. ¿Por qué?

Tabla 11. Pre-conceptos: respuesta 9.B.

NIVEL 1

Valoración 0

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Respuesta disparatada.

36%

R-1= Resulta más difícil leer un texto no

literario.

Valoración 1

30%

R-1.1.= Mensaje y lenguaje complejos. 10

R-1.2.= Estructura compleja. 8

R-1.3.= No es entretenido.

(Carácter científico)

12

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300

NIVEL 2

R-2= Resulta más difícil leer un texto literario.

Valoración 2

34%

R-2.1.= Escrito en verso. 1

R-2.2.= Lenguaje complejo con recursos

literarios.

18

R-2.3.= Se necesita poseer saberes literarios. 2

R-2.4.= Comprenderlo es difícil. 13

Si tenemos en cuenta los resultados obtenidos en el apartado anterior resulta

imprescindible señalar en primer lugar que la ausencia de respuesta o la respuesta nula

alcanza un 30% frente al 9% de la pregunta anterior.

Lo que nos permite interpretar que posiblemente una parte de los encuestados o

bien no tiene claro qué características básicas posee cada uno de los textos o que en

realidad desconocen qué es un texto literario y un texto no literario.

Por otra parte, es necesario anotar la disminución significativa de encuestados que

responden sobre las dificultades de la lectura de mensajes no literarios hasta un 30%

frente al 49% que había confesado que les resultaba más difícil leer este tipo de textos.

Disminuye también, aunque en un % mucho menos los que expresan qué tipo de

dificultades tienen para leer mensajes de intención literaria, un 34%, frente al 40% de la

respuesta anterior. Nos parece interesante resaltar que hasta el 31% de los encuestados

que se engloban en esta respuesta manifiesta que las dificultades se refieren a la

complejidad del mensaje y su dificultad interpretativa.

10. A. ¿Para leer un texto literario “se necesita” poseer saberes literarios?

Como en el caso anterior, esta pregunta se formula en dos partes complementarias

que nos ayudarán a comprender mejor la información que los encuestados aportan sobre

la conveniencia de poseer saberes específicos para realizar una lectura eficaz de

mensajes de intención literaria.

Tabla 12. Pre-conceptos: respuesta 10.A.

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301

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde)

0

0%

R-1= NO

1

67%

R-2= SÍ

2

33%

Un 67% de los encuestados considera que no son necesarios los saberes literarios

previos para leer un mensaje de intención estética. Solo un 33% admite que los saberes

previos sobre literatura son necesarios para leer adecuadamente este tipo de mensajes.

10. B. ¿Por qué?

Tabla 13. Pre-conceptos: respuesta 10.B.

NIVEL 1

Valoración 0

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

(Respuesta disparatada).

15%

R-1= No se necesitan los saberes literarios

para la lectura literaria.

(Valoración 1)

56%

R-1.1.= No hacen falta para leer el texto. 46

R-1.2.= Son saberes teóricos pero no

significativos (listados de obras y autores).

1

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302

NIVEL 2

R-1.3.= Solo se necesita conocer el código. 3

R-1.4.= Otras respuestas. 6

R-2= Se necesitan los saberes literarios para

la lectura literaria.

(Valoración 2)

29%

R-2.1.= Ayuda a reconocer los espacios

significativos de ficción.

3

R-2.2.= Ayuda a comprender el léxico y los

recursos estilísticos.

10

R-2.3.= Permiten comprender e interpretar

mejor el texto literario.

14

R-2.4.= Fomenta la competencia lectora y

lectoliteraria del lector. (Suma saberes al

intertexto lectoliterario del lector).

2

Aunque aparece un 15% de ausencia de respuesta (en la pregunta anterior no

había ninguna) se mantiene un 56% de los encuestados que considera que no se

necesitan los saberes literarios previos porque no hacen falta para leer un texto (el

41%) inferimos que este tanto por ciento tan elevado se relaciona directamente con la

idea de que los saberes literario se circunscriben de manera casi total con la historia de

la literatura.

Solo un 29% valora los saberes previos como parte necesaria para realizar una

lectura pragmática o eficaz de mensajes de intención literaria, siendo un 14% los que

afirman que estos saberes literarios permiten comprender e interpretar mejor el texto

literario.

11. ¿Te resulta interesante la lectura?

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303

Se trata de una cuestión que busca una información de carácter general y hasta

impreciso que puede aportar luz sobre la actitud inicial que los encuestados tienen

sobre la actividad lectora.

Tabla 14. Pre-conceptos: respuesta 11.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde)

0

0%

R-1= NO

1

18%

R-2= Muy poco.

2

30%

R-3= SÍ

3

52%

Un 52% de los encuestados considera la lectura una actividad interesante,

mientras que un 30% la considera muy poco interesante y un 18 % nada interesante.

12. ¿Cuando lees un texto (literario o no literario) pones en práctica alguna

estrategia de lectura? ¿Puedes describirla?

Esta cuestión se relaciona directamente con la 5ª y pretende comprobar desde un

punto de vista complementario la información que sobre esta cuestión nos ofrece el

alumnado de 1º de Bachillerato.

Tabla 15. Pre-conceptos: respuesta 12.

Valoración

1º Bachillerato

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304

R-0= Ausencia de respuesta.

(Respuesta disparatada). O NO.

0

75%

R-1=

Sí sin porqués.

Sí + Estrategias de prelectura.

Se pregunta qué va a leer, con qué intención y

qué puede encontrar.

Sí + Estrategias de descodificación.

Reconoce e identifica relaciones primarias que

existen entre unidades gramaticales para

establecer un primer contacto con el texto

(reconocer léxico, palabras, oraciones, etc.)

1

25%

R-2=

SÍ + Estrategias de precomprensión.

Realiza aproximaciones lectoras a partir de los

conocimientos pragmáticos que posee.

SÍ + Estrategias de formulación de

expectativas y elaboración de inferencias.

Formula expectativas e inferencias sobre el

contenido del texto seleccionando unidades

significativas y relevantes para alcanzar la

comprensión del texto.

2

0%

R-3=

SÍ + Estrategias de comprensión.

Valora la información global del texto y la

aplica a la finalidad lectora que persigue.

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305

Sí + Estrategias de interpretación /

valoración.

Relaciona los conocimientos que posee como

lector con la información que le aporta el texto

para valorar e interpretar personalmente la

información que le transmite el texto.

3

0%

Un 75% de los encuestados se ubica en la ausencia de respuesta o en la respuesta

negativa, lo que nos sitúa en niveles idénticos que los alcanzados en la pregunta 5ª y que

evidencian que no reconocen, ni emplean estrategia lectora alguna, o no son

conscientes de que las emplean.

El 25% de los encuestados, que afirma conocer las estrategias y utilizarlas, se ubica en

tu totalidad en el espacio inicial relativo a las estrategias no marcadas y a las de

prelectura y a las de descodificación.

Especialmente significativa es la ausencia total de respuestas relacionadas con los

niveles estratégicos superiores de lectura que obtienen una respuesta del 0%

BLOQUE III: Cuestiones relacionadas con la percepción de lo que se hace y se

trabaja en el aula.

13. ¿Te resulta interesante la lectura de textos literarios que realizas en clase? ¿Por

qué?

Nos centramos en este bloque en la información relativa a la percepción que el

alumnado tiene sobre el trabajo de lectura de mensajes de intención literaria que se

realiza en el aula.

La primera de estas cuestiones se refiere al interés que manifiestan por este tipo de

lectura.

Tabla 16. Pre-conceptos: respuesta 13.

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306

NIVEL 1

Valoración 0

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Respuesta disparatada (se incluyen respuestas del

“NO” cuando los porqués aducidos no tienen

sentido).

2%

NIVEL 2

R-1= No resulta interesante la lectura de

textos literarios que se realiza en el aula.

Valoración 1

40%

R-1.1.= No me gusta leer nada. 17

R-1.2.= Es difícil y aburrida. 12

R-1.3.= Es obligatoria. 9

R-1.4.= No la comprendo. 2

R-2= Sí resulta interesante la lectura de textos

literarios que se realiza en el aula.

Valoración 2

58%

R-2.1.= Resulta significativa y me divierte. 20

R-2.2.= Ayuda a conocer a los autores; manera

de pensar…

25

R-2.3.= Me gusta leer; descubrir nuevos mundos

de ficción…

R-2.4.= Permite conocer cosas que han pasado

durante la historia de la humanidad.

1

R-2.5.= Otras respuestas. 12

Un 58% del alumnado reconoce que la lectura de textos literarios que se realiza en

el aula les resulta interesante, pues les ayuda a conocer a los autores y su forma de

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307

pensar (25%), les resulta divertida y significativa (20%) y otras más o menos dispersas,

pero en la línea de reconocimiento y valoración (12%).

Un 40% asegura que no les resulta interesante porque no les gusta leer nada

(17%), es difícil y aburrida o no la comprenden (14% -12+2) y solo un 9% afirma que

no les gusta porque es obligatoria. Dato este muy significativo por cuanto se trata de

uno de los elementos en los que se insiste con más frecuencia como causa fundamental

del rechazo de la lectura de mensajes de intención literaria durante las etapas

obligatorias.

14. ¿Te resulta difícil comprender los textos literarios que trabajas en el aula?

Se busca información que permita aclarar si es la dificultad de los mensajes una

de las causas del rechazo mayoritario de la lectura de este tipo de textos y, por

añadidura, de la pobre eficacia de las lecturas que se realizan. En cierto sentido debería

completar la anterior por cuanto el “interés” y la “dificultad” podrían considerarse

desde el punto de vista de la percepción de los encuestados, como elementos próximos.

Tabla 17. Pre-conceptos: respuesta14.

NIVEL 1

Valoración 0

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Respuesta disparatada.

NO + por qué.

2%

R-1= Sí resulta difícil comprender los textos

literarios que se trabajan en el aula.

Valoración 1

36%

R-1.1.= Algunos textos pero no todos. 13

R-1.2.= Depende de la dificultad del lenguaje;

manera de expresarse el autor.

16

R-1.3.= Los textos poéticos son más difíciles de

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308

NIVEL 2

comprender. 1

R-1.4.= No se presta atención. (No trabaja; no se

esfuerza).

3

R-1.5.= Otras respuestas pero asimilables a la

respuesta negativa y no asimilables a R=0.

3

R-2= No resulta difícil comprender los textos

literarios que se trabajan en el aula.

Valoración 2

62%

R-2.1.= Se comprenden gracias a las explicaciones

teórico-literarias previas.

7

R-2.2.= Es capaz de imaginar el mundo de ficción

descrito.

8

R-2.3.= Se trabajan textos accesibles.

(Adaptados al nivel académico).

40

R-2.4= Otras respuestas. 7

Un 36 % de los encuestados afirma que les resulta difícil comprender los mensajes

de intención literaria, mientras que un 62% responde que no les resulta difícil

comprender este tipo de mensajes. Los porcentajes totales resultan significativamente

semejantes a los que arrojaba la cuestión anterior, por lo que podemos inferir que los

resultados son significativos.

Pero creemos que sería interesante plantear también el tipo de razones que en uno

u otro sentido se alegan como causas de las afirmaciones respectivas. En el caso de la

dificultad, un 29% se refiere de una manera u otra a que no son igual de difíciles todos

los textos (solo algunos pero no todos o depende de la dificultad del lenguaje

empleado), solo un 6% se refiere a que no se esfuerza o lo interesa. En lo relativo a la

ausencia de dificultad un 40% afirma que los mensajes seleccionados “son asequibles”,

y un 7% afirma que no plantean dificultades gracias a las explicaciones teóricas previas

del profesorado. Sólo un 8% asegura que no les resulta difícil porque son capaces de

imaginar el mundo de ficción descrito.

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309

15. ¿Comprendes con facilidad los enunciados que aparecen en las actividades de

lectura?

Hace referencia esta cuestión a un aspecto importante en relación con las posibles

dificultades o la falta de eficacia en los procesos de lectura literaria como es la lectura

comprensiva de los mensajes prescriptivos con que se formulan las actividades lectoras.

Tabla 18. Pre-conceptos: respuesta 15.

NIVEL 1

Valoración 0

R-0= Ausencia de respuesta (no responde).

Respuesta disparatada.

Entre ellas se incluyen las respuestas del “NO”

cuando los porqués aducidos no tienen sentido.

1%

NIVEL 2

R-1= No se comprenden con facilidad los

enunciados que aparecen en las actividades de

lectura.

Valoración 1

13%

R-1.1.= Algunos actividades no; otras sí. 10

R-1.2.= Depende de la dificultad del texto; de la

manera de expresarse el autor.

2

R-1.3.= No se presta atención. (No se trabaja; no

se esfuerza; no se pone interés).

1

R-2= Sí se comprenden con facilidad los

enunciados que aparecen en las actividades de

lectura.

Valoración 2

86%

R-2.1.= Se plantean con claridad. 13

R-2.2.= No plantean demasiada dificultad. 39

R-2.3.= Si se comprende el texto se comprende el

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310

enunciado de las actividades. 7

R-2.4.= Otras respuestas. 27

El 86% de los encuestados manifiesta comprender con facilidad los denunciados

frente a un 13 % que manifiesta tener dificultades.

16. ¿Consideras importante estudiar Literatura en clase (aprendizaje de saberes

literarios)?

Se trata de una pregunta de carácter general que busca una percepción también

global de interés parcial pero indicativo en relación al hecho de que la literatura y la

lectura literaria no siempre van unidas en la práctica educativa en el aula.

Tabla 19. Pre-conceptos: respuesta 16.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde)

0

2%

R-1= NO

1

16%

R-2= SÍ

2

82%

Un 82% de los encuestados considera que es importante estudiar literatura y solo

un 16% considera que no es importante.

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311

17. ¿Te permiten estos saberes (literarios) comprender “mejor” los textos literarios

que se trabajan en el aula?

De alguna manera se busca una información que complete o especifique el ámbito

de referencia de la cuestión anterior.

Se busca información que permita conocer si el alumnado de 1º de Bachillerato

considera que la “literatura” les ayuda a leer de manera más eficaz y pragmática los

mensajes de intención literaria.

Tabla 20. Pre-conceptos: respuesta 17.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde)

0

1%

R-1= NO

1

11%

R-2= SÍ

2

88%

Un 88% afirma que los saberes literarios le ayudan a comprender mejor los

mensajes literarios, por lo tanto se evidencia que para el alumnado de 1º de Bachillerato

existe una evidencia que pone de manifiesto que la lectura literaria se proyecta

esencialmente como instrumento ancilar para corroborar lo aprendido en la teoría. Es

decir, aprendemos literatura para realizar con más eficacia las actividades de comentario

de texto o lo que es lo mismo, se proyecta de manera mayoritaria y altamente

significativa a partir de los modelos tradicionales: el texto como pretexto para demostrar

lo saberes literarios.

El 11% restante que afirma que no le sirven para comprender mejor los mensajes.

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312

18. ¿Te permiten estos saberes (literarios) comprender “mejor” la literatura que a

ti te gusta?

Esta cuestión pretende conocer el tipo de relación que el alumnado encuentra

entre los saberes que se trabajan en el aula (literatura esencialmente canónica) y la

eficacia lectora manifestada en las lecturas que realiza el alumnado al margen del aula

(las que le gustan).

Esta cuestión debería leerse en relación con las cuestiones sobre los hábitos lectores que

se hacían en el primer bloque.

Tabla 21. Pre-conceptos: respuesta 18.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde)

0

1%

R-1= NO

1

32%

R-2= SÍ

2

67%

El dato que manifiesta la respuesta favorable, un 67% llama poderosamente la

atención por cuanto solo un 34% manifestaba (cuestión 7: lee con cierta frecuencia por

iniciativa propia.

19. ¿Trabajas en el aula las “estrategias de lectura”?

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313

De nuevo se insiste en el tema de las estrategias de lectura por la repercusión que

tales habilidades tienen en el proceso lector. En este caso buscamos información sobre

las prácticas reales en el aula y, de alguna manera la explicación razonable de las

cuestiones que ante se han realizado, con las que mantiene una absoluta dependencia.

Tabla 22. Pre-conceptos: respuesta 19

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde)

0

R-1= NO / No lo sé

1

86%

R-2= SÍ

2

14%

Un 86% de los encuestados afirma que en clase no se practican estrategias de

lectura o no saben que se practiquen, mientras que un 14% afirman que sí se trabajan o

practican estrategias de lectura

El dato es significativamente semejante a los que se han obtenido en otras

cuestiones y pone de manifiesto con claridad que la información que se obtiene en las

cuestiones anteriores hace referencia a los modelos tradicionales de estudios de la

literatura y de trabajo con textos: en la línea tradicionales de la lectura al servicio de la

historia literaria y de la retórica, no en función del aprendizaje lector.

20. Rodea qué puntuación le otorgas a la siguiente afirmación: La lectura literaria

se trabaja en el aula… (0= nada; 1= una vez al mes; 2= más de dos veces al mes; 3= un

día a la semana; 4= más de un día a la semana).

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314

Se busca información complementaria que señale la frecuencia con la que se

trabaja la lectura literaria en la clase. Se relaciona directamente con la anterior y tiene

como finalidad directa corroborar o no si la lectura de mensajes de intención literaria

tiene una presencia menor o ancilar en el aula.

Tabla 23. Pre-conceptos: respuesta 20.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Nada

0

2%

R-1= Una vez al mes.

1

9%

R-2= Más de dos veces al mes.

2

17%

R-3= Un día a la semana. 3 40%

R-4= Más de un día a la

semana.

4

32%

Un 68% de los encuestados afirma que se dedica a lectura literaria menos de 1/3

del tiempo total de la asignatura, es decir que la actividad didáctica relacionada con la

lectura de mensajes de intención literaria es un elemento ancilar al que se dedica un

espacio de menos de 25-30 horas a lo largo de todo el curso, mientras que al resto de las

actividades se le dedican entre 60 y 65 horas. Dentro de este grupo llama

poderosamente la atención que un 11% asegure que no se dedica nada de tiempo o una

o dos veces al mes. Y un 17% afirma que se dedican a la lectura dos o tres veces cada

mes.

El total de encuestados que afirma que se lee más de un día por semana es solo de

un 32%.

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315

21. ¿Sirve para algo leer Literatura?

Esta cuestión final pretende valorar si la percepción general del alumnado de 1º de

Bachillerato valora positivamente la actividad lectora de mensajes de intención literaria.

Tabla 24. Pre-conceptos: respuesta 21.

Valoración

1º Bachillerato

R-0= Ausencia de respuesta.

(No responde)

0

0%

R-1= NO

1

11%

R-2= SÍ

2

89%

Un 89% de los encuestados responde afirmativamente y solo un 11% afirma que

la lectura literaria no sirve para nada.

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316

DISCUSIÓN

Un cuestionario de carácter cualitativo suele encerar elementos e interpretación

subjetiva que es necesario reconducir en el proceso de análisis. Mediante lo que hemos

denominado expectativas de respuesta se ha procurado dar sentido de especificidad a la

información recabada de manera que se puedan identificar estas especificaciones como

los códigos identificados en las respuestas a las cuestiones semiestructuradas que se han

propuesto.

Aunque se podrían haber realizado otro tipo de análisis de los datos, creemos que

el que ofrecemos nos permite establecer un panorama bastante significativo sobre el que

proyectar los resultados que se obtengan de las pruebas de comprensión lectora que

hemos realizado.

En efecto, las líneas definidas en esta encuesta permiten reconocer los espacios de

significatividad del grupo de discentes con el que hemos trabajado y el alcance de las

valoraciones que en su momento podamos hacer.

Desde la necesaria brevedad que nuestra exposición demanda para este apartado,

lo primero que podemos concluir es que el alumnado de 1º de Bachillerato no tiene una

conciencia clara de que los saberes propios de “Literatura”, dentro de la asignatura

general (Castellano: Lengua y Literatura) deberían solventarse desde la perspectiva

esencial de la lectura literaria. El concepto subyacente a los estudios de literatura se

centra en los modelos tradicionales: Historia de la literatura y retórica literaria al

servicio de un comentario de textos al que el alumno debe dar cuenta de lo que sus

autores han querido decir y de la vinculación de los mensajes al contexto histórico,

cultural y literario en el que nacieron. Por esta razón se consideran útiles para la lectura

“literaria” las explicaciones teóricas previas del profesorado y se considera

mayoritariamente necesario y conveniente el estudio de la literatura: como saber en si

mismo.

En este sentido resulta esclarecedor que los encuestados manifiesten claras

dificultades para diferenciar un texto literario de uno que no lo sea, y no nos referimos

a cuestiones propias de la teoría de la literatura, sino a los elementos básicos que

determinan su pertenencia sustancial al ámbito de lo comunicativo ficcional . Por el

contrario, los elementos diferenciadores que en un porcentaje bastante exiguo han sido

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317

capaces de identificar se refieren a aspectos formales externos, o de carácter puramente

retórico (el verso y el lenguaje figurado, por ejemplo). Solo de forma meramente

testimonial (un 8%) parece apuntar a algunas razones relacionadas con la lectura y la

ficcionalidad. Este hecho pone en evidencia que a pesar de lo que se viene señalando

desde hace más de treinta años en España en las aulas se sigue trabajando desde

posiciones didácticas en las que la literatura se fundamenta en la historia y en la

retórica, no en la lectura y co-creación de mensajes ficcionales.

En segundo lugar se pone de manifiesto que en la formación literaria del

alumnado hay, por una parte, influencia significativa en las etapas iniciales ya que

reconocen que se les han contado historias y cuentos a lo largo de los primeros años de

su vida. Esta tendencia se rompe en un momento determinado y se deja de tener

conciencia de continuidad en la formación del intertexto lecto-literario al desaparecer el

interés por la lectura literaria no obligatoria (solo un 34% reconoce leer con cierta

frecuencia).

En tercer lugar parece evidente que el alumnado de 1º de Bachillerato no conoce

estrategias de lectura o no es consciente de que las practica. Esto manifiesta que la

lectura que se hace en la clase o para la clase no responde con claridad a una finalidad

lectora explícita, sino, como hemos afirmado más atrás, a ese modelo ancilar de lectura

al servicio de los saberes teóricos de la literatura. Nos parece mucho más significativo

el dato de que un 85 % de los encuestados afirman que no se practican o reconocen o

manifiestan estas estrategias como objetivo didáctico explícito en el aula. Esto

confirma que las actuaciones didácticas en el ámbito de la literatura no se corresponden

con esa finalidad trascendental de la que hemos hablado largamente en nuestro marco

teórico según la cual la literatura en estas etapas formativas debería centrarse en el

desarrollo de la competencia lecto-literaria, es decir, en el enriquecimiento constante del

intertexto lecto-literario, que de este modo facilitaría la lectura eficaz de los mensajes

literarios; actividad que convierte a los saberes literarios en herramientas al servicio de

una lectura pragmática, útil, significativa de los textos literarios, cuyo fundamento se

centra en el lector y su capacidad de levantar (co-crear) los espacios de ficción propios

de la literatura.

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318

B) PRUEBAS DE COMPRENSIÓN LECTOLITERARIA.

Valoradas las respuestas dadas por los alumnos informantes en las Pruebas Inicial

y Final de Competencia Lectoliteraria (en función de la expectativa de respuesta

generada para cada una de ellas según hemos establecido en el apartado descriptivo

correspondiente), hemos procedido a realizar su análisis cuantitativo empleando para

ello el programa estadístico IBM SPSS Statistics, versión 23.

Se trata de una herramienta de análisis que nos permitirá presentar un análisis

estadístico descriptivo de los datos obtenidos y que en nuestra investigación se

materializará mediante la aplicación de la prueba T-Student para muestras

relacionadas, que incluye un estudio de tipo longitudinal en el que el objetivo se centra

en comparar dos medidas (en nuestro caso dos pruebas –la inicial y la final-) en un

mismo grupo (178 sujetos para nosotros divididos en dos subgrupos, uno control (GC) y

otro experimental GE) en dos momentos temporales distintos (la prueba inicial realizada

antes del tratamiento específico en el GE y la final realizada después de implementado

dicha actuación didáctica).

Este análisis estadístico nos permitirá comprobar si existen o no diferencias

significativas entre el antes y el después tanto del total del grupo como de los

informantes del GC y de los del GE, pues la comparación de la variable-resultados

indicará si el Grupo Experimental experimenta una diferencia significativa entre la

Prueba Inicial (antes de la aplicación de la intervención educativa) y la Prueba Final

(después de someterse a la misma), si los resultados del Grupo Control, al que no se le

aplica el programa de intervención, presentan o no diferencias significativas entre el

antes y el después y la variación estadística entre el Grupo total antes y después de la

intervención.

Para ello ofrecemos, en primer lugar y como fundamentación de la validez científica de

nuestra experimentación, los resultados que corroboran la fiabilidad del estudio: el

Estadístico de Normalidad, la Prueba T-Student para Muestras Relacionadas y el α de

Cronbach.

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319

Tabla 25. Estadístico de Normalidad.

Estadísticos de Muestras Relacionadas

Media N Desviación

estándar Media de error

estándar Par 1 MI 1,093 178 ,3233 ,0242

MF 1,623 178 ,6643 ,0498

La tabla Estadísticas de muestras relacionadas indica la Media, la Desviación

estándar y la Media de error estándar para cada una de las variables que estamos

comparando: siendo la Media para el Momento Inicial (MI) de 1,093, con una

Desviación estándar de ,3233 y una Media de error estándar ,0242; y para el Momento

Final (MF) la Media de 1,623, con una Desviación estándar de ,6643 y con una Media

de error estándar de ,0498 para el Momento Final (MF).

Tabla 26. Prueba T-Student para Muestras Relacionadas.

La Prueba T para muestras relacionadas pone de manifiesto, en primer lugar, las

Diferencias relacionadas que arroja los siguientes datos: la Diferencia de Medias entre

MF y MI que es de ,5296; la Desviación estándar que es ,6487 y la Media de error

estándar que es de ,0486. Comprobamos también los límites Inferior (,4337) y Superior

(,6256) del intervalo de confianza de la diferencia; el valor de t que es 10,893 (y sale de

la diferencia de medias partido por la media de error estándar); los grados de libertad

(gl) que son 177 y la Significación (Sig) ,000. Por lo tanto sabemos que hay diferencias

estadísticamente significativas porque la p < .05 (P-valor ≤ α; y α= .05; se acepta la H1

que es la hipótesis alterna) y, además, porque entre el límite inferior y el límite superior

Prueba T para Muestras Relacionadas

Diferencias relacionadas

t gl Sig. (bilateral) Media

Desviación

estándar

Media de

error estándar

95% de intervalo de

confianza de la diferencia

Inferior Superior

Par 1 MF -

MI ,5296 ,6487 ,0486 ,4337 ,6256 10,893 177 ,000

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320

del intervalo de confianza de la diferencia no se encuentra el 0.

Finalmente detallamos la representación gráfica de los datos de Estadísticas de

Fiabilidad para corroborar que los datos del plan de estudio responden a una

distribución normal y que, por lo tanto, podemos determinar la significatividad

estadística del proceso mediante el α de Cronbach.

Estadísticas de fiabilidad

α de Cronbach ,876

N de elementos 25

Los datos estadísticos que hemos ofrecido manifiestan que nuestro estudio está dentro

de los límites de normalidad estadística aceptable desde el punto de vista de su

planificación y desarrollo. Por su parte el α de Cronbach (,876) manifiesta un nivel de

coherencia interna y de fiabilidad científica aceptable, lo que nos ofrece un marco

general de aceptación global de los resultados.

A continuación, damos cuenta de los resultados de nuestra investigación a través de los

siguientes procedimientos:

a) Estadísticos descriptivos de los resultados generales. Muestran los resultados

del Grupo Control y el Grupo Experimental en las Pruebas Inicial y Final de

Competencia Lectoliteraria.

b) Estadísticos de resumen de las variables (Libro de códigos). Corresponde al

estudio estadístico de las variables que componen la Prueba Inicial y la

Prueba Final de Competencia Lectoliteraria en relación a los 178 sujetos de

la muestra (Grupo Control y Grupo Experimental).

c) Estadísticos de resumen del Grupo Experimental (Libro de códigos). Estudio

estadístico de las variables que componen la Prueba Inicial y la Prueba Final

de Competencia Lectoliteraria de los 59 sujetos del Grupo Experimental y

Tabla de Correspondencias.

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321

(A) ESTADÍSTICOS DESCRIPTIVOS DE LOS RESULTADOS GENERALES:

Tabla 27. Resultados estadísticos descriptivos de los grupos Control y Experimental en

la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria.

De los datos generales obtenidos en la tabla 27 se desprende que la Media Inicial

de los 178 sujetos (Grupo Control y Grupo Experimental) que dieron respuesta a la

Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria es de 1.093. Siendo la respuesta de menor

nivel de eficacia lectoliteraria con valor 0 (Mínimo) para todas las variables (A1-C11) y

la de mayor nivel de eficacia lectoliteraria con valor 3 (Máximo) para las variables A1,

A3, A4, A5, B6, B7 y C8; y con valor 2 (mayor nivel de eficacia lectoliteraria) para las

variables A2, C9, C10 y C11.

Las puntuaciones mínima y máxima que hemos mencionado hacen referencia a

que al menos en un caso de los 178 se ha dado una puntuación mínima de 0 y que al

menos en una caso se ha producido una puntuación máxima de 2 o de 3, lo que quiere

decir, por ejemplo, que las cuestiones A2, C9, C10 y C11 no han tenido ningún

informante cuya respuesta haya sido puntuada con 3.

Tabla 28. Resultados estadísticos descriptivos del Grupo Control en la Prueba Inicial

de Competencia Lectoliteraria.

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322

De la información de la tabla 28 en la que se reflejan los datos estadísticos del

Grupo Control (119 sujetos) en la PI de Competencia Lectoliteraria, se desprende que la

Media Inicial del grupo es de 1.043. Siendo el Mínimo 0 (valor del menor nivel de

eficacia lectoliteraria) para todas las variables (A1-C11); el Máximo 3 (valor del mayor

nivel de eficacia lectoliteraria) para las variables A1, A3, A4, A5, B6, B7, C8, y Máximo

2 (valor del mayor nivel de eficacia lectoliteraria) para las variables A2, C9, C10, C11.

Tabla 29. Resultados estadísticos descriptivos del Grupo Experimental en la Prueba

Inicial de Competencia Lectoliteraria.

De la información de la tabla 29 en la que se reflejan los datos estadísticos del

Grupo Experimental (59 sujetos) en la PI de Competencia Lectoliteraria, se desprende

que la Media Inicial del grupo es de 1.196. Siendo el Mínimo 0 (valor del menor nivel

de eficacia lectoliteraria) para las variables A2, A3, A4, A5, B6, B7, C8, C9, C10 y C11

y el Mínimo 1 para la variable A1; el Máximo 3 (valor del mayor nivel de eficacia

lectoliteraria) para las variables A1, A5, B6, B7 y Máximo 2 (valor del mayor nivel de

eficacia lectoliteraria) para las variables A2, A3, A4, C8, C9, C10 y C11.

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323

Tabla 30. Resultados estadísticos descriptivos de los grupos Control y Experimental en

la Prueba Final de Competencia Lectoliteraria.

De los datos generales obtenidos en la tabla 30 se desprende que la Media Final

de los 178 sujetos (Grupo Control y Grupo Experimental) que dieron respuesta a la

Prueba Final de Competencia Lectoliteraria es de 1.623. Siendo la respuesta de menor

nivel de eficacia lectoliteraria con valor 0 (Mínimo) para todas las variables D12-F21, y

la de mayor nivel de eficacia lectoliteraria con valor 3 (Máximo) para todas las variables

D12- F21, también.

Tabla 31. Resultados estadísticos descriptivos del Grupo Control en la Prueba Final de

Competencia Lectoliteraria.

Se observa en la información de la tabla 31 que, según los datos estadísticos que

el GC (119 sujetos) ha obtenido en la Prueba Final de Competencia Lectoliteraria, la

Media Final del grupo es de 1.211. Siendo el Mínimo 0 (valor del menor nivel de

eficacia lectoliteraria) para todas las variables, D12-F21; el Máximo 3 (valor del mayor

nivel de eficacia lectoliteraria) para las variables D12 y F19, y el Máximo 2 (valor del

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324

mayor nivel de eficacia lectoliteraria) para las variables D13, D14, D15, E16, E17, F18,

F20, F21.

Tabla 32. Resultados estadísticos descriptivos del Grupo Experimental en la Prueba

Final de Competencia Lectoliteraria.

De la información de la tabla 32 en la que se reflejan los datos estadísticos del GE

(59 sujetos) en la P. Final de Competencia Lectoliteraria, se desprende que la Media

Final del grupo es de 2.455. Siendo el Mínimo 0 (valor del menor nivel de eficacia

lectoliteraria) para las variables D15, E17 y F21, el Mínimo 1 para las variables D12,

D13, E16, F18; el Mínimo 2 para las variables D14, F19, F20; y el Máximo 3 (valor del

mayor nivel de eficacia lectoliteraria) para todas las variables D12-F21.

En relación a lo enunciado agrupamos, ahora, los datos del Gurpo General (178

sujetos de la muestra) recogidos en dos Histogramas diferentes. Uno correspondiente a

la PI (resultados obtenidos en la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria) y otro a

la PF (resultados obtenidos en la Prueba Final de Competencia Lectoliteraria).

Esta figura nos permite mostrar la distribución de una variable de escala. Los datos se

resumen y se agrupan utilizando el estadístico de porcentaje o de recuento (estadístico

que agrupa los datos en intervalos y calcula un recuento para cada intervalo).

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325

PI

Tabla 33. Histograma de la Tabla 27.

Podemos ver en esta tabla 33 en el Histograma PI de la distribución de la variable

Media Inicial tiene de Media 1.09 puntos con Desviación estándar .323 puntos; y que el

número total de casos es de 178.

Ofrece una visión general de la distribución de la muestra (niveles de frecuencia) en

relación a la variable Media Inicial. Los intervalos reflejan el número de sujetos que se

incluyen en cada índice de frecuencia en relación a la Media que cada uno de ellos ha

obtenido en la variable Media Inicial.

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326

PF

Tabla 34. Histograma de la Tabla 30.

En esta tabla 34, Histograma PF, podemos observar que la distribución de la

variable Media Final tiene de Media 1.62 puntos con Desviación estándar .664 puntos;

y que el número total de casos es de 178.

Ofrece una visión general de la distribución de la muestra (niveles de frecuencia) en

relación a la variable Media Final. Los intervalos reflejan el número de sujetos que se

encuentran en cada índice de frecuencia indicados en relación a la Media que cada uno

de ellos ha obtenido en la variable Media Final.

La comparación de ambas figura manifiesta cómo se ha producido en el PF un doble

desplazamiento en los índices de frecuencia: por una parte una disminución significativa

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327

en los indicadores de las puntuaciones intermedias (entre el 1 y el 2) y por otra un

aumento significativo en los indicadores de frecuencia de las puntuaciones más altas

entre el 2 y el 3.

(B) ESTADÍSTICOS DE RESUMEN DE LAS VARIABLES:

En esta sección se presentan los Estadísticos de resumen correspondientes a cada

una de las variables que componen la Prueba Inicial y la Prueba Final. Libro de códigos

que permite obtener el conjunto de respuestas de cada variable y sus correspondientes

estadísticos de resumen: el Recuento, que obtiene cada uno de los niveles de eficacia

lectoliteraria marcados con valor 0, 1, 2, 3 y que se indican bajo el dato Valor; y el

porcentaje, dato Porcentaje, correspondiente a cada uno de ellos. La distribución de los

resultados obtenidos corresponden a los 178 participantes de la muestra.

Tabla 35. Estadístico de resumen A1.

A1

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 1 Recuento 2 69 102 5 Porcentaje 1,1% 38,8% 57,3% 2,8%

La tabla 35 muestra que, con respecto a la variable A1 de la Prueba Inicial, la

distribución de las respuestas de los 178 alumnos que componen la muestra queda de la

siguiente manera: 2 alumnos responden con el nivel de Comprensión lectoliteraria valor

0 (1,1%); 69 alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1 (38,8%); 102

alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 (57,3%) y solo 5 alumnos con el

valor de eficacia lectoliteraria valor 3 (2,8%).

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328

Tabla 36. Estadístico de resumen A2.

A2

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 2 Recuento 66 71 41 Porcentaje 37,1% 39,9% 23,0%

Con respecto a la variable A2 de la Prueba Inicial podemos observar, a partir de la

tabla 36, que 66 alumnos (37,1%) son los que responden con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; 71 lumnos (39.9%) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1;

102 alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 (57,3%) y ninguno de ellos

responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 37. Estadístico de resumen A3.

A3

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 3 Recuento 31 71 73 3 Porcentaje 17,4% 39,9% 41,0% 1,7%

Con respecto a la variable A3 de la Prueba Inicial podemos observar, a partir de la

tabla 37, que el 17,4% de los alumnos (31 sujetos) responden con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; el 39,9% (71 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1;

el 41,0% (73 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el 1,7% (3 sujetos)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

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329

Tabla 38. Estadístico de resumen A4.

A4

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 4 Recuento 71 57 46 4 Porcentaje 39,9% 32,0% 25,8% 2,2%

La tabla 38 nos indica que con respecto a la variable A4 de la Prueba Inicial el

39,9% de los alumnos (71 sujetos) responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor

0; el 32,0% (57 sujetos) con el nivel de eficacia lectolitararia valor 1; el 25,8% (46

sujetos) con el el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el 2,2% (4 sujetos) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 39. Estadístico de resumen A5.

A5

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 5 Recuento 71 28 77 2 Porcentaje 39,9% 15,7% 43,3% 1,1%

Con respecto a la variable A5 de la Prueba Inicial podemos observar, a partir de la

tabla 39, que el 39,9% de los alumnos (71 sujetos) responden con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; el 15,7% (28 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1;

el 43,3% (77 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el 1,1% (2 sujetos)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

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330

Tabla 40. Estadístico de resumen B6.

B6

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 6 Recuento 17 135 19 7 Porcentaje 9,6% 75,8% 10,7% 3,9%

La tabla 40 muestra que, con respecto a la variable B6 de la Prueba Inicial, la

distribución de las respuestas de los 178 alumnos que componen la muestra queda de la

siguiente manera: 17 alumnos responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0

(9,6%); 135 alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1 (75,8%); 19

alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 (10,7%) y 7 alumnos con el valor

de eficacia lectoliteraria valor 3 (3,9%).

Tabla 41. Estadístico de resumen B7.

B7

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 7 Recuento 7 60 96 15 Porcentaje 3,9% 33,7% 53,9% 8,4%

La tabla 41 muestra que, con respecto a la variable B7 de la Prueba Inicial, la

distribución de las respuestas de los 178 alumnos que componen la muestra queda de la

siguiente manera: 7 alumnos responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0

(3,9%); 60 alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1 (33,7%); 96alumnos

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 (53,9%) y 15 alumnos con el valor de

eficacia lectoliteraria valor 3 (8,4%).

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331

Tabla 42. Estadístico de resumen C8.

C8

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 8 Recuento 5 23 148 2 Porcentaje 2,8% 12,9% 83,1% 1,1%

Con respecto a la variable C8 de la Prueba Inicial podemos observar, a partir de la

tabla 42, que 5 alumnos (2,8%) son los que responden con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; 23 alumnos (12,9%) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1;

148 alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 (83,1%) y 2 alumnos (1,1%)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 43. Estadístico de resumen C9.

C9

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 9 Recuento 129 39 10 Porcentaje 72,5% 21,9% 5,6%

La tabla 43 correspondiente a la variable C9 de la Prueba Inicial indica que

ninguno de los alumnos opta por el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3; ya que

129 alumnos (72,5%) responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0; 39

alumnos (21,9%) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1 y 10 alumnos (5,6%) con

el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2.

Tabla 44. Estadístico de resumen C10.

C10 Atributos estándar Valores válidos

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332

Posición 0 1 2 Valor 10 Recuento 78 61 39 Porcentaje 43,8% 34,3% 21,9%

Para la variable C10 de la Prueba Inicial los alumnos, tal y como indica la tabla

44, no eligen como respuesta el nivel de eficacia lectoliteraria nivel 3; pues un 43,8%

(78 alumnos) toman como respuesta el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0; un 34,3 %

(61 alumnos) el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1 y un 21,9% (39 alumnos) el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 2.

Tabla 45. Estadístico de resumen C11.

C11

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 11 Recuento 80 85 13 Porcentaje 44,9% 47,8% 7,3%

La tabla 45 indica que para la variable C11 de la Prueba Inicial 80 alumnos

(44,9%) optan por el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0; 85 alumnos (47,8%)

responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1 y 13 alumnos (7,3%) con el

nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; quedando el valor 3 fuera de las respuestas.

Tabla 46. Estadístico de resultados D12.

D12

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 14 Recuento 11 22 76 69 Porcentaje 6,2% 12,4% 42,7% 38,8%

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333

La tabla 46 muestra que, con respecto a la variable D12 de la Prueba Final, la

distribución de las respuestas de los 178 alumnos que componen la muestra queda de la

siguiente manera: 11 alumnos responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0

(6,2%); 22 alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1 (12,4%); 76 alumnos

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 (42,7%) y 69 alumnos con el valor de

eficacia lectoliteraria valor 3 (38,8%).

Tabla 47. Estadístico de resumen D13.

D13

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 15 Recuento 15 90 43 30 Porcentaje 8,4% 50,6% 24,2% 16,9%

La tabla 47 que corresponde a la variable D13 de la Prueba Final indica que 15

alumnos optan por el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0 (8,4%); 90 alumnos (50,6%)

responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; 43alumnos (24,2%) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 2 y 30 alumnos (16,9%) con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3.

Tabla 48. Estadístico de resumen D14.

D14

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 16 Recuento 9 11 142 16 Porcentaje 5,1% 6,2% 79,8% 9,0%

La tabla 48 describe los resultados del recuento de la variable D14 de la Prueba

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334

Final. Se observa que 9 alumnos (5,1%) responden con un nivel de eficacia lectoliteraria

valor 0; 11 alumnos (6,2%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; 142 alumnos

(79,8%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y 16 alumnos (9,0%) con un

nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 49. Estadístico de resumen D15.

D15

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 17 Recuento 12 18 124 24 Porcentaje 6,7% 10,1% 69,7% 13,5%

La tabla 49 describe los resultados del recuento de la variable D15 de la Prueba

Final. Se observa que 12 alumnos (6,7%) responden con un nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; 18 alumnos (10,1%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 1;

124 alumnos (69,7%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y 24 alumnos

(13,5%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 50. Estadístico de resumen E16.

E16

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 18 Recuento 15 76 40 47 Porcentaje 8,4% 42,7% 22,5% 26,4%

La tabla 50 describe los resultados del recuento de la variable E16 de la Prueba

Final. Se observa que 15 alumnos (8,4%) responden con un nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; 76 alumnos (42,7%) con un nivel de eficacia lectoliteraria

valor 1; 40 alumnos (22,5%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y 47

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335

alumnos (26,2%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 51. Estadístico de resumen E17.

E17

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 19 Recuento 50 35 52 41 Porcentaje 28,1% 19,7% 29,2% 23,0%

La tabla 51 que corresponde a la variable E17 de la Prueba Final indica que 50

alumnos optan por el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0 (28,1%); 35 alumnos

(19,7%) responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; 52 alumnos (29,2%)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y 41 alumnos (23,0%) con el nivel de

eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 52. Estadístico de resumen F18.

F18

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 20 Recuento 36 82 15 45 Porcentaje 20,2% 46,1% 8,4% 25,3%

La tabla 52 describe los resultados del recuento de la variable F18 de la Prueba

Final. Se observa que 36 alumnos (20,2%) responden con un nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; 82 alumnos (46,1%) con un nivel de eficacia lectoliteraria

valor 1; 15 alumnos (8,4%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y 45 alumnos

(25,3%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

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336

Tabla 53. Estadístico de resumen F19.

F19

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 21 Recuento 24 57 75 22 Porcentaje 13,5% 32,0% 42,1% 12,4%

Con respecto a la variable F19 de la Prueba Final podemos observar, a partir de la

tabla 53, que 24 alumnos (13,5%) son los que responden con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; 57 alumnos (32%) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; 75

alumnos con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 (42,1%) y 22 alumnos (12,4%)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 54. Estadístico de resumen F20.

F20

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 22 Recuento 38 59 50 31 Porcentaje 21,3% 33,1% 28,1% 17,4%

La tabla 54 describe los resultados del recuento de la variable F20 de la Prueba

Final. Se observa que 38 alumnos (21,3%) responden con un nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; 592 alumnos (33,1%) con un nivel de eficacia lectoliteraria

valor 1; 50 alumnos (28,1%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y 31

alumnos (17,4%) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

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337

Tabla 55. Estadístico de resumen F21.

F21

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 23 Recuento 60 34 39 45 Porcentaje 33,7% 19,1% 21,9% 25,3%

La tabla 55 nos indica que con respecto a la variable F21 de la Prueba Final el

33,7% de los alumnos (60 sujetos) responden con el nivel de eficacia lectoliteraria valor

0; el 19,1% (34 sujetos) con el nivel de eficacia lectolitararia valor 1; el 21,9% (39

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el 25,3% (45 sujetos) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 3.

(C) ESTADÍSTICOS DE RESUMEN DEL GRUPO EXPERIMENTAL:

En este apartado se estudian, a partir de los estadísticos de resumen de cada una

de las variables, los resultados obtenidos por el Grupo Experimental (59 sujetos que

forma parte del programa de intervención educativa) en la Prueba Inicial y la Prueba

Final de Competencia Lectoliteraria.

Proceso de análisis y descripción de los resultados que se realiza a partir de la Tabla de

Correspondencias generada; y que expone las relaciones existentes entre las cuestiones

de la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria (prueba que el Grupo Experimental

realizó antes de la intervención educativa -pretest-), y las de la Prueba Final de

Competencia Lectoliteraria (que el Grupo Experimental realizó después de la fase de

intervención educativa -postest-). Hecho que permitirá observar, a partir de la

descripción de los resultados, si existe una mejora significativa entre los niveles de

eficacia lectoliteraria obtenidos en la Prueba Inicial y los niveles de eficacia

lectoliteraria obtenidos en la Prueba Final.

Incluimos antes (de la Tabla de Correspondencias) la Tabla de Correferencias en la que

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338

se muestran qué variable del programa estadístico SPSS se le ha asignado a cada una de

las cuestiones que componen la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria y la

Prueba Final de Competencia Lectoliteraria.

Tabla 56. Tabla de correferencias.

TABLA DE CORREFERENCIAS

PRUEBA INICIAL

PRUEBA FINAL

CUESTIONES

VARIABLES

SPSS

CUESTIONES

VARIABLES

SPSS

TEXTO 1

TEXTO 1

AA AA..11.. AA11 11 yy 22 DD1122 AA..22.. AA22 33 DD1133

BB

BB..11.. AA33 44 DD1144 BB..22.. AA44 55 DD1155

CC AA55

TEXTO 2

TEXTO 2

AA BB66 11 EE1166 BB BB77 22 EE1177

TEXTO 3

TEXTO 3

AA CC88 11 FF1188 BB CC99 22 FF1199 CC CC1100 33 FF2200 DD CC1111 44 FF2211

Tabla de Correferencias. Muestra qué variable se le asigna a cada una de las

cuestiones que componen las pruebas Inicial y Final de Competencia Lectoliteraria.

Hay que destacar también que la numeración de las cuestiones posee formas diferentes

para cada una de las pruebas: para la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria se

utilizan letras y para la Prueba Final de Competencia Lectoliteraria, números, como ya

se había explicitado en la descripción inicial de la prueba.

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339

Tabla 57. Tabla de correspondencias.

TABLA DE CORRESPONDENCIAS

TEXTO

P. INICIAL (A-D)

P. FINAL (1-5)

1

A _____________ 5 Texto 1

B______________ 3 Texto 1

C______________ 3 Texto 1

3 Texto 3

1 y 2____________ B Texto 3

3_______________ B Texto 1

C Texto 1

4_______________ C Texto 3

5_______________ A Texto 1

2

A______________ 2 Texto 2

B______________ 1 Texto 3

1_______________ A Texto 1

2_______________ A Texto 2

3

A______________ 2 Texto 3

B_______________ 1 y 2 Texto 1

C_______________ 3 Texto 3

4 Texto 1

D_______________ 4 Texto 3

1_______________ B Texto 2

2_______________ A Texto 3

3_______________ C Texto 3

C Texto 1

4_______________ D Texto 3

Tabla de Correspondencias. Permite identificar las relaciones existentes entre las

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340

cuestiones de la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria y las de la Prueba Final de

Competencia Lectoliteraria, y poder comprobar la relación existente y coincidente entre

los objetivos de unas y otras.

Tabla 58. Cruces de las variables.

TABLA DE CRUCES DE LAS VARIABLES

PRUEBA INICIAL

PRUEBA FINAL

A1 D15

A2 D15

A3 D13

A4 D13

A5 D13

A5 F20

B6 E17

B7 F18

C8 F19

C9 D12

C10 F20

C10 D14

C11 F21

Tabla de Cruces. Permite identificar las relaciones existentes entre las variables

de la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria y las variables de la Prueba Final de

Competencia Lectoliteraria.

Datos necesarios para poder interpretar el análisis del Estadístico de resumen del Grupo

Experimental que aparece a continuación.

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341

Tabla 59. Estadístico de resumen de las variables A1 y D15.

A1

Atributos estándar Valores válidos Posición 1 2 3

Valor 1

Recuento 7 49 3 Porcentaje 11,9% 83,1% 5,1%

D15

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 2 3

Valor 17

Recuento 1 34 24 Porcentaje 1,7% 57,6% 40,7%

La tabla 59 nos indica que con respecto a la variable A1 de la Prueba Inicial el

11,9% de los alumnos (7 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1;

el 83,1% (49 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2, y el 5,1% (3 sujetos)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3. Destacar que ninguno de los 59 alumnos

del GE responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0.

Respecto a la variable D15 de la Prueba Final el 1,7% de los alumnos (1 sujeto)

responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0; el 57,6% (34 sujetos) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 2, y el 40,7% (24 sujetos) con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3. Destacar que ninguno de los 59 alumnos del GE responde con el

nivel de eficacia lectoliteraria valor 1.

Y que los niveles de eficacia lectoliteraria con valor 2 y 3 de la cuestión D15 de la

Prueba Final presentan una mejora significativa al compararlos con los de la variable A1

de la Prueba Inicial.

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342

Tabla 60. Estadístico de resumen de las variables A2 y D15.

A2

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 2

Recuento 8 34 17 Porcentaje 13,6% 57,6% 28,8%

D15

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 2 3

Valor 17

Recuento 1 34 24 Porcentaje 1,7% 57,6% 40,7%

La tabla 60 nos indica que con respecto a la variable A2 de la Prueba Inicial el

13,6% de los alumnos (8 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0;

el 57,6% (34 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1, y el 28,8% (17

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2. Destacar que ninguno de los 59

alumnos del GE responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Respecto a la variable D15 de la Prueba Final el 1,7% de los alumnos (1 sujeto)

responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0; el 57,6% (34 sujetos) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 2, y el 40,7% (24 sujetos) con el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3. Ninguno de los 59 alumnos del GE responde con el nivel de

eficacia lectoliteraria valor 1.

Tabla 61. Estadístico de resumen de las variables A3 y D13.

A3

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 3

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343

Recuento 13 31 15 Porcentaje 22,0% 52,5% 25,4%

D13

Atributos estándar Valores válidos Posición 1 2 3

Valor 15

Recuento 1 28 30 Porcentaje 1,7% 47,5% 50,8%

De los datos obtenidos en el estadístico de resumen de la variable A3 de la Prueba

Inicial (tabla 61) se observa que de los 59 alumnos que componen el Grupo

Experimental el 22,0% (13 sujetos) opta en su respuesta por el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 0; el 52,5% (31 sujetos) por el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1

y el 25,4% (15 sujetos) por el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2. Quedando el nivel

de eficacia valor 3 sin número de respuestas.

Con respecto a los datos ofrecidos por el estadístico de resumen de la variable

D13 de la Prueba Final (figura 27.C.) se observa que el nivel de eficacia valor 0 no tiene

presencia. El 1,7% (1 sujeto) responde con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el

47,5% (28 sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y un 50,8% (30

sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 62. Estadístico de resumen de las variables A4 y D13.

A4

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 4

Recuento 20 16 23 Porcentaje 33,9% 27,1% 39,0%

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344

D13

Atributos estándar Valores válidos Posición 1 2 3

Valor 15

Recuento 1 28 30 Porcentaje 1,7% 47,5% 50,8%

La tabla 62 nos indica que con respecto a la variable A4 de la Prueba Inicial el

33,9% de los alumnos (20 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor

0; el 27,1% (16 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1, y el 39,0% (23

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2. Destacar que ninguno de los 59

alumnos del GE responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Con respecto a los datos ofrecidos por el estadístico de resumen de la variable

D13 de la Prueba Final (tabla 62) se observa que el nivel de eficacia valor 0 no tiene

presencia. El 1,7% (1 sujeto) responde con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el

47,5% (28 sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y un 50,8% (30

sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 63. Estadístico de resumen de las variables A5 y D13.

A5

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 5

Recuento 22 2 34 1 Porcentaje 37,3% 3,4% 57,6% 1,7%

D13

Atributos estándar Valores válidos Posición 1 2 3

Valor 15

Recuento 1 28 30 Porcentaje 1,7% 47,5% 50,8%

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345

La tabla 63 nos indica que con respecto a la variable A5 de la Prueba Inicial el

37,3% de los alumnos (22 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor

0; el 3,4% (2 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el 57,6% (34

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y el 1,7% (1 sujeto) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 3.

Con respecto a los datos ofrecidos por el estadístico de resumen de la variable

D13 de la Prueba Final (tabla 63) se observa que el nivel de eficacia valor 0 no tiene

presencia. El 1,7% (1 sujeto) responde con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el

47,5% (28 sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y un 50,8% (30

sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 64. Estadístico de resumen de las variables A5 y F20.

A5

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 5

Recuento 22 2 34 1 Porcentaje 37,3% 3,4% 57,6% 1,7%

F20

Atributos estándar Valores válidos Posición 2 3

Valor 22

Recuento 28 31 Porcentaje 47,5% 52,5%

La tabla 64 nos indica que con respecto a la variable A5 de la Prueba Inicial el

37,3% de los alumnos (22 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor

0; el 3,4% (2 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el 57,6% (34

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y el 1,7% (1 sujeto) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 3.

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346

Con respecto a la variable F20 de la Prueba Final (tabla 64) se observa que los

niveles de eficacia lectoliteraria valor 0 y 1 no aparecen reflejados, lo que quiere decir

que ninguno de los alumnos responde con los niveles de eficacia lectoliteraria más

bajos. El 47,5% (28 alumnos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y

el 52,2% (31 alumnos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 65. Estadístico de resumen de las variables B6 y E17.

B6

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 6

Recuento 6 41 10 2 Porcentaje 10,2% 69,5% 16,9% 3,4%

E17

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 19

Recuento 1 1 16 41 Porcentaje 1,7% 1,7% 27,1% 69,5%

La tabla 65 nos indica que con respecto a la variable B6 de la Prueba Inicial el

10,2% de los alumnos (6 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0;

el 69,5% (41 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el 16,9% (10

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y el 3,4% (2 sujetos) con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 3.

Con respecto a la variable E17 de la Prueba Final (tabla 65) se observa que los

niveles de eficacia lectoliteraria valor 0 y 1 registran una sola respuesta. El 1,7% para el

valor 0 y el 1,7% para el valor 1.

El 27,1% (28 alumnos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el

69,5% (41 alumnos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

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347

Tabla 66. Estadístico de resumen de las variables B7 y F18.

B7

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 7

Recuento 1 16 36 6 Porcentaje 1,7% 27,1% 61,0% 10,2%

F18

Atributos estándar Valores válidos Posición 1 2 3

Valor 20

Recuento 2 12 45 Porcentaje 3,4% 20,3% 76,3%

La tabla 66 nos indica que con respecto a la variable B7 de la Prueba Inicial el

1,7% de los alumnos (1 sujeto) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0; el

27,1% (16 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el 61,0% (36 sujetos)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; y el 10,2% (6 sujetos) con el nivel de

eficacia lectoliteraria valor 3.

Con respecto a la variable F18 de la Prueba Final (tabla 66) se observa que el

nivel de eficacia lectoliteraria valor 0 no registra ninguna respuesta y el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 1 tan solo 2 respuestas, el 3,4%.

El 20,3% (12 alumnos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el

76,3% (45 alumnos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 67. Estadístico de resumen de las variables C8 y F19.

C8 Valor Recuento Porcentaje Atributos estándar Posición 8

Valores válidos 0 1 1,7%

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348

1 4 6,8% 2 54 91,5%

F19

Atributos estándar Valores válidos Posición 2 3

Valor 21

Recuento 39 20 Porcentaje 66,1% 33,9%

La tabla 67 nos indica que con respecto a la variable C8 de la Prueba Inicial el

1,7% de los alumnos (1 sujeto) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 0; el

6,8% (4 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; y el 91,5% (54 sujetos)

con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; quedando el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3 sin registrar ninguna respuesta.

Con respecto a la variable F19 de la Prueba Final (tabla 67) se observa que los

niveles de eficacia lectoliteraria valor 0 y 1 no aparecen reflejados, lo que quiere decir

que ninguno de los alumnos responde con los niveles de eficacia lectoliteraria más

bajos.

El 66,1% (39 alumnos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el

33,9% (20 alumnos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 68. Estadístico de resumen de las variables C9 y D12.

C9

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 9

Recuento 44 12 3 Porcentaje 74,6% 20,3% 5,1%

D12

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349

Atributos estándar Valores válidos Posición 1 2 3

Valor 14

Recuento 5 7 47 Porcentaje 8,5% 11,9% 79,7%

La tabla 68 nos indica que con respecto a la variable C9 de la Prueba Inicial el

74,6% de los alumnos (44 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria

valor 0; el 20,3% (12 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; y el 5,1% (3

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; quedando el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3 sin registrar ninguna respuesta.

Con respecto a los datos ofrecidos por el estadístico de resumen de la variable

D12 de la Prueba Final (tabla 68) se observa que el nivel de eficacia valor 0 no tiene

presencia. El 8,5% (5 sujetos) responde con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; el

11,9% (7 sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y un 79,7% (47 sujetos)

con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 69. Estadístico de resumen de las variables C10 y F20.

C10

Atributos

estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 10

Recuento 22 19 18 Porcentaje 37,3% 32,2% 30,5%

F20

Atributos estándar Valores válidos Posición 2 3

Valor 22

Recuento 28 31

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350

Porcentaje 47,5% 52,5%

La tabla 69 nos indica que con respecto a la variable C10 de la Prueba Inicial el

37,3% de los alumnos (22 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria

valor 0; el 32,2% (19 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; y el 30,5%

(18 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; quedando el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3 sin registrar ninguna respuesta.

Con respecto a la variable F20 de la Prueba Final (tabla 69) se observa que los

niveles de eficacia lectoliteraria valor 0 y 1 no aparecen reflejados, lo que quiere decir

que ninguno de los alumnos responde con los niveles de eficacia lectoliteraria más

bajos.

El 47,5% (28 alumnos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el

52,5% (31 alumnos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 70. Estadístico de resumen de las variables C10 y D14.

C10

Atributos

estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 10

Recuento 22 19 18 Porcentaje 37,3% 32,2% 30,5%

D14

Atributos estándar Valores válidos Posición 2 3

Valor 16

Recuento 43 16 Porcentaje 72,9% 27,1%

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351

La tabla 70 nos indica que con respecto a la variable C10 de la Prueba Inicial el

37,3% de los alumnos (22 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria

valor 0; el 32,2% (19 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; y el 30,5%

(18 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; quedando el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3 sin registrar ninguna respuesta.

Con respecto a la variable D14 de la Prueba Final (tabla 70) se observa que los

niveles de eficacia lectoliteraria valor 0 y 1 no aparecen reflejados, lo que quiere decir

que ninguno de los alumnos responde con los niveles de eficacia lectoliteraria más

bajos.

El 72,9% (43 alumnos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y el

27,1% (16 alumnos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

Tabla 71. Estadístico de resumen de las variables C11 y F21.

C11

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2

Valor 11

Recuento 23 32 4 Porcentaje 39,0% 54,2% 6,8%

F21

Atributos estándar Valores válidos Posición 0 1 2 3

Valor 23

Recuento 1 1 12 45 Porcentaje 1,7% 1,7% 20,3% 76,3%

La tabla 71 nos indica que con respecto a la variable C11 de la Prueba Inicial el

39,0% de los alumnos (23 sujetos) responde con el nivel de eficacia lectoliteraria valor

0; el 54,2% (32 sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 1; y el 6,8% (4

sujetos) con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2; quedando el nivel de eficacia

lectoliteraria valor 3 sin registrar ninguna respuesta.

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352

Con respecto a los datos ofrecidos por el estadístico de resumen de la variable F21

de la Prueba Final (tabla 71) se observa que el 1,7% (1 sujeto) responde con nivel de

eficacia valor 0; el 1,7% (1 sujeto) responde con un nivel de eficacia lectoliteraria valor

1; el 20,3% (12 sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 2 y un 76,3% (45

sujetos) con un nivel de eficacia lectoliteraria valor 3.

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353

V. DISCUSIÓN DE LAS PRUEBAS DE COMPRENSIÓN

LECTOLITERARIA.

El objetivo de este estudio se ha centrado en ofrecer una visión científicamente

precisa y didácticamente pertinente que demuestre los niveles de desarrollo de la

Competencia Lectoliteraria del alumnado de 1º de Bachillerato y si estos niveles se

corresponden o no con los objetivos formulados en el primer nivel de concreción

curricular y que se asumen de manera implícita en las aulas de Bachillerato. Para ello

hemos realizado una Prueba Inicial (PI) de competencia lectora a un grupo de alumnos

de 1º de Bachillerato.

Partiendo de este análisis, hemos planteado una intervención de sentido innovador

en un grupo exprimental (GE) de alumnos de 59 de los alumnos que habían respondido

a al PI, encaminada a desarrollar, desde una óptica más acorde con el momento actual

en lo que se refiere a la Didáctica de la Literatura, el intertetexto lectoliterario del

alumnado para analizar en qué medida el desarrollo del intertexto lectoliterario se

manifiesta con una mejora significativa de los niveles de comprensión lectora tanto en

relación con los resultados obtenidos en la PI por los componentes del GE, como en

relación con los niveles de evolución que nos ofrezca el grupo de control (GC).

Antonio Mendoza (2001) delimita tan extensa como ajustadamente las relaciones

que se pueden establecer entre el intertexto lector y la lectura literaria y su aprendizaje,

por una parte; y entre la formación de la competencia literaria y el intertexto

lectoliterario por otra:

La atención a la formación del intertexto lector se presenta como un

nuevo objetivo de la educación literaria. Su utilidad y su funcionalidad

didácticas responden al requerimiento de la legitimación de la

interpretación, de lo que verdaderamente constituye la lectura (114) […]

La competencia literaria se construye con la progresiva acumulación de

conocimientos aportados, entre otros factores, por el intertexto del

lector y de su capacidad para relacionar (159).

De los resultados obtenidos podemos afirmar lo siguiente:

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354

El resultado de la prueba incial realizada a la totalidad de los alumnos del grupo

arroja la cifra total de un nivel medio de competencia lectora de 1,093 dentro de una

espectativa de respuesta máxima de 3, lo que quiere decir que la media se sitúa en

niveles que apenas representan un 36,4 % de las expectativas de respuestas diseñadas.

El dato nos confirma que el alumnado de 1º de Bachillerato tiene un nivel de

competencia lectora o nivel de desarrollo del intertexto lectoliteraio muy por debajo de

lo que se podría considerar desarrollo óptimo de su competencia lectoliteraria. De este

modo confirmamos que el alumnado que inicia la etapa de educación postobligatoria

presenta muchas dificultades para leer de manera eficaz y pragmática un texto de

intención literaria. Al margen de lo que desde el punto de vista general se pueda colegir

sobre la eficacia de los modelos didácticos que se vienen practicando en la enseñanza de

la literatura en la enseñanza primaria y secundaria, al considerar de manera conjunta el

panorama que dibujábamos a partir de lo que hemos llamado “preconceptos” (la actitud

del alumnado frente a la literatura y la lectura de mensajes literarios) y estos resultados

globales que ahora comentamos, podemos afirmar que los objetivos relacionados con el

desarrollo de la competencia lecto-literaria del alumnado de las etapas obligatorias,

apenas se ha conseguido un 36% de las expectativas de respuesta relacionadas con

dicha competencia y, por lo tanto, un punto de partida de enorme complejidad y gran

preocupación para abordar los estudios de literatura en la etapa postobligatoria del

bachillerato.

Puesto que vamos a trabajar con dos grupos diferenciados (GC y GE) resulta

imprescindible comprobar la relación que existe entre los niveles manifestados por cada

uno de ellos, para dejar asentado que el punto de partida de nuestra investigación se

ubica en espacios de referencia equivalentes o semejantes. En este sentido constatamos

que entre el GE (1.196) y el GC (1.043) apenas existe diferencia (algo más de un 5% en

beneficio del GE) en los niveles medios de Competencia lectora. Ahora bien, esta

diferencia no nos parece significativa y en ambos casos nos encontramos con niveles

excesivamente bajos en relación con la expectativa de respuesta marcada.

El dato que venimos analizando viene a indicar que el planteamiento que

hacíamos más arriba no es el fruto circunstancial de un grupo concreto, sino que apunta

con bastante claridad a la generalización; el hecho de que el alumnado informante

provenga de diferentes centros, hayan estudiado en las etapas obligatorias en distintos

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355

espacios, avalan la lectura generalizadora que proponemos al obtener niveles de

competencia lectora muy sensiblemente semejantes.

De este modo podemos dar por sentado que se ha cumplido nuestro primer

objetivo: proponer un modelo de evaluación eficaz que permitiera establecer niveles

iniciales de desarrollo de la competencia lectora sobre los que asentar nuestra

investigación posterior. El modelo que hemos utilizado para establecer la evaluación del

desarrollo de competencia lecto-literaria responde a los estándares estadísticos y ofrece,

como hemos indicado, datos de validación científica y de coherencia interna claramente

satisfactorios.

Hemos constatado, pues, que los niveles de competencia/comprensión lectora

alcanzados por cada uno de los grupos (GC y GE) presentan valores semejantes o

equivalentes, como ya hemos señalado, lo que manifiesta que tal como habíamos

supuesto, la formación de la competencia lectora del nuestro alumnado manifiesta

valores de uniformidad por cuanto podemos afirmar que en líneas generales se plantean

propuestas metodológicas equivalentes y opciones de actuación didáctica basadas en los

mismos principios de actuación didáctica. Contribuye a ello, por una parte, la

paradógica presencia de “contenidos” de la asignatura en el primer nivel de concreción

curricular que insisten en centrar el esfuerzo mayor en el aprendizaje de datos, obras,

relaciones y características propias de la Historia Literaria, de manera que el comentario

de textos se convierte en un instrumento al servicio de esos saberes: se explica la teoría

y se busca cómo se presenta, encuentra o aplican esos elementos teóricos en los

diferentes textos.

Por otra, también influye de manera decisiva en esta situación el hecho de que la

formación esencial de los profesionales de la enseñanza de la asignatura provengan en

su mayor parte de unos estudios de Filología centrados en los saberes específicos de tal

rama del saber y no en la Didáctica de la Lengua y la Literatura, por lo que se tiende a

reproducir en las aulas de secundaria y de bachillerato el modelo básico de la enseñanza

de la especialidad en las aulas de la universidad, acudiendo, es evidente, a una

“conveniente adaptación” de los niveles que justifique y explique la pertinencia de tales

actuaciones.

Nuestro segundo objetivo se centraba en la implementación de una actividad

didáctica de innovación en el GE con las condiciones y planteamientos que quedan

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356

expresados más arriba. Nos centraremos ahora, pues, en los resultados que se han

planteado en el GE. Los niveles registrados en la PI arrojaban una cifra de 1,196 lo que

significaba un 39,8% de las expectativas de respuesta. Una vez realizada la intervención

innovadora (basada en el desarrollo de la competencia literaria del alumnado a partir de

actividades lecto-literarias que permitieran la puesta en acción de los elementos del

Intertexto lecto-literario) en la Prueba Final, los registros obtenidos por el GE indican

un 2.45, lo que significa un 81,6% de la expectativa señalada para esta segunda prueba.

La mejora en el nivel de competencia lecto-literaria pone de manifiesto que el cambio

en los parámetros de actuación didáctica en el grupo experimental han significado una

profunda y altamente significativa mejora del nivel de desarrollo de la competencia

lectora.

Además de esto hemos podido constatar cuantitativamente que la mejora que se ha

planteado en el GC, que ha obtenido en la PF un registro de 1.211 lo que significa un

40% sobre la expectativa de respuesta. Este GC manifiesta un porcentaje de mejora de

un 6% respecto de la PI, lo que significa que, siguiendo el modelo convencional de

desarrollo de las actividades educativas se ha conseguido una mejora, apreciable pero

no significativa como se acredita en los datos registrados. La diferencia en el Grupo

Total, como es evidente recoge ambos resultados y arroja un registro de 1,623 lo que

implica un 54,3% del total de las expectativas de respuesta diseñadas para esta prueba,

esta dato implica una mejor media para el grupo total de 17,9% en los registros de

competencia lectoliteraria del grupo de 178 alumnos.

Queremos destacar la importancia de la mejora obtenida en el GE por cuanto pone de

manifiesto que una adecuada modalidad de actuación didáctica en las aulas de

Bachillerato para la clase de Literatura podría generar resultados más ajustados a los

objetivos que se persiguen.

De este modo podemos afirmar que nuestra hipótesis esencial de trabajo (“una

actuación didáctica innovadora desarrollada con un grupo experimental de discentes de

1º de Bachillerato tendrá como consecuencia una mejora cuantitativamente significativa

en los niveles de comprensión lecto-literaria en relación con un grupo control”) se ha

visto plenamente corroborada en todas sus partes, lo que avala tanto nuestra propuesta

de intervención didáctica, como la eficacia del instrumento empleado para la evaluación

de los niveles de desarrollo de la competencia lecto-literaria.

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357

Queremos completar esta perspectiva ampliando los elementos de la discusión a algunos

otros resultados que nos parecen muy significativos y que vienen a matizar y a ampliar

la importancia de los resultados que presentamos. En la Prueba Final del Grupo Control

podemos observar que en todas las variables (D12-F21) el Mínimo de puntuación es 0,

lo que significa que siempre hay por lo menos una respuesta de un informante que ha

obtenido la valoración 0. En relación con el Máximo de puntuación existe un

predominio del nivel máximo de eficacia lectoliteraria con valor 2 (correspondiente a

las variables D13, D14, D15, E16, E17, F18, F20 y F21), y solo en las variables D12 y

F19 se registra al menos una respuesta valorada con valor 3.

Si analizamos los mismos elementos para el Grupo Experimental se observa que el

Mínimo de puntuación con valor 0 solo aparece en las variables D15, E17 y F21; ya

que en las variables D12, D13, E16, F18 el Mínimo es 1 y en las variables D14, F19,

F20 el Mínimo es 2. Esto significa que en el GE los registros mínimos de valoración se

han desplazado hacia el 1 y el 2 desapareciendo prácticamente la valoración 0. Y en

relación con la valoración Máxima aparece para todas las variables el valor 3, lo que

significa que, al menos en una respuesta de las 59 hay una valoración de 3 para todas las

variantes o cuestiones planteadas.

Estos datos nos permiten aseverar que el desplazamiento al alza de los niveles máximos

y mínimos en el GE se relacionan de manera explícita con la intervención innovadora,

lo que permite asegurar que una transformación en las modalidades de actuación

didáctica en las aulas significarían una transformación significativa en la consecución

de los objetivos esenciales de las etapas obligatorias y postobligatorias.

Queremos concluir este apartado de discusión valorando algunos datos relacionados con

los aspectos que hemos seleccionado para valorar los niveles de competencia lectora y

su evolución el GE y en GC. El interés de este análisis radica en poder comprobar de

qué manera las variantes relacionadas con un mismo componente del proceso lector han

variado sus niveles de respuesta desde la PI hasta la PF. Esta variación indica que la

puesta en práctica de las estrategias lectoliterarias desarrolladas durante el periodo de

intervención “estrategias mentales, enfoques o fines que los lectores utilizan para

negociar el modo de introducirse en los textos y la manera de moverse en torno a ello y

entre ellos” (PISA, 2009:50), ha contribuido de manera significativa a la mejora de las

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capacidades (identificar, inferir, interpretar, valorar y comunicar) lectoliterarias y al

desarrollo de los diferentes estructuras textuales.

En este sentido E. Jiménez afirma que “[…] la comprensión lectora (Reading

comprehension) es un concepto abarcado por otro más amplio que es la competencia

lectora (Reading Literacy). La competencia lectora es la habilidad de un ser humano de

usar su comprensión lectora en la sociedad que le rodea” (2014:58).

Por ello y desde nuestro punto de vista, cualquier actividad evaluadora, lectora, como

manifestación individualizada de la habilidad para descodificar, identificar la

información y reflexionar sobre dicha información, para poder valorarla en función de

los saberes previos del lector y de los intereses o finalidades de la lectura, en individual

o colectiva, debería centrarse en la capacidad o la comprensión el ámbito escolar, ya

que en ese escenario resulta muy complicado plantear situaciones “reales” como para

poder valorar la manifestación pragmática de la Competencia Lectora.

En relación a la categoría Acceder y obtener (Pisa 2009) en la que se pone de

manifiesto las capacidades de identificar e inferir (“actividades cognitivas a través de

las cuales el lector obtiene informaciones a partir de informaciones que ya tiene”,

Puente, 1991, p.35) se desprende de los resultados obtenidos en las variables A1 y A2

de la Prueba Inicial de Competencia Lectoliteraria, que la capacidad de inferir está

insuficientemente desarrollada en la variable A2, dado que, ningún participante alcanza

el máximo nivel de desarrollo y la mayoría muestra niveles insatisfactorios de desarrollo

de esta capacidad (8 alumnos no responden u ofrecen una respuesta disparatada y 34

alumnos elaboran informaciones parciales y no seleccionan información relevante y

exigida por la cuestión planteada). Por lo que se refiere a la la variable A1, donde se

trabaja la capacidad de identificar unidades significativas concretas, los resultados son

mejores, lo que quiere decir que el lector por su formación académica es capaz de

reconocer e identificar estructuras concretas del texto (valor literal y funcional) pero le

resulta difícil construir a partir de éstas inferir y construir elementos de significación

más complejos, lo que significa un freno considerable en los procesos de lectura literaria

pues, como indica Mendoza (2001) la inferencia es el auténtico motor de la lectura.

Al analizar los componentes equivalentes en la PF, la variable D15 observamos

que sí se aprecian diferencias significativas de mejora: no hay ninguna respuesta con la

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puntuación mínima de 0 y se ha constatado un 40,7 % de respuesta en el nivel de

eficacia lectoliteraria valor 3. Este dato implica que el informante ha aprendido a

reconocer la información, la valora y la emplea para construir nuevos significados

(inferir) en función de la finalidad lectora requerida.

Algo semejante anotamos en las variables C8 (PI) y F19 (PF) y que los resultados

manifiestan que en la variable F19 los alumnos empiezan a desarrollar adecuadamente y

con éxito las capacidades de identificar e inferir, pues el 33,9% responde con el nivel de

eficacia lectoliteraria valor 3 y el 66,1% con el nivel de eficacia lectoliteraria valor 2,

Desplazamiento de valora mínimos hacía los máximos que implica una mejora

significativa en la actuación lectora relacionada con esta capacidad.

En las variables A3, A4, A5, D13 y F20 hemos trabajado las capacidades o de

integrar, interpretar, reflexionar y valorar la información (Pisa 2009), habilidades que se

integran también de manera especialmente significativa en la lectura de mensajes de

intención estética por cuanto el uso del lenguaje implica, como ya hemos señalado, la

determinación del contexto de referencia del propio mensaje literario.

De los resultados obtenidos en las variables A3, A4, A5 (PI) se desprende que la

capacidad de inferir, coincidiendo con lo que veíamos más arriba, está

insuficientemente desarrollada, ningún participante alcanza el máximo nivel de

valoración siendo aún mayor el número de lectores de desarrollo aumentando, incluso,

el número de alumnos cuyo nivel de eficacia lectora se ubica en el parámetro 0. Pues

bien las variables D13y F20 obtienen valores que se ubican mayoritariamente en los

niveles de respuesta máxima: en la D13 el 50,8% de los alumnos responde con el nivel

de eficacia lectoliteraria valor 3 y el 47,5% con el valor 2; y en la variable F20 el 52,5%

responde en el nivel de valor 3, el 47,5% con el valor 2 mientras qu eno hay informantes

en los valores 0 y 1. De nuevo nos encontramos ante una situación que evidencia que la

intervención realizada con el GE permite asegurar que ha tenido una influencia decisiva

en el desarrollo de las capacidades lecto-literias del alumnado incluido en el mismo.

Lo mismo podríamos afirmar de los resultados obtenidos en las variables B6 y B7 (PI)

y E17 y F18 (PF) y a las variables C11 (PI) y F21 (PF) que como puede apreciarse en

el capítulo de resultados, inciden en los mismos criterios y opciones de valoración.

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Así pues, desde un punto de vista instruccional, y como hemos tenido ocasión de

comprobar en nuestra investigación, el desarrollo e integración de las capacidades

lectoliterarias debe realizarse, según PIRLS (2001), atendiendo a cuatro procesos: la

localización y obtención de información explícita (relacionado desde nuestro punto de

vista con la capacidad de identificar); la realización de inferencias directas (capacidad

de inferir, en relación a lo expuesto en el estudio); la interpretación e integración de

ideas e informaciones (capacidad de comprender e interpretar el mensaje literario) y el

análisis y evaluación del contenido, el código lingüístico (lenguaje) y los elementos

textuales (capacidad de reflexión y valoración de la forma y el contenido del texto).

Estos elementos se convierten al mismo tiempo en los fundamentos de los procesos de

valoración de la eficacia lectora, es decir, en instrumentos eficaces para evaluar los

niveles del rendimiento de la comprensión lectora de alumnado que busca asentar su

competencia lectora.

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VI. CONCLUSIONES

La investigación desarrollada para nuestro trabajo y de la que hemos dado cuenta

en este documento permite establecer algunas conclusiones de carácter general que nos

parece pueden resultar de interés para la comunidad científica y educativa, atendiendo a

la doble dimensión de nuestra tesis que ha desarrollado un proceso de indagación de

carácter científico y que siempre ha tenido como referencia directa la actuación o la

proyección de esta investigación en actividades didácticas conducentes a conocer mejor

el contexto formativo y a proporcionar elementos de actuación más eficaces y

significativos.

En primer lugar que es posible diseñar instrumentos de evaluación de la

competencia lectoliteraria que garanticen un resultado objetivo, pertinente y eficaz para

elucidar sobre los procesos de asentamiento y mejora de las competencias lecto-

literarias, lo cual abre un espacio de trabajo de enorme repercusión en el campo de la

reflexión didáctica relacionada con la enseñanza de la lectura y su evaluación.

En segundo lugar las pruebas de niveles de competencia lectora que hemos

realizado permiten asegurar que el nivel medio de desarrollo de la competencia

lectoliteraria en el alumnado de 1º de Bachillerato es significativamente insuficiente. El

dato pone de manifiesto que, desde un punto de vista necesariamente generalizador, el

proceso formativo durante las etapas obligatorias anteriores del alumnado es

insuficiente y que su competencia de lectura lectoliteraria está fuertemente condicionada

por este desarrollo insuficiente de las habilidades necesarias para afrontar con éxito una

lectura eficaz de un mensaje literario.

Este hecho puede explicar algunas de las características que tantas veces se han

manifestado sobre la actitud del alumnado ante la lectura y, en especial, ante la lectura

literaria.

Una de las conclusiones más importantes al respecto se relaciona con el hecho de

que la razón fundamental de la actitud del alumnado ante la lectura literaria puede tener

que ver más con la incapacidad de leer de manera eficaz y pragmática que con

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elementos intrínsecos: temática, selección de grados de dificultad formal, motivación o

hábito. No resulta fácil leer un texto literario cuando la competencia lecto-literaria

apenas les permite adentrarte con eficacia en el proceso de lectura.

Por otra parte hemos podido determinar, en relación con esta actitud inicial que el

alumnado no siente un rechazo sistemático hacia la literatura canónica, que considera

que su estudio puede resultar necesario y que no parece un problema significativo el que

tenga un carácter de obligatoriedad, incluida la selección de obras que se van a leer. Las

razones que alegan para explicar que no les gusta leer o que no les atrae la lectura

literaria se relacionan más con la “dificultad” de lectura y con la incapacidad que tienen

para comprender adecuadamente, es decir, para leer.

La puesta en práctica de la intervención educativa específica con el Grupo

Experimental ha permitido establecer los siguientes conclusiones:

a) El Grupo Experimental manifiesta una mejora en el uso de destrezas y

estrategias didáctico-lectoras y lectoliterarias que pone de manifiesto la influencia del

modelo de actuación didáctica empleado en el aula en relación al desarrollo de las

capacidades lectoras y lectoliterarias y en la configuración adecuada del intertexto

lectoliteraria.

b) Respecto a los parámetros estratégicos (enfoques metodológicos no

equivalentes a los procesos de enseñanza-aprendizaje convencionales) relacionados con

la práctica lectoliteraria, los resultados obtenidos indican que se han generado

positivamente en el aula nuevos instrumentos didácticos que han permitido desarrollar

las actividades lectolilterarias desde un enfoque metodológico basado en perspectivas

socioculturales y pragmáticas. Actitudes que, inmersas en el aprendizaje de la

Literatura, han permitido que el alumno pueda valorar la lectura literaria como un

saber más pragmático y de interés.

Estos hechos nos ayudan a concluir la necesidad de desarrollar el modelo de

enseñanza-aprendizaje (interacción en el aula entre el profesor y los estudiantes) desde

perspectivas nuevas que generen conocimiento pragmático y funcional. Permitiendo así

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que el neolector desarrolle su Competencia Lectoliteraria comprendiendo el mensaje

como instrumento que puede utilizar para relacionarse dentro de la sociedad que le

rodea (perspectiva sociocultural del aprendizaje lectoliterario.

En lo que se refiere a las opciones de actuación didáctica en el aula relacionada

con los aprendizajes específicos sobre competencia literaria y desarrollo y asentamiento

del interetexto lecto-iterario podemos concluir que resulta imprescindible la

transformación de los modelos didácticos básicos a la hora de trabajar en las aulas la

Literatura. La implementación experimental de una actividad renovada ha significado

un avance altamente significativo en el proceso de enriquecimiento de la competencia

lectoliteraria del alumnado. Esta transformación debería basarse en un cambio didáctico

del eje fundamental de trabajo que deberá desplazarse desde la historia literaria y sus

aledaños, incluido el comentario de textos convencional, hacia la lectura como actividad

central que transforme todo el sistema de acceso a la literatura. Leer para aprender a leer

literatura debería ser el centro neurálgico de las actuaciones didácticas en el aula.

Finalmente hemos podido concluir que leer es, efectivamente, una compleja actividad

cognitiva que se debe desarrollar de manera permanente de modo que el fundamento

del aprendizaje lector debería centrarse en el enriquecimiento constante del intertexto

lector, entendido como un conjunto de saberes epistemológicos y de actuación –

habilidades y estrategias lectora-, que condicionan y determinan el sentido de la lectura

que, de este modo, convierte al lector en el sujeto directo del proceso lector. De este

modo la lectura literaria no debería centrarse en saber lo que el autor quiso decir, sino

en lo que el lector es capaz de recrear a partir de la invitación del autor manifestada en

el mensaje. Se trata pues de recuperar la “libertad” del desocupado lector del prólogo de

Cervantes: “Todo lo cual te esenta y hace libre de todo respeto y obligación, y así,

puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por

el mal ni te premien por el bien que dijeres della”.

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375

VIII. ANEXOS

A) Tablas:

1. Muestras emparejadas:

Estadísticas de muestras emparejadas

Media N

Desviación

estándar

Media de error

estándar

Par 1 MI 1,093 178 ,3233 ,0242

MF 1,623 178 ,6643 ,0498

Correlaciones de muestras emparejadas

N Correlación Sig.

Par 1 MI & MF 178 ,291 ,000

Prueba de muestras emparejadas

Diferencias emparejadas

t gl

Sig.

(bilateral) Media

Desviación

estándar

Media de

error

estándar

95% de intervalo de

confianza de la diferencia

Inferior Superior

Par 1 MF -

MI ,5296 ,6487 ,0486 ,4337 ,6256 10,893 177 ,000

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376

2. Resúmenes de casos Grupo General.

Resúmenes de casosa

MF MI

1 ,9 ,7

2 1,6 1,3

3 1,2 1,1

4 1,1 1,2

5 ,8 ,9

6 ,9 ,6

7 1,3 ,7

8 ,5 ,5

9 1,6 ,9

10 1,5 ,7

11 ,9 ,7

12 1,4 ,7

13 1,7 1,2

14 1,2 1,0

15 1,5 ,6

16 1,1 ,6

17 1,3 ,8

18 1,3 1,1

19 1,2 ,5

20 1,7 ,6

21 1,2 1,0

22 1,4 ,7

23 1,1 ,8

24 1,5 ,7

25 1,5 1,1

26 ,9 1,5

27 1,2 1,8

28 ,8 1,2

29 ,9 1,0

30 1,4 1,2

31 ,7 1,2

32 ,7 1,2

33 ,9 ,7

34 1,5 1,0

35 1,5 1,7

36 1,5 1,1

37 ,5 ,9

38 1,2 ,6

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377

39 1,5 1,2

40 1,6 1,4

41 1,5 1,1

42 1,2 1,6

43 1,1 1,2

44 1,5 1,2

45 ,9 1,5

46 1,5 1,5

47 ,8 1,1

48 1,2 1,2

49 1,2 1,2

50 1,4 ,8

51 1,3 ,8

52 1,0 ,8

53 1,1 1,5

54 1,0 1,2

55 1,4 1,2

56 ,5 1,4

57 1,5 1,4

58 1,4 1,1

59 1,1 1,2

60 1,5 1,2

61 1,0 1,4

62 1,5 1,6

63 1,3 1,4

64 ,8 1,5

65 1,0 1,5

66 1,1 1,4

67 1,3 1,5

68 1,3 1,4

69 1,1 1,7

70 1,6 1,5

71 1,0 1,4

72 1,1 ,9

73 ,9 1,2

74 ,9 1,4

75 1,1 1,0

76 ,3 1,0

77 1,2 1,0

78 1,2 1,0

79 ,8 1,3

80 1,9 1,7

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378

81 1,3 1,1

82 1,4 1,0

83 1,4 1,1

84 1,1 ,5

85 1,3 ,7

86 1,6 1,3

87 1,3 1,2

88 ,8 1,0

89 ,7 1,0

90 1,1 ,8

91 1,1 ,5

92 1,1 ,9

93 1,1 ,6

94 ,7 1,1

95 1,2 ,5

96 1,5 1,1

97 1,3 ,7

98 ,3 1,0

99 1,5 ,5

100 1,5 1,1

101 1,5 ,6

102 1,9 ,9

103 1,2 ,4

104 1,4 1,4

105 1,5 1,0

106 1,8 1,0

107 1,4 1,2

108 1,7 1,1

109 1,1 ,8

110 1,6 ,7

111 1,5 ,9

112 1,0 1,3

113 1,3 ,9

114 1,7 1,3

115 ,6 ,5

116 1,5 1,2

117 1,8 1,1

118 ,7 ,2

119 ,9 ,5

120 2,3 1,2

121 2,7 1,5

122 2,5 1,2

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379

123 2,5 1,1

124 2,5 1,4

125 2,5 1,0

126 2,5 1,0

127 2,3 ,8

128 2,4 1,0

129 2,8 1,1

130 2,5 1,4

131 2,6 1,4

132 2,5 1,5

133 2,4 1,6

134 2,3 ,8

135 2,7 1,8

136 2,5 ,8

137 2,5 1,2

138 2,0 1,2

139 2,6 1,2

140 2,0 1,0

141 2,2 1,5

142 2,2 ,9

143 2,3 1,0

144 2,7 1,4

145 2,7 1,7

146 1,9 1,2

147 2,6 ,8

148 2,7 1,3

149 2,3 1,4

150 2,7 1,3

151 2,6 1,4

152 2,4 1,3

153 2,0 1,5

154 2,6 1,5

155 2,7 1,5

156 2,6 1,5

157 2,5 ,9

158 2,6 1,3

159 2,5 1,5

160 1,6 1,0

161 2,1 ,7

162 2,4 1,0

163 2,5 1,4

164 2,5 1,3

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380

165 2,7 1,1

166 2,6 1,5

167 2,2 ,6

168 2,1 ,8

169 2,5 1,0

170 2,8 1,5

171 2,3 ,7

172 2,3 1,0

173 2,7 ,9

174 2,7 2,0

175 2,8 1,4

176 2,6 1,3

177 2,7 ,9

178 2,3 ,7

Total N 178 178

Media 1,623 1,093

Mediana 1,455 1,091

Error estándar de la media ,0498 ,0242

Rango 2,5 1,8

Último 2,3 ,7

Varianza ,441 ,105

Curtosis -1,067 -,133

Asimetría ,330 ,009

a. Limitado a los primeros 178 casos.

3. Resúmenes de casos Prueba Inicial.

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381

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382

4. Resúmenes de casos Prueba Final.

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383

5. Estadísticas de elementos.

Estadísticas de elemento

Media

Desviación

estándar N

A1 1,618 ,5626 178

A2 ,860 ,7646 178

A3 1,270 ,7630 178

A4 ,904 ,8615 178

A5 1,056 ,9371 178

B6 1,090 ,5945 178

B7 1,669 ,6866 178

C8 1,826 ,4730 178

C9 ,331 ,5795 178

C10 ,781 ,7828 178

C11 ,624 ,6188 178

MI 1,093 ,3233 178

G 1,528 ,5006 178

D12 2,140 ,8619 178

D13 1,494 ,8717 178

D14 1,927 ,5921 178

D15 1,899 ,7058 178

E16 1,669 ,9609 178

E17 1,472 1,1309 178

F18 1,388 1,0742 178

F19 1,534 ,8775 178

F20 1,416 1,0119 178

F21 1,388 1,1938 178

MF 1,623 ,6643 178

G 1,528 ,5006 178

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384

6. Estadísticos.

Estadísticos

MI MF

N Válido 178 178

Perdidos 0 0

Media 1,093 1,623

Error estándar de la media ,0242 ,0498

Mediana 1,091 1,455

Moda 1,2 1,1

Desviación estándar ,3233 ,6643

Varianza ,105 ,441

Asimetría ,009 ,330

Error estándar de asimetría ,182 ,182

Curtosis -,133 -1,067

Error estándar de curtosis ,362 ,362

Rango 1,8 2,5

Mínimo ,2 ,3

Máximo 2,0 2,8

Percentiles 25 ,886 1,091

50 1,091 1,455

75 1,364 2,273

7. Resumen de procesamiento de casos.

Resumen de procesamiento de casos

G

Casos

Válido Perdidos Total

N Porcentaje N Porcentaje N Porcentaje

MI 1 84 100,0% 0 0,0% 84 100,0%

2 94 100,0% 0 0,0% 94 100,0%

MF 1 84 100,0% 0 0,0% 84 100,0%

2 94 100,0% 0 0,0% 94 100,0%

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385

B) Decreto 85/2015, de 5 de junio, del Consell, por el que se establece el currículo y se

desarrolla la ordenación general de la Educación Secundaria Obligatoria y del

Bachillerato en la Comunitat Valenciana.