de mujeres y diosas aztecas

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De mujeres y diosas aztecas (Miriam López Hernández), Fundación Cultural Armella Spitalier, Editorial Cacciani, México, 2011, 109 pp. ISBN: 978-968-9342-59-5

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De mujeres y diosas aztecasTomo 1 de la serie Mujer mesoamericana

Esta obra se terminó de editar en el mes de agosto de 2011.

© CACCIANI, S.A. de C.V.Prol. Calle 18 N° 254Col. San Pedro de los Pinos01180 México, D.F.+52 (55) 5273 2397 / +52 (55) 5273 [email protected]

ISBN: 978-607-8187-04-1

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin la autorización de los titulares.

Diseño de portada: adaptación de la obra Mujer de sangre azteca (2011) de Ana Rosenzweig y Paola Villalva.

Autor: Miriam López Hernández

Dirección editorial: Nathalie Armella Spitalier

Asistente editorial: Vicente Camacho Lucario

Dirección de arte: Alexandra Suberville Sota

Diseño editorial: Emmanuel Hernández López

Como vivimos en una sociedad con una fuerte tendencia hacia el androcentrismo, las investigaciones académicas sobre la vida cotidiana de las mujeres y su contribución a las sociedades en las que se ha desarrollado habían ocupado tradicionalmente un lugar secundario en la Arqueología y la Historia. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo xx esto ha cambiado paulatinamente. Ahora contamos con innumerables obras en las que se analiza el papel de las mujeres en las sociedades del México antiguo y se dis­cute su contribución económica, política y religiosa. En ese amplio abanico de estudios destaca el trabajo de la maestra Miriam López Hernández, joven investigadora univer­sitaria, profundamente interesada en esos estudios que hoy se llaman “con perspectiva de género” y que se ubican en la vanguardia del pensamiento feminista en la academia.

El trabajo que la maestra López Hernández nos presenta tiene varias particularidades: ofrece una visión integral de las mujeres (analizando el ciclo de vida) y sus aportes a la civilización mexica (el trabajo doméstico y los oficios que desempeñaron), destacando que se trataba de una sociedad clasista y, por tanto, se siente obligada a estudiarlas en sus especificidades, así como en su participación económica, religiosa y política. Enfatiza que las mujeres tenían una situación distinta acorde a su clase social, identidad étnica, edad o condición jurídica. Y, puesto que considera que los mexicas lograron construir un imperio mediante la fuerza de las armas, enfoca su mirada en el análisis de los sopor­tes ideológicos que sustentaban la doctrina hegemónica de la guerra: la religión, que se concentraba casi exclusivamente en lo masculino.

El enfoque teórico que adopta esta erudita del mundo femenino mesoamericano es el materialismo y nos ofrece una mirada crítica a partir de la reflexión en los restos ar­queológicos que son articulados al conocimiento que se tiene de las fuentes documen­tales a fin de brindarnos un panorama lo más completo posible de las condiciones de vida de las mujeres mexicas. Conocedora de la lengua náhuatl, la autora se encuentra en una posición privilegiada para examinar y explicar los efugios de ese lenguaje y los códigos que enmarcan las prácticas permitidas y sancionadas a las mujeres dentro de esa sociedad estatal y jerarquizada.

La maestra López Hernández construye el panorama en el que las mujeres desarro­llaban sus actividades y aportaciones a su cultura a partir de un análisis científico que privilegia el conocimiento de las estructuras sociales, políticas, culturales, jurídicas y re­ligiosas. Anota que era obligación de las macehualtin, mujeres pobres que constituían la

Prólogo

mayoría demográfica, estar al pendiente de la educación infantil, la salud de su grupo familiar, participar en los ritos religiosos y hacer las contribuciones al Estado en forma de trabajo doméstico y en productos, entre otros deberes.

Otra virtud de este trabajo es destacar de manera especial el carácter de la atmósfera ideológica en la que se desarrollaban las prácticas femeninas: el orden religioso. Seña­la, con este fin, el papel casi marginal que desempeñaron las deidades femeninas en el panteón mexica, crisol donde se fundieron diversos elementos pertenecientes a las tradiciones culturales mesoamericanas. De esta fusión surgió el sistema religioso que los mexicas impusieron a los diversos sectores sociales presentes en la urbe del Altiplano de la Cuenca de México y a las comunidades políticas sometidas a su poderío.

Con la paciencia, el rigor y el empeño que la caracterizan, Miriam López Hernández ha logrado articular el análisis de la condición femenina entre los mexicas, los instrumentos teóricos, la metodología adecuada y los ejemplos más notables para ofrecernos un pa­norama integral de las prácticas cotidianas femeninas en el contexto de las relaciones de producción imperantes durante el Posclásico en el Centro de México. De este modo, en su estudio logra un balance perfecto en su exposición sobre las mujeres y sus activida­des, vistas desde diversos ángulos: la esfera de la economía, el mundo de la política, los aspectos de la moralidad, la sexualidad y la vida cotidiana.

La investigación que en esta ocasión nos brinda la maestra López Hernández impli có una tremenda labor de síntesis de datos que provienen tanto del registro arqueológi­co como de los documentos pictográficos que examinan la vida cotidiana durante la época prehispánica, y de las fuentes documentales que, estudiadas a través de los instrumentos de análisis del materialismo y las categorías más recientes de los estu­dios de género, resultan un aporte de enorme valor para la (re)construcción de la historia de las mujeres, una historia que había sido, hasta hace medio siglo, negada o postergada.

Celebramos y recibimos con júbilo este tipo de trabajos que se perfilan como pioneros en el campo de los estudios de la antropología de las mujeres por la formalidad de esta empresa académica, su rigurosidad teórica, la seriedad con la que se emprende este ejercicio metodológico y la escrupulosidad en aseveraciones y sus conclusiones finales. Un trabajo muy meritorio que servirá de inspiración para que otras estudiosas empren­dan sus labores de investigación en otros contextos sociales mesoamericanos.

Doctora María J. Rodríguez-ShadowDirección de Etnología y Antropología Social, inah

Enero 2011

7 • Introducción

10 • Ciclos de vida 10 • niñez Nacimiento: asignación de género Nombres Educación

16 • adolescencia Moral y sexualidad Vestimenta y peinados Dentífricos, perfumes y cuidado del cabello

25 • adultez Matrimonio Embarazo y parto

35 • vejez

38 • Ocupaciones41 • pipiltin43 • macehualtin46 • labores productivas

53 • Religión57 • diosas de la antigua tradición mesoamericana61 • diosas de la tradición azteca-mexica

67 • Conclusiones

69 • Glosario81 • Citaciones84 • Bibliografía 92 • Índice de ilustraciones93 • Créditos fotográficos

Índice

Índice 7

El interés del presente texto es mostrar la condición social en la que vivía la mujer mexica. A través de un recorrido por las distintas etapas de su

vida se analizarán los posibles destinos que le eran conferidos por las normas e ideales de comportamiento de su sociedad.

Los ámbitos de acción en que se desarrollaba su existir diferían de los del va-rón, ya que su condición estuvo determinada por el conjunto de relaciones de producción, reproducción y por todas aquellas en que se encontraba in-mersa, independientemente de su voluntad; además, por las formas en que participaba en ellas a través de instituciones políticas y jurídicas que la con-tenían y normaban, y por las concepciones del mundo que la definían. Esto generó una serie de circunstancias, cualidades y características esenciales que definieron a la mujer como un ser social y cultural genérico.

De esta manera, su condición femenina no fue homogénea en toda su am-plitud. Su estatus pudo variar según su clase, edad, y características indivi-duales. Es decir, el trato y sus vivencias difirieron si la mujer era noble o si era mujer del pueblo, de igual manera varió si era joven o anciana,* y si era atractiva o no.†

Parte importante de esta investigación es destacar las contribuciones feme-ninas a la sociedad, sin olvidar que éstas no tuvieron el merecido reconoci-miento para poder traducirse en prestigio y ascenso social como lo tuvieron las actividades masculinas.

* La edad era determinante para participar en ciertas ceremonias. A las ancianas se les requería en algunas fiestas como Tititl y Ochpaniztli debido a que por estar en la menopausia, su esterilidad era requerida por el ceremonial.1 Por el contrario las jovencitas eran solicitadas en el momento de la menarquia (primera menstruación) debido a que ella señalaba el comienzo de su capacidad reproductiva. Por ello, los mexicas aprovechaban dicha potencia procreadora de las adolescentes en las fiestas de las deidades de los mantenimientos como Chicomecoatl §, en donde jóvenes púberes de doce o trece años representaban a las diosas.2

† Según los patrones particulares de belleza mexica, a las favoritas de los nobles se les permitió cultivar la poesía y otras artes.3 Al respecto, se menciona que una manceba de Huitzilihuitl, tlatoani de Tenochtitlan, fue pintora.4

§ La lengua náhuatl es naturalmente g raves, a diferencia del español en el que tenemos agudas, graves, esdrújulas y sobreesdrújulas. Siguiendo este principio, en esta obra no se acentuaron las palabras en náhuatl.

Introducción

Índice 8

Cabe mencionar que la cultura mexica se desarrolló en el Altiplano Cen-tral de México y su temporalidad está claramente definida en el Posclásico Tardío. Aunque este periodo abarca del año 1200 al 1521 d. C., el asenta-miento definitivo en Tenochtitlan ocurrió en 1325 d. C. Nuestra recons-trucción histórica se basa en los datos que proporciona la arqueología y se complementa con las referencias encontradas en las fuentes etnohistóricas.

Acervo Fundación Cultural Armella SpitalierRegistro INAH: 1441-212

Introducción

Índice 9

Ciclos de vidaniñez

Índice 10

Ciclos de vidaniñezNacimiento: asignación de género

Desde el nacimiento comenzaba la asignación genérica del nuevo bebé, la cual se vería reforzada con la educación familiar, escolar y religiosa. En

la ceremonia de nacimiento, además del nombre, se rotulaba genéricamente al bebé con la presencia simbólica de los utensilios asociados con su sexo: si era niña, el huso, malacate, escoba y cesto pequeño con algodón; si se tra-taba de un niño, una rodela y cuatro flechas para que fuese buen guerrero.5

La ceremonia de asignación del pe-queño finalizaba cuando se des-prendía su cordón umbilical y se enterraba, en el caso de las mujeres en el fogón de la casa y en el de los hombres en el campo de batalla, de-finiendo así los ámbitos de acción social de cada sujeto (doméstico y público, según el caso).6

La partera era la encargada del bautizo de los infantes; en la ceremonia se mostraban al bebé las insignias correspondientes a su género. Códice mendocino.*

* Por criterio de la editorial, los códices se consideran documentos de carácter fundamentalmente antropológico e historiográfico y la escritura de sus títulos se suscribe a la norma de la Ortografía de la lengua española.

Índice 11

Ciclos de vidaniñez

Los padres buscaban dar un nombre a la criatura y conocer la fortuna que le esperaba. Para esto, preguntaban al tonal pouh qui, quien consultaba el to­nalpohualli (calendario ritual de dos-

cientos sesenta días dividido en veinte trecenas que regía todas las actividades de la sociedad) a través del cual se sa-bían las cualidades de los días.

Nombres

Los varones evitaban el contacto con utensilios que no fueran de su género por temor a perder su virilidad y habilidad guerrera. Se les decía que no pisaran el fogón (espacio femenil por excelencia), porque de lo contrario serían desdichados en la batalla y caerían en manos enemigas.7

Los padres recurrían al tonalpouhqui para saber el futuro del recién nacido. Códice florentino.