del mito de la desterritorialización a la multiterritorialidad

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  • 9Se autoriza la copia, distribucin y comunicacin pblica de la obra, reconociendo la autora, sin fines comerciales y sin autorizacin para alterar, transformar o generar una obra derivada. Bajo licencia creative commons 2.5 Mxico http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/

    Del mito De la Desterritorializacin a la multiterritorialiDaD1

    Rogrio Haesbaert2

    El presente artculo discute el uso del trmino desterritorializa-cin en las Ciencias Sociales y las concepciones del territorio, ge-neralmente implcitas, relacionadas con el mismo. Se cuestionan las dicotomas con las que suele abordarse el territorio y se propone trabajar la desterritorializacin, no slo en el sentido genrico de destruccin o abandono de un territorio, sino tambin en el sentido de precarizacin territorial de los grupos subalternos. En general, lo que los grupos hegemnicos consideran como desterritorializacin, representa en realidad la vivencia de una multerritorialidad. Palabras clave: espacio, territorio, desterritorializacin, multiterritorialidad.

    Abstract: From the myth of deterritorialization to multiterritoriality.This article discusses the use of the term deterritorialization in the Social Sciences and the concepts of territory as related to it, generally in an implicit way. The dichotomies through which the notion of territory is generally approached are questioned. Instead, we propose to work with the notion of deterritorialization, not only in the generic sense of destruction or abandon of a territory but also in the sense of territorial insecurity of the subordinated groups. In general, what the hegemonic groups consider as deterrito-rializaction, actually represents the experience of a multiterritoriality. Key words: space, territory, deterritorialization, multiterritoriality

    1 El presente texto es una version transcrita y revisada de la conferencia del mismo ttulo presentada en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM en el marco del Seminario permanente Cultura y Representaciones sociales, en sep-tiembre de 2012. Se mantiene la mayor parte de su formato original y de su carcter oral. El autor agradece a Gilberto Gimnez por la revisin del espaol.

    2 Gegrafo, profesor de la Universidad Federal Fluminense (Niteri, Rio de Janeiro, Brasil), Doctor en Geografa Humana por la Universidad de So Paulo, con pos-tdoctorado en la Open University (Milton Keynes, Inglaterra); autor, entre otros, de El mito de la desterritorializacin: del fin de los territrios a la multiterritorialidad, (Mxico: Siglo Veintiuno), y Regional-Global (Ro de Janeiro: Bertrand Brasil).

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    Introduccin

    El presente artculo tiene relacin con mi libro El mito de la desterritorializacin (2011), recientemente lanzado en Mxico. Aunque el libro tenga un carcter ms terico, las reflexiones all desarrolladas se originaron a partir de una serie de investigaciones empricas. En efecto, es muy importante destacar que las proposi-ciones terico-conceptuales presentadas en dicha obra empezaron con investigaciones empricas detalladas, principalmente con un grupo de migrantes en Brasil, los gauchos, como son llamados los migrantes de la regin Sur de Brasil (de donde yo soy originario), y que establecen una red que yo llam red regional en el interior de Brasil, red que ahora se desarrolla tambin en otros pases como Uruguay, Paraguay y Bolivia. Al igual que en otros pases del mundo, la condicin econmica de estos migrantes es decisiva. Adems de los sin tierra, encontramos entre ellos grandes empresarios que disponen de capital para invertir especialmente en el cultivo de la soya, que se expandi en el interior de Brasil precisamente gracias al grupo de estos gauchos migrantes, los cuales son portadores de una condicin poltico-territorial muy especfica, con una identidad muy diferenciada en relacin a las poblaciones ms antiguas del interior de Brasil. En mi tesis de doctorado (Haesbaert, 1997) investigu con especial detenimiento la presencia de estos grupos en el Nordeste brasileo, regin que tiene una condicin socioeconmica y cultural muy distinta de la del Sur, y fue muy interesante percibir la confron-tacin entre condiciones sociales y culturales tan distintas. A partir del anlisis emprico de la presencia de gauchos en el oeste del esta-do de Baha, en el Nordeste Brasileo, comenc a detectar los pro-cesos de desterritorializacin y reconstruccin de territorios, en una dialctica permanente entre ambos procesos. Posteriormente, aos despus, tambin desarroll una investigacin sobre los brasileos del sur de Brasil, especialmente sobre los gauchos que estn del otro lado de la frontera, en el Paraguay. Segn las estadsticas aunque las cifras son bastante problemticas existen en el Paraguay cer-ca de 400 mil migrantes brasileos. Esto representa un problema

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    geopoltico muy serio en esa regin de la frontera Brasil-Paraguay, donde adems hay indgenas, y donde surge una problemtica muy compleja a partir de la entrada de los brasileos, especialmente los plantadores de soya relacionados con el agronegocio de la moderna agricultura mecanizada.

    Comienzo afirmando entonces que este tema del mito de la des-territorializacin ha surgido a raz de una serie de investigaciones empricas que me permitieron constatar que exista una exageracin en la utilizacin del trmino desterritorializacin, lo cual me plan-te tambin una cuestin terica, sobre todo fuera de la Geografa, porque hubiera sido paradjico imaginar el fin de los territorios desde el discurso de los propios gegrafos. En efecto, ello hubiera significado cancelar uno de nuestros conceptos centrales, el territo-rio. Por eso la mayor parte de los autores aqu analizados se ubica fuera de la Geografa. Y creo que, a pesar de no haber realizado una investigacin exhaustiva, los principales autores que trabajaron y utilizaron el trmino desterritorializacin incluyendo a algunos que lo utilizan todava hasta hoy, han sido analizados. Fue enton-ces la exageracin en el uso del trmino desterritorializacin, sin aclarar a cul concepcin de territorio se referan los que lo utiliza-ban, lo que me estimul a iniciar este trabajo.

    La estructura general de una investigacin comienza siempre con la definicin de una problemtica, con una proposicin; por eso me gustara profundizar el concepto de territorio, porque el mayor pro-blema que me plantean casi todos los autores radica en que hablan de desterritorializacin sin definir de qu territorio estn hablan-do, y eso me parece muy sorprendente. En consecuencia, propongo comenzar con una discusin sobre el territorio a partir de la ruptura con una serie de dicotomas muy serias que se deben superar. Des-pus, como el territorio es un concepto muy claramente vinculado con las relaciones de poder, me parece que sera interesante - para definir ms rigurosamente el territorio definir tambin lo que entendemos por poder. A partir de aqu abordaremos el discurso mayoritario de la desterritorializacin y las formas territoriales que se le contraponen, en la medida en que implican una multiplicidad

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    de situaciones de reconstruccin territorial, o sea, de reterritoriali-zacin. Para finalizar plantear que, muchas veces, lo que se designa como un proceso de desterritorializacin constituye en realidad un proceso a travs del cual se experimenta una multiterritorialidad, o tambin una transterritorialidad un concepto un poco ms com-plicado que ahora estoy tratando de elaborar. De este modo la desterritorializacin se nos presentar como un concepto proble-mtico, y analizaremos posteriormente las alternativas propuestas.

    Imprecisiones y malentendidos en el uso del trmino desterritorializacin

    Lo que muchos autores denominan desterritorializacin implica muchas veces visiones dicotmicas, o concepciones basadas en pro-cesos unilaterales de movilidad irrestricta o de hibridismo cultural. En efecto, muchos de los discursos que hablan de desterritorializa-cin estn hablando en realidad de una movilidad cada vez mayor y, cuando hablan de la cultura, de un hibridismo de la territorialidad en sentido cultural. En realidad todos ellos se refieren, sin saberlo, a nuevos tipos de territorios que podemos denominar territorios-red, o redes que renen mltiples territorios, y de forma ms com-pleja, a la intensificacin del fenmeno de la multiterritorialidad. Por otro lado no debemos olvidar que, con la movilidad extrema-damente desigual de nuestro tiempo, se intensifican los procesos de precarizacin, y por eso me resulta sorprendente que ninguno de los autores revisados haya aplicado el concepto de desterritorializacin a los procesos sociales de precarizacin; y esto me resulta tanto ms sorprendente, cuanto que es precisamente en este caso cuando re-sultara ms coherente emplear la expresin desterritorializacin, esto es, en el caso de los grupos ms subalternizados y precari-zados que son exactamente los que tienen menos control sobre sus territorios, ya que el control est fuera de su alcance o est siendo ejercido por otros.

    Un concepto que tambin he desarrollado despus de haber es-crito el citado libro El mito de la desterritorializacin, ahora traducido

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    al espaol, es el de contencin territorial. Me gustara advertir que, obviamente, ya pasaron ocho aos desde la publicacin en portu-gus de ese libro, y que a partir de all he realizado otras investiga-ciones, una de las cuales ha sido la que versa sobre lo que propongo llamar contencin territorial, entendido como un proceso contempor-neo de las relaciones de poder referidas al espacio, donde se dibujan nuevas-viejas estrategias de control territorial; y digo nuevas-vie-jas, porque en nuestros das los muros son ms visibles y evidentes que nunca, pero al mismo tiempo constituyen una estrategia muy antigua de construccin territorial. Por eso nos preguntamos, qu sentido tendran esos nuevos muros en la sociedad contempornea? Pero este es tema de otro debate.

    El territorio est vinculado siempre con el poder y con el control de procesos sociales mediante el control del espacio. La desterrito-rializacin nunca puede disociarse de la reterritorializacin, y puede tener tanto un sentido positivo cuanto negativo. Entendida como fragi-lizacin o prdida de control territorial, ella tiene un sentido nega-tivo ms estricto como precarizacin social; pero el trmino puede tener tambin un sentido potencialmente positivo, porque en su acepcin ms general, la desterritorializacin significa que todo proceso y toda relacin social implican siempre simultneamente una destruccin y una reconstruccin territorial. Por lo tanto, para construir un nuevo territorio hay que salir del territorio en que se est, o construir all mismo otro distinto. Para autores como Deleuze y Guattari (1995, 1996, 1997), quienes utilizan mucho el concepto de desterritorializacin en su filosofa, ste tiene especialmente un sentido positivo: la apertura para lo nuevo, la lnea de fuga como momento de salida de una antigua territorialidad y de construccin de un territorio nuevo. La desterritorializacin, entonces, puede ser tanto positiva como negativa, pero no es esto lo que particularmente est en juego, sino una cuestin ms analtica, conceptual.

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    Diferentes concepciones de la desterritorializacin

    Al plantear la discusin ms especfica acerca del sentido contempo-rneo del trmino desterritorializacin, la revisin de diversos au-tores realizada a este propsito desemboc en una sistematizacin de mis reflexiones. He identificado tres o cuatro perspectivas: una ms econmica, utilizada especialmente por algunos economistas; otra ms poltica, marcada por una tradicin muy fuerte del con-cepto de territorio como territorio del Estado moderno (de aqu la fuerza del discurso de la desterritorializacin como fin de las fronteras); una tercera perspectiva ms cultural que es utilizada por los antroplogos y los socilogos y, finalmente, una perspectiva fi-losfica, especialmente la adoptada por la filosofa ya comentada de Deleuze y Guattari.

    En la primera perspectiva, la econmica, encontramos un senti-do muy amplio de la globalizacin y quiz del propio capitalismo, dentro del cual la desterritorializacin constituye un elemento cen-tral, casi como autodefinidor de los procesos globalizadores. Hay un autor francs, Serge Latouche (1994), quien afirma que el capitalis-mo ha sido desterritorializador desde su nacimiento; por lo tanto, la desterritorializacin es inherente a la prctica capitalista, y eso queda muy claro cuando se lee, por ejemplo, a Marx y Engels (1998) cuando hablan de la desposesin territorial de los campesinos. Estos autores no utilizaban el trmino en esa poca, pero lo que importa es analizar el contenido del proceso capitalista, y se puede decir que dentro del mismo, en una perspectiva ms econmica, se produce efectivamente un efecto de desterritorializacin o desposesin te-rritorial.

    Otros definen la desterritorializacin en el mbito econmico en forma ms estricta, refirindose especficamente al periodo llamado posfordismo o de mayor flexibilidad del capital. Algunos emplean la deslocalizacin empresarial como sinnimo de desterritorializacin. Por ejemplo, una empresa que tiene la versatilidad y la flexibilidad para salir de un territorio y entrar a otro diferente, estara desterri-

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    torializada. Hay aqu un problema muy serio, porque en realidad esa empresa no est ni deslocalizada ni desterritorializada; ms bien se reloca-liza o reterritorializa de manera ms rpida, debido a la existencia de un circuito de acumulacin tambin mucho ms rpido. En este caso, los realmente desterritorializados son los empleados que se quedan sin trabajo de manera fulminante con la salida de estas f-bricas de un territorio para entrar en otro. En Brasil tenemos varios ejemplos de esto, como la salida de empresas del Sur, regin ms rica y con salarios ms altos, para instalarse en el Nordeste brasileo, ms pobre y con salarios ms bajos. Se echa de ver muy claramente aqu la condicin de precarizacin en que est sumido el mundo del trabajo. Entonces son ms bien esos trabajadores precarizados los que efectivamente estaran desterritorializados, y no la empresa que mantiene pleno control sobre su movilidad. Creo que se conoce algo parecido en Mxico en el caso de las maquiladoras.

    Tambin existe un discurso de la desterritorializacin referido a nuestra sociedad actual en cuanto marcada por la tecnologa in-formacional. El ciberespacio aparece entonces como desterritoria-lizado, y en este caso muchas veces se trabaja con la dicotoma entre mundo virtual y mundo real, entre el mundo de la esfera inmaterial y el mundo de base material. Pero cuando se disocian o se separan estos dos mundos, se puede suscitar un problema muy serio porque, obviamente, no se puede construir el ciberespacio sin una base material, sin una conexin con la tierra, con lo concreto. Es as como algunos afirman, por ejemplo, que el teletrabajo, es decir, el trabajo en el propio domicilio, es un trabajo desterritorializado, ya que prescinde del territorio especfico de la empresa para el proceso de trabajo. Se dice entonces que el trabajador est desterritoriali-zado cuando, en realidad, muchas veces tiene que reacondicionar su propia casa, tiene que construir otro micro-territorio en su casa para trabajar, adems de las funciones que la casa ya tiene. En esta perspectiva, un autor que se puede criticar es Pierre Lvy, quien uti-liza mucho el concepto de desterritorializacin cuando habla de la cibercultura, muchas veces de manera exagerada.

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    En la dimensin poltica del debate sobre la desterritorializa-cin, tenemos hoy el discurso dominante del debilitamiento de los Estados, de la disminucin del poder estatal y de la fuerza de sus fronteras. Bertrand Badie (1995), quien escribi un libro titulado El fin de los territorios, habla mucho de la sociedad en red que se superpo-ne ahora a la sociedad territorial, cuando en realidad est hablando simplemente, sin reconocerlo, del territorio clsico, el territorio del Estado-nacin. Kenichi Ohmae (1996), quien es el gran gur de las transnacionales un consultor que desde una perspectiva conser-vadora escribi un libro titulado El fin del Estado nacin: la emergencia de las economas regionales, defenda la tesis de que cuanto menos Estado, mejor. Es verdad que tambin propuso la idea del Estado-regin, pero si analizamos a fondo su contenido se trata en realidad de una regin sin Estado, porque para Ohmae es el mercado el que debera comandar el proceso de su formacin. De ah que elija cier-tas reas y ciertas regiones ideales en el mundo para la globalizacin, presuponiendo que las fronteras estatales tendran que ser lo menos controladoras posibles. Pero este discurso entra en contradiccin, por ejemplo, con los nuevos muros fronterizos erigidos por los Es-tados. Cmo se explica este hecho? Algunos dicen que, precisa-mente porque se est debilitando, el Estado tiene que mostrar ahora concreta y materialmente su accin como si dijera: an estoy aqu, an controlo algo. Entonces construye muros en sus fronteras, por ejemplo. Otros autores, como Negri e Hardt (2001) en su libro Impe-rio, tambin abusan del uso del trmino desterritorializacin, inter-pretado casi siempre de modo positivo.

    La tercera perspectiva, la cultural, est vinculada sobre todo con los procesos llamados de hibiridizacin cultural, como si no fuera posible re-territorializarse tambin en el hibridismo, en la mezcla cultural. Creo que Amrica Latina puede ser, de alguna manera, el ejemplo de un espacio que tambin se construye a partir de una mezcla cultural, debido a su capacidad de mezclar culturas distintas, aunque muchas veces impuestas por un proceso ms violento, como ocurri durante el colonialismo.

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    Finalmente tenemos la perspectiva filosfica, a la que me refera hace poco hablando sobre Deleuze y Guattari. Estos autores afir-man que la desterritorializacin significa sobre todo una lnea de fuga o escape, la salida de un territorio, la superacin de una fron-tera en sentido generalmente ms positivo. Ellos tambin exageran el sentido positivo de un nomadismo contemporneo que muchos interpretan como supuestamente desterritorializado.

    A raz de esta sistematizacin relacionada con el concepto de desterritorializacin, me pareci muy interesante comprobar que la mayor parte de los autores referidos no discuten o no presentan el concepto de territorio que est detrs de sus discursos, en forma casi siempre implcita. Se puede verificar que hay posiciones (im-plcitas o explcitas) ms materialistas, que son las predominantes, y otras ms idealistas. En el primer caso el territorio sera simplemen-te el espacio material o el sustrato fsico, es decir, la parte fija de los procesos sealados por ejemplo, en los discursos de la desterrito-rializacin en el mundo virtual. De este modo el territorio estara desapareciendo, porque se tratara simplemente de la base material de una sociedad, la cual estara perdiendo su importancia y su peso en la construccin de las relaciones sociales.

    Otro tpico tambin muy frecuente es el de la desaparicin de la distancia fsica, el de la superacin de las distancias, como si eso pudiera significar un proceso real de desterritorializacin. En este caso no se tiene en cuenta que la cuestin de la distancia constituye un proceso altamente desigual: cuando disminuye para unos, puede aumentar al mismo tiempo para otros. Es decir, aqu se dibuja un proceso dialctico, relativo, por el que la disminucin de la distancia para unos depende del aumento de la misma para otros.

    Diferentes concepciones del territorio

    Una concepcin ms tradicional del territorio, que an podemos rescatar y que tiene importancia al menos para algunos grupos so-ciales, es la del territorio como recurso natural y/o abrigo (utilizan-do trminos de Jean Gottman, 1973). Quiz la primera funcin de

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    un territorio sea precisamente sa, la de servir como abrigo o como recurso para los grupos sociales, especialmente para los ms subal-ternizados.

    Otra concepcin es la del territorio como espacio relacional ms concreto, ahora ya no solamente como un objeto material fijo, sino como dotado de una estructura ms compleja, de carcter relacional, sobre todo considerando que el territorio forma parte de la sociedad y, por lo tanto, es indisociable de la misma. La dependencia de las condiciones locales aparece mucho en el discurso de la deslocaliza-cin, como si las condiciones locales es decir, el territorio conce-bido como un territorio local, hubieran desaparecido o hubieran dejado de tener influencia.

    Una posicin muy comn, vinculada a la dominacin poltica, es la de Robert Sack, un autor que se ha vuelto clsico en Geografa en lo que respecta a la discusin sobre el territorio. Siempre reco-miendo su libro Territorialidad Humana, publicado en 1986 y hasta hoy muy reconocido. Este autor formula una definicin poltica del territorio que resulta fcilmente reconocible, porque dice que el te-rritorio es todo espacio que tiene el acceso controlado; por lo tanto, desde el momento en que se controla espacial y materialmente el acceso de algn flujo (sea de mercancas, de personas o de capital), se est transformando el espacio en un territorio. Creo que este con-cepto es muy operacional, y de acuerdo al mismo el discurso de la desterritorializacin implicara la disminucin de los controles en el espacio, la superacin de los controles territoriales. La propia con-cepcin de la superacin del Estado o del debilitamiento del Estado pasara por la perspectiva del territorio como vinculado al control de la accesibilidad.

    Otras concepciones, en perspectivas ms idealistas, definen el territorio enfatizando su dimensin simblica en el campo de las representaciones. Hoy ya no existira una vinculacin identitaria con un territorio claramente definido y bien delimitado, sino con varias referencias territoriales al mismo tiempo, lo que implica un hibridis-mo de referencias territoriales que caracterizara a algunos grupos y significara que ellos estn desterritorializados, puesto que ya que no

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    existira una referencia clara a un territorio especfico. Algunos auto-res, como Bonnemaison y Cambrzy (1996) en Francia, trabajan con una concepcin cultural del territorio que, segn ellos, antes de ser una materialidad algo que se pueda tener, es un valor. Enton-ces el territorio tiene un carcter ms simblico que concreto. Pero son pocos los autores que trabajan en esta perspectiva ms cultural del territorio porque, adems, si recordamos el origen etimolgico de la palabra, sta proviene de terra o territor del latn de los romanos, que implicaba una jurisdiccin muy especfica, poltica y de control del espacio, donde el control de la tierra y la tierra como recurso tambin eran fundamentales. Entonces me parece que hablar de un territorio puramente simblico sera demasiado simplificado. Todo territorio, geogrficamente hablando, tiene siempre una base espacio-material para su constitucin.

    La cuestin de la superacin de las dicotomas en la definicin de territorio

    Llegamos as al debate sobre la superacin de las dicotomas en la definicin del territorio, especialmente entre lo mvil y lo inmvil, y entre lo funcional y lo simblico. Creo que es muy importante empezar por la gran dicotoma, presente en muchas de nuestras dis-cusiones, que es la separacin entre espacio y tiempo, cuando en realidad se trata de dos dimensiones gemelas que no se pueden se-parar jams. Pienso tambin que es importante hacer una distincin, aunque introductoria, entre espacio y territorio, una cuestin que siempre suele plantearse.

    Para m el concepto de espacio es ms amplio que el de territo-rio, y no se trata simplemente de una categora de anlisis o de una concepcin mental previa, a la manera kantiana. Kant defenda que intuitivamente tenemos una concepcin mental a priori de espacio y tiempo, con la cual enfrentamos el mundo concreto que est ah, ante nosotros; por lo tanto, tiempo y espacio seran referencias mentales. Ms que eso, el espacio es tambin una construccin con-creta y material, una construccin social, como dira Henri Lefebvre

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    (1984); una produccin social de una amplitud tal que incluye todas las dimensiones de las que ya hablamos la econmica, la poltica, la cultural y tambin la natural. En efecto, esta ltima no puede olvidarse, ya que el espacio (sobre todo el geogrfico) resulta de una apropiacin y/o una dominacin de la naturaleza, aunque sea imposible separar lo que es natural de lo que es social. No podemos pasar por alto que un da ese espacio fue una naturaleza primera, como dira Marx, y despus se fue transformando en una naturaleza segunda, humanizada. Cuando se mira el espacio centrando el enfo-que en las relaciones de poder, se est viendo y se est identificando un territorio. De manera ms simple, el territorio sera una dimen-sin del espacio cuando el enfoque se concentra en las relaciones de poder.

    Obviamente, las concepciones ms amplias de espacio y tiempo van a tener una influencia muy considerable sobre nuestras concep-ciones del territorio, dependiendo de si hacemos o no esa dicotoma entre los dos conceptos. En el mbito de las ciencias sociales suele afirmarse muy frecuentemente que el espacio es una base o una base concreta material sobre la cual se desarrollan las relaciones sociales, incluso las ms abstractas. Se trata de una visin muy co-mn y muy frecuente, que concibe el espacio simplemente como un palco, y no como parte integrante de las relaciones sociales, las cuales no se podran establecer sin la construccin de ese espacio. En una visin relacional del espacio, ste se presenta como constituyente; lo que importa no son simplemente los objetos que se interponen, ni es simplemente la relacin que se da entre los objetos, sino la relacin inserta dentro del proprio objeto (o sujeto). El objeto/sujeto slo se define por la relacin que construye a travs de y con el espacio. Entonces la relacin est tambin dentro del objeto/sujeto. Es este sentido de lo espacial lo que estamos defendiendo.

    No es posible separar espacio y tiempo, porque el movimiento est involucrado siempre en los objetos que estamos construyendo en el espacio, sin el cual no se puede definir el propio objeto. No se puede decir entonces que el espacio es esttico, inmvil o que simplemente es el presente, mientras que el tiempo sera inestable y

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    sucesivo, el pasado. Obviamente, algunas diferencias existen, y aqu yo destacara la diferencia analtica entre lo simultneo y lo sucesivo. Cuando se mira la construccin del mundo ms bajo el ngulo de la sucesin de momentos, se est mirando ms del lado del tiempo. Y cuando se mira la coetaneidad, esto es, la presencia concomitante y simultnea de procesos, se est mirando ms del lado del espacio. Pero obviamente no hay una separacin de procesos, como muchos proponen, incluso la separacin entre un tiempo siempre inmaterial y abstracto, y un espacio material y concreto.

    Algunos autores, que son importantes en este debate, intenta-ron superar la dicotoma espacio / tiempo. Milton Santos (1996), por ejemplo, tiene una concepcin muy amplia del territorio, que aparece muchas veces como sinnimo de espacio, e incluye tanto los objetos (materiales) como las acciones (inmateriales, tempora-les). Dice que el territorio es un conjunto de sistemas de objetos y sistemas de acciones, tanto de acciones como de objetos. Doreen Massey (2008) habla del espacio como un conjunto de trayectorias; me parece una interpretacin muy rica porque pone en primer plano el movimiento, es decir, las trayectorias que se producen en y con el espacio, en un espacio que, de alguna manera, est siempre abierto. Esto es muy importante polticamente porque tiene un potencial de transformacin muy grande al imaginar el espacio no como algo esttico y puramente material, sino como algo que est abierto para ser reconstruido, para que nuevas trayectorias espaciales puedan ser dibujadas en otras direcciones. Es evidente que desde la teora de la relatividad no se puede separar espacio y tiempo. Incluso hay un gegrafo ingls, Nigel Thrift, quien propone que se escriba espacio-tiempo de manera diferente, sin guin, como una categora o un concepto nico: espaciotiempo. Adems dice que este nuevo trmino no implica una concepcin genrica, porque el espaciotiempo se realiza de formas mltiples y variadas. Es importante destacar la multiplicidad de espaciotiempos en el mundo contemporneo, don-de estamos conviviendo al mismo tiempo, por ejemplo, con las co-nexiones instantneas de los circuitos globalizados y con el espacio-

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    tiempo local de grupos indgenas an no contactados al interior de la Amazonia.

    Otra dicotoma muy importante que aparece tambin en este de-bate y que en nuestros das se manifiesta en forma ms estricta, es la que concierne a dos conceptos: territorio y red. Muchas veces se hace aqu una separacin real, como si el territorio fuera una cosa y la red otra, su opuesto. Por ejemplo, algunos de los autores ya ci-tados dicen que se est acabando el mundo de los territorios y que estamos entrando en el mundo de las redes. Detrs de esta posicin se hace visible la dicotoma anterior entre espacio y tiempo, ya que concibe al espacio como algo ms fijo y al tiempo como un flujo. Pero para nosotros los territorios pueden ser construidos mediante la articulacin en red, y por lo tanto pueden ser construidos tambin en y por el movimiento. Deleuze y Guattari dicen que un movimien-to que se repite tambin es una forma de territorializacin. Si se tiene el control de este movimiento, el control de esta movilidad en el espacio, entonces tambin se produce all un territorio mediante el control de la movilidad. Imaginemos, por ejemplo, la cantidad de tiempo que la gente pasa en la calle, en los embotellamientos. Esto no forma parte de su territorio cotidiano? La gente est transitando todos los das por redes que articulan pequeas zonas, las cuales forman parte de territorios-redes que esa misma gente est constru-yendo. No voy a detenerme mucho en este punto, pero hay autores que proponen que el territorio es ms centrpeto y mira hacia aden-tro, mientras que la red es ms centrfuga y mira hacia afuera ms introvertido el primero, y ms extrovertida la segunda; ms ligado el uno a reas o zonas, y ms vinculada la otra a puntos y lneas que se-ran, en una visin no-euclidiana, nodos y flujos; ms ligado el uno a la delimitacin, y la otra a la ruptura de lmites; en fin, ms arraigado el primero, y ms desarraigada la ltima.

    Una manera de afrontar esa diferenciacin que efectivamente existe en la construccin del espacio, pero sin dicotomizarla, es trabajar con dos lgicas de construccin del espacio: una zonal y otra reticular. Ambas operan siempre en forma conjunta, pero en determinados momentos y procesos y para determinados sujetos,

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    una de las lgicas puede predominar en relacin con la otra. Esto aparece con toda claridad cuando se revisa la historia del capitalismo y el rol que desempea el Estado-nacin, por ejemplo, en la definicin de territorialidades exclusivas y de controles de mercados nacionales, lo cual convierte al Estado en agente o sujeto de una lgica ms zonal, ms de control de reas o de superficies. Se trata en este caso de un espacio-rea moldeado en mayor medida por una lgica zonal de produccin del espacio. En cambio, para el gran capital y las grandes empresas, la territorialidad se manifiesta siempre en mayor medida en forma de red, porque estn mucho ms interesados en controlar redes y flujos para promover la circulacin de productos y de capital. Por consiguiente, el territorio de la gran empresa capita-lista es mucho ms un territorio-red. La lgica reticular est mucho ms presente en este tipo de territorialidad, pero, evidentemente, siempre articulada con la territorialidad zonal de los Estados-nacin. Por eso las fronteras no tienen muchas veces el significado que podran tener. Autores como Manuel Castells y el economista italiano Giovanni Arrighi (1996) hablan de espacios de lugares y de espacios de flu-jos. En cierto modo Arrighi presenta la misma interpretacin que acabamos de formular. En su libro El largo siglo XX hace toda una historia del capitalismo a partir de dos procesos: uno que l llama de territorialismo que sera el momento del capitalismo en que el control de reas es muy importante, pero intercalado con otro momento que l llama, en forma un poco problemtica, de capita-lismo en sentido ms estricto, en el que se valoriza ms las redes y la circulacin. (El territorialismo tambin sera una modalidad de capitalismo, pero el segundo momento correspondera a un capita-lismo en sentido ms estricto).

    La ltima dicotoma es la que suele establecerse entre lo fun-cional y lo simblico, y pienso que tiene que ser discutida, porque muchas veces el territorio se reduce a un espacio puramente funcio-nal que implica el control para desarrollar determinadas funciones y especialmente funciones econmicas y polticas. Desde su origen o, por lo menos, desde Friedrich Ratzel, el gran clsico de la Geo-grafa a finales del siglo XIX, ya encontramos de alguna manera la

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    superacin de esta dicotoma, porque el mismo Ratzel afirma que, juntamente con la construccin de los lmites polticos del Estado, se tiene que construir tambin una espiritualidad del Estado, una idea de nacin o, como dice Benedict Anderson (1989) en su defi-nicin de nacin, una comunidad imaginada. De este modo, al mismo tiempo que construye su territorio en su dimensin material-funcional, asegurando el control de las fronteras, el Estado debe construir todo un imaginario, todo un conjunto de representaciones sobre este territorio aunque, a veces, completamente inventado, de lo que resulta la nacin-Estado como una invencin. Es lo que ha ocurrido en tantos pases colonizados, entre ellos los de Amrica Latina.

    Ms de 50 aos despus de Ratzel, el gegrafo Jean Gottman (1952, 1973) escribe el primer libro dirigido especialmente a la dis-cusin del territorio: La significacin del territorio. Este autor afirma que todo territorio est compuesto por un sistema de movimiento que es ms material, y por una dimensin iconogrfica o simb-lica de resistencia al movimiento. Lo que aqu resulta interesante es que la materialidad tiene ms movimiento y la inmaterialidad parece ms fija. Es exactamente lo opuesto a lo que muchas veces se suele pensar, porque para el citado autor el conjunto de representaciones y de smbolos puede perdurar por mucho ms tiempo que la mate-rialidad, ya que sta se puede reconstruir con mayor facilidad.

    Ms recientemente, la gegrafa francesa Chivallon (1999) define el territorio como experiencia total y continua del espacio. Al de-finir el territorio de este modo, como experiencia total del espacio impregnado por lo econmico, lo poltico, lo cultural y lo natural, la autora afirma que ya no se puede trabajar con el territorio as enten-dido, porque ya no existe la experiencia territorial total en un espa-cio nico y continuo; el mundo actual est marcado por la movilidad de las redes y por la discontinuidad. En consecuencia propone que ahora hay que trabajar con el concepto de espacio o de espacialidad, y no con el de territorio. Me parece que la concepcin del territorio que la autora propone es demasiado estricta, y quizs sea vlida para un determinado periodo de la historia en el que algunos grupos

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    tradicionales tuvieron esa experiencia total del espacio. Pero an en este caso el concepto que ella propone se puede recuperar, porque se puede pensar, si no en una experiencia total del espacio, por lo menos en una experiencia integrada del mismo, porque nuestra vida siempre tiene las dimensiones econmica, poltica, cultural y natural, y tenemos que pensarlas conjuntamente. Los territorios se recons-truyen, incluso en su modalidad de red, de una manera discontinua, pero de otra forma, con otro dibujo distinto del tradicional con-sistente en la experiencia total y continua del espacio. Finalmente, Deleuze y Guattari hablan de territorio funcional y expresivo una distincin interesante porque nosotros tambin nos expresamos como grupos a travs de nuestros territorios, obviamente de dife-rentes maneras segn los grupos sociales y la poca histrica en que estamos involucrados.

    El territorio a partir de una concepcin relacional del poder

    A partir de esta superacin de las dicotomas, se percibe un elemen-to central que permanece siempre en las definiciones de territorio: el poder. Yo no soy politiclogo, pero me atrevo a hablar un poco del concepto de poder, porque no se puede definir el territorio sin hablar del poder y sin precisar a qu tipo de poder nos estamos refiriendo. Dependiendo del concepto de poder que se maneja, tambin cam-biar el concepto de territorio. Por ejemplo, si adoptamos la versin ms tradicional referida al poder del Estado o al poder de la clase hegemnica, el territorio es un macroterritorio bsicamente vincu-lado a las grandes estructuras poltico-econmicas dominantes. Pero si se piensa que el poder tambin se manifiesta como movimiento de resistencia que est involucrado en todo tipo de relacin social, tendremos microterritorios y habr muchas otras formas de recons-truir el poder y el territorio a partir de esta concepcin. En un sen-tido relacional, el poder no se considera como una capacidad o un objeto como algo que se pueda tener, sino como una relacin de fuerzas aunque muy desigual. Lo que ms importa entonces son

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    las prcticas y los efectos del poder (aqu me inspiro en Foucault). Por consiguiente, ms que definir el poder o construir una teora del poder, es importante analizar las prcticas del poder, cmo el poder se desarrolla concretamente en nuestro caso produciendo el espacio, lo que, reordenado, est inserto en lo que Foucault denomina las tecnologas del poder.

    As, observando las formas espaciales de reproduccin de la so-ciedad se puede identificar las relaciones de poder all involucra-das y, con ellas, tambin los procesos de des-reterritorializacin. Si no concebimos el poder simplemente como un poder centralizado, sino tambin como un poder difuso en la sociedad, aunque en for-ma desigual, tendremos una concepcin multiescalar del territorio. El territorio transita, entonces, por varias escalas diferentes, de arri-ba hacia abajo y de abajo hacia arriba; por lo tanto, hay macro y microterritorios. Esto nos ofrece tambin la posibilidad de concebir la resistencia, no ya como el otro o lo opuesto del poder, sino como un constituyente de las relaciones de poder. El poder es mu-cho ms que el conjunto de prcticas materiales como la coaccin y el control fsico, muy evidentes en la accin militar. El poder tiene tambin un carcter ms simblico, que se manifiesta, por ejemplo, en la construccin del consenso el concepto gramsciano de he-gemona muestra cmo lo simblico desempea hoy un papel muy importante, fundamental, en la construccin del poder.

    Para nosotros, el territorio incluye tambin la dimensin de la movilidad, de la accin por eso quiz sea ms interesante hablar siempre de dinmicas de des-territorializacin (con guin), antes que de territorios estables. El territorio debe ser concebido como producto del movimiento combinado de desterritorializacin y de reterritorializacin, es decir, de las relaciones de poder construidas en y con el espacio, considerando el espacio como un constituyen-te, y no como algo que se pueda separar de las relaciones sociales. Entiendo el poder al mismo tiempo en el sentido ms concreto de dominacin poltico-econmica, como dominacin funcional, y en el sentido ms simblico, de apropiacin cultural. Aqu tomo como referencia las definiciones de Lefebvre, quien distingue entre domina-

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    cin y apropiacin, asumiendo que la ltima tiene una dimensin ms simblica. En general los grupos hegemnicos se territorializan ms por dominacin que por apropiacin, mientras que los pueblos o los grupos ms subalternizados se territorializan mucho ms por apro-piacin que por dominacin. En efecto, estos ltimos pueden no tener la dominacin concreta y efectiva del territorio, pero pueden tener una apropiacin ms simblica y vivencial del espacio. Es in-teresante destacar que Lefebvre define el espacio vivido sobre todo por su carcter simblico.

    Creo que, en trminos didcticos, tambin se puede imaginar el territorio como un continuum, como un proceso continuo en uno de cuyos extremos tendramos un territorio puramente funcional, y en el otro un territorio puramente simblico pero esto slo en trminos analticos, porque en la realidad no existe un espacio social que pueda prescindir completamente de su dimensin simblica o funcional. Pero quiz en el caso de algunas empresas se pueda en-contrar ejemplos de territorios que se aproximan a una condicin puramente funcional. Pensemos, por ejemplo, en la propiedad de un gran latifundista que nunca la visit, y que por lo tanto no tiene ninguna identidad con ella, interesndose solamente en el dinero que le produce y que l deposita en un banco. En el otro extremo de este continuum, tampoco se puede encontrar territorios puramente simblicos. Por lo menos para los gegrafos nunca puede existir un territorio que sea puramente simblico; pero propongo que, en este caso, se pueda hablar de territorialidad, que es un concepto ms am-plio que el de territorio. Es as como puede existir una territorialidad sin territorio, es decir, puede existir un campo de representaciones terri-toriales que los actores sociales portan consigo, incluso por herencia histrica como los judos y su tierra prometida, y hacen cosas en nombre de estas representaciones. Pero puede no existir un terri-torio (concreto) correspondiente a este campo de representaciones. Pienso que, por lo menos en el mbito de la Geografa, puede exis-tir un campo de representaciones territoriales, una territorialidad, pero sin territorio. (Siempre digo que el gegrafo tiene un pie en la Tierra, pero no sabe cmo puede sacarlo de all ) No existe, por

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    tanto, un territorio sin base material, y no podemos trabajar con un concepto de territorio que no tenga esa base, pero podemos trabajar con el concepto de territorialidad o tambin, con el de mltiples te-rritorialidades. Un migrante que circula por diferentes territorios y va acumulando vivencias y mltiples sentimientos ligados a esas distintas territorialidades, construye una concepcin multiterritorial del mundo, aunque funcionalmente dependa de un solo y precario territorio. Tenemos aqu el caso de territorialidades sin territorio co-rrespondiente

    Poder y espacio: la tipologa del poder segn Foucault

    Un autor que puede ayudarnos mucho en el debate sobre espacio y poder es Foucault. Muchos libros de Foucault, fruto de sus clases en los aos 1970-80, fueron publicados recientemente. En conse-cuencia, muchas de las crticas que se le hicieron antes v.g., que slo trabajaba con los micropoderes, con la microfsica fueron completamente superadas. Este autor escribi un libro entero sobre la formacin del liberalismo moderno, del Estado liberal (Foucault, 2008a), y es muy interesante su distincin entre tres tipos de poder (Foucault, 2008b). El primer tipo de poder es el clsico, el poder del Estado que l llama de poder soberano, el poder de la soberana. Foucault ve el poder a travs de las prcticas, a travs de las rela-ciones que se construyen con y a travs del espacio. El Estado so-berano construye un territorio, tiene que definir una frontera, unos lmites. Pero aunque stos no tengan la fuerza que se les atribuye, la ley funciona dentro de los lmites exclusivos del territorio estatal. El problema de Foucault radica en que su concepto de territorio es an el tradicional, porque l slo lo concibe en relacin con el Esta-do: el territorio slo va a existir en relacin con el poder soberano. Para nosotros tambin hay territorio en relacin con el poder que Foucault denomina disciplinario, as como en relacin con lo que el mismo autor llama biopoder. Es una cuestin de terminologa; Foucault eligi tres trminos espaciales: territorio para el poder sobe-

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    rano del Estado, espacio disciplinario para las sociedades disciplinarias y medio para las sociedades de control o biopolticas, ms recientes. Su nocin de medio la rescata de Isaac Newton uno de los pri-meros que la utiliz, entendiendo por medio el espacio donde se produce la circulacin, el espacio de los flujos, y por tanto, si as lo quisiramos, el espacio de las redes. Se puede decir que, bajo el bio-poder, los territorios-redes son dominantes. Cuando Foucault dice que este medio es el espacio en que se da la circulacin, entiende que la circulacin es tanto humana y econmica, como de aguas, de vientos y de fenmenos naturales. En este sentido el medio impli-ca el control de la circulacin como la gran cuestin biopoltica, es decir, la poltica diseada especialmente desde fines del siglo XIX hasta nuestros das para el control de las poblaciones. El concepto de poblacin en Foucault me parece interesante geogrficamente, porque es muy crtico; no se trata simplemente de la poblacin en el sentido de la demografa, sino de la poblacin segn la visin que el Estado tiene de la sociedad como biolgicamente reproductible, y en consecuencia la transforma en nmeros estadsticos para su control y el desarrollo de polticas especficas.

    La estadstica aparece como ciencia del Estado para el control de la poblacin abstrada en trminos numricos. Hasta hoy es muy importante para el Estado considerar el territorio como un espa-cio ocupado por una poblacin, y controlar su circulacin, como se echa de ver claramente en las (bio)polticas de control de flujos mi-gratorios por las fronteras. Se habla tambin de biopoltica, porque se considera al hombre, ante todo, como especie biolgica, y por eso puede ser abstrado en trminos numricos como una especie biolgica que se reproduce. (Hace poco estaba siguiendo yo el gran debate en China con respecto al fin de la poltica del hijo nico, que es un problema grave en ese pas por la cantidad de abortos com-pulsorios que se realiza en nombre de la ley del hijo nico. Este es un ejemplo muy importante de biopoltica).

    El poder disciplinario y sus micro-espacios, como la crcel, la escuela, el hospital y todas las instituciones disciplinarias foucaultia-nas, tambin constituyen territorios. Respondan a la idea como

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    tesis o propuesta de que cada individuo pudiera construir su auto-noma en espacios especficos. El ideal era que cada individuo tuvie-ra su propio territorio, su propio espacio bajo control. En realidad, esto nunca ocurri. En las crceles, por ejemplo, se encerraba a los llamados anormales, para recuperarlos despus para la sociedad de los normales. Hoy en da en las crceles no hay casi ninguna celda que tenga un solo presidiario, sino hasta decenas de ellos. De este modo queda completamente superada la tesis de la construccin de espacios individuales y de la recuperacin de un individuo mediante la tcnica disciplinaria de espacios exclusivos. Por el contrario, a ve-ces resulta incluso ms interesante para un individuo estar dentro de la crcel: por lo menos en Brasil, hay grandes jefes del narcotrfico que controlan el movimiento de su complejo territorio-red desde dentro de la crcel.

    Estas tres modalidades de poder indicadas por Foucault no son sucesivas. Todas ellas nacen prcticamente juntas, pero en cada mo-mento de la historia moderna una de ellas se impone sobre la otra. As, existe todava un poder soberano muy fuerte, y existe todava un poder disciplinario, aunque en crisis (estn en crisis la crcel, la escuela y el hospital, pero aun estn ah y no se sabe qu es lo que podr ponerse en su lugar). Por lo tanto hay una multiplicidad de territorios justamente por esta multiplicidad de poderes, una multi-plicidad de territorios tanto por las diferenciaciones cumulativas en el tiempo, cuanto por la coexistencia de sus distintas modalidades. El fundamento geo-histrico de cada territorio es muy importante: cmo y cuando fue construido, qu superposiciones incluye, dnde se ubica, cules son las geografas all implicadas, cules son las ba-ses ecolgicas donde est localizado y, claro, cules son los sujetos involucrados en trminos de clases o grupos sociales, etnia, gnero, diferentes generaciones, juntamente con el problema del territorio para personas fsicamente menos capacitadas.

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    Elementos de construccin de territorios y la movilidad territorial

    En la cuestin del territorio, muchas son las distinciones posibles: territorios a nivel social e individual (socilogos como Irving Goff-man analizan el territorio individual), macro y micro territorios, te-rritorios con mayor carga funcional o simblica, etc. Y hay tambin una multiplicidad ms interna, porque el territorio tiene sus elemen-tos constituyentes. Pero una caracterstica cada vez ms presente es la movilidad, la composicin en red. Podemos decir, como Raffestin (1993), que todo territorio tiene invariantes territoriales, es decir, ele-mentos constituyentes indisociables y por lo tanto inherentes, que l llama mallas, nudos y redes. La malla es como un tejido, una superficie que cubre toda un rea, pero que si se mira desde otra escala, con una lente, se puede ver la trama o la red all dibujada. Me parece una buena metfora, porque cuando hablamos de superficie, de rea o de zona, tenemos que pensar la zona, ante todo, como un conjunto de redes o de mallas. Lgicamente, esos elementos son privilegia-dos diferentemente segn el tipo de sociedad, sujeto o grupo social que est en juego. Nuestra propuesta es trabajar con los elementos: zona, flujo y polo. Cada territorio est compuesto de alguna manera por esos tres elementos los dos ltimos, el flujo y el polo, conju-gados, formando la red.

    No podemos olvidar tampoco que hay momentos en que los territorios no tienen una lgica claramente visible, ni zonal ni reti-cular. Hay momentos en que los territorios estn en una especie de confusin, de formacin incierta, en la que se percibe una ilgica ms que una lgica. Por eso propongo una tercera perspectiva, pre-sente en todo proceso de desterritorializacin y reterritorializacin, pero que a veces se impone: se trata de lo que yo denomino aglo-merados, un espacio confuso que carece de una lgica clara o, por lo menos, en que por momentos no es evidente el dominio de una lgica, ni zonal ni reticular. Cuando entra la polica en las favelas de Ro y el narcotrfico empieza a pelear, hay momentos en que no se sabe dnde ir, ya que ni el territorio de la casa es seguro porque

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    la polica o el traficante pueden entrar en cualquier momento. Son situaciones de aglomerado territorial, siempre vistas como mo-mentos, como transiciones.

    La gran cuestin que se plantea para la construccin contempo-rnea de los territorios es la de la creciente movilidad, as como la de la posibilidad de intensificacin de la construccin de una mul-titerritorialidad. El territorio tambin puede construirse en medio a una movilidad muy intensa. Y la movilidad creciente puede tener tanto un papel reterritorializador como desterritorializador. Se pro-duce una reterritorializacin cuando la movilidad est bajo control, lo que ocurre en las grandes empresas, pero tambin en los movi-mientos cotidianos de grupos subalternos (que pasan muchas horas desplazndose). Esa reterritorializacin es muy evidente cuando se trata de los grupos ms privilegiados, que pueden tener plenos po-deres sobre sus circuitos de circulacin. Aqu resulta interesante el ejemplo de los grandes ejecutivos de empresas transnacionales con su movilidad cotidiana. Ellos estn viajando constantemente, pero siempre por territorios muy semejantes, por territorios que pueden ser funcionalmente diferentes pero que, simblicamente, casi no cambian. En efecto, ellos no salen de su gran territorio-red que fun-ciona casi como una burbuja dentro de la cual estn circulando. Este es un claro ejemplo de reterritorializacin en y por el movimiento, un movimiento que se repite siempre a travs de territorios estan-dardizados: las mismas redes de hoteles, oficinas, tiendas o bancos. Esos ejecutivos no se atreven a ingresar en territorios ajenos, en territorios cultural o econmicamente diferentes si se los coloca-ra en una favela o en un barrio tnicamente distinto, por ejemplo, se sentiran perdidos. Esto muestra cmo se dibuja en el mundo contemporneo una serie de territorios-red no interconectados en-tre s, aunque sean muy cercanos fsicamente y estn situados el uno al lado del otro en las grandes ciudades globales.

    Los migrantes en dispora tambin constituyen un buen ejem-plo de multiterritorialidad. Pero ellos, al contrario de los grandes ejecutivos de empresas transnacionales, pueden tener, adems de una multiterritorialidad en el sentido ms funcional, una multite-

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    rritorialidad cultural, simblicamente diversificada. Algunos tienen fuertes vnculos con migrantes de la misma dispora en diversos pases y siempre se reproducen dentro del mismo grupo. Pero otros tienen la posibilidad de transitar por territorios ajenos (del Otro), especialmente cuando se trata de grupos ms subalternizados que, incluso por sus condiciones econmicas, se ven obligados a ingresar o transitar por otros territorios. Esto pude verificar claramente en mi investigacin sobre el encuentro entre gauchos y baianos al oeste de Baha, en el nordeste brasileo, donde exista un barrio lla-mado barrio de los gauchos, en el que slo habitaban los sureos (los que venan del sur de Brasil) y eran todos clase media alta, con casas muy buenas; estos gauchos tenan muy poca comunicacin con los habitantes baianos, de residencia ms antigua, y alber-gaban muchos prejuicios hacia ellos, como pude comprobarlo en mis encuestas. Cuando visit la periferia urbana, me encontr con otros gauchos, pero esta vez ms pobres, que no tenan ninguna rea exclusiva e incluso algunos estaban casndose con baianas, algo im-posible o muy raro para los miembros de las familias de los grupos ms ricos del barrio de los gauchos. Esto muestra hasta qu grado es compleja la entrada en el territorio del Otro y la vinculacin con el mismo, a veces incluso cuando se trata de miembros de un mismo grupo identitario-cultural, como es el caso de los gauchos. Se dibuja aqu una multiterritorialidad, pero ahora ya empezamos a ver que hay multiterritorialidades ms funcionales (como la de los grandes ejecutivos o empresarios), y otras ms simblicas (como las de muchos migrantes en dispora), donde se observa en mayor medida un proceso de dominacin, pero tambin un proceso de apropiacin del espacio.

    La movilidad tiene un sentido desterritorializador especialmente cuando est asociada a la precarizacin de las condiciones materia-les de vida, lo que equivale a un menor control del territorio. En espacios inestables e inseguros, la desterritorializacin puede estar relacionada tambin con procesos de desidentificacin y prdida de referencias simblico-territoriales lo cual refleja una prdida de control del espacio, como ocurre con muchos grupos de los sin

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    techo y con aglomerados humanos como algunos campos de refu-giados o algunas situaciones de conflicto y violencia generalizada. En este caso s se puede hablar de una movilidad intensificada que desterritorializa; por lo tanto, la desterritorializacin es un trmino muy equivocado cuando se aplica a los grupos hegemnicos en su movilidad completamente bajo control.

    Se puede decir, entonces, que as como la territorializacin, nor-malmente vista como fijacin y relativa inmovilidad, se puede cons-truir tambin en el movimiento, formando territorios mviles, la desterritorializacin, comnmente vista como la intensificacin de la movilidad, tambin puede producirse a travs de la inmoviliza-cin. Esta es otra perspectiva interesante, ya que pone de mani-fiesto la ambivalencia de estos procesos por el simple hecho de que los lmites de nuestro territorio pueden no haber sido definidos por nosotros y, lo que es ms grave an, pueden estar bajo el control o el mando de otros. En la antigua crcel se puede afirmar que los encarcelados estaban desterritorializados o, mejor, precariamente territorializados, pues no tenan control sobre sus territorios (donde fueron fijados). Este es un buen ejemplo del sentido relacional del territorio. La relacin social que se construye a travs de las pa-redes de la crcel muestra que est mucho ms territorializado quien controla la entrada y la salida, quien tiene la llave para abrir y cerrar la puerta. De este modo queda muy claro que la desterrito-rializacin tambin se produce a travs de la inmovilizacin, lo cual destruye los discursos que, de manera simplificada, suponen que la desterritorializacin siempre est ligada al movimiento, a la mayor movilidad contempornea.

    El concepto de multiterritorialidad

    Dentro de estas nuevas configuraciones en la in-movilidad territo-rial se dibuja lo que proponemos llamar multiterritorialidad, trmi-no que resulta ms adecuado para algunos grupos que el trmino desterritorializacin. La multiterritorialidad es la posibilidad de te-ner la experiencia simultnea y/o sucesiva de diferentes territorios,

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    reconstruyendo constantemente el propio. Esta posibilidad siempre existi (esto es importante, pues incluso los hombres ms primi-tivos no se atenan a un solo territorio), pero nunca en los niveles contemporneos, especialmente a partir de la llamada compresin del espacio-tiempo. Entonces la experiencia simultnea y/o sucesiva de diferentes territorios define la multiterritorialidad. Yo propongo tambin distinguir un sentido ms amplio y otro ms estricto ms contemporneo, digmoslo as de la multiterritorialidad.

    En un sentido ms amplio, la multiterritorialidad se forja en la modernidad especialmente a travs de esos dos poderes que, inspi-rados en Foucault, denominamos poder soberano y poder discipli-nario, tanto de modo simultneo como sucesivo. De modo simul-tneo cuando se trata simplemente de la conjugacin in situ (en el mismo local) de niveles macro y micro, como la lgica estatal que incluye al mismo tiempo un territorio individual (la propiedad pri-vada), uno municipal, uno estadual o provincial y otro nacional. En efecto la soberana exclusiva y la propiedad privada son ncleos de esta multiterritorialidad clsica, siendo la propiedad privada el pri-mer territorio en este conjunto multiterritorial de escalas diferencia-das. Los distintos espacios disciplinarios individuales tambin pue-den configurar una multiterritorialidad sucesiva, cuando se pasa, por ejemplo, de un microterritorio disciplinar a otro del cuarto de la casa a la escuela o de la escuela a la fbrica. Este carcter sucesivo de la multiterritorialidad implica la conjugacin, por movilidad, de diferentes territorios formando territorios-red, lo cual es tpico de la organizacin de las grandes empresas y tambin de la condicin multi-residencial de los ms ricos, como en la topoligamia (o ca-samiento con varios lugares) identificada por el socilogo Ulrich Beck (1999). Este autor habla de una mujer alemana que tiene una casa en Kenia, donde vive durante seis meses (en el invierno euro-peo) y otra en Alemania, donde vive otros seis meses (en el verano); de este modo construye una multiterritorialdad sucesiva que implica una movilidad fsica de desplazamiento.

    Tambin encontramos un ejemplo de esta multiterritorialidad su-cesiva en las estrategias de supervivencia de algunos grupos subal-

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    ternos, como en el caso de los indgenas en la frontera de Brasil con Paraguay. stos fueron obligados a recluirse en reservas, pequeos territorio-zonas muy bien delimitados por el Estado que subvier-ten su cultura original nmada. Es as como de nmadas ellos se volvieron casi reclusos, confinados en pequeos espacios zonales, como vctimas de un poder disciplinario que confina a los indivi-duos y a los grupos en espacios muy bien delimitados. Qu hicie-ron? Ignoraron la reclusin en los micro-territorios de las reservas e incluso ignoraron la existencia de la frontera internacional al-gunos pasan 60, 90 das en un lado de la frontera (son los mismos indgenas guaranes de los dos lados) y 60, 90 das en el otro. Su territorializacin en trminos de territorios-zona fragmentados es reterritorializada en forma de territorios-red que ignoran la frontera internacional, y ahora mismo los documentos oficiales de los guara-nes explicitan esa condicin y demandan el reconocimiento de su condicin transterritorial.

    Yo hablaba del potencial que tienen algunos espacios para la construccin de la multiterritorialidad, pero ese potencial no se hace efectivo obligatoriamente. Por ejemplo, un espacio puede tener esa potencialidad, aunque no se actualice, como sera el caso de una gran ciudad global que tiene varios grupos tnicos, de diferentes condiciones sociales, y que por eso mismo favorece virtualmente una multiterritorialidad por la posibilidad de mltiples trnsitos te-rritoriales. Incluso en ciudades menores como Dourados, en el esta-do brasileo de Mato Grosso del Sur, un centro regional de 150 mil habitantes a 100 km de la frontera con Paraguay, hay una diversidad territorial importante, con muchos migrantes del Paraguay que se reterritorializaron en un barrio de la ciudad, donde construyeron un monumento con la bandera del Paraguay y la capilla de su patro-na, Nuestra Seora de Caacup. En otro barrio hay una mezquita islmica de un grupo significativo de migrantes rabes, todos ellos musulmanes. Hay tambin una comunidad japonesa concentrada en otra rea de la ciudad y muchos migrantes gauchos, del sur de Brasil, con su cultura reproducida en centros de tradiciones. Si estas di-ferentes territorialidades se cruzan o se interconectan efectivamente

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    es otra cuestin, pero la posibilidad de construccin de una multite-rritorialidad est dada.

    En sentido ms estricto, la multiterritorialidad puede significar la articulacin simultnea de mltiples territorios o de territorios en s mismos mltiples e hbridos, un poco como ocurre cuando los anglosajones hablan del sentido global del lugar (Massey, 2000). Doreen Massey utiliza el ejemplo de su barrio (Kilburn), en Lon-dres, donde hay bengals, hindes, pakistanes, africanos y chinos, migrantes que tambin existen y se territorializan en varios otros lugares del mundo. Pero lo que hace la diferencia y la singularidad de este lugar es la forma en que all se combinan. Un lugar global es un lugar-red, semejante al territorio-red3, pero que no necesita desplazamiento fsico para realizar su pluralidad; sta se da dentro del propio lugar(o territorio, si enfatizamos las relaciones de po-der funcional y simblico que dicho lugar incorpora).

    Hay tambin otra cuestin muy importante relacionada con los territorios mltiples accionados virtualmente: las comunidades vir-tuales y toda esa dimensin inmaterial que tambin tiene que ser analizada no en s misma, sino por las vinculaciones/interferen-cias que generan en el espacio concreto. Hay investigaciones que afirman que en nuestros das hay mucho ms contactos virtuales, pero tambin que, al mismo tiempo, hay mucho ms contactos rea-les: las personas se encuentran ms, aunque muchas veces a travs de contactos materiales-funcionales, y no a travs de un intercambio efectivamente simblico-afectivo.

    De aqu la cuestin de la conectividad, de la accesibilidad a otros territorios mediante contactos informacionales/inmateriales. Esta conferencia tambin est siendo retransmitida por internet. Las te-leconferencias seran un ejemplo de cmo se puede intervenir en el territorio del otro, ejerciendo algn tipo de control sobre l al entrar en su casa con estas imgenes. Aunque dbil, algn tipo de control se est ejerciendo por parte del otro tambin. Cuando se habla con

    3 Muchas veces eso que los gegrafos anglosajones denominan lugar es muy cercano a lo que en Amrica Latina llamamos territorio, pues ellos enfatizan no solamente la dimension simblica, vivida, del lugar, sino tambin su dimensin poltica, las relaciones de poder.

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    cmara en una computadora se est entrando en el territorio del otro, y eso es completamente nuevo porque se trata de una inter-ferencia virtual simultnea, como si los territorios se volvieran mucho ms vulnerables e interpenetrables. Esto implica la cons-truccin de una multiterritorialidad en sentido nuevo, a mi modo de ver en un sentido ms estricto, ms contemporneo y posmoder-no (trmino polmico). Por otro lado, tambin se puede construir mltiples territorialidades en un sentido estrictamente simblico; se puede hablar de multiterritorialidades que se sobreponen y que componen las mltiples representaciones que construimos sobre el espacio sin olvidar que, muchas veces, actuamos ms en funcin de esas imgenes territoriales que de las condiciones materiales que ese territorio incorpora.

    A veces el prefijo multi parece que an connota cosas sepa-radas: mltiples territorios, pero uno al lado del otro, separables. Pienso que en algunos casos, por lo menos, se puede utilizar el pre-fijo trans, quiz ms apropiado para indicar la superposicin, la imbricacin y la convivencia conjunta de territorios, o ese trnsito tan frecuente para algunos grupos por territorios diferentes. A ve-ces ese trnsito es tan intenso que parece que estamos en trnsito permanente, ubicados en un espacio o en un territorio en constante movimiento. Hay una expresin que me gusta: vivir en el lmite, vivir en las fronteras. Esto tiene un sentido para los pueblos ms desterritorializados y ms precarizados: vivir en el lmite, tener la capacidad de pasar de un territorio a otro como una cuestin de su-pervivencia, de modo que, an sin salir del mismo espacio fsico, se pueda participar de dos territorios (poderes distintos ejercidos sobre el mismo espacio), al mismo tiempo o en momentos diferentes. Hay favelas en Ro donde algunos grupos pueden participar al mismo tiempo de un territorio parcialmente controlado por la polica y el Estado, y por el narcotrfico; o servirse de uno de esos procesos de territorializacin que estn presentes al mismo tiempo en mo-mentos diferentes. Tambin es posible vivir entre una y otra cultura en el sentido de distintas identidades territoriales que se cruzan.

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    Fernando Ortiz (1999), en su trabajo clsico sobre la sociedad de la caa de azcar y el tabaco en Cuba (publicado originalmente en 1940), critica el concepto europeo de aculturacin y propone el concepto de transculturacin, esa capacidad latinoamericana que nosotros, en Brasil desde el movimiento modernista de los aos 1920, con el escritor Oswald de Andrade, llamamos de antropo-fagia, esto es, esa capacidad de deglutir al Otro y hacer de l otra cosa, transformndolo en nuestro beneficio, creando otra cultura de carcter hbrido aunque el hibridismo cultural latinoamericano incluya la violencia de los colonizadores que nos obligaron a hacer esas mezclas de manera tambin forzada. Frente a esta posibili-dad de construir la transculturalidad, la gran pregunta que nos resta es la siguiente: quin y para quin se produce esta multi y/o trans-territorialidad? La cuestin de las clases sociales an se plantea aqu como una cuestin importante. En efecto, es muy diferente hablar de multi/transterritorialidad refirindonos a los indgenas guaranes que cruzan a pie la frontera Brasil-Paraguay, y hablar de la misma en referencia a los grandes capitalistas o narcotraficantes que la atra-viesan en sus aviones particulares. Lo mismo ocurre tambin con la desterritorializacin, trmino que, como hemos visto, resulta mu-cho ms adecuado para los precarizados y los sin-tierra que para los grandes ejecutivos de empresas transnacionales.

    Deleuze (1992:224) afirma que el hombre ya no es el hombre confinado de la sociedad disciplinaria tradicional, sino el hombre endeudado.

    Es verdad que el capitalismo mantuvo como constante la extre-ma miseria de las tres cuartas partes de la humanidad, demasiado pobres para el endeudamiento, pero a la vez demasiado numerosos para el confinamiento: el control no slo tendr que enfrentar la disolucin de las fronteras, sino tambin la explosin de los ghettos y favelas.

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    Para terminar: una multiterritorializacin alternativa?

    Finalmente, en medio de esos nuevos procesos de des-territoriali-zacin donde los grupos subalternos se quedan siempre, en al-guna medida, en trnsito, entre territorios, y para no parecer pesimistas, tenemos que preguntarnos sobre la posibilidad de cons-truir multiterritorializaciones alternativas, lo que yo llamo territorios alternativos en la globalizacin, es decir, una efectiva apropiacin de los espacios por esos grupos subalternizados. Esto ya ocurre, al menos parcialmente, entre los grupos sin tierra y entre los indgenas y pueblos tradicionales del Brasil, quienes efectivamente globaliza-ron su movimiento a raz de que tuvieron la percepcin de que si no se articulaban multiterritorialmente, y en escalas diferentes inclu-so a nivel mundial, no haba manera de fortalecer su movimiento de resistencia.

    Por lo tanto, y aqu finalizo, territorio y red, espacio y tiempo no pueden ser disociados. El gran dilema de la reconfiguracin territo-rial en nuestros das no es la desterritorializacin, sino el refuerzo simultneo de la multiterritorialidad segura para unos pocos para la elite globalizada, y la precarizacin y/o contencin territorial para muchos los sin tierra, los sin techo, en su resistencia y lucha por un territorio mnimo cotidiano, su mnima e indispensable seguridad al mismo tiempo funcional y afectiva en este mundo.

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